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Traducción de

ANÍBAL PÉREZ-LIÑÁN
SILVIA VILLEGAS

Juicio político al presidente


y nueva inestabilidad política
en América Latina

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA - GUATEMALA- PERÚ -VENEZUELA
ENTE ...
320 JUICIO POLÍTICO AL PRESID
al
ya era previsible . En .Guatem a
que la caída del gobierno
ú en 2000, en Argentma en 2001
en 1993, en Ecuador y Per
. . sladores controlaron. los efec-
y en Bol1vta en 2003 , los legi VIII. REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO
n
. . is legitimando la rem.oció presi-
.

tos perniCIOSOs de la cris . . LATINOAMERICANO


ivo para
do un mecamsmo legislat
dencial y a veces ofrecien
to (Marste intr ede t y Bern tzen,
reemplazar al líder depues
2006; Mustapic, 2005). HA SURGIDO UN NUEVO PATRÓN de inestabilidad política en
América Latina. Cobró forma en los años noventa y se con­
solidó a comienzos de la década de 2000. A diferencia de la
experiencia de décadas pasadas, es probable que esta ten­
dencia no comprometa la estabilidad de los regímenes demo­
cráticos, pero es letal para los gobiernos democráticos. En el
lapso de unos pocos años, las crisis políticas sin quiebre del
régimen se han convertido en un acontecimiento común en
la política de América Latina y el juicio político presidencial
se ha convertido en la principal expresión constitucional de
esta tendencia.
Hemos afirmado en el capítulo VIl que esas crisis tuvie­
ron varios rasgos distintivos en común. Primero, los oficia­
les de las Fuerzas Armadas -limitados por restricciones in­
ternacionales y por las experiencias desastrosas de los .
gobiernos militares de la década del setenta- se han negado
a intervenir en política (o han fracasado en las pocas opor­
tunidades en que lo han intentado). Segundo, los medios
masivos han desempeñado un nuevo papel como guardia­
nes de la moral pública. Tercero, las protestas populares
contra la corrupción o el mal desempeño económico han
impulsado -a.Ja!ta de gglpes militares- la renuncia del pre­
sidente. p,"�-último, igualmenteÍrnportante, dadas las con­
diciones previas, el Congreso se ha hecho cargo de la
enorme responsabilidad de garantizar la transferencia cons­
titucional del poder, en medio de la debacle política. Este
contexto histórico ha creado las condiciones para que se
multiplicaran los juicios políticos presidenciales, aunque

321
322 JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE...
REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO... 323
varias crisis políticas han llevado a desenlaces alternativos,
por las razones discutidas en el capítulo terior. a:' dos porque las crisis sin quiebre dejan legados múltiples
. que a veces son contradictorios. Entre ellos están la habili­
Hasta hace poco tiempo, esta tendencia estaba práctica-
mente ausente en la literatura especializada. Los estudios dad de las elites civiles para resolver los conflictos sin la in­
de la democratización estaban centrados generalmente en tervención militar, la aparición de controles y equilibrios
la supervivencia de los regímenes democráticos. En tanto inesperados y la capacidad de los movimientos sociales de
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que los golpes militares al estilo de d cadas antenores han ejercer la responsabilidad vertical mediante una política in­
_
desaparecido prácticamente de Aménca Latma, la ayotia ';ll surrecciona!. Es en estos legados -y en las paradojas que
de las democracias de la región parecen estar cammo a su encaman- que estará centrado este capítulo. La exploración
"consolidación". En este contexto, los estudios neoinstitu­ de estas paradojas puede no resultar en respuestas conclu­
cionales se han centrado en los aspectos específicos del di- sivas, pero nos obligará a repensar gran parte de nuestra
seño institucional y sus implicancias para los votantes, las concepción del presidencialismo latinoamericano.
carreras de los políticos y la formación de políticas públicas.'
De vez en cuando, los especialistas que estudiaban algún pals
� �
en particular quedaban desconcertad s p r las crisis sin quie- ·
PRESIDENCIALISMO ESTABLE CON PRESIDENTES INESTABLES
bre, pero tendían a analizar estos episodios separadamente
(véase el capítulo II). A fines de los años ochenta, los argumentos que sostenían
. que los conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo tenían
'·Cuáles
son las implicancias teóricas y normativas del
. . . . efectos desestabilizadores se convirtieron en opiniones ge­
nuevo patrón de inestabilidad política? Las c 1s1s sm qme- ;
bre '·no son nada más que equivalentes funciOnales de los neralizadas como parte del debate sobre los "peligros del
. presidencialismo". Este tema estaba en el núcleo de la afir­

golpes militares o demuestran la presencia de fren s Y con- ?


