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Simone Elkeles - 2 - Reglas de Atraccion
Simone Elkeles - 2 - Reglas de Atraccion
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Índice
SINOPSIS ........................................................................................................................................................... 4
CAPÍTULO 1 .......................................................................................................................................................... 6
CAPÍTULO 2 ........................................................................................................................................................ 14
CAPÍTULO 3 ........................................................................................................................................................ 20
CAPÍTULO 4 ........................................................................................................................................................ 29
CAPÍTULO 5 ........................................................................................................................................................ 33
CAPÍTULO 6 ........................................................................................................................................................ 37
CAPÍTULO 7 ........................................................................................................................................................ 41
CAPÍTULO 8 ........................................................................................................................................................ 47
CAPÍTULO 9 ........................................................................................................................................................ 50
CAPÍTULO 10 ...................................................................................................................................................... 55
CAPÍTULO 11 ...................................................................................................................................................... 61
CAPÍTULO 12 ...................................................................................................................................................... 66
CAPÍTULO 13 ...................................................................................................................................................... 68
CAPÍTULO 14 ...................................................................................................................................................... 74
CAPÍTULO 15 ...................................................................................................................................................... 78
CAPÍTULO 16 ...................................................................................................................................................... 82
CAPÍTULO 17 ...................................................................................................................................................... 84
CAPÍTULO 18 ...................................................................................................................................................... 89
CAPÍTULO 19 ...................................................................................................................................................... 92
CAPÍTULO 20 ...................................................................................................................................................... 97
CAPÍTULO 21 ...................................................................................................................................................... 99
CAPÍTULO 22 .................................................................................................................................................... 106
CAPÍTULO 23 .................................................................................................................................................... 109
CAPÍTULO 24 .................................................................................................................................................... 114
CAPÍTULO 25 .................................................................................................................................................... 119
CAPÍTULO 26 .................................................................................................................................................... 123
CAPÍTULO 27 .................................................................................................................................................... 129
CAPÍTULO 28 .................................................................................................................................................... 134
CAPÍTULO 29 .................................................................................................................................................... 137
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Sinopsis
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Capítulo 1
CARLOS
más.
Q uiero vivir mi vida a mi manera, pero soy mexicano, así que mi familia
está siempre ahí para orientarme en todo lo que hago, tanto si quiero o
no. Bueno, orientar es una palabra muy sutil, imponer se aproxima
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Cuando me soltó, noté ligeras cicatrices sobre sus cejas y cerca de sus orejas que no
estaban ahí la última vez que le había visto. Parecía más viejo pero había perdido la
apariencia cautelosa que siempre llevaba con él como un escudo. Creo que lo he
heredado.
— Gracias — dije tajante. Él sabe que no quiero estar aquí. El tío Julio se quedó a mi
lado hasta que me obligó a subir al avión. Y entonces me amenazó con quedarse en el
aeropuerto hasta saber que mi culo estaba en el aire.
— ¿Recuerdas cómo hablar inglés? —Me preguntó mi hermano mientras caminábamos
a la salida de equipajes.
Yo giré mis ojos. — Solo vivimos en México dos años, Alex. O mejor dicho mamá,
Luis y yo vivimos en México. Tú nos abandonaste.
— No os abandone. Voy a la Universidad para poder hacer algo productivo con mi
vida. Deberías intentarlo alguna vez.
— No gracias. Mi improductiva vida me parece bien.
Agarré mi bolsa y seguí a Alex fuera del aeropuerto.
— ¿Por qué llevas eso en el cuello? —Me preguntó mi hermano.
— Es un Rosario —respondí manoseando la cruz—. Me he vuelto religioso desde que
me viste por última vez.
— Religioso, mi culo. Sé que es un símbolo pandillero. —Dijo mientras alcanzábamos el
convertible Beemer plateado. Mi hermano no podía permitirse un coche como ese.
Debía habérselo pedido prestado a su novia, Brittany.
— ¿Y si lo es? —Alex había sido un pandillero en Chicago. Mi padre lo fue antes que
él. Lo quiera admitir Alex o no, era mi herencia. He intentado vivir según las reglas.
Nunca me quejé cuando ganaba menos de 50 pesos al día trabajando como un perro
después de la escuela. Después no pude más y empecé a ir con los “Guerreros de
barrio”, y ganaba cerca de 100 pesos al día, sino no había comida en la mesa.
— ¿No aprendiste nada de mis errores? —preguntó.
Mierda, cuando Alex estaba en los “Latino Blood” en Chicago, yo le idolatraba. — No
quieres saber mi respuesta.
Sacudiendo la cabeza de frustración, Alex me quita la bolsa de las manos y la tira a la
parte trasera del coche. ¿Y qué si había dejado los Latino Blood? Él llevaría sus
tatuajes durante el resto de su vida. Lo quisiera creer o no, siempre estará asociado con
los LB, sea un miembro activo en la banda o no.
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Era un monstruoso edificio de unos 8 pisos. Era lo más alejado de ser un hogar, como
fuera. Saqué mi mochila del maletero y seguí a Alex al interior.
— Espero que esta sea la parte pobre de la ciudad, Alex —dije—. Porque me da urticaria
estar cerca de la gente rica.
— No vivo en el lujo, si es lo que quieres decir. Estos apartamentos de estudiantes están
subvencionados.
Subimos en el ascensor hasta el cuarto piso. Huele a pizza rancia, y hay manchas
esparcidas por la alfombra. Dos tías buenas con ropa deportiva pasan a nuestro lado.
Alex les sonríe. Por su ingenua reacción no me sorprendería si de repente se
arrodillaran y besaran el suelo que pisa.
— Mandi y Jessica, este es mi hermano Carlos.
— Hooola, Carlos. . . Jessica me mira de arriba abajo —Definitivamente he llegado al
lugar excitante de la universidad. Lo presiento.
— ¿Por qué no nos dijiste que tenías un hermano que estaba tan bueno?
— Está en el instituto, les advirtió Alex.
¿Qué era? ¿Un aguafiestas? — En el último año —repliqué, esperando que no
perdiesen la atracción al saber que no era un universitario.
— Tendré 18 en un par de meses.
— Te haremos una fiesta de cumpleaños, —dijo Mandi.
— Genial, respondí. ¿Puedo teneros a las dos como regalo?
— Si a Alex no le importa —dijo Mandi.
Alex se alejó y se paso la mano por el pelo. — Voy a meterme en problemas si entro en
esa discusión.
Las chicas sonrieron. Se alejaron por el pasillo, no sin antes mirar atrás y decir adiós.
Entramos en el apartamento de Alex. Definitivamente no vive en un piso de lujo. Una
cama doble con una fina manta de lana a un lado de la habitación, una mesa y cuatro
sillas a la derecha, y una pequeña cocina en la que dos personas tendrían dificultad
para pasar a la vez por la puerta. Esto ni si quiera es un apartamento de una habitación.
Es un estudio. Un pequeño estudio.
Alex se acerco a la puerta de al lado de su cama. — Este es el baño. Puedes poner tus
cosas en el armario al otro lado de la cocina.
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— Ella se acerca y me abraza. — Carlos, ¡es estupendo que estés aquí! —dice Brittany
con voz alegre. Casi se me había olvidado que ella era animadora en el instituto, pero
tan pronto como abrió la boca no pude evitar recordarlo.
— ¿Para quién? —dije con frialdad.
Ella se echó hacia atrás. — Para ti. Y para Alex. Él extrañaba tener a su familia cerca.
— Apuesto a que sí.
—Ella se aclaró la garganta y parecía un poco incomoda. — Umm. . . bueno, bien, os he
traído comida china para el almuerzo. Espero que tengáis hambre.
— Somos mexicanos, —le dije—. ¿Por qué no has traído comida mejicana?
—Las perfectas cejas de Brittany se fruncieron. — ¿Bromeas, no?
— Pues no.
—Ella se fue hacia la cocina—. ¿Alex, ayúdame?
Alex apareció con platos de papel y cubiertos de plástico.
— Carlos, ¿Qué problema tienes?
—Me encogí de hombros. — Ninguno. Solo le estaba preguntando a tu novia por qué
no había traído comida mejicana. Ella es la que se ha puesto a la defensiva.
— Ten modales y dale las gracias en lugar de hacerla sentir como una mierda.
—Estaba muy claro de qué lado estaba mi hermano. Una vez Alex dijo que se unía a
los Latino Blood para proteger a nuestra familia, por lo que Luis y yo no tendríamos
que unirnos. Pero ahora me doy cuenta de que la familia significa una mierda para él.
Brittany levantó las manos. — No quiero que se peleen por mi culpa. —Se colgó el
bolso en el hombro y suspiró. — Creo que será mejor que me vaya y os deje poneros al
día.
— No te vayas, —dijo Alex
— Dios mío, creo que mi hermano ha perdido sus pelotas en algún lugar entre aquí y
México. O quizá Brittany las ha cerrado con cremallera en su elegante bolso. — Alex,
deja que se vaya si quiere. —Es hora de romper la correa que ella le ha puesto.
— Está bien. De verdad, dijo ella besando a mi hermano. — Disfrutad del almuerzo.
Nos vemos mañana. Adiós, Carlos.
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— Uh—huh. Tan pronto como ella se larga, agarro la bolsa marrón de la cocina y el
pongo en la mesa. Leo las etiquetas de cada recipiente Pollo chow mein. . . buey chow
fun. . . pu—pu plato. ¿Plato de Pu—pu?
— Son aperitivos —explica Alex.
No me voy ni a acercar a algo que se llame “pu—pu”. Incluso me molesta que mi
hermano sepa lo que es un plato pu—pu. Dejo a un lado ese recipiente mientras meto
la cuchara en un plato de comida china identificable y empiezo a masticar. — ¿No vas a
probarlo? —pregunta Alex.
Me mira como si yo fuera el raro.
— ¿Qué pasa? —pregunto.
— Brittany no se va a ir a ningún sitio, ya lo sabes.
— Ese es el problema. ¿No te das cuenta?
— No. De lo que me doy cuenta es que mi hermano de 17 años actúa como si tuviera
5. Es hora de que crezcas, mocoso.
— ¿Para que sea un aburrido de mierda como tú? No, gracias.
—Alex coge sus llaves.
— ¿Dónde vas?
— A disculparme con mi novia y luego al trabajo. Siéntete como en casa —dijo
lanzándome una llave del apartamento. — Y no te metas en problemas.
— Mientras hablas con Brittany, le digo mientras me como los rollitos, ¿por qué no le
pides que te devuelva los huevos?
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Capítulo 2
KIARA
—K
iara, no puedo creer que te haya dejado por sms. —Decía mi
mejor amigo, Tuck, leía las tres frases en la pantalla de mi
móvil, mientras se sentaba en mi escritorio. —S to se akbo, lo
snto, no m odis. —Me lanzo el teléfono—. Lo mínimo que podía hacer era escribir
todas las letras. ¿No m odis?, bromea. Por supuesto que vas a odiarle.
Me tumbo en la cama y me quedo mirando el techo, recordando la primera vez que
Michael y yo nos besamos, fue en el concierto de verano al aire libre en Niwot, detrás
del vendedor de helados. — Me gustaba.
— Sí, bueno a mí nunca me gusto. No confíes en alguien que conoces en la sala de
espera de un terapeuta.
Me pongo boca abajo y me apoyo sobre mis codos. — Fue en las reuniones en grupo y
él sólo acompañaba a su hermano.
Tuck, a quien nunca le ha gustado ninguno de los chicos con los que he salido, saca un
cuaderno rosa del cajón del escritorio y un bolígrafo. Me señala con su dedo índice. —
Nunca confíes en alguien que te dice que te ama en la segunda cita. Me ha ocurrió una
vez y fue un desastre total.
— ¿Por qué? ¿No crees en el amor a primera vista?
— No. Yo creo en la lujuria a primera vista y la atracción. Pero no en el amor. Michael
te dijo que te quería sólo para meterse en tus pantalones.
— ¿Cómo lo sabes?
— Soy un hombre, por eso lo sé —Tuck frunció el ceño—. ¿No lo hiciste con él?
¿Verdad?
—No —le digo negando con la cabeza para enfatizar mi respuesta. Nosotros tonteamos,
pero yo no quería pasar al siguiente nivel. Yo solo, no lo se... no estaba lista.
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No he visto ni hablado con Michael desde que empezó la escuela, hace dos semanas,
nos enviamos sms un par de veces, pero siempre decía que estaba ocupado y que me
llamaría cuando tuviera un rato libre. Él es un estudiante de último año en Longmont a
20 minutos de distancia y yo voy a la escuela en Boulder. Pensé que andaba liado con
las clases, pero ahora sé cuál la razón, no estaba ocupado, sino que quería romper
conmigo.
¿Habrá otra chica?
¿O porque no soy lo suficientemente guapa?
¿O porque no quería tener sexo con él?
No puede ser porque yo tartamudeara. He estado trabajando en mi discurso todo el
verano y no he tartamudeado desde junio. Todas las semanas iba al logopeda,
practicaba cada día frente al espejo, soy consciente de las palabras que salen de mi
boca cada minuto. Hasta ahora siempre me había tenido que preocupar cuando
hablaba, esperando que la gente me entendiera y me miraran pensando —Oh, ella
tiene un problema — y después con lástima. Y entonces pensaran que era estúpida. O
como para algunas chicas de mi escuela, que mi tartamudez era fuente de diversión.
Pero ya no tartamudeo.
Tuck sabía que éste año estaba decidida a mostrar más confianza en mí misma, algo
que nunca había mostrado en la escuela. Siempre me había mostrado tímida e
introvertida en mis primeros tres años de secundaria, porque tenía mucho miedo de
que las personas se burlaran de mí por la tartamudez. No quiero ser recordada como
Kiara Westford la tímida, a partir de ahora quería ser recordada como la que no tenía
miedo de hablar delante de todos.
No contaba con que Michael rompiera conmigo. Pensé que íbamos a ir juntos al baile
de graduación...
— Deja de pensar en Michael — me ordeno Tuck.
— Era mono.
— Es un Hurón peludo, y no quiero que salgas con uno. Tú puedes estar con alguien
mejor. No te subestimes.
— Mírame —le digo—. Afronta la realidad, Tuck. Yo no soy Madison Stone.
— Gracias a Dios, odio a Madison Stone.
— Madison da un significado totalmente nuevo a la palabra “chicas”. Es buena en todo
lo que hace y fácilmente podría ser coronada como la más popular de la escuela.
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Todas quieren ser su amiga para ir con los populares. Madison Stone hace popular a la
gente. A todo el mundo le gusta.
— Eso es porque la tienen miedo, todos la odian en secreto. — Tuck empieza a
garabatear palabras en mi cuaderno y me lo pasa.
—Aquí dice…—y entonces me lanza un boli.
Me quedo mirando la página. Escrito en la parte superior “Reglas de la atracción” y
una gran línea dividiendo la página.
— ¿Qué es esto?
— En la columna de la izquierda vas a escribir todas las cosas buenas que tienes.
— ¿Bromeas? —No
— Vamos, escribe. Considéralo como un ejercicio de auto—ayuda, y una forma de darte
cuenta que las chicas como Madison Stone ni siquiera son atractivas. Acaba la frase
con “Kiara Westford, soy genial, porque...”
Tuck no va a dejarme en paz, así que escribo algo estúpido y se lo doy.
Lo lee y se encoge. — Yo, Kiara, soy genial porque... Sé lanzar una pelota de fútbol,
cambiar el aceite de mi coche, y hacer montañismo. Los chicos no se preocupan por
estas cosas. Me coge el boli, se sienta al borde de mi cama, y empieza a escribir con
pasión. — Vamos a lo básico. Tienes que medir el atractivo en tres partes para obtener
un resultado completo.
— ¿Quién hace las reglas?
—Yo. Estas son las reglas de Reese Tuck sobre la atracción. En primer lugar, la
personalidad. Eres inteligente, divertida y sarcástica —dice enumerando cada una de
estas características en el cuaderno.
— No estoy segura de que todas esas cosas sean buenas.
— Confía en mí, lo son. Pero espera, no he terminado. También eres una amiga leal,
amas los desafíos más que la mayoría de chicos que conozco, y eres una gran hermana
para Brandon. —Mira hacia arriba cuando acaba de escribir—. La segunda parte son tus
habilidades. Sabes de coches, eres atlética, y sabes cuándo callarte.
— Eso último no es una habilidad.
— Cariño, confía en mí. Es una habilidad.
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que venía con mi coche nunca funcionó y el plástico frontal estaba rajado, por lo que
Alex se ha ocupado de buscar por internet un reemplazo auténtico.
— No he tenido la oportunidad de probarla, sin embargo —dice mientras mueve cada
cable para asegurarse de que todo está bien. —Tenía que recoger a mi hermano en el
aeropuerto, así que no pude llegar antes.
— ¿Ha venido de visita desde México? —Le pregunto.
— No está de visita. Mañana empezara su último año en Flatiron, —dice mientras hace
la factura—. Tu también vas allí, ¿verdad?
Asiento con la cabeza.
Pone la radio en la caja. — ¿Necesitas ayuda con la instalación?
Yo creía que no, pero ahora que la veía de cerca, no estaba tan segura.
— Tal vez —le digo. La última vez que soldé cables, terminaron mal.
— Entonces no lo pagues —dice—. Si puedes mañana después de la escuela, pásate por
aquí y te lo instalaré, eso me dará tiempo para probarlo.
— Gracias, Alex.
Levanta la vista de la factura y deja el bolígrafo sobre el mostrador. — Sé que esto te va
a sonar algo loco, pero ¿podrías ayudar a mi hermano y enseñarle la escuela? No
conoce a nadie.
— Tenemos un programa de guías estudiantiles en la escuela —le digo, orgullosa de
poder ayudar—. Puedo quedar con él en la oficina del director por la mañana y
apuntarme para ser su guía. La vieja Kiara habría sido demasiado tímida y nunca se
hubiera ofrecido, pero la nueva Kiara no.
— Tengo que advertirte. . .
— ¿Sobre qué?
— Mi hermano puede ser difícil de tratar.
Sonrió, y recuerdo lo que me dijo Tuck... — Me encantan los retos.
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Capítulo 3
CARLOS
—N
o necesito un guía.
Esas son las primeras palabras que salieron de mi boca cuando
el Sr. House, el director de la escuela Flatiron, me presenta a
Kiara Westford.
— Estamos orgullosos de nuestros programas de guías—le dice el Sr. House a Alex —
Estos ayudan a garantizar una adaptación sin problemas.
Mi hermano asiente con la cabeza. — Por mi está bien. Me gusta la idea.
— A mi no —murmuro. No necesito una maldita guía estudiantil porque 1º es obvio
por la manera en la que Alex saludo a Kiara hace unos minutos que la conoce, 2º la
chica no esta buena, lleva coleta, usa botas de cuero de escalada con un pantalón pirata
elástico con un logo de Armour que asoma en la parte inferior, y está cubierta del
cuello a la rodilla por una camiseta inmensa con la palabra “Alpinista” escrita en ella, y
3º yo no necesito una niñera, especialmente una que haya elegido mi hermano.
El Sr. House se sienta en un sillón de cuero marrón y le entrega a Kiara una copia de
mi horario. Perfecto, ahora la chica sabe donde se supone que tengo que estar a cada
segundo del día. Si esta situación no fuera tan humillante, sería gracioso.
— Esta es una escuela grande, Carlos, —dice House como si yo no pudiera entender un
mapa por mí mismo. —Kiara es una estudiante ejemplar. Ella te mostrara donde está tu
taquilla y te acompañará a cada clase durante la primera semana.
— ¿Estás listo? —pregunta la chica con una gran sonrisa. —El timbre de la 2ª hora ya ha
sonado.
— ¿Puedo pedir otra guía?, una que no esté tan feliz de estar en la escuela a las siete y
media de la mañana.
Alex se despide de mí, y me entran ganas de sacarle el dedo pero no estoy seguro de
que al director vaya a gustarle.
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Sigo a la estudiante ejemplar por el vacio pasillo y creo que entro al infierno. Las
paredes del pasillo están llenas de las taquillas y carteles. Uno dice ¡SI A KHAN! —
“VOTA POR MEGAN KHAN PARA DELEGADA” y en otro se lee —JASON TU
“ES NUESTRO CHICO” ¡PARA TESORERO DEL CONSEJO ESTUDIANTIL!
están junto al resto de anuncios de una sana alimentación ¡HAREMOS LOS
ALMUERZOS MAS SALUDABLES! —VOTE POR NORM REDDING.
— ¿Almuerzos saludables para estudiantes?
Rayos, en México se comía lo que llevabas de casa o cualquier cosa que te pusieran
delante. No había opciones. Cuando vivía México comíamos para sobrevivir, sin
preocuparnos por calorías o carbohidratos. Eso no quiere decir que algunas personas
no vivan como reyes en México. Igual que en Estados Unidos, hay zonas ricas en cada
uno de los treinta y un estados mexicanos. . .pero mi familia no vivía en ninguna de
ellas.
No pertenezco a esta escuela, y desde luego no quiero seguir a esta chica durante toda
la semana. Me pregunto cuánto aguantará la estudiante ejemplar antes de renunciar.
Me lleva a mi taquilla y dejo mis cosas dentro. — Mi taquilla está a dos de la tuya, —
dice, como si creyera que es algo bueno. Cuando estoy listo ella revisa mi horario
mientras camina por el pasillo. — La clase del Sr. Hennesey es un piso más arriba.
— ¿Dónde está el servicio? —pregunto.
— ¿Eh? No hablo español. Je parle Français —Hablo francés.
— ¿Por qué? ¿Acaso viven muchos franceses en colorado?
— No, pero quiero hacer un semestre en Francia durante mi segundo año de carrera
como hizo mi madre.
Mi madre ni siquiera termino el instituto. Se quedo embarazada de Alex y se caso con
mi padre.
— ¿Estás aprendiendo un idioma que sólo usarás durante un semestre? Suena
estúpido. —Me detengo cuando veo una puerta con la figura de un hombre. Señalo la
puerta con el pulgar. — Servicio de caballeros… —yo pregunte— ¿Dónde está el baño?
—Oh. —Parece confundida, como si no supiera llevar el cambio de tema. —Bueno,
supongo que te esperare fuera.
—Es hora de divertirse molestando a mi guía. — A menos que quieras venir y así me
enseñas el lugar…digo, no sé hasta qué punto quieres aprovechar lo de ser guía.
— No tanto. —Aprieta los labios y niega con la cabeza— adelante, te espero.
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El marcador va 1—1. La cosa es, no me gustan los empates. Me gusta ganar… por
mucha diferencia.
No puedo evitar estar molesto por el destello de diversión en sus ojos.
Me acerco a ella, muy cerca. — ¿Alguna vez te has saltado clases? —le pregunto,
sonando coqueto y travieso. Intento hacerla caer para tener ventaja de nuevo.
—No, —dice despacio, un poco nerviosa.
Bien. Me acerco incluso más. — Deberíamos probarlo alguna vez juntos, —le susurro,
entonces, abro la puerta de clase.
Le oigo suspirar. Mira, yo no pedí esta cara y este cuerpo que las chicas encuentran
atractivos, pero gracias a la mezcla de ADN de mis padres, lo tengo, y no me
avergüenzo de usarlo. Tener cara de Adonis es una de las ventajas que me ha dado la
vida, y uso todo mi potencial ya sea para lo bueno o para lo malo.
Kiara rápidamente me presenta al Sr. Hennesey, e igual de rápido sale de la clase.
Espero que mi coqueteo la haya asustado para siempre. Si no, tendré que esforzarme
más la próxima vez. Me siento en la clase de matemáticas y observo la clase. Todos los
chicos de aquí parecen de clase alta. Esta escuela no se parece a Fairfield, el suburbio
en Chicago donde viví antes de irme a México. En Fairfield, había gente rica y gente
pobre. Flatiron se parece más a esas escuelas privadas de Chicago, donde los chicos
llevan ropa de marca y coches de lujo.
Solía burlarme de esos chicos. Y ahora estoy rodeado de ellos.
Tan pronto como acabo matemáticas, Kiara me estaba esperando fuera del aula. No lo
puedo creer.
— Así que... ¿Qué tal fue? — me pregunta entre el barullo de los demás apurándose
para ir a sus siguientes clases.
— ¿De verdad quieres que te conteste?
— Probablemente no. Vamos, solo tenemos 5 minutos. —Pasa a través de los
estudiantes, yo la sigo, viendo como su cola de caballo salta con cada paso que da. —
Alex me advirtió que eras rebelde.
Aun no ha visto nada. — ¿De qué conoces a mi hermano?
— Era estudiante de mi padre. Y me ayuda con el coche que estoy restaurando.
Esta chica no es real. ¿Restaurando un coche? — ¿Que sabes de coches?
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— La pregunta es, ¿qué no hay divertido? —Dice Ramy— Salir al centro comercial, ir al
cine, senderismo, surf, rafting, escalada, fiestas con chicas de Niwot y Longmont.
Ninguna de esas cosas es mi ideal de diversión, a excepción de las fiestas.
En la mesa de enfrente esta la maciza de Madison. Junto con su ropa ajustada, ella
tiene el cabello largo, con mechas rubias, una gran sonrisa, y unos grandes melones
que hacen competencia a los de Brittany. No es que me fije en la novia de mi
hermano, pero es difícil pasarlo por alto.
Madison se inclina sobre la mesa. — He oído que eres el chico nuevo —dice— Soy
Madison. ¿Y tú eres…?
— Carlos —Deja escapar Ram antes de que yo pueda decir nada.
— Estoy segura de que puede presentarse, Ram —dice entre dientes, y luego se pasa el
pelo detrás de la oreja, mostrando unos pendientes de diamantes que podrían dejar
ciego a alguien que los mirara de frente. Se inclina hacia mí y se muerde el labio
inferior. — ¿Eres el chico nuevo de—Meh—hee co?
Siempre es molesto que los blanquitos traten de sonar como si fueran mexicanos. Me
pregunto que más ha escuchado de mí. — Si —contesto.
Me dedica una sonrisa sexy y se acerca más. — Estas muy caliente. —Creo que me
acaba de llamar tío bueno. Así no se dice en Meh—hee—co, pero lo entiendo—. Podría
necesitar un tutor de español. El último resulto ser un fracaso total.
Ram se aclara la garganta. — ¡Que tipa! Por si no te has dado cuenta, yo fui su último
tutor.
Sigo mirando a Madison. Ella definitivamente sabe lo que tiene, y no tiene ningún
problema en sacarle partido. Mientras que normalmente las mexicanas de piel
morena, son mi tipo, sospecho que no hay hombre que se le resista a Madison. Y ella
lo sabe.
Cuando una chica de otra mesa la llama, me giro hacia Ram. — ¿Fuiste su tutor o
saliste con ella? — le pregunto.
— Ambas. Algunas veces las dos cosas a la vez. Terminamos hace un mes. Sigue mi
consejo y aléjate de ella. Muerde.
— ¿En serio? —dije sonriendo.
— Sinceramente no quieras acercarte a ella lo suficiente como para saberlo. Solo sé que
al final de nuestra relación, yo me convertí en el alumno y ella la tutora. Y no hablo de
español.
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Capítulo 4
KIARA
—¿A
sí que… qué tal ser una guía? —pregunta mi madre
mientras cenamos. — Sé que estabas deseando que llegara
esta mañana.
— Podría haber sido mejor —respondo mientras le pasó a mi hermano pequeño por
tercera vez una servilleta porque tiene la cara manchada de salsa de tomate.
Cuando acabo la última hora, fui a buscar a Carlos a su clase pero él ya se había ido. —
Carlos me dejo tirada dos veces.
Mi padre, un psicólogo que piensa que las personas son objeto de estudio, frunce el
ceño mientras se sirve otro plato de judías verdes. — ¿Te dejo plantada? ¿Por qué haría
eso?
— Um. . . Porque piensa que es demasiado bueno para ser escoltado por la escuela.
Mi madre me acaricia la mano. — Abandonar a su guía no está bien, pero ten
paciencia con él. Ser el nuevo, no es fácil.
— Tu madre tiene razón. No seas demasiado dura, Kiara —dice papá —
Seguramente solo intenta encajar. Alex se paso por mi oficina después de las clases y
tuvimos una larga charla. Pobre chico. Apenas tiene veinte años, y ahora es
responsable de un chico de diecisiete.
— ¿Por qué no invitas a Carlos a venir mañana después de la escuela? — sugiere
Mamá.
Papá la señala con el tenedor. — Es una gran idea.
Estoy segura que la última cosa que quiere hacer Carlos es venir a casa. Ha dejado
perfectamente claro que solo me soportara esta semana porque tiene que hacerlo. Una
vez que mi trabajo como Guía acabe el viernes, probablemente hará una fiesta para
celebrarlo. — No lo sé.
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— Hazlo —dice Mamá, ignorando mis dudas— Haré las galletas de la nueva receta de
mermelada de naranja que me dio Joanie.
— No estoy segura de que Carlos aprecie las galletas de mermelada de naranja, pero. . .
le preguntaré. Pero no te sorprendas si dice que no.
— No te sorprendas si dice que sí —dice papá, siempre tan optimista.
A la mañana siguiente, mientras acompaño a Carlos a clase entre tercera y cuarta hora,
reúno el valor suficiente para preguntarle.
— ¿Quieres venir a casa después de la escuela?
Arquea las cejas. — ¿Tú? ¿Invitándome a salir?
Aprieto los dientes. — “No te hagas ilusiones”.
— Bien, porque no eres mi tipo. Me gustan las mujeres sexys y tontas.
— Tú tampoco eres mi tipo —contesto bruscamente—. Me gustan los chicos inteligentes
y divertidos.
— Yo soy divertido.
Me encojo de hombros. — Tal vez soy demasiado inteligente para entender tus chistes.
— ¿Entonces por qué quieres que vaya?
— Mi madre. . . ha hecho galletas. —me estremezco en cuanto salen esas palabras de mi
boca. ¿Quién invita a un chico a comer galletas? Tal vez mi hermano, pero está en
preescolar.
— No es una cita o algo así —dejo escapar en caso de que él piense lo contrario. — Solo
son…galletas.
—Ojalá pudiera rebobinar toda esta conversación, pero no hay marcha atrás.
Llegamos a la puerta de su clase, y aun no me ha respondido.
— Lo pensaré —dice, y me deja sola en el pasillo.
¿Lo pensará? ¿Como si me hiciera un gran favor al venir a mi casa, en vez de ser al
revés?
Al final del día en las taquillas, cuando tengo la esperanza de que se haya olvidado
incluso de que se lo pregunté, se apoya sobre un pie y mete las manos en los bolsillos.
— ¿Qué tipo de galletas?
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Capítulo 5
CARLOS
E
l miércoles, al salir de la escuela, me dirijo al taller para encontrarme
con Álex. Justo al cruzar la calle, un Mustang rojo para a mi lado. Lo
conduce Madison Stone, lleva las ventanillas bajadas. Cuando me
acerco, me pregunta a donde voy.
— A McConnell’s... donde trabaja mi hermano, —le digo—. Me dijo que podía
ayudarlo a conseguir algo de dinero extra.
— Sube. Te llevo.
Madison le ordena a su amiga Lacey que se siente en el asiento trasero y me dice que
me siente de copiloto. Nunca he vivido en un lugar en donde no eres juzgado por el
color de tu piel o las cuentas de banco de tus padres, así que soy cauteloso por el
repentino interés de Madison hacia mí. Mierda, utilicé todos mis encantos con Kiara
antes de la clase de Heavy Shevy y ella ni siquiera pestañeó o intentó relajar su
expresión. Todo lo que obtuve fue un suspiro de indignación. Aunque ayer, me invito
a comer galletas. Galleta de mermelada de naranja. ¿Quién narices invita a alguien a
comer galletas de mermelada de naranja? Lo más gracioso, es que creo que hablaba en
serio. Hoy, me llevó de clase en clase sin decir una maldita palabra. Incluso la
provoque para que me hablara burlándome de ella, pero no cayó en la trampa.
Madison escribe la dirección de McConnell’s en su GPS.
— Entonces, Carlos, —dice Lacey, recostándose entre los asientos mientras Madison
empieza a conducir.
Me golpea el hombro como si no la hubiera escuchado.
— ¿Es verdad que fuiste expulsado de tu última escuela por golpear a alguien?
Solo llevo tres días en la escuela, y la gente ya habla sobre mí.
—De hecho, fue a tres chicos y a un pit bull, —bromeo, pero creo que ella se lo toma
en serio por su cara de asombro.
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— Yo no veo el parecido, —le digo mientras abro la puerta. Madison y Lacey también
se bajan. ¿Acaso esperan que las presente? Se ponen en frente de mí con su pálida piel
perfecta y su maquillaje brillando al sol. —Gracias por el viaje. —digo.
Me abrazan. Madison me da un abrazo extra—largo. Definitivamente es una señal de
que está interesada.
Diría que Álex no está exactamente seguro de lo que estoy haciendo con estas dos
chicas. Rodeo con mis abrazos a Madison y a Lacey. — Hola, Álex, estas son Madison
y Lacey. Las chicas más guapas de Flatiron.
Se vuelven hacia Álex y le sonríen. Les gusta el cumplido, aunque creo que lo dan por
hecho y no necesitan que se lo recuerden.
— Gracias por traer a mi hermano, —dice Álex, luego se da vuelta y se marcha.
Después de que las chicas se han ido, lo sigo al taller y lo encuentro trabajando en el
parachoques delantero de una SUV que obviamente ha sufrido un accidente.
— ¿Estas solo? —pregunto.
— Si. Ayúdame a quitar esto, —dice, y me lanza una herramienta.
Álex y yo solíamos trabajar con coches en el taller de mi primo Enrique. Era una de las
pocas cosas que hacíamos cuando de verdad intentábamos mantenernos fuera de
problemas. Mi hermano y mi primo me enseñaron todo lo que sé de coches, y lo que
no me enseñaron lo aprendí por mi mismo llevándome la chatarra a la parte trasera
del taller.
Me meto bajo el capo de la SUV y apretó los tornillos. El sonido de metal hace eco en
el taller y por un segundo siento que estamos de vuelta en Chicago en el taller de
Enrique.
— Bonitas chicas. —dice con sarcasmo mi hermano mientras trabajamos codo con
codo.
— Si, lo sé. Estaba pensando en invitarlas luego a venir a casa. —Meto la llave inglesa en
mi bolsillo trasero—. Oh, y antes de que olvide, Kiara me invitó a comer galletas ayer.
— ¿Por qué no fuiste?
— Además de que no quería ir, ella me desinvitó.
Álex deja de prestar atención al parachoques y se gira hacia mí—. Por favor dime que
no fuiste un completo pendejo con ella.
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— Solo me divertí un poco, eso es todo. La próxima vez que me busques un guía,
asegúrate de que no use camisetas de tamaño XL con estúpidas frases. Kiara me
recuerda a un tío que conocí en Chicago, Álex. Ni siquiera estoy seguro de que sea una
chica.
— ¿Quieres que te lo p... p... pruebe? —la voz de mi ex—guía hace eco desde la puerta.
Oh, demonios.
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Capítulo 6
KIARA
—S
í —dijo Carlos, su cara mostraba desafío y diversión—.
Demuéstralo.
Álex levanto una de sus manos en señal de alto—. No. No lo hagas
—Empuja a Carlos contra el coche y le murmura algo en español. Carlos murmura algo
a cambio. No tengo ni idea de lo que están diciendo, pero tampoco suena a algo
alegre.
Yo tampoco estoy feliz. No puedo creer que acabe de tartamudear. Estoy tan enfada
conmigo misma por permitir que Carlos me inhiba de esta forma y haga que
tartamudee. Eso significa que tiene poder sobre mí y eso hace que me enfade más. No
puedo esperar al viernes, cuando el plan “Galletas” finalmente entre en vigor. Tengo
que esperar hasta que las galletas tengas buena pinta y estén rancias a la vez para que
funcione. Por lo menos no se lo esperara.
Álex frustrado se aleja de Carlos, saca una caja de detrás del escritorio.
—He comprobado la radio, y creo que le falta un muelle. No creo que funcione, pero
me gustaría probarla. Dame las llaves y la pruebo en tu coche, —se vuelve hacia
Carlos—. No digas una palabra en mi ausencia.
Al segundo de irse Álex, Carlos dice. — Si aún quieres demostrar que no eres un tío,
estoy listo.
— ¿Si portarte como un idiota hace que te sientas mejor contigo mismo? —Le digo.
—No. Pero molestar a mi hermano si lo hace. Y molestarte a ti hace que le moleste. Lo
siento pero estas en medio de un fuego cruzado.
— Mantenme fuera de esto.
— No es algo que vaya a ocurrir a corto plazo. —Carlos se agacha delante del coche en
el que trabajaban y tira de la cubierta del parachoques.
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— Necesitas desenganchar los clips primero —le digo, complacida en demostrar que se
más de coches que él—. No saldrá hasta que desenganches los clips.
— ¿Hablas del sujetador o del parachoques? —me pregunta, con su arrogante sonrisa.
— Porque soy un experto en desenganchar ambos.
No debí haberlo dicho. Es un inmaduro. Ese comentario sexy y tonto que ha hecho
Carlos, combinado con que se burlo de mi forma de decir la palabra “mermelada”, es
lo que me empuja a querer que se coma sus palabras.
Era viernes. Tuck y yo llegamos pronto a la escuela para abrir la taquilla de Carlos. El
martes después de clase Tuck y yo hicimos más de cien galletas con lágrimas de
chocolate. Cuando se enfriaron, las pegamos un pequeño pero poderoso imán en la
parte posterior de cada una. Ahora son galletas imantadas. Cuando Carlos abra hoy su
taquilla, el interior estará decorado con un centenar de galletitas.
Cuando trate de sacarlas, se romperán y se harán migas en su mano. Por los súper
fuertes y pequeños imanes del tamaño de una moneda de diez centavos. Será una
situación embarazosa, de eso estoy segura, así que tendrá dos opciones: dejar las
galletas pegadas a su taquilla, o sacarlas una a una y llenar su taquilla de migas de
galleta.
— Recuérdame que nunca me pelee contigo. —dice Tuck mientras vigila. Las clases no
empiezan hasta dentro de cuarenta y cinco minutos, así que sólo había unas pocas
personas que pasaban por el pasillo.
Abro la taquilla de Carlos con la combinación que estaba escrita en la parte superior
de su horario, que el Sr. House me entrego. Me siento culpable, pero no lo suficiente
como para no hacerlo. Pongo unas galletas, a continuación, Tuck mira a los
alrededores, en busca de Carlos o cualquier otra persona que pudiera sospechar. Cada
vez que pongo una galleta, el tintineo del imán contra el metal hace reír a Tuck.
Clink. Clink. Clink. Clink. Clink. Clink.
— Va a flipar —dice Tuck—. Él sabrá que fuiste tú, ¿lo sabes no? —Cuando alguien
hace algo malo, el objetivo es hacerlo de manera anónima para que no sepan que has
sido tú.
— Demasiado tarde —Pongo más galletas, y me pregunto cómo voy a poner las cien
dentro. Las coloco en la parte superior, en el fondo, en la puerta, a los lados. . . Me
estoy quedando sin espacio, pero está casi listo. Parece que el interior de su taquilla
tiene sarampión marrón.
Meto la mano en la bolsa. — Queda sólo una galleta.
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Tuck echa un vistazo. — Esta podría ser una de las mejores bromas nunca vistas, Kiara
podrías hacer historia con esto. Estoy orgulloso de ti. Pon la ultima en la puerta
exterior de la taquilla, justo en el medio.
— Buena idea —Cierro la taquilla antes de que alguien nos vea, coloco la última galleta,
a continuación, miro el reloj. Las clases empiezan en veinte minutos—. Ahora solo
tenemos que esperar.
Tuck mira por el pasillo. —Empieza a venir gente. ¿No deberíamos escondernos?
— Sí, pero quiero que ver su reacción —le digo—. Vamos a escondernos en el aula de
la señora Hadden.
Cinco minutos después, Tuck y yo echamos un vistazo por la ventanita de la puerta,
vemos que Carlos viene caminando por el pasillo.
— Ahí está —le susurro. Me late el corazón con fuerza.
Al llegar a su taquilla arquea las cejas y ve una gran galleta. Mira a izquierda y derecha,
claramente en busca de señales de quién lo hizo. Cuando tira de la galleta, se rompe,
pero el imán se queda pegado a la taquilla.
— ¿Cómo ha reaccionado? —Le pregunto a Tuck, porque él es más alto y tiene mejor
visibilidad.
— Está sonriendo y negando con la cabeza. Ahora está lanzando los restos de galleta a
la basura.
Carlos no seguirá sonriendo cuando abra la taquilla y se encuentre noventa y nueve
imanes de galleta.
— Voy a salir —le digo a Tuck. Salgo del aula de la señora Hadden donde estaba
escondida y camino hacia mi taquilla como si todo fuera normal.
— Hola —le digo a Carlos mientras sus ojos ven las galletas pegadas a la taquilla.
—Te doy una A + por originalidad y ejecución —me dice.
— ¿Te molesta que saque buenas notas en todo, incluso en las bromas?
— Sí —dice levantando una ceja—. Estoy impresionado, cabreado, pero impresionado.
—Cierra su taquilla, con noventa y nueve galletas aún en el interior, como si no
existiesen, y va hacia su primera clase.
No puedo evitar sonreír mientras andamos por el pasillo. Niega con la cabeza un par
de veces, como si no pudiera creerse lo que he hecho.
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Capítulo 7
CARLOS
N
o puedo quitarme el olor a galleta. Está en mis manos, en mis libros. . .
es un infierno, incluso está en mi mochila. Intente sacar algunas de la
taquilla, pero fue un desastre y me rendí. Las conservaré hasta que
estén podridas. . . entonces recogeré las migas y las echaré en la taquilla de Kiara. O
mejor todavía, se las pegaré con superglue.
Tengo que dejar de pensar en las galletas y en Kiara. No hay nada mejor que la comida
de mi madre, pero en cuanto llegue a casa después de clase, usare todo lo que pueda
encontrar en el apartamento de Alex e intentaré hacer una autentica comida mejicana.
Eso conseguirá que deje de pensar en esas malditas galletas. Eso, y el hecho de que
llevo aquí casi una semana y todavía no comido auténtica comida mejicana picante,
esta volviéndome loco.
Alex se apoya en la olla de carne estofada y aspira el aroma. Puedo decir simplemente
por la expresión de su cara, que le recuerda a casa.
— Se llama carne guisada. Es mejicana. — Digo las palabras lentamente, como si nunca
hubiera oído hablar de ella.
— Sé lo que es, listo. —Vuelve a poner la tapa, después, pone la mesa y vuelve a
estudiar.
