Está en la página 1de 19

Revista de Psicopatología y Psicología Clínica ) Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AEPCP)

2002, Volumen 7, Número 1, pp. 1-18 ISSN 1136-5420/01

PAPEL DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS EN EL TRASTORNO


CARDIOVASCULAR: UN ANÁLISIS CRÍTICO
BONIFACIO SANDIN
Universidad Nacional de Educación a Distancia
(Aceptado en noviembre de 2001)
En el presente estudio se revisa brevemente la literatura sobre la relación entre las emo-
ciones negativas y la enfermedad arterial coronaria (EAC). Numerosos estudios longitu-
dinales y retrospectivos han puesto de relieve que la hostilidad y los síntomas o síndro-
mes de ansiedad y depresión están positivamente relacionados con el inicio de la EAC
o con la evolución clínica una vez que la EAC se ha producido. La depresión se ha rela-
cionado de forma clara y consistente con la morbilidad y mortalidad asociados a la EAC,
con independencia de la gravedad de la enfermedad y otros factores de riesgo. La evi-
dencia sobre el papel de la depresión en el comienzo del la EAC es menos consistente,
si bien un componente de la depresión, conocido como «agotamiento vital», podría estar
particularmente involucrado. Existe evidencia preliminar y consistente sobre la impli-
cación de la ansiedad en el inicio y evolución clínica de la EAC. Los datos sobre una
posible asociación entre la hostilidad y el inicio de la EAC son limitados pero sugesti-
vos. No existe evidencia fiable sobre la relación entre la hostilidad y el curso (evolución
clínica) de la EAC. Existe información adicional que sugiere una estrecha relación entre
la depresión (y/o ansiedad) y la calidad de vida en los pacientes que han sufrido infar-
to de miocardio. La no consideración de las relaciones que pueden darse entre los tres
tipos de emociones podría explicar algunas de las inconsistencias que se han encontra-
do en la investigación sobre las emociones negativas y el trastorno cardiovascular.
Palabras clave: ansiedad, depresión, hostilidad, emoción negativa, enfermedad arterial
coronaria, infarto de miocardio, estrés.

Negative emotions in cardiovascular disorder: A critical analysis


This study briefly reviews the literature on relationship between negative emotions
and coronary heart disease (CHD). Numerous longitudinal and retrospective studies
have found that hostility and symptoms or syndromes of anxiety and depression are
positively related to the onset of CHD or to outcomes after CHD is manifest. Depres-
sion has been shown to be clearly related to morbidity and mortality after CHD, inde-
pendent of disease severity and other risk factors. Evidence for a role of depression in
the onset of CHD is quite mixed, although the «vital exhaustion» component could be
relevant. Evidence that anxiety is involved in the onset of CHD as well as in outcomes
after CHD is preliminary but strong. Evidence for an association between hostility and
CHD is limited but suggestive. Hostility is not reliably related to morbidity or morta-
lity after CHD. In addition, depression (and/or anxiety) after myocardial infarction
appear to be powerfully related to later overall quality of life among survivors. Disre-
gard of relationships between the three emotions may explain some unresolved issues
and nuil findings in the research on negative emotions and cardiovascular disorder.
Key words: anxiety, depression, hostility, negative emotion, coronary heart disease,
myocardial infarction, stress.
INTRODUCCIÓN
Correspondencia: Bonifacio Sandín, Facultad de Psi-
cología, Universidad Nacional de Educación a Dis-
tancia (UNED), Ciudad Universitaria s/n, 28040 Actualmente muy pocos investigadores
Madrid. Correo-e: bsandin@psi.uned.es. de la salud ponen en duda que el estrés
Nota: Parte de la información que se expone en este
artículo fue inicialmente presentada al I Congreso constituya un importante factor de riesgo
Europeo de Cardiología y Prevención de Riesgos para enfermar física o mentalmente. A
Laborales y II Jornadas Municipales de Cardiología veces, muchos de los problemas psicoso-
Laboral, celebrado en Madrid del 9 al 11 de diciem-
bre de 1998. máticos y emocionales se han denomina-
Bonifacio Sandín

do «enfermedades del estilo de vida», una visión general sobre el concepto del
para resaltar los factores de riesgo carac- estrés y sus posibles implicaciones, véa-
terísticos de las formas de vida de nues- se Sandín (1989, 1995, 1999, 2001).
tra sociedad, tales como las condiciones El estrés se ha relacionado causalmente
laborales las condiciones de hacinamien- con la mayoría de los problemas físicos y
to en las grandes urbes, el tráfico y ruido psicológicos, incluidos los problemas car-
de las zonas industrializadas, etc. diovasculares, el cáncer, los trastornos
El concepto de enfermedades del esti- gastrointestinales, los problemas de la
lo de vida es equivalente al de «enfer- piel, los trastornos endocrinos, los tras-
medades de la civilización», concepto tornos de ansiedad, la depresión, la esqui-
que ha sido utilizado por otros autores zofrenia, y muchos otros problemas psi-
para referirse a enfermedades como la copatológicos y médicos (cf., Avison y
hipertensión esencial, la diabetes, el Gotlib, 1994; Dohrenwend, 1998; Miller,
infarto de miocardio, los accidentes 1997; Sandín et al., 1995). Sin embargo, y
cerebrovasculares, o la úlcera gastro- a pesar de la larga historia e influencias de
duodenal. El hecho de asociar ciertas la medicina psicosomática, la tradición
enfermedades con la civilización y el médica convencional sigue siendo reacia
estilo de vida, aparte de implicar la rele- a admitir la implicación del estrés, y otros
vancia de ciertas variables nocivas (die- factores psicológicos, como factores cau-
ta, tabaquismo, sedentarismo, etc.), ha sales y/o de riesgo de la enfermedad arte-
supuesto asumir la importancia del es- rial coronaria (EAC); en cambio, sí ha asu-
trés psicosocial como principal factor de mido sistemáticamente la relevancia en
riesgo para la ocurrencia de dichas este sentido de los tradicionales factores
enfermedades. de riesgo, tales como el colesterol, la edad,
Así pues, como muy bien ha docu- el tabaquismo, la hipertensión, la obesi-
mentado Rosch (1996), una característica dad, o la falta de ejercicio físico.
de la vida de las sociedades modernas es La evidencia indica, sin embargo, que
la preponderancia del estrés, el cual los tradicionales factores de riesgo son
podría estar implicado de alguna manera insuficientes para explicar la ocurrencia
en la causa del 70-80% de las muertes de la EAC. La importancia potencial que
prematuras que se producen en los paí- pueden jugar los factores psicológicos ya
ses industrializados. El estrés supone un fue señalada hace más de 20 años por
estado de activación más o menos per- Lehr et al. (1973) en un estudio prospec-
manente (según su nivel de cronicidad), tivo. Estos autores midieron diversos fac-
semejante a la «reacción de lucha-huida» tores biológicos de riesgo y varios facto-
(respuesta filogenética adaptativa ante los res psicosociales. A pesar de que las
peligros del medio), con los subsecuen- variables psicosociales eran sólo descrip-
tes cambios fisiológicos (activación sim- ciones relacionadas con la vida social de
pática, cambios endocrinos, y en general los sujetos, algunas de éstas (p.ej., «ocu-
reacciones de tipo catabólico) y psicoló- pación de los padres») resultaron ser
gicos (reacciones emocionales, incre- mejores predictores de la EAC que la
mentos de la vigilancia, etc.). Si bien mayoría de los factores biológicos de ries-
estas respuestas pueden tener una finali- go. De entre estos últimos factores, sólo
dad adaptativa en situaciones de emer- la edad, la presión sanguínea sistólica, el
gencia, pueden convertirse en altamente fumar, y el colesterol resultaron ser sig-
patógenas cuando se convierten en el nificativos. Un año antes, Keys et al.
estilo de vida de la mayor parte de los (1972) habían referido que menos del 50
individuos de una sociedad. Para obtener por ciento de la incidencia de EAC en los
Emociones negativas y trastorno cardiovascular

hombres puede explicarse a partir de una de predisponer hacia el desarrollo de la


