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UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN

FACULTAD DE EDUCACIÓN
PEDAGOGÍA EN ESPAÑOL

RECUERDOS COLECTIVOS DE UNA INFANCIA RUINOSA EN

LA OBRA “MEMORIAS DE UNA NIÑA ALBA” DE BRUNA FARO

Tesis para optar al grado de: licenciado en educación con mención en


español

POR: GEAN FRANCO DOUSSANG LEIVA

NINOSKA FERNANDA ROJAS CASTRO

Profesor Guía: Dra. MARIELA JINETT FUENTES LEAL

Octubre 2023
Concepción, Chile
Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos, por
cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita bibliográfica del
documento.
AGRADECIMIENTOS
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS 9
RESUMEN 11
ABSTRACT 12
ESTADO DEL ARTE 11
Historia del Servicio nacional de menores (SENAME) 12
Congregación evangélica Iglesia Asamblea de Dios Autónoma 18
Hogar de menores El Alba 20
Artículos de prensa 23
MARCO TEÓRICO 26
1. “Lo ruinoso” 26
1.1. Ruina(s) 26
1.2. Memoria colectiva 29
1.3. Nostalgia reflexiva 33
2. “Autoficción” 37
ANÁLISIS DE LA OBRA 48
Capítulo 1: Las formas de la ruina en la nostalgia 48
Capítulo 2: La autoficción en Memorias de una niña alba 62
PROPUESTA PEDAGÓGICA 78
CONCLUSIONES 79
BIBLIOGRAFÍA 80
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN

Memorias de una niña alba es una novela escrita por la autora Bruna Faro,
nacida en Pinto (Chile) en el año 1981 y que, actualmente, reside en la Isla
de Chiloé. Esta es su obra debut publicada en el año 2020 por MAGO
Editores en el contexto de pandemia y de revuelta social ocurrido en Chile.
Esta exhibe temas marginales dentro de la sociedad chilena, relatando la
vida de un grupo de niñas vulneradas en sus derechos, quienes fueron
víctimas del abuso y la negligencia institucionalizadas durante el periodo de
dictadura militar en Chile.

La hipótesis planteada dentro de esta investigación, es que los recuerdos


creados en base a una infancia ultrajada operan como elementos ruinosos
que crean una conexión entre el pasado y el presente expresado en el
recuerdo traumático. Lo ruinoso será comprendido, principalmente, según
los textos teóricos sobre ruinas provenientes de las autoras Maria Zambrano
(1973) y Francine Masiello (2008), siendo entendido como la causa
potencial de una ruina y el origen en donde sucede la destrucción de un
objeto, lugar o persona condicionando así su historia. La ruina, por su parte
y para propósitos de esta investigación, corresponde a una persona o cosa
que ha sufrido en el tiempo una experiencia concreta o varias las cuales han
deteriorado su estado. Dichos elementos son retratados en la obra
Memorias de una niña alba de manera que constituyen una autoficción en
torno a niñas vulneradas en sus derechos que, además de sufrir maltratos de
distinto tipo, vivieron una dictadura de hambre y de miedo dentro del hogar.
La definición del concepto como se entenderá para este análisis es una
provista desde los planteamientos principalmente de dos autoras, Musitano
(2016, 2017), Arfuch (2002) de quienes se obtiene una edificios de
autoficción como un tipo de literatura que inventa máscaras y rostros,
cuando opera la ficción, y respecto a la referencialidad que también
presenta el concepto, la noción de que no es la verdad lo esencial en esta
sino los recuerdos y sus efectos en este tipo de escritura. De esta forma, se
demostrará el uso que se le puede dar a la autoficción para indagar las
dimensiones emocionales y afectivas de niñas sin infancia que, a su vez,
son dimensiones éticas y políticas también.

El objetivo general de esta investigación es analizar la transformación


de los recuerdos de infancia, marcados de forma transversal por la
vulneración de derechos de la niñez, en testimonios que componen la
autoficción Memorias de una niña alba y, a su vez, analizar cómo la
memoria de las mujeres que habitaron el Hogar de menores El Alba está
compuesta por elementos ruinosos vinculados con su precariedad externa
constituyendo así una memoria colectiva de niñas Alba. Sumado a lo
anterior, se pretende realizar una propuesta pedagógica que involucre la
obra en cuestión para ser leída y analizada en el aula bajo una mirada
crítica. Para poder cumplir dicho objetivo, se deben cumplir objetivos
específicos, los cuales corresponden, primeramente, a describir la historia
del Sename, de la fundación y, más específicamente, de Hogar de niñas El
Alba en donde se desarrolla la historia y ocurren los maltratos hacia las
infantes que genera el cúmulo de ruinas a partir de sus derechos vulnerados.
A su vez, realizar un repaso de la historia de los Derechos de la Niñez
haciendo hincapie en los derechos que se vieron vulnerados en la obra con
el abuso sexual, la violencia y el hambre que vivieron las niñas en el hogar.
Asimismo, examinar el concepto de ruina y los conceptos desglosados de
este como nostalgia reflexiva y memoria colectiva según los planteamientos
de Svetlana Boym (2015) y Maurice Halbwachs (2004) respectivamente,
identificando los elementos ruinosos presentes dentro de la obra mediante
una revisión teórica como las precariedades, la basura y el frío, los cuales
implican que una infancia sea ultrajada. Otro concepto a analizar será el de
autoficción para, de esta forma, proponer la novela Memorias de una niña
Alba como una obra de autoficción.
En base a la revisión teórica y su análisis en relación a la novela,
tenemos el objetivo de crear una propuesta pedagógica en donde se
incorpore la lectura del libro en las salas de clases como material digno de
estudio para el fomento lector de los y las estudiantes, cuyas temáticas
puedan ser abordadas por el/la docente para sensibilizarlos en temas de
desigualdad e injusticia en Chile. A partir de su lectura, se espera que
estos/as logren empatizar con el sufrimiento colectivo de las niñas dentro
del hogar teniendo una respuesta ética y moral, ante la presencia de un libro
que trata temas difíciles desafiando lo que se considera como lecturas
apropiadas para niños, niñas y jóvenes.

En cuanto a la metodología utilizada, esta corresponde a una investigación


teórica metodológica a partir de la obra Memorias de una niña Alba, la cual
aborda aspectos teóricos ya mencionados como el concepto de ruinas y de
autoficción junto con otros que se desglosan de estos: nostalgia reflexiva y
memoria colectiva. A partir de la revisión teórica de varios autores, se
abordarán aspectos disciplinares como la transferibilidad de esta novela al
dominio educativo mediante una propuesta pedagógica creada desde una
una visión crítico-reflexiva para el quehacer docente, sirviendo para el
ejercicio docente en el aula.

Los capítulos de este trabajo de investigación están divididos de acuerdo a


los conceptos teóricos de ruina y autoficción. Sin embargo, estos se
encuentran estrechamente ligados dialogando entre sí con los sub-conceptos
de memoria colectiva y nostalgia reflexiva. Por una parte, en el capítulo de
ruinas se analizan los elementos ruinosos presentes dentro del libro, los
cuales corresponden a los recuerdos traumáticos de las niñas en el Hogar de
menores El Alba, es decir, los maltratos y abusos que allí ocurrieron. Estas
ruinas compartidas forman la memoria colectiva de niñas Alba, que es
forjada mediante el ejercicio de la nostalgia reflexiva, en donde las ex
internas recuerdan sus experiencias en común en aquel lugar. Por otra parte,
en el capítulo autoficción se realiza un análisis de la obra sustentado en las
características y elementos propios de la autoficción con el fin de proponer
la novela como una obra autoficticia. Este se centra en dilucidar el traspaso
y la transformación de la realidad acaecida cuando el grupo de niñas
permaneció en el hogar el alba, y como estos se mezclan en la novela con la
construcción ficcional que la envuelve.
ESTADO DEL ARTE

El siguiente apartado pretende realizar un acotado recorrido de las


instituciones que, a lo largo de la historia de Chile han resguardado la niñez
en sustitución de la familia, desde principios del siglo XX hasta finales de
2019. Esta tarea se realiza con el objetivo de contextualizar la institución y
los acontecimientos que dieron origen a la historia que transcurre en la obra
Memorias de una niña Alba. En particular, se darán a conocer las
transformaciones que aquellas han experimentado hasta llegar a convertirse
en el Servicio nacional de menores (SENAME) y que actualmente recibe el
nombre de Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y
Adolescencia. Luego de conocida la fundación del SENAME, se indagará
en la historia de la Congregación Dios Autónoma, comunidades cristianas
que se encuentran a lo largo de todo Chile, hasta llegar al Hogar El Alba,
que es en donde transcurre la historia de la obra a analizar. Finalmente, se
ahondará en los hechos de violencia y abusos ocurridos en dicho recinto
alrededor de los años 80, los cuales 20 años después son denunciados por
una ex-interna del hogar en cuestión llegando a oídos de la autora Bruna
Faro, quien recopila esas historias y crea un relato autoficcional. De ella se
brindará su biografía, junto con información del proceso creativo e
investigativo que inspiró a la creación de su libro Memorias de una niña
Alba, publicado en el año 2020 en el contexto de pandemia y revuelta social
que atraviesa Chile en esos momentos.
Historia del Servicio nacional de menores (SENAME)

La historia del Servicio nacional de menores (SENAME) se construye en


torno a la figura del niño, la cual durante gran parte de su pasado no fue
considerada una categoría muy diferente a la de los adultos (Curimil, 2014).
Debido a que no eran contemplados como otra categoría diferente,
padecieron las injusticias adyacentes a su condición de desventaja frente a
los adultos para desenvolverse en la sociedad durante un largo tiempo, por
ejemplo, trabajaron para su sustento, estuvieron a cargo del cuidado de
otros menores, etc. Es a partir de 1959 cuando las Naciones Unidas aprobó
la Declaración de los Derechos del Niño que estos pasaron a ser sujetos de
derechos, diferentes a los adultos en el mundo. Sin embargo, existiendo
tales circunstancias durante tan largo tiempo, era una constante la
negligente situación de niños en abandono, habitualmente forzados a una
independencia temprana en condiciones que los dejaban a merced de la
calle, ocasionando así una serie de situaciones que hoy serían consideradas
abusos.

En esta materia, Chile, en sus inicios como república, con una realidad
parecida a la del resto del continente, heredaba un “débil sistema
institucional de asistencia a las clases desposeídas” (Rojas, 2010, p.66), ya
que cuando los niños se encontraban en una condición irregular -como
viviendo en la calle-, no había una política de resguardo por parte de los
gobiernos que se hiciera cargo. Precediendo al SENAME, existieron otras
instituciones caritativas de iniciativa privada como la misión de diversas
órdenes religiosas y las instituciones del tipo policial, tales como: La casa
de Expósitos (1758), la Congregación de las Hermanas de la Providencia
(1853) y la Protectora de la infancia (1985). Estas intentaban solucionar el
problema urbano a principios del siglo XX, en el momento en que “con el
crecimiento urbano y una constante migración, se acentuó la condición de
pobreza en la que vivían muchas familias, multiplicándose la presencia de
niños en la calle” (Curimil, 2014 parafraseando a Rojas, 2010, p.16).

Ante esta situación de indigencia infantil en contínuo aumento, las medidas


políticas de la época contemplaron la creación de una comisión
interministerial para la protección de los menores en situación irregular en
1960 y, posteriormente, la creación del Consenso Nacional del Menor
(CONAME) en 1967. Este último estaba a cargo de "coordinar la labor de
protección que realizarán las instituciones, reconocer la calidad de
“colaboradores” a las instituciones privadas, condición para recibir
subvención, destinar recursos a estos organismos y elaborar programas de
tareas mínimas para la aplicación de las políticas" (Curimil, 2014, p.22).
Esta sería la primera institución de asistencia social para menores antes del
SENAME, de la cual el estado asumió la tarea en torno a esta problemática
como el principal responsable.

En 1973, el golpe de estado dio inicio a un periodo de dictadura militar en


Chile que duraría hasta 1990. Entre los cambios que introdujo el régimen
autoritario, estuvo la disolución del parlamento y la prohibición de los
partidos políticos y los sindicatos, acabando así con la democracia en el
país. En consecuencia, el régimen persiguió el comunismo y otras
ideologías de izquierda bajo la doctrina de seguridad del estado, incurriendo
en la violación sistemática de los derechos humanos, con miles de personas
torturadas, asesinadas y desaparecidas, sin mencionar el gran número de
personas exiliadas que huyeron del país. Durante estos años, el país vivió
una serie de transformaciones económicas que reformaron el rol del estado,
limitándolo a uno subsidiario de acuerdo a los principios de la doctrina
económica neoliberal que se adoptaron. Como expone Rojas al respecto de
las transformaciones en tal periodo: "La nueva dirección económica del
régimen de gobierno impuso una revisión a todas las políticas de
planificación centralizada". (Rojas, 2010, p.685).

Al margen de tal contexto en el país es que surgió la institución que, a partir


1979, fue conocida como Servicio Nacional de Menores (SENAME). Su
creación surge en el contexto de las políticas infanto juveniles de la época y
"debe pensarse en el marco de las reestructuraciones institucionales que se
impulsaron, las cuales tuvieron por objetivo consolidar un nuevo modelo
político, social y económico, inspirado por el neoliberalismo y la Doctrina
de Seguridad Nacional". (Velásquez, 2020, p. 127). De igual modo, se debe
considerar que dichas reformas estructurales pretendían frenar en los
nuevos centros de menores y adolescentes las frecuentes revueltas y, a la
vez, que estos se transformaran en un foco abierto para que surgiera el
comunismo en la población joven. De tal manera, este nuevo sistema que
reformaba y también prometía subsanar las falencias del anterior sistema se
configuraba bajo algunos de los siguientes objetivos y características,
respectivamente:

“Dar asistencia a menores que carecieran de tuición, o que teniéndola, fuera


perjudicial para su desarrollo; a niños con problemas conductuales y a
aquellos que estuvieran en conflicto con la justicia” (Curimil, 2010
parafraseando a Farías, 2002). Asimismo:

Estaba encargado de asistir o proteger a los menores y estimular,


orientar, coordinar y supervisar técnicamente la labor que desarrollen
las entidades públicas o privadas que ayudan con sus funciones. Pero
lo anterior, podía ser desarrollado y llevado a la práctica, a través de
las instituciones reconocidas como sus colaboradoras (Curimil, 2010,
p.22-23).
Dentro de las características administrativas del nuevo sistema, hay que
considerar que, tras la instauración de este nuevo modelo político
neoliberal, los privados pasaron a ser los responsables de la mayoría de
estos centros de menores, lo que provocó que el estado se limitara solo a su
subvención. Como plantea Curimil (2010), citando a Álvarez (1994), en
Rojas (2010):

El fundamento ideológico de todo el modelo era que el estado


delegaba la función de atención en agentes privados que asignaría
mejor los recursos y así la libre competencia debía actuar por medio
de un incentivo económico, que era la subvención. (Curimil, 2010,
p.23).
Transcurridos los primeros años de funcionamiento del nuevo sistema, el
gobierno militar quiso evaluar los resultados de su política y atender los
problemas que surgieron durante ese tiempo. El catastro registró las
precarias condiciones de los centros administrados por el SENAME y sus
colaboradores y, con ello, el cuestionable éxito de tal política. Al respecto
de este mal funcionamiento, autores como Farias señalan:

La modernización del sistema infantil nunca estuvo exenta de


problemas en su conformación histórica. Ya en 1984, los jueces de
menores advirtieron los riesgos del sistema de institucionalización,
debido a las constantes muertes de menores, los abusos sexuales de
los funcionarios en contra de ellos, los incendios, las fugas masivas,
las torturas y el aumento explosivo de niños residencializados.
(Farias, 2019, p. 69).
Sin embargo, no existieron remediales suficientes sino que, al contrario,
continuó un generalizado abandono de niños, niñas y jóvenes (NNA en
adelante) en estos centros.

