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RESUMEN

PSICOLOGIA EVOLUTIVA NIÑEZ

CATEDRA II- (54). CALZETTA


EJE GENÉTICO
Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño. (Introducción, Conclusiones, y Capítulo 1)

INTRODUCCION:
La psicología del niño estudia el crecimiento mental o el desarrollo de las conductas (es decir, de los
comportamientos, comprendida la conciencia) hasta esa fase de transición, constituida por la adolescencia. El
crecimiento mental es indisociable del crecimiento físico, especialmente de la maduración de la maduración de
los sistemas nerviosos y endocrinos que prosigue hasta alrededor de los 16 años.
Psicología del niño, es el estudio de un sector particular de una embriogénesis general, que se prosigue después
del nacimiento, y que engloba todo el crecimiento, orgánico y mental, hasta llegar al estado de equilibrio
relativo que constituye el nivel adulto.
La psicología del niño conviene distinguirla de la “psicología genética”, aunque constituya instrumento
esencial de ella. Genética se refiere exclusivamente a los mecanismos de herencia, al desarrollo individual
(ontogénesis).

CONCLUSIONES: LOS FACTORES DEL DESARROLLO MENTAL:


El desarrollo mental del niño aparece como una sucesión de tres grandes construcciones, cada una de las cuales
prolonga la precedente, reconstruyéndola, en un nuevo plano para sobrepasarla luego cada vez más. La
construcción de los esquemas sensomotores prolonga y sobrepasa la de las estructuras orgánicas durante la
embriogénesis. Luego, la construcción de las relaciones semióticas, del pensamiento y de las conexiones
interindividuales interioriza esos esquemas de acción, reconstruyéndolos en ese nuevo plano de la
representación y los rebasa hasta constituir el conjunto de las operaciones concretas y de las estructuras de
cooperación. Finalmente, el pensamiento formal.
Existen 4 factores generales asignados a la evolución mental:
 El crecimiento orgánico y especialmente la maduración del complejo formado por el sistema nervioso y
los sistemas endocrinos (la madurez desempeña un papel durante todo el crecimiento mental). La
maduración consiste sobre todo en abrir nuevas posibilidades y constituye una condición necesaria para
la aparición de ciertas conductas, es necesario que esta se acompañe de un ejercicio funcional y de un
mínimo de experiencia. La maduración interviene sola cada vez menos y las influencias del ambiente
físico y social, crecen en importancia.
 El papel del ejercicio y de la experiencia adquirida en la acción efectuada sobre los objetos (x oposición a
la experiencia social). Hay dos tipos de experiencias: la física, que consiste en actuar sobre los objetos
para abstraer sus propiedades. La experiencia lógico matemática, que consiste en actuar sobre los
objetos pero con la finalidad de conocer el resultado de la coordinación de las acciones. En este caso, el
conocimiento es abstraído de la acción y no de los objetos de modo que la experiencia constituye
simplemente la fase práctica y casi motora.
 Interacciones y transformaciones sociales: este factor es insuficiente por sí solo. La acción social es
ineficaz sin una asimilación activa del niño.
 En el caso del desarrollo del niño, no hay plan preestablecido, sino una construcción progresiva tal que
cada innovación solo se hace posible en función de la precedente. La explicación del desarrollo debe
tener en cuenta esas dos dimensiones, una ontogénica y la otra social. En cada construcción parcial, y en
cada paso de un estadio al siguiente, se da un proceso de equilibración, una autorregulación de una serie

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de compensaciones activas del sujeto en respuesta a las perturbaciones exteriores y de una regulación a
la vez retroactiva y anticipadora. No existe ninguna conducta que n ose entrañe con los factores
afectivos. Los dos aspectos, afectivo y cognoscitivo, son a la vez inseparables e irreductibles. Es
necesario un equilibramiento para conciliar las aportaciones de la maduración, de la experiencia de los
objetos y de la experiencia social. En cuanto a la reversibilidad, es un sistema completo, enteramente
equilibrado de compensaciones, tales que a cada transformación corresponde la posibilidad de una
inversa o de una reciproca.

CAPITULO 1: EL NIVEL SENSO-MOTOR


Puede decirse que cada periodo del desarrollo informa, en parte, de los siguientes. Al periodo anterior al
lenguaje puede llamársele senso-motor porque a falta de la función simbólica, el lactante no presenta todavía
pensamiento no efectividad ligada a representaciones que permitan evocar las personas o los objetos ausentes.
El desarrollo mental durante los primeros 18 meses es particularmente rápido y de importancia especial, porque
el niño elabora a ese nivel el conjunto de las subestructuras cognoscitivas que servirán de punto de partida a sus
construcciones perceptivas e intelectuales ulteriores, así como cierto número de reacciones afectivas
elementales, que determinaran su efectividad subsiguiente.

I. LA INTELIGENCIA SENSOMOTORA
Existe una inteligencia antes del lenguaje, que es práctica. A falta de lenguaje y de función semiótica, esas
construcciones se efectúan apoyándose exclusivamente en percepciones y movimientos, mediante una
coordinación senso-motora de las acciones. Se da entonces, una sucesión continua de estadios, cada uno de los
cuales señala un nuevo progreso parcial. De los movimientos espontáneos y del reflejo a los hábitos adquiridos y
de estos a la inteligencia hay una progresión continua. El mecanismo de esa progresión, es la asimilación, es
decir que toda relación nueva está integrada en un esquematismo o en una estructura anterior.
Estadio I: El punto de partida del desarrollo, se da en las actividades espontáneas y totales del organismo y en
los reflejos. En los recién nacidos, dan lugar al “ejercicio reflejo”, es decir, una consolidación por ejercicio
funcional. .De este modo, el bebé mama de manera más segura y encuentra más fácilmente el pezón, que en los
primeros ensayos. La asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio, se prolonga en una
asimilación generalizado (chupar en el vació o chupar otros objetos) en una asimilación re-
cognoscitiva (distinguir el pezón de otros objetos).
Estadio II: Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que dependen directamente de una
actividad de sujeto, como en el caso precedente o parecen impuestos desde el exterior como en el de los
“condicionamientos” Llamamos hábitos a las conductas adquiridas tanto en su formación como en su resultado
automático, el hábito no es aún inteligencia. Un habito se basa en un esquema sensomotor de conjunto, en el
seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto, diferenciación entre los medios y los fines, ya que el fin
en juego solo se alcanza por una obligada sucesión de movimientos que a él conducen. En un acto de
inteligencia, por el contrario, existe la persecución de un fin planteado desde el comienzo, luego la búsqueda de
medios para alcanzarlo. Reacción circular primaria, obre el propio cuerpo, se integra un elemento que antes
no estaba, repite.
Estadio III: Hay coordinación entre visión y aprehensión (coordinación de esquemas) Un sujeto de esa
edad (4 meses y medio) por ejemplo, atrapa un cordón que pende del techo de su cuna, lo que tiene por efecto
sacudir todos los sonajeros suspendidos sobre él. Repite enseguida ese acto una serie de veces, con resultados

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insólitos, lo que constituye una reacción circular, esto es, un hábito en estado naciente, sin finalidad
previamente diferenciada de los medios empleados. Pero basta con suspender un nuevo juguete del techo para
que niño busque el cordón, lo que constituye un principio de diferenciación entre el fin y el medio. Nos hallamos
esta vez en el umbral de la inteligencia. Reacción circular secundaria; busca la reacción conocida.
Causalidad mágico fenoménica, la causa no es objetivada. Repetición en bloque de una acción.
Estadio IV: Se observan actos más complejos de inteligencia práctica. Se le impone al sujeto una finalidad
previa (alcanzar un objeto lejano o tapar un objeto). El niño levanta la tela para tomar el objeto, es decir que si la
coordinación de los medios y de los fines es nueva y se renueva en cada situación imprevista, los medios
empleados solo se toman de los esquemas de asimilación conocidos. Inteligencia práctica, comienza a ver
diferencia de medios y de fines.
Estadio V: (11/12 meses) se añade a las conductas anteriores una reacción esencial: la búsqueda de medios
nuevos por diferenciación de los esquemas conocidos. Conducta de soporte: Si un objeto demasiado lejano se
halla sobre una alfombra, el niño, después de haber intentado en vano alcanzar el objetivo, puede lograr coger
una esquina del tapiz 8por causalidad) y observando entonces una relación entre los movimientos de la
alfombra y los del objeto, llega, poco a poco, a tirar de la alfombra para conseguirlo. Reacción circular
terciaria; busca la novedad.
Estadio VI: Señala el término del periodo sensomotor, y la transición con el periodo siguiente: El niño se hace
capaz de encontrar medios nuevos por combinaciones interiorizadas que desembocan en una comprensión
repentina o Insight, es decir, combinaciones mentales, por ejemplo, el niño, ante una caja de fósforos apenas
entreabierta trata, en primer lugar, de abrir la caja mediante tanteos materiales, pero después del fracaso
presenta esa reacción muy nueva, de un paro en la acción y un examen atento de la situación (durante el cual
abre y cierra lentamente la boca, como para imitar el resultado por obtener, es decir, la ampliación de la
apertura) tras lo cual, bruscamente, desliza su dedo en la hendidura y consigue así abrir la caja.

II. LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL


Los esquemas de asimilación senso-motores desembocan en una especie de lógica de la acción que implica
ajustes de esquemas. La inteligencia sensomotora (el nivel práctico) organiza lo real, construyendo las grandes
categorías de la acción que son los esquemas del objeto permanente, del espacio, del tiempo y de la
causalidad. Ninguna de estas estructuras se da al comienzo; y el universo inicial está centrado en el cuerpo y la
acción propios, en un egocentrismo tan total como inconciente de sí mismo (falta de una conciencia del yo). En
el transcurso de los 18 primeros meses se efectúa una revolución copernicana, de des-centración general, de
modo que el niño acaba por situarse como un objeto entre otros, estructurado de manera espacio-temporal.
Objeto permanente: El universo inicial es un mundo sin objetos, solo consiste en “cuadros vivos” móviles e
inconcientes, que aparecen y luego se reabsorben por completo, para no tornar, para reaparecer en forma
modificada o análoga. En el estadio III cuando el niño va a coger un objeto y se tapa éste con una sabana, retira
la mano tendida, o si se trata de un objeto de especial interés se pone a llorar: reacciona como si el objeto
hubiera sido reabsorbido. Él sabe bien que el objeto existe donde ha desaparecido, pero no consigue resolver el
problema de buscar y levantar la pantalla. Cuando empieza a buscar bajo la pantalla, estadio IV, puede hacerse
el siguiente control; ocultar el objeto en A, a la derecha del niño, que lo busco y lo encuentra; y luego, a su vista,
quitar el objeto y ocultarlo en B, a la izquierda del niño; cuando éste ha visto desaparecer el objeto en B, ocurre a
menudo que lo busque en A, como si la posición del objeto dependiese de las acciones anteriormente realizadas
y no de sus desplazamientos autónomos e independientes de la acción propia. En el estadio V el objeto es

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buscado en función solo de sus desplazamientos, salvo si estos son muy complejos y en el estadio VI se añade a
esto un juego de inferencias que logran dominar ciertas combinaciones (levantar el cojín y solo encontrar debajo
otro obstáculo imprevisto, que es entonces levantado inmediatamente).
La conservación del objeto, es principalmente, función de localización. La construcción del esquema del objeto
permanente es solidaria de toda la organización espacio-temporal del universo práctico, así como de su
estructuración causal.
Espacio y tiempo: Al principio no existe ni un espacio ni un orden temporal que engloben los objetos y los
acontecimientos. Solo se da un conjunto de espacios heterogéneos, centrados todos en el propio cuerpo: espacio
bucal, táctil, visual, auditivo, posicional y ciertas impresiones temporales (espera, etc.) pero sin coordinaciones
objetivas. Esos espacios se coordinan luego progresivamente, pero siguen siendo parciales durante mucho
tiempo, en tanto que la construcción del esquema del objeto permanente no conduce a la distinción
fundamental. En solidaridad con las conductas de localización y de búsqueda del objeto permanente, los
desplazamientos se organizan, finalmente (estadios V y IV) en una estructura fundamental, la armazón del
espacio practico, “grupo practico de desplazamiento” La evolución del espacio práctico es totalmente solidaria
con la construcción de los objetos. La objetivación de las series temporales es paralela a la de la causalidad, y
correlativa a la organización de las posiciones y de los desplazamientos en el espacio.
Causalidad: la causalidad solo se hace objetiva y adecuada al término de una larga evolución, cutas frases
iniciales se centran en la acción propia e ignoran aun relaciones espaciales y físicas inherentes a los esquemas
caudales materiales. En el estadio III, cuando la criatura llega a sonreír a lo que ve y a manipular los objetos
según diversos esquemas (cambiar de sitio, balancearse) solo conoce como causa única su acción propia,
independientemente de los contactos espaciales. En la observación del cordón que cuelga del techo de la cuna,
el niño no sitúa en el cordón la causa del movimiento de los sonajeros suspendidos, sino en la acción global de
“tirar del cordón”.
Esa causalidad inicial puede denominarse mágico-fenomenista, fenomenista; porque cualquier cosa puede
producir cualquier otra y mágico porque se centra en la acción del sujeto, sin consideración de los contactos
espaciales.
A medida que el universo es estructurado por la inteligencia senso-motora según una organización espacio-
temporal y por la constitución de objetos permanentes, la causalidad de objetiva y se especializa, es decir, que
las causas reconocidas por el sujeto no están ya en la sola acción propia sino en objetos cualesquiera, y que las
relaciones de causa a efecto entre dos objetos o sus acciones suponen un contacto físico y espacial.

III. EL ASPECTO COGNOSCITIVO DE LAS REACCIONES SENSO-MOTORAS


El esquematismo senso-motor se manifiesta bajo tres grandes formas sucesivas:
 Las formas iniciales están constituidas por estructuras de ritmo, cuyos reflejos son diferenciaciones
progresivas.
 Vienen en seguido regulaciones diversas que diferencian los ritmos iniciales siguiendo múltiples
esquemas.
 Comienzo de la reversibilidad fuente de futuras operaciones del pensamiento.

IV. EL ASPECTO AFECTIVO DE LAS REACCIONES SENSO-MOTORAS


El aspecto cognoscitivo de las conductas consiste en su estructuración, y el aspecto afectivo, en su energética.
Esos dos aspectos son, a la vez, irreducibles y complementarios: existe un paralelismo entre sus respectivas

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evoluciones. De un modo general, en efecto, mientras el esquematismo cognoscitivo pasa de un estado inicial
centrado sobre la acción propia a la construcción de un universo objetivo y descentrado, la afectividad de los
mismos niveles senso-motores procede de un estado de indiferenciación entre el yo y el entorno físico y humano
para construir a continuación un conjunto de cambios entre el yo diferenciado y las personas (sentimientos
interindividuales) o las cosas (intereses variados, según los niveles).

Piaget, J. (1979). Seis estudios de psicología. (Primera Parte, Punto 1) Cap. 1 Apartado I: El recién
nacido y el lactante

El desarrollo psíquico, que se inicia al nacer y concluye en la edad adulta, es comparable al crecimiento
orgánico: consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio. El desarrollo es, por lo tanto, en cierto
modo una progresiva equilibración, un perpetuo pasar de un estado de menor equilibrio a un estadio de
equilibrio superior.
La forma final de equilibrio que alcanza el crecimiento orgánico es más estática que aquella hacia la cual tiende
el desarrollo mental, y, sobre todo, más inestable, de tal manera que, en cuanto ha concluido la evolución
ascendente, comienza automáticamente una evolución regresiva que conduce a la vejez.
En cambio, las funciones superiores de la inteligencia y de la afectividad tienden hacia un "equilibrio móvil", y
más estable cuanto más móvil.
Por tanto, vamos a intentar describir la evolución del niño y del adolescente sobre la base del concepto de
equilibrio.
Debemos introducir una distinción importante entre dos aspectos complementarios de este proceso de
equilibración: es preciso oponer desde el principio las estructuras variables, las que definen las formas o
estados sucesivos de equilibrio, y un determinado funcionamiento constante que es el que asegura el paso de
cualquier estadio al nivel siguiente.
Desde el punto de vista funcional, es decir, considerando los móviles generales de la conducta y del
pensamiento, existen funciones constantes, comunes a todas las edades, a todos los niveles, la acción supone
siempre un interés que la desencadena, ya se trate de una necesidad fisiológica, afectiva o intelectual.
Junto a las funciones constantes, hay que distinguir, pues, las estructuras variables, y es el análisis de estas
estructuras progresivas, o formas sucesivas de equilibrio, el que marca las diferencias de un nivel a otro de la
conducta, desde los comportamientos elementales del recién nacido hasta la adolescencia.
Las estructuras variables serán, pues, las formas de organización de la actividad mental, bajo su doble aspecto
motor ó intelectual, por una parte, y afectivo, por otra, así como según sus dos dimensiones individuales y
sociales (interindividuales).
Cada estadio se caracteriza, pues, por la aparición de estructuras originales, cuya construcción le distingue de los
estadios anteriores. Lo esencial de esas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios anteriores
en forma de subestructuras sobre las cuales habrán de edificarse los nuevos caracteres.
Pero a cada estado comporta también una serie de caracteres momentáneos o secundarios, que van siendo
modificados por el anterior desarrollo, en función de las necesidades de una mejor organización. Cada estado

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constituye, pues, por las estructuras que lo definen, una forma particular de equilibrio, y la evolución mental
se efectúa en el sentido de una equilibración cada vez más avanzada.
Puede decirse, de manera general que toda acción responde a una necesidad. El niño, en no menor grado que el
adulto, no ejecuta todos los actos, ya sean exteriores o totalmente interiores, movido por una necesidad. Una
necesidad es siempre la manifestación de un desequilibrio: existe necesidad cuando algo, fuera de nosotros o en
nosotros ha cambiado, de tal manera que se impone un reajuste de la conducta en función de ese cambio. Por el
contrario, la acción termina en cuanto las necesidades están satisfechas, es decir, desde el momento en que el
equilibrio ha sido restablecido entre el hecho nuevo que ha desencadenado la necesidad y nuestra organización
mental tal y como se presentaba antes de que aquél interviniera. Podría decirse que en cada momento la acción
se encuentra desequilibrada por las transformaciones que surgen en el mundo, exterior o interior, y cada
conducta nueva no sólo consiste en restablecer el equilibrio, sino que tiende también hacia un equilibrio más
estable que el que existía antes de la perturbación.
En este mecanismo continuo y perpetuo de reajuste o equilibración consiste la acción humana, y por esta razón
pueden considerarse las estructuras mentales sucesivas, en sus fases de construcción inicial, a que da origen el
desarrollo, como otras tantas formas de equilibrio, cada una de las cuales representa un progreso con respecto a
la anterior. Hay que entender también que este mecanismo funcional, por general que sea, no explica el
contenido o la estructura de las diversas necesidades, ya que cada uno de ellos está relacionado con la
organización del nivel en cuestión.
Los intereses de un niño dependerán, en cada momento del conjunto de las nociones que haya adquirido, así
como de sus disposiciones afectivas, puesto que dichos intereses tienden a completarlas en el sentido de un
mejor equilibrio.
Puede decirse, que toda necesidad tiende: 1º a incorporar las cosas y las personas a la actividad propia del sujeto
y, por consiguiente, a "asimilar" el mundo exterior a las estructuras ya construidas, y; 2º a reajustar éstas en
función de las transformaciones sufridas, y, por consiguiente, a "acomodarlas" a los objetos externos.
Toda la vida mental, así como, la propia vida orgánica, tiende a asimilar progresivamente el medio ambiente, y
realiza esta incorporación gracias a unas estructuras, u órganos psíquicos, cuyo radio de acción es cada vez más
amplio: la percepción y los movimientos elementales (aprensión, etc.) dan primero acceso a los objetos
próximos en su estadio momentáneo, luego la memoria y la inteligencia prácticas permiten a la vez reconstituir
su estadio inmediatamente anterior y anticipar sus próximas transformaciones. El pensamiento intuitivo viene
luego a reforzar ambos poderes. La inteligencia lógica, en su forma de operaciones concretas y finalmente de
deducción abstracta, termina esta evolución haciendo al sujeto dueño de los acontecimientos más lejanos, tanto
en el espacio como en el tiempo. A cada uno de esos niveles, el espíritu cumple la misma función, que consiste
en incorporar el universo, pero la estructura de la asimilación, es decir, las formas de incorporación sucesivas
desde la percepción y el movimiento hasta las operaciones superiores, varía.
Al asimilar de esta forma los objetos, la acción y el pensamiento se ven obligados a acomodarse a ellos, es decir,
a proceder a un reajuste cada vez que hay variación exterior. Puede llamarse "adaptación" al equilibrio de tales
asimilaciones y acomodaciones: tal es la forma general del equilibrio psíquico, y el desarrollo mental aparece
finalmente, en su organización progresiva, como una adaptación cada vez más precisa a la realidad.

1. EL RECIÉN NACIDO Y EL LACTANTE


El período que va del nacimiento a la adquisición del lenguaje está marcado por un desarrollo mental
extraordinario. Se ignora a veces su importancia, ya que no va acompañado de palabras que permitan seguir

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paso a paso el progreso de la inteligencia y de los sentimientos, como ocurrirá más tarde. No por ello es menos
decisivo para toda la evolución psíquica ulterior: consiste nada menos que en una conquista, a través de las
percepciones y los movimientos, de todo el universo práctico que rodea al niño pequeño.
Ahora bien, esta "asimilación sensorio-motriz" del mundo exterior inmediato, sufre, en dieciocho meses o dos
años, toda una revolución copernicana en pequeña escala: mientras que al comienzo de este desarrollo el recién
nacido lo refiere todo a sí mismo, o, más concretamente, a su propio cuerpo, al final, es decir, cuando se inician
el lenguaje y el pensamiento, se sitúa ya prácticamente como un elemento o un cuerpo entre los demás, en un
universo que ha construido poco a poco y que ahora siente ya como algo exterior a él.
Vamos a describir paso a paso las etapas de esta revolución, en su doble aspecto de inteligencia y de vida
afectiva nacientes desde el primero de estos puntos de vista, pueden distinguirse, tres estadios entre el
nacimiento y el final de este período: el de los reflejos, el de la organización de las percepciones y hábitos y el de
la inteligencia sensorio-motriz.
En el momento del nacimiento, la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, es decir, de
coordinaciones sensoriales y motrices montadas de forma absolutamente hereditaria que corresponden a
tendencias instintivas tales como la nutrición. Estos reflejos, no tienen nada de esa pasividad mecánica, sino
que manifiestan desde el principio una auténtica actividad, que prueba precisamente la existencia de una
asimilación sensorio-motriz precoz. En primer lugar, los reflejos de succión se afinan con el ejercicio: un recién
nacido mama mejor al cabo de una o dos semanas que al principio. Luego, conducen a discriminaciones o
reconocimientos prácticos fáciles de descubrir. Finalmente dan lugar a una especie de generalización de su
actividad: el lactante no se contenta con chupar cuando mama, sino que chupa también en el vacío, se chupa los
dedos cuando los encuentra, después, cualquier objeto que fortuitamente se le presente, y, finalmente, coordina
el movimiento de los brazos con la succión hasta llevarse sistemáticamente.
Estos distintos ejercicios reflejos, se complican muy pronto al integrarse en hábitos y percepciones organizadas,
es decir, que constituyen el punto de partida de nuevas conductas, adquiridas con ayuda de la experiencia. La
succión sistemática del pulgar pertenece ya a ese segundo estadio, al igual que los gestos de volver la cabeza en
dirección a un ruido, o de seguir un objeto en movimiento, etc.
Ahora bien, ¿Cómo se construyen esos conjuntos motores (hábitos) nuevos, y esos conjuntos perceptivos (al
principio las dos clases de sistemas están unidos: puede hacerse referencia a ellos hablando de ''esquemas
sensorio-motores")? El punto de partida es siempre un ciclo reflejo, pero un ciclo cuyo ejercicio, en lugar de
repetirse sin más, incorpora nuevos elementos y constituye con ellos totalidades organizadas más amplias,
merced a diferenciaciones progresivas. Ya luego, basta que ciertos movimientos cualesquiera del lactante
alcancen fortuitamente un resultado interesante para que el sujeto reproduzca inmediatamente esos nuevos
movimientos: esta "reacción circular", tiene un papel esencial en el desarrollo sensorio-motor y representa
una forma más evolucionada de asimilación.
La inteligencia práctica o sensorio-motriz propiamente dicha, aparece mucho antes que el lenguaje, es decir,
mucho antes que el pensamiento interior que supone el empleo de signos verbales (del lenguaje interiorizado).
Pero se trata de una inteligencia exclusivamente práctica, que se aplica a la manipulación de los objetos y que
no utiliza, en el lugar de las palabras y los conceptos, más que percepciones y movimientos organizados en
"esquemas de acción".
Un acto de inteligencia más precoz consistirá en atraer el objeto tirando de la manta o del soporte sobre el que
descansa (hacia el final del primer año); y podrían citarse otros muchos ejemplos. Intentemos más bien
averiguar cómo se construyen esos actos de inteligencia. Pueden invocarse dos clases de factores. Primeramente,

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las conductas anteriores que se multiplican y se diferencian cada vez más, hasta adquirir una flexibilidad
suficiente para registrar los resultados de la experiencia. Así es como, en sus "reacciones circulares", el bebe no
se contenta ya con reproducir simplemente los movimientos y los gestos que han producido un efecto
interesante: los varía intencionalmente para estudiar los resultados de esas variaciones, y se dedica así a
verdaderas exploraciones o "experiencias para ver".
Por otra parte, los "esquemas" de acción, construidos ya al nivel del estadio precedente y multiplicado gracias a
nuevas conductas experimentales, se hacen susceptibles de coordinarse entre sí, por asimilación recíproca. En
efecto, una acción apta para ser repetida y generalizada a nuevas situaciones es comparable a una especie de
concepto sensoriomotor: y así es cómo, en presencia de un objeto nuevo para él, veremos al bebé incorporarlo
sucesivamente a cada uno de sus "esquemas" de acción (sacudirlo, frotarlo, mecerlo, etc.) como si se tratase de
comprenderlo por el uso.
Resulta lógico que estos diversos esquemas de acción se asimilen entre sí, es decir, se coordinen de tal forma que
unos asignen un objetivo a la acción total, mientras que otros le sirven de medios, y con esta coordinación,
comparable a las del estadio anterior, pero más móvil y flexible, se inicia la etapa de la inteligencia práctica
propiamente dicha.
En el punto de partida de la evolución mental no existe seguramente ninguna diferenciación entre el yo y el
mundo exterior, o sea, que las impresiones vividas y percibidas no están ligadas ni a una conciencia personal
sentida como un "yo", ni a unos objetos concebidos como exteriores: se dan sencillamente en un bloque
indisociado, o como desplegadas en un mismo plano, que no es ni interno, ni externo, sino que está a mitad de
camino entre estos dos polos, que sólo poco a poco irán oponiéndose entre sí.
Pero, a causa precisamente de esa indisociación primitiva, todo lo que es percibido está centrado en la propia
actividad: el yo se halla al principio en el centro de la realidad, precisamente porque no tiene conciencia de sí
mismo, y el mundo exterior se objetivará en la medida en que el yo se construya en tanto que actividad subjetiva
o interior. Dicho de otra forma, la conciencia empieza con un egocentrismo inconsciente e integral, mientras que
los progresos de la inteligencia sensorio-motriz desembocan en la construcción de un universo objetivo, dentro
del cual el propio cuerpo aparece como un elemento entre otros, y a este universo se opone la vida interior,
localizada en ese cuerpo propio.
Cuatro procesos fundamentales caracterizan esta revolución intelectual que se realiza durante los
dos primeros años de la existencia: se trata de las construcciones de las categorías del objeto y del espacio, de la
causalidad y del tiempo, todas naturalmente, como categorías prácticas o de acción pura, y no todavía como
nociones del pensamiento.
La evolución de la afectividad durante los dos primeros años da lugar a un cuadro que, en conjunto, se
corresponde bastante exactamente con el que permite establecer el estudio de las funciones motrices y
cognoscitivas. Existe, en efecto, un paralelismo constante entre la vida afectiva y la vida intelectual.
El elemento al que siempre hay que remontarse, en el análisis de la vida mental, es la "conducta", concebida,
como un restablecimiento o un reforzamiento del equilibrio. Ahora bien, toda conducta supone unos
instrumentos o una técnica: los movimientos y la inteligencia. Pero toda conducta implica también unos móviles
y unos valores finales (el valor de los objetivos): los sentimientos. La afectividad y la inteligencia son, pues,
indisolubles y constituyen los dos aspectos complementarios de toda conducta humana. Partiendo de esto, está
claro que al primer estadio de las técnicas reflejas corresponderán los impulsos instintivos elementales ligados a
la nutrición, así como esa clase de reflejos afectivos que son las emociones primarias. Recientemente, en efecto,
se va demostrado el parentesco de las emociones con el sistema fisiológico de las actitudes o posturas: los

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primeros miedos, por ejemplo, pueden estar relacionados con pérdidas de equilibrio o contrastes bruscos entre
un acontecimiento fortuito y la actitud anterior.
Al segundo estadio (percepciones y hábitos), así como a los inicios de la inteligencia sensorio-motriz,
corresponden una serie de sentimientos elementales o afectos perceptivos relacionados con las modalidades de
la actividad propia: lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, etc., así como también los primeros
sentimientos de éxito y de fracaso. En la medida en que esos estados afectivos dependen de la acción propia y no
todavía de la conciencia de las relaciones mantenidas con las demás personas, ese nivel de la afectividad denota
una especie de egocentrismo general, y crea la ilusión, si equivocadamente se le atribuye al bebé una conciencia
de su yo, de una especie de amor a sí mismo y de la actividad de ese yo. De hecho, el lactante comienza a
interesarse esencialmente por su cuerpo, sus movimientos y los resultados de tales acciones. Los psicoanalistas
han llamado "narcisismo" a ese estadio elemental de la afectividad, pero hay que comprender muy bien que se
trata de un narcisismo sin
Narciso, es decir, sin conciencia personal propiamente dicha. Con el desarrollo de la inteligencia, en cambio, con
la elaboración de un universo exterior que ese desarrollo hace posible, y principalmente con la construcción del
esquema del "objeto", aparece un tercer nivel de la afectividad: está caracterizado precisamente, para emplear el
vocabulario del psicoanálisis, por la "elección del objeto", es decir, por la objetivación de los sentimientos y su
proyección en otras actividades que no son sólo las del yo. Señalemos, ante todo, que con el progreso de las
conductas inteligentes, los sentimientos relacionados con la propia actividad se diferencian y se multiplican:
alegrías y tristezas relacionadas con el éxito y el fracaso de los actos intencionales, esfuerzos e intereses o
cansancios y faltas de interés, etc. Pero esos estados afectivos permanecen durante mucho tiempo ligados, como
los afectos perceptivos, únicamente a las acciones del sujeto, sin delimitación concreta entre lo que le pertenece
específicamente y lo que es atribuible al mundo exterior, es decir, a otras fuentes posibles de actividad y de
causalidad. En cambio, cuando del cuadro global e indiferenciado de las acciones y percepciones primitivas
destacan cada vez más claramente una serie de "objetos" concebidos como exteriores al yo e independientes de
él, la conciencia del "yo" empieza a afirmarse a título de polo interior de la realidad, opuesto a ese otro polo
externo u objetivo. Más, por otra parte, los objetos son concebidos, por analogía con este yo, como activos, vivos
y conscientes: ello ocurre particularmente con esos objetos excepcionalmente imprevistos e interesantes que son
las personas. Los sentimientos elementales de alegría y tristeza, de éxito y fracaso, etc., habrán de ser entonces
experimentados en función precisamente de esa objetivación de las cosas y las personas; de ahí el inicio de los
sentimientos interindividuales. La "elección (afectiva) del objeto", que el psicoanálisis opone al narcisismo, es,
pues, correlativa con respecto a la construcción intelectual del objeto, al igual que lo era el narcisismo con
respecto a la indiferenciación entre el mundo exterior. Esta "elección del objeto" recae, primero, en la persona
de la madre, luego (en 10 negativo como en lo positivo) en la del padre y los demás seres próximos: éste es el
principio de las simpatías y las antipatías que habrán de tener tan amplio desarrollo en el transcurso del período
siguiente'

Piaget, J. (1981). Psicología de la Inteligencia (Capítulo IV)

LA ASIMILACIÓN SENSO-MOTRIZ Y EL NACIMIENTO DE LA INTELIGENCIA EN EL NIÑO:


Succionando cualquier cosa, rechazara en seguido un dedo, pero conservara el pecho. Entre las comidas
succionara en el vació. Estas simples observaciones demuestran que, surge un principio de asimilación

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reproductiva de orden funcional (ejercicio), de asimilación generalizadora (extensión del esquema reflejo
a objetos nuevos) y de asimilación recognitiva (discriminación de las situaciones).
Las formas elementales del hábito proceden de una asimilación de elementos nuevos a esquemas anteriores, que
pertenecen a la especie de los esquemas reflejos. La extensión el esquema reflejo por la incorporación del
elemento nuevo determina por eso mismo la formación de un esquema de orden superior, en el cual se integra,
pues, el esquema inferior (El reflejo).
La asimilación de un elemento nuevo a un esquema anterior implica la integración de este último en un
esquema superior. En el nivel de estos primeros hábitos no podría hablarse todavía de inteligencia. Estos
primeros esquemas, todavía tienen un solo sentido, sin movilidad interna ni coordinación reciproca.
Con referencia al 3º estadio (3/6 meses) se inicia con una coordinación de la visión y de la aprehensión,
surgen nuevas conductas que constituyen una transición entre el hábito simple y la inteligencia. Ejemplo: el
bebé tira del cordón que pende de la cabecera de la cuna. El niño, sigue tirando varias veces, sin entender aun
las relaciones espaciales o causales. A esta reproducción activa de un resultado obtenido por primera vez por
azar, se llama REACCION CIRCULAR, la cual es un ejemplo típico de asimilación reproductora. En este caso,
recae sobre el propio cuerpo. Cuando la reacción recae sobre objetos exteriores, se llamara reacción circular
secundaria. Todavía, no podemos hablar de inteligencia ya que no hay un objetivo fijado de antemano. En este
juego del cordón-sacudida-juguete, no hay aun verdadera reversibilidad pero si existe movilidad y casi
articulación de la conducta de un medio y un fin.
En el 4º estadio (8/10 meses) las cosas adquieren un perfil preciso. Los esquemas construidos por reacciones
secundarias, en el curso del estado precedente, resultan ya susceptibles de coordinarse entre sí, utilizados unos
en calidad de medios y asignando los otros un objetivo a la acción. (Ej. del niño, que corre la pantalla, para
apoderarse del objeto). En este caso, el fin se halla planteado antes que los medios, y a que el sujeto tiene la
intención de apresar el objetivo antes de tener el poder de apartar el obstáculo, lo que supone una articulación
móvil de los esquemas elementales que componen el esquema total.
En este cuarto nivel, se da un doble progreso en el sentido de la movilidad y de la extensión del campo de
aplicación de los esquemas. Los itinerarios comienzan a variar, y la utilización de los esquemas anteriores a
recorrer distancias muchos mayores en el tiempo. Esto es lo que caracteriza la conexión entre los medios y los
fines, en adelante diferenciados, y es por ello que puede comenzar a hablarse de verdadera inteligencia. La
limitación de esta inteligencia naciente, es que no hay invenciones, ni descubrimientos de medios nuevos, sino
simple aplicación de medios conocidos a circunstancias imprevistas.
Los esquemas de acción, hasta ahora descritos, se acomodan naturalmente de modo continuo a los datos
exteriores. Llega un momento, que la novedad interesa por sí misma, lo que supone ciertamente un equipo
suficiente de esquemas a fin de que sean posibles las comparaciones, y que el nuevo hecho sea bastante
semejante al conocido a fin de suscitar interés y bastante diferencia a fin de escapar la saturación. Las reacciones
circulares consistirán entonces en una reproducción del hecho nuevo, pero con variaciones y experimentación
activa, destinadas a extraer de él, las nuevas posibilidades. Habiendo descubierto así la trayectoria de caída de
un objeto, el niño intentara lanzarlo de diferentes modos o desde distintos puntos de partida. Puede llamarse
“reacción circular terciaria”. Así, el niño atrae hacia si el objetivo, por intermedio del soporte en el cual está
situado, de un hilo que constituye su prolongación o incluso de un bastón utilizado en calidad de intermediario
independiente. Esta conducta, se halla preparada por una sucesión completa de relaciones y de significaciones
debidas a la actividad de los esquemas anteriores: relación de medio a fin. Los esquemas senso-motores, ya
suficientemente móviles y coordinables entre sí, dan lugar a asimilaciones reciprocas suficientemente

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 11


espontáneas para que no haya necesidad de tanteos efectivos y bastante rápidas como para dar la impresión de
reestructuraciones inmediatas. La coordinación interior de los esquemas seria a la coordinación exterior de los
niveles precedentes como el lenguaje interior, al lenguaje exterior.
En el 6º estadio (10/12 meses) comienza a aparecer el lenguaje, y hay dos clases de hechos que esbozan
representación. El niño comienza a practicar la imitación diferida, y llega al mismo tiempo a la forma más
elemental del juego simbólico. Aparece de nuevo una especie de imagen fingida y aun motriz, pero ya casi
representativa.

