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Resumen Ninez Completo - Doc Versión 1
Resumen Ninez Completo - Doc Versión 1
INTRODUCCION:
La psicología del niño estudia el crecimiento mental o el desarrollo de las conductas (es decir, de los
comportamientos, comprendida la conciencia) hasta esa fase de transición, constituida por la adolescencia. El
crecimiento mental es indisociable del crecimiento físico, especialmente de la maduración de la maduración de
los sistemas nerviosos y endocrinos que prosigue hasta alrededor de los 16 años.
Psicología del niño, es el estudio de un sector particular de una embriogénesis general, que se prosigue después
del nacimiento, y que engloba todo el crecimiento, orgánico y mental, hasta llegar al estado de equilibrio
relativo que constituye el nivel adulto.
La psicología del niño conviene distinguirla de la “psicología genética”, aunque constituya instrumento
esencial de ella. Genética se refiere exclusivamente a los mecanismos de herencia, al desarrollo individual
(ontogénesis).
I. LA INTELIGENCIA SENSOMOTORA
Existe una inteligencia antes del lenguaje, que es práctica. A falta de lenguaje y de función semiótica, esas
construcciones se efectúan apoyándose exclusivamente en percepciones y movimientos, mediante una
coordinación senso-motora de las acciones. Se da entonces, una sucesión continua de estadios, cada uno de los
cuales señala un nuevo progreso parcial. De los movimientos espontáneos y del reflejo a los hábitos adquiridos y
de estos a la inteligencia hay una progresión continua. El mecanismo de esa progresión, es la asimilación, es
decir que toda relación nueva está integrada en un esquematismo o en una estructura anterior.
Estadio I: El punto de partida del desarrollo, se da en las actividades espontáneas y totales del organismo y en
los reflejos. En los recién nacidos, dan lugar al “ejercicio reflejo”, es decir, una consolidación por ejercicio
funcional. .De este modo, el bebé mama de manera más segura y encuentra más fácilmente el pezón, que en los
primeros ensayos. La asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio, se prolonga en una
asimilación generalizado (chupar en el vació o chupar otros objetos) en una asimilación re-
cognoscitiva (distinguir el pezón de otros objetos).
Estadio II: Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que dependen directamente de una
actividad de sujeto, como en el caso precedente o parecen impuestos desde el exterior como en el de los
“condicionamientos” Llamamos hábitos a las conductas adquiridas tanto en su formación como en su resultado
automático, el hábito no es aún inteligencia. Un habito se basa en un esquema sensomotor de conjunto, en el
seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto, diferenciación entre los medios y los fines, ya que el fin
en juego solo se alcanza por una obligada sucesión de movimientos que a él conducen. En un acto de
inteligencia, por el contrario, existe la persecución de un fin planteado desde el comienzo, luego la búsqueda de
medios para alcanzarlo. Reacción circular primaria, obre el propio cuerpo, se integra un elemento que antes
no estaba, repite.
Estadio III: Hay coordinación entre visión y aprehensión (coordinación de esquemas) Un sujeto de esa
edad (4 meses y medio) por ejemplo, atrapa un cordón que pende del techo de su cuna, lo que tiene por efecto
sacudir todos los sonajeros suspendidos sobre él. Repite enseguida ese acto una serie de veces, con resultados
Piaget, J. (1979). Seis estudios de psicología. (Primera Parte, Punto 1) Cap. 1 Apartado I: El recién
nacido y el lactante
El desarrollo psíquico, que se inicia al nacer y concluye en la edad adulta, es comparable al crecimiento
orgánico: consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio. El desarrollo es, por lo tanto, en cierto
modo una progresiva equilibración, un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estadio de
equilibrio superior.
La forma final de equilibrio que alcanza el crecimiento orgánico es más estática que aquella hacia la cual tiende
el desarrollo mental, y, sobre todo, más inestable, de tal manera que, en cuanto ha concluido la evolución
ascendente, comienza automáticamente una evolución regresiva que conduce a la vejez.
En cambio, las funciones superiores de la inteligencia y de la afectividad tienden hacia un "equilibrio móvil", y
más estable cuanto más móvil.
Por tanto, vamos a intentar describir la evolución del niño y del adolescente sobre la base del concepto de
equilibrio.
Debemos introducir una distinción importante entre dos aspectos complementarios de este proceso de
equilibración: es preciso oponer desde el principio las estructuras variables, las que definen las formas o
estados sucesivos de equilibrio, y un determinado funcionamiento constante que es el que asegura el paso de
cualquier estadio al nivel siguiente.
Desde el punto de vista funcional, es decir, considerando los móviles generales de la conducta y del
pensamiento, existen funciones constantes, comunes a todas las edades, a todos los niveles, la acción supone
siempre un interés que la desencadena, ya se trate de una necesidad fisiológica, afectiva o intelectual.
Junto a las funciones constantes, hay que distinguir, pues, las estructuras variables, y es el análisis de estas
estructuras progresivas, o formas sucesivas de equilibrio, el que marca las diferencias de un nivel a otro de la
conducta, desde los comportamientos elementales del recién nacido hasta la adolescencia.
Las estructuras variables serán, pues, las formas de organización de la actividad mental, bajo su doble aspecto
motor ó intelectual, por una parte, y afectivo, por otra, así como según sus dos dimensiones individuales y
sociales (interindividuales).
Cada estadio se caracteriza, pues, por la aparición de estructuras originales, cuya construcción le distingue de los
estadios anteriores. Lo esencial de esas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios anteriores
en forma de subestructuras sobre las cuales habrán de edificarse los nuevos caracteres.
Pero a cada estado comporta también una serie de caracteres momentáneos o secundarios, que van siendo
modificados por el anterior desarrollo, en función de las necesidades de una mejor organización. Cada estado
Piaget, J. (1979). Seis estudios de psicología (Primera Parte, Puntos 2 y 3). Parte II: La primera infancia de
2 a 7 años; parte III: La infancia de 7 a 12 años
Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño (Capítulo III) La función semiótica
Función Semiótica En el curso del 2º año de vida aparece, un conjunto de conductas que implica la
evocación representativa de un objeto o de un acontecimiento ausente y que supone, en consecuencia, la
construcción o el empleo de siguientes diferenciados, ya que debe poder referirse a elementos no actualmente
perceptibles tanto como a los que están presentes. Pueden distinguirse, 5 conductas en orden de complejidad
creciente:
(1) Imitación diferida se inicia en ausencia del modelo. En una conducta de imitación senso-motora, el niño
comienza por imitar en presencia del modelo después de lo cual puede continuar en ausencia de ese modelo, s/q
ello implique ninguna representación;
(2) Juego simbólico desconocido en el nivel sensorio motriz. La representación es neta y el séte diferenciado
es, de nuevo, un gesto imitador, pero acompañado de objeto que se han hecho simbólicos;
(3) Dibujo es un intermediario entre el juego y la imagen mental;
(4) Imagen mental no se encuentra huella alguna en el nivel sensorio motriz y aparece como una imitación
interiorizada;
(5) Lenguaje el lenguaje naciente permita la evocación verbal de acontecimientos no actuales. La
representación se apoya exclusivamente (o acompañándose de una imagen mental) en el significante
diferenciado constituido por los signos de la lengua en vías de aprendizaje.
