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El Calvario hacia la ciudad perdida

El comienzo

Los minutos no dejan de caminar por angostos y gélidos valles; persiguen con avidez una esperanza mal
lograda, la triste proeza de un querubín enamorado y el despojo de la divinidad con que lo terrenal sostiene
inmutado en un pecado de ignorancia y juegos retraídos. Así inicia la desventurada esencia de una recién
nacida estrella, el lucero que se extingue con el transcurrir del postor arbitrario del día y la noche, con los
gemidos de Eva despuntando el sol y cubriendo la enmienda para la siguiente siesta. Y por fin se da.

Con un parpadeo de sus delicados ojos entendió que no había vuelta atrás, con un llanto gutural y apasionado
quería decir ¡no más! y una primera lágrima sedosa y almidonada cae en el rio de los que se ahogan sin un
prototipo de héroe titular. Ya está, el lazo quebrado separa un hogar ideal.

Cayendo en la insondable y placentera muerte parcial, la estrella vislumbra imágenes no conocidas pero
familiares y reconfortantes; un álbum de vida que nunca ha sido escrito por sus longevos dedos, un alma vieja
con un cuerpo nuevo.

Pero la catarsis se detiene y entra con el compulsivo deseo de no entrar más al túnel de techos cubiertos con
guirnaldas y algodones de terciopelo, con una dama que sopla con recelo.

Así parte el primer anhelo extraído y extinto del aura multicolor, así emprende un viaje lleno de dolor, con el
original sueño de un ángel que cayó y con el golpe todos sus recuerdos al fondo del abismo fueron a dar.

Despertando

"ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día"

Lento es el transcurso de la vigilia, deseando que la alborada vespertina no ilumine de nuevo su cuartel de
cristal, que aguarda en un atiborrado cuadro de pinceles y acuarelas oníricas. Plastificadas diversiones y
roídos libros fantásticos, aquellos que enamoran a las damas desesperadas de consuelo y afecto, los mismos
que alientan al niño en no apagar el motor que lo mantiene unido a su filial verdadero. De esa manera
empieza otro día de los caídos en la tierra.

Infinita tristeza invade los espejos de su alma, al darse cuenta cuando sale de su quimera burbuja en el
decadente paisaje que retoza fingiendo ser la ecuanimidad natural, procedente de los bastardos de una
deidad que duerme y no contesta a las jaculatorias de los que infelices construyen la escalera, donde los ha
de llevar nuevamente al término de la utópica tierra sin hambre, frío o guerra. Y a pesar del sufrimiento callado
y cargado, sobre su espíritu limpio se conserva la virtud de la fe incondicional, una convicción que se
malgastará y desangrará hasta quedar el cuerpo casi inerte, vulnerable a los peligros de la casa de la
perdición. Un destino marcado e incorregible.

Muchos miran pero no ven, pocos escuchan y aprenden. En cada rincón de una calle oscura y disipada una
flor de loto abre sus pétalos, desgaja un perfume de renovación y alegría, entona un himno a sus hermanos
aun en gracia, rasga el tejido de sus extremidades perfectas y renace un prospecto. Calla un instante, respira
con dude y camina por la calle que lo llevará a la ciudad perdida de sus sueños en la abstinencia.

Disipando la Inocencia

"Hoy desperté y quise correr, en medio de cúmulos sucios y empantanados, bajo el cielo oscuro y quemado,
con un niño en brazos"

Pensar que el ayer era solo un espejismo, un artículo de decoro, un velo cegando los ojos. Pensar que los
juegos eran el viaje hacia lo infinito e imaginado, pensar en la posibilidad de quedar niño y salvarse de esta
perdición.

Tarde es, gris es el cielo, húmedo el viento, triste el momento; en llamas los colores de una flor, la muerte
busca un coautor. Hay que esconderse si no quieren que el gran maestro los lleve, si no cantan su canción de
noche, si no cortan el lazo de la inocencia que los detiene.

Después... ya no hay después. Todo queda catatónico, frio y callado.


Algo se sacude en lo más profundo de la estrella que crece; una reacción más allá de explicación surte efecto
en el pensamiento. Se abre a sus pies un abismo tan profundo y tenebroso, lívido, vertiginoso; la estrella
huye, un demonio abarca sus pasos, se precipita al vuelo, sus alas aun no están cosidas, se cae sin remedio.

