No.

57

REVI
STAMEXI
CANATRI
MESTRALDEPSI
COLOGÍ
AYDESARROLLOHUMANO
Órgano oficial de:

Comité ejecutivo ciclo 2010-2011 / Norma Alonso, Mariano Araiza, Armando Ar-
royo, Gina Díaz Barreiro, Adrián de Garay, Loreto García Muriel, José Gómez del
Campo, Cecilia Gordoa, Gabriela Gordoa, Vianey Herrera, Lourdes Quintanilla,
Samara Quintanilla, Juan Lafarga, Azalea Montoya, Myriam Muñoz, Verónica Mu-
ñoz, Víctor Muñoz.

Cordinación de acreditación y certificación / José Gómez del Campo

Cordinación ejecutiva / Gina Díaz Barreiro

Asistencia en la cordinación / Patricia de la Mora y Martha González

Fundador / Juan Lafarga, s. j.

Editor General / José Gómez del Campo

Supervisión de Arte / Luis Mariano Acévez

Editores asociados / Luis Mariano Acévez, Mariano Araiza, Martha Bolaños, Jac-
queline Butcher, Rosario Chávez, Rosa María Córdoba, Gabriela Delgado, Amparo
Espinosa, Adrián de Garay, Lourdes García, Loreto García Muriel, Carlos Garza,
Eduardo Garza, José Gómez del Campo, Ana María González, Vianey Herrera, Juan
Lafarga, Sergio Michel, Roque Olivares, Beatríz Pelcastre, Irma Potes, Carlos Pu-
lido, Lourdes Quintanilla, Samara Quintanilla, Hanne Lore Schluter y Alberto S.
Segrera

Ventas, publicidad y diseño editorial / Gabriela Ramírez

Suscripciones y coordinador de producción / Alejandro Morales

Corrección de estilo / María Elena Figueroa

Impreso en INN CREATIVIDAD EN COLOR S.A. DE C.V.

Reforma 1414-B Zona Centro Monterrey, N.L.

PROMETEO se publica cuatro veces al año en Primavera, Verano, Otoño e Invierno,

con un tiraje de dos mil ejemplares, por Proyecto Espiral, A.C. Certificado de licitud
de título y contenido números 6855 y 7351, otorgados por la Secretaría de Gober-
nación. Reserva al título en Derechos de Autor número 04-2005-052411111100-
102. Toda la correspondencia, intercambio y colaboraciones se reciben en la oficina
de PROMETEO, Av. Jalisco No. 180, primer piso, Col, Tacubaya, México, D.F. Telé-
fonos y fax 5516 0590 y 5273 3667. Publicación indizada en Clase.

PROMETEO se reserva todos los derechos sobre el material publicado. Los textos
enviados para su posible publicación están sujetos a la programación temática de la
revista y a la evaluación de los editores asociados. Nos disculpamos, no podemos
devolver originales, no solicitados. Las opiniones expresadas por los autores son
su exclusiva responsabilidad y no deben interpretarse como una postura de la Re-
vista como tal. Suscripción por un año (cuatro números) en la Republica Mexicana
$300.00 envío incluido. En el extranjero us.dls. $40.00 envío incluido. Numeros
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ción de 20 Revistas disponibles: $800.00 en la República Mexicana.

Correo electrónico: grupoespiral@aol.com

Editor responsable: Juan Lafarga Corona(lafargaj@prodigy.net.mx)
ANTORCHA
Sin duda, el peor enemigo de los profesionales de la ayuda a otros: psicólogos
y psiquiatras, orientadores, terapeutas, enfermeras y médicos, sacerdotes,
maestros, cuidadores y tantos más, es la falta de una permanente
observación de sí mismos. Al considerar que tienen más experiencia y que
saben y pueden más que las personas que reciben su ayuda, pueden caer
en la ilusión de sentirse inmunes. Entonces es frecuente que aparezca el
llamado burn out o agotamiento, que se manifiesta de diversas formas,
algunas graves.
La monotonía del trabajo, la presencia de conflictos personales no resueltos,
la presión que representa la búsqueda del éxito, la falta de reconocimiento,
la resistencia de quienes reciben la ayuda, los celos profesionales o la falta
de apoyo del equipo cuando este existe, están entre las causas de ese
fenómeno.
Quienes ayudan también necesitan ayuda. Se trata de una espiral dinámica
que debe mantenerse viva en beneficio de todos los involucrados en los
procesos de desarrollo humano y de promoción de la salud, de cuerpo y alma.
Con este número, Prometeo ofrece puntos de vista y reflexiones sobre la
forma en que nace y crece el burn out y sobre los modos de evitarlo y de
enfrentarlo.
Editores invitados:
Gina Díaz Barreiro y José Gómez del Campo 57
Honoré Daumier fue, quizás, el artista más prolífico de la historia. Sus obras se
cuentan por millones, si se toman en cuenta las ediciones que contienen sus
grabados originales. Hizo dibujos, grabados en metal y en madera, acuarelas,
óleos y esculturas. Fue un crítico insobornable de la sociedad de su tiempo,
casi todo el siglo XIX. Por eso es considerado más como un caricaturista genial,
pues sus imágenes, derivadas de una mirada aguda y cargadas de ironía, retratan
muchas actitudes y vicios universales que siguen presentes, dos siglos después,
en nuestras relaciones humanas contemporáneas. Como un homenaje a este
artista y pensando en que una de las causas del burn out –tema de este número
de nuestra revista– nace precisamente de la falta de objetividad y de humildad,
incluimos algunas de sus obras para ilustrar los textos que integran este número
de Prometeo. Que su fuego ilumine nuestra reflexión.

Síndrome de quemarse por el trabajo o

burn out en médicos familiares y agentes
El Nuevo Fuego de “PROMETEO” de tránsito, en México
2 Carolina Aranda 35
José F. Gómez del Campo

1er. Encuentro Nacional de Facilitadores Burn out y desarrollo humano integral

del Desarrollo Humano... Ana Laura Jiménez 40
¿Quién ayuda a los que ayudan?
Gina Díaz Barreiro 3 El síndrome de desgaste en consejeros
que trabajan con personas que viven
¿Quién ayuda a los que ayudan? con VIH-SIDA
José F. Gómez del Campo 4 Patricia García 49

El burn out como expresión de la La interacción humana en el proceso

sombra personal terapéutico
Jesús Díaz 10 José Luis Rodríguez 55

Prevención e intervención frente al La psicoterapia humanista en el siglo de

burn out en la persona del logoterapeuta la presencia
Leticia Ascencio 15 Andrée Fleming-Holland 58

Sobre el burn out Conscientización:

José Merino 21 proceso de crecimiento
María de Lourdes Almada 62
El síndrome del burn out
en las empresas Esas dosis necesarias de tragedia
Alejandra Apiquian 25 Eduardo Garza 73

El síndrome del burn out Relámpagos

¿un padecimiento del s. XXI? Luis Mariano Acévez 74
Martha Eve Sandoval 31
Atizando el fuego
Burn out Irma Potes
Flavio Jesús Larrañaga 32 Samara Quintanilla 75

1
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

EL NUEVO FUEGO DE
“PROMETEO”
Durante 18 años “Prometeo” ha brindado a sus lectores la oportunidad de
estar en contacto con quienes, en México, han configurado el rostro del
Desarrollo Humano. El 2009 fue un año difícil, y por dificultades económicas,
nos fue posible publicar solamente el número 56 “El cuidado de la mente”.
Dado que la crisis representa siempre “peligro y oportunidad” los editores
nos hemos estado reuniendo para verle la cara de la oportunidad. Nuestras
reflexiones nos llevaron incluso a cuestionar la existencia de la revista.

Como resultado de este proceso y contando con la generosa colaboración

de diversas personas, “Prometeo” se compromete a seguir encendiendo
el “fuego para el propio conocimiento”. En el 2010 continuará con su
formato tradicional: una revista impresa; paralelamente se preparará la
infraestructura necesaria para que “Prometeo” se convierta en un nuevo
proyecto editorial que utilice los lenguajes y espacios del siglo XXI.

Disponemos, por lo pronto, de la página www.revistaprometeo.com.mx en

dónde esperamos encontrarte y escuchar tus aportaciones y sugerencias
para crear juntos una nueva forma de difundir el Desarrollo Humano.
¡Contamos contigo!

José Gómez del Campo E.

Editor general

2

1er. encuentro Nacional de facilitadores del
desarrollo humano... ¿quién ayuda a los que ayudan?
Todo facilitador del desarrollo
humano, psiquiatra, piscólogo, pro-
fesional de la salud, médico, enfer-
mera, coach, trabajador comunitario,
terapeuta, personal de rescate, etc.)
se enfrenta a la tarea de facilitar
el buen manejo de las emociones
de los usuarios de sus servicios.
Tan importante como esta tarea, es
también la forma en que el facilitador
enfrenta sus propias emociones y
necesidades. Una de las experiencias
que más inquieta en este aspecto,
es el enfrentamiento con el dolor
propio y ajeno sin tener que llegar
a la despersonalización o a la
insensibilización como defensa. De
lo contrario, se genera un verdadero
estado de agobio y desprotección.
Muchos profesionales en relación
de dependencia, en el ámbito estatal
o privado, desempeñan tareas
en condiciones impropias, con
horarios excesivos, remuneración
insuficiente y carencia de recur-
sos materiales o humanos indis-
pensables para una correcta labor.
Ellos integran el universo de per-
sonas en riesgo de contraer el sín-
drome del “burn out” (desgaste
emocional).
El “burn out” se refiere a una len-
ta, paulatina y progresiva pérdida
de ideales, energía, sentido y salud
experimentada por personas que
trabajan en las profesiones de ayuda.
Es de importancia mayor que todos
aquellos que trabajan por ayudar a
otros a mejorar su calidad de vida,
reciban a su vez ayuda para evitar
este peligroso síndrome, el cual es
un importante factor patogénico
en el facilitador. Los problemas
emocionales de los profesionales
en las relaciones de ayuda, han sido
con frecuencia negados, ocultados
y mal afrontados. Los numerosos
estudios revelan, con contundencia,
que las tasas de alcoholismo y
adicción a drogas, así como los
conflictos de pareja, trastornos psi-
quiátricos, depresión y suicidio, son
varias veces superiores a las de la
población general. Asimismo, las
tasas de mortalidad por enfermedad
cardiovascular, cirrosis hepática y
accidentes de tránsito son tres veces
más altas entre los facilitadores en
las profesiones de ayuda que en el
resto de las profesiones.
El síndrome del “burn out” no
es excluyente: ataca directamente
a hombres y mujeres que ejercen
profesiones de apoyo y acom-
pañamiento. En especial padecen
el síndrome personas altamente
calificadas y comprometidas, en las
que los intereses profesionales mu-
chas veces predominan sobre los
intereses personales y las relaciones,
la salud física y emocional sufren las
consecuencias…
Es por ello que La Universidad
Iberoamericana y La Asociación de
Desarrollo Humano (ADEHUM),
interesadas y ocupadas por la salud
y bienestar de los facilitadores,
llevamos a cabo, en septiembre del
2009, el Primer Encuentro Nacional
de Facilitadores del Desarrollo Hu-
mano, para conocer, prevenir y
eliminar el “burn out”, bajo el título:
“¿Quién ayuda a los que ayudan? El
“burn out” y el auto cuidado del
facilitador: Si tú ayudas, ¿cómo
recibes apoyo significativo?
Los objetivos principales de este
evento fueron proporcionar elemen-
tos de reflexión a todas aquellas
personas que trabajan ayudando
a otros, para generar los recursos
que permitan conocer, prevenir y/o
eliminar el “burn out” en sus vidas;
ofrecer un espacio para compartir
experiencias entre pares, establecer
vínculos profesionales, formar redes
1 er. ENCUENTRO NACIONAL DE FACILITADORES DEL DESARROLLO HUMANO... ¿QUIEN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Gina Díaz Barreiro
de apoyo y fortalecer lazos de ayuda;
favorecer encuentros que permitan
a los facilitadores la oportunidad
de hacer a un lado las presiones y
problemas del trabajo para cuidarse
a sí mismos y las relaciones con
sus seres significativos; reflexionar
sobre propuestas que permitan a
los participantes disfrutar más de la
vida y del quehacer profesional y
generar los espacios que favorezcan
la creación de grupos autogestivos
de encuentro y apoyo para faci-
litadores humanistas.
La intención de este número de
Prometeo, es recopilar la experiencia
de este Primer Encuentro, con el
objetivo de prevenir el burn out
y difundir este material de suma
relevancia.
Contamos con la presencia de
aproximadamente 150 participantes
y 35 facilitadores quienes a través
de conferencias magistrales, testi-
monios, grupos de encuentro y
mesas interactivas intercambiamos
experiencias interesantes y preven-
tivas. Asimismo, realizamos dos
ejercicios de medición personal
para conocer el grado de desgaste
emocional de cada participante,
mismos que presentamos en este
número, para que los puedas
aprovechar. Logramos también la
formación de grupos profesionales
de autoapoyo, ofreciendo así, un
espacio para compartir experiencias
entre pares, establecer vínculos
profesionales, formar redes de
apoyo y fortalecer lazos de ayuda,
para manejar de mejor manera los
problemas laborales, cuidarnos a
nosotros mismos, y mejorar nuestra
calidad de vida. Esperamos que
este número sea de enorme utilidad
para todos aquellos que a través de
su trabajo, ofrecen lo mejor de su
persona para acompañar a otros
3
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
¿Quién ayuda
Prometeo 57 2010
a los que ayudan?
El profesional de la salud, así
como el trabajador comunitario,
profesional o no, se enfrentan a la
tarea de facilitar el buen manejo de
las emociones de los usuarios de
sus servicios. Tarea tan importante
como ésta, es también la forma
en que el facilitador, enfrenta sus
propias emociones y necesidades.
Una de las cuestiones que más
inquieta en este aspecto es el en-
frentamiento con el dolor propio y
ajeno, sin que el facilitador tenga
que llegar a la despersonalización
o a la insensibilización como de-
fensa.
Las personas que facilitan pro-
cesos de crecimiento, tales como
maestros, padres de familia, sacer-
dotes, religiosas y otros, se centran
en la persona o personas a las que
están ayudando y se olvidan de sus
propias necesidades, especialmente
de las afectivas. Esto puede con-
ducir al “burnout” o “síndrome de
quemarse en el trabajo”, que es
un estado de desgaste emocional
y, en ocasiones físico, que coincide
con una pérdida de interés por
las personas y el trabajo que se
realiza.
Numerosas investigaciones han
reportado que los profesionales
de la salud presentan una serie de
problemas personales. Mahoney
(1997) realizó una investigación
con 155 personas que se dedican
4
José F. Gómez del Campo
a la psicoterapia y encontró los
siguientes problemas en números
significativos de su población:
• Cansancio y fatiga emocional
• Dificultades en las relaciones
interpersonales
• Sentimientos de aislamiento
• Desilusión profesional
• Ansiedad
• Depresión
• Reacciones somáticas
• Abuso de substancias
• Insomnio
Algunos de los problemas se
acentúan más en unas profesiones
que en otras. Por ejemplo, se repor-
tan mayores casos de adicciones
(alcohol, drogas, tabaco) en los
médicos, mientras que en los tra-
bajadores de la salud mental se
han encontrado más problemas
relacionados con el área emocional:
dificultad para relacionarse, an-
siedad, entre otros síntomas, aun-
que también se reportan casos
de adicciones. En profesiones
de cuidado directo del paciente,
como enfermería, se encuentra
que predominan trastornos de tipo
psicosomático, así como depresión
y ansiedad. No es difícil pensar que
estos datos pueden generalizarse al
trabajador comunitario.
¿Qué nos dicen estos datos? En
primer lugar, que el que proporciona
ayuda es, ante todo, una persona.
Hecho que, con seguridad, el mis-
mo profesional es el primero que
olvida. ¿No podría ser esta situación,
descrita de modo muy global, la que
en parte explique la “frialdad”, “la
falta de humanidad”, “la dureza”,
“la insensibilidad”, y actitudes y
rasgos semejantes con los que los
usuarios califican la actitud de
los profesionales de la salud? ¿No
suelen presentarse estos mismos ras-
gos en trabajadores comunitarios y
otros profesionales que no cuidan
de su propio bienestar?
En general, el entrenamiento en
estas profesiones, no sólo no toma al
estudiante como persona, sino que
parece haber un reconocimiento
implícito de que la actitud profe-
sional no es compatible con los
sentimientos. Podemos citar bre-
vemente algunos de los mensajes
que recibe el profesional durante su
entrenamiento: “No te involucres,
no puedes estar sintiendo los pro-
blemas de cada persona”; “Trata las
situaciones con objetividad”; “Para
trabajar en estas áreas se necesita
tener sangre fría”. Es común tam-
bién hablar de las personas como

si fueran sus diagnósticos: “El hí-
gado cirrótico de la cama 36 de la
sala...”; “El CA terminal de la sala
de oncología”; “La deprimida de tal
piso”; o simplemente “el enfermo”
o “el paciente”. En el contexto
comunitario, sucede lo mismo al
referirnos a ellos como “casos”,
“los pobres”, “los marginados”,
etcétera.
Una de las primeras pérdidas que
las personas experimentan al en-
trar a un ambiente de salud es su
dignidad personal. Desde tener que
desvestirse y utilizar una bata que ni
siquiera les cubre adecuadamente,
hasta escuchar discusiones pro-
fesionales del personal a los pies
de su cama, todo ello los vuel-
ve vulnerables. En el trabajo co-
munitario los invadimos con
encuestas y otros instrumentos para
igualmente etiquetarlos y encasillar
sus necesidades y sitaciones vita-
les.
Una de las hipótesis que se ha
ofrecido como posible explicación
de esta situación es que los pro-
fesionales levantan una coraza para
defenderse de la movilización de
los afectos que le causaría el estar
en contacto real y personal con el
dolor, las carencias y las necesidades
de las personas. El escudarse tras la
máscara profesional, le mantiene
distante, seguro, protegido y lo su-
ficientemente lejano como para
conservar esa “objetividad” que
parece considerar tan importante.
¿Qué alternativas existen enton-
ces? La investigación científica se
ha interesado, entre otras cosas,
por examinar los patrones de auto-
cuidado en los trabajadores de la
salud. Los estudios de Mahoney
(1997) y de Coster y Schwebel (1997)
muestran que los psicoterapeutas
razonablemente sanos presentaban
los siguientes recursos para aten-
der sus propias necesidades.
Nuevamente, considero que estos
resultados pueden aplicarse al caso
del trabajador comunitario.
1) Apoyo por parte de sus pares
(colegas y otros profesionales).
2) Relaciones interpersonales es-
tables (con la pareja, con los
amigos, con la familia).
¿QUIEN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
3) Supervisión. (formal o informal;
permanente u ocasional). Tener
la oportunidad de enriquecerse
con puntos de vista de personas
experimentadas.
4) Equilibrio en su vida. No sólo
dedicarse al trabajo, sino tener
tiempo para distracciones,des-
canso y vacaciones.
5) Contacto con algún programa
académico.
6) Psicoterapia personal.
7) Educación continua. Asistencia
a cursos y congresos. Participar
en diplomados y otros progra-
mas de entrenamiento.
8) Pertenencia al núcleo familiar
básico.
9) Vida espiritual. Oración, medi-
tación, prácticas religiosas en
comunidad.
10) Ejercicio físico.
11) Sesiones de masaje o de cui-
dados quiroprácticos.
12) Llevar un diario personal.
13) Pertenecer a cualquier tipo de
grupos de apoyo o autoayuda
(Grupos de doce pasos como
AA, comedores compulsivos,
y otros).
5
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

En el ambiente de las profesiones Anexo 1. Análisis de Satisfacción de Necesidades.

de la salud, los grupos de autoayuda Diseñado por Myriam Muñoz Polit
o de apoyo mutuo deberían ser
En la siguiente lista pon una marca en el espacio que mejor describa tu situa-
un sostén natural, dado que son
ción real presente.
parte de los recursos personales

Bastante
Bastante
que se trata de desarrollar en estos

Regular
Regular

Mucho
Mucho

Poco
Poco
profesionales.
2 4 6 8 2 4 6 8
Es evidente que, al estar cons- 1 Hago ejercicio 31 Soy exitoso
tantemente en contacto con perso- 2 Soy vigorozo 32 Valoran mis capacidades
nas que han experimentado pér- 3 Estoy sexualmente satisfecho 33 Me siento con poder
didas, muertes y otras situaciones 4 Tengo buen apetito 34 Confío en mi mismo
estresantes, el trabajador de salud se 5 Soy saludable 35 Me gusto
ve expuesto al dolor y al sufrimiento 6 Soy flexible en mi cuerpo 36 Tomo buenas vacaciones
en forma tal que, si no tiene medios 7 Me alimento bien 37 Voy a buenos lugares
adecuados para integrarlos, puede 8 Bebo suficiente agua 38 Me caigo bien
insensibilizarse o ser una víctima 9 Duermo bien 39 Tengo una buena imagen
más del desgaste profesional que 10 Respiro fluidamente 40 Tengo un buen status social
afecta a más personas de las que Total Total
creemos.
11 Tengo suficiente privacia 41 Soy productivo
Te invito a que reflexiones 12 Me siento protegido 42 Soy creativo
sobre los temas discutidos y que, 13 Soy expresivo 43 Me siento libre
individualmente o con algún gru- 14 Me siento aceptado 44 Vivo con armonia
po o personas de tu confianza, 15 Tengo suficiente contacto físico 45 Soy feliz
respondas las siguientes preguntas: 16 Confío en mi mundo 46 Soy generoso
17 Soy optimista 47 Me siento íntegrado
¿Cómo estoy yo? 18 Vivo en un lugar cómodo 48 Tengo paz interior
¿Identifico en mí algunos de 19 Tengo seguridad económica 49 Soy autónomo
estos síntomas o indicadores de 20 Me siento seguro en mi trabajo 50 Me siento realizado
peligro? Total Total
¿Cómo enfrento las pérdidas en
mi vida? 21 Soy bien valorado
¿Cómo me cuido? 22 Tengo suficientes amigos
¿Cómo distribuyo mi energía? 23 Me siento amado
¿Con quiénes comparto? 24 Me siento respetado
Ahora suma los numeros de cada decena de
¿Identifico en mi vida un pa- 25 Tengo una buena pareja
filas poniendo el total en la casilla de la dere-
trón estable y consistente de 26 Tengo una buena red de apoyo
cha, para hacerlo toma en cuenta que una
autocuidado? 27 Me siento comprendido
respuesta de “poco” vale 2, una de “regular”
vale 4, una de “bastante” vale 6 y una de
28 Me siento con un lugar en el mundo
Podrías también responder los 29 Me siento identificado con mi grupo
“mucho” vale 8.
instrumentos que se anexan para 30 Me siento reconocido
estimar el nivel en el que te en-
Total
cuentras con relación al desgaste
y la atención que prestas a tus
necesidades. En el caso del “Maslach A continuación dibuja tu perfil de satisfacción de necesidades
Burnout Inventory”, se presenta una PERFIL DE ANÁLISIS DE SATISFACCIÓN

adaptación para personas que no 20 30 40 50 60 70 80

trabajan en áreas de salud. 1 al 10 Fisiológicas
11 al 20 Seguridad
21 al 30 Pertenencia
José Gómez del Campo es profesor Emérito 31 al 40 Status
de la UIA Santa Fe y director de Prometeo. 41 al 50 Realización

6
 ¿QUIEN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Anexo 2
Maslach Burnout Inventory
Escala de valoración de frecuencia y reactivos del “Maslach Burnout Inventory”.
Dirigido a personas que prestan servicios profesionales en el área de la salud.

0 1 2 3 4 5 6

Nunca Alguna vez al Alguna vez al Alguna veces Una vez Algunas veces Todos los
año o menos mes o menos al mes por semana por semana días

1 EE Debido a mi trabajo me siento emocionalmente agotado. ( )

2 EE Al final de la jornada me siento agotado. ( )
3 EE Me encuentro cansado por las mañanas y tengo que enfrentarme a otro día de trabajo. ( )
4 PA Puedo entender con facilidad lo que piensan los pacientes. ( )
5D Creo que trato a algunos pacientes como si fueran objetos. ( )
6 EE Trabajar con pacientes todos los días es una tensión para mí. ( )
7 PA Me enfrento muy bien con los problemas que me presentan mis pacientes. ( )
8 EE Me siento “quemado” por el trabajo. ( )
9 PA Siento que mediante mi trabajo estoy influyendo positivamente en la vida de otros. ( )
10 D Creo que tengo un comportamiento más insensible desde que hago este trabajo. ( )
11 D Me preocupa que este trabajo me está endureciendo emocionalmente. ( )
12 PA Me encuentro con mucha vitalidad. ( )
13 EE Me siento frustrado por mi trabajo. ( )
14 EE Siento que estoy haciendo un trabajo demasiado duro. ( )
15 D Realmente no me importa lo que les ocurrirá a algunas personas a las que tengo que
atender. ( )
16 EE Trabajar en contacto directo con los pacientes me produce bastante estrés. ( )
17 PA Tengo facilidad para crear una atmósfera relajada a mis pacientes. ( )
18 PA Me siento animado después de trabajar junto con los pacientes. ( )
19 PA En este trabajo he realizado muchas cosas que valen la pena. ( )
20 EE En el trabajo siento que estoy al límite de mis posibilidades. ( )
21 PA Siento que sé tratar en forma adecuada los problemas emocionales en el trabajo. ( )
22 D Siento que los pacientes me culpan de algunos de sus problemas. ( )

EE: Agotamiento emocional ( )

D: Despersonalización ( )
PA: Realización personal en el trabajo ( )

CALIFICACIÓN
Bajo Medio Alto

EE: 0 a 18 19 a 38 39 a 54
D: 0 a 10 11 a 20 21 a 30
PA: 0 a 16 17 a 32 33 a 48

7
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

Anexo 3
Adaptación del inventario de Burnout de Maslach para diversas profesiones

Escala de valoración de frecuencia y reactivos del “Maslach Burnout Inventory”.

(Adaptado por José F. Gómez del Campo)
Dirigido a personas que prestan servicios profesionales en diversas áreas.

0 1 2 3 4 5 6

Nunca Alguna vez al Alguna vez al Alguna veces Una vez Algunas veces Todos los
año o menos mes o menos al mes por semana por semana días

1 EE Debido a mi trabajo me siento emocionalmente agotado. ( )

2 EE Al final de la jornada me siento agotado. ( )
3 EE Me encuentro cansado por las mañanas y tengo que enfrentarme a otro día de trabajo. ( )
4 PA Puedo entender con facilidad lo que piensan las personas a las que presto un servicio
profesional. ( )
5D Creo que trato a algunas personas a quienes doy servicio como si fueran objetos. ( )
6 EE Trabajar todos los días prestando servicios a otras personas es una tensión para mi. ( )
7 PA Me enfrento muy bien con los problemas que me presentan las personas a quienes
doy un servicio. ( )
8 EE Me siento “quemado” por el trabajo. ( )
9 PA Siento que mediante mi trabajo estoy influyendo positivamente en la vida de otros. ( )
10 D Creo que tengo un comportamiento más insensible desde que hago este trabajo. ( )
11 D Me preocupa que este trabajo me está endureciendo emocionalmente. ( )
12 PA Me encuentro con mucha vitalidad. ( )
13 EE Me siento frustrado por mi trabajo. ( )
14 EE Siento que estoy trabajando demasiado. ( )
15 D Realmente no me importa lo que les ocurrirá a algunas personas a las que tengo que
atender. ( )
16 EE Trabajar en contacto directo con las personas me produce bastante estrés. ( )
17 PA Tengo facilidad para crear una atmósfera relajada con las personas a quienes presto
servicios. ( )
18 PA Me siento animado después de trabajar junto con las personas a quienes atiendo. ( )
19 PA En este trabajo he realizado muchas cosas que valen la pena. ( )
20 EE En el trabajo siento que estoy al límite de mis posibilidades. ( )
21 PA Siento que sé tratar en forma adecuada los problemas emocionales en el trabajo. ( )
22 D Siento que los personas a las que ayudo me culpan de algunos de sus problemas. ( )

CALIFICACIÓN
EE: Agotamiento emocional ( ) Bajo Medio Alto
D: Despersonalización ( )
Realización personal en el trabajo EE: 0 a 18 19 a 38 39 a 54
PA: ( )
D: 0 a 10 11 a 20 21 a 30
PA: 0 a 16 17 a 32 33 a 48

8
 ¿QUIEN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Anexo 4
Escala de Depresión Zung-Calderón
CUESTIONARIO CLÍNICO PARA EL DIAGNÓSTICO DEL
SÍNDROME DEPRESIVO

Dr. Guillermo Calderón Nerváez

Nombre:

Sexo: Edad: Estado Civil:

NO SI
poco regular mucho

1. ¿Se siente triste o afligido?

2. ¿Llora o tiene ganas de llorar?
3. ¿Duerme mal de noche?
4. ¿En la mañana se siente peor?
5. ¿Le cuesta trabajo concentrarse?
6. ¿Le ha disminuido el apetito?
7. ¿Se siente obsesivo o repetitivo?
8. ¿Ha disminuido su interés sexual?
9. ¿Considera que su rendimiento en el
trabajo es menor?
10. ¿Siente palpitaciones o presión en el
pecho?
11. ¿Se siente nervioso, angustiado o ansioso?
(Solicitar que precise la molestia)
12. ¿Se siente cansado o decaído?
13. ¿Se siente pesimista, piensa que las cosas
van a salir mal?
14. ¿Le duele con frecuencia la cabeza o la
nuca?
15. ¿Estás más irritable o enojón que antes?
16. ¿Se siente inseguro, con falta de confianza
en usted mismo?
17. ¿Siente que le es menos útil a su familia?
18. ¿Siente miedo de algunas cosas?
19. ¿Ha sentido deseos de morirse?
20. ¿Se siente apático, como si las cosas que
antes le interesaban ahora le fueran indife-
rentes?

CALIFICACIÓN:
Preguntas consideradas en la primera columna (NO) x1=
Preguntas consideradas en la segunda columna (POCO) x2=
Preguntas consideradas en la tercera columna (REGULAR) x3=
Preguntas consideradas en la cuarta columna (MUCHO) x4=
TOTAL:
EQUIVALENTE:
PUNTAJE:
20 a 35: NORMAL 36 a 45: REACCIÓN DE ANSIEDAD
46 a 65: DEPRESIÓN MEDIA 66 a 80: DEPRESIÓN PROFUNDA

Elaboró el estudio: Fecha: Firma:

