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comprende el tubo

digestivo y las glándulas anexas.


El tubo digestivo empieza en la boca y
termina en el ano. Comprende la boca, la
faringe, el esófago, el estómago, el
intestino delgado y el intestino grueso o
colon.
segregan jugos
destinados a atacar a los alimentos,
transformarlos y facilitar su paso a través del
tubo digestivo. Los principales son: las
glándulas salivares, el hígado, la vesícula
biliar y el páncreas.

, está limitada en
su parte anterior por los labios; en la parte
superior por el paladar; en la posterior por
el velo del paladar; en la inferior, por la
lengua; es la entrada del tubo digestivo. Su
principal órgano son los dientes. El objeto
de los dientes es de cortar y aplastar los
alimentos para que puedan ser atacados por
las glándulas salivares.
son constituidos por diez
músculos diferentes (zigomático mayor y
menor, canino, risorio, triangular, orbicular
de los labios, además del elevador
superficial y profundo, cuadrado y borla del
mentón). Los labios son abundantemente
regados el superior por las arterias de la
coronaria labial superior, las sub-orbitarias,
alveolares y bucales; el labio inferior recibe
la sangre de las arterias coronaria y
faciales; las venas
labiales se comunican con las faciales; los linfáticos de los labios se
comunican con los ganglios sub-maxilares. Los nervios sensitivos de los
labios se comunican con el trigémino, los motores con el nervio facial.
Los labios desempeñan un papel importante en la masticación y
fonación.
tienen por principal objeto cortar y aplastar los ali-
mentos para que puedan ser atacados por las glándulas salivares.
es la parte superior de la cavidad bucal. Está consti-
tuido por una bóveda formada por la apófisis de los dos huesos
maxilares superiores.
es el órgano principal del gusto, que concurre
también a la deglución y el habla. Es un cuerpo carnoso, compuesto
de músculos dotados de gran movilidad, lo que le permite pasear su
punta en todas las partes de la boca. Tiene una acción importante en
la masticación, recogiendo las partículas de alimento dispersas en la
boca, para apretarlo contra el paladar y en los costados una cantidad
de papilas, donde vienen a terminar los nervios del gusto, que nos
permiten percibir el sabor salado, dulce, amargo o ácido. Tiene dos
clases de músculos, provenientes unos de la raíz de la lengua y los
linguales propiamente dichos. En un repliegue de la mucosa, debajo
de la lengua, se halla el frenillo que una superstición antigua acusaba
de dificultar o retardar el habla, que se solía cortar, lo que es un
absurdo.
El aspecto de la lengua proporciona
indicaciones importantes en los enfermos. En las indigestiones o
enfermedades del estómago y la obstrucción o estasis intestinal, se
pone blanca, saburrosa, correspondiendo la punta a la primera parte
del tubo digestivo y hacia el fondo al intestino. La lengua se pone
seca particularmente en las enfermedades febriles; se pone oscura o
negra en la tifoidea y roja, con sus papilas dilatadas, ofreciendo el
aspecto de la superficie de una frambuesa, en la escarlatina. Puede
participar de la inflamación de la mucosa de la boca en las diversas
estomatitis, a cuyo tratamiento nos referimos más adelante.

