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ALFREDO ESPINO

Edgardo Alfredo Espino Najarro (Ahuachapán, 8 de enero de 1900-San


Salvador, 24 de mayo de 1928), conocido como Alfredo Espino, fue un
poeta salvadoreño.

Nació en el Departamento de Ahuachapán, zona occidental de El


Salvador, en el año de 1900 del mes de enero . Hijo de Enriqueta
Najarro de Espino y Alfonso Espino, ambos profesores y poetas, creció
en un hogar que respiraba poesía y amor al arte.

En 1920 ingresó a la Universidad de El Salvador, inscribiéndose en la Jurisprudencia.2


Durante su instancia en la Ciudad Universitaria, fue parte de tantas actividades dentro de la
misma inclusive de manifestaciones hechas por estudiantes para evitar el alza de los precios
de pasaje en tranvía.

Los últimos años de su vida se volvieron muy adversos, la negativa de sus padres para
consentir su casamiento con ciertas jóvenes lo condujo a constantes desequilibrios
emocionales y amorosos. Para mitigarlos, se entregó a largos ratos de bohemia, en bares y
burdeles de la capital del país.

Fue durante una de estas crisis alcohólicas que él mismo puso fin a su vida, en la madrugada
del 24 de mayo de 1928 en la ciudad de San Salvador.

Sepultado primero en el Cementerio General capitalino —donde los discursos de estilo


corrieron a cargo del doctor y escritor Julio Enrique Ávila y los entonces bachilleres Manuel F.
Chavarría y Rafael Vásquez—, desde hace unos años los restos de Espino fueron trasladados
a la Cripta de los Poetas, en el camposanto privado Jardines del Recuerdo, al sur de la ciudad
de San Salvador.

Su único libro, Jícaras tristes, una recopilación de 96 poemas —publicado póstumamente con
la colaboración de varios amigos y prologada con un texto esclarecedor de Alberto Masferrer
—, es considerado como un poemario nacional por sus contemporáneos; su autor es de los
más leídos y comentados, pero no estudiado o analizado en su expresión.

Tiene una poética delicada, buscó plasmar su terruño con una visión lírica; la que presentó
con un estilo sencillo, fácil de captar, por lo tanto, sin complicaciones formales;8 escribió
sonetos, romances y versos libres.

ALFREDO ESPINO
ÁRBOL DE FUEGO

Son tan vivos los rubores


de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.

Y a pensar a veces llego:


Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!

Amigo: qué lindos trajes


te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…

Qué bueno el cielo contigo,


árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…

Bajo un jardín de celajes,


al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.
ALFREDO ESPINO
UN RANCHO Y UN LUCERO

Un día ¿¡primero Dios!?


has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Que más pedir? Con tu amor,


mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,


un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,


lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;


con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor


que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...
CLAUDIA LARS

Margarita del Carmen Brannon Vega, conocida por su seudónimo


Claudia Lars (Armenia, 20 de diciembre de 1899-San Salvador, 22 de
julio de 1974), fue una poetisa salvadoreña. Su obra es considerada de
un depurado lirismo y destaca por su dominio de la métrica.

Primeros años.
Sus padres fueron el ingeniero estadounidense de origen irlandés Patrick
Brannon y la salvadoreña Carmen Vega Zelayandía. Durante su infancia
fue amiga de Consuelo Suncín, que fue esposa de Antoine de Saint-
Exupéry. Inició su educación en su propio hogar, a cargo de la educadora
Mercedes Mendoza, y posteriormente estudió en el Colegio La Asunción de la ciudad de
Santa Ana. En su adolescencia, y gracias al general Juan José Cañas, logró que un
cuadernillo de poemas de su autoría fuera publicado con el nombre Tristes mirajes. No se
conserva ninguna copia del mismo. Asimismo, inició una relación sentimental con el poeta
nicaragüense Salomón de la Selva en 1919, pero sus padres rompieron la relación y enviaron
a la joven a Estados Unidos, donde conoció a Le Roy Beers, su primer esposo. En este país
enseñó castellano en la Escuela Berlitz de Brooklyn.

Viajes y publicaciones.
Claudia Lars regresó a El Salvador junto a su esposo en 1927 al haber sido nombrado el
señor Beers cónsul de Estados Unidos, y ese mismo año dio a luz a su único hijo, Leroy Beers
Brannon. Al mismo tiempo, departió con los intelectuales de la época, entre ellos Salarrué,
Alberto Guerra Trigueros, Serafín Quiteño y Alberto Masferrer. En 1933 comenzó a usar el
seudónimo Claudia Lars.5 Publicó el libro Estrellas en el Pozo en 1934 y también participó en
programas líricos radiofónicos para público infantil. De igual manera, colaboró en la Página de
los niños de El Diario de Hoy.

A inicios de la siguiente década, Claudia Lars obtuvo el segundo lugar de los Juegos Florales
de la Feria Novembrina en Guatemala, realizado en 1941, gracias a su obra Sonetos del
arcángel. También serían publicadas algunas de sus creaciones como La casa de vidrio
(Santiago de Chile, 1942), Romances de Norte y Sur (1946), Sonetos y Ciudad bajo mi voz
(1947), ganadora del certamen conmemorativo del IV Centenario del título de Ciudad de San
Salvador. En estos años, Lars, como agregada cultural de la embajada de El Salvador, partió
hacia Guatemala en 1948, donde conoció a su segundo esposo, Carlos Samayoa Chinchilla,
de quien se divorciaría en 1967. Antes de contraer nupcias, trabajó empacando duraznos en
Estados Unidos, traduciendo historietas para Walt Disney y colaborando para periódicos
antifascistas salvadoreños.

Últimos años.
De regreso a El Salvador, trabajó en el Departamento Editorial del Ministerio de Cultura
(actual Dirección de Publicaciones e Impresos) donde dirigió la revista Cultura. Publicaciones
de esta época fueron: Donde llegan los pasos (1953), Escuela de pájaros (1955), Fábula de
una verdad (1959) y las memorias Tierra de infancia.

Otras obras suyas resultaron galardonadas en los años siguientes, tales como Sobre el ángel
y el hombre, segundo lugar del Certamen Nacional de cultura de 1962, y Del fino amanecer,
primer premio compartido de los Juegos Florales de Quezaltenango en 1965. Asimismo, una
recopilación de su obra fue elaborada por Matilde Elena López con el nombre Obras
escogidas. Antes de su muerte obtuvo un doctorado Honoris Causa de la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas, siendo además distinguida con la Orden José Matías
Delgado.

De manera póstuma sería divulgada Poesía última, impresa por la Editorial Universitaria, y
también David Escobar Galindo elaboró Sus mejores poemas, editada por la Dirección de
Publicaciones en 1976. En 1999, en conmemoración del centenario de su nacimiento, el
Consejo Nacional para la Cultura y el Arte publicó dos volúmenes de su Poesía Completa,
recopilada por Carmen González Huguet.

Algunas obras
 Estrellas en el Pozo (1934).
 Canción redonda (1937).
 La casa de vidrio (1942).
 Romances de Norte y Sur (1946).
 Sonetos (1946).
 Ciudad bajo mi voz (1946).
 Donde llegan los pasos (1953).
 Escuela de pájaros (1955).
 Fábula de una Verdad (1959).
 Tierra de Infancia (1959).
 Presencia en el Tiempo (1960).
 Girasol (1962).
 Sobre el ángel y el hombre (1962).
 Del fino amanecer (1964).
 Nuestro pulsante mundo (apuntes sobre una nueva edad) (1969).
 Obras escogidas (1973).
 Poesía última (1975).

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