Piaget, J. (1979). Seis estudios de psicología (Primera Parte, Puntos 2 y 3). Parte II: La primera infancia de
2 a 7 años; parte III: La infancia de 7 a 12 años

II. LA PRIMERA INFANCIA DE LOS DOS A LOS SIETE AÑOS


Existen tres consecuencias en la adquisición del lenguaje:
El niño adquiere, gracias al lenguaje, la capacidad de reconstruir sus acciones pasadas en forma de relato y de
anticipar sus acciones futuras mediante la representación verbal.
Ello tiene tres consecuencias esenciales para el desarrollo mental: un intercambio posible entre individuos, es
decir, el inicio de la socialización de la acción; una interiorización de la palabra, es decir, la aparición del
pensamiento propiamente dicho, que tiene como soportes el lenguaje interior y el sistema de los signos; y, por
último, una interiorización de la acción, la cual, de puramente perceptiva y motriz que era, puede ahora
reconstruirse en el plano intuitivo de las imágenes y de las "experiencias mentales". Desde el punto de vista
afectivo, esto trae consigo una serie de transformaciones paralelas: desarrollo de los sentimientos
interindividuales (simpatías y antipatías, respeto, etc.) y de una afectividad interior que se organiza de forma
más estable que durante los primeros estadios.
Aparición del lenguaje:
Cuando interviene la aparición del lenguaje, el niño se ve enfrentado, no ya sólo con el universo físico como
antes, sino con dos mundos nuevos y por otra parte estrechamente solidarios: el mundo social y el mundo de las
representaciones interiores. Ahora bien, recuérdese que, por lo que hace a los objetos materiales o cuerpos, el
lactante ha empezado con una actitud egocéntrica, para la cual la incorporación de las cosas a la actividad propia
era más importante que la acomodación, y que sólo poco a poco ha conseguido situarse en un universo
objetivado de la misma forma, el niño reaccionará al principio con respecto a las relaciones sociales y al
pensamiento incipiente con un egocentrismo inconsciente, es una prolongación de la actitud del bebé, y sólo
progresivamente conseguirá adaptarse según unas leyes de equilibrio análogas, si bien traspuestas en función de
las nuevas realidades.
A. La socialización de la acción
Aparición del lenguaje  imitación:
El resultado más claro de la aparición del lenguaje es que permite un intercambio y una comunicación continua
entre los individuos. Esas relaciones interindividuales sin duda existen ya en germen desde la segunda mitad del
primer año gracias a la imitación, cuyos progresos están en estrecha conexión con el desarrollo sensorio-motriz.
El lactante aprende poco a poco a imitar sin que exista una técnica hereditaria de la imitación: al principio,
simple excitación, por los gestos análogos de los demás, de los movimientos visibles del cuerpo, que el niño sabe
ejecutar espontáneamente; luego, la imitación sensorio-motriz se convierte en una copia cada vez más fiel de
movimientos que recuerdan otros movimientos ya conocidos; finalmente, el niño reproduce los movimientos

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 12


nuevos más complejos.
Imitación c/sonidosLa imitación de los sonidos sigue un camino parecido, y cuando están asociados a
determinadas acciones, este camino se prolonga hasta llegar por fin a la adquisición del lenguaje propiamente
dicho. Mientras el lenguaje no se ha adquirido de forma definida, las relaciones interindividuales se limitan por
consiguiente a la imitación de gestos corporales y exteriores, así como a una relación afectiva global sin
comunicaciones diferenciadas. con la palabra, en cambio, se comparte la vida interior como tal y, además, se
construye conscientemente en la misma medida en que comienza a poder comunicarse.
Monólogo colectivo Hasta alrededor de los siete años, los niños no saben discutir entre sí y se limitan a
confrontar sus afirmaciones contrarias. Cuando tratan de darse explicaciones unos a otros, les cuesta colocarse
en el lugar del que ignora de qué se trata, y hablan como para sí mismos. Y, sobre todo, les sucede q, trabajando
en una misma habitación o sentados a la misma mesa, hablan cada uno para sí y, sin embargo, creen que se
escuchan y se comprenden unos a otros, siendo así que ese "monólogo colectivo" consiste más bien en excitarse
mutuamente a la acción que en intercambiar pensamientos reales.
Monólogo vs. monólogo colectivo el niño pequeño no habla tan sólo a los demás, sino que se habla a sí mismo
constantemente mediante monólogos variados que acompañan sus juegos y su acción. Estos auténticos
monólogos, al igual que los |monólogos colectivos, constituyen más de la tercera parte del lenguaje espontáneo
entre niños de tres y aun cuatro años, y van disminuyendo regularmente hasta los siete años.
Lenguaje espontáneoEl examen del lenguaje espontáneo entre niños, lo mismo que el examen del
comportamiento de los pequeños en los juegos colectivos, demuestra que las primeras conductas sociales están a
medio camino de la socialización verdadera: en lugar de salir de su propio punto de vista para coordinarlo con el
de los demás, el individuo sigue inconscientemente centrado en sí mismo, y este egocentrismo con respecto al
grupo social reproduce y prolonga el que ya hemos señalado en el lactante con relación al universo físico; se
trata en ambos casos de una indiferenciación entre el yo y la realidad exterior, representada aquí por los demás
individuos y no ya únicamente por los objetos, y en ambos casos esta especie de confusión inicial desemboca en
la primacía del punto de vista propio. En cuanto a las relaciones entre el niño pequeño y el adulto, es evidente
que la presión espiritual (y, a fortiori, material) ejercida por el segundo sobre el primero no excluye para nada
ese egocentrismo a que nos hemos referido: a pesar de someterse al adulto y situarlo muy por encima de él, el
niño pequeño lo reduce a menudo a su propia escala, a la manera de ciertos creyentes ingenuos con respecto a la
divinidad, y de esta forma llega más que a una coordinación bien diferenciada, a un compromiso entre el punto
de vista superior y el suyo propio
B. La génesis del pensamiento
El pensamiento en relación con el lenguaje
El lenguaje, ante todo, dado que permite al sujeto el relato de sus actos, le procura a la vez el poder de
reconstruir el pasado, y por consiguiente de evocarlo en ausencia de los objetos a que se referían las conductas
anteriores, y el de anticipar los actos futuros, aún no ejecutados, hasta sustituirlos a veces por la sola palabra, sin
jamás realizarlos este es el punto de partida del pensamiento. Cómo el lenguaje conduce a la socialización de los
actos, aquéllos q, gracias a él, dan lugar a actos de pensamiento, no pertenecen exclusivamente al yo que los
engendra y quedan de rondón situados en un plano de comunicación que decuplica su alcance. En efecto, el
lenguaje propiamente dicho es el vehículo de los conceptos y las nociones que pertenecen a todo el mundo y que
refuerzan el pensamiento individual con un amplio sistema de pensamiento colectivo. Y en él es donde queda
virtualmente sumergido el niño tan pronto como maneja la palabra.
Dos tipos de pensamiento De los 2 a los 7 años, se dan todas las transiciones entre dos formas extremas de

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 13


pensamiento, representadas en cada una de las etapas recorridas en ese período, la segunda de las cuales va
poco a poco imponiéndose a la primera. La primera de dichas formas es la del pensamiento por mera
incorporación o asimilación, cuyo egocentrismo excluye por consiguiente toda objetividad. La segunda es la del
pensamiento que se adapta a los demás y a la realidad, preparando así el pensamiento lógico. Entre ambas se
hallan comprendidos casi todos los actos del pensamiento infantil, que oscila entre estas direcciones contrarias.
Pensamiento egocéntrico puroEl pensamiento egocéntrico puro se presenta en esa especie de juego que cabe
llamar juego simbólico. Sabido es que el juego constituye la forma de actividad inicial de casi toda tendencia, o
por lo menos un ejercicio funcional de esa tendencia que lo activa al margen de su aprendizaje propiamente
dicho y reacciona sobre éste reforzándolo.
Juego simbólico: egocentrismo del Yo Su función consiste, efectivamente, en satisfacer al yo merced a una
transformación de lo real en función de los deseos: el niño que juega a muñecas rehace su propia vida, pero
corrigiéndola a su manera, revive todos sus placeres o todos sus conflictos, pero resolviéndolos y, sobre todo,
compensa y completa la realidad mediante la ficción. En resumen, el juego simbólico no es un esfuerzo de
sumisión del sujeto a lo real, sino, por el contrario, una asimilación deformadora de lo real al yo. Por otra parte,
incluso cuando interviene el lenguaje en esta especie de pensamiento imaginativo, son ante todo la imagen y el
símbolo los que constituyen su instrumento. Ahora bien, el símbolo es también un signo, lo mismo que la
palabra o signo verbal, pero es un signo individual, elaborado por el individuo sin ayuda de los demás y a
menudo sólo por él comprendido, ya que la imagen se refiere a recuerdos y estados vividos, muchas veces
íntimos y personales. En ese doble sentido, pues, el juego simbólico constituye el polo egocéntrico del
pensamiento: puede decirse incluso que es el pensamiento egocéntrico casi en estado puro, sobrepasado todo lo
más por el ensueño y por los sueños. En el extremo opuesto, se halla la forma de pensamiento más adaptada a lo
real que puede conocer la pequeña infancia, es decir, lo que podríamos llamar el pensamiento intuitivo: se trata
en cierto modo de la experiencia y la coordinación sensorio-motrices propiamente dichas, aunque reconstruidas
o anticipadas merced a la representación.
Animismo Especie de "animismo" infantil, no puede interpretarse esta frase con un sentido tan burdamente
antropomórfico. Lo que quería conocer el niño era, a la vez, la causa y la finalidad del movimiento de la bola, y
por ello este ejemplo es tan representativo de los "x qué" iniciales. El animismo infantil es la tendencia a
concebir las cosas como vivas y dotadas de intenciones. Es vivo, al principio, todo objeto que ejerce una
actividad, siendo ésta esencialmente relativa a la utilidad para el hombre: la lámpara que alumbra, el hornillo
que calienta, la luna que brilla. más tarde, la vida está reservada a los móviles y, por último, a los cuerpos que
parecen moverse por sí mismos como los astros y el viento. Más tarde, sólo el movimiento espontáneo está
dotado de consciencia.
EgocentrismoEl análisis de cómo el niño pequeño hace las preguntas demuestra ya claramente el carácter
todavía egocéntrico de su pensamiento.
Asimilación en el sensorio motriz Es evidente que semejante animismo resulta de una asimilación de las cosas
a la propia actividad, al igual que el finalismo que hemos visto más arriba. Pero así como el egocentrismo
sensorio-motor del lactante resulta de una indiferenciación entre el yo y el mundo exterior, y no de una
hipertrofia narcisista de la conciencia del yo, así también el animismo y el finalismo expresan una confusión o
indisociación entre el mundo interior o subjetivo y el universo físico, y no una primacía de la realidad psíquica
interna.
Causalidad Toda la causalidad, que se desarrolla durante la primera infancia, participa de esos mismos
caracteres de indiferenciación entre lo psíquico y lo físico y de egocentrismo intelectual. Las leyes naturales

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 14


accesibles al niño se confunden con las leyes morales y el determinismo con la obligación: los barcos flotan
porqué tienen que flotar, y la luna no alumbra más que por la noche "porque no es ella quien manda". El
movimiento es concebido como un estado transitorio que tiende hacia una meta que le pone fin: los torrentes
fluyen porqué tienen impulso para ir a los lagos, pero ese impulso no les permite volver a subir a la montaña.
C. La intuición
InteligenciaDistinguiremos dos casos: el de la inteligencia propiamente "práctica" y el del pensamiento que
tiende al conocimiento, sí bien en el terreno experimental. "Inteligencia práctica", que desempeña un papel
considerable entre los dos y los siete años y q, por una parte, prolonga la inteligencia sensorio-motriz del
período prevería y, por otra, prepara las nociones técnicas que habrán de desarrollarse hasta la edad adulta El
niño está a menudo más adelantado en actos que en palabras.
Pensamiento pre-lógicoHasta alrededor de los siete años, el niño sigue siendo prelógico y suple la lógica por el
mecanismo de la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos en forma de imágenes
representativas y de "experiencias mentales", que prolongan por tanto los esquemas sensorio-motores sin
coordinación propiamente racional. Una forma primitiva de intuición, que consiste en valorar la cantidad sólo
por el espacio ocupado, es decir, por las cualidades perceptivas globales de la colección tomada como modelo,
sin preocuparse del análisis de las relaciones. Entre los cinco y los seis años, en cambio, se observa una reacción
mucho más interesante: el niño pone una ficha roja delante de cada ficha azul y concluye de esa correspondencia
término a término la igualdad de ambas colecciones. Pero bastará separar un poco las fichas de los extremos de
la hilera de las rojas, de tal manera que no estén ya exactamente delante de las fichas azules, sino ligeramente a
un lado, para que entonces el niño, q, sin embargo, ha visto perfectamente que no hemos quitado ni añadido
nada, estime que las dos colecciones ya no son iguales y afirme que la hilera más larga contiene " más fichas". En
resumen, hay equivalencia mientras hay correspondencia visual u óptica, pero la igualdad no se conserva por
correspondencia lógica: no hay pues aquí operación racional alguna, sino simple intuición. Esta intuición es
articulada y no ya global, pero sigue siendo intuición, es decir, que está sometida a la primacía de la percepción.
Intuiciones elementales ¿En qué consisten, pues, estas intuiciones elementales de la correspondencia espacial u
óptica, del orden directo A B C o del adelantamiento? Son sencillamente esquemas sensorio-motores, aunque
traspuestos o interiorizados en representaciones. Son imágenes o imitaciones de lo real, a medio camino entre la
experiencia efectiva y la "experiencia mental", y no son todavía operaciones generalizables y combinables entre
sí.
¿Qué les falta a esas intuiciones para ser operatorias y transformarse así en un sistema lógico?Simplemente
prolongar en ambos sentidos la acción ya conocida por el sujeto hasta convertirse en móviles y reversibles. Lo
que caracteriza a las intuiciones primarias es, en efecto, que son rígidas e irreversibles: son comparables a
esquemas perceptivos y a actos habituales, que aparecen en bloque y que no pueden alterarse. Todo hábito es,
irreversible. Lo mismo ocurre con las percepciones, que siguen el curso de las cosas, y con los actos de
inteligencia sensorio-motriz q, también, tienden hacia un objetivo y no vuelven atrás.
Intuición primariaLa intuición primaria es por tanto, únicamente un esquema sensorio-motor traspuesto a
acto de pensamiento, y hereda de él lógicamente sus caracteres.
Intuición articuladaLa intuición articulada avanza efectivamente en esa dirección. Mientras que la intuición
primaria no es más que una acción global, la intuición articulada va más allá en la doble dirección de una
anticipación de las consecuencias de esa acción y de una reconstrucción de los estados anteriores. No cabe duda
de que sigue siendo irreversible: basta alterar una correspondencia óptica para que el niño no pueda volver a
colocar los elementos del pensamiento en su primitivo orden; basta dar media vuelta al tubo para que el orden

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 15


inverso escape al sujeto, etc. La intuición articulada puede, por lo tanto, alcanzar un equilibrio más estable y a la
vez más móvil que la acción sensorio-motriz, y en esto reside el gran progreso del pensamiento propio de este
estadio con respecto a la inteligencia que precede al lenguaje. La intuición es, pues, un equilibrio menos estable
por falta de reversibilidad, pero comparada con los actos preverbales, marca una conquista indudable.
D. La vida afectiva
Toda conducta implica afectoEn toda conducta, en efecto, los móviles y el dinamismo energético se deben a la
afectividad, mientras que las técnicas y el acoplamiento de los medios empleados constituyen el aspecto
cognoscitivo (sensorio-motor o racional). No existe, pues, ningún acto puramente intelectual (intervienen
sentimientos múltiples, por ejemplo, en la resolución de un problema matemático: intereses, valores,
impresiones de armonía, etc.) y no hay tampoco actos puramente afectivos (el amor supone la comprensión),
sino que siempre y en todas partes, tanto en las conductas relativas a los objetos como en las relativas a las
personas, ambos elementos intervienen porqué uno supone al otro.
3 novedades afectivasEn el nivel del desarrollo que estamos considerando ahora, las tres novedades afectivas
esenciales son el desarrollo de los sentimientos interindividuales (afectos, simpatías y antipatías) ligados a la
socialización de las acciones, la aparición de los sentimientos morales intuitivos surgidos de las relaciones entre
adultos y niños, y las regulaciones de intereses y valores, relacionadas con las del pensamiento intuitivo en
general.
Interés El interés es la prolongación de las necesidades: es la relación entre un objeto y una necesidad, ya que
un objeto es interesante en la medida en que responde a una necesidad. El interés es pues la orientación propia
de todo acto de asimilación mental: asimilar mentalmente es incorporar un objeto a la actividad del sujeto, y esa
relación de incorporación entre el objeto y el yo no es otra cosa que el interés en el sentido más directo de la
palabra. con el desarrollo del pensamiento intuitivo, los intereses se multiplican y se diferencian y, en
particular, dan lugar a una disociación progresiva entre los mecanismos energéticos que implica el interés y los
mismos valores que engendra. El interés, como es sabido, se presenta bajo dos aspectos complementarios. Por
una parte, es un regulador de energía, su intervención moviliza las reservas internas de fuerza, y basta que un
trabajo interese para que parezca fácil y la fatiga disminuya. Pero, por otra parte, el interés implica un sistema
de valores, que el lenguaje corriente llama "los intereses" y que se diferencian precisamente en el curso del
desarrollo mental asignando objetivos cada vez más complejos a la acción. Dichos valores dependen de otro
sistema de regulaciones, que rige a las energías interiores sin depender directamente de ellas, y que tiende a
asegurar o restablecer el equilibrio del yo completando sin cesar la actividad mediante la incorporación de
nuevas fuerzas o nuevos elementos exteriores. Así es como, durante la primera infancia, se observarán intereses
por las palabras, por el dibujo, por las imágenes, los ritmos, por ciertos ejercicios físicos, etc., etc., y todas estas
realidades adquieren valor para el sujeto a medida que aparecen sus necesidades, q, a su vez, dependen del
equilibrio mental momentáneo y sobre todo de las nuevas incorporaciones necesarias para mantenerlo. Valores
morales constituidos son, pues, valores normativos, en el sentido de que no están ya determinados por
simples regulaciones espontáneas, a la manera de las simpatías o antipatías, sino q, gracias al respeto, emanan
de reglas propiamente dichas.
Moral de la primera infancia no deja de ser heterónoma, es decir, que sigue dependiendo de una voluntad
exterior que es la de los seres respetados o los padres.
ConductaGracias al mecanismo del respeto unilateral, el niño acepta y reconoce la regla de conducta que
impone la veracidad mucho antes de comprender por sí mismo el valor de la verdad y la naturaleza de la
mentira. A través de sus hábitos de juego y de imaginación, así como de toda la actitud espontánea de su

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 16


pensamiento, que afirma sin pruebas y asimila lo real á la actividad propia sin preocuparse por la objetividad
verdadera, el niño pequeño llega a deformar la realidad y doblegaría a sus deseos. Y así le ocurre que tergiversa
una verdad sin sospecharlo y esto es lo que se ha llamado la "pseudo-mentira" de los pequeños.

III. LA INFANCIA DE SIETE A DOCE AÑOS


A. Los progresos de la conducta y de su socialización
Lenguaje “egocentrismo”Desde el punto de vista de las relaciones interindividuales, el niño, después de los
siete años adquiere, en efecto, cierta capacidad de cooperación, dado que ya no confunde su punto de vista
propio con el de los otros, sino que los disocia para coordinarlos. Esto se observa ya en el lenguaje entre niños.
Las discusiones se hacen posibles, con lo que comportan de comprensión para los puntos de vista del adversario,
y también con lo que suponen en cuanto a búsqueda de justificaciones o pruebas en apoyo de las propias
afirmaciones. Las explicaciones entre niños se desarrollan en el propio plano del pensamiento, y no sólo en el de
la acción material. El lenguaje "egocéntrico" desaparece casi por entero y los discursos espontáneos del niño
atestiguan por su misma estructura gramatical la necesidad de conexión entre las ideas y de justificación lógica.
Juego c/reglasEn el curso de la primera infancia los jugadores de cuatro a seis años intentan imitar el ejemplo
de los mayores y observan incluso ciertas reglas, pero cada uno no conoce de ellas más que una fracción y,
durante el juego, no tiene para nada en cuenta las regias del vecino, cuando éste es de su misma edad: cada uno,
de hecho, juega a su manera, sin coordinación ninguna. Es +, cuando preguntamos a los pequeños quién ha
ganado, al final de una partida, se quedan muy sorprendidos, porqué todo el mundo gana a la vez, y ganar
significa haberse divertido. En cambio, los jugadores a partir de siete años presentan un doble progreso. Sin
conocer aún de memoria todas las reglas del juego, tienden por lo menos a fijar la unidad de las reglas admitidas
durante una misma partida y se controlan unos a otros con el fin de mantener la igualdad ante una ley única. Por
otra parte, el término de "ganar" adquiere un sentido colectivo: se trata de alcanzar el éxito en una competición
reglamentada, y es evidente que el reconocimiento de la victoria de un jugador sobre los demás, así como de la
ganancia de canicas que éste implica, suponen discusiones bien llevadas y concluyentes. Ahora bien, en
conexión estrecha con estos progresos sociales, asistimos a transformaciones de la acción individual que parecen
a la vez ser sus causas y efectos.
Reflexión El niño ha llegado a un principio de reflexión. En lugar de las conductas impulsivas de la pequeña
infancia, que van acompañadas de credulidad inmediata y de egocentrismo intelectual, el niño a partir de los
siete u ocho años piensa antes de actuar y comienza a conquistar así esa difícil conducta de la reflexión. Pero una
reflexión no es otra cosa que una deliberación interior, es decir, una discusión consigo mismo análoga a la que
podría mantenerse con interlocutores o contradictores reales o exteriores. La reflexión es una conducta social de
discusión, pero interiorizada, según aquella ley general que dice que uno acaba siempre por aplicarse a sí mismo
las conductas adquiridas en función de los otros, o que la discusión socializada no es sino una reflexión
exteriorizada. El niño de siete años comienza a liberarse de su egocentrismo social e intelectual y adquiere, por
tanto, la capacidad de nuevas coordinaciones que habrán de presentar la mayor importancia a la vez para la
inteligencia y para la afectividad.

B. Los progresos del pensamiento


Constitución de la noción de sustancia, peso y volumenLos pequeños (d menos de siete años) niegan en
general toda conservación del azúcar disuelto, y a jorfion la del peso y el volumen que éste implica. Para ellos, el
hecho de que el azúcar se disuelva supone su completa aniquilación y su desaparición del mundo de lo real.

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Hacia los siete años, en cambio, el azúcar disuelto permanece en el agua, es decir, que hay conservación de la
substancia. Para ciertos sujetos, el azúcar se convierte en agua o se licua transformándose en un jarabe que se
mezcla con el agua: ésta es la explicación por transmutación de la que hablábamos más arriba. Mas, para los
más avanzados, ocurre otra cosa. Según el niño, vemos cómo el terrón se va convirtiendo en "pequeñas migajas"
durante la disolución: pues bien, basta admitir que estos pequeños "trozos" se hacen cada vez más pequeños, y
entonces comprenderemos que existen siempre en el agua en forma de "bolitas" invisibles. El atomismo ha
nacido, pues, bajo la forma de una "metafísica del polvo", como tan graciosamente dijo un filósofo francés. Pero
se trata de un atomismo que no pasa de ser cualitativo, ya que esas "bolitas" no tienen peso ni volumen y el niño
espera, en el fondo, la desaparición del primero y el descenso del nivel del agua después de la disolución.
Alrededor de los nueve años, el niño hace el mismo razonamiento por lo que respecta a la substancia, pero añade
un progreso esencial: las bolitas tienen cada una su peso y si se suman estos pesos parciales, se obtiene de nuevo
el peso de los terrones que se han echado. Siendo capaces de una explicación tan sutil para afirmar a priori la
conservación del peso, no aciertan a captar la del volumen y esperan todavía que el nivel descienda después de la
disolución. Hacia los once o doce años, el niño generaliza su esquema explicativo al volumen mismo y declara q,
puesto que las bolitas ocupan cada una un pequeño espacio, la suma de dichos espacios es igual a la de los
terrones iniciales, de tal manera que el nivel no debe descender. Éste es, pues, el atomismo infantil. Este
atomismo es notable no tanto a causa de la representación de los gránulos, sugerida por la experiencia del polvo
o de la harina, como en función del proceso deductivo de composición que revela: el todo es explicado por la
composición de las partes, y ello supone una serie de operaciones reales de segmentación o partición, por una
parte, y de reunión o adición, por otra, así como desplazamientos por concentración o separación
Noción de tiempo El desarrollo de las nociones de tiempo plantea, en la evolución mental del niño, los
problemas más curiosos, en conexión con las cuestiones que tiene planteadas la ciencia más reciente. A todas las
edades, por supuesto, el niño sabrá decir de un móvil que recorre el camino A-B-C que se hallaba en A "antes" de
estar en B o en C y que necesita "+ tiempo" para recorrer el trayecto A-C que el trayecto A-B. Pero a esto
aproximadamente se limitan las intuiciones temporales de la primera infancia y, si proponemos la comparación
de dos móviles que siguen caminos paralelos pero a velocidades desiguales, observamos q: (1) los pequeños no
tienen la intuición de la simultaneidad de los puntos de parada, porqué no comprenden la existencia de un
tiempo común a ambos movimientos; (2) no tienen la intuición de la igualdad de ambas duraciones sincrónicas,
justamente por la misma razón; (3) relacionan siquiera las duraciones con las sucesiones: admitiendo. ¿Cómo se
construye, pues, el tiempo? por coordinaciones de operaciones análogas a las que acabamos de ver: clasificación
por orden de las sucesiones de acontecimientos, por una parte, y encajamiento de las duraciones concebidas
como intervalos entre dichos acontecimientos, por otra, de tal manera que ambos sistemas sean coherentes por
estar ligados uno a otro. Noción de espacioLa noción racional de velocidad, en cambio, concebida como una
relación entre el tiempo y el espacio recorrido, se elabora en conexión con el tiempo hacia aproximadamente los
ocho años. La construcción del espacio, tanto para la comprensión de las leyes del desarrollo como para las
aplicaciones pedagógicas reservadas a este género de estudios. Todo lo que se puede decir es que las ideas
fundamentales de orden, de continuidad, de distancia, de longitud, de medida, etc., etc., no dan lugar, durante la
primera infancia, más que a intuiciones extremadamente limitadas y deformadoras. El espacio primitivo no es
ni homogéneo ni isótropo, ni continuo, etc., y, sobre todo, está centrado en el sujeto en lugar de ser
representable desde cualquier punto de vista. De nuevo nos encontramos con que es a partir de los siete años
cuando empieza a construirse un espacio racional, y ello mediante las mismas operaciones generales, de las que
vamos a estudiar ahora la formación en sí mismas

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 18


C. Las operaciones racionales (operaciones lógicas)
Hay operaciones lógicas, como las que entran en la composición de un sistema de conceptos o clases (reunión de
individuos) o de relaciones, operaciones aritméticas (suma, multiplicación, etc., y sus contrarias), operaciones
geométricas (secciones, desplazamientos, etc.), temporales (seriación de los acontecimientos, y, por tanto, de su
sucesión, y encajamiento de los intervalos), mecánicas, físicas, etc. Una operación es, pues, en primer lugar,
psicológicamente, una acción cualquiera (reunir individuos o unidades numéricas, desplazar, etc.), cuya fuente
es siempre motriz, perceptiva o intuitiva. Dichas acciones que se hallan en el punto de partida de las operaciones
tienen, pues, a su vez como raíces esquemas sensorio-motores, experiencias efectivas o mentales (intuitivas) y
constituyen, antes de ser operatorias, la propia materia de la inteligencia sensorio-motriz y, más tarde, de la
intuición. Las acciones se hacen operatorias desde el momento en que dos acciones del mismo tipo pueden
componer una tercera acción que pertenezca todavía al mismo tipo, y estas diversas acciones pueden invertirse o
ser vueltas del revés: así es cómo la acción de reunir (suma lógica o suma aritmética) es una operación, porqué
varias reuniones Sucesivas equivalen a una sola reunión (composición de sumas) y las reuniones pueden ser
invertidas y transformadas así en disociaciones (sustracciones). Los números no aparecen independientemente
unos de otros (3, 10, 2, 5, etc.), sino que son comprendidos únicamente como elementos de una sucesión
ordenada: 1, 2, 3..., etc. Los valores no existen más que en función de un sistema total, o "escala de valores", una
relación asimétrica, como, por ejemplo, B < C no es inteligible más que si la relacionamos con una seriación de
conjunto posible: O < C < C..., etc.
Hacia los 7-8 años, por término medio (pero, repetimos, estas edades medias dependen de los medios sociales y
escolares), el niño logra, tras interesantes fases de transición en cuyo detalle no podemos entrar aquí, la
constitución de una lógica y de estructuras operatorias que llamaremos "concretas". Este carácter "concreto"
por oposición al carácter formal, es particularmente instructivo para la psicología de las operaciones lógicas en
general: significa que a ese nivel que es por tanto el de los inicios de la lógica propiamente dicha, las operaciones
no se refieren aún a proposiciones o enunciados verbales, sino a los objetos mismos, que se limitan a clasificar, a
seriar, a poner en correspondencia, etc. En otras palabras, la operación incipiente está todavía ligada a la acción
sobre los objetos y a la manipulación efectiva o apenas mentalizada. Pero ¿cuándo sabrá efectuar esta
deducción? Cuando sepa construir una serie o escala de bastoncillos encima de la mesa, y esto no lo consigue
antes de los 6/7 años. No antes de los 6 y medio o 7, descubre un método operatorio, que consiste en buscar 1ero
el elemento más pequeño de todos, luego cada vez más pequeño de los que quedan, y así consigue construir su
serie total s/aproximaciones ni errores, cada término es concebido a la vez como más pequeño que todos lo que
le siguen y como más grande que los que le precedes y ello es lo que le permite al sujeto hallar su método de
construcción. Aparecen a partir de los 7 años para las longitudes y cantidades simples, pero hay que esperar a
los 9 años para las igualdades de peso y a los 12 para las de volumen. El Sistema Esencial de operaciones lógicas
que permite engendrar las nociones generales o “clases” y que constituye así toda la clasificación. El principio
que lo rige es simplemente el encajamiento de las partes en el todo o, inversamente, la extracción de las partes
en función del todo. El pensamiento del niño se convierte en lógico únicamente por la organización de sistemas
de operaciones que obedecen a leyes de conjuntos comunes: (1) Composición: 2 operaciones de un conjunto
pueden componerse entre sí y su resultado ser una operación perteneciente a ese mismo conjunto [1+1= 2]; (2)
Reversibilidad: toda operación puede ser revertida [+1 se invierte en -1]; (3) la operación directa y su inversa
tienen como resultado una operación nula o idéntica [1-1=0]; (4) las operaciones pueden asociarse entre sí de
todas las maneras.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 19


Paso de la intuición a la lógica: Se efectúa durante la 2da infancia por la construcción de agrupamientos y
grupos, es decir que las nociones que son organizaciones de conjunto en las cuales todos los elementos son
solidarios y se equilibran entre sí.

