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Selección de Textos.

Antropología.

Profesor Nicolás González Vidal.


Carrera: Administración de Servicios.

I.- Filosofía, antropología y vida

Alasdair MacIntyre: 1928-X.

1.- “Se ha atribuido diversamente a Jean Jacques Rousseau el surgimiento del


romanticismo, la decadencia de Occidente y –lo que es más admirable– la Revolución
Francesa. Circula el relato –posiblemente apócrifo– de que Thomas Carlyle cenaba una
vez con un hombre de negocios, que se cansó de la locuacidad de Carlyle y se dirigió a él
para reprocharle: «¡Ideas, señor Carlyle, nada más que ideas!». A lo que Carlyle replicó:
«Hubo una vez un hombre llamado Rousseau que escribió un libro que no contenía nada
más que ideas. La segunda edición fue encuadernada con la piel de los que se rieron de
la primera»”. Historia de la ética, pág. 179.

Manuel García Morente: 1886-1942.

2.- “Esto quiere decir que la filosofía, más que ninguna otra disciplina, necesita ser vivida.
Necesitamos tener de ella una ‘vivencia’ [ejemplo de las fotos y mapas v/s el paseo por
París] Entres veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y
minuciosa colección de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea, una
representación, un concepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es ponerse
uno realmente en presencia del objeto, esto es: vivirlo, vivir con él; tenerlo propia y
realmente en la vida; no en el concepto que lo substituya; no la fotografía que lo
substituya; no el plano, no el esquema, sino él mismo. Pues, lo que nosotros vamos a
hacer es vivir la filosofía. Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en una
selva; entrar en ella a explorarla”. Lecciones preliminares de filosofía.

Giuseppe Savagnone: 1902-1984.

3.- “La verdad que la filosofía busca no es sólo la que deriva de la simple constatación de
los hechos. El filósofo […] plantea la cuestión del sentido que en ellos se esconde y que
los torna inteligibles”. Theoria. Alla ricerca della filosofía.

Reinhard Lauth: 1919-2007.

4.- “La filosofía tanto depende de la vida como conduce de nuevo a ella; es más,
primero debe haber salido la filosofía de la vida para que luego pueda repercutir sobre
ella”. Concepto, fundamentos y justificación de la filosofía.
Gabriel Marcel: 1889-1973.

5.- [Misterio es] “un problema que rebasa sus propios datos, invadiéndolos por decirlo
así y trascendiéndose con ello a sí mismo como simple problema”. Filosofía concreta.

6.- “El problema es algo que encontramos, que obstruye el camino. Está todo entero
delante de mí. El misterio, por el contrario, es algo en lo que yo me encuentro
comprometido, cuya esencia es por consiguiente no estar todo entero delante de mí. Es
como si en esta zona la distinción de en mí y delante de mí perdiera su significación”. Ser y
tener.

Francesco Petrarca: 1304-1374.

7.- “Él [el averroísta (naturalista)] sabe muchas cosas acerca de las fieras, de los pájaros
y de los peces, y conoce bien cuántos pelos tiene la melena del león y cuántas plumas hay
en la cola del gavilán, y con cuántas vueltas el pulpo rodea al náufrago [y sigue una larga y
pintoresca lista de curiosidades del mismo género] Tales cosas, en gran parte, o son falsas
–lo que se vuelve evidente cuando se tiene experiencia de ellas- o resultan desconocidas
para aquellos mismos que las afirman. Por lo tanto son creídas con excesiva facilidad,
porque están lejos y se las acepta demasiado libremente. Empero, aun cuando fuesen
verdaderas, en nada auxiliarían a la vida bienaventurada. En efecto, me pregunto para
qué sirve conocer la naturaleza de las fieras, de los pájaros, de los peces y de las
serpientes, pero ignorar o no preocuparse de conocer la naturaleza del hombre, para qué
hemos nacido, de dónde venimos y hacia dónde vamos”. Sobre la propia ignorancia y la
de muchos otros.

Soren Kierkegaard: 1813-1855.

8.- “Sucede a la mayoría de los filósofos sistemáticos, respecto a su sistema, como a


quienes construyen un castillo y después se marchan a vivir al pajar: por su propia
iniciativa ellos no viven en esa construcción sistemática. Pero en el campo del espíritu todo
esto constituye una objeción capital. Aquí los pensamientos, los pensamientos de un
hombre deben ser la habitación donde él vive, de lo contrario, habrá problemas”.
Postilla conclusiva a las Migajas filosóficas.

9.- “El pensamiento puro es abstracto. Pero ¿de qué hace abstracción el pensamiento
puro? De la existencia, es decir, de lo único que debería explicar”. Postscriptum a las
Migajas filosóficas.

10.- [El hombre es ‘sujeto’ y la ciencia lo considera como ‘objeto’]: “Que se trate así a las
plantas, las estrellas y las piedras…; pero hacer lo mismo con el espíritu humano es una
blasfemia buena tan sólo para debilitar la pasión de la ética y la religiosidad”. Diario.
11.- [K busca otra cosa] “algo que, a pesar de no ser cosa mía, nazca de las profundas
raíces de mi vida, que me arraigue, por decirlo así, en lo divino y me sostenga, aun
cuando el mundo entero se derrumbe”. Diario.

12.- “Lo que en el fondo me falta es ver claro en mí mismo, saber qué he de hacer y no
qué he de conocer, salvo en la medida en que el conocimiento debe proceder a la acción.
Se trata de comprender mi destino, de descubrir aquello que Dios en el fondo quiere de
mí, de hallar una verdad que sea tal para mí, de encontrar la idea por la que pueda
vivir y morir”. Diario.

13.- “Para la reflexión objetiva la verdad se convierte en un objeto y de lo que se trata


entonces es de dejar de lado el sujeto. En cambio, para la reflexión subjetiva la verdad es
la apropiación, la interioridad, la subjetividad y se trata de profundizar, existiendo, en la
subjetividad” Postilla conclusiva no científica a las Migajas filosóficas.

14.- “En todo género animal, la especie es la cosa más alta, es la idealidad; el individuo, en
cambio, es una realidad precaria que de continuo surge y desaparece. Sólo en el género
humano, la situación, a causa del cristianismo, se invierte y el individuo es más alto que
el género”. Diario.

15.- “Si hubiera de pedir un epitafio para mi tumba, sólo pediría éste: ‘ese individuo’,
aunque tal categoría no sea por ahora comprendida. Más tarde lo será. Con la categoría de
individuo, cuando todo se reducía aquí a amontonar sistemas, yo apunté polémicamente al
sistema y ya no se habla más de ello. A esta categoría va ligada mi posible importancia
histórica… El individuo es y será el ancla que ha de detener la confusión panteísta”.
Diario.

II.- El asombro frente al misterio de la existencia humana.

G. K. Chesterton: 1874-1936.

16.- “Inventé una teoría mística rudimentaria y pésima, que era propiamente mía. Y es,
en substancia, lo que sigue: que incluso la mera existencia reducida a sus límites más
primarios, era lo suficientemente extraordinaria como para ser estimulante. Cualquier
cosa era magnífica comparándola con la nada”. Autobiografía.

17.- “Intentaba vagamente fundar un nuevo optimismo, fundado no en la máxima sino


en la mínima bondad. No me importaba el pesimista que se queja de que había tan poco
bueno. Pero me sentía furioso –hasta el punto de querer matar- con el pesimista que
pregunta para qué sirve lo bueno”. Autobiografía.

18.- “Esta facultad elemental de asombro no es, sin embargo, un hábito fantástico creado
por los cuentos de hadas, sino que, al contrario, de ella parte la llama que ilumina los
cuentos de hadas. Así como a todos nos gustan las historias de amor en virtud de
nuestro instinto sexual, así nos gustan las historias maravillosas, por excitar la fibra de
un antiguo instinto de asombro. Pruébalo el hecho de que, cuando muy niños, no
necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de suyo bastante
interesante. A un chico de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se
encuentre con un dragón; pero a un chico de tres años le emociona ya bastante que Perico
abra la puerta (...) En el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria (...). La
vida es tan preciosa como enigmática; es un éxtasis, por lo mismo que es una aventura; y
es una aventura porque toda ella es una oportunidad fugitiva”. Ortodoxia.

19.- “Siempre había yo sentido de un modo vago que los fenómenos eran milagrosos, o si
se quiere, que siempre son maravillosos; pero desde entonces empecé a juzgarlos
milagrosos, por otra razón más esencial: por ser voluntarios. Quiero decir que los
fenómenos eran, o son, actos reiterados de una voluntad que los produce. En resumen: que
siempre había yo creído que el mundo ocultaba algún poder mágico; pero, desde
entonces, creí también que ocultaba algún mago. De aquí mi profunda emoción; una
emoción siempre presente y subconsciente: la que brota de reconocer que nuestro mundo
tiene algún objeto verdadero; y si hay algún objeto es porque hay alguna persona. Siempre
me ha parecido que la vida era, ante todo, un cuento. Y esto supone la existencia de un
narrador”. Ortodoxia.

20.- “Los poetas no se vuelven locos; los jugadores de ajedrez, sí. Los matemáticos y
los contadores también se vuelven locos; pero los artistas creadores, rara vez. (…) No
pretendo, como se verá, atacar la lógica, quiero apenas señalar que ahí, en la lógica, y no
en la imaginación, es donde está el peligro”. Ortodoxia.

21.- “La poesía es sana porque fluctúa a placer en un mar infinito, la razón, en cambio,
trata de atravesar el mar infinito haciéndolo finito. El resultado de todo esto es el
agotamiento mental (…) Aceptar todas las cosas es un ejercicio, pero comprender todas
las cosas es un frenesí. El poeta desea solamente la exaltación y la expansión, un mundo
donde poder distenderse. Él pide, solamente, introducir la cabeza los cielos. Es el lógico
el que busca introducir los cielos en su cabeza. Y es su cabeza la que estalla”. Ortodoxia.

22.- “Mientras tenéis el misterio, tenéis la salud, cuando destruís el misterio, creáis la
insania”. Ortodoxia.

23.- “El hombre común ha sido siempre sano porque el hombre común ha sido siempre
un místico. Ha permitido el claroscuro. Ha tenido siempre un pie en la tierra y otro en el
país de las hadas (…) Se ha preocupado siempre más por la verdad que por la
consistencia”. Ortodoxia.

24.- “El lógico mórbido procura tornarlo todo lúcido y consigue tornarlo todo
misterioso. El místico permite que una cosa sea misteriosa y todo se torna lúcido. La
única cosa creada que no podemos mirar, es aquella en cuya luz vemos todas las cosas.
Como el sol al mediodía, el misterio aclara todas las cosas por el fulgor de su victoriosa
invisibilidad. El intelectualismo aislado es como una claridad de luna, porque es una luz sin
calor reflejada por un mundo muerto. Los griegos tenían razón cuando hicieron a Apolo
dios de la imaginación y de la salud, pues era, al mismo tiempo, patrono de la poesía y de la
medicina (…) Ese trascendentalismo del cual todos los hombres viven, tiene,
primariamente, algo de la posición del sol en el firmamento. Tenemos conciencia de él
como de una espléndida confusión: es algo brillante e informe, al mismo tiempo resplandor
y mancha. Pero el círculo de la luna es tan claro e inequívoco, tan recurrente e inevitable
como el círculo de Euclides en un pizarrón. Porque la luna es enteramente razonable y la
luna es madre de los lunáticos y a todos ellos dio su nombre”. Ortodoxia.

25.- “Loco no es una persona que ha perdido la razón. En realidad, loco es el que ha
perdido todas las cosas, menos la razón. Su mente se mueve en un círculo perfecto, pero
demasiado estrecho”. Ortodoxia.

26.- “El misticismo nos mantiene sanos. Mientras vives el misterio, gozas de buena salud;
si destruyes el misterio, creas mortalidad. La gente normal siempre ha sido sana, porque el
hombre normal siempre ha sido un místico. El misterio más grande del misticismo
consiste en que el hombre puede entender todas las cosas con ayuda de lo que no
entiende. El lógico enfermizo intenta aclarar toda la realidad, pero lo que consigue es
hacerla misteriosa. El místico, por su parte, deja que algo siga siendo misterioso, y todo
lo demás resulta lúcido”. Ortodoxia.

III.- Filosofía, ciencia y técnica.

Ernst Friedrich Schumacher: 1911-1977.

27.- “La ciencia no puede producir ideas que nos sirvan para vivir. Aun las grandes
ideas de la ciencia no son más que hipótesis de trabajo útiles para los propósitos de
estudios especiales, pero de ninguna manera aplicables a la conducción de nuestras
vidas o a la interpretación del mundo. Si un hombre busca educación porque se siente
enajenado o perdido, porque su vida le parece vacía y sin sentido, no podrá obtener lo
que está buscando por el estudio de cualquiera de las ciencias naturales; en otras
palabras, por adquirir el «saber cómo». Ese estudio tiene su propio valor, el cual no
deseo disminuir, le comunica al hombre una gran cantidad de información acerca de cómo
funcionan las cosas en la naturaleza o en la ingeniería, pero no le dice absolutamente
nada acerca del significado de la vida y de ninguna manera puede curarle de su
enajenación e íntima desesperación”. E. F. Schumacher, Lo pequeño es hermoso, Akal,
2011, Madrid, pág. 90.