Nos sentamos a comer una hora más tarde. Miró como mi hermano se come su
primera ración y toma una segunda.
— ¿Hay hambre?
— No hay nada tan bueno como esto. —Alex lame el tenedor— No sabía que sabias
cocinar…
— Hay muchas cosas que no sabes de mí.
— Solía hacerlo.
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— No. Le he hecho una simple preguntar, y ni siquiera puede contestarme, —dice Alex.
Juro que es algo que sólo debería salir de la boca de los padres. Dejo escapar un
suspiro de frustración.
— Solo voy a una fiesta, Alex. No es como si fuera a asesinar a alguien.
— ¿Una fiesta? —pregunta Brittany.
— Sí. ¿No sabes lo que es?
— He oído hablar de ello. También sé lo que pasa en las fiestas. —Se sienta al lado de
Alex. — Fuimos a unas cuantas en el instituto, a pesar de tener que aprender de
nuestros errores, déjalo ir, así aprenderá de los suyos. No puedes prohibirle salir —le
dice a mi hermano.
Alex me señala de manera acusadora. — Tu deberías de haber visto las chicas con
quien iba el otro día, Brittany. Tienen escrito encima el nombre de psico Darlene. ¿Te
acuerdas de ella? Esa chica se hubiera enrollado con el equipo entero de fútbol solo
para subir su popularidad.
Una vez más, mi hermano no ayuda a mi causa. Gracias, hermano.
— Bueno, fue agradable escucharlos discutir sobre mi vida delante de mí, pero me
tengo que marchar.
— ¿Y cómo piensas ir? —pregunta Alex.
— Andando. A menos que. . . —Clavo los ojos en las llaves que Brittany tiene sobre su
bolso.
— Puede usar mi coche —le dice a mi hermano. Ella no me lo dice a mí, porque Dios
no le permite tomar cualquier decisión sin antes consultar a mi hermano. —Pero nada
de alcohol. O drogas.
— Si, mamá —le digo con sarcasmo.
Alex niega con la cabeza. — No es una buena idea.
Brittany entrelaza sus dedos con los de Alex. — Está bien, Alex. En serio. Íbamos a
tomar el autobús para visitar a mi hermana de todos modos.
Por un segundo me gusta la novia de mi hermano, pero luego me acuerdo de cómo
controla su vida, y esa sensación cariñosa y confusa desaparece tan rápido como un
rayo. Cojo las llaves de Brittany, y juego con ellas. —Vamos, Alex. No hagas mi
mierda de vida peor de lo que es.
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— Muy bien —dice él—. Pero devuelve el coche en perfectas condiciones. Si no…
Lo saludo — Sí, señor.
Saca su móvil del bolsillo trasero y me lo tira. — Y coge esto.
Antes de que ninguno de ellos pueda cambiar de opinión, me dirijo hacia la puerta.
Olvidé preguntar dónde está aparcado el coche, pero no es difícil de encontrar. El
Beemer reluce como un ángel delante del edificio, me está llamando.
Meto la mano en mi bolsillo trasero y saco un papel con la dirección de Madison. Lo
apunté antes de lavarme el brazo. Después de averiguar cómo utilizar el GPS, meto la
dirección, bajo la capota, y quemo rueda al salir del aparcamiento. Por fin. . . libre.
Aparco en la calle y me dirijo hacia la entrada de la casa de Madison. Sé que tengo la
dirección correcta porque la música suena muy fuerte en el segundo piso y unos chicos
están pasando el rato en frente del jardín. La casa es enorme. Al principio no estoy
seguro si es una casa o un edificio de apartamentos hasta que me acerco y puedo ver
que es una gran mansión. Paso dentro de la monstruosidad y reconozco un grupo de
chicos de mi clase.
— ¡Carlos está aquí! —chilla una chica. Finjo no escuchar el eco de gritos que le sigue.
Madison, lleva un vestido negro corto y ceñido y tiene en la mano una lata de Bud
Light, pasa entre la multitud y me da un abrazo. Creo que me ha derramado cerveza
en la espalda. — ¡O dios mío!, estas aquí.
— Sí.
— Vamos a acomodarte. Sígueme.
La sigo a una cocina que parece salida de una revista. Cuenta con electrodomésticos de
acero inoxidable. Grandes piedras de granito cubren la parte superior de la encimera.
Al lado del fregadero hay un enorme cubo lleno hasta arriba con hielo y latas de
cerveza. Lo alcanzo y cojo una.
— ¿Esta aquí Kiara? —pregunto.
Madison resopla.
— Si, como no.
Supongo que eso es su respuesta.
Madison me sujeta por el codo, me conduce por un pasillo y sube por la escalera.
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Capítulo 8
KIARA
—S
— Soy daltónico —el señor Whittaker se queja malhumorado, al
sumergir el pincel en un bote marrón y golpear con él en el lienzo.
— ¿Esto es verde? ¿Cómo voy a pintar algo cuando los botes no
están bien?
Nunca te aburres en la clase de arte del Centro de Salud The Highlands, también
conocido como un asilo de ancianos. El profesor principal de arte lo dejo, pero desde
que me ofrecí como voluntaria para ayudar durante las horas de arte, fui yo, la que se
encargó de esta clase. La administración suministra la pintura, y yo traigo temas nuevos
para la clase del viernes noche.
A medida que me acerco al el señor Whittaker, una viejita de cabellos blancos llamada
Sylvia Stark, se aproxima hacia nosotros arrastrando los pies. — No es daltónico —grita
Sylvia mientras encuentra un caballete vacío y se sienta. —No es más que un ciego viejo.
El Sr. Whittaker me mira con su fino y aviejado rostro mientras me arrodillo a su lado
y etiqueto los botes con un rotulador negro y grueso.
— Está molesta porque no quise bailar con ella en la reunión de la semana pasada —
dice.
— Estoy molesta porque olvidaste ponerte los dientes en la cena de ayer.
—Agita su mano en el aire. — Era todo encías. Vaya Casanova —resopla.
— Desvergonzada —gruñe el señor Whittaker.
— La próxima vez, debería bailar con ella— le digo—. Haga que se sienta joven otra vez.
Me extiende su mano de dedos callosos y artríticos para acércame a él.
— Tengo dos pies izquierdos. Pero no se lo digas a Sylvia, porque me hará pasar un
mal rato.
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— ¿No dan aquí clases de baile? —le susurro al oído derecho, lo suficientemente alto
para que me oiga, pero no el resto de la clase.
— Apenas puedo caminar. Nunca seré un Fred Astaire. Ahora, si fueras tú la profesora
de baile en vez del viejo palo de Frieda Fitzgibbons, definitivamente empezaría a asistir
a clase. —Arquea sus blancas cejas y me da una palmadita en el trasero.
Niego con el dedo. — ¿Nadie le ha dicho que eso es acoso sexual? —le digo en broma.
— Soy un viejo verde, cariño. En mi época no existía eso del acoso sexual, y las mujeres
dejaban a los hombres invitarlas y abrirles las puertas... y pellizcarles el trasero.
— Dejo que los chicos me abran la puerta, mientras no esperen ningún favor a cambio.
Sin embargo, podría hacerlo sin cachetes, ni pellizcos en el trasero.
Él me apartó. — Ay… las chicas de hoy en día lo quieren todo. . . y más.
— No le hagas caso, Kiara —dice Sylvia, señalándome —. Lo que quieres es un buen
chico. . . un caballero.
— Esas cosas no existen —dice Mildred a su lado.
Un buen chico. Pensaba que Michael era bueno, y ni siquiera pudo dejarme como un
caballero. — Quizás siga soltera el resto de mi vida.
Mildred y Sylvia niegan la cabeza enérgicamente, moviendo su fino y blanco cabello de
un lado a otro. — ¡No! —dicen ambas.
— Tú no quieres eso —dice Sylvia. — ¿No?
— No. —Ella mira al señor Whittaker—. Los necesitamos. . . aunque sean el mismísimo
diablo. —Me indica que me acerque. —No me importaría que él me diera unas
palmaditas en el trasero.
— Amén a eso, hermana —dice Mildred mientras desliza el pincel sobre el lienzo.
Ella dibuja una silueta que se parece sospechosamente a un hombre desnudo. — ¿Por
qué no le pides a ese agradable chico Tuck, que venga a posar para nosotros? Has
dicho que podíamos tener modelos.
— Pensaba en un perro —le digo.
— No. Tráenos un modelo masculino.
— No dibujaré a un hombre, —le grita el señor Whittaker desde el otro lado del aula. —
Kiara tendría que posar también.
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Capítulo 9
CARLOS
—H
eeeey, —canta Madison. —He vuelto.
Y trae consigo a otras diez personas. Todos se colocan
alrededor de la pipa y se la van pasando, dándole una calada
cada uno. Me pregunto qué estarán haciendo Kiara y sus amigos. Apuesto a que está
estudiando para los exámenes de selectividad o algo así, para poder entrar en una
buena universidad, mientras yo estoy en una fiesta de pipa y pastis.
Nick se hace rayas con las píldoras en una bandeja. Me recuerda a lo que Alex llama
plato pu—pu.
Madison me pasa la cachimba con una gran sonrisa, quiero olvídame de Kiara, los
exámenes, la universidad y ser bueno. Soy un gamberro, así que mejor empiezo a
actuar como tal.
Doy una calada, inhalando el dulce humo con mis pulmones. Sin duda, es fuerte,
porque siento los efectos incluso antes de pasársela al de al lado. Cuando me la
vuelven a pasar, doy una calada larga y lenta. A la cuarta vez, estoy drogado como para
no preocuparme por Kiara y sus galletas o Alex metiéndose en mis asuntos todo el
rato, o el hecho de que mentí a Brittany cuando prometí que no bebería o consumiría
drogas esta noche.
Ahora mismo sólo quiero pensar en chorradas, como... — ¿Por qué Heavy Shevy no se
afeita el bigote?
—Tal vez es un hombre disfrazado —dice Nick.
— ¿Pero por qué iba a elegir una mujer fea como disfraz? —pregunto. En serio.
—Tal vez él es un hombre feo y no tiene otra opción.
—Tiene sentido. —Veo Madison dar otra calada. Me ve mirándola, entonces me sonríe
mientras se abre camino hacia mi regazo y se lame los labios. Por la punta larga y
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puntiaguda de su lengua diría que tienes genes de iguana en su familia. Se inclina hacia
delante dejando sus tetas a pocos centímetros de mi cara.
—Nick tiene la mejor mierda, —ronronea, echándose hacia atrás sobre mí como un
gato sobre una alfombra. Huelga decir que soy la alfombra. Ella se da la vuelta y se
tumba sobre mí, y me rodea el cuello con sus brazos. Sus ojos están medio abiertos. —
Eres sexy.
—Tú también.
—Somos la pareja perfecta. —Ella dibuja mi barbilla con su dedo y se inclina hacia
adelante. Saca su lengua de iguana y su cuerpo comienza a retorcerse contra el mío.
Me lame la barbilla, tengo que admitir que ninguna chica me lo había hecho antes. Y
tampoco estoy muy interesado en que lo haga por segunda vez.
Empezamos a hacerlo delante de todos. Creo que a Madison le gusta ser el centro de
atención, porque cuando alguna de las chicas hace algún comentario a alguno de los
chicos para deje de mirar, Madison se inclina hacia atrás y empieza a quitarse la
camiseta como si fuera una stripper haciéndome un baile privado. Es obvio que
Madison quiere que todos los chicos la miren y admiren, y que las chicas la envidien.
Sin duda es una exhibicionista, pero al mirar a mi izquierda y ver a Nick quitándole la
camiseta a Lacey empiezo a preguntarme si todo el mundo aquí espera poder mostrar
su talento sexual en público.
Yo no soy así. —Vamos a un lugar privado —le digo a Madison cuando siento que
empieza a bajarme los vaqueros.
Pone mala cara durante un instante, vuelve hacia a mí y estira la mano.
—Vamos.
La noche pasa demasiado rápido. Me calmo, y recuerdo a Ram advirtiéndome acerca
de Madison, pero me agarra la mano y me tira para arriba.
—Divertíos. —dice Nick en voz alta.
Dos minutos después entramos en una gran habitación con una cama XL contra la
pared.
— ¿Es tu habitación? — le pregunto.
Madison niega con la cabeza. —Es la de mis padres, pero apenas están en casa. Ahora
mismo están en Phoenix. — Se nota tristeza en su voz, y estoy seguro de acostarse
conmigo en su cama es por venganza.
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¿Debería decirle que prefiero hacerlo en el suelo en vez de en la cama de sus padres?
—Vamos a tu habitación —le digo.
Ella niega con la cabeza y me acerca más a la cama.
— ¿Qué te dijo Ram de mí? — me pregunta.
—Me cuesta pensar ahora mismo, —le digo. —Estoy tan caliente como tú.
—Simplemente trata de recordar. ¿Te mencionó por qué nos separamos? Porque si lo
hizo, no fue culpa mía. Quiero decir, no es que no lo supiera y que no supiera lo que
estaba haciendo. Y si yo lo sabía, no era porque sabía que él lo sabía. No es como si
su madre se enterara y nos arrestaran a todos.
Me duele la cabeza de oírla. —Está bien —le digo. No tengo ni idea de lo que acaba de
decir, pero me imagino que con decir "bien" no haya problema. Solo se puedo tener fe.
— ¿En serio?, —Dice, sonriendo.
¿Eh? No tengo ni puta idea de lo que hablo. O de lo que está diciendo.
Ella me abraza fuerte, sus tetas presionan con fuerza contra mi pecho. Espero que no
estallen de la presión contra mí.
El pensar en tetas estallando me despista. Y mi mente se distrae con pensamientos de
Kiara y como lleva esas camisetas enormes. Por un segundo creo que lo desconocido
del cuerpo de Kiara es más sexy que de lo que hace alarde Madison todos los días.
Aprieto los ojos. ¿En qué estoy pensando? Kiara no es sexy. Es frustrante y me
provoca más que mi familia.
— ¿Te he contado lo que le hizo Kiara a mi taquilla? —le pregunto.
Ella me insta a la cama. —Realmente no me importa Kiara. Deja de hablar de otra
chica cuando estás aquí conmigo. —Ella tiene razón. Tengo que dejar de hablar de
Kiara. Me gustan las cosas fáciles, y Kiara no lo es. Madison sí.
Antes de darme cuenta, estamos apasionadamente calientes en la cama de sus padres.
Ella está sentada sobre mí, con su pelo en mi cara. Creo que alguno de sus pelos está
en nuestras bocas cuando nos besamos, pero ella no parece darse cuenta. Yo lo hago.
Ella se inclina hacia atrás. — ¿Quieres hacerlo? — Ella blasfema.
Claro que quiero hacerlo. Pero cuando miro hacia un lado, veo una foto de sus padres
sonriendo desde una de las mesitas de noche, me doy cuenta. Ella no me quiere por
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mi…. ella me quiere porque soy un pandillero, lo opuesto a lo que sus padres querrían
para ella.
Pero pienso que una cosa es serlo y otra cosa actuar como tal. —Tengo que irme, —le
digo.
—Espera. Oh, no. No me encuentro bien. Creo que voy a vomitar.
Salta y corre a encerrarse en el baño. Al cabo de un segundo, se le oye vomitar.
Llamo a la puerta. — ¿Necesitas ayuda?
—No
—Abre la puerta, Madison.
—No. Trae a Lacey.
Cuando lo hago, Lacey y un montón de otras chicas entran en el baño para ayudar. Me
quedo de pie en la puerta, observándolas tratar a Madison como si estuviera muy
enferma en lugar de borracha y drogada.
Después de ser ignorado durante veinte minutos, y estar seguro de que Madison
estuviera cuidada, creo que he tenido suficiente de esta fiesta.
Al salir, saco el llavero de corazón rosa de Brittany. Arranco el coche y lo pongo en
marcha, pero cuando miro al frente, las líneas de la carretera están borrosas y sé que
no puedo hacerlo. Estoy demasiado drogado, o borracho, o una mezcla de ambas.
Mierda. Tengo dos opciones. Volver a la casa de Madison y encontrar un sitio para
dormir, o dormir en el coche.
Ni siquiera es un concurso.
Reclino el asiento y cierro los ojos, con la esperanza de saber mañana que paso esta
noche.
Brillante. Es demasiado brillante. Abro los ojos y el sol de la mañana me golpea en el
lado derecho de la cara. Todavía estoy en el coche de Brittany. Con la capota bajada.
Cuando vuelvo al apartamento de Alex, lo encuentro sentado en la mesa con una taza
de café en sus manos.
Se pone de pie en cuando tiro las llaves de Brittany sobre la mesa.
—Me dijiste que estarías en casa en un par de horas. ¿Sabes que son las nueve? De la
Mañana.
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Me froto los ojos. —Por favor, Alex, — me quejo. — ¿Puedes esperar por lo menos
hasta al mediodía para gritarme?
—No te voy a gritar. Simplemente no te dejaré usar el coche de Brittany
de nuevo.
—Bien. Me fijo en que el colchón de aire sigue inflado. Me dejo caer sobre él y cierro
los ojos.
Alex me quita la almohada de la cabeza. — ¿Estás drogado?
—Ya no, por desgracia. —Agarro la almohada de nuevo.
Oigo que mi hermano se sienta en su cama y deja escapar un profundo suspiro. Pobre
chico, probablemente necesita fumar algo de hierba para relajarse. Juraría que puedo
sentir sus ojos clavados en mí como dos láseres.
— ¿Qué quieres? —Murmuro en mi almohada.
— ¿No te importa nadie una mierda excepto tú mismo?
—Más o menos.
— ¿No te das cuenta que me preocupo por ti?
—No. Ese pensamiento no cruzó mi mente ni una sola vez.
Alguien llama a la puerta y por suerte le impide hacerme más preguntas.
Oigo a mi hermano decir: —Hola, chica.
Déjame adivinar, Brittany.
—Carlos se olvidó de subir la capota, —le dice a Alex. —Y está empezando a llover. Se
dejó el móvil en el asiento del pasajero. Espero que todavía funcione.
Si alguna vez se casan, me compadezco de sus hijos. Espero que sus hijos nunca la
jodan. . . porque Brittany y Alex están mirándome como si quisieran enterrarme de
por vida.
Lo siento por ellos, no son mis padres.
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Capítulo 1o
KIARA
E
l lunes, los rumores sobre la fiesta de Madison Stone vuelan. La mayoría
de ellos giran alrededor de Madison y Carlos haciéndolo en la cama de
sus padres.
El martes y el miércoles, me doy cuenta de que Madison se sienta con Carlos durante
el almuerzo.
El jueves, Carlos ni siquiera está en el almuerzo. Y tampoco Madison. La feliz pareja
debe estar en alguna otra parte.
El viernes por la mañana, Carlos está en su taquilla, las galletas siguen pegadas dentro.
—Hola —dice él.
— Hola —respondo.
Meto la combinación, pero la taquilla no se abre.
Pruebo de nuevo. Sé que puse bien los números, pero cuando tiro de la palanca, no se
mueve.
Lo intento una vez más.
Carlos me mira por encima del hombro.
— ¿Tienes problemas?
—No.
Pruebo de Nuevo. Esta vez, tiro de la palanca más fuerte y la agito. De nuevo, no pasa
nada.
Él golpetea con los dedos el metal. —Tal vez olvidaste tu combinación.
— Sé mi combinación —digo. —No soy estúpida.
— ¿Estás segura? Porque no se abre.
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Me vuelven a la mente los rumores sobre él y Madison. Ni si quiera sé por qué, pero la
sola idea de ellos besuqueándose me provoca rabia. — Vete.
Se encoge de hombros. —Si tú lo dices. —Suena el primer timbre. —Bueno,
buena suerte. Si me preguntaras, diría que alguien la falsificó. Saca sus libros de la
taquilla y se pavonea por el pasillo.
Corro tras él y lo agarro por el brazo. — ¿Que le has hecho a mi taquilla?
Se para. —Puede que haya cambiado la combinación.
— ¿Cómo?
Se ríe. —Si te lo dijera, entonces tendría que matarte.
—Muy gracioso. Dime por cuál la cambiaste.
—Te daré esa información. . . —Golpea la punta de su dedo índice en mi nariz. Cuando
todas las galletas estén fuera de mi taquilla...incluyendo las migajas. Nos vemos, —dice,
entrando al aula y dejándome sola en el pasillo pensado cómo hacerlo. . . y a
continuación pienso en mi próximo movimiento.
En la clase de inglés, el Sr. Furie nos entrega nuestros ensayos. Nos llama uno por uno
y tenemos que ir a su escritorio.
— Kiara —me llama.
Me acerco a por el mío. Cuando el Sr. Furie me lo entrega, no sonríe. —Puedes
hacerlo mejor, Kiara. Sé que puedes. Profundiza un poco más la próxima vez, y no
trates de darme la respuesta que creer que quiero.
Paso al lado de Madison mientras regreso a mi mesa. — ¿Cómo está Carlos? —me
pregunta.
—Bien.
—Sabes que solo te presta atención porque siente lastima de ti. Es triste, si piensas en
ello. La ignoro y me siento. Una enorme y roja “C” está escrita en el ensayo que el Sr
Mr. Furie acaba de entregarme. No es bueno, especialmente si voy a solicitar una beca.
—Durante los próximos quince minutos, van a escribir una redacción de convicción. —
¿Sobre qué? —pregunta Nick Glass.
— El tema es... —el Sr. Furie hace una pausa, obviamente, para aumentar la expectación
y llamar la atención de todos los alumnos. Se sienta en el borde de su escritorio y dice
— ¿La gente de los reality shows deberían ser consideradas celebridades?
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— Yo c—c—creo… —miro mi redacción. Puedo sentir todos los ojos sobre mí. Algunos
probablemente me miran con lastima. Otros. Como Madison y Lacey, probablemente
miran emocionados. — Yo c—c—creo que las p—p—personas en los r—r—reality shows…
Una chica estalla a carcajadas. Sé quién es antes de mirar.
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—Debió haberlo pensado antes de interrumpir mi clase. Ahora, discúlpense con Kiara
— les ordena el profesor.
— Está bien —murmuro-. No t—tienen que hacerlo.
—Oh, insisto. Lo s—s—s—s—sentimos, — dice Madison, y de repente se empiezan a reír
de nuevo. Incluso cuando se apresuran tras la puerta, puedo escuchar sus risas
haciendo eco mientras caminan por el pasillo.
— Le pido perdón por su inapropiado comportamiento, Kiara, — dice el Sr. Furie. —
¿Aun le gustaría compartir su redacción?
Niego con la cabeza y suspira, pero no insiste cuando vuelvo a mi mesa. Desearía que
sonara el timbre para poder ir al baño y esconderme. Estoy tan enfada conmigo misma
por dejar que me afectaran.
Durante los siguientes veinticinco minutos, el Sr. Furie llama a otros estudiantes para
que lean sus redacciones. Sigo mirando el reloj, rezando para que los minutos pasen
más rápido. Es difícil retener las lágrimas que luchar por salir disparadas en cualquier
minuto.
Tan pronto como suena el timbre, cojo mis libros y prácticamente salgo volando. El
Sr. Furie me llama, pero hago como que no lo escucho.
— ¡Kiara! — dice Tuck, cogiéndome del codo y sujetándome.
Una estúpida lágrima me cae por el rostro. — Quiero estar sola, — le ignoro y corro por
el pasillo.
Al final del pasillo, hay unas escaleras que conducen a los vestuarios que los equipos
rivales usan durante los torneos. Nadie los usa durante el día, y el simple hecho de
estar sola en un sitio donde no tengo que poner una falsa sonrisa ahora mismo suena
como si fuera el cielo. Sé que voy a llegar tarde a la clase de estudio, pero la Sra.
Hadden no suele poner falta y aunque lo haga, no me importa. No quiero que todos
me vean mal.
Abro los vestuarios y me siento en uno de los bancos. Todas las energías que puse
durante la última mitad de clase para aguantarme se desvanecen. Desearía ser más
fuerte y que no me importara lo que piense la gente, pero me importa. No soy fuerte
como Tuck. No soy fuerte como Madison.
Desearía estar contenta de ser como soy, Kiara Westford, con problemas del habla y
todo.
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Pasan quince minutos hasta que me levanto y miro mi reflejo en el espejo. Se nota que
he estado llorando. Eso, o que tengo un resfriado realmente malo. Humedezco
toallitas y papel y las deslizo bajo mis ojos, tratando de borrar la hinchazón. Después
de unos pocos minutos, creo que estoy más o menos decente. Nadie sabrá que he
estado llorando. Eso espero.
La puerta del vestuario se abre, asustándome.
— ¿Hay alguien aquí? — grita uno de los conserjes.
— Si.
— Es mejor que vayas a clase porque la policía está aquí. Están haciendo un registro de
drogas.
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Capítulo 11
CARLOS
E
n Biología, Shevelenko termina una lectura sobre los genes dominantes
y recesivos. Nos ha dibujado unas cuadriculas y nos ha dicho que
escribamos diferentes escenarios acerca de la herencia genética del color
de los ojos en humanos.
— Van a venir unos chicos a mi casa esta noche —dice Ram mientras escribimos —
¿Quieres venir?
Aunque Ram es un niño rico, la semana pasada me prestó los apuntes de las dos
semanas anteriores, y sus historias de cuando fue a esquiar el invierno pasado son
divertidísimas
— ¿A qué hora? —le pregunto
— A eso de las seis —corta un trozo de papel de su agenda y escribe en él —esta es mi
dirección.
— No tengo coche, ¿es muy lejos?
Da la vuelta al papel y me da su boli. — No hay problema, pasó a recogerte. ¿Dónde
vives?
Mientras escribo la dirección de Alex, Shevelenko se acerca a nuestra mesa — Carlos,
¿conseguiste todos los apuntes de Ramiro?
— Si.
— Bien, porque tenemos un examen la próxima semana — nos repartía los deberes
cuando cinco pitidos sonaron por el altavoz.
Toda la clase suspiro al unisonó.
— ¿Qué es eso? —pregunto
Ram parece preocupado. —Mierda, tío. —Estamos confinados.
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Mi pulso se acelera cuando me llama “Hijo”. Quiero golpearlo, pero tiene un psico—
perro que puede azuzar contra mí. Aunque soy fuerte, definitivamente un perro
entrenado puede patearme el culo.
Una por una, saco todas las cosas de mi mochila. Las pongo en fila.
Un lápiz.
Dos lapiceros.
Un cuaderno.
Un libro Español.
Una botella de Coca—Cola.
El perro empieza a ladrar de nuevo. Espere, yo no tenía ninguna botella de Coca. El
director coge la botella, empieza a desenroscar la tapa y… ¡oh! Mierda! No era una
botella de Cola. Era una botella falsa con…
Una bolsa de hierba. Una grande. Y…
Una bolsa con pastillas blancas y azules dentro.
—Eso no es mío —les digo.
— ¿Entonces, de quién es? —Me pregunta el Director —Dinos nombres.
Estoy bastante seguro de que es de Nick, pero no voy a delatarle. Si algo he aprendido
en México, es que no debo abrir la boca. Nunca. Ni aunque Nick me importe una
mierda, asumiré las consecuencias, me guste o no.
—No tengo nombres. Solo llevo aquí una semana, denme un descanso.
—No damos descansos. En la propiedad escolar esto es un delito grave —dijo uno de
los oficiales, mirando mis tatuajes. Coge la bolsa de pastillas —esto es Oxycodona. Y
esto —dice, abriendo la bolsa de hierba —es suficiente marihuana para que sepamos
que no solo la has estado fumando, la has estado vendiendo.
— ¿Sabes qué significa esto, Carlos? —pregunta el Director.
Si, se lo que significa. Significa que Alex me va a Matar.
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Capítulo 12
KIARA
C
Cuando me entere de que Carlos había sido arrestado, me entraron
ganas de llamar a mi padre. Me dijo que iba a llamar a Alex y enterarse
de qué estaba pasando y dónde estaba Carlos.
Al llegar a casa, mi madre me esperaba en la puerta. — Tu padre ha dicho que llegara
enseguida a casa con noticias sobre Carlos.
— ¿Así que ya sabes lo qué ha pasado?
Ella asiente. — Alex le dijo a tu padre que Carlos insiste en que las drogas no son suyas.
— ¿Alex le cree?
Mi madre suspira, se que quería darme mejores noticias. — Es escéptico.
Mi padre llega a casa con el pelo revuelto como si se hubiera pasado la mano muchas
veces a lo largo del día. — Hora de una reunión familiar, dijo cuando todos estábamos
en el salón, mi padre se aclara la garganta. — ¿Qué os parecería si Carlos se quedará
aquí durante el curso escolar?
— ¿Quién es Carlos? — Preguntó Brandon, dudoso.
— El hermano de uno de mis antiguos estudiantes. Y uno de los amigos de Kiara. —
Papá miró a mamá. — Resulta que donde estaba viviendo es un apartamento para
estudiantes subvencionados. Ya que Carlos no es estudiante de la universidad, el juez
dijo que no era legal que se quedara allí.
— ¿Voy a tener un hermano? ¡Genial! — Gritó Brandon. — ¿Puede dormir en mi
habitación? Podríamos comprar unas literas y todo.
— No te emociones demasiado, Bran. Se quedaría en el cuarto amarillo, — dijo mi
padre.
— ¿Cómo lo está llevando Carlos? — pregunta mi madre.
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— No sé. Creo que después de todo es un buen chico que podría prosperar en un
ambiente familiar y libre de drogas. Me gustaría ayudarlo si todos estáis de acuerdo. O
se queda en nuestra casa, o vuelve a México. Alex dijo que haría lo que fuera por para
mantenerlo aquí.
— A mi me parece bien que se quede aquí, — dije, dándome cuenta después de lo que
acababa de decir, que en realidad me importaba. Todos se merecen una segunda
oportunidad.
Mi padre mira a mamá, acerca su cabeza a la suya. — Mi esposo va a salvar el mundo y
a un chico a la vez, ¿eh?
Él le sonríe. — Si es lo que hay que hacer.
Ella lo besa. — Me aseguraré de que haya sábanas limpias en el cuarto de invitados.
— Me casé con la mejor mujer del mundo, — dice mi padre. — Llamaré a Alex y le diré
que todo está solucionado, — agregó emocionado. El lunes nos reuniremos de nuevo
con el juez. Lo presionaremos para que lo metan en el programa REACH en Flatiron
en lugar de expulsarlo.
Mi padre sale del salón y se dirige a su oficina.
— Está en una misión, — dice mi madre. Tiene esa chispa en la mirada que le aparece
cada vez que se presenta un reto ante él.
Solo espero que mantenga viva esa chispa, porque tengo el presentimiento de que la
paciencia de mi padre, que es igual a la de un santo, está a punto de ser probada.
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Capítulo 13
CARLOS
E
nvíame de vuelta a Chicago y listo — Le digo a Alex el Domingo por la
mañana, después de hablar con mamá . Alex me obligo a decirle lo qué
estaba pasando.
Cuando la policía me escoltó fuera con las esposas no me importo. Ver a mi hermano
venir a la comisaria con cara de frustración y desilusión no me preocupa. Pero hablar
con mi madre y escucharla llorar y preguntarme qué le había pasado a su niñito me
destrozo.
Ella me dijo que no podía volver a México. — Esto no es seguro para ti
— Me dijo —Auséntese, Carlos, mantente alejado — no me sorprendió. Mi vida entera
ha estado llena de gente dejándome o diciéndome que me mantuviera lejos de ellos.
Mi padre, Alex, Destiny, y ahora mama.
Alex está tendido en su cama, se cubre los ojos con el brazo. — Tampoco vas a volver a
Chicago. El profesor Westford y su esposa te dejan quedarte en su casa. Ya está hecho.
Vivir con el profesor significa que también viviré en la misma casa que Kiara. Es una
mala idea en muchos sentidos. — ¿No tengo voto en esto?
— No
— ¡Vete a la mierda!
— Bueno, tú solito te has metido en esta mierda — dijo mi hermano.
— Te dije que esas drogas no eran mías.
Él se sienta. — Carlos, desde que viniste, lo único que has hecho es hablar de drogas.
Encontraron maría en tu taquilla, junto con una insana cantidad de OC. Aunque no
fueran tuyas, tú solito has hecho de chivo expiatorio.
— Es una gran mierda.
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Media hora después de salir de la ducha, Brittany vuelve. Está sentada a la mesa, lleva
un chándal de terciopelo rosa muy sexy que se ciñe a sus curvas. Parece que viviera
aquí… está siempre.
Voy hacia mi cama, deseando que este apartamento no fuera tan pequeño. Soy un tipo
cabreado y con sed de venganza. No voy a descansar hasta que sepa quién puso esa
droga en mi taquilla. Quienquiera que sea, lo va a pagar.
— Espero que no te expulsen — dijo Brittany con tono triste — pero sé que Alex y el
profesor Westford harán todo lo posible para ayudarte.
— No es tan malo — le digo — ahora que me voy, puedes venir aquí cuando te dé la
gana. Tienes suerte.
— Carlos, retroceda — dice Alex rudamente.
¿Por qué tengo que callarme? Es la verdad.
— Lo creas o no, Carlos, quiero que seas feliz aquí. — Brittany me tira un móvil nuevo.
— Toma.
— ¿Para qué? ¿Para qué tú y Alex podáis controlarme?
Ella niega con la cabeza. — No. Sólo pensé que querías tener uno, así puedes llamarnos
si nos necesitas.
Coge el teléfono. — ¿Quién lo paga?
— ¿Importa? — pregunta ella.
Mi familia, obviamente, no se lo puede permitir. Me doy la vuelta. — No lo necesito.
Guárdate tu dinero.
A las pocas horas, los tres nos metemos en el Beemer de Brittany. Debería haber
sabido que Brittany podría venir para llevarme a la casa del Profesor, probablemente
para asegurarse de que estaría fuera de su radar y del de mi hermano.
Alex se adentra por uno de los sinuosos caminos que conducen a las montañas.
Cuando miro a las casas de cualquiera de los lados del camino, es obvio que estamos
entrando en la parte rica de la ciudad. La gente pobre no pone letreros como
PROHIBIDO EL PASO, VÍA PRIVADA. PROPIEDAD PRIVADA,
MONITOREADA POR CAMARA DE VIGILANCIA. Lo sé porque he sido pobre
toda mi vida, y la única persona que conozco que alguna vez ha puesto un letrero
como este es mi amigo Pedro, y en realidad él lo robó del jardín de un rico.
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Nos detenemos en un camino de ladrillo que conduce a una casa de dos pisos
construida a la derecha de la montaña. Me incorporo para disfrutar del paisaje. Nunca
he vivido en un lugar donde no fuera fácil lanzar una piedra a la ventana de la casa del
vecino.
Uno pensaría que estoy encantado por tener la oportunidad de vivir en una casa de
lujo, pero eso sólo me recuerda que soy un extraño. No soy idiota, se que tan pronto
como salga de aquí voy a ser tan pobre como siempre, o voy a acabar en la cárcel. Este
lugar es solo una broma, y no puedo esperar para largarme de aquí.
Tan pronto como aparcamos, Westford sale de la casa. Es un hombre alto con el pelo
gris y un montón de arrugas alrededor de los ojos, como si hubiera sonreído mucho a
lo largo de los años, y su piel se rebelara.
Incluso antes de salir del coche, tres personas más salen de la casa. Es como un
maldito desfile de gente blanca, cada una más blanca que la anterior.
Cuando Kiara sale, su rostro familiar es tanto un alivio como una molestia. En una sola
mañana pase de manipular su taquilla a ser esposado y llevado a la cárcel. Mi vida pasó
de la diversión a joderse en cuestión de horas.
Kiara lleva su pelo castaño claro recogido, y lleva unos vaqueros cortos y una camiseta,
holgada color verde vómito. Definitivamente no se ha vestido para mi llegada, eso
seguro. Todavía tiene manchas de suciedad o de grasa marrón en la mejilla y las
manos.
Junto a Kiara está su hermano. Debe de haber sido un error o una idea de último
momento porque parece que va a preescolar. El niño es un desastre. Tiene restos de
manchas de chocolate por toda la barbilla.
— Esta es mi esposa, Colleen — dice él, señalando a la mujer delgada a su lado — y mi
hijo, Brandon. Por supuesto, ya conoces a mi hija Kiara.
El profesor y su esposa llevan camisetas blancas de golf a juego. Me los imagino
jugando al golf en un caro club los fines de semana. Brandon podría salir en pelis o
anuncios. Es tan molestamente hiperactivo que te hace querer darle tranquilizantes
para dejarlo K.O.
Mientras Brittany y Alex le dan la mano a la esposa del Profesor y los niños, Kiara se
acerca a mí.
— ¿Estás bien? — pregunta tan bajo que apenas puedo oírla.
— Estoy bien —murmuro. No quiero hablar del arresto y de cómo me llevaron en la
parte trasera del coche de policía al reformatorio.
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Maldita sea, esto es raro. El niño pequeño, Brandon, tira de mi pantalón. Sus dedos
están manchados de chocolate derretido. — ¿Juegas fútbol?
— No — Miro a Alex, que no parece darse cuenta o no le importa que el enano haya
manchado mis pantalones.
La señora Westford me sonríe mientras aleja a Brandon de mí. — Carlos, ¿porqué no
te tomas unos minutos para acomodarte? Luego ven al patio a comer algo. Dick, lleva
a Carlos arriba y enséñale la casas.
¿Dick1? sacudo la cabeza. ¿El profesor no tiene ningún problema con que le llamen
Dick? Si mi nombre fuera Richard, me haría llamar Richar, o Rich… no Dick. Mierda,
incluso no me importaría que alguien me llamara Chard.
Cojo mi mochila.
— Carlos, sígueme — dice Westford — te voy a mostrar todo. Kiara, ¿por qué no les
enseñas a Brittany y a Alex tu coche?
Los demás siguen a Kiara, mientras yo sigo al Profesor Dick.
— Esta es nuestra casa — dice Westford. Como sospechaba, el interior es tan grande
como el exterior. No es tan grande como la casa de Madison, pero todavía más grande
qué los demás sitios donde he vivido. Hay grandes cuadros en el pasillo. Tienen una
magnifica TV de pantalla plana colgado en la pared sobre la chimenea, — siéntete
como en casa.
Sí, claro. Esta es mi casa, igual que la Casa Blanca.
— Aquí está la cocina —dice, llevándome a una gran habitación, con un gran frigorífico
de acero inoxidable, y aparatos para cocinar. La encimera es negra con pequeñas
piedras que lucen como si fueran diamantes incrustados — si quieres algo del frigorífico
o de la despensa, no lo dudes. No te sientas como si tuvieras que pedir permiso.
A continuación, lo sigo por un tramo de escaleras alfombradas. — ¿Alguna pregunta
hasta ahora? — pregunta él
— ¿Tienes un mapa de la casa? — le pido.
Él se ríe. — Ya te acostumbrarás a todo en un par de días.
¿Quieres apostar?
1
Dick: En inglés es una forma común de pene xD
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Tengo un gran dolor de cabeza, siento pinchazos, me gustaría estar en algún sitio
donde no tuviera que fingir ser un buen chico que vive en una mini mansión con una
chica que pone galletas en su taquilla y un enano que piensa que todos los mexicanos
juegan fútbol.
Arriba, al final del largo pasillo, está el dormitorio de los padres. Doblamos la esquina
y Westford señala una de las habitaciones. — Esta es la habitación de Kiara. La puerta
del otro lado del pasillo, junto a la habitación de Brandon, es el cuarto de baño que
compartirás con los chicos, — echó un vistazo al baño, tiene dos lavabos de lado a lado.
Abre la puerta que está al lado del dormitorio de Kiara y me hace gestos para que
entre — esta es tu habitación.
Observo lo que va a ser mi dormitorio. Las paredes son amarillas, con cortinas de
lunares colgando de las ventanas. Parece la maldita habitación de una niña. Me
pregunto si permaneceré aquí el tiempo suficiente para verme obligado a
masculinizarla. Hay un escritorio en un lado, con un armario junto a él, un aparador al
otro lado de la habitación y una cama con una manta amarilla junto a la ventana.
— Se que no es una habitación muy masculina, mi esposa la decoró hace tiempo, —
dice Westford, a modo de disculpa — se suponía que iba a ser su taller de muñecas de
porcelana.
¿Está de broma? ¿Taller de muñecas de porcelana? ¿Qué demonios son las muñecas
de porcelana y porqué un adulto desearía una habitación llena de ellas? Tal vez sean
cosas de los ricos blancos, porque yo no conozco a ninguna familia mexicana que tenga
una habitación solamente para sus malditas muñecas.
— Imagino que podemos conseguir un poco de pintura y hacer la habitación más
cómoda para ti. — dice.
Mis ojos miran las cortinas de lunares. — Va hacer falta mucho más que pintura —
murmuro — pero no importa, porque no planeo quedarme mucho tiempo aquí.
—Bueno, supongo que es un buen momento para repasar las normas de la casa — mi
tutor temporal se sienta en la silla que hay junto al escritorio.
— ¿Normas? —una sensación de temor me recorre el cuerpo.
— No te preocupes, son pocas. Pero espero que se cumplan. En primer lugar, ni
drogas ni alcohol. Como sabes, la marihuana no es difícil de conseguir en esta ciudad,
pero tienes que mantenerte limpio por orden judicial. Segundo, no decir palabrotas.
Tengo un hijo de seis años que es muy impresionable, y no le quiero oír maldiciendo.
Tercero, el toque de queda es a medianoche de lunes a viernes, y las dos de la mañana
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los fines de semana. Cuarto, esperamos que seas aseado y ayudes en casa cuando haga
falta, al igual que nuestros propios hijos. Quinto, no hay televisión a menos que hayas
terminado los deberes. Sexto, si traes a una chica, tu habitación debe mantener la
puerta abierta… por razones obvias — se frota la barbilla, al parecer en busca de mas
normas — creo que eso es todo, ¿alguna pregunta?
— Sí, una. — Meto las manos en los bolsillos, preguntándome cuánto tardará el
profesor Dick en darse cuenta de que soy anti reglas. — ¿Qué ocurre si rompo alguna
de tus putas normas?
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Capítulo 14
KIARA
N
o sé si alguien más en mi familia se dio cuenta, pero Carlos nos miraba
como si fuéramos un grupo de alienígenas enviados a la tierra para
acabar con él. Definitivamente no está contento por tener que vivir con
nosotros.
Me pregunto qué dirá cuando le digan que o bien es expulsado o va al programa
REACH después de clase. REACH es para adolescentes problemáticos. Pueden asistir
a la escuela durante un período de prueba. Mi padre me dijo que Carlos no sabe que
REACH es su única opción. No quiero estar en casa cuando Alex y mi padre le den la
noticia.
Alex está mirando el nuevo espejo retrovisor que acaba de instalar. No se puede
resistir, Alex levanta el capó e inspecciona el motor.
