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CANTARES DE UN SUSURRO
ARCANO
Puede que esta necesidad late en José Bedia porque está anclada en el
conocimiento de que en esa relación de fe hay un vínculo, un nexo que debe
salvarse, anotándolo, haciéndolo fabulación visual, cuaderno de anecdotario,
crónica simbólica que indica una resistencia invicta aún. Una conexión hombre
planta, planta animal, animal mujer, mujer luna, luna tierra, monte mar, mar
tierra espíritu… y así. Una recíproca relación eco-sistémica donde “algo” de ese
saber ancestral podría indicarnos las reglas del juego de nuestra supervivencia
como especie, como sociedad presente que se proyecta hacia el futuro desde
el pasado. Un vínculo que es transversal y atemporal, poseedor de un saber
que traspasa el tiempo. Un diálogo que Bedia comprende como el don en lo
dado, en el intercambio, en la voz de los otros, en su palabra y su musicalidad,
su sinfonía mínima.
Aún cuando esa música suene detrás, de fondo, como un murmullo, un cántico
divino silencioso, en voz baja, sólo para entendidos e iniciados, estudiosos
sabedores de esas lenguas otrora misteriosas, enigmáticas y ocultas ante los
saberes actuales, idiomática que conoce perfectamente porque sabe que si
él pregunta… sus deidades responden. Como dejó plasmado en aquella obra
germinal de título: Si yo te llamo tú me respondes (1985). Una graficación del
sistema dialógico y vinculante que describe la relación del Iniciado y
su Nganga.
Omar-Pascual Castillo
[1] Sus macro-instalaciones por la que se lanzó su carrera por la década de los
90s, algunos críticos las etiquetaron de “efectistas, chabacanas, o
escandalosas”, cuando en verdad eran evidentemente un grito… pero un
merecido grito de libertad, tras su temprano exilio, primero a México y luego
EUA.
[2] Un rasgo que podríamos decir ya abarca dos décadas, pues desde el inicio
de su agrisada serie de Estatuas, Ruinas y Batallas Navales del año 1999, este
carácter narrativo se hizo latente, un sello que actualmente Bedia cultiva con
cierto desparpajo y desacomplejado placer pictórico, alcanzando cuotas de
verdadero goce, derroche y magistralidad