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Programa 27 de marzo 2020

1. Me parece que “el tema” de reflexión (como para ponerle un


título) es “Lo que nos ha hecho el coronavirus y lo que nosotros
hacemos y haremos con él…”.
Esa frase me recuerda al coloquio de San Ignacio cuando medita sobre
la misericordia de Dios y nuestros pecados mirando a Jesús en la Cruz:
que he hecho por Cristo, que hago, qué debo hacer por Él (EE 53).
Es lo que el Papa Francisco nos invita a hacer hoy, a las 14 en la
Adoración del Santísimo y la Bendición Urbi et Orbi, estará junto a la
imagen original de la Salus populi romani, la imagen de la Virgen de
Santa María la Mayor, el Crucificado de los Milagros, la Cruz que en
1519 se salvó el incendio de la Iglesia de San Marcello y 3 años
después, llevada en procesión por el pueblo a todos los barrios de
Roma detuvo la peste de 1522. En el “Sagrado” como se llama, vacío,
estará n estas dos imá genes queridas de los Romanos y de
Francisco. El Cristo lo fue a visitar hace unos días, en una Roma sin
turistas y con él como ú nico Peregrino, como se vió en la foto en
todos los diarios. Mirar a la Virgen, mirar la Cruz.
Cuando estamos ante una cruz – este virus nos ha bloqueado y nos ha
ceñido con su corona, que es de espinas como la del Señor, nos ha
puesto en Cruz – , lo primero es dialogar con Jesús. Las demás
palabras y charlas son necesarias hoy más que nunca -todos los
mensajitos con los que nos abrazamos y acercamos-, pero tienen que
estar centrados en esta “charla honda” de cada uno con nuestro Señor
en Cruz.
Él Señor está en toda Cruz. Estuvo ya, se nos adelantó;
quiere estar en nuestras cruces, si se lo permitimos;
sabe cómo estar, cómo cargarla, cómo aliviarnos cambiándola con la
Suya.
Nos hará bien mirar a Jesús. Con el corazón. No pensar todo el tiempo
porque estamos inflamados de ideas. En estos días discernía que por
ahí me cansaban las palabras de los mensajitos pero tenía ganas de
estar con las personas que los mandan. Trato de responder con mensaje
de voz, porque las frases terminan siendo frases hechas pero el tono de
la voz acerca. Y más hondo, trato de sentir de corazón lo que esa
persona es para mí.
Hace bien mirar y sentir. Con Jesús en Cruz lo podés hacer, lo puede
hacer cualquiera porque la cruz es pública. Lo miraba su Madre, lo
miraba la Magdalena, una pecadora convertida, lo miraba Juan, su

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mejor amigo. Pero también lo miraban los ladrones, los soldados, los
fariseos, la gente…
“Fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe -como dice la
Carta a los Hebreos (12, 2)-, Jesús que en vez del gozo que se le
proponía, agarró la cruz, la soportó sin miedo a la mala fama y está
sentado a la diestra del trono de Dios”.
La mirada espiritual no es espiritualista. Todo lo contrario, es una
mirada muy concreta, que incluye todas las otras, según el caso, pero
se las ofrece y las confronta con Jesús: la mirada espiritual simplifica
contemplativamente la realidad en un solo juicio. Qué nos ha hecho el
coronavirus? Qué podemos hacer y haremos nosotros con él, que nos
acerque a Jesús y nos libre de la tentación de alejarnos de su amor?
 
