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TEATROS DE LA MEMORIA
Volumen I

PASADO Y PRESENTE DE
LA CULTURA CONTEMPORÁNEA

Raphael Samuel

Traducción de Francisco López, Federico Corriente


y Sandra Chaparro

UNIVERSITAT DE VALENCIA
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74
BIBLIOTECA CENTRAL
ÍNDICE
CIASIF. DA 1
_S 3S 12

Prefacio: El trabajo de la memoria 9

MATRIZ 731) 44 Agradecimientos por las ilustraciones 17

NUM. ADQG 99* 57 7 INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 19

PARTE I: RETROCHIC
Reacondicionamiento 69
Retrochic 105
El retorno al ladrillo 147

PARTE II: RESURRECCIONES


Resurrecciones 167
Historia viva 201
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente,
ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, PARTE III: PATRIMONIO HISTÓRICO
en ninguna. forma ni por ningún medio, ya sea ffitomecánico, fotoquímico,
241
Semántica
electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial. Genealogías 267
Sociología 285
c
? UNAM PARTE IV: NO HAY VUELTA ATRÁS
BIBLIOTECL; CENTRAL 305
I PRovjc_.- 4.-41__ Antipatrimonialismo
323
{(( cica ...,,,.±„1_,,, Pedagogías
339
Política
FECHA_,:::_±..L131—
I P4 fCi0 _...-- PARTE V: FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS
Título original: Theatres of Memory
El ojo de la historia 371
Primera edición: Verso, 1994 395
El descubrimiento de las fotografías antiguas
Raphael Samuel, 1994 409
De esta edición: Publicacions de la Universitat de Valencia, 2008 Paisajes oníricos
425
ü De la traducción: Francisco López, Federico Corriente y Sandra Chaparro Escopofilia

Publicacions de la Universitat de Valencia PARTE VI: PELÍCULAS DE ÉPOCA


http://puv.uv.es El gótico moderno: El hombre elefante 443
publicacions@uv.es 453
Al ritmo del Lambeth Walk
El Dickens de los muelles 465
Diseño de la maqueta: Inmaculada Mesa 479
«¿Quién llama tan fuerte?»: Dickens en el teatro y en el cine
Ilustración de la cubierta: West Yorkshire Road, esquina con ChapelTown Road (junio 1957)
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
POSTFACIO
ISBN: 978-84-370-7362-0 Híbridos 495
Depósito legal: V. 5.363 - 2008
Índice analítico 519
Fotocomposición, maquetación e impresión: Artes Gráficas Soler, S. L.
www.graficas-soler.com

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PREFACIO: EL TRABAJO DE LA MEMORIA

«El pasado no ha muerto. Ni siquiera ha pasado.»


William Faulkner

La memoria, según los antiguos griegos, era condición previa del pensa-
miento humano. Mnemosina, la diosa de la memoria, era también la diosa de
la sabiduría, la madre de las musas (concebidas durante las noches que pasó
con Zeus en el monte Helicón) y por tanto, en última instancia, la progenitora
de todas las artes y las ciencias, entre ellas la historia (Clío fue una de sus
nueve hijas). Asimismo, la mnemónica, la ciencia del recuerdo supuestamen-
te descubierta por el poeta Simónides de Ceos, constituía la base del proceso
de aprendizaje. El lugar que Aristóteles le concedió entre las disciplinas del
pensamiento no fue menos privilegiado. Aristóteles estableció una distinción
entre memoria consciente y memoria inconsciente, llamando a la primera —la
memoria que aflora de manera espontánea a la superficie— mneme, y a la
segunda, al acto voluntario del recuerdo, anamnesis. Lo que Frances Yates,
primera historiadora de la materia, llamó El arte de la memoria, pasó intacto
a los romanos. Según San Agustín al final del Imperio, como antes conforme
a Cicerón, la memoria era la madre de la pedagogía y la fons et origo del
pensamiento. En un célebre pasaje de las Confesiones la compara con una
«vasta sala» o «palacio» donde «se guarda todo el tesoro de nuestra percep-
ción y experiencia». El arte de la memoria fue retomado por los escolásticos
medievales (Santo Tomás de Aquino le dedicó un encendido elogio), y en el
Renacimiento conoció una eclosión postrera, prestando (según Frances Yates)
oculto sustento a las artes y las ciencias.
El «arte de la memoria» tal y como se lo cultiva hoy en día, sea en el psi-
coanálisis, la historia oral o el «patrimonio histórico», probablemente guarda
más puntos de contactos con la pintura y la poesía del romanticismo que con
la mnemónica griega o la ciencia renacentista. Los «lugares en el tiempo»
que aparecen en los «Versos escritos pocas millas más allá de la abadía de
Tintern» de Wordsworth o la pasión conmemorativa de su ensayo sobre los
epitafios hacen más al caso que la retórica rosacruz o la iconografía herméti-
ca. Los Poemas de la frontera escocesa y las novelas de Waverley, en especial
El corazón de Midlothian, obras todas ellas en las que Scott sitúa al lenguaje
y a las costumbres populares en el mismo corazón de la narración histórica,
son asimismo textos esenciales. Aún más crucial resulta la noción de «resu-

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10 RAPHAEL SAMUEL PREFACIO 11

rrección», acuñada en la década de 1840 por el historiador francés social- construía hilera a hilera, como una pirámide, para capturar las corrientes
romántico Jules Michelet, autor de una historia que aspiraba a dar voz a los astrales que descendían desde las alturas y ponerlas al servicio de la vida y la
que carecían de ella y a dialogar con los muertos olvidados. La historia como salud. Dicho teatro revelaba además la armonía oculta entre la esfera terrenal
acto de reparación titánico, capaz de rescatar a los vencidos del «olímpico y la trascendental. La torre —cuadrangular o circular— fue una figura muy
desdén» de la posteridad, tal y como la entendía E. P. Thompson, entraría en importante en el caso de los rosacruces, lo mismo que en las cartas del Tarot,
esta categoría. Y lo mismo cabría decir de esas exposiciones «interactivas» por cuanto los depositarios de la iluminación se proyectaron en el papel de
organizadas por los museos, que recurren a ingenios animatrónicos para visionarios: cuanto más alto ascendieran, más lejos alcanzaría su vista. Asi-
simular las vistas y los sonidos del pasado y para convertir las reliquias o los mismo, los excelsos planos de Giulio Camillo —autor del teatro de la memo-
artefactos materiales en muestras de «historia viva». ria renacentista por antonomasia, que según algunos se cuenta entre los
El arte de la memoria, tal y como se practicaba en el mundo antiguo, era modelos del «Globe» de Shakespeare— ofrecían (en palabras de Francis
un arte de la visualización; se centraba en las imágenes, no en las palabras. Yates) «una visión del mundo y de la naturaleza de las cosas captada desde
El sentido de la vista era lo primero; nada importaba más que el elemento las alturas, desde las propias estrellas e incluso desde las fuentes supraceles-
visual. Para almacenar y recuperar los recuerdos se precisaban signos exter- tiales de la sabiduría, situadas más allá de éstas» (p. 148).
nos: «La escucha no garantiza plenamente la conservación de una cosa; sólo El «teatro de la memoria romántico» era mucho más introspectivo: en
la vista le otorga seguridad». La primacía de lo visual resultó aún más pro- lugar de remontarse a las alturas, iba en busca de la luz interior. El cosmos le
nunciada durante la Edad Media, cuando las imágenes se emplearon de for- era ajeno; se concentraba en el yo individual y en el círculo de lo que resulta
ma sistemática para grabar la historia sagrada en las mentes analfabetas y familiar. Sus paisajes mentales o sus lugares de la memoria recordaban, en la
cuando los emblemas, como las medallas de los peregrinos o los recursos mayor parte de los casos, a los que aparecen en los «Anuncios de la inmorta-
heráldicos adoptados como indicadores del linaje genealógico, constituyeron lidad» de Wordsworth: el hogar de la infancia. El romanticismo construía su
una suerte de moneda universal. Mary Carruthers, en su apasionante libro edificio sobre las ruinas del tiempo. Su idea de la memoria tenía como pre-
sobre la memoria medieval, afirma que el manuscrito iluminado, el vitral y la misa el sentimiento de pérdida. Apartó el trabajo de la memoria de aspiración
gárgola aparecieron, en primer lugar, por su valor mnemónico, y que la pro- científica alguna, circunscribiéndolo al terreno de lo intuitivo e instintivo. La
paganda religiosa resultó efectiva gracias a la explotación de la «sinestesia», mente ya no era una atalaya sino un laberinto, un espacio subterráneo surca-
la apelación a todos los sentidos. do por estrechos pasadizos y pasajes ocultos. La anamnesis, la capacidad de
En la mnemónica de Simónides, el trabajo de la memoria se centraba tanto recordar que se adquiría mediante el adiestramiento de la memoria y el ejer-
en la imagen como en el lugar en el que se ubicaba. Esta operación no tiene cicio de la voluntad consciente, no cautivaba ya a la imaginación: lo que a
nada que ver con la antropomorfización del paisaje, como en la ecología ésta ahora le atraía era lo que Proust denominó «memoria involuntaria», los
romántica, ni con el sentido de pertenencia a un territorio que sustenta ciertas traumas dormidos que afloraban a la vida en momentos de crisis.
políticas modernas de la identidad y la pujante literatura sobre las «raíces». Acaso el hecho de que la memoria y la historia se ubiquen a menudo en
Más bien implicaba una suerte de cartografía mental, en la que las señales campos enfrentados sea un legado del romanticismo. La memoria, según
orientativas no venían dadas por el tiempo sino por el espacio y las cualida- Maurice Halbwachs, uno de sus investigadores más formidables del siglo xx,
des ideales recibían acomodo simbólico. Si hablamos en términos menos es primitiva e instintiva; la historia tiene conciencia de sí. Aquella acude a la
abstractos, los lugares de la memoria recurrían para su representación a sar- mente de forma natural, mientras que ésta surge como resultado del análisis y
cófagos y altares, sedes de las primeras formas de archivo histórico. A decir la reflexión. La memoria era subjetiva, servía como juguete de las emocio-
verdad, el paisaje mnemónico fue fundamental en el caso de la cristiandad nes, a las que permitía todos sus caprichos, cediendo a sus impulsos; la histo-
occidental de la Edad Media, con su vasta red de caminos y mojones —«gru- ria, al menos en principio, era objetiva, tomaba a la razón abstracta como
tas, manantiales y montañas»— destinada a los peregrinos, convenientemente guía y sometía sus hallazgos a la demostración empírica. Allí donde la
localizados para el culto conmemorativo. La geografía sagrada, secularizada memoria sólo puede trabajar con imágenes concretas, la historia tiene el
en beneficio del Estado, desempeñaría un papel absolutamente crucial en la poder de la abstracción. Allí donde la memoria se deforma con el paso del
construcción de las naciones y en la geopolítica de la expansión colonial. tiempo, la historia es linear y progresiva. La historia empieza cuando la
En el «teatro de la memoria» del Renacimiento, descrito a maravilla por memoria se desvanece. Jacques Le Goff, en Historia y memoria, apenas
Frances Yates en su libro, la geometría de lo sagrado reemplazó a la geografía matiza estas antinomias. «Así como el pasado no es historia, sino el objeto de
sacra. El acto de recordar se concibió como una suerte de ascenso a las estre- la historia, tampoco la memoria es historia, sino uno de sus objetos, un grado
llas. En la tradición hermético-cabalista Este
de documento
las ciencias ocultas, el teatro se elemental de su desarrollo» (p. 129).
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La tesis de Teatros de la memoria, como la de muchos trabajos de etno- ducción y propagación del conocimiento. El segundo volumen —«Historias
grafía contemporánea, sostiene que la memoria, lejos de ser un mero disposi- insulares»— trata de las versiones (radicalmente contrapuestas) del pasado
tivo de almacenamiento o un receptáculo pasivo, un banco de imágenes del nacional que compiten por imponerse en distintos momentos, en función de
pasado, es una fuerza activa y modeladora; que es dinámica —lo que hunde si la óptica adoptada corresponde a la ciudad o al campo, al centro o a la
sintomáticamente en el olvido es tan importante como lo que recuerda— y que periferia, al Estado o a la sociedad civil. Se inicia con una serie de textos
se relaciona de manera dialéctica con el pensamiento histórico, en lugar de sobre «El espíritu del lugar», prosigue con «La guerra de los fantasmas»
ser algo así como su otro negativo. Lo que Aristóteles denominó anamnesis, (acerca de política y memoria en la década de 1980) y concluye con una serie
el ejercicio consciente del recuerdo, era una tarea intelectual de la misma de alegatos relativos a «Historia, la nación y las escuelas». En el último capí-
índole que la del historiador: una cuestión de cita, imitación, préstamo y asi- tulo se aborda la cuestión de la historia poscolonial. El tercer volumen, «El
milación. A su manera, se trataba de un modo de construir conocimiento. trabajo de la memoria», trata de las artes conmemorativas y de cómo dan
Sostengo asimismo que la memoria se encuentra históricamente condi- cauce a la idea de progreso, al sentimiento de pérdida y al glamur del subde-
sarrollo. Concluye con una serie de capítulos dedicados a la interacción de
cionada; que sus tonalidades y sus formas cambian en función de las necesi-
memoria y mito en los testimonios orales, indagando, de manera crítica, en el
dades del momento; que lejos de transmitirse a guisa de «tradición» atempo-
uso dado a estos por el propio autor, y defendiendo que la subjetividad, como
ral, muda progresivamente con el discurrir de las generaciones. Lleva la
la propia historia, es un constructo social, una criatura o hija de su tiempo.
impronta de la experiencia, por mediada que esté. Está marcada por las
Me he apoyado sobremanera en la historia oral para abrirme paso entre
pasiones dominantes de su época. Como la historia, es revisionista por natu-
los movimientos de resurrección histórica aparecidos durante los últimos
raleza, y nunca resulta más camaleónica que cuando semeja impasible.
treinta años. Por ello quiero expresar mi gratitud a las siguientes personas:
Por lo que hace a la otra vertiente, la historia implica una serie de borra-
Patrick Fridenson, de Movement Social, y Gene Lebovics por su guía sobre
dos, de enmiendas y amalgamas similares a las que Freud expone en su exa- son et lumiére; Michael Wildt, Dagmar Engel y Lyndal Roper por los histo-
men de los «recuerdos encubridores», en los que el inconsciente, mediante riadores «descalzos» de Alemania; Alessandro Triulzi y Carlo Poni por des-
mecanismos de escisión, condensación, desplazamiento y proyección, trans- cubrirme la existencia del Museo de la Vida Rural de Emilia, uno de mis
pone distintos episodios de una época a otra y materializa el pensamiento en puntos de partida para hilvanar una reflexión crítica sobre mi propia aplica-
imágenes. Por una parte, la historia fragmenta y divide lo que en origen podía ción de la «historia desde abajo»; Daniel Walkowitz y Eric Foner por la histo-
presentarse como un todo, quitando un detalle descriptivo por aquí, una esce- ria social de los Estados Unidos; Sallie Purkis, directora de Teaching History,
na memorable por allá. Por otra, la historia compone. Integra lo que en origen por el «aprendizaje práctico» en las escuelas primarias; Elizabeth Wilson por
podía ser divergente, sintetiza diferentes clases de información y contrapone su ayuda en el campo del retrochic; Simon Traves, editor de Alan Sutton, por
distintos órdenes de experiencia. Insufla nueva vida en lo que estaba medio su inmejorable exposición acerca de la publicación local de fotografías; Ruth
olvidado, como hacen los pensamientos oníricos. Y crea un relato sucesivo a Richardson por la campaña del Rose Theatre, la necrofilia y la época victo-
partir de fragmentos, imponiendo orden en el caos y creando imágenes riana; Dan Cruikshank, Andrew Saint, Jane Priestman, Jules Lubbock, Ken
mucho más nítidas que realidad alguna. Powell y Mark Girouard por cuestiones relativas al ámbito de la arquitectura;
Teatros de la memoria pretende ser un texto abierto, destinado a diferen- Su Clifford, de «Common Ground», por los materiales sobre campañas
tes tipos de lectores que lo lean de diferentes formas y atendiendo a diferentes medioambientales; George Nicholson, del viejo GLC, y Mr. Pollard, del Con-
objetivos. Pero aunque no aspire a hacer alarde de los tres volúmenes que lo sejo Municipal de Westminster, por el movimiento «alumbremos el Támesis»
componen, ni a imponerles una unidad de la que carecen, me parece útil de la década de 1970; Pippa Hyde, del Consejo de Protección de la Inglaterra
señalar que los ensayos retornan una y otra vez a la idea de que la historia es Rural, por la campaña antihiedra de la década de 1930; Michael Stratten,
una forma de conocimiento orgánico, caracterizada por la diversidad de unas director de programas en el Instituto Ironbridge, por servirme como guía del
fuentes que no sólo se remontan a la experiencia de la vida real, sino también museo; John Naylor y Brian Southam por la historia de Batsford; Peter Addy-
a la memoria y al mito, a la fantasía y al deseo; que no sólo proceden del man, Dominic Tweedie y Linda James por orientarme acerca de la tarea lle-
pasado cronológico archivado en los fondos documentales, sino también del pa- vada a cabo por parte de las Sociedades Arqueológicas de York y de Jorvik;
sado atemporal de la «tradición». El primer volumen —subtitulado «Pasado y Peter Windett, de «Crabtree and Evelyn», por detalles sobre los planes globa-
presente de la cultura contemporánea»— se centra en los artefactos materiales, les de la compañía; Su Tahran, de «American Retro», por brindarme explica-
y trata del modo en que la historia se reescribe y se piensa con nuevos con- ciones sobre su tienda; John Seale, de «Past Times», por la historia sobre el
ceptos a consecuencia de los cambios habidos en el entorno, de las innova- crecimiento de la firma; Jon Gorman Jr., de G and B Arts, y Chris Edmonds por
ciones en las tecnologías de restauración y de la democratización de la pro- los materiales sobre competiciones de máquinas de vapor; Malcolm Gliksten,
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14 RAPHAEL SAMUEL PREFACIO 15

de Relic Designs, por la historia de la fiebre desatada por los espejos de Mis estudiantes de Ruskin, que primero me iniciaron en el folclore de la
pubs; y Richard Gomme, de Hugo Russell, por abrirme las puertas de sus industria británica, me han guiado luego por misterios contemporáneos como
almacenes, una de las mejores fuentes de objetos kitsch procedentes de pubs el New Age; los monolitos megalíticos de Avebury dejaron una profunda hue-
y de mercadillos. Bob Lloyd-Jones, de la Asociación para el Desarrollo del lla en mi ánimo gracias a Brian Edwards, que tiene la suerte de vivir allí.
Ladrillo, B. J. Taylor, director administrativo de Blockleys, y Sir Andrew Gareth Stedman Jones, con su sospecha ilustrada frente a todo aquello que
Derbyshire, arquitecto del centro Hillingdon, por la historia del ladrillo. huela a irracional y su desprecio sistemático por la sensiblería que asocia con
Georgina Boyes, autora de La aldea imaginada, Vic Gannon y Alun How- el Movimiento de Artes y Oficios, ha sido un punto de referencia tácito de
kins, cantantes e historiadores, por el segundo revival de la canción folclóri- muchos de los argumentos planteados en el libro; en el extremo opuesto
ca; Mr. Amos y Les, de LASSCO, por el negocio del rescate arquitectónico; del espectro epistemológico, Anna Davin, incansable adalid de las fuentes de co-
Denis Severs y Jim Howett por algunas de sus derivaciones; Joe Laurie por el nocimiento extracurriculares, me ha ayudado a considerar el proceso de apren-
proyecto de la Escuela Sevington; Richard Boston por la colección de recor- dizaje —lo que los niños viven en la clase, en la calle y en su casa— como una
tes acerca de su Campaña en pro de la Cerveza Auténtica, llevada a cabo especie de piedra de toque definitiva. Otro punto de referencia tácito de estos
durante la década de 1970; Eileen Carnaffin, de la Biblioteca Pública de volúmenes es la posmodernidad y el intento de hurtarse al empirismo abstrac-
Gateshead, por la Ruta del Valle de Derwent; Sarah Quaile, del Archivo to propio de la historia de las ciencias sociales. En lo que a esto respecta mis
Administrativo de Portsmouth, por los materiales sobre las conmemoraciones mentores y compañeros de viaje han sido Carolyn Steedman, Sally Alexander
navales de la ciudad; John James, de «Jason's Trip», por las fotografías que y Alex Potts, que han experimentado con nuevas formas de narración histórica
aparecen en las páginas 169 y 170 del libro, y por su hospitalidad y la de su tratando al mismo tiempo de mantenerse fieles a las tradicionales.
familia a bordo de su barco; Robert Thorne por los materiales sobre el mer- Alison Light fue uno de los primeros acicates para emprender este trabajo:
cado inmobiliario de Londres; Bill Holbrook, de Kentish Ironworks, por los ha sido mi esposa y compañera de fatigas durante el proceso de escritura,
inicios de la limpieza de fachadas; George Matthews, bibliotecario del archi- pero también una voz crítica, severa y ejemplar. John Barrell realizó una lec-
vo del Partido Comunista, por el folleto de «March of History» reproducido tura crítica enormemente valiosa de los textos sobre fotografía; Richard Gott,
en este volumen; Gordon House, Richard Hamilton y Clive Barker por su de The Guardian, Paul Barker, de New Society, y Gordon Marsden, de His-
guía sobre el arte pop. Jennie Pozzi me confió un excelente relato autobio- tory Today, fueron los editores de mis textos sobre cine.
gráfico sobre los albores del coleccionismo fotográfico; Audrey Linkman me Mi editorial, Verso, tiene la culpa o el mérito (si la lectura place al lector)
abrió las puertas del archivo fotográfico de Manchester; y Roger Taylor, del
de que un libro concebido como una recopilación de textos haya crecido has-
Museo Fotográfico Nacional, fue una mina de información sobre programas ta engrosar tres volúmenes y abrigar unas pretensiones tan ambiciosas. El
de recuperación fotográfica. Peter Gathercole, del Colegio Darwin, Cambrid-
grueso de los capítulos de esta primera entrega y de las dos siguientes fue
ge, ha sido un excelente guía en las cuestiones relativas al campo de la
redactado para Verso, y, específicamente, para mi editora en esta casa, Lucy
arqueología; James Mosley, el docto bibliotecario del Instituto St. Bride, fue
Morton. En su trato con un autor dificil, que alternaba periodos en los que
un vade mecum de materiales impresos de carácter efímero; David Webb, del avanzaba retrocediendo, como si fuera un cangrejo, con otros en los que caía
Instituto Bishopsgate, se valió de los poderes de su bibliotecario para descu-
presa de la parálisis, mostró una extraordinaria tolerancia hacia mis cambios
brir todo tipo de fuentes inusuales de información, como hizo David Hors-
de rumbo; su juiciosa combinación de entusiasmo y espíritu crítico contribu-
field, del Colegio Ruskin, Oxford; Bernard Nurse, bibliotecario de la Socie-
yó tanto a ampliar el proyecto como a ponerle límites. Sin su paciencia y su
dad de Anticuarios, sacó a la luz a algunos conservacionistas del siglo xvm;
tacto, pocos de los textos que componen estos volúmenes hubieran visto la
Malcolm Taylor, de Cecil Sharp House, me proporcionó un archivo completo
luz. Dusty Miller, también de Verso, apoyó sobremanera la idea de que las
de Ethnic y números sueltos de Heritage, publicación editada a ciclostilo en
imágenes fuesen parte esencial del libro. En unos tiempos en que los grandes
la década de 1950 por un club dedicado a la cultura tradicional. Stella Bed-
doe, de la Galería de Arte Brighton, me envió los excelentes materiales sobre conglomerados engullen todo cuanto hay bajo el sol y las editoriales indepen-
Henry Willett y la colección de adornos para chimenea reunida por éste; dientes son la excepción que confirma la regla, es un placer contar con una
Andy Durr me descubrió el mundo de la cerámica histórica. Olivier Stock- casa en el Soho por la que los autores podemos dejarnos caer de vez en cuan-
man, de Sands Films, pese a nuestro desacuerdo a propósito de Little Dorrit, do, servirnos una taza de té y tener la certeza de que vamos a hablar con
tuvo la gentileza de ayudarme a conseguir permiso para reproducir la foto de alguien a quien nuestro trabajo le interesa de veras.
rodaje incluida en el libro. Andrew Byrne, de Spitalfields Trusts, escarbando
en los escombros, consiguió la fotografía que figura en portada de la edición Spitalfields, Londres El
inglesa; Jinty Nelson me ayudó con el Tapiz de Bayeux. Noviembre 1994
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INTRODUCCIÓN

EL SABER EXTRAOFICIAL

1. LA MEMORIA POPULAR

En manos del historiador profesional, la historia es propensa a presentar-


se como una forma de conocimiento esotérica. Convierte la investigación
archivística en fetiche, como ha hecho desde la revolución —o contrarrevolu-
ción— rankiana en el campo del saber.' Cuando lo que está en juego son asun-
tos de interpretación, el desacuerdo puede darse a propósito de cuestiones
aparentemente tan arcanas como los términos de un juramento de corona-
ción,' la datación de un retrato real' o la correlación entre el rendimiento de
las cosechas y las fluctuaciones de la nupcialidad campesina.' Los argumen-
tos están cubiertos por un denso follaje de notas a pie de página, y los lecto-
res legos que osan desenmarañarlos acaban enzarzados en una cábala de
acrónimos, abreviaturas y signos.
La disciplina histórica da pábulo a la endogamia, la introspección y el
sectarismo. Los textos académicos se dirigen a un círculo de colegas relativa-
mente restringido. En las tesis doctorales, lo más probable es que el problema
abordado proceda del interior de la disciplina. Con frecuencia viene sugerido
por «hiatos» que se le recomienda colmar al joven investigador, o por una
concepción establecida que se le anima a cuestionar. La moda puede orientar
la mirada de los investigadores; una nueva metodología puede despertar su
entusiasmo; o pueden tropezar con una fuente virgen. Pero con independen-

' Peter Burke, "Ranke the Reactionary", en George C. Iggers y James M. Powell, eds., Leo-
pold von Ranke and the Shaping of the Historical Discipline, Syracuse, 1990, págs. 36-44.
Sobre algunos de los debates relativos al juramento de coronación de Enrique IV, locus
classicus en la disputa sobre el supuesto «constitucionalismo» de los reyes Lancaster, véase
S. B. Chrimes, English Constitutional Ideas of the Fifieenth Century, Cambridge, 1956.
Margaret Aston, The King's Bedpost• Reformation and Iconography in a Tudor Group
Portrait, Cambridge, 1993, es un magnífico ejercicio de habilidad forense que muestra el modo
en que la propaganda religiosa del protestantismo estatal dio pábulo durante el reinado de la
reina Isabel a la pintura retrospectiva de acontecimientos supuestamente históricos.
4 Peter Laslett, ed., Household and Family in Past Time: Comparative Studies in the Size
and Structure of the Domestic Group over the Last Three Centuries, Cambridge, 1972; Pierre
Goubert, Beauvais et les Beauvaisis, de 1600 á 1730, 2 vols., París, 1960; Emmanuel Le Roy
Ladurie, Les Paysans de Languedoc, 2 vols., París, 1966.

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cia de esas particularidades, estarán trabajando en el interior de una forma de gidos que experimentan nuevas técnicas, desvelan fuentes inéditas de docu-
investigación vigente y se moverán dentro de sus límites (por mucho que se mentación y formulan hipótesis fascinantes. Son los hacedores de lo que el
enojen). En todos esos casos la historia es su propia vara de medir y su piedra Profesor Elton denomina la historia «real», los pesos pesados de la profesión,
de toque. que aguzan el ingenio para hacerse cargo de un conjunto de materiales en apa-
La balcanización de la materia y la multiplicación de las subdisciplinas, rente desorden.' Sus hallazgos se enumeran en los textos académicos, se publi-
fenómeno surgido en los últimos veinticinco años, ha generado multitud de can en las revistas especializadas y se amplían en las monografías sobre la
nuevas especialidades, cada una con su propia sociedad, sus cismas y secesio- materia. Luego, a un nivel inferior, están los libros de texto, que transmiten los
nes. La voluntad de que la investigación especializada transite por caminos que hallazgos de la alta investigación al público estudiantil. Por debajo de éstos se
nunca han sido hollados y de crear un espacio para asuntos que antaño perma- encuentran los entusiastas, «neurocirujanos diletantes», como se los ha tacha-
necieron «fuera de la historia» —como la historia de las mujeres, la medicina do; en el mejor de los casos «anticuarios» —acumuladores afanosos de hechos
«popular» o las ciencias ocultas— puede tener el efecto involuntario de desatar inconsecuentes—, en el peor, mitómanos. Acaso logren reunir algunos de los
reivindicaciones de exclusividad sobre la propiedad del conocimiento, confi- materiales brutos desde los que cabe construir la historia rigurosa, transcribien-
nándolo al circuito de las publicaciones y los seminarios académicos. do libros parroquiales o desenterrando restos arqueológicos; pero en tanto
El carácter acotado de la disciplina se pone sobre todo de manifiesto en meros espigadores de hechos, están condenados a una visión unidireccional.
las páginas de las revistas especializadas, en las que las jóvenes promesas, Rondando por los márgenes están los comentaristas y los comunicadores,
idolatrando y demonizando por turnos, derriban del pedestal a sus mayores, y encargados de presentar versiones desfiguradas del estado actual de la dispu-
se libran conflictos edípicos. El simple hecho de publicar convierte de golpe ta erudita al gran público. Como sucede con los autores de novela romántica
al novicio en autoridad; pasado un año, los artículos reciben el calificativo de de época o los ilustradores de libros de enseñanza primaria, parecen habitar
«pioneros», «fundamentales» o «clásicos». Los rivales académicos se enfren- otro planeta, a tenor de la atención que reciben en los salones de té del Insti-
tan cual gladiadores, ora girando unos en torno a otros sin perderse de vista, tuto de Investigación Histórica.
ora embistiendo para asestar el golpe mortal. En los seminarios estos conflic- Todo esto supone una visión sumamente jerárquica de la constitución del
tos cumplen la función de un deporte sangriento; se siguen con aliento conte- conocimiento, y también muy restrictiva. Al convertir en fetiche el ejercicio
nido. Apellidos perfectamente desconocidos fuera del cenáculo de iniciados de la investigación mientras ignora sus condiciones de existencia, no tiene en
resumen taquigráficamente estos o aquellos argumentos, y se emplean con la cuenta al enorme ejército de subalternos, sirvientas y amanuenses que, en
misma naturalidad que si fuesen palabras conocidas por todos. todos los periodos, son como los fantasmas del trabajo histórico; e ignora los
Estas tendencias autárquicas se reflejan en juicios harto tribales sobre proyectos de conservación realizados por cuenta propia, como la «caza de
quién es historiador y quién no lo es. Los biógrafos no cuentan, bien porque túmulos» del siglo xvI o la reconstitución familiar en el presente, que brindan
los asuntos que abordan son más literarios que históricos, bien porque optan nueva orientación a las tareas de escritura e investigación, y proporcionan a
por la narración antes que por el análisis. Los anticuarios, a juzgar por la fre- los adeptos a la historia nuevos paisajes que explorar. Por lo que respecta a la
cuencia con que el sufijo «-ismo» se emplea en sentido peyorativo, pertene- pedagogía, no deja espacio al conocimiento que aparece de soslayo como
cen a otra especie, pese a que fueron los pioneros de la investigación archi- producto del estudio de otra cosa: la geografía, por ejemplo, con cuya suerte
vística en la Ciencia Nueva de la Inglaterra isabelina tardía y del descubri- la historia, desde el «descubrimiento» isabelino de Inglaterra,' ha estado indi-
miento de la historia anglosajona.' Los historiadores locales son descalifica- solublemente unida; o la literatura, con la que la historia —en la época en que
dos por la mirada de sus parroquianos como poco menos que ciudadanos de los grandes historiadores se admiraban como estilistas— se codeó a voluntad.
segunda. La historia oral tiene una reputación todavía más dudosa: los críticos Tampoco se toman en consideración las representaciones infantiles, el
la acusan de practicar un empirismo ingenuo en virtud del cual los hechos conocimiento histórico que el niño adquiere de forma gratuita e inconsciente
supuestamente hablan por sí mismos. en el curso de sus juegos o cuando se mete en la piel de personajes adultos,
Todas esas recusaciones descansan en el supuesto tácito de que el conoci- interpretando a un personaje histórico, como, por ejemplo, Lord Nelson, entor-
miento se degrada cuanto más toca tierra. En el cenit están unos cuantos ele-

6
G. R. Elton, The Practice of History, Glasgow, 1976.
T. D. Kendrick, British Antiquity, Londres, 1950; Stuart Piggott, Ruins in a Landscape,
Edimburgo, 1976, págs. 33-76; F. J. Levy, Tudor Historical Thought, San Marino, 1907, págs. A. L. Rowse, The England of Elizabeth, Londres, 1951, págs. 31-65; E. G. R. Taylor, Late
7
Tudor and Early Stuart Geography, 1583-1650, Londres, 1934. Richard Helgerson, Forms of
124-166; A. B. Ferguson, Clio Unbound: Perception of the Past in Renaissance England, Dur-
Nationhood: The Elizabethan Writing of England, Chicago, 1992.
ham, NC, 1979, págs. 3-27, 78-125.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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22 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 23

nando los ojos por el extremo de un telescopio, disfrazándose de sheriff, asu- sólo se recuerdan a medias y que se emplean para llenar los huecos de un
miendo el papel del verdugo' o pretendiendo —fantasía alimentada por la tele- cuento." Se alimentan de la palabra oída antes que de la escrita, aunque a
visión de la década de 1960— ser Soames e Irene en La saga de los Forsyte.9 menudo, como sucede con toda clase de historias legendarias, el original
Representar los horrores de la Peste al grito de «¡Saca a tus muertos!» fue al figura en algún opúsculo o en alguna crónica.
parecer uno de los divertimentos favoritos de aquellos que quedaron cautiva- A primera vista la memoria popular es la perfecta antítesis de la historia
dos por Old St. Paul, de Harrison Ainsworth,m mientras que los juegos de escrita. Elude idea de determinación alguna y se aferra en su lugar a profecías,
guerra entre sajones y normandos o entre cabezas redondas y caballeros eran portentos y señales. Mesura el cambio genealógicamente, en función de
habituales si en lontananza se libraba una batalla campal." En Algo de mí generaciones en lugar de centurias, épocas o décadas. No tiene un sentido
mismo, Kipling relata un juego «figurado» de índole más solitaria, como si desarrollado del tiempo, sino que asigna los acontecimientos a los mitifica-
un náufrago, por así decirlo, representara las cuitas de otro. El autor describe dos «buenos tiempos de antaño» (o los «malos tiempos de antaño») de la
la soledad de un niño de siete años muy desgraciado, en los Mares del Sur, a sabiduría tradicional, o al «érase una vez» del cuentacuentos.'5 En lugar de
tres mil kilómetros de casa: las «causas» y «efectos» del pedagogo o de la búsqueda de los orígenes y cli-
materios del erudito, establece contrastes acusados entre «ahora» y «enton-
Cuando mi padre me envió un Robinson Crusoe con grabados de acero ces», «pasado» y «presente», nuevo y viejo. En lo que hace al detalle histórico,
puse por mi cuenta un negocio de trata de esclavos (los capítulos del prefiere lo excéntrico a lo típico, lo sensacional a lo rutinario. Portentos
naufragio no me interesaron nunca mucho), y establecí mi solitaria sede y maravillas son aptos para su molienda; como lo cómico y lo grotesco. A
en un sótano húmedo. Mi utillaje era una cáscara de coco atada con una
Jorge III se lo recuerda porque se volvió loco; a Eduardo VII porque tuvo
cuerda roja, un cofre de lata y una caja de embalar que mantenía a raya
al resto del mundo. Así protegido, todo lo que quedaba dentro de la cer-
varias amantes; a Enrique VIII porque se casó en seis ocasiones y ejecutó a
ca era verdadero, aunque se mezclara con el olor de los aparadores las esposas que le sobraban. La Burbuja de los Mares del Sur, la obsesión
mohosos. Si alguna tabla se caía, tenía que reanudar la magia.12 especulativa y el desastre financiero de 1720, es el único acontecimiento de
la historia económica inglesa del que todo el mundo ha oído hablar; George
Otra gran ausencia en las consideraciones convencionales sobre la histo- Hudson, el rey del ferrocarril que quedó en la completa ruina, acaso sea el
riografía —pese a los recordatorios periódicos del importante papel que des- capitalista más célebre del siglo xix; mientras que Horatio Bottomley, el esta-
empeñó en la percepción del pasado que tenía el medievo o la primera edad fador de los bonos de guerra, sigue siendo una presencia viva en el Walhalla
moderna y a las extensas glosas antropológicas que se le dedican en la actua- de la fama póstuma. Como dice el escéptico Lovel en El anticuario, «Los
lidad— es la de la tradición oral.13 Mana de las profundidades —el inframundo acontecimientos que causan una impresión más honda en los espíritus del
de la historia— donde se mezclan memoria y mito, donde lo imaginario abraza común de la gente» no son los «progresos regulares» sino los periodos de
a lo real. Como forma de conocimiento se adquiere sin orden ni concierto, a miedo y tribulación: «Cuentan el tiempo por una tempestad, un terremoto o
tontas y a locas, como en los proverbios o chascarrillos que los niños apren- una temporada de confusión ciudadana».'>
den de sus compañeros de juegos, o en los incidentes y acontecimientos que En las escuelas del siglo xix, en las que con anterioridad a la década de
1890 la enseñanza de la materia era la excepción y no la regla," a los alum-

Daphne du Maurier, Myself When Young, Londres, 1977, pág. 29.


9Alison Light, recuerdos de niñez de la década de 1960. 14 Iona y Peter Opie, The Lore and Language of Schoolchildren, Oxford, 1959; Children 's
«Entonces un vecino que había comprado un lote de libros viejos por cuatro perras en un Games in Street and Playground, Oxford, 1969.
baratillo les prestó Old St. Pauls. La puerta del excusado no tardó en lucir una cruz de tiza y la 15 Para algunos ejemplos, Linda Degh, Studies in East European Folk Narrative, Blooming-
carretilla rodaba por el jardín al grito de "¡Saca a tus muertos!"» Flora Thompson, La,* Rise to ton, 1978; Albert Bates Lord, Epic Singers and Oral Tradition, Ithaca, 1991.
Candleford, Oxford, 1961, pág. 371; para una remembranza prácticamente idéntica, Daphne du 1 ° Lovel añade: «se recuerda al feroz guerrero, mientras que los pacíficos abades se pierden
Maurier, Myself When Young, pág. 30. en el olvido», Scott, The Antiquarv, capítulo 17.
" James Williams, Give me Yesterday, Llandysul, 1971, págs. 33-34, para una batalla de " «A mediados del siglo xix, en las escuelas voluntarias para pobres a menudo se enseñaba
esas características. historia, hasta que el Código Revisado de 1861 hizo que la instrucción en esa asignatura se con-
12 Rudyard Kipling, Something of Myself, Harmondsworth, 1992, pág. 38 [ed. cast.:
Algo de siderase superflua en comparación con las tres Rs que daban derecho a un título oficial. En la
mí mismo, trad. Álvaro García López, Valencia, Pre-textos, 1998]. década de 1870 la historia volvió a incorporarse como materia para los últimos cursos de la
13 Entre una extensa bibliografía, Elizabeth Tonkin, Narrating our Pasts: the Social Coas-
enseñanza primaria, y como su enseñanza se consideró insatisfactoria, la ayuda de libros de lec-
truction of Oral History, Cambridge, 1992; David Henige, Oral Historiography, Londres, 1982; tura de tema histórico a menudo fue preceptiva en las Board Schools ("LCC Report on the
Ruth Finnegan, Oral Tradition and the Verbal Arts, Londres, 1992; Jan Vansina, Oral Tradition Teaching of History", 1911, pág. 11). En el Código de 1900 la materia se declaró obligatoria por
as History, Londres, 1985. primera vez.» Valerie E. Chancellor, Histozy. for Their Masters: Opinion in the English History
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nos de primaria se les enseñaba un poco de historia, y luego se ponía a prueba amor en clase; de hecho, hasta un manual básico tan adustamente instrumen-
su memoria por medio de un examen: ahí radicaba la razón de ser de esas tal como el Catecismo de la historia inglesa de Pinnock, publicado en 1822 y
tablas genealógicas de la monarquía inglesa que ocupan tanto espacio en los objeto de innumerables reimpresiones, abría cada sección con una balada.
libros elementales y los epítomes. Aunque también podía darse el caso de que El historicismo del siglo xix se impuso fuera de las aulas. En las iglesias
se impartiera como parte de lo que se dio en conocer como «cultura general», y capillas recién medievalizadas, así como en los ayuntamientos y en las esta-
que incluía, por ejemplo, los orígenes de la bandera nacional, o los nombres y ciones de metro goticizantes, predominaba supuestamente la alta arquitectura
las fechas de pintores famosos." Pero el conocimiento de la historia, por lo cristiana del siglo xiii. En el anfiteatro de Astley, las re-presentaciones de la
menos la secular —otra suerte corría la sagrada, impartida de forma sistemática batalla de Waterloo, junto con la galopada de Dick Turpin a York y una ver-
tanto en las escuelas dominicales como en las clases consagradas a la sión ecuestre del Ricardo III de Shakespeare fueron durante medio siglo los
Biblia—,'9 se adquiría en el proceso de estudio de otra materia, o de formación números estelares del repertorio." En Los muchachos de Inglaterra de Guy
en ella. A los niños se les daban a edad temprana, para que aprendieran a leer, Brett —la primera y más exitosa de las novelas de un penique— pomposas
libros de cuentos ambientados en el pasado, en lugar de los abecedarios que se hazañas históricas producidas en serie y adornadas con suntuosas exhibicio-
impusieron con posterioridad. Así, por ejemplo, los Cuentos de historia de nes de antigüedades militares competían en popularidad con relatos de bravu-
Inglaterra (1885), en un capítulo sobre el Acta de Unión entre Inglaterra y Es- conadas como las aventuras de Jack Harkaway;23 entretanto la serie de volú-
cocia («gran bendición de ambos países»), coloca «Edimburgo», «Newcastle» menes sobre Reinas de Inglaterra publicada por Agnes Strickland (y los seis
y «Carlisle» en el apartado de palabras nuevas; destaca «u-nión» e «i-gual» volúmenes de su vida de María Estuardo) prestaba el mismo servicio a la
como nuevo vocabulario y como palabras para la práctica de la dicción; y se biografia cortesana, versión femenina de la historia monárquica que inspira-
siente obligado a definir el significado de «Parlamento» («asamblea nacional ría a varias generaciones de novelistas románticas." En un plano más modesto,
para el gobierno y la creación de leyes»). El siguiente capítulo, sobre el Agu- la hagiografía secular, centrada en la búsqueda del conocimiento a despecho
jero Negro de Calcuta, introduce novedades como las palabras «alcaide» y de todo tipo de dificultades, o las Vidas de ingenieros, constituían el modelo
«tormentos»." En el caso de un grupo de edad ligeramente superior, se pue- del manual de autoayuda.
den elegir fragmentos de historia que sirvan de modelos estilísticos, al modo Una muestra particular de aprendizaje extraoficial digna de destacarse,
en que los discursos de Burke, Chatham y Canning —o Cicerón— se leían aunque sólo sea porque muestra el lugar de la historia en la oratoria tribuni-
como perlas de la oratoria. Las baladas históricas o «layes», como se las lla- cia del siglo xix y su popularidad como instrumento de discusión política y
maba a veces —uno de los grandes descubrimientos del siglo xix por lo que moral, es el debate histórico escenificado. Como recurso dramático o herra-
respecta a la escritura y la enseñanza de la historia—,2' eran un artículo de pri- mienta educativa debía estar bien asentada en la década de 1820, porque la
mera necesidad en las lecturas y los recitados que introducían el aliento del Oxford Union eligió como tema del debate de apertura de 1829 la siguiente
propuesta: «La revolución de Cromwell ¿debe atribuirse a la conducta tiránica
de Carlos o al espíritu democrático de la época?»." En el otro extremo del
Textbook, 1800-1914, Bath, 1970, pág. 28. En la escuela de la aldea de North Oxfordshire a la
que asistía Flora Thompson «no existía la asignatura de historia como tal, pero se utilizaban
libros de lectura de tema histórico que contenían relatos tan pintorescos como el del rey Alfredo
y los bizcochos, el rey Canuto dando órdenes a las olas, la pérdida del White Ship, y Raleigh 22 Sobre Astleys, A. H. Saxon, Enter Foot and Horse: A History of Hippodrama in England
arrojando su capa al suelo para la reina Isabel». Flora Thompson, Lark Rise to Candleford, pág. and France, New Haven, 1968.
192. Marion Johnson, Derbyshire Village Schools in the Nineteenth Century, Newton Abbot, 23 Los muchachos de Inglaterra empezó a publicarse en 1866. Agradezco a Louis James el
1970, págs. 208-211 para algunas muestras de la enseñanza de la historia a mediados de la épo- préstamo de algunos volúmenes.
ca victoriana. 24 Sobre Agnes Strickland, así como sobre sus voluminosas obras históricas y su poesía
18 Henry Smith, 1.000 Questions on General Knowledge, Londres, 1919. El señor Smith era
caballeresca de corte romántico, existe una buena biografia, escrita por Una Pope-Hennessey y
director de la Chester Road Council School (Senior Boys), New Ferry, Birkenhead. publicada en 1940. Empero, falta una visión global del mundo (o submundo) literario en el que
'9 Véase C. R. Attlee, As It Happened, Londres, 1954 para el uso de la mnemónica como ella y otras autoras se movieron; Norma Clarke, Ambitious Heights, Londres, 1990, retrato de
medio para aprenderse de memoria el árbol genealógico de los reyes de Israel. Véase también las hermanas Jewsbury, Felicia Hermans, Jane Carlyle y su relación con el ambiente editorial a
The Life of Joseph Barker, Written by Himself, Londres, 1885, págs. 53-54 para el aprendizaje mediados de la época victoriana, proporciona un posible modelo que seguir.
de la Biblia como verdad literal, a la par con otras historias. 25 H. A. Morrah, The Oxford Union 1823-1923, Londres, 1923, pág. 10. Agradezco a Brian
20 The Royal Story Book of English History, Nelson Royal School Series, Londres, 1885.
Harrison esta referencia. En la Sociedad Wattlington para el Fomento del Progreso Mutuo, en
21 Véase Thomas Wright, Political Poems and Songs Relating to English History,
Londres, febrero de 1852, tras lo que el secretario, lleno de entusiasmo, declaró que había sido el debate
1859, para un historiador al que no se le oculta la importancia de las baladas. Las publicaciones más trascendental de la historia de la ciudad (se desarrolló durante siete noches consecutivas),
de la Sociedad de Textos Ingleses Antiguos introdujeron las baladas anglosajonas en el corpus de los jóvenes decidieron mediante voto con papeleta (el método más avanzado de su época) por
la literatura nacional. amplia mayoría que «salvo por el hecho de permitir a veces que su religión degenerase en fana-
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26 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 27

espectro social, los trabajadores radicales de Birmingham, que formaron una


THE
Sociedad de Debate que se reunía los domingos por la noche en la Posada
Hope and Anchor, Navigation Street (cuyos encuentros se celebraron sin
solución de continuidad desde mediados de la década de 1850 hasta 1886) H I STORY
debatieron en junio de 1861 la siguiente propuesta: (la primera opción cose-
chó cuatro votos; la segunda, dos; la tercera, doce)." En la sociedad de debate OF
de la Escuela Winchester, el único lugar en que la historia moderna tenía un
lugar reconocido en los tiempos en que el joven Charles Oman era alumno de
la institución, el primer discurso que pronunció éste fue una apasionada SIR RICHARD WHITTINGTON
defensa de la ejecución de María Estuardo, «cuya muerte, espero haber
demostrado, era absolutamente imprescindible para la causa del protestantis- THRICE
mo en Europa». Su siguiente arenga respondió a la propuesta —rechazada por
trece votos a favor y dieciocho en contra— «los efectos beneficiosos de la
Revolución Francesa sobrepasaron con creces a los perniciosos»."
Lord Mayor of London.
El punto de partida de Teatros de la memoria no es controvertido; empe-
ro, con el retorno a la enseñanza de las materias tradicionales en las escuelas
y la multiplicación de especialidades en el ámbito de la investigación avanza-
da, cabe insistir en que la historia no es prerrogativa del historiador, ni tam-
poco, como afirman los adalides de la posmodernidad, una «invención» de su
cosecha. Se trata más bien de una forma social de conocimiento; la obra, en
toda circunstancia, de un millar de manos. De ser así, los estudios sobre his-
toriografía no deberían centrarse ni en la obra de un solo especialista ni en
los enfrentamientos entre escuelas de pensamiento contrapuestas, sino en el
conjunto de prácticas y actividades en el que se incrustan las ideas sobre la
historia o que activan una dialéctica de relaciones entre pasado y presente.
Desde esta perspectiva las exégesis textuales del tipo practicado por Hayden
White en Metahistoria28 o por Stephen Bann en Las invenciones de la histo-

tismo y consentir la muerte del rey... sobre la faz de la tierra no ha existido mejor cristiano,
espíritu más noble, guerrero más valeroso y hombre más constante (que Oliver Cromwell)».
OxIbrd Chronicle, 4 de febrero de 1852. Para un estudio sobre el lugar de estos debates en la
historiografia del siglo XIX, Raphael Samuel, "The Discovery of Puritanism: 1820-1914: a Pre-
liminary Sketch", en Jane Garnett y Colin Matthews, eds., Revival and Religion Since 1700:
Essays ,for John Walsh, Londres, 1993.
Brian Harrison, "Pubs", en H. J. Dyos y Michael Wolff, eds., The Victorian City: Images
and Reality, vol. 1, Londres, 1973, pág. 180. Se trataba de un club extremadamente radical que
tuvo el coraje —en un debate celebrado el 11 de junio de 1871— de apoyar la Comuna de París.
27 Sir Charles Ornan, Meniories of Victorian Oxford and of Some Early Years, Londres,
1940, pág. 67. Philippa Levine, The Amateur and the Prqfessional: Antiquarians, Historians
and Archaelogists in Victorian England, 1838-1880, Cambridge, 1986.
28 Hayden White, Metahistoty, Baltimore, 1973. Merced a un extenso estudio de lo que

pomposamente dio en llamar «la imaginación histórica de la Europa del siglo xix» y por medio PRINTED AND SOI D IN ALDER MARY CIIURCH YARD.
de un análisis de los tipos de «construcción argumental» ("emplotment"), White ofrece una
Bow LANE.
tipología dividida en cuatro grupos, en la que las diversas clases de historia se adscriben a lo
Romántico, lo Trágico, lo Cómico y lo Satírico (la obra de Michelet constituiría un ejemplo de
la primera; la de Tocqueville, de la segunda; la de Ranke (cosa harto improbable), de la tercera; La Historia de Sir Richard Whittington, tres veces alcalde mayor de Londres. Impresa y vendida
y la de Burckhardt —por mor de una interpretación que se desvía del uso común de la palabra, en la parroquia de Aldermary. Bow Lane.
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RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 29

THE ria, es decir, la lectura minuciosa de un número limitado de libros de referen-


cia, resultaría menos apropiada que un estudio de su círculo de lectores, lo
que la crítica literaria denomina «teoría de la recepción». Más pertinente
HISTORY sería incluso tratar de rastrear las fecundas dislocaciones que se producen
cuando el conocimiento histórico se traslada de un circuito de aprendizaje a
OF otro, como en las adaptaciones cinematográficas de los clásicos literarios, en
las que la letra impresa se traduce en imágenes, o en los cómics que adaptan

JACK OF EWBURY grandes relatos, como en esas historietas resumidas de grandes acontecimien-
tos que aparecían en la contraportada de The Eagle en la década de 1950.
Para llamar a la puerta de la memoria popular se requiere un orden de
CALLED pruebas y un tipo de investigación diferentes.' La autobiografía, con su rico
acervo familiar y su profusión de historias, leyendas y canciones que la abue-
THE CLOTHIER
OF ENGLAND. de lo satírico). En otra clasificación cuatripartita, el autor argumenta, a tenor de su exégesis tex-
tual, que las estrategias narrativas del historiador se dividen en metáfora, metonimia, sinécdo-
que e ironía (i.e., los célebres cuatro tropos de la retórica clásica). Así que lejos de ser, como
dijo un admirador inglés de White, «una visión global sin parangón de la imaginación histórica
del siglo xix», Metahistory se circunscribe a un número limitado de textos bien conocidos.
White no tiene nada que decir de la comunidad académica o del público lector, o del itinerario
variopinto de la historia en las escuelas (asunto muy bien documentado en lo que hace a la
Gran Bretaña victoriana). Tras enunciar su fórmula y probar, al menos a su entera satisfacción,
que Ranke, Michelet, Tocqueville y Burckhardt cumplen sus requisitos, renuncia a poner a prue-
ba su plan con obras que quizá se le resistan. Nada tiene que decir, cosa curiosa en un america-
no, sobre la épica, que en el siglo xix halló en la conquista y colonización del Nuevo Mundo
uno de sus grandes temas. Tampoco estudia la novela histórica, sin duda una de las fuerzas
motrices de la percepción que el siglo XIX tuvo del pasado (desembarazarse de la influencia de
Sir Walter Scodfue un paso importante en la formación de Ranke), ni el medievalismo decimo-
nónico. Sobre el descubrimiento de la prehistoria, un acontecimiento tan capital como El origen
de las especies en lo que hace al tiempo geológico, pasa de puntillas. No menciona los debates
decimonónicos sobre el libre albedrío y el determinismo, ni las refutaciones de la teoría de la
historia de los «grandes hombres», objeto de controversia popular en las décadas de 1850 y
1860, ni la interacción de las ideas de nación y raza, elementos cada vez más importantes para
la nueva historia. En resumen, Whitc se muestra indiferente a la procedencia o a los contenidos
de las distintas clases de historia del siglo xix: su trabajo se limita a las «estrategias tropológi-
cas». La idea de una «metahistoria», de un gran relato que sustenta a cada obra concreta, es
genial, pero si el objetivo consiste en analizar (propósito declarado de su libro) «las estructuras
profundas de la imaginación histórica» o en identificar «los elementos artísticos del trabajo his-
tórico», habría que ampliar el foco de atención al conjunto de prácticas históricas del siglo xix
y a su relación con la literatura y el arte.
29 Keith Thomas, The Perception of the Post in the Modern England, Londres, 1983, es una
obra pionera en el intento de incorporar la tradición oral al ámbito de la historia cultural; véase
D. R. Woolf, "The `Common Voice': History, Folklore and Oral Tradition in Early Modern
England", Past and Present, 120, 1988, págs. 26-54, para ilustraciones suplementarias. El autor
sugiere que la tradición oral desaparece con el asentamiento de la investigación histórica de
corte académico. Sobre el uso medieval de la oralidad, véase, sobre todo, M. T. Clanchy, From
Memory to Written Record: England, 1066-1307,2' edición, Oxford, 1993; Antonia Gransden,
PRINTED AND SOLD IN LONDON. Legends, Traditions and History in Medieval England, Londres, 1992, para los resultados deri-
vados de una vida dedicada a las crónicas medievales. James Fentress y Chris Wickham, Social
Memory, Oxford, 1992 [cd. cast.: Memoria social, trad. Carmen Martínez Gimeno, Madrid,
La historia de Jack de Newbuiy, llamado El Pañero de Inglaterra. Impresa y vendida en Lon- Cátedra, 2003], tiene un enfoque medieval y etnológico. Sobre el mundo antiguo, véase Rosa-
dres. lind Thomas, Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1989.
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30 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 31

la o el abuelo podría transmitir al niño que se sienta en sus rodillas, sería un puestamente «hugonotes» de la nomenclatura de las calles de Spitalfields,"
punto de partida posible. John Aubrey, el brillante anticuario del siglo xvii al y en otros seguir el modo en que los fragmentos se convirtieron en cuerpos
que, pese a ser monárquico, puede considerársele el creador de la idea de una narrativos.
«historia del pueblo» (y el descubridor, en su Wiltshire natal, de Avebury), Los topónimos fueron la gran pasión de los filólogos y estudiosos de la
sostenía que podía hilvanar una historia completa de Inglaterra desde la con- cultura sajona del siglo XIX, así como tema perpetuo de controversia y dispu-
quista normanda hasta el presente valiéndose de las baladas que le enseñó su ta en el gran monumento de la erudición local, Notes and Queries." Poste-
aya. Empero, atribuía a la influencia de su padre su «inclinación precoz y riormente, la Sociedad Onomástica, fundada por Stenton y Maurer en 1922,
vigorosa por las antigüedades». Aubrey lo describió como un hombre «cha- elevó el estudio a cotas desconocidas; actualmente ha recibido nuevo impulso
pado a la antigua». Seguía luciendo jubón y calzas, y portaba una daga, al por parte de los estudios dedicados a los primeros colonizadores y asenta-
estilo isabelino. Había vivido en la corte y le daba a su nieto pequeños deta- mientos ingleses, con base en la arqueología. La historia natural, iniciada por
lles sobre ella, como el de la del hermano de Sir Walter Raleigh, Carew. Plot en su Oxfordshire (1677) y Staffordshire (1686)," constituye otro vasto
Cuando era un niño, nos cuenta Aubrey en un breve autorretrato, «le gustaba yacimiento de acervo local. Como en el caso de los topónimos, los comenta-
conversar con los ancianos como si fueran Historias Vivientes».3° rios del siglo xix resultan particularmente provechosos: los escritos sobre
Otro posible punto de partida es el acervo local. La monumental obra de historia local incluían siempre secciones dedicadas a la flora y fauna, y las
Pierre Nora, Les Lieux de Mémoire,' muestra que la historia pública puede sociedades arqueológicas del condado se desdoblaban en sociedades para el
destilarse de los rituales cívicos, la nomenclatura de las calles y la estatuaria fomento del estudio de la naturaleza.
política o literaria. Pero en lo que hace al saber extraoficial y la memoria Una espléndida fuente de acceso al acervo local y a esas ocurrencias
popular, las peculiaridades del paisaje quizá constituyan un punto de partida «extraordinarias» y acontecimientos sensacionales que se graban en la
mejor. Sabido es que los árboles son la morada de los espíritus, y las cuevas, memoria popular es el anuario del siglo xix. Espigado en su mayor parte de
la guarida de los contrabandistas. Los bloques de piedra hincados en el suelo los periódicos locales, aunque a veces sazonado con testimonios orales y
(menhires, como se los llama en Cornualles y en Derbyshire Peak) están recuerdos de testigos, y a menudo dignificado mediante títulos como los de
invariablemente vinculados a leyendas, al igual que los castillos y los monas- «Anales» o «Crónicas» del lugar en cuestión, ofrecen un paisaje radicalmen-
terios en ruinas. Se dice que los árboles marchitos, como las casas vacías, te nuevo de los sucesos de la vida pública. Así, en los tres volúmenes de los
están encantados. Lo que todo esto tiene de apasionante es el deseo irresisti- Anales de Yorkshire, obra de Mayhall, el hito de la década de 1860 es la riada
ble de descubrir misterios e indicios en los fragmentos; el acervo, más que de Sheffield de 1864, que ocupa inconcebiblemente más espacio que el dedi-
legarse o transmitirse, se urde y se amplifica, hasta no dejar ni una piedra sin cado a cualquiera de las elecciones generales. El famoso combate de boxeo
leyenda. La obra de Alfred Williams Las aldeas del Caballo Blanco (1920), profesional entre Sayers y Heenan celebrado en 1860 es objeto de la máxima
notable etnografía escrita por un obrero de Swindon convertido en folclorista atención, como sucede en otros anuarios y diarios de la época.36
y musicólogo, es una hermosa recopilación del acervo local, que ilustra per-
fectamente el modo en que tales historias pueden levantar el vuelo. Aquí tro-
pieza con los restos de la leyenda artúrica, en los lugares donde supuesta- " Sobre los topónimos supuestamente «hugonotes» de Spitalfields: la calle Fleur-de-Lys
mente se alzó Camelot, allá trata del antiguo derecho de paso supuestamente (símbolo de la realeza, no hugonote) se llamó así por un pub; la calle Fournier, por un construc-
obtenido por los monjes de la época anterior a la Reforma en beneficio de los tor del siglo xtx del mismo nombre; y la calle Wilkes, al parecer por iniciativa de algún miem-
bro radical-liberal del Consejo de Obras Públicas de Whitechapel en sintonía con su época.
pastores locales.'
Para pruebas al respecto, London County Council, Names of Streets and Places in the Adminis-
Los topónimos, así como las historias y leyendas que surgieron en torno trative County of London, Londres, 1929, pág. 199; Adrian Room, The Street Names of
a ellos y que a menudo adoptaron la apariencia de etimologías, han dado England, Stamford, 1992; F. H. Harben, London Street Names: Their Origins, Significante and
pábulo a una cantidad ingente de textos que en ciertos casos permite remon- Historic Value, Londres, 1896.
" Sobre Notes and Queries, véase las memorias de su fundador, J. Thom, el hombre que
tarse a la fuente original de los relatos, como sucede con los orígenes su- también acuñó el término «folk-lore».
" Plot, que al parecer tomó como modelo de su trabajo el de Plinio, publicó su Historia
natural de Oxfordshire en 1677. El plan de la obra situaba en primer lugar «los animales, las
plantas y los enseres universales del mundo»; en segundo lugar, «las extravagancias y los defec-
" David Tylden-Wright, John Aubrey, A Life, Londres, 1991, págs. 15-16. Sobre la costum- tos» de la naturaleza; por último, las trabas artificiales. En 1686 Plot publicó su Historia natural
bre de cantar baladas que tenía su ama, Leslie Shepard, The Broadside Ballad: a Study in Ori- de Staffordshire. Plot fue el primer custodio de la colección Tradescant de curiosidades naturales
gins and Meaning, Londres, 1982, pág. 54. cuando ésta se trasladó a Oxford para formar el núcleo original del Museo Ashmoleano.
3' Les Lieux de Mémoire, ed. Pierre Nora, 7 vols., París, 1984-1993. 36 John Mayhall, The Annals of Yorkshire from the Earliest Period to the Present Time,
32 Alfred Williams, Villages of the White Horse,Este
Londres, 1920.
documento Leeds, 1866,
es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando vol. II, págs.
la reglamentación 196-231.
en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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32 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 33

El «currículo oculto» que se adquiere en las escuelas —si la expresión se En la actualidad, la televisión debe ocupar el lugar de honor en todo inten-
amplía hasta abarcar todo el espectro de saberes que no se incluyen en el pro- to de cartografiar las fuentes extraoficiales de conocimiento histórico. Aparte
grama de estudios— puede ser otro medio fructífero de indagar en las fuentes de emitir documentales dramatizados y series de larga trayectoria como
extraoficiales del conocimiento histórico. La atención podría centrarse, como «Timewatch», no cesa de recorrer las sendas de la memoria ni de utilizar el
en los estudios de los Opie y Lady Gomme, en las migajas de acervo que los pasado como telón de fondo. La reposición de películas antiguas —uno de sus
niños aprenden en los pasillos y el patio de recreo, en los restos fósiles del productos típicos— ha convertido a estrellas del cine ya fallecidas, como
pasado incrustados en coplillas, acertijos y trabalenguas. O en juegos de rol Humphrey Bogart o Marilyn Monroe, en iconos culturales, tan atractivos y
históricos tan rudimentarios como jugar al aro haciendo de «griegos» y «tro- célebres, en lo que hace a su aspecto y sus maneras, como los ídolos de hoy en
yanos» en la década de 1890, o de «alemanes» e «ingleses» en su equivalente día. La televisión ofrece continuamente a los espectadores reconstrucciones
de 1916." del pasado recreadas en estudio. A menudo ambienta sus comedias de situa-
En lo que hace al programa de estudios, bien podría ser que los niños ción en escenarios de época (veinticinco años después de El ejército de papá,
aprendieran menos a fondo la historia que se enseña en horario lectivo, o a la la Gran Bretaña del período bélico sigue siendo un marco predilecto). Aprove-
que acceden por medio de lecturas dedicadas específicamente a la materia, cha los aniversarios para programar retrospectivas y los óbitos como excusa
que aquella otra en la que se forman mediante ejercicios escolares de otra para revisitar la obra de viejas celebridades y reciclar películas añejas. No sólo
índole. Modelar una trirreme romana, construir una cabaña sajona o fingirse personaliza grandes acontecimientos recurriendo al biopic, sino que mezcla el
un arawak —acaso la primera toma de contacto de los alumnos de enseñanza tiempo personal y el tiempo histórico, como en el más exitoso y exportable de
primaria con la idea de pasado histórico— merecería el título genérico de tra- los blockbusters televisivos: la saga familiar. Podemos vislumbrar las dimen-
bajo «temático».38 Los vestidos de época podrían ser objeto de una clase de siones de los materiales históricos que se muestran en la televisión y la varie-
dibujo; más adelante, el resumen mandado como trabajo en la clase de inglés dad de pseudónimos con los que se presentan si leemos la siguiente selección
bien podría servir de introducción a la magnificencia de la prosa victoriana o de programas ofrecidos por BBC 1 durante un fin de semana de 1981:40
de la oratoria tribunicia. La historia —«el estudio lineal desarrollado mediante
ejercicios de comprensión y dictado de apuntes»— ocupa un puesto secunda- Sábado
10.55 Por la senda de la memoria
rio en la siguiente remembranza, en la que la autora recuerda los vínculos
Filme de 1949 compuesto en su mayor parte por fragmentos de pelícu-
que le unían con el asunto que nos ocupa cuando estudiaba en una aldea de
las mudas famosas.
Dorset en la década de 1950: 12.00 Detective genial.
Filme de 1939 protagonizado por George Formby.
Un recuerdo destaca sobre el resto: el encanto de la figura un poco 6.10 Hi-De-Hi!
excéntrica de la maestra... espigada, de cabellos plateados, desmesura- Serie cómica ambientada en la Colonia de Vacaciones de Maplin en
damente enérgica, tenía un deseo insaciable de darle sentido al mun- 1959.
do, un mundo enteramente rural pero que con frecuencia se asomaba 6.40 Taras Bulba
al mundo exótico del mito y la leyenda. Soy incapaz de darle siquiera Filme de 1962. Excéntrica película de género épico ambientada en la
una apariencia de orden a todo lo que aprendimos, pero puedo decir Ucrania del siglo xvi, filmada en Argentina y protagonizada por Yul
que aquella profesora excepcional sabía aprovechar todas y cada una Brynner y Tony Curtis.
de las oportunidades que se le presentaban. Dorset entero constituía 8.55 Raíces
un tesoro de estímulos históricos: allí abundan los castros y las fortifi- Séptimo episodio de los trece que componen la saga de Alex Haley
caciones, los fósiles afloran por doquier, hay casas solariegas de todos sobre un hombre en busca de sus raíces. Ambientada en Henning, Ten-
los tamaños, lugares con nombres fascinantes, antiguas cimas y rutas nessee, 1882.
que las recorren, herramientas e instrumentos de pedernal ocultos
entre macizos de flores...39
infantil del pasado, tanto en las «charlas con los viejos del pueblo en los pretiles» como en su
propio acervo familiar: «...Mi abuela por parte materna era la menor de los dieciocho hijos
engendrados por el propietario de una cantera de Purbeck que se bebió hasta la última piedra.
37 Eleanor Farjeon, A Nursery in the Nineties, págs. 385-386. Norman Douglas, Street Se puso a trabajar como criada a los 12 años, se trasladó a Londres y vivió una serie de situa-
Games, Londres, 1916, pág. 135. ciones y dilemas variopintos de los que hablaba sin tapujos... Hasta su muerte, a los 94 años,
" Carolyn Steedman, "True Romances", en R. Samuel, ed., Patriotism: The Making and recordaba con lucidez el cambio de siglo y la tragedia personal asociada con la Primera Guerra
Unmaking of British National Identity, vol. 1, Londres, 1989, pág. 28. Mundial».
3° Kate Moorse, "A Dorset Village School", en R. Samuel, ed., History, the Nation and the 40 El material utilizado aquí fue preparado por Susan Barrowclough y Raphael Samuel para
Schools, Oxford, 1989. La tradición oral también ocupaba un lugar en esta precoz conciencia "Tclevision History", History Workshop Journal, 12, otoño, 1981.
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RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 35

Domingo
tración. También ideológicamente la mezcla es indiscriminada. Por una parte
2.00 La charca de Londres
la televisión exalta el papel del individuo en la historia: grandes artistas,
Filme de 1950 producido por los Estudios Ealing con el que continúa el
famosos inventores, caudillos guerreros, magnates de periódicos, potentados
ciclo dedicado a películas británicas de los cuarenta y los cincuenta. Este
retrato del Londres de posguerra conjuga el relato de una historia román-
del cine. Por otra —contra todo heroísmo— insiste en la primacía de la vida
tica y de un audaz atraco con el planteamiento de la cuestión racial, un cotidiana y de la resiliencia familiar frente a las presiones externas.
asunto muy adelantado para su época. Los historiadores que desde el advenimiento del realismo decimonónico
3.30 Viajeros en el tiempo han adoptado como lema de su vocación la recuperación del pasado (por
Primer capítulo de una serie de seis consagrada a los primeros explora- emplear la expresión engañosamente simple utilizada por Ranke), y cuya
dores. Primera parte: «Hacia el sur con Shackleton, 1914». existencia profesional depende en última instancia del valor mágico concedi-
4.00 Centenario do a las antigüedades, no están en posición de despreciar el gusto por las reli-
Quinto capítulo de los doce que componen esta saga sobre una tierra y quias y las cosas del pasado, el apetito popular por las ficciones de atuendo o
sus gentes, ambientada en el Colorado de la década de 1860. la moda del retrochic. Como maestros no podemos mostrarnos indiferentes a
6.40 Lo mejor de «Cantos de alabanza»
esas fuentes de conocimiento extracurricular que subvierten el proceso de
Tercero de los siete programas con Thora Hird. El cortometraje que
aprendizaje, cambian su dirección o crean historias alternativas de su cose-
Thora incluye esta semana se ha rodado en una hermosa capilla de
Orney construida por prisioneros de guerra italianos. cha. Como historiadores deberíamos interesarnos en las condiciones de exis-
7.15 La rebelde tencia de la propia historia y en los motivos por los que hay versiones de ella
Filme de 1965 sobre una ambiciosa estrella cinematográfica de 1939. tan opuestas. La noción que del pasado tiene una época determinada es una
10.15 No somos salvajes — Somos personas cuestión tan histórica como lo que en ella aconteció; si la argumentación de
El reportaje, parte de la serie «Everyman», filmado en la selva amazó- Teatros de la memoria es correcta, ambos aspectos son inseparables.
nica, examina el impacto de los misioneros en una tribu ecuatoriana. Si la historia se encarga de la conservación de los residuos del pasado,
11.30 Descubriendo iglesias inglesas entonces la historia legendaria es un campo de investigación tan legítimo
Cuarto episodio de una serie de diez. 4: «Los constructores de iglesias». como, digamos, la política exterior de la época isabelina o las relaciones entre
En el Medievo la habilidad del albañil era tan respetada que cabía repre- Iglesia y Estado.'" Dick Whittington, el niño pobre que hizo fortuna, o Tom
sentar al propio Dios como el divino Arquitecto del Universo.
Hickathrift, su predecesor anglosajón,42 forman parte de la historia británica
En primera instancia, la televisión nos ofrece un pasado absolutamente en la misma medida que, digamos, el cardenal Beaufort con su sombrero rojo
estático: un tiempo en que la familia era la columna vertebral de la sociedad, o el duque de Newcastle y sus burgos desolados; incluso más, si enfocamos la
en el que nadie cuestionaba las virtudes «tradicionales» y todos sabían cuál cuestión desde la perspectiva de los modelos para la formación de la persona-
era su lugar; un pasado indeterminado, un refugio retrospectivo de estabili- lidad. Pensemos en Jack el Matagigantes, al parecer nativo de Cornualles y,
dad que nos permite huir de los desórdenes e incertidumbres del presente. En según la leyenda, encarnación de esa figura recurrente de la mitología nacio-
segunda, todo en ella es movimiento, y giramos vertiginosamente en un nal, el inglés nacido libre. Lo mismo sucede con los forajidos que protagoni-
caleidoscopio que no cesa de cambiar: recorremos cien años de historia de zan las leyendas medievales: lo que importa, como ha mostrado una genera-
América en doce episodios; la Gran Bretaña de entreguerras cabe en seis ción de comentaristas históricos, no es tanto la localización precisa del relato
huecos de una hora; Glasgow florece y se marchita en el transcurso de una original, aunque pueda identificarse, como el carácter proteico del mito.43
serie. En tercera, el pasado se presenta como una cámara de los horrores, una Por la misma regla de tres, una balada o una canción, una novela o un
secuencia de sucesos catastróficos de los que hemos tenido la suerte de esca- poema constituyen un documento histórico en la misma medida que un cartu-
par: se azota a los esclavos en el «pasaje medio»; las carretas que llevan a los
condenados traquetean por las calles de París; los convictos caminan sin des-
canso por el patio de la prisión; unas familias parten del campo a la ciudad 41 Jennifer Westwood, Albion: A Guide to Legendary Britain, Londres, 1985; The Quest for

con sus enseres apilados en carros desvencijados; unos niños harapientos jue- Arthiw's Britain, ed. Geoffrey Ashe, Londres, 1972; The New Arthurian Encyclopaedia, ed.
gan entre la porquería mientras hombres con gorras pasan el tiempo caria-. Norris J. Lacey, r
edición, Londres, 1991; Ralph Merrifield, The Anthology of Ritual and
Magic, Londres, 1987, obra de un antiguo conservador del Museo de Londres. lona Opie, A
contecidos en las esquinas de las calles y hacen cola en la oficina de empleo. Dictionary of Superstitions, Oxford, 1989.
Las ruinas humeantes son el indicio de Guernica o de los bombardeos alema- 42 Margaret Sputtford, Small Books and Pleasant Histories: Popular Fiction and its Rea-

nes sufridos por Londres; las máscaras de gas, de la Primera Guerra Mundial; dership in Seventeenth Centuty England, Cambridge, 1981, págs. 4, 29, 59, 247-249.
43 J. C. Holt, Robin Hood, Londres, 1982; Maurice Kern, The Outlaws of Medieval Legend,
las alambradas de púas y las chimeneas de ladrillo, de los campos de concen- Londres, 1961.
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JO INTRODUCCION: EL SABER EXTRAOFICIAL 3/
RAPHAEL SAMUEL

lario o un libro de cargo y data de la Casa Real. Si la literatura formara parte Estuardo y de Juana de Arco,45 heroínas predestinadas por la novela gótica de
del estudio de la historia, los niños dispondrían de un conjunto de referencias la historia del siglo xIx, convertidas en figuras veneradas por jóvenes de
harto distinto cuando considerasen, digamos, la idea de la monarquía o la his- ambos sexos; o de Saladino, el gran protagonista de uno de los episodios épi-
toria de la familia nuclear. Frente a los panegíricos sobre el desarrollo de las cos que aparecían con mayor frecuencia en aquellos libros.
libertades constitucionales se pararían a pensar en el hecho de que en las pie- Las «antologías» de historia que vieron la luz el siglo xtx también corro-
zas históricas de Shakespeare apenas se menciona el Parlamento y que en El boraban la máxima de Sir Walter Scott, según la cual al público le causa
rey Juan no se dice ni una sola palabra sobre la Carta Magna. ¿No es Robin- mucha menos impresión la constatación del progreso que la del desastre.
son Crusoe un excelente punto de partida para estudiar el individualismo Tales antologías rebosan de episodios macabros y actos atroces. La Peste
inglés, la «cultura empresarial» o la colonización y los asentamientos ultra- Negra y el Gran Incendio de Londres son, junto con la conquista normanda,
marinos? ¿No serviría Black Beauty como texto para iniciarse en el estudio los grandes acontecimientos de la historia de la nación. El asesinato de los
de la cuestión de género y de clase en la Inglaterra del siglo x1x44 y como princesitos en la torre ocupa normalmente un capítulo entero, junto con un
un medio tan pertinente para abordar los «valores victorianos» como Auto- conmovedor grabado que los muestra pacíficamente dormidos. La revolución
ayuda, de Samuel Smiles? Si El progreso del peregrino ya no va a ser lectura francesa se describe como un gran guiñol, con las carretas que llevaban a los
obligatoria en las escuelas inglesas, ¿los historiadores no podrían pensar en condenados y la guillotina como una especie de apocalipsis de sangre.46 Al
adoptarlo? menos desde el congreso celebrado en 1978 por Pasado y presente sobre «la
La memoria popular, si la estudiáramos tan detenidamente como los invención de la tradición» y la publicación de las influyentes colecciones de
archivos históricos de índole más convencional, fijándonos en las diversas ensayos de Hobsbawm y Ranger sobre el tema, los historiadores se han acos-
formas en que un relato se fragua en torno a un acontecimiento o personali- tumbrado a pensar en las conmemoraciones como un engaño, como algo que
dad concretos, quizá pusiera en cuestión la noción, tan cara a la «nueva ola» las elites gobernantes imponen a las clases subalternas. Son un arma de con-
de la historia social de la década de 1960 y 1970, de que la historia cumple trol social, un medio de generar consenso y de legitimar el status quo por
su vocación democrática cuando toma como objeto de investigación a la gen- referencia a una versión mitificada del pasado. Los críticos del patrimonio
te «corriente» y la vida «cotidiana». La memoria popular sugiere casi lo con- han seguido su ejemplo tratando la nostalgia como un equivalente contempo-
trario: lo que atrae el interés de oyentes, lectores y espectadores es el aconte- ráneo de lo que los marxistas dieron en llamar «falsa conciencia» y los exis-
cimiento asombroso y la personalidad que desafía los límites de la realidad; tencialistas, «mala fe»; se esfuerzan en mostrar las falacias que conllevan los
del mismo modo, el «amor verdadero» (como ha sostenido Carolyn Steed- proyectos de restauración y las múltiples formas en que la versión canónica
man) es la versión escapista de la historia que con toda probabilidad conquis- del pasado se esteriliza para eliminar de ella elemento perturbador alguno.
ta la imaginación de los adolescentes. Cuando la vida «corriente» atrae como Un enfoque más etnográfico, como el adoptado por la escuela de micro-
materia histórica acaso sea, como en la serie de televisión «Testigo del ayer», historia de Gotinga, quizá considerara la invención de la tradición como un
porque resulta, retrospectivamente, exótica. proceso antes que como un acontecimiento, y la memoria, incluso en sus
Las antologías de historia que vieron la luz en el siglo xix, e incluso los silencios, como algo que las gentes construyen por su cuenta. En lugar de
libros elementales y los epítomes, a menudo parecen más apegadas a la centrarse en el teatro del Estado o en las figuras de la mitología nacional,
memoria popular que sus modernas sucesoras. Sus páginas delatan sensibili- quizás entendiese más provechoso centrarse en las percepciones del pasado
dad ante la faz humana de la política, incluso la voluntad de personalizar que encuentran expresión en las opciones de la vida cotidiana.
cuanto en ellas se abordara, como en la prensa amarilla de hoy en día. La
noción de carácter poseía en ellas un peso enorme, y sus autores hurgaban
con entusiasmo en la vida privada de los monarcas. Estaban hambrientas de
anécdotas pintorescas y las cazaban al vuelo, tanto si eran apócrifas como si u Al azar, dentro de una extensa bibliogralla, cabe hacer referencia al drama histórico
eran verdaderas. Les conmovía el espectáculo del sufrimiento, y en caso de María Estuardo, escrito en 1872 por Montcrieff; a una historia de bolsillo publicada en New-
castle en 1860; y a la Historia y vida de María Estuardo, publicada en la serie «Historia para
necesidad se mostraban dispuestas a tomar partido por los enemigos del país Jóvenes» de Clarke, 1850. Para un estudiante de Eton impactado por la reina, L. E. Jones,
si lo que estaba en juego era cuestión de honor: ese fue el caso de María A Victorian Boyhood, Londres, 1965.
" Véase Valerie Chancellor, History for Their Masters, pág. 63, citando un libro de W S.
Ross publicado en 1872: «La cuchilla rechinó al hundirse en la hermosa María Antonieta»,
escribía el autor; más adelante refería «la palidez de aquellos dulces labios» y los ilustres
44 Raphael Samuel, "Black Beauty", en Norma Clarke y Adam Lively, eds.,
Nineteenth bucles «empapados de sangre... Cuando la cabeza de Luis cayó en el patíbulo con un golpe
Century Children 's Literature (próxima aparición). seco, Europa se despertó gritando de su truculenta ensoñación».
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RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 39

despertar el apetito del público por el pasado en mayor medida que el más
II. MANOS INVISIBLES
ambicioso jefe de departamento. Incluso podría encontrarse espacio para
esos piratas de las excavaciones arqueológicas equipados con artilugios elec-
Si la historia se concibiera como una actividad en lugar de como una pro- trónicos, los detectores de metales, cuyos hallazgos han ayudado tanto a la
fesión, sus practicantes serían legión. Hoy en día bien podrían incluir —si ampliación del mapa de los asentamientos romano-británicos?'
alguien se ocupara de cartografiar las fuentes de saber extraoficial— a los Incluso como género literario, la historia es obra de mil manos. Los
autores de ese nuevo y floreciente subgénero en el que los propios eruditos libros, las monografías y los artículos de las revistas especializadas se apoyan
han empezado a hacer sus pinitos:" la novela de intriga histórica. Pueden en un ejército de autores fantasmagóricos. Aparte de los indexadores, los
mencionarse los ejemplos de Peter Lovesey, el maestro de la novela de detec- correctores de estilo y los lectores de pruebas —y, en los viejos tiempos, de
tives victoriana, cuyas exploraciones del Londres de luz de gas se apoyan en los tipógrafos— sin los que un libro difícilmente podría existir, cabría aludir a
gran medida en descripciones decimonónicas de los bajos fondos," o de Ellis las esposas de los eruditos, las cuales, aunque hayan leído cada frase del texto,
Peters, que en cada página de sus libros sobre Fray Cadfael introduce pince- seguramente sólo verán reconocido su trabajo mediante una simple mención
ladas de historia anglonormanda —por ejemplo, la «anarquía» del reinado de de agradecimiento. Un ejemplo de lo dicho es F. J. Furnivall, figura histórica
Esteban en la recientemente televisada Un cadáver de más— y recurre a
de la filología y fundador de la Sociedad de Textos Ingleses Antiguos, que al
manuscritos iluminados para la portada de sus libros." parecer se casó o trató de casarse no una sino dos veces en busca de una ama-
En toda arqueología de las fuentes extraoficiales de conocimiento históri- nuense, y que alistó a un pelotón de ayudantes femeninas en sus empresas
co, los animadores de los Picapiedra, la familia de la prehistoria que mostra- filológicas;5' James Murray, especialista en la cultura y lengua sajonas y pri-
ba los rudimentos de la vida paleolítica a los espectadores de televisión de la mer director del Oxford English Dictionary, constituye otro."
década de 1960 y que ahora ha tenido el privilegio de protagonizar una pelí- En lo que hace a la década de 1920, las invisibles manos de Clío debe-
cula, merecen sin duda, como mínimo, un proxime accessit. Monologuistas rían incluir a los musicólogos empleados por el Proyecto Musical de la Iglesia
cómicos como Rowan Atkinson, cuya serie La víbora negra recreaba Tudor, que transcribieron las partituras catedralicias y examinaron cuidado-
momentos legendarios de la historia británica para deleite de una generación samente los archivos eclesiásticos en busca de manuscritos." Probablemente
de adictos a la televisión, deberían ser objeto de tanta atención como el fueran también las de esas lectoras femeninas que Georges Gissing describe
detentador del trono regio. Habría que reconocer que los directores de los en New Grub Street, sepultadas en los rincones más oscuros del Museo Bri-
museos al aire libre y sus ingentes cuerpos administrativos han contribuido a tánico, trabajando como copistas en beneficio de los eruditos y los escrito-
res?' Más diestras pero igualmente anónimas —sus nombres no aparecen ni
en la portada ni en las entradas individuales— fueron las jóvenes licenciadas
47 John Bossy, Giordano Bruno and the Embassy Affair,
en historia, casi todas ellas medievalistas, que hicieron el trabajo de búsque-
Londres, 1991 [ed. cast.: Giordano
Bruno y el caso de la embajada, trad. José Manuel Álvarez Flórez, Madrid, Anaya & Mario da en los archivos y de confección de fichas en los primeros años de la His-
Muchnik, 1994]. Hace mucho tiempo, en uno de sus típicos pasajes comprimidos pero resonan- toria del Condado de Victoria («unos cardos admirables», como las llamaba
tes, el filósofo e historiador R. G. Collingwood señaló las afinidades entre las tareas de investi- jocosamente J. H. Round, el amargado y viejo Tory* que les asignó dichas
gación y las historias de detectives de su época. R. G. Collingwood, The Idea cd. History,
Oxford, 1946.
48
La descripción de la afición a caminar que invadió la década de 1870 y que aparece en 5° Patrick Wright, "The Man with a Metal Detector", A Journey through Ruins: The Last
The Detective Wore Silk Drawers, Londres, 1971, una de las mejores novelas de Lovesey, quizá
Days of London, Londres, 1991, págs. 139-151.
proceda de la pluma de James Greenwood o J. Ewing Ritchie.
51 «"Missy", como E llama a la muchacha, es su amanuense y se dedica a labores de trans-
49
Las portadas de la serie de Fray Cadfael afirman que una porción de los beneficios se cripción; da también largos paseos junto a él y otras personas», escribió A. J. Munby a propósito
destina a la reconstrucción de la Abadía de Shrewsbury. He aquí una versión de los orígenes de de Eleanor Dalziel, la joven y hermosa doncella con la que Furnivall se casó en 1862. Derek
la serie: «En 1977, Peters, un aficionado de toda la vida a la historia de su terruño, empezó a
Hudson, Munby: Man of Two Worlds, Londres, 1972, págs. 123-124. Veinte años después, Fur-
cavilar sobre un episodio histórico que incluía el traslado de los huesos de santa Winifred a la nivall abandonó a su mujer por su secretaria y colaboradora de veintiún años de edad, Teena
abadía de Shrewsbury. ¿Y si alguien hubiera aprovechado la ocasión para ocultar otro cuerpo? Rochfort-Smith. La historia de su trágico romance se relata en William Benzie, Dr. E J Furni-
¿Quién hubiera sido capaz de hacer tal cosa y por qué? ¿Quién sería capaz de descubrir el cri-
vall: Victorian Scholar-Adventurer, Norman, Okla, 1983, págs. 29-31.
men? Y así nació Fray Cadfael, un hombre del renacimiento nacido en plena edad media que
52 Elizabeth Murray, Caught in a Web of Words: James Murray and the Oxford English Dic-
daría sopas con onda al señor Holmes en un concurso de astucia y lucidez. Soldado, marinero,
tionary, New Haven, 1977.
cruzado y amante, entrado en la vida monacal a edad tardía y por voluntad propia, este nativo
53 Claire Harman, Sylvia Townsend Warner: A Biography, Londres, 1991, págs. 38-43.
de Gales forma una pequeña compañía de monjes que se dirige a Gales para velar por las reli-
54 George Gissing, New Grub Street, Londres, 1891, capítulo 7.
quias de Winifred», ed. Lesley Henderson, Twentieth Century Crime and Mystery Writers,
3' * Tory es el nombre con el que se denomina aún hoy a quien pertenece o apoya al Partido
edición, Londres, 1991, pág. 849.
Conservador Británico. Se considera que el término se introdujo en la política inglesa a raíz de la
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11 .1 ANN, 1- 111, attIDEJ‘ DA. 1 ICHtir IL1E-11,

tareas)." Por la misma regla de tres, un estudio sobre el medievalismo del


los archivos administrativos de los condados constituyen una amenaza tan
siglo xix que pretendiera hacer justicia a esas manos anónimas, no solo ten-
grande para la investigación como los recortes en la financiación de los doc-
dría que referirse a la propaganda de Ruskin y Pugin y al trabajo de recons- torados.
trucción eclesial de Morris y compañía, sino también a las costureras, objeto
Los bibliógrafos también deberían incluirse entre las manos invisibles de
de breve estudio por parte de Roszicka Parker en La puntada subversiva,
Clío. En parte por la revolución en las tecnologías de información, en parte
que confeccionaron los paños de los altares, los tapices y los bordados para
por la multiplicación de especialidades, los últimos años han sido testigos de
los interiores de las iglesias nuevamente ritualizadas.56
una explosión en lo que hace al número y a la envergadura de bibliografías,
Si la atención se centrara, tal y como debiera, en la infraestructura de la
mientras que la fiebre por las antigüedades ha dado pábulo a una prolifera-
investigación y en todas las personas dedicadas a la confección de archivos y
ción extraordinaria de guías y prontuarios dirigidos a coleccionistas. Hace
fuentes, habría que hablar de los paleógrafos, que ponen nombre a lo anóni-
treinta años la bibliografía iba a la zaga de la investigación, cerrando filas
mo y fecha a lo que no la tiene; del personal de los archivos, que planifica el
con la publicación ocasional de algunos libros de mérito, como la de escritos
cúmulo de solicitudes, el arriendo de los catálogos y los deseos de los solici-
sobre la historia de Gran Bretaña promovida por la Real Sociedad de Histo-
tantes; de los catalogadores, que vuelven accesibles los fondos bibliotecarios
ria; hoy en día los bibliógrafos suelen tomar la iniciativa, haciendo que los
al público lector; de los trabajadores del departamento de conservación, que
recursos orientados al conocimiento se ocupen de materias y especialidades
obran milagros de reparación invisible.
que los investigadores no han tentado todavía: los volúmenes de Martin Hoyle
Los bibliotecarios, aunque en ocasiones se los trate corno a los pobres sobre la historia de los jardines hacen al caso."
soldados de infantería de la profesión, tienen cierto derecho, hablando histó-
Una definición más generosa de la profesión de historiador acaso incluye-
ricamente, a que se los considere sus estrategas. A veces realizan también
ra al enorme ejército de coleccionistas que, en el campo de la cultura material
funciones de bibliógrafos, señalizando caminos vírgenes hasta entonces. Se
o en el de la letra impresa, a menudo se han anticipado a los pasos que la eru-
comportan como honestos intermediarios cuando conciertan el traspaso de
dición tomaría con posterioridad. En el siglo xvii cabría mencionar el ejemplo
una colección a manos públicas. Y a menudo han sido los protagonistas en
de George Thomason, el librero de Londres que desde 1641 hasta 1662 formó
lo que hace a la historia local. El movimiento de la década de 1890 y 1900,
una colección compuesta por unas 23.000 octavillas, pliegos y libros sobre
al que debemos una ingente cantidad de viejas fotografías y el registro topo-
la Guerra Civil, afanándose en conseguirlos tan pronto como salían de la
gráfico de paisajes hoy en día desaparecidos, es un caso pertinente." Al
imprenta y encuadernándolos hasta reunir 1.983 volúmenes, que constituyen
parecer, los bibliotecarios de las ciudades y de las pedanías desempeñaron
la gran obra de referencia de todos los comentarios sobre los Niveladores y
un papel crucial en la sustentación del movimiento; sus bibliotecas sirvieron
los Cavadores escritos en el siglo xx;" el de Samuel Pepys, cuya colección de
como depósitos de las colecciones; mucho después, en las décadas de 1960
baladas y volantes en letra gótica, depositada en el Magdalene College de Cam-
y 1970, realizaron una labor de primer orden en su difusión en la esfera
bridge, fue al parecer una de las fuentes de inspiración de la versión de Lord
pública, organizando exposiciones y publicaciones. El renacimiento que la
Macaulay de «la historia desde abajo»;" y el de ese grupo de anticuarios rega-
historia local experimentó tras la posguerra fue animado de forma similar
listas, como Thomas Hearne y Edward Rymer, que produjo las antologías en
por los archivos administrativos de los condados. Si hay motivo para preocu-
las que bebieron varias generaciones de medievalistas."
parse por el futuro del saber histórico, el descuido de los servicios bibliote-
carios, la diseminación de las colecciones de historia local, la desaparición
del puesto de bibliotecario de historia local y la inminente reorganización de
58 Martin Hoyles, Gardening Books from 1560 to 1960, vol. I, Londres, 1994. Para 1995 se
anuncia un segundo volumen, dedicado al tema de la política en los libros de jardinería.
59 G. K. Fortescue, ed., Catalogue of the Thomason Collection, 2 vols., Londres, 1908. Al

crisis que suscitó la ley de exclusión de 1678-1681. Los Whigs parecer no fue hasta la explosión del interés por los niveladores —y del descubrimiento de los
eran partidarios de la exclusión
de los tronos de Escocia, Inglaterra e Irlanda, de Jacobo de Cork, convertido al catolicismo, cavadores— a finales del siglo xix que las octavillas de Thomason fueron objeto de atención.
mientras que los Tories, G. P. Gooch, The History of English Democratic Ideas in the Seventeenth Centwy, Cambridge,
conservadores y defensores de los intereses de los terratenientes, le apo-
yaban (N de los t.). 1889, fue una obra pionera en este campo. En la década de 1850, cuando David Masson hizo
" Archivos Históricos del Condado de Victoria, correspondencia de J. H. Round con H. A. uso discreto de ellos para su espléndida vida de Milton, en el Museo Británico la colección de
Doubleday, 1900-1901. R. P. Pugh, "The Victoria County History, its Origin and Progress", en Thomason se conocía como «las Octavillas del Rey». David Masson, Life of Milton, Londres,
Victoria County History, General Introduction, 1970, págs. 4-5; W R. Powell, "J. Horace 1859, vol. 1, pág. 456.
Round", en Essex Archaeology and History, vol. 12, 1980, pág. 30. 6° Catalogue qf the Pepys Library at Magdalene College, Cambridge, vol. III, Cambridge,

56 Roszicka Parker, The Subversive Stitch, 1980; The Pepys Ballads, ed. W G. Day, Cambridge, 1987.
Londres, 1984.
57
Para el movimiento «Examinar y archivar», véase la Parte V de este libro. David C. Douglas, English Scholars, Londres, 1939, ofrece una exposición conmovedora
de esas vidas.
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YG RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 43

El descubrimiento de los materiales impresos de carácter efímero y su John Johnson, cuya colección de materiales impresos de carácter efímero
incorporación a los fondos de biblioteca y a las exposiciones museísticas —un —un millón de piezas individuales— ocupa un lugar de honor en la Biblioteca
fenómeno típico de la década de 1960— ha ampliado sensiblemente la noción Bodleiana (por una ironía sintomática, los objetos desechados por la propia
de lo histórico, centrando el foco de la investigación en materias que antaño institución en la década de 1930 fueron una de las fuentes principales de la
no se habrían considerado dignas. Se dice que el eminente historiador eduar- colección), parece que era también perfectamente consciente del valor de su
diano Sir Paul Vinogradov exclamó: «¿Quién puede interesarse en una lista tarea. Formado como egiptólogo, sabía que el más oscuro de los jeroglíficos
de la colada?», imprimiéndole a la expresión algo de ese desdén que Lady
podía transmutarse en hecho histórico sustancial. Su colección, reunida a lo
Bracknell muestra ante la idea de que alguien pueda nacer en una bolsa de largo de un periodo de cuarenta años, es un totum revolutum que ilustra todas
viaje. Si tal condescendencia resulta hoy en día más extraña, es en parte por- las fases de la historia de la letra impresa y el uso comercial del elemento
que la historia del feminismo y del movimiento gay ha situado los estudios gráfico. La clasificación de los artículos en el momento de la cesión a la
sobre el cuerpo en la orden del día de la investigación de altos vuelos, y tam- Biblioteca Bodleiana en 1968 prefigura algunas de las nuevas líneas de
bién porque la influencia de la fiebre por las antigüedades que se declaró en investigación que se abrirían en años posteriores: la tanatología, por ejemplo,
la década de 1960 propició que la noción de lo coleccionable se extendiera en apartados con encabezamientos como «muerte» y «funerario», o el ámbito
hasta los artefactos más humildes de la vida cotidiana. de los estudios sobre el cuerpo, que sólo hoy en día han empezado a adquirir
Con frecuencia se acusa a los coleccionistas de ser personas obsesivas, independencia."
urracas humanas o carroñeros que se precipitan indiscriminadamente sobre Los estetas, más que los historiadores, son los responsables de forjar
cualquier objeto que pertenezca a su campo. Empero, como en el caso de los nuestras nociones de «épocas». Así, el vocablo «Regencia», tan provechoso
Tradescant, cuyas curiosidades de historia natural fueron el núcleo original para los autores de novela romántica de época y para los fabricantes de mue-
del Museo Ashmoleano de Oxford," su impulsividad suele resultar profética. bles de reproducción, al parecer nació como un neologismo empleado en la
Espigando en lo que otros se empeñan en tirar a la basura o condenan a la década de 1920 por los decoradores de interior; sólo hoy en día, con el inte-
incineración, ellos han sido los verdaderos arquitectos de nuestras bibliote- rés renovado por la Holland House Whiggery, los historiadores profesionales
cas, galerías y museos y, aunque sólo al segundo o tercer pase, los Svengalis han empezado a mostrar cierto interés por ocuparse de él. El gusto camp por
de la investigación histórica.
la época victoriana fue un deporte aristocrático —y una moda metropolitana—
Henry Willett, cuya colección de ornamentos para chimenea o figuras de dos décadas antes de que los historiadores sociales se hicieran cargo de «las
Staffordshire es el orgullo del Museo de Brighton, era un educador del pue- gentes de la época victoriana» y de los «valores victorianos»." Kenneth Clark
blo que se forjó a sí mismo como museólogo. Coleccionaba especímenes bio- le dio expresión precoz al fenómeno en The Gothic Revival (1928); Cecil
lógicos y fósiles calizos con el mismo entusiasmo con el que atesoraba arte
industrial. Al parecer tenía clara conciencia de la importancia sociológica de
su colección de figuras de porcelana, y cuando la exhibió en público por vez su vida de las causas liberales, «por no decir radicales», era amigo de Richard Cobden, cuyos
primera, en 1879, las presentó como una especie de historia del pueblo: «En libros y textos donó a la biblioteca de consulta de Brighton en 1873. Ardiente partidario de la
las repisas de las chimeneas de las casas de campo inglesas se pueden encon- educación popular, encabezó lecturas públicas en el fórum al aire libre de Brighton, The Level.
Su primera pasión coleccionista fue la geología, y el primero de una serie de catálogos impre-
trar representaciones que sus residentes o sus antepasados admiraron, reve- sos a título privado databa de 1871 y versaba sobre fósiles cretáceos (el volumen estaba dedica-
renciaron y en las que creyeron; prueba de devoción acaso más cabal que la do a su amigo John Ruskin). Ecologista precoz, su siguiente aventura coleccionista se desarrolló
observancia religiosa externa y muestra de fe más sincera que las confesiones en el terreno de la historia natural; hasta encontró dinosaurios y los huesos de un iguanodonte
en Cuckfield, Sussex. La colección de cerámica de Willett, pensada como una ilustración de la
salidas de sus labios; una especie de supervivencia inconsciente de los lares y historia popular británica, incluía cantidades ingentes de objetos militares (una de las pasiones
penates de los antiguos». Más ambición y presciencia demostraba aún cuando más sorprendentes de Willett) y muestras tan recientes como las esculturas de yeso pintado rea-
decía a quienes visitaban su colección que la había reunido «para ilustrar el lizadas por Randolph Caldecott, el conocido ilustrador de Punch, con motivo del caso Tichborne.
principio, o más bien el desarrollo de la noción, que afirma que la Historia de Stella Beddoe, "Henry Willett (1823-1905): Brighton's Major Benefactor", Brighton Museum,
octubre de 1933.
un País se puede rastrear en su cerámica casera»." 64 The John Johnson Collection. Catalogue of an Exhibition, ed. Michael L. Turner, Oxford,

1971. Tom Laqueur, "The John Johnson Collection in Oxford", History Workshop Journal, 4,
otoño, 1977; Louis James, Print and the People, 1819-1951, Londres, 1976, se apoya a placer
en la colección.
62 Mea Allan, The Tradescants, Their Flowers, Gardens and Museum, 1570-1667, Londres,
65 Sobre la fiebre victoriana de los primeros años treinta, Robert Graves y Alan Hodge,
1964. The
Long Week-End: A Social History of Great Britain, 1918-1939, Londres, 1950; sobre la fiebre
63 Henry Willett, Introductory Catalogue of the Collection of Pottery and Porcelain in the
victoriana y los Bright Young Things, Christopher Sykes, Evelyn Waugh, A Biography, Har-
Brighton Museum lent by Henry Willett, Brighton, 1879, pág. 3. Willett, defensor durante toda
mondsworth, 1977.
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F4. RAPHAEL SAMUEL
INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 45

Beaton y la bohemia de alto copete de la década de 1920 experimentaron con gin." «A Coming of Age in the Olden Times», de W. P. Frith —un lienzo
él en sus sofisticadas fiestas de disfraces; John Betjeman, pionero de los via- repleto de personajes que muestra a un hacendado isabelino rodeado por una
jes en el tiempo rumbo a épocas arrinconadas u olvidadas, les dio un anticipo bandada de mujeres pertenecientes a su jubiloso arrendamiento, del que el
a sus lectores del Daily Herald;66 mientras en Late Joys, convirtiendo una Gremio de Artistas, en 1852, extrajo la plancha «An English Merry Making
manida petulancia literaria en una especie de arte performance de gusto in the Olden Times»— fue una de las estampas más populares de la era victo-
camp, Leonard Sachs empezó a montar el Music Hall Victoriano de los Vie- riana.7' Las recuperaciones «arqueológicas» de Shakespeare, como las de
jos Tiempos.67 En época más reciente, el resurgimiento del Art Deco que se Charles Kean,72 y los grabados de madera de John Gilbert (831 en total) para
produjo en la década de 1960 y el dinámico negocio de los juegos de té de el Shakespeare de Boydel, «una de las obras ilustradas más memorables de
Clarice Cliff han sido algunas de las influencias subliminales que han refor- Inglaterra», formó una idea típicamente victoriana de la época isabelina que
zado los argumentos de esos historiadores revisionistas que subrayan la se ha mostrado extremadamente tenaz." Pero lo que contribuyó con mayor
modernidad de la Gran Bretaña de entreguerras frente a su conservadurismo fuerza a despertar el apetito por lo isabelino fueron los volúmenes del arqui-
ancien régime. tecto John Nash, discípulo de Pugin. Sus Mansiones históricas, publicadas
Los ilustradores arqueológicos y anticuarios, como los que adornaban las entre 1840 y 1844, y sus Residencias nobles de Inglaterra elevaron las casas
guías de finales del siglo xuili, fueron los avatares del medievalismo victoria- señoriales al pináculo de la estima romántica y convirtieron a lo isabelino en
no, y convirtieron los coros desnudos y arruinados de las ruinas monásticas lucero del alba de los indígenas."
en un espectáculo tan familiar como las casas señoriales. Thomas Pennant, Otro banco de datos al que todo intento de elaborar una genealogía o
anticipándose al descubrimiento de la geología y a la invención de la prehis- arqueología de las fuentes extraoficiales del conocimiento histórico debería
toria, mandó ilustrar su texto con dibujos de megalitos." Más adelante, los prestar atención sería la música. Las primeras historias, tanto en la Europa
ilustradores anticuarios se contaron entre los popularizadores más eficaces medieval como en la antigua Grecia, fueron las baladas, las cuales, a partir de
del medievalismo romántico de Sir Walter Scott. Constituyeron el centro de Ulises, convirtieron a los simples mortales en dioses y héroes. También sirvie-
atención de obras tan influyentes como Monumentos sepulcrales de Gran Bre- ron como memoriales de guerra, en el caso de la batalla de Roncesvalles y
taña (1786-1799), de Gough, o Efigies monumentales, de Stothard." Cuando acaso también en la de Maldon, otorgando una cualidad épica a lo que en el
los eclesiólogos de la Sociedad Camden iniciaron su campaña de propaganda suceso de origen quizás fuera una escaramuza relativamente menor. Las bala-
para promover el regreso al mobiliario eclesiástico de la Alta Edad Media, das sirvieron como instrumentos mnemotécnicos en los recitados de genealo-
recurrieron con asiduidad a sus servicios. Las historias de condados elabora- gía y (según las consideraciones de John Aubrey) en el conocimiento de la
das a principios y mediados del siglo xix llevaban también su huella, mien-
tras que las transacciones de las Sociedades de Registro realizadas en las
décadas de 1850 y 1860 concedían gran importancia a sus grabados de fuentes,
naves y efigies. 70 Para un estudio breve y excelente del gusto victoriano por lo isabelino, Alun Howkins,

Los ilustradores populares también desempeñaron un papel crucial en "The Discovery of Rural England", en Robert Colls y Philip Dodd, eds., Englishness, Politics
and Culture, 1880-1920, Londres, 1986, págs. 70-71; Georgina Boyes, The lmagined Village:
el gusto por lo isabelino que se impuso a mediados de la época victoriana y
Culture, Ideology and the English Folk Revival, Manchester, 1993, págs. 34-35, 39, 70-71, para
en la invención de una «Alegre Inglaterra» de índole más protestante (y nacio- fases posteriores de la recuperación de lo isabelino. Sobre su influencia en la arquitectura,
nalista) frente a la Inglaterra medieval descrita por Cobbett, Carlyle y Pu- Mark Girouard, The Victorian Country House, Oxford, 1971, págs. 33-35, 55, 65. Sobre el
ámbito de la tipografía, Cyril Baxter, "Andrew Tuer and the Leadenhall Press", Print in Britain,
XI/8, diciembre de 1963, págs. 31-32; sobre la reinvención de antiguos tipos ingleses de letra,
Talbot Baines Reed, A History of Old English Letter Foundries, Londres, 1952, pág. 249. El
instituto St. Bride posee algunas muestras de espectáculos de "Ye Oldc Englishc Fayre", organi-
" Bevis Hillier, Young Betjeman, Londres, 1989.
zados con fines caritativos en la década de 1880, que daban una importancia excepcional a sus
" Archie Harradine, "The Story of the Players' Theatre", en Late Joys, Londres, 1943. Con- tipos ingleses de letra. La Sociedad Holbein de reimpresión de facsímiles (el primero se publicó
cebido en origen por Peter Ridgeway e inspirado en los tiempos de la Regencia, el Player's The- en 1876) también ayudó a propagar los encantos de la letra Tudor.
atre intentaba volver a capturar el sabor de los reservados galantes de la década de 1830, pero 71 Hilary Guise, Great Victorian Engravings, A Collector s Guide, Londres, 1980, pág. 8.
acabó convirtiéndose en un pastiche de la revista musical de finales de la era victoriana. 72 Sobre recuperaciones «arqueológicas» de Shakespeare en las décadas de 1840 y 1850,
68 Glyn Daniel, A Hundred and Fifty Years of British Archeology, Londres, 1975, págs. 30-31.
Michael Booth, Victorian Spectacular Theatre, 1850-1910, Londres, 1982, págs. 34-35, 47-59;
John Michel, Megalithomania: Artists, Antiquarians and Archeologists at the Old Stone Monu- J. W. Cole, The Life and Theatrical Times of Charles Kean, Londres, 1859.
ments, Londres, 1983. 73 Sobre Gilbert, Forest Reid, Illustrators of the 1860s, Nueva York, 1975, págs. 20-23;
69 Charles Alfred Stothard, The Monumental Efigies of Great Britain, Londres, 1811-1833. Edward Hodnett, Five Centuries qf English Book Illustration, Aldershot, 1988, págs. 123-125;
Thomas Stothard, el padre de Charles Alfred, era un pintor destacado de temas medievales y John Jackson, A Treatise on Wood Engraving, Londres, 1861, pág. 561.
desempeñó un papel crucial en la difusión de los tapices de Bayeux en Gran Bretaña. 74 Michael Twyman, Lithographers, 1800-1850, Oxford, 1970, págs. 213-217.
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"o RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCION: EL SABER EXTRAOFICIAL 47

historia dinástica. También pudieron ser —si se aceptan las lecturas radicales Entre los vasallos de Clío también habría que incluir a los que trabajaron
de la leyenda de Robin Hood— depositarias de lo que el profesor Tawney llamó como guardianes de la memoria visual en la representación pictórica del
una vez «el comunismo sin doctrina de las aldeas de los campos abiertos». pasado. Cabría citar como ejemplo a esas damas anónimas —según algunos
Desde un punto de vista historiográfico, uno de los ejemplos más notables comentaristas, anglosajonas y vinculadas a la abadía de San Agustín, en Can-
del poder de las baladas, en lo que hace a la formación de la conciencia y a la terbury, más que a un monasterio francés o a la corte de Guillermo el Con-
creación de un relato histórico, fue el de los jacobitas, que se ganaron en gran quistador— que tejieron el Tapiz de Bayeux, relato visual incomparable; o a
medida el puesto que ocupan en la historia merced a las canciones de Lady los pintores eclesiásticos que convirtieron la historia sagrada en vitrales y
Nairne. Escritas y compuestas en la década de 1820 —cénit del romanticismo frescos; o a los grabadores heráldicos que inscribieron el escudo de armas de
paneuropeo y momento de la puesta de largo de los tartanes de las Tierras las familias en sellos, insignias y torreones fortificados. En el punto de con-
Altas escocesas— las canciones convirtieron la batalla de Culloden en unas vergencia entre lo sacro y lo secular, el lugar de honor corresponde a los ala-
modernas Termópilas y transformaron a Carlos Estuardo en un romántico fu- rifes, tallistas y plateros que crearon para las iglesias estatuas de un realismo
gitivo (Sir Harold Boulton escribió «Por los mares hasta Skye» en 1908). En extraordinario —una especie de museo medieval de Madame Tussaut, como
la actualidad la música se antoja como un significante aún más poderoso. las ha descrito un comentarista— y que reprodujeron, en las misericordias,
«The White Cliffs of Dover» se ha consolidado como una especie de himno escenas de la vida lugareña. También debería mencionarse a los miembros de
nacional alternativo en todo relato sobre la Gran Bretaña de la Segunda Gue- los gremios artesanos, encargados de la producción e interpretación de los
rra Mundial; no deja de resultar sintomático que en la última y polémica cele-
autos, de los misterios y de esos dramas populares y pasos de carnaval que en
bración del cincuentenario del Día D no fueran la reina ni el primer ministro
la Alta Edad Media convirtieron los ritos ciudadanos en teatro de calle y anti-
quienes hablaran en honor de los soldados caídos, sino la cantante Dame Vera
ciparon la escena isabelina.
Lynn. En el caso de los devotos de Casablanca, una interpretación de «As
En la Edad Media la conservación de la memoria, por emular las admira-
Time Goes By» cantada con voz ronca evoca recuerdos agridulces de la resis-
bles páginas escritas al respecto por Marc Bloch en La sociedad feudal o el
tencia antifascista. «Adiós Dolly Gray» se ha hecho célebre como una especie
examen más extenso y complejo de la obra de M. T. Clanchy sobre la transi-
de melodía identificativa de la Guerra de los Bóer; y al parecer ya era así en
ción que lleva de la cultura oral al registro escrito, era una actividad pública
1931, cuando Noel Coward la adaptó para la saga familiar inglesa de Cabal-
gata. En Francia parece que El tiempo de las cerezas desempeñó un papel de la que participaba casi todo el mundo, aunque sólo fuera como testigo o
similar para quienes deseaban honrar a los mártires de la Comuna de París. —en el caso del exemplum del sermón— como oyente silencioso. Este era
La música también ha colaborado en la efervescencia de las ansias de sobre todo el caso en lo que hacía a asuntos de costumbres y leyes, en los
resurrección propia de nuestra época. La interpretación de música barroca y cuales, incluso tras el advenimiento de los documentos escritos, se otorgaba
el empleo de instrumentos originales, iniciado por un pequeño grupo de especial crédito al testimonio de los ancianos. Por otra parte, estaban los
arqueólogos musicales en la década de 1950, estuvo en condiciones de contar miembros de las fraternidades y ligas parroquiales que cuidaban de los libri
con un circuito de conciertos alternativo en la década de 1960; hoy en día memoriales y oraciones por los difuntos; los que dramatizaban historias
tales interpretaciones pueden llenar el Royal Albert Hall. La restauración de bíblicas en las festividades litúrgicas; y el ingente número de los que daban
bandas sonoras de películas antiguas —empezando por la experiencia mega- crédito a las historias milagrosas postrándose ante las reliquias de los santos
musical del Napoleón exhumado de Abel Gance— es otro ejemplo imitado y los mártires.
con asiduidad, mientras en la música rock los revivals se mezclan en tal En lo que hace al siglo xix, cuando la historia descolló como un gran arte
medida con la creación de música nueva que a menudo es imposible saber público y sus practicantes más aventajados disfrutaron del estatus de hombre
dónde acaba el corte antiguo y dónde empieza el nuevo. de letras —si no a la par con los poetas, al menos por encima de los novelis-
Toda consideración sobre la historia que la entienda como una forma de tas—, la atención debería centrarse en esas nuevas formas literarias que dejaron
conocimiento social deberá admitir el carácter abigarrado de su curso y cele- su impronta en el trabajo de los historiadores y marcaron el rumbo de su
brarlo. En la Edad Media —escribe R. W. Southern en su estudio sobre el investigación. Sir Walter Scott, con sus héroes antiheroicos, sus escenas de la
resurgimiento histórico acontecido durante el siglo la historiografía abarcó vida cotidiana y sus coqueteos con las hablas populares y regionales, sería uno
a todos aquellos consagrados al proceso de recopilar y ordenar fueros, trans- de los grandes arquitectos del realismo histórico, mientras que en el extremo
cribir documentos, estudiar las inscripciones y los edificios monásticos, reu- opuesto la atención debería dirigirse al submundo literario, en el que los gace-
nir textos antiguos, escribir la historia de los predios, compilar crónicas y tilleros mal pagados que relataban aparatosamente hazañas históricas para las
vidas de santos. Por cada obra que ha llegado íntegra hasta nosotros hay revistas juveniles que se publicaban una vez al mes, el maestro de escuela
miles de fragmentos desperdigados. menesteroso que redactaba biografías heroicas para los libros que se daban
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RAPHAEL SAMUEL UVI KUJJUUUION AtSCK CA 1 ICHUr
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como premio en las escuelas dominicales y la mujer de letras que trataba de abarrotan los archivos administrativos. Vivimos —Teatros de la memoria espera
hacerse un hueco en la historia de la filantropía o de la difusión de conoci- demostrarlo— en una cultura histórica en expansión, en la que el trabajo de
mientos útiles sobrellevaban una existencia precaria. investigación y recuperación se extiende progresivamente a toda clase de esfe-
No menos pertinente para la conciencia histórica del siglo xix sería ese ras que en el pasado se hubieran considerado indignas de consideración, y en la
pequeño ejército de educadores populares que por medio de exposiciones y que todos los nuevos órdenes de documentación resultan relevantes.
lecturas públicas o guías y libros elementales convirtieron la Gran Bretaña Toda noción más pluralista de la profesión histórica, o que al menos guar-
en un escaparate de historia natural, «fosilizando» cuando iban de el respeto debido a esos subalternos sin los que las empresas históricas se
del siglo XIX irían a pique, debe otorgar algún espacio, como sostengo en los capítulos
de vacaciones a la costa, «arqueologizando» o «geologizando» cuando visita-
emplazamientos históricos, coleccionando muestras de flora y fauna cuan- dedicados al «descubrimiento» de fotografías del pasado, a los documentalis-
ban tas fotográficos, nueva raza de cliógrafos que debe su existencia a la revolu-
do se daban un paseo por el campo e instalando museos de historia natural en
su casa. Una genealogía abarcaría desde el hacendado obsesionado por el ción foto-litográfica de la década de 1960, en lo que hace a las publicaciones
pedigrí hasta el cantero o lanero educado a sí mismo, que todas las semanas históricas de índole popular, o a esos libros de sobremesa y suplementos
recaba las columnas del periódico y las publicaciones periódicas, bien por dominicales en color que han sido el principal medio de reproducción de la
sus descubrimientos literarios y biográficos, bien porque proporcionaban fotografía «antigua». Luego están los técnicos de televisión encargados de sin-
bases para la investigación local." Los numismáticos, como el gran Roach cronizar la imagen y el sonido de los docudramas televisivos, los autores de
Smith de Londres, hombre de negocios que contribuyó a fundar un museo guiones que adaptan clásicos de la literatura, los archivistas cinematográficos
romano y a publicar una pequeña biblioteca de estudios romano-británicos a que seleccionan y empalman materiales de películas de antaño, las compañías
partir de los residuos hallados por los albañiles, pueden considerarse, retros- independientes que pujan por la franja horaria de Timewatch. En otra esfera,
pectivamente, como archivistas al servicio del futuro;" y lo mismo cabe decir en la que los proyectos de tipo «amateur» han transformado el mapa del cono-
de esas sociedades botánicas formadas por trabajadores y naturalistas de cimiento, la historia familiar ha dado lugar a una industria ingente, con un
sábado por la tarde, cuyas alegrías incluyeron el descubrimiento de restos extravagante banco de datos en un extremo del espectro: el IGI (Índice Genea-
lógico Internacional), archivo de almas difuntas financiado por los mormones
prehistóricos.
Hoy en día la historia ya no se considera una rama de la literatura, aunque que constituye la primera escala de los que buscan a sus antepasados.
sólo sea porque los propios historiadores albergan otras ambiciones, como vin- Una de las incorporaciones más destacadas a las filas de los guardianes
cular su trabajo con la «teoría» o cuantificar sus hallazgos al modo de la cien- de la memoria británicos —o al notable aumento que han experimentado en
cia. Ya no existe, como existió en el siglo xix, una escuela histórica de pintura. tiempos recientes— ha sido la multiplicación de minimuseos y de conservado-
La conservación de la memoria es una función que se asigna paulatinamente a res de colecciones propias surgidos al abrigo de la filosofía del «amateuris-
los medios electrónicos, mientras la conciencia actual del artificio de la repre- mo». Las firmas comerciales, animadas por algún aficionado que forma parte
sentación proyecta una sombra de sospecha sobre la documentación del pasado. de la plantilla (a menudo, al parecer, el Director), han echado mano de tales
Empero, la historia como actividad masiva —o en todo caso como pasatiempo— recursos para presentarse ante sus clientes, colocando vitrinas en la zona de
posiblemente no haya tenido nunca más adeptos que en el presente, en el que el recepción. La conversión de los hogares en una especie de santuario histórico
espectáculo del pasado despierta el tipo de atención que otras épocas prestaron en miniatura es aún más habitual, con viejas fotografías —ampliadas y enmar-
a lo nuevo. La conservación, aparte de las dudas que suscita la noción de cadas— que hacen las veces de retratos de familia y ardillas victorianas de
«patrimonio histórico», es uno de los grandes movimientos sociales y estéticos peluche que sirven como reliquias familiares de pega. También habría que
de nuestro tiempo. Los investigadores de las sociedades de historia familiar aludir a las legiones de cazadores de gangas que con sus incursiones en mer-
cadillos y toda clase de puestos de compraventa han creado nuevas categorías
de objetos coleccionables o han confeccionado los archivos del futuro con los
75 w. J. Thomas, "Gossip of an Old Brookworm", Nineteenth Century, 1881, para notas materiales efímeros del presente. El Museo de Walsall descubrió docenas de
autobiográficas escritas por el fundador de Notes and Queries (el mismo hombre que acuñó el ellos en 1991, cuando organizó su primer «Festival de Exposiciones Popula-
término "folk-lore").
Catalogue qf the Museum of London Antiquities, Londres, 1854;
res», invitando a los coleccionistas de la zona a ocupar las salas del museo.
76 Charles Roach Smith, Los «objetos de coleccionismo» desplegaron su enorme diversidad, empezan-
Illustrations of Rotnan London, Londres, 1859; Collectanea Antigua, 7 vols., 1848-1880. Las
Retrospections
de Smith combinan remembranzas de sus correrías y amistades con comentarios do por el músico de jazz veterano y su colección de baterías antiguas y aca-
sobre restos romanos. Brian Hobley, "Charles Roach Smith (1807-1890): Pioneering Archeolo-
bando por la cultura de dormitorio de los adolescentes y sus colecciones de
The London Archaeologist, vol. XIII, n° 22, 1975, págs. 328-333. Hay una escueta
gist", en bufandas de fútbol, fanzines o Madonnas.
referencia a Roach Smith en The Amateur and the Prqfessional, de Philippa Levine.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
50 ,1,111.1.1911,14,
RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 51

IHI E III. IMÁGENES


p Qid
SIC1W' l'e4"
SILOMMERL 14t
7994 Una historiografía que se cuidase de las sombras de la memoria —esas
Venues ail over Britain are holding a "Peoples Show" inviting local imágenes dormidas que aparecen de improviso y actúan como centinelas fan-
peoples collections in to the exhibitions tasmagóricos de nuestro pensamiento— prestaría tanta atención a las imáge-
Over 5,000 collections will be on display nes como a los manuscritos o a los materiales impresos. Lo visual nos provee
de nuestro repertorio de figuras, de nuestros puntos de referencia sublimina-
les, de nuestros interlocutores tácitos. Cuando pensamos en los políticos del
siglo XVIII vemos al Wilkes de Hogarth. La peste bubónica pone en danza a
esqueletos. La guerra de Crimea es Florence Nightingale con su lámpara. La
retirada de Moscú es Napoleón cabalgando cabizbajo. El vikingo es un hom-
bre que desembarca de un drakkar y camina por el agua hasta llegar a tierra;
Ingburn Museum porta un casco con cuernos en la cabeza y blande una espada de doble filo en
LEEOS
1" e
Edineurgn
laois Cay Museum
Loada Inaustnal Museum
la mano derecha: está presto para saquear el pueblo." Asimismo, dentro de
Callendat House Peopio s Stoe,, sum Abbay House Museum
Thwede MOs Museum una tradición iconográfica manida, la imagen de los antiguos britanos que
acude a la mente es la de un cavernícola empuñando un garrote, con el pelo
largo, el pecho al aire y protegido del frío únicamente por un sarong primitivo.
Prospel= 1:11
49M"iir
Stuart Piggott cuenta en Ruinas en un paisaje que las primeras representacio-
111571en,
Daffingtone.
nes visuales de los antiguos britanos datan aproximadamente de 1575, cuan-
The Afts Centro
do un holandés, Lucas de Heere, en una descripción de Gran Bretaña, dibujó
a un par de hombres desnudos con aspecto de salvajes, tatuados o pintados
LONOON
10,,,j'lluseurn •Raryogato
Musoum B Art Gallory Tha Museum d London con glasto, portando escudos oblongos, lanzas y una espada.78
a.17,111P Mancnester
td
Harringay Museum
C,oydon Museum
Isienton Museum El estudio de la iconografía bélica desde el punto de vista de las fuentes
Industry Museum d Fhchmond
aninglon
Muelan & Art Gallery
visuales que nutren a la conciencia histórica seria especialmente provechoso.
Musourn &
Art Gallory
lkh oste,Gronvonor Museum Los murales que conmemoran victorias célebres, como los que se encuentran en
al zo 1NomngnamCasfie M.o
Bess el Valle de los Reyes, y los vasos pintados que encomian a reyes legendarios, se
Welshpool
11s".T111.,„
' Po d MuseumIlle cr,,,,,ckeelHedneslordVa/ley ~foga Centro
K,dde,,,,,,,,,. Illleicesler Museum 8 MS Gallory cuentan entre los primeros documentos históricos, mientras que los memoriales
S., ,:r NunoatonMusourn
Morella Worcs Count,/ M.o
C<„,,xii9Alo= BewdleyMuseurne is .... 011111Market Harborough Hartorough Museu de guerra constituyen una de las artes públicas más antiguas. El Tapiz de
20 Horno° Centro
Droftwich Spa I° Bayeux (redescubierto por Napoleón) es seguramente lo que acude al ánimo de
a y w„,„, 8 An1 • Milton Keynes
Museum of Incruste/ & Rural Life más gente cuando piensa en la conquista normanda; nuestra idea de las cruza-
• SI Albans MuseumL.,
ea.41dgt Pa. Swindon •
das no debe menos a las efigies monumentales y a la estatuaria eclesiástica (el
6.1115.171 Museum &•"' High Wycornbe
An Gallee/ Museum 110 redescubrimiento decimonónico de los caballeros templarios parece ser respon-
Sairsbuty. sable del cliché visual que cubre con un manto la armadura del cruzado)."
Saksbury& South., Museo', & ATC21
VAItsivre Museum
Waisall
" Véase las brillantes ilustraciones de Victor Ambrus para R. J. Unstead, The Story of Bri-
(e tain: Before the Norman Conquest, Londres, 1971.
78 Stuart Piggott, Ruins in a Landscape: Essays in Antiquarism, Edimburgo, 1976, págs. 66-

67. Piggott señala que los dibujos guardaban estrecha semejanza con otros de la misma época
que representaban a nativos americanos. John White, que acompañó a Sir Walter Raleigh en la
Festival de Exposiciones Populares. Verano de 1994. Museos repartidos por toda Gran Bretaña expedición a Virginia de 1585, no sólo dibujó nativos americanos, sino también una serie de
acogen esta «Exposición Popular», en la que se exhiben los tesoros reunidos por más de 5.000 antiguos britones, pictos y «Vecinos de los pictos» cuyas características estaban hondamente
coleccionistas particulares. Waisall, Ocio para todos. influidas por las gentes del Nuevo Mundo que había visto y dibujado. Ibíd., pág. 67.
" Sobre el redescubrimiento decimonónico de los Caballeros templarios, James Stevens
Curl, The Art and Architecture of Freemasomy, Londres, 1992.
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KAFHAEL SAMUEL IN 1 KUUUUCIUN : EL SAI3E,E. EX 1 KAUr EAAL -7J

La mitificación romántica de la guerra durante el siglo xIx —un asunto en comienzos de la Edad Moderna le dio una nueva vida; la doncella Marian
busca de historiador— fue propiciada en gran medida por la obra de los ilus- —figura capital en las cuestaciones de guardabosques y en las colectas domi-
tradores históricos y por el gusto por las antigüedades militares propagado nicales para hospitales del siglo xix— al parecer fue una invención de algunos
por Sir Walter Scott, logro este último que despertó un fervor paneuropeo. El organizadores parroquianos de Juegos de Mayo del siglo xvi, que pensaron
caballero con cota de malla, montado a caballo y con su gallardete apuntando que la historia de Robin Hood luciría más si se la convertía en una obra sobre
al cielo, era una figura heroica de la estatuaria pública (Ricardo Corazón de amores de juventud." En una vena más carnavalesca debería hacerse men-
León en el exterior del palacio de Westminster" y el Príncipe Negro en la ción de los diablos encarnados de la imaginación popular: en primer lugar, el
Plaza de la Ciudad de Leeds son dos ejemplos célebres). Los grabados de Papa, y en segundo lugar, Guy Fawkes, cuya efigie se quema todos los años
batallas navales fueron otra debilidad del siglo xix, por ejemplo en los pubs, en una hoguera conmemorativa."
donde temas marítimos como las ilustraciones realizadas por Horace Harral ¿Cuántas veces no habrá servido lo visual de acicate para la investigación
para la Vida de Nelson de Southey competían con estampas de caza y de histórica? Un ejemplo famoso, aunque quizás apócrifo, es el de Edward Gib-
carreras ecuestres." En los jardines de recreo, como el de Belle Vue (Man- bon, el cual, según su propio examen retrospectivo, se embarcó en su Histo-
chester), había también espectáculos pirotécnicos de «historia viva», suerte ria de la decadencia y caída del imperio romano movido por el espectáculo
de epopeya hollywoodiense por adelantado en la que, con ayuda del arte del de las ruinas del Coliseo." Un ejemplo más reciente sería el de Philippe
polvorista, se simbolizaba el levantamiento del sitio de Gibraltar y se volvía a Ariés, cuyas investigaciones en la historia de la infancia fueron inspiradas, a
librar la batalla de Trafalgar." lo que parece, por un retrato de Luis XIII pintado cuando era un niño de siete
En la Edad Media el espectáculo desempeñó un papel fundamental en la años pero en el que se lo representa con aspecto de adulto." Y al parecer fue
propagación de la historia sagrada. De ahí el teatro callejero de las procesio- el espectáculo de Pére Lachaise y de esas migraciones de noviembre que lle-
nes del Corpus Christi, con sus banderas, tabernáculos y cruces," y los esce- van «tanto en las ciudades como en el campo» a bandadas de peregrinos hasta
narios ambulantes al aire libre, donde se interpretaban los autos y misterios y los cementerios lo que le incitó a emprender las investigaciones tanatológicas
se re-presentaba la Pasión." La historia legendaria se propagaba de forma que el cabo dieron como fruto El hombre ante la muerte.9° Ruth Richardson,
análoga. La procesión de Gog-Magog que tiene lugar en Londres y celebra a cuya La muerte, la disección y la indigencia ha dado un sorprendente giro a
los gigantes que supuestamente fueron los padres fundadores de la ciudad es los debates sobre la Nueva Ley de Pobres, atribuye el origen de su interés
un ejemplo conocido." Luego estaban las manifestaciones públicas y organi- vital al respecto a las «aterradoras» xilografías de la Peste Negra que vio en
zadas al aire libre por los gremios de artesanos, como la procesión de los car- un libro cuando contaba tres años, uno antes de aprender a leer. (El volumen
dadores el día de San Blas o las celebraciones del día de San Crispín por parte en cuestión era La Peste Negra de Johannes Nohl, traducido del alemán y en
de los zapateros, que al parecer tienen su origen en un ritual ciudadano. Aun- cuyo frontispicio figura un esqueleto que guía un carruaje.)91
que los orígenes de Robin Hood se encuentran en una balada medieval, el Siguiendo otros vericuetos, sería instructivo inquirir en el papel desempe-
desarrollo de los ceremoniales y rituales ciudadanos a finales del Medievo y ñado por los ilustradores topográficos en la ordenación y el fomento de los
impulsos preservacionistas y las querencias historicistas. La corografía, nom-
bre isabelino de la topografía y descripción de un lugar, fue una de las prime-
80 Benedict Read, Victorian Sculpture,
Londres, 1983, págs. 13, 59, 31-34. Para una reseña
ras formas de historia local." Los propios mapas, compuestos de imágenes y
contemporánea de "Richard Coeur de Lion", de Maruchets, The Times, 15 de enero de 1862.
81 John Jackson, A Treatise on Wood Engraving,
Londres, 1861, pág. 583.
82 El «Gran Panorama Peristrófico Histórico» de Marshall de los Jardines de Primavera,

Lambeth, fue una muestra precoz de estas extravagancias. Empleaba imágenes móviles y un 88 R. B. Dobson y J. Taylor, Rymes of Robin Hood: an Introduction to the English Outlaw,
espectáculo de luces para representar las diferentes fases de la batalla de Trafalgar, seguidas por Londres, 1976, págs. 39-42, 147, 209, 223-236.
una serie de estampas de la batalla de Waterloo. Véase Horace Wellbeloved, London Lions for 87 O. W. Furtley, "The Pope-Burning Processions of the late 17th Century", History 45,
Country Cousins... A Display of Metropolitan Improvements, Londres, 1826, págs. 57-58. Para 1959, págs. 16-23. Véase Roger Tilley, Playing Cards, Londres, 1967, págs. 103-105 para los
una historia extraordinaria de los dioramas, cosmoramas y espectáculos pirotécnicos de naipes de «No al papismo» en 1678-1681.
comienzos de la era victoriana, R. D. Altick, The Shows of London, Cambridge, Mass., 1978. 88 The Autobiography oí Edward Gibbon.
Ss
Miri Rubin, Corpus Christi: The Eucharist in Late Medieval Culture, Cambridge, 1991. 88 Philippe Ariés, Centuries of Childhood, Londres, 1962, págs. 52-53, 66 y ss. [ed. cast.:
84 Glynne Wickham, Early English Stages,
vol. 1, Londres, 1959, ofrece un examen sober- El niño y la vida familiar en el antiguo régimen, Madrid, Taurus, 1987].
bio; los dos volúmenes siguientes versan sobre la historia de la escena procesional hasta el tea- 90 Philippe Ariés, The Hour of Our Death, Harmondsworth, 1981 [ed. cast.: El hombre ante
tro Bankside del Londres shakesperiano y allende. Véase también Richard Southern, The Seven la muerte, trad. Mauro Armiño, Madrid, Taurus, 1999].
A ges of Theatre, Londres, 1962. '1 Ruth Richardson, en conversación con el autor, abril de 1994.
" Frederick W Fairholt, Gog and Magog. The Giants in Guildhall, Their Real and Legen- Helgerson señala que así como las «historias» isabelinas consistían en una crónica de los
dary History, Londres, 1859. reyes y de su descendencia, los corógrafos ofrecían una Inglaterra de condados, pueblos, aldeas
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RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 55

a menudo embellecidos con blasones provinciales y dibujos de casas señoria- se a la obsesión por los druidas, y como lo fue de esos viajeros pintorescos
les y paisajes locales, eran intensamente gráficos. Las «numerosas planchas» cuyos escritos de finales del siglo xvnt fueron en cierta suerte heraldos del
que adornaban la obra de Dugdale Las antigüedades de Warwickshire
(1656) viraje hacia lo gótico en el terreno de la arquitectura y del diseño."
—la más importante de las primeras historias de condados— supusieron de Si se buscase una única figura que representase la historia social «de la
alguna forma la mayoría de edad de la ilustración topográfica;" en adelante nueva ola» de la década de 1960 o del viraje a esas exposiciones informales,
formaron parte del repertorio habitual de la investigación anticuaria. La interactivas y cercanas al visitante que marcaron la «nueva museología» de
bibliografía de imágenes topográficas recopilada por Maurice Barley incluye aquella década, el ilustrador y xilógrafo David Gentleman sería un candidato
grabados al aguafuerte, a la manera negra, en cobre y en acero, fotografías y firme donde los haya. Es la persona que puso imágenes de la historia viva en
placas para linternas, así como estampas artísticas de edificios y paisajes." los sellos de correos británicos, incluida una serie sobre Ironbridge y algunos
Cuando a finales del siglo xvn Edward Lhuyd (1660-1709) inició sus investi- monumentos de la arqueología industrial.'" El mural de Leonor de Castilla
gaciones topográficas en Gales —o Gran Bretaña Occidental, como se acos- que puede verse en la estación de metro de Charing Cross —un tapiz en que
tumbraba a llamarla en aquella época— «compuso vastas colecciones de dibu- las profesiones medievales aparecen representadas mediante figuras sobrias y
jos de megalitos», y lo mismo podría afirmarse de las trágicas ilustraciones escuetas, a la manera de un friso del Movimiento de Artes y Oficios— es una
de J. T. Blight para Las antigüedades de Cornualles, de Borlase».
95 muestra lograda del pastiche modernista que el movimiento de conservación
Uno de los temas predilectos de los ilustradores topográficos ha sido el de convertiría en la esencia de la restauración.m Sus ilustraciones para Ask the
los entornos en peligro de desaparición, y una de sus inspiraciones recurren- Fellows Who Cut the Hay (1966) o, más adelante, para David Gentleman's
tes —que de hecho constituía ya un subtexto nostálgico en el «descubrimien- Britain (1982) están en sintonía con las que Edward Bawden, Eric Ravilious
to» isabelino de Inglaterra— ha sido la de crear un archivo gráfico de mundos y John Piper hicieron en el pasado: lápiz y tinta con aguada uniforme a la
en extinción. Esa fue la inspiración de Recording Britain, proyecto iniciado
acuarela, pero sin vislumbres apocalípticos de corte neorromántico u oscuros
en los peores días de 1940 —el «Día del juicio final en imágenes» para el que atisbos de desesperanza.'" Sus xilografías para la edición de El calendario
Sir Kenneth Clark movilizó a una galaxia de talentos para que preservara, en del pastor, publicada por Oxford en 1964, también resultan llamativamente
acuarela y aguada, símbolos de una civilización que bien podrían ser destrui- optimistas, incluso realmente fecundas en lo que hace a las gavillas de la
dos por una invasión enemiga—.96 Y también el urgente impulso que llevó a
cosecha de agosto, la recogida de manzanas de septiembre e incluso las labo-
Sir Thomas Dugdale a emprender frenéticos viajes en vísperas de la Guerra res de noviembre.'"
Civil, cruzada unipersonal emprendida por un anticuario obsesionado con Desde una perspectiva pedagógica, las imágenes sirven con frecuencia
«tomar notas de esos memoriales eclesiásticos que acaso quedaran destruidos para que los niños traben por primera vez contacto con la idea del pasado,
por la tormenta política que veía acercarse».97 La ilustración topográfica del
desde las pequeñas xilografias que decoraban las cartillas de antaño hasta las
siglo xvin, aunque menos movida por la conciencia de un cambio al que ilustraciones históricas de gran formato que aparecen en los libros ilustrados
había de dar respuesta urgente, en el fondo estaba más afectada por los sínto- para niños. En los tiempos de la mnemónica, las imágenes servían con fre-
mas de declive. Los «dibujos de ruinas» fueron una de las pasiones del anti- cuencia como ayudas visuales, como sucedía con esas barajas históricas de los
cuariado del siglo xviu," como lo fue de William Stukeley antes de convertir- reyes y las reinas de Inglaterra que «mostraban... un parecido de familia nota-
ble... desde Guillermo I hasta Guillermo IV»'" y que fueron de suma utilidad

e incluso distritos. Richard Helgerson,


Forms of Nationhood• the Elizabethan Writing of England, °° Michael Twyman, Printing, 1770-1970, Londres, 1970, pág. 88; Lithography, 1800-
Chicago, 1992, págs. 132-133.
Life and Times of Anthony Wood, vol. I, pág. 209, citado en T. D. Kendrick, 1850, Oxford, 1970, págs. 29-32, 169-174.
quity, Londres, 1974. British Anti- 10" Sobre el episodio, véase el apartado «Resurrecciones» incluido en este libro.

u M. W Barley, A Guide to British Topographical Collections, lo' David Gentleman, A Cross for Queen Eleanor, Londres, 1979, es su interesante justifi-
logy, Londres, 1974. British Council for Archeo- cación, en lo tocante a las fuentes medievales, del mural de Charing Cross.
Stuart Piggott, William Stukeley, an Eighteenth Centwy Antiquarian, 102 David Gentleman, A Special Relationship, Londres, 1987, sobre el radicalismo feroz de

8; Frank V Emery, Edward Lhuyd FRS, 1660-1709, Oxford, 1950, pág. este ilustrador.
amplia. Cardiff, 1971 para una consideración más '" John Clare, The Shepherds Calendar, ed. Eric Robinson y Geoffrey Summerfield, con
96
David Mellor, Gil Saunders y Patrick Wright, Recording Britain, A xilografías de David Gentleman, Oxford, 1964.
of Pre-War Britain, Victoria and Albert Museum, 1990. Pictorial Domesday 1 °' Lady Peck, A Little Learning, pág. 22; Eleanor Farjeon, A Nursery in the Nineties,

" David C. Douglas, English Scholars, Londres, 1939, págs. 36-37. Oxford, 1960, pág. 263, para una referencia autobiográfica sobre el aprendizaje por medio de
°° J. L. Nevinson, "Antiquarian", Museums Journal, vol. 59, n° 2, mayo esas cartas. Thomas Arnold, en su plan para el estudio de la historia, concibió para los niños
de 1959, pág. 34. pequeños «una serie de lecciones a modo de imágenes o "estampas" de la historia universal que
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K/-1.1'1-11-VtL JAIVILLCL INTRODUCCION: EL SABER EXTRAOFICIAL 57

para las institutrices victorianas; o el juego de mesa «Soberanos», en que las cuando el conocimiento adquirido de los hombres y los libros me enseñó
fichas proporcionaban informaciones genealógicas.'°5 Más adelante, con la a discriminar mejor entre la razón y la sinrazón, la verdad y la falsedad.'"
llegada de la corriente «aprender con la práctica» —un fenómeno surgido en la
década de 1920 en las escuelas libres y progresistas de enseñanza secundaria—, El siglo xix fue una época importante para la ilustración histórica. Lo
modelar una casa Tudor, dibujar una gola isabelina o planificar una rotación visual sirvió como vehículo para que las versiones decimonónicas del medie-
trienal de cultivos fueron actividades defendidas con brío y éxito como una valismo se impusieran y para que la vertiente gótica de Scott se amplificara.
alternativa progresista frente a la enseñanza rutinaria. La historia escrita adoptó una orientación decididamente Whig* y, en las
El elemento gráfico era también crucial en los libros de buhonero, esas escuelas, las simpatías por el bando parlamentario de la Guerra Civil apenas
«historias de un penique» protagonizadas por héroes legendarios y que de- tuvieron oposición; empero, en el terreno visual prevaleció un acendrado
bían su credibilidad callejera a la yuxtaposición de grabados llamativos y tex- romanticismo Tory, representado por una serie de monarcas condenados por
tos descarnados impresos en letra gótica.'" Fueron las que atrajeron al joven el destino a soportar una existencia trágica, desde Lady Jane Grey hasta el
Samuel Bamford, hijo del director de un asilo de pobres y aprendiz de tejedor pretendiente Carlos Estuardo. Las estampas baratas propiciaron una prolife-
en un telar artesanal, a las historias legendarias que se vendían en una libre- ración asombrosa de entretenimientos educativos, como el juego de barcos de
ría-papelería-imprenta del Manchester de la década de 1780: papel en el que una jovencísima Eleanor Farjeon hacía la guerra en la mesa
de la guardería.
Cada cuarto de penique que reunía lo gastaba en comprar «Historias de Durante el siglo xix, el repertorio de ayudas visuales se benefició de una
Jack el Matagigantes», «San Jorge y el dragón», «Tom Hickathrift», adición importante: el Tapiz de Bayeux. Había pasado prácticamente desaper-
«Jack y las habichuelas mágicas», «Historia de los siete campeones», el cibido durante sus primeros ochocientos años de existencia y, a finales del
cuento de «La bella Rosamunda», «Historia de Fray Bacon», «Crónica siglo xv, su rastro se perdió. Napoleón lo descubrió en el curso de sus prepa-
de las brujas de Lancashire», «Las brujas de los bosques» y aventuras rativos para la invasión de Inglaterra y lo expuso por primera vez fuera de
novelescas de ese estilo; mis libros en verso no iban mucho más allá de Bayeux en 1803, cuando estaba a punto de pasar a la acción.
«Las canciones de Robin Hood» y «La balada de Chevy-Chase». Pron-
to dominé todos esos relatos y baladas, y me dieron ocasión para estu- La exposición fue un gran éxito. El propio Napoleón pasó cierto
diarlos con sumo cuidado, y para contar historias que despertaban la tiempo estudiando el Tapiz. Al público no le pasó desapercibido el
admiración de mis conocidos en el asilo de pobres y allende. Por mi paralelismo entre el corneta que se había visto en Francia y en el sur
parte creía sin reserva en todo lo que contaban, y cuando mi padre u de Inglaterra en noviembre de 1803, y el cometa que aparecía en el
otras gentes me decían que eran «basura» y «majaderías», yo, inocente bordado adyacente a la escena de la coronación de Harold. La primera
de mí, contrastaba su probabilidad con la de otras cosas maravillosas que edición de la guía preparada para la exposición incluía una descrip-
había leído en libros en los que «era un pecado no creer». Así continué ción del fenómeno: «Dover, 6 de diciembre de 1803. La pasada noche,
leyendo, sin dudar de nada de lo que leía hasta muchos años después, hacia las cinco de la madrugada, observamos un corneta magnífico,
que surgió en el sudoeste y se dirigió hacia el norte: su cola medía
unos veinticinco metros. El paisaje se iluminó en un radio de varios
kilómetros, y cuando el cometa desapareció, quedó un fuerte olor a
representasen acontecimientos importantes de forma llamativa. Su objetivo principal es propor- sulfuro». Entre los escritores ingleses de tiempos posteriores circuló
cionar centros de asociación vívidos en torno a los que agrupar los relatos», Thomas Arnold, una historia, por otra parte carente de fundamento, según la cual
"Rugby School — Use of the 'Classics'", en Miscellanous Works, Londres, 1845. Dean Stanley,
en su Vida del Dr. Arnold (capítulo 3, pág. 100) nos dice que «al examinar a los párvulos a Napoleón quedó tan impresionado por la coincidencia del corneta que,
veces los sentaba en sus rodillas y, valiéndose de libros ilustrados que versaban sobre la Biblia o interpretándolo como un mal augurio, ¡abandonó sus planes de invadir
la historia de Inglaterra, tapaba el texto con una mano y les preguntaba sobre el tema de las Inglaterra! El moderno valor propagandístico del Tapiz se puso de
estampas». manifiesto por primera vez cuando fue expuesto en París.'"
I" Muchos rompecabezas tenían como motivo tablas cronológicas de la historia de Inglate-
rra, Linda Hannas, The English Jigsaw Puzzle, 1760-1890, Londres, 1972, láminas 6, 17, 25;
págs. 23-24, 28-32. El libro incluye un inventario de rompecabezas históricos en las págs. 93-97; 1°7 Samuel Bamford, Early Days, Londres, 1849, págs. 90-91.
una introducción que los vincula a la fiebre de publicaciones para niños que se produjo en la
* Antiguo nombre del Partido Liberal Británico. Impulsaron la proclamación del Bill of
década de 1740; y páginas fascinantes sobre el modo en que la autora picó en su cantera.
106 Véase Margaret Spufford,
Rights y apoyaron la Revolución de 1688, dominando la política inglesa durante prácticamente
Small Books and Pleasant Histories: Popular Fiction and its todo el siglo xvnt, con figuras como Robert Walpole o William Pitt (el Viejo). Representaban
Readership in Seventeenth Century England, Cambridge, 1981, para una buena historia al res-
los intereses de los dissenters y los comerciantes (N. de los t.).
pecto. Esa excelente librería de segunda mano que es Skoob's, sita en Sicilian Avenue, ha reim- '" Shirley Ann Brown, The Bayeux Tapestiy. History and Bibliography, Woodbridge, 1988,
preso recientemente en edición facsímil John Ashton, Chapbooks of the Eighteenth Century.
págs. 11-12. Cf. también David M. Wilson, The Bayeux Tapestry, Londres, 1985.
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KA1'11AEL SAMUEL INTRODUCCION: EL SABER EXTRAOFICIAL 59

•o.