trapesos en América Latina? ¿Son señales de eros ón de'" '"'"" � mación de Juan Linz (1990, 1994) de que las democracias
democracia 0 de vitalidad democrática? Los estudiantes de ·>+'":tY.il presidenciales tienen mayores posibilidades de quebrarse
� �
política comparada han comenzado a b rdar estos temas. que las parlamentarias. Según este punto de vista, como los
de manera muy reciente; en nuestra op1n1on, seremos te!;ti- •!\\·;.¡ presidentes y los miembros del Congreso son elegidos de
gos de debates encendidos en los años por venir. Si bien los manera independiente para un mandato fijo en el cargo,
.._
analistas se inclinan naturalmente a interpretar 1as cns1s cualquier desacuerdo de importancia entre las dos ramas
presidenciales de acuerdo con sus propios marcos intelec- >· , .,•••,.� del gobierno puede .llevar a un bloqueo mutuo institucional.
tuales y tendencias ideológicas, no será fácil llegar a acuer" A diferencia de los regímenes parlamentarios, los sistemas
presidenciales no tienen mecanismos flexibles para reem­
plazar al jefe de gobierno o a los legisladores; no hay una
1 Por ejemplo, a medida que los gobiernos latinoame�canos mo,;lrliban

una "resistencia sorprendente" (Mainwaring 1990a), la literatura s c>Dre Ja� solución "natural" cuando se llega a un punto muerto. Las
_
instituciones presidenciales fue abandonando su interés en el qmebre tensiones pueden agravarse y terminar por desestabilizar el
régimen para pasar a destacar los problemas de los bloqueos
régimen democrático (Lamounier, 1994; Linz, 1990; Riggs,

el proce o de definir polfticas (Ames, 2001; Cox y McCubbins, 2001;
2000; Mainwaring, 1999b). 1988; Shugart y Mainwaring, 1997; Stepan y Skach, 1993;
Valenzuela, 1994).
JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE... REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO ... 325
324

En los años noventa, se escucharon voces nuevas que cues­ acerca de la conveniencia de la renuncia presidencial; la con­
tionaban esta concepción señalando que no toda forma de siguiente polarización puede a su vez transformar la crisis
presidencialismo es igualmente peligrosa. El argumento fue gubernamental en una crisis con todas las características de
reformulado en términos de jugadores desestabilizadores una crisis del orden constitucional (Valenzuela, 2004: 12).
con poder de veto (Tsebelis, 1995: 321 y 322). Según Cox y No hay muchas dudas -y la evidencia histórica presen­
McCubbins (2001), la separación de poderes característica tada en el capítulo m ha demostrado este punto- de que
de las constituciones presidencialistas genera un bloqueo existe en los sistemas presidenciales una propensión subya­
mutuo cuando las dos ramas también exhiben una diver­ cente al enfrentamiento entre los Poderes, que no ha dismi­
gencia de propósitos. Se consideró, en consecuencia, que la nuido tras la tercera ola de democratización. Pero la inter­
presencia de jugadores pertenecientes a diferentes partidos pretación de Valenzuela plantea una pregunta obvia: si las
era una fuente potencial de conmoción. Scott Mainwaring crisis presidenciales actuales no desencadenan quiebres de
(1993: 212 y 213) indicó que la interacción entre el presi­ la democracia, ¿dónde residen exactamente los peligros del
dencialismo y el multipartidismo constituye una combina­ presidencialismo? La inestabilidad está instalada ahora res­
ción dificil para la democracia y Mark Jones (1995: 160) pecto del gobierno, no del régimen. Sobre esta base, los estu­
afirmó que el presidencialismo estable suele requerir un dios de las crisis presidenciales recientes han llegado, en su
Ejecutivo capaz de dominar una mayoría legislativa. mayor parte, a una conclusión diametralmente opuesta: el
Así como el debate sobre los peligros del presidencia­ conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo no es suficiente, i· .'¡

