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ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

Òscar Perdiz Figueroa, Amar: misterio y proyecto, Antropología y teología del amor,
Instituto Juan Pablo II para la familia – Universidad Anáhuac, 2021

Matrimonio
La primerísima aparición de un nuevo ser se produce
en el momento en que sus padres empiezan a amarse.
Schopenhauer

El hombre sigue teniendo la pretensión de un amor para siempre. El amor es una respuesta
a lo sexuado y el matrimonio parece ser la respuesta a ese deseo de historia y comunión.
Pero sin dejarse el amor en la puerta de la iglesia.

Ámbito natural del amor


Es una relación de funciones, por ello corre el riesgo de caer en el funcionalismo y contrato.
Es la respuesta al anhelo de amar, ser amado y de fecundidad. Matrimonio viene de
matrimonium y a su vez de matrix munire, significa literalmente administrarse mutuamente
la posibilidad de hacerse varón y mujer; suministrarse recíprocamente la potencia máxima
de lo que significa la propia sexualidad. El hombre hace mujer a su compañera (madre) y
ella lo hace hombre (padre). Hace referencia al nido primordial de todo, tiene la misma raíz
de madre y matriz, el ámbito natural del amor de donación. Por ello constituye la base y el
paso natural a la familia. “marido significa estar unido en matrimonio con… y mujer (mulier)
no indica otra cosa que estar unida en matrimonio con…”1. El matrimonio tiene una función
social y de allí se desprende su carácter público y religioso. Esta definición viene de una sana
antropología de la familia y no desde el capricho y la ocurrencia y es tan simple y unívoca
como reveladora. Sin embargo el fundamento del matrimonio es el amor, del que el
matrimonio es la respuesta y no su ruina, hay que rescatar la sensibilidad actual al amor
auténtico y darle estabilidad. El matrimonio es una institución que ratifica dos papeles, el
del marido y el de la mujer.
Los medievales, distinguían el matrimonio “in fieri” del “in actu esse”, el primero es el
instante en que los novios se prometen fidelidad y se aceptan el uno al otro, este acto los
constituye marido y mujer y tiene normalmente un carácter público y se da dentro de una
celebración religiosa. El matrimonio como “in actu esse”, es el desarrollo o tarea de toda la
vida, que se va dando en la vida conyugal, tiene la pretensión de indisolubilidad y constituye
una apuesta. Otro elemento esencial del matrimonio, introducido en el medievo, es la
consumación, que en muchas culturas ser realiza en la misma ceremonia de casamiento con
testigos y todo.
No se entiende el matrimonio fuera de la lógica de la duración. La aspiración del amor es a
no acabar y de allí la pretensión de indisolubilidad matrimonial, por el bien de ambos y la
necesidad de ofrecer un ámbito de estabilidad a los seres más frágiles que son los hijos,
también fruto del amor. La familia está en función del más débil. La indisolubilidad parece

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F. D’AGOSTINO, Elementos para una filosofía de la familia, Rialp, Madrid, 1999, 119.

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ser una propiedad del matrimonio y no una imposición religiosa. De hecho, el divorcio ha
sido y es aceptado en muchas culturas pero en la actualidad, en occidente, está ligado a una
reacción contra el puritanismo cristiano que a su vez, impone la indisolubilidad como algo
extrínseco pues ve el matrimonio más como un contrato, que como un anhelo de los
esposos. Ambos casos muestran cómo se pisotea el deseo íntimo que acompaña al amor y
la experiencia.
Cada una de las expresiones o verbos que hacen referencia al matrimonio tienen un sentido:
juntarse o ayuntarse (de adiutorium, ayuda en latín) habla de una comunidad de ayuda;
casarse, significa empatarse, calzar uno con otro y hace referencia a un proyecto común,
que implica encajar, acoplarse uno al otro y combinarse: esposarse (o desposarse) significa
atar los destinos en uno, ya no son dos individuos sueltos sino dos personas
inseparablemente ligadas. Todas hablan de un mutuo sostén, de compañía y durabilidad,
de construir una historia entre los dos. Por eso es el ámbito idóneo del amor, lo que
garantiza la estabilidad de los más frágiles y futurizos, los niños. Algo de esto alcanzó a ver
Pablo de Tarso que lo hizo exclamar ¡Megalón mysterion!, un mega misterio.
El horizontalismo del matrimonio civil de la actualidad carece de las garantías y por ello no
infunde confianza, no incluye claramente el amor y contempla, desde el inicio, la posibilidad
de la separación y el fracaso.

Tres perfiles del matrimonio


Para designar el matrimonio se usan otros términos que a veces se usan como sinónimos.
Lo conyugal. Equivale a conjugar las dos vidas en una historia y realizar una co-biografía,
son cónyuges desde la boda pero esta conyugación se va realizando o actualizando con
actos de amor a lo largo de la vida. En un crecimiento para pasar dela pasión de amor a una
historia apasionante y serena.
Lo nupcial. Significa el carácter celebrativo del matrimonio. El matrimonio consiste en que
los esposos celebren la unión cotidianamente con algún gesto sencillo o actividad; que
celebren al otro y su existencia, amar significa decir al otro ¡qué bueno que existas!, consiste
también en celebrar las pequeñas o grandes metas de la pareja, dejando de lado las
pantallas y banales distractores.
Lo esponsal. Proviene de sponda que en latín significa orilla, como la de un lago, río o mar.
Cada uno es una orilla en su soledad. El matrimonio consiste en acercarse a la orilla que es
el otro. Esto convierte la unión en un puente e implica la reciprocidad pues los puentes se
construyen desde dos orillas.

¿Qué le pasa al amor después de la boda?


La mayoría da por sentado que la boda es la meta y que el matrimonio consiste en un estado
invariable. Esto se revela falso después de la luna de miel. En parte porque se prepara todo
(todos los aspectos de la boda) menos lo que hay que preparar que es la conyugación. B.
Russell diría que el primer año todo marcha viento en popa, el segundo más o menos bien,
el tercero quizá sea tolerable, el cuarto uno empieza a pensar que no vendría mal un poco
de variación a la monotonía… a partir del quinto se convierten –si no se cuidan– en policías,
guardianes o inquisidores, en tal caso, el fracaso del matrimonio está más en una situación
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vejatoria e injusta que en el divorcio. El modelo cortés respondería que el amor queda fuera
del matrimonio; y el romanticismo, que el matrimonio es la tumba del amor, solo se ama
fuera del matrimonio: casarse con Isolda de las manos blancas y amar en el fondo a Isolda
de los cabellos dorados. Una cierta mentalidad puritana respondería que efectivamente, el
amor queda fuera del matrimonio y éste es ante todo responsabilidad. El lema de ambas
posturas es “amor o responsabilidad”. El modelo actual o amor líquido es más claro y
sencillo, excluyen el matrimonio pues niega la posibilidad de escribir una historia entre dos,
niega la posibilidad del amor mismo: “sexo sin amor”.
El gran reto es escribir “entre dos”, “una” historia de amor dentro del matrimonio: salvar el
amor con el matrimonio y salvar el matrimonio con el amor2. Eso es una tarea personal pues
no hay dos matrimonios iguales. No se trata de “salvar el matrimonio”, sino con actos libres
de amor de ambos, buscar salvar al otro. y que por ser libres implican renuncia. Por eso la
unión libre es por excelencia el matrimonio, en él se está libremente y conlleva una sucesión
de actos libres para amar. El matrimonio está sustentado en la amistad y la donación mutua
y el mutuo conocimiento que no acaba nunca, si no, no es matrimonio. Aquí aparece una
de las paradojas humanas: uno se realiza en la medida que realiza al otro.
Formas incompletas. La llamada unión libre no tiene mucho de libre pues está apoyada
exactamente en lo no libre, en lo que no depende de uno, el sentimiento, el tiempo, las
ganas y muchas veces el capricho. Una de las grandes mentiras de la sociedad actual reside
en creer que la sexualidad es un fin en sí misma. Por otro lado durante largas épocas se ha
pensado –y se piensa todavía– que el matrimonio es el lugar donde desfogarse sexualmente
y que consiste sustancialmente en tener infinitas relaciones sexuales, del lado contrario se
concluye que para eso no hace falta el matrimonio. Otra es la relación fincada únicamente
en el enamoramiento: la unión de muchas parejas no es fruto de una decisión sino de
enamoramiento apasionado pero sin amistad y menos ágape. Están concentrados en recibir
del otro y eso sólo puede conducir al fracaso. ¡Cuánto puede durar una relación fundada en
lo que no dura, los sentimientos!, centrada en lo que no depende de uno: en solo recibir;
estabilidad en algo que por definición pasa. El resultado es que muchos quieren amar pero
sin amar. Muchas uniones son la suma de dos egoísmos, de dos monólogos.

Del analfabetismo afectivo a la gramática del amor


Para hablar, leer y escribir es necesaria una gramática, lo mismo en el amor. Hay que leer
en el cuerpo y su experiencia, hablar el lenguaje del amor, siguiendo un orden y un proyecto
y escribir la historia de amor absolutamente individual a la que cada uno está llamado a
dándose al otro. La gramática del amor se aprende contemplando la realidad del cuerpo
sexuado tal como se ha venido haciendo. Ser consciente de lo que implica el amor y de los
modelos que impone la sociedad para estar continuamente sobre uno mismo. Para
entender la sociedad hay que entender la familia, para entender ésta hay que entender el
matrimonio, para ello hay que comprender lo que es el amor, para ello se requiere a su vez,
la atención a la vocación del cuerpo sexuado y finalmente para ello se requiere inteligencia
para descubrir la realidad tal como se presenta y no seguir moldes a ciegas. El camino se

2
G. CHAPMAN, Los cinco lenguajes del amor, Unilit, Bogotá, 1960.

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puede hacer a la inversa: tener claro lo que es la realidad y la verdad, contemplar la realidad
del cuerpo sexuado, que tiene como vocación el amor, cuya respuesta es el matrimonio y
solo así se explica la grandeza de la familia.
Escribir en orden, es amar integrando todos los grados del amor, el afecto, el eros, la
amistad y el ágape. El matrimonio es por excelencia el ámbito del ágape pero el amor de
donación integra y asume todos los grados anteriores del amor: el ágape crea afectos, no
los condena, crea situaciones eróticas porque busca el bien del otro, gozar juntos es una
manifestación de amistad, se acaricia porque el otro tiene deseos y necesidad de afecto.
Así los grados más bajos se convierten en manifestaciones de un amor libre. Más que sacar
el amor del matrimonio hay que introducir el romanticismo, lo que algunos llaman
mantener lleno el tanque del amor.

