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¿Qué es el deseo?

Alumna: Rocio Lujan Valdez


Facultad de Humanidades, Universidad de la Marina Mercante.
H0203 Filosofía (Comisión: NOCHE) - 2° Cuatrimestre 2021.
Docente/Tutor a cargo: Prof. Lic. Bettros Eric.
16 de Noviembre de 2021.
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Introducción

En este ensayo se intentara realizar una aproximación al concepto del deseo. Inicialmente,
se tendrá en cuenta la trazabilidad histórica de dicho palabra y su concepto según los
diferentes autores y, posteriormente, se hará un enfoque entre el concepto desarrollado por el
autor Jean-Luc Nancy en su libro El deseo, y su contraposición con el punto de vista del autor
Byung-Chul Han en su libro La agonía del Eros.
Se intentará concluir con la actualización, tanto de la noción del deseo, en plena crisis del
sujeto contemporáneo, así como su posible relación respecto a los otros tanto en el ámbito
social como político.
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Definición etimológica del deseo.

Jean-Luc Nancy define el deseo de la siguiente forma:


Deseo es un término de origen latín, como muchos de los términos que usamos;
el termino es desiderium y su procedencia no es certera. Los propios latinos,
algunos, habían fabulado que el término había sido elaborado a partir de otro
término que quiere decir estrella. Hablamos del espacio intersideral, entre las
entrellas. Sidera es estrella en latín. Desiderium habira sidnificado mirar a las
estrellas en tanto que están a una distancia enorme y no podemos alcanzarles.
En el deseo, de entrada, hay una distancia enorme al final de la cual brillan las
estrellas. En frances (désir), se ha eliminado el dinal de la palabra desiderium,
contrariamente al italiano, desiderio; pero tiene su gemelo que es considerar
(considérer). Considerar tambien significa estar dirado hacia las estrellas, pero
en proximidad con ellas. Considerar es contemplar atentamente, con interés,
alguna cosa o situación. (Nancy, 2017, pp. 21).

Definición del deseo a lo largo de la historia.

Platón al definir el deseo, primeramente expone un contraste entre el deseo y razón, aunque
en rigor, admite la existencia de diversos tipos de anhelos, los necesarios y los innecesarios, e
inclusive estima la probabilidad de que el deseo pertenezca exclusivamente a la naturaleza del
alma. Es recurrente en la filosofía de la antigüedad, tener en cuenta al deseo como una pasión
del alma. En efecto, una vez que se acentuaba el carácter racional del alma, esto podía
considerarse como un impedimento para el predominio de la razón, aunque sí o sí, el concepto
“pasión” no debe precisamente entenderse en ese entorno de modo exclusivamente
despectivo; por ejemplo, Zenón de Citio hablaba del deseo como de una de las 4 “pasiones”,
las otras 3 eran el miedo, el dolor y el placer.

Aristóteles por otra parte, definía al deseo como uno de los componentes del apetito y no
sería necesariamente irracional, sino que por el contrario, podría ser un acto premeditado, que
tiene como objeto algo sobre lo que se ha de decidir. En este sentido, aquello que es llamado
“elección” o “preferencia” sería un “deseo deliberado”.
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San Agustín de Aquino tenía una forma de referirse al deseo, cupiditas como amor al
mundo por el mundo, el deseo de tener se transforma en temor de perder. La
satisfacción por la posesión de un bien temporal se revela como efímera, por cuanto
nace casi inmediatamente el temor de su pérdida. Por ese motivo, el mundo por sí
mismo no puede dar nunca la verdadera felicidad, aquella que no puede perderse. El
mundo no puede ofrecer nunca la seguridad de que no se perderá el bien obtenido por
por su finitud constitutiva, siempre vuelta a la nada.

Para Tomas de Aquino el deseo puede ser sensible o racional y expresa la aspiración por
algo que no se posee. Sin embargo, diferenciará entre el deseo y el amor o delectación. En
efecto, el deseo puede ser bueno o malo, pero esto dependerá del objeto hacia el cuál éste se
enfoca.

Descartes en su libro las pasiones del alma, dice lo siguiente sobre el deseo
De la misma consideración del bien y del mal nacen las demás pasiones. Pero
con el fin de ponerlas por orden, distingo los tiempos, y, considerando que nos
inducen mucho más a mirar al futuro que al presente o al pasado, comienzo por
el deseo. Porque no solamente cuando deseamos adquirir un bien que aún no
tenemos o evitar un mal que creemos que puede llegar, sino también cuando
sólo deseamos la conservación de un bien o la ausencia de un mal, que es todo
aquello a lo que puede extenderse esta pasión, es evidente que se orienta
siempre hacia el futuro. (Descartes, 1997, p. 136).
Para Descartes el deseo es bueno si deriva de un conocimiento verdadero, malo si se funda
en un error. Y el error que generalmente se comete -dice- es no distinguir las cosas que
dependen de nuestro libre albedrío.