28.- “Ya he dicho que una educación meramente científica no puede hacer esto porque
trata sólo con ideas instrumentales, mientras que lo que necesitamos es la comprensión
de por qué las cosas son como son y qué es lo que tenemos que hacer con nuestras
vidas. Lo que aprendemos al estudiar una ciencia particular es de cualquier manera
demasiado concreto y especializado en relación a nuestros propósitos más amplios. Por
esto volvemos a las humanidades para obtener una visión más clara de las ideas grandes y
vitales de nuestra época. Aun en las humanidades podemos empantanarnos en una
maraña de academicismos especializados que llenen nuestras mentes con multitud de
pequeñas ideas que son tan inapropiadas como las ideas que podemos recoger de las
ciencias naturales. Pero también podríamos ser más afortunados (si eso es ser afortunado) y
encontrar un maestro que «aclarara nuestras mentes», que clarifique las ideas (las grandes
y universales que ya existen en nuestras mentes) y de esta manera hiciera que el mundo
fuese algo inteligible para nosotros. Tal proceso merecería ciertamente ser llamado
«educación» ¿Y qué es lo que obtenemos de este proceso en la actualidad? La visión de un
mundo desolado en el que no hay sentido ni finalidad, en el que la conciencia del hombre es
sólo un accidente cósmico desafortunado, en el que la angustia y la desesperación son las
únicas realidades últimas”. E. F. Schumacher, Lo pequeño es hermoso, Akal, 2011, Madrid,
págs. 93-94.

29.- “La tarea de nuestra generación, no tengo ninguna duda, es la de una


reconstrucción metafísica. No es nada parecido a tener que inventar algo nuevo ni
tampoco consiste en acudir a formulaciones de antaño. Nuestra tarea, y la tarea de toda
educación, es comprender el mundo presente, el mundo en el cual vivimos y tomamos
nuestras decisiones. Los problemas de la educación son meros reflejos de los problemas
más profundos de nuestra época. Esos problemas no pueden resolverlos la organización,
la administración o la inversión de dinero, a pesar de que no negamos la importancia
de todas estas cosas. Estamos sufriendo de una enfermedad metafísica y la cura debe ser
por lo tanto metafísica. Una educación que no consiga clarificar nuestras convicciones
centrales es meramente un entrenamiento o un juego. Porque son nuestras convicciones
centrales las que están en desorden y mientras la presente actitud antimetafísica persista, tal
desorden irá de mal en peor. La educación, lejos de ser el más grande recurso del hombre,
será un agente de destrucción de acuerdo con el principio corruptio optimi pessima”. E. F.
Schumacher, Lo pequeño es hermoso, Akal, 2011, Madrid, pág. 104.

Leszek Kolakowski: 1927-2009.

30.- “Esta doctrina [el positivisimo] es una tentativa de consolidar la ciencia como
actividad autosuficiente, que agota todos los modos posibles de apropiación intelectual
del mundo. Según la posición positivista radical, las realidades del mundo por ser
comprendidas mediante la reflexión y expresadas con palabras, pueden ser reducidas a sus
propiedades empíricas. El sufrimiento, la muerte, los conflictos ideológicos, los valores
auténticos de cualquier tipo, son considerados cuestiones fuera de los límites, acerca de las
cuales sólo debemos callar, por respeto al principio de verificabilidad. El positivismo, así
entendido, constituye la tentativa de huir de los propios deberes, una fuga disfrazada de la
definición del conocimiento”. The Alienation of Reason.

Nicholas Rescher: 1928-X.

31.- “La ciencia es solo un elemento, y no ciertamente el predominante, de la


constelación de los desiderata, un proyecto apreciable entre otros, cuya búsqueda es sólo
uno de los componentes del contexto más amplio de los fines y de los intereses humanos.
La calidad de la vida implica una amplia gama de desiderata personales y comunes
como la salud física, la amistad, las atracciones del ambiente, la armonía social, el
desarrollo cultural, etc.; valores que la ciencia puede ayudar a alcanzar, pero que no
pertenecen a su dominio”. Los límites de la ciencia.

32.- “La ciencia ignora la dimensión individual y afectiva del conocimiento: la simpatía,
las emociones, la intuición, las reacciones individuales. Los fenómenos que asume como
datos para la elaboración y el control de sus teorías son accesibles a todos. Desecha los
juicios de valor, no se preocupa por el modo en que las cosas tocan a la gente a causa de la
posición informativa de sus experiencias personales o de su herencia cultural: se interesa
sólo por los aspectos impersonales y medibles de las cosas. La orientación cuantitativa
de la ciencia natural la lleva a descuidar la dimensión cualitativa, afectiva y valorativa
de la experiencia. El conocimiento de ciertos aspectos de las cosas que nos inducen a
considerarlas bellas, placenteras o trágicas es extraño al ámbito científico, en el que no
existe espacio para la sensibilidad, sino sólo para la comprensión teórica”. Los límites de
la ciencia.

33.- “La ciencia no tiene la exclusividad sobre el conocimiento.: su dominio es mucho


más pequeño que el dominio de la razón en general. Existen muchos ‘modos de conocer’
y la ciencia es sólo uno de ellos […] El hombre forma parte del orden de las cosas
humanas y no simplemente del orden natural. Existe una realidad mayor que aquella que la
ciencia contempla; en la severa y estimulante escuela de la vida nos encontramos frente a
problemas que nuestros estudios científicos no nos ayudan a resolver”. Los límites de
la ciencia.

Franco Volpi: 1952-2009.

34.- “Ésta [la técnica] produce, sin embargo, una capacidad de manipulación cada vez
más potente que se aplica a todas las cosas, incluida la realidad humana. El universal
«hombre», la entidad metafísica que en un tiempo fue objeto de especulaciones
abstractas y definiciones filosóficas, se ha transformado hoy en una entidad concreta,
disponible en el laboratorio en la forma del genoma y susceptible de ser tratada y
modificada. En suma, la ciencia y la técnica no reconocen otro límite que aquello que es
técnicamente posible y factible, y quedan doblemente protegidas en su perenne
tentación de lo posible: de derecho, en virtud del principio de libertad de investigación; de
hecho, porque aumenta nuestra libertad individual y colectiva en una medida impensable
hasta hace no mucho tiempo”. Franco Volpi, El nihilismo, Siruela, España, 2007, pág. 163.

35.- “Se ha abierto así una fractura cada vez más profunda entre el homo faber y el
homo sapiens, entre aquello que el hombre sabe y puede hacer, por un lado, y su
capacidad de valorar y elegir aquello que es razonable hacer, por otro. Ciencia y
técnica le enseñan a hacer una infinidad de cosas, pero no dicen cuáles está bien hacer y
cuáles, en cambio, dejar de lado. Por tanto, en una situación en la cual nuestra potencia de
actuar, en virtud de la ciencia y la técnica, crece tanto en la macrodimensión como en la
microdimensión, es decir, frente a la situación que requeriría por principio una
orientación en mayor medida vinculante que las del pasado, nosotros no disponemos
actualmente ni siquiera de los puntos de referencia sobre la base de los cuales la
humanidad podía orientarse en otro tiempo”. Franco Volpi, El nihilismo, Siruela, España,
2007, págs. 165-166.

36.- “Nos encontramos hoy en una suerte de «crisis antropológica» en la cual se añora
una idea compartida de humanidad, adecuada a los problemas planteados por la tecno-
ciencia”. Franco Volpi, El nihilismo, Siruela, España, 2007, pág. 168.

37.- “La tecno-ciencia manipula ya los orígenes de la vida, y pronto estará en


condiciones de controlar el código genético del hombre, corregir su programación
biológica, mejorar su patrimonio natural. La tecno-ciencia está transformando
profundamente al hombre en ausencia de una guía responsable y eficaz. El hombre es
más que nunca un animal precario”. Franco Volpi, El nihilismo, Siruela, España, 2007,
pág. 168.

38.- “Una cosa es cierta. Si la técnica es la mágica danza que baila la época contemporánea,
entonces la undécima Tesis sobre Feuerbach de Marx ya no alcanza [«Los filósofos no han
hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo»]. No basta ya cambiar el mundo, porque éste cambia sin nuestra
intervención. Se trata, más bien, de interpretar ese cambio, a fin de que no conduzca a
un mundo sin nosotros, a un regnum hominis privado de su soberano. Guiar tal
interpretación es una de las tareas más urgentes de una filosofía de la técnica en
nominativo”. Franco Volpi, El nihilismo, Siruela, España, 2007, pág. 169.

Erich Fromm: 1900-1980.

39.- “Al observar la cualidad del pensamiento del hombre enajenado, es sorprendente ver
cómo se ha desarrollado su inteligencia y cómo ha decaído su razón. Toma su realidad
por cosa dada: quiere comerla, consumirla, tocarla, manipularla. Ni siquiera se
pregunta qué hay detrás de ella, por qué las cosas son como son y adónde van (…)
Realmente poseemos el saber-cómo, pero no poseemos el saber-por-qué ni el saber-
para-qué. Tenemos muchas personas con altos índices de inteligencia, pero nuestras
pruebas de inteligencia miden la capacidad para memorizar, para manejar ideas
rápidamente, pero no la razón”. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pág. 146.

40.- “La finalidad de la vida es vivirla intensamente, nacer plenamente, estar


plenamente despierto. Libertarse de las ideas de grandiosidad infantil, para adquirir el
convencimiento de nuestras verdaderas, aunque limitadas fuerzas; ser capaz de admitir la
paradoja de que cada uno de nosotros es la cosa más importante del universo, y al mismo
tiempo no más importante que una mosca o una hoja de hierba. Ser capaz de amar la vida
y, sin embargo, aceptar la muerte sin terror; tolerar la incertidumbre acerca de las
cuestiones más importantes con que nos enfrenta la vida, y no obstante tener fe en
nuestras ideas v nuestros sentimientos, en cuanto son verdaderamente nuestros. Ser
capaz de estar solo, y al mismo tiempo sentirse identificado con una persona amada, con
todos los hermanos de este mundo, con todo lo que vive; seguir la voz de la conciencia,
esa voz que nos llama, pero no caer en el odio de sí mismo cuando la voz de la conciencia
no sea suficientemente fuerte para oírla y seguirla. La persona mentalmente sana es la que
vive por el amor, la razón y la fe, y que respeta la vida, la suya propia y la de su
semejante”. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pág. 171-172.

IV.- Nihilismo, absurdo y sinsentido. Trascendencia, creatividad y violencia.

J. R. R. Tolkien: 1892-1973.

41.- “¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse
y volver a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla
de otros temas que no sean carceleros y rejas? El mundo exterior no ha dejado de ser
real porque el prisionero no pueda verlo. Los críticos han elegido una palabra
inapropiada cuando utilizan el término ‘evasión’ en la forma en que lo hacen; y lo que es
peor, están confundiendo, y no siempre con buena voluntad, la evasión del prisionero con
la fuga del desertor”. Tolkien, Sobre los cuentos de hadas.

42.- “Hubo por cierto un Edén en esta muy desdichada tierra. Todos lo añoramos y
tenemos constantes atisbos de él: nuestra entera naturaleza, en lo que tiene de mejor y
menos corrompido, de más gentil y humano, está todavía bañada por la sensación de
‘exilio’ (…) En la medida en que podemos remontarnos en la mente, a su parte más noble
la llenan pensamientos de paz y buena voluntad, y también el pensamiento de su
pérdida”. Tolkien, carta.

Friedrich Nietzsche: 1844-1900.

43.- “Lo que yo cuento es la historia de los siglos que se aproximan. Y describo lo que
viene, lo que no tiene más remedio que venir: la irrupción del nihilismo”. Voluntad de
poder.

44.- “¿Qué significa el nihilismo? Que los valores supremos se han desvalorado. Falta
de fin: falta la respuesta al porqué”. Voluntad de poder.

45.- “Ya no volverás a rezar, ya no volverás a adorar, ya no volverás a descansar en una


confianza ilimitada. Ya no podrás detenerte en una última sabiduría, una última
bondad, un último poder y desguarnecer así tus propios pensamientos. Ya no tendrás
guardián ni amigo de todas las horas para tus siete soledades. Vivirás sin poder hacer una
escapada a esa montaña coronada de nieve, pero cuyo corazón está en llamas. No habrá ya
para ti remunerador ni corrector de última mano; ya no habrá razón en todo lo que
pase; tu corazón ya no encontrará asilo en donde poder descansar confiado, sin necesidad
de preguntar nada… Hombre de la renuncia, ¿querrás renunciar a todo esto? ¿Quién te
dará fuerzas para hacerlo? ¡Nadie ha encontrado todavía esa fuerza!”. La gaya ciencia.
46.- “El nihilismo no es de entrada una serie de consideraciones sobre el tema: todo es
vano. No es de entrada la convicción de que todo merece perecer. El nihilismo consiste
en meter la mano en la masa y destruir”. Voluntad de poder.