Tres recintos del amor conyugal


Hoy las personas son muy influenciables por las emociones y se corre el riesgo de reducir el
amor a emoción que es por definición pasajera. Las tres recintos del amor conyugal son el
enamoramiento, el vínculo (boda) entre las personas desde el espíritu y la conjugación o
conyugación de la vida de ambos en una. Se trata de pasar de la pasión amorosa a una
historia apasionada. En el primer recinto se dan muchas coincidencias, desde el encuentro
mismo hasta los gustos, las aficiones y se da una especia de sumisión al otro con tal de no
perderlo y en muchas ocasiones se finge. Es necesario dar el paso al segundo recinto, el
vínculo. Éste no es una cuestión sólo legal sino una promesa de convertirse en amadores o
promotores del otro, recíprocamente. El matrimonio siempre es una trinidad. No se reduce
a un pacto entre dos personas sino que tiene siempre un horizonte que es la sociedad, es
publico y se celebra en todas las culturas con una ceremonia religiosa, en la propuesta
cristiana la pareja camina hacia el amor de Cristo. El tercer recinto consiste en ir conjugando
las propias vidas en una. En coherencia con el nuevo estado3.
He aquí los tres recintos del amor desde la visión cristiana.

3
VILADRICH, P. J., El amor conyugal, entre la vida y la muerte, Eunsa 2005, 75.

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Así, el enamoramiento ya no es fruto del sentimiento sino una tarea, hay que recurrir a la
maravillosa capacidad humana de crear sentimientos, no se trata de fingir sentimientos, lo
que sería hipocresía, sino dar muestras auténticas de amor, como pequeños regalos en los
que se busca el bien del otro. Esto es una tarea, es lo más elevado del amor pues se busca
el bien del otro: “llevar el romanticismo al matrimonio”, tratando de lograr un equilibrio
entre el deseo y el compromiso, entre la propia necesidad y la donación; entre el amor al
otro y el amor a sí. El matrimonio es el lugar donde colmar la incompletez del otro y con ello
la propia. La vida propia se descubre como un don absolutamente gratuito y solo se gana
dándose. La mujer es irreductible al hombre y viceversa y no es lo mismo un padre que una
madre, basta pensar en la caricia femenina y en la masculina.

En la actualidad la familia se ha reducido al mínimo y algunos perciben el matrimonio más


como un refugio que como algo público. Son necesarias las comunidades de matrimonios
que hablen el mismo lenguaje, con ideales comunes, para ofrecerse testimonio, alentarse y
caminar juntos, de otra manera se vuelve una lucha contra corriente, por la fragilidad y

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necesidad de ayuda en la virtud, la amistad es la base para una vida honesta, no se puede
ser bueno en soledad.
Para lograr la conyugación es necesario pasar del mí mismo al nosotros y para ello son
necesarios cuatro elementos:
SÍ MISMO, TÚ, NOSOTROS

G. Sentimientos
experiencias
emotivas

A. I. Normas
Inteligencia éticas que
en el amor regulan la
relación

L.
Valoración de la
relación

La conyugación consiste en ir logrando vivir la relación como un bien y no como un


obstáculo para la propia realización, porque lo que realiza a la persona es la promoción del
otro. La coherencia de la pareja Hay parejas en donde la congruencia del nosotros, que viven
individualistamente; o En las parejas se necesita lograr un clima comunitario, Comunidad
(del latín cum-munio) significa una constelación de dones poner en común los propios dones
y aceptar los del otro. caminar hacia una mayor capacidad de elección de situaciones que
los unan. La conyugación es fruto de la creación de comunidad. No hay parejas perfectas
pero sí unas más congruentes y cercanas al clima comunitario.

Hay palabras gastadas, erosionadas y que han perdido su significado o aparece totalmente
distorsionado y que hay que repensar. La indisolubilidad no es una imposición externa sino
el resultado de la misma unión, donde realmente la hay. La castidad no es algo técnico o

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sinónimo de virginidad o represión sino un amor en plenitud, un reservarse para la persona


amada. Servicio es otra palabra manchada por la técnica, el matrimonio si no se entiende
como un acto de servicio mutuo, no va a ningún lado.
El matrimonio requiere de preparación, no se improvisa, los judíos tenían una preparación
próxima de un año para disponerse y acomodar la existencia a la nueva vida que empezaba
ese día. Implica amistad y conocerse mutuamente, tener los mismos ideales. Una relación
sin fecha de inicio y carácter público, no es un matrimonio y de por sí está destinada al
fracaso. Muchas parejas dan la impresión de relaciones improvisadas, allí no puede haber
“realmente, metafísicamente” un matrimonio y es inútil vivir como casados cuando la
relación no es un matrimonio. El matrimonio es una expresión máxima de libertad, es la
expresión de la paradoja de perder para ganar. Consiste en convertir al otro en el jardín que
cultivar y esto apela a la fecundidad: el amor genera amor. Es un error casarse solo para ser
feliz y para “realizarse”4.

Cinco pilares de un matrimonio sano


No des ricos presentes a tu amada,
sino modestos y que los haga valiosos la ocasión.
Ovidio

Los tiempos de lluvias ponen a prueba las casas, pueden aparecer problemas para los que estar
preparados, filtraciones de agua, molestias por la humedad en paredes y techos, goteras y charcos.
Otros son más graves y hay que prevenirlos, como las corrientes subterráneas que van erosionando el
suelo hasta crear boquetes, a veces se acumula el agua y termina rompiendo paredes enteras o los
deslaves de algunas zonas. En el matrimonio sucede lo mismo, no por el hecho de estar casados se
acaban los problemas, lo normal es que aumenten, pero éstos fortalecen el matrimonio y la familia.
Cuando el matrimonio va bien los hijos crecen sanos y seguros y esto une a la familia. Es un proyecto
aparentemente de dos, pero responde a un proyecto amoroso de Alguien sobre ambos, por ello
requiere de continua atención y renovados cuidados. Esto lo sabía muy bien Juan Pablo II al dedicar
gran parte de sus energías a orientar a matrimonios y a familias.
Conocerse corporalmente: para ello hay que repasar todo lo que se ha dicho sobre el cuerpo sexuado
y las capas de lo sexuado. A veces las mujeres pueden sentirse usadas o insatisfechas por falta de
diálogo, la curva de la excitación en ellas es más gradual y lenta, en los hombres más abrupta, etc. Esto
significa que no se puede amar sin dialogar, sin estar atento a lo que necesita el otro. Cuando no se
platican estas cosas, se introducen desconfianzas, miedos e insatisfacciones en la relación. Ya decía
Goethe “Solo se aprende a conocer lo que se ama y más pleno y profundo será el conocimiento, cuanto
más fuerte, vigoroso y vivo sea el amor, incluida la pasión”.
El matrimonio consiste en crecer juntos hacia un objetivo común, descubrirse y revelarse a través
manifestaciones, como las caricias y detalles inesperados, esto hace del matrimonio algo biográfico
más que biológico, lo convierte en una historia de dos. Hay que ser conscientes de que el hombre está
impregnado por el mal y que esto convierte el matrimonio en un camino mutuo de redención.
Conocerse psicológicamente. La regla de oro que es buscar el bien del otro, implica el mutuo conocerse
y “todo gran amor es hijo de un gran conocimiento” (Leonardo Da Vinci), para ello hay que conocer la
propia historia amorosa, lo que uno y otro recibieron en familia, para comprenderse mejor pero sin
obsesionarse ni caer en el determinismo o el miedo a repetir patrones. El matrimonio es una tarea y
consiste para los hombres en contar más la propia vida, y para ellas en escuchar y suscitar la
conversación. Hay que tener cuidado en no quedar atascado en el pasado y esclavizarse con recuerdos

4
J. CARRERAS, Las bodas, sexo, fiesta y derecho. Rialp, Madrid, 1998.

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negativos y reproches, sino mirar y construir a futuro. La dimensión psicológica manifiesta la


