Está en la página 1de 164

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene
costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus
redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.

2
Sinopsis
La vida es un asco. Y, tan pronto como Sidney recoge los pedazos algo
la golpea y la hace caer sobre su trasero. Nunca se trata de algo bonito,
pero esta vez es diferente. Esta vez bonito ni siquiera es la palabra correcta.
Peter es la personificación de la perfección. Es como si cayó de su
posición de ángel del purgatorio, porque enfrentémoslo, cualquier sujeto
que sea así de ardiente tiene que ser malo. Él probablemente fue enviado
aquí a arruinarle la vida.
Peter es mucho más que hermoso, con sus sexy ojos azules, cabello
oscuro, y cuerpo tonificado. Agrega a esto encantador ingenio y Peter es
todo lo que Sidney siempre quiso en un hombre, pero cuando las cosas se
ponen calientes y pesadas, Peter le muestra la puerta. Sidney toma el
camino de la vergüenza y se marcha. Es el final de la peor cita a ciegas. Su
vida no podría empeorar, pero lo hace.
A la mañana siguiente todo se desmorona. El sujeto increíblemente
3 ardiente de anoche, el que la vio medio desnuda, está enseñando enfrente
de la sala de clases.
1
Traducido por flochi
Corregido por âmenoire
Los nervios se dispararon a través de mis venas, llenando mi cuerpo
con esta idea precipitada que quiere salir huyendo. Esforzándome por
evitar moverme nerviosamente, camino sola dentro del elegante
restaurante. Millie, mi mejor amiga, apeló a mi sentimentalismo esta
mañana cuando dejamos el dormitorio. Al parecer, conoció a un nuevo
chico sexy que quiere salir en una cita doble esta noche. Mi respuesta
inicial fue Por nada del mundo.
La última vez que intentó arreglarme una cita, terminé con alguien
que era un cleptómano nervioso. Solo digamos que las cosas no resultaron
bien. Él recogió todo, excepto la factura. La vez anterior a esa fue igual de
desastrosa. Me perdí alguna pista verbal y mi cita terminó la noche con el
rostro lleno de spray de pimienta.
Está bien, tal vez esa fue mi culpa. Tal vez soy demasiado asustadiza,
demasiado desconfiada. La cosa es que, una vez que algo malo sucede, no
4 hay manera de deshacerlo. No hay un botón de borrar en la vida. No puedo
simplemente apretar el botón de borrado y empezar de nuevo. Sin importar
con cuántos chicos salga, mi cerebro está atascado en esa noche de hace
tanto tiempo. La mayor parte de los días, mi pasado me sigue de cerca
como un oso de quinientos kilos sujeto a un trozo de cuerda rosa,
acercándose lo suficiente como para lanzar una sombra sobre todo lo que
toco. Pero, de vez en cuando, ese oso se enoja y me ataca. Lanzándome de
regreso a esa horrible noche y es todo lo que puedo hacer para no gritar.
Salir en citas incita a mi pasado. Es casi como si pudiera escuchar las
garras del oso chasqueando en el pavimento detrás de mí. Mi corazón late
demasiado rápido. Mis palmas están húmedas con sudor. Quiero superar
esto. Tengo que hacerlo. Ha pasado mucho tiempo. Mi vida se está
viviendo sin mí. Siento como si fuera yo la de la cuerda rosa alrededor de
mi cuello. Un error me puso de rodillas. Esa es la razón por la que he
aparecido esta noche. Esa es la razón por la que lo intento. Si no sigo
adelante, entonces me deslizo hacia atrás y estoy cansada de revivir el
pasado. Estoy cansada de la carga tamaño oso.
Quiero seguir adelante con mi vida. Quiero superar el miedo que me
asfixia cada vez que hablo con un chico.
Determinada a ser diferente, me paro frente al restaurante e intento
reunir más coraje y una sonrisa falsa que lo acompañe. La sonrisa está
escondida en alguna parte muy dentro. La sacudo hacia afuera y la pego a
mi rostro. Se siente como una sonrisa plástica, rígida por el poco uso. Odio
ser falsa. Odio esto. Mi pulso late más fuerte. Busco la manija y finalmente
miro las puertas. Están hechas de cobre torneado, con grandes tiradores
de hierro forjado. El metal se siente frío en mi mano. Tiro de la enorme
puerta y entro.
Un recibidor tallado de madera está enfrente a mí, con una sonriente
rubia detrás. Me sonríe. Hay unas cuantas personas esperando en bancos
acolchados, pero no está demasiado lleno en este momento.
Doy un paso hacia delante y digo:
—Me voy a encontrar con alguien. ¿Puedo ver si ya están aquí?
Ella asiente y paso a su lado. La iluminación es tenue. Las paredes de
yeso están pintadas en unos ricos colores cálidos. Cortinas oscuras
cuelgan de las puertas extremadamente grandes y una enorme chimenea
se encuentra en el centro de la habitación. Es de piedra y se alarga hasta
el techo cobrizo.
No he estado antes en este lugar. Millie dijo que llegaría allí después
de mí, pero que el amigo de Brent, Dustin —mi cita— estaría aquí primero.
Busco a un chico solitario sentado en una mesa para cuatro que tenga mi
edad. Camino lentamente alrededor de la habitación y nadie encaja. Me
quedo parada allí por un momento, sin saber si he sido plantada, cuando
siento que los vellos en la parte trasera de mi cuello se erizan. Alguien me
5 está mirando. Siento su mirada en mi espalda. Me giro lentamente y reviso
la habitación. Un par de ojos, tan azules como gemas, me devuelven la
mirada. Mi estómago se revuelve. Oh, maldición, es sexy. Camino
lentamente hacia su mesa, apenas respirando.
Sus ojos se deslizan lentamente por mi cuerpo y bebe de mí. La
manera en que lo hace es tan sexual, tan carnal, que mi estómago da
vueltas. Las mariposas me llenan y corren dentro de mi estómago,
creciendo rápidamente al tamaño de murciélagos con cada paso que doy.
Mientras más me acerco, más nerviosa me siento. ¿Es posible que Millie
me haya arreglado una cita con un chico así de ardiente? No puedo creerlo.
Una suave sonrisa cruza mis labios. Ya no es una falsa. Nuestros ojos
están fijos en el otro y no puedo apartar la mirada. Mis tacones chasquean
al mismo ritmo que el latido de mi corazón y de repente me encuentro de
pie enfrente de él en la mesa.
—Hola —logro decir, todavía mirándolo a los ojos. Son tan enérgicos.
Como si alguien lo hubiera pintado. Es perfecto. Si su voz coincide con su
aspecto, me derretiré en un charco en el suelo. Dustin es bastante guapo.
La comisura de su boca se alza y me obsequia una sonrisa digna de
un desmayo.
—Hola, tú. —Oh, su voz. Es más sexy de lo que pensaba. Hay una
riqueza en el tono. Suma la sonrisa y el hoyuelo y se siente como si mis
rodillas estuvieran a punto de ceder. Sé que no puedo hacer nada con él,
tal vez, pero es el más delicioso caramelo visual que he tenido en mucho
tiempo. La manera en que me mira me está haciendo tener calor. Coloco
mis manos en la silla opuesta a la de él y la deslizo hacia afuera. Sus ojos
permanecen en mí, observándome mientras me siento frente a él.
No sé qué decir, así que le sonrío de vuelta y recurro a los clichés.
—Entonces, ¿vienes por aquí a menudo?
—Lo sabes —dice, todavía mirándome. Es como si no pudiera creer
que esté sentada enfrente de él. La intensa mirada hace a mi estómago dar
vueltas. Este chico es más allá de guapo. Mechones oscuros de su
perfectamente desordenado cabello castaño se extienden a través de su
cara, con unos más largos por los ojos. Un deseo insano de inclinarme y
sentir lo suave y sedoso que es su cabello entre mis dedos se dispara a
través de mí. Aplasto esa sensación. El hombre sentado frente a mí no es
uno de esos chicos de Texas que es todo charla. Este sujeto apenas ha
dicho algo y estoy cautivada.
La mesera llega y me pregunta si quiero ordenar. Le pido una copa de
vino. Cuando la mesera se marcha, un momento pasa en caliente silencio.
Mis ojos siguen vagando hacia su pecho fornido y a esos llenos y hermosos
labios. Me preocupa. Es decir, este efecto que tiene sobre mí es como
magia. Me estoy convirtiendo en un caliente revoltijo y apena ha dicho dos
6 palabras. Rompo el silencio y lo miro.
—Sabes, no te pareces en nada a cómo pensé que serías.
—¿En serio? —pregunta, ahora sonriéndome.
Asiento tímidamente y la mesera regresa con la copa de vino. Le doy
un sorbo a la vez que él dice:
»Entonces, dime que piensas ahora.
Una sonrisa tímida cruza mis labios. Me siento como una niña, pero
el vino me da valentía. Me encojo de hombros y lo miro por debajo de mis
pestañas.
—Creo que esta noche va a ser una buena.
—Al menos será interesante. —Se comporta tan diferente de la
mayoría de los chicos de por aquí. Es seguro de sí mismo. Hay una
inclinación en sus hombros que indica que se tiene confianza, rozando el
engreimiento. Se recuesta en su lado del reservado, observándome. Sus
deslumbrantes ojos permanecen en mi cara y su ceja se arquea de vez en
cuando mientras hablo.
Estoy tan nerviosa que no puedo mantener la boca cerrada.
—Sí, lo es. Esta es la primera vez que he estado aquí. Nunca vengo a
esta parte de la ciudad. Todo está tan lejos. Habría cuatro pueblos
apiñados en este espacio en donde vengo, pero supongo que eso es lo que
hace a Texas, Texas; la extensa tierra.
Asiente.
—Texas puede ser así. Detecto un leve acento… uh, lo siento, ¿cuál
era tu nombre?
Me pongo a reír. Un leve acento es un eufemismo. Hablo todo con
acento.
—Sidney.
Se inclina hacia delante con una mirada burlona en sus ojos.
—¿Eres de Australia? Para nada. —Una sonrisa se extiende por su
cara y sé que está bromeando—. Pensé que solamente hablaban de esa
manera en Jersey. —Me guiña un ojo y me sonríe.
Me río. Me agarró con la guarda baja. Esperaba que mi cita de esta
noche fuera desastrosa, pero este tipo parece perfecto. En el fondo de mi
mente, me pregunto dónde está Millie y me alegra que esté llegando tarde.
Me estoy divirtiendo, sonriendo y coqueteando con él. La tensión se aligera
cuanto más tiempo estoy sentada con él. Es increíble. Él está pelando
todas las capas y sacando a la chica que solía ser.
—Mi nombre es Sidney. Soy de Cherry Hill en New Jersey, sabiondo.
—Encantado de conocerte, Sidney. Iluminaste una noche que de lo
contrario hubiera sido terriblemente deprimente. —Levanta su copa y
7 asiente antes de darle un trago. Es un adulador, ese movimiento de va
para ti me hace querer saber más de él. Quiero decir, ¿quién hace eso? Él
es diferente y admiro eso.
Lo miro por un segundo. Me gusta la manera en que me mira. Me
gusta la manera en que pronuncia mi nombre. Me gusta él.
—Me alegra poder estar a tu disposición. Me fascina la caballerosidad.
—Mis dedos jalan la cubertería hacia mí, la desenvuelvo y pongo la
servilleta en mi regazo.
Se ríe.
—Puedo verlo.
La voz de Millie suena detrás de mí.
—¿Sidney? ¡Ahí estás! Estamos sentados en la otra punta del
restaurante. Te he estado llamando. —Millie está usando un lindo vestido
con una falda a la moda. Me echa un vistazo y se para allí con las manos
sobre las caderas, como si hubiera sido mala.
Le sonrío a mi cita y luego vuelvo a mirar a Millie, sin comprenderlo.
La miro, preguntándome por qué no se desliza en el reservado a mi lado.
—Apagué mi teléfono cuando entré. No podía tenerlo sonando
mientras hablaba con este fino hombre, ¿o sí? Vamos, Millie. Siéntate.
Estoy segura que Brent llegará en cualquier segundo. —Miro más allá de
ella para ver si no ha llegado todavía.
Millie sacude su cabeza. Tiene una sonrisa de incredulidad en su cara.
Se inclina más cerca de mí.
—Brent ya llegó, desquiciada. Ahora ven y deja a este agradable
hombre solo. —Ella lo mira y luego se gira hacia mí.
La sonrisa se desvanece de mis labios. Miro a Millie, con el pulso
latiéndome, y vuelvo a mirar al guapo hombre del otro lado del reservado.
El terror me traspasa como una manta fría y me pongo rígida. Miro a su
hombro. No puedo mirarlo a los ojos.
—No eres mi cita, ¿cierto? —Niega con la cabeza, todavía sonriéndome.
Mi rostro se pone rojo al mismo tiempo que mis ojos elegantemente se
abren como platos. Por alguna razón, me irrita. Es decir, ¿estuve sentada
aquí con él por cuánto tiempo y ni siquiera se molestó en decir que lo
había confundido con alguien más?
Hablo más fuerte y chillo a la vez que lo regaño.
—¿Cuándo ibas a decírmelo?
Se encoge de hombros, pareciendo divertido y se frota la barba
incipiente en su bella mandíbula.
—Pensé que estabas intentando ligar conmigo. —Mi boca forma una
O y lo miro fijamente por un segundo, incapaz de parpadear. Me cubro
8 rápidamente la cara y canto: Oh Dios mío, oh Dios mío, para mí en voz baja.
Escucho su voz y veo su sonrisa cuando alzo los ojos—. Estabas haciendo
un buen trabajo. Me habría encantado pagarte la cena.
Eso no mejora las cosas.
Millie me está mirando como si estuviera loca. Siento su mano
alrededor de mi muñeca, tirando de mí. Me pongo de pie y la sigo
alejándome de la mesa. No puedo evitar ruborizarme. No puedo
deshacerme de la estúpida sensación que me está asfixiando. Quiero
arrastrarme debajo de la mesa y esconderme. Siento los ojos de Chico
Caliente sobre mí mientras me alejo. No miro sobre mi hombro. No puedo,
pero Dios, quiero hacerlo. Él es tan perfecto. ¿Por qué estas cosas me
suceden a mí?
2
Traducido por Gemma.Santolaria & Selene1987
Corregido por flochi
Nunca antes había estado en este restaurante. Cuando llegué, pensé
que había rodeado toda la planta, y había visto todas las mesas, pero no.
Esta sección está detrás de la pared que la conecta a la barra. No me di
cuenta de que había mesas por aquí, y aparentemente, aquí es donde
Millie y los chicos se habían sentado.
Millie ha estado hablando, pero estoy tan avergonzada que realmente
no estoy escuchando. Finalmente, se detiene en una cabina al otro lado de
la chimenea y se escabulle al lado de Brent. Mi cita acaricia el lugar junto
a él. Oh, Dios. Se parece a mi ex. Mis nervios están crispados, y las
similitudes entre los dos hombres son tan sorprendentes que me
estremezco. Viejos recuerdos aparecen detrás de mis ojos. Los recuerdos
se sienten frescos, como si acabaran de pasar. No quiero sentarme. Quiero
huir. Mis dedos rozan la cicatriz escondida bajo mi collar. Estoy
desesperada, y tal vez un poco aterrorizada.
9 ¡Para! Me regaño a mí misma. Este chico no te hirió. Siéntate. Canto en
mi mente siéntate una y otra vez. No puedo dejar que el miedo gobierne mi
vida. Ya me ha retenido el tiempo suficiente. Voy a superarlo, esta noche.
Ha habido muchas veces en las que he dejado que mi pasado me aplaste.
Me las arreglé para hablar con el chico caliente hace unos momentos.
Puedo resolver esto. Puedo ser la chica que era antes. Trago saliva y me
siento. Millie me disculpa y no menciona que me encontró en una mesa
cualquiera, charlando con un chico caliente.
Trato de quitarme de encima lo que acaba de pasar para poder
concentrarme en mi cita de verdad. Cuando lo veo, el miedo trata de trepar
por mi garganta.
Millie nos presenta después de que me siento.
—Sidney, este es Brent y su amigo, Dusty.
Dusty en un vaquero bonito. Tiene el pelo peinado hacia atrás y
apartado hacia un lado. Lleva una camisa blanca almidonada del oeste.
Apuesto a que tiene unas botas vaqueras de lujo bajo la mesa, también,
del tipo que cuestan más que mi coche.
Suspiro y digo:
—Hola. —Trato de no pensar que esta noche sólo empeoró un millón
de veces, pero no puedo evitarlo. He estado en esta cita antes, al menos,
pienso que lo he estado. La sensación asfixiante regresa. Mi columna se
pone rígida. Estar tan cerca de él me tiene en el borde. Mentalmente, me
regaño a mí misma para calmarme, pero no funciona. No puedo. Todos los
músculos en mis brazos y piernas están tensos como un cable, listos para
correr.
Nerviosa, le sonrío de nuevo y tomo mi servilleta de la mesa. La
extiendo en mi regazo. El pequeño vestido negro que llevo tiene un cuello
redondo que se sumerge por delante. El cuerpo se aferra a mis curvas y la
falda se ensancha en la cintura. Me siento hermosa, pero la forma en que
sus ojos vagan sobre mí me pone un poco nerviosa.
Me remuevo en mi asiento y miro hacia Millie. Ella ya está toda
efusiva, batiendo sus pestañas hacia Brent. Es increíble que ella se pueda
sentar tan cerca de mí y estar en su pequeño mundo propio. Brent está
envuelta en ella también.
—Así que —dice Dusty, sus ojos vagando hacia mis pechos
abiertamente antes de volver de mala gana a mi cara, como si fuera lo
suficientemente buena—, es bueno que no llueva esta noche.
—¿Y por qué es eso?
Él sonríe y me dice:
—Porque el azúcar se derrite con la lluvia. —Dusty derrama todo su
acento ranchero y me sonríe con una sonrisa lobuna.
10 Mis cejas se levantan. Las siento subir unos tres centímetros en mi
cara hasta que desaparecen bajo mi flequillo. Sonrío y me río,
nerviosamente, sin ser capaz de decir nada para que Millie no tenga que
matarme luego. Un repentino impulso de salir corriendo de la mesa se
dispara a través de mi cuerpo. Tal vez la cocina se incendie y pueda salir
de aquí. Echo un vistazo en esa dirección, esperanzada.
Millie y Brent están hablando. Ambos se están apoyando en el otro,
como si no pudieran conseguir bastante el uno del otro. Millie se ríe de
algo que dice Brent, y luego me mira. Le sonrío por un segundo, antes de
que su atención vuelva a Brent.
Presiono mi espalda en el asiento, deseando estar en cualquier otro
lugar. Pero estoy aquí. Estoy aquí por Millie. Estoy aquí por mí. Respiro
hondo, trato de controlar mis nervios antes de que saquen lo mejor de mí.
Siento los ojos de Dusty en un lado de mi cara. Estos se sumergen
demasiado abajo y sé que él está mirando mi pecho, de nuevo. Me remuevo
en mi asiento, alejándome rápidamente de él y acercándome al borde de la
cabina.
Dusty se inclina hacia atrás en el asiento y pregunta:
—Entonces, ¿cuál es tu especialidad?
Los nervios se están dejando caer a través de mi estómago como
murciélagos borrachos. Daría cualquier cosa por intercambiarlos por
mariposas en este momento. Estoy muy nerviosa. Me siento muy mal, pero
me niego a marchar. Tengo que hacer esto. Tengo que tener una cita
normal, pasar por una noche normal. Si puedo hacer esto, puedo seguir
con mi vida. Sólo come la cena, besa al chico, ten sexo, y ve a casa. Eso es
lo que mis amigos hacen. Puedo hacer esto. Yo puedo. El oso levanta su
cabeza y me da una mirada. Jodido oso.
Me toma demasiado tiempo responder. Dusty toca ligeramente la
palma de mi mano. Traza un círculo con su dedo y dice:
—Está bien si estás indecisa. Estaba empezando con lo básico.
No tires tu mano lejos. Mi corazón late con más fuerza. Mis costillas se
van a romper. Encuentro mi sonrisa falsa y mi risita nerviosa.
—No estoy indecisa. Soy estudiante de inglés. ¿Cuál es tu
especialidad?
—Negocios. —Dusty trata de mirarme a los ojos, pero cada vez que lo
miro, la boca de mi estómago se convierte en hielo. Dios, soy una ruina.
Era más fácil hablar con ese otro tipo.
Fuerzo a mi mirada hacia arriba y le sonrío de vuelta, aunque prefiera
golpear mi cabeza contra una roca.
—Así que, ¿quieres empezar un negocio?
—Algo así. Tal vez abrir una tienda o manejar una de las tiendas de
11 mi padre. Realmente no lo sé todavía. Después de terminar esto, tengo que
hacer los estudios de postgrado, por lo que aún es “muy lejano”. —Levanta
su brazo y lo desliza detrás de mí.
No puedo respirar. Es como si él me hubiera golpeado en la espalda
con una madera de dos por cuatro pulgadas. Cuando su brazo se acomoda
sobre mí, es incluso peor. Maldición. ¿Por qué no me puedo sentar aquí?
¿Por qué cada toque me tiene que volver tan loca? Voy a mejorar, lo juro
por Dios.
Entonces, ¿por qué sigues actuando así? Esa pequeña voz en el fondo
de mi cabeza es una perra total. Está confabulada con el oso.
Brent asiente, y continúa hablando con Millie acerca de una clase que
han tenido hoy. Millie se ríe.
Dusty frota los dedos en el borde de mi hombro, tocando mi piel
desnuda. El vestido no tiene mangas. De repente, estoy en otro lugar,
perdida en un recuerdo. Siento las manos de mi ex en mí. El pasado y el
presente colisionan juntos. Me pongo aún más rígida.
—Relájate. No te morderé. Y Brent puede responder por mí. No soy un
total idiota.
—La puntuación de su idiotómetro es de alrededor de un 2. No te
preocupes por eso, Sidney. —Brent me sonríe. Sus ojos se deslizan hacia el
brazo de su amigo alrededor de mis hombros—. Yo, por otra parte…
Millie le golpea el pecho y se ríe.
—Eres perfecto. No cambiaría ni una cosa. —Se inclina y lo besa. Mi
cara se ruboriza y miro hacia otro lado. Error. Cuando lo hago, Dusty me
está mirando. Nuestros ojos se encuentran, pero no es una buena
sensación. Evoca todo lo que quiero olvidar.
El camarero me salva, y Millie deja de chupar su cara el tiempo
suficiente como para pedir. Compartimos un aperitivo. Dusty habla más
sobre su familia y su hogar. Mete un trozo de camarón en su boca.
—¿Qué hay de ti? ¿Tu familia te ha apoyado hasta aquí? —De algún
modo Dusty ha cerrado la brecha entre nosotros. Estamos hombro con
hombro, cadera contra cadera. No hay manera de deslizarse lejos de él
tampoco. Un movimiento más y caeré al suelo.
Cuando menciona mi familia, siento que mis pelos se ponen de punta.
Es una pregunta bastante común, así que trato de sonar normal.
—Sí, por supuesto. ¿Qué familia no querría que fueran a la
universidad? Y la escuela es genial. —Estoy distraída. Miento. Mi estúpida
familia ni siquiera sabe dónde estoy.
Dusty se inclina cerca de mí. Toma un rizo entre sus dedos. Le echo
un vistazo y me retuerzo por lo que el rizo cae.
12 —Te ves muy caliente esta noche. —Mis ojos de inmediato apartan su
mirada. Aunque ya no lo esté mirando, puedo sentir los ojos de Dusty en
mi piel. Los pelos de mi nuca se ponen de punta. Se inclina hacia mí y
coloca su mano sobre mi rodilla, lentamente. Muy lentamente. No
reaccionaré. Puedo hacer esto. Puedo. Es un toque normal.
Es normal. Quiero ser normal. Quiero esto tanto, pero mis ojos pican.
Mi pulso late con fuerza como si alguien me estuviera persiguiendo con un
hacha. Le sonrío de nuevo, obligándome a quedarme quieta. Dusty se
toma mi sonrisa del modo equivocado. Su mano se desliza bajo el
dobladillo de mi vestido hasta mi muslo —piel contra piel— y aprieta. Me
agarra y mi mundo gira. Estoy aquí, pero mi mente está perdida en el
pasado, reviviendo recuerdos que quiero olvidar.
Mis músculos reaccionan sin mi consentimiento. Saliendo disparada
de mi asiento, me levanto de un salto; golpeando la mesa, moviendo toda
la cubertería. Hace un ruido fuerte. Levanto las manos, preparada para
inventarme alguna excusa, cuando me doy la vuelta y me tropiezo con un
camarero. Lleva una bandeja de comida (nuestra comida) por encima de su
cabeza. Cuando me tropiezo con él, la bandeja se derrumba por un lado.
Cada entrante se desliza por un lado a cámara lenta, y cae de la bandeja.
Hay un fuerte sonido cuando los platos golpean el suelo.
Durante un segundo, me quedo ahí de pie paralizada. Dusty me lanza
una mirada de Qué demonios. Millie y Brent le siguen. Siento sus miradas
y no puedo explicarlo. No lo saben. Mi boca se queda abierta, pero no sé
qué decir.
Echo a correr. Antes de que la noche pueda empeorar, antes de
ponerme más en ridículo, me marcho. Camino rápidamente hacia la salida,
preparada para gritar o llorar (quizás las dos cosas). ¿Qué demonios me
pasa? Yo lo quería. Fui yo quien le dejó hacerlo. Es como la última vez. Las
imágenes aparecen en mi cabeza, pero las lágrimas me dejan ciega.
Empujo las grandes puertas, y casi me caigo en la acera.
Cuando el aire de la noche me golpea en la cara, voy más despacio.
Nadie me está siguiendo. Ninguno de ellos quiere que regrese. Suspiro
profundamente. La última media hora ha sido una montaña rusa
emocional. Primero, me he humillado, y luego me he atrapado. Me encojo
por dentro. Soy tan estúpida.
Mientras busco en mi bolso las llaves, de pie bajo un pórtico, miro
hacia arriba y mi corazón se tambalea. Es el chico caliente. Está en el
aparcamiento con las manos en las caderas, enfrente de un coche negro.
La manera en la que está de pie llama la atención a sus anchos hombros y
su delgada cintura. Me embebo de él antes de darme cuenta de que la
capota está alzada. ¿Por qué fui capaz de hablarle? Ese chico no me
asustaba. Me sentía como la antigua yo y no la lunática en la que me
13 había convertido. Echo de menos quién era. Echo de menos la antigua yo.
Sé que aún está dentro en alguna parte, encerrada.
Ha debido notar los ojos en él, porque se vuelve y me mira.
Levantando la voz para que pueda oírle, dice:
—¿Supongo que ninguno de los dos está pasando una buena noche?
Me quedo mirándole un momento. Mi corazón aún late deprisa. Estoy
en peligro de que me dé un ataque. Antes de pensar en lo que estoy
haciendo, asiento y camino hacia él. Deteniéndome al lado del Chico
Caliente, digo:
—Ha sido una completa mierda. —Un poco de tensión desaparece de
mis hombros. Este chico (quien quiera que sea) tiene esa sensación de
viejo amigo. No lo entiendo. Parece como si le conociera desde hace años
aunque ni siquiera sepa su nombre. Es raro.
Suspiro y miro su motor.
—¿Problemas con el auto?
Recorriendo sus dedos por el pelo, dice:
—Eso parece. No arranca y no es por no intentarlo.
Cruzando los brazos en mi pecho, miro cómo está mirando el coche y
sé que no sabe lo que está mirando. Yo tampoco, en realidad, pero sé un
poco. Camino hacia la puerta del conductor, la abro, y me siento en el
asiento.
Me observa mientras intento arrancar el motor. No arranca. Miro los
calibradores y me doy cuenta de la batería. Ahora está de pie a mi lado.
—Entonces, ¿eres mecánica?
Meneo la cabeza.
—Finjo que lo soy. Hace que las noches sean más interesantes. —Le
sonrío, sin saber lo que está por venir. Jamás hablo con chicos al azar,
pero no es que siga siendo al azar, ¿verdad? La cara del Chico Caliente se
cae y me doy cuenta de que me cree. Me río—. Sólo estoy bromeando. Sé
un poco de coches. Por ejemplo, sé que éste no va a ir a ningún lado esta
noche.
—¿Y por qué?
—Parece que tu alternador está muerto. Es eso o has metido un
hámster en el tubo de escape… —Mi cara se ensombrece. Me pregunto si
ha hecho algo estúpido. Los universitarios hacen toda clase de cosas
estúpidas para hablar con chicas. Salgo de su coche y cierro la puerta de
un portazo. Entonces, echo la cabeza hacia un lado y cruzo los brazos en
mi pecho—. Dime que ésa no es la razón por la que el coche no va a
arrancar.
Él se ríe y pone una mano en su pecho, sorprendido de que haya
14 dicho algo así.
—No, ¡no he hecho nada de eso! Y corrígeme si me equivoco, pero tú
has sido quien se ha acercado a mí primero. No he llegado aquí pronto y
he saboteado mi propio coche, sólo para poder conocer a una chica que no
sabía que iba a venir. —La manera en la que sonríe es contagiosa. Recorre
sus dedos por su cabello oscuro, como si deseara poder decir más, pero no
lo hace. Las comisuras de su boca se curvan y me lanza una mirada que
hace que tenga escalofríos.
Me acerco a él, sonriendo demasiado.
—¡Yo no me he acercado a ti!
—Sí que lo has hecho. Justo ahí. —Apunta hacia el restaurante. Su
cara es seria, con gestos suaves y grandes ojos azules—. Te sentaste en mi
mesa y me hiciste estar muy incómodo. Jamás se había acercado a mí una
chica tan preciosa. Fue bastante embarazoso.
Mi sonrisa hace que sea muy difícil que mi boca se abra por la
sorpresa. Sigue abriéndose y entonces mi sonrisa logra abrir mis labios
cerrados.
—¡No lo hice! —Sé que me está provocando, pero no puedo parar. No
quiero parar, y me doy cuenta de que en realidad me estoy riendo.
Sus brazos están cruzados sobre su pecho. Lleva un dedo a su labio,
como si estuviera recordando.
—Sí que lo hiciste. Pediste vino y asumiste sin más que me abriría de
piernas. En serio, Sidney, tienes que aprender a controlarte un poquito
más en el futuro. —Me mira con el rabillo del ojo, mientras mira su coche.
Sé que me está tentando, pero no puedo ignorarle. No puedo alejarme
y no quiero hacerlo. Me sonríe con esos labios tan malvados. Hace que
quiera besarle, fuertemente. Cambio de táctica. Quiero abalanzarme tan
fuerte sobre él que se caiga. Me coloco enfrente de él y le miro bajo las
pestañas.
—Vale, me has pillado. Me gustas. Te deseo. No puedo mantener mis
manos alejadas de ti. Pero dime una cosa, hombre hermoso: ¿por qué
debería molestarme en controlarme cuando veo que tú también me deseas
igual? —Lentamente, me acerco más a él. Nuestros cuerpos están a una
respiración de distancia mientras le miro a los ojos.
Sonriendo, logra decir:
—No deberías hacerlo. —Me observa, esperando a ver lo que haré.
Siento que mi corazón se acelera. Sus ojos van hacia mis labios y de vuelta
a mis ojos. Cada parte de mi cuerpo se llena de vida. Quiero sentir sus
manos sobre mí. Quiero sus labios en mi boca. Por su mirada, sé que él
también lo quiere.
Me acerco más, tentándole. Siento su respiración en mis labios. Su
15 aroma llena mi cabeza y le respiro.
—¿Siempre eres así de irresistible?
—¿Siempre eres tan tímida? ¿Coqueteas sin más, dejando tus labios
demasiado cerca de un hombre que desea besarte desesperadamente?
Mis manos van a su pelo mientras habla. Le toco gentilmente y oigo
su respiración. Me da un escalofrío, envalentonándome. Hay un pequeño
espacio entre los dos. La tensión es tan fuerte que no puedo soportarla
otro segundo más. Me acerco lentamente y rozo mis labios con los suyos.
El Hombre Hermoso se queda ahí de pie. Parece sorprendido. No se mueve.
No me devuelve el beso. La decepción me inunda. Miro hacia abajo,
rompiendo el beso. No puedo esconder lo que me cuesta respirar, lo mucho
que me excita.
El rechazo no me sienta nada bien.
—Lo siento —digo. Estoy a punto de alejarme cuando siento que sus
dedos levantan mi barbilla. Le miro a los ojos, y veo algo ahí que no
esperaba.
Está sonriendo dulcemente.
—No lo sientas. Sólo me gustaría tutearme con las chicas aleatorias
con las que me encuentro en aparcamientos deslumbrantes.
Sonrío.
—No me había dado cuenta de que el aparcamiento también era
deslumbrante.
—Lo es. Y señorita Sidney, ¿si fuera tan amable de decirme su
apellido?
—¿Quién habla así? —Río.
—Creo que yo.
—Sidney Colleli. —Me muerdo el labio inferior y le miro.
—Peter Granz. —Su voz es profunda y rica. La manera en la que dice
su nombre hace que mis entrañas se derritan, y la manera en la que besa
incluso más. Gentilmente, Peter acerca sus labios de nuevo a los míos, y
me besa dulcemente. Envía una carga a través de mi cuerpo y hace que
mis tobillos se doblen. Me echo sobre él, encantándome la manera en la
que esto se siente. Cada parte de mí siente cosquilleos, queriendo más. El
beso es tan suave, tan breve. Cuando Peter se aleja, apenas puedo respirar.
Susurrando, digo:
—Es un placer conocerte.

16
3
Traducido por Mae, flochi & martinafab
Corregido por âmenoire
Echo un vistazo de vuelta hacia el restaurante, preocupada porque mi
cita venga a través de esas puertas en cualquier segundo. Deseosa de
marcharme, miro a Peter y pregunto:
—¿Quieres que te lleve a casa?
Peter asiente y dice:
—Eso sería genial.
Sonrío. Una risita de niña emerge dentro de mí y me la trago entera.
¡Voy a estar a solas con un hombre hermoso en mi auto! No puedo sentir
mi cerebro. Dejó mi cuerpo durante ese beso.
Peter me sigue a través del estacionamiento y de regreso a mi auto.
Ambos nos deslizamos dentro y arranco el motor. Atravieso el
estacionamiento y cuando me detengo en la calle, pregunto:
—¿A dónde?
17 Me sonríe tímidamente.
—No lo sé. Acabo de llegar. —La sonrisa en su rostro es
impresionante. Luce tan juvenil y perfecto.
Me río y lo miro.
—¿No sabes dónde vives?
—Sé dónde vivo. Sólo que no sé dónde está desde aquí. Me acabo de
mudar.
—Oh, ¿cuánto tiempo has estado en la ciudad?
Peter sonríe tímidamente.
—Algunas semanas, pero esta es mi primera vez en este lado. La
ciudad es muy grande. Admito que no presté atención al camino y mi
sentido de la orientación es menos que estelar. He estado usando el GPS
en mi auto para desplazarme. Empiezo un nuevo trabajo mañana y salí
corriendo por algo de comer. La comida rápida se estaba haciendo vieja. Oí
hablar de este lugar y decidí probarlo. Entonces, te conocí y el resto es
historia. —Peter tiene una manera fácil de ser. Se reclina en el asiento y
mira por la ventana. Señala hacia el este y dice—: Creo que vivo en esa
dirección.
No puedo dejar de reír.
—El vertedero está en esa dirección. No hay nada más allá.
Las cejas oscuras de Peter se juntan cuando mira por la ventana y
luego de vuelta a mí.
—¿Estas segura? Pensé que el apartamento se veía bastante
agradable cuando me fui. —Se inclina hacia delante y mira por la ventana.
Está oscuro. El cielo está oscuro con el normal salpicón de estrellas
blancas. La única decoración en los lados de la carretera son árboles de
mezquite que sobresalen del suelo como dedos huesudos y quebradiza
hierba reseca.
Avanzando, pregunto:
—¿Cuál es el nombre de tu complejo de apartamentos? —Trato de
conducir lentamente para no perder la salida, si tengo que coger la
autopista.
—Se llama Ridgewood, o algo así. Está al otro lado de la calle de la
universidad. —Peter me está mirando. Puedo sentir sus ojos en el lado de
mi cara. No lo pienso, pero jalo mi labio inferior dentro de mi boca de
nuevo y lo mordisqueo. El calor de su mirada me pone nerviosa. Cuando
habla, su voz es tan profunda que ondea a través de mí—. Sigue haciendo
eso y voy a besarte.
—Estamos conduciendo —digo y miro hacia él, liberando mi labio.
18 —No dije que fuera inteligente. Sólo dije que tendría que hacerlo. Tus
labios son increíbles y cuando haces eso me dan ganas de morderlos,
también. —El calor se propaga a través de mis mejillas, junto con una loca
sonrisa. Peter me sonríe—. Qué linda. Te sonrojas.
—Cállate. —Me río, esperando que mi mejillas rojo cereza
desaparezcan.
—No, es dulce. Me gusta.
Él deja de hablar, cuando nos detenemos en su estacionamiento.
Peter vive a unos cinco minutos del restaurante. Probablemente fue el
primero que vio cuando llegó a la ciudad.
—¿Por dónde? —pregunto, tratando de decidir qué camino tomar. El
complejo es enorme. Algunos de mis amigos viven aquí ya que cuenta con
una cancha de voleibol, una casa club y una piscina. Millie yo vivimos en
los dormitorios y sólo puedo soñar con un apartamento como éste.
—Por allí. —Señala y me dirijo a la parte trasera del complejo. Peter
presiona sus labios en una fina línea y luego me mira—. ¿Quieres venir
dentro por una taza de café?
Lo miro por un momento. Maldita sea, es tan hermoso. Quiero llegar a
conocerlo mejor, pero no puedo decir lo que quiere y es tarde. No creo en
aventuras de una sola noche y tengo suficientes problemas cuando se
trata de chicos. Además, quiero alguien que sea mío cuando vayamos en
esa dirección. Sueno como una estudiante de secundaria. O alguien de 50
años. Tal vez podamos ir lento, también, y eso sería maravilloso. Mi mente
está dispersa.
A medio enloquecer, lo observo.
—¿Es ese código para sexo o realmente tomaremos café?
Peter se ríe y finge conmoción, poniendo su mano sobre su pecho.
—¡Dios mío! ¿Es por eso que todas las mujeres en Starbucks siguen
tratando de tomar café conmigo?
Doy palmadas en su hombro y sacudo mi cabeza. La sonrisa en mi
rostro no se ha desvanecido desde que llegamos al auto. Me detengo en un
lugar de estacionamiento y salimos. Lo sigo hasta el segundo piso, porque
no puedo dejar que piense que no quiero su café, no después de ese
comentario de Starbucks. Charlamos sobre nada y se burla más de mí.
Bromeo en respuesta. Se siente natural. No es falso y no estoy asustada.
Estoy tan harta de estar sola todo el tiempo. Un evento puso mi vida en un
curso diferente. Quiero cambiar eso vuelta. Quiero salir de esta caída en
picada y seguir adelante. Estoy dañada y lo sé.
Peter mete la mano en su bolsillo y saca sus llaves. Lo observo
mientras lo hace. Sus hombros son fuertes y musculosos. Llegan hasta un
duro torso con una esbelta cintura. Pienso en pasar mis dedos sobre su
19 estómago y sentir mis dedos trazar los músculos tensos.
Peter me mira de vuelta mientras abre la puerta. Sonríe, como si
supiera lo que estaba pensado y dice:
—Después de ti.
Doy un paso dentro de su apartamento y veo cajas por todas partes.
Algunas están sin desempacarse, pero la mayoría tienes las solapas
abiertas, como si hubiera estado buscando algo antes de salir corriendo
por la puerta.
—Bienvenida a mi humilde morada.
—No es humilde. Y es mucho más agradable que el vertedero. Sólo
tienes que desempacar. —Echo un vistazo alrededor. Hay un sofá contra la
pared. Peter entra en una pequeña cocina desde la sala de estar y hace el
café.
—¿Tienes hambre? —me dice—. ¿Llegaste a comer algo? Parecías
molesta cuando te fuiste. Supongo que no tuviste la oportunidad. —Peter
está de pie en la puerta. Me giro hacia él. Notó mucho más de lo que
pensaba.
—Está bien. El café está bien.
—Ah, café —dice, y me guiña el ojo.
—¡Así no! Oh, Dios mío, eres tan... —Me río y hago mi camino a través
de las cajas hacia el sofá.
Asomando la cabeza desde la cocina, se sostiene de la pared y dice:
—¿Qué? ¿Tan adorable? ¿Tan masculino? ¿Tan sexy? ¿Tan…?
—¡Tan irritante! —Por supuesto que no quiero decir eso. Cada vez que
dejo de sonreír, me enciende de nuevo como un árbol de Navidad.
—Ah. Tenía la esperanza de que dijeras “tan sexy y totalmente
deseable.” Podría vivir con eso. —Me guiña y desaparece de nuevo en la
cocina. Antes de poderle responder, dice—: Bueno, tengo algunos
embutidos aquí. Te traeré un bocadillo. Sólo dame un segundo. —Lo
escucho moverse alrededor y decido no protestar. Estoy hambrienta. No
llegué a comer nada, excepto más que vino y el vino como cena por lo
general no es un buen plan.
Me pongo cómoda en su sofá, me quito los tacones, colocando mis
pies debajo de mí y me acurruco en el brazo del sofá. Huele a él. Descanso
mi rostro contra la suave gamuza e inhalo el aroma. Es almizclado y
masculino. Dios, huele bien. Si los sofás fueran sexy, éste sería un modelo
de portada. Presionando mi nariz en el brazo, inhalo profundamente.
Peter elige ese momento para reaparecer, con el plato en la mano y se
detiene. Me mira con una expresión divertidamente asombrada en su
rostro.
20 —¿Estás oliendo mi sofá?
—¡No! —Me enderezo rápido, demasiado rápido. Me entra el pánico.
Me mira como si fuera un bicho raro. Probablemente lo soy, quiero decir,
estaba oliendo el sofá del tipo. Necesito una distracción. Cualquier cosa.
Busco en mi cerebro y saco la única cosa que está ahí.
Usando mi mejor voz seductora, le guiño un ojo y le pregunto:
—¿Puedo distraerte con un poco de café?
El rostro de Peter se ilumina cuando ríe. Da unos cuantos pasos
hacia adelante y me entrega el plato. Lo tomo agradecidamente. Por un
breve momento, considero deshacer el sándwich y esconderme detrás del
pan. La manera en que Peter me está mirando no ayuda al brillo rosa de
mi rostro. Fui atrapada oliendo su sofá. Dios, no puedo pensar en nada
peor que eso. Probablemente cree que me escapé de una institución
mental.
Nos quedamos en silencio por demasiado tiempo, algo que me hace
sentir nerviosa. Entre bocados, le pregunto lo básico.
—Entonces, no suenas como un pueblerino, pero no puedo decir de
dónde eres.
—Connecticut. Villayanqui, igual que tú, señorita Jersey.
—¿Te mudaste aquí por trabajo?
Peter asiente.
—Sí. Era momento de un cambio de ritmo. —Aparta la mirada cuando
lo dice, bajando sus ojos al suelo. Hay algo más allí, algo pesado, pero no
lo presiono—. Este lugar surgió en la red y pensé que Texas sería diferente,
así que fui por ello y conseguí enfadar a toda mi familia. Ese fue un extra.
—Inclina su cabeza hacia mí antes de sentarse en el sofá.
—Sí, mi familia también se enojó cuando me vine aquí. Me dieron la
vieja culpa italiana sobre abandonar a la familia… como si no fuesen
capaces de funcionar sin mí. —Muerdo el sándwich y sacudo la cabeza—.
Mi familia es tan unida que ninguno puede respirar sin que alguien más lo
sepa. Me alegré de salir de allí. Necesitaba espacio. —Termino el sándwich
y busco un lugar donde poner el plato.
—Sé a lo que te refieres. —Peter me sonríe y toma el plato de mi
mano—. Honestamente, eres la primera persona con la que he hablado
desde que llegué aquí. Todos los demás parecen como si hubieran
escapado de un set de película.
—Lo sé, ¿cierto? Le dije eso a Millie al principio cuando me mudé aquí.
De hecho, se lo dije a un grupo de personas. Millie fue la única que se echó
a reír, lo cual la hizo una amiga de calidad. El resto de las personas
fruncieron el ceño en mi dirección.
—¿Millie es la chica que vino a buscarte a mi mesa? —pregunta Peter,
21 antes de ir a la cocina a agarrar el café.
Asiento. Cuando regresa, le pregunto:
—Oye, ¿qué planeabas hacer cuando descubriera que no eras mi cita
a ciegas?
Peter me trae una taza de café y se vuelve a sentar a mi lado.
—No sabía que pensabas que estabas en tu cita a ciegas. Lo descubrí
al mismo tiempo que tú, tal vez un segundo antes. La mirada en tu rostro
fue tan adorable. Me alegra que te detuvieras y dijeras algo cuando saliste.
—Peter me mira por encima del borde de su taza mientras bebe su café.
Esos ojos azules son excitantes. No puedo dejar de mirarlo.
No hablamos de algo concreto por otro rato más, hasta que pongo mi
taza sobre una caja junto a mí. Todo el tiempo que hablamos, me siento
atraída hacia él. Hay algo más allí, algo sobre él que me tiene sujeta y
conecta más profundo de lo que he estado conectada con nadie, y por
alguna extraña razón no tengo miedo. No sé lo que es, exactamente.
Peter tiene una manera fácil. Esa sonrisa ilumina todo su rostro
cuando me la dirige. Sin embargo, hay una mirada atormentada detrás de
sus ojos, como si su vida hubiese sido más difícil de lo que deja ver. Lo
siento en él. Los parecidos se atraen y mi vida no ha sido sencilla para
nada. Cuando encuentro a otra persona que tiene este espíritu frágil y
maltratado, al instante me veo reflejada. El hecho es que no hay muchas.
No sé si las otras personas se acuestan y mueren cuando las cosas
resultan mal o se endurecen tanto que ya no viven. Me niego a rendirme,
me niego a convertirme en piedra. El dolor en mi vida no me destruirá. No
lo permitiré. Veo la misma convicción en sus ojos y la escucho en su voz.
Algo ha dejado atrás, alguien lo dejó marcado. Las bromas, la sonrisa
engreída y esos impresionantes ojos, intentan esconderlo de mí, pero sé
que está allí. Está tan dañado como yo. Eso me atrae hacía él de una
manera que es demasiado poderosa para ignorar.
Peter extiende la mano y pone su taza vacía en la misma caja que yo.
Su brazo roza el mío cuando lo hace. Inhalo su aroma. Dios, huele bien.
Esa atracción entre nosotros se está haciendo más fuerte. Cuando se
endereza, estamos sentados muy cerca. Los ojos zafiro de Peter se fijan en
los míos y mi estómago va en caída libre. Eso es todo. Puedo sentirlo.
Puedo dormir con este hombre y borrar al último. Ya he llegado hasta aquí.
Sólo son unos pasos más, unos minutos más. Puedo hacerlo. Puedo.
Además, este tipo me hace sentir como si realmente pudiera estar con
él. Quiero tocarlo, lo que es extraño. No me he sentido así en mucho
tiempo. Es como si me hubiera devuelto a la vida. Y en este momento, todo
lo que puedo hacer es quedarme sentada aquí y no pasar los dedos por su
cabello. Quiero sentirlo contra mí. Quiero ese beso en sus labios, ese con
el que me ha estado provocando toda la noche. La respiración de Peter
cruza mi mejilla cuando exhala. Es cálida y perfecta. Mi corazón late más
22 rápido a medida que se acerca a mí. Sus ojos estudian mi rostro,
contemplando cada detalle. Los nervios retuercen mi estómago con
vertiginosa anticipación.
Peter levanta sus manos y acaricia un lado de mi rostro con sus
dedos, acariciando suavemente mi mejilla. Mis ojos se cierran en respuesta
y me inclino en su mano. Cada parte de mí revolotea a la vida. Mi voz está
atrapada en mi garganta. No puedo hablar. Siento la tensión
construyéndose entre nosotros dos y voy a derretirme. Quiero derretirme.
Quiero dejar de pensar por un tiempo, quiero seguir adelante con mi vida y
perderme en su beso. Esto es tan raro para mí, pero no me alejo. Me obligo
a seguir adelante.
El calor se dispara a través de mi cuerpo y me siento acercándome
hacia él, queriendo saborear su beso, queriendo estrecharlo contra mí. Los
dedos de Peter apartan el cabello de mi rostro y baja su cabeza y cubre mis
labios con los suyos. Aspiro una bocanada entrecortada de aire, incapaz de
ocultar lo mucho que me afecta. El labio inferior de Peter se roza contra el
mío. Me besa suavemente, dubitativamente al principio. Cada beso es
lento y vacilante, queriendo saber si quiero más. Mordiendo mi labio
inferior con sus dientes, Peter me besa y le respondo. Me inclino hacia él y
presiono mi boca duramente contra la de él. Siento su lengua rozando el
borde de mis labios, pidiéndoles abrirse. Se desliza contra ellos
ligeramente una vez, dos veces, y abro mi boca. Rozando su lengua a lo
largo de las curvas de mi boca, Peter me besa más profundamente. Gimo,
recostándome contra él, sin querer que se detenga. Cada parte de mi
cuerpo está ardiendo. Cada parte de mi cuerpo está híper sensible a su
toque. Cuando sus manos tocan mi piel, me siento más ligera, como si
estuviera flotando.
Me presiono más cerca de Peter, y trazo con mis dedos su espalda,
sintiendo las curvas de su tonificado cuerpo. Las manos de Peter
responden moviéndose hasta mi cintura y deslizándose debajo del borde
de mi blusa. Cuando me toca, se siente bien. Mi pulso se acelera. No
puedo desacelerarlo. No puedo esconder mis rápidos jadeos o lo que me
está haciendo. El toque de Peter me prende fuego. Lo atraigo sobre mí, y
nos acostamos en su sofá. Sus labios no se detienen y tampoco los míos.
Nunca he respondido de esta manera antes. He tenido besos ardientes
antes, pero esto no es lo mismo. Esta es una conexión más profunda. Su
beso se dispara a través de mí como una flecha, atrapando el ancla que
aplasta mi alma. Hay unas pocas veces en que estoy segura de algo y
ahora es una de ellas. Peter Granz es diferente. Todo, desde su toque a su
voz me atrae.
Mis dedos trabajan en los botones de su camisa. Cuando aparto la
tela, se cae al suelo para revelar un pecho cincelado y duros abdominales.
Jadeo y paso mis dedos sobre los contornos de su cuerpo. Peter me
23 observa cuando deslizo mi mano sobre su pecho y trazo su estómago con
mis dedos. Cuando llego a la línea de su cintura, mi mano va más lenta y
lo miro a los ojos.
—Eres hermosa —susurra. Bajando su cabeza, Peter se agacha y
presiona un lento beso en mi cuello. Cierro mis ojos y disfruto de las
sensaciones disparándose a través de mi cuerpo. Sus manos se mueven
sobre el corpiño de mi vestido, probando lentamente qué tan lejos puede
llegar. Cuando su palma roza mi seno, gimo en su oído. Mis caderas se
empujan en las suyas y puedo sentir lo duro que está, lo mucho que me
desea.
Los besos de Peter bajan por mi cuello, dejando un caliente sendero
detrás. Su boca es tan caliente. Cada vez que presiona un beso en mi piel,
mi espalda se levanta del sofá. No puedo permanecer quieta. Todo lo que
hace, me hace responder. Mis manos encuentran su espalda y barren
sobre sus músculos. Están tan tensos, tan duros. Peter mueve su peso,
moviendo una pierna a un lado. Observándome, toca el escote de mi
vestido, lentamente bajando el tirante por mi hombro. Respirando lenta y
profundamente, lo miro. Sus ojos se oscurecen mientras me mira. Sus
dedos suavemente jalan el otro tirante hasta que se afloja. Siento sus ojos
sobre mí. Sé que quiero esto. Peter baja la parte superior de mi vestido.
Llevo puesto un sujetador negro transparente. Puede ver todo. Los
ojos de Peter beben de mí como si nunca pudiera tener suficiente, antes de
bajar la cabeza hasta mi pecho. Sus labios se mueven primero sobre la tela,
provocándome, haciendo que mis pezones se endurezcan tanto que duelen.
El pensamiento racional ha dejado mi cuerpo. Estoy gimiendo debajo de él,
presionándome contra él. Se siente bien y quiero esto. Quiero sentir sus
labios sobre mí. Quiero sentir su lengua moverse contra mí. Gimo y enredo
mis manos en su oscuro cabello. Mi espalda se arquea y me empuja con
más fuerza contra su boca. Las manos de Peter se mueven a mis tirantes.
Desliza una tirante y expone la suave piel debajo.
Peter besa mi hombro desnudo. Su boca se desplaza más abajo,
quemando un camino de besos ardientes hacia mi pecho. Siento su mano,
caliente y pesada, pasar sobre las curvas. Me sostiene por un momento,
sintiéndome contra su mano. El pulgar de Peter roza mi pezón haciendo
que mis caderas se muevan por sí solas. Respirando con dificultad, digo su
nombre, rogándole que me bese, que me toque ahí. Sus labios rozan mi
piel y me derrito. Todo mi cuerpo responde a él. Cada centímetro de mí
está en llamas, caliente, deseoso, no necesitado, de él. Peter me besa y
muerde hasta que estoy perdida en una espesa bruma de lujuria. Mis
caderas se mueven contra las suyas, queriendo más.
Es entonces cuando baja una mano hasta mi pierna y traza su dedo
lentamente por la cara interna de mi muslo. Mis piernas se abren. Inhalo,
deseando que su mano se deslice debajo de mi vestido, a ese caliente
punto entre mis piernas. Peter se mueve lentamente, observándome. Su
mano roza el exterior de mi ropa interior, tocándome ligeramente. El
24 movimiento me vuelve loca. No puedo soportar la forma en que Peter se
burla de mí, cómo me mira como si supiera lo que me está haciendo. Mis
uñas encuentran sus antebrazos y los arañan. Es como si esa acción
rompiera lo que queda del autocontrol de Peter y, en cuestión de segundos,
se encuentra encima de mí, presionándome con más fuerza contra el sofá.
Su mano está entre mis piernas y sus labios en mi pecho. Me retuerzo
contra su mano, con mil sensaciones diferentes disparándose a través de
mi cuerpo.
Todo es perfecto hasta que un sonido sorprendentemente fuerte
rompe el hechizo. El teléfono en la cocina suena, haciendo eco en el
apartamento vacío. Peter deja de moverse. El ruido discordante no termina.
Sigue sonando y sonando. Peter suspira en mi hombro. Los dos estamos
quietos por un momento, hasta que se levanta de un empujón.
Peter se sienta en el extremo del sofá, ignorando el teléfono y frota su
cara con sus manos. Respirando con dificultad, dice:
—Lo siento, Sidney, pero no puedo hacer esto.
Algo dentro de mí se resquebraja cuando lo dice. No entiendo lo que
está sucediendo. En lugar de explicar, Peter se levanta y se aleja de mí. No
puedo ver su rostro. Su espalda desnuda me enfrenta con todos sus
músculos tensos. Peter pone sus manos en la parte superior de su cabeza
y suspira ruidosamente, mirando el techo antes de volverse hacia mí. Mi
corazón se detiene cuando me mira. Si antes pensaba que era caliente, es
mucho más caliente ahora. Cada curva de su pecho está cincelada como
una pieza de arte. Pero esos ojos, esos encantados ojos azules, me dejan
absorta. Lo miro fijamente, sin saber lo que está pensando o por qué.
El teléfono deja de sonar. El silencio es espeso. Inunda el
apartamento en una ola. No puedo respirar. Peter levanta su camisa y se
la pone de nuevo. Mientras hace eso, arreglo el tirante de mi sujetador y
mi vestido, cubriéndome.
Me siento tan caliente y tan nerviosa. Quiero saber por qué me apartó.
Nunca he tenido a un tipo que hiciera esto antes. Me siento tonta por
haber hecho tanto con él y luego tenerlo reaccionado así. Me pregunto si
hice algo mal. Echo un vistazo a su espalda. Está de pie frente a mí, fuera
del alcance del brazo.
—Lo siento, Peter. No pensé que las cosas tomarían ese camino. De
verdad vine aquí a hablar contigo.
Cada palabra que digo va en serio. No tenía intención de acostarme
con él, pero una vez que sus labios estaban sobre mí, quise sentir algo
durante un rato, algo más que el interminable dolor habitual y el
remordimiento que fluyen por mis venas. Habría sido un momento para
perderme y olvidarme de todo, una oportunidad para seguir adelante.
Soy codiciosa. Tomé demasiado. Debería haber dicho que no. Debería
haber respondido como una chica normal y haber sido tímida al respecto.
25 La cosa es que yo no soy normal. Han sucedido demasiadas cosas. Nudos
me retuercen por dentro. No puedo mirarlo.
Los ojos de Peter buscan mi rostro. Siento su mirada en mí, pero no
levanto la mía. Metiendo las manos en sus bolsillos, la mirada de Peter cae
al suelo.
—Lo sé. Café… —Parece que va a decir más, pero no lo hace. Peter me
mira por debajo de su ceño por un segundo.
Mi estómago se hunde en mis zapatos. El pánico, la culpa y la ira
están mezclándose, haciéndome sentir enferma. Peter no levanta la mirada.
No dice nada más.
El silencio entre nosotros está sonando furiosamente. Tengo que irme.
Cada parte de mí quiere correr. La humillación no luce bien en mí. Trato
de sonreír, pero se siente mal. Mi mandíbula está tiesa.
No puedo pensar en nada más para decirle, cualquier cosa para
hacerlo mejor, así que agarro mi bolso y digo:
—Gracias por el sándwich. —La última palabra sale goteando con
insinuación que no eran mi intención. Mi voz se quedó atrapada en mi
garganta en el momento equivocado. Horrorizada, lo miro.
Una mirada tímida se desliza por el rostro de Peter. Oh, Dios mío. No
lo había visto antes, pero es tímido. Hay un rastro de cauteloso niño que
permanece en este hombre. Creo que podría morir. Es perfecto. Es perfecto
y me está alejando.
Peter recupera su confiada postura y aleja la parte tímida. Se inclina
y besa mi mejilla.
—Gracias por todo.
Decimos algunas otras cosas, pero la sensación de aferrarme a él no
se desploma. Es difícil irme. Me siento como si le hubiera hecho daño de
alguna manera, pero no puedo quedarme. No después de esto. No es el
tipo de cosa de la que pueda recuperarme. Y si lo veo otra vez, no seremos
amigos. No habrá una segunda oportunidad después de esto. Ha visto
demasiado de mí y echar mi trasero no es algo que quiera repetir. Sigo a
Peter a la puerta. No dice nada más. Me vuelvo hacia él, levanto la mirada
con mis labios separados. Mi pregunta está por todo mi rostro aunque no
la pregunto.
La mirada de Peter se mueve hacia un lado. Bien. Ni siquiera me
mirará. Lo que sea. Resisto las ganas de insultarle y bajo las escaleras
pisando como un elefante enojado. Peter sale y se queda en el rellano
hasta que estoy a salvo dentro de mi coche. Conduzco sin mirar atrás.