Piaget, J. (1981). Psicología de la Inteligencia (Capítulo V). Elaboración del pensamiento. Intuición
y operaciones
De los 2 a los 7 años. La actitud del niño es aún muy egocéntrica, ve las cosas desde una sola perspectiva: la suya (o, mejor
dicho, la que ha internalizado de sus padres, en especial desde su madre). Por eso "explicará", por ejemplo, que "el césped
crece para que si él se cae no se lastime". Cree el niño a esa edad que todos piensan como él y por esto, que todos deben
entenderle (es casi obvio que muchos adultos mantienen ese rasgo pueril). A esa edad es típico que los niños inventen relatos
que ellos entienden pero que son ininteligibles para el prójimo.
Es también en este estadio que el niño ya tiene capacidad de fingir y por ende la de utilizar símbolos (para Piaget símbolo es
un objeto que representa a otro, algo no sólo del orden de la metonimia, sino ya del de la metáfora). Ejemplo de lo recién
explicado son algunos de los juegos de esa edad: una escoba "es un caballo", una lata de atún vacía "es una cacerola". El
razonamiento del niño en este estadio no está realmente sustentado ni en la inducción (como suele creerse) ni en la
deducción, es en cambio un razonamiento transductivo (o analógico), va de lo particular a lo particular, por analogía
inmediata. Un ejemplo de esto sería cuando los niños observan a su madre peinarse, y le pregunta ¿por qué se peina? La
madre dice porque voy a salir de compras, luego, cada vez que la vean peinarse entenderá que va a salir de compras.
Hay representación preconceptual. Preconcepto; nociones lingüísticas primitivas que se encuentran a mitad de camino entre
el símbolo y el concepto, entre los individuos y el abarcativo.
Sin embargo se desarrolla enormemente la capacidad del lenguaje, la simbología gráfica y la capacidad de lecto-escritura,
lo cual será básico para el siguiente estadio.
Preconceptual (2 a 4 años):
Se caracteriza por construcción y consolidación de función simbólica y por el pensamiento basado en preconceptos y
razonamiento transductivo. El carácter este pensamiento se manifiesta por;
Animismo: Es la tendencia a concebir las cosas móviles como vivas y dotadas de intención. Ejemplo: la luna se mueve
porque camina junto a nosotros.
Artificialismo: Creencia de que las cosas han sido construidas por el hombre. Ejemplo: montañas, lagos, desiertos.
Finalismo: Cada cosa tiene una función y una finalidad que justifican su existencia. Ejemplo: Creer que las nubes se
desplazan porque tiene que llover en algún lugar.
Pensamiento Intuitivo (4 a 7 años) (simple y articulado):
Lo que le permite pasar al intuitivo es una cadena de equilibraciones sucesivas: diferencia y coordina gradualmente los
esquemas y luego internaliza esa coordinación. El pensamiento intuitivo se caracteriza por centrarse en un solo dato: ancho,
largo, alto, etc. No puede todavía hacer compensaciones ni anulaciones que le permitan establecer que es más alto pero al
mismo tiempo más delgado, o que lo que había en un recipiente es la misma cantidad aunque este en otro recipiente, ya que
esta son las características propias de la etapa siguiente.
Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño (Parte 3, capítulo 4) Las operaciones concretas del
pensamiento y las relaciones interindividuales.
El hombre no renuncia jamás totalmente a nada. Cada uno de los momentos constitutivos del aparato psíquico,
cada una de las configuraciones desiderativo–defensivas permanece y hasta puede resurgir en circunstancias
particulares. Junto con el concepto de resignificación (reinscripción o reorganización del material mnémico, al
que se le asigna nuevo sentido en función de experiencias ulteriores), el concepto de la conservación del material
psíquico como regla -a menos, claro está, que medie lesión de la sustancia nerviosa- es indispensable para
entender la cuestión de la evolución del aparato psíquico.
Puede entonces concebirse un punto de partida inicial indiscriminado, en los primeros momentos de la vida,
cuando el Yo (en el sentido de sentimiento de sí, lo que el sujeto considera como su mismidad) no ha reconocido
aún a un otro, un mundo, un “no–Yo”. Freud establece una primera localización, a la que apenas correspondería
denominar psíquica, que se funda sobre la comprobación de que ciertos estímulos son discontinuos (el niño
asocia su desaparición con los movimientos que realiza con su cuerpo), mientras que otros mantienen constante
su presión, por más que se realicen movimientos; es decir, no resulta posible apartarse de ellos.
Para comprender esta cuestión es necesario recordar que el psicoanálisis parte de conceptualizar a la sustancia
nerviosa, y en principio al aparato psíquico por ella soportado, como un dispositivo destinado al apartamiento
de estímulos, de acuerdo con el Principio de Constancia que tiende a mantener en todo momento la
excitación en el nivel más bajo posible. Por esa razón adquiere particular importancia la posibilidad de suprimir
estímulos mediante la fuga, la que comienza siendo un reflejo. El Yo Real primitivo, que se funda en la
discriminación arriba señalada, comienza por circunscribir un lugar (antecedente de lo interior) como sede de lo
inevitable. Por fuera queda un incipiente exterior, que en principio será aquello que puede ser suprimido, de lo
que es posible fugarse, es decir, lo indiferente.
Las exigencias provenientes del soma rompen una y otra vez la tendencia original al apartamiento total de
estímulos. La madre (en tanto función) cumple para el pequeño el papel de asegurar la satisfacción de las
necesidades que él, en la más total inermidad, es aún incapaz de reconocer más que como urgencias sin nombre.
Estas primeras experiencias de satisfacción dejan sus huellas, primeras marcas mnémicas (o sea, de memoria),
sobre las que irá a fundarse, con toda su complejidad, la delicada armazón del aparato psíquico.
