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FACULTAD DE EDUCACIÓN
PEDAGOGÍA EN ESPAÑOL
Octubre 2023
Concepción, Chile
Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos, por
cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita bibliográfica del
documento.
AGRADECIMIENTOS
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS 9
RESUMEN 11
ABSTRACT 12
ESTADO DEL ARTE 11
Historia del Servicio nacional de menores (SENAME) 12
Congregación evangélica Iglesia Asamblea de Dios Autónoma 18
Hogar de menores El Alba 20
Artículos de prensa 23
MARCO TEÓRICO 26
1. “Lo ruinoso” 26
1.1. Ruina(s) 26
1.2. Memoria colectiva 29
1.3. Nostalgia reflexiva 33
2. “Autoficción” 37
ANÁLISIS DE LA OBRA 48
Capítulo 1: Las formas de la ruina en la nostalgia 48
Capítulo 2: La autoficción en Memorias de una niña alba 62
PROPUESTA PEDAGÓGICA 78
CONCLUSIONES 79
BIBLIOGRAFÍA 80
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
Memorias de una niña alba es una novela escrita por la autora Bruna Faro,
nacida en Pinto (Chile) en el año 1981 y que, actualmente, reside en la Isla
de Chiloé. Esta es su obra debut publicada en el año 2020 por MAGO
Editores en el contexto de pandemia y de revuelta social ocurrido en Chile.
Esta exhibe temas marginales dentro de la sociedad chilena, relatando la
vida de un grupo de niñas vulneradas en sus derechos, quienes fueron
víctimas del abuso y la negligencia institucionalizadas durante el periodo de
dictadura militar en Chile.
En esta materia, Chile, en sus inicios como república, con una realidad
parecida a la del resto del continente, heredaba un “débil sistema
institucional de asistencia a las clases desposeídas” (Rojas, 2010, p.66), ya
que cuando los niños se encontraban en una condición irregular -como
viviendo en la calle-, no había una política de resguardo por parte de los
gobiernos que se hiciera cargo. Precediendo al SENAME, existieron otras
instituciones caritativas de iniciativa privada como la misión de diversas
órdenes religiosas y las instituciones del tipo policial, tales como: La casa
de Expósitos (1758), la Congregación de las Hermanas de la Providencia
(1853) y la Protectora de la infancia (1985). Estas intentaban solucionar el
problema urbano a principios del siglo XX, en el momento en que “con el
crecimiento urbano y una constante migración, se acentuó la condición de
pobreza en la que vivían muchas familias, multiplicándose la presencia de
niños en la calle” (Curimil, 2014 parafraseando a Rojas, 2010, p.16).
1 El nuevo servicio no tiene responsabilidad penal adolescente y Sename va a seguir vigente, pero con
otro nombre: “Servicio de Reinserción Social Juvenil”.
estadounidenses. Ahora bien, su inicio formal no tuvo un fundador definido,
ya que la voluntad de los religiosos pentecostales, evangélicos, y
protestantes de comienzos del siglo XX condujo a lo que puede
considerarse, en estricto rigor, el surgimiento de esta organización. Fue
durante el primer Concilio General de las Asambleas de Dios ocurrido el 2
y el 7 de abril de 1914 en Hot Springs, Arkansas, que se adoptó el nombre
de «Asambleas de Dios». Desde aquel entonces, la organización de estas
congregaciones creció hasta llegar a ser lo que es hoy, enviando desde
distintas partes del mundo a miles de misioneros. De esta forma, como
organización logra un hito con la conformación de la Fraternidad Mundial
de las Asambleas de Dios Pentecostales, renombrada en 1993 como
Fraternidad Mundial de las Asambleas de Dios.
