Está en la página 1de 3

PAPÁ SE BUSCA Juan prefirió seguir pensando que en esa gran juguetería encontraría lo que tanto

soñaba. Llegó el día de la gran inauguración. Era tanta la gente que se había agolpado en
Juan era un niño que se había quedado sin su padre desde muy pequeñito. A sus las puertas del local que Juan no llegaba a ver si lo que tanto necesitaba estaba allí.
cortos cuatro años, sabía perfectamente que le faltaba algo maravilloso. Juan vivía sólo Esperó al día siguiente, y apenas abrió el negocio él entró.
con su madre y si bien se amaban mucho, sentía que su vida no estaba completa.
- Buen día – dijo el niño a Don Cosme – He visto los carteles.
Sábados y domingos iba a la plaza y allí, su mayor entretenimiento era observar a
todos los padres que balanceaban a sus hijos, les enseñaban a andar en bicicleta, hacían - Todo el pueblo los vio. Gran propaganda ¿Has visto? – contestó el hombre.
castillos de arena y compraban algodón de azúcar. Para Juan, cada uno de esos hombres
era aún mejores que cualquier superhéroe. - ¿Es cierto que aquí tienen todo aquello con lo que un niño puede soñar? –preguntó
ansioso el pequeño.
No había superpoder que superase ese modo de hamacar, ni piernas más veloces que
aquellas que jugaban a la pelota, ni brazos más fuertes que los que sostenían niños a upa. - Sin dudas, niño, sin dudas –contestó muy seguro Cosme.
Cada día al acostarse, pensaba en que algún día su suerte cambiaría y tendría un papá, Con una sonrisa más grande que su carita, Juan le dijo:
sólo para él, un papá a su medida.
- Pues bien, necesito un padre
Cierto día, el pueblo se llenó de carteles anunciando que en breve se abriría una gran
juguetería, la más grande que el pueblo hubiese visto jamás. - ¿Perdón?, creo que no te entendí bien

Todas las calles se llenaron de grandes carteles con frases tales como “Tenemos todo - Un padre, necesito un padre
lo que un niño necesita”, “Hacemos felices a los niños”, “Todo lo que siempre buscó, está
- ¿Un padre? – repitió Don Cosme ya seguro que había escuchado mal.
aquí”, “Jugueterías Don Cosme cumple los sueños de los niños”.
- Si un padre, de esos que llevan a la plaza, que juegan a la pelota, que leen cuentos –
Juan se maravilló con todos y cada uno de los carteles. Pedía a su madre que se los
explicó Juan sin borrar su sonrisa de su carita.
leyera una y otra vez y había aprendido cada frase de memoria. Día tras día, preguntaba
cuándo abriría la gran juguetería. Ya no podía esperar para entrar. - Niño, creo que estás confundido, esto es una juguetería donde vendemos juguetes y
además, permítame que te diga, los padres no se venden.
- No creo que tenga cosas tan diferentes a las jugueterías de la ciudad –comentó su
madre. - ¿Se arriendan? Pues entonces, arriéndeme uno por favor.
- Dicen que tienen todo lo que un niño pueda desear – contestó ilusionado el pequeño. - No pequeño, tampoco se arriendan.
Juan salió corriendo de la juguetería sin decir una palabra. El dueño se quedó - ¿Y qué te ha hecho pensar que aquí lo conseguirías?
pensativo y triste. Lo extraño del reclamo lo había sorprendido, la tristeza del niño lo
- Los carteles, los carteles -repitió- ellos decían que ustedes tendrían todo lo que a un
había conmovido.
niño podía hacer feliz, todo aquello que un niño podía desear.
Esa noche Juan lloró mucho. Por la mañana, vio un hermoso sol en el cielo y le pareció
- Si… – titubeó Cosme – pero los carteles hablaban de juguetes, no de personas.
que le decía que no debía darse por vencido, entonces volvió a la juguetería.

- Buen día – dijo el niño. La sonrisa de Juan iba desapareciendo de a poco, pero el niño no se resignaría
fácilmente. En la puerta del negocio apareció la mamá de Juan, no era una fea mujer,
- Buen día – respondió Cosme – ¿Qué necesitas hoy? pero su gesto no era del todo agradable.

