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El barril de amontillado –

Edgar Allan Poe (Resumen,


análisis y reseña)
written by Biblioteca Salvadora | junio 7, 2018

Resumen, análisis, reseña y personajes principales de la obra


literaria El barril de amontillado del escritor Edgar Allan
Poe.

El barril de amontillado de Edgar Allan Poe es sin lugar a


dudas una obra muy interesante, no solo para los fanáticos y
apasionados de la obra de Poe, sino para atrapar a aquellos
lectores primerizos.

Conozcamos primero los personajes que componen esta obra.


Veamos los personajes principales y luego veamos los
personajes secundarios.

Personajes principales
A continuación se enuncian los dos personajes principales del
libro u obra El Barril Amontillado.

MONTRESOR: Inteligente y delicado de personalidad. Posee


espíritu de negativo y todo lo que se propone lo cumple.
FORTUNATO: Siempre ejercía burlas hacia Montresor ,
dominante y seguro de si mismo.
Personajes secundarios
En cuanto a los personajes secundarios del relato, tenemos a
Luchresi.

LUCHRESI: Profesional en vinos y quien se niega a


acompañar a Montresor a llevar a acabo sus planes
macabros.

Sinopsis o breve resumen


Empecemos con este corto resumen de El Barril amontillado.

El cuento narra el asesinato que comete un hombre llamado


Montresor, que quería vengarse de Fortunato, un hombre que lo
había insultado ya varias veces y no quería soportar otro
insulto mas.

El asesinato fue planeado durante mucho tiempo por Montresor y


es realizado en el carnaval, Fortunato iba vestido de payaso
cuando se encuentra con Montresor, y él le dice que si lo
ayuda a saber si un barril de amontillado que están por
venderle es real. Montresor lleva engañado a Fortunato a unas
catacumbas y lo embriaga y dada a la humedad de las catacumbas
la salud de Fortunato que al parecer tenía una tos empeora
cada vez más.

Montresor encadena a Fortunato y pone una pared para que


Fortunato muera y no pueda salir de las catacumbas nunca.

Resumen en vídeo
Este es un resumen corto de la obra o cuento El barril de
amontillado.
Análisis de la obra
«El barril de amontillado» es uno de los relatos de la etapa
final en la vida de Poe (1846), escrito sólo poco tiempo antes
del inicio de su declive definitivo, marcado por la muerte de
su mujer, Virginia Clemm, en enero de 1847.

Aspectos fundamentales
Una primera lectura de «El barril de amontillado» ya nos
revela dos aspectos fundamentales. El primero, su perfección
narrativa: el autor en ese momento era dueño de todas las
herramientas y resortes de su oficio; el segundo, que había
culminado en él un largo proceso de desencanto vital y
degradación moral, si bien esto último, evidentemente, no iba
en menoscabo de la excelencia artística, sino más bien al
contrario.

¿De que trata la historia?


Es la historia de una horrible venganza, si es que alguna no
lo es. ¿Qué pudo mover al autor a su composición? Nos
encontramos, desde luego, a años luz del muchacho genial que
había escrito vaporosos poemas románticos en los que retrataba
un mundo ideal de palacios encantados y bellísimas heroínas
ultraterrenas.

La maligna inteligencia, el humor negro, la punzante ironía, y


hasta el sadismo gratuito en la conducta del vengador
Montresor, revelarían en su autor, probable aunque no
necesariamente (pero hemos de tener en cuenta, decimos, el
momento y las circunstancias en que el relato fue escrito),
grandes dosis de dolor y frustración mal asimilados, una aguda
conciencia de fracaso, así como, acaso, la voluntad de dejar
al porvenir algún terrorífico mensaje subliminal, y todo bajo
un tratamiento acusadamente alegórico.

Por el tema de la venganza, por el personaje del bufón y


alguna otra coincidencia, existe otro relato del final de su
carrera que es hermano de éste. Se trata de «Hop-Frog», uno de
los últimos que escribió, y en el que un Poe ya
definitivamente cansado y desairado por la vida y sus
penurias, y no poco por sus críticos —aquellos que le
criticaban y a los que él mismo había vilipendiado de lo
lindo—, se aparta voluntariamente de sus grandes hazañas
artísticas e intelectuales —de la invención del relato
policial y el de ciencia-ficción, de «El coloquio de Monos y
Una» y «El poder de las palabras», con su apabullante
metafísica sensible, del admirable muestrario del horror por
el horror que representan «El gato negro», «La verdad sobre el
caso del señor Valdemar», «El pozo y el péndulo» o «El corazón
delator»—, para entregarse nuevamente, como en «El barril de
amontillado», a un lamentable, aunque en modo alguno torpe,
simulacro de revancha contra el mundo, la única finalmente en
su mano.

Se conocen muchas y variadas interpretaciones, incluso


psicoanalíticas (son sumamente habilidosas las debidas a la
tratadista freudiana Marie Bonaparte), tendentes a interpretar
la venganza del malvado Montresor. De lo menos que ha sido
calificado el personaje en sí mismo, así como el autor por
inventarlo, es de loco, sociópata o degenerado. Pero todas
esas interpretaciones dejan fuera lo más importante, por
tratarse de una obra literaria: las indudables virtudes
artísticas, tanto de estilo como de estructura narrativa (una
expresión que seguramente a Poe le hubiese agradado), que
atesora el relato.