"T:J 1rd' El entusiasmo de los goticistas británicos propició la segunda migración del
cs O
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O • - 'O
tapiz y su retorno, en forma de imitación y estampa, al país donde se había bor-
cd ,1,2
o dado y cuya historia pretendía representar. Charles Stothard, cuyas Efigies
o o d monumentales, publicadas entre 1822 y 1829, fueron (como sostiene Mark
cct 6) Girouard) una suerte de equivalente visual de las novelas de Waverley en lo que
cr hace a la capacidad de incitar al estudio del mundo medieval, hizo suya la causa
uo >s — del tapiz. En 1816, por encargo de la Sociedad de Anticuarios de Londres, aco-
cd o o metió la empresa de elaborar una reproducción del tapiz hecha a tamaño natural
d.) ct ed
"Z1 y en color, que tardó dos años en llevar a término. «El estudio detenido de las
e punzadas y los restos de hilo le permitió a Stothard "restaurar" casi toda la zona
-c.) o dañada y recomponer el aspecto original del tapiz y como él lo imaginaba».'09
>1
E >
M, ><
0
Como puede comprobarse, la ilustración histórica es una de modalidades
'O cc3
artísticas más conservadoras. Las mismas figuras reaparecen en una diversi-
E
b .15
ÉJ
dad de contextos asombrosa, como si algún titiritero manejara los hilos.
Muchas veces se trata, probablemente, de imágenes arquetípicas, a despecho
o. o de que la imagen proceda de la realidad o la represente: al respecto cabría
1.) mencionar el grupo de la pietá incluido en la celebérrima Muerte de Nelson,
•>, O C) obra de Daniel Maclise, y su predecesora, primera de un extenso linaje de
•,7
martirologios militares, la Muerte de Wolfe pintada por Benjamin West; los
cd' 6 E campos de matanzas en la adaptación de Sin novedad en el frente realizada
• oo
por G. W Pabst, verdadera llamada a la reconciliación, o las famosas fotogra-
o fías de la carnicería de Gettysburg tomadas en la guerra civil americana.
e.> Quizá el ejemplo más notable de longevidad iconográfica sean las xilo-
o
grafías del Libro de los mártires de Foxe, «grabados realistas de las terribles
71) -,11
' CQ
•E7, ro o torturas infligidas a los fieles protestantes» —como las describió un joven
o aprendiz de Spittalfield en la década de 1860-110 que prácticamente no
o —c_t
O sufrieron cambios durante cerca de tres siglos. John Day, su primer ilustra-
dor, era un fervoroso protestante que había sufrido prisión por motivos reli-
"`o
•r, giosos en tiempos de María Tudor, y sus xilografías se grabaron e imprimie-
so. o e
5 .E ron una y otra vez, sin apenas modificaciones, hasta la última edición popu-
lar de la obra, en 1875. Hodnett, en su historia de la ilustración de libros,
o -E afirma que se trata de «la primera muestra de periodismo gráfico de Inglate-
rra». Las imágenes mostraban a mártires flagelados, quemados, colgados y
-97.) •
o o atados al potro. La truculencia de las escenas quedaba acentuada por la acti-
o
EoEd tud implacable pero prosaica de los verdugos."'
U
17:
cd

-131 '" Mark Girouard, The Return to Camelot, Chivalty and the English Gentlenian, Londres,
cc! >,
V 1981.
1> "C1
10 Thomas Okey, A Basketful of Memories, Londres, 1930, págs. 17-18. «Mi yaya tenía
1
/" o e 15 muchos libros muy viejos y manoseados. Entre ellos estaba el Libro de los mártires de Foxe,
o- o a.) con todas las eses impresas como efes y muchas imágenes de hombres y mujeres dignos de
bi) compasión que eran sometidos a torturas»; Shop Boy, pág. 24. La abuela en cuestión tenía una
g pequeña tienda de ultramarinos en Morriston, cerca de Swansea.
'L o ccl
E '" Edward Hodnett, Five Centuries of English Book Illustration, Aldershot, 1988, pág. 31.
W oo c.)
. r.z .7.
Dentro de una extensa bibliografia, cabe hacer referencia a J. F. Mozley, John Foxe and His
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1(1-5.1"11AbL JAIV1UhL INTRODUCCION: EL SABER EXTRAOFICIAL 01

Hoy en día, la ilustración histórica, representada en el ámbito de la edi- banquero, que, aquejada de una enfermedad incurable, consagra los que ella
ción popular con fines educativos por editoriales como Kingfisher, Usborne piensa que son sus últimos días a conducirse como una buena samaritana en los
y Dorling Kindersley —sucesores en la década de 1990 de los libros de barrios marginales de Londres. En Nikki for Girls (27 de abril), una malvada
«Ladybird»— es, a su modo, igualmente conservadora; alterna extravagancias enfermera planea matar de hambre a una huérfana victoriana en provecho de
como las que arrastraron al joven Samuel Bedford a los libros de buhonero un tutor perverso; en Judy and Tracy (5 de julio de 1986), Hetty Dean, florista
—por ejemplo, «Cómo dibujar fantasmas, vampiros y casas encantadas»— con del Londres victoriano, se convierte por arte de magia en princesa moldava.
un «juego de batalla realista» de Buques de guerra en el que las naves vikin- Empero, un examen más atento de cualquiera de esas imágenes revelará
gas se alternan con galones españoles de cuatro mástiles, o una serie de «via- que son menos intemporales de lo que aparentan. Las reinas que nos obser-
jes en el tiempo» que pasa de «Caballeros y castillos» a «Inventores y explo- van desde los libros de «Ladybird» parecen la viva imagen de Julie Andrews
radores célebres». o Anna Neagle: sus rostros resultan animados o estatuarios en función del
Las biografías heroicas a las que los lectores de The Eagle tuvieron acce- papel que se les haya asignado. Asimismo, en el Libro de crónicas de la rea-
so en las décadas de 1950 y 1960 —dedicadas, entre otros personajes, a Carlo- leza de la historia inglesa —una popular antología publicada en 1883— todas
magno, Alfredo el Grande y Juana de Arco— no hubieran estado fuera de las imágenes, con independencia del periodo que supuestamente representan,
lugar en los manuales de autoayuda y los libros dados como premio en las se parecen a las que se encuentran en los cuentos morales victorianos. Salvo
escuelas dominicales del siglo xix;112 las historietas de las revistas para chi- por la inscripción «Señor, ten piedad», la «Calle de Londres durante la plaga
cas —ambientadas con frecuencia en el pasado— cultivan a pie firme el idioma de peste», con sus viviendas ruinosas y destartaladas, es puro Gustavo Doré
de las «novelas con huérfano» de inspiración evangélica. Introduciendo (véase su Londres, una peregrinación, 1872). El joven rey Alfredo que,
variaciones en las biografías cortesanas y en las novelas románticas protago- absorto en sus pensamientos, deja que los bizcochos se quemen, es sin lugar
nizadas por la realeza, han explotado el filón de las historias sobre niñas a dudas un muchacho, pero también un doble de la Alicia de Sir John Tenniel
huérfanas o perdidas, ambientadas ora en la Inglaterra victoriana, ora en (y de Lewis Carroll). Geoffrey Chaucer, el poeta, y Eduardo III, su soberano,
tiempos de la Regencia, y en las que nunca faltan ni los auspicios de la aris- aparecen representados como merlines prerrafaelitas, con unas barbas que les
tocracia ni los pobres de solemnidad. Por ejemplo, «Sofía Seispeniques» llegan casi al suelo. Cuarenta años antes, en las ilustraciones con las que
(Mandy, 3 de marzo de 1984) cuenta la historia de una niña de doce años que
Charles Knight solía estimular las ventas de la Revista Penny, los filósofos y
deja atrás una vida marcada por la pobreza, los reformatorios y la mendici-
los poetas, lejos de aparecer hirsutos, apenas lucían bigote u otra clase de
dad por obra del acaudalado Sir John Fielding, que se la compra a una pareja
vellosidad superflua.
sin escrúpulos por seis peniques: de ahí su apellido. Cuando Sir John se mar-
La televisión, sobre todo quizás la dirigida a los niños, posee el don de
cha en viaje de negocios, sus malignos padres adoptivos tratan de secuestrarla,
lograr que los personajes históricos hablen con el tono del presente. De hecho
a la manera del Artful Dodger de Oliver Twist. «Angel» (Mandy for Girls, 26
fue bajo la égida de una serie televisiva que se mantuvo mucho tiempo en
de enero de 1985) presenta a una señorita victoriana, hija única de un rico
antena, Dr. Who, cuando nació la idea del regreso al futuro y del viaje en el
tiempo, leitmotiv de la posmodernidad. En la década de 1970, las series para
niños celebraban las hazañas de Ricardo Corazón de León y las Cruzadas (El
Book, Londres, 1940; William Haller, Foxe's Book of Martyrs and the Elect Nation, Londres, talismán), resucitaban la Inglaterra anglosajona en Hereward el Despierto y
1963. E. R. Norman, Anti-Catholicism in Victorian England, Londres, 1968, pág. 13, señala que mostraban a caballeros con armadura participando en justas medievales en
la edición de 1875 del libro de Foxe incluía una imagen que mostraba la Matanza del día de San Ivanhoe. En tiempos más recientes, gracias a su ecológica y popular Robin
Bartolomé, cometida con posterioridad a la edición original. Warren J. Wooden, «John Foxe's
Book of Martyrs and the Child Reader», en Children's Books of the English Renaissance, Ken- de Sherwood, la televisión para niños ha creado una especie de adorable fora-
tucky, 1986, págs. 73-87. Agradezco a Carolyn Steedman esta referencia. jido «New Age», amigo de un mago celta y experto oficiante de ceremonias
12 Frank Hampson, el creador del personaje de Dan Dare cuyas aventuras aparecían en The
druídicas. Un caso aún más llamativo es el de la reciente serie de culto Sharpe.
Eagle, alcanzó el apogeo de su carrera con una vida de Cristo en formato de cómic. En su auto-
biografía, Before I Die Again, Londres, 1992, Chad Varah, uno de los fundadores de los Samarita- Ambientada en la época de la Guerra de Independencia Española y repitien-
nos, no habla en exceso de su papel de autor de las historias publicadas en la contracubierta de do hasta la saciedad algunas canciones del periodo para que no quepa duda
The Eagle. En una vena más satírica y objeto de un culto que se ha extendido a los cursos de de que todo es real, su protagonista masculino, Sean Bean, parece el resulta-
Cuarto y Quinto está Asterix, muy bien traducido del francés y cuya mezcla de tópicos, reproduc-
do de un cruce entre la bravuconería de un Errol Flynn, capaz de hacer que
ciones de antigüedades y teatro del absurdo han convertido a la Galia romana —y a la migaja que
quedó sin ocupar— en una suerte de paradigma de los movimientos de emancipación de hoy en sus pérfidos y cobardes enemigos pongan pies en polvorosa, y la sensibilidad
día. (Las notas del final mantienen a Asterix en el ámbito de la educación; R. Goscinny y A. Uder- de una figura propia de D. H. Lawrence. El héroe se enamora de una guerri-
zo, French with Asterix: The Complete Guide, Londres, 1993, lo recicla para los colegios.)
llera española que demuestra su condición de mujer emancipada acuchillan-
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RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 63
do a un tipo en cada episodio, mientras el héroe abraza a su hija pequeña con
dos mitades».129 «Tal era su destreza en el trabajo del oro, la plata y otros meta-
el arrobo de un «nuevo hombre» educado en Islington.
les», escribió otro monje en 1400, «y en la pintura de imágenes que desde
El arte de la memoria descrito por Francis Yates, arte cuya trayectoria se
entonces no ha tenido igual en el orbe cristiano».12 '
extiende desde la antigua Grecia hasta la Italia del Renacimiento y la Inglate-
Los anticuarios, inclinados a las formas excéntricas y raras, amantes de
rra de Shakespeare, posee una vertiente gráfica muy acusada.'" Surgido
las curiosidades y con frecuencia apasionados por lo arcaico, han sido mucho
como instrumento retórico, en el Medievo se lo cultivaba como una suerte de
más sensibles a lo visual que los historiadores.'22 Inspirándose con frecuencia
equivalente visual del pensamiento. Se asociaba tanto a la producción como
en objetos exóticos o en ruinas y reliquias; empleando como fuentes prima-
al almacenamiento de imágenes, así como a la ubicación de lugares de la
memoria (esto es, cementerios y santuarios)."4 La memoria de palabras se rias las inscripciones en cerámica o en bronce en lugar de la palabra escrita o
impresa; y valiéndose de enseres funerarios o tesoros de monedas para
convierte en memoria refractada a través de la memoria de cosas, y al cabo,
reconstruir las trazas de antiguos asentamientos, los anticuarios se han intere-
cuando es absorbida por la filosofía oculta, de las figuras astrales.'"
sado en exhibir y mostrar el objeto de su investigación y en escribir sobre él,
Los escribas medievales, con su pasión por instrumentos mnemónicos
mientras la ilustración, aunque sólo fuera por necesidades de la exegesis, ha
como el alfabeto visual, tenían el don de descubrir imágenes equivalentes a
formado parte de su obra publicada.'23 En las publicaciones decimonónicas,
las proposiciones lingüísticas. En los manuscritos iluminados, las palabras
la letra gótica y las palabras arcaicas eran por lo común parte esencial de las
duplican la naturaleza de las cosas; arraigadas en los humores de la vida coti-
portadas, mientras los adornos de los márgenes y marmosetes imitaban efec-
diana, la flora y la fauna de las glosas al margen o las cabezas de animales y
tos propios del manuscrito iluminado del Medievo.' 24
las figuras donosas constituyen el contrapunto de los misterios de la religión
o de los rigores de la ley."6 Los caballeros se anuncian por medio de la he- La historia arquitectónica, la heráldica y la eclesiología, preocupaciones
prioritarias de las sociedades arqueológicas y de documentación de los conda-
ráldica, «lenguaje de signos alternativo, propio del orden caballeresco, em-
pleado para distinguir sus nombres»."7 La clase mercantil del Londres de la dos, otorgaban también un papel de primer orden a la ilustración, mientras la
lectura ilustrada, valiéndose de «dioramas» de ruinas monásticas o de placas de
Alta Edad Media siguió sus pasos, «eligiendo como emblemas los mismos
viejas iglesias inglesas para su proyección en la linterna mágica, era al parecer
predadores que por lo común habían atraído a las familias nobles como sím-
la preferida por el gran público interesado en las antigüedades eclesiásticas.'25
bolos de poder», aunque los pescaderos londinenses (según Sylvia Trupp)
En el caso de las editoriales populares, como las de William Hone, Robert
prefirieron el recurso a la iconografía cristiana.'" Las vidrieras contaban la
historia de la Biblia mediante relatos compuestos por imágenes, y la vida de Chambers y el egregio S. C. Hall, las ilustraciones eran lo que más atraía al
público lector.'26 Los tres volúmenes del Libro de todos los días de Hone estaba
los santos se narraba en tabernáculos ornados en los que se repasaban sus
padecimientos y milagros. Los frescos y los frisos representaban escenas de
combates y mostraban efigies de los caídos en el campo de batalla.19
120 Richard Vaughan, Matthew Paris, Cambridge, 1958, pág. 211.
En consecuencia resulta lógico que Matthieu Paris, cuya Chronica Majora, 121 George Henderson, Gothic, Harmondsworth, 1978, pág. 22.
compilada entre 1230 y 1251, constituye una las grandes historias medievales, 122 «La idea de que la arqueología estaba profundamente vinculada con valores artísticos se

fuese a un tiempo historiógrafo y artista. Su texto está ilustrado en abundancia hallaba muy extendida», escribe Philippa Levine en su interesante crónica sobre algunos practi-
cantes decimonónicos de la disciplina. «Birch remataba sus descripciones afirmando que el
con escenas apropiadas al caso, en muchos casos dibujadas (a lo que parece)
valor de la arqueología radicaba en que "ayuda a la formación y el cultivo del gusto público"...
por él, quien diseñó además un sistema de referencias gráficas concebidas John Marsden, a quien se concedió la primera Cátedra de Arqueología de Inglaterra, en Cam-
como ornamento y como una suerte de índice alegórico. «Aquí vemos un pez, bridge, habló en esa ocasión de la "conexión íntima entre los anticuarios y el poeta"». Philippa
Levine, The Amateur and the Professional, pág. 90.
allá una cabeza de venado... y por doquier... el cuerpo de un animal dividido en
123 Glyn Daniel, A Hundred and Fifiy Years of Archeology, Londres, 1950, pág. 31.
124
La impresión anastática, un procedimiento facsímil inventado en la década de 1840, se
utilizó por extenso en las publicaciones anticuarias, por ejemplo en las ilustraciones de las vie-
113 Frances A. Yates,
The Art of Memory, Harmondsworth, 1978, págs. 124-127, 129-130 jas iglesias inglesas. Geoffrey Wakeman, Victorian Book Illustration, Newton Abbot, 1973,
[ed. cast.: El arte de la memoria, págs. 51-55.
trad. Ignacio Gómez de Liaño, Madrid, Siruela, 2005].
14 Ibíd., págs. 74-76. 125 Archivos de la Iglesia de San Juan Bautista, Bridgwater, libro de recortes del Rey. C. Bazell,

15 Ibíd., págs. 210-212, 217-218, 225-226. 1988-1990, muestra la casa consistorial repleta con ocasión de una serie de tales conferencias. Agra-
116 M. T. Clanchy,
From Memory to Written Record, England 1066-1507, primera edición, dezco al Rey. C. Pidoux la exhumación de este y otros documentos del archivo parroquial.
Londres, 1979, pág. 229. 126 Hall, Book of British Ballads, Londres, 1842, contenía más de cuatrocientas xilografías

117 Ibíd., pág. 230. «y fue la primera obra de cierta envergadura en la que participaron los mejores artistas de la
ns Sylvia Thrupp, The Merchant Class of Medieval London, época». John Jackson, A Treatise on Wood Engraving, Londres, 1861, pág. 564. Se dice que
Michigan, 1962, págs. 252-253.
119 George Henderson,
Early Medieval, Harmondsworth, 1977, págs. 155-157. Hall, un empresario literario de mucho éxito, sirvió de inspiración para el personaje del Sr.
Pecksniff que aparece en Martin Chuzzlewitt.
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EN 1 KUJUUCIUN : EL SABER_ EX 1KAUFICIAL bJ

ilustrado con 436 grabados, dibujados con frecuencia por los propios anticua- la práctica». Las maquetas de Stonehenge, las estancias «de época» y los fres-
rios.'27 Charles Roach Smith, el boticario de la ciudad de Londres que formó
cos históricos se contaban, por lo que parece, entre los ejercicios preferidos por
un auténtico museo de restos romanos, contribuyó con sus propios aguafuertes los alumnos de los primeros cursos de la época; y los libros que versaban sobre
a la publicación y popularización de su obra, mejorando los originales de esos temas, como las historias de «Piers Plowman», estaban profusamente ilus-
manera que cada letra de las inscripciones romanas y cada tesela de los suelos trados con grabados y estampas históricas.'34
de mosaico están en su sitio.'28 El también anticuario Thomas Wright ilustró
En cambio la Asociación de Historia, que en la misma época se constitu-
sus andanzas y descubrimientos con una cantidad ingente de grabados y viñe- yó como instrumento de orientación de los maestros y maestras de bachille-
tas, nacidas (al parecer) de su propia mano. Le gustaban las «formas toscas» y rato superior, ofrecía paisajes surcados únicamente por líneas de texto, tanto
tenía una vena humorística.'" (uno de sus dibujos muestra a los excavadores de en sus popularísimos panfletos como en su revista trimestral. Las prensas
cuevas protegiéndose de una tormenta bajo un quitasol);'" empero, parece que universitarias —cuyo número no dejó de crecer en esos años— no resultaban
fue tan incapaz como Roach Smith de abstenerse de mejorar los originales al menos áridas, aunque cuando Oxford University Press publicó Open Fields,
dibujarlos del natural. Los tres volúmenes de la Historia de Irlanda de Decker de los Orwin, el libro tenía como ilustraciones uno de los alicientes arqueoló-
estaban ilustrados con grabados del presidente de la Sociedad de Acuarelistas: gicos de la década de 1920: las fotografías aéreas.'"
«La muerte de Brian Horu», «Richard Earl de Pembroke se despide de su her- En una sociedad cada vez más consciente del valor de las imágenes y en
mano», «Enrique II consigue la bula papal»... '3' Su Historia de las maneras y la que los niños desarrollan una gran competencia visual a edades muy tem-
sentimientos domésticos en la Inglaterra de la Edad Media, texto de enorme pranas, las revistas especializadas se cuentan entre las escasas publicaciones
influencia, se basaba en escenas representadas en manuscritos iluminados del en las que la ilustración histórica no ha calado aún. Los historiadores de arte
Medievo para ilustrar su crónica de las casas, los enseres, los vestidos, la comi- son los únicos que utilizan las imágenes como fuente; nadie reclama que los
da y las diversiones.132 seminarios y las conferencias introduzcan presentaciones de diapositivas.
La ilustración histórica estuvo en la vanguardia de la introducción de la his- Según algunos, como quienes condenan los museos al aire libre o los parques
toria social en las escuelas elementales de la década de 1920. El Consejo de temáticos, lo visual carece de valor porque se asocia con lo popular. Apetito-
Educación, en sus Sugerencias para 1918, sostenía que los niños tenían necesi- so para el ojo pero carente de rigor, se lo considera moralmente censurable,
dad del «elemento de la imagen».1" Los niños comprendían con mayor facili- como una especie de equivalente pedagógico de las aventuras amorosas.
dad la cultura material —de la que las casas, la comida, los vestidos y los «La historia desde abajo» —la «nueva ola» de la erudición, consagrada a res-
medios de locomoción constituían una muestra— que las cuestiones políticas y catar a las gentes ignoradas de Inglaterra del «olímpico desdén» de la posteri-
constitucionales de índole más abstracta; los artefactos materiales eran además dad— no prestó atención al elemento gráfico. Envuelta en la revolución cultural
—como mostraron los maestros progresistas— candidatos ideales para la educa- de la década de 1960, permaneció no obstante atada a formas harto tradicionales
ción «lúdica» y mediante el «trabajo manual» (esto es, modelar y dibujar) y de escritura, enseñanza e investigación. La formación de la clase obrera en
para lo que dio en llamarse, por inspiración de Froebel y Dewey, «aprender con Inglaterra (1963), obra de E. E Thompson, no contiene ni una sola imagen que
aligere las ochocientas páginas de una historia que versa sobre algunos de los
años más brillantes de la caricatura política inglesa. Sucede lo mismo con El
'" William Hone, The Every-Day Book and Table Book: or Everlasting Calendar qf Popu- mundo que hemos perdido (1965), de Peter Laslett, que ofrecía una versión más
lar Amusements, 3 vols., Londres, 1839. doméstica de la historia del pueblo. La historia social de la «nueva ola» incorpo-
128 Charles Roach Smith,
Catalogue of the Museum qf London Antiquities, Londres, 1854; ró las fotografías, tal y como se estudia en la Parte V de este libro, pero en virtud
Illustrations of Roman London, Londres, 1859;
Collectanea Antigua: Etchings and Notices of de la realidad que captaban más que de su valor o interés en cuanto imágenes; en
Ancient Remains, Illustrative qf the Habits, Customs and History of Past Ages,7 vols., Londres,
1848-1880. resumen, porque se las consideraba portadoras de una verdad documental.
1
" Wright era admirador y amigo de George Cruikshank. Una de sus muchas compilacio- La preocupación reciente de la historia por la «representación» y su tardío
nes se tituló A History of Caricature and Grotesque in Literature and Art,
Londres, 1875. Para reconocimiento del giro deconstructivo experimentado por el pensamiento con-
una semblanza interesante pero breve en exceso de Wright, Richard M. Dorson, The British
Folklorists, A History, Londres, 1968, págs. 61-66. temporáneo propician la posibilidad e incluso exigen que el interés en el ele-
'3" Thomas Wright, Wanderings of an Antiguaiy,
Londres, 1856, págs. 186-187. mento gráfico adquiera mayor calado; de que la política se estudie como una
131 Thomas Wright,
The History of Ireland ,from the Earliest Period... to the Present Time, suerte de arte performance, y la religión como un drama litúrgico. Si el espíritu
Londres, 1854, 3 vols.
32
Thomas Wright, A History qf Domestic Manners and Sentiments in England during the
Middle Ages, Londres, 1862.
'34 "The Exeter Exhibition of Handwork Illustrative of History", History, 7, 1923-1924;
1 " R. D. Bramwell,
Elementary School Work, 1900-1925, Durham, 1961, citando al Board
of Education, Suggestions for the Considerations of Teachers, L. Logie, Self-Expression in a Junior School, Londres, 1928, págs. 57-59.
Londres, 1918. 1 " C. S. y C. S. Orwin, The Open Fields, Oxford, 1938.
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66 RAPHAEL SAMUEL

de la posmodernidad desprende a las fotografías de toda noción de realidad,


acaso quepa estudiarlas por la teatralidad de las apariencias sociales más que
por su semejanza con la vida cotidiana.
Con independencia de la elección que tomen los historiadores, cabe pre-
sumir que el elemento gráfico va a desempeñar un papel cada vez más
importante en el ámbito de la reflexión y la investigación. En primer lugar,
hay que considerar que cada vez accedemos en mayor medida a la informa-
ción mediante dispositivos de índole visual, desde cajeros automáticos hasta
discos compactos. Además hay que tener en cuenta que hoy en día, merced a
los avances en la tecnología y en la recuperación de la información, la
reconstitución y la ilustración históricas resultan incomparablemente más I
PARTE
sofisticadas que en el pasado. El láser permite producir, en el ámbito de la
construcción, copias rutilantes de las que no existe original; mientras, los
ingenios animatrónicos han avanzado hasta el punto de crear un rostro que RETROCHIC
parece de carne y hueso a partir de una calavera vikinga del siglo x. Merced
a la dendrocronología, los arqueólogos nos invitan a beber, hablando metafó-
ricamente, con los hombres de la cultura del vaso campaniforme, mientras la
ingeniería genética puede lograr —o eso parece— que vuelvan a existir espe-
cies desaparecidas hace mucho.'"
Por último, y acaso por efecto de la quiebra de las ideas sobre un destino
nacional, se constata la importancia creciente que los «lugares de la memo-
ria» han asumido en las ideas sobre el pasado histórico. El paisaje, en espe-
cial las amplias zonas de éste por las que vela el National Trust,* es ahora el
encargado de realizar el trabajo de la memoria que antaño llevaron a cabo sus
gentes. La concesión de un valor histórico a las construcciones que se alzan
en él —fenómeno abordado en el presente volumen de Teatros de la memoria—
llama todavía más la atención, por cuanto despierta el apetito por la conser-
vación de las raíces y al mismo tiempo implica con frecuencia el desahucio
de sus moradores. Las casas viejas, antaño abandonadas a su suerte, ahora se
aprecian como vínculos vivos que nos unen al pasado, y constituyen una
especie de equivalente visual a lo que dio en llamarse «una apuesta por el
campo». Hasta las casas completamente nuevas dan la impresión de estar
habitadas, como pone de manifiesto la universalidad de esos estilos neover-
náculos en los que los materiales locales, los «árboles maduros» y los arbus-
tos frondosos otorgan un aspecto granado a la primera vivienda. A la inversa,
como mostró Rachel Whiteread en la instalación que presentó en 1993, la
casa de mediados de la época victoriana que ha quedado desierta, sin amarre,
con los postigos cerrados, las persianas bajadas y vacía —una casa que se pue-
de rodear, pero a la que no se puede entrar— acaso constituya el monumento
más perturbador a la diáspora urbana.

136 Michael Crichton, Jurassic Park, Londres, 1991 [ed. cast.: Parque Jurásico, trad. Daniel

Ricardo Yagolkowksi, Barcelona, Plaza & Janés, 1992].


* Sociedad de Protección de la Naturaleza y Conservación de Sitios Históricos, organiza-
ción altruista de carácter privado fundada Este
en 1895 (N. de
documento los t.).
es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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REACONDICIONAMIENTO

1. LA ESTÉTICA DE LA LUZ Y DEL ESPACIO

Hace cuarenta años, cuando la fiebre del «hágalo usted mismo» afectó
por vez primera a toda la nación, modernización y mejora del hogar eran tér-
minos intercambiables, de igual modo que la palabra «feo» solía asociarse
con lo que se consideraba pasado de moda, y la palabra «victoriano», con lo
que se tenía por caduco. La ideología imperante en aquella época era progre-
sista y tenía la mirada puesta en el futuro; la estética dominante lo fiaba todo
a la luz y al espacio. La novedad se consideraba como algo bueno en sí,
como una garantía de cosas que resultaban prácticas y funcionaban a pedir de
boca. La calefacción moderna brillaba por su eficiencia («En... las chimeneas
de hogar abierto... sólo el 17% del calor se propaga por la estancia; el resto se
pierde por el tiro»);' la fontanería moderna, como se le decía a quienes bus-
caban casa, «resulta grata al oído». La mansión victoriana, cuyo único mérito
residía en que daba la posibilidad de dar lugar a un dúplex o a un bloque de
apartamentos, era de por sí rimbombante, ventosa y culpable del delito de
derrochar espacio: «se cae a trozos, se pudre y cuesta un dineral»2 fue el
veredicto dictado contra las que fueron derrumbadas en Roehampton cuando
el LCC construyó sus admiradas «colmenas». Las típicas calles de adosados,
que antaño se habían construido de esta guisa en virtud de ordenanzas muni-
cipales, con sus diminutas casas y su carencia de luz y espacio, estaban listas
para el derribo. Como los sótanos habitados y las casas de vecinos «dicken-
sianas», se las consideraba caldo de cultivo de la tuberculosis.
En los interiores domésticos, se hizo costumbre preferir los nuevos mate-
riales —sobre todos fibras sintéticas— a los antiguos. Moquetas «confecciona-
das según los últimos avances científicos» —en palabras del libro «Better
Homes», de News of the World— estaban revestidas de caucho para hacerlas

News of the World Better Homes, ed. Roger Smithells, Londres, 1954, págs. 135, 165.
"The Crisis in Town Planning", Universities and Lefi Review, I, n° 2, verano de 1957, pág.
38. "A Victorian interior with everything from aspidistra to whatnot, in what to us is the worst
of taste", Everybodys, 10 de febrero de 1951; Alexandra Palace, "A Victorian architectural
monstruosity", ibíd., 1 de septiembre de 1951; "The dreariness that is the legacy of the last hun-
dred years", Mary Gilliant, English Style, Londres, 1967, pág. 100. Las casas del siglo xvin
sólo se elogiaban en razón de sus características protomodernas o contemporáneas: luminosi-
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación
dad, simplicidad, en materia deyderechos
autodisciplina de autor.
contención.
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El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
70 REACONDICIONAMIENTO 71
RAPHAEL SAMUEL

salir despedidas en todas direcciones y causar heridas de gravedad. Yo


resistentes a las polillas y a la humedad.' Los asientos de los inodoros debían
tomo siempre la precaución de romper primero las molduras con
ser de plástico y no de madera: de ese modo resultaban más higiénicos y no
sumo cuidado; una vez hecho esto, empiezo con la placa."
acumulaban gérmenes. El tapizado tradicional, «con su acumulación diaria
de polvo»,4 era mucho menos práctico para los artículos de tela decorativa
En la cocina —considerada en aquel entonces como un lugar donde se rea-
que la cincha de goma Pirelli, los revestimientos de fibra de vidrio y la espu-
lizaban labores poco valiosas, que ocupaba mucho menos espacio del que tie-
ma de látex, «ligeros», «higiénicos» y «casi eternos».5 La espuma de látex
ne en las casas y los apartamentos de hoy en día— el gran objetivo que perse-
también se recomendaba como relleno higiénico de los juguetes de los niños'
guían las mejoras era el «ahorro de trabajo». El manual «Better Homes» de
y como alternativa para los colchones de muelles («Los colchones de espu-
ma... no acumulan tamo ni polvo, y pueden lavarse en caso de necesidad».' News of the World recomendaba una «modernización gradual».' 2 El anticua-
do fregadero podía reemplazarse por un modelo de acero inoxidable. El apa-
Los cubrecamas de pabilo se recomendaban por la misma razón: «fáciles de
rador podía acondicionarse con puertas «empotradas». Lo más importante
lavar, no necesitan planchado, no dan ningún problema».8
era obtener una superficie de trabajo continua y fácil de lavar. La formica
A juicio del manitas (los dominios del «hágalo usted mismo» se conside-
—«la superficie con una sonrisa»— fue promocionada hasta la saciedad por
raban en aquel entonces exclusivamente masculinos) las mejoras del hogar
tratarse, precisamente, de una mejora doméstica fácil de instalar y susceptible
consistían por encima de todo en conseguir superficies uniformes. Las puer-
de transformar la suerte del ama de casa: «Desde el día en que el Laminado
tas se recubrían con chapa de madera dura para cubrir los paneles en los que
se acumulaba el polvo y darles un aspecto estilizado. Los frisos y las moldu- Plástico "FORMICA" entre en su cocina, su vida será más tranquila, más intere-
sante y menos laboriosa. Puede pasarse toda la mañana preparando la comida
ras se desmontaban para pintar las paredes de un solo color: «las superficies
en una mesa cubierta con "FORMICA" y limpiar en pocos segundos hasta el
homogéneas... hacen que las habitaciones parezcan mucho más amplias».9
menor rastro. La superficie satinada de "FORMICA" ofrece lo mejor de sí
Las tuberías del baño se ocultaban a la vista por considerarse antiestéticas, y
cuando se la somete a un trabajo duro, y es impermeable a las marcas o a las
la bañera de toda la vida, si el presupuesto lo permitía, se reemplazaba, por
motivos higiénicos y estéticos, por una nueva, de fibra de vidrio, «que ni se manchas».13
También se aspiraba a que las ventanas fueran perfectamente lisas. Se
descascarilla ni se oxida». «La bañera moderna, brillante y estilizada, es todo
prescindió de los cuarterones en beneficio de una superficie simplificada e
un invento... verdaderamente inmaculado... Las bañeras de las casas antiguas
inexpresiva, mucho más luminosa y fácil de limpiar. «Comunicar el interior
resultan deprimentes».10 Las chimeneas fueron eliminadas porque no servían
con el exterior» era uno de los ideales arquitectónicos de la época. Se recurría
más que para acumular polvo; en su lugar se instalaron calentadores de con-
con frecuencia a la ventana horizontal con marco metálico y a las hojas corre-
vección o radiadores. El hierro fundido, como Do It Yourself explicaba a sus
deras que al abrirse se escondían en un hueco de la pared. «La pared sur del
lectores en octubre de 1958, podía romperse a mazazos.
salón es... de cristal», afirma en tono admirativo un informe del Libro de las
Antes de introducir ninguna clase de material, elimine las rebabas de casas rurales de 1963, «con la parte superior compuesta por tres hojas que se
hierro fundido. Primero quite todas las partes habitualmente desmon- deslizan con facilidad sobre rieles de latón».14 Cuando estalló la fiebre por la
tables y luego utilice el mazo para romper la placa de hierro fundido sustitución de las ventanas, a principios de la década de 1960, siguió una tóni-
encajada tras la repisa. Aunque la placa es delgada y bastan algunos ca similar. Se renunció a los bastidores por la frecuencia con que había que
golpes secos para romperla sin esfuerzo, tenga cuidado... A menudo pintarlos y el peligro de que la madera se pudriese. Los marcos metálicos, de
se trata de piezas compuestas... que tienen molduras ornamentales acero o aluminio, primaron en las cocinas. Las ventanas correderas de doble
adosadas... mediante pernos y tuercas... Cuando se las golpea con el riel iban provistas de hojas lisas; los ventanales, de paneles gigantes.
mazo, estas molduras son extremadamente peligrosas, ya que pueden

" Do It Yourself, octubre de 1958. En ese mismo número se incluye una nota editorial que
News of the World Better Homes, pág. 184. llama la atención sobre la Ley del Aire Limpio (Clean Air Act). «Cuando se piensa en los efec-
4 Ibíd., pág. 73 (anuncio publicitario). tos perjudiciales de la contaminación atmosférica, en las enfermedades que conlleva y en la
s The Practical Householder, noviembre de 1956. progresiva destrucción que la mampostería histórica sufre por su causa —por no hablar de la
6 Do It Yourself octubre de 1958 (anuncio publicitario). horrible mugre que tiñe de negro nuestras ciudades—, la nueva Ley debería parecernos aconse-
House Beautiful Guide to Better Homes, Londres, 1961, pág. 101. jable. Ya ha entrado en vigor, aunque quizá tardemos en observar sus efectos».
House Beautiful, febrero de 1956. ' 2 News of the World Better Homes, págs. 102-103.
9 News of the World Better Homes, pág. 44. 13 Ibíd., pág. 91 (anuncio publicitario).
Ibíd., págs. 106-107. 14 H.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la Dalton Clifford,
reglamentación The Country
en materia Life
de derechos Book of Houses Today, Londres, 1963, pág. 15.
de autor.
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72 RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 73

Uno de los placeres del manitas de aquel entonces era lograr que los
THE PRACTICA!. HOUSEHOWER 953
muebles viejos pareciesen nuevos. Las mesas podían adquirir un aspecto
«contemporáneo» quitándoles las patas y sustituyéndolas por escuadras ator-
nilladas;I5 el deslucido y rancio vestidor podía adecentarse con una buena
mano de Robbialac —«el retoque fácil de usar que brinda un rápido secado y
deja las superficies relucientes como el diamante»—,'6 y los cajones, con tira-
dores de plástico de colores vivos. Tampoco era dificil dar un aire moderno a
los cuartos de baño que se habían quedado anticuados: «Una bañera o un
lavabo nuevos quizá resulten prohibitivos para el presupuesto familiar, pero
las griferías modernas, en especial los grifos cromados, pueden ahorrarle
mucho tiempo al ama de casa y realzar el aspecto general del cuarto de baño.
Pocas mujeres tienen ya tiempo para pulir a diario los grifos de cobre».I7
Gracias a consejos de este tipo, los cuartos de los niños de aquella época
tenían un aspecto resplandeciente. «Muebles viejos que resultan elegantes»
es el título de un artículo de la sección «Para el padre» aparecido en Parents
en abril de 1955:

Un recurso artesanal empleado en la mejora del hogar que goza cada


día de mayor popularidad es la utilización de chapas de colores ale-
for me gres para renovar los muebles que están a punto de convertirse en
cachivaches y transformarlos en efectos útiles y atractivos. Por ejem-
When you discover how easy it is to coser up old-fashioned
wooden surfaces with ronNocn laminawd plastic.
plo, el viejo armario que se muestra en la página contigua se compró
paz
ombitious. It brings such a wonderful fccling of light and en un baratillo por unos pocos chelines y se lo convirtió sin esfuerzo en
cicanliness int° your homo, FORMICA 13111i11:1105 wont stain,
un bonito armario para guardar juguetes, capaz de soportar el duro
Chip cm crack ; (hay Dosis: haat up to 310` fl and wipc alean
in o flash ; stay nasa and fresh for ycars. trato que a buen seguro recibirá en el cuarto de los niños. Sobre las
Why non $1321 on the kitchen toblc ? In less tiran an puertas y los laterales se colocaron paneles de plástico que imitan la
hour, with che heir, of De Lo Ruc adhesivo, you'll torvo o
spic-and-span FORNI■ CA.I0pi.d Sable, a joy ro loen ar, ro flor madera de arce de ojo de pájaro, mientras que la parte superior, los
off and work on. A 3 ft. > o ft. rabie oca not cosí you
estantes y la base se cubrieron con plástico estampado de polvo de
mote Man 35'-. Veo Cut buy a, :6' panels in any of the
thirtmn popular paneros ,It 5 - a sq. fr. Or, eta ro Siaf, estrellas azul."
5:9 a sq. ft.
Write for the free ' Do it Your,elf ' to nomas
De La Roo & Co Ltd (M'alfil, D:vtriots) Orín 39(:, Sr 86
Rolan Sfrert, London Los primeros burgueses que se mudaron (no sin nerviosismo) a las ruino-
sas casas victorianas y las revalorizaron, así como los arquitectos y las cons-
tructoras que convirtieron las casas de inquilinos en apartamentos indepen-
dientes, actuaron de forma similar, remozando viejos inmuebles para impri-
Esta etiqueta lavable se encuentra en todas las superficies de FORMICA FORMICA. PLÁSTICO mirles un aire contemporáneo. Los interiores se destruyeron de manera siste-
LAMINADO. DE LA RUE / j FORMICA ES PARA MÍ! / PLÁSTICO LAMINADO / Cuando descubra lo fácil mática para borrar todo vestigio del pasado. En las casas grandes, las cornisas
que resulta forrar las anticuadas superficies de madera con el plástico laminado FORMICA, se y las molduras se cubrieron con falsos techos; en las pequeñas, se eliminaron
comerá el mundo. FORMICA le da a su hogar una sensación de luminosidad y limpieza maravillo-
sas. Las láminas de FORMICA ni se manchan, ni se desportillan, ni se agrietan; resisten tempera- los tabiques para dar a las habitaciones un aspecto más espacioso. Los suelos
turas de hasta 155° y se limpian en un instante; se conservan nuevas y relucientes durante se enarenaron y se impermeabilizaron para otorgarles un aire moderno,
muchos años. ¿Qué tal si empieza por la mesa de la cocina? Gracias al adhesivo De la Rue, en «sobrio pero alegre». El «blanco crema» era el equivalente de los colores
menos de una hora dispondrá de una flamante mesa forrada de FORMICA, una alegría para los
ojos en la que dará gusto comer y trabajar. Una mesa de 3 pies x 2 pies no le costará más de 35
libras. Puede comprar paneles de 1/16" en cualquiera de nuestros 13 modelos, a 5 libras el pie 15 "Contemporary Table Legs", Do it Yourself, octubre de 1958.
cuadrado, o cortados a medida, a 5,9 libras el pie cuadrado. Consiga de forma gratuita los pros- 16 "A New Dresser for 2/9", Practical Householder, noviembre de 1956.
pectos «Hágalo Usted Mismo» escribiendo a Thomas De la Rue & Co Ltd (Departamento de News of the World Better Homes, pág. 107.
plásticos) Dept 39C, 84/86 Regent Street, Londres WI. FORMICA es la marca registrada del plás-
Parents, abril de 1955, pág. 44. Agradezco a Sheila Rowbotham el préstamo de un ejem-
tico laminado fabricado por Thomas de La Rue & Co Ltd. (El amo de casa práctico, 1956).
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando
plar de lala revista.
reglamentación en materia de derechos de autor.
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I'4 RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 75

vivos de los interiores obreros; los estantes voladizos servían para ganar Toda arqueología del cambio de actitudes hacia el pasado debe detenerse
espacio. Se prescindió de las cortinas, a despecho de las leyes inglesas sobre en el Festival de Gran Bretaña de 1951. Celebrado en conmemoración del
moralidad pública, para que la luz entrara a borbotones por el día y por la centenario de la Gran Exposición de 1851, tenía un sesgo decididamente
noche transformara los comedores en escenarios. El menaje era minimalista: modernista, substituyendo lo tradicional y lo apolillado por visiones de avance
las piezas futuristas de cristal o de metal eran el contrapunto perfecto para los y progreso: «un gran paso adelante tras muchos años de pobreza y grisura».
entornos tradicionales. La iluminación también era futurista: tubos fluores- El pasado sólo estaba presente a guisa de anacronismo. La maqueta del cohete
centes en la cocina19 y en el escritorio una lámpara de flexo con la pantalla de de Stephenson que adornaba el Domo de los Descubrimientos era el antece-
metal perforado?' Los grifos, los tiradores y las perchas para los abrigos, así sor primitivo de sus aerodinámicos sucesores; el ferrocarril de Emmett, en el
como la cubertería y la vajilla, no debían tener rebordes: «fáciles de usar y de parque de atracciones de Battersea, con su título extravagante («El ferrocarril
limpiar, diseñados sin rebordes donde se depositen el polvo y el jabón».2' Si del Lejano Titubeo y la Ensenada de la Ostra») era una fantasmagoría obso-
la parte trasera de la vivienda tenía una prolongación —como a menudo era el lescente, demostrativa de que los ingleses tenían sentido del humor; la revista
caso cuando las casas ubicadas en barrios antaño obreros se transformaron en musical de los viejos tiempos, uno de los espectáculos nocturnos del Festival,
residencias muy coquetas— podía rematarse con paredes de cristal que abar- mostraba que podían soltarse la melena y divertirse «moviendo el esqueleto».
caban desde el suelo hasta el techo, como si fueran las puertas corredizas de Las expectativas estaban puestas en que la gente se quedase admirada con las
un patio. novedades: las relucientes ciudades del futuro, representadas por el polígono
En las columnas de los periódicos dedicadas a la propiedad inmobiliaria, Lansbury; los productos de diseño industrial, exhibidos con orgullo en los
como en las páginas de Casa y jardín, la modernización, en lo tocante a los puestos comerciales; los aparatos de cocina para ahorrar trabajo; las líneas
inmuebles de época, se valoraba invariablemente como positiva. Roy Brooks, claras de la arquitectura «funcional»; los colores alegres del estilo «contem-
agente inmobiliario que ejercía de árbitro del gusto y simpatizante de izquier- poráneo». El pabellón de «Casas y jardines», que tuvo una influencia enorme
das, cuyos anuncios en el Sunday Times y el Observer —los «dominicales en el campo del diseño, era un escaparate de lo nuevo; como se decía a los
pijos» de Jimmy Porter— hacían las delicias de los conocedores y que fue uno visitantes en la entrada, el pasado podía darse «por consabido»."
de los primeros burgueses dedicados a la revalorización de las zonas más Los fenómenos en torno a los que giraba el festival se propagaron merced
descuidadas de Londres, sabía vender los nuevos artilugios como un punto a al movimiento «Hágalo-Usted-Mismo» de la década de 1950. Contaron con
favor de los inmuebles antiguos: recomendaba una casa de campo de estilo el apoyo entusiasta del Consejo de Diseño Industrial, dirigido por dos apa-
Tudor en razón de sus «suntuosos baños alicatados» y su «supercocina» con sionados de lo moderno: primero Gordon Russell y luego Paul Reilly. Fabri-
«doble fregadero». He aquí algunos ejemplos representativos de su estilo. cantes inquietos como Hille y diseñadores de vanguardia se hicieron eco de
ellos y los promocionaron. El entusiasmo por lo moderno logró cruzar las
CHELSEA. Reconstruida por iniciativa de la vista de lince de un agri-
barreras de clase. Revistas de diseño como Casa y jardín, dirigidas a un
mensor competente, esta casita de época tiene un salón realmente
decente, 2 habitaciones convertidas en una... 4 dorms ideales, baño público selecto, lo abrazaron con tanto entusiasmo como News of the World o
modrn de lujo & amplia cocina equipd a la últ. Ediciones Odhams, dirigidas a lectores de la clase trabajadora. Lo más sor-
DAMA DE LA NOBLEZA... debe sacrificar una de las CASAS DE ÉPOCA
prendente —a la luz de sus contribuciones posteriores al conservacionismo y,
modernizadas más encantadoras en LA MEJOR PLAZA AJARDINADA DE como sus críticos se lamentan, al resurgimiento de las fantasías aristocráti-
CHELSEA... 4 dorms perfectos, 2 baños modrns, cocina equip a la últ, cas— fue el respaldo de Country Life, el principal árbitro del gusto de la bur-
superfregadero de acero inoxidable, hm & frigorífico. guesía. En su Libro de casas de hoy en día de 1963 no figura ni una sola casa
*L*SD**R M*LN*, del prog de tv «Esta Noche»... se le ha quedado histórica ni un solo ejemplo de restauración: se dedica por completo a cele-
pequeño una CASITA NUEVA (1953) EN KENSINGTON 3 dorms, salón brar lo flexible, lo transparente y lo nuevo. En la casa de un médico ubicada
fabulosamente grande de 7ms... coc & baño modernos. Superficie de
trabajo y ventanilla de servicio de magnífica Formica.22
23 Festival of Britain, Exhibition of Architecture, Londres, 1951, pág. 69. «El pabellón dedi-

cado a "Casas y Jardines" da el pasado por consabido, de manera que el visitante penetra sin
News of the World Better Homes, pág. 64.
19
demora en el hábitat natural del pueblo británico: las casas del presente». A Tonic to the Nailon:
House Beautiful, febrero de 1956.
20
The Festival of Britain, 1951, ed. Mary Bonham y Bevis Hillier, Londres, 1976, ofrece una
21 House and Garden Small Houses, pág. 162; House Beauti lid Guide to Better Homes
excelente retrospectiva de aquel acontecimiento e incluye remembranzas de muchas de las per-
(anuncio publicitario). sonas que contribuyeron a alumbrarlo; empero, minimiza el afán modernizador que alentaba en
22 Mud, Straw and Insults: A Further Collection of Roy Brooks' Property Advertisements,
aquellos tiempos y acaso conceda más importancia al espíritu extravagante de los británicos
Londres, 1971. que el propio Festival.
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NIA.1VIIJ KEAUUNDIUIUNAMIEN 1U

en Cotswolds «todo es... absolutamente contemporáneo»; hasta la piedra de


Cotswolds es sintética.24 Una casa de campo en Yorkshire —construida en el
terreno de una granja demolida— es de diseño abierto y transparente, «mucho
más confortable, utilizable, fácil y económica de mantener que la casa eduar-
diana a la que remplaza como hogar de la familia." Una casa de Rickmans-
worth provista de placas solares refracta el calor natural." La casa de un
arquitecto en Surray es «el último grito» en paredes de cristal: «El señor
Lovejoy decidió que el cuarto de estar debía contar con dos paredes de cris-
tal, colocadas una frente a otra, para que esta parte de la casa fuera tan tras-
parente como un acuario».27
Las ansias de modernización —con su oposición de lo viejo y lo sucio
frente a lo nuevo y lo limpio, y su entusiasmo por el artilugio destinado a
ahorrar trabajo o espacio— permeó en la década de 1950 todos los ámbitos de
la vida nacional, hasta el punto de convertirse en el acicate más importante
del consumo en masa. Los detergentes en polvo, sometidos a una competiti-
vidad sin tregua y pioneros de la publicidad televisiva, se anunciaban como
detergentes sin jabón, que permitían librarse gracias a la química de la untuo- Wet thos rock uf panel with
a brush. Loare 24 hours in
DECORAT1NG
For HIGH GLOSS FINISH
sidad de los viejos jabones. Los nuevos materiales sintéticos causaron un a roo! place ("cloro fixing.
Posítmn panel and naif from
Apea,. one coat of
sealer and
one undercoat. lightly sanding
gran revuelo: las utensilios de cocina irrompibles fabricados con Pyrex, los 1the centre outheards, uslng
panel pins at 6 centres.
to remoto brushmarks, bore
applying the tinishing cose.
cubrecamas ajustables de Bri-Nylon («aislados con protector de polietile- The pim Molad be
lightly
punched and the bolos
Por FLAT FINISH
Apply ore coas o/ sealer and
no»), el Vynair («el tejido que respira»). Los fabricantes de camisas, hacién- filled and sanded before
decorating. one ondercoat, sand lightly to
remoto brushmark s The !Misil.
dose un hueco en el mercado del Terylene, manufacturaron camisas que no ing coat may now he appleed.

hacía falta planchar y que hacían menos fatigoso el día de la colada. Las
moquetas de nailon en bucle proliferaron; sus diseños geométricos multicolo-
res daban a los hogares un toque luminoso y liviano.
La estética modernizadora, abrazada sin reservas por los espíritus progre-
sistas no sólo de Gran Bretaña, sino de los Estados Unidos y de Europa occi-
dental, y que había surgido como una ramificación de la arquitectura social y
de la estética radical de la Bauhaus, tenía también —y acaso ahí estuviera su
talón de Aquiles— un sesgo masculino. Quizá no fuese accidental el hecho de Número de serie 2582. EL INSTITUTO BRITÁNICO PARA EL CUIDADO DEL HOGAR GARANTIZA EL
CAMBIO DEL PRODUCTO O LA DEVOLUCIÓN DEL IMPORTE SI EL ARTÍCULO NO CUMPLE LOS REQUISITOS
que floreciera en una época que retrospectivamente puede verse como el EXIGIDOS POR EL INSTITUTO. Renueve su hogar con CeloteX. Estrella Dorada. PANELES PARA
verano indio de los trabajadores: corrían tiempos en que los ingresos conse- PUERTAS. INSTRUCCIONES DE INSTALACIÓN. Humedezca con un cepillo esta cara del panel. Déjelo
guidos con las horas extraordinarias y las nuevas oportunidades domésticas secar durante 24 horas en un lugar fresco antes de instalarlo. Coloque el panel sobre la puerta y
clávelo con puntas desde el centro hacia afuera. Utilice puntas de 1" dejando 6" de distancia
que se le presentaban al manitas iban de la mano. Los arquitectos se elogia- entre sí. Las puntas deben quedar ligeramente por debajo de la superficie, y los agujeros resul-
ban mutuamente por sus líneas «atrevidas y rotundas», su «audaz» minima- tantes deben taparse y lijarse antes de proceder a decorar la puerta. DECORACIÓN. Para un ACA-
lismo, la «elegancia precisa» y la resolución «nítida» y «ordenada» de los BADO SATINADO. Aplique una capa de imprimación y una capa de pintura, lije la superficie con

problemas de espacio, la intransigencia con la que se desembarazaban del cuidado para eliminar las huellas de brochazos, y aplique una capa de barniz satinado. Para un
ACABADO MATE. Aplique una capa de imprimación y una capa de pintura, lije la superficie con
desorden; y acaso no sea un accidente que, como ya sabrán los aficionados a cuidado para eliminar las huellas de brochazos. Por último, aplique una capa de barniz mate.
las tendencias del hogar de finales de la década de 1950 y principios de la CELOTEX. ESTRELLA DORADA.

24 Houses for Today, págs. 14-15.


25Ibíd., pág. 24.
26 Ibid., págs. 36-39.

27 Ibíd., pág. 80.

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RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 79

siguiente (o aquellos que vivieron las mastodónticas reconversiones de la siones victorianas de las zonas «en descomposición». En las películas britá-
época), uno de sus logros más característicos fuera la abolición casi absoluta nicas de aquella época semejan sepulcros decadentes —la Casa Satis de Gran-
de la cocina.28
des esperanzas—, mientras en la vida real parecían condenadas a que las
«Bonito», en el lenguaje de los autores que escribían sobre diseño en adquiriese el Estado —como sucede en Retorno a Brideshead de Evelyn
aquella época, era un término casi peyorativo; cuando lo «decorativo» aso- Waugh—. W. G. Hoskins las describe así en su libro La creación del paisaje
maba la cabeza, equivalía siempre a una corrupción del gusto. Vemos a Mary inglés, en 1955:
Gilliatt ir en busca de la quintaesencia del diseño inglés cantando las alaban-
zas de la residencia del joven Terence Conran en Suffolk por ser «positiva- Las casas solariegas se marchitan y se caen: es rara la semana en que
mente rural pero sin un atisbo del ajado encanto de las casas de campo de no se ve algún anuncio en el que se informa de la venta y la dispersión
toda la vida»;29 mientras en Jaynes Court, Bisley, Gloucestershire, elogia una inminente de una hacienda importante. Los contratistas de derribos se
«vieja casa de piedra de un lirismo notable» por su ausencia de cortinas, «que apoderan de la casa; los tractores y remolques del maderero invaden y
evita la tentación de la blandenguería», por «la férrea sucesión de reflectores arrasan su parque. Abajo con la casa; abajo con los inmensos árboles;
enfocados hacia los cuadros», por «las formas deliberadamente agresivas» de el parque, antaño hermoso, queda ahora desnudo y herido. Si la casa
las sillas de acero de color peltre «diseñadas por Roy Wilson»." está cerca de un pueblo, los responsables políticos se apiñan en ella, la
convierten en una conejera de funcionarios de Esto y Lo Otro atavia-
El reverso del entusiasmo por lo nuevo era la idea de que lo viejo resultaba
dos con sombrero negro, y el parque se convierte en la sede de un
anticuado y debía dar paso al progreso. «Sólo mediante una reconstrucción
«excedente de población» —una expresión tan brutal como la realidad
exhaustiva y conforme a un nuevo diseño se lograrán los resultados deseados», que describe—. A veces la enorme casa todavía se yergue en el parque
escribía Geoffrey Moorehouse en La otra Inglaterra, libro publicado en 1964
arbolado, pero la ocupan lo que los lugareños llaman con desprecio
dentro de la colección Penguin Special. «Por lo que respecta a las ciudades «los hombres atómicos», completamente ajenos al resto de la humani-
industriales del Norte y de las Midlands, son pocos los que no creen en los dad, aunque no en el sentido en el que a ellos les gusta considerarse. Y
beneficios de echar absolutamente todo abajo y empezar desde cero, como ya si los responsables políticos son verdaderamente afortunados llenan
se está haciendo, con enorme paciencia y previsión, en Sheffield». las casas con sus papeles y sus sombreros negros, mientras las minas a
Las casas solariegas, loadas sin descanso desde la década de 1960 como cielo abierto de carbón o de hierro le dan el tiro de gracia al parque.
la quintaesencia de lo inglés y como tesoros del arte nacional, se considera- Se sientan entonces frente a sus amplios escritorios y se solazan vien-
ban en la década de 1950 más moribundas, si cabe, que las decadentes man- do que al fin se le saca a todo el máximo provecho. La democracia y
la ciencia reinan juntas.32

28
Cuando H. Dalton Clifford, que con el paso del tiempo acabaría convirtiéndose en el
autor del Country Life Book of Houses Today
de 1963, aconsejaba a los lectores de Homes and II. NEOVERNÁCULO
Gardens que se deshicieran de los árboles y la vegetación excesivamente exuberantes, compa-
raba el «ornato» y el «recargamiento» de las casas construidas a finales del periodo victoriano,
o de las casas «tradicionales» edificadas en los extrarradios, con una mujer perdida. «Una casa Si la estética dominante en las décadas de 1950 y 1960 valoraba la luz, el
sobrecargada de marquesinas, rejas de hierro fundido, placas, claraboyas, enredaderas, macetas espacio y los motivos decorativos de formas definidas —bloques de hormigón
en los muros y espalderas es como una mujer peripuesta: cabe sospechar que necesita todos
esos adornos para que nadie se fije en la gravedad de sus defectos.» H. Dalton Clifford, "Put «diáfanos», líneas «austeras», paredes «homogéneas» con esquinas en ángulo
the Best Front on Your House", Homes and Gardens, recto, colores «atrevidos», diseños geométricos— la de las décadas de 1970 y
agosto de 1953.
29 Mary Gilliatt, English Style, Londres, 1967, pág. 14.
3
1980 apreciaba la calidez, la suavidad y la división en compartimentos; era
" Ibíd., pág. 99. Cuando se trata de reformas urbanísticas también se muestra partidaria de
una estética moderna: «La cornisa decimonónica es el único elemento que recuerda los oríge-
un estilo más femenino que masculino. Si la primera concedió un lugar privi-
nes de la casa», afirma para elogiar el trabajo del arquitecto encargado de remozar una residen- legiado a las superficies uniformes, las puertas corredizas, las paredes acrista-
cia de Fulham Road.
31 Geoffrey Moorhouse,
ladas y los diseños abiertos, la segunda adoptó como consigna lo que Oscar
The Other England, Harmondsworth, 1964, pág. 59. Las zonas «en
descomposición» —el cinturón interior de las ciudades, formado por la industria, el comercio y
Newman, en un influyente texto, llamó «el espacio defendible»." Si la prime-
las viviendas de tiempos victorianos, entrado en un proceso de franca decadencia— fueron tam-
bién pasto de los bulldozers.
«Aquí, pese al hecho de que muchas de las casas no lleguen a ser
tugurios, se respira un aire marchito, el diseño urbanístico resulta obsoleto, las factorías y las
32 W. G. Hoskins, The Making of the English Landscape, Harmondsworth, 1971, págs. 298-
casas se mezclan de forma caótica, existe una fealdad opresiva y un desorden discordante que
299.
no pueden remediarse con unos cuantos parches aquí y allá. La única solución posible pasa por 33
Oscar Newman, Defensible Space, Londres, 1973. Véase Alice Coleman, Utopia on Trial:
la reconstrucción completa del lugar.» "The Face of Britain, a Policy for Town and Country
Planning", Socialist Commentary, Vision and Reality in Planned Housing, Londres, 1985, por lo que respecta al ataque sociológico
1961, reimpresión, pág. xii.
contra la arquitectura moderna; Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities,
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ra hizo virtud de la sencillez y se enorgulleció, con rigor de moralista, de su candelabros de pared en el comedor y en los pasillos de viviendas «antiguas»
blanco «puro», su cristal «transparente» y su diseño «honesto», la segunda se sometidas a una nueva restauración, también entraron en el repertorio de las
caracterizó por su tendencia a la ensoñación, descubriendo posibilidades deco- artes dedicadas al reacondicionamiento.
rativas en los entornos menos prometedores, estetizando los objetos más gri- En las telas decorativas las texturas dejaron de ser duras y pasaron a ser
ses de la vida cotidiana y embelleciendo las cocinas y los baños. blandas; los dibujos se desprendieron de las líneas nítidas y afiladas del
Los diseñadores, huyendo del estilo internacional, adoptaron una paleta modernismo y adoptaron los bordes decorativos y los motivos florales del
mucho más inglesa, cambiando los elementos señaladamente mediterráneos diseño tradicional. Los revestimientos de fibra de vidrio «duros al tacto» die-
y modernistas —los colores agresivos y brillantes de «la estética contemporá- ron paso al algodón estampado y resucitaron la cretona «de archivo». Los
nea»— por tonalidades más rústicas, reminiscentes de las gamas vegetales papeles pintados de William Morris y, cuando empezó a dedicarse a ellos," de
pasadas de moda. Las casas adoptaron un aspecto acogedor: el pino veteado Laura Ashley reflejaban los colores de las sillas y los sofás «victorianos». Las
pasó del entarimado al aparador de la cocina y a la mesa del comedor, arras- cortinas, que en los interiores modernistas de las décadas de 1950 y 1960 se
trándose luego al piso superior e invadiendo los dormitorios. Los decorado- habían desechado en beneficio de las ventanas desnudas o de los estores
res, dándoles a las nuevas boutiques un aire que recordaba al de los clubs y de tablillas metálicas, efectuaron un regreso espectacular, primero en forma de
las casas solariegas, no eran menos apasionados de la caoba «oscura» y «sun- bandó victoriano y después —de manera acorde con la «estética de casa sola-
tuosa», alabada por su «calidez», su «dignidad» y su carácter «inveterado». riega» iniciada por John Fowler en los inmuebles del National Trust y popula-
(Sheila Pickles, fundadora de Penhaligon's, perfumería pretendidamente tra- rizada por World of Interiors— en la de los estores drapeados o «de encaje»,
dicional, y pionera en estas cuestiones, amuebló el local, conforme a sus pos- variante de la costumbre de vestir las ventanas como si llevasen miriñaque.
tulados, con cajoneras herbolarias de antiguos farmacéuticos.) Las líneas definidas también se batieron en retirada en el ámbito del paisa-
La iluminación se suavizó y se volvió más íntima, cambiando el fulgor de jismo y del diseño de jardines, en que los enrejados con forma de arco y las
las lámparas de mercurio a alta presión y la transparencia desnuda del tubo plantas rastreadoras despertaban tanto entusiasmo como las jardineras de
fluorescente por la incandescencia color ámbar o naranja amarillento, equiva- cemento en la década de 1960.36 Los árboles, desmochados sin piedad en las
lente lumínico del «aspecto meloso» de los suelos y los muebles de pino. El décadas de 1950 y 1960 por temor a que se convirtieran en trampas de luz,"
neón quedó eclipsado casi por completo, proscrito de la cocina en beneficio ahora podían exhibir todo su follaje. Los arbustos, que a principios de la déca-
de luces silenciosas y empotradas, mientras los rotulistas también lo abando- da de 1960 se desbrozaban de forma habitual por considerárselos «antiestéti-
naban y desaparecía de los letreros de las tiendas y de los carteles publicita- cos», ahora crecían sin problemas: las nuevas urbanizaciones privilegiaron
rios. Los reflectores metálicos, como los de la lámpara Anglepoise, también sobre todo la enredadora rusa y de Virginia a causa de su rápido crecimiento.
cayeron en desgracia. En el cuarto de estar las lámparas de techo dieron paso Si el estilo de las décadas de 1950 y 1960 privilegiaba el plástico y utilizaba
a las lámparas de mesa y de suelo. En el dormitorio, las lámparas, en lugar de fibras sintéticas, obtenidas mediante procedimientos químicos, para la ropa, las
ser funcionales, adoptaron un aire de época: las que tenían forma de cofia
gozaron de gran éxito en los catálogos por correo.
El renacer de las velas, pese a ser una moda pasajera y minoritaria, mere- 35 Anna Sebba, Laura Ashley, A Life by Design, Londres, 1990, pág. 104. Sanderson, la
ce mencionarse. Surgida probablemente (la etiología es digna de investigarse) compañía de papel pintado, empezó a estampar diseños de William Morris en tela y papel pin-
entre las gentes sencillas y los artesanos contraculturales, a finales de la tado a juego en 1965.
36 En British Architectural Design Awards, 1984, Macclesfield, 1985, se encomian detalles
década de 1970 se convirtieron en uno de los productos más vendidos en las
como estos: «el restaurante y las salas de reunión se sitúan en el interior de un invernadero
tiendas de regalo: las había extraordinariamente gruesas, de formas novedo- poblado de árboles semimaduros» (un nuevo centro municipal) (pág. 43); «vegetación de lujo»
sas y «para el adviento»; luego vinieron los kits para fabricarlas destinados a (proyecto de construcción de viviendas de protección oficial en Covent Garden) (pág. 103); «la
los niños y los candelabros de Wee Willie Winkie.34 En la década de 1980 las vegetación... suaviza la confluencia de los edificios con el suelo», «paisajismo prolífico»,
«inmensa variedad de arbustos» (proyecto de urbanización de protección oficial) (pág. 111);
velas eran de rigueur en las fiestas de los ricos. Los restauradores las adopta- «árboles completamente adultos» (atrio de un nuevo edificio de oficinas) (pág. 208); «patio
ron para que las mesas tuvieran un aire acogedor, concebido ex profeso o interior ajardinado», «maceteros en los balcones» (un bloque de oficinas) (pág. 253).
hecho a medida, ideal para encuentros románticos; y cuando se instalaron En "Improvements and Conversions", Housing Review, vol. X, n° 6, noviembre-diciem-
bre de 1961, págs. 177-178, se muestran fotografías del «antes» y el «después» de las «mejo-
ras» efectuadas por el ayuntamiento en algunas viviendas de época ubicadas en Leeds. «Con
anterioridad a los trabajos de remozamiento y diseño paisajístico», dos pares de antiguas casas
Harmondsworth, 1964, y Robert Venturi et al., Learning from Las Vegas, Cambridge, Mass., 1986, victorianas dan directamente a la calle, poseen distintas entradas y están rodeadas de exuberantes
por lo que respecta a la defensa de los «espacios excéntricos» y el «desorden vital». matorrales; «con posterioridad a los trabajos de remozamiento», la vegetación ha desaparecido
34 El candelabro Wee Willie Winkie figuraba en el catálogo navideño de Save The Children.
y los sinuosos senderos han sido sustituidos por un pasillo geométrico.
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4: ••
telas y la decoración, los árbitros del gusto de la década de 1970 convirtieron
2 2 1)
en fetiche lo «natural», lo «orgánico» y todo lo cultivado en el hogar; a juzgar
por los suplementos dominicales, en que se anunciaba, a todo color, un abanico
extraordinario de enseres fabricados a mano, disponibles en tiendas de regalo y
galerías comerciales, o por los proveedores de muebles para el hogar, cabría
suponer que la economía había vuelto a tiempos preindustriales. Anita Rod-
Isaduionai dick, abanderando los «productos respetuosos con el medio ambiente» y decla-
Sér S 1UTIFUL rando la guerra a la industria cosmética en su Body Shop, levantó un emporio
E , TH US multinacional a partir de las «sustancias tradicionales naturales», ofreciendo
' d cottage alheña en lugar de peróxido, píldoras herbales para conciliar el sueño y convir-
orgia tiendo productos exóticos como la jojoba, el nerolí («destilado de flores de
nc
naranjo amargo») y la jijona en tintes, cremas hidratantes y champús." Laura
Ashley, utilizando el algodón como tejido de moda -«algodón natural de cali-
dad» «recién almidonado»-39 no se mostró menos insistente en el rechazo a
emplear nada que no fuera cien por cien fibra natural. «Sin mezclas. Sin conce-
siones», les decía a los gerentes de sus tiendas cuando le rogaban que la ropa
tuviera un poco de la rigidez de los tejidos sintéticos.40
El «Regreso a la Naturaleza» -la inflexión pastoral de finales de la déca-
da de 1960 y la década de 1970- reverberó también en el terreno de la cons-
reate a, trucción, donde la estética campestre se instaló en el núcleo del sueño urbano.
ian. Técnicas nuevas como el cultivo de arbustos en macetas propiciaron que los
jardines de las casas adosadas de los barrios obreros recién renovadas adopta-
Find the sen un aspecto respetable, mientras las macetas colgadas en las entradas de
bestMressers las casas, festoneadas con lobelias trepadoras, propiciaron que los tugurios de
antaño semejasen una nueva Arcadia y se convirtiesen, en los anuncios inmo-
biliarios, en «casitas menestrales». «El encanto de las verdes frondas»4' bro-
taba entre los peldaños de las casas grises del siglo XVIII, mientras la vegeta-
ción cubría por completo los muros de los patios traseros, convirtiéndolos en
salas de estar al aire libre. La instalación de calefacciones centrales propició
un resurgimiento general de las plantas de interior victorianas y de los inver-
naderos de «estilo victoriano». Los atrios de los nuevos edificios de oficinas
se desdoblaron en viveros o incluso -siguiendo el ejemplo de Coutts Bank,
en el Strand- en jardines botánicos en miniatura. Los almacenes recién reno-
vados lucían áticos o terrazas cubiertas. Los pubs techaron y acristalaron sus
patios. En las zonas residenciales, la hiedra, la enredadera de Virginia y la
glicina, desterradas como adefesios victorianos en las grandes labores de
estilización de las décadas de 1950 y 1960, rodearon las ventanas de los
Febrero de 1994 / Casa de época & Hogares tradicionales / VISITE CON NOSOTROS LAS CASAS MÁS semiadosados de entreguerras; los jardines traseros, dominados antaño por el
HERMOSAS. Una casa rural a rebosar de flores, un hotelito georgiano sencillamente perfecto, un
apartamento lleno de color. / IDEAS DE DECORACIÓN TRADICIONAL. Pruebe nuestros sencillos
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40 Ibíd., pág. 114.

41 Roddy Llewellyn, Beautiful Backyards, Londres, 1985.

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84 RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 85

césped y las losas de piedra, se llenaron de cenadores; los árboles adultos y y pródigos en arbustos proporcionaban un espacio abierto al que sacar par-
los arbustos crecidos nunca faltaban en esas urbanizaciones parecidas a pue- tido.43
blos que las grandes constructoras adoptaron en la década de 1970 como El conservacionismo, que en la década de 1970 empezó a ser la palabra
alternativa a las nuevas casas. Que estos fenómenos tenían mucha fuerza lo clave del nuevo desarrollo y a elevarse como un clamor unánime en la defen-
prueba el hecho de que en los planes de regeneración urbana de la década de sa de lo que poco a poco empezó a verse como un patrimonio histórico en
1980 la creación de «zonas verdes» en la ciudad fuera el objetivo prioritario peligro, puso lo autóctono y lo nativo por encima de todo lo demás. Los edi-
de los planes de creación de empleo, y que las Exhibiciones de Jardines (la ficios, según la nueva estética, debían parecer orgánicos. En lugar de procla-
primera se celebró en 1984) fuesen uno de los grandes remedios para los mar su «atrevimiento» e «intransigencia», a la manera de la arquitectura del
males de la urbe. Nuevo Brutalismo, debían ser reservados y pudorosos, mostrar respeto por
El rechazo de los productos sintéticos y el retorno a materiales —supues- sus antiguos inquilinos y reducir al mínimo la injerencia visual de lo nuevo.
tamente— tradicionales (la mampostería «de toda la vida», la madera «sóli- Debía dar la impresión de que habían crecido arraigados en la tierra, em-
da», la piedra «natural») no fueron objeto de una promoción menos insistente pleando materiales «regionales» y «mezclándose» con el entorno local o «re-
en el terreno de la edificación y la construcción que en el ámbito del diseño flejándolo». Así, en los Premios Británicos al Diseño Arquitectónico de
y la venta de mercancías. Los edificios, según la nueva ortodoxia, debían 1984, se hizo el elogio de una nueva urbanización en Conwy, North Wales
proyectarse a escala «humana», a diferencia de las torres de apartamentos (un núcleo residencial situado en las afueras y formado por casas, bungalós y
«sin alma» de la década de 1960. Su aspecto debía ser interesante, huyendo pisos), por transmitir «el aire de la arquitectura campestre autóctona de
de lo repetitivo y lo monótono. A menudo se afirmaba vanamente que no Gales»; sus tejados de dos colores (con «tejas de cemento») concitaron una
debían aspirar a parecer «contemporáneos» sino eternos. Sus pioneros fue- especial admiración porque los colores recordaban a «los helechos de las
ron los arquitectos de los ayuntamientos —al parecer, la última generación colinas de los alrededores».44 Una piscina de Elswick, Newcastle, recibió un
que hubo— que hicieron de la década de 1970 un veranillo de San Miguel de premio por motivos similares. Se trataba de una construcción posmoderna,
la vivienda protegida. Huyendo de la estética de la máquina —«estilos higié- asentada en soportes de acero, con una «superficie regular de placas de metal
nicos, puritanos, despojados de adornos y... de referencias al pasado»-42 vol- expandido» a guisa de techo y un gran cartel tipo Bauhaus que advertía a los
vieron al estilo vernáculo y casero que Philip Webb en la Red House, Nor- bañistas de la profundidad del agua; empero, el Real Instituto de Arquitectos
man Shaw en Bedford Park, y Raymond Unwin en Letchworth y Hampstead Británicos le concedió uno de sus seis premios por considerarla «una conti-
Garden Suburb habían establecido como «típicamente inglés». Se convirtieron nuación de la tradición inglesa de jardines de invierno, invernaderos y sopor-
en adalides del ladrillo, «cálido», «amigable» y, comparado con el cemento, tales».45
duradero. Como Sir Andrew Derbyshire escribió a propósito del Ayunta- Los arquitectos de edificios de oficinas, con el coronel Seifert en cabeza,
miento de Hillingdon (1977) —buque insignia de la nueva moda, imitado a entendieron perfectamente estas ideas (o al menos se percataron de la necesi-
renglón seguido en los edificios de Correos y en las viviendas de protección dad de asegurarse permisos de construcción) y se plegaron a ellas. Adoptaron
oficial construidas por los consistorios— «La utilización de materiales de re- el ladrillo como revestimiento o capa externa —a principios de la década de
vestimiento propios de la villa —ladrillos y azulejos fabricados a mano— le 1980 el «ladrillo de aspecto rústico» con mortero de color terracota se con-
otorga al edificio un color y una textura familiares, lo viste con esa superficie virtió en un cliché visual— y usaron la piedra (o un hormigón que la imitaba)
infinitamente variable de las cosas hechas a mano y, de paso, hace que nece- para la ornamentación. No sólo recuperaron materiales tradicionales: también
recurrieron a formas tradicionales. Las ventanas, en lugar de desaparecer en
site de muy poco mantenimiento». Estos arquitectos no estaban menos com-
prometidos con la estética de las casas rurales: «tejados graciosamente in- los muros cortina, adoptaron forma de arco y tuvieron un frontón como
remate, como en los tiempos en que no existían las casas prefabricadas. Las
clinados, puertas principales que invitan a entrar, jardines hogareños con
entradas, en lugar de mostrar al mundo un rostro inexpresivo, adquirieron
árboles y arbustos». Sus nuevas construcciones —la última generación de
una importancia enorme. En manos de los arquitectos posmodernos, que se
la vivienda pública— se concibieron como aldeas urbanas y se disemina-
sublevaban contra la monotonía de los muros vacíos, o de los arquitectos
ron para asegurar la intimidad de sus ocupantes. La mixtura de casas de una
sola planta y de otras de tres y cuatro dormitorios dio lugar a «variaciones
interesantes» en el paisaje de tejados. Pequeños patios unidos por arcadas
43 Colin Ward, When We Build Again: Let's Have Housing that Works, Londres, 1985, pág.
118, respecto al Lillington Street State de Pimlico; British Architectural Design Awards 1984,
pág. 107, respecto de Colbeck Mews, Islington.
42
Andrew Derbyshire, "Hillington Civic Centre", texto mecanografiado, 22 de noviembre 44 British Architectural Design Awards 1984, pág. 120.
de 1977. Agradezco a Sir Andrew una copia del documento. 43 Ibíd., pág. 11. en materia de derechos de autor.
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neoclásicos, que simulaban el esplendor del estilo paladiano, el aspecto de de recuperación no hacen precisamente gala de respetar escrupulosa-
los edificios revestía un enorme interés: exhibían arcos románicos o colum- mente los procedimientos de los permisos de obras en edificios prote-
nas clásicas allí donde los tardomodernos hubieran optado por el espectáculo gidos."
de un espacio abierto despojado de columnas; diseñaban los antepatios
empedrados a modo de jardines; daban a los depósitos de agua la apariencia La década de 1970 proporciona otro testimonio elocuente del atractivo del
de torreones medievales.
reacondicionamiento: el éxito del nuevo pub «pintoresco», que revictorianiza-
El auge del reacondicionamiento puede medirse por la aparición del mer- ba lo que la modernización había reducido prácticamente a la nada. Propugna-
cado de recuperaciones arquitectónicas, que en 1988, cuando do de manera precoz, en fecha tan temprana como 1949, por la Architectural
suplemento de Building News, Refurbishment,
publicó su primer directorio, contaba con 181 Review47 (que también construyó «La novia de Dinamarca» a partir de sus
compañías. Charles Brooking, que inició su colección de antigüedades arqui- premisas);48 defendido con nostalgia por una miríada de escritores en The
tectónicas en 1968 «como un ejercicio de preservación pura y aplicada», Saturday Book; y promovido a pequeña escala por Roderick Gradidge, en su
parece que fue pionero en este ámbito. La Compañía de Recuperaciones calidad de arquitecto al servicio de los cerveceros, en Ind Coope,49 el pub tra-
Arquitectónicas de Londres se fundó en 1976. En 1982, las autoridades loca- dicional era empero una pasión minoritaria, sentida al parecer en mayor medi-
les, inspiradas por la legislación conservacionista, empezaron a colaborar en da por los estetas que por los grandes bebedores." A principios de aquella
el empeño:
década, cuando se lanzó la Campaña por la Cerveza Auténtica, muchos creían
que los pubs estaban en las últimas. «En los últimos años se ha producido una
Los responsables de la planificación urbanística insisten a menudo en vergonzosa profanación de los interiores de los pubs», escribió Bevis Hillier
la utilización de materiales de segunda mano allí donde sea posible;
en Las nuevas antigüedades (1977). «A medida que los grupos de fanáticos
algunos Consejos de Distrito y de Condado han creado Bancos de
del "estilo de la casa" se apoderan de los pubs, la añeja suntuosidad del cristal
Materiales para futuros restauradores. Abingdon, Birmingham, Brigh-
ton, Cardiff, el Parque Nacional de Dartmoor, Lewes y Salisbury son esmerilado y de la caoba estilo "Reina Ana" da paso al plástico y al cuero arti-
buenos ejemplos al respecto. En Derbyshire, a los dueños interesados ficial de color azul».5' En pocos años el proceso se invirtió, y cuando Nichol-
en obtener para sus inmuebles la categoría de edificio protegido se les son's publicó su Guía de Londres (1981), los «pubs victorianos» se habían
pregunta si están en disposición de donar al banco del condado ele- convertido en un cliché. La felpa carmesí sustituyó al plástico y al cuero azul
mentos estructurales y característicos recuperados del derribo. La artificial como el nuevo «estilo de la casa» de las Doce Grandes. Los visillos
concesión de ese título a menudo incluye cláusulas relativas a la recu- y las cortinas que ahora colgaban de las relucientes barras metálicas recurrían
peración de objetos importantes; empero, ante la imposibilidad de
obligar a terceras partes mediante este documento, no queda más
remedio que estipular de manera opaca nuevos emplazamientos para
tales objetos. En algunos condados, como Cambridgeshire, las cons- " Saunders, Historie Houses Cornpanion, 1982, págs. 144-145.
° En octubre de 1949, Architectural Review dedicó un número especial a loar las cualida-
tructoras son tan conscientes de las ventajas de almacenar materiales des del pub inglés; al año siguiente, su editorial publicó Inside the Pub, de Maurice Gorham y
de segunda mano que la existencia de un depósito municipal resulta H. McG. Dunnett. La revista también apadrinó una competición, «La reconquista de la tradi-
superflua. Muchos contratistas de derribos tienen bien presente el ción del pub», en 1950 (el reportaje correspondiente puede leerse en el número de junio de
valor de la recuperación y venden esos productos... a los constructores 1950); volvió a la carga en 1955, cuando aclamó el nuevo interior de The Champion, Wells St
o a pie de obra. El recuperador profesional normalmente indica en el W1, calificándolo como «el primer ejemplo de reacondicionamiento creativo de un pub ya
existente», Architectural Review, febrero de 1955, pág. 135.
contrato de derribo los objetos que le interesan e incluye un acuerdo
48 En la sobrecubierta del libro de Andrew Saint titulado Towards a Social Architecture: the
para adquirirlos por una suma determinada. Esto hace que el propieta- Role of School Building in Post-War England, Londres, 1987, figura la hermosa estampa de una
rio obtenga una ganancia y que al contratista le interese conservarlos. cumbre de arquitectos del sector público reunidos en "The Bride of Denmark".
Es importante recordar que la retirada sin autorización de materiales 4" Por lo que respecta al grupo de arquitectos que a principios de los años cincuenta deci-
procedentes de una obra de derribo es, en sentido estricto, ilegal. dieron recrear en Ind Coope los encantos perdidos de los antiguos pubs, véase Ben Davis, The
El sector más sofisticado de este mercado pertenece al floreciente Traditional English Pub, Londres, 1981, págs. 12-13. El autor nos informa de que el libro de
Gorham y Dunnett «era una biblia para ellos». Agradezco a Roderick Gradidge su disposición a
comercio de exportación a América, Japón y Europa de toda clase de
responder a mis preguntas sobre su trabajo.
productos, desde vidrieras hasta accesorios de pubs victorianos y 5" A propósito de la Sociedad para la Preservación de la Cerveza de Barril, inmediata pre-
ladrillos reutilizados. Y de hecho hay tal diferencia entre la oferta y la decesora de la Campaña de Defensa de la cerveza Ale, véase Christopher Hutt, The Death of
demanda que a la oferta del mercado legal ahora se suma la de una the English Pub, Londres, 1973, págs. 25-27; Richard Boston, Beer and Skittles, Londres, 1976,
avalancha de ladrones que entra en las casas a robar chimeneas de págs. 95-96.
51 Bevis Hillier, The New Antiques, Londres, 1977, págs. 202-203; Boston, Beer and Skit-
estilo georgiano y que arramblan hasta con puertas. Algunas compañías
tles, págs. 170-171.
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.ttrli.lAJINIJILIVINAMIt,N 89
con prodigalidad «al tejido victoriano por antonomasia: el terciopelo»." Los
accesorios de caoba o barnizados de ese color («un signo distintivo de los se emparentaran con los del entorno del condado. Si Ideal Homes construía
pubs victorianos») volvieron a instalarse en los mostradores y lucieron impo- en Wiltshire una casa de "Gama Condal" cubierta de ladrillo, en Yorkshire
lutos. Las pesadas bombas de mano volvieron también a escena sustituyendo a edificaría una prácticamente idéntica pero cubierta con piedra de la zona, y
los grifos de fibra de vidrio aunque, en realidad, la cerveza se tiraba a presión en East Anglia levantaría una decorada con ese revestimiento de listones
en lugar de extraerse de los barriles. Los candelabros de pared y las lámparas blancos popular en esas tierras desde hace unos siglos»."
de mesa reemplazaron a las luces del techo. La estética «rural» no sólo dejó huella en el ámbito de la construcción,
Lo neovernáculo tuvo un papel de primera magnitud en el auge repentino sino también en el terreno del diseño y la producción de mercancías, donde
de la propiedad inmobiliaria habido en la década de 1980. Las grandes cons- los festones de flores, ricos en largos zarcillos, suaves pétalos y capullos deli-
tructoras adoptaron un estilo «rústico» para las casas de precio asequible y un cadamente abiertos resultaban tan ubicuos como los diseños geométricos lo
estilo neogeorgiano para las viviendas de los ejecutivos. De hecho, si repasa- habían sido en el apogeo de la modernidad. El diario rural de una dama
mos los anuncios de la revistas inmobiliarias —tan ajenas a las controversias eduardiana, éxito de ventas en todo el mundo gracias al auge de las flores
arquitectónicas desatadas en la prensa de calidad— la «batalla de estilos» que prensadas, ejerció al respecto una influencia considerable. Proporcionó los
se libraba en las ciudades dormitorio y en los suburbios no enfrentaba a motivos de una amplia serie de accesorios a juego, puso de moda la decora-
«modernos» y «posmodernos», sino a lo «tradicional», lo «rural» y lo ción con plantas o con flores de las cocinas «campestres» y confirmó a la
«Tudor».53 broderie anglaise como poco más o menos que la tira decorativa por antono-
Según los folletos informativos, esas casas, «construidas al modo
tradicional» (aunque casi siempre carecían de chimeneas) y con diseño «de masia. En la década de 1980 se lanzó al mercado una estética de «casa sola-
época» (aunque con todas las comodidades modernas) transmitían el espíritu riega» que tuvo éxito: se trataba de un romanticismo de aire rústico, tipificado
de la Vieja Inglaterra. Los tejados tenían una inclinación pronunciada; por por una amplia variedad de motivos repetidos en cenefa, sedas de colores
ellos asomaban las ventanas de las buhardillas y a veces estaban «cubiertos intensos y damascos, un poco envejecidos y descoloridos. Su alternativa rús-
con tejas» (las tejas eran de cemento), aunque sólo en algunas ocasiones tica o «Hedgerow» ofrecía flores salvajes en colores pastel." Los fabricantes
éstas lucían también en la fachada. Los anuncios destacaban con frecuencia de alta tecnología siguieron el ejemplo. Russell Hobbs adornó sus teteras
la mampostería de ladrillos: en el segmento superior del mercado se recurría eléctricas de «estilo campestre» con haces de trigo; su competidor, Swan,
a ladrillos «reutilizados» o de segunda mano para las obras de restauración. optó por las lobelias trepadoras." En los catálogos por correo, en los que has-
Los ladrillos de dos colores fueron los que más se utilizaron en las construc- ta los despertadores tenían flores en los cantos, tales motivos resultaban ubi-
ciones cercanas a los muelles de Londres, por reflejar «el estilo propio de la cuos. Los teléfonos «de época» que proliferaron a partir de 1988, después de
arquitectura ribereña tradicional de la zona» y combinarse con él; los «moti- la privatización —chapados en oro, para darles un toque suntuoso, y fabrica-
vos de color rojo» establecían un «contraste interesante» con el amarillo. Los dos en cerámica de Wedgwood, porcelana de hueso o cristal de Galway—, se
anuncios también destacan a veces la presencia de la madera: «entramado de vendían en los modelos «Cottage Garden», «Wild Tudor», «Country Mea-
caoba, puertas de maderas nobles y embellecedores de latón» dice uno. dow» o «Moss Rose»; los que preferían el mármol disponían de los modelos
los terrenos sin edificar situados en zonas rurales, donde las grandes cons- 54 En «Florentino» y «Milanés».
tructoras eligieron nombres campestres para bautizar sus urbanizaciones y
pusieron de relieve rasgos tan característicos de las casas rurales como las
chimeneas con poyo, se insistía mucho en el III. MODERNIZACIÓN ENCUBIERTA
genius loci. Ideal Homes, la
cuarta constructora de Gran Bretaña, afirmaba que su gama «Condal», lanza-
da al mercado en 1986, abarcaba todo el espectro de la tradición: «Miradores, En la década de 1960, los años dorados de la estilización aerodinámica y
ménsulas en los aleros, ventanas en arco, alféizares decorados, vigas al aire, la ingeniería de sistemas, todo cuanto perteneciera al pasado estaba en peli-
lumbreras y óculos, preciosos soportales, acabados a la aguada». Prometían gro: los arcos dóricos no estaban más a salvo (como lo prueba la reconstruc-
además reflejar o conmemorar las tradiciones de la región: «Se daba una ción de la estación de Euston) que las casas de vecindad y los tugurios dicken-
importancia especial al hecho de que los estilos de las casas de nueva planta sianos. Los urbanistas, resueltos a construir torres de apartamentos —lo que Le

" Jim Kemp,


Victorian Revival in Interior Design, The House Buyer, mayo de 1988.
53"Homes in Formby", What House?, Nueva York, 1985, pág. 23. 55
junio de 1988. "Past Perfect", Hertfordshire Counttyside, junio de 1988.
56
" "Traditional Design", The House Buyer,
febrero de 1990. 57 Por lo que respecta a las teteras eléctricas inalámbricas «tradicionales», adornadas con

motivos florales, The Kitchen, marzo-abril de 1990, pág. 112.


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RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 91

Corbusier había llamado «la ciudad-jardín vertical»—, creían que los derribos
eran un bien en sí mismos: eliminaban los edificios «obsoletos» y los diseños
«anticuados», y desbrozaban el camino para realizar una amplia renovación,
una «operación quirúrgica» (como la concibió Graeme Shankland, el carnice-
ro del distrito octavo de Liverpool) destinada a cortar de raíz con lo marchito
y lo muerto? Los especuladores inmobiliarios compraron calles enteras para
construir sus edificios de oficinas, trampearon con los permisos de construc-
ción para obtener ventajas urbanísticas, utilizaron métodos clandestinos para
echar a los inquilinos que les molestaban y vaciar los edificios, y adoraron el
1 CABINETMAKE GNERS
fetiche de levantar edificios completamente nuevos y a la mayor escala posi-
ble. Las autoridades locales, con sus planes para acabar con los tugurios, te-
nían aún más ansias de espacio: entregaron cientos de viviendas a las fauces
de las excavadoras y condenaron a las zonas en descomposición a lo que se
llamó «planificación urbanística de áreas ruinosas». No respetaron nada que
se interpusiera en su camino. Cuando esbozaron los planes de ampliación de
las calzadas, expropiaron cuanto impedía la libre circulación del tráfico. Los
ayuntamientos dieron luz verde a los nuevos pasos elevados y rotondas —bauti-
zados como «cruces espagueti» cuando el público se volvió en su contra— por
considerarlos catalizadores de la modernización, elogiándolos incluso por su
belleza escultural. La construcción de torres de apartamentos buscaba sobre
todo la ligereza y la levedad —«la sensación de espacio abierto»—, fetiches
compartidos por los planes de mejora del medioambiente.
Con el paso del tiempo tales prioridades dieron lugar a otras de carácter
opuesto, tratando de remediar lo que se consideraba el desastre urbanístico de
la década de 1960. El rechazo de las torres de apartamentos y el resentimien-
to gestado contra la política urbanística de los ayuntamientos, que estalló con
motivo de la hecatombe de Ronan Point en 1968 (el derrumbamiento de una
torre de apartamentos en el que perdieron la vida treinta y tres personas), pre-
cedieron a un desencanto del modernismo mucho más extendido, representa-
do por las rondas de circunvalación de los ingenieros civiles y las lámparas
de vapor de sodio de los departamentos por los que cruzaban las autopistas,
así como por los pasos elevados y los desfiladeros de cemento armado de la
arquitectura del Nuevo Brutalismo. Las áreas de demolición, que en la década
de 1960 se habían considerado «zonas en descomposición», accedieron gra-
dualmente al rango de «áreas de conservación», subvencionadas por las auto-
ridades locales y protegidas por una legislación que, lejos de juzgar obsoletas
las cosas del pasado, las coronaba con los laureles de la historia. Las «venta-
jas urbanísticas», que en la década de 1960 se habían cifrado en obtener IIANI)iNI/AI)P. KITC111..NS,1111)1:()()MS I'I'I2NIT1 1 111-.
terreno para llevar a cabo los planes de ampliación de las calzadas, ahora se i,ochnire ,1;,1111',1,111 , r11 iii,;2') 2224; t 2 tinca

58
Graeme Shankland, "The Crisis in Town Planning",
Universities and Left Review, vol. I,
n° 1, primavera de 1957, pág. 40. Véase también pág. 57, «...los campamentos urbanos de épo-
ca victoriana continúan siendo el núcleo generador de las conurbaciones habidas en el siglo xx; EBANISTAS Y DISEÑADORES / COCINAS, DORMITORIOS Y MUEBLES AUXILIARES HECHOS A MANO / Si
son ellos los que nos impiden avanzar». Véase también James MacColl, desea obtener nuestro catálogo en color, llame por teléfono o envíe un fax a Adrian Wright
Fabian Society, 1964, pág. 27. Policy for Housing,
(0922) 22247 (2 líneas), o visite nuestro taller/salón de exposición, 114a Wolverhampton Road.
Walsall. West
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valoraban en función de las manifestaciones «de época» que el urbanista en
potencia se comprometía a conservar o a restaurar. En los planes de mejora desembocó en solecismos como los semáforos «georgianos» de Regent Street
del medioambiente, las operaciones de rejuvenecimiento ahora consistían en y los aparcamientos adoquinados de Monmouth.
revelar, subrayar o restaurar los detalles históricos, a diferencia de lo que Estas influencias sometieron a los viejos inmuebles a un proceso de
había sucedido en las décadas de 1950 y 1960, en las que se había tratado de modernización y, a la par, a la adopción de un aire antiguo. Cuando las casas
dar un aspecto moderno a lo anticuado. Las tareas exhaustivas de reconstruc- adosadas proliferaron como residencias «de época», ya no había que salir de
ción que se llevaron a cabo tuvieron una clara preferencia por la rehabili- la vivienda para ir al retrete, pues ahora disponía de cuarto de baño interior;
tación, la renovación y el injerto. Aunque se emprendieron algunas megaurba- contaban con lavabos lujosamente adornados allí donde las pasadas genera-
nizaciones, como ocurrió en las zonas ribereñas, el objetivo de la operación, ciones habían tenido que contentarse con una tina de zinc; tenían calefacción
por emplear la retórica de los arquitectos y constructores, consistía en conser- central de gas o de petróleo. Servían además como escaparate de las habilida-
var o incluso «mejorar» el carácter del entorno local. des del restaurador: se recreaban en todos y cada uno de aquellos recovecos
Las autoridades locales, culpadas por doquier de los desastres urbanísti- que los modernizadores de la década de 1950 habían aborrecido como depó-
cos de la década de 1960, desempeñaron empero en la siguiente un papel de sitos de polvo, y resucitaron, a guisa de tesoros arquitectónicos, aquellos
primer orden en el establecimiento del conservacionismo como alternativa artefactos condenados antaño a morir martillados. Las obras en las viejas
práctica a los derribos y las demoliciones masivas. Apremiadas en primer casas se hacían para «mejorar» sus características originales y hacer que
lugar por la presión de las sociedades de recreo y de los grupos locales de pareciesen más tradicionales. En la lengua vernácula de Mundos de interior,
presión e influidas, sin duda, por el mar de fondo del sentimiento conserva- adalid del buen gusto en la década de 1980, la restauración de las casas
cionista que en la década de 1970 se manifestó en todos los ámbitos de la se hacía «con amor», «con tacto», «con sensibilidad» y «con encanto». Se
vida nacional, los responsables urbanísticos empezaron a poner fin a los pla- rejuntaron las ventanas en arco; volvieron a instalarse contraventanas; las
nes de derribo y a explorar las posibilidades de las alternativas graduales. vigas de madera quedaron a la vista; los frisos y las molduras lucieron de
Dotados cada vez de menos fondos por parte del gobierno central, y necesita- nuevo en las paredes; se repararon los zócalos; las chimeneas, allí donde se
dos, por lo que respecta a las mejoras medioambientales, de atraer el interés
habían retirado, volvieron a colocarse y a revestirse de grafito. Los rosetones,
de los constructores inmobiliarios o despertar el entusiasmo de los propieta-
que en la década de 1950, cuando los techos victorianos resultaban «feos» y
rios, descubrieron una tierra virgen para la iniciativa municipal. La Ley de
«demasiado altos», a veces se habían cubierto con poliestireno, ahora queda-
Servicios Públicos Municipales de 1967 les concedió el poder de declarar
ban a la vista con fines decorativos, y se los pintaba de colores vivos o «agre-
«áreas de conservación», y la tradicionalización del paisaje urbano, más que
su modernización, se convirtió en la tarea más importante de cuantas depen- sivos» para destacar la obra de filigrana. Las cornisas, fabricadas a máquina
dían de las autoridades locales. Los poderes urbanísticos, legislados en la a mediados de la época victoriana, cuando el enyesado ornamental empezó a
misma ley, impulsaban a las autoridades locales a poner restricciones a las producirse en serie, se trataron con la misma reverencia que si fueran techos
nuevas construcciones, como las promulgadas por el Consejo del Condado de de los hermanos Adam. En los vestíbulos de las casas eduardianas, la puerta
Essex, imitadas por doquier, que obligaba a ceñirse a los estilos «vernáculos» principal recuperó sus vidrieras, y el suelo, sus azulejos pintados al encausto.
regionales. Las subvenciones concedidas por las autoridades locales para En los lavabos, los grifos cromados, lisos y lustrosos, se sustituyeron por apa-
mejoras de la vivienda, pensadas en principio para adecentar los inmuebles ratosos grifos empotrados «de época», con acabados de cerámica o de latón,
de calidad inferior, siguieron la misma pauta: desde finales de la década de de acuerdo con los gustos y las posibilidades personales (en 1988, las ferrete-
1960 se recurrió abiertamente a ellas para restaurar elementos «de época» y rías que abastecían a las constructoras vendían reproducciones por el módico
para lograr que los edificios «protegidos» fueran habitables. Allí donde sus precio de 20 libras esterlinas el par).
predecesores, a principios de década, asesorados por los ingenieros munici- En la década de 1980 la burguesía inmobiliaria, ese intrépido sector de la
pales, habían construido rotondas y aparcamientos de varios pisos, las autori- clase media que, durante treinta años, ha comprado casas de clase obrera en
dades municipales de la década de 1970 pusieron su inventiva al servicio de el centro de la ciudad, dio por sentado que la «recuperación del estilo» pasa-
la creación de zonas libres de tráfico. El mobiliario urbano, que tras el Festi- ba por devolver a las viviendas su esplendor de antaño. South Circular, la
val de Gran Bretaña adoptó un aspecto «contemporáneo» merced a tubos de revista inmobiliaria de Battersea, informaba a sus lectores: «Con un poco de
acero, accesorios de fibra de vidrio, plásticos multicolores y luces fluores- suerte es posible que la casa conserve disimulados algunos elementos que
centes cuyo fulgor iluminaba la escena urbana, ahora, por el contrario, adoptó, usted da por perdidos. A veces, ocultos bajo paneles rígidos de contrachapa-
de forma no menos sistemática, un aspecto antiguo, que en la década de 1980 do pintado, sobreviven objetos originales: barandillas de madera torneada,
puertas con paneles y hasta chimeneas. En caso contrario, pocas son las pér-
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Pero los elementos «originales» quizá tuvieran menos importancia que la
didas irremplazables y las "mejoras" irreversibles».59 De improviso surgió una flamante gama de efectos de época. Podrían ponerse como ejemplos los acce-
multitud de constructores «clásicos» capaces de atender las demandas de sus
sorios para puertas «georgianos» y las tomas de luz «georgianas» que se ins-
clientes. En el repentino auge inmobiliario que se produjo en la década de
talaron por mor de las nuevas transformaciones, o los controladores de inten-
1980, el ámbito de la restauración y de la rehabilitación de viviendas se per- sidad «georgianos» (utilizados en Hollywood para simular los tiempos de los
filó como una rama próspera y diferenciada en el negocio de la construcción. Hanover) conectados a los candelabros —«georgianos» porque eran de latón
Contaba con sus propias publicaciones, sus propios proveedores y una gama en lugar de plástico y lucían un pequeño reborde—; las contraventanas de imi-
de establecimientos que ofrecían «consejo especializado» y accesorios «de tación, con hojas de tréboles talladas para atestiguar su autenticidad; los sani-
época». Los signos que delataban la condición de sus ocupantes no se encon- tarios «victorianos» del cuarto de baño, los electrodomésticos «victorianos»
traban sólo en el interior de las casas reformadas, sino también en el exterior, de la cocina. Algunos de estos elementos resultaban tan habituales y tan pro-
en los números «Regencia» recién colocados en la puerta principal, en la minentes en las casas restauradas «con tacto» que se convirtieron en una
aldaba «victoriana» de hierro fundido o en la «georgiana» de latón lacado, y, suerte de iconos. Era frecuente que el cuarto de baño «de estilo victoriano» y
si había un antepatio, en las barandillas «de época» recién restauradas. la cocina «rústica» aparecieran en la sección inmobiliaria de los periódicos
Los agentes inmobiliarios, aunque tardaron en reaccionar —las compañías como si fuesen elementos originales; lo mismo sucedía con los suelos «des-
de créditos hipotecarios fueron durante mucho tiempo renuentes a conceder nudos» y los «accesorios de máxima calidad»." Aquel agente de la propiedad
préstamos destinados a la compra de inmuebles antiguos—, emergieron en la de Islington que presa del entusiasmo anunciara una «casa adosada de época
década de 1980 como expertos en el campo del reacondicionamiento, otorgan- victoriana, restaurada con gusto exquisito a su estilo georgiano original»63
do a toda cosa que pudiera etiquetarse con ciertas garantías como «de época» acaso se excediese, pero no mucho más que ese rival que destacaba la presen-
tanta importancia como a un talismán. En sus catálogos se cantaban tales ala- cia de una cocina «típica de casa de labranza» en una casa grande «excelen-
banzas de los «elementos originales» que más bien parecían hitos de un Reco- temente restaurada» de Canonbury.64
rrido Histórico, como si sus clientes, en lugar de compradores, fuesen turistas En lo que respecta a la mejora de los hogares de la clase obrera, la incli-
y fanáticos de la cultura que hubiesen ido a visitar alguna casa histórica. Los nación por los efectos de época no resultaba menos pronunciada que entre la
detalles decorativos más corrientes se describían como si tuvieran un valor clase media, como corroboran las puertas georgianas de cuatro o seis pane-
incalculable. Un miserable aparador le otorgaba «carácter» a una habitación les, con montantes encastrados, signo prácticamente universal de la categoría
en la que lo único destacable eran sus molduras «de época». Los vitrales de la de los habitantes de las viviendas de protección oficial recién privatizadas.
puerta principal se destacaban como un signo de distinción, a despecho de que Empero, es obvio que se trata de una estética del embellecimiento, mucho
fuesen más susceptible de caer en extremismos: accesorios de puertas «estilo Tudor»
a juicio de Robert Tressell, en Filántropos con pantalones harapientos,
el epítome del mal gusto eduardiano. La chimenea de hierro fundido, instala- y vigas de fibra de vidrio estilo casas rural, por poner como ejemplo dos
da de nuevo, quizás, por el constructor o los vendedores, destruida a golpes y populares líneas de productos de Texas Homecare; o muebles de televisión
renegrida en las chatarrerías, era objeto de elogios tan encendidos como si se «estilo Sheraton» en los catálogos de compra por correo. Por otro lado, debe
tratase de los mármoles de Elgin. «Hermosa habitación de época con ventanas competir con un apetito insaciable por acceder a un mundo de lujo y ensueño,
dobles de guillotina desde el techo hasta el suelo... contraventanas en perfectas que tiene más que ver con la magia de las vacaciones que con el gusto por el
condiciones, galería ornamentada, chimenea de mármol con manto, dos radia- efecto vernáculo: de ahí, quizá, los arcos españoles, las puertas «Algarve» y
dores dobles, zócalos y cornisas originales, puertas dobles en baño anejo», las tumbonas californianas. Una de sus manifestaciones contemporáneas más
dice la descripción del dormitorio principal de una casa de Islington (la foto- potentes es la fiebre de las vidrieras, que por obra y gracia de sus emploma-
grafía que lo acompaña muestra asimismo una cama de latón «original»)." dos parece haberle dado un aspecto de celosía a todo cuanto se ve en los
«Espectacular habitación de techos elevados y zócalos altos», dice otro, referi- barrios de las afueras, desde las ventanas miradores hasta los paneles de los
do en esta ocasión a un comedor. «Gran ventana de guillotina con contraven- vestíbulos e, incluso, las puertas de los garajes."
tanas originales, chimenea original de época, flanqueada de azulejos. Moldura
de zócalo, araña con conmutador de intensidad»." 62 Observer, 18 de octubre de 1987.
63 Observer, 20 de agosto de 1989.
64
Observer, 22 de junio de 1986.
» "Let There Be Light", Practical Householder, marzo de 1990, por lo que respecta a la
" "Putting Back the Style", South Circular, marzo de 1989. sustitución de puertas de garaje; South Side, marzo de 1989, por lo que toca a las rejas de segu-
" Folkard y Hayward, proyecto para una casa en Gibson Square NI, octubre de 1989.
ridad que se adaptan a la elegancia de las ventanas emplomadas. En cuanto al boom generaliza-
' Ibíd., descripción de un «inmueble verdaderamente distinguido y con carácter» en Park-
6 do de las ventanas de sustitución, Home Improvement, n° 8, 1988, págs. 28-32.
holme Road, Hackney.