El relato de quienes vivieron en aquellos centros en esos años constituye


una valiosa fuente de información respecto al funcionamiento de las
instituciones, esto ante el ocultamiento de lo que ocurría en estas
dependencias por parte del gobierno militar. Vivencias de lo negativo de la
institución en esos momentos se nutren al considerar el panorama de
violacion de derechos humanos sobre el cual existen pruebas que dan
respaldo histórico y un consenso general.

Años más tarde, en el contexto del fin de la dictadura, se produce la


ratificación chilena de la Convención de los Derechos del Niño (CDN) el 13
de agosto de 1990, un año antes de su aprobación por parte de Naciones
Unidas. Esto implicó que se consideraría:

En un cuerpo legal, derechos civiles y políticos con derechos


económicos, sociales y culturales, como componentes
complementarios y necesarios para asegurar la protección integral del
niño y su participación en la sociedad en calidad de sujeto de
derecho. Incluyendo además, que aquello es responsabilidad de la
familia, la sociedad civil, la cooperación internacional y
especialmente, el Estado. (Curimil, 2014, p.23).
En consecuencia, este acuerdo político introdujo una perspectiva en la que
el menor deja de ser entendido como sujeto de compasión-represión y pasa
a ser un sujeto que se lo reconoce pleno en derechos.

En 1991, en el llamado “retorno a la democracia” se acentuó la


preocupación por el funcionamiento del SENAME. Es por esto que el
gobierno de aquel entonces llevó a cabo un informe acerca del
funcionamiento de la institución en busca de su mejoramiento. Sin
embargo, de aquel informe “aún se mantienen vigentes gran parte de los
hallazgos y recomendaciones” (Alzola et al., 2018). Pese a esto, un punto a
considerar es que la realidad del servicio, a medida que avanzaron los años,
se fue complejizando debido a que comenzó a atender drásticamente a más
NNA junto con otro tipo problemáticas en ellos, tales como drogadicción,
explotación sexual, etc. Cifras que respaldan el fenómeno anterior son las
otorgadas por Alzola, quién informa que “entre los años 1990 y 2016 las
atenciones a los NNA se triplicaron, pasando a ser casi 90 mil a más de 260
mil” (Alzola et al., 2018). Esto ocasionó que se contrarrestaran los
esfuerzos en cuanto al aporte de recursos en democracia. Respecto a la
labor del SENAME, autores como Paulina Henoch señalan que: “Nuestra
historia muestra que la implementación de las políticas de infancia ha sido
errada y se han buscado los cambios sin tener claro cómo lograrlos” (Alzola
et al., 2018, p.15), proporcionando una visión del desarrollo contemporáneo
de este sistema.
Hasta hace poco, tras múltiples reformas desde el retorno a la democracia,
el SENAME enfrentó numerosos escándalos vinculados a la violación de
derechos humanos y de los NNA dentro de sus centros, encontrándose en
unas de sus peores crisis. Existe un informe titulado "Muertos bajo
custodia" y varios informes de comisiones investigadoras que denuncian la
existencia de una “cultura de desprotección de derechos” al interior del
SENAME” (Poza, 2017, p.20), exponiendo cifras de hasta 1.188 personas
fallecidas en programas del SENAME en quince años hasta el 2021. Ante
tales circunstancias, la institución fue finalmente reformada en 2021, dando
lugar al hoy llamado Servicio Mejor Niñez que reemplaza al SENAME en
materia de protección a la niñez y la adolescencia en el país. 1

Congregación evangélica Iglesia Asamblea de Dios Autónoma

Las iglesias Asamblea de Dios Autónoma son comunidades cristianas que


se encuentran en gran parte del mundo y cuya principal base de fe y
doctrina es la Biblia, con énfasis en la doctrina de la Santísima Trinidad.
Esta organización se enmarca dentro del pentecostalismo y sus miembros se
definen a sí mismos como protestantes, evangélicos y pentecostales.

Los orígenes de esta organización religiosa se remontan a la Europa del


siglo XX, específicamente a Europa del norte (Suecia), en donde el
movimiento pentecostal se masificó traspasando fronteras hacia tierras

1 El nuevo servicio no tiene responsabilidad penal adolescente y Sename va a seguir vigente, pero con
otro nombre: “Servicio de Reinserción Social Juvenil”.
estadounidenses. Ahora bien, su inicio formal no tuvo un fundador definido,
ya que la voluntad de los religiosos pentecostales, evangélicos, y
protestantes de comienzos del siglo XX condujo a lo que puede
considerarse, en estricto rigor, el surgimiento de esta organización. Fue
durante el primer Concilio General de las Asambleas de Dios ocurrido el 2
y el 7 de abril de 1914 en Hot Springs, Arkansas, que se adoptó el nombre
de «Asambleas de Dios». Desde aquel entonces, la organización de estas
congregaciones creció hasta llegar a ser lo que es hoy, enviando desde
distintas partes del mundo a miles de misioneros. De esta forma, como
organización logra un hito con la conformación de la Fraternidad Mundial
de las Asambleas de Dios Pentecostales, renombrada en 1993 como
Fraternidad Mundial de las Asambleas de Dios.

A través de los años de formación, se diferenciaron de otras vertientes


religiosas hermanas, por ejemplo, el pentecostalismo radical. En un
documento llamado "Verdades Fundamentales", los integrantes de esta
congregación religiosa expusieron sus creencias y sus bases, poniendo
énfasis en la doctrina de la Santísima Trinidad. Desde entonces estas
iglesias concertaron adoptar la Biblia como su regla de fe y conducta,
permitiendo a cada ministro desarrollar sus propias interpretaciones,
distanciados de los movimientos de unificación pentecostal declarados.

Entre sus principales principios y creencias se encuentran el rechazo a las


figuras de profetas y apóstoles como divinidades o cargos, reprobación a las
libres interpretaciones de la Biblia que llevan a consideraciones que no
están explícitamente escritas en ella y la creencia exclusiva en sus textos
sagrados como veraces y confiables. Además de lo anterior, su credo está en
desacuerdo con las orientaciones de género distintas a la heterosexual, el
consumo de alcohol, el juego, segundos matrimonios, considerándolas
como pecados motivo de apercibimiento, la amonestación, suspensión o
expulsión.

Respecto a su llegada al país, esta se enmarca en el proceso de


evangelización tan antiguo como la llegada de sus misioneros al continente.
Ya para 1918 las iglesias de la Asamblea de Dios Autónoma estaban
presentes en múltiples territorios, incluido los de habla hispana tales como
Chile. Según la propia página web de la Iglesia en Chile, esta “nace como
fruto del gran avivamiento que dio forma a la Iglesia Pentecostal Sueca a
principios del Siglo XX, la cual envió misioneros a todo el mundo"
(extraído de la web de la iglesia).

Hogar de menores El Alba

La desgarradora historia de los abusos sufridos por las niñas en la novela


Memorias de una niña Alba ocurre en el Hogar de menores El Alba, que
está a cargo de La Corporación Iglesia Asamblea de Dios Autónoma de
Osorno. Por una parte, esta congregación data de la década del 60 en
Osorno y se reconoce como sus fundadores a Alejandro Leighton y Augusta
Knopke. Por otra parte, respecto al hogar El Alba, este tiene sus orígenes
alrededor de 1964, cuando Carlos Hanell llegó como misionero de dicha
congragación a Osorno y dio inicio a lo que sería el hogar en cuestión.
La fundación administrada por la corporación Iglesia Asamblea de Dios
Autónoma pasó a ser un centro colaborador de la nueva institución Servicio
Nacional de Menores (SENAME) en 1980. Como consecuencia de esta
transformación, el hogar atravesó una reestructuración que dejó a cargo del
establecimiento de menores a Héctor Ricardo Salgado Moreno. Momento
en que, bajo su dirección, el hogar se transformó en un lugar de vulneración
de derechos de manera sistemática para las internas, sin repercusiones
públicas y oculta durante un largo tiempo, según sus mismos testimonios. A
continuación se encuentran un par de testimonios de ex-internas extraídos
del libro Memorias de una niña alba que reafirman el brutal cambio dentro
del hogar con la llegada de Salgado como director:

Ingresé al Hogar de Niñas El Alba a los dos años, exactamente en el


año 1976, cuando dirigían el hogar la tía Brita y el tío Per, grandes
personas, las cuales siempre me hicieron sentir protegida y querida.
Fueron los mejores años, fui feliz. Luego, en el año 1980, si mal no
recuerdo, llegó el nuevo director, Hector Ricardo Salgado Moreno.
Desde ese momento cambió mi vida, de felicidad a un miedo terrible.
(Judith Jaramillo, p.255).
Yo llegué a la edad de cuatro años al Hogar de Niñas El Alba. En
esos años habían unos directores de Suecia. Recuerdo que eran muy
buenos con todas. Éramos una familia. Pasaron dos años y llegaron
los otros directores. Todo cambió y comenzó una nueva vida para mí
y mis hermanas, ya que todas tiritaban de miedo (La Pacheco, p.243).
La primera luz respecto al caso fue la denuncia colectiva que encabezó
Judith Margoth Jaramillo Martínez, que exigía a través de cartas y
testimonios que se esclarecen las torturas a las que las ex-internas eran
sometidas. Sin embargo, Héctor Salgado abandonó Osorno en 1994 y se
trasladó a la ciudad de Santiago luego de un incendio en donde murió una
niña, en el mismo hogar El Alba. En Santiago acabó desenvolviéndose
como pastor en una iglesia, de la cual fue destituido al saberse de su
demanda. Tras estos hechos él ni ningún implicado enfrentaron cargos, y
Salgado actualmente se encuentra sin paradero conocido y el caso de la
84demanda finalizó.

La fundación y el Hogar El Alba continúan existiendo. Ubicada en Barros


Arana 2203 (Osorno, Los Lagos), al día de hoy entrega apoyo integral a
niñas vulneradas en sus derechos y, desde el 2013, pasó a convertirse en
ONG. La Iglesia Asamblea de Dios Autónoma sigue siendo la sostenedora
legal de la Fundación El Alba, la cual en el presente es bien evaluada por la
comunidad debido al buen servicio que presta niñas en riesgo social, siendo
reconocida también por el gobierno del cual recibe subvención en calidad
de colaborador del servicio Mejor Niñez.

Artículos de prensa
Bruna Faro nació en Pinto (Región de Ñuble, Chile) en el año 1981. Su
único libro publicado hasta el momento corresponde al que será analizado
en esta investigación, Memorias de una niña Alba, el cual fue publicado el
año 2020 por Mago Editores. De ella no se conoce mucho, ya que su
biografía no se encuentra en internet, lo que se sabe es gracias a la
contraportada del libro y las entrevistas que ha concedido a diversos medios
de comunicación. Tuvo padres ausentes, por lo que fue criada por familiares
pasando dos años aproximadamente en el Hogar de niñas El Alba. Al
respecto comenta:

Mi paso por el Hogar de niñas El Alba, fue breve, tanto así, que hoy
es casi un recuerdo que cada día se vuelve más onírico. Contar este
episodio en mi vida, no revertía mucha importancia, hasta que
comencé a escribir el libro. (Faro, 2021).
Actualmente vive en la Isla de Chiloé y se encuentra escribiendo su
segundo libro sobre inmigración en Chile.

A partir de una exhaustiva revisión en internet sobre el libro Memorias de


una niña alba y su creadora, Bruna Faro, fue posible averiguar datos
relevantes que sirven a la investigación sobre la creación de este, su proceso
y lo que inspiró a la autora a publicar esta novela, esto gracias a entrevistas
que ha concedido en múltiples medios de comunicación como televisión,
periódicos, entre otros.

Sin embargo, antes de dar a conocer la información encontrada, resulta


necesario recalcar ciertos puntos para comprender de manera adecuada la
historia real que inspiró la creación de la novela de autoficción: 1) El Hogar
de niñas El Alba, en donde se centra la historia, existe hasta el día de hoy
recibiendo niñas de Osorno y de la zona. 2) Judith Jaramillo no es un
personaje inventado por Bruna Faro para la historia de su libro, es una
mujer que existe y se mantiene activa en las redes sociales denunciando el
maltrato sufrido dentro del hogar. 3) Si bien el personaje principal de la
novela, Aurora, es un personaje ficticio creado por la autora junto con su
historia y su hermana Margarita, las experiencias vividas en aquel hogar,
lamentablemente, si ocurrieron en verdad siendo respaldadas por los
testimonios de las ex-internas. Aurora pasa a ser un personaje testigo que
describe estas situaciones de maltrato y abuso desde su mirada infantil
traspasando al lector su emocionalidad, esto

Con la finalidad de plasmar, lejos de las estadísticas que estamos


acostumbrados a tener sobre los abusos, maltratos y muertes en
hogares de menores, lo que siente un NNA en situación de abandono.
Lo que se siente en la carne y en el alma. (Faro, 2021)
El nacimiento de este libro se remonta a la denuncia de Judith Jaramillo
antes mencionada ocurrida el año 2017, quien era una antigua residente del
hogar que, luego de 20 años, reúne las fuerzas para dar a conocer los abusos
físicos, psicológicos y sexuales cometidos por Héctor Salgado, ex Director
del Hogar de niñas El Alba entre 1981 y 1994. De esta forma, se inició un
proceso investigativo en el cual se reunieron los testimonios de sus
compañeras de generación, quienes también fueron víctimas de las torturas
cometidas por Salgado y declaran para dar apoyo a Judith. Gracias a la
masificación que tuvo la denuncia colectiva en las redes sociales, Bruna
Faro conoce la historia empatizando con aquellas mujeres que pertenecieron
al hogar e inicia un proceso investigativo de 3 años, logra tener acceso a la
carpeta investigativa del caso denunciado, en que se exponen cartas de
mujeres que no pudieron ir a declarar al juicio y enviaron para dar apoyo a
la causa sirviendo de testigos para Judith. Gracias a ese documento, la
autora pudo tener acceso a los datos de las ex-internas y así poder
comunicarse con ellas directamente para realizarles entrevistas sobre lo
sucedido. De esta manera es como se va construyendo la novela: por una
serie de voces fragmentadas que son articuladas en torno a las pesadillas
vividas en el hogar El Alba.
Luego de conocer de primera fuente lo que significa pertenecer a una
institución así, Faro siente la necesidad de visibilizar lo ocurrido dentro del
hogar y de que se haga justicia. Esta rechaza la indiferencia frente a la
violencia ejercida en las niñas y usa la literatura como un medio para dar a
conocer la verdad. Para esto, les pide autorización a las ex-internas de
publicar sus relatos testimoniales de manera respetuosa y bajo sus límites al
final de la obra, ya que hablar de lo sucedido en el hogar en su infancia
implica reabrir una herida dolorosa que ha dejado secuelas en su vida.
Según la misma autora:

Las niñas Alba, no solo cargan con la mochila del abandono, también
cargan con la mochila de ser niñas Sename y eso es muy fuerte
porque en nuestra sociedad ser una niña que pasó por el Sename es
tener casi una incapacidad. (Faro, 2021).
De esta forma, Faro recoge sus vivencias y les da una voz mediante la
creación de una niña llamada Aurora de siete años, quien relata en primera
persona la historia de supervivencia de ella y sus compañeras, junto con los
maltratos que allí vivían como el hambre, frío, abandono e, incluso, abusos
sexuales. Las ex-niñas Alba alzan su voz luego de 20 años y sacan a la luz
recuerdos dolorosos de una infancia ultrajada dando a conocer los abusos
infantiles que vivían dentro de aquellos muros por parte de una institución
que debía protegerlas.