1) Papilas caliciformes. 2) Papila


caliciforme media. 3) Papilas
fungiformes.4) Papilas cordiformes. 5)
Pliegues y surcos verticales de los
bordes de la lengua. 6) Glándulas
vesiculares de la base de la lengua,
formando una capa continua que se
extiende desde una amígdala hasta la
otra.7) Amígdalas vistas por su cara
interna. 8) Epiglotis. 9) Repliegue
gloso-epiglótico medio.
, situado en la parte
superior de la boca, garganta y faringe es un
tabique músculo-membranoso, que separa la
parte interna de las fosas nasales del tubo
digestivo y puede subir y bajar a voluntad para
cerrar la comunicación entre
las vías respiratorias y las digestivas. En la parte media tiene una
prolongación llamada úvula o campanilla. Sus bordes laterales son una
continuación de la lengua y la faringe, circunscriptos por dos
repliegues, o pilares, el anterior y el posterior, cuyo conjunto
constituye el istmo de la garganta y entre los cuales se hallan las
amígdalas o tonsilas.
son los órganos secretores de la saliva. Las
mayores están en número de seis, tres de cada
lado: las dos parótidas, las dos sub-maxilares y
las dos sub-linguales. Hay también otras
glándulas más pequeñas, detrás de los labios
(labiales), cerca de los dientes molares
(glándulas molares), debajo de las mejillas, en
el paladar y toda la mucosa de la boca.
tiene por objeto licuar, disolver y
transformar en azúcar el almidón. La saliva parotídea, acuosa y no
viscosa, parece tener una acción sobre todo química y disuelve el
almidón; la saliva proveniente de las glándulas sublinguales,
submaxilares y bucales, contiene otro fermento que termina la
transformación del almidón en azúcar y, por su viscosidad, hace más
coherente el bolo alimenticio y facilita su deslizamiento por el
aparato digestivo. Prolijas investigaciones han permitido establecer la
acción de cada una de las glándulas salivares. Se ha observado que los
animales que comen alimento seco tienen mucho más desarrolladas
las glándulas parotídeas que los que lo usan húmedo. Parece también
que la secreción salivar pone en acción reflejos nerviosos que
determinan la secreción del jugo gástrico. Todo esto demuestra
claramente la importancia que tiene la masticación e insalivación, sin
embargo, cada vez más descuidadas entre los civili- zados, por la vida
apurada y la alimentación demasiado blanda, coci-
da, pre digerida, que acostumbran usar.
Es indispensable acostumbrar a los
niños a masticar alimentos duros, como
frutas con sus pieles, nueces, almendras
y cocos, zanahorias y otras ensaladas
crudas, pan duro, etc. La reeducación
masticatoria es así mismo,
indispensable en el tratamiento de
cualquier enfermo, especialmente de los
dispépticos, que difícilmente se curan si
no aprenden de nuevo a masticar e insalivar debidamente sus
alimentos. El apuro, en la vida de ciudad, conspira igualmente contra
la necesidad de la buena alimentación, pero su reeducación debe ser
previa, (Fletcher curaba a los dispépticos, en su Sanatorio, solo por
medio de la masticación prolija).
, situadas de cada lado de la garganta, son glán-
dulas de 13 a 18 mm. de largo, recubiertas en su faz interna por una
mucosa, de la que mana, a la presión, un
mucus transparente y viscoso, destinado a
facilitar la deglución. Se ha descrito todo un
grupo de "amígdalas" (faríngeas, tubarias, y
linguales) que, con las amígdalas propiamente
dichas, llamadas también
tonsilas, forman alrededor del istmo de la garganta, el anillo linfático
de Waldeyer. Además del mencionado más arriba, las amígdalas tienen
por objeto de detener los gérmenes y proteger la entrada del tubo
digestivo y del árbol respiratorio.
A pesar que la medicina ha reconocido el papel importante que
desempeñan las amígdalas muchos médicos las extirpan antes de
evaluar si pueden ser preservadas con un tratamiento, lo que es sin
duda más fácil que curarlas. La amigdalitis sana, sin embargo, con el
tratamiento naturista, como hemos tenido oportunidad de constatarlo
en muchas oportunidades. En todo caso, los niños bien alimentados
(mucha fruta) y criados al aire libre y al sol no pa- decen por lo
general amigdalitis ni vegetaciones.

es un canal de 12 a 13 cm. de
largo, que empieza detrás del velo del paladar
y raíz de la lengua y termina a la entrada del
esófago. Se divide en tres partes, constituida
una por una especie de callejón que comunica
con las fosas nasales y sirve exclusivamente
para el paso del aire; otra parte gutural y
bucal comunica con la
anterior por arriba, con la boca por delante y con la laringe por su
parte inferior. Sirve para el paso de los alimentos y varía de forma y
tamaño; por fin, la parte que comunica con el esófago se modifica
poco en su tamaño, pero se levanta y rebaja con la laringe. La mucosa
de la faringe es blanda, abundantemente regada de vasos sanguíneos,
susceptible de rasgarse y de inflamarse fácilmente (faringitis, anginas,
etc.).
es la continuación de la faringe y
tiene 24 a 28 centímetros de largo, bajando
verticalmente entre la columna vertebral y la
tráquea, atraviesa el diafragma y desemboca
en el estómago. El esófago está formado por
dos membranas, muscular una y la otra
mucosa. La muscular está constituida por fibras
longitudinales lisas que nacen del cartílago
cricoides y son reforzados por dos haces
musculares, que
provienen uno del bronquio fuente izquierdo (músculo
bronquiesofágico), el otro del mediastino (músculo
pleuroesofagico). La mucosa sigue la de la laringe y de la mucosa
gástrica, aunque cambia de estructura. Sus arterias son las arterias
esofágicas. Sus nervios vienen del laríngeo inferior y del
neumogástrico. La mucosa del esófago suele también inflamarse por
causas internas (intoxicación, infecciones), o por causas externas
(cuerpos extraños, alcohol, substancias excitantes o irritantes, duras,
mal masticadas). Puede también dilatarse o estrecharse, por causas
generalmente patológicas, siendo estos defectos raras veces
congénitos.
es el órgano principal de la digestión. Por su parte
superior, llamada cardias, es la continuación del esófago,
desembocando en su parte inferior, por el píloro, en el duodeno.
Situado debajo del diafragma, ocupa el epigastrio y parte del
hipocondrio izquierdo. Las dimensiones del estómago son variables,
siendo normalmente de unos 25 centímetros de largo, en estado de
repleción mediana, en el adulto. Su posición normal, de izquierda a
derecha (Cruveilhier y Sappey), se acerca a una línea horizontal,
ligeramente inclinada hacia el píloro. Esta forma es, sin embargo, la
menos frecuente entre los hombres civilizados, ya que las
investigaciones de Luschka, Tillaux y Testut, en Francia, los llevaron a
afirmar que su posición era más bien vecina a la vertical, con un plan
horizontal en su parte inferior. La forma del estómago ha sido
comparada a la de una gaita, forma que toma cuando está repleto.
El estómago está constituido por
tres capas o túnicas: una, es una
serosa, formada por dos hojas del
peritoneo; otra, musculosa,
formada, a su vez, por tres capas
de fibras, longitudinales, redondas
y oblicuas; la última capa es
constituida por la mucosa que
tapiza la faz interna del
estómago.
Las paredes del estómago son más débiles
en la parte del cardias, volviéndose muy
fuertes al acercarse del píloro, lo que se
debe a una formación más compacta de
sus fibras musculares.
El estómago está sostenido: 1° por el
esófago, el que está unido al diafragma;
2° por un repliegue seroso que lo une al
hígado; 3° por la masa de los intestinos que le forma una especie de
almohada en la que descansa y que sube y baja según el grado da
plenitud del intestino. Esta posición sufre modificaciones en la
dilatación y caída del estómago (gastroptosis), por el relajamiento de
los ligamentos y de los mismos intestinos
que lo sostienen). Visto interiormente, el
estómago muestra una gran cantidad de surcos
y arrugas no uniformes pero sí dirigidas, en
general, de arriba abajo en el sentido de su
longitud. La mucosa del estómago aparece
humedecida por un líquido que proviene de
millares de orificios mi- croscópicos que
proceden de las glándulas
secretoras del jugo gástrico, cuya acidez se debe al ácido clorhídrico
que contiene. Ese jugo contiene también una substancia llamada
pepsina en una proporción aproximada al 3 por mil, cuya acción
consiste en transformar las albúminas en peptonas, estado en que
pueden ser absorbidas por la sangre.
Las arterias y las venas coronarias gástricas,
pilóricas, gastro-epiplónicas y los vasos cortos
forman al estómago un doble círculo arterial y
venoso. Pero las glándulas que segregan el jugo
gástrico son independientes de la circulación
sanguínea, aunque indirectamente saquen
naturalmente de la sangre los materiales
necesarios para la elaboración de ese jugo.
Las paredes del estómago
contienen numerosas capilares
sanguíneos que absorben una gran
parte de las bebidas y una
pequeña cantidad de peptonas.
Sin embargo, parece que el
principal papel del estómago
consistiera en transformar los
alimentos para que sean
absorbidos sus principios
nutritivos por el intestino, después de entrar en contacto con los jugos
pancreáticos e intestinales. Sale, además, del estómago, una pequeña
cantidad de mucus que parece tener por objeto formar el bolo
alimenticio, ayudar a su deslizamiento y proteger la mucosa contra las
sustancias irritantes. Como en cualquier otro órgano, ese mucus puede
aumentar considerablemente formando catarro, que demuestra,
cuando se produce en abundancia, un estado más o menos intenso de
intoxicación y acidosis.