combinación de todos los factores de EAC y/o puede precipitar la ocurrencia
riesgo tradicionales. de algún evento cardiovascular (p.ej., un
Así mismo, existen abundantes datos infarto de miocardio). Así mismo, el
experimentales y clínicos que sugieren estrés es un importante factor de riesgo
una implicación muy estrecha del estrés después de un infarto de miocardio (i.e.,
y otros factores psicológicos en la génesis riesgo de empeoramiento u ocurrencia de
de la EAC. En investigaciones de labora- nuevos eventos). Aunque el estrés puede
torio se ha observado que el estrés produ- influir a través de diversas vías sobre la
ce cambios fisiológicos (incrementos de salud cardiovascular, una vía importante
adrenalina, noradrenalina, lipolisis, coles- mediante la cual éste puede perturbar la
terol, frecuencia cardíaca, etc.) que, de salud del corazón es por medio de un
repetirse crónicamente, podrían incre- incremento de las emociones negativas,
mentar el riesgo de EAC. Por ejemplo, en especialmente la hostilidad, la ansiedad
el trabajo de Rozanski et al. (1988) se y la depresión (éstas son las variables
demostró que el estrés mental generado emocionales negativas que de forma más
en el laboratorio, en pacientes con EAC, consistente han sido asociadas en los
inducía elevaciones significativas de la últimos años a los problemas cardiovas-
presión sanguínea y anormalidades car- culares). En lo que sigue, nos centrare-
díacas (cambios isquémicos, cambios en mos estrictamente en la relación entre
pruebas de ventriculografía, etc.) seme- estas tres variables y los trastornos car-
jantes a las producidas por el ejercicio diovasculares (fundamentalmente la
físico en este tipo de pacientes. Estos EAC), y asumiremos, por tanto, que cual-
autores concluyen que a través del estrés quier alteración en estas emociones
mental producido en el laboratorio pue- podría estar determinada, al menos par-
den generarse cambios cardiovasculares cialmente, por la existencia de niveles
que derivan en isquemia silente de mio- elevados de estrés.
cardio (isquemia asintomática), pudiendo La investigación que ha analizado de
tener efectos significativos sobre el siste- forma específica la relación entre dichas
ma cardiovascular y reflejarse mediante variables emocionales (así como también
manifestaciones clínicas funcionales. otras variables psicológicas y sociales) y
Existe evidencia, por otra parte, de que los trastornos cardiovasculares ha sido
las estrategias que suelen emplearse para esencialmente de tipo descriptivo y se ha
afrontar y reducir el estrés (relajación basado fundamentalmente en dos tipos de
muscular, inoculación del estrés, solución orientación general. Por una parte, se ha
de problemas, habilidades interpersona- estudiado la asociación entre las variables
les, entrenamiento autógeno, etc.) son emocionales y el desarrollo o comienzo de
igualmente eficaces para reducir el riesgo la EAC. Mediante este tipo de estudios,
de la EAC, bien porque reducen otros fac- generalmente basados en grupos amplios
tores de riesgo como la presión sanguínea de población no clínica, se ha pretendido
o el nivel de colesterol (Bennett y Carroll, identificar posibles factores de riesgo que,
1990; Fletcher, 1991), o bien porque redu- en último término, puedan guiar el proce-
cen ciertos factores emocionales (ansie- so de la prevención primaria. Una segun-
dad, depresión, etc.) que agravan la EAC da línea de evidencia procede de estudios
(Bueno y Buceta, 1997). basados en sujetos clínicos; estos estudios
Actualmente se asume, pues, que el se han centrado en la relación entre las
estrés puede constituir un importante variables psicológicas y el curso de la
factor de riesgo de la EAC. El estrés pue- enfermedad después de la ocurrencia de la
Bonifacio Sandín

EAC, por ejemplo, tras haberse producido del tipo A para predecir el riesgo cardio-
un infarto de miocardio. En este segundo vascular fueron los obtenidos con los
caso, se trata fundamentalmente de iden- megaestudios longitudinales Múltiple
tificar factores de riesgo que puedan ser Risk Factor Intervention Trial y Western
modificados mediante prevención secun- Collaborative Group Study (Williams,
daria. Aparte de estas dos orientaciones 1996). En ambos estudios, sin embargo,
generales en el estudio de la relación entre los datos procedentes de entrevistas
las variables emocionales y los problemas estructuradas indicaban que una dimen-
cardiovasculares, se han llevado a cabo sión del tipo A, i.e., la hostilidad, sí se
intervenciones psicosociales dirigidas a asociaba al riesgo de sufrir EAC.
modificar los factores de riesgo y mejorar Los conceptos de ira, hostilidad y agre-
el curso de la enfermedad tras un evento sión se han utilizado con frecuencia de
cardiovascular (infarto de miocardio, etc.). forma indiferenciada^ El solapamiento
En lo que sigue nos basaremos únicamen- que generalmente se ha producido en la
te en los dos primeros tipos de evidencia. definición y medida de estos constructos
Los datos procedentes de la tercera orien- llevó a Spielberger et al. (1988) a definir
tación, esto es, de los estudios basados en colectivamente estos términos como el
intervenciones psicológicas, son menos síndrome AHA, o síndrome de ira-hosti-
consistentes y, aunque han demostrado
lidad-agresión [anger-hostility-aggres-
reducciones notables de la mortalidad por
sion). A juicio de estos autores, puesto
problemas cardiovasculares, no está claro
que el concepto de ira es más fundamen-
que hayan resultado eficaces para modifi-
tal y simple que los de hostilidad y agre-
car los niveles de ansiedad y depresión
(para un análisis reciente sobre esta cues- sión, la ira constituye el concepto central
tión, véase Dusseldorp et al., 1999). del síndrome AHA. La ira se ha definido
como un estado emocional consistente en
sentimientos de irritación, enojo, furia y
rabia, acompañado de activación del sis-
LA HOSTILIDAD: ¿UN FACTOR GENE- tema nervioso autónomo. Al relacionar la
RAL DE RIESGO CARDIOVASCULAR? ira con los problemas cardiovasculares,
los datos a veces no han resultado ser
Aunque durante las décadas de los años
muy consistentes. Spielberger et al. (1988)
70 y 80 se puso de moda el patrón de
sugirieron que, a este respecto, resulta
conducta tipo A como variable predicto-
fundamental diferenciar las modalidades
ra del infarto de miocardio, a finales de
de expresión de la ira (hacia dentro o
los 80 se puso de relieve que, de entre los
cuatro componentes de este patrón (i.e., hacia fuera; en términos anglosajones
competitividad, hostilidad, impaciencia
e implicación laboral) (Bermúdez y Sán- * Aunque estos tres conceptos suelen emplearse
indistintamente, a veces se han diferenciado entre sí.
chez-Elvira, 1989), sólo la hostilidad La ira usualmente se refiere a un estado emocional
parece desempeñar algún papel en este que consiste en sentimientos que varían en intensi-
sentido, decantándose como el único dad, desde irritación media o enojo hasta furia y rabia
intensas. Aunque la hostilidad generalmente implica
superviviente de los descendientes del sentimientos de enfado (ira), este concepto a veces se
tipo A, en cuanto a posible factor de ries- ha definido como un conjunto complejo de actitudes
go de la EAC (Matthews, 1988; Óhman y que motiva conductas agresivas dirigidas hacia la
destrucción de objetos o dañar a otras personas.
Sundin, 1995; Sandín, 1993). Aparte del Mientras que la ira y la hostilidad se refieren a senti-
definitivo estudio de metaanálisis de mientos y actitudes, el concepto de agresión general-
mente implica conducta destructiva o punitiva diri-
Matthews (1988), los resultados negati- gida hacia otras personas u objetos (Spielberger et al.,
vos más importantes sobre la capacidad 1983, p. 16).
Emociones negativas y trastorno cardiovascular

PCTA

I Implicación
Competitividad Hostilidad Impaciencia
laboral
I
X
Cognitiva Afectiva Conductual

Cinismo Ira Actos agresivos

- Desconfianza - Irritabilidad - Agresión verbal

Desprecio

- Rabia

Figura 1. Componentes del patrón de conducta tipo A (PCTA) y dimensiones de la hostilidad.