La autora, Bruna Faro, comenta que el proceso de producción de este libro,


tanto la recopilación de la información como su redacción, fue muy
doloroso y también agotador demorándose 3 años en terminarlo por el
desgaste mental que implicaba sumergirse en esa cruda realidad de primera
fuente, diciendo: “Sentía que cada capítulo me dejaba sin energías. Perdí la
cuenta de cuántas fueron las veces que lo corregí, pero lloraba a escondidas
después de cada revisión. Y es algo que aún me pasa” (Faro, 2021). Esto se
refleja en varios capítulos del libro, en donde se ve lo difícil que es para la
protagonista recordar ese pasaje de su vida ya adulta, teniendo que
detenerse en su proceso de escritura.

MARCO TEÓRICO

1. “Lo ruinoso”

1.1. Ruina(s)

Antes de aclarar el concepto de 'lo ruinoso', que es fundamental para


el desarrollo de nuestra investigación, es necesario, en primer lugar, definir
qué se entiende por 'ruina', ya que 'lo ruinoso' se deriva de este último
concepto. Una ruina es definida por la Real Academia Española (2014)
como “destrozo, perdición, decadencia y caimiento de una persona, familia,
comunidad o Estado”. A la hora de pensar en una ruina, es común que se
piense en primer lugar en los restos de un edificio arruinado. Sin embargo,
tras revisar una de las definiciones otorgadas por la RAE, constatamos que
una ruina no sólo se refiere a un lugar abandonado, sino que esta puede ser
también una persona o cosa que ha sufrido en el tiempo una experiencia
concreta o varias las cuales han deteriorado su estado. Si bien dichas
experiencias se encuentran atrás, están vinculadas con el presente, en el
objeto o persona que recuerda, venciendo, de esta forma, el paso del
tiempo.
Dichas experiencias que causan el deterioro de un elemento con el
paso del tiempo corresponden a un cúmulo de ruinas que le dan el adjetivo
de “ruinoso” al elemento propiamente tal. Es por esto que cuando hablamos
de las ruinas, en plural, nos referimos a dichas experiencias o
acontecimientos que han condicionado nuestras acciones y, a su vez, cómo
somos y cómo seremos por la manera como fuimos y lo que hemos vivido
anteriormente. María Zambrano, una ensayista y filósofa española, afirma
que las ruinas no corresponden a “los acontecimientos tal y como fueron,
sino lo que de ellos ha quedado: su ruina” (1973, p. 409). En esta cita
Zambrano se refiere a que, a la hora de recordar ciertas experiencias
ruinosas que nos definen no tan solo en nuestro presente, sino también en
nuestro futuro, no las vemos con los mismos ojos que cuando estas
ocurrieron, sino que las contamos según nuestro punto de vista haciendo
hincapié en aquellos hechos que cobran más relevancia para nosotros
dejándonos una huella imborrable. Es decir que, los hechos no son objetivos
porque se apegan a nuestra subjetividad personal, cobrando relevancia en la
medida que nosotros lo permitimos a la hora de hacer memoria y recordar
nuestras ruinas.

Por su parte, la autora Francine Masiello en su ensayo Los sentidos y


las ruinas (2008) nos dice que las ruinas “nos obligan a sentir y a pensar a
doble compás. Pretexto para tocar pasado y futuro, se abre a un momento
ético de revisar la historia y avanzar paulatinamente hacia una nueva
práctica colectiva” (Masiello, 2008:101). Es decir que, al momento de
encontrarse con las ruinas, y en conexión a lo propuesto por Zambrano, “la
historia, la propiamente histórica y la personal, la de cada uno de los
hombres, no puede ser ni ha sido nunca el relato de los acontecimientos en
ese fluir del tiempo que todo lo lleva” (Zambrano, 1973, p. 247). Al
contrario, la ruina es un momento de encuentro donde ocurre un trabajo de
cita y repetición en que las cosas pasadas, son extraídas como fragmentos
para así darle sentido al presente y al futuro, los cuales coexisten de manera
dialógica forjando nuestra realidad. En base a esto, es posible afirmar que
las ruinas “son lo más viviente de la historia: pues solo vive históricamente
lo que ha sobrevivido a su destrucción, lo que ha quedado en ruinas”
(Zambrano, 1973, p. 409). De esta forma, las ruinas para poder ser
denominadas como tal, deben transcurrir en el paso del tiempo que es tal y
como ocurre en la obra literaria a analizar en esta investigación: las
memorias de las niñas que habitaron en el hogar son un cúmulo de ruinas
porque los horrores que vivieron allí las persiguen hasta la actualidad,
marcándolas por siempre.

Particularmente, en esta tesis trabajaremos con el concepto de “lo


ruinoso”, el cual corresponde a un adjetivo de ruina. Según la RAE (2014),
ruinoso es definido, en primer lugar, como un adjetivo siendo algo “que
amenaza ruina o se empieza a derrumbar”. En base a esta definición,
podríamos decir que lo ruinoso corresponde al gatillaje de la ruina, la causa
potencial de su concreción y el origen en donde sucede la destrucción de un
objeto, lugar o persona condicionando su historia “pues el tiempo real de la
vida no es el que se hunde en la arena de los relojes, ni el que palidece en la
memoria, sino el que contiene ese tesoro: las raíces de nuestra propia vida
de hoy” (Zambrano, 1973, p. 248). Si para Zambrano (1973) la ruina, en su
forma más estéril, pareciera ser el resto de un crimen, “lo ruinoso” vendría
siendo la motivación de dicho crimen y las circunstancias que lo envuelven
antes de suceder, causando secuelas a futuro en su manera de verlo y de
rememorarlo a lo largo de la vida de quien lo sufre: “Porque ruina es
solamente la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del
tiempo” (Zambrano, 1973, p.243).

1.2. Memoria colectiva

Es indiscutible la estrecha relación que existe entre ruina y memoria


cuando pensamos en las ruinas y las circunstancias que las gatillaron,
aparecen los conceptos de memoria y trauma. Aquellas despiertan el mundo
sensorial por medio del recuerdo de ciertas experiencias/circunstancias que
rodean a la ruina, según Masiello (2008). El papel que juegan lo sensorial
en relación a las ruinas es sumamente vital, pues el trauma es parte de la
ruina que ha quedado y la memoria es el medio por el cual se revive “lo
ruinoso”. Al recordar se está apelando al resurgimiento de ciertas
emociones que operan como huellas ruidosas en nuestra vida y en nuestra
práctica personal hasta la actualidad.
Para Zambrano, en su texto El hombre y lo divino (1973), es a partir
de la extracción de cosas pasadas en donde la vida humana cobra su sentido.
Pero ¿qué pasa cuando ciertas ruinas son compartidas por más de un
individuo? Existe un término llamado memoria colectiva, del cual Maurice
Halbwachs (2004) dedica todo un texto, para cuando un grupo o colectivo
que se encontraba relacionado en el pasado tiene recuerdos en común (en
este caso ruinosos). Cuando recordamos ciertos acontecimientos o
anécdotas, sucede que no los recordamos con exactitud teniendo, muchas
veces, que recurrir a otra persona que también estuvo ahí para clarificar lo
sucedido. O incluso, puede suceder que dicha persona saca a luz recuerdos
que habíamos olvidado completamente. Al respecto, Halbwachs en La
memoria colectiva (2004) plantea que “recurrimos a los testimonios, para
fortalecer o invalidar, pero también para completar lo que sabemos acerca
de un acontecimiento del que estamos informados de algún modo, cuando,
sin embargo, no conocemos bien muchas de las circunstancias que lo
rodean” (p.25). Entonces, si cada persona es capaz de almacenar cierta
información subjetiva de los hechos en base a sus intereses de lo que
consideraba más relevante en el pasado, se podría decir que los recuerdos
operan como un rompecabezas en donde cada participante de dichos
recuerdos constituye una pieza que, en conjunto, arman aquellas memorias
colectivas del pasado.
Este nuevo concepto de memoria, por lo que hemos revisado ya, se
encuentra muy ligado con la obra a estudiar (véase el nombre de esta:
MEMORIAS de una niña alba). La realización de aquel libro está basada en
el conjunto de testimonios recogidos a partir de la memoria colectiva que
preservan las mujeres que vivieron en el Hogar El Alba, quienes tienen un
pasado común de recuerdos de infancia en aquel lugar. Es así como
“muchos de nuestros recuerdos se remontan a estos períodos en que, al no
tener madurez, experiencia o atención, el sentido de más de un hecho, la
naturaleza de más de un objeto o de una persona se nos escapaban a
medias” (Halbwachs, 2004, p.75).

Es importante señalar la importancia que tiene lo espacial dentro de


la memoria colectiva para situar los hechos compartidos, ya que “no hay
ningún grupo, ni ningún tipo de actividad colectiva, que no tenga alguna
relación con un lugar, es decir, con una parte del espacio” (Halbwachs,
2004, p.144). En donde, dentro de aquel espacio compartido por una
estrecha comunidad, “cada aspecto, cada detalle de este lugar tiene un
sentido que sólo pueden comprender los miembros del grupo” (Halbwachs,
2004, p.133). ¿Cómo aparece descrito el espacio del hogar El Alba en la
obra? será una de las interrogantes que detallaremos en los siguientes
capítulos.

Cuando se busca aclarar ciertas experiencias pasadas, a menudo se recurre a


más de una persona que haya vivido la misma experiencia o, al menos, la
tenga en su memoria debido a su presencia en ese momento. A partir de la
lectura de Maurice Halbwachs (2004), podemos afirmar que su pasado
compartido sigue presente en la medida que este sea capaz de permanecer
en la conciencia de los miembros de ese determinado grupo. El pasado no
será la reproducción de la historia tal cual, sino que es lo que ha quedado, es
decir, su ruina; aquellos recuerdos ruinosos compartidos por un grupo
instaurados en su memoria colectiva. Es importante destacar que, debido a
las circunstancias de la vida, es posible que los miembros de este grupo se
hayan alejado con el tiempo. Sin embargo, lo que vivieron juntos en el
pasado sigue ejerciendo una influencia significativa, tanto en el grupo en su
conjunto como en los individuos de manera individual. Esto es lo que se
observa en la historia de las ex-niñas Alba.

Aquel condicionamiento del futuro en base a experiencias pasadas es


explicado muy bien por Halbwachs, quien dice:
Sigo experimentando la influencia de una sociedad a pesar de
haberme alejado de ella: basta con que lleve en mi conciencia todo
aquello que me permite clasificarme en el punto de vista de sus
miembros, sumirme de nuevo en su propio entorno y en su propio
tiempo, y sentirme en el centro del grupo. (2004, p.120).

Una característica que comparten las ruinas y la memoria colectiva,


es su perdurabilidad al paso del tiempo siempre y cuando estas sean
conservadas por los individuos que las cargan en su historia, ya que “si bien
lo que vemos hoy se sitúa en el contexto de nuestros recuerdos antiguos,
estos recuerdos se adaptan, sin embargo, al conjunto de nuestras
percepciones actuales” (Halbwachs, 2004, p.25). Al igual que las ruinas, en
la memoria colectiva nuestros recuerdos condicionan lo que somos dejando
“muchas marcas, a veces visibles, que percibimos también en la expresión
de los rostros, en el aspecto de los lugares e incluso en las formas de pensar
y sentir, conservadas inconscientemente y reproducidas por ciertas personas
y en ciertos medios” (Halbwachs, 2004, p.68). Sin embargo, como ya
hemos visto, la reconstrucción de ciertos recuerdos no suponen una
reproducción fiel y exacta de la historia, al contrario, esta se encuentra muy
alterada. Es por esto que:
Esta reconstrucción debe realizarse a partir de datos o
nociones comunes que se encuentran en nuestra mente al igual que en
la de los demás, porque pasan sin cesar de éstos a aquélla y viceversa,
lo cual sólo es posible si han formado parte y siguen formando parte
de una misma sociedad. (Halbwachs, 2004, p.34).