Persistiendo las causas determinantes del catarro y demás


molestias estomacales (gastritis, gastralgias, dispepsias diversas) la
mucosa puede quedar afectada al punto de producirse úlceras o
derivarse más tarde a la formación del cáncer. Todas las enfermedades
del estómago tienen su causa exclusiva en deficiencias alimenticias y
sólo pueden ser prevenidas por medio de una alimentación
correctamente seleccionada, bien combinada y prolijamente
masticada.

En el jugo gástrico de los niños de corta edad se encuentra en


proporción bastante considerable un fermento llamado labfermento,
o cuajo, que sirve para cuajar la caseína de la leche, poniéndola en
mejor condición para ser atacada por el jugo gástrico y peptonizada.
Este cuajo va desapareciendo en los adolescentes. Por esto se ha
dicho que la leche no es un alimento natural suficiente para el adulto.
Curioso es observar, sin embargo, que el labfermento, o cuajo, vuelve
a producirse en los viejos.
La secreción de jugo gástrico no necesita para manifestarse del
contacto de los alimentos con la mucosa del estómago. Conocido es el
cruel experimento de Pawlow, quien al seccionar el estómago de un
perro, comprobó que se iniciaba en el mismo la secreción gástrica,
llamada por él, por tal concepto, secreción psíquica (Podríamos
calificarlo también de inútil experimento, desde que, siendo bien
conocido el hecho de venírsenos el agua a la boca, cuando vemos un
manjar sabroso, o hasta con sólo pensar en el mismo, bien pudiera
Pawlow haber pensado que sucedería lo mismo con el jugo gástrico,
ahorrándose el experimento que los vivisectores van repitiendo
millares de veces en las Facultades de todo el mundo, y como éstos
muchos otros tan crueles como evitables.)
Esto nos hace comprender la
importancia de la buena
presentación de los ali-
mentos para su buena
digestión. Los alimentos
naturales del hombre, las
frutas, sobre todo cuando han
madurado en el árbol,
cumplen admirablemente
esta condición. Por la misma
razón, el ambiente donde se come tiene también una gran
importancia. A la vez que se mastica, se estimula psíquicamente, por
reflejo, la secreción gástrica. Es un argumento más y no el menos
importante, en favor de una prolija masticación de todos los
alimentos. Agregaremos que el estómago recibe sus nervios del gran
simpático y del neumogástrico. La conocida influencia de las malas
impresiones, contrariedades y disgustos sobre la digestión muestra
bien la relación del sistema nervioso con el estómago y la necesidad
de adquirir un auto-dominio perfecto y de rodearse de impresiones
gratas o placenteras durante las comidas y las horas de la digestión.
La calidad de los alimentos y sobre todo el hecho de ser cocidos
o crudos, tiene también gran importancia, pues parece que las
hormonas o fermentos de los alimentos vivientes constituirían
elementos vibroinductores indispensables, cuya acción sería análoga a
la que desempeña el electroimán en una dínamo eléctrica.

