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Como esta posibilidad es hoy más frecuente que en épocas anteriores, acudir a la
prostituta se hace menos urgente y necesario. La cosificación de una persona
resulta demasiado grosera si no existe un mínimo de afecto y cercanía. Buscar al
otro como simple instrumento de placer es un atentado que nadie se atreverá a
justificar.
¿Por qué ha de vivirse el sexo con esta plenitud? ¿No puede ser también un
lenguaje entre personas amigas y compañeras?
Se celebra la fiesta del amor, que transforma la propia existencia, para entregarla
como ofrenda y recibir también la del otro como un regalo. El éxtasis del placer es el
sendero por el que dos corazones se juntan para repetirse de nuevo lo de siempre:
la alegría de haberse conocido, de sentirse privilegiados por un amor que los
fusiona. Son una sola carne, no porque se junten sus cuerpos, sino porque ellos
manifiestan que ya han donado el corazón.
No se puede dar, por tanto, la ofrenda del cuerpo a una persona con la que no se
comparte la vida definitivamente y para siempre. ¿Es necesario institucionalizar de
algún modo la formación de la pareja?
El hogar sigue siendo uno de los centros más cálidos de nuestro mundo. Esta
búsqueda de calor amoroso ha reducido aún más la función social de la familia, que
ha dejado de ser un vínculo de integración, abierto a la sociedad. Para convertirse
en un nido caliente que proteja de las amenazas exteriores.
Hay demasiada burocracia y anonimato en la vida social para que lo jurídico penetre
también en el único reducto íntimo que le queda al ser humano.
Para amar conyugalmente no basta con decir: “yo te amo”; en este cariño está
incluido también “el para siempre”, pues un amor que no incluya el tiempo es porque
no se considera digno de conservarlo. Cuando los dos miembros de una pareja
dejan de ser simples amigos, es porque han descubierto que vale la pena caminar
juntos hacia el futuro.
Ese nosotros, que se abre al futuro con la ilusión de una permanencia indefinida,
está sometido a las presiones del tiempo, cambios psicológicos, crisis y dificultades
por las que hay que atravesar sin remedio.
Los conflictos, en proporción diferente según las situaciones y las personas, forman
parte del ser matrimonial, y su existencia tiene un significado análogo a la crisis de
maduración y crecimiento de cualquier persona.
La persona libre no se deja encadenar por el pasado, como tampoco debe cerrarse
a un futuro inédito y desconocido, excluyendo otras posibilidades que ignora en el
momento actual de su compromiso.
Lo único importante es la fidelidad al tiempo presente que ahora tiene entre manos y
del que puede disfrutar.