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EFECTO FOTOÉLECTRICO

Aunque se lo recuerda popularmente por la teoría de la relatividad, el trabajo de Einstein (1905) sobre el
efecto fotoeléctrico fue tan revolucionario como el de la relatividad, constituyendo una de las teorías que dieron
un impulso definitivo a la creación de la mecánica cuántica. Fue el logro por el que mereció oficialmente el
premio Nobel en 1921.

Para la física clásica la intensidad de la radiación emitida por un cuerpo calentado era directamente proporcional a
su temperatura e inversamente proporcional al cuadrado de la longitud de onda que emite, sin embargo para ondas
del espectro cercanas al azul, violeta y ultravioleta, esta ley no concordaba con los resultados experimentales. Esta
discordancia fue bautizada metafóricamente como la “catástrofe del ultravioleta”

Max Planck (1858-1947), al estudiar los fenómenos de emisión y absorción de radiación electromagnética


por parte de la materia, forzado por los resultados de los experimentos, admitió que los intercambios de energía
que se producen entre materia y radiación no se llevaba a cabo de forma continua, sino discreta, es decir, como
a saltos o paquetes de energía, lo que Planck denominó cuantos de energía. Al realizar los cálculos de acuerdo
con este procedimiento, y mediante un trabajo numérico, obtuvo una buena concordancia entre los resultados
experimentales y los teóricos, introduciendo una constante que posteriormente fue conocida como la constante
de Planck (h), de tal manera halló la siguiente expresión para la energía radiada: E= h.v, donde E: energía, h=6,63
10-34 joule/seg., v: frecuencia

Albert Einstein (1879-1955) detuvo su atención sobre un fenómeno entonces conocido como efecto
fotoeléctrico. Dicho efecto consiste en que algunos metales como el cesio, por ejemplo, emiten electrones
cuando son iluminados por un haz de luz. (Fig. 1)

Fig. 1

El análisis de Einstein reveló que ese fenómeno no podía ser explicado desde el modelo ondulatorio, y
tomando como base la idea de discontinuidad planteada con anterioridad por Plank, fue más allá afirmando que
no sólo la emisión y la absorción de la radiación se verifica de forma discontinua, sino que la propia radiación es
discontinua. Esta era una idea radicalmente nueva, Planck admitía que, si bien los procesos de emisión de luz por
las fuentes o los de absorción por los objetos se verificaban de forma discontinua, la radiación en sí era una onda
continua que se propagaba como tal por el espacio.

En 1905 Albert Einstein propuso una descripción matemática de este fenómeno que parecía funcionar
correctamente y en la que la emisión de electrones era producida por la absorción de cuantos de luz que más
tarde serían llamados fotones.

En un artículo titulado “Un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación de la luz” mostró
como la idea de partículas discretas de luz podía explicar el efecto fotoeléctrico y la presencia de una frecuencia
característica para cada material por debajo de la cual no se producía ningún efecto.
El trabajo de Einstein predecía que la energía con la que los electrones escapaban del material aumentaba
linealmente con la frecuencia de la luz incidente. Sorprendentemente este aspecto no había sido observado en
experiencias anteriores sobre el efecto fotoeléctrico. La demostración experimental de este aspecto fue llevada
a cabo en 1915 por el físico estadounidense Robert Andrews Millikan.

En la explicación del Efecto Fotoeléctrico Einstein procede de la siguiente manera: Supongamos que sobre
una sustancia metálica incide un número finito de cuantos de luz cuya energía es hν. Dichos cuantos penetran a
través de la superficie, donde interactúan con los electrones. La interacción consiste, como ya se indicó, en que
cada cuanto es absorbido por un único electrón al que le transfiere toda su energía, la que se transforma en
energía cinética de los electrones. Los electrones así excitados se mueven a través de la sustancia y emergen de
la superficie con una determinada energía cinética, para lo cual deben efectuar cierto trabajo, por lo que
perderán energía. Si hν es la energía del cuanto absorbido y P es el trabajo de extracción característico del metal,
necesario para escapar de la superficie de la sustancia, la energía cinética máxima del fotoelectrón emergente
será:

donde m y v son la masa y la velocidad del fotoelectrón, respectivamente. Esta es la célebre fórmula del EF
de Einstein. Dicha ecuación presupone que el cuanto de luz transfiere la totalidad de su energía a un solo
electrón. Obviamente, esta energía máxima se alcanza cuando los fotoelectrones se encuentran directamente
sobre la superficie del cuerpo y son expulsados perpendicularmente a ella. Einstein considera que la hipótesis
más probable es la de máxima transferencia, pero no excluye la posibilidad de que el electrón absorba sólo una
parte de la energía del cuanto de luz; en este caso la energía del fotoelectrón sería menor a la indicada por [1].