2. Comprenderé si esta pregunta que te voy a hacer no te gusta,
porque veo que aquí vamos por algo más profundo, pero me
parece muy necesario dar un paso previo a la profundidad y
aclarar alguna cuestión “de superficie”, “reaccionaria” si querés,
como la que se escucha por allí acerca de que esto es “un castigo de
Dios”. Algunos tienen muy presente en estos días, por el
coronavirus, el “castigo” a Egipto con las siete plagas. ¿Dios nos
quiera castigar al permitir esto, o está más claro que nunca que la
libertad humana, cuando se la usa mal y para el mal, puede
desencadenar estas y otras pandemias…
- La pandemia de coronavirus un castigo de Dios? Te voy a responder
provocativamente: Ojalá fuera un “castigo de Dios”, entre comillas. El
Antiguo Testamento refiere todo directamente a Dios, sin mediaciones,
como un niño pequeño refiere todo a su mamá. Y en los males, las
enfermedades, los diluvios, incluso las guerras, ve un castigo personal
de Dios. Pero aún en los castigos más duros, siempre destaca la
promesa de salvación. La Biblia nos presenta a un Dios que castiga
pero que es “lento para enojarse y rico en misericordia”, capaz de
arrepentirse, de perdonar.
En el Nuevo Testamento, Jesús profundiza radicalmente esta visión del
castigo. Si había un castigo, en todo caso se lo apropió todo Él y a
nosotros nos libró dando su vida en la Cruz. El Señor centra todo en la
misericordia y cuando usa imágenes de castigo es solo para el que no
tiene misericordia con sus hermanos, para el que no perdona luego de
haber sido perdonado, para el que no da de comer al hambriento y pasa
de largo ante el herido al costado del camino. El lenguaje del castigo
ayuda a comprender que la falta de misericordia es un pecado terrible
para el mismo que lo comete, porque en la misma medida en que soy

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duro con el otro se endurece mi propio corazón, se congela, se vuelve
rígido y esto impide que la misericordia de Dios pueda entrar en mi.
Por eso la amenaza tan fuerte. Lo podemos formular así: el que no
tenga misericordia con los demás no la podrá experimentar en sí.
2.1. Se puede endurecer tan irremediablemente un corazón
humano?
A mí me hace bien temer que el mío sí, que me puedo endurecer mal.
Hay veces en las que me asombro de lo duro que puedo ser en un
juicio o lo anestesiado que puedo estar frente al sufrimiento ajeno!
Pero no me corresponde hacer “sociología” con esto. No me
corresponde hacer estadísticas y proyecciones sobre cuánta gente se irá
al infierno o a jugar con ideas: que si Dios perdona a todos, todo da lo
mismo, y si castiga eternamente, no es justo. Estas son especulaciones
que no ayudan a tomar en serio un lenguaje que a lo que apunta es a
que yo tome en serio el mal de manera personal.
En cambio me hace bien pensar que Dios es Misericordioso más allá
de toda medida y agradecer por esto. Y también, cuando estoy tentado
de ser duro con los demás, me hace bien espantarme de que ese pueda
ser el último acto de mi vida: yo no me quiero morir odiando a nadie,
no me quiero morir pensando en lo que me deben sino pidiendo perdón
por lo que debo yo y perdonando si alguien me debe algo, que esto será
lo único a favor que podré presentar para que me rebajen mis deudas.
Este marco último: el de una Misericordia infinita y el de poder
terminar mi vida en un acto de inmisericordia, me ayuda a juzgar con
criterios trascendentes lo que hago hoy.
2.2. - Bueno, Padre, pero “y la pandemia”? Es un castigo o no?
- Sí, nos fuimos un poco lejos con esto del castigo. Yo digo que el
castigo que tendremos los curas es escuchar todas nuestras homilías en
el purgatorio…
Una pandemia como esta se ubica en un terreno complejo: el de las
cosas “mitad naturales, mitad desatadas por el hombre”. Por eso
cuando decía que ojalá fuera un castigo de Dios. O incluso una maldad
del demonio, lo que quería hacer ver es que las “acciones de las que
alguien -Dios o el demonio- se hace responsable” se pueden discernir.
En cambio estas cosas que el hombre “desata” y luego no sabe cómo
atar, pensemos en la radioactividad de Chernobyl o en estos virus que
tienen que ver con nuestro descuido al mezclarnos con otras especies
sin la debida atención, como es el caso del mercado de Wuhan, o
directamente experimentando con material genético, como también
sucede, no es fácil nombrar lo que son, si son un “castigo de la