Estas primeras huellas inauguran el polo del placer de lo que será después la serie placer-displacer. Son estas
primeras investiduras, estas primeras transformaciones de cantidad en cualidad, los basamentos del narcisismo
primitivo; el punto de partida de la representación del Yo, así como, al mismo tiempo, de la del objeto deseado.
Se va constituyendo así un incipiente aparato capaz de procesar la cantidad de excitación que llega desde las
fuentes somáticas. Este primario proceso psíquico consiste en la reactivación de las huellas mnémicas por vía de
la alucinación. Esta es un intento de repetir la experiencia que había sido anteriormente ocasión del descenso de
la cantidad de excitación, dado que proporcionó la satisfacción adecuada. Ese movimiento psíquico prefigura las
posteriores identificaciones; pero por el momento, en tanto el Yo no se diferencia de su objeto, la identificación
es indistinguible de la investidura de objeto, o aún del deseo. No existe todavía un otro, un no–Yo definido. Se
origina en estos momentos iniciales la polaridad afectiva amor–indiferencia.
Yo real primitivo
Principio de constancia
Polaridad afectiva: amor-indiferencia
En general es lícito proporcionar a los niños esclarecimientos sobre los hechos de la vida genésica, a qué edad
convendría hacerlo y de qué manera. ¿Qué se pretende lograr escatimando a los niños tales esclarecimientos
sobre la vida sexual humana?
En general, ciertas cosas son veladas en exceso. Es sano mantener limpia la fantasía de los niños pero esa pureza
no se preserva mediante la ignorancia.
Se cree que la pulsión sexual falta en los niños, y solo se instala en ellos en la pubertad, con la maduración de los
órganos genésicos. Esto es un error, de serias consecuencias tanto como para el conocimiento como para la
práctica. En realidad, el recién nacido trae consigo al mundo una sexualidad, ciertas sensaciones sexuales
acompañan su desarrollo desde la lactancia hasta la niñez, y pocos los niños que se sustraen, en la época anterior
a la pubertad, que quehaceres y sensaciones sexuales.
Los órganos de la reproducción no son los únicos órganos sexuales que procuran sensaciones sexuales
placenteras, la naturaleza ha establecido con todo rigor las cosas para que durante la infancia sean inevitables
aun las estimulaciones de los genitales.
Se designa como periodo de autoerotismo a esa época de la vida en que por la excitación de diversas partes
de la piel (zonas erógenas), por el quehacer de ciertas pulsiones bilógicas y como coexcitación sobrevenida a raíz
de muchos estados afectivos, es producido un cierto monto de placer indudablemente sexual. La pubertad
procura el primado a los genitales entre todas las otras zonas y fuentes dispensadoras de placer, imponiendo así
al erotismo a entrar al servicio de la función reproductora. Mocho antes de la pubertad el niño es capaz de la
mayoría de las operaciones de la vida amorosa (ternura, entrega y celos).
El interés intelectual del niño por los enigmas de la vida genésica, su apetito de saber sexual, se exterioriza en
una época de la vida temprana. Sin duda los padres están afectados de una particular ceguera hacia ese interés
del niño o, si no les fue imposible ignorarlo, se empeñaron por ahogarlo enseguida.
“El pequeño Hans”, muestra desde hace un tiempo vivo interés por aquella parte de su cuerpo que suele
designar como “hace-pipi”. A los tres años ha preguntado a su madre: Mamá, ¿tú también tienes un hace-pipi? A
lo cual la madre respondió: Naturalmente, ¿Qué te has creído? Igual pregunta habría realizado a su padre. A la
Freud se manda cartas con un amigo, una de las cartas que Freud le envía trata a la religión como una ilusión y
el amigo le responde, que comparte su juicio acerca de la religión pero lamentaba que Freud no hubiera
apreciado la fuente genuina de la religión. Explicaba: la religión es un sentimiento particular, que a él mismo no
suele abandonarlo nunca. Un sentimiento que preferiría llamar sensación de “eternidad”; un sentimiento como
algo sin límites, sin barreras, por así decirlo, un sentimiento oceánico. Ese sentimiento es puramente
subjetivo, no un artículo de fe, es la fuente de la energía religiosa. Solo sobre la base de ese sentimiento es lícito
llamarse religiosa, aun cuando uno desautorice toda fe y toda ilusión.
Esta manifestación le deparo a Freud varias dificultades. No puede descubrir en él ese sentimiento oceánico. Si
ha entendido bien a su amigo, él quiere decir lo mismo que un original y literato brinda: “de este mundo no
podemos caernos”, es decir, un sentimiento de la atadura indisoluble, de la copertenencia con el todo del mundo
exterior.
Para Freud, este sentimiento coincide con la situación del lactante. El lactante no separa todavía su mundo
exterior como fuente de las sensaciones que le afluyen. Aprende a hacerlo poco a poco, sobre la besa de
incitaciones diversas. Muchas de las fuentes de excitación en que más tarde comprenderá a sus órganos
corporales pueden enviarle sensaciones en todo momento, mientras que otras- la más anhelada: el pecho
marteño- se le sustraen temporariamente y solo consigue recuperarlas chillando en reclamo de asistencia. De
este modo, se contrapone por primera vez al yo un “objeto” como algo que se encuentra “afuera” y solo mediante
Freud, S. (1940). Esquema del Psicoanálisis. Parte I, capítulo III: “El desarrollo de la función sexual”
Según la concepción corriente, la vida sexual humana emergería en la pubertad- edad de la madurez genésica- al
servicio de la reproducción. No obstante hay ciertos hechos notorios:
Hay personas para quienes solo individuos del propio sexo y sus genitales poseen atracción.
Otras cuyas apetencias se comportan en un todo como si fueran sexuales, prescinden por completo de
las partes genésicas o de su empleo normal, “perversos”
Muchos niños muestran muy tempranamente un interés por sus genitales y por los signos de excitación
de estos.
El psicoanálisis contradigo todas las opiniones populares sobre la sexualidad. Sus principales resultados son:
La vida sexual no comienza solo con la pubertad. Sino que se inicia en el nacimiento.
Es necesario distinguir entre sexual y genital
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. 2º ensayo: “La sexualidad infantil”
Nosotros debemos admitir algo “sexual” que no es “genital” ni tiene nada que ver con la reproducción.
Los perversos son más bien unos pobres diablos que tienen que pagar un precio altísimo por esa satisfacción que
tan trabajosamente se conquistan.
Lo que confiere un carácter tan inequívocamente sexual a la práctica perversa, a pesar de la ajenidad de su
objeto y de sus metas, es la circunstancia de que el acto de la satisfacción perversa desemboca no obstante, las
más de las veces, en un orgasmo completo y en el vaciamiento de los productos genitales.
