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18.

ESTRUCTURA DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Son diversos los cambios que ha experimentado el rito a lo largo de la historia, se le ha


llamado el segundo bautismo, sacramento de la confesión, de la reconciliación, del
perdón…, en él, el fiel experimenta el perdón de Dios que lo reconcilia con Dios, con la
Iglesia y con nosotros mismos, es un sacramento de madurez, en él, el creyente
reconoce que ha fallado y recurre a la misericordia de Dios. Este sacramento se ubica
dentro de los sacramentos de curación.

18.1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL SACRAMENTO

a. La Penitencia en la Iglesia antigua

La penitencia en el comienzo del cristianismo enfatizo en la conversión y a la corrección


personal y/o comunitaria. La caridad es la norma penitencial, quien la vive esta
incorporado a la comunidad visible, teniendo la Iglesia una cierta idea de tres pecados
no perdonables: el homicidio, el adulterio y la apostasía.

A partir de la mitad del siglo II, la Iglesia antigua distingue una penitencia bautismal y
una post-bautismal; ésta última reviste dos modalidades: una para los pecados leves
(por medio de oración y caridad) y otra para los pecados graves, cuyo perdón se tenía
después de un largo proceso de penitencia que se realizaba bajo el control de la Iglesia.
Tal penitencia segunda para los pecados graves se basaba en Mt 18,18 y 1Co 5, quien
había pecado gravemente -homicidio, adulterio, apostasía- quedaba excluido
públicamente de la comunión eucarística (excomunión) y luego de un tiempo de purga
(penitencia) por sus pecados, era acogido de nuevo de forma solemne a la comunión
eucarística por el Obispo (reconciliación). Variando el tiempo de penitencia y la
crudeza de ellas, de acuerdo a la maldad de los pecados. Cabe indicar que muchos
diferían esta penitencia segunda hasta poco antes de la muerte, por el temor de volver
a pecar y por las consecuencias en la vida socio-económica de la persona.

Entre los escritores eclesiásticos hay variados testimonios sobre la penitencia y la


progresiva aceptación-compresión de ella, así por ejemplo:
 El Pastor de Hermas. Contiene el primer testimonio sobre la segunda forma y
especifica que solo es posible una vez en la vida; no obstante, no dice nada sobre la
intervención de la Iglesia en el proceso penitencial que presenta reducido a un
diálogo entre el pecador y Dios.
 San Ireneo. Hace referencia a una práctica llamada “exomologesís” confesar las
faltas, reconocerlas en privado ante el Obispo, y luego hacían pública la penitencia
-el acto público de reconciliación que remedie el mal cometido-.
 Tertuliano. Confirma el carácter irrepetible de la penitencia segunda, pero las obras
penitenciales son exigidas para la expiación de las culpas graves, a su vez, reafirma
que todos los pecados pueden ser perdonados, incluso los de los lapsis (herejes,
idolatras…) con la adecuada mortificación y confesión de fe.
 San Cipriano. Distingue entre bautismo y penitencia, el perdón depende de la
práctica de una expiación proporcional al pecado cometido, tal penitencia no es
reiterable y su efecto es la reintegración a la comunión eclesial.
 San Agustín. Concibe el perdón de los pecados como obra del Espíritu en aquellos
que perteneciendo a Cristo, claman misericordia al Padre. Siendo el papel de la
Iglesia, el de interceder a favor del pecador para desatarle del mal.

b. La Penitencia canoníca del siglo IV al VI

Se llama así porque era regulada por una serie de disposiciones conciliares y por
costumbres que tenían valor de ley; la penitencia canónica o eclesiástica era para esta
época histórica de la práctica penitencial una institución litúrgico-pastoral-jurídico. Tanto
en la Iglesia de Oriente como en Occidente, con unas notas comunes y esenciales:
 El Obispo o su delegado, eran los encargados de imponerla.
 Cuando el penitente pedía personalmente la penitencia, la confesión era secreta.
Cuando era por denuncia la confesión era pública.
 El penitente no podían participar en la Eucaristía. Durante el tiempo de penitencia
se debía dedicar a ciertas obras de expiación indicadas por el Obispo. Iniciaban
comúnmente luego del primer lunes de cuaresma o el miércoles de ceniza, donde el
Obispo les vestía de saco y ceniza, ingresándolos al Ordo Penitenciale.
 Terminaba la etapa penitencial con la imposición de manos de parte del Obispo
(una forma implícita de absolución) y su admisión a la Eucaristía. Sólo se hacía una
vez en la vida. El tiempo era el Jueves Santo o Viernes Santo en la mañana.