lismo arrojaba sombras sobre el destino de las nuevas de­ per se, para desestabilizar las democracias presidenciales
mocracias latinoamericanas, la multiplicación de las crisis (Carey, 2005; Marsteintredet y Berntzen, 2006; Mustapic,
sin quiebre en la década del noventa cuestionaba los térmi­ 2005; Pérez-Liñán, 2003b).
nos del debate (Mainwaring, 1999a: 109 y 110; Pérez-Liñán, Estos estudiosos adoptaron en general la tesis de la ':

1
2003b). ¿Cómo debían interpretarse estos casos? ¿Eran otr � "parlamentarización" de los regímenes presidenciales e · '1':.1
manifestación de inestabilidad presidencial, un cuestiona­ indican que el uso repetido de juicios políticos o declara­ 1·
miento de la teoría o simplemente anomalías sin relevancia ciones de incapacidad se asemeja al voto de censura ca­
alguna? racterístico de los sistemas parlamentarios (Carey, 2005;
Para Arturo Valenzuela, el derrumbe de 14 gobiernos pre­ Mustapic, 2005; Pérez-Liñán, 2005; Schamis, 2002). En
sidencialesZ entre 1985 y 2004 no hizo más que subrayar los otros términos, independientemente de que la concepción
conocidos problemas del presidencialismo: en los sistemas de Linz haya sido una descripción exacta del presidencia­
presidenciales, las disputas acerca de reclamos específicos lismo en el pasado, la situación actual puede asemejarse
s
pueden profundizarse fácilmente y convertirse en debate cada vez más a un entorno parlamentario. Carey ha seña­
lado que "aun si las constituciones de América Latina siguen
siendo presidencialistas [. .. ] en la práctica, el reemplazo de
ela conside�
Además de los casos discutidos en el capítulo VII, Valenzu
2 los presidentes presenta cada vez más un tono parlamenta­
Siles Zuazo de Bolivia (1985), Ra(ll
ra la caída de los presidentes Hemán rizado, dando prioridad a la discrecionalidad legislativa"
a (1989) y Jean Bertran d Aristide de Haití (en 1991 Y
Alfonsín de Argentin
nuevamente en 2004).
(Carey, 2005: 115). Con tono optimista, Marsteintredet y

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JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE... REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO ... 327
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Berntzen (2006: 20) declararon que "el presidencialismo la­ lla, se necesitaba un presidente fuerte para desempeñar el
tinoamericano [...] está adoptando características cada vez papel de gendarme, "representante y protector de la unidad
más flexibles y parlamentarías". nacional" para los pueblos indómitos de América Latina
Tal vez las preocupaciones de Valenzuela deberían atem­ (Vallenilla Lanz, [1919] 1991: 106).
perar nuestro optimismo. Como, después de todo, estos regí­ Si bien la obra clásica de Vallenilla describía la Vene­
menes son presidenciales,la remoción del presidente por me­ zuela de José Antonio Páez y Juan Vicente Gómez más que
dio del Congreso indica una catástrofe política, no una mera la de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, hubo re­
realineación partidaria. Consideremos, como experimento presentaciones de las democracias presidencialistas que
mental, las expectativas profesionales de un primer ministro también destacaron el predominio del Ejecutivo. En un en­
que ha recibido un voto de censura comparadas con las de un sayo seminal publicado en los años cuarenta, William
presidente a quien se ha sometido a un juicio político: el pri­ Stokes comparó algunos ejemplos latinoamericanos de go­
mero suele regresar a la sede central de su partido a prepa­ bierno parlamentario con el patrón modal:
rarse para las próximas elecciones; el segundo a menudo
abandona el país en busca de un refugio seguro para escribir El "cesarismo democrático", ya sea ejercido por el caudillo

sus amargas memorias. La evidencia presentada en el capí­ militar o el doctor en filosofía, ha desalentado el ejercicio de

tulo anterior ha demostrado que las protestas populares -más una eficiencia administrativa y contribuido a la desorganiza­

que la acción legislativa- suelen ser la fuerza principal que ción política en América Latina. La concentración de la auto­

impulsa el derrumbe de los gobiernos electos. La acción del ridad ejecutiva sin responsabilidad ha dado rienda suelta a las