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naturaleza, que no perdona” o un“autocastigo fruto de nuestra
soberbia”... Qué son? Tienen algo “anónimo” que es muy peligroso.
El punto es que podemos manipular como queramos la naturaleza pero
luego no podemos desarmar lo que creamos o lo que desatamos
traspasando las leyes naturales. Podemos crear energía atómica en
laboratorio pero no podemos “desactivarla” si se sale del laboratorio. Y
la contención se tiene que hacer a mano, como los que limpiaban los
techos de Chernobyl y sufrían la radiación, o como ahora los médicos
y enfermeras que atienden a los que tienen el virus y se contagian en
gran número. No hay soluciones “técnicas” para estos males. Esto es
de lo que nos tenemos que avivar al sentir esta impotencia de que “no
hay vacuna”, “no hay tratamiento”…. y tampoco hay soluciones del
todo espirituales.
2.3 Cómo sería esto?
El Señor curaba a los enfermos o paraba una tormenta actuando como
el Creador que es. La naturaleza le obedece a su creador. Le costaba
más con los pecados. Pero con los que se reconocían pecadores y le
pedían misericordia, el Señor se aliaba, digamos así, con su
arrepentimiento y los perdonaba fácilmente. En cambio, con los que no
se reconocían pecadores, con los ciegos de espíritu, con los soberbios
de corazón, se encontraba con un muro. Tanto que eso lo llevó a la
muerte, a tener que dar su propia vida en testimonio de su bondad.
Con estos virus, lo que se ve es que hay una mezcla de naturaleza y de
soberbia humana. Son una creación nueva que no obedece totalmente a
Dios porque tiene un componente de soberbia humana bajo la capa de
neutralidad moral con que se reviste la experimentación técnica. No se
trata de solo de que Dios haga un milagro y detenga a este virus, si
vamos a seguir produciendo otros. Se trata de curar la soberbia humana
mezclada con los virus y esto no lo puede hacer Dios solo, requiere la
ayuda de todos. Esto es lo que el Papa llama la conciencia de que
necesitamos una conversión ecológica, todos.
3. En una conversación previa me dijiste que “en estos tres meses y
medio cambió el mundo”. Y nos vas a tener que contar porqué.
Pero imagino que también en otros momentos trágicos de la
historia se dijo que el mundo había cambiado y lo que vino
después no fue mejor. Pasó con la primera y segunda guerras
mundiales, con las bombas atómicas sobre Hiroshima y
Nagasaki… Quiero decir que muchas veces vemos que el mundo
ha cambiado, evidentemente, pero no sabemos cómo hacer para
que los cambios nos hagan mejores en lugar de peores. 

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Creo que todos nos damos cuenta de que el mundo ha cambiado. El
solo hecho de haberse “parado” todo nos muestra cuántas cosas
estaban en el aire y se sostenían solo por un movimiento continuo, por
puro malabarismo. Como la timba financiera, por ejemplo. Y esta
sigue! No se puede creer que haya gente que especula con esto y que
gane plata especulando… El mundo ha cambiado.
Lo que sí es verdad es que los cambios nos pueden hacer mejores o
peores. Esto es así porque el progreso moral, el progreso ético y el
espiritual, no son acumulativos. La tecnología va siempre para
adelante, en cambio la moral personal, la ética social y la
espiritualidad, cada día se lo tienen que jugar todo. Se pueden dar un
millón de pasos adelante en poco tiempo, como ahora que de golpe
tomamos conciencia de que “todo está conectado”, como dice Querida
Amazonia, y de que mi acción individual de lavarme las manos y
quedarme en casa realmente contribuye a salvar el planeta o a
contagiarlo. Pero también se pueden dar muchos pasos juntos atrás,
como sucede en nuestra sociedad, que para superar una ley de
penalización del aborto que se ha revelado como ineficaz, en vez de
dar los veinte pasos adelante que se necesitan para articular hoy con
justeza el bien particular y el bien común, da solo un paso pragmático
y teñido de mucha ideología, reduciendo un tema en el que se conecta
toda la vida social a una mera cuestión de salud pública. Esto es un
retroceso de conciencia que causa un gran mal al tejido social.  
4. (Acerca de “los saltos de conciencia”): ¿Qué discernimiento
podemos hacer de cómo han actuado las personas, las familias, los
Estados, los gobiernos en este proceso que comenzó en China y que
fue involucrando a todo el mundo?
 Puede ser útil hacer una “reflexión para sacar provecho” como dice
San Ignacio, de esta crisis que estamos viviendo mundialmente Se han
producido algunos “saltos de conciencia” que hay que señalar para que
no los olvidemos.
Un salto lo vimos en la decisión valiente que tomó un joven médico de
Wuhan que se llamaba Li Wenliang. Ya es historia pero fue hace tres
meses solamente. El 30 de diciembre de 2019 Li Wenliang advirtió a
las autoridades acerca de la posible presencia de una nueva epidemia.
Sabía lo que le esperaba. Las autoridades lo obligaron a permanecer en
silencio firmando un documento en el que se declaraba culpable de
haber causada perturbación pública. Li Wengliang se declaró enfermo
del virus por Facebook el 30 de enero y falleció el 17 de febrero por el
virus. Tenía 29 años.