Albert Camus 1913-1960.

47.- “No hay más que un problema verdaderamente importante: el suicidio. Juzgar que
la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la
filosofía” El mito de Sísifo.

48.- “Ver disipado el sentido de esta vida, ver que nuestra razón de existir desaparece,
es insoportable. No se puede vivir si la vida no tiene sentido”. Calígula, pieza de teatro.

49.- “El absurdo surge de esta confrontación entra la llamada de auxilio del hombre y el
irracional silencio del mundo (…) Lo irracional, la nostalgia humana y el absurdo que
resulta de su confrontación, he aquí los tres personajes del drama”. El mito de Sísifo.

50.- “Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, si no podemos afirmar ningún valor,
cualquier cosa puede permitirse y nada es importante (…) Se es libre para encender
hornos crematorios o para dedicar la vida a cuidar leprosos”. El hombre rebelde.

Erich Fromm: 1900-1980.

51.- “No hay distinción más fundamental entre los hombres, psicológica y moralmente,
que la que existe entre los que aman la muerte y los que aman la vida, entre los
necrófilos y los biófilos”. El corazón del hombre, pág. 37.

52.- “Hay aún otra reacción que es importante en el ambiente de violencia. El individuo
profundamente desengañado y desilusionado puede también empezar a odiar la vida.
Si no hay nada ni nadie en quien creer, si la fe en la bondad y la justicia no fue más que
una ilusión disparatada, si la vida la gobierna el diablo y no Dios, entonces, realmente, la
vida se hace odiosa; ya no puede uno sentir el dolor del desengaño. Lo que se desea
demostrar es que la vida es mala, que los hombres son malos, que uno mismo es malo.
El creyente y amante de la vida desengañado se convertirá en un cínico y un
destructor. Esta destructividad es la destructividad de la desesperación. El desengaño
de la vida condujo al odio a la vida”. El corazón del hombre, pág. 27.

53.- “Crear vida es trascender la situación de uno como criatura que es lanzada a la
vida, como se lanzan los dados de un cubilete. Pero destruir la vida también es
trascenderla y escapar al insoportable sentimiento de la pasividad total. Crear vida
requiere ciertas cualidades de que carece el individuo impotente. Destruir vida requiere
sólo una cualidad: el uso de la fuerza. El individuo impotente, si tiene una pistola, un
cuchillo o un brazo vigoroso, puede trascender la vida destruyéndola en otros o en sí
mismo. Así, se venga de la vida porque ésta se le niega. La violencia compensadora es
precisamente la violencia que tiene sus raíces en la impotencia, y que la compensa. El
individuo que no puede crear quiere destruir. Creando y destruyendo, trasciende su
papel como mera criatura. Camus expresó sucintamente esta idea cuando hace decir a
Calígula: "Vivo, mato, ejercito la arrobadora capacidad de destruir, comparado con la cual
el poder de un creador es el más simple juego de niños." Ésta es la violencia del inválido,
de los individuos a quienes la vida negó la capacidad de expresar positivamente sus
potencias específicamente humanas. Necesitan destruir precisamente porque son
humanos, ya que ser humano es trascender el mero estado de cosa”. El corazón del
hombre, pág. 29.

54.- “En el acto de la creación el hombre se trasciende a sí mismo como criatura, se eleva
por encima de la pasividad y de la accidentalidad de su existencia hasta la esfera de la
iniciativa y la libertad. En la necesidad de trascendencia que tiene el hombre reside una
de las raíces del amor, así como del arte, la religión y la producción material”.
Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pág. 38.

55.- “Crear presupone actividad y solicitud. Presupone amor a lo que se crea. ¿Cómo,
pues, resuelve el hombre el problema de trascenderse a sí mismo, si no es capaz de crear, si
no puede amar? Hay otra manera de satisfacer esa necesidad de trascendencia: si no
puedo crear vida, puedo destruirla. Destruir la vida también es trascenderla. Realmente,
que el hombre pueda destruir la vida es cosa tan milagrosa como que pueda crearla, porque
la vida es el milagro, lo inexplicable. En el acto de la destrucción, el hombre se pone por
encima de la vida, se trasciende a sí mismo como criatura. Así, la elección definitiva para
el hombre, en cuanto se siente impulsado a trascenderse, es crear o destruir, amar u
odiar”. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pág. 38.

56.- “Creación y destrucción, amor y odio, no son dos instintos que existan
independientemente. Los dos son soluciones de la misma necesidad de trascendencia, y
la voluntad de destruir surge cuando no puede satisfacerse la voluntad de crear. Pero
la satisfacción de la necesidad de crear conduce a la felicidad, y la destructividad al
sufrimiento, más que para nadie para el destructor mismo”. Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea, pág. 39

V.- La apuesta por el sentido.

Jean Grondin: 1955-X.

57.- “Mi filosofía se puede contener en algunas líneas o en algunos suspiros: en el reino
animal, el hombre es el único ser que puede ir más allá de sí mismo o, dicho en otras
palabras, que puede reconocer un sentido a su existencia. Y este sentido no es otro que
poder vivir su vida como si debiera ser juzgada, como si la vida debiera responder a
una llamada, a una exigencia, a una esperanza que trasciende la animalidad del hombre
y que funda su humanidad –entendamos por esto último su capacidad de ser algo distinto
que una bestia. Vivir la vida como si debiera ser apreciada es comprometerse con el
sentido del Bien, es reconocer la trascendencia del Bien en relación con todas las
convenciones, con todos los códigos morales y todas sus aplicaciones”. Jean Grondin, Del
sentido de la vida, pág. 24.

58.- “Contra este pensamiento, dominante, urge recordar que el orden del sentido no tiene
en sí nada de «construido», y que lo que importa «deconstruir» en una filosofía del
sentido de la vida es quizás, antes que nada, esta idea de una construcción del sentido.
Porque el sentido es, en primerísimo lugar, el sentido que nos lleva, que nos arrastra, que
nos conduce a algún lugar. Así como el sentido del viento o de la planta que brota no es
construido por el espíritu, tampoco lo es el sentido de un suspiro cuando se escapa del
alma humana”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 53.

59.- “La sensibilidad ecológica del mundo moderno, o postmoderno, ha contribuido


ciertamente a rehabilitar o a hacer menos inverosímil la idea según la cual existe un
orden de la naturaleza que se opone a la dominación humana, un orden que hay que
honrar y respetar”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 72.

60.- “Ahora bien, ¿se limita el sentido verdaderamente al orden simbólico, al orden de las
palabras y de las ficciones útiles? Yo pienso que no: la célula que se reproduce, el
planeta que gravita en torno a un astro, el salmón que migra remontando el curso de una
corriente en el momento del desove, la abeja que recolecta su botín de flor en flor, ¿no
tiene acaso todo ello un sentido? ¿No participamos nosotros también en ese orden de
sentido? ¿No nos interrogamos sobre el sentido precisamente porque sentimos que
vamos a alguna parte? ¿Acaso ese sentido sólo depende de nosotros y de nuestras
«construcciones» simbólicas?”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 73.

61.- “La tensión hacia el Bien, hacia lo mejor. Hacia la sobrevivencia es así inmanente a
la vida. En el plano humano este sentido puede llegar a ser más o menos consciente. El
sentido se refleja, como en un espejo. La vida se da cuenta entonces de su sentido, de su
dirección. De ahí la conclusión, un poco apresurada, según la cual ese sentido podría
«depender» de esta reflexión o de esta valoración. La consecuencia más desastrosa, o en
todo caso la más presuntuosa, sería aquella según la cual no habría sentido sin tal reflexión.
Se sobreestiman en tal caso las capacidades de la reflexión, y se subestima la dirección
inmanente de la misma vida”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 79.

62.- “El trabajo de la reflexión –y de una filosofía del sentido de la vida- consiste más
bien en mostrarse atento al sentido de la vida; es decir, estar atento al sentido en el que
la vida nos arrastra”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 80.

63.- “Lo que puede, lo que es y se debe poner en puntería es la felicidad de los otros.
Quizás ésta tampoco puede ser «producida» [como la felicidad propia], pero habrá
siempre un deber de solicitud –la mayoría de las veces por interés, no hay por qué
sonrojarse de ello- que nos conduce a obrar su felicidad con la esperanza de aligerar su
existencia y ayudarle a cargar su fardo, su sufrimiento, que siempre es peor que el
nuestro”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 100.

64.- “La felicidad es siempre la de los otros, puesto que estamos efectivamente al servicio
de hacerlos menos infelices. Kant dijo con razón que, si no podemos apuntar a nuestra
propia felicidad, podemos a lo sumo hacernos «dignos de ser felices» si buscamos
justamente la felicidad del otro. Esta «ética» del sentido de la vida es una ética de la
felicidad al mismo tiempo que una ética del deber, una ética de la obligación y de la
responsabilidad (que los filósofos cometen el craso error de separar)”. Jean Grondin, Del
sentido de la vida, págs. 100-101.

65.- “Es por ello que la conciencia es de entrada una relación con el otro, pero que se
expresa en una llamada interior que me ata y me conduce así a una conciencia de mí
mismo. Tengo con-ciencia de mí porque tengo conciencia de mi deuda con el otro. La
relación «cognitiva» consigo mismo, la de la ‘self-consciousness’ o la del ‘Selbst-
bewusstsein’, es aquí completamente secundaria, no es el dato primario de la conciencia”.
Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 105.

66.- “Pero lo verdadero sobre la experiencia originaria de la conciencia es lo contrario: la


voz de la conciencia interior que me llama al Bien, al Bien del otro, es una voz que me
humilla, que me golpea con la nada cuando me centro sobre mí mismo, aún más cuando
este centrarme sobre mí mismo domina mis acciones. La moral, fundamentada en la
angustia del otro, me transporta, fuera de mí, al sentido del otro”. Jean Grondin, Del
sentido de la vida, pág. 105.

67.- “Pero el orden ético, enclavado en el bien del otro, no tiene que esperar esta
fundamentación [‘científica’] para manifestarse y ser vinculante, es decir, para unir las
conciencias. El «no matarás» no es un argumento ni la conclusión de una demostración,
sino un mandamiento, un imperativo. Ocurre lo mismo con todos los principios éticos
(comenzando por «asistirás a los desprotegidos», otro nombre de la caridad) que son
efectivamente «puntos de partida» o «lugares comunes» de nuestra humanidad. Quizás
esos mandamientos no son universalmente respetados -¡desgraciadamente!-, pero ¿quién
querría frecuentar a personas que no se reconocieran en la evidencia de su sentido? Se
preguntará, ¿y cómo fundamentar tales mandamientos? Pero ¿es esa verdaderamente
la pregunta esencial? ¿No es acaso el resultado de una obsesión ultra-cartesiana,
ultra-intelectualista, fruto de la exacerbación de la exigencia científica de demostración y
de verificación? ¡Como si la compasión, la solicitud, el amor y al afecto dependiesen de
ese tipo de fundamentación! El sentido espera menos ser fundamentado que ser
sentido”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 112.
68.- “En lo esencial, la humanidad ha conocido dos grandes paradigmas morales, es
decir, dos modos de abnegación, a saber, la ética del honor guerrero, celebrada por los
griegos y los romanos antiguos, y la ética de la caridad, que más bien se elaboró
siguiendo los surcos trazados por las grandes religiones: ninguna de las dos «éticas» ha
sido fundamentada por los filósofos de profesión. La moral no se fundamenta, se
recibe, se aplica y, a lo sumo, puede ser objeto de reflexión de la filosofía (…) Si la
primera ética es la de la proeza, la justicia y los ajustes de cuentas, y por eso mismo la
de la reparación (por todos los errores sufridos y por el honor violado), la segunda es más
bien una ética del amor incondicional y de la esperanza, más allá de toda consideración
de reparación”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, págs. 116-117.

69.- “Pero todos detestamos a los explotadores y a los hipócritas, a los egoístas y a los
tiranos, signo de que la crisis de los valores es un mito y de que el sentido de la vida no
tiene que ser inventado o construido”. Jean Grondin, Del sentido de la vida, pág. 117.

70.- “La ciencia no ha cambiado en nada la condición de la finitud humana, pero quizás la
ha cegado tentándola con el simulacro de una duración infinita. La urgencia de nuestra
finitud no consiste en alargar la vida cueste lo que cueste –y, en rigor, ¿hacia qué fin?-
sino en entender algo sobre el Bien que hace la vida digna de ser vivida”. Jean Grondin,
Del sentido de la vida, pág. 136.