Congreso provee el marco -el mejor marco posible- para un peores prácticas administrativas de los malos presidentes sin

derrumbe del gobierno, pero suele desempeñar un papel me­ exigir lo mejor de Ejecutivos competentes; además, con los

ramente reactivo. grupos minoritarios dominados en el Congreso por una ma­


yoría obsecuente -todo el Legislativo jadeando a la sombra de
un gobierno ejecutivo fuerte- los grupos activos se han vol­

RESPONSABILIDAD HORIZONTAL cado a la revolución como la salida para la expresión política

CON ABUSO RECURRENTE DE PODER y administrativa (Stokes, 1945: 522).

Quizás la imagen más duradera del presidencialismo lati­ El interés en el tema de los presidentes a quienes no se les
noamericano sea la de un dominio del Ejecutivo que no está imponen límites ha llegado hasta el presente, inspirando a
limitado por controles institucionales. El Ejecutivo "cesa­ veces representaciones estereotfpicas. Quizás la descripción
rista" tiene una larga tradición intelectual entre los lati­ más dramática del presidencialismo del Tercer Mundo sea
noamericanistas. A comienzos del siglo XX, el historiador la hecha por Caries Boix, que sugirió que como los presi­
venezolano Laureano Vallenilla Lanz argumentó que el "ce­ dentes electos no son plenamente responsables ante las
sarismo democrático" era una necesidad sociológica, el re­ otras ramas del gobierno, pueden apoderarse de la mayor
sultado determinista de condiciones culturales, raciales e parte de los activos de una nación e imponer una dictadura
históricas en las llanuras de América Latina. Según Valleni- (Boix, 2003: 152).
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Una imagen mucho más sutil del predominio presiden­ madamente insatisfactoria. Brasil, la
nación que inició la ola
cial impregnó el debate acerca de la democracia delegativa de juicios políticos en 1992,fue uno
de los casos que O'Donnell
en los años noventa. Guillermo O'Donnell sostuvo que mu­ identificó con el tipo ideal y entre los
ejemplos de responsabi­
chas nuevas democracias "se basan en la premisa de que lidad horizontal débil se encontraban
poliarquías establecidas
quienquiera gane las elecciones presidenciales tiene en como Colombia y Venezuela (O'Donne
ll, 1998: 112).
consecuencia el derecho a gobernar como le parezca con­ Una segunda manera de explicar esta
paradoja es des­
veniente, limitado sólo por la dura realidad de que existen cartar por completo el concepto de
democracia delegativa,
relaciones de poder y por un mandato limitado constitu­ alegando que no refleja los verdader
os atributos del presi­
cionalmente" (O'Donnell, 1994: 59). dencialismo latinoamericano en la déca
da del noventa. Los
El tipo ideal de O'Donnell pone el acento sobre tres estudios neoinstitucionales han vuelto
a analizar el papel de
problemas diferentes, pero relacionados: la ausencia de las legislaturas respecto del Poder Ejec
utivo, destacando
responsabilidad horizontal (es decir, control sobre el Eje­ que la delegación es una entre varias
interacciones estraté­
cutivo ejercido por el Congreso u otras instituciones); un gicas posibles entre el Ejecutivo y el Cong
reso (Carey y Shu­
patrón de toma de decisiones en lo económico que está gart, 1998; Cox y Morgenstern 2001;
Palanza, 2006). Por lo
aislado políticamente y es extremadamente tecnocrático y tanto, cuando los legisladores no ejerc
ieron su poder de su­
un ciclo que va desde la "omnipotencia" presidencial en pervisión, pueden haberlo hecho por
razones estratégicas
los primeros tiempos del mandato del presidente a la "im­ más que como resultado de una impo
tencia institucional.
potencia" política al llegar al fin de su gobierno. Los traba­ Los líderes parlamentarios pueden habe
r comprendido que
jos subsiguientes sobre este tema pusieron el acento en los desafiar a un presidente popular no
sería beneficioso para
problemas de responsabilidad horizontal (por ejemplo, sus carreras políticas o pueden habe
r querido que la res­
Larkins, 1998; O'Donnell, 1990) y la definición unilateral ponsabilidad por ciertas políticas impo
pulares recayera
de políticas (por ejemplo, Ghio, 2000; Panizza, 2000), pero sólo en el Ejecutivo. Sin embargo, frent
e a la exigencia po­
ignoraron en su mayor parte la naturaleza cíclica del po­ pular de que enfrentaran al president
e, fueron plenamente
der presidencial, que se volvió tan evidente en la mayoría capaces de conducir una investigac
ión y remover al presi­
de las crisis presidenciales (como excepciones parciales, dente del cargo.
véanse Helmke, 2002; Schmidt, 2000; Weyland, 1993). El problema que presenta esta respuesta
es que, para­
La multiplicación de juicios políticos a comienzos de dójicamente, ignora los efectos estratégic
os de la responsa­
los años noventa le planteó una pregunta importante a esta bilidad horizontal. Es verdad que la
