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Materia:
Tema:
La Iglesia en Haití
Profesor:
P. Pedro Alejandro
Estudiante:
Matrícula:
2017-0042
Fecha:
1
Los datos han sido tomados de L. Hurbon, “La Iglesia Católica en Haití de 1804 a 1915”, en: Historia General de la
Iglesia en América Latina IV (Sígueme Salamanca 1995) 223-250.
No se puede considerar las intrigas ocasionadas por la búsqueda de privilegio de abbé Cessens
como la causa del estancamiento del concordato, sino a las políticas que asumieron la Iglesia con
el Estado. Finalmente, cuando Geffrard asume la presidencia recibe el apoyo del cónsul de
Francia y en 1860 se firma el concordato, en base al texto del 1842.
La Iglesia concordataria heredó una carga pesada a nivel ideológico y cultural, ya que ella
siendo indiferente a la realidad esclavista, presionaba para establecer una cristiandad integral,
promoviendo una cultura occidental francesa como superior para las masas.
Significado del concordato
A partir de entonces se pudo establecer en el país una Iglesia con privilegios, pero amarrada al
poder político. Había desde el Estado hacia la Iglesia una doble tarea: de civilización y
pacificación.
Tenía que formar una elite de estilo occidental que compitiera con las demás de países
europeos para dar a la nación una fachada de civilización. Al mismo tiempo la Iglesia en Haití
significaba el reconocimiento de la independencia política del país por una gran potencia
europea. Catolicismo, ideología de la promesa: un día serán todas civilizadas.
Solamente la Iglesia podía ofrecer al Estado una consolidación, constituyéndose como aparato
de control ideológico. El primer arzobispo, Mons. Du Cosquer escribió: “se entregan a nosotros,
pidiendo la pacificación de las almas”. Se quiso delegar a la Iglesia un discurso sobre el vodú
sinónimo de desorden y de paganismo, en la medida en que se quería tener a las masas fuera de
la arena política (ya que el vudú era popular entre las grandes masas campesinas.
Pero la Iglesia ponía en peligro su posición tanto ante las masas como ante el poder, cada vez
que se lanzaba públicamente contra el vudú. El Estado haitiano junto a los clérigos influenciados
por el abbé Gregoir buscaba una Iglesia nacional y cismática.
En un primer momento se da una relación de intercambio: beneficios para la Iglesia y
privilegios para el gobierno. La Iglesia por su parte reivindica insistentemente su autonomía
institucional porque buscaba en primer lugar convertirse en una potencia burocrática capaz de
enfrentar los diferentes Estado que estaban surgiendo en el s. XIX después de la revolución
francesa. Estaba al servicio del Estado absolutista y seguía siendo una Iglesia realista tanto en sus
estructuras como en su ideología.
Se manejaba, por parte de los sacerdotes, la idea de la Iglesia como una institución ligada a los
privilegios. Ambos, Iglesia y Estado se necesitaban: la Iglesia al Estado, para establecerse como
una cristiandad integral en Haití; y el Estado a la Iglesia, para su consolidación a nivel de las
masas haitianas y del exterior. El Estado consiguió una Iglesia sumisa.
Hay una herencia esclavista. El despotismo de los gobiernos (ya sea mulato o negro) fue
vivido como una continuación, bajo nuevas formas, de la situación esclavista; por eso siguieron
los cimarronajes como estrategia para evitar la sumisión. Este despotismo también produjo
repetidas sucesiones violentas de los gobiernos. Ante esta crisis crónica fue que se estableció la
Iglesia concordataria en Haití.
Conflictos en las relaciones entre la Iglesia y el Estado
Uno de los primeros fue con los sacerdotes suspendidos ya que muchos de ellos estaban al
servicio del poder pitico. Es el caso de abbé Busclail que estaba al servicio de Salnave y su
ejército. La postura de la Iglesia en contra de estos sacerdotes fue vista como un atentado en
contra del poder político y del Estado. Y como un apoyo abierto a los rebeldes que estaban en
contra de Salnave. La Iglesia tenía el temor del desarrollo de las ideas antirreligiosas, en especial
las de la francmasonería.