D. La afectividad, la voluntad y los sentimientos morales


Obediencia en pequeños y mayores: la obediencia ejerce al principio su primacía sobre la justicia, o la noción de
lo que es justo comienza por confundirse c/lo que está mandado o viene impuesto desde arriba. Siempre les
parece justo el castigo más duro, y no matizan las sanciones en función de la intención sino en relación a la
materialidad misma de los actos. En cambio los mayores sostienen c/una convicción especial la idea de una
justicia distributiva basada en la igualdad estricta y la de una justicia retributiva que tenga en cuenta las
intenciones y las circunstancias de c/u, más que la materialidad de las acciones. Valores morales
característicos de la 2da infancia, es comparable a la lógica misma: es una lógica de los valores o de las acciones
entre individuos, = que la lógica es una especie de moral del pensamiento. La honradez, el sentido de la justicia y
la reciprocidad en general constituyen, un sistema racional de valores personales y este sistema puede
compararse a los “agrupamientos” de relaciones o de nociones que son el origen de la lógica incipiente
Sistema de valores el sist. de los intereses o valores, que cambian a cada instante según la act. en curso, actúa,
s/cesar sobre el de las energías internas gracias a una regulación casi automática. No es más que una regulación
intuitiva, porqué es, en parte, irreversible y está sujeta a frecuentes desplazamientos de equilibrio. La voluntad
es simplemente una regulación que se ha vuelto reversible, y en esto es comparable a una operación: cuando el
deber es momentáneamente más débil que un deseo preciso, la voluntad restablece los valores según su
jerarquía anterior al tiempo que postula su conservación ulterior, y de esta manera hace que domine la
tendencia de menor fuerza reforzándola

Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño (Capítulo III) La función semiótica

Función Semiótica En el curso del 2º año de vida aparece, un conjunto de conductas que implica la
evocación representativa de un objeto o de un acontecimiento ausente y que supone, en consecuencia, la
construcción o el empleo de siguientes diferenciados, ya que debe poder referirse a elementos no actualmente
perceptibles tanto como a los que están presentes. Pueden distinguirse, 5 conductas en orden de complejidad
creciente:
(1) Imitación diferida se inicia en ausencia del modelo. En una conducta de imitación senso-motora, el niño
comienza por imitar en presencia del modelo después de lo cual puede continuar en ausencia de ese modelo, s/q
ello implique ninguna representación;
(2) Juego simbólico desconocido en el nivel sensorio motriz. La representación es neta y el séte diferenciado
es, de nuevo, un gesto imitador, pero acompañado de objeto que se han hecho simbólicos;
(3) Dibujo es un intermediario entre el juego y la imagen mental;
(4) Imagen mental no se encuentra huella alguna en el nivel sensorio motriz y aparece como una imitación
interiorizada;
(5) Lenguaje el lenguaje naciente permita la evocación verbal de acontecimientos no actuales. La
representación se apoya exclusivamente (o acompañándose de una imagen mental) en el significante
diferenciado constituido por los signos de la lengua en vías de aprendizaje.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 20


IMAGEN DIFERIDA ¿Q es la imitación?  Constituye a la vez la prefiguración sensorio motriz de la
representación y el término de paso entre el nivel sensorio motriz y el de las conductas propiamente
representativas. Constituye una especie de representación en actos materiales, todavía no en pensamiento. Al
término del período sensorio motriz, el niño ha adquirido una capacidad suficiente, en dominio de la imitación
así generalizada, para que se haga posible la imitación diferida, la representación en acto se libera entonces de
las exigencias sensorio motrices de copia perceptiva directa para alcanzar un nivel intermedio en el que el acto,
se hace significante diferenciado y en parte ya representación en pensamiento. Con la imagen mental,
seguidamente, la imitación no es ya sólo diferida, sino interiorizada, y la representación que hace posible,
disociada así de todo acto exterior a favor de esos esbozos o bosquejos internos de acciones que la soportarán en
lo sucesivo, está entonces presta para convertirse en pensamiento. La adquisición del lenguaje, cubre finalmente
el conjunto del proceso, asegurando un contacto c/los demás, y que permite a la representación naciente
aumentar sus poderes apoyándose en la comunicación. La Función Semiótica engendra así 2 clases de
instrumentos: los símbolos, que son “motivados”, es decir, que presentan, aunque significantes diferenciados,
alguna semejanza con sus significados; y los signos, que son arbitrarios o convencionales. Los símbolos pueden
ser construidos por el individuo solo, y los primeros símbolos del juego del niño son buenos ejemplos de esas
creaciones individuales, que no excluyen, naturalmente, los simbolismos colectivos ulteriores: la imitación
diferida, el juego simbólico y la imagen gráfica o mental dependen directamente de la imitación, no como
transmisión de modelos exteriores dados sino como paso de la pre-representación en acto a la representación
interior o pensamiento. El signo, por el contrario, como convencional, ha de ser necesariamente colectivo: el
niño lo recibe por el canal de la imitación, pero esta vez como adquisición de modelos exteriores; él solamente lo
acomoda en seguida a su manera y lo utiliza.
JUEGO SIMBÓLICO Señala el apogeo del juego infantil. Resulta indispensable a su equilibrio afectivo e
intelectual que pueda disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo real, sino ,
por el contrario, la asimilación de lo real al Yo, s/coacciones ni sanciones: tal en el juego, que transforma lo real,
por asimilación más o – pura, a las necesidades del Yo, mientras que la imitación (cuando constituye un fin en
sí) es acomodación más o – pura a los modelos exteriores, y la inteligencia es equilibrio entre la asimilación y la
acomodación. La función de asimilación al Yo que cumple el juego simbólico se manifiesta bajo las formas
particulares más diversas, en la mayor parte de los casos afectivas, sobre todo, pero a veces al servicio de
intereses cognitivos. Tres Categorías del juego simbólico y una cuarta que forma la transición entre el juego
simbólico y las actividades no lúdicas:
Juego de ejercicio: (periodo sensomotor) no entraña ningún simbolismo ni técnica alguna
específicamente lúdica, pero que consiste en repetir por placer actividades adquiridas con un fin de adaptación;
juego ligado al sujeto, su propio cuerpo, hacerse el dormido por ejemplo. El placer está en la repetición.
Juego simbólico (2 a 7 años): se encuentra en su apogeo entre los 2/3 y los 5/6 años; se refiere a la
asimilación de lo real al yo. Caracteriza al periodo preoperatoria y a la instalación de la función semiótica. Es el
juego por excelencia, el niño puede disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo
real, sino la asimilación de lo real al yo, sin coacciones, ni sanciones. El juego simbólico para Piaget es un refugio
para el yo frente a la constante demanda de adaptación al mundo. Juegos de roles, el objeto que representa tiene
que ser lo más parecido a lo real.
Juegos de reglas (7 a 11 años): Se trasmiten socialmente de niño en niño y aumentan en importancia, por
tanto con el progreso de la vida social del niño (rayuela, canicas, etc.); Juego cooperativo. El niño sale del

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 21


egocentrismo del pensamiento intuitivo y es capaz de aceptar reglas universales. Su moral se ha vuelto
autónoma y debería ser capaz de aceptar normas éticas y morales universales. Tolera la frustración.
Juegos de mentales (11 años en adelante): Se dan a partir del juego simbólico, impregnados aún, al
principio, de simbolismo lúdico, pero que tienden seguidamente a constituir verdaderas adaptaciones o
soluciones de problemas y creaciones inteligentes.
Apelar a un polo de asimilación al Yo, distinto del polo acomodador de imitación y del equilibrio entre ellos
(inteligencia); en el juego simbólico, esa asimilación sistemática se traduce en una utilización particular de la
Función Semiótica, consistente en construir símbolos a voluntad para expresar todo lo que, en experiencia
vivida, no podía ser formulado y asimilado sólo por los medios del lenguaje. Ese simbolismo centrado en el Yo
no consiste sólo en formular y en alimentar los diversos intereses CC del sujeto. El juego simbólico se refiere
frecuentemente también a conflictos ICC: intereses sexuales, defensa contra la angustia, fobias, agresividad, etc.
El simbolismo del juego se une en esos casos al del sueño, hasta el punto de que los métodos específicos de
psicoanálisis infantil utilizan frecuentemente materiales de juego.
DIBUJO Se inscribe a la mitad de camino entre el juego simbólico, del cual presenta el mismo placer
funcional y el mismo autotelismo y la imagen mental c/la que comparte el esfuerzo de imitación de lo real.
Luquet considera el dibujo como un juego, pero incluso en sus formas iniciales, no asimila cualquier cosas, no
importa cuál, sino que permanece, como la imagen mental, más próxima a la acomodación imitadora.
Constituye tanto una preparación como un resultado de ésta; y entre la imagen gráfica y la imagen interior (el
‘modelo interior’ de Luquet) existen innumerables interacciones, ya que las 2 se derivan directamente de la
imitación.
Realismo fortuito (2 a 3 años): Hace garabatos, con la signifación del dibujo que se descubre luego.
Realismo frustrado (3 a 4 años y medio) preoperatoria preconceptual: En que los elementos de la
copia están yuxtapuestos, en lugar de coordinado en un todo: un sombrero muy por encima de la cabeza o los
botones al lado del cuerpo. Es frustrado porque no hay intensión de representar objetivamente algo. Va a
realizar en el dibujo producciones que demuestren lo que a él le pasa en ese momento.
Realismo Intelectual (4 años y medios a 9 años) preoperatoria intuitivo: El dibujo ha superado las
dificultades primitivas, pero proporciona esencialmente los atributos conceptuales sin preocupaciones de
perspectiva visual. Así, un rostro visto de perfil tendrá un segundo ojo, porqué un hombre tiene 2 ojos. Hay
transparencias.
Realismo visual (8/9 años): el dibujo no representa sino lo que es visible desde un punto de vista
perspectivo particular, las partes ocultas de los objeto no se figuran detrás de las pantallas (así, sólo se verá la
copa de un árbol detrás de una casa y no el árbol entero) y los objeto del fondo se disminuyen gradualmente
(fugitivos) con relación al primer plano. Por otra parte, el dibujo tiene en cuenta la disposición de los objetos
según un plan de conjuntos (ejes y coordenadas) y sus proporciones métricas.
Hacia los 3 años, entre los garabatos y el ‘realismo frustrado’, en niños incapaces de copiar un cuadrado, dibujos
muy exactos de figuras cerradas que tenían un pequeño círculo en el interior de sus límites, al exterior e incluso
en el límite. Pero si el ‘realismo intelectual’ del dibujo infantil ignora la perspectiva y las relaciones métricas
tiene en cuenta las relaciones topológicas (aproximaciones, separaciones, cerramientos, etc.) de una parte, esas
intuiciones topológicas proceden, desde los 7 a los 8 años, de las intuiciones proyectivas, al mismo tiempo que
aparecen los 2 caracteres esenciales del ‘realismo visual’ del dibujo. Por otra parte, desde esta edad se
constituyen la recta proyectiva o puntual (unida a la dirección de la vista) así como la perspectiva elemental: el
niño se hace capaz de anticipar por el dibujo la forma de un objeto que se le presenta, pero que ha de ser

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 22


dibujado tal como sería visto por un observador situado a la derecha o enfrente del niño. Desde los 9/10 años, el
sujeto escoge correctamente, entre varios, el dibujo correcto que representa 3 montañas o 3 edificios
contemplados desde tal o cual punto de vista. De otra parte, y sincrónicamente, se constituyen la recta vectorial
(conservación de una dirección) el grupo representativo de desplazamientos, la medida neta de una S! de la
participación y del orden de los desplazamientos, las similitudes y proporciones y la conclusión de la medida en
2 o 3 dimensiones en función de un Sist. de referencias o coordenadas naturales: desde los 9/10 son capaces de
trazar por anticipado el nivel horizontal que alcanzará el agua o la línea vertical del mástil de un barco situado
en el agua.
IMAGEN MENTAL Las ‘asociaciones’ son siempre asimilaciones. En cuanto a las imágenes mentales,
existen 2 razones para dudar de su filiación directa a partir de la percepción. Si la imagen prolongara, s/más, la
percepción, debería intervenir desde el nacimiento, siendo así que no se observara ninguna manifestación de
ello durante el periodo sensorio motriz, y parece iniciarse únicamente c/la aparición de la Funcion Semiótica. El
desarrollo de las imágenes mentales entre los 4/5 y los 10/12 años parece indicar una diferencia bastante clara
entre las imágenes de nivel preoperatorio y las de los niveles operatorios, que parecen entonces fuertemente
influidos por las operaciones.
Imágenes reproductoras” se limitan a evocar espectáculos ya conocidos y percibidos anteriormente. En
principio, las imágenes reproductivas pueden, por sí mismas, referirse a configuraciones estáticas, a
movimientos (cambios de posición) y a transformaciones (cambio de forma) porqué esas 3 clases de realidades
se ofrecen constantemente en la experiencia perceptiva del sujeto.
“Imágenes anticipatorias”imaginan movimientos o transformaciones; así como sus resultados, pero s/haber
asistido anteriormente a su realización. Al nivel preoperatorio, las imágenes mentales del niño son casi
exclusivamente estáticas, c/dificultad sistemática para reproducir movimientos o transformaciones, así como
sus resultados en sí o sólo al nivel de las operaciones concretas (después de los 7/8 años), los niños consiguen
esas reproducciones de movimientos anticipadoras de categorías correspondientes.
Conclusiones: (1) la reproducción imaginada de movimientos o de transformaciones, incluso conocidos, supone
también una re anticipación; (2) que toda imagen (reproductora o anticipadora) de movimiento o de
transformaciones se apoya sobre las operaciones que permiten comprender esos procesos, a la vez que
imaginarlos.
Imágenes–copiaHabituados a juzgar las longitudes de manera ordinal y no métrica, es decir por el orden de
los puntos de llegada y no por el intervalo entre las extremidades, los niños procuran no sobrepasar la frontera
terminal del modelo; poco importa que sea más corta la copia (porque ella forma parte aún, en ese caso, de la
longitud del modelo), lo esencial es que no sea demasiado larga.
Imágenes y operaciones en la prueba de la conservación de los líquidos, en la que se dispone de un vaso A de
partida, de un vaso B más pequeño y de un vaso por más ancho, se pide que prevean así el resultado del trasvase
de A a B y a C antes de efectuarlo y que indiquen los niveles que alcanzará el agua. Dos resultados interesantes
(5/7 años) la mayoría de ellos esperan una especie de conservación general., que es, una ‘pseudoconservación’:
la misma cantidad que beber, pero también los mismos niveles en A, B y C; y luego, cuando ven que el agua llega
más arriba en B que en A y menos alta en C, empiezan a negar toda conservación de las cantidades. Los sujetos
del 2do grupo prevén correctamente, por el contrario, que el agua llegará más arriba en B y meno en C que en A,
pero de antemano, concluyen que la cantidad de líquido no se conservan; y cuando se les pide que viertan otro
tanto para beber en A y en B, mantienen exactamente el mismo nivel en los 2 vasos. Se ve, que si la imagen
reproductora de los niveles es exacta, debido a una experiencia anterior, ella no basta en modo alguno para

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 23


entrañar la operación y la conservación, a falta de una comprensión de la compensación; el niño dice que el agua
subirá más en B “porque el vaso es más pequeño”, pero no por eso llegará a concluir “+ alto por más pequeño =
la misma cantidad”, y no considera la pequeñez de B son a título de indicio empírico que le permita prever (pero
no comprender) la elevación del nivel del agua.
Las imágenes mentales sólo constituyen un sistema de símbolos que traducen, más o – exactamente, pero en
general c/retraso, el nivel de comprensión preoperatorio y luego operatoria de los sujetos. La imagen no basta,
en modo alguno, para engendrar las estructuraciones operatorias: a lo sumo, puede servir, cuando es
suficientemente adecuada, para precisar el conocimiento de los estados que la operación ha de enlazar luego por
un juego de transformaciones reversibles. Pero la imagen en sí misma sigue estática y discontinua. Cuando
después de los 7/8, la imagen se hace anticipadora y en consecuencia mejor para servir de soporte a las
operaciones, ese progreso no resulta de una modificación interna y autónoma de las imágenes, sino de la
intervención de aportaciones exteriores debidas a la formación de las operaciones.
LENGUAJE Aparece apróximamente al mismo tiempo que las otras formas del pensamiento semiótico.
Comienza tras una fase de balbuceo espontáneo y una fase de diferenciación de fonemas por imitación (11/12
meses), por un estadio situado al término del sensorio motriz, el de las “palabras – frases”. Esas palabras únicas
pueden expresar, uno tras otro, deseos, emociones o comprobaciones. Desde el fin del 2do año se señalan frases
de 2 palabras, pequeñas frases completas s/conjugaciones ni declinaciones, y después una adquisición
progresiva de estructuras gramaticales.
Lenguaje – pensamiento si se comparan las conductas verbales c/las sensorio motrices, se observan grandes
diferencia a favor de las primeras, mientras que las 2das se ven obligadas a seguir los acontecimientos s/poder
sobrepasar la velocidad de la acción, las 1eras, gracias al relato y a las evocaciones de todo género, pueden
introducir relaciones c/una rapidez muy superior. En 2do lugar, las adaptaciones senso-motoras están limitadas
al espacio y al tiempo próximos, pero el lenguaje permite al pensamiento referirse a extensiones espacio-
temporales mucho más amplias y liberarse de lo inmediato. En 3er lugar, y como consecuencia de las 2
diferencias anteriores, la inteligencia senso-motora procede por acciones sucesivas y progresivamente, más el
pensamiento consigue, gracias sobre todo al lenguaje, representaciones de conjunto simultáneas.

Piaget, J. (1981). Psicología de la Inteligencia (Capítulo V). Elaboración del pensamiento. Intuición
y operaciones

De los 2 a los 7 años. La actitud del niño es aún muy egocéntrica, ve las cosas desde una sola perspectiva: la suya (o, mejor
dicho, la que ha internalizado de sus padres, en especial desde su madre). Por eso "explicará", por ejemplo, que "el césped
crece para que si él se cae no se lastime". Cree el niño a esa edad que todos piensan como él y por esto, que todos deben
entenderle (es casi obvio que muchos adultos mantienen ese rasgo pueril). A esa edad es típico que los niños inventen relatos
que ellos entienden pero que son ininteligibles para el prójimo.
Es también en este estadio que el niño ya tiene capacidad de fingir y por ende la de utilizar símbolos (para Piaget símbolo es
un objeto que representa a otro, algo no sólo del orden de la metonimia, sino ya del de la metáfora). Ejemplo de lo recién
explicado son algunos de los juegos de esa edad: una escoba "es un caballo", una lata de atún vacía "es una cacerola". El
razonamiento del niño en este estadio no está realmente sustentado ni en la inducción (como suele creerse) ni en la
deducción, es en cambio un razonamiento transductivo (o analógico), va de lo particular a lo particular, por analogía
inmediata. Un ejemplo de esto sería cuando los niños observan a su madre peinarse, y le pregunta ¿por qué se peina? La
madre dice porque voy a salir de compras, luego, cada vez que la vean peinarse entenderá que va a salir de compras.
Hay representación preconceptual. Preconcepto; nociones lingüísticas primitivas que se encuentran a mitad de camino entre
el símbolo y el concepto, entre los individuos y el abarcativo.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 24


Tal forma de razonar se traduce en un modo de comunicación pletórica de asociaciones libres, sin relevantes conexiones
lógicas, en las cuales se desplaza de una idea a otra haciendo casi imposible una reconstrucción comprensible de sucesos.

Sin embargo se desarrolla enormemente la capacidad del lenguaje, la simbología gráfica y la capacidad de lecto-escritura,
lo cual será básico para el siguiente estadio.
Preconceptual (2 a 4 años):
Se caracteriza por construcción y consolidación de función simbólica y por el pensamiento basado en preconceptos y
razonamiento transductivo. El carácter este pensamiento se manifiesta por;
Animismo: Es la tendencia a concebir las cosas móviles como vivas y dotadas de intención. Ejemplo: la luna se mueve
porque camina junto a nosotros.
Artificialismo: Creencia de que las cosas han sido construidas por el hombre. Ejemplo: montañas, lagos, desiertos.
Finalismo: Cada cosa tiene una función y una finalidad que justifican su existencia. Ejemplo: Creer que las nubes se
desplazan porque tiene que llover en algún lugar.
Pensamiento Intuitivo (4 a 7 años) (simple y articulado):
Lo que le permite pasar al intuitivo es una cadena de equilibraciones sucesivas: diferencia y coordina gradualmente los
esquemas y luego internaliza esa coordinación. El pensamiento intuitivo se caracteriza por centrarse en un solo dato: ancho,
largo, alto, etc. No puede todavía hacer compensaciones ni anulaciones que le permitan establecer que es más alto pero al
mismo tiempo más delgado, o que lo que había en un recipiente es la misma cantidad aunque este en otro recipiente, ya que
esta son las características propias de la etapa siguiente.

Piaget, J. (1990). La formación del símbolo en el niño (Capítulo 8).

Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño (Parte 3, capítulo 4) Las operaciones concretas del
pensamiento y las relaciones interindividuales.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 25


EJE PSICOANÀLITICO
Calzetta, J.J. (2006). Algunas puntualizaciones sobre los momentos iniciales en la constitución
del aparato psíquico

El hombre no renuncia jamás totalmente a nada. Cada uno de los momentos constitutivos del aparato psíquico,
cada una de las configuraciones desiderativo–defensivas permanece y hasta puede resurgir en circunstancias
particulares. Junto con el concepto de resignificación (reinscripción o reorganización del material mnémico, al
que se le asigna nuevo sentido en función de experiencias ulteriores), el concepto de la conservación del material
psíquico como regla -a menos, claro está, que medie lesión de la sustancia nerviosa- es indispensable para
entender la cuestión de la evolución del aparato psíquico.
Puede entonces concebirse un punto de partida inicial indiscriminado, en los primeros momentos de la vida,
cuando el Yo (en el sentido de sentimiento de sí, lo que el sujeto considera como su mismidad) no ha reconocido
aún a un otro, un mundo, un “no–Yo”. Freud establece una primera localización, a la que apenas correspondería
denominar psíquica, que se funda sobre la comprobación de que ciertos estímulos son discontinuos (el niño
asocia su desaparición con los movimientos que realiza con su cuerpo), mientras que otros mantienen constante
su presión, por más que se realicen movimientos; es decir, no resulta posible apartarse de ellos.
Para comprender esta cuestión es necesario recordar que el psicoanálisis parte de conceptualizar a la sustancia
nerviosa, y en principio al aparato psíquico por ella soportado, como un dispositivo destinado al apartamiento
de estímulos, de acuerdo con el Principio de Constancia que tiende a mantener en todo momento la
excitación en el nivel más bajo posible. Por esa razón adquiere particular importancia la posibilidad de suprimir
estímulos mediante la fuga, la que comienza siendo un reflejo. El Yo Real primitivo, que se funda en la
discriminación arriba señalada, comienza por circunscribir un lugar (antecedente de lo interior) como sede de lo
inevitable. Por fuera queda un incipiente exterior, que en principio será aquello que puede ser suprimido, de lo
que es posible fugarse, es decir, lo indiferente.
Las exigencias provenientes del soma rompen una y otra vez la tendencia original al apartamiento total de
estímulos. La madre (en tanto función) cumple para el pequeño el papel de asegurar la satisfacción de las
necesidades que él, en la más total inermidad, es aún incapaz de reconocer más que como urgencias sin nombre.
Estas primeras experiencias de satisfacción dejan sus huellas, primeras marcas mnémicas (o sea, de memoria),
sobre las que irá a fundarse, con toda su complejidad, la delicada armazón del aparato psíquico.
Estas primeras huellas inauguran el polo del placer de lo que será después la serie placer-displacer. Son estas
primeras investiduras, estas primeras transformaciones de cantidad en cualidad, los basamentos del narcisismo
primitivo; el punto de partida de la representación del Yo, así como, al mismo tiempo, de la del objeto deseado.
Se va constituyendo así un incipiente aparato capaz de procesar la cantidad de excitación que llega desde las
fuentes somáticas. Este primario proceso psíquico consiste en la reactivación de las huellas mnémicas por vía de
la alucinación. Esta es un intento de repetir la experiencia que había sido anteriormente ocasión del descenso de
la cantidad de excitación, dado que proporcionó la satisfacción adecuada. Ese movimiento psíquico prefigura las
posteriores identificaciones; pero por el momento, en tanto el Yo no se diferencia de su objeto, la identificación
es indistinguible de la investidura de objeto, o aún del deseo. No existe todavía un otro, un no–Yo definido. Se
origina en estos momentos iniciales la polaridad afectiva amor–indiferencia.
Yo real primitivo
 Principio de constancia
 Polaridad afectiva: amor-indiferencia

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 26


 Angustia automática
A partir de lo señalado, se concluye que operan simultáneamente dos tendencias distintas: a) una orientación
realista inicial cuyo fundamento es biológico, reflejo; y b) una tendencia a la repetición imaginaria de la
experiencia de satisfacción.
De la interacción de estos principios organizativos surge un nuevo nivel: el Yo-placer purificado, lo que
incrementa la estabilidad de la estructura yoica. En esta nueva forma del Yo, éste queda identificado con el polo
de lo placiente, mientras que lo displaciente es proyectado al exterior. El borde yoico prefigurado en el Yo
Real Primitivo (es decir, el borde que separa lo evitable mediante la fuga de lo no evitable) es ahora utilizado con
un nuevo sentido. Comienza a surgir un No-Yo, un exterior ahora no indiferente en torno al Yo, constituído por
lo odiado, lo relacionado con el dolor y el displacer, aquello de lo cual procura fugarse el Yo una vez descubierta
la posibilidad de la fuga. La polaridad afectiva no es más “amor–indiferencia”, sino, a partir de este momento,
amor–odio. El primer sentimiento destinado a un objeto reconocido como exterior es, entonces, el odio; y, en
una aparente paradoja, ese objeto exterior es primordialmente el interior del propio cuerpo, en tanto que es
asiento de las sensaciones displacientes. Queda ahora completada la serie placer–displacer que se superpone
con “Yo-no Yo”. Las representaciones–cosa que constituyen el núcleo del Yo son también las del objeto
amado; o mejor las del objeto fusionado con las partes del cuerpo propio con las que entra en contacto (como,
por ejemplo, boca y pezón, que forman un continuo). Obsérvese que no hay aún posibilidad alguna para el niño
de establecer una distinción entre Yo y objeto amado. En este sentido el Yo es, ante todo un Yo corporal, en la
medida en que partes de la superficie del cuerpo han sido significadas libidinalmente (investidas) por la madre,
en el curso de la alimentación y el cuidado del bebé.
Este Yo ahora configurado, omnipotente (supremo) en su capacidad de reproducir al objeto satisfaciente
mediante el recurso alucinatorio apenas se establece la tensión de necesidad, es el lugar de lo “bueno absoluto”.
Se constituye así un Yo Ideal cuyo rastro se hallará más tarde en la construcción del Ideal del Yo.
A lo largo de todos estos momentos constitutivos, los procesos de carga de las representaciones–cosa van
excediendo la mera alucinación y dan lugar a formas primitivas de pensamiento como transferencia de carga
entre dichas representaciones. Tal pensamiento es aún inconsciente ya que las huellas mnémicas son en sí
inconscientes y carecen de signos de cualidad perceptibles por la conciencia, salvo en el caso que se reactualice
su percepción, o sea alucinatoriamente. Paulatinamente, las primitivas representaciones aisladas en un
principio e independientes de sus relaciones mutuas, comienzan a vincularse entre sí, constituyendo una trama
representacional cada vez más compleja. Este camino conduce a la inhibición de los procesos primarios y la
instalación del Juicio de Realidad.
Un nuevo nivel de complejidad se produce con el acceso a la palabra, que surge apoyándose sobre el llanto que
invocaba a la madre: el pensamiento, hasta entonces inconsciente, adquiere la posibilidad de consciencia dado el
enlace de las huellas mnémicas de cosa con las de palabra. Se constituye así el proceso preconsciente y se
enriquece extraordinariamente la capacidad de procesamiento de cantidades de excitación. Este nuevo nivel de
funcionamiento mental conduce a la implementación de la acción específica por parte del Yo, lo que permite
obtener satisfacciones de manera más autónoma.
La instalación del Juicio de Realidad, que marca el final del Yo de Placer Purificado, se establece por imperio de
la necesidad. Hasta ese momento –es decir, durante el predominio del Yo Placer Purificado-, la demora que el
sistema interponía en el camino de la descarga vía acción inespecífica (llanto, movimientos espontáneos,
alteraciones internas, etc.), era aún muy pequeña. El Yo, en tanto sede omnipotente del bien, que fabricaba
alucinatoriamente su objeto cada vez que la tensión aumentaba, podía mantenerse escaso tiempo. La urgencia

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 27


corporal insistía exigiendo la reducción de tensión y terminaba por desarticular esa ilusión. La realización
alucinatoria estallaba en una explosión de displacer, la angustia automática o cuantitativa, que sigue el modelo
de la reacción ante el nacimiento y desarticula al incipiente aparato psíquico.
Tal angustia solo cesaba cuando el auxiliar externo -la madre– acudía a proporcionar una nueva experiencia de
satisfacción. La reiteración de estas frustraciones obliga al Yo a desarrollar un dispositivo que inhiba las grandes
transferencias de cantidad de excitación que constituyen el proceso primario. Para que esa inhibición del
proceso primario sea posible –o sea, para que se instale el proceso secundario- es necesario que se produzca la
complejización de la trama representacional, lo que permite atenuar la cantidad de carga que inviste a la huella
mnémica de la cosa. En otros términos: el Yo logra reprimir la reproducción alucinatoria del objeto deseado, ya
que ese camino (la Identidad de Percepción) demostró terminar ocasionando displacer. Comienza a actuar el
Principio de Realidad, el que en última instancia está al Servicio del Principio del Placer y lo perfecciona, ya que
su finalidad es, precisamente, evitar el displacer.
(Yo real definitivo) Este procedimiento por el cual el Yo logra evitar la repercepción alucinatoria de la
satisfacción es llamado por Freud “Defensa Primaria”. Permite el pasaje de la Identidad de Percepción
(alucinación primitiva) a la búsqueda de Identidad de Pensamiento (rodeos mentales necesarios para alcanzar
efectivamente la satisfacción) o, en otras palabras, discrimina la percepción del recuerdo.
El Yo se defiende así de la sensación de displacer que sobreviene a la frustración y se asegura algunas formas de
actuar en el mundo exterior para lograr la satisfacción real. Por esta razón es que, si bien el Principio de
Realidad parece contrariar al de Placer, oponiéndose a la realización alucinatoria que es el intento de obtener
placer sin demora, en realidad lo perfecciona, poniéndose a su servicio. El Yo que logra esta doma no es más en
principio que un sistema de representaciones investidas libidinalmente, que retiene en esa trama
representacional una cantidad de energía suficiente como para asegurar su eficacia. Las ideas que lo forman se
estructuran alrededor de la representación de objeto. Esa representación primitiva de objeto es, a la vez,
representación del Yo mismo. El núcleo del Yo es esa identificación primaria.
De su objeto –al principio no reconocido como tal- aprende el Yo su capacidad discriminadora, habilidad que le
resultará imprescindible en el progresivo dominio de la realidad. Este aprendizaje se produce, precisamente,
como consecuencia de la identificación. El otro y su perspectiva están incluidos en el Yo desde el comienzo de la
constitución psíquica.
Este proceso lleva a que el Yo logre al fin diferenciarse de manera estable de su objeto. Antes, la inmediata
producción alucinatoria con que se intentaba cancelar todo aumento de tensión impedía esta discriminación. Si
el Yo reproducía el objeto a voluntad, éste era entonces parte de aquél: precisamente su parte más valiosa. Pero
desde el momento en que el objeto se reconoce como externo, el Yo debe tolerar el doloroso aprendizaje de que
esas partes valiosas de sí mismo se encuentran, en realidad, fuera de él. En otras palabras: el Yo debe comenzar
a aprender a esperar. Es decir, deberá aplazar los movimientos de descarga (acciones específicas) hasta que haya
comprobado los signos de realidad que aseguran que se ha reencontrado afuera el objeto deseado.
De modo que lo “bueno” absoluto se fractura; el amor al Yo y el odio al objeto son ya insostenibles. Si parte de lo
bueno está afuera, en el No-Yo, y parte de lo malo es propio del Yo, la ambivalencia afectiva se torna inevitable.
Los sentimientos hacia el objeto -y también hacia el Yo- consistirán en una mezcla de amor y odio.
Así como en la etapa anterior la principal exigencia planteada al incipiente aparato psíquico había sido la
cualificación de las cantidades de excitación, ahora se hace imperativo el dominio del objeto. Por imposición de
la realidad el Yo se vio obligado a separarse de él, pero al hacerlo, el objeto arrastró consigo algunas de las
pertenencias más valiosas del Yo. Este último queda entonces marcado, para el resto de su historia, por la

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tendencia perpetuamente insatisfecha a recuperar lo perdido, reincorporando el objeto. Es cierto que la anterior
forma de buscar el placer, vía realización alucinatoria, terminaba siendo frustrante; pero es particularmente
difícil renunciar a las ilusiones. El Yo deberá soportar en adelante la nostalgia de un objeto perdido que en
realidad nunca poseyó. El mantenimiento de la defensa primaria, que permite el ejercicio del juicio de realidad,
representa un tensionamiento constante que el Yo debe esforzarse por sostener; sólo prescinde de él en esa
profunda transformación que experimenta cada noche, cuando se entrega al reposo, y las alucinaciones oníricas
reinstalan un primitivo modo de procesar los deseos.
Desde el punto de vista económico ese esfuerzo se explica como el mantenimiento, dentro de la trama
representacional yoica, de una cantidad de energía psíquica que se sustraerá a la descarga, oponiéndose a la
tendencia más elemental del sistema, que era, como se recordará, a la descarga sin demora y lo más completa
posible.
Es claro, entonces, que si no puede reincorporar el objeto perdido deberá procurar dominarlo por cuanto medio
disponga. Esta es, precisamente, la edad del dominio muscular y también de los caprichos. En tanto
manifestación de la pulsión de dominio, éstos tienen por finalidad imponer el objeto que se aleja una conducta
determinada por los propios deseos. Es también la edad del sadismo, porque en el sufrimiento del otro,
ocasionado por el Yo, se manifiestan la voluntad del dominio y la ambivalencia afectiva. Por ese camino se llega
a un desenlace paradójico: el mayor dominio posible consiste en la destrucción del objeto y, por lo tanto, su
pérdida definitiva.
De esta dramática comprobación parte también la primera gran renuncia por amor: el control de esfínteres.
Para retener el amor, inseparable aún de la presencia corporal del objeto, el Yo renuncia a su placer y a su
producto.
La angustia experimenta en esta etapa una gran transformación. Si antes puede considerarse que era producto
de una invasión de cantidad de excitación, que excedía las posibilidades metabolizadoras de la estructura yoica
(y por lo tanto, destruía momentáneamente al Yo) ahora será en cambio, anticipación. El Yo, advertido de la
posibilidad de perder a su objeto, anticipará las condiciones de su pérdida: separado de su objeto, quedaría
nuevamente expuesto a las invasiones de cantidad. Es que el tipo de vínculo que puede establecer con un objeto
conserva aún mucho del modo de enlace identificatorio narcisista. El Yo construye su objeto a su semejanza y
mantiene con él una relación de prolongación y apoyo. Se dice que se trata de una elección objetal–narcisista. La
pérdida del objeto implica, necesariamente, un desgarro vivido como irreparable en el Yo.
A través de los avatares de esta creación del mundo, el Yo encuentra en la realidad obstáculos para el desarrollo
de su sadismo (la educación por parte de los padres, el control de esfínteres) que determinan la actuación de su
forma reflexiva: el masoquismo; retorno autoerótico de la pulsión que implica la recuperación de un modo
narcisista de satisfacción. El Yo se identifica con el objeto de la pulsión sádica produciendo un pasaje de la
actividad a la pasividad, polaridad que impregna todos los vínculos que se establecen en esta etapa.
El antecedente de la pulsión de dominio es el esfuerzo del Yo por dominar las cantidades de excitación que
afluyen del cuerpo, asignándoles cualidad; esto es, enlazándolas a la representación de objeto y elaborando la
serie placer–displacer, según la cual se establece un adentro y un afuera en el sentido de lo propio–amado, y lo
ajeno–odiado, respectivamente. Después se tratará de dominar el objeto mismo, dominio que se apoya en el
anhelo subyacente de desobjetalizarlo; es decir, reincorporarlo al Yo. Lo que en el momento de la constitución
yoica denominando Yo-placer Purificado se plantea en términos de oposición adentro–afuera se reeditará luego
como activo–pasivo, dominador–dominado, sádico–masoquista. De esta polaridad tomará sus materiales la
posterior diferencia fálico-castrado, sobre la que se apoya masculino–femenino.

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Pero el Yo de la etapa sádica no reconoce aún tales diferencias o, por lo menos, no les asigna mayor
significación; el objeto es, ante todo, igual al Yo. Más tarde, cuando la comprobación de las diferencias sexuales
se haga inevitable, comenzará a ponerse en escena el drama edípico.