26
4
Traducido por Jenn Cassie Grey, Roxywonderland & Gemma.Santolaria
Corregido por flochi
Cuando regreso a la habitación en los dormitorios, estoy de un humor
de perros. Conocí al hombre perfecto y lo arruiné. ¡Ni siquiera sé lo que
hice! ¿Fue rastrillar mis uñas en sus brazos? ¿Le recordé a su gato muerto
o algo? Camino por el pasillo. Todas las puertas están abiertas. Vivo en un
dormitorio de chicas. Algunas están en pijama mientras otras siguen
usando sus ropas del día.
Paso por unas cuantas puertas y saludo a las chicas dentro. Algunas
me silban mientras paso.
—¡Caliente! —grita una chica rubia. No la conozco muy bien. Nos
saludamos cuando regresamos y vamos a clases todos los días y sólo eso.
La miro y ella me menea sus cejas, asumiendo que conseguí algo.
Sí, no obtuve nada.
Giro en la esquina y veo mi puerta abierta al final del pasillo. Pavor
llena mi garganta con preocupación. No quiero discutir de Peter con Millie.
27 Además, ella va a estar molesta que la dejé en la cena. Fue una cosa de
mierda para hacer, pero Dusty… oh Dios mío. ¿Podría haber elegido a
alguien más inapropiado? La única cosa peor habría sido a un gigantón
motociclista con un fetiche de dedos. Maldición.
Miro la puerta y siento la decisión barrer a través de mí. Lo que pasó
con Peter es mejor olvidarlo. No quiero hablar sobre ello. Ser rechazada ya
es lo suficientemente malo, pero el hecho de que acababa de conocerlo, le
dejé hacer mucho y después fui rechazada… bueno, eso es peor. Es como
un rechazo a la moda. Como si los rechazos comunes no fueran lo
suficientemente geniales. Me sacudo mis preocupaciones y trato de
ponerme mi cara de póker. Nada está mal.
El piso de nuestra habitación es el centro social esta noche. Entro y
me encuentro con seis chicas haciendo abdominales en el suelo. Miro a
Millie y le doy una cara que dice “qué diablos”.
Ella está sentada en su silla en nuestro escritorio compartido. Está
colocado en la pared. Por la falta de sudor y la general falta de agonía,
asumo que está esperando su turno. No hay más espacio en el suelo.
—Encontramos una cinta de Abdominales de Acero. Megan dijo que
podía hacer el ejercicio completo. Todas apostamos en quien va a morir
primero.
Asiento y me siento en mi cama, lanzando mi bolso en la mesa de
noche. Millie me mira por un segundo. Puedo decir que quiere hablar, pero
no dirá nada, aún. Bien. Me quito mis zapatos, tomo mis cosas y me dirijo
a las duchas.
Hoy apestó. Quiero lavar todo. El día entero.
Mientras estoy de pie en la ducha, dejo que el agua caliente caiga
sobre mí, pero no importa cuánto me quedo ahí de pie, no puedo hacer
que el recuerdo de las manos de Peter en mi cuerpo se vaya. Es como si
me hubiera tatuado su toque en mi mente. No sé lo que hice mal. No sé si
habría tenido sexo con Peter esta noche, ir tan lejos, así de rápido sería
inusual para mí, pero no pensaba que las cosas terminarían así de
abruptamente, tampoco.
Trato de sacudirme el calor, me molesta sentir que se me ha
enroscado tan fuerte, y me dirijo a mi habitación. Han sido cerca de veinte
minutos desde que me fui. Seis chicas están recostadas en el suelo
agarrándose sus estómagos.
—¡Oh, Dios mío! Voy a morir —dice Evie, desde su lugar. Está
acurrucada en una bola. Su cabello oscuro está derramado alrededor de
su cabeza en el suelo como una botella de tinta.
—¡Les dije que sería duro! Se los dije, ¡pero nadie nunca me escucha!
—Millie está hablando con las manos en sus caderas, diciéndoles “te lo dije”
a todas.
28
—Entonces —interrumpo—, ¿quién ganó?
Millie mira al montón arrepentido y sacude su cabeza.
—Tia duró más. Nueve minutos.
Tia alza su mano en al aire y muestra su pulgar.
Río.
—Sorprendente, Tia, felicidades a todas. Ese ejercicio es de locos.
Todas estarán adoloridas como si tuvieran 90 mañana.
Alguien comienza a reír, pero rápidamente es seguido por un gemido
de dolor.
Millie me mira desde la cama. Está sentada con sus piernas dobladas,
las manos en su regazo.
—Entonces, ¿dónde desapareciste toda la noche? ¿Pensé que habrías
querido estar aquí? —Millie tiene una cabeza de suaves rizos rubios. Los
colocó en una coleta cuando llegó a casa y está usando un top y boxers.
Me encojo de hombros como si no me importara, pero la presión
dentro de mi pecho me dice que sí importa.
—En ningún lugar, en realidad. Lamento haberte dejado plantada.
Millie se ve molesta, pero entonces sus hombros se hunden y puedo
decir que me ha perdonado.
—No debí haberte hecho ir.
Tia habla.
—¿La llevaste a otra cita a ciegas? Debes de querer que te pateen el
trasero, Millie. —Es verdad. Todo el mundo sabe que no deben
preguntarme a esta altura del año.
—La chica Jersey no me partearía el trasero —dice Millie, y le hace
una mueca a Tia—. He obtenido inmunidad.
Río.
—No después de esta noche. No más citas a ciegas. Por favor,
contente y no me cites con más imbéciles ¿de acuerdo? Puedo encontrarlos
todos por mí misma cuando quiera, te necesito para que me alimentes con
helado hasta que vomite.
—¿Helado? —dice Tia desde el suelo. La miro en el momento en que
se sienta. Se cara se contorsiona por el dolor—. ¿Qué tienen, doce? Las
chicas grandes se emborrachan después de una cita de mierda.
No me emborracho. Ya no, pero ninguna de ellas sabe eso. Me río con
ellas mientras estoy de acuerdo en ir al bar mañana por la noche. Tengo
que trabajar la mañana siguiente, así que puedo irme temprano, sin estar
borracha, y nadie pensará nada sobre ello.
29 * * *
La mañana siguiente llego al trabajo temprano. Soy una Asistente de
Profesor, una AP. Trabajo en el departamento de Inglés, dado que es mi
especialidad. Las oficinas están en la parte de arriba, lejos de todos los
salones. Otros cuantos estudiantes trabajadores y yo estamos pululando
alrededor, preguntándonos dónde están los profesores ya que las oficinas
están claramente vacías. A esta hora del día, el lugar está regularmente
lleno de actividades, teléfonos sonando y copiadoras funcionando. Los
profesores usualmente están apresurados para llegar a sus clases de las
8.00 a.m., pero hoy no es así.
Hoy está en silencio.
Camino y me dirijo a la oficina de Tadwick. Nada indica que esté ahí;
ninguna taza de café humeante, ninguna pantalla encendida de
computadora. Debe de haberse retrasado.
Coloco mi bolso en el cajón del escritorio así nadie lo toma, y miro las
fotos en su escritorio. Tadwick no es tan viejo para ser un profesor, tal vez
tiene cuarenta y cinto, con espeso cabello café y ojos oscuros. Hay dos
niñas pequeñas en uno de los marcos mirando a Tadwick como si fuera el
mejor papá del mundo. Se ven felices, lo cual es muy diferente a la vida en
mi casa, ni siquiera puedo imaginarlo.
Camino fuera de su oficina y me uno a los otros. Alguien menciona la
“regla de los cinco minutos” y todos reímos. Me subo a un escritorio vacío
de un estudiante que está fuera de la oficina del doctor Tadwick. El
Asistente Graduado o AG, Marshal está caminando de un lado a otro,
haciendo un agujero en el suelo. Llegar tarde es algo que no puede
soportar. Súmale eso a su personalidad obsesivo compulsiva y se ve como
un lunático encerrado. Todos vamos a llegar tarde, porque algo está
pasando obviamente, así que no es como si este retraso fuera su culpa.
Las clases ya comenzaron. Son las 8:05 am. Todos los AP y AG se supone
que deben de firmar y dirigirse a clases, pero nadie está en la oficina
principal. La hoja de firmas no está lista. Nada está preparado. Todo está
cerrado como si fuera la mitad de la noche.
Todos los profesores están encerrados en una sala de conferencias al
final del pasillo. Uno de los estudiantes, Ryan, trató de pararse fuera de la
puerta para escuchar, pero finalmente regresó diciendo que no pudo
escuchar nada.
—¿Dónde está todo el mundo? —me pregunta Marshal en una voz con
pánico. Es un rubio alto y delgado con cuerpo de skater, lo que significa
que tiene mucho músculo tenso, no demasiado grande, no demasiado
pequeño. Es agradable a la vista. Desafortunadamente, está algo loco para
ser considerado. Toma a una chica de alta clase que es una loca del
control y con la sociabilidad olvidada, y eso apenas se acerca a la
personalidad de Marshal. Incluso aunque es un poco duro, los profesores
30 lo adoran por su impecable trabajo. Todo lo que hace es perfecto.
—Están en la sala de conferencias —digo, mordiendo mí uña. Un
indeciso sentimiento nadando en mis entrañas. No puedo imaginar qué los
hizo dejar sus trabajos y sus clases de esta manera.
Marshal suspira.
—¿Discutiendo qué? La clase ya comenzó. Sabes que todas las clases
101 van a dar el aviso de los cinco minutos e irse.
Asiento.
—Cierto, pero Tadwick es duro. Llegó veinte minutos tarde una vez y
marcó a todos como inasistentes. —Dado que sólo permite dos ausencias,
eso jodió a más de la mitad de la clase—. El tipo es una leyenda, en
términos de evitar su ira, de cualquier manera. Dudo que todos se hayan
marchado.
Marshal y yo estamos asignados al mismo profesor. Él se hace cargo
de las clases de avanzados y yo hago las clases 101. Dado que el sonido
nervioso de mi uña siendo mordida está haciendo que Marshal me mire,
cambio y froto un pedazo de hilo de mi suéter. Suspira y sacude su cabeza.
No es mi culpa que responda a la tensión estando inquieta. Además, no
dormí muy bien anoche y me rehúso a tener dos jodidásticos días
consecutivos.
Planté una sonrisa en mi cara esta mañana y no dejará mi cara, sin
importar que suceda.
Balanceo mis piernas y me inclino hacia adelante en el escritorio,
posando una mano a cada lado de mis caderas. Un segundo después, Tia
entra tambaleándose y se deja caer en el sofá al otro lado de la habitación.
Todas sus cosas caen al suelo junto a ella y gime.
—¿Qué está mal con ella? —pregunta Marshal, mirando a Tia—.
Espero que no esté enferma. No puede estar aquí enferma. —Su voz se
eleva media octava mientras habla.
—Cálmate, lunático. Ganó el plan de ejercicios Abdominales de Acero
anoche. —Él parpadea hacia mí, sin entender.
Tia intercede:
—Mis abdominales no estaban listos para esto. Malditas clases de
Pilates. Se siente como si alguien hubiese usado mis entrañas como saco
de boxeo —gruñe y rueda hacia su costado.
Repentinamente, Marshal se gira hacia mí.
—Creo que esa historia sobre Tadwick reprobando a la mitad de la
clase es sólo un rumor. —Golpea su dedo contra sus labios y dice—: Aun
así, un buen rumor es bien sabido que inculca miedo en los de primer año.
31 Quizás todos ellos se quedarán.
—Se quedarán —dice Tia, desde el otro extremo de la habitación. No
sé por qué se recuesta. No será capaz de volver a sentarse. La mano de Tia
se mueve en el aire mientras habla—. Mi clase, por otro lado, es probable
que ya se haya ido. Ellos no esperan ni dos segundos por Strictland.
Marshal la mira y le quita importancia.
—Eso es porque Strictland es una blandengue.
Alguien se aclara la garganta desde la entrada detrás de Marshal.
—¿Lo soy? No era consciente de ello. —La Dra. Strictland camina
hacia el centro de la habitación. Es el espacio del medio entre todas las
oficinas. Mira hacia Marshal—. Seré más dura con la clase este semestre y
dígales que se lo agradezcan, Marshal.
Los globos oculares de Marshal están que saltan fuera de su cabeza.
La esquina de la boca de Strictland se contrae. Le gusta molestarlo.
Marshal tiene un problema con entender el sarcasmo. Strictland le lanza
una mirada y dice:
—¿Cómo si fuese a hacer tal cosa? En serio, Marshal. Aprende a
diferenciar cuando alguien te está tomando el pelo.
La Dra. Cyianna Strictland es la jefa del departamento. Es una mujer
vieja, con piel color cobrizo y gris veteando a través de su cabello castaño.
Usualmente viste coloridos pantalones de traje, pero hoy está vistiendo de
negro sólido, lo que es bastante extraño. Strictland sacude su mano para
cortar la sarta de súplicas de Marshal. La mirada en sus ojos hace que mi
estómago se desplome. Algo malo ha sucedido.
Continuando, Strictland entrelaza sus manos frente a ella y dice:
—Hay cosas más importantes que discutir. Temo que tengo malas
noticias. Como pueden saber, la clase del Dr. Tadwick se ha llevado a cabo
dos veces a la semana desde el año pasado cuando sufrió un ataque al
corazón. Había tenido una asombrosa recuperación y estaba listo para
volver a tiempo completo, sin embargo… —Presiona sus palmas juntas y
mira por la habitación hacia nosotros—. Las cosas no fueron según lo
planeado. El Dr. Tadwick falleció durante el fin de semana.
Mi mandíbula cae abierta junto con la de todos los demás. Tadwick
bromeaba sobre su ataque al corazón cuando regresó a trabajar. Estaba
lleno de vida, tan joven en comparación a los otros profesores. Tenía una
nueva visión de la vida y estaba listo para hacer mella en el mundo. La
mayoría de los profesores aquí podían pasar por el doble de su edad. En
comparación, Tadwick es el profesor joven. Era el profesor que todos
esperaban obtener.
Jadeos sorprendidos llenan el cuarto. Veo mi terror reflejado en los
rostros a mí alrededor. A todos nos gustaba. Strictland nos da un
32 momento y luego habla gentilmente:
—Lo sé, lo sé. Fue repentino. Todos pensaban que él podría… —La
voz de Strictland está afectada. Trata de mantener la emoción fuera de su
rostro, pero no puede—. Fue un colega confiable y un buen amigo.
»En virtud de lo ocurrido, tuvimos que encontrar un rápido reemplazo
así los estudiantes en las clases del Dr. Tadwick pudieran completar sus
cursos. La universidad ha contratado un nuevo profesor, uno de mis
antiguos estudiantes, para enseñar sus clases temporalmente.
»Sidney y Marshal, pueden conocerlo en un momento. Ha ido al salón
de clases a informar a los estudiantes del cambio. No estoy segura si
planea hacer la clase o dejar que los estudiantes se marchen. Le dejamos
esa decisión a él. —Marshal y yo asentimos.
No puedo creer que Tadwick esté muerto. Una oleada de shock me
golpea y no me suelta. Sus pobres niñas. Mi corazón se aprieta dentro de
mi pecho. Me reuní con ellas un par de veces. La última vez que las vi,
vinieron con su madre para traer la cena a Tadwick. Fue una gran
sorpresa. Ahora se había ido. Habrá un agujero en esa familia que no se
reparará. Mis ojos escocen, pero las lágrimas no caen. He pasado
demasiado tiempo de mi vida llorando. No caerán a menos que las deje, y
no puedo. No aquí. No ahora.
Strictland me mira, como si pudiera ver mis pensamientos en mi cara.
—El funeral es esta tarde, si desean asistir y mostrar sus respetos. —
Strictland nos da la ubicación, junto con otras direcciones antes de darse
la vuelta y decirme—: Por favor, ayuda a la clase con la transición. Algunos
estudiantes pueden estar muy molestos. El Dr. Tadwick era un profesor
joven y prometedor. Nadie esperaba esto.
Sé que los estudiantes estarán molestos, sobre todo en las clases de
Marshal. Las clases del nivel superior son pequeñas. Todo el mundo
conoce a los demás. Mis clases del nivel 100 son grandes, con cientos de
estudiantes. La mayoría de ellos no conocía a Tadwick muy bien. No tengo
idea de cómo se lo van a tomar. Aturdida, asiento y me vuelvo para salir.
Mi clase está abajo en este momento y el tipo nuevo probablemente está
siendo comido vivo.
Siento ese hueco en el centro de mi pecho mientras camino por las
escaleras y pienso en Tadwick. Mis emociones son un desastre confuso.
Añade el incidente de anoche y puedo sentir que mi agarre sobre mis
emociones se escapa. Sigo estando cegada. Imágenes parpadean a través
de mi mente, llenas con la sonrisa de Tadwick, su voz, sus lecciones—
cosas que él me enseñó y que nunca olvidaré. Por la vitalidad de su vida
que se apagó, parece no tener sentido. No es justo. Siento el peso dentro
de mi pecho hundirse hacia mi estómago y creo que podría vomitar. No
puedo hacer otra cosa que pensar que Tadwick sigue vivo, vestido con su
33 chaqueta de retazos con grandes botones feos. Me lo imagino en el atril, y
sé que no lo voy a volver a ver de nuevo.
Hay algunas personas que se toman tiempo para enseñar a otras. Y,
en ese momento, me parecía una tontería. En ese momento, pensaba que
lo sabía todo, pero Tadwick tenía una forma suave sobre él. La vida es un
viaje, había dicho. Nadie lo sabe todo, y la mejor parte es que no tienes por
qué. Quería decir que no tenía que descubrirlo todo para vivir mi vida.
Hay una diferencia entre la sabiduría y el conocimiento. Tadwick era
sabio. Mi garganta está hecha nudos mientras me acerco a la puerta del
salón. Normalmente, habría entrado desde el costado e ido a sentarme en
la primera fila, pero hoy no.
El nudo en mi garganta se ha vuelto muy grande, muy imposible de
tragar. Me paro frente a la puerta principal de la clase, y me quedo
mirando los tiradores de plata sin moverme. Digo una pequeña oración por
Tadwick, dentro de mi mente, para su familia, antes de ir dentro.
Realmente no creo en nada, pero no puedo evitarlo. Parece que es lo
correcto por hacer.
Cuando tiro de la puerta del salón, veo las filas interminables de
asientos. Todavía están llenas. Supongo que el tipo nuevo está
continuando la clase sin un descanso. Un estudiante está hablando,
respondiendo a una pregunta de Antígona, la asignación para hoy.
Al mirar hacia la parte delantera del salón, veo el traje negro del
nuevo profesor y no me molesto en mirar su cara. Camino por las
escaleras lentamente. Nadie me mira. Todos saben que soy la asistente del
profesor. Miro mis pies mientras camino por las escaleras hacia el frente
del enorme salón. Me siento como si estuviera en una burbuja. Los
sonidos a mí alrededor se desdibujan, pero a mitad de camino por las
escaleras mi atención se dirige al frente de la sala. Los pelos de mi cuello
cosquillean y siento ojos en mí.
Lentamente levanto mi mirada para ver quién me está mirando. Se
quedan fijos en el hombre al frente de la sala. Me mira por un momento, y
me estremezco. Cada centímetro de mi cuerpo está en sobrecarga. Siento
que mi cerebro se rompe y cae a pedazos dentro de mi cabeza.
Esto no puede estar pasando, no a mí, no ahora.
Me detengo y miro.
Es Peter.

34
5
Traducido por flochi & martinafab
Corregido por âmenoire
Cada centímetro de mi piel está cubierto con piel de gallina. Un
escalofrío de hielo recorre mi columna y se mezcla con la lujuria todavía
inundando mi interior desde anoche. Deteniéndome en seco en las
escaleras, lo miro boquiabierta. Peter alza la mirada hacia mí con esos
maravillosos ojos. Su boca queda detenida en medio de una oración
mientras me mira fijamente con su cabeza inclinada hacia un lado. Peter
parpadea en mi dirección, como si fuera a desvanecerme, como si fuera un
mal sueño y con un solo parpadeo se librará de mí.
No tengo idea de lo que está pensando. La expresión en su rostro es
tan molestamente neutral. El terror se desliza lentamente a través de mí
como si fuera ácido, quemando cualquier otra emoción. Aunque no pueda
sentirlas en ese momento, sé que todavía están allí, siendo empujadas
detrás de la compuerta que está lista para abrirse con un estallido.
La comprensión llega cuando tomo nota de su ropa: ese traje pulcro
35 que se ajusta a su perfectamente hermoso cuerpo. Está de pie frente al
atril. Él está (o estaba) respondiendo a una estudiante. Aww, maldita sea.
Peter es el profesor sustituto.
Peter es un profesor.
Peter es mi jefe.
Mi corazón se siente frágil, como el cristal, como si fuera a romperme
si respiro. Hay demasiada presión a pesar de que nada está tocándome.
Siento su fuerza aplastándose contra mi cuerpo, contra mi alma
maltratada. Demasiadas cosas han salido mal el día de hoy. Siento las
líneas de fracturas astillándome en pedazos.
Reacciono. No quiero hacerlo, pero lo hago. Jadeando, cubro mi boca
y aprieto mis labios juntos con tanta fuerza que duelen. Una parte de mi
mente le está diciendo a mis piernas que se muevan, que se tranquilicen y
vayan a sentarse pero no puedo. Estoy congelada en las escaleras y
cayéndome a pedazos. Peter me observa con esos llamativos ojos. No
aparta su mirada de mí. Permanece congelado, como si fuera la sorpresa
más grande que pudo haber esperado.
La estudiante con quien estaba hablando antes, Lily, habla. Veo la
mano de ella alzarse por el rabillo de mi ojo. Pregunta:
—¿Disculpe, doctor Granz?
Peter se encoge y su cabeza se vuelve de nuevo hacia Lily. Hay una
sonrisa enorme en su rostro, como si nada hubiera pasado. Como si yo no
importara. Los estudiantes a mi alrededor miran a mi figura congelada,
todavía de pie en la escalera. La rica voz de Peter llena el salón. Hace eco a
través del altavoz tan claramente que no puedo soportarlo. Mis piernas me
están diciendo que mueva mi culo fuera de allí, pero no puedo.
Dejo caer mi mano de mi rostro y bajo hasta mi asiento normal al
frente del salón. Peter no vuelve a mirarme. El resto de la clase continúa y
hago mi trabajo, tomando asistencia y publicando las preguntas en la cosa
interactiva de la computadora que la escuela compró el año anterior. Los
estudiantes usan un iTouch para responder y el profesor puede ver sus
respuestas. Eso ayuda al profesor y a los estudiantes, pero la mayoría de
los profesores no pueden usarlo, razón por la que cada clase cuenta con
un Asistente de Profesor, o un Asistente Graduado para ayudarles.
Durante el trascurso de una hora, me vuelvo insensible. No puedo
manejar esto. Ha sucedido demasiado en tan poco tiempo. Ya es lo
suficientemente malo estar aquí, en la clase de Tadwick, sabiendo que
nunca más lo volveré a ver. Agrega a eso la complicación de Peter, no
puedo hacerlo. No puedo soportar verlo día tras día, diciéndome lo que
tengo que hacer, sentándome con él por horas y calificando ensayos. Mi
estómago se revuelve y da vueltas, haciéndose más ácido a cada segundo.
Me siento tan descompuesta. Para el final de la clase, me he encogido
hacia atrás en mi silla por lo que mi cabeza apenas llega al borde superior
36 del asiento.
Peter despide a la clase. Se gira y mira el atril por un momento,
mientras reúno mis cosas para marcharme. Cuando me pongo de pie y
comienzo a subir las escaleras, escucho mi nombre.
—Sidney Collelli, por favor, venga a verme antes de irse. —Escucho el
crujir de papeles detrás de mí cuando Peter recoge sus notas.
Dándome la vuelta lentamente, me vuelvo para mirarlo. El nudo en mi
garganta tiene ahora el tamaño de mi cabeza. No puedo tragar. Me estoy
desmoronando. Puedo sentirlo. Hablar con él es una muy mala idea, pero
todavía quedan unos cuantos alumnos. No puedo rechazarlo.
Tal como estaban las cosas, las personas notaron que me comporté
rara cuando vi a Peter. Salir con un profesor va contra la política de la
universidad, como lo es salir con tu jefe. Peter es ambos. Ambos seremos
despedidos si alguien sabe lo que sucedió entre nosotros. No hay espacio
para cosas de este tipo en la academia. Las reglas estaban claras cuando
firmamos en la línea para ser un asistente. En ese momento, el
pensamiento de acostarme con un profesor sonaba asquerosa, pero
ahora… mierda, mierda, mierda. Mi cerebro está en modo de pánico.
Intento sellarlo mientras camino hacia Peter.
Le sonrío, como si no tuviera efecto alguno sobre mí y doblo los
brazos sobre mi pecho.
—Entonces, doctor Granz, ¿cierto?
Peter me mira desde debajo de su ceño. Apila los papeles y los mete
en su portafolio.
—Sí, completé mi trabajo doctoral el semestre pasado. El título es
nuevo. Requiere algo de tiempo acostumbrarse.
Asiento.
—Mmm, supongo que esa es la razón por la que olvidaste mencionarlo.
Peter me da una mirada que dice que no debería hablar de eso en este
momento. Sus ojos queman un agujero en los míos, como si me estuviera
desafiando a sacarlo. Rompo la mirada fija primero y aparto la vista. En
este momento no me atrevo. Peter se aclara la garganta y dice:
—Por favor, encuéntrame en mi oficina a las 3 pm. Hay algunas cosas
que tenemos que discutir de inmediato. —Agarra otro montón de papeles
de su bolso a la vez que habla. Los saca y los pone sobre el podio.
Al principio, no le respondo. Simplemente miro mis zapatos, mis
viejas y gastadas All Stars. Luego, mi mirada se desplaza a sus zapatos
negros de vestir. Es un zapato Oxford, vintage, y uno de mis estilos
favoritos. Me recuerda bailar y reír, cosas que parecen tan extrañas en este
momento.
Abro la boca como para decirle algo y decido que no vale la pena.
37 Necesito este trabajo. Me maté trabajando para llegar aquí y no voy a dejar
que Peter lo eche a perder. Asiento y me doy la vuelta. No vuelvo a mirarlo.
Subo las escaleras.
Un plan se forma en mi mente. Tengo que poner espacio entre
nosotros. Tengo que conseguir un profesor diferente con quien trabajar.
Tengo que buscar a Strictland y pedirle que me reasigne a alguien más.
Cuando alcanzo la parte superior del descansillo, veo a Marshal
atravesar la puerta. Me da un vistazo e inclina la cabeza hacia Peter.
—Entonces, ¿cómo es?
Vuelvo la vista, observando a Peter escribir en el pizarrón con su
espalda hacia nosotros. Cuando me vuelvo hacia Marshall, espeto:
—¿Por qué lo sabría?
Marshall me mira con extrañeza. Paso a su lado, golpeando su
hombro porque no se mueve y no quiero quedarme para charlar.
Tengo que encontrar a Strictland. Ahora.
* * *
Cuando llego a las oficinas, las cosas parecen haber vuelto a la
normalidad. Los estudiantes becarios están en sus escritorios, los
profesores andan a toda prisa a través del espacio, café en una mano,
papeles en la otra, en su camino hacia dar sus clases.
Me acerco a la oficina de Tadwick, y me paro en la puerta abierta.
Pasé horas allí. Inclinando mi cabeza hacia un costado, la apoyo contra el
marco de la puerta. Mis ojos repasan la habitación mirando todos los
libros de Tadwick, sus poemas favoritos y su literatura. Mi mirada se
desplaza hacia sus fotografías y a una cosilla de arcilla que luce como un
gato aplastado. Una de sus hijas lo hizo para él. Lo recuerdo trayéndolo y
mostrando con orgullo a su futura artista. Estaba sonriente ese día.
Parpadeando rápidamente, intento contener el escozor que se está
construyendo en mis ojos. La vida es corta. Lo sé, pero no puedo creer que
se haya ido. No puedo creer que no lo veré de nuevo. Se siente irreal. Mi
mente lucha contra ello y no quiere aceptar que es un hecho: el doctor
Tadwick está muerto.
Una mano aterriza en mi hombro y casi salgo fuera de mi piel. Me giro
hacia la persona con rapidez, intentando fuertemente no asestarle un
golpe al demente. Acercarse sigilosamente hacia mí normalmente es una
mala idea, pero hoy, es una idea terrible. Estoy enojada. Estoy sorprendida.
Estoy un millón de cosas y nada a la vez. Quiero golpear algo. El dolor que
se dispararía a través de mi mano lograría que sintiera algo familiar, algo
que sé cómo manejar.
No sé cómo manejar esto.
38 Antes de golpearla en el rostro, veo a la Dra. Strictland. No se hace
hacia atrás o baja su mano cuando me giro. Tiene esa sonrisa en su rostro,
la que no es realmente una sonrisa. Es una manera de esconder el dolor,
una máscara.
—¿Estás bien, Sidney? Sé que tú y Marshal deben estar en shock
también.
—Estoy bien —digo, tratando de forzar a que mi voz suene normal.
Esa es mi primera respuesta de costumbre. Estoy bien. Ando bien.
Todo está genial. Pero nada está genial. Todo es una mierda. Mi sonrisa
falsa se desliza de mi rostro.
—Está bien, estoy mintiendo. No estoy bien. No me esperaba esto. No
estoy segura de qué hacer.
Strictland me mira con tal compasión que es difícil mantener su
mirada y no llorar.
—Ven conmigo. —Bajando su mano, se da la vuelta, y la sigo de
vuelta a su oficina.
Cuando estuve por primera vez aquí, pensé que era una desquiciada
mujer de los gatos. Hay estatuas de gatitos y fotos por todas partes y me
refiero a todas partes. Pequeños gatitos de plástico cuelgan alegremente de
las lámparas, gatos naranjas de cerámica están sobre sus estantes, hay
gatitos de punto de cruz en las sillas y sobre su escritorio marcos de gato
rodean más fotos de gatos domésticos reales. En serio. Da miedo. Con el
tiempo, me enteré de que había sido víctima de una broma y dejó el tema
de gatos en su lugar cuando se dio cuenta que asustaba a la gente. Tiene
un interesante sentido del humor.
Me bajo a mí misma sobre un gatito cosido y me recuesto en la silla.
Strictland camina detrás de su escritorio y se sienta.
—Sidney, sé que hoy ha sido un día difícil para ti. ¿Has perdido a
alguien anteriormente, querida?
Asiento y mantengo mis manos dobladas firmemente en mi regazo.
—Sí.
Ella asiente lentamente, esperando a que me explique, pero no lo
hago. Hay cosas que no diré, secretos que no contaré. No puedo hablar de
ello. Ni ahora, ni nunca.
—Bueno, puedes hablar con un consejero sobre esto y pasar a través
de las etapas del duelo. Es mejor que no estés sola en esto. Todos vamos a
echarlo de menos. —Asiento—. ¿Cómo estuvo la clase de primer año de
esta mañana?
La miro.
—Estuvieron bien. El Dr. Granz continuó con la lección. —Hago una
pausa y decido sólo soltarlo—. ¿Hay alguna manera de que pudiera ser
39 transferida a otro profesor?
Strictland parece sorprendida. Se inclina hacia delante y pone sus
manos en la parte superior de su escritorio.
—¿Por qué? ¿Pasa algo? ¿El Dr. Granz…?
—No —le digo, retrocediendo rápidamente—. Es sólo que no creo que
vaya a ser capaz de sentarme en la oficina de Tadwick todos los días. Sería
mucho mejor si pudiera trabajar para alguien más. —Estoy mintiendo.
Algo así. No quiero sentarme allí con Peter todos los días. No quiero
mirarlo y recordar sus manos sobre mí y estoy segura como el infierno que
no quiero recordar cómo me echó.
La doctora Tadwick sacude su cabeza.
—Lo siento, Sidney, pero todos los trabajos de asistentes han sido
asignados desde hace meses. No hay otras posiciones. Tendrás que
encontrar la manera de hacer frente a esta pérdida y estoy segura que el
doctor Granz estará encantado de ayudarte, ¿a menos que estés
dimitiendo? —Sus ojos se abren cuando me mira. La última cosa que
quiere hacer es contratar y entrenar a un nuevo Asistente de Profesor a
mitad del año.
—No, no voy a renunciar. Necesito este trabajo. —Miro mis manos, a
la forma en que el esmalte de uñas que estaba tan pulcro anoche ha sido
descascarado. Imágenes de la noche anterior destellan a través de mi
mente. Veo los ojos de Peter y escucho su voz hacer eco dentro de mi
cabeza. La sensación de sus manos ardiendo mi piel y su beso provocador
vuelve a toda prisa. Aprieto mis labios y cierro la memoria. Voy a tener que
aguantarme. Peter es una parte de mi vida ahora, ya sea que lo quiera o no.