importancia del diálogo franco y del mutuo conocimiento, sin los cuales no se da una historia de amor.
La mayoría de los fracasos amorosos comienzan en la falta de comunicación: las palabras
fundamentales tienen significados diferentes para hombres y mujeres, no hay que dar por hecho que
se han dado a entender. Por falta de comunicación auténtica, se reduce la vida al bienestar o a la
autocompasión.
Todo esto implica conocer las necesidades del otro, suelen ser diferentes a las propias, hay que ser finos
para identificar lo que le gusta al otro, si no se le termina dando lo que a uno le gusta recibir. Los gustos
y necesidades cambian con el tiempo no se puede quedar uno eternamente congelado en los mismos
regalos y muestras de afecto. Igualmente hay que hacer peticiones y sugerencias, no exigir como los
cascarrabias. Tampoco hay que suponer que el otro sabe ya las necesidades o deseos de uno, hay que
sugerirlos con delicadeza.
Conocer la “edad” de propio matrimonio y platicar sobre las ya vividas. El matrimonio tiene estaciones,
hay que saber en cuál se está y si ambos están en sintonía. La primavera, que son los primeros años,
es más una etapa de descubrimiento y emoción, de ilusión por el futuro, el enamoramiento inicial
pasará y hay que dar el paso a una auténtica amistad, poniendo los pilotes que les agarrarán a la roca:
hay una necesidad de aceptarse mutuamente. El verano del matrimonio viene con los hijos, quizá la
infertilidad, se está más ocupados por el trabajo, en esta etapa la necesidad mayor es la de dedicarse
tiempo de calidad a la relación matrimonial, para ello hay que reservar momentos. El otoño del
matrimonio es la época de la cosecha, se recogen los frutos de la estabilidad y la resistencia al tiempo,
es la etapa más agotadora por haber adolescentes. La necesidad en esta estación es la de alentarse y
apoyarse mutuamente. El invierno puede comenzar con el síndrome del nido vacío, hay menos
exigencias externas y se pasa más tiempo juntos, es importante en esta etapa buscar actividades en
común y una buena educación. Si Dios les regala nietos esto puede significar la renovación de etapas
anteriores siempre con un disfrute mayor. Hay que analizar si ambos estamos en la misma etapa y
grado de amor: en el afecto, en el eros, en la amistad o en la donación total.
Reservar un momento “para nosotros”. Toda pareja debe decidir “Reservar un momento para
nosotros”: platicar lo positivo siempre es positivo. Las parejas con sentido reservan un momento a la
semana para ellos solos. Para ello no hay que tener vergüenza y escribirle algo al otro para leérselo al
inicio de ese tiempo reservado para ambos. Puede ser una cena a la semana que se reserve para ambos.
Hay que vencer las infinitas barreras del diálogo y planear ese tiempo, para refrescar el romance,
divertirse o platicar sobre sus sentimientos, esperanzas, miedos y emociones.
Esto es muy importante pues mantiene la frescura, es indispensable para conocerse, y apreciar al otro
y asegura una comunicación real y efectiva. Nunca hay que cambiar este tiempo o cancelarlo sin
consultar al propio esposo. Este tiempo hay que programarlo y debe tener prioridad sobre otras
actividades como el trabajo, los amigos, el deporte y la misma paternidad. Sobra decir que el tiempo
de pareja no debe interrumpirse con llamadas, el internet, la televisión y otras distracciones.
Regresar al Principio. Esto significa dos cosas, la primera, acordarse del primer enamoramiento,
recordarse uno al otro lo que los atrajo y los enamoró, acordarse de las experiencias agradables de los
primeros años y de las dificultades superadas: se sorprenderán de escuchar cosas que no sabían. La
segunda es saber que detrás de todo matrimonio cristiano, hay un proyecto de Dios que los sostiene a
ambos en la unidad. Juan Pablo II invitaba a los esposos a regresar al principio y meditar en la vocación
de los esposos al amor, es lo que los hace imagen de Dios. Hay que platicar de los momentos especiales
que han vivido y por qué fueron especiales e inolvidables, caminando a futuro y escribiendo juntos una
historia de amor.
La regla del amor es buscar siempre el bien del otro. Lo maravilloso del matrimonio es que si es tal, es
un proyecto de Dios sobre ambos pensado desde toda la eternidad para coincidir y realizar sus vidas
inseparablemente. Eso cambia todas las cosas: uno se pregunta qué le gusta al otro, no qué me gustaría
a mí regalarle. Él y ella pensados para compartir sus vidas y dar sus apellidos, con todo lo que eso
significa, a nuevos seres en una cadena infinita de amor, del amor de Dios. Lo que sostiene el
matrimonio no es solo el deseo de triunfar, el éxito o la estabilidad, sino el amor y el deseo de lograr

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el proyecto de Dios sobre cada uno juntos, con esto se ha adelantado ya algo de la realidad mistérica
del matrimonio5.
En síntesis se puede decir que el matrimonio es un bien que eleva la naturaleza social del hombre y la
perfecciona, el varón y la mujer normalmente están mejor como fruto del matrimonio: la infinita
mayoría de la gente anhela estar casada, el matrimonio protege el bienestar de los hijos y les da
seguridad, es un sostén de la sociedad civil y promueve el bien común, crea riqueza y es una institución
que incrementa el capital humano y social. Al debilitarse el matrimonio, la sociedad se vuelve peligrosa:
aumentan las desigualdades sociales pues los hijos han crecido sin madres o padres. Una sociedad que
promueve el matrimonio funcional, es menos manipulable por los gobiernos y protege las libertades
de los individuos. Las leyes que regulan el matrimonio son muy importantes.

El tema del matrimonio va mucho más allá de lo que se ha dicho, es un misterio sobre el
que habrá que volver más adelante, ya desde la teología.

1. El matrimonio, un mega misterio


Cuando no se ama demasiado no se ama lo suficiente.
Pascal

Se ha abordado el amor humano a la luz de lo evidente la revelación judeocristiana. Habrá


que ver ahora las consecuencias de todo lo anterior para el matrimonio, a la luz de la
revelación.

El matrimonio no es una invención humana


El matrimonio es el sacramento primordial que de alguna manera existe desde la creación
del hombre como cuasi sacramento. Pero ¿qué significa sacramento? Sacramentum fue la
palabra latina usada para traducir mysterion, proyecto. Significa la participación del hombre
en el misterio de amor de Dios. Allí donde hay una pareja humana que quiere unirse para
siempre con un carácter público y religioso, estableciendo un pacto de amor, hay una
prefiguración del sacramento. No depende del arbitrio humano, tiene a Dios como autor y
está llamado a divinizarse que es lo propiamente humano. El matrimonio no es una
casualidad ni fruto de la evolución sino la respuesta a un misterio, es decir un proyecto
sobre la diferencia sexuada humana, es un sacramento.
El sacramento hace al hombre semejante al Padre, capaz de amar y crear (procrear) y
acompañar a nuevos seres en su camino de salvación y sobre todo cumple en sí lo propio
de Dios que es engendrar o generar. En ese esquema de la boda judía, la vida cristiana
consiste toda ella en la celebración de las bodas de Cristo con la Iglesia, esto es el culmen

5
Sobre la comunicación y su tipología como el indiferentismo, la dependencia, la manipulación, la apropiación
posesiva, la desconfianza, el independentismo, los celos, los temores y la inseguridad, véase A. POLAINO,
Cómo mejorar la comunicación conyugal, Instituto de Ciencias para la Familia, Pamplona, 2007.

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de la revelación en las Escrituras. Quienes se unen en matrimonio están pensados desde


toda la eternidad para encontrarse en la historia, amarse y perseverar y dar nombre y
apellidos a nuevos seres. Convierte el matrimonio en una trinidad con el advenimiento del
hijo.
Hace al hombre como Cristo. Primero, lo eleva a amar al otro como Cristo ama a la Iglesia y
a esto revela que el matrimonio es mucho más que un proyecto entre dos, para lograr
estabilidad y metas comunes. Segundo, el matrimonio es un camino de redención mutua.
Por el mal introducido en el hombre, este proyecto se convierte en una lucha por perseverar
en el amor y sobreponerse al instinto. Amando, el hombre permite a Cristo redimirlo y
redime al otro.
Lo hace como el espíritu, presencia de amor entre dos personas. ¿Poesía? Sí, porque las
realidades más tremendas del hombre lo son, éstas son las verdades que se desprenden del
proyecto cristiano y que millones de personas han vivido con mayor o menor consciencia y
han testimoniado. A todo ello se le llama sacramentalidad del matrimonio.

Sacramento significa misterio y proyecto


Se corre el riesgo de cosificar el sacramento o reducirlo a un requisito, perdiendo de vista
el misterio. La relación humana va mucho más allá del instinto. Todo esto es a lo que se
refiere Pablo cuando habla del Megalón mysterion (Ef. 5, 22-33).
Pablo tiene la gran intuición de descubrir que el matrimonio está colocado en la relación de
amor entre Cristo y la Iglesia. Una lectura superficial del texto, le ha dado más importancia
a los consejos que Pablo da sobre la vivencia del matrimonio, descuidando el núcleo y el
fundamento sobre el que se asienta el matrimonio: el misterio.6 El matrimonio es una
realidad mistérica, responde a un proyecto divino que hay que escrutar, un proyecto de
amor que pocas veces se ha meditado a fondo. El matrimonio lejos de reducirse a un simple
desfogue pasional –como ingenuamente creían algunos antes de casarse– o al ámbito
donde desahogar un cierto instinto procreativo, responde al designio divino sobre la
sexualidad humana, desde el que se entiende la unión, la compañía y la procreación.

Lenta maduración de la idea de mysterion


La teología del matrimonio ha tenido un largo desarrollo y no es ni simple ni monolítica. Sería absurdo
pensar que desde el inicio del cristianismo se ha entendido a fondo el misterio del que participan los
esposos o que se celebraba como en la actualidad, con ramos de azar, dentro de la iglesia, anillos, arras
y la familia en torno arrojando arroz o pétalos de rosa, mientras alguna mujer gimotea de emoción en
el fondo de la Iglesia. No, la comprensión del matrimonio es fruto un camino milenario.
En todas las culturas y épocas el matrimonio ha tenido un carácter público y religioso, ha tenido un
aspecto jurídico y uno litúrgico o celebrativo. Igualmente todas las culturas por matrimonio se refiere
dos cosas: un momento puntual de celebración y la vida que comienza a partir de allí. Esto incluye los
diferentes aspectos del sacramento: la celebración o liturgia, el derecho y la comprensión de lo que se

6
Esta obra no es un tratado del sacramento del matrimonio, ni lo desarrolla a fondo. Para ello son más que
suficientes obras como A. SARMIENTO, El matrimonio cristiano, EUNSA, Madrid, 2006; P. ADNÉS, El
matrimonio, Herder, Barcelona, 1979. Para una buena historia de la maduración del sacramento: E.
SCHILLEBEECKX, Marriage, Secular Reality and Saving Mystery I-II, Shed and Ward, London / Melbourne, 1965.

