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TRABAJO PRÁCTICO I DE XIF-S04

ESTUDIANTE: VIVIANA CORTÉS ARAYA


CARRERA: LETRAS

1) En la República de Platón se desarrolla una serie de cuestiones acerca de cómo el


sujeto conoce y qué capacidades necesita. Nos interesa detenernos en el campo de la
Episteme –o el campo de lo inteligible– particularmente en la primera manera en que el
alma conoce y actúa. En primer lugar, el alma usa imágenes e indaga a partir de
hipótesis para dirigirse a una conclusión. Platón, a lo anterior, lo llama Diánoia o
pensamiento discursivo. Estas observaciones las podemos encontrar en el famoso
símil de la línea platónica. En ella se plantea la división entre la opinión, el
conocimiento cambiante e inseguro y la ciencia. Es en ésta última donde nos
detenemos a analizar la cita para dar cuenta de la Episteme como ciencia. Lo
interesante, en este punto, es la crítica que le hace Platón a la Episteme. Sostiene que
los que se ocupan de ella parten de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas
sin pensarlas. Por lo tanto y en este sentido, el alma se ve forzada a servirse de
imágenes en su búsqueda sin poder avanzar hacia un principio. Desde esta
perspectiva, podríamos traer la hipótesis que desarrolla Descartes cuando propone la
idea del “genio maligno” en su libro Meditaciones metafísicas. En ésta, el padre de la
filosofía moderna, plantea que quizás hemos sido creados por un Dios que nos obliga
a engañarnos sistemáticamente y que nos hace creer que estamos en la verdad. Se
propone dudar de aquellas suposiciones que parecieran tener máxima evidencia, por
ejemplo, la matemática.
2) En el texto “Respuestas a la pregunta: qué es la Ilustración”, Kant la define de la
siguiente manera: “La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad, de la
que él mismo es culpable. La minoría de edad es la incapacidad de servirse de su
propio entendimiento sin la dirección de otro.” Tenemos varias cuestiones a analizar.
En primer lugar la Ilustración vista como una salida, como una emancipación, una
liberación. Esa salida se da desde la noción de “minoría de edad”, un cierto estado en
el que el hombre no puede pensarse por sí mismo, en la que no logra entrar en un
sapere aude y en la que, además de lo anterior, se deja pensar por otros. Desde esta
perspectiva, podríamos advertir que la Ilustración requiere una cierta libertad. Dicha
libertad puede pensarse desde la esfera del “uso público de la razón”. No obstante,
Kant advierte en el mismo texto que esas libertades muchas veces se ven frenadas:
“¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no razones, y haz la instrucción! El funcionario de
Hacienda: ¡nada de razonamientos!, ¡a pagar! El reverendo: ¡no razones y cree!”.
Vemos cómo se insiste en que el hombre permanezca en esa minoría de edad en
donde limita la libertad en el uso la razón para fines públicos e inclusive privados. En
estos términos, podríamos pensar que la sociedad no progresa por la falta de libertad
en el pensamiento.
No obstante, Kant afirma que “el uso público de la razón” será la alternativa de
que la Ilustración, es decir, “la salida del hombre de su minoría de edad” llegue a la
sociedad. Kant define al uso público de la razón como un lugar en donde se razona con
cierta libertad a diferencia del uso privado en donde se tiene que obedecer. Podemos,
entonces, decir que el uso público de la razón contribuye a que la humanidad progrese
hacia mejor. En este sentido, Kant se pregunta si existe realmente el progreso y
desarrolla tres hipótesis: concepción terrorista, eudemonista y abderitista. Lo
interesante de su planteo es que afirma que la cuestión del progreso no se puede
resolver por medio de la experiencia sino que se debe recurrir a la historia. Entonces,
se cuestiona si hay algún signo histórico que indique o señala el progreso, un
acontecimiento que sirva como prueba, por ejemplo, la revolución estadounidense en
términos de participación. Desde esta perspectiva, Kant insiste en la idea de la
evolución en lugar de la revolución.
3. En la Fenomenología del espíritu encontramos la dialéctica del amo y el esclavo.
Podríamos pensarla, en términos generales, como una especie de narrativa en la cual
dos seres autoconscientes se reconocen el uno al otro. Para Hegel, para la
autoconciencia hay otra autoconciencia y es allí donde radica el movimiento del
reconocimiento. El reconocimiento implica, en primer lugar, que la autoconciencia se ha
perdido a sí misma y, en segundo lugar, se ve a sí misma en lo otro. En este sentido,
Hegel plantea que “son como dos figuras contrapuestas de la conciencia: una es la
conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra la conciencia
dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para otro; la primera es el señor, la
segunda el siervo.” Para Hegel, el señor alcanza un reconocimiento unilateral y
desigual cuando éste hace contra sí mismo lo que hace contra el otro, es decir, contra
el siervo o el esclavo. En otras palabras, el señor no tiene conciencia del ser para sí
como de la verdad, sino que su verdad es la conciencia no esencial. Desde esta
perspectiva, el amo permanece atrapado en una suerte de falsa conciencia que se cree
libre porque el esclavo lo reconoce como señor. Ahora bien, Hegel sostiene que es el
siervo quien puede salir de esa falsa conciencia. Para que se alcance un verdadero
reconocimiento entre conciencias, el amo debe reconocer su dependencia de esclavo,
entonces, cuando el amo reconoce esa libertad se puede producir el reconocimiento
recíproco de ambas conciencias como libres.

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