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 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
EL BURN OUT
Prometeo 57 2010
COMO EXPRESIÓN DE LA
SOMBRA PERSONAL
Yo no me considero un experto en
estas cuestiones, pero he decidido
ir a todas por la vida, trátese de
conferencia, curso, borrachera, día
de campo, cumpleaños, pachanga,
asado y hasta encuentros de esta
naturaleza. Menos a velorios, sim-
plemente porque no sé qué decir.
Yo me considero a mí mismo sólo
un artesano del desarrollo humano
y organizacional. Desde ahí he
acompañado a las personas y a las
empresas, con mente y corazón
abiertos, y he sido testigo, los últimos
cuarenta años de mi vida, del dolor,
a veces sin sentido, que padecen
miles de personas ante las pérdidas
de los seres queridos, los abandonos
del amante o las despedidas del
trabajo, de la pérdida de la salud, de
su proyecto de vida; las presiones
ante los resultados y las cargas
de trabajo irracionales, los malos
tratos y el abuso emocional de su
jefe o compañeros, la confusión de
su rol y de su responsabilidad en
la organización, la inseguridad, la
incertidumbre y la angustia ante
las expectativas no cumplidas
porque, una vez más, la consabida
crisis financiera, política, social y
10
¿De qué le sirve al hombre
ganar todo el mundo si pierde su alma?
Mateo 3. 14-16.
hasta ecológica llegó y agravó los
conflictos personales y familiares, y
disparó los índices del desempleo,
de la desesperanza y del malestar.
Bueno, pues también he visto y
vivido la otra cara de la moneda.
La alegría de vivir, de trabajar,
de compartir; he visto y vivido la
solidaridad, la entrega, la compañía
de los seres queridos, de la pareja,
de los hijos, de los nietos, de los
amigos, de los colegas de profesión,
de los compañeros de viaje por la
vida. Por eso sé, estoy seguro, que
al final del túnel, por más terrorífico
y desesperanzador que parezca
lo que estamos viviendo en este
momento, hay una luz.
Estoy seguro que todos conocemos
a alguien en burn out. O nosotros
mismos hemos estado o estamos en
burn out.
¿Cómo es alguien en burn out?
Es alguien con un gran agota-
miento físico, emocional, mental y
espiritual, producto de una situación
que se ha vuelto inmanejable por
un largo período de tiempo.
Jesús Díaz
Para los que no creen en el
infierno, éste es uno de tantos.
¿Otros? Las pobrezas, por ejemplo.
Alguien des animado, des mo-
tivado, des cuidado, des conchabado,
des concentrado, des aliñado, sin
amor, sin entusiasmo, sin ganas, sin
pasión. Alguien “quemado” sería la
expresión correcta, con el síndrome
del cansancio crónico, y la neurosis
dominical a todo lo que da. Alguien
que, por más que descanse, no
descansa. Al contrario, durante el
descanso fin semanal o vacacional
se siente más ansioso, angustiado
y tenso. Alguien, en fin, que ha
sacrificado su vida por el trabajo o
por alguna otra cháchara semejante
en lo se cree, o alguien le ha hecho
creer, ¡imprescindible!
Aquí se junta el burn out con el
síndrome de hubris o hibris, que
en griego significa literalmente
lo mismo: “se le subió el humo a
la cabeza”, qué desmesura, exa-
geración y arrogancia. Es también
llamado clínicamente el síndrome
del más cabrón (DSM dixit), ideación
megalomaniaca o desarrollo para-

noide, cuyos síntomas son la
infalibilidad (“porque lo digo yo”) y
el creerse insustituible (“después de
mí, el diluvio”).
Cualquier semejanza con algunos
directivos, algunos políticos en el
poder, algunos profesionales de la
salud, lo mismo si son médicos,
psicoanalistas, psiquiatras, psicote-
rapeutas, consultores, facilitadores,
coaches, profesores, monjas, traba-
jadores sociales, pastores, rabinos,
sacerdotes, etcétera, no es coin-
cidencia, sino una triste realidad
verdaderamente preocupante.
Pero en la intimidad sienten una
profunda decepción, frustración y
culpa que, a la larga o a la corta, se
ve reflejada en una baja en todos los
ámbitos de la vida: la autoestima, la
energía, la libido, el sistema inmune
y hasta la cuenta bancaria.
La única manera para salir del
síndrome de hubris es a través de
Némesis, afirma la sabiduría antigua.
Es decir, Némesis, la ira de los dioses
contra la soberbia y la altivez, que
a la vez nos permite el derecho de
equivocarnos, de cometer errores
y, por supuesto, de reconocernos
falibles, necesitados, rotos. Pero si,
a pesar de todos los trancazos no lo
reconocemos, es que seguimos en
hubris. Y, al tiempo, Némesis nos
va poner parejos. Ésa es su misión:
cortarle el cuello a quien lo saque
demasiado.
Recuerden que Lucifer fue ex-
pulsado por soberbio, no por malo.
Y ahí sigue. Lo mismo que Luzbel
y Belial.
A veces somos capaces de morir
con tal de no aceptar que podemos
equivocarnos, que somos débiles,
que necesitamos de los demás.
Bien decía Herodoto: “La divinidad
suele abatir todo lo que descuella
en demasía”.
Imagínense a alguien que, en
nombre del hacer, sacrifica su tener
y su ser. Por ejemplo, por estar
centrado en lo urgente descuida
lo importante y olvida lo esencial;
por estar haciendo más para tener
más, olvida la familia y se olvida de
sí mismo. Y como premio mayor,
el día menos pensado, va a sentir,
como asegura Christine Maslach
(1981), un profundo cansancio
emocional, una fría, cínica e irritable
despersonalización y una profunda
frustración por el bajo o nulo logro
en la vida o realización personal.
El precio que debemos pagar por
arrojar nuestro ser a la oscuridad es
la pérdida del alma (John R. O´Neill,
1991), la cual necesita nutrirse de
amor, afecto, pertenencia, reco-
nocimiento, amistad, humor, risa,
charla, chacoteo, colores, olores,
sabores, cachondeo, situaciones y
lugares que nos exaltan y exultan el
estar vivos y sanos y libres, como
nos recuerda Thomas Moore.
Eso es lo esencial para nuestra
alma. Lo demás, es intrascendente,
accesorio y limosna de la vida. De
nuevo lo dionisiaco sanando lo
apolíneo. El querer dándole sentido
al deber.
EL BURN OUT COMO EXPRESIÓN DE LA SOMBRA
No olvidemos a la Sabiduría
cuando dice: De qué le sirve al
hombre ganar todo el mundo si
pierde su alma. Perder el alma o ser
un desalmado desanimado (valga
la redundancia) es lo que se siente
cuando uno cae en burnout. El
infierno.
En 1983, el siglo pasado, María
García, Carlos Rodríguez y yo
escribimos un libro, producto de
nuestras preocupaciones al ver
como consultores de procesos, ya
desde entonces manifiesto este
problema. Persona, familia y trabajo.
Crisis o Equilibrio se llama el libro.
El libro nació como respuesta al
impacto que nos causó una noticia
perdida en un diario de la Ciudad de
México que a la letra decía: Roberto
llegó a su domicilio. Conectó el tubo
del escape a la aspiradora. Cuando
su familia se enteró había muerto
por asfixia. Dejó sobre el volante un
recado: “Nunca pude aprender a
vivir. Sólo quiero dejar de sufrir”.
Qué razón tiene Eurípides cuando
dice: “Aquel a quien los dioses
quieren destruir, primero lo vuelven
loco”.
Nos dimos cuenta María, Carlos
y yo, a través de las investigaciones
que emprendimos para escribir
el libro, por ejemplo, que la
gran mayoría de las personas en-
trevistadas dedicaban, dedican,
entre 80% y 90% de su tiempo y
energía a esa realidad ineludible,
que para bien o para mal, llamamos
“el trabajo”, dejando sólo entre
20%, en el mejor de los casos,
o 10% para la familia, ¡y para la
persona! ¿A qué hora vamos a tener
tiempo para nosotros mismos y para
nuestros seres queridos?
Dos años antes de nuestro libro
se empezó a aplicar el famoso
Inventario para la Medición del
Burn out de Maslach y Jackson
(BMI, 1981), inspirado por los
descubrimientos del psiquiatra
11
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Herbert Freudenberger (1979), crea-
dor del término burn out, quien lo
definía como “una sensación de
fracaso y una existencia agotada
o gastada como resultado de una
sobrecarga de energía, recursos
personales o fuerza espiritual de la
persona”.
Todos conocemos a alguien
que ha sacrificado su vida por el
trabajo. Sea cual sea su ocupación,
pero sobre todo si se dedica a la
relación de ayuda a los demás, el
adicto al trabajo va dejando día
a día toda su tiempo y su energía
en aras de algo tan incierto como
la jubilación, el retiro, una buena
cuenta bancaria que asegure su
futuro, la contribución al país y al
mundo o, simplemente como le
sucede a la mayoría, la incapacidad
de vivir de otra manera, dedicarse a
otra cosa, o hacer un cambio radical
en su vida que lo saque del hoyo en
el que se siente.
Por supuesto que para ejercer
nuestro trabajo necesitamos desa-
rrollar nuestras competencias. Y
para ello acudimos puntuales a
cursos, talleres, seminarios, con-
ferencias, congresos y otras mil
formas de estar al día. Sin embargo,
otros conocimientos, habilidades y
actitudes necesarios para el día a
día las mandamos a la Sombra, a
nuestra Sombra.
Me explico. En nombre del
eficientismo a ultranza, de ser
los mejores, de ser reconocidos
y admirados, y hasta de ser
“referentes” en la relación de ayuda
a los demás, dejamos de lado
nuestras necesidades de tiempo
libre, descanso, diversión, amistad,
intimidad, familia.
Así es como quedamos expuestos
a la posibilidad de que esos rasgos
puedan emerger de la Sombra, de
nuestra Sombra, a la luz del día
como si se trataran de fantasmas
12
que salen del desván de los
trebejos. Todos sabemos de excelsos
maestros, terapeutas insuperables,
ínclitos facilitadores, sacrificados
médicos, competentes consultores,
sacerdotes en olor de santidad,
rabinos y pastores ejemplares, y
un larguísimo etcétera, cogidos
con las manos en la masa (lo que
sea que eso signifique) de su propia
Sombra.
Ah, pero qué esperanzas que al-
guien que se dedica a ayudar a los
demás pida ayuda; que alguien que
se dedica a cuidar a los demás pida
que alguien lo cuide; que alguien
que se dedica a sanar a los demás,
pida que alguien lo sane. Ni siquiera
a las escondidillas o camuflados en
un café, antro o cantina disfrazados
de consultorio.
Se imaginan a Lucifer, a Luzbel
y a Belial, los demonios expulsados
por soberbios, pidiendo ayuda a
Miguel, a Gabriel o a Rafael los
arcángeles.
Una resistencia semejante puede
deberse, paradójicamente, a la in-
capacidad que tenemos los que nos
dedicamos a la relación de ayuda de
mirar a la Sombra, nuestra Sombra,
cara a cara.
Esto es el burn out como expresión
de la Sombra.
Por esto y por muchas otras
cosas más hay que preguntarnos
parafraseando a Plinio: ¿Quién
ayuda a los que ayudan? Quis
custodet ipsos custodes, preguntaba
él. ¿Quién cuida a los que cuidan?
Claro, él se refería a los políticos de
su tiempo. Pero ésa es otra historia
que ojalá algún día nos contemos
aquí por ser precisamente el origen
de muchas de nuestras desgracias
personales, familiares y sociales en
este país.
¿Qué es, pues, la Sombra?
Un día, no hace mucho, fui-
mos sabios, santos, genios, revo-
lucionarios y visionarios hasta que
llegamos a la escuela (Laing, 1995).
Claro, a muchos de nosotros en casa
nos dieron nuestra “repasadita”:
“Niño, deja ya de joder con la
pelota, —con tu hermanita, con
el juguete, con esa cosa,— que
eso no se dice, que eso no se
hace, que eso no se toca” (J. M.
Serrat, 1996). Calladito te ves
más bonito. ¡Déjate tus partes! Y
además la amenaza: si haces eso,
si lloras, si no comes, si te subes,
si te bajas, si dices, si no dices, si,
si, si (siempre el condicional), ¡¡¡no
te voy a querer!!! Y para rematar
la infaltable “frase asesina”: ¿Tú?
cuando nos atrevíamos a hablar en
primera persona de singular. Ah,
sí, el burro por delante, ¿verdad?
Qué ganas tenía yo entonces de
aprender a rebuznar…para que me
tomaran en cuenta. “Cuando moco,
moco. Cuando cana, cana” y el
humillante: “Cuando alguien diga
¡bacín!, sal de la cama”.
Ahora entiendo el relato de
Eduardo Galeano cuando aquel
niño preguntó a su madre al darse
cuenta del entorno que le tocó
vivir: “Mamá, ¿puedo regresar
al sanatorio para des nacer?” (E.
Galeano, 1975).

Todo eso, y mucho más, es lo
que hemos arrojado al inconsciente
por temor a ser rechazados por
las personas que desempeñaron
un papel importante en nuestros
primeros años: papá, mamá, tía
Cuca (quien no haya tenido una tía
Cuca no sabrá lo que es el super yo),
hermanos mayores con su Edipo no
resuelto, maestros perfeccionistas
y engreídos, capellanes celosos
guardianes de la moral y las bue-
nas costumbres, y otros adultos
acomedidos y hasta peligrosos cer-
canos a nuestra infancia.
Temimos perder su afecto de-
cepcionándolos o creándoles
un malestar a causa de nuestros
comportamientos o de algunos
aspectos de nuestra personalidad
(Jean Monbourquette, 1999).
Pronto discernimos lo que era
aceptable a sus ojos y lo que no
lo era. Entonces, para agradarles,
nos apresuramos a relegar grandes
porciones de nosotros mismos a las
mazmorras del inconsciente.
Empleamos todos los medios a
nuestro alcance para eludir hasta la
más mínima desaprobación verbal
o tácita por parte de las personas
a las que amábamos o de las que
dependíamos. Hasta escuchar el
más detestable y peligroso de los
juicios: “¡Qué bueno es este niño!
Tan propio, tan dulce, tan obediente,
tan correcto” (Laing, 1985). Tan
bueno que hay que consagrarlo
al Señor. Y fue así como a mí y a
muchos más de los que ustedes se
imaginan, nos jodieron la vida. Pero
no toda y no para siempre.
Sensibles desde temprana edad
a la apreciación de los otros, nos
mostramos amables, educados, co-
rrectos, pacientes, tolerantes, em-
páticos (Ibid). Y para hacerlo tuvi-
mos que rechazar todo aquello que
pareciera o pudiera parecer débil,
desviado, vergonzoso o reprensible.
Por necesidad de aprecio nos
adaptamos a las reglas y a las
leyes de nuestro medio familiar,
escolar, laboral o social. Y nos
afanamos en esconder o camuflar
todo aquello que pudiera parecer
desagradable o chocante a nuestros
padres, maestros, jefes, clientes,
gobernantes. Y hasta la fecha.
El burnout como una manifes-
tación compulsiva de una fingida
perfección, de una poco creíble
fortaleza, de una sabiduría libresca
y convencional repleta de lugares
comunes, de una vida espiritual
EL BURN OUT COMO EXPRESIÓN DE LA SOMBRA
hueca y convencional, de una
falsa entrega a las causas sociales,
donde los “otros” son sólo peligro y
amenaza, sobre todo si son diferentes
a mí en raza, creencia, color, clase,
y un larguísimo etcétera.
Por ello, ¿cómo mostrarte débil y
necesitado, frustrado, desencantado,
desanimado, cansado, angustiado,
al borde del abismo y sin sentido
ante los demás? ¿Qué van a pensar
tus maestros, colegas y clientes
cuando te atreves a abrir tu alma y
a compartir que ya no puedes más,
que quieres salir huyendo, que ya no
soportas más la situación, que estás
harto, que te vale madre el dolor de
los demás, que lo único que quieres
es salvar tu pellejo y largarte de
este país fallido, en donde por más
que trabajas y trabajas y trabajas y
trabajas no terminas nunca de pagar
tus deudas, al contrario, vives en el
terror, cuidándote y desconfiando
hasta de tu propia sombra?
Y, sobre todo, ¿a quién abrirle
que has dejado de creer que todo
el esfuerzo que hacemos los que
nos dedicamos a “esto” sirva para
algo frente al gran poder de los
medios que, con una imagen, con
un comentario, con un guiño, con
un ejemplo, echan por tierra todo
tu esfuerzo de años de esmerado,
serio y profesional trabajo con las
personas?
¿Quién cree en este momento de
crisis financiera, de incertidumbre,
de desempleo, de inseguridad, de
desesperanza y de enojo en el desa-
rrollo humano?
¿Cuántas veces mientras la persona
te abre todo el dolor y el desencanto
del vivir, la desconfianza aún de sus
mal llamados seres queridos ­–como
aquella chica que fue violada y
abusada sexualmente desde los
tres años hasta los diez y siete por
su propio padre­ –, los abandonos,
las traiciones, los abusos de todo
tipo, del sin sentido de su trabajo y
hasta de sus tendencias suicidas o
13
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
salidas laterales como el alcohol y
las drogas, también revisas tu vida
y confrontas en tu interior tu propia
situación?
¿Por qué andamos en esto los
que nos dedicamos a esto?, nos
preguntamos en el Centro de
Intervención en Crisis. Y la repuesta
es unánime: procesando también
nuestras propias pérdidas y el dolor,
la angustia, la incertidumbre que
acompañan siempre a nuestras
vidas.
A mí me enseñaron, por ejemplo,
que uno vino a servir, no a ser
servido, ya que pensar en uno
mismo era considerado egoísta.
Que la obediencia era ciega y que,
en el orden de los pronombres
personales primero ibas tú y él, y que
el yo siempre iba al último. Que ser
amable, dulce, paciente y tolerante
siempre iba a ser bien visto y que
no se vale enojarse porque el que se
enoja pierde. Que manifestar alguna
inclinación sexual, ya no digamos
hablar de “eso”, era inapropiado,
sucio, feo y malo.
Poco a poco, y sin darnos cuenta,
se fue formando un vasto mundo
subterráneo hecho de represiones,
abstenciones y rechazos acumulados
durante años. Y a la mitad de la
vida, como Dante Alighieri, sentir
que habíamos errado el camino. Y
nos encontramos sentados sobre un
volcán psíquico que amenaza con
entrar en erupción a cada momento
(J. Monbourquette, 1999). A esta
energía psíquica comprimida, pero
siempre viva y activa, le llamamos
la Sombra.
Por supuesto que yo no estoy
culpando a nadie. Siento que ellos
hicieron lo mejor que pudieron al
darme la vida, cuidarme y educarme.
Y eso lo agradezco y lo honro. Lo
que descubrí, ya entrado en años y
con toda la responsabilidad encima,
es que me podía dar permisos, que
14
podía decir no, que podía disentir
y hasta revelarme con la autoridad,
que podía asumir consciente, libre y
responsable mi propia vida y, sobre
todo, que podía explorar con temor
y temblor el campo prohibido de mi
propia sombra.
En el lado sombrío de mí mismo
he venido a encontrar todos los
recursos y hasta el potencial de
mi propio desarrollo. Algunos por
contradicción. Como, por ejemplo,
a mí me enseñaron y me lo tomé
muy en serio en mi parte luminosa,
que “la pereza es la madre de todos
los vicios”, “que los hombres no
lloran”, “que el que se enoja pierde”,
que nunca hay que mostrase débil
y que el hombre debe ser “feo,
fuerte y formal”. Entre otras miles
de linduras.
Y en el mí mismo reprimido,
mi sombra, encuentro, y ahora
lo comparto con ustedes por si
se animan, que “la pereza es la
madre de una vida padre”; que al
llorar estoy mostrando mi propia
dignidad y alivio; que cuando te
gana la gana que te gana, como
dice el Maestro Javier Romero, pues
simplemente hay que aprender
a fluir flojito y cooperando; que
enojarse es la justa respuesta ante
tanto desvarío, abuso, impunidad
y corrupción que nos rodea, y que
mostrándome débil y necesitado de
la ayuda de mi pareja, de mis hijos
y nietos, de mis amigos, colegas y
solidarios laterales a mi derecha e
izquierda escolar, como escribió el
querido Benedetti, voy a ser más
querido y apapachado y abrazado
y hasta cachondeado. Venga a nos
tu reino.
¿Alguien siente en este momento
ganas de ser abrazado y besado
y cachondeado? Pues, ¡pídanlo!
y ¡denlo! a diestra y siniestra.
¡Vamos!
Desde mi alter ego, mi sombra
y, para terminar, me declaro hoy
aquí frente a ustedes, mis queridos
amigos y colegas, totalmente incom-
petente para darme a mí mismo
el apoyo, la ayuda, la orientación,
la confrontación y la claridad que
necesito para seguir viviendo y
haciendo lo que hago en ésta la
que considero, por obvias razones,
la última etapa de mi vida. Por ello,
les pido con humildad y urgencia
que actúen como la diosa Némesis
y me pongan parejo si aún queda
algo de hubris en mí. No permitan
que me queme, burnout, en el
infierno del desgaste emocional,
en la despersonalización cínica
frente al dolor del otro, y en la
conformidad y mediocridad de una
vida sin sentido.
Reunámosnos, integremos grupos
de autoayuda, hagamosnos, como
dice Nikos Kazantzakis, una señal,
un guiño solidario de presencia
amorosa para ayudarnos a salir del
infierno, burnout, en el que a veces
nos metemos dominados por la
hubris
Jesús Díaz es maestro en Desarrollo Huma-
no y Director del Centro de Investigación en
Crisis A.C.

Prevención e intervención
frente al Burn out en la
persona del logoterapeuta
“No hay ninguna situación en la vida que carezca de sentido,
incluso los aspectos aparentemente negativos de la vida
La Logoterapia, una alternativa de
salud espiritual
La Logoterapia es un método psi-
coterapéutico que parte del espíritu
y está centrado en la búsqueda
del sentido. De allí su nombre, ya
que el “logos”  hace referencia al
sentido o significado. Víctor Frankl,
su fundador, definió la Logoterapia
como una alternativa viable que
educa en la responsabilidad y ha-
bilita al hombre a vivir su propia
existencia plenamente y con
sentido.   sus capacidades y fortalezas para
Es una psicoterapia orientada
hacia lo espiritual, que no nece-
sariamente significa “hacia lo re-
ligioso”. La pregunta medular de
Frankl es: ¿cuál es el sentido de la
existencia y cómo puede descubrirlo
cada persona?
La Logoterapia sostiene que  el ser
humano es dueño de una voluntad
de sentido y es libre, dentro de
pueden llegar a convertirse en algo positivo
cuando se afrontan con la actitud correcta”.
Viktor Emil Frankl (1905-1997)
sus limitaciones,  para consumar
el sentido de su existencia.  Es
libre frente a sus instintos, a la
herencia y al medio ambiente: es
un ser que decide sobre sí mismo.
Junto a la libertad, Frankl ubica a
la responsabilidad.  El ser humano
es responsable, y aquello de lo
que es responsable constituye la
realización del sentido y de los
valores. Este punto es central en el
terapeuta, en aquella persona que
cuida, que “se hace cargo”, y que
debe evaluar permanentemente
saber cuánto, hasta dónde y con
quíenes puede realizar su trabajo
profesional, para saber detenerse
a tiempo antes de que la entrega
desmedida o equivocada tenga
efectos nocivos en su salud.
La Logoterapia es una disciplina
abarcadora. Se dirige  tanto a
personas sanas como enfermas,
a jóvenes como a ancianos y a
individuos en las situaciones más
PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN FRENTE AL BURN OUT EN LA PERSONA DEL LOGOTERAPEUTA
Leticia Ascencio
disímiles. Su pretensión es sencilla:
aspira a preparar el terreno para
que las personas encuentren el
sentido de su vida. Los contenidos
de la Logoterapia abarcan  aspectos
filosóficos, médicos, pedagógicos,
psicoterapéuticos, psiquiátricos y
espirituales. Sin embargo, y pre-
cisamente por trabajar los aspectos
del hombre doliente como la
culpa, el sufrimiento y la muerte,
el logoterapeuta vive en riesgo de
desgaste físico, psíquico y social,
que fácilmente puede derivar en
burnout.
La Logoterapia es la terapia
específica de la “frustración exis-
tencial”, del vacío existencial,
o de la frustración del deseo de
significación. Pretende que el
ser humano asuma sus respon-
sabilidades como fundamento
esencial de su existencia. Es una
invitación a avanzar en nuestra
búsqueda, a rescatar códigos
olvidados dándoles una vestidura
15
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
moderna y a descubrir posibilidades
de sentido que se ocultan en la vida
cotidiana.  “elegir”. La ironía de este síndrome
 Ofrece una solución a la
problemática del siglo XXI; nos da
un mensaje de esperanza para poder
manejar las situaciones que todos
enfrentamos actualmente: aquellas
que forman lo que Frankl llamó
“Síndrome del Taxista”: adicción,
depresión y agresión,
Frankl recuperó los temas
esenciales de la existencia humana y
reinsertó al espíritu en la psicología,
dándole una dimensión noética.
La tensión y el estrés son parte y
parcela de la existencia humana.
La tensión espiritual fortalece los
“músculos espirituales” y ayuda a
conducir la vida tal y como podría
ser y no tal como está siendo.
El Burn out
El burn out, ese mal invisible que
afecta y repercute directamente
en la calidad de vida, fue descrito
por Maslach y Jackson, en 1986,
como un síndrome de agotamiento
profesional, despersonalización y
baja realización personal, que pue-
de ocurrir entre los individuos que
trabajan con personas.
El Burn out es un problema
que nace de una persona, ya que
se presenta cuando ésta trata de
alcanzar metas irreales que terminan
por consumir toda su energía. Al
no ver cumplidas sus expectativas,
el entusiasmo decae y se instala la
frustración (Gehmeyr, 1993).
El Burn out es una crisis emo-
cional y mental que se presenta
frecuentemente, aunque no en
forma exclusiva, en quienes tra-
bajan en las profesiones de ayuda
y que reciben mucho menos de lo
que ellos esperan de sus clientes,
supervisores o colegas. Es el re-
sultado de la constante o repetida
presión emocional, asociada con
un involucramiento personal por un
16
largo periodo de tiempo. Burn out
es una expresión que se deriva del
es que afecte precisamente a
aquellos individuos idealistas y
orientados hacia el sentido. Bulka
(1990) asegura: “nunca vi a alguien
que padeciera el Burn out que
no iniciara su labor con grandes
ideales”. Contrario a quienes todo
les importa poco, en este caso está
directamente relacionado con la
actitud me importas. El Burn out es
un caso de muy buena intención,
pero con un sentido incorrectamente
sustentado. (Ibid.).
La forma de manifestarse se pre-
senta bajo síntomas específicos.
Éstos son los más habituales:
 
Psicosomáticos: fatiga crónica,
tensión muscular, trastornos del
sueño, úlceras y desórdenes gás-
tricos.
De conducta: ausentismo laboral
y adicciones al tabaco, alcohol, o
drogas.  inevitable. En tal caso, el terapeuta
Emocionales: irritabilidad, inca-
pacidad de concentración, distan-
ciamiento afectivo.
Laborales: menor capacidad en
el trabajo, acciones hostiles, con-
flictos.
Las evidencias de la aparición de
esta crisis se reconocen en varias
etapas y son:
 
1.- Exceso de trabajo.
2.- Sobreesfuerzo que lleva a esta-
dos de ansiedad y fatiga.
3.- Decepción y pérdida de ilusión.
4.- Pérdida de vocación, decepción
acerca de los valores superiores.
5.- Perfeccionismo.
 
Si se rompe el equilibrio de las
demandas externas como son el
cuidar al enfermo, educar a sus
familiares, romper con la dinámica
de conspiración del silencio, contar
con el apoyo incondicional de
la pareja y otras, surge el estrés.
Además de la irritabilidad y la
pérdida de energía física, aparecen
sentimientos de baja autoestima y
de ineficacia. Sentirse indefenso
constituye el último eslabón de esta
cadena. Cuando se repiten estas
situaciones y, además, perduran,
el riesgo de agotamiento es casi
pierde el entusiasmo hacia el trabajo
y hacia su vida personal y familiar;
además las consecuencias para su
estabilidad emocional y su salud
pueden ser muy negativas (Turnes,
2002, en Macias, 2004).
Este síndrome de agotamiento, a
pesar de sus efectos devastadores,
suele pasar desapercibido por
quien lo sufre. Los mecanismos
de defensa como la proyección,
la desensibilización y la negación
hacen que sea más fácil percibirlo
en otra persona.
Por otra parte, muchos terapeutas
comparten la idea de que reconocer
ante los demás sus reacciones de
estrés equivale a admitir incom-
petencia, lo que puede significar
pérdida de la autoestima, ya
seriamente quebrantada. En esos
casos, el terapeuta tiende a aislarse
para evitar someterse a una eventual
crítica.

Los factores más claramente
asociados a la aparición del
Síndrome son:
• La antigüedad profesional
Presentan niveles más elevados
de agotamiento emocional quie-
nes tienen mayor antigüedad
laboral. Al aumentar el número
de años de ejercicio profesional,
la autoestima profesional tiende
a aumentar y consolidarse o,
por el contrario, a abatirse con-
siderablemente.
• El ocio diario
Quienes disfrutan de más de
cuatro o menos de dos horas
de ocio al día, sufren un mayor
nivel de despersonalización y,
consecuentemente, mayor grado
de riesgo de Burn out. Un lapso
diario de dos a cuatro horas de
ocio se correlaciona con una
mejor salud general.
• El consumo de analgésicos,
tranquilizantes o tabaco
Los profesionales de la salud que
fuman o consumen analgésicos y
tranquilizantes presentan un nivel
más elevado de agotamiento
emocional, así como peor salud
general.
• Cierto grado de perfeccionismo
Ricardo Peter (2000) dice que:
“el perfeccionista, aunque pueda
exceder en conductas intachables
y altamente eficientes, manifiesta,
desde el punto de vista de la
Psicoterapia de la Imperfección,
un bajo nivel de funcionamiento
como persona. Su tolerancia a la
defectuosidad es muy baja. De
hecho, el neurótico es un sujeto
irresponsable frente a sus límites,
los evade o toma la actitud de
rechazarlos. El resultado de es-
tas conductas es algún tipo de
patología.
El terapeuta, que se dedica a
recoger fragmentos de humanidad
perdida o rechazada, está en con-
diciones de desarrollar, desde ahí,
la capacidad de reconocer sus
límites, ser compasivo ante las pro-
pias fallas y mejorar el nivel de
funcionamiento en términos de auto
orientación y de auto aceptación de
parte del paciente.
Pero en este proceso de re-
cuperación ­­­–repite– el terapeuta no
es un observador que pueda hacer
omisión de su propia contingencia.
Precisamente es la humanidad del
terapeuta el verdadero núcleo de su
calidad de persona, y es su nivel de
funcionamiento como ser humano
lo que proporciona al paciente un
cierto alivio y respiro en lo tocante
a su propia vulnerabilidad. De
aquí, entonces, que el terapeuta no
necesite sentirse como Dios para
desempeñarse profesionalmente
bien” (Peler, 2009).
Mi experiencia del Burn out
Puedo hablar de mi propia
experiencia sobre el Burn out
porque en 1987 la sufrí en carne
propia.
Los síntomas que experimenté
fueron cansancio, pesadez en los
brazos, intenso y constante dolor
en la parte posterior de la cabeza,
mareo, visión duplicada, angustia,
depresión, vértigo, falta de apetito
e insomnio.
En ese momento el término era
prácticamente desconocido y no
obtuve un diagnóstico adecuado.
Después de visitar seis especialistas
en oído, vista, sistema digestivo,
psicología y neurología, fue final-
mente el endocrinólogo, quien
se dió por vencido sin encontrar
nada orgánico, el que señalo que
se trataba de un “agotamiento
indescifrable”. Recomendó que me
alejara del trabajo y descansara.
Finalmente una colega sueca,
Briguitta Hedström, me atendió en
Austin, donde fui a recluirme por
PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN FRENTE AL BURN OUT EN LA PERSONA DEL LOGOTERAPEUTA
dos meses. A través de la logoterapia
logró ayudarme a superar la si-
tuación.
Son ocho los recursos logote-
rapéuticos que impactan sobre el
Burnout (Bulka, 1990:153):
1. Modificar la filosofía sobre el
trabajo
La meta es la vida, no el trabajo.
Se requiere flexibilidad espiritual
para cambiar hacia lo que se va
presentando. Tal vez la respuesta
no esté dentro del trabajo. Unir
el idealismo con la realidad
previene el Burn out.
2. Derreflexión
Se presenta una gran necesidad
de reconocimiento desde fuera.
Nada parece suficiente. Es impor-
tante apreciar la calidad de los
pequeños reconocimientos y
no la cantidad. La derreflexión
tiene dos partes: una señal de
alto que aplica los frenos a la
hiperreflexión patológica, y una
indicación que dirige la mente
hacia otros pensamientos. El Burn
out resulta de la hiperreflexión.
3. Recurrir a los valores de
experiencia y de creación
Recibir y dar. Disfrutar lo que
regala la vida, la naturaleza,
el arte, el amor. Dar amor y
trabajo.
4. Distanciamiento de la situación
Con frecuencia la persona se
encuentra “sobrededicada”.
No tiene un ideal. Es el ideal
el que tiene a la persona. No
es una identificación filosófica
sino psicológica. Por eso es
conveniente combinar el interés
con la distancia objetiva.
5. Enfrentar lo irreparable con
aceptación
Hay cosas que no pueden
cambiarse y hay que aprender
17
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
a vivir la imperfección y el de-
sorden. El Burn out surge de la
frustración ante la imposibilidad
de cambiar la realidad conforme
al ideal que conformamos. De-
bemos aprender a vivir con la
realidad en vez de pelearnos
con ella. Es imperativo hacer lo
que esté a nuestro alcance, tanto
como aceptar limitaciones y
expandir horizontes. La vida trae
sus propios afanes, lo único que
podemos hacer es aceptarlos
con un cambio de actitud.
6. Apreciar la finitud
Estar despiertos a nuestras capa-
cidades, realidades y limitaciones
humanas. Si reconocemos nues-
tras limitaciones podremos de-
legar trabajo y respon sabili-
dades. El ser humano es finito
e imperfecto. Nuestras imper-
fecciones nos hacen únicos e
irremplazables y forman parte
de nuestras cualidades. Quien
entiende su finitud la supera.
Aceptar la finitud es precondición
de la salud mental.
7. Autotrascendencia a través del
sentido
Un valor preponderante está
fallando en quien experimenta
el Burn out. La existencia
humana es esencialmente auto-
trascendencia, no autorrealiza-
18
ción. Es la facultad de llegar
más allá de uno mismo: amar
a otros individuos y causas
que puedan convertirse en
propias. La autotrascendencia
es uno de los elementos más
poderosos en el arsenal de la
medicina espiritual. Es de un
formidable valor terapéutico,
capaz de proporcionar alivio
en los momentos de mayor
abatimiento.
8. Los ingredientes humanos en el
trabajo
Lo que cuenta del trabajo que
realizamos es su sentido, el para
qué lo realizamos. Es importante
también aprender a apreciar el
trabajo y el esfuerzo de otros.
• La salud desde la Logoterapia
Salud no significa ausencia de
dolor y de dolencias, aunque esas
condiciones forman parte de la
existencia saludable. Salud significa
fuerza espiritual y capacidad
de equilibrio para lidiar con los
desafíos traídos por el dolor y por
la dolencia. Vivencia armoniosa
de todas las dimensiones de la
persona: física, emocional, inte-
lectual, social y espiritual, en todas
las etapas del arco de la vida; en
todas las relaciones personales y
comunitarias; en equilibrio con la
ecología, para que el ser humano
alcance su plenitud en sintonía con
la voluntad de Dios.
La salud es hija de los buenos
valores y de la empatía; del amor
y de la capacidad de perdón; de la
alegría, la sonrisa y el buen humor.
La salud tiene mucha fe, es buena
samaritana y conserva siempre una
esperanza.
Y como salud es sentirse útil,
capacidad vincular y solidaridad
social, la salud comunitaria resulta
ser un bien muy personal, y la salud
personal un bien muy comunitario.
Salud es también aceptar,
integrar y elaborar sanamente los
límites, impotencias, heridas y
zonas obscuras de la existencia
humana, como la discapacidad, las
enfermedades, la agonía, la muerte
y los duelos (Bulka, 1990).
Salud es desarrollo del ser en
esencia y sentido, y no únicamente
ausencia de enfermedad (Ibid). El
concepto de salud y de enfermedad
ha sido un concepto estático,
cerrado y absoluto, que excluye al
hombre, dice Gerónimo Acevedo
(2000), logoterapeuta argentino.
La enfermedad no es únicamente
un inconveniente bioquímico o una
alteración psicológica, sino una
experiencia existencial que afecta
al ser humano en su totalidad.
El paciente no es escuetamente
un “cuerpo”, ni siquiera un sencillo
“ser viviente”. El enfermar del
hombre, no es la simple avería de
una máquina, pues se trata nada
más y nada menos, de una persona,
es decir, de un ser dotado de
comprensión y noción de sí mismo
y del mundo, con un proyecto de
vida y con una responsabilidad
frente a su propio destino y a su
tarea personal.
No hay enfermedades sino
enfermos. No soy solamente mi
parte enferma: tengo un espíritu

siempre sano que debo considerar
y conocer.
El modo humano de vivir, el modo
humano de sufrir y el modo humano
de curar nos llevan inevitablemente
a interrogarnos por el efecto tera-
péutico de la búsqueda del sentido.
Ahí es donde se reconoce a Viktor
Frankl como el gestor del paradigma
de la Logoterapia.
Hoy ya no vivimos la “era de la
represión sexual”, sino “la represión
de la espiritualidad”. Reprimimos
lo que está por venir, nuestro
futuro, nuestras posibilidades y,
de esta manera, anulamos nuestra
capacidad de cuidarnos a nosotros
mismos y, cuidar a los demás.
Es necesario proveer programas
especiales para los profesionales que
comienzan la carrera de medicina
o la formación en psicoterapia, que
les permitan prevenir y entrenarse
para afrontar el estrés y que les
proporcionen modelos profesionales
más realistas, en vez de generarles
expectativas erróneas.
El soporte social en el entorno
médico con maestros, compañeros
y/o trabajadores de la salud, genera
comunicación y proporciona infor-
mación técnica, supervisión y so-
porte emocional adecuado para
afrontar indirectamente al “Burn
out”.
• Lo que la Sociedad Mexicana de
Análisis Existencial y Logoterapia
(Smael) hace profesionalmente
para evitar el Burn out
La Smael ofrece a los alumnos
en entrenamiento 200 horas de
supervisión del trabajo de campo
que realizan. Esto les permite iniciar
una tarea profesional acompañada,
apoyada y orientada. Su estrés es
adecuado y desarrollan plenamente
sus recursos para ofrecer el apoyo
que demandan sus pacientes.
En el Smael funcionan grupos
de crecimiento a los que se invita
a participar a las personas que
requieren atención y un proceso
personal.
Desde la Logoeducación, toma-
mos en cuenta que, para formar
profesionales –especialmente en el
área de Tanatología, Psicología, y
Logoterapia, así como enfermeras,
socorristas y cuidadores de personas
enfermas–, requerimos prevenir,
educar y formar a los estudiantes
ante los posibles riesgos de sufrir
este tipo de crisis. Formamos grupos
de apoyo que ofrecen espacios para
exponer nuestras preocupaciones
en este tipo de tareas.
Los programas de educación
continua que impartimos son un
remanso para adquirir confianza,
conocimientos y recursos espiri-
tuales, intelectuales y afectivos.
De esta manera se mantiene
actualizado al Logoterapeuta en
todas sus dimensiones.
La Logoterapia no es “sólo” una
terapia de la dimensión espiritual,
sino una terapia que parte de lo
espiritual y se orienta hacia lo es-
piritual en el Ser-Humano Integral.
El logoterapeuta debe aprender a
reconocer y aceptar sus limitaciones
y potencialidades, así como las li-
mitaciones y potencialidades de la
medicina, de la psicología y de los
enfoques psicoterapéuticos. Este
reconocimiento no tiene el objetivo
de ejercer supremacía sobre
ellos, sino para complementarse
sinérgicamente. Es deber del logo-
terapeuta comprender al ser-humano
como un sistema multidimensional
integrado y desarrollar un criterio
PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN FRENTE AL BURN OUT EN LA PERSONA DEL LOGOTERAPEUTA
ético, clínico y de diagnóstico que le
permita derivar al consultante hacia
el profesional más conveniente, de
acuerdo con el problema.
Uno de los elementos funda-
mentales a tener en cuenta,
como logoterapeutas, es el
cuidado de nosotros mismos.
¿Cómo nos cuidamos en nuestra
multidimensionalidad? Con esta
pregunta se destacan dos ideas
que se encuentran entrelazadas. El
cuidado de nosotros mismos y el
cuidado del otro (el paciente).
Las neurosis noógenas, de las
que se ocupa la logoterapia, es-
tán originadas por un bloqueo
de la dimensión psicofísica en el
paciente. Este bloqueo se manifiesta
con el poco conocimiento de sí
mismo, la falta de libertad y la
incapacidad de elegir; la falta de
responsabilidad (responder por
y ante) y un poco interés por los
demás; es decir, no se está en un
proceso autotrascendente.
Con todo lo antes señalado, pue-
de afirmarse que la aportación
desde la logoterapia –además de
prevenir el Burn out ofreciendo
cuidados al logoterapeuta–, es que
ofrece recursos para desbloquear
el espíritu y permitir que la sa-
biduría personal, la claridad y la
libertad para hacer elecciones, y
el cumplimiento responsable de la
tarea personal, no se vean coartados
por ese agotamiento que impide
claridad y salud para mirar con
objetividad el mundo propio, el del
ser humano a nuestro cuidado, y el
de la institución en la que prestamos
nuestros servicios.
La Logoterapia debe estimular
la capacidad de pensar de manera
adecuada, reflexiva y crítica y, a
la vez, debe permitir el aprender
a aplicar el pensamiento en
acciones concretas para un mayor
conocimiento, tratamiento y desa-
rrollo del Ser-Humano
19
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

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Leticia Ascencio de García es especialista en Psicoterapia de Pareja, en AMETEP, orientadora en

Desarrollo Humano UIA, fundadora y Directora de la Sociedad Mexicana de Análisis Existencial
y Logoterapia, S.C., desde 1988, recibío el Award 2002 de la Viktor E. Frankl Foundation of the
City of Viena, socia fundadora de la Asociación Iberoamericana de Logoterapia, fundadora y
Directora de la Revista Mexicana de Logoterapia y fundadora de la Fundación Mexicana Viktor
Frankl.
smael@logoterapia.com.mx
www.logoterapia.com.mx

20
 SOBRE EL BURN OUT
Sobre el burnout
José Merino

El burn out es una situación

emocional a la cual estamos sujetas
todas las personas que trabajamos
activamente en alguna profesión
de ayuda, como puede ser la
psicoterapia.
Para Jeffrey Kottler la pregunta no
es quién experimentará burn out a
lo largo de su vida profesional, sino
durante cuánto tiempo.
El burn out está asociado a la
negligencia y al deterioro de las
actividades del profesional debido
a la pérdida de interés y a la apatía
por su profesión y pos sus clientes.
La experiencia del burn out es de
especial cuidado, pues de acuerdo
a Corey, en los periodos en que
el facilitador experimenta estrés
y burn out es más común que se
rompan ciertos criterios éticos en
relación a los pacientes, en muchos
de los casos, de carácter sexual.
Otro aspecto interesante del burn
out, de acuerdo a Pope y Bouhoutsos,
es la dificultad que tenemos los
profesionales de las relaciones de
ayuda en reconocer que somos
nosotros los que necesitamos ayuda
en dichas circunstancias. En una
encuesta realizada a terapeutas,
63% de los entrevistados admitió
conocer a un colega con síntomas
claros de burn out; sin embargo,
solamente 33% de ellos admitieron
dichos síntomas en ellos mismos en
algún momento de su vida.