Artículos de prensa
Bruna Faro nació en Pinto (Región de Ñuble, Chile) en el año 1981. Su
único libro publicado hasta el momento corresponde al que será analizado
en esta investigación, Memorias de una niña Alba, el cual fue publicado el
año 2020 por Mago Editores. De ella no se conoce mucho, ya que su
biografía no se encuentra en internet, lo que se sabe es gracias a la
contraportada del libro y las entrevistas que ha concedido a diversos medios
de comunicación. Tuvo padres ausentes, por lo que fue criada por familiares
pasando dos años aproximadamente en el Hogar de niñas El Alba. Al
respecto comenta:
Mi paso por el Hogar de niñas El Alba, fue breve, tanto así, que hoy
es casi un recuerdo que cada día se vuelve más onírico. Contar este
episodio en mi vida, no revertía mucha importancia, hasta que
comencé a escribir el libro. (Faro, 2021).
Actualmente vive en la Isla de Chiloé y se encuentra escribiendo su
segundo libro sobre inmigración en Chile.
Las niñas Alba, no solo cargan con la mochila del abandono, también
cargan con la mochila de ser niñas Sename y eso es muy fuerte
porque en nuestra sociedad ser una niña que pasó por el Sename es
tener casi una incapacidad. (Faro, 2021).
De esta forma, Faro recoge sus vivencias y les da una voz mediante la
creación de una niña llamada Aurora de siete años, quien relata en primera
persona la historia de supervivencia de ella y sus compañeras, junto con los
maltratos que allí vivían como el hambre, frío, abandono e, incluso, abusos
sexuales. Las ex-niñas Alba alzan su voz luego de 20 años y sacan a la luz
recuerdos dolorosos de una infancia ultrajada dando a conocer los abusos
infantiles que vivían dentro de aquellos muros por parte de una institución
que debía protegerlas.
MARCO TEÓRICO
1. “Lo ruinoso”
1.1. Ruina(s)
2. “Autoficción”
Según lo visto anteriormente, podemos afirmar que las ruinas que posee
una persona se ven reflejadas por medio de la nostalgia reflexiva, en donde
quien las carga revive su pasado ruinoso mediante los recuerdos. En ellos se
almacenan experiencias concretas que provocan lo ruinoso en aquella
persona llevándola a ser quien es en la actualidad y condicionando su
presente y futuro ya que, como fue mencionado, las ruinas son atemporales.
Con eso en mente, a continuación, vamos a ahondar en las ruinas que se
pueden apreciar dentro de la obra Memorias de una niña alba. En
específico, el pasado ruinoso de la protagonista Aurora y también el cúmulo
de ruinas que cargan las niñas que vivieron en el hogar con ella en esos
años. Este ejercicio es realizado por la autora de la novela ya que “a partir
de una experiencia concreta, arraigada en el presente, se vuelve a contar el
pasado ajeno” (Masiello, 2008, p.100). El pasado ajeno serían las memorias
de las niñas Alba y la experiencia concreta que se encuentra arraigada en el
presente sería la del maltrato, en sus diversas formas, que estas sufrieron en
aquellas instituciones que debían protegerlas y sus secuelas hasta la
actualidad.
Luego en el Hogar San José, el cual era regido por monjas, surgen más
recuerdos ruinosos (traumas): Al llegar no reciben muestra de comprensión
ni palabras amables por el difícil momento que debe ser para un NNA que
lo dejen en un hogar de menores. Al contrario, las cuidadoras las tratan de
manera fría limitándose a darle órdenes solamente, como si de un
regimiento militar se tratase. Allí las tratan de manera brusca e indolente, si
no se comían la comida las castigaban y si lloraban por motivos totalmente
válidos igual. Aquellos castigos podían ser desde dejarlas sin comida hasta
bañarlas en agua fría obligándolas a desnudarse frente a otras. También si
se orinaban en la cama las obligaban por la mañana a desfilar solo con una
sábana como pañal frente a otras niñas, lo que le sucede a su hermana en
repetidas ocasiones. Su madre, que prometió visitarlas y ellas confiaban en
su promesa, nunca fue dejándolas a su suerte en aquel lugar. De hecho, se
va de la casa y abandona a sus hijos por irse con su nueva pareja Jaime.