1.3. Nostalgia reflexiva

A partir de lo visto anteriormente nos encontramos con un nuevo


concepto, que es el de la nostalgia por las ruinas, la cual surge a la hora de
recordar “lo ruinoso” que ha quedado en nosotros traspasando las fronteras
del tiempo y espacio, comparándolas con el momento cuando estas aún no
existían. Svetlana Boym, quien dedica un texto entero al tema de la
nostalgia llamado El futuro de la nostalgia (2015), en cual nos apoyaremos
principalmente. Boym define este concepto señalando que “La nostalgia (de
nostos, regreso al hogar, y algia, añoranza) es la añoranza de un hogar que
no ha existido nunca o que ha dejado de existir. Es un sentimiento de
pérdida y desplazamiento” (p.13). Como podemos ver, es un sentimiento
que se asemeja mucho al que provocan las ruinas personales en cada uno,
como algo que ya no es como solía ser por el paso del tiempo quedando sus
restos. Cuando buscamos una primera definición de este concepto, ocurre lo
mismo que con las ruinas: se nos arroja una ligada a lo espacial, es decir, a
un lugar en ruinas, a un hogar que se ha perdido. Sin embargo, como
pudimos ver al principio, las ruinas no tienen que ver solamente con
edificios abandonados, estas, más bien, se relacionan con recuerdos
profundos que se encuentran en cada uno de nosotros tal y como ocurre con
la nostalgia.
Andreas Huyssen (2007) relaciona ambos conceptos (ruinas y
nostalgia) diciendo que, en el caso de las ruinas, estas son “el presente
imaginado de un pasado que hoy sólo puede captarse en su descomposición.
Por eso la ruina es un objeto de nostalgia” (Huyssen, 2007, p.37). Es decir,
un pasado no de la manera tal y como era, sino lo que de éste ha quedado.
En donde las ruinas que han sobrevivido al paso del tiempo y se instauran
en la modernidad provocan nostalgia “porque todavía parecen transmitir
una promesa que se ha desvanecido en nuestra época: la promesa de un
futuro diferente” (Huyssen, 2007, p.35). En el caso de la obra a analizar, la
promesa de un futuro diferente es la que la institución del SENAME les
hace a aquellas niñas que iban al hogar para mejorar sus vidas y tener
mejores posibilidades de surgir en la vida, todo esto preservando sus
derechos como el acceso a la educación, un techo sobre su cabeza, comida,
etc. Esto claramente no ocurre, al contrario, su futuro es arruinado a partir
de la vulneración de sus derechos y violencia extrema, tanto física como
simbólica, que tiene secuelas para siempre en ellas a partir de experiencias
ruinosas.
Podríamos decir, entonces, que la nostalgia es una consecuencia o un
efecto de lo que causan las ruinas en nosotros cuando hacemos memoria
hacia atrás y nos damos cuenta de la decadencia de nuestro estado,
realizando una comparación entre lo que éramos o teníamos antes y que ya
no está. Huyssen le otorga un primer significado al concepto de nostalgia,
diciendo que esta “remite a la irreversibilidad del tiempo: algo en el pasado
que ya no puede alcanzarse” (2007, p.34). Es común que por la definición
que se ha dado se piense que la nostalgia sucede únicamente hacia el pasado
por su resistencia a lo irreversible de este, pero al igual que sucede con las
ruinas, la nostalgia rompe con el paso lineal del tiempo, ya que “no está
relacionada únicamente con el pasado; puede ser retrospectiva, pero
también prospectiva” (Boym, 2015, p.17). De esta manera, podemos
afirmar que la nostalgia se encuentra, muy estrechamente, ligada al tiempo,
cuyo “deseo nostálgico por el pasado es siempre deseo de otro lugar”
(2015, p.34). Es por esto que las ruinas, del mismo modo que la nostalgia,
“pueden ser leídas como alegorías que cuestionan e incluso cancelan la
utopía moderna de libertad y progreso, tiempo lineal y espacio geométrico”
(2015, p.40), rompiéndose así las fronteras entre pasado, presente y futuro
tal y como operan, de la misma forma, las ruinas.
Boym (2015) señala que no debe confundirse la melancolía con la
nostalgia, ya que no son lo mismo. Mientras que la primera se relaciona
únicamente con la conciencia individual, la nostalgia “tiene que ver con la
relación que existe entre la biografía individual y la de los grupos o
naciones, entre la memoria personal y la colectiva” (Boym, 2015, p.17). Es
decir que, cuando pensamos en un recuerdo que causa nostalgia, “los
recuerdos voluntarios o involuntarios de un individuo se entrelazan con la
memoria colectiva" (Boym, 2015, p.85). Como podemos ver, los tres
conceptos vistos (ruinas, memoria colectiva y nostalgia) se encuentran muy
estrechamente relacionados entre sí: al pensar en ciertos recuerdos ruinosos
ubicados en la memoria (personal y colectiva), ocurre un proceso de
reflexión en torno a estas ruinas por la nostalgia que estas provocan en
nosotros en el presente.

De esta forma, surge un nuevo concepto otorgado por Boym: la


nostalgia reflexiva, la cual corresponde a un tipo de nostalgia que “se centra
en el algia, en la añoranza y la pérdida, en el proceso imperfecto del
recuerdo” (Boym, 2015, p.73). Podríamos decir, entonces, que se centra en
las ruinas del individuo. Esta es definida como “una forma de duelo
profundo que ayuda a hacer desaparecer la pena gracias a la reflexión sobre
el dolor y a un juego que apunta hacia el futuro” (Boym, 2015, p.91). Este
nuevo concepto es empleado por la autora en la medida en la que las ex
internas le contaban lo sucedido en el hogar para recopilar información para
su libro. Cuando rememoramos las ruinas del pasado estas, inevitablemente,
nos provocan nostalgia reflexiva a partir del trauma que estas han dejado en
la actualidad y vemos esas situaciones ruinosas con otros ojos.

2. “Autoficción”

La autoficción se caracteriza por el entrecruzamiento de una


experiencia propia y real, y las formas literarias ficcionales sujetas los
pactos de verosimilitud. Esta narrativa y poética, relacionada, por ejemplo,
a: confesiones, diarios íntimos, memorias, correspondencias, y que ha
adquirido popularidad en el presente, a pesar de ello, desde sus
características discursivas como relato, llegando al debate de darle
pertenencia a un género, es considerada generalmente como un objeto de
controversia entre quienes la han estudiado o buscan estudiar. Así lo hace
notar, por ejemplo, la autora Julia Musitano en planteamientos como el
siguiente:

Las autoficciones se presentan como novelas aunque se


sostenga la identidad entre autor, narrador y personaje. Los relatos
autoficticios son relatos ambiguos porque no se someten ni a un pacto
de lectura verdadero, ya que no hay una correspondencia total entre
el texto y la realidad como la que postula el pacto referencial, ni
ficticio, porque se mantienen en ese espacio fronterizo e inestable que
desdibuja las barreras entre realidad y ficción. Constituye un
subgénero híbrido o intermedio que comparte características de la
autobiografía y de la novela. En ellas se alteran las claves de los
géneros autobiográficos y de los novelescos, y el pacto se concibe
como el soporte de un juego literario en el que se afirman
simultáneamente las posibilidades de leer un texto como ficción y
como realidad autobiográfica. (Musitano, 2017, p.42).
En primer lugar, examinaremos -con intención introductoria para esta
conceptualización- un concepto emparentado a la autoficción, nos referimos
a la autobiografía, en la cual, en forma considerable, se halla su sustrato u
origen junto con la novela porque la autoficción es un género, tal como
sostiene la autora Julia Musitano (2016) “paradójico por excelencia, que
vacila entre dos mundos” (p.104). Así, sin perderse en la profundidad de
otro concepto, sino que, analizándolo como una antesala necesaria, se
convergerá en el análisis, netamente, el de autoficción.

Su historia apunta a que el surgimiento de estos textos se remonta a la


proliferación de las escrituras del yo durante el siglo XVIII, sobre las cuales
“existe el consenso de que responde a un cambio de mentalidad en el cual
se empieza a privilegiar el ámbito de lo privado por sobre lo público”
(Arfuch, 2002, p.26). Es en ese entonces cuando “comienza a afirmarse la
subjetividad moderna, a través de una constelación de formas de escritura
autógrafa que son las que establecen precisamente el canon, y del
surgimiento de la novela "realista" definida justamente como ficción”
(Arfuch, 2002, p.26). Las afirmaciones anteriores sirven para retratar, por
una parte, la naturaleza de esta práctica y, por otra, el problema de la
separación que, desde la masificación de este tipo de escritura, ocurriría
entre lo que se leería como real o ficticio.

Lejeune (1995) definió la autobiografía como "relato retrospectivo en


prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo el acento
en su vida individual, en particular, en la historia de su personalidad"
(p.50). El anterior postulado de Lejeune proporciona una idea que no denota
varias de sus dificultades prácticas. tal definición, por ejemplo, omite el
análisis sobre los procedimientos que implican su confección y los
fenómenos que subyacen a su recepción, ambos irremediablemente
subjetivos. Comenzando con lo básico y necesario de una forma de
reconocimiento para la autobiografía, encontramos que ocurre en ella un
problema: si una característica constitutiva de la noción es que la
autobiografía es el relato que una “persona real” hace de su propia vida,
arbitrariamente este relato sería fiel a una realidad, en tanto lector como
autor se comprometen a un pacto de referencialidad. Pero ¿cómo saber
fidedignamente que quien escribe sobre sí mismo es fiel a la realidad? y,
ante tal duda, ¿cómo identificar si se está ante una autobiografía o un texto
ficcional? El desentrañamiento de tal problema recae, entonces, en la
confianza depositada por parte del lector en el autor, y esto definirá cómo se
recepcionará un escrito. Esta es precisamente la solución que Lejeune da al
problema, este “propone la idea del pacto autobiográfico entre autor y
lector, desligando así creencia y verdad” (Arfuch, 2002, p. 46), dando
solidez a su pensamiento sobre lo señalado. Arfuch (2002) sostiene al
respecto: “Se parte entonces del reconocimiento inmediato (por el lector) de
un "yo de autor" que propone la coincidencia "en la vida" entre los dos
sujetos, el del enunciado y el de la enunciación” (p. 45).

Naturalmente, otros autores asumen otras posturas a contrastar, ese,


por ejemplo, es el caso de Starobinski (1970) citado en Arfuch (2002) quien
expresaría que: “Esta autorreferencia actual puede resultar un obstáculo
para la captación fiel y la reproducción exacta de los acontecimientos
pasados" y que "bajo la forma de autobiografía o de confesión dirá
Starobinski, y pese al deseo de sinceridad, el 'contenido' de la narración
puede escaparse, perderse en la ficción, sin que nada sea capaz de detener
esta transición de uno a otro plano" (p.46).

Por su parte, Hans-Georg Gadamer (1975), citado en Arfuch (2002),


en una vuelta al pasado en que describe el fenómeno del momento
autobiográfico, se refiere a este como aquel donde se da la: "comprensión
inmediata de algo real, en oposición a aquello de lo que se cree saber algo,
pero a lo que le falta la garantía de una vivencia propia” (p.35). Como se
puede apreciar, el anterior planteamiento evidencia un pensamiento ajeno a
la “encrucijada” de la comprobabilidad.
Como se ha expuesto, asumida la referencialidad por el lector, negada
la posibilidad de realidad en la autobiografía, o analizado desde otros
puntos de vista menos taxativos el problema anteriormente expuesto,
todavía sigue siendo un tema por tratar la correspondencia entre autor y
texto. Surge la pregunta de si puede o no el autor narrar su propia vida. Para
autoras como Arfuch (2002) esto sería lo realmente importante: “No tanto
la "verdad" de lo ocurrido sino su construcción narrativa, los modos de
nombrar(se) en el relato, el vaivén de la vivencia o el recuerdo, el punto de
la mirada, lo dejado en la sombra. En definitiva, qué historia (cuál de ellas)
cuenta alguien de sí mismo o de un otro yo” (p.60). Discursivamente, la
enunciación del “yo” sufre un inevitable desplazamiento y subjetividad. La
no separación del autor que firma y aquel que escribe y habita dentro del
texto supone un problema en este tipo de relato. Lejeune habla del "Pacto
de identidad sellado por el nombre propio", en que el autor busca anclar la
identidad en el enunciado a través de la firma y el nombre, según Arfuch
(2002).

Volviendo a Lejeune, para él la diferencia entre biografía y


autobiografía radica en que la última pretende, no la semejanza. sino la
identidad (Lejeune, 1994). Es entonces lo último la cuestión en juego y
decidora en este tipo de literatura. El o los personajes en una autobiografía
nos harían pensar en una identidad incorrupta proveniente de la realidad,
pero, al tratarse de una construcción narrativa, subyacen en las obras de
carácter autobiográfico problemas que dificultan la tarea de discernir,
identificar, rastrear, a esta identidad en la narrativa, ya que se ensalza de
procedimientos tales como seudónimos, desdoblamientos, cruces
pronominales, pasajes a la segunda, tercera persona, etc. Para Lejeune
(1994) en particular “Un autor no es una persona. Es una persona que
escribe y que publica. A caballo sobre fuera de texto y el texto, es la línea
de contacto entre los dos" (p.57).

Sobre lo anterior, otros autores muestran coincidencia con lo


paradigmático del problema, pero también se encaminan a otras formas de
comprenderlo. Para Arfuch (2002) “el narrador es otro, diferente del
protagonista aun si este mismo es quien narra: y existe una divergencia
tanto de identidad como de temporalidad entre ambos “sujetos” (p. 46). A
partir de allí, ¿Cómo explicar el auto reconocimiento si existe el
extrañamiento entre autor y personaje? y ¿qué pensar sobre el narrador que
se sitúa en el presente respecto a lo que narra de sí mismo? aludiendo a una
noción de tiempo. Preguntas como estas comprueban el estatuto
paradigmático antes descrito, una no claridad, la inexistencia de una
fórmula precisa y única para describir la forma en que operan las escrituras
autobiográficas en este estatuto.

Con una óptica parecida, Mijaíl Bajtín (1979), citado en Arfuch


(2002), plantea algunas de las interrogantes antes expuestas y comparte la
postura de que: “no hay identidad posible entre autor y personaje, ni
siquiera en la autobiografía, porque no existe coincidencia entre la
experiencia vivencial y la "totalidad artística" (p.47). Argumentando en su
postura el extrañamiento del enunciador respecto de su "propia" historia, y
el problema de la temporalidad entre la enunciación e historia, que según el
autor incidirían en los intentos de autorrepresentación.
En este punto, sin más preámbulo, podemos dirigir la atención al
concepto ya medianamente vislumbrado antes, nos referimos a la
autoficción, comenzando por lo que la autora Leonor Arfuch (2002) señala
sobre esta, aportando. Aportando, además, una perspectiva que le otorga
importancia al concepto en el presente: “la renuncia al canónico despliegue
de acontecimientos, temporalidades y vivencias, así como la
desacralización de la propia figura del autor, que no se considera ya en el
"altar" de las vidas consagradas, es lo que permite traspasar cada vez con
mayor frecuencia en nuestra actualidad el umbral de la "autenticidad" hacia
las variadas formas de la autoficción” (p.105).

Rodeada por las complejidades características del género


autobiográfico, la autoficción y los relatos de autoficción hacen uso
constitutivo de estas características “titubeantes” que le restan
referencialidad, cuestionan su discurso, pero que al mismo tiempo
mantienen estos relatos en el limbo entre realidad y ficción. Es por tal razón
que se cimenta la siguiente teorización sobre la autoficción sobre el
ejercicio previo de atender cuestiones como: el problema de la separación
de la realidad y la ficción y la posibilidad de narración de sí mismo del
propio autor, ambas en la autobiografía.

Para comenzar con ello retomamos lo señalado por Arfuch (2002)


sobre la autoficción, al juzgarla como “desestabilizadora” de la
referencialidad y los pactos de lectura respecto a la autobiografía.
Precisamente por ahí es de donde debe comenzar al hablar de esta: de su
concepción como una particular manifestación en el ámbito literario.
Ya señalaría al respecto la autora Julia Musitano (2016) en su artículo
llamado “La autoficción” que esta está dentro de lo que se consideran:
“categorías literarias que son por naturaleza inestables” (p.108).
Adjetivando así al concepto en oposición al interés de los análisis
estructuralistas en torno al mismo. No obstante, las primeras definiciones
acerca de la autoficción vinieron precisamente de tal enfoque.

Con su “naturaleza” proveniente de la autobiografía, la autoficción


replicó los problemas presentes en este género, lo que dificulta los esfuerzos
estructuralistas de asignarle una categoría estable. Aun así, lo paradigmático
de estos asuntos (veracidad, enunciación del yo), consideramos, no debe ser
dejado de lado, por el contrario, es relevante para su conceptualización el
análisis de lo que implica dicha inestabilidad.