anger-in y anger-out, respectivamente). reducción en el funcionamiento del neu-


Algunos resultados referidos a partir de la rotransmisor serotonina (reducción del
escala de expresión de la ira de estos «tono» serotoninérgico cerebral) (Wi-
autores indican que las puntuaciones ele- lliams, 1994, 1996).
vadas en la dimensión de la «ira hacia La hostilidad podría definirse como un
dentro» se relacionaban con presión san- constructo psicológico complejo, com-
guínea elevada, baja asertividad, y senti- puesto al menos por tres dimensiones de
mientos de depresión y desesperanza; en respuesta {cognitiva, afectiva y conduc-
contraste, los individuos con puntuacio- tual) (véase la Figura 1). Es posible que
nes elevadas en «ira hacia fuera» presen- cada una de estas facetas de la hostilidad
taban niveles ligeramente bajos de pre- se relacionen de forma distinta con el
sión sanguínea, eran más asertivos, y más estrés y los problemas cardiovasculares.
fácilmente clasificables como tipo A El problema, sin embargo, es que en las
(Spielberger et al, 1998). investigaciones a veces no se diferencian
Williams ha sugerido el concepto de claramente las diferentes dimensiones de
síndrome de hostilidad, para definir un la hostilidad, lo que imposibilita obtener
conjunto de síntomas que predisponen a resultados concluyentes o, a lo sumo,
la EAC. Se caracteriza por presentar fácil- mínimamente claros. Nos sorprende, no
mente ira e irritación, incremento de la obstante, que esta dimensionalización
reactividad simpática en situaciones evo- basada en los patrones de respuesta no se
cadoras de hostilidad e ira, reducción de haya utilizado con bastante antelación,
la actividad parasimpática, y un exceso sobre todo si tenemos en cuenta que ya
de conductas de riesgo como fumar, se viene utilizando, para el caso de la
tomar alcohol y comer en exceso (exceso ansiedad, desde hace más de dos déca-
de calorías). Todas estas características, das. La dimensión cognitiva de la hosti-
que conforman el síndrome, son inter- lidad incluye creencias negativas hacia
pretadas como el resultado de una los demás, tales como cinismo y descon-
«lesión» neurobiológica particular: una fianza. La dimensión afectiva implica
Bonifacio Sandín

todo un conjunto de reacciones emocio- positivos. La investigación longitudinal


nales que se extienden desde la irritación de Julkunen et al. (1994) diferenció los
e ira hasta el enojo y la rabia. La dimen- componentes cognitivo, afectivo y con-
sión conductual hace referencia a la ductual de la hostilidad, y los relacionó
expresión abierta de la hostilidad, e con el grado de aterosclerosis de las arte-
incluye tanto los actos agresivos físicos rias carótidas (este tipo de aterosclerosis
como los verbales (Barefoot y Lipkus, se ha indicado que correlaciona fuerte-
1994). mente con la enfermedad arterial corona-
Los estudios recientes clínicos y epi- ria) en una muestra de población no clí-
demiológicos sobre hostilidad y EAC, sin nica masculina. Constataron que dos
ser concluyentes, en general tienden a facetas de la hostilidad, esto es, la des-
indicar que la elevada hostilidad puede confianza cínica y el control de la ira
constituir un factor de riesgo de la car- (supresión de las manifestaciones abier-
diopatía coronaria (Friedman, 1992; tas de la ira) predecían aditivamente la
Smith, 1992; Óhman y Sundin, 1995; progresión de la aterosclerosis durante un
Steptoe, 1998; Williams, 1996). Aunque periodo de 2 años. Como puede observar-
la hostilidad se ha relacionado con el se, los resultados de este estudio indican
desarrollo de la EAC, no existen aún que tal vez son los aspectos cognitivos y
datos fiables que la hayan vinculado con afectivos de la hostilidad los que podrían
el curso de la EAC una vez que ésta se ha estar implicados en la enfermedad coro-
establecido (King, 1997). Por otra parte, naria, pero no los componentes conduc-
como se desprende del análisis de este tuales. Pov^^ch y Houston (1996), en una
autor, existen algunos trabajos que tam- investigación efectuada con un grupo de
poco han encontrado una relación entre mujeres, corroboraron indirectamente
la hostilidad y el inicio de la EAC. estos datos al concluir que el mejor pre-
El estudio de revisión de Smith (1992), dictor de la reactividad cardiovascular
sin ser definitorio, viene a concluir que (elevaciones de la presión sanguínea)
la hostilidad podría estar implicada en la inducida experimentalmente era el com-
EAC. Aunque el estudio de Meesters y ponente cognitivo de la hostilidad (hosti-
Smulders (1994) arrojó resultados negati- lidad cínica); ni la agresividad ni la ira
vos, tal vez ha causado aun más impacto hacia dentro resultaron ser significativos.
el estudio de metaanálisis de Myrtek Lahad et al. (1997) han referido datos
(1995), en el que la relación entre la hos- en este sentido al concluir, en su estudio
tilidad y la EAC no resultó ser significa- con una muestra de mujeres, que la hos-
tiva. Estos estudios (sobre todo el último) tilidad afectiva se asociaba linealmente
han puesto en duda la relevancia de la con el riesgo de infarto de miocardio,
hostilidad como factor psicológico impli- mientras que la hostilidad conductual
cado en la génesis y/o manifestación de (respuestas agresivas) actuaba, aunque de
los problemas cardiovasculares. En esta forma modesta, como un factor protector.
línea, por ejemplo, Siegman et al. (2000) Esta última conclusión, i.e., que la agre-
concluyeron que la correlación entre sividad no posee efectos «tóxicos» o que
diversas variables de hostilidad (conduc- incluso puede poseer un acción protec-
ta antagonista, dominancia, y actitud hos- tora, debe ser investigada con mayor pro-
til) y la EAC dejaba de ser estadística- fundidad, sobre todo si se tiene en cuen-
mente significativa cuando se controlaba ta que ciertas conductas relacionadas,
el efecto del estatus socioeconómico. como la dominancia social (control inter-
Algunos estudios, sin embargo, han personal entre esposos, Brown y Smith,
puesto de relieve la existencia de datos 1992; competición verbal, inmediatez de
Emociones negativas y trastorno cardiovascular

respuesta y tasa rápida del habla, Hous- Friedman y Booth-Kewley (1987) y Matt-
ton et al., 1997), se han asociado a incre- hews (1988). Estos primeros datos de
mentos de la presión sanguínea (Brown y metaanálisis han sido apoyados por los
Smith, 1992) o a incrementos por cual- resultados de otros estudios que han aso-
quier causa de la mortalidad (Houston et ciado la depresión con la incidencia de
al., 1997). En esta línea de evidencia, eventos cardiovasculares mayores en
Guyll y Contrada (1998) observaron ele- pacientes con EAC (Carney et al., 1988).
vaciones de la presión sanguínea entre Aunque aún son escasas las investigacio-
las personas más hostiles sólo durante los nes que han examinado la implicación de
periodos de interacción social. la depresión en el origen de las trastornos
Existen datos que sugieren un efecto cardiovasculares, algunos estudios de
directo de la hostilidad sobre la salud car- población han sugerido que las personas
diovascular a través de mecanismos psi- con síntomas depresivos exhiben un
cofisiológicos (p.ej., incremento de la acti- mayor riesgo de experimentar EAC, tan-
vidad cardiovascular y neuroendocrina) to fatal como no fatal, que los individuos
(Smith, 1992; King, 1997). Es posible, no no depresivos (Anda et al., 1993; Barefo-
obstante, que una de las principales vías ot y Schroll, 1996).
de influencia de la hostilidad sobre la Esta evidencia centrada en estudios de
perturbación de la salud cardiovascular población (i.e., participantes no clínicos),
sea de tipo indirecto, esto es, incremen- aunque preliminar es congruente con los
tando las conductas nocivas para la salud datos obtenidos por Light et al. (1998), los
(p.ej., fumar, abuso de alcohol, dieta insa- cuales estudiaron las respuestas cardio-
na, etc.) y reduciendo las conductas salu- vasculares y del sistema nervioso simpá-
dables (p.ej., ejercicio físico) (Alien et al. tico a pruebas de estrés inducidas en el
(2001). Como complemento del modelo laboratorio (tareas de exposición verbal).
psicofisiológico, esta última perspectiva Durante la prueba de estrés verbal, los
vendría a subrayar la relevancia del individuos más depresivos exhibían
modelo psicosocial, el cual asume que mayores niveles de output cardíaco, tasa
ciertos tipos de variables psicosociales, cardíaca, y niveles de noradrenalina. Tales
tales como el apoyo social (relación inver- resultados constituyen un parcial apoyo a
sa) y el conflicto interpersonal (relación la relación entre la depresión y los posi-
directa), están relacionadas con la hosti- bles desarrollos de problemas cardiovas-
lidad y determinan el perfil de vulnerabi- culares. Si, como han sugerido reciente-
lidad hacia la enfermedad. mente Schwartzman y Glaus (2000), los
pacientes con depresión poseen un nivel
elevado de riesgo para sufrir EAC, debería
DEPRESIÓN Y ENFERMEDAD prestarse una especial atención a estas
ARTERIAL CORONARIA personas con objeto de prevenir posibles
sucesos cardiovasculares futuros.
Depresión e inicio de la EAC

