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ADICTOS AL SEXO Y AL AMOR ANÓNIMOS, GRUPO VIDA

NUEVA (asaaspanol@gmail.com)
2. TEMA:
F01 – INTRODUCCION A ADICTOS AL SEXO Y AL AMOR ANONIMOS
PREAMBULO DE SLAA (JULIO 2003)
Adictos al Sexo y al Amor Anónimos (SLAA) es una fraternidad cuyo fundamento son los doce pasos y las
doce tradiciones del modelo patrocinado por Alcohólicos Anónimos.
El único requisito para pertenecer a SLAA es tener el deseo de parar con las conductas adictivas relacionadas
al sexo y/o al amor. SLAA se sostiene a través de las contribuciones voluntarias de sus miembros y es gratuita
para todos aquellos que la necesitan.
Para combatir las consecuencias destructivas que la adicción al sexo y al amor produce, utilizamos cinco
recursos principales:
(1) Sobriedad: Nuestra buena voluntad para detener, en una base diaria, los comportamientos adictivos al sexo
y/o al amor definidos en nuestra lista personal de conductas adictivas redactada.
(2) Padrinazgo / Reuniones: Nuestra capacidad de buscar y contar con el soporte y apoyo que brinda la
comunidad de DASA.
(3) Pasos: Nuestra práctica del Programa de recuperación de 12 Pasos con el fin de alcanzar la sobriedad
sexual y emocional.
(4) Servicio: Nuestra capacidad de devolver a la comunidad de DASA lo que continuamente recibimos de
forma gratuita.
(5) Espiritualidad: Nuestro desarrollo de una relación con un Poder Superior a nosotros mismos, el cual puede
guiarnos y sostenernos durante el proceso de recuperación.
Como fraternidad, SLAA no opina sobre temas ajenos a la misma y no busca las controversias. No está
vinculada a ninguna otra asociación, movimiento o causa, ni religiosa ni secular.
Nos une, sin embargo, un objetivo común: recuperarnos de nuestros comportamientos adictivos sexuales y
emocionales. Encontramos un denominador común en nuestros patrones obsesivos / compulsivos, que
convierte cualquier diferencia de género o de orientación sexual en algo irrelevante.
Necesitamos proteger, con especial cuidado, el anonimato de cada integrante de SLAA y además tratamos de
evitar atraer la curiosidad indebida de los medios de comunicación hacia SLAA en su conjunto.
¿QUÉ ES S.L.A.A.?
S.L.A.A. es una fraternidad que se basa en el programa de los doce pasos de Alcohólicos anónimos.
Hay reuniones en muchas ciudades de los EE.UU. y también en varias ciudades extrajeras.
Es una sociedad de ayuda mutua, abierta a personas de cualquier edad o inclinación sexual.
Entre sus miembros se encuentran tanto los que experimentan una necesidad compulsiva de sexo, como
aquellos con un apego desesperado a una sola persona.
Todos los miembros tenemos en común un patrón obsesivo/compulsivo, sea sexual o emocional (o ambas
cosas a la vez), a través del cual las actividades y las relaciones se vuelven cada vez más destructivas y
afectan a todos los aspectos de nuestra vida, la carrera, la familia y el concepto de amor propio.
Aunque fueron alcohólicos recuperados los que fundaron S.L.A.A. y aunque su programa se inspira además
en el de A.A., a nuestras reuniones puede asistir cualquier persona que crea que tiene este problema,
independientemente de que haya sufrido previamente de alcoholismo o drogadicción o no.
S.L.A.A. se fundó en Boston en 1976.
Los miembros fundadores eran personas que habían llegado a la conclusión de que el sexo, el coqueteo, el
amor romántico y la dependencia emocional estaban afectando a sus vidas de la misma forma en la que el
alcohol y las drogas lo habían hecho.
Su experiencia les mostraba que ni la promiscuidad sexual ni el cultivo habitual de relaciones destructivas se
podían vencer empleando solamente la fuerza de voluntad.
Muchas historias típicas tienen como protagonistas a personas que visitaban asiduamente ciertos lugares, pese
a repetidos contagios de enfermedades venéreas y el miedo a ser descubiertos por sus familias.
A otros les resultaba imposible dejar las relaciones destructivas y si lo hacían se encontraban al poco tiempo
en otras igual de perjudiciales.
Otros, finalmente, se dedicaban a actividades sexuales en solitario.