40
6
Traducido por Selene1987
Corregido por flochi
Soy toda nervios cuando llego al almuerzo. Antes de que encontrar mi
mesa de siempre con Millie y Tia, entro en la cafetería y agarro algo de
comida. Camino entre las hordas de estudiantes, y me siento al lado de
Millie en una gran mesa enfrente de las ventanas. Todo este lado de la
cafetería tiene ventanas. La escuela dejó un montón de dinero en esa vista.
Hay muchos ladrillos, flores, y césped muy verde. En serio, es demasiado
verde. Al principio, pensé que era plástico. Todo por aquí es de un tono
amarillo por la falta de agua. Ha habido una sequía durante los últimos
tres años, y se nota fácilmente. Por eso este pequeño jardín resalta. Está
completamente fuera de lugar, pero se ve bien cuando los posibles
estudiantes se sientan.
Cuando me siento, Millie come la ensalada como si cada trozo de
lechuga pudiera saber mejor que el otro. No hay aderezos. Se la come seca.
Mi plato tiene un perrito caliente y patatas fritas. Los días malos piden
comida que es mala para tu culo. Echo kétchup en mi perrito y le doy un
41 mordisco. No tengo tanta hambre, pero quizás comer algo me ayudará a
sentirme mejor.
Tia me mira como si estuviera comiendo asfalto de la carretera con un
poco de ardilla. Le digo:
—¿Qué?
—Nada —responde Tia, mirando a su propio plato.
Millie suspira y me mira.
—¿Qué pasa? No pareces estar bien. —Agarra otro trozo de ensalada y
le da la vuelta a la hoja, examinándola, antes de metérsela en la boca.
—Nada. —Todo—. Hoy está siendo una mierda, eso es todo. —Mi
profesor favorito ha muerto. Casi me acuesto con un tipo anoche, pero me
rechazó. Oh, y es mi nuevo jefe. Qué desastre.
Tia elige ese momento para decir:
—He oído que el sustituto de Tadwich ya te ha llamado a su despacho.
¿Qué has hecho?
—Qué insensible, Tia —dice Millie, meneando la cabeza y pinchando
más hierbas en su tenedor.
—¿Quién te lo ha contado? —pregunto, sin importarme el desafío de
Tia.
—Marshal. Estaba de humor después de clase. Dijo algo de cómo
habías enfadado al Dr. Grant…
—Granz —la corrijo.
—Sí, él, y cómo ya le habías enfadado. En serio, Sidney, ¿qué has
hecho? —Tia se acerca. Está sentada frente a mí y no ha tocado su comida.
Me encojo de hombros y pinto mi plato de rojo con el medio perrito
comido. El kétchup se extiende por el plato blanco mientras les digo:
—No lo sé. Granz simplemente parece antipático. Probablemente
quiera tener razón por encima de mí o algo así de estúpido. Ya sabes lo
duro que son los profesores en su primer día. —Normalmente es cierto.
Marca el tono para el resto del año. Un profesor que es un pelele el primer
día, es un felpudo al día siguiente.
Los ojos de Millie han estado quemando un agujero a un lado de mi
cara.
—Bueno, como el día de hoy es una mierda, creo que deberíamos
terminar la noche con unos margaritas.
—Tú siempre quieres terminar la noche con margaritas —respondo,
aún sin mirarla. Mi kétchup parece un cuadro perturbador de Van Gogh.
Podría llamarlo: La Oreja Perdida.
42 —Bueno, lo has necesitado últimamente. Acéptalo ya. —La espalda de
Millie se tensa y mira hacia adelante. Tia baja la cabeza y se come la
comida, sin mirarnos a ninguna de las dos.
—¿Qué lo acepte? ¿De qué estás hablando? —Millie no dice nada.
Simplemente me mira como si debiera saberlo, pero no lo entiendo—.
Vamos, Mellie, si tienes algo que decir, dilo. —He dejado mi perrito caliente,
notando una bofetada verbal.
Parece como si fuera a decir algo y luego se lo piensa mejor. En su
lugar, Millie menea la cabeza y dice:
—No es nada.
—No, vamos… dime.
—No debería…
—¡Dilo!
—¡Vale! —grita demasiado fuerte para su cuerpo pequeño. Con los
rizos rubios balanceándose, golpea la mesa y grita—: Nada te hace feliz.
Todo lo que hago está mal. Todo chico es el equivocado. Todo el mundo
está equivocado. ¡Por Dios, Sidney! ¿Alguna vez te paras a pensar si eres
tú? Es decir, cuando tantas cosas están equivocadas, ¿quizás seas tú la
que está equivocada? Quizás seas tú la que no encaja.
Parpadeo. Es la mayor discusión que jamás he tenido con Millie. Otro
día, no me habría importado. Otro día, me habría reído y habría estado de
acuerdo con ella… hoy.
Me pongo de pie y agarro mi bandeja. Me marcho sin hablar. Las
palabras de Millie me han llegado al fondo, porque de todas las cosas que
están mal en mí, ésa es la que ha estado colgando en mi cuello como una
horca. No encajo en ningún lado. Quizás finja que está bien, pero no lo
está. La soledad me vuelve loca. Siento como si hubiera estado en un
barco de mierda, y mi mejor amiga acabara de hundirlo.
La voz de Millie llega tras de mí, pero no me detengo. Dejo mi bandeja
con mi comida a medio comer y me marcho. Empujando las puertas del
centro del campus, salgo al exterior al aire caliente de la tarde. Camino
rápido y fuertemente, sin pensar en a dónde voy. Simplemente me voy.
Cuando me detengo, estoy de pie al pie de una gran escalera al frente
del edificio más antiguo del campus. Nadie utiliza esas escaleras. Hay
demasiadas. Todo el mundo entra en el edificio a través de la parte de
atrás y toma el ascensor. Subo las escaleras hasta que estoy cerca de la
parte de arriba y me siento a los pies de un gran pilar. Llevo mis rodillas a
mi pecho y envuelvo los brazos a su alrededor.
A veces no hay palabras. No hay nada que decir para hacer que las
43 cosas mejoren.
Hay una hora libre antes de clase. Entonces, tendré que irme al
edificio de inglés y enfrentarme a Peter. Bajo mi frente hacia mis rodillas.
¿Por qué las cosas malas siempre parecen venir de tres en tres? ¿Hay
alguna ley cósmica que no conozca? Primero Peter, luego Tadwick, ¿y
luego qué? Habrá una tercera cosa, probablemente mi trabajo. Peter
probablemente querrá reemplazarme con alguien a quien no haya visto
medio desnuda. Mi mente vaga. Pienso en sus ojos, su cara. No puedo
creer que Peter tenga un doctorado. No parece mucho mayor que yo, pero
supongo que lo es.
Mi vida es un desastre. Quien quiera que dijese que la universidad era
más fácil que la vida real no sabía una mierda.
Desde que me fui de New Jersey, las cosas han sido difíciles. Parece
que me alejo de un problema para adentrarme de lleno en otro. Nada me
ha ido bien. Siempre estoy en el lugar equivocado en el momento
equivocado. Cuando Dios estaba repartiendo suerte, no me quedé con
ninguna. En su lugar, recibí un montón de mal karma de alguien. Quizás
fui una completa gilipollas en una vida pasada y esta vida es la venganza.
Qué mal que no crea en nada de eso. Al menos tendría sentido. Tal y cómo
están las cosas ahora, nada tiene sentido.
Mi familia me odia. Lo que le conté a Peter sobre que se volvieron
locos cuando me marché, era cierto, sin embargo, hubo un poco de
variación de la verdad. Querían que me quedara y aceptara un trabajo en
el banco. La familia lo es todo. La sangre es más densa que el agua,
signifique lo que signifique. Pero tuve esta oportunidad y la acepté. Mandé
solicitud a una escuela que tenía una beca a mi alcance. Me la aceptaron
junto con el trabajo de asistente y he podido sustentarme. Jamás pensé
que podría hacerlo. No quiero depender de nadie más. Duele demasiado
cuando te decepcionan. Ya lo han hecho demasiadas veces como para
saber que nadie más se preocupará de mí tanto como yo.
Quizás estoy rota. Quizás esté equivocada y Millie tenga razón. No lo
sé. No tienes que saberlo todo. Levanto la cabeza y miro hacia arriba,
escuchando el consejo de Tadwick dentro de mi cabeza, recordando sus
palabras. Algo de peso cae en mis hombros. Es su legado, todos los
estudiantes que enseñó, todas las influencias positivas que dejó detrás.
Ésa es su huella. Me pregunto cuál será la mía.

44
7
Traducido por martinafab
Corregido por flochi
Mi estómago está inundado de temor mientras camino hacia el
edificio de Inglés. No quiero ver a Peter. No quiero ver sus ojos. No quiero
oírle decir lo que sea que vaya a decir. Y juro que si se inventa alguna
patética excusa sobre lo de anoche, voy a perder la paciencia.
Me las arreglo para llegar a las oficinas y lentamente moverme hacia
la sala de Tadwick. Ojalá no me importara. Ojalá a Peter no le importara,
pero anoche fue tan impresionante y pensé que teníamos algo. Estaba
equivocada. Odio estar equivocada.
Dejo caer mis libros de sociología en el escritorio de estudiante ya que
está vacío. La puerta de la oficina está cerrada. Me acerco y llamo. Mi
corazón golpea en mis costillas y mi pulso se dispara a un territorio
peligroso. Espero, pero nadie contesta. Llamo de nuevo y siento los
cabellos de mi nuca ponerse de punta. Una sensación de hundimiento
lento llena mi estómago y me giro lentamente.
45 Peter está detrás de mí con una mirada severa en su rostro.
—Estamos aquí —dice, y se aleja esperando a que lo siga. Cruzamos
el pasillo y entramos en una oficina diferente. Ésta está estéril. No hay
libros, gatos, o marcos de fotos que puedan ser encontrados. Entro en la
oficina, caminó más allá de Peter, y él cierra la puerta detrás de mí. Peter
me hace gestos para que tome asiento. Me siento en una de las sillas
frente a su escritorio vacío. Peter camina alrededor de mí y se sienta detrás
del escritorio.
Sus ojos azules buscan mi rostro, pero yo lo miro inexpresivamente.
Necesito estar entumecida. Me digo a mí misma, No importa lo que diga, no
importa lo que pase, no reacciones.
—¿Cómo estás? —pregunta. Arqueo una ceja hacia él, como si fuera
una pregunta estúpida—. Tan bien, ¿eh?
Junto mis dientes una vez y le lanzo una mirada.
—Basta de cortesías, Dr. Granz. Quiero saber si piensas en
sustituirme como tu asistente, o si vamos a mentir a todo el mundo y
fingir que no nos conocemos el uno al otro. —Estoy tan espinosa como una
rosa marchita, todo espinas.
Su mandíbula se cae por un segundo. Se inclina hacia delante,
mirándome como si yo no debería pensar mal de él.
—No sabía que fueras estudiante. Pensé que eras mayor. Parecías
mayor cuando te sentaste.
—Yo no sabía que fueras profesor. —Mis ojos se deslizan por su rostro,
y luego se deslizan hasta su corbata y a su camisa blanca perfectamente
planchada antes de regresar a su rostro—. Me cuesta creer que se te
olvidara que eras doctor. Si lo hubieras mencionado, podríamos haber
evitado la noche pasada. Te hubiera preguntado de qué eras doctor, y tú
me lo habrías dicho. Los dos nos habríamos dado cuenta del problema e
ido por caminos distintos.
—Lo que ha sucedido ha sucedido. No podemos cambiarlo…
Mi temperamento está a punto de liberarse. Estoy tratando de no
gritar con tanta fuerza. Le señalo con el dedo índice y le digo en voz baja:
—No me hagas subir por este escritorio y darte una bofetada, porque
lo haré. No me hables como si fuera una niña y digas mierda que ya sé.
Hice una pregunta. ¿Qué vas a hacer?
Peter presiona las puntas de sus dedos mientras hablo. Esos ojos
azules buscan mi rostro, buscando algo. Después de todo lo que ha
sucedido, no puedo creer que todavía me pueda mirar a los ojos, o que
quisiera. Suelta una respiración lenta y deja caer sus manos al escritorio.
—Nada. No voy a hacer nada. Lo que pasó anoche fue un accidente.
Yo no trabajaba aquí todavía y tú no eras mi estudiante o empleada, no
todavía.
46
—Es un tecnicismo, y no les importará. Si alguien se entera y no
decimos algo ahora, arruinarás tu reputación y la mía.
—Entonces, ¿quieres decírselo a la doctora Strictland? —Se pone de
pie de repente y camina hacia la puerta—. Vamos a decirle. —La mano de
Peter está en el pomo, girándolo cuando reboto de mi asiento y bloqueo la
puerta con mi cuerpo.
—No te atrevas a abrir esa puerta. —Peter se eleva por encima de mí y
baja la mirada a mi rostro. Está demasiado cerca, pero no puedo salir del
camino—. No puedes decirle. Me van a despedir a mí, no a ti.
—Entonces, ¿qué quieres que haga, Sidney? —Peter cierra los ojos por
un segundo y se pasa los dedos por su cabello. Es la única indicación que
ha dado de que esto le está estresando también—. Quiero hacer lo correcto,
pero no quiero lastimarte más de lo que ya he hecho.
Me pongo rígida.
—No me has hecho daño —miento—. Y costarme mi trabajo no está
bien.
Peter está en silencio. Se aparta de la puerta. Nuestros hombros se
rozan cuando se gira. Envía chispas a través de mí, haciendo que mi
estómago dé un vuelco. No parece darse cuenta de lo que me hace. Peter
se sienta detrás del escritorio y se reclina.
Cuando no reanudo mi lugar en la silla de inmediato, sostiene su
palma hacia afuera, indicándome que debería sentarme.
—Explícame, Sidney. ¿Qué quieres hacer?
Mis ojos se mueven entre Peter y el suelo. No quiero mentirle a
Strictland, pero Peter tiene razón. Técnicamente, no hicimos nada malo,
así que no hay nada que contar. Pero me hace sentir incómoda. Mi mundo
se está convirtiendo en un castillo de naipes. Tira otro secreto sobre la pila.
Por supuesto. ¿Por qué no?
—Nada —le digo—. No haremos nada. No pasó nada. No fue
importante y no es como si fuera a suceder de nuevo, así que no creo que
tengamos que decir nada.
Mientras hablo, los ojos de Peter se apartan de los míos. Echa un
vistazo a la estantería detrás de mí, mirando a través de mí como si ni
siquiera estuviera allí.
—Si crees que eso es lo mejor. —Asiento. Continúa—: Muy bien… —
Peter abre la boca como si fuera a decir algo más, pero no lo hace. Ojalá lo
hiciera. Ojalá me dijera lo que hice mal anoche, lo que le hizo empujarme.
¿Puede darse cuenta de que estoy jodida? ¿Puede darse cuenta de que he
sido despedazada y reconstruida de nuevo?
47 No dejo que nadie se acerque a mí. Los mantengo alejados. Las
paredes que vigilan mi corazón se subieron hace mucho tiempo. Ellas no
tienen grietas o hendiduras por las que alguien pueda deslizarse. Es por
eso que no entiendo mi reacción hoy. No debería importarme. Me habría
ido al final de la noche y nunca llamado. No quiero conocerlo, y estoy
segura como el infierno que no quiero que él me conozca. Pero… hay una
grieta en mi armadura. Tiene que haberla.
Asiento otra vez, tomando el silencio de Peter como una señal para
irme. Me levanto y camino hacia la puerta. Peter no se levanta. Él me
observa cuando alcanzo el pomo y dice:
—Sidney. —Me vuelvo para mirarlo—. Mañana ven temprano.
—¿Qué tan temprano? ¿Para qué?
—Sólo hazlo, está bien. Nos vemos aquí a las 7:00 de la mañana.
8
Traducido por âmenoire & Roxywonderland
Corregido por flochi
A la mañana siguiente me presento en la oficina de Peter unos
minutos antes. Llevo un par de vaqueros y un grueso suéter color crema.
Una humeante taza de café está en mi mano. Subiendo por las escaleras
hasta el segundo piso de las oficinas, tomo un sorbo. El edificio es
tranquilo así de temprano. Difícilmente hay alguien aquí. Mi pulso late
más fuerte con cada paso que doy. Me siento humillada y no encaja bien
con mi estado de ánimo.
Voy a actuar como si Peter no me afectara. Ese es el plan. No es
estelar, pero es lo mejor que puedo manejar a corto plazo y con el cerebro
revuelto. Di vueltas toda la noche. El sueño finalmente llegó cerca de la
hora de levantarse. Las noches son lo suficientemente duras. Añade a
Peter a la mañana siguiente, la oficina vacía de Tadwick, y podría llorar sin
razón aparente. Impresionante.
Empujo a través de las puertas dobles de las oficinas y veo a Marshal
48 sentado dentro. Doy un suspiro de alivio. Gracias a Dios. No voy a estar a
solas con Peter.
Marshal me mira. Está vestido como Bert de Plaza Sésamo, con una
camisa a rayas y cuello alto. Remata el atuendo con un par de pantalones
vaqueros y zapatillas de deporte blancas. Parece un niño de seis años de
edad.
—Ya era hora —me regaña.
—Ni siquiera son las 7:00, neurótico montón de nervios. Relájate. —
Me tomo mi café y pongo mi mochila sobre la mesa antes de acomodarme
en una silla. Me recuesto y me relajo. Mientras Marshal esté aquí, puedo
manejar esto. La confianza me cubre y mi rápido pulso desacelera hasta
quedar normal—. ¿Dónde está el tipo de todos modos?
—Detrás de ti —dice Peter, entrando con los brazos llenos de papeles
y libros—. Levántate, Colleli y trae a Marshal contigo. —Retrocede hasta la
puerta de su oficina y trata de poner una llave en la cerradura mientras
equilibra todo en sus brazos. No funciona. Los papeles comienzan a
deslizarse y un libro cae al suelo.
Marshal es ajeno. Espero que ayude con la puerta, pero cuando no lo
hace, me levanto y me acerco a Peter.
—Yo lo haré. —Tomo las llaves de su mano y nuestros dedos se rozan.
Una sacudida de electricidad se dispara a través de mí y gira en mi
estómago. Maldito sea.
Peter se aleja, aparentemente sin ser afectado.
—Gracias, Sidney.
Sostengo la puerta abierta y le indico que entre. Peter se las arregla
para llegar a su escritorio antes de que todo se caiga de sus brazos.
Papeles y libros van a todas partes. Me arrodillo y empiezo a recogerlos y
ponerlos en su escritorio.
—¿Qué es todo esto? —Son los ensayos que se entregaron hace unas
semanas.
Marshal entra y se queda ahí mirándonos con mi café en una mano y
mi mochila en la otra.
—Se te olvidó esto.
—Gracias, Marshal. —Pone mi mochila en el suelo dentro de la puerta
y pone la taza en un estante vacío. Entonces, se para allí y nos observa
agachándonos, pero no ayuda. Marshal sólo observa con sus manos
tomadas enfrente de él. Miro hacia él—. Podrías ayudar.
—Oh, no, creo que lo tienes. —Marshal se acerca a nosotros y se
sienta en la silla de Peter.
Peter me da una mirada que dice, ¿Es en serio?
49 —Elije tus batallas sabiamente es todo lo que voy a decir. Si no fuera
un activo, no le habrían dado el trabajo. —Los ojos de Peter se encuentran
con los míos y asiente. Él sostiene mi mirada un momento demasiado
largo y miro hacia otro lado.
Finalmente conseguimos recoger todo y ponerlo sobre la mesa cuando
Peter nos dice lo que está pasando.
—Cuando Tadwick murió, tenía ensayos en su oficina y en su casa.
Su esposa me dio estos anoche así los estudiantes no tendrían que volver a
hacerlos. Hay trabajos de investigación, pruebas y todo tipo de cosas aquí
que necesitan ser calificados y regresados. El doctor Tadwick hizo algunos
de ellos, pero no tuvo oportunidad de terminarlos. Tenemos que averiguar
qué papeles van con qué clase y calificarlos. Hoy.
—¿Qué? —se queja Marshal—. ¿Por qué tan de último minuto?
—Marshal —le advierto, pero no escucha.
—No, no es justo. ¿Por qué debo pasar mi mañana clasificando este
lío? Yo no soy quién lo dejó caer, además, no es una parte de la
descripción de mi trabajo. —Cruza sus brazos sobre su pecho.
Peter no reacciona de la manera que esperaba que lo hiciera. Se
acerca a Marshal y gira la silla para estar uno frente al otro. Peter coloca
su brazo sobre el respaldo de la silla y baja su rostro hacia el de Marshal.
—¿Te gusta tu trabajo? ¿Quieres mantenerlo?
—Sí, pero…
—Entonces haz lo que te pido que hagas. Lleva esa pila a la oficina del
Tadwick y ordénalos. Cuando termines, toma los ensayos de graduados
que encuentres y califícalos, entonces me los das para revisarlos.
¿Entendiste? —Peter habla con una severa voz baja. Puedo decir que esto
no es opcional. Demonios, incluso Marshal puede decir que está siendo
regañado.
Los ojos de Marshal se mueven hacia el suelo y dice:
—Sí, señor.
Peter se levanta y lanza una pila de papeles en el regazo de Marshal.
—Ve. La puerta está abierta. —Marshal toma los papeles y se va sin
mirar atrás. Peter me mira antes de sentarse en su silla—. ¿Siempre es así?
Pensé que solo había sido ayer.
Se forma una sonrisa torcida en mi rostro.
—Casi siempre. Dicen que compensa con cerebro lo que le falta de
tacto.
—¿Quién dice eso?
—No lo sé, ¿su madre? —Peter sonríe y sacude su cabeza. No era mi
intención ser amable con él. Quiero ser fría y distante, pero por alguna
razón, no puedo. Echo un vistazo hacia la puerta, preguntándome cuán
50 difícil es para Marshal.
»Estoy segura que Marshal fue sacudido ayer. Está actuando un poco
más loco que lo normal. —Me siento y empiezo a ordenar los papeles. La
mayor parte de la clase escribió su número de curso en alguna parte, por
lo que no es demasiado difícil, simplemente consume tiempo.
Peter me mira por un segundo y asiente antes de comenzar en la
siguiente pila.
—Pensé que ayudaría a todos a tener estos tan pronto como fuera
posible, a la luz de lo que ha sucedido. Es bueno seguir adelante.
Asiento, sin decir nada. Me pregunto si eso es lo que también piensa
acerca de nosotros. No mires hacia atrás.
Nos sentamos en silencio, clasificando y apilando. Peter me mira de
vez en cuando, pero no dice mucho. Cuando el silencio es ensordecedor,
digo:
—Empieza a hablar o me volveré loca.
Peter me mira por el rabillo del ojo.
—¿Hablar sobre qué?
—Cualquier cosa, sólo di algo. Has estado todo tenso y tranquilo
desde que te vi ayer. Pensé que no pasó nada. Actuemos así. —Soy una
mentirosa. Sólo quiero algo más en que pensar porque ahora mi mente
está llena con las manos de Peter, los ojos de Peter, el aliento de Peter.
Se queda quieto y me mira mientras hablo. No levanto la mirada. Sigo
clasificando. Él se aclara la garganta.
—No dije que nada sucedió. Dije que no hicimos nada malo. —Peter
regresa a su pila y mueve los papeles en las pilas sobre su escritorio.
—La misma diferencia. —Respiro hondamente y decido simplemente
decirlo—. Escucha, no me llevo bien con muchas personas y disfruté
hablando contigo el otro día. Hablar no va contra la política universitaria,
¿cierto? —bromeé.
Peter me da una sonrisa vacilante.
—No, no lo está. Está bien, dime algo sobre ti. ¿Cómo terminaste aquí?
Hago una pausa. Maldición. De todo lo que podía preguntar, pregunta
eso. Eludo la respuesta.
—Universidad.
—Ya sé eso —dice, mirándome—. Me refiero a ¿qué te hizo elegir esta
universidad? Por qué irte y venir aquí. Esta ciudad es un infierno y la
gente es un poco rara, en caso que no lo notaras. —Me sonríe.
Sigo trabajando mientras hablo. Podría también decirle. No es como
que cambiará algo.
51 —Cambié un infierno por otro, supongo. Quería irme lo más lejos de
mi familia como fuera posible. Algo sucedió durante mi último año. Me
culparon. Pensé que debieron haberme defendido. —Siento mi corazón
latiendo con fuerza en mi pecho mientras el recuerdo me viene
rápidamente a la mente. Un escalofrío se envuelve alrededor de mi
garganta y me ahoga. Trago saliva, obligando a que se vaya la sensación—.
De todos modos, vine aquí porque la universidad me ofreció una forma de
pagarla por mí misma. Quería empezar de nuevo. Así que aquí estoy.
Peter está callado. No es la historia normal del porqué fui a la
universidad. No me importa lo que piense de mí, al menos no quiero.
Finalmente pregunta:
—¿Valió la pena? Quiero decir, cortar lazos con todos. ¿Arregló las
cosas?
Siento sus ojos en mi rostro. No alzó la vista. No puedo encontrar su
mirada. ¿Por qué le conté esto? Esta conversación se siente demasiado
intima para tenerla con él. Esperaba que Peter retrocediera, como si
hubiese pisado algo apestoso, pero no lo hizo. Sonrío débilmente, tratando
de mantener mi máscara en su lugar, tratando de mantener alejados los
recuerdos que me atormentan.
—No estoy segura que sea algo que pueda ser arreglado. Hay cosas
como esa, ¿sabes? Te cambian y no puedes ser quien fuiste antes. No
importa si se arregla o no.
Peter me sorprende y dice:
—Sé lo que quieres decir. —No se explica. Sus ojos tienen la misma
mirada vacía de la otra noche, como si estuviese recordando algo que
quiere olvidar. Parpadea y dice—: No te vi ayer en el funeral del Dr.
Tadwick.
—No fui.
—Obviamente. Lo que quiero decir es que estoy sorprendido de que no
fueras.
—No podía. —Estoy mirando el papel en mis manos, sin ver las
palabras en la página. Tome una pausa larga—. No podía soportar ver a
sus hijas. Soy débil. —El pensamiento de las hijas de Tadwick reunidas
alrededor de su féretro con lágrimas en sus ojos fue demasiado. Siento
como si voy a comenzar a quebrarme en cualquier momento la mayoría de
los días. Eso me hubiese despedazado completamente.
—No, no lo eres. —Peter coloca otro papel sobre la pila.
Negando con la cabeza, digo:
—No me conoces. ¿Cómo puedes siquiera decir eso? —Lo miro,
retándolo a responder.
Peter alza su cabeza y nuestras miradas se encuentran. Es como la
otra noche. Los sentimientos regresan. Algo dentro de mí se agita. Mi
52 cuerpo responde como si estuviese hecha para él. El espacio vacío en mi
pecho palpita y se siente lleno. Algo dentro me jala hacía él y no puedo
escapar. Me pierdo en sus ojos. Los estantes y papeles se desvanecen de
mi vista y todo lo que puedo ver es a Peter. Sus hermosos labios rosados
separados, como si fuese a susurrar algo solo a mí, pero Marshal entra a
la habitación. Peter se endereza y se aleja de mí.
Marshal es ignorante con lo que tiene que ver con relaciones. Nunca
se da cuenta de nada, de otra manera me estaría preocupando. Entra en la
habitación y deja dos pilas de papeles en el estante.
—Hay dos clases de graduados a las que les hago clases. El resto son
tuyos. Tengo que ir a buscar otra pila. Enseguida regreso. —Marshal se
apura y se va, sin darse cuenta que interrumpió algo.
Miro el reloj. Son casi las 8:00 am.
—Mejor me dirijo abajo.
—Anda —dice Peter, su voz muy suave—. Te veré allí en unos minutos.
Asiento y tomo mi bolsa. Dejo la habitación tan rápido como es
posible. No miro hacia atrás a Peter, pero siento sus ojos sobre mí
mientras me alejo. Pensamientos ruedan en mi cabeza como si estuviese
cayendo un tramo de escaleras. Siguen llegando y no puedo hacer que se
detengan. No hay manera que pueda negar cómo me siento por Peter, pero
no hay ninguna manera que vaya a decir algo. Ser rechazada una vez es
suficiente para mí.
Camino al salón de clases, y entonces prendo las computadoras y
otros artefactos tecnológicos que se necesitan para esta lección. Todo está
conectado y toma vida, excepto el micrófono en el podio. Lo golpeo con el
dedo, pero está muerto. Diablos. Hay un cable que recorre la parte inferior
de la madera y va hacía un puerto en el suelo. Me recuesto de costado y
trato de meter mi cabeza debajo del podio en el pequeño espacio entre la
madera y el suelo. Muevo mi cabeza debajo y veo el enchufe. Alcanzando
debajo, moviendo mi mano a través de telarañas y polvo, rezándole a Dios
que una rata mutante del laboratorio de ciencias no aparezca de repente y
roa mi brazo.
—¿Estás bien? —escucho preguntar a Peter sobre mí. No me había
dado cuenta que estaba parado allí.
No saco mi cabeza para mirarlo. Mis dedos están tan cerca del clave.
—Estoy bien. El micrófono está apagado. Estoy arreglando el cable.
Un segundo. —Estoy en un ángulo incómodo, pero me las arreglo para que
mis dedos lleguen al conector y volver a enchufarlo. Los altavoces hacen
un molesto, fuerte y ensordecedor ruido, y escucho a todos en la
habitación gemir en respuesta. Cuando me las arreglo para salir, Peter
está parado sobre mí con sus manos sobre sus oídos.
—Quejica —le digo. Sé que está demasiado cerca del micrófono como
53 para responderme algo.
Peter me ofrece su mano y me ayuda a parar. Me sacudo el polvo,
tratando de ignorar cuánto me gusta la sensación de su mano. Una
sacudida nerviosa de emoción llena mi cuerpo. La mirada de Peter está
sobre mi figura mientras me dirijo a mi asiento. No me giro. Todo lo que
puedo hacer es actuar como si no supiese y no me importase que me
mirara.
Es entonces cuando uno de los chicos en la primera fila comienza a
aplaudir. Silba y dice:
—¡Démosle un aplauso a la asistente tecnológica! —Aplaude
fuertemente y todos siguen su ejemplo. Se forma una sonrisa torcida en
mis labios mientras me inclino hacia delante y lo miro como si estuviese
loco. El sujeto sube sus manos y aplaude más fuerte y me hace un gesto
para que me pare. Negando con la cabeza, me paro y hago una reverencia,
sonriendo mientras miro a la clase.
Este sujeto, Mark, me mira hasta que me siento. Le asiento y me
sonríe radiante. Es un año menor que yo, y las relaciones normalmente
están tan alejadas de mi mente que nunca antes lo había notado. Entre los
dos, supongo que era difícil captar mi atención. La sonrisa de Mark es
contagiosa. Me devuelvo a mi asiento, sonriendo, y mirando hacía el podio,
cuando veo la cara de Peter. Sus ojos son duros y su usual sonrisa fácil es
invisible. La mirada desaparece antes que pueda parpadear. Mark no lo
noto. Diablos, yo no estaba segura si lo noté. ¿Qué demonios fue eso?
Peter comienza su lección y para el final de ella, todos están de
regreso en la rutina de las cosas. Me pregunto cuánto les tomara la
transición del Dr. Tadwick a Peter. Tienen diferentes métodos de
enseñanza. Lo sé no sólo por sentarme aquí, sino porque Peter es el
profesor en mi clase nocturna de una vez a la semana. La idea me hace
sentir toda revuelta por dentro. Cuando domino mi mente dispersa, Peter
está despidiendo a la clase. Me paro y reúno mis cosas.
Peter se acerca a mí.
—Gracias por hacerte cargo del micrófono. Me salvaste de una
garganta adolorida. Hablando lo suficientemente alto para que todo el
salón me escuche durante todo el día hubiese sido seriamente horrible.
—Bueno, para eso estoy aquí, para salvar al mundo de lo horrible. —
Dándole media sonrisa, comienzo a caminar hacia la puerta lateral.
—¿Puedes un día más estar a las 7:00 a.m.? Después de eso,
deberíamos estar al día. —Los ojos de Peter se deslizan por mi rostro
mientras pregunta, más gentilmente esta vez que ayer.
Asiento, actuando como si no me importase, actuando como si fuese
un trabajo y nada más.
—Seguro. Te veo entonces.
54
9
Traducido por Flochi
Corregido por âmenoire
Millie está sentada en su cama, ordenando copias de los libros de
referencia de la biblioteca. Ha estado trabajando en su tesis en los últimos
días. La noche de los abdominales de acero fue cuando decidió tomarse un
descanso. No quieres estar cerca de Millie cuando se toma un descanso.
—Hola —digo, entrando y sentándome en la cama frente a ella
después que mis clases terminaran. Nuestra habitación está decorada con
las cosas que Millie disfruta. Dado que ella tiene más dinero que yo, y yo
no tengo intenciones de decorarlo, se lo dejo a ella. Todo es amarillo y azul.
Después de nuestra riña del otro día, me sentí mal. Estoy segura que
estaba malhumorada. Enmendamos las cosas esa noche. Mi ego todavía
está golpeado, pero me alegra que no estemos peleando más. Es mi mejor
amiga.
—Hola, Syd —responde, sin molestarse en alzar la vista. Sus dedos
están pasando a través del documento, sus ojos tomando nota de la
55 información. La perra tiene memoria fotográfica. Estoy súper celosa.
Cuando termina, levanta los ojos hacia mí y sonríe.
Siento como si cayera por un acantilado.
—Conozco esa mirada. ¿Qué has hecho? —le pregunto, mientras me
quito mis zapatos.
—Nada retorcido. Maldición, Sidney. ¿Una chica no puede hacer algo
lindo y sonreír por ello?
—Tal vez, pero tu cerebrito no funciona de esa forma. Además, he
visto esa mirada suficientes veces como para saber que debo correr en
dirección contraria cuando me miras así, entonces permíteme ponértelo
fácil. Lo que sea que hiciste, lo que sea que ibas a pedir, la respuesta es no.
Demonios, no. De ninguna manera. —Me desplomo en mi cama y miro
fijamente hacia el techo.
El día de hoy fue largo. Empezar a las 7:00 a.m. hace que parezca
más tarde de lo que en verdad es. Todavía tengo tareas y tengo que agarrar
algo para cenar. Ya se está haciendo tarde.
—Pero, Sidney, ni siquiera escuchaste lo que es. Sé que te encantará.
—Siempre dices eso.
—Y siempre te encanta.
—No, no es cierto. Sólo estoy siendo amable.
Millie resopla, porque es una gran mentira. Comentarios amables y
franqueza son dos cualidades que no pueden coexistir. Prefiero la
franqueza. Ella lo sabe.
—Como si fuera posible. —Echa su cabeza hacia atrás y hace un
sonido quejumbroso—. Por favor, por favor, por favor, por favor…
La miro.
—¿Es en serio? —Millie junta sus manos debajo de su barbilla y sigue
recitando por favor, por favor, por favor—. ¿Vas a detenerte? —Sacude su
cabeza y sigue rogando—. Al menos, dime lo que es.
—Club de baile swing. Por favor, por favor, por favor, por favor… —Y
sigue rogándome y parpadeando sus grandes ojos. Tal vez eso funcione
con Brent, pero a mí no podría importarme menos.
—No —digo y pongo mi brazo sobre mi rostro. No se detiene. Me río de
ella y digo—: ¿Vas a seguir haciendo eso?
—Sí. Por favor, por favor, por favor…
Adoro bailar, en especial swing. Entre la música, la ropa y el
movimiento, lo adoro. Hay pocas cosas en las que pueda perderme. Dado
que no me gustan los clubes de baile moderno, que parecieran como si las
personas estuviesen sufriendo espasmos, disfruto de los viejos bailes. Hay
56 movimiento, pasos y ritmos en los que perderse. Requiere habilidad y
cuando encuentras al compañero ideal, es casi perfecto. No he bailado en
mucho tiempo, no desde que me fui de New Jersey.
Millie sigue rogando. La dejo lloriquear por unos minutos más y
entonces cedo.
—Bien, pero me lo debes.
—Siempre dices eso.
—Sí, buenos, me debes un montón. —Se ríe y pega saltitos en su
cama—. ¿Dónde demonios encontraste un club de baile swing por aquí?
Pensé que casi todos estaban en la ciudad.
Los ojos de Millie vagan lentamente hacia un lado. Me enderezo y me
apoyo en mis codos y la miro fijamente. Explica:
—No es ese tipo de club.
—¿A qué te refieres?
—Es un club que la escuela comenzó. La organización estudiantil
estaba intentando conseguirlo desde el año pasado, antes de las
vacaciones, pero no pudimos conseguir un profesor para patrocinarnos.
Bueno, finalmente encontraron a alguien. ¡Y empieza esta noche! —
Aplaude como si tuviese tres años y me sonríe.
Oh, Dios mío, esto será lamentable.
—¿Un club escolar? —Asiente—. ¿Como el equipo de ajedrez?
—¡Como el increíble nuevo club de baile swing! —Millie obviamente
está emocionada.
Lamento haber aceptado. Una clase llena de novatos significa que no
bailaré mucho. Seremos afortunados de ir más allá de lo básico.
Millie se levanta de un salto y corre a través de la habitación.
—Encontré este vestido en el centro comercial. No puedo creerlo. —
Agarra un vestido rojo de su armario y lo saca. El canesú es entallado y
tiene una falda circular completa. Es perfecto—. ¡Ahora, tengo que
encontrar zapatos Oxford!
—Zapatos con correas también se verían fantásticos. —No puedo
evitarlo. Estoy babeando. Millie me pasa el vestido, así puedo admirarlo.
Awh, mierda. Me está tentando y voy a permitírselo. Alzo la mirada hacia
ella—. Eres malvada, sabías eso ¿cierto?
Millie me sonríe y asiente.
—No vas a arrepentirte por esto, Sidney. ¡Va a ser tan divertido!