Además de esto, Aurora pasa frío y vergüenza por tener que desvestirse
delante de las otras niñas. Ella no tiene amigas en el lugar y sufre de
bullying por parte de sus compañeras. Todo esto, sumado a toda la situación
de abandono en ese horrible lugar, la hace querer suicidarse saltando de una
ventana, de lo cual se arrepiente a último momento. Si en su casa cuando
aún vivía con su madre Aurora ya sufría, ahora con toda esta primera
experiencia ruinosa que marcaría su vida por siempre eso ya había pasado a
segundo plano. Al momento de notificarle a esta que las iban a transferir a
ella y a su hermana esta no sabe qué sentir al respecto, diciendo que en
aquel hogar “No pasaba hambre, pero debía sacarme la ropa delante de
todas. Tenía mi cama, pero no era dueña de mi ropa” (p.69). Esto demuestra
que dentro de los hogares de menores no existe un sentido de pertenencia;
las niñas no poseen objetos que consideren solo suyos, ya que todo era
compartido.
Como pudimos ver, el hambre era un gran tema para las internas, ya que
la poca comida que les daban era escuálida e insípida. Estas llegaban a
prácticas extremas para alimentarse y no morirse de hambre, como comer
pasto y todo lo que brotara de los árboles y restos de comida de la basura, lo
que ocasiona que se enfermen continuamente. Junto con esto, las niñas
llegaban al punto de robar comida de la huerta y bodegas, siendo
brutalmente castigadas por ello: “Nos castigaban por tener hambre (...),
porque nos subíamos a los árboles a sacar algún fruto por hambre; porque
entrábamos a la cocina por hambre; porque robábamos en la despensa por
hambre; por entrar a la huerta, porque teníamos hambre…” (p.211). Sin
embargo, los castigos no se limitaban a hurtos solamente, ya que los
directivos del hogar también ejercían violencia a las niñas por otros motivos
e, incluso, sin motivo aparente. Ante la duda de por qué roban si el director,
Ricardo, les va a pegar se responde que: “El coco siempre nos pega, pero
tenemos hambre, así que robamo’ igual” (p.153). Denotando así que el
hambre es más fuerte que el miedo a un castigo.
Podríamos dar a conocer con lujo de detalle los múltiples castigos que
reciben las niñas dentro del hogar en varias páginas: como el castigo que
recibían las niñas que se orinaban en su cama que consistía en exponer y
quemar sus genitales en una estufa a gas. O el castigo donde Ricardo las
sorprende arriba de los árboles sacando avellanas y las obliga a comerlas
con el riesgo de que alguna se asfixie. O de las torturas, de las golpizas que
les otorgaba con un palo especial para castigos con alambre por un lado y
cuero por el otro o con varillas de los árboles o de los abusos sexuales. Sin
embargo, en el próximo capitulo se expondrán testimonios crudos y partes
del libro que permiten comprender lo sádico de Ricardo y el miedo
profundo que las niñas sentían hacia él, por lo que consideramos que
ahondar aún más en aquello sería grotesco y morboso. Es por esto que, a
continuación, se dará paso a lo que todas estas experiencias ruinosas
significaron para las ex-internas y cómo estas condicionaron su vida.
La parte final del libro es una que adquiere vital importancia para esta
investigación, ya que en el último capítulo Aurora se junta con Pauli (su
mejor amiga dentro del hogar) y con Judith Jaramillo para conversar sobre
todo lo ocurrido dentro del hogar siendo ya adultas habiendo transcurrido
varios años. Aurora cumple un papel de entrevistadora y les realiza
preguntas con una grabadora sobre su paso por el hogar, siempre de manera
respetuosa. Es interesante el diálogo que se genera cuando estas rememoran
anécdotas y experiencias, ya que en ese punto es donde surge el concepto
teórico de nostalgia reflexiva. Las ex compañeras reflexionan sobre las
ruinas que han quedado por lo vivido en el hogar, y ya no desde una mirada
infantil e inocente, sino desde una adulta en donde comprenden de mejor
manera lo ocurrido, lo cual ayuda a formar una memoria colectiva de niñas
Alba.