De la ecuación [1] se sigue que un fotoelectrón se emite solamente si el cuanto de luz incidente tiene una
energía:

También se deduce de [1] que para cada sustancia el umbral de la frecuencia del cuanto de luz incidente es:

Mediante su teoría del cuanto de luz Einstein interpretó y explicó los resultados experimentales que eran
anómalos para la electrodinámica de Maxwell de la siguiente manera:

La existencia de un umbral en la frecuencia de la luz incidente la explicó suponiendo que cada electrón
absorbe un solo cuanto de luz. Dado que la energía de dicho cuanto es proporcional a su frecuencia, si éste no
tiene una determinada frecuencia mínima, dada por la ecuación [3], no tendrá la energía suficiente como para
arrancar al electrón de su átomo. La energía mínima necesaria para desprender un fotoelectrón, a su vez,
dependerá de cada sustancia, según cuál sea la energía con que están ligados sus electrones.

La misma hipótesis le permitió explicar simultáneamente el hecho de que la energía de los fotoelectrones
era proporcional a la frecuencia de la luz incidente, ya que ésta resultaba simplemente proporcional a la energía
de los cuantos de luz, determinada por la fórmula de Planck E = hν. Los resultados experimentales de Lenard
habían sido puramente cualitativos y mostraban solamente que la energía de los fotoelectrones aumentaba
cuando aumentaba la frecuencia de la luz incidente. La fórmula [1] de Einstein, en cambio, predice exactamente
cuál es la energía que tendrán los fotoelectrones para cualquier frecuencia ν ≥ ν0 de la luz incidente.

Es importante señalar que estas explicaciones requieren del uso de la hipótesis auxiliar según la cual el
umbral de frecuencia depende exclusivamente de la composición del cuerpo irradiado y no de una interacción
diferencial en la que un mismo tipo de luz (determinado por su frecuencia) se comportaría de manera diferente
de acuerdo con la naturaleza del cuerpo (por ejemplo cediendo diferentes proporciones de su energía, según el
caso).

Si se supone, como hizo Einstein, que la luz está compuesta por un número finito de cuantos, la intensidad
de la luz resulta proporcional al número de cuantos que llegan a una determinada superficie por unidad de
tiempo. De esta manera, Einstein pudo explicar fácilmente el hecho de que el número de fotoelectrones
aumenta cuando se incrementa la intensidad de la luz incidente. Ello ocurre porque sobre la superficie de la
sustancia iluminada llegan más cuantos de luz, los cuales, consiguientemente, excitan un mayor número de
electrones.

La energía de los cuantos de luz sólo depende de la frecuencia, por lo que el aumento de la intensidad de la
luz no modifica la energía de cada cuanto luminoso. Consiguientemente, Einstein pudo dar cuenta del hecho de
que la energía de los fotoelectrones no cambia cuando aumenta o disminuye la intensidad de la luz incidente. Si
cambia la intensidad de la luz, lo que cambia es simplemente el número de cuantos que llegan a la superficie
iluminada. Por cierto, la energía total que transporta el rayo luminoso, que puede concebirse como la suma de
todas las energías de los cuantos componentes, es proporcional a la intensidad, pero la energía de cada cuanto
individual es independiente de ella.  

La existencia de una frecuencia umbral de la luz incidente, por debajo de la cual no se observa la emisión de
fotoelectrones, cualquiera que sea la intensidad de la luz y el tiempo. Superado ese umbral, los electrones se
emiten con independencia de lo débil que sea el haz luminoso.

Esto contradice la teoría electromagnética, según la cual debía existir un tiempo de retardo inversamente
proporcional a la intensidad de la onda incidente. Este retraso entre el instante de incidencia de la luz y el de
emisión de fotoelectrones, se debía a que para intensidades de iluminación muy bajas, los fotoelectrones
requerían un cierto tiempo para adquirir la energía necesaria para abandonar el metal. Las mediciones, no
obstante, mostraban que cuando la luz alcanzaba la frecuencia crítica, cualquiera que fuese su intensidad, no se
producía retardo temporal alguno en la producción del efecto fotoeléctrico. Según Einstein esto se debía a que
cada cuanto es absorbido por un único electrón al que le transfiere toda su energía

Finalmente, Einstein explicó la ausencia de retardo temporal en la emisión de fotoelectrones suponiendo


que la absorción y emisión de los cuantos de luz por la materia se realiza de manera instantánea, o, al menos,
que se trata de procesos que duran un tiempo característico de la escala atómica. Esta idea es coherente con el
supuesto inicial de que la energía de los cuantos de luz está localizada de manera puntual, como ocurre en el
caso de las partículas materiales, y no distribuida en regiones grandes del espacio, como el frente de una onda
electromagnética.