Aunque la depresión se ha estudiado más Depresión y evolución de la EAC


intensamente en relación con el curso y
la progresión de los trastornos cardiovas- La mayor parte de la investigación que
culares, tanto la depresión como la ansie- ha estudiado la relación entre la depre-
dad se han vinculado al desarrollo de sión y la EAC se ha centrado en estudios
estos trastornos, inicialmente a partir de con pacientes, focalizándose fundamen-
los clásicos estudios de metaanálisis de talmente en el análisis de la asociación
Bonifacio Sandín

entre la depresión y la recuperación tras si bien al principio (primeros 6 meses tras


un suceso cardiovascular mayor (infarto el infarto agudo de miocardio) sólo era
de miocardio, operación de bypass, etc.). relevante la presencia de depresión clíni-
Existen actualmente abundantes datos ca, a partir de este periodo observaron que
como para afirmar que la depresión cons- los pacientes que puntuaban por encima
tituye un factor de riesgo de primer de 10 (puntuación inferior al punto de
orden en relación con posibles complica- corte para la depresión clínica) en la esca-
ciones o la muerte tras el infarto de mio- la de depresión de Beck (BDI; i.e., Beck
cardio (Fielding, 1991; Óhman y Sundin, Depression Inventory) tenían una mortali-
1995; Bueno y Buceta, 1997; Glassman y dad elevada y semejante a la de los
Shapiro, 1998; Burg y Abrams, 2001). pacientes que exhibían niveles de depre-
Diversos estudios han constatado que, en sión clínica (depresión mayor). Los
personas postinfartadas, e independien- pacientes que poseían dicha puntuación
temente de la gravedad de la enfermedad en el BDI tenían una posibilidad de morir
cardíaca, la depresión se asocia a un casi 7 veces mayor que los pacientes con
mayor riesgo de muerte, arritmias ventri- menores niveles de depresión.
culares, recuperación incompleta, taqui- Una cuestión que con frecuencia ha
cardia ventricular, y recurrencia de nue- sido discutida se refiere a la posible dis-
vos eventos cardíacos. La depresión tinción entre la depresión experimentada
parece que ejerce su mayor influencia por los pacientes que precede al suceso
sobre la mortalidad y morbilidad duran- cardiovascular (p.ej., infarto de miocardio)
te los primeros 6 meses tras un infarto y la depresión como reacción al propio
agudo de miocardio (Ladwig et al., 1994), infarto o al suceso quirúrgico y proceso
pero existe evidencia de que su efecto hospitalario que conllevan (King, 1997).
negativo puede perdurar durante el cur- Si bien son escasos los trabajos que han
so de la enfermedad cardiovascular (Fra- investigado este aspecto, algunos estudios
sure-Smith et al., 1995). Barefoot et al. indicaban que los pacientes con historia
(1996) también constataron un efecto sig- de un trastorno depresivo recurrente, pre-
nificativo de la depresión sobre el nivel via al infarto de miocardio, tendían a
de supervivencia (la depresión reducía la experimentar mayor grado de depresión
supervivencia) en pacientes con diagnos- durante la hospitalización y después de
tico de EAC que habían acudido al servi- ser dados de alta; estos pacientes también
cio de cardiología. poseían mayor riesgo de mortalidad
Ahern et al. (1990) hallaron que la durante los meses que seguían después
depresión, pero no la ansiedad ni la ira, del infarto de miocardio (Lespérance et
se asociaba negativamente con el grado al, 1996; King, 1997).
de supervivencia en pacientes que, Un fenómeno que ha adquirido un
habiendo sufrido un infarto de miocar- especial interés durante los últimos años
dio, exhibían arritmias ventriculares. hace alusión a la posible asociación entre
Otros estudios con pacientes post-infar- la depresión y la calidad de vida en los
tados han constatado igualmente fuertes enfermos que han sufrido infarto de mio-
relaciones entre los niveles de depresión cardio. En este sentido, la depresión pare-
(depresión mayor) y la tasa de mortalidad ce ser un grave obstáculo para que el
(Frasure-Smith et al., 1993), así como paciente pueda retornar a su funciona-
también entre la depresión y la muerte miento habitual después de haber sufrido
cardiaca súbita (Irvine et al., 2000). el infarto, perturbando, así mismo, el fun-
En el trabajo posterior de Frasure-Smith cionamiento social y las actividades coti-
et al. (1995), los autores constataron que, dianas (Fielding, 1991; Travella et al.,
Emociones negativas y trastorno cardiovascular

1994). En un reciente estudio con post- la ocurrencia del infarto de miocardio.


infartados, Lañe et al. (2001) informaron Las 3 principales características del ago-
que aunque los síntomas depresivos, eva- tamiento vital son (1) la fatiga y pérdida
luados en el hospital tras ser ingresado el de energía o vigor, (2) el aumento de irri-
paciente, no predecían el grado de morta- tabilidad, y (3) los sentimientos de des-
lidad tras el infarto, tales síntomas eran el moralización. Son también frecuentes los
mejor predictor de la calidad de vida de problemas del sueño. Para una descrip-
estos pacientes (otros predictores fueron ción de este constructo y su relación con
la ansiedad, la gravedad del infarto, la fre- el estrés crónico véase Sandín (1999).
cuencia de ejercicio previa, y el estatus A juicio de Appels, el agotamiento
laboral). La calidad de vida evaluada por vital no debería confundirse con los esta-
estos autores incluía indicadores sobre: (a) dos depresivos, aunque a veces esto ha
el funcionamiento físico, social y laboral, ocurrido debido a que los cuestionarios
(b) el estatus emocional, (c) el nivel de empleados para evaluar el agotamiento
salud general, (d) el dolor percibido, (e) el incluyen síntomas que son comunes a la
cambio en el nivel de salud, (f) el apoyo depresión, como la sensación de fatiga, la
social, y (g) y la calidad de vida percibida. inhibición laboral, la pérdida de energía,
Resumiendo, podríamos concluir di- las alteraciones del sueño, y la pérdida
ciendo que existe evidencia contrastada de interés. Sin embargo, el agotamiento
de que la depresión post-infarto puede vital no necesariamente se asocia a un
ser un problema clínico importante para estado de ánimo depresivo (i.e., sentirse
muchas personas que han padecido infar- triste o deprimido). También suelen estar
to de miocardio. Además, dicha depre- ausentes en los individuos agotados la
sión no sólo está relacionada con la evo- pérdida de autoestima y los sentimientos
lución clínica del paciente, sino que de culpa (Appels, 1998), características
también se relaciona con la mortalidad. éstas típicas de la depresión. En un estu-
Por otra parte, la depresión post-infarto dio prospectivo de Van Diest y Appels
de miocardio parece ser el factor más (1991), el grupo de individuos agotados
relacionado con el deterioro de la calidad refirió sentirse con menos «vigor» y más
de vida de los pacientes post-infartados, «fatiga» que el grupo de control, pero no
más incluso que la propia gravedad de la encontraron diferencias entre ambos gru-
enfermedad cardiovascular. En este sen- pos en el nivel de depresión. Así pues,
tido, merece la pena indicar que aunque aunque ciertas manifestaciones de la
la depresión no fuese eficaz para prede- depresión suelen estar presentes en el
cir el grado de supervivencia, el sólo síndrome del agotamiento vital, y vice-
hecho de relacionarse tan específicamen- versa, podrían tratarse de dos constructos
te con el grado de bienestar y calidad de psicopatológicamente separables entre sí.
vida del paciente justifica su atención y Por otra parte, Appels (1998) ha resal-
necesidad de tratamiento. tado ciertas semejanzas entre el síndrome
de agotamiento vital y el síndrome del
«burnout» (agotamiento emocional, des-
EL AGOTAMIENTO VITAL: ¿UNA personalización, y bajo rendimiento per-
VARIANTE DE LA DEPRESIÓN? sonal). Appels destaca la especial rele-
vancia del agotamiento emocional, lo
Appels (1989) sugirió el concepto de ago- cual va en la línea de la posterior defini-
tamiento vital inspirándose en los casos ción llevada a cabo por Pines y Aronson
de excesiva fatiga y debilidad que suelen (1988), los cuales conceptúan el burnout
experimentar algunas personas antes de en términos de «un estado de agotamien-
10 Bonifacio Sandín

to físico, emocional y mental causado por estresores laborales podían predecir la