FASE ORAL FASE SÁDICO-ANAL


Identidad de percepción Búsqueda de identidad de pensamiento
Ser = tener Ser =/= tener
Enlace identificatorio Elección de objeto narcisista
Defensa
Cualificación de las cantidades Dominio del objeto
Primaria
Angustia automática Angustia de pérdida de objeto
Indiferencia yo-objeto Diferencia yo-objeto
Acción específica frente a los signos de
Acción inespecífica
realidad

Freud, S. (1907). El esclarecimiento sexual del niño

En general es lícito proporcionar a los niños esclarecimientos sobre los hechos de la vida genésica, a qué edad
convendría hacerlo y de qué manera. ¿Qué se pretende lograr escatimando a los niños tales esclarecimientos
sobre la vida sexual humana?
En general, ciertas cosas son veladas en exceso. Es sano mantener limpia la fantasía de los niños pero esa pureza
no se preserva mediante la ignorancia.
Se cree que la pulsión sexual falta en los niños, y solo se instala en ellos en la pubertad, con la maduración de los
órganos genésicos. Esto es un error, de serias consecuencias tanto como para el conocimiento como para la
práctica. En realidad, el recién nacido trae consigo al mundo una sexualidad, ciertas sensaciones sexuales
acompañan su desarrollo desde la lactancia hasta la niñez, y pocos los niños que se sustraen, en la época anterior
a la pubertad, que quehaceres y sensaciones sexuales.
Los órganos de la reproducción no son los únicos órganos sexuales que procuran sensaciones sexuales
placenteras, la naturaleza ha establecido con todo rigor las cosas para que durante la infancia sean inevitables
aun las estimulaciones de los genitales.
Se designa como periodo de autoerotismo a esa época de la vida en que por la excitación de diversas partes
de la piel (zonas erógenas), por el quehacer de ciertas pulsiones bilógicas y como coexcitación sobrevenida a raíz
de muchos estados afectivos, es producido un cierto monto de placer indudablemente sexual. La pubertad
procura el primado a los genitales entre todas las otras zonas y fuentes dispensadoras de placer, imponiendo así
al erotismo a entrar al servicio de la función reproductora. Mocho antes de la pubertad el niño es capaz de la
mayoría de las operaciones de la vida amorosa (ternura, entrega y celos).
El interés intelectual del niño por los enigmas de la vida genésica, su apetito de saber sexual, se exterioriza en
una época de la vida temprana. Sin duda los padres están afectados de una particular ceguera hacia ese interés
del niño o, si no les fue imposible ignorarlo, se empeñaron por ahogarlo enseguida.
“El pequeño Hans”, muestra desde hace un tiempo vivo interés por aquella parte de su cuerpo que suele
designar como “hace-pipi”. A los tres años ha preguntado a su madre: Mamá, ¿tú también tienes un hace-pipi? A
lo cual la madre respondió: Naturalmente, ¿Qué te has creído? Igual pregunta habría realizado a su padre. A la

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 30


misma edad lo llevaron a visitar un establo, vio ordeñar a una vaca y exclamo: ¡Mira, del hace-pipi sale leche!, a
los tres años tres cuartos ve a una locomotora largando agua y dice: ¡Mira, la locomotora hace-pipi! Luego, él
mismo, agrega: un perro y un caballo tienen hace-pipi; una mesa y un sillón, no. Cuando la bañaban a su
hermanita señalo: “Pero su hace-pipi es todavía chiquitito. Cuando ella crezca se le agrandar”. El pequeño Hans
no ha sido sobresaltado, no lo aqueja la conciencia de culpa y por eso da a conocer sin recelo sus procesos de
pensamiento. El segundo gran problema que atarea el pensar de los niños, es el de, el origen de los niños,
anudado a la indeseada aparición de un nuevo hermanito. Las respuestas usuales a la crianza de los niños dañan
su honesta pulsión de investigar y casi siempre tiene como efecto conmover por primera vez su confianza en sus
progenitores, a partir de ese momento, en la mayoría de los casos empiezan a desconfiar de los adultos y a
mantenerles secretos sus intereses mas íntimos.
Pienso que no existe fundamento para rehusar a los niños el esclarecimiento que pide su apetito de saber.
Cuando los niños no reciben los esclarecimientos en demanda de los cuales han acudido a los mayores, se siguen
martirizando en secreto con el problema y arriban a conclusiones en que lo correcto se mezcla de la manera más
asombrosa con inexactitudes grotescas, a raíz, de la conciencia de culpa de joven investigador, se imprime a la
vida sexual el sello de los cruel y lo asqueroso.
Lo importante es que los niños nunca den en pensar que se pretende ocultarles los hechos de la vida sexual más
que cualesquiera otros todavía no accesibles a su entendimiento. Para conseguir esto se requiere que lo sexual
sea tratado desde el comienzo en un pie de igualdad con todas las otras cosas dignas de ser conocidas. La
curiosidad del niño nunca alcanzara un alto grado si en cada estadio del aprendizaje halla la satisfacción
correspondiente. El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente humanas de la vida sexual y la
indicación de su significado social debería darse al finalizar la escuela elemental, vale decir, no después de los
diez años.

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Capítulo 1

Freud se manda cartas con un amigo, una de las cartas que Freud le envía trata a la religión como una ilusión y
el amigo le responde, que comparte su juicio acerca de la religión pero lamentaba que Freud no hubiera
apreciado la fuente genuina de la religión. Explicaba: la religión es un sentimiento particular, que a él mismo no
suele abandonarlo nunca. Un sentimiento que preferiría llamar sensación de “eternidad”; un sentimiento como
algo sin límites, sin barreras, por así decirlo, un sentimiento oceánico. Ese sentimiento es puramente
subjetivo, no un artículo de fe, es la fuente de la energía religiosa. Solo sobre la base de ese sentimiento es lícito
llamarse religiosa, aun cuando uno desautorice toda fe y toda ilusión.
Esta manifestación le deparo a Freud varias dificultades. No puede descubrir en él ese sentimiento oceánico. Si
ha entendido bien a su amigo, él quiere decir lo mismo que un original y literato brinda: “de este mundo no
podemos caernos”, es decir, un sentimiento de la atadura indisoluble, de la copertenencia con el todo del mundo
exterior.
Para Freud, este sentimiento coincide con la situación del lactante. El lactante no separa todavía su mundo
exterior como fuente de las sensaciones que le afluyen. Aprende a hacerlo poco a poco, sobre la besa de
incitaciones diversas. Muchas de las fuentes de excitación en que más tarde comprenderá a sus órganos
corporales pueden enviarle sensaciones en todo momento, mientras que otras- la más anhelada: el pecho
marteño- se le sustraen temporariamente y solo consigue recuperarlas chillando en reclamo de asistencia. De
este modo, se contrapone por primera vez al yo un “objeto” como algo que se encuentra “afuera” y solo mediante

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 31


una acción particular es esforzado a aparecer. Una posterior impulsión a separar el Yo de la masa de
sensaciones, es decir, a reconocer un “afuera”, un mundo exterior, es la que proporcionan las frecuentes,
múltiples e inevitables sensaciones de dolor y displacer, que el principio de placer, ordena cancelar y evitar.
Mace la tendencia a segregar del yo todo lo que pueda devenir fuente de un tal displacer, a arrojarlo hacia
afuera, a formar un puro Yo- Placer, al que se contrapone a un ahí- afuera ajeno, amenazador.
Mucho de lo que se querría resignar, porque dispensa placer, no es Yo sino objeto, y mucho de la martirizado
que se pretendería arrojar de sí demuestra se no obstante inseparable del yo, en tanto es de origen interno. Asi
se aprende un procedimiento que, permite distinguir lo interno (perteneciente al yo) de un mundo externo. Con
ello se da el primer paso para instaurar el principio de realidad, destinado a gobernar el desarrollo posterior. Ese
distingo sirve, al propósito practico de defenderse de las sensaciones displacenteras y de las que amenazan.
Originariamente el yo lo contiene todo, mas tarde segrega de si un mundo exterior. Si no es licito discernir que
ese yo primario se ha conservado, en mayor o menor medida, en la vida anímica de muchos seres humanos,
acompañaría a modo de un correspondiente, al sentimiento yoico de la madurez, más estrecho y de más nítido
apunte. Si tal fuera, los contenidos de representación adecuados a él serian, justamente, los de ilimitación y la
atadura con el todo, esos mismos con que mi amigo ilustra el sentimiento oceánico. ¿Tenemos derecho a
suponer la supervivencia de lo originario junto con lo posterior (devenido de él)?. En el ámbito del alma es
frecuente la conservación de lo primitivo junto con lo que ha nacido de él por transformación. Ese hecho es casi
siempre consecuencia de una escisión del desarrollo. Una porción cuantitativa de una actitud, de una moción
pulsional, se ha conservado inmutada, mientras que otra ha experimentado al ulterior desarrollo. En la vida
anímica no puede sepultarse nada de lo que alguna vez se formo, todo se conserva de algún modo y puede ser
traído a la luz de nuevo en circunstancias apropiadas.
Estando dispuestos a admitir que en muchos seres humanos existe un sentimiento oceánico e inclinado a
reconducirlo a una fase temprana del sentimiento yoico, planteo una pregunta: ¿qué titulo tiene ese sentimiento
para ser considerado como la fuente de las necesidades religiosas? Un sentimiento solo puede ser una fuente de
energía si él mismo constituye la expresión de una intensa necesidad. Y en cuanto a las necesidades religiosas
derivan de la necesidad infantil y de la añoranza del padre que aquel despierta, tanto más si se piensa que este
ultimo sentimiento no se prolonga en forma simple desde la vida infantil, sino que en conservado
duraderamente por la angustia frente al hiperpoder del destino. De este modo, el papel del sentimiento oceánico
aspiraría a restablecer el narcisismo irrestricto, es esforzado a salirse del primer plano.

Freud, S. (1940). Esquema del Psicoanálisis. Parte I, capítulo III: “El desarrollo de la función sexual”

Según la concepción corriente, la vida sexual humana emergería en la pubertad- edad de la madurez genésica- al
servicio de la reproducción. No obstante hay ciertos hechos notorios:
 Hay personas para quienes solo individuos del propio sexo y sus genitales poseen atracción.
 Otras cuyas apetencias se comportan en un todo como si fueran sexuales, prescinden por completo de
las partes genésicas o de su empleo normal, “perversos”
 Muchos niños muestran muy tempranamente un interés por sus genitales y por los signos de excitación
de estos.
El psicoanálisis contradigo todas las opiniones populares sobre la sexualidad. Sus principales resultados son:
 La vida sexual no comienza solo con la pubertad. Sino que se inicia en el nacimiento.
 Es necesario distinguir entre sexual y genital

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 32


 La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo, función puesta
con posterioridad al servicio de la reproducción.
El principal interés se dirige a que, a temprana edad, el niño da señales de una actividad corporal sexual y a la
que se conectan fenómenos psíquicos que hallamos más tarde en la vida sexual adulta, ejemplo, fijación a
determinados objetos, los celos, etc. Estos fenómenos que emergen en la primera infancia responden a un
desarrollo acorde a ley, tienen un acrecentamiento regular, alcanzando un punto culminante hacia el final del
quinto año de vida, a los que sigue un periodo de reposo. Transcurrido este periodo, llamado de “latencia”, la
vida sexual prosigue en la pubertad, vuelve a aflorar. Aquí tropezamos con la acometida en dos tiempos de la
vida sexual.
El primer órgano que aparece como zona erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del
nacimiento, la boca. Al comienzo, toda actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la
necesidad de esta zona. Ella sirve en primer término a la autoconservación por vía del alimento. Muy temprano
en el chupeteo se evidencia una necesidad de satisfacción que aspira a una ganancia de placer
independientemente de la nutrición, que por eso puede y debe llamarse sexual. Durante esta fase “oral” entran
en escena junto con la aparición de los dientes, unos impulsos sádicos aislados.
En la segunda fase “sádico-anal” la satisfacción es buscada en la agresión y en la función excretora. La tercera
fase “fálica” se asemeja a la plasmación ultima de la vida sexual. Aquí no desempeñan un papel los genitales de
ambos sexos, sino, solo los masculinos “el falo”. Los genitales femeninos permanecen por largo tiempo
ignorados, el niño en su intento por comprender los procesos sexuales, rinde tributo a la venerable teoría de la
cloaca, que tiene su justificación genética. Con la fase fálica y en el transcurso de ella, la sexualidad de la primera
infancia alcanza su apogeo y se aproxima al sepultamiento. Desde entonces varoncito y niña tendrán destinos
separados. Ambos empezaron a poner su actividad intelectual al servicio de la investigación sexual, y ambos
parten de la premisa de la presencia universal del pene. Ahora los caminos de los sexos se divorcian. El
varoncito entra en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el pene, junto a unas fantasías simultaneas
sobra algún quehacer sexual de este pene en relación a la madre, hasta que el efecto conjugado de una amenaza
de castración y la visión de la falta de pene en la mujer le hacen experimentar el máximo trauma de su vida,
iniciador del periodo de latencia con todas sus consecuencias. La niña vivencia el acierto de su falta de pene, de
su inferioridad clitoridea. A raíz de este primer desengaño, reacciona lisa y llanamente con un primer
extrañamiento de la vida sexual.
Estas tres fases se superponen entre sí, coexisten juntas. En las fases tempranas, las diversas pulsiones parciales
con reciproca independencia a la consecución de placer, en la fase fálica se tienen los comienzos de una
organización que subordina las otras aspiraciones al primado de los genitales y significa el principio del
ordenamiento de la aspiración general de placer dentor de la función sexual. La organización plena solo se
alcanza en la pubertad, en una cuarta fase “genital”. Así queda establecido un estado en que:
 Se conservan muchas investiduras libidinales tempranas.
 Otras son acogidas dentro de la función sexual como unos actos preparatorios de apoyo, cuya
satisfacción da por resultado el llamado “placer previo” y
 Otras aspiraciones son excluidas de la organización y son por completo sofocadas (reprimidas) o bien
experimentan una aplicación diversa dentro del yo, forman rasgos de carácter, padecen sublimaciones
con desplazamientos de meta.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. 2º ensayo: “La sexualidad infantil”

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 33


EL DESCUIDO DE LO INFANTIL: Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación
de que ella falta en la infancia y solo despierta en el periodo de la vida llamado pubertad. No es este un error
cualquiera, sino que tiene graves consecuencias. Un estudio a fondo de las manifestaciones sexuales de la
infancia nos revelara los rasgos esenciales de la pulsión sexual, dejaría traslucir su desarrollo y mostraría que
está compuesta por diversas fuentes.
AMNESIA INFANTIL: fenómeno psíquico que en la mayoría de los seres humanos cubre los primeros años de
su infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida. Se nos informa que en estos años, de los que después no
conservamos en la memoria sino unos jirones incomprensibles, reaccionábamos con vivacidad frente a las
impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana, mostrábamos amor, celos y otras
pasiones que nos agitaban entonces con violencia.
Una vez en la adultez, nada de eso sabemos por nosotros mismos, ¿Por qué nuestra memoria quedo tan
retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas? Principalmente cuando tenemos fundamento para
creer que en ningún otro periodo de la vida la capacidad de reproducción y de recepción es mayor, justamente,
que en los años de la infancia. Por otro lado, tenemos que suponer que esas mismas impresiones que hemos
olvidado dejaron, no obstante, las más profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron s ser determinantes
para todo nuestro desarrollo posterior. No puede tratarse, de una desaparición real de las impresiones infantiles,
sino de una amnesia semejante a la que observamos en los neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya
esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión). ¿Cuáles son las fuerzas que provocan
esta represión de las impresiones infantiles? En mi opinión la amnesia infantil que convierte la infancia de cada
individuo en un tiempo anterior (prehistórico) y le oculta los comienzos de su propia vida sexual, es la culpable
de que no se haya otorgado valor al periodo infantil en el desarrollo de la vida sexual.
I. El periodo de latencia sexual de la infancia y sus rupturas
El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen desarrollándose durante cierto lapso, pero
después sufren una progresiva sofocación, esta, a su vez, puede ser quebrada por oleadas regulares de avance del
desarrollo sexual o suspendida por peculiaridades individuales. Parece, que casi siempre hacia el tercero o
cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa en una forma accesible a la observación.
LAS INHIBICIONES SEXUALES: Durante el periodo de latencia se edifican los poderes anímicos que más tarde
se presentaran como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y ensancharan su curso a la manera de unos
diques (asco, sentimiento de vergüenza, los reclamos de ideales en lo estético y lo moral). En realidad este
desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el caso puede reproducirse sin
ninguna ayuda de la educación.
FORMACION REACTIVA Y SUBLIMACION: En las mociones sexuales infantiles cuya energía es desviada del
uso sexual y aplicada a otros fines mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas y su
orientación hacia metas nuevas (proceso que merece el nombre de sublimación) se adquieren poderosos
componentes para todos los logros culturales. Un proceso igual tiene lugar en el desarrollo del individuo y
situaríamos su comienzo en el periodo de latencia sexual de la infancia.
Mecanismo de sublimación: En los años de pubertad las mociones sexuales serían por un lado, inaplicables
ya que las funciones de la reproducción están diferidas (aplazadas) y por otra parte, serian perversas ya que
participarían de zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo
solo provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas)
que construyen para la eficaz sofocación de ese displacer los diques anímicos: asco, vergüenza y moral.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 34


II. Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil
EL CHUPETEO: Aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida, consiste
en un contacto se succión con la boca (los labios), repetido rítmicamente, que no tiene como fin la nutrición.
Una parte de los propios labios, la lengua, un lugar de la piel de que al alcance son tomados como objeto sobre el
cual se ejecuta la acción de mamar. Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse
mediante un simultaneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de otra persona
con el mismo fin. La acción de mamar al adormecimiento o incluso a una reacción motriz en una suerte de
orgasmo. La indagación psicoanalítica nos autoriza a considerar el chupeteo como una exteriorización sexual y a
estudiar en él los rasgos esenciales de la práctica sexual infantil.
AUTOEROTISMO: El carácter más llamativo de esta práctica sexual, es que la pulsión no está dirigida a otra
persona, se satisface en el propio cuerpo, es autoerótica. La acción del niño chupeteador se rige por la búsqueda
de un placer ya vivenciado y ahora recordado. Así, en el caso más simple, la satisfacción se obtiene mamando
rítmicamente un sector de la piel o de mucosa. Primeras experiencias de ese placer que ahora aspira a renovar.
Se primera actividad, l más importante para su vida, el mamar del pecho materno, no pudo menos que
familiarizarlo con ese placer. Diríamos que los labios del niño se comportan como una zona erógena y la
estimulación por el cálido flujo de leche fue la causa de la sensación placentera. Al comienzo la satisfacción de la
zona erógena se asocio con la satisfacción de la necesidad de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala
primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida y solo mas tarde se independiza de ella.
En el chupeteo hemos observados tres caracteres:
 Nace apuntalada en una de las funciones corporales importante para la vida.
 Es autoerótico y
 Su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena.
III. La meta sexual de la sexualidad infantil
CARACTERES DE LAS ZONAS ERÓGENAS: Sector de la piel o mucosa en el que estimulaciones de cierta clase
provocan una sensación placentera de determinada cualidad.
META SEXUAL INFANTIL: La meta de la pulsión sexual infantil consiste en producir la satisfacción mediante
la estimulación apropiada de la zona erógena que, de un modo u otro, se ha escogido. Para que se cree una
necesidad de repetirla, esta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes. La necesidad de repetir la
satisfacción se trasluce por dos cosas; un peculiar sentimiento de tensión, que posee más bien el carácter de
displacer y una sensación de estimulo o de picazón condicionada centralmente y proyectada a la zona erógena
periférica. Por eso, la meta sexual procuraría sustituir la sensación de estimulo externo proyectada sobre la zona
erógena, por aquel estimulo externos que la cancela al provocar la sensación de la satisfacción. Este estimulo
externo consistiría la mayoría de las veces en una manipulación análoga al mamar.
IV. Las exteriorizaciones sexuales masturbatorias
ACTIVACION DE LA ZONA ANAL: La zona anal es apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento
de la sexualidad en otras funciones corporales. Los trastornos intestinales tan frecuentes en la infancia se
ocupan de que no falten excitaciones intensas en esta zona.
Los niños que sacan partido por la estimulación de la zona anal, se delatan por el hecho de que retienen las
heces hasta que la acumulación de estas provoca fuertes contracciones musculares y al pasar por el ano, pueden
ejercer un poderoso estimulo sobre la mucosa. De esa manera tienen que producirse sensaciones voluptuosas
junto a las dolorosas. Uno de los mejores signos es que un lactante se rehúse a vaciar su intestino. El contenido
de los intestinos para el lactante, lo trata como a una parte de su propio cuerpo, representa el primer “regalo”

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 35


por medio del cual el pequeño puede expresar su obediencia hacia el medio circundante exteriorizándolo, y a su
desafío, rehusándolo. A partir de este significado de regalo, mas tarde cobra el de “hijo”, el cual, según una de las
teorías sexuales infantiles, se adquiere por la comida y es dado a luz por el intestino.
ACTIVACIÓN DE LAS ZONAS GENITALES: Las activaciones de las zonas erógenas, que corresponden a las
partes sexuales reales, son sin duda el comienzo de la posterior vida sexual “normal”.
Por su situación anatómica, por el sobreflujo de secreciones, por los lavados y frotaciones del cuidado corporal y
por ciertas excitaciones accidentales, es inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son
capaces de proporcionar se haga notar al niño ya en su periodo de latencia, despertándolo una necesidad de
repetirla. Mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún individuo escapa, se establece el futuro primado
de esta zona erógena para la actividad sexual. La acción que elimina el estimulo y desencadena la satisfacción
consiste en un contacto de frotación con la mano o en una presión, sin duda prefigurada como un reflejo. Es
preciso distinguir tres fases en la masturbación infantil: la primera en el periodo de lactancia, la segunda breve
florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida y la tercera el onanismo de la pubertad.
LA SEGUNDA FASE DE LA MASTURBACIÓN INFANTIL: En algún momento en la niñez, por lo general antes
de los cuatro años, la pulsión sexual suele despertar de nuevo en esta zona genital y durar un lapso, hasta que
una nueva sofocación la detiene o proseguir sin interrupción. Todos los detalles de esta segunda fase de la
masturbación infantil dejan tras si, en la más profundas (inconcientes) huellas en la memoria de la persona,
determinan el desarrollo de su carácter si permanece sana y la sintomatología de su neurosis si enferma después
de la pubertad.
RETORNO DE LA MASTURBACIÓN DE LA LACTANCIA: La sintomatología de estas exteriorizaciones sexuales
es pobre; del aparato sexual todavía no desarrollado da testimonio casi siempre el aparto urinario, que se
presenta, como portavoz. La mayoría de las llamadas afecciones vesicales de esta época son perturbaciones
sexuales; la enuresis nocturna, cuando no responde a un ataque epiléptico corresponde a una polución.
DISPOSICIÓN PERVERSA POLIMORFA: Bajo la influencia de la seducción el niño puede convertirse en un
perverso polimorfo, siendo descaminado a practicar todas las trasgresiones posibles. Esto demuestra que en su
disposición trae consigo la capacidad para ello, tales trasgresiones tropiezan con escasas resistencias porque
según sea la edad del niño, no se han instituido todavía o están en formación los diques anímicos contra exceso
sexuales: la vergüenza, el asco y la moral.
PULSIONES PARCIALES: la vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas, muestra
componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales. De esa índole
son las pulsiones de placer de ver y de exhibir y de la crueldad. Aparecen con cierta independencia respecto de
las zonas erógenas, y solo mas tarde entran en estrechas relaciones con la vida genital. El niño pequeño carece
de vergüenza y en ciertos años tempranos muestra una inequívoca complacencia en desnudar su cuerpo
poniendo particular énfasis en sus genitales. El correspondiente de esa inclinación considerada perversa, la
curiosidad por ver los genitales de otras personas, probablemente se hace manifiesto solo algo más avanzada la
niñez, cuando el escollo del sentimiento de vergüenza ya se ha desarrollado en alguna medida.
Con la independencia aun mayor respecto de las otras prácticas sexuales ligadas a las zonas erógenas, se
desarrollan en el niño componentes crueles de la pulsión sexual, la crueldad es cosa enteramente natural en el
carácter infantil, la inhibición en virtud de la cual la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor del otro,
la capacidad de compadecerse, se desarrollan relativamente tarde. No es lícito suponer que la moción de
crueldad proviene de la pulsión de apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en que los genitales

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 36


no han asumido aun el papel que desempañaran después. Gobierna una fase de la vida sexual que,
describiremos como organización pregenital.
V. La investigación sexual infantil
PULSION DE SABER: La pulsión de saber o de investigar, su acción corresponde, por una parte, a una manera
sublimada del apoderamiento y por otra parte, trabaja con la energía de la pulsión de ver, sus vínculos con la
vida sexual tienen particular importancia, pues la pulsión de saber de los niños recae, en forma
insospechadamente precoz y con inesperada intensidad, sobre los problemas sexuales y aún es despertada por
estos.
EL ENIGMA DE LA ESFINGE: Son interese prácticos que ponen en marcha la actividad investigadora de los
niños. El primer enigma es: ¿De dónde vienen los bebes?
COMPLEJO DE EDIPO Y ENVIDIA DEL PENE: El varoncito se aferra con energía a esta convicción, la defiende
obstinadamente frente a la contradicción que muy pronto la realidad le opone, y la abandona solo tras serias
luchas interiores (complejo de castración).
El supuesto de que todos los seres humanos poseen idénticos genitales es la primeras de las asombrosas teorías
sexuales infantiles, fecundadas de consecuencias (1ª teoría sexual infantil).
En cuanto a la niñita, no incurre en tales rechazos cuando ve los genitales del varón con su conformación
diversa. Esta dispuesta a reconocerla, y es presa de la envidia del pene que culmina en el deseo de ser un varón.
TEORIAS DEL NACIMIENTO: ¿De dónde vienen los bebes?. Las soluciones anatómicas fueron, vienen del
pecho, son extraídos del vientre o el ombligo se abre para dejarlos pasar. Los niños se conciben por haber
comido algo determinado y se los da a luz por el intestino, como a la materia fecal.
CONCEPCIÓN SÁDICA DEL COMERCIO SEXUAL: Si a esa tierna edad los niños son espectadores del comercio
sexual entre sus padres, el pequeño no puede menos que concebir el acto como una especie de maltrato o
sojuzgamiento, es decir, en sentido sádico. En lo sucesivo los niños se ocupan mucho de este problema: ¿En que
puede consistir el comercio sexual o - como dicen ellos- estar casados?
VI. Fases de desarrollo de la organización sexual infantil
Hasta ahora hemos destacados los siguientes caracteres de la sexualidad infantil: autoerótico y sus pulsiones
parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí. El
punto de llegada del desarrollo lo constituye la vida sexual del adulto llamada normal, en ella la consecución de
placer se ha puesto al servicio de la reproducción y las pulsiones parciales bajo el primado de una única zona
erógena, han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno.
ORGANIZACIONES PREGENITALES: Llamaremos pregenital a las organizaciones de la vida sexual en que las
zonas genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico:
 Una primera organización sexual pregenital es la oral. La actividad sexual no se ha separado todavía de
la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El objeto de una actividad es también el de
la otra; la meta sexual consiste en la incorporación del objeto, el paradigma de lo que más tarde, en
calidad de identificación, desempeñara un papel psíquico tan importante. El chupeteo puede verse
como un resto de esta fase hipotética, en ella la actividad sexual, desprendida de la actividad de la
nutrición, ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno situado en el cuerpo propio.
 Una segunda fase pregenital es la de la organización sádico-anal. Aquí ya se ha desplegado la división en
opuestos, no se los puede llamar todavía masculino-femenino, sino que es preciso decir activo-pasivo.
LOS DOS TIEMPOS DE LA ELECCION DE OBJETO: la elección de objeto se realiza en dos tiempos, en dos
oleadas: la primera se inicia entre los dos y los cinco años y el periodo de latencia la detiene o la hace retroceder,

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 37


se caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales. La segunda sobreviene con la pubertad y
determina la conformación definitiva de la vida sexual.

Freud, S. (1917). Conferencias de introducción al Psicoanálisis. Conferencia 21

Nosotros debemos admitir algo “sexual” que no es “genital” ni tiene nada que ver con la reproducción.
Los perversos son más bien unos pobres diablos que tienen que pagar un precio altísimo por esa satisfacción que
tan trabajosamente se conquistan.
Lo que confiere un carácter tan inequívocamente sexual a la práctica perversa, a pesar de la ajenidad de su
objeto y de sus metas, es la circunstancia de que el acto de la satisfacción perversa desemboca no obstante, las
más de las veces, en un orgasmo completo y en el vaciamiento de los productos genitales.
Tengo todavía algo que agregar para completar las apreciaciones de las perversiones sexuales. Por mala que sea
su fama, por más que se las contraponga tajantemente a la práctica sexual normal, es fácil observar que a esta
última rara vez le falta algún rasgo perverso.
Cada vez advertimos con más claridad que lo esencial de las perversiones no consiste en la trasgresión de la
meta sexual, ni en la sustitución de los genitales, ni siquiera en la variación del objeto, sino solamente en que
estas desviaciones se consuman de manera exclusiva, dejando de lado el acto sexual al servicio de la
reproducción. Las acciones perversas dejan de ser tales en la medida en que se integran en la producción del
acto sexual normal como unas contribuciones que lo preparan o lo refuerzan.
Se infiere naturalmente que la sexualidad normal nace de algo que la preexistió, desechando rasgos aislados de
este material por inutilizables y reuniendo los otros para subordinarlos a una meta nueva, la de la reproducción.
La sexualidad perversa esta notablemente centrada, todas las acciones presionan hacia una meta, y una pulsión
parcial tiene la primacía: o bien es la única pesquisable o bien ha sometido a las otras a sus propósitos. En este
sentido, no hay entre la sexualidad perversa y la normal mas diferencia que la diversidad de las pulsiones
parciales dominantes y por tanto de las metas sexuales. La sexualidad infantil carece de semejante centramiento
y organización, sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el
logro de placer. Ambos tipos de sexualidad, la perversa y la normal, han nacido de lo infantil. Numerosas
pulsiones parciales han impuesto sus metas con independencia unas de otras. En tales casos en más correcto
hablar de infantilismo de la vida sexual que de perversión.
Llamamos sexuales a las dudosas e interminables prácticas placenteras de la primera infancia porque el camino
del análisis nos lleva a ellas desde los síntomas pasando por un material indiscutiblemente sexual. El carácter
perverso, depende de la inmadurez constitucional del niño, quien no ha descubierto aun la meta del coito.
Más o menos desde el sexto al octavo año de vida en adelante se observan una detención y un retroceso en el
desarrollo sexual, que, en los casos más favorables desde el punto de vista cultural, merecen el nombre de
período de latencia. Este puede faltar; no es forzoso que traiga aparejada una interrupción completa de las
prácticas y los intereses sexuales. Las vivencias y mociones anímicas anteriores al advenimiento del período de
latencia son víctimas, en su mayoría, de la amnesia infantil.
Ahora podemos indicar la conformación de la vida sexual del niño antes de que se instaure el primado de los
genitales; este se prepara en la primera época infantil, la anterior al período de latencia, y se organiza de manera
duradera a partir de la pubertad. En esta prehistoria hay una suerte de organización laxa que llamaremos
pregenital. Pero en esta fase no se sitúan en el primer plano las pulsiones parciales genitales, sino las sádicas y
anales. La oposición entre masculino y femenino no desempeña todavía papel alguno; ocupa su lugar la

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 38


oposición entre activo y pasivo, que puede definirse como la precursora de la polaridad sexual, con la cual
también se suelda más tarde. Lo que nos parece masculino en las prácticas de esta fase, sí las consideramos
desde la fase genital, resulta ser expresión de una pulsión de apoderamiento que fácilmente desborda hacia lo
cruel. Aspiraciones de meta pasiva se anudan a la zona erógena del orificio anal, muy importante en este
período. La pulsión de ver y la pulsión de saber despiertan con fuerza; los genitales participan en la vida sexual
propiamente dicha sólo en su papel de órganos para la excreción de la orina. En esta fase las pulsiones parciales
no carecen de objetos, pero estos no necesariamente coinciden en uno solo. La organización sádico-anal es la
etapa que precede inmediatamente a la fase del primado genital. Por detrás de la fase sádico-anal del desarrollo
libidinal obtenemos todavía la visión de una etapa de organización más temprana, más primitiva aún, en que la
zona erógena de la boca desempeña el papel principal. Pueden colegir ustedes que la práctica sexual del
chupeteo le pertenece.
Vínculo de las pulsiones sexuales parciales con el objeto: algunos de los componentes de la pulsión sexual tienen
desde el principio un objeto y lo retienen, como la pulsión de apoderamiento (sadismo) y las pulsiones de ver y
de saber. Otras, más claramente anudadas a determinadas zonas del cuerpo, lo tienen sólo al comienzo,
mientras todavía se apuntalan en las funciones no sexuales, y lo resignan cuando se desligan de estas. Así, el
primer objeto de los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno, que satisface la necesidad de
nutrición del lactante. En el acto del chupeteo se vuelven autónomos los componentes eróticos que se satisfacen
juntamente al mamar; el objeto se abandona y se sustituye por un lagar del cuerpo propio. La pulsión oral se
vuelve autoerótica, como desde el comienzo lo son las pulsiones anales y las otras pulsiones erógenas. El resto
del desarrollo tiene dos metas: en primer lugar, abandonar el autoerotismo, permutar de nuevo el objeto situado
en el cuerpo propio por un objeto ajeno; en segundo lugar, unificar los diferentes objetos de las pulsiones
singulares, sustituirlos por un objeto único. Esto sólo puede lograrse, desde luego, cuando dicho objeto único es
a su vez un cuerpo total, parecido al propio. Tampoco puede consumarse sin que cierto número de las mociones
pulsionales autoerótícas se releguen por inutilizables.
Cuando en la infancia, antes de que advenga el período de latencia el proceso ha alcanzado un cierto cierre, el
objeto hallado resulta ser casi idéntico al primer objeto de la pulsión placentera oral, ganado por
apuntalamiento [en la pulsión de nutrición]. Es, sí no el pecho materno, al menos la madre. Llamamos a la
madre el primer objeto de amor. De amor hablamos, en efecto, cuando traemos al primer plano el aspecto
anímico de las aspiraciones sexuales y empujamos al segundo plano, o queremos olvidar por un momento, los
requerimientos pulsionales de carácter corporal o «sensual» que están en la base. Para la época en que la madre
deviene objeto de amor ya ha empezado en el niño el trabajo psíquico de la represión, que sustrae de su saber el
conocimiento de una parte de sus metas sexuales. Ahora bien, a esta elección de la madre como objeto de amor
se anuda todo lo que ha adquirido importancia tan grande bajo el nombre del «complejo de Edipo».
El varoncito quiere tener a la madre para él solo, siente como molesta la presencia del padre, se enfada cuando
este se permite ternezas hacia la madre, exterioriza su contento cuando el padre parte de viaje o está ausente. A
menudo expresa con palabras sus sentimientos, promete a la madre casarse con ella. La observación se empaña
a menudo por la circunstancia de que, simultáneamente, el mismo niño da muestras en otras oportunidades de
una gran ternura hacia el padre; sólo que semejantes actitudes afectivas opuestas -o mejor dicho: ambivalentes-
que en el adulto llevarían al conflicto, coexisten muy bien en el niño durante largo tiempo, tal como después
hallan un sitio duradero en el inconciente una junto a la otra. También se objetará que la conducta del varoncito
responde a motivos egoístas y no justifica la hipótesis de un complejo erótico.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 39


