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Presentación
Ello indica que sus autores directos e indirectos no han adquirido un conocimiento
del propio concepto de marca y sus requisitos: sigue predominando una noción
superficial, “doméstica”, ajena a toda especialización técnica.
En una segunda parte, tomaremos contacto con la problemática técnica del diseño
gráfico y del diseño de marcas a través de algunos trabajos modélicos de tres
diseñadores gráficos líderes en el campo de la identidad corporativa.
1. La función marca
Las función específica de una marca gráfica institucional es “identificar” en sus dos
acepciones: “señalar” y “determinar”. La metáfora de la firma autógrafa resulta
bastante aproximada: legitima la autoría del mensaje firmado y trasmite alguna
característica esencial del autor (tal, el nombre y el “talante”). Y poco más.
Todo otro servicio que pueda prestar una marca gráfica institucional (describir,
adjetivar, etc.) será necesariamente aleatorio u opcional, es decir, no generalizable
a todos los casos.
La misión primaria de la marca es, por lo tanto, individualizar; o sea, conseguir que
algo que es genérico pase a ser específico, único: “des-commoditizar”.
Para instituirse como tal, la marca exige, antes que nada, dos condiciones de
uso: especificidad y estabilidad. O sea que debe emitirse y recibirse como marca
gracias a su adecuada localización sintáctica en todos los mensajes. Y debe
reiterarse a lo largo del tiempo sin modificaciones o con leves inflexiones,
interpretables como “evolución” de la misma marca.
A su vez, para mejor cumplir su función identificadora, la marca debe satisfacer
dos características morfológicas universales: singularidad y pregnancia. La marca
debe diferenciarse de sus homólogas tanto como lo exija su relación con ellas y
debe garantizar su recordación y posterior reconocimiento.
La segunda acepción de “identificar” era, “determinar” o sea, referir al sujeto
identificado concreto. Se trata de un anclaje que garantiza la relación del signo con
el sujeto. Esta referencia comienza por su propio nombre que, en muchos casos,
suele ser el único dato transmitido efectivamente por la marca gráfica.
Más allá de la alusión al sujeto particular e, incluso, más importante que ella, esta
función “determinativa” se cumple básicamente a través de la morfología y estilo
del signo, que inscriben al sujeto en su paradigma institucional específico: un
ayuntamiento no debe parecer un supermercado, una fiesta mayor no debe
parecer una empresa industrial.
Esta función es válida, pero no universal: no en todos los casos es pertinente que
los signos identificadores narren o describan algo. La iconicidad de la marca
gráfica es una variable dependiente de la estrategia identificatoria apropiada al
caso.
Y en los casos en que tal función resulta válida, esa validez no proviene tanto de la
alusión a la realidad narrada como de la pertinencia de la actitud narrativa al
emisor particular. Lo que capitaliza el sujeto de su marca narrativa no es tanto lo
narrado como su atributo de narrador: el describir llanamente algo, el aludir de
modo directo a algo. Cierta ingenuidad o frescura implícita en lo icónico puede
resultar indicada al estilo del sujeto, por encima de las características de lo aludido
por el icono. La prueba de ello la da el hecho de que lo narrado puede muy bien no
aludir de modo evidente a la realidad del sujeto (la mariposa de CIBA).
La significación válida de una marca es aquella registrada por sus públicos: todo
significado oculto, latente o asignado meramente por el emisor puede resultar
válido y oportunamente instrumentable; pero no es lo que define a la marca en su
función específica de identificar.
Tal como ocurre con los nombres personales. En el nombre personal “Rosario” la
referencia al rosario desaparece del significado, que es llenado por la idea de la
persona (resignificación); y el “llamarse” Rosario deviene “ser” Rosario
(naturalización).
2.0. General
No todos los destinos turísticos que son una auténtica “marca” (Barcelona) poseen
o necesitan una marca gráfica.
Por lo tanto, tal marca gráfica aparece sólo cuando resulta indispensable (p. ej.
para sacar del anonimato a un destino) o cuando se implementa una política
turística basada en ella.
Como toda marca, se ajustará a los requisitos descritos anteriormente (ítem 1),
adaptados a su sector; o sea, dará satisfacción a las exigencias que le permitan
cumplir sus funciones de “señalar” y “determinar” el destino respectivo.
2.1.2. La estabilidad
2.1.3. La individualidad
2.1.4. La pregnancia
La estructura del signo debe ser un “ayuda memoria” para su retención: simetría,
asimetría, direccionalidad, solidez, linealidad, centralidad, expansión centrífuga,
concentración centrípeta, son ejemplos de rasgos mnemotécnicamente eficaces.