71.- “¿En qué consiste esta esperanza? A riesgo de resultar tautológico, consiste en la
esperanza de que vale la pena vivir la vida, de que merece la pena vivirla para otro,
porque el otro espera algo de mí y yo puedo responder a esa espera o, mejor aún,
rebasarla. Lo consigo al hacerle la existencia menos cruel, más justa, más libre, pero
también más tierna; en una palabra, más sabrosa y más sentida. Esto no es más que otra
manera de decir que la vida debe ser vivida como si debiera ser juzgada”. Jean Grondin,
Del sentido de la vida, pág. 144.

VI.- Diversas hermenéuticas del ser humano y su obrar.

Paul Ricoeur: 1913-2005.

72.- “El filósofo contemporáneo se encuentra con Freud en los mismos parajes que halla a
Nietzsche o Marx; los tres se erigen ante él como protagonistas de la sospecha, como
desenmascaradores. Un problema nuevo ha nacido: el del engaño de la conciencia, de
la conciencia como engaño”. P., Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de
hermenéutica, 95.
73.- “La categoría fundamental de la conciencia, para los tres [Marx, Nietzsche y Freud],
es la relación oculto-mostrado o, si se prefiere, simulado-manifiesto”. P., Ricoeur,
Freud: una interpretación de la cultura, 344.

Joseph Ratzinger: 1927-X

74.- “Una mirada al Libro de Job, en el que ya se perfila en muchos aspectos el misterio de
Cristo, nos puede proporcionar más aclaraciones. Satanás ultraja al hombre, para así
ofender a Dios: su criatura, que Él ha formado a su imagen, es una criatura miserable.
Todo lo que en ella parece bueno es más bien pura fachada; en realidad, al hombre –a
cada uno- sólo le importa su bienestar. Éste es el diagnóstico de Satanás, al que el
Apocalipsis describe como el ‘acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y
noche ante nuestro Dios’ (Ap. 12, 10). La difamación del hombre y de la creación es, en
definitiva, una difamación de Dios, una justificación para rehusarlo. Satanás quiere
demostrar su tesis con el justo Job: si le despoja de todo, acabará renunciando muy
pronto también a su religiosidad”. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret.

Karol Wojtyla: 1920-2005

75.- “Es importante precisar esta formulación, o sea, determinar el significado propio de
las palabras del sermón de la montaña, en las que Cristo apela al corazón humano (cf.
Mt 5, 27-28) no sólo a causa de "hábitos inveterados" que surgen del maniqueísmo, en el
modo de pensar y valorar las cosas, sino también a causa de algunas posiciones
contemporáneas que interpretan el sentido del hombre y de la moral. Ricoeur ha
calificado a Freud, Marx y Nietzsche como "maestros de la sospecha" (maîtres du
soupçon), teniendo presente el conjunto de sistemas que cada uno de ellos representa y
quizá, sobre todo, la base oculta y la orientación de cada uno de ellos al entender e
interpretar el humanum mismo. Parece necesario aludir, al menos brevemente, a esta base
y a esta orientación. Es necesario hacerlo para descubrir, por una parte, una significativa
convergencia y, por otra, también una divergencia fundamental con la hermenéutica que
tiene su fuente en la Biblia, a la que intentamos dar expresión en nuestros análisis. ¿En qué
consiste la convergencia? Consiste en el hecho de que los intelectuales antes
mencionados, los cuales han ejercido y ejercen gran influjo en el modo de pensar y valorar
de los hombres de nuestro tiempo, parece que, en definitiva, también juzgan y acusan al
"corazón" del hombre. Aún más, parece que lo juzgan y acusan a causa de lo que, en el
lenguaje bíblico, sobre todo de San Juan, se llama concupiscencia, la triple
concupiscencia”. La redención del corazón, Juan Pablo II.

76.- “Se podría hacer aquí una cierta distribución de las partes. En la hermenéutica
nietzschiana el juicio y la acusación al corazón humano corresponden, en cierto sentido,
a lo que en el lenguaje bíblico se llama "soberbia de la vida"; en la hermenéutica
marxista, a lo que se llama "concupiscencia de los ojos"; en la hermenéutica freudiana,
en cambio, a lo que se llama "concupiscencia de la carne". La convergencia de estas
concepciones con la hermenéutica del hombre fundada en la Biblia consiste en el hecho de
que, al descubrir en el corazón humano la triple concupiscencia, hubiéramos podido
también nosotros limitarnos a poner ese corazón en estado de continua sospecha. Sin
embargo, la Biblia no nos permite detenernos aquí. Las palabras de Cristo, según
Mateo 5, 27-28, son tales que, aun manifestando toda la realidad del deseo y de la
concupiscencia, no permiten que se haga de esta concupiscencia el criterio absoluto de
la antropología y de la ética, o sea, el núcleo mismo de la hermenéutica del hombre. En la
Biblia, la triple concupiscencia no constituye el criterio fundamental y tal vez único y
absoluto de la antropología y de la ética, aunque sea indudablemente un coeficiente
importante para comprender al hombre, sus acciones y su valor moral. También lo
demuestra el análisis que hemos hecho hasta ahora”. La redención del corazón, Juan Pablo
II.

77.- “¿Por qué estas palabras del sermón de la montaña, a pesar de la convergencia de lo
que dicen respecto al corazón humano con lo que se expresa en la hermenéutica de los
"maestros de la sospecha", no pueden considerarse como base de dicha hermenéutica o de
otra análoga? Y, ¿por qué constituyen ellas una expresión, una configuración de un ethos
totalmente diverso?, ¿diverso, no sólo del maniqueo, sino también del freudiano? Pienso
que el conjunto de los análisis y reflexiones hechos hasta ahora da respuesta a este
interrogante. Resumiendo, se puede decir brevemente que las palabras de Cristo según
Mateo 5, 27-28 no nos permiten detenernos en la acusación al corazón humano y
ponerlo en estado de continua sospecha, sino que deben ser entendidas e interpretadas
como una llamada dirigida al corazón. Esto deriva de la naturaleza misma del "ethos" de la
redención. Sobre el fundamento de este misterio, al que San Pablo (Rom 8, 23) define
"redención del cuerpo", sobre el fundamento de la realidad llamada "redención" y, en
consecuencia, sobre el fundamento del ethos de la redención del cuerpo, no podemos
detenernos solamente en la acusación al corazón humano, basándonos en el deseo y en la
concupiscencia de la carne. El hombre no puede detenerse poniendo al "corazón" en
estado de continua e irreversible sospecha a causa de las manifestaciones de la
concupiscencia de la carne y de la libido que, entre otras cosas, un sicoanalista pone de
relieve mediante el análisis del subconsciente. La redención es una verdad, una realidad,
en cuyo nombre debe sentirse llamado el hombre, y "llamado con eficacia". Debe darse
cuenta de esta llamada también mediante las palabras de Cristo según Mateo 5, 27-28,
leídas de nuevo en el contexto pleno de la revelación del cuerpo. El hombre debe sentirse
llamado a descubrir, más aún, a realizar el significado esponsalicio del cuerpo y a
expresar de este modo la libertad interior del don, es decir, de ese estado y de esa fuerza
espirituales que se derivan del dominio de la concupiscencia de la carne”. La redención
del corazón, Juan Pablo II.

78.- “El hombre está llamado a esto por la palabra del Evangelio, por lo tanto, desde "el
exterior" pero, al mismo tiempo, está llamado también desde el "interior". Las palabras
de Cristo, el cual, en el sermón de la montaña apela al "corazón", inducen, en cierto
sentido, al oyente a esta llamada interior. Si el oyente permite que esas palabras actúen en
él, podrá oír al mismo tiempo en su interior algo así como el eco de ese "principio", de ese
buen "principio" al que Cristo se refirió una vez más, para recordar a sus oyentes quién es
el hombre, quién es la mujer, y quiénes son recíprocamente el uno para el otro en la
obra de la creación. Las palabras que Cristo pronunció en el sermón de la montaña no son
una llamada lanzada al vacío. No van dirigidas al hombre totalmente comprometido en la
concupiscencia de la carne, incapaz de buscar otra forma de relaciones recíprocas en el
ámbito del atractivo perenne, que acompaña la historia del hombre y de la mujer
precisamente "desde el principio". Las palabras de Cristo dan testimonio de que la fuerza
originaria (por tanto, también la gracia) del misterio de la creación se convierte para cada
uno de ellos en fuerza (esto es, gracia) del misterio de la redención. Esto se refiere a la
misma naturaleza, al mismo substrato de la humanidad de la persona, a los impulsos más
profundos del "corazón". ¿Acaso no siente el hombre, juntamente con la concupiscencia,
una necesidad profunda de conservar la dignidad de las relaciones recíprocas, que
encuentran su expresión en el cuerpo, gracias a su masculinidad y feminidad? ¿Acaso no
siente la necesidad de impregnarlas de todo lo que es noble y bello? ¿Acaso no siente la
necesidad de conferirles el valor supremo, que es el amor?”. La redención del corazón,
Juan Pablo II.

79.- “Bien considerada, esta llamada que encierran las palabras de Cristo en el sermón de la
montaña no puede ser un acto separado del contexto de la existencia concreta. Es siempre -
aunque sólo en la dimensión del acto al que se refiere- el descubrimiento del significado
de toda la existencia, del significado de la vida, en el que está comprendido también ese
significado del cuerpo, que aquí llamamos "esponsalicio". El significado del cuerpo es, en
cierto sentido, la antítesis de la libido freudiana. El significado de la vida es la antítesis de
la hermenéutica "de la sospecha". Esta hermenéutica es muy diferente, es radicalmente
diferente de la que descubrimos en las palabras de Cristo en el sermón de la montaña. Estas
palabras revelan no sólo otro ethos, sino también otra visión de las posibilidades del
hombre. Es importante que él, precisamente en su "corazón", no se sienta sólo e
irrevocablemente acusado y abandonado a la concupiscencia de la carne, sino que en el
mismo corazón se sienta llamado con energía. Llamado precisamente a ese valor supremo
que es el amor. Llamado como persona en la verdad de su humanidad, por lo tanto,
también en la verdad de su masculinidad y feminidad, en la verdad de su cuerpo. Llamado
en esa verdad, que es patrimonio "del principio", patrimonio de su corazón, más
profundo que el estado pecaminoso heredado, más profundo que la triple
concupiscencia. Las palabras de Cristo, encuadradas en toda la realidad de la creación y
de la redención, actualizan de nuevo esa heredad más profunda y le dan una fuerza
real en la vida del hombre”. La redención del corazón, Juan Pablo II.

VII.- El alma y la materia: lo inerte y lo vivo.

Immanuel Kant: 1724-1804.

80.- “Sabemos lo que es indispensable para que un cuerpo adopte la forma esférica de una
bola, comprendemos lo que se necesita para que esferas libremente suspendidas
inicien un movimiento circular alrededor del centro por el cual son atraídas. La
configuración de los círculos, la coincidencia de la dirección, la excentricidad, todo puede
reducirse a las causas mecánicas más simples y se puede esperar con confianza
descubrirlas, puesto que es posible derivarlas de los axiomas más fáciles y visibles. En
cambio, ¿podemos jactarnos de esta ventaja respecto de las más humildes plantas o
insectos? ¿Podemos decir: dadme materia y os mostraré cómo se produce una oruga?
¿No quedamos paralizados desde el primer paso, por ignorar la verdadera naturaleza
íntima del objeto y las complicadas diversidades que encierra? No debe, pues, extrañar a
nadie si me atrevo a decir que la formación de todos los cuerpos siderales, la causa de sus
movimientos, en fin, el origen de toda la actual constitución del Universo podrá ser
comprendido con mayor facilidad que el nacimiento de una sola hierba o el de una
oruga explicado exacta y completamente por meras causas mecánicas”. Historia general
de la Naturaleza y teoría del Cielo, prólogo.

Aristóteles: 384-322 a. C.

81.- “[La naturaleza] es un principio y causa del movimiento o del reposo en la cosa a la
que pertenece primariamente y por sí misma, no por accidente”. Física, II, 192 b 21-23.

82.- “Al estudiar la naturaleza se debería de hablar más del alma que de la materia,
porque gracias al alma la materia es naturaleza y no al revés”. De las partes de los
animales, 641 a, 29 ss.

83.- “El hombre es el único de los animales que se mantiene derecho porque su
naturaleza y su esencia son divinas. En efecto, la función del ser divino por excelencia es
el pensamiento y la sabiduría”. De las partes de los animales, 686 a 27- 29.

84.- “Entelequia del cuerpo físico orgánico que tiene la vida en potencia”. Acerca del
alma.

85.- “Aquello mediante lo que existimos, nos movemos y pensamos”. Acerca del alma.

