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3576-Texto Del Trabajo-3527-1-10-20091023
3576-Texto Del Trabajo-3527-1-10-20091023
* Quiero agradecer los comentarios y sugerencias realizados por Guillermina del Valle
y Luis Jáuregui al presente trabajo, en el entendido de que cualquier error u omisión es res-
ponsabilidad del autor.
1
Un estudio reciente que se plantea dicho cometido lo tenemos en el artículo de Inés
Herrera, el cual hace un seguimiento de los individuos, grupos e instituciones que realiza-
ron trabajos sobre la minería mexicana entre 1940 y 1990. Herrera, 1998.
2
Una actividad que en los últimos años ha venido desarrollando de forma continua un
grupo de investigadores inscritos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Cf.
Velasco, Flores y Herr era, 1984; Velasco, Flores, Herrera y Ortiz, 1992.
3
Al respecto hemos asumido la propuesta realizada por Inés Herrera que en 1998 plan-
teaba lo siguiente: “Sin embargo todavía tenemos ante nosotros una gran tarea: sintetizar y
reinterpretar los resultados alcanzados para ciertos periodos y regiones, y aun para la histo-
ria minera del país en general, y plantear nuevas direcciones en la investigación que permi-
Cuadro 1
ESTIMACIONES SOBRE EL PRODUCTO INTERIOR BRUTO DE NUEVA ESPAÑA
A FINES DEL PERIODO COLONIAL
mismo autor en otro trabajo incluido en dicho libro viene a atribuirle el 9.5% (Coatsworth,
1990, p. 141). La segunda cifra corresponde a la estimación realizada por María Eugenia Ro-
mero y Luis Jáuregui, 1986, p. 131.
7 Pedro Pérez Herrero llega a dudar no sólo de que las cifras de acuñación del siglo XVII
representen la producción de plata de dicha centuria , sino que, incluso , desconfía de que
dichas cifras sean fiables para el siglo XVIII, al menos hasta el último tercio del setecientos,
dada la gran circulación de plata en barras y el contrabando. Pérez, 1991, p. 212.
8 Las referencias obligatorias son el informe de acuñación de moneda en la Casa de
Moneda de México entre 1733 y 1790, recopilado por Fonseca y Urrutia (v. I, 1845, p. 212-
213), el Ensayo político de Humboldt (1978, p. 386) y el informe sobre acuñación de moneda
realizado por Manuel Orozco y Berra para la memoria del Ministerio de Fomento de 1857.
Un trabajo que, a su vez, sintetizaba tres obras previas, tal y como indica Manuel Orozco:
“En la memoria que el Sr. D. Luis de la Rosa presentó a las cámaras como ministro de ha-
cienda en julio de 1845, se copió la misma noticia [Humboldt, lib. 4, cap. XI] y se añadió lo
acuñado en las diferentes casas de moneda de la República hasta 1844. Este trabajo sirvió
para la ‘Memoria sobre la creación y estado actual de las casas de moneda de la República’
publicada en México el año de 1849, y que contiene los datos hasta fin de 1847. Las tres obras
he tenido presentes para formar mi labor”. Or ozco, 1857, p. 4. Sobre ella basan la mayoría de
autores sus evaluaciones, Vg., Howe, 1949; Brading, 1975; Velasco et al., 1988; Coatsworth,
1990; Hausberger , 1997; Romano, 1998; Langue, 1999, etc.
9 Así, a la hora de procesar los datos de amonedación de Manuel Orozco y Berra, John
Coatsworth presenta un volumen de acuñación, para los años 1720-1734, bastante más alto
que el que, en teoría usando la misma fuente, nos aporta Bernd Hausberger. Cf. Hausberger ,
1997, p. 37-38.
10 Velasco et al., 1988, p. 12-13.
126 ERNEST SÁNCHEZ
Cuadro 2
PRODUCCIÓN DE PLATA EN NUEVA E SPAÑA Y COMPARACIÓN CON LA
PRODUCCIÓN MUNDIAL (EN MILLONES DE KILOGRAMOS)
Fuente: González Reina, 1956, p. 96-97. (Citado por Velasco et al., 1988, p. 29).
11
Tal y como indica Carlos Sempat Assadourian, citando al director del seminario de
minería , Fausto de Elhúyar: La producción minera “en todo tiempo ha sido el que principal-
mente ha sostenido y fomentado la población y la diversidad de consumos en el país…”.
Assadourian, 1982, p. 282-284 y 289.
12
Blanco y Romero, 2000, p. 56-58.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 127
13
Humboldt, 1978, p. 426-427.