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realiza en el fondo. Además hay otras realidades íntimamente relacionadas con el matrimonio como
los fines, la validez del contrato, la publicidad de la celebración.
Pueblos antiguos
Para los primeros cristianos el matrimonio era una realidad mundana teñida de un carácter religioso
por haberse bautizado. Los primeros pueblos a los que dirige el mensaje cristiano –y que aquí
interesan- son los griegos, los romanos y los pueblos germánicos7. Su influencia fue fundamental en la
organización y prácticas posteriores en occidente.
Religión familiar. Para los romanos el matrimonio era una realidad religiosa y pública orientada a la
familia y a formar un hogar. El matrimonio no estaba basado en relaciones interpersonales o en el
amor entre los esposos sino en el deber del culto a los dioses. El esposo era una especie de sacerdote
del fuego, de allí la palabra fogar, hogar; el encargado del culto de los antepasados y de los dioses de
la familia: manes, lares y penates. La familia era por definición una comunidad religiosa e incluía a los
esclavos. El matrimonio significaba para la mujer, el paso de una religión a otra: del hogar paterno al
del esposo. De hecho los nombres de la celebración de la boda se refieren más a ella que al esposo.
La celebración de la boda tenía tres momentos: Exdosis (éxodo) o Ductio puellae: era el desposorio o
entrega de la doncella que pasaba de la religión paterna a la del esposo; la pompé o domum ductio:
introducción a casa del esposo, mediante una ceremonia, con la que comenzaba la individua vitae
consuetudo, la vida en común, ella pasaba a encargarse del fuego del hogar; finalmente la telos: la boda
propiamente dicha o celebración de la boda en torno a la inminente consumación 8. Estos gestos
correspondían a las culturas indoeuropeas con variantes.
Para los griegos y romanos el matrimonio era monógamo. Este era el ideal, en la práctica y a la llegada
del cristianismo la sociedad se encontraba en una franca decadencia moral y de instituciones y en un
proceso de “secularización”, es decir, de alejamiento de las motivaciones religiosas para el matrimonio,
un divorcio entre ética y religión. Lo que hacía válido el matrimonio era el consensus que se
manifestaba a través de la conferratio (panis farreus): los esposos compartían una simbólica torta de
bodas, de allí viene la tradición del pastel de bodas. Estas cuestiones estaban contempladas en las
tablas IV y V de las Doce tablas. Lo que hacía válido el matrimonio era por tanto el consenso y la
presencia de muchos testigos.
Otros cristianos provenían del contexto cultural asiro-babilónico, para ellos el matrimonio era
formalmente un contrato legal simbolizado por las arras (de allí su tradición), como un testimonio del
contrato9.
Primeros cristianos
Para los primeros cristianos que provenían de estos pueblos, e matrimonio era una cuestión terrena o
civil, penetrada del espíritu cristiano pero no lo concebían como un sacramento como hoy. Para poder
casarse bastaba el permiso y bendición del obispo. Se introdujeron algunos conflictos como el
reconocimiento civil, la licitud de celebrar las bodas con ritos paganos que incluían sacrificios a los
dioses y otros
Es la época de los Santos Padres, la Iglesia se limita a bendecir la realidad conyugal y a insistir en el
cambio de vida que implica la conversión10. Pronto los cristianos tuvieron que dar razón de su fe ante

7
Junto con estos, hay otros pueblos no menos importantes como los armenios, los etíopes, persas e indios.
8
Sobre esto hay numerosos estudios, basta ver por ahora I. JENKINS, La vida cotidiana en Grecia y Roma,
AKAL, Barcelona, 1998, 15 ss.; X. ESPLUGA - M. MIRÓ I VINAIXA, Vida religiosa en la Antigua Roma, UOC,
Barcelona, 2003, 69ss.
9
Esta tradición volverá a aparecer siglos después entre los mozárabes, no deben ser confundidas con la dote.
Tradicionalmente consisten en 13 monedas que corresponden a los meses del año y una para los pobres y
que los novios intercambian en la celebración y simboliza la compartición de los bienes materiales de la nueva
sociedad.
10
Como se sabe los Padres o Santos padres, son un grupo de pensadores que van desde el siglo I hasta el VIII.
Son los primeros pensadores que trataron de responder a las exigencias intelectuales del cristianismo, ad
intra, tratan de dilucidar las principales cuestiones doctrinales y sus consecuencias morales, luchando contra

11
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

la circunstancia, las prácticas o los ataques y cuestiones de todo tipo. La diferencia que establece el
cristianismo está orientada más bien a un cambio de vida, se pone por tanto el énfasis en la moral: los
cristianos no pueden vivir como los paganos. Es conocida la emblemática Carta a Diogneto, un
documento valioso de autor y destinatario desconocido, que refleja la originalidad del cristiano en el
contexto pagano11.
Surgen cuestiones como el divorcio y sus condiciones, los matrimonios mixtos y las herejías12. La herejía
más común fue el maniqueísmo, cuyas consecuencias eran la negación del matrimonio por considerarlo
pecaminoso y sucio13. El maniqueísmo está hoy más presente de lo que se imagina uno. Frente a esto
Clemente de Alejandría en el siglo III, habla de la bondad del matrimonio, de su finalidad que es la
ayuda queda la mujer al hombre en el cuidado de la casa. Defienden contra los rigoristas (que
concebían el matrimonio como una vida de segunda clase) la dignidad del matrimonio inspirado en la
unión de Cristo con la Iglesia. En general se advierte una lenta y difícil asimilación de la sexualidad por

las herejías o errores. Ad extra, tratan de dar razón de la nueva fe ante las corrientes filosóficas o religiosas.
Suelen dividirse en: apostólicos: los que suceden inmediatamente a los Apóstoles; apologetas o defensores
contra las grandes herejías; y luego entre padres de Oriente o griegos y padres de Occidente o latinos.
11
“Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus
costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género
de vida aparte de los demás. A la verdad, esta doctrina no ha sido inventada gracias al talento y especulación
de hombres curiosos; ni profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; sino que, habitando ciudades
griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género
de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor peculiar de conducta admirable, y,
por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en
todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda
patria, tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen.
Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la
tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan
las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se les desconoce y se les condena. Se les mata y en ello
se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y
en las mismas deshonras son glorificados. Se les maldice y se les declara justos. Los vituperan y ellos bendicen.
Se les injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se les castiga como malhechores; condenados a muerte, se
alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extranjeros; son perseguidos por los
griegos y, sin embargo, los mismos que les aborrecen no saben decir el motivo de su odio. VI. Mas para decirlo
brevemente, lo que es el alma al cuerpo, eso son los cristianos en el mundo “, cf. Carta a Diogneto V- VI, en J.
J. AYÁN (Ed.), Padres apostólicos, Ciudad Nueva, Madrid, 2000, 560.
12
Una herejía es la negación de alguna verdad de fe. Las herejías tienen sus consecuencias en el matrimonio
por la concepción que tienen del ser humano, a tal idea del ser humano corresponderá un concepto del
matrimonio.
13
El maniqueísmo (de Mani, un sacerdote persa, su fundador c. 216-c. 276). se presenta como una solución
equivocada al problema terrible del mal. Sostiene el dualismo en todas las cosas, es decir un principio del bien,
lo espiritual y otro del mal, lo material. En abierta contradicción con el cristianismo que sostiene que hay un
solo creador, por tanto las cosas son buenas. Para los maniqueos hay dos fuerzas o dioses, el mal y el bien.
Entre los maniqueos estuvo el gran San Agustín, nada menos que nueve años. Después de los cuales refuta a
esta secta diciendo que no puede haber un mal absoluto, un mal puro, esto es una contradicción, puesto que
todo lo que existe, es, tiene ser, y lo que es, por ese mismo hecho, es bueno, tiene, al menos, la bondad del
ser. La consecuencia moral es que los maniqueos eran “puritanos”, condenaban todo lo material, el cuerpo
humano, las relaciones sexuales pues engendran más cuerpos, si el cuerpo del hombre es malo, y el espíritu
bueno. La vida humana consiste en una lucha para liberarse del cuerpo, mediante el conocimiento (en esto,
los maniqueos son gnósticos). Estas cuestiones llevan a la convicción de que el cuerpo humano por la creación
y la encarnación de Cristo no pueden sino ser buenos, por su vocación a la resurrección, ello a su vez exige un
trabajo por la propia perfección.

12
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

parte del cristianismo. En algunos ambientes se advierte una preferencia por la virginidad como
superior al matrimonio como en Tertuliano u Orígenes, que incluso llegaban a la castración
voluntaria14. Estos verán el matrimonio como una condescendencia respecto a la naturaleza caída del
hombre, como un remedium concupiscentiae, el estado normal de cristiano sería la virginidad. Más
aun, la sexualidad sería fruto del pecado o creada en vistas del mismo, como para Gregorio de Nisa 15.
Los Padres occidentales como Ambrosio o Jerónimo son defensores del matrimonio. San Agustín, 16 el
doctor del matrimonio cristiano, sostiene que la bondad del matrimonio viene de los tres fines: proles,
fides et sacramentum. La proles designa la procreación y educación de los hijos; la fides la unión, la
castidad y el amor y condescendencia mutua en el matrimonio, que excluye el adulterio; el
sacramentum es el valor simbólico del matrimonio respecto a la unión de Cristo con la Iglesia.
Después de San Agustín, los padres tienden a repetir la doctrina agustiniana y sostienen en general que
la unión conyugal queda justificada solo por la procreación. Otras cuestiones como la indisolubilidad,
tienen diferentes respuestas, ésta se rompe con el adulterio (muerte moral) y da al hombre el derecho
a unas segundas nupcias. A partir del siglo VI aparece en oriente la Iglesia griega admite el divorcio y
por tanto, nuevas nupcias en vida del cónyuge17. Todos los padres están de acuerdo con la monogamia
sin embargo no hay total unanimidad respecto a las segundas nupcias, la mayoría de los padres es poco
favorable a matrimonio de los viudos.

Lenta cristalización de s. IV al XI
Esta época está marcada por las invasiones de pueblos ajenos a Roma. En la oscura época posterior a
las invasiones y reacomodamiento de los pueblos que fueron invadiendo Europa, se advierte una lenta
maduración en la comprensión del matrimonio: poco a poco se va formando una liturgia. Los
germánicos concebían el matrimonio más como un pacto entre clanes que individual y se daba
propiamente con la consumación, para los romanos el matrimonio quedaba constituido con el
consensus. Esto ha tenido más peso del que se puede imaginar: concibe la familia como superior al
individuo. Aquellos celebraban el matrimonio en dos tiempos, los esponsales y la boda propiamente
dicha en al que se daba la consumación. Para los celtas y anglos, el matrimonio era una transacción o
contrato, casi la compra de la mujer.
En medio de esta barbarie se fue formando una liturgia no obligatoria que consistía en la bendición
sacerdotal y la imposición del velo por el sacerdote (se daba ya en tiempos de Dámaso en el 366), no
cabe imaginarse la celebración de la boda dentro de la iglesia.
A partir del siglo IX, hay una tendencia a convertir el matrimonio en una cuestión eclesial, como la
obligación de bendecir a la pareja en la entrega de la dote, o del ajuar (wittum). Así se llegará a concebir
la boda como una celebración exclusivamente eclesial y la reivindicación de la Iglesia de ese derecho.