Para el filósofo francés Jean-Paul Sartre, el deseo sexual no tiene tanto que ver con los
órganos genitales como con los estados, las manifestaciones del ser en la existencia. Los
humanos pueden ser considerados como seres sexuales desde que nacen hasta el final de sus
dias, pero los órganos genitales no dan cuenta de los sentimientos de deseo que tienen las
personas. No se desea a alguien solamente por placer, ni porque sea en quien uno desahoga
su natural pasión. Lo que se desea en última instancia es una conciencia Sartre observa una
gran diferencia entre el deseo sexual y el deseo habitual. Se puede desear beber agua y una
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vez que se ha hecho eso uno se siente saciado. Asi de sencillo, en cambio, el deseo sexual
implica un compromiso. La conciencia se ve invadida por el deseo, este último nos obstaculiza
el pensamiento

En el libro El deseo, Jean-Luc Nancy realiza una remarcable diferenciación entre los
diferentes conceptos, que fácilmente en la contemporaneidad pueden confundirse, brinda una
perspectiva sobre el deseo con un ejemplo muy simple, diferenciando la necesidad, del gusto,
del querer, de la codicia, del anhelo. Explica que por lo general estos conceptos suelen
confundirse, sobre todo cuando uno tiende a darle una perspectiva amorosa a dichas palabras.
Y es que, según el autor, el deseo amoroso nada tiene que ver con tener a alguien, con la
posesión del otro por la posesión misma, desear no remite a tener, sino una disposición que se
encuentra en constante movimiento, “[...]un impulso, una tensión, no para tener algo, sino para
simplemente ser alguien. Por esta razón no vivimos sino del deseo de vivir. […] El deseo de
vivir es, el deseo del deseo de vivir. Vivir es llevar la vida sobre el deseo que se tiene de vivir, y
la vida es desear continuar viviendo. (Nancy, 2017, p.27).

El filósofo de origen coreano Byung-Chul Han expresa en contraposición a lo expuesto por


Jean-Luc Nancy: “No se puede amar al otro despojado de su alteridad, sólo se puede consumir.
En ese sentido, el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentada en objetos sexuales
parciales. No hay una personalidad sexual.” (Han, 2014, p. 13)
En el primer apartado de la obra, llamado Melancolía, el autor manifiesta que se ha
proclamado la muerte del amor como síntoma epocal de una sociedad en la cual este perece a
merced del mercado financiero. Asimismo, establece una relación directa con la “positivación”
que utiliza el sistema neoliberal de exceso narcisista, para crear una cultura de lo igual que
hace desaparecer y destruye al otro, ocasionando la referida agonía del Eros y del deseo, ya
que de esa forma sólo logra poseerse y desearse a sí mismo.
De esta manera, surge la dificultad de encontrar al otro cara a cara con su alteridad,
aceptarlo y permitirle crecer en ella. Ese otro al ser amado se convertiría en sujeto de ese amor
y de ese deseo, ese que transformaría y sería transformado, posibilita el surgimiento del deseo
erótico. En este libro Han pone sobre el tapete temas de interés en la era hipermoderna tales
como el vínculo, el deseo, la pornografía, el erotismo y el amor, para fomentar un pensamiento
crítico acerca de la agonía del Eros como consecuencia de una sociedad donde impera lo
digital, exacerbando el exhibicionismo y el narcisismo.
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La autora Renata Salecl, en su libro Angustia, explica:
Con la fantasía, el sujeto crea para él o ella un escudo de protección contra la
falta; en cambio, en la angustia, el objeto que emerge en el lugar de la falta se
devora al sujeto, es decir hace que el sujeto se borre. La angustia también está
ligada de una manera específica con el deseo del Otro: lo que me provoca la
angustia es el hecho de que el deseo del Otro no me reconoce o, incluso cuando
tengo la sensación de que el Otro sí me reconoce, siento que el Otro no quiere
reconocerme lo suficiente. El Otro siempre me pone en cuestión, me interroga
en la exacta raíz de mí ser. (Salecl, 2018, p.60)
Según la autora, asi como el deseo nos induce a una pausa, en pos de la contemplación
de lo que hay, de lo que existe, según Jean-Luc Nancy; la angustia infiere lo mismo, pero
con efectos contrarios, provocando en el individuo un sentimiento aún más horrible que el
miedo, pues no se tiene claro qué es lo que la provoca.
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Conclusión
En el deseo se produce un movimiento, de algo hacia otra cosa. El supuesto objeto deseado
ya está definido pero no está presente, y el supuesto objeto es algo indefinido, que necesita del
objeto para poder determinarse.
El deseo es la fábrica de individuos autónomos, lo que no es una amenaza, sino, en ciertos
casos, un objetivo a seguir, el de alcanzar sociedades más adultas y responsables que
permitan al ser humano construir y desarrollar un proyecto que tenga presente al ser humano
como algo inacabado y en construcción, consciente de ello.
No debemos olvidar que emancipar no es permitirle a aquel que consideramos el otro
pensar como nosotros sino dejar que piense a su modo.
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Bibliografía

Descartes, R. (1997) Las pasiones del alma. Madrid. Editorial Tecnos.


Nancy, J. (2017) El deseo. Buenos Aires. Editorial Capital Intelectual.
Han, B. (2014) La agonía del Eros. Barcelona. Editorial Herder.
Salecl, R (2018) Angustia. Cuidad Autónoma de Buenos Aires. Editorial Ediciones Godot.

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