14
Brading , 1975, p. 182. Es más, tal y como indica Pedro Pérez Herrero, la plata, ante la
ampliación de la oferta monetaria, perdió valor a principios y finales del siglo XVIII, con res-
pecto al valor del oro. Véase, Pérez, 1991, p. 214.
15
Velasco et al., 1988, p. 31; Hausberger , 1997, p. 32.
16
Ladd, 1992, Navarrete, 1992 y 1998.
17
Langue, 1999.
18
Brading , 1975.
128 ERNEST SÁNCHEZ
existían 3 000 minas sobre 5 000 vetas de mineral. Blanco y Romero, 2000, p. 52
22 Una explicación detallada de esta tecnología en las obras de Modesto Bar galló, 1955 y
el 13.5% de la plata novohispana, cuando a principios del setecientos se fundía casi una ter-
cera parte. Brading, 1975, p. 192-193. Otros trabajos que coinciden en esta proporción
a principios de siglo XVIII son, Bakewell , 1976, p. 267-269; Hadley, 1979, p. 25-29 ; Velasco
et al., 1988, p. 31-32.
24 TePaske y Klein, 1986-1988; Humboldt, 1978, p. 372
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 129
25
Composición química de los minerales , riqueza intrínseca de las vetas, presencia de
agua y leña, etcétera.
26
Pérez, 1988, p. 127.
27
Brading, 1975, p. 180. Garner planteó que la extracción de metales preciosos de las
minas mexicanas se había multiplicado entre 1700 y 1810. Cf. Garner, 1980, p. 157-158.
130 ERNEST SÁNCHEZ
Cuadro 3
ETAPAS DE LA INDUSTRIA MINERA NOVOHISPANA A PARTIR
DE LA ACUÑACIÓN EN LA CASA DE MONEDA DE MÉXICO , 1699-1821
28
Bakewell, 1991 , p. 39. Hay que indicar que progresivamente se han podido ir mejo-
rando las series de acuñación, gracias al conocimiento más preciso de las actividades desa-
rrolladas por la Casa de Moneda de México, lo cual ha posibilitado, por ejemplo, desagregar
casi 9 millones de pesos acuñados entr e 1772 y 1779 que, de hecho, no se correspondían a la
producción minera de dichos años, sino a la reacuñación de moneda antigua. Cf. Soria, 1994,
p. 111. Por otra parte sabemos que el peso de plata no fue totalmente estable a lo largo del
siglo XVIII, produciéndose cambios en 1728, 1772 y 1786 que lo depreciaron casi un 4% con
relación al oro. Véase, Bijleveld y Ouweneel, 1998, p. 177; Romano, 1998, p. 120 y 219.
29
Velasco et al., 1988 , p. 31. Esta clasificación ha sido profundizada por Bernd
Hausberger , el cual ha podido caracterizar pormenorizadamente la etapa de recesión de los
años sesenta del siglo XVIII. Hausberger , 1997.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 131
30
Blanco y Romero, 2000, p. 54. Este fenómeno ya había sido apuntado por Frédérique
Langue, 1999, p. 59.
31
Esta propuesta de periodización geográfica la realiza Peter Bakewell, 1991, p. 33-34.
32
Brading , 1997, p. 96 y 113.
33
Ortiz , 1998, p. 138,
34
Bakewell, 1991, p. 39-43. Incluso lanza la hipótesis de un empleo anterior, dado que
en Perú ya se utilizaba en la década de 1670, y en las minas de Hungría su uso era conocido
desde 1627.
35
Brading , 1975, p. 192-193; Velasco et al., 1988, p. 31-39; Hausberger, 1997, p. 32-34.
132 ERNEST SÁNCHEZ
37
La conclusión no podía ser más contundente. “México no tuvo un auge minero sin
precedentes a finales del siglo XVIII , sino en sus inicios, como lo ha demostrado Garner. La
industria minera de fines de la Colonia enfrentaba problemas tan serios que sólo logró so-
brevivir recurriendo al erario público y atrayendo recursos de otros sectores. (…) Para 1810
la industria minera estaba ya tan afectada que incluso se podría poner en tela de juicio que
su deterioro estuviera relacionado con la insurgencia de la época ”. Coatsworth , 1990, p. 58.
38
Brading , 1988, p. 229.
39
Brading , 1985, p. 61.
134 ERNEST SÁNCHEZ
nómicas , sino que formaban parte de una estrategia de constitución de redes sociales en la
que las relaciones familiares y de compadrazgo desempeñaban un papel fundamental. Cf.
Langue, 1999ª.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 135
46
Rodríguez, 1988; Álvarez, 1999. Esta integración vertical de haciendas y minas per-
mite entender , por ejemplo, que en la década de 1789, los costos de la mina La Vizcaína
(Real del Monte) en granos, forrajes , madera, carbón y cursos , precisamente aquellos pro-
ductos que estarían experimentando un ascenso en sus precios durante la segunda mitad
del siglo XVIII , apenas representasen el 6% del total de gastos de la empresa minera. Cf.