La madre cuida de todas las necesidades del niño, y por eso este tiene interés en que ella no haga caso de
ninguna otra persona. El pequeño muestra la más franca curiosidad sexual hacia su madre, si pide dormir con
ella por las noches, si presiona para asistir a su toilette o intenta seducirla. La madre despliega igual solicitud
hacia sus hijitas sin provocar ese mismo efecto, y el padre rivaliza con ella harto a menudo en sus cuidados hacia
el varón, sin lograr conquistarse la misma importancia que la madre.
Las cosas son en un todo semejante en el caso de la niña pequeña. La actitud de tierna dependencia hacia el
padre, la sentida necesidad de eliminar por superflua a la madre y ocupar su puesto, una coquetería que ya
trabaja con los recursos de la posterior feminidad. Con frecuencia los propios padres ejercen una influencia
decisiva para que despierte en el niño la actitud del Edipo: se dejan llevar ellos mismos por la atracción sexual y,
donde hay varios hijos, el padre otorga de la manera más nítida su preferencia en la ternura a su hijita, y la
madre a su hijo.
Este se amplía hasta convertirse en un complejo familiar cuando se suman otros niños. En tales casos el
perjuicio egoísta proporciona un nuevo apuntalamiento para que esos hermanitos sean recibidos con antipatía y
sean eliminados sin misericordia en el deseo. El niño desplazado a un segundo plano por el nacimiento de un
hermanito, y casi aislado de la madre por primera vez, difícilmente olvidará este relegamiento; le nacen
sentimientos que en el adulto se dirían de grave inquina, y que a menudo pasan a ser la base de un
distanciamiento duradero. La investigación sexual, con todas sus consecuencias, suele anudarse a esta
experiencia vital del niño. Cuando estos hermanitos crecen, la actitud para con ellos sufre importantísimas
mudanzas. El chico puede tomar a la hermana como objeto de amor en sustitución de la madre infiel; entre
varios hermanos que compiten por una hermanita más pequeña ya se presentan las situaciones de rivalidad
hostil que cobrarán significación más tarde en la vida. Una niñita encuentra en el hermano mayor un sustituto
del padre, quien ya no se ocupa de ella con la ternura de los primeros años, o toma a una hermanita menor como
sustituto del bebé que en vano deseó del padre.
La posición de un niño dentro de la serie de los hijos es un factor relevante para la conformación de su vida
ulterior.
La primera elección de objeto es, por lo general, incestuosa; en el hombre, se dirige a la madre y a las hermanas,
y se requieren las más terminantes prohibiciones para impedir que se haga realidad esta persistente inclinación
infantil.
En la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por primera vez en toda su fuerza,
los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos de nuevo libidinosamente. La elección
infantil de objeto no fue sino un débil preludio, aunque señero, de la elección de objeto en la pubertad. En esta
se despliegan procesos afectivos muy intensos, que siguen el mismo rumbo del complejo de Edipo o se alinean
en una reacción frente a él. Desde esta época en adelante, el individuo humano tiene que consagrarse a la gran
tarea de desasirse de sus padres; solamente tras esa suelta puede dejar de ser niño para convertirse en miembro
de la comunidad social. Para el hijo, la tarea consiste en desasir de la madre sus deseos libidinosos a fin de
emplearlos en la elección de un objeto de amor ajeno, real, y en reconciliarse con el padre si siguió siéndole
hostil o en liberarse de su presión si se le sometió corno reacción frente a su sublevación infantil. Estas tareas se
plantean para todas las personas. Pero los neuróticos no alcanzan de ningún modo esta solución; el hijo
permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no está en condiciones de trasferir su libido a un
objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser, trocando la relación, la suerte de la hija. En este sentido, el complejo
de Edipo es considerado con acierto como el núcleo de las neurosis.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 40


Freud, S. (1908). Carácter y erotismo anal

Las personas que me propongo describir sobresalen por mostrar, en reunión regular, las siguientes tres
cualidades: son particularmente ordenadas, ahorrativas y pertinaces. Cada uno de estos términos abarca en
realidad un pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados entre sí. “ordenado” incluye tanto el aseo
corporal como la escrupulosidad en el cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario
sería: desordenado, descuidado. El carácter ahorrativo puede parecer extremado hasta la avaricia; la pertinacia
acaba en desafío. El carácter ahorrativo y la pertinacia se entraman con mayor firmeza entre sí que con la
primera, el carácter “ordenado”.
De la historia de estas personas en su primera infancia se averigua con facilidad que les llevó un tiempo
relativamente largo gobernar la incontinencia fecal, y se infiere, en su constitución sexual congénita, un resalto
erógeno hipernítido de la zona anal. Nos vemos precisados a suponer que la zona anal ha perdido su significado
erógeno en el curso del desarrollo, y luego conjeturamos que la constancia de aquella tríada de cualidades de su
carácter puede lícitamente ser puesta en conexión con el asunto del erotismo anal.
En tres ensayos de teoría sexual he procurado mostrar que la pulsión sexual del ser humano es en extremo
compuesta, nace por las contribuciones de numerosos componentes y pulsiones parciales. Aportes esenciales a
la “excitación sexual” prestan las excitaciones periféricas de ciertas partes privilegiadas del cuerpo (genitales,
boca, ano, uretra) que merecen el nombre de “zonas erógenas”. De las magnitudes de excitación que llegan de
estos lugares sólo una parte favorece a la vida sexual; otra es desviada de las metas sexuales y vuelta a metas
diversas (sublimación). hacia la época de la vida que es lícito designar como “período de latencia sexual” desde el
quinto año hasta las primeras exteriorizaciones de la pubertad se crean en la vida anímica a expensas de estas
excitaciones unas formaciones reactivas, unos poderes contrarios, como al vergüenza, el asco y al moral, que a
modo de unos diques se contraponen al posterior quehacer de las pulsiones sexuales. El erotismo anal es uno de
esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en el sentido de nuestra actual educación
cultural se vuelven inaplicables para metas sexuales; y esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que
tan a menudo resaltan en quienes antaño sobresalieron por su erotismo anal – vale decir orden, ahorratividad y
pertinacia – los resultados más inmediatos y constantes de la sublimación de este.
El aseo, el orden, la formalidad causan toda la impresión de ser una formación reactiva contra el interés por lo
sucio, lo perturbador, lo que no debe permanecer en el cuerpo; en cambio, no parece tarea sencilla vincular la
pertinacia con el interés por la defecación. Sin embargo, cabe recordar que ya el lactante puede mostrar una
conducta porfiada ante la deposición de las heces y que la estimulación dolorosa sobre la piel de las nalgas que
se enlaza con la zona erógena anal es universalmente empleada por la educación para quebrantar la pertinacia
del niño, para volverlo obediente.
Los nexos más abundantes son los que presentan entre los complejos, en apariencia tan dispares, del interés por
el dinero y al defecación. Como es bien sabido para todo médico que ejerza el psa, las constipaciones más
obstinadas y rebeldes de neuróticos, llamadas habituales, pueden eliminarse por este camino. En el psicoanálisis
sólo se obtiene ese efecto cuando se toca en el paciente el complejo relativo al dinero, moviéndolo a que lo lleve a
su conciencia con todo lo que él envuelve. Podría creerse que aquí la neurosis no hace más que seguir un indicio
del lenguaje usual, que llama “roñosa” a una persona que se aferra al dinero demasiado ansiosamente. Sólo que
esta sería una apreciación superficial en exceso. En verdad, el dinero es puesto en los más íntimos vínculos con
el excremento dondequiera que domine, o que haya perdurado, el modo arcaico de pensamiento: en las culturas
antiguas, en el mito, los cuentos tradicionales, la superstición, en el pensar icc, el sueño y la neurosis.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 41


Es posible que la oposición entre lo más valioso que el hombre ah conocido y lo menos valioso que él arroja de sí
como desecho haya llevado a esta identificación condicionada entre oro y caca.
Otra circunstancia ocurre todavía a esta equiparación en el pensar del neurótico. Como ya sabemos, el interés
originariamente erótico por la defecación está destinado a extinguirse en la madurez; en efecto, en esta época el
interés por el dinero emerge como un interés nuevo; ello facilita que al anterior aspiración, en vías de perder su
meta, sea conducida a la nueva meta emergente. Es posible indicar una fórmula respecto de la formación del
carácter definitivo a partir de las pulsiones constitutivas: los rasgos de carácter que permanecen son
continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas o bien formaciones reactivas
contra ellas.

Freud, S. (1917). Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal

Como punto de partida puede servir la impresión de que en las producciones de lo inconciente, los conceptos de
caca (dinero, regalo), hijo y pene se distinguen con dificultad y fácilmente son permutados entre sí. Sabemos que
transferimos sin derecho a lo inconciente designaciones valederas en otros campos de la vida anímica y nos
dejamos extraviar por las ventajas que conlleva una comparación. Esos elementos a menudo son tratados en lo
inconciente como si fueran equivalentes ente sí.
Esto se aprecia mejor respecto de los vínculos ente “hijo” y “pene”. Tiene que poseer algún significado el hecho
de que ambos puedan ser sustituidos por un símbolo común tanto en el lenguaje simbólico del sueño como en el
de la vida cotidiana. Al hijo y al pene se los llama “el pequeño”. Es bien sabido que el lenguaje simbólico suele
prescindir de la diferencia de los sexos. El “pequeño” que originariamente mentaba el miembro masculino,
puede pasar secundariamente a designar el genital femenino. En la neurosis de la mujer no es raro toparse con
el deseo reprimido de poseer un pene como el varón. Un fracaso accidental en su vida como mujer ha reactivado
ese deseo infantil (envidia del pene) y lo ha hecho convertirse, por el reflujo de la libido, en el principal portador
de los síntomas neuróticos. En otras mujeres su lugar está ocupado por el deseo del hijo, cuya frustración en su
vida puede desencadenar la neurosis. Es como si estas mujeres hubieran entendido que al naturaleza ha dado a
la mujer como sustituto de lo otro que se vio precisada a denegarle.
El destino que experimenta ese deseo infantil del pene cuando en la vida posterior están ausentes las
condiciones de la neurosis: se muda entonces en el deseo del varón; el varón es aceptado como un apéndice del
pene. Mediante esta mudanza, una moción contraria a la función sexual femenina se convierte en una favorable
a ella. Se posibilita, así, a esas mujeres una vida amorosa según el tipo masculino del amor de objeto, que puede
afirmarse junto al genuinamente femenino, derivado del narcisismo. En otros casos es sólo el hijo el que
produce el paso del amor narcisista de sí mismo al amor de objeto. Por consiguiente, también en este punto el
hijo puede ser subrogado por el pene.
Sin duda se tenderá a reconducir de una manera puramente racionalista el deseo del varón al deseo del hijo; sin
la adjunción del varón no se puede tener el hijo. Pero acaso ocurra más bien que el deseo del varón nazca
independientemente del deseo del hijo, y que el viejo deseo del pene se le acople como un refuerzo libidinoso icc
cuando aquel emerge por motivos comprensibles, que pertenecen por entero a la psicología del yo.
El valor del proceso descrito reside en que transporta hasta la feminidad un fragmento de la masculinidad
narcisista de la joven y así lo vuelve inocuo para la función sexual femenina. También un sector del erotismo de
la fase pregenital deviene idóneo para ser aplicado a la fase del primado genital. El hijo es considerado por cierto
como “lumpf” (heces), como algo que se desprende del cuerpo por el intestino; así, un monto de investidura

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 42


libidinosa aplicado al contenido del intestino puede extenderse al niño nacido a través de él. Un testimonio
lingüístico de esta identidad ente hijo y caca es el giro “recibir de regalo un hijo”. En efecto, la caca es el primer
regalo, una parte de su cuerpo de al que el lactante sólo se separa a instancias de la persona amada. En torno de
la defecación se presenta para el niño una primera decisión ente la actitud narcisista y la del amor de objeto. O
bien entrega obediente la caca, la “sacrifica” al amor, o la retiene para la satisfacción autoerótica o, más tarde,
para afirmar su propia voluntad. Con esta última decisión queda constituido el desafío (terquedad) que nace,
pues, de una porfía narcisista en el erotismo anal.
Es probable que el siguiente significado hacia el que avanza la caca no sea oro-dinero sino regalo. El niño no
conoce otro dinero que e regalado, no posee dinero ganado ni propio, heredado. Como la caca es su primer
regalo, transfiere fácilmente su interés de esa sustancia a la que le aguarda en la vida como el regalo más
importante.
Una parte del interés por la caca se continúa en el interés por el dinero; otra parte se transporta al deseo del hijo.
Ahora bien, en este último coinciden una moción anal-erótica y una moción genital (envidia del pene). Pero el
pene posee también una significatividad anal-erótica independiente del interés infantil en efecto, el nexo entre
el pene y el tubo de mucosa llenado y excitado por él encuentra ya su prototipo en al fase sádico-anal. El bolo
fecal es por así decir el primer pene y al mucosa excitada es la del recto.
Cuando el interés por la caca retrocede de manera normal, al analogía orgánica aquí expuesta hace que aquel se
transfiera al pene. Si luego en la investigación sexual se averigua que el hijo ha nacido del intestino, él pasará a
ser el principal heredero del erotismo anal, pero el predecesor del hijo había sido el pene.
Del erotismo anal surge, en un empleo narcisista el desafío como una reacción sustantiva del yo contra reclamos
de los otros; el interés volcado a la caca traspasa a interés por el regalo y luego pr el dinero. Con el advenimiento
del pene nace en la niñita la envidia del pene, que luego se traspone en deseo del varón como portador del pene.
Antes, el deseo del pene se ha mudado en deseo del hijo, o este último ha reemplazado aquel. Una analogía
orgánica entre pene e hijo se expresa mediante la posesión de un símbolo común a ambos (el pequeño). Luego,
del deseo del hijo un camino adecuado a la ratio conduce al deseo del varón.
En el varón se establece otra pieza cuando la investigación sexual del niño lo ha puesto en conocimiento de la
falta del pene en la mujer. Así, el pene es discernido como algo separable del cuerpo y entra en analogía con la
caca, que fue el primer trozo de lo corporal al que se debió renunciar. De ese modo el viejo desafío anal entra en
al constitución del complejo de castración.
Cuando aparece el hijo, la investigación sexual lo discierne como “lumpf” y lo inviste con un potente interés,
anal-erótico. El deseo del hijo recibe un segundo complemento de la misma fuente cuando la experiencia social
enseña que el hijo puede concebirse como prueba de amor, como regalo. Los tres, columna de caca, pene e hijo
son cuerpos sólidos que excitan un tubo de mucosa al penetrar o salir. La investigación sexual infantil sólo
puede llegar a saber que el hijo sigue el mismo camino que la columna de heces; ella no llega a descubrir la
función del pene. No obstante, es interesante ver que una armonía orgánica vuelva a salir a la luz en lo psíquico,
tras muy numerosos rodeos, como una entidad inconciente.

Freud, S. (1923). El yo y el ello. (Parte III: El yo y el superyó)

III – EL YO Y EL SUPERYÓ (IDEAL DEL YO)


Si el yo fuera sólo la parte del ello modificada por el influjo del sistema percepción, el subrogado del mundo
exterior real en lo anímico, estaríamos frente a un estado de cosas simple. Pero se agrega algo más.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 43


Debemos suponer la existencia de un grado en el interior del yo, una diferenciación dentro de él, que ha de
llamarse ideal-yo o superyó. Que esta pieza del yo mantiene un vínculo menos firme con al conciencia, he aquí
la novedad que pide aclaración.
Habíamos logrado esclarecer el sufrimiento doloroso de la melancolía mediante el supuesto de que un objeto
perdido se vuelve a erigir en el yo, vale decir una investidura de objeto es relevada por una identificación. Antes
no conocíamos toda la significatividad de este proceso y no sabíamos ni cuan frecuente ni cuán típico es. Desde
entonces hemos comprendido que tal sustitución participa en considerable medida en la conformación del yo, y
contribuye esencialmente a producir lo que se denomina su carácter.
Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre
investidura de objeto e identificación. Más tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto
parten del ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades. El yo, todavía endeble al principio, recibe
noticia de las investiduras de objeto, les presta su aquiescencia o busca defenderse de ellas mediante el proceso
de la represión.
Si un tal objeto sexual es resignado, porque parece que debe serlo o porque no hay otro remedio, no es raro que
a cambio sobrevenga la alteración del yo que es preciso describir como erección del objeto en el yo. Quizás el yo,
mediante esta introyección que es una suerte de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o posibilite la
resignación del objeto quizás esta identificación sea en general la condición bajo al cual el ello resigna sus
objetos. Comoquiera que fuese, es este un proceso muy frecuente, sobre todo en fases tempranas del desarrollo,
y puede dar lugar a esta concepción: el carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto
resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto. De entrada es preciso atribuir a una escala de la
capacidad de resistencia la medida en que el carácter de una persona adopta estos influjos provenientes de la
historia de las elecciones eróticas de objeto o se defiende de ellos. En los rasgos de carácter de mujeres que han
tenido muchas experiencias amorosas uno cree poder pesquisar fácilmente los saldos de sus investiduras de
objeto. También cabe considerar una simultaneidad de investidura de objeto e identificación, vale decir, una
alteración del carácter antes que el objeto haya sido resignado. En este caso, la alteración del carácter podría
sobrevivir al vínculo de objeto, y conservarlo en cierto sentido. Otro punto de vista enuncia que esta trasposición
de una elección erótica de objeto en una alteración del yo es, además, un camino que permite al yo dominar al
ello y profundizar sus vínculos con el ello, aunque, por cierto, a costa de una gran docilidad hacia sus vivencias.
Cuando el yo cobra los rasgos del objeto, por así decir se impone él mismo al ello como objeto de amor, busca
repararle su pérdida como diciéndole “mira, puedes amarme también a mí, soy tan parecido al objeto…”
La trasposición así cumplida de libido n objeto y de objeto en libido narcisista conlleva, manifiestamente, una
resignación de las metas sexuales, una desexualización y, por tanto, una suerte de sublimación.
Fijemos por un momento nuestra atención en las identificaciones-objeto del yo. Si estas predominan, se vuelven
demasiado numerosas e hiperintensas, e inconciliables entre sí, amenaza un resultado patológico. Tal vez el
secreto de los casos de la llamada personalidad múltiple resida en que las identificaciones singulares atraen
hacia sí, alternativamente, la conciencia.
Comoquiera que se plasme después la resistencia del carácter frente a los influjos de investiduras de objeto
resignadas, los efectos de las primeras identificaciones, las producidas a la edad más temprana, serán
universales y duraderos. Esto nos reconduce a la génesis del ideal del yo, pues tras este se esconde la
identificación primera, y de mayor valencia, del individuo: la identificación del padre de la prehistoria personal.
Es una identificación directa e inmediata (no mediada) y más temprana que cualquier investidura de objeto.
Empero, las elecciones de objeto que corresponden a los primeros períodos sexuales y atañen al padre y madre

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parecen tener su desenlace, si el ciclo es normal, en una identificación de esta clase, reforzando de este modo la
identificación primaria.
Estos nexos son tan complejos que requieren ser descritos más a fondo. Dos factores son los culpables de esta
complicación: la disposición triangular de la constelación del Edipo, y al bisexualidad constitucional del
individuo.
El caso del niño varón: en época tempranísima desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, que tiene su
punto de arranque en el pecho materno y muestra el ejemplo arquetípico de una elección de objeto según el tipo
de apuntalamiento (anaclítico); del padre, el varoncito se apodera por identificación. Ambos vínculos marchan
un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción
de que el padre es un obstáculo para esos deseos, nace el complejo de Edipo. La identificación-padre cobra
ahora una tonalidad hostil, se trueca en el deseo de eliminar al padre par sustituirlo junto a la madre. A partir de
ahí, la relación con el padre es ambivalente.
Con la demolición del complejo de Edipo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre. Puede
tener dos diversos reemplazos: o bien una identificación con la madre, o bien un refuerzo de la identificación-
padre. Solemos considerar este último desenlace como el más normal. De tal modo la masculinidad
experimentaría una reafirmación en el carácter del varón por obra del sepultamiento del complejo de Edipo.
Análogamente, la actitud edípica de la niñita puede desembocar en un refuerzo de su identificación-madre (o en
el establecimiento de esa identificación) que afirme su carácter femenino.
Estas identificaciones no responden a nuestra expectativa pues no introducen en el yo al objeto resignado,
aunque este desenlace también se produce y es más fácilmente observable en la niña que en el varón. Muy a
menudo averiguamos por el análisis que la niña pequeña, después que se vio obligada a renunciar al padre como
objeto de amor, retoma y destaca su masculinidad y se identifica no con la madre, sino con el padre, esto es, con
el objeto perdido. Ello depende, manifiestamente, de que sus disposiciones masculinas (no importa en qué
consistan estas) posean al intensidad suficiente.
La salida y el desenlace de la situación del Edipo en identificación-padre o identificación-madre parece
depender entonces, en ambos sexos, de la intensidad relativa de las dos disposiciones sexuales. Este es uno de
los modos en que la bisexualidad interviene en los destinos del complejo de Edipo. El otro es todavía más
significativo, a saber; uno tiene la impresión de que el complejo de Edipo simple no es, en modo alguno, el más
frecuente, sino que corresponde a una simplificación que a menudo se justifica suficientemente en la práctica.
Una indagación más a fondo pone en descubierto, las más de las veces, el complejo de Edipo más completo, que
es uno duplicado, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria del niño. Es decir que el varón
no posee sólo una actitud ambivalente hacia el padre y una elección tierna hacia la madre, sino que se comporta
también, simultáneamente, como una niña: muestra la actitud femenina tierna hacia el padre y la
correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre. Podría ser que la ambivalencia comprobada en la relación
con los padres debiera referirse por entero a la bisexualidad, y no, como antes lo expuse, que se desarrollase por
la actitud de rivalidad a partir de la identificación.
Así como el resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo se puede suponer
una sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de
alguna manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo
como ideal del yo o superyó.
Empero, el superyó no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello, sino que también
tiene al significatividad de una enérgica formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el yo no se agota en la

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advertencia: “así (como el padre) debes ser” sino que comprende también la prohibición: “así (como el padre) no
te es lícito ser, esto es, no puedes hacer todo lo que él hace” esta doble faz del ideal del yo deriva del hecho de
que estuvo empeñado en la represión del complejo de Edipo, y debe su génesis, únicamente, a este ímpetu
subvirtiente. No cabe duda que la represión del complejo de Edipo no ha sido una tarea fácil. Discerniendo en
los progenitores, particularmente en el padre, el obstáculo para la realización de los deseos del Edipo, el yo
infantil se fortaleció para esa operación represiva erigiendo dentro de sí ese mismo obstáculo. El superyó
conservará el carácter del padre, y cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se produjo su
represión (por el influjo de la autoridad, de la doctrina religiosa, la enseñanza, la lectura) tanto más riguroso
devendrá después el imperio del superyó como conciencia moral, quizá también como sentimiento icc de culpa
sobre el yo.
Si consideramos una vez más la génesis del superyó tal como al hemos descrito, vemos que este último es el
resultado de dos factores biológicos de gran importancia: el desvalimiento y la dependencia del ser humano
durante su prolongada infancia, y el hecho de su complejo de Edipo, que hemos reconducido a la interrupción
del desarrollo libidinal por el período de latencia, y, por tanto, a la acometida en dos tiempos de la sexualidad.
La separación del superyó respecto del yo no es algo contingente: subroga los rasgos más significativos del
desarrollo del individuo y de la especie y, más aún, en la medida en que procura expresión duradera al influjo
parental, eterniza la existencia de los factores a los que se debe su origen.
El ideal del yo es la herencia del complejo de Edipo y así, expresión de las más potentes mociones y los más
importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución, el yo se apodera del complejo de Edipo y
simultáneamente se somete, él mismo, al ello. Mientras que el yo esencialmente representante del mundo
exterior, de la realidad, el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello.

Freud, S. (1924). El sepultamiento del complejo de Edipo

Complejo de Edipo: Fenómeno central del período sexual de la primera infancia, sucumbe a la represión y es
seguido por el período de latencia.
El desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales ya han tomado sobre si el papel rector.
Pero estos genitales son solamente los masculinos, porque los femeninos siguen sin ser descubiertos. Esta fase
fálica no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es relevada por el
periodo de latencia.

¿Cómo sucede esto?


Varón: ha volcado interés en sus genitales, y lo demuestra con su vasta ocupación manual. Los adultos están en
desacuerdo con ese obrar, y sobreviene la amenaza de castración sobre esa parte tan estimada por él. La tesis
es que la organización genital fálica en el niño se va a pique a raíz de esta amenaza de castración.
Al principio, el varón no presta atención a esta amenaza, y lo que quiebra su incredulidad es la observación de
los genitales femeninos. Con ello se vuelve representable la pérdida de su propio pene, y la amenaza de
castración obtiene su efecto con posterioridad.
El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva. Pudo
situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la madre, raíz de lo cual
el padre fue sentido como un obstáculo; o bien quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual

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la madre quedó sobrando. La posibilidad de castración puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas
del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevaban la pérdida del pene; una, la masculina, en
calidad de castigo, y la otra, la femenina, como premisa.
Entonces, hay un conflicto entre el interés narcisista por el pene y la investidura libidinosa de los objetos
parentales. Por lo general triunfa la primera, y el niño se extraña del complejo de Edipo.
Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre es
introyectada al yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad y
perpetúa la prohibición del incesto. Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son
desexualizadas y sublimadas. Con este proceso se inicia el período de latencia.
Niña: la niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de
que alguna vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. La niña acepta la
castración como un hecho consumado, mientras que el varón tiene miedo a la posibilidad de su
consumación.
Excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó. En la
niña estas alteraciones parecen ser resultado de la educación y del amedrenamiento externo, que amenaza con la
pérdida del ser amado.
La niña entonces se desliza (por ecuación simbólica) del pene al hijo, su complejo de Edipo culmina en el
deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir por regalo un hijo del padre. El complejo de Edipo es
abandonado poco a poco, pero el deseo de poseer un pene y recibir un hijo permanecen en lo inconciente, donde
se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual

Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos

En la situación del complejo de Edipo, el niño retiene el mismo objeto al que ya en el período precedente
(lactancia-crianza), había investido con su líbido todavía no genital. La postura edípica del varón pertenece
entonces a la fase fálica, y finaliza por la angustia de castración, o sea, por el interés narcisista en sus genitales.
Con respecto a la prehistoria del complejo de Edipo, sabemos que hay en ella una identificación de
naturaleza tierna con el padre, de la que todavía está ausente el sentido de la rivalidad hacia la madre. Otro
elemento de esta prehistoria es el onanismo de la primera infancia, cuya sofocación por parte de las
personas encargadas de su crianza, activa el complejo de castración.
El Edipo en la niña esconde otro problema. Inicialmente la madre fue para ambos el primer objeto. El varón lo
retiene, y la niña lo resigna y toma a cambio al padre como objeto. ¿Cómo sucede? Ella nota el pene del niño y lo
discierne como el correspondiente de su clítoris, a partir de ahí cae víctima de la envidia del pene. En
oposición, el varón se muestra poco interesado por la región genital de la niña, pero más tarde, bajo el influjo de
la amenaza de castración, aquella observación se volverá significativa.
La niña afloja los vínculos tiernos con el objeto-madre, responsabilizándola por la falta del pene. Sobreviene
también en ella una contracorriente opuesta al onanismo, independiente del influjo pedagógico de las personas
encargadas de la crianza. Esto es un preanuncio de aquella oleada represiva que en la época de la pubertad
eliminará una gran parte de la sexualidad masculina para dar paso a la feminidad.
Hasta ese momento no había complejo de Edipo, pero ahora la líbido de la niña se desliza (a través de la
ecuación hijo=pene) a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo,
y con éste propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos.

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Entonces, en la niña, el complejo de Edipo es una formación secundaria. Las repercusiones del complejo de
castración le preceden, y lo preparan. En cuanto al nexo entre complejo de Edipo y complejo de castración, se
establece una oposición fundamental entre los dos sexos. Mientras que el complejo de Edipo del varón
se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e
introducido por este último. Esta contradicción se esclarece si se reflexiona en que el complejo de
castración produce en cada caso efectos en el sentido de su contenido: inhibidores y limitadores de la
masculinidad, y promotores de la feminidad. La diferencia entre varón y mujer en cuanto a esa pieza de
desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y de la situación
psíquica enlazada con ella, corresponde al distingo entre castración consumada y mera amenaza
de castración (disimetría del falo).
En el varón, sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas; sus objetos son
incorporados al yo, en donde forman el núcleo del superyó y prestan a esta neorformación sus propiedades
características. El superyó deviene el heredero del complejo de Edipo.
En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su
efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. El superyó nunca deviene tan
implacable, impersonal e independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón (el
superyó de la mujer es más débil).

Freud, S. (1923). La organización genital infantil

Con las puntualizaciones que siguen querría reparar un descuido en el campo del desarrollo sexual infantil.
En mi tesis anterior (tres ensayos) explicaba A menudo o regularmente en la niñez se consuma una elección
de objeto como la que hemos supuesto característica de la pubertad. El conjunto de las aspiraciones sexuales
se dirigen a una persona única, y en ella quieren alcanzar su meta. La unificación de las pulsiones parciales y
su subordinación al primado de los genitales no son establecidas en la infancia. Por tanto, la instauración de
este primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.
Nueva tesis  La aproximación de la vida sexual infantil a la vida sexual del adulto llega mucho más allá de la
elección de objeto. Si bien no hay una unificación de las pulsiones parciales bajo el primado genital, en el
apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales y el quehacer genital cobran
una significatividad dominante. En esta organización, para ambos sexos solamente desempeña un papel un
genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo.
Esa parte del cuerpo ocupa en alto grado el interés del niño y de continuo plantea nuevas tareas a su pulsión de
investigación. En el curso de las mismas, el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de
todos los seres semejantes a él. Ante la vista de los genitales femeninos, llegan a la conclusión de que el pene
estuvo presente y luego fue removido. Esta falta de pene es entendida como el resultado de una castración.
Sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta
su génesis en la fase del primado del falo.
El niño cree que sólo personas despreciables del sexo femenino habrían perdido el genital. Pero las personas
respetables, como su madre, siguen conservando el pene.
En el estudio de la organización pregenital sádico anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición
entre activo y pasivo es la dominante. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay por cierto
algo masculino, pero no algo femenino, la oposición aquí es: genital masculino o castrado.

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Sólo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad sexual coincide con lo masculino
y lo femenino.

Freud, S. (1933). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. (32ª conferencia:


Angustia y vida pulsional)

Recurrimos al proceso del nacimiento como el evento que deja tras sí una huella afectiva; en él, los cambios en la
actividad del corazón y la respiración, característicos del estado de angustia, fueron acordes con el fin. La
primera angustia habría sido una angustia tóxica. Luego partimos del distingo ente angustia realista y
angustia neurótica; la primera es una reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de
afuera, mientras que la segunda es enteramente enigmática, como carente de fin. La angustia realista la
redujimos a un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz, que llamamos apronte
angustiado. A partir de este estado se desarrolla la reacción de angustia; serían posibles dos desenlaces en él.
O bien el desarrollo de angustia, la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal, y entonces
al restante acción puede adaptarse a la nueva situación de peligro, o bien lo antiguo prevalece, toda la reacción
se agota en le desarrollo de angustia y entonces el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin
para el presente.
La angustia neurótica la observábamos en tres clases de constelaciones: en primer lugar, como un estado de
angustia libremente flotante, general, pronto a enlazarse de manera pasajera con cada nueva
posibilidad que emerja; es la llamada “angustia expectante”. En segundo lugar, ligada de manera firme a
determinados contenidos de representación en las llamadas fobias, en las que todavía podemos discernir un
vínculo con un peligro externo, pero la angustia frente a él no puede menos que parecernos desmedida. En
tercero y último término, la angustia en al histeria y otras formas de neurosis grave.
En lo que se refiere a la expectativa angustiada, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con al
economía de la libido de la vida sexual. La causa más común de al neurosis de angustia es la excitación
frustránea. Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, en reemplazo de esta libido desviada de su
aplicación emerge el estado de angustia.
De la angustia en la histeria y otras neurosis hacemos responsable al proceso de la represión. Es la
representación la que experimenta la represión y llegado el caso es desfigurada hasta que se vuelve
irreconocible; pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia. Ahora bien, no entraña ninguna
diferencia esencial la razón por al cual un monto de afecto se haya vuelto inaplicable: por endeblez infantil del
yo, como en las fobias de los niños; a consecuencia de procesos somáticos en la vida sexual, como en la neurosis
de angustia o por represión, como en la histeria.
Hay un vínculo en extremo significativo entre desarrollo de angustia y formación de síntoma: ambos se
subrogan entre sí. El agorafóbico, por ejemplo, inicia su historia patológica con un ataque de angustia en la calle;
este se repetiría toda vez que anduviera de nuevo por la calle. Ahora crea el síntoma de la angustia a andar por la
calle, que también podría llamarse una inhibición, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia.
La angustia es como estado afectivo la reproducción de un antiguo evento peligroso; la angustia está al servicio
de la autoconservación y es una señal de un nuevo peligro; se genera a partir de una libido que de algún modo se
ha vuelto inaplicable; lo hace también a raíz del proceso de la represión; la formación de síntoma la releva, la
liga psíquicamente.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 49


Hay tres variedades de angustia: la realista, la neurótica y la de la conciencia moral, y pueden ser referidas a los
tres vasallajes del yo: respecto del mundo exterior, del ello y del superyó, respectivamente.
No es la represión al que crea la angustia, sino que es la angustia la que crea la represión.

Calzetta, J. J. (1996). Relaciones afectivas y aprendizaje escolar

I. Introducción
Los nexos entre relaciones afectivas y aprendizaje escolar, remiten a los vínculos entre afectividad e inteligencia
(o pensamiento).
Las teorías desarrolladas por Freud y Piaget, encuentran un punto de confluencia al concebir que el sujeto se
constituye a sí mismo en la medida en que construye su objeto.
Es debido a esta implicación del otro que la expresión actualmente más usada en psicoanálisis es “relación”, y no
“elección” de objeto (esta ultima aludiría a la perspectiva del sujeto).
El aspecto específicamente económico de la cuestión (el afecto), no puede ser en dejado de lado cuando se
intenta comprender la naturaleza del aprendizaje. Pues no hay una independencia entre cantidad y cualidad;
debe considerarse la magnitud de las fuerzas en juego.
Cualquier definición de aprendizaje que se intente debe tener en cuenta inevitablemente cuestiones como la
motivación (de naturaleza afectiva) y los obstáculos (obedecen al juego de los afectos). Freud dice que la
producción de afecto tanto placentero como displacentero, puede estorbar el curso del pensamiento. El papel del
yo consistirá en inhibir estos grandes desplazamientos de excitación en el sentido de la descarga, de modo que se
mantengan las ligaduras que garanticen la continuidad del proceso secundario. Mientras más afecto haya en
juego, mayor ser la dificultad del yo.
Institución escolar: Grupo humano, dedicado a una tarea específica, que sustenta el objetivo de transmitir
cultura, lo que implica transmisión de conocimiento y preparación para la asunción de roles sociales. Esta
organizada jerárquicamente y a a cada lugar de la escala, le corresponde una función determinada que implica
un distinto grado de poder e influencia sobre los demás. Se rige formalmente por un código de normas y tiene
una interrelación constante con el contexto social del cual forma parte.