, orificio derecho e
inferior del estómago, queda situa-
do debajo del hígado, delante y
encima del páncreas, cerca del
cuello de la vesículo biliar. Está
formado por un anillo circular,
aplastado y perpendicular a las
paredes del orificio, por medio del
cual pasan los alimentos del
estómago al duodeno. Por su
conformación, el píloro es susceptible de sufrir una serie de
accidentes más o menos graves, entre los cuales el estrechamiento,
causado por las indigestiones, repleción excesiva y dilatación del
estómago. La entrada del píloro puede también ser el sitio de
inflamaciones y hasta ulceraciones, a raíz del mencionado
estancamiento del bolo alimenticio en el estómago dilatado.

El duodeno, llamado también "segundo estómago", es la primera


parte del intestino delgado.

Desembocan en el duodeno
el páncreas que queda casi
completamente rodeado por
el curso del duodeno, en
forma de U, y el canal
colédoco, que trae la bilis del
hígado.
recibe también un
líquido que proviene de las
llamadas glándulas de Brunner,
sobre cuya naturaleza los
anatomistas no están muy de
acuerdo, pues, mientras unos creen
que constituye un páncreas
accesorio, otros creen que secreta
pepsina, mientras Renaut sostiene que sólo secretan mucus. Por su
forma y la naturaleza de las secreciones que recibe, el duodeno es
susceptible de inflamarse y hasta de ulcerarse. El duodeno queda
mantenido en su sitio por el peritoneo que lo sujeta al píloro y al
hígado y lo aplica contra la pared abdominal por los canales que
desembocan en el mismo, por sus vasos y nervios y por el músculo de
Treitz.
, después del duodeno, se divide en dos par-
tes, llamadas yeyuno e íleon. El yeyuno es así llamado porque se
encuentra generalmente vacío en los cadáveres, pero no tiene
ninguna distinción particular con el ileón, terminando éste en la
válvula ileocecal que desemboca en el intestino grueso, en la
proximidad del ciego.

Tena porta y sus ramas originales.


Esta figura muestra claramente el proceso
de absorción estomacal e intestinal, de
donde la vena porta transportará el quilo
al hígado, donde será purificado.

A. Hígado. — B. Vesícula biliar. — C. Bazo.


— D. Masa del intestino delgado, cortado
para mostrar las ramificaciones venosas.
1) Tronco de la vena porta. 2) Grande
mesaraica. 3) Pequeña mesaraica. 4) Venas
hemorroidales superiores. 5) Venas
hemorroidales medias e inferiores. 6) Vena
gastroepiplóicas derecha. 7) Vena
gastroepiplóica izquierda. 8) Vena
esplénica. 9) Vena coronaria gástrica. 10)
Vena pilórica. 11) Vena cística.
tiene en el hombre una
longitud de unos 8 metros, incluso el duodeno,
con un diámetro de 2 y medio a 3 centímetros.
Está compuesto por tres capas delgadas,
continuación de la túnica del estómago y
semejantes a ésta. Se observan en su interior
unos repliegos llamados válvulas coniventes, destinadas a detener el
deslizamiento del bolo alimenticio con el fin que tengan mayor
tiempo para impregnarse de bilis, jugo pancreático y demás
secreciones di- gestivas del intestino. Nótanse también, en toda la
superficie del
intestino, miríadas de
elevaciones pequeñísimas,
blandas y flexibles, que
dan al intestino un aspecto
aterciopelado: son las
vellosidades intestinales,
a las que afluyen
numerosas arterias o vasos
linfáticos. De ellas parten
también numerosas
venillas.
El intestino constituye una
masa sumamente movible, que puede desplazarse en todo sentido,
gracias a la disposición especial de la membrana que lo sostiene, el
mesenterio, formado por unos repliegos del peritoneo, que recubre
todos los órganos abdominales.

es un tubo de un
metro y medio de longitud que se extiende
desde la válvula ileocecal hasta el ano.
Al desembocar del intestino delgado
encontramos la citada válvula ileocecal
que permite bajar el contenido del
intestino delgado en el grueso, pero no
permite el retroceso del mismo en sentido
contrario.
el ciego, el colon y
el recto. constituye una sabia
disposición de la naturaleza para
detener el bolo de modo a facilitar la
absorbción de los elementos nutritivos
que no lo hubieran sido en el intestino
delgado, siendo el ciego la última parte
del intestino que aun posea
vellosidades.
En el ciego se encuentra el ,
en forma de dedo de guante, cuyo
diámetro no es normalmente mayor al
de una pluma y de una longitud de 6 a 8
centímetros. Aunque anatomistas
afirman la inutilidad del apéndice, lo
que justificaría su extirpación, hasta
como medida "preventiva", del
apendicitis, hay quien afirma que
desempeña un papel importante con la
secreción de un jugo
llamado "hormona apendicular" que tendría por objeto principal
facilitar el deslizamiento del bolo fecal en el intestino ascendente.
se extiende desde el ciego
hasta el recto y constituye la parte más
extensa del intestino grueso. Contiene
sinuosidades o repliegues que permiten
al intestino, con sus llamados
movimientos peristálticos, empujar el
bolo fecal hacia el recto. Comprende el
colon ascendente, el transverso, el
descendente, y la S ilíaca del colon.
, así llamado porque no presenta las sinuosidades que
caracterizan el resto del intestino, se extiende desde el colon hasta el
ano, variando su longitud de unos 18 a 22 centímetros. Su diámetro
varía según la plenitud o vacuidad en que se halle.