A pesar de la relativa "juventud" de esta asociación, muchas personas han encontrado al fin la esperanza y el
restablecimiento al compartir sus experiencias con los otros miembros. Algunos de estos autodiagnosticados
adictos al sexo y al amor comprueban, por primera vez en su vida, que son capaces de mantener relaciones de
compañerismo y satisfactorias.
Y lo que es más importante, solos o con pareja, estos miembros en vías de recuperación poseen una nueva
visión de la libertad y dignidad personal.
Algunos afirman que sin el apoyo de nuestra fraternidad, el dilema de tener que elegir entre la soledad aguda
y el aislamiento, por un lado, y las relaciones y actividades adictivas por el otro, les hubiera llevado al
suicidio.
POR QUÉ CREEMOS QUE ES UNA ADICCIÓN
Rich M., uno de los fundadores de S.L.A.A., define así la palabra adicción: "...el uso de una sustancia o
actividad, con el propósito de disminuir el sufrimiento o aumentar el placer, por una persona que ha perdido el
control sobre la cantidad, la frecuencia o la duración de su uso y cuya vida se ha vuelto progresivamente
ingobernable como consecuencia de ello."
Creemos que ésta es una adicción no ya porque necesitemos o recurramos al sexo y al amor romántico más
que otros, sino por el motivo que nos impulsa.
A diferencia de las personas "normales" que utilizan el amor y el sexo para satisfacer necesidades normales,
los adictos hacemos uso de los mismos para disminuir el sufrimiento que nos producen los problemas en otras
áreas de la vida.
Lo que hacemos al buscar a alguien o algo que nos "ayude a escapar de todo esto" es tratar de evadirnos de la
realidad por completo.
Llegamos a un punto en el que usamos las sensaciones que el sexo y el amor romántico nos producen, por
muy pasajeras que estas sean, como sustitutos de otras satisfacciones, como consuelo a una falta de afecto,
real o imaginada, o como huida o disculpa para desentendernos de una vida que estamos convencidos que
produce solamente dolor.
Está claro que no somos los únicos que tratamos de escapar a los problemas de la vida a través de aventuras
románticas o sexuales.
La diferencia radica en que nosotros hemos perdido el control y no sabemos cómo parar.
Sacrificamos la intimidad y la autenticidad emocional en nuestra relación con los demás y mientras la soledad
y la ansiedad aumentan, nuestra pérdida de control produce consecuencias cada vez más serias.
LA EXPERIENCIA DE LA ADICCIÓN
En el caso de nuestra adicción parece como si el poder residiera fuera de nosotros mismos, como si fuerzas y
tensiones que no podemos negar y problemas imposibles de ignorar, estuvieran destruyendo paulatinamente
nuestras vidas.
Para al adicto al sexo y al amor, el trato íntimo con nuestros semejantes se ha convertido en algo cada vez más
raro y difícil, si es que de verdad ha existido alguna vez.
La búsqueda desesperada de alivio a nuestra soledad recurriendo a formas que creemos que son muy
prometedoras y que nunca nos brindan satisfacción duradera, nos aísla de la variedad de relaciones humanas
de las que disfrutan las personas "normales".
Lo que es peor, tras esta búsqueda desesperada se oculta el deterioro progresivo de nuestra personalidad, que
es lo que constituye la esencia misma de la enfermedad.
A veces la adicción se manifiesta en el ir y venir de una pareja sexual a otra, en la búsqueda de alguien que
reúna todos los requisitos de perfección que exigimos.
Con frecuencia tratamos de justificar esta búsqueda repitiéndonos a nosotros mismos lo infelices que somos
en el hogar.
A veces se manifiesta como un apego desesperado a una persona concreta, a pesar de los abusos reiterados y
de la falta de comprensión.
En otros, finalmente, la adicción consiste en actos solitarios, tales como el exhibicionismo, el "fisgoneo"
compulsivo (voyeurismo) o las fantasías con pornografía, acompañadas o no de masturbación.
Pero para todos nosotros la experiencia interna es la misma.
Como adictos al sexo y al amor buscamos a la persona o el acto sexual capaz de transformar nuestra realidad
solitaria y de llenarnos el vacío interior, que percibimos como desasosegado y amenazante.
Así, mientras que nos aferramos a esos medios para tratar de llenar nuestro propio vacío, creemos que nadie
nos entiende de verdad y que la vida no tendría sentido sin "amor" y sexo.
A menudo se apodera de nosotros el temor que si dijésemos a los demás lo que de verdad pensamos o les
contásemos las cosas que hicimos, se apoderaría de esas personas un profundo sentimiento de desprecio hacia
nosotros o nos abandonarían por completo.