Tengo todavía algo que agregar para completar las apreciaciones de las perversiones sexuales. Por mala que sea
su fama, por más que se las contraponga tajantemente a la práctica sexual normal, es fácil observar que a esta
última rara vez le falta algún rasgo perverso.
Cada vez advertimos con más claridad que lo esencial de las perversiones no consiste en la trasgresión de la
meta sexual, ni en la sustitución de los genitales, ni siquiera en la variación del objeto, sino solamente en que
estas desviaciones se consuman de manera exclusiva, dejando de lado el acto sexual al servicio de la
reproducción. Las acciones perversas dejan de ser tales en la medida en que se integran en la producción del
acto sexual normal como unas contribuciones que lo preparan o lo refuerzan.
Se infiere naturalmente que la sexualidad normal nace de algo que la preexistió, desechando rasgos aislados de
este material por inutilizables y reuniendo los otros para subordinarlos a una meta nueva, la de la reproducción.
La sexualidad perversa esta notablemente centrada, todas las acciones presionan hacia una meta, y una pulsión
parcial tiene la primacía: o bien es la única pesquisable o bien ha sometido a las otras a sus propósitos. En este
sentido, no hay entre la sexualidad perversa y la normal mas diferencia que la diversidad de las pulsiones
parciales dominantes y por tanto de las metas sexuales. La sexualidad infantil carece de semejante centramiento
y organización, sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el
logro de placer. Ambos tipos de sexualidad, la perversa y la normal, han nacido de lo infantil. Numerosas
pulsiones parciales han impuesto sus metas con independencia unas de otras. En tales casos en más correcto
hablar de infantilismo de la vida sexual que de perversión.
Llamamos sexuales a las dudosas e interminables prácticas placenteras de la primera infancia porque el camino
del análisis nos lleva a ellas desde los síntomas pasando por un material indiscutiblemente sexual. El carácter
perverso, depende de la inmadurez constitucional del niño, quien no ha descubierto aun la meta del coito.
Más o menos desde el sexto al octavo año de vida en adelante se observan una detención y un retroceso en el
desarrollo sexual, que, en los casos más favorables desde el punto de vista cultural, merecen el nombre de
período de latencia. Este puede faltar; no es forzoso que traiga aparejada una interrupción completa de las
prácticas y los intereses sexuales. Las vivencias y mociones anímicas anteriores al advenimiento del período de
latencia son víctimas, en su mayoría, de la amnesia infantil.
Ahora podemos indicar la conformación de la vida sexual del niño antes de que se instaure el primado de los
genitales; este se prepara en la primera época infantil, la anterior al período de latencia, y se organiza de manera
duradera a partir de la pubertad. En esta prehistoria hay una suerte de organización laxa que llamaremos
pregenital. Pero en esta fase no se sitúan en el primer plano las pulsiones parciales genitales, sino las sádicas y
anales. La oposición entre masculino y femenino no desempeña todavía papel alguno; ocupa su lugar la
Las personas que me propongo describir sobresalen por mostrar, en reunión regular, las siguientes tres
cualidades: son particularmente ordenadas, ahorrativas y pertinaces. Cada uno de estos términos abarca en
realidad un pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados entre sí. “ordenado” incluye tanto el aseo
corporal como la escrupulosidad en el cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario
sería: desordenado, descuidado. El carácter ahorrativo puede parecer extremado hasta la avaricia; la pertinacia
acaba en desafío. El carácter ahorrativo y la pertinacia se entraman con mayor firmeza entre sí que con la
primera, el carácter “ordenado”.
De la historia de estas personas en su primera infancia se averigua con facilidad que les llevó un tiempo
relativamente largo gobernar la incontinencia fecal, y se infiere, en su constitución sexual congénita, un resalto
erógeno hipernítido de la zona anal. Nos vemos precisados a suponer que la zona anal ha perdido su significado
erógeno en el curso del desarrollo, y luego conjeturamos que la constancia de aquella tríada de cualidades de su
carácter puede lícitamente ser puesta en conexión con el asunto del erotismo anal.
En tres ensayos de teoría sexual he procurado mostrar que la pulsión sexual del ser humano es en extremo
compuesta, nace por las contribuciones de numerosos componentes y pulsiones parciales. Aportes esenciales a
la “excitación sexual” prestan las excitaciones periféricas de ciertas partes privilegiadas del cuerpo (genitales,
boca, ano, uretra) que merecen el nombre de “zonas erógenas”. De las magnitudes de excitación que llegan de
estos lugares sólo una parte favorece a la vida sexual; otra es desviada de las metas sexuales y vuelta a metas
diversas (sublimación). hacia la época de la vida que es lícito designar como “período de latencia sexual” desde el
quinto año hasta las primeras exteriorizaciones de la pubertad se crean en la vida anímica a expensas de estas
excitaciones unas formaciones reactivas, unos poderes contrarios, como al vergüenza, el asco y al moral, que a
modo de unos diques se contraponen al posterior quehacer de las pulsiones sexuales. El erotismo anal es uno de
esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en el sentido de nuestra actual educación
cultural se vuelven inaplicables para metas sexuales; y esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que
tan a menudo resaltan en quienes antaño sobresalieron por su erotismo anal – vale decir orden, ahorratividad y
pertinacia – los resultados más inmediatos y constantes de la sublimación de este.
El aseo, el orden, la formalidad causan toda la impresión de ser una formación reactiva contra el interés por lo
sucio, lo perturbador, lo que no debe permanecer en el cuerpo; en cambio, no parece tarea sencilla vincular la
pertinacia con el interés por la defecación. Sin embargo, cabe recordar que ya el lactante puede mostrar una
conducta porfiada ante la deposición de las heces y que la estimulación dolorosa sobre la piel de las nalgas que
se enlaza con la zona erógena anal es universalmente empleada por la educación para quebrantar la pertinacia
del niño, para volverlo obediente.
Los nexos más abundantes son los que presentan entre los complejos, en apariencia tan dispares, del interés por
el dinero y al defecación. Como es bien sabido para todo médico que ejerza el psa, las constipaciones más
obstinadas y rebeldes de neuróticos, llamadas habituales, pueden eliminarse por este camino. En el psicoanálisis
sólo se obtiene ese efecto cuando se toca en el paciente el complejo relativo al dinero, moviéndolo a que lo lleve a
su conciencia con todo lo que él envuelve. Podría creerse que aquí la neurosis no hace más que seguir un indicio
del lenguaje usual, que llama “roñosa” a una persona que se aferra al dinero demasiado ansiosamente. Sólo que
esta sería una apreciación superficial en exceso. En verdad, el dinero es puesto en los más íntimos vínculos con
el excremento dondequiera que domine, o que haya perdurado, el modo arcaico de pensamiento: en las culturas
antiguas, en el mito, los cuentos tradicionales, la superstición, en el pensar icc, el sueño y la neurosis.