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REACONDICIONAMIENTO
RAPHAEL SAMUEL
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de árboles o arbustos alineados, la marquesina cubierta y el cercado reempla-
El bricolaje, movimiento que empezó como una fuerza modernizadora, zaron a los espacios despejados de la modernidad. Las autoridades municipa-
registra estas transformaciones del gusto. Los centros comerciales dedicados les lo abrazaron con el mismo entusiasmo con el que en la década de 1960
a la mejora del hogar, como B & Q y Texas Homecare, están repletos de habían acogido los depósitos de sal amarillos, los asientos con forma de hon-
recursos arcaizantes. Hay juegos de balaustres, postes y pasamanos automon- go y las jardineras de cemento, instalándolos en áreas destinadas a la conser-
tables para el constructor de escaleras tradicionales, marcos de ventana a vación como una especie de talismán de la historicidad, y empleándolos en
medida y parteluces con clips de ajuste para el cristalero aficionado. Los las operaciones de cirugía estética de las principales avenidas como una espe-
empapelados de vinilo están hechos para que parezcan damascos, los azule- cie de heraldo de la regeneración urbana. A finales de la década de 1980 eran
jos de las paredes —que cuentan a menudo con una sección propia— se inspi- un elemento tan ineluctable del paisaje urbano como las formas inspiradas en
ran en la cerámica victoriana (el alicatado es una de las tres actividades con el Skylon lo fueron a raíz del Festival de Gran Bretaña. Podrían ponerse
más seguidores en el mundo del bricolaje). Los fabricantes de enyesados como ejemplo esas papeleras «de estilo victoriano» —octogonales, hexagona-
ornamentales, como Aristocast, ofrecen rosetones y cornisas, nichos y colum- les o colocadas sobre peanas, en función de los gustos municipales, y a veces
natas. Hay sujetacortinas para las cortinas con alzapaños, espejos con forma con el escudo municipal en relieve— que, en las calles de las zonas comercia-
de arco para los vestíbulos, urnas griegas —de fibra de vidrio— para el patio, y les reservadas en los últimos tiempos a los peatones, sirven como depósitos
en las secciones dedicadas a muebles de dormitorio automontables, un des- de basura a prueba de vándalos; o los bolardos de hierro fundido, estriados o
pliegue de estampas de época. Asimismo, The Practical Householder está «de cañón», a veces con apariencia de fibra de vidrio, que sirven como mojo-
hoy en día repleto de consejos regresivos, de exhortaciones para que los lec- nes fronterizos de los centros urbanos remodelados (el laberinto de espacios
tores vuelvan a instalar lo que sus predecesores de la década de 1950 habían de «recreo» de Leicester Square, que hace pensar en el de Hampton Court,
tirado de buena gana al basurero; incluso se publica una revista —The Tradi- los tiene a cientos).
tional Woodworker— dedicada en exclusiva al reacondicionamiento. «Las Los adoquines, que eran aún una suerte de revelación cuando los arquitec-
molduras, los frisos y las cornisas le dan un toque de estilo hasta a la casa tos del GLC empezaron las obras de remodelación del Covent Garden,67 y que
más humilde», dice un artículo del número de marzo de 1990 de The Practi- los modernizadores de las décadas de 1950 y 1960 (como los fotógrafos del
cal Householder: realismo social de la década de 1930) consideraban sinónimo de miseria urba-
nística, se incorporaron paulatinamente al repertorio de lo que las autoridades
Los frisos son un medio ideal de animar la superficie anodina e insípi- municipales denominaron «mejora medioambiental», prohibiendo a los ve-
da de la pared. El tamaño de los vestíbulos modernos no deja sitio hículos de motor el acceso a ciertas zonas y devolviendo a calles entonces
para los muebles o las plantas. Sáquele partido instalando un friso a la ruinosas el aspecto de lo que el Condado de Kensington, en sus planes de
altura de la cintura y utilizado arriba y abajo empapelados que con-
embellecimiento del mercado de Portobello Road, califica cordialmente de
trasten entre sí. Si quiere obtener un efecto espectacular, emplee para
la parte inferior un papel como la Lincrusta, con mucho relieve... «grandeza victoriana»." Concebidas en principio, en los años veinte del siglo
Recurrir al esponjado o al trapeado para la parte de pared situada por xix, como superficies apropiadas para los cascos de los caballos, hoy en día se
debajo del friso puede ser también interesante. En un cuarto de estar, utilizan habitualmente para pasear, a despecho de los obstáculos que presenta
la colocación de paneles de madera bajo el friso creará un ambiente para los coches de niños o las sillas de ruedas, o del peligro que supone para
íntimo y cálido, o le dará un encantador toque de época a las vivien- los zapatos de tacón alto. Se utilizan en el diseño de los «jardines» y los ante-
das más antiguas. Una moldura le dará la posibilidad de colgar cua- patios ubicados en las caballerizas reconvertidas en viviendas y en las áreas de
dros en la habitación con ayuda de elegantes cadenas de latón." acceso restringido. En las zonas portuarias, delimitadas por barandillas o

Merced al mobiliario urbano victoriano, o a la versión renacida y estetici-


zada que las tendencias más prestigiosas, como las dictadas por los nuevos 67 Gordon Cullen, que en su libro Townscape (Londres, 1961) supo combinar la apuesta por
la modernidad de Architectural Review con la sensibilidad por el encanto de las ciudades, fue
barrios comerciales donde se ubicaron las tiendas de lujo, ayudaron a estable- un persuasivo defensor del uso decorativo de los adoquines «para embellecer los paseos y las
cer como tradicional, el «reacondicionamiento» ayudó a dar forma y defini- plazas, para llamar la atención sobre el carácter escenográfico de los lugares en los que transcu-
ción a una nueva lengua vernácula del espacio público, en la que el enclave rre la vida cotidiana» y, también, para disuadir a los automovilistas de circular por ellos (en las
págs. 128-131 pueden verse algunos ejemplos). Sin embargo, acabaron utilizándose para darle
«variedad» a la escena urbana, y no, como se hizo en los años ochenta, para otorgarle, en un
abrir y cerrar de ojos, cierto sabor añejo. Todavía no se habían inventado los falsos adoquines,
66 «Do-It-Yourself», Practical Householder,
marzo de 1990, pág. 68. Un anuncio publicado fabricados con cemento, que «imitan» a la piedra.
en el mismo número dice lo siguiente: «Ante la actual boga de lo victoriano, W. H. Newton ha 68 «The Petrification of Portobello»,
Independent, 22 de noviembre de 1989.
Este documento
creado una completa gama de rodapiés, molduras es proporcionado
y frisos decorados al estudiante
en ese estilo». con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIEN lu

cadenas, logran que las antiguas dársenas industriales semejen muelles de pes- do a georgianizar el Soho, empleando soportes de pared y faroles colgantes
cadores. En las ciudades del patrimonio cultural o en las zonas protegidas para darle un aire de claustro a los pasajes y callejones de los que se pretende
(como en la que vivo) le dan incluso un aire vernáculo a los aparcamientos. sacar partido.
La farola victoriana, indefectiblemente de hierro fundido (aunque hay A este repertorio de efectos de época se ha sumado hace poco el pavi-
muchas réplicas de acero o de aluminio pintado de negro) y con una luz mento de piedra de York, o en todo caso su versión barata, cortada a máquina
acristalada que hace pasar la electricidad por gas (en una de las versiones que en lugar de por su veta y perfectamente cuadrada en lugar de irregular, que
hay en el mercado, los fabricantes han conseguido incorporar un efecto tre- hoy en día es la favorita de los planes de remodelación. El Ayuntamiento de
muloso), es un símbolo mucho más ilustre del pasado.69 El Civic Trust, pio- Westminster, que en la década de 1980 se convirtieron en los líderes del
nero en la campaña contra las farolas-horca y las lámparas de vapor de sodio, retrochic municipal, parece que fue el primero en recurrir a él, con motivo de
prefirió las luces empotradas como alternativa;" y el Consejo de Diseño, en la nueva pavimentación de Queen Anne's Gate, iniciada en 1981; más tarde
fecha tan tardía como 1976, condenó los faroles victorianos por ser «afecta- lo adoptaron para sus planes de ampliación de las calzadas, con pavimentos
dos». Era mucho mejor, argumentaban, poniendo como ejemplo un paseo de más anchos, bordeados de árboles o arbustos, para proporcionar «pequeños
Eton junto al río donde las luminarias modernas servían de contrapunto a una remansos de tranquilidad». A la altura de 1986, el pavimento de piedra de
calle de época remodelada, apostar por el contraste que por réplicas cursis.7' York parecía haberse impuesto a los adoquines como ejemplo de buen gusto.
La batalla librada en 1978 para la conservación del alumbrado de gas en Así que cuando el Ayuntamiento de Bradford («en colaboración con inmobi-
Covent Garden, ganada por los tradicionalistas tras una formidable controver- liarias e industriales locales») inició la rehabilitación de «Little Germany», el
sia pública y el respaldo de numerosas celebridades, fue al parecer un hito «barrio comercial» histórico de la ciudad, se invirtieron cuatro millones de
en la renova-
decisivo. El Ayuntamiento de Westminster, que había sido, junto al de Cam- libras esterlinas (subvención, al parecer, del English Heritage*)
den, el adalid de la electrificación, cedió al cabo. Tres años después, tutelando ción de las farolas, «en un diseño más respetuoso con el carácter victoriano
la unidad recién creada de «Diseño Urbano», el Consejo se embarcó en un de la zona» y en la colocación de un nuevo pavimento de piedra de York. La
ambicioso programa de remodelaciones, en el que el «mobiliario urbano creación ex profeso de la Festival Square, delimitada por el pavimento de pie-
coordinado», con los faroles victorianos en vanguardia, complementaron la dra de York, sirvió de catalizador en la regeneración del barrio. Los edificios
restauración de las fachadas de época, la instalación de arcos ornamentales y se limpiaron «para darles un aspecto renovado», e incluso el aparcamiento
la transformación de calles comerciales en «poblados» comerciales. A media- (120 plazas, cuyo coste fue de 150.000 libras esterlinas) se sometió a una
dos de la década de 1980, lo que D. W. Windsor, empresa líder en el mercado, operación de embellecimiento: «Tiene jardineras, plazas con pavimento de
llamaba iluminación «histórica» ejercía una hegemonía indiscutida. Los téc- ladrillo y paredes bajas de piedra rematadas por barandillas de hierro»." El
nicos de alumbrado y los responsables de planificación urbanística la adopta- Ayuntamiento de Westminster empleó una estrategia similar cuando en 1988
ron como algo natural, «para recuperar el encanto y la elegancia del alumbrado decidió salvar al Soho de las garras de comerciantes dedicados a negocios
público de tiempos pasados»; entre tanto, en las áreas urbanas protegidas que dudosos." Peter Heath, de la Sección de Diseño Urbano del Ayuntamiento,
estaban en manos de la burguesía inmobiliaria, las asociaciones de vecinos explicaba lo siguiente: «Utilizamos piedra de York para el pavimento y blo-
clamaban por ella. En la propia Westminster, los ingenieros municipales, tras ques de granito para la calzada, y los colocamos al mismo nivel para que la
convertir Parliament Square en una suerte de plató de Candilejas, de Charlie calle parezca peatonal. Eso hace que los conductores sientan que no deberían
Chaplin, y South Molton Street en una columnata fin de siécle, han empeza- circular por allí, aparte de darle a la calle un aspecto remozado que le hacía
mucha falta».74
Bajo el disfraz de época, mucho de lo que pasa por restauración no es
más que modernización disimulada, extensión y continuación de los ideales
«
Para algunos ejemplos de iluminación pública a la que se le dio de nuevo un aspecto tra- que en la década de 1950 abogaban por los espacios abiertos, en lugar de
dicional, véase el texto de Konrad Smigielski sobre el proyecto de mejora de la Leicester Art
Gallery de 1967, incluido en Civic Trust, Conservation in Action 1972, págs. 42-43; The inversión de aquellos. Implica cambios de propiedad, transformaciones de
Mound, Edimburgo, 1959, Department of the Environment, New Life . for Historie Areas, 1972;
también Poole, Dorset, «20 early local street lights rescued, converted to electricity, repainted
and installed in Precint Area».
7° Civic Trust, Pride of Place, * Organismo público del Gobierno del Reino Unido, encargado de la protección y el
pág. 188: «Téngase en cuenta la posibilidad de encargar nue-
vos diseños en ocasiones especiales (pero, por favor, ni "rústicos" ni... "de época")». fomento del patrimonio histórico-artístico de Inglaterra. (N. de los t.)
71 Design Council, Street Furniture, 19767 18 de noviembre de 1988, págs. 40-42.
, pág. 40, elogia los cambios introducidos en el «Bradford Darns», Building, enero de 1989.
Puente de Windsor por el proyecto de restauración, entonces recién concluido: «Las farolas " Para algunas protestas, «Save our Soho», Evening Standard Magazine,
pasadas de moda han sido sustituidas por modelos modernos y austeros». Información verbal, Peter Heath, del Westminster City Council, 1990.
74
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RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 101

función y operaciones de cirugía que logran darle un aspecto flamante a un hubiera sido inconcebible sin la calefacción central, así la restauración de las
inmueble rehabilitado, aun subrayando sus elementos de época. Los pubs fachadas «de época» —y la invención de los equipos de chorro de arena o de
donde se respira un aire tradicional de nuevo cuño constituyen un claro ejem- aire para la limpieza de la suciedad y de la mugre— tuvo como premisa la
plo al respecto. No han recuperado el serrín del suelo, las escupideras de la desaparición de las calderas de carbón y de los sistemas de calefacción de las
barra o las mamparas que separaban a los bebedores empedernidos del bar
casas basados en ese método.
del salón y de la zona en que la gente bebía en los vasos que ellos mismos Las transformaciones destinadas a imprimir un sello «de época» se mues-
traían de sus casas. Al contrario, han optado por un cambio de clientela, de la tran tan inmisericordes con las limitaciones tradicionales del espacio como
que han excluido a los obreros con la «ropa manchada» o las «botas sucias» las oficinas de planta abierta y las tiendas y almacenes diáfanos. Los sótanos
(en el lenguaje diplomático de los carteles), junto con el dominó y los dardos. se abren al exterior y se amplían mediante techos corredizos. Los muros de
Su aspecto de época, con sus blandas moquetas, sus medias cortinas de ter- carga se eliminan para convertir el cuarto de entrada y el del fondo de las
ciopelo y su iluminación íntima y tenue, es un intento harto logrado de darle casas adosadas en habitaciones diáfanas, esos amplios recibidores que ocu-
un aire femenino —o burgués— al interior. Coincide con la invención del
pan un lugar de honor en los folletos de los agentes inmobiliarios. En las
almuerzo frío y el auge de los almuerzos de negocios; se ha adueñado de cocinas no hay indicios de rehabilitación de la antecocina, la recocina o el
muchos espacios reservados para hombres y ha propiciado que las cervecerías espacio reservado antaño a guardar los utensilios de cobre; al contrario, se
no teman ya la competencia de las vinaterías.
prescinde sin falta de las divisiones internas, en tanto los lugares destinados a
El reacondicionamiento lleva asimismo la impronta de esa revolución de guardar la comida o los cacharros cobran un aspecto trasparente. «Las puer-
las expectativas que en las décadas de 1950 y 1960 hizo que el espacio vital tas y las ventanas tuvieron que cambiarse de sitio», dice una arrebatada cró-
dejara de ser un dominio inmutable y se convirtiera en un ámbito en el que
nica de Period Living que describe la transformación de tres habitaciones
los individuos podían dejar huella. Se trata a todas luces de un reflejo del minúsculas de la parte trasera de una casa en una cocina tradicional. «Lo que
enorme incremento de las viviendas habitadas por sus propietarios, que en hoy es la puerta trasera fue antes la ventana de la antecocina».
1952 representaban el 29% y en la actualidad constituyen el 64%. Asimismo, La transformación de las buhardillas, en las que se instalaron ventanas en
se ha beneficiado de los avances de la tecnología. En realidad, la idea de la parte frontal y en la anterior cuando antaño contaban como mucho con una
rehabilitación y remodelación hubiera sido impensable sin la llegada de la claraboya, es un producto aun más palmario de esta estética de la luz y del
calefacción central, que volviera confortables estancias de enormes dimen- espacio. También los invernaderos, aunque se vendan como «victorianos» y
siones y transformase las mansiones económicamente ruinosas y carentes de adopten con frecuencia un estilo gótico, pueden considerarse descendientes
servicio doméstico en hogares factibles para la familia. Del mismo modo, la directos de los miradores de las décadas de 1950 y 1960, de los apartamentos
operación en virtud de la cual los cuartos de baño han adquirido un aspecto «Span» de Eric Lyon y de las escuelas primarias con paredes de cristal con-
de época y un aire victoriano ha ido de la mano con la introducción de nue- cebidas por la arquitectura moderna, es decir: su objetivo es que lo de dentro
vas tecnologías que han logrado transformar un espacio álgido en una suerte se abra a lo de fuera, y que la división entre espacio interior y espacio exte-
de sauna y han introducido una variedad asombrosa de chorros de agua. La rior quede abolida. Y así como los victorianos abominaban de la luz del sol e
aparición de invernaderos de «Estilo Victoriano» —muy populares a finales de impedían que penetrara en los invernaderos ubicándolos en un lugar sombrío
la década de 1980, sobre todo en los barrios residenciales, cuando se produjo y disponiendo una sobreabundancia de plantas, el invernadero moderno «tra-
un auge inesperado del mercado de la vivienda, y que abrieron nuevos hori- dicional» se vende como un oasis de luz natural: un fabricante lo anunciaba
zontes en el mundo del bricolaje— a duras penas podría concebirse sin las en Ideal Home como «una solana victoriana»," al tiempo que Traditional
ventanas dobles y
su promesa de que las viviendas tengan una temperatura Interior Decoration declaraba que lo ideal era «la iluminación sin instalación
estable durante todo el ario." Otro proceso modernizador que ayudó en la eléctrica»."
explotación del patrimonio del pasado fue la Ley del Aire Limpio de 1958, Así como las décadas de 1950 y 1960 lograron que lo viejo pareciese nue-
que de manera retrospectiva puede considerarse como el impulso primigenio vo, las décadas de 1970 y 1980 no fueron menos habilidosas en crear lo que,
de esos planes de limpieza de la piedra y rejuntado del mortero entre los con motivo de la salida al mercado del Independent en 1986 y de su cabecera,
ladrillos que han sido el terminus ad quem dio en llamarse «viejo nada más nacer»." La remodelación consiste tanto en
de las políticas de renovación. Así
como la conversión de las mansiones victorianas en inmuebles «de época»

7° Ideal Home, julio de 1986 (anuncio publicitario).


«Conservatories», Practical Householder, 77 «Outside In», Traditional Interior Decoration, junio juliode 1988, pág. 71.
mayo de 1988, págs. 83-84.
Michael
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The
Crozier, en
la reglamentación
Making pf the Independent, Londres, 1980.
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102 RAPHAEL SAMUEL REACONDICIONAMIENTO 103

ocultar las pruebas de modernidad como en multiplicar los efectos de época. La cocina campestre, fabricada y vendida en Gran Bretaña con diversos
Destierra sus calderas controladas por termostato al cuarto de la plancha o al apelativos locales —los señoriales «Woodstock», «Chartwell» y «Balmoral»,
lavadero. Las lámparas eléctricas se enmascaran a guisa de candelabros o se o el coqueto y repipi «Elizabeth Ann»— y en diversos modelos históricos, que
ocultan a la sombra de flecos. Las vigas de acero laminado, los hierros de abarcan desde el Renacimiento hasta el Art Deco," fue en origen un invento
doble T que se colocan en lugar de las paredes divisorias cuando se crea una alemán; una derivación, al parecer, de la revolución en el equipamiento de las
habitación a partir de dos, se dejaron al principio tal cual; hoy en día lo más cocinas que se produjo en 1950 y, en términos más generales, de esa estiliza-
habitual es disimularlas con «prominentes» arcos, cortinas plisadas o colum- da «vida moderna», cuyo anuncio en el Festival de Gran Bretaña había causa-
natas, convirtiendo el cuarto de estar, merced a esa mampara, en una especie do furor. Empezó como un fenómeno de los tiempos modernos, y aunque se
de proscenio. La ventana doble ha seguido un camino similar. Introducida les ha dado el clásico aspecto de una cajonera herbolaria y sus superficies
cuando la estrella del modernismo era ascendente, constituía un perfecto homogéneas se fabrican ahora con madera, el principio básico de la superfi-
ejemplo de la estética aerodinámica que primaba entonces. Hoy en día lo más cie de trabajo continua —la superficie «al ras»— se ha mantenido intacto. Los
probable es que se presente engalanada con vestidos de época, como marcos principios compositivos son modulares y futuristas, y llevan hasta el extremo
neogóticos en forma de arco y travesaños al estilo de las ventanas inglesas tra- la idea del mueble empotrado que ahorra espacio.
dicionales de guillotina. De hecho es muy habitual que las ventanas dobles y El éxito de la cocina campestre —fenómeno paneuropeo y trasatlántico—
las ventanas de guillotina victorianas se promocionen juntas. puede servir como recordatorio de que el reacondicionamiento, lejos de ser
La cocina «campestre» o de «estilo campestre» es la gloria de estas artes: una vuelta al pasado, es un fulcro de cambio económico. A veces se tiene la
por así decirlo, destierra todo rastro de modernidad al espacio exterior, a des- impresión de que cuanto más nómada se vuelve el mundo de los negocios,
pecho de que tal espacio sea —conforme a la nueva ecología del orden domés-
más se complace en afectar un aspecto hogareño, reciclando antiguos nom-
tico— la habitación de la casa con un equipamiento más caro y su instalación
bres comerciales, renovando viejas posesiones y afirmando que fabrica pro-
pueda llegar a costar setenta mil libras esterlinas.79 Los electrodomésticos
ductos clásicos. Las multinacionales trabajan en régimen de franquicia o
modernos, por ejemplo los lavaplatos, se ocultan tras ingeniosas puertas
hacen negocios por medio de firmas locales. Se despoja a las regiones de sus
hechas a medida, o, en el caso de la más costosa cocina «georgiana» o
economías tradicionales, pero su imagen no cesa de venderse por medio de
«Regencia», se cubren con paneles, revestidos como una librería. Un armario
que abarca del suelo al techo —en un caso extravagante, diseñado al estilo una versión embellecida de su pasado. El empeño implacable del gobierno en
medieval— oculta la nevera y el congelador. El robot de cocina está empotra- modernizar (y americanizar) la sociedad británica apela empero a un retorno
do. Sólo la encimera —en pino «envejecido», fresno «tradicional» o azulejos a estilos tradicionales. Aunque la arquitectura neovernácula sea un estilo
de terracota— exhibe su presencia funcional. La unidad de descarga de desper- internacional que exhibe características idénticas en todas las galerías comer-
dicios y el triturador de basura, ambos de tipo eléctrico, se ocultan debajo del ciales y recintos de oficinas, pasa por ser nativa y de cosecha propia.
fregadero; y el propio fregadero, en las cocinas mejor equipadas y más caras, Desde una perspectiva más amplia, es posible considerar el reacondicio-
es de cobre o de porcelana. En los anuncios no hay el menor rastro de que namiento como parte de un nuevo movimiento de los cercados en el que se
nadie cocine o de que haya que lavar los platos. produce una transferencia de población y de recursos de un sector de la eco-
nomía a otro, y se instaura una nueva división social del espacio vital.81 La
conservación se revela aquí como el epicentro de un nuevo ciclo de desarro-
" Arena of Oxford, que afirma que lleva fabricando muebles empotrados desde 1772, tiene llo urbano y, quizás, rural. Como la limpieza de las Highlands, desaloja a
el siguiente anuncio, más elocuente que un libro entero sobre el tema. Está tomado de The Kit-
chen, marzo-abril de 1990:
poblaciones enteras; como el proceso de cercamiento, modifica el régimen
COCINAS CLÁSICAS HECHAS A MANO
de asentamiento. Por una parte es la punta de lanza de la recolonización del
Llevamos 25 años diseñando cocinas. Este producto ha sido concebido para
que pareciera que siempre había formado parte de la casa: una estancia acoge-
dora no necesita adornos llamativos para lucir en todo su esplendor. En la
fabricación de los muebles, para los que se ha utilizado pino envejecido, no se 88 Algunos ejemplos tomados al azar: «Cocina de Estilo Renacentista Escocés» fabricada y
han escatimado esfuerzos con vistas a lograr que su aspecto combinara con el pintada a mano por Smallbone, Observer, 3 de octubre de 1987; «Roble "lavado" Inglés Victo-
del resto de las superficies, ni para que los más modernos avances tecnológi- riano... Trevor Moore... el amor a la tradición», The Kichen, marzo-abril de 1990; Caoba
cos adoptasen un aire discreto. El diseño presenta características prácticas y «Georgiana», Kitchens Direct, Observer, 27 de julio de 1986; La Cocina Campestre Cotidiana
muy interesantes, como el mueble botellero, que ofrece un agradable contraste («captura la elegancia y el encanto clásicos de la era eduardiana»), County Homes, mayo de
entre la madera pulida y la piedra labrada del suelo original. Todo ello como 1988; Elizabeth Ann, «la calidez del roble coñac», Country Living, junio de 1988; The National
fruto de muchos años de dedicación al mundo de las casas antiguas, en las que Trust Kitchen, Stately Homes, mayo de 1988.
el tacto para la conservación y la experiencia adquirida tienen una importancia 81 Michael Wallace, «Reflections on the History of Historie Preservation», en Susan Porter

primordial. Benson etlaal.,


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reglamentación Past:
materia deEssays
derechoson
deHistory
autor. and the Public, Filadelfia, 1986, pág. 196.
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104 RAPHAEL SAMUEL

centro de las ciudades por parte del mundo de los negocios; por otra, cuando
se produjo el inesperado auge inmobiliario de la década de 1980, parecía que
antes de emprender algún tipo de destrucción verdaderamente significativa,
el promotor necesitase el imprimátur de la Comisión de Bellas Artes (Fine
Arts Commission) o del English Heritage que sancionase el carácter «imagi- RETROCHIC
nativo» de su plan.
El reacondicionamiento también puede considerarse como un impulso de
renovación: crea espacios públicos y sociales, descubre pasadizos disimula-
dos y pasajes ocultos, habita de nuevo solares baldíos, revitaliza instalaciones
superfluas. La nueva terminal de trenes de Liverpool Street, todo un éxito
desde el punto de vista de la creación de un espacio social, que combina de Lo retrochic ocupa un lugar incierto en la cartografía del gusto; no en
modo fascinante lo viejo y lo nuevo, puede servir como antídoto contra la vano hace acto de presencia en una serie de batallas estilísticas y saluda con
idea de que lo híbrido es por necesidad inferior a lo puro. Su remate, que una reverencia ora desde las pasarelas del negocio de la moda, ora desde los
ahora produce en el público viajero un efecto espectacular, es una marquesi- puestos de los «mercados de pulgas» (expresión, como la propia palabra
na victoriana de cristal, inspirada en las cubiertas de los andenes de la anti- «retrochic», que Inglaterra importó de Francia en los años setenta), ora en los
gua estación de trenes de Liverpool Street, pero que ahora cubre toda la dominios del arte pop. Desde un punto de vista estético, presenta una doble
superficie de la estación. Cortada con láser y sujeta a la manera que se ha codificación: «pertenece al pasado pero en el fondo es moderno», como dijo
convertido en un cliché de la posmodernidad, pese a todo parece una de esas en 1988 un gurú de la moda, el modisto londinense John Galliano.' Evoca
estructuras elevadas de Isambard Kingdom Brunel, o un Crystal Palace redi- juguetonamente un aire de época, pero sin duda pertenece al aquí y ahora, al
vivo. Las enjutas sobre las que el tejado se levanta son de color azul y blan- igual que las moquetas y la iluminación tenue de esos pubs a los que se ha
quecino para resaltar la complejidad de la greca gótica, y se reproducen a querido dar de nuevo un presunto aire victoriano, o las oficinas modernas
modo de motivo unificador en los herrajes decorativos de toda la estación. con aire acondicionado que se ocultan tras fachadas supuestamente clásicas o
Sin embargo, aparte de los detalles de época, la estética reinante es absoluta- neoclásicas. De rostro bifronte, mira tanto hacia atrás como hacia adelante:
mente contemporánea, y su espíritu está más cerca de la terminal de un aero- emplea las tecnologías más avanzadas para envejecer o «deslustrar» lo que de
puerto que de una estación de trenes. La estación mira hacia adentro en otro modo resultaría flamante, como sucede con el pino «envejecido» o con
mayor medida que hacia afuera; presta más importancia a su galería comer- los pantalones vaqueros «lavados a la piedra»; hace remezclas de canciones o
cial que a los andenes. En lugar de un hueco cavernoso, dedicado a los miste- de álbumes «clásicos» de rock; recicla imágenes pertenecientes al pasado. En
rios del viaje y al poder del carbón y del vapor, nos ofrece un atrio desbor- su vertiente más futurista, como en el estilo punk de instalación escultórica,
dante de luz. En lugar de recodos y escondrijos nos ofrece una explanada lo retrochic da curso libre a algunos de los elementos más utópicos de la vida
homogénea. La vieja Liverpol Street era un laberinto de lugares oscuros; la nacional, eso que cierto autor ha llamado hace poco «England's Dreaming».2
nueva resulta comprensible de una sola ojeada. A diferencia de otras formas de revival, lo retrochic llegó de la mano de
la tecnología. Al respecto, cabría mencionar la invención de la litografía,
merced a la cual millones de personas pudieron acceder a las reproducciones
facsímiles, o, en tiempos más recientes, la invención de la fotocopia en color,
que permite a los fabricantes de artículos de regalo producir rótulos de época
con un coste mínimo. La fiebre de los espejos de pub, que transmitió el aro-
ma de las chamarilerías y de los puestos de Portobello Road al negocio de los
objetos de regalo (en 1977, cuando el furor alcanzó su punto álgido, se pro-
ducían cien mil espejos o más a la semana),3 se basaba en la imitación de

"Vivat Victoriana", Guardian, 6 de junio de 1988.


Jon Savage, England's Dreaming: Sex Pistols and Punk Rock, Londres, 1991.
3 Richard Gomme, de Hugo Russell, la compañía de venta al por mayor cuyos enormes

almacenes
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la reglamentación en materiaconstituyen una
de derechos de de las fuentes de provisión de chamarilería desti-
autor.
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106 RAPHAEL SAMUEL RETROCHIC 107

espejos de cristal tallado mediante la aplicación de estampados por serigrafía Ziegfield Follies) y los convierte en prendas para ejecutivos; eleva los petos a
o tampografía. La talla del cristal con rayo láser controlado electrónicamente la categoría de prendas de moda (en las colecciones presentadas en París
ha permitido a los arquitectos de las nuevas terminales de tren obtener un durante 1989, pasaban por encarnar la estética «mecánico» de los años cua-
efecto similar al logrado en el Crystal Palace (ante la nueva y maravillosa renta); propicia que los chaquetones de paño de los barrenderos y de los
estación de Liverpool Street, el espectador es incapaz de distinguir dónde marineros sean el atuendo que los atildados urbanitas lucen en las fiestas.
acaba la restauración y dónde empieza la nueva construcción);4 en una esfera Los grandes almacenes y las empresas de venta por correo no tardan en
tecnológicamente menos sofisticada, la «Pintura Mágica» o estarcido, inven- subirse a estos carros. Woolworth's dispone de un tiempo a esta parte de una
tada por Jocasta Innes,5 permite a los gentrificadores aficionados al bricolaje colección de cosméticos y champús naturales, campestres y supuestamente ela-
simular la atractiva decadencia (o la elegancia marchita) de lo que World of borados con hierbas; sus prendas de moda, que hace treinta años hubieran sido
Interiors denomina «El aspecto de la Casa Solariega». confeccionadas con Terylene o Bry-Nylon, hoy en día se precian de ser algo-
Lo retrochic se basa en la explotación de un principio de inversión: des- dón 100%. Debenhams ha lanzado «Fossil», flamante nombre para una línea
cubre bellezas ignoradas hasta ahora en los pecios y las echazones de la vida de relojes a los que llaman «los Nuevos Clásicos Americanos»: «una colección
cotidiana; eleva los desechos del pasado a la categoría de prendas clásicas o de piezas elegantes y retro con un toque divertido, presentadas en auténticas
de ropa vintage; trata lo anticuado y anacrónico —e incluso sus imitaciones— cajas metálicas de época»; entre ellos se encuentra un modelo «esfera azul años
como si fuera la última novedad. Transmuta los tinteros en lo que los catálo- cuarenta» decorado con un aeroplano y en el que figura la fecha «1953», y otro
gos de regalos dan en llamar «joyería de escritorio»; paga en las casas de en el que aparece un bate de béisbol de la célebre marca Louisville Slugger.
subastas sumas de tres o cuatro cifras por viejos ositos de peluche,' uno de Desde el punto de vista léxico y según los diccionarios de neologismos,
los escasos tipos de antigüedades, junto con la parafernalia de estrellas pop, el vocablo «retrochic» es un término crítico acuñado por la vanguardia parisi-
cuyo precio o cuyo público no ha sufrido mengua durante la reciente rece- na. A principios de los años setenta fue empleado para describir la rápida
sión. Implanta el culto de las películas de Hollywood de serie B, los relojes difusión del gusto por el revival de estilos pertenecientes al pasado, tendencia
de pulsera «de la era espacial», los cómics de Dan Dare, los patos voladores por lo visto tan palmaria en el cine francés de la época como en el negocio de
de cerámica. Resucita los chalecos de las coristas de Busby Berkeley (o de la moda. El crecimiento ingente del marché aux puces, probablemente la
mayor congregación de curiosidades existente en el mundo entero, propició
que le mode rétro abarcara, por extensión metafórica, todos los aspectos de la
nada a la decoración de pubs de época, me dijo que su compañía hizo fortuna gracias a la fiebre
desatada por los espejos de pub. Agradezco también a Mick Marshall, pionero en la materia, y a
tradición, «desde el esplendor de Louis XIV hasta el mobiliario de acero
Malcolm Gliksten, de Relic Designs, sus recuerdos sobre el auge y declive del negocio. tubular».' El término no tardó en penetrar en las islas británicas, donde ya en
4 En la estación de Liverpool Street se han instalado no hace mucho unas entradas profusa- 1974 existía una tienda bautizada con el nombre de «Retro», así como en los
mente decoradas en las que un medallón multicolor de hierro fundido exhibe las palabras "Great Estados Unidos, donde al parecer coexistió, no sin tensiones, con una expre-
Eastern Railway". Parece que sus responsables hayan querido despojarse así del sentimiento de
vergüenza acarreado por la extravagancia del nuevo diseño, como si la estación le hubiera dado la sión un poco más antigua: «vintage chic». Malcolm McLaren, el Svengali de
espalda no sólo a medio siglo de historia de BR (la "British Railways" de la nacionalización), sino The Sex Pistols y artífice del punk, estaba absolutamente decidido a evitar
también a la fusión que en 1922 dio origen a LNER (London and North Eastern Railway). todo lo «retro», como lo estaban los intérpretes y autores de las canciones de
5 Jocasta limes, Paint Magic: The Home Decorator's Guide to Painted Finishes, Londres,
1981. The Clash.8 Pero parece que en los círculos de música pop resultaba a la
6
«La escasez de ositos de peluche fabricados por el alemán Steiff, durante muchos años los sazón tan dificil librarse de ese calificativo como lo es hoy en día. En 1979
ejemplares más cotizados de su especie en los salones de subastas, ha propiciado que la demanda Lucy Lippiard, crítica de arte neoyorquina comprometida con el feminismo y
haya puesto los ojos en los ositos británicos: han bastado dos o tres años para que la cotización
de estos últimos se duplicara. Bonhams organiza estos días dos subastas de juguetes, ositos y la vanguardia, lo definió como «un lobo reaccionario con piel de cordero
muñecas (cuyas casitas, por cierto, son también muy codiciadas). Casi todos los ositos saldrán a contracultural»; el punk no era iconoclasta sino atávico; lo retro, adoptara la
subasta el próximo miércoles a la una de la tarde en la sala que Bonhams posee en Chelsea: las forma que adoptase, tenía la vista anclada en el pasado.'
estimaciones indican que un Steiff fabricado en 1907, en excelente estado de conservación, se
venderá por una suma que oscilará entre las 1.800 y las 2.500 libras esterlinas, mientras que el
precio de un osito británico de Farnwell, en óptimo estado de conservación, alcanzará un precio
aproximado de entre 800 y 900 libras esterlinas.» Independent, 4 de septiembre de 1993. Véase
también "Teddy Bears are Big Business", Collectables, octubre de 1993; Pauline Cockrill, The ' Nonie Niesewand y M. Lawrence, Encyclopedia of Interior Design and Decoration, Lon-
Teddy Bear Encyclopedia, Londres, 1993. Los ositos de peluche han invadido Oxford: "The dres, 1988, págs. 94-95: el término «Retro» se define como «un tipo de moda basado en la
English Teddy Bear Company" ocupa la tienda con doble escaparate aledaña a las Examination resurrección de estilos pretéritos», en R. J. Herail y E. A. Louatt, A Dictionaly of Modern
Schools (arrendada, en una fase previa de la historia de lo retrochic, por Frank Cooper y su Colloquial French, Londres, 1984.
negocio de mermelada "Oxford"), y campan a sus anchas en los escaparates de la tienda que England's Dreaming, págs. 61, 66, 232.
Clinton's, el negocio de venta de tarjetas postales con sede en Cornmarket, posee en Market ' Lucy Lippiard, "Reflecting in Retrochic", en Get the Message? A Decade ofArt for Social
Street (la imagen de los ositos también adorna, por cierto, muchas de las tarjetas). Change, Nueva York, 1984, págs. 173-178.
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IV/

Según los autores que escriben sobre el mundo de la moda, lo retrochic se


inspira en los estilos del pasado reciente. Aunque este no tiene por qué ser el
40's blue face,
caso. El influjo de la Nueva Era propició la transformación de los objetos de
£39.99 cristal en accesorios de moda y de los zodíacos en uno de los artículos más
vendidos en Hugo Russell, supermercado de objetos de imitación que sumi-
nistra curiosidades de época a los pubs. Los objetos de cobre típicos del mun-
do rural y los adornos de latón para caballos, copiados de modelos victoria-
Fossil lace, Do bemba me Introduces Fosal' Watchem- nos y fabricados en la ciudad india de Morabad, son productos del pasado
£44.99 A collactIon of-funky, rotro-stylo timo consagrados y habituales; la demanda de cabezas frenológicas, inspirada asi-
Aloco" volt" a sonso of humour,
mismo en el siglo xix, data de tiempos más recientes.1 ° El catálogo de Past
; Times, empresa de venta por correo que ha crecido a un ritmo vertiginoso y
onearkir lo authontic parlad

fin packaging
que vende también sus «colecciones históricas» en una cadena de tiendas de
regalos selectos, ofrece entre sus productos un amuleto vikingo (réplica de un
original perteneciente al Museo Nacional de Historia de Estocolmo), un alfi-
ler del «árbol de la vida» inspirado en la cruz del siglo vil o vm que hay en la
Catedral de San Pablo, y un disco compacto con música medieval que inclu-
ye villancicos y canciones navideñas. El catálogo juega con lo que las con-
venciones consideran retro (uno de sus productos es una reproducción de una
radio de los años treinta; otro, un álbum de recortes de Picture Post); pero se
remonta a los tiempos de los romanos y, de haberse podido salir con la suya,
el propietario hubiese incluido réplicas de puntas de flecha neolíticas. Past
Times toma como fuente de inspiración objetos originales que se encuentran
en los museos y en las galerías de arte; la empresa hace un fetiche de lo fac-
símil: «Por lo general, nuestros artículos son réplicas auténticas o se inspiran
en diseños de época». Así, por ejemplo, la joyería celta, aunque sea objeto de
una «interpretación contemporánea», sigue la «tracería celta tradicional»; el
«cárdigan Mil Flores» se inspira en los detalles de la tapicería medieval; la
bufanda de seda «Fresco Romano» («estampada en Italia en exclusiva para
Past Times») toma sus motivos decorativos de Pompeya y Herculano.
Past Times dio sus primeros pasos en 1986, y abrió su primera tienda en
Oxford. Fruto de la iniciativa empresarial de un grupo de estudiantes de pos-
grado (se dice que todos sus clientes son licenciados en Historia o en Historia
del Arte), la empresa está presidida por John Beale, cuyos «Centros de Ense-
ñanza para Niños» llevaron el principio de «aprender de la experiencia» a los
comercios céntricos de las grandes avenidas. Y a pesar de dirigirse a un
público mucho más adulto, Past Times también aspira, a su manera, a ser ins-
tructivo. Apunta a un sector del mercado que la compañía da en llamar de
«regalos históricos», pero trata de ser (y es) «un poco más juicioso que el
at DEBENHAMS National Trust». En lugar de kitsch, ofrece lo que el catálogo denomina
«regalos hechos con criterio» con los que obsequiar a la familia y los amigos,
Esfera fósil / Esfera azul años 40 / Una promoción GQ / Debenhams lanza la línea de relojes acompaña cada mercancía con «textos apoyados en investigaciones meticulo-
«Fossil». Una colección de piezas elegantes y retro con un toque divertido, presentadas en autén-
ticas cajas metálicas de época / De mujer, modelo doble esfera / CHAPADOS A LA ANTIGUA /
Rosa
retro / Esfera con automóvil color plata y oro / EDICIÓN LIMITADA / OTRO PRODUCTO FOSSIL ORIGI-
NAL / AUTÉNTICO FOSSIL / EL NUEVO CLÁSICO AMERICANO / EN DEBENHAMS /
1 " Agradezco a Alan Taylor que me enseñase todos los artículos de Hugo Russell y me
Fotografía: hirn Platt. explicara su procedencia.

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sas», y escoge como modelo los mejores ejemplares de cada campo. Las república de las letras. Como el hotel Hazlitt's, cuya reciente apertura le ha
reproducciones de los Mapas del Condado de Saxton se basan en la edición dado un toque de urbanidad dieciochesca a la cercana Frith Street, el club
de 1579; los discursos bélicos de Churchill —en casete— proceden de las emi- ha dado los primeros pasos en la creación de una nueva versión de lo georgiano,
siones de la BBC. Se intenta que los juegos y los juguetes parezcan de época que viene a ser la alternativa viril a las cortinas plisadas y a los lánguidos
aunque sean nuevos. Entre estos se cuentan el juego de salón de los Anagra- ornamentos de la estética de la casa solariega. Ni lo afectado ni lo desmayado
mas, de época victoriana («Al formar palabras se ganan fichas»); el juego tienen cabida aquí: los suelos están desnudos y picados, no hay cortinas en
romano de la «Tabula» («extraordinariamente popular en todo el Imperio las ventanas, las sillas son de respaldo duro y están desperdigadas. Hay
desde principios del siglo i d.C.»); y el «Juego Vikingo», precursor del aje- mesas en las que se puede (si uno es propenso a tales cosas) dar un puñetazo
drez al que se juega con treinta y siete piezas (el Museo Jorvik de York tam- en medio de una discusión, o dejar la jarra de cerveza propinando un golpe
bién hace gran ostentación de los juegos vikingos).11 seco; en el sótano hay un auténtico hogar de leña cuyo olor se propaga a los
A Su Tahran, la propietaria de American Retro, tienda elegante y exitosa modelos de gas que hacen sus veces en los pisos superiores. Una serie de
que se ha convertido en uno de los templos del consumismo gay, y cuya exis- cuadros escogidos —grabados originales de Hogarth que reflejan el aspecto
tencia no es el menor de los motivos por el que Old Compton Street ha revi- del interior— colgados de cadenas; la atmósfera lumínica creada por los can-
vido como los Champs Elysées del Soho, le interesan más las novedades que delabros de pared, perfectos para disimular la instalación eléctrica (en la casa
las antigüedades: tiene que ir siempre un paso por delante de un público de Denis Severs en Spitalfields, una de las fuentes de inspiración de Black's,
joven que está al tanto de las últimas tendencias. Cuando en 1986 abrió sus sólo se usan velas de verdad), hace brillar con tanta fuerza el aura del pasado
puertas, la tienda contaba con una pequeña sección de ropa de segunda que los detalles y la cronología resultan irrelevantes. Las impresionantes chi-
mano, el «furgón de cola» de una versión previa de lo retrochic. Hoy en día meneas de mármol, fruto de las labores de rescate arquitectónico, invitan a
Tahran vende o artículos de fondo de almacén o las últimas novedades del sentarse a su vera y a dejarse llevar por musas de lo más urbano dando rienda
mercado. Lo «retro» no se refiere a ninguna época en concreto: es un térmi- suelta a toda suerte de quimeras históricas y literarias."
no perfectamente intercambiable con el de «clásico», etiqueta que la tienda En la zona este de Charing Cross Road, a varios centenares de metros de
otorga a toda cosa que haya sobrevivido a la prueba del tiempo: camisas de la Hazlitt's y Black's, hallamos una reencarnación más moderna del pasado:
Liga de la Hiedra con botones en el cuello, símbolo del buen chico o del Denmark Street. Conocida en los años cuarenta y cincuenta como «Tin Pan
aspecto «pijo»; camisas gruesas de leñador; prendas de punto inglés tradicio- Alley»,* pero abandonada por los agentes musicales y los autores de cancio-
nal de John Smedley, fabricadas en Matlock, Derbyshire Peak; chaquetones nes con la llegada del pop, de súbito se ha llenado de tiendas de música, que
de marinero; calzoncillos y camisetas «clásicos» (American Retro es famosa ocupan de parte a parte los dos lados de la calle; sólo una peluquería y una
por ellos, según El libro de Sodoma, de Paul Hallam),12 además de comple- editorial griega osan perturbar su dominio. En mayo de 1990 los comercian-
mentos más esotéricos, como correas y cadenas. En los años ochenta, la tien- tes formaron la Asociación Tin Pan Alley, presidida por Andy Preston —cuya
da estaba pintada de negro y cultivaba el aspecto gélido y rígido del Art tienda de guitarras antiguas ofrece una cornucopia de instrumentos electróni-
Deco; empero, en los últimos tiempos ha sufrido importantes reformas y, quizá cos de los años sesenta—, que ha promovido una campaña para que la calle
por influencia de la Nueva Era, ha adoptado un aire más natural. Aquí lo viejo reciba el apelativo de «El Feudo de la Música»; no en vano el Ayuntamiento
se presenta como camp, objeto de ridículo y de codicia, como un retro gla- de Westminster ha concedido a Drury Lane el título de «El Feudo del Teatro»
muroso de Joan Crawford, un crucifijo objeto de veneración o las fantasías y a Gerrard Street, el de «Chinatown». En previsión del éxito de la campaña,
del arte aberrante." el pub local ha sido rebautizado como el Tin Pan Alley Bar; asimismo, el club
A la vuelta de la esquina de American Retro se encuentra Black's, club de blues y de folk de Andy, nacido al calor de la tienda de instrumentos clási-
literario semiprivado ubicado en Dean Street. Black's ofrece una modalidad cos, en el que tocan músicos que empezaron en la calle, ha contribuido a
muy distinta de retrochic, que satisface fantasías mucho más historicistas hacer realidad la presencia de la música en directo.''
además de servir de abrevadero para los miembros menos pudientes de la

14
Agradezco al fundador y propietario de Black's la hospitalidad que me brindó.
" Past Times Catalogue, otoño de 1993. Agradezco a John Beale, fundador de la compañía, * «El callejón de las cazuelas de hojalata», en referencia al sonido metálico que los músicos
la ingente cantidad de información que me proporcionó acerca de ella. extraían de los instrumentos cuando interpretaban sus canciones ante los agentes musicales. En
12 Paul Hallam, The Book orSodom, Londres, 1993, pág. 85. sentido más general, quizá también podría traducirse como «música ligera». (N. de los t.)
13 Agradezco a Su Tahran, de American Retro, que me abriera las puertas de su negocio y 15 Agradezco al señor Preston la copia que me brindó de los manifiestos pertenecientes a la

me desvelara sus secretos. asociación de comerciantes de Denmark Street.

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112 RAPHAEL SAMUEL

como los pantalones de bombacho y altos de cintura que triunfaron en la


A unos cuatrocientos metros de allí, al otro lado de Charing Cross Road, década de los cincuenta (pastiche de la primera tentativa de instaurar una
puede verse una versión más exhaustiva y antigua de lo retrochic, concebida Dallas y Dinastía,
por el departamento de edificios históricos del extinto Ayuntamiento del moda retro pop);2° en los años ochenta, por influencia de
las prendas de los años cuarenta a las que daban derecho las cartillas de
Gran Londres: el Covent Garden, prototipo de las tiendas selectas de los años
racionamiento fueron desempolvadas y revivieron como ejemplos precoces
ochenta. Aunque la mayoría de los comercios son de creación reciente, culti-
del «estilo ejecutivo». Como afirmó en 1985 un afligido —o quizá perplejo—
van una imagen que retrotrae al pasado, con sus pequeñas ventanas de cuar-
anticuario de Londres: «Hemos llegado al punto en que lo anticuado y lo
terones y la exquisita caligrafía de sus rótulos. Hay tiendas de comida e
ultramoderno vienen a ser lo mismo: ni las antigüedades son demasiado año-
incluso restaurantes que pretenden ser ingleses en lugar de franceses, como
sas ni la moda contemporánea es demasiado nueva».21
antaño; ofrecen con toda naturalidad ensaladas «camperas», quesos cheddar Sin duda el ejemplo más destacado de esta historicización instantánea se
«tradicionales» y frivolidades «a la antigua usanza» como si fuesen manjares
encuentra en el mundo del rock y el pop, donde el ansia de nuevos sonidos
nacionales. Culpepper's, supervivientes de una etapa anterior del interés por
no tiene más rival que la constancia con la que los antiguos se reciclan, se
la vida sana, vende remedios herbales tradicionales; la Body Shop ofrece retro, al
otros más cosmopolitas. En Neal's Yard, Plunket's, la tienda de productos reinventan y se remezclan.22 Aquí se despliega un vasto mercado
parecer en expansión constante, que cuenta con sus propias tiendas y puestos
orgánicos, vende verdura de cultivo ecológico; la Mantequería de Neal's Yard,
de venta, donde los discos se ordenan por estilos (Rockabilly, Pop, Psicodélica,
quesos ingleses «orgánicos» (aunque duros como piedras en comparación
Rock, Progresiva, Indie, Gótica, Heavy Metal), y sus ferias de coleccionistas,
con el Camembert); la Farmacia de Neal's Yard (sin duda una de las fuentes
donde los adictos al vinilo babean ante las bellezas relegadas de los sencillos
de inspiración de Crabtree and Evelyn, la pseudoperfumería tradicional),
en formato de siete pulgadas. En la actualidad, existe media docena de com-
champús elaborados con productos naturales.16
pañías especializadas en la reedición de antiguas grabaciones y cintas de DJ
Lo retrochic ha actualizado poco a poco la noción de ropa «de época» y
añejas y raras; entre tanto, grandes compañías como EMI publican en CD
ha creado un mercado para ella entre el público joven y atrevido. Granny
álbumes de clásicos. En el maratón musical que las tiendas de Virgin propo-
Takes a Trip,* jocoso nombre del progenitor del mercado de ropa de segunda
nen día y noche a sus clientes, los álbumes «clásicos» y las canciones «clási-
mano de Londres (un año antes, en 1965, Harriet Love abrió en Nueva York
cas» gozan de tanta estima como los nuevos lanzamientos; las novedades dis-
la primera tienda de este tipo, Vintage Chic),'7 vendía recuerdos de «los Píca- de discos anteriores. Los clubs, principales
ros Noventa»: sombreros con plumas de avestruz, auténticos «zapatos de la cográficas a menudo son remakes
locales de baile, se convierten de forma casi inevitable en un viaje musical
abuela», casacas rojas del ejército a 3 libras esterlinas y, como figura en una
al pasado: en Button's, Great Russell Street, «un sitio de lo más guay» según
guía del «Swinging London» publicada en 1967, «otras prendas históricas».18 de un tiempo a esta parte lo que se escucha son «clásicos de
Por influencia del revival (neologismo acuñado en los sesenta) del Art Deco, el Guardian,
los sombreros flexibles de los años veinte reemplazaron al tocado Marie mediados de los ochenta»."
El culto de los muertos vivientes se sitúa en una vena más necrófila. La
Lloyd; en la sección de ropa de caballeros, los uniformes de húsar de imita- se reestrena
ción que aparecieran en las películas La última carga y Yo fui el ayuda de propia historia del pop —«tres décadas de música maravillosa»-24
una y otra vez; sus cantantes e intérpretes legendarios cuentan en muchos
cámara de Lord Kitchener dieron lugar a los pantalones Oxford y (en opinión
de algunos) al archirreaccionario terno inspirado en La saga de los Forsyte o
en Retorno a Brideshead. 19 En los años inmediatamente anteriores a 1977, England's Dreaming, págs. 45 y SS.
20
Dealing with Dealers: the Ins and Outs of the London Antiques Trade,
los artífices del punk trataron de resucitar tanto los pantalones de pitillo Jeremy Cooper,
21
Londres, 1985, pág. 128.
revista mensual de 220 páginas, impresa en papel satinado y dedicada
22 Record Collector,
«a los entusiastas del coleccionismo de grabaciones inencontrables, CDs, vídeos, parafernalia
He tomado este pasaje de "Exciting to be English", mi introducción al primer tomo de pop, etc», se hace eco de un gran número de ferias del disco y de tiendas de segunda mano. Los
Patriotism: The Making and Unmaking of British National Identity, Londres, 1989. boletines informativos y los fanzines ocupan dos páginas de la sección dedicada a la recensión
* «La abuelita se va de viaje», donde «irse de viaje» alude tanto al traslado físico que se Head: «una bienvenida adi-
de publicaciones; he aquí, por ejemplo, el elogio que se tributa a Record
hace de un lugar a otro como al «viaje» derivado del consumo de drogas alucinógenas. (N. de ción a la serie de fanzines sobre los Monkees que actualmente existe en el mercado»,
los t.) octubre de 1993, pág. 158; las ofertas y subastas ocupan unas cincuenta páginas, y la
12 Harriet Love 's Guide to Vintage Chic, Nueva York, 1982. Collector,
última página se reserva para la sección «Hace ahora 25 años», donde se ofrece un listado de
10 Piri Hallazz, A Swinger's Guide to London, Nueva York, 1967, pág. 119; Jonathon Green,

Days in the Lijé: Voices from the English Underground, 1961-1971, Londres, 1988, pág. 219-221. los álbumes y sencillos a la sazón más destacados.
19 Elizabeth Wilson, Adorned in Dreams.. Fashion and Modernity, Berkeley, 1987; Eliza- " "The Guide", Guardian, 18-24 de septiembre de 1993. Introduction to Modern Archi-
" Virgin Radio, 22 de septiembre de 1993. J. M. Richards,
beth Wilson y Lou Taylor, Through the Looking Glass: A History of Dress from 1860 to the Pre-
sent Day, Londres, 1989. tecture, Harmondsworth, 1946.
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casos con un número mayor de seguidores que las estrellas actuales (ahí está reminiscencias del soneto de amor isabelino y de los poemas de amor corte-
el macabro ejemplo, anunciado recientemente por la prensa nacional, de la sano («Por favor, perdóname, te amo sin remedio» era número uno en las lis-
tensión existente entre los entusiastas de Marc Bolan, agrupados en clubs de tas de éxitos cuando estas líneas se escribieron). El amante infiel es otra
fans rivales —uno se denomina «Frente de Liberación Marc Bolan»-25 que se figura recurrente y el héroe proscrito que «recorre el lado peligroso» —emoti-
disputan los restos mortales de su difunto héroe). Se les dedican discos de vo personaje de uno de los talking Blues más repetidos del pop— parece surgi-
homenaje; se ruedan biopics sobre sus vidas, a menudo trágicas y atormenta- do de una versión transexual de la Ilíada. Lo mismo cabe decir de otras figu-
das; los publicistas los expolian para arrancarles fragmentos musicales o ras clásicas como El Niño Perdido, el Viajero Solitario o el Amante Plantado.
videoclips.26 El turismo roquero los ha convertido quizá en la fuente más pro- La canción de Mary Hopkins «Qué tiempos aquellos, amigo mío» —la expre-
lífica de nuevos santuarios históricos y ha aportado savia nueva a los que ya sión más concentrada que quepa imaginarse de la rememoración melancólica
existían (en el cementerio Pére Lachaise, la tumba de Jim Morrison tiene de un paraíso perdido—, que permaneció en las listas de éxito durante el largo
muchas más flores y visitantes que el Mur des Fédérés, donde están enterra- y cálido verano de 1967, expresaba sentimientos que la poesía pastoral ha
dos los mártires de la Comuna de París)." Bob Marley preside el carnaval de cultivado durante siglos y plagiaba su aire melancólico, nota por nota, de una
Notting Hill, como ya lleva haciendo desde hace años; entre las últimas nove- canción tradicional rusa. «El amor, la frustración, la angustia postadolescen-
dades que llaman la atención se encuentra un flamante álbum nuevo de Jimi te, la amenaza de la locura y las texturas sonoras más fascinantes y opulentas
Hendrix «con más de cincuenta canciones de Hendrix y solos inéditos hasta jamás trasladadas al vinilo», dice a bombo y platillo un anuncio publicitario
la fecha»." de New Musical Express dedicado a la reedición «absolutamente primorosa»
Así como en las pasarelas lo retrochic desempeña un papel relativamente de un álbum de los Beach Boys de 1966.29
secundario, que a veces sólo atañe a los accesorios o al sesgo de las referen-
cias, en el mundo de la música pop resulta sistemático y es consustancial a
las tecnologías de grabación, los gustos del público y el ciclo vital de los II
grandes éxitos. Desde el punto de vista musical extrae su energía de la yuxta-
posición y la asimilación de vocabularios absolutamente disonantes (del afri- Lo retrochic nació como antimoda; su culto se debió al hecho de ofrecer
cano y el oriental al americano y al europeo), y se apoya tanto en la tradición un espacio para el retorno de lo reprimido. Aspiraba a ser escandaloso, a
secular de la canción como en los ecos más o menos intensos de su pasado ultrajar los círculos selectos por su falta de respeto hacia las pretensiones del
más reciente; desde el punto de vista técnico, los sintetizadores electrónicos arte serio, a mofarse del decoro público haciendo caso omiso de los límites
—instrumento por antonomasia de la reproducción mecánica de este arte— convencionales determinados por el sexo o la clase social. Para los cartelistas
ponen a su disposición toda clase de modismos musicales: gracias a él, las y los diseñadores de portadas de discos de los años sesenta, las líneas sinuo-
voces de un coro celestial envuelven el ritmo urbano del rap. sas del Art Nouveau y los colores dayglo de la psicodelia eran una invitación
En lo tocante a los sentimientos o a eso que Raymond Williams denomi- a los placeres de lo perverso. A los artífices del punk, que revivieron los fle-
nase «estructura de la emoción», el pop cultiva trillados tropos poéticos. Sus quillos y las crestas de los Teddy Boys, o a sus primos hermanos de extrac-
letras —una suerte de lamento adolescente o infantil— dan testimonio del des- ción más proletaria, los skinheads, que adoptaron el estilo de las botas Doc
garro que produce el proceso de maduración. Recuerdan los buenos tiempos Marten y las camisas sin cuello de tiempos de sus abuelos, la idea de una
—«en 1957», «en 1963», «en los días del Ford Cortina»— y crean toda una moda anatematizada les resultó todavía más atractiva.
panoplia musical enraizada en la idea de la inevitabilidad de convertirse en Al mismo tiempo, por mor de toda una sucesión de inversiones dialécti-
personas adultas y en la desazón que ésta conlleva. En otro plano, tienen cas, lo retrochic se las ingenió para ir al ritmo de su época, o incluso adelan-
tarse a ella, reflejando cambios estructurales en el gusto popular y anticipando
" "Museum Exhibition Makes its Mark", Hackney Gazette, 10 de septiembre de 1993; o prefigurando nuevas sendas. La contracultura de los años sesenta fue
"Glam-rocker or great artist?", Independent, 17 de septiembre de 1993. excepcional vivero de un nuevo consumismo, más respetuoso con el medio
" «Elvis. Alemania. La época que nadie conocía. Por primera vez... metraje inédito, halla- ambiente: ahí están los muebles «de pino», los alimentos «sanos», las medi-
do recientemente, que nos muestra a la leyenda del rock durante su estancia en el ejército, cum-
cinas «herbales», los champús «naturales». Antes de transcurridos tres años,
pliendo con sus deberes militares y disfrutando de la vida civil. Banda sonora de... los Jordonai-
res». Cartel hallado en la estación de metro de Holborn, 23 de diciembre de 1993. el punk, supuestamente anatematizado, había conquistado las pasarelas de
27 Christine King, "His Truth Goes Marching On: Elvis Presley and the Pilgrimage to todo el mundo. No es fruto del azar que hoy en día lo retrochic ejerza una
Graceland", en Ian Reader y Tony Walker, eds., Pilgrimage in Popular Culture, Londres, 1993,
págs. 92-106.
28 "Rilly Groovy", New Musical Express, 1 de septiembre de 1993. 29 New Musical Express, 11 de septiembre de 1993.
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116 RAPHAEL SAMUEL RETROCHIC

influencia de primera magnitud en esas ferias urbanas que son Portobello vos pedidos." Por aquella época, Roy Brooks, agente inmobiliario que ejer-
Road y Camden Lock —los mercados al aire libre más grandes de la metrópo- cía de árbitro del gusto y simpatizante de izquierdas, estaba sentando las
li—, donde los jóvenes estilistas hacen sus primeras armas y se gestan los cul- bases de un nuevo negocio: el mercado de la propiedad inmobiliaria desvalo-
tos musicales. rizada." Sanderson's empezó a vender (o, para ser más precisos, a revender)
Autores especializados en el negocio de la moda" afirman que lo «retro- empapelados de William Morris, cuyos tejidos, en esos mismos años, empe-
chic», o lo que a veces denominan «la industria de la nostalgia», fue un fenó- zaron a implantarse como el cortinaje predilecto entre las gentes de buen
meno propio de finales de los años sesenta y principios de los setenta. gusto. La fiebre de los productos vintage con fecha de caducidad arrancó un
Fechan su aparición en el rumbo nostálgico tomado por la contracultura a poco más tarde. Parece que fue sólo «a finales de los años cincuenta» cuando
finales de los años sesenta, y llaman la atención sobre una serie de efímeros Portabello Road empezó a hacerse famoso, como santo y seña de los anun-
revivals acaecidos tras la fiebre del Art Nouveau, declarada en las postrime- ciantes y de los decoradores de interiores, y como gran emporio especializa-
rías de aquella década. Empero, cada uno de esos revivals posee su propia do en productos de estilo victoriano.34
prehistoria, que se diferencia, analítica y cronológicamente, de las demás. Lo Estas pasiones primerizas despertadas por lo retrochic respondían a gus-
neovernáculo, por ejemplo, el estilo por antonomasia de los años ochenta por tos conscientemente minoritarios, excéntricos incluso. La prosperidad de los
lo que hace a las grandes constructoras, y, probablemente, la tendencia más años sesenta les otorgó mayor resonancia, convirtiéndolas en una versión
influyente en el diseño y la promoción de mercancías, se remonta, por una alternativa del consumismo, dominada por la nostalgia de una vida más sim-
parte, al cottage ornée de los años noventa del siglo xviii; por otra, al Movi- ple. Fue entonces cuando «se disparó el interés del público en el coleccionis-
miento de Artes y Oficios de William Morris y C. R. Ashbee; y, por último, mo de antigüedades»;" cuando los comerciantes empezaron a instalarse en
al arte moderno británico surgido tras la guerra. Cotswolds (en 1955 no había una sola tienda de curiosidades en Burford; hoy
Por lo que respecta a las artes gráficas de época, el intento de darle nueva en día abundan más que las carnicerías o las panaderías);" y cuando en
vida o de imitar el estilo tradicional ya estaba consolidado en los tiempos del Islington se sentaron los cimientos de Camden Passage como «el poblado de
Festival de Gran Bretaña; de hecho, constituía una de las grandes pasiones de las antigüedades de Londres»." En ese mismo periodo, el etiquetado de los
los ilustradores gráficos, los tipógrafos y los profesores de arte de vanguardia productos empezó a adoptar logotipos vintage; los «anuncios de antaño»
de aquellos años. El propio Festival optó adrede por utilizar la tipografía gótica hicieron su aparición en Oodles y Cranks, el nuevo restaurante de alimenta-
y egipcia en sus exposiciones —un tipo de letra «graciosa» o «festiva» que ción natural, como signo de la calidad artesanal de los productos. Parece que
contrastaba con la inapelable severidad de la Helvética—.3' En la Escuela de las postrimerías de los años sesenta fueron asimismo el momento en que se
Bellas Artes de St. Martin, según el testimonio de una persona que estudió en inició la producción en masa de mercancías inspiradas en las glorias de nues-
ella entre 1950 y 1953, todos los profesores de vanguardia experimentaban tro patrimonio cultural; en el que las fotografías «vintage» se implantaron en
con el tipo gótico y egipcio, imitando los aires del cartel de teatro victoriano. el mercado de las tarjetas postales; y en el que el mobiliario de pino «vetea-
En lo que concierne a la promoción de mercancías, no sería dificil locali- do», loado en un principio por su carácter moderno, empezó a venderse por
zar anticipaciones de lo retrochic en la década de 1950. Laura Ashley, cuya su aspecto «campestre».
«ropa romántica de fantasía» estaba en perfecta sintonía con el retorno a la
naturaleza que se vivió en los años setenta, empezó a imprimir sus alberos
(«con un motivo victoriano típico») en fecha tan temprana como 1953; la pri- "Laura Ashley: Inspiration that founded an Empire", Daily Telegraph, 18 de septiembre
32
mera remesa se agotó tan pronto en los grandes almacenes John Lewis, situa- de 1985.
dos en Oxford Street, que cuando Ashley volvió a su piso de Pimlico (según " Roy Brooks era miembro del Partido Laborista de Chelsea y Kensington. Simpatizaba
sobremanera con la corriente de centro izquierda encabezada por Nye Bevan, y utilizaba la sec-
una leyenda del mundillo), el teléfono no paraba de sonar, reclamando nue- ción de anuncios inmobiliarios, de la que era redactor, para apoyar sus apuestas políticas e
insultar a su elegante clientela. Sus célebres anuncios dedicados a residencias de época venidas
a menos se encuentran reunidos en Mud, Straw and Insults: A Further Collection of Roy Brooks
Property Advertisements, Londres, 1971, y Brothel in Pimlico, Londres, s.f.
34 Jeremy Cooper, A Complete Guide to London's Antique Markets,
pág. 13.
3° Kennedy Fraser, "Retro. A Reprise", en The Fashionable Mind: Reflections on Fashion,
1970-1982, Nueva York, 1982; Wilson y Taylor, Through the Looking Glass; Lucy Lippiard, ° Ibíd., pág. 68.
"Reflecting on Retrochic", en Get the Message? 36 Para una crónica acerca de la colonización de Burford por parte de los anticuarios, "Face
Charles Hasler, "Preface", A Specimen of Display Letters Designed for the Festival of to Face", Traditional Interior Decoration, junio-julio de 1988, págs. 39-43.
Britain, Londres, 1951; Nikolaus Pevsner, "Lettering and the Festival on the South Bank", Pen- 37
"The Camden Passage market started in the mid-sixties, the brain-child of a local music
rose Annual, 1952, págs. 28-33; Geoff Weedon y John Gorham, "English Fairground Decora- shop owner", Ronald Pearsall y Graham Webb, Inside the Antique Trade, Londres, 1974, págs.
abril-mayo de 1968.
tion", Penrose Annual, 1973, págs. 41-45. 115-116; Cooper, Guide, págs. 59-68; "Camden Passage", Collectors World,
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Lo retrochic, por mor de su carácter teatral, su pasión por el disfraz y su
inclinación al histrionismo, forma parte —y acaso sea fruto tardío— de esa veta
extravagante, característica del gusto nacional británico, que los historiadores
del diseño contemplan como una suerte de antífona a las penurias sufridas
por Gran Bretaña durante la posguerra, y que se manifiesta en los Jardines de
Recreo de Battersea del Festival de Gran Bretaña, más que en el Domo de los
Descubrimientos. El propio Festival dio pábulo a muestras tan delirantes de
la estética del absurdo como el pabellón de «El León y el Unicornio», que
celebraba la grandeza y las «peculiaridades» del carácter nacional británico;
los Jardines de Recreo de Battersea acogían a las «chicas de las naranjas» de
Nell Gwyn, que, supuestamente, recuperaban el encanto perdido de Rane-
lagh, Vauxhall y el Cremorne. Fuera del Festival, pero íntimamente vinculada
a él, cabe citar la inauguración en 1951, en Whitsun, de la primera línea
ferroviaria que imitaba el estilo victoriano; el «revival» (¡cuatrocientos años
después!) de los Misterios de York; y la celebración, por parte de la Galería
de Arte de Whitechapel, de las «Artes Ingenuas», en especial las que se culti-
vaban cerca de las ferias y en la zona costera."
Otra genealogía digna de atención es la del culto que las clases medias
rinden a la infancia, con su celebración de un periodo de la vida magnificado
por el paso del tiempo y su idealización de la guardería. En el ámbito del tea-
tro, son buena muestra las reposiciones anuales de La isla del tesoro y Peter
Pan; en el terreno de la etnografía, El saber y el lenguaje de los colegiales
(1960), escrita por los Opies; y, en las salas de subastas, los extraordinarios
precios alcanzados por objetos vintage de infancia como casas de muñecas y
teatros de juguete. Las tiendas de regalos del National Trust —un fenómeno
surgido hace dos décadas— también participan de ese culto. Aquí Beatrix Pot-
ter es objeto de una atención mucho más destacada, como escritora e ilustra-
dora, que Shakespeare, Dickens o Scott y que Hogarth o Blake, respectiva-
AH original '60s & '70s fab gear, get mente. Considerada durante muchos años como un dechado de elegancia (se
your ciued-in clothing at: la ha llamado «el Disney de las Clases Medias»), Beatrix Potter se ha ganado
una nueva legión de admiradores gracias al reciente estreno en vídeo de sus
The Cavern Cuentos. Por lo visto, entre sus nuevos adictos se encuentran los niños de
extracción obrera, lo que explicaría el hecho de que las galletas de «Peter
Now even bigger & better at Rabbit» se ofrezcan en paquetes de tamaño gigante en la sección de dulces
154 Commercial St, London, El 6FU de Woolworth's39 y se haya fichado a Jemina Puddleduck para enseñar a los
niños a ir al baño: no en vano sus muecas adornan los rollos de papel higiéni-
tel: 071 247 1889 co que hay en las guarderías.
En la publicidad retro, el recurso al pasado sirve para humanizar el pre-
wholesaie, retail & mai! order sente y para sustituir una imagen personal por otra corporativa. Tanto en la
10% discount with Chis issue serie de anuncios que ha puesto en marcha Levi's, protagonizada por actores

Especialistas en la mejor ropa original de los 60 y los 70. No dejes de ir a la moda gracias a The " William Feaver, "Festival Star", Barbara Jones, "Popular Arts", James Gardner, "Batter-
Cavern. Ahora con más espacio y calidad que nunca en 154 Commercial St, Londres, El 6FU, sea Pleasures", John Piper, "A Painter's Funfair", en Mary Banham y Bevis Hillier, eds., A
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este folleto. " Septiembre de 1993.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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1 ¿U RAPHAEL SAMUEL RETROCHIC 121

que representan tipos rurales de los años veinte, como en el anuncio televisi- chic no está obsesionado con el pasado; al contrario, lo trata con indiferencia.
vo del «paseo en bici» que Ridley Scott dirigiera en 1974 para Hovis —que Sólo cuando la historia ya no importa puede tratarse como un pasatiempo.
tanto ayudó a que el sentimiento de nostalgia transmitido por esas imágenes Todo lo dicho, sin duda, es cierto en lo que respecta al arte pop, uno de
de aspecto vaporoso se convirtiera en un motivo recurrente de la publicidad los crisoles de la revolución cultural de los años sesenta; lo es asimismo, aun-
difundida en ese medio—, el sepia cumple la función de otorgar a las imáge- que de folina más sesgada, para lo retrochic. Al romper tanto con la pintura
nes un carácter marcadamente sentimental. Pero con frecuencia la referencia figurativa como con la abstracción y crear nuevas formas artísticas a partir de
al pasado también se utiliza para lograr un efecto cómico o agridulce, como desechos, el arte pop yuxtapuso de modo iconoclasta el pasado y el presente,
en esas parodias de los maestros antiguos a las que Vodaphone ha recurrido explotando para sus propios fines algunos hitos de la historia del arte, paro-
en la guerra desatada por la implantación en el mercado de los teléfonos diando a los Maestros Antiguos o recurriendo a imágenes más modernas para
móviles. Un extracto de una vieja película de Harold Lloyd, El hombre mosca burlarse de las pretensiones de los salones elegantes y poner de manifiesto
(Safety Last), en la que el cómico, para salvar la vida, se agarra a la esfera del las afinidades de la alta cultura con el kitsch. El arte pop mostró una voluntad
reloj que corona el Empire State Building, fue durante muchos años el anun- precoz de utilizar con fines decorativos las marcas de productos tradiciona-
cio de una compañía de seguros, y gozó de inmensa popularidad. Una serie les, los letreros esmaltados y, en general, los materiales impresos de carácter
de anuncios puesta recientemente en marcha por Heineken se las arreglaba efímero; Alicia asomaba la cabeza en los montajes de Peter Blake más o
para presentar uno tras otro a Marilyn Monroe (salida de Con faldas y a lo menos como los bustos clásicos en los paisajes lunares de los surrealistas. En
loco), a un John Wayne sacado de una película del Oeste y a Humphrey un registro más vampírico (por emplear la feliz expresión de Elizabeth Wil-
Bogart. Ahora mismo despierta mucha admiración el pastiche realizado por son,4 ' los carteles reciclaban fotogramas de películas antiguas, protagoniza-
la Mercury a partir de un noticiario rodado en los años cincuenta por Pathé, das por estrellas del cine mudo; entretanto, las difuntas estrellas cinematográ-
en el que las palabras y las imágenes no discurren sincronizadas, y un obtuso ficas de los años cuarenta y cincuenta gozaban de una excelente salud en los
oficial trata de concentrar al resto de la tropa.4° cuadros de Andy Warhol y en la portada de Sergeant Pepper.
Como cabe deducir de todo lo dicho hasta ahora, cuando lo retrochic imita La idea de que las antigüedades podían resultar divertidas —de que era su
o se apropia del pasado a menudo lo hace con tono de burla. El modo en que carácter pintoresco, chillón o estrambótico, más que su valor intrínseco o, en
se apropia de toda clase de artefactos y los utiliza como iconos o emblemas un sentido más convencional, su condición de obj ets d' art, lo que hacía que se
resulta lúdico y teatral. Según los teóricos de la posmodernidad, a diferencia vendieran— cimentó la fortuna de Portobello Road, convirtiendo las bagatelas
de formas previas de revival, a lo retrochic lo anima un impulso paródico. Se victorianas en joyería «a la última» y las tazas que conmemoraban la corona-
muestra irreverente con el pasado y no se toma del todo en serio a sí mismo. ción de los monarcas ingleses en objetos codiciados por los coleccionistas.
No se interesa por la restauración del detalle original, como el conservacio- Tomado en los años cincuenta por jóvenes sin recursos económicos que resi-
nista, sino por el efecto decorativo, y escoge sus objetos en función de su dían en pisos compartidos, Portobello Road se benefició, en la década de los
capacidad de sorprender o divertir, no porque sean vestigios reales del pasa- sesenta, de la llegada de nuevos estilos de vida, más opulentos, así como de la
do. De hecho, da la impresión de que lo retrochic prefiere con frecuencia los insaciable demanda de utilería de época por parte de los fotógrafos de moda y
remakes a los originales, dedicándose de buen grado a la fabricación de répli- de los estudios de cine y televisión. A finales de los años sesenta el recinto con-
cas, sin tratar de ocultar la procedencia moderna de éstos. Cuando imita o taba con unos dos mil puestos y minitiendas. Muchos sólo abrían los sábados o
plagia, deja constancia de su maniobra; cuando toma algo prestado lo coloca, lo hacían a tiempo parcial; pertenecían a expertos en objetos victorianos «insó-
metafóricamente hablando, entre comillas; cuando se apodera de algún botín, litos» y «almacenados en buhardillas», que se especializaron en antiguallas tan
confiesa su pillaje. En resumen, no pretende engañar a nadie provocando un poco estimadas hasta aquel entonces como las máscaras de gas de la Segunda
sentimiento alucinatorio de identificación con el pasado; al contrario, cultiva Guerra Mundial, viejos rótulos de comercio, gramófonos de Edison y —cuando
un aire de desapego y de distancia irónica. Desde esta perspectiva, lo retro- la fiebre del Art Deco adquirió velocidad de crucero— ceniceros cromados. «No
se toman demasiado en serio a sí mismos», dice una guía de Portobello Road
publicada en 1967, «y son muy capaces de vender tanto una ganga como una
4° Correos, consciente de que la compañía telefónica Mercury y otros competidores de nuevo
imitación sin saber de qué se trata en ambos casos».'
cuño andan pisándole los talones, ha resucitado el telegrama. En una desesperada apuesta por el
mercado retro, ha decidido anunciarse mediante un cartel en blanco y negro donde aparecen dos
jóvenes telegrafistas ataviados con casquetes. La leyenda proclama: «No hay nada como un tele- Elizabeth Wilson, "Second-Hand Films", Hallucinations: Life in the Post Modern City,
grama para enviar un mensaje». Cartel hallado en la estación de Liverpool Street, 20 de noviem- Londres, 1988, págs. 97-104.
bre de 1993. 42 Ray Curtis y Amoret Scott, Portobello Passport, Londres, 1968, págs. 15-16.
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1 L,J

La ropa estrafalaria y la cerámica de imitación —aunque en su mayor par- tura gracias al baño de sosa cáustica del hermano Pete». Por su medio y el de
te réplicas en vez de originales, y fabricadas como objetos de recuerdo— tam- tiendas similares, como las de Church Road, Marylebone, surgió esa estética
bién ayudaron a traer la prosperidad a Carnaby Street y a convertirla, durante de «madera de pino» —escandinava y moderna en sus orígenes, antes de con-
un intervalo breve pero esplendoroso, en uno de los centros mundiales de la vertirse en la encarnación de «lo victoriano» o de las «cocinas campestres»—
moda. De hecho, su tienda más famosa —«Yo fui el ayuda de cámara de Lord que se impuso a los acabados de nogal o de caoba como símbolo del gusto
Kitchener»—, donde se vendían accesorios y objetos militares de imitación, nacional británico.
estableció su primera sede en el extremo más atrevido de Portobello Road. A finales de los sesenta, Portobello Road, además de ser un vasto empo-
En la moda de vestirse con trajes de época, difundida a finales de los rio donde se comerciaba con toda clase de objetos kitsch de entreguerras, fue
años sesenta, había un elemento camp muy poderoso, que daba libre curso a también la capital mundial del movimiento hippy, amén de uno de los prime-
la fantasía y al fetichismo, al tiempo que caricaturizaba o parodiaba los este- ros feudos del culto Hare Krishna y vivero de la Nueva Era. El restaurante
reotipos de clase y género. Permitió que el narcisismo masculino se disfraza- macrobiótico de Ladbroke Grove o la tienda de productos integrales Ceres
ra de virilidad, mientras las mujeres se las daban de femme fatale merced a formaban parte del mismo decorado al que pertenecían locales con nombres
los trajes ceñidos que habían estado en boga en el Manhattan o el Mayfair de tan ocurrentes como Chip and Dale* o Dodo Designs.** Elizabeth Wilson,
los años veinte. La interpretación del Sargento Troy ofrecida por Terence en su excelente libro autobiográfico, La escritura en espejo, ha descrito ese
Stamp en Lejos del mundanal ruido (Far from the Madding Crowd) parece ambiente, propio de los ensueños inducidos por algunas drogas, tal y como
que ejerció tanta influencia en la moda masculina como la del personaje de era durante el apogeo del f/ower-power y en vísperas de los levantamientos
Bathsheba encarnado por Julie Christie en el mismo filme, haciendo de la estudiantiles de 1968:
túnica escarlata y de los pantalones ceñidos del procaz húsar una suerte de
uniforme del estilo de vida alternativo. Por los cascarones agrietados de aquellas casas imponentes y ampulo-
Al parecer, la ropa que en un primer momento se consideró estrafalaria sas se propagaba el liquen dorado de una nueva cultura, de una excre-
pronto pasó a tenerse por elegante. En 1967, según una guía de Portobello cencia antaño inexistente que, en realidad, era un síntoma de decaden-
Road, el Art Deco era ya un estilo exquisito: cia. Todos los sábados, hombres y mujeres de largas melenas, vestidos
con ropa suelta y holgada, atestaban las aceras de Portobello Road,
No hay nada como un mercado callejero para encontrar prendas de formando una masa fluctuante, que iba recorriendo lentamente las
hace treinta años que, con un par de retoques, te convertirán en la chica tiendas de ropa de segunda mano, el puesto de ñame y yantén, los esta-
más elegante de la fiesta. Ahora que ha vuelto la estética de los años blecimientos de comida sana, los comercios «de coloquetas» —las tien-
veinte, no pierdas de vista las creaciones con pedrería y flecos que se das de los hippies— que olían a varillas de incienso y a pachuli.44
han puesto tan de moda. Si la etiqueta del modisto sigue dentro tendrás
que pagar un poco más, como tuvo que hacerlo la persona que lo com- Lo retrochic marcó las pautas de la cultura alternativa de los setenta y los
pró por vez primera. No te pierdas tampoco los accesorios que los ochenta. Las gafas «de la abuelita» con montura de alambre, como las de
acompañaban, los largos collares, las boquillas para fumar de medio John Lennon —un artículo que, como su abrigo de astracán, se puso de moda
metro o el abanico de plumas de avestruz. Los hombres también pue- en 1967 y estuvo en boga durante un breve periodo de tiempo—, pasaron a ser,
den convertirse en el centro de atención si tienen la suerte de encontrar a principios de los setenta, un accesorio típicamente trotskista, y, poco más
un chaleco antiguo. Si es del siglo xviii llegará hasta los muslos y esta- tarde, los anteojos propios de los estudiosos y los hurones, estatuto que han
rá bordado con seda de colores resplandecientes... Los victorianos son conservado hasta el día de hoy. Los bigotes caídos, estilo Zapata, que luce
más cortos y llevan solapa; los hay a rayas negras y amarillas, de George Harrison en la portada de Sergeant Pepper, fueron imitados por los
cachemira o bordados en petit point, entre otros muchos modelos.43
working class heroes (entre ellos George Best, la famosa estrella de fútbol) y
por los chicanos de la costa oeste de los Estados Unidos; convertido en un
Alice's, el célebre emporio de Portobello Road dedicado a la venta de
bigote de cepillo, de aire más agresivo, y combinado con la costumbre de ves-
objetos victorianos, cuyos locales están estratégicamente ubicados en la
esquina con Denbigh Close y en cuya fachada luce un letrero a la vieja usan-
za, fue una de las primeras tiendas de Londres especializadas en armazones * Nombre de dos ardillas de Walt Disney que juega con el apellido de uno de los grandes
de latón para camas y muebles decapados victorianos, «libres de óxido y pin- creadores de mobiliario ingleses del siglo xvm, Thomas Chippendale. (N de los t.)
** «Diseños Dodo», donde «dodo» hace referencia tanto al ave extinta de ese mismo nom-
bre que habitaba en algunas islas del océano Índico como a la idea de «anticuado» y «tonto-
rrón». (N. de los t.)
43 Curtis y Scott, Portobello Passport, págs. 37-38. 44 Elizabeth Wilson, Mirror Writing: An Autobiography, Londres, 1982, pág. 115.

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1 L.9

tirse con ropa de trabajo y de rasurarse el cráneo, dio lugar a la imagen clóni- En su vertiente femenina (el 82% de la clientela de Past Times está formado
ca, asertiva y directa adoptada a principios de los setenta por muchos gays. por mujeres,46 que además constituyen el grueso de clientes de los puestos
En un sentido más amplio, la nueva moda de vestirse con ropa de época pro- «de antiguallas» de Portobello Road y de Camden Lock), lo retrochic acaso
bablemente influyó de forma soterrada en la subversión de las ideologías esté ligado al incremento del poder adquisitivo femenino y a la creciente seg-
sexistas, permitiendo que las gentes se vistieran con prendas del sexo contra- mentación del mercado en función del sexo de los consumidores, dos fenó-
rio y disimulasen así su propia condición. menos que han dado pie a la producción de nuevos tipos de mercancía, con-
Lo retrochic también ha influido sobremanera en el mundo empresarial. cebidos específicamente para las mujeres. Los productos de papelería desti-
Las líneas sinuosas y el grafismo decorativo del Art Nouveau, que seguían nados a usos sociales —apenas menos presentes en papelerías comerciales
resultando novedosos cuando se utilizaron para adornar la fachada de Granny como Ryman's que en tiendas especializadas en tarjetas de regalo o en com-
plementos— son un caso palmario, una especie de equivalente retrochic del
Takes a Trip, se pusieron al servicio de todo tipo de negocios, desde la Body
papel de cartas perfumado tan apreciado por las damas del siglo xix. La ata-
Shop, en el segmento «verde» del nuevo consumismo, hasta las tartas «escan-
reada secretaria que acude a buscar tarjetas de felicitación no puede dejar de
dalosamente buenas» de Mr. Kipling, en el segmento de las imitaciones de pro-
reparar en los monísimos tacos de notas, llenos de ilustraciones en las que
ductos tradicionales. El Art Deco, adoptado tal cual por las corporaciones
aparecen casitas de campo, motivos de fauna silvestre o animales lanudos; en
empresariales, ha seguido el mismo camino• ahí está esa figura móvil con
la agenda de cumpleaños, pensada para que nadie se olvide de hacer ese
aspecto de duendecillo («la maricona danzarina», según los críticos más inmi-
regalo u organizar esa fiesta que le hará quedar como un rey; en la placa per-
sericordes) que decora las cabinas de British Telecom, o el Apolo de aire matis-
sonalizada, dotada de un letrero luminoso o móvil, que constituye para el ofi-
siano merced al cual las operaciones inmobiliarias de la Compañía de Seguros
cinista lo que representaba para el gentilhombre la etiqueta ex libris. Entre
Prudential parecen fiables, amigables y humanas. De igual folina, en el ámbito
toda esa panoplia de artículos destaca un clásico moderno de nuevo cuño, el
de los medios de comunicación de masas, los colores fosforescentes de la psi-
portarretratos Art Nouveau, por lo visto tan adecuado para el dormitorio de
codelia —un invento surgido de los espectáculos de luces que, con el paso del
los adolescentes como para el desván de la casa de campo que aparece en
tiempo, se convirtió en el sello distintivo de la prensa alternativa— son ahora de
Casa y jardín o en Interiores de época. De un tiempo a esta parte, Past Times
rigueur tanto para la prensa seria como para los periódicos sensacionalistas. ofrece «Tarjetas de Arte Celta», «abrecartas con forma de espada celta»,
«papel de carta iluminado» con los Evangelios de Lindisfarne y —prolonga-
ción de la noción de gótico tardío— bolígrafos «Flor de Lis»."
III La ropa de deporte «clásica» —de producción reciente en su mayor parte,
como sucede con las botas Doc Marten— viene a ser algo así como el equiva-
Desde un punto de vista económico, lo retrochic podría considerarse fru-
lente masculino del potlatch femenino, aunque, por lo visto, sirva más para
to de la prosperidad que trajo aparejada la posguerra. Aparece por vez prime-
darse un capricho uno mismo que para obsequiar a los demás. Ahí están las
ra el mismo año en que se celebra el Festival de Gran Bretaña, como una
camisetas de equipos de fútbol de los años setenta, cuando la era de los
especie de burla fantasiosa contra los rigores del racionamiento de comida y
patrocinadores todavía no había visto la luz, que se venden en las tiendas de
vestido. En el transcurso de los años sesenta, estuvo estrechamente asociado
recuerdos junto a los fanzines y a la parafernalia de la música pop; las edicio-
al surgimiento de un consumismo alternativo en el que el tiempo libre impor-
nes limitadas de camisetas que reproducen las que los jugadores lucen en el
ta más que el dinero, y en el que los árbitros del gusto proceden de una
transcurso de los partidos de homenaje (la de Matt Busby, entrenador del
extracción social más culta que acaudalada. Su evolución posterior refleja el
Manchester United, muestra al héroe del día con sombrero de copa); los vídeos
crecimiento tanto de las estrategias de marketing centradas en los nichos de
de David Twydell de clubs de fútbol extintos (el de Accrington Stanley es por
mercado como de lo que en los años ochenta dieron en llamarse tiendas «de
lo visto el que goza de más éxito); y el nuevo mercado de alta costura dedica-
ocio», «lúdicas» o «especializadas». Ante todo, lo retrochic ha sacado partido
do a las zapatillas de deporte «con denominación de origen», que reproducen
del auge de los accesorios de moda alimentado por él mismo: joyas para lucir
hasta el menor detalle los modelos de los años sesenta (el Soho cuenta con
en la cintura, brazaletes y complementos como correas y cadenas, preconiza-
una tienda dedicada en exclusiva a ello)."
dos desde las pasarelas como medio idóneo de evocar un estilo «medieval».45

46Información proporcionada por John Beale, fundador y propietario de Past Times.


as "Exotic, Soft Mixture adds a Medieval feel to Martine Sitbon", Independent, 13 de octu- Past Times Catalogue, otoño de 1993.
bre de 1993. Joanne Dubbs Ball y Dorothy Hehl Torem, The Art of Fashion Accessories, Nueva 48 A propósito de las deportivas «vintage», "A Step-by-Step Guide to Trainers", Indepen-

York, 1993, propone una historia en imágenes de los accesorios de moda en el siglo xx. dent, 23 de octubre de 1993; "Puma vs. Adidas", Sky, octubre de 1993.
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Por lo que respecta a los fetiches de la industria cultural estadounidense,
otro de los sectores en auge de lo «retro» en nuestros días, resulta también
evidente el predominio de lo masculino. El uniforme a lo James Dean o a lo
Marlon Brando —camiseta blanca, chaqueta negra de cuero, vaqueros— parece
ACCRINGTON
descender del movimiento de liberación gay de principios de los setenta, que
adoptó un aspecto «viril» o «clónico» para desvincularse de los estereotipos
afeminados del «marica». La «ropa de faena», comercializada como ropa
«con denominación de origen» y como «clásico moderno», o vendida en los
mercados de pulgas como ropa de segunda mano, se asocia con el aspecto
STANLEY
FOR THE BEST IN LIVE MUSIC
«amo del mundo», viril y en contacto con la naturaleza. De dar crédito a 0
algunos de los anuncios de ropa de trabajo de Timberland o de Rockport, uno
«I
pensaría que el varón británico estuviera a punto de salir disparado hacia el
desierto de Arizona o a los pantanos infestados de caimanes de la Luisiana: rd

Observe los tres tipos de calzado, fuerte y versátil, que les mostramos
en estas páginas. En primer lugar, nuestra... tradicional bota impermea- U
ble, capaz de salir airosa de toda clase de desafíos. En segundo lugar,
ro
nuestras botas para excursionismo, cosidas a mano... Y, en tercer
lugar, nuestras Weatherbuck, combinación del zapato informal clásico
con... la tecnología impermeable más exigente... Nuestro Anorak Blue 0
Ridge Mountain hace gala de la misma versatilidad. Tanto si sus pasos «1
trituran el barro helado del Ártico como si sortean los charcos de tie- Any remaining oubters may
rras más benignas, nuestro calzado le protegerá de todas las inclemen- wish to heed that The Beatles also
cias del Hemisferio Norte.' had a dreadful name. And 1 hear (24
De un tiempo a esta parte lo chic vintage se ha apoderado de las relucien- they did all right. 0
tes novedades que vieron la luz en los años cincuenta, dando origen a la ver- Melody Maker, April 1993 43
sión británica de uno de los fetiches de la cultura estadounidense: Fatboy's
Diner, el vagón de comidas originario de Worcester, Mass., ha sido trasplan- .rt
tado con éxito a Spitalfields (en Covent Garden existe una versión alternati-
va). Mark Yates, joven emprendedor que hizo sus armas empresariales en el
ámbito del «cáterin para eventos», es el artífice de este local, donde se invita
a los clientes a «saborear un pedazo de historia», y se ofrecen, amén de clási- E
cos del rock'n'roll, productos tan exóticos como patatas fritas sazonadas con O
pimentón, Hamburguesas Montañesas y el Especial para Jóvenes Sabuesos,
con root beer («cerveza de raíces»)* como bebida predilecta de la casa para the Black Lion rx4

bajarlo todo."
El auge de lo retrochic, sobre todo en su vertiente femenina, quizá tenga Kilburn Hiqh Rd 7.30-12pm

que ver con la emergencia de una cultura del regalo orientada al mundo de la
ACCRINGTON STANLEY. LAS MEJORES ACTUACIONES MUSICALES EN DIRECTO / Los que todavía ten-
gan dudas deberían recordar que también los Beatles tenían un nombre horrible. Y no creo que
nadie tenga queja de ellos. Melody Maker, abril de 1993./ Los jueves en el Black Lion Kilburn
" "Our Name is Mud", Independent, 25 de septiembre de 1993. High Rd / Un viaje de ida y vuelta desde Elvis hasta REM.
* Refresco carbonatado patentado por el farmacéutico Charles Elmer Hires y presentado
por éste con gran éxito en la exposición del centenario de los EE.UU. de 1876. Sus principales
ingredientes son gaulteria y vainilla, y suele llevar también canela y regaliz. (N de los t.)
5° Información y folletos proporcionados por Mark Yates, noviembre de 1993.

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oficina y al universo de las adolescentes.5' Lo retrochic se centra en gran celebra anualmente en Birmingham reúne alrededor de cuatro mil firmas en
medida en el mercado de los artículos de regalo, equivalente moderno de los un espacio expositivo que ocupa veinte kilómetros (aparte de esta feria, exis-
«artículos de feria» que en tiempos victorianos y previctorianos se adquirían ten otras dos de ámbito nacional; las internacionales se celebran en Fráncfort
a modo de obsequios." Ese, sin duda, es el destino de esos dijes, camafeos y y Nueva York).54 El auge de las «tiendas de beneficencia», nacidas al calor de
pastillas de jabón hexagonales, fabricados a guisa de miniaturas victorianas, la filantropía de nuevo cuño de los años sesenta, trasladó el ambiente típico
que constituyen el sota, caballo y rey de las tiendas de regalos del National de los mercados de pulgas al mundo de las tiendas, permitiendo que la clase
Trust. La Body Shop desembarcó a lo grande en el negocio de los artículos de media «socialmente comprometida» penetrase en los misterios del estilo
regalo cuando añadió productos cosméticos a su gama de aceites y jabones mientras se entregaba al simulacro de una labor social. En una línea más
herbales. En palabras de un entusiasta cronista de la historia de la compañía: comercial, lo retrochic ha sabido cómo sacar provecho de los restos de tem-
«El cliente elige los productos y artículos de surtido, primorosamente ex- porada —el equivalente, en el mundo de la moda, de los libros de saldo— dan-
puestos en cestas con flores secas, que compondrán su cesta de regalo, antes do lugar a la creación de una panoplia de líneas lucrativas.
de envolverla con plástico trasparente»." «La mejor calidad en loza, cristal y Por lo visto las tiendas de beneficencia son un fenómeno paneuropeo y
objetos de regalo», proclama un anuncio de Lawleys, el escaparate metropo- trasatlántico; de hecho, en los Estados Unidos, parece que el negocio de la
litano de la loza de Wedgwood, la porcelana de Royal Doulton y el cristal de ropa vintage surgió a raíz de las simpatías tercermundistas que aparecieron a
Limerick, con sede en Regent Street. Por lo visto las teteras de diseño, ofreci- mediados de los sesenta. Los mercados de pulgas son también un fenómeno
das por las compañías de venta por correo y por algunas tiendas de museos, internacional. Los mercados callejeros dedicados a la venta de antigüedades
corren pareja suerte: «La mayoría sirve como obsequio... Elija una que haga están representados en Ámsterdam por el Waterlooplein, donde «además de
juego con el pasatiempo favorito de la persona a la que piensa regalársela, excedentes más o menos nuevos, se venden vajillas usadas, cajas de latón,
como la pesca o la jardinería; una que tenga forma de gato para los amantes discos de setenta y ocho revoluciones, muebles de la abuela, ropa del abuelo,
de los gatos; una con forma de globo aerostático para las personas con ambi- sombreros y gorras; si busca con detenimiento, quizá hasta encuentre corsés
ciones». La tienda del Museo Británico, antaño minúscula y que en la actua- para las damas»;" en París, el marché aux puces, que ya atraía la atención de
lidad ocupa una galería entera, ofrece «grandes regalos en miniatura»; la los artistas en los albores del surrealismo, se ha convertido en el emporio
réplica del antiguo gato egipcio que cuesta 8 libras esterlinas ostenta el de un negocio internacional a gran escala, donde lo mismo se venden fetiches
récord de ventas. La confitura «de fabricación casera», como la de Wilson, de la industria cultural estadounidense recién salidos de fábrica que loza pro-
«el regalo con sabor a historia», o las «conservas» de Cartwright and Butler venzal o cerámica bretona. El Rastro de Madrid, a juzgar por las fotografías,
(«elaboradas en Norfolk de forma artesanal»), se venden como recuerdo; la es primo hermano del Gloucester Green de Oxford, en tanto Camden Lock,
gente las compra porque la tapa está cubierta con una tela de algodón a cua- provisto de un enorme surtido de fetiches estadounidenses, es por lo visto
dros y porque en el envase luce una etiqueta de época, aparte de por el hecho uno de los destinos prioritarios de los excedentes retro trasatlánticos.
de que esa sustancia lábil que guarda en su interior no lleva conservantes. Lo retrochic, a menudo fruto imprevisto del capricho individual, desbroza
Durante los setenta y los ochenta, lo retrochic fue uno de los máximos empero el camino de los grandes negocios, adelantándose al surgimiento de
vehículos de expresión de la cultura empresarial. Sus productos no sólo abas- nuevos tipos de mercancía o facilitando la transición hacia nuevas clases de
tecieron el negocio del turismo, sino también el consumismo «alternativo» de comercio. Se mueve por grados, desde el mundo de los mercados de pulgas
la contracultura, las modas juveniles más «rebeldes» (en especial, el punk) y hasta el de las franquicias y contratas. Andy Thornston's, por ejemplo —equipo
el nuevo narcisismo de la salud, ejemplificado por la Body Shop. En el nego- formado por un matrimonio que empezó en el negocio del salvamento arqui-
cio de los artículos de regalo no existen grandes compañías; al contrario, pro- tectónico en 1975—, se dedica en la actualidad a la fabricación de objetos de
liferan multitud de pequeños estudios y comercios: la feria del sector que se imitación para grupos hoteleros y cadenas de cervecerías distribuidas por
todo el país, aparte de abastecer a parques temáticos y a museos al aire libre:
entre sus clientes se cuentan la cadena de hamburgueserías McDonald's, el
5 ' Por lo visto la obra de David Cheal The Gift Economy, Londres, 1988, es prácticamente
Metro Centre con sede en Gateshead, la Cámara de los Lores, el Museo Na-
el único libro escrito por un sociólogo sobre un fenómeno venerado por la antropología. A
semejanza de otros autores, insiste en el hecho (págs. 176-183) de que las personas que com-
pran regalos casi siempre (e incluso sin el «casi») son mujeres.
53 En Victorian Fairings and their Values, ed. Margaret Anderson, Galashiels, 21978, pue-
54 Información proporcionada por John Beale, de Past Times, y Alan Taylor, de Hugo Rus-
den hallarse fotografías de esa clase. sell, y extraída de catálogos comerciales.
53 Gilly McKay y Alison Corke, The Body Shop: Franchising a Philosophy, Londres, 1986; 55 A propósito de Waterlooplein, Klaartje Schweizer, "Nostalgia Like... A Fly", comunica-

véase también Anita Roddick, Body and Son!, Londres, 1991. ción en ciclostilo, Amsterdam Conference on National Identity, 30 de septiembre de 1993.
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1CD 131

cional de Fotografía y Eurodisney.56 El proveedor de lámparas Christopher


Por tanto, lo retrochic, pese a su apariencia local y vernácula, continúa
Wray, que inició su andadura profesional en un puesto del Mercado de Ken-
siendo un negocio internacional. Los faroles victorianos de imitación se
sington, suministra modernos accesorios con un toque tradicional a una
amplia gama de grupos de ocio y de viaje, al Victorian Inn y a lo que, con exportan a los cuatro puntos cardinales. Las películas de Merchant-Ivory,
como los dramas de época producidos por Goldcrest en los años sesenta, son
grandes dosis de imaginación, se denomina el «Poblado del Aeropuerto de
uno de los escasos productos que la cinematografía inglesa ha logrado expor-
Gatwick». Posee una factoría en Birmingham donde se utilizan «técnicas tra-
tar con éxito. Crabtree and Evelyn, la perfumería pseudotradicional que pone
dicionales de estampado» para producir accesorios de latón, y una fábrica de
a disposición de una selecta clientela internacional «productos tradicionales
cristal en Wakefield, Yorks, que emplea «la tecnología más avanzada» para
fabricar lámparas de luz indirecta a la antigua usanza." ingleses» —sobre todo artículos de aseo personal y «comestibles»— y que uti-
liza sin rubor cajoneras herbolarias de imitación, posee trescientas tiendas en
Durante los años ochenta lo retrochic contribuyó en alguna medida al auge
de los tentempiés, creando una nueva gama de productos vintage: patatas fri- los Estados Unidos (el país donde surgió la idea de crear dicho negocio),
tas «artesanas», tortillas chip «tradicionales» y una ingente cantidad de galle- ocho en Francia y tres en los Emiratos Árabes."
titas y barritas crujientes que se vendían en las tiendas como comida sana. Los En Camden Lock, con diferencia el mercado al aire libre más grande de
de la marca Phileas Fogg fueron los más sabrosos y, a juzgar por la buena aco- Londres, y dedicado casi exclusivamente a la juventud, a los alumnos de
gida que tuvieron tanto en supermercados como en farmacias, de los que más enseñanza secundaria, a los estudiantes de las escuelas de bellas artes y,
éxito cosecharon; se fabricaban en un complejo industrial situado en las afue- sobre todo, a los aficionados al rock duro, el pasado casi ha logrado confun-
ras de Gateshead, pero los paquetes exhibían una imagen del Tío Sam. Algu- dirse con el presente. Antaño fue vivero del revival del Art Deco en los años
nos ejemplos actuales son las «barritas Frusli» de Jordans" elaboradas —si sesenta y nido, en sus inicios, de las «artes étnicas»; hoy en día, cuando no
damos crédito a la información de los paquetes— en un molino de Hertfordshire, ofrece lo último en moda callejera, está repleto de objetos de los sesenta y los
las galletas saladas integrales de Sainsbury's manufacturadas por lo visto en setenta que hacen las delicias de los coleccionistas. «El equipaje del ayer»
una granja Art Deco, y el «almuerzo campestre» que ofrece Tesco. exhibe con orgullo su surtido de talegos; los puestos de música venden cintas
insólitas de los primeros disc-jockeys; un maniquí de Boy George posa, ufa-
Desde un punto de vista comercial, lo retrochic no muestra signos de des-
fallecimiento. En el ámbito textil y en el negocio de la ropa, se afana en la no, junto a una tetera cromada; los bibelots de Batman se atesoran como si
promoción de una serie de clásicos, a los que denomina «intemporales» o fueran Stevengraphs; la cerámica de Poole de estilo psicodélico fabricada en
«modernos», que hasta cierto punto constituyen una alternativa a los capri- los años sesenta se exhibe como si fuera porcelana Spode del siglo xvm. Y la
chos de la moda y encarnan de forma elegante y palpable la vieja fe burguesa ropa «vintage» que los adolescentes, deseosos de estar a la última, se quitan
en la vestimenta «sobria». Ahí está la proliferación extraordinaria de la lla- unos a otros de las manos, incluye artículos de fabricación tan reciente como
mada «ropa de campo», cuyo flamante nombre —como sucede con Barbers- los tops de Biba o las bufandas de Mary Quant."
confiere una especie de título honorífico a su portador. O, por circunscribir la En el negocio de la moda, que ahíja los zapatos con plataforma como si
buena nueva a un entorno más urbano, el chaquetón de paño —preconizado, fueran el último grito y apadrina la licra como si fuera un invento reciente, el
según las circunstancias, bien como un retorno a la elegancia dieciochesca, pasado y el presente se pisan los talones, de tal forma que es dificil saber
bien como la prenda por antonomasia de los miembros de la marina en la dónde empieza uno y acaba otro. La estética «excedentes del ejército» disfru-
vida civil, bien como la quintaesencia de lo chic en su vertiente proletaria— es ta de un breve auge en las pasarelas, que se han lanzado a imitar el estilo de
en la actualidad objeto de culto por parte de quienes gustan de cuidar su ima- los uniformes de civil, recurriendo para ello a las prendas utilitarias de los
gen. Las deportivas de los años sesenta, imitadas hoy en día por los fabricantes años cuarenta a las que daban derecho las cartillas de racionamiento y que en
ingleses y merecedoras del calificativo «vintage», han accedido a ese mismo la década de los ochenta fueron uno de los modelos del estilo ejecutivo.61
estatus hace poco.
59 Información proporcionada por Peter Windett, Director Creativo. La compañía dio sus
56 Andy Thornton, Catalogue 10, 1990. primeros pasos en 1970, en Cambridge, Massachusetts, introduciendo en el mercado estadouni-
57 Christopher Wry Lighting Catalogue, s.f. (1992?). dense productos encargados en Inglaterra.
» Visita a Sainsbury's, Islington, 21 de septiembre de 1993. En cambio, a juzgar por la eti- Observaciones realizadas durante una visita de comprobación llevada a cabo el 12 de
queta de las galletas con cereales de Jacobs, «horneadas con trigo molido, copos de cebada y septiembre de 1993. Camden Lock no figura en las guías de Londres publicadas en los años
salvado», uno diría que han sido elaboradas en una iglesia rural. El motivo medieval que luce setenta. Charles Kean (Flight Bright, Londres, 1977, pág. 142) habla del «acertado plan de ins-
en los paquetes de las McVitie's Abbey Crunch («bajas en calorías y con todo el sabor de la talar puestos y tiendas de artesanía a lo largo del canal», pero afirma que el lugar sufre la ame-
avena») hace pensar que acaso fueran horneadas en una época anterior a la disolución de los naza de la inminente remodelación urbanística. A propósito del inmenso volumen de negocio
monasterios. de Camden Lock, véase Time Out Directory 1990-1991 y Time Out, 7 de julio de 1993.
61 Semana de la Moda de Milán, Guardian, 7 de octubre de 1993.

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Paul Smith, el árbitro del gusto de Covent Garden, no ha tardado en subirse a punk. «Gente que todavía se entusiasme con The Clash y no con Andrew
ese carro. Embarcado desde hace poco en el negocio de la venta al por menor Lloyd Webber», dice uno de los nuevos editores.64
de ropa de diseño, se ha adueñado de una factoría victoriana —R. Newbold de En el ámbito del drama de época, tal y como aparece representado en el
Derby, fundada en 1885, que durante muchos años fue la sastrería de la clase cine y en la televisión, el pasado anda pisándole los talones al presente: por
obrera uniformada— y ha investigado en sus viejos libros de patrones y de una parte, lo que se considera «de otra época» resulta cada vez más reciente;
muestras para producir, utilizando el nombre de la venerable firma, la res- por otra, el presente ha descubierto las delicias de atribuir una supuesta moder-
puesta inglesa al desafio representado por los pantalones tejanos importados nidad al pasado. En Historias de San Francisco, serie basada en la novela de
de los Estados Unidos y a la ropa de trabajo procedente de Australia. Su pri- culto homónima y emitida recientemente en Channel 4, los años setenta se pre-
mera colección, cuyo precio no resulta precisamente barato, incluye una sentan como una era de inocencia perdida, en la que una serie de veinteañeros
camisa utilizada por los agricultores de Lincolnshire, un chaquetón de paño experimenta con novedades tan excitantes como las drogas o la homosexuali-
(que cuesta 120 libras esterlinas) inspirado en el uniforme de los barrenderos dad. He aquí el anuncio de la serie publicado por The Independent:
de la ciudad de Westminster, y una camisa de la Oficina General de Correos.
«El amor que le inspira la historia británica y la solidez de sus diseños pare- Los peinados proceden de Cagney y Lacey, los medallones son corte-
cen indicar que Smith se siente a gusto con su nueva empresa», escribe un sía de Fiebre del sábado noche y los cuellos de camisa han sido dise-
periodista del mundo de la moda.62 ñados por Pan Am. La gente dice cosas como «flipante», «despampa-
nante» y «tranqui» con toda naturalidad. Para HISTORIAS DE SAN
En la música pop, la reedición en CD de muchos álbumes del pasado, el
FRANCISCO (9 de la noche, C4), nueva serie de cinco capítulos, el San
descubrimiento de grabaciones y cintas no comercializadas hasta el momen- Francisco de los Setenta se ha recreado con una meticulosidad sólo
to, como las de Jimi Hendrix, y el envejecimiento progresivo de muchos vista hasta ahora en las adaptaciones de George Eliot rodadas por la
seguidores de rock duro y de heavy metal ha desatado una auténtica oleada BBC."
de nostalgia. Los clubs promueven el revival de los años setenta, y en lo que
hace a los nuevos lanzamientos, una canción reciclada de los Nuevos Román- Al reciente documental de la BBC sobre el Submundo Londinense de los
ticos o de Glam Rock puede despertar tanto entusiasmo como lo último en años cincuenta se le dispensó una acogida pareja:
Acid House. «Lo mejor de Boy George y Culture Club», dice un anuncio
gigantesco recién colgado en la estación de metro de Marble Arch, que mues- [El programa] debe aparentar que censura a los criminales que retrata,
tra, bosquejado y en amarillo difuminado, el rostro andrógino de la estrella: pero, de hecho, rezuma entusiasmo por ellos. Las primeras imágenes
«diecinueve éxitos imperecederos. Cada palabra y cada nota te llegarán al muestran algunas calles mojadas por la lluvia, un Jaguar antiguo y
alma... Disponible en CD y Cinta».63 Q, la revista de rock para adultos más muchos planos rodados con un expresivo contraluz; la sensación de
hallarse ante una secuela de El largo viernes santo se intensifica mer-
vendida del mercado, auténtico fenómeno de ventas en los años noventa, pue-
ced a la elección del protagonista de aquella película, Bob Hoskins,
de considerarse con razón santo y seña de la moda retro, condición en la que para el papel de narrador. En otras palabras, el atractivo irreprimible
acaso le aventaje otra publicación, Mojo, perteneciente a los mismos propie- que desprenden los facinerosos queda reforzado por un verdadero des-
tarios y dirigida al «fan de música rock de cuarenta-y-tantos-de-toda-la- pliegue retrochic: coches de policía con las sirenas en la parte frontal
vida». La revista promete artículos extensos sobre nombres tan esotéricos y malhechores que parecen sacados de una película de la Ealing. La
como Blind Faith, el efímero supergrupo creado por Eric Clapton y Steve nostalgia por los tiempos en que los criminales honestos solo llevaban
Winwood en los setenta; sus lectores ideales son aquellos que, con ayuda del cachiporras y estaban a la sombra sin recurrir al Tribunal de Apela-
último equipo de alta fidelidad, quieren revivir los grandes momentos del ción resulta evidente. Por mucho que lo intente, Hoskins no acaba de
encontrar un tono que suene convincentemente desdeñoso. «Se precia
de no haber obtenido ni un solo día de beneficios penitenciarios por
buena conducta», dice a propósito de «Mad» Frankie Fraser sin ser
62 «Yesterday's Style Worn with Today's Attitude»,
Independent, 11 de septiembre de 1993;
capaz de reprimir el halo de respeto por los tipos duros que emana de
«Sense of History in the Making», Observer, 12 de septiembre de 1993; «Elements of Style», una frase como esa. En un momento dado, Hoskins llega a hablar de
GQ, octubre de 1993, págs. 26-28.
63
Octubre de 1993, publicidad de un disco lanzado al mercado por Virgin. «El homenaje
a uno de los grandes talentos vocales del boom del pop británico de principios de los años
ochenta... incluye la emisión en BBC2 de un documental sobre George, programada en noviem- 64 «"Mojo" Working to Capture Lucrative Market», Independent, 29 de septiembre de
bre, y la publicación de su autobiografía, Take It Like a Man, prevista para el próximo año», 1993. Q, que inició su andadura hace siete años, vende 172.000 ejemplares al mes.
I-D, octubre de 1993. 65 «Case the Joint», Independent, 28 de septiembre de 1993.

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«la generación de ladrones británicos de posguerra» como si fuera un
movimiento artístico merecedor de reconocimiento en The Late Show. algunas de las zonas más importantes en las que crece. Además se han
Sin duda eran tiempos más ingenuos. «Se ha descubierto gran canti- recogido y almacenado semillas de flores silvestres y de gramíneas
dad de chicle mascado», dice una voz, tipo Cholmondeley-Warner, para su futuro uso. Para asegurar la supervivencia de algunas varieda-
extraída de los archivos de la BBC, «hecho que induce a las autorida- des poco comunes de orquídea, se han desarraigado con cuidado
des a pensar que los crímenes son obra de una banda de maleantes extremo y se han plantado en áreas protegidas como Warren George.
extranjeros, probablemente americanos». En realidad su autor era Existe el proyecto de que las gentes de Chafford Hundred puedan
Eddie Chapman, un tipo encantador, experto en desvalijar cajas fuer- pasearse y practicar senderismo recorriendo estas áreas de interés eco-
tes y responsable de la introducción de la gelignita en el mundo del lógico.
hampa británica.66 En Warren George habitan los animales y las plantas menos
comunes de Chafford Hundred. Estamos trabajando para que Warren
Parece que la difusión del consumismo ecológico ha dado nuevo impulso George sea declarado Reserva Natural Local y para que se lo dote de
un parque público y de una zona de picnic que haga las delicias de
a lo retrochic. Contribuye a esa circunstancia la creciente fortaleza del víncu-
residentes y visitantes...
lo existente entre la conservación del patrimonio, por una parte, y la protec-
El plan ha sido fruto de la colaboración de los consultores ecoló-
ción y el mantenimiento de las reservas de fauna y flora, por otra. Como ya gicos y paisajistas de Chafford Hundred con el Consejo para la Con-
sucediera en el ámbito de la restauración y promoción de fachadas «de épo- servación de la Naturaleza y el Patrimonio Natural de Essex. La idea
ca», o como puso de manifiesto el papel desempeñado por el «reacondicio- es que los colegios completen la educación que imparten a los niños
namiento» y la «restauración» durante la fiebre inmobiliaria de los años con la frecuentación de este rincón de la naturaleza...
ochenta, el consumismo ecológico ha entrado a formar parte de la maquina- Chafford Hundred es además una de las pocas fincas urbanizadas
ria del desarrollo urbanístico. A modo de ejemplo, he aquí el folleto publici- en las que viven tejones. Hemos realizado un gran esfuerzo en el dise-
tario de Chafford Hundred, «nueva urbanización que desborda vitalidad», ño y construcción de zonas pensadas especialmente para que los tejo-
situada en las inmediaciones de Grays, Essex, cuya promoción corre actual- nes de Chafford Hundred puedan entrar en sus madrigueras y proveer-
mente a cargo de un consorcio de constructoras de calidad: se de alimento. Con este fin hemos creado pasadizos que cruzan las
carreteras por debajo de la superficie para proteger a los tejones y que
nada quede al azar.'
El cuidado y la previsión con que se efectuaron las distintas fases de
la planificacion de Chafford Hundred lo han convertido en un lugar
muy especial: una comunidad cuyo interés en la conservación del
El consumismo de productos ecológicos brinda a las empresas la posibili-
medioambiente resulta genuino. Por eso aspira a legar a las futuras dad de proclamar su inocuidad para el medio ambiente. En Saintbury's, una
generaciones de residentes un entorno único, donde la calidad y la etiqueta informa a los clientes de que el atún se ha capturado con caña y cebo
comodidad de las residencias conviva con las maravillas del paisaje. vivo, no con red, «evitando poner en peligro especímenes de otra clase»."
La filosofía de Chafford Hundred se dirige a lograr un objetivo: Existe un gran número de artículos que lucen un aspecto vernáculo. Los
posibilitar un nuevo tipo de relación entre el hombre y la naturaleza. fabricantes de pintura abundan en colores campestres, y proponen delicados
Por eso cuenta con 250 acres de espacios naturales, donde tenga cabi- tonos pastel en lugar de los colores primarios privilegiados por la estética
da una comunidad equilibrada y autosuficiente, en sintonía con la mediterránea (o por la moderna); algunos de los que están en boga son el
naturaleza. Cuyos residentes sientan que pertenecen a esta tierra y que
aquí está su hogar... «beis trigueño», el «blanco rosáceo», el «verde helecho», el «prímula silves-
tre», el «minutisa» o el «hortensia». Los «colores variopintos del jardín»
Chafford Hundred Limited ha comprendido que un enclave de
estas características ofrece una oportunidad única de conservar y hacen también furor entre los fabricantes de tejidos. Las estanterías de los
mejorar la ecología de la zona, creando un equilibrio genuino entre las supermercados están repletas de artículos a los que trata de darse el cuño de
necesidades del hombre y las de la naturaleza. lo tradicional: encurtidos «del labrador», cerveza «artesana», mostaza «de
El pastizal calizo, autóctono de Essex y extremadamente raro, no Wiltshire», pavos «de Norfolk», y una panoplia extraordinaria de quesos
ha sido presa del urbanismo. Chafford Hundred ha dado una serie ingleses en tecnicolor, en los que un condado se distingue de otro por sus
pasos encaminados no sólo a protegerlo, sino también a trasplantar motas. Sainsbury's ofrece biscotes «adelgazantes con cereales» y «confitura

66 Reseña de Tom Sutcliffe, Independent, 67 Tower Hamlets News, 5 de agosto de 1993.


17 de febrero de 1994. Véase también el editorial
"Giving Gangsters a Touch of Glamour", en Independent, 68 Observaciones realizadas durante una visita a Sainsbury's, Islington, 21 de septiembre de
18 de febrero de 1994.
1993.
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exclusivamente elaborada con fruta». Tesco vende su propio almuerzo casero.
Heinz ha renunciado al naranja y al marrón resplandecientes que lucían sus
conservas en los años sesenta y ha optado en su lugar por los colores verdo-
sos y amarillentos de sus encurtidos «del labrador».
Los «huevos de gallina de la tierra de Shakespeare» —reclamo utilizado
de un tiempo a esta parte por los carniceros del mercado cubierto de
Oxford-69 pueden resultar un poco excesivos, pero no mucho más que las eti-
quetas de Sainsbury 's empeñadas en asociar la panceta con todos los elemen-
tos de un idílico paisaje pastoral --la iglesia cubierta de hiedra, el verde paisa-
je de la aldea, el rumor del río y hasta el almiar, desaparecido del campo
inglés desde hace tres décadas—, pero nunca con los cerdos, y no digamos ya
con la matanza. De hecho, si uno se tomara en serio las etiquetas de los pro-
ductos, daría en imaginar que el país ha vuelto a los tiempos de la agricultura
con azada, a tenor de la cornucopia de cestos de fruta, carretillas de hortali-
zas y derivados de la leche de vaca que el comprador contempla ante sí." En
los años cincuenta, el mundo de la publicidad destacaba la presencia de aditi-
vos químicos o sintéticos en la composición de los productos que anunciaba
(«RINSO deja su ropa MÁS BLANCA QUE SI FUERA NUEVA —
contiene SOLIO»); en
cambio, hoy en día insiste en el carácter «puro», «fresco» y «natural» de
estos: las confituras están elaboradas «sin azúcar añadido» y los encurtidos
están «libres de conservantes». En el siglo xix los empresarios ponían de
relieve la modernidad y el perfil innovador de sus métodos —el molino hari-
nero «de vapor», la factoría o el almacén gigantes y de varios pisos—; sus
sucesores, no se sabe si por prurito ecológico o por timidez comercial, pre-
fieren sugerir que sus productos, literal y metafóricamente, están «recién
salidos de la granja». El artista de Sainsbury's
ha dispuesto un arado tirado
por dos caballos en la etiqueta de un bote de cebollas en vinagre; las galletas
de mantequilla que se venden en ese mismo supermercado parece que hayan
salido de la cocina de una casa rural.
Lo retrochic también ha hecho fortuna en los dominios de la Nueva Era, y cadenas para la cintura que lucen signos zodíacos o rúnicos, los pendientes
territorio insólito regentado por la prehistoria y la arqueología, donde los ali- con forma de cruz celta o el hecho de que el karma de los años noventa haya
neamientos y los cristales priman sobre el poliesterino o la baquelita. Entre vuelto a poner de moda los abalorios de los años sesenta. Por otra parte, el
sus frutos más interesantes se cuenta el Festival de Glastonbury, que cuenta principio de «no perder de vista al enemigo» ha dado pábulo a que los gigan-
ya con veinte años de existencia a sus espaldas y que marca tendencia tanto tescos crucifijos de los cristianos devotos luzcan ahora sobre pechos impíos.
En el propio Glastonbury, «Gothic Image» —una combinación de emporio
en el campo de la música pop como en el negocio de la moda. Su influencia
es también acusada en el ámbito de la joyería, como demuestran los collares comercial, negocio de venta por correo y centro de recursos— ha sido durante
unos quince años sede de la cultura alternativa de la ciudad y oficina turística
oficiosa de los senderos místicos del lugar.
" «12 huevos frescos procedentes de las granjas que Reid's posee en la patria de Shake-
speare. Puestos en Gran Bretaña», proclama la etiqueta. Agradezco a Jackie Cameron la copia Casi todo el espacio comercial está copado por libros sobre... Glaston-
que me ha proporcionado. bury, el rey Arturo, los celtas, mitos y leyendas, misterios de la tierra,
0
Sainsbury's se hizo famosa y se convirtió en el líder del sector de los supermercados por- la Gran Diosa, chamanismo y astrología aborigen, transformación y
que en los años sesenta apostó por la carta de la modernización: los paquetes y las etiquetas de crecimiento personal, adivinación y sanación. También se venden
sus artículos lucían un aspecto ultramoderno merced a la perfecta combinación de la estética
recuerdos de Glastonbury (como velas decoradas con las «hojas filo-
Bauhaus y del tipo de letra Helvética. Peter Dixon, responsable de aquel diseño, no da crédito
al giro de ciento ochenta grados dado por la firma. sas» típicas del lugar), libros y juguetes para niños (pues se trata de
una «tienda familiar»), joyería celta de plata, reproducciones de obje-
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1 3 iS RAPHAEL SAMUEL RETROCHIC 139

tos del Neolítico, cartas celtas y Nueva Era, instrumentos para practi- acera, al estilo de los cafés continentales. El ayuntamiento ha colabo-
car el arte de los zahoríes, cartas del Tarot, música Nueva Era, una rado de buen grado para que el Dinero Rosa limpiase las aceras en las
selección de péndulos... la bandera Global, incienso, camisetas con que hasta hace poco se pavoneaban las prostitutas; la calle ha vuelto a
imágenes de círculos de las cosechas y unidades de «Tao, el Juego del adoquinarse, y se han instalado farolas de las que cuelgan en verano
Camino a la Armonía Divina»." macetas que desbordan vida. En el extremo opuesto de Canal Street
está Sackville Park, espacio idóneo para la celebración de la merienda
Es posible que la aparición de la cultura gay imprima un giro aún más campestre y del concierto dominical del Fin de Semana Rosa.
extravagante a lo retrochic. Hasta en sus tiempos de clandestinidad, cuando al La cooperación policial durante todo el fin de semana también ha
menos por lo que respecta al gran público dicha cultura apenas resultaba dis- sido digna de elogio; las directrices del jefe de policía, David Wilmot,
tinguible de la bohemia de alto copete, las fiestas de disfraces high camp de contrastan sobremanera con las que eran la norma en tiempos de
James Anderton. Con la aprobación de la policía, los magistrados con-
Cecil Beaton se convirtieron en el vivero del gusto por lo victoriano. La sali-
cedieron a los locales gays licencias nocturnas para el fin de semana;
da del armario acontecida a finales de los años sesenta propició que tenden-
las calles próximas se cortaron al tráfico para crear así un espacio
cias gay como la moda de utilizar prendas de vestir propias del sexo opuesto seguro. De hecho, la policía ha quedado tan impresionada con la ani-
o el uso de joyas por parte de los varones empezaran a filtrarse al resto de la mación del carnaval celebrado el sábado en el centro de Manchester
sociedad. Sucedió otro tanto con el gusto sadomasoquista por la ropa de cue- que se ha planteado la posibilidad de participar el próximo año con su
ro y por el color negro. En los últimos tiempos, la imaginación gay, atraída propia charanga.'
por toda suerte de artificios visuales y excesos decorativos, ha empezado a
calar en el entorno urbanístico, encabezando algunas de las aventuras más
IV
arriesgadas surgidas en el terreno de la decoración de época. El ayuntamiento
de Manchester, desesperado por hallar algún atisbo de que los esfuerzos rea-
Hasta qué punto representa lo retrochic un fenómeno verdaderamente
lizados en las labores de regeneración urbana no están resultando en vano, es
nuevo y no supone un mero retorno a formas pretéritas de pastiche o la reela-
un espectador benévolo de las tareas llevadas a cabo por esta comunidad,
boración de éstas. Lo que antaño dio en llamarse «el arte de la copia» ocupa
según informó Gay Times con motivo del éxito cosechado recientemente por
un lugar de honor en la gramática ornamental, tal y como la cultivaban los
el Festival Rosa:
joyeros y lapidarios del antiguo Egipto, los pintores de vasos minoicos o los
ilustradores y escribas medievales; no en vano la fabricación de réplicas ha
La zona habitada por la comunidad gay de Manchester es sin duda un
sido siempre un puntal de las artes decorativas." La práctica del revival, el
espacio de lo más idóneo para organizar un festival gay en pleno día.
Pero la suerte no es ajena a esta circunstancia. Los negocios y los
reciclaje de imágenes antiguas, la recuperación del patrimonio perdido, ha
bares gays florecieron primero en Bloom Street; corrían entonces sido un motivo recurrente de la cultura europea desde el descubrimiento (o
unos tiempos en los que nadie se interesaba por los edificios de los redescubrimiento) de la antigüedad clásica en el Quattrocento; más adelante,
suburbios ni por los almacenes abandonados que había en aquella la imitación y emulación de los Maestros Antiguos fue parte esencial de la
zona. En la actualidad, todo Bloom Street está en manos gays, desde pintura de salón; en cambio, para Winckelmann y los artífices de lo que dio
los bordillos de las aceras hasta los remates de las chimeneas; los en llamarse neoclasicismo, la recuperación del «arte verdadero» tomó la
heteros apenas hacen acto de presencia. El aparcamiento de Bloom forma de un retorno a la supuesta austeridad del gusto grecorromano.74 Aún
Street fue el espacio donde se celebraron las competiciones deportivas más obvio es el caso de esas modas pasajeras a las que hoy se denomina
del domingo, organizadas por los pubs, y las fiestas improvisadas por «retrofruslerías», como el exótico cruce del gusto por «lo chino» y por lo
la noche, que duraron hasta la mañana del día siguiente. La vigilia de medieval acontecido en los albores del revival gótico, o la pasión por el mundo
velas celebrada la medianoche del lunes en memoria de las víctimas
egipcio que apareció en la década de 1820, auspiciada por la obra pionera
del sida tuvo también lugar aquí y congregó a unas dos mil personas.
de los arqueólogos de Napoleón. Resumiendo: en el ámbito de la estética, el
En el transcurso de los últimos años la comunidad gay se ha
extendido hasta Canal Street. Bares como el Manto y el New Inn han
obtenido los permisos necesarios para disponer sillas y mesas en la
«A Tale of Two Cities», Gay Times, octubre de 1993.
72
George Henderson, Early Medieval Art, Harmondsworth, 1977, págs. 15, 20, 38-39, 57,
73
59-63.
71 Marion Bowman, «Drawn to Glastonbury», en
Pilgrimage in Popular Culture, eds. Ian " David Lowenthal, The Past is a Foreign Country, Cambridge, 1985, págs. 80-85, 100-
Reader y Tony Walter, Londres, 1993; véase también «Love at the Fest site», Sunday Times, 4 105, 301-305 [ed. cast.: El pasado es un país extraño, trad. Pedro Piedras, Tres Cantos, Akal,
de julio de 1993. 1998].
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KAPHAEL SAMUEL RETROCHIC 141

empeño de la modernidad en convertir la novedad en fetiche no es sino la En el ámbito del diseño y de la promoción de mercancías es posible que la
excepción; la práctica del revival, entendida como recurso al préstamo cultu- práctica del revival fuera el anverso de la manía por la novedad. Nadie recu-
ral o como producción de variaciones a partir de un tema clásico, da la rrió de forma más sistemática a este procedimiento que Josiah Wedgwood,
impresión de haber sido más bien la norma. uno de los grandes popularizadores del neoclasicismo y, quizá, el pionero más
La idea de fabricar algo hermoso o extraño a partir de bibelots también es famoso en el ámbito del sistema fabril. Wedgwood abrazó la austeridad clási-
digna de veneración, aunque por lo visto el término objet trouvé se acuñó ca que caracterizaba al gusto artístico más avanzado y más aristocrático de su
sólo en los años veinte. El movimiento Dada la explotó de forma iconoclasta época, primero como por osmosis y luego merced al estudio sistemático de las
y el surrealismo recurrió a ella como recordatorio de la existencia de un urnas y de la estatuaria clásica: las piezas de cerámica que se producen hoy en
inconsciente visual mucho antes de que en los años sesenta lo abrazase el día conservan aún su estilo. «Sólo me precio de haber tratado de copiar las
arte pop." Desde otro punto de vista, un anhelo de esa clase podría conside- bellas formas de la antigüedad, aunque no de forma absolutamente servil»,
rarse el último descendiente de lo que acaso constituya el principio esencial escribió. «He puesto todo mi empeño en preservar el estilo y el espíritu, o si
del arte cultivado por los pobres: el de fabricar algo a partir de nada, como se prefiere, la elegante simplicidad de las formas antiguas, introduciendo en el
sucede con el arte de la talla practicado por los marineros o con el arte del transcurso del proceso toda la variedad de la que fui capaz, como Sir W.
encaje al que se entregan las amas de casa ahorrativas. Hamilton me dice que es menester, pues ese es el único medio de copiar lo
La recuperación de elementos arquitectónicos también tiene sus antece- antiguo de forma cabal»." A mediados del siglo xix —los años de la fiebre del
dentes, aunque en mi opinión la idea de que los materiales antiguos son casi ferrocarril, de la reconstrucción de la Cámara de los Lores y de la inaugura-
por definición mejores que los nuevos data de hace unos veinte años. Se dice ción de Trafalgar Square— la batalla de estilos se libró entre los goticistas y los
que los maravillosos salones de actos del siglo xvin que hay en South Molton, clasicistas. En la Gran Bretaña de entreguerras gozó de gran predicamento un
Devon, fueron trasladados piedra a piedra desde una casa solariega de tipo de arquitectura concebida por diseñadores que incorporaba de una mane-
Cornualles venida a menos, y que los feudos del siglo xvi se beneficiaron del ra ineluctable elementos propios de lo retrochic. El Art Deco, saludado hoy en
saqueo sufrido por los monasterios y las capillas tras las disoluciones de 1536, día como un estilo moderno, estuvo muy influido por la fiebre del arte egip-
1539 y 1549. Según Dan Cruikshank, los contratos de obra del siglo xvin cio, declarada a raíz del descubrimiento de la tumba de Tutankamón realizado
especificaban por lo común, en los casos en los que había que demoler un por Howard Carter; las zonas residenciales convirtieron el estilo vernáculo en
antiguo edificio, que los materiales debían reutilizarse (el edificio Queen un auténtico fetiche, empleando a diestro y siniestro las vigas de madera a la
Anne's Gate, en Westminster, reconstruido en 1770, fue uno de los beneficia- vista, de estilo Tudor, en tanto las gentes sofisticadas del centro de las ciuda-
rios de esta medida)." En las grandes reconstrucciones del siglo xix, sobre des adoptaron lo que Colefax y Fowler dieron en llamar el estilo «Regencia».
todo cuando éste tocaba a su fin y aparecieron los primeros indicios del surgi- Hasta hace poco tiempo la práctica del revival se propagaba de forma
miento de un sentimiento proteccionista, abundan los ejemplos de elementos escalonada y jerárquica: surgía entre pequeños círculos de entendidos que,
arquitectónicos venerables que, en lugar de ser pasto de la destrucción, se reu- con ayuda de acaudalados patrones, podían permitirse tales excentricidades.
tilizaron o se incorporaron a las nuevas construcciones. Uno de los casos más El neoclasicismo fue obra de estetas y eruditos. Es notorio que el revival
sabrosos es el de Swanage, donde John Mowlem, humilde lugareño que había gótico empezó como una especie de capricho aristocrático. El estilo Regen-
hecho fortuna (en la década de 1860 se convirtió en el principal contratista de cia, inventado en la década de 1920, debe su existencia a los decoradores de
derribos de la metrópoli), instaló en su pueblo natal, a la sazón en fase de des- interiores de Mayfair, a Margaret Jourdain, la gran autoridad en mobiliario
arrollo acelerado como centro turístico costero, algunas de las mejores piezas del siglo xviii,79 y, por supuesto, a Georgette Heyer, cuyo pastiche de Jane
que llegaban a sus manos: citemos, entre otras muchas, las farolas del Puente Austen hizo que varias generaciones de colegialas experimentasen los más
de Londres, un reloj iluminado, fabricado para la Gran Exposición de 1851, y elevados sentimientos. El gusto por la época victoriana fue en sus albores
el portal de Cheapside por el que se ingresaba en la Mercer's Company," —los años veinte— una especie de pasatiempo para la burguesía;" sólo a partir
reconvertida en la entrada del ayuntamiento de Swanage en 1881.