una implicación durante un tiempo pro- ocurrencia del infarto de miocardio con
longado en situaciones que son emocio- independencia del agotamiento vital, si
nalmente demandantes». Entienden, bien la mayoría de los estresores labora-
pues, que el burnout es un concepto uni- les relacionados con el infarto parecían
dimensional (i.e., agotamiento). Como asociarse al agotamiento vital (véase San-
vemos, el concepto de burnout de Fines dín, 1999).
y Aronson es muy semejante al concepto El interés por el estudio psicopatológi-
de agotamiento vital referido por Appels co del agotamiento vital deriva en prime-
(1998). Posteriores investigaciones debe- ra instancia de su posible relación con el
rán esclarecer si se trata de dos concep- estrés crónico y el infarto de miocardio.
tos diferentes o, por el contrario, se trata Sin embargo, los componentes sustanti-
de un mismo fenómeno observado desde vos del agotamiento vital son la fatiga, la
dos ópticas distintas. falta de vigor, la irritabilidad y la deses-
El estrés psicológico prolongado puede peranza (sentimientos de desmoraliza-
llevar al estado de agotamiento vital, el ción). Como sabemos, estos componentes
cual se ha asociado tanto al riesgo de un también son característicos de la depre-
primer infarto de miocardio, como al ries- sión. Partiendo de la distinción funda-
go de infartos recurrentes en individuos a mental que se ha venido haciendo (sobre
los que se les ha aplicado una angioplas- todo por el propio Appels) entre el ago-
tia coronaria. Esta asociación se ha cons- tamiento vital y la depresión, parece que
tatado incluso tras haberse controlado el se trata más bien de una separación entre
posible efecto de los factores típicos de el agotamiento vital y el ánimo deprimi-
riesgo coronario (presión sanguínea, do. Por otra parte, puesto que, como
fumar, triglicéridos, colesterol, etc.) hemos referido atrás, la depresión ha sido
(Appels y Mulder, 1988; Kop et al, 1994). asociada al inicio y evolución de los tras-
Estos últimos autores investigaron la rela- tornos cardiovasculares, cabría pregun-
ción entre el cansancio vital y la ocurren- tarnos si el agotamiento vital es la pieza
cia de nuevos eventos después de una esencial de la depresión vinculada al
angioplastia coronaria exitosa (nuevos infarto de miocardio.
eventos eran, por ejemplo, la repetición Esta cuestión, que subyace a los resul-
de la angioplastia, una operación de tados de investigación y al planteamien-
bypass, un infarto de miocardio, o la to actual del constructo de agotamiento
muerte por infarto). Kop et al. constataron vital, en parte ha sido recientemente
un incremento del riesgo (hasta casi tres sometida a análisis empírico por Appels
veces mayor) para sufrir nuevos eventos et al. (2000). En este trabajo, los autores
en los pacientes con agotamiento vital, reanalizaron los datos procedentes de un
incluso cuando otras variables clínica- estudio prospectivo de casi 4000 varones
mente relevantes fueron controladas. no clínicos, a partir del Maastrich Ques-
Falger y Schouten (1992) investigaron tionnaire [una escala que evalúa el agota-
la asociación entre los estresores labora- miento vital, entendido éste en términos
les, el agotamiento vital y el infarto de de fatiga inusual y pérdida de energía,
miocardio. Constataron que el agota- incremento de la irritabilidad, y afecto
miento vital experimentado durante el depresivo (incluida la desmoralización o
medio año anterior al infarto constituía desesperanza)]. Appels et al. partieron de
un factor de riesgo importante para la la hipótesis de que la fatiga inusual es
ocurrencia de infarto de miocardio. mejor predictor de futuros sucesos cardí-
Encontraron, así mismo, que ciertos acos que los síntomas emocionales de
Emociones negativas y trastorno cardiovascular 11

ánimo depresivo o irritabilidad. Los EAC han sufrido de trastorno de pánico


resultados obtenidos por dichos autores (Zaubler y Katon, 1996). La asociación
indicaron que los síntomas de fatiga se entre el trastorno de pánico y la EAC se
asociaban más intensamente que otros ha observado de modo más intenso en los
síntomas depresivos con los futuros pacientes que exhiben dolor en el pecho
infartos de miocardio. La fatiga predecía atípico o síntomas que no pueden ser
el infarto, incluso después de controlar el totalmente explicados por el estado de
efecto de los síntomas indicativos de áni- salud de las coronarias (Fleet et al., 2000).
mo depresivo o irritabilidad. Sin embar- El trastorno de pánico puede agravar el
go, los síntomas de afecto depresivo o estado de los pacientes cardíacos al pro-
irritabilidad perdían su poder predictivo vocar incrementos de la tasa cardíaca, de
cuando se controlaba estadísticamente el la presión sanguínea, y posiblemente de
efecto de la fatiga. la resistencia de la musculatura lisa en
Appels et al. (2000) interpretaron estos los pequeños vasos coronarios (Katon,
resultados sugiriendo que, entre todos los 1990). A su vez, la isquemia puede exa-
síntomas depresivos que preceden el pri- cerbar los síntomas de pánico al activar
mer infarto de miocardio (u otro evento las neuronas del locus ceruleus (centro
cardíaco), la sensación de pérdida de de irradiación de neuronas noradrenérgi-
energía y agotamiento es el síntoma que cas). Es decir, la ansiedad (pánico) y la
mejor lo predice. La pérdida del poder isquemia se incrementarían mutuamente
predictivo de la desesperanza tras con- al actuar a modo de círculo vicioso: el
trolarse el efecto de la fatiga sugiere, así pánico aumenta la isquemia y ésta eleva
mismo, que los sentimientos de desespe- la ansiedad.
ranza pueden predecir el infarto debido La morbilidad y mortalidad por even-
a que están causados por la fatiga. Los tos cardíacos se ha asociado a la presen-
resultados de este estudio, aparte de cia de trastornos de ansiedad (fobias y
corroborar las observaciones de Appels y pánico). La ansiedad fóbica triplica el
sus colaboradores (i.e., autodescripciones riesgo de cardiopatía coronaria fatal,
de los pacientes coronarios, los cuales siendo esta relación aún más alta cuando
habitualmente informaban que la fatiga, se trata de muerte coronaria súbita
el agotamiento y la falta de energía, y a (Kawachi et al., 1994). Aunque el pánico
veces la depresión subsiguiente, eran los y la ansiedad fóbica parecen constituir
principales síntomas que precedían la factores de riesgo para la EAC, no existe
ocurrencia del infarto), proporcionan evidencia de que la EAC sea un factor de
información de interés sobre la naturale- riesgo para el trastorno de pánico o la
za de los síntomas depresivos que ante- ansiedad fóbica (Fleet et al., 2000). La
ceden a los sucesos cardíacos. asociación entre el trastorno de pánico y
la cardiopatía coronaria fatal se ha expli-
cado en términos de un incremento de la
ANSIEDAD Y ENFERMEDAD hiperventilación; ésta, incrementada por
ARTERIAL CORONARIA la ansiedad, podría precipitar el espasmo
coronario que, subsecuentemente, podría
Ansiedad e inicio de la EAC generar angina de pecho, arritmias ven-
triculares e infarto de miocardio.
Entre los pacientes con EAC, el porcenta- La coincidencia entre la muerte cardí-
je de trastorno de pánico es elevado; se ha aca súbita y el trastorno de pánico se ha
sugerido que entre un 5 y un 23% de explicado en base a la reducida variabili-
pacientes con evidencia angiográfica de dad de la tasa cardíaca que parece darse
12 Bonifacio Sandín