Freud, S. (1917). Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal
Como punto de partida puede servir la impresión de que en las producciones de lo inconciente, los conceptos de
caca (dinero, regalo), hijo y pene se distinguen con dificultad y fácilmente son permutados entre sí. Sabemos que
transferimos sin derecho a lo inconciente designaciones valederas en otros campos de la vida anímica y nos
dejamos extraviar por las ventajas que conlleva una comparación. Esos elementos a menudo son tratados en lo
inconciente como si fueran equivalentes ente sí.
Esto se aprecia mejor respecto de los vínculos ente “hijo” y “pene”. Tiene que poseer algún significado el hecho
de que ambos puedan ser sustituidos por un símbolo común tanto en el lenguaje simbólico del sueño como en el
de la vida cotidiana. Al hijo y al pene se los llama “el pequeño”. Es bien sabido que el lenguaje simbólico suele
prescindir de la diferencia de los sexos. El “pequeño” que originariamente mentaba el miembro masculino,
puede pasar secundariamente a designar el genital femenino. En la neurosis de la mujer no es raro toparse con
el deseo reprimido de poseer un pene como el varón. Un fracaso accidental en su vida como mujer ha reactivado
ese deseo infantil (envidia del pene) y lo ha hecho convertirse, por el reflujo de la libido, en el principal portador
de los síntomas neuróticos. En otras mujeres su lugar está ocupado por el deseo del hijo, cuya frustración en su
vida puede desencadenar la neurosis. Es como si estas mujeres hubieran entendido que al naturaleza ha dado a
la mujer como sustituto de lo otro que se vio precisada a denegarle.
El destino que experimenta ese deseo infantil del pene cuando en la vida posterior están ausentes las
condiciones de la neurosis: se muda entonces en el deseo del varón; el varón es aceptado como un apéndice del
pene. Mediante esta mudanza, una moción contraria a la función sexual femenina se convierte en una favorable
a ella. Se posibilita, así, a esas mujeres una vida amorosa según el tipo masculino del amor de objeto, que puede
afirmarse junto al genuinamente femenino, derivado del narcisismo. En otros casos es sólo el hijo el que
produce el paso del amor narcisista de sí mismo al amor de objeto. Por consiguiente, también en este punto el
hijo puede ser subrogado por el pene.
Sin duda se tenderá a reconducir de una manera puramente racionalista el deseo del varón al deseo del hijo; sin
la adjunción del varón no se puede tener el hijo. Pero acaso ocurra más bien que el deseo del varón nazca
independientemente del deseo del hijo, y que el viejo deseo del pene se le acople como un refuerzo libidinoso icc
cuando aquel emerge por motivos comprensibles, que pertenecen por entero a la psicología del yo.
El valor del proceso descrito reside en que transporta hasta la feminidad un fragmento de la masculinidad
narcisista de la joven y así lo vuelve inocuo para la función sexual femenina. También un sector del erotismo de
la fase pregenital deviene idóneo para ser aplicado a la fase del primado genital. El hijo es considerado por cierto
como “lumpf” (heces), como algo que se desprende del cuerpo por el intestino; así, un monto de investidura
Complejo de Edipo: Fenómeno central del período sexual de la primera infancia, sucumbe a la represión y es
seguido por el período de latencia.
El desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales ya han tomado sobre si el papel rector.
Pero estos genitales son solamente los masculinos, porque los femeninos siguen sin ser descubiertos. Esta fase
fálica no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es relevada por el
periodo de latencia.
Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos
En la situación del complejo de Edipo, el niño retiene el mismo objeto al que ya en el período precedente
(lactancia-crianza), había investido con su líbido todavía no genital. La postura edípica del varón pertenece
entonces a la fase fálica, y finaliza por la angustia de castración, o sea, por el interés narcisista en sus genitales.
Con respecto a la prehistoria del complejo de Edipo, sabemos que hay en ella una identificación de
naturaleza tierna con el padre, de la que todavía está ausente el sentido de la rivalidad hacia la madre. Otro
elemento de esta prehistoria es el onanismo de la primera infancia, cuya sofocación por parte de las
personas encargadas de su crianza, activa el complejo de castración.
El Edipo en la niña esconde otro problema. Inicialmente la madre fue para ambos el primer objeto. El varón lo
retiene, y la niña lo resigna y toma a cambio al padre como objeto. ¿Cómo sucede? Ella nota el pene del niño y lo
discierne como el correspondiente de su clítoris, a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene. En
oposición, el varón se muestra poco interesado por la región genital de la niña, pero más tarde, bajo el influjo de
la amenaza de castración, aquella observación se volverá significativa.
La niña afloja los vínculos tiernos con el objeto-madre, responsabilizándola por la falta del pene. Sobreviene
también en ella una contracorriente opuesta al onanismo, independiente del influjo pedagógico de las personas
encargadas de la crianza. Esto es un preanuncio de aquella oleada represiva que en la época de la pubertad
eliminará una gran parte de la sexualidad masculina para dar paso a la feminidad.
Hasta ese momento no había complejo de Edipo, pero ahora la líbido de la niña se desliza (a través de la
ecuación hijo=pene) a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo,
y con éste propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos.
Con las puntualizaciones que siguen querría reparar un descuido en el campo del desarrollo sexual infantil.
En mi tesis anterior (tres ensayos) explicaba A menudo o regularmente en la niñez se consuma una elección
de objeto como la que hemos supuesto característica de la pubertad. El conjunto de las aspiraciones sexuales
se dirigen a una persona única, y en ella quieren alcanzar su meta. La unificación de las pulsiones parciales y
su subordinación al primado de los genitales no son establecidas en la infancia. Por tanto, la instauración de
este primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.
Nueva tesis La aproximación de la vida sexual infantil a la vida sexual del adulto llega mucho más allá de la
elección de objeto. Si bien no hay una unificación de las pulsiones parciales bajo el primado genital, en el
apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales y el quehacer genital cobran
una significatividad dominante. En esta organización, para ambos sexos solamente desempeña un papel un
genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo.
Esa parte del cuerpo ocupa en alto grado el interés del niño y de continuo plantea nuevas tareas a su pulsión de
investigación. En el curso de las mismas, el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de
todos los seres semejantes a él. Ante la vista de los genitales femeninos, llegan a la conclusión de que el pene
estuvo presente y luego fue removido. Esta falta de pene es entendida como el resultado de una castración.
Sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta
su génesis en la fase del primado del falo.
El niño cree que sólo personas despreciables del sexo femenino habrían perdido el genital. Pero las personas
respetables, como su madre, siguen conservando el pene.
En el estudio de la organización pregenital sádico anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición
entre activo y pasivo es la dominante. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay por cierto
algo masculino, pero no algo femenino, la oposición aquí es: genital masculino o castrado.
Recurrimos al proceso del nacimiento como el evento que deja tras sí una huella afectiva; en él, los cambios en la
actividad del corazón y la respiración, característicos del estado de angustia, fueron acordes con el fin. La
primera angustia habría sido una angustia tóxica. Luego partimos del distingo ente angustia realista y
angustia neurótica; la primera es una reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de
afuera, mientras que la segunda es enteramente enigmática, como carente de fin. La angustia realista la
redujimos a un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz, que llamamos apronte
angustiado. A partir de este estado se desarrolla la reacción de angustia; serían posibles dos desenlaces en él.
O bien el desarrollo de angustia, la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal, y entonces
al restante acción puede adaptarse a la nueva situación de peligro, o bien lo antiguo prevalece, toda la reacción
se agota en le desarrollo de angustia y entonces el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin
para el presente.
La angustia neurótica la observábamos en tres clases de constelaciones: en primer lugar, como un estado de
angustia libremente flotante, general, pronto a enlazarse de manera pasajera con cada nueva
posibilidad que emerja; es la llamada “angustia expectante”. En segundo lugar, ligada de manera firme a
determinados contenidos de representación en las llamadas fobias, en las que todavía podemos discernir un
vínculo con un peligro externo, pero la angustia frente a él no puede menos que parecernos desmedida. En
tercero y último término, la angustia en al histeria y otras formas de neurosis grave.
En lo que se refiere a la expectativa angustiada, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con al
economía de la libido de la vida sexual. La causa más común de al neurosis de angustia es la excitación
frustránea. Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, en reemplazo de esta libido desviada de su
aplicación emerge el estado de angustia.
De la angustia en la histeria y otras neurosis hacemos responsable al proceso de la represión. Es la
representación la que experimenta la represión y llegado el caso es desfigurada hasta que se vuelve
irreconocible; pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia. Ahora bien, no entraña ninguna
diferencia esencial la razón por al cual un monto de afecto se haya vuelto inaplicable: por endeblez infantil del
yo, como en las fobias de los niños; a consecuencia de procesos somáticos en la vida sexual, como en la neurosis
de angustia o por represión, como en la histeria.
Hay un vínculo en extremo significativo entre desarrollo de angustia y formación de síntoma: ambos se
subrogan entre sí. El agorafóbico, por ejemplo, inicia su historia patológica con un ataque de angustia en la calle;
este se repetiría toda vez que anduviera de nuevo por la calle. Ahora crea el síntoma de la angustia a andar por la
calle, que también podría llamarse una inhibición, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia.
La angustia es como estado afectivo la reproducción de un antiguo evento peligroso; la angustia está al servicio
de la autoconservación y es una señal de un nuevo peligro; se genera a partir de una libido que de algún modo se
ha vuelto inaplicable; lo hace también a raíz del proceso de la represión; la formación de síntoma la releva, la
liga psíquicamente.
I. Introducción
Los nexos entre relaciones afectivas y aprendizaje escolar, remiten a los vínculos entre afectividad e inteligencia
(o pensamiento).
Las teorías desarrolladas por Freud y Piaget, encuentran un punto de confluencia al concebir que el sujeto se
constituye a sí mismo en la medida en que construye su objeto.
Es debido a esta implicación del otro que la expresión actualmente más usada en psicoanálisis es “relación”, y no
“elección” de objeto (esta ultima aludiría a la perspectiva del sujeto).
El aspecto específicamente económico de la cuestión (el afecto), no puede ser en dejado de lado cuando se
intenta comprender la naturaleza del aprendizaje. Pues no hay una independencia entre cantidad y cualidad;
debe considerarse la magnitud de las fuerzas en juego.
Cualquier definición de aprendizaje que se intente debe tener en cuenta inevitablemente cuestiones como la
motivación (de naturaleza afectiva) y los obstáculos (obedecen al juego de los afectos). Freud dice que la
producción de afecto tanto placentero como displacentero, puede estorbar el curso del pensamiento. El papel del
yo consistirá en inhibir estos grandes desplazamientos de excitación en el sentido de la descarga, de modo que se
mantengan las ligaduras que garanticen la continuidad del proceso secundario. Mientras más afecto haya en
juego, mayor ser la dificultad del yo.
Institución escolar: Grupo humano, dedicado a una tarea específica, que sustenta el objetivo de transmitir
cultura, lo que implica transmisión de conocimiento y preparación para la asunción de roles sociales. Esta
organizada jerárquicamente y a a cada lugar de la escala, le corresponde una función determinada que implica
un distinto grado de poder e influencia sobre los demás. Se rige formalmente por un código de normas y tiene
una interrelación constante con el contexto social del cual forma parte.
Busca en el juego del niño las primeras huellas del quehacer poético, que es la ocupación preferida y más intensa
del niño.
Juego del niño: El niño al jugar se comporta como un poeta, crea un mundo propio (inserta las cosas de su
mundo en un nuevo orden que le agrada); y toma muy en serio este juego, emplea en el grandes montos de
afecto. Lo opuesto al juego es la realidad efectiva. El niño diferencia la realidad de su mundo del juego.
Lo que diferencia su jugar del fantasear es que cuando juega el niño apuntala sus objetos y situaciones
imaginadas en objetos reales.
Fantaseo del poeta: Hace lo mismo que en el juego del niño: crea un mundo de fantasía dotado de grandes
montos de afecto, y lo separa de la realidad efectiva. Muchas de las cosas que de ser reales no depararían goce,
Laplanche, J. & Pontalis, J. B. (1971). Diccionario de Psicoanálisis. (Nota sobre Período de Latencia y
sublimación)
SUBLIMACIÓN: Comenzaremos la primer etapa de nuestro itinerario con la obra de Freud, el creador del
psicoanálisis. El punto de partida que elegimos es el concepto de sublimación que la define como :
“ proceso en el que las fuerzas instintivas sexuales son desviadas de sus fines sexuales y orientadas
hacia otros distintos, proporcionando poderosos elementos para todas las formaciones culturales “.