57
10
Traducido por Jenn Cassie Grey & Gemma.Santolaria
Corregido por flochi
Millie está usando su vestido nuevo con un par de tacones. Yo estoy
usando una falda negra con una blusa blanca. Es aburrido, pero es la
única cosa que tengo que se le acerca a ropa de swing. La sedosa tela se
roza cerca de mis muslos cuando caminamos. El club le había dado uso al
viejo gimnasio. Viejo es literal. El gimnasio fue construido en 1919. No
tiene aire acondicionado, lo que es un problema con el calor. Pero el club
de Baile Swing está muy abajo en la lista, en términos de obtener una
buena habitación para usar, así que fuimos desterrados a sudar en el viejo
edificio del campus. La fachada es toda de ladrillos y el interior huele a
calcetines sucios.
Millie empuja la puerta para abrirla, y caminamos a través de los
pasillos oscuros y encontramos el gimnasio. Es mucho más pequeño que el
nuevo. Entramos y vemos a Brent. Millie corre hacia él y echa sus brazos
alrededor de su cuello. Él la abraza fuertemente y le da vueltas. Su falda
roja revolotea mientras lo hace y Millie ríe. Les sonrío. Se ve feliz, lo que
58 me hace feliz. A pesar de los fallos de Millie, es una buena amiga.
Me acerco cuando Brent la baja. El club no es tan grande. Hay al
menos una docena de chicos parados alrededor. Por como se ve, la
mayoría son chicas que les gusta la idea de arreglarse y bailar. Los chicos
colocados alrededor esperando tener la suerte de ser buenos partidos. Los
chicos pueden ser tan idiotas. El baile, especialmente esta clase de baile,
es una oportunidad para acercarse a una chica. De poder sentir su cuerpo
completo contra el suyo es lo esperado. Bailar es caliente y pesado, todo
manos con los corazones acelerados y respiraciones entrecortadas.
Mientras estoy pensando eso, comienzo a sentir piel de gallina colarse
por mis brazos. Ignoro la sensación, pensando sobre ser sostenida en los
brazos de alguien y deseo tener alguien a quien abrazar… Alguien aparte
de Peter. Entonces es cuando las cosas se ponen interesantes.
Trevor, un estudiante de cabello negro, alto y delgado llama nuestra
atención. Me siento en la última fila de bancos así no tengo que subir con
mi falda. Aplaude con sus grandes manos tres veces y todo mundo se calla.
—Como saben, finalmente tenemos el Club de Baile Swing aprobado.
—Alguien grita de alegría y Trevor continúa—. Tenemos un patrocinador
de la facultad, lo que es difícil de encontrar. Nadie baila ya de esta forma
así que no puedo decirles lo afortunados que son. Entonces —Trevor
presiona sus manos juntas—. ¿Hay alguien aquí que tenga el conocimiento
básico del swing? Tal vez que se sepan lo suficientemente bien los pasos,
pero nada elegante.
Alzo mi mano junto con algunos otros, la mayoría de las cuales son
chicas. Ponemos nuestras manos abajo mientras Trevor mira a su
alrededor y asiente en nuestras direcciones.
—Está bien, genial. Esperaba que esto pasara. Nos ayudará a
comenzar, lo que siempre es la parte más dura de comenzar un club.
Hasta que conozcamos lo básico, no podemos ir con movimientos
avanzados, y es seguro que no podemos hacer lanzamientos. ¿No creo que
nadie aquí tenga ese nivel?
Alzo mi mano, con timidez, y ondeo mis dedos hacia él. Se ve
sorprendido.
—¿La chica Jersey puede bailar?
—Bueno, sola no. No es como que pueda hacer nada más que los
pasos básicos sin un compañero experimentado. —Paso mis manos
nerviosamente por mi regazo. Todo mundo está mirándome. Me retuerzo
en mi asiento un poco hasta que una voz hace que mi corazón se salte un
latido.
—¿Qué tan experimentada eres, Colleli? —dice Peter, rodeando los
59 bancos desde un lado.
Mi boca cae abierta. Lo miro y después regreso mi mirada a Trevor,
quien lo presenta.
—Este es el Dr. Granz, nuestro patrocinador. También es muy
experimentado. ¡Esto es genial! ¿Tal vez puedan mostrarnos una cosa o
dos?
Hasta entonces, había estado mirando a Peter. No es hasta que Trevor
dice que me levante que es cuando regreso a mí. Actúo tímida, y sacudo mi
cabeza, diciendo:
—Está bien. Estoy segura que podríamos solo comenzar con lo básico
esta noche de todas formas. —Mi corazón está golpeando en mi pecho,
saltando como un pez fuera del agua. No puedo respirar. No puedo bailar
con Peter. Cada vez que me toca, mi cerebro se derrite. La noche que casi
estuvimos juntos regresará a mi mente. No puedo hacerlo.
Peter quita su mirada de Trevor y se percata de mi reacción.
—Deberíamos apegarnos a lo básico. Los movimientos avanzados son
difíciles. Una novata podría tener problemas y no queremos que nadie se
vaya. Ahora…
—No soy una novata —interrumpo, ofendida. Peter gira su cara hacia
mí y me doy cuenta que fui atrapada. Bastardo.
Sonríe burlonamente.
—¿Te gustaría probarlo?
—Maldita sea, sí me gustaría. —Me pongo de pie y aliso mi falda,
molesta con él. Si el idiota arrogante piensa que puede hacer esto mejor
que yo, va a tener otra cosa en respuesta. Peter pone la música. No es
nada nuevo, pero sigue siendo una gran banda, sigue siendo swing.
Caminamos el uno al otro y nos miramos a los ojos. Es como si lo
estuviera retando a tocarme. Las manos de Peter se colocan en su lugar y
comenzamos. Nuestros pies se mueven en sincronía. Empujo y me muevo,
tratando de tomar el control, probándolo. Peter no me lo permitirá. Baila
conmigo a través del brillante suelo de madera, golpeando mi muñeca cada
vez que trato de desafiarlo y moverme de una manera que él no quiere. El
agarre de las manos de Peter en las mías se tensa, antes de que me lance
en un giro. Me alejo de su cuerpo y giro sobre mis pies, antes de que me
detenga. Nuestras manos están conectadas. Espera un latido antes de
jalarme hacia él, duro. Sonrío y giro de vuelta.
Está bien, entonces él no apesta. Es entonces cuando lleva las cosas a
otro nivel. Nuestros cuerpos se mueven más cerca mientras la música
desacelera a la mitad. Juega con mi cuerpo, moviendo sus manos abajo
por mis costados y me inclina hacia atrás lentamente hasta que mi cabello
largo roza con el suelo. El ritmo rápido regresa y Peter me sorprende.
60 Estoy sonriendo ahora. No puedo evitarlo. Damos un paso y giramos
haciendo nuestro camino alrededor de la habitación. Los estudiantes
mirando gritan y silban. Esto es lo que vinieron a aprender.
La siguiente vez que Peter me gira contra su pecho, me abraza fuerte.
Su musculoso brazo está a lo largo de mi pecho mientras presiona mi
espalda fuertemente contra su cuerpo. Escucho su voz en mi oído,
preguntando:
—¿Estás lista para un lanzamiento? —Asiento, sin dudar. Me suelta,
haciéndome girar.
—Hazlo —digo, sin aliento. El golpeteo dentro de mi pecho no se
detendrá y no puedo alejar la sonrisa de mi cara. La canción casi termina
y me pregunto qué clase de movimiento va a hacer. Cuando cambia sus
manos, y sigo su guía, lo sé.
Peter me gira hacia afuera y me jala de regreso. Cuando me apresuro
hacia su pecho, sus manos se deslizan de mis brazos a mi cintura. Me
sostengo de sus hombros fuertes y siento el impulso. Peter me guía,
liderando el movimiento. Mis piernas golpean rectas detrás de mí. Siento el
aire atravesar mi falda, alzándola. Las manos de Peter me sostienen fuerte
mientras me lleva hacia abajo. Peter guía mi cuerpo para que mis piernas
se enreden alrededor de su cintura antes de echarme hacia atrás.
La música va a un crescendo y termina con nosotros en esa pose; ojo
con ojo y respirando con dificultad. Una fina capa de sudor cubre mi
cuerpo. Estoy de repente muy consciente de sus manos y de mis muslos.
Es del modo que estuvimos el otro día, justo antes de que él me apartara.
Peter parece darse cuenta de esto, y me suelta. Sus manos se deslizan
fuera de mi cuerpo y se da la vuelta hacia los otros estudiantes.
Respirando con dificultad, dice:
—Empiecen con lo básico. Sin lanzamientos. No han firmado aún las
dispensas. —Le miro caminar a través del gimnasio y agarrar agua de una
nevera.
Alejándome, me pregunto cómo de mal se había visto. Todo el mundo
tuvo que ser capaz de decir lo mucho que lo deseo. No pude ocultarlo, no
con su cuerpo apretado contra el mío de ese modo. Me siento en las gradas
y Millie se desliza a mi lado, demasiado emocionada.
—¡Eso fue tan impresionante! Amiga, estabas como toda —Hace un
movimiento con su brazo—, y él era todo… ¡Dios mío! ¡Fue tan guay!
Moriría si pudiera bailar así. ¿Por qué no sabía que podías bailar de ese
modo? —Sus ojos estaban saliéndose de su cabeza.
—Uhm, lo sabías —dije, mirándola—. Me arrastraste aquí porque me
encanta bailar swing, ¿recuerdas?
—Ah, ¿así que eras una participante poco dispuesta esta noche? —
Peter aparece por encima de mi hombro. Sosteniendo una botella de agua
61 para mí. La tomo, le abro la tapa y bebo.
Millie responde por mí.
—La arrastré aquí. Es por su propio bien. Ella va a convertirse en una
solterona si no encuentra a un tipo sobre el que babear pronto.
Peter se queda callado. Sus ojos están en mi cara, pero no miro hacia
arriba. Millie habla demasiado.
Trevor ha tomado el liderazgo de la clase y Millie rebota cada paso con
Brent. Ellos se pisan entre sí, mucho. Cada vez que sucede, Millie se
detiene y ríe.
Peter se sienta a mi lado.
—Así que, solterona, no te habría vinculado como una bailarina de
swing.
—Sí, bueno… No juzgues a un libro por su portada y todo eso. —No
lo miro. Me bebo el agua y miro a los novatos patearse entre sí mientras
tratan de bailar juntos. Levanto la barbilla, inclinando la cabeza hacia el
baile en parejas—. Este club debería tener espinilleras.
Peter se ríe.
—Sí, claro. Ni siquiera teníamos asignado un presupuesto para agua
y tuve que luchar con ellos para conseguir este precioso edificio. —Sus
ojos echan un vistazo rápido a mi cara—. Como puedes ver, cuando llegue
abril, todos vamos a estar sudando cubetas.
Una gota de sudor rueda por mi cuello y entre mis pechos. Estoy
chorreando más de lo que me gustaría ya. Abril va a ser un desastre.
—¿Tal vez podríamos tomar prestado un salón de clases? No hay
muchos chicos aquí.
—Trevor piensa que va a crecer muy rápido.
—¿Eso cree? —pregunto, mirando al chico.
—Sí, dijo que había mucho interés, pero que nadie viene al principio.
Es el tipo de cosas que la gente no quiere empezar, pero que están
dispuestos a venir una vez que haya suficiente gente con quien bailar.
Apenas puedo entender lo que está diciendo. Todo pensamiento
racional ha dejado mi cerebro. Maldita sea, huele tan bien, incluso
cubierto de sudor. Mientras Peter habla, actúo como si no tuviera ningún
efecto en mí, pero lo tiene. Cada palabra que dice me atrae hacia él. Y es
todo el paquete, no sólo como se ve. ¿Por qué tiene que bailar también? Y
es bueno. Amé cada segundo de ello. Si practicáramos, apuesto a que
podríamos hacer movimientos más complicados y amaría cada segundo de
eso también. ¿Cómo de patético es esto? Estoy atraída por mi profesor.
—Sí, supongo. —Asiento antes de levantarme, tratando de hacer que
parezca como si no me importara lo que hace—. Bueno, voy a mezclarme
62 con las masas.
Mientras camino lejos, Peter dice mi nombre.
—Sidney. —Su sonrisa se desvanece, pero todavía hay un brillo en
esos hermosos ojos azules. Lo miro, esperando que diga algo, pero él niega
con la cabeza y mira hacia otro lado—. No importa.
Quiero saber qué me iba a decir, pero no lo pregunto. No me importa.
No me importa. No me importa. Tal vez si lo digo las suficientes veces, no
me importará Peter Granz.
11
Traducido por Roxywonderland
Corregido por flochi
Millie está dando vueltas por el pasillo cuando estamos de regreso en
los dormitorios. Da vueltas en círculos con sus brazos alzados, riéndose
con la vista en el techo. Su cabello vuela en círculos. Está encantada.
—¡Eso estuvo muy divertido! —Millie gira hacia una chica que está
saliendo de un dormitorio, casi noqueándola. Millie hace un sonido de oof
y luego estabiliza a ambas, disculpándose. Trato de no reírme. La chica se
marcha irritada. Es tarde.
—¡Y tú! —dice Millie, poniéndose al tanto conmigo. No me detuve
durante la emboscada—. ¡No tenía ni idea de que podías bailar de esa
manera! Me lo has mantenido oculto.
La miro.
—No, no lo he hecho.
—No me vengas con esa, Pequeña Señorita Santurrona. Siempre eres
63 tan pura y compuesta, y luego vas y bailas de esa manera.
Me detengo y me giro hacía ella.
—¿De qué estás hablando? ¿Bailar como qué?
Millie contornea su pecho y dice:
—Toda sexy, rozándote contra el caliente profesor. —Se ríe
histéricamente, sin saber que casi duermo con él.
Ruedo mis ojos y sigo caminando. Damos la vuelta en la esquina y
saco la llave de nuestro dormitorio.
—No lo hacía. —Girando la llave, entramos y dejo mis cosas en mi
cama. No sé por qué estoy protestando. Peter es caliente y el baile me hace
sonreír si pienso en ello bastante, lo que significa que no puedo permitirme
pensar en ello en lo absoluto.
Maldita Millie y sus observaciones. La miro. Me apunta con un giro en
su muñeca.
—Estabas a horcajadas sobre el tipo. Tus muslos alrededor de sus
caderas.
Camina hacia su cama, sin prestarme atención.
»No puedes decirme que eso no fue caliente, porque fue totalmente
caliente. Además, a él pareció gustarle. —Le lanzo una almohada. Golpea a
Millie a un lado de su cabeza. Se gira hacía mí—. ¡Bueno, así parecía! —Me
la tira de regreso.
La almohada golpea la pared y cae sobre mi cabeza, derribando un
marco de fotos en mi mesita de luz. Lo alcanzo y agarro antes de que el
marco rebote en la cama y golpee el suelo. Lo pongo en el estante cercano
a mí, digo:
—Eres imposible. La próxima vez, no iré.
—Sabes que quieres. Y, creo que les pediré a ustedes que nos enseñen
más de ese lanzamiento… en cámara lenta. —Me guiña con su boca
abierta. Todo son insinuaciones.
Estúpida Millie. Estoy cercana a reírme porque su boca no se ha
cerrado y sigue guiñándome, esperando que me ría. Cruzo mis brazos
sobre mi pecho.
—Adelante. De ninguna manera estaré allí.
—Sí, seguro. Sabes que no me vas a abandonar. —Millie cambia de
posición en su cama y se sienta de rodillas. Me mira de manera graciosa
por un momento.
—¿Qué?
Su linda cara esta toda contraída. Millie sostiene una almohada
contra su pecho y me da una mirada seria.
—Nunca me decepcionas. Quiero decir, siempre tratas de hacer lo que
64 quiero. —Toma la esquina de su almohada, sin mirarme.
Algo no se siente bien. No suena como elogio, como ¡Oh, Sidney, eres
la mejor amiga que jamás he tenido! Suena como si estuviera preocupada o
algo. Me pone nerviosa. No tengo ni idea hacía donde va está conversación.
—¿Así qué?
—Así que, tengo una pregunta que hacerte. —Respira hondamente y
va a por ello—. ¿Por qué vas a citas conmigo si no tienes la intención de
tener citas? Quiero decir, hemos sido compañeras de cuarto desde nuestro
primer año y no has estado ni una vez con un chico, pero siempre vienes
con nosotros cuando te lo pido. —Su voz es muy seria.
Preocupación pincha en mi garganta, haciendo difícil el tragar. Mi
boca se seca. Me pregunto si sabe qué pasó. Mi ex no era lo
suficientemente estúpido como para postear lo que me hizo en Facebook,
pero había fotos. Eran el tipo de fotos que lucían mal.
Siento su mirada en mi rostro. No alzo la vista.
Millie finalmente pregunta:
—Sidney, ¿estás enamorada de mí?
Asombro se refleja en todo mi rostro. La miro y parpadeo.
—¿Qué?
Hay media sonrisa en los labios de Millie. Sus cejas están haciendo
esta cosa extraña cuando una está arriba y la otra abajo. Me mira
directamente y agrega:
—Quiero decir, si te gustan las chicas, eso está bien. Quiero decir, no
es… no es que no me gustes… bueno, no de esa manera. Yo solo…
Mis ojos son muy grandes para mi cabeza. Esta desvariando. Oh, Dios
mío, esto no es para nada lo que había pensado que iba a decir. Mi
mandíbula cae abierta. La escucho decir cualquier cosa y finalmente lo
dejo salir.
—No soy una lesbiana.
Millie contrarresta:
—Pero está bien si lo eres.
—¡Pero no lo soy!
Millie presiona sus labios juntos y lo considera por un momento. Es
como si no pudiera entenderme. Diablos, ¿me he vuelto tan disfuncional
que no puede saber si me gustan los chicos?
Finalmente pregunta:
—Entonces, ¿qué sucede contigo? ¿Tus padres te enviaron aquí con
65 un cinturón de castidad o algo? —Se recuesta contra la pared y lleva las
rodillas a su pecho—. No sales en citas, a menos que te arrastre conmigo,
y honestamente, ponerte a horcajadas contra el profesor es la mayor
acción que has tenido desde que nos conocemos.
Mi rostro está de un rojo ardiente.
—Esta conversación pasó de un límite aceptable antes de empezar. —
Me rió nerviosamente y me paro. Camino hacia el closet y rebusco,
buscando mi pijama.
—Estoy hablando en serio, Sidney. Es como si pensaras que no debes
ser feliz o algo. Siempre está este inmenso peso sobre tus hombros. Solía
pensar que se debe a que eres de New Jersey y todos allí deben estar
siempre súper enojados, pero no es eso, ¿cierto? Estabas relajada cuando
estabas bailando esta noche. Vi otra versión de ti que no había visto nunca
antes. Es como si hubiese otra Sidney encerrada en alguna parte.
La miro. Esto no es algo sobre lo que suelo hablar. No es algo que
comparta. No después de lo que sucedió la última vez que le conté a
alguien. Parte de mi quiere decirlo. Quiero saber si ella piensa que fue mi
culpa, pero no podría soportar eso. No otra vez. Niego con la cabeza, alejo
mi mirada.
—Sólo me gusta bailar. Me hace olvidar el estar enojada todo el
tiempo.
—Un día, me lo dirás. Y cuando lo hagas, seré una buena amiga. Tú
has sido una buena amiga para mí. Mereces tener a alguien a quien
contarle tus secretos, no importa cuáles sean. —Me sonríe tristemente.
No puedo. Se siente como que las palabras están trabadas en mi
garganta. Siento la carga en mi espalda pero no importa, no puedo decirlo.
No puedo decirle lo que me sucedió, lo que él me hizo. Hay un momento de
silencio. Ninguna de nosotras se mueve.
Finalmente, la mirada de Millie cae sobre su colcha.
—Creo que él puede ser el indicado.
Sorprendida por el abrupto cambio de conversación, no la sigo a la
primera.
—¿Quién? ¿Brent?
Asiente.
—Sí, nos llevamos realmente bien, mejor que con cualquiera.
Realmente lo amo.
—¿Ya se lo han dicho el uno al otro?
Niega con la cabeza, dice:
—Todavía no. Casi lo digo esta noche. Estoy pensando en ello. Es
66 difícil, sabes. Ser el primero en decir te amo es difícil. Quiero decir, puede
que él no me corresponda.
—Te corresponderá. —Hay certeza en mi voz. Le sonrió y luce menos
frágil.
—¿Cómo lo sabes?
—Está por todo su rostro, Millie. Te adora, incluso cuando todavía no
pueda decir la bomba A.
Sonríe. Con fuerza. Su rostro se ilumina. Millie se recuesta contra las
almohadas. Me cambio y entonces agarro mis libros y trato de hacer algo
de lectura para sacarla del camino, pero mi mente está en otro lado. Me
pregunto cuánto tiempo tomará hasta que Millie averigüe lo que me
sucedió. Quizás sólo debería decírselo y acabar con ello. Cuando me doy
cuenta que no estoy leyendo ya, apago la luz y subo a la cama.
Esta vez cuando cierro mis ojos, estoy dando un respiro. En lugar de
revivir la misma pesadilla una vez más, veo la sonrisa fácil de Peter. Me
quedo dormida pensando en mi cuerpo dando vueltas y sus fuertes manos
guiándome.
12
Traducido por Selene1987, Jenn Cassie Grey, martinafab & Mae
Corregido por flochi
Pasan varias semanas y ya ha desaparecido lo que quedaba de
invierno. La primavera ha llegado. Los árboles crecen y hay flores por
todos lados. El campus está cubierto de colores brillantes y preciosos.
Parece que hace que todo el mundo esté más embelesado. Las parejas
caminan totalmente enamoradas, sin prestar atención en nada salvo el
uno en el otro.
Trabajar para Peter ha mejorado, siendo menos incómodo. Tengo que
admitirlo, pero me gusta. Es un buen profesor y tranquilo la mayor parte
del tiempo. Ha funcionado ya que normalmente estoy tensa como un tótem.
Estar cerca de él me tranquiliza. No me siento tan al límite como me pasa
normalmente. Me pregunto si se da cuenta de cosas así. A veces, creo que
Peter no se da cuenta de mucho, pero creo que eso es lo que quiere que
piense.
Ya casi es la hora de cenar. Estoy de camino a mi clase nocturna,
67 pero me detengo para comprobar primero mi correo. Saludo a varias
personas mientras entro en el centro del campus y encuentro mi buzón.
Giro la llave, abro la puerta, y saco el correo. Cierro la puerta, me acerco a
la mesa y lanzo el correo basura.
Dusty me ve. Se acerca y se sienta en la mesa enfrente de mí.
—Hola, Sidney.
No hemos hablado desde nuestra funesta última cita, que ha sido
difícil de olvidar ya que está en una de mis clases.
—Hola.
—Necesito disculparme. La jodí la noche que nos vimos. No debería
haber…
No quiero hablar de esto. Muevo las manos, señalándole que se
detenga.
—No, fue culpa mía. Yo…
—No fue culpa tuya. Vamos. Déjame decirlo. Llevo tiempo intentando
decírtelo. —Le miro y asiento aunque quiero salir corriendo—. Fui un
imbécil. No debería haber dado nada por sentado, pero lo hice. Lo siento,
Sidney.
Miro el correo en mis manos mientras habla. Las palabras de Dusty
son familiares. Ya las he escuchado antes de otros labios, de alguien
igualmente dulce. Las apariencias pueden engañar. Le miro y asiento.
—Vale. Aunque hazme un favor, ¿y empecemos de nuevo? —No quiero
empezar de nuevo, pero me ha estado siguiendo, intentando disculparse
demasiado tiempo para decepcionarle.
Dusty sonríe.
—Suena bien. —Mira el correo en mis manos y luego a mi cara—. ¿Te
dirigías a clase? —Asiento—. Yo también. Caminaré contigo.
Genial.
—Oh, vale, claro. —Mientras espero a que Dusty compruebe su correo,
miro las cartas de mis manos. Descarto varios correos basura y me quedo
helada con el último sobre. Reconozco la letra. Me quedo mirándola, sin
pestañear. Una ola de sorpresa casi hace que me caiga. Me ha encontrado.
—¿Lista? —pregunta Dusty.
Meto la carta en mi libro, y asiento. Mientras caminamos a clase, no
hablo mucho. Dusty habla y yo escucho, o intento hacerlo… pero esa carta.
Oh, Dios mío. Han pasado cuatro años. ¿Por qué mandaría una carta?
¿Por qué ahora? Estoy nerviosa, tan tensa que ni me doy cuenta de que ya
hemos entrado en la clase y que Peter está hablándome.
La mano de Peter se posa en mi hombro y me sobresalto. Mis pies
literalmente dan un salto hacia atrás y jadeo. Peter da un paso atrás y
68 levanta sus manos, mostrándome las palmas.
—Tranquila, Sidney. ¿Estás bien? —Parece preocupado.
La clase nos está observando. Siento los ojos en mí. Demasiada gente
mirando. Encuentro mi sonrisa de plástico y la coloco. Asiento y me río.
Dusty se ríe conmigo, pero Peter no se lo cree. No me lo dice, de hecho,
dice lo contrario. Peter incluso sonríe, pero puedo leerle. Me preguntará
más tarde, después de que todo el mundo se haya ido.
Parece que llevo un cuello alto hecho de espinas. No puedo tragar. No
puedo respirar. Cada vez que toco mi libro de texto, siento la carta a través
de las páginas, haciendo un agujero en mi mano. No debería leerla. No
debería.
¿Pero y si es importante? ¿Y si…?
No la leas. No vale la pena.
El debate interno continúa en mi cabeza. Tengo la mirada vacía. La
lección continúa a mi alrededor, pero no me doy cuenta. Los estudiantes
hablan. Alguien se ríe. La voz de una chica suena en mis oídos unos
momentos más tarde, pero no tengo ni idea de lo que ha dicho ni lo que ha
dicho Peter. La carta me consume.
Mi palma está presionada a las páginas. Mis dedos se retuercen. A
mitad de clase, Peter me llama. No le escucho. Mi mirada está en el suelo y
totalmente vacía. No me doy cuenta de que está enfrente de mí hasta que
veo sus zapatos. Miro hacia arriba.
—Lo siento. ¿Qué era?
Me sonríe y apunta a mi libro de texto, que está abierto por la página
equivocada. Peter me lanza una mirada, pero no dice nada.
—Estamos hablando de poemas. Dusty ha dicho que son una mierda
emocional utilizada para atraer a mujeres, que ningún chico en su sano
juicio escribiría un poema propio sin un incentivo.
Parpadeo.
—¿Un incentivo?
Dusty está sentado dos filas más atrás.
—Lo está endulzando. Lo que he dicho fue que ningún chico escribiría
un poema sin ninguna razón. El poeta en este caso obviamente querría
tener un polvo.
—Muy elocuente —dice Peter, y menea la cabeza. Cruzando los brazos
en su pecho, Peter me mira—. ¿Y qué dices tú, Sidney?
Hago una mueca y miro a Dusty.
—Eso no. —Me giro de nuevo hacia Peter—. Un poema es una
expresión de emociones. Es lenguaje condensado. En el fondo… —Mi
visión se pone negra. Yo escribía poemas. Recuerdo vívidamente lo que
69 ocurrió el día que escribí el último poema. La sensación de asfixia no se
detiene. Aún puedo sentir sus manos sobre mí. Trago y carraspeo e ignoro
el sudor frío de mi espalda. Aclarándome la garganta, añado—: En el fondo,
la poesía es pureza… pura emoción, puro deseo, pura euforia, pura…
Dusty habla.
—¿Entonces un poema puede llenarse con mentiras? ¿Y si el chico
sólo quiere acostarse contigo? ¿Y si son solamente palabras bonitas? ¿De
verdad crees que los sujetos antiguos no escribían esas cosas para tener
un poco de acción? Vamos, Sidney, eres más inteligente que eso.
Las palabras de Dusty hacen eco en mi cabeza, despertando
recuerdos hace tiempo enterrados. Me agarro un lado de mi cara y digo:
—Oh, vamos, tú. No todos los tipos son unos bastardos, Dusty. ¿No
es posible que algunos poemas fueran escritos porque eran catárticos y no
tenían nada que ver con las bragas?
Dice algo. Unos cuantos chicos se ríen. Cierro los ojos fuertemente,
pero la clase se inclina a un lado. No para. Las palabras de Dusty
resuenan en mi oreja, como un sonido zumbante que crece. ¿Qué
demonios me pasa? Sólo es una carta. Dusty sólo es un gilipollas. Ya lo sé.
Nada va a hacerme daño, pero me siento tan amenazada. Alejo el pánico
que me está consumiendo y finalmente oigo a Dusty de nuevo.
—… lo hacían entonces y lo hacen ahora. Los tipos no escriben
poemas para sí mismos. Lo hacen para echar un polvo. Si necesitan una
salida emocional, se agarran a los golpes.
Por alguna razón, esta conversación excava todo. Antes de saber lo
que está pasando, estoy carraspeando, agarrando la mesa tan fuertemente
que mis dedos se vuelven blancos. Peter me está observando. No se mueve.
No silencia a Dusty. Me quedo mirando el zapato de Peter e intento dar
largas respiraciones. Voy a tener un ataque de ansiedad y perderé los
papeles en clase. Mi corazón está acelerado, latiendo demasiado deprisa.
Una gota de sudor cae cerca de mi oreja y baja hasta mi mandíbula.
Peter corta la conversación.
—¿Así que todos los hombres de esta clase se sienten así? —Oigo
movimiento, pero no miro hacia arriba—. Muy bien. Para el resto de esta
clase, van a ir a la biblioteca y escribirán un poema. No puede ser para
una mujer y tiene que ser una expresión de emociones. Lo pondrán en mi
mesa al final de la clase. Tráiganlo aquí de vuelta. ¿Entendido? —Hay
muchos quejidos, y luego sonidos de sillas moviéndose.
Intento echarme hacia atrás y levantarme, pero apenas me muevo
antes de que Peter diga:
—Sidney, tengo que hablar contigo. Quédate un momento.
70
Peter sigue a la clase fuera de la sala, y responde varias preguntas,
diciéndoles que regresen a las 9:20 con el poema. Les dice que si se
esfuerzan, tendrán créditos. No, el tamaño no importa. Varios chicos se
burlan sobre que el tamaño no importa. Peter responde diciéndoles que
ellos tendrán que entregar dos poemas. Oigo maldiciones y luego silencio.
No hay nadie en la sala. En algún momento, recosté mi cabeza contra
el escritorio y cerré mis ojos.
—¿Sidney? —La voz de Peter es gentil. Cuando abro mis ojos, está
arrodillado frente al escritorio. Sus ojos barren por mi cara, preocupado.
Siento como si me hubieran golpeado con un camión—. ¿Estás bien?
Me enderezo y asiento.
—Lo siento. No sé que…
La mirada de Peter está llena de preocupación. Me lee perfectamente.
Sabe que estoy mintiendo. Lo veo en esa sonrisa rota que me da.
—No tienes que decirme nada. Sólo quería asegurarme de que estabas
bien. Sigues pálida. Siéntate por un rato. —Peter se pone de pie y camina
hacia su mochila, y saca una barra de chocolate Hershey. Camina de
regreso a mí y me la da—. Ten, come esto.
La tomo y me enderezo. Espero que pueda culpar por esto al bajo
azúcar en la sangre.
—¿Cargas chocolate contigo en tu portafolio?
Me da una sonrisa torcida cuando muerdo un pedazo.
—Tal vez. La verdad es, que esa iba a ser mi cena.
—Oh. —Le tiendo la barra de regreso. Hay una gran marca de
mordida en ella. Tengo una gran boca. La mano de Peter roza la mía.
Gentilmente, empuja el dulce de regreso a mí.
—Termínalo. —Sus manos sigue sobre las mías. Peter mira mi cara,
tratando de atrapar mi mirada—. ¿Qué te hizo explotar? Era como si
estuvieras en algún otro lugar por un momento.
No lo miro. Metiendo la barra de dulce en mi boca, la muerdo. El
chocolate sabe a arena. No puedo pensar sobre ello. Trato de empujar lejos
el pasado, pero estoy atrapada en él como dentro del abrazo de un oso. La
bestia ha abandonado la guarida. Estoy hablando. No sé porque, pero
asiento.
—o estaba. Lo siento. Me recordó a algo.
Peter aprieta mis manos. Lo miro y nuestras miradas se entrelazan.
Mi estómago revolotea. Sostiene mi mirada y no la aparta. Peter suspira,
su voz es suave.
—¿Puedo ayudarte? —Mi mirada va de un lado al otro entre sus ojos
azules. Presiono mis labios juntos y peleo contra las emocionas que me
71 está haciendo sentir. No puedo sentirlas. No ahora. Nunca. Sacudo mi
cabeza tan suavemente que apenas se mueve.
Una triste sonrisa pasa por los labios de Peter.
—Me gustaría poder. —No digo nada. No puedo hablar. No tengo voz.
Sólo miro sus oscuros ojos azules. Se siente como si dejara el bote
salvavidas alejarse. Me estoy ahogando en un mar de dolor. Se estira, pero
no puedo tomar su mano. No puedo decirle lo que pasó, y no puede
arreglarlo. Incluso si Peter supiera, nada puede cambiar el pasado.
Una chica entra detrás de él. Apenas la noto.
—¿Doctor Granz?
Peter se tensa y se gira. La chica no piensa que su comportamiento es
extraño, pero Peter está demasiado nervioso. Puedo verlo. Lo veo en la
forma en que sus hombros se tensan, la manera en la que desliza sus
manos dentro de sus bolsillos, y la manera en que se coloca entre nosotros.
Ella está sosteniendo su libro de texto, preguntando sobre el Pentámetro
Yámico y esquemas de rima. Le dice que nada de eso es necesario para la
tarea. La cabeza de la chica casi explota.
Peter contesta sus preguntas mientras termino mi barra de chocolate.
Cuando termino, me pongo de pie. Peter me señala y dice:
—No puedo dejar que te vayas. Siéntate. Termina la tarea aquí.
—Estoy bien —protesto, pero mi voz suena mal. No sale cuando trato
de hablar con un volumen normal.
La chica me mira.
—Te ves como si tuvieras fiebre. ¿Necesitas una aspirina o algo?
Tengo una en mi bolso.
—No, gracias, estoy bien. —Las aspirinas no funcionan ya en mí.
La chica asiente y camina hacia la puerta. Antes de que se vaya, me
mira.
—Mejor haz lo que dice o terminarás en la oficina de la enfermera en
la noche. Me ha pasado antes y apesta. Los catres son horribles.
Asiento y miro cuando se aleja. Mirando a Peter, digo:
—Estoy bien, en serio.
—Eres una terrible mentirosa. Solo siéntate y escribe tu poema. No te
molestaré.
Quiero decirle que siempre me molesta. Quiero decirle que es una
gran distracción, pero no lo hago. Ruedo mis ojos y saco una hoja de papel.
Comienzo a escribir sin pensar. No es hasta que termino que me doy
cuenta lo que he escrito.
72 Estoy mirando la hoja cuando Peter me mira desde su escritorio.
—¿Ya terminaste?
Río.
—No. Voy a reescribirlo. —Arrugo la hoja y la aviento. El papel vuela
por el aire y rebota fuera del bote de basura por la puerta y cae al suelo.
Salto de mi asiento al mismo tiempo que Peter. Ambos nos lanzamos por el
papel, pero Peter lo toma primero.
Lo alisa.
—Estoy seguro que está bien. No tiene que ser perfecto. El propósito
era…
Mi estómago está intentando salir por mi garganta, y hielo está
deslizándose sobre mi espalda. Soy estúpida. Tan estúpida. Podría actuar
como si no fuera nada y tal vez él no lo leería. Pero sé que si peleo con él,
si trato de quitarle el papel, sabrá lo dañada que estoy… sabrá que las
cosas sobre el papel son más que sólo un ejercicio creativo. ¿Por qué
escribí eso?
La sonrisa de Peter cae mientras sus ojos caen en la página en sus
manos. Se tensa. Sus ojos no se mueven. No se ve como si estuviera
leyendo, pero sé que lo ve. Peter alza su mirada lentamente. Estoy
sosteniendo uno de mis brazos con una mano, enterrando las uñas tan
fuerte que me sacaré sangre.
—Sidney…
—Yo no… —Mi boca está abierta, pero el resto de las palabras no
salen. Niégalo. Dile que no significa nada. Dilo. Pero no puedo. Ni siquiera
puedo mirarlo. No digo nada. Estoy temblando aunque trato de no
moverme. Es como si los escalofríos me hubieran consumido
completamente. Estoy congelada. Cada músculo en mi cuerpo está
bloqueado. No puedo hablar. No puedo moverme. Esto no debería estar
pasándome. No puedo soportarlo.
Peter está mirándome con sus ojos amplios y azules. Si nunca me
había visto directamente antes, lo hace ahora. Peter mira el papel en sus
manos. Su agarre se suelta, como si el poema lo hubiera mordido.
—No tenía idea…
—Detente. —Mi voz tiembla. Maldigo mi cuerpo, maldigo los
recuerdos que nunca se desvanecen—. No lo hagas ¿vale? No es nada. —
No miro sus ojos. Mi mirada está trabada en el pecho de Peter. Si miro su
cara, me derrumbaré—. No significa nada. Sólo es un puñado de palabras
en una hoja de papel.
Trato de sonar como si no fuera nada, como si escribiera poemas
intensos todo el tiempo. Pretendo que no derramé mi corazón en esa hoja
de papel suelta. ¿Qué carajos está mal conmigo? Pretendo. Enciendo mi
73 falsa sonrisa y miro mis zapatos. Trato de alzar mi mirada, pero se siente
como si un elefante estuviera sentado sobre mi cabeza.
—Eso no es lo que esto es. —Los ojos de Peter están trabados en mi
cara. Estoy respirando muy rápido, pero cada vez que trato de
tranquilizarme, se pone peor.
—¿Cómo sabrías qué es o qué no es? —Lo miro. Un error. Su
expresión, esos malditos ojos azules, la curva su boca, la manera que me
mira… como si lo supiera. Mis dedos se tuercen a mis lados—. No voy a
quedarme aquí. No voy a tener esta conversación contigo. No tengo que
escucharte fingiendo que te preocupas por mí. —Me giro para tomar mis
libros. Los tomo entre mis brazos y me dirijo a la puerta.
Justo cuando estoy a punto de abrirla, Peter dice:
—No estoy fingiendo.
Sus ojos están en mi espalda. Esta está muy tensa y frágil. Hay
demasiada presión sobre mí. Me estoy quebrando, explotando en un millón
de direcciones diferentes al mismo tiempo. Ya no hay solo un punto débil.
La debilidad me consume completamente.
—No me digas cosas como esa.
Peter da un paso más cerca. Oigo sus pasos viajando hacia mí.
Lentamente, da un paso más. Su voz queda atrapada en su garganta
cuando habla:
—No era mi intención hacerte daño esa noche. No era yo mismo…
—Tampoco yo. Está bien.
—Pero no lo está. —Peter está justo detrás de mí. No voy a volverme.
No importa lo que diga. No me importa. No me importa. No me importa—. No
lo sabía, entonces. No sabía lo inteligente que eres. No sabía que te
escondías detrás de esa lengua afilada. No sabía por qué estabas aquí, y
no tenía idea de por qué te sentaste a mi mesa, pero me alegré de que lo
hubieras hecho. He pensado en esa noche una y otra vez. Me pregunto qué
hubiera sido de nosotros si el teléfono no hubiera sonado. Me pregunto
cómo se sentiría sostenerte de nuevo. Pienso en cosas que no debería.
Sueño con cosas que no debería. Quiero cosas que no debería y todo se
debe a una razón, a que sí me importas.
Jadeo como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago.
Me aferro a la puerta para evitar caerme. Lo miro por encima del hombro.
Peter dice en serio lo que dice. Lo veo en sus ojos. Escalofríos me recorren
la piel. Me quedo ahí demasiado tiempo, mirándolo fijamente sorprendida.
Peter golpea el papel arrugado en su mano.
—Por favor, dime que esto no sucedió en las últimas semanas. Dime
que esto no es debido a algo que hice yo.
74 Me quedo mirando su rostro. Lo miro fijamente y bebo de él como si
me estuviera muriendo de sed. La sorpresa me ha dejado muda. Mi mano
cae de la puerta. Mis pulmones tragan aire con gran esfuerzo mientras me
vuelvo para apoyarme contra la puerta. La golpeo con demasiada fuerza y
mi peso hace que la puerta se abra del empujón. Empiezo a caer hacia
atrás. Peter me alcanza. Sus manos se deslizan alrededor de mi cintura y
me jala hacia él, poniéndome en posición vertical. La puerta se cierra. No
me suelta. Sus ojos están clavados en los míos. Su cuerpo está presionado
firmemente contra el mío. Nuestras miradas se encuentran.
—No me digas que estás bien. Sé que no lo estás… Hay algo en ti. —
Peter respira profundamente y baja la mirada. Cuando la levanta de nuevo,
dice—: Y me doy cuenta.
Mis labios se contraen como si quisieran derramar mis entrañas, así
que aprieto mi mandíbula. Niego con la cabeza y trato de salir de sus
brazos. Peter no me permite dar un paso atrás.
—Parte del poema es sobre ti. Parte de él no lo es. —Parte de él es
sobre Peter, y parte de él es sobre ellos.
Soy híper consciente de mi cuerpo, de mis respiraciones que parecen
demasiadas largas, pero no lo suficiente. No puedo respirar. No he hablado
de esa noche desde que pasó.
Los ojos de Peter permanecen fijos en mi rostro.
—La parte al comienzo de tu poema, el empezar de nuevo, los besos
tiernos, las risitas de niña, ¿esa parte es sobre mí? —Asiento. Me odio a mí
misma, pero asiento—. La parte después de esa con los besos hambrientos,
manos arañando, el tomar sin dar… —Él está respirando con dificultad.
Los labios de Peter se aprietan antes de hablar de nuevo—. Esto es sobre
una violación. Sidney, si algún tipo te hizo algo…
Me apoyo en él. Presiono mi rostro contra su pecho. El corazón de
Peter está latiendo tan fuerte.
—Son viejas heridas —digo—. Escribí sin pensar. Fue vertido sobre el
papel. —Respiración hondamente y me aparto. Peter me libera—. Esa
parte no tuvo nada que ver contigo o tu café de esa noche. —La esquina de
mi boca tira en una sonrisa torcida. Es la sonrisa más triste del mundo. La
expresión de Peter dice otro tanto.
Él busca en mis ojos por un largo rato. Ya no nos estamos tocando.
Ojalá lo hiciéramos. Después de un momento, Peter me ofrece el papel.
—No he leído toda la cosa. No creo que debería haberlo visto. No
quise… —Busca la palabra correcta.
Tomo el papel y le interrumpo.
—Está bien. Ahora estoy bien. —Él me da una mirada que dice que no
75 me cree—. De verdad, estoy bien. Lo superé. Casi. Bueno, la mayoría del
tiempo. El día de hoy sólo me tiró, eso es todo.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
Me encojo de hombros y recuerdo la carta en mi libro de texto.
—¿Recuerdas que te dije que mi familia estaba enojada cuando me fui?
—Él asiente—. Bueno, eso es cierto, pero era más que eso. —Echo un
vistazo a su rostro, debatiendo si decirle o no. La forma en que me mira
hace que las palabras desalojen mi garganta. Han estado atrapadas allí
durante años.
Antes de darme cuenta, estoy diciéndole mi historia.
—Me fui. Tan pronto como obtuve mi beca aquí, empaqué una bolsa y
me fui. Nunca volví. No le dije nada a mi familia. No uso Facebook o
Twitter. Escogí el peor lugar que pudiera imaginar para asegurarme de que
no me encontraran. Hice todo lo posible para cambiarme de nombre. Pensé
que había funcionado. Nadie me encontró. Nadie me ha llamado o dicho
nada en cuatro años…
Deslizo el sobre de mi libro y lo sostengo entre mis dedos.
—Hasta hoy. Mi hermano me envió una carta. Me llegó justo antes de
las clases. —Estoy diciendo demasiado. No debería decirle esto, pero no
puedo parar.
Peter me mira mientras hablo. No le he dicho a nadie nada de esto.
Nadie aquí sabe que fui violada. Nadie sabe nada. Vergüenza hace
resplandecer mi cara de rojo y aparto la mirada de él. Le entrego a Peter el
sobre y me siento en la parte superior de mi escritorio. Mis piernas
cuelgan delante de mí.
Peter toma el sobre y le da la vuelta en sus manos, antes de mirarme.
—¿Qué vas a hacer?
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Tirarlo. Cambiar de nombre. —Me quedo mirando mis
zapatos.
—¿Te hará daño? —Peter está mirando el sobre cuando lo miro.
Niego con la cabeza.
—No fue así. Oh Dios, yo no… —tartamudeo y me froto la cara con la
palma de mi mano. Cuando miro a Peter, quiero decirle. Él me hace sentir
irracionalmente segura, como si nada me hará daño.
—Nunca se lo he dicho a nadie, aparte de a mi familia. —Estoy en
silencio por un momento, recordando muchas cosas que quiero olvidar—.
Yo lo conocía, al tipo que… —Me violó. Todavía no puedo decirlo.
Aspiro aire como si no hubiera suficiente y aparto la mirada de Peter.
—Estábamos saliendo. Yo no estaba lista para tener sexo. Él sí. Tomó
76 lo que quería. Dijo que lo haría de nuevo, que nadie me creería.
»Encontré a mi madre después de la primera vez que sucedió. Se lo
dije. Ella se lo dijo a mi papá. No hicieron nada. Dijeron que era una cita,
que tal vez no lo había entendido bien o lo malinterpreté. Mi hermano se
enteró, estaba saliendo con su mejor amigo, y dijo que su amigo nunca
haría nada de eso. Me culparon. Todos. Dijeron que fue mi culpa. —Mi
mirada se eleva y conecta con la de Peter—. Ese fue mi último año de
secundaria. —Sonrío, pero es enojada—. Ni siquiera sabes la parte más
enferma. A mis padres les gustaba el tipo que me hizo esto. Después de
eso, trataron de hacernos permanecer juntos.
—Entonces, ¿no se detuvo? —Los brazos de Peter se doblan por
encima de su pecho. Sus músculos se hinchan bajo las mangas de su
camisa.
Niego con la cabeza.
—No. —Mi voz es un susurro. Los recuerdos me golpean. Veo un
destello de plata como si realmente estuviera allí. La historia es mucho
más oscura. Mis dedos tocan mi garganta, sintiendo el collar que oculta la
cicatriz. No le puedo decir esa parte. Me niego a revivirla. Hago retroceder
los pensamientos. Mi voz es suave. Retuerzo mis manos en mi regazo—. No
sabía qué hacer. No podía escapar de él. Y no se lo dije a nadie más. Mis
padres no me creyeron, ¿por qué lo harían mis amigos?
»Así que cambié de facultad sin avisar a nadie. Encontré este lugar y
me dieron todo lo que necesitaba. Me escapé y no he mirado hacia atrás.
Peter no dice nada durante un largo tiempo.
—Has tenido una vida muy dura y yo la he hecho más difícil. —Su
mirada azul atraviesa la mía—. Lo siento.
Alejo su disculpa.
—No tienes nada de lo que disculparte.
Peter niega mientras envuelve sus brazos alrededor de su centro.
—Yo te guié en la noche en que te conocí. Estaba pasando por
algunas cosas, pero no debería haberlo hecho. Y seguro como el infierno
que no debería haberte pedido que te fueras.
—No lo hiciste.
—Fue el equivalente de echarte a patadas. —Peter suspira y se pasa
las manos por el cabello—. Escucha, no es una excusa, pero debes saber
que no fuiste tú. Hace aproximadamente un año, algo sucedió. Perdí a
alguien. No la he superado. —Su voz se queda atrapada. Peter no me
mira—. Traté de seguir adelante y no lo estaba, no podía. Eso es lo que
sucedió la noche que nos conocimos. No podía decírtelo, entonces. No
estoy seguro de que pueda contarte toda la historia ahora…
77
Me deslizo fuera de mi escritorio y me acerco a Peter. Colocando mi
mano sobre la suya, digo:
—Entonces no lo hagas. —Oigo el dolor en su voz—. Tienes una amiga
aquí, sabes. Que se vayan a la mierda las directrices de la Universidad.
Peter sonríe y mira mi cara.
—¿Te importo?
—Puede ser. Un poco. —Junto mis dedos y sonrío. Él sonríe. Me
encanta esa sonrisa—. Bueno, eso no es del todo cierto. Puede que me
gustes…
Peter me interrumpe.
—¿Te gusto? —Ahora la sonrisa de Peter es tan amplia que sus
hoyuelos se muestran.
—Así no.
—No, lo dijiste. Condenada Universidad. Te gusto. Te gusto, yo. —
Peter menea sus cejas, sonriendo plenamente.
—¡No lo hice!
—Creo que lo hiciste.
—Eres un idiota.
—Llámame lo que quieras, hermosa, pero sé que te gusto. —Peter
camina detrás de su escritorio, rebotando sobre las puntas de los pies con
las manos detrás de su espalda.
—Eres tan arrogante. ¿Qué te hace pensar que me gustas? Tal vez
estoy siendo amable.
—Mmm hmmm —dice, revolviendo unos papeles después de que se
sienta. Cuando Peter me mira, añade—: Fuiste muy amable, aunque
hubiera llamado estar si camisa y en mi regazo algo más. —Mi mandíbula
cae. Peter sonríe—. Oh, Dios. Tenía miedo de que ese tipo de amabilidad
fuera tu típico modus operandi. Por la expresión de tu cara, pienso que no
es el caso. —Peter me mira. Siento la vacilación en su voz. Se pregunta si
debería burlarse de mí, pero me alegro de que lo haga. Por último, lanza
toda la maldita situación a la intemperie.
—Intentaba algo nuevo esa noche. Pareciste disfrutarlo. —El calor
abarca mi cara y no puedo ocultar mi sonrisa maliciosa.
Me guiña el ojo.
—Yo sí.
—Imbécil
—Sexy.
78 —Idiota.
—Bonita.
—¡Agh! —digo, y pisoteo.
Peter se ríe.
—¿Una rabieta? ¿De verdad, señorita Colleli? —Peter ladea la cabeza
y me mira. Está anotando algo en un pedazo de papel y devolviendo sus
planes de lecciones a su mochila.
—Me enfureces.
—La adulación no te llevará a ninguna parte. —Peter recoge sus cosas
y añade—: Vamos.
—¿Dónde? —Me siento ligera y feliz, como si pudiera romper mi cara
si sigo sonriendo tanto. Peter saca lo mejor de mí. Las bromas han
ocurrido desde hace un tiempo, pero no ha habido ninguna mención de
nuestra especie de noche desnuda antes de hoy. No sé cómo lo hizo, pero
Peter ahuyentó mis demonios. Siento como si pudiera manejar las cosas
de nuevo, y estoy realmente curiosa por saber dónde quiere ir.
—Me debes una cena y una copa de vino. Conduciré. —Peter camina
hacia la puerta y me mira. Quiero ir, pero no debo. No me atrevo. Peter me
da una sonrisa irónica—. ¿Qué le pasó a la condenada universidad?
¿Realmente ladras pero no muerdes?
—Te voy a morder —murmuro en voz baja y agarro mis cosas.
Peter sonríe.
—Deberías. Soy muy dulce, o eso he oído… como caramelo.
—Es probable que te pintaras con chocolate.
—Eso funcionaría, pero no. Soy naturalmente dulce. —Él me sonríe.
—Eres naturalmente molesto. ¿Has estado conteniéndolo desde hace
algunas semanas o qué?
—Me dijiste apenas dos palabras desde que tomé el cargo de Tadwick.
Pensé que me castrarías con el abrecartas.
Me ahogo en mi saliva y tengo un ataque de tos, antes de decir:
—¡No creías eso!
Peter se encoge de hombros y extiende la mano a la puerta, indicando
que deberíamos irnos.
—¿Qué pasa con la clase?
—Hay instrucciones en el escritorio. Volveré más tarde y recogeré los
papeles.
—¿Qué pasa con la Universidad? En serio, Peter, no quiero que
pierdas tu trabajo.
79 —No lo haré. Puedo cenar con mis alumnos. No está prohibido. —
Peter está serio por un momento—. Te voy a decir lo que pasó la otra
noche. Te lo debo.
No me debe nada, pero quiero escuchar su historia. Quiero saber qué
está mal con él. Quiero saber qué clase de persona no tiene sexo con una
chica que ya está en su regazo. Hay algo acerca de Peter, algo oscuro que
siempre está justo debajo de la superficie. Tal vez por eso nos llevamos tan
bien. Tal vez ha sido terrible como la mía.
Asintiendo lentamente, lo sigo fuera de la sala.
13
Traducido por Gemma.Santolaria & Xhex
Corregido por flochi
Volvemos al mismo restaurante de la noche que nos conocimos. Está
bastante vacío esta noche. Entre que es un día entre semana y la hora,
casi nadie está aquí. El camarero nos sienta en el fondo de la sala, al otro
lado de la chimenea. No puedo ver el resto de la habitación desde mi
asiento. Me ayuda a relajarme un poco. Millie nunca me dejaría oír el final
de esto si supiera dónde estaba.
Peter se acomoda en su silla y ambos pedimos bebidas. Peter toma un
sorbe del líquido ámbar de su vaso, y luego dice:
—Acerca de la noche en que nos conocimos…
Estoy a medio sorbo cuando habla. Sacudo mi cabeza y trago mi vino.
—Peter, no. De verdad. No es por eso que vine. —No necesito discutir
de nuevo esa noche.
—Entonces, ¿por qué has venido? —Peter está serio, como si él no lo
80 supiera.
—Porque tengo hambre… y puede que porque me gustes. Pensé que
ya habíamos establecido eso. —Le sonrío, esperando que Peter vuelva a su
imagen desenfadada.
Peter me mira mientras llevo el vaso a mis labios.
—Eres increíble.
—Lo sé, ¿verdad? —Le sonrío—. Puedo sostener un vaso de vino.
¡Wahoo! —Sostengo la copa por el tallo y la giro entre el pulgar y un dedo.
El líquido de adentro hace remolinos, pero no se derrama.
Peter me sonríe. Las comisuras de sus ojos se arrugan cuando lo hace,
se divierte.
—Eso no es a lo que me refiero, pero tú técnica de sujeción de la copa
es impecable.
Me rio. No sé qué es, pero hay algo en Peter, algo que me hace feliz.
Es como si le hubiera conocido por siempre, como si pudiera decir
cualquier cosa y él lo entendería. No tiene ningún sentido.
Nuestras ensaladas salen. El camarero las pone delante de nosotros y
luego se va. La comida es deliciosa.
Levanto mi tenedor, digo:
—No llegué a comer aquí la última vez. En cierto modo me asusté, y
ataqué al camarero.
Peter tiene un pedazo de lechuga en su tenedor y se detiene.
—De ningún modo.
—De algún modo. Mi cita tenía las manos sueltas. Estaba tratando de
tolerarlo, pero me asusté. El resultado fue que salté de la cabina como si el
lugar estuviera en llamas. Choqué con ese tipo por allí. —El mismo
camarero está al otro lado de la habitación en el bar—. Su bandeja cayó en
cámara lenta. Estoy bastante segura de que está escupiendo en mi comida
mientras la hacen.
La sonrisa de Peter se desvanece.
—¿Por qué estabas tratando de tolerar que un chico te tocara?
Me encojo de hombros y apuñalo mi ensalada.
—Porque quiero ser normal. En caso de que no lo hayas notado, soy
un poco un desastre.
Peter me da una mirada sombría.
—En realidad, me di cuenta de que eres un poco anormal. Por un lado,
tienes unos ojos anormalmente grandes. Brillan demasiado. Y esa boca
tuya… bueno, digamos que es obviamente defectuosa. —Peter sonríe y
coge el tenedor.
81 —Cállate. —Le sonrío y sacudo la cabeza.
Peter me sonríe y agita su tenedor mientras habla.
—Ser normal está sobrevalorado. Lo normal te lleva a qué… ¿el
marido imbécil con los 2,5 hijos y la casa con perro? ¿En serio quieres eso?
Quiero decir, uno de esos niños será realmente curioso de ver, por cierto,
todo cortado por la mitad y eso. ¿Quién quiere medio niño?
Sonrío, pero se desvanece rápidamente. Estoy hablando con Peter
como si le conociera, como si siempre lo hubiera conocido. No me
preocupo de lo que pensará. Él se ganó mi respeto y la mayor parte de mi
confianza en la clase de antes. No me juzgó. No me culpó. Nunca he tenido
un amigo como este antes, bueno, no un chico. La mayor parte del tiempo,
mantengo la boca cerrada alrededor de los chicos. No quiero que me
conozcan o que sepan lo que me ocurrió. No quiero tratar con eso. De
algún modo, Peter me ha ayudado a tratar con ello, y las emociones que
antes me paralizaban han desaparecido. No sé cómo lo hace.
—Realmente ya no sé lo que quiero. Solía hacerlo. Pero no era eso lo
que quería decir con normal. No desde que sucedió… —Trago saliva y hago
una pausa demasiado larga—. Digamos que tengo problemas. No me
puedo acercar a nadie. De algún modo, pensé que si me forzaba a ello, las
cosas mejorarían. —No le miro. Traté de forzarme a tener sexo con él la
noche en que nos conocimos. Él es caliente y agradable al tacto, pero mi
corazón no estaba en ello.
El rostro de Peter se contrae. No lo entiende.
—¿Pensaste que si dormías con alguien que no te gusta realmente
superarías lo que te pasó?
Subo mis ojos rápidamente.
—Bueno, cuando lo dices, suena estúpido.
Peter me mira con la boca abierta.
—Es una estupidez.
—Wow, eso fue contundente. —Empujo mi ensalada y la meto en mi
boca.
—A veces ser contundente es mejor. Así que dime, después de que
dejaras que este chico te profane, ¿qué pasa luego? ¿Le dejarás que lo
haga de nuevo?
Lo miro. Buena pregunta, aunque hace que me retuerza en mi asiento.
Me quedo mirando mi ensalada mucho tiempo, pero siento los ojos de
Peter sobre mí. Su mirada es muy intensa. Me la sacudo de encima. Peter
empieza a comer de nuevo.
—No lo sé —le digo—. Pensé que me ayudaría a borrar las cosas. Ya
sabes, empujar los recuerdos que apestan al fondo de mi mente. No ha
habido nadie desde él. Pensé que ayudaría.
82 Peter deja de comer. Sus ojos están demasiado abiertos. Me mira de
forma extraña. Su voz es baja.
—¿Era eso lo que estabas haciendo conmigo? —No contesto. Peter me
sonríe y sacude la cabeza. Aparta la ensalada y se inclina hacia atrás en
su silla—. Está bien, me voy a poner a tu nivel. —Aprieta los labios en una
fina línea y luego deja escapar un resoplido. Sus manos están sobre la
mesa. Su dedo índice está golpeando la mesa con nerviosismo—. Yo estaba
haciendo lo mismo.
Inclino mi cabeza y digo:
—Sí, claro.
Sonríe con malicia hacia mí.
—Yo no soy lo que ellos llamarían equilibrado.
—¿Quiénes son ellos?
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. Todos. Mi mamá, mi papá, mis
hermanos, mis primos y las demás personas que me conocen. Acepté este
trabajo y me largué. Ellos piensan que voy a desmoronarme, sobre todo
después de lo que pasó. —Lleva el líquido de color ámbar a sus labios y
bebe el resto en un solo trago.
Peter baja la copa. Sus ojos no se centran en mí o alguna otra cosa.
Es como si estuviera perdido en un recuerdo.
—Nosotros, Gina y yo, estábamos en Nueva York, viendo cosas para
navidad. Fuimos a Radio City y luego a cenar. Después, ya era tarde. Ella
estaba lista para irse, pero yo quería ir al Rockefeller Center. Quería
arrodillarme bajo el árbol y pedirle que se casara conmigo.
Sonríe. Casi me rompe el corazón. Conozco esa sonrisa. Es un
recuerdo que está contaminado, algo que debería haber sido feliz, pero que
no resultó así. Siento el peso de su historia, la forma en que apenas puede
pronunciar las palabras. Tose y sus ojos se mueven hacia los míos.
—La persuadí para ir. Estaba tan emocionado. No podía esperar para
preguntarle. No quería regresar al día siguiente. Quería hacerlo por la
noche, cuando se encendiera el árbol. Gina amaba la temporada navideña.
Sabía que le encantaría.
»Así que, llegamos allí y el lugar está bastante vacío. Es tarde.
Mientras Gina estaba mirando el árbol, saqué el anillo. Había algunas
personas al otro lado del árbol, pero no nos podían ver. Me arrodillé y
levanté el anillo. —Respira con dificultad. Las líneas de su frente se
hunden. Puedo ver el dolor de este recuerdo reproduciéndose en su rostro
como si estuviera sucediendo ahora. Quiero que se detenga. Decir las
palabras suena como si se estuviera rompiendo. Quiero estirar el brazo y
tomar su mano, pero estoy congelada.
83 Peter me mira. Su sonrisa se tuerce.
—Eres mejor en esto que yo. He tenido un año para hacerle frente a
esto, pero todavía no puedo decirlo.
—Peter… —digo su nombre y toco su mano. Atrapo su mirada—. Este
chico realmente sexy me acaba de dar un gran consejo, que es estúpido
apresurar las cosas cuando no estás listo.
Se ríe una vez, fuerte. Hace que su pecho se sacuda. Peter mira hacia
mi mano.
—Ese tipo por lo general es un idiota, o eso he oído. —Me mira por
debajo de sus pestañas oscuras.
Las comisuras de mi boca se elevan lentamente.
—Has oído bien. Él es un idiota, un idiota reflexivo totalmente dulce.
Realmente el mejor tipo de idiota. —Me estoy riendo ligeramente mientras
lo digo.
—Ah, el intento de adulación es inútil.
Levanto la copa de vino en mi mano.
—No es adulación si es la verdad. Eres un buen hombre. Sanar toma
tiempo. No es lo mismo para todos. No sucede a la misma velocidad.
—Dile eso a mi familia.
—Que se joda tu familia. Ellos no entienden esto, lo que sea que les
haya pasado. Tú sí. Entiendes qué pasó y qué te hizo. Habla sobre eso
cuando estés listo. Sigue adelante cuando estés preparado. —Termino mi
vino y bajo la copa.
—Es más fácil brindar un consejo que seguirlo, ¿no? —Peter me ve
por un momento. Sus ojos recorren mi rostro, y se quedan en nuestras
manos. Mi palma está todavía en la de él—. ¿Entonces?
Miro adonde está mirando y me estremezco.
—Lo siento. —Trato de tirar de mi mano, pero Peter la toma y la aferra.
—Yo no. —Peter sostiene mi mano hasta sus labios y frota un ligero
beso a través de mi piel. Me hace temblar. Él mira hacia arriba y me
sonríe—. Estamos atrapados en el medio, ya sabes. No estamos en la zona
de amigos, pero no podemos seguir adelante.
Aparto mi mano y asiento.
—Ya sé —le digo en voz baja—. Es un buen lugar para estar. Un lugar
mejor en el que he estado en mucho tiempo.
No estoy tratando de acostarme con un tipo que no conozco. No estoy
saliendo con alguien, haciendo algo que no quiero hacer. De momento, me
siento perfecta, indemne. Siento como si debería sobrevivir esto con mi
84 mente intacta. La esperanza inunda mi pecho, y todas mis sonrisas son
reales. Por primera vez, en mucho tiempo, creo que voy a estar bien.
14
Traducido por lauuz
Corregido por flochi
En un almuerzo unos días después, tomo una ensalada, algo de pollo
horneado, y me siento junto a Tia. Millie no ha llegado aún.
—Oye. ¿Cómo están tus abdominales de acero?
Me da una mirada.
—Flácidos. Trate de hacer ese video de nuevo anoche. No estoy tan
adolorida hoy, pero aun apesta. —Juega con su plato de fruta, clavándole
el dedo al queso cottage—. Que se joda esto. Estoy hambrienta y ese pollo
luce bien. Ya vuelvo. —La cara de Tia se retuerce mientras se levanta. Su
mano vuela a su estómago antes de que se aleje para obtener un plato de
pollo.
Por un segundo, estoy sola. Escucho su voz antes de ver su rostro.
—Oye, dulzura —dice Dusty, y se desliza junto a mí—. Escuché algo y
pensé que te gustaría saberlo. —Lo miro, preguntándome qué clase de
85 salsa loca comió para sentarse aquí junto a mí. Se inclina y baja la voz—.
Hay algunos horribles rumores sucios sobre ti flotando por ahí. —Luce
deleitado. Sus ojos vagan sobre mí, quedándose en mi pecho demasiado
tiempo.
¿Qué demonios? El me irrita, como que en serio me molesta. No lo
odio, pero no me gusta tampoco. Mirándolo, espeto:
—¿Quién te enseñó modales? Dame su teléfono. —Bajo mi tenedor y
levanto mi palma. La empujo hacia él cuando me sonríe—. Vamos. Dámelo.
Dusty sonríe y saca su teléfono.
—Este es el rumor. La manera en que te pusiste verde la otra noche
tiene a todos pensando que estás embarazada y que es del bonito profesor.
Qué idiota. Paso a través de sus contactos buscando uno en
particular.
—En serio sabes cómo adular a una chica. Me llamaste gorda y zorra
en la misma oración. —Presiono mi pulgar en uno de sus contactos y
suena.
Dusty finalmente se da cuenta de que no estoy jugando Angry Birds.
—Oye, ¿qué estás haciendo?
Levanto mi dedo índice y lo callo. Alguien responde después de unos
cuantos tonos.
—Hola. Esta es Sídney Colleli. Estoy sentada aquí con tu hijo y pensé
que estarías horrorizada de sus modales. En verdad necesita un repaso
antes de que azote mi charola en su cabeza. —Llamé al celular de su
mamá.
Ella parece linda, pero Dusty está hiperventilando, viéndome mientras
su delgado cuerpo se dobla en dos. El sisea:
—¡Llamaste a mi madre!
Ignorándolo, asiento y escucho a su madre hablar.
—Sí, uh huh. Él está justo aquí. —Miro hacia Dusty, amplío los ojos,
y sonrío.
—¡Cuelga! —me ordena, tratando de quitarme el teléfono.
Golpeo sus manos y me retuerzo fuera de su alcance.
—¿Escuchaste eso? Lo sé. Y lo que dijo es bastante agradable
comparado con lo que me dijo antes.
—¡Sídney! —grita Dusty, tratando de tomar el teléfono, pero no lo dejo
alcanzarlo.
—Sí —continúo mi conversación con su madre—. Me enfermé en clase
la semana pasada. Él implicó que eran náuseas matutinas y culpó al
86 profesor. Uh huh. Por favor, eso sería genial. Oh, lo haré. —Me río—. Fue
lindo hablar contigo también. —Le extiendo el teléfono a Dusty.
El mira el iPhone como si fuera veneno.
—Apestas.
—Sí, bueno, dile eso a tu madre. —Sonrío y vuelvo a mi almuerzo.
Dusty sale apresurado, tratando de decirle a su mamá que era una broma.
Tia se sienta junto a mí con un plato de pollo y tacos.
—¿De qué me perdí?
—Nada digno de repetirse.
Tia mira hacia Dusty.
—Ese niño es un idiota. No sé por qué Millie te emparejó con él.
Me encojo de hombros y mastico mi pollo.
—Millie es Millie.
—¡Quién está hablando de mi! —Millie se sienta junto a nosotras con
una gran sonrisa en su rostro. Esa sonrisa me asusta mucho—. ¡Adivinen
que noche es!
—Oh, demonios. Millie, no voy a ir. Fui las últimas cuatro veces.
Ella brinca arriba y abajo en su asiento como si estuviera demasiado
emocionada para quedarse quieta.
—¡Pero tienes! El club de baile Swing no será lo mismo sin ti.
—No sería un club sin ti. —Tia me golpea con su hombro y ríe
mientras mastica una pierna de pollo. A pesar de las predicciones, el club
aun es patéticamente pequeño.
Millie la mira.
—Puedes venir también, sabes. Es difícil comenzar un club.
Sonriendo aguijoneo a Tia.
—Deberías. Tú y Jack harían una pareja tan linda.
Tia se tensa.
—¿Jack Ewing? ¿Él está ahí?
Millie me sonríe y asiente. Sus rizos rubios se balancean.
—Síp, y necesita una compañera.
—No sé bailar —dice Tia, con la boca llena de comida—. Luciré como
tonta.
Millie sonríe y entonces lanza sus brazos a mí alrededor,
abrazándome demasiado duro.
—¡Sídney puede enseñarnos! —Casi nos caemos del banco. La sacudo
lejos, y se ríe como loca.
87 Mierda. Caminé directo a esa. Suspiro dramáticamente y estrecho los
ojos en su dirección.
—Apestas.
—Sabes que me amas —bromea Millie, sonriendo tan amplio que
puedo ver todos sus dientes—. Así que, ¿nos enseñarás un poco antes de
la clase de hoy?
Millie tiene sus manos juntas debajo de su barbilla. Tia está viéndome
con esa mirada de esperanza suya. Ella ha tenido una cosa por Jack
Ewing desde el año pasado. Mi resolución se tambalea.
—Seguro. ¿Por qué no?
15
Traducido por lauuz
Corregido por flochi
Esa carta aún está en mi libro de inglés. No he mirado el libro desde
la clase, y ahora estoy actuando como si estuviera poseído por un espíritu.
Escondo el libro de texto en mi ropero debajo de todas mis ropas, tratando
de olvidarme de él. No quiero que la carta toque nada más, pero no puedo
obligarme a tirarla. Mi hermano es un completo idiota, pero me encontró.
Significa que algo sucede. No quiero que nada malo les pase. Aun duele
que no tomaran mi lado, que no me defendieran, pero no les deseo ningún
mal.
Pero la cosa es, que si abro esa carta y descubro lo que está pasando
entonces estaré empezando de nuevo. No creo que pueda manejar el dolor
que va con ello. No quiero revolver las cosas. No quiero decirles por qué
hui. Sólo quiero que esa parte de mi vida termine, pero no. Parece que
nunca va a terminar porque sigue surgiendo sin invitación y sin
bienvenida. Además, mi idiota ex novio era el mejor amigo de mi hermano.
No sé si aún lo es, pero no quiero restablecer ninguna conexión con él.
88 Todos ellos están muertos para mí. Toda esa vida fue quemada hasta las
cenizas cuando me alejé.
Mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. Bajo la mirada a
la pantalla. Es Peter.
Encuéntrame en el gimnasio a las 6:15. Encontré un nuevo movimiento
que podemos intentar.
Escribo la respuesta. ¿Estamos hablando del baile, verdad?
Lol. Absolutamente no hay café involucrado.
Eso me hace reír. Estoy dentro. Bien. Estaré ahí. Te veo más tarde.
Hasta acá llegó mi tiempo de relajación. En verdad se está haciendo
tarde. Le dije a Millie que les mostraría a ella y a Tia algunos pasos básicos
antes del club. Ellas me están esperando abajo. Estoy usando pantalones
de yoga y mi cabello está en una cola de caballo desordenada. No estoy
usando maquillaje. En otras palabras, me veo como si acabara de salir de
la cama. Patino bajando las escaleras en mis calcetas, con mis zapatos en
la mano.
Millie consiguió el permiso del director para darnos la sala así no nos
patearíamos demasiado una a la otra. Basadas en el baile de la semana
pasada, la mayoría del club aún necesita espinilleras.
Camino a la sala, sin prestar realmente atención. Cuando levanto la
mirada, me detengo, y mis ojos se amplían. Hay más de dos chicas
paradas esperando. Hay más de veinte.
—¡Millie! —Muevo mi cabeza de lado a lado, buscándola.
Millie aparece enfrente de mí. Ella está sonriendo como si hubiera
ganado el concurso de señorita América.
—Es asombroso ¿verdad?
—Dijiste que éramos solo tú, yo y Tia —le siseo.
Se da cuenta de que estoy molesta.
—¿Qué? ¿Más grande no es mejor? Pensé que más chicas
significarían que el club va a atraer más chicos. Y eso no es malo ¿verdad?
Tal vez podemos encontrar algunos bailarines de swing de closet así no
tienes que bailar con el Dr. Granz todo el tiempo. —Me guiña. La miro con
mi boca abierta. Me pregunto lo que quiere decir con eso, pero no le digo.
—Tú aun apestas. —Millie sonríe. De algún modo decirle a Millie que
apesta se ha vuelto un sinónimo de decirle que voy a hacer algo.
Ella me abraza. Me tenso en sus brazos.
—¡Lo siento! Me olvidé de la cosa de no abrazos. —Levanta la mano y
89 me da un choque de puños. Ruedo los ojos mientras salta por el cuarto y
me presenta.
Cuando conocí a Millie, era una abrazadora. Abrazaba todo. Yo no.
Llegamos a un acuerdo de que los abrazos estaban reservados para
separaciones prolongadas y la muerte. Eso es todo. Al menos, pensé que
era nuestro acuerdo. Parece que ella ha descubierto cómo robar abrazos
más frecuentemente. Millie se ha vuelto una abrazadora golpea y corre. No
sé por qué simplemente no se rinde conmigo.
Millie ha conseguido la atención de todos y está explicando el Club de
Baile Swing, y cuán difícil es tener a alguien nuevo. Les dice lo básico
acerca de la reunión más tarde, y entonces me presenta.
—Sídney es impresionante en esto. Todos tendrán que venir al club
más tarde y verla bailar. Les juro por Dios, pensarán que es impresionante.
¡Así que vengan! Y me aseguraré de que tengamos suficientes chicos para
hacer que valga la pena arreglarse.
—¿Nos arreglamos? —pregunta alguien. Es Jen. Es una chica asiática
con piel bronceada y liso cabello negro.
Millie explica el vestuario del swing, y les dice que probablemente ya
tienen un montón de esas cosas en su closet, mientras me pongo los
zapatos. Luzco tan estúpida. Estoy usando zapatos de tiras con pantalones
de yoga. Luzco realmente extraña. Al menos, no hay chicos aquí. Es el
único beneficio de un dormitorio solo de chicas.
Después de que Millie ha terminado, dice:
—Todas tuyas.
Nervios suben y bajan por mis brazos. Una risa histérica quiere salir
de mi boca. Odio hablar en público. Millie en serio apesta. Mi mirada va en
su dirección. Aparentemente, ella puede leerme la mente, porque saca la
lengua y entonces sonríe como un mono sádico.
—Está bien, si han sido traídas aquí en contra de su voluntad
parpadeen dos veces. —Estoy bromeando, pero unas cuantas chicas
parpadean—. Demonios, estaba bromeando. —Unas cuantas personas se
ríen y me doy cuenta de que también están nerviosas—. Sé cómo se
sienten, porque estaba bajo la impresión de que había menos personas
aquí, pero vamos a sacar lo mejor de esto.
Millie interrumpe.
—Sí, como que dije que solo tendríamos unas cuantas personas, pero
cuando descubrieron que solo habría unas cuantas chicas, terminé con
más personas de las que pensé. Pero tengo que decir… el swing es
realmente divertido. Es una manera genial de ejercitarse, emocionante y
sexy en uno. Bailar es una manera de conocer a un chico, y quiero decir
realmente conocerlo. Todo, desde la manera en que te guía alrededor del
piso hasta la forma en que te toca, dice algo acerca de él. Aprendí un
90 montón acerca de Brent después de que finalmente dejamos de patearnos
el uno al otro. —Se ríe. Unas cuantas chicas le sonríen.
—¿Qué pasa con las lanzadas? —pregunta alguien—. He visto cosas
donde la chica es lanzada en el aire.
Le respondo:
—Las lanzadas son como montar una montaña rusa sin cinturón de
seguridad. Una vez que tengamos los básicos, el club se moverá a cosas
más avanzadas. Pe… el Dr. Granz y yo usualmente mostramos algunos
movimientos avanzados al comienzo del club. Ayuda ver lo que pretendes
hacer. Si esa clase de cosas se te dificulta, podemos trabajar en ello.
Después de eso, entramos a los básicos. Tengo a las chicas en línea y
comienzo a mostrarles cómo contar los pasos. Es todo lo que hacemos. Por
cerca de media hora contamos y damos pasos alrededor de la habitación.
Hacia el final de la clase, o lo que sea que estoy haciendo, las chicas hacen
pares. Están pateándose. Me miran como si les hubiera enseñado mal.
—¡Esto no está funcionando! —dice Tia mientras patea a Jen en la
espinilla.
—¡Apesta! —maldice Jen y trata de nuevo.
Moviendo mis manos hacia el frente, digo audiblemente:
—A ustedes les he enseñado la parte de chica. Asumimos que estarán
bailando con un chico. La parte que les corresponde a ellos no es igual a la
nuestra. Es por eso que están pateando a la otra. ¡Escuchen! —Aplaudo y
todas se detienen—. Más tarde en el club, si quieren bailar con su amiga,
una de ustedes necesita hacer sus movimientos al revés. Y, el chico
siempre dirige.
—¡Eso es tan sexista! —grita alguien desde el fondo de la habitación.
Sonrió.
—Sí, lo es. Y necesitas asegurarte de bailar con un chico más tarde.
El concepto es una cosa. Hacerlo es otra. —Soy una loca del control, pero
bailar es diferente. Es un lugar para dejar a alguien más dirigir por un rato.
Las despido y les digo que las veré más tarde.