Doubrovsky (2001), quien fue el primero en estudiar la autoficción


realiza una distinción entre novela autobiográfica de carácter ficcional, y en
una propuesta generacional apunta a la autoficción como una posmoderna
reinvención de la autobiografía, sobre lo cual, refiriéndose a Doubrovsky,
Musitano (2016) indica: “es así como liga el fenómeno al pacto referencial,
cancelando de este modo toda inestabilidad” (p.106). Por el contrario, para
otros autores, tales como Régine Robin (1994), citado en Arfuch (2002),
"La autoficción es ficción, ser de lenguaje, lo que hace que el sujeto narrado
sea un sujeto ficticio en tanto narrado [...] un relato que alguien decide
hacer de sí mismo con plena conciencia de su carácter ficcional, sin
obligación de "fidelidad" referencial” (p.98-99). Como vemos aquí, se
vislumbra un desencuentro en la postura sobre aquello por parte de los
autores. No obstante, el discurrir del controvertido análisis del concepto de
autoficción sobre la ficción o la realidad presentes en esta narrativa es
amplísimo. El propio término auto/ficción anticipa este estatuto
contradictorio si uno analiza las posibilidades de ser realista situando desde
una perspectiva personal sobre las cosas.

No obstante, a pesar de los desencuentros en torno a este problema,


posturas menos clarificadoras enriquecen lo paradigmático del asunto.
Manuel Alberca (2007), por ejemplo, es un autor más que, al igual que
Robin, concibe a la autoficción libre de la referencialidad, pero proponiendo
un intermedio diciendo que en la autoficción operan dos pactos mezclados,
lo que él llama “pacto ambiguo” que linda entre el pacto referencial y
novelesco. Otro es el caso de Gérard Genett (1993), citado en Musitano
(2016), quien, de manera abstracta en un enunciado, plantea: “Yo, autor,
voy a contaros una historia cuyo protagonista soy yo, pero que nunca me ha
sucedido” (p. 106).

Como vemos, las anteriores definiciones se presentan como otras


posturas en torno a la ficción y la referencialidad. Pero estas, sobre todo la
última de Genett transgreden el debate en específico sobre ello yendo más
allá, precisamente a la otra problemática en la cual que se centra este
apartado, que no es otra que la que guarda relación con la construcción y
enunciación de este tipo de relatos, la mencionada por el mismo autor
Robin aludido antes: imposible narración del yo. Ante lo anterior, una
primera postura expuesta en este análisis es la de Colonna (2004) citado en
Misitano (2016): “la identidad nominal entre autor y personaje, pero como
una proyección del primero en situaciones imaginarias. La denomina
autofabulation porque la concibe como una historia irreal, indiferente a la
verdadera” (p. 107).

Marie Darrieussecq es analizada del siguiente modo por Musitano


(2016): “piensa a la autoficción como una variante subversiva de la novela
en primera persona ya que se transgrede el principio de no identificación
entre narrador y autor al utilizar el mismo nombre propio” (p.108). El
mismo nombre propio desde esta perspectiva sería imprescindible, sin
embargo, nos encontramos con planteamientos como el siguiente de
Cánovas (2019), quien da un giro al pensamiento sobre la autoficción el
cual privilegiamos en esta investigación debido a que se ajusta a las
características de Memorias de una niña alba: “Como ya se ha indicado, la
autoficción es un texto escrito en primera persona, donde autor, narrador y
personaje comparten el mismo nombre propio; sin embargo, a diferencia de
la autobiografía, los hechos que se narran no necesariamente le han
sucedido a esa persona con ese nombre”. p.103).

A partir del conocimiento recabado en torno a la autoficción, es


posible asumir una postura para el presente análisis, entre las múltiples
anteriormente expuestas. Dar solución a aquello requiere comenzar por
algunas interrogantes, por ejemplo: ¿Qué ocurre con la distinción entre
autoficción y autobiografía? Respecto a lo anterior, se considera la siguiente
definición otorgada por la autora Julia Musitano (2016): “Lo que domina en
la autobiografía son las referencias de la memoria, de síntesis; en oposición
a la autoficción que ofrece un debilitamiento de la fuerza organizadora y
totalizadora de la memoria y una potenciación del recuerdo” (p.115). El
reconocimiento de la delgada línea divisoria entre la autobiografía y la
autoficción, lo primero que se menciona, retomando la estructuración de
este recorrido teórico, motiva considerar a esta perspectiva para la base de
asignar un lugar a la autoficción y previsualizar en buena medida su
naturaleza a partir de su cercanía al género autobiográfico.

Finalmente, para este estudio la autoficción será entendida en


términos generales de acuerdo con los postulados de Arfuch:

“variantes del espacio biográfico pueden producir un efecto


altamente desestabilizador, quizá como "desquite" ante tanto exceso
de referencialidad "testimonial": las que, sin renuncia a la
identificación de autor, se plantean jugar otro juego, el de trastocar,
disolver la propia idea de autobiografía, desdibujar sus umbrales,
apostar al equívoco, a la confusión identitaria e indicial un autor que
da su nombre a un personaje, o se narra en segunda o tercera persona,
hace un relato ficticio con datos verdaderos o a la inversa, se inventa
una historia otra, escribe con otros nombres, etc. Deslizamientos sin
fin, que pueden asumir el nombre de "autoficción" (Arfuch, 2002,
p.98).
Estas ideas se conectarán con la obra estudiada al analizar sus
características en función de corroborar nuestra propuesta de la novela
como una autoficción, de igual modo para entender los efectos que la
novela produce con esto.

En cuanto a la verdad o la ficción de una obra autoficcional, esta


pregunta pasa a segundo plano, sin embargo sigue presente de acuerdo a lo
planteado por Arfuch (2002) citado en Musitano (2016) que dice al respecto
de las autoficciones que en ellas: “Mi existencia no se convierte en
imaginaria, sino que se trata de una exposición ficticia sobre el carácter real
de mi existencia” (p.107). Proponiendo a la autoficción como ficticia por su
forma o clave, pero con un contenido proveniente de la realidad, posible
únicamente en la medida en que el acceso a esa realidad pasada a través de
los recuerdos lo permite. Recaemos en el interés en torno al trabajo de esta
autora, ya que, este se basa escritura de los recuerdos y la memoria, los
cuales más adelante interpretamos como elementos del antes mencionado
carácter desestabilizador de la autoficción por sobre de la búsqueda de una
verdad fija o una sujeción a la realidad referencial en la obra Memorias de
una niña Alba.

Por último, en cuanto a la inscripción del autor en el relato y su


traspaso al texto en la forma de un narrador o personaje, consideramos las
visiones compartidas de varios autores: Arfuch (2002) que sugiere que no
hay necesidad de correspondencia con el nombre de un autor, como se
puede apreciar por ejemplo en lo que el primero dice de la autoficción que
esta busca: “perturbar esa identidad, alterar la historia que el sujeto se
cuenta a sí mismo y la serena conformidad de ese autorreconocimiento” (p.
105). Adoptamos esta postura porque el detalle de la no correspondencia
con el nombre, por pequeño que parezca, nos permite comprender mejor la
autoficción. En esta forma testimonial abstracta, una persona real se
incorpora al relato. de esta manera, se amplían las posibilidades de esta de
acuerdo con los objetivos de la investigación, como son la existencia no
necesariamente de un discurso único e individual que una persona articula
en una obra autoficcional, sino la posibilidad de proyectar y construir en
una obra de este carácter una identidad colectiva.
ANÁLISIS DE LA OBRA

Capítulo 1: Las formas de la ruina en la nostalgia

Según lo visto anteriormente, podemos afirmar que las ruinas que posee
una persona se ven reflejadas por medio de la nostalgia reflexiva, en donde
quien las carga revive su pasado ruinoso mediante los recuerdos. En ellos se
almacenan experiencias concretas que provocan lo ruinoso en aquella
persona llevándola a ser quien es en la actualidad y condicionando su
presente y futuro ya que, como fue mencionado, las ruinas son atemporales.
Con eso en mente, a continuación, vamos a ahondar en las ruinas que se
pueden apreciar dentro de la obra Memorias de una niña alba. En
específico, el pasado ruinoso de la protagonista Aurora y también el cúmulo
de ruinas que cargan las niñas que vivieron en el hogar con ella en esos
años. Este ejercicio es realizado por la autora de la novela ya que “a partir
de una experiencia concreta, arraigada en el presente, se vuelve a contar el
pasado ajeno” (Masiello, 2008, p.100). El pasado ajeno serían las memorias
de las niñas Alba y la experiencia concreta que se encuentra arraigada en el
presente sería la del maltrato, en sus diversas formas, que estas sufrieron en
aquellas instituciones que debían protegerlas y sus secuelas hasta la
actualidad.

Dentro de la obra se condensan las historias de las niñas en el Hogar El


Alba, en ella se recogen testimonios compartidos por estas que, en
conjunto, crean una memoria colectiva de niñas Alba. En esta memoria es
donde habitan las ruinas que también son compartidas por ellas, debido a
que coinciden en ese punto de deterioro y decadencia en el cual se gatilla
“lo ruinoso” correspondiente a su periodo en el hogar. Es por esto que
podríamos decir que las ruinas existentes en esta novela son la memoria
colectiva de las niñas Alba, en donde se condensan todos los maltratos,
abusos y anécdotas ocurridos en el Hogar. Estas son llevadas en la piel y en
la mente de las ex-internas y su medio para revivir lo ruinoso que vivieron
son los recuerdos, así es como empieza el prólogo: “Cuando la lluvia
arremete y me siento en paz, suelo recordar” (p.7).
El análisis será abordado de la misma forma como lo hace la
narradora de la historia (la cual es Aurora adulta), quien divaga sobre cómo
comenzar el relato de esos recuerdos desenterrados, pensando si hablar
primero de las torturas o ese hambre “que marca la vida y los huesos”
(p.11) y decide comenzar por el principio ya que, como dice esta, “es la
mejor opción. No podría ser de otra manera” (p.11). Teniendo eso presente,
comenzaremos por la llegada de Aurora y su hermanita Margarita, de siete
y cuatro años respectivamente, al primer hogar de menores en donde
estuvieron. Este primer contacto es interesante de analizar puesto que estas
no habrían llegado allí si no hubieran tenido carencias familiares previas,
dándonos a entender que lo ruinoso ya se venía desatando desde antes de su
llegada al hogar. Entonces, existen ruinas forjadas en su casa por la familia
disfuncional que tenían y también ruinas provenientes del sufrimiento
vivido en los otros hogares.

La historia parte del relato de Aurora cuando su madre de nombre Elena


la va a dejar a ella y a su hermana al primer hogar en donde estuvieron: un
hogar de monjas en el que, básicamente, su madre las abandonó. Antes de
enviarlas ahí su madre les contó sobre el lugar ya que Aurora dice: “Ya no
tendríamos hambre. Tendríamos ropa de nuestra talla. Tendríamos una
cama, cada una, para dormir. No tener hambre era lo que más me seducía”
(p.13). Esto nos permite afirmar que aquellas hermanas provenían de un
hogar roto en donde no las cuidaban bien y que, por ende, ya venían con
ruinas de su casa a una muy pronta edad. Cabe mencionar que Aurora tenía
otros dos hermanos varones, el Pato y el Cesar, los cuales fueron enviados a
otro hogar antes que ellas. Esto se aprecia en el momento en el que Aurora
cae en cuenta que su madre las dejará, diciendo: “En ese instante no sabía si
me encontraba feliz o triste. Nos quedaríamos a vivir ahí. Quedaríamos
solas tal como se habían quedado nuestros hermanos el día anterior. Aún
recordaba sus lágrimas cuando salieron de casa por la mañana. Sabía que no
volverían.” (p.16).

Dentro de las carencias previas a su llegada al hogar, se encuentra,


primeramente, la mala alimentación que tenían. El hambre, según lo cuenta
la misma Aurora, era habitual en su casa siendo lo más duro: “Una vez
habíamos pasado dos días enteros sin comer ni un pedazo de pan” (p.20). A
esto se le suma que tenían poca ropa para vestir, la poca ropa que tenían les
quedaba chica o estaba muy desgastada. Es por esto que no es de extrañar
que estas, además, pasaban frío en su casa, en donde no había calefacción.
Tampoco tenían una cama propia, y la que tenían nunca estaba ordenada ni
limpia. Es decir que su familia no se preocupaba de alimentarlas ni criarlas
de la mejor manera, denotando un mal estatus socioeconómico y, a su vez,
negligencia parental.

Además de las carencias en lo material, en su casa ocurría violencia


intrafamiliar y esto se da a entender por la misma Aurora, quien tras sufrir
bullying por parte de una niña dice: “Nunca antes debí defenderme de
alguien. Solo de mi papá, cuando nos pegaba, pero ese era otro cuento,
porque de él no podía defenderme, solo hacerme una bola y esperar, o al
menos, eso era lo que nos contaba nuestra mamá” (p.23). Esta cita
demuestra que su padre le pegaba a ella, a sus hermanos y a su madre antes
de irse de su casa.
Como pudimos ver, Aurora a su corta edad le tocó vivir situaciones que
ningún niño/a debería pasar, situaciones fuertes como violencia y carencias
materiales y emocionales que hicieron que esta tuviera que madurar
prematuramente por sus hermanos menores para cuidarlos, manteniéndose
fuerte por ellos. Estas precariedades componen, en conjunto, un escenario
ruinoso previo por lo que, en su llegada al Hogar de Niñas, es inevitable
que esta hiciera comparaciones de los tratos que recibía allí con lo vivido en
su casa, teniendo esperanzas de que aquel recinto de menores fuera un lugar
mejor e intentando no mostrar debilidad frente a su hermana menor.

Luego en el Hogar San José, el cual era regido por monjas, surgen más
recuerdos ruinosos (traumas): Al llegar no reciben muestra de comprensión
ni palabras amables por el difícil momento que debe ser para un NNA que
lo dejen en un hogar de menores. Al contrario, las cuidadoras las tratan de
manera fría limitándose a darle órdenes solamente, como si de un
regimiento militar se tratase. Allí las tratan de manera brusca e indolente, si
no se comían la comida las castigaban y si lloraban por motivos totalmente
válidos igual. Aquellos castigos podían ser desde dejarlas sin comida hasta
bañarlas en agua fría obligándolas a desnudarse frente a otras. También si
se orinaban en la cama las obligaban por la mañana a desfilar solo con una
sábana como pañal frente a otras niñas, lo que le sucede a su hermana en
repetidas ocasiones. Su madre, que prometió visitarlas y ellas confiaban en
su promesa, nunca fue dejándolas a su suerte en aquel lugar. De hecho, se
va de la casa y abandona a sus hijos por irse con su nueva pareja Jaime.
Además de esto, Aurora pasa frío y vergüenza por tener que desvestirse
delante de las otras niñas. Ella no tiene amigas en el lugar y sufre de
bullying por parte de sus compañeras. Todo esto, sumado a toda la situación
de abandono en ese horrible lugar, la hace querer suicidarse saltando de una
ventana, de lo cual se arrepiente a último momento. Si en su casa cuando
aún vivía con su madre Aurora ya sufría, ahora con toda esta primera
experiencia ruinosa que marcaría su vida por siempre eso ya había pasado a
segundo plano. Al momento de notificarle a esta que las iban a transferir a
ella y a su hermana esta no sabe qué sentir al respecto, diciendo que en
aquel hogar “No pasaba hambre, pero debía sacarme la ropa delante de
todas. Tenía mi cama, pero no era dueña de mi ropa” (p.69). Esto demuestra
que dentro de los hogares de menores no existe un sentido de pertenencia;
las niñas no poseen objetos que consideren solo suyos, ya que todo era
compartido.