Laplanche J. Y Pontalis J.B. hacen referencia que Freud describió como una de las actividades de
sublimación, principalmente a la actividad artística y la investigación intelectual. Comentan éstos autores
que en el término sublimación evoca a la vez la palabra sublime, que se utiliza en bellas artes y que
designa una producción que sugiere grandeza y elevación.
Por otra parte descomponiendo la palabra sublimación nos encontramos con que “su” significa hasta y
“blimación” significa dintel coincidiendo su etimología con la idea de elevación.
Por último sabemos que en química se utiliza el término sublimación para designar el proceso por el
cual un cuerpo pasa del estado sólido al estado gaseoso.
Freud explica con el concepto de sublimación (desde el punto de vista económico y dinámico)
actividades sostenidas por un deseo que no apunta en forma manifiesta hacia un fin sexual, por
ejemplo: la creación artística. En su obra “ Tres ensayos para una teoría sexual , la sexualidad infantil” ,
Freud entiende que la sublimación es el tercer desenlace al que puede llegar una disposición anormal,
lográndose por medio de la sublimación una elevación de la capacidad de rendimiento psíquico y dice
que se halla aquí, una de las fuentes de la actividad artística.
Así entonces, Freud enuncia una relación mixta entre la capacidad de rendimiento, la perversión y la
neurosis, como formas de descarga de la excitación superflua de la libido.
Podemos considerar de acuerdo con Laplanche y Pontalis , que Freud con la introducción del concepto
del narcisismo anticipa otra idea: la existencia de un tiempo intermedio que existiría entre la
Winnicott, D. W. (1980) La familia y el desarrollo del individuo. (Capítulo 2: La relación inicial de una
madre con su bebé)
La pareja madre-lactante. En un estudio de la relación que existe entre una madre y su bebe, es necesario
examinar por separado aquello que es privativo de la madre y lo que está comenzando a desarrollarse en el niño.
Se dan aquí dos clases distintas de identificación: la de la madre con su hijo y el estado de identificación de éste
con la madre. La madre aporta a la situación una aptitud desarrollada, mientras que el niño se encuentra en ese
estado porque es así como comienzan las cosas.
Observamos en la mujer embarazada una creciente identificación con el niño, a quien ella asocia con la imagen
de un "objeto interno", un objeto que la madre imagina se ha establecido dentro de su cuerpo y que pertenece
allí a pesar de todos los elementos adversos que existen también en ese ámbito. El bebé significa también otras
cosas para la fantasía inconsciente de la madre, pero tal vez el rasgo predominante sea la disposición y la
capacidad de la madre para despojarse de todos sus intereses personales y concentrarlos en el bebé; aspecto de
la actitud materna que he denominado "preocupación materna primaria".
Esto es lo que otorga a la madre su capacidad especial para hacer lo adecuado: ella sabe exactamente cómo se
siente el niño. Nadie más lo sabe.
Hay dos clases de trastornos maternos que pueden afectar esta situación. En un extremo, tenemos a la madre
cuyos intereses personales son demasiados compulsivos como para abandonarlos, lo cual le impide sumergirse
en ese extraordinario estado que casi parece una enfermedad, aunque constituya un signo de salud. En el otro
extremo, tenemos a la madre que tiende a estar permanentemente preocupada por algo, y el niño se convierte
entonces en su preocupación patológica. Esta madre tal vez cuente con una especial capacidad para prestarle su
propio self al niño, pero ¿qué sucede en definitiva? Es parte del proceso normal que la madre recupere su interés
Descriptivamente se considera a la familia como el núcleo social fundamental en el que el ser humano nace,
crece y se desarrolla. Su objetivo principal es el de preservar y transmitir los valores y tradiciones, sirviendo así
de enlace a las generaciones.
El Derecho la conceptualiza como un conjunto de personas entre las cuales existen vínculos jurídicos,
interdependientes y recíprocos, emergentes de la unión sexual y de la procreación.
La Antropología la considera como un hecho social total, un microcosmos que representa a toda la organización
social en la que está inmersa, siendo sus funciones fundamentales la cooperación, la socialización, la educación,
la reproducción, etc.
El Psicoanálisis hace su aporte teniendo en cuenta los enlaces entre los miembros. Así considera que hay por lo
menos dos vínculos principales: uno biológico, en tanto perpetúa la especie y es contenedor de la indefensión
inicial; otro psicológico, que es el proveedor de gratificaciones afectivas básicas para el desarrollo y de un bagaje
de identificaciones que intervienen en la etiología sexual. Toda familia posee leyes y una dinámica singular que
va orientando las vinculaciones afectivas y de participación, que a su vez van regulando su propio desarrollo. De
allí que se la considere una institución. Como tal, desempeña un rol primordial en la transmisión de la cultura,
en la perpetuación de las costumbres, en la educación inicial y en la inhibición pulsional, entre otras cosas. Es
decir que la familia contiene y dirige el desarrollo psíquico, ofreciendo modelos de identificación que ayudarán a
constituir la instancia superyoica. Las posibilidades de subjetivación de un hijo dependerán del lugar que ocupe
en la compleja trama familiar. Para D. Winnicott, sólo la familia puede continuar la labor iniciada por la madre y
desarrollada luego por ambos padres, en un esfuerzo tendiente a que el niño logre su independencia. Plantea la
vinculación como un intercambio en el que la familia aporta y a su vez recibe del niño. El origen de todos los
desplazamientos futuros parte de la relación primera con los progenitores y el sujeto conservará en su realidad
psíquica interna la relación primaria con los padres. La familia oficia de puente entre lo vincular primario y el
ambiente social. “Así, existen dos rasgos principales que, en el lenguaje que he decidido utilizar aquí,
constituyen la contribución de la familia a la madurez emocional del individuo: uno es la existencia sostenida de
oportunidad para un alto grado de dependencia; el otro es el hecho de ofrecer la oportunidad para que el
individuo se separe violentamente de los padres e ingrese a la familia, que pase de ésta a la unidad social que
está inmediatamente fuera de ella, y de esa unidad social pase a otra, y luego a otra y a otra”. Este autor plantea
la existencia de dos elementos que conformarían la contribución familiar a la madurez emocional del individuo:
uno referido a la posibilidad de ofrecerse para la dependencia y el segundo al facilitar la separación y el pasaje
hacia lo social exterior a ella.