El hígado es la mayor y más importante


de las "glándulas anexas". Ocupa el
hipocondrio derecho y una parte del
epigastrio, hacia la izquierda, entre el
diafragma y el estómago, encima del arco
del colon y el riñon derecho. Está sujetado
en su sitio por diversos repliegos del
peritoneo, llamados ligamentos.
Con la sangre que contiene, pesa
unos dos kilos. Su forma varía en el
estado normal, pero mayormente
entre los enfermos, los palúdicos y
alcohólicos muy especialmente. En
realidad, lo mismo que el páncreas,
el hígado cambia de forma
adaptándose a la
superficie de los órganos que lo
rodean. Obsérvense en su parte
superior dos lóbulos, a la derecha,
el lóbulo mayor, en el lado opuesto,
el lóbulo izquierdo. En la parte
inferior, obsérvense unos surcos en
forma de H, en los que se adhieren
arterias y venas muy importantes y
la vesícula biliar. En esta cara se
observan cuatro
lóbulos: el mayor, el menor, el cuadrado y el caudado.
tiene la
forma de una pera y contiene
25 a 30 gramos de un líquido
amarillento, llamado bilis, la
que se vierte en el duodeno,
cerca del conducto
pancreático, por un canal
llamado colédoco.

onstituye sólo su secreción externa, pero desempeña


también un papel en la transformación del quilo, sumamente
importante. Sus secreciones obran sobre las proteínas, purificándolas
y fijándolas, teniendo también el poder de transformar las albúminas
en glucosa, cuando resulta necesario.
El hígado neutraliza los ácidos, fija el hierro y determina el número de
hematíes de la sangre. Transforma también el exceso de azúcar en
glucosa que mantiene en reserva, para entregarla a la circulación a
medida de las necesidades del organismo.

rocede a la desanimación de los


ácidos aminados y transforma el amoníaco
en urea, en condición de ser eliminada. Si se
considera las múltiples acciones del hígado
en la asimilación de los principios proteicos,
grasos e hidrocarbonados, se
comprende cómo los excesos y los venenos someten este órgano a un
trabajo considerable y se explica cómo tenga que llegar el momento
en que se canse y resulte "insuficiente" para cumplir
debidamente sus múltiples e importantes funciones. La
insuficiencia hepática se encuentra como causa directa de múltiples
estados patológicos. Citaremos la colemia, la uricemia, la
hiperglucemia, síndromes que determinan las diversas
manifestaciones biliosas, la diátesis úrica, la diabetes, las
manifestaciones de la acidosis y las incapacidades metabólicas
electivas.
, a cuya secreción ya
nos hemos referido, es una
glándula enracimada, pegada al
duodeno, de unos 13 centímetros
de largo, 3 de altura y 1
centímetro de espesor.
Está dividido en muchos lobulillos,
en cuyo espesor se ramifican numerosas arterias y venas, de las cuales
arrancan unos canalillos que se juntan en el canal principal del
páncreas, al que recorren en toda su extensión. De éste sale otro
canal menos largo, que recorre su parte más corta o "cabeza". Como ya
hemos visto, secreta el jugo pancreático, de suma importancia en la
digestión intestinal.

Las glándulas son órganos de


origen epitelial, cuya función
consiste en fabricar, con materiales
que le aporta la sangre, productos
especiales que no son utilizados por
la misma sangre, que se contenta de
transportarlos para que sirvan a los
demás elementos de la economía. Los productos de las glándulas
pueden ser secretados al interior de un órgano (boca, estomago,
intestino, vejiga, uretra), o en la misma sangre (glándulas de
secreción interna, o endocrina). Su número es considerable y no es
indispensable para nuestro estudio describirlas todas aquí.
racias a la
masticación e insalivación, se ponen en
juego reflejos psíquicos que determinan la
secreción del jugo gástrico. Esto explica la
importancia que se atribuye a la
masticación e insalivación de los alimentos,
como actos previos a la digestión. Para tal
efecto, debemos insistir en el papel capital de los dientes y la
necesidad de no escatimar cuidados para conservarlos, curarlos y
sustituirlos cuando se destruyan. Si bien la herencia puede tener
alguna influencia en el desarrollo y conservación de la dentadura, es
indudable que dependen esencialmente de la alimentación, a partir
del claustro materno. Las caries y piorreas son determinadas por
carencias y acidosis y sólo pueden ser detenidas o corregidas por
medio de una dieta adecuada.

e comprende
que esa operación será más fácil
cuando mejor masticado y diluido
haya sido el alimento al contacto de
la saliva. La alimentación excesiva,
desvitalizada, mal combinada o
tóxica contribuye también a irritar, acatarrar o inflamar la mucosa
gástrica que, por tales causas, puede llegar a ulcerarse.
La dilatación y ptosis (caída) y hasta el terrible cáncer del estómago,
son las consecuencias últimas de tantos disparates dietéticos. Todos
estos males son perfectamente evitables y hasta curables, cuando se
corrigen con tiempo los errores que los determinan.