Otra fuente de conflicto fueron las actas civiles y los actos religiosos. El gobierno declaro que
los eclesiásticos que no exigieran de sus fieles las actas civiles, expedidas por los funcionarios
del Estado serian castigados. Pero el arzobispo decía que la salvación de las almas estaba por
encima de las consideraciones humanas.
Ya para finales del siglo XIX e inicios del XX la Iglesia entro en un momento de armonía y
prosperidad. Pero a la vez había grave mal entendidos, ya que habían situaciones que
contradecían esta prosperidad.
Ante el vudú
Uno de los objetivos explícitos del concordato fue la erradicación del vudú, heredada del
África negra y que sobrevivió como falta de educación de las masas. En el gobierno de Geffrard
se inició una campaña inquisitoria contra el vudú. Un caso importante fue “El caso de Bigotón”,
condena a muerte de 8 personas, 4 de ellas mujeres, acusadas de canibalismo asociados con el
vudú. Era un problema para el Estado haitiano.
Pero con Soulouque, Haití tenía la triste reputación de un país dominado por la “barbarie
africana”. Las masacres de Soulouque fueron asociadas con el vodú, se decía que él lo
practicaba. Pero durante los primeros 20 años del concordato no parecía ser la preocupación
principal de la Iglesia. La Iglesia lo retoma la lucha contra el vudú para los 1880 y culminando
con la llamada campaña contra la superstición de 1941. Una de las acciones de la Iglesia fue
quitar estatuas de los templos asociadas con el vudú.
La visión de la Iglesia sobre el vudú no permitía ningún tipo de aproximación pastoral: el vudú
no era una religión ni un sistema cultural, sino expresiones de la barbarie o de un bajo nivel de
civilización. La única cultura verdadera era la occidental. En este sentido el vudú tomo ventaja y
se consolidó. Todas las ceremonias católicas fueron anexadas por el vudú. Por recomendación de
los “ougan” (sacerdote del vudú) se pedían los bautismos; la misa de los difuntos estaba ligada al
culto a los muertos; las fiestas de los santos estaban ligadas a la de los “espíritus” (que llevan el
nombre de “lwa”, ángeles o misterios), etc.
La Iglesia Católica y la dictadura de los Duvalier en Haití
Nuestro punto de partida se justifica tanto por el carácter singular de las relaciones que
existían entre la Iglesia y el poder durante este período: Primero analizaremos el maquiavelismo
de un tirano que supo utilizar una Iglesia ingenua para reforzar su poder de dominación y de
destrucción. Segunda parte intentaremos proyectar sobre este período la luz de la palabra del
Dios de los pobres, que juzgue la Iglesia y dirige la historia, la de todos, la América latina, la de
Haití, hacia el futuro del Reino.
1. Duvalier domina la Iglesia
Hasta las fechas y los hechos son nada más para mostrar la astucia de un tirano ante una
Iglesia débil. François Duvalier mismo nos ofrece la mejor fuente para la reflexión en su obra
intitulada «Recuerdos de un líder del tercer mundo»2.
El clero criollo es una prioridad para Duvalier, precisamente porque con esta idea es que
podrá dominar la Iglesia. “En el momento que François Duvalier asumió el poder en 1957, la
Iglesia de Haití contaba con cinco diócesis, con tres obispos franceses. El único obispo
haitiano, Monseñor Rémy Augustin, era auxiliar del arzobispo de Puerto Príncipe”3. Los
sacerdotes haitianos eran considerados como sacerdotes de segunda categoría. No eran
considerados capaz para ser párroco de una catedral. Todos los responsables de los cargos
importantes eran extranjeros, Duvalir se dándose cuenta de esta realidad entonces comienza a
buscar los medios para lograr un clero nativo.