«El barril de amontillado» es un cuento maestro del género de


suspenso. No se puede ser más moderno en 1846. Tampoco puede
generarse tanto dramatismo con tan pocos recursos, con
elementos tan ligeros, con una concisión tan acusada. En
cuanto a la musicalidad, una faceta de los relatos de Poe que
no se ha estudiado suficientemente, debe destacarse la gran
habilidad con que delineaba el escritor las curvas de interés
dramático, la atenuación, el tempo llano, el crescendo, hasta
la culminación y el clímax; en el caso que nos ocupa, más bien
una vía muerta.

Tema principal
“El barril de amontillado” trata de la venganza de Montresor a
Fortunato. Montresor, cansado de injurias de Fortunato,
explota cuando éste, deducimos, insulta al apellido de su
familia. Decide tomar revancha en plena locura de carnaval y
elabora un plan para, finalmente, cometer su tan ansiado
propósito y limpiar su honra. Mientras tanto, Montresor
utiliza como máscara la sonrisa fingida (elemento
carnavalesco) para no levantar sospechas en Fortunato, de lo
que pretendía hacer.

Montresor sabía que el punto débil de Fortunato era su


sinceridad en cuanto se trataba de vino. Al momento del
encuentro, en la descripción de la vestimenta se aprecian las
disparidades carnavalescas, ya que la ropa que estaban
utilizando no era la habitual de todos los días. Fortunato
estaba vestido de payaso y en su traje se podían apreciar
cintas de colores. Además, en el relato se detalla que él
estaba coronado con un sombrerillo cónico adornado con
cascabeles (Coronación burlesca).

Una característica del carnaval es el “mundo al revés” y en el


texto puede manifestarse cuando, en el momento en el que
efectivamente Fortunato y Montresor se encuentran, este último
le dice: “Pero ¡qué buen aspecto tiene usted hoy!”. Por otro
lado, también debemos mencionar que en esta parte del relato
se manifiesta el cronotopo del encuentro y el camino. Luego
Montresor comienza a tentar a Fortunato diciéndole que había
recibido un barril de amontillado.

Cuando Montresor se deja llevar a su palazzo por Fortunato, se


coloca un antifaz de seda negra, aquí tenemos el
enmascaramiento nuevamente, pero esta vez, explícito. Pudimos
notar un contraste entre la vestimenta colorida de Fortunato y
el antifaz negro de Montresor, reflejando, quizás las
verdaderas intenciones oscuras y sombrías de este. Al llegar
al palazzo, los criados no se encontraban allí (igualdad de
jerarquía). Montresor y Fortunato se dirigen hacia la bodega,
que anteriormente era un cementerio subterráneo (profanación).
Para llegar a esta última, debían descender por un abovedado
pasaje (catábasis). Es entonces, cuando se hace presente el
cronotopo del “umbral” en el que se desarrolla el resto del
cuento y, por ende, es el cronotopo predominante.

Durante el trayecto, en la búsqueda del amontillado, Fortunato


comienza a toser y Montresor, mediante elogios, le ofrece la
oportunidad de volver en varias ocasiones. No obstante,
Fortunato se niega a todas ellas y quiere seguir el camino a
pesar de su malestar, “No me matará. No me moriré de tos”,
dice el personaje a modo de premonición. Montresor se encarga
de que Fortunato esté lo menos ebrio posible. A modo de burla
implícita, Montresor brinda por la larga vida de Fortunato.
Posteriormente, Montresor habla del escudo de armas de su
apellido, el que lleva la inscripción “nemo me impune
lacessit” (nadie me hiere impunemente), haciendo otra de las
tantas advertencias. Este recurso llamado “puesta en abismo”
se refiere a un elemento que nos anticipa el contenido de todo
el relato, en este caso es la divisa del apellido Montresor
mencionada anteriormente. En las catacumbas, hasta llegar a la
última cripta, se puede apreciar una constante catábasis:
“Pasamos por debajo de una serie de bajísimas bóvedas,
bajamos, avanzamos luego, descendimos después y llegamos a una
profunda cripta”.

En una oportunidad, Montresor le muestra a Fortunato una


paleta de albañil, signo de su “pertenencia” a la masonería y,
por otro lado, Fortunato levanta su antorcha “casi consumida”.
Ambas situaciones pueden entenderse como una advertencia y un
anticipo del fatal desenlace que le espera. El destronamiento
se da, en el gemido apagado que Fortunato produce luego de ser
encadenado, demostrando un cambio de estadío emocional que lo
evidencia. Este último emitía carcajadas e insistía en que
todo se trataba de una broma (risa carnavalesca).

En un momento Fortunato dejó de reírse, ya no contestaba ante


los llamados de Montresor y este introdujo una antorcha que
dejó caer en el interior de donde había dejado encerrado a
Fortunato. Suponemos que se trata del fuego carnavalesco, que
aniquila y renueva el mundo, ya que al terminar Montresor con
su trabajo de albañilería, todo sigue como estaba antes:
“Durante medio siglo, nadie los ha tocado.”

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