91
16
Traducido por Mae, Selene1987 & Xhex
Corregido por flochi
Tengo el tiempo justo para ir arriba y cambiarme antes de ver a Peter.
Corro por la escalera y agarro mis cosas. Después de la ducha rápida,
recojo mi pelo en una cola de caballo alta y elegante. Entonces agarro un
vestido que encontré en una tienda de segunda mano. Es azul oscuro con
botones en la parte delantera. El cuello en V me hace ver tetona. No estoy
segura de lo que pienso sobre esa parte, pero encajaba tan bien y la falda
era perfecta para esto. Me pregunto si debo cambiarme, mi escote es
demasiado, pero se me está haciendo tarde. Además, no es nada peor de lo
que usan las otras chicas. Sólo que no suelo llevar cosas así de
reveladoras.
Me pongo un par de pantalones cortos debajo de mi vestido, y luego
mis zapatos de correas. Después de colocar rímel en mis pestañas, me
miro en el espejo. Mis mejillas son de color de rosa. Ya no tengo más esa
desgana. Estoy sonriendo. Ni siquiera pienso en ello, pero estoy sonriendo,
y sé que es por Peter. Una parte de mí se alegra de que las cosas nunca
92 progresaran la noche que nos conocimos. Se convirtió en un gran amigo.
No estoy segura de si eso hubiera pasado de haberme acostado con él.
Bueno, está bien, seamos honestos. No habríamos sido amigos en absoluto.
Peter hubiera sido un conocido incómodo que evitaría como la peste.
Cuando salgo de mi habitación, me tropiezo con Tia. Lleva bata y su
cabello está envuelto en una toalla. Está caminando de regreso a su cuarto
desde las duchas.
—Oye, ¿te vas?
Asiento.
—Sí, el Dr. Granz quería que revisáramos un movimiento antes de
que llegaran.
Los ojos de Tia van a un lado. Levanta la mirada hacia el pasillo y
luego se inclina.
—¿Hay algo entre ustedes dos?
Me alejo como si me hubiese golpeado con una plancha.
—¿Qué?
—Lo siento, Sidney, pero tuve que preguntar. La gente ha estado
diciendo lo caliente que es el Dr. Granz y cuánto tiempo pasan juntos.
Alguien dijo que los vieron en la biblioteca, y luego comiendo en un lugar
ostentoso al otro lado de la ciudad. —Se encoge de hombros—. Les dije que
estaban locos, que no harías algo así.
—Pero me preguntaste de todos modos.
Ella asiente.
—Lo encuentras temprano, para practicar un baile que dijiste es
sexual.
Suspiro demasiado ruidoso.
—Eso no es lo que quise decir. Hablaba de ustedes.
—¿Así que es sexual para nosotras y no para ustedes?
—No es así. —No tengo tiempo para esto y no puedo entender por qué
la gente sigue diciendo eso—. Puedes bailar con tu hermano, ¿verdad? Hay
una diferencia.
—Él no es tu hermano, Sid.
—Lo que sea. No estoy durmiendo con él, si eso es lo que preguntas.
—Estoy tan irritada. Quiero golpearla. Es tan difícil no hacerlo. Sigo
apretando mi mandíbula mientras la conversación continúa y lo raro es
que no sé por qué estoy tan molesta. ¿Y qué si la gente piensa que estoy
enamorada de Peter?
Pero eso no es todo. El enamoramiento no me está molestando. Son
las insinuaciones, la decencia rota, y que meterá a Peter en problemas. No
93 quiero que nadie dude de su moralidad. Pueden cuestionar la mía. Agitaría
mi mano en el aire y diría que soy una desviada moral para mantener la
atención lejos de Peter. Tal vez debería hacer eso.
Mis ojos se desplazan a la cara de Tia. Me inclino, sintiendo la
mentira en los labios. Tia me imita y se acerca.
—Estoy enamorada de él, está bien. Pero él no me hace caso. Es por
eso que estamos juntos. Lo estoy acechando.
Coloca sus manos juntas bajo su barbilla y chilla. Suena como si
alguien hubiese pisado un cerdo. El ruido sigue, cada vez más y más alto.
Trato de sonreír y dar saltitos de la misma forma en que lo hace.
—Te prometo que no le diré a nadie. Pero esto es tan emocionante. ¡Es
mucho mayor! Ah, y ya que está totalmente prohibido, es increíblemente
caliente. No puedo esperar a ver cómo es este hombre.
La callo.
—Silencio. Ni siquiera se lo dije a Millie. No digas nada, está bien. Si
las cosas se ven raras, es mi culpa. Escucha, tengo que correr. Te veré
más tarde. —Miro mi reloj y luego me lanzo por el pasillo antes de que
pueda decir nada más.
* * *
—Vamos, Peter. Coquetea conmigo —le digo mientras camino a través
del viejo gimnasio. Me doy cuenta de que estoy coqueteando y me siento
un poco tonta por un segundo. No estoy segura de dónde vino. Cuando lo
vi, sólo quería burlarme de él y hacer bromas a las que me he
acostumbrado cuando Peter está cerca.
Peter está sentado en las gradas, viendo algo en su teléfono. Levanta
la mirada cuando hablo.
—Colleli. Llegas tarde.
—Tuve que ocuparme de algo. Ahora estoy aquí. ¿Qué es este nuevo
baile que querías mostrarme? —Me siento a su lado y miro su teléfono. Es
una pareja bailando, haciendo pasos habituales, giros, vueltas, y lanzadas.
Es una muy buena rutina, en realidad.
—Es la lanzada al final. No puedo entenderla y no la he visto antes.
Mira. —Los ojos de Peter se deslizan y descansan en el lado de mi cara por
un momento antes de regresar a la pantalla. Mis labios se separan cuando
la pareja llega al final de la canción. Son muy buenos. Jadeo cuando
realizan una espiral de muerte. La cabeza de la mujer se acerca tanto al
suelo.
Empiezo a preguntar si eso es lo que quería mostrarme, pero Peter
dice:
—Eso no es todo. Sigue mirando.
Miro. Mientras la música se eleva, los bailarines dan todo de sí. El
94 último movimiento es hipnótico. La mujer está en los brazos del chico y
luego la arroja. Se asemeja a una variación de Hustle, pero luego hace algo
y de repente ella está en el aire. El hombre la coge mientras gira en el aire.
Caen juntos y él la sostiene en un arco. Ambos bailarines sonríen y el
video se detiene.
—Mierda. —Parpadeo como si no acabara de ver eso.
—Lo sé, ¿verdad? —dice Peter, viéndose desconcertado.
—¿Qué diablos fue eso? Quiero decir, he visto un montón de bailes
locos, pero eso se veía increíble. Ni siquiera estoy segura de lo que hicieron.
—Yo tampoco, por eso es que quería mostrarte. He visto un montón
de movimientos, también. Esta es una variación de otras cosas, una
especie de mezcla. La caída al final parecía una espiral de la muerte
modificada.
Lo miro.
—Te das cuenta de que esto podría ser falso, ¿no? Quiero decir,
¿cómo se consigue ese tipo de altura? No parecía tirar de ella, y ella no
saltó.
Niega con la cabeza.
—No lo es. Es un estudio de danza en Nueva York. Es el video
utilizado para atraer a nuevos estudiantes, por lo que no debe ser falso.
—Reproduce el final de nuevo. —Peter rebobina el baile y lo reproduce
de nuevo. Los dos lo miramos fijamente, tratando de averiguar lo que
hicieron. Parte del problema es que la cámara está en un mal ángulo. No
puedo ver sus manos justo antes de la elevación. Niego con la cabeza y
señalo la pantalla, diciéndoselo a Peter.
—Lo sé —admite—. Tenía la esperanza de que pudiéramos entenderlo.
—Le doy una mirada que dice, infiernos no—. ¿Qué? ¿Sin giros?
—No haré nada contigo donde mi cabeza esté tan cerca del suelo, así
que no.
—¿Por qué no? Pensé que si estabas bien con las lanzadas, estarías
de acuerdo con esto.
Niego con la cabeza, miro el piso de madera de color amarillo y pienso
en mi rostro rasgado si me suelta a medio giro.
—No. De ninguna manera.
—¿De ninguna manera? —Sonríe—. Bueno, ahora tenemos que
hacerlo. —Peter toma mis manos y me levanta de las gradas.
Me río y me alejo de él.
—Ni siquiera sabes cómo hacerlo. No puedes decirlo en serio.
95 —Siempre voy en serio.
—Más bien nunca vas en serio.
Él se ríe.
—Sí, eso también. —Peter cruza los brazos en su pecho. Lleva su
camisa blanca, pero se ha quitado la corbata. Un pantalón oscuro cae de
sus caderas y esos zapatos saddle están en sus pies. El pelo oscuro cae en
sus ojos—. ¿Sin bajadas? ¿Sin clavados de cabeza?
—No. Lo siento.
—¿Y si te doy un casco? —Los ojos de Peter brillan demasiado. Me
está tentando.
—Entonces definitivamente diría que no. El casco significa que
esperas que mi cabeza golpee el suelo. Además, arruinará mi hermoso
conjunto. —Me agarro el dobladillo de mi vestido y lo muevo como si fuera
a hacer una reverencia.
—Ah —dice, caminando hacia mí. Peter desliza sus manos alrededor
de mi cintura y enciende la música. Empieza a bailar, arrastrándome con
él—. Entonces, hay una posibilidad.
—¿Qué parte del no te está confundiendo? Pensaba que eras profesor
de inglés. ¿De verdad tienes problemas con esto? —Estoy sonriendo. Me
encanta tentarle. La cara de Peter se ilumina y él me tienta también.
—Primero dijiste que no, luego dijiste que sin duda no. Entonces,
estoy pensando que hay sitio para negociar. —Sonríe y empuja mi cintura.
Los dos giramos, y entonces sigo sus pasos y voy hacia él. Peter me recibe
y giro en su pecho y el baile continúa.
Mi respiración es más dificultosa. El baile se vuelve más rápido.
—No vamos a negociar nada.
—¿Estás segura? Estarías mona con un casco. Tengo uno rosa con un
lazo rojo arriba. —Dejo de bailar e intento quedarme ahí de pie y mirarle,
pero Peter no me deja—. Sin parar, Colleli. —Agarra mi cintura y me
acerca a su pecho. Maldición, huele bien.
Giramos alrededor del gimnasio, hablando, bromeando. El tema pasa
a un montón de temas diferentes. Entonces pregunta:
—¿Confías en mí?
La sonrisa desaparece de mi cara. Mi cara está cubierta de sudor y mi
vestido está pegado a mi cuerpo. Le miro a los ojos. Están fijos en mí,
esperando una respuesta a una pregunta que pensé que jamás
preguntaría…
—Yo… no lo sé.
Peter asiente y mira a sus pies. Cuando mira hacia arriba de nuevo,
96 me siento horrible. Es como si fuera lo peor que le podría haber dicho.
—Eso es algo que espero. —Frota la punta de su zapato contra el
suelo del gimnasio. Su camisa está arrugada, pegada a su pecho.
—¿Por qué? —susurro. Parece que no tiene sentido. ¿Por qué
importaría siquiera?
Sonríe tristemente.
—No lo sé. No debería haberte preguntado algo así.
—Puedes preguntarme lo que sea. —Me miro a las manos. Están
juntas y estoy retorciendo mi dedo índice—. Supongo que confío en ti
hasta cierto punto, probablemente más de lo que haya confiado en nadie
más, pero creo que eso no es lo que estás preguntando.
—¿Qué pensabas que estaba preguntando? —Está muy cerca. Peter
ha cerrado el espacio entre nosotros. Me está mirando a la cara,
observándome muy de cerca. Hace que tenga escalofríos.
—Pensaba que querías decir si confiaba en ti con mi vida. Algo así. En
cualquier cosa. —Meneo la cabeza—. Jamás confiaré en nadie de esa
manera de nuevo.
Él asiente lentamente.
—Eres un enigma.
La comisura de mi boca se levanta.
—Quizás.
—Confías, pero no. Me dejas entrar, pero me dejas fuera. —La manera
en la que me mira me pone nerviosa. La mirada de Peter es muy intensa,
muy cruda y vulnerable. ¿Quizás debería haber mentido? No, puede ver a
través de mí. No necesita el baile para eso. Peter levanta las manos. Las
agarro y me lleva por la habitación en un vals lento para que pueda
recuperar el aliento.
—¿Puedo preguntarte algo? —pregunto mientras Peter nos lleva por la
sala. Él asiente—. ¿Dónde aprendiste a bailar?
Una sombra pasa por su cara y su sonrisa desaparece.
—Gina. Mi novia. Sigo llamándola mi prometida, pero no lo era. —
Traga fuertemente y deja salir un poco de aire. Nos giramos en el suelo
mientras habla—. Le gustaba bailar. A mí se me daba fatal. Me enseñó. —
Sonríe tristemente.
—Te enseñó bien.
Asiente y una sonrisa falsa se forma en sus labios. Sé que está
alejando antiguos recuerdos con una escoba. Peter se queda en silencio.
Bailamos. Me gira lentamente. Mi vestido vuela en mis rodillas. Observa la
tela ondearse antes de ponerme de nuevo en posición.
97 —¿Y tú qué? ¿Quién te enseñó a bailar?
—Soy autodidacta en la mayor parte. No sé cómo se llama nada.
Hablamos con mi profesor de gimnasia en hacer una unidad de baile en el
instituto. Raro pero cierto. Mejor que voleibol de nuevo. Solamente pueden
golpearme en la cara varias veces al día.
Él se ríe.
—¿No te va el voleibol?
—La coordinación no es lo mío.
—Pero estás bailando.
Le sonrío.
—Y tú estás liderando. Es diferente. Primero, no hay pelotas. —Mi
cara se enciende cuando me doy cuenta de lo que acabo de decir.
Peter se ríe y menea la cabeza.
—Bueno, puede que no esté de acuerdo, pero ya que no estamos
jugando con ellas, fingiré que no lo has dicho.
Intento no reírme, pero no puedo evitarlo. Intento alejar mis manos y
golpearle, pero Peter me agarra fuertemente. La sonrisa juguetona
desaparece de mi cara cuando me agarra así. Dejamos de movernos y nos
miramos mutuamente. Mis labios se abren. Había algo que iba a decir.
Peter me mira, con su cara muy cerca de la mía. Su respiración hace
cosquillas en mis labios mientras respira. Quiero acercarme a él. Quiero
sus brazos a mi alrededor. No sé en qué está pensando. Cuando el tiempo
se detiene así, Peter parece perdido. Todo su cuerpo se tensa y se relaja al
mismo tiempo. Ojalá hiciera algo, dijera algo.
Todo el aire sale de mis pulmones.
—¿En qué estás pensando?
—En nada —dice, aún observándome. Sus ojos van y vienen de los
míos. Su mirada no se separa de mis labios.
Una sonrisa lenta se expande en mi cara.
—Mentiroso. —Me acerco más y presiono mi frente contra la suya—.
Dímelo.
Las manos de Peter encuentran mis mejillas y luego van hacia mi pelo.
Me mira durante un segundo y respira.
—No puedo.
—Peter… —Su mirada se rompe. Siento que me ha golpeado en el
estómago. Hay mucho ahí, tanto dolor y afecto y confusión. Me mata.
Puedo sentir su agonía cuando le miro a los ojos. Agarro sus manos y
coloco una en mi cintura—. Baila conmigo. Deja de pensar durante un
98 rato. —Asiente, y no dice nada.
Ninguno de los dos habla de nuevo. Peter me lleva por la sala,
cambiando el baile mientras seguimos. Perdemos la noción del tiempo. No
es hasta que oigo el silbido fuerte de Millie cuando nos detenemos. Peter
asiente en mi dirección y se dirige hacia la nevera para coger una botella
de agua.
Millie se acerca a mí con los ojos saliéndole de la cabeza.
—¿Qué demonios ha sido eso?
Voy al pasillo para encontrar el baño de las chicas. Necesito echarme
agua en la cara.
—¿Qué ha sido qué?
Millie me sigue. Me agarra del brazo antes de que pueda abrir la
puerta del baño. Me doy la vuelta.
—Te gusta.
—No. Estábamos practicando algo. Lo verás en unos minutos. Deja
que me lave la cara. Hace demasiado calor aquí. —Intento no parecer muy
mala, pero fracaso. Estoy a la defensiva, demasiado para salir de aquí.
Millie abre la boca para responder y me sigue al baño. Mira debajo de
los baños, y cuando sabe que estamos a solas, dice:
—No lo hagas.
—No estoy haciendo nada.
—Sidney, no me mientas. ¿Puedes decirme honestamente que no hay
nada entre ustedes dos? —Sus manos están en sus caderas. Me está
mirando en el espejo.
—No hay nada. No sé lo que crees que ves, pero tal vez debas
examinarte la vista. Salpico agua en mi cara. Tengo rímel a prueba de
agua, pero se correrá si me froto los ojos. Agarro una toalla de papel y doy
palmaditas para secar mi rostro.
—No lo dirías de ese modo si te dijera que estabas durmiendo con
Dusty.
—Uh, tienes razón, porque me ahogo en mi vómito. ¿Qué pasa contigo?
—Me doy la vuelta y me inclino de nuevo hacia los lavabos—. Tú eras la
que quería que yo viniera e hiciera esto. Peter es mi jefe. Soy su asistente.
Y sí, lo llamo Peter de la misma manera en que llamaba al Dr. Tadwick,
Tony.
—Llamabas al doctor Anthony Tadwick, Tadwick. Nunca lo has
llamado Tony, no a mí. —Se ve preocupada y no debe estarlo. Millie
suspira y se frota un lado de la cabeza—. Sólo no hagas nada estúpido.
—Dios, ¿por qué la gente sigue diciendo eso?
99 —Sidney, esa es por lo general una muy buena señal de que un gran
camión cargado de estupidez está a punto de chocarte. Escucha a tus
amigos. No te acuestes con tu profesor. Duerme con chicos de tu edad.
Suena como si ella lo supiera todo, lo que me molesta.
—¿Con cuántos chicos me he acostado durante todo el tiempo que te
he conocido?
—¿No lo sé? ¿Quieres un número exacto? —Se está inclinando hacia
el espejo, arreglándose el maquillaje de los ojos.
—Sólo adivina. La mejor estimación basada en lencería, citas,
maquillaje, y cualquier otra cosa que puedas imaginar. Dime con cuántos
chicos crees que he estado.
Se queda en silencio por un momento y luego niega con la cabeza.
—No recuerdo haberte oído hablar de nadie así.
—¿Ahora estoy hablando de alguien así?
—No. —Niega con la cabeza—. Pero eso no quiere decir…
—¿Eso no quiere decir qué? Millie, ¿qué quieres de mí? Me juntas con
chicos, debo ir también contigo, hacer cada pequeña cosa que me pidas,
luego, encuentro a un tipo con el que realmente me llevo bien ¿y qué? ¿Me
dices que me mantenga alejada de él?
—Él es un profesor, Sidney. Te vas a meter en problemas.
—¿Por qué? ¿Por ser su amiga? ¿Por no dormir con él? ¿Por no
follarlo el primer día que llegó aquí? ¿Exactamente que hice mal, porque
no lo estoy viendo? —Estoy gritando. No quería, pero lo hago—. Sabes qué.
Olvídalo. No hablaré de esto contigo.
—¿Casi dormiste con él? —Niego con la cabeza y levanto mis manos,
como si amortiguara a mis oídos de sus palabras—. Sidney, espera. —Me
persigue fuera del baño de mujeres y por el pasillo—. ¿A dónde vas?
Salgo del gimnasio. Me siento mal por cancelar con Peter, pero no
puedo hacer esto. Siento que voy a desmoronarme. Necesito calmarme.
Golpeo las puertas para abrirlas y voy a sentarme en el estacionamiento.
Me estoy inclinando contra un auto, y escondo mi cabeza para que nadie
pueda ver mi cara. Respiro profundamente, tratando de calmarme. Dejé mi
teléfono y todo dentro.
¿Qué demonios es lo que me pasa? ¿Por qué enloquezco con ella?
Millie no dijo nada malo, en realidad no. No era como Dusty diciéndome
rumores. Tal vez eso es lo que me preocupa. Empeoré los rumores.
Maldición. Me siento en el auto por un rato, sorprendida de lo estúpida
que soy. Tal vez no debería estar saliendo con Peter en absoluto. Me pone
enferma el pensar en no verlo todos los días, pero tal vez Millie está en lo
correcto. Tal vez debería ir tras chicos de mi edad.
100 ¿Estoy realmente enganchada con Peter? ¿Es por eso que no he
tenido una cita desde enero? No puede ser Peter. No es eso. Hay un
montón de chicos que son sexies. Debo encontrar uno y empezar de nuevo.
Pero, ¿por qué?
Para ser normal. Para comenzar de nuevo.
Mi vida ha estado en pausa por demasiado tiempo. Sin novio, sin
citas, sin desfallecer por un chico, preguntándome cuándo voy a verlo de
nuevo. A menos que cuente a Peter.
No cuento a Peter.
El aire de la noche es espeso. Mi vestido se aferraba a mí. Miro hacia
abajo y noto que mi escote está brillando. Maldición. Luzco como toda una
puta. Me abanico a mí misma, creyendo que estoy sola. Está mucho más
húmedo de lo habitual, como si fuera a llover. Justo cuando pienso que
estoy lista para entrar, veo a alguien caminando hacia mí.
—Ey, no es la técnica asistente. —Mark de la clase matutina de Inglés
de Peter deja caer un montón de libros sobre el capó y camina hacia mí.
Aparto mi mirada. Mi rostro está en llamas. Siento el rubor hasta debajo
de los dedos de mis pies. Santa mierda, ¿me vio ventilándome los pechos?
Se agacha a mi lado.
—¿Te encuentras bien? —Intenta darle un vistazo a mi cara, pero no
lo dejo.
Asiento.
—Bien. —Mi voz chilla.
Él se ríe.
—Ah, porque parece que no estás bien, evitando mi mirada de ese
modo. Y no es bueno con las obligaciones obligatorias que vienen con eso.
—Él está inclinado sobre sus manos y no mira hacia mí. La manera en que
lo dice me hace reír, pero todavía me siento estúpida.
Miro hacia él.
—¿Obligaciones obligatorias?
Él asiente.
—Sí, como pañuelos, totalmente. Y quizá un viaje a casa, porque sería
rastrero de mi parte hacerte caminar. —Inclina su cabeza hacia un lado e
intenta atrapar mi mirada. Veo hacia él y le doy una débil sonrisa—. Eso
está mejor. Espera hasta ver el pañuelo. Prepárate para sorprenderte. —Se
mueve al lado del conductor y regresa con una caja. Pensé que estaba
bromeando, pero cuando la extiende, no puedo evitarlo.
Mi mandíbula se abre y agarro uno.
—Guau. ¿Son pañuelos de verdad? —Siento el pañuelo blando en la
101 mano, pero está brillando. Le doy un toquecito a mi frente y a mi cuello. Mi
cuerpo está cubierto de pequeñas gotas de sudor. Hace un maldito calor.
—Síp. Los conseguí en internet. El único terrible efecto secundario es
que tu nariz, o lo que sea, brillará de verde por un rato cuando todo el
mundo apague las luces.
Me detengo y lo miro fijamente.
—¿Qué?
Debo estar arrojando cuchillos de mis ojos, porque él alza las manos y
dice:
—Es broma, bonita. Sólo quería verte sonreír de nuevo. —Mark choca
su hombro con el mío. No puedo evitarlo, sonrió—. Ahí está. Me hiciste la
noche. Por favor, siéntate en mi auto cuando quieras. Por lo general no
tiene el seguro puesto. Eres libre de sentarte en el interior, si está lloviendo
o lo que quieras.
Asiento con la cabeza.
—Gracias, Mark.
—No hay problema, nena. ¿Quieres ir a algún lado? —Él es tan dulce.
El chico ha estado a mí alrededor todo el semestre, pero esta es la primera
vez que realmente me habla. Durante la clase, lo he atrapado mirando
hacia mí, pero creí que me lo imaginaba. Es demasiado lindo y demasiado
popular para estar hablándome. Puedo ver por qué siempre hay un grupo
de gente a su alrededor.
Miro de regreso al gimnasio. Este chico tiene mi edad y es muy dulce,
pero…
—No, gracias. Tengo que volver. Pero gracias por esto. —Levanto el
pañuelo—. Por cierto, si mis pechos se iluminan de verde esta noche, te
voy a atrapar.
Se ríe tan fuerte que casi se cae del auto.
—No esperaba eso de ti para nada. Pero, siéntete libre. Con los pechos
verdes o no, puedes atraparme en cualquier momento. —Me sonríe antes
de entrar a su auto. Lo veo alejarse, luego entro.

102
17
Traducido por âmenoire, LizC & Gemma.Santolaria
Corregido por flochi
Estoy sentada en las gradas cuando Peter me ve. Se acerca y se sienta
a mi lado.
—Pensé que me habías abandonado.
—Pensé en ello, pero no quería hacerte quedar mal delante de todos
estos niños. Millie me enfadó. Bueno, no es Millie. Es todo el mundo.
Están hablando. —Veo mis uñas mientras estoy hablando. ¿Cuándo
empecé a decirle cada pequeña cosa? Miro a Peter por el rabillo de mi ojo.
Es tu amigo, estúpida. Por supuesto le dices cosas.
Peter luce perplejo.
—¿Sobre qué están hablando?
—Sobre nosotros. He escuchado de todo, desde que me dejaste
embarazada, que me lo estás haciendo en tu oficina y que AP1 significa
algo completamente distinto. ¿Lo entiendes? ¿A y P? Ja ja. Es hilarante. —
103 Hago una mueca y veo un par de chicos que tratan de bailar frente a
nosotros. Otra pareja tropieza con ellos.
Peter me mira extrañamente y luego se ríe. Pasa sus manos por
encima de su cabeza, despeinando su cabello.
—Maldición. Por fin tengo una relación platónica con una mujer y
mira a dónde me lleva.
—Lo sé, ¿cierto? Sinvergüenza. —Estoy apoyada en mis manos, con
los codos en mis rodillas. Hay más gente aquí esta noche. La música está a
todo volumen y el aire es cálido. Alguien abre la puerta de atrás. El aire de
la noche se desplaza lentamente y huele dulce, como a madreselva.
—Así que, ¿qué les has dicho?"
—Le dije a una persona que estoy loca por ti. Como que la asusté un
poco cuando me dijo lo que la gente estaba diciendo. Necesitaba una
distracción. Y Millie, bueno, solo le eché una bronca. Sin explicación
alguna. —Miré hacia adelante.
Peter se aclara la garganta. Lo miro por el rabillo de mi ojo. Está
sonriendo.
—¿Me defendiste? ¿Y qué, mi honor? ¿Pensé que yo tenía que hacer
eso por ti?