Estas características formales pueden ser reforzadas, a su vez, por los rasgos
cromáticos (univocidad cromática, posibilidad de verbalizar el color) y por
referencias semánticas (iconos o figuras geométricas reconocibles y nombrables).
Tanto “la Antártida” como “Venecia” son sistemas de valores culturales instituidos;
y son precisamente esos valores los que permiten que esos lugares se
transformen en mercancía turística.
Este anclaje puede ser obvio e inmediato —tal es el caso del propio logotipo que
indica explícitamente el nombre del lugar— o puede no serlo y requerir un proceso
de difusión que lo instale. O bien puede localizarse en una situación intermedia en
que el anclaje resulte obvio para un determinado público y críptico para otro.
Pues esta variación se produce no sólo por las características de la marca sino
también por las características de los receptores: el anclaje del signo con el
destino no se producirá del mismo modo en todo público. La audiencia de la marca
turística es, por lo general, de alcance universal en lo social y en lo territorial y, por
lo tanto, las matrices de lectura del signo serán inevitablemente variables.
3.0. General
Para elegir el modelo general a que ha de responder el signo habrá que considerar
sus respectivas ventajas y desventajas y definir una estrategia adecuada al caso.
La marca turística más eficaz es aquélla cuyas características respondan a una
estrategia identificatoria acertada.
Es decir que, antes de considerar los rasgos particulares de una marca gráfica, se
deberá optar fundamentadamente por un determinado tipo de marca dentro de la
riquísima tipología disponible.
Dichas estrategias pueden diferenciarse por el tipo de mensaje en que cada una
pone el acento al configurar la marca. Y podemos detectar cinco actitudes
claramente diferenciadas que, a su vez, comportan “talantes” identificatorios e
incluso contenidos discursivos distintos. Las identificaremos con los siguientes
calificativos:
La marca de México, en cambio, apuesta claramente por la “E” (el nombre); pero
se hace ayudar por la “B” (gráfica emblemática precolombina).
recordación-reminiscencia-remuneración
referencia-alusión-narración-descripción
anuncio-preanuncio-presentación
invitación-ofrecimiento-promesa
atracción-tentación.
Este criterio es el más ingenuo de los cinco: se apoya en la creación de una
imagen representativa del lugar. Y esta referencia puede realizarla mediante el
recurso de la escenificación o la enumeración de elementos típicos. Por la primera
vía, la del “sintagma”, el signo reclama la atención sobre un paisaje o una escena
típica, natural, cultural, urbana, etc. a modo de preanuncio del destino. El signo
obra, así, como una suerte de pequeña postal.
Por la segunda vía, la del “paradigma”, el signo acumula, sin articularlos, los
iconos más representativos del lugar. Obra así como una suerte de catálogo de la
oferta turística.
Más sofisticada que la anterior , esta estrategia apela a cierto nivel de abstracción:
la relación convencionalizada entre un signo generalmente icónico y la identidad
del lugar. Aquí lo que opera en la identificación del destino no es la descripción
sino la simbolización en sentido estricto: metáforas o sinécdoques socialmente
instituidas, tengan o no relación real y ostensible con el lugar.
Esta actitud desplaza el convenio entre emisor y receptor hacia otros planos, en
los que priman las siguientes connotaciones:
Por ello reclama, más que cualquier otra, una altísima fuerza gráfica y cultural y
una aplicación sistemática e intensiva. Pero también indica una convicción
promocional muy alta: la autonomía de la marca turística es correlato de la férrea
voluntad de consolidar una política de promoción.
Esta estrategia también implica una ruptura con los criterios anteriores: renuncia al
anclaje icónico y también a todo otro signo que no sea el verbal. Ello conlleva un
nuevo talante identificatorio que instaura los siguientes acuerdos tácitos:
Esta estrategia presupone que el lugar (país, ciudad, región) está cargado de
significados públicamente reconocidos, que posee un posicionamiento y un nivel
del exposición altísimos y que toda adjetivación no hará sino obrar en desmedro
de su imagen al “bajarla” ó parcializarla.
3.6. Conclusiones
Queda demostrado que las cinco estrategias gráficas no son equivalentes: cada
una lleva implícita una serie de significaciones y plantea unas posibilidades y unas
limitaciones, unas conquistas y unos renunciamientos.
la ingenuidad de la narrativa,
la fuerza poética de la icónica,
la institucionalidad de la nacional,
la agresividad sectorial de la autónoma
la franqueza y autosuficiencia de lo verbal.