El tipo de relación amorosa en el que dos personas dotadas de un concepto de integridad personal, fortaleza
interior y seguridad en sí mismos, forman una pareja para compartir todo, es algo que evidentemente no forma
parte de nuestra experiencia pasada como adictos al sexo y al amor.
Al igual que pasa con otras adicciones, cambiamos de personalidad para adecuarnos a las circunstancias.
Hacemos cuanto está en nuestras manos y aún más, para conseguir unos brazos, reales o imaginarios, en los
que refugiarnos y sumergirnos.
CÓMO EMPEZAR
¿Qué puede hacer en caso que admita, aunque sea con reservas, que el verdadero problema es la adicción al
sexo y al amor y no el que no disfrutemos de la cantidad "necesaria" o del tipo "adecuado" de sexo o de pareja
sexual?.
Como en el caso del alcoholismo, a la obsesión mental que nos empuja a volver una y otra vez al patrón
destructivo sólo la puede vencer la decisión de pedir ayuda a alguna forma de poder exterior a uno mismo.
Por regla general, llegamos a adquirir y mantener la consciencia de que ese poder existe, tan sólo cuando
vemos que el sufrimiento llega al extremo de amenazar nuestra propia vida.
Primero debe usted reconocer con sinceridad que no es exactamente "la otra persona" la culpable de su
sufrimiento, sino sus propias carencias y necesidades personales.
Si duda, si no tiene claro si nuestro programa le puede resultar útil, puede someterse a la siguiente prueba:
cambie de comportamiento de golpe y durante un periodo de tiempo suficientemente largo, por ejemplo, unas
cuantas semanas o meses.
Por regla general, sentimos unos deseos vehementes y una ansiedad crecientes a medida que pasa el tiempo.
Si usted fracasa en este intento de vivir de acuerdo con unos valores coherentes y sin complicaciones
autodestructivas, no debiera quedarle ninguna duda en lo que respecta a la seriedad y la gravedad de su
problema.
Es obvio que no resulta fácil admitir que carecemos del poder necesario para controlar la necesidad
compulsiva de sexo y "amor romántico".
Como en el caso de admisiones de derrota ante otras adicciones, ésta se produce normalmente cuando la
víctima comprueba que su vida se limita cada vez más a relaciones o situaciones que sólo le causan un mayor
sufrimiento, mientras que las satisfacciones que nos prometíamos parecen encontrarse siempre fuera de
nuestro alcance.
Es preciso que veamos que vamos en una espiral boca abajo y que no tenemos fuerza para frenar o cambiar de
rumbo.
Sólo así podremos adquirir la humildad necesaria para pedir ayuda.
El dilema que nos creó la admisión de que carecíamos de fuerza fue desolador para cuantos llegamos a esa
conclusión.
La idea extraña de que pudiéramos utilizar el sexo o un/una amante como una droga, junto con las horrendas
implicaciones de que teníamos que parar, nos aterrorizaba a cuantos habíamos llegado a ese extremo tan
desesperado.
Algunos pensamos en el suicidio o empezamos a temer que estábamos a punto de volvernos locos.
El sufrimiento y dolor en nuestras vidas, cada vez más esclavizadas por la adicción, sólo parecían
equiparables al miedo al vacío que se apoderaría de nosotros si parásemos.
Podíamos entender que un alcohólico prescindiese de la bebida o un jugador del juego, por muchas fiestas y
casas de juego que haya en el mundo.
Pero, ¿cómo íbamos a poder sobrevivir sin amor y sexo?, ¿acaso existe algo por lo que merezca más la pena
vivir?, ¿teníamos que convertirnos en ermitaños o en monjes?
Afortunadamente, en gran parte, este pánico que nos confundía era la adicción misma hablándonos.
A ningún adicto le resulta fácil concebir la vida si le privamos de aquello que se ha convertido en algo tan
importante para su propio concepto de identidad.
Le parece imposible y desde luego, poco apetecible.
A pesar de ello la verdad es que existen formas de amor verdaderas y un uso de nuestras capacidades sexuales
que no tienen nada que ver con los patrones autodestructivos y egocéntricos que como adictos al sexo y al
amor nos caracterizan.
El comienzo aunque sencillo no es fácil.
Hemos de admitir que carecemos de poder, pero también decidirnos a interrumpir el patrón adictivo; nos
abstenemos de toda relación sexual excepto de la que tenga lugar en el seno de una relación seria y estable.