tanto en pacientes con riesgo de muerte también pueden predisponer hacia una
cardíaca súbita como en pacientes con mayor morbilidad y mortalidad en estos
trastorno de pánico (Kawachi et al., enfermos (p.ej., precipitando nuevos
1995). En individuos normales existe eventos cardíacos).
cierto grado de variabilidad de la tasa Se ha observado que existen mayores
cardíaca; la frecuencia cardíaca suele ser complicaciones postinfarto en pacientes
mayor durante la aspiración que durante que presentan niveles elevados de ansie-
la espiración, ya que durante esta última dad (Julkunen et al., 1990; Moser y Dra-
fase respiratoria el vago permanece más cup, 1996). En el estudio de Moser y Dra-
activado lo cual redunda en una reduc- cup, los pacientes con mayores niveles
ción de la tasa cardíaca (esta variabilidad de ansiedad tenían una probabilidad cin-
de la tasa cardíaca se conoce como co veces mayor de tener posteriores com-
«sinus arritmia respiratoria»). Podría plicaciones, que los pacientes con bajos
existir, por tanto, una disregulación per- niveles de ansiedad. Los autores vienen
manente del sistema nervioso autónomo, a concluir que cuando la ansiedad apare-
con un exceso de preponderancia simpá- ce tempranamente tras el infarto de mio-
tica (responsable, posiblemente, de la cardio, el paciente tiene mayor riesgo de
reducida variabilidad en la frecuencia sufrir isquemia y arritmias.
cardíaca), la cual estaría causada por una Grosi et al. (1998) llevaron a cabo un
interacción de factores psicológicos (p.ej., estudio prospectivo para identificar posi-
ansiedad) y biológicos (isquemia, altera- bles predictores del mal ajuste psicoso-
ciones en locus ceruleus, etc.). cial en pacientes que habían sido someti-
dos a una operación de bypass.
Concluyeron que los pacientes con pun-
Ansiedad y evolución de la EAC tuaciones entre moderadas y altas en el
estado de ansiedad tendían a presentar
Trabajos publicados recientemente tien- mayor grado de malestar e incidencia de
den a sugerir que la ansiedad no sólo está anginas de pecho residuales. Así mismo,
implicada en el desarrollo de problemas del estudio longitudinal de Lañe et al.
cardiovasculares sino también en el cur- (2001) con post-infartados se deduce que,
so de la cardiopatía coronaria. Vimos aunque en menor grado que la depresión,
arriba que el trastorno de pánico es un la ansiedad (evaluada en el hospital entre
factor que puede agravar significativa- los 2 y 15 días después del infarto de
mente el curso de la cardiopatía corona- miocardio) predijo la calidad de vida de
ria, llegando incluso a precipitar la muer- los pacientes durante los 12 meses poste-
te súbita o el infarto de miocardio fatal. riores al infarto.
Algunos otros trabajos también han rela-
cionado la ansiedad (tomada ésta en un
sentido más genérico) con el curso de la COMENTARIO FINAL: HOSTILIDAD,
cardiopatía coronaria. DEPRESIÓN Y ANSIEDAD ¿LAS TRES
La ansiedad y la depresión suelen ser «TERRIBLES» DE LA SALUD
dos reacciones emocionales habituales CARDIOVASCULAR?
tras el infarto de miocardio (Bueno y
Buceta, 1997; Havik y Maeland, 1990). En su reciente artículo titulado «The
Estos problemas emocionales no sólo terrible twos —Anger and anxiety—
constituyen complicaciones que empeo- Hazardous to your health», Suinn (2001)
ran la calidad de vida del paciente post- defiende la hipótesis de que la ansiedad
infartado y requieren atención, sino que y la hostilidad son emociones especial-
Emociones negativas y trastorno cardiovascular 13

mente dañinas para la salud. Suinn se depresión y ansiedad, y/o los pacientes
basa en un análisis de la literatura rele- con depresión y hostilidad/irritabilidad,
vante, y viene a concluir que estas dos tendrían un riesgo superior a otros
emociones negativas incrementan la vul- pacientes depresivos de desarrollar EAC.
nerabilidad hacia la enfermedad, pertur- En una línea similar, Ravaja et al.
ban el funcionamiento del sistema inmu- (2000) examinaron la posibilidad de que
ne, incrementan el nivel de lípidos, la relación entre la hostilidad y ciertos
agravan el dolor, e incrementan el riesgo factores fisiológicos de riesgo de la EAC
de muerte por enfermedad cardiovascu- pudiera variar en función de las tenden-
lar y por cualquier otra causa. Tal y como cias depresivas. Los factores fisiológicos
se desprende de nuestro análisis, en rela- estudiados fueron la presión sanguínea
ción con la salud cardiovascular (y posi- (sistólica y diastólica), y los niveles en
blemente con la salud física en general), suero de lipoproteínas de alta y baja den-
tal vez sería más apropiado definir el pro- sidad, y triglicéridos. Los autores encon-
blema en términos de «The terrible thre- traron que la hostilidad se relacionaba
es», es decir, incluyendo la depresión negativamente con los factores fisiológi-
como tercera emoción negativa que pue- cos de riesgo en las personas que exhibí-
de deteriorar gravemente la salud física. an altos valores en tendencias depresivas,
Refiriéndonos a los problemas cardio- mientras que la hostilidad se relacionaba
vasculares, algunos autores han sugerido positivamente, o no se relacionaba, con
que, más que la ansiedad, la hostilidad o los factores de riesgo en los individuos
la depresión por separado, es la combi- con bajas tendencias depresivas. La inte-
nación de las tres variables lo que real- racción entre hostilidad y tendencias
mente predispone hacia el desarrollo de depresivas explicaba entre el 2 y el 5%
problemas cardiovasculares. Esta idea, de la varianza en los parámetros fisioló-
que ha sido descrita como un síndrome gicos. Ravaja et al. concluyen diciendo
de distress (Denollet, 1997), también se que las tendencias depresivas poseen una
ha interpretado desde una perspectiva influencia moderadora en la relación
más clínica (Fava et al., 1996). Estos últi- entre la hostilidad y el riesgo de EAC.
mos autores parten de que la depresión Indican, así mismo, que, a pesar de asu-
clínica puede darse según varios subti- mirse que la hostilidad es un factor de
pos, siendo dos de estos subtipos la riesgo cardiovascular, los niveles reduci-
depresión ansiosa y la depresión hostil- dos de hostilidad cognitiva y afectiva
irritable, respectivamente. Los autores (ira), cuando se combinan con altos nive-
defienden que los pacientes que sufren les de depresión, pueden constituir la
de depresión ansiosa u hostil poseen un forma más grave de agotamiento y riesgo
mayor riesgo de mortalidad por EAC. En cardiovascular. Estos resultados, por otra
apoyo de esta hipótesis, Fava et al. han parte, podrían explicar algunos de los
presentado datos que demuestran eleva- resultados nulos que se han referido en la
dos niveles de colesterol e intervalos QTc literatura respecto a la relación entre la
prolongados en depresivos con elevada hostilidad y el riesgo de EAC.
ansiedad (QTc = QT corregidos; la pro- Estos estudios que hemos comentado, y
longación del intervalo QT se ha asocia- que constituyen únicamente algunos ejem-
do a paradas cardíacas y a muerte súbita), plos ilustrativos, ponen de relieve la nece-
y niveles elevados de colesterol en sidad de considerar conjuntamente a las
pacientes depresivos con ataques de ira, tres «terribles» al examinar o valorar la
en comparación con otros pacientes implicación de las emociones negativas
depresivos. Es decir, los pacientes con sobre la salud cardiovascular. Parte de la
14 Bonifacio Sandín

evidencia empírica sugiere que, si bien las depresivo y la desesperanza). Dejando al


tres emociones señaladas parecen estar margen el problema de los posibles meca-
implicadas negativamente en la salud del nismos de acción (fenómeno no abordado
corazón, el tipo de implicación podría en el presente trabajo), es indudable que
variar en función de la emoción, pudien- aún existen muchos puntos que deben ser
do ser la emoción negativa tanto una cau- esclarecidos con futuras investigaciones.
sa como una consecuencia del trastorno A nuestro juicio, y sobre la base de los dis-
cardiovascular. Así por ejemplo, de la revi- tintos puntos analizados en este estudio,
sión de Kubzansky y Kaw^achi (2000) se deberá clarificarse con mayor precisión la
deduce que: (a) la evidencia de que la implicación de los diferentes componen-
ansiedad esté involucrada en el comienzo tes o facetas de la ansiedad (p.ej., pánico
de la EAC es muy consistente, (b) la evi- vs. ansiedad fóbica), la hostilidad (p.ej.,
dencia sobre la asociación entre la hostili- cognitiva vs. afectiva vs. conductual) y la
dad y la EAC es limitada pero sugestiva, y depresión (p.ej., fatiga y pérdida de ener-
(c) aunque la depresión ha sido asociada gía vs. ánimo depresivo y desesperanza);
de forma consistente con la mortalidad y ello desde la perspectiva histórica de la
después del infarto de miocardio, la evi- EAC, esto es, diferenciando el desarrollo
dencia sobre su implicación en el inicio de (i.e., inicio) del curso (i.e., evolución clí-
la enfermedad coronaria no es concluyen- nica del trastorno). Para terminar, merece
te. Es decir, una primera conclusión que la pena subrayar que tanto la ansiedad
podría derivarse de este estudio es que la como la depresión han resultado ser emo-
ansiedad está relacionada con el inicio de ciones que perjudican e interfieren con la
la EAC y la depresión con la evolución de calidad de vida de los pacientes que han
la EAC, mientras que la hostilidad, aunque sufrido un infarto de miocardio. Aunque
aparentemente más implicada en el inicio, estas emociones no se relacionasen con la
desempeña un papel menos claro. mortalidad post-infarto, el hecho de per-
Aparte de que pueda haber cierta razón turbar la calidad de vida de dichas perso-
en esta conclusión general, pensamos que nas justifica la necesidad de estudiar su
asumirla como tal sería un exceso de sim- implicación y la obligación de llevar a
plificación del problema, ya que, a la luz cabo acciones terapéuticas para reducir el
de la evidencia que hemos discutido a lo impacto psicosocial de dichas emociones.
largo del presente artículo, las tres emo-
ciones parecen estar implicadas tanto en
el desarrollo como en la evolución de la REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
EAC y, además, las tres podrían influir de
forma conjunta sobre el estatus de la salud Ahern, D.K., Gorkin, L., Anderson, J.L., Tier-
del corazón (p.ej., la ansiedad y la depre- ney, C, Hallstrom, A., Ewart, C, Capone,
sión son dos emociones altamente comór- R.J., Schron, E., Schron, E., Kornfield, D.,
bidas). Por otra parte, es posible que cier- Herd, J.A., Richardson, D.W., y Follick,
tas manifestaciones de una misma M.J. (1990). Cardiac Arrhythmia Pilot
emoción negativa estén más implicadas Study (CAPS) Investigators: Biobehavioral
en un fenómeno que en otros. Por ejem- variables and mortality or cardiac arrest in
plo, los componentes de la depresión con- the CAPS. American Journal of Cardiology,
66, 59-62.
sistentes en fatiga y falta de vigor (i.e., ago-
Alien, J., Markovitz, J., Jacobs, D.R., y Knox,
tamiento vital) podrían desempeñar un S.S. (2001). Social support and health
papel más determinante en el desarrollo behavior in hostile black and white men
del infarto de miocardio que otras formas and women in CARDIA. Psychosomatic
de la depresión (p.ej., el estado de ánimo Medicine. 63, 609-618.
Emociones negativas y trastorno cardiovascular 15