II. Las primeras relaciones afectivas o la disposición a aprender.


La naturaleza del deseo de aprender, es indudablemente libidinal; y se trata de un destino de la sexualidad
infantil que la cultura aprovecha, Sin este deseo no habria escuela que se sostuviera.
El otro está presente en el yo desde el inicio (lo funda). No se puede pensar el aprendizaje dejando de lado las
relaciones afectivas: aquellas que de las cuales deriva como deseo, y aquellas que lo contienen y lo sostienen en
la actualidad (vinculos con maestros, compañeros, etc).
Relación en la identidad de percepción (investiduras-identificaciones). Al comienzo de la organización
psíquica, no puede distinguirse la investidura de objeto de la identificación. La primera asignación de cualidad
se da en la percepción alucinatoria, que está representada por la ligazón de la cantidad con la representación del
objeto (aun no reconocido como otro), y se da también el primer enlace identificatorio, ya que allí se constituye
el basamento del yo. Es el momento del narcisismo primario, de indiferenciación sujeto-objeto. Pero desde el
punto de vista del objeto todavía no se puede hablar de relación. Sin embargo desde el punto de vista externo, es
el momento en que la relación con el otro es más determinante.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 50


Es asi como comienza a constituirse el yo placer, que se erige sobre la huella de las sucesivas experiencias de
satisfacción. Cuando no se satisface la necesidad mediante la alucinación hay un efecto desestructurante: la
angustia automática es producto de la invasión de cantidad que desarticula la incipiente capacidad
representacional. Pero el yo cuenta con el otro, sobre el cual se apoya para reconstruirse y de él comienza a
aprender lo que más adelante constituirá su repertorio de respuestas específicas.
Tal aprendizaje es a partir de la identificación. Vemos que desde el comienzo de la vida psíquica el aprendizaje
es una experiencia intensamente afectiva. En la fase oral, e niño se nutre de la madre, y el yo se alimenta con las
acciones específicas maternas, las cuales incorpora. Gracias a estas herramientas comienza a cualificar las
cantidades, discriminar, atribuir valor a los estímulos. Esto domino del yo es efecto de sus primeros
aprendizajes.
El yo placer se va constituyendo a partir de las investiduras periódicas que permiten categorizar la
representación como interna o externa. El yo ya no recepciona los estímulos pasivamente, sino que los organiza
en función de valores libidinales. Gracias a esta categorización logra incluir la representación del objeto hostil,
pero el mismo quedara ubicado como externo. El odio se dirige ahora hacia el exterior (no-yo). El yo (placer
purificado), se hará ideal por identificación total con el objeto de amor, y esta posición ideal para la libido se
abandona por necesidad.
El solo impacto de la necesidad seria desarticulante si no mediara el aprendizaje por identificación con el objeto.
Este aprendizaje se produce gracias a un objeto madre suficientemente estable para sostener al yo,
suficientemente presente en sus cuidados amorosos y suficientemente organizado como para poder reflejar al yo
en su imagen. Gracias a este apoyo podría realizar el yo las inhibiciones de investiduras que eviten la identidad
de percepción y lo pongan en camino de obtener la identidad de pensamiento.
El tránsito hacia la respuesta especifica (id pensamiento) sigue la forma del pensamiento reproductivo (un tipo
de inhibición de la descarga alucinatoria); es provocado por la diferencia entre lo deseado y lo percibido. Esta
diferencia hace surgir el impulso a la actividad del pensamiento, y el yo puede iniciar la descarga.
La forma más primitiva de este pensamiento reproductivo consiste en la aparición de una imagen motriz
intercalada entre ambos complejos, producto del registro de movimientos anteriores. Esta imagen se reactiva
por la realización efectiva de un movimiento, y de ésta forma se consigue la identidad y es permitida la descarga.
Esta forma de pensamiento es la esencia para los procesos de pensamiento más evolucionados. Un ejemplo
sería la búsqueda del pecho materno por parte del lactante.
Tanto Freud como Piaget dan importante a la acción en la construcción del pensamiento. La capacidad de
aprender está determinada en parte por la capacidad de interiorizar la acción, y en parte por las identificaciones,
que permiten al yo confiar en sus propias habilidades para dominar las cantidades por vía de la cualificación y,
luego, dominar la realidad externa por medio de la acción específica (momento de separación sujeto-objeto)
En este período de ambivalencia afectiva (fase anal/yo real definitivo), se hace necesario trasladar el dominio de
las cantidades al objeto. Se debe controlar el objeto para garantizar la satisfacción. Junto con esta pulsión de
dominio de objeto, comienza a actuar la pulsión de ver.
En este momento, la realidad exterior es ambivalente, y puede desaparecer. La angustia de éste período será
angustia señal de pérdida de objeto.
Es aquí que aparece el dominio del lenguaje verbal. El lenguaje surge apoyado en el llanto, cuya primera función
es invocadora.
Al ligarse la representación-cosa con las representación-palabra, el pensamiento se hace ahora preconciente. El
pensar en palabras permite un cierto nivel de descarga. A su vez, la palabra no funcionará más como un atributo

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 51


de la cosa, sino que adquirirá un nivel de realidad específico. Esto termina remitiendo a otras palabras, que
alude a la existencia de los otros y posibilitará el intercambio con ellos.
Se produce aquí el surgimiento de la pulsión epistemofílica. La misma surge cuando el niño intenta dominar el
objeto. Se genera en el la curiosidad, y tiene la necesidad de aprehender cada una de las características del
objeto amado y, por extensión, de toda la realidad circundante.
La necesidad de ver y dominar conduce al deseo de saber. Para poder dominar la realidad es necesario integrar
lo que se ve en construcciones cada vez más coherentes y abarcativas. Es éste el momento de las primeras
teorías sexuales infantiles, referidas al origen y la diferencia. El yo (de realidad definitivo) integra los datos que
la percepción le ofrece, pero puede a su vez, renegar de ésta percepción. Esta inestabilidad en el principio de
realidad en los años infantiles, permite la ambivalencia intelectual ante la castración en la fase fálica.
La pulsión epistemofílica es sensible a la relación del niño con los otros. Es necesario un yo que se haya
constituido, que pueda inhibir sus procesos primarios, que haya sido suficientemente amado como para tolerar
la ruptura de su narcisismo primitivo, y cuyas tendencias al dominio, su sadismo y su compulsión de ver hayan
sido toleradas. De lo contrario, es probable que la pulsión de saber no se instale y tenga desinterés por el
aprendizaje.
La caída del complejo de Edipo resignifica el deseo de aprender. Para preservar su integridad, el Yo debe
renunciar a parte de su realidad; tanto de sus deseos como un aspecto del objeto (lo sexual) que ya no pueden
pertenecer al Yo. Invierte energía para mantenerlos lejos de sí. La magnitud de ésta pérdida será determinada
por la forma específica de las relaciones afectivas.
Puede pasar que se demande el cumplimiento de una perfección imposible o bien que se vea perturbado el
mismo. La solución ideal consiste en una sublimación exitosa, y que se dedique la energía de la sexualidad
infantil reprimida a la adquisición y producción de conocimientos. Implica un recurso narcisista: imposibilitado
de destinar su libido al objeto, el Yo elige amarse a si mismo, en la confianza de que algún dia logrará alcanzar la
perfección, cuando se iguale al ideal.
Este momento corresponde al momento en que el niño comienza su tránsito institucional, cuando los padres
caen de su pedestal ideal y los otros, fuera de la familia, se acercan a ese lugar privilegiado.
Las situaciones de la vida escolar comportan fenómenos afectivos sumamente intensos, que sólo cabe clasificar
dentro de los transferenciales. Los vínculos ambivalentes con los padres idealizados de la primera infancia y con
los hermanos, son desplazados a las figuras de maestros y compañeros. Los maestros se convierten en
“sustitutos del padre”.

Freud, S. (1907) El creador literario y el fantaseo

Busca en el juego del niño las primeras huellas del quehacer poético, que es la ocupación preferida y más intensa
del niño.
Juego del niño: El niño al jugar se comporta como un poeta, crea un mundo propio (inserta las cosas de su
mundo en un nuevo orden que le agrada); y toma muy en serio este juego, emplea en el grandes montos de
afecto. Lo opuesto al juego es la realidad efectiva. El niño diferencia la realidad de su mundo del juego.
Lo que diferencia su jugar del fantasear es que cuando juega el niño apuntala sus objetos y situaciones
imaginadas en objetos reales.
Fantaseo del poeta: Hace lo mismo que en el juego del niño: crea un mundo de fantasía dotado de grandes
montos de afecto, y lo separa de la realidad efectiva. Muchas de las cosas que de ser reales no depararían goce,

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 52


pueden depararlo en la fantasía, asi como muchas excitaciones penosas pueden convertirse en fuente de placer
para los espectadores del poeta.
Juego vs. Fantasía: Parecería que el adulto renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego, sin embargo,
solo permuta una cosa por otra (formación sustituta). Es decir, del juego solo resigna el apuntalamiento en
objetos reales, ahora fantasea y crea lo que se llama sueños diurnos. Y este fantasear no es fácilmente observable
como el jugar de los niños (quienes no juegan para los adultos como si fueran su público, ni les oculta a ellos su
jugar), ya que el adulto se avergüenza de sus fantasías.
Niño: El jugar del niño estaba dirigido por el deseo de ser grande y adulto, imitando en el juego lo que le ha
devenido familiar de la vida de los mayores (no tienen razón para esconder ese deseo).
Adulto: Sabe que se espera del que ya no juegue ni fantasee, sino que actué en el mundo real. Quiere esconder
los deseos que producen este fantasear. Entonces su fantasear lo avergüenza por infantil y no permitido.
Esta información del fantasear de los adultos ha sido obtenida mediante el análisis de neuróticos, que se ven
obligados a confesar sus fantasías al médico.
Caracteres del fantasear:
 Solo fantasea el insatisfecho: Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada
fantasía es un cumplimiento de deseo. Son deseos ambiciosos que sirven a la exaltación de la
personalidad (en el hombre generalmente), o son deseos eróticos (en la mujer generalmente pero tb en
el hombre). Las causas para ocultar estos deseos se ven en la crianza.
 Productos del fantaseo: las fantasías singulares, castillos en el aire o sueños diurnos.
 La fantasía tiene tres tiempos: Una situación del presente que es capaz de despertar los deseos de una
persona; desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior (infantil casi siempre), en que aquel
deseo se cumplía: esto crea una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese
deseo (la fantasía o resto diurno), en que van impresas las huellas de su origen en la ocasión y en el
recuerdo.
 Neurosis o psicosis: el hecho de que las fantasías proliferen y se vuelvan hiperpotentes, crea las
condiciones para la caída en una neurosis o psicosis.
 Los sueños son también fantasías.
Poeta: Todos los poetas tienen un héroe situado en el centro del interés y el cual procura ganar la simpatía del
auditorio. A la vez, todas las mujeres se enamoran del héroe (esto nunca ocurre en la realidad), y las personas de
la novela se dividen tajantemente en buenas y malas (esto no se observa en la realidad). Es decir, que las
creaciones poéticas tienen relación con el sueño diurno, o sea que tiene los mismos caracteres que la fantasía en
el adulto. . La diferencia con el soñante diurno es que el poeta al exponer sus fantasías, nos genera placer, a
diferencia del adulto, que si contara sus fantasías nos escandalizarían.
¿Cómo lo consigue? Modera el carácter del sueño diurno mediante variaciones y encubrimientos, y nos soborna
por medio de una ganancia de placer que posibilita el desprendimiento de un placer mayor, proveniente de
fuentes psíquicas situadas a mayor profundidad. A esa ganancia de placer la llamamos placer previo o prima de
incentivación. El goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el interior de nuestra
alma.

Laplanche, J. & Pontalis, J. B. (1971). Diccionario de Psicoanálisis. (Nota sobre Período de Latencia y
sublimación)

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 53


PERIODO DE LATENCIA: Período comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto
año) y el comienzo de la pubertad, y que representa una etapa de detención en la evolución de la sexualidad.
Durante el se observa, desde este punto de vista, una disminución de las actividades sexuales, la desexualización
de las relaciones de objeto y de los sentimientos (especialmente el predominio de la ternura sobre los deseos
sexuales) y la aparición de sentimientos como el pudor y el asco y de aspiraciones morales y estéticas. Según la
teoría psicoanalítica, el período de latencia tiene su origen en la declinación del complejo de Edipo; corresponde
a una intensificación de la represión (que provoca una amnesia que abarca los primeros años), una
transformación de las catexis de objetos en identificaciones con los padres y un desarrollo de las sublimaciones.
La idea de un periodo de latencia sexual puede comprenderse como una etapa de detención predeterminad entre
dos “empujes” de la libido. El complejo de Edipo debe desaparecer porque ha llegado el momento de su
disolución, como cae la primera dentición cuando los dientes definitivos empujan para salir.
Para explicar la declinación del Edipo, Freud utilizó “la imposibilidad interna” de éste, una especie de
discordancia entre la estructura edípica y la inmadurez biológica.
La entrada en el período de latencia sólo se comprendería en relación con la evolución del complejo de Edipo y
las modalidades de su resolución en los dos sexos.
Secundariamente, las formaciones sociales, uniendo su acción a la del superyó, vienen a reforzar la latencia
sexual.
Freud habla de período de latencia, no de fase: durante el período considerado, si bien pueden observarse
manifestaciones sexuales, no se puede hablar en rigor de una nueva organización de la sexualidad.

SUBLIMACIÓN: Comenzaremos la primer etapa de nuestro itinerario con la obra de Freud, el creador del
psicoanálisis. El punto de partida que elegimos es el concepto de sublimación que la define como :
“ proceso en el que las fuerzas instintivas sexuales son desviadas de sus fines sexuales y orientadas
hacia otros distintos, proporcionando poderosos elementos para todas las formaciones culturales “.
 Laplanche J. Y Pontalis J.B. hacen referencia que Freud describió como una de las actividades de
sublimación, principalmente a la actividad artística y la investigación intelectual. Comentan éstos autores
que en el término sublimación evoca a la vez la palabra sublime, que se utiliza en bellas artes y que
designa una producción que sugiere grandeza y elevación.
Por otra parte descomponiendo la palabra sublimación nos encontramos con que “su” significa hasta y
“blimación” significa dintel coincidiendo su etimología con la idea de elevación.
Por último sabemos que en química se utiliza el término sublimación para designar el proceso por el
cual un cuerpo pasa del estado sólido al estado gaseoso.
Freud explica con el concepto de sublimación (desde el punto de vista económico y dinámico)
actividades sostenidas por un deseo que no apunta en forma manifiesta hacia un fin sexual, por
ejemplo: la creación artística. En su obra “ Tres ensayos para una teoría sexual , la sexualidad infantil” ,
Freud entiende que la sublimación es el tercer desenlace al que puede llegar una disposición anormal,
lográndose por medio de la sublimación una elevación de la capacidad de rendimiento psíquico y dice
que se halla aquí, una de las fuentes de la actividad artística.
Así entonces, Freud enuncia una relación mixta entre la capacidad de rendimiento, la perversión y la
neurosis, como formas de descarga de la excitación superflua de la libido.
Podemos considerar de acuerdo con Laplanche y Pontalis , que Freud con la introducción del concepto
del narcisismo anticipa otra idea: la existencia de un tiempo intermedio que existiría entre la

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 54


transformación de una actividad sexual en una actividad sublimada (dirigiéndose ambas hacia objetos
externos independientes).
Este tiempo intermedio, permitiría la retirada de la líbido sobre el yo, que haría posible la
desexualización. La sublimación entonces es una salida del narcisismo.

Janin, B. (2000) Sobre la constitución del lenguaje

En psicoanálisis hablar de lenguaje lleva a reflexionar sobre el sistema preconciente.


Sistema inconciente y sistema preconciente son diferentes modos de ligazón entre las representaciones, las
diferentes leyes y diferentes lógicas.
Sistema Inconciente:
- Constituido por representaciones cosa.
- Regido por el proceso primario.
- Atemporal y no hay espacio.
- No hay negación (coexisten ideas opuestas), duda ni certeza.
- Movilidad de las cargas de afecto.
Sistema Preconciente:
- Constituido por representaciones palabra (representación-cosa más resto de palabra oída). Compuesta
por componentes auditivos, visuales y de movimiento (cinético), estructurados por el componente
auditivo sonoro.
- Regido por el proceso secundario.
- Temporal y hay categoría de espacio, negación y existe la contradicción.
- Pensamiento preconciente que sigue las vías marcadas por las primeras inscripciones.
Sabemos que en el adulto operan los dos sistemas simultáneamente, hay palabras que no responden a un
pensamiento conocido por él; en cambio, el niño no se rige de entrada por las normas del preconciente. ¿Cómo
se aprende a hablar? No depende solo de un proceso madurativo, sino también de la constitución del
psiquismo. Al principio, el niño depende de otros para satisfacerse, los cuales lo van marcando.
Un niño nace en un mundo de palabras, y es en relación con otros, que erogenizan, prohíben, etc., que se va
constituyendo su psiquismo.
Grito y llanto: Aparece frente a la tensión de necesidad, así como frente al dolor. Y la madre le otorga a esa
descarga el sentido de un llamado.
Sonidos que producen placer en su repetición (juego auto erótico): Lo que dicen los adultos, va siendo ligado al
placer y al displacer. A través de los cuidados maternales el cuerpo va siendo erotizado. No hay palabras ni
sentido, repite sonidos que le producen placer por el solo hecho de repetirlos; es la emisión vocal ligada a la
audición del sonido, que lo reitera en un juego auto erótico. Luego se pasa a…
Laleo que imita la melodía de una frase (juego madre-hijo): Se da un juego amoroso con la madre, esta hace
una especie de música frente al niño, y el niño va identificándose primariamente con este otro que lo libidiniza,
constituyéndose un yo de placer purificado (desconocimiento del otro como generador de satisfacción).
Hasta acá, el niño no nombra pero es nombrado. El placer narcisista domina su producción sonora,
fusionándose con un semejante que no es reconocido como tal.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 55


Palabras (no son re-palabras): Se producen fracturas en este funcionamiento narcisista ya que la madre no es
omnipresente (la cual se va erigiendo como alguien diferente, ideal y todopoderoso). Nombra, suponiendo que el
nombre es una cosa o parte de la cosa, se nombra a si mismo en tercera persona, y nombra a la madre como
modo de tenerla, de recuperarla. La palabra separa (se va diferenciando) y liga (intenta anular las diferencias).
Nombra a la madre para tenerla mágicamente, pero a la vez esto supone establecer una distancia. Las primeras
palabras son palabras frase / palabras actos, ya que: condensan un sentido en una sola palabra y presuponen
una acción.
Hasta acá se intento diferenciar el yo del no-yo. El niño intenta dominar lo vivido como externo (displacentero);
y la palabra tiene el valor de expulsar esto, y a la vez de recuperar el objeto amado.
Dos palabras (núcleo y predicado): Cuenta en acciones, y ya se ven los esbozos de representaciones prcc.
Piensa en acciones, en imágenes motrices, cinéticamente.
Para que un niño hable tiene que haber alguien con quien se identifique y cuyos sonidos repita, pero este alguien
tiene que poder estar ausente así el niño intenta recuperarlo con la palabra. Entonces, lenguaje ligado a la acción
(transforma lo pasivo en activo).
Negación: La madre nombra al mundo pero también prohíbe mediante el “no”. El niño se apropia de este
símbolo por identificación. Es así como se opondrá a los otros ya no solamente con su cuerpo, sino con el
lenguaje. Domina y se domina. El niño cree que es omnipotente mediante sus palabras, ya que la madre lo
comprende y le otorga valor de comunicación.
Lenguaje como sistema de normas regladas: Pero para que el niño se inserte en el mundo social será
imprescindible que acepte normas => la madre denuncia la fallas de ese lenguaje infantil posibilitando la
adquisición del lenguaje como un sistema de normas regladas, leyes que preexisten al niño. Apertura de vínculo
narcisista pues la madre denuncia la falla.
Complejo de Edipo: Hito clave en la constitución psíquica. Las leyes del lenguaje se atribuyen al padre, pues
tiene el poder porque se lo supone el que ejecuto la castración materna. Los primeros objetos hacia los que se
dirige la libido son aquellos (los otros) que en un primer momento hicieron sentir omnipotente al niño.
Hasta ahora el mundo estaba categorizado en términos de actividad-pasividad, cuyo dominio se intenta a través
de la musculatura (fase anal). Ahora el mundo se reorganiza en torno al falo, apareciendo las teorías sexuales
infantiles y preguntas, que suponen un preconciente mas estructurado. Pero todavía no relatan, sino que
escenifican las fantasías y vivencias a través del juego. Y cuando hablan y juegan toman rastros de vivencias y lo
reorganizan de acuerdo a sus fantasías.
Ya puede hablar en primera persona, acepta normas consensuales y su omnipotencia trastabilla. Sin embargo,
su pensamiento está fuertemente sexualizado, ya que sus palabras están ligadas a lo concretos
(fundamentalmente imágenes visuales).
Al naufragar el complejo de Edipo, el sistema preconciente, estabilizado como una organización de
representaciones- palabras fuertemente ligadas entre si en oposición a las pulsiones, posibilita la renuncia a los
deseos eróticos incestuosos. Y esta renuncia trae como consecuencia el desarrollo de una actividad intelectual
cada vez más vasta que colabora en el dominio de los deseos. La sexualidad infantil sucumbe a la represión y las
instancias psíquicas se diferencian en Ello, yo de realidad definitivo y súper-yo.
Representaciones-palabra como tales, espacio y tiempo como conceptos abstractos, juicios de existencia,
examen de realidad, desvío de los intereses directamente sexuales a otros nuevos, posibilitan y evidencian el
acceso a la cultura.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 56


Solo la desidealización de ambos padres posibilitan un lenguaje abstracto y un pensarse a si mismo (primero se
pensará en términos proyectivos). El lenguaje se estabiliza como un ordenamiento sujeto a leyes gramaticales,
sintácticas, etc.

Winnicott, D. W. (1986). Realidad y juego (Capítulos 1 y 9).

1. Objetos transicionales y fenómenos transicionales. (D. Winnicott)


I. Mi primera hipótesis. Es bien sabido que los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares,
para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos en esa zona y, además, para una tranquila
unión. También se sabe que al cabo de unos meses los bebés encuentran placer en jugar con muñecas, y que la
mayoría de las madres les ofrecen algún objeto especial y esperan, por decirlo así, que se aficionen a ellos.
Existe una relación entre estos dos grupos de fenómenos, separados por un intervalo de tiempo.
La primera posesión. Pautas que exhiben los bebés en su uso de su primera posesión de "no-yo": Quienes se
encuentran en estrecho contacto con los intereses y problemas de las madres tendrán ya conocimiento de las
riquísimas pautas que exhiben los bebés en su uso de su primera posesión de "no-yo". Gracias a que las exhiben,
es posible someterlas a observación directa.
Se advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza con las prime-ras actividades de
introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a la larga lleva al apego a un osito, una muñeca o un
juguete, blando o duro. Resulta claro que aquí hay algo importante, aparte de la excitación y satisfacción oral,
aunque estas puedan ser la base de todo lo demás. Se pueden estudiar muchas otras cosas de importancia, entre
ellas:
1. La naturaleza del objeto.
2. La capacidad del niño para reconocer el objeto como un "no-yo".
3. La ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite.
4. La capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto.
5. La iniciación de un tipo afectuoso de relación de objeto.
Introduzco los términos "objetos transicionales" y "fenómenos transicionales" para designar la zona intermedia
de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la
actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario
de la deuda y el reconocimiento de ésta.
Mediante esta definición, el parloteo del bebé y la manera en que un niño mayor repite un repertorio de
canciones y melodías mientras se prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos
transicionales, junto con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía
no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.
Lo inadecuado de la formulación habitual de la naturaleza humana. De cada individuo que ha llegado
a ser una unidad, con una membrana limitante, y un exterior y un interior, puede decirse que posee una realidad
interna, un mundo interior que puede ser rico o pobre, encontrarse en paz o en estado de guerra.
La tercera parte de la vida de un ser humano es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la
realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno, porque no se le
presentan exigencias, salvo la de que exista como lugar de descanso para un individuo dedicado a la perpetua
tarea humana de mantener separadas y a la vez interrelacionadas la realidad interna y la exterior.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 57


Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad, y su creciente
capacidad para ello.
No me refiero exactamente al osito del niño pequeño, ni al uso del puño por el bebé (pulgar, dedos). No estudio
específicamente el primer objeto de las relaciones de objeto. Mi enfoque tiene que ver con la primera posesión, y
con la zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva.
Desarrollo de una pauta personal. En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una
tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos objetos
representan el pecho materno.
En el caso de algunos bebés, el pulgar se introduce en la boca mientras los demás dedos acarician el rostro
mediante movimientos de pronación y supinación del antebrazo. La boca, entonces, se muestra activa en
relación con el pulgar, pero no respecto de los dedos. Los que acarician el labio superior o alguna otra parte
pueden o no llegar a ser más importantes que el pulgar introducido en la boca. Más aun, se puede encontrar esta
actividad acariciadora por sí sola, sin la unión más directa de pulgar y boca.
En la experiencia corriente se da uno de los casos siguientes, que complican una experiencia autoerótica como la
succión del pulgar:
i) con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la sábana o frazada, y lo introduce en
la boca junto con los dedos; o.
ii) el trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o bien no se lo succiona; por supuesto, entre los objetos
usados se cuentan las servilletas y (más tarde) los pañuelos, y ello depende de lo que se encuentre fácil y
cómodamente al alcance de la mano; o.
iii) desde los primeros meses el bebé arranca lana y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la actividad; es
menos común que trague la lana, incluso hasta el punto de provocar trastornos; o.
iv) se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos de "mam-mam", balbuceos, ruidos
anales, las primeras notas musicales, etcétera.
Se puede suponer que estas experiencias funcionales van acompañadas por la formación de pensamientos o de
fantasías.
A todas estas cosas las denomino fenómenos transicionales. Por lo demás, de todo puede surgir algo, o algún
fenómeno —quizás un puñado de lana o la punta de un edredón, o una palabra o melodía, o una modalidad—,
que llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una
defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Puede que el niño haya encontrado algún
objeto blando, o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto transicional. Este objeto
sigue siendo importante. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. La madre
permite que se ensucie y aun que tenga mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad
de la experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del objeto para éste.
Yo sugiero que la pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta
los ocho a doce.
Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, de modo que el primer objeto blando sigue
siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o en momentos de soledad, o cuando existe el peligro de
un estado de ánimo deprimido. Pero en plena salud se produce una ampliación gradual de la gama de intereses,
y a la larga esa ampliación se mantiene incluso cuando está cercana la ansiedad depresiva. La necesidad de un
objeto o de una pauta de conducta específicos, que comenzó a edad muy temprana, puede reaparecer más
adelante, cuando se presente la amenaza de una privación.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 58


Esta primera posesión se usa junto con técnicas especiales derivadas de la primera infancia, que pueden incluir
actividades autoeróticas más directas o existir aparte de estas. En su vida el niño adquiere poco a poco ositos,
muñecas y juguetes duros. Los varones tienden en cierta medida a pasar al uso de estos últimos, en tanto, que
las niñas se orientan en forma directa a la adquisición de una familia. Pero tiene importancia destacar que no
existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera po-sesión "no-yo", que yo
denomino objeto transicional.
Cuando el bebé empieza a usar sonidos organizados ("mam", "ta", "da") puede aparecer una palabra para
nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos primeros objetos tenga importancia, y
por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos.
A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O el bebé se siente tan perturbado en su
desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la secuencia de
los objetos usados. Esta, sin embargo, puede mantenerse oculta.

Resumen de cualidades especiales de la relación:


1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo existe como
característica cierta anulación de la omnipotencia.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación.
3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebé.
4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y si se trata de una característica, a la agresión pura.
5. Pero al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que hace algo que
parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco viene de adentro; no es una
alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual. de modo que a lo largo de los años queda, no tanto
olvidado como relegado al limbo. Quiero decir con esto que en un estado de buena salud el objeto transicional
no "entra", ni es forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora. Pierde
significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han extendido a todo el
territorio intermedio entre la "realidad psíquica interna" y "el mundo exterior tal como lo perciben dos personas
en común", es decir, a todo el campo cultural.
Relación del objeto transicional con el simbolismo. Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere)
simboliza un objeto parcial, como el pe-cho materno. Pero lo que importa no es tanto el valor simbólico como su
realidad. El que no sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como la circunstancia de representar al
pecho (o a la madre).
Estudio Teórico.
1. El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera relación.
2. Es anterior a la prueba de la realidad establecida.
3. En relación con el objeto transicional el bebé pasa del dominio omnipotente (mágico) al dominio por
manipulación (que implica el erotismo muscular y el placer de la coordinación).
4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en un objeto fetiche y por lo tanto persistir como una
característica de la vida sexual adulta.
5. A consecuencia de la organización erótica anal, el objeto transicional puede representar las heces (pero no se
debe a ello que llegue a tener mal olor y a no ser lavado).

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 59


Relación con el objeto interno (Klein). El objeto transicional no es un objeto interno (el cual constituye un
concepto mental); es una posesión. Pero (para el bebé) tampoco es un objeto exterior.
El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno está vivo, es real y lo bastante bueno (no
demasiado persecutorio). Pero ese objeto interno depende, en lo referente a sus cualidades, de la existencia,
vivacidad y conducta del objeto exterior. El fracaso de este último en el cumplimiento de alguna función esencial
lleva en forma indirecta al carácter inerte o a una cualidad persecutoria del objeto interno. Cuando subsiste la
característica de insuficiencia del objeto exterior, el interno deja de tener significado para el bebé, y entonces, y
solo entonces, el objeto transicional se vuelve también carente de sentido. Este último puede, pues, representar
el "pecho externo", pero en forma indirecta, debido a que representa un pecho "interno".
Nunca se encuentra bajo el dominio mágico, como el interno, ni está fuera de ese dominio como ocurre con la
madre verdadera.
Ilusión-desilusión. Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio del placer al de realidad, o a
la identificación primaria y más allá de ella, si no existe una madre lo bastante buena. La "madre" lo bastante
buena es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye poco a poco, según
la creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso en materia de adaptación y para tolerar los
resultados de la frustración.
Por supuesto, es más probable que su propia madre sea mejor que cualquier otra persona, ya que dicha
adaptación activa exige una preocupación tranquila y tolerada respecto del bebé; en rigor, el éxito en el cuidado
de este depende de la devoción, no de la inteligencia o de la ilustración intelectual.
La madre bastante buena comienza con una adaptación casi total a las necesidades de su hijo, y a medida que
pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada vez menos completa, en consonancia con la creciente
capacidad de su hijo para encarar ese retroceso.
Entre los medios con que cuenta el bebé para enfrentar ese retiro materno se cuentan los siguientes:
1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene un límite de tiempo. Es claro que
al comienzo este debe ser breve.
2. Una eficiente percepción del proceso.
3. El comienzo de la actividad mental.
4. La utilización de satisfacciones autoeróticas.
5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración de pasado, presente y futuro.
Si todo va bien, el bebé puede incluso llegar a sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto que la
adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales, es decir, odiados tanto como amados. La
consecuencia es que si todo va bien el bebé puede resultar perturbado por una adaptación estrecha a la
necesidad, cuando di-cha adaptación continúa durante demasiado tiempo y no se permite su disminución
natural, puesto que la adaptación exacta se parece a la magia y el objeto que se comporta a la perfección no es
mucho más que una alucinación. Pero al principio tiene que ser casi exacta, pues de lo contrario al bebé no le es
posible empezar a desarrollar la capacidad para experimentar una relación con la realidad exterior, o por lo
menos formarse una concepción de ella.
La ilusión y su valor. Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100 por ciento, la madre ofrece al bebé
la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Por así decirlo, parece encontrarse bajo su
dominio mágico. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del niño, en los momentos tranquilos entre
una y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la experiencia. La tarea posterior de la madre

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 60


consiste en desilusionar al bebé en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes
oportunidades de ilusión.
El bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se
desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho materno. La madre coloca el pecho en el lugar en
que el bebé esta pronto para crear, y en el momento oportuno.
Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde su nacimiento el problema de la relación entre lo que se
percibe en forma objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución de este problema no hay salud
para el ser humano que no fue iniciado lo bastante bien por la madre. La zona inmediata a que me refiero es la
que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria y la percepción objetiva basada en la prueba de la realidad.
Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene
sentido para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese ser.
En cierto momento teórico, al comienzo del desarrollo de todo individuo humano, un bebé ubicado en
determinado marco proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de algo que podría satisfacer la
creciente necesidad que surge de la tensión instintiva. Al principio no se puede decir que sepa qué se debe crear.
En ese momento se presenta la madre. En la forma corriente, le ofrece su pecho y su ansia potencial de
alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante buena, produce en este la ilusión de
que existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. En otras palabras, hay una
superposición entre lo que la madre proporciona y lo que el bebé puede concebir al respecto. Para el observador
este percibe lo que la madre le presenta, pero eso no es todo. Solo percibe el pecho en la medida en que es
posible crear uno en ese momento y lugar. No hay intercambio entre él y la madre. En términos psicológicos, el
bebé se alimenta de un pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma parte de ella. En
psicología, la idea de intercambio se basa en una ilusión del psicólogo.
[En la Figura 2] se da forma a la zona de ilusión, para mostrar cuál entiendo yo que es la función principal del
objeto y el fenómeno transicionales. Uno y otro inician al ser humano en lo que siempre será importante para él,
a saber, una zona neutral de experiencia que no será atacada. Acerca del objeto transicional puede decirse que se
trata de un convenio entre nosotros y el bebé, en el sentido de que nunca le formularemos la pregunta:
"¿Concebiste esto, o te fue presentado desde afuera? "Lo importante es que no se espera decisión alguna al
respecto. La pregunta no se debe formular.
Este problema, que al principio le interesa sin duda al bebé humano en forma oculta, se convierte poco a poco en
un problema evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la oportunidad para una
ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo a la tarea del destete, y además sigue siendo una de las
obligaciones de los padres y los educadores. Ese aspecto de la ilusión es intrínseco de los seres humanos, e
individuo alguno lo resuelve en definitiva por sí mismo, aunque la comprensión teórica del problema pueda
proporcionar una solución teórica. Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado
el escenario para las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete; pero es preciso recordar que
cuando hablamos de los fenómenos (que Klein esclareció específicamente con su concepto de la posición
depresiva) que rodean al destete, damos por supuesto el proceso subyacente gracias al cual se ofrece una
oportunidad para la ilusión y la desilusión gradual. Si la ilusión-desilusión toman un camino equivocado, el bebé
no puede recibir algo tan normal como el destete, ni una reacción a este, y entonces resulta absurdo mencionarlo
siquiera. La simple terminación de la alimentación a pecho no es un destete.
Se advierte la enorme importancia de este en el caso del bebé normal. Cuando presenciamos la compleja
reacción que se desencadena en determinado bebé debido al proceso del destete, sabemos que puede producirse

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 61


en él porque el proceso de ilusión-desilusión se desarrolla tan bien, que podemos hacer caso omiso de él
mientras analizamos el des-tete real.
Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión. Aquí se da por supuesto que la tarea de aceptación de la
realidad nunca queda termina-da, que ser humano alguno se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad
interna con la exterior, y que el alivio de esta tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia. Dicha
zona es una continuación directa de la zona de juego del niño pequeño que "se pierde" en sus juegos.
En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño y el mundo, y la
posibilita una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica. Para todo ello es esencial la continuidad (en el
tiempo) del ambiente emocional exterior y de determinados elementos del medio físico, tales como el o los
objetos transicionales.
Al bebé se le pueden permitir los fenómenos transicionales gracias al intuitivo reconocimiento, por parte de los
padres, de la tensión inherente a la percepción objetiva, y no lo desafiamos respecto de la subjetividad u
objetividad, en ese punto en que existe el objeto transicional.
Si un adulto nos exige nuestra aceptación de la objetividad de sus fenómenos subjetivos, discernimos o
diagnosticamos locura. Pero si se las arregla para disfrutar de su zona intermedia sin presentar exigencias,
podemos reconocer nuestras correspondientes zonas intermedias y nos complacemos en encontrar cierta
medida de superposición, es decir, de experiencia en común entre los miembros de un grupo de arte, religión o
filosofía.
Resumen. Llamamos la atención hacia el rico campo de observación que proporcionan las primeras
experiencias del niño sano, tales como se expresan ante todo en la relación con la primera posesión.
Esta se vincula en el tiempo con los fenómenos autoeróticos y la succión del puño y del pulgar, y más adelante
con el primer animal o muñeca blandos y con los juguetes duros. Por otra parte tiene vinculaciones con el objeto
exterior (el pecho materno) y con los objetos internos (el pecho mágicamente introyectado), pero es distinta de
ellos.
Los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye la base de iniciación de
la experiencia. Esa primera etapa del desarrollo es posibilitada por la capacidad especial de la madre para
adaptarse a las necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo que él cree existe en la
realidad.
La zona intermedia de experiencia, no discutida respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior
(compartida), constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las
intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica
creadora.
Por lo general el objeto transicional del bebé se descarga poco a poco, en especial a me-ida que se desarrollan los
intereses culturales.
De estas consideraciones surge la idea de que la paradoja aceptada puede tener un valor positivo. Su solución
conduce a una organización de defensa que en el adulto se puede encontrar como autoorganización verdadera o
falsa.
II. Una aplicación de la teoría. Es claro que lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del
bebé, de un estado en que se encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo exterior y
separado.
Psicopatología que se manifiesta en la zona de fenómenos transicionales. Como bien se sabe,
cuando se encuentra ausente la madre, o alguna otra persona de la cual depende el bebé, no se produce un

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 62


cambio inmediato porque este tiene un recuerdo o imagen mental de la madre, o lo que podemos denominar
una representación interna de ella, que se mantiene viva durante cierto período. Si la madre se ausenta durante
un lapso superior a determinado límite medido en minutos, horas o días, se disipa el recuerdo de la
representación interna. Cuando ello se produce, los fenómenos transicionales se vuelven poco a poco carentes de
sentido y el bebé no puede experimentarlos. Presenciamos entonces la descarga del objeto. Antes de la pérdida
vemos a veces la exageración del empleo del objeto transicional como parte de la negación de que exista el
peligro de desaparición de su sentido.
III. Material clínico: aspectos de la fantasía. A un niño de menos de dos años tampoco se le puede
informar como corresponde acerca del nuevo bebé que se espera, aunque a "los veinte meses, más o menos"
resulta cada vez más factible explicarlo con palabras que un niño pequeño logre entender.
Cuando no es posible ofrecer una explicación y la madre se encuentra ausente para tener un nuevo hijo,
está muerta desde el punto de vista del pequeño. Ese es el significado de muerta.
Es una cuestión de días, horas o minutos. Antes de llegar al límite la madre sigue viva: después de
superarlo está muerta. Entre uno y otro momento hay un precioso instante de ira, pero se pierde muy pronto, o
quizá nunca se lo experimenta, siempre existe en potencia y alberga el temor a la violencia.
De aquí llegamos a los dos extremos, tan distintos entre sí: la muerte de la madre cuando se halla
presente, y su muerte cuando no puede reaparecer y por lo tanto volver a vivir. Esto se relaciona con el momento
anterior a aquel en que el niño logró la capacidad de dar vida a las personas en la realidad psíquica interna, lejos
de la tranquilidad de ver, sentir, oler.