21
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Algunos de los síntomas más
comunes del burn out, son:
1. Falta de energía y motivación.
2. Sentimientos de indefensión.
3. Falta de voluntad para conversar
en contextos sociales o familiares
acerca del trabajo.
4. Falta de deseo de enterarse o
responder a llamadas o mensajes
de los clientes.
5. Entusiasmo al notificarse cance-
laciones de citas.
6. Dificultades para despertar e ini-
ciar la jornada laboral.
7. Cinismo manifestado en ridicu-
lizar a los clientes o pensar mal
de ellos durante las sesiones.
8. Sesiones de terapia sin brillo
ni novedad. Monotonía en el
proceso terapéutico.
9. Tiempo de ocio dedicado a
actividades pasivas como ver
televisión.
10.Fantasías y ensueños despierto
durante las sesiones a manera
de escape.
22
Seguramente esta lista de sínto-
mas pueden reconocerse con ma-
yor belleza y profundidad en el
poema de Jorge Luís Borges, El
reconocimiento:
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer.
No he sido feliz.
Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan,
despiadados.
Mis padres me engendraron para
el juego arriesgado
y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire,
el fuego. Los defraudé.
No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona.
Siempre está a mi lado
La sombra de haber
sido un desdichado
La importancia de los sentimientos
y las emociones en el manejo del
burn out
Dos investigadores de las neuro-
ciencias, Antonio Damasio, En
busca de Spinoza y Robert M.
Sapolsky, El Mono Enamorado,
plantean pistas importantes para
entender el papel de las emociones
en nuestra vida, y en la aparición
del burn out.
Las ideas centrales que rescato de
estos dos autores son:
a) Las emociones juegan un papel
fundamental en la vida de los
seres humanos. Somos seres
emocionales. Las emociones
influyen directamente en nuestra
manera de actuar, percibir
y pensar. Por lo tanto, los
síntomas del burn out proceden
de emociones asociadas a la
apatía, la falta de sentido y la
fatiga emocional. Una vez que
esta emoción es estable, es
fácil reconocer sus efectos en
las acciones, la percepción y el
pensamiento del terapeuta.
b) La segunda idea tiene que ver
con la importancia de nues-
tro cuerpo. Las emociones,
retomando las palabras de Da-
masio, habitan en nuestro cuer-
po: “el cuerpo es el teatro de las
emociones.” El registro de las
sensaciones de nuestro cuerpo
puede influir poderosamente
sobre nuestro razonamiento
y nuestra percepción, ya sea
modificando o manteniendo
nuestros estados emocionales.
Es importante considerar que
la rapidez con la que nuestro
sistema límbico y el neocortex
procesan la información del
exterior, para nada tiene que
ver con el tiempo que requiere
nuestro cuerpo para modificar
sus sensaciones corporales.
Por ello muchas veces, a pesar
de que podríamos sentir y
pensar de manera diferente,
literalmente nuestro cuerpo nos
mantiene en la emoción que
está experimentando.
Por esta razón invito al lector a
que reconozca en la sabiduría de su
cuerpo los síntomas no solamente
de su experiencia de burn out, sino
de cualquier estado emocional
significativo.
Las emociones siempre son re-
lacionales. Esto es, surgen de nues-
tra interacción con el medio, ya
sea en la realidad o en nuestras
fantasías. Las emociones son un

testigo de nuestra manera de estar en
la vida. Y para hablar de lo importante
de encontrar, en el otro, un testigo de
nuestra vida y de la manera en que la
vivimos, recurro al pensamiento de
Rosario Castellanos expuesto en este
sugerente poema:
Apelación al solitario
 
Es necesario, a veces,
encontrar compañía.
Amigo, no es posible
ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.
¿Cómo podrías estar solo a la hora
completa, en que las cosas
y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?  pacidad para reírse de sí mismo
La salud
Otro tema significativo asociado
al burn out es el de la salud, o, mas
específicamente, de los estados
emocionales opuestos y preventivos
a este estado de fatiga emocional.
Stephen Gilligan, representante
del mundo de la hipnosis clínica,
menciona que los seres humanos
tenemos tres energías básicas, que
él llama arquetípicas, a saber:
a) Fuerza. Tiene que ver con la
capacidad de manifestarnos
con voluntad, sentido de poder
y logro. La fuerza nos permite
poner límites a los demás y a
nosotros mismos aspecto fun-
damental de una vida sana.
La fuerza implica seguridad y
confianza en nosotros mismos
y en los recursos con los que
contamos para alcanzar nuestros
objetivos.
SOBRE EL BURN OUT
b) Compasión. Permite que emerja
en el ser humano sentimientos
tan valiosos y saludables como
el amor, la ternura y la empatía.
Desde la energía que emana
de nuestra compasión somos
capaces de reconocer nuestras
limitaciones, debilidades y nece-
sidades, aspecto que muchas
veces se pasa de lado y que, a la
postre es una de las causas del
estrés y del burn out.
c) Humor. La energía arquetípica
del humor nos permite la sonrisa
y la creatividad por igual. Nos
invita a relajar el paso en los
momentos de tensión y poder ver
la realidad desde perspectivas
menos formales y, ciertamente,
más ligeras. Gordon Allport decía
que una de las características de
una persona saludable no era
solamente su capacidad de reírse
de la vida y de las circunstancias
sino, y fundamentalmente, su ca-
y trascender de esa manera las
vicisitudes de la vida.
Considero que la presencia franca
y manifiesta de estas tres energías
mencionadas por Gilligan es fuente
de una vida plena y placentera, llena
de sentido, placer y satisfacción.
En un segundo momento, retomo
parcialmente el pensamiento de un
terapeuta familiar español, Rafael
Manrique, para adaptar algunas
de sus consideraciones acerca de
lo que caracteriza a una relación
amorosa satisfactoria a lo que a
mi parecer serían tres condiciones
de una vida personal en armonía y
saludable.
a) Ocio e intereses. Considero
que, en la medida en que un
ser humano esté abierto, in-
dependientemente de su edad y
estado, a descubrir y fascinarse
con la novedad que le ofrece
el mundo a cada instante, po-
23
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
demos asumir una dosis de
plenitud y salud en él. Mantener
una vida llena de actividades
culturales, recreativas, sociales,
deportivas etcétera, es, sin duda,
causa y consecuencia del deseo
de vivir de manera plena. Es
permanecer abierto al mundo
de las posibilidades, como lo
menciona Benjamin Zander.
b) Intimidad y ternura. Por otra parte,
la posibilidad de un encuentro
significativo y personal con otra u
otras personas es indispensable.
Somos seres relacionales y no
existe regalo más grande y más
nutritivo que el de pertenecer
a relaciones y conversaciones
caracterizadas por el amor, el
respeto y la aceptación. En este
sentido la intimidad implica la
posibilidad de manifestarme
frente al otro con franqueza
mostrándome como soy, y me
experimento en la total confianza
de que seré recibido por el otro
con calidez y aceptación, in-
dependientemente de lo que
descubra de mí mismo. La in-
timidad abre también el paso
a la ternura, una manifestación
corporal que expresa nuestro
cuidado y respeto por el otro. La
ternura es nutritiva y, sin duda
alguna, fuente de bienestar y
desarrollo no sólo en las crías,
sino también en los adultos.
c) Transgresión. Finalmente, Man-
rique menciona que uno de los
criterios de desarrollo y bie-
nestar radica en la capacidad de
poder reconocer y transgredir
los límites que el –orden social–
nos impone como miembros de
cierta cultura. La transgresión no
implica un puro acto de rebeldía.
La transgresión implica una
toma de conciencia de aquellos
aspectos que puedo reconocer
como opresores y que sirven en
gran medida para mantener el
24
status quo de las personas y de las
relaciones. Transgredir implica
un acto responsable de creación
personal de condiciones y cir-
cunstancias que, sin dañar al
otro, permitan una mayor vi-
talidad y motivación en la vida
cotidiana.
Si de alguna manera el orden
social nos conduce a muchos de
nosotros a terminar consumidos,
burn out, en la llama del estrés,
la exigencia, el sin sentido y la
apatía, considero que es preferible,
a tomar firmemente en cuenta la
posibilidad, siempre mucho mejor,
de ser consumidos en la “llama
doble” que menciona Octavio Paz:
“El fuego original y primordial, la
sexualidad, levanta la llama roja del
erotismo y ésta, a su vez, sostiene y
alza otra llama, azul y trémula: la
del amor. Erotismo y amor: la llama
doble de la vida.”
Por lo tanto, no hay, desde mi
punto de vista y experiencia,
mejor remedio para el burn out
que el sugerido también para los
melancólicos en la sensual poesía
de José Luis García Martín:
Remedio para melancólicos
Cuando me veas deprimido,
ansioso, malhumorado,
todo lo que tienes que hacer
es quitarte la ropa,
y entonces brilla el sol
y se revela el secreto:
que somos carne
y respiramos y estamos
cerca uno del otro.
Tu desnudez me vuelve invulnerable.
La lógica podrida,
el corazón borroso,
las gangrenadas tardes se curan
con la simetría perfecta
de tus brazos y piernas.
Extendidos forman un círculo eterno,
sendas hacia una playa sola,
la rúbrica de un dios.
Todo lo que no eres tú,
todo lo que no soy yo
deja de tener importancia: el dolor,
el sin sentido, el asco,
son nimiedades
que nada tienen que ver con la vida.
Cuando me veas agonizante,
quítate la ropa.
Aunque estuviera muerto
resucitaría
José Merino es Ingeniero Textil y Maestro en
Desarrollo Humano.

EL SÍNDROME DEL BURN OUT
EN LAS EMPRESAS
La gran competitividad y la inse-
guridad laboral así como las exi-
gencias del medio, los cambios
trascendentales en los enfoques
de la vida y las costumbres, con-
dicionan un ritmo vertiginoso que
genera angustia, agotamiento emo-
cional, trastornos en los ritmos de
alimentación, actividad física y
descanso, y que implica dolencias
físicas, psíquicas y factores de ries-
go en la salud de los individuos del
nuevo milenio.
El Síndrome de Burn out, tam-
bién conocido como síndrome
de aniquilamiento, síndrome de
estar quemado, síndrome de des-
moralización o síndrome de agota
miento emocional o profesional es
considerado por la Organización
Mundial de la Salud como una
enfermedad laboral que provoca
detrimento en la salud física y mental
de los individuos.
Herbert Freudenberger, en 1974,
introdujo el concepto de burn out,
al describirlo como una “sensación
de fracaso y una existencia agotada
o gastada que resultaba de una
sobrecarga por exigencias de energías,
recursos personales o fuerza espiritual
del trabajador”. Pines y Kafry, en
1978, por su parte definieron el burn
out como una “experiencia general
de agotamiento físico, emocional y
actitudinal.” Edelwich y Brodsky, en
1980, lo definen como “una pérdida
progresiva de idealismo, energía y
motivos vividos por la gente en las
profesiones de ayuda, como resultado
de las condiciones de trabajo”.
En 1981, Maslach y Jackson de-
finieron el concepto desde una
perspectiva tridimensional carac-
terizada por:
• Agotamiento emocional. Se define
como cansancio físico, fatiga psí-
quica, o como una combinación
de ambos. Es la sensación de no
poder dar más de sí mismo a los
demás.
• Despersonalización. Es la segunda
dimensión y se entiende como
el desarrollo de sentimientos, ac-
titudes, y respuestas negativas, dis-
tantes y frías hacia otras personas,
especialmente hacia los clientes,
pacientes, usuarios, etcétera. Se
acompaña de un incremento en
la irritabilidad y una pérdida de
motivación. El sujeto trata de
distanciarse no sólo de las personas
destinatarias de su trabajo, sino
también de los miembros del
equipo con los que trabaja, se
muestra cínico, irritable, irónico
e, incluso, utiliza a veces etiquetas
despectivas para referirse a los
usuarios, clientes o pacientes, y
trata de hacerlos culpables de sus
frustraciones y de su descenso en
el rendimiento laboral.
• Sentimiento de bajo logro o rea-
lización profesional y/o personal.
Surge cuando la persona verifica
que las demandas que se le
hacen exceden su capacidad para
atenderlas de forma competente.
Supone respuestas negativas ha-
cia uno mismo y hacia su tra-
bajo, evitación de las relaciones
EL SÍNDROME DEL BURN OUT EN LAS EMPRESAS
Alejandra Apiquian
personales y profesionales, bajo
rendimiento laboral, incapacidad
para soportar la presión y una
baja autoestima. La falta de logro
personal en el trabajo se caracteriza
por una dolorosa desilusión
y fracaso al darle sentido a la
actividad laboral. Se experimentan
sentimientos de fracaso personal
(falta de competencia, de esfuerzo
o conocimientos), carencias de
expectativas y horizontes en el
trabajo, así como una insatisfacción
generalizada. Como consecuencia
se da la impuntualidad, la evitación
del trabajo, el ausentismo y el
abandono de la profesión; éstos
son síntomas habituales y típicos
de esta patología laboral.
Pines, Aronson y Kafry sugieren
que este síndrome se debe a “un
agotamiento físico, emocional y men-
tal causado porque la persona se
encuentra implicada durante largos
periodos de tiempo en situaciones
que le afectan emocionalmente”.
Aunque no existe una definición
unánimemente aceptada sobre burn
out, parece haber consenso en que
se trata de una respuesta al estrés
laboral crónico, una experiencia
subjetiva que engloba sentimientos y
actitudes con implicaciones nocivas
para la persona y la organización,
y que generalmente se produce
principalmente en el marco laboral
de las profesiones que se centran en
la prestación de servicios y atención
al público: médicos, enfermeras,
profesores, psicólogos, trabajadores
sociales, vendedores, personal
25
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

de atención al público, policías, Aquellas consecuencias del estrés laboral asociadas al síndrome del
cuidadores, etcétera. Recientemente burnout con evidencia empírica de acuerdo a la literatura sobre el tema,
se ha hablado de “estudiantes quema- son:
dos”, principalmente con respecto a Psicosomáticos Emocionales Conductuales
los universitarios que están en los
Fatiga crónica Irritabilidad Cinismo
últimos años de carrera.
Dolores de cabeza Ansiedad generalizada Falta de comunicación
Dolores musculares y focalización en el trabajo Apatía
La lista de síntomas psicológicos
(cuello, espalda) Depresión Hostilidad
que puede originar este síndrome
Insomnio Frustración Suspicacia
es extensa, y pueden ser leves, mo-
Pérdida de peso Aburrimiento Sarcasmo
derados, graves o extremos.
Úlseras y desordenes Distanciamiento afectivo Pesimismo
gastrointestinales Impaciencia Ausentismo laboral
Uno de los primeros síntomas de
Dolores de pecho Desorientación Abuso de café, tabaco, alcohol, farmacos,
carácter leve, pero que sirve como
Palpitaciones Sentimientos de soledad etcétera.
señal de alarma es la dificultad
Hipertensión y vacío Relaciones interpersonales distantes y frías
para levantarse por la mañana o
Crisis asmática Impotencia Tono de voz elevado (gritos frecuentes)
el cansancio patológico. En un
Resfriados frecuentes Sentimientos de Llanto frecuente
nivel moderado se presenta distan-
Aparición de alergías omnipresencia Dificultad de concentración
ciamiento, irritabilidad, cinismo, fa-
Disminución del contacto con el
tiga, aburrimiento, progresiva pér-
público / clientes / pacientes.
dida del idealismo que convierten
Incremento de los conflictos con
al individuo en emocionalmente
compañeros
exhausto, con sentimientos de frus-
Disminución de la calidad del servicio
tración, incompetencia, culpa y
prestado
autovaloración negativa. Los gra-
Agresividad
ves se expresan en el abuso de
Cambios bruscos de humor
psicofámacos, ausentismo, abuso
Irritabilidad
de alcohol y drogas, entre otros
Aislamiento
síntomas.
Enfado frecuente

26

Es la repetición de los factores
estresantes lo que conforma el cua-
dro crónico, que genera baja de la
autoestima; un estado de frustración
agobiante con melancolía y tristeza;
sentimientos de impotencia, pérdida,
fracaso; estados de neurosis; en al-
gunos caso psicosis con angustia
y/o depresión, e impresión de que
la vida no vale la pena, llegando en
los casos extremos a ideas francas de
suicidio.
El Síndrome del Burn out es un
proceso, más que un estado y se
han podido establecer cuatro etapas
de evolución de la enfermedad,
aunque éstas no siempre están bien
definidas:
Forma leve: los afectados pre-
sentan síntomas físicos, vagos e
inespecíficos (cefaleas, dolores de
espaldas, lumbalgias); el afectado se
vuelve poco operativo.
Forma moderada: aparece in-
somnio, déficit atencional y en la
concentración, y tendencia a la auto-
medicación.
Forma grave: aumento en el ausen-
tismo, aversión por la tarea, cinismo.
Abuso de alcohol y psicofármacos.
Forma extrema: aislamiento, crisis
existencial, depresión crónica y ries-
go de suicidio.
El diagnóstico se establece a
través de la presencia de la tríada
sintomatolóca constituida por el
cansancio emocional, la desper-
sonalización y la falta de realización
personal, elementos que se evalúan
a través del MBI (Maslach Burn out
Inventory).
El diagnóstico diferencial debe
realizarse con el síndrome depresivo,
el síndrome de fatiga crónica y los
sucesos de crisis.
FACTORES QUE INFLUYEN EN EL
DESARROLLO DEL BURN OUT
Los factores que más se han
estudiado como variables que inter-
vienen en el desarrollo del síndrome
de Burn out son:
EL SÍNDROME DEL BURN OUT EN LAS EMPRESAS
1. Características del puesto y el
ambiente de trabajo: La empresa
es la que debe organizar el trabajo
y controlar el desarrollo del mismo.
Corresponde a ella la formación del
empleado, delimitar y dejar bien
claro el organigrama para que no
surjan conflictos, especificar horarios
y turnos de vacaciones, etcétera.
La empresa debe funcionar como
sostén de los empleados y no como
elemento de pura presión. La mayor
causa de estrés es un ambiente de
trabajo tenso. Ocurre cuando el
modelo laboral es muy autoritario
y no hay oportunidad de intervenir
en las decisiones. La atmósfera se
tensa y comienza la hostilidad entre
el grupo de trabajadores. Según los
expertos, el sentimiento de equipo
es indispensable para evitar este
síndrome.
• Los turnos laborales y el hora-
rio de trabajo. Para algunos
autores, el trabajo por turnos
y el horario nocturno facilitan
la presencia del síndrome. Los
factores, en este caso, son bio-
lógicas y emocionales debido
a las alteraciones de los ritmos
cardiacos, del ciclo sueño-
vigilia, de los patrones de tem-
peratura corporal y del ritmo de
excreción de adrenalina.
• La seguridad y la estabilidad en
el puesto. En épocas de crisis de
empleo, afecta a un porcentaje
importante de personas, en
especial a los grupos de alto
riesgo de desempleo (jóvenes,
mujeres, las personas de más de
45 años).
• La antigüedad profesional. Aun-
que no existe un acuerdo claro
de la influencia de esta variable,
algunos autores han encontrado
una relación positiva entre el
síndrome y dos periodos en la
trayectoria profesional: 1) los
dos primeros años de carrera
27
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
profesional, y 2) el periodo
posterior a los diez años de ex-
periencia profesional.
• El progreso excesivo o escaso, así
como los cambios imprevistos
y no deseados son fuente de
estar quemado y en tensión.
El grado en que un cambio
resulta estresante depende de
su magnitud, del momento en
que se presenta y del nivel de
incongruencia con respecto a
las expectativas personales.
• La incorporación de nuevas
tecnologías en las organiza-
ciones. Este cambio suele pro-
ducir transformaciones en las
tareas y los puestos de trabajo,
que incluyen cambios en los
sistemas de trabajo, en la
supervisión y en las estructuras
y formas organizativas. Las
demandas que plantean las
nuevas tecnologías sobre los
trabajadores generan escena-
rios con multiplicidad de fac-
tores y estresores, entre los
cuales se pueden mencionar:
necesidad de capacitación,
miedo a ser desincorporado,
incremento de control y mo-
nitorización del desempeño,
aspectos relacionados con la
seguridad, reducción de la in-
teracción psicosocial directa,
posibilidades de aislamiento en
el puesto de trabajo, así como los
cambios de roles en el sistema
organizacional.
• La estructura y el clima or-
ganizacional. Cuanto más cen-
tralizada sea la organización en
la toma de decisiones, cuanto
más compleja (muchos niveles
jerárquicos), sea ésta cuanto
mayor sea el nivel jerárquico de
un trabajador, cuanto mayores
sean los requerimientos de
formalización de operaciones y
procedimientos, mayor será la
28
posibilidad de que se presente
el síndrome de burn out.
• Oportunidad para el control.
Una característica que puede
producir equilibrio psicológico,
o bien degenerar en burn out,
es el grado en que un ambiente
laboral permite al individuo
controlar las actividades a
realizar.
• Retroalimentación de la pro-
pia tarea. La información re-
troalimentada sobre las propias
acciones y sus resultados
es, dentro de ciertos límites,
un aspecto valorado por las
personas en el marco laboral. La
retroalimentación, o feedback de
la tarea si ha sido definido como
el grado en que la realización de
las actividades requeridas por el
puesto proporciona a la persona
información clara y directa sobre
la eficacia de su desempeño.
La investigación realizada al
respecto muestra, por lo general,
que los trabajadores que ocupan
puestos con esta característica
presentan mayores niveles de
satisfacción y de motivación
intrínseca, y niveles más bajos
de agotamiento emocional, que
aquellos que ocupan puestos en
donde esta retroalimentación
falta o es insuficiente.
• Las relaciones interpersonales.
Estas interacciones son, de forma
habitual, valoradas en términos
positivos. Diversos teóricos de
la motivación han señalado
que la afiliación es uno de los
motivos básicos de la persona.
Los ambientes de trabajo que
promueven el contacto con
la gente serán, por lo general,
más beneficiosos que aquellos
que lo impiden o lo dificultan.
De hecho, las oportunidades de
relación con otros en el trabajo
es una variable que aparece
relacionada con la satisfacción.
Esto no significa que las relaciones
interpersonales en el trabajo
siempre resulten positivas; con
cierta frecuencia se traducen
en uno de los desencadenantes
más severos e importantes del
burn out, sobre todo cuando se
trata de relaciones basadas en
desconfianza, sin apoyo, poco
cooperativas y destructivas, lo
que produce elevados niveles
de tensión entre los miembros
de un grupo u organización.
• El salario. Este factor podría
afectar también el desarrollo de
burn out en los trabajadores,
aunque no queda claro en la
literatura.
• El tipo de estrategia empresarial.
Empresas con una estrategia
de minimización de costos
en las que se reduce personal
ampliando las funciones y
las responsabilidades de los
trabajadores; aquellas que
no gastan en capacitación y
desarrollo de personal, aque-
llas en las que no se hacen
inversiones en equipo y material
de trabajo para que el personal
desarrolle adecuadamente sus
funciones, o que limitan los
descansos, entre otras cosas son
un ambiente propicio para el
desarrollo del burn out.
2. Factores personales: A los fac-
tores laborales, se añaden los de
carácter personal, como los que se
enumeran a continuación:
• El deseo de destacar y obtener
resultados brillantes
• Un alto grado de autoexigencia
• Baja tolerancia al fracaso
• Perfeccionismo extremo
• Necesidad de control
• Sentimiento de indispensabilidad
laboral
• Exceso de ambición

• Dificultad para conocer y ex-
presar las propias emociones
• Impaciencia y competitividad
(lo que genera dificultad para
trabajar en grupo)
• Gran implicación en el trabajo
• Pocos intereses y relaciones per-
sonales al margen del trabajo
• Idealismo
• Sensibilidad
Todo esto se acentúa si:
• No se tiene una preparación
adecuada para enfrentar las
expectativas organizacionales
en relación con el trabajo
• Se tiene dificultades para pedir
ayuda a los compañeros o para
trabajar en equipo
• No se comparten las ideas, metas
o valores del grupo de trabajo o
la empresa
• Se experimentan sentimientos
de miedo o de culpa cuando
no se ha cumplido algo que se
debería haber hecho
• No se es capaz de compartir las
preocupaciones o los miedos
sobre la propia vida laboral con
la pareja, familia o amigos.
• No se descansa lo suficiente
cuando está cansado.
• No se encuentra otro empleo
cuando se desea cambiarlo
• Se tienen problemas familiares,
económicos, o de otra índole.
Algunas de las variables socio-
demográficas estudiadas con rela-
ción al burn out son:
• La edad. Aunque parece no influir
en la aparición del síndrome,
se considera que puede existir
un periodo de sensibilización
debido a que habría unos
años en los que el profesional
sería especialmente vulnerable a
éste, a saber, los primeros años
de carrera profesional, dado
que sería el periodo en el que
se produce la transición de las
expectativas idealistas hacia
la práctica cotidiana. En este
tiempo se observa que tanto las
recompensas personales, como
las profesionales y económicas,
no son ni las prometidas ni las
esperadas; por lo tanto, cuanto
más joven es el trabajador,
mayor presencia de bur nout
hallaremos.
• El sexo. El burn out tiende a ser
más frecuente en la mujer, a
causa de la doble carga laboral
(tarea profesional y familiar) y
del tipo de vínculos afectivos
que pueden desarrollarse en
el ambiente laboral y en el
familiar.
• El estado civil. Aunque se ha
asociado el síndrome más con
las personas que no tienen pa-
reja estable, tampoco hay un
acuerdo unánime. Parece que
las personas solteras tienen
mayor cansancio emocional,
menor realización personal y
mayor despersonalización. Que
aquellas otras que, o bien están
casadas, o conviven con parejas
estables En este mismo orden, la
existencia o no de hijos hace que
estas personas puedan ser más
resistentes al síndrome, debido
a la tendencia generalmente
encontrada en los padres, a
ser personas más maduras y
estables, y la implicación con
la familia y los hijos hace que
tengan mayor capacidad para
afrontar problemas personales
y conflictos emocionales, así
como ser más realistas gracias
a la ayuda del apoyo familiar.
PREVENCIÓN
A este síndrome se le puede
hacer frente más fácilmente en
la fase inicial que cuando ya está
establecido. En las primeras fases, es
posible que los compañeros se den
EL SÍNDROME DEL BURN OUT EN LAS EMPRESAS
cuenta de los síntomas antes que el
propio sujeto, por lo que amigos,
compañeros o superiores suelen ser
el mejor sistema de alarma precoz
para detectar el burn out y, por lo
tanto, todos los profesionales del
equipo tienen que darse cuenta
que son ellos mismos los que re-
presentan la mejor prevención de
sus compañeros.
Como método preventivo, existen
diferentes técnicas:
• Brindar información sobre el
síndrome del burn out, sus
síntomas y consecuencias prin-
cipales, para que sea más fácil
detectarlo a tiempo.
• Vigilar las condiciones del am-
biente laboral fomentando el
trabajo en equipo.
• Diseñar e implementar talleres
de liderazgo, habilidades so-
ciales, desarrollo gerencial, etcé-
tera, para la alta dirección.
• Establecer cursos de inducción
y ajuste al puesto y a la or-
ganización para el personal de
nuevo ingreso.
• Anticiparse a los cambios
brindando talleres que contri-
buyan a desarrollar habilidades,
conocimientos y estrategias para
enfrentarse a éstos.
29
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
INTERVENCIÓN
El síndrome de burn out afecta
muchas áreas de la vida, por lo que
es importante que las intervenciones
consideren tres niveles:
• Nivel individual: considerar los
procesos cognitivos de auto
evaluación de los empleados,
y el desarrollo de estrategias
cognitivo-conductuales que les
permitan eliminar o mitigar la
fuente de estrés, evitar la ex-
periencia de estrés, o neutralizar
las secuencias negativas de esa
experiencia para adaptarse a las
circunstancias.
• Nivel grupal: potenciar la for-
mación de las habilidades so-
ciales y de apoyo social de los
equipos de trabajo.
• Nivel organizacional: eliminar
o disminuir los estresores del
entorno organizacional que
dan lugar al desarrollo del sín-
drome.
Estrategias de intervención indivi-
dual buscan fomentar la adquisición
de algunas técnicas que aumenten
la capacidad de adaptación del
individuo a las fuentes de estrés la-
boral.
Se clasifican en:
• Técnicas fisiológicas
• Técnicas conductuales
• Técnicas cognitivas
Las técnicas fisiológicas: están
orientadas a reducir la activación
fisiológica y el malestar emocional
y físico provocado por las fuentes
de estrés laboral. Dentro de éstas
se encuentran la relajación física,
el control de la respiración y el
biofeedback, entre otras.
Las técnicas conductuales: buscan
que el sujeto domine un conjunto
30
de habilidades y comportamientos
para el afrontamiento de problemas
laborales. Entre ellas se encuentran
el entrenamiento asertivo, el entre-
namiento en habilidades sociales,
las técnicas de solución de pro-
blemas y las de autocontrol.
Las técnicas cognitivas: tienen
como objetivo mejorar la percepción,
la interpretación y la evaluación de
los problemas laborales y de los
recursos personales que realiza el
individuo. Entre ellas encontramos
la reestructuración cognitiva, el con-
trol de pensamientos irracionales
y la Terapia Racional Emotiva.
Estrategias de intervención gru-
pal: tienen como objetivo romper
el aislamiento, mejorando los pro-
cesos de socialización. Para ello es
importante promover políticas de
trabajo cooperativo, integración de
equipos multidisciplinarios y reu-
niones de grupo. Se ha constatado
que el apoyo social amortigua los
efectos perniciosos de las fuentes
de estrés laboral, e incrementa
la capacidad del individuo para
afrontarlas.
Estrategias de intervención orga-
nizacional se centran en tratar de
reducir las situaciones generadoras
de estrés laboral, por medio de la
modificación del ambiente físico,
la estructura organizacional, las
funciones de los puestos, las po-
líticas de administración de re-
cursos humanos, etcétera, con el
propósito de crear estructuras más
horizontales, descentralización
en la toma de decisiones, brindar
mayor independencia y autonomía,
generar promociones internas justas
que busquen el desarrollo de carrera
de los empleados, flexibilidad ho-
rario, sueldos competitivos, entre
otras estrategias
Alejandra Apiquian es licenciada en
psicología con especialidad en el área
laboral y maestra en Humanidades por la
Universidad Anáhuac México Norte, en
donde actualmente es docente, impartiendo
materias, en la Licenciatura de Psicología y
coordinadora académica de la misma. Ha
desarrollado como líneas de investigación:
Los factores Psicosociales de la Jubilación,
la Adicción al Trabajo, el Síndrome de Burn
out y el Impacto que tienen las prácticas de
Responsabilidad Social Empresarial en la
motivación y satisfacción laboral.