86.- “Ahora bien, entre los cuerpos naturales los hay que tienen vida y los hay que no la
tienen; y solemos llamar vida a la autoalimentación, al crecimiento y al envejecimiento.
De donde resulta que todo cuerpo natural que participa de la vida es entidad, pero entidad
en el sentido de entidad compuesta. Y puesto que se trata de un cuerpo de tal tipo -a saber,
que tiene vida- no es posible que el cuerpo sea el alma: y es que el cuerpo no es de las
cosas que se dicen de un sujeto, antes al contrario, realiza la función de sujeto y materia.
Luego el alma es necesariamente entidad en cuanto forma específica de un cuerpo natural
que en potencia tiene vida. Ahora bien, la entidad es entelequia, luego el alma es entelequia
de tal cuerpo (...) Queda expuesto, por tanto, de manera general qué es el alma, a saber, la
entidad definitoria, esto es, la esencia de tal tipo de cuerpo. Supongamos que un
instrumento cualquiera -por ejemplo, un hacha- fuera un cuerpo natural: en tal caso el «ser
hacha» sería su entidad y, por tanto, su alma, y quitada ésta no sería ya un hacha a no ser de
palabra. Al margen de nuestra suposición es realmente, sin embargo, un hacha: es que el
alma no es esencia y definición de un cuerpo de este tipo, sino de un cuerpo natural de tal
cualidad que posee en sí mismo el principio del movimiento y del reposo”. Acerca del
alma, II, I.
87.- “El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y razonamos primaria y
radicalmente. Luego habrá de ser definición y forma específica, que no materia y sujeto. En
efecto: dado que, como ya hemos dicho, la entidad se entiende de tres maneras —bien
como forma, bien como materia, bien como el compuesto de ambas— y que, por lo demás,
la materia es potencia mientras que la forma es entelequia y puesto que, en fin, el
compuesto de ambas es el ser animado, el cuerpo no constituye la entelequia del alma, sino
que, al contrario, ésta constituye la entelequia de un cuerpo. Precisamente por esto están en
lo cierto cuantos opinan que el alma ni se da sin un cuerpo ni es en sí misma un cuerpo.
Cuerpo, desde luego, no es, pero sí, algo del cuerpo, y de ahí que se dé en un cuerpo y, más
precisamente, en un determinado tipo de cuerpo (...) Resulta ser así, además, por definición:
pues en cada caso la entelequia se produce en el sujeto que está en potencia y, por tanto, en
la materia adecuada. Así pues, de todo esto se deduce con evidencia que el alma es
entelequia y forma de aquel sujeto que tiene la posibilidad de convertirse en un ser de tal
tipo”. Acerca del alma, II, II.

Platón: 427-347 a. C.

88.- “Debemos pensar que dios nos otorgó a cada uno la especie más importante en
nosotros como algo divino y sostenemos que aquello que decimos que habita en la
cúspide de nuestro cuerpo nos eleva hacia la familia celeste desde la tierra, como si
fuéramos una planta no terrestre, sino celeste. Pues de allí, de donde nació la primera
generación del alma, lo divino, cuelga nuestra cabeza y raíz, y pone nuestro cuerpo en
posición erecta”. Timeo, 90b.

Cicerón: 106-43 a. C.

89.- “El hombre ha nacido para una doble finalidad, tal como cada animal ha nacido para
una única tarea: el caballo para la carrera, el buey para arar, el perro para rastrear, pero el
hombre, como un dios mortal, para dos actividades: entender y obrar”. De finibus, II, 13,
39.

Tomás de Aquino: 1225-1274.

90.- “El alma humana se encuentra en el confín de las substancias corpóreas e


incorpóreas, como en el horizonte de la eternidad y del tiempo; en cuanto se aparta de lo
ínfimo se acerca a lo supremo”. Suma contra gentiles, II, 81.

Jacinto Choza: 1944-X.

91.- “Así pues, la categoría de ‘dentro’, interioridad o intimidad de un ser vivo no es


tanto una categoría espacial como temporal. ‘Quedar dentro’ quiere decir no pasar
absolutamente. En este punto puede situarse la diferencia entre los seres vivos y los
inertes. Como ya se ha visto, el universo físico es un proceso que se agota en su
transcurrir, una voz que no se oye a sí misma. El cosmos físico no es idéntico consigo
mismo. La simultaneidad no tiene sentido físico. La realidad física se agota en su distensión
temporal, no coincide consigo misma. En cambio, los seres vivos son capaces de superar
la distensión temporal, introduciendo la simultaneidad. El ser vivo no se desparrama en el
tiempo, sino que es capaz de retenerlo. Vivir quiere decir vencer el tiempo. Por eso,
Bergson puede mantener que la memoria es propia de los seres vivos. Mientras que el
universo físico se agota en su transcurrir, se distiende absolutamente en el tiempo, el ser
vivo dura, permanece. Vivir es no pasar absolutamente. El ser vivo es capaz de retener su
pasado, y además de retener como simultáneo lo que fue sólo sucesivamente. El ser vivo
es capaz de retener su pasado a la vez. Esta capacidad de retener el pasado, es lo que se ha
llamado inmanencia. En cuanto que la inmanencia del ser vivo es su capacidad de superar
su distensión espacio-temporal, la inmanencia del vivo es inmaterial”. Filosofía del
hombre: una antropología de la intimidad.

VIII.- Memoria, conciencia y espíritu.

Platón: 427 a.C. – 347 a.C.

92.- “Pero de mi estupenda esperanza, amigo mío, salí defraudado, cuando al avanzar y leer
veo que el hombre no recurre para nada a la inteligencia ni le atribuye ninguna causalidad
en la ordenación de las cosas, sino que aduce como causas aires, éteres, aguas y otras
muchas cosas absurdas. Me pareció que había sucedido algo muy parecido a como si uno
afirmara que Sócrates hace todo lo que hace con inteligencia, y, luego, al intentar exponer
las causas de lo que hago, dijera que ahora estoy aquí sentado por esto, porque mi cuerpo
está formado por huesos y tendones, y que mis huesos son sólidos y tienen articulaciones
que los separan unos de otros, y los tendones son capaces de contraerse y distenderse, y
envuelven los huesos junto con las carnes y la piel que los rodea. Así que al balancearse
los huesos en sus propias coyunturas, los nervios al relajarse y tensarse a su modo hacen
que yo sea ahora capaz de flexionar mis piernas, y ésa es la razón por la que estoy yo
aquí sentado con las piernas dobladas. Y a la vez, respecto de que yo dialogue con
vosotros diría otras causas por el estilo, aduciendo sonidos, soplos, voces y otras mil cosas
semejantes, descuidando nombrar las causas de verdad: que, una vez que a los
atenienses les pareció mejor condenarme a muerte, por eso también a mí me ha parecido
mejor estar aquí sentado, y más justo aguadar y soportar la pena que me imponen.
Porque, ¡por el perro!, según yo opino, hace ya tiempo que estos tendones y estos huesos
estarían en Mégara o en Beocia, arrastrados por la esperanza de lo mejor, si no hubiera
creído que es más justo y más noble soportar la pena que la ciudad ordena, cualquiera
que sea, antes que huir y desertar. Pero llamar causas a las cosas de esa clase es demasiado
absurdo. Si uno dijera que sin tener cosas semejantes, es decir, tendones y huesos y todo
lo demás que tengo, no sería capaz de hacer lo que decido, diría cosas ciertas. Sin
embargo, decir que hago lo que hago a causa de ellas, y eso al actuar con inteligencia, y
no por la elección de lo mejor, sería un enorme y excesivo abuso de expresión. Pues eso es
no ser capaz de distinguir que una cosa es lo que es la causa de las cosas y otra aquello
sin lo cual la causa no podría nunca ser causa”. Fedón 99 a-c.

Agustín de Hipona: 354-430.


93.- “Y, sin embargo, sentimos los intervalos de los tiempos y los comparamos entre sí,
y decimos que son unos largos y otros más breves. También medimos cuántos sea más
largo o más corto aquél tiempo que éste, y decimos que éste es doble o triple y aquél
sencillo, o que éste es iguala aquél. Ciertamente nosotros medimos los tiempos que pasan
cuando sintiéndolos los medimos; mas los pasados, que ya no son, o los futuros, que
todavía no son, ¿quién los podrá medir? A no ser que se atreva alguien a decir que se
puede medir lo que no existe. Porque el tiempo puede sentirse y medirse en cuanto que
pasa; pero cuando ha pasado ya, no puede, porque no existe”. Confesiones, XVI, 21.

94.- “De aquí me pareció que el tiempo no es otra cosa que cierta distensión: ¿pero de
qué? No lo sé, y me admiraría si no fuese del alma misma. Porque, ¿qué es, te suplico,
Dios mío, lo que mido cuando digo indefinidamente: ‘Este tiempo no es más largo que el
otro’; o definidamente ‘Éste es el doble que aquél’? Mido el tiempo, lo sé; pero ni mido el
futuro, que aún no es; ni mido el presente, que no se extiende por ningún espacio; ni
mido el pretérito, que ya no existe. ¿Qué es, pues, lo que mido? ¿Acaso los tiempos que
pasan, no los pasados? Así lo tengo dicho ya”. Confesiones. XXVI, 33.

95.- “Lo que ahora es ya claro y manifiesto es que no existen los pretéritos ni los futuros,
ni se puede decir propiamente que son tres los tiempos: pretérito, presente y futuro; tal vez
sería más propio decir que los tiempos son tres: presente de lo pasado, presente de lo
presente y presente de lo futuro. Porque éstas son tres cosas que existen de algún modo
en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de las cosas pasadas
(memoria), presente de las cosas presentes (visión) y presente de las cosas futuras
(expectación)”. Confesiones, XX, 26.

Henri Bergson: 1859-1941.

96.- “La relación del cerebro con el pensamiento es, por tanto, compleja y sutil. Si me
pedís que lo exprese en una fórmula simple, necesariamente burda, diría que el cerebro es
un órgano de pantomima, y sólo de pantomima. Su papel es imitar la vida del espíritu,
imitar también las situaciones exteriores a las que el espíritu debe adaptarse. La actividad
cerebral es a la actividad mental lo que los movimientos de la batuta del director de
orquesta son a la sinfonía. La sinfonía supera por todos los lados los movimientos que la
escanden; la vida del espíritu desborda igualmente la vida cerebral. Pero el cerebro,
precisamente porque extrae de la vida del espíritu todo cuanto tiene de articulable en
movimiento y de materializable, precisamente porque así constituye el punto de inserción
del espíritu en la materia, asegura en todo momento la adaptación del espíritu a las
circunstancias, mantiene sin cesar al espíritu en contacto con las realidades. No es,
hablando con propiedad, órgano de pensamiento, ni de sentimiento, ni de conciencia; pero
hace que conciencia, sentimiento y pensamiento permanezcan extendidos sobre la vida real
y, por tanto, sean capaces de acción eficaz. Digamos, si queréis, que el cerebro es el órgano
de la atención a la vida”. La energía espiritual.

97.- “Ya sea que se considere que el pensamiento es una simple función del cerebro y el
estado de conciencia es un epifenómeno del estado cerebral, o ya sea que se piense que los
estados del pensamiento y los estados del cerebro son traducciones a dos lenguas diferentes
de un mismo texto original, en uno u otro caso se plantea el mismo principio: si
pudiésemos penetrar en el interior de un cerebro que funciona, asistiendo al
entrecruzarse de los átomos que forman la corteza cerebral, o si poseyésemos por otro
conducto la clave de la psicofisiología, sabríamos en detalle todo lo que sucede en la
conciencia correspondiente”. Materia y memoria.

98.- “Que haya solidaridad entre el estado de conciencia y el cerebro es incontestable.


Pero también existe solidaridad entre la ropa y el clavo en el que esta se cuelga, pues si se
arranca el clavo, la ropa cae. ¿Diremos por esto que la forma del clavo diseña la forma de la
ropa o nos permite en alguna forma presentirla? Así, de que el hecho psicológico esté
colgado en un estado cerebral no se puede concluir el ‘paralelismo’ de las dos series
psicológica y fisiológica”. Materia y memoria.

99.- “En una conciencia humana existen infinitamente más cosas que en el cerebro
correspondiente”. Materia y memoria.

100.- “Quien pudiese contemplar el interior de un cerebro en plena actividad, sabría sin
duda algo de lo que sucede en la conciencia, pero sabría muy poco al respecto; de la
conciencia sólo conocería aquello que puede expresarse mediante gestos actitudes,
movimientos del cuerpo (...), el resto se le escaparía; con referencia a los pensamientos y
los sentimientos que se desarrollan en el interior de la conciencia» se hallaría en la misma
situación que un espectador que viese en claridad todo lo que otros hacen sobre un
escenario, pero no entendiese una sola palabra de lo que dicen”. Materia y memoria.