78 Adrian Forty, Objects of Desire: Design and Society, 1750-1980, Londres, 1986, pág. 24.
79 Sobre Margaret Jourdain, véase Alison Light,
Forever England: Feminists, Literature and
" Maurice Nadeau, The Histoiy of Surrealism, Harmondsworth, 1928, pág. 107 [ed. cast.: Conservatism between the Wars, Londres, 1991, págs. 34-36, 56, 61.
Historia del surrealismo, trad. Raúl Navarro, Valencia, Ahimsa, 2001]. 80 A propósito de las extravagancias de los años veinte y del retorno a la elegancia victoria-
76 Dan Cruikshank y Neil Burton, Life in the Georgian City, Londres, 1990.
na que se dio en esa época, Christopher Sykes, Evelyn Waugh: A Biography, Harmondsworth,
77 Los detalles más fascinantes de esta curiosa historia se encuentran en David Lewer y
1977; Harold Acton, Memoirs of an Aesthete, Londres, 1948; Alan Bott, Our Fathers, Londres
J. Bernard Calkin, eds., Curiosities of Swanage: or, Old London by the Sea, Yeovil, 1986. (¿,1932?), pág. 4.
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de los años cincuenta, cuando surgió la fiebre por el «servicio doméstico
la época victoriana», se filtró hasta las clases populares. servilismo y reinventándolo, pergeñando a su manera los detalles del original
que el paso del tiempo ha echado a perder. Como el realismo mágico, supri-
Por otra parte, también cabe afirmar que lo retrochic surgió de la nada
me las diferencias categoriales entre pasado y presente, tendiendo entre
empezando quizá a partir de la emergencia del fenómeno de los Teddy Boy
ambos un puente de doble sentido. Los objetos pueden pasar así de una esfe-
de principios de los años cincuenta, aprovechándose del furor causado por e
ra a otra, como piezas de ajedrez en el tablero. Se remontan al pasado o avan-
descubrimiento de nuevas clases de objetos coleccionables y de la democrati-
zan hacia el futuro como en los videojuegos. Un tapiz medieval puede pro-
zación habida en ese campo. Las empresas dedicadas a su difusión estaban
porcionar un «elegante toque gótico» a un rollo de papel de regalo; un dibujo
en manos de perfectos principiantes, como Gordon y Anita Roddick; de pla-
renacentista «con un encanto evocador» sirve como envoltorio ajustado y de
giadores y piratas de la imagen como Malcolm McLaren y la joven Vivienne
buen gusto para los regalos-sorpresa «florentinos» que se hacen en Navidad,
Westwood; de empresarios carentes de escrúpulos, como algunos de los que
provistos de amuletos de plata; e incluso —solecismo predilecto de la pasión
se dedicaban al negocio del rescate arquitectónico. Los revivals
pretéritos contemporánea por las radios «vintage»— un estuche de baquelita de los años
tenían el empeño de imitar lo grandioso; lo retrochic en cambio se inclinó
treinta sirve para dignificar un moderno minicasete.
por transformar lo vernáculo y lo popular en un fetiche. El negocio de la
Contra lo retrochic pesa el cargo de dejarse deslumbrar por la superficie
moda callejera ha convertido los restos de temporada en un recurso del que
de las cosas, de interesarse más por el estilo que por la sustancia, de estar
siempre cabe echar mano. El filón de los trastos viejos —esos objetos que han
obsesionado con el lenguaje de las apariencias. Se lo acusa también de fraude,
sobrevivido por caprichos del azar— ha sido excavado en abundancia por lo de crear, como dice Baudrillard en Simulacres et simulation, copias carentes
retrochic; los interioristas se precian de hacer sus mejores hallazgos en el
fondo de los contenedores. de original, utilizando la hiperrealidad para camuflar la ausencia de lo real."'
Asimismo —en lo que constituye un residuo de las jeremiadas contra el consu-
Pero lo retrochic también difiere de formas pretéritas de revival
en la medi- mismo— se le imputa el mismo delito que a la conservación del patrimonio: la
da en que se abstiene de adoptar una actitud sensiblera hacia el pasado; quizás «mercantilización» del pasado, su instrumentalización en beneficio de intere-
ahí radique el motivo por el que algunos lo encuentran tan ofensivo. Carece de ses comerciales, la explotación de lo sagrado en el altar de lo profano.
esa imperturbable seriedad que se identifica a menudo con lo victoriano; su Lo retrochic elige sus objetos en función de su carácter divertido, extraño
encanto reside en cambio en sus coqueteos con lo incongruente y lo extraño. o bonito; tamaña frivolidad ofende a los tradicionalistas. Los estetas se aver-
Sus gustos, extravagantes y eclécticos, funden en un crisol lo antiguo y lo güenzan de su disposición a saltarse las normas de los estilos sin el menor
moderno, dando cabida a una mezcolanza de estilos variopintos. Tan pronto se escrúpulo. Los conservacionistas lo acusan de utilizar las supervivencias del
embute en un traje de época como se despoja de él, cruzando sin esfuerzo pasado con fines simplemente cosméticos, separando forma y función, y
fronteras que para otros son insuperables. Trabaja como el raquero que recoge alentando la tendencia general a prestar atención sobre todo a «la fachada».
objetos desechados, no como el anticuario o el buen conocedor que colecciona
También ofende a los paladines de la modernidad, que lo acusan de mirar al
joyas, atesora reliquias y rinde culto en el santuario de lo que el paso del tiem-
pasado y de tender al atavismo, como toda cultura que toca a su fin.
po ha vuelto venerable. No palpita con el glamur de lo obsolescente, como los
Desde una perspectiva menos crítica, cabría valorar el éxito que ha tenido
góticos de finales del siglo xvüi, inspirándose en las ruinas de abadías cubier-
en la animación de lo inanimado. Al fin y al cabo, su yuxtaposición de lo vie-
tas por el musgo; ni sueña, como los neoclásicos de aquellos tiempos, con res-
jo y lo nuevo —operación considerada por una escuela de pedagogía como
taurar la perfección y armonía helénicas. Tampoco se asemeja a aquellos con-
elemento clave en intento alguno de lograr que el pasado despierte interés—
servacionistas pioneros que a finales de la década de 1940 se prendaron del excita los apetitos de la fantasía y el deseo.
espectáculo ofrecido por una halagüeña decadencia. Cuando apuesta por el
La presencia de lo retrochic en los mercados de pulgas o en las subastas
«envejecimiento», como hace en la publicidad retro,
en los pubs reacondicio- callejeras informales ha contribuido a convertir a Gran Bretaña en una nación
nados al estilo supuestamente victoriano y en los objetos kitsch
de las tiendas de coleccionistas, desbrozando así el camino no sólo de la recuperación del
de regalo, a menudo lo hace con un guiño de complicidad.
pasado reciente, sino también de su interpretación. El instinto histórico que
A diferencia de lo que sucede en fenómenos culturales con los que se lo condujo a la creación de un mercado abastecido por la parafernalia de la
suele emparentar, como la restauración o la conservación, lo retrochic se música pop y a la cimentación de una industria basada en la comercialización
muestra indiferente ante el culto de la autenticidad. No se siente en la obliga-
ción de guardar fidelidad al pasado; al contrario, su mayor deleite consiste en
poner de moda lo anticuado. Difumina las fronteras que separan el original
del remake. 81 Jean Baudrillard, Sinntlations, Londres, 1984; Umberto Eco, Travels in Hyperreality,
Se jacta de ser productivo, absteniéndose de imitar el pasado con
Londres, 1987.

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de sus grandes clásicos quizá sea de un tipo diferente al que orienta los pasos reconstrucción imaginativa del pasado, jamás —por más elaboradas que sean
del bibliófilo o del erudito; empero, si llega el día en que los años sesenta y nuestras notas a pie de página— una simple imitación.
70 del siglo xx sean considerados como la era del rock'n'roll en lugar de la Si tiene alguna validez el aforismo deslizado por Oscar Wilde en El aba-
época de la «extinción del voto cautivo» o del «declive del poderío británi- nico de Lady Windermere, según el cual sólo aquello que de veras es serio
co», por recurrir a dos de las etiquetas que gozan hoy en día de mayor predi- puede resultar frívolo, entonces quizá debiéramos considerar con mayor
camento, los futuros historiadores de las islas británicas se verán obligados a benevolencia los juegos de lo retrochic con el pasado. El elemento «camp» y
recurrir a los fanáticos del vinilo. «kitsch» presente en el arte pop de los años sesenta contribuyó en gran medi-
En parte, la genialidad del retrochic reside en su capacidad de imbuir con da a crear un espacio para la imaginación donde pudiera alumbrarse la revo-
el aura del pasado todo lo que toca, aun cuando el registro documental —o el lución sexual de los setenta y la «salida del armario» de minorías estigmati-
arqueológico— únicamente pone en nuestra mano un puñado de cosas sin zadas hasta entonces. Quizá no sea descabellado suponer, de modo análogo,
valor. Como el arte de la performance, sabe dotar de vida a un cuadro inerte que lo retrochic preparó el terreno para una nueva estirpe de historias alterna-
—al modo de Sally Potter en su película Orlando— y crear toda una galería de tivas, que toman como punto de partida la chamarilería variopinta de la cultu-
personajes de carne y hueso, o, en su defecto, un elenco de simulacros cine- ra material, los pecios y las echazones de la vida cotidiana.
matográficos verdaderamente persuasivos. En el ámbito urbanístico, lo retro-
chic, aunque extravagante en lo tocante a los detalles —e incluso, a ojos de los
puristas, destructivo al respecto—, es capaz de reproducir con mayor fidelidad
el espíritu de épocas pasadas, o en todo caso de intentarlo, suscitando mayor
interés que las meras réplicas. «El salón de café de Thomas Gent», en York,
recientemente inaugurado por el Jorvik Trust, es un ejemplo que hace al
caso: con sus mesas pesadas y robustas, su entarimado completamente pintado
(no hay ni rastro de pino decapado), sus ventanas desnudas y sus paredes
oscuras, se sitúa en el extremo opuesto al ocupado por esa estética cursi y
melindrosa que durante más de cincuenta años se hizo pasar por el epítome
de la «elegancia georgiana». Un ejemplo más exuberante, que une el gusto
gay o californiano por la fantasía y el exceso con la asombrosa sensibilidad
por el hechizo de las miniaturas, es la casa construida por Denis Severs en
Spitalfields, donde los grupos de visitantes espían una «decadente» historia
de fantasmas. Aquí, las escenas de Hogarth cobran vida e informan en lo
esencial las estancias de época, mientras que el servicio habita en buhardillas
dignas de Dickens. Desde una perspectiva histórica, el relato que se despren-
de de todo esto resulta caprichoso; empero, desde un punto de vista estético
—aunque sólo sea como incentivo para un compromiso histórico con las artes—,
constituye un éxito irrefutable, un viaje mágico y misterioso que deslumbra
al visitante con una sucesión de escenas infinitamente más memorable que
las reproducciones facsímiles de supuestas estancias «de época» que se ven
en los museos.
Los historiadores profesionales no son precisamente los más indicados
para mostrarse condescendientes con lo retrochic: tanto si estamos dispuestos
a reconocerlo como si no, se trata de un fenómeno en el que estamos inmer-
sos. También nosotros ponemos el pasado entre comillas, para marcar distan-
cias con él, y a menudo buscando un efecto cómico o de extrañamiento. Tam-
bién nosotros queremos que nuestros escritos resulten evocadores; los más
audaces o seguros de sí mismos, a falta de pruebas, se embarcan en diálogos
imaginarios y hasta en ficciones. En todo caso, nuestra obra es siempre una

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EL RETORNO AL LADRILLO

Recién limpiados con arena a chorro, los clásicos ladrillos amarillos de


los primeros adosados victorianos londinenses —las áreas urbanizadas con
arreglo a las ordenanzas municipales de la década de 1870— resplandecen por
doquier. Las casas grises del siglo XVIII, despojadas de sus enlucidos y rejun-
tadas, se han convertido en residencias de época. Bloques de oficinas que
hace veinte años hubieran exhibido sus muros cortina, los disimulan ahora
con rojo neogótico. La «mampostería de ladrillo vista original» es una de las
características de las reconversiones de esos almacenes reconvertidos en estu-
dios, apartamentos u oficinas que pertenecen a la Categoría II de vivienda
protegida, en tanto que el enladrillado «espina de pez» o multicolor otorga
una especie de aire rústico a los inmuebles de reciente construcción que se
alzan junto a ellos.' Asimismo, el ladrillo caravista de grano fino es uno de
los principales atractivos de las construcciones realizadas en antiguas caba-
llerizas y dotadas de patios anejos que ahora gozan de popularidad como
viviendas de lujo en los cascos antiguos, «con hiladas de ladrillo rojo y arcos
sobre puertas y ventanas» en el caso de Roland Way, South Kensington, «y...
alféizares hechos de caliza de Portland».2 El neoclásico Quinlan Terry ha lle-
vado este género de urbanización a una especie de última Thule en Tarrant
Place, Marylebone, «un patio excepcional de casas realmente grandiosas ubi-
cadas discretamente junto a la iglesia de Santa María»: el patio está adoqui-
nado y cualquiera diría que las casas han sido transportadas directamente
desde Downing Street.
En la filosofía de la conservación arquitectónica, tal como se ha plasmado
en época reciente, el enladrillado ocupa el espacio sagrado que Ruskin y los
primeros góticos victorianos otorgaban a la mampostería. Combina el atractivo
visual y un aspecto resistente con detalles exquisitos pero discretos, muros

' «Las ventanas emplomadas, las vigas de madera... los paneles de ladrillo "espina de pez"
y los azulejos tipo casa rural incrementan el atractivo de los inmuebles», New Homes, marzo de
1989. «Los ladrillos londinenses originales color miel del interior han sido cuidadosamente lim-
piados con arena a presión»... "Dockland Shock", Traditional Interior Decoration, octubre-
noviembre de 1987, pág. 136. «La conservación de los ventanales tipo almacén, con cristales
múltiples y arcos, así como la mampostería de ladrillo vista original y los robustos pilares de
metal, evocan el pasado histórico del inmueble», "Bronze Award", What House, marzo de 1989.
"Silver Award... The Gilston", What House, marzo de 1989.

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RAPHAEL SAMUEL EL RETORNO AL LADRILLO
148

pira sin problemas, con naturalidad, en tanto que los bloques de cemento son
pintorescamente irregulares con arcos y sofitos de corte impecable. La alba-
propensos a la transpiración (una de las ventajas atribuidas al ladrillo es que
ñilería, considerada en el siglo xix como uno de los oficios más humildes de
hace innecesario el aire acondicionado). Envejece con elegancia, mientras
la industria de la construcción, netamente inferior al oficio de la mamposte-
que los muros cortina se manchan con el tiempo. El ladrillo madura y mejora
ría y de más que dudoso estatus artesanal, se ha convertido en la marca de la
con el paso de los años: lo moderno se deteriora.
autenticidad. Los propios ladrillos, modelados, extrudidos y cocidos de for-
Para las grandes constructoras, máximas impulsoras de la arquitectura
ma artesanal en una gran variedad de colores, texturas y formas, están consi-
«neovernácula», el ladrillo cumple una función afín a la que desempeñó
derados como objetos artísticos: por influencia del conservacionismo, ahora
durante las décadas de 1920 y 1930 el entramado de madera Tudor para sus
son los protagonistas de una de las ramas más florecientes del negocio del
predecesores, los constructores especulativos de los semiadosados del perío-
salvamento arquitectónico. El hecho de que las dos grandes épocas de las que
se ha ocupado la conservación moderna —la georgiana y la victoriana— fueran do de entreguerras.5 Su carácter «afable» y «tradicional» aporta a un nuevo
hogar lo que Heritage Potton denomina en uno de sus anuncios un «encanto
también las dos grandes épocas de la construcción en ladrillo, ha hecho posi-
ble desalojar de su pedestal a la piedra y marginar otros materiales de cons- acogedor».6 Se presta al almenado y a la variedad. En este caso el retorno al
ladrillo no es sólo una cuestión de material de construcción, sino también de
trucción; por otra parte, el límite —cuando no la cima— de las ambiciones del
forma y de estilo, o de lo que se anuncia en la prensa y los folletos publicita-
conservacionismo en lo tocante a la preocupación por las fachadas de época,
rios como «detalles». En la actualidad hacen furor las «chimeneas con poyo»
está en conservarlas, lo que supone un derroche extraordinario de atención en
(hechas de ladrillo «natural»), y con más grandilocuencia todavía (allí donde
los muros exteriores.'
se aspira al «estilo casa solariega»), las chimeneas abiertas de estilo neo-
En los distritos venidos a menos, los conservacionistas consagran lo
esencial de sus esfuerzos a la restauración del enladrillado, con objeto de señorial.' Los «aleros decorados con azulejos»8 son un detalle habitual en las
primeras viviendas de estilo rústico para jóvenes parejas, al igual que lo son
recuperar el presunto esplendor de antaño. Se rejuntan las hiladas en ruinas,
asimismo los «tejados de dos aguas dobles» en las residencias neogeorgianas
se vuelven a alinear los muros hinchados, se inmovilizan las líneas de falla y
se reparan los fragmentos rotos. Cuando hay que colocar ladrillos nuevos, se de estilo ejecutivo.
Las grandes constructoras también recurren al ladrillo antiguo como
seleccionan de entre reservas antiguas para que hagan juego con los existen-
fuente de capital simbólico y como forma de prestigio añadido. Las «reservas
tes y crear así la ilusión de una red sin fisuras. El injerto también sigue los
antiguas» o ladrillos «reutilizados» son uno de los rasgos característicos de
principios de la reparación invisible, manteniéndose intactas las fachadas de
época aun cuando las casas nuevas superan en número a las viejas. Con la sus urbanizaciones más prestigiosas. Así, en Dulwich Gate, la finca neogeor-
ampliación de los inmuebles sucede otro tanto: en muchas áreas protegidas es giana donde los Thatcher compraron una casa para la vejez, todos los inmue-
condición indispensable para obtener permisos municipales que los añadidos bles están recubiertos con reservas de ladrillo reciclado londinense suminis-
y las alteraciones se hagan con reservas de ladrillo antiguo.
Para los partidarios de la arquitectura «neovernácula» y «comunitaria» Para una visión general detallada de los proyectos de construcción nuevos que recurren al
—cuyo representante más influyente ante el gran público es el príncipe de ladrillo tradicional, véase Douglas Wise, "Urban Regeneration", en Brick Bulletin, 2/84, 1984.
Gales—,4 el ladrillo representa un material artesano en la época de la produc- Acerca del derroche de ladrillo en Lillington Street, Pimlico, y la urbanización análoga en Mar-
ción en serie. Horrorizados por los edificios «sin rostro» de la arquitectura quess Road, Islington, véase el número de enero de 1975 de Brick Bulletin. En relación con
Odham's Walk, Covent Garden, una admirada urbanización reciente obra del Greater London
funcionalista, confieren al ladrillo cualidades poco menos que humanas. Es
Council, véase Brick Bulletin, 4/83, octubre de 1983. Acerca de otro proyecto de Darbourne
táctil, y posee textura y grano, en contraste con las superficies planas de la and Darke —realizado esta vez para una cooperativa de viviendas en Richmond, Surrey—, véase
modernidad; es individual y extravagante frente a la uniformidad de la arqui- Brick Bulletin 2/86 (en el mismo número figura un ejemplo espectacular de ladrillo rojo nuevo
en la Biblioteca Central de Reading). Debo agradecer a Bob Lloyd-Jones, de la Asociación para
tectura moderna, y «cálido» frente a la frialdad del vidrio y el hormigón. Res-
el Fomento del Ladrillo, semejante masa de datos acerca de los últimos progresos del ladrillo.
6
El «ladrillo vista» es uno de los rasgos prominentes de las casas autoconstruidas de
"Heritage Potton", en particular en las chimeneas, «núcleo de todo hogar que rinde honores al
3 En relación con la restauración de la terracota del Hackney Empire —como antes en el
patrimonio histórico», rematadas con una viga para colgar ollas. Cartera de trabajos de la «rec-
Royal Albert Hall— consúltense los catálogos y la cartera de trabajos de Shaw's of Darwen.
toría» de Heritage, Exhibición de hogares de época del Daily Telegraph, 26 de febrero de 1989.
Acerca del uso de ladrillo antiguo-nuevo en la restauración de monumentos industriales y pla-
' "Home is Where the Hearth Is", Building Homes Supplement, 2 de diciembre de 1988,
cas conmemorativas, véase Ibstock, Decorative Brickwork, 1985.
pág. 37; "New Design Unveiled", Home Buyer, febrero de 1990; "West Midlands... Lovell Hol-
La preferencia del príncipe Carlos —que viene de muy atrás— por lo «hogareño» frente a lo
grandilocuente, su fe en la «intimidad» y la «elegancia» de las urbanizaciones con patio interior mes", Home Finder, 1989, pág. 26.
febrero de 1990. "Ted-
"Sussex", en What House, junio de 1988; East Kent House Buyer,
y su firme defensa del empleo de materiales locales y propios de cada condado, así como de los 1989; National Housebuyers Exhibition del Daily Mail, 25 de febrero
«estilos vernáculos reconocidos», está muy bien expuesta en su Vision of Britain, Londres, 1984, dington", Home Finder,
de 1990.
págs. 15, 41, 72, 88, 113, 124-5. Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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KAI'llAEL SAMUEL EL RETORNO AL LADRILLO 151

tradas por un conocido comerciante de bienes reutilizados con sede en East


London.9 Los «hogares de calidad con carácter» de Church, en Queen's Acre,
Windsor, combinan los «ladrillos clásicos» con una gran variedad de procedi-
WHERE TO FIND HANDMADE
mientos de envejecimiento: revestimientos de pedernal, tejas y vigas de abeto AND AUTHENTIC BRICKS
Douglas.10 La urbanización estilo Regencia de Berkeley Homes, en la Plaza
Whether It s brIcks fired to your personal colour speciricatIon or ones
de Santa María, Brighton, añade «puertas y ventanas colocadas de forma that have been reclalmed, our list of suppliers should be able to help
irregular» para «garantizar que se mantenga el carácter de época»." De for-
ma aún más ambiciosa y para establecer un pedigrí imaginario, estas fincas THE ASHBOURNE BRICK
suelen tomar prestado su nombre y personalidad de algún fragmento de AND TILE COMPANY
The Green Road, Ashboume,
mampostería de ladrillos en ruinas que proporciona un foco alrededor del Derbyshire 0E6 lEE,
cual se concentran las casas de nueva factura. Los establos y casas de labran- tel: 0035 342809.
zas antiguas, renovadas y restauradas, son uno de los elementos característi- Thp, pL.111,- ,

and ... 11 iry


cos de estas urbanizaciones tipo «patio» que gozan de popularidad a la hora (-kr-3 ,•.

de realizar construcciones en zonas rurales «vírgenes»; en la ciudad y en las


zonas residenciales, da la impresión de que basta con cualquier trozo de BULMER BRICK d TILE CO
Bulmer Bnckworks, Bulmer,
mampostería de ladrillo antigua: es el caso de la urbanización Fairbriar, en nr Sudbury, Suftolk C010 7EF,
King George's Square, Richmond, cuyos pináculos chapados en oro procla- tel: 0787 269232.
man el aire de elegancia de un antiguo asilo de pobres.' 2
!L I, nd
Para las inmobiliarias que se dedican a la construcción de oficinas y vis-
'Y 11(1' < 4 Kidt.'
ten sus estructuras de acero y hormigón con capas de revestimiento, el retor-
no al ladrillo, aunque menos universal que en el campo de la edificación de BUTTERLEY BRICKS
viviendas, es ante todo una cuestión de orden cosmético. Aquí el ladrillo ocu- Welfrnoton Street, Ripley, Derby
DES 30Z, tel: 0773 570570.
pa su lugar, junto con la piedra y el mármol, como elemento que proporciona pul!, r!",,, I: ,-1,
un aire de dignidad a las nuevas edificaciones y disimula las construcciones ,.-•

realizadas a gran velocidad con una pátina de rusticidad. Los más ambiciosos tIn1,.,11r1. (1, n

—siguiendo el ejemplo de los cuarteles de bomberos y las oficinas de correos


de la década de 1970— se inclinan por las torrecillas neogóticas y los tejados
inclinados o hacen dramáticas declaraciones de principios en ladrillo rojo DÓNDE ENCONTRAR LADRILLOS HECHOS A MANO Y AUTÉNTICOS / Ya se trate de ladrillos cocidos en
DÓNDE
el color que usted elija o de ladrillos reutilizados, nuestra lista de proveedores le servirá de ayu-
victoriano. Al igual que en las urbanizaciones de categoría, a los proyectos de da. / Compañía de Ladrillos y Baldosas de Ashbourne The Green Road, Ashbourne, Derbyshire
construcción nuevos se les incorporan fachadas de época, y los almacenes DE6 lEE, telf. 0335 342809. Esta empresa produce ladrillos hechos a mano y trata por todos los
abandonados hacen las veces de carcasa en la que se instalan las terminales medios a su alcance que combinen con los del cliente. / COMPAÑÍA DE LADRILLOS Y BALDOSAS
BULMER, Bulmer Brickworks, Bulmer, nr Sudbury, Suffolk C010 7EF, telf. 0787 269232. Bul-
informáticas y de aire acondicionado sin estropear la fachada principal ni la
mer's dispone de casi cuatro mil moldes diferentes para ladrillos hechos a mano y dispone de los
línea del horizonte. En Richmond Riverside, Quinlan Terry ha llevado esta medios necesarios para que combinen con una amplia gama de diseños. / LADRILLOS BUTTERLEY,
Wellington Street, Ripley, Derby DE5 3DZ, telf. 0773 570570. Butterley dispone de once fábri-
cas en todo el país, dedicadas a la producción de ladrillos hechos a mano y tallados que combi-
9
Quisiera darle las gracias a Carol Clark, de Lasdun, por esta información, así como por nen con la inmensa mayoría de los tipos existentes.
otros muchos detalles acerca del negocio de los ladrillos de segunda mano.
"Where Nostalgia Finds a Home", Independent on Sunday,
4 de marzo de 1990.
" "Sussex", Home Finder,
1989. «Se cuida mucho la elección de materiales. No es algo
inusitado el empleo de viejas reservas de ladrillos y tejas de barro cocido para asegurar el man- línea de reflexión al último extremo neoclásico, al ocultar un complejo de
tenimiento del carácter de época, y en todo el país, allí donde resulta indicado, [Berkeley oficinas dotadas de aire acondicionado detrás de entradas abovedadas, disfra-
Homes] emplea materiales locales: piedra de Purbeck en Dorset, piedra de Cotswold en Bath, y zar las torres de refrigeración como campanarios y las trituradoras de basura
pedernal y ladrillo en Hampshire, mientras en Sussex reproducen meticulosamente el estilo de
las granjas autóctonas»; puesto de Berkeley Homes en la National Housebuyers Exhibition del
de torrecillas.
Daily Mail, febrero de 1990. La rehabilitación de mampostería de ladrillo antigua ha engrosado la car-
12
"Past Historie, Future Perfect in King George's Square, Richmond", The Observer,
3 de tera de trabajos de los agentes inmobiliarios con categorías enteras de edifi-
octubre de 1987; información oral proporcionada por Fairbrother Homes. cios que hace diez o veinte años habrían sido consignados automáticamente a
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EL RETORNO AL LADRILLO
153
152 RAPHAEL SAMUEL

cido»: aparentemente picados por el desgaste y la lluvia, los hay en tonos


los bulldozers; ha transformado los almacenes en inmuebles cotizados," los
cuarteles de bomberos en restaurantesH y hecho brotar como por arte de morados y trigueños?' La gama «Olde English» de Redlands —especialmente
diseñada para las «obras de conservación» y la «renovación urbana» en el
magia estudios, apartamentos y oficinas de las entrañas de los locales más
inverosímiles. Las inmobiliarias lo han incorporado a su repertorio, haciendo norte y centro de Inglaterra— se comercializa con los nombres de diversos
condados?' La empresa Nottingham Brick S.A., no satisfecha con el éxito de
de la restauración imaginativa —o adaptación creativa— el buque insignia de
sus megaproyectos. La «renovación», categoría desconocida por las guías del su ladrillo georgiano —«del color de la cerveza Oakham y con una fina textu-
ra rústica»— se ha remontado a los tiempos de la heptarquía con su ladrillo de
sector de la construcción durante la década de 1950, es ahora uno de las prin-
cipales actividades de la industria, y dispone de una publicación propia. Las revestimiento «Mercia», del que dicen que está inspirado en los túmulos funera-
empresas de limpieza, que se dedican a remozar edificios viejos, también son rios de la era anglosajona."
un fenómeno reciente. Hace treinta años, cuando comenzó a introducirse la
limpieza con arena y agua a altas presiones, el número de estas empresas
podía contarse con los dedos de una mano: en la actualidad hay unas ochenta II
sólo en la metrópoli. Una de las consecuencias de todo ello ha sido el comer-
Durante la década de 1950, a diferencia de hoy, la estima que se tenía por
cio de ladrillos de segunda mano, que ha generado beneficios como caídos
el ladrillo era ínfima." Requería mucha mano de obra, era caro de poner y
del cielo para los contratistas de derribos y suministrado a las empresas pira-
obstaculizaba los métodos de construcción modernos y el empleo de unida-
tas (y a los operarios espabilados) sustanciosos ingresos extra.
des prefabricadas. Engorroso y pesado, era el enemigo de la luz y del espa-
La industria de los materiales de construcción también da fe de la resu-
cio. A ojos de una estética para la cual la mera idea de fachada era anatema,
rrección del ladrillo tradicional. En los últimos años, ha desarrollado una
el empleo decorativo del ladrillo era algo especialmente detestado, y uno de
sofisticada tecnología de «volteado en máquina» y «envejecimiento» —que
los grandes objetivos de la arquitectura funcionalista fue deshacerse de él.
presenta ciertas semejanzas con el proceso de lavado a la piedra de los
Los aguilones y buhardillas eran innecesarios si se reemplazaban los tejados
vaqueros— para simular los colores, las texturas e incluso las superficies que-
inclinados por tejados planos. Se podía prescindir de dinteles y arcos, y tam-
bradas de los ladrillos viejos. La empresa Blockley's, de Telford, una de las
bién de las ventanas de guillotina, forma «envilecida» que los modernizado-
primeras empresas del mercado, ha convertido este proceso en todo un arte;
res descartaron a favor de ventanas con marcos metálicos o paneles de vi-
reproduce no sólo los colores de los ladrillos tradicionales sino también sus
defectos. Los ladrillos, secados al horno, se voltean y se envejecen antes de drioi9 El hormigón, producto milagroso de la época, era dinámico y capaz de
soportar pesos enormes sobre podios de lo más exiguo. El vidrio era una
estar del todo cocidos. A los ladrillos diseñados por ordenador se les incorpo-
invitación hecha al sol.'" El ladrillo, en cambio, era claustrofóbico y encerra-
ran los defectos ya desde el principio. El popular modelo «Ironbridge» de
Blockley's no sólo consigue lucir un aspecto desportillado, agrietado y con
aristas desgastadas, sino que también lleva manchas de hollín. Por lo visto Blockleys Heritage Brick Collection and Portfolio 1990.
15
también existen ladrillos enmohecidos, para dar variedad o causar sorpresa y 16Redland Olde English Range, carpeta de trabajo, 1990. La empresa Redland utilizó teja-
realzar el efecto vernáculo. A las constructoras que adquieren los ladrillos de dos de pizarra de Cambria para la construcción de una prestigiosa urbanización en el puerto
deportivo de Brighton. "Good old Sussex by the Sea", What House, marzo de 1989, pág. 13;
esta gama se les ofrece «el atractivo tosco y el carácter especial del ladrillo
véase también House Improvements Journal n° 8, 1988.
reutilizado sin tener que apechugar con todos los inconvenientes de dicho " "Facing Bricks", Building, 18 de julio de 1986.
material... al escoger el ladrillo Ironbridge, puede combinar el auténtico '8 Dice mucho de la mala reputación del ladrillo el hecho de que hasta W. G. Hoskins, uno
de los grandes paladines de las construcciones vernáculas, pudiera engañarse hasta el punto de
aspecto envejecido con la durabilidad, la resistencia a la intemperie y otras
menospreciarlo de forma pública. «El ladrillo rojo es de una vulgaridad irremisible y no hay
destacadas cualidades técnicas de las que Blockley's es sinónimo» Los ladri- nada capaz de disimular su mezquindad», escribió en 1950, con ocasión de unos comentarios
llos «Heritage» de Blockley's, «fabricados a mano, no por ordenador... en la que dedicó a «las pequeñas ciudades manufactureras de calzado de Northamptonshire y Leices-
planta más sofisticada de todo el país», lucen un aspecto igualmente «enveje- tershire». Por el contrario, «Los edificios de piedra son de una dignidad inasequible para el
ladrillo, y cuando se ven ennegrecidos por generaciones de humo, esta dignidad queda realza-
da», W. G. Hoskins, Chilterns to the Black Country, Londres, 1951, pág. 41.
Acerca de «secciones de aluminio extrudidas» y la «extrema transparencia» de un nuevo
13 Sería interesante averiguar en qué momento los «magníficos almacenes históricos» 19

(como los denomina el príncipe Carlos en Vision of Britain, pág. 31) comenzaron a ser clasifi- bloque de oficinas en Poole, véase Architectural Review, marzo de 1955, pág. 160.
«Un ejemplo asombroso del valor decorativo del vidrio es el que nos ofrecen los cines
cados por vez primera. El de Oliver's Wharf, en Wapping, se dice que fue uno de los primeros 20
del circuito Odeón. Los edificios están cubiertos de paneles de cristal opaco color crema de 0.6
que se reconvirtieron en estudios o apartamentos, hacia 1971.
centímetros con listones negros de 2.54 centímetros; éstos acentúan el estilo contemporáneo de
14 O, como en el caso de Oxford, en espacios dedicados a albergar actuaciones públicas y
día, mientras
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la reglamentación noche de la luz reflejada
derechos de autor. produce un efecto de iluminación interior que
centros artísticos.
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RAPHAEL SAMUEL EL RETORNO AL LADRILLO 155

ba a los edificios en sus interiores en lugar de dejar que penetrasen los exte- Country Life, no estaban menos ansiosos por minimizar el uso del ladrillo
riores. que los arquitectos y planificadores públicos.
La historicidad del ladrillo no lo redimía en modo alguno; más bien lo El uso monumental del ladrillo tenía aseguradas las burlas de la gente
condenaba. Durante el siglo xix se le asociaba con fábricas de hechura carce- distinguida, no sólo a causa de la ornamentación «inútil» que suponía, sino
laria y almacenes, muros fríos y húmedos y pasadizos estrechos, humildes también, al menos en el terreno de la arquitectura civil del siglo xix, por sus
casas adosadas y miserables calles urbanizadas conforme a las ordenanzas pretensiones. La ornamentación en piedra era permisible, clásica incluso,
municipales. El legado de la revolución industrial, de acuerdo con J. B. Priest- siempre y cuando se acertara con el período. El ladrillo, en cambio, a menos
ley en English Journey, era «un páramo de ladrillos mugrientos».21
Los que se empleara con fines utilitarios y domésticos, era un absurdo. Así, por
escombros dejados por los bombardeos parecieron señalar el fin de ese parti- mor de su ladrillo gótico rojo, San Pancracio era la más detestada de las ter-
cular relato, y los reformadores de la vivienda de aquel entonces, con la bri- minales ferroviarias londinenses, mientras que los portales de caliza de Port-
llante ayuda de los fotógrafos, nunca fueron más felices que cuando contras- land de Euston, su vecina neoclásica, pasaban desapercibidos. Algo parecido
taban la miseria «dickensiana» de las casas de vecinos y los suburbios con el sucedía en la Universidad de Oxford, donde el ladrillo rojo del Buttersfield
mundo feliz de flamantes bloques de apartamentos blancos, jardines bañados Keble College era objeto de burla universal (hasta los miembros del cuerpo
por el sol y amplios espacios abiertos. docente se afanaban en desportillarlo), mientras que la fachada de parteluces
La mampostería de ladrillo neovernácula también había caído en desgra- de piedra del Balliol College —no menos representativa de las fantasías del
cia. Resucitado por Norman Shaw y el Movimiento de Artes y Oficios, y Renacimiento Gótico— constituía una parte aceptada del paisaje urbano.
representativo, durante los primeros tiempos del Movimiento en pro de la Estéticamente, el aprecio por el hierro colado victoriano precedió a la
Ciudad Jardín, de la visión de la Nueva Jerusalén, había quedado completa- valoración de la mampostería de ladrillo de la misma época en unas dos déca-
mente envilecido, según los críticos (entre ellos la totalidad de los profesio- das. Resulta sintomático que cuando en 1949 se introdujeron los listados que
nales de la arquitectura) por las «cajitas rojas» del período de entreguerras, otorgaban protección legal a edificios considerados «históricos», King's Cross,
por las urbanizaciones «bungaloides» que estaban arruinando las costas y por precoz ejemplo de arquitectura funcionalista, lleno de vigas de hierro colado
las construcciones situadas a pie de carretera que, según los conservacionis- por todas partes, fuera clasificado en la Categoría I, en tanto que el San Pan-
tas de las zonas rurales, estaban profanando la campiña inglesa. Aunque cracio de Sir Gilbert Scott, «un batiburrillo de... clásico y gótico», fuese a
libres del estigma de la pobreza, estos fenómenos suscitaron tanta atención parar a la Categoría III. En fecha tan tardía como 1966, los arquitectos de Bri-
legislativa como las casas de vecinos y los suburbios. La legislación regula- tish Rail proponían demoler dicha estación y crear una explanada nueva."
dora de los cinturones verdes de 1937 los restringió. La Ley de Planificación Las bellezas de la ingeniería victoriana, al parecer, ya estaban siendo ala-
Urbana y Rural de 1947 pretendía ponerles fin en un futuro. En libros sobre badas por los arquitectos jóvenes durante la década de 1930, y cuando la pro-
arquitectura de la década de los años cincuenta, la «sencillez», las «buenas paganda pro-modernidad cobró ímpetu, la arquitectura industrial decimonó-
proporciones» y la «dignidad» de las viviendas de posguerra se contraponían nica ocupó el espacio de la imaginación que los renacentistas góticos del
a los «miradores recargados, los aguilones complicados y las maderas de imi- siglo xix habían otorgado a las catedrales medievales. J. M. Richards, el edi-
tación»" de los semiadosados de la década de 1930; los promotores priva- tor de la Architectural Review, consideraba a los ingenieros victorianos como
dos, como puede comprobarse leyendo las columnas de Ideal Home e incluso el lucero del alba de la tradición funcionalista, contrastando la «sencillez» y
la «sinceridad» de sus obras con los caprichos y pretensiones de la arquitec-
tura «académica», esto es, las obras de los góticos y los clasicistas." Para
resulta a la vez deslumbrante y atractivo. Emplear el vidrio de este modo permite ahorros con- Nikolaus Pevsner —quizá el más influyente de los propagandistas de la mo-
siderables, ya que es un material estructuralmente sólido en todos los sentidos. Se coloca con dernidad, y años más tarde, después de 1958, presidente de la Sociedad Vic-
rapidez y suprime la necesidad de proceder a costosas redecoraciones; además, su superficie,
toriana— la obra de los ingenieros ferroviarios era el epítome de las virtudes
lisa, dura e inmune a la suciedad, los gases y el humo, no requiere sino lavados muy esporádi-
cos para mantenerse en perfectas condiciones» (anuncio), Architectural Review, mayo de 1955. funcionalistas: «franqueza en el empleo de materiales», líneas de construc-
Cf. "The Soho Project", obra del Glass Age Development Committee, un proyecto espantoso ción «ininterrumpidas» y declaraciones «osadas» y «categóricas». La arqui-
para convertir el Soho en una ciudad de cristal al que el Architectural Review le dedicó muchas tectura inglesa del diecinueve, escribió en Pioneros del diseño moderno
páginas (marzo y abril de 1955). •
21 J. B. Priestley, English Journey,
Londres, 1934, pág. 400. El programa electoral laborista
de 1945, Let Us Face the Future (Afrontemos el futuro), se mostró tan severo en relación con
23 Informe Anual de la Sociedad Victoriana, 1966, pág. 7. Por lo visto, el doctor Curtis,
las construcciones a pie de carretera como el CPRE (Council for the Protection of Rural En- arquitecto de British Rail, contrapuso la «vanguardista nave» de estación (King's Cross) al hotel
gland).
«reaccionario» (San Pancracio).
22 News of the World Better Homes Book,
ed. Roger Smithells, Londres, 1954, pág. 12. 24 J. M. Richards, Introduction to Modern Architecture, Harmondsworth, 1946, págs. 36-37.
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RAPHAEL SAMUEL /C_C, 1VKINU K1. 1,HUICILLAJ
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produjo en la década de 1970). La arena a presión, la técnica de limpieza de
(1936), estaba basada en gran medida en el desarrollo del hierro, «primero el
la mampostería de ladrillo más popular en la actualidad, se inventó en un
hierro colado, y luego... el hierro forjado»." El puente colgante de Brunei
principio para ser utilizada sobre piedra: la iniciativa partió, al parecer, de
Clifton era «pura energía funcional oscilante describiendo una gloriosa curva
para conquistar los más de doscientos metros que separaban las riberas del una empresa que en sus orígenes estaba especializada en la limpieza de los
profundo valle»;" el Crystal Palace era «el ejemplo por antonomasia del hie- cascos de los barcos (la primera vez que se probó fue a comienzos de la
rro y el vidrio de mediados del siglo xix», «una profesión de fe en el hierro década de 1960, cuando se remozó Horseguards Parade). El agua a presión
también fue introducida en un principio para limpiar superficies de piedra, a
tan firme como el mayor de los puentes colgantes»."
El gusto por la mampostería de ladrillo victoriana tuvo una difusión partir de la adaptación de un aparato norteamericano empleado para la lim-
mucho más lenta, y aunque en la década de 1950 inspiró una modesta proli- pieza de automóviles. La limpieza de la Catedral de San Pablo (1960-61) sir-
feración de escritos, en el descubrimiento de la arqueología industrial ocupó vió en este caso de experimento de laboratorio; los chorros se utilizaron para
un segundo puesto frente al hierro. La Sociedad Victoriana, fundada en 1958, limpiar las «partes recargadas» de la catedral, allí donde las púas de alambre
no se interesó por el universo de los chalets victorianos —al menos mientras de los cepillos podrían haber dañado la piedra. Sólo a partir de la limpieza
estuvo presidida por Pevsner— y concentró sus esfuerzos en los edificios del Albert Hall (1971-73) —un trabajo oneroso que se hizo viable gracias a
públicos y comerciales. Sus primeras batallas, como en general sucedería con una generosa subvención de la Comisión de Monumentos Históricos— pudo
las de los conservacionistas, tendían a centrarse en la cantería victoriana, acceder una muestra destacada de mampostería de ladrillo victoriana a un
siendo la más célebre la que libró en 1962 para salvar Euston Arch. La salva- tratamiento que desde hacía unos diez años era ya habitual cuando de cante-
ción del muelle de Albert Dock, en Liverpool, fue una de las primeras causas ría se trataba. Una vez adoptado, sin embargo, el procedimiento se difundió
defendidas por la Sociedad; en 1968 ésta logró que fuera ascendido a edificio con rapidez. En el norte del país se vio asistido, a mediados de la década de
de la Categoría I, pero siguió estando amenazado durante la década de 1970, 1970, por subvenciones gubernamentales destinadas a las áreas deprimidas, y
y sólo la crisis inmobiliaria de 1974 lo rescató del peligro de reurbanización. lo hicieron suyo no sólo los conservacionistas locales, sino también las
Por lo que respecta a la renovación de los almacenes, los bulldozers y los empresas piratas. En Leeds el efecto se dejó sentir tanto que en 1977 la sec-
incendiarios sólo empezaron a dejarlos en paz con la aparición de los proyec- ción local de la Sociedad Victoriana sintió la necesidad de dar la voz de alar-
tos del tipo de los puertos deportivos de la década de 1980 y el «descubri- ma, haciendo notar que como resultado de las obras de limpieza, en el centro
miento» de los muelles como el entorno ideal para el hogar perfecto (en de la ciudad quedaban muy pocos edificios negros. Se había creado «una
fecha tan reciente como 1981 seguía siendo de lo más normal que los inmue- mayor conciencia pública de la calidad de los edificios más antiguos de la
bles de almacenamiento protegidos por la ley se vieran misteriosamente con- ciudad», pero en los casos en los que se recurrió a la limpieza con chorros de
arena sobre todo, la estructura se resintió, y en algunos casos adquirió «un
sumidos por el fuego).
La limpieza de la mampostería de ladrillo fue incorporada de forma rela- tono bastante espantoso».29
tivamente tardía al repertorio de las artes de la restauración, aunque en la En lo que a conservación se refiere, podría calificarse de hito el paso de
actualidad sea algo tan común como la madera de pino decapada." Aún no San Pancracio de la Categoría III a la Categoría I, acontecido a raíz de la agi-
había hecho su aparición cuando, durante la década de 1950, se «descubrió» tación emprendida por la Sociedad Victoriana en 1968. Sin embargo, la ree-
el distrito de Canonbury, Islington; sin duda uno de los atractivos actuales de valuación de la mampostería de ladrillo victoriana fue más bien uno de los
dicho distrito reside en que los edificios están tan manchados de hollín como efectos colaterales de la «gentrificación» y la rehabilitación de los adosados
cuando empezaron a trasladarse allí las clases acomodadas. Por lo visto, la en lo que antaño fueron suburbios por parte de un estrato culturalmente
limpieza del ladrillo no fue adoptada como parte normal de los procedimien- ambicioso aunque un tanto insolvente de la clase media. Fueron las inmobi-
tos de restauración hasta la gentrificación* del Lambeth georgiano (la cual se liarias locales, los comerciantes de madera de pino decapada, e incluso los
tratantes en salvamento arquitectónico, los que establecieron las principales
pautas y ofrecieron los modelos a seguir por los no iniciados. Más que impul-
sarlos, las áreas de conservación reflejaban dichos esfuerzos, siendo típico el
25 Nikolaus Pevsner, Pioneers of Modern Design, Harmondsworth, 1984, pág. 118.
26 Ibíd., pág. 128.
27 Ibíd., págs. 132-3.
28 Quisiera darle las gracias a Ian Clayton, de Haywards Heath, por la gran cantidad de
barrio depauperado y deteriorado es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel
información que me facilitó acerca del desarrollo del negocio de la limpieza de la mampostería
adquisitivo, como lo define la Wikipedia, y por aburguesamiento cuando se refiere más bien a
de ladrillo. la pérdida de las señas de identidad de la clase trabajadora. (N de los t.)
* Hemos optado por traer así al castellano la palabra inglesa gentrification siempre que
29 Sociedad Victoriana, Informe Anual, 1977, pág. 21.
hace referencia al proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o
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1 Do RAPHAEL SAMUEL KE,B.JKINU AL LHVISLLLJ

caso del municipio local que daba el visto bueno a un proceso que ya estaba Cívico de Hillingdon (1976) fue un hito en lo tocante a la arquitectura pública,
casi terminado. y creó un estilo que con posterioridad explotarían los supermercados (sobre
En lo que se refiere a la mampostería de ladrillo «antiguo» de construc- todo Sainsbury's y Tesco), los promotores de edificios de oficinas y los cen-
ción reciente, el gran estímulo vino de la mano del revival —o el descubri- tros comerciales. Y fue la guía de diseño que publicó el Consejo del condado
miento— de la arquitectura neovernácula, cuyos primeros artífices fueron, al de Essex en 1973 la que estableció la pauta seguida por las grandes construc-
parecer, paladines arrepentidos de la modernidad. Aunque en la actualidad se toras. Quizá no sea por azar que dos de las nuevas aldeas vernáculas de la
asocia con las grandes constructoras, fue el sector de construcción de vivien- década de 1980, South Woodham Ferrers31 y Chafford Hundred —que repro-
da pública el primero en aplicarlo. Un ejemplo que tuvo una merecida ducen no sólo los detalles de la construcción «tradicional» de casas rurales,
influencia fue el de Lillington Gardens, en Pimlico, intento deliberado de sino que además pretenden ser aldeas del siglo XVII o XVIII por derecho pro-
crear una arquitectura doméstica cerrada que contrastaba con las viviendas de pio—, se hallan dentro o en las cercanías de dicho condado.
protección oficial azotadas por el viento de la década de 1950." El Centro

III
" He aquí el extraordinario homenaje que le rindió Nikolaus Pevsner al complejo en cues-
tión (Sociedad Victoriana, Informe Anual, 1972-3, pág. 3): La era del ladrillo arrancó en este país con el Gran Incendio de Londres
AFINIDADES ELECTIVAS de 1666,32 y su hegemonía permaneció incólume hasta la década de 1940,
Si disponen del tiempo, descubran la nueva extensión sur de la línea Victoria. cuando, no sólo conforme a la impronta de la arquitectura moderna o «fun-
Bájense en Pimlico y paseen durante cinco minutos —y hay que ver qué paseo cionalista», sino también de la escasez que acarreó la posguerra en lo tocante
es— y se encontrarán cara a cara con la iglesia de St James the Less, de G. E.
a mano de obra y materias primas, fue desplazado por los sustitutos prefabri-
Street, construida en 1860-61 gracias a la magnanimidad de particulares en los
barrios bajos de Westminster. Quizá no consigan entrar, pero sólo por el exte-
rior la caminata valdría la pena aun en el caso de ser mucho más larga. East-
lake, en su célebre History of the Gothic Revival in England, publicado en 1872, muros de la iglesia y en particular la de la aguja. Un «espacio pródigo en aris-
la calificó como «una de las iglesias más extraordinarias y originales de todo tas» señala Eastlake (en el interior de St James): esas mismas palabras podrían
Londres». Ahora bien, yo no les habría hecho recorrer todo el camino hasta referirse a uno de los motivos predilectos de la década de 1960. Y si Eastlake
St James si allí sólo estuviese la iglesia. A decir verdad, lo que se ve desde la califica a Street de «incapacitado para la insipidez», yo diría exactamente lo
estación de Pimlico o —mejor aún— desde Vauxhall Bridge Road es la obra de mismo de Darbourne y Darke. El propio Street, hablando de las iglesias urba-
Street más un suplemento, y éste es una gran urbanización de viviendas de nas en general, resume la cuestión con estas palabras: «Hay ocasiones en las
protección oficial obra de la joven sociedad formada por Darbourne y Darke; que la irregularidad se vuelve a todas luces necesaria, en cuyo caso es admira-
dicha urbanización (que se llama Lillington Gardens, por cierto) ha sido dise- ble». De modo que permítanme terminar declarando que Lillington Gardens
ñada de tal modo que su punto culminante se encuentra en la iglesia de Street. es admirable, admirable en sí misma y admirable por la comprensión de los
Los primeros bocetos fueron realizados en 1961, exactamente cien años des- valores victorianos tardíos que encarna.
pués de la edificación de St James. He aquí el estilo arquitectónico de 1961
proclamando su aprecio por el estilo de 1860. Ni que decir tiene que para nos- 31 David Watkin (The English Vision: The Picturesque in Architecture, Landscape and Gar-
otros, victorianos comprometidos, se trata de algo muy gratificante, aunque den Design, Londres, 1982, pág. 199) nos ofrece una elogiosa descripción de South Woodham
tampoco debamos sorprendernos en exceso de constatar dicha simpatía. Al fin Ferrers, Essex, 1977-9, obra de la sociedad Holder and Mathias, e inaugurado por la reina Isa-
y al cabo, el estilo Gropius-Mies-SOM desapareció a la vez que los rostros sin bel en 1981, como «uno de los más rigurosos intentos realizados en los últimos tiempos para
barba ni bigote, y tanto 1860 como 1970 son generaciones barbudas. Pero esto producir una especie de arquitectura folk pintoresca como reacción ante la falta de resonancias
es meramente circunstancial. Lo que ahora quiero hacer es documentar esta históricas de la arquitectura moderna». Sutherland Lyell (en Dream Cottages: From Cottage
simpatía, y el mejor modo de hacerlo es citando a Eastlake y un artículo sobre Ornée to Stockbroker Tudor, Londres, 1988, págs. 150-51) nos ofrece una valoración más crítica,
iglesias urbanas escrito por Street y publicado en The Ecclesiologist en 1850 y tras glosar sus encantos «cuasi-tolkienescos» y describírnosla como una de las más sensacio-
(XI, 227 y sig.). Para empezar, pues, St James está hecho de ladrillo, y Lilling- nales urbanizaciones británicas neovernáculas, agrega unos cáusticos comentarios sobre el
ton Gardens también. Street apuntaba que a menudo «las iglesias urbanas «aparcamiento de imposible vernaculización» que hay junto al centro comercial, el supermercado
están rodeadas con millares de ladrillos por todos lados». Así pues, ésta tam- disfrazado de granja de Essex y el tejado «georgiano» de la gasolinera.
bién lo está. Eastlake destaca la «deslumbrante distribución de franjas» que 32 R. W Brunskill, que ayudó a promover la rehabilitación de la arquitectura vernácula

posee St James. Lillington Gardens presenta por todas partes un ritmo pautado durante la década de 1960, se ha dedicado al estudio de la cuestión: Brick Building in Britain,
por las bandas horizontales de hormigón que recorren los muros de ladrillo. Londres, 1989; An Illustrated Handbook of Vernacular Architecture, Londres, 1987; Traditional
No obstante, estas bandas son de color beige; las franjas de la iglesia tienen Buildings of Britain, Londres, 1985; Vernacular Architecure of the Lake Counties, Londres,
más colorido, e igual de coloridos son los motivos geométricos de la misma. A 1978. Para el siglo XVIII, véase Dan Cruikshank y Peter Wyld, "Brick", "Stucco" y "Stone" en
fin de garantizar la superioridad de la iglesia, Darbourne y Darke decidieron Brunstone, ed., The Art of Georgian Building, Londres, 1975, págs. 178-197. Entre las obras
no competir con ella. Sin embargo, han echado mano de proyecciones, rece- previas al respecto, cabe hacer mención de Nathaniel Lloyd, A History of English Brickwork,
siones y diagonales súbitas para responder a la geometría más compacta de los Londres, 1925.
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cados. Sólo el desarrollo de los «edificios inteligentes» en el transcurso de arqueológico de la palabra. Lo que distingue a dichos distritos es la clase de
las décadas de 1950 y 1960 —proceso que el diseño por ordenador está llevan- gente que se ha instalado en ellos, y las pautas que presenta su ambición. La
do a nuevas cotas— llegó a poner seriamente en entredicho su futuro. No obs- conservación es la moneda con la que operan para elevar de categoría sus
tante, el ladrillo ha sufrido muchas vicisitudes en el transcurso de su dilatada viviendas y sus personas. Ésta transforma la más humilde de las moradas en
trayectoria y nunca le han faltado competidores de mayor prestigio: la mam- una residencia de época, y convierte las fachadas en estructuras «históricas».
postería en la construcción de iglesias y los remates de piedra y los pórticos En el seno de un intercambio triangular de prestigio, confiere pedigrí a la
en los edificios públicos y las oficinas comerciales. Incluso en el siglo XVIII, propiedad y raíces a los recién llegados, aunque sólo sea por poderes, y per-
rara vez se confiaba en el ladrillo para soportar cargas, y en los modelos de mite al mismo tiempo que los funcionarios municipales se apunten tantos
casuchas más baratas no podía competir con materiales improvisados como «medioambientales» para lo que en caso contrario podrían ser zonas en vías
el barro y la paja. En la era de la Regencia, el ladrillo se tapaba por lo general de deterioro.
con estuco; en las postrimerías de la época victoriana, fue eclipsado por la También es posible que el ladrillo se haya beneficiado de los mecanismos
caliza de Portland. A pesar del revival de lo vernáculo por parte del Movi- de compensación que en los últimos veinte años han convertido el nacionalis-
miento de Artes y Oficios, quedó relegado sin lugar a dudas al ámbito mo cultural en uno de los rasgos característicos del consumismo de diseño.
doméstico. En general, el clasicismo eduardiano se inclinaba por la piedra, El ladrillo se contrapone de forma implícita, y a veces de forma explícita, a
pese a que, como Lutyens, el arquitecto pudiera mostrarse favorable al ladri- las impurezas cosmopolitas de la modernidad. Para los promotores de la
llo en lo que hacía al estilo rústico; en el período de entreguerras prevaleció arquitectura neovernácula el ladrillo es el más «inglés» de los materiales de
una dualidad muy semejante, como puede comprobarse en los bancos y ofi- construcción: sincero y práctico, sencillo y sin adornos, refleja las virtudes
cinas de correos neogeorgianos de la década de 1920. nacionales. No es ostentoso, como el mármol, que viene de Italia o de luga-
La filosofía de la construcción de una época cualquiera sigue itinerarios res aún más distantes; no es artificial, como el hormigón que, quizá en virtud
tortuosos. Refleja los cambios acaecidos no sólo en las nociones de higiene, de sus asociaciones con la Bauhaus o con los recuerdos de la Segunda Guerra
sino también en la poética del espacio, en los ideales de orden doméstico
Mundial, está considerado como algo vagamente alemán. La madera puede
como en los principios del diseño. Como desde hace mucho tiempo vienen
ser oriunda de Escandinavia o de los trópicos, pero el ladrillo es indiscutible-
insistiendo en mostrar los críticos y los comentaristas, es la encarnación del
mente británico, y más en concreto —dado que los escoceses construyen en
espíritu de la época, y lleva la impronta de los sueños y los dilemas de su
granito y los galeses en piedra— inglés. Ningún otro país del mundo, al pare-
tiempo. Algo por el estilo podría decirse del revival del ladrillo. Tiene que ver
cer, posee tal variedad de barros cocidos para la construcción, ni tal cantidad
con un cambio radical en la política medioambiental, con el desplazamiento
de géneros característicos.
del fiel de la balanza urbanística del sector público al sector privado, y con el
El descubrimiento (o redescubrimiento) de la arquitectura vernácula, y la
paso del predominio del arrendamiento a la vivienda en propiedad, rasgo no
democratización de las nociones de lo que constituye el «patrimonio» (una
menos característico de los antiguos distritos de habitaciones amuebladas que
de las características de la década de 1960), también ha contribuido a conferir
de las fincas de los condados rurales. Se corresponde con una inversión
generalizada del gusto que ha llevado a rehabilitar lo decorativo y pintoresco una nueva dignidad al ladrillo. Desplazó la atención de lo monumental y
a expensas de lo funcional y utilitario. No obstante, también podría decirse grandioso hacia lo local, regional y doméstico. Mediante una extraña alqui-
que está ligada a factores exógenos como la containerización, que de golpe y mia del gusto, la época actual ha dado en admirar precisamente aquellos ras-
porrazo transformó los muelles en zonas urbanizables. gos del entorno edificado que en su tiempo o no despertaban interés o eran
Es muy posible que el revival del ladrillo se deba más a los cambios detestados. En los albores de la Inglaterra victoriana, como recordarán los
sociológicos que a la estética. Lo que convirtió a los almacenes en inmuebles lectores de David Copperfield, los almacenes —hoy transformados en vivien-
cotizados y transformó la conservación de las fachadas de época en la princi- das y áticos de lujo— eran sinónimo de pobreza y mugre. Los establos elegi-
pal actividad de las promotoras inmobiliarias fue la recolonización empresa- dos para convertirse en viviendas destinadas a gente pudiente fueron antaño
rial de las áreas urbanas deprimidas. Asimismo, la formación de nuevas cla- dominio de vaqueros, porquerizos y peones de labranza. En el siglo xix,
ses de habitantes —los «gentrificadores» de los cascos antiguos, las personas aquellos que disponían de los medios necesarios disfrazaban con piedra la
que viven en zonas verdes rurales alejadas de su lugar de empleo— es lo que misma mampostería de ladrillo «vista» como signo de autenticidad y objeto
ha hecho que la conservación pasara de la condición de sueño de esteta a la de la mirada admirativa del conservacionismo. Cuando un antiguo asilo de
de inversión rentable. Muchos de los distritos o enclaves ahora designados pobres —las cárceles de indigentes de antaño— proporciona el foco simbólico
como áreas de conservación no tienen nada de «históricos» en el sentido de un complejo habitacional para ejecutivos, como sucedió en King George's
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Square, Richmond,33 y cuando unos urinarios públicos se reconvierten en creación de nuevas formas del espacio urbano, o como prefieren considerarlo
estudio de diseño, como sucedió en Fulham, se hace evidente que estamos los arquitectos y promotores inmobiliarios, al revival de las antiguas: las
ingresando en un mundo al revés, en el que la antigüedad lo es todo y la dis- casas de beneficencia isabelinas," los colegios de abogados de la época jaco-
criminación de clase, al menos vista en retrospectiva, se ha vuelto irrelevante. bea, las caballerizas o las plazas georgianas." Resulta interesante comprobar
La Ley del Aire Limpio de 1958 y la consiguiente ampliación de las que no es la tradicional calle de adosados la que goza de favor en estos tiem-
zonas de prohibición de humos creó las condiciones de existencia para la pos de obsesión por la seguridad, sino el recinto cerrado, la urbanización tipo
rehabilitación del ladrillo de época, aunque no pueda considerarse como cau- patio, protegida del mundo exterior por verjas de hierro, puertas accionadas
sa de ésta, y es posible que también contribuyese a desplazar la atención de electrónicamente y una falsa torre de vigilancia o del homenaje." A este gé-
los conservacionistas de la preservación de interiores a las estructuras históri- nero pertenecen las «aldeas de embarcadero» que nacen en los muelles," así
cas y las fachadas. La Ley del Aire Limpio también ha ayudado a incremen- como las fincas amuralladas que aparecen en las zonas residenciales; incluso
tar la competitividad del ladrillo en relación con los muros cortina en el caso en Storrington, Sussex —una urbanización realizada por la gran constructora
de los inmuebles de construcción reciente, permitiendo que el primero luzca, Wates en colaboración con Courtyard Historic Properties— los «pisos de estilo
como en las urbanizaciones tipo «almacén», colores de recinto ferial —rojos, aldeano»."
amarillos y naranjas— y haciendo que los segundos parezcan cochambrosos y En cualquiera de estos casos, uno parece topar con aquello que Charles
faltos de gracia en comparación. Jencks, el teórico de la arquitectura posmoderna, denominó «doble codifica-
El revival del ladrillo también podría considerarse como la cara presenta- ción»: significados de los que cabe decir que apuntan de forma simultánea al
ble de la demolición exhaustiva de los tugurios y la reurbanización. Se produ-
jo en el momento en que acres enteros de adosados victorianos y generacio-
nes de inmuebles industriales caían ante los bulldozers. Ocupó el vacío
" «La Asociación Inglesa de Patios posee una merecida reputación por la excelente calidad
ecológico dejado en el campo por la desaparición de los jornaleros agrícolas de sus urbanizaciones. En la actualidad son ocho los proyectos que tiene en marcha en todo el
y la agricultura intensiva en mano de obra, y en la ciudad por el éxodo de la país. Las urbanizaciones construidas por esta compañía incorporan el tradicional patio interior
población autóctona y la sangría padecida por las ocupaciones y oficios tra- de las casas de beneficencia, e incluyen adosados y patios de casas rústicas de dos plantas y
pisos». "A Round-Up of the Latest Sheltered Housing Schemes", Home Finder, junio de 1988.
dicionales. Si en sus orígenes pretendía aferrarse a los vestigios de universos
" «Los planes de Bovis Retirement Homes para la construcción de veintitrés hogares de
en vías de extinción, ahora aspira a reproducir el simulacro de un entorno jubilados han sido aprobados por los urbanistas de West Oxfordshire... Ubicada en el interior del
que en época reciente se ha transformado hasta el punto de hacerse irrecono- área protegida de Burford, la urbanización estará completamente ajardinada y combinará follaje
cible, y regresar al mismo tiempo a un pasado más antiguo. Podría sugerirse nuevo con árboles y arbustos maduros, muchos de los cuales pertenecen a especies protegidas.
Un impresionante arco abovedado dotará a la entrada al patio del estilo de unas caballerizas del
la existencia de una relación inversa análoga entre el revival del ladrillo y el siglo xvin», Oxfordshire Property Weekly, 15 de febrero de 1990. «Disfrute de la elegancia de
triunfo de los métodos de edificación rápida: aquél reapareció en el preciso nuestro patio georgiano», dice uno de los anuncios de Lovell Holmes para Stapleton Hall, edifi-
momento en que la construcción de sistemas lo estaba dejando obsoleto. cio restaurado perteneciente a la Categoría II —al que se le han agregado dos alas nuevas— que se
La cuestión también podría abordarse desde el punto de vista de la euge- encuentra en Londres N4. «Aquí notarán una atmósfera georgiana, con ventanas de guillotina y
puertas de entrada de seis paneles. Lo que constituye Stapleton Hall propiamente dicho sigue
nesia urbana y preguntándose por el modo en que el retorno del ladrillo enca- estucado. En el extremo del tejado se halla un antiguo campanario, plenamente restaurado, como
ja con las fobias sociales contemporáneas. Cuando se lanzó por primera vez el porche de los albores de la época victoriana.» Midweek, 15 de febrero de 1990.
la idea de la demolición de los tugurios, los temores preponderantes tanto 36 Acerca de Sutton Square, Hackney, dotado de un arco georgiano que cualquiera tomaría
por la puerta de entrada al parque particular de algún caballero, pese a que también cumple la
entre los reformadores de la vivienda de la década de 1950 como entre los función un tanto más utilitaria de ocultar las cámaras de televisión de circuito cerrado, véase
higienistas sociales eran el hacinamiento y la tuberculosis; la gran solución Country Life, 6 de abril de 1989, que lo describe como «uno de los primeros proyectos donde
era el aire libre, ya en forma de torres de apartamentos («ciudades en el cie- los arquitectos jóvenes han logrado conducir a constructoras dadas a la especulación a un estilo
lo») o urbanizaciones de baja densidad de población en las afueras. Los georgiano más comedido».
" Para las urbanizaciones Trafalgar House de Paddington Basin, véase "The Pleasure of
temores dominantes de hoy son los relativos a la inseguridad, y el gran reme- Living by Water", Daily Mail, 23 de febrero de 1990.
dio, vigorosamente promovido desde comienzos de la década de 1970, es el 38 «En una bocacalle de la calle mayor de este bonito pueblo, Wates tiene previsto construir

del espacio «defendible» o «protegido». El revival del ladrillo ha corrido pare- treinta y un pisos de dos dormitorios en asociación con Heritage Properties. Los nuevos hoga-
res se construirán en el emplazamiento de Chanctonbury House, donde se encontraban las anti-
jo a la renuncia a las grandes urbanizaciones a favor de las pequeñas, y a la guas oficinas municipales, y estarán al lado de la Abadía y la Iglesia de Santa María... Los
inmuebles se dispondrán de tal modo que formen patios pequeños e íntimos donde los detalles
georgianos se combinen con otros más propios de casas rústicas. Se habilitará espacio para
" Anuncio aparecido en The Observer, 3 de octubre de 1987; información oral suministra- aparcamientos y la urbanización entera estará ajardinada incorporando arbustos y árboles»,
da por Fairbrother Homes. "Sussex", Home Finder, 1989.
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futuro y al pasado." Así pues, mediante nuevas técnicas de limpieza y reno-
vación, se comercializan edificios viejos como si fueran nuevos, a la vez que
en virtud del «envejecimiento» o la erosión ficticia, se le enjaretan al público
edificios completamente nuevos como si fueran tradicionales. Las fachadas,
en cualquiera de los dos casos, están en flagrante contradicción con los inte-
riores; el paramento exterior, aparentemente acabado a mano, camufla el
equipamiento tecnológico del interior. Los muros, aun cuando parecen pura
mampostería, no tienen como función soportar cargas, sino ser decorativos;
la apariencia rústica oculta los arsenales de la electrónica.
Quizá la «doble codificación» ayude también a resolver el misterio de
cómo puede ser que lo vernáculo, aunque se comercialice como regional y PARTE II
local, tenga carácter internacional. Los tejados inclinados, aunque supuesta-
mente autóctonos, tienen más que ver con los aguilones holandeses o los cha-
lets tiroleses que con paisaje inglés alguno conocido. El pavimento de barro RESURRECCIONES
cocido —hormigón que hace el efecto del ladrillo— fue introducido en Inglate-
rra, al parecer, a imitación del alemán; la manufactura de ladrillos «patrimo-
niales» comenzó en los Estados Unidos, y fue de Australia de donde tomó su
ejemplo Blockley's de Telford, al lanzar en 1985 su primera línea de ladrillo
de estilo antiguo.4° Las reconversiones de almacenes comenzaron en el distrito
del SoHo neoyorquino, y antes de que empezasen a ser adoptadas en Lon-
dres41 ya llevaban diez años formando parte integral del estilo de vida del
Greenwich Village; por su parte, las urbanizaciones con puerto deportivo
copan por doquier los antiguos muelles. Cabe hacer referencia, por último, al
«Mas Provenzal», línea muy exitosa de kitsch francés de época; supuesta-
mente se trata de la recuperación de la granja tradicional provenzal, aunque
en realidad, con sus maderas «caravista» y su profusión de azulejos decorati-
vos, es un pastiche de lo más moderno. Se ha extendido como un reguero de
pólvora, no sólo en Provenza, donde apareció por primera vez en la década
de 1970, sino por todo el sur de Francia: incluso se dice que se ha llegado a
avistar en el extrarradio parisino.42 La mampostería de ladrillo neovernácula,
en pocas palabras, puede hasta cierto punto presumir de ser el estilo interna-
cional de nuestro tiempo, aunque los sentimientos que explota sean regiona-
les y presuman de ser autóctonos.

30 Charles Jencks, The Language of Postmodern Architecture, Londres, 1986 [ed. cast.:
El
lenguaje de la arquitectura posmoderna, trad. Ricardo Pérdigo Náriz y Antonia Kerrigan Gure-
vitch, Barcelona, Gustavo Gili, 1984, ed. ampliada]; What is Postmodernism?, Londres, 1986.
40 Quisiera darle las gracias al señor B. J. Taylor, presidente-delegado de Blockley's, por

esta información. Blockleys Clay Paving: The Total Concept, Telford s.f., pone de manifiesto de
una forma impresionante el nivel de subvención existente por parte de municipios y empresas.
Véase también "Clay Tile Revival", Building, 17 de enero de 1986.
41 Sharon Zukin, Loft Living: Culture and Capital in Urban Change, Londres, 1988, págs.

58-81.
" Quisiera darle las gracias a Bertrand Taithe, de la Universidad de Manchester, por la
documentación y las referencias que me proporcionó acerca de la granja «provenzal».

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RESURRECCIONES

En los últimos treinta años hemos sido testigos de un entusiasmo extraor-


dinario y al parecer cada vez mayor por la recuperación del pasado de la na-
ción, ya se trate del pasado real registrado en documentos históricos o de la
historia intemporal representada por la tradición. La manía de la conservación,
que apareció por vez primera a comienzos de la década de 1950 en relación
con las vías férreas, impregna ahora todas las facetas de la vida nacional. En
música abarca desde la conservación de instrumentos barrocos —un descubri-
miento de comienzos de la década de 1960, cuando empezaron a organizarse
conciertos de música antigua para los entendidos—' a las curiosidades y feti-
ches de la era pop, que llegan a generar ofertas de seis cifras en las subastas
de Christie's o Sotheby's. En numismática, la manía de la conservación ha
conferido a las fichas de comercio idéntico prestigio que las monedas roma-
nas. La arqueología industrial —término acuñado en 1955— ha conquistado
para las plantas industriales abandonadas o rescatadas el apelativo protector de
«históricas». El número de monumentos antiguos declarados (doscientos
sesenta y ocho en 1882 frente a los doce mil novecientos de hoy) también
aumenta a pasos agigantados: entre ellos se encuentra ese flamante poblado
industrial del siglo XVIII recién edificado, fruto por igual de inspiradas pesqui-
sas y de la búsqueda de identidad histórica por parte de Telford New Town:
Ironbridge. Las casas solariegas, que durante la década de 1940 estaban en las
últimas, y figuraban como elementos de terror en las películas británicas de la
época, atraen a cientos de miles de visitantes cada verano y han contribuido a
convertir al National Trust (que durante los setenta primeros años de su exis-
tencia apenas fue otra cosa que un grupo de presión) en la organización de
masas más grande de Gran Bretaña. Según se dice, se abren nuevos museos a
un ritmo de uno cada dos semanas y, como por milagro, consiguen prosperar a
pesar de los repetidos recortes en las subvenciones gubernamentales: en la
actualidad hay unos setenta y ocho de ellos consagrados sólo a vías férreas.2

' Acerca de algunas de las dificultades y emociones involucradas, véase Harry Haskell,
The Early Music Revival, Londres, 1988; Tess Knighton y David Fallows, eds., Companion to
Medieval and Renaissance Music, Londres, 1992; Christopher Page, Discarding Images:
Reflections on Music and Culture in Medieval France, Oxford, 1993.
2 Acerca del modo en que estos museos se han convertido en monumentos nacionales por
derecho propio, véase la serie de sellos de correos de 1989 "Industrial Archaeology" de Ronald
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Uno de los rasgos del giro historicista dado por la vida nacional —y tam-
bién por la manía del coleccionismo— ha sido la actualización constante de la
noción de período, y la reconstrucción de las líneas maestras del relato de la his-
toria en contacto con el pasado reciente por oposición al remoto. Así, en los
documentales para la televisión, como sucede en el caso de la trilogía de Paul
Scott o las películas de Merchant-Ivory, el Imperio Británico tiende a enfo-
carse a través del prisma de The Last Days of the Raj. El año 1940 —que ha
desplazado a 1688, 1649 o 1066 como drama central del pasado nacional— se
ha convertido, según los gustos, en «el momento de máxima gloria de Gran
Bretaña» o en punto de observación privilegiado para el examen de la deca-
dencia nacional. Hoy en día los vigésimos aniversarios suscitan idéntico cere-
monial y júbilo que los centenarios o sexagésimos aniversarios. Aquí resulta
muy pertinente invocar la influencia de aquello que Fredric Jameson denomina
«la nostalgia por el presente»:3 el deseo desesperado de aferrarse a universos
en vías de extinción. De aquí en adelante quizá se produzca un incremento de
las peregrinaciones roqueras y del número de santuarios pop; también es po-
sible que se multiplique el número de ocasiones a conmemorar, como los
cuadragésimos o quincuagésimos cumpleaños —celebrándose así la fragilidad
del presente en lugar del pasado— y que la producción de mercancías conme-
morativas crezca de forma explosiva. En muchos casos, el pasado amenazado Fotografía de la época de estudiante de John James, justo antes de que organizara el primer
por muchos proyectos de recuperación —caso de la profusión de museos «Jason's Trip» en Regent's Canal.
«caseros» y los santuarios familiares— es el pasado más reciente, en contraste,
pongamos por caso, con el revival decimonónico por los lobos de mar isabe-
linos, la caballería medieval o la arquitectura gótica.
Al parecer, los sellos de correos británicos —que desde la revolución
Benn-Gentleman de 1965-664 se propusieron representar pictóricamente a

Maddox, en la que figuran fotografías de Ironbridge, de la mina de estaño de St Agnes, Cornua-


lles, del molino de New Lanark y un viaducto de Clwyd. Aparecen reproducidas en The Stanley
Gibbons Book of Stamps and Stamp Collecting, Londres, 1990, pág. 76.
Fredric Jameson, Postmodernism, or the Cultural Logic of Late Capitalism,
1992 [trad cast. José Luis Pardo, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismoLondres,
avan-
zado, Barcelona, Paidós, 1991].
La revolución filatélica, según las numerosas entradas que le dedicó Benn en su diario,
fue emprendida con ánimo modernizador. Quería suprimir la cabeza de la reina de los sellos de
correos (objetivo que fue derrotado por la astucia de palacio y la indignación del «establish-
ment»), democratizar o ampliar la iconografía de la vida nacional y reflejar del mejor modo
posible la práctica del diseño contemporáneo. David Gentleman, su colaborador o co-conspira-
dor —«aproximadamente de mi misma edad e... indudablemente uno de los mejores... diseñado-
res de sellos del país»— compartía el radicalismo de Benn, pero en lo artístico era descendiente
del neorromanticismo inglés, y había sido formado por Edward Bawden. En sus diseños de
sellos, así como en su mural "Elcanor Cross", que dotó a la estación de Charing Cross con un
asombroso motivo medieval, así como en sus ilustraciones de las historias orales de Suffolk de
George Ewart Evans, parece más próximo al espíritu de las ilustraciones de Walter Crane o de
Thomas Bewick que de la modernidad del tipo Festival de Gran Bretaña o el pop art de la déca-
da de 1960. En cualquier caso, desde los tiempos de Benn en adelante, los sellos de correos han
sido decididamente históricos, abalanzándose sobre las ocasiones conmemorativas, y ofreciendo
La esclusa de Camden, con el aspecto que presentaba más o menos en 1951. Otra fotografía del
una plataforma pública a entusiasmos tan historicistas como la arqueología industrial. Acerca
álbum privado del señor James.
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170 RAPHAEL SAMUEL RESURRECCIONES 171

este país en lugar de hacerlo por medio de la realeza y los símbolos— se han
incorporado por fin a los mercadillos, rastros y colecciones privadas de
curiosidades y antigüedades. Una reciente serie de sellos de felicitación enca-
ja de lleno en la categoría de lo que en los salones de subasta se conocen
como «objetos de infancia». Diseñados por Newell y Sorrell, nos muestran a
personajes de la literatura infantil, entre los que aparece Dan Dare, superhé-
roe de cómic de la década de 1950, que goza del mismo prestigio que Big-
gles, el célebre piloto de caza concebido por el capitán W E. Johns. Los Tres
Ositos, que aparecieron por primera vez en The Doctor (1837) de Robert
Southey, se codean con Rupert Bear, personaje que tenía viñeta propia en el
Daily Express, y Paddington Bear, que vio la luz en 1958. Entre los modelos
de conducta femeninos figura una Alicia bastante irritada, que todavía mues-
tra trazas del gótico de Tenniel, y que contrasta con la dulzura de Caperucita
Roja y de Orlando, el gato anaranjado.
En el otro extremo del espectro cronológico se encuentran los seguidores
de la Nueva Era y los agricultores biológicos, que proclaman su parentesco
espiritual y material con los primeros moradores de las islas, los defensores
del medio ambiente, que se denominan a sí mismos «Amigos de la Tierra», y
los ecologistas, que meditan inteiminablemente sobre la cuestión de saber si la
El trecho «Pequeña Venecia» del canal en torno a 1951.
última era de armonía entre el hombre y la naturaleza fue la Edad del Hierro o
la Edad Media. Todos ellos, cada uno a su manera, han contribuido a hacer
mucho más palpable la presencia de la prehistoria. Puesto que toman en serio
las leyendas y sostienen que éstas representan la tradición y la historia orales,
a muchas generaciones de distancia, se proponen descubrir los paisajes ocul-
tos y perdidos que figuran en aquellas. Las celebraciones del solsticio de vera-
no, como el multitudinario festival al aire libre de Glastonbury o los rayes de
los seguidores de la Nueva Era, reavivan los recuerdos de santuarios ancestra-
les y dan lugar a todo un entramado de nuevos lugares de culto. Gracias a la
mediación de alineamientos, o lo que uno de los autores más críticos de la
Nueva Era denomina «astroarqueología», todo camino viejo es susceptible de
ser el vestigio de algún ancestral sendero británico.' De igual forma, los eco-
logistas, o al menos los sedicentes ecologistas de tendencia «Merlín», sostie-
nen que los topónimos celtas y druídicos son indicio de asentamientos indíge-

de la pugna con el palacio de Buckingham, véase Tony Benn, Out of the Wilderness: Diaries
1963-7, Londres, 1987, págs. 218-20, 229-32, 234, 237, 279-82, 284-5, 287-8, 296-300, 313,
316-17, 364-5, 391-3, 408-9, 411-15, 420, 428-31. Acerca del historicismo de David Gentle-
man, véase su Britain (1982), su London (1988) y la piéce justificatif de su diseño para el
andén de la Northern Line en Charing Cross, A Cross for Queen Eleanor• The Story of The
Building of the Medieval Charing Cross, London Transport, 1979. Design in Miniature, Lon-
dres, 1972, es una obra autobiográfica, y A Special Relationship, Londres, 1987, un informe
inesperadamente feroz dirigido contra la señora Thatcher y el presidente Reagan.
Early British Trackways (1922) fue el primer libro de Alfred Watkins, el primero en suge-
Una foto de «Jason's Trip» en torno a 1956. rir la idea de los alineamientos. Jennifer Westwood, Albion, A Guide to Legendary Britain, Lon-
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigacióndres, 1985,laes
respetando un inventario
reglamentación pormenorizado
en materia de derechos de autor.
dichas leyendas de un lugar a otro.
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1 /2 RAPHAEL SAMUEL RESURRECCIONES 173

nas.6 En semejante óptica, los mojones antiguos se convierten, en pie de igual- Hasta ahora, los miembros de Dragon habían intentado pasar des-
dad con Pompeya y Herculano, en supervivencias de antiguas civilizaciones, y apercibidos en Shooter's Hill, donde se encuentra Oxleas Wood, por
los menhires de Land's End (si los interpretamos de forma correcta) en las temor a que sus actividades paganas pudieran perjudicar a la campaña
cábalas de lo que cierto autor ha denominado «ciencia megalítica»,7 mientras para interrumpir la construcción de la autopista. Ahora, sin embargo,
que, por su parte, Cheesewring, en Bodmin Moor, sería «una de las maravillas comienzan a mostrarse menos circunspectos, y el sábado se reunirán
de la ingeniería prehistórica».8 bajo la luna llena para celebrar una sesión de concentración de ener-
gías y una procesión a la luz de las velas. Se trata de un grupo enérgico
La Nueva Era tiene un seguimiento enorme entre la juventud. Encuentra
y variopinto de hombres, mujeres y niños, acompañados por los inevi-
eco en la música rock, y ejerce una profunda influencia en la medicina alter- tables perros, que se reúne en un café cerrado con tablas que está
nativa, las terapias holísticas y el activismo feminista radical. En los últimos situado en la cima de una colina que domina Oxleas Meadow. Unos
tiempos ha mostrado su fuerza en el transcurso de las campañas ecologistas, cuantos costrosos, vestidos con ropa militar y botas sucias, se codean
incorporando su propia geografía sagrada a la lid, y lanzando faraónicas mal- con abuelitas que lucen gorros rematados con borlas, madres jóvenes
diciones sobre aquellos (como los constructores de autopistas) que perturban que empujan sillas de paseo, jovencitos que responden a nombres
los huesos y el espíritu de los muertos, amén de recurrir al ocultismo, en for- como «Cherokee», y un núcleo de personas de modales un tanto vehe-
ma de cánticos y amuletos, para aportar sabor rúnico a las manifestaciones y mentes y con jerséis holgados que superan la treintena. Algunos llevan
protestas. Así, la tribu de los Dongas (magia blanca) y los «Elfs»9 (los ecosa- tambores, uno de los hombres ha traído una guitarra eléctrica equipa-
boteadores del Frente de Liberación de la Tierra), flanqueados por jinetes de da con altavoces portátiles, y una de las mujeres lleva una flauta.
Entre la multitud se encuentra John, que vende artefactos mágicos
la Nueva Era como los «ciclistas de Mother Urf»,1 ° estuvo al frente de las ini-
y joyería en una librería «holística» de su propiedad en la vecina Dart-
ciativas tomadas en la batalla por Twyford Down, una acción tipo Greenham
ford. Se unió a Dragon después de constatar la devastación ocasionada
Common dirigida contra la ampliación de la M3, cuyas obras fueron invadi- en Twyford Down, Hampshire, donde una ampliación de la M3 está
das por cientos de manifestantes. En el curso de la batalla, tan brillante como destruyendo otro lugar sagrado. «Abrieron tumbas antiquísimas en las
exitosa, librada por salvar Oxleas Wood, en el sudeste de Londres, «la mayor que había esqueletos de dos metros, y no cabe duda de que se está
victoria lograda por los ecologistas en varios años», fue el Pueblo del Dra- haciendo notar cierto efecto mágico», dice. «Ya son cuatro los trabaja-
gón, «grupo pagano que congrega a brujas, odinistas, druidas, magos y muchos dores de las obras y los vigilantes jurados muertos por infarto. No
otros elementos del renacimiento pagano que se está produciendo en Gran creo que deba descartarse que las fuerzas ancestrales a las que han
Bretaña», el que encabezó la resistencia: perturbado hayan tenido algo que ver.»
John jugaba en Oxleas Wood de niño, y dice que quiere conservar
Desde hace dos años, los miembros del grupo se vienen reuniendo la zona para las generaciones futuras. «Como pagano, considero sagra-
aquí para formar un anillo mágico protector en torno al bosque, ame- das la naturaleza y todas las formas de vida, y sin embargo vivo en una
nazado por el proyecto de una autopista de seis carriles que forma par- sociedad que considera la Tierra como un recurso a esquilmar», nos
te del cruce fluvial de East London. Invocan a las fuerzas naturales y dice. Cree que la magia de Dragon puede influir sobre la gente, inclui-
los espíritus de la tierra que creen que sobreviven en el corazón ances- do el Secretario de Estado para el Transporte, John MacGregor, pero
tral del bosque. A medida que la batalla legal para salvar la zona se sólo si está respaldada por otro tipo de acciones no mágicas. «Es como
vuelve cada vez más desesperada, los integrantes de Dragon tienen cuando estás en paro; puedes sentarte e invocar toda clase de magia,
previsto intensificar sus acciones. El reciente paso de un grupo de pero como no bajes a la oficina de empleo, no dará resultado. Hay que
presión de la industria del transporte —la British Road Federation— del ligar la magia al trabajo práctico, cosa que Dragon está haciendo muy
lado de los disidentes, ha alentado a éstos y contribuido a aislar al bien»."
Ministerio de Transportes.
A su manera, los ecologistas pueden mostrarse tan entusiastas del neolíti-
John Michel, A Little History of Astro-Archaeology — Stages in the Transformation of a co como los seguidores de la Nueva Era. Así, Richard Mabey, en su intere-
Heresy, Londres, 1979. sante manifiesto, The Common Ground, evoca los tiempos arcádicos «hace
John Michel, The Old Stones of Land's End: An Enquiry into the Mysteries of Megalithic
unos siete mil años, cuando los pantanos aún no habían sido drenados», el
Science, Londres, 1974, citado con comentarios aceptablemente críticos, en Tom Williamson y
Liz Bellamy, Ley Lines in Question, Tadworth, 1983. clima era «agradablemente cálido», y alrededor de dos tercios de la superfi-
Williamson y Bellamy, Ley Lines, pág. 149, citando a Michel, A Little History.
9 Acerca del papel de los «Elfs» en la batalla por Twyford Down, véase «Explode a Con-
dom, Save the World», The Guardian, 10 de julio de 1993.
'° Catalyst, mayo junio de 1993. " «If You Go Down to the Wood Today», The Independent, 27 de mayo de 1993.
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cíe terrestre estaba espesamente poblada por bosques.12 Al igual que los par- además, más objetiva: la mayor parte de los bosques son antiguos o no
tidarios de la Nueva Era, aunque por motivos diferentes, los ecologistas, ago- lo son, pero ¿quién decide si un bosque posee suficiente interés cientí-
biados por sus conocimientos sobre las especies en vías de extinción o ame- fico para catalogarlo como SSSI? Existe un primer inventario casi
nazadas, tienden a convertir las reliquias y los vestigios en fetiches: montes completo, aunque sin duda se seguirá revisando durante muchos años,
«antiguos», praderas «con denominación de origen» ricas en hierbas aromáti- al igual que la lista de edificios históricos.0
cas y medicinales, y bosques «seminaturales» o «ancestrales». Los funciona-
rios de Nature Conservancy han seguido su ejemplo, al hacer inventario de La idea de reconstituir o establecer una conexión viva con la Gran Breta-
las especies amenazadas —«Patrimonio de la Naturaleza» es el título que reci- ña prehistórica también parece haber inspirado las rutas de senderismo des-
ben en Escocia— y señalizarlas con paneles de interpretación en los que se arrolladas por la Comisión de la Campiña.16 Así, la Ruta de South Downs,
expone su historia. situada en el largo trecho que va de Eastbourne a Petersfield, «sigue el ances-
Por influencia de la nueva arboricultura, los bosques ancestrales, que en tral sendero empleado hace cinco mil años por los primeros itinerantes», en
la década de 1960 parecían al borde de la extinción, reciben en la actualidad tanto que a lo largo de la Ruta de Cotswolds, «se pasa junto a muchos forti-
trato de monumentos históricos y son objeto de promoción en calidad de nes en las colinas»." El Ridgeway, «una de las rutas comerciales prehistóricas
antigüedades naturales: «bosque virgen prehistórico», «reliquias del bosque mejor aprovechadas», fue uno de los modelos. En Wiltshire rodeaba Marlbo-
originario».13 Hacia 1989, a consecuencia de una gestión cuidadosa y la resu- rough Downs hasta llegar al fortín de la Edad de Hierro del castillo de Bar-
rrección del ancestral arte de la tala, además de la constitución de fundacio- bury. En Oxfordshire se convirtió en la Ruta de Icknield. En Norfolk acababa
nes de los bosques locales y nacionales, había más superficies boscosas en Grimes Graves, «las minas neolíticas de sílex de las que parece haber sali-
«ancestrales» supervivientes que en 1975.' 4 Oliver Rackham, que algo tuvo do la mercancía principal transportada por dicha ruta»."
que ver con esta expansión, además de ser su cronista, comenta lo siguiente En un sentido más general, existe un poderoso elemento histórico en las
al respecto: rutas ecológicas —o «rutas del patrimonio natural»— desarrolladas desde la
década de 1960 como recursos pedagógicos, y en los últimos tiempos como
PROBLEMAS DE LA DÉCADA DE 1990 reclamo turístico o vacacional. «Si tiene buena vista, mientras camina por
senderos arenosos, quizá vea piezas de sílex desechadas por cazadores neolí-
Al haber disminuido la presión sobre la tierra, la supervivencia de los
ticos», dice el folleto del Parque Forestal de Thetford, «una de las cunas de la
bosques antiguos ya no está en entredicho. Sin duda, continuarán
siendo erosionados por los intereses de la industria maderera, aunque historia británica».'9 El panel de interpretaciones de Reydon Wood, pequeña
gran parte de los daños así ocasionados se corrijan solos, y alguna vez extensión de bosque ancestral que se encuentra cerca de Southwold y que en
caerán ante la construcción de carreteras o urbanizaciones. Pero el la actualidad está siendo talado por una fundación local, insiste con idéntico
desplazamiento del acento puesto por el Nature Conservancy Council afán en llamar la atención sobre los terraplenes medievales. Los Senderos
—el servicio estatal de conservación— de los Lugares de Especial Inte- para Detectives de la Naturaleza del parque del condado de Derwent, Gates-
rés Científico al Inventario de Bosques Antiguos es un signo inequí- head, cuentan con vestigios de antiguas forjas, azudes de molino y canales
voco de los tiempos. Durante la desesperada década de 1960, en el navegables."
mejor de los casos se consideraba posible proteger alrededor de una En la actualidad, la conservación del medio ambiente, causa minoritaria a
décima parte de los bosques antiguos. Durante la década de 1980, comienzos de la década de 1960, cuando dicha expresión empezó a ser
aunque el sistema SSSI siga vigente, la clasificación de todos los bos-
moneda corriente, y restringida en un principio a la protección —o la inten-
ques antiguos no representa de ningún modo una tarea imposible. Es,
ción de proteger— monumentos históricos bien conocidos, es la salida favorita

15 Ibíd., pág. 205.


'2 Richard Mabey, The Common Ground: A Place for Nature in Britain 's Future,
Londres, 6 Hugh D. Westacott, The Walker's Handbook, Londres, 1979; Long Distance Footpaths
1980, págs. 69, 142. Este libro, escrito para el Servicio de Conservación de la Naturaleza, hace and Bridleways, Countryside Comission, 1975. Le estoy agradecido a Alun Howkins por esta
un uso brillante de la fotografía. El autor también pone de manifiesto una aguda conciencia de referencia.
la historicidad del paisaje.
Senlac Travel, «Long Distance Walk», 1992.
13 La Asociación de Arboricultura se constituyó en 1964 al mismo tiempo que un grupo de
18 Martin Robertson, Exploring England's Heritage: Dorset to Gloucestershire, Londres,
arboricultores constituía la Asociación de Arboricultores y Cirujanos de Árboles Británicos. 1992. Los viejos puentes para caballos de carga y caminos de arrieros también parecen gozar
Diez años después, ambas asociaciones se fusionaron para constituir la Asociación de Arbori- de favor a la hora de trazar estas rutas de senderismo.
cultura. Environment World, marzo de 1992.
19 Folleto del Parque Forestal de Thetford, 1991.
14 Oliver Rackham, Trees and Woodlands in the British Landscape,
Londres, 1990, pág. 198. 2° Folletos del Parque Rural de Walk Country, 1993.

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para los impulsos reformadores presentes en la vida nacional; no sólo moviliza del Condado de Durham se hizo cargo de Beamish Hall —el museo al aire
un inmenso caudal de esfuerzos voluntarios, sino que goza del apoyo/bene- libre cuyo parque temático, «La experiencia del Norte», atrae actualmente a
plácito de los políticos de todos los colores. En los proyectos de mejoría del unos trescientos mil visitantes anuales— en 1965. Frank Atkinson, el conser-
entorno, ocupa el espacio ideológico que durante la década de 1940 se acor- vador cuyas inspiradas búsquedas están en el origen de éste, llevaba perfilando
daba a la modernización y la planificación; por influencia de la ecología, ha la idea desde al menos 1961, en el primer número de Industrial Archaeology,
extendido su actividad desde el entorno edificado a las reservas ornitológicas pero el museo no abrió sus puertas al público hasta 1971. Como muestran las
y de flora y fauna. En el entorno rural, el Woodland Trust, que comenzó su cifras de admisiones, en cuanto se abrieron, los nuevos museos atrajeron
andadura en 1972, tiene ahora unos trescientos bosques a su cargo. El Consejo numeroso público. Al final de la década de 1970, el English Heritage Moni-
de Pequeñas Industrias en Áreas Rurales tiene la potestad para declarar zonas tor comentaba lo siguiente al respecto:
prioritarias para la reactivación de los oficios tradicionales. «Enterprise Nep-
tune» lucha por proteger el «patrimonio» costero de la contaminación, mien- En 1979, uno de los tipos de edificio histórico que capeó el temporal
tras que el National Trust, a juzgar por las señales elegantemente estampadas bastante mejor que la media fueron los monumentos industriales. Si se
que asedian al excursionista contemporáneo, se las ha ingeniado para poner toman en consideración museos industriales como el Beamish y las
bajo su custodia todos los puntos pintorescos del país. vías de los ferrocarriles a vapor, el número de visitas a estas atraccio-
No menos sintomática que la protección del medio rural es la «historiza- nes aumentó un 3%. Este resultado se basa en un muestreo realizado
ción» de las ciudades, que en la actualidad ha desplazado a la racionalización en setenta y siete distritos, entre ellos el Museo de Black Country, las
vías férreas de North Yorkshire Moors, el Museo Minero de Peak Dis-
y la modernización como el objetivo supremo del idealismo municipal y el
trict, el Molino de Viento de Sutton, el Museo de Barcos del puerto de
orgullo cívicos. Un ejemplo aparentemente exitoso es «Merchant City», en
Ellesmere, el Centro Ferroviario de las Midlands, la vía del ferrocarril
Glasgow: la restauración y renovación de un distrito de almacenes y talleres a vapor Mid-Hants (también conocida como Watercress Line) y el
de mala muerte venido a menos hasta convertirlo en un distrito a un tiempo molino de Otterton: el año pasado, todos ellos incrementaron su clien-
pre-industrial y posmoderno, que exorciza el recuerdo de los astilleros resu- tela en más de un 20%. Desde 1975, las visitas a monumentos indus-
citando las glorias mercantiles de la era de Adam Smith a la vez que propor- triales, como pone de relieve un muestreo constante en treinta y uno
ciona un escaparate a las últimas modas y un nuevo cuartel general empresa- de ellos, han aumentado en un 12%, en comparación con un aumento
rial a la tecnología de la información. Un ejemplo más macabro sería el del 7% en las visitas a edificios históricos de todo tipo. Durante ese
representado por el Rhondda Heritage Park, edificado sobre los restos morta- mismo período, el número de visitas al Museo del Muelle de Hull
les de las minas recientemente clausuradas, en el lugar exacto donde hace Town, el Centro de Informaciones de Wedgwood y el Museo Nacional
menos de diez años los mineros declararon una huelga de brazos caídos. del Ferrocarril se incrementó en más del doble.
Entre 1975 y 1979, el número de visitas registradas a monumentos
«Operación Cimientos», sociedad establecida por primera vez en el sudoeste
industriales pasó de 2.576.000 en cuarenta y nueve emplazamientos a
de Lancashire y cuyos socios son el gobierno, los ayuntamientos locales y las
6.567.000 en ciento trece emplazamientos. En conjunto, durante este
empresas privadas, empieza ahora a generalizar tales obras de renovación. El período se registraron 7.879.000 visitas a ciento cuarenta y nueve
ajardinamiento y el reciclado de viejas plantas industriales sirve para atraer emplazamientos. El tipo de monumento industrial que más visitas
nuevas inversiones y proyectos de desarrollo, lo que dota a los nuevos blo- recibe son los molinos de viento y de agua, cuarenta y ocho de los
ques de oficinas de un núcleo «patrimonial», y los vincula, por medio de cuales nos han proporcionado sus cifras de admisiones. No obstante,
museos y salas de conciertos, tanto a la historia como a las bellas artes. la Asociación para la Protección de Edificios Antiguos publica una
El giro historicista dado por la vida nacional se remonta a la década de lista de ciento ochenta molinos abiertos al público en Inglaterra, así
los sesenta, cuando apareció como polo opositor frente a las modernizaciones que es probable que el número de visitas supere ampliamente el
de la época, aun cuando también llevase la impronta de éstas. Fue entonces medio millón registrado. El tipo de monumento industrial más visita-
cuando se puso en marcha el movimiento museístico, y cuando las autorida- do son las vías de ferrocarriles a vapor, treinta y cuatro de las cuales
atraen a un total de 2.880.000 pasajeros anuales. Por añadidura, exis-
des municipales y de los condados asumieron proyectos de museos «popula-
ten al menos diecisiete museos ferroviarios o centros dedicados al
res», o «parques industriales» de forma generalizada, pese a que los conser-
ferrocarril, los cuales atraen a 1.717.000 visitantes. Los museos al aire
vadores de dichos museos, recién designados, y que tuvieron que trasladarse libre, que ayudan a conservar inmuebles industriales obsoletos, tam-
y reconstruir viejos edificios y plantas, estaban tan comprometidos con las bién están incrementando cada vez más su popularidad. El de Bea-
tareas de montaje de los emplazamientos que el potencial de estos museos mish atrajo 316.000 visitantes en 1979, un incremento del 8% con res-
sólo empezó a quedar de manifiesto durante la década de 1970. El Consejo pecto a 1978. El Museo de Black Country y el Museo de las Canteras
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RAPHAEL SAMUEL RESURRECCIONES 179

de Creta de Amberley son ejemplos recientes de este género. Los cen- ralmente en la puerta de casa, que no debía nada a influencias exteriores, y
tros de minas y las embarcaciones históricas también atraen elevadas
cifras de visitantes.21 que, tirando de archivos, dio lugar a la erudición «amateur» más extraordinaria
de nuestro tiempo. A comienzos de la década, la historia familiar era, al pare-
cer, un fenómeno ignoto por parte de los historiadores universitarios (en el
La educación medioambiental o los «estudios de campo» fomentados por
transcurso de una conferencia de Past and Present celebrada en 1962, Keith
el Consejo Escolar y los funcionarios de educación progresistas como una
Thomas hizo un comentario de pasada sobre esta ausencia),23 y seguía nave-
forma de «aprender por medio del descubrimiento» y marco idóneo para la
gando al amparo de la bandera aristocrática y heráldica de la «genealogía»
realización de «trabajos», adquirieron una coloración historicista, y en efecto,
cuando era practicada por aficionados y estudiosos a tiempo parcial. Y no
las escuelas primarias de las décadas de 1960 y 1970 fueron quizá los princi-
obstante, Peter Laslett —un historiador que se fogueó en fenómenos populares
pales organismos por medio de los cuales se hizo sentir la «nueva ola» de la
durante la guerra mundial, trabajando en la Oficina del Ejército para Sucesos
historia social. En ambos casos, existía una fe bien arraigada en lo local e
de Actualidad, y más tarde para el Tercer Programa de la BBC— estaba lan-
inmediato. Uno de los temas predilectos era «Los setos y la historia local»,
zando el grupo de Cambridge para el estudio de la población, iniciativa
ya que (como sucede en la sinestesia) podía verse y tocarse al mismo tiempo,
emprendida al margen de la BBC, que hizo de la «reconstitución familiar» el
y sin embargo desembocaba sobre las cuestiones más candentes relativas al
núcleo de su labor y que reclutó a cientos de voluntarios para la tarea de
uso y distribución de la tierra. En 1969, el Servicio de Conservación de la
transcripción de los archivos parroquiales.24
Naturaleza puso en marcha un trabajo sobre setos con el objetivo de introdu-
Lejos de aspirar al establecimiento de un pedigrí ideal, estos genealogis-
cir los estudios de campo en los colegios y poner a prueba la geocronología,
su nuevo método de fechado: tas de la nueva ola se entregan a los placeres de la transgresión. Así, los his-
toriadores de la familia de Orpington, Bromley y el noroeste de Kent, enlo-
quecidos al parecer por la respetabilidad que les rodea por todas partes,
El núcleo del trabajo consiste en examinar los diferentes tipos de setos
existentes en todo el país, saber cómo se administran y qué clase de echan mano del asesinato y el misterio como medio de garantizar que sus
arbustos contienen. Y el tipo de preguntas de las que se espera obtener antepasados sigan dando la talla. Los últimos números del boletín de la aso-
la clase de información requerida van desde preguntar a los encuesta- ciación son decididamente macabros. «Asesinato o suicidio» se titula un ar-
dores que den la edad de un seto en los casos en que se sepa, tomar tículo cuyo autor, insatisfecho con la investigación del forense acerca de una
nota de si éste fija los límites de un distrito, si se poda con tijeras o se de sus tías-abuelas, indaga en la muerte por tuberculosis de la primera esposa
acoda, y qué arbustos contiene la extensión de seto sometida a estu- de su abuelo. Otro artículo, que lleva el melodramático título de «Muerte por
dio. Desde el punto de vista de los colegios, éstos tienen mucho que aplastamiento: colapso de un horno en Swanscombe», narra la muerte pre-
ganar con la acumulación progresiva en el tiempo de datos relativos matura del bisabuelo de uno de los investigadores." «Muerta durante el blitz-
a la historia, la biología, la geografía y la geología de los setos de sus
krieg», es una tercera crónica que nos ofrece el inventario de las prendas de
propios distritos. Los resultados así obtenidos podrían traducirse en
ropa de una tía del autor («blusa blanca, falda azul, corsé rosa») e incluso de
una serie de mapas de colores que muestren la edad de los setos, la flora
y los nidos de aves que contienen, todos los cuales podrían emplearse la dentadura de ésta."
en las aulas como gráficos de pared y como material de demos- En otro terreno, y como reflejo del entusiasmo pedagógico de la década
tración.22 de 1960 por la realización de proyectos y el «aprendizaje práctico», la idea de
la historia familiar fue adoptada en las escuelas por los maestros progresistas.
Uno de los descubrimientos más asombrosos de la década de 1960 fue la David Sylvester, que más tarde llegó a Inspector de Su Majestad, le dedicó un
historia familiar. Hacia el final de dicha década, con el desarrollo de las aso- largo capítulo en History for the Average Child (1968);27 otro Inspector de Su
ciaciones de historia de la familia, surgió un movimiento que comenzó lite-

23 «En Inglaterra el estudio de la familia sencillamente no ha empezado», Keith Thomas,

English Heritage Monitor, 1980, pág. 25. La explosión museística, aunque necesitó una conferencia acerca de «Historia y Antropología», reproducida en Past and Present, abril de
1963, pág. 15.
década para arrancar, se vio enormemente facilitada por la Ley de Gobiernos Locales de 1964,
24 Institute of Historical Research, entrevistas con historiadores, Peter Laslett entrevistado
que autorizaba a los consejos de los condados y a las administraciones municipales a fundar sus
por Keith Wrightson. Véase también The World We Have Gained — Essays Presented to Peter
propios museos y dotarlos de servicios y de personal. Al parecer también fue con esta ley cuan-
Laslett, ed. Lloyd Bonefeld, Oxford, 1986.
do los consejos de los condados empezaron a contratar arqueólogos, y luego a formar unidades
arqueológicas. 25 North-West Kent Family History, vol. 6, n° 9, abril de 1984.

22 «A Hedgerow Project for Schools», 26 North-West Kent Family History, vol. 6, n° 4, diciembre de 1992.
Amateur Historian, vol. 7, n° 7, 1969, pág. 269.
27 P. J. H. Gosden y D. W Silvester, Histoty for the Average Child, Oxford, 1968.
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180 RAPHAEL SAMUEL

naturaleza de las propias causas— presenta una evidente afinidad con la nueva
Majestad, R. Wake, la recomendó en uno de los primeros números de Teach-
ing History" como forma de defender el valor de la historia como asignatura ola de organizaciones de beneficencia surgidas en la década de 1960, como
Shelter y Oxfam, mientras que el espíritu militante frente a la amenaza pare-
autónoma: «Dos asuntos que siempre vale la pena proponer son "El día en
ce cortado por el mismo patrón que el radicalismo de clase media que en esa
que nací" y "Mi bisabuelo/bisabuela"». Los profesores de primaria y secun-
misma década contribuyó a marcar tan a fondo la actividad política tanto en
daria de Berskshire y Hampshire colaboraron en el proyecto formulado por
Don Steel y Lawrence Taylor en Family History in Schools: An Interdisci- Gran Bretaña como en los Estados Unidos.
En lo que se refiere al auge simultáneo, sobre todo hacia finales de la
plinary Experiment (1968). Hacia 1971, el nuevo entusiasmo pedagógico
década, de la historiografía «amateur», podría invocarse la hipótesis de un
estaba lo suficientemente asentado como para figurar en el tiempo de emi-
conjunto de causas muy distintas, en cuyo seno la relación pasado-presente
sión de la BBC2.
fue reelaborada como forma de huir del aquí y ahora. No es por azar que la
El despegue de la «historia viva» y la nueva sed de la naturaleza «viva»
historia del movimiento obrero hiciera su aparición en la década precisa en
estaban sobredeterminados, por decirlo en términos marxistas (o freudianos).
que la clase obrera iniciaba su retirada secular de la vida política y en que
En el caso del movimiento museístico, podría plantearse la hipótesis de la
historia local, al menos en lo que a escritura —y a menudo también lectura— se
concurrencia de diferentes causas: en cierto aspecto, podría considerarse
refiere, estuvo con tanta frecuencia en manos de residentes recién llegados
como subproducto o análogo del inesperado auge del mercado de las antigüe-
(de la misma fuente extraían gran parte de su energía las sociedades de
dades durante la década de 1960, así como de la manía del coleccionismo
recreo locales), y en que la historia familiar ejerció un especial poder de
que llevó a buscadores provistos de detectores a ponerse tras la pista de los
atracción sobre los sujetos geográfica y socialmente desplazados, es decir,
artefactos más humildes. En otro, se benefició de la reforma de los gobiernos
aquellas personas que sin la ayuda de la historia habrían sido genealógica-
locales de 1962, que otorgaba a los consejos de los condados poder para
mente huérfanas. Lo que alentó este nuevo entusiasmo," como reconocen las
nombrar a sus propios arqueólogos y hacerse cargo de los servicios museísti-
propias asociaciones de historia de la familia, fue el «sentimiento de des-
cos. Y en un último aspecto —el paso a las exposiciones prácticas, despliegues
arraigo», que confería a los afectados por la movilidad territorial la dignidad
interactivos y exposiciones vivas— podría considerarse como el paralelismo
del asentamiento inmemorial, a la familia nuclear una extensa red de paren-
museístico o histórico de ese paradigma de la efervescencia de los sesenta: el
tesco y a los moradores de la urbe y el suburbio la posibilidad de reivindicar
«happening».
En un principio, la conservación urbana cobró vida como reacción de sus orígenes «rurales».
Uno de los resortes del giro historicista dado por la vida nacional, así
alarma ante la revolución automovilística de la década de 1950 (en el curso
como de la multiplicación de proyectos de recuperación y la intensificación
de la cual se triplicó el número de propietarios de coches) y los grandiosos
de las campañas y temores relacionados con el medioambiente, fue la vertigi-
proyectos de construcción de carreteras que le siguieron. Obtuvo un impulso
nosa sensación de proliferación de universos en vías de extinción, o de lo que
adicional de las grandes reconstrucciones de la década de 1960, y de la des-
se denominaba a comienzos de la década de 1960, cuando una exposición del
trucción de los viejos barrios que allanó el camino a éstas. En sentido diame-
Museo de Victoria y Alberto sobre dicho fenómeno efectuó una gira por todo
tralmente opuesto —la política medioambiental y las relaciones de ésta con
el país, «Historia en Vías de Desaparición»." En el transcurso de la década
los cambios producidos en la distribución de la población activa— podría alu-
siguiente, dicha sensación se vio agudizada por toda una sucesión de ansieda-
dirse a la ampliación de la vivienda en propiedad a los inmuebles «de épo-
des de separación que iban afectando a un sector tras otro de la vida nacional,
ca», y a la colonización de áreas urbanas hasta entonces en decadencia por la
por la destrucción o la decadencia de las economías regionales y, en último
clase media. En este caso, el auge de las sociedades de recreo estaría relacio-
lugar pero no por ello menos, por el auge de un nacionalismo cultural que
nado con el influjo de los recién llegados a los suburbios victorianos más
antiguos, del mismo modo que la expansión de las asociaciones de protec- apelaba al sentimiento de pérdida de lo autóctono.
ción y conservación de la flora y la fauna durante ese mismo período —noto-
riamente encabezadas por urbanitas— podría explicarse en parte por el incre-
29 Royston Gambier, presidente de la Federación de Asociaciones de Historia Familiar, cita-
mento en los viajes de fin de semana y la proliferación de «segundas»
do en «Digging your Family Roots», Morning Star, 7 de julio de 1979.
residencias, es decir, de casas en el campo. El entusiasmo por las asociacio- La exposición «Historia en Vías de Desaparición», que después saldría de gira, estaba
nes voluntarias —reflejado en sus cifras de afiliados y en la disponibilidad de ideada «para llamar la atención del público sobre la necesidad de inscribir en el registro los edi-
estos para asumir tareas voluntarias a tiempo parcial, no menos que en la ficios viejos que estaba previsto derribar», Amateur Historian, vol. 5, n° 6, invierno de 1963,
pág. 197. Resulta interesante comprobar que en 1963 el colmo de la ambición conservacionista
fuera el registro; de momento no existía la noción de que los edificios amenazados pudieran ser
salvados, es decir, clasificados y protegidos por ley contra la demolición y el vandalismo.
" Roy Wake, «History as a Separate Discipline», en Teaching History, vol. 1, n° 3, 1970.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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1732 RAPHAEL SAMUEL RES U RRECCION ES 103

Gran parte de estos proyectos surgió a partir de un sentimiento de urgencia,


y los ha alentado la creencia de que, al margen de sus logros, están empeñados II
en una batalla perdida contra las usurpaciones del tiempo. Desde este punto de
vista, Gordon Winter, al compilar su Country Camera y descubrir viejas placas Conforme a influencias como éstas, la noción de «patrimonio» se ha
de vidrio en el huerto de lechugas de una casa rural, o John Gorman, el tipó- ampliado y transformado hasta abarcar no sólo iglesias cubiertas de hiedra y
grafo-historiador que rescató de la incineradora viejos estandartes sindicales,31 prados comunales sino también las áreas de adosados, las casas de los guar-
pertenecen al mismo universo de lo imaginario que los grupos de presión de dabarreras, los mercados cubiertos e incluso los cascos viejos deprimidos; no
alto nivel del tipo «Salvemos el Patrimonio Británico», aunque aparte de eso sólo comprende vegas como las que pintó Constable, sino también maquina-
sea muy poco lo que tienen en común. Es habitual que los proyectos de recupe- ria de vapor reensamblada y expuesta con el máximo cuidado en los museos
ración empiecen como operaciones de rescate, y en efecto, durante la década industriales. Hace poco Historie Scotland y el Consejo Regional de Argyll y
de 1970 lo que se denominaba la arqueología de «rescate» —una operación a lo Bute aprobaron una partida de doscientas mil libras para reformar un urinario
Houdini en cuyo seno estudiosos y excavadores negociaban una especie de de caballeros sito en la isla de Rothesay: «La porcelana del pissoir del
multipropiedad, y arrancaban sus hallazgos de las mandíbulas mismas de las embarcadero es un ejemplo sobresaliente del trabajo de Cerámicas Twyford
máquinas excavadoras— convirtieron cada excavación en una cruzada y cada Cliffevale. Los urinarios, bautizados con el apelativo "Adamant" (categóri-
proyecto de demolición en una batalla campal en potencia. En la arqueología co), están hechos de porcelana blanca con faldones de mármol negro falso,
industrial, existe una determinación por dejar constancia de aquello que se está cuyas cisternas funcionan mediante tuberías de latón conectadas a depósitos
desmoronando; en las reservas de flora y fauna, por proteger a las especies que se encuentran por encima de la cabeza del usuario y provistos de paneles
amenazadas; en la conservación rural, por defender un patrimonio menguante de cristal biselados»."
del que los setos están desapareciendo a toda mecha e incluso los pantanos La arqueología ha extendido el ámbito de la conservación y la recupera-
más remotos amenazan con convertirse en cosa del pasado. ción a objetos por los que anteriores generaciones no habrían tenido interés
En el entorno edificado, la ideología básica de los conservacionistas era alguno o que incluso habrían aborrecido. Un brillante ejemplo es el de la
un sombrío maltusianismo que retrataba un panorama de sobrepoblación en aplicación de la datación por radiocarbono al análisis del detritus impregnado
el que unos recursos ya escasos se estaban agotando y las fuerzas de la des- de agua. Ampliando sus indagaciones de los restos geológicos a los residuos
trucción se habían puesto inexorablemente en marcha. Dicho panorama esta- biológicos, los arqueólogos han conseguido pasar de la cultura material de la
ba habitado por inmobiliarias especializadas en la construcción de oficinas, vida cotidiana a las intimidades de la comida de todos los días. Así, las letri-
acechando como buitres y lanzándose en picado cada vez que aparecía un nas de los fuertes de la Muralla de Adriano nos han entregado los particulares
espacio vacío, por funcionarios municipales negligentes y poco dispuestos a de la alimentación del soldado romano, comprendida ahí la relación propor-
recurrir a la legislación protectora a su disposición y por propietarios de cional entre el consumo de carne y verdura, en tanto que la mierda fosilizada
inmuebles egoístas que realizaban alteraciones con independencia del carác- de un rector del Oriel College de Oxford del siglo XVII nos ha revelado todo
ter histórico del edificio. También había ingenieros de tráfico que levantaban un menú de delicias gastronómicas, entre ellas mostaza, ciruelas, pimienta
los pocos adoquines que quedaban y luego asfaltaban la calzada. Proliferaban negra, manzanas, uvas o pasas, higos, frambuesas, moras, fresas silvestres, cas-
historias de terror en las que los contratistas de derribos realizaban su labor tañas y avellanas."
destructiva a altas horas de la madrugada o incluso llegaban a incendiar edi- Al animar a miles de personas a probar suerte con la museología, la
ficios históricos en los casos en los que existía una orden de conservación manía del coleccionismo también ha contribuido, aunque sólo fuera de modo
inamovible, y había otras en las que los propietarios de casas rurales amena- subliminal, a ensanchar la noción de lo histórico. Lo mismo cabe decir de los
zaban con convertir sus terrenos en parques temáticos, en que se jubilaban y inspirados rastreos de los numismáticos, una de las grandes fuentes de las in-
se tiraban a los contenedores paneles de incalculable valor, y en las que signias de peregrinos medievales actualmente expuestas en el Museo de Lon-
domicilios residenciales acababan convertidos de forma ilegal en oficinas. dres. La fiebre desatada por los objetos de la época victoriana durante la dé-
cada de 1950 (y que llenó las arcas de Portobello Road) ha elevado los
objetos más humildes de la categoría de mobiliario doméstico a la de anti-
3 ' John Gorman, Banner Bright, An Illustrated History of the Banner of the British Trade

Union Movement, Harmondsworth, 1976. Los «campos de batalla desaparecidos» son el centro
de interés actual de muchas campañas, tanto de la recién formada Fundación para los Campos 32 «Remozado de tres millones de libras para la Gents histórica», The Independent, 10 de

de Batalla como de iniciativas basadas en casos individuales, como los Amigos del Campo de mayo de 1993.
Batalla de Naseby. «Our Backyard», The Observer, 10 de julio de 1990; «Objectors Fight to " Environmental Ecology, A Regional Review, ed. H. M. C. Keeley, vol. 2, Londres, 1987,
Save the Site of a Yorkist Victory», The Independent, 6 de agosto de 1993. pág. 71.
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184 RAPHAEL SAMUEL RESURRECCIONES 185

güedades. Si acaso, los objetos coleccionables sin valor intrínseco se cotizan Esta actualización de la noción del pasado ha sido fomentada y alentada
más todavía. Las viejas señales esmaltadas se coleccionan en calidad de por la multiplicación de los santuarios históricos. La tienda de mostaza Col-
«joyería de vías públicas».34 Las cubiertas de ollas viejas disponen de una man's (que lleva adosada un Museo Colman's) quizá no haya gozado del
guía de precios propia (que incluye «copiosas notas acerca de cómo distin- honor de ser clasificada como monumento histórico de la Categoría I, pero
guir las reproducciones modernas de los artículos auténticos»." En Glouces- para gran parte de la gente que visita Norwich goza de idéntica estima, al
ter, Robert Opie ha dedicado un museo entero a las etiquetas de época y las menos en sentido turístico, que la catedral del siglo xv.39 Los objetos de inte-
latas antiguas impresas." El Museo del Comercio de Buckley's, en Battle, es rés de la Segunda Guerra Mundial se cuelan en los lugares más insospecha-
«una singular colección de embalajes». dos: sin ir más lejos, en el castillo —medieval en todos los demás sentidos— de
Además de ampliar la noción de lo histórico, y de poner al alcance de la Dover. En algunas casas solariegas afloran como atracciones turísticas y dispo-
erudición (o de los entendidos), objetos desprovistos de valor intrínseco por nen de toda una categoría de museos recién establecidos y de santuarios,
los que anteriores generaciones no habrían sentido sino desprecio, la manía empezando por los recién abiertos Salones del Gabinete de Guerra, que se
del coleccionismo también ha servido para actualizar de forma continua la han sumado al Parlamento y a la Abadía como uno de los lugares de visita
noción convencional de «época». El «estilo suburbano», durante tanto tiempo obligada de Westminster. La Segunda Guerra Mundial también es uno de los
ridiculizado por los esnobs, tiene ahora seguidores obsesivos, y al semiadosa- temas predilectos de las exposiciones de «historia viva» o «experiencia com-
do del período de entreguerras se le dedican libros ilustrados de gran formato partida» de los parques temáticos, en parte, sin duda, por la disponibilidad de
y exposiciones en las que se le rinde homenaje en calidad de «pequeño pala- grabaciones sonoras y metraje con el que realzar con «efectos realistas» la
cio».37 El Museo de la Baquelita, en East Dulwich, conmemora —además de exposición de reliquias. Entre las incorporaciones más recientes de los reco-
los artículos de cocina del período de entreguerras— las glorias pretéritas del rridos patrimoniales del país se encuentran los peregrinajes pop. El museo
poliestireno, mientras que el Museo de Trerice alberga una exposición que dedicado a los cómicos Laurel y Hardy, en su lugar de nacimiento, Cumbria,
ilustra la historia de la cortadora de césped. Los juegos de té de Clarice Cliff, acaba de duplicar su tamaño. El paso de cebra de Abbey Road, situado junto
que durante la década de 1930 tomaron Metroland* por asalto —un pastiche al estudio de grabación inmortalizado por la portada de uno de los álbumes
de modernidad producido en serie y adornado en el estilo suburbano— llegan de los Beatles, es, por lo visto, una meca para los turistas japoneses (durante
a venderse a más de 100 libras en las salas de subastas, y a su autora le han su mandato como secretario del Ministerio de Educación, Kenneth Baker, en
rendido honores dedicándole una exposición en el Teatro Nacional." Por otra un arranque de populismo, se hizo fotografiar allí); The Cavern, en Liverpool
—una reproducción de la bodega situada al otro lado de la calle y destruida
parte, los aparatos de telegrafía inalámbrica «clásica» del período de entre-
por un incendio— recibe visitas tan emocionadas como si fuera el local autén-
guerras, objeto de una notable exposición celebrada en el Museo de Victoria
y Alberto, alcanzan cifras de hasta veinte mil libras cuando acaban en manos tico.40 La gira por los estudios Granada, inaugurada en el verano de 1988,
ofrece a los visitantes «un paseo por los sagrados adoquines de Coronation
de tratantes especializados. Y como sabrán los lectores de Collectors Fayre,
Street» y la oportunidad de fotografiarse en el exterior del Rovers Return,
también existe un boyante negocio subsidiario de piezas de repuesto.
cuando no de disfrutar de una copa en el interior mismo del local.
La más asombrosa de las puestas al día del pasado nacional es la que se ha
" Christopher Baglee y Andrew Morley, Street Jewellery: A History of Enamel Advertising, producido en el campo de la arquitectura doméstica, en el que casi todo lo
Londres, 1978; y More Street Jewellery, Londres, 1982. Véase también The Ephemerist, publi- construido con anterioridad a 1960 es susceptible de ser etiquetado como «de
cación trimestral de la Sociedad de Materiales Impresos de Carácter Efímero. época», comprendidos ahí, por lo visto, los refugios antiaéreos de la Segunda
35
Yesterday 's Junk, Tomorrow's Antiques, ed. James Mackay y John Bedford, Londres,
1977, pág. 124; A. Ball, The Price Guide to Potlids, Londres, 1970; David Griffith, Decorative Guerra Mundial.' Hace cuarenta años, la gran mayoría de las viviendas del
Printed Tins, Londres, 1979. país se consideraban obsoletas. Los adosados, a no ser que fueran «georgia-
36 Para una descripción, véase Debra Shipley y Mary Peplow, The Other Museum Guide, nos», eran declarados viviendas insalubres de forma casi automática, «no aptos
Londres, 1988, pág. 210.
" Título de una espléndida exposición organizada en el Museo de la Casa Cristiana de
Hendon, 22 de mayo-4 de octubre de 1987. Utilizaba la colección «Silver» de mobiliario de
entreguerras, pero tuvo el tino de ver que muchos de los muebles de un semiadosado de entre- » Artículo sobre escapadas de fin de semana aparecido en el Wigan Evening Post, 30 de
guerras habrían sido de segunda mano o heredados. junio de 1993, que resumía los atractivos turísticos de Norwich, en el que figuraban la tienda y
* Las áreas residenciales del noroeste de Londres. (N. de los t.) el Museo de la Mostaza Colman's y se omitía cualquier referencia a la catedral.
" Véase Leonard Griffin y Louis J. Meisel, Clarice Cliff: The Bizarre Affair, Londres, 40 Brian Southall, Abbey Road: The Story of the World's Most Famous Recording Studios,
1988; también Pat y Howard Watson, The Coulourful World of Clarice Cliff, Londres, 1992, Cambridge, 1982; folleto turístico de Granada Studios, 1991.
sobre las dificultades de su vida personal. En la obra de Cliff el interés por el arte histórico y el 41 En el Museo de la Destilería de Nottingham hay uno expuesto. Para un ejemplo de una

coleccionismo comenzó, al parecer, a raíz de una exposición realizada en Brighton en 1973. orden de conservación, Preservation: Dawn of the Living Dead, Cumberland, 1986.
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para ser habitados por seres humanos», en tanto que las mansiones victoria- edificios victorianos que temblaban ante el bulldozer están clasificados para
nas, «ruinosas, antiestéticas... y completamente anti-económicas», eran con- ser conservados por norma, y los mismos rasgos que en la década de 1960
signadas a los bulldozers o convertidas en pisos modernos. Como escribió los condenaban como acumuladores de polvo sirven ahora para poner de
Stanley Alderson en Housing, edición especial de Penguin publicada en 1962: relieve su calidad «original». Los suburbios de antaño, rehabilitados con
mimo y cuidado, se exponen y se venden como residencias «de época» de un
Ochenta años de vida es un plazo de vida razonable para una casa nor- modo que recuerda el caso de las viviendas situadas en caballerizas en May-
mal, incluso para una casa de buena calidad. La mayor parte de las
fair y Chelsea durante la década de 1920. Podría decirse que la casa adosada
casas construidas antes de 1880 no eran de buena calidad. No sólo no
—el adosado «inglés», como lo ha denominado con admiración un historiador
se habían establecido unos criterios mínimos de habitabilidad, sino
que hasta la Ley de Salud Pública de 1875 tampoco se fijaron unas reciente-44 goza de la misma estima que la casa solariega. No menos asom-
normas de construcción mínimas. No sería descabellado suponer que broso resulta el renacimiento de la casa de labranza (sin la presencia del jor-
existen unos tres millones de viviendas que deberían ser derribadas de nalero agrícola, claro está). Durante la década de 1940, mucha gente conside-
inmediato, y es casi inconcebible imaginar que no se hayan derribado raba estas casas —incluso autores rurales como George Grigson, y desde
antes de que cumplan cien años.42 luego gran parte de los que las habitaban, que ardían en deseos de hacerse
con un piso de subvención municipal— como barrios de chabolas rurales,
En el momento de la modernización de la década de 1960, como antes había sinónimos de oscuridad y humedad.45 A juicio del partido laborista, sobre
sucedido en la época del Festival de Gran Bretaña, las ideas acerca de lo que todo, que hizo campaña contra las viviendas rurales ligadas al puesto de tra-
constituía el confort doméstico se inspiraron en el extranjero: la calefacción bajo, se trataba de símbolos físicos de servidumbre. En la actualidad, prohibi-
central, en la Europa continental; las cocinas de ensueño, de diseño funcional tivamente restauradas y desalojadas de sus habitantes originarios, estas en-
y equipadas con aparatos electrónicos, en los Estados Unidos. Escandinavia cantadoras casas tradicionales son un talismán emblemático de lo inglés por
marcó la pauta en materia de diseños de planta abierta y cubertería con man- antonomasia, proyectado en los folletos turísticos.
gos de teca. A las personas con inclinaciones artísticas pero poco peculio, las No sólo se han rehabilitado las casas individuales, sino también —lo cual
botellas de Chianti les proporcionaban candelabros, mientras que la alternati- cuadra mejor con las ideas del patrimonio nacional— el «paisaje urbano», tér-
va moderna a las alfombras estaba representada por las esteras chinas. Los mino acuñado por Gordon Cullen, especialista en arquitectura, y adoptado
partidarios de la vida sencilla también se inspiraban en el extranjero, como por el Civic Trust en sus proyectos de mejoría urbana de finales de las déca-
sucedía con los artículos de cocina Le Creuset y las fuentes de horno proven- das de 1950 y 1960, y consagrado legalmente con ocasión de la Ley de Ser-
zales, que lanzaron la brillante carrera de Habitat. Las primeras versiones de vicios Públicos Municipales de 1967, que autorizaba a las autoridades locales
cocinas de pino —comercializadas en la actualidad como «victorianas», «geor-
a declarar áreas de conservación. La primera de ellas en declararse, el centro
gianas» o «rústicas»— fueron publicitadas como lo último en diseño sueco.
histórico de Stamford, Kevsten, encajaba en una estética de la conservación
El conservacionismo se ha inventado una versión inglesa del hogar ideal
bastante tradicional: se trataba de restaurar el núcleo medieval y Tudor de una
que extrae sus estilos decorativos del pasado nacional y su idea del confort de
vieja ciudad comercial, que fue remozado bajo la dirección del Civic Trust.46
los abarrotados interiores victorianos. En este ámbito, lo «chapado a la anti-
Sin embargo, hacia mediados de la década de 1970, cuando el número de
gua», lejos de ser ignominioso, como lo era en la década de 1950, constituye
áreas de conservación comenzó a aumentar a pasos agigantados (en la actua-
una marca de autenticidad. Quizá resulte ilustrativo de la influencia de esta
lidad se cuentan más de siete mil), las urbanizaciones victorianas más corrientes
estética el hecho de que en los interiores que figuran en la serie voyeurística
comenzaron a ser objeto de protección estatutaria por principio, a la vez que
de The Observer, "A Room of My Own", apenas aparezca un hogar provisto
los equipos urbanísticos de los municipios hacían lo imposible para compla-
de mobiliario nuevo. El número de edificios protegidos (es decir, «Edificios de
cer a las sociedades de recreo locales.
Especial Interés Arquitectónico e Histórico») ha crecido a pasos agigantados,
más que duplicándose en relación con 1982, y se aproxima ahora al medio
millón (entre los recién incorporados a la lista se encuentran los pisos sub-
vencionados por el ayuntamiento de Edimburgo en la década de 1920).4' Los 44 Stefan Muthesius, The English Terraced House, Londres, 1982.
45 «Las viviendas municipales y sus medios de vida más agradables»; Geoffrey Grigson,
introducción, George Bourne, Change in the Village, Londres, 1955, pág. xv. «La vivienda liga-
da al puesto de trabajo en el campo está considerada por los trabajadores agrícolas, con razón,
42 Stanley Alderson, Housing, Harmondsworth, 1962, pág. 43.
como uno de los máximos males de la vida rural», Partido Laborista, Our Land, The Future of
43 Véase Traditional Homes, mayo de 1988, para Northfield Gardens, «un clásico plan de
Britain 1 Agriculture, Londres, 1943.
vivienda municipal subvencionada del período de entreguerras». 46
American Historian, vol. 7, n° 8, 1963, pág. 282.
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Al igual que en la ciudad, en el campo se ha producido una inmensa setas» de Gran Bretaña).47 Por lo visto, una reserva ornitológica constituida
ampliación metafórica de la noción de «patrimonio». Por influencia del hace poco en Suffolk surgió a partir de una especie de quid pro quo conser-
movimiento ecologista y de los temores medioambientales, el «paisaje», ob- vacionista a cambio de ampliaciones de los muelles de Felixstowe.
jeto privilegiado del entusiasmo del excursionista de antaño, y los «lugares Al extender sus averiguaciones al análisis químico de los restos biológi-
pintorescos» —supremo objetivo de domingueros y aficionados al picnic— cos y descubrir depósitos cargados de historia en las ubicaciones menos pen-
ocupa ahora el segundo puesto como centro neurálgico de las ansiedades sadas —algunos de los hallazgos recientes más espectaculares proceden, al
ecologistas frente a los hábitats de fauna y flora y los parques naturales. La parecer, de zanjas anegadas— la exploración arqueológica ha servido al mis-
legislación protectora, que quedó restringida conforme a la Ley de Parques mo tiempo para ampliar las nociones heredadas de lo que constituye el pasa-
Nacionales de 1949 a doce «áreas de excepcional belleza natural», ha ido do recuperable de la nación, proyectándolo tanto hacia atrás como hacia
ampliando progresivamente el ámbito de su aplicación hasta el punto de delante en el tiempo, y para dar mayor fuerza a la noción del paisaje como
invocarse de forma rutinaria (aunque no siempre con éxito) en el caso de las parte amenazada del entorno. Se han identificado, por ejemplo, unas tres mil
más humildes marismas o praderas. Se ha vuelto a permitir que crezcan árbo- aldeas —las aldeas «perdidas» de la Inglaterra medieval y moderna, despobla-
les en riberas llenas de nutrias, que las autoridades fluviales de la década de das por la Peste Negra y el movimiento de los cercados— en las que crestas y
1960 —al igual que sus homólogos, los ingenieros de tráfico municipales— surcos, los vestigios visibles de la agricultura a campo abierto, se hallan a
estaban empeñados en enderezar y despojar de estorbos antiestéticos. Los merced del arado en profundidad, mientras que las carreteras nuevas o las
«bosques ancestrales» que durante la década de 1960 sucumbían ante el urbanizaciones amenazan con verter hormigón sobre los cimientos supervi-
inexorable avance de las coníferas —y que en fecha tan tardía como 1976 aún vientes. El drenado de pantanos, aunque suponga un desastre para las reser-
podían ser cortados a capricho del granjero— ahora se talan de forma sistemá- vas de fauna y flora, ha arrojado tantos tesoros para las excavaciones arqueo-
tica, tanto para eliminar a las especies intrusas como para dotar a las maderas lógicas como, por ejemplo, las vallas de una carretera prehistórica," mientras
nobles del espacio necesario para su crecimiento. que el análisis de los restos de animales ha permitido trazar el mapa de anti-
Al igual que sucede en el caso del entorno edificado, se ha producido una guas rutas de pastoreo y trashumancia.
constante actualización de la noción de lo histórico. En el caso de la campaña Donde más evidente resulta la influencia de la arqueología en la actuali-
«Salvemos nuestros huertos», lanzada por la organización Common Ground zación y ampliación de la noción de lo histórico es en el ámbito del paisaje
en 1989, la variedad autóctona de manzana amenazada (la manzana inglesa, industrial. Hace cuarenta años el término «industrial» era sinónimo de mise-
frente a los híbridos multinacionales) parece ser, en gran medida, hija de la ria, rémora del pasado que los ecologistas de aquel entonces —así como los
horticultura victoriana. En algunos casos, los «bosques ancestrales» que los urbanistas— soñaban en cubrir con césped (de forma semejante al modo en
arboricultores, las fundaciones locales de la flora y la fauna y las autoridades que, en el sueño utópico de Noticias de ninguna parte, de William Morris,
locales pro-conservación han venido salvando con bastante éxito de manos Londres se destina a tierra de pastos y bosques). Al documentar uno de sus
de la Comisión de Silvicultura y los granjeros, apenas superan los doscientos itinerarios de posguerra, W. G. Hoskins, el precursor de la «historia in situ»,
años de edad, aunque si hiciéramos caso a los letreros y los paneles informa- describió el Black Country* como un planeta oscuro, habitado por presos o
tivos, podríamos creer que se trata de reliquias prehistóricas. En más de un dementes, que se extiende bajo una bóveda de humo: «chimeneas fabriles y
caso, los setos y acequias para cuyo mantenimiento ahora hay que sobornar o torres de refrigeración, gasómetros y pilones, carreteras desiertas con cables
subvencionar a los granjeros, deben ser el legado del movimiento de los cer- de tranvía por todas partes, canales y vías férreas, canódromos y gigantescas
cados que llegó a su punto culminante durante la era de las guerras napoleó- salas de cine, amplias extensiones de páramos cenicientos, o un césped poco
nicas. Los pantanos, centro neurálgico de algunas de las controversias más denso donde en mayo y junio florece el espino, única presencia del universo
encarnizadas y las campañas ecologistas más persistentes, suelen ser más natural en todo este inmenso escenario». Los talleres de cerámica, de una
recientes todavía, como uno de los resultados fortuitos de la desindustrializa- fealdad «demoníaca», eran peores: «centenares de hornos con forma de botella,
ción. Así, una zona pantanosa que se halla bajo custodia del National Trust tiznados de negro por la mugre de generaciones y amontonados en grupos
en el condado de Durham, y que goza de gran favor entre los ornitólogos, tie-
ne sus orígenes en la inundación de una antigua mina a cielo abierto; Laven-
47 David Nicholson-Lord, «Amenaza de cierre de las reservas naturales de los muelles»,
der Pond, parque ecológico situado en la parte de Southwark del Puente de la The Independent, 12 de mayo de 1993.
Torre, tiene sus raíces en un antiguo muelle maderero (entre sus proyectos se 48
Geoff Wainright, «Archaeology and the Green Movement», English Heritage Magazine,
cuentan la reproducción de praderas y pantanos llenos de flores silvestres, un diciembre de 1992.
molino de viento urbano, una reserva de mariposas y el primer «huerto de * «La comarcanegra», región situada en el centro de Inglaterra, que a finales del siglo xIx se
había convertido en una de las zonas más industrializadas y contaminadas del país. (N de los t.)
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situados en su mayoría en el canal o junto a él, entre kilómetros cuadrados de ham. En el otro extremo del reino, en la parte occidental de Londres, la des-
calles llenas de pequeñas casitas de ladrillo ennegrecidas por efecto de las trucción de la fábrica de Firestone, brillante ejemplo de Art Decó industrial,
altas chimeneas, de las fundiciones de hierro o acero, del humo procedente levantaba tantas protestas como si se hubiera tratado de Rollright Stones o
de las innumerables vías férreas»." Cleopatra's Needle.
El descubrimiento de la arqueología industrial —término acuñado por
Michael Rix y adoptado enseguida por los historiadores locales— no modificó
de la noche a la mañana tales impresiones: en los principales trabajos e ini- III
ciativas de los primeros años de dicha disciplina, ya fuese en el campo de la
documentación o de la conservación, las fábricas de vapor brillaban por su El pasado en cuestión —el «patrimonio histórico» cuyo legado los conser-
ausencia. Los molinos de viento fueron la gran pasión de Rex Wailes, funcio- vacionistas luchan por salvar, que los proyectos de recuperación pretenden
nario del Ministerio de Obras Públicas responsable de los monumentos in- sacar a la luz, y que el público turístico o los visitantes de los museos está
dustriales durante la década de 1960. Los canales, que se remontaban a los invitado a «experimentar»— es en muchos sentidos nuevo. Aunque sea indis-
primeros años de la revolución industrial, eran el tema predilecto de las pri- cutiblemente británico, o por lo menos inglés, se opone de forma radical a los
meras publicaciones de esta nueva rama del saber. Parece que en un principio relatos canónicos de «nuestra historia insular». Poco o nada tiene que ver con
los historiadores locales que aceptaron el reto de la arqueología industrial la la continuidad de la monarquía, el parlamento o las instituciones nacionales
consideraban como una prolongación de la historia preindustrial, en lugar de británicas, como habría sido el caso hace cincuenta años, en los días de gloria
como una realidad histórica y estética por derecho propio. Cuando la Socie- de la Oficina del Ejército para los Sucesos de Actualidad, Westminster aún se
dad de Historia Local de East Yorkshire y el Grupo de Arqueología Industrial consideraba como la madre de todos los parlamentos, y la «vía británica a la
Conjunto de la Sociedad Arqueológica de East Riding unieron sus fuerzas en democracia» como la envidia del mundo entero. En dicho pasado apenas
1966, su primer proyecto fue un estudio de los molinos de agua del distrito.5° figura la colonización de ultramar, aunque al registrar de arriba abajo los
Ese mismo año, el Subcomité de Historia Local de la Sociedad de Arqueolo- archivos militares" (o los de presos)" en busca de antepasados desaparecidos,
gía Industrial de Lincolnshire realizaba un inventario de caminos de peaje y las asociaciones de historia familiar están poniendo los cimientos para el
aduanas. Quizá fuera sintomático que la mayor parte de las sociedades loca- estudio de la diáspora británica. Las relaciones internacionales, uno de los
les activas en este campo durante los primeros años de su desarrollo radica- grandes temas de los libros de historia que se empleaban en los colegios de
ran en los condados del sur (es decir, aquellos que se habían librado del siste- antaño, tienden a aparecer sólo de forma intermitente y en función de sus
ma fabril; entre los más prominentes cabe citar Poole, Salisbury, Cambridge repercusiones domésticas, lo que sería el caso, por ejemplo, del trabajo feme-
y Rickmansworth), y que estos condados, además, tuvieran una representa- nino durante la Primera Guerra Mundial o la experiencia de los refugiados
ción excesiva en los primeros años de vida del Registro Nacional de Monu- durante la segunda. Por influencia de la ecología y de la obra pionera de
mentos Industriales.51 La decadencia de la industria pesada, el cierre de Keith Thomas" y Oliver Rackham," la historia del medio rural ha sido re-
minas y la destrucción masiva de empleo en la industria cambió todo eso. conceptualizada desde el punto de vista de la relación existente entre el hom-
Hacia 1971 podía publicarse un libro ilustrado de gran formato con el expre- bre y el mundo natural; no parece estar lejos el día en que, en la historia de la
sivo título Our Grimy Heritage («Nuestro mugriento legado»), «un estudio revolución industrial, los ponis mineros ocupen tanto lugar como los apren-
ilustrado de las chimeneas fabriles británicas." Ese mismo año, el Consejo dices del distrito. Aunque en buena medida la investigación superior siga
del Condado de Durham, que sólo tres años antes ocupaba el último lugar de dándoles la espalda, los restos físicos del pasado gozan de nueva proyección;
la lista en el Registro de Monumentos Industriales, inauguraba su museo asimismo, por influencia del conservacionismo, y quizá también de los movi-
industrial al aire libre, consagrado a la transmisión de «la experiencia del
norte». Con sus emocionantes recorridos en tranvía, cooperativas reales
como la vida misma y cabrestantes de pozo minero, hacia el final de la déca- " Simon Fowler, Army Records for Family Historians, Public Record Office, 1992; Mi-
da atraía doscientos mil visitantes al año, superando así a la catedral de Dur- chael y Christopher Watts, My Ancestor Was in the British Army: How Am I to Find Out About
Him?, Asociación de Genealogistas, 1992; Norman Holding, More Sources on World War One,
2' ed. Birmingham, 1991.
54 David T. Hawkings, Criminal Ancestors: a Guide to Historical Criminal Records in

England and Wales, Gloucester, 1992.