Siglos XI al XIII: el matrimonio como sacramentum


En el Medievo hay una grande reflexión y elevada espiritualidad en torno al amor y a la definición del
matrimonio, entre los principales representantes están Hugo de san Víctor y Tomas de Aquino (que
murió antes de terminar el tratado del sacramento del matrimonio). El matrimonio se concibe como
una comunión espiritual y corporal, de allí la indisolubilidad del matrimonio consumado), la mayoría de
los pensadores conciben el matrimonio como un sacramento, en ello la liturgia matrimonial será un
punto de partida. El matrimonio es un símbolo sagrado, que sirve como gracia medicinal y a la vez como
gracia activa. Se incluye asimismo al matrimonio entre los siete sacramentos pues se trata de un signo
efectivo de salvación.

14
ORÍGENES, Com. in Io., 19, 4,GCS ; 392; Véase también: Com. in Cant., 2, GCS 7, 188; TERTULIANO, Ad
uxorem, 2, 9 (PL 1, 1302).
15
GREGORIO DE NISA, De hominis opificio 17, PG 44, 188-189.
16
Tiene numerosas obras dedicadas al matrimonio como De continentia, De santa virginitate, De bono
viduitatis, De nuptiis et concupiscentia.
17
E. SCHILLEBEEKCX, op. cit., 245.

13
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

Se dan reflexiones tan elevadas como éstas: la imposición del velo en el matrimonio, que se remonta
al velo de las vírgenes, hace que la virginidad ilumine el estado del matrimonio como una consagración:
cuando se desprecia el celibato se desprecia el matrimonio y viceversa18. La indisolubilidad del
matrimonio se apoya, según Tomás de Aquino en el hecho de que el matrimonio es un sacramento o
símbolo de la unión indefectible de Cristo con la Iglesia 19. Cada una de estas realidades merece un
tratado y una profunda reflexión especialmente urgente en el mundo de hoy.
La mente tan ordenada y exigente de estos grandes teólogos define los fines del matrimonio, sus
propiedades y sus requisitos, desarrollando así las grandes intuiciones de Agustín de Hipona sobre el
sacramentum y el simbolismo encerrado en el megalón mysterion de Ef. 5, 33. En este rico periodo se
suceden grandes escuelas con diferentes posturas respecto a cuestiones como la materia y forma del
matrimonio y su constitución: el consenso o la consumación 20. De este periodo tan fecundo se puede
concluir diciendo que el matrimonio es un mysterium salutis, un misterio de salvación.
Lo anterior fue teniendo sus consecuencias en la reflexión sobre la naturaleza jurídica que se desprende
del sacramento. En 1139 se había condenado el desprecio de la unión conyugal legítima, a propósito
de la herejía cátara (concilio de Letrán) y se incluía el matrimonio en los siete sacramentos, esto en la
proposición de fe al emperador Miguel Paleólogo en 1274 (concilio de Lyon) y en el célebre decreto
Pro Armeniis de 1439 (concilio de Florencia).

Trento
Este concilio de mitad del s. XVI –quizá el más importante y decisivo de la historia de la Iglesia–
representó una verdadera reforma y redefinición cuyos efectos directos durarán hasta bien entrado el
siglo XX. Trento recoge la tradición y respecto al matrimonio se mueve en dos coordenadas: la
respuesta al ataque que los luteranos hacen a los fundamentos mismos del matrimonio, ¡negando la
sacramentalidad! y la relación con las iglesias orientales que aceptan del divorcio.
Trento cristaliza la reflexión medieval y lo más importante es que allí solidifica la forma jurídica del
matrimonio: la Iglesia tiene poder de jurisdicción en materia matrimonial: derecho romano y
escolástica, sin negar la civil. Esto, apoyada en el carácter sacramental del matrimonio. A partir de allí
se establecen formas jurídicas para contraer matrimonio, necesarias para su validez y se prohíben los
matrimonios clandestinos declarándolos nos solo ilícitos sino inválidos (véase el documento Tametsi).
Se confirma que el sacerdote es el testigo por parte de la iglesia, el lugar y la fórmula litúrgica. El concilio
no quiere ser exhaustivo ni abarcar todos los aspectos, dejando gran libertad pastoral. Muchas de las
disposiciones han venido después como interpretaciones al mismo.
Desde el siglo XVII se irá corriendo el riesgo de reducirlo a contrato, por el peso que irá teniendo el
derecho y la cuadriculación escolástica y se va prescindiendo de la dimensión amorosa. En el mundo
anglosajón se niega la sacramentalidad y paradójicamente crece el rigorismo.
A partir del siglo XVIII se va dando un proceso de secularización, la aceptación del divorcio por la
revolución francesa. La separación entre fe y razón irá creciendo y replegando a la Iglesia a la sacristía
y sus pronunciamientos, desde el rincón de las prohibiciones. No es casual que en medio de todo esto
se proclame la indisolubilidad del Papa. La postura de millones de católicos ejemplares, como Louis
Pasteur, es emblemática de la época: dejaban colgada la fe en la entrada del laboratorio, para ponerse
la bata de la razón.
Vaticano II
Toda esta situación se volvió insostenible y urgía una nueva bocanada de aire fresco. Grandes
movimientos de renovación surgieron en el siglo XX, tanto intelectuales como pastorales.
Desembocarán en el concilio Vaticano II. Surgirán nuevos retos como la revolución sexual. En una
sociedad que ha dejado de ser cristiana el discurso no puede ser el mismo: el de mandar, prohibir y

18
Ibid., 274.
19
TOMAS DE AQUINO, In ad Ep., 5, lect. 10.
20
Sobre las grandes escuelas del Medievo, sus aportaciones y la maduración antes de Trento, véase E.
SCHILLEBEEKCX, The Marriage, op. cit., 254 ss.; 312 ss.

14
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

obedecer. El mundo convulso necesitaba una gramática del amor: una propedéutica: de allí el fracaso
rotundo de la encíclica Humanae vitae: cayó en un mundo que no hablaba ya ese lenguaje.

Institución y elementos clásicos


Como fruto de esta maduración se puede resumir así: Institución. Cristo instituyó el
sacramento del matrimonio con una serie de actos. En las bodas de Caná, Cristo se presenta
a sí mismo como el Esposo y presenta a María como el fruto más logrado de Israel, como la
novia y la esposa fiel. La cruz representa el momento de la consumación de amor de Cristo
por la Iglesia, y la vida de los cristianos representa la vida cotidiana de esposos entre Cristo
y la Iglesia. Este es el Gran misterio (Megalón mysterion) al que se refiere Pablo en la
intuición que tiene al escribir a los Efesios (Ef. 5, 31-32). La eucaristía a su vez es la
celebración y la continua unión de Cristo con la Iglesia. El bautismo es la elevación del ser
humano a amigo del esposo y con ello participa directamente en el mysterion de Cristo
esposo. La vida cristiana se convierte en un esfuerzo por estar a la altura de ese amor.
Elementos. A partir de Trento y en un lenguaje escolástico se ha tratado de identificar los
tres grandes elementos del matrimonio como signo de salvación. Materia. Serían las
palabras de los esposos durante la administración del sacramento, en cuanto donación. La
forma serían las mismas palabras en cuanto aceptación mutua. El ministro son los esposos
que se administran mutuamente el sacramento in nomine Christi de dos maneras: en el
momento del rito y durante toda la vida, por ello es el sacramento primordial, porque entra
en el drama de una vida entera y esto es otro elemento que invoca la indisolubilidad. Todos
los demás sacramentos tienen sentido por el matrimonio.
Esto tiene sus consecuencias: en un auténtico matrimonio los esposos buscan la perfección
y amarse como Cristo ama a la iglesia, amarse como Dios lo amaría y amarlo porque se ve
en el otro a Cristo. Esto no es fácil ni se logra en un acto o deseándolo sino que es un trabajo
de toda la vida y en ello consiste la lucha matrimonial por la perfección21.

Proyecto por descubrir


Un buen matrimonio es en el que cada uno nombra al otro guardián de su soledad.
R. M. Rilke

Proyecto hacia atrás consiste en descubrir el plan o designio que hay sobre lo que uno
encuentra. El ser humano es infinitamente más complejo que las cosas porque, tiene
edades y es irrepetible, al final cada uno ha de hurgar en el propio destino, a través de su
experiencia. Uno de los objetivos de la perspectiva teológica es descubrir el designio de Dios
sobre el cuerpo sexuado y parece que se realiza en el matrimonio.
A veces la explicación del matrimonio como un sacramento se queda en “el signo” y en
cuestiones periféricas o doctrinales y se olvida el abismo al que se asoma. Es ante todo un
proyecto de Dios sobre ambos y un proyecto de ambos a futuro.
Así se dice objetivamente el fin primario del matrimonio es la procreación y el secundario
es al unión de los esposos, subjetivamente el fin principal es la unión de ambos y el

21
A. SARMIENTO, El matrimonio…, op. cit., 249.

15
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

secundario, la procreación de los hijos, que incluye su acompañamiento y educación22. Ante


el drama de la infecundidad, los esposos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido,
humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de
acogida y de sacrificio. Todas estas realidades son especialmente difíciles de entender y vivir
para quien vive en clave de masa o reduce la propia vida al nivel del tener o del hacer.
Requiere una apuesta por el sentido de la vida, el matrimonio es una apuesta por el otro.