Pascal: 1623-1662.

101.- “¿Quién no creería, al vernos componer todas las cosas de espíritu y cuerpo, que esta
mezcla nos sería muy comprensible? Y, sin embargo, es la cosa que se comprende
menos. El hombre es para sí mismo el más prodigioso objeto de la naturaleza; pues no
puede concebir qué es el cuerpo, y aún menos qué es el espíritu, y menos que ninguna
otra cosa, cómo un cuerpo puede estar unido a un espíritu. Este es el colmo de sus
dificultades, y sin embargo es su propio ser”. Pensamientos.

Immanuel Kant:

102.- “El hecho de que el hombre puede tener un yo en su representación, lo eleva


infinitamente por encima de todos los seres que viven sobre la tierra. Por ello, el hombre
es una persona, y, a causa de la unidad de la conciencia, es una sola e idéntica persona en
medio de todos los cambios que le pueden sobrevenir. Es decir, es un ser distinto
totalmente en categoría y dignidad de las cosas, entre las cuales están los animales
carentes de razón”. Antropología.

IX.- La persona humana y su interioridad / La estructura de la persona humana /


Entendimiento, voluntad y afectividad / El cuerpo humano.
Agustín de Hipona: 354-430.

103.- “Todo esto lo hago yo interiormente en el aula inmensa de mi memoria. Allí se me


ofrecen al punto el cielo y la tierra y el mar con todas las cosas que he percibido
sensiblemente en ellos, a excepción de las que tengo ya olvidadas. Allí me encuentro con
mí mismo y me acuerdo de mí y de lo que hice, y en qué tiempo y en qué lugar, y de qué
modo y cómo estaba afectado cuando lo hacía. Allí están todas las cosas que yo recuerdo
haber experimentado o creído. De este mismo tesoro salen las semejanzas tan diversas
unas de otras, bien experimentadas, bien creídas en virtud de las experimentadas, las cuales,
cotejándolas con las pasadas, infiero de ellas acciones futuras, acontecimientos y
esperanzas, todo lo cual lo pienso como presente. «Haré esto o aquello», digo entre mí en
el seno ingente de mi alma, repleto de imágenes de tantas y tan grandes cosas; y esto o
aquello se sigue. «¡Oh si sucediese esto o aquello!» «¡No quiera Dios esto o aquello!» Esto
digo en mi interior, y al decirlo se me ofrecen al punto las imágenes de las cosas que digo
de este tesoro de la memoria, porque si me faltasen, nada en absoluto podría decir de ellas.
Grande es esta energía de la memoria, grande sobremanera, Dios mío. Santuario amplio
y sin fronteras. ¿Quién ha llegado a su fondo? Pero, con ser esta energía propia de mi
alma y pertenecer a mi naturaleza, no soy yo capaz de abarcar totalmente lo que soy. De
donde se sigue que es angosta el alma para contenerse a sí misma. Pero ¿dónde puede
estar lo que de sí misma no cabe en ella? ¿Acaso fuera de ella y no en ella? ¿Cómo es, pues,
que no se puede abarcar? Mucha admiración me causa esto y me llena de estupor. Viajan
los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las
anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y
se olvidan de sí mismos. Ni se admiran de que todas estas cosas, que al nombrarlas no las
veo con los ojos, no podría nombrarlas si interiormente no viese en mi memoria los montes,
y las olas, y los ríos, y los astros, percibidos ocularmente, y el océano, sólo creído; con
dimensiones tan grandes como si las viese fuera”. Confesiones, libro X, 14-15.

Francesco Petrarca: 1304-1374.

104.- “[En la cumbre del monte Ventoso, leyó este pasaje las Confesiones] Quedé
estupefacto, lo confieso, y le dije a mi hermano –que deseaba continuar escuchando- que
no me molestase, cerré el libro, encolerizado conmigo mismo por la admiración que
experimentaba hacia las cosas terrenas, cuando debería haber aprendido, desde hacía
mucho tiempo –e incluso de los filósofos paganos- que no hay nada digno de admiración
excepto el alma, para la cual nada es demasiado grande”. Epístola.

Victor Hugo: 1802-1885.


105.- “La vista del espíritu no puede encontrar en ninguna parte más resplandores y más
tinieblas que en el hombre; no puede fijarse en nada que sea más espantoso, más
complicado, más misterioso, más infinito. Hay un espectáculo más grande que el del
mar, y es el del cielo; hay un espectáculo más grande que el del cielo, y es lo interior del
alma. Escribir el poema de la conciencia humana, aunque sea a propósito de un solo
hombre, a propósito del hombre más insignificante, sería unir, fundir todas las epopeyas
en una sola grandiosa y completa. La conciencia es el caos de las quimeras, de las
ambiciones, de las tentativas, el horno de los delirios, el antro de las ideas vergonzosas, el
pandemónium de los sofismas, el campo de batalla de las pasiones. Si a ciertas horas
penetráramos al través de la faz lívida de un ser humano que reflexiona; si mirásemos
detrás de aquella faz, en aquella alma, en aquella oscuridad, descubriríamos bajo el
silencio exterior, combates de gigantes como en Homero, peleas de dragones y de
hidras, y nubes de fantasmas como en Milton; espirales visionarias como en Dante. No
hay nada más sombrío que este infinito que lleva el hombre dentro de sí, y al cual refiere
con desesperación su voluntad y las acciones de su vida. Dante encontró un día una puerta
siniestra que le hizo dudar; nosotros estamos ahora también en el umbral de una puerta ante
la cual dudamos. Pero entremos”. Los miserables.

Antonio Millán-Puelles: 1921-2005.

106.- “Antes, pues, de toda intelección y volición, la subjetividad es ya, con prioridad de
naturaleza, fácticamente intelectiva y volitiva como provista del entendimiento y la
voluntad; pero ello quiere decir que estas potencias de que disponemos son, en su índole de
principios inmediatos de actividades espirituales, algo naturalmente ordenado a la
infinitud del ens-bonum. No se ordenan a ella por sí mismas, como si se dijera “por efecto”
de alguna especie de autodeterminación, sino que ya están constitutivamente ordenadas a la
infinitud del ens-bonum, según la facticidad que les conviene. Su facticidad es justamente
la de esta constitutiva ordenación. Como poderes inmediatos enderezados a las actividades
subjetivas cuyos objetos se dan sub specie entis o sub specie boni, se distinguen realmente
de estas actividades; pero, por ello mismo, son, en su índole predicamental de accidentes,
orden facultativo o potencial al ser y al bien irrestrictos”. La estructura de la subjetividad.

Edith Stein: 1891-1942.

107.- “En cada momento concreto el hombre sólo puede actualizar muy poco de lo que
él es potencialmente; […] muchas de las capacidades del hombre quedarán sin
realizar a lo largo de toda su vida […]; cuando su entendimiento trabaja intensamente,
apenas oye o ve lo que sucede a su alrededor. Cuando está muy afectado emocionalmente,
no puede valerse de su entendimiento. Al hombre no le es posible desarrollar todas sus
potencias simultáneamente y en igual medida, al igual que tampoco puede actualizarlas
todas a la vez”. La estructura de la persona humana.
108.- [La persona aparece] “como un todo vital y unitario en continuo proceso de
hacerse y deshacerse, […] tanto la conformación anímica como la corporal se desarrollan
en continua actividad, que es el resultado de la actualización de ciertas capacidades, y a la
vez [la persona] decide cuáles de las diferentes posibilidades prefiguradas en el ser del
hombre se harán realidad”. La estructura de la persona humana.

109.- “La percepción sensible es la primera y la más baja de sus actividades. Pero puede
hacer mucho más: puede volverse hacia atrás, esto es, reflexionar, y de este modo captar el
material sensible y los actos de su propia vida. Puede además poner de relieve la
estructura formal de las cosas y de esos actos de su propia vida: puede abstraer.
‘Puede’, es decir, es libre. El Yo capaz de conocer, el Yo ‘inteligente’, experimenta las
motivaciones que proceden del mundo de objetos, las aprehende y les da seguimiento en
uso de su libre voluntad. Es necesaria y simultáneamente un Yo volente, y de su
actividad espiritual voluntaria depende qué sea lo que él conoce. El espíritu es
entendimiento y voluntad simultáneamente: conocer y querer se hallan recíprocamente
condicionados (…) [Los sentimientos son] por otro lado, una pluralidad de actos
intencionales en los que se le dan al hombre ciertas cualidades de los objetos a las que
denominamos cualidades de valor”. La estructura de la persona humana.

Theodor Haecker: 1879-1945.

110.- “El recto ordo del hombre consiste en mantenerse firme sobre esta bella tierra: en
medio está el cuerpo, el corazón se asienta en su debido sitio, la cabeza se levanta hacia
alturas sin límites, signo del espíritu a cuya esencia pertenece la infinitud. Ahora bien, al
hombre se le puede considerar como reducido, por así decir, al cuerpo, es decir, a los
apetitos, al placer; o bien al corazón, prescindiendo lo más posible de la cabeza, vale
decir, se atiende sólo al sentimiento ciego, a la pasión indomable; o, por el contrario, se
supone su vida ordenada de un modo unilateralmente racional, con la menor participación
posible del corazón y del cuerpo, es decir, se considera al hombre como absorbido por lo
mecánico, lo técnico, reducido a inteligencia meramente técnica y calculadora. En los tres
casos se destruye el ordo humano”. ¿Qué es el hombre?

111.- “El hombre es quodammodo omnia. ¿No se da en el hombre una sumisión tal a la
física, mecánica y química que haya filósofos que lo hayan interpretado como una
máquina? ¿No hay en él un grado de vida vegetal suficiente para que ciertas religiones y
poetas del Este hayan hecho de él una planta? ¿No encierra en un ser un hálito poderoso
de vida animal que ha permitido a Spengler definirlo sin más como una fiera? Y,
finalmente, ¿no es espíritu puro en una medida tal que ha llevado a Descartes a interpretarlo
como una síntesis de ángel y máquina, y a ciertos pensadores alemanes a considerarlo
como creador del conocimiento e incluso de las cosas mismas, regulador absoluto de sí
mismo, y creador o redentor de Dios mismo? ¿Hubo alguna vez una frase que haya sido
más brillante y existencialmente confirmada que ésta de que el hombre es
quodammodo omnia, y precisamente por quienes la desconocen y quizá no han oído hablar
nunca de ella o no han reparado jamás en su valor, o no la entienden o la niegan o la
contradicen a voz en grito cada uno a su modo?”. ¿Qué es el hombre?
Dietrich Von Hildebrand: 1889-1977.

112.- “El corazón, de hecho, no ha tenido un lugar propio en la filosofía. Mientras que el
entendimiento y la voluntad han sido objeto de análisis e investigación, el fenómeno del
corazón ha sido repetidamente postergado. Y siempre que se le ha analizado nunca se le
ha considerado al mismo nivel que el intelecto o la voluntad. Este nivel haría justicia a la
importancia genuina y al rango de este centro del alma humana, pero invariablemente se ha
colocado a la inteligencia y a la voluntad en un lugar mucho más alto que el corazón”. El
corazón.

113.- “Pero incluso aunque uno fuese ciego ante el papel del amor en la vida humana y
considerase que la fuente principal de la felicidad en la tierra es la belleza, el
conocimiento o el trabajo creativo, sigue siendo verdad, sin embargo, que la experiencia
de la felicidad es algo afectivo, porque es el corazón quien la experimenta, y no el
entendimiento ni la voluntad”. El corazón.

Pascal: 1623-1662.

114.- “El último paso de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la
sobrepasan; sólo es débil si no llega hasta reconocer esto”. Pensamientos.

115.- “Conocemos la verdad, no solo por la razón, sino también por el corazón. De esta
última manera conocemos los primeros principios, y es en vano que el razonamiento que
no tiene parte en ellos, trate de combatirlos. Los pirrónicos lo tienen como único objeto, e
inútilmente trabajan en ello. Sabemos que no soñamos, por impotentes que seamos de
probarlo por la razón, y esta impotencia no lleva a otra conclusión que la debilidad de
nuestra razón, pero no la incertidumbre de todos nuestros conocimientos, como ellos
pretenden”. Pensamientos.

116.- “Los principios se sienten, las proposiciones se concluyen; y todo con certeza,
aunque por distintos caminos. Y es tan inútil y tan ridículo que la razón pida al corazón
pruebas de sus primeros principios, para consentir en ellos, como sería ridículo que el
corazón pidiese a la razón un sentimiento de todas las proposiciones que demuestra
para aceptarlas”. Pensamientos.

Julián Marías: 1914-2005.