" W. G. Hoskins, Chilterns to the Black Country, Londres 1951, págs. 26-27.
" Keith Thomas, Man and the Natural World; Changing Attitudes in England, 1500-1800,
5° Amateur Historian, vol. 8, n° 4, 1968-9, pág. 157.
Harmondsworth, 1983.
5 ' Registro Nacional de Monumentos Industriales, Cuarta Lista, mayo de 1990.
" Oliver Rackham, The History of the Countryside, Londres, 1986.
52 Walter Pickles, Our Grimy Heritage, Fontwell, 1971.

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mientos de defensa de las formas de vida local, ha surgido un nuevo interés que la casa solariega o la casa rústica, y los tranvías con denominación de
por la documentación de la arquitectura vernácula y la evolución del espacio origen despiertan idéntica emoción que las exhibiciones de razas hípicas de
doméstico. los distintos condados. El organillo de feria compite con el madrigal como
En esta nueva versión del pasado nacional lo que acapara la atención son representación de la música nacional. Entre los momentos heroicos del pasa-
los pequeños sectores en lugar de la sociedad en conjunto, el espíritu de las do nacional, «la experiencia del blitzkrieg» —un sensacional espectáculo de
localidades antes que el del derecho consuetudinario o las instituciones del luces en el Museo Imperial de la Guerra y motivo predilecto de los parques
gobierno representativo. En un relato muy influyente, difundido por W G. temáticos— parece contar más que El Alamein o Trafalgar. Aun cuando se trata
Hoskins e impulsado por los topógrafos aficionados de la «historia in situ», de lo bucólico, la ciudad mete baza: se utilizan las estaciones de maniobras
la formación del paisaje inglés se convierte en el tema por excelencia de en desuso como reservas ornitológicas, se transforman vías férreas abando-
«nuestra historia insular», el palimpsesto en que se inscribe el pasado de la nadas en praderas urbanas, se destinan los estanques de los patios traseros al
nación y se revela el genio del carácter y de la vida nacionales. Los arqueólo- mantenimiento de la fauna y los apicultores suburbanos producen una miel
gos, distinguiendo entre los núcleos de asentamiento dispersos y los concen- tradicional de mayor categoría que la cultivada por las abejas rivales, también
trados, estudian dicho paisaje en relación con antiguos depósitos. Los histo- alimentadas a la fuerza." Del atractivo que presenta todo esto para la imagi-
riadores agrícolas ubican las economías locales en tierras calizas o arcillosas, nación da fe el hecho de que la mayor victoria ecologista en varios años,
altas o bajas, en el campo o en el bosque, al identificar el patrón del arado. registrada en el momento en que este capítulo se entregaba a la imprenta, fue
Los historiadores locales, al despejar las antiguas aldeas de los suburbios, la batalla en pro de un emplazamiento para la flora y la fauna en el sudeste
redescubren los campos que subyacen a las calles. Los historiadores de la de Londres.
familia, siguiendo el árbol genealógico hasta llegar a alguna parroquia o En las representaciones del pasado nacional, el comercio goza de una
asentamiento original, identifican la localidad con sus «raíces». El conserva- visibilidad completamente novedosa. En las historias ilustradas (como las
cionismo se apresura a hacer suyos estos conceptos, interpretando el entorno que reproduce la Hendon Publishing Company —Bolton As It Was, Blackburn
edificado desde el punto de vista del espíritu de la localidad y dotando a As It Was— a partir de postales) la panorámica de la calle mayor ocupa el
éstas de una personalidad que las autoridades urbanísticas tienen el deber de lugar de honor. En las maquetas y los libros con ilustraciones en relieve de la
proteger. aldea «tradicional», el almacén de venta al por menor —o la oficina de co-
La industria turística hace otro tanto; en efecto, si nos fijamos en el hinca- rreos del pueblo— ocupa el espacio simbólico que en otro tiempo correspon-
pié que hacen los folletos turísticos en las diferencias regionales, o en el que día a la iglesia parroquial. Una de las principales atracciones de los museos
hace la guía English Heritage en la geografía histórica de los inmuebles bajo al aire libre y los parques temáticos son los comercios «de época». En el
su custodia, podría sacarse la conclusión de que Inglaterra sigue viviendo en Museo del Castillo de York, pionero en este campo, se ha reconstruido una
los tiempos de la heptarquía y que la unión con Escocia jamás se produjo. Las calle victoriana adoquinada, con fachadas completas rescatadas por el proce-
autoridades locales, desesperadas por atraer inversiones, echan mano del pasa- dimiento del salvamento arquitectónico. «He aquí los fascinantes escaparates de
do para promover una nueva imagen corporativa, intensificando estos efectos un peltrero, un mercero, un boticario, un estanquero, de una tienda de porce-
con fantasías de cosecha propia. El condado de Durham, como descubren los lanas y de un monte de piedad. En la calle aguarda un coche de caballos y al
conductores que penetran en él por la A1, es «la tierra de los Príncipes-Obis- otro lado de ésta hay un cuartel de bomberos, una posada de posta, una fábri-
pos (es decir, jurisdicción palatina), mientras que para quienes siguen la ruta ca de velas de sebo, una tienda de productos de todo tipo y un banco.» En los
patrimonial de South Shields (más en sintonía con la modernidad), dicha loca- museos industriales y al aire libre, las tiendas de cosecha más reciente tam-
lidad es el país de Catherine Cookson. Middlesbrough, el hogar de Imperial bién constituyen el elemento central. A los visitantes del Museo de Beamish
Chemical Industries, que tiene la desfachatez de promocionarse como «tierra
natal del Capitán Cook», cuenta con una ruta patrimonial que acaba en las
colinas de Whitby, mientras que Peterborough, que conoció una expansión a " «Wild Life in the City», Green Magazine, octubre de 1989; Bob Gilbert, The Green Lon-
don Way, Londres, 1991. De un modo más general, Oliver Rackham sostiene que a estos bos-
raíz del desbordamiento de los excedentes de población londinenses en los ques —vestigio de antiguas florestas reales— «con casi toda certeza les ha ido mejor bajo la urba-
años de posguerra, acaba de ser resucitado como «una de las grandes ciudades nización que de haber permanecido rurales... Han sido amados y apreciados por una población
romanas». Glasgow, por su parte, con sus almacenes y sus casas de vecinos numerosa y gestionados por una sucesión de gentes de buena disposición... la urbanización ha
acarreado los problemas de perros, basura, caballos y pequeños abusos; pero todo esto es peca-
recién limpiadas con arena a presión, es el «Bath victoriano».
ta minuta en comparación con los desastres de la reforestación que tantos bosques rurales han
Esta nueva visión del pasado nacional remite a un «britanicismo urbano», padecido». Oliver Rackham, The Ancient Woods of England: The Woods of South-East Essex,
e incluso lo tiene como punto de apoyo. El adosado goza del mismo prestigio Rochford, 1986, pág. 108.
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se les lleva de un sitio a otro en tranvías esmaltados, y les atienden depen-
dientes de comercio vestidos como en la década de 1920. En la tienda de la insular», no sólo se ha rehabilitado y colocado en un lugar de honor al trabajo,
sociedad cooperativa de Annfield Plain, todas las cuentas se hacen en la Caja sino también al tendero; éste ya no es aquella figura servil de las caricaturas
Registradora Nacional: «Un gran bote de mermelada de ciruela con hueso, decimonónicas, adulador de la clientela selecta, ni tampoco un melancólico
1/4d; un cuarto de libra de té de la cooperativa, 9d; una docena de huevos, 1/-; Mr. Polly,* siempre al borde de la quiebra y retratado en íntima comunión (o
una libra de [queso de] Wensleydale, 1/5d; dos libras de azúcar granulado, 6d riñendo) con sus compañeros de fracasos, ni tampoco el vulgar comercial
retratado por el Culture and Anarchy de Matthew Arnold, sino más bien,
(la mayor parte de la gente la compraba en raciones de tres kilos y pico), y
una libra de panceta curada de sabor suave, 10 1/2d». como el pañero de toda la vida, un símbolo de «servicio bien informado y
El nuevo modelo del pasado nacional, no obstante los esfuerzos del Na- amigable». En los libros llenos de fotografías color sepia, aparece como una
tional Trust por promocionar una versión casa solariega de lo «inglés» por figura de autoridad, flanqueado por respetuosos ayudantes y rodeado de mon-
antonomasia, es inconcebiblemente más democrático que los anteriores: es tañas de existencias. En los catálogos comerciales, reproducidos a menudo en
más accesible a la «gente del común» y ofrece una forma de filiación más facsímil en los últimos años —como el de Whiteleys de Queensway—, los ten-
abierta. En efecto, aun en el caso de la casa solariega, ahora se presta mayor deros figuran como «abastecedores universales». En las memorias infantiles
atención a la vida «debajo de las escaleras» (la cocina del servicio domésti- de la historia oral se les recuerda con cariño como los proveedores de galletas
rotas y frutas con desperfectos.
co), mientras que los propios dueños (o los fideicomisos que allí residen) tie-
nen que esforzarse por dar la impresión de que la suya es una existencia pri- Este nuevo modelo del pasado nacional no sólo es más democrático que
vada y que son gente «normal» que ejerce una ocupación «familiar». Las los anteriores sino también más femenino y doméstico. Pone el acento en lo
privado antes que en la esfera pública, y considera a los individuos como
asociaciones de historia familiar, por medio de la práctica de la erudición
consumidores antes que —o además de— como productores. Aquí, en lugar del
«amateur» y llenando de investigadores las oficinas de registros y las biblio-
cetro y la espada, el símbolo de la vida nacional es el fuego del hogar, del
tecas de historia local, han democratizado la genealogía, considerando los
mismo modo que los dechados y las cobijas se convierten en los portadores
contratos de aprendizaje como equivalentes simbólicos del escudo de armas
de la tradición. En manos de los demógrafos históricos, las grandes continui-
y los certificados de bautismo como si fueran títulos de propiedad. A la hora
dades de la vida nacional ya no son el trono y el altar, ni, como en la inter-
de reconstruir sus raíces, invitan a la gente a mirar hacia abajo en lugar de
pretación «Whig» de la historia, el gobierno constitucional, sino la familia
hacia arriba, y a «no establecer vínculos con los nobles y los grandes» —como
nuclear, rasgo por lo visto tan representativo de Ealing en el siglo xvi como
en los tiempos en que la sangre azul llevaba la voz cantante— sino por el con-
de suburbio londinense actual alguno. La historia oral, «la memoria hablada
trario, a celebrar sus orígenes humildes." Descubrirse antepasados tejedores
del pasado» se ha ocupado fundamentalmente de la maternidad. Durante la
o arrieros, o averiguar que se es un «antiguo habitante del este de Londres
década de 1970, empezando por las autobiografías de la vida laboral —princi-
desplazado», lejos de ser motivo de vergüenza, como en los tiempos en que
palmente masculina— cada vez ha ido concentrándose más en retratar la vida
las familias estaban atenazadas por el miedo a bajar de categoría, es cuestión
de orgullo.59 Al final de una charla sobre historia de Londres que di ante la familiar, adoptando una perspectiva infantil sobre el pasado y una concep-
ción de la sociabilidad radicada en torno al hogar.
Federación de Asociaciones de Historia Familiar de West Surrey un londinen- La naturaleza también ha sido feminizada. El entorno salvaje se conside-
se expatriado me confesó, con lágrimas en los ojos: «Mi abuelo cometió un ra como un hábitat cálido y vivificante en lugar de —como sucede en los
asesinato en Commercial Road».
apóstrofes de Wordsworth o los tropos de Byron— como un espacio lleno de
Al trabajo, lejos de ser objeto de desprecio, como tantas veces fue el caso montañas escarpadas y promontorios rocosos. Esta veta femenina se ha visto
en el pasado histórico real, se le otorga una dignidad retrospectiva. En los reforzada por las novelas románticas, género que en manos de su represen-
museos industriales se conservan con el mayor cuidado los artefactos labora- tante más popular, Catherine Cookson, toma la forma de la saga familiar.
les, integrándolos en exposiciones «prácticas» interactivas en que artesanos Incluso en aquellas novelas en las que parece que el tema central es la alta
ataviados con mandil ejercen su oficio y la maquinaria se desplaza con ayuda política, como las de Jean Plaidy, ésta se traslada a un drama de la vida coti-
de ruedas y poleas; asimismo, en los museos-granja se fabrica mantequilla y diana en el que se comprueba que las figuras más ilustres de la historia
los caballos aran surcos solitarios. En esta nueva versión de nuestra «historia nacional están hechas de la misma pasta que los demás mortales. Los dramas
de época también ofrecen una visión intimista, que hace accesibles a los cons-
58 Don Steel, Discovering Your Family History,
tructores de imperios en virtud de sus matrimonios y amoríos.
Londres, 1980; Stan Newens, «Family His-
tory Societies», History Workshop Journal 2, primavera de 1981.
59
Cockney Ancestor, verano de 1980, pág. 29; primavera de 1982, pág. 3.
* Personaje que da título a la novela de H. G. Wells (1910) del mismo nombre. O/. de los t.)
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RESURRECCIONES 197

La reciente campaña de carteles publicitarios de la Torre de Londres, que


Para todo el que sea socialista, como el que esto escribe, resulta deplora-
se las ingenió para presentar ese símbolo por excelencia del poder real como
ble que estos entusiasmos por la resurrección del pasado, a menudo surgidos
un remanso de domesticidad, podría considerarse como una expresión estra-
de proyectos históricos de tipo «amateur», imbuidos de hondas simpatías
falaria —pero quizá por ello mismo sintomática— de este desplazamiento del
populares y no pocas veces de filiación radical (hasta la Sociedad para la
imaginario:"
Protección de Edificios Antiguos la fundó un socialista, y en sus primeros
EDUARDO I TIENE 14 HIJOS Y UN PALACIO DE 3 HABITACIONES.
tiempos el National Trust era una especie de tapadera de los liberales), fueran
CÓMO LE HABRÍA GUSTADO QUE HUBIERA SIDO AL REVÉS reapropiados por los conservadores y reforzaran políticamente a la derecha
británica en lugar de a la izquierda. No se trata, por lo demás, de una casuali-
En los tiempos que corren, hasta un agente inmobiliario se asombraría
dad. El giro historicista dado por la cultura británica coincidió con la deca-
de saber que hubo un tiempo- en el que el palacio de Eduardo I se con-
sideró «digno de un rey». dencia del laborismo como organización política de masas, con la desapari-
Dotado con sólo tres habitaciones de modesto tamaño, debió re- ción —tanto en Gran Bretaña como en otros países— del socialismo como
sultar de lo más apretujado para un monarca con catorce hijos y un credo de la clase obrera, y con la pérdida de confianza histórica del partido
país que dirigir. laborista en la necesidad y la justicia de su propia causa, desilusión que se
Tras la muerte de Eduardo en 1307, el palacio fue utilizado como vio exacerbada por un creciente distanciamiento y desencanto en relación
dependencia de los sirvientes de Enrique VIII, como enfermería e con su propio electorado. Al mismo tiempo, la disolución de la división en
incluso como sede de las joyas de la corona.
dos campos —el «ellos» y el «nosotros»—, la fragmentación de las clases en
Ahora, por fin restaurado y abierto al público, tiene usted la opor-
tunidad de ir donde jamás pudieron hacerlo sus pares de 1280, ya que
mil fracciones diferentes, el desmoronamiento de la barrera entre «alta» y
Eduardo construyó el foso y el muro exterior de la Torre de Londres «baja» cultura y el crecimiento de la permeabilidad entre ambas, despojó a lo
con el propósito expreso de no permitir el paso a los londinenses de a «popular» de su potencial subversivo y propició su anexión por la causa con-
pie, a quienes irritaba con su desagradable costumbre de subir los servadora. Quizá sea sintomático que fuera un gobierno conservador el que
impuestos. Qué poca vergüenza. ¿Acaso no se daban cuenta de que, restableciera la asignatura de historia en los planes de estudio de las escuelas
además de financiar la conquista de Gales, el rey tenía catorce retoños y que aunque en el transcurso del debate subsiguiente las voces radicales
que alimentar y calzar?... estuvieran en primerísimo plano en las escuelas y universidades, en los esca-
La visita comienza en la Torre de Lanthorn, donde los manuscritos
ños de la oposición laborista de Westminster apenas se dijo ni pío.
de época, los artefactos, el decorado y la música le familiarizarán con
el ambiente en el que se desarrollaba la cotidianidad palaciega. Mien- En el entorno edificado, la reacción contra las demoliciones exhaustivas
tras recorre la muralla, intente captar la diferencia entre las vistas de y las torres de pisos, unido al auge del sentir conservacionista y el descubri-
hoy y los paneles que ilustran el aspecto que ofrecían esas mismas vis- miento del «patrimonio histórico» en lo que hasta ese momento habían sido
tas en 1280. Ahora acudamos al palacio medieval propiamente dicho. calificadas como áreas urbanas deprimidas hizo desaparecer de golpe aquello
En primer lugar está la Torre de Wakefield donde, sentado en el que, desde el nacimiento del partido laborista y en la imaginación de sus pre-
trono, el rey urdió su plan para la conquista de Gales. Fíjese en el ora- decesores fabianos y del Partido Laborista Independiente, había constituido
torio y las vidrieras mientras el Canciller insufla vida a la escena.
la esencia misma de la perspectiva socialista: la transformación del entorno
Después pase a la torre de St Thomas, donde el rey comía y dormía.
Si pregunta a la Dama de Honor cómo obtuvo su nombre la Torre, edificado, el entierro físico de lo que se consideraba el legado de pesadilla de
quizá le cuenten una historia de fantasmas. la industrialización victoriana y la anarquía urbanística. En otros países, tales
Aquí también podrá ver ejemplos de actividades típicamente medie- cuestiones constituían un aspecto secundario de la causa socialista; en Gran
vales. Bretaña le eran consustanciales.
La caligrafía y la elaboración de péñolas, quizá la fabricación de También es posible que, sin darse cuenta, la historia popular allanase el
sellos reales y hasta una partida de ajedrez (el tablero y las piezas son camino a las apropiaciones más conservadoras del pasado nacional. Su predi-
medievales, pero, ¿qué hay de la táctica?). De ahí pasamos a la cámara
lección por el documento «humano» y el «primer plano» tiende a domesticar
del rey Eduardo, cuidadosamente conservada como yacimiento ar-
queológico... el contenido de la historia y hacer que la política parezca irrelevante, simple
La Torre de Londres. Desborda historia. ruido exterior. El mismo éxito obtenido al rescatar a los pobres del «olímpico
desdén» de la posteridad tuvo como efecto involuntario rehabilitar el pasado,
abrir la nación de forma retrospectiva a los excluidos. El acento puesto en el
60 Quiero darle las gracias a Mark Lunn, de Collett, Dickenson, Pearce and Partners S.A.,
«presupuesto familiar» y las estrategias de supervivencia de los pobres ava-
que concibió el cartel para el texto del anuncio de la Torre de Londres.
lan los valores del buen gobierno doméstico. El reciclado de fotografías anti-
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nArrlAbL SAM UEL
RESURRECCIONES 199
guas —una de las características distintivas de la «nueva» historia social— tam-
bién constituye un apoyo subliminal a las visiones conservadoras del pasado: trabajo. Hasta la sensiblería con la que Chamberlain recabó apoyo para su
no resulta fácil concebir la familia desde el punto de vista de la opresión y la política de apaciguamiento durante la época del pacto de Munich se contem-
inseguridad cuando las fotografías dan fe de su estabilidad y su armonía. pla ahora a la luz del horror inspirado por las barbaridades de la Primera
Antes de que la señora Thatcher los incorporase a su plataforma política Guerra Mundial.
durante el período previo a las elecciones generales de 1983, los «valores Yo no soy de la opinión de que los radicales deban insistir con demasiado
victorianos» llevaban una veintena de años siendo rehabilitados ante la opi- encono en sus objeciones frente a todo esto, ya que según parece desprender-
nión pública, y en todo caso ante el gusto general. A ello contribuyeron en se de la controversia pública en torno a los «valores victorianos», no existen
no poca medida los esfuerzos de historiadores radicales como Asa Briggs, proposiciones históricas que estén a salvo de interpretaciones en sentido con-
que hizo una lectura positiva de las ideas e instituciones de la autoayuda, trario. Si los radicales temen que el pasado se vea domesticado por las resu-
recordándonos que Samuel Smiles, lejos de ser un apologista de los persona- rrecciones, y que la historia quede despojada de sus terrores al hacerse dema-
jes dickensianos Gradgrind y Bounderby, fue un médico radical e incluso, en siado familiar, en el polo político o pedagógico opuesto hay gentes no menos
calidad de director del The Leeds Times convencidas de que la nueva historia está engendrando una nación de subver-
en 1839, un simpatizante del cartis-
mo. Los suburbios victorianos resucitaron en forma de casitas restauradas: sivos. He aquí la airada misiva de una de estas personas, publicada en un
en la era de las torres de pisos, constituían el símbolo mismo de la vivienda número reciente del Daily Telegraph:
a escala humana. Los motores de vapor y los pozos mineros, minuciosamen-
te reconstruidos en los nuevos museos de la arqueología industrial, servían VUELVAN A COLOCAR A NELSON EN SU PEDESTAL

como vivo recordatorio de los tiempos en que Gran Bretaña fue la fábrica Distinguido señor:
del mundo. En una vena más sentimental, el repentino auge de las antigüe- Recientemente tuve ocasión de visitar el HMS Victory en el asti-
dades habido en la década de 1960 fomentó una revalorización de la vida llero de Portsmouth, y quedé tan perplejo como desilusionado por el
familiar victoriana. Los rodillos pasaron de ser símbolos de trabajo duro a ob- comentario que nos dispensó el guía.
jetos de arte; los dechados y las pantallas de chimenea reemplazaron a Recuerdo la fascinación que sentí de niño ante la descripción que nos
of the Shirt,* Song
de Thomas Hood, como emblemas de las labores de punto vic- ofreció el marino que en aquella ocasión hizo de guía; ésta abarcó no
torianas. sólo la función de la dotación del barco y de las armas, así como las obli-
Parece ser que en estos momentos se está produciendo una reevaluación gaciones de todos aquellos que navegaban a bordo de éste, sino también
análoga del período de entreguerras. Una época que, en la mitología del labo- la batalla de Trafalgar y el lugar ocupado por ésta en nuestra historia.
rismo y en la memoria colectiva de la clase obrera más anciana, evoca el des- Ahora nos presentan al Victory como un mero trasto antediluvia-
empleo de masas y las pesquisas para determinar quién tenía derecho o no a no. El guía hace hincapié ante todo en las espantosas condiciones
soportadas por los hombres que se hallaban bajo cubierta y en los cas-
una prestación, el Coronel Blimp y «el amor en los tiempos del paro». Ahora
tigos impuestos a éstos por los oficiales, que vivían a cuerpo de rey en
se nos presenta dicho período como la época en que la modernidad arraigó
la cubierta superior.
en la sociedad británica, en que las ideas progresistas comenzaron a avanzar
No se menciona en ningún momento que todos estos oficiales,
paso a paso en las escuelas, y en que la industria aeronáutica y la ingeniería
Nelson incluido, se hicieron a la mar en calidad de guardiamarinas a
de precisión permitieron a Gran Bretaña aspirar al liderazgo del mundo. El edades tan tiernas como los diez años, viviendo y trabajando en las
semiadosado del período de entreguerras —durante tanto tiempo ridiculizado mismas cubiertas que la tripulación, y subiendo a las jarcias con los
como construcción de mala calidad— está considerado ahora como un retoño miembros de ésta para manejar las velas. En la Marina Real no se
del Movimiento de Artes y Oficios y pionero del hogar equipado para ahorrar compraban grados, de manera que estos hombres no habrían podido
llegar a oficiales sin dominar las cualidades marineras requeridas para
la navegación y el combate.
* Thomas Hood (1798-1845), En la actualidad nos presentan la muerte de Nelson como poco
La Canción de la Camisa (The song of the shirt), publicada
como apéndice en la obra de Federico Engels más que un incidente acaecido durante la batalla de Trafalgar. Todo el
La situación de la clase obrera en Inglaterra,
1845. Reproducimos a continuación la primera estrofa: «Con los dedos cansados y consumi- que carezca de conocimientos de historia podría concluir que murió
dos / con los párpados pesados y enrojecidos / hallábase una mujer sentada / vistiendo harapos porque cometió la imprudencia de hallarse en la cubierta en ese
inhumanos / manejando aguja e hilo / ¡Coser!, ¡Coser!, ¡Coser! / En la pobreza, en el hambre y
momento. No se da ninguna explicación de por qué la nación ha tenido
en la mugre / y pese a todo, con voz de dolorido acento / cantaba la Canción de la Camisa».
Samuel cita varias veces la canción a lo largo del libro. (N. en tan alta estima a Nelson y a su buque insignia; tampoco se hace la
de los t.)
menor referencia a su genialidad, a las innovaciones que empleó en
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KAYPIA_EL SAMUEL

materia de transmisión de mensajes o a las nuevas tácticas que le per-


mitieron alzarse con la victoria en su batalla más grande.
Esto resulta tanto más deplorable hoy en día, cuando son tantas las
escuelas en las que apenas se enseña historia. Ahora, más que nunca,
necesitamos a nuestros héroes nacionales.
HISTORIA VIVA
Jean Gordon, Petersfield, Hampshire.61

La recuperación del pasado histórico real va acompañada de la creación


de otros pasados imaginarios, como los jardines «Tudor», las ferias de loco-
motoras de vapor victorianas y las calles comerciales eduardianas. En el
campo nuevo y pujante de la arqueología aplicada, podríamos mencionar las
ampliaciones incesantes de la Muralla de Adriano (en las afueras de Newcas-
tle acaba de inaugurarse un nuevo tramo) y la construcción de reproduccio-
nes como la nueva Puerta Romana de South Shields, localidad que ahora tie-
ne legión propia, el Quintagalorum, asociación destinada a la recreación del
pasado histórico especializada en la instrucción militar del siglo tv que reclu-
ta a sus socios a escala local.' Como ejemplo más reciente, cabría citar el
Tower Hill Pageant, el último de los museos tipo «casa del terror», que mez-
cla las emociones (y los sustos) del Tren Fantasma con la exposición de
hallazgos arqueológicos. Aquí se dan la mano el género de erudición propio
de los gabinetes de curiosidades y las nuevas modalidades de lo espectacular
generadas por Disneylandia y otros parques temáticos norteamericanos. Fruto,
por lo visto, de la inspiración de los conservadores del Museo de Londres,
que se han servido de ella para ambientar algunos de los hallazgos más
recientes de sus excavaciones arqueológicas, el Pageant es una operación sis-
temática de retroceso en el tiempo que comienza por un descenso al subsuelo
en el transcurso del cual se muestran una serie de retablos vivientes que reco-
gen, por medio de las impresiones de artistas o de maquetas, la evolución de
Londres como cruce fluvial, ciudad portuaria y capital del país.2
El gusto por la «historia viva» también halla salida en la fundación de
asentamientos históricos ficticios, y en el esfuerzo por mejorar los verdade-
ros allí donde queda un núcleo de restos materiales, dando lugar así a lo que

' Roger J. A. Wilson, Guide to Roman Remains in Britain, 3° ed., Londres, 1988; Stephen
Johnson, English Heritage Book of Hadrian 's Wall, Londres, 1989; "Vindolanda", Current
Archaeology, vol 11, n° 8, marzo de 1992, págs. 344-349; Robin y Pat Birley, "Storm Over Vin-
dolanda", Heritage Interpretation, 45, verano de 1990, págs 8-9. Véase también el What the
Soldiers Wore on Hadrian 's Wall, publicación local de Henry Russell Robinson, Newcastle,
1976; The Armour of Roman Legions, Newcastle, 1980; J. N. Dore y J. P. William, The Roman
Fort at South Shields, Newcastle, 1979.
2 Clive Orton, "Taking a Ride for the Past or the Past for a Ride", The London Archaeolo-
61 «Cartas al director», Daily Telegraph, 14 de marzo de 1994. gist, vol. 6, n° 13, invierno de 1991, págs. 351-352.
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202 RAPHAEL SAMUEL HISTORIA VIVA 203

Barrie Trinder, uno de los artífices de Ironbridge, denomina «una comunidad


industrial hipotética»,3 o en la reunión de artefactos históricos en zonas rura-
les, dotándolos de ilación narrativa. Uno de tales asentamientos modélicos es
EME' [ti YO111(
Cockley Cley, el poblado prehistórico que un terrateniente de Norfolk recon-
vertido en arqueólogo inauguró en los terrenos de su propiedad;4 otro de ellos
es Warrham Percy, aldea medieval «perdida» y reconstituida, descubierta por
Maurice Beresford, y que en la actualidad atrae a turistas deseosos de explo-
rar los misterios de la agricultura basada en la rotación trienal de cultivos.
También se ha producido una reciente erupción de asentamientos de chozas
sajonas (el que se erigió en Battle, Hastings, para el noventa aniversario del
Domesday Book* gozó de tal popularidad entre los visitantes que se conservó
en ediciones posteriores).
A una escala mucho más extravagante se encuentra Jorvik, la metrópoli
vikinga perdida, «el museo o galería más célebre de Inglaterra situado fuera
de Londres», donde los restos encharcados del York del siglo x y los sensa-
cionales hallazgos desenterrados a lo largo de una excavación arqueológica
de cinco años de duración han sido transformados en un espectáculo subte-
rráneo de miseria urbana. Auxiliada por la peculiaridad del terreno, que con-
servó los restos subterráneos de la ciudad en una especie de cápsula anaeró-
bica, Jorvik ofrece —además del ambiente de los parques de atracciones— una Arqueología en York. Otoño de 1992. Centro
galería conmovedora de las artes arqueológicas. Piezas de calzado milagrosa- Vikingo de Jorvik.
mente conservadas se disputan la atención del espectador con cerraduras
esbeltas y elegantes, joyas domésticas y de uso individual y una proliferación
enorme de cestería variada. Uno de los primeros reclamos triunfales de Jor- trata de una colaboración de vanguardia entre arqueólogos, tecnología láser e
vik fue una reproducción de tamaño real de un vikingo en una letrina al aire informática, destreza escultórica y trabajo artístico en equipo, que recurre a
libre, acompañada por malos olores de época que servían de aval de su auten- una técnica —desarrollada por un hospital de Londres— para lograr que los
ticidad multisensorial. Entre los reclamos más recientes se encuentra la cráneos procedentes de las excavaciones parezcan «de carne y hueso».5
reconstrucción craneana de Eymund el Pescador, cuyos ojos hundidos con- Las «reservas naturales» de creación reciente, que han dado lugar a hábi-
templan fijamente a los espectadores acomodados en sus cronovehículos: se tats profusamente poblados de aves, a menudo situados en tierras baldías, y
que han permitido recuperar especies desterradas por la agroindustria, po-
drían considerarse como parientes lejanos de la invención, mucho más reciente,
3 Barrie Trinder, "A Philosophy for the Industrial Open-Air Museum", en Report of the de los asentamientos históricos, y hasta cierto punto incluso como sus pre-
Conference of European Associations of Open-Air Museums, Claus Ahrens, ed., Hargen-Det- cursoras. El trazado de las «rutas del patrimonio natural» comenzó en 1963,
mold, 1985, págs. 94-95.
4 Cockley Cley Iceni Village and Museums, A Comprehensive Guide, s.c., s.f.
una docena de años antes de que los municipios establecieran rutas urbanas e
* El Domesday Book (también conocido como el Libro de Winchester) fue el principal itinerarios patrimoniales; por su parte, las reservas naturales precedieron a las
registro de Inglaterra, completado en 1086 bajo las órdenes del rey Guillermo I de Inglaterra,
quien necesitaba información sobre el país que acababa de conquistar, para así poder adminis-
trarlo mejor. Uno de los principales propósitos del registro era conocer quién poseía bienes que
podrían pagar tributos, por lo que el juicio de los asesores era decisorio, pues lo que quedaba Jorvik Viking Centre, Guidebook, York, 1992, págs. 22-23. Para un relato detallado de las
registrado en el libro (las propiedades y su valor) era la ley, y no había apelación posible. excavaciones de Coppergate, véase Richard Hall, The Viking Dig, Londres, 1984; acerca del
El Domesday Book fue escrito en latín. El nombre «Domesday» proviene del inglés antiguo lugar que ocupa Jorvik en la arqueología medioambiental y educativa, también existen varios
dom, que significa «cuenta» o «reconocimiento». Así, «domesday» quería decir literalmente artículos escritos por P. Y Addyman, director del York Archaeological Trust. Véase también su
«día de cuentas», queriendo significar que un lord tomaba reconocimiento contable de lo que "Reconstruction as Interpretation: The Example of the Jorvik Viking Centre, York", en Peter
poseía cada sujeto. Los cristianos del Medioevo creían que en el Juicio Final, como afirmaba Gathercole y David Lowenthal, eds., The Politics of the Past, Londres, 1990, págs. 257-264;
en la Biblia el Libro de las Revelaciones, Cristo sometería a similar cuenta los actos de cada véase también Peter Addyman y Anthony Gaynor, "The Jorvik Viking Centre, an Experiment in
persona; por eso el término «doomsday» (del inglés doom, destino) también se refiere a este Archaeological Site Interpretation", International Journal of Museum Management and Cura-
evento escatológico. (N de los t.) torship, vol. 3, n° 1, marzo de 1984, págs. 7-18.
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RAPHAEL SAMUEL
204
creado un acantilado de arena para proporcionar áreas de reproducción
áreas de conservación urbanas en aproximadamente el mismo número de a los aviones zapadores». El 1 de mayo se inauguró de forma oficial un
años. A su modo, las reservas naturales constituyen una forma de «museo Centro de Informaciones de la Reserva Natural, que junto con cinco
viviente»6 que crea un entorno protegido donde pueden florecer la vida ani- puestos de observación de aves, ofrece a los visitantes las mejores insta-
mal y vegetal, a la vez que los visitantes pueden aproximarse al máximo a laciones posibles para contemplar y disfrutar de la flora y la fauna."'
ésta mediante safaris, puestos y senderos de observación. Cuando se trata de
los parques rurales y áreas de conservación de flora y fauna, que ya han En algunos casos, la «historia viva» consiste simplemente en el recurso a
arraigado como recursos didácticos y están consagrados a la interpretación aparatos electrónicos para animar lo que de otro modo permanecería inerte,
de lo que unas veces se denomina «naturaleza viva» y otras «patrimonio cual pueda ser el caso del canto gregoriano que (para aquellos que optan por
natural», el lema de los conservadores, siempre solícitos con el usuario, es el comentario en Walkman) acompaña a los wordsworthianos de nuestros
«toca y comprueba»: se hace todo lo posible para persuadir a los niños de días al hacer la peregrinación a la abadía de Tintern;" o «los gorgoteos y... el
que sumerjan las manos en los estanques, localicen a las mariposas, den caza barullo de los operarios manejando los barriles» que por lo visto acompañan
a las polillas y examinen la naturaleza. a los turistas durante las visitas al Scotch Whisky Heritage Centre de Edim-
Las reservas naturales, o —como también se les denomina— Lugares de burgo?' La exposición del Puente de la Torre de 1994, titulada «The Celebra-
Especial Interés Científico son «hábitats creados» típicamente artificiales, tion Story, 1894-1994» destacaba sus máquinas monstruosas, pero también
que a veces conllevan la renovación del césped viejo, las técnicas de «gestión ofrecía al visitante —quizá de forma irónica— la posibilidad de solazarse con
del entorno natural»,' la irrigación de terrenos llanos. Especies avícolas raras «toda clase de ANIMATRÓNICA, FANTASMAS HOLOGRÁFICOS, PARAFERNALIA ESPECTA-
acuden ahora a los llanos de Somerset, en invierno porque están inundados y TRÓPICA», además con «ARTEFACTOS REALES».13
en verano porque conservan la humedad.' Minsmere, la primera y más céle- En otros casos, la historia viva pretende superar al original, agregándole
bre de las reservas de la Real Sociedad para la Protección de las Aves, tiene en forma de reproducción y de facsímile lo que tendría que estar presente
su origen en una estrategia anti-invasión ideada durante la Segunda Guerra pero no lo está, como sucede, por ejemplo, con el mobiliario de las celdas
Mundial: la inundación de pistas de aterrizaje potenciales. La reserva fue monásticas, una de las tendencias que en la actualidad hacen furor en materia
ampliada mediante la conversión de acres antaño cultivables en un Estado- de interpretación de ruinas. Quizá encaje en esta categoría la restauración de
natura dotado de vallas electrónicas e incluso guardias armados para garanti- «estanques históricos» como la vieja pesquería monástica que se encuentra
zar la seguridad de las avocetas.9 He aquí, procedente de otra parte de Suf- en las inmediaciones de Bruisyard Hall, Suffolk," o la recreación del jardín
folk, un anuncio acerca de una reserva completada hace poco tiempo: decimonónico inaugurado en 1993 en Audley End,'5 fruto de una década de
labores de investigación y construcción por parte de Patrimonio Inglés.
LA RESERVA NATURAL DE TRIMLEY, CASI TERMINADA Luego está la cuestión de la «estabilización» o «consolidación» de aquello
que de otro modo amenaza con desintegrarse o caerse a pedazos. Aquí, al
La Reserva Natural de Trimley, en la orilla norte del río Orwell, ya
está casi terminada. Al cabo de dieciocho meses de meticulosas labo-
igual que sucede con la Muralla de Adriano, la estabilización tiende a meta-
res de construcción, la asociación para la protección y conservación morfosearse en proceso de embellecimiento e incluso de invención. Un ejem-
de la flora y fauna de Suffolk ha conseguido proyectar y construir una plo notable lo tenemos en el tratamiento aplicado a uno de los pocos monu-
reserva natural pantanosa de primera categoría. El responsable del mentos a la fertilidad existentes en este país:''
Proyecto de la Asociación para Trimley, Roger Beecroft, ha declarado
al respecto: «Hace unos dos años toda la zona sufrió una transforma- Los automovilistas llevan décadas maravillándose ante el Gigante de
ción en virtud de la cual dejó de ser un área de tierras de labranza cul- Cerne —un grabado de un hombre de cincuenta y cinco metros en tiza,
tivables y se convirtió en una mezcolanza de prados, marismas de pas- que se encuentra en las colinas de Dorset, cerca de Cerne Abbas-
toreo y lagunas en torno a un gran embalse central. Se han plantado
árboles y arbustos y los cañaverales crecen con rapidez. Incluso hemos
10Coast and Heath, a Free Newspaperfor the Suffolk Coastal District Council, 1992.
11Tintern Abbey Brochures and Guide, 1993.
12 Sunday Times, 10 de julio de 1988.

6 Frase empleada en Richard Mabel,


The Common Ground: A Place for Nature in Britain 's 13 Letrero del metro de Londres, 4 de septiembre de 1993. Para una descripción, véase

Future?, Londres, 1980, pág. 218. "Bridging a gap in London's History", Independent, 3 de noviembre de 1993.
"The Butterflies Should Have a Ball", Independent, 21 de agosto de 1993. 14 East Anglian Daily Times, 2 de julio de 1993.
"Peace on the Levels as Farmers See the Green Light", Observer, 20 de junio de 1993. 15 Ibíd., 30 de junio de 1993.

Simon Barnes, Flying in the Face of Nature: A Year on Minsmere, Londres, 1992, págs. 16 "Restored to Prominente", Independent, 26 de agosto de 1953.

46-51. Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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sobre todo por su anatomía colosal, especialmente impresionante en Park Drift, Gateshead, y el pequeño polvorín de la mina de Houghton proviene
lo que concierne a las ingles. Ahora puedo desvelarles que hay algo de las inmediaciones de Sunderland. La pequeña hilera de seis casas adosa-
más en lo que fijarse: una nariz. «La gente se ha acostumbrado tanto a das procede de Francis Street, Hetton-le-Hole."
ver el rostro sin nariz que ha acabado por creer que fue creado sin El complejo museístico al aire libre de Ironbridge, abierto al público en
ella», dice Ivan Smith, portavoz del National Trust, a cuyo cargo se
1973 y declarado hace poco Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
halla el monumento. «De hecho, dicho órgano —tradicionalmente una
amén de monumento histórico de la categoría I,19 representa un ejemplo aún
de las partes más llamativas del gigante por su índole prominente— se
fue erosionando.» Un equipo encabezado por Martin Papworth, perito más célebre de bricolaje histórico. Comenzó su andadura siendo poco más
arqueológico del Trust, ha reconstruido la nariz, dotándola de veinti- que la conjunción de un pequeño museo de empresa," un puente y una planta
trés centímetros, retirando el césped circundante y reconstruyéndola industrial en ruinas, al que durante el liderazgo empresarial de Neil Cossons
con tiza. La mayor parte de los historiadores están de acuerdo en que fue agregándose no sólo un poblado de metalúrgicos a juego, sino cinco
el gigante icifálico —que, según parece, supera los dos mil años de museos de «historia viva» suplementarios, entre ellos un Museo del Río,
antigüedad— es un símbolo de fertilidad. Es probable que la figura, «que investiga la influencia de los ríos en el proceso industrial» y —atracción
que sostiene un garrote con el brazo derecho mientras extiende el turística principal— Blists Hill, reproducción de una aldea victoriana que en la
izquierdo, represente a Hércules, de quien cabe suponer que tenía una actualidad se ha convertido en un pueblo de edificios decimonónicos trans-
nariz de grandes dimensiones.
plantados. Tanto las épocas como los lugares se mezclan sin orden ni con-
cierto. La mina de arcilla ficticia, que se encuentra en el pozo de Madeley
Los museos industriales y al aire libre hacen ingentes esfuerzos para
Wood, dispone de una rueda gigantesca para su pozo de extracción, tan tosca
mostrar sus exposiciones en funcionamiento. En las granjas-museo y los cen- y primitiva como la que podría haber en un depósito de máquinas de finales
tros de interpretación rurales, donde se vuelven a erigir o a montar in situ
del siglo xvm. La farmacia, que cuenta con innumerables estantes llenos de
viejos graneros y establos de época, los campos anexos se tratan como una ampollas misteriosamente etiquetadas, parece salida de la fantasía de un
extensión del espacio expositivo, con caballos de tiro arrastrando arados y envenenador de la era victoriana tardía, y la oficina del Lloyd's Bank —gene-
trilladoras estacionarias. Los museos industriales no están menos deseosos de roso donativo de dicha corporación, donde uno puede cambiar sus monedas
hacer ostentación de las capacidades de la maquinaria que funciona por del sistema decimal por moneda antigua— no desentonaría en ninguna de las
medio de correas y poleas. Los propios artefactos —que para los parámetros avenidas eduardianas que se han conservado hasta el presente.
contemporáneos son más bien gigantescos— suelen ser originales listos para El traslado de nuestras embarcaciones históricas —o, tratándose del Mary
el desguace a los que se ha insuflado vigor y vida. Pero lo habitual es que los Rose, en Portsmouth, las operaciones de rescate de barcos naufragados— es en
hayan traído de algún otro lugar. El Museo de la Vida Rural, en Reading, uno cierto modo el equivalente marítimo de la reubicación de la maquinaria agrí-
de los primeros museos del trabajo, era una especie de totum revolutum: una cola y las plantas industriales. Ha hecho posible que todos los puertos del
reunión de plantas, herramientas, carromatos y artículos domésticos recogi- país reivindicaran su especial patrimonio marítimo y que hasta los proyectos
dos a lo largo y ancho del país (los registros agropecuarios históricos que de puertos deportivos más modernos lucieran una flamante pátina de antigüe-
exhibe el museo tienen idéntico carácter). Su ejemplo inspiró la apertura de dad. Así, el primer navío transatlántico de hierro propulsado por hélices, el
otros, sobre todo en Lincolnshire y Essex.'7 Y tras los pasos de éstos llegaron SS Great Britain, diseñado por Isambard Kingdom Brunel, construido en Bris-
los museos industriales. El Museo de Beamish, con sus áreas «mineras»,
«agropecuarias» y «urbanas», sus tiendas en funcionamiento, sus tranvías
atestados y su enorme afluencia de visitantes, trata los edificios y plantas 18 John Weaver, Exploring England's Heritage, Cumbria to Northumberland, Londres,
como otros tantos accesorios de utilería dispuestos en un decorado, trayéndo- 1992, págs. 108-109. En el Museo al aire libre del Black Country, en Dudley, un letrero que se
los de los rincones más apartados del nordeste de Inglaterra y trasladándolos encuentra en el exterior del molino de Halahan dice: «No sobrevivió ninguno de los hornos ori-
ginales, y el de la derecha fue construido por el museo siguiendo un antiguo diseño, con pane-
a lo que hasta ese momento había sido un terreno rural. El depósito de loco- les de hierro forjados en Oldbury. El horno fue diseñado para utilizar carbón como combustible
motoras, el motor del cabrestante, el cabezal y el propio cabrestante perte- pero en la actualidad funciona con petróleo». Notas realizadas en el transcurso de una visita,
necían al Pozo n° 2 de la mina de Beamish, situado a escasos kilómetros agosto de 1993.
19 Ironbridge fue elegido como cuna de la revolución industrial en el artículo de 1955 en el
de distancia; las pantallas de tamizado de carbón salieron de Ravensworth
que se acuñó el término «arqueología industrial». Seis años después, el solar seguía en un es-
tado semidesértico. Véase la conmovedora descripción realizada por Ray Gosling en "Iron-
bridge", About Town, vol. 3, n° 10, octubre de 1993.
2" Kenneth Hudson, "Country Museums",
Journal of Industrial Archaeology, vol. 1 n° 1,
17 Amateur Historian, vol. 1, n° 3, diciembre de 1952-enero de 1953. mayo de 1964, pág. 20, para las celebraciones del 250 aniversario en 1959.

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tol y botado en 1843, vegetó abandonado en las Malvinas, empleado como festejo tuvo tal éxito que veinte años más tarde lo repitieron para celebrar el
barco-almacén, hasta que en 1970 fue remolcado hasta Bristol, donde logra- novecientos aniversario del Domesday Book. En esta ocasión los festejos
ron devolverle su aspecto de 1843 al cabo de veinte años de esmeradas labo- fueron organizados por Battle Promotions S. A., en asociación con English
res. En la actualidad honra con su presencia la zona urbanizada del muelle. Heritage, organismo subvencionado por el gobierno que en 1984 asumió las
En el puerto deportivo se encuentra atracada una pequeña flota de embarca- competencias de la Comisión de Edificios Históricos. En Battle, «localidad
ciones selectas de titularidad privada (junto a ella, el Centro del Patrimonio
donde se impuso por vez primera el dominio normando», y en las inmedia-
Marítimo nos instruye en la construcción naval en Bristol a lo largo de dos-
ciones de la abadía fundada allí donde Guillermo obtuvo su victoria, «una
cientos años, «como pone de relieve la importante colección de maquetas,
aldea anglosajona especialmente construida para la ocasión» mostraba a arte-
cuadros y material de archivo reunida por los constructores navales de Bris-
sanos y peones cultivando las artes del tiempo de paz y «llevando su vida
tol, Charles Hill e Hijos, y su predecesor, James Hilhouse).21 En Londres la
cotidiana como lo habrían hecho en la era anglosajona». El efecto de conjunto
«Colección de Embarcaciones Históricas» reunida por el Maritime Trust dig-
quedaba realzado por la presencia de una feria anglosajona. El tapiz de Leek
nifica el Muelle de Santa Catalina, proyecto similar al de los puertos deporti-
(«bordado excepcional tejido en la década de 1880 a partir de calcos a la acua-
vos, inaugurado en 1977 y edificado sobre los restos mortales de las bodegas
rela del tapiz original de Bayeux») sirvió como fuente de inspiración artística
y los muelles de Thomas Telford. En Dundee, una muestra más reciente de
para las escenas de batallas. Durante la época del festival, los comisionados
este tipo de proyectos es la que representa «Discovery Point», centro para el
normandos se presentaban todos los días para llevar a cabo su inspección
estudio y la conservación del patrimonio que tiene como núcleo el barco que
Domesday mientras, no lejos de allí, se alzaba un campamento de mercenarios
condujo a Scott a su cita con la muerte en el Antártico (entre las exposiciones
normandos, se desarrollaba una carrera de caballos y un torneo normandos, se
anexas hay un iceberg antártico), inaugurado por el duque de Edimburgo el 30
realizaban exhibiciones de cetrería y se representaban batallas.26
de junio de 199322 (para no ser menos, en Aberdeen están construyendo un
He aquí el resumen de algunas de las recreaciones históricas que ofreció
nuevo puerto del patrimonio marítimo, que alojará el último barco construido
English Heritage en los terrenos de su propiedad durante la temporada vera-
en dicha localidad, un museo de disfraces y una sala de cine nueva)."
niega de 1993:
En un ámbito completamente distinto de la vida nacional, cabría señalar
la boga actual de las recreaciones históricas, por ejemplo, en relación con la
Priorato de Gisborough, Cleveland (domingo, 18 de julio). Cetrería:
puesta en escena de los asedios y batallas de la Guerra Civil?' La Asociación espectaculares exhibiciones de vuelo que ponen de manifiesto el
Nacional de Sociedades de Recreación Histórica, organización paraguas fun- entrenamiento y los ejercicios a los que se somete a magníficas aves
dada en 1991 que se esfuerza por fomentar la cooperación entre las diferentes de presa, acompañadas por una charla sobre la historia del empleo de
«sociedades guerreras» (al igual que los grupos locales especializados en ser los halcones para cazar, y acerca de las diferentes especies y su con-
celtas o britanos antiguos, las sociedades de la Edad Media, «los indomables servación.
del mundo de la recreación», tienden a ser muy herméticas). La Federación Castillo de Beeston, Cheshire (sábado y domingo, 7-8 de agosto). En
de Justa de Gran Bretaña es el organismo oficial de representación de los 1643, durante la Guerra Civil Inglesa, el castillo cayó en manos de los
apasionados de la Edad Media y está afiliada al Consejo de Deportes. El realistas. Vengan a ver a los soldados montar guardia, hacer la instruc-
Novecientos Aniversario de la Batalla de Hastings sirvió de pretexto para ción y disparar mosquetes y cañones mientras las mujeres que les
emprender algunas iniciativas embrionarias en esta línea, y fue el gobierno hacen compañía cocinan y desempeñan las tareas cotidianas.
quien corrió con los gastos de la exhibición militar y festiva." Por lo visto, el Yacimiento romano de Corbridge, Northumberland (Bank Holiday
Weekend,* 28 de agosto). El ejército imperial romano: un desfile de
legionarios con coraza y tropas auxiliares, mostrando las tácticas que
2 ' Martin Robertson, Exploring England's Heritage, Dorset to Gloucester, Londres, 1992, hicieron invencible a Roma.
págs. 108-109; Veryan Heal, Britain 's Maritime Heritage, Londres, 1988.
Castillo de Richmond, North Yorkshire (domingo y lunes festivo, 29-
22 Dundee Evening Telegraph, 1 y 2 de julio de 1993; Dundee Courier, 2 y 3 de julio de
1993; Glasgow Herald, 30 de junio de 1993. 30 de agosto). La vida en un castillo medieval: escenificación del día
23 Aberdeen Evening Express, 29 de junio de 1993. a día en una guarnición militar de finales del siglo xv, en la que se
24 Kirsty Milne, "Fighting a Very Civil War", New Statesman, 20 de agosto de 1993, para muestra cómo el personal del servicio cumplía con las tareas domésti-
una descripción de la Asociación Inglesa de la Guerra Civil (3.000 socios), escisión de princi- cas hace 400 años.
pios de la década de 1970 de la primera de las «sociedades guerreras», The Sealed Knot. En
septiembre de 1993, The Sealed Knot gozó de ese honor supremo que consiste en figurar en esa
historia cotidiana del folklore rural, The Archers, de Channel 4.
26Out of Town, agosto de 1986.
25 "Pop History", Amateur Historian, vol. 7, n° 3, 1966-1967.
* En el Reino Unido, días de fiesta no oficial, en los que cierran los bancos. (N de los t.)

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I\tirrIttn1, HIS I 01(1A VI VA G11

Castillo de Carlisle, Cumbria (sábado y domingo, 18-19 de septiem- caballos de tiro celebradas en los condados rurales y los conciertos progra-
bre). Los casacas rojas de Wellington: soldados soberbiamente unifor- mados en las localidades con catedral. Tampoco hay que olvidarse de los car-
mados y muy bien adiestrados realizando maniobras de infantería li- navales y festivales callejeros veraniegos (el de Notting Hill se ha convertido
gera, mostrando tácticas, disparando mosquetes y haciendo vida de
permiso durante la era de las guerras napoleónicas. en el carnaval al aire libre más grande de Europa), ni de la proliferación de
acontecimientos conmemorativos y aniversarios. Así, por ejemplo, en 1971 el
Si existe algún hilo conductor común a todas estas operaciones de centenario de Wandsworth y Putney Common (origen remoto de una de las
reconstrucción histórica es la búsqueda de la inmediatez, de un pasado palpa- legiones romanas de la actualidad) comenzó con una representación del
hombre de la Edad de Hierro, tras lo cual su cuadro principal —los fusileros
ble y visiblemente presente, ya sea por medio del «retroceso en el tiempo»
voluntarios de mediados de la época victoriana— pasó a representar placeres
para quienes disfrutan con el espectáculo y los sonidos del Gran Incendio en
tan memorables como las furgonetas de Helados Wall's, que se detenían en
el Museo de Londres, o «paseándose entre la historia» para quienes sigan la
las esquinas a vender su género para concluir con los refugios subterráneos
vieja ruta de los caballos de carga junto a la Vía Penina. Según el lema adop-
de 1938." Armada 400, celebración de la famosa invasión fracasada durante
tado por toda una serie de proyectos de recuperación, desde la restauración
la que se encendieron faros en la cima de los acantilados y Plymouth estuvo
de canales y la conservación de locomotoras de vapor durante la década de
abarrotada de imaginarios lobos de mar isabelinos, dio un enorme impulso a
1950 hasta llegar a los centros para el estudio y conservación del patrimonio
los paseos en embarcaciones antiguas."
local y a las rutas urbanas actuales, en eso consiste la «historia viva». A fin
La «historia viva» —a pesar de o quizá precisamente por tratarse de un
de no permanecer inanimados y resultar inteligibles en su contexto «de épo-
oxímoron— es un tropo que no muestra indicio alguno de haber agotado la
ca», los objetos han de ser vistos, tocados y devueltos a su hábitat original o
atracción que ejerce sobre nuestra imaginación. Los maestros siguen defen-
a alguna reproducción verosímil de éste. Los acontecimientos deben repre-
diéndola, como llevan haciendo desde los Proyectos de Historia del Consejo
sentarse de tal manera que transmitan la experiencia vivida del pasado, y las
Escolar de la década de 1970, como forma práctica de aprendizaje. Ha sido
casas solariegas deben estar ocupadas por familias para que los visitantes
incorporada a los engranajes y a la estrategia de la «interpretación del patri-
puedan experimentar su verdadero carácter."
monio»," de un modo análogo a la forma en que se recurre a la «naturaleza
La «historia viva» debe muchísimo al entusiasmo autodidacta de los fa-
viva» y las rutas ecológicas para la conservación y gestión de la flora y la
náticos de la mecánica que se pasan los fines de semana o las vacaciones de
fauna. A la hora de organizar exhibiciones de cetrería y justas las mansiones
verano resucitando saberes perdidos, ya se trate de sacar vapor desde la plata- solariegas invocan su nombre. Y ha sido adoptado como una especie de lema
forma del maquinista, de sortear el fango de las esclusas de los canales, de por los museos al aire libre y los museos del trabajo, que se desviven por
enredar con barcos o de comprobar qué tal se manejan con el arado de vapor. ofrecerle al visitante una experiencia inmediata del pasado y presumir de
Las regatas de veleros de mástiles altos, iniciadas durante la década de 1950, verosimilitud en los detalles: «Arrástrese por una mina de carbón y arcilla y
que movilizan auténticas armadas de embarcaciones equipadas con todos sus deambule por las calles del Halifax de 1850», dice el folleto publicitario de
aparejos y atraen a inmensas multitudes de espectadores cuando surcan las uno de ellos, antiguo molino textil «cuidadosamente reconvertido para repro-
aguas de un estuario o echan el ancla en un puerto, son un fenómeno análogo. ducir las condiciones de trabajo, los sonidos y los olores del orgulloso pasado
Hay que ubicar en una dimensión más teatral la puesta en escena de cele- industrial de Halifax».31
braciones y espectáculos históricos en los que los vivos suplantan a los muer- Por lo visto, los principales consumidores de esos ejercicios de prestidigi-
tos y se invita a los espectadores a hacer de figurantes. Aquí cabría mencio- tación histórica son los niños. En la «experiencia» de las Colinas Blancas, en
nar las «fayres»* medievales y victorianas, que en la actualidad comparten Dover, se invita a tomar al abordaje una galera romana, a trepar por las jar-
las páginas de las guías de espectáculos veraniegos con las exhibiciones de cias de un viejo transbordador y a abrirse paso con cautela entre las ruinas
humeantes de una calle inglesa del año 1944.32 Durante la procesión de los
deshollinadores del 1° de mayo, recientemente reinventada por el departamento
27 Para la idea de la casa solariega «habitada», Vita Sackville-West, English Country Hou-
ses, Londres, 1941; Anna Sproule y Michael Pollard, The Country House Guide, Londres, 1988;
"Over a Hot Stove", Out of Town, agosto de 1986; Min Hogg y Wendy Harrop, The World of Wandsworth Common, 1971.
Interiors: A Decoration Book, Londres, 1988; John Cornforth, The Inspiration of the Past: 29 In Britain, julio de 1988.
Country House Taste in the Twentieth Centuty, págs. 91 y siguientes. " David Uzell, ed., Heritage Interpretation, 2 vols., Londres, 1989.
* Grafía arcaica utilizada para dar sabor «de época» y utilizada con ánimo irónico por el 3 ' Pennine Yorkshire Country Holidays, Holmfirth, 1992.
autor. La gratia actual es fair. (N de los t.) 32 Observer, 21 de julio de 1991.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
1.7.,I.IVALJ

de ocio y cultura municipal de Rochester, y escaparate nacional para la exhi- Domesday Book) para que éstas le dirijan la palabra a los visitantes. El recién
bición de la danza morisca, se tiznan de negro el rostro para acentuar su pare- inaugurado Museo de Ciencia del Instituto Wellcome ha ido aún más lejos: ha
cido con los muchachitos que trepaban por las chimeneas." En Kentwell animado, ni más ni menos, reproducciones de esqíteletos.
Hall, Long Melford, Suffolk, meca para los fanáticos de todo lo Tudor, el En los parques temáticos, cuyas exposiciones de «historia viva» adoptan
grueso de los días de visita está copado por excursiones escolares —acuden la forma de retablos vivientes y se ofrcen a guisa de experiencia compartida,
unos treinta mil colegiales al año— que vienen a probarse disfraces de la época se insiste aún más en la inmediatez. La atracción principal del Parque Temático
Tudor, a disfrutar (o asustarse) en el cepo, y a sumergirse en el ambiente de de Dobwalls, en Liskeard, Cornualles —galardonado con el Premio Sotheby's de
un festín de aquella época, interpretadp de forma solemne por un elenco 1987 al mejor museo de bellas artes de Inglaterra— es la «experiencia eduar-
local de actores tan identificados con su papel que parecen ajenos por com- diana». «Ambientada a finales de siglo, Jermyn Street cobra vida de nuevo,
pleto a los espectadores." llenándose de tiendas, farolas y adoquines por los que pasear. Nada más vol-
En los museos que han hecho suyo el santo y seña de la «historia viva» ver la esquina, vemos escenas de la vida rural... ¡Imagínense una calle entera,
por iniciativa de conservadores dinámicos, ésta toma la forma de exposicio- igualita que en tiempos del abuelo! ¡Con tiendas de verdad y todo! Pura
nes audiovisuales, en las que se recurre a las impresiones de los artistas, a magia»." En el Parque Temático de Flambard, en Helston, desempeñan el
ampliaciones fotográficas o a reproducciones para exponer lo que debiera papel de atracciones de la misma índole una «aldea victoriana» («secreta,
estar presente pero no lo está y así contextualizar los artefactos en el seno de auténticamente reconstruida a escala real, con tiendas, carruajes y modas») y
un conjunto narrativo. En lugar de constituirse en templos que rinden culto al «Gran Bretaña durante la blitzkrieg», retablo inaugurado por Vera Lynn («una
pasado, estos museos cultivan el fetichismo de la informalidad y prescinden calle de tamaño real en la época de la guerra», dotada de «una plétora de
de las vitrinas en favor de objetos accesibles, que a ser posible puedan mane- artefactos genuinos de aquellos días rebosantes de peligro)."
jarse y tocarse, animando a los visitantes a codearse con los ayudantes y En los museos de guerra —muy imitados en los parques temáticos— los
reemplazando las salas de exposición por «estancias» íntimas. En lugar de generadores de humo suministran los acres gases del campo de batalla, los
reinar un silencio solemne, el visitante se ve asaltado por una cacofonía reflectores se alumbran con tecnología punta y las bengalas azules iluminan
sonora. En las exposiciones dedicadas a mostrar el funcionamiento de los el fuego de artillería. Los visitantes del Museo Imperial de la Guerra hacen
artilugios que albergan, la maquinaria se desplaza penosamente por medio de cola para gozar de la experiencia de encogerse de miedo en las trincheras,
sus correas y ruedas, los maquinistas dan cuerda a los ejes, y los tenderos se donde son bombardeados con efectos audiovisuales controlados electrónica-
apoyan en el marco de las puertas de sus establecimientos. Para intensificar mente; en la sala del Museo de Londres dedicada a la Segunda Guerra Mun-
el efecto realista, se recurre de forma asidua a grabaciones sonoras y al saber dial, se les posiciona en calidad de objetivos militares del blitz para que se
de los veteranos, que explican a los visitantes los complejos procesos que tie- sobresalten con el ulular de las sirenas y oigan el rumor del fuego de las bate-
nen lugar ante sus ojos. Hace ya unos años que la sala doméstica del Museo rías antiaéreas y el aullido de los explosivos de gran potencia. En Jorvik los
de Ciencia adoptó esta técnica: «Mientras contemplan la cocina decimonónica vikingos desembarcan entre el rumor de los sintetizadores; en el castillo de
reconstruida, escucharán la voz de un miembro del servicio doméstico des- Chepstow, donde todos los años los «cabezas redondas» ponen sitio a los rea-
cribiendo sus tareas». Asimismo, en el Museo de Oxford «se incluyen trans- listas, se simula el aspecto y el sonido de las balas de cañón de los cromwe-
cripciones de conversaciones con trabajadores jubilados en las exposiciones llianos mediante baterías controladas electrónicamente.
dedicadas a los lugares en los que trabajaron y a las herramientas que emplea- Quizá el ejemplo de las carreras de veleros de mástiles altos, que comen-
ron». Una operación de reencarnación más elaborada —promovida, por increí- zaron en 1956 con el trayecto entre Torbay y Lisboa, y en el que participaron
ble que parezca, por la Oficina de Registro Público cuando, en 1986, puso en embarcaciones suecas, noruegas, danesas, holandesas, francesas e italianas
marcha una exposición para conmemorar el novecientos aniversario del —e incluso un cúter argentino— nos sirva como recordatorio de que la «histo-
Domesday Book— consiste en el recurso a la animatrónica, para dotar de movi- ria viva», pese a apoyarse en el sentimiento localista, es un fenómeno trans-
miento y apariencia de vida a las maquetas, e incluso (caso de los escribas del nacional, y de que muchas de sus iniciativas más importantes proceden del
extranjero." Así, para sus reproducciones de la Muralla de Adriano en Vindo-

El Festival, que se celebra todos los años entre el 1 y el 3 de mayo, y que atrae a grupos
35The Dobwalls' Theme Park, Brochure and Guide, 1988.
de baile folklórico a Rochester, es un exitosísimo invento municipal de la década de 1980, ideado
para hacer de Rochester una villa histórica. 36Flambard's Theme Park, Brochure and Guide, 1988.
37 Torbay to Lisbon International Sail Training Ships Race, July 1956, Londres, 1956. Para
34 Véase Adriana Caudrey, "Through the Time Tunnel", New Society, 4 de septiembre de

1987, para la descripción de un testigo ocular. una parte de la historia posterior, The Cutty Sark Tall Ships' Races, Official Programme, 1982.
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landa, por ejemplo, Robert Birley se inspiró en lugares como Saalburgo, «en merciales, oficinas ribereñas y un puerto deportivo. Las construcciones geor-
la frontera romana del Rin»; el fuerte romano simulado de South Shields ha gianas, restauradas junto a los astilleros, hacen las veces de un núcleo espiri-
sido atribuido a una influencia similar." Peter Addyman, director y artífice tual cuyo modelo originario fue el puerto de Baltimore, ejemplo espectacular
original del espectáculo de Jorvik, afirma que la inspiración le sobrevino en de ciudad embarcada en una espiral descendente y devuelta a la vida por la
el transcurso de una visita a una visita a ese monumento del conservacionis- resurrección de los almacenes abandonados, que en la actualidad atrae, según
mo norteamericano que es el Williamsburg ficticio del siglo xviii.39 El Museo se dice, «más visitantes que Disneylandia». Otro buen ejemplo del carácter
Folclórico de Gales, inaugurado en St. Fagan's en 1958, tenía idéntica deuda bifronte de tales urbanizaciones es «The Rocks», en Sidney, antiguo muelle
con el ejemplo escandinavo de Skansen. En un sentido más amplio, la idea de restaurado en calidad de «cuna de Australia» con vistas al bicentenario de
las exposiciones «prácticas» e interactivas —idea rectora de la nueva museolo- 1988, zona nebulosa que sirve a la vez de relicario del pasado nacional y
gía— se basa en en el ejemplo del Deutsches Museum, fundado en Munich en como nueva frontera del futuro post-industrial.
1903." En un ámbito distinto, la iluminación mediante focos de los edificios his-
Por lo visto, AUGBUT —la agrupación de asociaciones conservacionistas tóricos y extendida con posterioridad a las áreas de conservación del centro de
que llenan el puerto de Estocolmo con barcos de vapor rescatados y restaura- las ciudades, el modelo original es francés: son et lumiére.42 Genial descubri-
dos— es tan representativa del entusiasmo historicista en la Suecia actual como miento de la celebridad radiofónica Pierre-Arnaud de Chassy-Poulay, y pro-
lo fue en la Gran Bretaña de los últimos cuarenta años la restauración de cana- movida vigorosamente como modalidad de «museo sin fronteras» por André
les o la conservación de las líneas férreas de vía estrecha.4' Parece ser que la Malraux durante los años en que ejerció como ministro de Cultura de Charles
principal fuente de barcos de época recién fabricados son los astilleros holan- de Gaulle, combina las sensaciones visuales del espectáculo de luces con un
deses. Los puertos escandinavos, por lo visto, están llenos de vikingos de fan- tipo de espectáculo dramático al aire libre que destaca los grandes momentos
tasía (el pasado mes de abril, algunos de ellos intentaron escenificar una del pasado histórico de los edificios: en el caso de la Catedral de San Pablo, por
«invasión» de Grimsby), y quizá convendría tener presente también que fue un ejemplo, el Gran Incendio de 1666 y el funeral del almirante Nelson. Dicha
intrépido marinero noruego, Thor Heyerdahl, quien, sorteando los peligros del práctica fue importada en fecha tan temprana como 1958, y en la década sub-
Pacífico Sur y tratando de establecer las ancestrales rutas marinas de los mao- siguiente se recurrió a ella en el viejo palacio real de Hampton Court y en
ríes con su célebre balsa, el Kon-Tikki, suministró —no menos que el Hind de media docena de catedrales (Durham, Canterbury, Cork, Hereford, la abadía
Sir Francis Drake— el prototipo originario del Gipsy Moth y de los regatistas de Westminster y San Pablo). Quizá sea éste el origen actual de la iluminación
británicos que dieron la vuelta al mundo a finales de la década de 1960 e ini- de las iglesias de relevancia histórica, rasgo tan espectacular del paisaje noc-
ciaron una nueva moda en lo tocante a recreaciones históricas en alta mar. turno de East Anglia, así como de la línea del horizonte gótica de la Necrópo-
El revival de los puertos históricos, y la rehabilitación del «patrimonio» lis de Glasgow durante el año en que ofició como Capital Europea de la Cul-
de los muelles abandonados —ya se trate de las dársenas o de los canales y tura. En 1994, el despliegue de luz y sonido fue el eje del gran espectáculo con
ensenadas— también es un fenómeno transnacional. Se da una afinidad electiva el que se conmemoró el centenario de la Torre de Blackpoo1.43 Cabe pregun-
entre Albert Docks, en Liverpool —edificio actualmente clasificado en la tarse si en el transcurso de las décadas de 1970 y 1980 esa estética no ejerció
categoría I, y centro de un complejo de ocio museístico-artístico que atrae una influencia subliminal en la iluminación de las dependencias municipales y
más visitantes que la Torre de Blackpool— y urbanizaciones como Fisher- de los pubs re-victorianizados. De lo que no existe duda alguna es de que el
mens' Wharf, en San Francisco. En el caso del nuevo «museo vivo» de Chat- programa especial «alumbremos el Támesis» —que abarcó una extensión de
ham, donde los antiguos astilleros reales fueron transformados en centros co- más de tres kilómetros y medio de río desde el puente de Vauxhall hasta Lam-
beth y que dejó como legado para la posteridad no sólo la iluminación nocturna
del Big Ben y del Parlamento, sino también del Victoria Embankment y de la
" Robin y Pat Birley, "Storm over Vindolanda", pág. 9; Johnson, Hadrian s Wall, págs. ribera de Southwark— fue concebido como contribución londinense al Año
131-132.
3' Entrevista con Peter Addyman, septiembre de 1993. Véase Legacy from the Past, A Port- Europeo del Patrimonio Arquitectónico de 1975, y más concretamente a la
folio of Eighty-eight Original Williamsburg Buildings, Williamsburg, 1971. reunión londinense de la Commission Internationale de l'Eclairage.
40 Svante Linquist, "An Olympic Stadium of Technology: Deutsches Museum and Sweden's

Tekniska Museet", en B. Schroeder-Gudehus, ed., Industrial Society and its Museums, 1800-
1900, París, 1992.
4' Quisiera darle las gracias a Sven Linquist, decano del movimiento sueco "Dig Where 42 Quisiera darle las gracias a Patrick Fridenson, de
Le Mouvement Social, por sus conoci-
You Stand" («Excava allí donde estés»), por este dato y por otras muchas cosas. En Estocolmo, mientos acerca de la política de son et lumiére; Robert Gittings, Son et Lutniére in St. Paul
los barcos resultan de lo más visibles, al igual que Skansen, el museo al aire libre edificado en Londres, 1969.
pleno centro de la ciudad. 43 West Lancashire Evening Gazette, 29 de junio de 1993.

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11/

Cuando Londres decide celebrar y desplegar sus encantos, todo el


mundo se entera. El plan de alumbrar el Patrimonio de Londres se for- conocido una boga recurrente en la vida inglesa. Al respecto cabría señalar
muló más o menos en 1974 y acabó siendo conocido como «alumbre-
las juergas del Hell-fire Club de la abadía de Medmenham,47 una de las pri-
mos el Támesis». El objetivo era llenar al río de luz y vida por las meras fuentes del revival gótico, o el Torneo de Eglington de la década de
noches, embellecerlo y gratificar a los residentes y turistas. La crisis 1840, que Mark Girouard, en Return to Camelot, elige como hilo conductor
energética, que atravesaba por aquel entonces uno de sus peores de su estudio sobre el culto victoriano de la caballería." El ritualismo —el
momentos, hizo pasar cierta vergüenza a los entusiastas promotores revival «católico» del siglo xix en el seno de la Iglesia anglicana— dio lugar a
de la idea y suscitó importantes obstáculos. Ahora bien, a medida que una avalancha de recreaciones históricas, tanto en lo referente a la medievali-
se aproximaba la fecha del vigésimo quinto aniversario de la corona- zación de edificios eclesiásticos como a la restauración de antiguas liturgias.
ción de la reina Isabel, quedó patente que la iluminación nocturna de A escala más local, y a pesar de recurrir a la tecnología informática más
Londres contribuiría en gran medida al éxito de unas celebraciones
avanzada, las maniobras de «simulación» tan brillantemente desplegadas en
que se esperaba que atrajeran a gran número de turistas. Uno a uno, los
edificios de la ribera fueron alumbrados con focos, y se trabajó en los el Museo de Jorvik recuerdan sobre todo a los dioramas espectaculares que
par-ques y jardines con vistas a que participaran del espectáculo noc- causaron tanta sensación en el Londres de principios de la era victoriana (The
turno, hasta que, una semana antes del acontecimiento, quedaron Shows of London, de Richard Altick, constituye una magnífica historia de
todos iluminados y el río en pleno centro de la City dejó de ser una dichos dioramas)."
carretera de aguas negras y se convirtió en una franja luminosa en la En tanto lema o concepto, el término «historia viva» fue acuñado durante
que todos los edificios, puentes y barcos desbordaban una luz radiante. la década de 1960, pero estuvo presagiado y precedido por una serie de movi-
Como se esperaba, los turistas llegaron por millares y regresaron a mientos orientados por el ideal de la resurrección, cada uno de los cuales se
casa embelesados después de haber visto el nuevo Londres nocturno." había ocupado a su manera de animar lo inanimado e insuflarle vida nueva a
la tradición. En lo que a la instrucción escolar se refiere, la idea de lo que
Margaret McMillan llamaba «educación por medio de la imaginación»" se
II remonta a la década de 1920, y comenzó a ser adoptada por los conservado-
res de museos más despiertos, como Marjorie Quenell, en una línea muy afín
Además de presagiar la «realidad virtual» de los juegos de ordenador, la a la de los maestros progresistas. Durante las décadas de 1940 y 1950, Molly
«historia viva» podría considerarse como una reencarnación —o una nueva Harrison, la audaz conservadora del Museo Geffrye, en Hackney, y artífice
encarnación— de formas muy antiguas de juego. La recreación histórica, en de la idea de la «estancia de época», se sublevó contra el «silencio solemne»
particular, es una de las artes miméticas más ancestrales, y una de las fanta- de los «inmensos salones de mármol», y convirtió su museo en un extenso
sías infantiles más perennes y predilectas. Constituyó el eje de las ceremonias taller y centro de actividades para los escolares del este de Londres." Quie-
cívicas y de las procesiones de la Europa moderna," como antes lo había nes trabajaron con ella la recuerdan como «una mujer encantadora», «lucha-
sido de las festividades de Corpus Christi." La Primrose League, primera dora», «todo un personaje», cuyo máximo anhelo era educar. «Todo el mun-
organización política de masas femenina de este país, la practicaba a gran do tiene algo que ofrecerle a los demás», solía decir, «algo que se les da
escala, al igual que las sociedades de ayuda mutua decimonónicas, con sus bien»."
minuciosas procesiones y carrozas. La imitación de las figuras legendarias La idea de la «calle de época» —una de las formas predilectas que el espec-
del pasado ha sido siempre algo consustancial a los rituales de resistencia y táculo de la historia viva cultiva con mayor ahínco en los parques temáticos
rebelión. A guisa de capricho o diversión aristocrática, y quizá también como contemporáneos— suele atribuirse con frecuencia al Museo del Castillo de
afición popular —este último aspecto aún está pendiente de investigación his-
tórica, y su reconstrucción requeriría una gigantesca labor detectivesca—, ha
Daniel Mannix, The Hell-Fire Club, Londres, 1970.
47

Mark Girouard, The Return to Camelot: Chivalry and the English Gentleman, Londres,
46

1981, págs. 87-110.


49
44 R. W. Robson-Smith, "Light Up the Thames", Richard D. Altick, The Shows of London, Cambridge, Mass., 1978.
International Lighting Review, vol. 27, 5° Margaret McMillan, Education through Imagination,
n° 2, 1975. Londres, 1928.
51 Molly Harrison, citada por Kenneth Hudson,
45 Véase Glynne Wickham, Early English Stages,
vol. 1, Londres, 1959, para el teatro calle- A Social History of Museums, Londres,
jero de la alta Edad Media y comienzos de la era moderna. 1975, pág. 76.
46 Véase Miri Rubin, 52 Para la descripción de la propia Molly Harrison acerca de este trabajo, véase Molly
Corpus Christi, The Eucharist in Late Medieval Culture, Cambridge,
1991, para un excelente estudio reciente. Harrison, Museum Adventure.. The Story of the Geffrye Museum, Londres, 1950; Changing
Museums, Their Use and Misuse, Londres, 1967.
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Kik DHIVI U ra,
218 11117 V 1 VI-1
Z1 ,

York, inaugurado en 1938 para dar realce dramático y pictórico a la asombro-


ycrTHE sa colección de antiguallas acumuladas a lo largo de un período de cincuenta
años por el médico rural John L. Kirk. No obstante, contaba con un notable
Col/ precursor: la calle de inspiración medieval e isabelina del «Viejo Londres»

1‹,‘" ts^11
MUSEUM
10.
concebida con ocasión de la Exposición Internacional de la Salud que tuvo
lugar en 1884. La exposición propiamente dicha —una especie de Casa y
IA LEARNING EXPERIENCE 1 Hogar «avant la lettre»— se celebró en South Kensington, pero fue en el extre-
mo oriental de la ciudad, en Bishopsgate, donde los visitantes fueron invitados
a internarse en el pasado, en la única parte de la City que se libró del Gran
Incendio de 1666 y donde aún quedaban en pie grupos de viviendas isabeli-
nas, así como el Crosby Hall tardomedieval. Aquí se erigió una reproducción
fabricada en cartón piedra de tamaño real de la antigua «Bishop's Gate», el
acceso oriental a la vieja ciudad amurallada; «Whittington's House», construc-
ción de estilo isabelino con celosías; y el cepo y el poste de los latigazos, que
un souvenir fotográfico de 1884 nos presenta con inquilino barbudo y todo.53
La idea del paseo con sabor histórico es tan vieja como el concepto del
coleccionismo de antigüedades. El Itinerary de Leland, compilado en la
NAT1ONA1. CURRICULUM
Topic Wtb
década de 1530 y ampliado por viajeros isabelinos posteriores, es una de sus
Attainment targets fuentes originarias. El Survey of London, de John Stow, es otra, y el Britanni-
Activitiet
Worksheet;
ca, de William Camden (así como el «descubrimiento» de Inglaterra por par-
Mide rackage te de los primeros historiadores de los condados), una tercera. A mediados de
la era victoriana, cuando se lo conocía con el nombre de «paseo arqueológi-
co», era, al parecer, uno de los pasatiempos favoritos de los estudiantes uni-
versitarios de Oxford con inclinaciones históricas, y tenía su equivalente
entre quienes pasaban sus vacaciones en la playa buscando vestigios de la
Creación entre las rocas. Sin embargo, el salto cualitativo de los monumentos
antiguos a los paisajes urbanos modernos, o relativamente modernos, y de las
antigüedades y curiosidades a fenómenos más contemporáneos, es bastante
o reciente. Los itinerarios de la Sociedad de Amigos de Londres, fundada por
un director de escuela en 1935 y aún muy activa en la actualidad, no tenían la
menor pretensión de interpretar el entorno histórico, y mucho menos de pre-
sentar el paseo como una forma de «historia viva». Cuando Bill Fishman,

$ recién designado director del Bethnal Green Evening Institute, inauguró sus
East End Walks en 1955, el momento culminante del itinerario era el punto
donde en 1297 Eduardo I cedió el derecho de recaudar impuestos a la noble-
za; no existía ninguna visita guiada del East End judío, que en años posterio-
res se convertiría en el gran objetivo tanto de los paseos como de la labor de
Museo del Black Country. Una experiencia didáctica / CURRÍCULO NACIONAL. Red temática. Nivel investigación histórica de Fishman; fascinado por un pasado más antiguo,
académico mínimo requerido. Hojas de ejercicios. Paquetes de diapositivas / TIENDAS. prefirió concentrarse en figuras gentiles como el general Booth, del Ejército
de Salvación, que dio inicio a su misión en las afueras del Hospital de Lon-
dres, y en el doctor Barnardo.

53 Exposición Internacional de la Salud, 1884, Catálogo Oficial, Londres, 1884; A Souvenir

Containing Six Permanent Photographs of the International Health Exhibition.


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anav1V1.4_, HISTORIA VIVA
22U 221

La idea de un recorrido histórico o de viajar hacia atrás en el tiempo


—quizá la forma más popular de recreación histórica en la actualidad y sin
duda alguna una modalidad que ejerce un enorme atractivo entre el sector
juvenil del público— parece haber cristalizado como forma de entretenimiento
en 1951, año del Festival de Gran Bretaña.54 Jason's Trip (un recorrido por el
canal desde Camden Town hasta Edgware Road, y que en años posteriores
serviría de embajada oficiosa de la Asociación de Canales y Ríos Navega-
bles, llevando el mensaje de ésta al corazón mismo de la metrópoli) fue inau-
gurado en mayo de 1951 como contribución al Festival, y atrajo de inmediato
la atención gracias a las celebridades que le dieron su respaldo. En mayo de
1951 también se inauguró la vía férrea del Tal-y-llyn, la primera de esas líneas
de vía estrecha que, en el espacio de muy pocos años, iban a convertir «la
fantasía del vapor» en un verdadero santo y seña que abriría todas las puertas.
La conservación de las vías férreas caló profundamente en la imagina-
ción del público, pues evocaba memorias infantiles de vacaciones en la playa
y ofrecía recorridos por las partes más pintorescas del país, sobre todo Snow-
donia, la «reserva espiritual» de los primeros años del movimiento. La obse-
sión por la conservación de las vías férreas fue la primera pasión historicista
de masas surgida en la posguerra. Su dependencia del esfuerzo voluntario y
el acento que ponía en la experiencia compartida presagiaban los movimien-
tos de «historia viva» de épocas más recientes. Suponía no sólo la recupera- Derby, antes y ahora. Frank Rodgers.
ción de tramos de vía abandonados o agonizantes, sino también la puesta en
escena bastante minuciosa de recreaciones históricas en las que los pasajeros
adoptaban el papel de excursionistas victorianos o domingueros eduardianos,
mientras el personal voluntario de la plantilla atendía la plataforma del
maquinista y las garitas de señales, o (vestidos con el uniforme de la empre-
sa) oficiaba de revisores, jefes de estación y guías. El cierre de líneas y esta-
ciones que se produjo a raíz del Plan Beeching para la racionalización y
modernización de la red abrió las compuertas de una auténtica inundación de
objetos de interés ferroviario reubicados: asientos de andenes y salas de espera,
señales de estación, farolas, relojes. En la estación de Bleadon y Uphill, en
Weston-super-Mare, fueron reunidas unas cuatro mil piezas, entre ellas un
«magnífico mingitorio de hierro colado de un siglo de antigüedad».
La fantasía del vapor fue un descubrimiento de la década de 1950, un
contrapunto a la «dieselización» de las locomotoras y la racionalización de

" La idea del trayecto histórico, como puede comprobarse a tenor de viejas fotografías de
vacaciones, ya estaba bien asentada entre las actividades recreativas que se desarrollaban en la
costa, fuera en forma de ferrocarriles en miniatura, carruajes de dos caballos para salir de
paseo, o borricos por la arena. También cabe imaginar su origen en la cultura de lo ferial, donde
las memorias de los viejos días de los carruajes servían de trasfondo escénico a los carruseles, A PHOTOGRA HEMOR
los organillos y los caballitos. Un linaje más cercano podría ser el de las carreras de coches
antiguos, donde L. C. T. Rolt, pionero de la restauración de canales y luego ideólogo del movi-
miento de conservación de las vías férreas, cumplió su etapa de aprendizaje como conservacio- Recuerdos fotográficos. Jack Hulme.
nista. Para los «coches antiguos», véase Graham Robson, Motoring in the 30 Londres, 1979.
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los tramos de vías; sin embargo, es posible que la fantasía de la vela, con más justificado podría estar en las actividades de la Sociedad de Museos del
todos sus placeres y terrores anexos, sea tan vieja como el advenimiento de Tranvía, fundada ese mismo año. En 1959 la sociedad se hizo cargo de la
la construcción de barcos de hierro. Como sabrán los lectores de El enigma cantera de Crich, situada entre Matlock y Derby, como emplazamiento para
de las arenas, ya se encontraba firmemente asentado durante el período que el museo, reuniendo en él unos cuarenta tranvías, «modelos tirados por caba-
precedió al estallido de la Primera Guerra Mundial, a pesar de que el interés llos, de vapor y eléctricos», y utilizando vías procedentes de muchos puntos
marítimo de la nación estaba presuntamente acaparado por los acorazados; en distintos del país, «colocadas por los miembros y amigos de la asociación».
una vena más pacífica, en la que la vela se presenta como el más ecológico, En el verano de 1964 comenzó el transporte de pasajeros.
natural y didáctico de los deportes viriles, cabría hacer alusión al ultralibera- Por lo visto, también los paseos históricos —aptos para volver sobre las
lismo de Vencejos y amazonas." Si pretendiéramos seguir la línea de fanta- huellas del pasado o emplearlas como mirador para dedicarse al estudio del
sías marítimas que conduce hasta el capitán Hornblower, y que convirtió al paisaje— ya eran algo que se respiraba en el ambiente de la década de 1950.
Cutty Sark (en los tiempos en que éste apenas era más que un barco escuela) Los historiadores locales, alentados sin cesar por el profesor Hoskins a
en símbolo de la grandeza nacional, La isla de Coral sería un posible punto ponerse un par de recias botas y renunciar al aislamiento del cubículo de la
de partida. Durante la década de 1950, la fantasía de la vela dio lugar no sólo biblioteca a favor de la libertad viril del campo abierto, salieron a la caza de
a las «rutas de aprendizaje y aventura» del duque de Edimburgo, sino tam- aldeas desiertas (en 1935 sólo se habían identificado tres; en 1960 ya se ha-
bién a la construcción de los primeros puertos deportivos y a la invasión de bían localizado unas tres mil). Los pioneros de la arqueología industrial hacían
los puertos pesqueros del sur por miles de marineros de fantasía, preparando caminatas de un yacimiento a otro, y se esforzaban por identificar viejos iti-
los viajes alrededor del mundo que en la década de 1960 tuvieron como pre- nerarios de tranvía a medida que iban redactando sus inventarios. Durante la
sunta misión demostrar que el espíritu aventurero no había muerto. agitación que desembocó en la apertura de la Vía Penina, la Asociación de
En un primer momento la restauración de canales, que debutó en 1946 Excursionistas empezó a proponer la idea de reabrir vías antiguas como
con la constitución de la Asociación de Canales y Ríos Navegables, fue obra medio de ampliar el acceso al mundo rural, e iba de sí que cuando se descu-
de un reducido grupo de entusiastas. Enseguida adquirió vida propia, inician- brían senderos de largo recorrido, eran bautizados con nombres de resonan-
do en los placeres ancestrales de la barcaza a un círculo cada vez más amplio cia histórica: en la actualidad la «Ruta del Peregrino», que no era más que un
de aficionados. Hacia 1950, logró atraer a unos cincuenta mil visitantes a una sueño cuando Powell y Pressburger rodaron Un cuento de Canterbury (1944),
exhibición de barcos en Market Harborough. En los años siguientes demostró está abierto al público.
ser capaz de reclutar durante los fines de semana y el periodo vacacional a un En las ciudades, el auge de las sociedades de recreación local —uno de los
ejército de voluntarios cuyo trabajo consistía en reparar esclusas, estabilizar rasgos característicos de finales de la década de 1950— y el crecimiento del
terraplenes y reabrir vías fluviales abandonadas. En 1960, cuando el National sentimiento conservacionista engendraron una asombrosa proliferación de
Trust se hizo cargo de la gestión de las obras de restauración del canal de paseos arquitectónicos e históricos, que se concentran en los paisajes urbanos
Stratford y Avon, las autoridades públicas ya estaban dispuestas a tomar car- perdidos y hacen hincapié en los edificios y entornos amenazados. La Socie-
tas en el asunto, incluido, durante las etapas finales de esta obra de diez años dad para la Protección de Edificios Antiguos empezó a promover los paseos en
de duración, el ministerio de Defensa.56 1958; la Sociedad Victoriana, fundada en ese mismo año, los adoptó casi desde
Haciendo un esfuerzo de imaginación, cabría sostener que los trayectos sus inicios, iniciativa emprendida por sus socios que en el transcurso de las tres
en tranvía (en la actualidad una de las facetas más populares de los museos al décadas siguientes produjo un inmenso catálogo de sendas urbanas."
aire libre) se remontan a 1955, cuando los amantes del viejo tranvía de El renacimiento de la historia local que arrancó durante la década de
Aldwych, que atravesaba el centro de Holborn Kingsway, dieron el toque de 1950 (la historia local dispuso a partir de 1952 de su propia publicación espe-
retreta —y el último paseo— el día en que dicha línea se suspendió. Un origen cializada" y a partir de 1960, con la fundación de David & Charles, de su

" En relación con «andar enredando en barcos» durante el período de entreguerras, véase " «Desde el primer Festival de la City de Londres, la Sociedad Victoriana ha organizado
E. Arnot Robertson, Ordinary Families, Harmondsworth, 1947, y Daphne du Maurier, Myself recorridos anuales de la City de Londres para fomentar el interés por los mejores edificios
When Young, Londres, 1977, para el relato de una muchacha que aprendió a navegar sola. eduardianos que se conservan y examinar las nuevas creaciones.» Sociedad Victoriana, ciclosti-
56 Véase Ian Mackersey, Tom Rolt and the Cressy Years, Londres, 1985, para la prehistoria lado, 1968. Quiero darle las gracias a David Lloyd por enviarme un registro de los itinerarios
inmediata, y las autobiografías de Tom Rolt y Robert Aickman para dos descripciones enfrenta- organizados por la Sociedad Victoriana entre los años 1975-1976. La Sociedad Victoriana dis-
das; Canals Revived, The Story of the Waterway Restoration Movement, Bradford-on-Avon, pone de un nutrido archivo de itinerarios urbanos procedentes de todo el país.
1979, es una historia breve muy útil. Para la dimensión relativa a la historia natural, véase Peter 58 Se trataba de Amateur Historian. Cambió su nombre por el de
The Local Historian con
H. Chaplin, Waterway Conservation, Londres, 1989. ocasión del vol. 8, 1968 ("The Amateur Historian or Local Historian", vol. 7, págs. 78-83, estudia
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propia editorial) también tuvo el efecto de hacer entrar en juego el ímpetu de


la resurrección, en primer lugar en relación con los documentos escritos, des- del paisaje y la investigación de la arquitectura vernácula. Al aplicar el enfo-
pués con los artefactos materiales, y por último, con el advenimiento de la que arqueológico a los sistemas agrícolas y el topográfico a los patrones de
historia oral, con la «memoria viva». Fue entonces cuando empezó a perci- asentamiento, llamó la atención sobre un pasado que estaba presente de
birse la nueva atención que recababa lo visual, sobre todo a finales de la modo palpable: en la disposición del terreno, la inclinación de los tejados, las
década de 1950, con el descubrimiento y utilización de las fotografías anti- formas excéntricas de los lindes, senderos y aldeas. Penetró en los entresijos
guas, que en años posteriores constituirían uno de los puntales de las publica- del trazado de las granjas, en la creencia de que la arquitectura vernácula
ciones locales. Aún más pertinente para el movimiento de la «historia viva» (término que contribuyó a popularizar) albergaba un «tremendo corpus de
de los años subsiguientes fue la atención prestada el ámbito de lo doméstico. pruebas» acerca de la historia local de cada parroquia. Estudió el sistema
agrícola a partir de los datos biológicos suministrados por la vida vegetal,
Como ejemplo de lo dicho he aquí el caso de la utilización por parte de W. G.
Hoskin de inventarios autenticados con vistas a determinar el nivel de confort fechando cada grupo de setos a partir del número y la variedad de las espe-
cies de arbustos que contenía. Pidió a los eruditos que aplicasen sus conoci-
doméstico, la cantidad (o escasez) de la ropa de cama y la distribución del
espacio doméstico: mientos forenses para descifrar los restos visibles del pasado. Los esquemas
geométricos que ocultaban los arados y los campos subyacentes a las calles
Redactados en general en un estilo muy de andar por casa, con muchas (esas que estudió el profesor Hoskins en Wigston Magna) podían considerar-
vacilaciones ortográficas, estos documentos proporcionan al historia- se como una especie de pergamino en el que las generaciones extintas habían
dor económico y social gran cantidad de información, y arrojan luz dejado impresa su huella, un manuscrito «sobre el cual se había escrito una y
sobre muchos aspectos de la existencia de una forma inasequible para otra vez», que segregaba significados ocultos. Cada una de las piedras, soste-
otra clase de documentos. Podemos seguir a partir de ellos el desarro- nía (y demostraba) el profesor Hoskins, tenía una historia que contar:
llo de la arquitectura doméstica de la ciudad y del campo, habitación
por habitación, a lo largo de un período de dos siglos y medio, la evo- Hasta un seto cualquiera perdido en el campo puede tener una larga
lución del mobiliario y otros bienes domésticos de todo tipo, u obser- historia que se remonte a la grandiosa era de la colonización inglesa
var los métodos de labranza y ganadería de distintas generaciones: los de los bosques y desiertos durante los siglos mi y mi... La más peque-
cultivos que se sembraban, los animales que se criaban, los utensilios ña de las albercas o el manantial más alejado del pueblo posee un
y los edificios agrícolas; podemos penetrar en el taller del artesano nombre ancestral que, en el caso de que pudiéramos conocerlo, ilumi-
para ver sus herramientas o en la tienda del algún pueblecito isabelino naría lo que le hace especial en el presente; el nombre que preside la
para comprobar las existencias. Los inventarios también nos suminis- tienda del pueblo quizá se encuentre recogido en el Domesday Book (e
tran datos... una plétora de informaciones misceláneas que rebosan incluso es posible que sea aún más antiguo): hasta las cosas más senci-
interés en razón de su misma minuciosidad: los cambios en el com- llas esconden profundidades insondables.60
bustible utilizado para proporcionar luz, la vestimenta de las distintas
generaciones y las diferentes clases de gente, los títulos de los libros La «arqueología industrial», denominación acuñada por vez primera en
que se podían leer en el estudio del párroco o en la cocina de la gran- 1955, y movimiento que creció a un ritmo vertiginoso en los años posterio-
ja, los diversos tipos de bebidas almacenados en la bodega de la taber- res, trasladó tales inquietudes de la granja a la fábrica, y de la historia agraria
na, y a veces hasta los nombres de las vacas que pastaban en los cam-
pos ancestrales." a la de la minería de carbón, la extracción de minerales y la industria.(' Puso
al día, además, la noción de los universos en vías de extinción. Allí donde la
La «historia in situ», «la primera de esas pasiones» propias de autodidactas «historia in situ» se consagró a la historia medieval y moderna, la arqueología
que reclutó las energías del historiador a tiempo parcial o «amateur», presa- industrial acabó otorgándole el certificado de «patrimonio» a monumentos a
giaba la fascinación de la década de 1960 por lo visual. También trazó el mapa la modernidad como las fábricas electrificadas de la década de 1920. Poseídos
por la noción de una historia que pudiera, como dijo alguien, «verse, tocarse

los motivos del cambio). Durante muchos años, la revista se publicó bajo los auspicios del Con-
60 W. G. Hoskins,
sejo Nacional para los Servicios Sociales. El Departamento de Historia Local Inglesa de Lei- Midland England, A Survey of the Country Between the Chilterns and the
Trent, Londres, 1949, págs. v-vi.
cester —el único con categoría universitaria en todo el país— fue fundado por W G. Hoskins en
61 En 1959, el Consejo para la Arqueología Británica organizó una conferencia de ámbito
1948.
se nacional con vistas a promover el asunto. En 1963 apareció el primer estudio regional, y en
W G. Hoskins, "The Leicestershire Farmer in the Sixteenth Century", en Essays in Lei-
cestershire History, Liverpool, 1950, pág. 124. 1964 se publicó el primer número del Journal of Industrial Archaeology. Ese mismo año, el
Ministerio de Obras Públicas emprendió su estudio nacional de los monumentos industriales.
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y fotografiarse»," cual presencia viviente, los arqueólogos industriales, al


Su publicación en 1954 en la serie World Classics marcó su ingreso en el
igual que los restauradores de los canales que les precedieron, no tardaron en
canon como texto fundamental sobre el siglo xix; en 1974, una edición de
probar suerte con el arte de la reanimación. Así, por ejemplo, el Consejo para
Penguin la puso al alcance de un público amplio, y la publicación de una edi-
la Conservación de las Antigüedades de Sheffield, fundado en 1957, se pro-
ción «ilustrada», con flores prensadas incluidas, la asoció, aunque fuera de
puso salvar Shepherd Wheel (un taller que funcionaba con energía hidráuli-
modo muy ilegítimo, a lo que ya en la década de 1970 se conocía como la
ca) amenazado de derribo por la corporación municipal. Gracias al esfuerzo
imagen Laura Ashley. Al utilizar la memoria no como elemento de distancia-
de los voluntarios, en el verano de 1962 este extraordinario molino fue com-
miento sino como modo de permitir al lector asomarse al pasado a través del
pletamente reacondicionado y abierto al público." A este éxito le siguió un
ojo de una cerradura y tratar a los habitantes de la aldea como seres familia-
proyecto mucho más ambicioso, «la tarea más importante emprendida hasta
res, dicho libro adoptaba la perspectiva de la infancia para hablar sobre un
la fecha en el campo de la Arqueología Industrial»: la restauración de Abbey-
mundo en relación con el cual los escritos de los historiadores previos, al
dale, aldea industrial del siglo xvin conservada en su totalidad, que contenía
igual que los de los contemporáneos, se habían mostrado absolutamente inmi-
«un horno de crisol Huntsman's, una forja de palanca y una muela abrasiva sericordes y deficitarios.
hidráulicas, además de una forja de herrero, talleres y almacenes».
Otro progenitor del revival Cada una de estas pasiones por la resurrección del pasado posee una pre-
de la década de 1950 —esta vez en el campo de historia cuya reconstrucción resultaría instructiva. En lo que respecta a la
la historia oral— fue George Ewart Evans, maestro reconvertido en etnólogo
cuyo Ask the Fellows Who Cut the Hay arqueología industrial, cabría hacer un seguimiento de las actividades extrala-
(1956) anunciaba una biografía borales de Rex Wailes, funcionario del Ministerio de Obras Públicas que apo-
cumulativa y colectiva del obrero agrícola de East Anglia. Se trataba de un
yó de forma entusiasta el nuevo movimiento. Durante unos treinta años libró
trabajo a escala tan local como el de Beresford y Hoskins. No obstante, ver-
una cruzada en solitario, documentando y rescatando los antiguos molinos de
saba sobre personas más que lugares, y acerca de las culturas de los distintos
viento allí donde le fue posible, experiencia que puso al servicio del nuevo
oficios más que sobre la cultura material. Si Hoskins y Bereford tomaron
movimiento cuando hizo uso de su posición oficial para promover en 1962 el
como punto de partida los asentamientos medievales abandonados por causa
Registro Nacional de Monumentos Industriales."
de la peste, la despoblación y el movimiento de los cercados, Evans, pese a
También debe hacerse referencia a las transacciones y actas de la Socie-
aspirar a la reconstrucción de un pasado más antiguo, extrajo sus testimonios
dad Newcomen, fundada en 1921; se trata de estudios históricos pioneros en
de la memoria viviente: la de los jinetes y obreros agrícolas de Suffolk que le
el ámbito de la ingeniería británica, con la propia industria como fuente en
ofrecieron versiones de primera mano. Al igual que Hoskins, Evans era un
muchos casos. Sus encuentros veraniegos, celebrados en algún paraje de interés
hombre de izquierdas (de hecho, más aún que él, puesto que aprendió el ofi-
histórico-tecnológico, estaban consagrados a la realización de visitas a luga-
cio de escritor en los círculos comunistas) y siguió siendo un encarnizado
res de trabajo y obras. Durante la década de 1950, adelantándose al adveni-
radical hasta el final de sus días. También al igual que Hoskins, le preocupaba
miento de los museos «vivientes» o «en activo», dicha sociedad comenzó a
recobrar los recuerdos de los universos en vías de desaparición, si bien el
crear fundaciones:
punto de referencia no era el pequeño propietario rural, como lo había sido
para Hoskins el regreso al mundo de sus antepasados de los siglos xvi y XVII,
Una de estas se encarga del mantenimiento de un motor de balancín y
sino el universo de sus vecinos septuagenarios y octogenarios."
su noria que se conservan en Stretham, en los pantanos que hay junto
Lark Rise to Candleford, la obra en tres volúmenes de Flora Thompson,
a Ely. Se trata del último ejemplo de las numerosas instalaciones pare-
memorias de una aldea victoriana escritas en una vena elegíaca y que trans- cidas que otrora fueron el principal medio de sacar agua de los panta-
miten con delicadeza tanto las impresiones acerca de la gente como acerca
del lugar, presagiaba el revival
desde una perspectiva femenina, anticipándose
a las inquietudes de la «nueva ola» de historia social de la década de 1960. 65 En 1964 el Ministerio de Obras Públicas emprendió un estudio de alcance nacional cen-
trado en las reliquias del desarrollo industrial, en colaboración con el Consejo de Arqueología
Británica. Ese mismo año «a fin de abarcar una gama de materiales más amplia», rebautizó
el Registro Nacional de Inmuebles como Registro de Monumentos Nacionales. Acerca de Rex
62Comunicado editorial, The Journal of Industrial Archaeology, Wailes, véase Kenneth Hudson, IndustrialArchaeology, An Introduction, Londres, 1964, págs. 34
vol. 1, n° 1, mayo de 1964, y siguientes. Además de registrar molinos de viento, Wailes publicó media docena de libros sobre
pág. 1. «Tocar el pasado» ha sido el exitoso discurso de ventas promovido por el Centro de
Recursos Arqueológicos de York (ver el anuncio en ellos, comenzando con Windmills in England, Londres, 1948, y The English Windmill, Londres,
63 IndustrialArchaeology,
Museums and Galleries, 1992).
vol. 1, n° 1, mayo 1964, págs. 68-69. 1954. Quizá fuera éste el motivo por el que, como destacaron Neil Cossons y Kenneth Hudson
64 George Ewart Evans,
The Strength of the Hills, An Autobiography, Londres, 1983; Gareth en su Guía de 1971, «sin duda alguna los molinos de viento y agua han sido el grupo unitario de
Williams, Writers of Wales: George Ewart Evans, estructuras "industriales" que se ha beneficiado en mayor medida de una política de conserva-
Cardiff, 1991.
ción de amplio calado» (Industrial Archaeologist's Guide, Newton Abbot 1971, pág. 57).
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a 1 VICI.H. VI V.H. L,L, 7

nos para llevarlos a los canales de drenaje. La otra fundación ha acep- dotar de faz humana a la historia, además de estimular el gusto del público
tado, de parte de la Comisión de Canales y Ríos Navegables, un motor
por los objetos de la era victoriana y los artefactos visuales del pasado
tipo Newcomen construido en 1821 (después de haber estado en ser-
vicio en otro lugar) para bombear agua hasta el Canal de Coventry a reciente. En lo que respecta al gran público y los investigadores locales, las
su paso por Hawkesbury. El motor ha vuelto a ser ensamblado en un fotografías de época fueron un descubrimiento de la década de 1960, pese a
lugar prominente de Darmouth para que sirva de monumento eterno a que los entendidos y los fanáticos de las tarjetas postales llevaban ya algunos
Thomas Newcomen en el lugar de su nacimiento." años coleccionándolas, y a que las bibliotecas locales, como se comprobaría
después, dispusieran de alijos en sus almacenes. Las escuelas estuvieron
entre los primeros en recurrir a ellas, incorporándolas en calidad de material
III didáctico y como fuente para la realización de diapositivas, en tanto los edi-
tores las utilizaron como portadas o ilustraciones en lugar de los grabados de
Fue a finales de la década de 1960 cuando se produjo la confluencia de época. Los conservadores de los museos recurrían a las fotografías de época
estos movimientos de orígenes tan heteróclitos (en parte a raíz de dicha con- para hacer ampliaciones con las que contextualizar objetos en entornos rea-
vergencia y en parte como consecuencia del impacto de las nuevas técnicas listas. Al correr del año 1969, el gusto por las fotografias de época estaba lo
de restauración y exposición) y cuando comenzó a tomar forma el concepto bastante arraigado para que en la costa y los parques de atracciones se abrie-
de «historia viva». Al final de la década, y en sintonía con el auge del sentir ran fotomatones «victorianos».
conservacionista, esta noción empezó a desplazarse desde la periferia social Otro ejemplo del entusiasmo suscitado por la «historia viva» fue la reim-
y los sectores más excéntricos hasta ocupar el centro del escenario nacional. presión de textos en facsímile, que acabó por popularizarse durante la década
Los museos más emprendedores, como el Geffrye, apadrinaron la noción de de 1960. Su producción se vio enormemente facilitada y abaratada por la
itinerario histórico a fin de fomentar rutas locales, y también las escuelas la revolución reprográfica que se dio en el transcurso de esos años, en especial
adoptaron como medio de promover el aprendizaje práctico. Las autoridades por la difusión de la fotolitografía. A mediados de la década, siguiendo el
municipales empezaron a amparar las rutas en 1975, como contribución al ejemplo de David & Charles —que conquistó un hueco para el mercado de
Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico (con la asistencia de guías dis- libros dedicados a vías férreas y canales— y Adams & Dart, que cumplió una
frazados en el caso de Chester, y mediante placas interpretativas ilustradas en función parecida en lo relativo a las autobiografías decimonónicas (las «auto-
el de la City de Londres). En 1977, año del vigésimoquinto aniversario de la biografías de la clase obrera», como se las conocía en aquel entonces), las
coronación de la reina Isabel II, se inauguraron muchos itinerarios nuevos, copias facsímiles ya se habían convertido en un producto habitual en los
entre ellos el Jubilee Walk, en el South Bank, con sus poemas sobre Londres catálogos de las editoriales, y buen número de éstas se especializaron en
grabados en las losas. En el Londres de la década de 1980 entraron en escena dicho género, en especial Dover Publications, de Nueva York, cuya reimpre-
los empresarios piratas, además de los historiadores sin blanca, los arqueólo- sión en rústica del London Labour and the London Poor de Henry Mayhew
gos en paro y los taxistas jubilados. En la actualidad los itinerarios londinen- contribuyó a hacer de dicho libro uno de los textos canónicos de la «nueva
ses ocupan casi una página entera en las guías del ocio. El número de mayo ola» de la historia social. La reimpresión en facsímile de documentos aisla-
de 1993 de Time Out incluía los siguientes: «Beatles Magical Mystery Tour»,
dos, popularizada por las ediciones Jackdaw y sus materiales didácticos,
«George Orwell e Islington», «Spitalfields antes del cambio», «El Lambeth constituyó un elemento auxiliar fundamental para la renovación de los pro-
de Charlie Chaplin», «Horcas, jardines y duendes», «El Londres de Bertie gramas de estudios y de los métodos de trabajos aplicados en la escuela pri-
Wooster y Jeeves», «Los tugurios de Jack el Destripador», «Los oscuros ánge- maria y los primeros cursos de las nuevas escuelas secundarias.
les de la muerte: plagas, pestes y panaceas», «Los protagonistas de Southwark La difusión de la grabadora portátil fue otro factor que facilitó la propa-
Story: Shakespeare, Dickens, Chaucer y John Harvard», «El ángel, Joe Orton y gación de la «historia viva». Al igual que la reimpresión en facsímile, otorga-
Camden Passage».
ba un lugar privilegiado a la palabra hablada e incitaba a quienes optaban por
Las fotografias antiguas, panacea de editores fotográficos, documentalistas ella a incurrir en el fetichismo de la autenticidad. Al final de la década, el
televisivos e instaladores de boutiques, así como de los compiladores de testimonio oral, presentado como «memoria viva» o «voz del pasado» y reco-
álbumes de fotos locales y los estudiosos de los siglos xix y xx, ayudaron a pilado como archivo con vistas al futuro además de como documento históri-
co de nuevo cuño, no sólo se había consagrado como forma alternativa de
documentación histórica, sino también como género de documento que por
66
Dr. Stanley B. Hamilton, "The Newcomen Society and Industrial Archaeology", Journal su misma naturaleza estaba destinado a otorgar un lugar central a la «expe-
of Industrial Archaeology, vol. 1, n° 1, mayo de 1964, pág. 75.
riencia vivida». A medida que afloraba en una asombrosa variedad de contex-
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tos entre los años 1967 y 1971, el testimonio oral fue adoptado con entusias-
mo por los proyectos editoriales autogestionados y por grupos de historia IV
local como el «People's Autobiography of Hackney» mientras a escala nacional,
la Sociedad de Historia Oral —fundada en 1970-71 por un grupo heterogéneo Aunque se practique en nombre de la verosimilitud, la historia viva se
de escritores, presentadores de radiotelevisión e historiadores jóvenes— inten- rige por una estética oculta. Su gestación —como consigna y como práctica—
taba popularizarla en las universidades y los colegios. La BBC, uno de los durante la década de 1960 puede considerarse como expresión o metáfora del
primeros espacios sociales que conquistó, empezó a remover sus archivos culto por la inmediatez alumbrado en esos años. En este caso la insistencia de
sonoros en busca de la «voz del pasado», produjo la serie de televisión de la nueva museología en la accesibilidad y en el recurso a las ayudas audiovi-
Stephen Peet Yesterdays Witness, que se mantuvo durante años en antena, y, suales, que contribuye a convertir al espectador en un mirón del pasado, y en
siguiendo el modelo de The Long March of Everyman (1971), comenzó a un testigo presencial de las transacciones y acontecimientos cotidianos, pre-
incorporar a sus documentales y comentarios los testimonios orales para crear senta afinidades evidentes con los docudramas televisivos y el cinéma-vérité
así una suerte de contrapunto radiofónico." de la década de 1960. Asimismo, las exposiciones interactivas de carácter
Una aportación algo más histriónica realizada por la década de 1960 al «práctico» que derribaron las barreras interpuestas entre el objeto y el espec-
repertorio de la «historia viva» fue la organización de espectáculos históricos tador y sacaron las piezas expuestas de la prisión de la vitrina, parecen con-
y el nacimiento o (renacimiento) del gusto por las recreaciones históricas, gruentes con la revuelta más generalizada contra la formalidad y con pasio-
que los conservacionistas del ferrocarril habían presagiado durante la década nes culturales (o contraculturales) tan típicas de los años sesenta como el
de 1950, al vestirse con uniformes de la compañía y remedar o interpretar el teatro circular, que rechazaba el proscenio a favor del espacio libre. Presagiaba
papel de empleados del ferrocarril victoriano. The Sealed Knot,* la primera las representaciones callejeras promovidas en el Teatro Nacional por la adap-
de dichas sociedades de recreación, fue fundada en 1968, y al parecer el gusto tación de Lark Rise to Candleford y The World Turned Upside Down, y bri-
por los disfraces de época se impuso aproximadamente en los mismos años. llantemente escenificadas en la versión de los autos sacramentales de Tony
En 1971 se constituyó la Ermine Street Guard, primera de las agrupaciones Harrison, en la que al público, en lugar de permanecer como espectadores
militares romanas, cuyo origen está en un grupo improvisado convocado para pasivos, se le invita a confraternizar con los actores. También cabría hacer
las fiestas y el desfile celebrados en Whitcombe y Bentham, parroquia de referencia a los paralelismos existentes con el arte de la instalación, la
Gloucestershire situada en la Calzada Romana." La peregrinación anual a revuelta de los años sesenta contra la tiranía y la formalidad de los círculos
Burford en el Día de los Niveladores, gran concentración de la izquierda de entendidos, que sacó los cuadros de los marcos y bajó las esculturas de
laborista, comenzó en 1974, y la «Semana de Dickens» —catalizador de la his- sus pedestales, creando en su lugar objetos de arte que adoptaron la forma de
torización de Rochester-upon-Medway—,69 en 1979. exposiciones autosuficientes que podían tocarse y alrededor de las cuales se
podía caminar.
Asimismo, el empleo de la «voz en off» como medio de interpretar y ani-
Theo Barker, ed., The Long March of Everyman, Harmondsworth, 1977, intentó darle
mar las exhibiciones museísticas anticipó a y luego se inspiró en la «memoria
forma escrita a una parte de dicho material, pero el verdadero objetivo de la serie —el equivalen- viva» representada por la historia oral cuando ésta cristalizó, reclamándola
te radiofónico de los videojuegos— era el uso de la «radiofonía». como provincia propia y particular. La insistencia de la nueva museología en
* Nombre de una sociedad secreta realista que conspiró a favor de la restauración monár- los entornos laborales «auténticos» y los detalles íntimos de los interiores
quica durante la Revolución Inglesa (1642-1649). (N de los t.)
68 Quiero darle las gracias a Nick Fuentes, de Cohors Octo, y a Charles Hayes, de la Ermine domésticos tienen su equivalente en los documentos «humanos» de la revolu-
Street Guard, por la información que me proporcionaron acerca de las legiones romanas. ción industrial (o de la Inglaterra eduardiana) cuyo descubrimiento es el
69 En 1972, Rochester (véase la Guía Oficial publicada ese mismo año) estaba «en constante
orgullo de los historiadores," y en la primacía otorgada a la «experiencia
crecimiento» como puerto y como centro industrial. Era la sede de algunos de los nombres más
vivida» (motivo de protesta para los críticos). En otro aspecto —el empleo de
conocidos de la ingeniería británica: the Metal Box Company, C A V Aviation Electronics. El
«giro historicista» de la ciudad comenzó en 1975, cuando la calle mayor, más bien venida a la fotografía en blanco y negro para proporcionar un marco vivo y un telón
menos, fue declarada Área de Conservación, «en reconocimiento de la destacada significación de fondo a los objetos exhibidos— la nueva museología quizá se viera afectada
histórica de la ciudad de Rochester». Fue por aquel entonces cuando la villa comenzó a deno- por las pasiones visuales de los fotógrafos de moda de la «nueva ola», con su
minarse a sí misma Rochester upon Medway. Inauguró el Dickens Festival —convertida hoy día
en una gigantesca congregación que inunda la ciudad de visitantes— en 1979. Después llegaron
el revival de un Festival de Deshollinadores de Rochester, celebrado durante tres días, del 1 al 3
de mayo, una semana navideña «dickensiana», una regata organizada a mediados de verano, un 7" Royston Pike, Human Documents of the Industrial Revolution in Britain, Londres, 1966;

recorrido histórico «normando», cuatro áreas de conservación más y un montón de museos y de Human Documents of the Victorian Golden Age, Londres, 1967; Human Documents of the Age
monumentos en los alrededores del astillero de Chatham. of the Forsytes, Londres, 1969.
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apetito por el realismo granuloso y las ampliaciones, y su descubrimiento de


la faceta pintoresca que ocultan las urbes. La locura por las recreaciones his- de la historia oral, con tablas de lavar y tendederos traídos por los niños; otro
tóricas que por lo visto levantó el vuelo a finales de la década de 1960 tiene fue «Un día en la vida de un colegial victoriano», y fue adoptado por los
cierto parentesco con el teatro callejero y los «happenings» de la contracultu- museos más emprendedores, que disfrazaban a los niños con trajes de mari-
ra de aquella época, aunque este paralelismo puede parecer traído por los nero y mandiles y les ponían a trabajar en la pizarra, poniendo de manifiesto
los rigores de la disciplina docente victoriana.
pelos desde la creación de «sociedades guerreras» como la Ermine Street
Guard, cuyos contingentes procedían de la Inglaterra profunda. Menos des- La «historia viva» también se encontraba inmersa en el retrochic propio
cabellados son los paralelismos entre las exposiciones de «historia viviente» de la década de 1960; hacia el final de esos años sobre todo, cuando los
organizadas por la nueva museología, y los sintetizadores, amplificadores y «anuncios de antaño» comenzaron a aparecer como lo último en el ámbito
luces cegadoras de los conciertos de música pop. Quienes aspiraban a llevar del cartelismo artístico y cuando cobró auge la reproducción de objetos de la
era victoriana (Dodo designs, fundada en 1966, produjo una ecléctica mezcla
las emociones de la historia a los jóvenes e inexpertos estaban más que
de kitsch revivalista, desde relojes de bolsillo victorianos a placas esmaltadas
ansiosos, por decirlo en la jerga de la época, por demostrar que estaban «en
de las compañías de seguros de los siglos xvni y xix),72 el solapamiento ya
la onda» y por utilizar métodos de exposición que estuvieran al día. Como
quizá sugiera el pasaje siguiente —extraído de un número de The Amateur llevaba todas las de convertirse en convergencia." La locura desatada a fina-
Historian de 1966— incluso estaban dispuestos a adoptar el neologismo trans- les de los sesenta por la «ropa de la abuelita»,74 con su insistencia en los
atlántico de la «discusión grupal»: encajes victorianos, debió contribuir no poco a fomentar el gusto por la ropa
de época (uno de los caprichos visuales a los que la recreación histórica se
Historia Pop: Otro noveno centenario —el de la batalla de Hastings— se entregaba con mayor deleite), incorporada por los museos a sus exposiciones
celebra mediante exhibiciones de tiro con arco, regatas, canciones, de historia viva cuando querían destacar el atuendo de sus ayudantes y guías
bailes, una discusión grupal y otros eventos conmemorativos. El disfrazados. Y cabría especular con el grado en que la inquietud de la historia
gobierno correrá con doce mil libras del total de los gastos. viva por el pasado reciente no estaría en deuda con el revival del Art Decó
promovido por la boutique vanguardista Biba."
Por añadidura, se está instalando en Hastings una maqueta a escala de la Otro conjunto de paralelismos es el que se dio con el mundo de los inte-
batalla, de ochenta y ocho metros cuadrados, en una sala circular construida riores. En este caso, los museos, lanzados en pos de la «historia viva», hicie-
para ese fin, con un coste de más de doscientas mil libras. En Pevensey, don- ron alguna contribución a lo que se convertiría en el credo dominante de la
de se supone que desembarcó Guillermo, se desarrolla un simulacro de inva- restauración y la renovación conservacionistas, a saber: para que los inmue-
sión escenificado por una flota de veleros de crucero.71 bles «de época» sean fieles a sí mismos requieren interiores «de época» (y
El éxito de la «historia viva» en los colegios —en los que se recurrió sin mobiliario urbano «de época») a juego. La idea de la calle comercial «de
cesar a las diapositivas y las exposiciones audiovisuales como material auxi- época» —fuente de inspiración de los distritos comerciales de categoría con-
liar didáctico, en tanto grupos como «Teatro en las Escuelas» [«Theatre in temporáneos, y polo de atracción de los visitantes tan importante como los
Education»] popularizaban la idea de la recreación histórica— se debió en museos al aire libre y los parques temáticos— vio la luz en el universo museís-
gran medida al movimiento progresista que se dio en la docencia inglesa. Por tico (uno de los originales, que sigue gozando de gran popularidad hoy en
influencia de la «nueva historia», tal y como se desarrolló en las escuelas de día, fue «Kirkgate», la calle comercial eduardiana de fantasía que se exhibe
formación del profesorado y los nuevos exámenes del bachillerato, la princi- en el Museo del Castillo de York). Fue adoptada por el Civic Trust para los
pal cualidad exigida a los alumnos de secundaria era la «empatía»: ver las proyectos de mejora urbana que llevó a cabo en la década de 1960, por los
cosas en términos que a los actores históricos reales les hubiesen resultado arquitectos del GLC en sus diseños para el Covent Garden, y en la década de
familiares. La historia ya no se centraba en las biografías de los grandes
hombres, sino en registrar los sucesos de la vida cotidiana. La prestidigita-
ción histórica también arraigó en los colegios, sobre todo en los de primaria, 72 Jennifer Harris, Sarah Hyde y Greg Smith,
1966 and Ali That: Design and the Consumer
donde por fortuna el interés por la nueva historia concordaba con la ancestral in Britain, 1962-1969, Londres, 1986.
" Alma Sebba, Laura Ashley, A Life By Design, Londres, 1990, pág. 84.
inclinación por disfrazarse e interpretar papeles de adulto. «El día de la colada 74 Jonathon Green,
Days in the Life, Voices from the English Underground, 1961-1971,
de la abuela» fue uno de los proyectos favoritos desarrollados por influencia Londres, 1980, págs 219-221; Jonathan Aitken, The Young Meteors, Londres, 1967, págs. 23-
25; Elizabeth Wilson, Mirror Writing, Londres, 1982, pág. 115.
Ibíd., págs. 55 y 59; Bevis Hillier, The Style of the Century 1900-1980, Nueva York, 1983,
71 Amateur Historian, vol. 7, n° 3, 1966, pág. 100. págs. 208-211. «"Podríamos decir que Biba prácticamente inventó el Art Decó", afirma, no sin
motivo», artículo sobre Barbara Hulanicki en World of Interiors, agosto de 1992, pág. 20.
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Z. J

1980 —cuando el mobiliario urbano victoriano empezó a proliferar por do-


tonarían en el departamento de mercería de Liberty's o el Shaker Shop de
quier— por los responsables de las políticas de conservación desarrolladas por Chelsea."
las instituciones locales. Es posible que los museos desempeñaran además
Otro cruzamiento, más democrático, es el que se da en relación con la
algún papel en la popularización del interior «de época»: las estancias de
poética de la vida cotidiana. Aquí la «historia viva» participó del gusto por lo
época del Museo Geffrye, en Hackney, bien podrían ser uno de los modelos,
vernáculo característico de la década de 1960, expresado en los artículos de
y las que organizó el Museo de Londres cuando se amplió y se trasladó a sus
cocina embellecidos, el cabello alborotado y el aspecto «natural». El entusias-
nuevos locales de London Wall, otro. Una iniciativa historicista emparentada
mo etnográfico por la recuperación y exposición de los lugares comunes tuvo
con ésta, los diseños realizados por John Fowler con vistas a la restauración
su equivalente en el arte pop de aquel entonces, que se maravilló ante el
de los locales del National Trust, fueron el prototipo del aspecto «casa sola-
espectáculo de lo cotidiano y elevó los artículos más vulgares del comercio y
riega» que afloró en las décadas de 1970 y 1980 convertido en líder del mer-
el consumo —la célebre lata de sopas Campbell de Warhol, por ejemplo— a la
cado de almohadones, cortinas y alfombras, y que entró en competición por
categoría de iconos culturales. Su poética del trabajo manual estaba cortada
el favor del público con el aspecto «casa rural» de los grabados de Laura
por el mismo patrón que el revival de la artesanía y los movimientos de retor-
Ashley y William Morris.
no a la naturaleza de finales de dicha década, una de las contribuciones más
A la inversa, cabría señalar el modo en que los directores y conservadores
duraderas de la contracultura a la vida nacional.
de los museos se inspiraron en las artes de los interioristas y los diseñadores
—sobre todo en materia de «envejecimiento»— para dar aspecto «habitado» a En otros aspectos, lejos de representar una vuelta al pasado, la «historia
sus estancias y exposiciones de época. Resulta particularmente interesante la viva» podría considerarse como precursora de algunos de los conceptos pre-
moda actual de dotar a los edificios «históricos» —que a menudo no son más dilectos —o tropos consustanciales— a la posmodernidad. En lugar de hechos,
que caparazones vacíos cuando van a parar a manos de las autoridades mu- nos ofrece imágenes —hiperrealidades— en las que se falsea lo añejo para que
seísticas— de toda clase de elementos domésticos. En nombre de la «historia resulte más palpable que el aquí y ahora." Lo cual implica un esfuerzo ima-
viva», la interpretación de ruinas deviene poco a poco en reacondicionamiento. ginativo deliberado, pues especula menos con nuestra credulidad de lo que
En conjunto, ya se trate de una cocina Tudor «restaurada», de una granja nos invita a ser cómplices del artificio y abandonarnos a sus placeres. Renun-
«reconstituida» o de una celda monástica «recreada», lo que cuenta es devol- cia a la épica y los grandes relatos en beneficio de las impresiones subjetivas
ver al edificio su condición habitable, con toques hogareños como vara de y los saberes locales. Nos invita a jugar con el pasado y fingir que nos encon-
medir de la autenticidad histórica. Cuando, por ejemplo, en 1988 English tramos en él como en casa, haciendo caso omiso de las limitaciones espacio-
Heritage inauguró la Casa del Mercader Medieval en French Street, South- temporales, y a revivirlas en el aquí y ahora. En lugar de depositar su fe en las
ampton —milagrosamente conservada y meticulosamente restaurada a lo largo apariencias, los artefactos visibles, las «pruebas... que pueden verse, tocarse
de un período de seis años, «tras siglos de alteraciones y de abandono»—, y fotografiarse», lo hace en totalidades y abstracciones. Sustituye una histo-
la equipó con flamantes enseres de manufactura artesanal, «fabricados de ria de los grandes relatos o de las teorías del desarrollo evolutivo por una his-
acuerdo con métodos y materiales de fines del siglo mil» (como remate del toria de momentos que pueden interceptarse y congelarse —como hace la
trampantojo, el conservador lucía un atuendo medieval)." El Fondo Arqueo- novela posmoderna— en cualquier punto del tiempo. En lugar de constituirse
lógico de York lleva comprometido desde hace años en una empresa similar en ser un hito en la conciencia de los vivos, el pasado se disuelve en mil pers-
con «Barley Hall», nombre con el que se bautizó a un grupo de edificios pectivas diferentes.
medievales de Coffee Yard. Los arqueólogos han logrado determinar por dón- En lo que respecta a la fascinación que la «historia viva» ejerce sobre los
de discurrían los muros desaparecidos y dónde estaban el hogar central y niños, habría que hacer algunas referencias al gusto por lo gótico y al uso que
otras instalaciones. Los arquitectos conservacionistas han ideado un plan se hace de éste. Las cavernas abiertas al público, como Wookey Hole, donde
para restaurar uno de los edificios como si fuera la casa de un mercader. Los la iluminación de última tecnología dota de dramatismo y relieve a las esta-
archivos históricos han conseguido determinar que dicha casa tuvo un inqui- lactitas y estalagmitas, son lugares que pretenden poner la carne de gallina."
lino en el siglo xv, y la están equipando con reproducciones artesanales de
los enseres que aparecen en un inventario autenticado de 1478: ya se han ins-
talado cómodas y una mesa de comedor, e incluso tapices de reciente factura " Barley Hall, Medieval Life in the Heart of Medieval York.
Quiero darle las gracias a
y colores profusos teñidos con glasto y granza que a ojos del lego no desen- Charles Knightley, el responsable de la restauración, por debatir las dificultades del proyecto y
proporcionarme copias de los inventarios en los que se basa la reconstrucción.
" Umberto Eco, Travels in Hyperreality, Londres, 1987; Jean Baudrillard,
Simulations,
Londres, 1983.
76 Stately Homes, mayo de 1988.
70 Richard Fells, A Visitor's Guide to Underground Britain,
Londres, 1989.
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237

Otros lugares buscan impactar utilizando medios tecnológicos menos sofisti- la experiencia de quienes han sufrido el trauma de la guerra. Su épica la pro-
cados. En el Museo del Bosque de Epping, «entre las exposiciones favoritas tagonizan los avatares de las familias, no la guerra y la diplomacia; cuando
de los niños se cuentan un cepo ensangrentado y cuadros de los castigos trata de reconstruir los grandes relatos, recurre a la historia de un yo.
medievales que se aplicaban a los cazadores furtivos»." El Museo de la Tor- A juicio del historiador profesional, la «historia viva» constituye una
tura de Edimburgo «recoge la decapitación de Mary, reina católica de Esco- afrenta; no muestra el menor respeto ni por la integridad de los documentos
cia, y los aullidos de las brujas que murieron en la hoguera. Los visitantes ni por los acontecimientos históricos. Juega con los testimonios y las pruebas
pueden asistir asimismo a simulacros de ejecuciones." a serpientes y escaleras, reuniéndolos como si fueran fichas sobre un tablero.
También en los colegios la «historia viva» parece inclinarse hacia lo mor- Considera el pasado como si éste fuera un presente inmediatamente accesi-
boso. «"Horrible". Ése fue el veredicto de dos criaturas de nueve años proce- ble, una serie de objetos de exposición que pueden ser vistos, sentidos y toca-
dentes de Bermondsey tras visitar la viva reproducción de un aula victoriana dos. Borra las distinciones entre la realidad y la ficción, y recurre a la tecno-
en el museo de Livesey» (entre los objetos expuestos se encontraban bandas
logía láser y la animatrónica para autenticar sus invenciones y producir una
de castigo que informaban al mundo entero de que su portador era «un burro» amplia gama de efectos de realidad.
o «un embustero»; entre las demostraciones prácticas, a una clase de niños Empero, la práctica de la «historia viva» —o en todo caso su objetivo— se
«ataviados con mandiles y trajes de marinero victorianos» se le hizo practicar
corresponde en gran medida con los ideales de la erudición tradicional. La
ejercicios de gimnasia sueca)." Según informaron los alumnos del último cur-
«reconstrucción controlada del pasado» de la que (según la expresión de G.
so de un colegio vecino, en el Museo de la Infancia de Sudbury Hall los rigo-
R. Elton) tanto se enorgullecen los historiadores profesionales presenta evi-
res del aula victoriana despertaban fascinación y horror, otro tanto sucedía
dentes afinidades con la idea de recreación histórica; en ambos casos, equi-
con la triste suerte de los niños deshollinadores, que «padecían deformaciones
vale a crear figuras de carne y hueso a partir de fragmentos. Podría decirse
en la columna vertebral, las piernas y los brazos, de tanto trepar por las chi-
que aquello que Michelet denomina «resurrecciones» —el acto de resucitar a
meneas mientras sus huesos aún estaban en fase de crecimiento»."
los muertos— fue el eje de la revolución decimonónica en materia de erudi-
La «historia viva» nos dice tantas cosas sobre el presente como sobre el
ción histórica y el motor de la investigación basada en archivos; también
pasado. Conforme al espíritu de los tiempos —la inmediatez— su principal pre-
cabría afirmar que cierto realismo romántico, en el que la idea de autentici-
ocupación no radica en la política o la economía, asuntos sobre los que versa-
dad se venera como un talismán, fue uno de los componentes estéticos más
ban los grandes relatos de antaño, ni tampoco, salvo de forma tangencial, en
destacados de la llamada historiografía «científica» de Leopold von Ranke.
la religión (que suele estar ausente en las descripciones del pasado reciente),
Lo que Simon Schama, excelente exponente de tal técnica, denomina
sino ante todo en la gran obsesión de la generación «yo, mí, me, conmigo»:*
«descripción animada», podría considerarse como el equivalente (o casi) de la
los estilos de vida. Hace hincapié en la esfera privada por encima de lo público.
animatrónica; ésta recurre a una batería de artificios literarios para estimular
Cuando se sube a los escenarios, en el Translations de Brian Friel, por ejem-
el interés del lector, dar realce dramático a las pruebas y acentuar los efectos
plo, transforma la conquista inglesa de Irlanda en la historia de un amor frus-
realistas. Empleamos las fechas como recursos coreográficos para congregar a
trado. En el cine, la versión de Kenneth Branagh del Enrique V de Shake-
nuestro elenco de personajes y moverlos de aquí para allá de acuerdo con los
speare convierte dicha obra en una especie de Hamlet, que versa sobre un
caprichos del autor (o del director). Las analogías y comparaciones, que se
príncipe que, como el actual heredero del trono, pretende llevar una existen-
cuentan entre los expedientes más frecuentes utilizados por el historiador, y
cia despojada de obligaciones públicas aun cuando se ve arrojado por las cir-
que constituyen con mucha frecuencia el armazón de las monografías, obligan
cunstancias al papel de monarca. Cuando no nos entretiene con «Novias de
sin duda alguna al escritor a viajar por el tiempo, remontándose siglos atrás o
las Fuerzas Armadas», el Museo Imperial de la Guerra nos invita a compartir
proyectándose en el futuro con el brío de un Dr. Who. Los historiadores tam-
poco somos reacios a aventurarnos en el goticismo contemporáneo, e invita-
mos a nuestros lectores a compartir pitanza con los desgraciados ocupantes de
80 Mike Levy, "Epping Forest Museum", en Let's Go With the Children to Essex, Bourne-
mouth, 1988. la celda de los condenados de Newgate (tema de dos importantes estudios en
8 ' Observer, 21 de julio de 1991. los últimos cinco años), a anotar las confesiones de los herejes o a escuchar
82 «Educational Drills; Liz Heron visits an exhibition on the History of Education», Times las fantasías sexuales de las candidatas a brujas.
Educational Supplement, 11 de febrero de 1983; Wendy Cope, «Straight Backs and Straight
Down», Guardian, 8 de octubre de 1982.
En su afán por mejorar el original o compensar los silencios de la memo-
83 Francis Farrer, «Expedition through Victorian Childhood», Times Educational Supple- ria, la «historia viva» va más allá de la mera inferencia a la hora de entrelazar
ment, 23 de septiembre de 1977. fragmentos. Pero como lema, la «historia viva» fue mucho menos megalómana
* «The "Me" generation», la nacida en la década de 1960. (N de los t.) que la noción de historia «científica» —una de las ideas que echó por tierra-
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por no hablar de la de la historia como «disciplina». Prestó una atención
mucho mayor a los pequeños detalles de la vida cotidiana que las distintas
versiones de una «historia total» que hicieron furor en la década de 1950: las
abstracciones empiristas de los científicos sociales, con sus historiogramas
geométricos y sus estructuras sociales; las cliometrías de los historiadores de
la economía, que reducían tremendas transformaciones sociales a garabatos
en un gráfico; o la «larga duración» de los historiadores de la escuela de los
Annales, que proclamaron sin ruborizarse que al margen de los procedimien-
tos de cuantificación no había historiografía seria posible. Como llamada a
las armas, la «historia viva» ha concitado mucho más entusiasmo que esas
«nuevas» historias que de forma periódica suscitan pequeños revuelos en los
seminarios de posgrado y luego se esfuman para siempre. En cuanto modali- PARTE III
dad pedagógica, afloró en la década de 1960 como alternativa a esas áridas
formas de erudición que en nombre de la modernización arrasaban con todo
lo que tenían delante. Sirvió de buque insignia para la aparición del museo de PATRIMONIO HISTÓRICO
«historia social», fenómeno transnacional de la década de 1970, y de un
modo de hacer historia respetado, aunque también impugnado, en la esfera
pública, así como para un movimiento conservacionista que se benefició del
apoyo de las masas.