En este punto hablamos sólo de las experiencias ruinosas vividas por


Aurora como niña abandonada en su primer hogar. Ahora se dará paso a su
llegada al Hogar El Alba, que es en donde ella junto con otras compañeras
viven los horrores cometidos en su contra por parte de Ricardo Salgado
principalmente. Sin embargo, este no fue el único en proporcionar golpes y
torturas, ya que también fueron producidas por el resto de los miembros del
hogar. Quizás no todas las tías cometieron violencia directa contra las niñas,
pero todas sabían las injusticias y los maltratos que vivían y no hicieron
absolutamente nada frente a aquello. Estas guardaron silencio ante los
crímenes cometidos dentro del hogar, volviéndose cómplices y participando
de manera indirecta: “Ricardo escondía lo que nos hacían las cuidadoras y
ellas lo que nos hacía él” (p.212). El hogar que debía brindarles seguridad
les forjó un cúmulo de ruinas que quedaron implantadas en su memoria
colectiva y afectaron en su desarrollo personal.

Después de algunos meses viviendo en el hogar dirigido por monjas,


Aurora y su hermana Margarita son transferidas al Hogar El Alba, un lugar
que era mucho peor al que estaban antes. Según testimonios de las mismas
niñas que llevaban viviendo en el hogar más tiempo que Aurora, antes de la
llegada de Ricardo Salgado (quién era, en ese entonces, el director del
hogar) había otros directores provenientes de Suecia: La tía Brita y el tío
Per. Las niñas que los alcanzaron a conocer los recuerdan con mucho
cariño, deseando que estos regresen allí y saquen a Ricardo o “El Coco”,
como también lo llamaban. Esto debido a que este siempre les pegaba,
llegando hasta a sacar niñas de su cama cuando estas dormían. A diferencia
de Ricardo, los “papis anteriores” como estas los llamaban sí que eran
buenos: “Por lo menos no pasábamos na hambre. Ni nos castigaban así de
fuerte” (p.104). Judith Jaramillo, la ex-interna que veinte años después
denuncia a Ricardo, comenta el brusco cambio que hubo en el Hogar y en
su dinámica con la llegada de Ricardo diciendo que “Las comidas
comenzaron a cambiar y la cantidad también. Aprendimos a robar. Nos
comíamos todos los pastos. Todo lo que brotaba de los árboles se comía”
(p.208). Asimismo, existen más testimonios sobre los directores que había
antes, los cuales corroboran que estos si eran buenos con las niñas pero que,
con la llegada de los nuevos directores, todo cambió empezando una era de
miedo y terror en el Hogar.
Es en este ambiente hostil al que llega Aurora junto con su hermana, y
eso es solo el ambiente dentro del Hogar. Ya que fuera de este, se estaba
viviendo la dictadura militar en Chile en aquel momento ejercida por
Augusto Pinochet. Esto concuerda con las fechas, ya que Ricardo Salgado
fue el director del Hogar de Niñas El Alba ubicado en Osorno entre los años
1980 y 1994, y la dictadura ocurrió entre los años 1973 y 1990. Dentro del
relato se nos menciona en un par de veces lo ocurrido en el país, la primera
vez ocurre en una de las pocas salidas que tuvieron las niñas del Hogar San
José en donde Margarita le pregunta a Aurora por la bandera de Chile,
diciendo que es fea y está rota. A lo que una interna que la llevaba de la
mano dice: “Si los milicos te escuchan decir eso, te van a llevar y no
vuelves más” (p.57). Cuando Margarita le pregunta quienes son ellos, esta
le responde: “Son los soldados malos, pero no podemos hablar na de eso,
me dijo mi mamá, porque nos pueden llevar si nos escuchan” (p.57). Este es
el primer guiño a la época oscura por la que pasaba Chile en ese tiempo, la
segunda ocurre más adelante, cuando Aurora conversa con su amiga Pauli
del Hogar El Alba sobre irse de allí y que su abuela estaba haciendo los
trámites diciéndole: “como estábamos en distadura, era más difícil” (p.165).
Pauli se ríe corrigiendo a Aurora diciéndole que es dictadura y cuando esta
le pregunta qué es eso, esta le dice:

No sé bien, pero no lo podí na decir. Una compañera nos


contó eso un día. Que estábamos en dictadura, pero que no se
podía na decir porque te podían matar, que su papá se lo había
dicho, pero que era un secreto. (p.165)
Esta conversación que tienen ambas es muy interesante por lo que Pauli
le dice a Aurora reflexionando después:

Que el presidente mata gente; que las personas desaparecen, así


como acá, cuando a las chicas las dan en adopción y no sabemos
más de ellas; que el presidente y los milicos le pegan a la gente
por nada, también como acá — me comentaba mientras me
miraba pensativa —. Capaz que aquí en el hogar igual estamos en
dictadura. (p.165)

En base a lo mencionado, es posible afirmar que las niñas se


encontraban muy desinformadas sobre lo que ocurría en el exterior.
Inclusive, estas ni siquiera sabían con claridad el pasar del tiempo dentro
del hogar: para saber, más o menos, en qué época del año estaban se fijaban
en las hojas de otoño, qué si había flores era primavera, y si era verano se
sabía porque estas no iban al colegio. Al respecto, algunas ex-internas
señalan: “No teníamos idea de nada, solo veíamos avanzar los días. —Eso
es verdad. No sabíamos de tiempo, ni siquiera cuándo estábamos de
cumpleaños — dice Judith.” (p.217).

A continuación, ahondaremos en profundidad en las torturas cometidas


por Ricardo Salgado en contra de las niñas del hogar que las marcaron de
por vida, comenzando por la hambruna. La comida en el hogar anterior no
era muy rica, varias veces Aurora tuvo que forzarse a comer porque, sino,
se debía quedar en el comedor hasta terminar y luego recibir un castigo. Sin
embargo, al menos allá, aunque mala, al menos le daban comida. Lo cual no
ocurre en el Hogar El Alba, en donde a pesar de tener suficiente comida
para todas les daban una mínima parte de aquello. Las niñas del hogar eran
flacas, de pelo desaliñado y algunas tenían el pelo corto por los piojos, estas
estaban en evidente estado de desnutrición y siempre andaban con hambre.
Debido al hambre, estas llegaban a hacer cosas que para Aurora, en un
principio, eran impensables pero que luego se normalizaron para ella, ya
que el hambre era más fuerte y, así como el resto, hacía lo que fuera para
sobrevivir a esa dictadura del hambre.

Como pudimos ver, el hambre era un gran tema para las internas, ya que
la poca comida que les daban era escuálida e insípida. Estas llegaban a
prácticas extremas para alimentarse y no morirse de hambre, como comer
pasto y todo lo que brotara de los árboles y restos de comida de la basura, lo
que ocasiona que se enfermen continuamente. Junto con esto, las niñas
llegaban al punto de robar comida de la huerta y bodegas, siendo
brutalmente castigadas por ello: “Nos castigaban por tener hambre (...),
porque nos subíamos a los árboles a sacar algún fruto por hambre; porque
entrábamos a la cocina por hambre; porque robábamos en la despensa por
hambre; por entrar a la huerta, porque teníamos hambre…” (p.211). Sin
embargo, los castigos no se limitaban a hurtos solamente, ya que los
directivos del hogar también ejercían violencia a las niñas por otros motivos
e, incluso, sin motivo aparente. Ante la duda de por qué roban si el director,
Ricardo, les va a pegar se responde que: “El coco siempre nos pega, pero
tenemos hambre, así que robamo’ igual” (p.153). Denotando así que el
hambre es más fuerte que el miedo a un castigo.

Podríamos dar a conocer con lujo de detalle los múltiples castigos que
reciben las niñas dentro del hogar en varias páginas: como el castigo que
recibían las niñas que se orinaban en su cama que consistía en exponer y
quemar sus genitales en una estufa a gas. O el castigo donde Ricardo las
sorprende arriba de los árboles sacando avellanas y las obliga a comerlas
con el riesgo de que alguna se asfixie. O de las torturas, de las golpizas que
les otorgaba con un palo especial para castigos con alambre por un lado y
cuero por el otro o con varillas de los árboles o de los abusos sexuales. Sin
embargo, en el próximo capitulo se expondrán testimonios crudos y partes
del libro que permiten comprender lo sádico de Ricardo y el miedo
profundo que las niñas sentían hacia él, por lo que consideramos que
ahondar aún más en aquello sería grotesco y morboso. Es por esto que, a
continuación, se dará paso a lo que todas estas experiencias ruinosas
significaron para las ex-internas y cómo estas condicionaron su vida.

La parte final del libro es una que adquiere vital importancia para esta
investigación, ya que en el último capítulo Aurora se junta con Pauli (su
mejor amiga dentro del hogar) y con Judith Jaramillo para conversar sobre
todo lo ocurrido dentro del hogar siendo ya adultas habiendo transcurrido
varios años. Aurora cumple un papel de entrevistadora y les realiza
preguntas con una grabadora sobre su paso por el hogar, siempre de manera
respetuosa. Es interesante el diálogo que se genera cuando estas rememoran
anécdotas y experiencias, ya que en ese punto es donde surge el concepto
teórico de nostalgia reflexiva. Las ex compañeras reflexionan sobre las
ruinas que han quedado por lo vivido en el hogar, y ya no desde una mirada
infantil e inocente, sino desde una adulta en donde comprenden de mejor
manera lo ocurrido, lo cual ayuda a formar una memoria colectiva de niñas
Alba.
A la hora de recordar ocurre un intercambio de información sobre el
hogar como espacio compartido solamente por las niñas y los directivos de
este, información que solamente aquellos conocen: datos de los directores y
de las tías y sus nombres, de las niñas que estuvieron allí con ellas, como
era el hogar, sus dinámicas, etc. Dentro de esta información compartida
entre ellas, también existe la que algunas desconocen que debe ser
refrescada o aclarada por una para ser comprendida por todas. Esto se
aprecia en un momento de la conversación cuando estas conversan sobre las
precariedades de alimento que deben cubrir comiendo pasto o lo que brotara
de los árboles, en donde Jaramillo comenta que por ello la apodaron la
Chivo. Aurora le responde: “Tú eras la Chivo… — comento recordando
que había escuchado ese apodo un par de veces” (p.208). Este pequeño
intercambio de información es un ejemplo de un fenómeno que ocurre a lo
largo de toda su conversación: la relación entre los conceptos de ruina y
memoria. En donde las ruinas que son compartidas por las ex internas son
revividas mediante los recuerdos traumáticos que estas vivieron en diferente
medida dentro del hogar, es mediante este intercambio de información que
se forja la memoria colectiva de las niñas Alba.

Dentro de la memoria de las niñas alba se encuentran datos espaciales


del lugar en donde (sobre)vivían todas juntas, es decir, donde quedaban las
diferentes salas del hogar: los dormitorios de las niñas divididos por edad,
el comedor, la sala de costura (donde entregan la ropa para el día), el patio,
etc. Cuando Aurora llega al hogar, esta nos brinda una primera descripción
del espacio que permite al lector visualizar mentalmente cómo era este
lugar:
Al otro lado del portón había un recibidor amplio de cemento y,
posteriormente, una gran casa rojo opaco que parecía un castillo. En
su centro, había una puerta, que se encontraba abierta, en donde se
podía ver una escalera a un segundo piso. Hacia el lado derecho de la
entrada, había una pequeña cuesta que, seguramente, conducía hacia
el interior de las dependencias, pensé. Por el lado izquierdo, habían
árboles altos y arbustos tupidos que cubrían todo el espacio y,
entremedio, un camino rústico y empinado que se había formado por
el tránsito forzado y constante. (p.72)

Luego Aurora continúa su relato del lugar:

Subimos la escalera que habíamos visto minutos antes desde el


portón, justo arriba hacia la derecha, había una puerta y a la
izquierda, al lado de un pequeño hall, otra, ambas cerradas. Y, al
frente, una tercera que la tía abrió para poder pasar. Daba directo al
patio. Hacia la izquierda había un jardín cercado que pertenecía a la
casa principal en donde estábamos en ese momento. Era tan frondoso
que no se alcanzaban a ver las ventanas y también, muy cuidado.
Hacia la derecha, amplios espacios verdes. Columpios, un resbalín,
Seguimos un pequeño sendero pavimentado y quedamos en el centro
del gran espacio. A cada lado, un pabellón largo con hartas ventanas.
En frente un montón de arbustos y en la parte central, un gran espacio
de tierra y piedras. (p.75)

Estas primeras descripciones del lugar con el pasar del tiempo se van
completando a medida que Aurora se va integrando al grupo de niñas Alba,
permitiendo que esta conozca detalles que sólo éstas podían comprender de
acuerdo a las dinámicas del día a día, como cuando estas robaban en la
huerta papas: “Nosotras vamos a la huerta (...), y sacamos cosas pa comer,
papas, y las ponemos adentro de la estufa para que se cuezan. Salen
quemás, pero le sacamos las cáscara y son ricas” (p.82).
Aurora descubre espacios y sus usos que, a primera vista, no pueden ser
detectados, como lo es la sala de castigos que sólo algunas son capaces de
recordar de manera detallada, como Judith Jaramillo que cuando le
preguntan dónde quedaba esta, sabía que estaba “a la subida de la escalera
principal. Subiendo hacia la izquierda estaba la puerta de entrada a su casa y
hacia la derecha una puerta con una pequeña ventana” (p.211).

Dentro de esta información compartida por las ex internas, se encuentran


también datos sobre los dirigentes de aquel hogar: Ricardo y su familia que
vivían en su propia casa dentro del hogar, este no permitía que sus hijos
jugaran con las niñas ya que estos, según una interna, eran de la realeza.
También tenían un perro al cual le robaban su comida ante la necesidad de
comer. Esta vivencia es recordada al final cuando Aurora conversa con
Pauli y Judith Jaramillo, esta última menciona:

Cuando le daban comida al Pompi, el perro pequinés de la vieja


Carmen. Ella lo llamaba «Pompi, Pompi» — Judith hace una pausa
para reír—, y le dejaba comida en el plato. Cuando se entraba,
nosotras le pegábamos al perro para quitársela. En esos años si que
pasábamos hambre. También comíamos de la basura. Hasta ratones
había, pero nosotras vamos comiendo nomas.

