Está en la página 1de 5

Octavio Avendaño Trujillo

entrevista con Enriqueta Ochoa


28/01/2007

Sentir un dictado
Enriqueta Ochoa (Torreón 1928) es una poetisa mística que ha
enriquecido la poesía mexicana por la particularidad temática de sus
poemas, alejada de la bohemia y enclaustrada en la prudencia. A los
diecinueve años escribió su primer libro, Las urgencias de un Dios,
publicado en 1950. Uno de sus poemas más reconocidos es Retorno de
Electra (1976) fue el fruto de un trabajo interno y un luto perpetuo.
Ataviada por su enfermedad y sus setenta y ocho años de edad, decide
salir por un momento de su prudencia y hurgar en la memoria.

¿Cuáles son las urgencias de su Dios?


–Cada religión inventa a su Dios y cada religión explota a su Dios. Eso
me da mucha tristeza porque yo siempre me estoy recomendándome a
mi Dios; mi dios no coincide con los miedos ni las promesas. Debe de
haber un respeto a Dios, pero lo inventan a su manera. A mí me da
miedo, porque no sé si estoy equivocada. La naturaleza, la entrega
absoluta del hombre hacia la creación de todo lo que hay sobre la tierra y
fuera de la tierra; ésas son las urgencias. Por ejemplo, ahorita que murió
mi mejor amigo que he tenido durante sesenta y cuatro años, ya no
puedo dormir en las noches. Pero ahora que él murió me pregunto,
bueno, necesitamos saber de dimensiones físicas, espirituales, y
psicológicamente, todo lo relativo a Dios. No sabemos a dónde vamos.
Yo sí tengo miedo. ¿Después de esto? ¿Dónde despertaré? Esas son
mis urgencias.

–Usted se enfrentó a la censura por


escribir ese libro, ¿cuénteme como fue?

–Eran de tipo religioso; había un grupo


de mujeres como las de la vela perpetua
que escucharon cuando los sacerdotes
pedían que no compraran mi libro. Claro
que toda la gente corrió a comprarlo para
saber por qué no. Se me acabaron en
uno dos por tres todos mis libros, no
quedó ninguno para mí, y la consigna venía de lo alto de Iglesia. Ellos se
preguntaban cómo era posible que una niña de diecinueve años viniera a
decir esto.

–¿Cuál es su forma especial de escribir, de inspirarse?

–A mí me dictan. Me dice mi hija: "Ay mamá, no vuelvas a decir eso,


porque la gente va a decir estás loca." Le digo: "Hija, necesito un
ambiente especial, un paisaje bello, una música hermosa, concentración
muy profunda para que yo pueda escribir algo. Yo siento un dictado." Por
eso defiendo mis cosas, porque no vienen de mí, vienen de muy lejos.
Durante toda mi vida necesitaba estar sentada en flor de loto para poder
escribir, lo que dio por resultado que ahora no pueda caminar. Se me
lastimaron mucho mis rodillas, de repente un día me caí.

–Rosario Castellanos alguna vez dijo que usted era una niña boba.
¿Cómo fue su relación con la escritora chiapaneca?

–Era egoísta a morir. Ella no soportaba que existiera otra voz. Mire,
Lolita, [Dolores Castro] es un ser muy elevado, ella la cuidaba, la quería y
soportaba a Rosario Castellanos. Sin embargo, se quedaba uno a solas
con Rosario y no hacía más que hablar mal de Lolita Castro y disminuirla
lo más que se podía sólo porque era otra mujer que escribía. Rosario era
mala. Toda la gente la conoció como la mujer más inteligente, intelectual,
muy buena, y es la gran mentira. Es la gran mentira. Ni a su hijo lo amó,
no fue capaz de dejar, ni siquiera, su vanidad por vivir más cerca de su
hijo. Fue una mujer detestable. Ella quería la inmortalidad, quería para
ella todo lo mejor de la tierra, pero sobre todo, ser el único lugar, el más
alto posible. Pero le llegó un accidente y se ahogó.

–¿Accidente que puede ser interpretado como divino?

–¿Verdad? Porque fíjese que cuando mandan a la Tierra a un poeta se


vuelve un ser escogido. Un ser que viene a sufrir horriblemente para
responder a lo más alto. Rosario se creció, se sintió que tenía que ser
Octavio Paz. Disminuyo a mucha gente, lo más que pudo. Yo no puedo
hablar bien de alguien que fue malo.

–¿Enriqueta Ochoa es la virgen terrestre?

–Son muchachas que se quedaron a esperar al novio toda la vida. Hay


una plaza que le llaman Plaza de las Armas donde todos los domingos
había una banda que tocaba una música muy romántica y empezaban a
circular las mujeres y hombres para conocerse. Pero no había hombres.
Y yo observaba eso y me daba muchísima tristeza, y decía: "Voy a viajar
y, en algún viaje, conoceré a quien será mi esposo." No lo conocí. Pero
quien fue mi esposo era francés y lo conocí en la casa de mi maestra de
inglés. Se llamaba François Toussaint y me dio una hija muy hermosa.

–El Fondo de Cultura Económica está recopilando su obra.