“La familia aparece entonces como efecto del ordenamiento social del que es parte, en el que esta inmerso, y que
regula tanto su constitución como su desmembramiento. La prohibición del incesto es, para nosotros, el punto
de partida para entender la articulación entre el ordenamiento social y la familia”
FAMILIA AMPLIADA Y NUCLEAR: Antiguamente la familia era ampliada o extensa, es decir que coexistían
dos objetivos: reproducción y producción. Los vínculos generalmente no se constituían por libre elección y esto
garantizaba la estabilidad familiar. Luego comienza a transformarse en familia nuclear, donde conviven
únicamente los padres y los hijos y los vínculos sí son de elección libre. Con ello se gana en satisfacción y
LA HUMANIZACION: El hombre prehistórico enfrentó cambios ecológicos que pusieron a prueba su desarrollo
y posibilidades de adaptación, al tiempo que confeccionaba utensilios y armas, lo que significó el progreso de la
inteligencia humana. En el paleolítico inferior, el hombre era nómade y se alimentaba de lo que cazaba o de la
recolección de carroña. Descubrió el fuego y empezó a construir algunos refugios rudimentarios. Vivía en grupos
conformando hordas con cierta organización, las que estaban bajo la primacía de un macho poderoso que
expulsaba y hasta mataba a los hijos, mientras se apropiaba de todas las mujeres. Es en este período en el que el
hombre comenzó a sepultar a sus muertos, dotando a la muerte de un sentido de evidencia y gravedad y
marcando un cambio en el progreso del conocimiento. Es decir que el conocimiento de la muerte estableció una
diferencia entre el hombre y el animal. “Pero el mono difiere esencialmente del hombre en que no tiene
conciencia de la muerte; el comportamiento de un simio ante un congénere muerto expresa tan solo indiferencia
LA HISTORIA: Incidencia de la religión en la constitución de la familia. El sentido que establece toda religión en
torno a una prohibición se relaciona con evitar un acto, determinando cuáles de ellos son los prohibidos y
estableciendo los modos de expiación luego de transgredirlos. Durante las celebraciones festivas se autoriza
dicha transgresión, pero de forma simbólica, es decir, por medio de los rituales.
En la Antigüedad, en la familia romana, los cónyuges vivían en la casa paterna aún luego de casarse y tener
hijos. La religión era un elemento esencial en la vida familiar, conservándose los ritos de una generación a otra y
siendo el padre, el encargado de su transmisión. Los romanos designaban “pietas” a la actitud de respeto por los
ritos para mantener las cosas en su lugar. Se relaciona con el verbo “piare” que significa eliminar un mal
presagio, un crimen. Para los hijos los “pietas” consistían en obedecer al padre de acuerdo a la jerarquía natural.
La familia se hallaba sólidamente constituida y el padre inculcaba a los hijos un sistema rígido de valores como
el respeto por los antepasados, los renunciamientos y una estricta devoción a los dioses. El Pater- Familias
contenía la idea de poder, autoridad majestuosa. El sentimiento de veneración que se le tenía era similar al del
soberano o pontífice. El padre no sólo era el hombre fuerte sino que poseía la facultad para hacerse obedecer:
era el sacerdote, el continuador de los antepasados, el depositario de los ritos del culto, es decir que toda la
religión residía en él. Como un relicto del padre de la horda primitiva.
Con la caída del imperio romano, la iglesia queda como único referente unificador, siendo el Papa, la máxima
figura de unidad frente al Imperio Bizantino. Todos los pueblos cristianos pertenecían a una iglesia que era
gobernada desde Roma y que estaba en el centro de la vida de la comunidad. Esta iglesia establece nuevamente
el imperio de occidente para fortalecer su poderío y demostrar su supremacía. Mientras tanto, el poder feudal va
creciendo y con él el triunfo eclesiástico.
Cuando nace la familia occidental, la iglesia establece pautas para la realización del matrimonio, como son el
modelo monogámico y la elección basada en el amor. De ese modo el poder eclesiástico se enfrenta a los reyes,
cuyas alianzas imperiales se establecían en base a acuerdos económicos y territoriales. La lucha por el poder y el
imperio, involucraba a los lazos familiares. El papado ejerce el control directo sobre las tierras de Europa,
fiscalizándolo a través de los tribunales eclesiásticos. Es así como la unidad europea pasó a depender de la
iglesia.
LA PROHIBICION: Casi todos los pueblos primitivos imponen alguna restricción a las relaciones sexuales
incestuosas, dando forma así a la organización social. Lo restrictivo limita el carácter de los vínculos
imprimiéndoles un orden particular.
La mínima organización social corresponde al clan cuya nominación es dada por un tótem, generalmente un
animal, no necesariamente peligroso, pero capaz de despertar veneración en los miembros y condición sagrada.
Se lo considera antepasado del clan y sus funciones primordiales son las de prohibir y proteger.
El tótem liga a los miembros del clan adjudicando categorías opuestas, como pertenencia y consanguinidad
para un clan, pero también separación y diferenciación con respecto a otros clanes. La función prohibitoria recae
sobre los miembros de un mismo clan con respecto a las mujeres, marcando el inicio de la ley de la exogamia. La
violación del tabú, tanto sagrado y venerado, como temido y prohibido, lleva implícito un severo castigo.
Conceptualmente la palabra tabú encierra lo restrictivo, y su nombre es señal de autoridad. Debe sus orígenes a
épocas que preceden a las religiones, cuando las mismas carecían aún de las estructuras modernas y el
totemismo sistematizaba sus rituales. El tabú es considerado de orden natural y se le atribuye capacidad de
castigo para quienes osen violarlo.
“La prohibición del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, y tampoco es un
compuesto de elementos tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el movimiento
fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en el cual, se cumple el pasaje de la naturaleza a la
cultura”. Este autor hace lo que llamó una síntesis dinámica al trabajar la idea de pasaje o movimiento, en el que
Freud concibe al viviente humano desvalido e incapaz de llevar a cabo la acción específica necesaria para
cancelar la insatisfacción proveniente de la tensión endógena que le producen sus necesidades básicas de
1
"El sistema háptico (tacto activo) es un sistema perceptivo complejo, encargado de aprehender y codificar la estimulación que llega a los
receptores cutáneos y cinestésicos (Loomis y Lederman 1986). Por percepción háptica se entiende la combinación de la información adquirida a través de
la piel que recubre el cuerpo humano, y la información obtenida a través del movimiento, o sentido cinestésico". "Se trata de un sistema perceptivo
complejo que incorpora y combina información a partir de distintos subsistemas táctiles, como el sistema cutáneo (percepción de la presión y de la
vibración), el sistema térmico y el subsistema del dolor. Además el sistema háptico incluye también el sistema cinestésico que procesa información sobre
la posición y el movimiento a partir de los receptores existentes en articulaciones, músculos y tendones".