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El salto de que hablo es el de una conciencia científica, en este caso un
médico, que tiene que saltar al ámbito público con una palabra que es
en sí misma política: epidemia. Cuando un médico dice que existe un
virus desconocido, que no tiene tratamiento y que se contagia, le “da la
palabra” a un ser que está en nuestro cuerpo pero que no es de nuestro
cuerpo, ni siquiera de nuestra especie, y esa palabra se convierte en
pública, obligando a tomar decisiones políticas que trascienden
totalmente al individuo. Todo esto es porque el virus “se replica”. Los
virus son inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están
vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos
porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y
replicarse. Cada coronavirus hace entre 10.000 y 100.000 copias de su
código. Esto nos parece terrible, pero en este momento en pleno Siglo
XXI más 1.300 millones de personas son pobres y 24 mil personas
mueren cada día de hambre en el mundo. El 75 % de estos fallecidos
son niños menores de cinco años. Es decir que 18 mil niños y niñas de
entre uno y cuatro años mueren de desnutrición cada día. Por el
coronavirus han muerto 24.000 personas en tres meses, no en un día.
El punto es que el hambre no es “contagioso”. En este sentido los
gráficos y estadísticas en tiempo real del coronavirus nos hacen tomar
conciencia de lo que otras pandemias provocan en cámara lenta y “de
modo encapsulado”.
Los otros saltos de conciencia, a nivel de región, de país y mundial, se
dieron relativamente rápido, aunque no con toda la rapidez que se
necesita para contener una pandemia. El 22 de enero China declaró la
cuarentena. Un mes después, el 21 de Febrero, se despertó la
conciencia comunitaria en Codogno, Italia, de que el virus estaba
circulando “asintomáticamente”. 15 días después, el 9 de marzo, el
gobierno italiano declaraba la cuarentena en todo el país. Dos días
después, el 11 de marzo, la OMS declaraba la pandemia.
Mi reflexión es que tenemos que se trata de un momento especialmente
oportuno para dar -todos- un salto de conciencia, tenemos que aprender
a pensar, cada uno, no importa su cultura, su edad, de manera distinta.
4.1. Por qué decís que es un momento especial?
Porque poder ver lo que pasó en China hace tres meses y se repitió en
Italia hace dos meses le permite a la Argentina, por ejemplo,
adelantarse y tomar medidas que si no nunca hubiera tomado. Este
proceso de aprender de la experiencia ajena es algo que se da de
manera muy lenta, lleno de variantes culturales, geográficas,
generacionales… En este momento estamos aprendiendo a una rapidez
inusitada. Yo por ejemplo, que estoy en cuarentena hace 18 días (en
realidad más porque ya casi no salíamos desde fin de febrero) puedo