A la hora de recordar ocurre un intercambio de información sobre el
hogar como espacio compartido solamente por las niñas y los directivos de
este, información que solamente aquellos conocen: datos de los directores y
de las tías y sus nombres, de las niñas que estuvieron allí con ellas, como
era el hogar, sus dinámicas, etc. Dentro de esta información compartida
entre ellas, también existe la que algunas desconocen que debe ser
refrescada o aclarada por una para ser comprendida por todas. Esto se
aprecia en un momento de la conversación cuando estas conversan sobre las
precariedades de alimento que deben cubrir comiendo pasto o lo que brotara
de los árboles, en donde Jaramillo comenta que por ello la apodaron la
Chivo. Aurora le responde: “Tú eras la Chivo… — comento recordando
que había escuchado ese apodo un par de veces” (p.208). Este pequeño
intercambio de información es un ejemplo de un fenómeno que ocurre a lo
largo de toda su conversación: la relación entre los conceptos de ruina y
memoria. En donde las ruinas que son compartidas por las ex internas son
revividas mediante los recuerdos traumáticos que estas vivieron en diferente
medida dentro del hogar, es mediante este intercambio de información que
se forja la memoria colectiva de las niñas Alba.
Estas primeras descripciones del lugar con el pasar del tiempo se van
completando a medida que Aurora se va integrando al grupo de niñas Alba,
permitiendo que esta conozca detalles que sólo éstas podían comprender de
acuerdo a las dinámicas del día a día, como cuando estas robaban en la
huerta papas: “Nosotras vamos a la huerta (...), y sacamos cosas pa comer,
papas, y las ponemos adentro de la estufa para que se cuezan. Salen
quemás, pero le sacamos las cáscara y son ricas” (p.82).
Aurora descubre espacios y sus usos que, a primera vista, no pueden ser
detectados, como lo es la sala de castigos que sólo algunas son capaces de
recordar de manera detallada, como Judith Jaramillo que cuando le
preguntan dónde quedaba esta, sabía que estaba “a la subida de la escalera
principal. Subiendo hacia la izquierda estaba la puerta de entrada a su casa y
hacia la derecha una puerta con una pequeña ventana” (p.211).
Este testimonio, así como los otros recopilados por Bruna Faro, demuestran
la conexión existente entre el pasado y el presente que se revela por medio
de lo ruinoso, lo cual es expresado en el recuerdo traumático.
Para esta tarea, nos interesa analizar cómo se produce esta ficción,
que también tiene elementos de la realidad, y sabemos que desde la
perspectiva de los recuerdos y la memoria podemos dar respuesta a esta
interrogante que invita a entender cómo se funde realidad y ficción en esta
novela.
Extracto de la novela
—¡No vamos a parar hasta que lloren! —ladró Ricardo mientras les
pegaba con la varilla en la espalda de una de ellas.
Se me encogió el corazón. No sabía qué hacer. El sudor me corría por
la espalda. No aguanté la presión y rompí a llorar al igual que Pauli.
Fragmento de la novela
Por último, se puede decir con seguridad que Memorias de una niña
alba es una obra autoficcional con una gran referencialidad. Y podría
afirmarse que el más contundente elemento ficcional de la obra provendría,
principalmente, de la creación de un personaje, y la dificultad de rastrear la
identidad o el referente real en ella. Lo que grosso modo también confirma
su estatus autoficcional cuando considera que “quien escribe su propia vida
debe inventarle una máscara a algo que no existe. Algo acorde a lo que Julia
Musitano plantearía diciendo que: “El sujeto autoficcional tiene que
inventarse rostros y poner en juego la indeterminación” (Musitano, 2016,
p114). Y que “en las autoficciones el autor suele jugar con una historia
contada de diversas formas, inventarse rostros, nuevas personalidades”
(Musitano, 2016, p.121). Una nueva interrogante relacionada a esto se abre.
Faro, contando como materia prima con el relato de la ex internas, crea al
personaje de Aurora, sin embargo, la voz de este personaje y a quien
responde son más de una persona, algo que hace invita a pensar que “Al
escribir declaramos y hacemos algo sobre nosotros mismos y sobre los
demás; decimos y hacemos sobre un yo y un nosotros, una historia
individual y una historia colectiva” (Amaro, p.186). Lo que,
inevitablemente, motiva estrechar el análisis de la obra a un concepto clave,
el de la memoria colectiva.
PROPUESTA PEDAGÓGICA