–Yo me encontré a mí misma mucho, ahorita me están haciendo mis


obras completas en el Fondo de Cultura Económica. ¿Usted cree que
Rosario Castellanos hubiera permitido que una niña boba del norte, como
yo, se le publicara en el Fondo de Cultura? Nunca. Entonces me
mantuve a la sombra y me dejó descansar un poco, pero el Fondo ya
sabía dónde estaba el peligro y ahorita ya me están haciendo mis obras
completas. Si yo no he permanecido en la sombra, me hubiese hecho
pedazos Rosario, de por sí desde que me conoció se puso como lince,
lista. Ella sabía quién podía y quién no podía. Yo no digo que soy mejor o
no que ella, pero me hubiese hecho pedazos.

–¿Cómo fue su amistad con Gabriela Mistral y Jaime Sabines?

–Gabriela Mistral era una mujer muy sencilla, sensible y muy conocedora
del esoterismo. Tenía un puesto diplomático en Rapallo, Italia y le llevé
un libro, así la conocí. Jaime Sabines era un señorón, era mucho más
poeta que Octavio Paz. A Jaime Sabines sí le correspondía el Premio
Nobel.

–Usted practica el esoterismo, ¿cuál es


la visión que le da?

–Soy esotérica. No puedo dormir en las


noches por la angustia que siento por las
preguntas esotéricas, como es la de las
dimensiones, a dónde vamos, cómo
tenemos que prepararnos para ese otro
viaje que hay que hacer. Mi padre era un
buen hombre y él era esotérico. Gabriela
Mistral también era esotérica, y pues de
eso platicábamos todo el tiempo. Por
ejemplo, Pita Amor era una gran poeta,
sin embargo ella tomó todos los poemas Foto: Rogelio Cuellar,
tomada del libro El rosotro de las letras
de San Juan la Cruz para cantarle al demonio, como esa carta a San
Juan, ¿qué tenía que meterse con San Juan? Intentaba entender a Pita
Amor pero no podía. En esos grandes fiestones –me contaban porque yo
vivía en Torreón– de pronto entraba Pita Amor con un abrigo de pieles y
cuando ya estaba ante todos los demás, para llamar la atención se
quitaba ante todos el abrigo de piel y estaba totalmente desnuda ¿Qué
tenía que ver eso con la poesía? Entonces sí la atacamos muy feo, y
digo la atacamos quienes entramos en la ruptura. Ella supo que andaban
en Nueva York Lolita Castro y Rosario Castellanos; pues fue a buscarlas
para matarlas porque se le pusieron en contra. Ha sido muy feo el
camino de las mujeres, si yo no hubiera guardado la discreción que me
recomendó mi maestro no estuviéramos aquí platicando.

–¿Por qué Retorno de Electra fue un milagro?

–Me siento muy contenta de haberlo escrito porque lo escribí cuando


todo era terrible. Cuando yo escribía mis poemas los hacía bolita y los
iba quemar. Pero como me conocía muy bien, un día decidí sólo hacerlos
bolita y ponerlos en una bola de estambre en donde le tejía a mi hija sus
suéteres. Ahí permanecieron. De ahí surgió el Retorno de Electra, hasta
que un día en que me encontraba muy mal económicamente, los saqué y
los pasé en limpio. Le gustaron mucho a Emmanuel Carballo y a Flores
Tapia, quien le preguntó a Emmanuel Carballo por qué no había
publicado esos poemas. En ese momento le extendió un cheque y le dijo
que los quería para tal fecha. De ahí salió el Retorno de Electra. Fue un
milagro.

–¿Qué ha callado?

–Mi poesía es casi mi vida, ahí sale todo. Pocas cosas me ofendían.
Para mí, haber nacido, haber tenido un padre como el que tuve... Él fue
mi fuerza; esta hija vino para ser poeta, le decía a todo mundo. Mi mamá
se enojaba porque decía que eran cosas de Satanás. Todo lo que
escribía se lo enseñaba a mi papá, él fue un gran apoyo. Cuando mi
papá se murió le dijo a mi mamá tenemos dos hijas sin casar, cuídalas
mucho de los militares y franceses. Se nos olvidó y yo me casé con un
francés y mi hermana con un militar.

Cuando murió mi padre me volví un poco hermética, escondía mi dolor,


mi desamparo. También, cuando mi hermana se suicidó con cianuro, por
amor. Eso era lo que más me dolía. Yo odiaba a aquel militar. Creo que
es una de las cosas que no he dicho en mi poesía, por enojo. Pero el
destino se cumple. Llega uno a aprender. Ya me tengo que ir, ya estoy
muy enferma. Le tengo miedo a la muerte porque no sé en qué
dimensión voy a parar. Pero todos nos tenemos que ir. Pero tengo más
miedo de ya no poder escribir por tanto dolor que he visto.

–¿Qué hace ahora?

–Voy a pintar y a escribir un libro en prosa poética sobre los grandes


amores de mi vida. Fui muy enamoradiza. Me apasiona mucho la pintura,
pero sólo he hecho dos cuadros. El campo, la naturaleza, el buen comer.

Ir al inicio

También podría gustarte