1
TA (Teaching Assistant), en la connotación sexual sería Tits & Ass (Pechos y Trasero)
Sonrío y me vuelvo hacia él. El rostro de Peter está brillando por el
baile. Maldición, hace calor aquí. La cosa de no haber aire acondicionado
es difícil. Mis ojos se desvían hacia sus hombros y bajan por su pecho. La
camisa de Peter está pegándose a su pecho y está muy arrugada. Se ve
bien. Hay más color en sus mejillas, más vida en sus ojos que cuando llegó
aquí por primera vez.
Lo golpeo con mi hombro.
—Eres un idiota, ¿lo sabes?
—¿Es por el baile? —pregunta Peter, en serio, tratando de averiguar
por qué la gente diría eso sobre nosotros. Luce desconcertado. Peter
empuja su cabello fuera de su rostro. Está húmedo y ondulado en los
extremos.
—¿Estás bromeando? —pregunto y sacude la cabeza. Le sonrío—. Es
porque eres caliente. Habrá rumores sobre cualquiera con quién hables a
menos que te vean saliendo con alguien, e incluso entonces… bueno, la
gente es estúpida. Hablan incluso cuando no hay nada de qué hablar.
—¿Ellos decían cosas como que esas sobre Tadwick?
—Tadwick no era caliente. Tú sí.
—¿Y de quién es esa opinión? —Está sonriéndome. Peter me choca
104 con sus rodillas.
—Es la palabra en la calle. Personalmente, creo que eres un poco
demasiado musculoso y bronceado. Prefiero que mis hombres sean frágiles
y pastosos. Lo siento, Charlie.
—Peter. Mi nombre es Peter. Maldita sea, Sidney. Ni siquiera puedes
recordar mi nombre. —La sonrisa de Peter se profundiza y puedo ver un
hoyuelo en su mejilla. Son tan lindos. Él es agradable a la vista. Echo un
vistazo a una bandada de chicas detrás de él en las gradas. Hay una
piscina de baba en el suelo. Todas están mirando, con la boca abierta
como pescado sueco.
Me levanto y palmeo a Peter en el brazo con la palma de mi mano.
—Vamos, profesor. Quiero bailar hasta que no pueda ponerme de pie.
—Reboto a través de la habitación con Peter detrás de mí. Me detengo y me
giro repentinamente. Casi choca contra mí. El tiempo se congela por un
momento. El aire se siente más caliente, la noche se siente electrificada.
Peter levanta su mano. Presiono mi mano en la suya. El toque está
cargado. Lo siento hasta los dedos de mis pies. Sonrío ampliamente. No
puedo evitarlo. Y bailamos.
Las manos de Peter siempre están en lugares modestos, pero la forma
en que sus manos se deslizan sobre mi piel y se deslizan sobre mi vestido,
bueno, se siente como si fuera mi dueño, como si fuera suya para
controlar. Es raro. He bailado antes, pero esta sensación nunca surgió.
Bailaba para alejarme de mi ex y de mi familia. No estaban interesados.
Era un lugar ideal para encontrar el equilibrio y aprender a enfrentar mi
vida. Pero Peter cambió eso. Ya no estoy enfrentado. Estoy riendo,
sudando, y girando. Tampoco me alejo de su toque. Eso es nuevo. Cuando
empezamos a bailar juntos, lo disfrutaba, puedo admitirlo, pero sus manos
me ponían nerviosa. Ahora me hacen sentir cómoda. Me siento más fuerte,
mejor.
La música se mueve más rápido mientras el ritmo cambia. Nos
estamos riendo y algunos de los estudiantes se detienen para mirarnos.
Peter pregunta mientras bailamos:
—¿Lista? —Quiere hacer una lanzada.
Asiento. Espero a que él dirija los pasos, pero no lo hace. En cambio,
nos acercamos más y Peter me hace girar hacia atrás y me tira hacia él.
Sonrío.
—¿Que estás haciendo?
—Nada. Sólo me preguntaba por qué confías en mí para lanzadas,
pero no…
—¿Para giros de la muerte? Creo que tiene algo que ver con la palabra
muerte. —Río. La música pulsa a través de mí. Peter me enrolla a su
105 alrededor y debajo de su brazo, luego me vuelva a encajar en su pecho.
—Creo que podría convencerte. —Sonríe hacia mí y me gira a lo largo
del suelo. Nos separamos unos pocos pasos antes que se estire por mí de
nuevo. Estoy de vuelta en sus brazos. No hay mucho espacio entre
nosotros. Peter me sostiene tan cerca que estamos casi tocándonos.
—No voy a usar un casco.
Ríe.
—Eres tan terca.
—No vas tirar mi cara hacia el suelo. —Le sonrío. Peter levanta su
mano y la empuja en mi espalda. Lo sigo, moviéndome bajo su brazo. La
música está en el lugar adecuado para hacer un aéreo.
—¿Estás acobardándote o haremos esto?
Peter me jala más cerca y mis caderas chocan contra las suyas. Mi
corazón late demasiado rápido.
—Vamos a hacerlo.
Peter me guía hacia el movimiento y lo sigo. Un giro, una vuelta y me
jala con fuerza. Ruedo sobre su espalda con mis piernas extendidas. Mi
falda ondea y aterrizo en el suelo. Me agacho y Peter balancea su pierna
por encima de mi cabeza antes de jalarme hacia arriba en un giro. Me
deslizo hacia arriba por entre sus piernas y me levanta por la cintura. Sigo
el movimiento y pateo. Siento el impulso a medida que me deslizo hacia
arriba. Sonrío demasiado amplio. Mi estómago tiene una sensación de
caída libre mientras voy hacia abajo.
Peter ejecuta el movimiento perfectamente y mis piernas vuelan
alrededor de su cintura. Sus manos acunan mi espalda mientras me baja
hacia atrás. La música se detiene. Estamos respirando con dificultad. El
silencio se hace más notable. Peter me sostiene por un momento. El club
comienza a vitorear y Peter me baja. Asiente hacia mí, como si fuera una
demostración. A continuación, entra en cuestiones de seguridad con ese
tipo de movimientos e invita a los bailarines más avanzados a aprender
algunos de los pasos que acabamos de hacer.
Una chica se acerca a Peter. Él extiende su mano y baila con ella. Ahí
es cuando me doy cuenta que compartir no es lo mío. Peter se ve hermoso,
todo arrugado y oliendo como el cielo. Metiendo mis instintos de sacar las
garras en la parte loca de mi cerebro, tomo una botella de agua de la
nevera. Lo observo mostrarles a algunas chicas los movimientos en cámara
lenta. Hay algunos chicos allí, también. Les muestra dónde poner sus
manos y la forma de llevar los pasos.
Tomo mi agua y camino por el perímetro de la habitación, tratando de
enfriarme. Después de un rato, me dirijo hacia la puerta abierta. La brisa
de la noche se siente bien en mi piel. Camino hacia afuera. El cielo es de
106 un profundo índigo, como una botella de tinta. Hay un moteado de
estrellas esta noche. Me apoyo contra la fría pared de ladrillo, sintiendo las
piedras rugosas a través de la fina tela de mi vestido.
Unos momentos más tarde, Peter sale.
—¿Cena?
—Seguro. No tuve oportunidad de comer, todavía.
—Bien. —Asiente y se dirige de vuelta al interior.
Estoy de pie allí por un tiempo, enfriándome, cuando Tia pasa.
—Oye, eso fue impresionante. ¿Dónde diablos aprendiste a bailar de
esa manera?
Sonrío.
—No lo sé. Si quieres algo lo suficiente, aprendes cómo. Pensé que
sería divertido, así que lo resolví. —Me encojo de hombros y tomo un trago
de la botella—. No es tan difícil como parece.
Ella asiente y toma un trago de su propia botella.
—Cada vez que pienso que estoy en forma, descubro que no lo estoy.
Dios, y no es de extrañar por qué todo el mundo está diciendo que Granz
es caliente. Es todo un pedazo exquisito de culo.
—Sí, tiene un gran culo.
No me doy cuenta de la hora qué es. No me doy cuenta que hay
alguien detrás de mí.
—Gracias, Colleli —dice Peter, arrojándome mis cosas. Me golpean en
el estómago, pero las atrapo—. Y todo este tiempo pensé que decías que
era un idiota2. Mi error.
Mi cara se pone roja y los ojos como platos. Peter no deja de caminar.
Él continúa adelante, en dirección a la plaza de estacionamiento. Empujo
a Tia ligeramente. Se está riendo de mí.
—Eres un asco —siseo—. Sabías que él estaba allí.
—Sí, lo sabía. Fue perfecto. Tenía que hacerlo. —Ella se ríe, dando un
gran trago a su botella de agua, casi ahogándose.
—Me las pagarás. Sólo espera.
—¡Adelante, inténtalo! —grita Tia, a medida que corro por el
estacionamiento hasta el auto de Peter.
Me arrojo adentro, sin aliento.
—No dije eso. —Siento la necesidad de aclarar mientras me pongo el
cinturón de seguridad.
—No escuché nada, quiero decir, además del comentario acerca de mi
107 exquisito culo. —Se ríe y me mira entonces—. No puedo entenderte.
Actúas como si fuéramos amigos, y eso es todo, entonces, vas y haces
cosas como esas. Eres desconcertante.
—¿Desconcertante? No, creo que tienes la palabra equivocada. Soy…
— Echo un vistazo a Peter, a medida que sale de la zona de
estacionamiento y entra en la carretera. Me desplomo en mi asiento y dejo
escapar una ráfaga de aire—. No sé lo que soy. Una ruina. Un desastre.
Bienes dañados. Elije una. O las tres cosas.
Sacude la cabeza y sonríe.
—Eres un lío muy sexi, un enigma, un poema; pura emoción cruda
sin esconder nada.
Dejo escapar una carcajada, porque no podía estar más equivocado.
—¿Sin esconder nada? Escondo todo.
—No, no lo haces. Eres tan clara como el cristal.
—Estás loco.
—Y así es como sé que tengo razón. Haces eso todo el tiempo, ¿sabes?
—Lo miro. No tengo ni idea de lo que está hablando. Al parecer, él nota
que no le entiendo—. Hablas de esa manera cuando me acerco demasiado
a la verdad. Te poner a la defensiva y me llamas cualquier cosa. Significa
que estoy en lo correcto.