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SEMÁNTICA

La expresión «patrimonio histórico»* lleva una vida nómada. Viaja con


frecuencia y arraiga —o vivaquea— en tierras que no se antojan demasiado
propicias: en el «Triángulo de Gunnersbury», por ejemplo, corredor ecológi-
co o porción de páramo que en el transcurso de los últimos años se ha con-
vertido en uno de los principales santuarios de la flora y fauna londinenses;'
o en Liverpool 8, zona antaño abandonada y en ruinas donde actualmente
proliferan los recuerdos de los Beatles.' Fija su residencia tanto en calles
anchas y angostas, como en palacios reales y apartaderos de ferrocarriles, en
caminos junto a canales y plazas de ayuntamiento. Despliega su boato en los
escenarios más variopintos: crea salas de conciertos donde antes había cerve-
cerías, construye estudios minúsculos en antiguos almacenes. Abarca una
asombrosa variedad de artefactos materiales, que no se restringe sólo a los
techos de los hermanos Adams, sino que, por influencia del revival del Art
Deco, incluye los rizadores de pelo creados por Marcel y los pies de lámpara
con forma de mujer desnuda. Sobra decir que su manto protector se extiende
a los castillos medievales, los baluartes romanos y las torres Martello; en vir-
tud de la Ley de Vestigios Militares de 1986, los búnkeres y los nidos de
ametralladora de la Segunda Guerra Mundial también se encuentran a su
amparo.'
Desde un punto de vista léxico, el término «patrimonio histórico» es lo
bastante amplio como para dar acomodo a un batiburrillo de significados. La

* En inglés, heritage, expresión que casi siempre hemos traducido como patrimonio histó-
rico, pero para la que, en alguna ocasión, no ha quedado otro remedio que emplear la otra acep-
ción posible de la palabra inglesa, legado. (N de los t.)
1 David Goode, Wild in London,
Londres, 1986, presenta una visión de conjunto, escrita
por el fundador de la unidad ecológica puesta en marcha por el Gran Ayuntamiento de Londres;
David Pate, Nature Conversation in Hounslow, Ecology Handbook 15, Londres, 1990, y M. Game
et al., Ecology Handbook, 16, Nature Conservation in Ealing, Londres, 1991, ofrecen descripcio-
nes de esta zona, dedicada a la protección de la flora y fauna autóctonas.
Ian Forsyth, Beatles Merseyside, Seaford, Sussex, 1991; David Bacon y Norman Mason,
The Beatles' England, pág. 93, por lo que respecta a la Cavern Mecca, «lo más parecido a un cen-
tro turístico oficial dedicado a los Beatles en Liverpool que quepa imaginar»; John Platt, London's
Rock Routes, Londres, 1985, págs. 81-92, por lo que respecta al Londres de los Beatles.
3 Timothy Darvill,
Ancient Monuments in the Countryside, An Archeological Management
Review, Londres, 1987, pág. 38; «Coastline Battle Launched to Save Wartime Relics»,
Indepen-
dent, 31 de mayo de 1993, por lo que respecta a los nidos de ametralladora; «English Heritage»,
Report and Accounts 1987-8, pág. 23, por lo que respecta a las torres Martello.
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ícHrnADC JAIVIU.CL 514NIAIN 11CA L4.3

retórica política de antaño se sustentaba sobre una recreación de la historia en sus seguidores dieron en llamar «tradición».8 La adopción de la palabra fue
la que la idea de legado pivotaba alrededor de Dios, el Rey y la Ley: el trono obra de modernizadores que se preciaban de haber descubierto la balada
y el altar. La interpretación whig de la historia tejía un relato distinto, en el industrial y de la voz de la ciudad, de todas esas canciones en las que rever-
que el término se refería a la extensión incesante de la libertad y al desarrollo beraba el latido de la lanzadera y de la jaula. Sus actuaciones no tenían lugar
de un gobierno representativo. En los estudios sobre los modos de vida tradi- en gélidas iglesias, sino en pubs abarrotados y cargados de humo; y el acom-
cionales, tal y como quedaron definidos por Iorwerth Peate, fundador del pañamiento no venía proporcionado por una dama sentada al piano, sino por
Museo Folclórico de Gales en St. Fagans, el lenguaje, elemento transmisor un tipo que tocaba una guitarra o una tabla de lavar. En lugar de las decorosas
esencial de la tradición de unas generaciones a otras, resultaba tan importante indirectas de «Oh, No John, No John, No John, No», preferían expresarse
como la cultura material; se trataba de «un legado social»4 que debía estu- con mayor crudeza. En Oxford, donde el «Heritage Club», fundado en 1956,9
diarse tanto desde una perspectiva etimológica como desde el punto de vista fue uno de los viveros del Revival y sirvió de plataforma de lanzamiento para
de «la lengua viva». «La memoria viva» fue uno de los estandartes exhibidos algunos de sus cantantes más famosos, la idea de tradición resultaba —según
por la historia social de la «nueva ola» que se desarrolló durante los años los parámetros de Cecil Sharp— ecléctica: incluía la armónica de jazz, las
sesenta, así como por ese ejército de genealogistas «amateur» que se empeñó canciones de trabajo americanas y lo que se llamaba a la sazón blues «ne-
en la búsqueda de sus «raíces» familiares. En cambio, los anticuarios del gro», amén de productos autóctonos como las canciones de brindis de Hea-
siglo xviii estaban fascinados por todo lo moribundo. En sus Reliques of dington Quarry y las canciones del día de difuntos de Cheshire.
Ancient English Poetry (1765) el obispo Percy se preciaba de haber resucita- A semejanza de los conciertos londinenses «Ballads and Blues», el
do una lengua bárbara y ruda; William Stukeley, pionero en el campo de la Oxford Heritage Club tenía gustos musicales cosmopolitas. En sus albores
arqueología, estaba obsesionado por las ruinas celtas y druídicas.5 dio cabida a miembros hindúes que cantaban y tocaban el sitar. Se organiza-
En Heritage, novela de tono más bien siniestro que Vita Sackville-West
ban conferencias sobre música popular balinesa y cretense. A. L. Lloyd, can-
escribió en 1919, la aptitud eugenésica se valora en función del pedigrí, tante-investigador cuyo descubrimiento de las baladas decimonónicas com-
mientras en el horizonte se vislumbra la amenaza «de esa inquietante turba puestas en las cuencas carboníferas otorgó a la canción «industrial» una di-
de analfabetos que empieza a levantarse», y la fuerza perdurable de la patria
se cifra en la pureza racial de la gente de la tierra, «cuyas raíces son firmes y
profundas».<
8 Ailie Munro, The Folk Music Revival in Scotland, Londres, 1984, ofrece una excelente
En los círculos dedicados a la recuperación de la canción folk, en los que historia del movimiento en Escocia. David Harker, Fakesong. The Manufacture of British 'Folk-
el término «legado» floreció durante el Revival de los años cincuenta,' al song' 1700 to the Present Day, Milton Keynes, 1985, presenta un relato invariablemente hostil
(cf. también el texto del mismo autor «May Cecil Sharp be praised?», History Workshop Jour-
parecer sirvió como una forma alternativa de referirse a lo que Cecil Sharp y
nal, xiv, otoño de 1982). The Imagined Village, de Georgina Boyes, brinda un comentario crítico
más matizado, dotado de profundidad histórica y cultural. La autora muestra especial interés
por la BBC de los tiempos de guerra y en el impulso dado por Country Magazine al segundo
revival de la canción folk. La autobiografía de Ewan MacColl, Journeyman, Londres, 1990,
Iorwerth C. Peate, Tradition and Folk Life. A Welsh View, Londres, 1972, págs. 134-139.
consagra el capítulo 22 al recuerdo agridulce del revival y «a la nube de tabaco prácticamente
5 Stuart Piggott, William Stukeley, An Eighteenth Century Antiquwy,, Oxford, 1950.
impenetrable que envolvía a público y cantante».
6 Vita Sackville-West, Heritage,
Londres, 1919 [ed. cast.: El heredero, trad. Marta Pessa- El Club «Heritage» fue fundado por algunos miembros de la Sociedad Cecil Sharp de la
rrodona, Barcelona, Icaria, 1989]. Suzanne Rait, Vita and Virginia, The Work and Friendship of
Universidad de Oxford, «en cuya opinión las canciones populares no recibían la misma aten-
V Sackville West and Virginia Woolf, Londres, 1993, págs. 41, 42, 46, 48, 49-53, contiene algu-
ción que las danzas del mismo género». Véase la historia abreviada que figura en Heritage,
nos pasajes reveladores sobre la «moral eugenésica» de la novela. Michaelmas, 1965. A Richard Mabey, que con el paso de los años llegaría a convertirse en un
Resulta razonable pensar que la expresión «patrimonio histórico» se utilizaba antes, de escritor comprometido con el medio ambiente, se le recuerda en el club como cantante de blue-
vez en cuando, como sinónimo de lo que por lo común daba en llamarse «tradición». Scrutiny, grass . Información proporcionada por Tony Rose, enero de 1994. Tony Rose recuerda que el
que en el transcurso de los años treinta constituyó una suerte de contrapunto crítico-literario club era «de lo más ecléctico» y que en él «había de todo un poco». No he sido capaz de averi-
frente al movimiento de recuperación de la Canción Folk, se refería a ésta como «un legado
guar en qué momento exacto de los años sesenta el club abandonó las dependencias universita-
compartido por todas las clases sociales». Bruce Pattison, «Musical History», en Scrutiny iii: 4, rias y halló acomodo en la «Baker's Arms» de Jericho. La Vaughan Williams Memorial Library
marzo de 1935, pág. 374, citado en Georgina Boyes, The Imagined Village: Culture, Ideology de la Cecil Sharp House posee algunos números de Heritage, publicación que el club editaba a
and the English Folk Revival, Manchester, 1993, pág. 130. En el ambiente de los clubs que vio
cicloestilo; uno de ellos ha logrado abrirse camino hasta la British Library. La Cecil Sharp
la luz durante los años cincuenta, parece probable que el término «legado» procediera, por tras- House posee asimismo un fichero dedicado a Ethnic, publicación quincenal de índole más
plante, de los cantantes «progresistas» de los EE.UU. El periódico neoyorquino Sing Out y su anglocéntrica pero no menos radical, que empezó a publicarse en 1959. La revista atacaba el
Lift Every Voice. The Second People 's Song Book, Nueva York, 1953, lo utilizaban prolijamente;
estilo «exageradamente preciosista y refinado» desplegado por Cecil Sharp en sus interpreta-
en las páginas de estas publicaciones, la canción folk constituye «el legado democrático de la ciones de canciones populares, y celebraba los aires de renovación «llamados a insuflar mayor
canción». La fraternal carta enviada desde Nueva York, impresa en el segundo número de Sing vigor y sencillez». Agradezco a Malcolm Taylor, bibliotecario de la Cecil Sharp House, que me
(julio-agosto de 1954), emplea también el término en ese sentido. pusiera tras esa pista.
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mensión histórica, habló allí sobre la música de los zíngaros rumanos, a cuya nes que el Partido Comunista celebró durante el verano de 1936 con motivo
tarea de recopilación se había encomendado siguiendo el ejemplo de Béla del estallido de la Guerra Civil Española, convocadas con el lema «March of
Bartók. Paul Oliver era un invitado habitual, «que disertaba sobre diversos History»; entre los «hitos extraordinarios de la historia inglesa» que figura-
aspectos del Blues y la música africana». Por otro lado, la proyección inter- ban en las pancartas estaba la supuesta fundación del Parlamento llevada a
nacional del Club no impedía que sus miembros organizasen viajes etnomu- cabo por Simón de Monforte en el siglo xm. El discurso con el que concluyó
sicológicos a las aldeas de Oxfordshire y Cotswolds, con el fin de recopilar la marcha londinense (celebrada el 20 de septiembre de 1936 entre Tower
canciones inglesas tradicionales.''
Hill y Hyde Park) resulta representativo a este respecto. i3
Uno de los estilos musicales más insólitos que surgió de la mano del
«Legado» —y uno de los más importantes, porque dio origen al pop británi- Sobre Inglaterra se ciernen las figuras tenebrosas de las fuerzas reac-
co— fue el Skiffle," combinación «casera» de jazz, folk y canciones de trabajo,
cionarias, de la dictadura, de la encarnación de cuantas cosas e ideas
con acompañamiento de guitarra o de tabla de lavar. Su antecedente inmedia- repugnan a la vida inglesa: ¡el fascismo! El fascismo es la organiza-
to era el «legado de la canción democrática», procedente en su mayor parte ción científica de la tiranía mediante métodos modernos. Restablece la
de las canciones sindicales americanas de los años veinte, aderezadas con un Inquisición, que el pueblo inglés expulsó hace siglos de las fronteras
toque del country and western del país. Idealiza y entroniza la violencia, la brutalidad, el terror. El
cultivado por Woody Guthrie y con una pizca
del blues negro de Muddy Waters y "blind" Sonny Terry. El Skiffle se presen- Derecho Divino de los Reyes, el recurso a la tortura, la potestad de la
policía secreta, la Cámara Estrellada, las patrullas de reclutamiento
tó al mundo en un concierto de «Ballads and Blues» celebrado en 1954; al
cabo de dos años, había más de 200 grupos tocando en pubs y espresso bars
repartidos por todo el país, y el "2 i's" de Old Compton Street, donde Tommy '3 Archivos del Partido Comunista, «The March of English History. A Message to you». En
Steele y más adelante los Rolling Stones darían sus primeros pasos, iniciaba el archivo se conserva el folleto de la Marcha Cartista que el partido organizase con el lema
su andadura en la música pop. 1830 Chartism; 1939 Communism, con motivo del centenario de la Convención Cartista, así
A causa de su influencia en el segundo revival de la canción popular y en como un texto mecanografiado de 35 págs., «The Heirs to the Charter», redactado para la oca-
sión por el escritor Montagu Slater. Daily Worker, 30 de marzo de 1939, donde figura un artícu-
la formación de una Escuela Británica de Historiadores Marxistas, hay otro lo perteneciente a una serie destinada a la celebración del centenario, y T. Islwyn Nicholas, One
uso insólito del término «legado» que no carece de cierto interés: el que le Hundred Years Ago, Aberyswyth, 1939, ensayo del comunismo galés en esta línea. Geoffrey
dio el Partido Comunista.12 Adoptado en la época del Frente Popular y reto- Trease, Conzrades for the Charter, Londres, 1939, fue una exitosa novela infantil escrita con
ocasión del centenario, que logró combinar el fervor revolucionario con un fuerte sentido de
mado en el periodo de la Guerra Fría, dicha utilización trataba de presentar el pertenencia, especialmente en el caso de las aldeas metalúrgicas que fueron caldo de cultivo del
comunismo como un fenómeno propiamente inglés, como una fuerza verná- Alzamiento de Newport de 1839. Ernie Trory, Between the Wars, Recollections of a Communist
cula y autóctona, heredera natural de siglos de lucha radical. John Milton y Organiser, Brighton, 1974, págs. 112-113, 151 y 158-159, e Imperialist War, Further Recollec-
tions of a Communist Organiser, Brighton, 1977, págs. 219-220, por lo que hace a los manifes-
Oliver Cromwell, venerados como héroes épicos por el inconformismo radi- tantes de la «Marcha de la Historia» celebrada en Brighton. Trory, a la sazón responsable del
cal del siglo xix, fueron dos de los grandes protagonistas de las manifestacio- Partido en Sussex, afirmaba que el condado poseía un «legado», cuyo origen radicaba en la
figura del mártir protestante Deryk Carver; incluía en aquel legado a «el poeta de Sussex, Percy
Shelley» (!) y recordaba a sus oyentes que Simón de Monforte había derrotado al rey en Sus-
sex. El texto titulado «Susscx Manuscripts», incluido en la obra del mismo autor Mafilly About
'" En los conciertos «Ballads and Blues», creados por lo visto como medio de recaudar Books, Brighton, 1945, págs. 111-113, deja traslucir que, como en el caso de otros comunistas
fondos para el Daily Worker,
actuaron el clarinetista de jazz Bruce Turner, el cantante de calipso de su generación, en él había arraigado la idea de la existencia de un legado vernáculo local.
Fitzroy Coleman, los dos Gorman («la Flauta y el Violín de Irlanda») y el cantante escocés Isla Ralph Fox, «The Cultural Heritage», en Novel and the People, Londres, 1948, publicado tras la
Cameron. Sing, 1/2, julio-agosto de 1954, 1/5, enero-febrero de 1955.
" Por lo que respecta al Skiffle, John Hasted, Alternative Memoirs, muerte del escritor en España, constituye un intento interesante de utilizar con fines políticos
edición privada, Itche- la noción de «tradición» acuñada por T. S. Eliot. La concepción que tiene Fox del legado, mez-
nor, Sussex, 1992, es una mina de información. Las andanzas del Skiffle
Sing, se iniciaron en 1954 en cla de modernismo, radicalismo y aires de Yorkshire —no en vano el escritor procedía de una
órgano dependiente del London Youth Choir, al que Hasted pertenecía, y prosiguieron, familia de disidentes religiosos de West Riding—, dictamina que Cobb escribe la prosa más pura
tras pasar por el crisol de la música folk, en la facción correspondiente de la Asociación Obrera
de la lengua inglesa, que Ulises es la novela por antonomasia, que Cumbres borrascosas, Jude
de Músicos. A propósito de la evolución experimentada con el paso del tiempo por el
Skiffle y el obscuro y El destino de la carne son los libros más importantes de su época, «todas ellas...
su mezcla con el Pop, Dave Laing, Karl Dallas, Robin Denselow y Robert Shelton,
Mese: The Story of Folk into Rock, Londres, 1975; y Charlie Gillett, The Electric desgarradoras... proclamas de una certeza propiamente inglesa: que la sociedad capitalista
Londres, 1983. The Sound qf the Cuy, impide llevar una vida plenamente humana...». Por lo que respecta al uso que el Partido Comu-
12 nista hizo de la noción de legado cultural durante la Guerra Fría, harto más interesado, «The
Respecto de esta utilización de lo que Gramsci había denominado lo «nacional-popular», U.S.A. Threat to British Culture», en Arena, junio-julio de 1951 (que resulta interesante a causa
véase Bill Schwarz, «The People in History: The Communist Party Historians' Group, 1946-
1956», en R. Johnson et al., eds., Making Histories, de la disertación de E. P. Thompson sobre «William Morris and the Moral Issues Today»), y
Londres, 1982; Harvey J. Kaye, The British «Britain's Cultural Heritage», ibíd., 1952. En esta última conferencia Roy Sear, a propósito de
Marxist Historians,
Oxford, 1984; y Raphael Samuel, «British Marxist Historians, 1880-1980», «Youth and Heritage», mostró su satisfacción porque la juventud de East Midlands «hubiera
New Lel? Review, 120, marzo-abril de 1980.
formado un grupo de danzas populares».

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forzoso, toda esa inmundicia que nuestros antepasados desterraron de el transcurso de su evacuación.'5 Our Time, publicación neorromántica y pro-
la vida inglesa, volverá si el fascismo triunfa. El fascismo abolirá la
comunista que en el transcurso de la guerra devino un lugar influyente de
libertad de pensamiento, la libertad de culto, la libertad de las mujeres
y la libertad de formar sindicatos y partidos políticos. Nosotros, los
reunión de escritores, artistas y educadores, lucía un aspecto que procedía en
comunistas del presente, os recordamos el legado de la larga lucha gran medida de la idea de «legado»: para su cabecera recurría a una fuente
librada en Inglaterra en pro de la libertad para que os unáis a nosotros tipográfica gótica que resultaba muy apropiada, y espigaba pasajes de Chau-
y juntos evitemos que la bota fascista aplaste esa libertad, y para que cer, Shakespeare y Wordsworth, amén de recurrir a otras fuentes mucho más
de la Democracia del presente surja la Mancomunidad del futuro, en la evidentes (desde un punto de vista radical) como los Himnos del Ejército
que el hombre no explote ya a su semejante. Nosotros, los comunistas, Parlamentario. La Oficina del Ejército para los Sucesos de Actualidad —el
marchamos inspirados por el espíritu y la esencia de la tradición ingle- mayor empeño dedicado a la instrucción de adultos puesto en marcha en
sa, con el afán de que la historia inglesa alcance nuevas cotas. Apela- aquella época— invocaba también la idea de «legado» y recurría a los Debates
mos A TI, londinense de 1936, para que te unas a nosotros en la marcha
Putney de 1647 para entresacar de ellos tanto los textos que proponía con
hacia una Inglaterra Libre y Gozosa. En virtud de nuestra lucha por
fines didácticos como el concepto de una milicia ciudadana.16
conservar las Libertades Civiles, por revivir el ímpetu y el espíritu de
los pioneros del socialismo, por brindar ayuda a los trabajadores de las
Desde un punto de vista metafórico, el término «legado» ha sufrido una
colonias, por resistir a la opresión de los patronos, de los empresarios, inflación enorme, a resultas de su extensión a entornos y artefactos que en el
de la dictadura policial vasta y mezquina que censura las libertades pasado se consideraban indignos de formar parte de la historia, bien porque
públicas y abusa de ellas, continuamos la brega emprendida por nues- eran demasiado recientes para llamar la atención de los estudiosos, bien por-
tros antepasados... En virtud de nuestra movilización en ayuda del pueblo que se antojaban triviales o corrientes en exceso. Cuando, por ejemplo, el
español, que combate por su vida y por la libertad, nos mantenemos primer ministro John Major se convierte en abanderado de los «invencibles
fieles a la tradición democrática inglesa, que siempre apoyó a los lu- extrarradios verdes», metiéndolos en el mismo lote que «la cerveza caliente»
chadores por la libertad, tanto si se trataba de Garibaldi en Italia como y los partidos de cricket al atardecer, como parte de una Inglaterra que nunca
de Abraham Lincoln en América. El fascismo y las fuerzas reacciona- cambiará, le da la espalda a más de noventa años de oprobio.'7 A despecho de
rias tratan de entrometerse en el camino del pueblo. Hay que impedir el
paso del fascismo. Con vuestra ayuda NO PASARÁN. Inglaterra no puede innumerables muestras de desprecio social y literario (la mera mención de un
sitio como Sidcup haría temblar los escenarios del West End), el Primer
volver al pasado ni seguir un camino decadente: debe marchar hacia el
futuro y continuar su senda ascendente. Ministro parece apostar deliberadamente por unos valores que ya no están de
moda. Empero, bien pudiera ser que, a semejanza de la señora Thatcher y de
Durante la Segunda Guerra Mundial —proclamada «guerra popular» en los valores victorianos reivindicados por ella en 1983,18 el señor Major hubiese
1940, cuando la invasión del enemigo se antojaba inminente— por lo visto detectado la inminencia de un cambio en la sensibilidad de la opinión pública.
surgió una versión patriótico-radical de la idea de «legado». Hasta el Natio- El discurso del primer ministro encaja con la popularidad de la que disfrutan
nal Trust se hizo eco de ella produciendo, como parte de los preparativos
para la celebración de su centenario, una película de propaganda acerca de
sus actividades, titulada The People 's Land; 15 Anthony W Hodgkinson y Rodeny E. Sheratsky, Humphrey Jennings, More than a
para la banda sonora, requirió los Maker of Films, Hanover, EE.UU., 1982, págs. 55-56. Jennings simpatizaba con muchas causas
servicios de un místico-radical, Ralph Vaughan Williams." El filme sirvió y tenía un talento prodigioso. «Inglés hasta la médula» («English to his marrow», Our Time,
como modelo e inspiración de las películas realizadas por Humphrey Jen- julio de 1944, pág. 13), parece que se tenía por comunista y puritano, por lo menos en 1942,
nings en el transcurso de la guerra: Words of Battle año en que rodó una película suya sobre los mineros del sur de Gales. En su obra, la invocación
nos muestra a unos pilo-
tos de la RAF reunidos alrededor de un caza Spitfire mientras una voz en off a la épica de Milton convive con la celebración de lo carnavalesco, combinación que brinda sus
declama el pasaje de Areopagitica en el que Milton describe a «una nación mejores resultados en Fires Were Started. La película, que transcurre en el momento más duro
de los bombardeos aéreos alemanes, muestra a un grupo de bomberos cantando a coro alrede-
pujante y vigorosa» sacudiendo sus guedejas; en otro momento de la pelícu- dor de un piano, mientras el suelo tiembla bajo sus pies a causa del impacto de las bombas.
16 Brian Denny, «The Army Bureau of Current Affairs», tesis en historia, Ruskin College,
la, la placa que conmemora el hogar natal de Blake en el Soho se yuxtapone
1994. Curiosamente, el historiador de la formación militar, cuyo aprendizaje pedagógico por lo
con el ruido progresivamente amortiguado de los pasos de unos escolares en visto se desarrolló en la Oficina del Ejército para los Sucesos de Actualidad (Army Bureau for
Current Affairs), se remonta, en el título del libro, a 1643, año de creación del New Model Army.
17 John Major, discurso pronunciado en abril de 1993, citado en «The Roots of `Back to

Ursula Vaughan Williams, R.VVV, A Life of Ralph Vaughan Williams, Basics' unearthed», Independent, 12 de enero de 1994.
Oxford, 1964, pág. R. Samuel, «Mrs. Thatcher's Return to Victorian Values», en T. C. Smouth, ed., Victorian
245. Si desea consultarse un estudio cabal sobre la relación del compositor con la tradición, Values, A Joint Symposium of the Royal Society of Scotland and the British Academy, December
Wilfred Mellers, Vaughan Williams and the Vision of Albion,
Londres, 1987. 1950, Oxford, 1992.

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las vajillas «modernas» en los mercados de pulgas, con el revival que han
píos del xx. Dos de las salas han sido decoradas a guisa de dormitorio y
experimentado de un tiempo a esta parte las aventuras de Guillermo Brown
salón de mediados de la era victoriana. El museo cuenta como atracción
escritas por Richmal Crompton, y, quizá, con la creación febril de zonas ver-
especial con una inmensa colección de coches de bomberos a escala, que
des en las ciudades. En todo caso, no es casual que el discurso se haga públi-
abarca desde algunos de los primeros modelos hasta los fabricados en los
co cuando aún no ha transcurrido un año desde la publicación de The In- años cincuenta»."
tellectuals and the Masses, de John Carey, brillante muestra de populismo
En el lenguaje propio de la ecología, el término «patrimonio» se refiere a
literario que traslada a campo enemigo la batalla librada por la conquista de
los espacios naturales vírgenes y a las reservas destinadas a la conservación
los extrarradios y le cuelga el sambenito a sus críticos eduardianos.19 Quizá
de la flora y fauna. Tenemos un ejemplo en la tarea desarrollada por el Scot-
el Primer Ministro, o la persona que le escribe los discursos, Gordon Reece,
tish Natural Heritage, que se ocupa en la actualidad de mantener y adminis-
tuviera en su ánimo ciertas imágenes de Metroland, bien de la versión televi-
trar las zonas de humedales —«uno de los últimos reductos de paisaje verda-
siva realizada en 1984 (editada en vídeo por la BBC), bien de los poemas de deramente autóctono que quedan en este país»—;23 otro es la labor de protec-
Betjeman en la que aquella se basó.
ción del delfín nariz de botella y el empeño de salvaguarda de las marsopas
Las «curiosidades» y los «objetos de recuerdo», durante mucho tiempo llevados a cabo en el Moray Firth.24 Gracias a los planes turísticos del Natio-
relegados en los museos al papel de cenicientas" y tratados como meros nal Trust, el «patrimonio de los jardines» ha pasado a un primer plano, como
apéndices en los estudios arqueológicos,' se han convertido desde hace algu- por lo visto ha sucedido en otros países." Lo que en la Operación Neptuno se
nos años en líderes del mercado de subastas, dando lugar a una auténtica
denomina «El Patrimonio Costero» abarca unas setecientas millas de costa,
panoplia de artículos coleccionables. Las curiosidades también disfrutan de
cuya limpieza y conservación se encuentran, de un tiempo a esta parte, a car-
un puesto de honor en los nuevos «Heritage Centres» y museos de historia go del National Trust, que lo mantiene a salvo de la basura típica de las zonas
local. Así, por ejemplo, los turistas que visitan el centro Clare, en Suffolk,
de playa. Para los amantes de los paisajes literarios, el concepto de patrimo-
pueden contemplar «objetos de recuerdo de la era del vapor en Clare». El
nio torna sagrados los lugares que atesoran asociaciones artísticas. Entre
Museo de Dewsbury ha dedicado sus salas principales al tema de la infancia;
tales apasionados se cuentan las sesenta y tantas celebridades artísticas y lite-
además dispone de una clase escolar de los años cuarenta «para uso de gru-
rarias que han firmado recientemente una protesta por «los ataques contra el
pos de estudiantes». El East Carlton Heritage Centre, en Market Harborough,
legado artístico y literario» y el «expolio de un paisaje dotado de asociacio-
presenta la historia de Corby New Town. El Fleur de Lis Heritage Centre, en
nes literarias de valor incalculable»: los molinos de viento que se alzan en las
Faversham, Kent, recrea una barbería eduardiana y una centralita de pueblo inmediaciones de la casa parroquial Bronte en Haworth.26
de los años cincuenta. El Museo Cater, en Billericay, consiste «fundamental-
La inflación experimentada por el concepto de patrimonio ha sido tan
mente en una exposición de curiosidades locales, e incluye una enorme
grande en el campo como en la ciudad. Las zonas susceptibles de sufrir
colección de fotografías del distrito realizadas a finales del siglo xix y princi-
daños medioambientales, que los ecologistas y los Amigos de la Tierra enar-
bolan como «patrimonio» digno de preservarse, abarcan hoy en día la totali-
dad del territorio nacional; ya no se limitan a las «áreas de belleza natural
i° «The Suburbs and the Clerks», en John Carey, The Intellectuals and the Masses. Pride
sobresaliente» que fueron objeto de la legislación de los Parques Nacionales
and Prejudice arnong the Literary Intelligentsia, 1880-1939, Londres, 1992.
20 Peate, págs. 134-135, 139. promulgada en 1949 y de las campañas de acceso al campo que la precedie-
21 Ibíd., págs. 17, 20-21. En Somerleyton, Suffolk, una casa solariega desprovista del menor ron, sino que se extienden asimismo a los humedales, refugios para las cigüe-
encanto que permanece abierta al público durante los meses de verano, el sitio de honor lo ocupa ñas; a los eriales donde la hierba crece a su antojo, amenazados por los pesti-
la plata de la familia, panzuda y fabricada a mediados de la época victoriana; la biblioteca, cuyos
libros parece que nunca haya leído nadie; y el traje de armiño que alguien luciera en el Silver
cidas; a los setos y las zanjas, desterrados en beneficio de un tipo de agricul-
Jubilee de 1977. Los visitantes reparan sin remedio en una fotografia de Vogue fechada en 1953, tura similar a la practicada en praderas naturales; y a especies en peligro de
donde aparece una tal señorita Somerleyton —a la sazón una debutante que trabajó como modelo
para la crema facial de la casa Ponds—, pero es posible que les pasen desapercibidas las viejas
herramientas, «a las que todavía se les daba uso allá por 1950», relegadas como han sido a un 22 Kenneth Hudson y Ann Nicholls,
cobertizo donde hay un cartel que dice «curiosidades», único rastro de que el mantenimiento de The Cambridge Guide to the Museums of Britain and
Ireland, ed. rev., Cambridge, 1989; cf. también Museums and Galleries of Great Britain and Ire-
la propiedad antaño dependía del trabajo de los sirvientes, jardineros y del resto del personal. land, East Grinstead, 1994; y Debra Shipley y Mary Peplow, The Other Museum Guide,
Cuando se entra en el vestíbulo, uno se da de bruces con una muestra espectacular de pieles de Londres,
1988.
tigre y con los cadáveres erectos de dos osos polares, abatidos —según se informa al visitante— en 23 «For Peat's Sake», Aberdeen Press and Journal,
el transcurso de una expedición realizada a finales del xix por un antepasado de la familia. Una 2 de julio de 1993.
24 «Actor to Help Out Dolphins»,
fotografia del gabinete de la señora Thatcher, dignataria que al parecer estuvo durante un fin de Dundee Courier and Advertiser, 7 de julio de 1993.
25 Dusan Ogrin, The World's Heritage of Gardens,
semana de safari en Somerleyton, añade otro toque crepuscular a la escena. Londres, 1994.
2" «Windmills Around Haworth», Times Literary Supplernent,
18 de febrero de 1994.
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extinción como las lechuzas de los graneros y los murciélagos de los túneles.
La noción de patrimoine se ha ampliado de forma progresiva en el trans-
De hecho, es en el hábitat de la flora y fauna comunes, más que en las cum-
bres de las montañas o en los cabos agrestes, en donde fija su mirada el ojo curso de los últimos treinta años; tal y como ha sucedido en el caso británico,
sensible a la belleza del paisaje. tal crecimiento ha implicado la modernización y puesta al día de la idea de lo
El gobierno ha colaborado en la adopción de esas medidas, aunque fuera que puede considerarse histórico, amén de la extensión de su base social.
a rebufo de las acciones de protesta y movilización del voluntariado, a dife- Cuando André Malraux, en calidad de Ministro de Cultura, inauguró en 1962
un ambicioso programa relativo al patrimoine, merced al cual el «Museo sin
rencia de lo sucedido en Francia, donde la iniciativa partió del Estado." Los
instrumentos legislativos y ejecutivos han servido para ampliar el ámbito de Fronteras» lograría que el pasado resultara accesible, recuperó el espíritu
lo que se considera digno de conservación. Así, por ejemplo, los restos igualitario de sus años mozos, argumentando que los puestos de libros al
fresco ubicados a orillas del Sena eran un elemento tan «histórico» del entor-
arqueológicos, en virtud de la Ley de 1979, gozan de la protección del De-
partamento de Medioambiente, beneficiándose de la sanción oficial y de la no urbanístico como Chartres o Notre Dame. Construcciones rurales como
seguridad relativa que les concede el hecho de haber sido declarados por los lavaderos de las aldeas adquirieron la categoría de monumentos históricos
el gobierno Áreas Medioambientales Protegidas, privilegio otrora reservado en el transcurso de 1980, Año del Patrimonio; algunas extensiones más
a los refugios de la flora y fauna. English Heritage, la cuasiONG creada en recientes se han centrado en el rescate de brasseries históricas. El Musée
1984 para que se ocupara de los monumentos y edificios históricos, tiene d'Orsay, abierto en 1987, es un panteón dedicado al arte industrial, sobre
todo al de la belle époque. La «misión» encargada de la preservación del
a su cargo aproximadamente unas 500.000 propiedades de las que es respon-
patrimoine fotográfico organiza coloquios y exposiciones internacionales
sable última, y que no sólo abraza aldeas enteras, sino hasta todo un pueblo,
situado en el distrito minero de Derbyshire, en Wirksworth. El Department of sobre artistas como Willy Ronis y Eugéne Atget, cuya obra se enmarca en el
National Heritage, creado tras la resaca de la victoria cosechada por los con- París que va desde los años veinte hasta los primeros años de la posguerra;
servadores en 1991, tiene competencias incluso más ambiciosas; de hecho, su por otra parte, gracias al impulso modernizador de Jack Lang, Ministro de
empeño en controlar hasta el menor detalle del entorno urbanizado recuerda Cultura de los gobiernos socialistas de los años ochenta, el museo puso en
de manera siniestra los engranajes de la planificación urbanística llevada a pie un ambicioso programa de preservación y restauración de películas anti-
cabo en la posguerra. guas (las flamantes copias de L'Atalante y Les Enfants du Paradis se cuentan
Le patrimoine, primo francés del legado, tiene incluso ambiciones más entre sus frutos).3°
ecuménicas y gustos más liberales? Coloca a resguardo de la protección Desde un punto de vista estético e histórico, el concepto de legado es
legislativa y de la intervención estatal o regional no sólo los monumentos y híbrido: refleja unas batallas estilísticas en las que toma parte y registra los
edificios históricos, sino también un enorme abanico de artefactos culturales cambios acaecidos en los gustos del público. La poética del trabajo, que dig-
y materiales, por ejemplo álbumes familiares, cuyo comentario crítico e his- nifica las exposiciones de «historia viva» celebradas en los museos al aire
tórico ha dado lugar a ríos de tinta." Desde la creación del Musée des Arts et libre y que, merced a las fotografías de trabajadores realizadas en tiempos
Traditions Populaires —herencia notoria del Frente Popular— ha tratado de victorianos, es uno de los motivos más utilizados en las portadas de libros,
proteger realidades intangibles como la medicina popular, los dialectos regio- está en deuda con el Movimiento de Artes y Oficios surgido en la década de
nales y las canciones locales. La «Etnología» recibió reconocimiento institu- 1880. El Movimiento mostró una fe inquebrantable en las habilidades artesa-
cional en 1978, cuando el Ministerio de Cultura nombró una Comisión espe- nales. También debe mucho, acaso incluso más, a la celebración del cuerpo
cial que velara por ella. masculino y la exaltación de la fuerza muscular que caracterizaron el «realis-
mo poético» de documentalistas de los años treinta como Robert Flaherty y
John Grierson. De hecho, a juzgar por las fotografías de ese periodo que cir-
27 Britain, 1993. An Oficial Handbook, págs. 189-197.
culan en la actualidad —en su mayoría centradas en escenas de trabajo al aire
28 Las publicaciones francesas al respecto prescinden por fortuna de la pomposidad que
aqueja a las obras británicas. Y demuestran mayor sensibilidad hacia los precursores diecio- libre—, cabría suponer que los talleres victorianos no estaban poblados por
chescos y decimonónicos del concepto de patrimonio histórico. Cf. Francoise Choay, L'Allégorie zapateros y sastres tuberculosos, o por operarios abatidos, que a duras penas
du patrimoine, París, 1992; Jean-Michel Leniaud, L'Utopie ,francaise, essai sur le patrimoine,
París, 1992; Marc Guillaume, La Politique du patrimoine, París, 1980.
eran capaces de seguir el ritmo impuesto por las lanzaderas o las mulas, sino
29 Philippe Hoyau, «Heritage and the "Conserver Society": the French Case», en Robert
por una raza de gigantes.
Lumley, ed., The Museum Time-Machine: Putting Cultures on Display,
Londres, 1988, pág. 28;
Ministre de la Culture, Direction du Patrimoine, Programme d'action, 1984, págs. 5-11, 17-21;
Regards sur le patrimoine, págs. 7-11 (prefacio de Jack Lang), 111, 116-117, 144, 225-239;
Yvon Lamy, «Patrie, Patrimoines», G enés es ,11, marzo de 1993. " Ministre de la Culture, Direction du Patrimoine, Mission du Patrimoine Photographique,
Progranune d'action, 1985, págs. 247-249.
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252 RAPHAEL SAMUEL SEMÁNTICA 253

El concepto de conservación y las nociones de «legado» que lleva apare- EL CUIDADO DE LOS CAMPOSANTOS

jadas siempre son un reflejo de la estética dominante. Podríamos citar a Los árboles o arbustos que crecen junto a la iglesia deben vigilarse
modo de ejemplos la insólita visibilidad adquirida por las tiendas y los mer- atentamente: acumulan sedimento verde en los muros del edificio y
cados en las representaciones del pasado nacional, o la inflexión romántica taponan los canalones con hojas muertas. Nada causa mayor daño a
sufrida por el mundo del comercio, que lo ha convertido en una suerte de las lápidas y tumbas antiguas que la hiedra; debe arrancarse sin con-
contrapunto histórico del consumismo contemporáneo. Otro ejemplo: el entu- templaciones. Los túmulos hacen que las tareas de corte y cuidado del
césped resulten más lentas y laboriosas. Allí donde sea posible deben
siasmo que despiertan de un tiempo a esta parte los arbustos y las enredaderas
colocarse a ras de tierra, aunque siempre respetando los deseos y sen-
resulta coherente con la rehabilitación de la moda victoriana. El paisajismo
timientos de los parientes. Quizá podría empezarse por las tumbas de
funcional de los años cincuenta y 60 no les había dado cabida. En los años las que ya nadie cuida... Los pórticos de entrada al cementerio y los
treinta y cuarenta se abominaba de los arbustos y las enredaderas, y en parti- restos de antiguos camposantos deben preservarse con especial esme-
cular de la hiedra, ya que se los consideraba enemigos del espacio y la luz;" ro. Las puertas, las verjas o los muros de nueva construcción han de
para todos aquellos que se habían declarado contra la «iluminación tenue y hacer gala de un diseño sencillo, antes sólido que ornamental. La
devota» de la Iglesia Victoriana, eran los heraldos de la oscuridad y la claus- cuestión relativa al tamaño de las cruces y lápidas merece atención
trofobia. El fervor «georgiano» que surgió en los años treinta —gusto minori- especial. Los monumentos de grandes dimensiones, incongruentes
tario que llegó a su punto culminante con la fundación en 1937 del Grupo con el entorno, a menudo desfiguran grandemente la belleza del cam-
Georgiano (Georgian Group) y con la puesta en marcha de la campaña para posanto; por tanto, ningún monumento destinado a un camposanto
salvar Bath— hacía gala de una firme creencia en el orden y la simplicidad, y será objeto de encargo en firme hasta que la autoridad competente
con un gusto muy pronunciado por la falta de afectación, cualidad descrita en reciba y apruebe por escrito los planos en que figure el tamaño de la
obra, los pormenores del texto y el tipo de letra elegida. (La longitud
ciertas ocasiones como templanza o decoro arquitectónicos.
adecuada de una lápida es de un metro; la de una cruz, de un metro y
Estas contracorrientes, avivadas por el nacionalismo cultural de los años
veinte.) Cabe insistir en la importancia de emplear madera o piedra
treinta y quizá por un anticatolicismo residual, se aprecian en el siguiente autóctona y mano de obra británica. El uso de mármol blanco italiano
texto, publicado en octubre de 1933 en el Monthly Report del Consejo de para la construcción de lápidas y cruces distrae la mirada, destruyen-
Protección de la Inglaterra Rural. A semejanza de Virgina Woolf en Orlando do la armonía y la sobria dignidad que deberían imperar en un campo-
(o de la reina Mary en los terrenos del castillo de Windsor), el informe consi- santo. También son reprobables las flores artificiales colocadas en
dera a la hiedra enemiga de la luminosidad y la belleza. También a semejanza recipientes de cristal y la grava o los guijarros de mármol blanco, que
de Bloomsbury y de la corriente progresista de los años treinta, se muestra nunca se instalarán sin contar con el permiso pertinente...
decididamente progeorgiano, al tiempo que, tomando como referencia el cés- Debe incentivarse el estudio del estilo y carácter de las lápidas
ped o los setos de alheña típicos del extrarradio, exalta las virtudes del orden. construidas en el siglo xvtü, repartidas a lo largo y ancho del país. En
El escrito se publicó originalmente, «con la aprobación del Arzobispo», en la muchos casos se trata de obras de arte muy hermosas. Su superficie
Canterbury Diocesan Gazette: resulta idónea para esculpir finos trabajos en bajorrelieve, en los que
puede tallarse, si así se desea, una cruz. Tal solución es preferible a la
cruz exenta, a menudo mal proporcionada, que hoy en día resulta
si Por lo que hace al frío húmedo y lóbrego que se abatió sobre Inglaterra con la llegada del
habitual.
siglo xIx y la «incomparable profusión» de hiedra que trajo aparejado, cf. Virginia Woolf,
Orlando, capítulo V Sobre el uso que Steve Smith hizo de ese fenómeno, Novel on Yellow
Paper, Virago, 1991, págs. 13-14 (agradezco a Alison Light que me indicara la existencia de Los restauradores de iglesias que llevaron a cabo su labor durante la década
esta obra). Por lo visto, la reina Mary, la reina madre, fue una gran enemiga de la hiedra: de 1840 no sentían ninguna simpatía por el estilo georgiano («el non plus
«Durante toda su vida detestó la hiedra; organizaba cuadrillas destinadas a borrar de las tierras
de Badminton la faz del "enemigo". En el transcurso de la guerra, se encargó en total de la lim-
ultra de la abyección»);" de hecho, los eclesiólogos de Cambridge, portavo-
pieza de 120 acres». Cita de Marion Crawford, The Queen Mother, Londres, 1951, que figura
ces arquitectónicos de aquellos restauradores ante la opinión pública, soste-
en David Duff, Queen Mary, Londres, 1985, pág. 225. «Sin duda, la reina Mary estaba obsesio- nían que «desde el comienzo del reinado de Jorge I hasta el año 1820 no se
nada por su lucha contra la hiedra. A su parecer, era un elemento destructivo.» Anne Edwards, construyó una sola iglesia digna de ese nombre»). A ojos de los partidarios
Matriarch, Queen Mary and the House of Windsor, Sevenoaks, 1984, págs. 379-380. El mismo
libro ofrece el siguiente extracto de su diario: «Mañana deliciosa que pasamos arrancando la del revival gótico, la arquitectura clásica o neoclásica resultaba «pagana»; en
hiedra de los árboles de los jardines» (25 de septiembre). «Mañana deliciosa que pasamos
arrancando hiedra de los árboles. Vimos arrancar una pared de hiedra con medio siglo a sus
espaldas. Casi toda cayó como una manta» (26 de septiembre). Estoy extremadamente agrade-
cido a Pippa Hyde, bibliotecaria del Consejo de Protección de la Inglaterra Rural, por ponerme 32 James F. White, The Cambridge Movement; the Ecclesiologists and the Gothic Revival,
tras la pista de esas obras. Cambridge, 1967, pág.en
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el mejor de los casos se antojaba «mundana» o «apropiada para cuáqueros»,
cielo. A Dickens le resulta indiferente que las tumbas de la cripta sean de
pero se la consideraba alejada de los usos y costumbres eclesiásticos. «Un
mármol y no de puro roble inglés; por otra parte, lejos de reprobar la exube-
edificio como ese hubiera sido apropiado para albergar los combates de gla-
rancia de la hiedra —que, como la hierba alta, se ha apoderado del camposan-
diadores o de animales salvajes celebrados en la antigua Roma, pero resulta
to—, hace que los aldeanos la recojan, junto a bayas y acebo, para preparar el
profundamente indigno de una iglesia cristiana», escribió The Ecclesiologist
ramo funerario de la pequeña Nell. Dickens no hace ninguna referencia a ese
a propósito de una de ellas, construida en 1797 en Banbury, North Oxon.33
espíritu de mejora del que en otros ámbitos —como el movimiento higienista
El sueño de un retorno a la «arquitectura cristiana» de la Alta Edad
Media, leitmotiv de los nostálgicos del arte gótico durante la década de 1840, de la década de 1850— estuvo presto a ser adalid. Para desplegar sus poderes
mágicos, el camposanto precisa de la desolación del pleno invierno; es un
se extendió a los camposantos. Aquí los eclesiólogos la emprendieron contra
lugar que debe permanecer en estado salvaje.
la práctica dieciochesca de colocar tumbas con inscripciones individuales, así
como obeliscos o monumentos verticales. Un artículo de The Ecclesiologist El vínculo establecido entre la noción de patrimonio y el ámbito de las
artes, institucionalizado y formalizado en la amalgama de los dos ministerios
publicado en enero de 1845 se lamentaba de que «aun cuando nuestras igle-
que los toman a su cargo, data de época reciente. Durante los años sesenta,
sias conservan en su interior numerosos monumentos antiguos» los campo-
con la excepción interesante de Snape Maltings, antiguo almacén y fábrica de
santos se habían visto despojados de ellos, e invocaba el recuerdo de las fron-
das de antaño. cerveza reconvertido en sede del Festival de Aldeburgh, no existían salas
escénicas de carácter «histórico», ni había planes megalómanos —como los
¿Qué aspecto tendrían en los tiempos antiguos los camposantos que relativos al shakesperiano «Globe» ubicado en Bankside— para hacerlos vol-
hoy se nos muestran desfigurados? Bien, sabemos que entre las tum- ver del reino de los muertos. Los teatros que se inauguraron en el transcurso
bas se erguía una enorme cruz de piedra, que un venerable tejo crecía de esa década, como The Belgrade, en Coventry, y The Crucible, en Shef-
a la intemperie, que a la entrada del cementerio había un pórtico de field, reivindicaban su condición ultramoderna. «El teatro circular» —iniciativa
madera y, quizá, que un manantial brotaba en el interior del recinto o de vanguardia que causaba furor en aquellos años— no se gloriaba de ser des-
que un arroyo cruzaba por sus dominios También es probable que la cendiente de los anfiteatros griegos o romanos, o de las obras teatrales que
espesura de las hermosas frondas se extendiera por doquier, de forma en la antigua Inglaterra se representaban en el transcurso de las procesiones;
que la morada de los difuntos tuviera el aire sereno y retirado que le al contrario, se lo aclamaba por constituir un escenario nuevo e informal. El
es menester.34
Chichester Festival Theatre, con sus interiores de pino escandinavo, hacía
El camposanto que aparece en Almacén de antigüedades alarde de su modernidad. El Teatro Nacional, con su escenario giratorio con-
(1841), donde trolado electrónicamente y sus decorados, que descendían desde el telar o se
encuentran refugio la pequeña Nell y su abuelo —escena presumiblemente tan
elevaban desde el nivel del suelo, era una de las maravillas tecnológicas de su
influyente en la formación del gusto victoriano por lo sepulcral como lo fuera
tiempo; por comparación, los teatros de Drury Lane, con sus fatigosas mani-
la cena de los Cratchit en la celebración victoriana de las Navidades—,35 no
velas y poleas, parecían de época prehistórica. El propio edificio, con su tos-
tiene nada de pulcro y ordenado. Crece en el suelo una hierba tan tupida,
ca fachada de hormigón, no evocaba la tradición en absoluto. La decoración,
cubierta por tal capa de hojas caídas, que los pasos de la pequeña Nell resul-
minimalista, no sólo prescindía de las tonalidades doradas y carmesíes, sino
tan inaudibles. Las tumbas son «de tiempos venerables», y la propia iglesia,
también del proscenio. No había museo de antigüedades, ni placas en recuerdo
para cuya construcción se utilizaron las ruinas de un monasterio como cante-
de las glorias que actuaron en el Bankside, ni rastro de nomenclatura histori-
ras de piedra labrada, es increíblemente antigua, «un lugar vetusto y fantas-
cista que estableciera una continuidad con las compañías teatrales de tiempos
magórico», «cuya grisura destacaba aun en medio de aquel paisaje descolori-
isabelinos o jacobeos, o que mirase al pasado. Las veladas musicales que
do». El sacristán es un tipo más viejo que Matusalén, que por lo visto
tenían lugar en el vestíbulo optaban por ofrecer música de jazz interpretada
encuentra su mayor placer en cultivar un bosque de árboles y arbustos. Ansía
al saxo antes que madrigales isabelinos, en tanto el repertorio privilegiaba las
la llegada del día en que la fronda resulte tan densa que ya no pueda verse el
producciones de Shakespeare en clave moderna.
La asociación de la idea de «patrimonio» con la imagen corporativa ofre-
33
Basil F. L. Clarke, cida por las sedes de las grandes empresas resulta reciente, pero se ha exten-
Church Builders of the Nineteenth Century. A Study of the Gothic
Revival in England,
Newton Abbot, 1969, pág. 78. C£ también otra obra del mismo autor, The dido como un reguero de pólvora. Tiene su epítome en los recuerdos de Nel-
Building of the Eighleenth-Century Church, Londres, 1963, págs. 1-3, son que pueden admirarse en el nuevo cuartel general de Lloyd, edificio por
y ap. V, págs. 232-237.
«On Monuments», The Ecclesiologist, enero de 1845, pág. 16.
3' The Old Curiosity Shop,
otra parte ultramoderno, así como en la exposición sobre Florence Nightin-
capítulos XLVI, LII-LIII, LV, LXXII.
gale que da la bienvenida a los visitantes del Hospital de Santo Tomás. Entre las
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RAPHAEL SAMUEL ShMANT1CA G., I

compañías de seguros de la Ciudad de Londres ha arraigado la costumbre de gantados como consecuencia de la remodelación de las gradas. Los Glasgow
instalar un minimuseo en el vestíbulo o el pasillo de entrada, un poco al Rangers atesoran lo que un visitante entusiasmado ha descrito como «un
modo en que, en los viejos tiempos, los establecimientos de los barberos y de museo de fábula, una maravilla», «muy tradicional, con bastidores y paneles
los tabacaleros lucían en la entrada, respectivamente, una barra vertical bico- de madera, con un poco de olor a humedad». El Museo del Liverpool FC
lor y un escocés con kilt
tallado en madera, a modo de mascotas.36 contiene una serie de recuerdos de los jugadores, una sección sobre «fútbol
Los Coutts, saga de banqueros de la aristocracia inglesa —se dice que de los viejos tiempos» dedicada a Billy Liddell, otra consagrada a Bill
algunos de sus clientes requirieron por vez primera sus servicios hace dos- Shankly, gerente del Liverpool en los años sesenta, y una amplia colección de
cientos cincuenta años—, poseen uno de los ejemplos más extraordinarios de insignias y regalos. Uno de los escasos trofeos exhibidos a modo de recorda-
tales minimuseos. Creado en 1977, cuando el banco se trasladó a las flaman- torio del ambiente que se respira en el campo es una matraca de aficionado
tes instalaciones construidas para tal fin en el Strand, su minimuseo, en de aquella década. Empero, el nuevo museo de «historia viva» o «centro de
medio de la modernidad del atrio, estaba destinado a convertirse en un sím- visitantes» cuya inauguración está prevista para 1995, tras la remodelación
bolo de abolengo. Al entrar en el vestíbulo, el visitante puede contemplar, del Kop, ofrecerá la posibilidad de disfrutar de la «experiencia» de hacer una
amén de un tapiz de Voysey, una veintena de expositores; el lujoso despacho visita al vestuario de jugadores y recorrer el túnel de acceso al campo, quizás
del director, situado en el cuarto piso, le ofrece una exposición en toda regla al son de una grabación del rugido de la marabunta. El Museo del Arsenal,
de retratos y plata. Aparte de hacer gala de los tesoros de la compañía —por abierto al público el pasado otoño, exhibe toda la indumentaria deportiva de
ejemplo, la carta en la que Lord Byron solicita una extensión del crédito—, el Alf Kirchen, el balón de fútbol recibido por el Club cuando ganó la copa de
minimuseo explota los recursos de la nueva museología. Una serie de amplia- 1936, la camiseta que supuestamente perteneciera a Alex James (un hincha
ciones fotográficas sirven como vistoso telón de fondo de los objetos expuestos. del Arsenal pagó por ella mil quinientas libras esterlinas en la subasta de ar-
Se muestra una reproducción a tamaño natural de una joyería de 1692, con tículos futbolísticos organizada el año pasado en Christie's), pitilleras y me-
maniquís de cera de John Campbell, el fundador de la firma, y del duque de dallas de los tiempos de Plumstead, y un viejo par de botas de fútbol de los
Argyll, «nuestro primer y más ilustre cliente». En virtud de otro fragmento años cincuenta.38
de realidad simulada, vemos a un oficinista del siglo xtx sentado en el bufete El «patrimonio cultural» de la serie de libros editados por Routledge en
de un colega. En el piso superior hay una reproducción a tamaño natural de la su colección «patrimonio crítico», que cuenta ya con una larga trayectoria,
condesa de Burdett-Coutts, realizada a partir de una fotografía hecha en la estaba inspirado en la noción de «tradición» acuñada por Matthew Arnold.
casa familiar que los Coutts poseían en Piccadilly." Brian Southam, que prohijó la serie y le dio nombre, encargándose asimismo
Si pasamos al otro extremo de la escala social y nos fijamos en uno de de coordinar el primer volumen (una selección de textos críticos sobre Jane
los bastiones de la Inglaterra de clase obrera, cabe señalar el auge experimen- Austen), era un antiguo profesor universitario que había abandonado la
tado por los museos de los clubs de fútbol, cuyo número crece a pasos agi- docencia, experto en teoría literaria (entre sus posibles influencias se cuenta
la obra de T. S. Eliot titulada Tradition and the Individual Talent, así como la
figura de F. R. Leavis). John Naylor, el artífice de la colección, era un editor
" En relación con `Wooden Highlanders', véase
Notes and Queries, vol. 162, 1932, pág. de Batsford que trabajaba en una editorial cuyo «pan nuestro de cada día»
404; ibíd., vol. 163, 1932, pág. 14; vol. 181, 1941, págs. 53-54.
37 había sido, durante cerca de cuarenta años, la idea de «legado».39
Le agradezco a Tracy Earl, archivista de Coutts, la información que me dio sobre los
expositores de Coutts, y a John Kcyworth, conservador del Banco del Museo de Inglaterra, la La versión de «patrimonio histórico» desarrollada por Batsford en el
visita guiada y el relato que me hizo de ese interesante añadido a la City. Cabría localizar un transcurso de los años treinta era de índole topográfica. En algunas ocasiones
antepasado más remoto en la exposición de placas antiguas de las aseguradoras de inmuebles y se refería a la iglesia parroquial; en otras, a las viejas posadas («unos de los
equipos de bomberos organizada en 1937 en la Chartered Insurance Institution de Alderman-
elementos más atractivos de la vida inglesa»); no obstante, lo más frecuente
bury, poco tiempo después de la creación del Firemarks Circle, y que actualmente pasa por el
trance de una remodelación. Según parece, fue el modelo de esos minimuseos o exposiciones
murales que hoy en día adornan las sedes de las casas de seguros. Las gentes que han visitado
Spitalfields quizá hayan reparado en la exposición de antiguos uniformes de bomberos que " Agradezco a Ian Cook, del Arsenal FC, y a Brian Hall, del Liverpool FC, la información
puede verse en Fritzell International, situada en Folgate Street; por lo visto, la de Sharp's, en sobre los museos de sus equipos y de otros clubs de fútbol. Tower Hamlet News, 22 de julio de
Lloyd's Avenue, resulta incluso más espectacular, puesto que el socio mayoritario es también un 1993, proporciona información sobre el Museo del Millwall FC, que tiene previsto exponer los
historiador de la materia. Cf. Brian Wright,
The British Fire Mark, 1680-1879, Thetford, 1982. billetes de tranvía que los espectadores compraban para llegar al campo, así como los equipa-
Agradezco al señor Wright la información sobre la proliferación de tales minimuseos. Las mientos de los jugadores.
maquetas de barcos que se exhiben en las compañías de seguros marítimos, como la que luce 39 Agradezco a Brian Southam y John Naylor que compartieran conmigo sus recuerdos del
en el escaparate de Ocean House, en Elder Street, Spitalfields, quizá sean un pariente cercano nacimiento de la colección. El libro de Brian Southam sobre Jane Austen, publicado en 1968,
de esos minimuseos.
fue el primero de la serie.
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SEMANTICA 259
es que estuviera vinculada con el encanto de lo vernáculo, como en
English Household Life, de Gertrude Jeckyll. Tal y como hicieron los edito-Old adquisición del Trust: Dinas Oleu (la fortaleza de la luz), el peñón de roca
res de History of Everyday Things, blanca que se alza majestuosamente sobre el estuario de Barmouth. Y lo con-
de Quennells, Batsford llevó a cabo una
labor pionera encaminada a introducir en las escuelas una idea de tradición cluye —«bajo imponentes chaparrones»— en el cabo «artúrico» de Baras, en
vinculada al Movimiento de Artes y Oficios. Por lo que se refiere a otro tipo Tintagel, ubicado en la costa agreste del norte de Cornualles, donde escucha
de código, en concreto al lenguaje de los colores, Batsford cuestionó la omni- el sonido agudo y estridente del mar que rompe a los pies del acantilado,
presencia estridente del rojo, el blanco y el azul, colores por antonomasia de contempla al halcón abatirse sobre su presa y, bajando la mirada desde lo alto
la heráldica militar e imperial, recurriendo a los suaves colores pastel de las del precipicio, observa los cormoranes negros y las blancas gaviotas sobrevo-
portadas fauvistas diseñadas por Brian Cook.4° lar el mar profundo. Rawnsley consagra dos capítulos enteros a las propieda-
Graham Wallas, especialista en ciencias políticas durante el periodo post- des del National Trust en Exmoor, y sólo tiene ojos para ensalzar las glorias
fabiano* y autor de un libro al respecto escrito tras la Primera Guerra Mun- de las cañadas y las cavernas, de los brezales apenas arbolados y de las mese-
dial (Our Social Heritage, tas. La única casa señorial en la que se detiene está «destripada y destruida
1921), empleó el término en un sentido más
amplio y abstracto, que maridaba nociones liberales y reformistas del bien por dentro». No parece más interesado en las flores y los jardines, la gran
público con otras de índole darwiniana relativas a la herencia y el entorno. pasión de los visitantes actuales del National Trust: la naturaleza salvaje es lo
Por una parte, el término «patrimonio» abarcaba los instintos sociales y las único que cuenta.42
normas de conducta tal y como se manifiestan, digamos, en el hábito de la A Countryman's England (1935), uno de los volúmenes escritos por Do-
cooperación o en la aceptación de los deberes y derechos consuetudinarios; rothy Hartley para la «Biblioteca del Patrimonio Británico» publicada por
por otra, en un plano más intelectual, se refería a la influencia de las artes y Batsford, es también ajena a la forma en que se expresa el gusto por lo bucó-
las ciencias, al patrimonio cultural. En el ámbito del gobierno incluía tanto lico en nuestros días. En sus páginas no hay rastro de iglesias cubiertas de
los derechos de representación como el deber de control social; en el labo- hiedra, de aldeas rodeadas de fronda, ni tampoco (al modo de, digamos, las
ral, circunscribía tanto la práctica sindicalista como la médica, la legal o la guías «Shell») de encantos pintorescos. El hilo conductor del libro es «La
vida y el trabajo en el campo». A diferencia de lo que sucede en el cine docu-
Para Canon Rawnsley, cofundador del National Trust mental británico, las fotografías no contribuyen a fundar una poética del tra-
y uno de sus propa-
gandistas más prolíficos, el «patrimonio» estaba menos emparentado con la bajo, ni a mostrar paisajes impresionantes, como hacen las postales, sino a
cultura que con la naturaleza. Este apasionado de Wordsworth residente en el documentar las labores cotidianas; los bocetos que se incluyen —extraídos del
Lake District, entorno que se negó a abandonar para hacerse cargo de un cuaderno de notas de la autora— conceden un papel privilegiado a los instru-
arzobispado, era un amante de los rincones apartados de la naturaleza. mentos de trabajo: «almádena de montaña para elaborar mantequilla», «el
National Heritage The tradicional cascajo empleado por los pastores», «colmenas de paja». La cose-
(1919), el libro que compiló para celebrar los primeros
veinticinco años de actividad del National Trust, cha es el elemento definitorio del patrimonio rural. Kent y Hampshire son
refleja ese talante de manera
cabal. Rawnsley inicia su travelogue «huertos y vergeles» donde, a juzgar por las fotografías, los jornaleros traba-
con un capítulo dedicado a la primera
jan sobre zancos. Otra foto, tomada en East Anglia, muestra una hilera de
mujeres agachadas «que cavan con las manos para recolectar remolacha azu-
4°Brian Cook, The Britain af Brian Cook,
carera». La descripción visual de una granja avícola vallada con alambre pre-
Londres, 1987, proporciona un relato fascinante figura a todas luces la cría de gallinas ponedoras en jaulas en batería, tal y
a propósito del nacimiento de las portadas «favistas» de libros, que recurrían en abundancia al
verde esmeralda y al rosa. como se practica hoy en día.
* La Sociedad Fabiana, fundada en 1883, fue un movimiento intelectual y de clase media
que en 1906 contribuyó (junto a otras corrientes del socialismo británico) a la fundación del Existe toda suerte de ingeniosos adminículos destinados a repartir, cla-
Partido Laborista. Pretendía implantar un Estado «socialista» mediante reformas graduales y la sificar y distribuir el grano contenido en tolvas automatizadas. Tam-
conquista de la opinión pública, renunciando a los métodos revolucionarios. Como grupo, los
bién hay básculas e instrumentos para administrar baños de polvo. El
fabianos se preocuparon de males y remedios específicos más bien que de una filosofía general
de la sociedad o de la denuncia de la propiedad privada y de la percepción de rentas, intereses y número de huevos se controla mediante el método ancestral del empleo
beneficios. Hay quien les ha negado el calificativo de «socialistas», debido a su falta de interés
por cualquier tipo de reconstrucción radical de los fundamentos de la propiedad en la sociedad.
En política exterior eran partidarios del imperialismo y anti-
internacionalistas, al considerar que
la prosperidad del Imperio redundaría en la prosperidad de las clases trabajadoras. 42 H. D. Rawnsley, A Nation's Heritage, Londres, 1920; por lo que respecta a su rechazo del
4 ' Graham Wallas,
Our Social Heritage, Londres, 1921; Martin Wiener, (N. de los t.) obispado de Madagascar, National Trust Archives, Acc. 6 / 17, carta de Octavia Hill, 25 de
Worlds, the Political Thought of Graham Wallas, Oxford, 1971. Between Two
noviembre de 1901; y Canon Rawnsley, An Account of his Li fe, de Eleanor E Rawnsley, Lon-
dres, 1923.
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de jaulas. De hecho, un ave de corral carece de vida propia; no es otra En 1940, la «hora más gloriosa» de Gran Bretaña, cuando el país resistía
cosa que una apuesta económica.43 en solitario contra las tenebrosas fuerzas de la tiranía, cuando hasta su propia
existencia como nación de repente estaba en juego, la noción de «legado»
En la versión de la idea de patrimonio característica de los años treinta, el prendió como una mecha en lo que una serie de opúsculos propagandísticos
paisaje, a despecho de estar amenazado por las urbanizaciones de bungalós y dio en llamar «el espíritu y la armazón de las instituciones británicas» y en lo
desfigurado, según los conservacionistas, por excrecencias modernas como que los prontuarios y conferencias de la Oficina del Ejército para los Sucesos
vallas publicitarias o torres de tendido eléctrico, todavía se consideraba como una de Actualidad (Army Bureau for Current Affairs) denominaron «el talante bri-
extensión de terreno agreste y solitaria. Hasta el apasionado de las antigüedades tánico»." El pueblo británico amaba la libertad, tenía «aversión innata» con-
o el amante de la naturaleza virgen consideraba que el pasado y el presente tra forma de coacción alguna y sentía predilección por el esfuerzo volun-
formaban un todo sin solución de continuidad. Por eso Hilda Coley, en Heri- tario.46 Las libertades de las que gozaban los británicos se habían conseguido
tage of Wild Flowers (1935), empezaba su libro celebrando la longevidad y a fuerza de luchar por ellas y constituían «nuestro legado nacional». Westmins-
tenacidad de la materia que abordaba: «Así como nosotros descendemos de ter, «la madre de la asamblea legislativa», era la cuna de la democracia. El
las gentes que vivieron otrora en esta tierra, las flores silvestres que contem- habeas corpus otorgaba a todos los súbditos el derecho a un juicio justo. El
plamos hoy en día descienden de las que arraigaron en ella hace cientos de sistema de jurados era la envidia del mundo entero; en la propia Gran Breta-
años... Algunas... son exactamente idénticas a aquellas... mientras que el as- ña, el imperio de la ley estaba asegurado por el compromiso público irrenun-
pecto de otras ha sufrido ligeras variaciones». La perspectiva del crecimiento ciable con el respeto a las reglas del juego.47 Londres, capital de la nación,
urbano resultaba relativamente tolerable a ojos de la autora: «que jamás... había estado tan bella como bajo el ataque de los bombarde-
ros»," gozaba de una estima muy especial por ser el objetivo principal del
Hace cien años, o incluso hace solo cincuenta, en Gran Bretaña había ataque enemigo. El heroísmo y la jovialidad de las gentes más humildes de
muchas más flores silvestres que en la actualidad. Gran parte de las Londres —la indiferencia estoica de la señora Mopp, la asistenta de clase
tierras en las que antaño crecían están ahora ocupadas por edificacio- obrera, frente a los «teutones», o el «todo va como una seda» de los taxistas,
nes: el número de factorías, tiendas y casas que existen hoy en día es las conductoras de autobús y los agentes de policía— eran símbolos del coraje
muy superior al contado en el pasado. Las sendas estrechas y diminu- de toda la nación; la milagrosa supervivencia de la Catedral de San Pablo, el
tas al amparo de cuya sombra crecían las flores silvestres más inusita- talismán de la voluntad que mantenía en pie al país.
das y exquisitas han sufrido la poda de sus setos y la siega de la hierba
Revisar las películas del periodo, o los Postscripts (1940) de Priestley
que crecía a ambos lados del camino, con el propósito de convertirlos
—las emisiones radiofónicas que realizó cuando el temor a la invasión alcanzó
en carreteras en toda regla. La escasez de sombra y de terreno ha pro-
piciado que sólo se conserven los tipos de planta más resistentes, pri- su cénit—, o los ensayos que Orwell escribió en 1940, es encontrarse con un
vándonos de muchas de las clases más delicadas e infrecuentes. De país enamorado de sí mismo." Los encantos del carácter nacional eran objeto
nada sirve lamentarse; nuestras quejas no nos devolverán los días ni de una gran atención: la supuesta tolerancia de los ingleses, el exquisito trato
los usos que desaparecieron sin remedio. A muchos nos encanta dar que dispensan a sus semejantes, su extrema modestia, su amor por el espíritu
un paseo en coche por el campo; en nuestra mano está conservar la deportivo. Una de las imágenes que alcanzó mayor predicamento mostraba
belleza del paisaje eligiendo con tino las flores que cogemos y cuidán- un país habitado por una raza de bonachones excéntricos, descendientes
donos de no arrancarlas de raíz. También podemos hacer acopio de directos de esos «perros rabiosos y hombres de Inglaterra» que, en los ripios
semillas pertenecientes a distintas clases de flores silvestres y plantar- salidos de la pluma de Noél Coward, marchaban precipitadamente bajo el sol
las en las zonas menos pobladas de los setos vivos. Eso hará que en el del mediodía. Otra imagen predilecta sostenía que el país era en esencia como
futuro tanto nosotros como nuestros semejantes podamos disfrutar de
una mayor belleza.44

45 La colección constaba de diez volúmenes y se publicó en Longman con el título de «Bri-

tish Life and Thought».


4" J. E. Hales, British Education, citado en «The British Way of Life»,
Britain Today, n° 38,
43 Dorothy Hartley, A CountrymanS England, Londres, 1935. Dorothy Hartley escribió, entre

otros muchos textos, una especie de Historia de las cosas cotidianas en miniatura y un libro febrero de 1941, pág. 16.
47 «The Life of a Nation», Britain Today,
n° 61, septiembre de 1941, págs. 2-3.
sobre la cocina de Yorkshire. Un testigo recuerda así el momento en que la autora entró en la ofi-
48 Vera Brittain, England S Hour: an Autobiography, 1939-41,
Londres, 1982, pág. 120.
cina de Batsford: se trataba de una «mujer de campo, alta y de aspecto indómito», «mezcla de
" Los dos siguientes párrafos proceden de la introducción redactada por el autor de estas
priora y señora de un castillo», ataviada con un sayo negro muy largo, que pronunciaba las erres
como ges, a la manera de las gentes de pueblo. Información proporcionada por John Naylor. líneas, «Exciting to be in English», que se encuentra en Patriotism, the Making and Unmaking
44 Hilda M. Coley, Our Heritage of Wild Flowers, Londres, 1935, págs. 9-10. of British National Identity, Londres, 1989, I, págs. xxiv-xxv.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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DZIVIHIN 1 1LA Ll1-7

una familia que disputaba por cosas sin importancia pero que formaba una
cambiar de golpe el curso de las cosas. Nosotros hacemos las cosas
piña cuando había que afrontar algún problema grave. La franqueza, la clari-
a nuestro modo. Quizá sea lento y resulte un poco aburrido, pero es
dad, la lealtad, la sinceridad, la credibilidad, la responsabilidad eran por lo
visto la quintaesencia de las virtudes inglesas. y será siempre lo que más nos conviene.
Lo mismo cabía decir del ide-
alismo (aunque los ingleses fueran reacios a admitirlo) y de su compromiso
Hace cincuenta años, en el culmen de la fiebre productiva desatada
con los principios más elevados (aunque no lo proclamaran a los cuatro vien-
durante la posguerra y en las postrimerías de «la hora más gloriosa de Gran
tos). Prácticos y juiciosos, los ingleses, empero, estaban románticamente ape-
Bretaña», la idea de patrimonio, asunto que hacía correr ríos de tinta y que
gados a la tradición, a la «belleza inalterable» de la campiña inglesa, a «las
alcanzó su máximo apogeo durante los preparativos del Festival de Gran Bre-
casitas rurales» «junto a los campos de cereales». Infalibles cuando había
taña celebrado en 1951, no giraba alrededor de las ruinas (aunque participa-
que enfrentarse al enemigo, disciplinados cuando las circunstancias así lo
ran de ella), ni de las «curiosidades» y los «artículos de recuerdo» (sector de
precisaban, pero por lo demás una nación de individualistas, los ingleses pre-
ferían arreglárselas por sí mismos. crecimiento de la industria del souvenir histórico que impera en la actuali-
dad), sino más bien de lo que entonces se consideraban los encantos del
Todas esas imágenes, a diferencia de las evocadas durante la Primera
Guerra Mundial, resultaban eminentemente antiheroicas. Los ingleses no carácter y la vida nacionales: el genio británico para la diplomacia, el amor
eran una raza superior sino un pueblo doméstico, más inclinados a las deli- británico por el respeto a las reglas del juego. La pompa estatal —como la pro-
cias hogareñas que a las conquistadoras. Su patriotismo era quedo; como los cesión del Lord Mayor o la apertura del parlamento presidida por la Reina, e
personajes ascéticos y heroicos interpretados por Leslie Howard, el combate incluso la interpretación del himno nacional al final de las proyecciones cine-
les parecía aborrecible aun cuando resultaba necesario. Su sentido del humor, matográficas y de las representaciones teatrales— tenía un peso enorme. La
la capacidad de reírse de sí mismos, era, por lo visto, el arma secreta de los Cámara de los Comunes era «el santuario donde se conservan las libertades
ingleses, la clave que ni siquiera todas las maquinaciones urdidas por los del mundo entero»; el Parlamento constituía «el resultado de mil años de...
nazis en Pimpernel Smith historia política»." Los setos eran «el elemento más característico del paisaje
lograban desentrañar. El arte de la jardinería, según
el parecer que arraigó en Gran Bretaña durante la guerra (posiblemente por británico»; el cultivo de los campos daba fe de la fertilidad de la agricultura bri-
influencia de la campaña «Cavemos por la victoria» tánica.51 Gran Bretaña era una sociedad de progreso construida sobre los sólidos
[«Dig for Victor3;»}), era
una virtud específicamente nacional. A lo largo del periodo de entreguerras, cimientos de un pasado único. Así, por ejemplo, Our Historical Heritage,
la jardinería se había afirmado como el pasatiempo más cultivado por los obra en tres volúmenes dirigida a estudiantes de enseñanza secundaria, pre-
ingleses, al amparo, por una parte, del súbito crecimiento de municipios en sentaba la historia nacional «de un modo que anima a los alumnos a aprender
las afueras de las grandes ciudades y, por otra, del declive del servicio más cosas sobre "la historia del gran logro de la humanidad"» (no en vano, las
doméstico. En El león y el unicornio conclusiones finales del libro ostentaban el elocuente título de «Mirar hacia
(1941), Orwell retrata a los ingleses
como una raza de floricultores, y ve en la jardinería un ejemplo modélico del el futuro»)."
carácter discreto de la vida nacional. Noel Coward, a quien resulta imposible En el momento de la celebración del Festival de Gran Bretaña, la fe en
imaginarse cultivando puerros gigantes para participar en concursos de horti- todo lo británico permanecía indemne, por lo menos según Everybodys, uno
cultura, invocaba el mismo tópico en sus emisiones radiofónicas de carácter de los semanarios ilustrados que se publicaban en aquella época. Londres era
patriótico, retomado más adelante en su guión de todavía «el puerto con mayor tráfico del mundo» y el Festival brindaba a
Happy Breed, La vida manda (This
1944), fábula sobre la vida familiar en Gran Bretaña durante el Gran Bretaña una nueva oportunidad de mostrarse al mundo como «líder en
periodo de entreguerras. Para Frank Gibbons, padre de familia y dueño de el ámbito del comercio, la innovación tecnológica y las artes»." El «eximio
una casa en Clapham, la jardinería brinda argumentos de peso a favor del
conservadurismo. «En este país las prisas no gustan», le dice a su mujer:
s' Beauty in Britain, Londres, s.f., pág. 10. En el mismo libro (pág. 30) se afirma que el
FRANK:
Es como la jardinería. Alguien dijo una vez que éramos una Grand National es «la carrera de obstáculos más dura y formidable que se celebra en todo el
nación de jardineros. No andaba desencaminado. Nos dedicamos a mundo»; también proclama a los cuatro vientos que los tradicionales centros de recreo que se
plantar cosas, a verlas crecer y a estar atentos a los cambios atmosfé- alzan en la costa sur del país, Eastbourne y Bognor Regis, gozan de «gran renombre» en el
ricos. ámbito de la industria del ocio «más avanzada» (pág. 38).
ETHEL: ¡Tú y tu obsesión con la jardinería! 51 L. F. Easterbrook, «Life and Work on the Land», Our Way of Life, Twelve Aspects of the

FRANK: British Heritage, Country Life, 1951, pág. 122.


Pero si es la verdad... Imagínate lo desastroso que sería si todas 52 H. E Wolstencrafot y T. Davidson, Our Historical Heritage, University of London Press,
las flores, las verduras y las cosechas brotaran en un abrir y cerrar de 3 vols., 1950.
ojos. Pues eso es lo que pretenden todos esos reformadores sociales: 53 Hilda Marchant, "Here's The World's Front Door", Everybodys, 14 de abril de 1951 y 19

de mayo de 1951.
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KAFHAEL SAMUEL SEMANTICA 265

linaje industrial» de Tyneside garantizaba que un barco fabricado en sus talle- adecuados para inventariar y preservar esas construcciones conmemo-
res fuera «ejemplo de la mejor construcción naval que hoy en día puede rativas, símbolo del movimiento que está cambiando la faz de la tie-
encontrarse en todo el mundo»." Malcolm Campbell era «el hombre más rra; pero nosotros prestamos tan poca atención a nuestro patrimonio
rápido del mundo»." La revisión anual del «Queen Elizabeth» era «una de nacional que, con la excepción de algunas piezas de museo, desprecia-
las mayores operaciones de limpieza general que se realizan en el mundo mos o destruimos sin piedad la mayoría de esos hitos."
entero»." Tampoco la aeronáutica británica tenía rival. «Pese a los grandes
reveses sufridos tras la guerra», el diseño y la perfección de la aviación britá- Hoy día, en cambio, el pasado no se considera como un preludio del pre-
nica resultaban «imbatibles», según un artículo publicado en febrero de 1951: sente sino como una alternativa frente a él, como «un país extraño». El «lega-
do» se define por lo común en relación con las reliquias amenazadas: así
cuando Sir Miles Thomas, el presidente infatigable de BOAC, regresó sucede con los obstáculos anticarro y las defensas antiaéreas de la Segunda
hace poco al país después de realizar un estudio pormenorizado de los Guerra Mundial, de cuya protección se encarga el Grupo de Estudio de Forti-
métodos aeronáuticos americanos, declaró que Gran Bretaña iba, ficaciones, o con viejos campos de batalla como Marston Moor, que la Socie-
como mínimo, dos años por delante de los EE.UU., nuestro gran rival dad de Campos de Batalla trata de salvar de las garras de las empresas dedica-
en la construcción de reactores de pasajeros. Hasta en los círculos
das a la construcción de carreteras. Desgajado de idea alguna relativa al
aeronáuticos semioficiales de la propia Norteamérica corre desde
hace más de un año el rumor de que Gran Bretaña le ha tomado la destino nacional, el legado campa por sus respetos, asienta sus reales en encla-
delantera, a ella y al resto de sus competidores, en la carrera aeronáu- ves históricos de reciente hallazgo, donde deslumbra con su pompa, y toma
tica de los aviones de reacción.57 posesión de objetos de la más diversa procedencia: no sólo preciadas joyas,
como el tesoro romano descubierto recientemente en Hokne, sino también
Los primeros arqueólogos industriales, que veían «cosas de un gran inte- semillas de manzana que los arqueólogos extraen como por arte de magia de
rés y a veces de una gran belleza» en lo que a ojos de otra gente no eran más excrementos prehistóricos fosilizados que han sobrevivido al paso del tiempo.
que escombros abandonados, fueron, según parece, espíritus optimistas. En En la lengua vernácula de Nature Conservancy, el «legado» es un término
una época de auge económico y pleno empleo, establecieron una asociación genérico que se refiere a todo tipo de entornos naturales amenazados: hábi-
entre «el legado cultural del pasado» y los adelantos tecnológicos «del pre- tats en peligro, como los escasos humedales que han llegado hasta nosotros,
sente y del futuro». En opinión de Michael Rix, los Maltings de Dithireng- desecados para convertirlos en tierra de labranza; praderas donde crecen las
ton, en Shrewsbury, «el inmueble de estructura metálica más antiguo del orquídeas, destruidas por obra de pesticidas químicos; los pocos setos vivos
mundo» (un edificio cuya existencia acababa de salir a la luz cuando en 1955 que todavía quedan, arrancados para construir granjas fabriles y mecaniza-
Rix acuñó la expresión «arqueología industrial»), era «el antepasado de los das. English Nature (nombre actual de lo que otrora dio en llamarse Consejo
rascacielos de estructura metálica». Los viaductos construidos por Brunel y de Conservación de la Naturaleza [Nature Conservancy Councilj) ha dedica-
Stephenson constituían símbolos de que «lo industrial no es siempre sinóni- do desde hace algunos años todos sus esfuerzos a la protección de los hume-
mo de fealdad», mientras las estaciones del Metro de Londres eran «algunos dales, cuyo número no ha dejado de menguar. Al Consejo de Protección de la
de los edificios más bellos construidos en Inglaterra durante el siglo xx». Inglaterra Rural, organización de defensa del medio ambiente con mayor
Coalbrookdale, «la cuna» de la Revolución Industrial, «todavía sembrada de solera, no le preocupa menos la suerte de los bordes de los caminos:
monumentos», debía ser objeto de atención especial, dadas las consecuencias
decisivas a las que estaba dando lugar en aquel entonces. Los bordes de los caminos británicos son una parte vital y viva de
nuestro patrimonio. Habitan en ellos muchas clases de plantas y ani-
Gran Bretaña, patria de la Revolución Industrial, está repleta de los males... Pese a su extraordinaria riqueza medioambiental, están peren-
monumentos que dejó tras de sí esa serie de acontecimientos extraor- nemente amenazados por la destrucción, el abandono y la imprevisión
dinarios. Cualquier otro país del mundo hubiera puesto los medios más absoluta.

54 "Today on Tyneside", ibíd., 3 de marzo de 1951.


55 Ibíd., 31 de marzo de 1951.
58 Michael Rix, «Industrial Archeology», en The Amateur Historian, vol. 2, n° 8, octubre-
" Ibíd., 17 de febrero de 1951.
57
noviembre de 1955, págs. 225-226. No está de más reproducir el mensaje de la Sociedad New-
«Britain's Strength in the Air», ibíd., 10 de febrero de 1951; cf. «...Bristol... uno de los comen redactado para el primer número del Journal of Industrial Archeology, mayo de 1964,
mayores centros de fabricación de aeroplanos de la Gran Bretaña de hoy día» («...Bristol... one con el que daba a la publicación su calurosa bienvenida, aguardando con expectación el «fes-
of the greatest manufacturing centres of aeroplanes in Great Britain today»), R. D. Way, Antique tín» de información interesante «relativa sobre todo al periodo que vincula al patrimonio histó-
Dealer, An Autobiography, Londres, 1956, pág. 44.
rico del pasado con los avances tecnológicos del presente y del futuro».
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GENEALOGÍAS

Exactamente dónde, cuándo, cómo y por qué la noción de «patrimonio»


adquirió la relevancia desproporcionada de la que goza en la actualidad es (o
debería seguir siendo) un debate abierto. En lo que al entorno urbanizado se
refiere, no existe una línea de continuidad. Antes de desaparecer bajo la pesa-
da férula de los partidarios del revival gótico, la Sociedad de Anticuarios,'
que en la década de 1850 tenía un Comité de Conservación, se consagró
sobre todo a la protección de la arquitectura eclesiástica anglo-normanda. La
Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos, fundada por William
Morris en 1878, y una de los principales protagonistas de las controversias
medioambientales de la actualidad, también se limitó en sus primeros años a
la arquitectura eclesiástica, aunque el periodo por el cual sentía la máxima
admiración era bastante más tardío.
Aunque consideraba la totalidad del entorno como feudo propio, el
National Trust se preocupó, en consonancia con el espíritu de sus fundadores,
por el acceso al mundo rural. Un buen número de casas solariegas fue a parar
a las manos del Trust merced al azar de las herencias. No obstante, ni los
inmuebles domésticos ni los locales comerciales entraban en sus competen-
cias. La legislación conservacionista del período de entreguerras seguía cen-
trada sobre todo en la protección de monumentos antiguos y se detenía
abruptamente al llegar al año 1714. El sentir del público, de nuevo hostil a lo
victoriano, era asimismo indiferente al estilo Regencia (denominación que
los decoradores de interiores no acuñaron hasta la década de 1920) y también
—al menos hasta que el Grupo Georgiano empezó a hacer campaña a favor de
éste en 1937— al georgiano. Cuando el Regent Street de John Nash fue con-
signado a los bulldozers durante los años veinte, apenas suscitó un leve mur-
mullo de protesta. Pocos años después, la Brighton Corporation acariciaba la
idea de derribar el Brighton Pavilion, el más fastuoso palacio del placer que
uno pueda imaginarse.
En lo tocante a la protección de la naturaleza, cabe postular la hipótesis
de un linaje mucho más largo y continuado. En los bosques de realengo, la
vigilancia de la caza y los intentos de impedir los asentamientos de potencia-

1 Véase Archivos de la Sociedad de Anticuarios, Minutas del Comité Ejecutivo, 9 de


noviembre, 7 y 14 de diciembre de 1854, 11 de enero, 8 de febrero de 1855, y Joan Evans, His-
tory of the Society ofAntiquaries, Oxford, 1956, págs. 309-312.
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les colonos ilegales se remontan a la era anglosajona;2 el deporte ancestral de ricana. En otro ámbito, la Sociedad de Conservación y Pesca del Támesis,
la cetrería, «tan querido por tantos monarcas», desembocó en diversas leyes fundada en 1838 y todavía activa en la actualidad, puede reivindicar con cier-
de protección de aguileras y anidamientos,3 y la historia de las pesquerías del ta razón el título de primera sociedad de conservación organizada,' al igual
interior no es sino una interminable sucesión de disputas en torno a la veda y que las asociaciones pesqueras de las Tierras Altas y las Islas escocesas estu-
la protección de los ríos.4 La inquietud por la continuidad de los suministros vieron entre las primeras en el campo de la gestión del hábitat. Ya hacia el
de maderas nobles para la construcción de barcos es tan antigua como las final del siglo, en 1885, se formó la primera asociación a escala nacional para
suscitadas por la Marina Real. Considerado desde ese punto de vista, John la defensa de todas las formas de flora y fauna, la Sociedad de Selborne para la
Evelyn, que en calidad de Comisario para la Restauración de los Bosques y Protección de Aves, Plantas y Lugares Amenos.9
las Selvas escribió Sylva, a Discourse of Forest Trees, es uno de los pioneros En lo que respecta a la flora y a la fauna, en 1886 se constituyó la Socie-
de la arboricultura y un aguerrido defensor de lo que en la actualidad tanto se dad de Flores Silvestres, que en la actualidad cuenta con diecisiete delegacio-
cuida en calidad de bosque «ancestral».5 nes, y 1888, el año en que se aprobó la Ley de Consejos de los Condados, fue
Otro linaje más explícitamente conservacionista que podemos reconstruir el mismo año en que se aprobaron las primeras ordenanzas locales y directi-
es el que vincula la protección de la naturaleza y la pasión decimonónica por vas a escala de los condados para la protección de plantas amenazadas. Por lo
la historia natural. Durante el siglo XIX, la botánica (y también la geología visto, la conservación de la naturaleza y la protección del hábitat estuvieron
hasta cierto punto) despertaba el fervor de las masas, y movilizaba a grandes entre las prioridades del National Trust desde sus comienzos. Unas de las pri-
cotingentes de cazadores de especímenes, buscadores de fósiles de fin de meras iniciativas del Consejo fue dar los pasos necesarios para la adquisición
semana y naturalistas domingueros;6 asimismo, durante la segunda mitad del de Wicken Fen, «única parte sin drenar del antiguo pantano de Wicken... y
siglo, la agitación en pro de la defensa de los animales puso en el orden del hogar de muchas especies de fauna y de la mariposa cola de golondrina».
día legislativo la protección de determinadas especies. La primera ley de pro- (Un entomólogo de Southampton, J. C. Moberley, vendió al Trust una prime-
tección de la fauna —la Ley para la Conservación de las Aves Marinas— entró ra franja de terreno «por la suma nominal de diez libras». Ya en 1911, los
a formar parte del código legal en 1869, y fue seguida por otras muchas. A terrenos propiedad del Trust en Wicken, hinchados por las adquisiciones y las
Charles Waterton, célebre terrateniente-naturalista de Yorkshire cuya casa de donaciones, alcanzaban los seiscientos acres.)1°
Walton Hall era una de las paradas favoritas de los viajeros de comienzos del Quizá una genealogía del patrimonio debería tratar de relacionar la defen-
siglo xix7 (el Home Tour of the Manufacturing Districts de Sir George Head sa de la naturaleza con la idea de la conservación del entorno urbanizado. Lo
da de ella una excelente descripción), se le atribuye la fundación de la primera habitual es que cada una de estas causas sea promovida o adoptada por gru-
reserva de fauna y flora, lugar de cría para lechuzas y estorninos que da cobijo pos distintos de personas, y que legislativamente se las considere como si se
por igual a raras plantas autóctonas y a exóticos ejemplares de flora sudame- dieran en esferas completamente separadas. Empero, podría sostenerse que la
primera de ellas es el prototipo originario de la segunda. Sin duda, este ha
Cyril Hart, Royal Forest, A History of Deans Woods as Producers of Timber, Oxford, sido el caso en época reciente, cuando el pesimismo neomaltusiano acerca de
1966, es una crónica escrita por un guardabosques. En los Papeles de la Corona (Crown Estate la desaparición de los recursos naturales y la alarma ecologista en torno a los
Papers) de la Oficina de Registros Públicos se encuentra una plétora de detalles acerca de estas residuos tóxicos, la lluvia ácida y el calentamiento global han impregnado
disputas, acaecidas en el siglo XVIII, que también pueden seguirse en los Documentos Parla-
con una sensación de urgencia las campañas medioambientales, al mismo
mentarios impresos.
George A. Goultry, A Dictionary of Landscape, Aldershot, 1991, págs. 192-193. tiempo que contribuían a definir el patrimonio como elemento amenazado.
Durante el siglo xix, el desarrollo de la pesca de arrastre propició que el conservacionis- Cabría sostener que la protección de la naturaleza era aun más evidente
mo se preocupase sobremanera por la industria pesquera de alta mar. Según relata Paul Thomp- durante las décadas de 1920 y 1930, cuando el Consejo de Protección de la
son (en Living the Fishing, Londres, 1983, pág. 23) los pescadores costeros exigieron a las
Comisiones Reales de 1863 y 1878 la imposición de limitaciones a la pesca de arrastre «en tér-
Inglaterra Rural, encabezado por su secretario honorario, el urbanista Sir
minos que presagiaban las medidas conservacionistas... que se imponen en la actualidad». Cf. Patrick Abercrombie, era, con mucho, el defensor del medio ambiente más
Encyclopedia Britannica ed., XXX; 102/2: «Los más ardientes conservacionistas fueron inca- influyente. El Oxford English Dictionary define al «conservacionista» como
paces de reconocer la importancia que tenía conservar la industria pesquera del salmón y del
fletan».
5 La edición más reciente de este libro, redescubierto periódicamente, es de 1979.
Lynn Barber, The Heyday of Natural History, 1820-1870, Londres, 1980, ofrece un relato 8Bob Smyth, City Wild Space, Londres, 1987.
atractivo; David Elliston Allen, The Botanists; A History of the Botanical Society of the British 9David Evans, A History of Nature Conservation in Britain, Londres, 1991.
Isles, Winchester, 1986; Anne Secord, «Science in Popular Culture», History of Science, sep- '° Gaze, Figures in a Landscape, págs. 71-72. J. C. Moberley, de Southampton, propietario
tiembre de 1994. de una franja de pantano de dos acres, se lo vendió al Trust por la bonita suma de diez libras. La
Julia Blackburn, Charles Waterton, Conservationist and Traveller, Londres, 1980. finca, engrosada por muchos otros donativos, abarca ahora seiscientos acres.
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L. V
RAPHAEL SAMUEL GENEALOGIAS

«aquel que aboga por la conservación de los edificios históricos o las anti- El término «patrimonio» ha llegado hasta nosotros desde los tiempos del
güedades»," y la primera entrada data del año 1927; no obstante, como indi- Antiguo Testamento (el Concordante de Cruden nos ofrece no menos de
can las frecuentes alusiones decimonónicas a las Leyes de Caza (Game veintisiete referencias) y quizá fueran estas asociaciones bíblicas las que lo
Laws), la trayectoria de los conservacionistas en relación con las reservas de hicieron recomendable para la Comisión Imperial de Tumbas de Guerra
flora y fauna debe remontarse a fechas bastante anteriores. cuando, al concluir su labor, ésta encargó un libro para dignificarla, y acorda-
El término «conservación» se aplica esencialmente al ámbito de los ron titularlo Patrimonio Inmortal en honor a los fallecidos en acto de servicio
recursos naturales, mientras que la «preservación» abarca la protección ofi- durante la Gran Guerra.15
cial otorgada a árboles y bosques, o la regulación de las áreas de pesca y La noción de patrimonio conserva residuos de creencias religiosas, si no
navegación (un documento relativo a esta materia remite a una ley promulga- en el sentido contemporáneo acordado a dicho término, sí en parte de la retó-
da en 1490 por Enrique VII). El concepto de Área de Conservación fue intro- rica asociada a él. Cabría aludir a la noción de recuperación de la inocencia
ducido en la legislación protectora con motivo de una ley de 1932 destinada a perdida, en el caso de la limpieza de bosques ancestrales (de los que se elimi-
poner fin a la creación de canteras o arados en profundidad en las inmedia- nan parásitos como los plátanos), la renovación de edificios antiguos (cuyos
ciones de lugares como la Muralla de Adriano.12 Los primeros Monumentos detalles originales hacen las veces de tótems de autenticidad) e incluso (como
Antiguos designados como tales por la Ley de 1882 eran rurales; estaban en el caso de la actual replantación de Regent's Park) la restauración de sen-
definidos como ruinas, y para poder optar a ser protegidos era requisito pre- deros, rejillas y arbustos decimonónicos. Los graneros donde se almacenaba
vio que estuvieran abandonados. el diezmo se renuevan con tanto amor y devoción como si se tratara de cate-
Otra genealogía que valdría la pena investigar, aunque sólo fuera porque drales,'' y los antiguos depósitos de locomotoras se restauran como si de
nos conduciría a los bajos fondos intelectuales de nuestro tiempo y a la inter- templos de la ingeniería victoriana se tratara. En todos estos casos el pasado
sección entre ciencia, magia y religión, es la que vincula al patrimonio y a la es la presencia invisible, la Sagrada Forma con la que comulgamos; en un
prehistoria. Se trata de un linaje que podría retrotraemos a las ensoñaciones espíritu muy afín, las «Rutas del Patrimonio Histórico-Cultural», al margen
druídicas de William Stukeley en el Stonehenge del siglo xvilli 3 o a la ver- de que se abran paso por medio de un entorno creado por el hombre o natural,
sión del Camelot artúrico de Godofredo de Monmouth, cuando no a las tie- se emprenden como si de peregrinaciones se tratara.
rras de los magos celtas y los gigantes ancestrales británicos. Para aquellos Podría decirse que el culto a los antepasados es un elemento implícito de
seguidores de la «Nueva Era» que emplean los megalitos del West Country todo proyecto histórico, en tanto la idea de conservar la fe en el pasado o de
como coordenadas geográficas y los zodíacos como estrellas, la investigación serle «fiel», es el espíritu que anima e impulsa toda clase de obras de restaura-
de ese linaje y el recurso a la arqueología ocultista y los hipotéticos vínculos ción. La solidaridad con los muertos —o la realización de actos de desagravio
de los alineamientos existentes en Gran Bretaña con las que se encuentran en
hacia ellos— ha sido uno de los leitmotiv de muchos de los proyectos de recupe-
el Éufrates, el Nilo y el Ganges forma parte de la búsqueda de la clave de los
ración «amateur» que tienen por objeto rendir homenaje a las penurias y pade-
misterios del universo." Pero también hunde sus raíces en más de medio
cimientos soportados por quienes antaño fueron excluidos de la historia. Quizá
siglo de místicos y visionarios de la naturaleza, entre ellos la plétora de artistas
también sea uno de los motivos profundos de la indignación que se abate sobre
neorrománticos y escritores de las décadas de 1930 y 1940 para los que lo
quienes osan perturbar los restos del pasado que permanecen bajo tierra, senti-
primitivo y lo prehistórico constituían la auténtica antigüedad clásica, la era
de la poesía frente a la de la prosa. miento que en su expresión más extrema (como en el caso de la agitación sus-
citada en 1989 en tomo al Rose Theatre) llega a transformar los intentos de eri-
gir edificios nuevos o de nueva planta en una especie de sacrilegio."
" Oxford English Dictionary, «preserve», «preservation», «preservation order», «preserva- Uno de los elementos religiosos más reconocibles en el fenómeno del
tionist», «conservancy», «conservation» y «conservationist». patrimonio —aunque aquí sea Gaia, la madre de la Tierra, la que ocupa el lugar
12
Ello tuvo lugar con la Ley de Monumentos Antiguos de 1931, Boulting, en Jane Fawcett,
ed., The Future of the Past, Attitudes to Conservation, 1174-1974, Londres, 1974, págs. 117- de Jesucristo o de Dios— es el que se destilan aquellas versiones radicales del
118, 121. Cf. «En Dinamarca la protección de los monumentos antiguos... está regulada por la
Ley de Conservación de la Naturaleza... y en muchos casos los medios de protección emplea-
dos son similares», Kristian Kristiansen, «Denmark», en Approaches to Archaeological Heritage, 15 The Immortal Heritage. An Account of the Work and Policy of the Imperial War Graves
pág. 21. Commission, Londres, 1937.
Stuart Piggott, William Stukeley,. an Eighteenth Century Antiquafry,, Oxford, 1950. 16 Véase la espléndida fotografía del Granero del Señorío de Harmondsworth en David
14 Cf. Tom Williamson y Liz Bellamy,
Ley Lines in Question, Tadworth, 1983, para una Pearce, Conservation Today, Londres, 1989, pág. 159.
descripción favorable por parte de dos historiadores del paisaje que son al mismo tiempo edito- 17 Campaña para salvar el Rose Theatre, Boletín, mayo-noviembre de 1989, publicado a
res de Rural History. Peter Le Mesurier, The New Age Business. The Story qf the Continuing diario mientras los promotores inmobiliarios habían empezado a repartirse los despojos del
Quest to Bring Down Heaven on Earth, Moray, 1990. Rose, es un estudio bien documentado y, a la vez, de espíritu combativo.
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UnIN.C,ALAJlilAb
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ecologismo que consideran al ecosistema o al planeta como el bien absoluto
—lleno de sabiduría, benevolencia y clarividencia— y a la humanidad como el cada por Mr. Baldwin en 1934 para advertir del peligro del fascismo? De
factor contaminante. El lenguaje de Greenpeace y de los Amigos de la Tierra acuerdo con el Oxford English Dictionary este fue uno de los usos principa-
se basa en presupuestos de similar calado. Como dice una de las epifanías les de dicho término en la época del inglés medio (entre 1100 y 1450 aprox.),
favoritas, nosotros no heredamos la tierra, la recibimos en préstamo." cuando sirvió en ocasiones como sinónimo de derecho inalienable, otras
El lenguaje religioso era, claro está, un elemento absolutamente central como término grandilocuente para invocar una serie de libertades, privilegios
de la Sociedad Camden de Cambridge, los eclesiólogos del renacimiento e inmunidades, y de forma más esporádica, en el discurso religioso, como
católico de la década de 1840, de los que cabe decir que engendraron uno de impronta de los elegidos, «los escogidos por Dios»." Durante la Edad Media,
los paradigmas en los que se apoyarían conservacionistas posteriores, atribu- cuando se custodiaba con celo la independencia de los burgos frente a las
yendo a la ornamentación eclesiástica las cualidades sagradas que otros exacciones de los magnates locales y las pretensiones del poder real, tales
reservaban a la Palabra de Dios." La restauración de las iglesias fue su gran libertades y privilegios eran materia de rituales cívicos24 y de las «tradiciones
panacea para los males espirituales y sociales de aquella época. Allí donde inventadas» cuyo estudio ha hecho las delicias de una generación entera de
sus adversarios evangélicos medían la vitalidad de la religión en función de historiadores. En el caso de Londres —la comuna de Londres, como se la lla-
la urgencia y vehemencia en la oración —o en el caso de Lord Shaftesbury, en maba en el siglo x111, tras conquistar el derecho al autogobierno—, para defen-
función de las buenas obras filantrópicas— los eclesiólogos de Cambridge der las libertades y leyes de la villa se invocaba el espíritu de Gog-Magog, los
depositaban su fe en la estructura material de la misma Iglesia, y creían que gigantes de la Antigüedad bíblica que supuestamente llegaron a las islas con
por medio del retorno a la pureza del gótico decorado —el arte cristiano de la los troyanos." En la campiña medieval, las inmunidades y derechos, como los
Alta Edad Media— devolverían a los fieles las certidumbres de una era de de los arrendatarios libres de East Anglia, eran reivindicados en nombre de una
la fe. A pesar de que las voces más destacadas del conservacionismo victo- titularidad especial o, en el caso de los hombres libres, por transmisión heredi-
riano, como las de Ruskin y Morris, fueran categóricamente protestantes y taria." También había elementos patrimoniales en aquellos «derechos del co-
no cripto-católicas, éste reprodujo e incluso intensificó esta inclinación; es mún» que continuaron reafirmándose vigorosamente, como ha demostrado
más, ésta nunca fue enunciada de forma más elocuente que por el propio Jeanette Neeson, mucho tiempo después de que los cercados los hubieran re-
Morris en el momento de la fundación de la Sociedad para la Protección de ducido a la condición de letra muerta, o en las libertades," franquicias y dere-
Edificios Antiguos. En 1877 escribió al Athenaeum chos reivindicados en razón de fueros a menudo míticos por hermandades de
para lanzar su fulminan-
te y sonado ataque contra los falsos restauradores que creían cumplir una trabajadores tan cohesionadas como los marmolistas de Purbeck, los canteros
especie de misión divina al otorgar un aspecto aparentemente gótico a los de la Isla de Portland28 o los mineros libres del Bosque de Dean."
coros, presbiterios y naves, argumentando que las iglesias no eran «juguetes En tanto tropo literario, sentir expresado en letra impresa y buque insig-
eclesiásticos» sino —y esta fórmula habría encajado sin problema alguno en nia de los editoriales de prensa, diríase que el patrimonio es un fenómeno que
The Ecclesiologist—
«monumentos sagrados del desarrollo y las esperanzas
de la nación».2°
De acuerdo con otro tropo —todavía muy en boga en el vocabulario políti- 22 Stanley Baldwin, «Our Heritage of Freedom», The Menace of the Dictatorships — Speech

co de antaño— el «patrimonio» es un término altisonante o poético que desig- Broadcast 6 March 1934, Londres.
na los derechos hereditarios, como los de la 23
Oxford English Dictionary, «Heritage».
y Ancient Constitution* que Coke 24 Mervyn James, «Ritual, Drama and Social Body in Late Medieval English Town», en
los adalides del derecho consuetudinario invocaban en el siglo xvii para Society, Politics and Culture, Studies in Early Modern England, Cambridge, 1986.
impugnar las prerrogativas reales,21
o la tradicional tolerancia británica evo- 25 Véase Gwen Williams, Medieval London, From Commune to Capital, Londres, 1963,
para una descripción erudita y efervescente. Acerca de la procesión de Gog y Magog, véase
Frederick William Fairholt, Gog and Magog, Londres, 1859.
26 Puede leerse una descripción tan extraordinaria como conmovedora de cómo se planteó
18 James Lovelock, Gaia, A New Look at Life on Earth,
19 J. F. White, Oxford, 1982. esta cuestión ante los tribunales reales en R. H. Hilton, «Peasant Movements in England before
bridge, 1962. The Cambridge Movement; The Ecclesiologists and the Gothic Revival, 1381», Economic History Review, 2° serie, vol. 2, n° 2, 1949 [ed. cast. en: Conflicto de clases y
Cam-
20 Athenaeum, crisis del feudalismo, trad. Enrique Gavilán, Barcelona, Crítica, 1988].
5 de marzo de 1877, citado por Charles Dellheim, 27 Jeanette Neeson, Commoners, Common Right, Enclosure and Social Change in England,
Preservation of the Medieval Inheritance in Victorian England, The Face of the Past; the
Cambridge, 1982, pág. 87. 1700-1820, Cambridge, 1993.
* Nombre oficial de la constitución no escrita británica o de sus orígenes míticos. Una 28 Raphael Samuel, «Mineral Workers», en Samuel, ed., Miners, Quarrymen and Saltwor-
recopilación de costumbre con valor jurídicamente vinculante de la Edad Media. kers, Londres, 1977.
21 J. G. A. Pocock, (N. de los t.)
The Ancient Constitution and the Feudal Law,. a Study of English Histo- 29 Chris Fisher, «The Free Miners of the Forest of Dean, 1800-1841», en Royden Harrison,
rical Thought in the Seventeenth Century,
2° ed., Cambridge, 1957. ed., Independent Collier, The Coal Miner as Archetypal Proletarian Reconsidered, Hassocks,
1978.
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KAYNAEL SAMUEL GENEALOGIAS 275

pertenece por entero al siglo xx. Con anterioridad a 1900 no aparecía ni en los misterios de la religión y la filosofía indias, además de ser, si bien de for-
los catálogos de libros ni en los índices de publicaciones periódicas, pero a ma tortuosa, un tributo a la antigüedad de la civilización india por parte de
partir de esa fecha adquiere un ritmo galopante. Los editores comienzan a quienes eran, en teoría, sus conquistadores. Aquí la erudición y el respeto por
adoptarlo tanto como título de colecciones enteras como para libros indivi- la antigüedad fueron los cimientos que permitieron construir un terreno de
duales. Las cifras extraídas de los índices acumulativos del English Catalogue encuentro entre hindúes y cristianos."
sólo recogen cinco usos del término antes del año 1900.30 La serie «Patrimonio de la India» quizá nos sirva para que no olvidemos
En la década de 1920, dicho término se hallaba ya difundido por doquier. que la India británica fue uno de los grandes laboratorios de gestación de
Los compiladores de antologías lo utilizaban para dignificar sus selecciones prácticas conservacionistas. La India fue, al parecer, el primer país en organi-
de novelistas y poetas, como en el caso de la serie lanzada por Sir John Squire zar un sistema de protección de los bosques —de acuerdo con Nature,34 éste
y Arthur H. Lee en 1929. Los «geógrafos estéticos», siguiendo los pasos de ya estaba a punto en 1884— y también puso en marcha la elaboración de un
Vaughan Cornish, lo adoptaron para disertar sobre las bellezas del «paisaje», inventario de templos y ruinas unos veinte años antes de que Inglaterra apro-
y los topógrafos de los condados de los alrededores de Londres, durante sus bara la Ley de Monumentos Antiguos." Mucho antes de que los eclesiólogos
paseos por los camposantos rurales o cuando se apoyaban en la barra de un de Cambridge pusieran manos a la obra a la tarea de restaurar las iglesias
hostal de carretera, recurrían a él como sinónimo de atractivo pintoresco." inglesas, los servidores de la Compañía de las Indias Orientales, con mucho
Los pedagogos de los años veinte —especie floreciente durante la era tiempo libre a su disposición o simplemente seducidos por Oriente, habían
dorada de las escuelas de gramática y las ratas de biblioteca— consideraron emprendido operaciones destinadas a rescatar los restos arquitectónicos pro-
que la idea de «patrimonio» constituía el medio idóneo de camuflar la natura- cedentes de la conquista mogola o a devolver a la vida los templos hindúes.
leza auténtica de sus manuales y se abalanzaron sobre ella, atrapando a los El Museo de Lahore, punto de partida del Kim de Kipling —al parecer los
incautos con suculentos bocados antes de someterles a una batería de ejerci- habitantes de la ciudad lo denominaban la «casa de las maravillas»—,36 fue
cios de comprensión, pruebas prácticas y resúmenes históricos. Durante sus fundado en marzo de 1857 por un acaudalado parsi, Sir Jamesetjee Jeeseb-
primeros años de vida, la serie «Patrimonio Literario», de Longman, fue hoy, pero por lo visto fue durante el mandato como conservador del padre de
seleccionada en su mayor parte por directores de colegio, con notas biográfi- Kipling cuando el museo adquirió la colección de escultura budista que lo
cas sobre los autores al final. Books in Print, publicado en 1960, atribuía hizo célebre en el mundo entero." Había cientos de piezas: frisos de figuras
unos ciento veinte títulos a dicha serie. Longman repitió el éxito de «Patri- en relieve, fragmentos de estatuas y losas abarrotadas de figuras que habían
monio Literario» lanzando una serie llamada «Patrimonio de Libros», dirigi- recubierto las paredes de ladrillo de las stupas y viharas budistas de las tie-
da, al parecer, a los últimos cursos de las escuelas primarias, y que incluía rras del norte, ahora desenterradas y catalogadas como «la joya del museo»."
adivinanzas, rompecabezas, fotografías y «preguntas divertidas» al final de
los relatos, mediante las que podía comprobarse el grado de comprensión de
los niños." " Además de entregar un volumen titulado Bengali Religious Heritage para la serie «Patri-
La más interesante de estas colecciones, y sin duda la más ambiciosa des- monio histórico de la India», Edward J. Thompson publicó de forma independiente un tributo a
Tagore, con el título de Tagore, Literature and Heritage. E. E Thompson, Alien Homage, Edward
de el punto de vista intelectual, fue «Patrimonio de la India», publicada en Thompson and Rabindranath Tagore, Oxford, 1993, ofrece un cálido retrato de la relación del
Bombay. Compilada por especialistas en sánscrito tanto ingleses como hindúes padre del autor con los movimientos literarios y nacionalistas hindúes de la época. La serie
y con el asesoramiento no sólo de autoridades académicas sino también «Patrimonio histórico de la India» da a entender que quizá fuera una figura menos aislada y acu-
de eruditos-administradores y eruditos-misioneros (entre ellos Edward J. ciado por problemas de lo que creía su hijo. Para otro estudio, más breve, del lugar que ocupa en
los estudios sobre la India, véase Richard Symonds, Oxford and Empire, The Last Lost Cause,
Thompson, novelista y padre del historiador y entusiasta admirador de Tagore, Oxford, 1986, págs. 61, 114, 117-119. Véase también los excelentes pasajes del mismo autor
E. P. Thompson), la serie constituyó un esfuerzo de primer orden por sondear acerca de los eruditos-misioneros, págs. 152, 501, entre ellos Verrier Edwin, que se marchó a la
India con la Misión Christa Seva Sangha, se estableció entre los gondos, se casó con una mucha-
cha de dicha etnia y abrió escuelas, dispensarios, una leprosería e industrias artesanales.
34 Nature, 26 de junio de 1884, 195/6, citado en el Oxford English Dictionary, «conser-
" Las cifras decenales en las que se basa esta gráfica son las siguientes: 1881-90, I; 1891- vancy».
1990, 4; 1901-10, 5; 1911-20, 11; 1921-30, 29; 1931-40, 18; 1941-50, 10; 1951-60, 25. El catá- " G. Mitchell, Guide to the Monuments of India, vol. 1; y Phillip Davies, Guide to the
logo informático en línea de la British Library, que recoge cualquier aparición de heritage Monuments of India, vol. 11, Harmondsworth, 1990.
(«patrimonio histórico», «legado») en un título, registra ochenta y nueve títulos en los que figu- 36 Rudyard Kipling, Kim, capítulo 1.
ra heritage en la década de 1921-30.
37 Robert Hampson, nota editorial, en Rudyard Kipling, Something of Myself, Harmonds-
3 ' J. B. Priestley, ed., Our National Heritage,
Londres, 1939, ofrece indicios suplementarios de worth, págs. 172-173 [ed. cast.: Algo de mí mismo.- para mis amigos conocidos y desconocidos,
cómo los nubarrones de la guerra en ciernes dieron un nuevo ímpetu a este género de literatura. trad. Álvaro García, Valencia, Pre-Textos, 1998].
32 Whitaker's Reference Catalogue, 1938, pág. 574.
38 Angus Wilson, The Strange Ride of Rudyard Kipling, Granada, 1979, pág. 59.
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RAPHAEL SAMUEL GENEALOGÍAS L//