— Es un V8 estándar Le digo a Brittany, que está de pie junto a él.
Alex se ríe. —Eso no quiere decir nada para mi novia. A Brittany ni siquiera le gusta
echar gasolina.
Brittany le golpea suavemente el brazo. — ¿Me tomas el pelo? Cada vez que intento
arreglar algo del coche, Alex no me deja. Admítelo, Alex.
— Mamacita, sin ofender, pero ni si quiera sabes qué es la junta del alternador.
— Y tú no sabes de gel acrílico, —dice con aire de suficiencia Brittany, con las manos en
las caderas.
— ¿Seguimos hablando de coches?, pregunta.
Brittany niega con la cabeza. — Yo hablo de uñas.
— Ya me lo imaginaba. Tú quédate con las uñas, y yo me quedo con los coches.
Alex sonríe con picardía mientras le cierra la boca a su novia.
— Creo que estamos listos para comer, mi padre grita desde la puerta principal.
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— ¿De qué clase? No veo tenis o golf, si eso es lo que quieres decir.
—No hablo de ver deportes, tonto —dice Brandon, riéndose de él.
—Hablo de practicarlos. Mi mejor amigo, Max, juega al fútbol americano, y tiene mi
edad.
—Bien por él, —dice Carlos mientras da un mordisco a la hamburguesa de salmón.
— ¿Juegas al fútbol?, —pregunta Brandon.
—No.
— ¿Béisbol?
—No.
Brandon está en racha y no se detendrá hasta que haya encontrado la respuesta que
está buscando. — ¿Tenis?
—De eso nada.
—Entonces, ¿a qué deporte juegas?
Carlos deja de comer. ¡Oh, no! Tiene un brillo rebelde en sus ojos mientras dice, —El
tango horizontal.
Mi madre y Brittany comienzan a atragantarse. Mi papá dice, —Carlos. . . —Con el tono
de advertencia que reserva para casos extremos.
— Realmente bailar no es un deporte, —dice Brandon a Carlos, ajeno a la conmoción
del el resto de la mesa.
—Cuando lo hago yo sí —dice Carlos.
Alex se queda quieto y dice entre dientes —Carlos, vamos a hablar. En privado. Ahora.
Alex entra en la casa. No estoy seguro de si Carlos le va a seguir. Duda, después
arrastra la silla por las baldosas del patio y se dirige al interior. Oh, definitivamente esto
no va a ser bonito.
Brittany se echa las manos a la cabeza. —Por favor, avísame cuando dejen de discutir.
Brandon se vuelve hacia mi padre con sus grandes e inocentes ojos.
—Papá, ¿sabes cómo se hace el tango horizontal?
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Capítulo 15
CARLOS
—¿D
isfrutas siendo un pendejo? —me pregunta mi hermano
en la cocina, fuera del alcance del oído de los gringos.
—Eh. . . sí. Tuve el mejor maestro. ¿Verdad, Alex?
Desde que nuestro padre fue asesinado cuando yo tenía cuatro años, Alex se convirtió
en el hombre de la casa desde que tenía seis. Él podría ser mayor que yo, pero no lo
veía como un modelo a respetar.
Mi hermano se apoya en la encimera de la cocina y se cruza de brazos.
—Este es el trato: te arrestaron con drogas. Me importa una mierda si era tuya o no, tú
eres al único que arrestaron. Por lo tanto, o aceptas vivir aquí sin causar problemas, o
te enviamos a un reformatorio con guardias vigilándote a cada movimiento. — ¿Qué va
a ser?
— ¿Por qué no puedo regresar a Chicago? Tenemos familia. Mis antiguos amigos están
allí.
—No es una opción. —Antes de que pudiera responder, dice Alex —No quiero que
acabes mezclándote con los Latino Blood. Además, Destiny no te está esperando, si es
lo que piensas.
Destiny y yo rompimos el día que mi familia hizo las maletas y se mudó a México. Ella
dijo que era inútil mantener una relación a distancia, cuando probablemente no nos
volveríamos a ver. La verdad es que si no fuera por Alex nosotros nunca habríamos
dejado Chicago. Y si no hubiéramos dejamos Chicago, Destiny y yo seguiríamos juntos
y yo no tendría que vivir atrapado en una habitación con unas malditas cortinas
amarillas de lunares.
Espero que todos en mi vida me dejen en algún momento. Desde Destiny, no me he
permitido involucrarme emocionalmente con nadie. Si me permito tener interés en
alguien, me dejan, me apartan, o mueren. Así ha sido y será siempre.
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—Me quedaré aquí por ahora, pero algún día no muy lejano volveré a Chicago, con o
sin tu ayuda. Vuelve a tu apartamento y no te metas en mi vida. —Empuje a mi
hermano y entre en mi cuarto cerrando la puerta de golpe tras de mí. Pero el edredón
amarillo me recuerda que este no es mi cuarto. ¡Mierda!
Me alegro de que Alex no me siguiera. Tengo que estar solo para resolver lo que paso
el viernes. ¿Quién puso las drogas en mi taquilla? ¿Fue Nick? Madison, que llegó
tarde a biología. ¿O era una señal de los Guerreros que no importa a dónde vaya ellos
me encontraran?
Veo mi mochila en el suelo, la abro y guardo la ropa en su sitio... En realidad, la tiro a
los cajones, sin molestarme en colgarla. De todos modos no tengo nada que haya que
colgar. Saco el cepillo de dientes y la maquinilla de afeitar y entro en el cuarto de baño
del pasillo. Supongo que el lavabo con el banquillo es de Brandon, lo compartiré con
él. Lo último que necesito es abrir los cajones y encontrarme tampones, maquillaje, u
otra mierda femenina.
Meteré mi maquinilla de afeitar y el cepillo de dientes en un cajón vacío, uno sin gel de
baño con dibujos animados en el. Entre los lavabos, pegado al gran espejo, hay un
pequeño trozo de papel.
HORARIO SEMANAL PARA DUCHARSE
Lunes, miércoles y viernes: 6:25—6:35 Kiara
Lunes, miércoles y viernes: 6:40—6:50 Carlos
Martes y jueves: 6:40—6:50 Kiara
Martes y jueves: 6:25—6:35 Carlos
¿Cuándo debo informarle a Kiara de que nadie va a decirme cuanto me tengo que
duchar? Me doy largas duchas cuando estoy caliente, sudoroso, y cabreado. Como
ahora mismo.
Como si fuera poco ser arrestado por algo que no hice, ahora tengo que
compartir una casa con un montón de desconocidos que hacen ensalada de espinacas.
Vuelvo a mi habitación, pero cuando veo la puerta de Kiara entreabierta tengo
curiosidad. Sé que todavía está comiendo, así que entro. Su escritorio está lleno de
libros y papeles sueltos. Hay un corcho encima de su escritorio con distintas frases que
pertenecen a un manual de autoayuda:
No tengas miedo de ser único, amate a ti mismo antes de amar a otros. Dame un puto
descanso. ¿Ha leído esa basura antes de bajar?
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Unas cuantas fotos de Kiara y ese chico que se sienta con ella en el comedor todos los
días. En una de ellas están haciendo senderismo o algo en una montaña, y en otra en
tablas de snowboard. En las fotos, Kiara se está riendo.
Cojo uno de los cuadernos de su escritorio y hojeo las páginas. Paro cuando veo
REGLAS DE LA ATRACCIÓN escrito en la parte superior de una de las páginas.
Mis ojos inmediatamente se centran en las palabras.
—Alegre, simpática —enumeradas como los rasgos de Kiara. Me rio, a continuación,
veo la siguiente columna. Ella busca un chico que sea seguro, bueno, que sepa arreglar
coches, y que le gusten los deportes. ¿Quién demonios escribe estas cosas? Me
sorprende que no escribiera que busca un chico que le frote los pies y le bese el culo.
Las páginas siguientes son dibujos a lápiz de su coche. Oigo el chirrido de la puerta del
dormitorio. Oh, mierda. No estoy solo.
Kiara está de pie en la puerta en estado de shock. Detrás de ella está el chico de las
fotos. Kiara se sorprende de encontrarme en su cuarto, sujetando su cuaderno.
—Necesitaba papel —digo, manteniendo un tono casual al dejar caer el cuaderno en su
escritorio.
El chico se me acerca. —Yo, yo, ¡que pasa tío! —dice.
Me pregunto qué diría el profesor Dick si le pateó el culo al novio de Kiara el primer
día. Nunca dijo que ninguna de las normas fuera meterse en problemas.
Le miro con recelo y camino hacia la puerta.
Kiara revuelve rápidamente su escritorio y saca otro cuaderno. Lo pone en mi mano. —
Aquí, —dice ella, con tono alarmado.
Miro el cuaderno que no necesito, molesto porque me siento como un jalapeño
atrapado en un plato de frutos secos… en un lugar al que no pertenezco y
definitivamente no es una buena mezcla.
Estoy en un callejón sin salida —Hasta luego… tío —vuelvo a mi habitación amarillo
canario, oficialmente estoy en el infierno.
Miro por la ventana, calculando la altura que hay para poder escaparme de vez en
cuando y conseguir un poco de libertad. Algún día podría escapar y no mirar atrás.
—Carlos, ¿puedo pasar? —oigo la voz de Brittany a través de la puerta.
Cuando abro la puerta, aparece sola la novia de mi hermano. —Si vas a
sermonearme, ahórratelo —le digo
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—No he venido a sermonearte, —dice, sus ojos azules brillan con compasión. Me
esquiva y entra en la habitación. —Aunque estoy segura de que en casa tus amigos
aprecian tus proezas sexuales, jactarse delante de un niño de seis años y sus padres
probablemente no es la mejor idea.
Alzo la mano, impidiéndole continuar. —Antes de que sigas, te voy a ser sincero y decir
que esto suena sospechosamente como un sermón.
Se ríe. —Tienes razón. Lo siento. La verdad es que he venido para darte el móvil. Sé
que tú y Alex a veces sois como el agua y el aceite, así que aquí estoy si quieres hablar
con alguien neutral. He guardo nuestros números en la agenda. Ella deja el teléfono
sobre el escritorio...
Oh, no. Siento que está intentando ser como la hermana que nunca tuve, pero eso no
me entusiasma. Ni de coña, así que decido comportarme como un imbécil. — En
realidad en mi es algo natural, no es nada nuevo.
— ¿Coqueteas conmigo? Pensaba que eras la novia de mi hermano. Sinceramente,
Brittany, salir con chicas blancas esta pasado de moda. Sobre todo con el pelo rubio y
la piel color pegamento Elmer. — ¿Nunca has oído hablar de los rayos uva?
Bueno, el comentario del pegamento Elmer's fue un poco excesivo. Brittany tiene un
resplandor dorado en la piel, pero el insulto la alejara. Lo hago con mamá, Luis y
Alex. Nunca falla.
Hago una gran demostración abriendo el cajón del escritorio y tiro el teléfono dentro.
— Llegara el día —dice ella. — No tengo ninguna duda de que llamaras.
Suelto una breve carcajada. —No tienes ni idea de quién soy, ni de lo qué voy a hacer.
— ¿Quiere apostar?
Doy un paso hacia ella, invadiendo su espacio personal para que retroceda y vea que
hablo en serio. — No me cabrees, zorra. En México iba con pandilleros.
No se aparta. En cambio, dice — Mi novio era un pandillero, Carlos. — Y no me dais
miedo.
— ¿Nadie te ha dicho que serias la mamacita perfecta para demostrar la teoría de rubia
tonta?
En vez huir de miedo o ponerse furiosa, da un paso adelante y me besa la mejilla. —
Te perdono —dice ella, sale del cuarto y me deja solo.
— No he pedido tu perdón. ¿O quieres que te lo repita de nuevo?, pero ya se ha ido.
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Capítulo 16
KIARA
—N
o creo que quisiera papel—dice Tuck mientras se tumba en la
silla de mi escritorio. —Estaba fingiendo créeme, lo supe en
cuanto lo vi.
Suspiro y me siento en la cama. — ¿Era un cebo lo de yo, yo, ¡que pasa tío!? A veces
Tuck sólo habla para divertirse. No creo que Carlos aprecie el humor de Tuck.
— Lo siento, no pude evitarlo. Se cree tan duro que quería bajarle los humos. —Tuck
alza la vista. —Tengo una gran idea. Fisguemos su cuarto.
Sacudo la cabeza. —De ninguna manera. Además, probablemente esté en su cuarto.
— Tal vez a vuelto abajo con el resto de su familia. No lo sabremos a menos que lo
comprobemos.
— Esa es una mala idea.
— Oh, vamos, —gimotea como mi hermano cuando no se sale con la suya.
— Pasemos un buen rato. Me aburro y tengo que marcharme pronto.
Antes de que me dé tiempo para asimilar lo que Tuck está a punto de hacer, él
desaparece por el pasillo. Oigo sus pasos hacia la habitación de Carlos. Oh, no.
Definitivamente esto no es bueno. No es bueno en absoluto. Agarro a Tuck por el
brazo y trato de tirar de él, pero no se mueve. Debería saberlo mejor. Cuando Tuck
está en una misión, nada puede detenerlo. Se parece un poco a mi padre.
La puerta de Carlos está entreabierta. Tuck mira en el interior. —No le veo —dice
Tuck.
— Eso es porque estaba echando una meada —dice Carlos detrás de mí.
Oh. No. Nos han pillado.
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Soy un desastre contengo el aliento y pellizco a Tuck. Esta misión realmente no era
una de sus grandes ideas. Me pregunto si Carlos tomará represalias con alguno de sus
trucos.
— Estábamos, eh, preguntándonos si te había sido útil el cuaderno de Kiara, —dice
Tuck, sin la más mínima vergüenza de ser descubierto y sin pensarlo mucho. — ¿O si
necesitas hojas sueltas? Porque podríamos buscar algunas sí te hacen falta.
— Eh—ehh, —dice Carlos.
Tuck le tiende la mano. — Por cierto, creo que no hemos sido formalmente
presentados. Soy Tuck. Ya sabes, rima con luck (suerte).
— Y fuck (joder) —añade Carlos.
— Sí, eso también —dice Tuck, tranquilamente. Señala a Carlos con una falsa gran
sonrisa. —Eres rápido con las remontadas, amigo.
Carlos señala a Tuck con un chasquido. —No soy tu amigo, idiota.
Suena el móvil de Tuck. Lo saca de su pantalón y contesta: —Voy para allá —se encoge
de hombros y me dice. —Bueno, me voy. Mi padrastro, Rick, y mi madre me hacen ir
a alguna estúpida clase de nudos. Kiara, te veré mañana en la escuela. —Se vuelve
hacia Carlos. — Nos vemos, amigo.
Al instante Tuck desaparece de mi vista, me quedo de pie junto a Carlos en el pasillo.
Da un paso hacia mí. Cuando Carlos mira fijamente, es muy intimidante, adrede o no.
Es como una pantera dispuesta a saltar, o un vampiro dispuesto a succionar la sangre
de cualquiera que se interponga en su camino.
— Por cierto, que no necesitaba el papel. Tú chico Tuck tenía razón. Estaba espiando.
Camina hacia su habitación, pero se da la vuelta antes de cerrar la puerta. —Las
paredes son finas. Es probable que quieras recordarlo la próxima vez que tú y tu novio
habléis sobre mí —dice, dando un portazo.
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Capítulo 17
CARLOS
P
or la noche, me llaman del despacho que el profesor tiene en casa.
Espero que este enfadado. Sinceramente, quiero que lo esté. Si él o el
juez del tribunal de menores pensaban que traerme aquí me iba a
reformar o cambiar, se equivocaban de nuevo. Es puro instinto lo que me hace rebelde
cada vez que alguien trata de controlar mi vida e imponerme reglas.
El profesor Westford flexiona sus brazos y se inclina hacia delante en su silla, que está
frente al pequeño sofá en el que estoy sentado. — ¿Qué quieres, Carlos? —me
pregunta.
¿Eh? Me siento atrapado y con la guardia baja. No esperaba que dijera eso. Quiero
regresar a México y seguir viviendo la vida a mi manera. O volver a Chicago, donde
están mis amigos y primos con los que crecí... Desde luego no puedo decirle que me
gustaría que regresara mi padre.
Westford suspira al no contestarle. —Sé que eres un chico duro —dice —Alex me dijo
que te metiste en algunas problemas en México.
— ¿Y?
— Así que sólo quiero que sepas que aquí puedes empezar una nueva vida, Carlos.
Creo que hemos empezado con el pie izquierdo, pero puedes hacer borrón y cuenta
nueva y empezar de nuevo. Alex y tu madre quieren lo mejor para ti.
— Oye, Dick. Alex no me conoce.
— Tu hermano te conoce mejor de lo que crees. Y os parecéis más de lo que tú quieres
creer.
— Me conocía. Usted tampoco, me conoce. Y para ser honesto, no me da mucha
confianza a alguien como usted. Que le abre su casa a un chico que ha sido arrestado
por drogas. ¿Cómo es que no tiene miedo de tenerme aquí?
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¿Me toca a mí? Este chico tiene serios problemas si piensa que es un buen cambio. —
Te diré qué. Mañana después de la escuela voy a jugar al fútbol contigo. Si consigues
marcarme un gol, juego contigo a los soldados.
El niño parece confundido. — Pensaba que no jugabas al fútbol.
— Te mentí.
— Se supone que puedes mentir.
— Sí, bueno, cuando seas adolescente lo harás todo el tiempo.
Él niega con la cabeza. —No creo.
Me río. —Llámame cuando tengas dieciséis años. Te garantizo que vas a tener una
opinión diferente —le respondo, dirigiéndome a mi habitación. Kiara está en el pasillo.
Su coleta está suelta, y la mayoría del pelo ha logrado escapar. Nunca he conocido a
una chica que se preocupe tan poco por su apariencia.
— ¿Dónde vas tan bien vestida? —bromeo.
Se aclara la garganta, como si se atragantara. — Yoga —dice.
— ¿Para qué?
— Ejercicio. Tú… ¿quieres venir?
— Qué va. —Siempre he tenido la teoría de que las personas que hacen yoga tienen el
cuello rígido como un collarín, porque la mayor parte del día lo pasan sentados sobre
el culo. Comienza a alejarse, pero la llamo.
— Kiara, espera. —Se da la vuelta— Dile a Tuck que permanezca fuera de mi camino. Y
sobre tu horario de ducha reprográmalo...
Voy a hacerle saber quién manda aquí. Su padre podrá tratar de dictar reglas que no
tengo intención de seguir, pero nadie, especialmente una gringa, me va a decir cuando
me puedo duchar. Me cruzo de brazos y le digo— yo no obedezco listas.
— Bueno, yo lo ha—hago, porque me he acostumbrado a ello —dice ella, y se aleja de
mí y camina directamente hacia las escaleras.
Me quedo en mi cuarto hasta la mañana siguiente, cuando escucho la voz de fuelle del
profesor a través de la puerta. — Carlos, si no estás preparado, es mejor que te des
prisa. Nos vamos en hora y media.
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Cuando escucho sus pasos alejándose, me arrastro fuera de la cama y meto la cabeza
en el baño. Abro la puerta y encuentro a Brandon cepillándose los dientes. Está
manchando de pasta de dientes todo el lavado y en la boca, parece que tiene la rabia.
— Date prisa, cachorro. Me tengo que duchar.
— No sé qué significa cha—cha—cho—ro—ro.
El niño no habla bien español, eso es seguro. — Muy bien —le respondo — No se
supone que tengas que saberlo.
Brandon termina, mientras me apoyo contra la puerta. Oigo abrirse la puerta de Kiara.
Sale de su habitación, pulcramente vestida. Bueno, exactamente eso no puede llamarse
vestirse. Lleva el pelo recogido en una cola de caballo, es su firma, una camiseta
amarilla con la palabra Adventureland escrita, unos holgados pantalones marrones, y
botas de montaña.
Me mira y sus ojos se agrandan como platos y se le pone la cara roja. Mira hacia otro
lado.
— ¡Ja, ja, ja! —Brandon se ríe, señalando mis calzoncillos bóxer. Miro hacia abajo para
asegurarme de que no demuestro mi propia “alegría”. — ¡Kiara ha visto tu ropa
interior! ¡Kiara ha visto tu ropa interior! —Canta.
Ella baja y desaparece de mi vista en cuestión de segundos.
Miro mal a Brandon. — ¿Alguien te ha dicho alguna vez que a veces eres un
mierdecilla muy molesto?
Brandon se tapa la boca y aguanta la respiración. — Has dicho una palabrota.
Pongo los ojos en blanco. Definitivamente voy a tener que empezar a hablar en
español cuando el este cerca, para que no sepa lo que digo. O engañarlo con su propio
juego. — No, no la he dicho. He dicho que dejaras un poco de ser tan “molesto”.
— No, no lo has hecho. Has dicho mierda.
Me tapo la boca y suspiro. Le señalo y muevo el dedo como un niño de dos años, y le
digo: — Tú eres el que acaba de decir una palabrota.
— Tú la has dicho en primer lugar, Carlos —argumenta— Sólo estaba repitiendo lo que
has dicho.
— Dijiste, muerda. O, algo que rima con eso. Lo escuche —Abro mi boca para
protestar. No estoy realmente seguro de que hacer, pero el pequeño diablo no lo sabe
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Capítulo 18
KIARA
A
sí que no es un secreto lo que Carlos usa para dormir. Bóxers. Eso es
todo. Tuve que apartar la vista en el pasillo, porque estaba mirándole
fijamente. Tiene más tatuajes además de los de sus brazos. Tiene uno
pequeño en el pecho con forma de serpiente, y cuando baje la mirada conseguí ver
unas letras rojas y negras asomando de sus calzoncillos. Me fascinaría saber lo que
significan y por qué se los hizo, no hay forma de que pueda preguntarle.
Mi madre se marcho hace una hora más o menos para abrir su tienda. Es mi turno de
hacer el desayuno para todos. Mi padre devora los huevos y el pan tostado que acabo
de poner en su plato. Sé que está esperando a Alex y probablemente, pensando el
discurso que él y Alex le van a dar a Carlos esta mañana.
Definitivamente no quiero estar aquí durante la conversación, y me siento más o
menos culpable por desafiar a Carlos anoche. La última cosa que necesita ahora es a
otra persona que él piensa que está en su contra.
—Papá, —digo mientras me siento a su lado en la mesa. — ¿Qué vas a decirle?
—La verdad. Que después de que el juez confirme la custodia temporal, espero que le
dejen inscribirse en el programa REACH en vez de pasar un tiempo detenido.
— No le va a gustar.
—No tiene elección. —Mi padre me da un golpecito en la mano. —No te preocupes,
todo se arreglara.
— ¿Como lo sabes? —pregunto.
—Porque en el fondo sospecho que él quiere reformare, y el juez quiere mantener a los
chicos en la escuela. Para ser honesto, no estoy seguro de que Carlos sepa lo mucho
que quiere que todo le vaya bien.
—Es una especie de idiota.
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—Es un pretexto por algo más profundo. Sé que definitivamente va a ser un reto. —
Inclina su cabeza hacia un lado y me mira reflexivamente. ¿Estás segura que no tienes
ningún problema con que él se quede aquí?
Me pongo en su lugar y me pregunto si alguien intentaría ayudarme. ¿No es eso por lo
que hemos sido puestos en la tierra, para construir un lugar mejor? No es una causa
religiosa, es de carácter humanitario.
Si Carlos no se puede quedar aquí, quien sabe donde acabara. —Me parece bien que se
quede aquí, —digo. En serio. —Mi padre, con su psicología y su infinita paciencia, será
capaz de ayudar a Carlos. Y mi madre. . . bueno, si puedes ver más allá de sus rarezas,
ella es genial.
—Brandon, ¿Donde está Carlos? —pregunta mi padre cuando mi hermano llega
saltando por las escaleras.
—No lo sé. Creo que está en la ducha.
—De acuerdo. Bueno, desayuna. El autobús estará aquí en diez minutos.
Cuando dejamos de escuchar el agua de la ducha, indicando que Carlos ya ha
terminado, es la señal de mi padre. —Bran, trae tu mochila. El bus estará aquí en
cualquier momento.
Mientras mi padre se apresura a sacar a Brandon de casa para coger el autobús, hago
un par de huevos revueltos para Carlos.
Le escucho bajar las escaleras antes de verlo. Lleva unos vaqueros azul oscuro rasgados
en las rodillas, y una camiseta negra que no tiene pinta de haber sido lavada muchas
veces. . . pero imagino que es suave y cómoda.
—Toma, murmuro, poniendo los huevos y el pan tostado cuidadosamente en la mesa
con un vaso de zumo recién hecho.
—Gracias. —Se sienta lentamente, obviamente sorprendido de que le hiciera el
desayuno.
Mientras come, lleno el lavavajillas y saco los almuerzos que preparo mamá para
nosotros. Minutos más tarde, regresa mi padre acompañado por Alex.
—Buenos días, hermano, —dice Alex mientras se sienta al lado de Carlos.
— ¿Listo para ir a la corte?
—No.
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Cojo las llaves del coche y la mochila, para que puedan estar solos. Mientras conduzco
hacia la escuela, me pregunto si debería haberme quedado de mediadora. Porque tres
hombres juntos, especialmente si dos de ellos son los hermanos Fuentes que son de
carácter fuerte, puede ser una mezcla peligrosa. Especialmente cuando uno de ellos
está a punto de ser forzado a ingresar en un programa para delincuentes después de
clase. Doy por hecho que cuando se lo digan, Carlos se pondrá hecho un balístico.
Mi pobre padre no tiene ninguna oportunidad.
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Capítulo 19
CARLOS
—E
ntonces, ¿qué estás haciendo aquí? —le pregunto a mi hermano
otra vez.
Miro a Westford, con una taza de café en la mano.
Definitivamente pasa algo.
— Alex quería estar aquí cuando habláramos de lo va a pasar hoy. Vamos a pedirle al
juez que me deje tu custodia, a cambio de tu cooperación y participación en un
programa especial después de la escuela.
Miro mi desayuno, lo dejo a medio comer, y dejo el tenedor —Pensé que íbamos a la
corte para que le dieran mi custodia. Ahora siento como si estuviera a punto de recibir
un disparo con los ojos vendados y me hubieran dado el último cigarrillo.
— En realidad no es para tanto —dice Alex— Se llama REACH.
Westford se sienta frente a mí —Es un programa especial para adolescentes
complicados.
Veo a Alex decírmelo de forma entendible.
Alex se aclara la garganta— Es para chicos que han tenido problemas con la ley, Carlos.
Irás allí directamente después de la escuela. Todos los días —añade.
¿Estáis de broma? —Te dije que las drogas no eran mías.
Westford deja la taza sobre la mesa —Luego me dirás quien te las dio.
— No tengo nombres.
— No es suficiente —dice Westford.
— Es un código de silencio —dice Alex.
Westford no lo entiende — ¿Un código de silencio?
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Alex alza la vista— Conozco a un miembro de los Guerreros del barrio —dice—. Un
código de silencio protege a todos los miembros. Él no lo dirá, aunque sabe quién es el
responsable.
Westford suspira— Un código de silencio no lo va a ayudar, pero lo entiendo. No
quiero hacerlo, pero lo hago. Y eso no nos deja otra opción que pedir al juez que le
deje entrar en el programa REACH. Es un buen programa, Carlos, y es mejor que ser
expulsado de la escuela o ir al reformatorio. Te graduaras y podrás optar a la
universidad.
— No voy a ir a la universidad.
— Entonces, ¿qué vas a hacer después de la secundaria? —me pregunta Westford. —Y
no me digas que traficar con drogas, porque hay un policía fuera.
— ¿Y usted que sabe, Dick? para usted es fácil sentarse aquí en su casa de dos pisos y
comer comida orgánica de mierda. Cuando hayas caminado un día en mis zapatos, me
podrás dar la charla. Hasta entonces, no quiero escucharle.
— Mamá quiere que tengamos una vida mejor que la de ella —dice Alex —Hazlo por
ella.
—Lo que sea —le digo mientras dejo mi plato en el fregadero.
Definitivamente he perdido el apetito —Muy bien, vamos a esa mierda de una vez.
Westford recoge su maletín y suspira aliviado — ¿Listos, muchachos?
Cierro los ojos y me los froto. Supongo que sería una ilusión pensar que los abriría y
por arte de magia estaría en Chicago —En realidad no quieres que responda, ¿verdad?
Una media sonrisa cruza su cara —En realidad no. Y tienes razón, no he caminado en
tus zapatos. Pero, tú tampoco has andado en los míos.
— Venga, profesor. Me apostaría el huevo izquierdo a que el mayor problema al que se
ha tenido que enfrentar ha sido decir a qué club de campo pertenecer.
—Yo no haría esa apuesta, si fuera tú —dice mientras salimos de la casa. —Ni siquiera
pertenezco a un club de campo.
Cuando llegamos a su coche, o lo que creo que es su coche, doy un paso atrás.
— ¿Qué es esto?
— Un Smart.
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— Y para que lo sepas, —dice Morrisey mientras saca un manual del estudiante y va
pasando las páginas —Hacemos pruebas aleatorias de drogas a todos los estudiantes
durante todo el año. Si nos encontramos con una sustancia ilegal en tu sistema o en tu
persona en cualquier momento, tu tutor será notificado y podrás ser expulsado de
REACH y expulsado de la escuela. De forma permanente. La mayoría de los
adolescentes terminan encerrados por cualquier violación.
Morrisey nos da a Westford y a mí una copia de la normativa de REACH Después se
cruza de brazos y sonríe, pero esa sonrisa no me engaña. Es un culo gordo que no
toma prisioneros. — ¿Alguna pregunta? —pregunta, con su apacible voz… pero no
tengo ninguna duda de que su voz puede ser más fuerte que la orden de que cualquier
sargento.
El profesor me mira y a continuación, dice: — Creo que estamos bien.
—Genial. Entonces solo nos queda una cosas más antes de que puedas volver a la
escuela —desliza una hoja de papel hacia nosotros—. Este es un contrato de
responsabilidad con las normas de REACH, donde pone que comprendes y aceptas
regirte por ellas.
Inclinándome hacia adelante, me doy cuenta de que hay tres líneas en la firma. Una
para mí, una para los padres o tutores, y otra para un miembro del personal de
REACH. En el documento se lee:
Yo, certifico que al firmar a continuación me comprometo a cumplir con las normas
contenidas en el Manual de REACH. Entiendo las reglas, que me han sido
debidamente explicadas por un miembro del personal de REACH. Además,
reconozco que si hago caso omiso de las normas por cualquier razón seré objeto de
una sanción disciplinaria, acción que puede incluir arresto domiciliario, asesoramiento
adicional, y/o expulsión del programa REACH.
Lo que realmente significa:
Yo, le otorgo mi libertad a REACH. Al firmar este papel, certifico que mi vida será
dictada por otras personas y yo viviré una existencia miserable, mientras esté en
Colorado.
No creo demasiado en eso por lo que escribo mi nombre en la hoja y la deslizo para
que Westford pueda firmar también. Sólo quiero acabar ya, para poder seguir
adelante. No tiene sentido tratar de discutir. Después de que el documento está
firmado y guardado en mi archivo, nos acompaña fuera y me ordena presentarme en
REACH no más tarde de las 15:00 horas de lunes a viernes, o será una violación.
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Me imagino que con tantas reglas apiladas, es sólo cuestión de tiempo hasta que viole
una.
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Capítulo 2 o
KIARA
N
o he visto a Carlos desde que empezaron las clases. Todos en la
escuela están hablando sobre la incautación de droga del viernes, y se
preguntan qué pasó con el nuevo estudiante de último año de Flatiron.
He escuchado a una persona en el pasillo que ha dicho que Carlos pasó el fin de
semana en la cárcel y no pago la fianza, otro ha dicho que fue deportado por ser un
extranjero ilegal. Me callo que Carlos se viene a vivir con nosotros, aunque me gustaría
decirles a todos que se callaran y dejaran de propagar falsos rumores.
Durante el almuerzo, Tuck y yo estamos sentados en nuestra mesa como de
costumbre.
— No puedo ser tu modelo masculino el viernes —me dice.
— ¿Por qué no?
— Mi madre quiere que la ayude con un grupo de excursionistas este fin de semana.
No tienen suficientes instructores.
— Las señoras de The Highlands me van a matar—le digo.
Cuando les dije que había dos modelos vivos para nuestra clase de pintura, estaban
realmente emocionadas. Incluso después de decirles que los modelos seríamos mi
amigo Tuck y yo, y que no, no íbamos a estar desnudos, sino usando disfraces.
—Encuentra a alguien más para que vaya contigo.
— ¿Como quién?
— ¡Lo tengo! —Dice —Pregúntale a Carlos si quiere ser tu compañero.
Niego con la cabeza— De ninguna manera. Está seriamente enfadado por el arresto del
viernes. No creo que esté de humor para hacer favores a otras personas. Cada vez que
me reta siento que voy a tartamudear.
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Tuck se ríe —Si no te salen las palabras, siempre puedes apuntarlo con el dedo. Los
tipos como Carlos responden bien a los gestos con la mano.
Según lo dice, Carlos aparece en la cafetería. Todos los ojos se vuelven hacia él.
Si yo fuera Carlos, me gustaría evitar la cafetería al menos en un mes. Pero no soy
Carlos. Cualquiera pensaría que él no se ha dado cuenta de que todo el mundo lo mira
y susurra sobre los últimos chismes de Carlos. Él camina directamente hacia la mesa,
por lo general se sienta, sin pedir permiso a nadie. Admiro su confianza.
Ninguno de los otros chicos reconoce a Carlos, hasta que RAM se pone de pie y lo
invita a sentarse a su lado. Después de eso, el espectáculo de frikismo parece terminar.
Ram es un chico popular, y si Ram le da su aprobación, de repente ser arrestado no
quiere decir que Carlos sea un paria, después de todo.
Después del almuerzo, cuando Carlos se encuentra en su taquilla, le toco el hombro —
Gracias por volver a cambiar la combinación.
— No lo he hecho para ser agradable —dice— Lo he hecho para que no me pilen y me
expulsen de la escuela.
Cuando Carlos llegó hace una semana, no le importaba si asistir a las clases o ser
expulsado. Ahora que ser expulsado es una posibilidad real, está luchando para
quedarse aquí. Me pregunto si la amenaza de ser expulsado le hace querer quedarse
más.
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Capítulo 2 1
CARLOS
E
l Sr. Kinney, el asistente social que me han asignado, me recibe en el
vestíbulo de REACH después de firmar en el registro. En su oficina,
pone un trozo de papel amarillo frente a mí. Mi nombre está arriba, y
cuatro líneas blancas debajo.
— ¿Qué es esto? —pregunto. Ya he firmado por mi vida. Que más pueden querer.
— ¿Un qué?
— Hoja de objetivos —Kinney me pasa un lápiz. —Quiero que apuntes cuatro de tus
objetivos. No tienes que hacerlo ahora. Piénsalo esta noche y lo apuntas mañana.
— Todo el mundo tiene metas —me dice. —Y si no tienes, deberías tenerlas. Los
objetivos ayudan a elegir un camino en la vida y a tener un propósito.
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— Escucha Carlos, cada estudiante del programa REACH está en riesgo, —dice Kinney.
Lo sigo por un espantoso pasillo blanco.
— ¿De qué?
— Comportamiento autodestructivo.
— No. Lo creas o no, está en la naturaleza humana querer triunfar. Algunos de los
adolescentes de aquí son como tú. Se han visto metidos en bandas y drogas y necesitan
un ambiente seguro después de la escuela. Y a veces, solo algunas veces, eso pasa
porque los adolescentes no tienen las armas para lidiar con el estrés de ser adolescente.
Les damos un lugar donde puedan tener éxito y llegar a alcanzar todo su potencial.
No me extraña que Alex estuviera tan emocionado con que viniera aquí. Quiere que
me conforme… graduarme en el instituto, ir a la universidad, conseguir un trabajo
respetable, después casarme y tener hijos. Pero yo no soy él. Ojala todo el mundo
dejara de tratar que mi objetivo de viva sea como el de Alex.
Kinney me lleva a una habitación con seis inadaptados sentados en un círculo pequeño
y acogedor. Una mujer con una larga falda holgada, que me recuerda a la Sra.
Westerfield, está sentada con ellos, con un portátil apoyado en su regazo.
— ¿Es algún tipo de terapia en grupo? —le pregunto a Kinney en voz baja.
— Sra. Berger, este es Carlos —dice Kinney. —Se ha inscrito esta mañana.
Berger sonríe, con esa misma sonrisa que me dirigió Morrisey en su despacho esta
mañana. —Toma asiento, Carlos —me dice. —Durante la terapia de grupo puedes
hablar de todo lo que te ronde por la cabeza. Por favor, siéntate.
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Cuando Kinney se va, Berger les pide a todos que se presenten, como si me
importaran sus nombres.
Justin tiene el flequillo largo y teñido de verde. Es tan largo, que parece que tiene una
cortina delante de sus ojos.
— Hola tío, —le digo—. ¿Qué hiciste? ¿Drogas? ¿Hurto? ¿Atraco? ¿Asesinato? —le
digo como si los delitos fueran comida que se pide en un restaurante.
Berger alza la mano. —Carlos, es una regla en REACH no hacer este tipo de preguntas.
¡Uy!, debía estar soñando despierto durante esa parte de la lectura del reglamento. —
¿Por qué no? —pregunto. —Pienso que sería mejor poner todas las cartas sobre la mesa
— Robo de coche —suelta Justin para nuestra sorpresa. Creo que él también se
sorprendió de compartir su pequeño secreto.
Berger deja su bolígrafo y me dice: —Antes de que llegaras, Justin estaba contándonos
que algunas veces le da puñetazos a la pared cuando esta frustrado, para sentir dolor.
Estábamos hablando de otros métodos menos destructivos para calmar la frustración.
Es un poco irónico que Justin golpee una pared porque está desesperado por sentir
algo, cualquier cosa, incluso dolor… yo soy todo lo contrario. Hago cualquier cosa, y
todo lo que esté en mis manos para no sentir nada. Algunas veces mi objetivo es ser
insensible.
Quizás debería escribir eso en mi hoja de objetivos. Objetivos de Carlos Fuentes: Nº1:
ser insensible y seguir insensible. No creo que esto sea bien visto, pero es la verdad.
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Después de que Alex me recoja en REACH a las cinco y media, me lleva a lo que
supongo es el centro Boulder, un sitio llamado Pearl Streel Mall. Para el deleite de la
Sra. Westerfield, nos paramos en su tienda Cafetería Hospitali-Tea para tomar algo y
nos sentamos en una de las mesas de la terraza. El té no es el tipo de bebida que tenía
en mente, pero como siempre, no tengo elección.
La Sra. Westerfield nos da dos tés —Especialidad de la casa, solo para vosotros. —Y
vuelve dentro para atender a los demás clientes.
— En REACH son una panda de inadaptados de mierda, Alex —le digo en voz baja
para que la Sra. W. no lo oiga. —Cada uno es peor que el otro.
— No digas nada hasta que no les veas. Y me han hecho firmar ese estúpido acuerdo
de mierda que dice que tengo que respetar sus normas. ¿Te acuerdas en Fairfield
cuando no teníamos normas, Alex? Después de clase, solo éramos Luis, tú y yo.
— Teníamos normas —dice Alex, y bebe. —Solo que no las seguíamos. Mama trabajaba
demasiado, no podía vigilarnos siempre.
No vivíamos como reyes en Illinois, pero está claro que teníamos una familia, amigos…
y una vida. —Quiero volver.
— Elena y Jorge están allí con el pequeño JJ. Todavía no has visto al niño, Alex. Mis
amigos están allí. Tengo más allí que aquí.
— No estoy diciendo que no quiera volver —dice mi hermano. —Solo que no podemos
volver ahora. No es seguro.
— ¿Desde cuándo te has vuelto un miedoso? Tío, has cambiado. Me acuerdo cuando
mandabas a todo el mundo a la mierda y hacías lo que querías sin pensar.
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— No tengo miedo. Quiero estar aquí por Brittany. Llega un momento en que tienes
que dejar de pelear con todo el mundo. Llegue a ese punto hace dos años. Mira a tu
alrededor, Carlos. Hay otras chicas además de Destiny.
— No quiero a Destiny. Ya no. Si hablas de Kiara, olvídalo. No busco una cita con una
chavala que quiere controlar mi vida y que se preocupa de si estoy vendiendo droga o
me estoy metiendo en una banda. Míranos Alex, estamos sentados en una mierda de
tienda de té al lado de gente rica blanca que no tienen la mas mínima idea de lo que
hay fuera de su falsa realidad que llaman vida. Te estás convirtiendo en un chido.
Alex se inclina hacia delante. —Déjame decirte algo, hermano pequeño. No me gusta
tener que mirar atrás cada vez que ando por la calle. No me gusta tener una novia que
piensa que soy una mierda. Y te aseguro de no me arrepiento de haber dejado las
drogas y los Latino Blood por una oportunidad de futuro de tener una vida que valga
la pena.
— ¿También vas a blanquearte la piel para parecer un gringo? —le pregunto. —Tío,
espero que tus hijos salgan tan pálidos como Brittany para que no tengas que venderlos
en el mercado negro.
Mi hermano está a punto de reventar, puedo verlo por la forma en que los músculos
de su mandíbula se tensan. —Ser mejicano, no quiere decir ser pobre —dice. —Ir a la
universidad no quiere decir que le dé la espalda a mi gente. Quizás les estas dando la
espalda a nuestra gente perpetuando el estereotipo mejicano.
—Ese es el Alex que conozco. Entiendo este lenguaje alto y claro —le grito.
Tira el vaso a la basura y sigue andando. Admito que no anda como un gringo, sin
embargo, aun parece alguien que podría patearle el culo a cualquiera que se
interponga en su camino. Pero solo es cuestión de tiempo. Cualquier día parecerá que
lleva un palo metido en el culo.
La Sra. Westford vuelve a la mesa, mira mi vaso sin tocar. — ¿No te ha gustado el té?
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— Se fue
— No.
— ¿Quieres mi consejo?
— Esta bien, pero si cambias de idea, házmelo saber. Espera aquí. —Coge mi vaso y
desparece en el interior. Fue una sorpresa. Mi madre es lo opuesto a la Sra. Westford.
Si mi madre me quiere dar un consejo, puedes estar seguro de que te lo dará aunque
no quieras escucharlo.
La Sra. Westford vuelve un minuto más tarde y deja otra taza llena de té.
— Pruébalo —dice. —Lleva hierba relajante como manzanilla, pétalos de rosa, bayas de
saúco, bálsamo de limón, y ginseng Siberiano.