2 Juego de palabras. Ass es inglés puede significar tanto “culo” como “imbécil”
—Sólo podría significar que creo que eres un imbécil, y nada más. —
Estoy a punto de decir te lo dije cuando Peter me mira de reojo. Por la
expresión de su rostro, puedo decir que no va a dejarlo pasar.
—¿Te sientes atraída por mí, Sidney?
La pregunta hace que mi estómago salte a mi garganta. No puedo
mirarlo. Siento que mi cara se pone caliente, junto con el resto de mi
cuerpo. Me las arreglo para dejar escapar:
—¿Qué demonios? ¿Quién pregunta eso?
—Uhm, yo lo hice. ¿Te sientes atraída por mí? Es una pregunta
simple. —Peter me echa un vistazo y luego de nuevo a la carretera.
Gracias a Dios que está oscuro. Estoy bastante segura que mi cara ha
estallado en llamas. Quiero decirle que es un mal, mal hombre pero eso
suena demasiado infantil, así que digo:
—¡Eres un idiota! —Me cubro la cara con la mano y miro por la
ventana. Mi pulso está rugiendo en mis oídos. Siento la mirada de Peter
deslizarse sobre mi cuello por un momento. ¿Por qué me hace esto? ¿Y qué
si creo que es caliente? No es como si pudiéramos hacer nada. No importa.
Pero aun así, prefiero no decirlo.
—Bueno, eso me parece un sí. ¿Debería decirte lo que pienso de ti?
108 —No me importa —murmuro, sin dejar de mirar por la ventana.
—Oh. Bueno, entonces no voy a decirte. —Está sonriendo satisfecho,
conduciendo en la oscuridad al restaurante al otro lado de la ciudad.
Espero que continúe haciéndome bromas, pero no dice nada más. El
silencio se extiende entre nosotros y mi mente se aferra a lo último que
dijo. Bueno, en realidad quiero saber lo que piensa de mí. No puedo creer
que él pueda sentarse allí en silencio y no decirme. Le echo un breve
vistazo. Peter aún está conduciendo con esa sonrisa exasperantemente
sexi en su rostro, como si supiera exactamente lo que hizo.
Me quedo mirando al cielo nocturno y me pregunto por qué esa
pregunta me molestó tanto. Por supuesto que me siento atraída por él. Por
supuesto que ya lo sabe. Casi dormimos juntos. Pero eso no es todo. No es
lo que él ya sabe lo que me asusta. Es lo que no sabe. Me siento apegada a
él. Dada la opción de pasar el rato con Peter o Millie, escogería a Peter. Él
me entiende mejor. Se ha convertido en mi mejor amigo. Sin importar que
es mi jefe o mi profesor. Me siento a gusto con él. Me he acostumbrado a
su voz, su rostro. Cada vez que Peter entra en una habitación, cada vez
que me balancea en sus brazos, me siento en paz, no va más allá de eso,
me siento feliz. Mi estómago se hunde cuando me pregunto lo que eso
significa.
Creo que sé.
Echo un vistazo a Peter. Me quedo mirando su perfil, devorando la
barba incipiente a lo largo de su mandíbula y la forma en que su cabello
oscuro se riza alrededor de sus orejas. Su piel es tan perfecta, y sus ojos,
oh Dios, sus ojos son como piedras preciosas. Cuando los miro, es como si
me perdiera en una hermosa gruta azul cubierta de zafiros brillantes. Y
por una vez en mi vida, me siento a salvo. No me preocupo por él
haciéndome daño, tocándome o forzándome.
No me doy cuenta de cuánto tiempo llevo observándolo hasta que
Peter se vuelve y me mira. Sonríe suavemente y siento como si estuviera en
una caída libre. Mi estómago flota hasta mi boca y no puedo hablar.
Oh, no. No, no, no, no, no. Mis ojos se abren un poco más cuando miro
de nuevo a través del parabrisas. Mi cerebro está cantando no una y otra
vez, como si eso borrará el descubrimiento que mi mente acaba de hacer.
Mi corazón ríe. Como si estas cosas se pueden deshacer, como si fuera
posible desenamorarse tan fácilmente como lo es enamorarse.
¿Lo amo? Eso no puede ser cierto.
Me niego. Eso no es lo que está pasando. No puede ser. No lo amo.
Eso es una locura. Ni siquiera lo conozco.
Pero sí lo haces, dice esa dulce voz tranquilizadora en el fondo de mi
cabeza. Le pego con una escoba y la arrojo en un armario. Generalmente
109 es la voz cuerda en mi mente. Habría jurado que es mi razón, pero eso no
era razonable. No conozco a Peter, no de esa forma. No quiero. No puedo…
Mis pensamientos frenéticos se interrumpen cuando Peter se detiene
en el estacionamiento. Estoy entrando en pánico. Las cosas no son iguales
a como eran hace dos segundos. Me acabo de dar cuenta que tengo
sentimientos por el chico sentado a mi lado. Tal vez soy densa como un
dinosaurio por no darme cuenta antes, maldita sea, todo el mundo se dio
cuenta, pero no sé qué hacer ahora. ¿Actuar de la misma manera?
¿Pretender que la idea nunca se me pasó por la mente?
Me toma mucho tiempo salir del auto. Peter lo rodea para abrir mi
puerta.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, cuando me ofrece su mano y me
jala de mi asiento. Peter está mirándome con esos ojos suyos. Olvido
respirar.
Se detiene demasiado cerca. Retrocedo, y choco de nuevo con el auto.
Peter da un paso más cerca, cerrando la brecha. Está lo suficientemente
cerca para tocarme, pero no lo hace. Sus ojos se deslizan sobre mí antes
de preguntar:
—¿No quieres saber lo que pienso?
Niego con la cabeza lentamente, cuidando evitar su mirada, y meto un
mechón errante de cabello detrás de mi oreja.
—No. —Mi voz es demasiado suave. Maldición. Suena como un sí. Me
aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo. Tengo que levantar la vista. Sé que
tengo que hacerlo. Sólo dilo. Escúpelo como si no importara, porque una
vez que me diga lo que piensa, no voy a ser capaz de dejarlo ir. No quiero
que las cosas cambien. Lo que tenemos es bueno.
Mirando directamente a sus ojos, sonrío y le digo:
—No quiero saber lo que piensas. No siento lo mismo por ti. —La
mentira arde en mi lengua.
Él no retrocede. En cambio, Peter se queda allí, mirándome. Se
inclina cerca de mi oído, y dice:
—Creo que eres hermosa, y esa afilada lengua tuya… Dios, nunca he
querido besar a una mujer tanto en mi vida. Voy a besarte esta noche. No
voy a ser capaz de evitarlo. —Me estremezco a medida que habla. Cuando
Peter se aleja, mi cuerpo se tensa. Mi columna está rígida y mi cabeza da
vueltas como que si estuviera cayendo en un agujero de conejo.
—No sé qué decir. —Lo sigo observando, casi sin respirar. Mis ojos se
clavan en sus labios, preguntándome si realmente lo hará.
Peter pasa su mano a lo largo de mi mejilla; sus ojos están en mi boca.
—Entonces, no digas nada. —Él se da la vuelta y se aleja. Está
110 cruzando el estacionamiento. Me quedo allí, mirándolo dirigirse dentro.
Cuando tira para abrir la puerta, se vuelve de nuevo hacia mí—. ¿Vienes,
Colleli?
Peter está jugando conmigo. Tiene que estar jugando conmigo. Aparto
todo lo que acaba de hacer y camino con confianza a través del
estacionamiento. Que le den. Dos pueden jugar a este juego.
Peter está sosteniendo la puerta. Me dirijo a su lado y lo paso,
aspirando el aire. Estamos demasiado cerca. Lo hago a propósito. Mi pecho
apenas roza el suyo mientras paso. La sensación dispara un tipo de
hormigueo a través de mí, pero sé que él también lo siente. El modo en que
detiene su respiración y me mira me dice que fue completamente
inesperado.
—Perdona —digo, de un modo demasiado entrecortado, antes de
alejarme. Los labios de Peter se separan. Sus hombros están de nuevo
rígidos. Me vuelvo hacia la estación de la anfitriona con una sonrisa
maliciosa. Peter aún está absorbiendo el aire como si hubiera sido
golpeado en el estómago—. Una mesa para dos, por favor.
Peter se mueve de repente y camina hacia mí. Siento el calor de su
cuerpo contra mi espalda. Él susurra en mi oído:
—Eso fue malvado.
—Tú lo empezaste —le digo sobre mi hombro, sonriendo.
Seguimos a la camarera a la misma mesa de siempre. Es nuestra
mesa. ¿Cómo ocurrió eso? Peter pasa delante de la chica y tira de mi silla y
me siento. La camarera está allí, esperando para entregarnos los menús.
Peter me empuja hacia la mesa con cuidado, y luego toma su asiento
frente a mí. Sus ojos brillan de alegría. Él tiene una media sonrisa de
satisfacción en su cara. Por un breve segundo, sus ojos bajan a mis labios.
Me hace retorcerme en mi silla. No puedo creer lo que él dijo antes. Me
estaba tomando el pelo. Tenía que estarlo.
—Entonces —dice Peter.
—Entonces. —Mi voz queda atrapada en mi garganta.
La forma en que me mira, como si quisiera besarme hasta que mis
rodillas se rindan y caiga en sus brazos, me pone nerviosa. No le entiendo.
Hemos estado alrededor del otro desde que llegó. Aparte de la primera
noche, Peter no ha hecho nada abiertamente. ¿Verdad? De repente me
siento estúpida. ¿Qué si todo el coqueteo era real? Supuse que no lo era.
Pensé que estaba bromeando. ¿Peter está lo suficientemente loco como
para estar conmigo, aunque le cueste su trabajo? Es un nuevo profesor.
Eso sería increíblemente estúpido, jodiendo el resto de su carrera.
Entonces, ¿en qué está pensando? No tengo ni idea.
Empiezo a abrir la boca para decirle que no podemos hacer nada
111 como eso—sin besos, nada de nada—cuando la veo caminar más allá de la
chimenea. La cara de la Dra. Strictland se ilumina cuando ve a Peter.
—Dr. Granz, señorita Colleli. Qué agradable sorpresa. —Ella lleva un
rico traje carmesí que hace que su pelo se vea de naranja.
—Cyianna —dice Peter—, qué lindo verte. ¿Te gustaría unirte a
nosotros?
Ella sacude su cabeza.
—No, vine aquí para tomar una cena y repasar unos papeles para mis
estudiantes de posgrado. —Sonríe hacia nosotros y luego me mira—.
Escuché que estabas ayudando al nuevo club de baile.
—Lo estoy. Acabamos de estar allí. El Dr. Granz es el patrocinador.
Ella nos mira a ambos.
—Ya veo. —Lo dice como si en realidad viera algo. Strictland mira a
Peter—. Sabes qué; creo que me uniré a ustedes. He trabajado lo
suficientemente duro y ha sido un día largo. —La camarera trae otra silla y
la Dra. Strictland se sienta a mi lado. Ella golpea mi rodilla y estoy a punto
de saltar de mi silla. Ella me da una mirada divertida—. Lo siento, querida.
—Está bien —miento. Odio ser tocada. Mi mirada se levanta. Hay una
excepción a esa regla. Peter de algún modo consiguió pasar alrededor de
eso. Sonrío nerviosamente, preguntándome si nos vamos a meter en
problemas, pero Strictland no dice nada acerca de nosotros estando aquí
juntos.
La comida progresa normalmente. Todos nos conocemos. El tema va
cambiando entre la universidad, el departamento, las clases, y luego a la
literatura.
Justo cuando pienso que Strictland no lo va a mencionar, lo hace.
—No me gusta arruinar una amistad o hacer las cosas incómodas
entre los dos, pero ciertas cosas han llegado a mi conocimiento.
Peter sonríe y niega con la cabeza.
—Cyianna…
—Peter, te conozco lo suficiente como para darme cuenta de que no
vas a hacer nada estúpido. Pero eres joven y la señorita Colleli es aún más
joven. Ambos tienen un papel que desempeñar, expectativas que cumplir.
La amistad se fomenta, pero nada más. Sólo veo amistad aquí, y por el
bien de ambos, espero que siga así.
»Sidney, no necesito recordarte sobre tu beca. La universidad no
pagará para que retomes las clases debido a una indiscreción sexual. —Oh,
Dios mío. ¿Acaba de decir eso? Mi cara arde. Me las arreglo para asentir—.
Y Peter, ya sabes la gravedad de esto. Espero no tener que mencionarlo de
112 nuevo.
—No tenías que haberlo mencionado ahora —dice Peter
imparcialmente.
Strictland lo mira un momento. Ella pasa su servilleta por sus labios
y la coloca en su plato.
—Has pasado por más que la mayoría de la gente, Peter. Me considero
una persona justa. Déjame ser contundente. Este arreglo que tienes con tu
estudiante se ve mal. Estabas bailando con ella y luego la llevaste a cenar
a uno de los establecimientos más bonitos de la ciudad. Según la dueña,
los han visto a ambos aquí antes… varias veces. El decoro tiene una
imagen y esta no lo es. No quiero ver ni oír hablar de algo como esto otra
vez. Considera esto como una advertencia cortés, Dr. Granz. Pido
disculpas por haber arruinado su noche, pero tenía que ser aclarado. —
Ella se levanta, asiente hacia ambos, y luego se va.
18
Traducido por lauuz
Corregido por flochi
Miro a Peter, pero él no me mira. Las consecuencias se han salido de
control. Si mantengo esto, ambos perdemos todo. El nudo en mi garganta
se siente como un cubo de azúcar. No se va a mover. Sólo esta atorado.
Quiero decirle algo a Peter, hacerlo sonreír de nuevo, pero es como si
alguien hubiera apagado la luz de sus ojos.
No puedo soportar más el silencio.
—Sólo somos amigos Peter. Ella lo sabe. Así que, no comemos más
ahí. —Trato de aligerarlo.
Peter levanta la mirada hacia mí. Sus labios están separados, como si
no pudiera creer lo que acabo de decir.
—No me mientas, Sídney. Te conozco. Esto puede ser una amistad,
pero hay más que eso. Todos pueden verlo. Sé que tú lo ves. Desearía que
lo admitieras. Al menos, entonces podríamos decidir qué hacer juntos. —
Se detiene y entonces sacude la cabeza cuando no digo nada—. ¿Estás tan
113 confundida que ya ni siquiera reconoces tus propios sentimientos?
Sus palabras son como una bofetada. Me tenso y alejo la mirada.
Lo amo. Sé que lo amo. Esas palabras perforan mi corazón. Mi
mandíbula truena. Quiero decirlo. Quiero decirle que es mucho más de lo
que piensa, pero estoy asustada de que huya. Tal vez Peter esta
encaprichado, pero yo no.
—Estas malditamente en lo correcto con que no quiero admitirlo —le
digo—. Y no, no tengo buen agarre de mis sentimientos. Para todos los
propósitos prácticos, la única emoción que he sentido en los pasados
cuatro años ha sido dolor. Nunca se detiene. Entonces, te conocí. —Estoy
respirando con dificultad. Siento mi pecho levantarse mientras hablo. No
puedo detener el torrente de palabras saliendo de mi boca—. Las cosas
cambiaron. Tal vez no reconocía lo que sentía entonces, pero lo hago ahora.
Soy una chica estúpida que se enamoró de su amigo, y ni siquiera es la
peor parte. La peor parte es que voy a perder todo si te digo. El pequeño
parche de felicidad se secará hasta morir, y todo será mi culpa, porque no
pude mantener la boca cerrada. Preferiría tenerte como amigo que no
tenerte.
La espalda de Peter esta rígida, como si alguien hubiera reemplazado
su columna con una barra de acero. Sorprendidos, enormes ojos me miran.
No trata de detenerme, y entre más hablo, peor se ve. Para el momento en
que finalmente me callo, Peter luce como si hubiera sido golpeado en el
costado de la cabeza con una tabla. La única respuesta es un parpadeo
sorprendido.
Que se joda. No voy a sentarme aquí esperando a que me rechace.
Salto de la mesa y camino hacia el baño de damas. Siento lágrimas
construirse detrás de mis ojos. Apenas logro subir las escaleras y abrir la
puerta antes de que enormes lágrimas bañen mis mejillas. Sujetando el
mostrador, miro el espejo. Cálmate. Escucho la pequeña voz hablando
suavemente en mi cabeza.
—Arruiné todo. —Aferro mi cara y sollozo en mis manos. No quiero
estar sola. Lo necesito, y decirle a Peter cómo me siento fue la cosa más
estúpida que pude haber hecho. Strictland dijo que nuestra amistad era
un exceso, así que le dije que lo amaba. ¿Qué demonios está mal conmigo?
Abro la llave y rocío algo de agua en mi cara. Mi llanto se ralentiza,
pero mi cara aún se siente caliente e hinchada. Cuando vuelva a bajar las
escaleras, necesito actuar como si estuviera bien sin importar lo que siento
por dentro. Necesito algo de aire fresco, sólo por un segundo.
Camino hacia la pequeña ventana y jalo el cordón de las cortinas.
Entonces las quito rápidamente y me trepo a la ventana, abriéndola. Mi
visión está borrosa y está oscuro, así que no me doy cuenta hasta que es
demasiado tarde. Hay una ardilla colgando afuera de la ventana. Cuando
114 la abro, la pequeña bestia comienza a deslizarse. Sus uñas están clavadas
en el marco de madera, pero el rápido movimiento cuando abro la ventana
hace que se suelte. Sus uñas suenan mientras se desliza hacia abajo por
el vidrio.
Veo por un momento y me doy cuenta de que no va a poder detenerse.
Estamos en el segundo piso. Un extraño impulso surge dentro de mí. Va a
caer. Será mi culpa. No puedo ser una asesina de ardillas.
Chillo y estampo mis pies, como si eso fuera a ayudar, y lanzo mis
brazos por la ventana para tratar de atrapar a la pequeña criatura. La
ardilla cae en mis manos. Mi corazón está a punto de explotar. Cuando la
ardilla me toca, mi cerebro envía una advertencia y antes de que me dé
cuenta de lo que estoy haciendo, estoy tirando de mis manos de nuevo
hacia adentro. La ardilla se aferró a mi brazo.
Grite como si alguien estuviera matándome y salto arriba y abajo,
tratando de que me suelte. Cuando eso no funciona, grito más fuerte y giro
en círculos, girando tan rápido como puedo, esperando que la ardilla vuele.
Sólo me detengo cuando se desliza por mi brazo y sus garras se quedan
sin piel para sujetarse. Veo al animal navegar por la habitación y
estrellarse en la pared.
Al mismo tiempo, la puerta del baño se abre. Peter está parado ahí,
listo para golpear a alguien cuando una aterrorizada ardilla pasa entre sus
piernas. Peter baja la mirada, sorprendido. Da la vuelta en sus talones y
observa mientras corre por el pasillo. Los gritos comienzan un momento
después.
Peter mira hacia mí. Estoy sosteniendo mi brazo herido con mi mano.
Mi labio inferior tiembla y sollozos salen de mí. No puedo dejar de llorar.
Me siento tan estúpida, increíblemente tonta. Peter camina hacia mí,
sonriendo y me atrae a sus brazos. Por un momento, sólo me sostiene. Sus
dedos se enredan en mi cabello y me mantiene apretada en su pecho.
Cuando Peter se aleja, mira mi brazo. Los rasguños no son profundos.
—¿Te mordió? —Niego con la cabeza y seco las lágrimas. Peter está
tratando tanto de no sonreír—. ¿Qué paso? ¿Estaban peleando por un
retrete?
Las lágrimas aún están en mis ojos, pero la sonrisa en su rostro me
hace sonreír también. Golpeo su pecho con mi puño.
—¡No estábamos peleando por un retrete! Abrí la ventana para tener
algo de aire. Había una ardilla. Cuando empujé la ventana, pensé que se
iba a morir así que lo atrapé… y entonces enloquecí un poco.
Peter trata de no sonreír. Trata de mantener un rostro serio y no
reírse, pero hace un trabajo terrible. Toma mi cabeza entre sus manos y
me mira a los ojos.
115 —¿Estás bien? ¿Sin rabia? ¿Sin ardillas asesinas seriales
escondiéndose en algún puesto?
—Cállate. Tú hubieras gritado también. —Me retuerzo fuera de su
agarre y le enseño la lengua.
Peter se ríe, en verdad se ríe. Sacude todo su cuerpo y saca lágrimas
de sus ojos. Frota la palma de su mano por encima de sus ojos y dice:
—Lo habría hecho, sin duda.
—Entonces, ¿por qué te estás riendo? —Estoy haciendo pucheros. No
era mi intención, pero soy una lunática emocional. Oímos a alguien gritar
y después un golpe. Ellos aún no han atrapado a la pequeña bestia.
Maldita ardilla.
—Porque este es el tipo de cosa que sólo te pasaría a ti. Estás en el
mejor restaurant de la ciudad y eres atacada por una ardilla. —Comienza
a reírse de nuevo.
Cruzo los brazos encima de mi pecho; el impulso de reírme con él es
demasiado fuerte. Le sonrió, diciendo:
—Cuando lo contemos, sólo vamos a decir que fue un oso.
Eso lo hace reír más. Los dos nos quedamos parados en el baño de
damas demasiado tiempo, recargándonos uno del otro y riendo. Para el
momento en que nos vamos, mis costillas duelen de tanto reír.
El restaurante se disculpa una y otra vez. Odian que fuera atacada
por un roedor en su baño. Ellos condonan nuestra cena, y nos dan una
tonelada de tarjetas de regalo así volveremos. El gerente está preocupado
de que le digamos a todos que tienen un problema con animales, incluso
aunque no tengo intención de mencionarle esto a nadie por tanto tiempo
como viva.
Peter y yo volvemos a su auto. En el camino de regreso al dormitorio,
me pregunta si tengo cosas para curar mis cortes. No las tengo.
—Yo tengo un kit de primeros auxilios en mi casa. Vamos a parcharte
y entonces te traigo a casa.
—¿Tu casa? —pregunto, echándole un vistazo. Aún no ha dicho nada
acerca de mi cosa de Me enamoré de mi mejor amigo. Estoy esperando que
nunca la mencione de nuevo. Me siento lo suficientemente estúpida como
está. Bromeo:
—¿No me estás pidiendo ir por un café de nuevo o sí?
Se ríe.
—No, pero no puedes irte con esos cortes sin tratar. Tendrás una
infección o algo. Además, está de camino a tu dormitorio.
Asiento. Voy a su casa. No me doy cuenta de lo que va a pasar. No me
116 doy cuenta de nada.
19
Traducido por lauuz. & Xhex
Corregido por flochi
—El corte luce superficial —dice Peter, sosteniendo mi brazo y
examinando gentilmente los cortes. Hay nueve rasguños pequeños de color
rojo furioso en un brazo. Estamos sentados en su baño. El gabinete de
medicinas está abierto. Es la primera vez que he estado en su casa desde
la noche que lo conocí. Todo está limpio ahora. Peter es muy ordenado.
Estoy sorprendida de que incluso tenga un kit como este.
Aun me siento tonta. ¿Quién es atacada por pequeñas criaturas de la
vida salvaje? Soy la antítesis de Blanca Nieves.
—Esto probablemente no habría pasado si no hubiera gritado como
lunática y lanzado a la ardilla contra el muro. Yo alteré su pequeño trasero.
Peter está sonriendo cuando levanta la mirada hacia mí.
—Sí, lo hiciste. Te escuché gritando desde el comedor. Para el
momento en que abrí la puerta, estaba seguro de que alguien estaba
asesinándote. Entonces, te vi lanzar un pequeño animal contra el muro. —
117 Se ríe—. Tengo la escena de la regadera de Psicosis en mi cabeza, excepto
que Norman Bates es una ardilla. Mejor vigilas tus pasos. Cuando salga de
ese restaurante, va a decirles todo a sus amigos. —Los hombros de Peter
están temblando. Está tratando tanto de no reírse.
Estoy sonriendo. Norman la ardilla con su pequeño cuchillo es
divertido.
—Idiota.
—Quédate quieta. Las probabilidades dicen que esta cosa arderá
como una perra.
—Las perras en realidad no ar… —Dejo de hacer preguntas estúpidas
y suelto una sarta de malas palabras—. ¿Qué demonios es eso? ¿Ácido? —
Alejo mi brazo. Mi piel quema como si la hubiera puesto en llamas.
Peter alcanza mi mano y la jala de regreso.
—Nena. —Sostiene una botella de algo encima de mi brazo de nuevo.
Hay una toalla debajo de mi codo. El líquido escurre por mi brazo y a la
toalla.
Peter lo vierte rápido, de nuevo. Mi cuerpo se tensa y aprieto los
dientes. Estoy lista esta vez. Mi mandíbula se aprieta, pero casi me
desmayo cuando Peter baja su cabeza y sopla en los cortes supurantes.
Sus labios rosas hacen un puchero y sopla en mi piel. La suave ráfaga de
aire aleja la aguda quemadura y hace que mi piel se enfríe. Olvido apretar
mi mandíbula. Aún estoy tensa, pero la razón ha cambiado. Peter no
parece darse cuenta de lo que ha hecho. El aún está sonriendo y ve hacia
mí.
No, no, no. Tengo una mirada de ciervo frente a unos los faros en mi
rostro. No me muevo. No puedo pensar. No puedo respirar. Los ojos de
Peter se oscurecen. No aparta la mirada. Mi corazón palpita más fuerte.
Creo que puedo escucharlo. De repente, noto mi respiración, la manera en
que estoy tomando enormes respiraciones temblorosas. Los dedos de Peter
permanecen en mi muñeca, sosteniendo mi brazo extendido encima de mi
rodilla. Estoy perdida en su mirada. Siento una atracción magnética hacia
él, hacia sus labios. Mi piel está cargada por su toque. No puedo soportarlo.
Jalando aire, volteo la cara.
No puedo hacerlo.
No puedo besarlo.
Ni siquiera debería estar aquí.
La voz de Peter es más profunda de lo normal.
—Eso debería ayudar. Déjame conseguir antiséptico, y cubrirlo.
Entonces, podemos llevarte a casa. —Suelta mi muñeca y se levanta. Peter
está mirando la pequeña botella, pero no la agarra. En lugar de eso, se
118 para ahí, sin parpadear. Respira profundo y deja al aire escaparse entre
sus labios en una ráfaga. Siento que estoy viendo porno. Mi pulso está
corriendo y estoy muy caliente. No puedo alejar la mirada. No quiero
hacerlo.
Peter pasa su mano por su cabello y toma la pomada.
—Aquí, esto debería ayudar a que sane más rápido. —La unta en mi
brazo. Mi estómago da vuelcos ante su ligero toque. Miro a Peter mientras
presiona su dedo en los rasguños. Me hace estremecer tanto que tengo que
apartar mi brazo.
Peter levanta la mirada hacia mí. Mi boca está abierta, pero no tengo
palabras. ¿Qué se supone que diga? ¿Tu toque me enloquece? ¿Cada vez
que me untas esa cosa, siento hormigueos en todas las partes incorrectas?
¿Qué demonios está mal conmigo?
Me levanto de un salto de su pequeño banco en el baño y trato de
empujarlo para pasar. Peter se da la vuelta en el último segundo. Nuestros
cuerpos se alinean. Hielo gotea por mi espalda y me quedo inmóvil. Sus
pectorales están alineados con los míos. Puedo sentirlo. Envía
estremecimientos a través de mí que me vuelven un desastre. Mis labios se
separan y jadeo, tratando de decir palabras que no vienen. Trato de mover
mis pies. Trato de hacer cualquier cosa además de quedarme parada y
mirarlo a los ojos.
Peter levanta su mano lentamente. Siento el calor de sus palmas,
debajo de mis codos. Sé que quiere tocarme. Sé que se está debatiendo,
porque los mismos pensamientos atraviesan mi mente. Sé que debería
moverme, pero no puedo. Mi pulso se acelera más, rugiendo en mis oídos.
Siento sus manos casi tocando la piel desnuda de mis brazos. Las manos
de Peter están tan cerca, pero no me tocan.
No levanto la mirada, incluso aunque siento los ojos de Peter
quemando un camino desde mis ojos hasta mis labios. Si levanto la
mirada, no seré capaz de irme. Si levanto la mirada, tiraré todo a la basura.
Tirar a la basura la universidad significa volver a casa. Significa volver a
las personas de las que escapé. Significa ver al hombre que usó mi cuerpo
una y otra vez.
Mi voz es tan tirante cuando hablo.
—No puedo…
La cara de Peter está tan cerca. Él ha inclinado su cabeza. Puedo
sentir su aliento en mis labios. Mis dedos golpean mis costados. Aprieto
las manos y entonces aprieto los puños.
No lo toques. No.
—Lo sé —susurra Peter. Cierro los ojos y siento el cuarto de extremo a
extremo. Está tan caliente aquí. Él está tan cerca de mí. Fuerzo mis ojos a
abrirse de nuevo y miro su pecho. No levantaré la mirada—. No podemos,
119 pero no puedo dejarte ir.
Mis ojos parpadean hacia arriba. Oh, Dios. Error. Sirenas suenan en
mis oídos. Caigo en esas piscinas gemelas de puro azul y no puedo salir.
Jadeo. Mis labios están junto a los suyos. Las manos de Peter aún están
en mis brazos. Cada pocos momentos, sus dedos se aprietan, como si
estuviera peleando la urgencia de tocarme. Trato de tragar. Trato de bajar
la mirada, pero estoy tan desesperadamente atrapada en su mirada.
Quiero sus manos en mí. Quiero sentir sus palmas quemando mi piel.
Quiero cosas que pensé que no querría jamás.
Mis labios están separados. Trato de hablar, pero nada sale. Cada
aliento que tomo se hincha en mi interior, forzando mi pecho hacia afuera,
haciendo que mis pechos se presionen contra su pecho. Necesito dejar de
respirar. Mi cabeza está nadando con lujuria. Parte de mi está rogando ser
tocada, ser besada. No puedo detenerlo. No puedo controlarlo. Estoy
atrapada.
Las manos de Peter se aflojan y cierra los ojos. Cuando los abre de
nuevo, hay una esperanzada sonrisa en su rostro. Comienza a hablar,
derramando su corazón, cada pedazo dañado.
—Nunca soy el de la suerte. Cada vez que encuentro a alguien, ella es
arrancada de mí. Siempre está fuera de mi alcance y no es como si pudiera
cambiarlo.
»No puedo obtenerla de regreso. No puedo cambiar las cosas. No hay
segundas oportunidades. Lo perdí todo. Perdí a Gina.
»Me perdí a mi mismo cuando ella murió. Nunca he sentido una
maldita cosa desde eso. Pero entonces tú viniste… Eres lista y hermosa.
Pensé que podía seguir adelante, pero no pude, no estaba listo. Tú eras la
única persona que entendía eso, y supe lo que eso significaba.
»Y ahora… —Peter se ríe con amargura y presiona sus ojos con fuerza.
Cuando los abre de nuevo, luce atormentado. Su voz se vuelve más alta
mientras habla. Sus palabras vienen más rápido, con más dolor, con más
pánico—. Ahora que estoy listo para seguir adelante, no puedo. No puedo
perder mi trabajo. No puedo estar contigo, pero no puedo estar sin ti. Dios,
Sídney. Esta noche fue uno de los mejores y peores momentos de mi vida.
Dijiste que me amabas. Que me amabas… —Sonríe con tristeza y sacude
la cabeza—. Te amo, también. Me trajiste de nuevo a la vida. Me devolviste
la sonrisa. Eres todo para mí, pero no puedo hacerte esto…
Lo miro. Mis ojos son demasiado amplios y mi boca está colgando
abierta. ¿Qué dijo? No puede querer decir eso. No puede, pero lo dijo. Peter
me ama. Pero no puedo seguirlo. Hay demasiada agonía en su voz. No sé lo
que quiere decir.
—¿Hacerme qué?
—Estas aquí con una beca. Sé lo que me pasará si sigo adelante con
esto, y no puedo dejarte tirar tu vida a la basura…
120 Él me ama. Miro a sus ojos, oyéndolo decirlo, escuchando la razón de
por qué está congelado, por qué no me está tocando. Me ama.
Tengo tanto miedo, estoy tan aterrada de que me aparte, pero lo hago
de todas formas. Por una fracción de segundo, soy valiente, y estúpida e
imprudente e impulsiva. Interrumpo sus palabras deslizando mis dedos
sobre la barba incipiente de sus mejillas. Me inclino y rozo mis labios
sobre los de él. Su boca es dulce y suave.
Peter se congela cuando lo beso. Sus brazos no me rodean. No me
devuelve el beso. Mis músculos están muy tensos. Pensé que me iba a
abrazar. Creí que respondería.
La vergüenza inunda mi rostro. Rompo el pequeño beso y miro hacia
abajo.
—Lo lamento —digo hacia el piso—. No debí haber hecho eso. No
debí… —Mi labio inferior tiembla. Trato de mantenerlo quieto, pero no
coopera, así que lo succiono dentro de mi boca y muerdo.
Antes de que pueda decir otra palabra, Peter me alza dentro en sus
brazos. Grito y lo brazo fuerte. Él nos acerca a la puerta principal y me
baja al suelo. Mi cuerpo se desliza contra el suyo. El dobladillo de mi
vestido se levanta vergonzosamente hacia arriba mientras bajo y presiono
mis pies en el suelo. Va a levantarme de nuevo. Mis manos están en su
pecho.
Peter no se aleja. Siento sus ojos en mi rostro. No me puedo ir. Él deja
escapar un suspiro y se inclina hacia mí. Sus manos están sobre mis
hombros. Mira a mis dedos en su pecho.
—No puedo decirte que te vayas.
—Entonces no lo hagas.
—No puedo dormir contigo.
—Entonces no lo haremos.
Él se ríe ante eso.
—Haces que suene tan fácil. Apenas puedo pensar cuando me tocas
de ese modo. ¿De verdad piensas que tengo suficiente autocontrol como
para no dormir contigo?
Asiento. Mis dedos están extendidos sobre su pecho. Siento todo de él,
cada curva, cada músculo.
—Tus pezones están duros. —Mi pulgar frota sobre su pectoral,
sintiendo el erecto pezón debajo.
Se ríe, y dice:
—Al igual que los tuyos —justo antes de que mi pulgar se mueva más
sobre él. Gime y agarra mi mano.
121 —Sidney.
—Peter.
—Eres demasiado… no sabes lo que es darte por vencida. —Su voz es
ronca. Los músculos de su cuello se flexionan. Sigue apretando la
mandíbula y presionando los labios.
—Sé exactamente de qué me estoy dando por vencida. Recuerdo quién
me espera en casa. —Mis manos se deslizan por su pecho. Sus
abdominales son tan marcados. Mis dedos sueltan un botón de su camisa,
justo por encima de la cintura.
Los hombros de Peter se tensan. Él deja escapar una respiración
entrecortada. La mano de Peter se levanta y roza mi mejilla. Me apoyo en
la caricia y cierro los ojos. Él se aleja de mí como si lo hubiera quemado.
—Sidney, no puedo hacer esto. No puedo. —Peter tira de su cabello y
se aparta de mí. Él se pasea sobre el suelo una vez, luego otra.
Cuando mira hacia arriba, me entra pánico. Lo veo en sus ojos. Él me
va a apartar. No me muevo. Me preparo para el impacto, esperando que él
abra la puerta y me lance a través de ella, pero no lo hace. Se precipita
hacia mí y coloca las manos a cada lado de mi cabeza. No sé lo que está
haciendo. No puedo decir si va a gritar o…
No consigo terminar el pensamiento. Peter se inclina. Sus labios están
tan cerca de los míos. Siento su resistencia. Esa parte de él que sigue
luchando, pero no retrocede. Peter cierra el espacio. Sus labios se
presionan suavemente sobre los míos. Es el susurro de un beso. Peter
todavía se está conteniendo. Todo su cuerpo es músculo tenso. Cuando
levanto mis manos y trato de tocarlo, Peter salta y se aleja. Su rostro se
arruga con indecisión. Sus manos son puños a sus costados. Parece que
quiere golpear la pared, y se aparta de mí.
Estoy loca. Me acerco. Estoy detrás de él. He tomado mi decisión. No
puedo hacerle esto. Lo está destrozando. Siento la fuerza que necesito para
alejarme. Es débil, pero está ahí.
—Peter, está bien. Lo siento. No te haré esto.
Su cara está en su mano. Peter se da la vuelta lentamente y me mira.
—No puedo hacerte esto. Yo sé lo que has pasado para llegar hasta
aquí. No puedo enviarte de regreso a la gente te que hizo esto… No puedo
dejar que lo hagas. Te amo, Sidney. —Sus ojos buscan los míos. Se siente
como si estuviéramos rompiendo. Algo se estrecha alrededor de mi
garganta. Trato de tragar, pero no puedo.
—También te amo, Peter. —Le sonrío con tristeza y me giro para salir.
Mi mano está moviendo la perilla cuando dice:
—Quédate.
122 —¿Qué?
—Quédate, sólo un poco más de tiempo. No puedo dejarte ir, todavía
no.
Estoy a punto de llorar. Después de todo lo que hemos pasado, no
puedo creer que tenga que alejarme de él. La vida es tan injusta, esto es
tan malo. Yo lo amo y él me ama. Las probabilidades son tan escasas, tan
minúsculas, de que una persona encuentre a su pareja. Sé que él fue
hecho para mí, y sé que tengo que irme.
Niego con la cabeza.
—No puedo. Este es el tipo de trato de todo o nada. No puedo soportar
estar a tú alrededor y no tocarte. Me preguntaste si me siento atraída por
ti, lo estoy. Mucho. Todo en ti me atrae. Peter, tengo que irme. —
Presionando mis labios, salgo de su apartamento y vuelo por las escaleras.
Aspiro el aire de la noche como si me estuviera ahogando. Camino las dos
cuadras hasta mi dormitorio, sola, pensando.
Renunciaría a todo por él, pero entonces, ¿qué? Él no tiene trabajo, yo
no tengo dinero, y ambos vivimos restringidos.
El amor es una mierda.
20
Traducido por LizC
Corregido por flochi
Me siento vacía. Incluso mi piel se siente frágil. Mis dedos van a mis
labios. El recuerdo está todavía allí. Es como si todavía pudiera sentir la
presión de la boca de Peter, la forma en que encaja perfectamente en la
comisura de mis labios.
No puedo ver a Peter otra vez. No entiendo eso realmente hasta que
estoy caminando por la calle. Hay una buena probabilidad que ya ni
siquiera vaya a ser su asistente. Strictland nos separará.
Pienso en cómo serán mis días sin Peter, teniéndolo tan cerca pero no
siendo capaz de hablar con él, o tocarlo. Oh Dios, me duele. Siento como si
alguien tomara un cuchillo y sacara mi corazón. Quiero doblarme y llorar,
pero no lo hago. Sigo caminando.
Un auto lleno de chicos ralentiza al pasar cerca de mí. Silban y aúllan
antes de seguir a toda prisa. Cuando por fin estoy en el campus de nuevo,
me siento de vuelta en mi elemento. Puedo con esto. Me voy directamente
123 al dormitorio. Cuando llego a mi habitación, está lleno de chicas. Dios,
¿por qué nunca puedo estar en paz? Millie me mira por encima de las
muchas coletas. Tienen un cubo de algún Kool-Aide azul y están
sumergiendo los extremos de su cabello en la bañera. Tia está sentada
junto a la puerta. Sus brazos están cruzados sobre su pecho y se recuesta
en su silla.
—¿No te va el azul? —pregunto.
Ella niega con la cabeza.
—No, me encanta el azul, pero la única forma en que aparezca en mi
cabello es si lo destiño primero. No voy a blanquearlo. Probablemente se
caiga o algo así. —Me mira, y nota mis ojos hinchados—. ¿Qué pasa
contigo? ¿Sucede algo?
Asiento.
—Sí, la mierda de siempre. Recibí un sermón de Strictland por ser
amiga de Peter, y fui atacada por una ardilla. La maldita cosa casi me
arranca el brazo. —Tia mira hacia mi cara para ver si estoy inventando
cosas y luego de vuelta a mi brazo.
—Mierda. ¿Hablas en serio? —pregunta, y se sienta con la espalda
recta. Asiento. Antes de que pueda decir nada más, ella se pone de pie y
me saca a empujones de la habitación hacia el pasillo—. Millie es rubia y
dijo que va a meter toda la cabeza en ese cubo. Le va a llevar toda la noche
hacer que su cabello se tiña de ese color. Así que habla. ¿Qué está
pasando contigo? ¿Por qué Strictland te dio un sermón? —Hace una pausa
y sus ojos se abren de par en par—. Mierda, ¿Peter? ¿Así como en Dr.
Peter Granz? —Asiento. Ella me arrastra a su habitación y cierra la
puerta—. Mi compañera de cuarto está ahí abajo con Millie. Escúpelo.
¿Qué diablos está pasando?
Me arrojo en su cama con mis hombros derrumbados. Me encojo de
hombros.
—Ni siquiera lo sé. Peter es el Dr. Granz. Es una larga historia, pero
casi me acuesto con él antes de saber quién era.
Los ojos de Tia casi se salen de sus cuencas.
—¿Qué?
—Millie me arrastró a una cita a ciegas cuando buscaba salir con
Brent. Se suponía que debía encontrarme con ellos allí. Para resumir, me
senté en la mesa equivocada. —Echo un vistazo a su rostro. Tia es
realmente agradable. Le he dicho un montón de estupideces antes, pero
esto me pone nerviosa—. No se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? No quiero
que se meta en problemas.
—No voy a decir nada a nadie, pero tienes que contarme lo que pasó.
¿Cómo terminaste con él esa noche si ibas a una cita con otro hombre?
124 —El otro hombre tenía manos resbalosas. Me fui antes. Cuando me
dirigía al estacionamiento, Peter estaba allí con su capó levantado. Era
nuevo aquí y estaba solo. Además, es caliente y divertido. No lo sé.
Terminé yendo a casa con él. Nos besamos. Mucho. Antes de que las cosas
se salieran de control, el teléfono sonó y me fui. Lo reconocí a la mañana
siguiente en clase.
—¡Mierda! —Planta los pies en el suelo con fuerza, demasiado
emocionada—. ¿Y ahora qué?
—Fuimos a cenar después del club. No era nada, pero Strictland
apareció y comió con nosotros. Después me dio una especie de ultimátum.
Peter será despedido y destrozará su carrera si continúa viéndome, y yo
seré suspendida y no podré graduarme. No puedo repetir clases por la
beca. Y no tengo dinero. Ella sabe eso.
Tia está al borde de su asiento con los dedos en la boca.
—Oh, Dios mío. Pero espera, ¿pensé que habías dicho que nada
estaba pasando?
—Nada estaba pasando. Sólo éramos amigos con un comienzo difícil,
pero… —Suspiro y jalo de mi cabello.
—¿Pero ahora es más que eso?
—Sí, mucho más. Maldita sea, Tia. Como en muy maldita sea. Ni
siquiera puedo decirte. —Cierro los labios con fuerza. Quiero golpear
algo—. No es como si hubiera sido apartada de mi mejor amigo, a pesar de
que lo es y así ha sido, es peor que eso. Siento que me arrancaron el
corazón. Y Peter. Estábamos en su apartamento curando esto —Señalo a
las marcas de garras—, y lo besé. Dijo que no puede, pero que me ama…
Tia jadea.
—Oh, Dios mío. ¿Tú lo amas? —Le doy un vistazo. Ella se tensa y
sacude la cama con las manos y chilla cuando no contesto. Debe estar
escrito en mi cara porque dice—: ¡Oh, Dios mío! ¡Eso es tan romántico! Lo
amas, pero no puedes estar con él. ¿Qué vas a hacer?
Me encojo de hombros.
—Nada. No hay nada que hacer. No puedo dejar que arriesgue su
carrera por mí, y tengo que graduarme. No puedo joder esto y volver a casa.
—Entierro mi cara entre mis manos y froto con fuerza. Todo se está
cayendo a pedazos. Me siento tan fracturada, como si estuviera
desmoronándome.
—Nunca antes te he oído maldecir tanto.
—No ha habido mucho que maldecir. No tengo ni idea de qué hacer.
Tengo que permanecer lejos de él, pero no puedo. —Me rio amargamente y
envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura. No puedo ahuyentar las
sensaciones que me están ahogando. Me quedo mirando a su piso. Los
125 recuerdos surgen, fuera de lugar—. Ese también fue mi primer te amo, el
primero que es real, y luego sucede esto. Ni siquiera somos amigos ya. No
podemos serlo. No tengo idea de cómo lidiar con esto. —Tengo las manos a
los lados de mi cabeza, y meto mis dedos en mi cabello.
Esta noche empezó de maravilla. No puedo creer que esto esté
pasando. Sí, debería haberlo sabido, pero no es así. No sabía que me
estaba enamorando de Peter. Ni siquiera me di cuenta hasta esta noche.
Soy una maldita estúpida. ¿Cómo no lo vi? Sobre todo cuando todo el
mundo ha sido menos que discreto al respecto.
—Oh, Dios —gimo entre mis manos. Levantando la vista, pregunto—:
¿Qué hago?
El rostro de Tia se llena de simpatía.
—La única cosa que puedes hacer. Mantenerte alejada de él y
distraerte con chocolate.
21
Traducido por âmenoire & LizC
Corregido por flochi
Las siguientes semanas pasan dolorosamente lento. Por la noche me
quedo mirando el techo. No puedo dormir. Se siente como si mis brazos
hubieran sido cortados. Tengo dolores fantasma. Dios, y las pesadillas. Mi
mente se desvía y veo a Peter ser golpeado por un coche, cayendo por un
precipicio o recibiendo un disparo en el pecho. Cada vez es lo mismo, veo
lo que va a pasar momentos antes de que ocurra. Corro hacia Peter,
gritando a todo pulmón, pero no me escucha. Nunca soy lo
suficientemente rápida, nunca grito lo suficientemente fuerte y siempre
estoy un segundo demasiado tarde. Nunca hay despedidas; Peter es
simplemente arrancado lejos de mí.
Una noche el sueño es muy vívido. Peter está sonriendo, diciéndome
algo. Está dando un paso hacia atrás con esa sonrisa irónica en su rostro.
El suelo es duro y seco. La arcilla se agrieta, pero Peter no mira detrás de
él. El estacionamiento se convierte en nada más que kilómetros y
kilómetros de arcilla roja agrietada. Es como verlo caminar sobre hielo
126 delgado. Estoy desesperada, llamándolo, rogándole que vuelva, pero no me
puede oír. El suelo bajo sus pies de repente se rompe. Peter cae. Me lanzo
hacia él, hacia el gran abismo en el suelo. Me caigo en el borde del agujero
justo a tiempo para que los dedos de Peter casi alcancen los míos.
Grito.
Grito tan fuerte que la pesadilla se convierte en realidad. Grito en mi
cama y me levantó rápidamente. Mi cuerpo está cubierto de sudor frío. Las
sábanas están pegadas a mi cuerpo. Estoy enredada y aporreada, tratando
de liberarse. Millie se levanta y prende las luces. Mi mano está en mi
pecho. Estoy tratando de decirme a mí misma que no fue real, que Peter
está vivo y bien, pero el sueño se siente tan genuino que estoy a punto de
llorar.
Millie está de pie allí con una escoba en sus puños, como si fuera a
aporrear a un intruso. Cuando ve que no hay nadie alrededor, sus brazos
caen a los costados.
—¿Estás bien? —Se frota los ojos y respira profundamente.
Asiento pero es inestable. No puedo hablar. ¿A qué le temo? La
pesadilla suena tan estúpida. El suelo simplemente no se come a la gente,
pero el sueño se sintió real. No puedo sacudirme la sensación. Quito mis
mantas y me dirijo a mi armario. Sacó mis pantalones de chándal y me los
pongo.
Millie me está mirando.
—¿A dónde vas? Son las 4:00 mañana. No puedes salir a correr ahora.
—Tengo que hacerlo. —Es todo lo que puedo lograr decir
ahogadamente.
—Sidney, espera. Iré contigo. —Los párpados de Millie están medio
abiertos. Parece que se está quedando dormida.
—Está bien. Estoy bien. Regresa a la cama.
—No puedo. Algo te molesta y me he convertido en una amiga de
mierda desde que apareció Brent. Dame un segundo. Iré contigo. —Ella
parpadea lentamente y se vuelve hacia su armario. Ya estoy vestida y me
pongo mis zapatillas.
Cuando me ato el segundo zapato, le digo:
—Prefiero ir sola. En serio, regresa a la cama. Llevaré tu spray de
pimienta si estás preocupada.
Ella bosteza. Millie tiene una pierna en sus pantalones de chándal y
me mira.
—Bien, pero solo si utilizas el gimnasio de los estudiantes. No vayas
afuera. Ve a usar la escaladora o la elíptica o algo así. ¿Lo prometes?
Asiento.
127 —Sí. Te veré en el almuerzo.
Y me voy. Corro por las escaleras y fuera hacia el aire frío. Llena mis
pulmones y me recuerda lo que es real y lo que no lo es. Los sueños no son
reales. Peter está vivo. Sé lo que significan las pesadillas, sé lo que quieren
decir. Peter fue arrancado lejos de mí y no hay nada que yo pueda haber
hecho al respecto. Se fue. Es como si estuviera muerto, pero veo su
fantasma rondando el edificio de inglés todos los días.
Strictland me quitó como su asistente el día siguiente que nos vio en
la cena. Cambió a su asistente con la suya. Ahora, yo trabajo con
Strictland. Los rumores se han detenido. Nadie está diciendo nada.
Golpeo mis pies más duro y corro más rápido. Mis pulmones arden
como si no pudieran obtener suficiente aire. Mi cabello se mueve de ida y
vuelta, haciéndome cosquillas en el cuello. Quiero correr tan fuerte que mi
cuerpo grita de dolor. Quiero sentir algo con lo que sé cómo tratar, porque
no sé qué hacer con esto.
No es igual a las otras las pesadillas. Aquellos me tenían asustada a
muerte, porque alguien estaba tratando de hacerme daño. Estos sueños
son lo contrario. Nadie me está haciendo daño, pero se siente como si mis
entrañas estuvieran siendo arrancadas. Es como perder a Peter otra vez,
noche tras noche. ¿Cuándo se detendrá? El hombre sigue vivo. ¿Por qué
mi cerebro está de luto como si estuviera muerto? No puedo soportarlo.
Quiero gritar.
Excavando, me empujo más fuerte del suelo y corro más rápido.
Alargo mi paso. Bombeo mis brazos a los lados y corro tan rápido como
puedo a través del campus hasta el otro lado donde se encuentra el nuevo
gimnasio. En el momento en que llego allí, no puedo respirar y hay una
punzada corriendo a ambos lados de mi caja torácica y a través de mi
cadera.
Deslizo mi tarjeta de identificación y entro. Colocando mis manos
sobre mis caderas, me detengo y tomo aire. Me quedo así por unos
momentos en el pasillo oscurecido, tratando de recuperar el aliento.
Cuando el calambre desaparece, camino hacia la sala de ejercicios. No
espero que nadie esté aquí. Las salas están vacías y las luces están
apagadas. Utilizo mi tarjeta y entro. Encuentro una cinta de correr y la
enciendo, aumentando la velocidad hasta una carrera completa. Golpeo la
cosa todo lo que doy, corriendo lo más rápido que puedo.
Unos momentos pasan y estoy en mi propio pequeño mundo. Los
pensamientos se alejan flotando. La única cosa en mi cabeza es el latido de
mi corazón y la corriente de aire llenando mis pulmones. Es por eso que él
me da un susto de muerte.
—¿Sidney? —La voz de Mark proviene de algún lugar junto a mí. Grito,
perdiendo mi equilibrio y pisando mi zapatilla. El resultado es instantáneo.
128 Caigo y soy lanzada fuera del final de la cinta. Mi espalda choca contra la
pared.
»¡Santa Mierda! —Mark saca la llave de parada de emergencia y la
cinta se apaga, antes que mis pies queden atrapados bajo la cosa.
Entonces, cae de rodillas junto a mí—. Sidney, lo siento mucho. ¿Estás
bien? ¿Puedes moverte?
Empiezo a reír. Es el tipo de risa loca que pone a la gente realmente
incómoda, pero no puedo parar. Mark todavía está de rodillas a mi lado.
Mira a su alrededor.
—Ah Mierda. La rompí. —Pasa su mano por su cabello y pincha mi
hombro—. ¿Estás bien, cierto? Suenas un poco loca.
Respiro hondo y miro hacia él.
—Estoy un poco loca. ¿Por qué otra razón estaría aquí a las cuatro de
la mañana? Supongo que tú también estás loco, ya que estás sentado aquí
en la oscuridad.
Mark luce ofendido.
—¡No lo estaba! Estaba de vuelta en el gimnasio de pesas cuando oí a
alguien. Salí a ver quién era, dije tu nombre, te hice caer de culo y luego
conseguir ser golpeada por la pared.
Me río y me doy cuenta que sueno más allá de la locura, y más allá de
cansada. Froto mis manos sobre mi rostro y suspiro.
—No es la cosa más extraña que jamás haya ocurrido. —Cuando
quito mi mano, hay un hilo de sangre—. Maldición. ¿Me corté el rostro?
Mark se levanta y me ofrece su mano. Pongo mi mano limpia en su
mano y me levanta.
—No, sólo es un pequeño rasguño en tu mejilla.
La toco de nuevo con mis dedos y camino hacia los espejos. No está
tan mal, pero luzco como el infierno. Mi cabello es un nido de ratas
recogido en una coleta. Está todo desordenado. No me molesté en
cepillarlo antes de salir. Sólo lo recogí y puse la banda elástica alrededor
de mi cabello. Hay círculos oscuros bajo los ojos y luzco golpeada.
Mark me entrega un pañuelo. Lo miro, sorprendida.
—No está usado, si eso es lo que estás pensando.
Lo tomo y respondo:
—Gracias, y eso definitivamente no era lo que estaba pensando. —
Tomo el algodón blanco y lo paso bajo la fuente de agua, haciendo que se
humedezca y luego seco mi mejilla—. Ni siquiera sé cómo me hice esto.
Señala mi muñeca.
—Tu reloj. Tus manos trataron de cubrir tu cara cuando caíste. El
129 reloj probablemente te rasguñó. —Miro mi muñeca y luego de nuevo hacia
él.
—Entonces, ¿cuál es tu historia? —pregunto. No quiero que siga
mirándome, pero lo hace. Le echo un vistazo—. ¿Siempre estás aquí a las
cuatro de la mañana?
Mark se lleva las manos detrás de su espalda y niega con la cabeza.
—No, por lo general llego alrededor de las cinco. Hoy madrugué. En
cuanto a la razón por la que lo hice, bueno, soy una especie de bicho raro.
Sólo necesito cuatro horas de sueño.
Estoy frotando mi mejilla mientras él está hablando. Cuando dice eso,
lo miro, envidiosa.
—¿Hablas en serio?
—Sí, es una especie de cosa genética. Mi mamá es igual. Por mucho
tiempo pensaron que era algún trastorno por déficit de atención con
hiperactividad, pero no es eso, en absoluto. Simplemente no necesito
dormir ocho horas para sentirme bien. Cuatro o cinco, como máximo, y
estoy listo para salir. Me puedo quedar toda la noche despierto y luego
levantarme al amanecer. Ya que no hay nada que hacer en el dormitorio, y
mi compañero de cuarto me mata si lo despierto, por lo general vengo
hasta aquí. —Él está apoyado en la pared, mirándome. Mark está más
cerca de mi edad que Peter. Este es el tipo de hombre con el que debería
estar. Es normal, agradable y mi igual. No es mi profesor.
Miro a Mark durante mucho tiempo, observándolo fijamente a la cara,
preguntándome qué habría hecho si me hubiera arrojado a él al inicio del
semestre, si se tratara de Mark en la mesa y no Peter. ¿Habría hecho lo
mismo? ¿Se habría detenido? ¿Qué habría significado para mí? A veces
pienso que el sexo va a arreglar todo. Arruinó todo, así que tiene sentido,
más o menos.
No me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado.
Mark pone una sonrisa nerviosa en su cara y mira a su alrededor,
como si debiera estar viendo otra cosa.
—Uhm, ¿Sidney? ¿Te puse a dormir accidentalmente con mi historia
excesivamente aburrida?
Sonrío y parpadeo. Sufro tanto y él es tan dulce.
—No. Eres cualquier cosa menos aburrido.
Él sonríe.
—¿De verdad lo crees?
Asiento.
—Te habría seguido como un perrito si algún otro chico no hubiera
llamado mi atención en primer lugar.
130 —La historia de mi vida. —Los ojos de Mark estudian mi rostro antes
de levantar su mano y tocar ligeramente mi brazo. Es un toque
tranquilizador—. ¿Supongo que dicho chico es la razón por la que estás
aquí a esta hora intempestiva?
Asiento lentamente. Mis pensamientos están desbocados. No sé lo que
quiero. No sé cómo hacer que la agonía interior se detenga. Me quedo
mirando los labios de Mark. Estoy volviendo. Puedo sentir mi viejo plan
pre-Peter saltando alrededor de mis tobillos, pellizcándome.
Mark está sin camisa. Su cuerpo está cubierto de una fina capa de
sudor. Su cabello luce húmedo y desordenado. Soy consciente de mi
respiración, consciente de su boca y consciente de que estoy de pie
demasiado cerca de él. La mano de Mark se desliza por mi brazo desnudo,
encima de mi hombro y toca mi mejilla.
Mete un mechón de mi enloquecido cabello detrás de mi oreja y me
sonríe con tristeza.
—No soy un hombre de rebote, Sidney. Soy de la clase de chico que
ama-con-todo-su-corazón, y ya que me gustas de verdad, es tan
condenadamente difícil no besarte ahora mismo. Pero, no puedo… —
Rompe nuestras miradas al bajar la suya. Mark toma mis manos y frota su
pulgar sobre mi piel lentamente. Respirando profundamente, agrega—:
¿Me perdonas?
Normalmente, me habría puesto de un rojo intenso, pero hoy sólo
asiento y miro nuestras manos.
—Entonces, ¿cómo haces para superar un corazón roto? Todo el
mundo dice que con sexo, pero yo no… —Suspiro profundamente y miro
hacia él.
—Ya que el mío ha sido pisoteado un par de veces, te puedo decir la
verdad. —Él inclina la cabeza hacia un lado y me sonríe. Sus ojos no se
encuentran con los míos otra vez, no mientras está hablando—. No lo
superas. Nada cura de inmediato el dolor. No desaparece porque estás listo
para superarlo. Toma tiempo. Un día, las cosas no van a doler tanto. Un
día te fijarás en otra persona y dejas de pensar en el último hombre por
completo. Vas a estar lista para empezar de nuevo, y también lo hará tu
corazón. Dale tiempo, Sidney.
Asiento y él aparta sus manos.
—¿Por qué eres tan amable conmigo?
—¿No es obvio? —Niego con la cabeza—. Eres caliente, como
increíblemente atractiva. Tengo un pequeño flechazo por ti. —Mark se ve
avergonzado cuando dice la última parte.
Le sonrío. Mi cara se siente divertida y me doy cuenta que no he
131 sonreído desde hace tiempo.
—No lo sabía.
—Sí, bueno, tiendo a mantener las cosas bajo control. —Él me da una
sonrisa torcida y me choca suavemente con el hombro—. ¿Quieres correr o
algo así? Supongo que viniste aquí a correr y apuesto absolutamente a que
puedo ganarte.
Miro por la ventana hacia la pista y asiento.
—Suena bien.
Me paso la próxima hora corriendo con Mark. Corremos hasta que
mis músculos se retuercen como si me hubieran electrocutado. Caigo en
las esteras y me acuesto en mi espalda. Mark se sienta a mi lado en un
cómodo silencio. Parece que he encontrado otro amigo.
22
Traducido por Xhex & âmenoire
Corregido por flochi
Todavía tengo que ver a Peter una vez a la semana. No he sido
transferida de su clase de la noche, aunque me hubiera gustado serlo. Mi
única opción habría sido dejarlo, y si lo hacía, no sería capaz de volver a
retomarla por mi beca. El semestre estaba demasiado avanzado para el
momento en que Strictland nos separó. Me alegro de que no me obligara a
abandonar.
Peter está en el frente del aula. No lo miro. En su lugar, oigo su voz y
miro hacia abajo, a mi libreta. He estado levantada durante mucho tiempo.
Parece que fue ayer cuando estuve sentada con Mark, pero eso fue sólo
esta mañana. Toco mi cara y siento el corte en mi mejilla. Sí, eso fue hoy.
No puedo creer que me caí de una cinta de correr. ¿Quién hace eso?
—¿Señorita Colleli? —dice Peter. Me da la sensación de que no es la
primera vez que me llama.
Miro hacia arriba. Todo el mundo me está viendo.
132 —Lo siento, ¿qué?
Los ojos de Peter se desvían al corte en mi mejilla. Sus cejas se
arrugan.
—El poema en el comienzo del libro… —Cuando no contesto, añade—:
El hombre que fue jueves tenía un poema al principio. ¿De qué cree que se
trata? ¿Se ajusta a la literatura? —Peter está de pie delante de mí por un
momento. Luego cruza el salón, se recuesta sobre el escritorio, y se cruza
de brazos sobre su perfecto pecho.
¿Por qué me está preguntando? Quiero meterme en un agujero y
morir. Esa es una pregunta que no puedo responder del todo.
—Me dio ganas de comprar un sombrero de copa —le digo, y me
encojo de hombros. Unos pocos estudiantes se ríen. Uno dice fenómeno.
Me doy vuelta y le doy a ese tipo un pulgar hacia arriba. Soy un fenómeno
orgulloso. Que lidie con ello.
Peter me ve con una mirada desesperada en su rostro. Él no me pide
dar más detalles. En su lugar, hace llamar al listillo que dice que no es lo
suficientemente gay para pensar que el poema es sobre sombreros. Peter
se pellizca el puente de la nariz y mira el reloj. Son casi las nueve.
—Ya que nadie sabe de qué demonios trata el poema, van a entregar
un trabajo de investigación la próxima semana. Quiero tres fuentes, cuatro
páginas, a doble espacio, e incluyan su propia comprensión del poema. Si
están de acuerdo con la investigación, indiquen por qué. Clase terminada.
Todos gimen y salen rápidamente.
Me estoy moviendo a la velocidad de una babosa. Me siento tan
cansada. No puedo recordar si comí hoy. No creo que lo haya hecho.
Considero conseguir algo de comida mientras recojo mis libros. Para el
momento que me dirijo a la puerta, el salón está vacío, excepto por Peter,
que está en su escritorio.
—¿Qué le pasó a su cara, Colleli?
Levanto la ceja y miro hacia él.
—Eso es difícilmente cortés, Dr. Granz. —Hago la seña de "qué
vergüenza" con mis dedos también, pero es descuidada.
Se levanta y camina hacia mí.
—¿Qué te pasa? Te das cuenta de que tus calificaciones son tan
marginales que podrías suspender, ¿verdad? Y, con Strictland respirando
en mi cuello, no puedo pasarte si no te lo ganas.
No me di cuenta de eso. Mi columna se pone rígida.
—Yo no quiero que me apruebes.
—Entonces, ¿qué demonios estás haciendo? No te entiendo. Querías
tomar esta clase, ¿no?
133 —Quería tomarla cuando Tadwick la enseñaba. —Peter se estremece.
Tal vez he dicho eso un poco con demasiada dureza—. No quise decir…
Peter levanta sus manos, con las palmas hacia mí, y se aleja.
—Sé lo que quieres decir. Está bien. —Agarra la parte posterior de su
cuello y suspira.
He evitado mirar el rostro de Peter, pero cuando él se gira, lejos de mí,
tomo la oportunidad. Sus pestañas están bajas, y sus hombros caídos
como si estuviera lastimado, como si el peso fuera demasiado, y eso lo
rompió. Hay círculos oscuros bajo sus ojos que coinciden con los míos.
Sus labios ya no sonríen. Peter se ve agotado, con una tristeza que penetra
hasta la última gota de su ser. Él se ahoga en la melancolía.
Peter debe sentir mis ojos en el lado de su cara, porque mira hacia
arriba. Nuestros ojos se encuentran y me hubiera gustado que no lo
hicieran. Mi estómago se cae a mis pies. Estoy muriendo. Había aire y
ahora no. Las semanas habían pasado, pero no lo había superado.
Peter aparta la vista y mira hacia abajo.
—Será mejor que me vaya. —Su voz es tenue, débil.
Antes de que sepa lo que estoy diciendo, las palabras salen de mi
boca.
—¿Te arrepientes? —Peter me mira. Sus ojos se deslizan sobre mi
cara hasta que se encuentran con mis ojos—. Porque yo sí. Me arrepiento
tanto. Si pudiera volver atrás y deshacer todo, lo haría. No soporto verte
así, y no puedo soportar estar así. Si nunca me hubiera sentado en tu
mesa…
Peter levanta la voz sobre la mía.
—Si nunca te hubieras sentado a mi mesa, jamás habría sabido que
podía volver a ser feliz. No, no me arrepiento de ello. No me arrepiento de
nada. —Él mueve su mandíbula, como si quisiera decir algo más, pero
decide no hacerlo.
Asiento lentamente y recojo mis libros, sin planear decir nada más.
Una carta se cae de las páginas y aterriza a los pies de Peter. Él se inclina
y la recoge. Sus ojos se levantan a los míos.
—¿Es esto de tu hermano? —Asiento—. Pensé que ibas a tirarla.
—Sí. Envió otra y luego otra.
—¿No has abierto ninguna?
Niego con la cabeza.
—No. —Mi voz está allí apenas—. Él está muerto para mí. Tómala.
Bótala. No quiero volver a verla.
Me dirijo hacia la puerta. Siento los ojos de Peter en mi espalda. Sé
134 que él quiere decir algo, pero no le doy la oportunidad. Salgo de la
habitación y bajo por el pasillo. Salgo hacia la escalera principal. Nadie
usa las escaleras. Hay más de un centenar de escalones hasta el jardín de
abajo. Presiono mi espalda en un pilar y me deslizo hasta el suelo.
Durante mucho tiempo, me siento allí en la oscuridad. Las luces a mi
alrededor iluminan las escaleras, pero estoy en la sombra. La gente de
abajo no me puede ver.
Me preocupa que Sam siga enviándome cartas. Cuando éramos niños,
él y yo éramos los mejores amigos. Me vigilaba, me cuidaba. Sam me
dejaba jugar con sus amigos. Golpeaba a cualquiera que se metiera
conmigo. Yo era su hermanita a pesar de que somos gemelos. Naciste
después de mí, me decía. Es por eso que eres mi hermanita. Creo que le
gustaba ser el hermano mayor. Hacía que Sam se sintiera importante.
Pero todo eso cambió cuando llegué llorando a él por Dean. Esperaba
que él me defendiera. Él no lo hizo. Sam dijo que yo era una molestia, y
que él había visto lo que había hecho, la forma en que actué en torno a su
amigo. Los recuerdos brotan uno por uno. Una vez que comienzan, no se
detienen.
Dean no te hizo daño, dijeron. Dean es un buen muchacho. Lo juro, es
como si mis padres y Sam estuvieran de pie frente a mí, diciendo las
mismas cosas una y otra vez. Quiero gritar, ¿Y qué hay de mí? Él me
mantuvo presionada hacia abajo, me subyugó. Dean no haría eso, dijeron.
Dios, nunca me había sentido tan traicionada en mi vida.
Pero fue peor, mucho peor cuando le conté a Sam.
Nunca dejo que estos recuerdos salgan de su caja. Son como
demonios y van a despojar hasta la última gota de la alegría que tenga
hasta que no quede nada. Pero dejo los recuerdos salir. Oigo sus voces.
Las viejas palabras reabren cicatrices que nunca se curaron.
Mi mente se tambalea. Tengo que forzar a los demonios a regresar, y
hacer que se detengan. Me pongo mis rodillas contra mi pecho y bajo la
cabeza. Envolviendo mis brazos alrededor de mis tobillos, haciéndome
bolita. Cierro los ojos, con la esperanza de que pase o me trague entera.
La puerta se abre detrás de mí. Lo oigo, pero no miro hacia arriba.
Sea quien sea sólo va a bajar la escalera sin siquiera verme. El sonido de
las pisadas se acerca y luego se detiene. Echo un vistazo alrededor de mi
brazo y veo los zapatos de cuero. Miro hacia Peter.
Se sienta junto a mí. Meto mi rostro en mis rodillas otra vez. No
quiero hablar con él.
—Te ves miserable.
—Soy miserable. —Hablo en mis rodillas.
—Yo también. —Peter toma una profunda respiración y pone su mano
sobre mi espalda. Peter me jala hacia él y envuelvo mis manos alrededor
135 de su cintura. Me aferro a él con fuerza, sabiendo que tendré que dejarlo ir.
Cuando se aleja se siente como si alguien estuviera arrancando mi piel,
capa por capa.
Me levanto y me giro hacia las escaleras.
—No puedo hacer esto, Peter. No puedo estar cerca de ti así. Me está
matando. No tengo ni idea de cómo superarte. Simplemente no puedo… —
Me alejo, pero agarra mi brazo. Me pongo rígida. Me encanta y lo odio.
Quiero sus brazos alrededor de mí. Quiero a mi amigo de vuelta.
—Tengo que decirte algo. —Me jala más cerca y me quita mis libros.
Los deja caer en el suelo junto a sus pies. Sus manos acunan mis mejillas.
Siento el aliento de Peter en mi cara. Hace que mi cabeza se sienta tan
ligera, casi mareada. Quiero los labios de Peter sobre los míos. Lo extraño
tanto que las lágrimas pinchan mis ojos.
Tomo las manos de Peter en las mías y trato de bajar sus manos.
—No, Peter… No puedo hacer esto. —Apenas estoy en una sola pieza.
Siento la ola de remordimiento crecer cada vez más y más grande. Va a
aplastarme. Su toque va a destruirme. Me entra el pánico. Me alejo de él
pero no me deja ir. Estoy llorando. No me di cuenta, pero las lágrimas
están bajando por mis mejillas.
Los pulgares de Peter se deslizan a través de las lágrimas en mis
mejillas, limpiándolas.
—No llores. —Se inclina y roza sus labios en mi rostro, besando una
lágrima. Me quedo quieta. Mis dedos todavía se agarran a sus manos, pero
dejo de jalarlas. Tomo una respiración entrecortada cuando lo hace de
nuevo y de nuevo. Peter besa suavemente mi rostro, limpiando cada
lágrima.
Luego, inclina mi cabeza hacia atrás para que pueda ver sus ojos.
—Espero que puedas perdonarme, pero hice algo increíblemente
estúpido. —La esquina de su boca se levanta. Incertidumbre delinea su
mirada—. Escribí una carta de renuncia y la puse sobre el escritorio de
Strictland.
»No puedo seguir con esto. Cada vez que te veo, es como que mi
corazón ha sido arrancado de mi pecho. No puedo comer, no puedo dormir.
No es un enamoramiento. Nunca fue un enamoramiento. Te amo, Sidney.
Me tomó demasiado tiempo decirlo. Me tomó demasiado tiempo arreglar
esto, pero te elijo a ti.
Mi mandíbula cae.
—¿Renunciaste? —Asiente. Mis cejas se elevan por mi rostro.
Sorprendido silencio me envuelve. Cuando finalmente trato de hablar, una
fuerte risa pretenciosa sale de mi boca. Lanzo mis brazos alrededor de su
cuello y me sostengo con fuerza. Peter presiona su cuerpo contra el mío y
136 me levanta de mis pies. Me balancea alrededor una vez. Grito y me río—.
Pero, ¡no puedes hacer eso!
Cuando Peter me pone abajo, está sonriendo.
—Ya lo hice. Escribí una carta de renuncia y la deslicé debajo de su
puerta. —Me giro para entrar. Necesito recuperar la carta. Estoy tan feliz
que me eligiera, pero no puedo dejarlo que haga esto.
Cuando trato de entrar, Peter llega hasta mí. Sus dedos se envuelven
alrededor de mi brazo. Hielo se dispara en mi estómago. Esto es irreal. Mi
pulso late con más fuerza. No puedo dejarlo que haga esto.
—Sidney, la puerta de su oficina está cerrada. No puedo tomarla y no
quiero que lo hagas.
Está tranquilo por un momento y sus manos me liberan. Todavía
puedo sentir su mano en mi brazo. No puedo tragar. El momento pasa
lentamente, como si el tiempo no fuese real. Peter abre la boca para decir
algo. Hago lo mismo. Ninguno de los dos habla. Mi piel está cubierta de
escalofríos que no desaparecerán. Froto mis manos sobre mis brazos,
tratando de ahuyentar la sensación de pánico, pero no disminuirá.
Tengo miedo y no es el miedo normal de alguien que se esconde
debajo de la cama asustada, es diferente. No hay manos estrangulándome,
pero no puedo tragar. No hay cinta adhesiva sobre la boca, pero no puedo
respirar. No hay bala en mi corazón, pero juro por Dios que deja de latir.
El peso de mi mirada es jalado hacia el suelo. No puedo levantar mi rostro.
No puedo mirarlo. El terror, el miedo y la alegría de todo chocan. No puedo
hacer que mi boca forme palabras. Estoy retorciendo mis manos con tanta
fuerza que se queman.
La cabeza de Peter cuelga hacia adelante. En lugar de darme sus
manos que queman, están metidas en sus bolsillos. Inhala profundamente,
pero sus respiraciones son inestables. Me pregunto si está tan nervioso
como yo. Esto se siente como uno de esos momentos en que todo importa.
Es un cruce de caminos donde tomar el camino equivocado será
devastador. Elegí el camino equivocado una vez. Eso casi me destruyó.
Miro de vuelta hacia las puertas detrás de Peter. No puedo dejarlo
hacer esto. Hay un dolor que crece más y más grande en el centro de mi
pecho, mientras pienso en lo que ha hecho y lo que significa. Renunció a
todo por mí. Mis labios se abren y estoy a punto de hablar, pero me
interrumpe.
Su voz es muy suave.
—Es demasiado tarde para retirar tu “Te amo". —Cuando levanta su
mirada azul, mis manos empiezan a temblar. Las sostengo fuertemente,
retorciendo con más fuerza.
Mirando directamente a esos ojos encantados, digo:
137 —Nunca lo retiraré. Te quiero. Te amo demasiado.
—También te amo. Lamento haber sido tan estúpido. Me tomó
demasiado tiempo hacer algo.
Sacudo mi cabeza.
—No debiste haberlo hecho.
Peter coloca sus manos sobre mis hombros y camina hacia mí.
Bajando la mirada hacia mi rostro, presionando su frente contra la mía,
dice:
—Tenía que hacerlo. No podía perderte. Por favor, dime que no te
perdí. —Los ojos de Peter bajan a mis labios. Me mira por un segundo y lo
siento.
Este es el momento que importa. Lo que diga ahora cambiará todo.
Renunció así podría estar conmigo. Renunció. Me siento tan culpable y tan
contenta. Soy un desastre emocional. Mi motor se descarriló y hay
equipaje en todas partes; pesadillas, preocupaciones y arrepentimientos
contaminan mi mente. No me he sentido así por nadie. Nunca pensé que
tendría esta oportunidad. Me fue quitada por alguien que quien confié. Me
pregunto si realmente puedo hacerlo, si puedo seguir adelante. Quiero
hacerlo. Quiero tanto aprovechar la oportunidad que puedo sentirlo
quemando dentro de mí. Las llamas lamen desde los dedos de mis pies
hasta la punta de los dedos de mis manos, instándome a moverme, a
lanzar mis brazos alrededor de Peter y decirle lo mucho que significa para
mí.
Pero, no puedo. Jadeo y mi mirada cae hacia su pecho. Hay tantas
razones porque no puedo. Cada una de ellas resuena con fuerza dentro de
mi mente, compitiendo por atención, prometiendo nada más que dolor. No
es que no lo quiera, lo hago. Es que sé lo que esto significa, lo que esa
carta de renuncia hizo. Podría ir a su casa en este momento. Podría caer
en sus brazos y dejarlo amarme hasta que amanezca. Podría mostrarle lo
que siento por él. Son esos pensamientos los que me asustan. La puerta se
abrió. No hay nada que nos detenga, nada manteniéndonos separados.
Eso hace que sea mucho más fácil para ver el obstáculo que bloquea mi
camino. Siento las cicatrices quemando, como si pudieran comenzar a
sangrar. No soy quién era. Fingir que puedo no cambiará lo que soy, no va
a cambiar las cosas. Ahora lo sé. No puedo estar con él, no de esa manera.
La idea me aterra. Lágrimas bajan por las comisuras de mis ojos. Pican y
humedecen mi cara. Abro mi boca para decirlo, pero Peter sacude su
cabeza. La mirada en sus ojos me desgarra, pero tengo que decirlo. No hay
futuro para nosotros.
Peter se aleja de mí.
—No. No lo digas. Sidney, danos una oportunidad.
138 —No puedo. —Mi voz es apenas un suspiro—. No puedo estar contigo.
No puedo seguir adelante. Y no puedo hundirte conmigo. Lo siento… Lo
siento mucho. —Agarro mis cosas y me alejo con lágrimas nublando mi
visión. Peter me llama, pero no me persigue por las escaleras. Observa
mientras me voy. Observa a su más grande error marcharse.
23
Traducido por Jenn Cassie Grey & adaly
Corregido por flochi
No he dicho su nombre en años, ni siquiera dentro de mi mente. Es
como invocarlo, y a cada cosa mala que me pasó cuando estuve con él, con
Dean. Me limpio las lágrimas de mis ojos con el dorso de mis manos.
Mientras bajo corriendo los escalones del frente, siento los ojos de
Peter en mí, pero no me detengo. No puedo. Ya arruiné mi vida, no puedo
arruinar esto. Para el momento en que llego abajo de la gigantesca escalera
y me giro, Peter se ha ido. Nunca lo escuché irse, nunca escuché el clic de
la puerta. Se fue sin hacer sonido. Eso me hace llorar más. Mi visión está
borrosa. No puedo ver una maldita cosa.
Sacando un pañuelo de mi bolso de libros, lo saco y casi tiro todo en
el suelo. Unas cuantas plumas y el spray de pimienta de Millie ruedan
hacia un lado. Los meto de regreso, sin prestar atención. Estoy temblando.
Cada onza de mí quiere caer en el césped y llorar… llorar porque estoy
demasiado asustada para seguir adelante, llorar porque no puedo superar
139 mi pasado. Trago saliva y miro de regreso a las escaleras. Peter estaba
queriendo intentarlo.
Pero su dolor es diferente, pienso. Ella no lo ató a un asiento y rasguñó
su piel con su cuchillo. No presionó más duro para ver si lloraba. Ella no usó
su fuerza para tomar lo que quería. Ella no hizo cosas así. Su dolor es
diferente. Tenía que serlo.
No puedo revivir esas pesadillas. Eso es lo que estar con Peter haría.
Tomo unas cuantas respiraciones para estabilizarme. Manejé hasta esta
parte el campus y necesito regresar al dormitorio. No quiero tener ojos
rojos vidriosos cuando camine dentro. Todas querrán saber lo que pasó.
Después de limpiar mi cara de nuevo, camino por la acera. El cielo
está tan oscuro que casi es negro. No hay luna esta noche. Los pocos
árboles se mecen con la brisa. Hay algunos chicos más adelante,
caminando hacia el final opuesto de la calle, cerca del dormitorio. La
mayoría se está dirigiendo hacia el aparcamiento entrando en sus
vehículos. Algunos están en el campo al lado del edificio, jugando futbol.
Un chico sin camiseta lanza el balón. Lo miro volar por el cielo, y no es
hasta que mi mirada sigue el balón de regreso que siento una sensación de
hormigueo en la parte trasera de mi cuello. Me giro para ver quién está
mirándome, pero no hay nadie.
Parece que estoy algo paranoica últimamente. Miro a mi alrededor, y
mis ojos van a través de las caras, la mayoría de las cuales ni siquiera se
ha dado cuenta de que estoy ahí. Están demasiado lejos, jugando debajo
de las luces. Estoy en la acera en las sombras entre dos postes de luz, dos
aparcamientos lejos de ellos.
Pasando una mano por la parte trasera de mi cuello, sigo caminando.
Mi auto está cruzando la calle. Cuando llegué, el aparcamiento principal
estaba lleno. Miro detrás de mí una vez más. Me pregunto a dónde fue
Peter. El arrepentimiento me atraviesa. No quería herirlo. Dios, la mirada
en su cara cuando dije “no” fue demasiado. Meto la mano a mi bolso,
buscando las llaves mientras cruzo la calle. Cuando estoy fuera de la
avenida, salto a la acera y me dirijo hacia el aparcamiento. Estoy varias
filas atrás, pero está lo suficientemente vacío esta noche. ¿Dónde están
mis llaves? Coloco mi bolsa frente a mí, y muevo las cosas, tratando de
encontrarlas. Todo está fuera de su lugar por tirar la bolsa.
—Te ves tan hermosa ahora como lo hacías el día que huiste.
Esa voz. Mi espalda se tensa. Cada pequeño cabello en mi cuello se
eriza. Casi tiro mi bolso mientras me giro hacia él. Mi huir o quedarme se
activa y mis pies quieren correr, pero el miedo me mantiene en mi lugar.
No puede ser Dean. ¿Por qué estaría aquí? Pero es él. Es la misma voz de
mis pesadillas. Es una voz que nunca olvidaré.
No encuentro mis llaves. De pronto estoy consciente de cuánto aire
estoy respirando, y de la manera en que mi piel está picando. Piel de
140 gallina se forma en mis brazos cuando veo a Dean de pie contra un lado
del edificio. Mi pecho se tensa. No tengo palabras. Quiero correr pero por
alguna razón no me muevo.
Se aleja de la pared y camina hacia mí.
—Maldita buena forma de decir hola. Hola, Sidney —dice
deteniéndose frente a mí—. Entonces, tú dices, “hola Dean”.
Me las arreglo para encontrar mi voz.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Es Texas. Estoy a miles de kilómetros
lejos de casa, escondida en una pequeña ciudad en un gran estado.
Dean me da una sonrisa que hace que mi sangre se ponga fría. Es la
misma mirada que tenía en sus ojos antes de…
Alejo los recuerdos, pero ellos no quieren ser domados. De pronto
estoy ahí de nuevo. Hace cuatro años. Dean tiene un cuchillo en mi muslo.
No puedo hacer ningún sonido o me cortará. Me recuesto perfectamente
inmóvil, dejándolo que me use para lo que quiera. Otro recuerdo le sigue,
de cuando el más pequeño quejido dejó mis labios. Siento el dolor abrasar
mi cuello como lo hizo en ese momento. Había demasiadas veces. Me
estremezco y trato de alejarlas, pero no puedo, no con Dean parado ahí.
—Linda manera de decir hola. Siempre fuiste algo perra, ¿verdad? —
Sus ojos caen a mis pechos mientras habla. Los deja ahí demasiado
tiempo antes de regresar a mi cara—. Justo como me gusta. —Da un paso
cerca de mí. Toca mi brazo, pasa sus dedos a lo largo de mi piel. Me ahogo
pero es silencioso. No hago ningún sonido porque es lo que él me ha
condicionado a hacer,
Estamos de pie a unos pasos de mi auto. Mi bolso está colgando fuera
de mi hombro. Nadie está cerca. No puedo. No puedo. No puedo, se repite
una y otra vez en mi cabeza, pero no digo nada. Estoy congelada.
Las manos de Dean tocan mi piel ligeramente, trazando un
nauseabundo camino hacia mi cuello. Empuja mi mentón a un lado y alza
la cadena alrededor de mi cuello. Sonríe.
—Cicatrizó. —Mira mis ojos y sonríe ampliamente—. Tiempos
divertidos, ¿uh, Colleli? —Deja caer la cadena y da un paso atrás.
Dean acaricia su mentón y sacude su cabeza.
—Maldita pena que no tengamos tiempo justo ahora. Amaría follarte
de la manera que solía hacerlo, pero le prometí a tu hermano que nos
encontraríamos con él tan pronto como te encontrara. —Dean me sonríe.
Sus ojos barren por mi cuerpo y se siente como si hubiera sido violada una
y otra vez. Saca el celular de su bolsillo y le manda un mensaje a alguien.
Encuentro mi cerebro y un poco del sentido de auto preservación que
he perdido.
—¿Mi hermano está aquí?
141 Dean asiente.
—Sí. Alguna mierda familiar está pasando. Estamos aquí para llevarte
a casa.
Mi boca se abre y estoy sacudiendo mi cabeza. ¿Por qué eso es peor
que ver a Dean? Tener a Dean y a Sam arrastrándome devuelta a casa es
impensable.
—No, no lo harán. Vivo aquí, idiota. No me iré a ningún lado con
ustedes. —Lo empujo a un lado, tratando de llegar a mi auto.
La mano de Dean se estira. Toma mi brazo fuerte y me jala hacia
atrás. Estoy de pie justo frente a él.
—Me temo que no tienes nada que opinar en el asunto, pero me gusta
la fuerza de voluntad que te creció mientras estuviste aquí. —Me arrastra,
girándome así mi espalda está contra él—. Se ve genial con ese pequeño
trasero respingado.
Lo pateo y trato de jalar mi brazo.
—¡Déjame ir! No voy a ir contigo.
Dean ríe. Su agarre en mi brazo se tensa.
—Que dulce. Piensas que tienes opinión en esto. Bueno, no la tienes.
Métete en la jodida camioneta. —Casi caigo cuando miro hacia arriba y veo
a dónde me está llevando. Es la Explorer que solía manejar, la misma
donde me hizo todas esas cosas. Mis rodillas se debilitan. Caigo. Mi bolsa
golpea el suelo a mi lado y el contenido se desparrama. Plumas, lápices y
papeles van a todos lados. El viento se lleva las hojas y las vuela por la
calle como copos de nieve.
Mis ojos están demasiado abiertos. Mis labios abiertos. La voz en mi
cabeza me sigue diciendo que grite, pero no puedo. No tengo aire. Es como
si alguien me ha golpeado en la espalda con una tabla.
—Levántate y entra en la maldita camioneta antes de que te lance
dentro. —Dean me jala, pero soy un peso muerto y caigo en el suelo con
un golpe sordo. Él jala más duro, girando mi brazo. Gruñó y lo miro—. Lo
romperé. Lo juro por dios. Levántate y entra en la camioneta.
No me muevo.
Dean tuerce mi brazo detrás de la espalda, fuerte. Un grito rasga
desde mi garganta. El dolor que se dispara a través de mí y hacia mi
hombro me está cegando. Mi mirada cae al suelo. Dean está hablando,
diciendo cosas que no puedo oír. Me libera, pero el fuego dentro de mis
huesos no deja de quemar.
Dean me empuja con su zapato, me grita.
—Cierra la maldita boca. La gente va a tener una idea equivocada. —
Dean me jala hacia arriba por mi otro brazo y me arrastra. Cuando está
142 cerca de ahí, me levanta en sus hombros como un niño. Me va a arrojar
adentro.
Me asusto. Mi cerebro se quiebra y voy toda Cujo3 sobre su trasero.
Mis dientes se hunden en su hombro y muerden. Su camisa sabe a sangre
y muerdo más fuerte. Dean grita, maldiciendo, y me lanza. Mi espalda toca
primero el suelo. Manchas blancas se forman alrededor de los bordes de
mi visión, por lo que es difícil ver. Dolor indescriptible se dispara de mi
brazo hacia mi hombro. Es un millón de veces peor que antes.
Estoy gritando. Ni siquiera sé que estoy diciendo, pero empiezo a
repetir:
—¡Déjame en paz! —Una y otra vez. Cuando Dean trata de recogerme,
lo pateo. Mi pie conecta con su rostro.
—¡Tú, maldita puta! —Dean está sosteniendo su mejilla,
gruñéndome—. Voy hacerte pagar por eso. —Viene por mí de nuevo. Me
quedo abajo y lo pateo. Dean esquiva mis pies y se las arregla para agarrar
mi tobillo. Me arrastra hacia su camioneta. Me retuerzo y trato de alejarme
a rastras. El asfalto hace lastima las palmas.
—¡Alto! ¡Déjame ir! —Estoy gritando. Estoy tratando de defenderme.
No voy a entrar en esa camioneta. Me las arreglo para retorcer mis caderas