multiplicación de jui­
concepción. Si no había responsabilidad horizontal, ¿cómo cios políticos demostraba que el Congreso
podía, en última
había podido el Congreso desafiar la dominación presiden­ instancia, ejercer la supervisión, pero
estos arrebatos de ac­
cial, considerar responsable a un presidente y removerlo del tividad representaban una forma inter
mitente de responsa-,
cargo una y otra vez? bilidad, muy diferente de la forma insti
tucionalizada que
La primera solución posible a este interrogante es que los (por lo menos, en teoría) caracteriza
a las democracias bien
juicios políticos se llevaron a cabo en paises que no eran de' establecidas. Como cualquier otra form
a de aplicación de la
mocracias delegativas. Esta respuesta, sin embargo, es extre- ley, el juicio político sólo tiene éxito cuan
do su sombra ac-
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túa como un elemento disuasivo para el delito. Este efecto como una forma de controlar a presidentes que se habían
estratégico es imperfecto en todas partes, pero la sorpresa y vuelto demasiado impopulares, demasiado impredecibles o
el escepticismo con el que muchos latinoamericanos obser­ demasiado renuentes a realizar acuerdos. Pero los controles
varon el desarrollo de los procesos de juicio político indican se activaban de manera intermitente para destronar a presi­
que la responsabilidad horizontal no era un rasgo institu­ dentes indeseables más que para prevenir el predominio
cionalizado de estos regimenes. presidencial y los posibles delitos en una etapa inicial.
Sospecho que hay una tercera respuesta -más com­ Esta posición se encuentra en algún punto entre una
pleja- a este interrogante, una respuesta que se ajusta a la imagen pesimista de América Latina como un vasto pá­
tesis de O'Donnell de los ciclos presidenciales de poder ramo institucional y una visión optimista de sociedades go­
tanto como a la tesis de Smulovitz y Peruzzotti acerca del bernadas por "reglas de juego" consolidadas. En un régi­
surgimiento de la accountability social en América Latina men presidencial carente de todo mecanismo efectivo de
(Peruzzotti, 2005; Smulovitz y Peruzzotti, 2000). En la dé­ responsabilidad horizontal, sería de esperar que los excesos
cada del noventa, la multiplicación de los juicios políticos presidenciales fueran un fenómeno común y el juicio polí­
fue una señal del surgimiento de un modelo de frenos y tico un proceso desconocido. En un contexto de sólida res­
contrapesos acorde con el nuevo patrón de inestabilidad ponsabilidad horizontal, sería de esperar que los delitos y
política y contenido en él. La búsqueda de la responsabili­ faltas graves fuesen sucesos poco frecuentes y que el juicio
dad presidencial se realizó en un contexto marcado por una político fuese igualmente inusual. En cambio, la inconducta
dinámica latinoamericana tradicional -predominio del Eje­ presidencial fue ur¡ fenómeno frecuente en América Latina
cutivo marcado por el fracaso presidencial- pero también en la década del noventa, mientras que el juicio político sur­
por nuevas condiciones, a saber, la incapacidad de hacerse gió como algo inesperado. Los juicios políticos han demos­
cargo por parte de los líderes militares y la aparición de trado que los legisladores tenían la fuerza necesaria para
nuevos actores decisivos como los medios masivos y los pedirle cuentas al presidente cuando los escándalos mediá­
movimientos de protesta (Smulovitz y Peruzzotti, 2000). ticos y la protesta popular les daban suficiente influencia,
El modelo de responsabilidad horizontal que surgió en pero no la necesaria para evitar instancias de abuso presi­
este contexto puede caracterizarse como politizado y espas­ dencial con regularidad.
módico. Por "politizado", entendemos que hay considera­
ciones electorales, partidarias y personales de corto plazo
que impulsan las decisiones de los legisladores tanto como PODER POPULAR CON DEMOCRATIZACIÓN LIMITADA
su preocupación por el predominio presidencial o el mante­
nimiento de las instituciones (Mayhew, 1974). Por "espas­ En este punto, ha quedado claro que los movimientos so­
módico", entendemos que el mecanismo de juicio político ciales han desempeñado un papel decisivo en las crisis pre­
es activado de manera intermitente como una forma de ma­ sidenciales recientes. Al desaparecer los golpes militares, la
nejar situaciones extremas, sin un ejercicio más continuo movilización de sectores populares y manifestantes de clase
de la supervisión parlamentaria en tiempos "normales" media ha surgido como la principal fuerza capaz de derro­
(véase Siavelis, 2000). Las elites utilizaron el juicio politice car gobiernos corruptos o impopulares.
332 JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE ... REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO ... 333