No le hace gracia. —Sé que fumar marihuana no es para tanto para algunas personas,
pero aquí es ilegal. Desliza la taza hacia mí. — Te garantizo que esto te calmara —dice.
A medida que vuelve dentro para atender a los clientes añade, — Y no te meterá en
problemas.
Miro la taza llena de un líquido verde claro. No parece hierba. Solo parece un té
barato de bolsita. Miro a izquierda y derecha para asegurarme de que nadie me este
mirando, acerco la taza a mi cara y la huelo.
Bueno, este no es un té normal de una bolsita barata. Huele como a fruta y flores, y
algo más que no reconozco. Y mientras el olor no me es familiar, se me hace la boca
agua.
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Levanto la mirada y veo a Tuck andando hacia mí. Kiara está detrás de él, pero su
atención se centra en un tipo que está tocando el acordeón en medio de la plaza. Saca
un dólar del bolsillo y se arrodilla para ponerlo en su caja.
Mientras ella observa tocar al tío ese, Tuck coge una silla de otra mesa y se sienta en
frente de mí. —Nunca habría pensado que fueras de los que toman té —dice Tuck. —
Pareces mas de los que beben tequila y ron.
— No. —El tío, que parece que no se ha cortado el pelo en nueve meses, me agarra el
brazo y mira mi tatuaje. — ¿Qué quiere decir?
— No, no, no, —Kiara se queda sin habla, y lo vuelve a agarrar y empieza a empujarlo
dentro de la tienda.
— Sí, que tienes que preguntarle algo, hazlo —dice antes de que ambos tropiecen
dentro de la tienda y fuera de mi vista.
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Capítulo 2 2
KIARA
E
mpujo a Tuck dentro. — Basta —le susurro.
— ¿Por qué? —Pregunta Tuck— necesitas llevar a alguien contigo al asilo, y él necesita
algo que hacer además de sentarse a contar sus tatuajes todo el día. Es la idea perfecta.
— No, no lo es.
— No puedo ayudar a Kiara con su clase de pintura del viernes, así que quiere
preguntarle a Carlos que vaya por mí —dijo Tuck.
Una gran sonrisa cruza los labios de mi madre. — Oh, cariño, es tan amable por tu
parte incluirlo en tus planes. Eres tan especial —ella me da un gran abrazo de oso—
¿no es mi hija la mejor?
— Kiara, cuando Tuck y tú terminen aquí, lleven a Carlos a casa. Él estaba con Alex,
pero creo que han tenido una pelea o algo así. Me iré en una hora, pues tengo que
recoger a Brandon de la casa de un amigo, y tu padre está haciendo la cena. Oh, y una
vez llegues a casa, deberías revisar la comida asegúrate de haya algo comestible para
nosotros.
Después mamá nos hizo un té, nos reunimos fuera con Carlos bebe lo que sospecho
que es una de las mezclas especiales de mamá. Parece que le gusta, aunque no puedo
estar segura ya que su cara es como una máscara sin emociones.
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Mi madre sale a charlar con los clientes. La observo mientras ella entabla conversación
con todas y cada una de las personas como si fueran sus amigos. Cuando llega a
nuestra mesa, se inclina para asegurarse de que estamos tomando el té.
— No, gracias.
Niego con la cabeza —No bromeo —ese es mi próximo proyecto, después de arreglar el
reloj y la radio.
Carlos sube al coche con facilidad, primero mete los pies antes de meter el cuerpo y
colocarse en el asiento. Ojala radio o el casete funcionaran, llevo cinco minutos
conduciendo en silencio y creo que Carlos se está poniendo nervioso.
Se revuelve en el asiento. — ¿Qué es eso de hacer de modelo?
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Paramos en un stop, así que me giro hacia él y le digo la verdad. — Porque tendrías que
posar conmigo, y sé que no estarías de acuerdo con ello.
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Capítulo 2 3
CARLOS
L
o entiendo. Ella no quiere posar con un alguien que ha sido arrestado
por drogas. — Puedo traer a Madison —le digo en ese tono arrogante
que la saca de sus casillas. —Quiere quedar conmigo. Pensándolo bien,
me invitó a ir su casa el viernes por la noche, así que no puedo ir a tu fiestecilla de la
pintura.
—No sé que le ves.
—Mucho más de lo que veo en ti —le miento para que me deje en paz. La verdad es
que no veo nada en Madison. La he estado evitando desde que vomitó en su fiesta,
pero desde que está en la lista de personas que pudieron incriminarme, tengo que
acercarme a ella, y Kiara no tiene porqué saber eso. Mierda, Kiara no debe saber que
he estado pensando en ella y en sus galletas más de lo que debería.
— Es una mierda.
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— Quitar maleza.
La respuesta es no, porque después de la cena, Westford nos acompañó hasta el patio
trasero con grandes bolsas de papel.
Nos tira unos guantes de lona a Kiara y a mí.— Yo hago el patio lateral. Kiara, tú y
Carlos el patio trasero.
— ¡Papá! —Grita Brandon desde la puerta del patio. —Carlos me dijo que iba a jugar
conmigo al futbol hoy.
— Lo siento, Bran. Carlos tiene que ayudar a quitar la maleza del patio —dice Westford
a al niño.
— Tú puedes ayudar —dice Kiara. Brandon parece muy feliz por poder ayudar.
Recuerdo que cuando era más joven, Alex me invitó a ayudarle con trabajos de
jardinería. Siempre me hacía sentir útil. — Brandon. Yo también te necesito —le dije—
después de que me ayudes, jugaré contigo.
— Sí. Sólo asegúrate que la bolsa esté bien abierta para que cuando tire la maleza, caiga
allí.
— Si.
— Vas muy lento —observa Brandon — apuesto a que Kiara tiene más hierba que tú —el
niño corre y hace una inspección de la bolsa de Kiara.
—Ella va ganando.
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Miro a Kiara, que está trabajando más rápido que antes. Definitivamente está sacando
su lado competitivo.
— Hay que ser cuidadoso, Kiara —le grito —Empieza a sacar su carácter.
Mientras Brandon vuelve conmigo, Kiara me saluda sacando el dedo medio mientras
va hacia su coche.
— ¡Ahora podemos jugar al fútbol! Te voy a meter gol —dice Brandon, señalando la
portería. —Recuerda, si gano, dijiste que jugarías a los G.I. Joe conmigo.
— Esta vez voy a hacerlo —dice por enésima vez. Señala detrás de mí.
— Es el truco más viejo del mundo, pequeño hombrecito —apreció su intento de hacer
trampa, pero ha escogido al tipo equivocado.
Suena convincente, pero todavía no quiero quitarle el ojo al balón. Prefiero parar
balones todo el día que jugar con muñecos.
Ella mira el reloj. —Dos más, y a bañarte. Estoy segura de que Carlos tiene cosas que
hacer.
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Después de dos intentos fallidos, le digo a Brandon que renuncie. El entra saltando a
la casa. Es muy coordinado, pero me pregunto a qué edad los niños se dan cuenta que
se supone que no deben saltar. De camino a las escaleras, pasó por el comedor. Kiara
está sentada en la mesa grande, con la cabeza metida en un montón de gruesos libros
de texto.
Tiene algunos pelos sueltos que se han escapado de su coleta, calleándole por la cara.
Me hace preguntarme cómo puede ver con todo ese pelo caído.
— Deberías dejarte el pelo suelto, —le digo —así te parecerías más Madison.
— Ten cuidado —le advierto— he oído que en ciertos países, cada vez que haces eso, te
cortan un dedo.
Espero dos días para abrir las taquillas de Nick y Madison, gracias a una de las galletas
magnéticas de Kiara (menos la galleta) y un destornillador pequeño que cogí del coche
de Kiara. A mitad de tercera hora, pedí permiso para ir al baño, pero voy a revisar la
taquilla de Madison. En su mochila solo están los libros, maquillaje, y un montón de
notas de Lacey y otras chicas. Por un golpe de suerte, ella se dejó el móvil en el bolsillo
lateral de la mochila. Cojo el móvil, y me lo llevo al baño, miro su agenda, lista de
contactos y registro de llamadas. Nada fuera de lo común, salvo que el viernes después
de clase llamó a Nick más veces de las que puedo contar con las manos.
Lo que deja a Nick. Lo veo de vez en cuando en los pasillos de la escuela, y han estado
vigilando su taquilla, pero no tengo clases con el chico. Durante el descanso los pasillos
están atestados, pero después del almuerzo me colare por los pasillos y volveré a usar
el imán y el destornillador.
Llevo aquí demasiado tiempo. Presiento que estoy cerca, como si Paco o Papá me
impulsaran a mirar más allá. Busco más en su mochila, con la esperanza de encontrar
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su móvil o alguna otra prueba de que estaba conectado a mi arresto. Pero todo lo que
hay es un montón de papeles.
Alguien sube las escaleras. Puedo escuchar los pasos cada vez más cerca. Si es el
director, estoy jodido. Si es Nick, mejor que esté preparado para una pelea.
Rápidamente, miro entre el lío de papeles hasta que… sí, lo tengo.
Es un trozo de papel que no tiene código. Es el nombre de alguien con quién estoy
muy familiarizado… Wess Devlin, un capo de la droga con profundas conexiones con
los Guerreros del barrio, y un número de teléfono escrito debajo.
Nick debe tener cuidado, porque muy pronto voy a hacerle una visita… que no
olvidará fácilmente.
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Capítulo 2 4
KIARA
E
l miércoles después de la escuela estoy lavando el coche en la entrada
de casa cuando Álex trae a Carlos después de REACH. Se acerca a mí
y coge una esponja extra.
— Tú padre me ha dicho que estás teniendo problemas con la radio, incluso después
de que le puse el muelle.
— Creo que es una manera de describirlo. Suena como algunas personas que conozco
—Álex echó un vistazo al interior del coche—, el coche de Brittany es rápido, pero este
tiene algo especial. —Se sienta en uno de los asientos con forma de cubo, —me podría
acostumbrar a esto. Uno de nuestros clientes vende un Monte Carlo del 73. Estoy
pensando en comprarlo. ¿Te ha contado Carlos que trabajaba en el taller de mi primo
en Chicago?
— No
— ¿No tienes nada más que hacer? —pregunta Carlos. Ha estado apoyado contra el
garaje todo el rato. Lo sé porque, bueno, cuando Carlos está en cerca de mí, puedo
sentirlo.
He estado evitándolo a propósito desde el lunes, y ha funcionando muy bien para los
dos.
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— ¿Alguna vez me vas a volver a hablar? Maldita sea, Kiara, basta con el pacto de
silencio. Prefiero que me digas monosílabos a que me dejes de hablar del todo.
Diablos, trata de sacarme el dedo nuevamente.
Le pito.
Se quita. Con la rapidez de una pantera, Carlos salta a través de la ventana abierta del
pasajero, con los pies por delante. —Deberías arreglar la puerta —me dice.
— Yo podría arreglarte —me dice Carlos. Saca la mano por la ventana, dejando que el
viento corra entre sus dedos.
Conduzco en silencio hasta Boulder Canyon, mirando el paisaje. Debería ser inmune a
su belleza después de llevar viviendo aquí tanto tiempo, pero no lo soy. Siempre he
sentido una extraña fascinación y paz con las montañas.
Aparco en la colina. Normalmente subo la montaña con Tuck. Cojo la mochila del
asiento trasero y salgo del coche.
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— ¡Carajo! —no me giro, pero por los sonidos que está haciendo y las palabrotas
españolas que salen de su boca diría que está intentando de abrir la puerta del pasajero
para salir. Lo hace desesperadamente, sin éxito. Cuando sale por la ventana, cae de
espaldas en el estacionamiento improvisado de grava, lo oigo maldecir nuevamente.
Le oigo resbalarse en las piedras, mientras intenta mantener el ritmo. Ahora vamos por
el camino, pero pronto me voy a desviar para seguir mi camino privado.
Definitivamente no lleva el calzado adecuado para el senderismo. —Tienes algunos
problemas serios, chica —gruñe.
Cuando empiezo a caminar de nuevo, Carlos jadea y resopla.— ¿Es divertido para ti?
Porque definitivamente no es mi idea de pasar un buen rato.
Sigo mi ritmo. Cada vez que Carlos se resbala, maldice. Diría que no se concentra
mucho en ir de excursión y no resbalar en las rocas, pues continua parloteando.
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— ¿Ya te he dicho que es irritante que no me hables? Eres como un mudo que no
utiliza ningún lenguaje de signos. Quiero decir, en serio, me irritas tanto que sacas lo
malo de mí. ¿No crees que tengo suficiente con lo que lidiar, con lo de ser detenido y
teniendo que ir a ese estúpido programa REACH?
—Sí. Llego a un lugar donde hay que ir por debajo de una pequeña repisa, y usar el
saliente de las rocas como sujeción. Estoy completamente apoyada pero incluso si
caigo, hay unos cuantos metros hasta una zona llana.
— ¿Esto es broma? —Me pregunta, siguiéndome sólo porque en ese momento sabe
que no tiene otra opción—. ¿Estamos yendo a alguna parte o solo estamos vagando sin
rumbo hasta que me tropiece y de la caída me mate?
Escalo la gran roca que protege el lugar de la vista de los excursionistas, me detengo
cuando llego al área abierta con un gran solitario árbol. Me topé con este lugar hace un
par de años, cuando necesitaba un lugar, solo para venir y… pensar. Ahora, vengo
mucho. Hago los deberes, dibujo, escucho las aves y tomo el aire fresco de la montaña.
Me siento en una roca plana, abro mi mochila y coloco la botella de agua a mi lado.
Abro el libro de cálculo y empiezo a hacer los deberes.
— Ajá
— Se supone.
Le ignoro.
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Capítulo 2 5
CARLOS
O
bservo como Kiara cierra el libro, me mira, y entonces busca en su
mochila. Me tira las llaves del coche, y las cojo con una mano.
— Si —contesta ella
Lo haré. Seguro como el demonio que no estoy esperando a que termine de estudiar.
Estoy acalorado, sudoroso y totalmente cabreado. Y estoy pensando en la manera de
vengarme, y la primera de las opciones es llevarme el coche y dejarle sin una pizca de
gasolina.
Guardo las llaves en mi bolsillo trasero, y empiezo a bajar. Me deslizo un par de veces
y caigo de culo. Voy a tener más de un moratón mañana, gracias a Kiara.
Por un momento, siento pena por ese tío Tuck, por tener que lidiar con ella, pero
imagino que se merecen el uno al otro. Me acuerdo de Destiny. Si ella estuviera allí en
esa montaña sola, no le quitaría la vista de encima. Diablos, incluso la hubiera subido a
la montaña en mi espalda si ella hubiera querido.
Y mientras que Kiara no es mi novia y nunca lo será, no puedo dejarla. Sé que hay
osos por aquí. ¿Y si le ataca uno? ¿En serio espera que me vaya o es una prueba para
ver si soy buen chico?
Sigo resbalando por la montaña. Justo cuando pienso que he encontrado el camino,
llego a un callejón sin salida o a un acantilado de mierda.
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Agarro una piedra y la tiro. Luego otra. Oigo el eco que hacen al dar contra las rocas,
mi frustración decrece sólo un poco.
Ya no estoy en México, eso es seguro. Nadie que yo conozca vaga por las jodidas
montañas solo para estudiar. Ahora, si el objetivo fuera tomar drogas o emborracharse,
podría entenderlo.
Me voy como un rayo las rocas, maldiciendo la falta de tracción de mis zapatos, y
maldiciendo a Álex, mamá, Kiara y a todos los demás que he conocido.
— Estás loco, chica —le grito mientras escalo nuevamente hasta su lugar privado —
quiero decir, en serio ¿esperabas que te siguiera hasta aquí para que me tiraras las
llaves de coche y me marchara?
— Sí, bueno, a mi libre albedrío me lo quitaron en el momento en que subí a ese avión
con destino a Colorado.
Me siento en el suelo, frente a ella. Kiara continúa tomando notas. Vinimos aquí
juntos, y nos vamos a ir juntos. No me gusta, pero en este momento no tengo otra
opción. De vez en cuando me mira y me pilla mirándola fijamente. Lo hago para
hacerla sentir incómoda. Tal vez si la molesto lo suficiente ella recoja sus cosas y nos
vayamos.
— Conmigo.
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Me está rechazando.
— ¿Sobras?
— Si. Además, Tuck es un gran besador. No quisiera que te sintieras mal cuando no
hay manera de que puedas competir.
Soy sólo sobras. Después de que me fui de México, y Destiny rompió conmigo, todo
lo que he hecho es salir con una chica detrás de otra. Caray, podría escribir un libro
sobre chicas si quisiera.
Me inclino hacia Kiara y recibo una pequeña dosis de satisfacción cuando oigo su
respiración pararse. Y noto que su lápiz deja de moverse. Ella no se mueve ni un
milímetro y mis labios se acercan justo debajo de su oreja derecha. Levanto mi mano
izquierda y toco esa parte sensible debajo de su oreja izquierda mientras mis labios se
ciernen sobre su cuello. Ella definitivamente puede sentir mi aliento caliente sobre su
piel desnuda.
Ella inclina su cabeza un poco más, dándome acceso. Ni siquiera estoy seguro de que
se dé cuenta de lo que está haciendo. Me quedo donde estoy. Ella gime casi en
silencio, pero no me importa. Definitivamente le pone. A ella le gusta. Y quiere más.
Pero lo estoy retrasando… sobras, mi culo.
El problema es que no estoy preparado para el olor de Kiara. Normalmente, las chicas
huelen mucho a flores o vainilla, pero Kiara tiene un olor a frambuesas dulces que me
está volviendo loco. Y mientras mi cabeza me dice que estoy flirteando con ella para
probar un punto, mi cuerpo quiere jugar. — Muéstrame tus encantos y yo te muestro
los míos.
— ¿D—d—de t—ten t—t—te? —dice ella. Puede estar tratando de enmascarar su reacción
estando yo tan cerca, pero sus palabras la delatan, —intento trabajar y tú me tapas el sol
—susurra. Supongo que no tartamudea cuando susurra.
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— Estamos a la sombra, debajo de un árbol —le digo, pero me retiro de todos modos
porque necesito enfriarme y mantener el control.
Me apoyo contra una roca, los bordes ásperos rozan mi espalda desnuda. Inclino una
rodilla y me pongo en una posición relajada a pesar de que estoy cualquier cosa menos
relajado. Mientras estoy tratando de ponerme cómodo, Kiara sigue sentada bajo ese
maldito árbol, haciendo sus deberes. No suda para nada, y parece totalmente relajada.
No sé si estoy acalorado por lo que acaba de suceder, o no suceder entre nosotros. O
si es por el clima. Cualquiera pensaría que estoy acostumbrado al clima caliente de
México, pero nací en Chicago y he pasado casi toda mi vida allí. Los veranos en Chi-
Town son húmedos y calientes, pero sólo dura unos pocos meses.
Mis entrañas se están volviendo locas. Mi corazón late desbocado y hay una
electricidad en el aire que no estaba antes de inclinarme sobre ella.
¿Qué está pasando? La altura me debe estar jodiendo la cabeza. Tengo que cambiar
de rápidamente tema y dirigir la conversación lejos del sexo.
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Capítulo 2 6
KIARA
I
nmediatamente mi lápiz deja de moverse. Trato de concentrarme en mi
ecuación de cálculo, pero no puedo concentrarme en nada de la página.
Nadie que no fuera un logopeda me había preguntado antes sobre mi
tartamudez. No estoy preparada para responder porque no sé por qué tartamudeo. Es
solo quien soy, como nací y todo lo demás.
Antes de que Carlos me preguntara sobre mi tartamudez, todo en lo que podía pensar
era en nuestro casi—beso. Su cálido aliento quemaba mi piel e hizo que mi estómago
diera saltos. Pero él se estaba burlando de mí. Lo sé y él lo sabe. Por mucho que
hubiera querido girar mi cabeza desesperadamente y averiguar cómo se sentirían sus
labios sobre los míos, no quería humillarme.
Camino rápido con la esperanza de que esté tan lejos de mí que tenga que
concentrarse en caminar y no preguntarme más nada. Cometí un gran error al traerlo
aquí. Fue impulsivo y estúpido. Lo peor de todo, no esperaba querer besarlo más que
nada en este mundo justo antes de confrontarme con mi tartamudeo.
— Yo no hago tratos.
— Todo el mundo hace tratos, Kiara. Incluso las chicas inteligentes que tartamudean.
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No puedo creer que saque eso nuevamente a colación. Me giro y me encamino hacia
casa a pie. Sera mejor que Carlos lleve mi coche a casa, porque lo remolcarán si se
queda aquí aparcado toda la noche.
Sigo caminando.
— Sube, Kiara.
Sigo caminando, él adelanta el coche unos centímetros. — Vas a tener un accidente —le
digo.
—No me pruebes —me dice, —si no entras ahora, yo mismo saldré a buscarte —nos
miramos el uno al otro, aprieta la mandíbula —si entras, te lavo el coche.
— Lo acabo de lavar.
— Dejaré que tu hermano meta un gol y jugaré a los G.I. Joe con él.
Todos los días, Brandon trata de marca un gol a Carlos, sin suerte. A mi pequeño
hermano le encantaría ganarle. — Bien —le digo—, pero conduzco yo.
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— ¿Por qué no? Kiara, ¿Nadie te ha dicho que se supone que la vida tiene que ser
divertida?
— Oh, por favor —dice con total incredulidad—, ¿alguna vez has fumado hierba?
Sacudo mi cabeza.
— ¿Tomado éxtasis?
Él sacude su cabeza. —Ok, chica. ¿Qué consideras diversión? ¿Pasear por las
montañas? ¿Hacer los deberes? ¿Ver cómo Madison te ridiculiza en clase? Me entere
de eso sabes.
— Yo no soy un matón, Kiara. Mira, tú me vinculas con todo lo malo. Mi meta es ser
un gilipollas. —Él me muestra una gran, engreída sonrisa.
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— ¿Un poco de práctica? —Me pregunta papá, y luego le dice a Carlos, — vamos de
camping familiar.
— Pero le gusta jugar fútbol —inclino mi cabeza y sonrío. — ¿No me dijiste que te
morías por jugar con Brandon?
— Oh, es genial —dice papá, dando unas palmaditas a Carlos en la espalda, —significaría
mucho para él. Bran, ¿estás listo para jugar al fútbol con Carlos?
— No cuentes con eso, muchacho. —Carlos lanza el balón y empieza a saltar de arriba
abajo de rodillas como un verdadero futbolista profesional. No importa lo que haya
dicho antes, definitivamente sabe jugar muy bien.
Sacudo la cabeza.
Brandon me mira confuso. —Solo está allí sentada mirándonos ¿Cómo puede estar
ocupada?
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— Vamos —dice Brandon, y luego corre hacia mí. Coge mi mano y tira de mí hasta que
me levanto, —juega con nosotros.
— Sorpresa, sorpresa, Kiara sabe dar toques —dice Carlos mientras se coloca en la
portería, —has estado esperando por mí. Veamos si consigues marcarme.
Muy bien, realmente no me sorprende que Carlos lo pare casi sin esfuerzo. Ahora él
se cepilla una mota de polvo invisible tal y como yo lo hice, que pena no haber
marcado. — ¿Quieres una segunda oportunidad? —me pregunta.
—Quizás otro día —le digo. No estoy segura de si hablo del casi —beso o de fútbol.
Carlos alza las cejas, y creo que se ha dado cuenta de que mis palabras tienen doble
sentido. —Esperaré el desafío con interés
Mi hermano pone el balón en el suelo, y se aleja cinco pasos, contando cada uno. Se
arrodilla como si fuera un jugador de golf alineando su tiro. ¿Carlos lo dejara ganar?
No tengo ninguna señal o seña de que nuestro pequeño acuerdo esté en marcha aun, y
parece decidido a parar el balón de mi hermano.
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— Date por vencido, cachorro. Nunca lograrás ganarme, y después de esto me vas a
llamar Maestro Portero Todopoderoso, el primero, el único… ¡Carlos Fuentes!
Su burla hace que mi hermano parezca más decidido. Aprieta los labios, y las manos
contra los costados. Golpea el balón tan fuerte como puede hacerlo un niño de seis
años, incluso gruñe cuando su pie toca el balón. Vuela en el aire…
Y falla por un milímetro. Mucho mejor, Carlos cae y rueda de espaldas mientras se
estrella contra el suelo.
Nunca he visto una expresión más triunfal que la de mi hermano. — ¡Lo hice! —grita
¡Lo hice! ¡En el primer intento, además! —corre a mi alrededor y me dice “choca esos
cinco”, y luego salta a la espalda de Carlos. — ¡Lo hice! ¡Lo hice!
— No —Brandon se inclina al oído de Carlos—. ¡Eso significa que puedes jugar a los
G.I. Joe conmigo esta noche!
— ¿Por qué?
— Soportar tu parte del trato al permitir a Brandon que te ganara. La mayoría de las
veces tienes éxito siendo un idiota, pero tienes potencial.
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Capítulo 2 7
CARLOS
D
espués de la cena, cojo el móvil y llamo a Luis y mamá.
— ¿Quién es ése?
— ¿Es tan bueno, eh? —Dice Luis, después se ríe—. ¿Cómo está Alex?
— Eso espero. Porque está ahorrando para ir allí en invierno. Si me porto bien, dice
que puedo ir, también. Podemos volver a ser familia, Carlos. ¿No sería genial?
Si, sería genial si pudiéramos ser una familia otra vez. Una familia completa para Luis
somos los cuatro… Mamá, Alex, Luis y yo. Nuestro papá murió antes de que Luis
supiera hablar. No quiero niños, porque nunca querría dejar sola a una esposa
luchando para poder poner comida en la boca de mis hijos o que mis hijos crean que
una familia está completa sin mí en la foto.
Toc, toc, toc. Toc, toc, toc. — ¿Estás ahí dentro? —Brandon grita de nuevo, esta vez su
voz sale por debajo de la puerta de mi dormitorio. Puedo ver sus labios a través del
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pequeño espacio entre la puerta y la alfombra. Debería abrir la puerta sin previo aviso
y ver al pequeño diablo levantarse con dificultad.
— Va a ser genial si tú y Mamá pueden venir aquí. Déjame hablar con Mamá.
Me duele el corazón. No quiero que trabaje, esclavizada por poco dinero. Yo mantenía
a la familia cuando estaba en México. Ahora voy a la escuela mientras ella trabaja
como un perro. Eso no está bien.
— Dile que me llamé. ¡Que no se te olvide! —Digo, sabiendo que mi hermano pequeño
está tan ocupado divirtiéndose con sus amigos que es probable que incluso olvide que
llamé.
Brandon se apresura a entrar sus pies se mueven tan rápido de lo que he visto moverse
a nadie antes en mi vida. Si su balanceo es una indicación, creo que acaba de marearse.
Bien.
— Brandon, —Westford dice en voz alta mientras camina. —Te dije que no molestaras a
Carlos. ¿Por qué no estás en la sala de lectura?
— No estoy molestando a Carlos, —dice con inocencia—. Dijo que iba a jugar a los G.I.
Joe conmigo. ¿Verdad, Carlos? —Él me mira, con sus ojos verde claro casi suplicando.
— Verdad —le digo a Westford. —Cinco minutos a los G.I. Joe, y después he terminado
de jugar a ser el hermano mayor.
— Tres. —Le respondo. —Los dos pueden podemos jugar a este juego, niño.
— Chico, lamento darte malas noticias, pero no suelo jugar con muñecas.
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Resopla con fuerza ofendido. —G.I. Joe no es una muñeca. Es un marine, como lo fue
mi papá. —Brandon saca soldados de plástico en miniatura de un cubo y los coloca
alrededor de la habitación. Cualquiera pensaría que el chico los coloca al azar, pero
tengo la sensación de que hay un propósito para esta locura. — ¿No tuviste G.I. Joe
cuando eras un niño?
Sacudo la cabeza. No recuerdo haber tenido muchos juguetes… nosotros casi sólo
jugábamos con palos, piedras y balones. Y raras veces en que Alex se colaba en el
tocador de mi madre, y hacíamos el más loco de los juegos con piedras dentro de sus
medias. Un par de veces cortamos las piernas e hicimos hondas. Otras veces las
llenábamos con globos de agua y nos golpeábamos. Alex y yo recibimos azotes de
mamá un montón de veces por esos incidentes, pero no importaba. Los castigos valían
la pena.
— Bueno, —dice, poniéndose serio. —Los Cobras son los malos que quieren dominar
el mundo. Los G.I. Joe tienen que capturarlos. ¿Entendido?
Brandon levanta las manos. —Espera, espera, espera. No puedes ser un G.I. Joe a
menos que tengas un nombre en clave. ¿Cuál quieres que sea tu nombre en clave? El
mío es Racer (corredor).
— Va a ser Guerrero.
— Guerrero.
Él asiente con aprobación. —Bueno, Guerrero, nuestra misión es conseguir que el Dr.
Winky. —Brandon me mira con ojos grandes y redondos. —El Dr. Winky es el más
grande, más malo, el chico malo más duro de la tierra. Más malo que el Comandante
Cobra.
— ¿Podemos cambiar el nombre a algo más aterrador? Lo siento, pero Dr. Winky no
suena duro en absoluto.
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No puedo evitar divertirme con este chico. — Está bien. Entonces ¿qué cosa tan mala
hizo el Dr. W?
—Lo que sea. —Sostengo el G.I. Joe y le digo al tío de plástico, —Joe, ¿estás listo para
patear el trasero del Dr. W? —Me vuelvo a Brandon. —Joe dice que está listo.
Brandon se anima como si estuviera en una misión secreta. —Sígueme, —dice él,
arrastrándose por la habitación. — ¡Vamos! —Susurra en voz alta cuando se da cuenta
de que no le he seguido.
Me arrastro detrás de él, fingiendo que soy un niño de seis años de edad que tiene la
paciencia para jugar este juego.
Brandon ahueca su mano sobre mi oído y susurra. —Creo que el Dr. Winky se
esconde en el armario. Llama a las tropas.
Miro a los soldados de plástico en miniatura dispersos por toda la habitación, y digo. —
Tropas, rodeen el armario.
— No puedes ser un G.I. Joe con tu propia voz. Tienes que sonar como un marine, —
dice Brandon, obviamente no impresionado con mis habilidades de actuación en el
papel de héroe.
— Está bien, está bien. No te vayas. Puedes ser un G.I. Joe con tu propia voz.
Pero ahora tengo que pensar en algo rápido. —El Dr. Winky tiene una nueva arma. Si
te guiña un ojo, estás muerto. Así que asegúrate de no mirarle directamente a los ojos.
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Pensar en Luis me hace pensar en Mamá y como rara vez la he visto sonreír en estos
últimos años. Por mucho que me rebele, haría cualquier cosa para hacerla sonreír de
nuevo.
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Capítulo 2 8
KIARA
D
esde la puerta observo cómo juegan Carlos y mi hermano con los
soldaditos de juguete. Carlos ha montado una elaborada escena con
las camisetas de Brandon como túneles sujetas con cuerdas. Un lado
está atado al pestillo de la ventana y se extiende a lo largo del cuarto de Brandon. El
extremo opuesto está unido a la manilla del armario.
Por su expresión relajada, apuesto a que Carlos se está divirtiendo tanto como mi
hermano.
Asiento.
— Estoy bien. —pienso en esta tarde jugando en el patio con Brandon y Carlos. Admito
que me divertí, también. Le doy un enorme abrazo.
— Tal vez.
— Hace mucho que pasaron los cinco minutos. —Le escucho decir a Carlos.
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— Buenas noches, Racer. —Dice Carlos mientras sigue a mi madre saliendo del
dormitorio.
— Buenas noches, Guerrero. Kiara, ya que Carlos no me contara una historia, ¿Puedes
cantarme una canción? ¿O jugar al juego de la letra?
— ¿Cuál? —Pregunto
Juego a este juego con él desde que tenía tres años. Con mi dedo, dibujo una letra en
su espalda. Él tiene que adivinar que letra estoy dibujando.
— A —dice orgulloso
Dibujo otra
—H
Y otra
—Z
—Si —lo beso en la frente y lo arropo por última vez. —Te quiero —digo
— ¿Sí?
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—Está bien —miro mis zapatos porque, honestamente, no puedo mirarle a los ojos. Son
hipnotizantes y demasiado intensos en este momento.
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Capítulo 2 9
CARLOS
A
ntes de que empiecen las clases, voy tras las gradas de fútbol para
encontrar a Nick. Efectivamente, él esta fumando un porro.
Lo agarro por el cuello y lo empujo contra una barra de metal. — ¿Por qué tendiste
una trampa?
— ¡Estás loco! No sé de qué estás hablando —dice— ¿Por qué crees eso?
— Oh mierda —Nick se lamenta mientras me pongo sobre él. Voy a patear a este
mierda hasta que me de la información. Si está involucrado de cualquier manera con
los Guerreros del barrio y Wes Devlin, eso quiere decir que Kiara y los Westford
podrían estar en peligro porque estoy viviendo con ellos. No puedo dejar que eso
suceda.
Lo agarro por delante de la camiseta y lo levanto. —Dime porque pusiste las drogas en
mi taquilla. Y mejor hazlo rápido, porque no he estado de buen humor desde que esos
policías me pusieron las esposas.
El levanta sus manos en señal de rendición. —Soy un peón, como tú, Carlos. Mi
proveedor, ese chico Devlin, me dijo que te pusiera las drogas. No sé por qué. Él tenía
un arma. Y me dio la lata y me dijo que la pusiera en tu bolsa o en algún otro lugar. No
sé por qué. Juro que no fue idea mía.
Eso me hace saber de quién fue la idea. El problema es, que ahora tengo que contactar
con Devlin y vigilar mis espaldas cada segundo del día.
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Todos los ojos están puestos en mí después de clase en REACH. Berger espera que yo
vuelque mis intestinos delante de todo el mundo. ¿No es lo suficientemente malo que
yo tenga que escuchar sus entupidos problemas, como que el padre de Justin le llama
idiota todo el tiempo y como Keno es un héroe porque todos sus amigos bebieron
cerveza el fin de semana y el no cedió a la presión de estos?
— ¿Si?
— ¿Podrías compartir con nosotros algo de lo que hiciste la semana pasada que haya
tenido impacto en ti?
— No realmente
Zana se mofa, curvando sus brillantes labios. — Carlos piensa que es demasiado bueno
para compartirlo con nosotros
— Si —señala Carmela — ¿por qué piensas que eres mejor que nosotros, eh?
Está claro que no puedo esperar el apoyo mexicano de mi parte en este momento, así
que miro a Justin.
Berger se inclina hacia delante. — Carlos, has estado aquí durante una semana y no te
has abierto. Cada uno de los otros miembros del grupo ha compartido una parte de
ellos contigo. Porque no compartes una pequeña parte de lo que has estado haciendo
así tus compañeros podrán sentirse conectados ti de alguna manera.
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— Ella en realidad asume que quiero sentirme conectado a estas personas. ¿Está loca?
Berger me mira en plan “estamos aquí para ti”. —Nuestro grupo se mantiene unido
cuando todos contribuyen con una pequeña parte de sí mismos. Piensa en tu
participación como un pegamento que nos une, todos ayudan al otro y nadie es dejado
fuera.
Ella quiere pegamento, le daré pegamento. No le diré la mierda sobre Nick o Devlin,
pero tengo algo más en mente. Levanto las manos en señal de rendición. —Bueno, casi
beso a una chica, Kiara, el miércoles. En la cima de una estúpida montaña que me
hizo escalar. —Niego con señal de frustración solo de pensar en ello. El problema es
que los últimos dos días no he sido capaz de dejar de pensar en lo que aquel beso
pudo haber sido.
— No
Justin se lleva las manos a la cabeza y se queda boqui abierto. Si eso es escandaloso
para él, apuesto a que puedo contar las chicas que ha besado con una mano.
— Te gusta —dice Zana. Cuando me mofo dice — Oh, por favor. La gente dice que no
fue gran cosa cuando sí lo es.
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— ¿Qué importa, Zana? —señala Justin. —Realmente no la beso y ella tiene novio. Le
guste o no, ella esta pillada.
— Tienes que trabajar en ti mismo, Carlos, antes de que puedas tener una relación
saludable. —dice Zana como si ella fuera alguna especie de experta.
Si, de cualquier manera. No me gusta Kiara. La última cosa que quiero es una relación
saludable… y no estoy convencido de que ni siquiera exista una relación saludable.
Me inclino hacia atrás y cruzo los brazos. — Para que sepa la Sra. B, que he terminado
de hablar.
Haría un gesto con la mano para mostrarle lo que pienso de su teoría, pero
probablemente sería una violación a las malditas normas.
Padezco el resto de la sesión en grupo con los inadaptados aunque juraría que ahora
actúan como si fuéramos amigos. Cuando salgo al final del día, Alex está en el parking
esperándome en el coche de Brittany.
— ¿Qué? —pregunto.
— No lo haré
—Vamos a aclarar esto de una vez por todas. No soy tu. Nunca seré tú. Y si te digo que
no hay nada entre Kiara y yo, lo digo en serio.
— Bien.
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Cuando entramos en casa de los Westfords, no hay nadie en casa. El coche de Kiara
está en la entrada con la ventanilla del pasajero abierta como de costumbre.
—Necesita arreglarlo. —Le digo a Alex cuando nos dirigimos hacia él. No creo que
ninguno de los dos pueda resistirse a imaginar cómo sería el coche arreglado. —La
puerta del pasajero no abre.
Alex tira de la manilla para comprobarlo. —Deberías sacarlo y ver si puedes arreglarlo
— Sí. Necesita trabajo, así que lo tengo en la tienda hasta que pueda reconstruir el
motor.
— Hablando de motores, creo que este arrastra. —le digo, y levanto el capó del coche
de Kiara.
— ¿Estás seguro de que está bien que hagamos esto? —me pregunta.
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— ¿Por qué Devlin? —Se frota los ojos como si no pudiese imaginarse cómo me metí
en este lió. —El recluta miembros de pandillas de todas partes, volviéndolos híbridos
no importa cuál sea su afiliación. ¿Cómo diablos dejaste que pasara esto?
—En realidad no deje que pasara. Solo pasó. — Mi hermano me mira fijamente a los
ojos. — ¿Has estado mintiéndome, Carlos? ¿Has contactado con los Guerreros al
volver de México y tenías esto de las drogas planeado desde el principio? Porque
Devlin lo jode todo. Demonios, incluso tiene conexiones con los Latino Blood en
Chicago.
— Alex suelta una breve carcajada. —Te quiere a ti, está claro que los Guerreros le
hablaron sobre ti.
Mi hermano salió de los Latino Blood y casi lo matan. Él sabe lo que significa desafiar
cuando se trata de pandillas. —No te atrevas a hacer nada sin mí. Somos hermanos,
Carlos. Siempre pelearé contigo lado a lado, sin preguntas
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Capítulo 3o
KIARA
D
espués de la escuela Tuck y yo decidimos ir correr antes de que Tuck
lanzara el último frisbee en clase. Al principio hablamos durante unos
metros, pero hemos estado en silencio desde entonces. Nuestros pies
golpeando el pavimento son el único sonido. El calor del día se ha ido, pero hoy el frío
persiste en el aire.
Me gusta correr con Tuck. Es un deporte para uno solo, pero hacerlo con alguien lo
hace más divertido.
—¿Qué tiene de malo ser sensible? —le pregunto. — ¿Qué pasaría si Carlos te llamara
el chico gay?
—Responde a la pregunta.
—Apuesto a que ni siquiera conoce a ningún homo. Ese tipo tiene un escudo de
testosterona de un kilometro de altura.
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Tuck tiene las manos en alto. —No me importa si me llama gay, porque soy gay. Él es
mexicano, así que no es gran cosa si lo llamo mexicano.
Tuck me mira con recelo. Su cara se arruga, como si estuviera tratando de averiguar
mis motivaciones. —Oh, Dios mío.
— ¿Qué?
—Te gusta el mexicano. Debería haberlo visto venir. Por eso empezaste a tartamudear
de nuevo… ¡todo es culpa de él!
Pongo ojos y sonrisa burlona. —No me gusta —empiezo a correr por el camino,
haciendo caso omiso a la teoría de Tuck.
—No puedo creer que te guste —Tuck canta, dándome golpecitos en la cara con su
dedo índice.
—Reduce la velocidad —oigo a Tuck jadeando detrás de mí—. Está bien, está bien. No
voy a llamarle el mexicano. O decir que te gusta.
—Lo quiero.
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Carlos nos mira y gira la cabeza. —Vestís a juego. Voy a vomitar —nos señala. —Ya ves,
Alex. Con todo lo que tengo además, tengo que lidiar con esto: blancos a juego.
No me había dado cuenta. Obviamente, Tuck no se había dado cuenta, tampoco. Los
dos llevamos camisetas negras con letras blancas que dicen ¡NO ERES UN
GANADOR, ESCALA LAS CATORCEAVAS! Cada uno compramos una después
de subir la cima de Mount Princeton el año pasado. Antes de Princeton, nunca había
subido una de las “catorceavas” el apodo para las montañas de Colorado con la parte
superior a catorce mil pies.
Veo a Alex.
Carlos se aleja de mi Monte Carlo. —Sí. Cierto —estaba a punto de mirarme con
vergüenza pero se aclara la garganta y mete las manos en los bolsillos.
—Mi madre dice que te lleve de compras. —Permitidme ir a buscar el bolso y las llaves
y luego si queréis podemos irnos.
—Sí, pero ¿podemos ir solos? Tú y yo, sin Tuck —se balancea de un pie a otro como si
estuviera ansioso.
—Está bien.
Él no se mueve. Parece como si quisiera decir algo más, así que me quedo ahí.
Estando aquí mirándonos el uno al otro, me pongo más nerviosa. No es que Carlos me
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intimide, cuando él está cerca, el aire parece electrificado. Al verlo vulnerable, es como
si pudiera vislumbrar cómo es en realidad. Carlos, solo él, sin el muro de protección.
Me cuelgo el bolso al hombro, entonces percibo que se mueve para quitarse del
medio.
Se mueve a un lado. —Hablando de apariencias, ¿alguna vez te quitas esa goma del
pelo?
—No.
—Bien —al pasar a su lado, muevo la cabeza y trato de darle con la coleta. Él la coge
cuando está a punto de darle en la cara. En lugar de tirar de ella, desliza mi pelo entre
sus dedos. Miró hacia atrás y le veo sonreír.
— ¿Qué?
Él niega con la cabeza. —Uno de estos días, Kiara, vamos a meternos en problemas. Y
sabemos porque, ¿no?
Quiero pedirle que me explique lo que quiere decir con problemas, pero no. En su
lugar, digo: —Yo no me meto en problemas —y me alejo de él.
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Tuck pone su brazo alrededor de mis hombros. — ¿De qué está hablando, pastelito?