Anda, R., Wüliamson, D., Jones, D., Macera, c , vascular consequences of interpersonal
Eaker, E., Glassman, A., y Marks, J. (1993). control in h u s b a n d s a n d wives. Health
Depressed affect, hopelessness, and the risk Psychology, 11, 88-96.
of ischaemic heart disease in a cohort of Bueno, A.M., y Buceta, J.M. (1997). Trata-
U.S. adults. Epidemiology, 4, 285-294. miento psicológico después del infarto de
Appels, A. (1989). Loss of control, vital miocardio. Madrid: Dykinson.
exhaustion, and coronary heart disease. En Burg, M.M., y Abrams, D. (2001). Depression
A. Steptoe y A. Apples (Eds.), Stress, per- in chronic medical illness: The case of
sonal control and health (pp. 215-235). coronary heart disease. Journal of Clinical
Chichester: Wiley. Psychology, 57, 1323-1337.
Appels, A. (1998). Estrés laboral, agotamien- Carney, R.M., Rich, M.W., Freedland, K.E.,
to y enfermedad. En J. Buendía (Ed.) Estrés Saini, J., TeVelde, A., Simeone, C , y Clark,
laboral y salud (pp. 119-128). Madrid: K. (1988). Major depressive disorder pre-
Biblioteca Nueva. dicts cardiac events in patients with coro-
Appels, A., y Mulder, P. (1988). Excess fati- nary artery disease. Psychosomatic Medi-
gue as a precursor of myocardial infarc- cine, 50, 627-633.
tion. European Heart Journal, 9, 758-764. DenoUet, J. (1997). Personality, emotional dis-
Appels, A., Kop, W.J., y Schouten, E. (2000). tress and coronary heart disease. European
The nature of the depressive symptomato- Journal of Personality, 11, 343-357.
logy preceding myocardial infarction. Dohrenwend, B.P. (Ed.)(1998) Adversity,
Behavioral Medicine, 26, 86-89. stress and psychopathology. New York:
Avison, W.R., y Gotlib, I.H. Eds.) (1994). Oxford University Press.
Stress and mental health: Contemporary Dusseldorp, E., van Elderen, T., Maes, S.,
issues and prospectos for the future. New Meulman, J., y Kraaij, V. (1999). A meta-
York: Plenum Plublishing. analysis of psychoeducational programs
Barefoot, J . C , y Lipkus, I.M. (1994). The for coronary heart disease patients. Health
assessment of anger and hostility. En A.W. Psychology, 18, 506-519.
Siegman y T.W. Smith (Eds.), Anger, hosti- Falger, RR.J., y Schouten, E.G.W. (1992).
lity, and the heart (pp. 43-66). Hillsdale, Exhaustion, psychological stressors in the
NJ: LEA. work environment, and acute myocardial
Barefoot, J.C, y SchroU, M. (1996). Symptoms infarction in adult men. Journal of Psycho-
of depression, acute myocardial infarction, somatic Research, 36, 777-786.
a n d total mortality in a community sam- Fava, M., Abraham, M., Pava, J., Shuter, J.,
ple. Circulation, 93, 1976-1980. y R o s e n b a u m , J. (1996). Cardiovascular
Barefoot, J.C, Helms, M.J., Mark, D.B., Blu- risk factors i n d e p r e s s i o n : The role of
m e n t h a l , J.A., Califf, R.M., Haney, T.L., anxiety a n d anger. Psychosomatics, 37,
O'Connor, C.M., Siegler, I.C, y Williams, 31-37.
R.B. (1996). Depression and long-term Fielding, R. (1991). Depression and acute
mortality risk in patients with coronary myocardial infarction: A review and rein-
artery disease. American Journal of Car- terpretation. Social Science in Medicine,
diology, 78, 613-617. 32, 1017-1027.
Bennett, P., y CarroU, D. (1990). Stress mana- Fleet, R., Lavoie, K., y Beitman, B.D. (2000).
gement approaches to the prevention of Is panic disorder associated with coronary
coronary heart disease. British Journal of artery disease? A critical review of the lite-
Clinical Psychology, 29, 1-12. rature. Journal of Psychosomatic Research,
Bermúdez, J., y Sánchez-Elvira, A. (1989). 48, 347-356.
Factores psicológicos asociados al desarro- Fletcher, B. (1991). Work, stress, disease, and
llo de factores cardiovasculares. En B. San- Ufe expectancy. Chichester: Wiley.
din y J.Bermúdez (Eds.), Procesos emocio- Frasure-Smith, N., Lesperance, R, y Talajic,
nales y salud (pp. 13-44). Madrid: UNED. M. (1993). Depression following myocar-
Brown, P.C, y Smith, T.W. (1992). Social dial infarction: Impact on 6-month survi-
influence, marriage and the heart: Cardio- val. JAMA, 270, 1819-1825.
16 Bonifacio Sandín

Frasure-Smith, N., Lesperance, R, y Talajic, and the progression of carotid atheroscle-