En una región afectada por algunos de los niveles más ele­ puede ser necesario moderar el optimismo acerca de los jui­
vados de desigualdad, la acción decisiva de los sectores cios políticos populares. Para analizar este punto, conside­
populares no es un logro menor y varios autores lo han remos dos situaciones típicas-ideales: una revuelta militar y
celebrado. Marsteintredet y Bemtzen (2006) caracteriza­ un levantamiento popular contra un presidente electo. La
ron los casos en que los presidentes fueron removidos del mayoria de los lectores aceptarla sin titubear la idea de que
cargo como resultado de protestas populares como el las revueltas militares contra un presidente electo constitu­
equivalente funcional de un refemdo revocatorio. Kathryn yen una amenaza para la democracia. Hay dos presupues­
Hochstetler destacó que la movilización popular ha fun­ tos subyacentes que hacen evidente este argumento. Pri­
cionado como un instrumento democrático para combatir mero, los oficiales de las Fuerzas Armadas no han sido
la exclusión y construir derechos mediante la contestación elegidos por el pueblo y no pueden por consiguiente repre­
política (Hochstetler, 2006). sentar la voluntad popular. La revuelta militar puede,de he­
Uno de los análisis más interesantes del papel de los cho, ser popular, pero los oficiales no tienen derecho a ha­
movimientos populares en la remoción de presidentes fue blar en nombre del pueblo. Segundo, una revuelta militar
el elaborado por León Zamosc (2006). Zamosc acuñó el tér­ implica por definición la violación de un tabú democrático:
mino "juicios políticos populares" para referirse a episodios el uso de la violencia para alcanzar el poder. Un levanta­
en los cuales "los presidentes han renunciado o han sido miento popular típico-ideal, en cambio, parece ser lo
removidos del cargo como resultado de interacciones políti­ opuesto a estos presupuestos: es el pueblo quien hace escu­
cas en las cuales desempeñaron un papel decisivo las movi­ char su voz en las calles y cualquier forma de violencia -si
lizaciones de protesta popular que exigían expresamente la es que se presenta- es únicamente sintomática de una si­
salida del presidente" (2006: 1 ) . Para Zamosc, las protestas tuación desesperada, prueba de que los gobernantes electos
populares ejercían una forma particular de responsabilidad no han representado los intereses del pueblo.
vertical en un contexto en el cual habían fallado los meca­ Estos dos presupuestos han sido parte esencial de la
nismos ordinarios de control; constituían una manifesta­ concepción de los levantamientos populares. Lamentable­
ción caracteristica de la nueva accountability social en Amé­ mente, la diferencia entre un "juicio político popular" y un
rica Latina (Zamosc, 2006: 6-8; véase también Smulovitz y "golpe popular" suele desdibujarse, como puede verse en el
Peruzzotti, 2000). ejemplo de Ecuador (Paliares, 2006; véase también Munck,
En esta concepción, las protestas populares eran la con­ 2006: 11). Por consiguiente, los dos presupuestos subyacen­
secuencia natural de la democratización, porque la libertad tes merecen considerarse cuidadosamente.
de expresión y de organización facilitaba la acción de los En primer lugar, tomemos el tema de la representación.
movimientos sociales y la articulación de sus reclamos. Más No hay, en términos generales, un claro principio democrá­
aún,los juicios políticos populares pueden haber favorecido, tico que respalde el argumento de que las protestas tienen
a la larga,la consolidación de la democracia creando gobier­ mayor valor que los votos. En otras palabras, ¿por qué la
nos más responsables y legítimos (Zamosc,2006: 12). voluntad de la gente que está tratando de remover al presi­
Es ésta una interpretación poderosa y sensata, pero dente debe prevalecer sobre la voluntad de la gente que lo
como en el caso de la tesis referida a la parlamentarización, votó en las últimas elecciones? En medio de las crisis, los
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políticos han evitado los debates filosóficos abstractos y han protesta (los piqueteros) cuyos líderes no se unieron a esta