La Tradición Oriental conoció además ciertas etapas en el proceso penitencial, las


cuales eran obligatorias, pero por muestra de gran arrepentimiento se les podía
dispensar de alguna:
 Los flentes o los que lloran: Están en el atrio implorando oraciones de quienes
entran.
 Los audientes o simples oyentes: Participan sólo de la Palabra y no de toda la
liturgia.
 Los substrati: Son admitidos en la Iglesia, asisten a la celebración de la Eucaristía,
pero permanecen postrados en toda la liturgia. Abandonaban el Templo en el
ofertorio.
 Los stantes: Permanecen de pie durante la Eucaristía en la parte de atrás del
recinto, pero no pueden comulgar.

c. La penitencia monástica

Para comprender los orígenes de la penitencia privada es necesario conocer las


practicas penitenciales de la vida monástica, los libros penitenciales que son la primera
y principal fuente de la penitencia tarificada antecesora de la penitencia privada,
empezaron a aparecer hacia el s. XVI . el principio de no-reiterabilidad que rige de
forma invariable la práctica de la penitencia en toda la iglesia no se observa en la
penitencia tarifada que se practica las veces que fuesen necesario. Siguiendo las
huellas de S. Antonio iniciador de toda la corriente del monacato.

Una de las prácticas más desarrolladas dentro de la vida monacal era la confesión de
las faltas como medio de corrección de los monjes y de común edificación espiritual. La
confesión entre os monjes se practica entre una doble finalidad el perdón de las faltas y
la guía espiritual. El confesor debe ser hombre experto en el conocimiento del espíritu,
puede imponer al pecador una penitencia y puede anunciarle que su pecado ha sido
perdonado, pero la relación entre penitente y confesor es eminentemente espiritual,
basada en el conocimiento interior. La confesión entre los monjes no se limite a ver las
faltas externas sino que limita también a ver los pensamientos.

Entre los signos de una actitud espiritual sincera de no ocultar nada al monje anciano o
monje espiritual.

d. Transición de la Penitencia pública a la privada

Durante varios siglos co-existieron dos formas de penitencia: la penitencia pública y la


penitencia tarifada, la primera con enormes consecuencias para la vida social y
cristiana, y la segunda aplicada de un modo más privado. La segunda, tiene sus
orígenes principalmente en los “libros penitenciales o confesionarios” que comienzan a
parecer a mediados del siglo VI, bajo la influencia de comunidades monásticas
implantadas en las Islas Británicas, las cuales la desarrollaron quizás por su aislamiento
y el desconocimiento de la penitencia canónica. Entre las características de tal práctica
esta la reiterabilidad de la misma y la sustitución del término reconciliación por
absolución. La penitencia se daba en tres tiempos consiguientes, sin mediar un tiempo
penitencial antes de la reconciliación:
 Una confesión detallada, enfatizando en el tipo de pecados y la veces cometidas.
 Una expiación, conseguida por medio de una tarifa (monetaria o ascética), los
libros penitenciales presentaban elencos de pecados y el “costo” de redimirlos.
 Una absolución, por parte del ministro.

No obstante su gran difusión, el III Concilio de Toledo (589) condenó esta forma de
penitencia, pero los obispos en el concilio de Chalonssur-marne (650) la juzgan útil y la
aprueban por unanimidad; luego durante los siglos VII y VIII se convierte en la manera
normal de hacer la penitencia, con la nota de que la absolución se imparte antes de la
penitencia. Durante los siglos posteriores no se dieron mayores modificaciones en la
forma, escasamente los pensadores comenzaron a interrogarse sobre ¿cuál era la
materia del sacramento?

e. Los escolásticos y Tomás de Aquino

En esta etapa de reflexión y sistematización el esfuerzo se centró por darle al


sacramento una base filosófica, tomando términos del hilemórficos, se acuñaron
términos como:
 Contrición. Dolor y rechazo del pecado, a la luz de la fe y el amor, por haber
ofendido a Dios
 Atrición. Similar a la anterior pero por temor a un castigo divino.
 Absolución. Acto oficial del ministro para perdonar en nombre de Dios.
 Satisfacción. Obras penitenciales realizadas para resarcir la culpa.