Pensaba que íbamos a pasar el rato en mi casa y, bueno, ya sabes —él mueve las cejas
arriba y abajo, y luego me da una palmadita en el trasero.
Mi mejor amigo se excede en dar la impresión de novio no creo que sea convincente
en absoluto, pero Carlos parece tragárselo, la mirada de asco en su rostro así lo indica.
Alex sale justo detrás de él, por lo que sólo quedamos Carlos y yo de pie en la entrada.
—No puedo creer que me haya llevado tanto tiempo darme cuenta —dice Carlos. —
Tuck y tú sólo sois amigos. Ni siquiera creo que seáis amigos con derecho.
Carlos se desliza a través de la ventanilla. —Si él es el súper besador que afirmas que es,
¿cómo es que nunca os he visto besaros?
Una expresión petulante cruza su rostro. —No me lo creo ni por un segundo, porque si
fueras mi novia y un semental como yo estuviera viviendo en tu casa, te besaría
enfrente del chico en cada oportunidad que tuviera para recordárselo.
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Capítulo 31
CARLOS
E
mpujo el carrito por el supermercado, agradezco la oportunidad de
poder comprar alimentos que reconozca. A medida que paso entre los
otros clientes del pasillo de hortalizas, recojo un aguacate para
llevárselo a Kiara. —Apuesto a que nunca antes has probado verdadera comida
mexicana.
—Claro que la he probado —dice mientras lo coge y lo coloca en el carro. —Mi madre
hace tacos muchas veces.
— ¿Qué clase de carne le echa dentro? Le pregunto para saber la verdad. Apuesto a
que la Sra. W. no sabe nada sobre auténticos tacos.
—Tacos de tofu, eso no es Mexicano. Creo que poner tofu en cualquier cosa y llamarlo
mexicano es un insulto a mi pueblo.
Camina por el pasillo, la veo recoger tomates, cebollas, cilantro, chile poblano, limón,
y chile jalapeño. El olor fresco de cada especie me recuerda a la cocina de mi ama.
Cojo algo que siempre había en nuestra casa detrás de la cocina. —Esto es un tomatillo.
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—Ya veremos —dice ella, poco convencida. Voy a tener que cocinar una salsa especial
extra picante para ella, entonces se acordará de no desafiarme.
Kiara me sigue por el supermercado. Compro todas las cosas necesarias… frijoles,
arroz, harina para la masa, y diferentes tipos de carne (que Kiara insistió en fueran
orgánicas a pesar de que cuesta casi el doble que la carne no orgánica). Entonces
regresamos.
En la cocina de los Westfords, dejo toda la comida y me ofrezco voluntario para hacer
la cena. La Sra. W. estaba más que agradecida porque Brandon tiene un proyecto de
la escuela. Supuestamente trata de hacer un mapa de su cuerpo con marcadores
permanentes, y no le está saliendo del todo.
—Voy a ayudar —dice Kiara mientras pongo los cuencos en la mesa y las cacerolas en el
fogón.
Por una vez creo que es buena idea que Kiara use la camiseta, así no se tiene que
levantar las mangas.
Kiara se pone a mi lado y sumerge las manos, aplastando la masa húmeda y pegajosa
con los dedos. Nuestras manos se tocan un par de veces, y creo que una vez,
accidentalmente, confundí uno sus dedos con la masa.
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—Ya te diré cuando parar. No sé por qué estoy de pie como un idiota apoyado en la
encimera mirándola. Tal vez sea porque esta chica nunca se queja de nada de lo que
haya que hacer. No tiene miedo de escalar montañas, arreglar coches, le gustan los
retos como a mí, o ensuciarse las manos en la cocina. ¿Hay algo que esta chica no
pueda o no haga?
Miro el recipiente. La masa definitivamente parece estar sólida. —Creo que así está
bien. Ahora le damos forma de pelotas y buscamos un molde donde ponerlas. Estos
seguro de que nos quedara fenomenal. Debes tener mucho cuidado, no quisiera que
echaras a perder esa ridícula camiseta que llevas puesta.
Mientras busco en el armario film plástico para poner entre la bandeja y la masa antes
de que se convierta en una gran tortilla, siento que algo me golpea la espalda. Miro
hacia el suelo. Una de las bolas de masa está rodando lejos de mí.
—No acabas de arrojarme eso, ¿verdad? —Le pregunto, mi voz suena divertida.
Ella tiene otra bola de masa en la otra mano. —Lo hice. Es el castigo por decir que mi
camiseta es ridícula. Sonríe en señal de triunfo, y después, me laza otra bola, pero esta
vez la atrapo antes de que me dé. En un solo movimiento giro y recojo la que está en el
suelo. Sostengo las dos bolas en las manos.
—Castigo, ¿eh? —le digo mientras tiro una bola al aire y la vuelvo a coger.
—Te digo algo, estas tienen tu nombre escrito. La venganza es perra, chica.
— ¿Deberás? —pregunta.
—Sí. Definitivamente.
—Vas a tener que pillarme primero. Como un niño pequeño, me saca la lengua,
entonces sale corriendo hacia el patio trasero. Le doy ventaja, mientras cojo el cuenco
entero de masa para ir tras ella. Multiplicando mi arsenal drásticamente. —No debiste
arruinar las bolas. —Una risa sonora sale de su boca. La veo reírse mientras se apresura
a ocultarse tras una mesa auxiliar junto al patio la cual utiliza como escudo.
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—Mejor la tuya que la mía, chica. Le lanzo las bolas de masa, una por una, hasta que
no me queda ninguna.
Nuestra guerra de masa continúa hasta que el patio trasero está lleno de pequeñas
bolas.
Westford aparece con una mirada confusa en su rostro. —Pensaba que estabais
haciendo la cena.
—Mientras jugabais, el resto de nosotros aun tenemos hambre. ¿Dónde está la cena?
Kiara mira a su padre, y entonces ocurre. Sin decir una palabra, las bolas de masa
comienzan nuevamente a volar y la guerra de masa comienza otra vez. Al final, la Sra.
W. y Brandon entran también en la guerra de masa.
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Capítulo 32
KIARA
V
— Ven esta noche —Le dice Madison a Carlos en su taquilla el viernes
por la mañana. — Mis padres todavía no han vuelto, así que puedes
jugar en toda la casa el fin de semana.
Estoy de pie en mi taquilla y la oigo. Se supone que Carlos va a ir conmigo al asilo para
ayudarme en la clase de pintura. ¿Me va a dejar plantada por ella?
— Tengo planes.
Se echa hacia atrás, sorprendida. No creo que nadie la haya rechazado antes — ¿Con
una chica?
— Sí.
— ¿Con quién? —Dice, sus palabras son tan afiladas como un cuchillo.
Todavía estoy sorprendida, Madison se burla de los dos —Es broma, ¿verdad?
— Hemos estado saliendo en secreto desde la semana pasada —Él me sonríe y me mira
como si únicamente fuera suya. Esa sonrisa puede engañar a Madison, pero yo sé que
es mentira — ¿No es así, K?
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Madison niega con la cabeza rápidamente, como si ella no pudiera creerse lo que está
escuchando —Nadie en su sano juicio elegiría a Kiara Westford en vez de a mí.
— ¿Quieres apostar? —Mis ojos se abren como platos cuando Carlos inclina su cabeza
hacia mí —Dame un beso, cariño.
¿Un beso? ¿En el pasillo delante de todos? Ni siquiera puedo hablar delante de
Madison, y mucho menos besar al chico que le gusta, frente a ella. —Yo—yo—yo n—n—
no...
Trato de decir algo, pero mantengo la tartamudez. Como si Carlos no se diera cuenta
de que estoy luchando con mi discurso, pone sus dedos en mi mejilla, y luego traza un
camino suave hacia mis labios. Es algo que haría un novio a una novia por la que está
loco y... y... y Carlos es todo una completa mentira. Yo lo sé. Él lo sabe. Pero Madison
no lo sabe.
Puedo sentir su aliento caliente en mi cara, y oigo una palabra casi silenciosa de
agradecimiento antes de que incline la cabeza y ponga sus labios en los míos. Cierro
los ojos y trato de olvidar al resto de la escuela y sólo me centro en tratar de saborear el
momento. Incluso si el beso es falso, no lo parece. Es emocionante y dulce. Sé que
debería apartarle, pero no puedo.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Al mismo tiempo, él me acerca más y sin
previo aviso juega con mi boca abierta con unas pocas caricias eróticas de su lengua.
No sé donde aprendió a besar así, pero es difícil no gemir y sentir despertarse algo
muy profundo en mi cuerpo al roce de nuestras lenguas.
Mira a su alrededor para ver que los demás no escuchan— Necesito que seas mi novia.
Vaya, lo he dicho. —Al no responderle, me coge del codo y me lleva por el pasillo
hasta llegar al aula de informática. Está vacía, a excepción de los treinta ordenadores en
pequeñas y ordenadas filas.
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El chico me confunde y no ayuda que mis labios aún hormigueen por su erótico beso.
Me compongo y pienso en las palabras antes de decirlas. No voy a tartamudear —
¿Qué hay de Madison? Has tenido sexo con ella en la cama de sus padres.
— No tuve sexo con ella, Kiara. Es un rumor que empezó ella, no yo. La conocí cinco
días antes de ir a su estúpida fiesta. Dame un poco de crédito.
— ¿Por qué debería? Siempre estás diciendo b—b—basuras. —Le doy la espalda y
comienzo a salir de la clase de ordenadores. Creo que estoy loca porque lo he visto y
se ha sentido como un verdadero beso, cuando en realidad Carlos me ha dado el beso
como una estratagema para engañar a Madison.
—Está bien, lo admito. Digo basuras. Pero no he tenido sexo con ella, y en primer
lugar la única razón por la que está detrás de mí, es porque quiere poner celoso a Ram.
Necesito quitármela de encima, así que, ¿fingirás que somos novios o qué? —Se mete
las manos en los bolsillos —Di el precio.
— Porque eres demasiado inteligente para caer en mi mierda, y yo no quiero una novia
real. Tuve una, y fue un completo desastre. Vamos, di un precio.
No me preocupo por vestirme bien todos los días, pero sólo por una vez me gustaría
ir a un baile de la escuela con una cita real. Es mi último año en Flatiron, y no podré
tener otra oportunidad.
— Entonces olvídalo.
Voy hacia la puerta, pero él me agarra del codo y me lleva hacia él— No conozco a
nadie más aquí que me pueda ayudar.
Carlos rechina los dientes— Muy bien. Baile de bienvenida. Pero tienes que usar un
vestido... y tacones. Y no estoy hablando de esos de abuela.
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— No tengo tacones.
Me tomo un segundo para pensarlo, y le estrecho la mano y le doy una fuerte apretón.
— Hay trato.
Trato de ocultar mi emoción, pero no puedo dejar de estrecharle. Abro los brazos y le
doy fuerte abrazo. Creo que está sorprendido, pero no me importa. ¡Voy al baile de
bienvenida! Y no con cualquier chico... con Carlos, un chico que podría ser el novio
falso más perfecto. Ahora bien, si tan sólo pudiera quitar la parte falsa...
Recojo a Carlos en REACH, a las cinco y lo llevo a Highlands. Todo el grupo está
esperando por nosotros en su caballete, ansiosos por empezar a dibujar.
Llevo a Carlos con Betty Friedman, uno de los administradores de los horarios de las
clases— Betty, este es Carlos —le digo— Me va a ayudar hoy.
Betty levanta la vista de su escritorio —Gracias, Carlos. Me alegro de que estés aquí.
Todo el mundo está muy emocionado por poder contar con modelos en vivo. Uno de
nuestros artistas residentes está aquí para supervisar y ayudar hoy. —La seguimos al
área de recreación, donde un hombre con un jersey negro y un ajustado pantalón
negro a juego está metiendo las pinturas de diferentes colores en frascos.
— Aquí están los modelos —le dice Betty — Kiara y Carlos, este es Antoine Soleil.
— He traído trajes —le digo a Antoine y saco una camisa roja de cuadros y un cinturón
de vaquero para Carlos y un vestido de cuero para mí. Los he cogido del
departamento de teatro en la escuela.
Carlos le echa un vistazo al vestuario y da dos pasos hacia atrás— Nunca dijiste nada de
vestuario.
— ¿No lo hice?
—No.
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— Porque querías hacer algo bueno por mí —le digo cuando nos encerramos en la
habitación para que nadie accidentalmente entre.
— Así es —Él se quita la camiseta, que revela un estómago duro como una roca, que
cualquier hombre envidiaría y cualquier chica babearía por él —La próxima vez que
quiera hacer algo bueno, dame una bofetada. —Él me mira y un lado de su boca se
eleva —estaba bromeando.
—Me he dado cuenta —Me pongo el vestido encaje por la cabeza, contenta de tener
una mesa donde taparme al menos un poco. Cuando está en su sitio, me saco la
camiseta y la tiro a un lado, a continuación, me quito el pantalón. Guau. Este vestido es
corto. Muy, muy corto. Miro mis piernas desnudas. Trato de bajarme el vestido, pero
el encaje es en capas de volantes y destaca como pétalos.
— Por favor no me digas que de verdad tengo que llevar este ridículo cinturón —dice
Carlos desde el otro lado de la sala cuando asegura la gran hebilla de plata del
cinturón.
—Más como un campeón de lucha por el tamaño de esto. ¿Qué llevas puesto? Espero
que estés tan ridícula como yo. Miro mi corto vestido de volantes con el chaleco tejano
falso cosido en la parte delantera —El mío es peor.
— No.
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— Ya sabes, pasar más tiempo juntos. Me haces reír, Kiara, y ahora necesito un poco
de diversión en mi vida. —Él se mueve a mí al lado de la mesa y mira mi traje, a
continuación, silba con aprecio. —Bonitas piernas. Deberías mostrarlas más a menudo.
— ¿El qué, mostrar tus piernas más a menudo, o pasar el rato conmigo?
— Las dos cosas —Si bien la idea de estar con Carlos es muy emocionante, tengo que
proteger mi corazón de que se rompa. Salir con Carlos significa mantener un muro
emocional para no involucrarme demasiado. No sé si mi pared es tan fuerte.
Mildred saluda a Carlos —Deja que te mire. —Ella le mira de arriba abajo —te he visto
cuando has entrado. ¿Qué pasa con todos esos tatuajes? Hace que te veas como un
gamberro.
—Sospecho que soy un gamberro —le dice —Con todo lo que significa.
—Esto significa que tienes problemas —dice Mildred, apuntándole con su pincel —Nada
más que problemas. Mi marido era un gamberro. Los problemas le seguían
dondequiera que iba. Solía pasear con su moto como si fuera James Dean.
Ella acaricia la mejilla de Carlos —Te pareces un poco a él. Acércate más. —Cuando lo
hace, ella cierra los ojos y se estira para tocar su cara, casi trazándola con los dedos.
Carlos, la deja que fantasee remontándose a una época más feliz y pretender por un
momento que está tocando la cara de su marido en lugar de la de Carlos. Mildred
suspira, luego abre los ojos —Gracias —susurra con lágrimas en los ojos.
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Carlos asiente con la cabeza entendiendo el regalo que le ha dado. Me quedo de pie
temiéndole. Por fuera, Carlos es un tipo duro que no permite que nadie se acerque a
él. Pero cuando vislumbro algo de su oculto afecto y compasión, siento que mi pared
interior comienza a desmoronarse.
— ¿Cómo?
Antoine pone su mano en el escenario, captando nuestra atención —Te diré cómo.
Kiara, agarra sus hombros. Carlos, abrázala por la cintura.
Hacemos lo que nos dice — ¿Así? —Le pregunto, tratando de ignorar la sensación de
las manos de Carlos agarrándome.
—Estáis demasiado tensos. Kiara, acércate al pecho de Carlos. Sí, está bien. Ahora
dobla una rodilla... Carlos, asegúrate de que aguantas su peso o de lo contrario se
caerá... Kiara, mírale como si estuvieras enamorada, a la espera de la promesa de un
beso... y Carlos, mírala como si Kiara fuera la vaquera que has estado esperando toda
tu vida. ¡Perfecto! —dice
— Ahora no os mováis durante la siguiente media hora —Se vuelve a los residentes de
La Sierra y habla de siluetas y de la forma humana... pero todo lo que puedo hacer es
perderme en los ojos de Carlos.
— Has estado muy bien con los residentes —le digo —Te agradezco que estés aquí.
Durante la siguiente media hora trato de no moverme, miro los profundos ojos
oscuros de Carlos y él busca los míos. A pesar de que mi cuerpo está empezando a
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sentirse rígido, me siento segura y feliz. No hay nada más que pueda hacer, excepto
decir: —He tomado una decisión.
— ¿Sobre qué?
— Sí.
Él sonríe, esa sonrisa arrogante que forma parte de él, no sería Carlos sin ella —Tus
manos pueden estar ocupadas, pero tus labios no.
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Capítulo 33
CARLOS
C
asi todas las mañanas, me despierto con la voz de Brandon cantando
una de sus habituales canciones, que se me queda metida en la cabeza
por la mañana. —Buenos días a todos, buenos días. Todos estamos con
caras brillantes, muy brillantes. ¡Y de esta manera, comenzamos un nuevo día! —podría
volver loco a cualquiera.
Pero hoy no, hoy no es el hermano pequeño de Kiara el que me despierta. Es la voz
de Tuck gritando en el pasillo. — ¡La cucaracha, la cucaracha, ya no puede Caminar,
porqué no tiene, porque le, Falta, no sé el resto, la, la, la, la!
Y mientras que Brandon no quiere molestarme hoy, Tuck busca una razón para
cabrearme.
— ¿Nunca te callas? —Le grito, con esperanza de que me pueda oír en el pasillo.
Me tapo la cabeza. — ¿No crees que cierro la puerta para mantener a la gente como tu
fuera?
Él sostiene un clip de papel doblado y lo mueve. — Si. Por suerte para mí sé utilizar el
abre puertas mágico.
—Sal
— ¿Me odias tanto por Kiara verdad, sabes que me quiere mucho?
—No por mucho tiempo. Lárgate joder, ahora —le digo. El tío no se mueve.
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— Bueno, en serio, no sé si es cierto o no, pero he escuchado que las personas que
dicen palabrotas es porque tratan de compensar su falta de ya sabes, tamaño.
Se ríe. —Usa un poco de ropa para no asustar a Kiara con esa erección matutina.
Miro hacia abajo a mis pantalones cortos. Efectivamente, la tengo dura delante de
Kiara y Tuck. Mierda. Extiendo la mano para agarrar lo primero que encuentre y
ponerlo delante de mí y taparme. Cojo uno de los peluches de Kiara, ya que no
encuentro una mejor opción por ahora.
— Ese es el Mojo de Kiara, —dice Tuck, riéndose. — ¿Vas comprarle? ¿Otro Mojo?
Sin decir una palabra, me apresuro hacía mi habitación y tiro a Mojo al suelo. Sé que
Kiara, probablemente me hará comprar un nuevo animal de peluche.
Me siento en mi cama, preguntándome cómo voy a pasar más tiempo con Kiara con
Tuck en la foto, y me pregunto por qué quiero. Me gusta besarla, eso es todo. Un
golpe en mi puerta interrumpe mis pensamientos.
— Soy Kiara.
— Lo siento mucho, por abrir la puerta sin permiso —dice Tuck como si fuera un niño
enviado a pedir disculpas por su madre. —Prometo no hacerlo nunca más. Por favor,
perdóname.
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—Bien. —Empiezo a cerrar la puerta, pero Kiara pone su mano sobre ella.
— ¿Con qué?
—Mi equipo Ultimate, solamente necesita seis jugadores y tenemos siete. Tenemos tres
personas con gripe, y dos más se lesionaron en cuartos de final y no pueden jugar.
Kiara piensa que estoy a mitad de camino de lograr algo.
— ¿A mitad de camino? ¿Por qué no juegas? —Le digo Kiara—. Tú eres atleta.
Tuck junta sus manos en posición de rezar, y puedo detectar la mentira a punto de
salir. —Por favor, amigo. Te necesitamos, Oh poderoso. Te necesito más que el sol
que se levanta en el oeste.
— Sólo si estás de pie sobre la tierra. Si estás en la luna, el sol se levanta en el oeste. —
Coge aire. —Muy bien, ¿Estas dentro o fuera? El juego empieza en menos de media
hora y tengo que saber si tenemos que renunciar o no. Desafortunadamente, eres
nuestra única esperanza.
Miro a Kiara.
—Espera, ¿qué... está diciendo, que lo hará por ti? —Tuck y Kiara me observan, pero
ninguno de los dos dice una palabra. — ¿Alguien me va a decir que está pasando aquí?
En el partido, Kiara insiste en llamar a mi hermano y pedirle que venga al juego. —Lo
llamas —dice ella. —O lo hago yo.
Coge su móvil. —Tal vez piensas que él no es tan malo, pero eres tan terco para
admitirlo. No te atreves.
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Después de colgar y darle el móvil de nuevo a Kiara, Tuck repasa las reglas conmigo.
Me concentro en las más importantes: una vez que capture el Frisbee tengo que parar y
lanzárselo a otro compañero del equipo dentro de los diez siguientes segundos.
—Este no es un deporte de contacto, Carlos, —Me recuerda Tuck, como, por décima
vez. —Así que si tienes ganas de golpear, empujar, o luchar con alguien, asegúrate que
sea después del partido.
Practico con los chicos unos minutos antes del partido. A pesar de que no he lanzado
un disco en años, no tengo ningún problema al lanzárselo por el aire a mi compañero
de equipo.
Uno de los chicos de mi equipo pasa por mí lado, me guiña el ojo, y me golpea en el
culo.
¿Qué demonios fue eso, una especie de ritual del Ultimate? Yo no hago rituales que
impliquen las manos de otros chicos en mi culo.
Me acerco a Tuck, que está estirándose cerca de ahí. —Estoy loco o ¿Por qué ese tipo
me ha golpeado el culo?
—Su nombre es Larry. No me preguntes por qué, pero él piensa que estas bueno. No
ha dejado de babear desde que llegaste.
—No te preocupes.
—Aquí. Tuck va a la lona y me lanza una camiseta. —Es nuestro uniforme de equipo.
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Tuck se da unos pequeños golpes en los labios. —Um, sí. Carlos, ahora es
probablemente un buen momento para que te diga algo. Algo que probablemente no
te va a gustar.
— ¿Cómo te has dado cuenta? ¿Por las camisetas rosa, o porque la mitad de nuestro
equipo babea por ti?
—Cálmate, Carlos. Jugar en un equipo gay no te hace gay. No seas homófobo. Tan solo
es un equipo.
Atrapa un lanzamiento de uno de los otros chicos, luego lánzalo hacia atrás. —Ah, y
para que lo sepas, antes de salir al campo todos nos amontonamos y gritamos ¡Vamos
Queers! Muy fuerte.
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Me detengo.
Sacudo la cabeza y cojo la camiseta de nuevo. —Así que me debes una por esto —le
digo mientras me quito la camiseta y me pongo la de color rosa.
— Lo haré. Más tarde. —Miro a Kiara en las gradas. — ¿Kiara ha tenido algún novio?
Tuck pone una amplia sonrisa. —Vaya, vaya, ¿no seas curioso?
—Responde a la pregunta.
—Él le dijo que la amaba, entonces por sms rompió con ella.
— ¡Qué idiota!
— Exacto. —Tuck señala al otro lado del campo donde el equipo contrario está
practicando. El tipo alto que recoge su botella de agua a la derecha, con el apellido de
Barra en su camiseta.
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— ¿Es calvo?
— No, Barra protege su precioso pelo para que no se ensucie mientras juega. —Tuck
pone su mano sobre mi pecho para llamar mi atención.
—Pero recuerda lo que te dije de camino en el coche y aquí cuando te expliqué las
reglas. Este no es un deporte de contacto, Carlos. Nos sancionan por la agresividad
innecesaria.
—Uh-huh. —En la zona de anotación contraria veo Kiara observar a su ex como lanza
su botella de agua hacia la línea de banda después de beber un trago e importándole
un bledo casi golpear al perro de un espectador. Odio a ese chico y nunca me juntaría
con él.
Cuando empieza el juego, Dennis echa su brazo hacia atrás y lanza el disco a través del
campo de nuestros adversarios. El juego va bien hasta que uno de los chicos del otro
equipo murmura un comentario marica cuando interceptan su tiro. La sangre me
hierve en la venas de la misma forma que cuando me han llamado sucio mexicano.
Soy competitivo, duro, y estoy listo para patear algún culo Ultimate.
Me pregunto si ahora es un buen momento para dejar que Tuck se dé cuenta de que
una agresividad muy necesaria viene de camino de un mexicano.
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Capítulo 34
KIARA
E
s raro ver a Michael de nuevo. Sabía que él estaría aquí, pero no sabía
cómo me sentiría al volverlo a ver después de nuestra ruptura. Pensé
que todavía sentiría por lo menos un poco de chispa o recordaría por
qué empecé a salir con él, pero le miro y no siento absolutamente nada.
Definitivamente he seguido adelante. El problema es que la persona de la que me
estoy enamorando fuerte y rápidamente no quiere más que una aventura. No quiero
un romance con Carlos. Cuando estoy con él finjo que lo nuestro es temporal y
ocasional, pero cada vez que estamos juntos siento que esto es inevitablemente
temporal y casual.
Mientras él hace lo posible por ser un idiota, cada día descubro más al verdadero
Carlos. Cuando juega con mi hermano, veo un lado dulce que no muestra al resto del
mundo. Cuando bromea conmigo, saca su lado juguetón. Cuando me besa, noto su
desesperada necesidad de afecto. Cuando cocina platos mexicanos o trata de
incorporar el español al inglés resalta su lealtad, a su patrimonio y su cultura brilla en él
como un rayo de luz.
Sé que Carlos tiene buenas cosas y por eso sé que me siento unida a él como nunca
me he sentido antes con nadie. Pero no me ha dejado ver su lado oscuro, el lado que
le hace enojado, celoso y abatido. Y sé que es esa parte de él la que no le permite
sentirse emocionalmente involucrado.
Miro a cada equipo y el equipo de Tuck pone el disco en juego. Michael es el primero
en salir corriendo a cogerlo, a continuación, rápidamente apunta a otro jugador de su
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equipo. El problema es que Carlos está allí para interceptar el disco casi en el mismo
segundo, que deja las manos de Michael.
En los dos primeros minutos de juego, The Ultimates han anotado. Tuck y Carlos
llevan un máximo de cinco. Tengo que admitir que es agradable verles celebrar en vez
de discutir.
—Es un Fuentes, por supuesto que es bueno, —dice Alex con orgullo.
También sabía que Carlos era bueno, porque Carlos no estaría de acuerdo en jugar si
no pensara que es digno de ello.
Cuando Carlos vuelve a tener el disco, Michael se interpone en su cara y le dice algo.
No tengo ni idea de lo que están diciendo, pero los dos parecen listos para luchar. De
hecho, después de que Carlos lance el disco a otro de su equipo, le da un empujón a
Michael y este de culo.
—Le oí burlarse de uno de nuestros jugadores —Dice Tuck en voz alta, a continuación,
señala a Michael. —Ese tipo debería recibir una sanción por burlarse.
Michael señala a Carlos. — ¡Has estado encima de mi desde que comenzó el partido!
—Me ha empujado. Lo has visto. Todo el mundo lo ha visto. ¡Debe ser expulsado!
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Al bajar de las gradas, Michael camina hacia mí. Tiene el mismo aspecto, sólo un poco
de sudor más del habitual. Con su pañuelo, su cabello castaño claro peinado a la
perfección hacia un lado. Solía preocuparme que no tuviera ningún pelo fuera de
lugar, pero ahora sólo me irrita.
Michael se limpia el sudor con una toalla. — ¿No sabía que habías venido al partido?
Levanta sus cejas. — ¿Quién es Carlos, ese chico gay con el que casi me peleo?
Carlos aparece de pronto frente a nosotros. Está sin camiseta y se desliza entre Michael
y yo, su sudor deja marcas húmedas en el antebrazo de Michael. Él se mira el brazo
con disgusto, a continuación, se seca un poco del sudor de Carlos con la toalla. Como
si eso no fuera suficiente, Carlos se acerca a mi lado y posa su brazo sobre mi hombro.
— Esto significa que tiene sus manos ocupadas con un Latino caliente cada noche,
amigo, —Carlos interrumpe, entonces me acerca más e inclina la cabeza y me besa.
— ¿Qué pasa?
— Esto. Se normal, —le digo, tratando de salvar la cara con Michael mientras trato de
ocultar mi dolor de Carlos.
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— ¿Quieres a este chico este en mi lugar? ¿Notas que su pelo no se mueve? Eso no es
normal. Quieres salir con él de nuevo, adelante. Joder, cásate con él si quieres y se
Kiara Barra el resto de tu vida, y visítame.
—No quiero oírlo. Basta —dice Carlos, haciendo caso omiso de mí y alejándose.
Siento mi boca caliente llena de vergüenza cuando vuelvo la cabeza para mirar a
Michael. —Lo siento. Carlos es un poco duro a veces.
—No puedo. —Miro a atrás y veo a Tuck, Brittany y Alex. —Vine con otras personas...
Michael saluda a uno de sus compañeros de equipo. —Me tengo que ir. Si cambias de
opinión sobre el almuerzo, ya sabes dónde encontrarme.
Me parece que Brittany y Alex están hablando con Tuck en mi coche. Mo veo a
Carlos.
—Perdona mi curiosidad, —dice Brittany —pero vimos a Carlos rodearte con el brazo.
Parecía muy enfadado cuando se fue, y no lo hemos visto desde entonces. Tú y
Carlos...,
—No. No lo somos.
—Han estado fingiendo hasta la fecha, pero Kiara no, —dice Tuck.
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— ¿Por qué no? Él no puede ir por ahí fingiendo que sales con una chica y tratarla
como...
—Alex —interrumpe Brittany —vamos, Kiara y Carlos lo resolverán por ellos mismos.
—Pero se está pasando de estú- ... —Él se calla a mitad de la frase, Brittany aprieta su
mano.
—Porque mi novio es un cabezota y siempre está listo para una pelea, —le responde,
entonces se gira hacia mí y Tuck. —Es una característica de la familia Fuentes. Al final
se arreglara, Kiara —me asegura Brittany.
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Capítulo 35
CARLOS
L
—Carlos ¿puedes echarme una mano con el coche de mi mujer? —me
pregunta Westford por la tarde.
— ¿Eso importa?
— Lo dejó claro cuando vino a vivir con nosotros hace unos años. Sus padres estaban
en medio de un divorcio complicado y necesitaba un lugar donde quedarse. —Deja su
linterna y me mira. —Un poco como tú, necesitaba un lugar para quedarse.
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Me gustaría no estar bajo un coche ahora mismo por lo que voy a decir.
Me pregunto si tiene la necesidad de atarme al coche y dejarlo caer sobre mí para que
mis tripas salpiquen toda la entrada. O hacerme beber el aceite sucio del coche hasta
que le prometa mantener mis garras mexicanas lejos de su hija.
—Así que me va a echar de su casa, o ¿qué? —Necesito saber si voy a pasar la noche en
la calle.
Westford niega con la cabeza. —No, no te estoy echando. Ambos tenéis la suficiente
edad para ser responsables. Fui un adolescente, también, y no soy tan ingenuo como
para pensar que los niños de hoy son diferentes de los de antes. Pero es mejor que no
le hagas daño a un solo pelo de su cabeza o forzarla a hacer algo que no quiera hacer,
porque de lo contrario no sólo te echare de casa, si no que te desmembrare miembro
por miembro. ¿Entendido?
—Entendido.
—Bien. Ahora, toma esta linterna y comprueba el radiador para ver si hay que
limpiarlo.
— ¿Por qué?
Después de ayudar a Westford con el coche, llamo a Mamá y a Luis. Les hablo del
partido de Ultimate, de Kiara, y los Westfords, y toda la mierda. Me siento bien
hablando con mi familia. Cuando les digo que no he abandonado la escuela siento
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Después de llamar, entro en la cocina, pero no hay ninguna señal de los Westford. —
Estamos en el estudio —Dice la señora W. —Ven y únete a nosotros.
Toda la familia Westford está sentada delante del televisor en la pequeña habitación
de madera a un lado de la casa. El profesor y su esposa están en sillas separadas, y
Kiara y Brandon comparten el sofá. Hay bandejas de lasaña en la mesita de café frente
a ellos.
— ¡Es noche de diversión familiar! —Grita Brandon mientras salta arriba y abajo en el
sofá.
Cuando miro a Kiara, pienso que no puede ser tan malo para mí pasar la noche
simplemente frente al televisor. Cojo el plato con la comida y me dirijo al sofá.
Después de finalizar la cena, ayudo a llevar los platos sucios a la cocina, mientras que
Kiara hace palomitas.
—No tienes que hacer estas cosas de familia con nosotros si no quieres, —me dice
Kiara.
Me encojo de hombros. —No quería salir de todos modos. —Tiro una palomita al aire
y la cojo con la boca.
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Vuelvo a la sala de estar pensando en Kiara más que en cualquier otra cosa. Incluso
cuando empieza la película de dibujos animados que ha escogido Brandon la miro a
escondidas.
—De ninguna manera. Es demasiado tarde para ir a la cama —dice la señora Westford.
—Ahora dale a tu hermana y a Carlos un abrazo y ven conmigo.
Brandon salta del sofá y se mueve rápidamente a los brazos de Kiara. Ella lo abraza
apretándolo y lo besa en la mejilla. —Te quiero más de lo que tú me quieres —le dice.
Se quita de sus brazos y salta al sofá a mi lado. Abre los brazos y los envuelve
alrededor de mi cuello. —Te quiero, amigo.
Le doy una palmadita en la espalda. —Tú eres mi pequeño aspirante mexicano, ¿no?
La Sra. W. sube a Brandon y el profesor se lleva los cuencos vacíos de las palomitas.
Estoy a solas con Kiara. Por fin.
Me siento con un brazo sobre el respaldo del sofá y el otro apoyado en mi rodilla. Soy
muy consciente de que esta a mi lado. Ella se levanta y se acerca a un armario lleno de
películas, obviamente, la colección personal de los Westfords. Nunca he estado en una
casa con una colección completa de películas antiguas.
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—Esta mañana delante de Michael me pediste que fuera normal. —Cojo aire y le digo
lo que debería haberle dicho después del partido. En lugar de dejarla ignorarme,
cuando por fin llegó a casa, debí haberle dicho la verdad. —No puedo. Cuando Tuck
me dijo que habías salido con Michael, imaginarte con otro chico me volvió loco. No
quiero que estés con otro chico.
—No quiero estar con otro chico. Quiero estar contigo. Ahora escoge una película
antes de que diga algo que no quieras oír. —Me enseña algunas. —Escoge una.
—La que quieras me parece bien, —digo, dejando a un lado su comentario sobre que
no me dirá algo que no quiero escuchar. Ya me he enterado de bastante. Ella quiere
estar conmigo. Quiero estar con ella. ¿Para qué complicar todo diciendo cualquier otra
cosa?
Me pregunto si bailara tan bien como arregla coches. O si piensa que una pareja
interracial está condenada porque son demasiado diferentes.
— ¿Bailas?
—Un poco. — ¿Y tú? Quiero decir, además del, eh, tango horizontal.
— ¿No has hecho cosas que no deberías haber hecho? Vamos, Kiara, déjalo. No hay
manera de que seas tan inocente como todo el mundo piensa que eres. Eres igual que
el resto de nosotros los pecadores. Así que no fumas, no bebes, ni consumes drogas.
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Pero tienes otros vicios. Todo el mundo tiene. —Cuando ella no responde, sigo. —
Dime algo que me impresione.
Se sienta en sus rodillas y se inclina hacia mí. —He pensado en ti, Carlos, — susurra en
mi oído. —Por la noche, en mi cama. Pienso en tus besos, nuestras lenguas rozándose
una contra otra, mientras que tus manos se enredan en mi pelo. Cuando pienso en tu
tacto recorriendo mi pecho desnudo me toco...
— ¡Aquí hay más palomitas! —dice Westford, irrumpiendo en la habitación con dos
grandes cuencos llenos hasta el borde de palomitas recién hechas. —Kiara, ¿qué haces?
La escena debe parecer bastante subida de tono. Kiara inclinada sobre mí a gatas. Su
cara está a pocos centímetros de la mía.
Trago saliva. Lo que ella estaba a punto de decir creó una imagen en mi mente que era
casi insoportable. Miro a Kiara fijamente para ver si ella esta tonteando o no, pero no
lo sé. Tiene fuego en los ojos, pero no estoy seguro si es de pasión o es el entusiasmo
de intentar superarme a mi manera.
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Kiara se sienta al otro lado del sofá. —Mamá, Papá, ¿qué haríais si llegarais y nos
encontrarais besándonos?
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Capítulo 36
KIARA
R
Realmente intentaba que la pregunta sonara como una hipótesis. No
quería que Carlos se atragantara con las palomitas, como está haciendo.
Puedo notar que mis padres están tratando comunicarse telepáticamente entre sí para
dar una respuesta.
—Lo que tu madre intenta decir —interviene mi padre —es que también, hemos sido
adolescentes, por lo que entendemos que experimentar es algo normal al ir
creciendo...
—Sí, Madre.
Mi padre coge el mando a distancia. —Bueno, ahora que eso está arreglado, ¿qué
película elegisteis?
Vemos la película, pero de vez en cuando Carlos se ríe por lo bajo como si
algunas partes fueran ridículas para él. Al final, lloro tanto que Carlos me tiene que
pasar un pañuelo de la mesa de su lado.
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—No me gusta el final. —Dice mientras saca la película y la cambia por otra.
Mi padre se vuelve hacia Carlos. — ¿Qué puedo decir? A mi mujer le gustan los finales
felices.
Mi madre, con su pelo recogido con una horquilla como una adolescente, mira a mi
padre. — ¿Qué tienen de malo los finales felices?
—Tras esta observación. . . Me voy a la cama. Estoy agotado. —dice papá, bosteza y se
estira mientras se levanta de la silla. —Estos viejos huesos no pueden mantenerse más
allá de la medianoche. Os veo a todos por la mañana.
Todos estamos de acuerdo en ver otra película. Esta vez es una película de acción
probablemente sea del gusto de Carlos. A los diez minutos, mi madre bosteza. —Yo
soy más joven que tu padre, Kiara, pero tampoco puedo quedarme mucho después de
la medianoche. Me voy a la cama. —Se levanta para irse, pero antes de doblar la
esquina, pausa la película y nos señala. —Confianza y respeto. —Escoge escoge bien las
palabras, después le lanza el mando a Carlos antes de desaparecer.
—Tu madre sabe como matar el ánimo —Carlos arrastra las palabras.
A medida que avanza la película, observo a Carlos un par de veces. Puedo decir que
está metido en la película porque sus facciones están relajadas, al contrario de su
habitual apariencia tensa.
—Claro.
Desaparece en la cocina, reaparece a los pocos minutos con dos vasos de agua fría.
Está oscuro excepto por el resplandor de la televisión. Sus dedos rozan los míos
mientas cojo el vaso. No sé si se ha dado cuenta, pero no puedo ignorar la
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Él duda, y sus ojos encuentran los míos. Está oscuro, sólo estamos nosotros, y me
gustaría decirle más que nada que quiero sus manos sobre mí, por todos lados, a
pesar de que lo que ha dicho que mi madre rompiera el encanto.
Sin hablar, fácilmente se recuesta en el sofá. Nuestros muslos están casi tocándose, y
mientras sigue la película, todo en lo que puedo pensar es él.
Carlos se mueve, aclara su garganta, bebe otro trago rápido de agua. Luego otro. Y
otro.
Un rato más tarde le echo un vistazo rápido. Parece que está durmiendo, pero no estoy
segura.
Abre sus profundos ojos negros y brillantes por la luz del televisor. La pasión y el
deseo son evidentes en su mirada. — ¿Sí?
— ¿Estabas dormido?
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Olvidada la película, empujo a un lado mis temores y decido poner a prueba lo que
tenemos juntos. Me levanto del sofá para cerrar la puerta del salón con llave, dándonos
privacidad.
—Ya lo sé.
No soy buena con las palabras, y si trato de decir algo probablemente tartamudee y
estropee el momento. Si no puedo decirle lo que siento, puedo
demostrárselo. De repente me doy cuenta de que confío en el, aunque él no confíe en
sí mismo.
—Kiara.
Pongo mis dedos sobre sus perfectos y bellos labios y le cayó. —Shh.
Me inclino hacia delante. Sus palabras se desvanecen al aproximar mis labios a los
suyos. Pongo mis manos en su pecho y me preparo para su duro cuerpo. Y me acerco
más. Puedo sentir el calor tibio de su aliento al mezclarse con el mío y no puedo
aguantar más. —Un montón de problemas. —le digo. Sé que no puedo aspirar a ser
suya para siempre, pero quiero mostrarle lo que la intimidad de una emoción real
puede ser.
Cuando mis labios tocan los suyos al más mínimo roce, un silencioso gemido escapa
de su boca. Su corazón late deprisa contra la palma de mi mano. El dulce sonido de
nuestros labios separándose y juntándose de nuevo derrite mis entrañas. Él me deja
mantener el control al no mover sus manos de los costados, pero cada vez que acerco
mis labios a los suyos sólo para separarlos unos segundos después, él comienza a
respirar más deprisa.
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La próxima vez que bajo mi cabeza, le beso suavemente un par de veces, entonces
reúno el valor suficiente para abrir la boca y profundizar el beso. Aumento mi energía
cuando nuestras lenguas se encuentran por primera vez, húmedo y resbaladizo y, oh,
quiero más.
Sostiene mi cara entre sus manos y me obliga a mirar sus oscuros y sexys ojos llenos de
pasión y deseo. —Estás jugando un juego peligroso, chica.
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Capítulo 37
CARLOS
S
us palabras resuenan en mi cabeza. “Confío en ti”. Es la primera chica
que me dice eso. Incluso Destiny me dijo que tenía que ganarme su
confianza cuando nos conocimos, porque pensaba que era un jugador. Y
aquí está Kiara, una chica que sabe que nunca voy a ser su caballero de brillante
armadura, me regala su confianza sin vacilar. Se sienta sobre mí, con los labios
húmedos de nuestros besos. Esta loca por pensar que voy a hacer lo correcto.
Mis manos todavía sujetan su cara. Respeto a esta chica demasiado para ser
deshonesto. —No confíes en mí.
Un rubor de color rosa aparece en sus mejillas mientras sube las manos a su cabeza y
se quita el coletero. —Pero lo hago.
Sacude su melena. Cae en un mechón sobre sus hombros, las puntas caen justo por
encima de sus pechos. Nunca he visto nada más sexy en mi vida, y aun no está
desnuda.