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“sentir” lo que van sintiendo en argentina, que llevan una semana. Es
como un “deja vu”. Uno puede decir algo sabiendo que el otro lo va a
vivir en unos días y el otro puede tomar una decisión basándose
científicamente en las estadísticas de otro país, con las diferencias del
caso.
Vemos que en los EEUU por ejemplo, su presidente se hizo el
canchero (como en muchas otras cosas que como se dan en cámara
lenta, la gente se olvida) y tuvo que cambiar rápidamente y de manera
radical todo su planteo. Esta mañana EEUU ha superado a China y a
Italia en número de casos registrados! Todo esto es así porque el virus
se comporta de manera sustancialmente similar en todos lados: no le da
bola a la “post-verdad”, que dice que la realidad es como cada uno la
siente y que cada uno tiene su verdad. La verdad del virus es una y el
que no se adecua, se muere y mata a otros.
Bueno, lo que “entendemos” todos perfectamente, por la coherencia y
velocidad del virus, tenemos que aprender a aplicarlo a todas las
realidades, también a las que se dan en cámara más lenta. Yo no tengo
la receta de este nuevo paradigma, pero me atrevo a decir que puedo
reconocer el “tono”. Es un tono atento a la realidad -al dato científico,
a cada historia personal, al bien común y a las decisiones últimas, de
vida o muerte, de servicio o egoísmo, de adoración o soberbia. Cuando
en el tono con que alguien habla resuenan estas notas, escucho.
Cuando siento disonancias, digo: este es un “pre-coronavirus”. Está
meando fuera del tarro.
5. “La realidad es más importante que la idea”, es uno de los
principios de discernimiento social del Papa Francisco. ¿Cómo se
ha puesto en evidencia en esta situación que atraviesa el mundo?
La constatación del médico chino acerca de la presencia de una
realidad esencialmente contagiosa y dañina para la que no existe un
tratamiento, es una constatación que muchos científicos están haciendo
desde hace tiempo en otros ámbitos de la vida. Esto es lo que el Papa
advierte en Laudato Si y en Querida Amazonia. Políticamente no se
les prestaba atención o se relativizaban muchos problemas ecológicos
porque parece que no amenazan la vida a corto plazo y de manera
global como ha hecho el coronavirus. Pero con el diario del lunes,
como se dice, estamos asistiendo a un baño de realismo en una época
que se jactaba de estar en la post-verdad.
El punto importante es que no solo se ha globalizado la conciencia,
sino que -con distinto grado de rapidez- se van unificando las medidas
sanitarias, económicas y políticas que toman las personas, las
comunidades y los países.

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5.1. ¿Cuáles dirías vos que han sido las respuestas ideológicas y
cuáles las que se fundaron en la realidad?
Las resistencias a tomar medidas por conveniencia ideológica y de
intereses particulares se muestran poderosas, pero vemos cómo ceden
con la misma velocidad con que crece el contagio del virus, se
colapsan los servicios sanitarios y aumenta el número de muertos.
Algunas frases ideológicas que yo califico como “frases pre-
coronavirus” es decir, frases paleológicas, que no van:
«Es solo una gripe más», una frase emblemática de los que minimizan
la realidad para esconderla.
O “Ataca solo a los viejos y a los que ya están enfermos”. Esta es una
frase de pragmatismo cruel. Una frase de guerra, de los que usan la
lógica inhumana de “reducción de daños”. El que se ve obligado a
tomar decisiones tiene en cuenta el mal menor y los daños inevitables.
Pero el que toma esas decisiones debe estar dispuesto a ponerse en
primera fila.
«Es un virus chino», esta frase es típica de los que buscan un chivo
expiatorio y piensan con la lógica de que lo único real es el enemigo.
Está bien si se dice que el enemigo es el virus, que no “prende” en
nacionalidades o razas sino en pulmones humanos.
Tenemos que discernir rápidamente -por el tonito de suficiencia, por
alguna palabra que se les escapa o por el discurso en su conjunto, que
este paradigma “pre coronavirus” no va más. No reconocer la esencia
mortal para nosotros de un virus (solo una gripe), hablar en términos
utilitarios de la vida y de la muerte (solo los viejos), sacar provecho
ideológico, político o económico de una pandemia (virus chino) son
actitudes intolerables porque son irreales. Y en este momento no ser
realista lleva a la muerte.
5.2. ¿Qué actitudes sensatas (a veces heroicas) hemos visto, de las
que tenemos que aprender, y cómo ha actuado el mal espíritu?
Acá en Italia, una actitud ejemplar, junto con la de tantos médicos,
enfermeras y voluntarios, es la del Jefe del Departamento de
Protección Civil, Angelo Borrelli, que ayer se tuvo que retirar porque
le vino fiebre. Sigue un protocolo virtuoso: comienza siempre por los
que se han curado (festeja las victorias, aunque sean parciales, porque
cada persona vale); interpreta los datos con cautela, sin hacer
proyecciones aventuradas, ni catastróficas ni optimistas; destaca la
generosidad de los que están en el frente de batalla, y apela siempre a
la responsabilidad de cada uno en su ámbito: estar en casa salva el
mundo.