Proyecto qué realizar


El matrimonio in actu esse, significa que los esposos se administran e sacramento durante
toda la vida, esto sí que es un misterio, un proyecto y un quehacer de redención. El
matrimonio consiste en convertir al otro en el proyecto de la propia vida, la principal tarea
y empresa más importante, no se la puede dejar en quiebra por falta de amor o descuido
pues ella también ha hecho de uno su proyecto de vida. Los esposos han de ser conscientes
que en medio de la rutina de la vida que son ellos la tarea mutua más importante, son el
jardín que cultivar recíprocamente, son la principal apuesta vital el uno del otro, siguiendo
el consejo agustino: “da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”.
Proyecto hacia delante significa ponerse en marcha con un plan de vida para tratar de
realizar ese designio en la propia vida, con originalidad. Es el proyecto que los esposos hacen
a futuro en común. Llama la atención que haya matrimonios sin proyectos de vida. El
proyecto de vida será más ambicioso y eficaz, mientras más aspectos de ambos incluya,
comenzando con la perfección mutua pero ha de incluir también aspectos prácticos como
el dinero y los bienes.
Se hacen planes para todo, lo trágico sería excluir el proyecto del matrimonio, quizá sea las
causa principal del fracaso. Se ha de tener un plan de vida en común, ponerse metas altas
y no ir sobrepasando el tiempo esperando a ver cómo salen las cosas. “El amor es física, el
matrimonio química” decía A. Dumas. Consiste esencialmente compartir.
Hay que bajar a los últimos detalles, aclarar desde antes de casarse cómo van a administrar
el dinero de ambos, quién se va a ocupar de qué, cuándo se visitará a los padres y a los
suegros, cuántos hijos piensan tener, cómo los van a educar, qué relación van a seguir
teniendo con los amigos comunes y propios, qué van a hacer en los tiempos libres, cómo
van a cultivar la amistad. Establecer los tiempos exclusivos para ambos. Si amor es buscar
el bien del otro, esto se tiene que verificar en la práctica, pues “donde hay un matrimonio
sin amor habrá un amor sin matrimonio” señalaba B. Franklin.
Parece mentira pero la mayoría de las rupturas se dan por estupideces cotidianas, pequeñas
grietas que se van convirtiendo en zanjas y éstas en verdaderos abismos de soledad. Parece
mentira también que lo más importante que es la vida amorosa de dos personas se deje en
manos del tiempo y de la suerte sin un plan común de crecimiento. Hay matrimonios que
parecen más compañeros de piso, que una historia sólida de dos, en algunos ni siquiera hay
amistad, mucho menos donación y entrega total.
La familia, iglesia doméstica. Las familias constituyen la "familia de Dios", son faros que
iluminan la vida de muchos, por esos están llamadas a participar juntos "en la recepción de

22
A. SARMIENTO, El matrimonio…, op. cit., 356.

16
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los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa,
con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (Lumen gentium 10). La familia es por
excelencia "escuela del más rico humanismo" (Gaudium et spes 52, 1). Aquí se aprende la
paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y
sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida. La familia es la
primera iglesia. Agustín decía que en el jardín de la Iglesia se cultivan las rosas de los
mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.

Proyecto y mutua redención


El matrimonio es para buscar la perfección, ya se ha dicho que la perfección no es un estado
sino una actitud de lucha por lo mejor. El matrimonio cristiano cuenta con la gracia del
sacramento del matrimonio. Ésta es un carisma y está destinada a fortalecer la unidad de
los casados. Otro nombre de la perfección es la santidad, los esposos están llamados a
santificarse y redimirse mutuamente "se ayudan mutuamente a santificarse con la vida
matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos" (Lumen gentium 11 y 41).
¿Hay algo que redimir? Todo hombre experimenta la tensión entre el cuerpo y el espíritu,
entre lo mejor y lo vulgar. Pero parece que el mal se ceba en la relación entre el hombre y
la mujer, se manifiesta a través de la discordia, la prepotencia, la posesión y la dependencia,
el intento de dominio del otro, la infidelidad, los celos enfermizos y malentendidos que
pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Guy de Maupassant decía que el matrimonio
consiste en compartir los malos humores de día y los malos olores de noche. Se trata de un
desorden que puede ser superado con ayuda de las costumbres pero sobre todo con un
trabajo personal.
El matrimonio sin duda es una cruz. Hay un desorden introducido desde fuera, el hombre
no es malo de por sí, sino que está impregnado por el mal, son las consecuencias de lo que
se denomina como pecado original. El matrimonio se convierte así en cruz. La cruz no
significa sacrificio, inmolación y muerte, sino ante todo, significa redención, apuntalada por
la gracia de Dios. Ésta ayuda a sobrellevar y superar los daños del pecado como el repliegue
sobre sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, para abrirse al otro, ayudarse y
donarse mutuamente.
La fidelidad. La consecuencia del amor es la fidelidad para buscar lo mejor para ambos y
para los hijos ya que una familia sana proviene de un matrimonio sano. "Esta íntima unión,
en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de
los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" (Gaudium et spes 48, 1). Los esposos están
llamados a amarse con las características del amor bíblico: Jesed que es amor de ternura,
emunah o fidelidad y constancia en el amor y quinah que significa exclusividad absoluta,
derivada de la propia naturaleza del matrimonio. La comunión humana más importante y
profunda es la del matrimonio y por ende excluye la poligamia. "La unidad del matrimonio
aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a
la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (Gaudium et spes 49, 2). Las tres se
recapitulan en el ágape o caritas que es el amor de donación, la búsqueda del bien del otro.
El testimonio. El amor convierte el matrimonio en un testimonio de la existencia y de la
presencia de Dios en el mundo y un camino privilegiado para la santidad, por su
17
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

participación tan especial en el amor de Dios. Los esposos dan este testimonio con la gracia
de Dios, a veces en condiciones muy difíciles, son los grandes constructores de la sociedad
y merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial y civil comenzando por las leyes
que deberían favorecer la familia. El matrimonio es la estructura que garantiza la comunión
de las personas y la realización paulatina de un nuevo ser, es la segunda placenta en la que
los seres más frágiles encontrarán cobijo y acogida e irán tomando posesión de sí mismos.
Esla sociedad que asegura las bases de la familia, principal recurso de una comunidad o de
una sociedad.

El matrimonio es una celebración


El matrimonio cristiano es la celebración durante la vida del misterio cristiano. Comienza y
se constituye en un rito, pero constituye también la celebración del amor el resto de la vida.
En la mayoría de las culturas el matrimonio ha sido siempre la fiesta por antonomasia. La
celebración de la boda cristiana se realiza, desde hace quinientos años, dentro de la iglesia
y en la misa para enmarcar el matrimonio dentro del contexto de la salvación y de la
analogía del amor entre Cristo y la Iglesia que tiene su culmen en la Eucaristía. Para que sea
válida, digna y fructuosa, se invita a los novios a recibir la penitencia (Catecismo de la Iglesia
Católica 1622). La participación de Iglesia en la celebración ha cambiado a lo largo de la
historia. Lo esencial es que los esposos son quienes se administran mutuamente el misterio,
a través de las palabras de mutua donación y aceptación. La iglesia es en ese momento
testigo de lo que se está realizando e invoca la bendición divina para la nueva pareja.
Al inicio las celebraciones están inspiradas en la bendición de Jesús a los esposos en Caná y representan
para los cristianos no solo una garantía de que una providencia especial los acompaña a lo largo de su
vida conyugal, sino que es señal de las gracias necesarias para permanecer fieles a sus compromisos
de esposos. En cuanto a la celebración o liturgia. Al inicio, la intervención de la jerarquía en la
celebración del matrimonio se limitaba a la aprobación y bendición de la nueva pareja por el obispo,
en ocasión de una visita para felicitar a los nuevos esposos. Por ello y siguiendo la tradición romana de
la bendición del sacerdote, los matrimonios clandestinos estaban prohibidos.
Solo muy poco a poco se fue formando una liturgia propia, el primer testimonio de una boda celebrada
en el contexto de la misa data de siglo IV, por el papa Dámaso. Con el ingreso de nuevos pueblos al
cristianismo hubo una serie de trasformaciones en la manera de celebrar el matrimonio. De manera
muy breve se puede afirmar que poco a poco se irá formando una liturgia sin un carácter obligatorio,
con lo siguientes pasos: la bendición del sacerdote y ceremonia de imposición del velo, considerada
como una bendición nupcial; la bendición de la cámara nupcial o benedictio thalami; el matrimonio
como una celebración eclesial23.

Para que haya un real y verdadero matrimonio, la mutua donación y aceptación han de ser
libres, con pleno uso de la inteligencia y la voluntad: sabiendo lo que están realizando y
queriéndolo realizar, significa que no pueden obrar por coacción, miedo o violencia; no
puede ser delegado y ha de estar libre de algún impedimento natural o eclesiástico24. Dado
que “lo que hace el matrimonio" es el consentimiento, si no lo hay no se da el matrimonio,
saldrían de la iglesia como entraron: soleteros. El consentimiento consiste en "un acto
humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente", con este acto se

23
A. SARMIENTO, El matrimonio…, op. cit., 171.
24
Sobre ello véase el Código de Derecho Canónico (=CIC), can. 1057, 1.

18
ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

convierten en una caro, una sola carne. Esta es la razón por la que la Iglesia es tan estricta
en la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio, desde el concilio de Trent25. Esto
garantiza el carácter público y religioso del matrimonio y con ello se aclaran los derechos y
deberes de los esposos y para con los hijos, da certeza sobre el estado de vida de las
personas y con ello protege a los esposos, integrándolos en la comunidad o ethos de los
casados.
Lo anterior dejar ver la importancia de una seria preparación al matrimonio26. El ejemplo y
la enseñanza de unos buenos padres y por las familias son la mejor preparación, pero dada
la inercia social, y la situación actual de la familia se requiere de una preparación expresa.
Es indispensable también crear ambientes sanos como grupos y movimientos de
matrimonios con valores y fines comunes27.

25
Justamente para evitar los abusos como los matrimonios clandestinos, el repudio por cualquier causa y
otros. Véase Concilio. de Trento: DS 1813-1816; CIC, can. 1108).
26
A. SARMIENTO, El matrimonio…, op. cit., 211.
27
Sobre los matrimonios mixtos y la disparidad de cultos, el Catecismo de la Iglesia Católica habla en los
números del 1633 al 1637.