No era difícil para Duvalier de presentarse con palabras como un revolucionario en un país
donde todo funciona en contra del sentido común y donde los derechos naturales casi no son
respetados. Todo esto ha sido llevado a cabo, fruto de un cambio político, que se produjo en la
llegada de Duvalier. Aunque todos estaban a favor de Duvalier, quien se presentó como defensor
de los sacerdote, aunque con su segunda intención claro esta. Esto provocó un clero por la
revolución duvalieriana.
Un clero por la revolución duvalierista
Duvalier obtuvo más apoyo al contribuir al nombramiento de sacerdotes íbanos en puestos
importantes de la arquidiócesis de Puerto Príncipe y sobre todo al nombrar cinco obispos en
1966. Pero cuáles eran los verdaderos motivos que llevaron a Duvalier a interesarse tanto por el
clero? No hay duda de que Duvalier, un hombre con sed de honor y de poder, quiso utilizar a
la Iglesia y manipularla. De manera que la manupulacion de la Iglesia, siempre estuvo dentro de
los ideales de Duvalier.
La promoción del clero haitiano se volvió un elemento clave en su así llamada revolución
davalierista. Cuando en 1966 Roma rechazó, en primera instancia, de nombrar a algunos
2
F. DUVALIER, Mémoires d'un Leader du Tiers-Monde - Mes négociations avec le Saint Siege ou Une tranche
d'Histoire, (Paris 1969).
3
W. SMARTH, Historia general de la Iglesia en América Latina, (Sígueme 1995) 183.
sacerdotes, que él había escogido, como obispos, Duvalier no dudó en continuar con su
proyecto: «Una jerarquía eclesiástica criolla de acuerdo ideas sociales de la revolución" 4. Es
que esta idea fue muy bien pensada, y haciéndolo de esta manera es la forma como Duvalier iba
a conseguir su propósito deseado.
François Duvalier se volvió tristemente famoso por sus «tontons-macoutes»5, responsables de
la desaparición de 40 mil haitianos. El éxodo cotidiano de miles de haitianos, que buscaron
refugio todo el continente americano, fue un signo claro del terror y de la en 1000 miseria,
engendrados por los Duvalier. La revolución duvalierista solamente poderosos enriqueció a los
nacional, que vivía a costa del pueblo e hizo avanzar un poco la burguesía.
Un clero a favor de sus propios intereses
Duvalier, un jefe, Duvalier; un sólo destino, Duvalier al poder". Era el lema con el que se
presentaba Duvalir. ¿Por qué el clero y el Vaticano no dudaron de las intenciones de este
enfermo mental? Sólo una cosa contaba: «Duvalier al poder»6. Un incidente nos permite ver
más claramente su menosprecio por la Iglesia. En 1960, con ocasión del centenario del
concordato de Haití. Duvalier exigió a un grupo de sacerdotes haitianos. De esa manera tenía un
acto en concreto para dirigirse a la santa sede.
Pero Roma juega la política de avestruz, no quiere escuchar ni entender. Mientras tanto
Duvalier no escondía sus intenciones. Duvalier solamente promovía a los sacerdotes que él
podía utilizar y se hacía de un lado a los que resistían a sus planes maquiavélicos. El 15 de
agosto de 1969 Duvalier expulsó a ocho sacerdotes haitianos y a un laico. Precisamente porque
no estaban de acuerdo con sus ideas.
Duvalier, jefe de la Iglesia de Haití
Este megalómano, que se creía con una misión divina a favor del pueblo haitiano, no excluía a
la Iglesia de la esfera de su acción, y el concordato reforzó su idea. En su libro sobre los
acuerdos de 1966. Elogió a ciertos sacerdotes extranjeros, denominados por él como «buenos
sacerdotes». El mismo Duvalier se sentía responsable del magisterio de la Iglesia de Haití, los
sacerdotes y los obispos tenían que ayudarle a esta tarea. «Parecía en la edad media, cuando
durante el culmen de la cristiandad el rey estaba investido de poderes Sacro-santo y dictaba
órdenes a los obispos y sacerdotes y hasta a concilios» 7. Esta es la misma realidad que pasa
Haití ante esta realidad, agregándole que Duvalier solo quería el poder
4
Ibid.