M. (1995). Depression a n d 18-months rosis. Psychosomatic Medicine, 56, 519-
prognosis after myocardial infarction. Cir- 525.
culation, 91, 999-1005. Katon, W. (1990). Chest pain, cardiac disease,
French, J.R..P., Caplan, R.D., y Van Harrison, and panic disorder. Journal of Clinical Psy-
R. (1982). The mechanisms of job stress chiatry, 51, 27-30.
and strain. Chichester: Wiley. Kawachi, I., Sparrow, D., Vokonas, P.S., y
Friedman, H.S. (Ed.)(1992). Hostility, coping Weiss, S.T. (1994). Symptoms of anxiety
and health. Washington: American Psy- and risk of coronary heart disease: The
chological Association. Normative Aging Study. Circulation, 90,
Friedman, H.S., y Booth-Kewley, S. (1987). 2225-2229.
The «disease-prone personality»: A meta- Keys, A., Araranes, C., Blackburn, H., Van
analityc view of the construct. American Buckem, F.S.P., Djordjevic, B.S., Fidanza,
Psychologist, 42, 539-555. F., karvonen, M.J., Menotti, A., Puddu, V.,
Glassman, A.H., y Shapiro, P.A. (1998). y Taylor, H.L. (1971). Probability of midd-
Depression and the course of coronary le-aged men developing coronary heart
artery disease. American Journal of Psy- disease in 5 years. Circulation, 45, 815-
chiatry, 155, 4-11. 828.
Grossi, G., Perski, A., Feleke, E., y Jakobson, King, K.B. (1997). Psychologic and social
U. (1998). State anxiety predicts poor psy- aspects of cardiovascular disease. Annals
chosocial outcome after coronary bypass of Behavioral Medicine, 19, 264-270.
surgery. Internationa Journal ofBehavioral Kop, W.K., Appels, A., Mendes de León, C.,
Medicine, 5, 1-16. De Swart, H., y Bar, F. (1994). Vital exhaus-
Guyll.M., y Contrada, R.J. (1998). Trait hosti- tion predicts nev^^ cardiac events after suc-
lity and ambulatory cardiovascular acti- cessful coronary angioplasty. Psychosoma-
vity: Responses to social interaction. tic Medicine, 56, 281-287.
Health Psychology, 17, 30-39. Ladwig, K.H., Roll, G., Breithardt, G., Budde,
Havik, O.E., y Maeland, J.G. (1990). Patterns T , y Borggrefe, M. (1994). Post infarction
of emotional reactions after a myocardial depression and incomplete recovery after
infarction. Journal of Psychosomatic Rese- acute myocardial infarction. Lancent, 343,
arch, 34, 271-285. 20-23.
Houston, B.K., Babyak, M.A., Chesney, M.A., Lahad, A., Heckbert, S.R., Koepsell, T.D.,
Black, G., y Ragland, D.R. (1997). Social Psaty, B.M., y Patrick, D.L. (1997). Hotility,
dominance and 22-year all-cause mortality aggression a n d the risk of nonfatal myo-
in men. Psychosomatic Medicine, 59, 5-12. cardial infarction in postmenopusal
Irvine, ]., Basinski, A., Baker, B., Jandciu, J., viromen. Journal of Psychosomatic Rese-
Paquette, M., Cairns, J., Connolly, S., arch, 43, 183-195.
Roberts, R., Gent, M., y Dorian, P. (2000). Lañe, D., Carroll, D., Ring, C., Beevers, D.G.,
Depression and risk of s u d d e n cardiac y Lip, G.Y.H. (2001). Mortality and quality
death after acute myocardial infarction: of life 12 months after myocardial infarc-
Testing for the confounding effects of fati- tion: Effects of depression and anxiety.
gue. Psychosomatic Medicine, 61, 729-737. Psychosomatic Medicine, 63, 221-230.
Julkunen, J., Idánpáán-Heikkilá, U., y Saari- Lehr, I., Messinger, H.B., y Rosenman, R.H.
nen, T. (1990). Type A behavior, anxiety, (1973). A sociobiological approach to the
and the first-year prognosis of a myocar- study of coronary heart disease. Journal of
dial infarction. En L.R. Schmidt, P. Sch- Chronic Disease, 20, 381-391.
wenkmezger, J. Weinman y S. Maes (Eds.), Lesperance, F., Frasure-Smith, N., Talajic, M.
Theoretical and applied aspects of health (1996). Major depression following myocar-
psychology (pp. 331-337). London: Har- dial infarction: Its nature and consequences.
wood. Psychosomatic Medicine, 58, 99-110.
Julkunen, J., Salonen, R., Kaplan, G.A., Ches- Light, K.C., Kothandapani, R.V., y Alien, M.T.
ney, M.A., y Salonen, J.T. (1994). Hostility (1998). Enhanced cardiovascular and cate-
Emociones negativas y trastorno cardiovascular 17

cholamine responses in w o m e n with England Journal of Medicine, 318, 1005-


depressive symptoms. International Jour- 1011.
nal of Psychophysiology, 28, 157-166. Sandín, B. (1989). Estrés, coping y alteracio-
Matthews, K.A. (1988). Coronary heart dise- nes psicofisiológicas. En B. Sandín y J.Ber-
ase and Type A behaviors: Update on and m ú d e z (Eds.), Procesos emocionales y
altemative to Booth- Kewley and Friedman salud (pp. 45-72). Madrid: UNED.
(1978) quantitative review. Psycbological Sandín, B. (1993). Estrés y salud: Factores
Bulletin, 104, 373-380. que intervienen en la relación entre el
Meesters, C.G., y Smulders, J. (1994). Hosti- estrés y la enfermedad física. En J. Buen-
lity and myocardial infarction in men. día (Ed.), Estrés y psicopatología (pp. 148-
Journal of Psychosomatic Research, 38, 180). Madrid: Pirámide.
727-734. Sandín, B. (1995). El estrés. En A. Belloch, B.
Miller, T.W. (Ed.)(1997). Clinical disorders Sandín y F. Ramos (Eds.). Manual de psi-
and stressful Ufe events. Madison: Interna- copatología, VoL 2 (pp. 3-52). Madrid:
tional Universities Press. McGraw-Hill.
Moser, D.K., y Dracup, K. (1996). Anxiety Sandín, B. (Ed.) (1999). El estrés psicosocial:
early after myocardial infarction associated Conceptos y consecuencias clínicas.
with subsequent ischemic and arrhythmic Madrid: Klinik.
events? Psychosomatic Medicine, 58, 395- Sandín, B. (Ed.) (2001). Estrés, hormonas y
401. psicopatología. Madrid: Klinik.
Myrtek, M. (1995). Type A behavior pattern, Sandín, B., Chorot, P., Santed, M.A., y Jimé-
personality factores, disease, and physio- nez, P. (1995). Trastornos psicosomáticos.
logical reactivity: A meta-analytic update. En A. Belloch, B. Sandín y F. Ramos (Eds.),
Personality and Individual Differences, 18, Manual de psicopatología, Vol. 2 (pp. 401-
491-502. 46). Madrid: McGraw-Hill.
Óhman, A., y Sundin, Ó. (1995). Emotional Schwartzman, J.B., y Glaus, K.D. (2000).
factors in cardiovascular disorder. Current Depression and coronary heart disease in
Opinión in Psychiatry, 8, 410-413. women: Implications for clinical practice
Pines, A., y Aronson, E. (1988). Career bur- a n d research. Professional Psychology-
nout: Causes and cures. New York: Free Research and Practice, 31, 48-57.
Press. Siegman, A.W., Townsend, S.T., Civelek,
Powch, I.G., y Houston, B.K. (1996). Hostility, A.C., y Blumenthal, R.S. (2000). Antago-
anger-in, and cardiovascular reactivity in nistic behavior, dominance, hostility, and
white women. Health Psychology, 15, 200- coronary heart disease. Psychosomatic
208. Medicine, 62, 248-257.
Ravaja, N., Kauppinen, T., Keltikangasjarvi- Smith, T.W. (1992). Hostility a n d health:
nen, L. (2000). Relationships between hos- Current status of a psychosomatic hypot-
tility and physiological coronary heart dise- hesis. Health Psychology, 11, 139-150.
ase risk factor in young adults: The Spielberger, C.D., Jacobs, G., Russell, S., y
moderating influence of depressive tenden- Grane, R. (1983). Assessment of anger: The
cies. Psychological Medicine, 30, 381-393. State-Trait Anger Scale. En J.N. butcher y
Rosch, P.J. (1996). Stress and cáncer: Disor- G.D. Spielberger (Eds.), Advances in per-
ders of communication, control, and civi- sonality assessment, Vol. 2 (pp. 159-187).
lization. En C.L. Cooper (Ed.), Stress, medi- Hillsdale, NJ: LEA.
cine, and health (pp. 27-60). Boca Ratón, Spielberger, C.D., Krasner, S.S., y Solomon, E.P.
FL: CRC Press. (1988). The experiencie, expression, and con-
Rozanski, A., Bairei, C.N., Krantz, D.S., Fried- trol of anger. En M.P. Janisse (Ed.), Individual
man, M.D., Resser, K.J., Morell, M., Hilton- differences, stress, and health psychology
Chalfen, S., Hestrin, L., Bietendorf, J., y (pp. 89-108). New York: Springer-Verlag.
Berman, D.S. (1988). Mental stress and the Suinn, R.M. (2001). The terrible twos —An-
induction of silent myocardial ischemia in ger and anxiety— Hazardous to your
patients with coronary artery disease. New health. American Psychologist, 56, 27-36.
18 Bonifacio Sandín

Travella, J.L., Forrester, A.W., Schultz, S.K., y Williams, R.B. (1996). Coronary-prone beha-
Robinson, R.G. (1994). Depression follo- viors, hostility, and cardiovascular health:
wing myocardial infarction: A one-year Implications for behavioral and pharma-
longitudinal study. International Journal of cological interventios. En K. Orth-Gomér
Psychiatryin Medicine, 24, 357-369. y N. Schneiderman (Eds.), Behavioral
Van Diest, R., y Appels, A. (1991). Vital medicine approaches to cardiovascular
exhaustion and depression: A conceptual disease prevention (pp. 161-168). Mah-
study. Journal of Psychosomatic Research, wah, NJ: LEA.
35, 535-544. Zaubler, T.S., y Katon, W. (1996). Panic disor-
Williams, R.B. (1994). Neurobiology, cellular der and medical comorbidity: A review of
and molecular biology, and psychosomatic the medical and psychiatric literature.
medicine. Psychosomatic Medicine, 56, BuUetin of the Menninger Clinic, 60
308-315. (Suppl. A), A12-A37.
Reproduced with permission of the copyright owner. Further reproduction prohibited without permission.

También podría gustarte