Aprieto los ojos. ¿Qué puedo decir para probarle que soy el chico malo que sabe que
soy? Sería tonta por confiar en mí. Voy a coger ventaja cada vez que pueda, pero
¿cómo puedo demostrárselo a ella?
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Saber que estoy listo para llevarlo al siguiente nivel podría asustarla. La rodeo y agarro
su trasero, luego la apretó contra mí de manera que no haya ninguna duda de mi
intención.
El problema es que ella comienza a moverse conmigo. Maldita sea. Esto no es bueno.
Definitivamente tiene poder sobre mí. Trato de mantener el control, pero ahora sé
que lo he perdido totalmente.
—Tienes que parar esto antes de que se nos vaya de las manos, porque yo no lo haré. —
Ignoro el hecho de que ya se nos ha ido de las manos y ella no parece estar lista para
parar.
Ella se calma y presiona su mejilla contra la mía. —Soy virgen. — Susurra a mi oído
como si fuera un secreto que sólo va a compartir conmigo.
¡Oh, Demonios!
Cambio de poder. No debería haber dicho eso. Ahora sé que tengo el control, si no
físicamente, al menos mentalmente. Darme el control no ha sido un movimiento
inteligente por su parte.
Estoy con ella en zona peligrosa, pero ahí es donde me he acostumbrado a estar la
mayor parte de mi vida. Pongo mis manos en su cintura.
Baja las manos a la parte inferior de su camiseta. Las ganas de ver lo que se esconde
debajo me hacen contener la respiración. La miro a la cara, sus ojos están llenos de
incertidumbre y algo más que se niegan a reconocer.
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—No tengo un cuerpo como el de Madison. —dice tímidamente, con las manos
cruzadas en el pecho haciendo un esfuerzo por ocultarlo.
— ¿Qué?
Delgada para mí es igual a un cuerpo falso o sin cuerpo. Necesito una chica a quien
pueda agarrar y no tener miedo de que se rompa.
Retiro suavemente sus manos y las sostengo ligeramente a los costados. Me inclino
hacia atrás y miro, completamente atónito, su modesto sujetador rosa con el que cubre
sus pechos. No tiene nada de qué avergonzarse. Esta chica lo tiene y no tiene ni idea
que tiene un cuerpo mejor que el de Madison, de calle. Kiara tiene curvas donde Dios
quiso que las tuviera, y tengo ganas de acariciar esas curvas y memorizar cada
centímetro de ella. Me siento como el hombre más afortunado en la tierra. —Eres
hermosa.
Baja la mirada. —Mírame, chica. —Cuando lo hace, repito —Eres hermosa.
— ¿Qué significa?
—Eres hermosa.
—Tu turno. —Susurra, y se muerde el labio inferior mientras espera a que me quite la
camiseta.
Cojo su mano y la llevo a mi piel desnuda. Cuando la suelto para que pueda explorar
por su cuenta, sus dedos se deslizan, recorren lentamente arriba y abajo mi pecho.
Cada caricia quema mi piel de adentro a fuera, y cuando sus dedos permanecen en el
tatuaje que asoma de mis vaqueros y las sumerge en la cintura, es casi mi perdición.
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—Rebelde. —Digo. Mis dedos se enredan en su cabello y la inclino hacia mí. Necesito
besarla otra vez. Necesito sentir sus suaves labios en los míos. Empezamos a hacerlo
como si fuera la primera vez y tal vez la última, nuestro aliento y lenguas chocan casi
con desesperación.
Mientras continúa explorando, concentro toda mi atención en ella. Deslizo los tirantes
de su sujetador hasta que caen libremente en sus brazos. Ella se inclina hacia atrás y no
puedo imaginar una imagen más sexy o una chica más sexy que la que está sentada
encima de mí. Mi pulso se acelera con caliente anticipación mientras deslizo la tela
sedosa a un lado.
Sus dedos aun se mueven mientras mis manos tocan los lados de su cintura y las
deslizo hacia arriba hasta que mis pulgares alcanzan las curvas de su pecho. Nada me
había preparado para la oleada de emociones que siento en este momento mientras
miro los brillantes ojos de Kiara.
—Creo que me estoy enamorando de ti, —dice ella en voz tan baja que podría ser mi
imaginación, entonces escucho unos disparos.
En un frenesí de pánico, tiro a Kiara sobre el sofá y me pongo encima de ella para
salvarla del peligro.
Miro hacia arriba, confuso. Espera, no hay nadie en la habitación además de nosotros.
¿Qué demonios?
Miro la pantalla del televisor y veo al héroe de la película de pie sobre el cuerpo de un
hombre muerto al que le sale sangre del pecho. Los disparos venían de la televisión.
—Lo siento —digo, alejándome de ella y sentándome al otro lado del sofá.
—Lo siento. Solo fue la televisión. —Mi corazón late más rápido que una batería en un
concierto de rock. Cuando escuché los disparos hubiera hecho cualquier cosa para
proteger su vida. Incluso si eso significaba sacrificar la mía. La idea de perderla de la
misma forma en que perdí a mi padre y casi perdí a Alex es demasiado. Prácticamente
estoy hiperventilando solo de pensarlo.
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Joder.
¿Qué pasó con lo de mantener a mí alrededor solo a chicas tontas que quieran pasar
un buen rato nada mas? La palabra "amor", o el equivalente en Inglés, "love", no está en
mi vocabulario. No estoy hecho para ser un novio. Si quieres amor y compromiso, no
vengas a llamar a mi puerta. Tengo que irme antes de que me afecte más.
—Está bien. —se sienta y se inclina sobre mí, su cuerpo está muy cerca. No puedo
pensar con claridad cuando puedo sentir el calor de su cuerpo penetrando el mío.
Siento claustrofobia y me siento atrapado. Tengo que salir de aquí.
—No, no está bien. Esto no está bien. —Mi reacción a los disparos me devuelve la
perspectiva. No puedo hacer esto con Kiara. Presiono las manos contra mis ojos y
exhalo un suspiro de frustración. —Tapate.
Cuando le lanzo la enorme camiseta, me ordeno evitar mirarla. No quiero ver dolor en
sus ojos y saber que es por mi culpa.
Mierda. Ahora está tan sensible que difícilmente puede pronunciar una palabra sin
tartamudear. Es mejor que me odie que se enamore de mí.
—Sí, bueno, quiero una chica que folle conmigo, no que me declarare su amor eterno.
Le pongo una mano, callándola. Sé lo que va a decir, que nunca dijo que esto se
convertiría en algo más. —Dijiste que estabas enamorándote de mí, y eso es lo último
que un chico como yo necesita escuchar. Admítelo, Kiara. Las chicas como tú quieren
cortarles los cojones a los chicos y colgarlos del espejo retrovisor.
Estoy divagando como un completo pendejo, las palabras salen de mi boca sin pensar
en lo que estoy diciendo. Sé que la estoy haciendo daño con cada palabra.
Prácticamente me está matando hacerle esto, pero necesita saber que no soy el que va
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a estar ahí para cogerla cuando se caiga. Todavía tengo que hacerle frente a Devlin, y
podría no volver con vida. Lo último que quiero es que Kiara le guarde luto a alguien
que no merece su amor, en primer lugar.
—Quiero más.
—No va a pasar ¿Quieres más? Ve y busca tú misma otro imbécil. —Me dirijo hacia la
puerta, necesito alejarme de ella antes de que me arrodille y le suplique que me deje
volver a sus brazos y terminar lo que empezamos. Me voy, trato de sacar todas sus
imágenes de la cabeza. Hay pocas posibilidades de que ocurra pronto.
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Capítulo 38
KIARA
M
e siento en la habitación y repaso con la cabeza lo que ha sucedido
esta noche. Por mucho que me dijera a mí misma que perder el
tiempo con él no haría sería nuestra relación, me esperaba otra
cosa. Sabía exactamente lo que hacía, y el hecho de que me saliera el tiro por la culata
confirma que Carlos tiene razón. No tiene materia de novio. Él sólo quiere a una chica
que se quite la ropa para él sin compromiso o promesa.
He hecho completamente el tonto esta noche. Pensar que por compartir mi cuerpo
con él le haría cambiar es una estupidez. ¿De verdad pensaba que la increíble
conexión física que tenemos podría hacer que quisiera una relación estable conmigo?
De hecho si lo pensé.
Cuando nos besamos esta noche fue perfecto. Era todo lo que quería, esperaba y
deseaba. Tan pronto como sujeto mi cara entre sus manos, estuve perdida. Sé que
nunca nada de lo que hice o pude hacer con Michael puede competir con la
intensidad de lo que Carlos y yo compartimos.
Ahora todo eso ha acabado, porque Carlos me ha dejado. Después de eso, mi lengua
se volvió pesada y tartamudeaba con cada palabra que pronunciaba.
Oh, estoy más que avergonzada. ¿Cómo le voy a mirar a la cara por la mañana? Peor
aún, ¿cómo voy a enfrentarme a mí misma?
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Capítulo 39
CARLOS
H
e dormido cerca de dos horas esta noche anterior. Cuando el sol me
despierta, me quejo y me doy la vuelta para tratar de dormir más. Es
difícil hacerlo cuando toda la habitación está pintada del mismo
color que el maldito sol. La próxima vez que vaya a la tienda de hardware necesito
comprar un poco de pintura negra para oscurecer este sitio y que coincida con mi
estado de ánimo.
Me acuesto de lado y me pongo la almohada sobre los ojos. Cuando les vuelvo a abrir,
son las diez.
Llamo a mi madre, sólo porque necesito escuchar su voz de nuevo. Ella dice que está
intentando conseguir billetes para visitarnos, y detecto un entusiasmo que no había
oído en años. Me recuerda que me ofrecí a ayudar a la señora W. hoy en la tienda.
Voy a enviar el dinero extra a mi madre para que pueda añadirlo al fondo para el viaje.
Después de ducharme, llamo a la puerta del dormitorio de Kiara. Ella no está. Bajó a
la planta baja. — ¿Dónde está Kiara? —Le digo a Brandon, que está jugando a un juego
en el ordenador de la oficina del profesor.
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El chico es un maldito traficante de drogas cibernético. —Se acabo el juego —le digo.
— ¿Por qué?
—Porque es estúpido.
— ¿Cómo lo sabes? —Brandon me mira con sus inocentes ojos. —Nunca has jugado
con él.
— Si, lo he hecho. En la vida real. Y sólo porque tuve que hacerlo para sobrevivir. Pero
Brandon tú tienes opciones en la vida, y no necesitas hacer estas cosas para sobrevivir.
A quién se le ocurre hacer un juego para niños en el que simulas traficar con drogas. —
Quítalo, Brandon, o lo haré yo. No estoy bromeando.
— Carlos dice que tengo que quitar el juego. Papá, dijiste que podía usar el ordenador y
jugar un juego de intercambio. Todos mis amigos juegan.
Señalo a Brandon. —Su hijo y sus amigos cibernéticos son narcotraficantes —le digo a
su padre.
Salgo de la sala cuando le dice a Brandon que las drogas son ilegales que no son uno
producto básico. Luego murmura algo acerca del control parental y cómo no puede
sustituir a los padres y que debería haberlo supervisado más de cerca.
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— Mírame.
Westford sale de la casa. — Kiara, ¿a qué hora vais a ir Carlos y tú a tienda de té?
—Tan pronto como pueda unir este cable con cinta aislante, papá. No coopera.
— Es probable que necesites soldarlo, —le digo, aunque en este momento es bastante
obvio que no quiere ninguna sugerencia mía.
— Avísame cuando estés lista para ir. Mientras tanto, tengo que hablar con Carlos. —
Westford me señala con el dedo. —Nos vemos en mi oficina.
— Obviamente, esto no. —Me tira la camisa que yo llevaba puesta la noche anterior. —
La encontré en el suelo de la entrada. Es obvio que ha pasado algo y no parece una
broma.
— Sí... las cosas se pusieron un poco subiditas después de que usted y su mujer se
fueran anoche —le digo.
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—Por supuesto, yo era un poco más cuidadoso a la hora de ocultar las pruebas.
— Lo de, ¿dejar pruebas o pasar el rato en mi casa con mi hija? Y por favor evita la
mierda de “señor”. Esto no es el ejército.
El profesor hace una mueca. —Se necesitan dos para bailar el tango. No estoy
culpándole o echándole la culpa. Sólo estamos hablando. Ojala estuviera tu madre
aquí para tener esta charla. ¿Sabrás, eh, como tomar precauciones por lo menos?
No puedo creer que este en medio de esta conversación. Los padres en México no
tienen este tipo de conversaciones, especialmente con las hijas. Primero echan de una
patada en el culo al muchacho, y luego hacen las preguntas. Después, prohíben a su
hija a salir a la calle sin vigilancia. No hay nada de esto “comunicación abierta” mierda.
—No soy tan estúpido como para pensar que puedo impediros... hacer nada, es vuestra
decisión, —continúa Westford. —Pero puedo establecer una nueva norma: ningún
acercamiento más entre vosotros en mi casa. Si os dificulto las cosas, puede que toméis
mejores decisiones. Y también os digo que como tu padre Kiara y tutor Carlos,
permanezcáis vírgenes hasta el matrimonio. —Se sienta en su silla y nos sonríe,
satisfecho de sí mismo por esta última frase. Lástima que esta charla llegue unos años
tarde, al menos para mí.
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— Sí, bueno, bueno, mm... cuando yo era adolescente era una época muy diferente y la
edad. Los adolescentes de hoy son más inteligentes y más educados. Hay
enfermedades incurables... y los peligros para la pareja sino hay una relación
comprometida seria, monógama. —Nos señala con el dedo. —Y no os olvidéis de
palabra la palabra e-.
— ¡El embarazo! —El profesor me mira fijamente. —No estoy preparado para ser
abuelo por mucho tiempo mucho, mucho, mucho, mucho tiempo.
Pienso en mi madre que se quedó embarazada de Alex cuando tenía diecisiete años.
Mi madre me hizo prometerla que usaría siempre condones cuando estuviera con una
chica. —Ella no quiere que ninguno de sus hijos termine como ellos. —Diablos, incluso
escondió algunos condones en un par de prendas de ropa interior como recordatorio.
Ayer por la noche me asuste. Porque mientras que siempre he tenido la cabeza clara
cuando se trata de protección y la chica con la que estoy, no puedo decir que hubiera
sido capaz de detenerme a pensar si tenía un preservativo a mi alcance. Y ni siquiera
fue necesario. Si no me hubiera asustado con los disparos de la tele, Kiara y yo
podríamos estar teniendo una charla muy diferente con el profesor ahora mismo.
— No se pasa nada por tener una charla de actualización, teniendo en cuenta el hecho
de que la camiseta de Carlos estaba tirada en el suelo esta mañana.
Le enseño la camiseta para que sepa de lo que habla. Kiara ahoga su sorpresa: “Oh”
Westford mira el reloj del escritorio. —Tengo que ir antes de que Brandon desarrolle
TDA (trastorno por déficit de atención) por ver demasiada televisión. —Tiene las
manos como si estuviera a punto de hacerme una oferta. — ¿Carlos, esta todo claro?
— Sí, —le digo. —Siempre y cuando no sea en su casa y usted no se entere, está bien.
— Tal vez.
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El profesor cuenta cada palabra con los dedos y me observa. —No lo olvides...
Seriedad, monogamia, compromiso, que no estén bajo mi techo, y confianza.
Él asiente con la cabeza. —Sí. La palabra e-. Cuando estaba en el ejército, Carlos, la
chulería como la tuya era castigada.
—No es tan malo. Si alguna vez te inscribes y pones tanta energía en ser un buen
soldado, conseguirás una actitud diferente, más importante te ira mucho mejor. Me
dan ganas de poner algo de color rojo en la lavadora con tu ropa interior para darle un
toque rosa. Sería un pequeño recordatorio de la charla de hoy.
—Vete, listillo —me dice, señalándome la puerta. Creo que se lo ha tomado bien, sonríe
pero enseguida le cambia la cara. —Salir de mi despacho. Y mantengamos esta
conversación entre nosotros, ahora iros a la tienda. Mi mujer os está esperando para
poneros a trabajar. No os paréis por el camino —dice en voz alta cuando estamos en el
pasillo.
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Capítulo 4o
KIARA
—O
ye, chica —dice Carlos mientras conduzco de camino a la
tienda de mi madre minutos más tarde.
Me encojo de hombros. —Lo que sea. Pero no chica. —Me inclino para encender el
equipo de música, pero al darme cuenta de que todavía no funciona. Me agarro al
volante más fuerte y me concentro en la carretera, incluso cuando llegamos a un
semáforo.
Carlos levanta las manos. — ¿Qué quieres de mí?¿Quieres que te cuente una mentira,
es eso lo que quieres? De acuerdo, te mentiré. Kiara, sin ti no soy nada. Kiara, eres la
dueña de mi corazón y mi alma. Kiara, cuando no estoy contigo siento que la vida no
tiene sentido. Kiara, Te quiero. ¿Es eso lo que quieres oír?
—Sí.
—Eso es porque ha perdido el sentido común. Pensé que eras diferente que no te
gustaba esa mierda.
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Carlos busca en mi bolso y saca el teléfono. Trato de quitárselo de las manos, pero es
demasiado rápido. — ¿Qué estás haciendo?
En el siguiente semáforo, le quito el teléfono de las manos. Leo el sms que Carlos
acaba de enviar a Michael. Olvídame, No lo has hecho.
— Sí, lo hice. —Se sienta de nuevo, satisfecho de sí mismo. —Me lo agradecerás más
adelante.
Agarra el bolso antes de que lo golpee. —No me digas que realmente querías volver a
salir con ese.
—Kiara, espera. —Gruñe Carlos al salir por la ventana. Le oigo correr para alcanzarme.
—Voy a arreglar la puerta del coche es la última vez que salgo así. —Se pasa la mano
por el pelo. —Oye, si las cosas fueran diferentes...
— ¿Qué cosas?
—Es complicado.
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Mientras me siento en la oficina y cotejo los recibos para ponerlos en los libros, oigo a
mi madre explicarle a Carlos cómo colocar las cajas de té, que acaban de llegar.
Sobre la una, mi madre asoma la cabeza por la puerta y me dice que vaya a la sala de
descanso para almorzar. Mi madre no es consciente de la tensión que hay en el aire
cuando estamos todos en la sala de descanso. Ella espera que todos estemos felices y
enérgicos todo el tiempo, así que me pregunto cuándo se va a dar cuenta del grado de
felicidad que hay en la sala.
— Tengo estos —le dice a Teddy, el proveedor que esta fuera de la tienda, mientras
saca alimentos de una bolsa.
— Perritos vegetarianos.
—No te va a matar comer algo sano, Carlos, —le dice mi madre. —Pero si no te gusta,
puedo salir y traerte algún alimento procesado, si quieres.
Carlos muerde el suyo. —Está bastante bueno. ¿Tienes algunas patatas fritas para
acompañarlo?
—Me gusta comer sin saber lo que tiene, —dice Carlos mientras come.
Mi madre nos da un vaso de té helado de una jarra grande que ha hecho para
nosotros. —Deberías preocuparte por lo que sucede en tu cuerpo. Por ejemplo, este
mezcla de té es “ha açaí”, extracto de corteza de naranja y menta.
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— Mamá, come —le digo. Antes de que empiece a darle una explicación sobre los
antioxidantes y radicales libres.
—Estuvo bien —digo, esperando que no me pida detalles porque no tengo ni idea de
que trataba la película.
Coge una patata y muerde la punta. —Parecía un poco violenta. No estoy a favor de esa
tipo de violencia.
—Yo tampoco, —le digo. Carlos se queda callado. Noto que me mira, pero no levanto
la cabeza para mirarlo. Concentro mi atención en todo lo que no sea él.
Iris, una de las empleadas de fin de semana de mi madre, abre la puerta rompiendo el
silencio de la habitación. —Colleen, hay un cliente que pregunta específicamente por ti.
Parece apurado.
Me levanto para irme también, pero Carlos extiende su brazo y me agarra la muñeca.
Dios, quiero que me lleve hacia él y me diga que lo de anoche no fue un error. Lo
nuestro no tiene por qué ser complicado.
—No eres tú, ya sabes. No he querido estar con una chica desde...
Su voz se apaga y me suelta la muñeca.
—No importa.
—A mí sí.
Duda, como si no quisiera decir su nombre. Cuando por fin dice “Destiny”, no puede
ocultar que todavía siente algo por ella. Su nombre sale de sus labios y se deleita con
cada sílaba.
Definitivamente estoy celosa. No hay manera de que pueda competir con Destiny. Es
evidente que todavía la ama. —Lo entiendo.
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—No, no hagas. Anoche estaba asustado, diablos, estaba fuera de mí, Kiara. Porque
sentía algo que no había sentido, desde...
— ¿Así que todavía se supone que tengo que fingir que estoy saliendo con alguien en la
escuela?
—Sólo un par semanas más, hasta que Madison me deje en paz. —Me mira. —
Entonces, podemos inventarnos un motivo para romper. Hicimos un trato, ¿verdad?
— Bien.
Vuelvo a la oficina de mi madre, miro hacia abajo a las cuentas que tengo que hacer.
Los números son un fastidio. Tiró mi lápiz a un lado, me llevo las manos a la cabeza y
suspiro.
Qué estúpida fui anoche al decirle a Carlos que me estaba enamorando de él.
Definitivamente le ahuyente. Toda mi vida, hasta ahora, he estado sola Y entonces
conocí a Carlos, me dan ganas de seguir adelante sin lamentaciones.
Cuando jugaba al fútbol con mi hermano, y vi una pizca de generosidad en él que solo
regala a unos pocos que cree dignos, se que lo que ves no es necesariamente lo que se
obtienes cuando se trata de Carlos.
— ¿Cómo qué?
— No lo sé. Sólo otra cosa. —Él coloca los ingredientes de nuevo en el estante. —Voy a
ir andando al taller para hablar con Alex. Dile a tus padres que iré a casa más tarde.
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Niega con la cabeza. —Quiero caminar, —Le miro mientras sale por la puerta trasera, y
unos minutos después, pienso si en realidad solo quiere alejarse de mí lo más rápido
posible.
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Capítulo 41
CARLOS
C
uando estoy lo suficientemente lejos de la tienda de té, saco el móvil
que me dio Brittany. Aporreo el número de Devlin y espero…
Tan pronto como contesta, digo. —Soy Carlos Fuentes. Querías llamar
mí atención, la tienes.
— ¡Ah, señor Fuentes! Esperaba que te pusieras en contacto conmigo, dice una suave
voz al otro lado de la línea. Tiene que ser Devlin.
— ¿Qué quieres de mí? —pregunto, haciéndole saber de inmediato que no estoy jodido
del todo.
Sigo caminando mientras hablo porque tengo el loco presentimiento de que me sigue
alguien. — ¿No podrías haberlo hecho sin que Nick Glass me tendiera una trampa?
— Necesitaba llamar tu atención, Fuentes. Pero ahora que la tengo, ya es hora de que
nos conozcamos.
— ¿Cuándo?
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— ¿Quién?
—Digamos que algo me dijo un Guerrero. Basta de hablar. Cuando veas llegar a
uno de mis chicos sube al coche.
—El teléfono se corta. Minutos más tarde un SUV negro con las lunas tintadas se
detiene justo en frente de mí. Respiro hondo cuando se abre la puerta. Estoy listo para
enfrentarme a lo que sea. No importa lo que mi familia piense, es mi destino.
—Cuánto tiempo sin vernos —dice Rodríguez. En los asientos delanteros hay dos tipos
blancos parecen culturistas o al menos entrenados para patear culos. Definitivamente
están aquí para proteger a alguien, y ese alguien definitivamente no soy yo.
—Miro por la ventanilla para ver si puedo ver hacia dónde nos dirigimos, pero no
sirve de nada. Estoy totalmente perdido y a merced de estos tres tipos. Me pregunto
qué haría Kiara si supiera que estoy en un coche con un montón de matones.
Probablemente me diría que no debería haber subido al coche en primer lugar. No me
permitiré bajar la guardia ni por un minuto, eso es seguro.
Pensar en bajar la guardia me hace pensar en Kiara. Anoche, mientras la tenía entre
mis brazos y sentí su suave piel bajo mis dedos, estoy perdiendo totalmente el control.
Caray, yo estaba dispuesto hacer cualquier cosa que ella quisiera sin importar las
consecuencias.
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—Hemos llegado —dice Diego, desvaneciendo mis pensamientos sobre Kiara y lo que
podría haber sido.
—Es aquí —es una casa grande con un muro de cemento que rodea la finca. Nos llaman
de dentro, Diego me lleva a la puerta principal y entramos a una oficina suficiente
grande como para intimidar a cualquier presidente corporativo.
Diego todavía está en la habitación, en segundo plano. Devlin se inclina hacia atrás en
su silla, evaluándome. —Así que tú eres Carlos Fuentes, Diego me ha hablado de ti. Él
dice que te escaqueaste de los Guerreros del barrio. Muy audaz, Carlos, aunque
supongo que si vuelves a poner un pie en México sería mejor que estuvieras muerto.
— ¿De eso trata todo esto? —le pregunto. —Si te has aliado con los Guerreros y te
dijeron que te deshicieras de mí, ¿por qué Nick me tendió una trampa?
—Esas palabras me dan ganas de atacarles y decirles a estos individuos que nadie va a
controlarme o usarme, pero me contengo. Cuanto más hablen ellos, más información
puedo conseguir.
—Lo cierto Fuentes —Dice Diego. —Te estamos haciendo un favor al no entregarte a
los Guerreros hecho pedazos, y nos lo vas a devolver… serás nuestro chico paquete.
Chico paquete. Quiere decir que tengo que ser su nuevo traficante en la calle, y aceptar
las consecuencias voluntariamente si me pillan. Las drogas de mi taquilla eran una
prueba para ver si entregaba a Nick. Si lo hubiera hecho, me tratarían de soplón y
probablemente ahora mismo estaría en el depósito de cadáveres. Ya he demostrado
que no soy un narco, por lo que ahora soy mercancía valiosa. Esto me recuerda el
videojuego de Brandon, aunque este juego es mortal.
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—Cojo el sobre. Dentro hay un fajo de billetes de cien dólares —es más de lo que
nunca he tenido en mis manos. Vuelvo a dejar el sobre en el escritorio.
—Cógelo, es tuyo —dice Devlin. —Es una muestra de lo que podrías ganar conmigo en
una semana.
— ¿Así que la familia Devlin se ha aliado con los Guerreros? ¿Cuándo pasó eso?
Devlin no se ríe. —Ahora mismo tengo un envío proveniente de México y hay que
asegurarse de que no se pierda, si sabes lo que quiero decir. Rodríguez cree que tienes
lo que hace falta. Oye, yo no soy el jefe de una pandilla callejera que lucha por el
territorio, o el color de su piel, o su maldita nacionalidad. Soy un hombre de negocios,
gestiono un negocio. Me importa una mierda si eres negro, blanco, asiático, o
mexicano. Caray, tengo más rusos trabajando para mí que el Kremlin. Mientras
beneficies mi negocio, quiero que trabajes para mí.
Me lanzo a Rodríguez, sin importarme que probablemente sea el más peligroso. Nadie
se escapa por amenazar a mi familia. El se cubre la cara con las manos, pero soy más
rápido y consigo darle un golpe antes de que los dos tipos grandes me agarren de los
brazos y me separen. —Si le haces daño a mi Familia, te sacare el puto corazón con mis
propias manos —le advierto mientras lucho por liberarme.
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—Sí. Muy loco, le digo cuando uno de los tipos comete el error de soltarme un poco
para sujetarme mejor. Le empujo lejos y lo mando contra el cuadro de la pared.
Cuando se golpea y cae al suelo por el impacto, me giro para mirar al otro tipo y
demostrarle que puedo luchar que no soy alguien que vaya a intimidarse por el miedo
si amenazan a mi familia.
Otros dos tipos entran en la habitación. Mierda. Soy fuerte y puedo patearles el culo,
pero cinco contra uno es una mala probabilidad. Sin contar a Devlin, que está sentado
en su gran sillón de cuero observando como si fuera un duque y el resto estuviéramos
solamente para divertirle.
Logro liberarme, y seguir de pie durante unos minutos antes, de que los dos tipos se
precipiten y me empujen contra la pared. Estoy aturdido por el impacto cuando otro
tío comienza a golpearme. Puede que sea Rodríguez, o puede ser alguno de los otros
cuatro tipos. En este momento todo se está poniendo borroso.
Lucho contra ellos, pero cada golpe que recibo en el estómago duele como el infierno.
Un puño impacta contra mi mandíbula una vez, dos, y tres veces, me gusta la sangre.
Me he convertido en su maldito saco de boxeo.
Reúno todas mis fuerzas, ignorando el intenso dolor y me libero. Lanzándome hacia
adelante, golpeo con fuerza a uno de ellos. No caeré sin luchar, incluso aunque no
tenga oportunidad de ganar.
Mi ventaja dura poco. Me separan del tipo y me empujan sobre la alfombra del suelo.
Si me levanto tal vez pueda pelear más, pero me están golpeando, recibo patadas por
todas lados y noto como mis fuerzas desvanecen rápidamente. Una sola patada,
dolorosa en mi espalda me dice que uno de los tipos lleva botas con punta de acero.
Con mi última gota de energía, agarro la pierna del que me está pateando. Cae hacia
adelante, pero no importa. No he conseguido nada. No puedo luchar, no tengo
fuerzas. . . sólo noto un agudo dolor con cada movimiento que hago. Lo único que
puedo hacer es rezar para que acabe pronto.... O morir. En este punto, cualquier cosa
es bienvenida.
Cuando dejo de luchar, Devlin grita para que paren. —Levantarlo —ordena.
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Devlin me tira la cabeza hacia atrás. —Considera esto una salida de los Guerreros del
barrio y únete a la familia Devlin. Ahora eres un Devlin. Sé que no me vas a
decepcionar.
—No respondo. Mierda, ni siquiera sabría que responder aunque quisiera. Sé que no
soy un Devlin y nunca lo seré Devlin.
—Aprecio tu espíritu, pero no destroces mi casa o te pelees con mis chicos de nuevo o
serás hombre muerto. —Sale de la habitación, pero no sin antes ordenar a sus
muchachos que limpien la oficina antes de que él vuelva.
Me levantan de la silla. Y lo siguiente que sé, es que estoy siendo empujado hacia el
asiento trasero de la camioneta.
—No luches contra Devlin o contra mí —dice Rodríguez mientras da marcha atrás. —
Tenemos grandes planes, y te necesitamos. Los chicos de Devlin no tienen los
contactos Mexicanos que nosotros tenemos. Eso nos hace valiosos.
No me siento muy valioso ahora. Tengo la cabeza como si me fuera a explotar. —Para
el coche. —ordena Rodríguez cuando estamos a unas pocas casas de la de los
Westfords. Él abre la puerta y me arrastra al exterior. —Asegúrate de tener cuidado con
la chica con la que vives. No querrás que le pase nada. —Se vuelve hacia el coche y tira
el sobre con dinero a mis pies. —Al ser nuevo tienes que ser el mejor, en una semana.
Me pondré en contacto contigo entonces —dice, y se va.
Me cuesta estar de pie, pero me fuerzo a llegar la puerta de la casa de los Westfords.
Apuesto a que mi aspecto refleja cómo me siento: como una completa mierda. Una
vez dentro, trato de subir a escondidas para que nadie vea todo ensangrentado, con
cuidado sujeto mi camiseta contra la boca, para no salpicar la alfombra de sangre.
Me echa un vistazo, jadea, y se tapa la boca con la mano. —Carlos ¡Oh, Dios mío!
¿Qué ha pasado?
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Capítulo 42
KIARA
M
i corazón late violentamente de miedo y de conmoción a medida
que Carlos avanza delante de mí y se inclina sobre el lavabo.
—Es obvio. Cojo una toalla azul marino del colgador y la humedezco en el lavabo. —
¿Quién ha sido?
—No quieres saberlo. —Se enjuaga la boca y se mira en el espejo. Tiene el labio partido
y aun sangra, y tiene el ojo izquierdo hinchado. Por la forma en que se apoya en el
lavabo, puedo imaginar cómo siente el resto del cuerpo.
—Nada de hospitales. Nada de policía —dice él, gimiendo con cada palabra. —Mañana
estaré mejor.
—No lo creo. —Se estremece de nuevo, siento su dolor como si fuera el mío. —Siéntate
—le digo, señalando el borde de la bañera. —Te ayudaré.
Carlos debe estar realmente vacio emocionalmente así como físicamente, porque se
sienta en el borde de la bañera y se queda quieto mientras mojo de nuevo la toalla y
con suavidad le limpio la sangre de los labios que anoche sonreían cuando le besaba.
Ahora no sonríen.
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Con mucho cuidado le limpio los cortes, dolorosamente consciente de lo cerca que
estamos. Él me agarra la mano mientras muevo la toalla por su cara hinchada. —
Gracias —dice mientras miro sus tristes ojos.
Tengo que romper la intensidad de su mirada, así que mojo la toalla en el lavabo, y la
escurro. —Espero que el otro este peor.
Él suelta una risita. —Eran cinco. Todos están mejor que yo, aunque me defendí por
un tiempo. Estarías orgullosa
—No me acuerdo.
¿Cinco chicos? Me da miedo pedir más detalles, porque sólo con mirar sus heridas se
me está revolviendo el estómago. Pero quiero saber qué ha pasado. Hay un sobre en el
lavabo. Lo cojo y veo el dinero que asoma en la parte superior. Billetes de cien
dólares. Un fajo de ellos. Le enseño el sobre a Carlos. — ¿Esto es tuyo? —Le pregunto
fugazmente.
—Más o menos.
Levanto un dedo delante de mí. —Sigue mi dedo con los ojos. Quiero asegurarme de
que no tiene una conmoción cerebral.
Presto mucha atención a sus pupilas cuando siguen el movimiento de mi dedo. Parece
estar bien, pero sigue mis órdenes sin rechistar, y eso me asusta. Me sentiría mucho
mejor si le viera un medico.
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—Tienes razón. Pero tengo que advertirte. Que si levanto el brazo por encima de la
cabeza puedo perder el conocimiento. El costado me está matando.
Su camiseta está rota y estropeada, saco las tijeras de uno de los cajones de baño y
corto una línea en el torso.
Trato de actuar como si solo fuéramos amigos, pero él me sigue lanzando bolas curvas
y me confunde. —Pensé que no querías seguir.
—No lo sé. Quiero acabe el dolor, aunque creo que verte desnuda ahora podría
ayudar.
—Toma —le digo, poniéndole el Tylenol y un vaso de papel lleno de agua del grifo en
la mano.
—No, pero estoy segura de que si me dejaras llevarte al hospital te darían algo más
fuerte.
Sin responder, deja caer su cabeza hacia atrás y se traga las pastillas.
Le quito la camiseta rota y trato de no suspirar de nuevo cuando examino sus heridas.
Me fijo en que tiene viejas cicatrices en su cuerpo, pero el daño que tiene ahora en su
espalda y pecho es francamente repugnante.
—He estado en peleas antes —dice como si eso me fuera hacer sentir mejor.
—Tal vez deberías evitarlas por completo —le sugiero limpiando suavemente su espalda
y su pecho —Tienes cortes y golpes en la espalda —le digo. Al ver cada marca me dan
ganas de llorar.
Cuando termino de limpiar toda la sangre, retrocedo. El trata de sonreír, pero tiene el
labio tan hinchado que esta asimétrico. — ¿Me veo mejor?
Sacudo la cabeza. —No puedes ocultar esto a mis padres, ya sabes. Un solo vistazo y te
estarán haciendo preguntas.
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—No quiero pensar en eso. Ahora no, por lo menos. —Él se levanta, se agarra el
costado, y se queja de dolor. —Me voy a la cama. Échame un ojo por la mañana, para
ver si todavía estoy vivo. —Carlos agarra la camiseta y el sobre antes de ir a su
habitación, y se desploma en la cama. Cuando mira hacia arriba y se da cuenta de que
le he seguido, dice — ¿Te he dado las gracias?
— ¿De quién?
—El Diablo.
—Es complicado.
—Lo sé. —Le acaricio con suavidad el brazo con el que me rodea hasta que su
respiración se vuelve más lenta. —Me gustaría poder ayudarte, —susurro.
Tan pronto como pueda salir a hurtadillas de su cuarto, llamare a Alex y le contare a
mi padre lo que ha pasado. Imagino que Carlos no me estará agradecido entonces.
Probablemente estará bastante molesto.
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Capítulo 43
CARLOS
M
e aferro a Kiara, siento la desesperada necesidad de protegerla. Si
sólo pudiera moverme sin sentirme como una mierda, no me
dormiría con sus dedos acariciando mi brazo. Mientras doy la
bienvenida al sueño, no quiero que Kiara salga de mi vista. Rodríguez podría hacerle
daño, y no puedo permitir que eso ocurra. Mientras Kiara esté segura, está bien.
También tengo que advertir a Luis y a Mamá. Sólo necesito dormir para que se me
pase este dolor. . . durante unos minutos. Los dedos de Kiara trazan líneas arriba y
abajo en mi brazo calmando el agudo dolor. Cierro los ojos. Si duermo unos minutos,
estaré bien.
El sonido chirriante de la puerta me hace abrir los ojos. De repente me doy cuenta de
que Kiara no está sentada a mi lado. No es que realmente esperase que me cuidara
mientras dormía. Intento sentarme, pero tengo tan malditamente dolorido cada hueso,
músculo y articulación de mi cuerpo que protestan. Dándome por vencido, me quedo
de lado, bajo la manta, espero que sea Kiara y no sus padres. . . o peor, Brandon. Si el
niño salta sobre mí, esto podría acabar mal.
—Sí.
—No puedo.
—Carlos, dime que está pasando. Ahora, —me dice Westford con voz cortante y muy
militar. Por lo general es tan relajado y tranquilo… ahora no, sin embargo.
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— ¿Puedes caminar?
—Sí, pero por favor no me hagas intentarlo ahora mismo. Tal vez más tarde. Mañana
quizás.
—Ojala no hubiera hecho eso, —le digo. No llevo ninguna camiseta puesta, y él está
viendo las evidencias de primera mano. Veo a Kiara, de pie junto a la cama. —Me
traicionaste. Te dije que no les dijeras.
El profesor, con una expresión tan preocupada en el rostro como si fuera su propio
hijo, le dice a Alex —No va a ir al hospital.
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Oigo los pasos de Westford de un lado a otro por la alfombra. —Está bien. Tengo un
amigo, Charles, es médico. Puedo llamarle y ver si puede venir y echar un vistazo a las
lesiones de Carlos.
—Westford se arrodilla hacia mí. —Pero si dice que tienes que ir al hospital —dice,
señalándome —vas a ir, sin importar que tenga que sacarte de la casa gritando y
pataleando.
—Cuando Kiara nos dijo lo que estaba pasando, Colleen lo llevó a casa de su madre. Se
quedará allí durante unos días.
Su vida entera es un caos por mi culpa. Ya es bastante malo que me esté comiendo su
comida y ocupando espacio en su casa. Ahora su hijo ha sido desterrado porque estoy
jodido. —Lo siento —le digo.
—No te preocupes por eso. Kiara, voy a llamar a Charles. Por qué no les damos a
Carlos y su hermano un poco de privacidad. — Oh, mierda. Eso es lo último que
quiero.
Cuando se cierra la puerta, Alex me mira por encima de la cama. —Estas hecho una
mierda, hermano.
—Gracias. —Miro sus ojos inyectados en sangre y me pregunto si habrá llorado cuando
se enteró de que fui golpeado. De hecho nunca he visto llorar a Alex, aunque hemos
pasado por momentos difíciles. —Así se hace.
— Fueron los chicos de Devlin, ¿eh? Kiara me contó que dijiste que fue El Diablo.
—Eso es mentira.
A pesar de que me duele al moverme, no puedo evitar dejar salir una pequeña risa. —
Dile eso a Devlin. —Pensándolo mejor. . . —Estoy bromeando. Mantente lo más lejos
posible de Devlin. No formas parte de esto. Déjalo así. Lo digo en serio.
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Alex tose un par de veces, y se aleja para no tener que verme luchar más. —No puedo
creer que esto esté pasando de nuevo. —Se aclara la garganta, y se vuelve hacia mí. —
¿Qué te dijo Devlin? Tiene que quererte por alguna razón específica.
Cuanto más sepa, más se meterá en este lío. No puedo permitir que eso ocurra. —Lo
averiguare.
Westford llama a la puerta y vuelve a entrar. —He llamado a mi amigo Charles. Está de
camino.
La Sra. W. se nos une un segundo más tarde, con una bandeja en la mano. —
Pobrecillo, —dice ella, e inmediatamente deja la bandeja y se acerca a mí. Examina mi
labio partido y mis moretones. — ¿Cómo ha pasado esto?
—Odio las peleas. No resuelven nada. — Ella pone la bandeja en mi regazo. —Es sopa
de pollo — explica. —Mi abuela decía que lo cura todo.
No tengo hambre, pero la señora W. está tan orgullosa de la sopa de pollo que tomare
una cucharada sólo para conseguir que deje de mirarme tan ansiosamente.
— ¿Y? —Pregunta.
Sorprendente, el salado caldo caliente, con fideos baja fácilmente. —Es fantástico —le
digo.
Todos me miraban como gallinas. Estaba bien con Kiara pero ahora estoy vulnerable
y no quiero a nadie más alrededor. Bueno, además de Kiara. ¿Dónde estará?
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Cuando llega el médico, se pasa media hora repasando todas mis heridas. —De veras te
metiste en una tonta pelea, Carlos. —Él mira a Westford.
Después de que todos bajen a cenar, Kiara vuelve de nuevo a mi habitación y se sienta
al borde de la cama, mirándome. —No lamento haberles dicho lo que te pasó. No eres
tan invencible como crees. Y otra cosa. . .—Ella se inclina para mirarme cara a cara. —
Ahora que sé que te vas a poner bien, he decidido no sentir compasión por ti. Si estás
traficando, es mejor que confieses. Sé que el dinero del sobre escondido en la funda
de la almohada no ha salido de vender mis galletas de imán.
—Me gustabas más cuando eras comprensiva, — le digo. —Y te das demasiado crédito.
No podría sacar tus malditas galletas, y mucho menos venderlas. Y no estoy vendiendo
drogas.
—Es complicado.
Pone los ojos en blanco. —Contigo todo es complicado, Carlos. Quiero ayudarte.
— ¿Así que esto es por ti, no por mí? —Le pregunto, divertido.
— ¿Cómo?
—No has visto los carteles por toda la escuela, es el próximo fin de semana. Si no
puedes caminar, no hay manera de que seas capaz de bailar el sábado por la noche.