Winnicott, D. W. (1980) La familia y el desarrollo del individuo. (Capítulo 2: La relación inicial de una
madre con su bebé)

La pareja madre-lactante. En un estudio de la relación que existe entre una madre y su bebe, es necesario
examinar por separado aquello que es privativo de la madre y lo que está comenzando a desarrollarse en el niño.
Se dan aquí dos clases distintas de identificación: la de la madre con su hijo y el estado de identificación de éste
con la madre. La madre aporta a la situación una aptitud desarrollada, mientras que el niño se encuentra en ese
estado porque es así como comienzan las cosas.
Observamos en la mujer embarazada una creciente identificación con el niño, a quien ella asocia con la imagen
de un "objeto interno", un objeto que la madre imagina se ha establecido dentro de su cuerpo y que pertenece
allí a pesar de todos los elementos adversos que existen también en ese ámbito. El bebé significa también otras
cosas para la fantasía inconsciente de la madre, pero tal vez el rasgo predominante sea la disposición y la
capacidad de la madre para despojarse de todos sus intereses personales y concentrarlos en el bebé; aspecto de
la actitud materna que he denominado "preocupación materna primaria".
Esto es lo que otorga a la madre su capacidad especial para hacer lo adecuado: ella sabe exactamente cómo se
siente el niño. Nadie más lo sabe.
Hay dos clases de trastornos maternos que pueden afectar esta situación. En un extremo, tenemos a la madre
cuyos intereses personales son demasiados compulsivos como para abandonarlos, lo cual le impide sumergirse
en ese extraordinario estado que casi parece una enfermedad, aunque constituya un signo de salud. En el otro
extremo, tenemos a la madre que tiende a estar permanentemente preocupada por algo, y el niño se convierte
entonces en su preocupación patológica. Esta madre tal vez cuente con una especial capacidad para prestarle su
propio self al niño, pero ¿qué sucede en definitiva? Es parte del proceso normal que la madre recupere su interés

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 63


por sí misma, y que lo haga a medida que el niño vaya siendo capaz de tolerarlo. La madre patológicamente
preocupada no sólo sigue estando identificada con su hijo durante un tiempo demasiado prolongado, sino que
además, pasa muy bruscamente de la preocupación por el bebé a su preocupación previa.
La forma en que la madre normal supera este estado de preocupación por el bebé equivale a una suerte de
destete. El primer tipo de madre enferma no puede destetar al niño porque éste nunca la tuvo realmente, de
modo que no corresponde aquí hablar de destete; el otro tipo de madre enferma no puede destetarlo, o tiende a
hacerlo en forma demasiado brusca y sin tener en cuenta la necesidad que se va desarrollando gradualmente en
el niño de ser destetado.
Cuando la madre se encuentra en el estado que acabo de describir, es sumamente vulnerable. Esto no siempre se
advierte, porque por lo común se forma una especie de círculo de protección en torno de la madre, organizado
quizás por su compañero. Estos fenómenos secundarios pueden aparecer naturalmente en torno de un
embarazo, lo mismo que el estado especial de la madre parece rodear al niño. Sólo cuando estas fuerzas
protectoras naturales de protección dejan de funcionar, podemos percibir hasta qué punto es vulnerable la
madre. A algunas mujeres no sólo les resulta difícil desarrollar esa preocupación materna primaria, sino que
también la vuelta a una actitud normal frente a la vida y al self puede provocar una enfermedad clínica,
atribuible en cierta medida, a la ausencia o falta de la envoltura protectora, de eso que permite a la madre
volcarse hacia dentro y desentenderse de todo peligro externo, al tiempo que se encuentra concentrada en esa
preocupación maternal.
La identificación del niño con la madre. Al examinar el estado de identificación del niño me refiero al niño
recién nacido, o que tiene unas pocas semanas o meses de vida. Un bebé de seis meses está saliendo ya de la
etapa que examinaremos ahora.
El niño en cuestión tiene una madre suficientemente buena. Sólo si es así, el niño inicia un proceso de desarrollo
que es personal y real. Si la actitud materna no es lo bastante buena, el niño se convierte en un conjunto de
reacciones frente a los choques, y el verdadero self del niño no llega a formarse o queda oculto tras un falso self
que se somete a los golpes del mundo y en general trata de evitarlos.
El yo de este niño es a la vez débil y fuerte, todo depende de la capacidad de la madre para proporcionar apoyo al
yo del niño. El yo de la madre está sintonizado con el del niño y ella puede darle apoyo si logra orientarse hacia
su hijo en la forma, que ya he reseñado parcialmente.
Cuando la pareja madre-bebé funciona bien, el yo del niño es muy fuerte, porque está apuntalado en todos los
aspectos. El yo reforzado y, por lo tanto, fuerte del niño puede, desde muy temprano, organizar defensas y
desarrollar patrones que son personales y que ostentan visiblemente las huellas de las tendencias hereditarias.
Es precisamente este niño con un yo fuerte gracias al apoyo yoico de la madre el que se convierte desde
temprano en él mismo, real y verdaderamente. Cuando el apoyo yoico de la madre no existe, es débil o tiene
altibajos, el niño no puede desarrollarse en forma personal, y entonces el desarrollo está condicionado más por
una serie de reacciones frente a las fallas ambientales que por las exigencias internas y los factores genéticos.
Los niños que reciben una atención adecuada son los que con mayor rapidez se afirman como personas, cada
una de las cuales es distinta de todas las demás existentes en la actualidad o en el pasado, mientras que los bebés
que reciben un apoyo yoico inadecuado o patológico tienden a parecerse en cuanto a los patrones de conducta
(inquietos, suspicaces, apáticos, inhibidos, sometidos).
Este aspecto teórico es necesario a fin de llegar al mundo de los bebés, un lugar extraño, donde nada se ha
separado aún cómo no-yo, de modo que todavía no existe un yo. Aquí la identificación es el punto de partida del
niño. No es que se identifique con la madre, sino más bien que no conoce a una madre ni objetos externos; e

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 64


incluso esta formulación es errónea porque todavía no existe un self. Cabría decir que el self del niño en esta
etapa temprana sólo existe en potencia; cuando un individuo regresa a este estado, se fusiona con el self de la
madre. El self infantil aún no se ha formado de modo que no puede decirse que esté fusionado, pero los
recuerdos y las expectativas pueden comenzar a acumularse y a tomar forma. Debemos recordar que estas cosas
sólo ocurren cuando el yo del niño es fuerte porque se lo ha robustecido.
Al examinar este estado infantil debemos retroceder un paso más de lo que habitualmente hacemos. Por
ejemplo, poseemos conocimientos acerca de la desintegración, y esto nos permite pasar fácilmente a la idea de
integración. Pero en este contexto necesitamos un término como no-integración a fin de expresar lo que
queremos decir. Asimismo, conocemos también la despersonalización, de la cual pasamos sin dificultad a la idea
de que existe un proceso por el cual uno se transforma en una persona, se establece una unidad entre el cuerpo o
las funciones corporales y la psiquis. Pero al considerar el crecimiento temprano, debemos pensar que el niño
aún no tiene problemas en este sentido, pues en esa etapa la psiquis apenas si está comenzando a elaborarse en
torno del funcionamiento corporal.
También conocemos las relaciones objetales, y de allí llegamos sin el menor problema a la idea de un proceso
que permite establecer la capacidad para relacionarse con objetos. Pero aquí es necesario pensar en una
situación previa, en la que el concepto de objeto aún no tiene significado para el niño, aunque éste experimente
ya satisfacción al relacionarse con algo que nosotros vemos como un objeto, o que podríamos llamar objeto
parcial.
Estas cuestiones muy arcaicas comienzan a funcionar cuando la madre, identificada con su bebé, puede y quiere
proporcionarle apoyo en el momento preciso en que aquél lo requiere.
La función materna. A partir de estas consideraciones es posible agrupar en tres categorías la función de una
madre suficientemente buena en las primeras etapas de vida de su hijo:
I) Sostenimiento (Holding).
II) Manipulación.
III) Mostración de objetos.
I) La forma en que la madre toma en sus brazos al bebé está muy relacionada con su capacidad para identificarse
con él. El hecho de sostenerlo de manera apropiada constituye un factor básico del cuidado, cosa que sólo
podemos precisar a través de las reacciones que suscita cualquier deficiencia en este sentido. Aquí cualquier falla
provoca una intensa angustia en el niño, puesto que no hace sino cimentar: la sensación de desintegrarse, la
sensación de caer interminablemente, el sentimiento de que la realidad externa no puede usarse cono
reaseguración, y otras ansiedades que en general se describen como "psicóticas".
II) La manipulación contribuye a que se desarrolle en el niño una asociación psicosomática que le permite
percibir lo "real" como contrario a lo "irreal". La manipulación deficiente milita contra el desarrollo del tono
muscular y contra lo que llamamos "coordinación", y también contra la capacidad del niño para disfrutar de la
experiencia del funcionamiento corporal y de la experiencia de SER.
III) La mostración de objetos o realización (esto es, hacer real el impulso creativo del niño) promueve en el bebé
la capacidad de relacionarse con objetos. Las fallas en este sentido bloquean el desarrollo de la capacidad del
niño para sentirse real al relacionarse con el mundo concreto de los objetos y los fenómenos.
En síntesis, el desarrollo es producto de la herencia de un proceso de maduración, y de la acumulación de
experiencias de vida, pero no tiene lugar a menos que se cuente con un medio favorable. Dicho medio tiene al
comienzo una importancia absoluta, y más tarde sólo relativa, y es posible describir el curso del desarrollo en
términos de dependencia absoluta, dependencia relativa y tendencia a la independencia.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 65


Resumen. He intentado describir aquí la relación madre-bebé, pero sobre todo en lo que atañe a este último,
en quien lo que encontramos no es en realidad una identificación, sino algo no organizado que se va
organizando en condiciones sumamente especializadas y va separándose gradualmente de la matriz favorable.
Esto es lo que se forma en el vientre y lo que gradualmente evoluciona hasta convertirse en un ser humano. Pero
no es algo que pueda llevarse a cabo en un tubo de ensayo, por grande que éste sea. Somos testigos, si bien no
oculares, de la evolución de la experiencia inmadura de la pareja formada por el lactante y su madre, una
sociedad madrebebé en la que la primera, en virtud de una suerte de identificación, se pone en contacto con el
estado original de indiferenciación del niño. Sin ese estado especial de la madre al que me he referido aquí, el
niño no puede salir verdaderamente de su estado original, y lo que puede suceder entonces, en el mejor de los
casos, es el esarrollo de un falso self que oculta todo posible vestigio de un verdadero self.

Winnicott, D. (1980). El niño y el mundo externo. (Parte 3, capítulo 4)

¿Por qué juegan los niños?


- Placer: La mayoría de la gente diría que los niños juegan porque les gusta hacerlo, y ello es innegable.
Los niños gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego.
- Para expresar agresión: Suele decirse que los niños “liberan odio y agresión” en el juego. En parte es
cierto, porque el resentimiento acumulado y los resultados de la experiencia de la rabia pueden
parecerle a un niño algo malo dentro de él. El niño siente que un buen ambiente debe ser capaz de
tolerar los sentimientos agresivos, siempre y cuando se los exprese en forma más o menos aceptable.
- Para controlar ansiedad: La ansiedad siempre constituye un factor en el juego de un niño, y a
menudo el principal. La amenaza de un exceso de ansiedad conduce al juego compulsivo o al juego
repetitivo o a una búsqueda exagerada de placeres relacionados con el juego; y si la ansiedad es excesiva,
el juego se transforma en una búsqueda de gratificación sexual.
- Para adquirir experiencia: El juego es una porción muy grande de la vida para el niño; para él, las
riquezas se encuentran principalmente en la fantasía y en el juego. El juego es la prueba continua de la
capacidad creadora, que significa estar vivo.
- Para establecer contactos sociales: Al principio los niños juegan solos o con al madre. No hay una
necesidad inmediata de contar con compañeros de juego. Los niños se hacen amigos y de enemigos
durante el juego, mientras que eso no les ocurre fácilmente fuera del juego. El juego proporciona una
organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que se desarrollen contactos sociales.
- Integración de la personalidad: El juego, el uso de las formas artísticas y al práctica religiosa
tienden de maneras diversas, pero relacionadas a la unificación y la integración general de la
personalidad; el juego establece una vinculación entre la relación del individuo con al realidad personal
interna y su relación con al realidad externa o compartida. El juego es la alternativa a la sensualidad en
el esfuerzo del niño por no disociarse. Es bien sabido que cuando la ansiedad es relativamente grande, la
sensualidad se torna compulsiva y el juego resulta imposible. Cuando encontramos un niño en quien la
relación con la realidad externa y la relación con la realidad interna no están articuladas vemos con
suma claridad que el juego normal es una de las cosas que tienden a la integración de la personalidad.
- Comunicación con la gente: Un niño que juega puede estar tratando de exhibir, por lo menos, parte
del mundo interior, así como el exterior, a personas elegidas del ambiente. El juego puede ser “algo muy
revelador sobre uno mismo” tal como la manera de vestirse puede serlo para un adulto.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 66


Paolicchi, G. & Cerdá, M. R. (2002) Desarrollo humano y Familia

Descriptivamente se considera a la familia como el núcleo social fundamental en el que el ser humano nace,
crece y se desarrolla. Su objetivo principal es el de preservar y transmitir los valores y tradiciones, sirviendo así
de enlace a las generaciones.
El Derecho la conceptualiza como un conjunto de personas entre las cuales existen vínculos jurídicos,
interdependientes y recíprocos, emergentes de la unión sexual y de la procreación.
La Antropología la considera como un hecho social total, un microcosmos que representa a toda la organización
social en la que está inmersa, siendo sus funciones fundamentales la cooperación, la socialización, la educación,
la reproducción, etc.
El Psicoanálisis hace su aporte teniendo en cuenta los enlaces entre los miembros. Así considera que hay por lo
menos dos vínculos principales: uno biológico, en tanto perpetúa la especie y es contenedor de la indefensión
inicial; otro psicológico, que es el proveedor de gratificaciones afectivas básicas para el desarrollo y de un bagaje
de identificaciones que intervienen en la etiología sexual. Toda familia posee leyes y una dinámica singular que
va orientando las vinculaciones afectivas y de participación, que a su vez van regulando su propio desarrollo. De
allí que se la considere una institución. Como tal, desempeña un rol primordial en la transmisión de la cultura,
en la perpetuación de las costumbres, en la educación inicial y en la inhibición pulsional, entre otras cosas. Es
decir que la familia contiene y dirige el desarrollo psíquico, ofreciendo modelos de identificación que ayudarán a
constituir la instancia superyoica. Las posibilidades de subjetivación de un hijo dependerán del lugar que ocupe
en la compleja trama familiar. Para D. Winnicott, sólo la familia puede continuar la labor iniciada por la madre y
desarrollada luego por ambos padres, en un esfuerzo tendiente a que el niño logre su independencia. Plantea la
vinculación como un intercambio en el que la familia aporta y a su vez recibe del niño. El origen de todos los
desplazamientos futuros parte de la relación primera con los progenitores y el sujeto conservará en su realidad
psíquica interna la relación primaria con los padres. La familia oficia de puente entre lo vincular primario y el
ambiente social. “Así, existen dos rasgos principales que, en el lenguaje que he decidido utilizar aquí,
constituyen la contribución de la familia a la madurez emocional del individuo: uno es la existencia sostenida de
oportunidad para un alto grado de dependencia; el otro es el hecho de ofrecer la oportunidad para que el
individuo se separe violentamente de los padres e ingrese a la familia, que pase de ésta a la unidad social que
está inmediatamente fuera de ella, y de esa unidad social pase a otra, y luego a otra y a otra”. Este autor plantea
la existencia de dos elementos que conformarían la contribución familiar a la madurez emocional del individuo:
uno referido a la posibilidad de ofrecerse para la dependencia y el segundo al facilitar la separación y el pasaje
hacia lo social exterior a ella.
“La familia aparece entonces como efecto del ordenamiento social del que es parte, en el que esta inmerso, y que
regula tanto su constitución como su desmembramiento. La prohibición del incesto es, para nosotros, el punto
de partida para entender la articulación entre el ordenamiento social y la familia”

FAMILIA AMPLIADA Y NUCLEAR: Antiguamente la familia era ampliada o extensa, es decir que coexistían
dos objetivos: reproducción y producción. Los vínculos generalmente no se constituían por libre elección y esto
garantizaba la estabilidad familiar. Luego comienza a transformarse en familia nuclear, donde conviven
únicamente los padres y los hijos y los vínculos sí son de elección libre. Con ello se gana en satisfacción y

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 67


bienestar, pero la familia pasa a ser más transitoria al producirse el alejamiento de los hijos que conforman
nuevas familias. El sistema sufre un desequilibrio.
En la familia nuclear las funciones padre y madre son cumplidas por los progenitores respectivos, el amor
materno está revalorizado y el hijo pasa a ser el centro. En cambio, en la familia ampliada el hijo era criado
generalmente por nodrizas y hasta alejado del hogar, para evitar el vínculo afectivo del niño con la madre, que se
consideraba propio de los estratos sociales bajos.
La familia nuclear pasó a ser el paradigma de las clases medias de las grandes urbes, mientras que en las
poblaciones rurales o en los barrios marginales son los parientes, vecinos o amigos quienes cumplen funciones
familiares en una acción comunitaria que no admite cuestionamientos.
El pasaje de la familia ampliada a la familia nuclear coexiste con la separación entre el lugar del hogar y el de la
producción. Ello diferencia los roles materno y paterno, quedando el hombre a cargo del soporte económico, y la
mujer del ámbito hogareño: afuera y adentro, público y privado quedaron así claramente diferenciados.
FUNCIONES: al hablar de Función materna y paterna nos estamos refiriendo a la capacidad de ejercer el rol en
el marco de una vinculación afectiva, que no necesariamente debe recaer en las personas físicas del padre o de la
madre, aunque mayoritariamente así ocurra.
Función materna: se origina en el deseo de tener un hijo que se remonta al final del Complejo de Edipo, en la
fase fálica, cuando así lo posibilita el intercambio simbólico. Está asociada al sostén nutricio y afectivo. Es la que
introduce al infante en el mundo y le posibilita ir integrando en una totalidad las vivencias con las cuales
construirá su subjetividad.
Función paterna: alude al reconocimiento del hijo dotándolo de un nombre. Se relaciona con la propia
posibilidad de dejar de ser hijo. Se trata de vehiculizar hacia el hogar la legalidad del mundo externo
interviniendo en la vinculación madre-hijo. La función paterna colabora en la posibilidad de discriminación del
vínculo y posibilita al hijo la salida exogámica como factor esencial de desarrollo psíquico. Dicha función no es
exclusiva del padre sino que puede ser ejercida desde alguna organización exterior al vínculo mismo.
Función filial: es la conectora de la familia con el futuro. Le cabe desprenderse del núcleo familiar para formar
una nueva familia. Contribuye al pasaje de una pareja a una familia.
Familia y vínculos: el conjunto de seres humanos que conforman una familia poseen por lo menos cuatro
formas de vínculos de parentesco: alianza, o relación marido-mujer; filiación, o relación entre padres e hijos;
consanguinidad, que liga a los hermanos entre sí, y avuncular, o relación entre el hijo y el tío materno, o su
representante. Tales ligazones determinan inconscientemente un entramado entre la familia conyugal y la
familia materna, o dadora de la mujer.

LA HUMANIZACION: El hombre prehistórico enfrentó cambios ecológicos que pusieron a prueba su desarrollo
y posibilidades de adaptación, al tiempo que confeccionaba utensilios y armas, lo que significó el progreso de la
inteligencia humana. En el paleolítico inferior, el hombre era nómade y se alimentaba de lo que cazaba o de la
recolección de carroña. Descubrió el fuego y empezó a construir algunos refugios rudimentarios. Vivía en grupos
conformando hordas con cierta organización, las que estaban bajo la primacía de un macho poderoso que
expulsaba y hasta mataba a los hijos, mientras se apropiaba de todas las mujeres. Es en este período en el que el
hombre comenzó a sepultar a sus muertos, dotando a la muerte de un sentido de evidencia y gravedad y
marcando un cambio en el progreso del conocimiento. Es decir que el conocimiento de la muerte estableció una
diferencia entre el hombre y el animal. “Pero el mono difiere esencialmente del hombre en que no tiene
conciencia de la muerte; el comportamiento de un simio ante un congénere muerto expresa tan solo indiferencia

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 68


mientras que el aún imperfecto Hombre de Neanderthal, al enterrar a los cadáveres de los suyos lo hace con una
supersticiosa solicitud que revela, al mismo tiempo, respeto y miedo”. Estos hombres poseían características
simiescas, con mandíbula abultada, y arco superciliar extendido a modo de borde óseo, no estaban totalmente
erguidos y su cuerpo estaba recubierto con abundante vellosidad. Fue el eslabón entre el animal y nosotros.
En el paleolítico superior, empieza a vivir en cavernas o en tiendas de cuero y fue básicamente cazador,
pudiendo aprovechar los cambios en la flora y en la fauna, para, con gran destreza, solucionar las adversidades
climáticas. El hombre comienza a apoderarse del medio que lo rodea y ello se refleja en lo artístico. “El arte es en
primer lugar una toma de posesión. Aparece como un medio concedido al hombre para ligarse al mundo
exterior, para atenuar la diferencia de naturaleza que lo separa de él y el terror que ante él experimenta. Las
manifestaciones mas antiguas ofrecen ya un doble aspecto: por unas, el hombre intenta proyectarse sobre el
universo, llevar a él su huella, su garra, inscribirse en él. Y por otras apropiárselo, hacerlo suyo. En ambos casos
hay esfuerzo de posesión, ya sea que fuera sellarlo con su impronta o ya que se apodere de él bajo la forma de
una imagen, de un doble, en adelante manejable y sumiso. En el primer caso hay proyección, en el segundo
captación. La voluntad es la misma”.
Los muertos eran enterrados junto a sus herramientas de piedra, huesos de animales e incluso flores. Los
enterramientos fueron complejizándose cada vez más. La construcción de herramientas son prueba fehaciente
de la creciente humanización, y de cómo el trabajo constituyó el factor mas importante. Al construirlas, el
hombre comienza a anticiparse y esta anticipación marcó un cambio en la vida sexual que lo diferenció del
animal, separando sexualidad de procreación. Sus respuestas dejaron de responder a un puro impulso,
iniciándose una búsqueda guiada hacia un fin. La construcción de herramientas para lograr objetivos implica la
anticipación y ello supone el pensamiento.
Sabemos que inicialmente la unión de la pareja en función de la procreación no poseía un fin consciente hasta
que se fue transformando en una unión proyectada hacia la trascendencia. Para ello, el hombre tuvo que buscar
la permanencia de la mujer a su lado y de ese modo anticiparse a la emergencia de sus deseos. ” Así las figuras
humanas más antiguas que se conocen representan mujeres. Es pues, manifiesto que, desde ese momento, el
cerebro humano era ya apto para generalizar, para concentrar en una idea el rasgo común entre una multitud de
hechos individuales. Aún más, sabía encarnar esta idea en una imagen tomada de la realidad, la de la mujer
frente a los nacimientos, de la continuidad y de la multiplicación de la especie. Había nacido el don de la
abstracción y del símbolo “.
La anticipación, supone un antes y un después separados por algún ordenamiento. Podemos establecer una
relación entre el desarrollo humano y el desarrollo de la angustia que acompaña a la constitución psíquica: así
como la angustia cuántica o automática de los primeros momentos no avisa de su emergencia e invade
desarticulando cualquier organización incipiente -el precursor del homo sapiens-, la anticipación ya supone una
angustia psicológica que da señales de su aparición. La historia de la humanidad pone en juego la interrelación
entre lo ontogenético y lo filogenético.
Ya estamos hablando del homo sapiens, o el hombre dotado de conocimientos, que comienza a expresar con su
arte naturalista el ejercicio de la caza, el modo de protegerse de la naturaleza y el gusto por estimular la
reproducción de las especies .También comienza a elaborar composiciones donde se observan escenas de
muertes, sobre todo de crimen y expiación, como manifestaciones eróticas. En referencia a la transición al
período neolítico se diría que en la sociedad que comienza a organizarse, a estabilizarse, importa sobre todo
transmitir al porvenir los actos principales de la vida colectiva, incluso aveces fijar el recuerdo de una acción
importante. ... las pinturas parietales ya no están relegadas lejos del espectador, sino que se colocan a la entrada

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 69


de las cavernas, a la luz, y ciertamente hechas ante todo para ser contempladas. El arte toma así poco a poco
conciencia de su propio valor.
En determinado momento se produce un abandono de la vida en hordas y se progresa hacia alguna forma de
organización fraterna. Quizá ése conocimiento de la muerte ponía en juego la posibilidad de la propia muerte
para quien ocupara el lugar del padre de la horda.
Se produce un nuevo ordenamiento social. Surgen reglas sociales, fundadoras de la moral y el derecho, y a su vez
posibilitadoras de la organización de las primeras manifestaciones religiosas.
Ya en el período neolítico el hombre se hace sedentario, modifica el modo de obtención de alimentos, construye
piezas de alfarería y comienza a agrupar las viviendas en espacios cercados, estableciendo lazos vinculados al
trabajo y a la defensa común. Podemos ubicar en este momento el punto de partida de la familia. Son los inicios
del patriarcado, que se extenderá hasta nuestros días, en el que el poder irrestricto del padre de la horda se ve
reducido, pero en el que se le otorga el lugar del jefe de familia, con las variaciones que cada época le imprime en
cuanto a su autoridad, despotismo, abusos y primacía.
El desarrollo del hombre durante la prehistoria fue así impulsado por los cambios corporales que se fueron
manifestando, pero lo esencial de dicho progreso se genera con la posibilidad de acceso a la representación
simbólica que da origen al pensamiento y al lenguaje.
Posteriormente los clanes se unen para formar las tribus, teniendo un jefe en común y reuniéndose en
asambleas convocantes de varios jefes de cada clan. Lo que define a cada clan es un antepasado en común.
Cuando un grupo familiar se une y reconoce a un mismo jefe, queda constituida una tribu. La veneración de los
muertos va cobrando cada vez mas relevancia. Cada jefe poseía su monumento o tótem, construidos en bloques
de piedra de distintas dimensiones. “Con el neolítico, se dedica a la conmemoración de creencias colectivas, sea
ya en las pinturas rupestres o ahora en estos primeros edificios de carácter sagrado. Desde el origen se establece
así la milenaria colusión del arte y la religión. En su forma más sencilla - la piedra alargada - , el menhir, es el
antepasado del monumento... está destinado a fijar el alma de un muerto. El menhir expresa ya esta función
fundamental que hemos asignado al arte: crear un intermediario entre el hombre y el universo “.
El tótem como representante del padre establece mandamientos y prohibiciones limitantes de la agresión
violenta entre los miembros del clan y del acceso a las mujeres de la familia. Prohibiciones que limitan lo
pulsional al tiempo que en la humanidad retorna el recuerdo reprimido del asesinato del padre de la horda y el
sentimiento de culpa que ese acto genera. ”El totemismo, la primera forma de religión que conocemos, conlleva
como patrimonio indispensable del sistema cierto número de mandamientos y prohibiciones que, desde luego,
no significan otra cosa que una renuncia de lo pulsional: la veneración del tótem, que incluye la prohibición de
hacerle daño o matarlo; la exogamia, esto es, la renuncia, dentro de la propia horda, a la madre y las hermanas
anheladas con pasión; la concepción de derechos iguales a todos los miembros de la liga de hermanos, vale decir,
unos límites impuestos a la tendencia a la rivalidad violenta entre ellos”. Esto constituye un gran progreso
cultural, que permite la diferenciación de la sexualidad del hombre en relación al animal.
La paternidad se remite entonces a recuerdos y reflexiones, mientras que la maternidad se constata a través de
lo sensorial.
La cultura establece formaciones reactivas para limitar la exteriorización de las tendencias agresivas; además
tiende a la creación de lazos identificatorios entre sus miembros y vínculos de meta sexual inhibida como modo
de frenar lo pulsional directo. La cultura tiene que movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas
de los seres humanos, para sofrenar mediante formaciones reactivas sus exteriorizaciones. De ahí el recurso a
métodos destinados a impulsarlos hacia identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida; de ahí la

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limitación de la vida sexual y de ahí, también, el mandamiento ideal de amar al prójimo como a sí mismo, que en
la realidad efectiva sólo se justifica por el hecho de que nada contraría más a la naturaleza humana originaria.
En este sentido, Freud define la cultura como la suma de producciones o instituciones que diferencia al hombre
del animal, ya que lo protege de la naturaleza y regula sus relaciones.
Hay dos aspectos en juego en relación a la familia, ella es, simultáneamente, condición y negación de la cultura,
en un doble funcionamiento que estructura los vínculos entre sus miembros. Condición exogámica, y negación a
resignar a sus miembros, a donarlos o perderlos. Deberán soportarse, sin embargo, esas resignaciones
narcisistas que son impulsadas por el amor y que gracias al establecimiento de diques - para ese narcisismo - se
torna un factor de cultura. En este interjuego de dar y retener, se cumplirán ritos de inclusión social que el niño
deberá atravesar para ser un miembro más.
Para el niño, la persona amada: su madre, su padre, sus hermanos, son los objetos hacia quienes dirige todos sus
deseos, los que sucumben a la represión edípica en el inicio del período de latencia. Lo que va quedando son
sentimientos tiernos que servirán para constituir lazos duraderos, es decir: por un lado hay lazos sexuales que
perduran reprimidos en el inconsciente y por otro, lazos tiernos modificados de su origen sensual. Ambos
trascienden la familia y ambos permitirán establecer nuevas ligazones con miembros de otras familias.