Ángeles caídos acompañan una procesión sin medida, llevan a cuestas el cuerpo del hado, lo sujetan a
fuertes cadenas, lo bañan en sangre de miseria. Aquí se tiende uno más de los que sin saber volar alzaron
sus alones y cayeron al inframundo de todos sus pesares.

Diario

Son tan profundos los sentimientos con los que día a día carga mi cuerpo, tan pesada es la enmienda que
sutura el aliento, envuelve en una sofocada caja los recuerdos de una fotografía vieja, embalsama el dolor y lo
lapida en el pensamiento de una amargada dama. Es el funeral de la vida doblegada.

Oscuro es el día e inútil mi huida, con una maleta a cuestas se guarda la bitácora de despedida, pero la
hojarasca la elude y separa la carga del barco fantasma. Las fuerzas se desvanecen con la tormenta sin
tregua, mis esperanzas vuelan con violentos vientos, chocan con las piedras, caen en la cuesta. En la caída,
las tinieblas se alzan en una danza fortuita, bailan al pulso de un corazón marchito, cantan con gemidos el
dolor resonante en el alma de esta solitaria dama.

Cuando por fin el alud cesa, el rey y señor de la tristeza me acoge con parsimonia en sus brazos de padre
entregado, me arrulla con un minué de Hadas malditas, arropa mi desnudo cuerpo con el olvido de todo ahora
desconocido. Sin embargo, no ha sido perpetuo aquel significante sueño, ahora, despierto bañada en aceite
de fragancia en una cama que antes fue ignorada, un cuarto extraño a la retina, hambrienta de la omisión, y
espero con angustia la caída del sol para descubrir mi pecho y entregarme al narcótico que traen las estrellas
en un barullo de demonios y espectros sin razón.

La perdición del Sosiego

"con una navaja en mi mano desangré todo el pudor y la cortesía atada a un régimen de apariencias y
escondidas vidas a mi alrededor. En un pacto sin tregua jure irme de mí misma y empezar a hacer parte de lo
que muchos dicen la locura inmediata. Yo le llamo la liberación de la especie".

Bajo la lluvia caminan los tristes y avergonzados títeres libres de un show sin precedentes, esos que muchos
entran a ver y ríen sin contener, esos que muestran más allá de lo que el ojo humano ha podido vislumbrar, o
mejor dicho, de lo que el humano ha podido aceptar de su propia existencia. Es curioso darse cuenta que
mucho de lo que se enreda en palabrerías y cantos injuriosos de un relato arrancado de la misma savia es
solo un pobre espectáculo intentando sostenerse en sus dos vigas mal hechas y destruidas por las víboras de
un ponzoñoso lugar, pero es más triste aun entender que esa pasajera distracción es solo un espejo de su
condición.

Aquí va, solitario camina aquella alma errante y sin causa, sin rumbo ni espera, cansada, hastiada de un
mundo invadido de suicidas inconscientes, aquellos que destruyen todo lo que tocan y dicen acoger más este
lecho que ya moribundo lanza sus quejidos, advertencias y malos augurios a los principales asesinos. Batida
va ese ángel con sus alas incineradas, queriendo volver al cielo y olvidar tan maldita pesadilla.

Ahora si se da cuenta de que cada esquina que pisa no es del color que mira, es blanco o negro, que lo que
come es dulce o amargo, lo que toca es duro o blando, de que nada tiene intermedios, de que todo es malo o
bueno, y que es malo o bueno, es bueno matar a un hombre o es malo amar a una persona. Ya nada se
distingue frente a sus ojos, todo decae y se sume en una profunda oscuridad, como un agujero negro lo
absorbe la melancolía y no permite la entrada a la luz.

Tras esa calma aparente en que calaba su escenario ha volcado en una terrible tempestad, sin un héroe a la
vista, sin salvaguardarse del pavoroso ambiente. En el aire se siente la muerte acercándose, una pistola cae
en sus manos, una fotografía vieja recuerda años hermosos, el destino le habla en susurros, le muestra dos
caminos. Este ángel perdido se levanta sobre el ojo del huracán y se convierte en un demonio sin freno.

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