Este testimonio es interesante de analizar, ya que se aprecia bastante el


concepto de nostalgia reflexiva en el, ya que estas recuerdan con nostalgia
esas anecdotas ruinosas sacando risas de ciertas situaciones pasadas y
también llegando a conclusiones que antes no pensaban, ya que reflexionan
sobre lo vivido con una madurez distinta. Esto demuestra que de aquellos
recuerdos ruinosos también se desprenden recuerdos divertidos o que, al
menos, sacan una sonrisa.
Asimismo, las ex internas recuerdan a las tías del hogar con amargura, ya
que todas ellas sabían lo que ocurría en el hogar siendo cómplices de las
torturas. Si bien había una tía que las defendía llamada Rosita, tampoco
habló y fue testigo de todo. Pauli recuerda a una de estas llamada Juana, ya
que esta le quebró un escobillón en la espalda a su hermana Luz:

La tía la pillo y la sacó a tirones de la cama. La luz se puso a


reclamar y ahí — solo podía escuchar llanto —, agarró el escobillón
y le dio en la espalda. Se le rompió el palo del puro golpe. La Luz se
revolcaba en el piso. Se puso a llorar y yo gritaba pa que la soltara,
pero la tía no la soltó na. Me dió mucha pena mi hermana. Ella tenía
frío. (p.101)

El hecho de que Pauli la recuerde y su nombre siga grabado en su memoria


tiene que ver con el recuerdo ruinoso que ha quedado en esta. Así como
Pauli, existen más ex internas que retuvieron datos más nítidamente que
otras de acuerdo a su experiencia personal en el hogar. Ya en el final del
libro se recogen algunas cartas testimoniales de algunas ex internas
(algunas anónimas) cargadas de nostalgia reflexiva, en ellas se ahonda más
en la experiencia personal de cada una en su paso por el hogar, pero si se
suman todas sus vivencias se construye una memoria colectiva de niñas
Alba.

Es posible afirmar, en base a todo lo mencionado, que estas forjaron ruinas


a partir de todo lo vivido en aquel hogar, recuerdos ruinosos imposibles de
olvidar que las marcaron por siempre condicionando su práctica personal en
su vida cotidiana. Gracias a las reflexiones obtenidas por el ejercicio de
desenterrar aquellas vivencias, estas se dan cuenta de que robar no era malo
en aquellas circunstancias diciendo: “Desde cuando querer sobrevivir es
una falta” (p.220). Estás sienten rabia por el silencio ante los abusos que
tuvieron que soportar inmerecidamente, se sorprenden por cosas que
estaban normalizadas en aquel contexto pero que, en realidad, no debían ser
así. Cuando Aurora adulta conversa con Judith le comenta a Pauli, a simple
vista, se ve bien a pesar de lo ocurrido. A lo que Pauli le responde que
Judith “Toma siete pastillas al día para estar bien. Ese maricón le cagó la
vida” (p.221). Las secuelas que quedaron por los recuerdos ruinosos siguen
presentes hasta la actualidad. Al respecto Judith comenta que, al casarse
transcurrido el tiempo, es cuando surgieron los traumas por lo vivido
teniendo que recibir atención psicológica y psiquiátrica ya que “las
cicatrices no se han borrado” (p.213). Al respecto comenta:

Los seres humanos tenemos la capacidad de bloquear los sucesos


dolorosos y guardarlos en el fondo de la memoria, que de repente se
hace visibles, sin embargo, los normalizas. Yo siempre supe lo que
había pasado, pero cuando me casé, aparecieron los primeros
síntomas. No quería tener sexo, me arrancaba, mi marido me trataba
de loca”. (p.209)

Este testimonio, así como los otros recopilados por Bruna Faro, demuestran
la conexión existente entre el pasado y el presente que se revela por medio
de lo ruinoso, lo cual es expresado en el recuerdo traumático.

Capítulo 2: La autoficción en Memorias de una niña alba

Como punto de inicio para el análisis de Memorias de una niña alba


partimos del pensamiento de que la autoficción, debido a su inspiración en
la vida de una persona se inclina a lo que sería una práctica biográfica. El
recuento de eventos y experiencias, sin embargo, no satisface sus
necesidades de construcción, estas últimas dependientes de la memoria. A
raíz de esto último una autoficción con afán referencial necesitaría valerse
de los ejercicios escriturales propios de la creación literaria, básicamente la
creatividad de idear personajes, tejer una trama, crear espacios y tiempos
ficcionales. En Memorias de una niña alba nos encontramos frente a una
obra que afirmamos tiene estas características y, a continuación, como parte
de lo que pretende este análisis, desde su especificidad, desglosando dichas
características, lo que se hará es comprobar su estatus de autoficción.
Además en esta no se sabe si lo que se está contando es real o no, pero al
proponer la obra como una autoficción lo que hacemos es asumir que lo es,
es decir, que va más allá o excede la ficción. No obstante, Memorias de una
niña Alba engañosa y rápidamente calza con la parte ficcional del concepto
autoficción, provocando en la obra el problema descrito en el marco teórico
subyacente a las autoficciones: no se nos presenta un contenido
completamente ficticio ni puede ser entendido este tan fácilmente de tal
manera, que es justamente lo que ocurre en la novela de Faro. Esta tiene la
intención de dar a conocer una verdad de la que hay registro: “A fines del
año 2019, el proceso investigativo estableció que, gracias a los antecedentes
recopilados, se permite presumir de manera fundada la veracidad de los
hechos descritos por Judith, pero al mismo tiempo declara prescrito el
delito”. (Schwenke, 2021). La obra refleja aquello utilizando la creación de
un personaje, el formato de novela, pero no tiene esencia inventiva y
desborde de imaginación en dibujar una historia, o inspirarse en un hecho
para crear algo ilusorio, por el contrario, la autora da testimonio de algo que
estaba allí, y lo trae al presente a través de la literatura. Ahora bien, sobre lo
anterior, nuestro análisis no pretende analizar la obra en términos encontrar
una verdad histórica, más bien la perspectiva que adoptamos es literaria y
coincide con posturas como la de la autora Julia Musitano, cuando plantea
que: “no es posible, insistimos, inclinar la balanza hacia uno u otro pacto
(ficcional o referencial) porque es precisamente allí donde se afirma la
suspensión de la posibilidad de decidir y donde reside su mayor potencia
literaria”. (Musitano, 2016, p 121). Apelando a esa potencia literaria como
criterio de análisis, se aborda la obra, desde la creencia de que la verdad,
subsistiendo la ambigüedad en ambas, puede ser una muestra de lo real
disminuida en la ficción.

Para esta tarea, nos interesa analizar cómo se produce esta ficción,
que también tiene elementos de la realidad, y sabemos que desde la
perspectiva de los recuerdos y la memoria podemos dar respuesta a esta
interrogante que invita a entender cómo se funde realidad y ficción en esta
novela.

Para sumergirse en el objeto de estudio nos valemos de un primer


fragmento que da cuenta de una importante característica temporal presente
dentro del relato que hablará al respecto de cómo es esta autoficción en
varias formas. Leemos:

Cuando la lluvia arremete y me siento en paz, suelo recordar. Hoy el


crepitar me transporta a un día, uno especial. Uno en que el sol desde
su alto emitía potentes rayos incandescentes que se reflejaban sobre
los juegos infantiles y nos bloqueaban parcialmente la visión. Un día
de silencios largos, en donde, incluso si hubiese sido de noche, se
podrían haber escuchado los ligeros e invisibles pasos del Coco
cuando hurtaba el sueño de alguna interna, sustrayéndola de entre sus
sábanas. Un día de andares tranquilos. Tan tranquilos, que podríamos
habernos demorado media hora en cruzar el patio si así lo
hubiésemos dispuesto. Un día de pensares fantasiosos y metáforas
reflexivas. (Faro, 2020, p.7)

Este primer párrafo con que comienza la novela ya expone lo que


será la lucidez del relato respecto al contenido del pasado que se cuenta. El
extracto corresponde al prólogo en donde Aurora la protagonista recuerda lo
vivido y atestiguado en el hogar de menores El Alba en Osorno, durante los
años 80s.

Dentro de esta narración continua, calmada, ininterrumpida (a


grandes rasgos), sólida, y estructurada en 37 capítulos, encontramos como
parte de esa continuidad y fluidos repetitivos, descripciones muy detalladas
de un pasado aproximadamente 30 años que “logra que se simule una
continuidad en algo que de por sí es discontinuo (la memoria y el recuerdo)
y, por ende, tiende a la flexibilidad, a la ficcionalización” (Musitano, 2016,
p.111). El procedimiento literario detrás de esta continuidad sería la
analepsis sobre la cual Genette, Citado en (Amaro, 2009), diría que: “parece
reparar un olvido del narrador” (p.123). Esta descripción detallada es lo que
vemos en varios pasajes como el siguiente:

Era un miércoles del mes de junio. El frío hacía temblar mi menudo


cuerpo y, a pesar de encontrarnos en una calle muy transitada, lo
único que podía oír era el silencio extraño de mis pensamientos. Ella
no se detuvo. Tomó de mi mano con más fuerza y me obligó a
avanzar. Mi hermana menor, tomada de la otra mano de nuestra
mamá, miraba con miedo el enorme lugar y avanzaba con pasos
tímidos hacia la puerta. Yo la observaba por el rabillo del ojo por si
necesitaba, en algún momento, una mirada de tranquilidad. Observé
también que, al igual que yo, temblaba de frío. Esa mañana, antes de
salir de casa, la vestí con la mejor ropa que encontré para ella. No
había mucho, un par de pantalones rotos, unos sweaters desgastados,
calcetines impares y nada de ropa interior. Me decidí por un pantalón
que nos había regalado la señora Marta, la vecina dueña de la casa.
Seguramente, cuando ella lo compró para su hija, habría sido todo
una maravilla, pero después de tanto uso estaba roto a la altura del
bolsillo trasero derecho y ni decir que a mi hermana le quedaba
mucho más arriba del tobillo. Debió haber sido por eso que caminaba
con vergüenza y se los acomodaba tirándolos hacia abajo para que le
tocaran los zapatos. (Faro, 2020, p.12)
De momento, y si como dice Genette, estas características propias de
las escrituras autobiográficas reparan un olvido y son un despliegue de la
imaginación a la hora de describir detalles. Querría decir que estaríamos
frente a un primer elemento ficcional (aunque de una relevancia
cuestionable), que en su totalidad crearía buena parte del espacio de la obra,
dado lo altamente complejo de rescatar intacto un retrato de la memoria
sobre todo por el efecto del tiempo. Por eso creemos que, desde esta técnica
de escritura que abunda en la novela, se hace un despliegue literario que
introduce en ella, al mismo tiempo, elementos de la realidad y elementos
ficticios, sin posibilidades de reconocer cual es cual.

Ahora bien, las imposibilidades naturales del recordar


detalladamente, escena por escena, algo ocurrido hace años, no es lo único
que interviene en esta obra que tiene la intención y las limitantes de traer
una realidad al presente mediante la escritura. Sin embargo, las limitantes
son ampliamente superadas, en una novela que deja pocas dudas sobre la
realidad en que se basa, ya que es una que marca la vida de las personas.
Incluso la novela da luces de aquello mostrando como, por su contenido
doloroso y en desorden supone una dificultad escribir la novela tanto para el
personaje de Aurora, como para la autora real Bruna Faro que en entrevistas
habló sobre el proceso de escribir Memorias de una niña alba: “Fue un
proceso doloroso, tanto el de reunir los testimonios, como el de plasmarlos
en el papel. Me demoré años, en un libro que, por su tamaño, podría haberse
desarrollado en menos tiempo. Pero fue agotador” (Faro, 2021). Un
elemento de la realidad de la creación de esta obra que también se
representa en ella, como se puede corroborar a continuación:

No sé cuántos días he estado sentada frente a esta pantalla


escribiendo, recordando. Me aparto del teclado por un momento,
revuelvo un café que me he preparado y reviso la carpeta de mis
antecedentes. Judith ha interpuesto la denuncia. Leo, por novena vez,
la declaración que dio a la PDI. Me apresuro en avanzar sobre los
detalles. Su crudeza me eriza la piel.
Mi mente divaga entre recuerdos. La observo caminar por el patio del
hogar. Con su andar triste y desanimado.
El día de ayer he llamado a Pauli y a Judith. Las he invitado a darme
su testimonio de manera presencial. Desde el principio. Claro. No
puede ser de otra manera.
Me deshago de mi papel de novelista y comparto un momento
distendido con mi familia. Me paseo entre la cocina y el comedor.
Realizo las dinámicas mecanizadas de mis quehaceres diarios.
Quiero darme una ducha.
El agua cae más caliente de lo habitual y lo agradezco. Mis músculos
se relajan. La tensión de los últimos días parece aplacarse bajo el
enérgico chorro que escurre por mi espalda. Repaso lo que viene.
Ordeno mis ideas y los capítulos. Repaso la información que recibí
de las exinternas. Todo comienza a tomar forma. Las imágenes
fluyen. La verdad reverdece.
Vuelvo a estar lista para continuar. (Faro, 2020, p.71)
Esto sin embargo se puede considerar un evento menor para los
efectos de la novela, pero de igual modo permite constatar el traslado de la
realidad a la ficción mostrando que en ella existen lagunas fieles al reflejo
de la realidad tal como ocurrió. Los indicios anteriores de la referencialidad
del relato, sin embargo, van más allá de sus características de estilo o
construcción, y comprenden lo que consideramos el valor real de la obra y
en donde yace la sorprendente potencia de cumplir el propósito de la autora
de dar a conocer lo que vivieron las internas, tal como menciona Faro:
“Tuve la necesidad de invitar al lector, a conocer qué se siente desde la
carne, ser vulnerada, no amada, abusada, abandonada y torturada. Que el
lector entienda el proceso de las niñas y niños en esta lucha por la
sobrevivencia” (Faro, 2021). En pasajes como los exhibidos a continuación
es donde se produce la compenetración con los personajes, con su persona
infantil, transportándose al instante de los momentos que dan peso a la obra
para percibir, por ejemplo, el miedo que sentían. Las narraciones presentes
en la novela dan lugar, de esta modo, a la constatación de experiencias del
pasado recuperadas mediante la sistematización de la memoria e
intervenidas por la naturaleza subjetiva del recuerdo, lo que se ve reflejado
al ser plasmadas por medio de la escritura según lo expuesto con
anterioridad acerca del el género autobiográfico y las autoficciones.
Comparamos ahora algunos fragmentos de la obra con los testimonios de
las exinternas:
Testimonio extraído de la novela

Cuando nos sacábamos rojos en el colegio, era un motivo de castigo.


En una oportunidad, nos reunió a todas en el pabellón. Nos hizo
hacer un círculo. Él se encontraba en el centro. Iba leyendo las notas
y nos iba pegando. Algunas andábamos con la regla y a él no le
importó. Yo, llorando le pedía que deje de pegarme, pero no paró
hasta que vio que me corría sangre por las piernas. Lo mismo le pasó
al resto de las internas. (Quilín, 2020, p.248)

Extracto de la novela

Escuchamos un golpe y saltamos instintivamente. Sollozos lo


siguieron. Pauli volvió a asomar la vista. Yo aún no me recuperaba
del susto. Apartó la mirada y se apoyó con resignación en la casita de
muñecas. Sus ojos enrojecidos comenzaron a desbordarse y yo no
sabía qué hacer. Me acerqué y la abracé. Su cuerpo convulsionaba y
tensaba a la vez. Volvió a asomarse y la seguí. Ahí lo comprendí. Las
dos internas acurrucadas en el centro del círculo recibían azotes con
una varilla mientras el resto de ellas eran obligadas a presenciarlo.