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Capítulo 44
KIARA
E
l miércoles, Carlos insiste en ir a la escuela. Dice que se siente mejor,
aunque diría que se mueve más lento que de costumbre y todavía esta
dolorido. Tiene un ojo negro y el labio aún hinchado, pero esto
solamente lo hace parecer más duro y áspero. La mayoría de los estudiantes de
Flatiron nos miran y señalan mientras caminamos por los pasillos. Cada vez que Carlos
nota que alguien nos mira fijamente, me cubre poniéndome su brazo a mí alrededor.
Jugar el papel de su novia no es divertido cuando todo lo que hacemos es ser
observados. Pero estamos juntos, y me alimento de su fuerza para hacer frente a todos
los chismes.
—Ehh, dice Tuck. —Me lloran los ojos al ver tu ojo morado. Haznos un favor a todos y
usa una máscara o algo así. O una venda en el ojo.
—Antes de que pueda patear a Tuck por debajo de la mesa, Carlos se acerca a la parte
posterior de la silla de Tuck y se inclina. —Lárgate, Fucker (hijo de puta).
—Es Tucker, dice Tuck, deslizándose en la silla, pero haciendo todo lo posible por
aguantar.
—Dejar de pelear, los dos, —les digo. —Carlos, no puedes ordenar a Tuck que se
marche.
— ¿Ni siquiera si es para pedirte que vengas conmigo al baile de Bienvenida? —Me
muerdo el labio inferior. Definitivamente no es en serio. No puede serlo. No hay
manera que pueda llevarme al Baile cuando hace tres días apenas podía moverse. Veo
como lucha contra el impulso de hacer una mueca de dolor cada vez que tiene que
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agacharse a coger los libros de la taquilla o sentarse en una silla. Me dijo que el médico
le había dicho que debía moverse para no entumecerse, pero no es sobrehumano,
aunque pienso que quiere serlo.
Tuck señala el suelo. — ¿Te vas a poner de rodillas? Porque todo el mundo os está
mirando. Podría hacer una foto con el móvil y enviársela al comité del anuario.
—Está bien, está bien. Iré a comer con Jake Somers. Quién sabe, tal vez me inspire
Carlos y reúna el suficiente valor para pedirle que venga conmigo al baile.
Carlos niega con la cabeza. —No puedo creer que alguna vez llegara a pensar que salías
con él. —Cuando Tuck se va, Carlos se sienta en una silla junto a mí. Me he dado
cuenta que contiene el aliento mientras se inclina al sentarse. Está haciendo un buen
trabajo tratando de ocultar su dolor, y no creo que nadie más lo note. Pero yo sí. Mete
la mano en su bolsillo y saca una entrada para el Baile. — ¿Vas a ir al Baile conmigo?
Se centra solo en mí, sin importarle quien pueda o no estar mirándonos. Yo, por otra
parte, siento todos los ojos clavados en mí como si fueran dardos. — ¿Por qué me lo
preguntas ahora, en mitad del almuerzo?
—Acabo de comprar la entrada hace cinco minutos. Digamos que estaba ansioso por
asegurarme de que todavía iras conmigo.
—Difícilmente puedes m-m-moverte, Carlos. D-d-d de verdad que no tienes que hacer
esto.
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Guarda la entrada en su bolsillo. —Estaba pensando más en algo como vaqueros y una
camiseta.
— ¿Boutonniere? ¿Qué diablos es eso, y por qué iba a querer que me lo pusieras?
—Mientras estás en ello, amigo, dice Tuck acercándose por detrás de Carlos —es
posible que desees buscar la palabra “ramillete”.
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Capítulo 45
CARLOS
E
so es lo que dice el diccionario. REACH tiene una pequeña habitación
de madera a la que ellos llaman biblioteca con un montón de libros de
autoayuda. He tenido suerte y he encontrado un diccionario, y lo
primero que hice al llegar fue abrirlo. Estoy seguro de que Kiara se sorprendería si
supiera que de verdad lo busque. Así que ahora me pregunto cómo voy a encontrar
algo decente para llevar al Baile de Bienvenida. Es igualmente frustrante pensar cómo
voy a conseguir uno de esos ramilletes.
— ¿Qué te ha pasado? Pregunta Justin. — ¿Te paso un camión por encima varias
veces?
Zana, lleva una falda tan corta que podría conseguir que la expulsaran a casa, esta
comiendo un brownie de lo que han dejado para nosotros. —Se rumorea que fuiste
asaltado por unos pandilleros que luchaban por su territorio. —Ella lo dice en voz baja,
para que Berger no pueda escucharla.
Una vez más, no creo en las promesas. ¿Por qué las personas son así de tontas?
Cuando Keno llega tarde, enseguida me doy cuenta de que me ignora. Normalmente
no lo notaria, pero todo el mundo me mira con los ojos de par en par como si mi cara
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hubiera tomado la forma de una vida extraterrestre. Me alegro que ellos no estuvieran
conmigo el domingo. Espero que el maldito moratón se vea mucho mejor ahora.
Morrisey señala mi cara. —Tu tutor llamó, y dijo que no vendrías el lunes y el martes.
Dijo que te metiste en una pelea. ¿Quieres hablarnos de ello?
—Realmente no.
Kinney da un paso al frente. —Bueno, Carlos, esto es lo que tienes que hacer. Desde
que te vimos, sospechamos que estabas bajo la influencia de una banda desde la
semana pasada. Las peleas por lo general van acompañadas de alcohol y drogas. Te
estamos dando una prueba de orina. Lávate las manos en ese lavabo.
Quiero poner los ojos en blanco y decirles que conseguir que te pateen el culo no
quiere decir que seas drogadicto, pero en cambio solamente me encojo de hombros. —
Lo que sea —digo, después de lavarme las manos. —Denme un bote para que pueda
acabar con esto de una vez.
—Si el resultado es positivo, serás expulsado, dice Morrisey, mientras abre uno de los
armarios y saca un bote de muestras. —Conoces las normas.
Cojo el bote, pero Kinney mantiene su mano en el. —Voy a explicarte lo que tiene que
hacer. Tienes que quitarte todo hasta la ropa interior delante de nosotros, y luego ir
detrás de la cortina y orinar en el bote.
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Voy detrás de la cortina bote en mano y orino. Tengo que admitir, que es humillante
tener a Morrisey y Kinney escuchándome orinar, aunque esto sea solamente rutina
para ellos.
—Bienvenido de nuevo, dice Berger. —Obviamente, has tenido una semana difícil. Te
extrañamos.
— ¿Quieres hablarnos de ello? Lo que se cuenta en esta sala, se queda en esta sala.
¿Verdad, muchachos?
Todo el mundo asiente con la cabeza, pero veo a Keno murmurar en voz baja y sigue
evitando el contacto visual conmigo. Él sabe algo, y tengo que averiguar qué. El
problema es conseguir que este solo, porque después de cada reunión se queda aquí.
—Estás saliendo con Kiara Westford, —interviene Zana —te vi abrazándola en el pasillo
de la escuela. Y mi amiga Gina os vio juntos en el almuerzo y te oyó invitarla al Baile
de Bienvenida.
Esta es la última vez que hago algo "en público". ¿Nunca piensas en tus propios
asuntos? —Le pregunto a Zana. — ¿En serio, no tienes nada mejor que hacer que
cotillear con tus estúpidas amigas?
—Basta ya. Zana, aquí no hablamos así. No voy a tolerar palabrotas. Te lo advierto. —
Berger coge un boli y escribe alguna mierda en su cuaderno.
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—No hay nada que contar. Voy con una chica, eso es todo.
— ¿Es especial?
Cuando estamos fuera de REACH, sigo a Keno al salir del edificio. —Keno, lo llamo,
pero sigue andando. Maldigo en voz baja, y corro para alcanzarlo antes que entre en su
coche. — ¿Cuál es tu jodido problema?
Keno mira a derecha e izquierda, como si sospechara que alguien está vigilando
nuestra conversación. —Aléjate de mí lo más lejos posible.
—De ninguna manera, tío. Tú sabes algo —Y eso significa que tú y yo somos los
mejores amigos. Voy a pegarme a tu culo hasta que me des cualquier información que
tengas sobre mí o Devlin.
—Eres un pendejo.
Parece un poco nervioso. —Metete en el coche, antes de que alguien nos vea.
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—La última vez que alguien me dijo que hiciera eso, conseguí que me patearan el culo
cinco pendejos.
Tengo el impulso de saltar por la ventanilla, pero luego me doy cuenta de que sólo el
coche de Kiara tiene una puerta atascada. Keno sale del terreno. Alex me está
esperando en McConnell. No tengo ninguna duda de que terminará enviando a la
caballería, si no estoy allí, así que le llamo.
—Con un… amigo. No es realmente un amigo, pero no hay necesidad de mandarle una
señal de alerta. —Te veo más tarde le digo, y cuelgo antes de que el pueda decirme
alguna mierda.
—No. No es lo mío, a pesar de que fui criado por una familia de fumadores. Mi madre
fuma, igual que Alex, hasta que empezó a salir con la reina de belleza. Si ahora mismo
me ofreciera una pastilla de vicodina o dos probablemente me las tomaría. He estado
en cama desde el domingo por la noche y mi cuerpo todavía está tenso.
Creo que vamos a hablar mierda antes de llegar a la verdadera razón que me trajo aquí.
—Sí.
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—Sí, bueno, si hablo en español mi madre sabrá lo que digo. Es mejor que no se
entere.
Asiento con la cabeza. Siempre es mejor cuando los padres no tienen ni idea. Por
desgracia, tuve que llamar a mi tío Julio ayer y contarle de primera mano lo que había
pasado. Me prometió que se aseguraría de que Luis y mamá estarían protegidos, y que
trataría de no alarmarla innecesariamente. No estaba muy contento conmigo me metí
en un gran lio con Devlin, pero más o menos esperaba que yo estuviera jodido, por lo
que no estaba sorprendido.
Me dan ganas de probar que no soy totalmente inútil, pero no es probable que suceda.
Estar jodido es lo que he hecho mejor en toda mi vida. Es reconfortante saber que
Kiara y sus padres creen que todo el mundo puede hacer borrón y cuenta nueva en
cualquier momento.
—Así que estás saliendo con esa chica Kiara, ¿eh? —Hecha el humo.
— ¿Está buena?
—Hecha humo, le digo, sabiendo que Keno no tiene ni idea de quién es ya que no va a
Flatiron. La frase de la camiseta Kiara de NO ERES UN GANADOR, ESCALA LAS
CATORCEAVAS corre por mi cabeza. Tengo que admitir, Kiara no es el tipo de
chica por la que normalmente me siento atraído, y estoy seguro de que Keno no se
sentiría atraído por ella, pero últimamente no puedo pensar en nada más sexy que una
chica que sabe soldar cables y hornear estúpidas galletas con tontos imanes. Tengo que
dejar de pensar tanto en ella, pero no quiero. Todavía no. Tal vez después del Baile de
Bienvenida. Además, tengo que mantenerla cerca para protegerla de los chicos de
Rodríguez y Devlin.
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—De los renegados de seis puntas, también conocidos como R6. —Se levanta la
camiseta y me muestra una estrella negra de seis puntos con una R grande azul en el
centro de la misma. —Estas metido hasta arriba de mierda. Devlin está loco, y a los R6
no nos gusta que este cerca de nuestro territorio. Los R6 controlaban las cosas por aquí
hasta que Devlin lo arruinó todo. Está a punto de empezar una guerra, y Devlin está
reclutando chicos que sepan luchar. Todo lo que tiene ahora es un montón de
perdedores que fuman tanto como venden. Necesita guerreros. Carlos, solo con
echarte un vistazo cualquiera puede ver que eres un guerrero, un Guerrero.
—No lo creo. Te necesita para lo que quiera, cuando quiera. Si tiene envíos de México,
quiere mexicanos en medio. Sabe que no puede confiar en los gringos. Si quiere un
soldado para librar una batalla callejera, te tiene en su bolsillo trasero.
Keno me mira, midiendo mi reacción a esta noticia. La cosa es que más o menos sabía
todo a excepción de la información de los R6. Muy bien, he sido contratado para una
guerra de drogas que no tiene nada que ver con nada más que dinero.
Keno se inclina hacia adelante, da una calada, y hecha el humo en una secuencia larga.
Me mira, Muy serio. —Lo voy a dejar.
— ¿Dejarlo?
—Sí. Dejarlo. Desapareceré, donde nadie pueda encontrarme. Estoy harto de la misma
mierda de siempre, Carlos. Mierda, tal vez las estupideces de REACH se meten en mi
cada vez que Berger dice que somos responsables de nuestro futuro, creo que ella no
tiene ni idea. Pero ¿y si tuviera el control sobre mi futuro, Carlos? ¿Qué pasa si me
marcho y empiezo de nuevo?
— ¿Y qué harías?
Se ríe. —Todo lo que quiera, tío. Mierda, tal vez pueda conseguir un trabajo y de
alguna manera, algún día, obtener el graduado e ir a la universidad. Tal vez casarme y
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— ¿En serio? —Aparta el humo, y por primera vez siento su esperanza y miedo a la
vez. — ¿Quieres venir conmigo? Me voy a final de mes, el día de Halloween.
Asiento con la cabeza a Keno. —Tienes razón, tengo que irme. Pero tengo que volver
primero a México y asegurarme de que mi familia este a salvo. Después de salir de
aquí, serán lo único que me quede.
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Capítulo 46
KIARA
C
uando le dije a mi madre que iba al baile de bienvenida con Carlos, no
se fue sorprendió. Me dijo que me llevaría el viernes al centro
comercial para comprar un vestido. Me llevo un rato, pero al final
encontré un vestido negro largo, de satén sin mangas en una tienda vintage. Se amolda
a cada curva de mi cuerpo. No es para nada mi estilo es atrevido, con una enorme raja
a un lado, pero cuando me lo probé me sentí bonita y segura. Me recuerda a Audrey
Hepburn en Desayuno con diamantes.
Coge un par de zapatos planos negros con hebillas a los lados. — ¿Qué tal estos?
Parecen cómodos.
Mi mamá no tiene ningún tacón de 5 centímetros, por no hablar de que son ocho.
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Quince minutos más tarde salgo con los zapatos, muy contenta de haber encontrado
los zapatos perfectos para el vestido perfecto. Quiero que está noche sea perfecta,
también. No espero bailar mucho con ellos. Pero no pasa nada. Seré feliz sólo con
estar allí con él, seamos o no pareja de verdad.
—Bien. Tengo la cámara lista. Papá la está cargando. . . Está todo listo. Enviaremos las
fotos a la madre de Carlos el lunes, para que no sienta que se lo ha perdido.
Levantó la tapa y miro dentro. Sacó una liga de encaje negro. —No vuelvas con ella del
baile.
—Esto es especialmente para la Fiesta. Mira, tiene un encanto futbolístico es oro falso.
—Lo dejo en la cama, para ver todo lo demás, saco un brillo de labios.
Mientras saco todo, me detengo a mirar a Tuck. — ¿Por qué me has comprado todas
estas cosas?
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Pienso en tener relaciones sexuales con Carlos y mi cara se sonroja. —No planeo tener
sexo esta noche. Los dejo en la cama, pero Tuck los coge por si acaso.
Le abrazo y le doy un beso en la mejilla. —Te quiero por todo lo que te preocupas por
mí. Lo siento no te he contado que Jake dijo que cuando se lo pedí de camino a casa.
— ¿Qué es la último?
—Jake me llamó hace una hora. No quiere ir a al baile... pero quiere salir esta noche.
—Es genial. Pensaba que era hetero.
— ¿Qué te pasa? Para ser alguien que su mejor amigo es gay, no tienes radar gay. Jake
Somers es tan gay como yo, no hay duda al respecto. Tengo que ser honesto Kiara.
Estoy tan nervioso, ansioso y emocionado que espero no estropearlo. Me gusta Jake en
secreto desde hace tiempo. —Tuck se acerca al cajón de mi escritorio y saca el
cuaderno de las Reglas de atracción. Arranca cada página y las rompe en pedazos.
— ¿Qué h-h-haces?
—Haciendo mis propias reglas. He descubierto algo.
— ¿Qué?
Tuck tira los papeles a la basura. —No hay reglas de la atracción.
Jake no tiene nada que ver con lo que yo quería. No tiene los mismos intereses que yo,
odia Ultimate, lee y analiza poesía en su tiempo libre sólo por diversión. No puedo
dejar de pensar en él. Dijo que quería pasar el rato esta noche. ¿Qué significara eso?
—Todavía intento ser yo mismo. Cojo uno de los condones y se lo doy.
—Es mejor que tengas uno, por si acaso.
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Capítulo 47
CARLOS
—Y
a te dije que un día llamarías —dice Brittany mientras
caminamos por el centro comercial.
—No alardees de ello —le digo. —Me sorprende que Alex no insistiera en venir con
nosotros. Parece que estéis unidos por la cadera.
Ella está concentrada en los trajes de los maniquíes. Escoge algunos para que me los
pruebe. —No hablemos de Alex.
— ¿Por qué no, os habéis peleado? —le digo en broma, no creo que mi hermano se
pelee con son novia ni una sola vez.
Brittany parpadea un par de veces, como conteniendo las lágrimas. —En realidad,
rompimos ayer.
—Estoy hablando muy en serio, y no quiero hablar de ello. Pruébate los trajes, antes
que empiece a hacer a berrear en mitad de la tienda. Y no será bonito. Me da unos
trajes y me lleva a los probadores. Cuando me giro la veo, sacar un pañuelo del bolso y
se seca las lágrimas.
¿Qué demonios? Es extraño que mi hermano no haya querido hablar conmigo desde
el domingo por el asunto de Devlin. ¿Qué hizo para enredar las cosas con Brittany, la
chica que él dice que es la responsable de cambiar su vida?
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Gracias al sobre lleno de dinero de Devlin, puedo comprarme el traje que Brittany
elige dice que parezco un modelo de GQ. Después vamos a recoger el ramillete que
encargue ayer. Al regresar al coche quiero hablar sobre su supuesta ruptura, pero
pensar en verla llorar y con el rímel corrido por toda su cara, me frena un poco.
—Pregúntale a tú hermano.
— ¡No! —ella Llora. —No te atrevas a llamarlo. No quiero verlo, ni escucharlo ni nada
que tenga que ver con él en estos momentos.
Oh, mierda, es enserio. No es mentira, será mejor que piense en algo rápido. —Me
llevas al taller. Está noche voy a usar el coche de Alex.
¡Oh!, mierda. Tengo que encontrar una excusa para ver a mi hermano y llevar un
convertible en vez de un Beemer. —A Kiara le gustan los coches de época. Se
decepcionara si la llevo en un Beemer en vez de en un Monte Carlo. No es normal, ya
sabes. Y se enfada con facilidad. No la quiero hacer llorar en el baile.
—Más o menos.
En un semáforo, Brittany suspira y coge aire. —Muy bien, te llevaré, Pero no esperes
que salga del coche o que hable con él.
—Pero si me llevo su coche, él necesitará que le lleven a casa. ¿Podrías llevarlo, así yo
puedo prepararme para el baile? —pensar en mi hermano y Brittany juntos me provoca
náuseas, pero la idea de separarlos es miserable y no es justo... No está bien, no es
bueno. Se lo he hecho difícil, pero en el fondo envidio su relación. Cuando están
juntos, el mundo podría desmoronarse a su alrededor y nunca lo notarían ni le
prestarían atención, solo se tienen el uno al otro.
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—No presiones, Carlos, —dice Brittany. —Que estoy a punto de irme. Sin embargo, Te
daré un consejo para esta noche, y entonces me callaré. Cambia tú esta noche, y la
forma en que tratas a Kiara, hazla sentir como una princesa. Haz que se sienta especial.
Ella deja escapar una breve carcajada. —No lo creo, Carlos. Lo sé. Por desgracia, es un
defecto de los Fuentes.
—Sí, lo que sea, contesta. —Es lo que arruina vuestras relaciones. Si quieres que Kiara
conserve buenos recuerdos de esta noche, solo recuerda lo que te ha dicho y
contrólate.
— ¿Alguna vez te ha dicho Alex que te quiere tanto que tiene tatuado tu nombre en
todo su cuerpo? Demonios, incluso se lo puso detrás del cuello.
—No, no, no. Lo has entendido mal. Es lo que quiere que todos piensen eso, pero en
realidad significa Lover of Brittany. LB, ¿entiendes?
—Buen intento, Carlos. Sabes que no es cierto, sin embargo es una buena forma de
verlo.
— ¿Qué haces aquí? —me pregunta Alex mientras se limpia las manos con un paño. —
Pensaba que estabas medio muerto.
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—Ehh. Me doy cuenta de que lleva un pañuelo negro sobre la cabeza, algo que no le he
visto usar desde que estaba en los Latino Blood. No es una buena señal. Parece un
rebelde, como yo. Lo sé de primera mano actúa como uno. —Tengo un montón de
trabajo que hacer, y tú tienes que ir a un baile, por lo que si no te importa...
— ¿Eso ha dicho?, Dice Alex, arrugando las cejas en señal de frustración y de ira. Está
enfadado en este momento. Por su aspecto harapiento, no creo que este durmiendo
bien últimamente.
—Para el carro, hermano, —le digo. —Ella no dijo nada. Me dijo que te lo preguntara a
ti.
—Hemos roto. Tenías razón, Carlos. Brit y yo somos muy diferentes. Venimos de
mundos muy diferentes y nunca iba a funcionar.
—Te diré lo que quieras, Alex. Si me dices por qué tú y la reina de la belleza
rompisteis, yo te diré todo lo que sé sobre Devlin.
—Sus padres van a venir en dos semanas a la ciudad para visitar a su hermana Shelley,
dice Alex. —Ella quiere decirles que hemos estado saliendo en secreto en serio desde
que empezamos la universidad. Ellos saben porque rompimos en Chicago. Me
comporte como un idiota con ella, y entonces me fui. Se aprieta los ojos con las manos
y se queja
—Mírame, Carlos. Sigo siendo el mismo hombre que era en Chicago. Creen que soy la
escoria de la tierra, y probablemente tengan razón. Brittany quiere que vaya a cenar
con ellos, como si fuera tan fácil que aceptaran que la chica que han criando como a
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una princesa termine con un chico al que siempre verán, como un sucio mexicano de
los barrios bajos.
No me lo puedo creer. Mi propio hermano, el que luchó con valentía por su propia
banda y no tenía miedo de recibir un disparo por ello, se caga en los pantalones ante la
perspectiva de verse a sí mismo frente a los padres de Brittany. —Eres un cobarde, le
digo.
La mierda es que mi hermano tiene miedo. Tiene miedo de que Brittany esté de
acuerdo con sus padres de una vez por todas y le pongan precio a su culo. Alex no
puede soportar el rechazo, por lo que ha decidido alejarse y rechazar a Brittany, antes
de que ella lo haga. Lo sé, porque esa es la historia de mi vida.
—Brittany quiere dar la cara por vuestra relación, le digo mirando el viejo Monte Carlo
azul que está en la esquina del taller. — ¿Por qué tu no? Porque eres un cobarde,
hermano. Ten un poco de fe en tu novia. Si no, corres el riesgo la perderás para
siempre.
—Sus padres nunca van a pensar que soy lo suficientemente bueno para ella. Siempre
me verán como el pendejo de clase baja que se aprovechó de su hija.
Tengo suerte los padres de Kiara son todo lo contrario. Son felices cuando sus hijos
están felices, no importa porqué. Tratan de influir, pero no juzgan a nadie. Al principio
pensaba que actuaban, que nadie podía aceptarme ni siquiera cuando trato de alejarlos.
Creo que los Westfords realmente aceptan a las personas por lo que son, con defectos
y todo.
—Si crees que eres un pendejo de clase baja, entonces lo eres. El problema es que,
Brittany no ve diferencia entre clases sociales ni piensa en tu cuenta bancaria cuando
está contigo. Es una especie rara pero realmente te ama y no le importa lo que pase.
Tal vez deberíais romper, porque ella se merece a alguien que lo de todo en una
relación y la defienda a toda costa.
—Vete a la mierda, dice Alex. —Tú no sabes una mierda sobre relaciones. ¿Desde
cuándo tienes una?
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—Sí, bueno, es mejor que lo que tú tienes, que es nada. Me acerco al Monte Carlo azul.
—Para que lo sepas, venía a pedirte prestado el coche esta noche. No por mí, sino por
Kiara. Sé que piensas que está bien, y no puedo llevar su coche esta noche.
—Muy bien. Sin embargo, intenta traerlo después del baile, porque planeo trabajar en
el mañana. Después de tirar el traje y el ramillete al asiento trasero, Alex dice: —
Pensaba que odiabas a Brittany y que estuviéramos juntos.
—Me gusta joderte, Alex. Para eso están los hermanos pequeños ¿no es cierto? —Me
encojo de hombros. —Puede que no sea mexicana, pero tiene el mejor culo que podrás
conseguir. También podrías sellar el acuerdo y casarte con la chica.
— ¿Con mi grado medio y un coche de época que es lo único que puedo ofrecerle?
Me encojo de hombros. —Si eso es todo lo que tienes, estoy seguro de que ella sabe lo
que se lleva. Joder seguro que es más de lo que yo tengo, y más de lo que tenían
nuestros padres cuando se casaron. Y ellos estaban peor con mama embarazada de tu
feo culo.
—Sí. Es curioso, Alex. Incluso con un labio partido y el ojo negro, todavía estoy mejor
que tú.
—Sí, claro. Espera y veras, dice Alex. Todavía no me has hablado de Devlin.
—Oh, sí. Subo al coche, y empiezo a escuchar las revoluciones del motor. —Te lo
contare mañana. Quizás.
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Hombre, hoy es mi día en todas partes. —Coge número y ponte a la cola, niño.
Él resopla como un coche con una mala salida. —Me dijiste que éramos socios del
crimen. Que si hacía algo, no lo contarías. Me has fallado.
— ¿Y?
—Que eres un chismoso. Ahora papá no me deja jugar con el ordenador a menos que
él esté vigilando, como si fuera un bebé. Y es por tu culpa.
Si la vida fuera justa, mi padre no hubiera muerto cuando yo tenía cuatro años. Si la
vida fuera justa, no tendría que preocuparme de Devlin. Si la vida fuera justa, tendría
una verdadera oportunidad con Kiara. La vida más o menos es una mierda. —No lo sé.
Pero si te enteras házmelo saber, cachorro.
—Se te olvidara. Ahora vete. Tengo que ducharme y prepararme. Se me está haciendo
tarde.
—Terminaras más rápido si te dejo solo y si me das unos pocos caramelos que hay
encima del frigo. Ese es el escondite secreto de mi madre. Me hace un gesto par que
me agache hacia él, como quién va a contar un secreto. —Ella guarda las cosas no
saludables allí, me susurra. —Sabes, son buenos. Cuanto más habla de ello, más se
emociona.
Maldita sea. Tengo menos de una hora para la cita con Kiara, pero no quiero dejar al
niño cabizbajo. —Muy bien, Racer. ¿Estás listo para ir en una misión secreta para
encontrar el tesoro?
—Sígueme. —Asomo mi cabeza por la puerta, lo más que puedo. Trato de ocultar una
risa cuando camina de puntillas hacía mí. A veces, este niño se comporta como un
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niño de seis años de edad, y a veces se comporta como alguien que tiene más sentido
que algunos adultos que conozco.
Pasamos por las escaleras en silencio. Antes de poder llegar a la cocina, alguien salea
de la oficina del señor Westford. Es Kiara, con un vestido negro largo que se ajusta
deliciosamente a todas sus curvas desde el pecho hasta los muslos. Su cabello no solo
cae hacía abajo, sino también hacia su pecho, las puntas han sido cuidadosa y
perfectamente rizadas. Una de sus largas y delgadas piernas se asoma por la
increíblemente sexy abertura del costado.
Estoy sorprendido.
Mis ojos vagan sobre ella, disfrutando de la vista. Sé que voy a recordar este momento
por el resto de mi vida. Cuando miro hacia abajo veo unos sensuales zapatos de punta
abierta con un tacón más alto del que jamás imagine que usaría, me da un vuelco el
corazón. Me da miedo abrir y cerrar los ojos por miedo a que sea un producto de mi
imaginación y desaparezca.
—Estamos en una misión secreta, susurra en voz alta, sin darse cuenta de que su
hermana se ha transformado en una diosa. —No le digas nada a mamá o papá.
Miro hacia atrás a donde está Kiara, deseando que estuviéramos solos en este
momento. Realmente lo deseo. —Brandon, ve a buscar a tu padre, tenemos que saber
dónde está, ¿está claro?, le digo. Necesito unos minutos a solas con su hermana.
Tengo menos de un minuto a solas con ella. Meto mis manos en los bolsillos, para que
no note lo nervioso que estoy. Ella me recompensa con una media sonrisa, luego mira
hacia al suelo.
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Yo miro hacia el techo, deseando obtener algún consejos, o por lo menos una señal de
mi padre. Echo otro vistazo a Kiara. ¡Oh, dios! Ella me está mirando ahora, esperando
a que yo diga algo. Antes de que pueda decir algo que tenga sentido o divertido,
Brandon vuelve. —Está en su guarida. Vamos a hacerlo antes de que nos capturen.
Me atraganto. Tengo que conseguir que Brandon salga de aquí. Todos asomamos la
cabeza en la cocina. En cuanto entramos abro la puerta del armario pequeño que está
encima del frigo. Efectivamente, hay una cesta llena de golosinas.
Pongo la cesta en la mesa. Brandon arrastra una silla y se acerca a ver el botín. —Este,
dice, cogiendo una barra de chocolate con la mano. —Estas tienen nueces. No me
gustan los frutos secos.
Al final, Brandon coge una barrita de chocolate con leche y dos trozos de regaliz.
Satisfecho con su tesoro, salta de la silla.
Devuelvo la cesta al escondite secreto que todo el mundo conoce. Cuando me giro de
nuevo, Brandon ya está desenvolviendo un trozo de chocolate y se lo está metiendo en
su boca.
—Kiara, ¿por qué pareces una chica? —Dice Brandon con la boca llena de chocolate.
Kiara pone cara para regañarlo. — ¡Brandon! Esa no es una pregunta apropiada.
¿Quién te ha dicho eso?
Se de primera mano que ella sabe perfectamente lo que es un beso francés, pero
mantendré su secreto.
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Maldita sea, el niño sabe más que yo a su edad. En primer lugar es un traficante de
drogas cibernético, Ahora habla del beso francés. Kiara me mira, tengo mis manos en
posición de no sé. Aunque preferiría estar dando un beso francés en este momento,
pero puedo esperar hasta más tarde. —No es mi hijo.
—Puedes coger una gran cantidad de gérmenes de esa manera, dice mientras mastica a
lo lejos y contempla las posibles consecuencias del beso francés.
—Así es. Gérmenes. Muchos de ellos. —No le digo que algunas chicas valen la pena
aun con gérmenes.
Kiara coge una servilleta y le limpia la cara a Brandon, él la mira con curiosidad. —No
has respondido mi pregunta. ¿Carlos y tú os vais dar un beso francés?
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Capítulo 48
KIARA
—B
randon, no vuelvas a decir eso o le digo a mamá que has
comido chocolate sin su permiso. —Me inclino y le beso en la
mejilla, ahora lávate. —Pero todavía te quiero.
—Mezquina, —me dice Brandon, sé que no está enfadado, porque sale saltando de la
cocina.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, todavía estoy de pie con los tacones con miedo de
sentarme y arrugar el vestido. Mi madre insistió en que me pintara las uñas de rosa, así
que me resisto a morderlas por los nervios. Estamos en el patio trasero, me hacen foto
tras foto, de pie junto a un lado de la valla.
Carlos abre la puerta corredera de cristal y camina por el patio. Un traje negro y una
camisa blanca abotonada, han sustituido a su siempre presente camiseta y pantalones
rotos. Sólo verlo bien vestido para mí hace que me lata el corazón más rápido. Sobre
todo cuando le veo sosteniendo un ramillete.
—Oh, estas tan guapo. Es muy dulce que vayas al baile por Kiara, —le dice mi madre. —
Ella siempre ha querido ir.
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—Toma, —dice Carlos, dándome el ramillete de flores moradas y blancas con el centro
amarillo.
Cuando mis padres nos dan privacidad, Carlos me pone el ramillete en la muñeca. —
Sé que no combina con tu vestido, —dice con timidez. —Y no son rosas, como estoy
seguro que esperabas. Son ásteres mexicanas. Quiero que te recuerden a mi cada vez
que las mires está noche.
—Son p-p-perfectas —le digo, mientras huelo el dulce aroma de las flores moradas y
blancas.
En la mesa del patio está la flor que le he comprado. Es una simple rosa blanca con
hojas verdes. La cojo y se la enseño. —Se supone que es un p-p-prendedor para la
solapa.
Después de sufrir unas cuantas fotos de mis padres, se empiezan a formar unas nubes
grises. —Se supone que va a llover está noche, —dice mi madre, y me manda coger el
impermeable que no combina con mi vestido, pero repele el agua. Carlos parece
emocionado ya que me llevara en el coche de Alex. Él sabía que iba a pensar que era
genial que fuéramos en un coche del taller.
Diez minutos más tarde, llegamos al parking del instituto, está lleno. Sin embargo,
antes de llegar a la puerta, de la nada Nick Glass y dos grandes chicos bloquean el
paso. Es obvio que han venido a bailar… sino para causar problemas.
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—Este es mi territorio, —dice Nick, dando un paso más cerca. —No lo comparto.
— ¿Cuál es el problema? —Pregunta Ram, acercándose a nosotros con una chica que
no reconozco. Ram y Carlos se han hecho amigos en el instituto, está bien saber que
hay alguien dispuesto a defender a Carlos a pesar del baile.
Nick observa a Carlos y a Ram y les da la espalda. Los amigos de Nick no son de la
escuela Flatiron. Parecen luchadores, pero al final da unos pasos hacia atrás y nos deja
pasar.
—Si me necesitas, estoy aquí Carlos. —Dice Ram cuando llega a la entrada de la
escuela.
—Lo mismo te digo, tío, —responde Carlos, y me aprieta la mano. —Kiara si quieres
que vayamos a otro sitio, estoy totalmente de acuerdo.
Sacudo la cabeza. —Un trato es un trato. Quiero que el fotógrafo nos tome una, para
después colgarla en el corcho que tengo sobre mi escritorio; cómo recuerdo de mi
primer baile de instituto. Sólo prométeme que no habrá nada de peleas.
—Vale, chica. Pero después de la foto, si quieres ir a otro sitio, házmelo saber.
Mira a su alrededor entre las serpentinas, los carteles, los estudiantes bailando con la
música a todo volumen y los gritos. El me lleva. —A algún sito tranquilo, donde
podamos estar solos. No tengo ganas de compartirte esta noche.
El fotógrafo nos hace posar para las fotos antes de entrar al gimnasio. En realidad, no
coloca, como si fuéramos maniquíes en una tienda.
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— ¿Quieres beber algo? —Me dice Carlos, mientras coloca su brazo alrededor de mi
cintura acercándome, para que pueda escucharle por encima de la música alta.
Sacudo la cabeza, mirando hacia el escenario. La mayoría de las chicas llevan vestidos
muy cortos, faldas con volantes que vuelan cuando giran y bailan. Me parece fuera de
lugar mi vestido negro largo vintage.
—Aun no. —Miro como bailan los demás estudiantes. La mayoría de ellos bailan en
grupos, saltando arriba y abajo con la música a todo volumen. Madison no está aquí.
Lacey tampoco. Sabiendo que no voy a ser objeto de sus groseros comentarios hace
que está noche, pueda bajar la guardia.
Coge mi mano y me lleva a la esquina más alejada del gimnasio. —Vamos a bailar.
—Todavía no estás recuperado al cien por cien. Esperaremos a que pongan un baile
lento. No quiero que te hagas daño.
—Muéstrame lo que tienes, —dice en un momento dado. Tiene un brillo travieso en los
ojos, y arquea una ceja. —Te atreves, chica.
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Capítulo 49
CARLOS
K
iara baila como una profesional. Un pequeño desafío y la chica se
mueve con la música como si fuera suya. Bailo con ella, nuestros
movimientos de repente se unen. Estamos encontrando nuestro
propio ritmo, bailando cada canción sin parar. Kira me distrae de pensar en Devlin y
el drama que hay entre Brittany y Alex.
Justo en medio de una canción rápida, el DJ la mezcla. Una triste canción lenta de
amor y pérdida resuena por todo el gimnasio. Kiara me mira, insegura de cómo vamos
a hacer esto.
Cojo sus manos y las pongo alrededor de mi cuello. Maldita sea, huele muy bien…
como frambuesas frescas podría estar oliendo siempre. Cuando la acerco su cuerpo
presiona contra el mío, todo lo que quiero es llevármela lejos y no volver. Trato de
imaginar que Devlin no existe y que no voy a dejarla a final de mes. Quiero disfrutar el
presente, porque mi futuro es un gran lío ahora mismo.
—En irme de aquí —le digo —diciéndole la verdad. Ella no sabe que realmente hablo de
irme de Colorado, pero está bien. Si ella supiera mis planes, probablemente llamaría a
Alex y a sus padres y arregle una intervención. Demonios, probablemente invitaría a
Tuck, mientras esta en ello.
Con sus brazos aun rodeando mi cuello, me mira. Me inclino y la beso suavemente sus
suaves y brillantes labios, sin preocuparme de que los profesores nos miren. Todo el
colegio ha sido alertado sobre la posibilidad de ser echado del baile por conducta
inapropiada.
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—Entonces vamos a algún sitio donde podamos —deslizo mi mano por su espalda y la
apoyo en la curva justo encima de su trasero.
— ¡Oye, Carlos! —Grita Ram mientras él y su cita caminan hacia nosotros después de
bailar, comemos y estamos listos para irnos. —Nos vamos a la casa del lago de mis
padres ¿Queréis venir?
— Si
Está lloviendo, así que nos apuramos al coche. Sigo a Ram y a otros pocos coches
fuera del parking. Media hora después llegamos a la carretera principal y entramos por
un largo camino a una pequeña casa en un lago privado.
— ¿Seguro que te parece bien que estemos aquí? —le pregunto. Ella no ha dicho
mucho desde que dejamos el baile.
Ram tiene el frigorífico lleno de latas de cerveza. —Es todo nuestro —dice Ram
mientras lanza una a cada uno —Y hay más en el garaje si queréis.
Kiara sostiene la lata de cerveza que le ha lanzado Ram. Sin abrir. — ¿Vas a beber? —
me pregunta.
—Quizás.
Extiende la mano —Entonces dame las llaves. No quiero que conduzcas si bebes. —
Dice en voz baja para que las otras parejas no pueden escucharla.
—Por cierto —grita Ram —todo el que beba tiene que quedarse aquí. Reglas de la casa.
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Miro alrededor. Parece que el resto de las parejas están preparadas para quedarse. —
Espera aquí —le digo a Kiara, y salgo fuera… al coche y saco el móvil que tengo
escondido en el salpicadero. Cinco minutos después, vuelvo a entrar. A pesar de su
autoproclamada timidez, Kiara lo está haciendo muy bien. Ram habla con ella sobre
los beneficios del combustible diesel y me dan ganas de decir “Esa es mi chica”. Pero
ella realmente no es mi chica. Al menos, no lo será pronto. Esta noche lo es, pienso.
Me acerco a Kiara. —Nos quedamos aquí —le digo —Acabo de llamar a tus padres.
Dijeron que estaba bien.
— ¿Cómo les convenciste para que les pareciera bien que durmiéramos fuera?
—Les dije que habíamos bebido. Preferían que nos quedáramos aquí a que pudiéramos
tener un accidente por beber.
Le lanzo una sonrisa maliciosa. —Lo que no saben no los matara, chica.
Mientras el resto de la gente encuentra su propio lugar privado para pasar la noche,
agarro un montón de mantas que Ram saco del armario y guió a Kiara fuera.
—Vi un muelle en el lago. Sé que hace frió y llueve…pero es cubierto y privado. —Me
quito la chaqueta y se la doy —Toma.
Ella pasa los brazos por dentro de las mangas y se tapa. Me gusta que lleve mi
chaqueta, como si de alguna forma ella fuera mía y de nadie más.
¡Oh, mierda! Esto es todo. Ahora es cuando me dice que no es mía y que sigue
enamorada de Michael y que quiere irse. O que ella solo quería que la llevase al baile y
que me hice una idea equivocada. Mientras bebo una cerveza y sigo dolorosamente
sobrio, no quiero llevarla devuelta a casa. Quiero que esta noche dure tanto como sea
posible.
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Oh. Su bolso. Me quedo bajo la lluvia, mirando estupefacto a la chica que hace que
quiera atarme a ella y no dejarla ir nunca, como si ella fuera mi manta de seguridad.
Mis emociones sacan los miedos fuera de mí. De camino al muelle nos paramos en el
coche. Ella saca el bolso y lo agarra mientras caminamos por la hierba
—No me dejes caer —dice, tratando de hacer malabares con las mantas en su regazo
mientras se sujeta a mi cuello para salvar su vida.
—Confía en mí. —Es la segunda vez ésta noche que le digo que confíe en mí. Confiar es
lo que no debería hacer, porque después de esta noche todas las apuestas están fuera.
Pero no quiero pensar en el mañana. Esta noche necesito que dure toda una vida. Esta
noche… esta noche ella puede confiar en mí y yo puedo confiar en ella.
La bajo en el muelle cubierto. Esta oscuro y las negras nubes cubren la luz de la luna.
La manta de arriba esta mojada, así que me alegro de haber traído varias. Se las cojo y
pongo las mantas secas sobre el muelle de madera, dándonos un lugar acolchado para
dormir.
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Capítulo 5o
KIARA
M
i corazón se acelera y me da una descarga de emoción con sus
palabras. —Esta o-o-oscuro. No puedo ver nada.
Me rodea con sus fuertes y musculosos brazos. — ¿Estas temblando? —dice colocando
mi espalda contra su pecho.
—No, no te vayas. Q-q-quédate conmigo. —Me giro para abrazarlo por la cintura.
Siento el calor de su cuerpo, no quiero dejarlo ir. —Estoy n-n-nerviosa.
— ¿Carlos?
— ¿Sí?
Se toma un tiempo para responderme. ¿Es que no recuerda nada feliz de su vida en
Chicago?
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— ¿Cómo cuales?
—Alex tuvo la estúpida idea de cortar la parte superior de las medias de mi madre y
poner pelotas de tenis dentro de cada pierna. Los llamaba Disco-panty. Dábamos
vueltas y vueltas, como un molino de viento y después las soltábamos lo más lejos que
podíamos. A veces ganaba el que llegaba más lejos y a veces el que las lanzara más
alto. —Él se ríe. Éramos idiotas tratábamos de pegarlas y guardarlas en el cajón para
que mi madre no se diera cuenta, pero al final se enteraba.