117.- “Ni el mundo es una cosa, ni el cuerpo tampoco; sobre todo cuando tomo respecto de
él la perspectiva propia y adecuada: mi cuerpo. La instalación mundana coincide con la
condición humana misma, con la circunstancialidad; pero su forma concreta es la corpórea:
corporalmente estoy instalado en el mundo, cuyas cualidades son correlativas de mi
corporeidad. Pero, sobre todo, yo estoy instalado en mi cuerpo; quizá esta expresión es la
que puede aclarar mejor las dificultades que asedian a la filosofía cuando trata de precisar si
simplemente ‘tengo’ cuerpo o ‘soy’ cuerpo. Por supuesto —y esto lo ha visto muy bien
Gabriel Marcel—, el ‘ser encarnado’ va mucho más allá del mero «tener», de la
propiedad o posesión del cuerpo, porque yo no soy sin mi cuerpo, y mi tenerlo no es
secundario o consecutivo; pero si decimos ‘yo soy mi cuerpo’, esto va contra toda la
evidencia de que yo me encuentro con mi cuerpo, que no he elegido, que me complace o
no, que me plantea problemas, que es parte de mi circunstancia, al cual en modo alguno me
reduzco”. Antropología metafísica.

Leonardo Polo: 1926-2013.

118.- “En rigor, la mano tiene respecto de la conducta tanto valor simbólico como el
rostro. Porque el hombre es un animal con rostro, no un animal con hocico. Pero la mano
y la cara son correlativos. El bipedismo es la diferencia funcional de un par de
extremidades, que quedan libres de la tarea de andar. El bipedismo es la liberación de
la mano; la liberación de la mano es la mano misma. Si hay hocico, no hay mano (con
hocico, el animal se inclina, es cuadrúpedo). Sin cara, no hay mano, y sin mano no hay
cara. El rostro y la mano constituyen un sistema; el rostro es imposible sin las manos y las
manos sin el rostro. Si las manos son simbólicas, el rostro es expresivo. La expresividad
y lo simbólico son dos elementos sistémicos en estrecha relación. Sin símbolo, el gesto se
inmovilizaría en rictus inexpresivo, cercano a la jeta del animal”. Quién es el hombre.

X.- La libertad como consentimiento: la libertad finita, los condicionamientos, las


circunstancias y el incremento de la libertad.

Viktor Frankl: 1905-1997.

119.- “Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que
cualquier otra generación ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide
lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo el ser que ha
entrado en ellas con paso firme musitando una oración”. Frankl, El hombre en busca de
sentido.

120.- “No cabe duda de que las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual
rica sufrieron muchísimo (su constitución era a menudo endeble), pero el daño causado a
su ser íntimo fue menor: eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a
una vida de riqueza interior y libertad espiritual. Sólo de esta forma puede explicarse la
paradoja aparente de que algunos prisioneros, a menudo los menos fornidos, parecían
soportar mejor la vida del campo que los de naturaleza más robusta”. Frankl, El
hombre en busca de sentido.

121.- “El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que
encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio (…) Uno de los postulados básicos
de la logoterapia estriba en que el interés principal del hombre no es encontrar el placer,
o evitar el dolor, sino encontrar un sentido a la vida, razón por la cual el hombre está
dispuesto incluso a sufrir a condición de que su sufrimiento tenga sentido”. Frankl, El
hombre en busca de sentido.
122.- “Y yo me atrevería a decir que no hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a
sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene un
sentido. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice: ‘Quien tiene un por qué para
vivir puede soportar casi cualquier cómo’. Yo veo en estas palabras un motor que es
válido para cualquier psicoterapia. Los campos de concentración fueron testigos (y ello
fue confirmado más tarde por los psiquiatras norteamericanos tanto en Japón como en
Corea) de que los más aptos para la supervivencia eran aquellos que sabían que les
esperaba una tarea por realizar”. Frankl, El hombre en busca de sentido.

123.- “Considero un concepto falso y peligroso para la higiene mental dar por supuesto
que lo que el hombre necesita ante todo es equilibrio o, como se denomina en biología,
‘homeostasis’, es decir, un estado sin tensiones. Lo que el hombre realmente necesita no
es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena”.
Frankl, El hombre en busca de sentido.

Séneca: 4 a.C.-65 d.C.

124.- “A un hombre bueno ningún mal puede sucederle: no se mezclan los contrarios.
Del mismo modo que tantos ríos, tantas lluvias caídas del cielo, tanta abundancia de
fuentes medicinales no cambia el sabor del mar, ni siquiera lo mitigan, así el ataque de las
contrariedades no trastorna el espíritu del hombre fuerte: se mantiene en su posición y
cuanto le sucede lo acomoda a su estilo de vida, pues es más poderosos que sus
circunstancias. Y no digo ‘no las siente’, sino ‘las vence’ e incluso se alza, tranquilo y
calmo, contra las que lo acometen. Todas las adversidades las toma como entrenamiento
(…) Vemos que los atletas, a quienes toca ocuparse de su fuerza, luchan con los más
vigorosos y exigen a los que los entrenan para la competición que empleen contra ellos
todas sus fuerzas; toleran que los golpeen y los maltraten y, si no encuentran contrincante
de su categoría, se arrojan con varios a la vez. Se marchita sin oponente la virtud: se ve
cuánta es su grandeza y su poder en el momento en que muestra de qué es capaz su
resistencia”. Séneca, Sobre la providencia.

125.- “Apreciarás al piloto en la tempestad, en el combate al soldado ¿Cómo puedo


saber qué grande es tu ánimo frente a la pobreza si rebozas de riquezas? ¿Cómo puedo
saber cuánta firmeza muestras frente a la deshonra y el descrédito y la inquina de la gente si
envejeces entre aplausos, si te persigue su favor insobornable? ¿Cómo sé con cuánta
ecuanimidad vas a soportar la pérdida de tus hijos si tienes ante tus ojos a cuantos has
criado?... Os lo ruego, no os espantéis de esas circunstancias que los dioses inmortales
aplican a los ánimos como aguijones: un desastre es una oportunidad para el valor”.
Séneca, Sobre la providencia.

126.- “Entre muchas expresiones espléndidas de nuestro Demetrio está también ésta:
‘Nada me parece más desdichado que uno al que nunca le ha ocurrido ninguna
contrariedad’. Pues no ha tenido ocasión de ponerse a prueba. Aunque todo le haya
salido según sus deseos, incluso antes de sus deseos, los dioses lo han juzgado
desfavorablemente: les ha parecido indigno de derrotar alguna vez a la suerte, que rehuye
a los más cobardes, como diciendo: ‘¿Qué, pues? ¿Voy a tomar a ése de adversario?
Depondrá enseguida las armas; contra él no hay necesidad de todo mi poder, una ligera
amenaza lo ahuyentará, no puede sostener mi mirada. Habrá que acechar a otro con el que
pueda llegar a las manos: da vergüenza enzarzarse con un hombre dispuesto a ser
vencido’”. Séneca, Sobre la providencia.

Erich Fromm: 1900-1980.

127.- “Puede generalizarse diciendo que una de las razones por las cuales la mayor parte
de la gente fracasa en la vida es precisamente que no conoce el momento en que todavía
es libre para actuar de acuerdo con la razón y que no tiene conciencia de la elección
sino cuando ya es demasiado tarde para tomar una decisión. Estrechamente relacionado
con el problema de darse cuenta de cuándo se toma la decisión real, hay otro problema.
Nuestra capacidad para elegir cambia constantemente con nuestra práctica de la vida.
Cuanto más tiempo sigamos tomando decisiones equivocadas, más se endurecen
nuestros corazones; cuantas más veces tomemos decisiones acertadas, más se ablandan
nuestros corazones, o mejor quizá, más vida adquieren”. El corazón del hombre, pág. 160.

128.- “Un buen ejemplo del principio implícito aquí es el juego del ajedrez. Suponiendo
que dos jugadores igualmente buenos comienzan una partida, los dos tienen las mismas
probabilidades de ganar (con probabilidades ligeramente mejores para el lado blanco, que
podemos ignorar para nuestro presente propósito); en otras palabras, cada uno de ellos tiene
la misma libertad para ganar. Después de cinco jugadas, pongamos por caso, el
panorama ya es diferente. Los dos pueden ganar aún, Pero A, que hizo una jugada
mejor, ya tiene más probabilidades de ganar. Tiene, por decirlo así, más libertad para
ganar que su adversario B. Pero B todavía es libre para ganar. Después de unas jugadas
más, A, que siguió haciendo jugadas correctas que no fueron eficazmente contrarrestadas
por B, casi está seguro de ganar, pero sólo casi. Después de algunas otras jugadas, la
partida está decidida. B, siempre que sea un buen jugador, reconoce que ya no tiene
libertad para ganar; ve que ha perdido antes de que realmente le den jaque mate. Sólo
el mal jugador, que no puede analizar adecuadamente los factores determinantes, vive con
la ilusión de que puede ganar aún después de haber perdido la libertad para hacerlo.
A causa de esa ilusión, tiene que llegar hasta el amargo desenlace y ver derrotado su rey”.
El corazón del hombre, pág. 160-161.

129.- “La historia del endurecimiento del corazón faraónico no es sino la expresión
poética de lo que podemos observar todos los días si miramos nuestro propio
desenvolvimiento y el de los demás. Veamos un ejemplo: Un niño blanco de ocho años
tiene un amiguito, hijo de una criada negra. A la madre no le gusta que su niño juegue con
un negrito y le dice que deje de verlo. El niño se niega; la madre le promete llevarlo al circo
si obedece, y él accede. Este acto de traición a sí mismo y de aceptación del soborno ha
producido algo en el niño. Se siente avergonzado, ha sido herido su sentimiento de
integridad, ha perdido la confianza en sí mismo. Pero no ocurrió nada irreparable. Diez
años después se enamora de una muchacha; es algo más que un apasionamiento
momentáneo; los dos sienten un hondo vínculo humano que los une; pero la muchacha es
de una clase inferior que la de la familia del muchacho. A sus padres les disgusta el
noviazgo y tratan de disuadirlo; como él se mantiene firme, le prometen un viaje de seis
meses a Europa sólo con que acceda a aplazar la formalización del compromiso hasta
cuando vuelva. Él acepta el ofrecimiento. Cree conscientemente que el viaje le hará mucho
bien, y, naturalmente, que no amará menos a la muchacha cuando regrese. Pero no
sucedieron así las cosas. Conoció a otras muchas jovencitas, es muy popular entre ellas, su
vanidad se siente satisfecha y, finalmente, su amor y su decisión de casarse son cada vez
más débiles. Antes de regresar le escribe a la muchacha una carta en la que rompe el
noviazgo. ¿Cuándo tomó la decisión? No, como él piensa, el día en que escribió la carta
final, sino el día en que aceptó la oferta de sus padres para ir a Europa. Sintió, aunque no
conscientemente, que al aceptar el soborno se había vendido, y tuvo que hacer lo que había
prometido: la ruptura. Su conducta en Europa no es la razón de la ruptura, sino el
mecanismo mediante el cual logra cumplir la promesa. En ese momento se traicionó a sí
mismo de nuevo, y los efectos son un desprecio mayor de sí mismo y (escondidas detrás de
la satisfacción de nuevas conquistas, etc.) una debilidad interior y la falta de confianza en sí
mismo. ¿Necesitamos seguir su vida por más tiempo y en detalle? Termina entrando en el
negocio de su padre, en vez de estudiar física, para la cual está dotado; se casa con la hija
de amigos ricos de sus padres, llega a ser un exitoso hombre de negocios y un líder político
que toma decisiones fatales contra la voz de su propia conciencia porque tiene miedo a
enfrentarse con la opinión pública. Es la suya una historia de endurecimiento del corazón.
Una derrota moral lo hace más propicio a sufrir otra derrota, hasta el momento en que llega
al punto de donde no se regresa. A los ocho años pudo haber tomado una actitud y negarse
a aceptar el cohecho; aún era libre. Y quizá un amigo, un abuelo, un maestro, al conocer su
dilema, le hubieran ayudado. A los dieciocho años ya era menos libre; su vida ulterior es un
proceso de libertad decreciente, hasta el momento en que perdió el juego de la vida. La
mayor parte de la gente que terminó como individuos endurecidos y sin escrúpulos, aun
como empleados de Hitler o de Stalin, empiezan a vivir con la posibilidad de ser hombres
buenos. Un análisis muy detallado de sus vidas podría decirnos cuál era el grado de
endurecimiento del corazón en cualquier momento dado, y cuándo se perdió la última
posibilidad de ser humano. También existe el cuadro contrario; la primera victoria hace más
fácil la siguiente, hasta que ya no cuesta trabajo elegir lo justo”. El corazón del hombre,
págs. 161-162.

130.- “Nuestro ejemplo ilustra el punto de que la mayor parte de la gente fracasa en el
arte de vivir no porque sea intrínsecamente mala o tan carente de voluntad que no pueda
vivir una vida mejor; fracasa porque no despierta ni ve cuándo está en una bifurcación
del camino y tiene que decidir. No se da cuenta de cuándo la vida le plantea una cuestión
y cuando tiene aún diferentes soluciones. Después, con cada paso por el camino
equivocado se le hace más difícil admitir que está efectivamente en el camino
equivocado, con frecuencia sólo porque tiene que admitir que debe volver a la primera
decisión equivocada y aceptar que malgastó energía y tiempo”. El corazón del hombre,
págs. 161-162.