5
Tonton Macoute (Tonton macut, el hombre del saco en español) es el término utilizado para designar a la policía
secreta y milicia personal del dictador haitiano François Duvalier (Papa Doc), organizados en forma de grupos de
paramilitares que prestaban apoyo a su régimen. Su hijo y también dictador, Jean-Claude Duvalier ( Baby Doc),
igualmente se sirvió de ellos para perpetuarse en el poder. Se estima que durante su actividad, el Tonton Macoute
pudo haber asesinado y hecho desaparecer a más de 150.000 personas, en su mayoría civiles y opositores a los
regímenes Duvalier.
6
W. SMARTH, Historia general de la Iglesia en América Latina, (Sígueme 1995) 183.
7
Ibid, 384.
Duvalier y la persecución de los comunistas
Los ataques de Duvalier a la Iglesia parecían insólitos. Injustamente se le puso la etiqueta de
ser comunista. El gobierno americano a lo mejor lo consideraba como tal. Duvalier supo todo
eso y, por eso se esforzó por crear buenas relaciones con los países de occidente. Al expulsar a
monseñor Poirier en 1961, declaró que el arzobispo de Puerto Príncipe ayudó económicamente a
los estudiantes que estaban organizando un compló comunista. Duvalier dedica mucho espacio
en su libro a mostrar la importancia que tenía la lucha anti-comunista para él.
La celebración del concilio Vaticano II generó una gran esperanza en el corazón del pueblo
cristiano en Haití. Las sedes de varias diócesis eran vacantes y la mayoría de los cristianos
esperaban que Roma se iba inspirar de las enseñanzas del concilio para dar a la Iglesia de Haití
pastores con un corazón como el de Cristo. Algunos eran menos optimistas, nadie ignoraba el
maquiavelismo de François Duvalier. La esperanza empezó a desvanecer después de la firma de
los acuerdos.
Decepción del pueblo cristiano
Muchos católicos eran completamente desilusionados. Estaban doloridos de ver la cooptación
de los miembros del clero. Estaban escandalizados por la diplomacia del Vaticano, que
sacrificaba el evangelio por el prestigio de la institución. Los católicos estaban sorprendidos por
el hecho que el Vaticano no tuviera memoria: en 1961 excomulgó al gobierno de Duvalier por la
ex pulsión de monseñor Agustín. Pero el sufrimiento más grande de los cristianos fue causado
por el anti-testimonio de la Iglesia, que mantuvo el silencio ante la opresión de todo un pueblo
«En diciembre de 1967 el gobierno destruyó una parte del barrio pobre de La Saline en
Puerto Príncipe, dejando a los pobres desamparados, y un sacerdote preguntó al arzobispo qué
pudiera hacer la Iglesia en aquella circunstancia, y obtuvo como respuesta que no tenía que
comprometerse con el romanticismo profético y mantuvo su silencio culpable»8. El martirio del
pueblo cristiano se volvió más cruel. Es muy verdadero que la Iglesia enfrento momentos muy
difíciles en el tiempo que ese tirano estuvo.
Por otros muchos sacerdotes se sintieron frustrados por esta alianza entre la Iglesia y la
dictadura y muchos decidieron abandonar el ministerio. El pueblo cristiano sufría de la opresión
y quedó sin ningún espacio de libertad. El sindicalismo cristiano fue prohibido. Poco a poco
desaparecieron los movimientos de la Acción católica, y sobrevivieron nada más las
organizaciones piadosas, que eran alienantes e inofensivas para la dictadura.