LA HISTORIA: Incidencia de la religión en la constitución de la familia. El sentido que establece toda religión en
torno a una prohibición se relaciona con evitar un acto, determinando cuáles de ellos son los prohibidos y
estableciendo los modos de expiación luego de transgredirlos. Durante las celebraciones festivas se autoriza
dicha transgresión, pero de forma simbólica, es decir, por medio de los rituales.
En la Antigüedad, en la familia romana, los cónyuges vivían en la casa paterna aún luego de casarse y tener
hijos. La religión era un elemento esencial en la vida familiar, conservándose los ritos de una generación a otra y
siendo el padre, el encargado de su transmisión. Los romanos designaban “pietas” a la actitud de respeto por los
ritos para mantener las cosas en su lugar. Se relaciona con el verbo “piare” que significa eliminar un mal
presagio, un crimen. Para los hijos los “pietas” consistían en obedecer al padre de acuerdo a la jerarquía natural.
La familia se hallaba sólidamente constituida y el padre inculcaba a los hijos un sistema rígido de valores como
el respeto por los antepasados, los renunciamientos y una estricta devoción a los dioses. El Pater- Familias
contenía la idea de poder, autoridad majestuosa. El sentimiento de veneración que se le tenía era similar al del
soberano o pontífice. El padre no sólo era el hombre fuerte sino que poseía la facultad para hacerse obedecer:
era el sacerdote, el continuador de los antepasados, el depositario de los ritos del culto, es decir que toda la
religión residía en él. Como un relicto del padre de la horda primitiva.
Con la caída del imperio romano, la iglesia queda como único referente unificador, siendo el Papa, la máxima
figura de unidad frente al Imperio Bizantino. Todos los pueblos cristianos pertenecían a una iglesia que era
gobernada desde Roma y que estaba en el centro de la vida de la comunidad. Esta iglesia establece nuevamente
el imperio de occidente para fortalecer su poderío y demostrar su supremacía. Mientras tanto, el poder feudal va
creciendo y con él el triunfo eclesiástico.
Cuando nace la familia occidental, la iglesia establece pautas para la realización del matrimonio, como son el
modelo monogámico y la elección basada en el amor. De ese modo el poder eclesiástico se enfrenta a los reyes,
cuyas alianzas imperiales se establecían en base a acuerdos económicos y territoriales. La lucha por el poder y el
imperio, involucraba a los lazos familiares. El papado ejerce el control directo sobre las tierras de Europa,
fiscalizándolo a través de los tribunales eclesiásticos. Es así como la unidad europea pasó a depender de la
iglesia.

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El miedo a la muerte, potenciado por la existencia de enfermedades que diezmaban a las poblaciones, como fue
el caso de la llamada “peste”, llevó a un incremento de la fe. Los predicadores comienzan a plantear el
padecimiento de la enfermedad como castigo a los pecados cometidos, mientras la iglesia obtenía dinero de la
venta de indulgencias. Así el perdonador o “bulero” recorría los pueblos vendiendo las bulas (perdones
otorgados por el Papa).
Luego de la Cruzadas, que habían intentado mantener el dominio de la iglesia, surge una nueva clase social, la
burguesía, que interviene en el enfrentamiento entre reyes y señores feudales. Paralelamente va cesando el
régimen preferentemente agrícola y surgen nuevos métodos de trabajo e industrias. El hombre ya no sueña con
ser santo o héroe, sino que su objetivo pasa a ser el enriquecimiento. Cae el feudalismo y es reemplazado por
una monarquía absoluta, ingresándose en los tiempos modernos. Ello liquida el inmenso poderío papal de la
mayor parte de la Edad Media, poniéndose en discusión la autoridad de la iglesia y su afán por controlar el
espacio de influencia.
La nueva sociedad burguesa se sustenta en tres principios: la propiedad privada, la religión monoteísta y la
monogamia.
El amor característico de la familia tradicional es el amor romántico, que surge coincidentemente con la
Revolución Francesa y en él hay una elección por parte de la pareja. El modelo que se mantiene durante toda la
modernidad ubica al hombre en el espacio social y a la mujer en el hogar, remitiendo lo masculino al poder, al
éxito, la competencia, lo público, lo político, lo económico y adjudicando a lo femenino la maternidad, el
cuidado de los otros, la emoción y la ternura.
El hombre va generando transformaciones en los modos de vinculación, pero manteniendo formas de dominio y
de poder sobre la mujer y los hijos, que denota la dificultad para renunciar al poderío paterno en términos de
padre primordial. Como un retorno que no cesa de insistir; este patriarcado de los tiempo modernos acentúa
tanto el sometimiento de la mujer como la primacía masculina en las decisiones familiares.

LA PROHIBICION: Casi todos los pueblos primitivos imponen alguna restricción a las relaciones sexuales
incestuosas, dando forma así a la organización social. Lo restrictivo limita el carácter de los vínculos
imprimiéndoles un orden particular.
La mínima organización social corresponde al clan cuya nominación es dada por un tótem, generalmente un
animal, no necesariamente peligroso, pero capaz de despertar veneración en los miembros y condición sagrada.
Se lo considera antepasado del clan y sus funciones primordiales son las de prohibir y proteger.
El tótem liga a los miembros del clan adjudicando categorías opuestas, como pertenencia y consanguinidad
para un clan, pero también separación y diferenciación con respecto a otros clanes. La función prohibitoria recae
sobre los miembros de un mismo clan con respecto a las mujeres, marcando el inicio de la ley de la exogamia. La
violación del tabú, tanto sagrado y venerado, como temido y prohibido, lleva implícito un severo castigo.
Conceptualmente la palabra tabú encierra lo restrictivo, y su nombre es señal de autoridad. Debe sus orígenes a
épocas que preceden a las religiones, cuando las mismas carecían aún de las estructuras modernas y el
totemismo sistematizaba sus rituales. El tabú es considerado de orden natural y se le atribuye capacidad de
castigo para quienes osen violarlo.
“La prohibición del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, y tampoco es un
compuesto de elementos tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el movimiento
fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en el cual, se cumple el pasaje de la naturaleza a la
cultura”. Este autor hace lo que llamó una síntesis dinámica al trabajar la idea de pasaje o movimiento, en el que

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se conjugan lo universal de la naturaleza y lo particular de la regla cultural, en una instancia superadora de
ambas y productora de un nuevo orden. El orden estaría dado en el pasaje mismo. El tabú poseía valor mítico, y
como tal se caracterizó por su posibilidad de transmisión sin necesidad de ser explicado, además de su gran
poder de convicción. Sus explicaciones no pueden satisfacerse por vías lógicas y son incuestionables. Tabú del
incesto, como pivote entre naturaleza y cultura. Regla que opera como marca dictaminadora de mujeres
prohibidas y permitidas, cuestión que la biología no diferencia desde lo anatómico.
El padre de la horda desconocía el tabú, y su omnipotencia despertaba sentimientos envidiosos en los hijos,
quienes no tenían el mismo acceso paterno a las mujeres. Su asesinato impidió a los hijos ocupar el lugar tan
anhelado y temido a la vez, y de esa manera queda instalada la prohibición. De allí que pueda considerarse que
la organización totémica es portadora de la salida exogámica y es predecesora de la familia.
La prohibición del asesinato, reposa en la culpa que se alimenta de la ambivalencia afectiva hacia el padre,
mientras que la prohibición del incesto posee otro carácter, es decir que no tiene el mismo valor psicoafectivo
porque su función es básicamente protectora de los hermanos que rivalizan por disputarse las mujeres. Mientras
que el parricidio hace a la organización interna y constitutiva del sujeto, la prohibición del incesto es de carácter
práctico y protege la organización social.
“La exogamia asegura la permanencia del grupo, evitando el desarrollo de grupos cerrados o endogámicos que
fracturarían el orden social. La cultura impone al sujeto el renunciamiento a sus vinculaciones primitivas y el
enlace a otros sujetos con vínculos artificiales “. ( Levi Strauss 1981).
La cultura inhibe las pulsiones de meta directa tornándolas expresiones tiernas. Son ellas las que garantizan las
vinculaciones más duraderas.
Las relaciones de parentesco definen tanto la exclusión como la inclusión en los vínculos. La prohibición, al igual
que el lenguaje, liga y separa, orientando la elección de cónyuges fuera del grupo familiar y teniendo como
condición de parentesco la existencia de por lo menos dos familias.
Básicamente intervienen dos niveles en la constitución familiar: un nivel referido a las Relaciones y otro a la
Estructura, siendo el primero el aspecto consciente del segundo, el que es de carácter inconsciente. Dicha
estructura es determinante del aspecto relacional a modo de matriz y da significado a los vínculos de parentesco.
Levi Strauss desarrolla cuatro modos relacionales:
Alianza o vinculación marido-mujer.
Consanguinidad o vínculo entre hermanos.
Filiación o de padres con hijos.
Avunculado o vínculo entre hijos y representante de la familia materna.
Los dos primeros se entablan entre miembros de la misma generación, mientras que los dos últimos entre
generaciones diferentes. Berenstein I. las denomina primera y segunda generación. Para este autor, la
estructura familiar inconsciente es un “operador” que hace que se autogeneren o autotransformen
significaciones, ya sea de carácter cultural o de los distintos yoes de los integrantes.
“Toda familia nace apuntalada en lo biológico, pero lo excede y se aparta, debido a la intervención de la cultura
que establece la división entre lo prohibido y lo permitido. Dicha división favorece al intercambio entre familias
en las que una de ellas es donante de una mujer y recibe a un hombre. La transformación que implica una
esposa y un esposo conlleva la pérdida del lugar de hijos, y la identificación con el progenitor. Hay un
desplazamiento de la filiación a la alianza, del hecho biológico de la descendencia al hecho del intercambio”.

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DE LA FAMILIA TRADICIONAL A LAS NUEVAS FAMILIAS: Desde aproximadamente la década del 60 hasta
nuestros días, se han venido produciendo cambios en la conformación de la familia. Se habla de "crisis de la
familia tradicional occidental", "crisis de la familia moderna", "crisis de la familia patriarcal” y “nuevas familias".
En la segunda mitad del. siglo XX, cercano a la década del sesenta, estos roles se replantean debido en parte a la
insatisfacción de la mujer por quedar excluida del ámbito público, a los avances tecnológicos que simplificaron
los trabajos domésticos, a su acceso a la educación y a su paulatino ingreso al mercado laboral. La
redistribución de los roles trajo un doble beneficio para ambos padres: la madre pudo compartir su función con
otras actividades que hacen al desarrollo individual e independencia económica, mientras que el padre pudo
compartir el peso del sostén económico y ganar en vinculación afectiva con sus hijos. Por lo tanto comienza a
generarse un proceso, en ciertos aspectos de igualdad, que desemboca en modos diversos de manifestaciones de
la sexualidad. La mujer podrá ir tomando decisiones sobre el momento de acceder a la maternidad, realzando
aspectos femeninos y compartiendo con el hombre el proceso de libertad e igualdad. Esto modifica el
posicionamiento de la mujer en relación al hombre protector, apoyado en el modelo ideal de padre. Estos
desarrollos generaron nuevas conformaciones familiares como las familias monoparentales sostenidas por
una jefa de hogar luego de un divorcio o las familias ensambladas, en las cuales la mujer vive con los hijos y su
nueva pareja, que a su vez tiene hijos, conviviendo todos juntos y siendo a menudo el sostén económico
principal. Estas situaciones la ubican en el lugar que tenía asignado el hombre en la familia tradicional. Son
nuevas formas de vinculación que cuestionan a la familia patriarcal tradicional y generan nuevas tendencias en
los intercambios afectivos y en los lazos familiares.
La antropóloga Helen Fisher , plantea la conformación de las familias intencionales integradas por amigos
cercanos, cuando existe distancia afectiva o geográfica con la propia familia. En nuestro país, ese modelo de lazo
familiar es frecuente en zonas carenciadas, en los casos de madres adolescentes, cuando otra madre de mayor
edad y con una familia más constituída se hace cargo del bebe. Helen Fisher plantea que existen tendencias en
ciertas comunidades hacia los vínculos matrilineales -no matriarcado- ya que el hijo hereda los bienes
obtenidos por la madre a partir de su actividad laboral. Durante el siglo XXI, refiriéndose a los niveles medios
de la sociedad, habrá mayor número de mujeres jefas de hogar, se retrasará la edad de contraer matrimonio y la
de tener el primer hijo y las familias tendrán menor cantidad de miembros.
En nuestro país hubo un incremento del acceso de las mujeres al mercado laboral: porque se quedaron solas,
para completar el ingreso del marido o porque este quedó desempleado. Mientras que las mujeres de sectores
pobres tienen posibilidad de encontrar trabajos de baja calificación , en los niveles más altos la educación y la
posibilidad de delegar el cuidado de los hijos mejora la situación de acceso laboral. En el primer caso se trata de
mujeres que soportan el mayor peso porque comienzan a trabajar desde más jóvenes y se retiran mas tarde,
tienen más hijos y ganan menos, siendo particularmente proclives a permanecer en un ciclo de pobreza, lo que
las ubica en una situación de extrema vulnerabilidad.

Schejtman, C. (2008) Nuevos aportes del estudio de interacciones tempranas y de investigaciones


empíricas en infantes a la comprensión psicoanalítica de la estructuración psíquica

Freud concibe al viviente humano desvalido e incapaz de llevar a cabo la acción específica necesaria para
cancelar la insatisfacción proveniente de la tensión endógena que le producen sus necesidades básicas de

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 74


hambre y abrigo. Los etólogos han observado que cuanto mayor es el nivel de desarrollo cognitivo de una
especie, más largo es el tiempo de dependencia de alguien más capacitado. El concepto de prematuración
apunta a considerar insuficiente la dotación innata de la especie humana para tomar a su cargo su
autopreservación y mantenerse con vida. Bolk define la prematuración como una mutación animal que se
sustrajo a las normas cronológicas de gestación.
La imposibilidad del infante para autopercatarse de su malestar y la incapacidad para resolverlo requieren de un
“adulto auxiliador observador” que pueda leer los indicios de los estados afectivos del infante. Esta lectura se
realiza desde la subjetividad del adulto jugada en este proceso de hominización.
Freud llamó "yo de realidad inicial" a la instancia incipiente que ha distinguido un adentro y un afuera según
una buena marca objetiva: El infans casi inerme muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer
distingo y una primera orientación entre estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular
(huida) y otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo
(drang) constante. A los primeros, los imputa a un mundo exterior y los segundos son la marca de un mundo
interior, correspondiente a necesidades pulsionales. Es en la eficacia de su actividad muscular, que el viviente
humano encuentra un asidero para separar un afuera y un adentro.
El concepto de yo de realidad inicial plantea una primera discriminación “objetiva” entre estímulos interiores y
exteriores que se subsumirá al principio de placer-displacer, consecuencia de la vivencia de satisfacción.
Los cuidados parentales satisfacen simultáneamente las pulsiones autoconservativas, a través de la satisfacción
real de la necesidad y de las pulsiones sexuales, a través del plus libidinal con el que ejercen esos cuidados,
ubicando al infans bajo predominio del principio del placer. Así el desvalimiento es reemplazado por un yo
placer que prolonga el estado narcisista primordial.
Freud llama “principio de constancia” a la tendencia a evitar el aumento de displacer proveniente de la
excitación. El precario yo en constitución rechaza aquello que pueda devenir fuente de displacer, lo arroja hacia
fuera. El yo placer purificado quiere introyectarse todo lo bueno, proyectando la hostilidad hacia el exterior.
Este yo de placer purificado, núcleo de experiencias placenteras, es indispensable para adquirir una
organización mínima que permitirá al sujeto tolerar posteriormente lo desagradable.
La porosidad de los límites del yo narcisista puede llevar a una tendencia en el sujeto a defenderse de las
excitaciones displacenteras provenientes del interior con los mismos métodos de que se vale contra un displacer
de origen externo.
En este encuentro primero entre padres e hijos, los bebés son activos iniciadores de interacción. Los seres
humanos tienen una fuerte necesidad innata de contacto intersubjetivo y bidireccional. Al menos en el 40 % del
tiempo, las interacciones con el medio son iniciadas por los bebés.
El primer desafío del infante humano es el logro y mantenimiento de la homeostasis fisiológica y emocional, y
éste es un proceso diádico y bidireccional. El adulto es una parte del sistema regulador del infante. La madre
regula la homeostasis del infans a través de la satisfacción de las necesidades de hambre, apaciguamiento, sueño
y acercamiento físico, y al mismo tiempo el infante colabora en la regulación de la lactopoyesis (producción
láctea). Este proceso provoca la liberación de occitocina que coopera en la contracción del miometrio uterino,
facilitando la retracción del útero en el puerperio.
La conducta comunicativa del infante está organizada en configuraciones de cara, voz, gesto y mirada. Cada
configuración (expresividad) comunica claramente el estado afectivo. Las rutinas interactivas cotidianas tienen
una estructura narrativa de acción comunicativa y no de palabras y van constituyendo un sistema de sentido

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 75


para el niño basado en una secuencia de mensajes afectivos. Este sistema de sentido se establece mucho antes de
que el niño pueda relacionarse con una narrativa de palabras.
La interacción temprana madre-bebé es un sutil interjuego entre desencuentros (mismatches) y encuentros
(matches). Estos encuentros son los momentos de regulación mutua positiva donde la madre y el bebé coinciden
en la expresión de afecto positivo. Cada participante infante y adulto señala su evaluación acerca del estado
afectivo del otro y responde a ella. Cada miembro de la díada intenta mantener un estado de coordinación o
reparar un estado de no-coordinación. La interacción madre-bebé se mueve sucesivamente desde estados
coordinados o sincrónicos a estados no coordinados
Sólo el 16% del tiempo de una interacción cara a cara se produce encuentro de miradas y afecto positivo entre la
madre y el bebé. La mayor parte del tiempo los infantes activan recursos propios de autorregulación, como
afecto neutro, atención a objetos distintos que la madre, exploración del entorno, autoapaciguamiento oral y
distanciamiento de la madre. La regulación diádica y la autorregulación son dos caras del mismo proceso de
regulación afectiva. Los resultados permitieron inferir un puente entre autorregulación y autoerotismo. En la
muestra estudiada gran parte del autoapaciguamiento oral se producía en presencia de un despliegue de afecto
positivo de la madre. De aquí inferimos que el investimiento libidinal por parte de la madre articula
autorregulación con autoerotismo, concebido éste como ligazón estructurante del exceso de cantidad de
excitación. Si el ambiente falla en el acompañamiento positivo al proceso de autorregulación del bebé, en lugar
de autorregulación puede producirse retraimiento.

Aportes de la teoría del Apego


Estudios de John Bowlby. Bowlby postula una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos
estrechos. Se interesó en estudiar una población de niños pequeños institucionalizados por abandono de sus
padres. En el seguimiento psicológico de estos dos grupos encontró que muchos de estos individuos padecían
una tendencia marcada a la “desafectivización” y construían vínculos mayormente superficiales.
El apego del infante humano se define como la búsqueda de proximidad y mantenimiento de cercanía física
alrededor de una figura o algunas figuras diferenciadas. Esa proximidad se manifiesta en abrazos, caricias,
búsqueda de ser sostenido, sonrisas y vocalizaciones en la interacción social, etc.
La proclividad biológica de apegarse y buscar cercanía permanente con la figura de apego constituiría una “base
segura” para el niño la cual le facilitará la exploración del mundo circundante. Los niños pequeños muestran
una intensa preocupación por localizar a las figuras de apego en entornos desconocidos y aumentar la
proximidad a ellas. Esta búsqueda de apego iniciada desde “la cuna” se mantiene durante toda la vida y se activa
en situaciones de debilidad y de stress. La discontinuidad temprana en el vínculo de apego tiene gravosas
consecuencias en el sentimiento de sí del niño y en la calidad de la construcción de vínculos afectivos para toda
la vida.
Bowlby remarcaba los hallazgos de Lorenz según los cuales las especies animales no necesariamente se apegan a
las figuras que las alimentan, y fue pionero en la concepción de que el infante humano viene al mundo
predispuesto para la interacción social.
Para Bowlby el apego es en sí mismo un sistema motivacional de base biológica, mediante el cual el infante
busca la proximidad con el adulto con el cual vivencia la regulación de sus estados físicos y afectivos.
La activación de conductas de apego depende de la evaluación por parte del infante de un conjunto de señales
del entorno que dan como resultado la experiencia subjetiva de seguridad o inseguridad. El sistema de apego es
un regulador de la experiencia emocional, y brinda al niño una vivencia de seguridad.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 76


El infante aprende que la presencia del cuidador actúa como regulador de la activación neurovegetativa,
evitando una desorganización que va más allá de sus capacidades de afrontar tal situación, y reestableciendo el
equilibrio. El infante irá a buscar la proximidad física con el cuidador con la esperanza de ser calmado y de
recobrar la homeostasis. La conducta del infante hacia el final del primer año adquiere carácter intencional. Sus
experiencias pasadas con sus cuidadores son incorporadas en sus sistemas representacionales a los cuales
Bowlby denominó "modelos internos activos" o "modelos internos de trabajo", que podrían considerarse
antecedentes de la representación.
Otro de los trabajos nodales de Bowlby fue alrededor de los efectos de la separación breve o prolongada de las
figuras de apego y los duelos tempranos.
Bowlby describió un gradiente de reacciones frente a la separación de la figura de apego que va desde “protesta,
desesperación y desapego”:
1-Protesta: La etapa inicial de protesta se caracteriza por la necesidad y búsqueda de ubicación de la figura de
apego, que se expresa en llamadas esperanzadas, llanto y rabia. Esta reacción va disminuyendo su intensidad
convirtiéndose en un llanto monótono triste y el niño se va haciendo más hostil hacia otros niños y adultos
iniciando un proceso de duelo por la pérdida de la figura de apego.
2- Desesperación: Al cabo de unos días, si continua la separación de la figura de apego, los niños atraviesan una
fase de desesperación; aparentemente todavía preocupados por el progenitor perdido. Se observan períodos de
llanto débil y paulatinamente más desesperanzado. Los niños suelen volverse apáticos y retiran el interés por el
entorno.
3- Desapego: En la etapa final, llamada de desapego, los niños empiezan a fijarse en el entorno inmediato,
incluyendo otros cuidadores y otros niños. En las experiencias de Bowlby, los niños que llegaban a este estado
ignoraban y evitaban activamente la figura de apego primaria al llegar el momento de un eventual reencuentro, y
algunos parecían no poder recordarla. El padre u otros familiares eran fácilmente recordados y saludados. Esta
respuesta desapegada frente a la figura de apego primaria podía durar días, semanas, e incluso meses.
Estos fallos de reconocimiento respondían más a mecanismos de defensa represivos y evitativos frente a la
ausencia de la figura anhelada. Las secuelas de tales separaciones mayores “traumáticas” incluyeron no sólo la
aparición de ansiedad y ambivalencia con respecto a las personas previamente queridas, sino también,
eventualmente, un estado de desapego (indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos afectuosos como
hostiles.
La representación de la madre se fue transformando de una figura buscada y anhelada, asociada a una
experiencia placentera de apego, en una figura que evoca el dolor producido por su ausencia, por lo tanto hostil y
que el niño desea evitar.
Patrones de apego - Estudios de Mary Ainsworth. Diseñó una situación de laboratorio llamada “la
situación extraña”. El dispositivo experimental de la situación extraña consiste en tres etapas. En la primera,
infantes de 12 meses y sus mamás comparten una situación de juego libre con un investigador (la persona
extraña). Posteriormente, la madre se retira por unos minutos para luego retornar y reencontrarse con su hijo.
Las diferentes reacciones de los niños frente a la separación y al encuentro posterior dieron lugar a la
formulación de cuatro patrones básicos de apego:
1- Apego seguro: estos niños exploran rápidamente el ambiente en presencia de la madre previo a la
separación, se los nota ansiosos ante la presencia del extraño y la evitan. Se ven perturbados por la breve
ausencia de la madre y buscan rápidamente el contacto y reaseguro de ésta cuando retorna. El infante retorna
casi inmediatamente a la exploración del entorno y al juego.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 77


2-Apego ansioso/evitativo: estos infantes tienden a aparecer menos ansiosos por la separación, muestran
indiferencia frente al extraño, pueden no buscar la proximidad de la madre después de la separación, y pueden
no preferir a la madre más que al extraño. Estos niños sobrerregulan afectos y evitan situaciones que producen
stress. Se podría pensar que son niños cuyos niveles de excitación no fueron suficientemente estabilizados por
los padres y por ello se observa cierta indiferencia hacia ellos.
3-Apego ansioso/resistente: estos niños muestran una exploración limitada del ambiente próximo y poco
juego aún antes de la separación. Tienden a ser altamente perturbados por ésta y presentan dificultad al
reencontrarse con su madre, subregulan afectos mostrando agitación, tensión, llanto pasivo, etc. La presencia de
la madre o sus intentos de calmar al niño fracasan, y la ansiedad y rabia del infante parecen impedir que obtenga
alivio con la proximidad de la madre.
4- Apego desorganizado: Un cuarto grupo de niños exhibe conductas aparentemente no dirigidas hacia un
fin, dando la impresión de desorganización y desorientación (Main y Solomon, 1990). Los infantes manifiestan
inmovilización, golpeteo con las manos, golpeteo con la cabeza, altos niveles de ansiedad, deseo de escapar de la
situación aún en presencia de la madre. En estos casos, se encontró que las madres se ubicaban como fuente de
reaseguro y de temor simultáneamente, activando intensas motivaciones conflictivas. No es de extrañar que una
historia de severa desatención o de abuso sexual o físico esté asociada a menudo con este patrón.
Los infantes seguros parecen vivenciar interacciones mejor coordinadas con sus padres que se muestran
sensibles, raramente sobre-estimulantes y parecen más hábiles en reestabilizar las respuestas emocionales
desorganizantes del niño. Por lo tanto, los niños logran permanecer relativamente organizados en situaciones de
estrés. Las emociones negativas pueden ser comunicadas a los padres que les van dando un sentido ya sea
verbalmente o respondiendo a sus demandas y de este modo las emociones negativas son sentidas como menos
amenazantes.
El niño "seguro" puede adueñarse de su experiencia interna, y comprenderse a sí mismo y a los otros como seres
intencionales cuya conducta está organizada por estados mentales, pensamientos, sentimientos, creencias y
deseos.
Los niños con apego ansioso/evitativo han tenido experiencias en las cuales su activación emocional no fue
reestabilizada por los padres o que fueron sobrestimulados por conductas parentales intrusivas; por lo tanto,
sobrerregulan su afecto y evitan situaciones que pudieran ser perturbadoras. Los niños con apego ansioso-
resistente subregulan afectos, incrementando su expresión de malestar posiblemente en un intento de despertar
la respuesta esperada por parte de la madre. El bajo umbral para las condiciones amenazantes lleva al niño a
buscar contacto con la madre, pero al mismo tiempo, a sentirse frustrado aun estando con ella.
Aportes de Daniel Stern. Stern plantea que el desarrollo no se da por cambios progresivos sino por saltos
que describen procesos co-creados entre el infante y sus cuidadores. Estos saltos son oportunidades para
cambios estructurales de consecuencias trascendentes.
Stern se ha interesado en la ampliación del estudio del vínculo temprano más allá de la teoría del
apuntalamiento. Si bien en los primeros tres meses de vida el mantenimiento de la homeostasis se caracteriza
por la regulación fisiológica del bebé, las investigaciones muestran que más frecuentemente la regulación se
sostiene en el intercambio de conductas sociales que en la satisfacción de la necesidad instintiva.
La exploración y actividad del bebé y sus estados emocionales se producen vía la estimulación del otro y son una
creación mutua. La empatía de la madre para leer los mensajes no verbales del bebé y las respuestas de éste
activan un diálogo interactivo que aporta a la regulación mutua.

Resumen de psicología evolutiva niñ ez Pá gina 78


Stern propone que los infantes tienen una vida subjetiva, aun desde los primerísimos momentos y ubica en el
centro de su indagación al sentido de sí mismo, el cual entiende como un patrón constante de percatación, una
experiencia subjetiva organizadora que partiendo de lo preverbal va adquiriendo sentidos más complejos hasta
llegar a la autopercatación verbal.
Las experiencias interactivas son internalizadas como vivencias de “estar con” el otro significativo y se integran a
la memoria episódica relacional, a través de la internalización de las experiencias de repetidas gratificaciones
interpersonales con el cuidador primario quien tiene a su cargo la regulación afectiva del infante y la
transformación de los estados emocionales negativos en positivos. Esto puede ocurrir con o sin conciencia de
ello por parte del infante.
Stern encontró que los infantes poseen una capacidad general innata para tomar información recibida en una
modalidad sensorial y traducirla a otra modalidad sensorial sin aprendizajes previos. Los infantes parecen
experimentar un mundo de unidad perceptual en el que perciben cualidades amodales, representan
abstractamente esas cualidades y después las trasponen a otras modalidades. El tipo de representaciones
abstractas que el infante experimenta no son sensaciones visuales, táctiles o auditivas, ni objetos nombrables
sino formas, intensidades y pautas temporales, cualidades más bien globales de la experiencia.
Stern llega a estas conclusiones a partir del resultado de investigaciones microanalíticas con bebés. Entre ellas,
Meltzof y Borton vendaron por unos segundos los ojos a bebés de 3 semanas y les dieron a succionar uno de dos
chupetes diferentes. Un grupo recibía un chupete con tetilla esférica y el otro un chupete cuya tetilla presentaba
protuberancias en distintos puntos de su superficie. Luego de esta experiencia de succión, se colocaban ambos
chupetes a ambos lados de cada uno de los bebés. Al quitarles la venda, los bebés dirigían su vista por un tiempo
más prolongado al chupete que habían succionado. Esta observación cuestionaba, según los investigadores, las
conclusiones de Piaget que planteaba la necesidad de construcción de esquemas específicos, heterogéneos que
recién posteriormente y a partir de una experiencia reiterada podrían integrarse. Según el enfoque piagetiano el
niño debía contar con un esquema visual, posteriormente un esquema háptico1 y luego estos dos esquemas
debían intercomunicarse por asimilación recíproca de modo que resulte un esquema visual háptico coordinado.
En el experimento descrito, el resultado obtenido no podía explicarse por asociacionismo ya que los bebés no
habían tenido experiencia visual previa con los chupetes ofrecidos. Los investigadores concluyeron que esta
transferencia de información háptico-visual se encuentra en las primeras semanas y va mejorando a medida que
el bebé crece. Otros trabajos se hicieron presentando a los bebés sonidos del habla por vía visual y por via
auditiva. Los infantes miraban por más tiempo los rostros cuyos labios coincidían con los sonidos que
escuchaban que aquellos rostros que movían los labios en disonancia con los vocablos escuchados. Stern
considera que los infantes están preconstituidos para realizar este tipo de equivalencias transmodales, y para
forjar ciertas integraciones de su experiencia sensorial. Los infantes no necesitan tener experiencias repetidas
para formar algunas de las piezas del sí mismo y del otro.
Para Stern, cada etapa es una oportunidad única de desarrollo, pero también lo es de cierre y autonomía. El
desarrollo no implica sólo la ampliación de la recepción de estímulos, también implica, cierre y selección. El
desarrollo implica capacidad de seleccionar estímulos metabolizables y evitar la inundación. Decir no a la oferta
del ambiente es un indicio de autonomía.

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"El sistema háptico (tacto activo) es un sistema perceptivo complejo, encargado de aprehender y codificar la estimulación que llega a los
receptores cutáneos y cinestésicos (Loomis y Lederman 1986). Por percepción háptica se entiende la combinación de la información adquirida a través de
la piel que recubre el cuerpo humano, y la información obtenida a través del movimiento, o sentido cinestésico". "Se trata de un sistema perceptivo
complejo que incorpora y combina información a partir de distintos subsistemas táctiles, como el sistema cutáneo (percepción de la presión y de la
vibración), el sistema térmico y el subsistema del dolor. Además el sistema háptico incluye también el sistema cinestésico que procesa información sobre
la posición y el movimiento a partir de los receptores existentes en articulaciones, músculos y tendones".

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Estos conocimientos respecto de las capacidades innatas de los bebés y de la discriminación perceptual
temprana pueden corresponderse con el planteo freudiano del yo de realidad inicial, como marca objetiva de
discriminación entre un interior y un exterior. Por otro lado la noción de cierre y autonomía, también postulada
por las neurociencias puede corresponderse con el planteo freudiano de un yo como dispositivo que inhiba las
grandes transferencias de cantidad de excitación. A partir de las experiencias con el objeto maternante, el Yo se
va constituyendo como sistema de representaciones investidas libidinalmente, que retiene en esa trama
representacional una cantidad de energía suficiente como para asegurar su eficacia y reprimir así la
reproducción alucinatoria del objeto, logrando la discriminación.
Stern plantea que la capacidad de ir cerrándose y seleccionar estímulos tiene un progreso evolutivo cuyos
indicadores de autorregulación y autonomía se van complejizando.
Si bien, los recién nacidos muestran sutiles pero precarios esbozos de autorregulación, a partir de los 4 meses
puede observarse cómo los bebés utilizan la desviación de la mirada para expresar su deseo de cesar la
interacción.
A los 7 meses ya expresan su deseo de autonomía con gestos claros de corte y vocalizaciones.
A los 14 meses ya adquirida la marcha el bebé muestra excitación y placer por huir del adulto. Disfruta el
ejercicio de su nueva motricidad y se regocija alejándose del cuidador del cual, al mismo tiempo, se siente tan
dependiente.
A los 2 años ya es el lenguaje el que manifiesta el deseo del niño de autovalerse y autosostenerse a sí mismo, “yo
solito”.
Stern plantea que los infantes comienzan a experimentar desde el nacimiento un sentido del sí mismo
emergente. Están preconstituidos para darse cuenta de los procesos de autoorganización, para ser
selectivamente responsivos a los distintos acontecimientos de la vida cotidiana. Nunca hay total indiferenciación
sí mismo-otro y entre los 2 y los 6 meses van consolidando un sentido de sí mismo nuclear como unidad
separada tendiente a la cohesión, a un sentido de la propia agencia, logrando un sentido de sí mismo nuclear y
de otro nuclear con continuidad en el tiempo y agente de sus propias acciones. Este logro evolutivo se basa en la
incipiente posibilidad de memoria de la propia experiencia y en un aumento de las distinciones físicas y
sensoriales entre el sí mismo y el otro.
De los 9 a los 18 meses el infante logra un sentido de sí mismo subjetivo a partir del cual se experimenta a sí
mismo y al otro en términos de compartir y diferenciar intenciones. El infante descubre que tiene una mente y
que otras personas también la tienen, dando una nueva perspectiva organizadora a su vida social en la cual se
produce un dominio de relacionamiento intersubjetivo. En este estadio, el infante comienza a compartir estados
afectivos. Stern desarrolló el concepto de “entonamiento afectivo” que caracteriza este estadio. El adulto no se
limita a imitar o reflejar la tonalidad afectiva del bebé sino que se da un proceso de acompañamiento activo,
como quien se suma a un coro para entonar. Este entonamiento comprende la lectura por parte del progenitor
del estado afectivo del infante y pone en acción conductas que den cuenta de la correspondencia con el estado
afectivo del infante. El infante lee la acción del progenitor como teniendo que ver con su propia experiencia
emocional y recíprocamente. Muchas veces, la madre desentona deliberadamente para conseguir que el niño la
siga, como “poniéndose a tono”, en una afinación compartida.
A partir de los 2 años se produce el sentido del sí mismo verbal. Si bien el relacionamiento verbal constituye
una ampliación y enriquecimiento de la comunicación y la aspiración a la autopercatación, Stern advierte que
este dominio solo recubre parcialmente las experiencias del dominio de relacionamiento emergente, nuclear y
subjetivo. Estos dominios permanecerán en parte independientes del lenguaje y provocan una escisión en la

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experiencia del sí mismo. De esto se desprende que se producen dos líneas en el desarrollo: el lenguaje como
nueva forma de relacionamiento y el lenguaje como un problema para la integración de la experiencia del sí
mismo y la experiencia con el otro.
Condición doble del lenguaje. El lenguaje brinda una ampliación del relacionamiento y una nueva forma de
autopercatación e integración que expande la experiencia interpersonal, pero al mismo tiempo introduce el
desfasaje entre dos formas simultáneas de experiencia interpersonal: la vivida y la representada. El lenguaje por
su relación con lo inconciente inaugura también el equívoco y el desencuentro.

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