Si en el momento en el que admitimos nuestra derrota no disfrutamos de una relación positiva con
perspectivas de continuidad y futuro, es necesario un periodo de abstinencia total.
El síndrome de abstinencia, ocasionado por la interrupción de las actividades sexuales y románticas, produce
síntomas físicos tan dolorosos como los que produce el síndrome de abstinencia del alcohol y las drogas.
Aislados, la tensión sería enorme, la tentación de volver a todo aquello una vez más sería intolerable y la
creencia de que existe otro tipo de vida se debilitaría.
La comprensión y el apoyo de otros que han sufrido los dolores y las pruebas del síndrome de abstinencia nos
ayuda a atravesar este periodo.
Aun con esta ayuda, la sutileza con la que la compulsión deforma nuestro pensamiento, la facilidad con la que
las justificaciones se apoderan de nuestra mente, ayudadas por una sociedad que idolatra el sexo y el amor
romántico, es increíble.
No podemos resistir estos ataques sin una vigilancia constante y la ayuda de un poder superior a nosotros
mismos.
Cuando comienza a disminuir la ansiedad inmediata que el síndrome de abstinencia produce, es preciso
prestar una atención especial a los doce pasos para evitar la vuelta a la conducta adictiva.
Tal como en el caso del alcoholismo, creemos que la adicción al sexo y al amor es una enfermedad que tiene
tres dimensiones: la física, la mental y la espiritual.
Es preciso que nos recuperemos en estos tres órdenes si pretendemos disfrutar de una sobriedad sexual y
emocional duradera y feliz.
El primer periodo de abstinencia sirve de catalizador para poder enfrentarnos a nosotros mismos, haciendo
frente a los sentimientos que anulaba la adicción.
Puesto que esto equivale a cuestionar nuestro propio concepto de identidad personal y toda nuestra forma de
relacionarnos con el mundo, el proceso puede resultar doloroso y difícil.
Algunos miembros además de utilizar los doce pasos buscan la ayuda de profesionales en esta tarea de
examinar la realidad personal.
Se haga como se haga, tanto el proceso de enfrentarse a uno mismo como la voluntad profunda de cambio son
requisitos previos sin los cuales no podemos nunca llegar a estar en condiciones de disfrutar de una verdadera
relación de compañerismo con otro ser humano o para una vida feliz solos.
EL CAMINO A LA RECUPERACIÓN
Según nuestra experiencia, el amor y el sexo en el seno de una relación sana no son adictivos.
Creemos que este tipo de relación ofrece aquello que con tanta desesperación y sin ningún resultado
buscábamos en otras partes.
Pero el camino hacia la susodicha relación exige muchos trabajos de reparación antes de que nos encontremos
en condiciones de poder iniciarla.
Primeramente hemos de encontrar en nuestro interior el concepto de integridad y el de dignidad.
Este es el fruto de nuestra sobriedad, vivida de veinticuatro en veinticuatro horas y de la utilización de los
doce pasos.
La integridad personal es el resultado lógico del deseo de confiar en Dios, limpiar nuestro interior y ayudar al
prójimo.
El camino a la recuperación, que lo habíamos elegido tan solo porque el sufrimiento causado por la adicción
había llegado a sobrepasar el alivio de tensiones que a corto plazo nos proporcionaba, nos ha traído beneficios
que nunca hubiéramos podido imaginar.
A pesar de que la recuperación es difícil, este estilo de vida nos ha proporcionado una nueva libertad y la
profunda convicción de que la vida tiene sentido.
El programa de S.L.A.A. nos ha dado una verdadera autonomía personal y el respeto a nosotros mismos.
Estos atributos vienen acompañados de la capacidad para relacionarnos basada en el amor auténtico y la
intimidad, sea con los niños, el cónyuge o los amigos.
Si ha compartido nuestro sufrimiento, es posible que quiera beneficiarse de nuestra experiencia de esperanza
y redención.
Venga y colabore con nosotros en la labor de ayudarnos unos a otros, día a día, a descubrir la verdadera
libertad y dignidad de la persona.
LAS REUNIONES
S.L.A.A. respeta con un cuidado especial el anonimato de sus miembros.
En consecuencia, las reuniones se celebran a puerta cerrada, excluyendo de las mismas a las personas ajenas y
a los curiosos.
Sin embargo, invitamos a las mismas a aquellos que crean que pueden tener este problema, siempre que
respeten el anonimato de las personas asistentes a la reunión.

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