Navarr ete, 1998, p. 109-111.
47
Navarr ete, 1998, p. 116.
48
Humboldt , 1978, p. 354 ; Langue, 1999, p. 117. David Navarrete detecta que en 1781-
1782 en la mina La Vizcaína, este porcentaje desciende al 62.8%. Sin embargo, tal y como él
mismo anota, en este porcentaje va incluido el coste de la mano de obra de las minas y las
haciendas de beneficio , lo cual, como ya hemos apuntado, presentaban situaciones bastante
disímiles. Navarrete , 1998, p. 113.
49
Brading , 1975; Navarrete , 1998, p. 113; Langue, 1991, p. 478.
50
Posiblemente la única empr esa más grande en todo el virreinato fuese la Real Fábrica
de Tabacos de la ciudad de México, la cual, en 1796, llegó a tener 8 976 trabajadores. Cf.
Deans-Smith, 1992, p. 176.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 137
51
Esta era la situación de las minas en los reales de Taxco (Pérez Rosales, 1996) o Huautla
(Sánchez Santiró, 2002).
52
Langue, 1999, p. 45.
53
Coatsworth , 1990, p. 69.
54
Hadley, 1979, p. 166-169; Ladd, 1992.
55
Miño, 2001, p. 119-269.
56
Flores, 1986, p. 54. Ver también, Moreno, 1976 y 1979 ; Velasco, 1982, p. 162; Chávez,
1978, p. 21-61 y Velasco et al., 1988, p. 38 y 88.
138 ERNEST SÁNCHEZ
63 Mentz, 1998, p. 23. Una comprobación de dicha hipótesis la hemos podido establecer
bién es apuntada por Frédérique Langue para el caso de Zacatecas. Langue, 1999, p. 48.
65 Carmagnani mostró que entre 1790 y 1799, el costo de producción aparente de un
marco de plata era de 34.7 reales, mientras que el costo real llegaba solamente a los 26.03
reales. Esta diferencia de alrededor del 25% era introducida por la dimensión natural de una
parte del “salario”, pagado en especie. Cf. Carmagnani, 1975, p. 46. Ver también las objecio-
nes de dicho autor a las propuestas de John Coatsworth en su trabajo de 1986.
66 Langue, 1999, p. 40.
140 ERNEST SÁNCHEZ
90Ibarra , 1999.
91Flor es y Velasco, 1984, p. 39-41.
92 Brading , 1975, p. 435-448.
93 Velasco, 1987 , p. 89. Hay que indicar que frente a esta posición que valora positiva-
mente los efectos del reformismo borbónico, Carlos Contreras considera que “este afán de
proteger al minero, pero fiscalizar al comerciante, junto con la preocupación (…) de esquivar
las morosidades de las audiencias para causas judiciales , y una suerte de populismo laboral
en cuanto a la cuestión del partido para los operarios , llevó a que las reformas acentuaran,
en vez de corregir, el desfinanciamiento y el retraso técnico de la minería mexicana al final
del período colonial”. Un planteamiento que le hace ver a Francisco Xavier Gamboa y sus
propuestas como paladines del libre juego de las fuerzas del mercado, lo cual hubiera acaba-
do siendo más beneficioso para la industria minera. Cf. Contreras, 1996, p. 52.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 145
El problema de la inflación
Mercado de importaciones
109
Ibidem, p. 204.
110
Entre 1767-1778, los textiles llegaron en un promedio anual de 3 322 tercios y cajas,
mientras que entre 1784-1793 tuvieron un promedio anual de 13 348 tercios y cajas. Ibidem, p.
70.
111
Ibidem, p. 50-51 y 74.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 149
112
Ibidem, p. 73. Es más, la tesis de Nakamura demuestra cómo la mayoría de dichas
importaciones fueron a parar a localidades situadas en el centro-norte de Nueva España,
lugares dónde precisamente radicaban las principales unidades de producción mineras.
113
Sin embargo, John Coatsworth sí considera que la industria minera novohispana su-
frió un colapso durante el periodo insurgente , el cual tuvo como raíz principal la incapaci-
dad de la corona por seguir apoyando institucionalmente a la minería. Coatsworth, 1990, p.
77.
150 ERNEST SÁNCHEZ
114
Una tesis heredera de la narración realizada por Lucas Alamán sobre la destr ucción
de las minas de Guanajuato a manos de los insurgentes, que ampliada y generalizada pode-
mos seguir, por ejemplo, en los textos de Ann M. Chowning, 1984; Hira de Gortari, 1989;
María E. Romero Sotelo, 1997 o Mervyng F. Lang, 2001.
