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¿Cómo es el Jesús que aparece en los evangelios?

Si, como hemos visto, Jesús es un personaje histórico, los evangelios son la principal fuente para conocerlo
en la medida de lo posible. Intentaremos hacer un retrato de Jesús de Nazaret desde los datos que
podemos recoger de los evangelios desde tres aspectos: el físico, el psicológico y el espiritual.

1. El aspecto físico

Hay varios aspectos sobre la apariencia de Jesús que se pueden deducir fácilmente. Por la narración
evangélica se trata de un artesano u obrero. Esto se deduce del oficio de José, su padre adoptivo, y
de la costumbre, tanto de la época como de la realidad social de las familias pobres, por la cual los
hijos aprendían y heredaban el trabajo de los padres. Es una idea popular que era carpintero, y si
bien no está tan lejos de la realidad, la palabra tecton que se aplica a su oficio, parece algo más
similar a un albañil, un constructor de casas y hombre hábil en arreglar cosas, que a alguien que
trabajara exclusivamente con madera. De hecho, cuando Jesús de Nazaret comienza su vida pública,
sus propios paisanos se sorprenden porque lo reconocen como el hijo del tecton (Mt 13, 55-56) y
eso contrasta con la sabiduría que tiene al predicar y el conocimiento de las Sagradas Escrituras más
propias de un rabino estudioso que de un obrero como él.

De este primer dato del oficio de Jesús de Nazaret, podemos deducir que como persona de trabajo
manual necesariamente tenía una apreciable fortaleza física. Y a este dato se suman otras
referencias como la cantidad de kilómetros que camina, el hecho de pasar la noche en vela orando,
el hecho de ayudar a sus discípulos en la pesca, etc. No se consigna algún tipo de enfermedad o
cansancio anormal en Jesús de Nazaret.

En cuanto al vestido también se puede saber que, como artesano u obrero, no vestía lujosamente y
como persona común y corriente del pueblo, no usaba nada especial que lo distinguiera de los
demás. Por otro lado, siendo un hombre que mantenía su casa con su trabajo, tampoco se podría
decir que andaba andrajoso o sucio como un mendigo. De hecho, su comportamiento normal
escandaliza a sus adversarios que esperaban que el Mesías fuera un ermitaño Juan el Bautista o un
líder político o militar que liberase a Israel como Barrabás y tantos otros. De los usos de la época se
puede también deducir su apariencia externa.

Por último, lo que se puede decir con relativa seguridad es que la apariencia de Jesús de Nazaret es
la que conocemos por la iconografía que conocemos desde la antigüedad.

2. La piscología de Jesús de Nazaret

Difícilmente se puede aplicar algún tipo de técnica de la psicología actual de cualquier tipo al Jesús
de los Evangelios que no parta de un principio propio de la escuela a la que se pertenezca y que
termine por sesgar la descripción. Nos limitaremos por eso a deducir algunos rasgos que son
bastante evidentes en el personaje que nos describen los Evangelios.

Uno de los más llamativos es la coherencia de su forma de pensar. No encontramos duda o


contradicción alguna entre las cosas que dice y las que hace. Tiene una gran claridad para hablar.
Un segundo rasgo es su capacidad de observación: conoce el precio de las aves en el mercado, la
receta del pan, se da cuenta de cómo la viuda deja sus últimas monedas en la limosna, ha visto las
actitudes de los fariseos, sabe muy bien quién es Herodes, Pilato y conoce los hechos de su momento
presente. En suma, no es una persona aislada o desinteresada de las cosas comunes y corrientes, no
se parece a un filósofo de gabinete o a un científico especializado en algún tema preciso. Sus
observaciones son muy precisas y aplicadas a su predicación. Se puede ver también que no se le
puede engañar, que conoce a la gente con solo mirarla y no por algún tipo de poder sobrenatural o
especial habilidad mental sino por una intuición muy fina y empática de la humanidad de cada uno.
Se nota que es sensible y cercano, y eso genera la admiración y el cariño de la gente, es lo que el
mismo pueblo llama hablar con autoridad. Su libertad interior genera adhesiones férreas y envidias
más férreas aún.

3. La espiritualidad de Jesús de Nazaret

Más importante que las anteriores descripciones, es lo que se puede describir como la espiritualidad
de Jesús, es decir, la manera de ver todo, de leer la realidad entera, de expresar con gestos, actos y
palabras el estilo de vida interior de Jesús de Nazaret. El tema es amplísimo, infinito en realidad,
pero pueden señalarse un par de características sin las cuales no estaríamos hablando de su espíritu.

La primera es la que se expresa en cómo Él une el amor a Dios, a uno mismo y al prójimo: Amar a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Establece una circularidad en la práctica del
amor que es inevitable y la única garantía de estar amando con el Amor de Dios. No se puede amar
al prójimo sin amarse a uno mismo, ni amarse a uno mismo sin amar al prójimo, ni amar de forma
alguna son amar a Dios que es el paradigma real y último del mismo. De otro lado la garantía de
amar a Dios es amar al prójimo como a uno mismo, una especie de balanza de justicia en el amor
mismo.

La segunda es que Él mismo es el Amor, Él es la fuente de todo amor posible para sus discípulos y
para todos los hombres. Su mandamiento principal, dictado justo antes de su crucifixión, es rl
programa que Él establece para toda la humanidad, comenzando por sus discípulos: Ámense unos a
otros como yo los he amado. Es decir, la primera característica se realiza en la segunda. No se puede
amar a Dios sobre todas las cosas ni al prójimo como a uno mismo sin amar con el Amor de Jesús,
sin recurrir constantemente a Él: sin mí no pueden hacer nada (Jn 15, 5).

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