- Tal vez ayer no me expresé bien –respondió Juan. - Juan, llegamos tarde, vámonos –dijo sin saludar siquiera.

- Pues bien te escucho – dijo el hombre. Y Juan se fue, no sin antes decir un “mañana vuelvo” ¿Qué le diría el día siguiente ese
niño tan extraño? ¿Se daría cuenta que pedía un imposible? ¿Cómo hacerle entender a
- Juguetes para armar venden ¿Verdad? –preguntó. un pequeño que no hay juguetería -por grande que sea- que cumpla todos los deseos de
- ¡Por supuesto! ¡De todos los tamaños! ¿Qué buscas? –contestó muy entusiasmado un niño? –se preguntaba Cosme.
Cosme, creyendo que ya se estaban entendiendo con el pequeño. Y el niño volvió - Tal vez pueda haber algún padre a pilas, será costoso mantenerlo,
- Un padre para armar, veo cajas muy grandes, seguro que en alguna hay un padre. pero bueno ahorraré para comprar pilas. ¿Tiene un padre a pilas?

El vendedor no podía creer lo que escuchaba, la inocencia de un niño que creía que - No niño, no tengo ni a pilas, ni tampoco a cuerda. Un padre no es un juguete y yo vendo
podría haber un padre para él en su negocio no sólo lo sorprendía, sino que lo conmovía. juguetes.

- ¿Qué pasa, no tienes padre? - Entonces los carteles no decían la verdad –contestó Juan con lágrimas en los ojos.

- No, desde muy pequeño. Les he preguntado a mis amigos y todos tienen uno, así que no El hombre enmudeció, no sabía qué responderle a ese niño que venía con una sonrisa
sabían cómo se podía conseguir uno. primero y una lágrima luego a pedirle algo imposible de conseguir. Se sintió mal, jamás
pensó que los carteles que había mandado colocar hubiesen podido generar semejante
- ¿Y qué pasó con tu padre? confusión.

- No lo sé, mi madre me ha contado que vive muy lejos, pero ya no me visita ni me llama Sin embargo, no era eso lo que lo entristeció, sino la soledad del niño. No sabía qué
tanto, por eso necesito uno. hacer, no podía mentirle, no quería seguir desilusionándolo, pero sentía que, de una u
otra manera, debía ayudarlo.
- No llores pequeño, no tengo un padre para venderte. Juan estaba por cumplir seis años. Cosme quería hacerle un gran regalo - Dime Juan
¿Qué deseas que te regale? Puedes elegir lo que quieras de la juguetería, lo más grande,
- ¿Importado tal vez? – preguntó Juan entre sollozos. lo más caro, lo que quieras te lo regalaré.
- No terminas de entender, una persona no se vende, un vínculo de amor no se compra. El niño se quedó pensando, no era una oferta que pudiera rechazar, pero para
No desesperes, ya llegará un hombre a la vida de tu madre. sorpresa de Cosme, dijo: - No gracias, ya tengo lo que quería, no necesito nada más.
- Pero yo necesito un padre, no mi madre. Cosme sonrió, sin saber qué contestar. FIN
- ¿Quieres quedarte conmigo y darme una mano en la juguetería? Le avisamos a tu
madre y si te da permiso, pasas la tarde aquí –propuso el hombre. Juan se entusiasmó.

Por esa tarde, entre los más variados juguetes, se olvidó de todo. Y así, todas las
tardes, el niño pasaba por la gran juguetería a darle una mano a Cosme. El hombre lo
dejaba jugar, conversaban, reían y por sobre todo, se acompañaban mutuamente. No
sólo Juan necesitaba compañía, Cosme no tenía familia.

- El sábado por la tarde estoy libre –dijo Cosme a Juan -¿quieres que te lleve a la plaza?

- Pero… a la plaza voy con mi mamá –contestó sorprendido Juan.

- ¿Tu mamá juega a la pelota?

- No, ¿Tu si?

El sábado fueron a la plaza y por primera vez, Juan tenía alguien que parecía un padre
con él. El tiempo pasó y se fueron haciendo compañía.

Juan creció y empezó a entender que nunca conseguiría un padre en ningún negocio.
Sin embargo, la compañía de Cosme fue llenando en cierta manera los huecos de la vida
del niño.

También podría gustarte