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ampliando de manera importante la protección de derechos que ordena el ius cogens.
repetición, prevenir, investigar, sancionar y reparar en los casos de
vulneraciones a los derechos humanos.
Para vigilar y controlar el cumplimiento de las obligaciones anteriormente
expuestas, se han conformado organismos supranacionales con órganos de
carácter jurisdiccional y no jurisdiccional. Sobre los pronunciamientos de los
primeros existe acuerdo generalizado respecto a su obligatoriedad, en cuanto
se dan en procesos jurisdiccionales por organismos que tienen claras
facultades para determinar la responsabilidad del estado de las vulneraciones
de los tratados de derechos humanos y que emiten decisiones cuya
obligatoriedad se establece claramente.
Otro caso muy distinto es el de los pronunciamientos de los órganos no
jurisdiccionales, en particular cuando en sus visitas para evaluar la situación de
derechos humanos en un territorio determinado o en sus pronunciamientos
sobre un acontecimiento especial en un territorio emiten recomendaciones para
que los estados implementen acciones puntuales. Aunque la facultad para
emitir recomendaciones es expresa en los tratados y reglamentos cuando
dichos organismos despliegan sus funciones para la vigilancia y control de los
tratados, nada se dice de manera específica sobre el carácter de estas.
Frente a la falta de certeza en el DIDH sobre el valor jurídico de las
recomendaciones, el estado colombiano ha sido reticente a su cumplimiento
argumentando que las recomendaciones, son solo meras sugerencias dadas
por los organismos internacionales y que el seguirlas o no trasciende al ámbito
de si el gobierno desea implementarlas. Al fin y al cabo, no son sentencias
emitidas en el marco de un proceso jurisdiccional.
Pero la verdad es que a partir de los principios de Pacta Sunt Servanda y
buena fe que rigen los tratados de derecho internacional, según los cuales, lo
pactado debe ser cumplido por los estados y además de buena fe, se debe
entender que, si el estado adquirió la obligación de respetar y garantizar los
derechos contenidos en determinado tratado, y la vigilancia del cumplimiento
de dichas obligaciones se deja a cargo de determinado organismo
internacional, las recomendaciones emanadas de sus órganos de control
contienen una obligación jurídica para el estado. Y no por que aquellas sean
del talante suficiente para obligar al estado, sino porque a ellas compete la
interpretación del instrumento de derecho internacional, y si consideran que al
estado le hace falta tomar acciones para el cumplimiento de las obligaciones
que adquirió como parte del tratado, bien porque podría estar realizando
acciones que limitan un derecho o porque no está garantizando
adecuadamente otro, es en virtud de esa de la obligación de respetar y
garantizar los derechos del tratado que debe tomar las medidas necesarias
para el cumplimiento de esta obligación. Así, repito, lo pactado en el tratado
debe ser cumplido por el estado de buena fe.
No debe olvidarse que según la doctrina la interpretación que hacen los
órganos de control de los tratados respecto a los que son competentes
constituye una fuente importante en el DIDH. Según Daniel O’Donnell (2004)
las fuentes del DIDH son la jurisprudencia, la doctrina, la costumbre
internacional, los principios generales del derecho, las mencionadas normas de
ius cogens y el denominado corpus iuris del DIDH, que incluye los tratados, las
declaraciones y las interpretaciones de los órganos de control de los tratados.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto si los organismos de
derecho internacional emiten recomendaciones en materia de derechos
humanos a un estado este debe de implementar las acciones tendientes a su
cumplimiento, y ello es una realidad no solo para el caso colombiano. Frente a
ello solo cabe aclarar que no puede ser cualquier organismo sino aquel
encargado de la vigilancia y control de un tratado que contemple la protección
del derecho que en particular se discuta, que en todo caso es quien
generalmente tiene la potestad de emitir dichas recomendaciones.
Finalmente, en Colombia dicha obligación jurídica tiene un carácter especial, en
cuanto según la jurisprudencia de la corte constitucional en sentencia
C578/1995, C358/1997, y T 067/2003 estableció que los tratados de derechos
humanos que no pudieran suspenderse en estado de excepción hacían parte
del bloque constitucional. Y además los tratados internacionales sobre los
derechos contenidos en la carta del 91 también harán parte del bloque para su
interpretación
En sentencia T568 de 1999, dispuso frente a las recomendaciones emitidas por
la Organización Internacional del Trabajo (OIT):
“aunque no sean vinculantes directamente, generan una triple obligación en cabeza
de los Estados: deben 1) ser acogidas y aplicadas por las autoridades
administrativas; 2) servir de base para la presentación de proyectos legislativos; y
3) orientar el sentido y alcance de las órdenes que el juez de tutela debe impartir
para restablecer los derechos violados o amenazados en ése y los casos que sean
similares.”