3
Cujo: Un libro de Stephen King sobre un San Bernardo (llamado Cujo) que tiene rabia y
mata a varias personas.
de forma rápida y rodar sobre la espalda de nuevo. Pateo duro y mi talón
lo golpea en las bolas.
Tan pronto como la mano de Dean está fuera de mi tobillo, me doy la
vuelta y me arrastro hacia mi bolsa. Encuentro mis llaves, pero antes de
que pueda levantarme y correr hacia mi coche, me golpea. La mano de
Dean golpea el lado de mi rostro. Las llaves salen volando. Estoy llorando y
gritando. Moco y sangre se están mezclando. Dean está sosteniendo mi
rostro tan fuerte que no puedo alejarme. Mis dientes están mordiendo mi
mejilla extrayendo sangre. La saboreo dentro de mi boca.
La frente de Dean está cubierta de sudor. Susurra en mi cara:
—Entra a la camioneta y haré esto fácil para ti. Sigue peleando y tu
viaje a casa será mucho menos agradable. ¿Entiendes lo que te estoy
diciendo? —Una mano esta en mi rostro, sosteniéndome fuerte. La otra se
desliza entre mis piernas, sobre mis vaqueros, y me agarra.
El instinto se hace cargo. No soy la misma chica que era hace cuatro
años. Preferiría morir que dejar que me toque de nuevo. Golpeo mi cabeza
en su nariz y la escucho quebrarse. Sangre brota por todas partes. Dean
gruñe tan profundamente que suena más como un animal que humano.
Estoy corriendo. No tengo idea de lo que voy hacer, pero corro de
vuelta al edificio de inglés. A mitad del camino por la acera corro
143 directamente hacia Peter. Mi cuerpo choca con el suyo. Me estabiliza,
sosteniendo mis hombros y yo grito.
Los ojos de Peter se estrechan y una mirada de furia se propaga a
través de su rostro cuando se da cuenta de la sangre. Está en todas partes.
—¿Qué pasó?
—Está aquí. Detrás de mí en el estacionamiento. —Apenas puedo
respirar.
Peter deja caer sus cosas y saca su celular, golpeando un número,
pero la llamada no se conecta lo suficientemente rápido. Está mirando a
su alrededor. No los ve, pero yo sí. Me tenso en los brazos de Peter. Sam y
Dean están caminado hacia nosotros. Peter está vestido en sus pantalones
de traje y camisa blanca de botones. Su chaqueta está montada sobre su
valija. No parece amenazante.
Sam y Dean sonríen el uno al otro cuando me ven con él. Peter da un
paso delante de mí.
—¿Qué está pasando? ¿Quién de ustedes le hizo esto?
Sam lanza mi bolsa a mis pies.
—Ya basta, Sidney. Es hora de ir. Recoge tus cosas y entra a la
camioneta.
—No voy a ir contigo. —Me limpio la cara con el dorso de mi mano.
—No es una opción —dice Sam, sus ojos destellando una advertencia
hacia mí.
—Ella no irá contigo —repite Peter.
Sam da unos pasos hacia Peter.
—Soy su hermano. Conduje hasta aquí para llevarla a casa. Nuestra
madre la necesita. Supongo que ella no reconoció a Dean. —Mira a su
amigo y se ríe—. Debe de haber pensado que eras un ladrón o algo. Te dio
una paliza, hombre. Sid ni siquiera reconoció a su antiguo novio. —Se gira
de nuevo a Peter y actúa como si lo que acababa de pasar es normal y
podía pasarle a cualquiera. Sam tiende la mano, haciendo un gesto para
que vaya—. Vámonos. Es un largo camino de regreso.
—¿Eres su hermano? —pregunta Peter. Sam mira hacia mí y luego
asiente—. ¿Y tú eres su ex novio? —Dean está sosteniendo su camisa en
su nariz, tratando de detener el sangrado.
—Sí, eso es lo que dijo él, imbécil —le dice a Peter, pero me mira a mi
como si tiene la intención de destrozarme una vez que estemos solos.
La voz de Peter es tan profunda que retumba. Sus hombros se tensan.
Sólo dice dos palabras.
—Váyanse. Ahora.
144 Dean se ríe y mira a Sam, y luego otra vez a Peter.
—¿O qué? —Dean se para delante de San y sigue hablando. Está tan
cerca de Peter—. ¿Me escribirás? ¿Alguna oportunidad de que tengas un
pequeño enamoramiento en mi chica? Porque es mi chica, Sidney siempre
será mía. —Me sonríe y mis entrañas se enfrían—. ¿Te dijo que solíamos
tener un objeto? ¿Te dijo que le gusta un poco de complicada mierda?
Peter no responde. Sus manos están a los costados. La única razón
por la que puedo decir que está molesto es la forma en la que sus dedos se
contraen cada pocos segundos, como si lo está.
Dean mira por encima a Peter, y me da una mirada que me enferma
por dentro.
—¿O ya se lo haces?
Peter no responde.
Sam está molesto.
—Ya basta, Dean. No quiero escuchar la mierda que mi hermana hace
en la cama. —Me chasquea los dedos como si fuera un perro—. Ven. Ahora.
—¿No me vas a responder? —Dean sonríe y presiona sus dedos en el
pecho de Peter—. ¿O simplemente estás molesto porque ella no dormirá
contigo? —Empuja a Peter de nuevo. Más fuerte esta vez.
Peter se mueve. En dos pasos está detrás de Dean con su brazo
alrededor de su garganta. Peter está siseando en el oído de Dean, diciendo
cosas en voz demasiado baja para que pueda escuchar. Dean araña hacia
su garganta. Balancea su codo hacia atrás, pero no lo hace lo
suficientemente fuerte para que Peter lo deje ir.
—¿Qué demonios? —grita Sam. Me da una mirada que reconozco
demasiado bien, esta es tu culpa. Sam lanza un puñetazo y golpea a Peter
en el costado. Peter deja ir a Dean. Sam y Dean van hacia él.
Grito, bramando como un alma en pena. No puedo parar. Los
jugadores en el medio del campo se detienen y miran hacia nosotros.
Los chicos están luchando, pero parece como si Peter esta subyugado.
No sé qué hacer. Hay un par de tipos desde el campo corriendo hacia
nosotros. Peter aterriza un golpe en el rostro de Sam. Algo se rompe. Sam
cae hacia atrás, gritando. Dean no se detiene. Su cuchillo, ese maldito
cuchillo, está en su mano. Los ojos de Peter se clavan en el cuchillo y se
aleja. Sam se mueve y le está diciendo a Dean que lo guarde, pero Dean no
lo hace. Lo clava hacia adelante, pasando a Peter por poco.
No, no, no. Mi bolsa está en la acera. Lo veo, esa bolígrafo plateado, la
que me dio Millie esta mañana. Corro hacia ella y la recojo. Estoy tan
nerviosa que apenas puedo alinear la tapa con la marca lateral. No es un
bolígrafo. Es su spray de pimienta. Sacudo la cosa mientras me apresuro
hacia Dean y Peter.
145 Peter me ve llegar. Rocío a mi hermano. Grita frotándose los ojos,
maldiciéndome. Cuando Dean se da la vuelta para ver lo que está pasando,
el flujo de líquido lo golpea en la cara. Dean grita, arañando su rostro y
doblándose, dejando caer el cuchillo. Lo pateo hacia la zanja del drenaje y
jalo a Peter.
—Llévame a casa. Ahora. —Agarro mi bolsa, Peter toma la suya, y
estamos corriendo hacia su coche. El campo lleno de chicos nos ve pasar
corriendo. No dicen nada. Reconozco a Mark. Ve mi rostro, la sangre. Sus
ojos se abren antes de estrecharse. Saca su teléfono. Lo veo hablando
mientras nos alejamos.
24
Traducido por âmenoire
Corregido por flochi
Peter respira fuertemente, su mano apretando el volante. Estamos
dirigiéndonos fuera de la universidad.
—¿Estás herida?
Mi cabeza está contra el asiento. Mis ojos cerrados. Asiento.
—Mi hombro. Creo que está dislocado.
—Aguanta unos minutos más, ¿está bien? Puedo arreglar eso. Te daré
algunos analgésicos y puedes llamar a la policía desde mi apartamento. —
Se orilla en el estacionamiento y me ayuda a subir las escaleras. Peter
tiene un corte en su mejilla, pero luce bastante bien. Yo por el otro lado,
luzco como el infierno.
Cuando me ve en la luz, Peter casi tiene un infarto.
—Estás sangrando.

146 —La mayoría es suya, no mía. Creo que le rompí la nariz con mi
rostro. —Me froto la frente—. Me duele la cabeza. Se siente como si mi
cerebro estuviera en un torno. —Estamos en su departamento. Estoy de
pie en su sala de estar con el pánico pasando a través de mí. Las
sensaciones todavía están corriendo a través de mí incluso aunque sé que
estoy segura.
Peter me pasa Advil. Las tomo y me trago las pastillas. Peter me
explica lo que va a hacer con mi hombro porque ese parece ser el problema.
Le digo que lo haga. Grito cuando lo acomoda en su lugar.
—Eso duele casi lo mismo que sacarlo de su lugar. —Froto mi brazo.
Hay lágrimas en mis ojos.
—¿Qué sucedió? —Las manos de Peter están en mí, deslizándolas
gentilmente por mi rostro y mis brazos. Es tan cuidadoso.
—¿Qué te hizo? ¿Él…?
—No —susurro. Mi pulso finalmente está ralentizándose—. Dijo cosas
y me agarró. No hizo nada más, además de tratar de empujarme dentro de
su camioneta. Y esto sucedió porque no quise simplemente ir con él.
Los dedos de Peter tocan las puntas de mi cabello.
—Peleaste de vuelta. Buena chica. —Toma una profunda respiración y
se estira para tomar el teléfono—. Yo haré la llamada.
Tomo sus manos y lo detengo.
—No, no lo hagas.
Peter me mira.
—Sidney, necesitas reportar esto.
—Sam no hizo nada. Fue Dean.
—Sam eligió ayudar a la persona equivocada. No le debes nada.
—Es mi hermano. Peter, por favor. Déjame pensar en ello. No puedo
decidir en este momento. Por favor, no en este momento.
Me observa por un momento y asiente.
—Déjame revisarte. —Toma mis manos y mira mis uñas. Unas
cuantas están arrancadas hasta la lúnula. Peter voltea mi mano y mira
mis manos rasguñadas. Cuando me vuelve a mirar, sus ojos están llenos
de remordimiento—. No debí haberte dejado sola.
—No lo sabías.
—Podría haberlo… —Su voz se desvanece. Peter sacude su cabeza y
se gira. Me siento en el sofá. El cansancio está aumentando gradualmente.
Peter va al baño y regresa con un kit de primeros auxilios y toallas. Está
respirando muy fuerte. Peter no mira mi rostro. Toma mi mano y las gira
para que queden con las palmas hacia arriba. Su toque me hace sentir
mucho mejor.
147 Mi visión es borrosa, pero finalmente miro su rostro. El corte en su
mejilla es profundo. Luce como si un trozo de metal hubiera cortado la piel.
Bajo la mirada. Las manos de Peter también están raspadas. Hay tantas
cosas por decir. Quiero explicar por qué antes dije que no. Incluso si
nunca viera a Dean de nuevo, estaría lidiando con esto el resto de mi vida.
—Peter, sobre más temprano…
—No hay nada que decir. Entiendo. Está bien. —Vierte peróxido sobre
mis cortadas y me encojo. Su voz es fría, como si no quisiera hablar de ello,
así que no lo hago. Asiento. Soy una cobarde. Después de un momento,
pregunta—: ¿Por qué querían llevarte a casa?
—No lo sé. No dijeron nada excepto que mamá los envió.
Asiente lentamente, extendiéndose hacia mi otra mano.
—¿Quieres ir a casa?
Bajo la mirada hacia él como si esa fuera la cosa más estúpida que
pudiera haber preguntado.
—No, no quiero.
—¿Incluso si solo fuera tu hermano?
Me tenso.
—Mi hermano piensa que me gusta el sexo rudo y que yo pedía por
ello. No cree que Dean me lastimara. No cree que su amigo me usara. —Mi
mandíbula se endurece. Soy defensiva y no sé por qué. Siento como si
Peter estuviera diciendo lo que Dean dijo. No puedo manejarlo—. ¿Eso es
lo que piensas? ¿Piensas que me gusta, que lo deseo? —Mis brazos están
tan tensos que se liberan del agarre de Peter. Me levantó y camino por el
salón, sin saber a dónde ir. Quiero gritar.
Peter está detrás de mí. Su voz es suave, tranquilizadora.
—Sé que no es verdad, Sidney. Lo sé. Me gustaría poder cambiarlo.
Me gustaría poder quitarte algo de tu dolor. Algunas veces, la familia
ayuda, eso es todo. Quiero asegurarme que no estuvieras deshaciéndote de
tu mano para fastidiar tu brazo.
Lo miro.
—Jódete. —Todo mi cuerpo está temblando con rabia—. ¿Crees que
no sé cómo se siente esto? ¿Crees que no me he acostado cada noche
desde que pasó preguntándome si yo me hice esto? ¿Si toda esa mierda
que dijo era cierta? Pensé que lo era. Durante mucho tiempo, pensé que lo
era, que yo lo había provocado. Eso es por lo que seguía sucediendo y cada
vez era peor que la anterior. Lo dejé violarme, cortarme y quemarme. Lo
dejé hacerlo una y otra vez. Mis padres lo amaban. No me defendieron. Mi
hermano ni siquiera me creyó, así que no pretendas que sabes una
maldita cosa sobre ello porque no es cierto. ¡No tienes ni puta idea!
Estoy gritando. Mis manos están apretadas en puños a mis costados
148 y no puedo detenerme. Quiero detenerme. No quiero que las cosas sean así,
pero mi boca sigue su curso. Los ojos de Peter finalmente caen hacia el
suelo. Ni siquiera puede mirarme. Es tan difícil dejar de temblar. Mis
músculos están tensos, tan apretados. Tengo que controlar esto. Tengo
que recomponerme, pero no puedo. Siento los pedazos revelándose. Siento
el peso de mi dolor desmoronándome. Mi labio inferior tiembla. Lo muerdo
pero no se detiene. Un sollozo sube por mi garganta. Me giro para alejarme
de Peter. No puedo soportar esto. No puedo soportar que vea esta versión
de mí. Es por eso que dije que no. Es por eso que lo rechacé. No importa lo
que haga, esta parte de mí siempre estará ahí. Entierro mi rostro en mis
manos y aparto mis lágrimas.
Peter camina hasta quedar detrás de mí. Sus manos tocan mi hombro
gentilmente. Me gira hacia él mientras habla.
—No sé por lo que has pasado. No tengo idea. No entiendo. Ni siquiera
puedo pretender que…
Miro a su pecho, a su camisa con sangre. Mi mano se estira por él
antes que me dé cuenta lo que estoy haciendo. Se envuelve alrededor de su
cintura y me inclino hacia su pecho. Los brazos de Peter se envuelven a mi
alrededor. Me sostiene y me deja llorar. Me deja lamentar todo lo que he
perdido sin ofrecerse a arreglar algo que no puede. Peter me deja llorar ríos
de lágrimas y me sostiene cerca.
Finalmente, noto el ritmo de su corazón. Lo escucho latir en su pecho.
Me tranquiliza, me calma. Aprieto mis labios juntos demasiadas veces
antes de preguntar.
—¿Puedo quedarme aquí esta noche? —Me temo que dirá que no. Me
temo haber arruinado todo y que ya no me quiera más aquí.
Cuando habla, su voz es suave.
—Por supuesto. —Su mano acaricia la parte trasera de mi cabeza.
Peter me sostiene hasta que lo dejo ir. Entonces, me da toallas y abre la
ducha. Deja una camiseta muy grande sobre el mostrador del baño.
»Realmente no tengo ropa para mujer, pero eso deberá ser suficiente
para esta noche.
Asiento y me deja sola.

149
25
Traducido por Xhex
Corregido por flochi
El aroma de Peter llega a mi cabeza mientras estoy acostada en su
cama. La habitación está cálida y silenciosa. Los brazos de Peter me
rodean y él está dormido. Su suave y lenta respiración me hace sentir
segura. Me mantiene apartada de los horrores que sucedieron esta noche.
Están luchando para que yo reviva los recuerdos una y otra vez, ese por
qué no estoy dormida. No quiero cerrar mis ojos. No quiero recordar.
Estoy de espaldas. El brazo de Peter me cubre el estómago. Estoy tan
cansada. Lo veo respirar, miro su pecho levantarse y caer. Peter se fue a la
cama en un par de pantalones pijamas y sin camisa. Mis ojos trazan sus
músculos perezosamente. Me pregunto cómo debe ser para él, estar aquí
solo, y luego correr hacia un desastre emocional como yo.
Él es demasiado bueno para mí, demasiado amable. Peter me da su
amor y yo se lo arrojo en la cara. Se despierta y se coloca de lado. Su mano
cae en la cama entre nosotros. Lo que hace que sus caderas se giren hacia
150 mí. Mis ojos viajan sobre su cuerpo, y se quedan en la blanca cicatriz
irregular de su cintura. Está casi de espaldas, pero no del todo. Verla hace
que mi estómago se hunda. Algo le pasó. No es una cicatriz quirúrgica. No
puede serlo. La línea luce más como la sonrisa de las calabazas de
Halloween que cualquier otra cosa.
Mientras lo miro, los ojos de Peter se abren. Su mirada cansada se
encuentra con la mía, Peter parpadea lentamente.
—¿Todavía estás despierta?
—Sí. —Ahora que está despierto, estoy nerviosa. Mi vida es un
desastre de tal manera que me siento como si no hubiera lugar para él en
la habitación. Pero…
Peter abre sus brazos y dice:
—Ven aquí.
Hago lo que dice. Me acerco rápidamente hacia su pecho. Peter me
abraza. Su cuerpo es tan cálido, tan fuerte. Cierro mis ojos y él acaricia la
parte trasera de mi cabeza. También, gimo sin quererlo de verdad. Él
sonríe.
—¿Te gusta eso?
—Mmmm —me las arreglo para responder. Mi mente trata de vagar.
El aroma de Peter llena mi cabeza. Mi corazón sabe dónde necesita estar,
pero mi mente está en guerra consigo misma. Tiene un millón de razones
por las que no deberíamos estar juntos, un millón más acerca de lo mucho
que lo lastimaré. Quiero decir, estoy acostada con el hombre en su cama y
no tengo ningún deseo de tener sexo. Nada. Ni hormigueo, ni nada.
—Deja de pensar. Duérmete.
—¿Qué te hace cree que yo…?
—Tu único comentario debió ser Mmmm. —Él frota mi cabeza con
más fuerza y gimo otra vez. Me río un poco. Suena raro para mí, pero no
desagradable.
—Eso fue lindo. También puedes hacer eso.
Murmuro algo sin pensar, y me acomodo contra él. Peter me frota la
cabeza hasta que me quedo dormida.
* * *
Cuando abro lo ojos, no tengo idea de dónde estoy. Me siento,
llevándome la sábana conmigo. Peter está a mi lado. Parpadea despierto.
Yo giro y lo miro. Lo he despertado. De nuevo. ¿Qué hora es? Miro
alrededor por un reloj.
—¡Son pasadas las nueve! —He perdido mi clase de la mañana.
Muevo mis piernas a un lado de la cama y me levanto, pero Peter toma mi
mano.
151 —Quédate conmigo.
Los nervios tirando de mi cuello me ahogan. Es lo mismo que le pedí a
él anoche. Pienso en ello, pero mi mente me grita que huya. Lo arruinaré
todo. Sin embargo, no es justo. Y anoche significó mucho para mí. Él se
encargó de mí, me protegió. Si Peter no hubiera aparecido, estaría en
Tennessee ahora.
Le sonrío. Peter me sonríe de vuelta.
—Está bien. —Me acuesto, pero me siento nerviosa. Soy más
consiente de todo hoy, de su cama, de su colonia, de él. Intento no pensar
en ello. Intento detener el nerviosismo que va hacia mis brazos, Levanto la
sábana, cubriéndome—. Así que ¿qué quieres hacer?
Peter levanta una ceja.
—Primero, quiero decir que me alegro de que no estés herida y que
creo que deberías llamar a la policía. Pero como ya sé que no quieres, y
creo que deberíamos conseguir un poco de café.
Mi rostro palidece. ¿Está bromeando? Me las arreglo para decir
estrangulada:
—¿Qué?
Peter me mira divertido, y luego se ríe.
—¡No! Así no. Quiero decir café de verdad, en tazas reales, y todo. —Él
todavía está sonriendo. Levanta una mano hacia mí, Peter mete un rizo
detrás de mi oreja—. ¿Qué piensas?
—Suena bien, siempre y cuando seamos literales. —Sonrío,
sintiéndome tímida. Cuando miro hacia él, mis ojos caen sobre la cicatriz
de su cintura.
La sonrisa de Peter desaparece.
—Me olvidé de eso. —Rueda sobre su espalda y se cubre la cara con
las manos y la frota—. Quieres saber lo que pasó, ¿verdad?
—Un poco…
Él se empuja hacia un lado y levanta la sábana para que no pueda
verle la piel estropeada.
—Quiero saber algunas cosas sobre ti.
La forma en que lo dice hace que me preocupe. Pero yo quiero que
diga lo que está pensando.
—Continúa y pregunta.
—Ayer por la noche dijiste algo, que tu ex te cortó. No me di cuenta de
eso. —Peter me mira a los ojos. Sus dedos se arrastran a lo largo de mi
152 mejilla mientras habla—. Si no quieres hablar de eso…
—No hay mucho que decir. Él estaba demente. Me había atado y me
dijo que no gritara. Esa fue la primera vez. Le daba un subidón, supongo.
Como que pensé que era divertido al principio. No sabía lo que iba a hacer
e hizo que mi corazón se acelerara. Él solía besarme, luego ataba mis
manos, pero un día no lo hizo. Él cambió las cosas. Deslizó el cuchillo por
mi cadera y me dijo que me cortaría si gritaba. —Mis ojos se mueven hacia
un lado. No puedo mirar a Peter mientras lo digo—. Fue más lejos un día.
Su mano bajó a mis pantalones mientras sostenía el cuchillo contra mi
cuello. Eso me asustó. Hice un sonido y él…
Tomo un respiro.
—No tienes que decirme.
—No se lo he dicho a nadie, no realmente. Mis padres no lo
escucharon todo. —Me encojo de hombros. Los nervios están nadando en
mi estómago—. Tal vez decirle a alguien me ayudará a sobrellevarlo. —
Peter me sonríe, pero es triste, como si supiera lo que quiero decir.
Termino la historia—. Él me rozó, aquí. —Señalo a mi cuello. Hay una
cicatriz que se encuentra en la base de mi garganta, justo al lado de mi
clavícula.
Respiro profundamente y pregunto:
—¿De dónde vino la cicatriz de tu costado?
—Un cuchillo. Vino de un cuchillo. —Peter calla por un momento.
Luego comienza a decírmelo—. Es de la noche en que me propuse. Yo
estaba inclinado en una rodilla. Gina tenía las manos sobre la boca,
sorprendida, y con una sonrisa tan grande. Ella me miraba, y al anillo que
le tendía. Estábamos hablando, diciendo cosas. No llegó a contestarme…
—Sus ojos se vuelven vidriosos mientras él habla. Casi puedo ver el
recuerdo en sus ojos—. Sentí un fuerte dolor en mi costado mientras el
anillo fue arrebatado de mi mano. Algunos chicos nos habían estado
observando. Ellos lo hicieron. El tipo que me apuñaló retorció el cuchillo.
Es por eso que se ve así.
No puedo respirar. Hay lágrimas en mis ojos.
—Oh Dios mío. Peter…
Los dos estamos en silencio por un momento. Entonces Peter
pregunta:
—¿Quieres continuar? —No sé por qué, pero asiento. Sus ojos se
desplazan hacia los míos—. ¿Tienes miedo de tener relaciones sexuales
después de todo lo que pasó?
Mi cara se enrojece. Mi boca se abre y se cierra de golpe otra vez.
—Quiero decir que no. Quiero decir algo, cualquier cosa, otra cosa,
153 pero no puedo. —Lo miro, preguntándome lo que debo decir, si debo
decirle qué tan mal estoy. Dean me arruinó. Ya no me puedo imaginar
siendo normal. Incluso cuando estaba sentada con Peter el primer día que
lo conocí, no fue de la forma en que se supone que debía.
Sonrío, pero mis labios no la sostienen. En cambio, se crispan.
—No tengo miedo de tener relaciones sexuales. No es la acción, bueno,
no del todo. Temo que no me vaya a gustar. Temo que mi mente se haya
quedado atascada en algún lugar del pasado y no aquí contigo.
»Así son las cosas, no me provoca, no realmente. Estuve aquí a tu
lado toda la noche, y no sé si sabes esto o no, pero eres bastante sexy. —Él
sonríe. Sus ojos se enfocan con los míos y mantiene mi mirada. Quiero
decirle todo—. No me provocó. Nunca parezco querer más que besos o tus
manos en mi cara. Cuando pienso en otras cosas… —Me estremezco y
sacudo la cabeza. Aprieto los labios nerviosamente y miro hacia él—. No
puedo imaginarme sentirme de ese modo otra vez. Y la última vez fue un
error tan horrible, ¿cómo voy a saberlo? ¿Qué pasa si cometo el mismo
error otra vez? Qué pasa si… ¿y si me haces daño?
Peter toma mi mano y tira de ella hacia sus labios. Besa el centro de
la palma de mi mano y me mira a los ojos.
—Yo nunca, nunca, te haré daño de esa manera.
—¿Cómo puedo saberlo a ciencia cierta? Dean no comenzó de esa
forma, quiero decir…
Él sostiene mi mano entre las suyas y me mira a los ojos.
—Estoy seguro. Yo no soy así. La mayoría de los chicos no son así.
Eso no es amor, Sidney. Él te estaba usando.
No puedo tragar. Asiento algo demasiado frenéticamente.
—¿Puedes probar que no lo eres?
Niega con la cabeza.
—No lo creo, más que mostrándote lo que siento por ti. Te amo. Si
quieres estar conmigo, esperaré por ti. No tienes que tener sexo, no de
inmediato, y no hasta que estés lista.
Me siento enferma por dentro. No puedo mirarlo. Mi voz es débil.
—Nunca voy a estar lista.
—Entonces, siempre te estaré esperando. —Él me sonríe y se inclina
hacia adelante y besa mi nariz. Me hace mirarlo. Mis pestañas revolotean
demasiado y sonrío—. Haré cualquier cosa por ti, seré cualquier cosa que
necesites. Es sólo que no quiero dejarte ir.

154
26
Traducido por LizC
Corregido por flochi
Debo haberme dormido porque me levanto de nuevo unas horas más
tarde. Peter está hablando al otro lado de la puerta del dormitorio. Está
entreabierta, dejando que un poco de luz se derrame desde el pasillo al
interior. Me estiro y empujo la colcha a un lado. Mis manos duelen. Olvidé
que fueron retorcidas. Al estirar recuerdo que mi cuerpo no va a estar muy
feliz conmigo hoy. Me duele en todas partes.
Frotándome los ojos, me arrastro a través de la habitación hasta la
puerta. Veo a Peter por un segundo. Tiene el teléfono en la oreja y está
hablando en voz baja.
—Sé lo que significa. —Hace una pausa y empuja su cabello hacia
atrás, lejos de sus ojos. Su frente se frunce—. Hay más que eso. ¿Alguna
vez has encontrado a alguien que ve a través de ti? Cuando ella me mira…
es como si estuviéramos destinados, como si mi vida no se hubiera
convertido en un montón de mierda sin razón alguna. No puedo dejarla.
155 No espero que lo entiendas. Sólo quería que supieras que no era un
capricho. —Peter niega con la cabeza, como si no puede soportar lo que la
otra persona está diciendo—. No voy a volver, pero gracias de todos modos.
Iré más tarde y vaciaré mi oficina. —Quita el teléfono de su oreja, presiona
un botón y luego lo arroja sobre la mesa.
Me siento mal por observarlo a escondidas. Peter me siente. Él se gira
y me ve de pie en la puerta.
—Hola. ¿Te sientes mejor?
Le doy una débil sonrisa y camino hacia él.
—Un poco. Gracias por dejarme dormir. —Lo miro, preguntándome
con quién estaba hablando. Peter parece alterado—. ¿Estás bien?
Sus ojos se encuentran con los míos. No dice nada por un momento.
Luego toma una respiración lenta y dice:
—Quieren que vuelva.
—¿Quién? —Lo observo fijamente. Ya sé quién, pero quiero estar
segura.
—La Universidad. Esa era Strictland. Dice que no presentó mi
renuncia, que estoy cometiendo un error. —Peter se pasa las manos por el
cabello y luego por el cuello. Suspira y mira directamente hacia mí.
Me siento culpable. Mi estómago se retuerce. No quiero esto. Estoy
arruinando su vida.
—Suenan cercanos. —Me pregunto sobre eso.
Él asiente.
—Estábamos en la misma universidad cuando hice mi licenciatura.
Antes de que ella se mudara aquí, Strictland supervisó mis pasantías y
escribió mis recomendaciones para la escuela de posgrado. También era su
asistente. Llegué a conocerla ya que estaba a su alrededor todos los días.
Así es como me dieron el trabajo aquí. Ella me recomendó para otra
posición. Cuando Tadwick falleció, me dio su salón de clases. —Se cruza
de brazos sobre el pecho. Cuando me mira otra vez, añade—: En cierto
modo, era cercano a Strictland en aquel entonces. Me conocía antes de que
todo sucediera.
Mis ojos se mueven a su costado, a la cicatriz, pero está cubierta por
una camiseta blanca. Cuando mi mirada se desplaza hacia su rostro,
asiento.
—Deberías volver. —Él se ríe, como si pensara que estoy bromeando—.
Lo digo en serio, Peter. No puedo hacerte esto. Yo…
—No lo hiciste. Algún idiota en Nueva York me hizo esto. Alguien que
ni siquiera han encontrado me robó mi vida. No fuiste tú. En todo caso, tú
me diste una segunda oportunidad. —Suspira y avanza hacia mí. Peter
toma mi mano y me empuja al sofá. Lo sigo, sintiéndome un poco más que
156 expuesta en mi camiseta. Nos sentamos. Se vuelve hacia mí—. Tengo que
saber lo que quieres hacer con respecto a lo de anoche.
Me estremezco.
—No voy a llamar a la policía.
Sacude la cabeza y toma mi mano. Se la lleva a su regazo.
—Eso no es lo que quise decir. ¿Quieres…?
Antes de que pueda terminar, hay un ruido sordo cuando alguien
golpea a la puerta. Sé quién es antes de que hable.
—¡Abre la maldita puerta! Sé que ella está ahí. —La voz de Sam llena
la habitación.
Peter me mira y luego otra vez a la puerta. Los golpes se detienen. El
silencio le sigue. La puerta está a pocos pasos de distancia. Peter se
levanta y mira por la mirilla, entonces, se vuelve hacia mí.
—Es tu hermano. ¿Quieres que lo deje entrar? —La voz de Peter es
tensa. Sus dedos se flexionan en puños una y otra vez.
—¿Dean está ahí? —Peter niega con la cabeza. No sé qué hacer. No
quiero hablar con Sam, pero tengo que hacer que me deje en paz—. Espera
un segundo. —Me levanto y busco mis pantalones. Me los pongo debajo de
la camisa de Peter y aliso mi cabello un poco. Esto se va a ver mal, pero
me doy cuenta que no me importa lo que piense. Sam golpea la puerta de
nuevo. Asiento hacia Peter y la abre. La mano de Sam vuela por el aire
cuando la puerta se abre de golpe repentinamente.
Peter lo mira fijamente.
—Si tratas de llevártela otra vez, te voy a patear el culo.
Sam sonríe satisfecho.
—¿Así como anoche? Si no recuerdo mal, mi hermana te salvó el
pellejo.
Peter pasa de ser agradable. Puedo ver que algo se quiebra dentro de
él. En lugar de responder, Peter agarra a Sam por el cuello y lo empuja con
fuerza contra la pared. Él susurra algo a su oído que no puedo oír. Los
ojos de Sam se ensanchan. Su rostro se pone rojo. No puede respirar.
Peter suelta a mi hermano, y a continuación, cierra la puerta principal de
un portazo.
Peter cruza sus brazos cincelados sobre el pecho y dice:
—Tienes dos minutos. Habla.
Sam mira receloso a Peter. Puedo notar que no le gusta esto, que no
quiere hablar delante de Peter, pero lo hace de todos modos.
—Lamento lo de Dean.
157 —No te disculpes. No quiero oírlo. ¿Qué quieres? —espeto. Los dos
estamos de pie, mirando el uno al otro. Es mi gemelo. Fuimos muy
cercanos alguna vez. Él sabía lo que yo pensaba y cómo me sentía, pero ya
no lo conozco. Eligió a su imbécil amigo por encima de mí. Me cruzo de
brazos y lo observo fijamente. Los ojos de Sam desvían la mirada. Le echa
un vistazo a Peter—. Sólo dilo.
Sam mira mis pies. Se queda en silencio.
Los pequeños músculos a un lado en la mandíbula de Peter se
contraen.
—Un minuto —dice.
Sam le frunce el ceño.
—¡No ha pasado un minuto! ¿Qué carajo, hombre?
—No me importa y estás desperdiciando tu tiempo. —Peter lo mira de
reojo.
Sam finalmente dice algo, y me da una indicación de por qué está
aquí.
—Mamá está enferma, como realmente enferma. Ha estado
preguntando por ti. Le dije que te iba a encontrar y llevar a casa. No me
puedes hacer regresar sin ti. Por favor, hermanita. Se está muriendo.
No quiero que esta noticia me afecte, pero lo hace. Mis brazos caen a
mis costados.
—¿Cuándo? ¿Cuánto tiempo lleva sucediendo?
Él inclina la cabeza hacia un lado. Es su expresión de eres una idiota.
—Te envié algunas cartas. Se puso mucho peor hace unos meses. Te
encontré la navidad pasada. Sabía que algo no estaba bien, pero no quería
que mamá se pusiera peor. Cuando empezó a preguntar por ti, comencé a
escribirte, pidiéndote que vuelvas a casa. Qué manera de ignorarme.
Lo observo. Hay demasiadas emociones hirviendo por debajo de la
superficie.
—No abrí las cartas.
—¿Por qué coño no?
Le doy un vistazo.
—¿En serio quieres que responda eso? Estás muerto para mí, todos
ustedes. No quiero tener nada que ver con ninguno de ustedes. ¿Y por qué
demonios estás todavía saliendo con Dean? ¡Mira lo que me hizo ayer por
la noche! ¡Mira! —Levanto mis manos para que pueda ver mis palmas.
Están cubiertas de costras—. Esto no es nada comparado con lo que solía
hacerme. ¿Cómo pudiste traerlo hasta aquí?
—¿Aún sigues con eso?
158 —Maldición. —Peter se vuelve y grita en la cara de Sam—. ¿Eres tan
estúpido? Mira a tu hermana y dime que le gustó que la despedazaran
anoche. Dilo, imbécil. —Peter empuja a Sam por los hombros, pero Sam no
le devuelve el gesto. Cualquier cosa que Peter le dijera antes todavía tiene
a Sam asustado.
Los ojos de Sam se desvían hacia los míos.
—Sólo ven a casa. —Se vuelve y se va sin decir una palabra más.
Peter cierra la puerta detrás de él. Cuando Peter vuelve a mirarme, siento
como si estuviera cayéndome a pedazos. No entiendo cómo ni por qué
siquiera me importa. No tengo más lágrimas. Busco a mi espalda, y caigo
en el sofá con náuseas.
—¿Por qué? ¿Por qué tenía que venir aquí y decirme eso? No puedo ir.
No puedo enfrentarlos. No después de todo lo que pasó. —Estoy hablando
para mí misma, diciéndome un millón de razones por las que no puedo
hacerlo.
Después de unos momentos, siento que Peter se sienta a mi lado.
Estoy mirando al frente, sin ver nada en realidad. No sé qué hacer, y no sé
por qué.
—Sólo hay una pregunta en todo esto, Sidney. ¿Vas a lamentar no
despedirte de tu madre?
—No lo sé. No puedo enfrentarlos. No puedo manejarlos, ni a Dean,
y…
—Iré contigo. —Lo miro, sorprendida—. ¿No creerías que te voy a
enviar sola? ¿Con esos dos?
—¿Qué le dijiste?
Peter sonríe con malicia, y sacude la cabeza.
—No voy a decirte. Ese es mi pequeño secreto. Anoche me estaba
refrenando. No quería hacer daño a ninguno de ellos. No quería causarte
más dolor o hacer que te sientas más en conflicto sobre mí, más de lo que
ya estás. Le advertí a Sam que no voy a refrenarme otra vez. Nadie va a
hacerte daño, no mientras esté cerca. —Sus ojos son tan azules.
—No quiero esta vida. Quiero un reembolso. —Aferro mi cara entre
mis manos. No sé qué hacer. Una parte de mí quiere ir. Mi madre nunca
antes ha dicho que me necesita. Si en serio dijo eso, debo ir, pero no sé si
Sam está mintiendo.
Peter envuelve sus brazos alrededor de mí y me empuja contra su
pecho.
—Yo no quiero un reembolso. —Sus palabras me sorprenden. Peter
ha pasado por el infierno y de regreso. Me enderezo y lo miro.
—¿Lo harías todo otra vez?
Él asiente.
159
—En un instante.
—¿Por qué? —Mi boca se abre en una pequeña O. No puedo soportar
mi vida. La intercambiaría en un segundo. Me siento como un trozo de
papel de seda que se ha roto y pegado de nuevo muchas veces. Ya no
queda tejido. Todo el color se ha ido. Soy una masa de cicatrices y
pegamento. Las piezas de mi ser restantes están maltratadas y rotas.
Miro el rostro de Peter. No entiendo cómo puede decir eso, a
sabiendas de todo.
Me sonríe y toca mi mejilla.
—No renunciaría a nada de esto. Sé quién soy. Sé lo que me importa.
Esas cosas me dieron forma, me cambiaron. No lo haría de manera
diferente. No renunciaría a nada. —Él se inclina cerca de mí, sus labios
junto a los míos. Me susurra—: Y, lo haría de la misma manera otra vez si
me dieran otra oportunidad, porque al final, me trajo hasta ti.
La valentía de Peter me da fuerzas. No sabía que me sentía así. No
pensé que podía recuperar mi vida, no después de haberme sido arrancada
violentamente.
Sé lo que tengo que hacer. Huir no funcionó. Mi pasado me encontró.
Siempre me encontrará. Jamás voy a ser libre, no a menos que me
enfrente al dolor que traté de dejar atrás.
Tengo que ir a casa y enfrentar mi pasado.
Fin...

160
Damaged 2
El hogar no se supone que sea
peligroso, pero para Sidney lo es.
Regresar a casa significa que tiene que
enfrentar su pasado. No se trata
solamente del hombre que hirió a Sidney
lo que hace que sea horrible, sino la
familia que no creyó en ella. Estaban
muertos para ella, pero ahora que su
madre está muriendo las cosas parecen
diferentes. Es una oportunidad de
arreglar las cosas.
Lo que Sidney no se da cuenta es
161 que está arrastrando a Peter en un curso
de colisión con su pasado. Peter debe
hacerle frente a los demonios
persiguiéndolo si quiere seguir adelante
con Sidney. Está dispuesto a renunciar a
todo por ella, incluso internarse más
profundamente en su vida pasada para
ayudarla a seguir adelante. Pero Peter no
está seguro de si pueda superar lo que le
sucedió en Nueva York.
Sobre la autora
H.M. Ward nació en Nueva York, y
vive en Texas. Estudió teología, ciencia
que le fascina. Le encantan las historias
que combinan la teología, la cultura y la
vida.
Siempre le ha gustado crear. Desde
pequeña ama escribir y pintar. Opina
que ambas se complementan entre sí en
su mente. Dice: ¨Mis palabras se
extienden como la pintura sobre el papel,
y me gusta recrear un encuentro
emocional entre el lector y la
162 experiencia¨.
Es una romántica empedernida.
Cree en el amor verdadero, y tuvo la suerte de encontrarlo y mantenerlo.
Le encantan las historias sombrías y melancólicas y la música. Toca el
violonchelo, y competía cuando era más joven.
Damaged puede leerse como una serie independiente o como parte de
la “Familia Ferro”
Créditos
Batseba, Morochita23 & NenaMaravillosa

Adaly LizC
Âmenoire Mae
Flochi Martinafab
Gemma.Santolaria Roxywonderland
Jenn Cassie Grey Selene1987

163 Lauuz Xhex

Âmenoire
Flochi

Flochi

Cecilia.
¡Visítanos!

164

También podría gustarte