19
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2. ¿Para siempre?
El matrimonio es una cosa exagerada, es como si uno para quitarse el hambre, comprase un restaurante.
R. Pozzetto

El divorcio es el reconocimiento de una derrota. Lo primero que hay que destacar es la


pretensión de eternidad propia del amor, y a pesar de ello en casi todas las culturas se
acepta el divorcio. Respecto a las Escrituras, la legislación del Antiguo Testamento permitía
el divorcio, permeada de sklero-kardías o dureza del corazón humano, como aclara Jesús.
Sin embargo hay un ideal de indisolubilidad que se manifiesta primero en la imago: si el
hombre es imagen y semejanza de Dios, está llamado a la fidelidad. Segundo, en la historia
amorosa entre Yahvé e Israel, Yahvé es fiel a Israel a pesar de la infidelidad de éste y aun
habiéndole entregado el documento del divorcio, lo retira por fidelidad a sí mismo. Tercero,
la referencia de Jesús al principio es clara: el proyecto original de Dios es la unidad. Cuarto,
la institución por parte de Cristo confirma la sacralidad de la unión. Esto muestra la
originalidad cristiana: el matrimonio cristiano es indisoluble pues descansa sobre el amor
de Cristo y la Iglesia y cuenta con la fuerza de la gracia.
Pero en el Nuevo Testamento hay dos apostillas que “permiten en divorcio”, una es el
llamado inciso mateano “excepto en caso de infidelidad” y la otra es el privilegio paulino,
menos polémico28. Ya en la historia, la definición clásica de matrimonio de Pedro Lombardo
va en la línea, viri mulierisque coniunctio maritalis inter legitimas personas individuam vitae
consuetudinem retinens29, supone la comunión de vida, la exclusividad y uno de sus efectos
naturales es la indisolubilidad. Ni siquiera los ministros –los esposos– tienen la facultad de
disolverlo. Pero ¿puede ser disuelto desde fuera? ¿Hay excepciones?
El divorcio ha existido en la Iglesia, y es aceptado en las Iglesias de oriente, como una solución extrema
a los problemas insalvables del matrimonio, a lo largo de la historia, han interpretado el inciso mateano
como un caso de muerte moral: el adúltero es como si el adúltero hubiera muerto y con ello, la parte

28
“El privilegio paulino (1 Co. 7, 12) es la posibilidad de disolución de un matrimonio natural legítimo, en el
caso de que uno de los dos contrayentes se convierta a la fe y se haga imposible la convivencia pacífica, por
la mala voluntad del otro. El ejercicio de este privilegio supone la existencia de una amenaza efectiva para la
fe. Por ello el objetivo es el de salvaguardar ese bien cuando realmente se den las condiciones que lo pongan
en peligro. En ese caso queda superada la indisolubilidad natural, ya que está en juego una causa superior. La
superioridad del bien de la fe está fuera de discusión, pero la importancia del bien de la indisolubilidad exige
que esta excepción se aplique solo en casos y por razones de extrema gravedad”. Y. BARTOCETTI, “Privilegio
paulino”, en DTM, 1000; G. GHIRLANDA, El derecho en la Iglesia, misterio de comunión, San Pablo, Madrid,
1992, 445-451.
29
PEDRO LOMBARDO, IV Sent., d. 27, c. 2. Está apoyada en la definición del derecho romano y su esencia es
que el matrimonio es una sola vida hecha entre dos. Es una unión de tipo marital: del latín mas maris: principio
generador. Presupone al menos de derecho, la consumación. Supone también la aptitud y legitimidad para
esta alianza y vida, que serán explicitadas en el derecho canónico después de una reflexión secular, véase para
ello el apartado dedicado a aspectos del derecho. El derecho canónico define el matrimonio como "la alianza
matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su
misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC, can. 1055, 1).

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ofendida queda libre. Las Iglesias de oriente en esto no han cambiado sustancialmente 30. En la Iglesia
latina, hasta Trento, se llegó a aceptar el divorcio ante muchas situaciones, principalmente el adulterio,
eso constituye nada menos que dos terceras partes de la historia de la Iglesia.
En las Iglesias orientales existe el divorcio. Esto no es fruto de un día o del capricho sino de una reflexión
centenaria, que además ha tenido influjo en la Iglesia latina, esto en algunos concilios: en Elvira se
aceptan divorcios de esa índole, en decretales pontificias: en algunos casos se concede nuevo
matrimonio a la mujer ofendida, lo mismo en algunas colecciones canónicas del Medievo, hasta irse
ampliando la aplicación de la muerte moral. Aunque hasta el siglo XII no se encuentran intentos de
sistematización doctrinal del tema. El principio es más o menos: “Dios separa a través de su Iglesia”,
haciendo alusión al primado de Pedro “privilegio petrino”.
A partir de allí se va dando un sesgo anti divorcista, es la época de las grandes escuelas canónicas como
Bolonia y Paris. Nace la aceptación del divorcio de matrimonios no consumado (ante profesión religiosa
y otras causas graves) y por herejía, aplicando el privilegio paulino. Aunque la cosa se va decantando
hacia la negación del divorcio. Gil, habla delos primeros “catorce siglos de búsqueda del divorcio para
remediar conflictos matrimoniales”, en las Iglesias latina y orientales 31.
El concilio de Trento se mueve entre dos aguas: una son los reformados (que niegan la sacramentalidad
del matrimonio, convirtiéndolo en una cuestión puramente civil) Trento defiende la sacramentalidad
del matrimonio y su indisolubilidad. La otra son las Iglesias orientales. La doctrina que se desprende al
respecto es la indisolubilidad intrínseca del matrimonio y la disolubilidad extrínseca como un capítulo
abierto (el matrimonio es intrínsecamente indisoluble pero soluble desde fuera por la autoridad del
papa). En los siglos posteriores, ante nuevos intentos de los reyes, de manipular a la Iglesia, se va
reforzando la autoridad del papa, surge la “potestad vicaria” como aplicación del inciso mateano. Ante
los nuevos cristianos del nuevo mundo, por ejemplo para facilitar su ingreso a la fe. La doctrina vigente
(aunque no absoluta e infalible) desde entonces es que un matrimonio rato y consumado no puede ser
disuelto por autoridad humana.
A partir del concilio de Trento hace casi quinientos años, la doctrina al respecto no ha cambiado un
ápice. Se puede resumir así: Lo mejor solución sería la reconciliación, si es posible y la actitud cristiana
es la de ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su
matrimonio que permanece indisoluble (Cf. Familiaris consortio 83). La Iglesia latina admite la
separación física de los esposos (divorcio imperfecto) y el fin de la cohabitación ante situaciones tan
difíciles que lo ameriten, no dejan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer
una nueva unión. Existe la posibilidad de nulidad o anulación que consiste en declarar nulo o
inexistente el matrimonio. El divorcio civil de un matrimonio cristiano es una cuestión diferente,
contradice la naturaleza del matrimonio que es la indisolubilidad y la unidad, arrastra consigo
numerosos problemas de tipo moral, pastoral y de testimonio para los demás. La Iglesia no puede
reconocer como válida una nueva unión. Por lo pronto se les invita a escuchar la Palabra de Dios, a
“frecuentar la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de
la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras
de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios” (Familiaris consortio 84).
La discusión de los grandes maestros, gira en torno a la autoridad del papa que le viene de su potestad
especial dada por Cristo. Muchos sostienen que si el papa puede separar por potestad vicaria: la iglesia
puede extender su poder de disolución a todos los matrimonios no solo al no consumado, por la
autoridad dada por Cristo de atar y desatar. En esta cuestión de necesidad pastoral, sobre todo ante
las dificultades matrimoniales, como en la actualidad, estos grandes maestros denuncian un cierto
estancamiento en la reflexión, respecto a la relación con las iglesias orientales y en la falta de

30
El divorcio merece un buen estudio histórico para no dar por sentadas o perennes, cosas que han cambiado
en la historia y es una cuestión esencial para la unión con las Iglesias de Oriente, F. GIL, Divorcio en la Iglesia,
op. cit., 23.
31
F. GIL, Divorcio…, op. cit., 67.

