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Fases de La Marcha
Fases de La Marcha
INTRODUCCIÓN
Creemos que es de vital importancia en nuestra profesión conocer los patrones normales de
movimiento de cada una de las articulaciones del cuerpo humano, los cuales tienen su
máxima expresión en las actividades de la vida diaria, entre las que destacan la marcha en
la extremidad inferior y la manipulación en la superior.
De ahí surgió la idea de este estudio y de presentar de una forma clara y precisa lo que sería
la descripción del patrón de marcha de cara a conocer el modelo a seguir en la recuperación
de todos aquellos pacientes que lo han perdido o lo presentan alterado por algún tipo de
patología.
La preocupación por el estudio del movimiento es casi tan antigua como la ciencia misma,
si bien es a partir del siglo XIX cuando se observa una intensificación en los estudios del
mismo y en especial del tema que nos ocupa, la marcha humana.
Pese al carácter individual de este proceso, que durante los primeros años de la infancia se
aprende, las semejanzas entre sujetos distintos son tales que se puede hablar de un patrón
característico de marcha humana normal.
En el estudio de la marcha es unánime la idea de que está constituida, groso modo, por
cuatro fases, tiempos o, como prefieren llamarlos otros autores, momentos (2, 5, 7, 11).
La forma de analizarla difiere de unos autores a otros en el sentido de que al ser ésta una
sucesión de pasos (entendiendo como tales el conjunto de fenómenos producidos entre el
apoyo de un talón y el apoyo sucesivo del talón contralateral) cada autor comienza a
estudiarla en un momento determinado, unos lo prefieren hacer analizando en primer lugar
el despegue del miembro inferior atrasado (2, 11) mientras que otros la inician con el
choque del talón del miembro inferior adelantado (5, 7, 8, 13), si bien en todos los casos la
analizan en un ciclo completo de uno de los dos miembros inferiores.
A nivel de pie se produce una flexión plantar lenta de unos 30° llevada a cabo por el
músculo tríceps sural como consecuencia de lo cual asistimos a una reducción progresiva
del apoyo de la planta del pie en el suelo, que pasará de un contacto total al apoyo único de
la cabeza del primer metatarsiano, que se mantiene en contacto prolongado con el suelo por
la acción del músculo peroneo lateral largo, responsable también de la actitud en valgo que
adopta la articulación subastragalina al final de esta fase (Fig. 2).
Figura 2. A: Visión lateral. B: Visión posterior. Apoyo del pie durante la primera fase de la
marcha humana.
En cuanto al apoyo del pie en el suelo, las teorías actuales (10) difieren algo de las clásicas
(1, 2). Según las primeras, el pie se comporta durante el apoyo como si fuese cavo, es decir,
que se apoya el talón y el antepié, existiendo un apoyo muy fugaz del borde externo, en
oposición a las teorías clásicas que sostenían que en el apoyo total del pie, éste lo hacía con
el talón, el borde externo y el antepié (Fig. 3).
Figura 3. Desarrollo del paso. A: Según las teorías clásicas. B: Según las teorías actuales.
El porqué durante esta fase la rodilla se mantiene en una determinada flexión se debe a que
es en ella donde la acción de los músculos tríceps sural y glúteo mayor tienen la mayor
eficacia posible. Dicha flexión es de unos 135° en la articulación de la rodilla (mantenida
por la acción conjunta de los músculos cuádriceps e isquiotibiales (5), correspondiéndose
con 45° de inclinación de la tibia, de tal manera que si descompusiéramos la fuerza que el
astrágalo aplica sobre el pilón tibial en sus dos componentes, ascensional y traslacional,
tendríamos el mayor componente de impulso (traslacional) posible (Fig. 4).
B
Figura 4. Descomposición de la fuerza de impulsión. A: Fuerza con la rodilla en extensión.
B: Mayor fuerza de traslación posible.
Junto al movimiento de extensión que tiene lugar a nivel de la cadera se suceden ligeros
movimientos de dicha articulación en los planos frontal y transversal, pasando durante esta
fase la pelvis de una rotación máxima (4°) a una actitud neutra (2).
Respecto al movimiento que el tronco experimenta durante esta fase, que al igual que
sucederá en las restantes, se asiste a una rotación inversa a la de la pelvis en el plano
transversal y a una inclinación inversa en el plano frontal por la sinergia que se establece
con los músculos abdominales y espinales del lado contrario (2, 9, 12) (Fig. 5).
La segunda fase, tiempo o momento de la marcha, denominada por otros autores «período
oscilante o de elevación» (2), «primer apoyo unilateral» (11), «fase de oscilación» (13) o
«fase de aceleración del balanceo de la pierna» (5). En ella, el pie que en la fase anterior
sólo apoyaba con el dedo gordo se despega del suelo, la rodilla y la cadera se flexionan y
todo el miembro inferior se desplaza en el plano sagital, adelantándose al resto del cuerpo,
siendo el miembro inferior contralateral el que sostiene la totalidad del peso corporal (Fig.
1).
En esta fase es cuando el miembro inferior alcanza su mínima longitud al producirse la
flexión conjugada de cadera, rodilla y flexión dorsal del tobillo, que serán tanto mayores
cuanto más accidentado sea el terreno y la longitud del paso para evitar el choque del pie
contra el suelo.