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Su actitud contrasta con las declaraciones de otros personajes públicos
que cambian de opinión fácilmente y dicen lo contrario de lo que
habían dicho con la misma convicción, pensando que la post-verdad se
impone mostrando seguridad porque la gente olvida. No es así. La
gente no olvida a los que dan la vida por todos, también por los más
ancianos y enfermos, ni a los que los consideran descartables.
La post-verdad se cae a pedazos en estos días de coronavirus. Se cae a
pedazos porque todos estamos de acuerdo en que ahora “la realidad
manda”. Y ninguna defensa de bienes parciales se puede “camuflar”,
sino que es condenada públicamente como egoísta.
6. (La Iglesia –el Pueblo fiel de Dios- como “hospital de
Campaña”) ¿Cuál ha sido y cuál debe ser el rol, el servicio de la
Iglesia, de los creyentes, de las personas de fe, ante las realidades
dolorosas que nos plantea el coronavirus?
No es una metáfora que el mundo es hoy “un hospital de campaña”,
como decía el Papa. Cada uno entra a su casa como si entrara en una
terapia intensiva y se lava las manos como al entrar en un hospital.
El protocolo que estamos usando todos es el de la buena batalla
espiritual. Hacerlo consciente y ponerlo en práctica cada uno importa
mucho.
1 Festejar cada paso adelante que dan las buenas Noticias en nuestra
vida. Cada vez que nos alegramos por el bien, cada vez que cantamos y
bailamos en los balcones, cada vez que se cura una persona, cada vez
que alguien tiene un gesto solidario: hay que celebrarlo!
2 No obstinarnos en usar solo criterios empíricos, pragmáticos,
científicos. Para combatir el mal se necesita esta nueva manera de
pensar, este tono del que hablaba, se necesitan todos los criterios
conducidos prudentemente por los criterios espirituales, humanísticos y
religiosos. Los de Jesús en particular, ya que es el que mejor combate
el mal.
3 No dejar de soñar con una entrega más bella de mi parte, cada día,
sin esperar a que cambien los otros o la situación. Esto es difícil: cada
día levantarse poniendo adelante este sueño despierto. Pero lo vemos
en los médicos y enfermeras que luchan cada día. Ayer un diputado de
Bergamo contaba con lágrimas de uno de los párrocos de su ciudad,
una de las más golpeadas, que había muerto en el hospital después de
dejarlo su respirador a un joven.
4 Estar en casa salva el mundo. Es lo de San Ignacio: no asustarse ante
los grandes desafíos y dejarse contener por lo pequeño. Cada uno en su
puesto.

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Seguramente habrá un “post-coronavirus”. Pero no tiene que haber un
después de esta “conciencia común” que se nos ha despertado y que
debemos recordar y cultivar, cambiando de tono al hablar.

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