preferido dedicarse a buscarle soluciones prácticas al pro­ estructura ha perclido vigor (véase Auyero, 2005).
blema. La evidencia presentada en capítulos anteriores ha Esto no significa que las estructuras partidarias tradi­
demostrado que el alcance de las protestas sociales es deci­ cionales siempre capitalicen la indignación popular; en paí­
sivo para determinar el grado de influencia política que ses como Bolivia y Venezuela, donde los partidos tradicio­
pueden alcanzar. La presencia de una amplia coalición ca­ nales habían abandonado a su electorado popular, estos
llejera envía el mensaje de que hay algo similar a una mayo­ sectores fueron movilizados por nuevos líderes. La eviden­
ría absoluta que quiere que el presidente se aleje del cargo. cia parece confirmar la tesis de Ollier (2003) de que las cri­
Lamentablemente, luego de que una amplia coalición sis presidenciales tienden a presentarse en contextos de ele­
logra remover a un presidente, la tarea de la representa­ vada fragmentación política. Los levantamientos populares
ción apenas comienza. ¿Quién tiene derecho a definir la pueden traer a nuevos líderes al poder, pero como parece
agenda? Las interpretaciones que se hacen de la protesta indicar el ejemplo de Venezuela, la consecuente reconstitu­
popular suelen presuponer que los levantamientos tienen ción del poder político no siempre crea un Poder Ejecutivo
objetivos unificados, envían mensajes claros y tienen con­ más responsable.
secuencias fundacionales para el sistema político; pero la En segundo lugar, consideremos el tema de la violencia.
evidencia en este sentido no es unánime. Tanto como la res­ Aunque la mayoría de las protestas ha sido de naturaleza
ponsabilidad horizontal ejercida por los legisladores, la pacífica, otras -como el Caracazo venezolano y los distur­
responsabilidad vertical ejercida por los movimientos so­ bios por alimentos en Argentina- incluyeron saqueos gene­
ciales suele ser politizada y espasmódica. Hay dos dinámi­ ralizados. Además, la experiencia de las luchas populares les
cas que explican este resultado: los movimientos populares ha enseñado a los movimientos sociales a presionar a otros
pueden entrar en desacuerdo sobre la nueva agenda, divi­ segmentos de la población (a menudo usando barricadas y
dirse y terminar por hacerle el juego a los actores tradicio­ cortes de rutas) para atraer la atención de los medios masi­
nales o pueden desplazar a esos actores del poder sin otro vos y los funcionarios públicos. En un contexto de democra­
resultado más que la creación de nuevos gobiernos que no tización, las protestas de este tipo constituyen una trampa
dan cuenta de sus actos. para los gobiernos electos. Los disturbios y los cortes de ca­
Los levantamientos populares no se presentan como fe­ lles y rutas hacen parecer débil e ineficaz al presidente; fo­
nómenos independientes; a menudo están modelados por mentan la deserción de quienes eran sus aliados y promue­
interacciones complejas entre fuerzas sociales en formación ven la conspiración entre sus enemigos envalentonados. Al
y estructuras políticas convencionales (Paliares, 2006). La mismo tiempo, el uso de la represión contra los manifestan­
experiencia de Argentina después de la crisis de 2001 resulta tes enfurece al pueblo, desata la crítica internacional y suele
ilustrativa. Las asambleas de clase media que proliferaron a acelerar la caída del gobierno. En Argentina y Bolivia, las
la sombra de la sequía monetaria se desvanecieron sin dejar muertes causadas por el enfrentamiento entre las fuerzas de
grandes rastros, pero la maquinaria peronista que activó los seguridad y los manifestantes terminaron por desencadenar
disturbios por alimentos en diciembre de 2001 se mantuvo la caída de Fernando de la Rúa y Gonzalo Sánchez de La­
en perfecto estado. Y la mayor parte de los movimientos de zada antes de que llegara a considerarse un proceso de jui-
336 JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE... REPENSAR EL PRESIDENCIALISMO ... 337