EL SÍNDROME DE BURNOUT:
¿UN PADECIMIENTO DEL S.XXI?
La tarde nublada amenazaba
lluvia, mientras un viento gélido se
colaba entre los pasillos haciendo
que la gente apresurara el paso
buscando abrigo; pareciera que
mientras esperábamos la hora
de iniciar las mesas interactivas,
el único calor que podíamos es-
perar era el de la taza de café
que teníamos en las manos. Los
diferentes grupos nos fuimos reu-
niendo afuera del aula asignada a
cada uno, estableciendo un primer
contacto con nuestras compañeras
y compañeros; una vez abierto
el salón nos dimos a la tarea de
reacomodar el mobiliario. A través
del amplio ventanal, el espacio del
salón se continuaba hacia los árboles
y los prados del jardín central de la
Ibero, esplendorosamente verdes,
proporcionando una agradable
sensación de contacto con la natu-
raleza.
A medida que cada quien fue
ocupando su lugar, cerrando el
círculo, se iba creando un si-
lencio de comunión mientras to-
dos aguardábamos expectantes
compartir a través de la palabra,
pues ya estábamos compartiendo
de otra manera.
A raíz de un proyecto en el que
había estado trabajando, había
surgido un pensamiento recurrente
que giraba en torno al tema del
síndrome de burn out, equivalente a
“quemarse los fusibles”, un síndrome
de agotamiento en todos los ór-
denes, una progresiva pérdida de
energía hasta llegar al agotamiento,
y presentar síntomas de ansiedad y
depresión, así como desmotivación
en el trabajo e, incluso, agresividad
hacia los clientes. En ese momento
me había preguntado ¿qué opinaría
Víktor Frankl respecto a nuestro
estilo de vida en el siglo XXI,
si respecto del sigo XX había
planteado el “vacío existencial”
como la “neurosis del siglo XX”?
Frecuentemente mi propio estilo de
vida me había llevado a reflexionar
en cómo el estilo de vida del
mundo contemporáneo ha gestado
nuevos padecimientos relacionados
EL SÍNDROME DEL BURN OUT ¿UN PADECIMIENTO DEL S. XXI?
Martha Eve Sandoval
con el estrés, de tal modo que un
buen número de autores empiezan
a señalar el alcance social que
puede tener el “burn out” como
una enfermedad de la sociedad
moderna, donde el trabajo deja
de ser una fuente generadora de
bienestar para transformarse en
fuente de desilusión, a raíz de un
tipo de estrés prolongado promovido
por la sensación que produce la
realización de esfuerzos que, con
frecuencia, no se ven reconocidos
y, menos, recompensados adecua-
damente. De ahí mi interés por
participar en este encuentro.
Yo tenía el gusto de co-facilitar
con Gerardo Antonio Aguilera
y habíamos conversado con an-
terioridad sobre diferentes aspectos
que podríamos ir abordando en
la mesa interactiva; sin embargo,
después de la bienvenida y de vivir
la experiencia (más que meramente
escuchar) en la conferencia ma-
gistral del Dr. Jesús Díaz Ibáñez
y en la presentación del Dr. José
Gómez del Campo, durante el
receso comentamos que todo
estaba dicho. Ante esa perspectiva,
más que hacer una exposición en
la mesa interactiva, quise plantear
tres preguntas para iniciar los com-
partires en nuestro grupo:
• ¿Qué descubriste sobre ti misma,
sobre ti mismo?
• ¿Qué fue lo que te ha causado
más impacto?
• ¿Qué has hecho o piensas hacer
respecto del burn out?
31
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
En mi interior seguía resonando
el texto citado por el Dr. Jesús
Díaz Ibánez “¿de que le sirve al
hombre ganar todo el mundo si
pierde su alma?”. Pareciera que
todos estuviéramos sintonizados
en esa frecuencia, pues uno a
uno los participantes comenzaron
a compartir su experiencia per-
sonal, centrándose sobre todo en
las diversas opciones de cómo
manejar el burn out; en todas las
intervenciones el punto medular fue
el vivir en contacto con la Esencia,
la Sabiduría Interna, el espíritu, la
conciencia pura, o como quiera
que lo conceptualizara cada quien,
así como se habló de diferentes
estrategias para lograrlo: escuchar
el cuerpo, reconocer sensaciones y
sentimientos, digerir las emociones,
“focusing”, meditación, ejercicios
de gimnasia cerebral, etcétera, to-
dos reconocimos que estábamos, o
habíamos estado, “quemados” en
cierto grado.
El clima exterior frío, húmedo
y nublado del inicio se había ido
tornando cálido y acogedor a tra-
vés del calor humano que se iba
respirando en el grupo, en un am-
biente de apertura, de confianza,
de aprecio positivo, de empatía,
de unión entre todos nosotros, un
espacio que se antojaba para que-
darse ahí, compartiendo unas horas
más. Lo hicimos, de una manera
diferente, a través de las otras
actividades programadas para ese
Primer Encuentro Nacional sobre
bur nout
Martha Eve Sandoval es Licenciada en Ar-
quitectura UNAM (México, D.F.), tiene un
Diplomado en Desarrollo Humano CFESC
(Morelia, Michoacan) y Maestría en Psico-
terapia Humanista: UVAQ (Morelia, Michoa-
can).
32
Burn-out
Wikipedia define el Burn out de la
siguiente manera: “El síndrome de
burn out es el síndrome de desgaste
profesional o del trabajador desgas-
tado o consumido. Es un tipo de
estrés prolongado, motivado por
la sensación que produce la rea-
lización de esfuerzos que no se ven
compensados personalmente. Se
suele dar en trabajos sociales que
implican el trato con personas e im-
portantes exigencias emocionales
en la relación interpersonal (perso-
nal sanitario, docentes, policías,
etcétera), que resultan en un dete-
rioro, desgaste o pérdida de la
empatía”.
La mayoria de las personas que
acuden a un médico afirman que
lo hacen: porque se sienten mal.
Pero cuando una persona dice que
se siente mal es porque en realidad
“ya no puede más”.
De igual manera, y desde la propia
experiencia terapéutica, puedo de-
cir que cuando una persona asiste
a un psicólogo-terapeuta, es porque
ya buscó y re-buscó en los cajones
de los recuerdos, de los consejos
de amigos y familiares, todos los
“remedios caseros” para curar el
cuerpo y sanar el alma; pero, aun así,
éstos no han funcionado. El último
“remedio”: el psicoterapeuta.
Cuando una persona se siente al
borde (quemada o burnout) pide
ayuda profesional. Esto es frecuente
entre las personas que están en con-
tinuo contacto con otras personas y,
además, tratan de empatizar con sus
problemas y/o con su dolor y así, en su
afán de ayudar, se encienden también
con la misma flama de desesperación
y de impotencia.
Los tres casos típicos que he
encontrado en mi trabajo se refieren a
Flavio Jesús Larrañaga
personas permanentemente cansadas.
En un extremo, casi como primer nivel,
encontramos a quienes, tratando de
huir de una realidad no resuelta, se
sumergen en la rutina diaria, con el fin
de mantener ocupada su cabeza y no
pensar más en “aquello”. Se levantan
muy temprano para prender el boiler,
hacer el desayuno (y dejar hecha la
comida), ordenar la ropa, bañarse,
arreglarse, desayunar, llevar a los hijos
al colegio, soportar el tráfico y la carga
de trabajo, comer a toda velocidad,
asistir a las inevitables reuniones,
sacar los asuntos pendientes, que-
darse algunas horas posteriores a
la jornada, llevarse trabajo a casa,
regresar cansada, checar tareas,
“adelantarle un poco a la chamba
acumulada para mañana”, acostarse
muy tarde y al día siguiente…. ¡lo
mismo ! ¡ya que más da !
En el otro extremo encontramos a
quienes, en su impotencia por resolver
las situaciones, no se sumergen en
sí mismos, sino que se exteriorizan
(también a manera de huida) y
buscan “no sentir”; se trata de algo
así como un nivel de alexitimia (sirva
el símil, sólo a manera de ejemplo de
relación). Este grupo de personas se
caracteriza por llevar a los extremos
sus actividades y sus desórdenes. Por
ejemplo, es típico encontrar a estas
personas “viviendo” en los excesos, en
el tabaco, en el alcohol, en la comida
(aquí los dos extremos, excesos en in-
gerir alimentos, o exceso en no ingerir
alimentos), en el ejercicio, el trabajo,
la velocidad, los deportes extremos,
el sexo (de igual manera que el ali-
mento, en sus dos extremos), el café,
las compras, etcétera. Además, en
el aspecto laboral se “insensibilizan
y deshumanizan” ante el dolor y los
problemas de las demás personas.
Desarrollan, asimismo actitudes

negativas y de cinismo. Es común
encontrar estas actitudes en los casos
de médicos, psicólogos, terapeutas,
maestros, policías, resca- tistas,
sacerdotes, etcétera.
Finalmente, y como consecuencia
de las dos anteriores, aparece la
tercera opción, la de pensar que lo
que hago no tiene ningún sentido.
En este caso, el síndrome se presenta
como falta de realización personal,
con tendencias a evaluar el propio
trabajo de forma negativa, con vi-
vencias de insuficiencia profesional
y baja autoestima personal, sin tras-
cendencia. Lo más grave del asunto es
que cuando a una persona se le quita,
o pierde el sentido de vida, el primer
pensamiento es ¿para qué estoy
en esta vida? Y es aquí cuando nos
encontramos, en muchas ocasiones,
cos desenlaces fatales.
Experiencia personal
Caso 1
Mujer de 38 años de edad, em-
pleada en una escuela primaria
particular como profesora de grupo,
con 15 años de trayectoria laboral
y 3 en la institución actual. Refiere
un cansancio crónico, pues tiene in-
somnio con frecuencia y su sueño
no es reparador, aun cuando a veces
duerme entre 6 y 7 horas. Inicia las
sesiones con mucha angustia y de-
sesperación, acompañadas de melan-
colía y tristeza, pues cada mañana que
tiene que ir a trabajar, lo siente como
una imposición, una carga enorme:
“me mariposea el estómago al pensar
que voy a llegar y me digan algo”.
Refiere mucho acoso psicológico de
su directora y de algunas compañeras
que forman con ella un “núcleo
elite”. Refiere que, al menos 3 veces
por semana, se presentan conflictos
por la forma en que trae el uniforme,
las marcas de ropa que usa, su forma
de maquillarse y arreglarse el cabello.
Esta situación ya le ha ocasionado
conflictos con los padres de familia
que le han comentado cómo ha venido
a menos el apoyo hacia sus hijos y
el incremento en la indisciplina. Al
respecto, ella refiere en las sesiones:
“no me importa lo que dicen los
padres de familia”, “no soy monedita
de oro”. Refiere en el último ciclo
escolar dos accidentes en su auto,
por distracción, así como frecuentes
retardos y amonestaciones por su
entrega de trabajo fuera de tiempo.
Ha recibido llamadas telefónicas
anónimas a su casa culpándola de
acciones vergonzosas dentro de la
escuela. Se siente insegura, y muchas
de las veces culpable por no saber
vestir, maquillarse, comprar ropa,
combinarla, escoger los aromas “que
le van” y tener una voz “fea”, así como
de sentirse rechazada por algunas de
las compañeras y no apoyada por
la directora. Además con la actitud
de “aguantar”, se ha aislado de sus
compañeras, realiza su trabajo en
soledad y ya no convive con nadie.
Caso 2
Hombre de 46 años de edad,
miembro de un grupo de rescate y
atención de urgencias médicas en la
Ciudad de México, con 27 años de
servicio. Operador de ambulancias,
paramédico certificado y jefe de grupo.
Dejó de ser voluntario desde hace 9
años y ahora recibe un salario por su
trabajo. Refiere ser muy responsable
en su trabajo y se caracteriza por
hacer las cosas “perfectamente”;
no admite errores. Los compañeros
le apodan “Comandante Perfecto
Juárez”. A partir de la fecha en que
recibe un pago por su trabajo, lleva
5 años sin tomar un solo día de
vacaciones. Tiene problemas de
gastritis y le han detectado hernia
hiatal; fuma al menos 15 cigarros al
día y bebe aproximadamente unas 8
tazas de café. Se alimenta en la calle
“con lo que caiga”: a veces tacos, a
BURN OUT
veces tortas y, otras, papitas o, en el
mejor de los casos, hamburguesas
con refresco. Duerme un promedio
de 4 horas diarias; su descanso es un
día a la semana de manera variada.
Cuando reportan un accidente, “se
la rifa” con otras corporaciones
dedicadas al mismo fin para llegar
primero. En últimas fechas varios
de sus compañeros, por temor, no
quieren ser parte de su tripulación.
En la atención in situ, no le importa
tanto el lastimar al herido, como el
que lo ingresen rápidamente a un
hospital de urgencia, para cubrir,
también rápidamente, otro servicio.
Vive separado de su familia (esposa
y tres hijos, uno de ellos mayor de
edad) desde hace cuatro años por
su descuido total hacia su familia, su
adicción al trabajo y a las pastillas
para no dormir, pues como él mismo
lo menciona: “Para mí la vida es
hacer guardias, y no hay otra familia
que no sean mis compañeros. Hasta
que me muera y eso será a bordo de
una ambulancia”.
Experiencia personal en un encuen-
tro de desarrollo humano, durante el
mes de septiembre de 2009.
En la mesa de trabajo para facilitar
el proceso de “Abandono de la
realización personal”, se observó una
clara y marcada relación del trabajo
sin delegación con un síntoma común:
ser “superman o superwoman” que es
el síndrome de “Yo las puedo todas”,
es decir, el exceso de responsabilidad
y la falta de confianza para delegar.
Ese vínculo fue el eje del trabajo de
la mesa. En esa ocación se analizó el
cómo al ejercer estas prácticas nos
provocan:
Cansancio: por querer realizar el
trabajo solo.
Desvelo: por terminar esa auto-
carga de trabajo: “si quieres que algo
salga bien, hazlo tú mismo”.
Insomnio: como consecuencia
de pensar y pensar cómo, cuándo,
dónde, quién, con quién, etcétera en
vez de descansar
33
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Frustración: porque, finalmente, o
no sale el trabajo completo por falta
de la petición de apoyo, o porque no
se realizó el trabajo como se quería.
Enojo, ira, coraje: con y contra
todos por la frustración mencionada,
y por observar que solo yo fui quien
hizo todo y, sin embargo, no fui
reconocido o admirado y, además,
me cargan aún más de trabajo: “Ya no
puedo!”.
Temores : debido a las inseguridades
que me provoca la incertidumbre.
Tristeza y falta de sentido: por no
tener claro si esto que hago es lo que
quiero hacer o debo hacer: “¿para
qué lo hago?, ¿sirve de algo?, ¿a quién
le importa?”.
En esa ocación, también analizamos
el acorralamiento laboral, que
impacta fuertemente en la NO auto-
realización personal.
Comentamos cómo cada vez son
más y más, los casos de burn out que
los profesionales de la salud tenemos
que atender, y que provocados por
ese acorralamiento que se presenta
en el ámbito escolar, en el laboral, y
hasta en el familiar.
A manera de definición, podemos
decir que el acorralamiento es
una situación en la que se ejerce,
sistematicamente de manera directa
y/o indirecta, violencia psicológica,
hacia una persona, durante un tiempo
prolongado. Aparece en cualquiera de
los cuatro escenarios mencionados:
social, escolar, laboral y/o familiar,
en forma de conversaciones hostiles
y humillantes, con claros tintes de
desprecio y de segregación, lo que
genera que los individuos sean
orillados, poco a poco, a una vivir
una situación de aislamiento, de
soledad y de indefección por tiempos
prolongados, y que experimenten
continuamente el hostigamiento.
Este maltrato es un ejercicio de
violencia y se traduce en un mar-
tirio psicológico que modifica las
34
conductas de las personas vio-
lentadas, provocando cambios
mentales, emocionales, sociales y hasta
psicosomáticos. Este acorralamiento
violento lo ejercen frecuentemente
las personas que, teniendo mayor
jerarquía, antigüedad o conocimiento,
tratan de imponer su ley. Esto se puede
deber a que inconscientemente o
deliberadamente, tratan de suplir sus
propias carencias personales, teman a
perder el poder, o simplemente a que
tienen envidia. De manera genérica,
observamos que es frecuente que
se ejerza esta violencia hacia las
personas preparadas, sociables,
responsables y colaboradoras.
Las conductas que son utilizadas
para llevar a una persona hasta el
Burn out son, entre otras, ridiculizar
su trabajo, su desempeño, su cola-
boración, el lugar que ocupa, su
forma de vestir, de arreglarse, su estilo
de vida, su voz y sus gestos.
Como medio de hostigamiento,
para quemar a las otras personas, se
utiliza también el exceso de tareas, o
pedir tareas muy complejas; cambios
continuos de señales; ocultamiento
de información relevante para que
fallen en su trabajo y sean señaladas
y humilladas. Crear situaciones para
que se instale la culpa y, con ello, la
incertidumbre y, por consecuencia la
inseguridad hasta llegar al punto de la
enfermedad.
Los lugares (en la sociedad, la
escuela, el trabajo o la familia) donde
comúnmente aparece esta situación,
generalmente cuentan con muchas
leyes disciplinarias, pero con poco
control; presentan poco o nulo apoyo
de quien ejerce la autoridad; en ellas,
la persona que ejerce la autoridad, no
tiene preparación para ejercer dicho
cargo.
Además, de trata de situaciones en
las que, quien ejerce la autoridad,
también ejerce la presión; estan mal
organizadas y en ellas las personas
tienen una mala comunicación entre
sí. Además, se trata de situaciones en
las que no hay manera de consolidar
la identidad y la pertenencia.
De cualquier manera, una persona
que es acorralada en cualquier ámbito,
es orillada también a quemarse como
ser humano y puede ser que deje de
“vivir” esta vida y solo “permanezca”
en ella hasta su muerte biológica.
A manera de conclusión, considero
que existen dos alternativas:
1. Que toda persona que realice
una relación de ayuda a otras
personas, sea consciente de la
importancia de tener, a su vez,
una ayuda profesional de salud
mental, para poder descargarse de
energía negativa, adquirida como
consecuencia del ejercicio de la
actividad cotidiana.
2. Además, no debe olvidar que una
salud integral está dada por la
salud, física, mental, emocional,
espiritual, y si se desequilibra
una de ellas, la salud integral del
individuo es afectada
Flavio Jesús Larrañaga es especialista en
Desarrollo Humano y Organizacional
y en Intervención en Crisis, Master en
administración negocios, y en programa-
ción neurolingüística, Licenciado en Admi-
nistración de empresas, Ingeniero en Minas
y Metalurgísta, Posgrado en Calidad y
Productividad tiene diplomados en De-
sarrollo Humano, Consultoría, D.H y
Organizacional y en Facilitación de Procesos
Grupales, además Psicoterapeuta Gestalt y
de Expansión de la Conciencia.

SÍNDROME DE QUEMARSE
POR EL TRABAJO O BURN OUT
EN MÉDICOS FAMILIARES Y AGENTES DE TRÁNSITO, en MÉXICO
RESUMEN
Las consecuencias en la salud
derivadas del estrés crónico laboral
se deben a una serie de situaciones
que surgen de la inadecuada or-
ganización del trabajo y de factores
de riesgo relacionados con el área
laboral.
En el siguiente artículo se pre-
sentan las prevalencias sobre el
Síndrome de burn out en personas
que pertenecen a diferentes giros
ocupacionales, como son los médi-
cos familiares que laboran para dos
instituciones de salud, así como las
personas encargadas de la seguridad
“agentes” o en la vialidad.
El estudio es descriptivo y com-
parativo. Se contó con la par-
ticipación de 197 médicos y de
875 agentes de vialidad. Se apli-
caron dos cuestionarios, uno con
datos sociodemográficos y labo-
rales, además de la Escala de
Valoración de Maslach Burn Out
Inventory. El análisis consistió en
obtener frecuencias y porcentajes
(prevalencias) de las variables en
estudio, para poder comparar los
datos.
Las prevalencias del Síndrome
de burn out para los médicos fue
del 41.85% y para los agentes; del
54.9%.
El estrés es causa de serias re-
percusiones en la salud de las
personas. Algunas de ellas pueden
ser tan graves que afecten no sólo
al trabajador, sino a las personas
que le rodean y hasta a la propia
institución en la que trabajan.
Palabras clave: Síndrome de
burn out, quemarse por el trabajo,
médicos familiares, agentes de
vialidad.
INTRODUCCIÓN
La Organización Internacional del
Trabajo (OIT) refiere que las cifras
de mortalidad por causas laborales
se han incrementado desde 1990.
En el 2002 se contabilizaron dos
millones de muertes por causas
laborales, es decir, cinco mil muertes
diarias. También la OIT mencionó
que en el año 2006 se incluían en
las estadísticas a las enfermedades
de transmisibles, que representaban
el 17% de los fallecimientos
de causa laboral; que el cáncer
constituía 32% de las muertes; las
enfermedades circulatorias, 23%,
y que, 19% de las muertes eran
debidas a accidentes laborales. En
ese año las cifras se incrementaron
a seis mil muertes; sin embargo,
ello se debe a que un porcentaje
muy importante de la población es
precisamente la infantil trabajadora.
Habrá que tomar en cuenta que
estos incrementos en la mortalidad
se presentaron con mayor frecuencia
en los países en desarrollo que en
los industrializados (Gómez, 2006).
El 7 de abril de 2007, la OIT reveló
SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO O BURN OUT EN MÉDICOS FAMILIARES Y AGENTES DE TRANSITO
Carolina Aranda
que, además de los 2,2 millones
anuales de trabajadores fallecidos
por estos riesgos laborales, 270 y
160 millones de ellos manifiestan
haber sufrido alguna lesión o
desarrollado alguna enfermedad
de origen laboral, por lo que, con
gran preocupación, la OIT insiste
en promover el Día Mundial de la
Salud (Gómez, 2007).
Ahora bien, el Síndrome de burn
out es una patología moderna
(Martos, 2000) que surge como
respuesta al estrés crónico laboral,
proveniente del inadecuado manejo
en los modos de producción, en la
organización y en la estructura de
la empresa y/o institución. Estos
estresores son percibidos y recibidos
por los trabajadores bajo cierta
presión y de manera constante
originando manifestaciones en la
salud de las personas, como lo es el
Síndrome de burn out.
Freudemberg (1974) fue pionero
en el tema. Él menciona que la
palabra “burn out”, por sí sola, es
un término anglosajón que significa
estar quemado, desgastado, exhaus-
to y sin ilusión por el trabajo. De-
signa un estado emocional, físico
y mental que puede ser grave
(Maslach y Jackson, 1985; Gil-
Monte y Peiró, 1997). Diversos
autores, como el mismo Gil-Monte
(2002), Grau, Suñer y García (2005),
Palmer et al. (2005), Matía, Cordero,
Mediavilla y Pereda (2006); Segura
et al. (2006); Restrepo, Colorado y
35
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Cabrera (2006); Brofman (2007);
Briones (2007); Aldrete et al.
(2008) y Arias et al. (2008), lo han
analizado desde diferentes modelos
y perspectivas teóricas, aunque sus
resultados no han sido favorables,
es decir, las cifras de prevalencias
continúan aún elevadas.
En resumen, el Síndrome de burn
out o de quemarse por el trabajo es
una patología moderna que se debe
a una respuesta al estrés crónico
laboral y que suele manifestarse con
cansancio, agotamiento, desgaste
emocional y físico, actitudes y
sentimientos negativos y falta de
motivación para llevar a cabo el
trabajo.
Desde la perspectiva psicosocial,
la definición más aceptada ac-
tualmente es la propuesta por Mas-
lach y Jackson (1985), quienes lo
definen como un síndrome tri-
dimensional que se desarrolla en
aquellos profesionales que trabajan
en contacto con personas, como
en el caso de este capítulo, con
toda persona derechohabiente al
servicio médico, y que se carac-
teriza por agotamiento emocional,
despersonalización y baja reali-
zación personal y en el trabajo.
El objetivo del presente ensayo
fue determinar y comparar las pre-
valencias del Síndrome de burn
out en general y por dimensiones
en cada una de las poblaciones de
estudio.
MATERIAL Y MÉTODOS
El trabajo fue descriptivo y com-
parativo. El universo de trabajo
lo conformaron 197 médicos fa-
miliares y 875 agentes de vialidad,
pertenecientes a un estado de la
República Mexicana. Participaron
hombres y mujeres de cualquier
turno laboral, de manera voluntaria,
bajo consentimiento informado y
formado, excluyendo a todo aquel
trabajador que, al momento del
levantamiento de las encuestas,
36
no se encontraba realizando sus
funciones, cualquiera que haya sido
el motivo de su ausencia.
Se aplicaron dos cuestionarios:
el primero incluía datos generales
con ítems como sexo, edad, estado
civil, escolaridad, horario de tra-
bajo, antigüedad en el puesto
y en la institución; el segundo
instrumento fue la Escala de Va-
loración de Maslach Burn Out
Inventory (MBI-HSS) (Maslach y
Jackson,1981,1986).
Este último instrumento, el MBI-
HSS, fue utilizado para evaluar el
Síndrome de burn out, mediante
una escala tipo likert, con opciones
que van desde (0) nunca, hasta
(6) todos los días. Consta de 22
preguntas distribuidas en las tres
dimensiones en las que se manifiesta
el burn out y que describen, por
un lado, sentimientos de estar
agotado emocional y físicamente
(Agotamiento emocional-AE); aque-
llas que hacen referencia a una
respuesta impersonal (Desperso-
nalización-D), y las de falta de
motivación y realización por el
trabajo (Falta de realización per-
sonal y en el trabajo-FRP). Una vez
contestado se suman cada una de
las dimensiones y se ubican en un
nivel de calificación, alto, medio o
bajo (Tabla 1). Al final, toda aquella
persona ubicada en los niveles alto y
medio se le considera con Síndrome
de burn out o “quemada”.
El análisis de la información fue
únicamente descriptivo, obteniendo
frecuencias y porcentajes de ca-
da reactivo, así como de la escala
(prevalencias), mediante el pro-
grama de computo EpiInfo 6.04.
RESULTADOS:
a) Médicos familiares:
La distribución de la población
en ambas instituciones fue de 197
médicos, de los cuales 73 (37,1%)
eran mujeres y 124 (62,9%), hombres.
El médico más joven tenía 25 años
de edad mientras que el más adulto
tenía 62 años, con un promedio de
edad de 46,29 años. El grupo de edad
más numeroso fue el de 45 a 49 años
62 (37,3%). La mayoría son casados
153 (79,7%) y el 92,9% contaba con
un nivel estudios de especialidad.
Como se puede observar, no se ob-
tuvieron porcentajes del cien por
ciento en ese ítem, esto es debido a
que en su contrato de trabajo todos
eran considerados como médicos
familiares aunque no tuvieran el
grado de especialidad. La mayoría
de ellos laboran en el turno matutino
104 (52,8%). Según la antigüedad en
el puesto actual, ésta oscilaba desde
menor a un año 69: (35,0%) hasta los
28 años: 3 (1,5%), con un promedio
de 13,5 años. Con respecto a la
antigüedad en la institución desde
los menores de un año: 8 (4,0%)
hasta los 31 años: 1 (0,5%), con un
promedio de años de 16,7.
De los 197 médicos sólo un
médico no contestó la Escala de
Maslach Burn Out Inventoy. La
prevalencia para el Síndrome de
burn out en general fue del 41,8%,
distribuyéndose por dimensiones
de la siguiente manera: para AE, el
 SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO O BURN OUT EN MÉDICOS FAMILIARES Y AGENTES DE TRANSITO
31,2% (61), en D, el 8,6% (17) y para Tabla 1
FRP, el 14,3% (28) médicos (Tabla 2). Puntuaciones de la escala de Maslach Burn Out Inventory (MBI-HSS)

b) Agentes de vialidad: DIMENSIONES ALTO MEDIO BAJO

Agotamiento emocional > 27 17-26 0-16

Como ya se mencionó, la pobla-
Despersonalización > 14 9-13 0-8
ción la conformaron 875 agentes,
802 (91,6%) hombres y 73 (8,4%) Falta de realización en el trabajo < 30 36-31 48-37
mujeres. El agente más joven tenia
20 (1,0%) de edad y el mayor, 84
Tabla 2
(1,0%), con un promedio de 41,8
Porcentajes y prevalencias por dimensiones del Síndrome de burn out en los
años de edad. El grupo de edad
Médicos familiares, según la Escala de Maslach Burn Out Inventory (HSS)
más frecuente fue el de 30-39 años:
35.9% (312 personas) La mayoría Nivel de Agotamiento Falta de realización Despersonalización
estaban casados: 77.9% (675 calificación emocional personal y en el
trabajo
sujetos) y el 42.4% (359 personas)
contaban con estudios de secundaria No. % No. % No. %
En cuanto al turno laboral, un gran Alto 26 13,3 13 6,6 4 2,0
porcentaje 69,1% (604) de los
agentes trabajaba el turno conocido Medio 35 17,9 15 7,7 13 6,6
por ellos como “variable”. Respecto Bajo 135 68,8 168 85,7 179 91,4
a la antigüedad en el puesto actual,
ésta oscilaba desde menor a un
año: 96 (11,3%) hasta los 46 años: Fuente: directa Prevalencia del Síndrome de burn out: 41,8%
1 (0,1%), con un promedio de 9,7
años. Con respecto a la antigüedad Tabla 3
laboral entre los menores de un año Porcentajes y prevalencias por dimensiones del Síndrome de burn out en los
61(7,1%) a los 46 años 1(0,1%), Agentes de vialidad, según la Escala de Maslach Burn Out Inventory (HSS)
con un promedio de 13,7 años. Nivel de Agotamiento Falta de realización Despersonalización
De los 875 agentes sólo 836 calificación emocional personal y en el
contestaron la Escala de Maslach trabajo
Burn Out Inventoy. En general, la No. % No. % No. %
prevalencia para el síndrome fue
Alto 57 6,8 208 24,9 49 5,9
del 54.9%. Por dimensiones las pre-
valencias fueron las siguientes: para Medio 46 5,5 195 23,3 87 10,4
AE, un 12,3% (103 personas); en D,
Bajo 733 87,7 433 51,8 700 83,7
el 16,3% (136 agentes) y para FRP,
el 48,2% (403) sujetos (Tabla 3).
Fuente: directa Prevalencia del Síndrome de burn out: 54.9%
La comparación entre las cifras
prevalantes por dimensiones del
Síndrome y por niveles de cali- Tabla 4
ficación en ambas poblaciones de Tabla comparativa sobre prevalencias del Síndrome de burn out por
estudio puede observarse en la tabla dimensiones
cuatro. Los agentes manifestaron Nivel de Agotamiento Falta de realización Despersonalización
prevalencias del síndrome mayo- calificación emocional personal y en el
res que los médicos, sobre todo trabajo
en las dimensiones: falta de rea- Médicos Agentes Médicos Agentes Médicos Agentes
lización y despersonalización, no
Alto 13,3 6,8 6,6 24,9 2,0 5,9
comportándose igual para la de
agotamiento emocional, es decir, Medio 17,9 5,5 7,7 23,3 6,6 10,4
los médicos se encuentran más ago-
Bajo 68,8 87,7 85,7 51,8 91,4 83,7
tados emocional y físicamente que
los agentes. Fuente: directa

37
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
DISCUSIÓN
El ser humano se encuentra cons-
tantemente expuesto a una diver-
sidad de riesgos y, por ende, de
enfermedades originadas a través
de los años y del frecuente contacto
que mantienen con los medios de
producción y con la forma de or-
ganización con la que laboran.
Las estadísticas en cuanto a mor-
talidad debidas a accidentes y en-
fermedades laborales, reflejan una
realidad sumamente preocupante.
Así, una de las manifestaciones de-
rivadas de estos riesgos laborales y
que causan daños en la salud de
los trabajadores (manifestaciones
de estrés) de manera crónica, es el
llamado Síndrome de burn out o de
quemarse por el trabajo.
En los inicios sobre el tema, se
creía que el Síndrome de burn
out era exclusivo de trabajadores
insertos en organizaciones de ser-
vicios, trabajos en los que el re-
lacionarse directamente con per-
sonas es decisivo en el desempeño
de su labor, como es el caso de los
médicos y los agentes de vialidad,
en los que, por la naturaleza de las
propias tareas que realizan, éstas
requieren de una alta exigencia.
Después de cierto periodo, o se
producen los procesos claves de
adaptación y ajuste a las nuevas
tareas o surge el fracaso en el
afrontamiento de las funciones
básicas que han de desarrollarse
(Deckard, Meterko y Field,1994).
Las prevalencias reportadas en
ambas poblaciones son preocu-
pantes si las comparamos con
las reportadas por otros estudios:
el 23,4% (Restrepo et al. 2006);
21,6% (Matía et al., 2006); 44% se-
gún Palmer et al. (2005); 19,6%,
según Pereda, Márquez, Hoyos y
Yánez (2009), y 28,3% reportadas
por Ballinas, Alarcón y Lastenia
(2009).
38
Aunque existe una extensa
información sobre dicho síndrome,
estos estudios no han sido lo
suficientemente contundentes co-
mo para prestarle la importancia
que se merece. Actualmente hay
países a los que no se conoce su
existencia; sin embargo, aún en los
que sí lo conocen, no se ha podido
lograr que sea reconocido como
enfermedad laboral.
Por otro lado, las estrategias de
solución al problema dependen
de los resultados obtenidos, es
decir, de las cifras de prevalencia
por cada una de las dimensiones,
deberán implementarse dichas tác-
ticas. Así, cualquier intervención
en salud ocupacional deberá en-
marcarse en un plan general de
acción; en la actualidad, el que
pueda intervenirse en las empresas
u organizaciones respecto a los
factores psicosociales, en especí-
fico de sus repercusiones en los
trabajadores, dependerá de las exi-
gencias normativas, de la cultura
empresarial y política, de la presión
social y del nivel de calidad de vida
del país donde nos encontremos
(López y Martínez, 2008).
Afortunadamente para muchas
empresas e instituciones, el mejorar
las áreas donde el trabajador de-
sarrolla su trabajo día a día es ya
uno de los pendientes incluidos
en su lista; sin embargo, estas me-
joras también han originado que
el trabajador se enfrente a nuevos
riesgos laborales, causando en él
diversas manifestaciones en su sa-
lud, entre las que se encuentran
con muy determinada frecuencia,
además de las originadas por el
estrés, las enfermedades mentales,
las músculo-esqueléticas, los pro-
blemas respiratorios y alérgicos
como el asma, el cáncer y las enfer-
medades cardiovasculares
Carolina Aranda es Investigadora del Insti-
tuto de Investigación de Salud Ocupacional
del Departamento de Salud Pública en la
Universidad de Guadalajara.
 SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO O BURN OUT EN MÉDICOS FAMILIARES Y AGENTES DE TRANSITO
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39
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
BURN OUT Y
Prometeo 57 2010
DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
¿Quién, alguna vez en su vida,
prefirió la cama antes que levantarse
para ir a su trabajo? Este sentimiento
puede volverse patológico cuando
ese desgano se “hace presente”
cada vez con más frecuencia e
intensidad. Es entonces cuando po-
demos decir que el “síndrome de
burn out” se está manifestando.
El síndrome de Burn out (quema-
do, fundido, agotado) fue descrito
en 1974 por el psiquiatra Herbert
Freudenberger y es definido como
un proceso paulatino, por el cual
las personas pierden interés en su
trabajo, el sentido de responsabilidad
y pueden hasta llegar a profundas
depresiones que llevan a la muerte.
Desde hace 30 años se habla de que
este síndrome afecta especialmente
a todo el que tiene trato con otras
personas, como médicos, maestros,
asistentes sociales, psicólogos, orien-
tadores y promotores del Desarrollo
Humano.
Podemos decir que alguien está
quemado cuando su trabajo no le
motiva y le supone un esfuerzo casi
insoportable. El enfermo padece
un agotamiento mental, físico y
emocional que, con el tiempo, tras-
ciende a su vida personal provo-
cándole una situación de precario
equilibrio psicológico. Hoy existen
herramientas para la prevención y
la superación del síndrome, tanto
para los que corren el riesgo de
presentarlo como para los que ya lo
padecen en alguno de sus grados.
Existen varios tests para la medición
personal del burn out que nos hablan
40
de la importancia de la satisfacción
de las necesidades como medida
fundamental para su prevención. Por
ejemplo, “Análisis de Satisfacción
de Necesidades”, diseñado por
My- riam Muñoz, nos presenta
una serie de necesidades que es
indispensable analizar: fisiológicas,
de seguridad, de pertenencia, de
status y de realización.
La resolución de estos instrumentos
nos lleva a cuestionamientos
acerca de cuáles necesidades son
las que estamos atendiendo mejor
y cuáles menos, para así darnos
cuenta de cómo estamos, cómo
podemos estar mejor, y generar la
conciencia de seguir trabajando
en todo aquello que se detecta
como área de oportunidad o factor
Ana Laura Jiménez
de riesgo, aceptando el carácter
de proceso continuo y constante
que conlleva el crecimiento per-
sonal. Este análisis de nuestras
necesidades nos lleva también a
analizar estados de agotamiento
emocional, despersonalización y
de autorrealización. Para realizar
este trabajo conviene recordar
algunos principios que están en
la base del enfoque humanista y
más concretamente del, Desarrollo
Humano. Desde ahí definimos
la salud como “la promoción
de la satisfacción integral de las
necesidades del ser humano”, y
podemos equiparar esta definición
con la autorrealizacion.
Una vez satisfechas tus necesi-
dades biológicas imperativas, (que
no dependen de tu voluntad) las
demás dependen de la persona: ¿a
cuál le dará más importancia, a las
psicológicas, a las sociales, a las
espirituales? Maslow y su pirámide
nos iluminó sobre las necesidades
humanas. Cada quien tiene su
propia pirámide. Nadie es pauta de
nadie.
La dinámica de satisfacción o
frustración de las necesidades es
la misma partiendo siempre de una
antropología de base que considera
a la persona como una unidad con
cuatro dimensiones: bio-psico-
social-trascendente o espiritual.
El Desarrollo Humano no es
auténtico si no es integral, es de-
cir, si no facilita la satisfacción