a bilis es una sustancia que proviene


del hígado y su acción, de acuerdo a recientes investigaciones, sólo
se manifiesta indirectamente, en
especial sobre la digestión de las
grasas. Se le atribuye una acción
antiséptica y colorante de las heces.
Entre otras sustancias en que se
descompone, la bilis contiene coles-
terina, cuyo exceso es causa de
diversos disturbios, al pasar a la
sangre, siendo debidas a la misma
ciertas manchas o pecas que aparecen especialmente en los tipos
rubios y albinos. Las observaciones del Dr. Roffo, de casos de cáncer
cutáneo, por efecto del sol, en tipos de piel delicada, se explican sin
duda por la acción de la colesterina. Otros autores (A. Grigaut y
Lambling) sostienen que la colesterina sanguínea es normalmente
excretada por el hígado y transformada en ácido colálico. Pero, el
retardo en tal transformación, por insuficiencia hepática, produciría,
según los mencionados autores, la hiper-colesterina sanguínea y biliar,
o sea, por lo tanto, un factor de la colelitiasis (formación de cálculos
colesterinomatosos).
Muchas observaciones empíricas que permiten afirmar el origen
dietético de los disturbios que se atribuyen, por otra parte, a
"insuficiencia hepática". En cuanto a la ictericia, como es sabido, se
debe a un trastorno hepático que permite el paso a la sangre de la
bilis que debía normalmente ser eliminada por el canal colédoco. Ese
trastorno, de cuyo tratamiento nos ocupamos más adelante, tiene
causas exclusivamente dietéticas y no se produce en personas que
lleven un régimen correcto.
el
más poderoso de los jugos
digestivos, ya que ejerce su
acción sobre las tres
categorías de elementos
orgánicos: albúminas, grasas
e hidratos de carbono, que la
saliva y el estómago no han hecho más que preparar. La secreción del
jugo pancreático es estimulada por el ácido clorhídrico que proviene
del estómago. Su reacción es alcalina y es tanto más intensa cuanto
mayor sea el aporte de ácido clorhídrico estomacal. El páncreas
secreta diariamente de 600 a 900 centímetros cúbicos de jugo
pancreático el que contiene 15 por mil de materias sólidas, entre las
cuales 5 gramos de sales, sobre todo de carbonatos sódicos.

No sólo el jugo pancreático transforma las albúminas en albumosas y


peptonas, sino que los mismos ácidos aminados serían productos del
trabajo trípsico (Lambling), de los estudios realizados al respecto,
se puede inferir que la formación de ácidos libres y su asimilación
sanguínea depende mucho de la secreción pancreática, cuyo
contenido en sodio (principal neutralizante de ácidos) es notable.
Además de las aludidas secreciones en el duodeno, el páncreas
tendría también una secreción interna cuya acción sobre el hígado y
especialmente sobre la utilización de la glucosa, ha sido
demostrada por el hecho que la extirpación del páncreas o una
insuficiencia grave del mismo producen la diabetes.

Esta
absorción empieza recién después del
duodeno, al transformarse en QUILO,
al contacto del jugo intes-
tinal. Ese jugo, secretado por las diversas glándulas del intestino, a
las que ya nos hemos referido, es fuertemente alcalino. Contiene
materias proteicas, diastasas y sales, dentro de las cuales 2,2 por mil
de carbonato sódico y 5 ó 6 por mil de cloruro de sodio. El jugo intes-
tinal concurre a la digestión de los proteicos por la enteroquinasa, la
erepsina y la arginasa; en la digestión de las grasas por una lipasa y en
la de los hidratos de carbono por una invertina, una maltasa y una
lactasa. Esas sustancias imprimen al bolo alimenticio una modificación
definitiva, llamada quilificación.