De acuerdo con Patrick Wright, el patrimonio de la «Inglaterra perdida» terrateniente escandalizado se subleva contra el carmín y empluma a las
es de carácter aristocrático-reaccionario, y representa la hegemonía de lo que muchachas locales por fraternizar con los soldados estadounidenses, sí que
él llama el «complejo Brideshead» sobre el espíritu, más progresista, del figura una especie de casa solariega.4' Pero éstas brillan por su ausencia en el
Estado del bienestar de la posguerra." Al tratar la casa solariega «no como largometraje Sé a dónde voy (1947), obra de los mismos realizadores, una
una reliquia muerta, sino como poderoso símbolo de todo lo que se encontra- historia de amor ambientada en las Tierras Altas y las Islas escocesas, en que
ba amenazado por la modernización y la reforma», la novela de Waugh la joven heroína, en el momento culminante del filme, abandona a su pluto-
(«considerada en su momento como una broma intrascendente por muchos crático prometido y opta por la vida sencilla, sentando la cabeza para vivir
lectores») acabó por triunfar de forma póstuma. Por medio de la decisiva junto a su héroe-carpintero ribereño entre perros pastores y ovejas. Catriona,
intervención del National Trust, que pasó de ser propietario de diecisiete otra invención de la fantasía masculina Tory, que aparece periódicamente en
casas en 1945 a ser titular de ochenta y siete en 1990, la casa solariega resur- la película, acompañada por sus canes, es una criatura de la noche, salvaje,
gió cual ave fénix de sus cenizas, se impuso como la quintaesencia de lo anárquica, de belleza oscura y agitanada, tan opuesta como quepa imaginar a
inglés en el mundo del diseño de interiores y suministró el tópico favorito una matrona con collar de perlas, suéter y chaqueta de punto de los condados
tanto de los dramas de época televisivos como de las exposiciones de «histo- del Sur, o incluso a su prima deportista, ataviada con pantalones y botas de
ria viva» de los museos públicos. montar, que se dedica a participar en concursos hípicos en la gincana.
No obstante, si uno se remonta a 1944-45, la época en que el hastío de la La presencia de la casa solariega tampoco se hace sentir demasiado en
guerra imprimió un giro nostálgico a los sueños de reconstrucción de la posgue- Recording Britain, el extraordinario proyecto de acuarelas puesto en marcha
rra, descubrirá que Brideshead era sólo una de las Inglaterras perdidas en durante los primeros días de la Segunda Guerra Mundial con ánimo de con-
oferta. La del arte folclórico, esbozada con gran precisión en The Singing servar para la posteridad una topografía pictórica de una Gran Bretaña en
Englishman, de A. L. Lloyd (1944), era otra. La inquietante y evocadora vías de desaparición.42 Kenneth Rowntree, cuáquero y objetor de conciencia,
secuencia inicial del Enrique V de Laurence Olivier, vista aérea del Londres prefería los camposantos de las iglesias." Barbara Jones, dotada de un ojo
isabelino y recreación de «historia viva» del estado de ánimo del populacho excelente para lo grotesco, se especializó en caprichos arquitectónicos, entre
que ocupaba el gallinero del Bankside, contribuyó a que fraguara la idea de ellos las maquetas a tamaño real de los reptiles del Jurásico que estaban entre
un teatro nacional, además de plantar las semillas de una locura resucitadora las ruinas del Crystal Palace. Su única incursión en el terreno de lo monu-
que estaba a punto de convertirse en realidad: la reconstrucción del teatro mental —profética desde el punto de vista de las campañas conservacionistas—
hexagonal del Globe. La Historia social de Inglaterra, de Trevelyan, uno de fue una acuarela de Euston Arch.44 John Piper sí aportó algunos cuadros de
los grandes éxitos editoriales de 1944, trasladó a los lectores a una Inglaterra casas solariegas, pero en realidad no constituyen sino ejemplos de lo que más
en la que las oscuras fábricas satánicas no eran todavía sino una sombra en el tarde denominaría «grata decadencia»; cuando se trataba de plasmar el carácter
horizonte, en tanto el Plan del condado de Londres (1943) concebido por perenne de la vida rural, optaba, al igual que otros en la misma época, por el
Forshaw/Abercrombie ofrecía un paisaje de ensueño rus in orbe en el que la granero medieval o moderno. Uno de los temas recurrentes de sus cuadros
metrópoli resurgiría de la prueba de la guerra como una ciudad de aldeas res- topográficos es un paisaje desierto e inhóspito en cuyo fondo se vislumbra un
tauradas. Narrow Boat, de L. T. C. Rolt, otro gran éxito de ventas de 1944
edificio en lontananza. En sus primeras acuarelas aparecen lugares como
cuyo atractivo residía en su apelación a la idea de paraíso perdido, mostraba Dungeness (el paisaje lunar del estuario del Támesis, la reserva más antigua
una Inglaterra en la que los caballos de tiro ocupaban el lugar de los camio-
nes, y los caminos de sirga, el de las carreteras principales. Los aficionados
al cine quedaron extasiados con Tawny Pippit, incursión en el romanticismo 41 «Curioso ejercicio potencial de propaganda, en el que la Vieja Inglaterra aparece bañada
en un arrebol color de rosa de la época de la guerra», reza la breve reseña de Un cuento de
rural llevada a cabo por el director izquierdista Bernard Miles, especie de Canterbury incluida en la Guía Cinematográfica de Haliwell ed., Londres, pág. 193). Las
preludio cinematográfico de Nature Conservancy y relato de supervivencia autoridades, según Basil Wright, «se mostraron reticentes» a exportar la película, cosa nada
en el que a la flora y la fauna se le restituían sus derechos ancestrales." extraña, ya que el héroe es el magistrado-terrateniente, y el único soldado estadounidense bueno
En Un cuento de Canterbury (1944), siniestra película romántico-conser- es el que se queda prendado de las casitas rurales de falso estilo Tudor y de la catedral de Can-
terbury.
vadora de Powell y Pressburger ya en gran medida olvidada, en la que un 42 David Mellor, Gill Saunders y Patrick Wright, Recording Britain. A Pictorial Domesday
of Pre-War Britain, Newton Abbot, 1990, es un catálogo de la exposición del Museo de Victoria
y Alberto, y constituye una descripción más matizada de la historia del proyecto que los paneles
" Patrick Wright, A Journey through Ruins, The Last Days oflondon, explicativos de la propia exposición.
Londres, 1991, págs.
45-68. 43 David Mellor, «A History Outline», en Mellor et al., págs. 16-18.
40 Jeffrey Richards, «National Identity in Wartime Films», en Philip M. Taylor, ed.,
Britain " Cf. el cuadro en ibíd., págs. 41, 57, 65-66, 96, 112, 120-121, 134 y sus Follies and Grot-
and the Cinema in the Second World War, Basingstoke, 1988, págs. 44-48. toes, Londres, 1953.
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de la Real Sociedad para la Protección de las Aves, que Derek Jarman habría ción de plebeyos, creando así el mayor contraste que pueda concebirse con
de convertir en arte surrealista) o la mampostería sin mortero de Snowdonia. las voces engoladas de los locutores de la BBC de la época."
En lo que concierne a la construcción doméstica, lo que más entusiasmo le En toda genealogía del legado histórico y de los organismos que crearon
inspiraba, según contó a uno de sus colaboradores, era la casa rural de atrac- un estado de opinión favorable a éste debería hacerse alguna mención de la
tivo pintoresco: BBC.47 Ésta fue la partera, a finales de la década de 1960, del nacimiento del
movimiento de la historia oral y la creación de un archivo sonoro nacional.
Dentro del universo de la arquitectura doméstica inglesa mi primer Después, el popularísimo programa televisivo The Antiques Roadshow contri-
amor fueron los entramados de madera. Muchas de las peores obras buyó en gran medida a democratizar la noción de lo coleccionable, actualizar
del paisajismo inglés se han perpetrado por efecto de su influencia, la noción de lo histórico y crear un público para los mercados de pulgas.
aunque a mí me siguen gustando las acuarelas victorianas de casas
Además de presentar la idea de historia oral a un público de masas, la dura-
rurales con tejados de paja y entramados llenos de jardines rebosantes
de flores que pintaba Mrs Allingham, al igual que la propia casa de
dera serie de televisión de Stephen Peet, «Yesterday's Witness», emitida por
Anne Hathaway (a pesar del modo en que fue reconstituida para primera vez en 1968, dotó de rostro humano a la arqueología industrial.
afrontar el siglo xx). Cuando yo era joven, se publicaron tres volúme- Algún tiempo antes, durante la década de 1950 y comienzos de la de 1960,
nes de una serie titulada Casas rurales y granjas antiguas (uno dedi- las emisiones pedagógicas de la BBC habían convertido la llamada «balada
cado a Surrey, otro a Kent y Sussex, y otro a Cotswolds). Estaban industrial» —canciones en las que reverberaba el latido de la lanzadera y la
magníficamente encuadernados y contenían multitud de excelentes jaula, registradas por Ewan MacColl y A. L. Lloyd— en iconos del pasado
fotograflas realizadas por W. Galsworthy Davie con una gran cámara nacional tan célebres como lo fueron para Gran Bretaña «Greensleeves» o el
de placa, casi todas bajo un cielo cubierto, pero perfectamente enfoca- «Blow the Wind Southerly» de Kathleen Ferrier durante la guerra. El progra-
das. Los textos eran obra de dos distinguidos arquitectos de la época ma Country Magazine, del Home Service, emitido por vez primera en mayo
de Lutyens y Jekyll, E. Guy Dawber y W Curtis Green, que los ador-
de 1942, puede reivindicar con cierta razón la condición de progenitor origi-
naban con meticulosos dibujos a plumilla de vierteaguas y otros deta-
lles... De niño, anhelaba vivir en una casa hecha de madera con una
nario del segundo revival de la canción tradicional (en «As I Roved Out»
planta superior en voladizo y chimeneas de ladrillo dispuestas de for- figuraban intérpretes todavía vivos). Los programas «Ballads and Blues» de
ma diagonal, por parejas, y con losas de piedra o tejas desigualmente 1951,48 que mezclaban canciones de trabajo norteamericanas y británicas,
erosionadas en el tejado.45 anunciaron el comienzo del giro urbano e industrial experimentado por la
noción de lo «tradicional»; más tarde, Charles Parker y Ewan MacColl trata-
A juzgar por los numerosos libros que fueron uno de los productos deri- ron de fusionar la idea de lo folclórico con la de épica moderna.49
vados de la serie, así como por las pocas grabaciones que han sobrevivido en
los archivos, la casa solariega no figura en absoluto en los programas de 46 Se pueden encontrar sucintas descripciones de «Romany» en Paul Donovan, The Radio
radio que, para los niños que crecieron durante la década de 1930 y comien- Companion, Londres, 1991, págs. 233-234; Denis Gifford, The Golden Age of Radio. An Illus-
zos de la de 1940, probablemente contribuyeron más que ningún otro ele- trated Companion, Londres, 1985, pág. 247. El Archivo Sonoro del Noroeste conserva una
casete de un programa corto sobre él, y la Biblioteca Pública de Wilmslow tiene su caravana
mento a convertir la campiña en objeto de deseo, verbigracia, el programa aparcada en el patio de entrada. Eunice Evens, Through the Years with Romany, Londres, 1946,
«Romany» del Children's Hour. Producida en los estudios de la BBC de la es una biografía; entre sus libros se encuentran Out With Romany (1937); Out with Romany
Región Norte, en Manchester, trasladaba a los niños a una imaginaria carava- Again (1938); Out with Romany by Meadow and Stream (1942). Evens era de origen romaní, y
sobrino-nieto del célebre evangelizador Gipsy Lee Smith, así como pastor metodista por forma-
na gitana, y les enseñaba historia natural por medio de la voz de un descen-
ción y vocación.
diente auténtico de gitanos romaníes, el naturalista y ministro metodista 47 Acerca de los archivos sonoros, véase Jeremy Silver, «"Astonished and Somewhat Terri-

J. Bramwell Evens. Dicho programa ponía mucho más interés en captar, por fied", the Preservation and Development of Aural Culture», en R. Lumley, The Museum Time-
medio de grabaciones sonoras, los singulares tonos del canto de las aves —o el Machine, Putting Culture on Display, Londres, 1988, págs. 170-196. El Archivo Sonoro Nacio-
nal dispone de un dosier acerca de los fundadores de la sociedad de historia oral; por mi parte,
«guau, guau» del inseparable compañero de Romany, Raq— que ningún paisaje conservo un vivo recuerdo de sus fondos, que me ha servido para escribir el texto. George
formado por la mano del hombre. Cuando hacían acto de presencia personajes Ewart Evans, «Flesh and Blood Archives», Oral History, n° 1, 1973, sobre la ayuda prestada
humanos, al parecer eran escogidos —como el propio Romany— por su condi- por la BBC para la realización de las grabaciones de historia oral de este escritor durante la
década de 1950.
48 Véase Georgina Boyes, The Imagined Village, para un excelente ensayo al respecto. Fran-
cis Dillon, ed., Country Magazine; Book of the BBC Programme, Londres, 1949; A. L. Morton,
«A. L. Lloyd, A Personal Memoir», en History and Imagination, Londres, 1991, págs. 314-315.
45 Richard Ingrams y John Piper,
Piper's Places; John Piper in England and Wales, Lon- a Ewan MacColl, Journeyman, Londres, 1990, págs. 331-336. En Birmingham hay un archi-
dres, 1983, pág. 53. vo Charles Parker.
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Gol/ RAPHAEL SAMUEL GENEALOGIAS 1

Durante la década de 1930, la BBC fue una de las voces públicas del Los años sesenta, momento en que el ímpetu modernizador llegó a su
Consejo de Protección de la Inglaterra Rural. Una serie de ocho charlas sobre punto culminante, en que el ritmo del cambio se aceleraba en todos los ámbi-
la «Inglaterra en vías de desaparición», celebradas en noviembre y diciembre tos de la vida nacional y el gigantismo se lo llevaba todo por delante, fueron
de 1933 y reimpresas en The Listener fueron ideadas, al parecer, con el pro- también la década en que el ecologismo salió de la penumbra para enfrentar-
pósito de colocar ante los ojos de las autoridades locales la política de plani- se tanto a los promotores inmobiliarios como a las autoridades. Derrotado
ficación de dicho organismo. Seis años más tarde, el mismo orador, el popu- con ocasión del contencioso en torno a Euston Arch en 1961-1962, y a des-
lar locutor Howard Marshall, utilizó «La buena causa de la semana» para el pecho de parecer sólo una causa perdida más, cinco años después el ecologis-
lanzamiento de una campaña de recaudación de fondos para el CCIR." El mo demostró tener fuerza suficiente como para incorporar la protección
famoso locutor Richard Dimbleby debutó en la radio en octubre de 1936 con medioambiental al código legal por medio de una Ley de Servicios Públicos
un reportaje sobre la conferencia anual del CCIR en Torquay, y su segunda Municipales que convirtió las subvenciones para restaurar edificios protegi-
emisión tuvo por protagonista a una vaca de Hampshire llamada «Cherry»." dos (es decir, históricos) en una prioridad de las contribuciones municipales,
El National Trust fue otra de las buenas causas capitaneadas por la BBC, y y la creación de «áreas protegidas» en una nueva vocación del urbanismo
resulta asombroso comprobar cuántos de sus locutores más populares —sobre municipal. La aprobación de la Ley de Conservación de la Naturaleza (Nature
todo J. B. Priestley y C. E. M. Joad— se destacaron por sus actividades como Conservacy Act) de 1970 impulsó de forma análoga la creación de reservas
conservacionistas." de flora y fauna.
Cronológicamente hablando, el ecologismo cuajó como causa reformista y La década de 1960 fue testigo del rápido crecimiento en el número y la
grito de guerra en el momento en que la expansión económica de posguerra influencia de las sociedades de recreo locales, que a menudo vieron la luz a
estaba llevando la prosperidad a nuevas cotas. La manía por la conservación partir de campañas con un único fin que cobraban vida merced a la indigna-
de las vías férreas surgió tras la estela de la modernización y la racionaliza- ción producida por alguna orden de derribo o proyecto de ampliación vial, y
ción, como contrapeso a la desaparición de multitud de ramales de vía y vías que después fueron extendiendo su radio de acción hasta convertirse en gru-
estrechas. Más tarde fue la dieselización de las locomotoras —innovación téc- pos de presión para toda clase de fines: en 1957, en Gran Bretaña existían
nica de mediados de la década de 1950— la que suscitó el «romance del 213 sociedades de ese tipo; en 1977, sólo en Inglaterra, sumaban 1.167. Du-
vapor». Un punto de concentración más inmediato de la inquietud conserva- rante dicha década se formaron fundaciones regionales destinadas a la pro-
cionista —y estímulo originario para la formación de grupos de activistas loca- tección de la flora y la fauna y los grupos de presión ecologistas se transfor-
les— fue el grandioso programa de construcción de autopistas emprendido en maron en organizaciones de masas. El caso de la Real Sociedad para la
la década de 1960. Durante la década de 1950, alentada por el fin del raciona- Protección de las Aves, que vio la luz en 1899, es un ejemplo asombroso. Hizo
miento de la gasolina y facilitada por el auge de las compras a plazos y la campaña contra el comercio internacional de plumas pero sólo empezó a esta-
difusión de estilos de vida nuevos y más consumistas, la adquisición de vehícu- blecer reservas en Gran Bretaña durante la posguerra (es un ejemplo asombro-
los se triplicó. Ya figuraba como uno de los malos de la película en Outrage so). El aumento en el número de sus miembros da fe tanto del inaudito poder
(1955), el célebre ataque de la Architectural Review contra la expansión de los de convocatoria que han adquirido los hábitats naturales de la fauna, como de
barrios residenciales, que presuntamente estaba desdibujando la distinción la predisposición a tomar parte en lo que se había convertido en una de las
entre la ciudad y el campo, y amenazaba con convertir Inglaterra en un gigan- principales pasiones nacionales, multiplicándose por más de diez en el dece-
tesco Los Ángeles, llena de gasolineras y vallas publicitarias por todas partes, nio transcurrido entre 1960 y 1970 (periodo en el que pasó de tener 10.579 a
y con bosques de señales de tráfico en lugar de setos y árboles. Durante la 117.963) hasta llegar progresivamente a su nivel actual de 840.000."
década de 1960, cuando se puso en marcha la Campaña contra la Ronda de Desde el punto de vista económico, la difusión del sentimiento conserva-
Circunvalación de Londres, a los ingenieros de tráfico —cuyos planes para la cionista parece estrechamente emparentado con la notable expansión del
ampliación de avenidas devoraban calles enteras, que circundaban los centros número de propietarios de viviendas (en 1961, el 29 por ciento de la pobla-
de ciudad con sus rotondas y pasos elevados y que cortaban los barrios en dos ción era propietaria de su hogar frente al 65 por ciento de la actualidad) y la
con sus autopistas— se les consideraba como la avanzadilla de Satanás. euforia inmobiliaria que prosiguió de forma casi ininterrumpida en lo que a
los precios de las casas se refiere de 1960 hasta 1990.
Otra fuente del ímpetu ecologista fueron la contracultura de la década de
1960 y los movimientos de «regreso a la naturaleza», que quizá constituye-
" Consejo de Protección de la Inglaterra Rural, Monthly Report, noviembre de 1933, octu-
bre de 1934, febrero de 1936, junio y julio de 1939.
51 Jonathan Dimbleby, Richard Dimbleby, A Biography, Londres, 1975, págs. 72-75.
52 Archivos del National Trust, Acc. 45, guión radiofónico, 10 de agosto de 1947. " P. Lowe y J. Goyder, Environmental Groups in Politics, Londres, 1983.
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GENEALOGÍAS 283

ran su legado más perdurable. Oodles, la cadena de restaurantes vegetaria-


a los Planes de Formación de Jóvenes y a la Comisión para el Empleo a fin
nos que decoraba sus locales con motivos agrícolas y anuncios antiguos, y de contratar mano de obra extra y remunerada. Así, el Museo de Ironbridge,
que contribuyó a popularizar el mobiliario de madera tosco como algo a la en el momento de máximo desempleo, en 1981, tenía nada menos que a dos-
vez natural y «tradicional», se fundó en 1959, Cranks fue fundado en 1963;
cientas personas en plantilla de este modo, y hasta un proyecto tan modesto
y Ceres (la primera de las tiendas de productos «integrales») en 1966; ya
como Manchester Studies —auspiciado por un historiador social del Politéc-
en 1968, las cooperativas y las comunas agrícolas «orgánicas» habían aflo- nico de Manchester— dio empleo a unos diecinueve investigadores en for-
rado como representantes típico-ideales de una política de estilos de vida mación.
alternativos.
Lejos de constituir el coto cerrado de estetas o de grupos minoritarios de
militantes, como fue en los albores del conservacionismo, la noción de patri-
monio, tal y como cuajó a finales de la década de 1960, era un capital cultu-
ral en el que todo el mundo estaba invitado a participar. Cuando, en 1968, la
Asociación de Automovilistas lo adoptó como nuevo título de una de sus
publicaciones anuales (una guía de «Castillos, casas y jardines» para auto-
movilistas), por lo visto el motivo era el incremento en la demanda del turis-
mo histórico, lo cual no sólo permitía sino que exigía una definición más
democrática de las antigüedades. «Una rápida ojeada a sus páginas bastará
para comprobar que las descripciones, no sólo de castillos, casas y jardines,
sino también de museos, restos arqueológicos, pozos sagrados, molinos de
viento, hospicios y otros puntos de interés demasiado numerosos para des-
glosar, justifican la impronta del nuevo título: Britain's Heritage».54 Una
intención de índole claramente más democrática, envuelta en una retórica
que ya no apela a los estragos producidos en el medio ambiente por la mano
del hombre, sino a la posibilidad de brindar a todo el mundo un «acceso»
igualitario a sus bellezas, es la que se desprende de la multiplicación de sen-
deros públicos y rutas costeras siguiendo el modelo de la Vía Penina, a veces
conforme a los auspicios de las autoridades locales, otras conforme a los del
National Trust, y últimamente, merced a los vigorosos esfuerzos de la Comi-
sión de la Campiña." Aquí puede constatarse el triunfo póstumo de una
campaña de un siglo de duración en torno al acceso a la campiña y los dere-
chos de paso, la reafirmación de los derechos del público sobre la propiedad
privada.
Si hubiera que designar una única instancia por cuya obra» el «patrimo-
nio» dejó de ser una pasión y se transformó en una industria, no serían los
propietarios de casas solariegas ni el National Trust, empeñado en rescatar la
propiedad privada de la confiscación o la ruina, sino más bien las autoridades
locales (muchas de ellas laboristas), los conservadores de los museos
(muchos de ellos, a su manera, historiadores sociales de la «nueva ola») y las
campañas ecologistas (todas ellas de algún modo radicales) que se aferraron

54Automobile Association, Britain 's Heritage, Londres, 1968, pág. 5.


55Por extraño que parezca, pero también de forma comprensible dado que se trataba de la
única fuente de subvenciones, se atribuye a la Comisión de la Campiña la apertura del nuevo
tramo del Itinerario por la ribera del Támesis, un poco más allá de Southwark Bridge.
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SOCIOLOGÍA

Cuando Patrick Wright lanzó su ataque contra la noción de «patrimonio


histórico», lo calificó de chic reaccionario y afirmó que simbolizaba el triun-
fo de la nostalgia aristocrática y reaccionaria sobre las tendencias niveladoras
del Estado de Bienestar. Algo así como si Evelyn Waugh se vengara póstu-
mamente de Clement Attlee.' Robert Hewison, haciendo gala de mayor cru-
deza, sostiene que la irrupción del «patrimonio histórico» se debe a una
conspiración aristocrática urdida, en 1975, por los asediados propietarios de
casas solariegas. Ante la perspectiva de la imposición de un impuesto suntua-
rio y la toma de posesión de un gobierno laborista con el que simpatizaban
poco, habrían creado un lobby de alto nivel para el que, al grito de «Peligra
nuestro legado», recabaron el apoyo de la Cámara de los Lores, del National
Trust y del Museo de Victoria y Alberto. En opinión de Hewison cabe situar
los inicios de la «industria del patrimonio histórico» en la exposición «La
destrucción de la casa solariega» organizada por el V&A en 1974.2
A veces, para descalificar al patrimonio histórico, se le tilda de cripto-
feudal (un gran soplo de aire fresco para gente distinguida venida a menos).
Otras se afirma que es «profundamente capitalista»,3 si bien en una línea más
postmoderna que proto-industrial. En una sociedad regida por el consumo, en
la que todo tiene un precio y los valores del mercado no tienen rival digno de
tal nombre, se «trafica» con la historia, convirtiendo el pasado en una mer-
cancía más.4 El sufrimiento de la vida real acaba siendo un espectáculo turís-
tico y se crean simulacros de un pasado que nunca existió. Los museos resul-

' Patrick Wright, On Living in an Old Country, Londres, 1985. La primera mención al argu-
mento de «Brideshead» se encuentra en un artículo de la London Review of Books. Véase del
mismo autor, A Journey Through Ruins, The Last Days qfLondon, Londres, 1991, págs. 45-67.
2 Robert Hewison, The Heritage Industry; Britain in a Clinzate of Decline, Londres, 1987.
Richard Johnson, «Heritage and History», artículo ciclostilado presentado en Amsterdam
el 2 de octubre de 1993. Cfr. Bill Schwarz, «Historical Patrimony and Citizenship: the English
Experience», artículo ciclostilado presentado en la conferencia sobre Patrimonio Histórico cele-
brada en Sao Paulo el 13 de agosto de 1991, pág. 8: «El capital nunca había mostrado gran inte-
rés por la historia. De hecho, siempre prefirió destruir todo legado al que pudo poner la mano
encima. Pero, actualmente, el capital también pretende organizarnos el pasado. Se han desple-
gado numerosas estrategias sumamente tecnologizadas para "recobrar" el pasado, en museos,
parques temáticos, proyectos de restauración, etcétera. Hoy el capital re-presenta al patrimonio
histórico o, dicho de forma más exacta y profana, se lo vende a los británicos y a quienes visi-
tan la nación. Actualmente hay más gente empleada en hoteles y otros negocios turísticos en
Gran Bretaña que en las minas de carbón y las fábricas de automóviles juntas».
4 Wright, passim.
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tan especialmente sospechosos al respecto. Forman parte del «negocio del en un solo momento, sino que tuvieron su origen en muchos instantes diver-
ocio y el turismo» y, por tanto, mantienen estrechos vínculos con Disneylan- sos. Quien hace historia del patrimonio quizá pudiera recurrir a la noción
dia y los parques temáticos. Al parecer también son guerrillas al servicio de braudeliana de «coyuntura» para diferenciar entre una carrera de coches
la propiedad privada: antiguos (en sus orígenes, en los años treinta, cuando nadie podía permitirse
el lujo de correr en un coche así, constituía un deporte aristocrático, y lue-
Un nuevo museo no es sólo un modo oportuno de reutilizar un molino go, a juzgar por una comedia de los Estudios Ealing, Genevieve (1953), algo
o una fábrica en desuso. Se podría considerar que es una forma de
propio de playboys de los alrededores de Londres, ataviados con pantalón
inversión capaz de regenerar la economía local en decadencia en vir-
tud del cierre del susodicho molino o fábrica. Por eso resulta relativa- de sarga y chaqueta esport) y las actuales carreras de «vehículos vintage»,
mente sencillo hacerse con el capital necesario para crear un museo. mucho más plebeyas, en las que compiten arados de vapor en campos llenos
Los proyectos museísticos son una forma muy útil de hacerse con un de barro, mientras los típicos órganos de feria atruenan con su música a
entorno en ruinas en el que, más tarde, se pueden realizar inversiones los visitantes y los caballitos de madera no dejan de girar y girar en los tio-
comerciales.' vivos.
La cronología también podría poner en cuestión los vínculos existentes
Cualquiera de las dos variantes anteriores convierte al legado histórico en entre el patrimonio histórico y la reacción conservadora. Desde esta perspec-
una totalidad elocuente, en una red sin costuras. Se le da una conceptualiza- tiva se podría llegar a la conclusión de que la llamada de atención sobre el
ción sistémica, proyectando un conjunto unificado de significados imper- «patrimonio en peligro», u otras fórmulas similares, lejos de reflejar la deca-
meables al cambio: lo que Umberto Eco denomina «hiperrealidad». Es una dencia económica, cristalizó cuando se dio el pistoletazo de salida a las ta-
definición esencialmente conservadora aunque abarque y englobe asuntos reas de modernización emprendidas en la década de 1950. La mecanización
pertenecientes al ámbito de la cultura popular. Unifica los materiales más de la agricultura en la posguerra, la incorporación de motores Diesel a los
dispares en un único cuerpo con una única cabeza. Coincide con la defini- tractores y la desaparición de la estampa del jinete, bien pudo haber servido
ción dada por un crítico del concepto de «historia cerrada», a saber, relato de inspiración negativa para crear museos «de cultura popular» y esa innova-
fijo que no admite subtextos ni contralecturas. Los prejuicios que despliega ción, de finales de los años cincuenta y principios de la década de 1960, que
son más o menos consistentes, los mensajes están cifrados y los significados fueron las «granjas-museo». La obsesión por preservar las máquinas de va-
resultan claros. Política, cultura y economía conforman una sola pieza en la por que caracterizara a los años cincuenta, obviamente puede deberse a la
que se ve reforzada su mutua influencia, potenciándose los efectos de cada reconversión al Diesel de los ferrocarriles ingleses, la racionalización de los
uno de los elementos. servicios y la disminución de las vías secundarias. Y en lo que respecta al
Pero también cabe considerar este legado histórico como un «proyecto»,6 entorno urbano, probablemente fuera el asombroso incremento de los propie-
cuando no directamente una conspiración, un complot incluso, y en último tarios de automóviles (un rasgo típico de la «sociedad opulenta» de los años
término una estrategia, «un proceso complejo y deliberadamente selectivo de cincuenta) el que disparara todas las alarmas e hiciera pensar en la necesidad
recopilación histórica». Se trataría entonces de una «apuesta por la hegemo- de preservar no sólo el entorno rural, sino también el urbano.
nía», de una forma de poner el conocimiento al servicio del poder. Preserva Ya había muchos entusiastas del patrimonio histórico antes de 1975,
la identidad nacional en unos momentos en los que se ve asediada por una momento en el que, tras la celebración en Gran Bretaña (al igual que en
incertidumbre ubicua. Es una forma de compensar el colapso del poderío bri- muchos otros países) del Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico, se
tánico. empieza a utilizar el término de forma generalizada. La fascinación por las
Desde un punto de vista exclusivamente cronológico, se podrían poner antigüedades ferroviarias es casi tan vieja como los ferrocarriles mismos.
en duda estas simetrías. Eso sin considerar que el papel desempeñado por Como señala Bevis Hillier en Young Betjeman, en los años treinta era algo
las casas rurales ha sido mucho mayor que el que cabe adscribir a las casas común entre los lectores del Daily Herald y las guías Shell.7 Eso sin tener en
solariegas en la gestación de esa idea de la «Inglaterra perdida». Se podría cuenta las réplicas en miniatura de la locomotora Puffing Billy o el elevado
plantear incluso que los proyectos y estrategias de recuperación no nacieron número de visitantes que acudía (como venía haciendo desde 1875) al Museo
de Ciencia para ver el «Cohete» de Stephenson. La pasión por las factorías y
plantas industriales antiguas se remonta al menos al Pioneers of Modern Design
Robert Hewison, «Commerce and Culture», en John Correr y Sylvia Harvey, eds., Enter-
prise and Heritage; Crosscurrents of National Culture, Londres, 1991.
6 John Correr y Sylvia Harvey, «Mediating Tradition and Modernity: the Heritage/Enter-
prise Couplet» en ibíd. 7 Bevis Hillier, Young Betjeman, Londres, 1988.
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de Nikolaus Pevsner (1935),8 en tanto que el arte zíngaro (o arte popular,
quienes ocupan las casetas de esas ferias anuales de objetos de regalo en las
como se le solía llamar en el Festival de Gran Bretaña
por aquellos años) que se comercia con mercancías de cierto valor histórico, el empresario-tipo
gozaba de muchos admiradores entre aquellos que se habían beneficiado de suele ser un pequeño empresario, una mujer que dirige una franquicia, o
una costosa educación. Sobre todo a partir del momento en que Francis Gro- sociedades formadas por esposos (o por parejas homosexuales). En todo
ome, allá por la década de 1860, se escapó con su Esmeralda y se fue a vivir caso, las grandes empresas brillan por su ausencia." Además, cadenas de
con los gitanos a Headington
tiendas que se nutren de la beneficencia y auténticos ejércitos de vendedores
Desde el punto de vista de la economía y, más concretamente, de la histo- de mercados de pulgas mantienen viva y viven, a su vez, de la conservación
ria económica, también podría cuestionarse la fecha 1974-5, poniendo de del patrimonio histórico. También las granjas productoras de alimentos bioló-
relieve que muchos de los proyectos de conservación requerían largos perío- gicos aportan su granito de arena, igual que las cooperativas dedicadas a la
dos de gestación. Por otro lado fueron los cambios en las condiciones mate- comercialización de alimentos sanos e integrales.
riales de vida los que hicieron que este tipo de proyectos resultaran concebi- La conservación del patrimonio histórico prima el trabajo y los servicios
bles. Las estadísticas sobre automóviles en propiedad (dos millones en 1949 del artesano minorista, favoreciendo la supervivencia de la artesanía. Esta es
y 17,5 millones en 1980) pueden dar cuenta del incremento del turismo atraído una de las razones por las que, en los años setenta, los ayuntamientos comu-
por los «lugares con historia».'' Y, si de los registros de centros como el nistas de Italia promovieron con gran entusiasmo la conservación de los cas-
Wigan Pier Heritage Center pudieran recabarse las cifras relativas al número cos antiguos de las ciudades (Bolonia fue uno de los ejemplos más citados).12
de visitantes o las estadísticas sobre excursiones escolares, tal vez estaríamos En Gran Bretaña la suerte de los artesanos depende también de la que corran
en condiciones de desembarazarnos de la absurda idea de que los museos al las áreas protegidas de las urbes. A menudo se ofrecen contratos de arrenda-
aire libre son una especie de imán que atrae a los turistas extranjeros. En otro miento de corta duración mientras los edificios de la zona están a la espera
orden de cosas, la generalización de la calefacción central (documentada de ser rehabilitados o durante el prolongado período de tiempo en que se lle-
quinquenio tras quinquenio), el electrodoméstico moderno que más esfuerzo van a cabo las tareas de reconstrucción. Y también se habilitaron espacios de
ahorraba y hacía la vida más confortable, tal vez fuera el «fantasma en la trabajo a rentas muy bajas para aprendices, lo que fomentó el resurgimiento
máquina» que diera pie a la restauración y el extraordinario incremento en el de la artesanía en los años setenta. Además, los trabajos de restauración
número de edificios históricos victorianos «protegidos» a partir de 1967. De siempre han dado lugar a la creación de una plétora de negocios de vida efí-
golpe y plumazo, la calefacción hizo de gélidas residencias victorianas, desti- mera. Lo señala Bob West al referirse con hostilidad a aquellos que surgieron
nadas a convertirse en apartamentos, deseables residencias de época. a la sombra del Museo al aire libre del Cañón de Ironbridge: «Unos se extin-
Cuando la economía disgrega conceptos abstractos como «capital» o guen, otros resucitan, y aun otros se metamorfosean en ensueños varios sobre
«consumismo», indagando en los promiscuos y heterogéneos elementos que formas de vida autárquica».13 Conviene no olvidar a empresarios poco escru-
los componen, también puede ser un útil correctivo para aquellas teorías ver- pulosos que, al modo de un pequeño ejército de decapadores, especialistas en
ticalistas que parten de la premisa de que la industria generada en torno al tareas de envejecimiento, manufacturan curiosidades para los mercadillos, a
patrimonio histórico es una especie de conspiración o complot de las clases los vendedores de souvenirs que, apostados a las puertas del Museo Británi-
altas, a cargo de alguna suerte de inteligencia rectora. Por otro lado, la econo- co, hacen florecientes negocios vendiendo elaborados facsímiles y réplicas, o
mía nos ha hecho prestar la debida atención a ciertos procesos moleculares a aquellos otros que piratean imágenes y se dedican a la venta ambulante
de los que surge toda política cultural. Por ejemplo, señala que el mundo de de fotografías antiguas. También podemos mencionar a los historiadores en
los negocios ha sido capaz de beneficiarse o, al menos, de adaptarse a la ten- paro que malviven haciendo de guías en los itinerarios que transitan por zo-
dencia a la rehabilitación de propiedades antiguas. O destaca la enorme velo- nas históricas, o a los capitalistas de poca monta que han inventado la varian-
cidad con que se ha captado la importancia de nociones como la «de época» te del recorrido turístico por zonas donde antaño se cometieron asesinatos. Y
a la hora de lanzar al mercado todo tipo de productos o diseños. A juzgar por hay que hablar asimismo de aquellos allanadores de moradas y expertos en

Nikolaus Pevsner, Pioneers of Modern Design .


from William Morris to Walter Gropius, " International Spring Fair, 1990, NEC, Birmingham, Oficial Catalogue and Buyers' Guide.
Harmondsworth, 1984, capítulo V, «Engineering and Architecture in the Nineteenth Century», 12 Mario Panizza, ed., Interventi nel centro storico, Bari, 1978; Giovanni de Franciscis,
págs. 118-47.
Francis Groome, In Gipsy Tents, Edimburgo, 1880 [ed. cast.: Ricerca per una metodologia d'intervento nei centri storici, Nápoles, 1975; Donald Appleyard,
Editores, 2006]. Cuentos gitanos, Miraguano ed., The Conservation of European Cities, Cambridge, Mass., 1979.
1 ° John Blunden y N. Currie, eds., Bob West, «The Making of the English Working Past: a Critical View of Ironbridge
A People's Charter? Forty Years of the National Parks Gorge Museum» en R. Lumley, ed., The Museum Time-Machine, Putting Culture on Display,
and Access to the Countryside Act qf 1949, Londres, 1990, pág. 114.
Londres, 1988.

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demolición que, durante la euforia inmobiliaria desatada en los años ochenta,
Frente a los estereotipos negativos imperantes hoy en día, la adopción de
nutrían a los comerciantes especializados en artículos procedentes de las
una perspectiva sociológica para analizar el asunto del patrimonio histórico
labores de salvamento arquitectónico con toda clase de objetos de diversos
períodos.14 Mención aparte merecen los buceadores que venden a precios de puede ser aun más devastadora que la económica. Y ello, tanto si partimos de
esos híbridos en que se han convertido las identidades sociales contemporá-
mercado negro tesoros submarinos de los que, legalmente, debería disponer
neas como fruto de la mezcla y confusión entre elementos que antaño perte-
el funcionario de la Corona correspondiente." Y conviene no olvidar a quie-
necían a clases impenetrables, como si adoptamos esa perspectiva marxista
nes, utilizando detectores de metales, se han hecho con una gran reserva de
que establecía una relación dialéctica entre lo imaginario y lo real sin caer en
insignias de peregrino y a los que cabe atribuir algunos de los hallazgos más
el reduccionismo de la teoría del reflejo. Podríamos empezar por señalar que,
sensacionales de Época Romana y los Tiempos Oscuros."
si consideramos 1975 un punto de partida, el auge de la industria gestada en
Para la conservación del patrimonio histórico también se precisa de em-
torno a todo lo relacionado con el patrimonio histórico, lejos de anunciar una
presarios plebeyos. Podemos mencionar aquí a Fred Dibner, el contratista
época de reacción feudal, coincide (tanto en Gran Bretaña como en otros paí-
experto en demoliciones cuya colección era una parte esencial de las máqui-
nas exhibidas en la Ferias del Vapor.17 O a Dai Woodham, el rey de la chatarra, ses europeos) con el fin de las alineaciones políticas y el colapso de las bipo-
laridades. Durante este período asistimos a la presencia creciente (y en el
cuyos cuatro acres de metal oxidado se convirtieron, en los años setenta, en
caso de la Sra. Thatcher deliberada) de capas populares en el Partido Conser-
uno de los mayores depósitos de locomotoras a los que las sociedades encar-
vador. Sólo treinta años antes, McMillan había hecho alarde de copar su
gadas de la conservación de máquinas de vapor acudieron con mayor frecuen-
Gabinete con exalumnos de Eton pero, hoy en día, los ministros de acento
cia." Desde un punto de vista más comercial podríamos hacer referencia al
cortante son más la excepción que la regla. Cuando los conservadores se
auge del mercado de objetos recuperados de edificios antiguos, un tipo de
hicieron con el poder en 1992, los diputados procedentes de centros educati-
comercio que hoy cuenta con directorios en los que figuran más de cien en-
tradas.19 vos públicos eran mayoría por primera vez. Las disputas entre el gobierno, la
Iglesia de Inglaterra, las universidades más prestigiosas, la BBC e, incluso, el
poder judicial, han ido minando los pilares del establishment y han puesto en
la orden del día la necesidad de incorporar a otras esferas a las capas popula-
14 «Thieves Who are Stealing our History», The Evening Standard, res. Puede que la limpieza de la fachada del Palacio de Westminster haya
1990. 26 de noviembre de
15
Cito la frase de Peter Marsden, el arqueólogo marino. devuelto su antiguo esplendor a los arcos góticos que cubren los ventanales,
16
Sobre los buscadores de metal cfr. Patrick Wright, A Journey Through Ruins, pero no evitó que se relacionara a la Cámara de los Comunes con la corrup-
págs. 139-
51. «Tesoro romano tasado en un millón setecientas cincuenta mil libras esterlinas», Evening ción y los escándalos de tipo sexual. El ataque desatado por la prensa contra
Standard, 4 de noviembre de 1993: «Un jardinero retirado, aficionado a los detectores de meta-
una monarquía que hace menos de veinte años, cuando se celebraban los 25
les, se ha convertido hoy en millonario cuando se supo que el tesoro que había encontrado valía
un millón setecientas cincuenta mil libras esterlinas. Eric Lawes, de 69 años, hizo el mayor des- años de reinado de Isabel II, aún suscitaba una reverencia casi religiosa,
cubrimiento arqueológico romano de Gran Bretaña. El tesoro de Hoxne fue encontrado en unos resulta de lo más significativo. La situación ha afectado incluso a las mansio-
campos de Suffolk en noviembre pasado. Hoy el National Heritage Department ha desvelado su nes aristocráticas. Unos veinte años después de que «Salvemos el Patrimonio
valor mientras el señor Lawes y su esposa pasaban al anonimato».
'7 Británico» se lanzara en su rescate, se habían vendido 249 de las 1.400 casas
Agradezco mucho a Michael Stratten, del Museo de Ironbridge, la información que me
dio. solariegas presentadas en la exposición del Victoria&Albert de 1974.20
18 «Rust in peace», Daily Star,
3 de abril de 1981: «No parece que la ribera fangosa y deso- La popularidad que ha cobrado el patrimonio histórico y la rapidez con la
lada de un antiguo muelle de aguas profundas pudiera llegar a ser uno de los puntos calientes que se ha extendido, también podría entenderse como un intento por escapar
del turismo inglés. Pero más de dos millones de personas se han desplazado hasta allí desde
distintas partes del mundo para ver un espectáculo gratuito que rivaliza con el de la Torre de de los condicionamientos de clase. Al contrario que la herencia, vincula a
Londres. Lo que se ve es chatarra: cuatro acres de terreno repleto de metal oxidado, esperando unas raíces, ofreciendo algo parecido a la alternativa que el ecologismo brinda
las oleadas de fuego prendidas por una antorcha y un final cruel en los hornos de la Compañía al reformador y el activista frente a las desgastadas rutinas de la política de
Británica del Acero. Pero lo cierto es que este montón de chatarra consta de antiguas locomoto-
ras de los ferrocarriles británicos. Locomotoras de vapor jubiladas cuando, hace unos catorce
años, la British Railways pasó a utilizar exclusivamente el Diesel y la energía eléctrica. Ya han
20 Giles Worsley, «A False Dusk», Country Life, julio de 1993, págs. 88-91. Hugh Massing-
pasado unas mil por las manos de Dai Woodham en el Barry Yard, sur de Gales. El encargado,
de 61 años, dice: «Nunca adiviné lo que iba a pasar cuando compré la primera». berd, «Old Families in Old Houses is a Way to Preserve Them», Daily Telegraph, 3 de julio de
19
Adrian Amos procede de una familia de constructores del norte de Londres. En su tienda 1993. El programa de «Salvemos el Patrimonio Británico» para la recuperación de antiguas
de antigüedades expone piezas procedentes de una iglesia deconsagrada de Shoreditch, escena- casas de campo parece haber sido posible gracias a una desgentrificación cuya consecuencia
rio reciente de una película fantástica y otras representaciones, y otras procedentes de propieta- fue que estas antiguas propiedades se convirtieran en espacios habitables modernos, muy a
rios privados. menudo apartamentos. De todo ello da cuenta Kit Martin en The Country House, To Be or Not
To Be, Londres, 1982.
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partidos. Buena muestra de lo anterior sería el Covent Garden, esa Ruritania torianas y recuperar el aire tradicional de las calles colocando empedrados de
conservacionista que, en los años ochenta, se convirtiera en uno de los iconos adoquines ante las entradas a los edificios. (Se trata del mismo organismo
mundiales del estilo, en una zona poco frecuentada por gente bien, donde se que se encargó de colocar farolas con delfines en el Embankment, de repintar
exhiben más homosexuales que gente con pretensiones. El patrimonio histó- y restaurar la forja de hierro de los puentes sobre el Támesis y de la construc-
rico permite, en este caso, que la esposa del Coronel y Judy O'Gray (o al ción del Jubilee Walk.)
menos a sus hijas) lleven la misma ropa vintage. Incita a los oficinistas y El proyecto del Globe Theater, es decir, la reconstrucción del teatro de
hombres de clase media, cuyas calderas gotean, a ejercer de mecánicos, a los Shakespeare en (o cerca de) su emplazamiento original, debería estar finali-
marineros de agua dulce a jugar a ser marineros de verdad. El patrimonio his- zada en 1995. Se le andaba dando vueltas a esta posibilidad desde que, en la
tórico ofrece un hogar ideal en el que lo que cuenta no es el pedigrí sino todo década de 1890, William Poel fundara la Sociedad Teatral Isabelina que pre-
lo que supone una época pasada; una morada que cabe embellecer merced a tendía representar a Shakespeare en sus condiciones originales. Posterior-
la invención de reliquias familiares. Pero, sobre todo lo demás, destaca el mente, la idea fue retomada por las compañías teatrales más progresistas y
hecho de que, por medio de la historia familiar, nos proporciona una segunda reapareció en el Plan para la Reconstrucción de Londres de 1943, en el que la
identidad, permitiendo incluso a aquellos que ejercen las profesiones más visión utópica del futuro se mezclaba con el sueño de recrear las glorias
aburridas y ordinarias darse el gusto de vivir la fantasía de ser algo totalmente pasadas que adornaron la orilla sur del Támesis en época isabelina y tiempos
diferente.
de Jacobo I. En un momento dado se pensó que el proyecto podía llevarse a
Podemos relacionar asimismo el asunto del patrimonio histórico con el cabo con motivo del Festival de Gran Bretaña. El actual proyecto, con más de
surgimiento de lo que, en otro contexto, Frank Parkin denominó: «radicalis- treinta años a sus espaldas, es fruto de los apoyos recabados por un productor
mo de clase media».21 Se trata de un rasgo compartido, en los años sesenta,
de Hollywood durante su exilio forzoso en el Londres de los años cincuenta,
por las universidades y los nuevos grupos radicalizados formados por traba- a causa de su inclusión en las listas negras?'
jadores sociales y organizaciones caritativas de vanguardia. Pero, ¿acaso no La primera propuesta de conservación y restauración reglamentada, pro-
se podría aplicar igualmente a la formación de sociedades para la conserva- pugnada desde el extremo opuesto del espectro político e ideológico, fue la
ción del arte y la arquitectura? ¿A la gestación de grupos partidarios de una de acondicionar los canales. Se trataba de uno de los primeros proyectos que
mayor radicalización en el seno de organizaciones ya constituidas? ¿A la recabara el entusiasmo de la población londinense de posguerra e, inicial-
puesta en escena que rodea a las campañas con un único fin, como las que se mente, partió de un pequeño grupo de disidentes culturales de derechas que,
organizaron en Londres contra la construcción de rondas de circunvalación? de hecho, funcionaba como un grupo de presión. Era una forma de diseñar
¿Al incremento del número de organizaciones locales dedicadas a la preser- un nuevo equilibrio partiendo de la evocación del mundo antiguo. Tom Rolt
vación de la flora y fauna? ¿Y, sobre todo, al importante fenómeno del surgi- dio al movimiento su impulso inicial merced a Narrow Boat, éxito de ventas
miento de organizaciones ecologistas de masas?" cargado de adrenalina cuya fuerza procede en gran medida de la fe en que el
Originalmente, la recuperación del Covent Garden fue obra de una Aso- proyecto, una vez realizado, devolvería a Inglaterra su corazón imaginario.
ciación Arquitectónica post-sesentayochista formada por estudiantes y acti- Un hombre que se casa por amor no una sino dos veces, se fuga con su aman-
vistas locales que empuñaron las armas contra lo que cabría calificar de te, una gitana que vive en una barcaza del Támesis. Durante unos quince años
monstruosa y exhaustiva tendencia a demoler para reurbanizar.23 Los arqui- lleva una doble vida. De día es un ingeniero mecánico; las noches las pasa
tectos más izquierdistas de la administración londinense del Greater London como si fuera el tranquilo propietario de una de las barcazas del río. Rolt
Council planificaban hasta la necesidad de que las ventanas de Floral Hall odiaba la industrialización o lo que denominaba «materialismo» y abrazó la
estuvieran a la moda de la época de Dickens. Decidieron instalar farolas vic- causa de la agricultura orgánica. En High Horse Riderless, obra filosófica
publicada en 1949, abogaba por la vuelta a una civilización cuyo fundamento
fuera la tierra. En Narrow Boat no describe los canales como vías acuáticas
2 ' Frank Parkin,
Middle-Class Radicalism: the Social Bases of the British Campaign for
Nuclear Disarrnament, Manchester, 1968.
22 Gordon E. Cherry,
The Politics of Town Planning, Londres, 1982 en relación al incre-
24 Andrew Gurr y John Orrell, Rebuilding Shakespeare's Globe, Londres, 1989 da una inte-
mento de las campañas solicitando más servicios; John Tyme, Motorways vs Democracy,
Lon- resante versión sobre el radicalismo teatral a principios del siglo xx. Andrew Gurr y John Orrell,
dres, 1978 sobre la existosa resistencia a la construcción de autovías.
23 Brian Anson, The Bankside Global Project, Coventry, 1983 y R. Mulryne y M. Shrewing, eds., The Bankside
Fight You For It! Behind the Struggle for Covent Garden, Londres, 1981
es el interesante relato de uno de los activistas. Terry Christensen, Neighbourhood Survival, Project, Coventry, 1987. Si se quiere consultar un punto de vista más beligerante sobre lo que
actualmente está sucediendo en el Bankside, cfr. los sesenta y siete puntos del Rose Theatre
Dorchester, 1979, ofrece otro testimonio. Judith Hillman, The Rebirth of Covent Garden: A
Place for People, Londres, 1986 fue la última publicación del Greater London Council. Campaign Newsletter, que salió a diario entre mayo y noviembre de 1989 (se pueden consultar
en los archivos de la biblioteca de Bishopsgate).
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RAPHAEL SAMUEL SOCIOLOGÍA 295

industriales, ni siquiera como las arterias secretas de la ciudad sino que se junio de 1950. El protagonista era Arthur Napper, pequeño agricultor de
refiere a ellos como puertas hacia la tranquilidad. Su barcaza, la Cressy, Appleford, Didcot, descendiente de generaciones de granjeros y ferroviarios.
avanza entre resoplidos a un ritmo tranquilo (una media de unas siete millas
al día), meciéndose hoy por una ruta, mañana por otra, en un viaje pensado Hacia 1948, en la mayoría de las grandes explotaciones ya se utiliza-
para ser pacífico y bucólico pero con algo de picaresca aventurera. La barca- ban las cosechadoras combinadas y, aquellos que aún tenían trilladoras,
za navega por un paisaje «siempre verde, siempre variable», haciendo altos las enganchaban a tractores para que tiraran de ellas... Arthur recuerda
frecuentes en el camino que, en ocasiones, duran «varios días» para explorar bastante vívidamente la mañana en que al despertarse pensó para sí:
pueblos, campos, iglesias, mansiones aristocráticas y los misterios de innu- «no va a quedar ni un solo tractor de vapor en Berkshire». En ese mis-
merables esclusas y compuertas." mo momento... bajó al depósito de Wilder. «Puedes llevarte el que
Fueron necesarias muchas iniciativas locales para poner en el mapa a las quieras por cincuenta pavos», dijo John Wilder. «Te doy cuarenta y cin-
co», respondió Arthur. «Hecho»... Le puso el nombre de Old Timer.*"
áreas protegidas y es más que dudoso que, de no haberse aprobado la Ley de
Servicios Públicos Municipales en 1967, los proyectos hubieran podido resis-
tir los ataques envolventes del lobby de automóviles, los ingenieros de tráfico Arthur apostó unos treinta y cuatro litros de cerveza a que Old Timer
y los promotores inmobiliarios, grupos todos ellos que alimentaron la fanta- ganaría a la vieja máquina de su vecino. Se trataba de una competición casi
sía de que las ciudades estuvieran al servicio del tráfico rodado, tan propia de privada pero atrajo la atención de la vecindad y, más tarde, se habló de ella en
los años sesenta. Hay que decir que también han sido fruto de la iniciativa la prensa. Las locomotoras de exhibición (hoy en día una de las grandes
local las «rutas históricas» y los itinerarios diseñados para dar a conocer el atracciones de las ferias de motores de vapor) hicieron su aparición triunfal
patrimonio histórico. A veces eran obra de los conservadores de los museos; en 1957, cuando se celebró la primera competición a nivel nacional. El lugar
otras eran fruto del empeño de maestros de escuela o de las sociedades para de encuentro seguía siendo Appleford, y aún se clasificaba a las máquinas
la conservación del patrimonio histórico. Las autoridades municipales acep- que tomaban parte en la competición según las tareas agrícolas para las que
taban estas iniciativas como contribución al Año Europeo del Patrimonio fueron diseñadas. A la tradicional carrera de obstáculos de tractores de vapor
Arquitectónico (1975) o el Silver Jubilee (1977). En 1977, cuando el Instituto y las demostraciones de trilladoras en acción, se añadió una «exhibición de
de Turismo de Inglaterra empezó a publicar Heritage Monitor, se habían carga de madera».
señalizado no menos de trescientas rutas." El elemento agrícola sigue revistiendo gran importancia en las Ferias del
Los agricultores desempeñaron un papel fundamental en la génesis de las Vapor actuales que, en cierto modo, son una alternativa improvisada y carna-
competiciones de máquinas de vapor. Tal circunstancia se debió, por una par- valesca a las ferias del condado. En la más importante de todas, la Great Dor-
te, al hecho de que en la vida real estaban acostumbrados a trabajar con arti- set Fair de Blandford, la gente se reúne durante cuatro días en más de 750
lugios imposibles; por otra, a que disponían del espacio necesario para alma- acres de terreno. Asiste, aproximadamente, un cuarto de millón de espectado-
cenar las máquinas y, por último, a que el movimiento inició su andadura con res y Michael Oliver, el granjero que, además de ser el propietario de los
exhibiciones de trilladoras y arados de tracción de vapor.27 Según la versión terrenos, organiza el acto, repite incesantemente una serie de demostraciones
oficial de los hechos, refrendada por un libro impreso con fotografías, en las consistentes en arar, trillar y sembrar los campos circundantes con máquinas
que aparecen los concursantes y un pequeño núcleo de espectadores, el acto de vapor además de acondicionar una carretera con una apisonadora. Algo
fundacional de este tipo de actividades fue una competición celebrada en parecido ocurre en Keeting, Sussex, donde se celebra otra gran feria en la
que el organizador, Richard Parrot, reserva setenta y cinco acres de terreno
para exhibir las máquinas e insiste en trillar siete acres de maíz con una trilla-
dora de vapor."
25 L. T. C. Rolt, Narrow Boat,
Londres, 1944; High Horse Riderless, Londres, 1949; cfr.
también sus autobiografías posteriores, Landscapes with Machines,
Londres, 1971 y Landscape
with Canals, Londres, 1977.
26 English Heritage Monitor, * Expresión empleada con frecuencia en descripciones del mundo rural o seudobucólicas,
1977.
27 Chris Edmonds, que viene a mentar algo así como «los viejos del lugar» y el saber que atesoran en virtud de esa
A Wager for Ale: The Story of Arthur Napper and the Origins of the condición. (N de los t.)
Steam Traction Movement, Henley, 1985, pág. 26; A Little and Often,
Henley, 1984 que contiene 28 Edmonds, págs. 27-33, 60.
algunos recuerdos personales; Old Glory: Vintage Restauration Today
es una revista de modas 29 Agradezco a Jon Gorman esta información. El señor Gorman, hijo de John Gorman, el
mensual que se vende en las tiendas de W H. Smith y John Menzies. Steaming es el boletín de
historiador e impresor y él mismo serigrafista, hace un show en las ferias con maquinaria agrí-
la Traction Engine Societies. El movimiento es lo suficientemente amplio como para que haya
cola. Pasó, de hecho, de su afición original por los coches de bomberos, a las labores agrícolas
cismas en su seno. Los aficionados a las máquinas agrícolas, especialmente trilladoras, cele-
en los pantanos de Huntingdonshire. Jon Gorman, «The Abbot's Reformation», Old Glory 42,
bran sus propias concentraciones por separado en Peel Mark, Manchester.
agosto dela 1993;
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reglamentación to de
materia St.derechos
Ives", ibíd., 48, febrero de 1994.
de autor.
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KAYHAEL SAMUEL SOCIOLOGIA 297

Los aficionados a la mecánica, entusiastas de la ingeniería victoriana Actualmente existen unos mil trescientos museos independientes, por lo
encadenados a sus mesas de despacho durante toda la semana laboral, pusie- que se puede decir que han tenido una gran influencia sobre la museología de
ron el trabajo, la habilidad y el esfuerzo necesarios para conseguir que despe- la época." La vida de los museos independientes siempre ha empezado, des-
gara el movimiento para la conservación de los trenes de vapor. Los más de tiempos de los Tradescant, con la acumulación obsesiva de tesoros realiza-
sofisticados ejercían de maquinistas y bomberos voluntarios. Los más empe- da por un individuo." Éste reúne un pequeño grupo de simpatizantes que se
dernidos trabajaban en las naves devolviendo la vida a locomotoras moribun- encargan de sacar adelante el museo por sus propios medios aunque, a medi-
das y a cualquier otro tipo de material capaz de rodar. Parece que la reciente
da que éste va creciendo, acaban contratando empleados que trabajan medias
locura por resucitar y volver a poner en funcionamiento instalaciones de bom-
jornadas. Más adelante puede que la propiedad y la administración se cedan a
beo de agua, también se debe en gran medida a estos mecánicos de fin de
una fundación, al museo del condado o a las autoridades locales. Así, por
semana. En algunos casos tales instalaciones se convierten en el núcleo de un
ejemplo, el museo-teatro Covent Garden se formó a partir de una pequeña
museo industrial pero, en otros, se exhiben los artilugios como si fuesen un
colección, la colección Enthoven, legada a la nación por su propietario y
espectáculo en sí mismos. En las extáticas palabras de un admirador entusiasta
almacenada durante unos veinte años en el V&A. En la actualidad, el Lewis-
del «Engineerium» de Brighton, la antigua bomba de agua que llevaba el
ham Borough Council custodia la colección rival, la del teatro Mander-Mit-
líquido desde el valle hasta los Downs, era como «una mujer quitándose la
chinson.34
ropa», «algo increíblemente bello... clásico»." Levant Beam Whim, la má-
El Museo de la Vida Rural de Norfolk, con sede en un antiguo hospicio
quina de vapor más antigua del mundo fabricada en Cornualles y única super-
del siglo XVIII, se creó gracias al esfuerzo de una Sociedad de Amigos com-
viviente de la famosa mina de estaño, fue rescatada de entre la chatarra (por el
puesta casi exclusivamente por agricultores." La Sociedad de Motores de
módico precio de 25 libras esterlinas) gracias al Comité para la Conservación
Molino del Norte, formada por un grupo de entusiastas, reunió una de las colec-
de Máquinas de Vapor de Cornualles que, más tarde, pasaría a denominarse
Sociedad Trevithick. En 1967 pasó a ser propiedad del National Trust pero, en ciones seminales del Museo de Ciencia y Tecnología de Manchester. A su
1984, la Sociedad Trevithick pidió voluntarios para limpiarla y hacerla funcio- vez, la sede del museo, declarada en 1983 el «primer parque del patrimonio
nar. Milton Thomas, ingeniero de minas jubilado, experto en minería de roca urbano», se benefició del éxito obtenido por una campaña que se había puesto
dura, aceptó el reto. Había trabajado en África oriental y, posteriormente, dedi- en marcha con el fin de preservar la estación terminal de una línea ferrovia-
có veintiún años de su vida a la docencia en Petersborough antes de retirarse y ria." Las autoridades locales de Manchester han vuelto a acoger al Museo de
volver a su Cornualles natal. Aquella «cuadrilla grasienta» compuesta por Historia del Trabajo. Una colección que inició su andadura de una forma muy
doce personas, «todos jubilados y todos auténticos cornualleses», tardó unos modesta y que se exhibió únicamente en exposiciones itinerantes durante
ocho años en lograr que la máquina volviera a funcionar y se convirtiera en la unos treinta años. En 1963, al cumplirse cien años desde que la reina Victoria
estrella de toda muestra de tecnología minera antigua.31 concediera a la población el estatus de «municipio», la municipalidad de Rei-
gate organizó una serie de actos conmemorativos. Dos concejales laboristas
propusieron que la unión sindical celebrase una Exposición sobre la Historia
" Información oral, Andy Durr, Brighton. Se ha creado una fundación para devolver a la del Sindicato y se pidió a Henry Fry que organizara la muestra. La exposi-
vida a la aun más maravillosa bomba de agua de Brede, cerca de Hastings. En este caso la ini- ción abrió sus puertas el día uno de mayo, siendo la primera vez que se exhi-
ciativa partió de John Loxley, director de los servicios de suministro de agua de los Southern
Water Services. Cfr. «Go with the Flow», Guardian, 9 de febrero de 1994, en el que se reprodu- bían públicamente piezas de la colección de Fry. La publicidad atrajo la aten-
ce un dibujo de Loxley en la estación de bombeo de Brede. El señor Loxley ha sido un gran afi- ción de Walter Southgate que, tras leer sobre la muestra en el Reynold's
cionado a las máquinas de vapor durante toda su vida. Ya en 1956 era uno de los administrado- News, escribió inmediatamente a Fry y sus colegas para informarles de que
res de la Festiniog Railway y desciende de cuatro generaciones de ferroviarios.
31 Brian Jackman, «Full Steam Ahead»,
The National Trust Magazine, 1993, págs. 34-6.
Agradezco enormemente esta referencia a Ella Westland de Gorrinhaven, Cornualles. Hay un 32
Simon Tait, Palaces of Discovely: the Changing World of Britain's Museums, Londres,
aspecto sociológicamente interesante al que se ha hecho referencia de pasada y que merece la 1989, pág. 33.
pena retomar explícitamente. Se trata de un fenómeno que, en ocasiones, ha recibido el nombre " Mea Allan, The Tradescants, Londres, 1964; Prudente Leith-Ross, The John Trades-
de «La tercera Edad» y parte de la necesidad de crear proyectos de conservación y preservación cants: Gardeners tu the Rose and Lily, Londres, 1984.
medioambiental para poder legar algo a la posteridad. Y, ¿qué se puede decir de esos grupos de 34 The Oxford Companion to the Theatre, Oxford, 1983, pág. 260; M. I. Williams, ed., A
mecánicos septuagenarios luchando durante diez años para volver a poner en funcionamiento Directory of Rare Books and special Collections in the United Kingdom and the Republic of
una bomba de achique? ¿O a los maestros de escuela retirados haciendo de estrictos maestros Ireland, Londres, 1985, págs. 280-1, 367.
victorianos en ejercicios sobre las roles históricos que se realizan en los museos? ¿O del repre- 35 Nick Mansfield, «The George Edwards Celebration» en Society for the Study of Labour
sentante sindical retirado y ex bombero activista Eddie Frow, quien, viajando en una caravana History, «Labour History in Museums», Papers, Sheffield, 1988.
junto a su esposa Ruth, ha logrado reunir una de las mejores bibliotecas del país sobre fuentes 36 «The History of the Museum and Its Site», artículo ciclostilado, 1993, e información
históricas decimonónicas?
dada por el conservador, Gabriel Porten
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LYC RAPHAEL SAMUEL SOCIOLOGÍA 299

también él poseía una colección de la misma índole. El resultado fue que la La mayoría de tales propuestas constituyen el núcleo de las exposiciones
sociedad amplió sus miras, cambió su nombre por el de Sociedad de Historia dedicadas a la «historia viva» organizadas en los museos. Son muy pocas las
Sindical, Laborista, Cooperativa y Democráctica (TULC) y emprendió nego- que logran formar un museo autónomo. El aula de Kate's Grove en Reading,
ciaciones para crear una fundación que se hiciera cargo de la colección de mantenida como un «museo vivo» en el seno de una escuela primaria en
Walter Southgate, la base de un futuro museo. funcionamiento, es un ejemplo de museo bien cuidado, «una fina muestra
de arquitectura educativa seglar», cuyos edificios datan de 1872 y 1892. Es
En esta etapa, TULC no pasaba de ser una pequeña empresa familiar. fruto de los desvelos de Wynne Frankum, que trabaja como maestra de pri-
La colección se guardaba en uno de los dormitorios de la pequeña y maria a tiempo parcial. Empezó su colección hace cinco años con todo lo
abarrotada vivienda de Henry Fry en Reigate y en el garaje de que se tiraba en la escuela de Newbury donde enseñaba, dispuso el aula y la
Richard West, presidente de TULC. Fry no tenía teléfono en su casa,
engrosó «molestando» a quienes trabajaban en otras escuelas, públicas o
hacíamos las llamadas desde una pequeña cabina pública que había al
final de la carretera y las recibíamos en el teléfono de Richard West privadas, para que le permitieran disponer de los muebles viejos que estaban
que vivía algunas curvas más allá. La esposa de Henry Fry, Betty, arrinconados en áticos y sótanos. «En un huerto encontramos un antiguo
aparte de compartir domicilio con su marido, dos hijas adolescentes y banco para cuatro alumnos. Muchas de las cosas que tenemos estaban guar-
pilas de recuerdos brindaba su hospitalidad y refrigerios a los curiosos dadas bajo lonas». Resulta curioso que toda la actividad del museo gire en
que les visitaban interesándose por la colección. A causa de la escasez torno al equipamiento y los muebles destinados a reproducir un ambiente
de fondos, resultaba muy dificil organizar exposiciones. Los paneles victoriano, que da pie a proyectos como el de «Un día en la vida de una
eran de fabricación casera y, para escándalo de archiveros profesiona- escuela victoriana». Llaman especialmente la atención las pizarras para
les y conservadores de museos, los objetos se fijaban a los paneles hacer cuentas y los cuadernos en los que los niños hacen ejercicios de cali-
con la ayuda de chinchetas y papel celo. Sin embargo a la Sociedad le grafía con sus plumines:
fue yendo cada vez mejor y, en 1968, compró una pequeña casa en los
suburbios de Reigate, en Cornfield Road... un hogar para lo que decía
era «el primer centro dedicado a la historia visual del trabajo»." A los maestros les gusta mucho enseñar historia haciendo que los
niños representen ciertos roles... Hay que tener algo de actriz para ser
A orillas de la Ciudad Vieja se alzan una serie de museos y secaderos de maestra. Es bueno que los niños hagan cosas en vez de limitarse a leer
redes maravillosamente conservados. Entre ellos se cuenta el Shipwreck sobre ellas. Entienden mucho mejor lo que era que te trataran de una
Heritage Center de Hastings, uno de los mejores ejemplos de los modernos forma tan increíblemente opresiva."
museos «amateur». En 1987 acometió la empresa un arqueólogo del Museo
de Londres, Peter Marsden, cuya especialidad era, precisamente, la recupera- La mayoría de los que acuden al museo hacen trabajos sobre la educación
ción y restauración de barcos antiguos. Incapaz de encontrar un lugar seguro recibida por los niños de entre siete y once años, pero también nos visitan
donde custodiar los antiguos cascos de madera que había sacado del lecho «bastantes niños» y algunos alumnos de secundaria que están estudiando la
del río, y angustiado por la certeza de que «muchos de los maravillosos obje- novela del siglo xix.
tos» que se estaban sacando del lecho fluvial no recibirían la consideración Una de las mejores colecciones de materiales impresos de carácter efímero
que merecen los pecios históricos y serían mero objeto de comercio, creó su del país, esas pequeñas joyas de la imprenta que cumplen una función efíme-
propio museo para exponer algunos de ellos, iniciar a los niños en los miste- ra o pasajera (incluido uno cuya reproducción contribuyó a popularizar el
rios de la arqueología marina y ofrecer un espacio donde pudieran custodiar- gusto por la tipografía victoriana en los años sesenta), proviene del feliz
se los hallazgos de buceadores y pescadores. (Una de las piezas clave de la hallazgo de Robert Wood, maestro de escuela de Hartlepool y profesor de
colección Hastings es un ancla de piedra que el agua arrojó a la orilla. En la historia que, en 1958, dio en un edificio abandonado con una serie de pincha-
ciudad se dice que se trata de un «ancla romana», aunque el señor Marsden papeles en los que halló los pósters, anuncios impresos y recibos de John
siempre se ha limitado a afirmar que era «muy antigua».)"
El equivalente femenino de esa cruzada viril que parece ser la arqueolo-
gía industrial es la conservación o reconstrucción de tiendas o aulas de época.
" Agradezco este relato a Wynne Frankum. En el Sevington School Proyect, cerca de Mal-
borough, se hacen «ejercicios de representación» para enseñar «historia viva» en una antigua
" John Gorman, Images of Labour, Londres, 1985, págs. 12-13. escuela del pueblo, cerrada desde 1913 y reabierta, como museo, en 1992. Joe Laurie, que está
" Agradezco a Steve Peak, de la Sociedad de Fomento de los Pescadores de Hastings, y al a cargo del museo, ha producido con Wynne Frankum The Victorian Schoolday, Wiltshire
señor Marsden la información recogida en este párrafo. County Council, 1992.
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Proctor, uno de los impresores decimonónicos de la ciudad que montara su con las que seguía trabajando el señor Smail cuando se retiró. «Es como un
negocio allá por 1834." auténtico viaje en el tiempo» dice una persona que trabaja en la imprenta
haciendo demostraciones de linotipia. «Con todo lo que había aquí ya tenía-
El panorama era casi indescriptible. En una enorme habitación y api- mos un museo del trabajo. El Trust [el National Trust of Scotland] no tuvo
lados hasta un altura de unos cuatro pies había pinchapapeles tan altos que hacer gran cosa».4'
como árboles de Navidad, negros como el hollín. Al tejado no le que-
daba prácticamente ni una teja, rezumaba agua de lluvia y la pintura
del techo se había desprendido. Para que no faltara nada en medio de
aquel espléndido desorden, algunas de las gaviotas que habían anida-
do en el lugar yacían muertas por ahí.
Era una fría mañana de febrero, así que saqué de allí la pila de
papeles más cercana y me la llevé, arrastrando por el patio, hacia el
calor de la destilería, donde empecé a desprender las capas superiores
de papel negruzco hasta que encontré algo que resultara legible. Tres
o cuatro capas por debajo de la primera, el papel estaba limpio y me
encontré mirando impresiones de prueba de billetes de ferrocarril
emitidos por la Hartlepool Railway en 1837.

El señor Wood, a quien los coleccionistas de materiales impresos de carácter


efímero británicos veneran como a un héroe, dedicó los siguientes diez años
de su vida a arrancar capas de papel empapado, separando lo aprovechable de
lo irremediablemente perdido.
La idea de que, en la medida de lo posible, habría que conservar los arte-
factos in situ da cuenta de las crecientes ambiciones del conservacionismo.
Un hallazgo parecido, pero realizado veinte años después, no dio pie a repro-
ducciones varias en edición facsímil de los trabajos de impresión más llama-
tivos (como ocurriera con la colección del señor Wood), sino a una tarea más
exhaustiva, a la creación de historia «viva». Maurice Rickards, el coleccio-
nista de materiales impresos de carácter efímero descubrió en uno de sus
paseos gran cantidad de libros de registro, pedidos y archivadores, además de
ejemplares del periódico local, el St. Roman Standard, publicado entre 1893
y 1916. Las piezas fueron generosamente donadas por su propietario, impre-
sor de tercera generación de una pequeña ciudad, a Smail's, imprenta perte-
neciente al Scottish National Trust y ubicada en Innerleithen, muy cerca de la
frontera escocesa donde están expuestas al público. Los libros de registro
contienen todos los albaranes, facturas y listas de precios de carteles que
imprimió la firma desde el día de su fundación hasta el de su cierre, en 1986.
«Eran como ardillitas, todo lo archivaban». Las máquinas (la más nueva una
«Heidelberg» adquirida en Londres en los años cincuenta y la más antigua
una preciada «Wharfedale» de 1900) son (con una única excepción) aquellas

4° Maurice Rickards, This is Ephemera, Collecting Printed Throwaways,


Newton Abbott,
1978, págs. 33-4. John Lewis, Collecting Printed Ephemera, a Background to Social Habits 4 ' Elizabeth Grieg, «The Day We Looked in on the Printer», The Ephemerist, junio de 1990,
and Social History, to Eating and Drinking, to Travel and Heritage, and just. for Fun, Londres, págs. 344-5. Agradezco a Alison Cox, tipógrafa y conservadora del museo, toda la información
1976, pág. 114. que me ha brindado.
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PARTE IV

NO HAY VUELTA ATRÁS

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ANTIPATRIMONIALISMO

El término «patrimonio» se ha mostrado muy útil para las autoridades


locales, que lo han empleado para promover planes de mejora urbana y
obtener fondos gubernamentales destinados a crear empleo en el sector ser-
vicios. Ha sido uno de los buques insignias de los movimientos conserva-
cionistas y ecologistas de nuestro tiempo. En casos como la campaña por la
salvación de Oxleas Wood, ha constituido un elemento de movilización a la
hora de plantar cara a las inmobiliarias y desafiar a los poderes estableci-
dos. El patrimonio histórico también goza de las simpatías del gran público,
al que no parecen inquietar las filípicas lanzadas contra él. Las ciudades
«históricas» (entre ellas las villas recién historizadas como Rochester-upon-
Medway), los monumentos ancestrales (categoría que en la actualidad se
extiende a los emplazamientos del patrimonio histórico industrial), los par-
ques rurales, las granjas-museo y las reservas de flora y fauna son uno de
los destinos por antonomasia de las excursiones dominicales y las escapa-
das de fin de semana, de una forma muy semejante al modo en que el
espectáculo de lo nuevo, o las maravillas de la ciencia y de la invención, lo
fueron en los tiempos en que las promesas de la modernización seguían
incólumes (se dice que el día de Lunes de Pentecostés del año 1871 acudie-
ron a Liverpool unos setenta mil visitantes para ver los nuevos almacenes).
Durante las vacaciones estivales, los «recorridos misteriosos» y los paseos
«históricos» aportan romanticismo a las localidades; los museos de historia
viva y los parques temáticos ofrecen un gráfico encuentro con el pasado
—que para algunos niños podría tratarse del primero— y las vías del ferro-
carril de vapor ofrecen un viaje hacia atrás en el tiempo (el año pasado
transportaron a unos cincuenta millones de pasajeros durante la temporada
veraniega).
Intelectualmente, sin embargo, el «patrimonio histórico» tiene muy mala
prensa, y el reproche de que pretende mercantilizar el pasado y convertirlo
en kitsch para consumo turístico está muy extendido. Ofende tanto a los
estetas de derechas como de izquierdas, pero quizá sobre todo a estos últi-
mos, que lo acusan de embalar y comercializar el pasado, amén de ofrecer
una versión «Disney» de la historia en lugar del artículo genuino. Los puris-
tas se han opuesto a los proyectos promovidos en su nombre, alegando que
borra la línea divisoria entre el deleite y la instrucción y advirtiendo de que,
al igual que sucedió con la restauración de las iglesias durante el siglo XIX,
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reemplazará los vestigios reales por simulacros de unos originales que nunca A la industria del patrimonio histórico se le reprocha la intención de con-
existieron.' vertir el país entero en un gigantesco museo, de momificar no sólo el pasado
El patrimonio histórico también se ha convertido en uno de los principa- sino también el presente, y de conservar la tradición en naftalina. En la actua-
les chivos expiatorios de los «estudios culturales», y en ejemplo destacado de lidad, los subsidios a cargo del erario público con destino a Áreas Medioam-
los complejos tutelares que la investigación crítica tiene por vocación desen- bientales Protegidas —en las que los granjeros reciben subvenciones para que
mascarar. Se le asigna el papel de un «proyecto» ideado para anestesiar y conserven y acentúen los rasgos tradicionales del paisaje y del hábitat de la
«sanear» la memoria del pasado, y reducirla al mismo tiempo a algo inofen- fauna y la flora— están siendo objeto de feroces críticas: de acuerdo con las
sivo e inocuo en el presente. fuentes de información de Whitehall, son posibles blancos para la próxima
El antipatrimonialismo se ha convertido en uno de los deportes favoritos ronda de medidas de ahorro del Tesoro. En un sentido análogo, y aunque en
de la intelectualidad metropolitana, sobre todo de su sector literario. Apenas este caso el ataque proceda más de la izquierda que de la derecha, al National
pasa una semana sin que sea objeto de invectivas en uno u otro de los perió- Trust se le acusa de evitarle todo tipo de cargas a los propietarios de inmuebles
dicos «serios», y por descontado en The Independent, que se ha alzado en históricos, ahorrándoles el engorro de lidiar con el coste de mantener sus nego-
armas contra las restrictivas cláusulas impuestas a los propietarios de edifi- cios y peiinitiendo que éstos, por más insolventes que sean, continúen llevando
cios «clasificados», y ha adoptado la costumbre de calificar a los funciona- una existencia cómoda y consentida, dándose a la buena vida y al lujo.
rios medioambientales de «policía del patrimonio histórico».2 Las páginas de Las intervenciones de las autoridades locales en materia de patrimonio
arte de la prensa siguen su ejemplo. Para Tom Paulin, nunca falto de palabras histórico son objeto habitual de feroces ataques y burlas despiadadas, como
malsonantes cuando de asuntos ucranianos se trata, y obrando en calidad de si éstas tuvieran que ser siempre y por fuerza despliegues de mal gusto (un
abanderado de una reciente conferencia patrocinada por The Independent artículo reciente publicado en The Independent satirizaba a las autoridades
sobre dicha cuestión, «La industria británica del patrimonio histórico es una municipales de York por construir un urinario público neogeorgiano, y otro
repugnante colección de parques temáticos y valores momificados».3 Ni publicado algún tiempo antes ridiculizaba a la City de Westminster por insta-
siquiera el periodista encargado de la sección de televisión del Independent lar semáforos «patrimoniales» en el West End).5 Se trata de uno de los escasí-
se priva de aportar su granito de arena: «Habría que condecorar al crítico simos ámbitos de la iniciativa municipal en los que, por inverosímil que
televisivo que puso a bajar de un burro al personaje del inspector Morse, cali- parezca, el número de empleos del sector público, en lugar de disminuir, se
ficándolo, en pocas palabras, de esnob aburrido, fatuo y con pretensiones las ha arreglado para aumentar, y es posible que los críticos, aunque sean de
intelectuales. Alguna relación debe de haber entre la enorme multitud de izquierdas, hayan adoptado, como por ósmosis, el tono de una Nueva Dere-
admiradores fervorosos, casi fanáticos, que congrega el detective interpretado cha para la que la misma idea de lo público es sospechosa.'
por John Thaw y el reconfortante «efecto Brideshead» que destila el intem- Según los críticos, el fenómeno patrimonial es síntoma de una sociedad
poral telón de fondo oxoniense de la serie».4 enferma que, tras haber perdido la esperanza en el futuro, está «embelesada»
u «obsesionada» con una versión idealizada de su pasado.' El giro historicista
dado por la cultura británica, situado por ellos aproximadamente en 1975
—año en el que el término «patrimonio» emprendió su carrera inflacionista—,
1 David Lowenthal,
The Past is a Foreign Country, Cambridge, 1985, pág. 341 [ed. casi.: El
pasado es un país extraño, trad. Pedro Piedras, Madrid, Akal, 1998]; Richard North, «Welcome coincide con el comienzo de la recesión económica, la contracción de la
to the Smile Zone», Independent, 17 de septiembre de 1988; George Hill, «Are We Forging Our industria manufacturera y la reaparición del desempleo masivo. La irrupción
History», The Times, 12 de marzo de 1992. del fenómeno patrimonial levantó acta del derrumbamiento del poderío britá-
2 «Pensioners Forced to Remove Windows»,
Independent, 24 de agosto de 1993; «Do Not nico. También allanó el camino —o cuando menos podría considerarse que fue
Pass Go», ibíd., 31 de julio de 1993; «Who Will Protect us From the Protectors», ibíd., 1 de
diciembre de 1993; «Can We Have Our Square Back», ibíd., 15 de febrero de 1994; «Conserva-
uno de sus cauces— al recrudecimiento de la tradicional tendencia inglesa al
tion, the Last Straw», ibíd., 28 de julio de 1993, es un aleccionador relato protagonizado por el aislacionismo y la resurrección del nacionalismo como factor de peso en la
dueño de una casa de Dorset, que instaló lo que a los responsables locales de English Heritage vida política. Presagió y dio cauce al triunfo del thatcherismo en el ámbito de
se les antojó un tejado extranjero inadmisible.
3 «Question of Real Value», Independent,
5 de octubre de 1993.
Programación televisiva, Independent, 1 de mayo de de 1993. Me parece que este es un
buen lugar para entonar una pequeña protesta, ya que parte del atractivo del personaje del Ins- «A New York but not a Better One», Independent, 7 de julio de 1993.
pector Morse reside en su indiferencia ante los encantos de Oxford y, en efecto, parece que Patrick Wright, «Our Island Store», Guardian, 1 de octubre de 1993, y Common Ground,
6
optar por hacer carrera como policía era una forma de rehuirlos. En cualquier caso, difícilmente Local Distinctiveness, Londres, 1993.
cabría imaginar un mundo más opuesto al de Zuleika Dobson o el joven Charles Ryder que la David Cannadine, «The Past in the Present», en Lesley Smith, ed., Echoes of Greatness,
milla cuadrada homicida del Inspector Morse.
Londres, 1988, pág. 10.
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la alta política. El fenómeno patrimonial, en suma, era un símbolo de la deca- de vista histórico, quizá fuera más preciso el significado de la palabra
dencia nacional, un tumor maligno que ponía de relieve tanto la solidez del «herencia», al llevar implícito «aquello que nos ha sido legado por el
ancien régime británico como el raquitismo de las alternativas radicales a
pasado»... En tanto todos los británicos participan en mayor o menor
éste. Equivalía a reconocer, según decía Robert Hewison en The Heritage medida de una «herencia» común, también participan de «herencias»
Industry (1987), que la historia «se acabó».8 individuales, de grupo, familiares, etc., que pueden estar interrelacio-
En el On Living in an Old
Country, de Patrick Wright, el fenómeno del patrimonio histórico formaba nadas. El estudio de la historia debería respetar y dejar claro el patrón
«parte de la profecía cultural autocumplida de la decadencia nacional».9 de dichas herencias.13
Los historiadores se mostraron más que dispuestos a incorporarse a este
coro del desdén, y acusaron a la industria del patrimonio histórico de paro- Para muchos radicales el «patrimonio histórico» es una llaga en el cuerpo
diar el pasado y contraponiendo los sucedáneos del patrimonio histórico y el político que sostiene o impone una versión reaccionaria del pasado nacional,
kitsch a las investigaciones presuntamente objetivas llevadas a cabo en el echa leña al fuego de caducas fantasías imperiales y lleva agua al molino de
ámbito de la investigación superior.10 David Cannadine, que parece no can- la nostalgia por un tiempo que nunca existió. Neal Ascherson expresó estas
sarse nunca de lanzar pullas contra «la bazofia patrimonial» desde su refugio dudas de forma muy elocuente cuando, en una influyente serie de artículos
americano," acusa a la industria del patrimonio histórico de fomentar una publicados en The Observer, caracterizó el auge de la industria del patrimo-
mentalidad tipo búnker y de tratar de encerrar el país en una especie de bur- nio histórico como un fenómeno «de derechas» y lo acusó de hacer el juego a
buja temporal. Ya en 1983, la víspera de su emigración de estas tierras, había lo que no tuvo reparo en calificar —con olímpico desprecio de la evolución
dado la voz de alarma. «No se había visto un culto tan difundido de la nostal- paralela que se estaba dando en relación con Historic Scotland— de «vulgar
gia desde la década de 1890 o la de 1930. Y en parte he ahí la explicación de nacionalismo inglés»." El fenómeno patrimonial, argumentaba, era un mito
lo que sucede: entonces como ahora, la crisis económica es la partera de la reconfortante, la entropía ataviada con el traje de los domingos, la respuesta
nostalgia, y el desencanto actúa como la madre del escapismo. Al igual que de la industria turística ante la decadencia económica secular:
en épocas anteriores, en cuanto se arruinan los tenderos* nos convertimos en
una nación de rumiantes».'2 A la hora de redactar sus recomendaciones para Donde antes había minas y molinos, ahora tenemos el Wigan Pier
las nuevas directrices del plan de estudios, la Comisión de Trabajo para la Heritage Centre, donde pueden ustedes pagar por atravesar a gatas la
reproducción de una mina de carbón, ver a maniquíes fabricando cla-
Enseñanza de la Historia, muy comprometida con el estudio tanto de la cultu-
vos y ser invitados a «entrar» por actores y actrices disfrazados de
ra material como del entorno edificado, se sintió no obstante obligada a mar- proletarios decimonónicos. Gran Bretaña, país donde en los tiempos
car distancias en relación con un término que había acabado por hacerse sospe- que corren se inaugura un museo nuevo cada quincena, se está convir-
choso, y propuso emplear en su lugar —distinción que en realidad no entraña tiendo en museo a su vez.''
ninguna diferencia— el de «herencia»:
Merece la pena reparar en el empleo del término «vulgar» por parte de
Hemos tenido buen cuidado de emplear lo menos posible el término Ascherson cuando protesta ante la desfachatez o la «arrogancia harto vulgar»
«patrimonio», porque éste posee varios significados y corre el peligro de la pretensión de la historia viva de entrar en comunicación directa con el
de hacerse vago hasta el punto de perder toda utilidad. Desde un punto
pasado. Quizá dicho epíteto parezca extraño en boca de alguien a quien se
tiene públicamente por socialista, republicano y demócrata. Pero tampoco lo
es tanto. En tanto aristócratas morales que batallan contra las lacras de la
Robert Hewison, The Heritage Industry, Britain in a Climate of Decline,
pág. 141. Londres, 1987, sociedad capitalista, los socialistas, al igual que los protestantes radicales que
Wright, On Living in an Old Country,
Londres, 1987.
I' David Starkey, en «A House fit to House our Nation's History»,
Independent, 28 de
febrero de 1994, dio la voz de alarma ante una versión de la ley de Gresham según la cual, a su
13 Comisión de Trabajo para el Programa Nacional de Estudio de la Historia, Informe Final,
entender, la mala historia está reemplazando a la buena. «No cabe duda de que es posible tener
Londres, 1990, págs. 10-11.
demasiada historia de la que no interesa, demasiadas películas Merchant/Ivory sobre la Casa
14 Neal Ascherson, «"Heritage" as Vulgar English Nationalism», Observer, 29 de noviem-
Solariega Británica, demasiados perfumes y jabones olorosos Crabtree y Evelyn Del-Tocador-
De-Mi-Señora». bre de 1987.
" BBC Radio 3, «Nightwaves», 5 de enero de 1993. '5 Neal Ascherson, «Why "Heritage" is Right-Wing», Observer, 8 de noviembre de 1987.
Para las últimas variaciones de dicho autor al respecto, véase «Reminders from the Past to Sus-
* Alusión a la célebre frase de Napoleón: «Inglaterra es una nación de tenderos».
12
David Cannadine, «Brideshead Revered», London Review of Books, (N de los t.) pend our Disbelief», Independent on Sunday, 26 de abril de 1992; «It May not be Art...», Inde-
1993; cf. también The Pleasures of the Past, 31 de marzo de pendent on Sunday, 2 de enero de 1994; «What Should We Preserve», Independent, 16 de octu-
Londres, 1989. bre de 1993.

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les precedieron, a menudo han cargado las tintas al máximo cuando denun-
ciaban la Feria de las Vanidades o lo que Aneurin Bevan llamó, durante su recuerdo y las tiendas de regalos transformaban el pasado en mercancía. A la
último gran discurso, el «materialismo vulgar» de la sociedad capitalista. altura de 1991, como induce a pensar este fragmento extraído de la progra-
16 Y mación televisiva, diversas propuestas acerca del patrimonio histórico com-
desde los tiempos de William Morris en adelante han sido propensos a llamar
al orden a las masas por lo que otro gran dirigente socialista, Ernest Bevin, petían entre sí en horario de máxima audiencia:
designó como la «miseria» de sus deseos. En el caso de Ascherson, dichas
Chronicle: Past for Sale? (BBC-2, 20:10) y Signals: Theme Park Bri-
actitudes se ven exacerbadas por el esnobismo literario, por la fe aparente en
tons (Channel 4, 21:15). Es una verdadera lástima para ambas partes
que el único conocimiento verdadero es el que se encuentra en los libros. El
que dos emisiones tan respetables sobre idéntico asunto estén progra-
fenómeno del patrimonio histórico es una estafa porque se apoya en las apa-
madas para la misma noche. Ambas versan sobre el patrimonio históri-
riencias; al igual que la televisión en color, distrae la atención del pueblo lla- co, la industria de crecimiento más rápido del país, y con el modo en
no de cuestiones más elevadas (o más profundas): que en los centros para el estudio y la conservación del patrimonio his-
tórico y los parques temáticos se embala y se expende nuestro pasado
Aunque entretenga, el Museo Total es una mentira. La pretensión de como si de comida rápida se tratase. Las dos ponen sobre el tapete el
abrir una ventana por medio de la cual acceder al pasado es una técni- temor de que, a medida que los empresarios relevan a los museos de la
ca que atrofia la imaginación, de forma muy semejante al modo en tarea de informarnos acerca de nuestro pasado, la verdad histórica y las
que la televisión en color atrofia la intuición, mientras que la radio, necesidades locales se sacrifiquen en aras del beneficio.
por el contrario —en virtud de su carácter incompleto—, la estimula de Todo ello lo resume a la perfección un maravilloso plano de una
forma enormemente intensa... Afirmar que se es capaz de «recrear» la ventana georgiana que aparece en Chronicle: está previsto que la casa
historia es de una arrogancia harto vulgar.17 desaparezca para hacer sitio a un Centro para el Estudio del Patrimo-
nio Romano, donde se venderán antigüedades de imitación, y conce-
Al «patrimonio histórico», pues, se le acusa de dar prueba de la ignoran- bido por quien lo diseñó como una especie de «Eastenders romano».18
cia y la desenvoltura propias del arribista. Es, además, charro por definición
y tan engañoso como la bisutería de Vanity Fair. Cabría describir No hay vuelta atrás, la reciente exposición de la Photo-
grapher's Gallery —patrocinada por el Arts Council y ahora reproducida en
La industria del patrimonio histórico es una estafa. Lo que le pasó a la forma de libro ilustrado de gran formato y acompañada por una introducción
gente que habitó estas islas en el pasado no es algo que pueda desen- redactada por uno de los presentadores de The Late Show—,19 como la puesta
terrarse, pulirse y ponerse a la venta. El pasado, en parte porque se de largo del antipatrimonialismo, una especie de popurrí de todos sus clichés.
encuentra vivo en nuestro interior, no es recuperable en el mismo sen- Obra de un documentalista especializado en fotografías en color, da un repa-
tido que pueda serlo un broche de diamantes rescatado del Titanic. De so a todos los blancos habituales siguiendo un itinerario ya muy trillado —una
ello se sigue que el ostentoso exhibicionismo con el que la industria
especie de recorrido antipatrimonial— que Robert Hewison fue el primero en
del patrimonio histórico entona su «he aquí el pasado» no sólo es un
señalar. Empieza por «La Experiencia del Norte» en el condado de Durham y
engaño sino —más peligroso aún— una muralla que bloquea nuestra
conciencia histórica y quiebra los lazos entre el pasado y el presente. de ahí pasa al Centro para el Estudio y la Conservación del Patrimonio Histó-
rico «Tal Como Éramos», sito en Wigan Pier (lugar por antonomasia para
Tras el impulso inicial que recibió por obra de suscitar las burlas desdeñosas de la metrópoli), finalizando con algún blanco
The Heritage Industry, la
sátira publicada por Robert Hewison en 1987, y más aún por más fácil de los condados del sur, en este caso «la tierra del compositor y
Old Country, On Living in an musicólogo Sir Edward Elgar», en Worcester.
de Patrick Wright, el antipatrimonialismo no tardó en convertir-
se en carne sin hueso para los documentalistas televisivos, periodistas embar- No hay vuelta atrás, comentario fotográfico en torno a la «hiperhistoria»,
cados en safaris y articulistas de la prensa seria. Los universitarios (los uni- presentado como crítica «no sólo... de la industria del patrimonio histórico»
versitarios radicales) aportaron su granito de arena y demostraron, al menos a sino también «de las nociones esenciales del alma de lo inglés», es un tour de
su entera satisfacción y a la de quienes diseñan los cursos de Estudios Cultu- force de repugnancia, al modo de Wegee y Diane Arbus, si bien en color en
rales, que los museos eran presidios para artilugios, y que los objetos de lugar de en blanco y negro, y que utiliza a gente normal (en su mayor parte

16 Michael Foot, Aneurin Bevan, Programación televisiva, Independent, 10 de octubre de 1989.


vol. II, Londres, 1973. 18

Ascherson, «"Heritage" as Vulgar English Nationalism». Paul Reas y Stuart Cosgrove, Flogging a Dead Horse: Heritage Culture and its Role in
19

Post-Industrial Britain, Manchester, 1993.


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del norte de Inglaterra) en calidad de personajes grotescos en lugar de enanos Tras la crítica de la industria del patrimonio histórico pueden hallarse
y fenómenos de circo. La exposición «La Experiencia del Norte», en Bea- residuos de las teorías conspirativas según las cuales el cambio histórico es
mish Hall, está representada por un hombre de mediana edad que bizquea orquestado por las élites dominantes y el gusto popular se encuentra a mer-
incómodamente mientras mira por el ocular de una videocámara, y el Museo ced de lo que los radicales de las décadas de 1960 y 1970 dieron en llamar
Brónte, en Hatworth, por un hombre obeso y su esposa, más obesa todavía, manipulación de los «medios de comunicación de masas». En Francia dicha
de pie junto a la tapia del camposanto con aspecto acalorado e incómodo. teoría adoptó la sofisticada forma de la alta teoría contracultural desarrollada
Ironbridge —«cuna de la Revolución Industrial» y nombrada recientemente por Michel Foucault en relación con los complejos tutelares del saber y el
Patrimonio de la Humanidad— está representado (vayan ustedes a saber por poder, y que por lo que hace a la cultura museística fue cultivada por Pierre
qué) por un hombre de cabellos blancos que se esfuerza por dominar a un Bourdieu y Philippe Hoyau.2° En los Estados Unidos se trató más bien de una
Rottweiler que tira de la correa (en caso de que no lo hayamos entendido, el prolongación de la crítica radical del «consumismo» de los años sesenta.2' En
texto nos informa de que «parece un gauleiter»*). Dos ancianitas embobadas
Gran Bretaña, donde el auge de la industria del patrimonio histórico fue iden-
y boquiabiertas se sientan en la parte superior de un autobús panorámico que
tificado con la victoria política de la Nueva Derecha, figuró en primer plano
recorre el Albert Dock de Liverpool. En Eden Camp, parque temático dedica-
una concepción más tradicional de la clase dominante y se dijo que el «patri-
do a la Segunda Guerra Mundial en Malton (Yorkshire), un abuelo con sobre-
monio histórico» representaba una especie de retorno de lo reprimido, una
peso —retratado desde abajo para darle un aspecto más siniestro, destacar la
victoria de la reacción feudal. Se trataba de un «proyecto» o una «estrategia»
papada y exagerar el tamaño de sus manos— mira con ojos mortecinos al va-
(al menos eso decían los críticos radicales) puesta en marcha en beneficio de
cío, mientras el muchachito que está a su lado se aferra al «Juego de la Gran
los ricos, privilegiados y poderosos, fomentada sin remisión por las élites
Guerra». En el Centro para el Estudio y la Conservación del Patrimonio His-
gobernantes." Explotaba «la esencia de lo inglés» en su vertiente más castiza,
tórico de Wigan Pier, un jovencito que lleva una camiseta del ratón Mickey
coqueteaba con fantasías reaccionarias y amenazaba con imponer de forma
observa cómo una de las muchachas empleadas en la industria minera para
hegemónica la versión «casa solariega» del pasado nacional (o incluso, como
separar la piedra del carbón empuja un carro lleno de este mineral. El Museo sostuvo el Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies, la del cas-
de Tranvías Antiguos de Crich, en Derbyshire, está representado por el torso
tillo de Warwick). En opinión de Neal Ascherson, auguraba la instauración de
sin cabeza de un chico vestido con unas bermudas de color lavanda, y la Aba-
una mayoría parlamentaria conservadora permanente:
día de Westminster por la vista de espaldas de un hombre calvo mirando
al vacío.
La industria del patrimonio histórico, igual que el «plan común de
Aunque su intención sea oponerse al embalaje de la historia, No hay vuel-
estudios de historia» propuesto para las escuelas inglesas, impone a
ta atrás es una producción muy pulida, que recurre a una amplia gama de
todo el mundo la versión de la historia de un grupo dominante y la
estratagemas para hacer repelentes las imágenes que la componen. Los ángu- declara inamovible. Uno de los rasgos del ancien régime feudal era el
los y los fotogramas están manipulados de tal forma que todas las fotografías dominio de lo muerto sobre lo viviente. Sin duda, una de las caracte-
parecen dislocadas; los objetos y los espectadores se yuxtaponen de tal forma rísticas de un sistema político decrépito es la dominación del presente
que unos resulten menguados y otros parezcan mezquinos. Los objetos pro- por parte de un pasado ficticio, constituido por parques temáticos y
piamente dichos no se nos muestran ni una sola vez: su existencia es la de dramas de época.23
una especie de comentario burlón sobre los personajes que los admiran. A la
gente se la retrata en un estado de ensimismamiento y enajenación, al estilo Desde el punto de vista pedagógico, la descalificación de la «industria
de la fotografía vanguardista de la década de 1980; no se miran los unos a los del patrimonio histórico», pese a realizarse en nombre de la política radical,
otros ni miran a los objetos que se supone han ido a contemplar. Pese a que la es bastante conservadora y se hace eco de algunas de las jeremiadas derechistas
mayor parte de las fotografías fueran tomadas al aire libre, la iluminación da lanzadas contra la «nueva historia» en los colegios. Al igual que los videos,
la impresión de que han sido realizadas en un estudio, de forma que la gente
aparece retratada en unos tonos rojizos que resultan un tanto antinaturales;
las escenas de interiores están recortadas para transmitir una sensación de 20 Philippe Hoyau, «EAnnée du Patrimoine ou la Société de la Conservation», en
Les Révol-
claustrofobia. tes Logiques, 12, verano de 1980, traducido en R. Lumley, ed., The Museum Time-Machine.
21 Sharon Zukin, Landscapes of Power, from Detroit to Disney World,
22
Berkeley, 1991.
Richard Johnson, «Reading National Heritage as Social Politics», documento ciclostilado,
«The Making and Unmaking of the Patriotic Past», Ámsterdam, 1-2 de octubre de 1993; cf. y
* Gauleiter.. Término utilizado por el Partido Nazi (NSDAP) para designar a sus «líderes
más en general la obra del grupo de la memoria popular del CCC de Birmingham, 1980-86.
de zona» (Gau). (N de los t.)
23 Neal Ascherson, «Why "Heritage" is Right-Wing».
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las proyecciones de diapositivas o los ejercicios escolares de «empatía», se le toda una página— interrumpe el flujo de imágenes, y hace las veces de equi-
acusa de distraer la atención de la historia y de ofrecer en lugar del artículo valente en blanco y negro de la voz en off. El cuadro «The Hay Wain», de
genuino una visión tipo «guía del Chef» o «viaje organizado» del pasado?' Constable, aparece sobreimpreso con una llamativa etiqueta de precios color
Suprime, o al menos eso simula, la distinción entre trabajo y juego, reduciendo magenta que nos da a entender que, a noventa y nueve peniques la unidad, los
a la condición de consumidores pasivos a quienes quizá estuvieran deseosos tesoros del pasado son una verdadera ganga. En otra yuxtaposición irónica,
de aprender. Induce a las identificaciones espurias, despoja al pasado de sus un individuo de aspecto escrupuloso escruta un estante abarrotado de objetos
horrores y lo convierte en un hogar ideal. Peor todavía (y a ojos de los puris- de recuerdo, en que los estereotipos regionales, como el «Geordie»* y la
tas, blasfemia suprema), recurre a las artes interpretativas, como cuando «muchacha minera», están expuestos como maniquíes y reducidos a figuras
recurre a actores y actrices disfrazados con trajes de época que se dedican a semejantes a muñecas. El mensaje de fondo lo transmite con toda contunden-
mostrar cómo funcionan los artilugios o a hacer las veces de intérpretes y cia la doble página que cierra el libro. Tomado de la «tierra de Elgar», Wor-
guías. Las exposiciones «prácticas» e interactivas de «historia viva» de los cester, superpone la «M» de un McDonald's a la mostachuda elegancia del
museos son casi igual de sospechosas, pues ofrecen del pasado una visión maniquí de un sastre eduardiano y yuxtapone a un grupo de jóvenes moder-
ecléctica y a gusto del consumidor en lugar de explicarlo de manera coherente nos en vaqueros a los bobos envueltos en franela de una fotografía de críquet
o narrarlo de forma progresiva. de época (los jóvenes modernos, fotografiados por detrás, parecen perchas
El reproche de vulgaridad podría considerarse como uno de los leitmotiv sin rostro, gesticulando sin sentido en el vacío; los jugadores de críquet
de la crítica de la industria del patrimonio histórico, y quizá explique la asi- eduardianos, muy individualizados, y que sin duda estuvieron entre los pri-
duidad con la que se incluye a ésta en la misma categoría que los parques meros en alistarse como voluntarios en 1914, nos contemplan con todo el
temáticos, los teleñecos y Disneylandia. Está muy claro que su relación con patetismo de los caídos)."
el mundo del espectáculo ofende mucho a los bienpensantes y suscita su des- Cabe argumentar que la industria del patrimonio histórico ofende no por
precio, pues mezcla lo sagrado y lo profano, la alta y la baja cultura. A la indus- su apego a la tradición sino por su modernidad, o, para ser más precisos, por
tria del patrimonio histórico se la acusa de trivializar el pasado, de jugar con su posmodernidad. Los estetas la condenan por su falsedad: se trata de una
la historia, de concentrar su atención en objetos indignos. Su predilección por parodia del pasado en lugar de un retrato auténtico, y ya no digamos —el sue-
el disfraz se considera infantil, y su relación con la industria del ocio y las ño dorado de todo conservacionista— un original. En otras palabras, y a des-
vacaciones degradante casi por definición. Sin duda se trata de un desdén pecho de la acusación de ofrecer una versión sentimental del pasado, a la
espontáneo, pero no parece descabellado poner de relieve la genealogía industria del patrimonio histórico no se le reprocha que sea excesivamente
directa que lo vincula con aquellas nociones ancestrales sobre la «dignidad» histórica, sino que no lo sea bastante. Adolece de falta de autenticidad. Es un
de la historia contra las que arremetió Lord Macaulay cuando hizo un llama- simulacro que pretende pasar por el artículo genuino. No escandaliza porque se
miento a favor del reconocimiento de lo doméstico y lo demótico. Se supone muestre excesivamente reverente ante el pasado, sino al contrario, porque (a
que los hechos y la ficción, lo imaginario y lo real, al igual que lo sagrado y ojos de sus detractores, al menos) parece estar a sus anchas entre réplicas y
lo profano, han de estar siempre reñidos. En un contexto semejante ofende pastiches.
hasta la misma noción de espectáculo, con sus connotaciones teatrales y su El esnobismo literario, la creencia de que sólo los libros son serios, y qui-
dependencia del oropel.
zá también un cierto recelo ante lo visual, arraigado en la desconfianza puri-
A ojos de sus detractores, la industria del patrimonio histórico también tana o protestante hacia las imágenes, también entra en juego. Los artilugios
queda desacreditada, por su relación con lo que en los tiempos gloriosos del
—ya aparezcan como imágenes en la pantalla del televisor, en los dramas de
apogeo del esnobismo aristocrático se denominaba «comercio», y que en la
época o en las exposiciones de «historia viva» de los museos y parques temá-
teoría crítica posterior a la década de los sesenta o los Estudios Culturales
ticos— no sólo son inferiores a la letra impresa, sino irremediablemente
suele calificarse de «consumismo» y presentarse como el Traje Nuevo del
superficiales ya que pertenecen por naturaleza al mundo de las apariencias.
Emperador. A la industria del patrimonio histórico se la acusa de convertir la
En este punto, vale la pena tomar nota de la preferencia de Neal Ascherson por
historia en argumento de venta, de explotar la nostalgia, de transformar el
la radio frente a la televisión y de su profunda aversión a las exposiciones
pasado en mercancía. En esto, como en otras cosas, No hay vuelta atrás se
patrimoniales al aire libre. Leer un libro es una tarea ardua y exigente, mien-
las sabe todas. Un eslogan de Brecht: EL PASADO ESTÁ A LA VENTA —que ocupa

24 Hugh Pearman, «"Wider Still and Wider". Uproar over Extension to Elgar Shrine», Sun- * Denominación coloquial de los habitantes de Newcastle. (N. de los t.)
day Times, 9 de mayo de 1993. 25Flogging a Dead Horse.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
J
316 RAPHAEL SAMUEL ANTIPATRIMONIALISMO

tras que el espectáculo —y aquí Ascherson sigue los pasos de cierta crítica cul- lugar de imágenes fijas, ofrecer una congregación de formas a la deriva
tural muy manida— se consume de manera pasiva. Lo primero es una activi- impermeable a toda lectura simplista. Parece, además, que quiera subvertir
dad intelectual; lo segundo, un procedimiento mecánico e irreflexivo. El las nociones sensibleras acerca de «la experiencia del norte» que la serie tele-
supuesto tácito es que no se puede confiar en el pueblo llano cuando hay visiva Coronation Street y la «nueva ola» de realismo de los años sesenta tan-
fotografías de por medio, y que las imágenes seducen, mientras que la letra to contribuyeron a popularizar. Pero las figuras alienadas y absortas en sí
impresa solicita la participación de la inteligencia en su conjunto." mismas de Reas se ajustan a la ortodoxia actual de las escuelas de cine y
Quizá una parte de la hostilidad que suscita la noción de patrimonio histó- remiten también a una iconografía más añeja, memorablemente representada
rico quepa achacarla a la misoginia. En este sentido, quizá resulte significati- por el parque de diversiones de Margate del O Dreamland de Lindsay Ander-
vo que los ataques contra la «mercantilización» del pasado vayan acompaña- son y el Picadilly Circus del Nice Time de Alain Tanner, que pintaban la bús-
dos de tanta ojeriza por la cultura del regalo (casi exclusivamente femenina) y queda de placeres prefabricados con colores repulsivos. Reas también se hace
que los popurrís y artículos de tocador comercializados en las tiendas de rega- eco de esa antiquísima opinión de los bienpensantes acerca del envilecimien-
los del National Trust sean objeto de particular escarnio." En el caso de No to cultural de las masas; su «industria patrimonial» es una especie de versión
hay vuelta atrás, sin embargo, la repugnancia sexual no la suscitan las señoras actualizada para la década de los noventa de las distracciones «mecanizadas»
que frecuentan salones de té, blancos ancestrales de la invectiva machista, sino y «americanizadas» y de los espectáculos «estandarizados» y públicos «pasi-
el espectáculo ofrecido por la clase obrera del norte de Inglaterra, ya se trate vos» que tanto J. B. Priestley, en el retrato que realizó de la industria del ocio
de individuos jóvenes o mayores, de hombres o mujeres. A ojos de la cámara en 1934, como John Osborne, en The Entertainer, contrastaron con los hila-
no resultan menos repelentes cuando sonríen que cuando fruncen el ceño, y rantes números de variedades del music hall eduardiano.29
cuesta imaginarles haciendo cosa alguna que pudiera dotarles de cierto atracti- Los parques temáticos —doblemente insultantes porque al parecer llegaron
vo o granjearles un mínimo de dignidad y respeto. hasta nosotros desde los Estados Unidos y porque vinculan la historia con la
Cabría invocar también un cierto desdén elitista. La idea de que, abando- industria del ocio— son la gran pesadilla de los detractores. En tanto ingenios
nadas a sus propios recursos, las masas son estúpidas, se regodean con place- dedicados a seducir y corromper almas inocentes, parecen ocupar el espacio
res irreflexivos y tienen gustos ordinarios y repugnantes, es uno de los prejui- simbólico de los demonios populares que concibiera antaño la imaginación
cios favoritos del esteta, así como de sus predecesores, los moralistas y literaria, ahora transformados en gramolas y transistores, u —objeto predilecto
filántropos que, siguiendo la estela de The Anatomie of Abuses, de Philip de la bilis de Richard Hoggart en The Uses of Literacy (1957)— en algodón de
Stubbes (1585), se levantaron en armas contra los rimbombantes atractivos de azúcar y milk bars.*30 En la demonología contemporánea de izquierdas, los
la feria de las vanidades. Tras la retórica radical de una exposición como No
hay vuelta atrás no resulta dificil discernir ecos de la convicción arnoldiana
de que todo lo que tuviera algo que ver con el comercio era «vulgar» por
29 J. B. Priestley, English Journey, Londres, 1934.
definición, de que las provincias eran forzosamente filisteas y de que el * Bares que sólo venden batidos y helados. (N. de los t.)
populacho era inculto. A esto se le superponen los conocidos estribillos a lo 36 Creo que vale la pena reproducir aquí la denuncia que Richard Hoggart hizo de un pro-
E R. Leavis, derivados de la crítica cultural de las décadas de 1930 y 1940, ducto importado con anterioridad de los Estados Unidos (los milk-bars) como advertencia con-
según los cuales la civilización de masas es en sí misma un factor de degra- tra una hostilidad demasiado pronta ante lo foráneo e innovador:
Al igual que los cafés que describí en un capítulo anterior, los milk-bars son
dación, y que a medida que se somete a ella, el gusto popular se envilece." indicio —por lo repugnante de sus adornitos a la última y su manifiesta osten-
Reas, en conformidad con las enseñanzas de las escuelas de cine de las tosidad— de un colapso estético tan absoluto que en comparación podríamos
décadas de 1970 y 1980, aspira a impugnar la ilusión de la autenticidad y, en decir que la forma en que está dispuesto el mobiliario en algunos de los hoga-
res de pobres de los que procede la clientela de dichos locales apunta a una
tradición tan equilibrada y civilizada como la de una mansión urbana del siglo
26Ascherson, «Why "Heritage" is Right-Wing». xviti. No estoy pensando en esos milk-bars que en realidad no son sino restau-
27El antipatrimonialismo es un deporte casi exclusivamente masculino, y una de las formas rantes de comida rápida en los que uno puede comer más rápidamente que en
—quizá quepa sugerir— en que los literatos pueden hacer alarde de virilidad. La frecuencia con la aquellos que tienen servicio de mesa. Más bien pienso en la clase de milk-bar
que la faceta popurrí y de artículos de tocador del «patrimonio histórico» se elige como centro —los hay en casi todas las ciudades del norte con más de, digamos, quince mil
de todas las burlas es asombroso. ¿Será que la ofensa resulta agravada por las manifestaciones habitantes— que se ha convertido en lugar de cita nocturno para una parte de la
de feminidad o más bien que en algunos casos la causa originaria de la repugnancia era ésta? juventud masculina. A algunos acuden muchachas, pero la mayor parte de los
28 Q. D. Leavis, en Fiction and the Reading Public (Londres, 1932), le rindió a la cultura
clientes son chicos entre los quince y los veinte años, vestidos con trajes en-
popular el homenaje de tomársela en serio; la publicación trimestral Scrutiny (fundada en ese tallados, corbatas estampadas y que caminan con los hombros caídos, a la
mismo año y cuyo redactor jefe fue Leavis hasta 1953) era más bien propensa a considerarla americana. La mayoría de ellos no puede costearse un batido detrás de otro, y
pura y simplemente como cosa de degenerados. procuran que las tazas de té les duren una hora o dos mientras —y éste es el
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parques temáticos han llegado a convertirse en el último eslabón de una larga
tesoros artísticos con cadenas de visitantes, y transforma los monumentos
cadena de opiáceos destinados a las masas, junto a las colonias de vacaciones
antiguos en espectáculos con los que deslumbrar a los ignaros.32
Butlin's y las salas de bingo de la década de 1950, el «entretenimiento enlata-
Aunque la hostilidad de los historiadores hacia la industria del patrimo-
do» y las «películas de Hollywood» de la década de 1930, o lo que J. B.
nio histórico sea cualitativamente distinta a la de los estetas, no por ello está
Priestley temía que habría de ser la «Blackpoolización»* de la vida y el ocio
ingleses.31 Sus atractivos son engañosos y mecánicos por definición, los pla- menos sobredeterminada. Toda nuestra formación nos predispone a privile-
giar la letra impresa, a tener en relativamente poca estima lo visual (y lo ver-
ceres que ofrecen son irracionales y en materia de gustos halagan el mínimo
bal) y a considerar las imágenes como una especie de trampa. Los libros, con
común denominador. Como dijo el autor de ciencia ficción E. L. Doctorow,
frecuencia desde muy temprana edad, son nuestros compañeros del alma;
estos entornos simulados no ofrecen sino «un breviario cultural para las
antes que por los museos, nuestro hábitat natural está constituido por las
masas... emociones irracionales como las que proporciona una descarga eléc-
bibliotecas. En el caso de que utilicemos gráficos, siempre es con el fin de
trica, a la vez que hace hincapié en el rico vínculo psíquico del destinatario
ilustrar, muy rara vez como texto principal; es significativo que, al igual que
con la historia, la lengua y la literatura de su país. En un futuro próximo, en
sucede con los artefactos materiales, ni siquiera disponemos de convenciones
un mundo superpoblado en el que todos los aspectos de la vida de las masas
para indicar su procedencia en las notas a pie de página. El fetichismo de los
estarán regulados, quizá esta técnica resulte útil en extremo como sucedáneo
archivos —fundamental en la revolución realizada por Ranke en los estudios
de la formación y, con el tiempo, incluso de la propia experiencia».
históricos— refuerza dichos prejuicios y lleva a venerar los manuscritos de
En opinión del esteta, o en todo caso del automarginado social y el des-
una forma digna de un talismán. Aun cuando el asunto que queremos estudiar
afecto, la industria del patrimonio histórico es un dispositivo de envileci-
sea la cultura material (caso, por ejemplo, del actual interés por el consumis-
miento cultural. No deja resquicio alguno para la contemplación o la soledad.
mo o los cambios en el empleo del espacio doméstico), para obtener pruebas
Obstaculiza el ejercicio del discernimiento y del buen gusto. Ofrece placeres
somos más dados a recurrir a restos manuscritos, a inventarios autenticados o
burdos y repugnantes; confunde lo elevado y lo ínfimo, el original y la copia, a presupuestos domésticos antes que a las exposiciones de los museos o
lo auténtico y el pastiche. Engendra una «contaminación de multitudes» en hallazgos arqueológicos (el uso de un pañuelo de cambray por parte de Mar-
forma de un turismo de masas que confluye sobre los lugares sagrados, rodea garet Spufford para la reconstrucción del itinerario de un vendedor ambulante
del siglo xvn constituye una excepción inusitada)."

principal motivo que los trae allí— insertan moneda tras moneda en el tocadiscos
automático. En cualquier momento dado hay unos doce discos disponibles;
para escuchar el que se desea hay que apretar un botón numerado, seleccionado " «SoHo... Disneyland for the Aesthete», Sharon Zukin, Loft Living: Culture and Capital
in Urban Change, Londres, 1988, pág. 20, y «Disney World», en
a partir de unos títulos con la correspondiente clave. Por lo visto, la empresa Landscapes of Power, págs.
221-224; «Theme Park Britain», Guardian, 16-17 de diciembre; Mark Lawson, «Taking the
que alquila la máquina cambia los discos cada quincena; casi todos ellos son
Mickey out of EuroDisney», Independent, 24 de agosto de 1994, respecto de la hostilidad sus-
norteamericanos, «vocales» y pertenecientes a estilos de canto que van mucho
más allá de lo que suele oírse en el Programa de Música Ligera de la BBC. citada en Francia. El veneno destilado por el habitualmente afable alcalde de Oxford ante la
Algunas de las melodías son pegadizas, y todas ellas han sido arregladas de tal propuesta de un parque temático sobre «Alicia en el país de las maravillas» en las afueras de la
manera que tengan la clase de ritmo más popular en la actualidad; se recurre ciudad capta muy bien la indignación que suscita la sola mención de la palabra «parque temáti-
mucho al efecto de «vacío cósmico» que proporcionan las cámaras de ecos. co»: «El alcalde de Oxford y antiguo responsable municipal de urbanismo, John Power, dijo:
Están interpretadas con gran precisión y competencia, y la «máquina de dis- "En este país sobran parques temáticos. Está fuera de los límites de la ciudad, así que no podrá
cos» suena a todo trapo, de tal modo que el ruido que hace resulta más ade- denominarse una 'atracción Oxford': ya son demasiados los lugares que explotan nuestro nom-
cuado para inundar un salón de baile de gran tamaño más que una tienda bre. La idea de un parque temático con Alicia como tema de fondo es repugnante. Alicia es
reconvertida de la avenida principal. Los jóvenes presentes menean los hom- un precioso cuento clásico con el que se han divertido generaciones enteras de niños. Es increí-
bros o se quedan mirando fijamente, con la misma desesperación que Hum- ble que lo hayan convertido en un parque temático hollywoodiense. Apostaría a que Christ
phrey Bogart, por encima de las sillas tubulares. Church(*) tiene algo que decir al respecto"», Oxford Star, 1 de julio de 1993. Quizá sea sinto-
Comparada incluso con el pub de la esquina, se trata de una forma de mático del miedo y asco del que en la actualidad son objeto los parques temáticos —por lo visto
libertinaje de lo más pobre y pálido, una especie de enmohecimiento espiritual en los Estados Unidos no menos que en Gran Bretaña y Francia— que el coco del Parque Jurási-
co de Steven Spielberg (el éxito de taquilla por excelencia entre los niños de la temporada
entre efluvios de leche hervida. Muchos de los clientes —como indican tanto su
ropa y sus peinados como sus expresiones faciales— habitan en gran medida en 1992-1993), con anterioridad novela de culto, sea un millonario megalómano ansioso por dar
un universo mítico compuesto por algunos elementos muy sencillos que consi- un pelotazo financiero con sus monstruos prehistóricos reconstituidos.
deran representativos de la vida estadounidense. (Richard Hoggart, The Uses (*) Christ Church es una institución señera en el Reino Unido, uno de los colleges más
of Literacy, Harmondsworth, 1977, págs. 247-248) importantes de la Universidad en Oxford, amén de Iglesia Catedralicia de la Diócesis de
* Blackpool: popular destino del turismo veraniego de masas británico. (N. de los t.) Oxford. W. de los t.)
31 J. B. Priestley, English Journey, " Margaret Spufford, The Great Reclothing of Rural England; Petty Chapmen and their
edición de Penguin, págs. 249-255, 376.
Wares in the Seventeenth Century, Londres, 1984.
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Diríase que las condiciones en las que se desarrolla la investigación con- y padres victorianos ni se fingen supervisores de los pobres. Cuando sopesan
temporánea imponen un distanciamiento casi total con respecto al entorno los pros y contras de la cuestión de la maquinaria, los historiadores de la eco-
material; es más, si hemos de dar crédito a las recomendaciones de ciertos nomía no se sienten obligados a participar en concursos de arados de vapor o
académicos emigrados, resulta netamente ventajoso escribir la historia de de poner penosamente en marcha los motores de un parque de atracciones;
Inglaterra desde el otro lado del Atlántico. Nosotros no salimos a realizar asimismo, es improbable que cuando estudien las estadísticas del comercio
recorridos arqueológicos, como hacían nuestros antepasados victorianos, ni de ultramar se sientan tentados de comprobar la velocidad de un clíper trans-
nos familiarizamos con la disposición del terreno —como recomendaban portador de té tomando parte en una regata de veleros de mástiles altos o ins-
Marc Bloch y R. H. Tawney— calzándonos un par de recias botas. Es poco cribiéndolo en una carrera por el mar del Norte y el Báltico o en una travesía
probable que cuando aún somos estudiantes nos pasemos los veranos enfras- del canal de la Mancha. Los expertos en el siglo XVII, enfrascados en sus pro-
cados en los misterios de la numismática, como hizo el joven Charles Oman pias guerras intestinas, no se apuntan a las recreaciones anuales del sitio del
durante sus días de formación universitaria,34 o vigilando las posiciones de castillo de Chepstow o de la batalla de Marston Moor.
un campo de batalla, como hizo Thomas Carlyle cuando preparaba sus Let- Cabe la posibilidad de que la hostilidad de los historiadores hacia la
ters and Speeches of Oliver Cromwell.35 Los que tienen conocimientos de industria del patrimonio histórico se vea exacerbada porque de algún modo
informática saben arreglárselas para que en sus pantallas aparezca un listado se disputan el mismo terreno. A su manera, cada una de las partes dice repre-
transatlántico o de las antípodas, o descargar información desde una terminal sentar el pasado «tal como fue», y podría decirse también que ambas están
sin tener que abandonar el estudio siquiera. obsesionadas por la noción de «época», si bien una lo plasma por medio del
Las labores de recuperación no forman parte de nuestras competencias zeitgeist y la otra por medio de iconos. La interpretación, prerrogativa de la
académicas. No tenemos que rescatar pruebas materiales de las fauces de los historiografía basada en archivos, y la «recreación», ambición máxima de la in-
bulldózeres, como los arqueólogos, ni llamar en nuestro auxilio a los submari- dustria del patrimonio histórico, comparten además el mismo parecer: que una
nistas o los fotógrafos aéreos para localizar a una presa esquiva. Tampoco atención escrupulosa al detalle resucita lo muerto.
necesitamos órdenes de preservación para proteger nuestras fuentes de las ¿Desempeña la envidia algún papel en todo ello? El fenómeno patrimo-
arbitrariedades de la agroindustria, como sucede con los paisajes arqueológi- nial cuenta con muchísimos seguidores y organizaciones de masas con cientos
camente sensibles protegidos por la Ley de la Campiña de 1979. Por suerte (o de miles de afiliados, mientras que el público cautivo que asiste a nuestras
por desgracia) disponemos de una plétora de documentos y archivos, por lo salas de conferencias o seminarios puede contarse en ocasiones con los dedos
que no vemos necesidad alguna de incrementar su número, sino que nos con- de una mano; pone en movimiento a decenas de miles de voluntarios; logra
tentamos con ir a la zaga de los archivistas y bibliotecarios, y dedicar nuestras acceder a sustanciosos subsidios del erario público y reúne grandes sumas
energías a enlazar unos archivos con otros o explotar documentos que yacían cuando apela a las inquietudes históricas del gran público; goza del mecenaz-
hasta ahora abandonados. Si exceptuamos a los estudiosos que se ocupan de go monárquico y el apoyo de políticos de todo pelaje. Nutre campañas que
los siglos anteriores a la conquista normanda y que, como los historiadores de gozan de popularidad y se encuentra en el meollo de la controversia actual en
la antigüedad clásica, dependen estrechamente de restos tan precarios como torno a la configuración del entorno edificado. Se muestra capaz de organi-
inscripciones grabadas en monumentos y túmulos funerarios, para nosotros zar festivales y espectáculos históricos, de obtener el patrocinio de las gran-
las pruebas que aportan los artefactos materiales presentan muy poco interés. des empresas y de recabar sostén para sus proyectos de restauración. El patri-
Quizá iniciemos a nuestros discípulos en los misterios de los registros de monio histórico levanta pasiones; es algo por lo que la gente está dispuesta a
archivos, pero difícilmente en los de los cementerios o las excavaciones. entrar en el ruedo de la discusión pública, como antaño estuvo dispuesta a vol-
Además de constituir todo un insulto a ojos de los más puntillosos, la ver sobre los aspectos positivos y negativos de la conquista normanda o la Gue-
noción de «historia viva» se halla aún más alejada de nuestras rutinas acadé- rra Civil Inglesa.
micas. Nosotros no dedicamos los años sabáticos a reconstituir una calle de Por los motivos que sean, la historiografía y la industria del patrimonio
época, ni nos pasamos los fines de semana o las vacaciones de verano levan- histórico suelen hallarse en bandos opuestos. A la primera se le asignan los
tando vapor desde la plataforma del maquinista. Cuando tienen que poner a dominios de la investigación crítica, y a la segunda la simple obsesión por lo
prueba sus teorías, los historiadores de la demografía ni se disfrazan de madres antiguo, por clasificar y almacenar reliquias. La primera, o eso se nos dice,
es dinámica y se centra en el desarrollo y en el cambio; la segunda es estática.
La primera se centra en la explicación y en aplicar un escrutinio escéptico a
34Sir Charles Ornan, Memories ofVictorian Oxford and Some Early Years, Londres, 1941.
los aspectos complejos y contradictorios de las fuentes documentales; la
35J. A. Froude, Thomas Carlyle,. A Histoty of His Lite in London, 1834-1881, Londres, segunda se deja llevar por el sentimentalismo y se conforma con celebrar las
1897, edn, vol. I. cosas sin más.