cio político. Quizás el ejemplo más dramático de esta situación rán tentados de presentar este problema como una tensión
fue el uso de francotiradores para dispersar las manifestaciones huntingtoniana entre la incorporación social y las institu­
pacíficas a favor del juicio político durante el Marzo Para­ ciones democráticas, pero no les resultará fácil convencer a
guayo. Como vimos en el capítulo n, los ataques crearon una otros demócratas de que este enfoque no es una justifica­
situación caótica que forzó rápidamente la renuncia del pre­ ción latente de la exclusión social y la rigidez institucional.3
sidente Raúl Cubas Grau. Quizás la enseñanza más importante que han dejadoTas
Como las protestas populares representan una reacción crisis presidenciales recientes es que los presidentes que
contra la corrupción en el gobierno, el abuso de poder o ejercen un poder prácticamente irrestricto en un contexto
pésimas condiciones económicas, han establecido una asi­ de suma popularidad suelen convertirse en blancos fáciles
metría en cuanto al uso legítimo de la violencia. Los obser­ cuando sus índices de aprobación se desploman y las pro­
vadores locales e internacionales hacen un esfuerzo por testas masivas consumen su capital político. El proceso de
comprender (y hasta justificar) los disturbios espontáneos, juicio político ha surgido como la forma más efectiva de en­
mientras que condenan abiertamente la represión por parte marcar la caída de un gobierno electo protegiendo al mismo
del Estado. Esta reacción ha servido para descartar las op­ tiempo una constitución democrática, pero generalmente
r ciones autoritarias de gobiernos acorralados, pero al mismo no ha logrado evitar un nuevo ciclo de predominio presi­
tiempo ha legitimado el posible uso de la protesta popular dencial y derrumbe del gobierno. Los golpes militares pue­
comouna-forma''nemocrática" <ie política pretori<:m�:como den ser el drama del pasado, pero existen razones para creer
subproducto positivo, esta situa�iónasiiiiéirica: ha fomen­ que las crisis sin quiebre serán el drama de América Latina
tado el surgimiento de un estilo moderado de gobierno pre­ en los años venideros.
sidencial. A comienzos de la década de 2000, presidentes tan
disímiles como Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner en Ar­
gentina, o Hugo Banzer y Carlos Mesa en Bolivia cedieron
ante la proliferación de protestas populares, tratando de ca­
nalizarlas mediante una densa red de negociaciones, pro­
gramas sociales y formas de clientelismo en lugar de enfren­
tarse a ellas con las fuerzas de seguridad (Gamarra, 2004).
El debate sobre la legitimidad de la política insurreccio­
na! todavía está pendiente. Los defensores de los levanta­
mientos populares tratarán de revestirlos de narraciones
épicas, pero les resultará difícil convencer a otros demócra­
tas de que los movimientos sociales tienen un derecho in­ 3 Es interesante notar que los recientes levantamientos populares han

trínseco a imponerse mediante la acción política violenta demostrado que la incorporación cargada de conflicto no es simplemente
un subproducto del proceso de modernización. A menudo, eran los pobres
mientras que otros actores no estatales deben respetar los
quienes formaban las coaliciones callejeras, pero no representaban nuevos
derechos humanos y permanecer dentro del Estado de de­ grupos sociales creados por el proceso de desarrollo económico. (La obra
recho. Los críticos de los levantamientos populares se senti- clásica sobre este tema es Huntington, 1968.)

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