Santo Tomás realiza una integración de la unidad del signo sacramental. La


constitución interna del Sacramento los actos del penitente -contrición, confesión,
satisfacción- serán considerados como la materia del sacramento; la absolución -dada
por el ministro- consuma, perfecciona y determina, como hace la forma en los demás
sacramentos. El signo sacramental debe ser visible, perceptible, así en la penitencia se
exige la confesión por la que el penitente expresa su arrepentimiento. Materia y forma
no actúan separadamente, sino que por ambos se obtiene el perdón. Además, el Santo
insiste que la oración de absolución –de carácter precativo-, debía ser indicativa, ya
que el ministro es causa instrumental, y Dios la causa primera.

e. La Penitencia en el pensamiento protestante y Trento

En los siglos XIV y XVI los protestantes refutan la práctica y doctrina sacramental de la
penitencia. Lutero reconoce la utilidad de la conversión pero no su necesidad y enseña
que la Iglesia no tiene sino la autoridad de reconocer la remisión de los pecados por la
fe. Calvino rechaza el sacramento y enseña que para la penitencia sólo basta el
recuerdo del bautismo que se renueva por la displicencia (rechazo del pecado y el
propósito de una vida nueva). Ante esto, el Concilio de Trento expone la doctrina
católica enseñando:
 La penitencia es un verdadero sacramento.
 Fue instituido por Cristo según afirma Jn 20,23.
 Tiene como finalidad el perdón de los pecados cometidos por los bautizados.
 Los actos del penitente unidos a la absolución son necesarios. El efecto es la
reconciliación con Dios.
 La contrición perfecta es posible y reconcilia al hombre con Dios, pero debe incluir el
deseo de recibir el sacramento.
 La contrición imperfecta ayuda de todos modos a preparar para la verdadera justicia,
no afirma sin embargo que la atrición sea suficiente para la justificación.
 Es necesario la confesión verbal completa de los pecados graves.
 Se reserva a los que poseen el sacerdocio que hacen el papel de juez al estilo civil.

f. El Concilio Vaticano II

A partir del Concilio se inició la renovación del ritual de la penitencia, aprobado


oficialmente por Pablo VI en 1973. Una de sus más importantes novedades es la nueva
fórmula de absolución que incluye la palabra “reconciliación” ausente en la fórmula
anterior. De esto se deduce que el término reconciliación es la clave para entender el
sentido teológico de la renovación del sacramento de la penitencia, así, la LG 11
declara que los penitentes al acercarse al sacramento obtienen de la misericordia de
Dios el perdón de las ofensas hechas a Él y son reconciliados con la Iglesia; y la PO 5
indica que son los sacerdotes quienes por la penitencia reconcilian a los pecadores con
Dios y su Iglesia.

Así, lo específico del sacramento de la penitencia en su forma actual consiste


formalmente en la confesión personal y concreta de los pecados, y en la absolución que
imparte el ministro autorizado de la Iglesia. Y a esto responde el contenido propio del
sacramento de la penitencia: en él se entretejen elementos de juicio y de
reconciliación. Pues la penitencia es un signo realizador del clemente juicio divino
para la reconciliación del pecador en la comunión de la Iglesia. Siendo en consecuencia
el objetivo del sacramento de la penitencia la reconciliación: con Dios, con los
semejantes –la Iglesia y la humanidad- y del hombre consigo mismo -al superar la
autoalienación inherente a cualquier pecado-. Reconciliación que deja entrever la
estructura fundamental de todos los sacramentos: en la colaboración humana se da la
posibilidad transformante de Dios.

18.2 EL CARÁCTER ECLESIAL DE LA PENITENCIA


a. La voluntad divina y la vocación sobrenatural del hombre: Realidades contra
la que choca el pecador, esas son situaciones que no le interesan a él solamente en
una individualidad aislada, sino a todos los creyentes, porque todos sabemos que el
bautizado pertenece al Cuerpo de Cristo (visible e invisible); su pertenencia visible a
ese Cuerpo, fundada en el carácter bautismal, permite que participe de la santidad de la
Iglesia, por ser miembro de ella; y en sentido inverso, el bautizado debe dar a la Iglesia
su santidad, es decir, su vivir en el Espíritu, a fin de que la Iglesia sea santa. En fin: se
trata de una reciprocidad (Iglesia-creyente, creyente-Iglesia) en el interés por la
conversión, la santidad y la salvación.

b. Acusación de sí mismo ante la Iglesia: Se dice que el hombre no quiere felicidad


en que no estén involucrados los demás, si ello es así, debería inquietarnos el
habernos hecho (aunque sea con el pensamiento) culpables contra otros, porque
nuestras faltas abarcan a toda la Iglesia, la protesta más auténtica cristiana contra el
pecado, ha de consistir en acusarse a sí mismo ante al Iglesia: Cuando rezamos:
“Yo pecador me confieso… y ante vosotros, hermanos,…” estamos reconociendo
nuestro pecado ante la comunidad eclesial, y eso está bien.