115
Ladd, 1984, p. 154-173 , 203 y 220.
116
Staples, 2001, p. 244.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 151
Cuadro 4
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN DE PLATA EN NUEVA E SPAÑA , 1810-1824
117
Langue, 1999, p. 59-60.
152 ERNEST SÁNCHEZ
118
La cronología de dichas cecas provisionales fue la siguiente: Zacatecas, 1810-1821 ;
Sombrerete, 1810-1812; Durango, 1811-1821; Chihuahua, 1811-1814; Guanajuato, 1812-1813;
Guadalajara, 1812-1815, 1818. Velasco, 1988, p. 90.
119
Empieza a ser posible trabajar con los informes y documentos conservados en el Ar-
chivo Histórico de la Casa de Moneda de México, los cuales vendrán a ratificar, completar o
modificar lo indicado por Orozco y Berra hace casi siglo y medio. De momento, el análisis
inicial de Rina Ortiz sobre las acuñaciones de la ceca de Guadalajara parece que confirman
los datos de 1857. Véase Ortiz, 1998, p. 141.
120
Orozco y Berra, 1857.
121
Un ejemplo de ello lo aporta el informe de la ceca de Durango: “No he podido lograr
noticia circunstanciada de lo acuñado año por año: se sabe sí, que de 1811 a fin de junio de
1826, se labraron 7 483 626, 4, 0 lo cual da por término medio , 482 814, 5, 0 para cada año, y
sube en los once corridos desde el principio de la casa hasta el año de 1821, a 5 310 960, 7, 6”.
Or ozco, 1857, p. 17. Una prevención que, frente a lo realizado por algunos historiador es,
Ruggier o Romano plantea a la hora de poder utilizar dichas cifras si se pretende un desglose
anual. Romano, 1998, p. 32.
122
Blanco y Romero, 2000, p. 107-110.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 153
Para finalizar, un breve apartado sobre este punto. Dos son las con-
sideraciones sobre la cuestión de si la guerra implicó o no un pro-
ceso de concentración de la producción argentífera. María Eugenia
Romero Sotelo, a partir del análisis de Sombrerete, Zacatecas,
Pachuca y Guadalajara, plantea que a lo largo del periodo insur-
gente se produjo un proceso de concentración de la producción.132
Sin embargo, otra lectura de sus propios datos y los estudios de Juan
126
Romano, 1998, p. 73-75.
127
Cross, 1976; Staples, 2001, p. 235-237 ; Flores y Velasco, 1984, p. 42.
128
Jáuregui, 1999, p. 323-352.
129
Romero, 2000; Lang, 1997.
130
Velasco et al., 1988, p. 91; Valle, 2001.
131
Staples, 2001, p. 230; Serrano , 1993.
132
Romero, 1997, p. 80-84. Una posición que es compartida por Inés Herrera, 2001, p. 32.
LA MINERÍA A FINES DEL PERIODO COLONIAL 155
***
Casi nada de lo aquí dicho es nuevo. Sin embargo, pensamos que la
novedad consiste en haberlo colocado en un determinado orden que
ha permitido la construcción de un argumento. Lo que hemos que-
rido indicar con este trabajo es la necesidad de no continuar con la
tarea de comparar la minería novohispana del último tercio del si-
glo XVIII con lo acaecido entre 1700 y 1770, olvidando lo sucedido
en el periodo de 1810-1821. Tan ilustrativo es un procedimiento
como el otro, y si se integran todos, todavía mejor. Dicha construc-
ción y procedimiento han permitido elaborar un argumento que, en
síntesis, indica que el proceso de constitución de compañías mineras
integradas con el ámbito rural, la entrada de capitales procedentes
de la circulación, la apertura parcial del mercado internacional de
importaciones, así como los cambios acaecidos en la mano de obra
minera, unido a los apoyos y cambios institucionales promovidos
por la corona, otorgaron a la industria minera novohispana de fina-
les del siglo XVIII unos márgenes de rentabilidad que no sólo com-
pensaron las posibles tendencias inflacionistas y el aumento en los
costes de extracción, sino que hicieron posible que, en circunstan-
cias mucho más adversas, como las vividas durante la insurgencia,
la minería de Nueva España no se colapsase. Tal vez la segunda
mitad del siglo XVIII no fuese la edad de oro de la minería
novohispana, pero tampoco fue un momento de crisis y decaden-
cia: por qué no dejarlo en una edad de plata.
133
Matamala, 1998, p. 174-175 ; Langue, 1999, p. 59-60.
156 ERNEST SÁNCHEZ
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