integral de las todas las necesidades
humanas. En el enfoque humanista,
el elemento motivador de primer
orden es nuestra propia tendencia
a la autorrealización. Desde el
punto de vista psicoanalítico, la
mayor parte de la conducta no
está motivada por la destrucción
sino por el eros. Nosotros diríamos
que estamos motivados por algo
superior que es la tendencia natural
al crecimiento o tendencia natural
hacia la autorrealización. Rogers
nos dice que esta tendencia ni fue
aprendida ni tampoco puede ser
extinguida.
La tendencia hacia la auto-
rrealización se manifiesta en las
necesidades del ser humano. Estas
necesidades son: fisiológicas: inhe-
rentes al organismo en cuanto físico,
químico y biológico; psicológicas:
en éstas hay dos que destacan: la
necesidad de saber, de conocer y
la necesidad de amar y ser amado;
necesidades sociales, y necesidades
trascendentales, éstas incluyen as-
pectos que van más allá de lo que
podemos responder con la ciencia,
con la razón. Maslow nos dice
que estas necesidades son muy
importantes, por lo tanto tienen que
ser desarrolladas y satisfechas.
lo que promueve el autén- tico
desarrollo humano es la satisfacción
de las ne- cesidades básicas, total e
integradamente, de mí y de todos
los que me rodean, es decir, la
autorrealización del ser humano.
En la cultura actual se ha dado
mucha importancia a las nece-
sidades biológicas, cada vez más a
las psicológicas y a las sociales, pero
por lo general no se ha atendido
a las necesidades espirituales o
trascendentes.
Si desde el Desarrollo Humano
podemos decir que el burn out es
lo contrario a equilibrio, equi-
librio entre el desarrollo de todas
nuestras dimensiones, equilibrio
en la atención a la satisfacción
de todas nuestras necesidades,
muy probablemente el burn out
de muchos de nosotros puede ori-
ginarse en el hecho de que nuestra
dimensión espiritual o nuestro
espíritu quedó olvidado. Muy
probablemente sobreexplotamos
nuestra energía intelectual, pero
en nuestra dimensión espiritual se
ha ido creando un vacío.
ESPIRITUALIDAD AUTÉNTICA
Y REALIZACIÓN PERSONAL,
PROFESIONAL Y SOCIAL
La realidad no solamente es em-
pírica, es decir, la que captamos por
nuestros cinco sentidos; existe «otra
dimensión de lo real» o dimensión
sagrada de la existencia, que creemos
es necesaria e imprescindible para
la auténtica “realización personal
y social” y que hoy demanda la
especie humana y el planeta entero.
Esa «segunda dimensión de lo real»
o, mejor dicho, esa distinta manera
de ver, de experimentar, de conocer
y de entender, de sentir y de vivir
la única y misma realidad, es aún
más necesaria e imprescindible
en nuestra actual sociedad y
cultura dinámicas, de cambio e
innovación continua, que en los
anteriores modos de sociedades
estáticas y pseudoestáticas. Se tra-
ta de la realidad que trasciende
toda necesidad e interés, todo
conocimiento interesado y egocen-
trado por sutil que éste sea, que
trasciende, pues, todo concepto. Una
realidad que ni ojo vio, ni oído oyó
ni pasó por el pensamiento humano
y sin embargo, que conocemos con
nuestro entendimiento y percibimos
con nuestros sentidos; mejor aún,
que conocemos con todo nuestro
ser y desde todo nuestro ser. Se
trata de la realidad, de la única que
existe, pero total y vista como ella
es. Es la realidad de aquí y de ahora,
la realidad de siempre, la única,
pero en su plenitud y totalidad, ex-
perienciable en el tiempo, y a la vez,
BURN OUT Y DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
liberada de él, sin preocupación
por el tiempo y la eternidad, por
el más allá y por la vida después
de la muerte. Por ello tampoco
tiene la necesidad de postular otro
mundo, otra realidad, y una vida en
términos de duración eterna en ella.
Al tratarse de la realidad única,
y vista ésta desde su unicidad y
totalidad, no hay dualismo posible
de realidades, la realidad humana,
económica, social, política y cul-
tural de cada día, con sus contra-
dicciones, problemas y retos, y la
realidad “espiritual”, la realidad
vista desde la contemplación.
Se trata de la realidad una, vista
desde la visión más plena y total,
una realidad donde no hay lugar
para visiones dualistas, del tipo
material/espiritual, medio/fin, más
importante/menos importante, si-
no únicamente para la realización
humana, realización en términos
de lo más pleno y total a lo que se
pueda aspirar.
Si la especie humana pierde esa
dimensión sagrada de la existencia
que siempre le ha proporcionado sa-
biduría, respeto, veneración y amor
por todo lo que existe, y que siempre
ha sido una vivencia planificante y
beneficiosa para la vida toda, si la
pierde, cabe preguntarse: ¿podrá
manejar y utilizar acertadamente
el poderoso instrumental científico-
tecnológico del que ahora dispone?
Instrumental capaz de destruir el
proceso de la vida en el planeta y
de aniquilar el equilibrio de todos
los ecosistemas. Y capaz, también,
de manipular perversamente la
comunicación y la convivencia de
toda la humanidad.
Es más, sin un acceso claro a esa
«dimensión otra» de lo real, ¿cómo
podría el hombre mantenerse en
equilibrio psíquico, individual y
colectivo, en una sociedad en con-
tinuas transformaciones sociales,
económicas, políticas, científi-
cas y axiológicas? Es preciso ha-
41
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
cer desarrollar la visión de esa
otra dimensión de la existencia
y de lo real si no queremos que
el proceso de la ciencia y de la
tecnología se desboque y, falto de
control y dirección, explote, casi
automáticamente, todas sus po-
sibilidades, sean buenas o malas;
es preciso hacer pie en esa otra
dimensión si no queremos que el
poder de nuestro saber deje de ser
un instrumento al servicio de la
vida y del hombre, y se convierta
en un aprendiz descontrolado.
DESARROLLO ESPIRITUAL NO ES
DESARROLLO RELIGIOSO
Al desarrollo de la dimensión
espiritual, sin embargo, con fre-
42
cuencia se le ha confundido con
un desarrollo religioso, identificado
con una serie de creencias y de ritos.
Vemos que desde los finales del
siglo XX, las religiones han vuelto a
mostrarse con una fuerza renovada
pero, tal vez, más peligrosa que
nunca”, ya que estamos asis tiendo,
a un resurgir y brotar emotivo,
eufórico, muy apasionado, funda-
mentalista, fanático, sectario y
hasta violento y terrorista, de rea-
vivamientos y reivindicaciones
religiosas, particularmente en los
monoteísmos cristiano e islámico.
Esto puede deberse a que, dado el
desencantamiento del mundo y la
desaparición de los mitos –que en
otro momento fueron el fundamento
de valores y principios universales,
el sentido existencial de grandes
masas de la población mundial aún
existente–, la visión e interpretación
del mundo perdió profundidad, la
convivencia humana se trivializó y
la comunicación se redujo a mera
información.
Por ello, para esas grandes
masas de la humanidad actual,
con mentalidad y visión aún
mítico-simbólica, la vida humana
integral y el cosmos han perdido
su atractivo, su grandiosidad ad-
mirable y maravillosa, su verdad y
belleza radicales; han perdido su
capacidad de hacerles vibrar y darle
sentido a sus vidas, siendo ello algo
indispensable para su “realización
plena”. De ahí su búsqueda, su
retorno y refugio, su entrega apa-
sionada y su compromiso radi-
cal para con las religiones de
«creencias», que son las únicas que
conocen y las únicas que les ofrecen
las iglesias y los líderes de las ins-
tituciones representantes de las
tradiciones religiosas dominantes.
Sin embargo, no obstante que este
tipo de religiosidad de “creencias”
gozará todavía de larga vida, irán
decreciendo cada vez más de-
pendiendo de la velocidad y de la
fuerza con que, en cada conjunto,
sector y grupo social concreto, se
vayan imponiendo los inevitables,
irreversibles y arrastradores valores,
la visión y práctica del nuevo pa-
radigma sociocultural que surge
a partir de la segunda revolución
industrial. No obstante lo anterior,
cuando se leen los maestros reli-
giosos desde los paradigmas y
patrones de nuestras sociedades
dinámicas, se puede comprender
con toda claridad que su enseñanza
es desconcertantemente sencilla
y fascinante. Dicen que, en el
hombre, hay dos posibilidades de
conocer, sentir y vivir la realidad:
la que podemos tener desde nuestra
condición de seres necesitados, que
es una perspectiva egocentrada que

toma la estructura de necesidades,
y que es el yo, como punto de re-
ferencia; y la que podemos tener más
allá de esa condición necesitada,
como si no existiera ese centro de
necesidades como referencia. Esta
segunda perspectiva es la espiritual.
Cuando nos hacemos capaces de
callar la modelación que la ne-
cesidad hace de todo, se nos hace
evidente un nuevo e insospechado
conocer y sentir desde ese silencio.
Entonces podemos conocer y sentir
como testigos imparciales de esta
inmensidad; entonces podemos
comprender que hay mundos sobre
mundos en la realidad; entonces
nace un nuevo e incondicional in-
terés por todo, que goza con todo
y se reconcilia con todo.
La invitación que hacen los
maestros a vivir esta otra dimensión
de la realidad, no es una invitación
a someterse y creer, sino una in-
vitación a verificar por sí mismo.
Durante mucho tiempo operamos
como si el conocimiento humano
valioso fuese uno, y éste, de carácter
racional, lógico, argumental; el co-
nocimiento que suele conocerse
como cartesiano. Si bien este tipo
de conocimiento no era el único
conocido, sí que era visto como
el fundante de todos los demás, y
en este sentido ejercía un dominio
despótico sobre el resto. En la so-
ciedad y la cultura actuales ya no
vemos así las cosas. Cada vez nos
estamos habituando más a pensar
en términos de “racionalidades” di-
ferentes, filosófica, científica, tec-
nológica, moral, estética…, cada
una con la capacidad de validarse
a sí misma.
En Occidente hay un escepticismo
generalizado y abrumador con res-
pecto a las religiones organizadas,
incluso entre las personas prac-
ticantes. Hoy podemos comprender
mejor que la «crisis religiosa» o las
«crisis de las religiones» de las que
frecuentemente se habla, se opina
y se especula en distintos niveles y
medios de la opinión pública actual,
no es simplemente un rechazo
indiscriminado y visceral a todo lo
que signifique Dios, trascendencia
o espiritualidad. Se trata, más espe-
cíficamente, de un rechazo cultural
razonable y comprensible por
parte de las personas, los grupos
y las sociedades que pertenecen y
responden –consciente o incons-
cientemente– al paradigma cultu-
ral-programador de la segunda
industrialización en el que están
inmersos. Rechazo razonable y com-
prensible, además, por la forma
proselitista y la manera empecinada
en que las iglesias y los movimientos
religiosos hegemónicos les presen-
tan, les transmiten y viven una
religiosidad de «creencias». Lo
que está en crisis, entonces, no es
la religión o la espiritualidad en
general e indiscriminadamente,
sino la religión de «creencias» en
particular.
QUÉ ES Y QUÉ NO ES UNA
ESPIRITUALIDAD AUTÉNTICA
La espiritualidad auténtica no
se busca como respuesta a “ne-
BURN OUT Y DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
cesidades” sentidas ni como so-
lución a problemas, pero tiene,
sin embargo, muchas ventajas. No
requiere ser religiosa, al contrario,
es profundamente secular. Por
ello puede adoptar las formas más
variadas, teístas y no teístas, mono-
teístas y no monoteístas, religiosas
y profanas. Su validez no está en
las formas que puede adoptar y que
históricamente ha adoptado, sino
en la naturaleza misma del espíritu
humano. Consecuentemente no es
dogmática, jerárquica, autoritaria,
excluyente. Es profundamente lai-
cal y ecuménica, universal. Es crea-
dora, libre y plural.
¿Esta espiritualidad existe, es po-
sible? Esta espiritualidad no sólo
es posible, sino que ha existido
desde los pueblos cazadores,
desde que estos pueblos crearon
los rituales chamánicos como
rituales para cambiar la condición
ordinaria del ser humano. Desde
entonces, aunque nunca en forma
dominante, no ha dejado de existir.
El cultivo de esta espiritualidad lo
atestiguan todas las grandes tra-
diciones de sabiduría y todas las
grandes tradiciones religiosas. Es
la espiritualidad conocida como
contemplación, camino interior,
iluminación, experiencia mística,
presente en todas las religiones.
A esta espiritualidad se hace
referencia cuando se habla del
«ojo de la contemplación» (ocu-
lus contemplationis) u «ojo del Es-
píritu» como contrapuesto al «ojo
de la carne» (oculus carnis) y al
«ojo de la mente» (oculus mentis),
haciendo consistir el ejercicio de
la espiritualidad sobre todo en el
primero.
No solamente es posible y ha
existido, sino que, hoy, es la única
forma de espiritualidad creíble,
vista ésta desde la nueva cultura.
Al no ser creíble la religión de
creencias, ésta es la única espi-
ritualidad coherente con la nueva
cultura y la nueva sociedad, que
43
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
viven del conocimiento. Ésta es la
espiritualidad llamada a emerger
de la crisis; espiritualidad anti-
gua como vemos y, a la vez, pro-
fundamente nueva, capaz de resistir,
por así decir, la crisis actual, porque
no tiene nada de creencia. Es co-
nocimiento y experiencia puros,
gratuitos, totalmente desinteresados,
desegocentrados, no dualistas.
La “espiritualidad auténtica”
es la plena y máxima realización
humana y, por consiguiente, la
experiencia suprema de “la calidad
de vida”.
Algunos aspectos y elementos más
importantes propios del concepto
de “espiritualidad auténtica”:
1. La espiritualidad auténtica
como un valor necesario en la nue-
va sociedad y cultura de cambio
continuo, de conocimiento y de
información. Tanto los logros y los
éxitos como los peligros y fracasos
en la construcción de los nuevos
programas, proyectos, objetivos
y metas de convivencia con sen-
tido verdaderamente humano y
humanizador, necesarios para
garantizar la vida –tanto a nivel
personal como colectivo, de la
especie humana y del planeta en
su conjunto–, dependen primor-
dialmente de la “autenticidad” de
los valores, de las motivaciones
profundas y las propuestas con-
cretas de finalidades últimas que
consigan construir y desarrollar sus
creadores. Todo esto lo aporta una
espiritualidad auténtica. Y puesto
que la “espiritualidad auténtica”
lo es en función de perpetuar, pre-
servar y mejorar la calidad de vida
humana en todos sus aspectos y
dimensiones, esto es, de «la vi-
da humana integral» en cuanto
responsable ella, a su vez, de todas
las demás formas de vida planetaria,
es, precisamente, “la espiritualidad
auténtica” la que puede producir
44
una calidad de vida humana integral,
un nuevo valor que surge como
criterio principal, como paradigma
axiológico universalmente acep-
tado y racionalmente validado en
esta nueva sociedad y cultura de
conocimiento. Podemos decir que
la espiritualidad auténtica es hoy el
criterio principal, más importante y
más determinante al que se puede
apelar en última instancia, para
validar, legitimar y apoyar todo pro-
yecto, programa o actividad –de
carácter público o privado– que se
precie verdaderamente de humano
y humanizador.
2. La “espiritualidad auténtica ”
como el valor y el criterio axiológico
más abarcador y representativo de
la «segunda generación de ideo-
logías»
La espiritualidad auténtica se tra-
ta de un concepto-valor y de un
criterio axiológico no cerrado ni
restringido, es decir, con muchas
acepciones. Ciertamente, no es
unívoco pero tampoco equívoco,
ya que tiene sentido y relación con
infinidad de elementos, aspectos,
significados y situaciones humanas.
Y, por otra parte, en todos los
casos que se menciona o se apela
a “espiritualidad auténtica”, este
concepto-valor aparece y se utili-
za siempre en sentido positivo,
humanizante, beneficioso, de pro-
vecho para la vida humana y del
planeta en sus infinitos aspectos
y formas. Es decir, se trata de un
concepto-valor esencial y prioritario
para defender, para mejorar y para
desarrollar la vida humana en todos
sus aspectos, ámbitos, dimensiones
y niveles provechosos, y, junto a ello,
también de todas las demás formas
de vida y desarrollo ecológico en
nuestro planeta.
De ahí, precisamente, su ca-
rácter sui generis, polisémico,
pluridimensional, abierto, no uní-
voco, pero tampoco equívoco o
contradictorio. Incluso, se podría
calificar como un criterio-valor
«comodín», en la medida en que
se emplea y sirve para incluir o
relacionar «casi todo». Pero, «casi
todo» lo positivo, humanizador
y beneficioso que contribuya o
constituya a aquello que es lo más
importante, prioritario y necesario
para preservar, mejorar y desarrollar
la vida humana en todas sus di-
mensiones y, con ella, el destino
de todo lo que vive en nuestro
planeta.
Por todo ello, pues, el concepto-
valor “espiritualidad auténtica”
refiere, contiene y significa siem-
pre el modo, la dimensión y el

nivel supremo u óptimamente
deseado y deseable para lograr la
mejor subsistencia y convivencia
humanas, y, con ellas, las mejores
condiciones para todas las demás
formas de vida planetaria.
Y es por eso que hoy resurge,
se legitima y se acepta, en la
nueva sociedad y en la cultura de
conocimiento, como el valor y el
criterio axiológico supremo y más
determinante para que, en todos
los órdenes, niveles y ámbitos, se
garantice y se desarrolle al máximo
deseable y posible la vida de los
seres humanos y del planeta en
su conjunto. Y es, también por
esto, un criterio-valor relacionado,
entendido y enmarcado siempre
en perspectiva axiológica y moral,
en función de proteger y defender,
real y concretamente, la vida en
todas sus formas. Las cuestiones
axiológicas más importantes y tras-
cendentales para la vida humana y
planetaria en la nueva sociedad y en
la cultura de conocimiento, están
estrechamente vinculadas con las
características y propiedades de «la
segunda generación de ideologías»,
propias del paradigma cultural
programador de esta sociedad y
cultura dinámicas, de creación e
innovación continuas. Ideologías
que no solamente hacen posible,
válida, justificable y necesaria la
“espiritualidad auténtica”, como
el concepto-valor más abarcador
y el criterio axiológico supremo
en la nueva sociedad y cultura
dinámicas, sino que, a su vez, es
por este pluridimensional con-
cepto-valor sui generis, que ellas
se muestran como realmente fac-
tibles, válidas y necesarias. Ello,
precisamente, porque es en todo
lo que significa e implica “la
espiritualidad auténtica”, en donde
dichas ideologías se justifican, se
concretan y se materializan ple-
namente.
Por todo lo expuesto vemos, pues,
que solamente la “espiritualidad
auténtica” puede guiar a las mismas
creaciones científicas y tecnológicas
de la nueva sociedad y la cultura de
conocimiento en auge, así como a
la organización socio-económica
y político-cultural que nos demos
como personas, como colectivos
y como especie. Solamente ella
podrá guiar la creación e inno-
vación de sistemas, de planes e
instituciones, de programas, de pro-
yectos y de actividades para una
vida verdaderamente humana y
humanizadora. Solamente de ella,
como valor de valores, dependerá
también el tipo de ciencias y tec-
nologías que construyamos y lo que
haremos con ellas.
3. La “espiritualidad auténti-
ca” como sinónimo de «lo bueno»,
«lo mejor», «lo óptimo», de «vida
digna», de «vida humana de cali-
dad».
La espiritualidad auténtica puede
ser hoy aquello más provechoso y
deseable para favorecer, proteger,
mejorar y desarrollar la vida hu-
mana de la manera más plena,
sublime y máxima posible. Por ello,
se constituye en un valor y en un
derecho humano consubstancial
a la «dignidad humana» misma;
y, en este sentido, equivalente
a la «vida más digna» de cada
persona, de todos y cada uno de
los seres humanos, incluida su res-
ponsabilidad para con las demás
formas de vida planetaria.
BURN OUT Y DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
Por ello, se trata de un concepto-
valor y de un criterio axiológico
muy especial y sui generis que re-
fiere y apunta a «la vida misma»,
a la cual evoca, asume y defiende
en su plenitud. Sólo “la calidad de
vida” podrá guiar con acierto el
diseño, la creación y el desarrollo
de verdaderos sistemas, planes, ins-
tituciones, programas y proyectos
que garanticen y promuevan la
vida en todas sus formas y mani-
festaciones.
4. La “espiritualidad auténtica”
como la la suprema experiencia
humana.
La espiritualidad auténtica cons-
tituye la suprema experiencia hu-
mana, resultado de un proceso de
desarrollo continuo que lleva a
la plenitud y a la autorrealización
de la persona. Es en la vivencia
profunda y en la experiencia radical
de esta “espiritualidad auténtica”
donde se alcanza y logra, como en
ninguna otra forma de experiencia
y conocimiento humano, “la plena
calidad de vida”.
La “espiritualidad auténtica” es
la realización última, plena y total
del ser humano. Es la experiencia
más alta que el ser humano puede
hacer. Es la experiencia más su-
blime del amor desinteresado y de-
segocentrado, de la gratuidad total y
absoluta. Únicamente en la vivencia
de esa “auténtica espiritualidad”
creo que es posible lograr el modo,
la dimensión y el nivel supremo
y óptimo de la «vida humana de
calidad», de «la vida humana más
digna» posible. Y con ella, la mejor
forma de subsistencia, de existencia
y de convivencia humanas en todos
los ámbitos y órdenes de la vida
social, y las mejores condiciones
para todas las demás formas de
vida planetaria. Tan es así, que para
Mariano Corbí están unidas tan
íntima y complementariamente “la
calidad de vida” y “la espiritualidad
45
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
auténtica”, que constituyen dos
aspectos de una misma realidad,
a la cual denomina como la
“gran calidad humana”. Y así nos
dice: “Sin una auténtica y pro-
funda calidad humana de indi-
viduos y grupos, difícilmente
tendrá Occidente otro motivo
que vaya más allá del miedo para
dedicar todo su poder económico,
tecnológico y político para resolver
el problema de los pueblos subde-
sarrollados. Y el miedo es un motivo
insuficientemente poderoso para
esa ingente tarea”.
Pero aclaremos, la “espiritualidad
auténtica” no equivale ni puede
reducirse a la sola moralidad, al buen
comportamiento, a hacer buenas
obras, ya que si bien no excluye a la
«buena moralidad», no es reductible
ni equivalente a ella. Puesto que
lo moral, «la buena moralidad»,
si bien impele y compete a todos
los seres humanos «con uso de
razón» como tradicionalmente se
ha dicho, es decir, por poder ejercer
racionalmente su libre albedrío y su
responsabilidad personal siempre
que hay que elegir y decidir en-
tre valores que humanizan o anti-
valores que deshumanizan, ello
se hace, casi siempre, desde la
egocentración y la conveniencia
interesada del yo. En el ámbito
moral, lo más determinante y
prioritario es el esfuerzo –siempre
noble, loable y deseable– de que
la recta razón y la buena voluntad
disciernan y decidan qué es lo más
importante y conveniente, en cada
caso concreto, pero, precisamente,
para los intereses y los beneficios
de quien decide. Decisiones que se
toman de acuerdo a un fin último,
a una definición, a una dirección
o a un ordenamiento axiológico
previamente establecidos como lo
mejor o más deseado y apetecido
en cada decisión concreta. Pero,
casi siempre, ese discernimiento
y esa decisión moral no surgen
ni se toman desde una vivencia y
46
experiencia de la gratuidad, de la
desegocentración y el desinterés,
desde la “espiritualidad auténtica»;
sino que son, más bien, casi
siempre interesados, egocentrados,
calculadores y en función de algún
fin, de los apegos de cada persona
o grupo.
Mientras que la“espiritualidad
auténtica” es la forma o manera plena
de ser y de vivir, más que de hacer
y de comportarse «bien» siguiendo
determinadas normas, reglas, leyes,
mandatos, reglamentos, códigos y
demás criterios específicos de con-
ducta, previamente establecidos por
la razón crítica como los correctos
y apropiados.
5. La “espiritualidad auténtica”
como estilo completo de vida.
La espiritualidad auténtica es
una actitud profunda y última an-
te la vida y ante la realidad, que
involucra y transforma radicalmente
a toda la persona (alma y cuerpo,
lo material e inmaterial que so-
mos), en tanto esa persona ha
intuido, ha captado, ha entendido
y ha experimentado, es decir, se
ha convencido por experiencia
propia y vivencia incomparable,
que lo más importante, lo más
determinante y fundamental en
la vida humana –para vivirla a
plenitud, pletóricamente– es su-
perar y trascender el egoísmo, la
egocentración individualista, la ego-
latría codiciosa e insaciable.
6. La “espiritualidad auténtica”
como la comprensión de lo que
estamos llamados a ser.
La “auténtica espiritualidad” es
comprender y vivir a cabalidad ple na
lo que realmente estamos capacitados
a ser: seres para la comunicación,
la comunión, la fraternidad, la
cooperación y la solidaridad amo-
rosas, recíprocas, armoniosas y de-
sinteresadas con todos los demás
seres del planeta, con el planeta todo

y el universo entero. La “auténtica
espiritualidad” es comprender y ex-
perimentar que la existencia que
tenemos, que la vida que disfrutamos,
que la salud de que gozamos, que la
naturaleza y todas las demás bellezas
infinitas que nos rodean son regalo,
son obsequio gratuito, son gracia y
amor desinteresado, y que son para
todos los seres humanos junto a todas
las demás especies vivientes por
igual. Es comprender y sentir que, en
la medida en que el «yo» egoísta y
egocentrado –cuando no egolátrico–
se apropia o destruye lo que es
necesario para la vida buena de los
demás vivientes, está destruyendo sus
vidas, la propia y la de los sistemas
ecológicos en general. Es, en síntesis,
la experiencia más profunda, plena
y suprema que el ser humano puede
hacer y ser. Por ello, el ser humano
egoísta, egocentrado y encerrado
en sí mismo no puede ser el sujeto
ni el criterio-valor fundamental ni
determinante de la moralidad, por
cuanto se instauraría una moralidad
egoísta y egolátrica, centrada en el
poder del más fuerte, en la ley de la
selva. Lo cual, por supuesto, no anula
la intrínseca dignidad humana de
cada persona, por inmoral que sea,
pero no puede ser esa inmoralidad,
precisamente, el criterio-valor moral
«central» que determine y subordine
el comportamiento moral de los
demás.
Finalmente, por la radicalidad,
por la profundidad última y por
la transformación absolutas que
para la realización plena de la vida
humana conlleva y opera la vivencia
espiritual auténtica, es por lo que
todas las dimensiones y ámbitos
de la vida personal son asumidos,
sentidos y vividos desde esta nueva
y diferente manera de ver, de sentir y
de entender la vida y la realidad total.
Todo, absolutamente todo, adquiere
una perspectiva y una tonalidad
diferentes desde esta nueva vivencia
de la gratuidad total y del pleno amor
desinteresado que, en las tradiciones
monoteístas, es Dios.
Por todo esto, y entendiendo la
“auténtica espiritualidad” desde
otra perspectiva que trasciende
a los monoteísmos religiosos, pe-
ro sin excluirlos, bien se puede
entender por Espiritualidad en
sentido general: la forma o tipo de
conocimiento que experimentan
con todo su ser, que viven y que
testifican de distintas maneras y
en diversos grados, todas aquellas
personas que sincera y radicalmente
optan por –y viven– el proceso
de llegar a la “iluminación”, la
“contemplación”, la “experiencia
mística” o la “santidad”, a través
de las distintas propuestas de es-
piritualidad o formas, tanto re-
ligiosas como laicas, de «camino
interior». Y ello, a lo largo de la
existencia de toda la humanidad.
ESPIRITUALIDAD AUTÉNTICA Y
BURN OUT
A efecto de tener una comprensión
más amplia de la relación que
hay entre Burn out y “auténtica
BURN OUT Y DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
espiritualidad” es importante cono-
cer más extensamente lo que varios
profesionales de la psicología trans-
personal y del desarrollo humano
transpersonal nos dicen:
La espiritualidad auténtica puede
considerarse hoy como lo más real
y pertinente: la realización más
plena y total del ser humano. Una
realización que, por serlo, significa
quietud, descanso, felicidad, en
fin, la condición de quien ha
logrado su fin y alcanzado su
destino; todo lo contrario de un
ser enajenado. Un ser humano
plenamente espontáneo, creativo,
libre, que coincide con su ser. Un
ser humano dueño y soberano de sí
mismo. La espiritualidad, para que
sea tal, esto es, realización plena y
total del ser humano, tiene que ser
experiencial, pero tiene que tratarse
de la experiencia última, específica,
irreductible a ninguna otra. Y esta
experiencia no es otra que la de la
gratuidad. Cuando decimos última
estamos hablando en términos de
calidad humana: la experiencia
espiritual es la experiencia de ma-
yor calidad humana que pueda
realizarse, es lo humano último. En
este sentido, por definición, cual-
quier experiencia que no sea última
ni de lo último, como por ejemplo
toda experiencia interesada y ego-
centrada, por sentida, última y
experiencial que sea, nunca será
una experiencia espiritual auténtica,
no será una espiritualidad digna de
este nombre. Por sutil que sea la
forma, siempre se tratará de una
búsqueda del propio yo, siempre si-
guiendo el mecanismo del interés
y del deseo y, en última instancia,
de la necesidad, aunque se trate
de una necesidad espiritualmente
creada. El ser humano es capaz de
más, es capaz de un desinterés y
desegocentración total. Éste es el
estado en donde se hace posible la
experiencia propiamente espiritual.
Si se trata de una experiencia
última, en el fondo una dimensión
47
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

o condición de existencia, sería

irreductible a ninguna otra. Esto REFERENCIAS
es lo que sucede en la verdadera
espiritualidad. Las demás, ya lo Lafarga J. (2004) Conferencia Desarrollo humano y manejo de la Salud y de la Frustración,
vemos, se trasvisten de aquello a sustentada en Enero de 2004.
lo que en el fondo se reducen, de
sentimiento metafísico, ético, mo- Bomms S. (2005) Burn out: Running on Empty, American Mind.
ral, estético, incluso de religión.
Porque no son la experiencia última Freudenberger H. y Rechelson G. (1980) Burn-out: the high cost of high achievement,
ni de lo último. American Mind.
Por todo ello, bien se puede
afirmar que nada hay más impor- (2006) The Burn-out cycle, Scientific American Mind, 17 (3), pp.
tante, más trascendente, más atra-
yente, más admirable y más ne- Corbí M. (2001) El camino interior, Barcelona, Del Bronce.
cesario en y para la nueva sociedad
y cultura de conocimiento que sa- Jäger W. (2008) Sabiduría de occidente y oriente, Bilbao: Desclée de Brouwer.
ber apreciar, destacar, estimular y
promover el logro y la importancia Wilber K. (2008) La visión integral, Barcelona: Kairós.
de esta “espiritualidad auténtica”,
en su íntima relación y como Rabat-Zin, J. (2004)Vivir con plenitud las crisis, Barcelona: Kairós.
suprema realización de la “calidad
de vida” plena. Tolle, E. (2006) Un nuevo mundo ahora, Barcelona: Grijalbo.
La espiritualidad auténtica es este
tipo de experiencia humana plena
que hace posible la suprema y
óptima “calidad de vida”, se cons-
tituye así en el mejor antídoto para
el burn out y se convierte hoy en
requisito necesario e imprescindible
para poder mostrar y manifestar,
para testificar, buscar y conducir,
a esa dimensión profunda y última
de la vida que es la gratuidad y el
amor desinteresado. Gratuidad y
amor que conllevan a la práctica
concreta de la solidaridad, de la
justicia y de la paz entre las per-
sonas, las naciones y los ecosistemas
planetarios

Ana Laura Jiménez es egresada de la Maestría

en Desarrollo Humano con especialidad
en Orientación y Desarrollo Humano Fa-
miliar; Licenciada en Ciencias Teológicas,
cuenta también con el Diplomado en
Desarrollo Transpersonal y es miembro de la
Asociación Teológica Mexicana. También es
Fundadora del Centro de Estudios Superiores
de Desarrollo Humano Familiar, A. C. y
facilitadora de Grupos de Crecimiento
Espiritual.

