Me han hecho dos encargos, que escoja a una artista que me interese y que preparemos

juntas lo que nos diera la gana. Regina de Miguel es la artista y a partir de un texto que escribe
para la última exposición de Injuve vamos a emprender un viaje estelar, interrumpiendo el
texto con historias e imágenes. Saltando de pensamiento en pensamiento para descubrir su
último trabajo.

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La bilis negra es una sustancia que en exceso es temible y peligrosa, potencia la capacidad
creativa al igual que te puede llevar a la locura.

En el siglo 1 a.c. Hipócrates creó la teoría de los cuatro humores que se identificaban como
sangre, flema, bilis y bilis negra. Para estar sano deberías de tener un equilibrio entre dichas
sustancias. A cada humor le correspondía un temperamento, el optimista, el irritable, el
impasible y el melancólico que correspondía a la bilis negra. Aristóteles fue más allá y relacionó
el humor melancólico con el talento en las artes y las ciencias.

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Hace años que pienso mucho en las gorgonas, esas deidades del inframuno, terribles como su
nombre indica. Sólo una de ellas era mortal, Medusa. La única que además fue desterrada,
demonizada y culpada por desatar las pasiones incontrolables de otro dios, Poseidón. Es
Perseo el que la mata y corta su cabeza. Las gotas de sangre que cayeron al mar se
convirtieron en coral, mientras que las que cayeron en la tierra se convirtieron en serpientes.

Las islas se usaron como lugar de reclusión para alojar los tres modos más comunes de
aislamiento que son los monasterios, las cárceles y los psiquiátricos. Curiosamente había una
cárcel en la isla Gorgona en Colombia, el nombre se lo pusieron porque la isla estaba llena de
serpientes, ahora se hace buceo para observar sus fabulosos corales. Pero no es la única isla
Gorgona, hay otra en Italia que mantiene el mito del castigo de Medusa ya que todavía sigue
siendo cárcel.

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“Todo está bien si empieza bien y no tiene fin: el mundo perecerá, nosotros quedaremos” esta
es la última frase que los espectadores escucharon antes de que el telón cayera en un teatro
de San Petersburgo en 1913. Acababan de ver una ópera que fue definida por sus autores
como la victoria de la tecnología sobre la fuerza cósmica y el biologismo.

La lucha y captura del sol termina en un nuevo mundo y un nuevo hombre emancipado de la
naturaleza. La ópera se llamaba “La victoria sobre el sol” y fue creada por tres amigos que
pertenecían al movimiento futurista ruso Mikhail Matiushin, Aleksei Kruchenich y Kazimir
Malevich.

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Esto me recuerda al aura de Bejamin. Las masas tratan de acercarse a la obra de arte por
medio de su reproductividad técnica, como consecuencia, la obra pierde su aura, su aquí y su
ahora. Después de este cambio el público tiene que tomar una actitud diferente, ya no puede
ver al arte como objeto divino o de veneración. A partir de esto ya no hay preocupación por la
autenticidad de la obra, sino que se busca la imagen en sí.

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Ahora más que nuca estamos conectados, integrados en una red de nexos virtuales. Esta red
es una especie de mente colectiva que recuerda a ideas antiguas. En el renacimiento italiano
Giulio Camillo pensó en una máquina mental que contuviera todas las ideas y pensamientos
del hombre. Esta tendría forma de anfiteatro y las palabras, imágenes e ideas quedarían
ordenadas en un juego de relaciones.

El Teatro de la memoria es un edificio interior que como él explicaba guarda” todo lo que la
mente humana piensa y crea pero no se ve con los ojos del cuerpo y que se oculta en la
profundidad de la mente”.

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No puedo evitar hablar de los gabinetes de curiosidades. Desde el siglo XVI se intenta recopilar
objetos, plantas, animales y minerales raros que llegaban de todas partes del mundo. Con las
exploraciones y viajes aparecieron especies nunca antes vistas y con ellas el deseo de clasificar.
El público asistía fascinado a los gabinetes de curiosidades o cámaras de las maravillas donde
se guardaban cual tesoros fósiles, artefactos, extraños animales disecados, esqueletos,
grabados, pinturas, fetos en formol, piezas arqueológicas y un largo etcétera.