resultante es absorbido por


las numerosas vellosidades distribuidas en todo
el curso del yeyuno-íleon y en menor cantidad
en el ciego, donde se termina la absorción.
Pasa entonces a los vasos quilíferos y de allí a
la vena porta.
El quilo se transforma, pues, al mezclarse con la nueva sangre
arterial que, al ser recogida por el
corazón izquierdo, es lanzada a las
arterias para ser distribuida a
todas las partes del cuerpo. Esta
sangre, renovada constantemente
por la acción del oxígeno del aire y
el aporte de principios nutritivos
de los alimentos, purificada por la
acción del hígado, defendida de sus
elementos infecciosos por los fagocitos, creados en los ganglios y el
bazo, sirve de vehículo a las diversas secreciones internas, cuya
acción se ejercerá a su vez sobre el sistema nervioso, sobre el
cerebro, sobre los órganos de la reproducción y, directa o
indirectamente, sobre todas las funciones de la vida física y mental.
Aun cuando los alimentos inadecuados, mal combinados o tóxicos
produzcan molestias desde el estómago y en todo el trayecto del
intestino delgado, es evidente que la autointoxicación más
permanente y peligrosa tiene su origen en el intestino grueso y muy
especialmente en el ciego. La disposición de este órgano determina,
en caso de retención fecal, un proceso de fermentación, con
desprendimiento consiguiente de gases, más o menos pútridos y
tóxicos. De acuerdo con la intensidad de la fermentación, la calidad
de los alimentos y el tiempo que dura esa retención, se produce
entonces la sequedad de vientre, más o menos intensa.
La absorción de gases, conjuntamente con la asimilación de
elementos nutritivos, la dilatación de las paredes del ciego, a conse-
cuencia de la acumulación de materia fecal más o menos seca, la
inflamación del mismo ciego (tiflitis), con el peligro que se comuni-
que al apéndice, provocando la apendicitis, son las contingencias
directas más comunes, consiguientes a la estasis cecal.
La sequedad de vientre torna cada vez más difícil la
progresión del bolo fecal por el intestino grueso. En lugar de
producirse la evacuación completa, como es lo normal, entre las 15a
18 horas de haber comido, dejando el colon completamente limpio,
se manifiesta el estreñimiento.
La masa fecal permanece estacionada, se
adhiere a las paredes del intestino y se
acumula en proporción más o menos
considerable. Una de las consecuencias
del estreñimiento es la atonía cada vez
mayor del intestino. Las contracciones
peristálticas ya no se producen solas, el intestino se dilata y, con el
tiempo, se producen ptosis (caídas del intestino), espasmos, y, a
veces, se forman cálculos o bolos fecales de considerable tamaño.
Pueden producirse hasta divertículos.
El colon puede inflamarse, puede ulcerarse y hasta puede mani-
festarse la tuberculosis del intestino y el mismo cáncer, a una edad
más avanzada. Pueden producirse también hemorroides, a
consecuencia del estreñimiento y atascamiento fecal del ciego. Puede
inclusive llegar a producirse "miserere" (oclusión intestinal), cuya
consecuencia es la muerte.
La digestión y absorción no constituyen más que las primeras etapas
del proceso nutritivo. Si bien el proceso respiratorio resulta
relativamente sencillo, el proceso asimilativo de los alimentos
resulta mucho más complejo. Como bien decía el Dr. Alexis Carrel, las
funciones digestivas no son sólo un filtro, sino una fábrica de
productos químicos (En 1911, el Dr. Alexis Carrel recibió el premio
Nobel por su estudio del crecimiento de las células de tejidos vivos).
Él descubrió que eliminando los
desechos digestivos diariamente, estas
células podrían vivir de manera
indefinida. En cambio, cuando esos
desechos permanecían el cuerpo
durante tres días, las células se volvían
débiles y poco saludables. Gracias a
este experimento demostró que
cualquier tipo de desecho (siempre
tóxico) que desarrollemos, ya sea en el
líquido linfático, en la sangre o en el
colon, debe ser eliminado diariamente
si buscamos tener una buena salud.
Como hemos visto, las glándulas digestivas segregan fermentos que
descomponen los alimentos y los preparan para ser absorbidos por la
sangre. Esta constituye el verdadero medio interno del organismo. El
estudio de la composición química de los cadáveres da una idea bien
imperfecta de las necesidades alimenticias del cuerpo humano. Los
tejidos son tales por el intercambio que se realiza constantemente
entre sus células y ese medio interno (la sangre). No pueden ser
considerados, pues, los tejidos separadamente de la sangre que es su
elemento esencial y que los interpenetra en todas sus más mínimas
partes. El proceso de transformación de las sustancias nutritivas
continúa en la sangre, que constituye un verdadero tejido móvil,
compuesto de 25 a 30 billones de células
rojas y de cincuenta millones de células blancas (Dr. Alexis Carrel). Su
riqueza química es incomparablemente mayor que las abstracciones
científicas lo hacen suponer.
La ciencia moderna ha podido, por medio
de ampliaciones fotográficas repetidas,
mostrarnos una microscópica célula con el
tamaño de un hombre. Eso permite
apreciar la complejidad extraordinaria de
lo que podría aparecer como muy simple,
al decir que se compone solamente de una
membrana conteniendo un núcleo,
rodeado de protoplasma.

Se ha descubierto recientemente
que ese núcleo, que parece
contener una gelatina inerte y
trasparente, contiene, en
realidad, sustancias de una
naturaleza maravillosa, siendo por
lo tanto ilusoria la simplicidad
atribuida por los químicos a los
núcleoproteínas que lo
constituyen. Contiene, entre otras
cosas, los genes, seres misteriosos
hombres.
de los que se sostiene que son las
tendencias hereditarias de las
células y de los

El estudio de los cromosomas, en los


que se encuentran los genes y de las
vesículas, granulaciones, glóbulos y
filamentos que se deslizan, danzan y
ondulan en los espacios libres del
cuerpo de la célula, sólo demuestra la
existencia de la vida, de la que resulta
el proteiformismo infinito que se
observa, gracias a los maravillosos progresos científicos modernos.
Estos progresos han llegado más lejos aún. El estudio de la
radioactividad ha llevado a la conclusión que ella procede de la
desintegración atómica.

ien está
saber que el átomo material se descompone en átomos de
electricidad, compuestos, a su vez, de electrones, protones y
neutrones; pero, por maravillosos que sean estos conocimientos, nos
aportan pocas luces nuevas si no poseemos el espíritu de síntesis que,
por sí sólo, permitió a Hipócrates descubrir verdades eternas, a las
que habrá que volver siempre que se quiera solucionar los problemas
que no hacen más que multiplicarse cuando se estudian con criterio
meramente analítico.