c. La Iglesia es la que reconcilia al pecador con Dios.: Se trata del poder de atar y
desatar en la tierra y el cielo. El atar en el NT, lo mismo que retener, significa
proscribir, excluir, poner en entre dicho. Sin embargo, el pecador bautizado
pertenece a la Iglesia, está todavía dentro, pero esta pertenencia, por la culpa, ha
sido despojada de su último sentido, se ha convertido en mentira, en ficción,
recepción válida ciertamente, pero no eficaz de los sacramentos.

La Iglesia debe descubrir esa pertenencia, y en ese sentido proscribe, ata al pecador, el
pecador es excluido del más íntimo círculo de vida de la Iglesia, de su misterio central,
la Eucaristía; es cierto que el desatar está condicionado por la penitencia del pecador,
pero es cierto también, que el atar se entronca con el desatar, así lo entendió siempre
la Iglesia y es, por lo mismo, que la Iglesia reconcilia al pecador con Dios.

18.3. EL MINISTRO DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Ministro de la penitencia es aquel que puede administrar válidamente y lícitamente, por


eso, debe gozar simultáneamente de potestad de orden y potestad de jurisdicción.

a. Potestad de orden requerida: ministro es únicamente el sacerdote, que ha


recibido válidamente la ordenacion, y por tanto no hay potestad para los fieles en
este sacramento como queda atestiguado en las escrituras: (Mt 20,23) Cfr. Dz
920
b. Sobre la facultad de ejercer la potestad del orden: es decir, el sacerdote debe
tener las debidas licencias, que le dan la facultad para ejercer la potestad del
orden sobre los fieles a quienes da la absolucion. (can. 966.969).
c. Aspectos prácticos acerca del ministro: su facultad se obtiene por ipso iure o
por especial concesion. De otro caso todo sacerdote está obligado, en peligro de
muerte, a oír confesiones asi no tenga la facultad.

18.4. RITO DE LA CELEBRACION DE LA PENTIENCIA

El nuevo ritual de penitencia presenta tres formas distintas de celebración: a) Individual;


b) Comunitaria (varios penitentes, confesión y absolución individual); c) Colectiva
(muchos penitentes, confesión y absolución general). El nuevo ritual destaca tres
aspectos fundamentales para la renovación del sacramento (SC 72): Conversión,
Palabra de Dios y Comunidad. Por consiguiente la Renovación Litúrgica propone que:
la celebración comunitaria con asistencia y participación activa, siempre hay que
preferirla a una celebración individual y casi privada (SC 27).

El nuevo ritual presenta una fórmula de absolución que resume la historia de la


salvación, en la cual se pone de manifestó las dimensiones trinitaria y eclesial: “Dios,
Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de
su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el
ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

Por último, el rito de reconciliación de un solo penitente posee una estructura bien
específica, aunque poco practicada en su integridad:
 Acogida: Con la signación y una monición que invita a la confianza en Dios.
 Liturgia de la Palabra: Lectura o recitación de memoria de un texto que manifieste
la misericordia de Dios y la llamada del hombre a la conversión (Is 53,4-6; Ez 11,19-
20; Mt 6,14-15; Mc 1,14-15; Lc 15,1-7; Jn 20,19-23; Rm 5,8-9; Ef 5,1-2; Col 1,12-14)
 Confesión de los pecados y aceptación de la satisfacción: Recitación de una
fórmula de confesión general (Yo confieso), se ayuda al penitente a hacer una
confesión íntegra, se le da consejos oportunos y se le exhorta a la contrición; luego
se le propone una obra de penitencia.
 Oración del penitente y absolución: El penitente expresa su contrición con una
oración prescrita en el ritual o una similar y luego el sacerdote extendiendo las
manos sobre el penitente recita la oración de absolución.
 Rito de conclusión: Se despide al penitente con una fórmula de acción de gracias
a Dios por su misericordia.

BIBLIOGRAFIA

 HÄRING, Bernard. Shalom: Paz “El sacramento de la reconciliación”. Barcelona:


Herder, 1970.
 CEC. Catecismo de la Iglesia.
 FLÓREZ, Gonzalo. Penitencia y Unción de los Enfermos. Madrid: BAC, 1993.
 RITUAL DE LA PENITENCIA. C.E.C
 Concilio Vaticano II. Sacro Sanctum Concilium

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