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respuestas a las dramáticas situaciones personales32. Sostienen que los argumentos a favor de la
imposibilidad de disolución del matrimonio, descansan en tradiciones medievales introducidas en el
derecho y canonizadas en Trento, y que las cosas han cambiado. La Iglesia oficial ha optado por la
cautela y la reserva.
Dos posturas. Actualmente las diferentes posturas pueden resumirse en estas dos: una sostiene que el
matrimonio es de derecho divino y ningún poder humano, ni el papa puede permitir el divorcio, esta
postura es más de sociólogos y moralista. Otra en cambio, sostiene que hay situaciones en las que el
bien es la disolución del matrimonio apelando a una misericordia especial de la madre Iglesia, en esta
postura hay más juristas y gente de pastoral, más cercana a la problemática cotidiana. El mismo
catecismo reconoce que la problemática ha sido aparcada por la paz. Las dos apostillas, la mateana
(Mt. 19, 9) y el privilegio paulino (1 Co. 7, 12), quedan en pie. En 1965 un obispo melquita (Zoghbi))
pidió en el Concilio Vaticano II la consideración de nuevas nupcias para la persona abandonada o en
caso de sufrir adulterio. El obispo no se había vuelto loco, simplemente estaba apelando a la tradición
de las iglesias orientales en la materia, que aplican el inciso mateano bajo el concepto de muerte moral,
a diversas situaciones parecidas.
Juan Pablo II cambió el tono de inercia oficial del debate y más que dar argumentos
escolásticos y apoyados en tradiciones sociales medievales (la consumación, como
argumento para la indisolubilidad). Fue al núcleo de la cuestión que es la seria preparación
al matrimonio con sus consecuencias. En clave de familia, dedicó al tema del amor humano
cuatro años de enseñanzas, con carácter magisterial, en las célebres audiencias de los
miércoles. Muchos problemas matrimoniales que quizá tendrían como remedio el divorcio
se puede evitar con una buena preparación o mejor no casándose. El Papa polaco en la
exhortación apostólica Familiaris consortio, fruto del sínodo extraordinario sobre la familia
–tan afectuosamente preparado por Él– da argumentos religiosos huyendo de las
elucubraciones clásicas sobre el derecho natural. Por otro lado insiste, sin mucho fruto en
una atención pastoral a católicos divorciados y vueltos a casar.
Sin embargo hay verdaderos callejones sin salida y situaciones que no se reducen a la vulgaridad de los
matrimonios a prueba o sujetos a la contingencia del tiempo o de los sentimientos; o faltos de
preparación. La nueva perspectiva de Juan Pablo II, era ya bastante pero se aparcaba nuevamente la
cuestión del divorcio a la prudencia y el apego a lo seguro. El sínodo extraordinario de 1985 despertó
nuevamente la cuestión, como la posibilidad de nuevas nupcias, invocando el camino de la misericordia
por parte de la Iglesia en tantos casos. Ante las apremiantes necesidades pastorales, los argumentos
de quienes apelan al divorcio como solución extrema vuelven a la carga.
Argumento teológico. No se trataría de un rompimiento arbitrario por parte de los esposos, sino del
apelo a la autoridad del papa (disolubilidad extrínseca). Este argumento se puede desdoblar así:
primero, si el papa está por encima del derecho puede dispensar del mismo derecho, no por propia
potestad sino la que le bien de Cristo; el segundo es que si puede disolver una matrimonio no
consumado, por qué no un consumado: la Iglesia puede extender su poder de disolución a todos los
matrimonios; el tercero, no se trata de una cuestión de gabinete sino social y pastoral urgentes; cuarto,
la misericordia de la Iglesia invocada para tantos cristianos que se encuentran en una situación de
fracaso y además de abandono por parte de la Iglesia: anulación vincular por la Iglesia del primer
matrimonio y segundas nupcias para evitar el problema de la comunión a unos bígamos (argumentos
de los cardenales. Shirayanagi y Kasper). El argumento teológico definitivo a favor de la disolución
extrínseca, es el “Todo lo que desatareis…”, el papa puede de hecho disolver un matrimonio no
consumado.
Argumento histórico. Aunque también teológico, se trata de la insuficiencia del argumento de la cópula
carnal (matrimonio consumado) que se introdujo por influencia de los pueblos germánicos y es

32
Un estudio más afondo y detallado sobre estas cuestiones está en: F. GIL, Divorcio…, op. cit., 90 ss.

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relativamente tardía. Ambrosio mucho antes ya había prevenido que lo que hace el matrimonio no es
la cópula sino el pacto conyugal. Si este pacto lo puede disolver el papa ¿por qué no lo secundario?
Tomás de Aquino sostenía que la cópula no es de necesidad para el sacramento… al ser una operación
queda en un orden secundario, el de los accidentes ¿puede lo accidental hacer más esencial la esencia?
¿Por qué si durante dos mil años se ha disuelto el matrimonio sacramental, no se puede disolver ante
el accidente de la cópula (matrimonio consumado)? La respuesta de que ningún poder humano puede
intervenir es prudente y solo aparca el problema 33.
Los argumento pastorales no son menores. Ante todo está el valor del individuo, se debe buscar ante
todo el bien del individuo en su relación con la sociedad, en favor de la fe cristiana, hay que buscar un
equilibrio ente la institución y la salvación personal, este principio se aplica para entrar en la fe pero si
no se aplica a los que ya están dentro da la impresión de un proselitismo interesado. Por otro lado se
mete en el mismo saco al ofensor, al equivocado y a la víctima o inocente de la infidelidad, esto
representa para muchos un escándalo cuando el Fundador de la Iglesia dio plenos poderes a su
representante en la tierra “muchos decretales, concilios y disposiciones papales dieron muestra de
mayor sensibilidad en el oscuro Medievo que hoy”34.
Frente a estos argumentos habrá que ver si la cópula es accidental o no, dada la posibilidad de una
nueva vida. Quizá lo más importante es que la comprensión del matrimonio ha progresado y se ha
entendido mejor la grandeza del misterio al que están llamados los esposos. La opción por la prudencia
y el aparcamiento del problema puede deberse a la impreparación de la actualidad a los cambios, los
medios de comunicación y la ignorancia generalizada en estos temas más que un bien, crearían
desorientación, confusión y falsas expectativas, como pretender la disolución por cualquier excusa.
Síntesis. Quedan claras algunas verdades. La primera es que el cristianismo concibe
el matrimonio como un sacramento con carácter indisoluble intrínsecamente. La segunda
es que cualquier veredicto humano que pretenda romper el vínculo como el divorcio civil,
es una mera apariencia, aunque con ello se pretenda la legalidad civil y ciertas apariencias.
La tercera es que la indisolubilidad se apoya en el hecho de ser sacramento: la
indisolubilidad es el fruto del amor apoyado en el amor fiel de Cristo por su Iglesia. La cuarta
es que ni los cónyuges tienen la potestad para romper el vínculo. Sin embargo hay serios
argumentos de carácter escriturístico, histórico, teológico y pastoral para una disolución
extrínseca, es decir por la autoridad de Pedro.
Hay que reconocer el trabajo de los tribunales que cada vez son más ágiles y reconducen
las situaciones hacia la nulidad, profundizando en las verdaderas causas de los conflictos,
sin embargo hay mucho por hacer y por simplificar. Por ejemplo muchos de los argumentos
morales no son sino trasvases de situaciones sociales poco aplicables fuera de su contexto:
piénsese en la cuestión de la cópula o en la defensa de la “familia tradicional”. En todas
estas cuestiones debería tener cierta preparación la persona interesada en la promoción
del matrimonio y la familia.

Cambio de perspectiva
El núcleo del problema en la actualidad es la inmadurez y la escasa o nula preparación al
matrimonio, en eso la Iglesia tiene algo de responsabilidad. ¿El problema de fondo no estará
en la reducción del matrimonio a contrato y en el peso exagerado del derecho, a costa del
amor? Recuérdese que el Código de derecho ni siquiera menciona el amor, echando con

33
TOMÁS DE AQUINO, Supl., q. 46 a. 2.
34
F. GIL, Divorcio..., op. cit., 130.

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ello más fuego a la división casi milenaria, entre matrimonio y amor35. Después de todo lo
que se ha dicho arriba y siendo el núcleo de la fe cristiana, esto causa al menos, perplejidad.
¿Cómo se pueden preparar los jóvenes a amar para siempre si se les propone el matrimonio
como la tumba del amor? es aquí donde aparece insidiosamente de nuevo el riesgo de la
cosificación del realismo, que se ha tocado arriba.
La inercia en la vivencia de un cristianismo en tercera persona y no en clave personal es una
consecuencia de eso: se ha tendido a concebir la indisolubilidad como una exigencia
extrínseca y no como una aspiración de los esposos y ello requiere conocerse y una cierta
madurez.
Un pionero en la nueva perspectiva es Juan Pablo II, su revolución apenas ha sido conocida
y menos explotada. Fue a lo esencial, exponer una larga preparación que va desde la
evidencia del cuerpo hasta la revelación y es en esencia lo que se ha hecho en esta obra. En
lugar de sofocar el amor hay que ordenarlo e integrar amor y responsabilidad. Pero esto
implica al superación del acartonamiento realista que cosifica la relación, y del idealismo
que extravía al individuo en el relativismo.
Las Iglesias han simplificar las formas para fomentar el matrimonio, esto incluye los
aspectos económicos. En muchos ambientes la gente no se casa por cuestiones económicas,
parte de la preparación es la de subrayar los aspectos esenciales del matrimonio y superar
los lastres históricos que llevan a muchos a no casarse por los gastos que ciertas tradiciones
imponen, son cuestiones periféricas al sacramento pero importantes.

Preparación y adolescentismo
Es normal que en todas las relaciones haya diferencias, se pase por crisis y periodos de
purificación, con diálogo y mirando hacia delante, hacia el proyecto que se han propuesto.
Pero muchas veces los conflictos en la relación son los que destapan las coladeras de las
cosas mal hechas. El adolescentismo es una inmadurez generalizada para el matrimonio, es
la suma de las siguientes carencias, tan comunes en la actualidad: una falta de preparación
al matrimonio, una gran inconsciencia respecto a lo que se realiza y una concepción del
amor que excluye la durabilidad. En muchos casos se llega una verdadera incapacidad o
inhabilidad para el matrimonio por los hábitos de uso y abuso de las personas. Eso aparte
el desconocimiento de la disciplina cristiana en estos asuntos, como el derecho, los motivos
de fondo y las características propias del matrimonio cristiano.
El problema es de preparación, los caprichos del secularismo y el amor líquido pesan mucho
en las decisiones de la gente y han provocado que de por sí mucha gente no se case “por la
iglesia”, pero entre los que acuden al sacramento hay que ver cuántos lo hacen por motivos
insuficientes, que tienen más que ver con la vanidad que con el deseo y la consciencia de lo
que se realiza. Respecto a la consciencia, el matrimonio requiere saber lo que se hace
(inteligencia), quererlo realizar (voluntad) y estar dispuesto a afrontar sus consecuencias
(libertad), al ver muchas historias, queda la seria duda si los que “contraían matrimonio”
eran libres y sabían lo que se estaban cometiendo. Todo ello contribuye en el fondo, a un
analfabetismo afectivo alejado de la realidad del matrimonio hace que en muchas

35
Hay una sola mención en el n. 1063, a propósito de la pastoral.

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ÓSCAR PERDIZ, AMAR: MISTERIO Y PROYECTO

relaciones ni siquiera haya amistad, mucho menos la pretensión de donarse y aceptar al


otro tal cual es.
Estas son las cuestiones de actualidad: la urgencia de una gramática del amor. Las otras,
como la administración de los sacramentos a los divorciados y vueltos a casar, merece
atención sobre todo porque toca a personas con nombres y apellidos, pero se evitarían
muchos dolores de cabeza si la gente supiera lo que está haciendo, lo hiciera libremente y
afrontara las consecuencias con altura.

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