48

EL SÍNDROME DE DESGASTE EN CONSEJEROS
QUE TRABAJAN CON PERSONAS
QUE VIVEN CON VIH-SIDA
El constante incremento en el nú-
mero de personas que viven con VIH-
Sida (como se identifica actualmente
a las personas portadoras del virus
de la inmunodeficiencia humana)
en México, han obligado a las auto-
ridades sanitarias a implementar
programas de atención integral
que incluye la atención emocional
de las personas que viven con esta
enfermedad. Estos programas no
sólo deben enfrentar la problemática
inherente a un problema de salud
de la magnitud del Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida (Si-
da), sino que es cada día más evi-
dente la presencia del Síndrome de
Desgaste en el personal de salud
o en los consejeros que enfrentan
cotidianamente los diversos factores
asociados al Sida. Esto se pudo
constatar en el estudio realizado
con 26 consejeros del Programa de
Consejería y Diagnóstico Voluntario
(PCDV), a través de grupos focales y
de la aplicación del Maslach Burn
Out Inventory (MBI), para identificar
los factores asociados a la presencia
del Síndrome de Desgaste, así como
los aspectos que pueden ayudar a
evitarlo o superarlo. La propuesta
de este artículo se basa en esos ha-
llazgos.
La presencia del Síndrome de
Desgaste en una persona com-
prometida en el cuidado y la pre-
vención del Sida, para el control
de la transmisión y la calidad de
vida de las personas que viven
con VIH-Sida es muy relevante,
pues puede significar que, al verse
comprometido el funcionamiento
óptimo del consejero, se vea afec-
tada la calidad de la ayuda que
preste, lo que implicaría que no
se cumplieran los objetivos de su
función como consejero.
El término Burn out o Síndrome
de Desgaste fue utilizado por pri-
mera vez por el psicólogo clínico
Freudenberger en 1974 (Cairo,
2002) y se ha popularizado en
ciertas áreas debido al incremento
de casos de desgaste laboral en
las últimas cuatro décadas, siendo
los profesionales de la salud las
personas que lo presentan con mayor
frecuencia. Maslach y Jackson (Gil-
Monte y Peiró, 1997) lo definen
como la presencia de una serie de
actitudes y sentimientos negativos
hacia las personas con las que se
trabaja y hacia la actividad que se
realiza.
La mejor manera de entender el
Síndrome de Desgaste es a partir
de una perspectiva psicosocial
que considera al Síndrome como
un proceso que se desarrolla por
la interacción de aspectos del
entorno laboral y características
personales. Es un proceso a partir
del cual la persona busca adaptarse
a las situaciones laborales que le
provocan estrés. De acuerdo a
cada persona, ésta va presentando
sentimientos de desorientación
profesional, desgaste y labilidad
emocional, sentimientos de culpa
EL SÍNDROME DE DESGASTE EN CONSEJEROS QUE TRABAJAN CON PERSONAS QUE VIVEN CON VIH-SIDA
Patricia García
por la falta de éxito profesional,
frialdad o distanciamiento emocio-
nal, así como aislamiento.
El Síndrome de Desgaste y el
funcionamiento óptimo de la
personalidad
En la literatura revisada acerca del
impacto que el Síndrome de Desgaste
tiene en la persona se señala una
serie de aspectos que afectan a la
persona que no está funcionando
en plenitud. Al respecto, Rogers
(1961) desarrolló una serie de
planteamientos alrededor de lo que
llamó el funcionamiento óptimo de
la personalidad. El funcionamiento
óptimo de la personalidad se
presenta en una persona que está
en estrecha relación con sus nece-
sidades, que reconoce la capacidad
de su organismo para definir lo que
para ella está bien y, si se equivoca,
puede integrar esta equivocación
como parte de su aprendizaje.
Además, se relaciona con las per-
sonas y con su medio ambiente
abiertamente, sin utilizar recursos
defensivos o estereotipados, es de-
cir tiene la capacidad de entrar en
contacto con el otro de una manera
sana. Esta capacidad de estar en
contacto consigo mismo y con los
demás se ve afectada con la pre-
sencia del Síndrome de Desgaste,
ya que la persona que lo sufre
presenta problemas de autoestima
y de despersonalización, es decir
no se relaciona abiertamente con
los demás; su conducta se vuel-
49
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
ve estereotipada. En el caso de
los consejeros que trabajan con
personas que viven con VIH-Sida,
su atención a quienes solicitan su
servicio se vuelve distante, fría; en
estos casos los consejeros se limitan
a proporcionar información general
sin considerar las necesidades o
características individuales de cada
una de las personas con las que
trabajan. Más aún, esta situación
se puede generalizar a sus demás
relaciones interpersonales.
Las características de una relación
de ayuda
Generalmente, cuando se habla
de un trabajo clínico de ayuda, el
terapeuta tiende a preguntarse so-
bre la mejor técnica que se puede
utilizar para proporcionar la ayuda
que se le está solicitando y, en
cierta manera, se responsabiliza
del proceso terapéutico dejando al
cliente o paciente el papel de un
ser pasivo en su propio proceso de
sanación.
Por el contrario, el enfoque cen-
trado en la persona deja un espacio
de actividad al cliente en la relación
terapéutica. La teoría del enfoque
centrado en la persona pugna por
un cambio en la visión de la terapia
desde la pregunta básica que surge
cuando un facilitador o consejero
se enfrenta a un cliente: “¿Cómo
puedo crear una relación que esta
persona utilice para su desarrollo?”
(Rogers, 1961: 40). Esto se apoya en
la idea de que el cambio sólo surge
de la experiencia adquirida en una
relación. Si se crea un cierto tipo de
relación, la otra persona descubrirá
en sí mimo la capacidad de utilizarla
para su propia maduración y de esa
manera se producirá el cambio y el
desarrollo individual.
Rogers defiende la idea de la
capacidad del ser humano pa-
ra desarrollarse a partir de su
50
potencial propio; señala que,
contrario a diversas teorías y a
preceptos religiosos que hablan de
la maldad humana, “debajo de una
conducta superficial controlada,
debajo de la amargura y el dolor,
hay un sí mismo positivo y libre
de odio” (Rogers, 1961: 98) que se
puede manifestar si encuentra las
condiciones necesarias, por lo cual
no se debe perder de vista que el
propósito de una relación de ayuda
es satisfacer las necesidades de la
persona que ha acudido a terapia,
no las de quien la proporciona.
Para lograr una terapia exitosa,
Okun (2001) habla de la existencia
de dos dimensiones que se deben
considerar, la primera tiene que ver
propiamente con el contacto inicial y
el establecimiento de la “condiciones
necesarias para la ayuda, como
son la confianza, la empatía, la
autenticidad, la preocupación y el
cuidado, el respeto, la tolerancia
y la aceptación, la sinceridad, el
compromiso con la relación y la
dependencia” (Okun, 2001: 47), las
cuales no suelen estar presentes en
el inicio de la relación, pero se van
desarrollando a lo largo del tiempo
a medida que las personas se van
conociendo. La segunda dimensión
está formada por la comunicación:
la escucha de los mensajes verbales
y no verbales, y la respuesta a
ambos tipos de mensajes; la co-
municación es nuestra capacidad
para escuchar, prestar atención,
percibir y responder de manera
verbal y no verbal a una persona
de tal modo que le demostremos
que le estamos prestando atención,
independientemente de que el
cliente sepa cuál es su problema
pero no lo pueda expresar, o bien
no lo tenga identificado.
Otro aspecto importante es el co-
nocimiento que el consejero tenga
de los sistemas-contextos en los que
vive y funciona el cliente. Es más
probable que los terapeutas que
son sensibles a las características
culturales de sus clientes sean
capaces de entender y sentirse
cómodos con las diferencias de gé-
nero, raza y etnia presentes entre
ellos y los demás. Tampoco se debe
dejar de lado –en los terapeutas que
son sensibles– la influencia que su
género y cultura pueden ejercer
sobre sus propias percepciones,
valores, actitudes y creencias. Los
consejeros deben ser perceptivos a
los efectos que estos factores tienen
en los demás.
En su trabajo, el consejero tiene
la función de guía, de facilitador de
un proceso de desarrollo, que de
ninguna manera está en sus manos,
sino en las manos de la persona
que pide ayuda, Ito (1971: 60) lo
expresa a su manera diciendo que
“el hombre, por ejemplo el paciente,
no es curado por el médico sino que
se cura a sí mismo”. Continuando
con esta idea refiere que “el médico
se esfuerza por estimular y ayudar
al enfermo a que se cure. El hombre
muere cuando su estado es tan
grave que ni su propia voluntad
es capaz de restituirle a su estado
original” (Ito 1971: 61), es por ello
que cuando se habla de resolver
a otro sus problemas lo estamos
privando de su esencia humana,

de su capacidad de desarrollo, se
niega la inteligencia organísmica
que cada uno posee.
El Síndrome de Desgaste en
consejeros del PCDV
El consejero juega un papel
importante en los programas de pre-
vención y lucha contra el Sida. Se
parte de la idea de que el diagnóstico
voluntario de la situación serológica
de personas en riesgo de adquirir el
VIH, y la consejería juegan un pa-
pel muy importante para reducir
la transmisión. La utilidad de la
consejería del programa abarca a
las personas ya infectadas, y per-
mite desarrollar estrategias para
que aquellas personas que no
estén infectadas permanezcan así;
también es auxiliar para facilitar
la aceptación del problema VIH-
Sida en los servicios médicos y
reducir el estigma relacionado con
la infección mediante información
fuera de los grupos considerados de
mayor riego para la adquisición del
VIH.
Actualmente existen diversas
teorías que intentan identificar
los factores que desencadenan la
presencia del Síndrome de Desgaste
a partir de diversos modelos
(Gil-Montes y Pieró, 1997), que
organizan de forma diferente y le
dan peso diferente a tres factores
que son los antecedentes de nivel
personal; interpersonal y laboral,
los cuales, juntos, pueden dar
cuenta del Síndrome de Desgaste
en un grupo determinado o en
una persona determinada, aunque
también pueden dar luz acerca
de los elementos que favorecen
el bienestar; lo que ayudaría al
consejero a superar o evitar el
surgimiento del Síndrome de Des-
gaste.
Se puede hablar, entonces, no
de un origen personal, laboral o
interpersonal, sino de un origen
personal-interpersonal-laboral, en
otras palabras es la interacción de
elementos de las diferentes áreas
las que dan origen al Síndrome
de Desgaste. Entonces, la causa
no es sólo un ambiente de trabajo
determinado, a esto se deben agre-
gar los aspectos personales que de
alguna manera afectan al consejero
o lo hacen más vulnerable, así como
una manera de interactuar con el
otro que va a estar influenciada
no sólo por el entorno laboral
sino por las características de la
persona. Se puede decir, entonces,
que el Síndrome de Desgaste está
determinado por diversas cau-
sas y la manera en que estas se
interrelacionan, por lo cual la misma
situación laboral puede ser vivida
con diferente intensidad por cada
una de las personas que laboran
en el mismo lugar, al igual que una
situación puede ser vivida de forma
estresante por un consejero, pero
no por todos.
Esta unidad personal-interperso-
nal-laboral que favorece el surgi-
miento del Síndrome de Desgaste
en los consejeros que trabajan
EL SÍNDROME DE DESGASTE EN CONSEJEROS QUE TRABAJAN CON PERSONAS QUE VIVEN CON VIH-SIDA
con personas que viven con VIH
se integra por varios y diversos
elementos, algunos de ellos se hi-
cieron evidentes durante el trabajo
realizado con los consejeros. Uno
de los primeros señalamientos de
los consejeros es que en la ma-
yoría de los casos la actividad
fue impuesta por las autoridades,
quienes prácticamente tomaron a
la primera persona que encontraron
para cumplir con un mandato ins-
titucional; en todo caso la actividad
de la consejería se inició con per-
sonal que no se encontraba en el
programa por propia voluntad, y
que en su mayoría no contaban
con la formación profesional que
les permitiera realizar la consejería
con un mínimo de herramientas
técnicas o, incluso, de información
veraz y clara sobre el Síndrome de la
Inmunodeficiencia Adquirida para
poder proporcionar una relación de
ayuda.
Para la mayoría de los consejeros
participantes hoy en día en el pro-
grama, fue más el empeño personal
que los conocimientos los que les
permitieron ir haciéndose de las
herramientas necesarias para la
consejería. Si bien Okun (2001), al
hablar de las relaciones de ayuda
nunca señaló que para poder realizar
una buena consejería se requiere
una formación determinada, sí es
cierto que las herramientas técnicas
e, incluso, las terapias formativas
comunes en los profesionistas de
la salud mental facilitan el tener
los tres factores indispensables para
la consejería, esto es: una actitud
positiva incondicional, empatía y
congruencia.
Los consejeros, en programas co-
mo el señalado, son vulnerables
no sólo por lo que los pacientes
depositan en ellos, sino también
porque, al ser poco valorados por
las instituciones en las que trabajan,
no reciben el apoyo de las mismas
51
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
en lo que se refiere a las condiciones
materiales para su trabajo, y mucho
menos en el apoyo emocional que
deberían recibir. Como cualquier
trabajador de la salud expuesto cons-
tantemente a la tensión que implica
su actividad, necesitan supervisión
y capacitación pertinente a su acti-
vidad.
Rogers (1992) habla de que el
consejero debe ponerse en contacto
con la persona, debe ser congruente
entre lo que dice y lo que actúa, y
que precisamente esta naturalidad
y autenticidad sea la que facilite
al otro poder ser auténtico y na-
tural; sin embargo, en el caso
de los consejeros del Programa
VIH Sida que diariamente deben
atender a un número determinado
de personas, la posibilidad de esta-
blecer una relación de ayuda va
disminuyendo en la medida en que
el número aumenta, como ellos
mismos lo indican, hasta que se
sienten rebasados en su capacidad.
El límite está determinado por su
personalidad, por su estado anímico
en ese momento, probablemente
por su situación laboral o incluso
familiar; lo cierto es que la capacidad
tiene un límite que generalmente
no es respetado en los servicios del
sector salud, lo que da origen en el
consejero a un desgaste emocional
que se manifiesta en enojo contra
las autoridades institucionales.
Cotidianamente el consejero tie-
ne que trabajar con la sexualidad
y la muerte. La primera, con todas
sus manifestaciones que siempre
han generado conflictos en los seres
humanos, a partir de la dificultad de
entenderlas. En este caso, el con-
sejero, con sus creencias, vivencias
y carencias, tiene que enfrentar en
su trabajo cotidiano a la sexualidad
de los pacientes, e intentar ser
empático y tener una actitud positiva
incondicional frente a situaciones
que posiblemente confronten sus
52
propias creencias o miedos. Por otro
lado, sin ser menos importantes, pero
sí ignoradas en el discurso, están la
muerte y la destrucción, que están
presentes cuando se trabaja con un
padecimiento que aún en estos días
está estrechamente relacionado con
la muerte. En este caso, no deja de
ser significativo que, si bien el tema
central de los grupos con los que se
trabajó fue el Síndrome de Desgaste
en la consejería, nunca se abordó
el tema de la muerte. El que no se
haya hablado de ella no significa
que el consejero no trabaje el tema
de la muerte, tanto o más que la
sexualidad, con el paciente y que
se ignora verbalmente por ser más
difícil de abordar para personas sin
la formación necesaria.
En los consejeros del programa de
VIH-Sida es clara la presencia del
desgaste emocional, que es uno de
los desencadenantes y/o indicadores
del Síndrome de Desgaste (Gil-
Monte, Peiró, 1997). Son diversos
los factores que han dado origen
al desgaste emocional en los con-
sejeros, el más señalado es el ex-
ceso de trabajo. La consejería, al
igual que cualquier otra opción de
apoyo emocional, implica trabajar
con material con fuerte carga
emocional a la cual el consejero
no es inmune; en el programa de
consejería de VIH-Sida el consejero
recibe un bombardeo constante de
materiales fuertemente cargados sin
contar con una vía de canalización
y descarga igualmente sistemática y
especializada.
La intensidad del compromiso
del consejero en su actividad es
otra fuente de estrés (Mearns,
1998). Es evidente que, para mu-
chos consejeros, participar en
el programa de VIH-Sida les ha
significado cambios importantes:
ahora se sienten reconocidos, su
vida profesional tiene un mayor
sentido e incluso su trabajo les ha
dado un nuevo lugar en su núcleo
social, por lo cual el consejero
tiene depositado en esa actividad
buena parte de su autoestima.
Esto da cuenta del alto grado de
autoexigencia presente en la ma-
yoría de los consejeros, quienes
buscan cumplir adecuadamente
con las tres condiciones necesarias
para una ayuda de calidad, aun-
que al parecer cumplir estas con-
diciones les significa mayor gasto
de energía, especialmente por
las condiciones laborales que en-
frentan cotidianamente y que no les
facilitan su actividad, así como el
número de personas que tienen que
atender diariamente.
Cumplir con los altos estándares
que ellos mismos se establecen
resulta agotador, especialmente
cuando las herramientas técnicas
son mínimas; es entonces cuando
el funcionamiento óptimo del con-
sejero se ve comprometido. El
consejero en cierta forma establece
una alianza con el paciente en la
que todo es perfecto: el paciente
reconoce y agradece la ayuda re-
cibida y el consejero pone todo su
empeño en dar la ayuda necesaria.
Esta idea refuerza la visión que el

consejero tiene de su función, por
lo cual la protege de cualquier
cosa que pudiera afectarla. Para
lograrlo, el consejero pone afuera
de la consejería todo lo que percibe
como malo: el poco apoyo que
recibe de las autoridades, la falta
de confiabilidad en los resultados
de las pruebas de detección, las
inadecuadas condiciones físicas,
los compañeros de trabajo, los
bajos sueldos o las situaciones
familiares. Rogers (1985) señala
que una persona que no funciona
óptimamente responde rígidamente
a toda experiencia que sea in-
congruente con su self; en este caso
sería contra todo lo que pudiera
poner en riesgo su auto percepción
como un buen consejero.
Otro aspecto que indica que el
consejero no está funcionando óp-
timamente es la falta de atención
a su inteligencia organísmica,
que le indica la manera en que el
compromiso excesivo con su labor
de consejero está afectando su salud
física y emocional. El consejero se
da cuenta que está agotado, que
no tiene energías para realizar ac-
tividades recreativas o atender a su
familia, pero ubica la fuente de sus
malestares en el exterior y no en la
manera en que se desgasta por su
autoexigencia.
El consejero se siente satisfecho
de su trabajo, no así del ambiente
laboral en el que éste está in-
serto. Con lo que respecta a la
despersonalización, otro de los
indicadores del Síndrome de Des-
gaste es que el consejero, en su
intento por dar una adecuada
relación de ayuda, evita tratar a las
personas que viven con VIH-Sida
de manera impersonal, y cuando
alguno de sus compañeros adopta
este tipo de relación es cuestionado
severamente. En conclusión, el
indicador clínico de la presencia
del Síndrome de Desgaste en los
consejeros es básicamente el des-
gaste emocional.
Para poder evidenciar claramente
la manera en que el desgaste emo-
cional afecta el funcionamiento
óptimo del consejero y éste, a
su vez, la actitud de servicio del
mismo, es necesario señalar la
diferencia que puede existir entre
la visión que el consejero tiene de
su trabajo y la manera en que lo
desempeña. Más aún, hacer una
evaluación objetiva de su trabajo
y los resultados que obtiene de él
para, en este caso, poder influir en
las personas que viven con VIH-Sida
para facilitar en ellos la tendencia
actualizante (Rogers, 1980) que
les permita enfrentar su situación
de una manera sana y congruente
con ellos mismos. La relación con
el paciente se establece más como
una relación de dependencia en
donde el consejero se vuelve la
guía y el “educador” del paciente
señalándole qué debe hacer y
cómo lo debe hacer, a pesar de
que el consejero es consciente de
la necesidad de devolverle el poder
al paciente no siempre se logra
hacerlo. El consejero reconoce
que la calidad en cada una de sus
EL SÍNDROME DE DESGASTE EN CONSEJEROS QUE TRABAJAN CON PERSONAS QUE VIVEN CON VIH-SIDA
consejerías va decayendo en fun-
ción de la cantidad de personas que
debe atender.
El regaño “afectuoso”, que apa-
rece en muchos consejeros, no deja
de ser regaño, por lo tanto, se trata
de una falta de respeto a la persona,
a la que se vive como un ser sin la
capacidad de decidir por sí mismo
lo que es mejor para él y para su
salud, con lo que se cae en lo que
Ito (1971) señala como una forma
equivocada de ver la consejería, en
donde el consejero le resuelve al
cliente sus problemas rehaciéndole
el modo de pensar y obrar. Visto
de esta manera, el consejero que
actúa de esta manera no está esta-
bleciendo relaciones sanas con los
pacientes, condición que sí está
presente en la persona con fun-
cionamiento óptimo.
En cierta manera, el consejero se
vive como una víctima del sistema
y de la institución en la que labora,
y como ubica los problemas afuera,
no busca el cambio dentro de él;
de otra manera, probablemente se
percataría de que, si fomenta en sus
pacientes la autogestión y apoya
su autonomía, así les devuelve el
poder con lo que podría disminuir
su carga de trabajo, al disminuir
las consultas subsecuentes, por
ejemplo.
Concluir en forma general no
es simple cuando se trata de di-
ferentes personas que laboran en
diferentes centros de trabajo y que
se enfrentan cotidianamente con
diferentes grupos socioeconómicos
y diferentes autoridades. Sin em-
bargo, es claro que factores como
el reconocimiento tanto emocional
como económico, y el desarrollo
humano (tanto la teoría o como la
práctica), pueden ser factores que
ayuden a la superación del Síndrome
de Desgaste, o bien eviten que éste
se presente.
53
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

En una referencia directa a los
consejeros del Programa de VIH del
Gobierno del Distrito Federal, el
Síndrome de Desgaste está presente
y aunque en general los consejeros
culpan al ambiente laboral en el
que se mueven como el causante
del Síndrome, lo cierto es que son
diversos aspectos que confluyen
para que esto suceda y son diversos
los factores para el combate del
Síndrome
Patricia García es Maestra en Desarrollo Hu-
mano, a trabajado en el Consejo Nacional
de Prevención del SIDA y es colaboradora
de diferentes organizaciones civiles que tra-
bajan en SIDA, es integrante del cuerpo do-
cente de la UIA, en la Dirección de Coopera-
ción Académica.

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54

LA INTERACCIÓN HUMANA
EN EL PROCESO TERAPÉUTICO
Resumen
El objetivo fundamental de este
trabajo es el de mostrar, de una
manera sencilla, clara y precisa, las
características fundamentales que
hacen de la psicoterapia un proceso
de interacción humana, en el que
las condiciones de la relación y del
terapeuta son básicas para obtener
resultados positivos en el proceso
de desarrollo humano.
Palabras Clave: Psicoterapia, in-
teracción humana, desarrollo hu-
mano.
INTRODUCCIÓN
Mucho se ha comentado sobre
las escuelas y las teorías más so-
bresalientes y efectivas en psico-
terapia, así como sobre los mé-
todos y las técnicas que mejores
resultados aportan en el proceso de
desarrollo humano. Sin embargo,
esta exposición tiene como objetivo
aclarar cuál es el recurso esencial
con el que el psicoterapeuta cuenta
en su actividad profesional.
La principal herramienta con la
cual cuenta el terapeuta para pro-
mover el cambio es su persona; por
tal motivo debe ser un experto de
la interacción humana. Es a partir
de este elemento que el terapeuta
logra influir en el otro que solicita
sus servicios.
La persona expone su problema,
su realidad individual, transformada
en fantasía por sus deseos, nor-
mas y experiencias. En otras pa-
labras, presenta al terapeuta su
percepción subjetiva de la realidad.
Percepción y subjetividad que, has-
ta este momento, son frustrantes,
atemorizantes y paralizadoras.
En la relación terapéutica, el te-
rapeuta debe poner las condicio-
nes para establecer una realidad
distinta.
Hay que recordar que, en todo
inicio de un proceso de interacción
interpersonal, se establece un pro-
cedimiento de generación de la
realidad. Las personas que ini-
cian este mecanismo acuerdan
sus posturas existenciales, sus per-
cepciones subjetivas y la visión que
desde ese momento tendrán de sus
interlocutores. Es en ese preciso
instante que acuerdan lo que a partir
de ahora será llamado “realidad”.
LA INTERACCIÓN HUMANA EN EL PROCESO TERAPÉUTICO
José Luis Rodríguez
Conforme a lo anteriormente ex-
puesto se desprende que la inte-
racción terapéutica, al ser un tipo
de relación humana, se rige por me-
canismos similares a los descritos.
Por tal motivo, en la intervención
psicoterapéutica, el profesional
orienta las perspectivas subjetivas
de la persona o personas con las
que establece este tipo de relación,
hacia una nueva forma de percibir
la realidad, la cual, a diferencia de
su predecesora, será esperanzadora,
abierta a nuevas experiencias y car-
gada de posibilidades.
Nuevamente debe ser recalcado
que el instrumento fundamental
de trabajo del profesional de la
psicoterapia es él mismo, su perso-
na, su historia, sus esperanzas, sus
posibilidades crear y de generar rea-
lidades alternativas en conjunto con
las personas que interactúan con él.
Debe ser capaz de contar e inspirar
nuevas narraciones de vida.
CUALIDADES DESEABLES EN EL
PSICOTERAPEUTA
Para obtener los objetivos de
cambio deseados en el proceso
psicoterapéutico son deseables las
siguientes cualidades personales en
el facilitador del proceso:
• Independencia: El terapeuta
jamás deberá hacer suyo el
problema, ya que de manera
sustancial el éxito de su in-
tervención se sustentará en su
perspectiva externa.
55
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
• Empatía: Contará con la ca-
pacidad de internarse en la
conciencia de la persona que
solicitó sus servicios, de tal
manera que su perspectiva
sea lo más cercana, cognitiva
y emocionalmente, a la del
otro con el cual se relaciona
profesionalmente. Esta cualidad
le permitirá “sentir en carne
propia” la experiencia subjetiva
del paciente y, por lo tanto,
comprender y aprehender sus
pensamientos, sus expectativas,
sus sentimientos y su realidad.
• Seguridad: El terapeuta “debe
creer en sus habilidades y co-
nocimientos”; asimismo, mismo
debe estar consciente de sus
posibilidades y limitaciones.
Todos estos conocimientos le
permitirán establecer objetivos
claros y posibles; incluso, le ayu-
darán a elegir e implementar las
acciones más adecuadas para
la situación que enfrenta. Más
aún, las actividades que realice
deberán estar de acuerdo con
los recursos que proporciona la
relación que empieza a desa-
rrollar con su paciente.
• Confianza: El terapeuta debe
transmitir confianza a sus inter-
locutores. Hay que recordar que
el psicoterapeuta juega un pa-
pel de modelo de interacción
humano que podrá ser imitado
por las personas a las que presta
sus servicios. Por tal motivo, su
voz, sus ideas, sus actitudes y
sus actos deben dar seguridad
y confianza a los individuos
que interactúan con él, ya que
esto, además, fortalecerá su cre-
dibilidad y, por lo tanto, las po-
sibilidades de cambio.
• Congruencia: Los pensamientos,
las emociones y las acciones del
terapeuta deben corresponder
entre sí. Su desempeño como
modelo para aquellos que se
relacionan con él, la confianza
que irradie a los usuarios de
56
sus servicios y la seguridad que
proyecte en su persona, están
firmemente sustentadas en esta
cualidad.
• Honestidad: El terapeuta siem-
pre deberá dirigirse a las per-
sonas que interactúan con él
de manera clara y directa, sin
intentar dar una imagen falsa
de sí mismo, y sin distorsionar
la relación terapéutica para ob-
tener beneficios personales.
• Apertura: Es condición indis-
pensable dentro del proceso
terapéutico una aceptación
incondicional de los otros
por parte del psicoterapeuta.
Esto quiere decir que deberá
establecerse una relación libre
de prejuicios. El profesional del
desarrollo humano debe aceptar
las experiencias, vivencias, pen-
samientos, emociones y acciones
de las otras personas como parte
de su forma de ver y entender
la realidad, de experimentar
la vida por parte del otro. Hay
que ser plenamente conscientes
de que si, bien estas formas de
realidad pueden ser distintas a
las del terapeuta, no implica que
sean equivocadas; también debe
tomarse en cuenta que, hasta
este momento, han permitido al
sujeto adaptarse a su ambiente,
y que son parte estructural de su
personalidad.
INTERACCIÓN DESADAPTATIVA
Y DISFUNCIONAL
La disfuncionalidad tiene su ex-
presión en la incapacidad del sujeto
para responder a las demandas del
entorno, es decir en su incapacidad
de adaptación. Esto es observable
en un comportamiento rígido e
inflexible. En términos más pre-
cisos, consiste en que la persona
actúe de la misma manera en
diversas condiciones que exigen
comportamientos distintos (lo cual
propiamente es una deficiencia
adaptativa).
La mayoría de las veces las
personas se comportan de manera
desadaptativa y disfuncional porque
su percepción de la realidad es
inadecuada para la situación en la
que se realiza una acción, o bien
porque no es compatible con la
realidad sustentada por el grupo
dominante.
Los vertiginosos cambios socio-
culturales provocan, en un gran
número de ocasiones, que las per-
sonas no tengamos la capacidad
de adaptarnos a los movimientos
externos. Por tal motivo, aparece
una incapacidad para responder
a lo desconocido y, en el mejor
de los casos, la respuesta estará
en función de los esquemas pre-
viamente establecidos; pero, de
cualquier manera, no será lo espe-
rado de acuerdo con las nuevas
circunstancias.
No obstante, debe destacarse que
los seres humanos somos seres sub-
jetivos y que nuestra esencia –la
conciencia­ – es una intangibilidad
llena de significados. Por tal motivo,
la realidad es una construcción social
en la que cada persona aporta su
significado. Cuando esos significados
son comunes y establecidos justa,
democrática y equilibradamente por
los miembros de un grupo, la realidad

obtenida no generará durante algún
tiempo ningún tipo de dificultades.
Sin embrago, esto no es lo común.
Cuando dos personas se conocen,
cada una expresa un repertorio
conductual que le indica a la otra la
manera en que quiere ser tratada y
concebida. Una vez que ambos están
de acuerdo en cómo concebirán al
otro, establecen la realidad que, a
partir de ese instante, defenderán y
compartirán. Por otra parte, la falta
de acuerdos en la manera en que
se quiere ser concebido generará
dificultades con los otros.
Finalmente, la falta de acuerdos
en la percepción subjetiva de la
realidad lleva a los sujetos a tener
problemas entre sí. El cuerdo o nor-
mal será aquel que posea el poder
sobre la mayoría del grupo y, por lo
tanto, el control sobre la situación.
Del otro lado, el loco o anormal es
aquel que no tiene influencia sobre
los demás y, por tal motivo, su visión
de la realidad es concebida como
equivocada, inadecuada o irreal. Lo
planteado con anterioridad lleva a
dos situaciones. La primera es que
aquellos que menor control social
poseen tenderán a ser considerados
como equivocados, como sujetos
con una percepción alterada de
la realidad. La segunda es que la
realidad siempre será establecida,
controlada, distribuida y normada
por el grupo dominante.
Debe quedar muy claro que esto
no implica que quien domina tenga
la razón, ni que sea el poseedor de
la verdad, aunque así lo haga saber
y sentir a los demás. Un ejemplo
de esto lo tenemos en el psiquiatra
que, sin bases fisiológicas, conduc-
tuales o una observación profunda,
pero sustentado en el poder de su
“experiencia profesional”, diagnos-
tica a un niño con síndrome con déficit
de atención con hiperactividad, e
inicia un tratamiento farmacológico
que puede durar toda la vida. En
cuestiones de la salud mental él es
el poseedor de la verdad.
LA INTERACCIÓN
INTERPERSONAL GENERADORA
DE CAMBIOS
La profesión de psicoterapeuta
tiene enormes demandas y res-
ponsabilidades éticas. Esto se debe
no solamente a que el objeto de su
atención sean los seres humanos, sino
primordialmente a que la psicoterapia
es una labor ética. De ahí que este
profesional tenga la posibilidad de
jugar dos papeles primordiales. Uno,
en el que asuma el papel de agente
de control del grupo dominante
y, por lo tanto, de su ideología. En
estas condiciones el psicoterapeuta
tendrá la ardua labor de mantener
el equilibrio social conforme a los
estándares socioculturalmente es-
tablecidos; por tal motivo, su tarea
primordial será la de “solucionar o
resolver problemas”, para que los
sujetos “rebeldes, descarriados o
locos” se adapten a las normas y
las reglas sociales y, de esta forma,
permitan el “sano funcionamiento y
desarrollo del grupo”.
LA INTERACCIÓN HUMANA EN EL PROCESO TERAPÉUTICO
Al reverso de la moneda, te-
nemos el papel del psicoterapeuta
como agente de cambio y, pri-
mordialmente, como “promotor
de desarrollo humano”. En esta
condición, el terapeuta generará
una interacción personal diferente
con la persona que solicita sus ser-
vicios. No será él quien resuelva
los problemas. Se constituirá en
el orientador, acompañante y guía
que comparta con el paciente la
posibilidad de percibir un mundo
diferente, distinto de aquel que
lo frustra, lo domina y le provoca
temor.
Psicoterapeuta y paciente elabo-
rarán una realidad alternativa, en
la que la persona experimente
crecimiento y desarrollo perso-
nal. Una realidad llena de po-
sibilidades y no de obstáculos, en
la que los integrantes del proceso
psicoterapéutico adquieran con-
ciencia de sus recursos y de las
diferentes alternativas que les
proporciona la vida, en la que
asuman su responsabilidad ante
las condiciones que viven y en la
que ejerzan su libertad como ge-
neradores de su propia historia.
No es responsabilidad del tera-
peuta determinar y andar el camino
que lleve al cambio del paciente;
éste deberá abandonar su papel de
seguidor y constituirse en el artífice
de su destino.
57
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
CONCLUSIÓN
El verdadero papel del terapeuta
es el de proporcionar un espacio
en el que la persona que establece
una relación con él tenga las po-
sibilidades de ser ella misma, en la
que se manifieste tal y como es, sin
temor al rechazo. Las características
de esta nueva relación modificarán
la imagen del mundo y apoyarán
la construcción de una realidad
alternativa.
Asimismo, el psicoterapeuta tie-
ne que desarrollar la tarea de pro-
porcionar diferentes puntos de vista
sobre el problema del paciente,
de convertirse en el generador de
visiones de un futuro distinto, es-
peranzador. Para ello deberá con-
tar siempre con independencia y
autonomía respecto al paciente
y a su problema, ya que de otra
manera, él haría suyo el problema y
se vería imposibilitado para aportar
los puntos de vista externos y, por lo
tanto, las percepciones alternativas
de la realidad.
De esta manera, el terapeuta
establece interacciones interperso-
nales en las que es, en esencia, un
“expansor de la conciencia” y, al
ser la conciencia (capacidad de dar
sentido y significado a cada instante
de la vida) la parte fundamental
del ser humano, el psicoterapeuta
se constituye en el “promotor del
desarrollo humano”
José Luis Rodríguez es catedrático de la
facultad de psicología de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, de la
Universidad Iberoamericana Puebla y del
Instituto Universitario Carl Rogers.
E-mail: jlrodsan@hotmail.com
58
La psicoterapia
humanista
en el siglo de la presencia
Andrée Fleming-Holland
Resumen
El siglo XXI promete retomar
las raíces del objetivo de la psi-
cología humanista de llegar a la
trascendencia, postulado de Maslow
que se logra a través del contacto,
de estar en la presencia del otro,
de estar en una relación “tú-yo”,
como afirmaba Martin Buber. Tres
nuevas líneas de investigación apo-
yan al movimiento humanista de la
psicología: los nuevos gestálticos
representados por Laura Perls y
Gordon Wheeler, que hacen én-
fasis en el contacto. Las otras dos
líneas no son tradicionalmente
humanistas: la psicología positiva,
encabezada por Martin Seligman diálogo. Tomaremos tres de ellos,
y su equipo de colaboradores, y la cada uno representante de un enfo-
neurobiología interpersonal. Estas que teórico.
dos últimas líneas confirman la
importancia del contacto para el En términos cronológicos, empe-
bienestar humano. Si el siglo XX fue zaremos con Gordon Wheeler,
el siglo de la existencia, este siglo eminente gestáltico. En “Más allá
promete ser el siglo de la presencia, del individualismo” (Beyond indi-
en el que el “tú-yo” de Buber se vidualism, 2000),Wheeler afirma que
retoma en el verdadero contacto los gestálticos pioneros acertaron,
con el otro. cuando escribieron que el humano
vigoriza su experiencia, afirmando
Palabras clave: Siglo XXI, contacto, que cada quien construye su propia
presencia, psicología positiva, neu- realidad (afirmación plenamente
robiología interpersonal. constructivista). Pero ahora el mundo
está experimentando un cambio de
Si el siglo XX fue el siglo del paradigmas en el que las teorías del
vacío existencial (Fleming-Holland, construccionismo, las teorías de
2000), en este siglo la psicoterapia campo, de caos y de complejidad se
tomará un camino más positivo, están uniendo conjuntamente con
más del contacto con el otro. Las la deconstrucción del paradigma
voces de la comunidad profesional del individuo por sí, a favor de una
empiezan a llegar al acuerdo en su organización compleja e interactiva

de campos, o sea, de contacto.
Laura Perls (1992) lo expresó así:
… el problema básico de
la vida, y no solamente de
la terapia, es: cómo hacer la
vida vivible para un ser, cuya
característica dominante es la
conciencia de sí mismo como
un individuo único por un lado,
y su mortalidad por el otro. El
primero le da un sentimiento
de importancia desbordante
como el mero centro del mun-
do; el otro un sentimiento de
frustración y vanidad, siendo
menos que un grano de arena
en el Universo. Suspendido
entre estos dos polos, vibra en
un estado de tensión y ansiedad
inevitable… (p. 121-122).1
Wheeler (2000) contesta que el
self que buscamos es un self que
formula el significado del mundo
en forma narrativa por nuestra
capacidad humana de razonar,
de hacer múltiples imágenes si-
multáneas que nos permiten pre-
decir y resolver problemas. Es
un self imaginativo, que requiere
la intimidad para un desarrollo
creativo, una ampliación del self
para poder expresar su narrativa al
otro, en lo que Buber describiría
como un diálogo “yo-tú”.
Wheeler (2000), como la mayoría
de los autores gestálticos, afirma que
el self “es inherentemente relacional
por su naturaleza: nacimos para
compartir nuestras historias verda-
deras y en este compartir está el
camino a un crecimiento completo
del self” (p. 369).
El siglo XXI va a seguir el camino
holístico, reuniendo ciencia con
significado, valores y ética, y su
tarea es encontrar cómo se puede
vivir en el “entre” (metaxy en los
escritos de Platón) sin refugiarse en
un materialismo o una espiritualidad
totalitarios. Esto implica vivir en una
relación auténtica y participativa
con ambas polaridades de la exis-
tencia humana, revitalizando el
ego en una Gestalt holística que
incluye todo el campo alrededor
del individuo.
Una cantidad considerable de
evidencia empírica documenta el
valor adaptativo del afecto positivo,
comprobando que, más allá de la
sensación placentera como ánimo
elevado y emociones positivas,
existen múltiples beneficios para la
salud y el bienestar cotidianos por
ampliar el repertorio conductual,
aumentar la intuición y la creatividad
y hasta mejorar la atención y la
función inmune. Además de estos
beneficios, se ha comprobado que
existe una correlación entre tener
sentimientos positivos que reflejan
un ánimo positivo y el número de
años vividos (Frederickson y Losada,
2005).
Pudiera ser que mientras las emo-
ciones negativas (tales como el
miedo y la agresión) son adaptativas
LA PSICOTERAPIA HUMANISTA EN EL SIGLO DE LA PRESENCIA
en situaciones de amenaza extrema
(“pelear o huir”), a lo largo de la vida
cotidiana las emociones positivas
aumentan los recursos personales
del coping (“enfrentamiento positi-
vo”), el conocimiento del medio y
las relaciones interpersonales satis-
factorias. Pero, ¿cómo adquirimos
el repertorio conductual adecuado?
Una posible respuesta empieza a
emerger del trabajo de dos inves-
tigadores.
Así, la segunda voz es de Martin
Seligman, un teórico cognitivo y
ex presidente de la American Psy-
chological Association. Después de
años de investigación experimental
sobre los factores cognitivos en el
desamparo y la depresión adquirida
(1998), empezó a publicar trabajos
sobre la psicología positiva, una
corriente que ya cuenta con decenas
de libros, cientos de artículos, y
su propia revista. Esta corriente se
enfoca en las investigaciones sobre
lo que hace feliz a una persona y
cómo se instala el optimismo y otras
emociones positivas tales como el
interés, la diversión, la satisfacción
y la alegría.
Seligman (2003) investigó diversas
fuentes de sabiduría tradicional como
Aristóteles, el Antiguo Testamento,
el Talmud, el Corán, Santo Tomás
de Aquino, San Agustín, Confucio,
Lao-Tse, Buda, Bushido (el código
de los samuráis) y las Upanishads
de la India Antigua para destilar seis
virtudes universales:
1) Sabiduría y conocimiento
2) Valor
3) Amor y humanidad
4) Justicia
5) Templanza
6) Espiritualidad y trascendencia
Postula que hay 24 fortalezas per-
sonales que derivan de estas virtudes
y que conllevan a las emociones
positivas de la felicidad:
59
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010

Seligman (2003) insistía en que

Tabla 1 la auténtica felicidad sí es posible,
Clasificación de 6 virtudes y 24 fortalezas de carácter a través de reconocer las fortalezas
(Peterson y Seligman, 2004) que uno tiene y cultivar otras.
Coincide con Maslow y Frankl
1) Curiosidad y conocimiento en la idea de establecer vínculos
1
Sabiduria y
2) Amor por el conocimiento
3) Juicio / Pensamiento crítico / Mentalidad abierta
significativos en las acciones so-
bre el medio y con las demás per-
4) Ingenio / Originalidad / Inteligencia práctica / Perspicacia sonas, trayendo a prominencia,
conocimiento
5) Inteligencia social / Inteligencia personal / Inteligencia emocional en la psicología internacional,
6) Perspectiva que significación es sentido, es
satisfacción, es trascendencia. A

2 través de intervenciones de índole

1) Valor y valentía
2) Perseverancia / Laboriosidad / Diligencia humanística, estandarizadas y glo-
Valor 3) Integridad / Autenticidad / Honestidad balmente disponibles en varios
sitios de internet, y una reco-

3
Amor y
1) Bondad y generosidad
2) Amar y dejarse amar
pilación estadística cuidadosa, in-
tenta comprobar la eficacia de la
humanidad
psicología positiva.

