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Después que termine mi bachillerato, empecé a estudiar docencia en la normal superior de

corozal y desde el primer semestre tuve mis prácticas pedagógicas en una vereda llamada Laurel
en un centro educativo de escuela nueva, me tocaba dar clases a niños de tercero, cuarto y quinto
en la misma aula de clases, yo veía el inicio de cada jornada escolar como una oportunidad, donde
algo tan sencillo como el saludo de la mañana a mis alumnas y alumnos se podía convertir en un
inquietante momento de reflexiones personales.

“Ningún día es como todos los días, decía yo. La rutina del horario escolar es una especie de ritual,
que se inicia con el sonido del timbre y con esa reunión solemne pero cotidiana, frente a la virgen.
Mientras la saludamos, suenan tímidas las notas de la canción para alabarla y ahí mismo,
comenzamos a charlar, a mirarnos, a reconocernos en la escuela, que es nuestro espacio común.
Por supuesto, el diálogo ¿Cómo les va? ¿Qué tal el fin de semana? ¿Cómo la pasaron?

Algunos escuchan, algunos responden, otros aprovechan a esconderse en las respuestas de sus
compañeros mientras se apoyan en el hombro vecino, como estirando ese sueño que sigue
revoloteando en el patio. También son muchos los que sonríen, y así la mañana va tomando color
y olor a escuela, que es ese olor preciso del universo que nos contiene, durante tanto tiempo. Y
mientras daba la clase allí surge una pregunta, rápida, desprovista de protocolo, entre un par de
guardapolvos con la tierra del viernes, sincera, fresca y claramente, oportuna:

-Seño, ¿Es difícil ser maestra? ¿Por qué te gusta ser maestra? ¿Lo elegiste?

Yo les dije, Bueno, te cuento, les cuento… y les digo que estoy transitando los últimos días en esta
escuela y con ustedes ya que termino mi practica como docente y que pienso que voy a extrañar
estas charlas, estos encuentros, estos tiempos compartidos, estos cruces de miradas (los icónicos
besos en las mejillas) para el día del cumpleaños. Y nuevamente arremete un chico de cuarto
grado, que sabía de lo que hablaba por estar atravesando una experiencia similar, una especie de
despedida:

Y este muchacho que se iba para una ciudad me dice, Seño ¿Por qué vas a extrañar?¡¡Si lo viviste!
Ahora te quedan los recuerdos de los momentos que tuviste y más de los que fuiste feliz aquí con
nosotros ahora vas a vivir nuevas experiencias con otros niños y en otra escuela, Uff, todavía
siento esa piel de gallina al escuchar sus sabias palabras, y les dije solo espero encontrármelos de
nuevo en mi camino y verlos siendo unos profesionales para que nunca se olviden de esta maestra
y digan ella fue la mejor maestra que tuve en mi primaria, como lo decía mi docente a ti te van a
recordar mucho estos niños porque eres una maestra que le gusta innovar y llevar nuevas
estrategias de aprendizaje cada día.

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