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El Mundo Mediterráneo y su herencia en Venezuela

José Gregorio Maita Ruiz


Dr. en Historia
Hispanoamérica, como hija de España, también es heredera de la cultura y las
civilizaciones mediterráneas, enriquecida además con los demás aportes culturales que
coincidieron en América y que crearon su identidad híbrida. En ese marco, Venezuela;
como país puerta al Caribe y a Sudamérica en las rutas comerciales de la Monarquía
Española, tuvo una recepción pionera y bastante acentuada de la cultura mediterránea
que los españoles trajeron consigo al Nuevo Mundo.

Lo anterior se puede sustentar en el arte, concretamente en la arquitectura. La


típica “casa colonial” venezolana es una casa rústica, campestre, pero cálida y
agradable, estructurada en torno a un patio central y más bien cerrada hacia afuera,
volcada hacia sí misma. Este estilo arquitectónico se originó entre los musulmanes,
extendiéndose por España durante los más de siete siglos de dominio moro, para luego
pasar a formar parte del patrimonio arquitectónico español y llegar a América. La propia
Casa Natal del Libertador Simón Bolívar, así como la Quinta Anauco, sede del Museo
de Arte Colonial, ambas en Caracas, son ejemplos perfectos de esta arquitectura. En
apoyo de todo ello, tenemos que en Venezuela se concentraron más fortificaciones que
en el resto de la América Española, debido a su posición clave, y a la vez vulnerable, a
ataques de potencias rivales en la zona del Caribe. Así, fuertes o “castillos”, como el
Fortín Solano o el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello, el Castillo de San Carlos en
La Guaira, el de San Carlos de la Barra en Maracaibo, San Antonio de la Eminencia en
Cumaná, el Castillo de Araya, o San Carlos de Borromeo en Margarita, atestiguan la
llegada y extensión en Venezuela de la arquitectura militar tipo “trazza italiana”,
adaptada a la guerra con artillería y armas de fuego, idónea para la defensa contra flotas
piratas, corsarias y enemigas regulares.

Integrando religión, cosmovisión y arte, Venezuela también fue asiento de un


modesto pero exquisito barroco, que si bien no llegó a la magnificencia virreinal de
Perú, la Nueva Granada (actual Colombia) o Nueva España (actual México), dejó un
importante legado. El barroco en Venezuela – curiosamente – fue más parecido al de
Italia que al de España, menos ostentoso y más bien cálido y sencillo; pero sobrio,
elegante y sacro. Tanto así, que el diseño barroco se continuó utilizando mayormente en
las iglesias venezolanas construidas después de la independencia, en preferencia a
diseños neoclásicos – predominante en edificios del poder público – o neogóticos, que
hicieron una breve y curiosa aparición a finales del siglo XIX e inicios del XX. También
en Venezuela se miró siempre al mundo mediterráneo como ejemplo o ideal. Así, el
modelo de evangelización de los pueblos indígenas se inspiraba todavía en el espíritu de
la Reconquista y la lucha contra el Islam. Es poco conocido, pero la ciudad de La
Victoria, en el Estado Aragua, en el centro – norte de Venezuela, debe su nombre a la
advocación mariana de Nuestra Señora de La Victoria, popularizada a raíz del triunfo
del bando cristiano en la Batalla de Lepanto de 1571.

La música venezolana también refleja una herencia mediterránea. El cuatro,


instrumento musical nacional por autonomasia, es una guitarra pequeña, de cuatro
cuerdas, que recoge el testigo de siglos de instrumentos de cuerda que se remontan a
laúdes llegados a España desde Oriente a través del Mediterráneo. El propio grito de
fuerza o canto alargado del joropo, género musical emblema surgido en los Llanos,
tiene su origen en el flamenco, que a su vez lo tomó de los cantos de camelleros del
Norte de África.

La gastronomía suele decir mucho sobre la identidad de un pueblo, y en el caso


venezolano no es de otra manera. La hallaca, plato navideño representativo que sintetiza
como ningún otro el carácter mestizo de Venezuela, está repleto de ingredientes
mediterráneos como la aceituna, las uvas pasas, alcaparras, jamón, pimentón o cebolla,
y un guiso o estofado de res, cerdo y pollo como relleno dentro de una masa de maíz a
manera de empanada, envuelta en hojas de plátano y hervida en agua. En dicho plato,
confluyen entonces los aportes mediterráneos con los indígenas y aditamentos llegados
de África. Por otra parte, el asentamiento de población andaluza en el oriente
venezolano, región marítima por excelencia, permitió la continuación y desarrollo de
una gastronomía basada en el pescado y los mariscos, que pasó a formar parte de la
alimentación de esa región de una forma cotidiana, ancestral e íntima. Esto también se
complementó por la presencia de oriundos de Córcega a finales del siglo XVIII, quienes
también supieron imprimir su huella cultural.

Vemos así pues, que el mar Mediterráneo fue cuna y crisol de muchas culturas y
civilizaciones a lo largo de los siglos, integrándolas en relaciones pacíficas y de
conflicto, pero siempre en constante interrelación e incluso interdependencia. Ese
sistema – mundo, se expandió al Atlántico y al continente americano, dejando entonces
una profunda herencia en Venezuela, que a menudo es pasada por alto.
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