El pie, que al final de la fase anterior se encontraba en máxima flexión plantar, eleva su
punta por la contracción de los músculos tibiales, peroneos y extensores de los dedos.
Durante el paso del miembro inferior bajo el cuerpo dicho grupo muscular es inactivo, y
aunque numerosos artículos indican entonces una ligera actividad, otros confirman
mediante la electromiografía su relajación.
A nivel de la rodilla se asiste a una flexión de la misma al inicio de esta fase que se
mantiene durante el paso del miembro inferior bajo el cuerpo para comenzar a extenderse
hacia el final de esta fase.
El pie que toma contacto con el suelo, que lo hace con el tobillo a 0° de flexión y una ligera
actitud en varo, se mantiene elevado por la acción de los músculos anteriores, absorbiendo
primeramente el choque de recepción y frenando la caída del antepié. Posteriormente se
observa una flexión plantar rápida llevada a cabo por el músculo tríceps sural (2), que toma
control de frenado y sitúa toda la planta en contacto con el suelo. Por tanto, el apoyo del pie
no es algo «pasivo», el pie no «choca» contra el suelo por la sola acción del peso.
En la rodilla, que en el momento del contacto del talón con el suelo se encuentra
prácticamente en extensión completa (5°), se produce una ligera flexión amortiguadora de
unos 10-20° que vendrá limitada, frenada y dirigida por el músculo cuádriceps (7), al cual
se le une la acción estabilizadora de los músculos isquiotibiales, que contrarrestan la
tensión de valginización de la rodila en el momento de contacto con el suelo (7).
Los movimientos a nivel de la cadera durante esta fase son menos evidentes; en el plano
sagital prácticamente se mantiene la flexión conseguida durante la fase anterior; en el plano
horizontal asistimos a un empuje separador responsable de la anchura del paso durante la
marcha compensado por una rotación de la pelvis hacia una actitud trasversa (Fig. 5).
La cuarta fase, tiempo o momento de la marcha también aparece denominada como «apoyo
unilateral» (2), «segundo apoyo unilateral» (11), «fase media de apoyo» (13) o «fase de
postura intermedia» (5). Durante esta fase el miembro inferior apoyado soporta todo el peso
del cuerpo a la vez que mantiene el equilibrio en los tres planos y permite la traslación
corporal hacia delante (Fig. 1).
En esta fase de apoyo unilateral se pueden distinguir dos fases determinadas por el
momento en que la línea de gravedad cruza la articulación tibiotarsiana, denominada
«momento de la vertical», y que sucede justo antes de la extensión de la rodilla (Fig. 7).
Durante esta fase se observa una ligera caída de la línea biíliaca hacia el miembro oscilante
(contralateral) controlada especialmente por el músculo glúteo mediano (2, 5); dicha
inclinación pélvica es compensada (como en fases anteriores) por una oblicuidad inversa de
la cintura escapular, siendo la máxima divergencia de ambas líneas (escapular-pélvica) en
el momento en que el miembro inferior oscilante (contralateral) cruza la vertical, para
restablecerse su paralelismo al final de este apoyo unilateral. Asimismo, y contraria (en
tiempo) a esta inclinación, se produce una nueva rotación de la pelvis hacia atrás que se
verá compensada por una rotación inversa del tronco (Fig. 5).
CONCLUSIONES
Este patrón de marcha normal se ve modificado en la vida cotidiana por muchas y variadas
causas, teniendo en cuenta que no todas ellas tienen por qué ser propiamente patológicas
como la talla, la edad, el calzado, el terreno, la carga, la actividad de la persona, etc.
Por otro lado, nos encontramos con que existen muchas afecciones de distinto origen
(estructural, osteoarticular, miopático, neuropático, etc.) que llevan a una alteración de
alguna parte del ciclo o del ciclo completo de la marcha, siendo nuestra labor la de
reconstruirlo de nuevo.
Hemos intentado resumir aquí un tema del que por su extensión y complejidad ha sido
objeto de la publicación de numerosos libros; nosotros nos hemos centrado en aquellos
aspectos que, de cara a una reconstrucción del patrón de marcha tras una alteración del
mismo, consideramos que son los más importantes.
BIBLIOGRAFÍA
1. Arcan M, Brull MA. A fundamental characteristic of de human body and foot, the foot-
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2. Ducroquet R, Ducroquet J, Ducroquet P. Marcha normal y patológica. Toray-Masson;
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3. Inman VT. Energy expenditure. Human walking, 62-67. Londres: Williams and Wilkins;
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4. Inman VT, Ralston MJ, Todd F. Human walking. Baltimore: Williams and Wilkins;
1981.
6. Perry J. Gait analysis: normal and pathological function. NJ: Slack, Thorofare; 1992.
10. Viladot A. Patología del antepié, 3.a ed. Barcelona: Toray; 1984.
12. Waters RL, Morris J. Electrical activity of muscles of the trunk during wakling. J Anat
1972;111(2):191-9.
13. Winter DA. The biomechanics and motor control of human gait: normal, enderly and
pathological, 2.a ed. Waterloo, Ontario: University of Waterloo Press; 1991.