4
1) Civismo / Deber / Trabajo en equipo / Lealtad La última voz cimienta las pos-
2) Imparcialidad y equidad turas teóricas de las primeras.
Justicia 3) Liderazgo Daniel Siegel (1999, 2001, 2006)
representa a un grupo de inves-
tigadores de la neuroplasticidad
5
1) Autocontrol
2) Prudencia / Discreción / Cautela
interpersonal que está demostrando
Templanza 3) Humildad y modestia
que el funcionamiento grupal ha
sido una fuerza determinante en
1) Disfrute de la belleza y la excelencia
el moldeamiento de la mente hu-
2) Gratitud
mana, porque las relaciones con

6 3) Esperanza / Optimismo / Prevensión

otros forman, y moldean el flujo
4) Espiritualidad / Propósito / Fe / Religiosidad
de la energía y de la información.
Espiritualidad y Esta interconexión entre el cere-
5) Perdón y clemencia
trascendencia bro, la mente y las relaciones inter-
6) Picardía y sentido del humor
7) Brío / Pasión / Entusiasmo
personales forman un triángulo de la
realidad de la existencia humana…

RELACIONES
O
M

BR
EN

RE
TE

CE

Figura 1: Triángulo de la realidad

de la existencia humana, basado en
los conceptos de Siegel (2001).

60

Así, la función de los terapeutas
es la de ser “neuroescultores” de
sus clientes, dado que se ha com-
probado que experiencias positivas
pueden activar nuevas conexiones
neuronales en el cerebro. En el
meollo de este proceso se da el
“awareness”, el darse cuenta de
qué es lo que hace uno, siempre
más enriquecido por el contacto
con el otro. Procesos mentales
forman conexiones neuronales,
las cuales forman nuevos procesos
mentales. Así, el darse cuenta es
una herramienta biológica de la
neuroescultura, dado que estas ve-
redas nuevas se dan primeramente
por el contacto con el otro. Convivir
contribuyendo a la comunidad co-
lectiva que representa la familia,
la sociedad y la aldea global, no
es solamente una afirmación de
que uno es ser humano; además,
contribuye al bienestar y hasta a la
salud física de la persona.
Lo resume Siegel (2001) así:
…la mente se desarrolla en la
interface entre las relaciones
humanas y la estructura y fun-
ción del cerebro en pleno
proceso del desarrollo, dando
como resultado los procesos
mentales, los cuales son for-
mados directamente por las
experiencias interpersonales.
Esta ‘neurobiología interperso-
nal’ ocurre dentro de un mundo
social en transición con el fun-
cionamiento de la mente, lo
cual sucede (físicamente) en el
cerebro… En el meollo de estos
procesos se da el mecanismo
fundamental de la integración,
el cual puede ser visto en una
variedad de niveles, desde lo
interpersonal hasta lo neu-
rológico. La integración se
puede conceptualizar como
el proceso básico, facilitado
por los apegos seguros y que
funciona como facilitador del
bienestar psicológico (p. 67).2
Frankl, en su libro Psicoanálisis
y existencialismo (1990), habla de
Freud y su fórmula psicoanalítica
de “donde está el ello, debe rea-
lizarse el yo”, y opina que el
segundo principio del psicoanálisis,
la transferencia, realmente es un
vehículo de encuentro existencial y,
por consecuencia, “‘donde está el
ello, debe realizarse el yo’, pero el
yo no se vuelve yo sino en el tú” (p.
25). Así podríamos hacer, viviendo
esas palabras y siguiendo la idea de
Frankl, que el siglo XXI sea el siglo
de la presencia.
¿Cuál, entonces, es nuestra tarea
como personas y como terapeutas?
Darse cuenta de lo que nos rodea.
Quédate abierto, cuestiona las re-
glas para mejorarlas y sigue en la
búsqueda por el contacto y el sig-
nificado.
O el camino de Virginia Satir
(1994), que afirma del contacto:
Mis metas
“Quiero amarte sin aferrarme,
apreciarte sin juzgarte,
unirme a ti sin invadirte,
invadirte sin exigirte,
dejarte sin sentirme culpable,
criticarte
sin hacer que te sientas culpable
y ayudarte sin ofenderte.
Si puedo obtener de ti el mismo
trato,
podremos conocernos
verdaderamente
y enriquecernos mutuamente”.
Y:
“Creo
que el mejor regalo
que puedo recibir
de alguien es
que me vea,
que me escuche,
que me entienda
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
y que me toque.
El mejor regalo
que puedo dar
es
ver, escuchar, entender
y tocar
a otra persona.
Cuando se ha hecho esto,
siento
que se ha establecido contacto”.
Una frase que está resonando
con mucha frecuencia en el aquí
y el ahora es: “Si el siglo XX fue el
siglo de la existencia, el siglo XXI
es el siglo de la presencia”.3 Esta
presencia que tanto nos urge para
vivir bien, vivir en armonía entre
todos para resolver los grandes retos
de nuestra era, requiere del contacto.
El diálogo tú-yo solamente se da
a través de un verdadero contacto
con el otro. Retomar esta base de la
existencia humana es nuestra tarea,
como personas y como terapeutas.
Como dice Julio Sahagún (2000):
Si tú me hablas y yo no te
atiendo,
tu voz se queda en el viento.
Si tú me hablas y yo te atiendo,
tu voz se hace palabra.
Si yo te hablo y tú me atiendes,
mi voz se hace palabra.
El diálogo es palabra que se
escucha,
es palabra encarnada (p. 344)
1
Traducción de la autora.
2
Traducción de la autora.
3
Anónimo.
61
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Andrée Fleming-Holland Rutherford nació en
los Estados Unidos de Norteamérica de padres
europeos. Su Licenciatura en Psicología la
realizó en la Universidad del Sur de Florida.
Su Maestría y Doctorado los realizó en la
Universidad del Estado de Arizona, donde
se especializó en Investigación en Psicología
Clínica. Posteriormente, estudió maestrías
en Psicoterapia Gestalt y Psicoterapia
Existencial.
Llegó a México por un contrato de la
Organización de Estados Americanos (OEA)
para impartir cátedra en la Maestría en
Psicología de la Universidad Veracruzana.
Ha trabajado con pacientes psiquiátricos y
con el gobierno, desarrollando programas de
salud mental.
Ha publicado en diversas revistas de nivel
nacional e internacional sobre diversos
temas de gran importancia en la Psicología.
Actualmente se desempeña como catedrática
de tiempo completo de la Facultad de
Psicología de la Universidad Veracruzana
y es coautora del libro “Historias de Vida:
Una ventana hacia la Psique” publicado por
Editorial ACD en dos tomos (2005 y 2007).
CONSCIENTIZACIÓN:
PROCESO DE CRECIMIENTO
Resumen:
En este artículo abordo el proceso
de crecimiento desde las perspectivas
del Enfoque Centrado en la Persona
(ECP), iniciado por Carl Rogers, y la
Educación Liberadora, que cuenta
como principal exponente a Paulo
Freire. Abordo cuatro aspectos en los
que ambas perspectivas coinciden
y se enriquecen mutuamente: 1.
Un proceso integral, vivido por la
totalidad de la persona; 2. La relación
como esencia del proceso de
crecimiento; 3. Un proceso de toma
de consciencia y autoconstitución
en sujeto (convertirse en persona);
4. La experiencia y la práctica como
criterios de verdad.
62
Referencias:
Fleming-Holland, A. (2000) Ante el vacío
existencial: El reto de nuestro tiempo.
Revista Mexicana de Logoterapia, 3,
56-69.
Frankl, V. (1990) Psicoanálisis y
Existencialismo (2ª. ed). México: Fondo
de Cultura Económica.
Frederickson, B. y M. Losada, (2005)
Positive affect in the complex dynamics
of human flourishing. American
Psychologist, 60 (7), 678-686.
Perls, L. (1992) Living at the Boundary.
Highland, N.Y.: The Gestalt Journal.
Peterson, C. y M. Seligman, (2004),
Character strengths and virtues. New
York: Oxford University Press.
Sahagún, J. (2000) Plenitud de vivir
(2da. ed.). México: Pax.
María de Lourdes Almada
El presente artículo aborda el
proceso de crecimiento desde
las perspectivas de la Educación
Liberadora desarrollada por el
educador brasileño Paulo Freire,
y el Enfoque Centrado en la Per-
sona (ECP), iniciado por el psi-
cólogo norteamericano Carl Ro-
gers. Mediante el proceso de
crecimiento, las personas y los gru-
pos se reconocen y se aceptan a sí
mismos, se responsabilizan de sus
relaciones, asumen su realidad y se
apropian de su historia personal,
comunitaria y social. Intentar esta
síntesis responde a mi convicción
de que, como ha señalado Lima
de Gusmão (1989: 5), ambas pers-
pectivas buscan desarrollar en los
Satir, V. (1994) En contacto íntimo.
México: Árbol.
Seligman, M. (1998) Learned optimism.
New York: AA Knopf.
Seligman, M. (2003) La auténtica
felicidad. México: Vergara.
Siegel, D. (1999) The developing Mind.
New York: Guildford Press.
Siegel, D. (2001) Toward an interpersonal
neurobiology of the developing mind.
Infant Mental Health Journal, 22 (1-2),
67-94.
Siegel, D. (2006) The mindful brain.
New York: WW Norton.
Wheeler, G. (2000) Beyond
Individualism: Towards a New
Understanding of Self, Relationship and
Experience. Hillsdale, NJ: GIC Press,
The Analytic Press.
seres y grupos humanos actitudes
que les lleven a “un vivir más autó-
nomo y creativo” y a generar “for-
mas más dignas y justas, a través de
un proceso de conscientización y
de liberación del ser”.
Rogers (1980/1997), en su libro
El poder de la persona, incluyó un
capítulo titulado “El enfoque centrado
en la persona y los oprimidos”
(pp.73-79); en él esbozó varias de
las principales convergencias en-
tre su pensamiento y el de Freire:
un aprendizaje centrado en los
estudiantes, el tipo de relación
necesaria para este aprendizaje, lo
revolucionario/subversivo que es-
tos procesos pueden resultar para

quienes concentran el poder, entre
otras.
Diversos autores dentro del Enfo-
que Centrado en la Persona han
reflexionado y escrito sobre los pun-
tos de encuentro entre las teorías de
Paulo Freire y Carl Rogers: O´Hara
(1982), Guimarães (1986), Lima de
Gusmão (1989), Amatuzzi (1989) y
Díez (1994). Quizás el antecedente
más claro del presente artículo es el
libro de Amatuzzi (1989), O resgate
da fala auténtica, en el que el autor
analiza, en capítulos diferentes, as-
pectos planteados con especial én-
fasis por cuatro estudiosos del ser
humano para definir lo que él llama
“el rescate del habla auténtica”:
según Merlau-Ponty, es en el ha-
blar primario que la persona se
constituye como tal; este tipo de
habla se logra en una relación Yo-
Tú, en los términos planteados por
Buber; como plantea Freire, esta
relación sólo puede darse mediada
por el mundo, en el que los hombres
se encuentran; este proceso de-
semboca en la autenticidad (con-
gruencia) señalada por Rogers.
El presente artículo pretende pro-
fundizar sobre algunos aspectos del
crecimiento personal de Rogers y la
conscientización de Freire, en los
que estos procesos coinciden o son
complementarios, para ofrecer una
visión más integral.
Como afirma Guimarães (1986:
8), en ambas perspectivas aparece
la misma confianza básica en los
hombres, en su capacidad de crear y
de hacerse a sí mismos, asumiéndose
como sujetos de sus propias vidas y
del mundo. En ambos trabajos, el
hombre es también visto como un
proyecto en constante proceso –
proceso de reflexión transformadora
(que implica la acción) de sí, de su
medio y de sus relaciones, rumbo a
la construcción de un mundo más
humanizado y humanizante.
Freire y Rogers tienen un fin
común: “la liberación de las
personas a través del desarrollo
de la consciencia crítica o cons-
cientización” (Miller, 1982: 4).
El proceso planteado para lograr
este fin coincide y se enriquece en
los dos enfoques, al menos en los
siguientes aspectos:
1. Un proceso integral, vivido por
la totalidad de la persona.
2. La relación como esencia del
proceso de crecimiento.
3. Un proceso de toma de cons-
ciencia y autoconstitución en su-
jeto (convertirse en persona).
4. La experiencia y la práctica como
criterios de verdad.
1. Un proceso integral, vivido por
la totalidad de la persona
La totalidad es asumida por Ro-
gers como parte de la naturaleza
humana; esta totalidad existe en
el organismo y aprender a confiar
en ella representa un elemento
clave del funcionamiento pleno.
Así, la persona que está viviendo el
proceso de la vida plena confía en
la racionalidad del organismo, “que
se mueve con ordenada y perspicaz
complejidad hacia las metas que
su organismo se esfuerza por al-
canzar”. Esta persona sería cada vez
más consciente de las barreras que
le permiten darse cuenta de esta
racionalidad y sería cada vez más
“un participante en la racionalidad
de su organismo” (Rogers, 1978e:
32).
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
La integralidad es parte también
del pensamiento freireano, al plan-
tear la conscientización como un
proceso de toma de consciencia
de la realidad, tanto individual co-
mo social, interna y externa, que
implica “opción, decisión, com-
promiso”, acción, reflexión y praxis
(Fiori, 1970/1983: 5).
Aunque la lectura más común de
Freire se centra en la transformación
de la realidad social (externa),
nunca concibió la realidad indi-
vidual aparte o fuera de ésta; no
pensó la realidad interna y externa
como cosas separadas y distintas,
sino al ser humano siendo en el
mundo. Mediante el proceso de
conscientización, “la tendencia,
tanto del educador-educando como
de los educandos-educadores, es
la de establecer una forma autén-
tica de pensamiento y acción.
Pensarse a sí mismos y al mundo,
simultáneamente, sin dicotomizar
este pensar de la acción” (Freire,
1970/1983: 90).
Esta integralidad entre lo interno
y lo externo es presentada también
por Rogers, para quien la apertura
a la experiencia se da en varios
niveles: hacia uno mismo, lo que
implica la autoexploración y lleva
hacia el “desarrollo de la riqueza
del ser humano total, individual,
responsable”; hacia los demás, es
decir a estar abierto a las relaciones
interpersonales en los diferentes
ámbitos en que la persona se de-
senvuelve (1980/1997: 194). Más
aún, Rogers plantea que “el ser
más digno de confianza en nuestro
mundo incierto” es aquel que está
abierto tanto a la información que
proviene de la experiencia interna
como de la externa (1980/1997:
173).
Según Fiori (1970/1983: 11-12),
en su prólogo a la Pedagogía
del oprimido, la consciencia del
mundo y la consciencia de sí
son correlativas, crecen juntas,
“una es la luz interior de la otra”.
63
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Mediante este proceso se evidencia
“la intrínseca correlación entre
conquistarse, hacerse más uno mis-
mo, y conquistar el mundo, hacerlo
más humano”.
Para crecer, la persona ha de
tomar consciencia de sus propias
estructuras deshumanizantes, de su
autoconcepto, de sus introyectos
(Perls, 1973: 43-45) y ser capaz
de vislumbrar una nueva realidad
asumiendo la responsabilidad
de forjarla. Además, requiere un
proceso de conscientización de
las estructuras opresoras que están
afuera, a fin de poder influir en su
destrucción y en la construcción de
realidades más humanas (Amatuzzi,
1989: 69).
Esta conscientización no es un
proceso que pueda vivirse en par-
tes, sino de manera integral. La
totalidad no es igual a la suma
de sus partes, sino algo que las
supera; la experiencia “siempre
sobrepasa todo lo que parecen
ser las entidades, las creencias,
las emociones, los pensamientos”
(Gendlin, 1966/1997: 46-47).
Por otra parte, para que el proceso
de crecimiento sea libre y pleno,
ha de ser vivido y asumido en “la
totalidad integrada de la persona”
(Amatuzzi, 1989: 106). Esta inte-
gración se da a través de lo que
Amatuzzi llama el habla auténtica
–y su rescate–, que es siempre un
integral, es acción y reflexión,
sentimiento y pensamiento, cuerpo y
razón, experiencia y simbolización.
64
Así:
Hablar es decidir. Es crear (…)
En el habla original, si llamamos
sentimiento a la intención signifi-
cativa que la anima, entonces no
sólo el habla es el pensamiento,
sino también el pensamiento es el
sentimiento. Y es por eso que esa
disociación entre pensamiento y
sentimiento acaba haciéndonos
perder el propio proceso grupal
(Amatuzzi, 1989: 29).
El habla auténtica es aquella que
en la persona, “instrumentaliza,
cumple y lleva adelante su estar-
siendo integrado” (Amatuzzi, 1989:
108). Es este tipo de habla al que
Galeano (1991: 107), inspirado en los
pescadores de la costa colombiana,
define como el lenguaje auténtico:
“Sabios doctores de ética y moral
han de ser los pescadores de la
costa colombiana, que inventaron
la palabra sentipensante para definir
al lenguaje que dice la verdad”. En
palabras de Casanova (1993: 181),
“el hecho de hacer concientes las
experiencias implica sentirlas”.
Gendlin (1966/1997: 42-44) se
refiere a la experiencia no como algo
interno sino como “algo interactivo
que contiene implícitamente mu-
chos aspectos de la situación en
que se vive”. Con base en el exis-
tencialismo, la experiencia es de-
finida desde el ser-en-el-mundo y
el ser-con-los otros. Ser humano
es ser-con y ser-en; “el individuo
como entidad independiente sólo
es explicable en segundo lugar”.
En un proceso del tipo que estamos
planteando, “los sentimientos y el
conocimiento se interpenetran, el yo
está subjetivamente presente en la
experiencia, la voluntad es simple-
mente la secuencia de un equilibrio
armonioso en la dirección organísmica.
Así, en la medida en que el proceso
se aproxima a este punto, la persona
se torna una unidad en movimiento”
(Amatuzzi, 1989: 112).
Desde la perspectiva freireana, el
proceso de crecimiento genera una
nueva percepción de la realidad, que
lleva a una acción sobre ésta y que
se concreta en su transformación.
En la conquista de la autenticidad
hay, por tanto, dos lados: una lucha
contra quien la impide de fuera y un
esfuerzo por un renacer de dentro.
Esos dos lados son, en realidad,
complementarios de un solo todo.
La lucha por la superación del
antagonismo es una lucha tanto
contra la dominación de fuera
como contra la sumisión de dentro.
Y por eso ella no busca, en última
instancia, una dominación al revés,
sino exactamente lo contrario de la
dominación. Su resultado deberá
ser una humanización de ambos:
el oprimido y el opresor. Lo que no
quiere decir que eso pueda darse sin
conflicto (Amatuzzi, 1989: 80-81).
Según Segrera (2006: 1-2):
el desarrollo integral lleva siempre
a considerar a los seres humanos en
relación con los otros, así como el
contexto específico en el que se
desenvuelven. El proceso de cambio
(…) implica (…) la posibilidad de
cambiar el entorno, así como el
reconocimiento de la influencia del
entorno sobre cada uno de los gru-
pos y las personas.
Lo importante es advertir que, en
este proceso, la respuesta que una
persona da a un desafío no cambia
sólo la realidad a la que se enfrenta:
el hecho de responder cambia a
la persona misma, “el hombre se
transforma en el acto mismo de
responder” (Freire, 1973: 40).
2. La relación como esencia del
proceso de crecimiento
Para el ECP, la relación es “el
núcleo de la orientación” o, de ma-
nera más general, de todo proceso de
crecimiento. El cambio en dirección
al crecimiento ocurre sólo en una
relación (Rogers, 1978d: 79); “la
actualización de las posibilidades
existenciales frente al mundo sólo
es posible en el contexto de una

vivencia relacional”, en un diálogo
verdadero (Amatuzzi, 1989: 62).
Rogers plantea que la presencia
activa del promotor como persona
en el encuentro es un elemento
importante para que éste sea
efectivo. Esto “es más importante a
largo plazo que mis conocimientos
académicos, mi entrenamiento pro-
fesional, mi orientación terapéutica
y las técnicas que empleo en la
entrevista” (Rogers, 1978c: 121-
122).
Para Freire (1970/1983: 105)
la relación es fundamental en el
proceso de conscientización. Si
ésta se basa “en el amor, la hu-
mildad y la fe en los hombres”
permite una “relación horizontal
en que la confianza de un polo
en el otro es una consecuencia
obvia”. El diálogo provoca el clima
de confianza necesario para que
las personas se autoconstituyan
en sujetos, resignificándose a sí
mismas, su mundo y su forma de
estar en él. Una relación amorosa
es la condición fundamental: “No
es posible la pronunciación del
mundo, que es un acto de creación
y recreación, si no existe amor que
lo infunda” (1970/1983: 102).
Rogers plantea tres actitudes
básicas para una relación pro-
motora del desarrollo humano:
la congruencia, la consideración
positiva incondicional y la com-
prensión empática. Estas actitudes
son cualidades humanas personales,
que no están constituidas por co-
nocimientos técnicos o posiciones
ideológicas; son “algo que el orien-
tador experimenta, no algo que
sabe” (Rogers, 1978c: 136). Rogers
1978c: 130) es enfático en que
estas actitudes sólo tienen sentido
“en un contexto de gran respeto por
la persona y sus potencialidades”;
entenderlas es indispensable para
comprender el significado de la
relación interpersonal.
Congruencia
La congruencia es un proceso,
lo que implica un continuo que va
de estados de mínima congruencia
a otros de alta congruencia, en el
que el individuo puede avanzar
siempre hacia la adecuación de su
autoconstructo con su experiencia
real (Segrera, 1997). En esto consiste
el proceso de crecimiento personal.
En cierto sentido, la congruencia
podría entenderse como una meta
a alcanzar, como la búsqueda de
ser la persona que realmente se es.
Amatuzzi (1989: 89) equipara la
búsqueda de la liberación –planteada
por Freire– con la búsqueda de la
autenticidad planteada por Rogers.
Y esta búsqueda es necesaria por la
existencia de la opresión o de la no
autenticidad.
La congruencia, según Rogers, se
refiere a la capacidad de la persona
de “escuchar en forma aceptante
lo que está sucediendo dentro de
ella misma, y mientras sea más ca-
paz de ser la complejidad de sus
sentimientos sin temor, más alto
será el grado de su congruencia”
(Rogers, 1978c: 123).
El constructo de congruencia
requiere ser analizado desde va-
rias perspectivas: la congruencia
con uno mismo, que implica la
autoaceptación y la autocompren-
sión, y la congruencia con el mundo
externo, que implica una “adecuada
percepción y simbolización del
otro” y de lo otro (Mancillas, 1998:
29).
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
En el pensamiento freireano, la
búsqueda de la transformación
del mundo y la búsqueda de la
autenticidad son la misma cosa
(Amatuzzi, 1989: 74). Si los seres
humanos son lo que realmente
son, se concretan en la experiencia
de la solidaridad y la justicia. Ser
congruente es “establecer una forma
auténtica de pensamiento y acción.
Pensarse a sí mismos y al mundo,
simultáneamente, sin dicotomizar
este pensar de la acción” (Freire,
1970/1983, p. 90).
La educación problematizadora
es planteada por Freire como “un
esfuerzo permanente a través del
cual los hombres van percibiendo,
críticamente, cómo están siendo en
el mundo, en el que y con el que
están” (Freire, 1970/1983: 90).
Desde este proceso las personas
reelaboran el constructo de sí mis-
mas a la vez que luchan por la
construcción de una realidad social
más congruente con su nueva ma-
nera de mirarse.
Consideración positiva
incondicional (Aceptación)
Según Rogers (1978a: 42), sentir
consideración positiva incondi-
cional hacia alguien significa acep-
tarlo y valorarlo como persona,
independientemente de los valo-
res que puedan aplicarse a sus
acciones y conductas específicas.
“Entiendo por aceptación un cálido
respeto hacia él como persona de
mérito propio e incondicional,
es decir, como individuo valioso
independientemente de su condi-
ción, conducta o sentimientos”
(Rogers, 1972: 41).
Segrera (1989: 25) va un poco
más allá planteando que “esta
aceptación debe ser cálida, (...)
viva, humana”, logrando en la
persona acompañada una sensación
de cercanía y “contacto humano
agradable”. Aceptar y percibir
al otro tal como es, es la “actitud
65
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
básica” que le permitirá “liberarse y
cambiar” (Segrera, 1989: 3).
Al aceptar al otro como “un pro-
ceso en devenir”, lo afirmo “como
una persona viviente capaz de
un desarrollo interno creativo”
(Segrera, 1989: 21). Si el promotor
es capaz de verse de este modo,
deja de situarse en la relación como
un experto y se transforma en un
“compañero en la exploración del
mundo” de la persona acompañada;
el promotor tiene que renunciar
al control y “estar preparado para
entrar plenamente en la danza de
las posibilidades que los dos juntos
[en la relación] crearon” (O´Hara,
1980: 3).
Para aceptar la potencialidad del
otro y abrirse a la posibilidad de
confirmarlo, es necesario mante-
ner una consciencia clara de los
propios límites: “cuando puedo
sentir libremente esta fuerza de
considerarme una persona apar-
te, me doy cuenta que puedo pro-
fundizar más en la comprensión y
aceptación de él, porque no tengo
miedo de perderme a mí mismo”
(Rogers, 1986: 92).
Si bien en sus inicios el ECP puso
un mayor énfasis de las actitudes
básicas en la dimensión individual
y en el contexto de una relación
terapéutica, no plantear claramente
su contenido y su connotación social
sería limitarla en su amplitud, pues
la apertura que esta actitud requiere
hacia sí mismo, también se deirige
hacia los otros y hacia la realidad
en que la persona o grupo se en-
cuentra, como lo han planteado
Segrera & Mancillas (1998: 6):
La aceptación es la apertura a la
experiencia de sí mismo, del otro
y de lo otro, y el reconocimiento
cálido de la realidad y de las cir-
cunstancias en las que vivimos,
incluyendo a otros; es atreverse,
como persona y como grupo, a
interactuar con la realidad, a no
querer deformarla para verla como
nos conviene o queremos que sea;
66
a no querer ignorarla cuando nos
asusta, cuando nos repugna, a no
querer desconocerla.
Aceptar la realidad, tanto inter-
na como externa, requiere com-
prometerse con ella. Freire plantea
que no se trata de un “mero reco-
nocimiento” de ésta, sino de una
manera de situarse en ella, de un
reconocimiento que conduce a una
“inserción crítica” vinculada a la
acción concreta para transformarla
(1970/1983: 44).
No se trata de una aceptación
pasiva o fatalista de la realidad,
sino de un proceso de toma de
consciencia de la situación de opre-
sión, de todo aquello que limita
las posibilidades de realización
de la persona, su vocación de ser
más. La toma de consciencia de sí
mismo y de las situaciones de opre-
sión tiene que partir de aceptar la
realidad para luego entender “las
razones del estado de opresión”,
desde la cual surge su participación
y su compromiso en la “lucha orga-
nizada por su liberación” (Freire,
1970/1983: 60-61).
Desde una perspectiva rogeriana,
abrirse a la experiencia implica
abrirse a la situación social en la
que viven las mayorías más des-
favorecidas. Díez (1994: 11) plantea
que abrirse a la experiencia implica
también percibir la realidad social
y darse cuenta de las condiciones
de vida en que se encuentran los
más pobres y marginados; desde
su perspectiva, esta apertura lleva
a la consciencia social y a la so-
lidaridad.
De esta manera, la consideración
positiva incondicional no puede ser
entendida sin el compromiso de re-
conocerse a sí mismo, reconocer al
otro y reconocer la realidad, asu-
miendo que sólo partiendo de su
aceptación real y profunda podrá
emprenderse cualquier esfuerzo
de lucha por el crecimiento y el
cambio, ya que “el verdadero
amor, la aceptación incondicional,
es atrevernos a ir hasta las últi-
mas consecuencias en nuestra
relación interpersonal y social en
el reconocimiento del otro, de los
otros, del mundo” (Segrera & Man-
cillas, 1998: 6).
Comprensión empática
La comprensión empática signi-
fica (Rogers, 1978c: 125), en los
términos de los primeros tiempos del
ECP, “percibir el mundo interno de
significados privados y personales
del paciente como si fueran los
propios, pero sin nunca perder la
cualidad del ‘como si’”. La empatía
del promotor es importante para
“hacer posible que una persona
se acerque a sí misma y aprenda
a cambiar y a desarrollarse”. Al
mismo tiempo que establecemos
el contacto profundo con el otro o
los otros, necesitamos mantener la
consciencia de los propios límites.
Cuando el orientador puede
entender la experiencia que está
ocurriendo momento a momento
en el mundo interior del paciente,
como él la ve y la siente, sin perder
la individualidad de su propia iden-
tidad en ese proceso empático, es
probable que el cambio tenga lugar
(Rogers, 1978c: 126).
El mundo privado de cada persona
sólo podrá ser comprendido tal cual
es por ella misma; lo más que po-
demos hacer es acercarnos a través
de “una inferencia empática, sin
que nunca tal conocimiento llegue
a ser completo” (Rogers, 1978a:
45). “El conocimiento pleno de
las experiencias y significados per-
sonales sólo puede tenerlo el propio
individuo” (Mancillas, 1998: 42).
Como ha repetido por muchos años
la sabiduría popular: “sólo las ollas
saben los hervores de su caldo”.
Cuando una persona experimenta
este tipo de comprensión, cuando
“se siente sensible y exactamente
comprendida”, desarrolla una nue-
va visión de sí misma y genera