—Digamos que me duele el culo todavía desde ese día, y fue hace siete años.
—Ay.
—Sí Alex y yo pasábamos mucho tiempo juntos entonces. Una vez quise ser un pirata,
así que fue a la habitación de mi madre, cogió su joyero, y lo enterró en el bosque que
había cerca de nuestra casa. La mayor parte eran joyas falsas y estúpidos broches que
tenía que utilizar en el trabajo. Cuando Llegué a casa él dibujó un mapa con una gran
X roja donde había escondido el tesoro, y me lo dio para buscarlo.
— ¿Lo hiciste?
—Flipar es un eufemismo, chica. Todos los días después de clase las buscaba en el
bosque, pero nunca las encontré. Lo peor de todo es que su anillo de casada estaba en
el joyero... ella no lo usaba nunca porque después de morir mi padre, tenía miedo de
perderlo.
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—Sí. No fue divertido, eso es seguro. Pero un día la encontrare, si alguien no lo hace
antes. Bueno, tu turno. ¿Qué hiciste para joder a los todopoderosos, profesor y Reina
Madre del té orgánico?
—Una vez le escondí las llaves del coche a mi padre para que no fuera a trabajar —le
digo.
—Yo solía fingir que estaba enferma para poder quedarme en casa en vez de ir a
escuela.
—Por favor, yo era el campeón en eso. ¿No tienes nada realmente malo? ¿O es que
has sido una santurrona toda tu vida?
—Cuando me enfadaba con mis padres, mezclaba sus pastas de dientes con salsa
Tabasco.
—Pero mis padres nunca me pegaron, no creen en eso. Paso mi época rebelde cuando
cumplí doce años, sin embargo.
—Se ríe. —Yo vivo una época rebelde permanente. —Sus dedos rozan mi rodilla y poco
a poco van subiendo. Cuando llegan a la liga, toca el encaje. — ¿Qué es esto?
—Un ligero. Se supone que se quita y se conserva como recuerdo. U-u-un poco como
un trofeo para una chica se vea más sensual. Realmente es una estupidez. Y d-d-
denigrante pensándolo m-m-mejor.
—Sé lo que es, —dice, con tono divertido. —Sólo quería oír tu explicación.
—Él se acerca lentamente hacia mí, con los labios siguiendo el camino de la liga. —Me
gusta, dice mientras me quita los zapatos. Y después la liga.
— ¿Recuerdas cuando me dijiste que nos íbamos a meter en problemas uno de estos
días?
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—Sí.
—Creo que ese día ha llegado. —Le busco con la mano y comienzo a desabrocharle la
camisa. Me acerco hacía él y empiezo a besarle el pecho, y voy bajando a medida que
abro mas botones. — ¿Quieres tener un problema conmigo, Carlos?
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Capítulo 51
CARLOS
¿M
eterme en problemas con ella? Diablos, desde el primer
minuto que puse mis ojos en ella en Flatiron. Ahí estaban los
problemas. Ahora me pierdo al sentir sus labios suaves y tibios
sobre mi piel, la dejo llevar el control. Me estoy conteniendo, a pesar de que mi
cuerpo grita pidiendo más. Brittany dijo que controlara mi ego y mi actitud esta noche.
Ninguna niña me había hecho eso. Caray, no sé si dejaría que otra chica hiciera eso
conmigo. Pero ella no es cualquier chica, es Kiara. Tengo la sensación de que podría
hacer lo que quisiera conmigo en el mismo infierno y me gustaría estar ahí con ella. —
Sí. Esta muy bien, chica. No puedo esperar a devolverte el favor.
Tengo que sentirla sobre mí. Nunca pedí ser paciente. —Oye —le digo, levantando su
mentón. La beso suavemente, sin desear nada más de tenerla a mi lado en este
momento. —Es mi turno.
Le quito mi chaqueta de sus hombros y la quito del medio. Mis dedos se mueven a
hacia la cremallera de su espalda, parando cuando llego a la parte superior. Cuando
tiro de la cremallera más y más, mostrando su piel; Me gustaría verla, pero sólo puedo
imaginar, Kiara desabrocha mi pantalón y siento sus manos dentro de mis pantalones.
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—Lo siento —dice ella con rapidez, sacando la mano. —N-n-necesitaba hacer a-algo con
mis manos y quería saber si e-e-estabas caliente.
—Para que lo sepas... —Cojo su mano y la pongo otra vez sobre mí.
Puedo sentir su sonrisa, aunque no pueda verla. Imagino que sus pestañas enmarcan
sus ojos camaleón, probablemente se volvieron de un tono claro gris.
—Tu turno, susurra, alejándose un poco como para que pueda tocarla.
Me encojo de hombros, me quedo en ropa interior y me tumbo bajo las mantas junto
a ella. — ¿Tienes frío?— le pregunto, al notar un ligero temblor en sus manos cuando
se acerca a mí, ella memoriza mi cara con los dedos.
—No
—Sólo si me da los tuyos, —dice cerca de mis labios. Ella abre la boca para que
introduzca la lengua, ambos la deslizamos; la humedad resbaladiza me está haciendo
incluso más difícil, la situación, si es que eso es posible.
Nos movemos juntos, nuestros cuerpos apretados entre sí por lo que parece ser una la
eternidad. Llego al interior de sus bragas, sintiéndola al mismo tiempo que sus manos
me rodean.
—He traído un condón, —le digo cuando me deslizo hacia sus bragas. Los dos estamos
calientes y sudorosos, no puedo resistir más.
—Yo también, —susurra contra mi cuello. —Pero puede que no sea capaz de usarlo.
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— ¿Por qué no? —Espero que me diga que esto es un error, que realmente no tenía
intención de excitarme y que no soy lo suficientemente digno para perder su
virginidad, pero es verdad.
— ¿Látex? —Nunca me han hecho esa pregunta. Tal vez sea porque todas las chicas
con las que he estado, esperan que lleve protección y no siempre lo hago. —Chica, no
soy alérgico a nada.
—Muy bien —dice ella, busca en su bolso y saca un condón. — ¿Quieres que te lo
ponga?
No puede ver mi sonrisa de satisfacción. No soy virgen y sin embargo esta noche está
llena de primicias para mí. — ¿Estás segura de que puedes?
Oigo la rotura del envoltorio. — ¿Me estas retando? —Susurra, y se inclina hacia
delante y dice cerca de mis labios — ¡oh, Carlos! —Sabe que no puedo resistirse a los
desafíos.
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Capítulo 52
KIARA
—D
— Despierta, chica.
Abro mis ojos. Todavía es de noche, y ambos estamos completamente desnudos bajo
las mantas. — Hola —le digo, con voz aturdida y cansada.
— Oh —digo tontamente —Está bien —Es obvio que está volviéndose loco y
lamentándose de lo que hicimos. Le entiendo. No sé qué lo ha desencadenado ahora,
pero lo entiendo.
—Lo dejaste en el coche, Kiara. Ponte esto. Te protegerá de la lluvia —No la necesito —
le digo, y camino bajo la lluvia con mi vestido y los pies descalzos. Necesito su amor.
Necesito su honestidad. De todos modos entregarme su chaqueta es una protección
superficial. La chaqueta está mojada, por dentro y por fuera.
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— No
—Entonces, d-d-deja de actuar como si lo estuvieras. Esta noche fue perfecta para mí.
Por favor no la arruines.
— Espera unos minutos hasta que deje de llover —dice mientras recojo los zapatos y el
bolso.
Miro como las gotitas de lluvia caen por la ventanilla, y desaparecen. No puedo
quedarme aquí mucho más tiempo sin sentirme emocional —Solo para que lo sepas,
no me arrepiento de lo de esta noche. Ni un poco.
— Kiara
No podría soportar oírle decir que esta noche fue un error, a pesar de mi
declaración de que no tiene por qué significar nada. Salgo del coche, pero en
lugar de correr bajo la lluvia, voy directamente a mi coche. Necesito estar en un lugar
donde pueda pensar y llorar sin que nadie pueda escucharme. Ahora mismo, mi coche
es mi santuario. Si Carlos terminara de marcharse, podría llorar en paz.
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Él abre la ventanilla y me hace señas de que abra la mía. Cuando lo hago, trata de decir
algo. Apenas oigo su voz por el sonido de la lluvia cayendo con fuerza entre nosotros.
— ¿Qué? —Digo, esperando que no note las lágrimas que corren por mi rostro, y
rogando que se mezclen con la lluvia.
—Esta noche fue. . . bueno, fue perfecta para mí, también. Has vuelto mi mundo del
revés. Me he enamorado de ti, chica, y me asusta una jodida mierda. He estado
nervioso toda la noche, porque lo sabía. He intentado negarlo, para hacerte pensar que
te quería como una novia falsa, pero es mentira.
—Te quiero, Kiara —dice antes de que sus labios se muevan hacia delante y se
encuentren con los míos.
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Capítulo 53
CARLOS
—¿Q
ué haces aquí? —Me pregunta Alex cuando llego a su casa
a las cinco a.m.
Me encojo de hombros. —Tal vez en algunos estados. Oye Alex, no tengo otro lugar
adonde ir. Supongo que siempre puedo vivir en la calle con los otros niños cuyos
hermanos han echado…
—No me sueltes esa mierda, Carlos. Sabes que no te puedes quedar aquí. Órdenes del
juez.
—No lo hago. Vuelvo a casa, Alex. Y antes de que me sueltes la charla sobre el bien y
el mal, recuerda que te acostaste con Brittany por primera vez por una apuesta en el
taller de nuestro primo, en Halloween además.
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Alex se frota las sienes con los dedos —Tú no sabes nada de esa noche Carlos, no
actúes como si lo hicieras —Se sienta en la cama y se lleva las manos a la cabeza —Lo
siento por preguntar, pero necesito saberlo… ¿utilizaste un condón?
—Está bien —le digo —Admito que soy idiota. Pero todavía se usar un condón.
—Al menos hiciste algo bien. Puedes quedarte esta noche —dice Alex mientras me
lanza una almohada y una manta del armario.
Alex devolvió el colchón de aire, así que tengo que dormir en el suelo. Diez minutos
más tarde, cuando las luces están apagadas y estoy mirando las sombras del techo, le
pregunto — ¿Cuándo fue la primera vez que te diste cuenta de que te gustaba Brittany?
¿Lo supiste siempre, o sucedió algo específico?
Al principio no me responde, así que creo que está durmiendo. Pero entonces un
largo suspiro llena el silencio —Estaba en clase de química de Peterson. . . cuando ella
me dijo que me odiaba. Ahora cállate y duerme.
Me pongo de lado y paso toda la noche dándole vueltas a la cabeza, empezando por el
momento en que vi a Kiara con ese vestido negro. La chica, literalmente, me dejó sin
aliento.
— ¿Alex?
No bromeaba cuando le dije que había vuelto mi vida del revés. ¿Qué tipo de chica
lleva camisetas holgadas todos los días, tiene un mejor amigo gay, tartamudea cuando
está nerviosa, pone horarios para ducharse en el espejo del baño, hace estúpidas
galletas con imanes sólo para cabrearme, trabaja con coches como un chico, y se
entusiasma con el reto de poner un condón? La niña está malditamente loca. —Soy
una mierda, Alex, porque creo que nada me gustaría más que despertarme con ella
cada mañana.
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— No lo sé. Estoy tan despistado como tú en este momento, pero sé quien podría ser
capaz de ayudarnos.
— ¿Quién?
Suena mi móvil, el fuerte pitido hace eco por todo el pequeño apartamento.
—Para el carro, bro... pregunta por tu cita, y ha mandado otro antes de que le llegara la
respuesta. No sabía que iba a responder de inmediato.
—Ella quiere saber si soy tan miserable como ella —dice Alex, leyendo el mensaje de
Brittany.
—Alex, respóndele y dile que eres un completo desastre, y que harás lo que sea para
recuperarla…incluso si eso significa cenar con sus estúpidos padres y besar su culo
blanco nacarado durante los próximos setenta años más o menos.
Mientras que no está, podría aprovechar su cama vacía. Estará en el baño un rato,
mandándole mensajes de texto a su ex hasta que vuelva a ser su novia. Supongo que no
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le molesta que yo supiera cómo se sentía antes de venir, conozco a mi hermano y sabía
que probablemente estaría despierto y miserable.
Lo siguiente que se, es que Alex me está zarandeando —Levántate, —me ordena.
Brittany de nuevo. Es mejor para los dos que volváis a estar juntos, así tengo una cosa
menos de qué preocuparme —Te dije lo que deberías escribirle y que le hicieras saber
que vas a hacer cualquier cosa para recuperarla.
— ¿Qué quiere?
—Quería saber si estabas bien. Le envié un mensaje y le dije que pasaste aquí la noche,
y que aun estabas durmiendo. Pero ha llegado un mensaje de voz de Devlin. Quiere
reunirse contigo esta noche.
—Siempre hay una salida —Él me tira una toalla —Date una ducha y vístete. Puedes usar
mi ropa. Date prisa, no tenemos mucho tiempo.
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Alex me lleva al campus de Boulder. Le sigo a uno de los edificios, pero me congelo
cuando llegamos a una puerta que dice RICHARD WESTFORD, PROFESOR DE
PSICOLOGIA.
— ¿Por qué estamos aquí? —Le digo a mi hermano —Porque él nos puede ayudar —
Alex llama a la puerta del profesor.
—Es difícil de controlar a veces, lo sé. Definitivamente, nos mantiene en nuestros pies.
— No puedo llevarme todo el crédito. Colleen ha hecho un increíble trabajo con los
niños. Kiara sólo necesitaba salir un poco de su caparazón. Fue amable de tu parte
llevarla. Yo sé que ella realmente lo aprecia. Ahora, estoy seguro de que Alex no
quería verme aquí sólo para darle a la lengua. ¿Qué tienes en mente?
— ¿Por qué?
— Porque él es duro.
Echo un vistazo a la calvicie de Westford. Duro, mi culo. Tal vez antes, pero no ahora.
Es un psiquiatra, ya no es un soldado.
—Simplemente hazlo —dice Alex, impaciente. No tengo más opciones, así que podría
decírselo. Tal vez a Westford se le ocurra algo que yo no haya pensado. Es
improbable, pero vale la pena intentarlo.
— ¿Se acuerda de que cuando me dieron la paliza, le dije que me habían asaltado en el
centro comercial?
—Él asiente con la cabeza —Mentí. La verdad es… —Miro a Alex, que me está instando
a continuar. —Me ha contratado un tipo llamado Devlin.
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—Sé quién es Devlin —dice el profesor —No le conozco, pero he oído hablar de él. Está
en el contrabando de drogas —Sus ojos se entrecierran, y detecto un poco de esa dura
personalidad tratando de salir —Es mejor no tratar de traficar drogas para Devlin.
—Un hombre de negocios como Devlin, sólo se preocupa por el resultado final.
—Westford levanta un dedo —Puede que sea capaz de ayudar. ¿Cuando se supone que
debes cumplir con él?
—Esta noche.
—Porque mi familia se preocupa por ti. Oye, Carlos, creo que es hora de que te hable
sobre mi pasado para que sepas de dónde vengo.
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Me recuesto en la silla, listo para una larga y triste historia de cómo sus padres eran
malos con él porque no le compraron el juguete que quería por su sexto cumpleaños.
O que un niño en la secundaria le dio una paliza para quitarle el dinero del almuerzo.
Tal vez estaba molesto porque sus padres le compraron un coche usado en
vez de uno nuevo cuando cumplió dieciséis años. ¿El profesor espera que yo
realmente sienta pena por él? Puedo derrotarle en el departamento de tristeza con las
manos atadas.
—Él asiente con la cabeza —Recuerdo que trataba de esquivarlo, entonces el coche giro
—Duda —En ese momento el camión choco contra el coche. Aún puedo escuchar los
gritos de mi madre cuando vio los grandes faros del camión que se acercaba por su
derecha, y a mi hermano mirándome como pidiéndome ayuda.
—Era como si estuviera hecho pedazos, Carlos. Aunque pensaba que iba a morir si me
movía por el dolor que tenia, tenía que salvarlo. Necesitaba salvarlos a todos ellos.
Detuve la herida del costado de mi hermano durante tanto tiempo como pude, la
sangre fresca y caliente fluía por mis manos. Los paramédicos tuvieron que quitarme
de encima, porque no le soltaba. No podía dejarlo morir. Tenía sólo siete años, un año
más que Brandon.
—Él asiente con la cabeza. —Yo no tenía parientes que me pudieran acoger, así que
pase los siguientes siete años saltando de casa en casa de acogida para encontrar un
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— ¿Por qué?
—Pero me di cuenta de que por mucho que peleara no iba a traer de vuelta a mi
familia —continúa —que las drogas no borrarían por completo la mirada en los
ojos de mi hermano, pidiéndome que lo ayudara. Y nunca pude huir de esa imagen,
porque huyendo he hecho las peores cosas. Yo invertí esa energía en el ejército.
—No quiero que arriesgue su vida por mí, profesor. Ya es bastante malo que hasta a la
fecha quiera a su hija.
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Capítulo 54
KIARA
E
s lunes por la mañana y mamá está en la cocina haciendo panqueques
para el desayuno. — ¿Qué haces en casa? —Le pregunto.
— ¿Tú o papá habéis hablado con Carlos? —Pregunto por billonésima vez desde ayer.
Mis padres habían estado actuando muy raro desde que mi padre llego a casa ayer del
trabajo. Se encerró en su oficina, con mamá durante horas. Desde entonces, los dos
han estado actuando muy raros, y no puedo entender por qué.
Carlos me dijo que estaría con Alex, justo antes de confesarme que me amaba. Me
gustaría que estuviera aquí conmigo y que me asegurara que todo iba a estar bien entre
nosotros, pero sé que necesitaba escapar y resolver las cosas en su cabeza.
Observo como mezcla rápidamente mi madre con fuerza la mezcla para los
panqueques en un cuenco. —No estoy segura.
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miseria al chico que me gusta porque no me quiere. No vale la pena. Podría aceptarlo,
si supiera que significa que es feliz. —Necesito saberlo.
Cuando ella me mira, sus ojos están llorosos. Definitivamente algo está mal. —Tu
padre me dijo que se ocupara de todo. He confiado en él durante los últimos veinte
años. No voy a dejar de hacerlo ahora.
— ¿Tiene que ver con Carlos? ¿Tiene que ver con la paliza que recibió? ¿Está en
peligro?
— ¿Qué más está pasando, mamá? —Pregunto con pánico. —Sólo d-d-dímelo.
Brandon pone su famosa cara enfurruñada, a la que nadie en nuestra casa puede
resistirse. Me pregunto si esa mirada nunca envejecerá. Tendrá la misma cuando
Brandon tenga cincuenta. — ¿Puedes poner lagrimas de chocolate en ellos? Porfi.
Mi madre suspira, y le besa sus regordetas mejillas. —Está bien, pero ve a ponerte los
zapatos que se te hace tarde para que el autobús.
A medida que las cucharas de mezcla caen en la sartén caliente, entro en la oficina de
mi padre. Sé que está mal, y totalmente inadecuado, pero me siento delante del
ordenador y reviso el historial. Primero miro las búsquedas de Internet y luego cada
una de las carpetas de documentos. Si hay alguna pista de lo que está pasando, necesito
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saberlo. Y ya que nadie me dice nada, no tengo más remedio que husmear e investigar,
yo misma.
Está claro que no me va a decir por qué papá ha sacado esa cantidad de dinero de su
cuenta. Pongo cara de inocente, mientras me como mis panqueques con una
sonrisa falsa de despreocupación en la cara.
Efectivamente, las últimas dos búsquedas son direcciones desconocidas para mí. Una
está cerca, Eldorado Springs y la otra está en Brush, una ciudad que está a una hora y
media de distancia. Sé que allí tienen un montón de problemas con las drogas, y mi
corazón se hunde. ¿Qué está pasando? Rápidamente garabateo las direcciones en un
papel, y cierro el ordenador, tratando de aparentar inocencia, cuando mi madre vuelve
a casa.
En la escuela, abro mi taquilla y me encuentro dos rosas puestas sobre mis libros, una
roja y otra amarilla. Están unidas por un rosario negro de cuentas y una nota. No tengo
dudas de que son de Carlos.
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— ¿Kiara Westford? —dice Tuck, acercándose a mí. — ¿Es que no me vas a volver a
llamar?
—Cosas.
Miro hacia abajo a las hermosas flores. —Está en p-p-problemas, Tuck. Mi padre, y mi
madre están actuando raro por él, y tengo que ayudar de alguna manera. No puedo
quedarme en la oscuridad, cuando están todos en p-p-peligro. Me siento tan inútil. Yo
solo. . . no sé qué h-h-hacer. —Ni siquiera me he dado cuenta al principio, pero estoy
frotando las cuentas del rosario con los dedos, como si rezará una plagaría.
Tuck me lleva a una de las aulas vacías. — ¿Qué tipo de problemas? Dejar de temblar,
me estás asustando.
—Yo n-n-no puedo evitarlo. Creo que tiene que ver con Carlos y algunos
narcotraficantes. Me estoy volviendo loca porque mi padre piensa que es Rambo y que
puede solucionar este problema. Los de la DEA podrían estar implicados también.
Tengo un presentimiento, Tuck. Ni siquiera sé quién es este chico, el
vendedor de drogas, excepto que después de que Carlos recibiera la paliza, se refirió a
él como El Diablo.
— ¿El Diablo? —Tuck niega con la cabeza. —No significa nada para mí ¿Tienes alguna
idea de quién puede saberlo?
— Ram García. Su madre trabaja en la oficina de la DEA. Ella vino a hablar con
nosotros, sobre su trabajo.
Le beso en la mejilla. —Eres un genio, Tuck. —le digo, y salgo a buscar a Ram.
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Media hora más tarde estoy sentada frente a la señora García, la madre de Ram. Lleva
un traje pantalón azul marino y una camisa blanca nítida, un aspecto muy parecido al
de un agente de la DEA. Cuando Ram me dio su número, me metí en el coche y la
llamé. Le dije todo lo que sabía. Nunca salgo de la escuela antes, pero por otra parte,
nunca he estado tan preocupada por mi padre y Carlos antes.
La Sra. García acaba de hablar por teléfono con mi madre. —Ella está en camino. —Me
dice. —Pero vas a tener que quedarte aquí unas horas. No puedo dejarte salir de este
edificio.
—Por favor, dígame que no están en peligro. —Le ruego, mi corazón late más y más
rápido.
¿Qué? ¿Mi padre ha trabajado con la DEA? ¿Durante cuánto tiempo? Nunca ha
mencionado nada. Yo siempre lo he visto como mi padre, no como un tipo que
trabaja encubierto para la agencia contra las drogas de EE.UU. Lo único que sabía era
que tenía amigos militares con los que se mantenía en contacto y había salido en raras
ocasiones.
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que hace. —Ella mira su reloj. —Todo lo que puedo decir es que los tenemos bajo
vigilancia constante, y nuestros agentes que trabajan desde el interior están muy bien
entrenados.
—No me importa que estén altamente capacitados. —Las lágrimas brotan de mis ojos, y
pienso en todas las cosas que quiero decirle a Carlos y que aun no le he dicho, y todas
las veces que he querido decirle a mi padre lo mucho que lo aprecio. —Quiero una
garantía de que todos estaremos bien al cien por cien. —Le digo a la señora García.
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Capítulo 55
CARLOS
M
iro a mi hermano, sus nudillos están blancos, de agarrar el volante
de su coche. El profesor se ha pasado todo el día revisando los
distintos escenarios, por si acaso Devlin o cualquiera de sus
muchachos decidieran volver y empezar a disparar contra nosotros.
Cuando nos reunimos ayer por la noche, el profesor llegó vestido, de cuello alto y
pantalón negro, como si fuera el Zorro. Creo que el pobre hombre echa de menos las
operaciones militares encubiertas en las que solía estar involucrado, ya que su emoción
no podía ser más que obvia.
Antes de que llegara a un acuerdo con Devlin, nos sentamos para una larga charla. Él
estaba dispuesto a ofrecerle comprarle a Devlin, lo que fuera necesario... con una
condición.
Eso fue todo. El profesor estaba encantado de sacar el dinero de su cuenta con tal de
que yo saliera de las cadenas de Devlin, bajo sus reglas. —Es como la esclavitud —le dije
por la tarde, a medida que avanzábamos con los detalles del plan.
Estrechamos la mano, pero para mi sorpresa, me atrae hacia delante para darme un
abrazo de oso y me dijo que estaba orgulloso de mí. Es raro que alguien que sabe la
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verdad sobre quién soy y lo que he hecho, todavía se preocupe por mi futuro y quiera
mi éxito.
Devlin le dio al profesor veinticuatro horas para llevar cincuenta mil dólares y
comprarme, pero sólo después de desaparecer a algún lugar secreto en el Brush y
demostrar que tiene un frente unido con Rodríguez al frente de los aliados Guerreros.
Supongo que va a pasar algo, pero los proveedores mexicanos no confían en Devlin.
Me pregunto si la guerra callejera con los R6 ya ha empezado.
Recuerdo cuando Kiara pasó sus dedos sobre uno de mis tatuajes, de rebelde. No soy
tan rebelde… sí necesito a un hombre viejo y a mi hermano mayor como mi pandilla.
Mientras cenábamos me sentía bien por dentro, admito que no sé ¿qué diablos haría
sin ellos?
—Es un montón de dinero, profesor. ¿Está seguro de que quiere desprenderse de él?
Si quiere se puede lavar las manos y quedarse con él. Ni siquiera le culparía.
—Si uno de nosotros nota que pasa algo, salir de ahí rápido —les digo.
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Alex conduce por un sinuoso camino y llega frente a lo que parece una casa de
mercancías abandonada, siento escalofríos por toda mi columna suben y bajan por mi
espina dorsal. ¿Por qué insiste Devlin en vernos aquí?
— No —le digo. Westford y Alex se giran para mirarme —Quiero daros las gracias —
murmuro —Pero creo que Devlin cogerá el dinero y huira o nos disparará hasta
matarnos ¿cogerá el dinero de todos modos?
Westford abre la puerta del coche. —Sólo hay una manera de averiguarlo.
Todos salimos del coche, con todos nuestros sentidos alerta. Por mucho que me haya
burlado de Westford por que fuéramos todos de negro otra vez, él parece un mafioso.
Un mafioso viejo y calvo, pero no obstante, un mafioso.
—Hay un tipo en el tejado, dos más a las dos y diez —nos dice Westford.
—Bien —digo, tomando las riendas y entrando primero. Si alguien comienza a disparar,
seré el objetivo, y Alex y Westford todavía podrán escapar. El tipo del pelo blanco nos
cachea para comprobar que no llevamos algún arma, el que más sufre es Westford
sujetando la bolsa de dinero como si fuera demasiado doloroso desprenderse de ella.
Pobre Westford. Está totalmente fuera de lugar. —Sabe que no quiero que haga esto,
¿verdad? —le digo.
—No discutas —dice Westford — Porque es una pérdida de tiempo y no nos lleva a
ninguna parte.
El hombre de pelo blanco nos lleva a una pequeña oficina que hay a un lado. —
Esperen aquí —nos ordena.
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Aquí estamos, dos hermanos Fuentes y un ex militar agarrando una bolsa con
cincuenta mil dólares para mi libertad.
—El dinero. Para Devlin —le digo —Supongo que el gran hombre no ha venido.
—Me dijeron que hay un benefactor para comprar. Sabes gente de clase alta, ¿eh? —
dice, mirando el profesor.
— Algo así.
Westford agarra la bolsa con más fuerza. —No. Devlin y yo llegamos a un acuerdo, y le
esperaremos.
Rodríguez tensa el rostro —Vamos a aclarar una cosa, abuelo. No tienes ninguna
influencia aquí. De hecho, deberías estar besándome el culo o es posiblemente el tuyo
acabe en el suelo con un agujero... o dos.
—Oh, pero sí tengo influencias —dice Westford —Ya que mi esposa tiene una carta
donde tiene instrucciones de dársela a la policía si no regresamos a casa a salvo.
Créame, un profesor tan respetado, no es fácil de olvidar. Usted y Devlin serán
perseguidos.
Rodríguez frustrado nos deja otra vez. Me pregunto si la próxima vez que lo veamos
será sólo para dispararnos y coger el dinero por sí mismo.
— ¿Qué cree que Devlin le va a dar un recibo por ello? —Le digo al Profesor —No creo
que le rebajen los impuestos por darle dinero a alguien como él.
Él niega con la cabeza —Incluso en una situación de peligro, sigue siendo un grano en
el culo… no ¿Alguna vez vas dejarlo?
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El profesor no se inmuta. —Si hay un chico en el tejado y dos más vigilando la entrada
y las salidas, el jefe está aquí. Confía en mí.
Efectivamente, Devlin viene paseando media hora más tarde. Obviamente, nos Ha
hecho esperar a propósito, para asegurarse de que sabíamos que estaba al cargo.
Devlin mira la bolsa — ¿Cuánto hay ahí dentro? —pregunta.
—Eso es lo raro —dice Devlin —No mucho. Me hace pensar que tienes algún tipo de
conexión en inteligencia. Tal vez usted solo vino para ponerme a prueba.
Tal vez en sus días de gloria cuando fue un soldado de operaciones especiales
encubiertas, pero ahora solo es el padre de Kiara y Brandon. El tío se pone duro en la
Noche de Diversión Familiar, por el amor de Dios.
—Bien, porque si me enterara de que tiene conexiones con la policía, usted y estos
niños se arrepentirán de haberme conocido. Rodríguez me dijo que su esposa tiene
una carta para la policía para garantizar su seguridad. No me gustan las amenazas,
profesor. Abra la bolsa.
Westford la abre y saca el dinero. Cuando Devlin se convence de que esta todo el
dinero y de que no está marcado, me ordena recogerlo y entregárselo.
—Ahora tenemos una parte más del negocio —dice Devlin, señalándome —Usted y
Rodríguez conocerán a algunos amigos míos muy importantes. En México.
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—Bueno, voy a cambiar el trato —dice Devlin —Tengo el dinero, una pistola, y poder.
Tú no tienes nada.
Tan pronto como lo dice, la tierra comienza a temblar como si estuviéramos en medio
de un terremoto.
—Es una emboscada —alguien grita a través de la puerta. Los hombres de Devlin se
dispersan, renunciado a su función de proteger a su jefe para salvar su propia piel.
— ¡No! —grito, y luego me lanzó hacia adelante para quitarle el arma. Nadie va a matar
a Westford, incluso si eso significa que termine en la morgue. Oigo un disparo y siento
que me arde la pierna. La sangre gotea por mi pierna y por el suelo de cemento. Es
surrealista y tengo miedo de mirarme la pierna. No sé como es de malo, sólo siento
como si un millar de abejas se hubieran aferrado a mi muslo con sus aguijones. Alex se
acerca a Devlin, pero es demasiado rápido. Forcejea con mi hermano, y un pánico
mortal llueve sobre mí. Lucha hacia Devlin para detenerlo, pero Westford me detiene
al igual que los disparos de un hombre de pelo blanco que hay en la sala con una
pistola — ¡Policía! ¡Baje el arma! —ordena.
A lo que Devlin...
Cuando los abro, veo fugazmente a Rodríguez por el rabillo del ojo. Él apunta con un
arma al agente encubierto de pelo blanco. Yo trato de advertirle al agente, pero para
mi sorpresa Westford coge la pistola de Devlin y le da a Rodríguez como si fuera un
francotirador entrenado.
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—No exactamente. Digamos que todavía tengo amigos en los altos cargos.
— Sí. Supongo que eso significa que nuestro trato se rompe. No tienes que ir a la
universidad o al ejército.
Dos paramédicos aparecen con una camilla. Me acuestan, pero yo alcanzo al Profesor
antes de que me lleven —Para que lo sepas, voy inscribirme.
Gimo por el dolor, pero me las arreglo para darle una media sonrisa
—Quiero hacer que Kiara tenga un novio que le pueda ofrecer algo más que un
cuerpazo y una cara que podría hacer llorar a los ángeles.
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Capítulo 56
KIARA
L
a mano de Carlos aprieta mi mano a la espera de escuchar lo que el
médico tiene que decir sobre su pierna. Estoico Alex también está a la
izquierda de Carlos desde que llegó al hospital. Con miedo, y parece
que con culpa por no haber evitado que su hermano menor saliera lastimado. Pero
todo ha terminado.
—Mi padre dice que vivirás —le digo a Carlos inclinándome hacia él mientras lo beso
en la frente.
— ¿Eso es bueno?
Diría que quiere decir algo, para llenar el silencio como nos tiene acostumbrados, pero
se detiene. Nuestros ojos están aún cerrados, y no voy a mirar hacia otro lado. Esta vez
no.
Poco a poco tiendo una mano temblorosa para tocar su pecho sobre la camisa, con
intención de aliviarle el dolor. Su respiración es pesada ahora, y puedo sentir el
latido de su corazón contra mi palma.
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Tiene su mano en mi mejilla, su pulgar suavemente acaricia mi piel, cierro los ojos y
siento el contacto de la fusión del calor de su mano.
—Eres peligrosa.
— ¿Por qué?
—Aquí estoy —dice Carlos —Pero estoy con morfina, podría querer una receta —Alex
está a punto de salir de la habitación, pero al llegar a la puerta, Carlos espeta —Alex,
espera.
—No —se acerca a ella —Tú querías romper. Mamacita, no me eches la culpa.
Tú quieres mantener nuestra relación en secreto para mis padres. Y yo quiero gritar al
mundo que estamos juntos.
— ¿De qué?
Alex se acerca y le pasa su pelo rubio por detrás de la oreja —De que tus padres hagan
algo para que te des cuenta de que mereces algo mejor.
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parte de mí. Nadie puede cambiar eso —Ella lo mira, con lágrimas en los ojos —Confía
en mí.
Él le acaricia la mejilla y le quita las lágrimas. Sin decir una palabra, noto como a Alex
se le hace un nudo en la garganta, la acerca más a él y no la suelta.
Media hora más tarde, Alex, Brittany, y mis padres se van a la cafetería del hospital.
Tuck entran con un gran jarrón lleno de claveles de color rosa y un globo que dice:
¡CINCUENTA POR CIENTO DE TODOS LOS DOCTORES DE POSTGRADO
Y LA OTRA MITAD DE TU CLASE ESPERAN QUE LA OPERACIÓN
SALIERA BIEN!
— ¡Oh, diablos! —Carlos resopla con falsa molestia. Me siento bien al saber que no has
perdido tu espíritu de lucha, después de lo sucedido hoy. — ¿Quién te ha invitado?
Tuck deja el jarrón bajo el alféizar de la ventana con una amplia sonrisa, —oh, vamos.
No seas gruñón. Estoy aquí para animarte.
— ¿Esas Flores rosas son para mí? —dice Carlos, señalando el jarrón.
—En realidad, las flores son para Kiara porque tiene que aguantarte, —ata el globo y los
lazos a la barandilla de la cama del hospital —Me considero tu dulce stripper. . . Quiero
decir stripper.
Carlos niega con la cabeza —Kiara, dime que no se ha llamado a sí mismo stripper.
—Hay que ser agradable —le digo a Carlos —Tuck condujo hasta aquí porque se
preocupa por ti.
—Estás loco.
—Y tú homófobo, pero con Kiara y mi guía tienes potencial para ser un decente y
tolerante ser humano —El móvil de Tuck empieza a sonar. Lo saca de su bolsillo y
anuncia: —Es Jake. Ahora vuelvo, —desaparece en el pasillo, dejándome sola con
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Carlos me agarra la muñeca y me tira sobre la cama con él. —Antes de hoy, había
planeado irme de Colorado, —me dice. —Pensaba que sería mejor no ser una carga
para tus padres o Alex nunca más.
— ¿Y ahora? —pregunto con nerviosismo. Tengo que oírle decir que quiere quedarse
aquí para siempre.
—No puedo dejarte. ¿Tu padre te dijo que mi madre y Luis están viniendo para aquí?
—Sí.
—Esa no es la única razón por la que estoy aquí, chica. No puedo dejarte, como no
puedo salir por esa puerta ahora mismo, mientras que la pierna esta escayolada. Sólo
estaba pensando… ¿se lo decimos a tus padres ahora o más tarde?
Me besa suavemente, y dice con orgullo —Que estamos en una relación seria,
monógama y comprometida.
— ¿Lo estamos?
Me acerca más a él —Tú no eres la única en esta relación que ama los desafíos —dice —
Y para que lo sepas para el futuro, me gustan las galletas con lagrimas de chocolate
calientes y suaves en el centro. . . y sin imanes pegados.
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—Sí. Así que cierra los ojos —dice Carlos, a continuación, tira la manta sobre nosotros,
para darnos la privacidad que no podemos tener en este momento —Nunca volveré a
dejarte —susurra contra mis labios.
—Bien. No dejare que te vayas. —Me inclino un poco hacia atrás —Y yo nunca te dejare
tampoco. Recuerda eso, ¿vale?
— Lo haré.
— Voy a hacer lo que sea contigo, Kiara —dice — ¿No has leído la nota que deje en tu
taquilla? Soy tuyo.
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Epílogo
26 AÑOS MÁS TARDE…
C
arlos Fuentes observa como su mujer desde hace veinte años revisa los
recibos del día. El taller McConnell’s, que compró cuando salió del
servicio, va bien. Incluso durante años ha llegado a ir muy bien. Su
mujer siempre apreciaba las cosas simples de la vida, aun pudiendo pagar
más. Demonios, el senderismo cerca de The Dome la hacía sonreír más que cualquier
otra cosa, así que caminar se había convertido en un ritual semanal para ellos.
Eso sí, el esquí o el snowboard, eran otra cosa. Carlos llevaba a Kiara y a sus hijos a los
centros turísticos de invierno, viendo desde la distancia como Kiara enseñaba a sus tres
niñas a esquiar, y después snowboard. Sobre todo les gustaba que su tío Luis viniera,
porque era el único hermano Fuentes, lo suficientemente loco como para bajar
corriendo por las pistas negras.
Carlos se limpia las manos con un trapo después de cambiar el aceite del coche de su
viejo amigo Ram. —Kiara, tenemos que hablar con el padre de este chico, tenemos la
obligación de alejarlo de nosotros.
—No es un mal chico, —dice Kiara, mirando a su marido y dándole una sonrisa
tranquilizadora. —Sólo necesita un poco de orientación, y un hogar. Me recuerda un
poco a ti.
— ¿Bromeas? ¿Has visto cuantos piercings lleva? Apuesto a que lleva en lugares que
no quiero ni saber.
Justo en ese momento, su hija mayor, Cecilia, llega a la puerta del garaje con el
susodicho delincuente en el asiento de al lado.
—Su pelo es demasiado largo. Parece una chica, necesita un buen corte, —dice Carlos.
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—Dylan, sígueme. Tenemos que hablar de hombre a hombre. Carlos mira sus ojos de
delincuente, pero él sigue a Carlos a su oficina privada en la esquina de la
tienda. Carlos cierra la puerta y se acomoda en la silla detrás de su escritorio, mientras
que invita a Dylan a sentarse en la silla frente a él.
—Ya llevas con nosotros una semana, pero he estado tan ocupado en la tienda que no
he sido capaz dejarte las reglas de la casa claras, dice Carlos.
¿Viejo? ¿No sigue las reglas? Maldita sea, este chico necesita una buena patada en el
culo. La verdad sea dicha, Carlos ve un poco de su antiguo yo rebelde en el niño. Dick
fue el mejor padre sustituto que Carlos podría haber pedido cuando llegó a
Colorado… Joder, hasta había llamado al profesor "Papá", incluso antes de casarse con
Kiara, y no podía imaginarse cómo habría resultado su vida sin la guía de su padre.
Carlos empuja los pies de Dylan fuera del escritorio, y entonces recuerda cuando el
padre de Kiara recitó un discurso similar al que estaba a punto de salir de su boca. —
Uno, ni drogas ni alcohol. Dos, nada de palabrotas. Tengo tres hijas y una esposa, así
que habla bien. Tres toque de queda, de lunes a viernes a las 10:30, los fines de
semana a medianoche. Cuatro, espero que te asees y ayudes en la casa cuando se te
pida, al igual que nuestros propios hijos. Cinco, no hay televisión, a menos que hayas
terminado la tarea. Seis… No podía recordar cuál era la sexta regla de su padre, pero
no importaba. Carlos tenía sus propias reglas y para asegurarse habló alto y claro. —Las
citas con Cecilia están fuera de cuestión, así que ni siquiera pienses en ello. ¿Alguna
pregunta?
—Sí, una. —El delincuente se inclinó hacia adelante y miró a Carlos directamente a los
ojos con una sonrisa pícara. —¿Qué pasa si rompo alguna de sus jodidas reglas?
FIN…
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Luis Fuentes es un muchacho bueno que no vive con la angustia que sus hermanos
mayores Alex y Carlos siempre han vivido. Luis es inteligente, divertido, y su más
grande sueño es convertirse en astronauta. Pero cuando se enamora de la chica
equivocada, Luis entra a un mundo oscuro que nunca ha conocido, y justo cuando él
cree haber comprendido su vida, se entera de algunas inquietantes noticias sobre su
familia, las cuales destruirán todo tipo de pensamientos positivos sobre la vida. ¿Hará
la racha de chico malo de los Fuentes que busque venganza y lo atraiga a vivir al límite
con su nueva novia y su propio padre?
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Biografía
Simone Elkeles nació y creció en Chicago. Fue a la
Universidad de Illinois, recibiendo allí su Bachillerato en
Psicología en 1992. Continuó su educación en la Universidad
Loyola de Chicago en donde recibió su Máster en Relaciones
industrials mientras trabajaba para una compañía
manufacturera creando diversos programas para sus
empleados.
Ama los animales (tiene dos perros, un Labrador y un Pastor
Alemán), niños (también tiene dos de ellos) y su familia. En
su tiempo libre, es La Mamá del Hockey para los equipos de
Hockey de sus hijos, y además es una activo dirigente Girl
Scout especialmente capacitada en educación al aire libre. Actualmente reside en
Illinois con su familia.
Ella escribe sobre adolescentes porque fue una en los 80’ (cuando el pelo en puntas y
la sombra de ojos azul eran “la onda”) y ama escribir sobre todas estas relaciones y
romances entre jóvenes. Fue designada Autora del Año por la Asociación de
Profesores de Lengua de Illinois. Entre sus libros publicados destacan: Leaving
Paradise, How to Ruin a Summer Vacation y How to Ruin My Teenage Life.
1. Química Perfecta
2. Rules of Attraction
http://www.simoneelkeles.net/
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