La lucha contra la pobreza y la teología de la liberación
8
Ibid, 385.
declaración del Papa Juan Pablo II, durante una visita a Haití en 1983, afirmando que esto
contribuirá al desarrollo armónico de la Iglesia en Haití. Las cosas deben cambiar. Galvanizados
por la preocupación del Vaticano, el clero católico y los trabajadores laicos pidieron mejoras en
los derechos humanos. Los trabajadores laicos ayudaron a desarrollar un movimiento
comunitario campesino, especialmente en un centro en «Plateau Central». La estación de radio
católica, «Radio Soleil», jugó un papel clave en la difusión de noticias sobre las acciones del
gobierno durante la crisis de 1985-86 y alentó a los opositores al gobierno de Duvalier.
Por otro lado, hay que recordarle que el 11 de septiembre del 1988 la iglesia en Puerto
príncipe sufre un asalto e incendio precisamente en la iglesia San Juan Bosco, mientras celebraba
la misa el P. Jean-Bertrand Aristide, S.O.B. En el suceso mueren 13 feligreses. Ese mismo año,
el P. Aristide se separa de la Congregación Salesiana.
El 7 abril del «1989» el Papa Juan Pablo eleva la Diócesis de Cap Haitien (Cabo haitiano) al
rango de metropolitana. Son sufragáneas las diócesis de Port-de-Paix, Hinche y Gonaïves. El 7de
enero del 1991, Manifestantes atacan e incendian la Nunciatura Apostólica en Puerto Príncipe. El
(31 enero), el Papa Juan Pablo II erige la nueva diócesis de Fort Liberté, sufragánea del
arzobispado de Cap Haitien.
Del 12 al 28de octubre del 1992, Asisten en Santo Domingo a la IV Conferencia General del
CELAM el arzobispo de Cap Haitien, los obispos de Hinche y Fort-Liberté, y el auxiliar de
Puerto Príncipe.
La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción después de su colapso durante el terremoto de
Haití de 2010 mantiene aún el edificio en ruinas. Como otros establecimientos religiosos. Los
miembros de la iglesia y la propiedad sufrieron daños como resultado del terremoto de Haití de
2010. Entre los muertos estaban el arzobispo de Puerto Príncipe, Joseph Serge Miot y muchos
seminaristas y religiosos, entre ellas la hermana del cardenal Paulo Evaristo Arns de Brasil.
En el escenario eclesial, se lee que hay una realidad «poco alentadora». Esto a raíz de que al
haber sido reconocido el Vudú como una religión más, «la vida espiritual del pueblo haitiano
está marcada por el sincretismo, existen haitianos vudúes que se reconocen a su vez como
cristianos y viceversa»9. La Iglesia haitiana (nuestra), junto a estas problemáticas, reconoce
también que esta es una nación que canta y baila, que posee una gran riqueza espiritual en torno
a la religiosidad popular y a las vocaciones especialmente enfocadas a la misión, es lo que
subraya el Observatorio Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano – Celam (OPC), sobre
la Iglesia del país caribeño.
ALONSO, A. «Haití en el vértice de la confusión» en Anales del Caribe (La Habana: Casa de
9
Algunos aspectos de la realidad haitiana sólo pueden ser entendidos mediante su contraste y
comparación con las sociedades negro-africanas. En este sentido, podemos decir que nos
aproximamos a Haití desde el africanismo, convencidos de que este hecho está dejando de ser
una novedad para generar un nuevo caudal explicativo sobre lo que históricamente fue la primera
república negra independiente (hoy en día está bajo el dominio de los mercenarios locales,
bandidos armados, secuestradores).
BIOGRAFIA
ALONSO, A., «Haití en el vértice de la confusión» en Anales del Caribe (La Habana: Casa de las
Américas 2004).
F. DUVALIER, Mémoires d'un Leader du Tiers-Monde - Mes négociations avec le Saint Siege ou
Une tranche d'Histoire, (Paris 1969)