Einstein predijo de esta manera que la energía cinética máxima que debe tener un electrón emitido por un
metal debe aumentar al aumentar la frecuencia de la radiación incidente. Este hecho se muestra en la gráfica de
la figura 2. La línea 1 corresponde al metal 1, y así sucesivamente. Consideremos, por ejemplo, el metal 3. Para
frecuencias menores que f03 no se emite ningún electrón del metal. Al aumentar la frecuencia de la radiación
incidente, el electrón va adquiriendo cada vez más energía cinética ya que habrá chocado con fotones más
energéticos y éstos le transfieren su energía. Notamos que la mínima frecuencia f 0 es característica de cada
metal, y como lo sugirió Einstein está relacionada con el trabajo necesario para que el electrón abandone su
superficie. Observamos que en esta descripción la intensidad de la radiación no interviene para nada.
Figura 2: Predicción de Einstein del comportamiento de la energía cinética de los fotones despedidos por varios
metales. Las líneas son rectas y todas tienen la misma inclinación, que está relacionada con la constante de
Planck.
La predicción además nos indica que para cada metal la línea correspondiente tiene que ser precisamente
una línea recta. Es más, las rectas que corresponden a distintos metales deben ser paralelas. Einstein encontró
que la inclinación de estas rectas es universal, o sea la misma para todas las sustancias y está relacion

Fluerescencia

Con respecto a la fluorescencia, Einstein sugirió la explicación siguiente. Cada cuanto de radiación o fotón al
ser absorbido por los átomos de la sustancia fluorescente (figura 3) estimula la emisión de uno o más fotones. La
suma de las energías de los fotones emitidos tiene que ser igual a la energía del fotón absorbido, ya que la
energía se debe conservar. Por tanto, si por ejemplo se reemiten dos fotones, éstos deben compartir sus
energías de tal manera que su suma sea igual a la del fotón absorbido. Lo cual significa que la energía de cada
fotón emitido es menor que la del absorbido. Tomando en cuenta que la energía de un fotón es proporcional a
su frecuencia, lo anterior significa entonces que la frecuencia de la radiación emitida será menor que la de la
radiación absorbida. Éste es justamente el resultado experimental que ya se había obtenido anteriormente, en
particular por Stokes, y que no se había podido explicar con base en la teoría de Maxwell.

Fig. 3

Este acuerdo apoya el modelo de Einstein en el cual los cuantos de luz, o fotones, se absorben o emiten en
unidades enteras.

La explicación dada por A. Einstein al efecto fotoeléctrico (1905) reavivó la vieja polémica sobre la naturaleza
de la luz. La interpretación efectuada por Einstein del efecto fotoeléctrico fue indiscutible, pero también lo era la
teoría de Maxwell de las ondas electromagnéticas.

Ambas habían sido el producto final de la evolución de dos modelos científicos para la luz, en un intento de
ajustarlos con más fidelidad a los resultados de los experimentos. Ambos explican la realidad, a pesar de lo cual
parecen incompatibles.

No obstante, entre ambos se obtiene una idea más completa de la naturaleza de la luz. Se dice por ello que
son complementarios.

Las controversias y los antagonismos entre las ideas corpusculares y ondulatorias han dejado paso, al cabo
de los siglos, a la síntesis de la física actual. La luz es, por tanto, onda, pero también corpúsculo, manifestándose
de uno u otro modo en función de la naturaleza del experimento o del fenómeno mediante el cual se la
pretende caracterizar o describir.

Bibliografía:
“Planck: Vida pensamiento y obra”, Colección Grandes Pensadores, España, 2005, Planeta De Agostini.

Rídnik, V. I.,”¿Qué es la mecánica cuántica”, Moscú, 1977, Editorial Mir.

http://www.experientiadocet.com/2010/06/einstein-yel-efecto-fotoelectrico.html

http://teleformacion.edu.aytolacoruna.es/FISICA/document/fisicaInteractiva/OptGeometrica/historia/H

istoria.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_fotoel%C3%A9ctrico
http://www.natureduca.com/fis_luzyop_naturaluz04.php
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/19/htm/sec_12.htm
FisicaCuantica2.doc - Educastur Hospedaje Webli

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