—¡No vamos a parar hasta que lloren! —ladró Ricardo mientras les
pegaba con la varilla en la espalda de una de ellas.
Se me encogió el corazón. No sabía qué hacer. El sudor me corría por
la espalda. No aguanté la presión y rompí a llorar al igual que Pauli.

—¡Lloren! —vociferaban las internas a sus compañeras que querían


parecer fuertes frente al tremendo abuso del que estaban siendo
víctimas.
—¡Ya po, chicas, lloren! —gimoteaban otras con el aliento que les
quedaba entremedio de las lágrimas.
Ninguna deshacía el círculo para limpiarse la cara. Pauli lloraba en
silencio y yo la miraba, tratando de entender.
—¡Lloren, por favor! —dijo sollozando una de las menores, mientras
Ricardo asestaba justo en la espalda de una de ellas.
Desde donde estaba no podía ver sus caras con claridad.
—Dios las va a castigar. Por ladronas. Tienen que orar y pedir
perdón. Entren todas —dijo Ricardo mientras salía desarmando el
círculo y algunas internas caían de rodillas llorando.
Entre cuatro levantaron a las azotadas que apenas podían sus cuerpos.
No vi sus rostros, pero supe que lloraban porque las consolaban con
abrazos y cariños. Avanzaron juntas al pabellón grande mientras
dejaban al resto desorientadas y sollozando. Algunas permanecían
agachadas en sus mismos lugares y otras comenzaban a deambular
sin rumbo limpiándose los ojos. No había murmullo. Solo
desconcierto. (Faro, 2020, p. 107-108)
El fragmento anterior describe la brutalidad de los castigos de
Ricardo hacia la internas, y como estos producían en ellas un padecer
psicológico y físico: sensaciones de miedo, angustia y resignación, que se
delatan en sus cuerpos, como deja ver las descripción que hace Aurora
cuando dice, por ejemplo, que se aceleraba su corazón, o al describir como
de rodillas rompían en llanto sin ser capaces algunas de moverse y otras que
con gran abatimiento iban a socorrer a sus compañeras golpeadas. En donde
de igual modo se ve cómo la religión era usada como un medio de
manipulación por parte de Ricardo para hacer sentir culpables a las internas
en lugar de violentadas
Otro punto para analizar surge de este pasaje de la novela es el del
planteamiento de la autora Lorena Amaro (2009) al proponer que: “Hay que
distinguir entre las verdaderas anacronías (que refieren hechos acaecidos en
distintos momentos) y los recuerdos que del pasado tienen los personajes.
Mieke Bal llama a esas evocaciones ‘falsas anacronías”” (p.123-124). Por
una parte, en los testimonios, se constituyen anacronías reales, y por otra,
en la novela, ficticias. Gracias a estos últimos fragmentos podemos ver la
materialización dentro de la ficción de estas anacronías de personas reales,
su traspaso a anacronías falsas de personajes dentro de la novela, (las que
quedarían bajo el pacto novelesco), y se vería de igual modo una
característica de la autoficción en la que “el pacto autobiográfico se cumple
y el novelesco también” (Musitano, 2016, p110). Esto ya que, al comparar
uno con otro podemos comprobar la fidelidad de lo narrado en la novela,
debido a las mínimas diferencias entre la información entre ambos registros,
como podemos continuar ejemplificando a continuación:

Testimonio extraído de la novela

Ricardo Salgado me dice: «baja de ahí o subo por ti». Yo no tuve


ninguna salida para arrancarme. Así que pensé, bueno, otra vez me
pegará. Bajé y me obligó a agacharme sobre el picador de leña. Logré
ver sus pantalones y pensé, se sacó el cinturón para pegarme. Luego
me bajó los calzones, recuerdo que eran de un rosado pálido con la
imagen de Heidi. Yo no entendía qué forma de castigo era esa. Pues
no entendía por qué se había bajado los pantalones. En ese momento,
sentí un dolor muy grande y la sangre comenzó a correr por mis
piernas. Eran como dos hilos. Me asusté mucho y lloré. Le supliqué
que no me siguiera pegando porque me dolía. Ya me había sacado
sangre, pensé. Algo más comenzó a correr por mis piernas, no era
sangre, sino algo pegajoso. Él se subió los pantalones y me dijo:
«súbete los calzones, no hablarás nada de esto o voy a matar a tu
hermana y nadie lo sabrá porque nadie las quiere». (Jaramillo, 2020,
p. 251)

Fragmento de la novela

El Coco entra a la leñera. Me tapo la cara para no llorar más.


—Bájate de ahí —me dice con la respiración entrecortada.
Me va a pegar. Me bajo con cuidado sin mirarlo. Comienza a sacarse
el cinturón, es café. Me va a pegar con él. Con la hebilla como otras
veces. Pongo un pie en el suelo. No alcanzo a poner el otro. Me toma
fuerte del pelo y me pone de espalda. Me agacha pa delante y pone
mi cabeza encima del picador. ¡Me va a cortar la cabeza! ¡Ahora me
va a cortar la cabeza!. Me estoy meando. Quiero a mi mamá. Logro
ver pa trás entre mis piernas y mis lágrimas. No tiene pantalones. Sus
piernas están sin ropa. Qué raro. Se le cayeron los pantalones. Me
levanta la falda. Está furioso. ¡Noooo! No quiero. Me levanta el
cuerpo hacia arriba. Mis pies ya no tocan la tierra. ¡Me duele! Me
está pegando.
—¡No! —grito—. ¡Me duele!
El llanto se queda atrapado, no puedo respirar. Nunca me había
pegado tan fuerte. Siento un dolor muy grande. Trato de liberarme,
pero me tiene tomada de la cintura. Me va a matar. Veo sangre correr
entre mis piernas. Es como si me estuvieran partiendo en dos. No sé
qué pasa. Grito. Pido ayuda. Nadie viene. —
¡No! Me duele mucho. Nunca más lo voy a hacer. Por favor, tío
Ricardo, nunca más. Nunca más. No me siga pegando —grito casi sin
aliento.
Está enojado. Se mueve cada vez que me pega. Lo escucho quejarse.
Me empuja. Me está pegando cada vez más fuerte. Nunca había sido
tan doloroso. La sangre no deja de correr. Parece que me cortó con la
hebilla. Siento un golpe tremendo en mi potito. El grita y me vuelve a
pegar. Otro más, y vuelve a gritar. Ya no tengo fuerzas. Siento agua
correr por mis piernas, no veo, debe ser mi sangre. El tío se aleja.
Caigo al suelo… me duele… lloro como puedo. Trato de levantarme,
quiero escapar, no puedo pararme, no siento mis piernas. Es como si
me hubiera quebrado entera. Me voy a arrastrar. Siento un tirón en el
pelo —¡Date vuelta! —me grita. No puedo verlo bien, mis ojos están
nublados—. Si tú le cuentas algo a alguien, voy a matar a tu hermana,
¿me escuchaste? Tu papá está preso, así que nadie las quiere. ¿Me
escuchaste? (Faro, 2020, p. 227-228).

En los pasajes anteriores de la novela, y en el fragmento de los


testimonios podemos apreciar una simbología: se animaliza la figura del tío
Ricardo, como se nombra a la personificación de Héctor Ricardo Salgado
Moreno en la novela. "Ladró" describe la narradora que es Aurora, dando
cuenta de la visión por parte de ella y sus compañeras de este director, al
cual se identifica con un perro, lo cual exhibe la relación que establecen
entre este y la figura de un animal, la razón lógicamente es el miedo que
infunde. Pero por sobre todo, comparar estos relatos incorporados en la obra
refleja la dificultad propia de la autoficción: encontrar un lugar estable y
estar en el limbo entre el género testimonial y la novela, lo que la hace
única. Esta fuente testimonial viene a recordar, dentro de la misma novela,
la forma en que la autoficción se vale de trampas y propone un juego para el
lector respecto a la referencialidad. Creemos tal cual postula Amaro (2009)
que: “si bien muchos autores plantean que, a la larga, el pasado es una
suerte de invención, pensamos que la verdadera labor del autobiógrafo es
procurar ser consecuente y sincero respecto del pozo de emociones,
historias y percepciones de su vida, realizando un trabajo consciente (y
concienzudo) de rememoración” (Amaro, 2009, p.186). Pasajes como estos
que impactan con la situación vivida por las niñas que durante dictadura
residieron en el hogar de niñas El Alba, consecuentemente los abusos que
de los que fueron víctimas, hacen justamente sentido con lo planteado por
Amaro, y con la cuota de humanidad que no pueden revestir las cifras o la
evidencia empírica al costo de volverlo menos certero por presentarse como
una ficción. De tal manera, vívidamente, la obra en primera persona
despliega las emociones de miedo, de incertidumbre, de inseguridad de las
niñas. Es importante mencionar que los acontecimientos en la novela, se
presentan desde la óptica infantil, muy trabajada desde las características de
esta etapa indefensa e inocente, una mentalidad que desconoce en plenitud
atropellos a sus derechos, susceptible a ser víctima de abusos, tal como
podemos apreciar en memorias de una niña alba a través de las conciencia
de sus personajes, estas niñas que nos describen, con las mencionadas
inocencia e indefensión, sus historias marcadas por los abusos y una
crueldad difícil de comprender como adultos y que para ellas como niñas
aún más.

Si se analiza por separado ambos fragmentos, en el primer "Fragmento de la


novela" podemos ver cómo el narrador entra en la mente del personaje de
Judith. Por una parte, en este se pueden percibir su miedo a ser encontrada
sabiendo que la castigarán como era costumbre, terriblemente, pero al ser
encontrada, a pesar de su resignación de cara al castigo, no ocurre lo que
imaginaba y ahí es donde se muestra en su conciencia la incomprensión, el
sufrimiento, la desesperación, respecto al castigo al que estaba siendo
sometida, claramente una violación. Por otra, en el fragmento "Testimonio
extraído de la novela", de igual modo, constatamos descrita una escena de
una similitud con respecto a la novela que impacta por albergar hechos y
emociones muy parecidas de miedo, pánico, terror y sufrimiento, sin
embargo, desde la visión de una adulta que recurriendo a su memoria sabe y
está consciente de que lo que describe es una violación.

Nosotros analizamos de esta manera la transversalidad de Memorias


de una niña Alba. Por eso proponerla como autoficción no significa
cuestionar la verdad de lo narrado. Como dice Musitano (2016) “pretender
develar lo que tiene de verdad la autoficción es no sólo no haber
comprendido el estatuto ambiguo del género” (p.121). Lo que hacemos con
la novela es, por ende, identificar a alguien narrando algo que recuerda,
considerando a los recuerdos como parte del mundo de la experiencia como
dice Ricoeur, citado en (Musitano, 2016, p.118), pero por sobre todo
destacar que esta es la forma en que en la obra logra hacer una crítica que
combate el olvido y también el desconocimiento acerca de la vida de los
NNA durante dictadura militar en el país. Esto último que es lo que disfraza
ficcionalmente Memorias de una niña alba: los recuerdos provenientes de la
realidad en un texto de recuperación de un pasado, en donde la memoria
está parcialmente intervenida por la imaginación.

Esta autoficción, de acuerdo con lo postulado Musitano (2016), crea


“Un objeto que modifica lo real y lo imaginario” y en dónde:

El trabajo que la autoficción realiza con los acontecimientos


pasados y verdaderos neutraliza la fuerza de la oposición. Esto –
digámoslo una vez más– no se reduce a la mezcla de realidad y
ficción: se trata de la afirmación simultánea de ambas dimensiones.
(p.109).
Nos referimos a la de la verdad de los hechos relatados, por una
parte, para exhibir una verdad, y la ficción para unificar un texto y reparar
los vacíos de la memoria como una función estructural.

Por esto Memorias de una niña Alba no es poco fiable, es el intento


de ser fiel a las percepciones sobre la experiencia de ser una niña Alba en
tiempos de dictadura, lo que la hace efectiva para atraer de vuelta ese
pasado al presente, cosa que se comprueba el ejercicio de comparar los
relatos de la ex internas con los acontecimientos narrados en la obra,
considerando siempre que "En la situación dialógica, «el decir del autor
vivo autentifica lo dicho de la obra depositada, porque sólo él puede
desdecir lo dicho, y así realzar su verdad»” (Lévinas/Nemo, citado en
Arfuch, 2002, p. 101).

Por último, se puede decir con seguridad que Memorias de una niña
alba es una obra autoficcional con una gran referencialidad. Y podría
afirmarse que el más contundente elemento ficcional de la obra provendría,
principalmente, de la creación de un personaje, y la dificultad de rastrear la
identidad o el referente real en ella. Lo que grosso modo también confirma
su estatus autoficcional cuando considera que “quien escribe su propia vida
debe inventarle una máscara a algo que no existe. Algo acorde a lo que Julia
Musitano plantearía diciendo que: “El sujeto autoficcional tiene que
inventarse rostros y poner en juego la indeterminación” (Musitano, 2016,
p114). Y que “en las autoficciones el autor suele jugar con una historia
contada de diversas formas, inventarse rostros, nuevas personalidades”
(Musitano, 2016, p.121). Una nueva interrogante relacionada a esto se abre.
Faro, contando como materia prima con el relato de la ex internas, crea al
personaje de Aurora, sin embargo, la voz de este personaje y a quien
responde son más de una persona, algo que hace invita a pensar que “Al
escribir declaramos y hacemos algo sobre nosotros mismos y sobre los
demás; decimos y hacemos sobre un yo y un nosotros, una historia
individual y una historia colectiva” (Amaro, p.186). Lo que,
inevitablemente, motiva estrechar el análisis de la obra a un concepto clave,
el de la memoria colectiva.

PROPUESTA PEDAGÓGICA

A continuación propondremos la novela Memorias de una niña alba como


lectura para ser implementada en el aula.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA

Arfuch, L. (2002). El espacio biográfico: dilemas de la subjetividad


contemporánea. Fondo de Cultura Económica.

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lugar de la historia y memoria en niños pequeños a partir de una experiencia
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el-libro-que-devela-los-abusos-sexuales-a-menores-en-dictadura-que-
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autora-de-memorias-de-una-nina-alba-invitar-a-conocer-que-se-siente-
desde-la-carne-ser-vulnerada.shtml
Mancilla, C., Oyarzo, C., Pacheco, A. (21 de agosto de 2020). Judith
Jaramillo, antigua residente del Hogar el Alba: “Alguien tiene que hacerse
responsable de todas las niñas abusadas, violadas, que les quitaron sus
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https://periodistasufro.wordpress.com/2020/08/21/judith-jaramillo-antigua-
residente-del-hogar-el-alba-alguien-tiene-que-hacerse-responsable-de-
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denuncia vejaciones en Hogar de niñas El Alba: «Nadie se ha hecho cargo
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