actitudes promotoras de su propio
crecimiento (Mancillas, 1998: 43),
actitudes de autocuidado y auto-
valoración que le llevan a com-
prenderse mejor y a tener mayor
apertura a la experiencia, lo que le
permite una mayor congruencia.
La empatía de los promotores
es descrita por Rogers (1980c:
74) en su capítulo titulado “El en-
foque centrado en la persona y
los oprimidos”, en el que plantea
las similitudes de su pensamiento
con el de Paulo Freire y hace un
análisis del método propuesto por
el brasileño:
Los miembros del equipo actúan
“como observadores simpatizantes
con una actitud de comprensión
hacia lo que ellos ven”. Ellos no
intentan imponer ningún valor, pe-
ro tratan de ver a la gente desde
dentro, la manera como ellos
hablan, la forma como ellos piensan
y construyen sus pensamientos,
la naturaleza de sus relaciones in-
terpersonales. Esto es discutido
con el ayudante voluntario, quien
participa en todas las actividades del
equipo. De una manera particular,
ellos buscan las contradicciones,
problemas y preocupaciones que
existen en las mentes y en las
vidas de los pobres. Ellos tratan de
presentar estos problemas delante
de grupos de la gente del lugar, a
menudo en forma de una pintura.
Segrera & Mancillas (1998: 6)
enuncian con claridad la dimensión
social de la comprensión empática,
la cual “se refiere a que, como
personas o como grupo social,
podamos realizar el esfuerzo de
entender las situaciones desde el
marco de referencia de la persona
o del grupo que intentamos com-
prender”.
Para Freire (1970/1983: 56-57),
el educador podrá comprender
las formas de ser y comportarse
de los oprimidos sólo si es capaz
de situarse en el mismo lugar que
ellos. Freire también destaca, a su
modo, la condición del “como si”:
el educador participa en una co-
munidad “sabiéndose uno de ellos
–sólo que con un nivel diferente de
percepción de la realidad–”.
La relación como encuentro
La relación no es algo que ocu-
rre dentro de las personas sino
entre ellas; “el diálogo implica un
posicionamiento de la persona para
afuera, frente al otro y al mundo: un
salir de sí” (Amatuzzi, 1989: 55).
Una relación humana interpersonal
es aquella en la que el promotor
y el otro o los otros se encuentran
implicados como personas. Ayuda-
mos profundamente sólo “cuando
nos arriesgamos como personas en
relación, cuando tenemos la ex-
periencia del otro como persona en
su propio derecho” (Rogers, 1992:
100).
Para que una relación sea de ayu-
da, el promotor ha de reconocer
al otro como “persona bien deter-
minada en su potencialidad y
actualidad; no como una simple
suma de cualidades, tendencias
y obstáculos, sino como una to-
talidad en la cual también él
debe ser afirmado” (Amatuzzi,
1989: 57). El promotor cree, y eso
“significa realmente que se ofrece
al encuentro” (Buber, 1984/2002:
49).
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
Es “en el diálogo, donde me
dispongo a oír, exponerme y res-
ponder”, que la autenticidad del otro
o los otros surge (Amatuzzi, 1989:
75); es en este encuentro donde
me constituyo como persona frente
a otra, a la que permito también
ser persona frente a mí (Casanova,
1993: 182); haciéndome presente
de manera total y reconociendo
al otro de la misma manera, asu-
miendo la posibilidad de ser
cuestionado, movido y conmovido
por la experiencia del otro.
Una persona no puede oír,
aceptar, recibir plenamente a otra y
permanecer inmóvil, sin ser tocada
por su palabra y su vida. Esta “ple-
na disponibilidad del oyente es,
pues, indisociable de su plena res-
ponsabilidad o presencia. Esto es lo
dialógico” (Amatuzzi, 1989: 74).
No podemos favorecer el creci-
miento de otros “asépticamente,
eximiéndonos de la presencia,
apartándonos del riesgo de ser
cuestionados, asegurándonos, en el
aislamiento, de una posición inal-
terable” (Amatuzzi, 1989: 75). El
crecimiento personal se da través
de un encuentro interpersonal que
interpela, convoca y promueve el
ser-más; y es precisamente la aper-
tura al otro en una relación dia-
lógica lo que le lleva al máximo de
realización personal (Rodríguez,
1992: 30, 42).
La teoría freireana enriquece el
constructo de relación desarrollado
por el ECP. El proceso de cre-
cimiento personal y la relación in-
terpersonal no pueden entenderse
sino en el mundo concreto en
que éstos se dan, pues “el diálogo
es ese encuentro de los hombres,
mediatizados por el mundo para
pronunciarlo, no agotándose, por
tanto, en la relación yo-tú” (Freire,
1970/1983: 101).
Amatuzzi (1989: 77-78) expresa
esta idea con mucha claridad:
Un proceso de crecimiento per-
sonal que no fuese un proceso de
67
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
asumir conscientemente su in-
teracción comunitaria con el mundo,
no sería un proceso de crecimiento
personal sino un callejón sin salida
o una ilusión. Para Paulo Freire el
hombre se revela a sí mismo en su
relación con el mundo.
Se trata de un diálogo entre
personas que es una “exigencia
existencial” que las interpela y las
obliga “a solidarizarse con los otros
sujetos que forman parte del mundo,
el cual debe ser transformado y
humanizado” (Rodríguez, 1992: 54).
Este es el sentido que tienen para el
pedagogo brasileño el diálogo y la
pronunciación del mundo: “Decir
la palabra, referida al mundo que
se ha de transformar, implica un en-
cuentro de los hombres para esta
transformación” (Freire, 1970/1983:
101).
Por otra parte, según el pen-
samiento freireano, existe siempre
una intencionalidad; los seres
humanos se encuentran para la
creación de sí mismos y la trans-
formación de su realidad (Freire,
1970/1983: 215); para construir
la historia, reconociéndose y asu-
miéndose como sujetos y no como
espectadores, teniendo como obje-
tivo la humanización de los hom-
bres (Freire, 1973: 89).
Mediante el diálogo, los seres
humanos “encuentran su signifi-
cación en cuanto hombres”, el
diálogo es el camino en el que las
personas, diciendo su palabra se
dicen a sí mismas y, pronunciando
al mundo lo transforman, lo crean y
lo hacen suyo (Freire, 1973: 89).
Podemos decir pues, que los hom-
bres (nosotros) nos encontramos en
torno del mundo común (que es
como una convergencia de nues-
tras intencionalidades) y es aquí
que nos revelamos cada uno a
nosotros mismos y a los otros, no
siendo, pues, esa revelación el ac-
to primario, sino algo derivado de
la relación con el mundo (Freire,
1973: 86).
68
Es a través de una relación dia-
lógica y en la confrontación con
la realidad que las personas nos
constituimos en sujetos. Y “ese
enfrentamiento tiene como una de
sus condiciones el hecho de ser
solidario: el encuentro y el mundo
condicionándose mutuamente; es
en la convergencia de las inten-
cionalidades que se constituye
el mundo común, en el diálogo”
(Amatuzzi, 1989: 86).
De una relación como la que
hemos venido describiendo surge
la palabra verdadera, una palabra
que es praxis: “No hay palabra
verdadera que no sea una unión
inquebrantable entre acción y
reflexión y por ende, que no sea
praxis. De ahí que decir la palabra
verdadera sea transformar el mun-
do” (Freire, 1970/1983: 99).
Esta praxis incluye también co-
mo componente fundamental el
diálogo. La autenticidad, el ser más,
la palabra verdadera, sólo pueden
surgir en un contexto de diálogo, en
un encuentro en el que las personas
se reconocen como tales, con la
mediación de la realidad, en torno a
su mundo (Amatuzzi, 1989: 77). La
palabra viva es diálogo existencial.
Expresa y elabora el mundo en
comunicación y colaboración. El
diálogo auténtico –reconocimiento
del otro y reconocimiento de sí en
el otro– es decisión y compromiso
de colaborar en la construcción del
mundo común (Fiori, 1970/1983:
19).
En las bellas palabras de Freire
(1970/1983: 100), “existir, hu-
manamente, es ‘pronunciar’ el
mundo, es transformarlo, en comu-
nión con los demás”.
3. Un proceso de toma de
consciencia y autoconstitución en
sujeto (convertirse en persona)
El crecimiento se concibe como
un proceso de toma de consciencia
y conocimiento de sí mismo por
la persona o el grupo; y también
como un proceso de conocimiento
de la realidad y de toma de
consciencia de su propio poder y
sus posibilidades de cambio. Me-
diante este proceso, la persona o el
grupo se autoconstituye en sujeto,
haciéndose responsable de sí mismo
y de su realidad, que pasa de ser
vista como destino a ser asumida
como desafío.
De la misma manera que la con-
gruencia, la conscientización es un
proceso, un continuo que va de la
consciencia transitivo-ingenua a
la consciencia crítica; un proceso
que Freire define como “una apro-
ximación crítica a la realidad”
(Freire, 1973: 29). Mediante la cons-
cientización la persona rompe con
los mitos sobre sí misma, sobre los
otros y sobre el mundo, logrando
una mirada crítica de la realidad en
todos sus ámbitos.
Se trata de un proceso que tiene
en perspectiva lograr una mirada
cada vez más crítica de la realidad,
“que la des-vela para conocerla y
para conocer los mitos que engañan
y que ayudan a mantener la realidad
de la estructura dominante” (Freire,
1973: 33). Así, mientras más avan-
za la persona en su proceso de
conscientización, tanto más crítica
es su visión de la realidad; lo que se
traduce en mayor congruencia entre
su autoconstructo y su sí mismo y

entre su visión de la realidad y la
realidad misma.
La conscientización es más que una
simple toma de consciencia (Freire,
1973: 96); implica de la persona
una posición epistemológica: “que
uno trascienda la esfera espontánea
de la aprehensión de la realidad
para llegar a una esfera crítica en la
cual la realidad se da como objeto
cognoscible” (Freire, 1973: 30).
La conscientización lleva a la
superación de la consciencia tran-
sitivo-ingenua, a partir de lo cual
la persona o el grupo se inserta
críticamente en una “realidad des-
mitologizada” (Freire, 1973: 96).
La conciencia transitivo-ingenua es
a menudo el máximo de conciencia
clara representable que no amenaza
con desequilibrar completamente
al sujeto oprimido. La conciencia
oprimida es como un esquema de-
fensivo de representación que le
impide al oprimido ver su existencia
de frente; esa realidad de opresión
sería demasiado amenazante para
él. La inestabilidad y la inseguridad
generan angustia y ansiedad para la
conciencia. La toma de conciencia
de la opresión y de la necesidad
de una acción transformadora
provocan angustia en el oprimido.
El origen real de la opresión es a
menudo negado o transformado en
una causa simbólica o trascendental
(Preiswerk, 1994: 47).
La consciencia transitivo-ingenua
sería, desde una perspectiva rogeriana,
un grado de incongruencia en el que
existe divergencia entre la experiencia
tal como la vive el organismo (persona
o grupo) y la simbolización que de
ella hace; lo anterior obedece a que la
experiencia es procesada y registrada
(simbolizada) de manera que no
genere conflicto con el constructo
que tiene de sí mismo (Rogers, 1978d:
80).
Para Rogers la barrera a esa libertad
experiencial es frecuentemente vis-
ta como un concepto de mí rígido
y poco flexible. El concepto de mí
(mismo) corresponde a una estructura
dentro de la cual la experienciación
debe ocurrir: sólo asumo algo como
vivido por mí si, de alguna forma,
eso combina con la idea que tengo
de mí mismo. Frente al modo de
experienciar, la estructura del yo
funciona, pues, como un criterio y,
si ese criterio fuera poco flexible, la
libertad experiencial queda limitada
(Amatuzzi, 1989: 106).
Desde la rigidez experiencial, el
grupo o “el individuo está muy apartado
de su experiencia (incongruencia) y
es incapaz de extraer o de simbolizar
su significación implícita (…) el senti-
miento o los significados personales
no son aprehendidos ni reconocidos
como tales” (Amatuzzi, 1989: 110).
A medida que nos aproximamos a
la autenticidad, esos sentimientos
y significados personales están más
disponibles a la consciencia (Ama-
tuzzi, 1989: 108).
En un polo (incongruencia/cons-
ciencia transitivo-ingenua) de este
continuo, la persona o el grupo se
distancia de su experiencia, la “lee”
con base en esquemas preestablecidos
y rígidos, no reconoce ni encuentra
“sus significados implícitos”; en el
otro polo (congruencia/consciencia
crítica), la persona o el grupo está
abierto a la experiencia, ésta es
“vivida de forma inmediata” y los
esquemas son provisionales y van re-
planteándose y modificándose a partir
de ella (Amatuzzi, 1989: 101-102).
Ser auténtico supone el paso
de la infancia de la consciencia o
de la consciencia transitivo-ingenua
hacia el encuentro del mundo con
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
su significado personal o social, lo
que permite a la persona o al grupo,
mediante una consciencia crítica,
ser artífice de su historia, transformar
su realidad, liberarse (Rodríguez,
1992: 29). La única manera como la
persona o el grupo puede liberarse es
protagonizando su historia, toman-
do su existencia en sus manos; y “a
eso conduce la dinámica de la cons-
cientización” (Fiori, 1975, p. 28).
Mediante el proceso, las personas
y los grupos dejan de ver la realidad
como algo que los envuelve y bajo
lo cual se encuentran, dejan de per-
cibirla como “un callejón sin salida
que los angustia, y la captan como
la situación objetivo-problemática
en que se encuentran” (Freire, 1970
/1983: 131), como un desafío al que
deben responder (Freire, 1973: 35).
Cuando esto sucede, las personas se
han comprometido: “De la inmersión
en que se hallaban emergen capaci-
tándose para insertarse en la realidad
que van descubriendo” (Freire, 1970
/1983: 131).
Según Rogers, (1978b: 70), los
cambios relacionados con el creci-
miento se generan cuando el in-
dividuo adquiere una visión diferente
de su mundo de experiencia, in-
cluyéndose a sí mismo… esta per-
cepción modificada no depende
necesariamente de un cambio en
la “realidad”, sino que puede ser
producto de la reorganización interna;
en algunos casos, la conciencia de
la capacidad para repercibir la ex-
periencia acompaña a este proceso
de reorganización; …las respuestas
conductuales modificadas ocurren
automáticamente y sin ningún esfuer-
zo consciente tan pronto como ha-
ya tenido lugar la reorganización
perceptual (como resultado evidente
de ésta).
El campo perceptual de la persona
es fundamental en la determinación
de la conducta. Rogers asume que
“aun cuando este campo perceptual
es, con certeza, profundamente in-
fluido y determinado por fuerzas cul-
69
 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
turales y fisiológicas, resulta deter-
minante sobre la conducta” (1978b:
71).
Para Freire (1970/1983: 59), el cam-
bio en la percepción de la realidad y
de sí mismo está siempre mediado por
la praxis. Sólo cuando los oprimidos
descubren claramente al opresor y se
comprometen en la lucha organizada
por su liberación, “empiezan a creer
en sí mismos, superando así su com-
plicidad con el régimen opresor”.
Al alcanzar este conocimiento de la
realidad, reconociendo al opresor de
dentro y al opresor de fuera a través
de la acción y reflexión en común
con otros, los individuos se descubren
siendo sus verdaderos creadores y re-
creadores (Freire, 1970/1983: 66).
Es importante resaltar el carácter
social de la conscientización. Si bien
el proceso inicia por la consciencia
de mí mismo y de los otros con los
que tengo relación, no se limita a
ello, sino que tiene un alcance más
amplio: la comunión de las personas
que se traduce en la acción solidaria
por la transformación de su mundo,
después de tomar consciencia de que
la situación en que viven es producto
de la historia, de una historia hecha
por la praxis de hombres y mujeres,
por la forma como éstos han actuado
sobre la realidad, de acuerdo a la
visión que de ella han tenido.
La conscientización no puede ser
neutral, pues se presenta siempre co-
mo la forma propia de una acción del
hombre sobre el mundo” (Freire, 1973:
84); es por ello que la conscientización
es un compromiso histórico que im-
plica una inserción crítica del ser
humano en la historia, una inserción
comprometida en la que los hombres
asumen la responsabilidad de crear el
mundo y de recrearse en él.
La conscientización lleva a las
personas y a los grupos a compro-
meterse consigo mismos, con los otros
y con su realidad para transformar las
estructuras, relaciones y situaciones
que generan opresión en una realidad
nueva que permita a los hombres ser
70
plenamente. Como afirma Rodríguez
(1992: 19), es necesaria una liberación
que responda a la realidad, que res-
cate “la capacidad de los hombres
de vivir una comprensión crítica y
transformadora de la realidad, pues
sólo de esta manera será el hombre
capaz de crear y recrear su ser en el
mundo”.
4. La experiencia y la práctica
asumidas como criterios de verdad
Para Freire, la conscientización
tiene que concretarse en una praxis
liberadora: en un ir y venir entre la
acción y la reflexión. Para Gendlin
(1966/1997: 40), la experienciación
es un ir y venir entre la experiencia
y la consciencia, entre la sensación
o el sentimiento y el símbolo; el
proceso es efectivo si se concreta
en la experiencia: “el cambio (…)
y la resolución se dan en aquellas
ocasiones en que uno avanza me-
diante la intervención de pasos
experienciales”.
La conscientización significa “com-
prender realista y correctamente la
ubicación de uno en la naturaleza y en
la sociedad”, e implica la capacidad
de analizar la realidad y la concreción
de ese análisis en “una acción eficaz y
transformadora” (Freire, 1989: 14). La
conscientización no consiste en estar
frente a la realidad con una actitud
“falsamente intelectual”; es un proceso
integral que sólo puede existir como
praxis, como acto acción-reflexión.
“Esta unidad dialéctica constituye,
de manera permanente, el modo de
ser o de transformar el mundo que
caracteriza a los hombres” (Freire,
1973: 30).
En esta perspectiva, la “praxis
del hombre no es una actividad
práctica opuesta a la teoría, sino
que es la vivencia de la existencia
humana como transformación de
la realidad”, se trata de procesos de
experimentación de la realidad que
nutren de información y dan con-
tenido a la teoría (Kosik, 1967: 240).
La conscientización no se logra
“por el solo esfuerzo intelectual si-
no por la praxis: por la auténtica
unión de la acción y la reflexión”
(Freire, 1973: 98), reflexión que surge
siempre de la acción sobre la realidad.
Si en Freire podemos hablar de una
secuencia acción–reflexión–acción,
Gendlin (1966/1997: 33), hablando
del método de la experienciación
se refiere a “una concatenación que
avanza: paso experiencial–concepto–
paso experiencial–concepto”.
La conscientización es vivida por la
persona o el grupo como un proceso
en el que la experiencia y la acción
van generando nuevos conceptos que
se expresan en una nueva acción,
más intencional, que no sólo tras-
ciende los conceptos, sino que los
genera; siempre “se moverá más allá
de cualquier concepto existente de tal
modo que los volverá a re-crear, a re-
formular” (Gendlin, 1966/1997: 22).
Partir de la experiencia para la ela-
boración conceptual nos lleva a una
consciencia más profunda y más
abierta, pues, de este prestar atención
a lo que sentimos, desde el nivel
implícito, podemos entonces volver
al nivel verbal. Emerger en el nivel
de los patrones en un punto muy
diferente del que podríamos haber
llegado usando sólo pasos lógicos,
explícitos o ya definidos (Gendlin,
1967/1997: 65).

Es importante insistir en la pers-
pectiva social de la praxis, tan en-
fatizada por Paulo Freire, para quien
sólo es verdadera si de ella surge un
compromiso de lucha por transformar
las condiciones de opresión, si se
concreta en la lucha por la propia
liberación y la de quienes le rodean.
Sólo así se realizan las personas y los
grupos en lo que realmente son; “en
la palabra, en el trabajo, en la acción,
en la reflexión” las personas y los
grupos realizan su vocación de ser
más (Rodríguez, 1992: 29).
Algunas reflexiones finales
A lo largo de este trabajo hemos
señalado algunas coincidencias
y puntos de encuentro entre la
Educación Popular y el Enfoque
Centrado en la Persona, como cuer-
Referencias
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México: Siglo XXI.
pos articulados de constructos y
metodologías que promueven y nos
permiten comprender el proceso de
crecimiento personal y grupal.
Este proceso implica una dimensión
interpersonal; se da necesariamente
en el diálogo con la mediación de
la realidad; es al mismo tiempo un
proceso de humanización de las es-
tructuras familiares, comunitarias, so-
ciales y políticas en las que los seres
y grupos humanos se encuentran
inmersos y sin cuya transformación
no pueden ver realizados sus procesos
de crecimiento personal y grupal.
Si bien Rogers pone un mayor
acento en la dimensión intrapersonal
y el proceso dialógico que representa
la relación, y Paulo Freire desarrolla
su metodología como un proceso pa-
ra la praxis y el compromiso social,
encontramos que ambos aportes son
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Búsqueda.
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Abordagem Centrada na Pessoa. Paulo de
Frontin, Rio de Janeiro, 4-11 de agosto.
CONSCIENTIZACIÓN: PROCESO DE CRECIMIENTO
complementarios y se enriquecen
mutuamente.
Desde ambas perspectivas el proceso
de crecimiento/conscientización lle-
va a la transformación no solo del
mí mismo personal o grupal, sino de
las estructuras familiares, sociales y
políticas; integrar los aportes y énfasis
de éstas pueden representar una gran
riqueza, especialmente porque nos
invitan a creer en el ser humano y en
su potencial creativo y transformador.
Estoy consciente de que queda
pendiente para un futuro trabajo la
integración metodológica de las ideas
de Rogers y Freire, una propuesta de
aplicación que promueva procesos
integradores de conjunten los énfasis
y las particularidades de ambos pen-
sadores. Promover más procesos de
este tipo harán de nuestro mundo un
mejor lugar para vivir
Mancillas, C. (1998) El desarrollo humano
de las mujeres: Un modelo centrado
en la persona. México: Universidad
Iberoamericana (Departamento de
Educación y Desarrollo Humano,
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maestría).
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 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
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presentada en el 4º Foro Internacional del
Enfoque Centrado en la Persona. Paulo
de Frontin, Rio de Janeiro, Brasil- 4;11 de
agosto.
Segrera, A. S. (1997) Enfoque Centrado
en la Persona I. México: Universidad
Iberoamericana (Posgrado en Desarrollo
Humano, Curso impartido, apuntes
personales de la autora).
Segrera A. S. & C. Mancillas (1998)
Desarrollo humano social centrado en la
persona. Psicología Iberoamericana, 6(1),
3-13.
María de Lourdes Almada es licenciada
en Sociología y tiene estudios de maestría
en Desarrollo Humano en la UIA, este
artículo es su trabajo de titulación para
recepción de maestría en tramite.

Esas dosis necesarias
de tragedia
La incapacidad de autores vir-
tuosos como Lope de Vega para
tocar la cuerda trágica de la exis-
tencia nos lleva sospechar que
la tragedia, antes y además de
constituir un género literario, expre-
sa una experiencia radical que, en
la vida como en el arte, no es fácil
abrazar.
 
A diferencia de la comedia, que
supone normalmente el ingenio
de lo inmediato, la facilidad en las
relaciones y el virtuosismo en el uso
de herramientas (palabras, pinceles,
lances), lo trágico está comúnmente
asociado a la conciencia de la des-
proporción entre lo que se intuye
y lo que se vive, así como a una
determinada dosis de aridez y a
sentimientos de orden metafísico y
teológico. Si la vitalidad se define
por la valoración de lo inmediato,
la tragedia, por la constatación de
sus límites.
 
La tragedia encuentra un para-
lelismo estético no en lo bello, sino
en lo sublime. Entre los filósofos
que compartieron esta sensibilidad
radical se cuentan Unamuno, Kierke-
gaard (su dilecto) y Heidegger,
como, por supuesto, las diversas es-
tirpes de existencialistas. Entre los
que la evitaron se encuentran Or-
tega y Gasset, Bergson y los demás
vitalistas.
 
No son pocos los contemporáneos
antagonistas, como Cervantes y Lo-
pe, José Tomás y Enrique Ponce y
Para los que, como Paco Prieto, saben
leer –y viven– la fiesta brava con hondura
los citados Unamuno y Ortega que,
al tiempo en que cultivaron al nivel
de la excelencia cada una de estas
actitudes –la tragedia y su contrario–
dividieron las preferencias de su
tiempo extrapolando sus anta-
gonismos a comunidades enteras.
 
Así, para quien evade la cuerda
trágica de la vida, José Tomás, Ma-
nolete o David Silveti le parecen
tremendistas, mientras que a los
trágicos a Ponce, con toda su
maestría, no deja de faltarle hon-
dura.
 
El desarrollo humano propone
que, en realidad, no hay actitud
humana que nos sea ajena y que
estamos llamados a asumir en carne
propia experiencias radicales, acti-
tudes como éstas, lógicamente
irreconciliables. Evitar el duelo que
nos corresponde asumir resulta así
tan limitado como ser incapaces de
la risa.
 
También nos invita a que sea la
vida –su dinamismo, sus demandas–
y no una definición apriorística
ESAS DOSIS NECESARIAS DE TRAGEDIA
Eduardo Garza
o ideológica, mucho menos un
posicionamiento político, la que
marque los tiempos y las dosis de
estas dos vivencias fundamentales,
igualmente humanas.
 
Pero nos invita también a abrevar
no sólo de la fuente de la experiencia
directa individual, sino de la de
otros (ésa que, como aprendimos
de Luis Mariano, se alcanza de
igual manera en la empatía y en
la comunión artística) para, en
realidad, desatar nuestro potencial.  
 
Las obras de arte –maestras de
vida– nos permiten asumir tragedias
y beatitudes ajenas a manera de
entrenamiento, no sólo para hacer
nuestro algo más de la experiencia
humana, sino también para saber
manejar el dolor que llega a tocar a
nuestra puerta.
Cervantes, cuya biografía –acopio
de mala suerte– nos permite afirmar
que escribió para no enloquecer,
pudo manejar el dolor hasta en-
carnar un nuevo ideal, el del santo
laico que tan hondamente cuestionó
la mentalidad clerical de su tiempo. 
Lope, en cambio, incapaz de la
tragedia en sus obras, lo fue también
de procesar la dosis de culpa y
confrontación que fue acumulando
durante años y que, al final de su
existencia, se le presentara de gol-
pe en la amarga confrontación de
Antonia Clara, su hija. Por eso se
flageló inmisericordemente y se
dejó morir  
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 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Relámpagos
Algo grave pasa con la creatividad.
Es un tema recurrente; desde hace
años se encuentra gravitando en las
discusiones, en los encuentros y en
los desencuentros académicos que
tienen que ver con la educación y
con el desarrollo humano. Desde
preprimaria hasta el posgrado, la
creatividad es un desafío y casi
siempre un anhelo, una ausencia
lamentable. Intentos ha habido,
algunos valientes y revolucionarios,
que no han pasado de ser intentos. La
creatividad no está en el centro de la
educación formal y, probablemente,
tampoco en el centro de muchos
procesos terapéuticos, sea cual sea
su enfoque. ¿A qué debemos que no
hayan trascendido como modos vivos
de enfocar la actividad profesional
de facilitadores, profesores y tera-
peutas, planteamientos como los
de Montessori, De Bono, Savater,
Csikszentmihalyi, Maisel, Morin,
Verdú y tantísimos otros autores
y pensadores que han señalado
desde hace mucho tiempo (¿treinta,
cuarenta años?) la necesidad de
romper paradigmas y sondear nue-
vos caminos en los procesos uni-
versales de desarrollo humano?
¿Qué ha hecho falta para que la
creatividad sea un modo permanente
de trabajar y de enfrentar la vida? No
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ha faltado información ni análisis
ni propuestas prácticas. Estamos
inundados de información renovada,
ágil, instantánea y accesible prácti-
camente a cualquiera a través de
la red. Nuestro problema es contar
con la capacidad y el tiempo para
explorar, evaluar y discriminar tanta
información. Pero en el núcleo de
la pregunta parece estar más bien
la disposición personal, la actitud
valiente frente a los riesgos que
implica penetrar territorios des-
conocidos, llenos de obstáculos
y de miradas listas a juzgar y a
reprobar. Por eso pensamos que
“más vale malo por conocido…”.
Ninguna teoría, ninguna propuesta,
ningún plan, por geniales que sean,
serán suficientes sin esa disposición
personal a vencer el miedo a pensar,
decir y hacer congruentemente.
Basta con recordar a quienes fue-
ron nuestros más queridos y apre-
ciados mayores (en edad, saber
y gobierno), aquellos de quienes
aprendimos lo que llevamos vivo en
el corazón y en la mente. Cuando,
al recordarlos, surge en nosotros
un profundo agradecimiento, segu-
ramente estamos recordando a
quienes fueron fuente de creatividad
—que es lo mismo que decir, como
el poema de Miguel Hernández—,
Luis Mariano Acévez
aquellos que “nos arrancaron
cárcel”, que nos iluminaron una
parte del camino y nos dejaron
con su ejemplo el testimonio de su
libertad encarnada. En una de tantas
apariciones que pueden verse en
YouTube, Edward De Bono dice, con
una voz medio aburrida y cansada
tal vez de insistir y repetir, a lo largo
de los años, que estamos presos en
una caja construida con prejuicios,
percepciones y concepciones, res-
tricciones, reglas y limitaciones;
en un escenario de confort que
nos hace sentir falsamente seguros,
repitiendo las mismas respuestas a
nuevas preguntas que no nos atre-
vemos a formular. Para salir de esa
caja necesitamos desnudarnos.
Despojarnos de lo que nos impide
arriesgar la imagen personal y cri-
ticar honestamente certidumbres
y creencias aparentemente mono-
líticas. Reconocernos mortales y
tratar a los demás —alumnos, clien-
tes, pacientes o como se llamen—
como lo que son en verdad: personas
iguales a nosotros. Compañeros de
búsqueda en un planeta errante. Ése
es el verdadero prerrequisito de la
creatividad
Luis Mariano Acévez es arquitecto y maestro
en Orientación y Desarrollo Humano.
 ATIZANDO EL FUEGO
ATIZANDO EL FUEGO
Irma Potes y Samara Quintanilla

Bienvenido(a) a la sección: de crear un ambiente propicio para (2004) Facilitation and Reviewing in
el aprendizaje: Outdoor Education 2004, sección
Estimad@ lector(a): • Contrato de Valores. Glossary of Terms, traducido por las
Prometeo tiene esta nueva sección • Reto por elección. autoras).
para ti donde encontrarás, en cada Existen varias versiones del con-
número, herramientas prácticas y ¿Cómo ayudar a que el grupo esté trato, pero todas piden al grupo:
actividades para que puedas enri- listo para aprender? (1) Que entienda y/o genere las
quecer tus talleres, conferencias o
quizá aplicarlos en tu empresa o fa-
milia.
No dudes en contactarnos con tus
ideas, dudas o resultados del uso de
estas iniciativas.
samaraquintanilla@gmail.com;
irma.potes@gmail.com

Contenido:
¿Te ha sucedido que preparas
perfectamente una reunión, clase,
taller, conferencia o plática con
una persona o un grupo y los re-
sultados no son lo que esperabas?,
¿has querido que los participantes
permanezcan integrados al final
de tu intervención?, ¿has notado
que algunas personas se sienten in-
cómodas con algunas dinámicas
que propones y no lo dicen?
Quizá tengas éstas u otras pre-
guntas cuando facilitas el apren-
dizaje de un grupo o hablas con Contrato de Valores normas de comportamiento seguras
alguna persona. y respetuosas bajo las cuales se
A veces preparamos lo que no- ¿Qué es? va a operar; como mínimo debe
sotros queremos transmitir y nos incluir que todos sean escuchados y
olvidamos de preparar también el Es un acuerdo construido y fir- estén presentes” (2) El compromiso
ambiente para que “el otro” esté en mado por todos los asistentes de todos los miembros del grupo
condiciones de recibirlo. sobre el modo en el que quieren para acatarlas y (3) Aceptar la res-
Recordemos que en éstos días trabajar como grupo mientras estén ponsabilidad compartida para man-
las personas están saturadas de reunidos. Se ajusta al espíritu y pro- tener dichas normas.
información, estímulos y que en pósitos únicos del grupo. “Es una
general nos cuesta a todos estar creación compartida, desarrollada En la práctica:
solo en el “aquí y ahora”. en palabras que son entendibles Se puede utilizar cualquier jue-
Varios autores sobre pedagogía para cada uno de los miembros, go o iniciativa donde el grupo lo-
como Kurt Hahn y David Kolb re- genera un ambiente de seguridad gre los resultados a pesar de los
comiendan estos 2 elementos para física y emocional respaldada por obstáculos y se integren mientras
ayudar a los objetivos principales todo el grupo” (Greenaway, R. van conociéndose.

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 ¿QUIÉN AYUDA A LOS QUE AYUDAN?
Prometeo 57 2010
Al final se les pregunta que he-
rramientas personales o grupales
les ayudaron a lograr el objetivo o
cuales les hubiera gustado utilizar
para lograr aun mayores resultados.
Ejemplo: trabajo en equipo, lide-
razgo, compromiso, escucha activa,
etcétera.
Cada aportación se escribe y el
listado se firma por todos como
un compromiso de seguir con esas
actitudes el resto del taller o de la
relación.
Medio
Respeto y apoyo
Participación / Compromiso
Índice
Aceptar mi
responsabilidid
Pulgar
Celebrar el
ezfuerzo
Reto por elección
¿Qué es?
Es un principio que busca cen-
trar en participante el nivel de in-
volucramiento en cada actividad,
tomando en cuenta que un mismo
ejercicio representa un nivel y tipo de
reto diferente para cada persona. El
objetivo es que cada quien entienda
y extienda sus límites y participe de
lleno en la experiencia.
Parte del lugar emocional en la
que una persona puede encontrarse
al inicio, durante o final de una
actividad.
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• La zona de confort indica que la
persona domina o está en con-
trol de su ambiente interno y
externo.
• La zona de aprendizaje significa
que la persona está incómoda
al no saber, entender o procesar
lo que sucede en su interior o
exterior lo que le provoca alerta
y la predispone al aprendizaje.
• La zona de pánico o estrés extre-
mo es aquella donde la persona
ya ha traspasado sus límites y su
Anular
Chiquito
Seguridad física y
emocional
ansiedad o angustia es tal que
bloquea su aprendizaje.
En cualquiera de las zonas po-
demos crecer, sin embargo, es en la
zona de aprendizaje donde hay una
mayor apertura física y emocional
para ello. Ninguna persona es más
indicada para saber en qué zona
está en cada momento que uno
mismo.
En la Práctica:
Se puede explicar directamente
este modelo al grupo y pedirles que
cuando entren en zona de pánico
avisen al grupo o al instructor y
asignarán roles alternativos para su
participación, o bien, realizar algún
juego y preguntar al final a cada
quién en que zona se encontraba
para ver y valorar las diferencias
donde el grupo siempre respetará a
quienes estén en otras zonas
Otras herramientas para Atizar el
Fuego en este número
En el articulo del Dr. José F. Gómez
del Campo Estrada titulado “¿Quién
ayuda a los que ayudan?” aparecen
cuatro Instrumentos anexos que te
pueden ayudar a medir el nivel de
Burn Out.
• Anexo 1. Análisis de Satisfacción
de Necesidades. Diseñado por
Myriam Muñoz Polit.
• Anexo 2. Maslach Burn out
Inventory .
• Anexo 3. Adaptación del i-n
ventario de Burn out de Maslach
para diversas profesiones
Anexo 4. Escala de Depresión
Zung-Calderón.
Irma Potes es una persona humanista que
ha participado con gobiernos estatales,
empresas privadas, la academia y proyectos
de investigación en varias partes del mundo.
Es una entusiasta participante de triatlones
y otros eventos deportivos. Se encuentra
siempre en la búsqueda de respuestas y
disfrutando el camino acompañada de su
familia y amigos.
Samara Quintanilla vive diariamente la
aventura del desarrollo humano en todos
los aspectos de su vida, tratando siempre
de impactar positivamente en las personas y
de sacar lo mejor de todas las experiencias.
Su búsqueda la ha llevado a participar
en diferentes proyectos que incluyen
radionovelas educativas para niños, una
maestría en desarrollo humano, el aprendizaje
a través de la aventura, los campamentos y
la convivencia con la naturaleza, proyectos
de desarrollo comunitario y todo aquello
donde pueda poner su granito de arena para
mejorar el mundo.