No hace falta una indagación minuciosa para notar, por las propias características
de las marcas, que la amplísima mayoría poseen una finalidad promocional
exclusivamente turística.
Tampoco se observa una síntesis con las marcas de promoción interna, de uso
muy extendido especialmente en el caso de las ciudades.
No obstante los casos en que sería recomendable una sinergia marcaria son
seguramente muchísimos y, tal sinergia no se observa en el universo considerado.
Para ilustrar con un ejemplo: un icono de uso universal con variantes de aplicación
sectorial siempre será más efectivo que un repertorio inconexo de marcas
heterogéneas y normalmente de distinto estilo y nivel de calidad.
5.1.2.
5.2.1.
5.2.2.
Una segunda conclusión está relacionada con los predominios cuantitativos de las
estrategias, que presentan el siguiente orden:
1° B. Icónica.
2° A. Narrativa:
3° E. Verbal:
4° C. Nacional:
5° D. Abstracta:
Será útil un comentario de cada caso.
5.2.3.
Las razones de este privilegio son fáciles de detectar: la vía simbólica es válida
para todo tipo de lugar y, además, coincide con la noción más divulgada de
“marca”, que consiste en identificar al sujeto mediante la alusión a su característica
más saliente (París=Torre Eiffel).
5.2.4.
5.2.5.
El tercer lugar, con distancia, lo ocupan las marcas verbales. Estas son
reivindicables por su altísima univocidad.
La opción por esta estrategia delata una actitud más realista y una percepción más
aguda de la función-marca. La arista crítica, en este caso, es la pérdida de
pregnancia visual: sólo los nombres breves (PERÚ) pueden garantizar una lectura
en bloque, o sea, como auténtica marca.
Esta limitación le pasa una fuerte responsabilidad al diseño gráfico, que debe
resolver el modo de transformar una palabra en una imagen pregnante; logro que
no es demasiado frecuente en el universo considerado.
5.2.6.
Las marcas “nacionales” ocupan el cuarto lugar no casualmente: sólo los países
pueden aspirar a que sus banderas o símbolos nacionales sean reconocidos
internacionalmente, y, aún así, sólo lo logran aquellos con una alta exposición
mundial: USA, Inglaterra, Francia, Japón, etc.
Los destinos locales también pueden recurrir a sus blasones; pero asumiendo que
ante sus públicos externos, serán tan arbitrarios como cualquier símbolo abstracto.
En función de este freno, los signos oficiales predominan sólo en las marcas
nacionales.
5.2.7.
Finalmente aparecen las marcas “autónomas” y esta escasez también es
entendible.
5.2.8.
Esto es verificable de modo más directo con sólo comparar destinos de perfil
similar: a pesar de estar sometidos a condiciones de identificación idénticas y
poseer finalidades y mercados similares, han optado por estrategias gráficas
diametralmente opuestas.
5.3.1.
5.3.2.
Desde esta óptica, puede afirmarse sin duda alguna que en el universo analizado,
las marcas con alta calidad de diseño son franca minoría. Aplicando los
parámetros de calidad y rendimientos básicos, sobresalen cuatro defectos:
5.3.4.
5.4.1.
Un estudio de recordación de marcas, aún realizado, dentro del propio medio
profesional del turismo y limitado a los destinos de primera magnitud, demostraría
sin lugar a dudas que el número de marcas turísticas efectivamente reconocidas
es proporcionalmente ínfimo.
Y, seguramente, la mayoría de las marcas recordadas serán vistas como meros
editamentos alegóricos, ilustraciones complementarias de la publicidad y no como
auténticas marcas. Es decir que la amplísima mayoría de las marcas turísticas
no logran cumplir su función específica.
5.4.2.
5.4.3.
A tenor de los hechos, es evidente que predomina la idea de que todo vale, que
cualquier marca, si es diferente, identifica diferenciadamente. Podríamos señalar
que los defectos en la gestión del diseño de marcas provienen de cuatro falencias
básicas:
Desconocimiento del concepto de calidad gráfica propiamente dicha.
Desconocimiento de las variantes estilísticas y sus pertinencias.
Desatención a los rendimientos técnicos.
Desconocimiento de los servicios técnicos adecuados para el diseño
de marcas.
El estudio realizado permite señalar, a modo de diagnóstico final que el problema
troncal radica no tanto en diseño, como en la capacidad de gestión.