Cuanto más, las observaciones apuntadas


pueden convencernos de la analogía que
existe, en todas las escalas, en la
constitución de las formas, esto es: un
movimiento de integración y
desintegración en la substancia inorgánica,
y de asimilación y desasimilación, en la
substancia organizada. Sin duda concurren
a ese doble proceso todas las radiaciones y
vibraciones universales, pero lo que nos
interesa más saber es lo que está más
directamente al alcance de nuestros sentidos y de nuestras
posibilidades humanas. No olvidemos que la naturaleza determina con
seguridad la conducta de los irracionales, por medio de su instinto.
Por , se entiende la
desagregación constante y la renovación parcial de los elementos
celulares que cons- tituyen nuestro cuerpo. Se afirma que el cuerpo
humano está en con- tinua evolución y rejuvenecimiento y que el
hombre se trasforma cada 6 o 7 años (menos aún en los niños) en un
hombre totalmente nuevo, aunque conserve sus características
morfológicas y mentales.

as grasas pasan igualmente a la sangre que se


renueva por los constantes intercambios con la linfa intersticial y
permite que las materias nutritivas
sean rápidamente puestas en
contacto con las células de todo el
cuerpo. Unas se fijan en ellas para
reconstituir las pérdidas
albumínicas; otras penetran en las
células para formar en ellas reservas
de glucosa y de grasa; otras tienen
solamente con la célula un contacto
pasajero y sufren por la acción de los
fermentos celulares, oxidaciones,
hidrataciones y reducciones que las
transforman en productos de desechos, después de haber producido
cierta cantidad de calor utilizado por el organismo para conservar su
temperatura específica.
Estos desechos, diseminados en la linfa intersticial, vuelven a pasar a
la sangre que los lleva hacia los emuntorios. Es muy importante
comprender bien la diferencia existente entre la digestión y la
asimilación celular. Todas las substancias
absorbidas siguen un proceso muy complejo
de transformación y es completamente
distinta, verbigracia, la albúmina de nuestros
tejidos de la que absorbimos con el alimento.
Esta transformación, empero, depende, a la
vez, de la composición peculiar del alimento,
de la predisposición y de la capacidad
digestiva y asimilativa del organismo, la que
será influida todavía por las actividades
físicas, y hasta por influencias psíquicas.

El proceso de asimilación depende también de la proporción de


desechos circulantes de la sangre. Estos se encuentran en estado
sólido, líquido o gaseoso en mayor o menor cantidad y son llevados a
los emuntorios encargados de eliminarlos. Entre éstos, el riñon es el
que elimina la mayor parte, en las siguientes proporciones medias,
establecidas por Vogel:
La cantidad de orina es variable, pero resulta patológica cuando
es menor de 800 gramos. La cantidad de orina está generalmente re-
lacionada con la cantidad de agua tomada, pudiendo, sin embargo,
variar de acuerdo con la cantidad de sudor, al estado normal, y en
estados patológicos, como fiebres, hidropesía, en mal de Bright, o la
uremia, por la proporción de urea, etc.

La Medicina actual da mucha importancia a los análisis de


orina, calculando la intensidad de la Diabetes por la cantidad de
glucosa; la albuminuria, por la cantidad de albúmina; la cantidad
de bacterias sería la causa de la putrescibilidad de la orina al contacto
del aire; la presencia de urobilina sería el indicio de la colemia
(presencia de bilis en la sangre); la cantidad de ácido úrico superior a
la normal; la presencia de fosfatos, que se observan por las orinas
lechosas, al empezar la micción (signo de Cartón) es uno de los signos
más interesantes porque da una valiosa indicación sobre la
desmineralización por acidosis.
Sin embargo, los análisis de orina dan
resultados diversos según la alimentación y
las bebidas ingeridas (siempre debe
interpretarse como un estudio
“complementario”, la clínica es soberana).
Hemos constatado, indefec- tiblemente
cambios notables en análisis de orina que se
han hecho con una semana de diferencia, al
cambiar radicalmente el régimen carnívoro
o mixto por un régimen vegetariano, más o
menos crudo o frugívoro.

La orina puede arrastrar pus, en abcesos o cálculos del riñon, de la


vejiga, igualmente, en las uretritis gonocócicas o no.

a calidad de la sangre, por otra


parte, romo vimos en "Higiene Circulatoria"
depende de la Higiene físico-dietética y su
modificación es previa en el tratamiento de
cualquiera de los estados patológicos
señalados.
Entran en su composición toda clase de sales y una pequeña cantidad
de urea, que suele aumentar en los artríticos. El sudor
es alcalino, pero varía en relación con la
composición de la sangre, de la que
constituye una excreción excremental, al
mismo título que la orina. El olor varía,
según provenga el sudor de las manos,
pies, axilas, atribuyéndose a substancias
diversas, por provenir de diversas clases
de glándulas. Creemos más bien que sea
a causa de una mayor concentración de
las mismas subs- tancias excrementales,
normalmente
repartidas y formando, al contrario, acumulaciones o recargos que
tienden a fermentar, cuando la piel es seca y la transpiración anormal.
A los fenómenos patológicos graves que pueden producirse por
obstrucción de los poros, en caso de quemaduras extensas y otros, hay
que agregar los recargos mórbidos provenientes del mal
funcionamiento de la piel, que son causa de las diversas enfermedades
cutáneas e indirectamente, de muchos otros síntomas consecutivos a
la disemia. Mantener la normalidad de la función del sudor, tiene,
pues, una importancia tan capital como asegurar el funcionamiento de
todos los demás emuntorios. El sudor, como la orina de los carnívoros,
tiene un olor más fuerte que en los vegetarianos. El olfato
sensibilizado puede llegar a distinguirlos perfectamente por sus
excreciones.

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