Jorge Peña: 1952-X.


131.- “La tesis de Ricoeur es que el acto voluntario está indisolublemente unido al acto
involuntario, el acto libre al no-libre. Entre los dos polos del obrar humano, el voluntario
y el involuntario, no hay disociación ni yuxtaposición, sino alianza y reciprocidad”. La
libertad como consentimiento.

132.- “Siguiendo a Ricoeur, podemos distinguir en el querer humano tres grandes


niveles. El ‘yo quiero’ implica: 1) yo elijo; 2) yo me esfuerzo; 3) yo consiento. Pongo un
ejemplo para apreciar estos tres niveles: quiero subir en bicicleta a Farellones. El primer
nivel del querer es el proyecto y la decisión: yo decido o elijo realizar este deporte
porque lo encuentro beneficioso para mi salud. Enseguida debo realizar una serie de
esfuerzos para llevar a cabo mi proyecto y poner en práctica mi decisión. Este segundo
nivel del querer es el del esfuerzo o la moción voluntaria. Ahora bien, no me queda más
remedio que aceptar un conjunto de datos sobre los cuales no tengo ningún dominio,
que simplemente se me imponen: la distancia hacia Farellones, el número de curvas, mi
salud, mi estado físico, mi edad, el clima, etc. Este tercer nivel del querer es el del
consentimiento por el que asumo una necesidad ineluctable. Por lo tanto, la solidaridad
de lo voluntario y el involuntario que lo acompaña se da en los tres niveles que son: a)
la elección y los motivos; b) el esfuerzo y los poderes; c) el consentimiento y la
necesidad”. La libertad como consentimiento.

XI.- Conciencia y juicio moral. Disposición de ánimo, corazón y conocimiento de los


valores.

Hannah Arendt: 1906-1975.

133.- “Ausencia de pensamiento no quiere decir estupidez; puede encontrarse en


personas muy inteligentes, y no proviene de un mal corazón; probablemente sea a la
inversa, que la maldad puede ser causada por la ausencia de pensamiento” Hannah
Arendt, La vida del espíritu.

134.- “Lo más grave en el caso de Eichmann es que hubo muchos hombres como él, y que
estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible
y terroríficamente normales”. Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre
la banalidad del mal.

135.- “Una de las lecciones que nos dio el proceso de Jerusalén fue que tal alejamiento de
la realidad y tal irreflexión pueden causar más daño que todos los malos instintos
inherentes, quizá, a la naturaleza humana”. Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, un
estudio sobre la banalidad del mal.

Agustín de Hipona: 354-430.

136.- “Vive, pues, justa y santamente aquel que es un honrado tasador de las cosas
[‘rerum integer aestimator’]; pero éste es el que tiene el amor ordenado, de suerte que ni
ame lo que no debe amarse, ni ame más lo que ha de amarse menos, ni ame igual lo que ha
de amarse más o menos, ni menos o más lo que ha de amarse más”. Agustín de Hipona, De
la doctrina cristiana, 1, XXVII, 28.

Dietrich Von Hildebrand: 1889-1977.

137.- “El auténtico drama moral está en la decisión fundamental de plegarnos a lo


importante en sí y a los valores moralmente relevantes o a lo sólo subjetivamente
satisfactorio”. D. von Hildebrand, Ética.

138.- “Tanto el hombre orgulloso como el concupiscente son totalmente egocéntricos.


Pero, mientras el segundo se hunde en lo subjetivamente satisfactorio y se abandona a
ello, el primero se caracteriza por una mirada reflexiva sobre sí mismo. La relación entre
la satisfacción subjetiva y el yo es completamente distinta en cada caso. Mientras la
persona concupiscente busca exclusivamente gozar de distintos placeres y contempla el
mundo bajo la categoría de lo agradable, el hombre orgulloso se concentra en su
autoglorificación, en la consciencia de su propia importancia y superioridad, y en su
preponderancia soberana (…) La concupiscencia se dirige a un tener, el orgullo a un ser.
La concupiscencia es una perversión en la esfera de la posesión de un bien; el orgullo es
una perversión en la actitud respecto de nuestra propia perfección”. D. von Hildebrand,
Ética.

139.- “Llegamos a la cuarta dimensión del orgullo: la altivez (…) Se pone de relieve en el
rechazo a someterse a una persona. La persona altiva no anhela ni una gran posición, ni
poder ni dominio exterior. Pero hace un ídolo de su propia posición superior o de su
independencia. Rehuye confesar cualquier debilidad o dependencia. Esta altivez impide
a una persona admitir cualquier falta de su parte. Nunca se pondrá en una posición débil
pidiendo perdón a alguien. En el arrepentimiento ve una debilidad despreciable. Hará
un ídolo de su dignidad, de su virilidad, de su honor y de sus derechos (…) Posee un
ethos irascible y duro; va por la vida con la cabeza alta, consciente de su imperturbable
fuerza e independencia, rechazando toda ayuda de otras personas”. D. von Hildebrand,
Ética.

Romano Guardini: 1885-1968.

140.- “Lo verdadero y lo bueno no son sólo norma, sino también valor. Si ponemos
como concepto superior el concepto de validez, entonces norma es aquel aspecto de lo
válido que obliga a la persona. No mediante la coacción (por eso lo válido se distingue de
lo despótico), sino mediante la majestad de sentido de lo valioso mismo, que asume
carácter de exigencia ante la libertad de la autodeterminación. La libertad se siente
obligada por la norma, tanto si se vuelve a la obediencia como hacia la rebelión. En
cambio, el valor es aquella faceta de lo válido por el cual lo válido aparece a la persona
como precioso. Nuevamente, no por coacción, sino por la majestad interior de lo
valioso, que se dirige igualmente a un órgano integrado a lo personal, llamémoslo la
libertad para valorar”. Romano Guardini, La conversión de San Agustín, 75.
141.- “En cuanto órgano y ámbito de la totalidad humana, la interioridad que responde
al valor es el corazón. Con este término no se alude a los sentimientos en contraposición al
espíritu. El corazón mismo es espíritu; pero un espíritu que sopesa valores, a diferencia
que el espíritu que obedece normas. Es espíritu que se deja estimular por valores y se
mueve hacia los valores. Espíritu en cuanto portador de eros”. Romano Guardini, La
conversión de San Agustín, 77.

142.- “¿Por qué un valor es válido? Porque vale. Tan pronto como se pone de
manifiesto un valor en cuanto tal, se pone de manifiesto también que vale por sí
mismo. No se puede demostrar un valor; sólo se lo puede encontrar. Si damos con él y
estamos abiertos, el valor da testimonio mediante su propia validez. Una auténtica
experiencia del valor entraña la experiencia de la necesariedad”. Romano Guardini, La
conversión de San Agustín, 119.

XII.- Sufrimiento, muerte y trascendencia.

Arthur Schopenhauer: 1788-1869.

143.- “Para los más, la vida sólo es una continua lucha por la existencia, con la
certidumbre de la derrota final”. El mundo como voluntad y representación.

144.- [La vida es un mar lleno de escollos y remolinos e incluso el que logra salir bien]
“no hace otra cosa que irse aproximando poco a poco al gran, al fatal, al inevitable, al
irreparable naufragio; el suyo es un navegar hacia el naufragio, hacia la muerte; último
término del penoso viaje, meta más espantosa que los escollos evitados antes”. El
mundo como voluntad y representación.

145.- “El final, en sustancia, es algo ilusorio; con la posesión se desvanece todo el
atractivo; el deseo renace en una forma nueva y, junto con él, la necesidad; en caso
contrario, aparecerá la tristeza, el vacío, el aburrimiento, enemigos aún más temibles que
la necesidad”. El mundo como voluntad y representación.

146.- “El hombre es el único animal que hace sufrir a los otros con el único objetivo de
hacer sufrir”, “el hombre es un animal de presa, que apenas ve a su lado a un ser más
débil que él, se le tira encima”. El mundo como voluntad y representación.

147.- “El trabajo, el dolor, la fatiga y la necesidad son -sin ninguna duda y a lo largo de
toda su vida- el destino de casi todos los hombres”, “la infelicidad es la regla”. El mundo
como voluntad y representación.

148.- “Ningún objeto de la voluntad, una vez que se ha conseguido, puede brindar una
satisfacción duradera, que ya no cambie; se asemeja a la limosna que se arroja al
mendigo, prolongando hoy su vida, para que mañana continúe su tormento”. El
mundo como voluntad y representación.
Epicuro: 341 a. C.-270 a. C.

150.- “Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros. Porque todo bien y
todo mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el
recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros, hace dichosa la condición
mortal de nuestra vida; no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el
ansia de inmortalidad. Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido
rectamente que nada temible hay en el no vivir”. Obras, 125 59.

151.- “Así que el más espantoso de los males nada es para nosotros, puesto que
mientras somos la muerte no está presente, y cuando la muerte se presenta ya no
existimos. En nada afecta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, porque para aquellos
no está y éstos ya no son (…) El sabio, en cambio, ni rehúsa la vida ni teme el no vivir,
porque no le abruma el vivir, ni considera que sea algún mal el no vivir”. Obras, 125
60.

Gabriel Marcel: 1889-1973.

152.- “He hablado de cuerpo organizado: cuando digo que yo sé que debo morir, pienso
en el destino de este cuerpo; pero esta certeza que se refiere a un objeto y que por tanto es
objetiva, ¿se acompaña de una seguridad existencial que concierne a este yo que se
interroga ahora? La cuestión aparece enseguida muy oscura. Cuando digo: «Sé que estoy
llamado a morir», no parece que yo quiera decir simplemente: «Mi cuerpo dejará de
funcionar y se descompondrá». No se podría, parece, proceder a esta reducción sin alterar
lo que hay de radical en mi seguridad de deber morir. Pero no sería exacto tampoco decir
que sé que no debo o no puedo sobrevivir a esta destrucción de mi cuerpo. Establecer
aquí un saber es introducir una especie de afirmación dogmática que no está ni puede
estar dada en cuanto tal a mi conciencia mediadora”. Muerte e inmortalidad.

Miguel de Unamuno: 1864-1936.

153.- “Si la conciencia no es nada más que un relámpago entre dos eternidades de
tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia”. Del sentimiento trágico
de la vida.

154.- “Me dan raciocinios en prueba de lo absurda que es la creencia en la inmortalidad


del alma; pero esos raciocinios no me hacen mella, pues son razones y nada más que
razones, y no es de ellas de que se apacienta el corazón. No quiero morirme, no; no
quiero, ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que me
soy y me siento ser ahora y aquí, y por esto me tortura el problema de la duración de mi
alma, de la mía propia”. Del sentimiento trágico de la vida.

Pieter van der Meer: 1880-1970.


155.- “Pero vamos a ver: ¿quién, desde dónde se infunden en nosotros los anhelos por lo
más excelso, esa nostalgia infinita? ¿Por qué alimentamos esos sublimes anhelos?
¿Quién o qué ha puesto en nuestro espíritu esas eternas preguntas y el acuciante afán de
hallar una contestación? Si el universo no es más que materia irracional ¿de dónde nos
viene la conciencia de nuestra vida y de nuestros pensamientos, de dónde la incesante
búsqueda espiritual de una solución que nos dé la paz? ¿De qué mundos desconocidos
participan las almas? Siento vértigo. De nuevo estoy cautivo, presa de la desesperación, en
el círculo de mis pensamientos; todo sentimiento fijo, toda seguridad se ha desvanecido”.
Nostalgia de Dios.

156.- “Nosotros pensamos ¿No es como para volverse loco, si se piensa en la soledad del
hombre en medio de los mundos? Además, según una hipótesis muy aceptable, la tierra,
dentro de algunos miles o millones de años, será inhabitable y por fin perecerá. Entonces
será como si este planeta no hubiese existido jamás, todo será arrumbado al vacío
espacio del olvido. Nadie llevará ya en sí la memoria de lo que aquellos extraños seres
que un día vivieron en la tierra y se llamaban hombres, realizaron y sufrieron: las
sinfonías de Beethoven, la Biblia, la búsqueda inquieta, la suma de todos los
sufrimientos, los más bellos sueños de los santos, Napoleón, Dante, la desesperación, el
amor, la sucesión de los imperios, Cristo, todo esto habría sido perfectamente inútil, y esta
comedia que habrá durado miles de años y de la que nadie habrá sido espectador, podría
igualmente no haber tenido lugar. ¿No es esto de una vertiginosa ridiculez? ¿No es para
llorar de angustia y refugiarse en la muerte?”. Nostalgia de Dios.

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