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RAPHAEL SAMUEL

Si aplicásemos la parábola de la paja en el ojo ajeno, como mandan los


cánones, serían pocas las prácticas de los historiadores que saldrían indemnes.
¿Acaso no somos culpables a nuestra vez de convertir el conocimiento en
objeto de deseo? ¿Y uno de los efectos de nuestra actividad como historiadores
—por no decir uno de sus objetivos— no es domesticar el pasado y despojarlo
de sus horrores incorporándolo a los dominios de lo cognoscible? Los histo- PEDAGOGÍAS
riadores no están menos obsesionados que los conservacionistas por dotar de
atractivo los asuntos que abordan. Quizá no embellecemos el pasado al modo
de English Heritage o el
National Trust, pero a la hora de atar cabos sueltos y
eliminar excrecencias poco vistosas nuestra habilidad no tiene nada que envi- Puede que a los historiadores les resulte más útil especular sobre las fuen-
diar a los funcionarios medioambientales o los conservadores de los museos. tes y la energía que se desprende del legado histórico, que adoptar una acti-
Recurrimos a detalles muy gráficos y a descripciones pormenorizadas para tud condescendiente o unirse al coro de quienes recriminan a sus defensores
ofrecer imágenes mucho más claras de las que podría ofrecer realidad alguna. y no cesan en sus quejas. Podríamos empezar por admitir el enorme esfuerzo
¿Acaso no solicitamos de nuestros lectores, cuando los enfrentamos a una de académico invertido en los proyectos de restauración y alabar el coraje de
nuestras reconstrucciones de época, una suspensión tan voluntaria de la quienes han arriesgado sus vidas (en el caso de los buceadores algunos han
incredulidad como las que exigen los espectáculos de «historia viva» de los llegado incluso a perderla) para ampliar el horizonte de lo históricamente
museos al aire libre o los parques temáticos? ¿Acaso la monografía histórica conocido. Habría que reconocer asimismo que, desplegando toda una pano-
no es, a su manera, una forma de envolver y embalar el pasado tan evidente plia de métodos y técnicas de trabajo de campo, quienes estudian el legado
como los dramas de época? ¿Y no echamos mano de estratagemas de tram- cultural despliegan tanta curiosidad intelectual como el historiador que traba-
pantojo de cosecha propia para provocar una sensación de comunión con el ja en los archivos. Han tenido que estar dispuestos a suscribir meras intuicio-
pasado, recurriendo a los detalles «evocadores» como piedra de toque de la nes y arriesgarse a realizar proyectos de investigación y restauración que
autenticidad?
abarcan amplios períodos de tiempo. Por ejemplo, las excavaciones submari-
La presunta oposición entre «instruir» y «deleitar», y el supuesto tácito y nas que permitieron recuperar, a la entrada del puerto de Southampton, el
nunca argumentado de que el placer es irracional poco menos que por defini- buque de guerra de Enrique VIII, el Mary Rose, han durado ya más de veinte
ción, deberían someterse a discusión. No existe motivo alguno por el que años.' También habría que rendir tributo a los locuelos entusiastas y los
debamos dar por sentado que la gente sea más pasiva cuando contempla foto- coleccionistas-urraca que han convertido en coleccionables todo tipo de obje-
grafías antiguas o películas de archivo, palpa objetos expuestos en los mu- tos nuevos. Aquí habría que mencionar a quienes, utilizando detectores de
seos, recorre rutas históricas o incluso compra objetos históricos de recuerdo, metales, parecen dar una semana sí y otra también con varias conurbaciones
que al leer libros. Las personas no se limitan a «consumir» imágenes de la romanas inexploradas y antiguos asentamientos británicos. La prensa infor-
misma forma en que, pongamos por caso, compran chocolatinas. Como suce- ma con entusiasmo sobre estos hallazgos, y la actividad de los buscadores se
de con toda lectura, las asimilan lo mejor que pueden a las imágenes y relatos describe de forma muy gráfica y entusiasta en el libro de Patrick Wright: Jour-
preexistentes. El placer de la mirada —la escopofilia, como despectivamente ney through Ruins.2
se la denomina— es de otro orden al que procura la letra impresa, pero no es
necesariamente menos exigente en lo que hace a la reflexión y al pensamiento
históricos.
' Alexander McKee, How We Found the Mary Rose, Londres, 1982, ofrece el relato de una
operación de rescate que ha durado veinte años y en Margaret Rule, The Mary Rose; The Exca-
vation and Raising of Henry VaTs Fiagship, Londres, 1982, se puede encontrar una relación
del anegado contenido del buque y menciones al gran interés que revestía para el arqueólogo
marino. Un relato crítico en Patrick Wright, Living in an Old Country, Londres, 1987, págs.
161-192. El autor no ofrece, en unas quince mil palabras, indicación alguna sobre el contenido
del Mary Rose ni sobre lo mucho que tiene que aportar a la galería de buques históricos. Insiste
en calificar el rescate del barco de incidente melodramático del imperialismo tardío, y lo pone
al mismo nivel que la expedición a las Falklands de 1982.
2 Patrick Wright, A Journev through Ruins, Londres, 1991, págs. 139-154. Los buscadores

con detectores de metales (hay unos 10.300 asociados al National Council for Metal Detectors)
están a la espera de la aprobación de una ley propugnada por el Museo Británico, que acabaría
con la tradición de que «quien encuentra algo se lo queda», The Times, 2 de marzo de 1994,
pág.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación 6. Agradezco
respetando esta referencia
la reglamentación en materiaade
Kate Hobson.
derechos de autor.
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JAMUEL

Además, los historiadores deberían tener en cuenta que hay áreas o prác- gencia que proviene de la necesidad de rescatar piezas valiosas. Es el caso,
ticas en las que quienes estudian el patrimonio histórico juegan con ventaja por ejemplo, de los esfuerzos que está realizando la Real Comisión de Monu-
sobre los investigadores y académicos centrados en los archivos. Hacen gala, mentos Históricos, en una carrera contra el tiempo, para registrar las cabinas
por ejemplo, de una mayor agudeza visual y capacidad de observación. La que cobijaban las lámparas, los coladores de carbón, los baños y las cantinas
forma propia de los estudios sobre el patrimonio histórico podría servir de de las recientemente clausuradas minas de British Coal.' La proliferación de
aliciente para cuestionar esa mezquina preocupación por la letra impresa, uno museos en los años setenta y ochenta contribuyó a la institucionalización de
de los legados de la revolución historiográfica rankeana, y una convención una asociación entre disciplinas. Se crearon unidades de estudio en torno a
casi intocable a la hora de publicar monografías académicas o artículos en las exposiciones de un museo concreto y la arqueología aplicada pasó a ser
revistas especializadas. Si adoptáramos algunos de los procedimientos utili- parte de la museología. En la actualidad, tanto el National Trust como En-
zados para estudiar nuestro legado histórico, podríamos empezar a adquirir glish Heritage consideran las excavaciones auténticos laboratorios arqueoló-
todo un lenguaje visual, iniciarnos en el estudio de la cifra cromática, fami- gicos. Las dotan de plataformas de observación para seguir los trabajos pen-
liarizarnos con las paletas epocales. Podríamos llegar a convertirnos en inves- dientes y construyen centros para los visitantes («centros de información
tigadores en torno al reflejo de nuestra época; algo fundamental si se tiene en sobre el patrimonio histórico») en los que se exhiben algunas de las piezas
cuenta que vivimos en una sociedad de la imagen en la que muchos prejui- halladas.'
cios históricos tenderán a reflejarse iconográficamente. La demografía histó- Para arrojar luz sobre las diferencias entre los estudios relacionados con
rica se ha basado, tradicionalmente, en el estudio minucioso de los registros el patrimonio histórico y la historia general, podemos pensar en un fenómeno
parroquiales de enterramientos para reconstruir genealogías. Pero esta nueva como la Revolución industrial, estudiada por ambas disciplinas desde su pro-
perspectiva podría llevarnos a echar un vistazo a los osarios mismos, tal y pia óptica. Una recurre a la arqueología y la otra a la estadística, y el resultado
como se hizo en el Proyecto Spitalfields, recientemente finalizado.
3 O podría son dos imágenes totalmente distintas a nuestro pasado nacional. Una gene-
sugerirnos la necesidad de llevar a los niños a los cementerios para familiari- ración de eruditos revisionistas, historiadores académicos tal vez influencia-
zarles con cómo se planteaban en el pasado las cuestiones relacionadas con la dos por el estrepitoso declive de la industria pesada, intenta demostrar que la
vida y la muerte.' Algo que, al parecer, ya están haciendo algunos maestros revolución industrial fue un mito y que el capitalismo británico nunca dejó de
progresistas de primaria, apoyados con entusiasmo por los historiadores de ser asunto de unos cuantos caballeros.' Desde su punto de vista no habría
los valores victorianos.' Puede que los estudios sobre el patrimonio histórico habido ningún tipo de aceleración de la economía británica entre 1760 y
nos induzcan a unirnos a esas decenas de miles de conciudadanos que se 1830, ningún sector industrial puntero, ninguna explosión demográfica priva-
familiarizan con la Edad Media mediante reproducciones de estelas funera-
tiva de esta nación.1 ° Según el señor Rubinstein, el más atrevido de los histo-
rias, y a comprobar que existe otra forma de consolidar nuestro conocimiento
riadores revisionistas, Gran Bretaña nunca fue una sociedad manufacturera e
sobre el pasado intentando, literalmente, retratarlo.
industrial sino una economía terciaria desde los inicios. No se convirtió en el
Los estudios en torno al patrimonio histórico han hecho mucho más por «taller del mundo» entre 1760 y 1830. El sistema fabril que Marx y los escri-
la arqueología que la historia general. Pues se ha trabajado codo a codo con
arqueólogos en todo tipo de excavaciones que han dado como resultado
importantes hallazgos en el subsuelo, y el rescate de muchas piezas valiosas. «Fears for Lost Industrial Heritage in Rush to Redevelopment», Observer, 17 de octubre
Los estudios en torno al legado histórico comparten con la arqueología uno de 1993.
de sus mayores atractivos: lo que una serie de televisión actual denomina Cfr. la serie «Education on Sites» de English Heritage. En Felbrigg Hall, propiedad del
«historia en el umbral».6 National Trust en Norfolk, existe una plataforma de observación desde la que se puede seguir el
También extrae de esta disciplina el sentido de ur- progreso de los trabajos, similar a las que se instalan en Londres cuando hay alguna excavación
en curso.
9 N. F. R. Crafts, British Economic Growth during the Industrial Revolution, Oxford, 1985;
3 Theya Molleson y Margaret Cox, N. F. R. Crafts, «British Industrialisation in an International Context», Journal of Interdiscipli-
1993. The Spitalfields Project, Vol 2, The Middling Sort, York, nary History, XIX, 1989; P. J. Cain y A. G. Hopkins, «Gentlemanly Capitalism and British
Información oral de Alice Prochaska del National Curriculum History Working Group. Expansion Overseas», Economic History Review, vol. 39, Pt. IV, 1986, págs. 501-525; vol. 40,
Stuart Rawnsley y Jack Reynolds, «Undercliffe Cemetery, Bradford», pt. I, 1987, págs. 1-26. Una de las más recientes formulaciones de la postura revisionista en
Journal, History Workshop Joel Mokyr, ed., British Industrial Revolution, an Economic Perspective, Nueva York, 1993.
4, otoño de 1977, págs. 215-221. Los propietarios de molinos de Bradford, no conten-
tos con exigir espacios privilegiados junto a los paseos centrales de los cementerios acabaron '° En el anuncio que puso el Museo del Cañón de Ironbridge solicitando un investigador
siendo enterrados como un dios/sol egipcio. experimentado se afirmaba que el éxito del museo se debía a «la creciente conciencia de lo que
6 Time Team, significó la historia de la Revolución Industrial para este país y para el mundo». Bob West,
una popular serie sobre arqueología emitida por Canal 4 en el momento en
que escribo estas líneas. «Ironbridge», en Lumley, ed., The Museum Time-Machine, Putting Culture on Display, Lon-
dres, 1988, pág. 53.
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tores de la década de 1840 y 1850 bautizaran con el nombre de «industria
proto-industrialización.n Las zonas peatonales que bordean los canales (un
moderna» fue una ilusión óptica. Los centros acumuladores de riqueza y las
descubrimiento de los años cincuenta) son como una puerta trasera por la que
grandes empresas nunca salieron del sudeste; las enormes chimeneas eran
acceder a un paraje de tiempos de la revolución industrial (en Oxford hay una
algo marginal para la economía de este país. El norte, incluso en tiempos del
que parece sacada de una escena de Joseph Wright cuando se enciende el
«Coketown» de Dickens o de las «Five Towns» de Arnold Bennett, siempre
horno de la forja de Lucy). «Lady Isabella», la noria elevadora de agua más
fue mucho menos importante que el sur. Aquí no se amasaron importantes
grande del mundo, instalada en 1854, se ha convertido en uno de los grandes
fortunas, el «hombre hecho a sí mismo» era una ficción. Los victorianos
espectáculos para turistas de la Isla de Man." Y quienes visitan el molino de
ricos no eran magnates del algodón o millonarios de Bradford, sino banque-
la familia Greg en Styal, Cheshire, propiedad del National Trust, se encuen-
ros, rentistas y terratenientes sureños."
tran con una bomba achicadora de agua de proporciones no menos colosales.
Sin duda parece sensato lo que dicta el instinto a esas decenas de miles de Gracias a las actividades de la Sociedad de los Años Treinta* y la renaci-
conservacionistas que sí creen que ocurrió algo único cuando vio la luz el
da influencia del Art Decó, la Comisión de Monumentos Históricos se hizo
sistema fabril y consideran incluso más trascendental ese momento en el que, cargo de los monumentos industriales del siglo xx. Cuando en 1979 se des-
en los años sesenta y setenta, empezó la sangría de puestos de trabajo en el truyó, en medio de acaloradas polémicas, la antigua fábrica de Firestone, no
sector industrial. Quizá los historiadores profesionales se equivoquen al cir- existía esta categoría; pero en 1983 había algo más de cien y su número se
cunscribirse a los estudios cuantitativos, la estadística y al análisis contrafac- incrementa exponencialmente." En Orford Ness, reciente adquisición del
tual. No fueron los historiadores de la economía sino los entusiastas de las National Trust en las costas de Suffolk, el visitante se acerca al emplazamien-
máquinas de vapor y los arqueólogos industriales los que devolvieron la vida to de aquellos radares británicos «que desempeñaron un papel crucial durante
a paredes semiderruidas y a las forjas oxidadas de los hornos; los que mantu- la Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial» y a la estación de
vieron vivo o resucitaron el asombro que despiertan esos milagros de la investigación sobre armamento nuclear que mantiene el Atomic Weapons
inventiva que convirtieron a la Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo Research Establishment en Aldermaston.16
xix en el «taller del mundo»; los que reunieron todas esas máquinas ciclópeas Hay un ámbito en el que los estudiosos del patrimonio histórico van muy
y monstruos chirriantes que la introducción del diesel o la electricidad había por delante de la historia académica, dando un ejemplo que otros harían bien
condenado al vertedero. en seguir. Me refiero a la historia del medio ambiente. Es un campo en el que
Quienes se ocupan del legado histórico oyen el latido de la tierra con la historia natural y la investigación arqueológica han ido de la mano desde
mucha mayor intensidad que aquellos que se limitan a jugar con cifras. Ade- que, entre 1840 y 1850, se formaron las sociedades históricas regionales y
más, tienen un contacto mucho más intenso con la experiencia comunitaria y los Field Clubs.'7 La historia medioambiental no se interesa por reinados o
la memoria popular. Ellos han reaccionado ante el colapso de las manufactu- partidos políticos, sino por la tierra, los ríos y el mar. Los asentamientos dis-
ras y la desaparición de la industria pesada de forma exactamente contraria a persos y los núcleos habitados son sus piedras angulares, la taberna y la
la de los historiadores, ampliando el concepto de monumento histórico para parroquia sus parlamentos. En la historia medioambiental el conocimiento
que englobe edificaciones públicas de época victoriana como la depuradora local ocupa un lugar privilegiado. Su moneda de cambio son los vínculos
de Abbey Mills o el capricho arquitectónico gótico de Sir Joseph Bazalgette territoriales, reales e imaginarios. Tanto si su objeto resulta ser una leyenda
en West Ham. O convirtiendo en atractivos museos al aire libre para los turis-
tas zonas como Ruston en las que se exhiben viejas máquinas de vapor como
el martillo de forja «Tiny Tim» (que pesa unas setenta toneladas) o viejos 13Agradezco al distrito de Northumberland del National Trust la información sobre los hornos.
buques de guerra.12 Se han llegado a organizar exposiciones de grúas y perfo- 14L. S. Garrad et al., The Industrial Archeology of the Isle of Man, Newton Abbott, 1972,
págs. 58-59 donde aparece una fotografía de Lady Isabella y otra de la ceremonia inaugural en
radoras que se colocaban, a modo de esculturas, en viejos almacenes refor- 1854.
mados o remodelados. En Lindisfarne, Holy Island y Bredeln, en las costas * Thirties Society, fundada en 1979 para promover el estudio y la conservación de los edi-
de Northumberland se pueden visitar hornos de cemento y cal, auténticos ficios construidos tras el inicio de la Primera Guerra Mundial. En la actualidad se la conoce
con el nombre de Sociedad del Siglo Veinte (Twentieth Century Society). (N de los t.)
monumentos de esa época que los historiadores de la economía denominan 15 Kenneth Hudson, The Archeology bf the Consumer Society. The Second Industrial Revo-
lution in Britain, Londres, 1983. Royal Commission on Historical Monuments, Industry and
the Camera, Londres, 1985.
16 «Trust Buys a Slice of Military History», Independent, 23 de junio de 1993.
W D. Rubinstein, Men of Property. The Very Wealthy in Britain Since the Industrial Revo-
lution, Londres, 1981; Capitalism, Culture and Decline in Britain 1750-1990, Londres, 1993. Stuart Piggott, «The Origins of the English County Archeological Societies», Ruins in a
12 John Gorman, «Photo Archive at Beamish Open Air Museum», Landscape, Essays in Antiquarianism, Edimburgo, 1976, págs. 171-195 ofrece algunas ideas
History Workshop Jour- muy interesantes sobre las raíces eclesiológicas de las primeras sociedades históricas condales
nal, otoño de 1978.
de época victoriana.
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viva, las tradiciones ancestrales o el contexto histórico, siempre está abierta Sean cuales fueren los recelos que suscita entre los críticos de la cultura,
al espíritu y a los encantos de las raíces. Desde el punto de vista de la geogra- el interés por el patrimonio histórico ha sido un gran éxito desde el punto de
fía humana aporta una nueva conciencia de la historicidad, tanto del paisaje vista pedagógico. Ha hecho de la «historia en el umbral» un recurso didácti-
como del entorno urbano, y considera contingente lo que se solía concebir como co más, dando cabida a nuevas formas de experimentación pedagógica como
permanente: el clima, la vegetación y la tierra, vinculando la actividad humana son el «aprender jugando», hilo conductor, desde los años veinte, de las ten-
a la de la flora y la fauna. dencias educativas británicas más progresistas.2° Al desarrollar proyectos
El interés por el patrimonio histórico también ha contribuido a dar gran pensados en los años sesenta para trazar rutas por ciudades y entornos natu-
importancia al hábitat, tanto en lo referente a la edificación como a su rela- rales, se ha dado un gran impulso a la mejora del conocimiento de lo local.
ción con el mundo de la naturaleza. Requiere de cierta obsesión por el detalle Leer un edificio antiguo, empezando por las placas conmemorativas (si es
y fetichiza artilugios despertando una suerte de imaginación arqueológica (o que existen), o detectar tras una fachada moderna los signos de una ocupa-
anatómica) en relación con el diseño y la tecnología del hogar, dedicando a ción anterior, puede ser una buena introducción a la idea de historia y un pri-
los utensilios de cocina, rizadores de cintas y lavabos (la fosa séptica de Sut- mer acercamiento a la deconstrucción. El Movimiento de Artes y Oficios
ton House, propiedad del National Trust recientemente abierta al público en impuso en algunas escuelas elementales inglesas la idea de que no se debía
Hackney, parece ser la atracción favorita de los visitantes) la atención que los buscar cierto nivel de conocimientos a base de clases y tiza sino por medio
demógrafos reservan para asuntos relativamente más abstractos como, por del dibujo, tras una observación atenta, y la construcción de maquetas. En los
ejemplo, la tasas de hijos ilegítimos, las formas de transmisión patrimonial grandes centros rurales de interpretación también se busca el elemento visual
mortis causa o el número de miembros de una familia nuclear típica de la
en el aprendizaje y, cuando se pide a los niños que buceen en los estanques o
época." Llevado a sus extremos esto puede degenerar en una celebración,
ejerciten sus habilidades para detectar hábitats, se les está convirtiendo en
más o menos acrítica, de las artes propias del hogar, sin tener en considera-
buenos observadores de la historia natura1.21
ción las condiciones en las que vivía el servicio y las obligaciones que tenía.
La conservación del patrimonio histórico y su primo hermano, el afán
Pero si los estudiosos del patrimonio histórico se dejan arrastrar por la
coleccionista, han contribuido al progreso de formas de estudio más físicas.
arqueología actual pueden acabar analizando asuntos tan poco tranquilizado-
Puede que, en algunos campos, hayan llegado incluso a demostrar que era
res como la incidencia de la tosferina, la historia de los dientes postizos o la
posible un aprendizaje a partir de los objetos. Contamos con un interesante
calidad nutritiva de las gachas.19
ejemplo, «Jackdaws», que llevó documentos históricos originales hasta el
Y por último, bien podríamos decir que el interés por el patrimonio histó- corazón de las aulas, imprimiéndolos en folletos como facsímiles. De esta
rico ha creado, o contribuido a crear, un espacio en el que pueda desarrollarse
forma se despertaba en los alumnos cierto gusto por las manifestaciones tipo-
lo que los norteamericanos y australianos denominan «historia pública», es
gráficas «de época». La serie fue creada por un escritor Freelance e historia-
decir, la historia de esas formas institucionalizadas de autorrepresentación e
dor que había trabajado en el radicalmente progresista Picture Post y creía
interacción arraigadas no sólo en barrios, lugares de trabajo y oficinas, sino
firmemente en la importancia del material visual para la enseñanza. La serie
también en el nivel institucional, que sirven tanto para crear imaginarios que
empezó a publicarse en 1963 y tuvo tanto éxito entre los docentes que, en
reafirman identidades minoritarias como para afianzar imágenes corporativas.
1974, ya habían aparecido 130 títulos.22 En cierto modo, «Jackdaws» estaba
íntimamente relacionado con esa locura por los materiales impresos de carácter
efímero tan característica de los años sesenta que hiciera la fortuna de Porto-
18 Molly Harrison, The Kitchen in History, Reading, 1972 parece ser el resultado de la bello Road y desembocara en la manía de los pósters propia de esos años. Al
labor realizada por el autor como conservador del Museo Geffrye, Hackney, pionero en la expo- reflejar la extrañeza de lo antiguo provocaban un gran impacto visual. Los
sición de interiores domésticos ingleses y en la reconstrucción de «habitaciones de época».
Marjorie Quenell, su predecesora en el Geffrye, es coautora de una History of Everyday Things
en cuatro volúmenes. Véase también la trilogía de Lawrence Wright, Clean and Decent, Lon-
dres, 1960; Warm and Snug, Londres, 1962 y Home Fires Burning, Londres, 1964 parecen sali-
dos de la nada. Christine Hardyment afirma que su interés por la historia doméstica empezó al 20 Marjorie y C. H. B. Quenell, cuya History of Everyday Things in England popularizó
encontrar un extraño objeto en forma de G en un taller de reparaciones del sur de Londres mucho este tipo de historia en los años veinte, eran fervientes discípulos de William Morris.
(Home Comfort, A History of Domestic Arrangements, Londres, 1992, págs. xn-xtu). From 21 G. Binns, Brownsea Island. An Activity Book for Teachers, National Trust, 1992; Rural
Mangle to Microwave, The Mechanization óf Household Work, Oxford, 1989 se basa en una Landscapes: A Resource Book for Teachers, National Trust, 1992.
colección de electrodomésticos del Museo de Ciencia de Londres, revistas de economía y revis- 22 John Lewis, Collecting Printed Ephemera, págs. 97-98. El escritor en cuestión era John
tas del hogar. Langdon-Davies que inventó «Jackdaws» en 1962 cuando publicó la historia (con seudónimo)
Crispin Keith, A Teacher's Guide to Using Listed Buildings, English Heritage, 1991, de la Cato Street Conspiracy, su forma de contribuir a la historiografía radical de los años de
Sallie Purkiss, A Teacher's Guide to Using School Building, English Heritage, 1992. Peterloo.

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temas se elegían de forma muy conservadora, la propia de un editor conven- Burton, se ve cómo se pasa de los coches de caballos al uso de los
cional (el primer título publicado fue «la Batalla de Trafalgar»). Pero los res- canales y, posteriormente, al ferrocarril hasta llegar, en el siglo xx, a
ponsables de los centros de educación, al igual que los de los museos, biblio- la generalización de los motores diesel y los camiones. Pero también
tecas locales y las County Records Offices (encargadas de preservar todo se muestra la importancia que tuvo esta evolución en los transportes
tipo de registro histórico local), recibieron con entusiasmo una iniciativa que para la principal industria de Burton, aparte de que se puede aprender
permitía diseñar materiales didácticos para aprender historia como si fuera mucho de los cambios en las rutas de comercio, tanto en el interior de
bricolaje. Gran Bretaña como en el ámbito internacional, a medida que la desti-
lería va cobrando mayor importancia. Los alumnos comprueban gráfi-
Desde la proliferación de museos de los años setenta, la práctica docente camente por qué el antaño intenso comercio con el Báltico se desplaza
se ha ido centrando más y más en el uso de artefactos, tanto originales como hacia la India y Australia. La marca de cerveza Bass, que da nombre
réplicas. Sobre todo, en las escuelas primarias en que la flexibilidad de los al museo, parece haberse comercializado en muchos sitios. Por ejem-
horarios aún hace posible el lujo de llevar a cabo proyectos colectivos, impar- plo, los alumnos descubren en el museo que se pidió cerveza Bass
tir asignaturas transversales relacionadas con el medio ambiente y experimen- durante el sitio de París de 1871 recurriendo a un mensaje introducido
tar con la capacidad de aprender haciendo cosas. La aplicación de un nuevo en un globo con tal fin. Se bebió en Balaclava y en el famoso Folies
curriculum «marco» que incluía unidades sobre el estudio de la cultura mate- Bergéres, tal y como demuestra un famoso lienzo de Manet en el que
rial y daba gran importancia a la vista, el oído y el tacto, favoreció enorme- cabe apreciar varias botellas de Bass colocadas, ostentosamente, sobre
mente las visitas a museos y a graneros, destilerías o molinos restaurados. Las una mesa de ese local... También se hace patente el impacto de los
cambios económicos sobre las condiciones de vida y de trabajo de
escuelas mismas han empezado a crear pequeños museos, reuniendo coleccio-
familias y comunidades... analizando los diversos procesos de destila-
nes y ocupándose de su conservación, aunque sólo fuera como forma de
do, el tipo de gente empleada en esta industria (incluyendo la invasión
lograr los nuevos objetivos pedagógicos propuestos." Las unidades de estudio anual de jornaleros agrícolas de East-Anglia) y la amplia gama de
de la historia local parten, por definición, de los restos visibles del pasado. empleos relacionados con ella (en el siglo xix, Bass era una destilería
"Invaders and Settlers" («Invasores y colonos») es una invitación a explorar autosuficiente que producía todo lo que necesitaba)... Se pueden ana-
yacimientos arqueológicos24 y "Ships and Shipping" («Barcos y navegación») lizar asimismo los cambios en las relaciones sociales. Contamos, por
una opción muy popular entre los chicos a los que excitan especialmente las ejemplo, con numerosos testimonios sobre el incremento de la presen-
visitas a los centros en los que se conserva el patrimonio marítimo." cia femenina en los pubs y la resistencia que generara. En los ejerci-
Según un artículo sobre el Museo Bass de la Cerveza de Burton on Trent: cios escolares pensados para resaltar el contraste entre «el antes y el
«Desde la aplicación del Currículo Nacional, los alumnos de las escuelas pri- ahora» se podría usar como ejemplo el proceso, auspiciado por Bass
durante los años treinta, de convertir a los pubs en locales familiares y
marias visitan cada vez más a menudo los museos para analizar la vida en la
comparar esta dinámica con la imagen típica del bar eduardiano con
Inglaterra victoriana».
sus escupideras y la niña pasando a recoger la cerveza para la cena de
su madre.26
Los institutos de secundaria utilizan los servicios que ofrecemos,
sobre todo para estudiar la revolución industrial y la de los transpor-
Existe otra práctica docente relacionada con el interés por el patrimonio
tes, así como la vida durante la Primera Guerra Mundial. Por medio
de mapas, grandes maquetas, pinturas y la casa de postas recién amue- histórico y el consiguiente auge de los museos. Sobre todo a nivel de escue-
blada, se aprecia con gran claridad la evolución de los transportes en las primarias ha tenido gran éxito la técnica de la representación de roles his-
tóricos. A ciertos niveles educativos, el «hacer de victorianos» fue un proyecto
de gran éxito en el que los niños se ajustaban a sus papeles, por ejemplo de
23 Paula Shaw y Janet Matthews, «Old and New — A Cross-Curricular Approach», criada victoriana sacudiendo alfombras bruñendo plata, representando el «día
Rem-
nants, n° 18, otoño de 1992; B. P. Fox, «Accentuate the Positive», Remnants 29, verano de de la colada de la abuela», bordando, cosiendo o haciendo calceta cuando se
1993, donde cabe encontrar valiosa información sobre museos privados montados por sus pro- escenificaba el día del ahorro en la economía doméstica. Una de las repre-
pietarios.
24 Peter Fowler, «Anglo-saxon Altitudes» en
sentaciones favoritas siempre fue «un día en una escuela victoriana» porque
National Trust Education Suppl, 1992 y Nigel
Spencer, «Investigating the Invaders», Remnants 17, verano de 1992, sobre la posibilidad de permitía hacer muchas cosas, por ejemplo, ejercicios de gimnasia sueca y
enseñar interpretando ciertos roles.
25 La National Curriculum History Working Party, cuyo presidente era un antiguo coman-

dante de la marina, pasó un día visitando los buques y submarinos históricos de Portsmouth.
«Ships and Shipping» parece haber sido una de las unidades didácticas recomendadas más exi- 26 Ruth Watts, «Museums, History Teaching and Economic and Industrial Awareness»,
tosas. La información procede de Alice Prochaska. Journal of Education in Museums, 1993, págs. 20-24.

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332 RAPHAEL SAMUEL PEDAGOGÍAS

calistenia, o utilizar pizarras en las clases de aritmética. Pero es que, además, mesa que masticar. La tendera de los años veinte que explicaba los misterios
incidía muy eficazmente sobre el sentido juvenil de la crueldad y la injusti- y signos del comercio de ultramarinos era una mina de información que afir-
cia.27 Se insistía mucho en la severidad de la disciplina que se imponía a los maba haber obtenido, en su mayor parte, de los propios visitantes del museo.
niños y en los ejercicios mnemotécnicos: La maestra, jovencita en la flor de la vida, tenía a una clase pintarrajeando
pizarras. Una mujer fabricaba cadenas en la parte trasera, hablando con toda
Good-Better-Best autoridad de su oficio y mostrando los rudimentos del arte de la herrería.
Never let it Rest El museo de Worcestershire y Herefordshire de Hartlebury no está sub-
Till your Good is Better vencionado por una fundación, sino por las instituciones locales. No dispone
And your Better s Best* 28 de fondos suficientes para emplear, ni siquiera a tiempo parcial, a personal
dedicado a mostrar el funcionamiento de los artilugios que en él se exponen,
En los museos al aire libre se recurre con normalidad a la recreación his- pero aporta algo para mantener en sus puestos a cuatro personas (tres ex-
tórica (a la que, en ocasiones, se denomina «interpretación viva»).29 Son acti- maestros) que dirigen las representaciones de roles que se celebran en el museo
vidades que promueven toda una nueva generación de monitores, instructores mismo y hablan a los visitantes de los objetos que se exhiben (por ejemplo,
y guías cuyas habilidades dramáticas y capacidad docente no tienen nada que objetos curiosos de la Segunda Guerra Mundial) construyendo en torno a cada
envidiar a la de maestro alguno. Viven en la localidad, normalmente se trata uno de ellos un relato personalizado y todo un imaginario. «Realmente actú-
de maestros retirados o que trabajan a tiempo parcial, trabajadores en paro o an, encarnan a los personajes.» Uno hace el papel de un capitán de navío vic-
voluntarios que eligen el papel que quieren representar y crean sus propios toriano («Ships and Shipping» para un nivel educativo 2); otro, el de un
relatos. Así, no sólo transmiten información, sino que dan vida a un personaje. estricto maestro de escuela victoriano; hay también un mayordomo (que ins-
Basándose en su experiencia personal y en un conocimiento de la historia truye sobre sus deberes a aprendices de doncellas y de ayudas de cámara);
local," bien adquirido en la escuela, bien por medio de la tradición oral, enri- también se representa el personaje de Doris Dinsdale, ama de casa de tiem-
quecen sus representaciones gracias a los comentarios de los mayores. Resul- pos de la Segunda Guerra Mundial. A todo ello se le ha dado un toque cos-
tan muy eficaces, tanto pedagógicamente como en el plano histriónico, lle- mopolita gracias a un artista gráfico masón que hace el papel de un construc-
van la ropa de la época y manejan los objetos de entonces con soltura y tor de pirámides egipcio del Imperio Medio.31
aplomo y se prestan a responder a las preguntas de los visitantes. El «presta- Por lo que respecta a los contenidos, no se ha demostrado que la recrea-
mista» del Museo de Black Country, Dudley, empezó basándose en las histo- ción histórica de roles o los estudios basados en objetos tiendan a dar una
rias que circulaban por la localidad en torno a las bolas de latón que, tradicio- visión aristocrática, tipo Retorno a Brideshead, del pasado nacional. Cuando,
nalmente, colgaban los prestamistas ante sus establecimientos, narrando el desde la izquierda, los críticos de los estudios sobre el patrimonio histórico
origen de las tres del único negocio de este tipo que sobrevivía en la ciudad. piden más historia popular y una mayor atención a las diferencias de clase,
Posteriormente inventó una historia para cada uno de los objetos de su tienda, reclaman algo que se lleva haciendo hace ya mucho tiempo. Por lo general,
hasta para los dientes postizos que, según explicaba, se podían empeñar los en los museos populares siempre se sitúa en un lugar de honor al campesino
lunes y desempeñar los viernes ya que hasta el domingo no habría carne en la y el artesano. Y en algunas de las granjas-escuela y centros rurales de inter-
pretación cuesta, a veces, un ímprobo esfuerzo de voluntad recordar que
alguna vez existieron vicarios y señores que rigieron las vidas de aparceros,
27 Wynne Frankum y Jo Lawrie, The Victorian Schoolday. A Teacher 's Manual,
Reading, trabajadores y parroquianos. Infantes y no caballeros libran las batallas de
1992. Agradezco a estos autores que me proporcionaran las carpetas que se reparten a los pro- pega que se representan, como las del Sealed Knot y las de las Civil War
fesores que acompañan a los grupos de colegiales, así como mucha información sobre la repre- Societies. Pero lo cierto es que, en algunas escenificaciones de justas que se
sentación de roles que tiene lugar en las aulas victorianas recreadas. Una de ellas se encuentra
en un internado de Reading, la otra, en la escuela de una aldea sita en una finca de Wiltshire.
celebran en alguna que otra propiedad medieval de English Heritage, los
* «Bueno, mejor, excelente / No dejes nunca descansar tu mente / Hasta que lo bueno sea combatientes van a caballo.
mejor / Y lo mejor, excelente.» (N. de los t.) Por tanto, la idea de patrimonio histórico, lejos de favorecer la hegemonía
28 Agradezco esta estrofa a Tony Wood del Sevington School Project. de una versión conservadora del pasado nacional, ha dado lugar a un giro
29 Andrew Robertshaw, «From Houses into Homes: One Approach to Live Interpretation»,
Social History in Museums, vol. 19, 1992, págs. 14-20; Joy Anderson, Time Machines: The
copernicano que ha hecho jirones idea unitaria alguna (liberal, radical o con-
World of Living History, Nashville, 1984; Warren Leon y Margaret Piat, «Living History
Museums», en Warren Leon y Roy Rosenzweig, eds., Historical Museums in the United States.
A Critical Assessment, Chicago, 1989, págs. 64-97.
3 ' Información y folletos de Alison Lloyd, conservadora.
3° El autor se refiere a una visita hecha al Museo de Black Country en agosto de 1993.
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El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
KAt'llAEL SAMUEL 111,1-1,7 VV LI-1, JJJ

servadora) de la historia. Culturalmente hablando, es una idea de signo plura- Ironbridge ha recibido muchas críticas por edulcorar el pasado y hacer que
lista. No elude nada, ni los típicos temas de conversación de sobremesa como la imaginación se centre más en la recién construida galería comercial victo-
el de los compradores de casas urbanas de entreguerras, no menos que las riana de Blists Hill, que en las ruinas originales de hornos y viviendas de los
casas solariegas. En 1987, la Corporación para el Desarrollo Urbanístico de trabajadores del acero. También se critica mucho el entorno. Lo que parecía el
los Muelles* puso en marcha proyectos como la construcción de una réplica infierno en la tierra a los artistas apocalípticos de 1830 y 1840, cuando los
de tamaño natural del Mayflower, restaurar la mansión medieval de Eduar- martillos no paraban y los hornos parecían hogueras infernales, se ha convertido
do III, crear un bazar de las Indias Orientales en el corazón de Rotherhithe y en un lugar bucólico. El resultado es que, al igual que sucede en Stonehenge,
un Centro de Escandinavia en los Surrey Docks (en un antiguo astillero). Los resulta imposible imaginar el aspecto original de un Ironbridge, hoy repleto de
especuladores de las inmobiliarias, inspirándose en los jóvenes y despreocu- turistas y honrado con el título de patrimonio de la humanidad.34
pados surferos australianos y americanos querían convertir el estrechamiento Esto no sucede en las estaciones de bombeo de agua, mantenidas en fun-
del Támesis conocido como la Pool of London en un centro para hacer surf a cionamiento por pequeñas cuadrillas de entusiastas como el «Engineerium»
la hora de la comida." Las ofertas de invierno de actividades educativas de de Brighton. Deben su fama a la exhibición de potencia industrial. Y algo
Tatton Park, propiedad del National Trust en Cheshire, es aun más variada: parecido sucede con los antiguos telares expuestos en los museos de Lanca-
shire y West Riding, donde se dedica mucho esfuerzo al intento de reproducir
Entre octubre y marzo, cuando permanecen cerradas al público la man- el ruido y traqueteo originales.
sión antigua y la granja, la finca se transforma y vuelve al pasado en En Wheal Martyn, uno de los primeros museos industriales al aire libre,
una serie de días dedicados a la «historia viva», especialmente pensa- el encargado fue con anterioridad monitor deportivo. Junto a algunos conser-
dos para visitas escolares. Se ofrecen distintas opciones como cavar al vadores del museo ha hecho realidad ciertas tendencias pintorescas como
igual que los evacuados que contribuyeron a la victoria, reconstruir la
mantener un tanque lleno de juncos porque «no acababan de verse limpián-
vida de los sajones en el parque, aparecer en calidad de campesinos del
siglo xm ante la justicia señorial, o meterse entre bastidores haciendo dolo». En la Ruta Ecológica, atracción recientemente añadida a este museo
de sirvientes durante los días de gloria victorianos de Tatton." industrial, se visitan algunos hábitats de naturaleza salvaje, y la Ruta de las
Aventuras permite a los niños jugar a los «comandos» en antiguos vertederos
Podríamos decir que, estéticamente, estas pedagogías relacionadas con el cubiertos de maleza y colgarse boca abajo de una escala. Según uno de los
cuidado del patrimonio histórico son políglotas. Por un lado despliegan un conservadores a los niños les encanta todo lo nuevo. Les interesa mucho la
claro registro cotidiano y familiar pero, por otro, tienen un lado gótico y vida de los niños al servicio de los trabajadores adultos («los niños se identi-
siniestro. En algunos casos tenemos ruinas que han sido tan cuidadosamente fican con ellos») y les «impresionan mucho» la noria elevadora gigante, el
maquilladas y rodeadas de aparcamientos que resulta casi imposible imaginar lento siseo del motor de la bomba de agua, la visión del abismo (una vista
cómo eran antes. Pero en el extremo opuesto tenemos esos parajes protegi- desde lo alto sobre las fosas de arcilla que aún se explotan) y el calor y la
dos, en tanto que santuarios de la vida en estado salvaje, llenos de hierbajos y humedad de la zona de hornos (aparentemente autorregulado) con sus luces
cardos, de juncos que crecen en aguas estancadas convirtiendo la zona en el rojas de aviso de incendios. El túnel que recorre las instalaciones es «muy
refugio ideal para aves zancudas. A los amantes de la arqueología les gusta estrecho, los niños tienen que atravesarlo en fila india» y resulta especial-
ver sus excavaciones en estado puro, a medio reconstruir. Parte del atractivo mente excitante para los más imaginativos o pusilánimes (uno de los peque-
de Jorvik reside en que, al final de la visita, se puede acceder a los labora- ños afirmaba que era igual que «la guarida de un dragón»)."
torios donde se tamizan los residuos. A los arboricultores que recuperan El Museo de Black Country es, al igual que el de Wheal Martyn, uno de
«podando» antiguas zonas boscosas, parece guiarles un gusto similar y aca- los primeros museos industriales que se abrieron al público en el país. Sin
ban dando un aspecto semiderruido a las propiedades a su cargo. El National embargo, aunque ya hace de eso más de veinticinco años, es un lugar donde
Trust, sin embargo, en su intento por eliminar todo lo que pueda resultar la mitad de los proyectos están sin terminar. Cuando lo visité, en agosto de
poco agradable a la vista, se inclina más por la eliminación de las arrugas 1993, parecía una obra a medio hacer. El laminador está rodeado de enormes
que pudieran hacer menos acogedores los lugares a su cuidado. pilas de chatarra, al igual que la cuenca del canal. Un tranvía, de aspecto muy

* Docklands Development Corporation. En Inglaterra y Gales, las Development Corpora-


tions son organismos estatales encargados del desarrollo urbanístico de una determinada zona. " West, «Ironbridge», pág. 54; Malcolm Chase y Christopher Shaw. «The Dimensions of Nos-
(N de los t.) talgia», en Chase y Shaw, eds., The Imagined Past, History and Nostalgia, Manchester, 1989,
32 Citado en Samuel, «Introduction», Patriotism, vol. 1. pág. 1.
" National Trust, Educational Supplement, otoño de 1993. 35 Información y folletos de Charles Thurloe y Sarah Harbige de Wheal Martyn.

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urbano, desde el que se pide a los visitantes que no escupan al suelo, traque- sington, la estrella de la exposición sobre dinosaurios es una muestra anima-
tea incongruentemente, pero de forma agradable, por una senda semirrural. da sangrienta en la que, gracias a la robótica, un Deinonychus devora a un
La National School, donde los niños se entretienen con las pizarras, carece Tenontosaurus." En Iceni, la antigua Aldea Británica de Suffolk, muy visita-
prácticamente de ornamentación, y los patios donde las mujeres herraban las da por los escolares, la gran atracción es el gigante de Iceni, esqueleto de casi
cadenas, parecen vertederos. No se hacen demostraciones y el lugar está lle- dos metros hallado en el yacimiento, que quizá sea la mejor prueba de que el
no de desechos oxidados. La decoración de la taberna es minimalista, no hay lugar en cuestión es un asentamiento histórico. El propietario/conservador ha
en ella ni el más pequeño rastro de los típicos esmaltes de la época. Lo único añadido, para no quedarse corto, una maqueta de un nido de víboras de los
que da vida al lugar son los relatos de los guías. Tiempos Oscuros e imitaciones de cabelleras humanas pertenecientes a su-
En las exhibiciones de máquinas de vapor, gran atracción allí donde se puestos «prisioneros ejecutados».39
celebran, la suciedad se convierte en poesía, y quienes llevan sus viejas loco- La «historia viva», lejos de domesticar o maquillar el pasado, hace mucho
motoras hasta allí para pasar el fin de semana, renuncian a todas las comodi- hincapié en las diferencias, siendo así que, a menudo, el marco en el que
dades, desayunan en las excavadoras y cenan en las locomotoras. Alguien ha encuadra su discurso es el del contraste entre «entonces» y «ahora». Y es
calificado de fantasmagórica la escena de la última noche de la gran feria de muy proclive a desenterrar horrores, elija como tema de estudio las oportuni-
Dorset en Blandford: setecientos cincuenta acres repletos de máquinas de dades vitales, la disciplina social o la severidad de los antiguos códigos penales.
vapor y fogatas, tiendas enormes y una fila de cien máquinas de exhibición, Así pues, los museos navales muestran los peligros que albergan las profun-
todas ellas en funcionamiento, organillos atronando con música y una gran didades y los militares las tasas de mortalidad en los campos de batalla.
afluencia de espectadores (un cuarto de millón de personas visitaron la feria
Todas las expectativas que suscita Jorvik giran en torno a la mugre en las ciu-
a lo largo de los cuatro días que duró)."
dades del siglo x y, si prosiguen las excavaciones arqueológicas «a lo Spital-
Los niños aportan su propia estética a este tipo de espectáculos, su propio
fields», es más que probable que surja una nueva generación de museos espe-
horizonte temporal, sus propios recuerdos. Tienen puntos de comparación
cializados en fenómenos como la muerte y la enfermedad.
pasado/presente diferentes y, dicho de otra forma, su propio sentido de la his-
En la «historia viva» no sólo se aprecia la influencia de versiones bucóli-
toria. Son capaces de inventar dramas e historias sobre objetos aparentemente
cas del pasado nacional, también hay elementos del primitivismo romántico y
inertes. Se preguntarán lo que pesan las balas de cañón que pueden manejar a
la modernidad gótica. Por tanto, se podría sugerir que la popularidad de los
bordo del «HMS Victory» o qué altura tiene la noria elevadora gigante que
museos «oscuros» subterráneos se debe a lo excitante que resulta pensar en
ven en el molino hidráulico. Atribuyen a laberintos y cuevas propiedades
siniestras. un descenso a los infiernos entre ruidos espeluznantes y olores de otras épocas.
De ahí quizá también la frecuencia con la que los bombardeos aéreos de Lon-
Los conservadores de mentalidad más abierta procuran explotar estos
gustos, convirtiendo las rutas ecológicas en lugares aptos para la búsqueda de dres realizados por los alemanes acaban siendo el núcleo de las exposiciones
tesoros y transformando los recorridos históricos en paseos por enclaves mis- de «historia viva» de los museos de guerra y parques temáticos. ¿Será quizá
teriosos. En algunos casos, la atracción consiste en exhibir lo prohibido. Es también este uno de los elementos que explica el atractivo del Mary Rose,
lo que ocurre, por ejemplo, en Vindolanda, fuerte de la Muralla de Adriano suerte de «Holandés Errante» emergido de las profundidades y tumba de cua-
muy visitado, en el que las letrinas de los soldados son una de las grandes trocientos cincuenta marineros de época Tudor?
sensaciones de la exposición de «historia viva». A los conservadores de En los paseos organizados por Londres resulta muy evidente este gusto
Snibston, el nuevo y exitoso «parque del descubrimiento», de Leicester, se por lo macabro. La ruta de Jack el Destripador ha acabado por confluir con
les ha ocurrido la macabra idea de usar esqueletos humanos para añadir emo- atracciones de tanta solera como el Muelle de las Ejecuciones, Tyburn o los
ción a las exposiciones." Y en el Museo de Historia Natural de South Ken- calabozos de la Torre. Existe un tour nocturno que cuenta con arqueólogos
profesionales y conservadores de museo como guías conocido como «una
espeluznante visión del lado oscuro del Londres histórico». Sale de la Galería
Barbican a las ocho de la tarde y sigue los pasos de Jack el Destripador. Pero
36
Agradezco a Jon Gorman Jr, un expositor premiado, la descripción de la Blandford Fair. hay más. «Viaje en autobús hacia el asesinato» es la oferta nocturna de «Tra-
37 «Digging into the World of Discovery», Independent, 9 de febrero de 1994. Otros ejem-
plos en B. Gardner, «History, Mistery and Suspense», Junior Education 16 (11), 1992, págs.
26-27 y 29. La más famosa exposición para niños del Museo de Walsall es la macabra «Hand
of Glory», supuestamente la mano de un criminal ejecutado en el siglo xvm. En Jorvik, la últi-
ma sensación subterránea, realmente escalofriante, es el rostro reconstruido sobre una calavera 38 Time Out, 2 de febrero de 1994.
del siglo x.
39 Información del conservador de Iceni, mayo de 1993.
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KA1-'HAEL SAMUEL

gical History Tours» que sale del Embankment a las siete de la tarde y ofrece
un paseo especializado por lo sobrenatural y lo paranormal."
Hasta el siempre formal National Trust parece estar dispuesto a caer en el
sensacionalismo. Es el mayor administrador de casas encantadas del país y
está descubriendo lo rentable que resulta organizar cacerías de criaturas de
pesadilla. Se dice, por ejemplo, que el castillo de Scotney, en Kent, ha «esti- POLÍTICA
mulado enormemente la imaginación desplegada en los trabajos por los
alumnos de las escuelas elementales de Kent». Quizá porque es un lugar que
cuenta con un antiguo foso del siglo xiv, en el que existe una entrada a un
viejo escondrijo para sacerdotes católicos de tiempos de las persecuciones
isabelinas. Además, «se cuentan muchas leyendas sobre vampiros relaciona-
El conservacionismo es una causa que históricamente debe al menos tanto
das con el castillo»." Las cuevas de contrabandistas también parecen ser
de gran utilidad a las autoridades del National Trust responsables del diseño a la izquierda como a la derecha. William Morris y Philip Webb, los funda-
dores de la Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos, fueron socia-
de programas educativos en torno al «patrimonio costero» (abundan tanto en
Dorset como en Cornualles).42 Además, en estos tiempos post-cristianos en los listas. Los «cinturones verdes» —las áreas de exclusión que rodean a la ciudad
y donde se prohibió a las inmobiliarias que construyeran— fueron creados
que la Nueva Era adquiere arraigo entre los más jóvenes, se recomienda la
durante la década de 1930 por el Consejo del Condado de Londres, encabe-
visita a monumentos rituales como los círculos/altares de piedra o los túmu-
los funerarios, lo que el National Trust, propietario de los más célebres, zado en aquel entonces por el Partido Laborista. El nacimiento de los Par-
ques Nacionales fue una iniciativa legislativa del gobierno laborista de Attlee,
denomina «emplazamientos rituales». En torno a ellos se pretende diseñar
proyectos educativos sobre los mitos y su entorno." que también echó los cimientos legislativos de la protección medioambiental
y de las reservas de flora y fauna. Desde la perspectiva del National Trust
—como recuerda John Gaze, uno de sus administradores de fincas en aquel
entonces— la arrolladora victoria laborista de 1945 fue algo inequívocamente
beneficioso.

En 1945, con la llegada al poder de un gobierno laborista por amplia


mayoría de votos, sobre el Trust comenzaron a ejercerse influencias
nuevas. Ningún gobierno se había mostrado jamás hostil al Trust;
algunos se habían mostrado manifiestamente dispuestos a brindarle su
apoyo, y ya hemos visto lo que pensaba Baldwin al respecto. No obs-
tante, ahora había por primera vez un gobierno que no sólo estaba dis-
puesto a promover los intereses del Trust, sino también ansioso por
hacerlo. En parte ello se debía simplemente a la convicción de que el
Trust era Cosa Buena; su labor había estado muy en consonancia con
la actitud de los fabianos de las clases medias educadas, cuya influen-
cia en el Partido Laborista era tan poderosa. También existía la sensa-
ción de que el antiguo orden realmente había tocado a su fin, y de que
valía la pena recoger del suelo algunos fragmentos dispersos de éste.
Se consideraba que esta organización sería un instrumento útil para
dicho fin y que, más adelante y en el momento oportuno, podría ser
colocado bajo control del gobierno.'
40
Fue Michael Jones quien, en 1986, iniciara los tours históricos macabros que siguen
teniendo mucho éxito a pesar del incremento de la competencia. La información procede de la
señora Jones y el folleto de la Biblioteca de Bishopsgate.
41 National Trust, Educational Supplement, I John Gaze, Figures in a Landscape, A History of the National Trust, Londres, 1988. En
42
otoño de 1993. 1946, Hugh Dalton, en aquel entonces ministro de Economía, estableció los Fondos para las
National Trust, Rural Landscapes, pág. 39.
" National Trust, Educational Supplement, otoño de 1992. Tierras Nacionales a fin de dotar de recursos a los Parques Nacionales —una de sus grandes
pasiones, que adquirieron entidad legal merced a la Ley de Planificación Urbana y Rural de
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1,1,1 11,1..,1,
POLI TICA

En Australia, y aunque la noción de patrimonio histórico fuera objeto de Sin embargo, dicho término ha sido adoptado de modo no menos asertivo por
duras críticas durante las celebraciones del bicentenario de 1988, so pretexto las iniciativas culturales del Poder Negro en el ámbito museístico, en tanto
de que fomentaba el racismo, parece ser que, al contrario, se ha mostrado útil «afroamericano», el término adoptado desde la década de 1960 por todo tipo
para permitir que minorías hasta ahora estigmatizadas y subordinadas salie- de movimientos de formación de conciencia de la población negra, pone de
ran a la luz. En efecto, la recuperación y reivindicación de la cultura aborigen relieve la magnitud de la preocupación generada por la cuestión de las raíces
parece haber sido el eje del movimiento de emancipación que acaba de cose- históricas.4 En el terreno de la política convencional, las reurbanizaciones
char una victoria tan rotunda en torno a la cuestión del derecho a la tierra en presididas por inquietudes conservacionistas, siguiendo la pauta de Lowell,
los Territorios del Norte.' Al menos una de las alas del movimiento conserva- Massachusetts, han sido la gran panacea del Partido Demócrata de cara al
cionista australiano tiene sus orígenes en las iniciativas «verdes» del sindica- desmantelamiento industrial de los Estados del «cinturón de óxido». En los
lismo izquierdista y de base de los obreros de la construcción. Tanto la desig- Estados Unidos el conservacionismo puede inspirarse en despliegues de fan-
nación de una Comisión de Investigación del Patrimonio Nacional en 1973 tasía histórica como Williamsburg (la vieja ciudad colonial de «historia viva»
—que en 1976 condujo a la promulgación de la Ley Australiana del Patrimo- fundada en 1928), financiada por la fundación Rockefeller, o el Greenfield
nio Histórico y a la posterior compilación de un registro de inmuebles prote- Village de Henry Ford, pero debe mucho también a las iniciativas culturales
gidos— como el nombramiento de una Comisión de Investigación de los de la era liberal del New Deal, cuando se promulgaron las primeras medidas
Museos y Colecciones Nacionales, que desembocó en la Ley de Museos de de protección legal de edificios históricos y se puso en marcha un extraordi-
Australia de 1980, fueron iniciativas de las administraciones laboristas, y los nario proyecto de etnografía subvencionada por el Estado federal, sobre todo
grupos de acción directa medioambiental —como el que se comprometió con en lo referente a la grabación de narraciones acerca de la vida de los esclavos
una formidable lucha en torno a las reservas naturales en Tasmania— eran de y la recopilación de espirituales negros y blues.'
carácter ultrarradical. Un comentarista ha atribuido recientemente el éxito de En Francia, los vínculos históricos del «patrimonio» con la izquierda tie-
estas campañas a un caudal de patriotismo radical: nen sus orígenes en la propia Revolución Francesa. El término patrimoine
fue acuñado por los jacobinos, en un arranque de inspiración del sacerdote
...la predisposición de las administraciones laboristas, estatales y fede- igualitario Abade Grégoire, que lo empleó tanto para combatir a los icono-
rales, a conservar los emplazamientos históricos amenazados de des-
clastas y promotores de destrozos (fue también él quien inventó el término
trucción por parte de las inmobiliarias, fue un símbolo clave de este
«vándalo» para estigmatizarlos) como para fundamentar la reclamación de
«nuevo nacionalismo» y de su compromiso con la representación de
los intereses de «todos los australianos», frente a lo que se considera- los castillos, monasterios y palacios como propiedad de la nación.° Durante
ban las actividades socialmente destructivas tanto de las corporacio- más de un siglo, la idea de patrimoine corrió pareja con la de la instrucción
nes internacionales como de las élites domésticas.' republicana y el fomento de la conciencia republicana, y abarcó todos los
aspectos del patrimonio histórico, no sólo las «artes y tradiciones populares»
En los Estados Unidos, «patrimonio» es el elocuente nombre con que se (durante la época del Frente Popular se edificó un museo sobresaliente dedi-
bautizó a una de las fundaciones mejor financiadas de la Nueva Derecha,
consagrada durante la década de 1980 a la lucha global contra el comunismo.
Geoffrey C. Stewart y Faith Davis Ruffins, «A Faithful Witness: Afro-American Public
History in Historical Perspective, 1828-1984», en Susan Porter Benson et al., eds, Presenting
the Past, Essays on History and the Public, Filadelfia, 1986. Acerca de la defensa de la identi-
dad afroamericana perdida por parte de Malcolm X, véase The Autobiography of Malcom X,
1948— y al National Trust. Este fue el Fondo al que «Salvemos el Patrimonio Británico» recu-
Harmondsworth, 1968, págs. 41, 85, 276-277 [ed. cast.: Malcolm X: la autobiografía, trad.
rrió durante su batalla para salvar Mentmore a finales de la década de 1970. En Practical César Guidini, Barcelona, Ediciones B, 1992]; ed. S. Epps, The Speeches of Malcolm X, Lon-
Socialism for Britain (1935), Dalton describió al National Trust como «socialismo práctico en
dres, 1969, págs. 61-62, 77, 168-169. Véase Alex Haley, Roots, Londres, 1979 [ed. cast.: Raí-
acción». Al igual que muchos socialistas de su generación, Dalton era un entusiasta del excur-
ces, trad. Rolando Costa Picazo, Barcelona, Ultramar Editores, 1988] para un intento ambicioso y
sionismo, y ya había cogido la costumbre de recorrer la Vía Penina algunos años antes de otor- muy logrado de convertir lo afroamericano en la base de una historia familiar. La novela de
garle protección estatal en tanto ministro de Planificación Rural y Urbana, en julio de 1951.
Ben Pimlott, Hugh Dalton, Londres, 1985, págs. 218, 455-456, 553-554, 578-581. Alice Walker El color púrpura es un brillante relato de ficción escrito en esa misma vena.
Michael Wallace, «Professionalizing the Past, reflections on the History of Historic Preser-
Una reciente exposición de arte aborigen, antiguo y moderno, celebrada en la Galería vation» en Benson et al.; Charles E. Peterson, «The Historic American Buildings Survey: Its
Hayward, ofrecía indicaciones clarísimas acerca del papel del arte, la historia y el patrimonio Beginnings», en Historie America, Buildings, Structures and Sites, Washington, 1983, págs. 7-21.
histórico en los movimientos de concienciación de los australianos nativos. Peter Stutton, ed.,
6 Para una espléndida crónica acerca del papel que desempeñó dicho término en la política
Dreamings, the Art ofAboriginal Australia, Nueva York, 1988, es un catálogo excelente.
cultural de la década de 1790, véase B. Deloche y J.-M. Leniaud, La culture des sans culottes,
Tony Bennett, «Museums and "the People"», en Robert Lumley, ed., The Museum Time le premier dossier du patrimoine 1789-1798, París, 1989. Daniel Hermant, «Destructions et
Machine, págs. 76-82.
vandalisme pendant la revolution francaise», Annales, julio-agosto de 1978.
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cado a éstas),' sino también los castillos: cuando éstos fueron abiertos para toria oral y las «exposiciones populares».9 La suspicacia histórica despertada
los despliegues históricos de son et lumiére de la década de 1960, al menos por la mística de lo natural no fue óbice para que el movimiento verde fasci-
algunos de sus promotores saludaron tal iniciativa como un triunfo ulterior nase a toda una generación de la izquierda estudiantil, ni para que éste pudie-
del ideal republicano. ra presentarse, como lo hizo a ojos del disidente Rudolph Bahro, como alter-
En Alemania, donde los nazis se apropiaron de la Volkskunde de forma nativa a un comunismo históricamente agotado y en quiebra éticai°
sistemática' y la emplearon para dar credenciales históricas a la idea de un
alma racial, tanto los historiadores sociales de la «nueva ola» de la década de
1960 como la generalidad de los radicales de linaje ilustrado evitaron a toda II
costa cuanto tuviera la menor traza Volkisch. De igual modo, a raíz de la
manipulación de movimientos anteriores por parte de los nazis, toda noción Cuando, en 1987, el patrimonio histórico comenzó a ser objeto de ata-
de «regreso-a-la-tierra» se contemplaba con profundo recelo. Empero, en la ques en Gran Bretaña, resultaba bastante verosímil clasificarlo como un
práctica, el entusiasmo que suscitó en los años setenta y ochenta la arqueolo- fenómeno reaccionario, sostener que encajaba perfectamente con la ideología
gía industrial en la República Federal sólo fue superado por Gran Bretaña; dominante y la política hegemónica de la época, y considerarlo como una
fueron los ',ander socialdemócratas los que tomaron la iniciativa de promo- manifestación de ésta. Tras tres victorias electorales sucesivas en las genera-
cionar los museos del trabajo, del mismo modo que fueron también las muni- les, los conservadores se encontraban en la cresta de la ola, y la guerra de las
cipalidades socialdemócratas las más generosas a la hora de poner en marcha Malvinas —que además de políticamente popular había sido un éxito militar—
y dotar de recursos a los centros patrimoniales urbanos, los proyectos de his- parecía marcar el regreso de un aislacionismo para el que soñar con la supre-
macía desaparecida servía de compensación por el hundimiento del poderío
británico. Por la misma regla de tres, el auge de los museos —y en especial el
Marcel Maget, «Á Propos du Musée des Arts, 1935-44», Genéses, IV, 1992. de los museos industriales al aire libre— fue percibido como una compensa-
En el capítulo acerca de «Lecciones de otros países», redactado por Lord Howard of Pen- ción ante la decadencia de la economía británica y el traslado de las fábricas
rith para el volumen conservacionista rural Britain and the Beast, compilado por Clough y de la producción a otros lares. Igualmente, durante la euforia inmobiliaria
Williams-Ellis en 1938, figura un siniestro recordatorio de lo que esto significó (y de su capaci-
dad de seducción). En dicho capítulo, Lord Penrith cita elogiosamente la ley para la protección
de la década de 1980, se pensó que la «gentrificación» —nombre con el que
de las bellezas naturales del Reich aprobada por el gobierno nacionalsocialista el 26 de junio de se bautizó la rehabilitación de los cascos viejos de las ciudades por parte de
1935, «firmada por el Führer y Canciller del Reich, Adolph Hitler» y refrendado por el general las clases medias— estaba engendrando una nueva clase de rentistas. El patri-
Goering y otros ministros.
monio histórico, en resumidas cuentas, era el thatcherismo en traje de época.
Hoy como ayer, la Naturaleza, tanto en el Bosque como en el Campo, es obje- Representaba la victoria póstuma del espíritu aristocrático sobre la tendencia
to del deseo, del goce y del solaz del pueblo alemán. El paisaje de la campiña,
sin embargo, ha cambiado por completo durante los últimos años; en muchos niveladora y el potencial igualitario de los pactos político-sociales estableci-
lugares, su atuendo de árboles y flores se ha visto alterado por completo por dos en la posguerra.
obra de la agricultura intensiva y la forestación, así como por el desbroce de En vista de la evolución posterior, además de reconocer, aun de forma
praderas y la plantación de coníferas realizados con miras estrechas. Muchas
tardía, las raíces populares de la noción de patrimonio histórico, asimilacio-
especies animales que habitaban el bosque y el campo han desaparecido con la
desaparición del entorno que les era propio... Al estar ausentes las condiciones nes tan categóricas e identificaciones tan peyorativas (desde la perspectiva
políticas y culturales imprescindibles para ello, la protección de los objetos de radical) parecen exageradas. De entrada, el compromiso de los conservadores
interés natural (Naturdenkmalpflege), que viene desarrollándose desde hace
con el concepto de patrimonio histórico resulta muy superficial. Cuando
siglos, apenas podía efectuarse salvo de forma muy parcial. Sólo la transfor-
mación del Hombre Alemán ha podido crear las condiciones preliminares
Nicholas Ridley estuvo a la cabeza del Ministerio de Medio Ambiente, se
necesarias para un sistema eficaz de protección de la Belleza Natural. mostró tan implacable a la hora de prescindir del parecer de los conservacio-
He aquí lo que comenta Lord Howard of Penrith al respecto: nistas o de hacerles oídos sordos como todo desarrollista de los años sesenta,
Al margen de la opinión intelectual o sentimental que nos merezca la filosofía si bien él lo hacía so pretexto del carácter sagrado e inviolable de la propie-
política nazi, creo que todos estaremos de acuerdo en que en este preámbulo a
una ley, que yo espero que en muchos aspectos se convierta en modelo a
seguir por el resto del mundo, los redactores han plasmado de forma tan pro-
funda como sentida una conciencia de las bellezas naturales de su país y la Michael Wildt, «History Workshops in Germany», en R. Samuel, ed., History Workshop,
necesidad de conservarlas para el «deseo, el goce y el solaz» de las generacio- A Collectanea, 1967-1991, Oxford, 1991.
nes futuras. Quienes compartimos su punto de vista sobre esta cuestión aplau- o R. Bahro, The Alternative in Eastern Europe, Londres, 1979 [ed. cast.: La alternativa:
diremos cuando menos la eficacia de las medidas tomadas para alcanzar este contribución a la crítica del socialismo realmente existente, trad. Gustau Muñoz, Madrid, Alian-
encomiable objetivo. za Editorial, 1980]. Building the Green Movement, Londres, 1986.
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-144 RAPHAEL SAMUEL POLÍTICA 345

dad privada, absteniéndose de invocar los imperativos de la reurbanización como sinónimo de caducan. Sus epígonos han seguido su ejemplo. «No nos
integral. A ojos de la derecha, partidaria de la libertad absoluta de mercado, dedicamos al negocio de lo patrimonial», declaró la entonces ministra de
el carácter cada vez más restrictivo de la legislación medioambiental la hace Sanidad cuando, con gran escándalo de la opinión tanto médica como metro-
detestable, en tanto la procedencia europea (o norteamericana) del ecologis- politana, anunció que estaba decidida a seguir adelante con la decisión de
mo ofende a los aislacionistas del partido Tory. cerrar el hospital clínico más antiguo y más prestigioso de Londres.
No cabe duda de que, desde un punto de vista capitalista, por mucho que Durante la década de los ochenta y del otro lado de la divisoria política,
incomode al lobby de las autopistas o a las inmobiliarias, lo patrimonial ha el «patrimonio histórico» le vino como anillo al dedo a las apuradas autorida-
sido un éxito, o en todo caso, un proyecto con el que puede cohabitar. El des laboristas. Privadas de sus programas de construcción (que desde 1918
mapa de los alquileres de Londres pone de manifiesto la existencia de primas en adelante habían sido norte y guía del idealismo municipal), acudieron a la
mucho más elevadas para los inmuebles de Mayfair destinados a servir como reurbanización encabezada por los consorcios, utilizando los edificios «histó-
bloques de oficinas —donde el ayuntamiento de Westminster ha incluido más de ricos» como baza de negociación con las inmobiliarias —como hizo el ayunta-
la mitad de los edificios en la clasificación de viviendas protegidas por su miento de Glasgow con su recreación de «Merchant City» o el de Southwark
valor histórico-artístico, y el Grosvenor Estate defiende celosamente el traza- con el recién estrenado paseo del Támesis—, canjeando los permisos de obras
do dieciochesco de las calles— que el de la City de Londres, donde, desde que por planes de mejoría medioambiental. Los ayuntamientos laboristas también
a finales de la década de los cincuenta se pusieron en marcha las grandes acudieron al «patrimonio histórico» o a los proyectos relacionados con éste
obras de reconstrucción, la corporación municipal se ha mostrado aún más como nueva fuente de empleos en el sector servicios. En una situación domi-
destructiva que los bombarderos de Hitler." Tampoco estaría de más señalar, nada por los recortes presupuestarios y las medidas de ahorro impuestas por
claro está, el modo en que las inmobiliarias han aprendido a incorporar a sus el Ministerio de Economía y Hacienda, se trataba de una de las poquísimas
obras de demolición cierto toque conservacionista; es más, a veces da la competencias de la iniciativa municipal donde los consistorios aún podían
impresión de que para que pueda dar comienzo una obra integral de destruc- contar con apoyo exterior, si no del propio gobierno, al menos de la corpora-
ción (pienso en la ciudad de los negocios edificada sobre las ruinas de las ción del condado o de alguno de los florecientes entes semiautónomos del
antiguas oficinas de la Compañía de las Indias Orientales en Houndsditch), Departamento de Medioambiente. Muchos de ellos, confrontados durante la
son precisos los elogios de English Heritage o de la Comisión de Bellas recesión de 1977-1983 con la decadencia de la industria local y el colapso
Artes, para que pueda decirse que se prevé una reurbanización de lo más casi total de la economía de la zona, acudieron a la conservación como la
imaginativa. gran panacea para los problemas de las zonas deprimidas,
No obstante, y a juzgar por el torrente de críticas airadas contra la «retro- Cabría argumentar que, de acuerdo con las pautas antes mencionadas, lo
filia» publicadas en la prensa seria, entre los propietarios de inmuebles se patrimonial y sus aliados han insuflado vida nueva —y dado una nueva forma
está gestando una marea ascendente de protesta contra los encargados de la óptica— a lo que durante las décadas de 1890 y 1900 recibía el apelativo de
conservación del patrimonio histórico —un hatajo de estetas delirantes, se Evangelio Cívico. Se trata de uno de los escasísimos ámbitos en el que los
diría a veces, empeñados en regular hasta la forma de la última ménsula—, y gobiernos locales todavía pueden dar ejemplo, y prácticamente el único don-
cuando el lobby de las autopistas reemprenda su inexorable avance, como de ha aumentado el número de empleos en el sector público.
amenaza con hacer, es probable que el coro de recriminaciones vaya en Teóricamente retrógrada y reaccionaria en apariencia, la conservación lle-
aumento. Quizá la revocación de la orden de conservación de Mappin y va por lo menos veinte años ejerciendo de imán para los disidentes culturales.
Webb —el último edificio victoriano que quedaba en la Milla Dorada— y la Hace del utopismo algo verosímil. El grito de «Nuestro patrimonio histórico
negativa a concederle una a la estación eléctrica de Bankside (el gobierno ha peligra» ha demostrado ser, con diferencia, la máxima fuerza de movilización
vendido el solar a British Nuclear Fuels) sean indicio de la inversión de la —y de creación de redes de apoyo mutuo— de las campañas ecologistas. Sus
tendencia (los recortes instigados por el gobierno en los servicios arqueológi- causas gozan de popularidad, a despecho de que los activistas extraigan gran
cos apuntan en la misma dirección). Pese a propugnar la vuelta a los «valores parte de su energía de la acartonada rectitud de determinadas minorías. De
victorianos», la señora Thatcher, desarrollista implacable, no tenía reparos hecho, el «patrimonio histórico» es uno de los pocos ámbitos de la vida
en emplear la palabra «victoriano» con ánimo peyorativo, ni en considerarla nacional en los que puede invocarse la noción de interés general sin levantar
sospechas de intenciones partidistas, así como uno de los pocos en los que

11 Investigación a cargo de Hiller Parker. Market Briefing,


junio de 1992. Agradezco a 12 Expuse este punto de vista en «Mrs. Thatcher's Return to Victorian Values», en T. C.
Robert Thorne que me facilitase una copia de este documento. Scout, ed., Victorian Values, Oxford, 1992.
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ama 111-151/1-. 13,11,55-51,55-o

puede hacerse otro tanto con las nociones de lo ancestral y la posteridad sin nización integral de la década de 1960, aunque en nombre de una estética
tener que pasar vergüenza u obrar de mala fe. Puede presumir de logros rea- más tradicionalista que moderna.
les, pues ha rescatado calles de las garras de los conductores y creado zonas Pese a preocuparse de forma ostensible por la protección de un entorno
sin tráfico rodado, además de reverdecido áreas urbanas deprimidas y restau- particular, el conservacionismo suele incorporar intentos más o menos siste-
rado —o creado— hábitats para la flora y la fauna. máticos de mejora de éste, y con no poca frecuencia de transformación total,
Lo que distingue al conservacionismo de otras cuestiones públicas —y cual sería el caso de inventos tan brillantes como el Floral Hall de Covent
quizá explique el radicalismo de muchos de los que adoptan sus causas— es Garden. También presenta cierta afinidad con los planes de reurbanización
su predilección por la acción directa. No aguarda a que se pongan en marcha exhaustiva de la década de 1960. Subordina el interés privado a lo que consi-
tediosos procedimientos de representación o procesos jurídicos a menudo dera de interés general. A su manera, es de espíritu bastante colectivista, al
inalterables, sino que, al modo de los defensores de Oxleas Wood, deposita su ser de la opinión de que los edificios nuevos no deben «desentonar» con el
fe en intervenir en el aquí y ahora. En una época en que la decadencia de los entorno y que han de armonizar con los que lo rodean." Ciertamente, esta
partidos de masas es tan secular como precipitada, y la política de partidos se predilección por la tematización y la integración constituye el fundamento de
ha convertido en gran medida en asunto de cúpulas que sólo miran por sí los argumentos históricos y estéticos esgrimidos en su contra.
mismas, la política medioambiental es uno de los pocos espacios donde la Sean cuales sean las críticas que susciten las áreas de conservación —muy
acción individual y la participación colectiva pesan, y de ello sin duda es atacadas por ser urbes históricas de mentirijillas, disneyficadas—, al menos
indicio que Greenpeace —o ya puestos, la Real Sociedad para la Protección de suponen el reconocimiento de que el hogar ideal no empieza en el umbral de
las Aves— tenga una lista de socios mucho más larga que el Partido Laborista la propia casa, sino que remite a la totalidad del entorno, del que también for-
y un grado de debate interno mucho mayor. El conservacionismo también man parte —como sabían Ian Nairn y los autores del Outrage publicado por la
deja cierto margen para la política de lo personal y para la acción unilateral Architectural Review (1955-56)— el mobiliario urbano, los quioscos, los ban-
del individuo; nos pide que pongamos en práctica sus preceptos en nuestra cos e incluso los árboles de hierro.'5 A su manera, por tanto, el «patrimonio
vida cotidiana y nos otorga cierto margen para decidir quiénes van a ser histórico» también suscita interrogantes acerca de si el entorno debe ser obje-
nuestros vecinos (se trata de un poder peligroso, que puede ser utilizado con to de planificación o no, y no sería descabellado suponer que parte de la
fines etnocéntricos o clasistas, pero también es uno de los componentes aversión que suscita, aun cuando sea articulada por la izquierda, delate la
ineludibles de toda forma de radicalismo popular). impronta de ese horror a la planificación que aún no ha llegado al final de su
También cabría ver en el patrimonio histórico el legatario residual de la ciclo.' Quienes se esfuerzan por desprestigiar al patrimonialismo deberían
ideología de la planificación.13 Es intervencionista por naturaleza, y quizá ese pararse a pensar en el hecho de que, tras una década y media en la que la pri-
sea uno de los motivos por los que en la actualidad concita tantos vilipendios. vatización y el monetarismo se lo han llevado todo por delante, y cuando la
Al igual que la planificación durante la década de 1940 —aunque con base en idea misma de servicio público ha sido envenenada de raíz, la política
la iniciativa popular y no en los dictados de una autoridad central— constituye medioambiental sea uno de los pocos ámbitos en los que la idea de lo público
un intento de crear un paisaje nuevo, tanto de forma indirecta, recurriendo a ha conocido desarrollos nuevos y radicales. No andamos tan sobrados de con-
subvenciones para realizar mejoras, como de forma directa, por medio de traejemplos como para poder echar por la borda un ámbito para la ampliación
planes de mejoría medioambiental. Y al igual que la planificación urbana y de la esfera pública que goza de apoyo popular.
rural de los años cuarenta, se propone controlar el empleo de la tierra, limitar Lejos de ser sinónimo de entropía o de estancamiento, el patrimonio his-
el ámbito de actuación del mercado e integrar lo antiguo y lo nuevo. Sus áreas tórico y el conservacionismo podrían considerarse como sectores en expan-
de conservación, aunque menos estrictas a la hora de segregar zonas de acti- sión de la cultura nacional. Desde un punto de vista económico, en una época
vidad y áreas de residencia, podrían considerarse como retoños póstumos de en la que la microelectrónica está relegando a la obsolescencia casi todas las
esa criatura predilecta de los urbanistas de los años cuarenta, la «zonifica- capacidades humanas, es uno de los poquísimos sectores de empleo intensivo
ción», y sus planes de regeneración urbana como descendientes de la reurba- que sigue ampliándose. En términos políticos, se apoya en una amplia base
de proyectos de recuperación emprendidos por aficionados, en la que las ini-

3 Bailly, The Architectural Heritage of European Cides, Cambridge, Mass., 1979, págs. 97-
98. English Heritage, dice un antiguo miembro del Departamento de Edificios Históricos del " British Architectural Design Awards, Macclesfield, 1984.
Ayuntamiento del Gran Londres, «es en la actualidad el único organismo estratégicamente eficaz 15 Architectural Review, «Outrage», junio de 1955; «Counter-Attack», diciembre de 1956.
para Londres... La única forma de interés publico a la que están dispuestos a prestar oídos los 16 Peter Hall, Great Planning Disasters, Londres, 1980; Alice Coleman, Utopia on Trial,
hombres de las inmobiliarias». Robert Thorne en el transcurso de un debate, enero de 1994. Vision and Reality in Planned Housing, Londres, 1985.
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ciativas locales suplen o hacen las veces de sucedáneo de las decisiones muni- operación de ilusionismo histórico, de nostalgia por un pasado que nunca
cipales o la intervención estatal. Hace hincapié en la innovación y la experimen- existió.'8 La genial sátira de Martin Wiener, The Decline of the Industrial
tación culturales. Spirit, hacía extensiva dicha tesis al siglo xix y comienzos del xx, y convir-
Contraponer el futurismo al afán de resurrección, calificando a uno de tió al «ruralismo» en el villano de una obra que narraba la decadencia de
progresista y a otro de retrógrado, es una práctica habitual. Sin embargo, en Inglaterra.19 Por último, en 1987, Patrick Wright y Robert Hewison acusa-
términos históricos —como sucedió con el primer movimiento representativo ron al National Trust de engrandecer a los propietarios de casas solarie-
de la modernidad inglesa, el Movimiento de Artes y Oficios de la década de gas mientras a los demás nos inculcaba una actitud de deferencia sumisa y
1880— podrían considerarse simbióticos, complementarios y antagónicos a la boquiabierta.
vez, e incluso como las dos caras de la misma moneda, cada una de las cuales A la luz de lo antedicho, quizá valga la pena señalar que a menudo se ha
levanta acta de una carencia palpable y dolorosa del presente. Resulta sinto- asociado la conservación rural tanto con la protesta social como con la disi-
mático que ambas surgiesen como una manifestación de disidencia cultural y dencia cultural, como sucedió en el caso de Tomás Moro y el de los adversa-
pusieran de manifiesto un rechazo radical del presente en beneficio de una rios de los cercados durante el período republicano de la Commonwealth en
alteridad idealizada o fantaseada. Desde este ángulo, el auge del patrimonio la Inglaterra del siglo xvn, o más tarde, en el de Cobbett y Clare, durante la
histórico-cultural podría considerarse un vehículo de búsqueda de lo utópico, época de las revueltas del capitán Swing. A partir de la década de 1860,
un léxico para la expresión de deseos prohibidos u olvidados. Permite que la cuando empezaron a surgir de manera recurrente, y hasta época muy reciente,
utopía ocupe el espacio mágico que la memoria otorga a la infancia y se cons- la conservación y el revival de lo rural —o la «reconstrucción rural», como se
tituye en promesa de una nueva era, más sencilla y más pura que el presente; la denominó durante la década de 1920— fueron causas «progresistas», mu-
conjuga lo práctico y lo utópico. Cuando, por ejemplo, durante el invierno de chos de cuyos más ardientes defensores y representantes se encontraban en la
1993-94, The Independent ofreció a sus lectores un premio de treinta mil vertiente radical del espectro político. La Sociedad para la Defensa de Tierras
libras esterlinas mientras les invitaba a enviarles una declaración acerca de Comunales, Espacios Abiertos y Senderos, fundada en 1865 y antepasada
cómo emplearían dicha suma para cambiar sus vidas —«haciendo realidad un lejana del National Trust, era una especie de fachada de los liberales, que
sueño, quizá, poniéndose en situación de desempeñar un nuevo empleo o dar sostenía las reivindicaciones de los aldeanos y de la plebe frente a los abusos
fin a un proyecto acariciado desde largo tiempo atrás»—, el participante gana- e intromisiones de los terratenientes y las inmobiliarias." El abogado Robert
dor resultó ser un director de marketing de veintiocho años, ansioso por regre- Hunter, uno de los tres fundadores del National Trust, llevaba alrededor de
sar junto a su hermano a la aldea de Grampound, en Cornualles, para ponerse treinta años tomando parte en litigios sobre las tierras comunales y alzándose
al frente del negocio al que su familia se ha dedicado desde hace trescientos con la victoria en batallas tan célebres como las libradas en torno a Hamp-
años, «uno de los dos únicos en toda Gran Bretaña que todavía utiliza méto- stead Heath y el bosque de Epping. De joven se vio influido por el socialismo
dos naturales de curtido mediante corteza de roble, que suministra cuero de la cristiano, aunque su adscripción política, ya fuera cuando trabajó por la con-
mejor calidad a los fabricantes de zapatos de alta costura»." servación de las tierras comunales con John Stuart Mill o cuando lo hizo al
servicio del gobierno con Henry Fawcett, lo situaba en la vertiente radical del

III
'0 Raymond Williams, The Country and the City, Londres, 1975.
En Gran Bretaña la crítica de lo patrimonial se ha mostrado especialmen- 'V Martin J. Wiener, English Culture and the Decline of the Industrial Spirit 1850-1980,
te severa en lo tocante a la noción de lo rústico, a la que considera irrisoria Cambridge, 1981.
cuando no siniestra. La influencia de The Country and the City (1973), de 20 Lord Eversley (G. J. Shaw-Lefevre), English Common and Forest, the Store of the Battle

Raymond Williams, que sostenía que el bucolismo era siempre un ejercicio during the last Thirty Years for Public Rights over the Commons of England and Wales, Lon-
dres, 1894; Commons, Forests and Footpaths, Londres, 1910; W H. Williams, The Commons,
de mala fe, ha pesado mucho en ese aspecto. En los tiempos de Ben Jonson Open Spaces and Footpaths Preservation Society, 1865-1965, A Short History of the Society
(su texto de referencia es To Penshurst) fue el velo que encubrió la expolia- and its Work, Londres, 1965; J. Rawlett, «Checking Nature's Desecration; Late Victorian Envi-
ción del campesinado; en los del propio Raymond Williams fue una patente ronmental Organisation», en Victorian Studies 22, 1983, págs. 197-222. Acerca del papel de
C. R. Ashbee como miembro del Consejo del National Trust, véase Archivos del National Trust,
de corso para el «reaccionarismo inconsciente». En ambos casos suponía una Acc. 42/25-6, conferencias a pronunciar en los EE.UU. por Canon Rawley y C. R. Ashbee,
1899-1900. «Sydney Olivier es miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad para la Protec-
ción de las Tierras Comunales», nos informa una reseña de Fabian News, mayo de 1893, «...Se
solicita de forma especial a los miembros que le informen de todos los casos de cercado de tie-
17 «Free to Save a Traditional Cornish Craft», Independent, 10 de enero de 1994. rras comunales, bordes de caminos o senderos que puedan llegar a su conocimiento».
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JJU
RAPHAEL SAMUEL POLÍTICA 351

liberalismo de mediados de la era victoriana.2 ' Octavia Hill, la segunda de las cional» como del hogar pensado para ahorrar trabajo; exaltaron la Vida Sen-
fundadoras del Trust, era discípula declarada de John Ruskin, su mentor, y en cilla frente a las asfixiantes pretensiones de las convenciones de la época, la
virtud de su entusiasmo por el aire libre y los espacios abiertos, se mostró crí- libertad de los espacios abiertos frente a la claustrofobia de los interiores vic-
tica, y en ocasiones hasta hostil, con la noción de propiedad privada. Canon torianos. Baillie Scott y Raymond Unwin —este último, socialista revolucio-
Rawnsley, el tercero fundador del Trust, también había sido influido por el nario de formación— fueron reformadores en materia de vivienda, proselitis-
socialismo cristiano de joven y fue un seguidor infatigable de John Ruskin, tas de la arquitectura de la casa rural e inventores virtuales de la casa de dos
aunque quizá su beligerante defensa del Lake District, donde pasó toda su plantas y sin servidumbre para la burguesía, así como del ideal de vivienda
vida, debiera no menos al radicalismo Tory de Wordsworth.22 Parece ser que de la ciudad jardín para la clase trabajadora."
la agitación «antimigajas» de William Morris fue una de las causas que lleva- Cecil Sharp, descubridor de la danza morisca y recopilador de canciones
ron a la fundación del National Trust; una carta suya dirigida a Canon tradicionales, era fabiano, y en la obra que llevó a término en Headington
Rawnsley con fecha del 10 de febrero (¿1887?), que se encuentra en los Quarry en calidad de folclorista, se las ingenió para compaginar la notación
archivos del Trust y que fue escrita en Kelmscott House, Hammersmith, musical con el proselitismo a favor del Partido Liberal durante la tormentosa
transmite algo del espíritu combativo de los primeros años del conservacio- época del People's Budget* y la crisis de la Cámara de los Lores.26 Percy
nismo organizado: Grainger, musicólogo que contribuyó enormemente a la difusión en las
escuelas de la canción popular, era socialista, si bien de tipo racista nórdico;27
En lo que se refiere a la Comisión sobre los derechos de paso, soy de también lo era Mary Neal, que hizo algo similar en pro de la danza morisca.
la firme opinión de que mientras exista forma alguna de propiedad Durante el período de entreguerras, el «ruralismo» estuvo en gran medida en
privada de la tierra nos hallaremos completamente indefensos ante los
manos de progresistas, que se esforzaron sobre todo en resucitar los oficios
terratenientes. Si yo viviera en el campo, protestaría contra estas
en las aldeas (el discípulo de Tagore, Leonard Elmhirst, de Dartington, fue
sabandijas y alimañas con tanta furia como el que más, pero si no le
parece a usted una paradoja demasiado cruel, he de decir que no una figura representativa e influyente en ese sentido)" y en la oposición a las
lamento que la gente adinerada padezca la tiranía del sistema, puesto construcciones situadas a pie de carretera, enérgicamente coordinada por
que así es más probable que ésta llegue su fin. Clough Williams-Ellis,29 que congregó a su alrededor a un formidable contin-
Queda suyo afectísimo, gente de escritores y artistas. Encajaba a la perfección con todo ello que en
William Morris" su propaganda, los laboristas presentaran las construcciones situadas a pie de
carretera como una monstruosidad capitalista, arquetipo por excelencia de
El Movimiento de Artes y Oficios, según sus propias luces y las de sus los males de la competencia desenfrenada.
admiradores e imitadores en el extranjero (entre los que se encontraba el gran
arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright), estuvo integrado por partida-
rios de la modernidad y de la experimentación, encarnaciones vivientes de la y los Oficios, cf. el excelente Back to the Land, the Pastoral Influence in Victorian England
luz, el espacio y la libertad.24 Fueron pioneros tanto de la indumentaria «ra- from 1880 to 1914, Londres, 1982; Dennis Hardy, Alternative Communities in Nineteenth Cen-
tury England, Londres, 1979; W H. G. Armytage, Heavens Below, Utopian Experiments in
England, 1560-1960, Londres, 1961.
25 M. H. Baillie Scott, Houses and Gardens, Londres, 1900; Raymond Unwin y M. H. Baillie
Scott, Town Planning and Modern Architecture at the Hampstead Garden Suburbs, Londres,
21 Véase Robert Hunter, Preservation of Commons,
Londres, 1880, acerca de algunas de 1909; James D. Kornwolf, M. H Baillie Scott and the Arts and Crafts Movement, Londres, 1972.
sus batallas con las compañías de ferrocarriles y los propietarios de terrenos. Véase Christopher * Una de las medidas más radicales y más conocidas del Partido Liberal y de Lloyd George
Helm, Founders of the National Trust, Londres, 1987, para un retrato colectivo en conjunto
fue la instrumentación del llamado presupuesto del pueblo, el people 's budget. Esta reforma con-
poco esclarecedor.
tenía principalmente dos elementos: por un lado, imponía un aumento en los impuestos de las cla-
22 Eleanor E Rawnsley, Canon Rawnsley, An Account of his Life, Glasgow, 1923.
ses altas y, por otro, el excedente producto de esa medida se utilizaba para desarrollar un progra-
23 Archivos del National Trust, Acc. 6/4, carta de William Morris a Canon Rawnsley, fecha-
ma de subsidios populares. (N. de los t.)
da el 10 de febrero de (¿1887?). Morris no participó en la fundación del National Trust, pero 26
Cecil Sharp House, Correspondencia Sharp, caja n° 2, correspondencia con William
C. R. Ashbee, de quien puede decirse que fue en cierto modo su sucesor en el ala estética anar- Kimber.
quista y comunitaria del socialismo inglés, sí lo hizo. Cf. Archivos del National Trust, Acc. 27 John Bird, Percy Grainger, Londres, 1982.
42/25-26, para el prospecto de las conferencias que pronunció para el Trust en los EE.UU. en 28 Acerca de Dartington, véase el excelente y afectuoso The Elmhirsts of Dartington, Londres,
1900; y Acc. 1/30 para una carta dirigida a Ashbee en 1987. 1982; cf. también Maurice Punch, Progressive Retreat, A Sociological Study of Dartington Hall
24 G. Taylor,
The Arts and Crafts Movement, A Study of its Sources, Ideals and Influence on School, 1926-1957, Cambridge, 1977; Victor Bonham-Carter y W B. Curry, Dartington Hall, the
Design Theor- y, Londres, 1980. Fiona MacCarthy, The Simple Life; C. R. Ashbee in the Cots-
Histoiy of an Experiment, Londres, 1958; Anthony Emery, Dartington Hall, Oxford, 1973.
wolds, Londres, 1981. Elizabeth Cumming y Wendy Kaplan,
The Arts and Crafts Movement, 29 Clough Williams-Ellis, England and the Octopus, Londres, 1928; ed., Britain and the
Londres, 1991. Acerca de la faceta comunitaria del Movimiemnto de Recuperación de las Artes Beast, Londres, 1938; véase también su autobiografía, Architect-errant, Londres, 1971.
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JtVIVI

Los primeros promotores del culto a la casa solariega —causa que en el izquierda: junto a Nancy Cunard y la duquesa de Atholl, fue una de las aris-
período de entreguerras se daba prácticamente por perdida— también fueron, tócratas disidentes que apoyó a Spanish Aid y defendió la causa republicana
por curioso que parezca, «progresistas» en lo político, si no en su conserva- durante la Guerra Civil Española.
cionismo. Y en efecto, en fecha tan tardía como 1936, cuando el vicepresi- Ya en una vena más popular, los Parques Nacionales fueron una iniciativa
dente del National Trust era George Lansbury,3° el rescate de las casas sola- política laborista," el excursionismo era uno de las principales componentes
riegas condenadas al olvido se consideraba una causa más laborista que (aunque de forma no oficial) del estilo de vida socialista35 y la «libertad de
conservadora. Durante la década de 1930, la cantidad de asuntos internos deambular» fue objeto de campañas por parte de la izquierda.36 El excursio-
socialistas que se ventilaron en el interior de casas solariegas fue muy nota- nismo adquirió una base de masas en la época eduardiana, gracias a la Clarion
ble, bien porque las habían convertido en centros de conferencias —como League, organización juvenil de cuarenta mil miembros que combinaba los
aquellos en los que el Partido Laborista Independiente, los fabianos y los encuentros dominicales en bicicleta con el apostolado de la buena nueva
liberales celebraban sus cursos de verano—, bien porque, al igual que Darting- socialista en los prados comunales. Durante el período de entreguerras, fue
ton Hall, Garsington o Hinton Manor (que acogió durante los años treinta a fomentado no sólo por los Woodcraft Folk —especie de versión mixta y antimi-
gran parte del futuro gabinete laborista),3 ' eran un destino de fin de semana litarista de los Boy Scouts y las Girl Guides, que combinaba la propagación
para la intelectualidad radical. Quizá también porque, al modo del Easton del pacifismo y de la mística de lo natural—,37 sino también por la Asociación
Lodge de la condesa de Warwick durante la década de 189032 o la finca de de Albergues Juveniles, constituida en 1930, así como por ese gran ejército de
Lord Faringdon en Oxfordshire (abrevadero del bevanismo durante la década excursionistas que en los días festivos y las vacaciones salía de caminata por
de los cincuenta), había un aristócrata radical presente. las montañas y los brezales. El excursionismo ejercía un atractivo muy espe-
Vita Sackville-West, que abogó por la casa solariega «orgánica» frente a cial en el sector bohemio de la clase obrera, en tanto alternativa más bien inte-
la opción alternativa, más grandilocuente y palladiana, no tenía nada de pro- lectual al salón de baile, y por añadidura gratuita. Parece ser que dicho sector
gresista, pero es probable que su matrimonio le hiciera codearse tanto con ocupó un lugar destacado entre quienes salieron en tropel de Manchester,
laboristas como con conservadores; incluso con anterioridad a su relación Sheffield y Leeds en 1934 para ocupar en masa Kinderscout, una de las accio-
amorosa con Virginia Woolf, al menos una de sus múltiples existencias pare- nes que anunció la larguísima campaña para la apertura de la Vía Penina.38
ce haberse desarrollado en los márgenes del grupo de Bloomsbury. En todo Ninguna de estas pasiones de izquierda sobrevivió a la posguerra, pese a
caso, sus nociones acerca de la casa solariega «informal» parecen más afines que (como observó un corresponsal del History Workshop Journal) en las
a lo que en la actualidad se conoce como el «aspecto casa rural», afectuosa- carreteras rurales todavía pudieran verse ciclistas septuagenarios, «con las
mente caricaturizadas en el «Hogar, Dulce Hogar» de Osbert Lancaster, que a
las fantasías romanistas de Sir John Vanbrugh.33 Sybil Colefax, cuya célebre
tienda de Mayfair fue uno de los semilleros de lo que en la actualidad se
34 John Sheail, «The Concept of National Parks in Great Britain, 1900-1950», Trans. Inst.
conoce como «el aspecto casa solariega», cultivó en su otra faceta (la de of British Geographers, 66, 1975; Rural Conservation in 1nter-War Britain, Oxford, 1981.
anfitriona literaria) la amistad y el mecenazgo de escritores y artistas de " Véase Ruth Adler, A Family of Shopkeepers, Londres, 1985, cap. XVIII, acerca de la
manía excursionista que prendió entre la juventud judía de Stepney.
36 C. E M. Joad, A Charter for Ramblers, Londres, 1934; Joad, que devino en celebridad
nacional durante la Segunda Guerra Mundial al convertirse en una de las estrellas del "Brains
" El apoyo brindado por Lansbury al National Trust estaba en perfecta consonancia con la Trust" de la BBC, fue el elegido para compilar el homenaje rendido por la BBC al National Trust
atención que dedicó durante toda su vida a las cuestiones medioambientales, con su promoción con ocasión del quincuagésimo aniversario de éste: véase Archivos del National Trust, Acc. 45
de las granjas escuelas y —como ministros de Obras Públicas en el gobierno laborista de 1929- «The National Trust. Past Achievements and Present Activities», guión para el Tercer Programa
1931— con su defensa de los centros de deportes acuáticos al aire libre. Raymond Postgate, The de la BBC, 10 de agosto de 1947.
Life of George Lansbury, Londres, 1951. " Para una espléndida y nueva crónica acerca de los Woodcraft Folk en relación con los
31 Véase Nicholas Davenport, Memoirs of a City Radical, Londres, 1974, acerca del lugar
misticismos de lo natural durante la década de 1920, véase Derek Edgell, The Order of Wood-
ocupado por Hinton Manor en el XYZ Club, donde el joven Hugh Gaitskell hizo sus primeros craft Chivalry 1916-1949 as a New Age Alternative to the Boy Scouts, 2 vols., Lampeter, 1992.
pinitos en política. Véase también D. Prynn, «The Woodcraft Folk and the Labour Movement, 1925-1970», Jour-
32 Modern Record Office, Universidad de Warwick, Manuscritos. 74/6/2/105. La carta de la nal of Contemporary History, 1983, vol. 8, págs. 79-95.
condesa de Warwick a Ben Tillet, 21 de diciembre de 1936, es un recordatorio conmovedor de " Véase Howard Hill, Freedom to Roam, Ashbourne, 1980. Véase Ewan McColl, Journey-
lo que en otros tiempos significó Easton Lodge. man, An Autobiography, Londres, 1990, para la historia del joven mecánico de talleres cuyo
33 Vita Sackville-West, English Country Houses, Londres, 1941; Jane Brown, Vita 's Other
«Soy excursionista», escrito para alentar la entrada no autorizada en propiedades particulares se
World, a Gardening Biography of V. Sackville-West, Londres, 1985; para una versión hostil aun- convirtió, treinta años después, en uno de los himnos oficiosos del movimiento de los clubes de
que interesante, véase Suzanne Raitt, Vita and Virginia, the Work and Friendship of V. Sackville- folk. John Lowerson, «Battles for the Countryside», en Frank Gloversmith, ed., Class, Culture
West and Virginia Wolf, Oxford, 1993. and Social Changa, Brighton, 1980.
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posaderas en alto y moviendo los pedales como si de pistones se tratara», y dedicaba a compilar su «diario rural», ejercía de maestra en una escuela ele-
que a las marchas a Aldermaston de 1958-62 siguieran acudiendo en masa mental de Birmingham; los domingos, siguiendo la estela de su padre socia-
excursionistas cargados con mochilas. Durante la década de 1960 los redac- lista, enseñaba en la Birmingham Labour Church, en Hurst Street. Junto con
tores de The New Statesman ya no se sentían obligados a escribir acerca de su familia, también acostumbraba a asistir allí a los oficios religiosos de los
los asuntos del campo, como había hecho Kingsley Amis, o a redactar de vez domingos por la tarde, en los que (en palabras del investigador que se puso a
en cuando una columna firmada con el pseudónimo Mr. Park; el laborismo, rastrear las pistas sobre su vida) «todas las semanas hablaba un socialista».
por su parte, cuando empezó a reparar en las cuestiones relativas a la conser- Al igual que Effie, su hermana mayor, Edith era una ferviente seguidora del
vación, mostró mayor interés por los servicios urbanos que por la integridad Movimiento de Artes y Oficios, y por lo visto el Birmingham Art College,
del mundo rural. Las pasiones de la contracultura de los años sesenta fueron donde sus dibujos obtuvieron la calificación de «excelente», fue fundado por
mucho más metropolitanas que sus predecesoras del período de entreguerras discípulos de William Morris."
(una de las consignas de International Times era «Hagamos de Londres una En la nota del editor a La felicidad de vivir con la naturaleza: el diario de
ciudad que funcione las veinticuatro horas»), y aunque organizara inmensos Edith Holden, quizás escrita en defensa de la elección de un título tan oportu-
conciertos de música pop al aire libre, las excursiones no eran lo suyo. Con nista,* se observa astutamente que el diario fue encontrado «en una casa
todo, la contracultura no dejó de tener su faceta artesanal. Los puestos de solariega»; sin embargo, no hay testimonios que apunten a que la propia
ropa «étnica» fueron la semilla originaria del actual megamercado de Cam- Edith Holden residiera jamás en una de ellas, ni mucho menos de que hubiera
den Lock; los restaurantes macrobióticos y las tiendas de «alimentos integra- redactado su diario allí. Es más, en el diario no hay ninguna referencia a inte-
les» promovieron el cultivo de productos «biológicos». Podría decirse que rior doméstico alguno: los versos se yuxtaponen de principio a fin con bocetos
Cranks, el restaurante de alimentos naturales que abrió sus puertas en Car- de flores. De hecho, su «diario» es muy afín a los de aquellos botánicos deci-
naby Street en 1961 (y que utilizaba sólo «harina 100% integral, azúcar de monónicos de clase trabajadora que (cosa de la que a veces se quejaban los
Barbados sin refinar, huevos y productos lácteos de granja y fruta fresca»), sabatarianos) se pasaban los domingos recolectando especímenes o realizan-
fue pionero de algunas de las marcas vernáculas que se encuentran hoy en día do bocetos al natural. En el diario no se halla el menor rastro de ninguna de
en los anaqueles de los supermercados, mientras que la decoración, hoy ya las mercancías fabricadas utilizando su nombre; no se hace mención alguna
consabida pero en aquel entonces revolucionaria —«cerámica de gres hecha a de los accesorios para el dormitorio que Marks and Spencer aún tenía a la
mano, robustas mesas de roble de color natural, baldosas sin vitrificar de venta en 1987-88 (al año siguiente fueron reemplazados por el aspecto «Ver-
color brezo, pantallas de lámpara trenzadas y fundas de asiento tejidas a salles») ni de la «cocina rural de la dama rural eduardiana» que compitió con
mano»— presagiaba el aspecto de pino decapado. En un sentido más general, la «Balmoral» y la «Elizabeth Ann» por llevarse la palma en las revistas ilus-
la idea del retorno a la tierra afloró de nuevo —no sólo como panacea tradas de publicación mensual, ni menos aún de las tarjetas «de la dama rural
medioambiental, sino también como utopía privada— gracias a la mística de eduardiana» que se vendían en la sección de artículos de escritorio de los
lo natural, la meditación trascendental, las canciones nostálgicas y la ropa grandes almacenes W. H. Smith's y John Menzies.
holgada de la era hippy, así como a las comunas, ocupaciones ilegales y asen-
tamientos de los primeros estudiantes radicales que se marginaron de la so-
ciedad por su propia voluntad (A. Rugby, Communes in Britain, 1974, retrata IV
dicho movimiento en su primera etapa).
En este contexto convendría señalar que en realidad Edith Holden, la lla- Durante la década de 1930, el Movimiento Moderno en arquitectura y
mada «dama rural eduardiana» de La felicidad de vivir con la naturaleza: el diseño fue de la mano de la organización de lobbys y grupos de presión con-
diario de Edith Holden (éxito de ventas internacional cuando fue publicado servacionistas. Sin duda alguna, el Consejo de Protección de la Inglaterra
en 1977, y que, mediante una hábil concesión de franquicias, dio lugar a una Rural, fundado en 1926, era partidario de la ideología de la planificación, y
vasta profusión de productos de la «dama rural eduardiana») no era en abso-
luto una dama rural, sino una socialista nacida en Birmingham, así como una
artista un tanto afín por sus orígenes, su ocupación y su perspectiva vital a la
" Arthur Holden, el padre de Edith, fabricante de pinturas y de barnices, se hallaba «en
Miriam de Hijos y amantes, de D. H. Lawrence.39 Entre semana, mientras se dificultades financieras», y es posible que aproximadamente en la época en que ella compilaba
su diario, la familia se viera obligada a trasladarse a una vivienda de las afueras, situada en una
ciudad-dormitorio de crecimiento acelerado, a pesar de que «Edith siguiera estando a escasa
distancia en bicicleta de los amados parajes de su infancia», ibíd., pág. 20.
" Josephine Poole, The Country Diary Companion, Londres, 1984, pág. 12. * The Country Diary of an Edwardian Lady. (N de los t.)

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consideraba la reconstrucción rural y la prevención de las construcciones a
J. M. Richards, fundador del Grupo Georgiano en 1937, y después editor
pie de carretera como el único modo de impedir una nueva expropiación de
durante largos años de la Architectural Review, amén de influyente populari-
la campiña.'" También fue uno de los primeros defensores de la idea de los
zador de la modernidad, combinaba la fe en la planificación social con un
Parques Nacionales y apoyó la «libertad de deambular» de los excursionistas.
enorme fervor por muchos frutos de antaño. Su Functional Tradition (1958)
De modo inevitable, se contó asimismo entre los primeros en abogar por el
está consagrado a analizar y alabar edificios y plantas industriales tan de la
control del uso de la tierra, gran panacea colectivista para los males del mun-
primera hornada como el Albert Dock de Liverpool (en aquel entonces ya en
do rural. Sir Patrick Abercrombie, Secretario del Consejo de Protección de la
estado ruinoso y en la actualidad clasificado como edificio de la Categoría I),
Inglaterra Rural, fue el planificador más célebre de su época, discípulo de
Snape Maltings (más tarde adoptado por Benjamin Britten y Peter Pears para
Geddes, y autor en 1943 de un proyecto utópico para la reconstrucción de
posguerra verdaderamente excepcional, The County of London Plan. los Festivales de Aldeburgh) y las naves de los pescadores de Hastings, salva-
Durante el período de entreguerras, la modernidad y el revival también guardadas hace poco para estos al cabo de una campaña de sesenta años de
duración.44 «Es posible que este tipo de estructuras», escribe Pears acerca de
fueron inseparables desde el punto de vista estético. El «estilo regencia»
las naves de almacenamiento decimonónicas, «parezcan demasiado modestas
—invención de los decoradores de interiores que se puso de moda a principios
para merecer el nombre de arquitectura, pero ponen de relieve mejor que cua-
de la década de los treinta— fue presentado como correlato del Movimiento
Moderno (resulta sintomático que fuera popularizado por Peter .Iones, los lesquiera otras el gusto tan acertado como espontáneo —basado en lo robusto
grandes almacenes ultramodernos de Chelsea).42 Lo mismo sucedió con las y sencillo— del que hicieron gala los ingenieros y las empresas constructoras
del siglo xix»."
líneas supuestamente sencillas y la predilección por lo espacioso y aireado de
Otra figura en la que merece la pena detenerse (por una parte porque fue
la arquitectura georgiana. No menos influyente —era la filosofía dominante de
la Asociación del Diseño y la Industria fundada en 1915— fue la combinación el autor de la máxima contribución del conservacionismo a la historia del
de la tradición del Movimiento de Artes y Oficios con la fe en la estética de entorno arquitectónico y por otra porque ayudó a casar el amor por el estilo
la máquina, ya presagiada por el socialismo místico de W. R. Lethaby" en la georgiano con la ideología de la planificación) es la de John Summerson,
Escuela Central de Artes y Oficios y adoptada en la década de 1930 por autor de Georgian London y en sus últimos años de vida conservador de ese
Nikolaus Pevsner en Pioneers of Modern Design (1935) así como por Her- extraordinario monumento al coleccionismo de antigüedades de finales del
bert Read en Art and Indushy (1934), que llegaría a su apoteosis con los pla- siglo XVIII que es el Museo Sir John Soane. Como Mandler ha demostrado en
nes de «Racionamiento» durante la guerra y la fundación del Consejo de un estudio reciente, Summerson era hostil a lo que en una ocasión denominó
Diseño Industrial. «arquitectura Toiy». Apoyó a los académicos y arquitectos que se refugiaron
en Inglaterra huyendo del continente europeo, y el neomarxismo de sus con-
cepciones históricas ha sido atribuido a la influencia del Instituto Warburg.
4' El CCIR, como muestran los ejemplares de la publicación mensual Reports, trabajaba de Además de constituir un ejemplar maridaje entre la historia económica y la
forma conjunta con organizaciones como el Consejo Nacional de Planificación Urbanística, y estética, Georgian London es también una extraordinaria reivindicación de la
participó de forma plena en la presión parlamentaria para que se aprobara una legislación que ideología de la planificación y, a su modo, un breve tratado sobre su época,
regulase el uso de la tierra, los poderes de planificación y el acceso a la campiña. Para una inte-
resante memoria acerca de la fundación del CCIR y su primera campaña en torno al Derbyshire tan representativo como el Britain and the Beast y el Britain and the Octopus
Peak, consúltese el North West Sound Archive, entrevista con Garard Haythorn Thwaite, 17 de de Clough Williams-Ellis.4<
diciembre de 1991. «La Sociedad Fabiana, en cuyo seno se mostró muy activo hasta los ochenta Desde un punto de vista educativo amén de arquitectónico, lo patrimonial
y muchos años, fue el hogar espiritual de Skeffington-lodge», rezaba una necrológica dedicada
entró en escena como fuerza progresista. Así, las danzas folclóricas fueron
al antiguo parlamentario por Bedford. «Durante muchos años fue secretario y presidente de la
agrupación de Brighton y Sussex, que se encuentra entre las más activas de todo el país. Fue introducidas en las escuelas eduardianas por profesores como Mary Neal, y
muy amigo de John Parker, Arthur Blenkinsop y Arthur Skeffington (no existe parentesco), constituyeron uno de los primeros experimentos en gimnasia rítmica, una for-
todos ellos fabianos muy preocupados por el mundo rural, lo que le llevó a apoyar vigorosamen-
te al Consejo de Protección de la Inglaterra Rural, del que fue secretario del comité de distrito
de Brighton, a la Real Sociedad para la Protección de las Aves y a los Amigos del Lake District.
Mucho tiempo antes de que ser ecologista se pusiera de moda, él ya lo era». Tam Dalyell, «Tom 44 Para una crónica de esta campaña, realizada por quien la encabezó durante su fase más re-
Skeffington-lodge», Independent, 26 de febrero de 1994. ciente y de mayor éxito, véase Steve Peak, «The Battle on the Beaches since 1945», en Fisher-
42 John Cornforth,
The Inspiration of the Past, Country House Taste in the Twentieth Cen- men of Hastings; 200 years of the Hastings Fishing Community, Hastings, 1985.
tury, Harmondsworth, 1985, págs. 146-147. 45 J. M. Richards, The Functional Tradition in Early Industrial Buildings, Londres, 1958,
43 W. R. Lethaby, Home and Country Arts,
Londres, 1924; Form in Civilisation, Londres, pág. 165.
1938; R. W S. Weir, William Richard Lethaby, Londres, 1938; Godfrey Rubens, 4' Peter Mandler, «John Summerson, the Architectural Critic and the Quest for the Mo-
Richard Lethaby,
His Life and Work, Londres, 1986. dern», en S. Pendersen y P. Mandler, eds., Alter the Victorians; Private Consciente and Public
Duty in Modern Britain, Londres, 1994, págs. 229-246.
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KAPHAEL SAMUEL POLITICA JJY

ma de liberar los miembros del encorsetamiento victoriano.47 Así también, la les ahumados y peluches; los platos de acero inoxidable eran los rega-
artesanía —en forma de cerámica y carpintería— se fomentó como ejemplo de los de boda universales, y el Saab 96 despertaba una enorme admira-
educación mediante el arte.48 Los Boy Scouts y las Girl Guides (o, en la este- ción; toda una generación de cinéfilos estudiantiles consideró Fresas
la del movimiento Laborista y Cooperativo, el Woodcraft Folk) encarnaban salvajes y Sonrisas de una noche de verano como cumbres del arte
los principios del higienismo y el retorno a la Vida Sencilla (en la actualidad cinematográfico. Casi todas las escuelas primarias de la década de los
las acampadas en el bosque parecen desempeñar una función bastante seme- sesenta evocaban de algún modo la escuela de Munkegard en Copen-
hague, y el arquitecto de ésta fue invitado a diseñar lo que acabaría por
jante para los padres con inquietudes ecológicas). Más tarde, durante la déca-
ser el edificio del siglo xx más espléndido de la Universidad de
da de 1950, la canción folklórica de cuño industrial fue adoptada por los pro- Oxford. Escandinavia era sinónimo de diseño de calidad en materia de
motores de «The New English» como forma de introducir en el temario es- edificación, mobiliario y tejidos, de interés serio por el arte y de un
colar la «experiencia de la clase obrera» y aproximar el lenguaje de las aulas al estilo de vida que en Inglaterra pasaba por ser completamente hedonista.
de la vida cotidiana.49 Los museos al aire libre formaban parte de esta impresión general."
En un principio, los museos al aire libre, que los críticos culturales del
presente ridiculizan en tanto quintaesencia de la sensiblería y del conservadu- En sus fases iniciales, el conservacionismo de posguerra fue un movi-
rismo aislacionista inglés, estuvieron durante la década de 1960 en manos de miento con el que el establishment tuvo poco o nada que ver. The Body Shop
las jóvenes promesas vanguardistas de la profesión museística, conservadores surgió a partir de la contracultura de Brighton;5' la Campaña por la Cerveza
deseosos de liberar las piezas de sus vitrinas y exponerlas en espacios abier- Auténtica fue iniciativa de unos borrachines radicales;" Covent Garden, en
tos y cambiantes. Según lo escrito por Barrie Trinder, uno de los fundadores su forma actual, brotó a partir de una agitación «comunitaria» contra la ronda
del Museo del Cañón de Ironbridge, obtuvieron su inspiración estética del de circunvalación en la que desempeñaron un papel muy importante los estu-
mejor diseño escandinavo: diantes recién radicalizados de la Asociación Arquitectónica. Durante las pri-
meras etapas de la agitación contra la ronda de circunvalación, los partidarios
Los proyectos de la década de 1960 compartían muchas aspiraciones y del marxismo deleonista figuraron en un lugar no menos prominente, al igual
utilizaban en gran medida las mismas expresiones para justificar su que lo hicieron, en época más reciente, durante las ocupaciones ilegales que
existencia. Todos ellos tenían que ver con los monumentos de la revo-
bloquearon el camino a los constructores de carreteras. La idea de los «cen-
lución industrial, con ofrecer oportunidades para el trabajo voluntario,
tros para el estudio y conservación del patrimonio histórico» la introdujo en
con las visitas potenciales de grupos escolares y con el fomento de la
artesanía. La expresión «museo al aire libre» se empleaba en un senti- este país un antiguo redactor del Daily Worker que, durante la transición de
do muy semejante, como término que se creía que suscitaría una apro- «rojo» a «verde», se convirtió en agente de prensa del Real Instituto de Arqui-
bación instantánea, aunque fueran pocas las personas que compren- tectos Británicos. Como escribió en una carta:
dieran sus implicaciones. Lo que mejor explica el entusiasmo despertado
por los museos al aire libre es la moda por todo lo escandinavo que A decir verdad, los centros para el estudio y la conservación del patri-
sacudió Gran Bretaña a finales de la década de los cincuenta y comienzos monio histórico fueron creación mía. La inspiración para la idea de
de los sesenta. Las estudiantes adornaban sus habitaciones con crista- «interpretar» el entorno natural para una población urbana que había
perdido contacto con la naturaleza la obtuve de los parques nacionales
estadounidenses. En 1973-74, cuando estaba realizando —gracias a
una beca Leverhulme— un estudio de la crisis de la arquitectura, se me
47 Véase Georgina Boyes,
The Imagined Village, Manchester 1993, págs. 72-86, 94-95,
ocurrió la idea de que la gente debería comprender tanto la historia
155-156, acerca de Mary Neal y el Espérance Club, el empeño más enérgico, si bien muy con-
trovertido, por trasladar los principios del revival a la enseñanza en la escuela primaria. Roy como la forma en que realmente funcionan (incluyendo la asignación
Judge, «Mary Neal and the Espérance Morris», Folk Music Journal, V: 5, 1989, págs. 545-591.
Cecil Sharp, Folk Singing in Schools, Londres, 1912.
48
Acerca de las ideas progresistas en la docencia inglesa durante el período de entregue- 5° Barrie Trinder, «A Philosophy of the Industrial Open-Air Museum», en Claus Ahrens,
rras, véase R. J. W Selleck, English Education and the Progressives, 1914-1939,
1972; Trevor E. Blewitt, ed., The Modern Schools Handbook,
Londres, ed., Report of the Conference of the European Association of Open-Air Museums, Hargen-Det-
Londres, 1934; W Boyd y W T. mold, 1985, págs. 87-95.
Rawson, The Story of the New Education, Londres, 1965.
s' Anita Roddick, Body and Soul, Londres, 1991; Gilly McKay y Alison Corke, The Body
u Véase S. Clements, J. Dixon y L. Stratta, Reflections, Oxford, 1963, y Things Being
Various, Oxford, 1967, así como John Dixon, Shop, Franchising a Philosophy, Londres, 1986.
A Schooling in English; Critical Episodes in the 52 Richard Boston, Beer and Skittles, Londres, 1977. Agradezco a Mr. Boston que me per-
Struggle to Shape Literary and Cultural Studies, Milton Keynes, 1991, págs. 150-154, para una
mitiera leer el archivo de sus artículos semanales. Aparte de su interés en relación con los pro-
crónica retrospectiva. En Things Being Various
se incluyeron fotograbas en blanco y negro con gresos de la CAMRA [Campaign for Real Ale], constituyen una fascinante crónica de los cam-
un ánimo muy semejante al que llevó a incluir canciones folk en Reflections.
bios acaecidos en las costumbres.
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del espacio social) los entornos en los que viven. Como miembro del ción de rescate para salvar reliquias del pasado se convierte de forma paulati-
comité para el Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico de 1975,
convencí al Arts Council para que financiara tres «centros de interpre- na en una obra de restauración para la que hay que crear un nuevo entorno, a
fin de transformar los fragmentos dispersos en un todo coherente. Las reser-
tación arquitectónica» experimentales, y participé personalmente en la
creación del centro de York. Sigo pensando que era una buena idea, vas naturales son, por definición, parajes bastante frágiles, que sólo la más
aunque nunca me gustó la denominación «centro para el estudio y la atenta e intervencionista de las administraciones (que impida el paso a depre-
conservación del patrimonio histórico», acuñada por Lady Dartmouth dadores potenciales mediante vallas electrónicas y ponga en marcha comple-
(en la actualidad condesa Spencer y —¡Dios le coja confesado!— suegra jas operaciones hidrográficas para mantener en óptimas condiciones el lodo)
del príncipe de Gales). Siempre sostuve que el concepto de un centro es capaz de mantener en estado salvaje." Las ruinas reconstituidas son, si
en el que la gente pudiera aprender cosas acerca de su entorno no acaso, más vulnerables todavía, pues se hallan expuestas tanto a la presión de
debería estar restringido a las «áreas de conservación» especiales y en las aglomeraciones de visitantes como a la mano embellecedora de los admi-
ese sentido, ¡estoy encantado de que Wigan tenga uno!" nistradores del patrimonio histórico. En pocas palabras, el patrimonio históri-
co, lejos de ser un estado estacionario, no hace sino mudar continuamente su
En el extremo opuesto del espectro político, la conservación debe muchí- antigua piel y metamorfosearse en algo distinto.
simo a los disidentes culturales de derechas. A este respecto, James Lee-Milne, Cuando el término «arqueología industrial» fue acuñado por primera vez,
durante muchos años secretario del National Trust, que odiaba las tendencias
se presentaba ni más ni menos que como una prolongación natural de la
niveladoras de la Gran Bretaña de posguerra y estaba decidido a colocar el excavación tradicional, que identificaba los restos visibles del pasado y traza-
rescate de las casas solariegas amenazadas dentro del ámbito de la obra del ba el mapa correspondiente. Se ocupaba más de las reliquias que del entorno.
Trust, fue una figura claramente influyente (en el Journey Through Ruins
de La aparición de los museos del trabajo, y el esfuerzo por reproducir un
Patrick Wright se desentraña este personaje de forma muy esclarecedora); lo ambiente «de época» realista y total —no sólo fábricas, sino también tiendas;
mismo cabe decir del corresponsal anarco-Tory para asuntos arquitectónicos no sólo mulas, sino también corrientes del saetín; no sólo herramientas, sino
del Daily Telegraph, Ian Nairn, uno de los primeros en ampliar la noción de
también chimeneas— tuvo el efecto colateral de idealizar el proceso de trabajo
«conservación» de la protección de la flora y la fauna al entorno urbanizado. y dotar de vida a lo inerte. Las personas encargadas de mostrar el funciona-
La conservación de los ferrocarriles, primera de las obsesiones de resurrec- miento de los artilugios expuestos en los museos de «historia viva», recluta-
ción de la posguerra, y quizá la que tuviera una base de masas más nutrida, das entre trabajadores jubilados o cesantes, constituyen las mejores exposi-
parece haber prosperado por sus propios medios, y debe muy poco tanto a los ciones. El herrero ante su forja es un monumento a la fuerza viril; el zapatero
estetas de derechas como a los intelectuales de izquierdas. cosiendo con su punzón encarna al artesano de antaño. Los niños empleados
en las hilanderías, que entran y salen de entre las máquinas, son milagros de
la supervivencia. Lo que comenzó como una operación de rescate que se
V
ocupaba de restos materiales, se vio elevado así, de forma paulatina, a glori-
ficación del trabajo manual. «Viva la fábrica», rezaba el elocuente título ele-
Uno de los motivos por los que el patrimonio histórico no puede ser adju- gido por Manchester Studies cuando, en 1979, organizaron una exposición
dicado ni a la izquierda ni a la derecha radica en que está sujeto a asombrosas fotográfica de interiores de molinos antiguos.
transformaciones en el transcurso de lapsos muy breves. El conservacionis- Las exposiciones museísticas suponen un conjunto ulterior de desplaza-
mo no es un acontecimiento sino un proceso; se trata más del comienzo de un mientos, dado que, como sucede con toda exposición, hay que seleccionar
ciclo de desarrollo que (o además de) un intento de detener el paso del tiempo. los objetos en función de su capacidad expresiva, transformándolos en
El solo hecho de la conservación, aun cuando no pretende otra cosa que esta- espectáculo público y agregándoles un relato público y a menudo también
bilizar, conlleva por fuerza toda una serie de innovaciones, aunque no sea histórico. El Museo de la Vida Rural de Emilia es un buen ejemplo. Inició su
más que para detener la «grata decadencia».54 Lo que comienza como opera- andadura hace unos treinta años, en 1964, cuando Ivano Trigari, antiguo
campesino empleado en una cooperativa agrícola de las inmediaciones de
Bolonia, encontró una vieja herramienta de labranza semienterrada, conoci-
" Carta enviada al autor por Malcolm MacEwan, 10 de octubre de 1987. En relación con da localmente con el nombre de stadura. Cuando la expuso, desató un brote
otras actividades de MacEwan en este terreno, consúltese su autobiografía, The Greening of a
Red, Londres, 1991.
54 «Grata decadencia», tema de un capítulo merecidamente célebre del
Buildings and Pros- " Acerca de la reserva de la Real Sociedad para la Protección de las Aves en Minsmere, véa-
pects de John Piper, Londres, 1949.
se Simon Barnes, Flying in the Face of Nature; A Year in Minsmere Bird Reserve, Londres, 1992.
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de fiebre emuladora, y las festa della stadura —demostraciones del funciona- fundadores de la IWA y presidente a tiempo completo de dicha asociación,
miento de las viejas herramientas manuales— se extendieron por toda la pro- creyó, al consagrarse a una «campaña agotadora para insuflar vida a un cadá-
vincia en un ambiente al parecer bastante carnavalesco. Al ser institucionali- ver», que quizá estuvieran desborzando el camino de un segundo frente en el
zados y expuestos en un museo, con leyendas suministradas por el departa- comercio interior." En la actualidad, cuando las dársenas de los canales se
mento de historia económica de la Universidad de Bolonia, los objetos pre- han convertido en escaparates del bucolismo urbano, en los que brotan cen-
sentaban un aspecto muy diferente: ya no se trataba de milagros, maravillas tros de congresos, complejos de ocio, apartamentos de lujo y flamantes sen-
o curiosidades, sino de ilustraciones documentales de un relato de lo más deros adoquinados, y cuando la Asociación de Canales y Ríos Navegables
previsible." presume de ser la única industria de ocio nacionalizada, los canales, pese a
El solo hecho de la conservación otorga valor estético, pues transforma contar con más de un millar de edificios protegidos, parecen más un indica-
los muros de los almacenes en paisaje urbano, las grúas en obeliscos y los dor del futuro que del pasado.
callejones en rutas pintorescas. Dota al atraso de atractivo visual y convierte Incluso en aquellos casos en los que los objetos han permanecido intac-
materias de estudio en objetos de deseo. Las «oscuras fábricas satánicas» ya tos, podemos tener la certeza de que se ven de otra manera, en parte a causa
no parecen tan horrorosas cuando se las expone en calidad de monumentos de los cambios en el entorno pero quizá todavía más por el cristal con que se
históricos o se las reconstruye en un entorno pintoresco. A nadie que visite el miran. Así, en una época en la que, ante el impacto de la agroindustria, los
molino de Greg en Styal, Cheshire, propiedad del National Trust, dejará de nombres de los campos han pasado a la historia, la temática de la «historia in
impresionarle la gigantesca rueda hidráulica, todo un cíclope de las artes de situ» amenaza con volverse tan abstrusa como lo era la de las «aldeas perdi-
Vulcano. Sin embargo, no hay residuos de algodón adheridos a sus muros, y das de la Inglaterra medieval» en los tiempos en que los profesores Hoskins
los terrenos han sido ajardinados con esmero; los telares restaurados, pese a
y Beresford salían a pasear entre el barro. De igual modo, los jornaleros agrí-
tener doscientos años de antigüedad, producen ropa de diseño moderna: en
colas —que todavía eran vecinos del lugar cuando George Ewart Evans" les
1986, sin ir más lejos, «maravillosa tela de algodón, incorporada por la dise-
acercó su grabadora— se han convertido en una especie en peligro de extin-
ñadora de primera fila Pat Albeck a la Styal Calico Collection». La misma
ción. También las embarcaciones de los canales, «espléndidamente restaura-
disonancia cognitiva aguarda a quienes visiten la vieja fábrica de Robert
das... y pintadas con los magníficos colores distintivos tradicionales de la
Owen en New Lanark, convertida en aldea protegida y entregada a artesanos
feria victoriana» en lugar de pudrirse abandonadas a su suerte, resultan
modernos. Cuando los bienes que manufactura son presentados como pro-
incomparablemente más «históricas» que cuando Tom Rolt empezó a hacer
ductos artísticos, ya no cabe asociar la fábrica con la era de las máquinas, ni
campaña a su favor.
mucho menos con la «explotación».
La desaparición, o poco menos, del trabajo manual pesado, y la sangría
Así pues, el objeto histórico, por escrupulosamente que se lo conserve o,
sin precedente de empleos en la industria, han transformado el significado de
como a veces protestan los críticos, se lo momifique, está tan sujeto a los
la arqueología industrial hasta volverla irreconocible. Durante los primeros
estragos del tiempo como todo organismo vivo. La restauración de canales
años, y a pesar del nombre, la arqueología industrial se ocupó sobre todo de
comenzó como un intento de resucitar una cultura agonizante. En 1946,
cuando se constituyó la Asociación de Canales y Ríos Navegables, seguía los antepasados de la revolución industrial, en particular de los molinos de
siendo imaginable —o casi— pensar en reactivar los canales para el transporte viento y los canales. Más tarde, el declive de la industria pesada colocó las
fluvial, así como (éste era el peculiar y ferviente sueño de Tom Rolt al escri- fábricas textiles de Lancashire y West Riding en el orden del día de los con-
bir Narrow Boat) salvaguardar la «vida laboral autóctona» de los barqueros. servacionistas, y ya en fecha más reciente, la robotización e informatización
Incluso un hombre mucho más pragmático como Robert Aickman, uno de los del proceso laboral ha convertido en objeto museístico en potencia hasta al
trabajo en cadena. El rescate de la torre de Oxo, en el South Bank, y la espec-
tacular iluminación mediante focos de la fábrica Hoover —primero de los
lugares que llaman la atención de quienes se aproximan a Londres desde el
56 Véase Alessandro Triulzi, «A Museum of Peasant Life in Emilia», History Workshop Jour-
nal, 1, primavera de 1976, págs. 117-120, para un informe acerca de los orígenes del museo. Yo
he recurrido aquí a mis recuerdos y a las notas tomadas en el transcurso de una visita realizada
en compañía de uno de los fundadores del museo en 1983. Curiosamente, la única estancia real-
mente abarrotada por los visitantes era la cocina, donde no se había hecho el menor esfuerzo " Véase Robert Aickman, The River Runs Uphill, A Story of Success and Failure, Burton-on-
por etiquetar los objetos, o por exponerlos de forma museológica siquiera. A mi guía pareció Trent, 1986, para un relato personalizado. Véase Robert W Squires, Canals Revived, The Story of
molestarle que los lugareños italianos mostraran mayor interés por las baratijas domésticas y the Waterways Restoration Movement, Bradford-on-Avon, 1979, para una descripción más histórica.
culinarias que por la historia de la transformación agrícola que explicaban los principales pane- 58 George Ewart Evans, The Strength of the Hills, An Autobiography, Londres, 1983; véase
les informativos. Ask the Fellows Who Cut the Hay, Londres, 1956, para la primera de sus etnografías.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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RAPHAEL SAMUEL POLI TILA
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oeste— da fe de la asombrosa puesta al día de los planes arqueológicos (los del country and western, y en los clubes quien marcó la pauta fue el purista
edificios protegidos más recientes datan ahora de la década de 1970).59 que actuaba sin acompañamiento. El Critics Group, con Ewan McColl como
maestro, resucitó canciones del siglo XVIII y preindustriales, en tanto las gra-
Las metamorfosis acaecidas en el ámbito del revival folclórico, aunque
baciones de Sam Lamer, pescador de Yarmouth, y de Harry Cox, jornalero
mucho menos evidentes en la esfera pública, son de carácter no menos asom-
agrícola de Norfolk, contribuyeron a inspirar el descubrimiento del legado
broso. En sus orígenes, la obra inicial de dos cantantes y estudiosos afines al
comunismo, A. L. Lloyd y Ewan McColl, quienes desenterraron práctica- alternativo de la canción rural inglesa. Gracias a las armonías vocales de la
familia Copper —conservadas en forma impresa además de grabadas en vinilo
mente ellos solos un verdadero corpus olvidado de canciones industriales y a
la vez fundaron un estilo particular de arte interpretativo, era de intencionali- y muy imitadas en los clubes— el revival acabó echando raíces en el Sussex
profundo. Los propios clubes parecen haber servido como una especie de
dad muy política. En lo musical, estaba emparentada de forma bastante estre-
refugio para huérfanos sociológicos: la exclase trabajadora en cuyas filas sur-
cha con la Nueva Orleans del «revival» jazzístico, y fomentaba sus concier-
gió y fue reclutada en buena medida la nueva generación de cantantes.
tos con el rótulo «Ballads and Blues», además de emplear un banjo de jazz e
incluso un clarinetista, a modo de contrapunto moderno a la canción tradicio-
nal. En lo étnico, era bastante antiinglesa; gran parte de su repertorio y algu-
VI
nos de sus intérpretes más destacados procedían de la tradición baladista
escocesa y del cancionero de la rebelión irlandesa. El léxico y el sesgo prole- En lo político, el patrimonio histórico, al igual que el conservacionismo,
tarios, tomados parcialmente en préstamo de las canciones de trabajo esta- se origina en un nexo de intereses variopintos. Está estrechamente ligado a la
dounidenses y en parte de las baladas de las zonas mineras autóctonas, era lucha por el uso de la tierra y por el espacio urbano. Ya sea por atracción o
muy pronunciado: «canciones duras... compuestas por hombres duros... tan por repulsión, su forma viene determinada por los cambios tecnológicos.
toscas y violentas como cuando fueron cantadas por primera vez». Ofrecían Adquiere significados muy distintos según las culturas nacionales en las que
una visión más heroica que elegíaca del trabajo manual, y en efecto, al igual arraiga, en función de la relación existente entre el Estado y la sociedad civil,
que la presencia de la voz del norte de Inglaterra en el cine británico de la y el grado de apertura o cerrazón de la esfera pública ante las iniciativas pro-
«nueva ola», fueron muy aclamadas en tanto anuncio del inminente desem- cedentes de las esferas inferiores o de la periferia. Desde cierto punto de vis-
barco de la clase obrera en la cultura nacional. ta es legatario residual de las campañas medioambientales de la década de
Aunque figurasen en él muchos de los mismos cantantes, el movimiento 1960, de la revuelta estética contra el «gigantismo» y del redescubrimiento
de los clubes de folk de la década de 1960 fue muy distinto. Seguía siendo de la «Vida Sencilla». Desde otro, podría considerarse como el epicentro de
muy político, y estaba estrechamente asociado a lo que se conocía como la todo un nuevo ciclo del desarrollo capitalista, como punta de lanza o van-
política de la «protesta» (en Escocia el revival se produjo en conjunción con guardia de la recolonización mercantil de las áreas urbanas deprimidas, como
la campaña contra los submarinos nucleares de Holy Loch), pero la actitud modelo de la producción posfordista de lotes pequeños. En la Europa Orien-
política predominante era la del radicalismo burgués antes que la de un socia-
lismo de cuño proletario. Las influencias transatlánticas eran más bien las de
Joan Baez y Bob Dylan que las del Pequeño Cancionero Rojo de los Wob-
Durante las primeras décadas del siglo veinte, los Wobblies organizaron imponentes huelgas
blies.* El vocabulario del jazz se abandonó a favor del rock, el banjo a favor y rebeliones a lo largo de los Estados Unidos, desde Lawrence, Massachusetts, y Paterson, New
Jersey, a Everett, Washington. Los Wobblies tuvieron un éxito extraordinario entre las vastas y
móviles poblaciones inmigrantes, porque hablaban todos los idiomas de esa fuerza laboral
híbrida y en perpetuo movimiento, sin establecer estructuras de mando fijas ni estables. (De
hecho, las críticas principales realizadas por la izquierda oficial a los IWW fueron que sus
59 Véase Kenneth Hudson, The Archaeology of Consume,- Society; the Second Industrial
huelgas, a menudo triunfantes, nunca dejaron tras de sí estructuras sindicales duraderas.) Las
Revolution in Britain, Londres, 1983, en relación con el giro dado por la arqueología industrial du- dos historias más aceptadas acerca del origen del nombre «Wobbly» ilustran ambas característi-
rante la década de 1930. cas del movimiento: su movilidad organizacional y su hibridez étnico-lingüística. Se supone
* La aparición de IWW en Estados Unidos responde, en parte, a las mismas tendencias
que Wobbly se refiere por un lado a la ausencia de un centro y a la peregrinación flexible e
generales que dieron lugar al sindicalismo revolucionario en Europa occidental, con algunos imprevisible de su militancia, y por otro que el nombre deriva de las dificultades de pronuncia-
rasgos específicamente norteamericanos: la existencia de la Frontera; la emigración a gran ción del dueño de un restaurante chino de Seattle con el cual se llegó a un acuerdo para alimen-
escala de obreros procedentes de Europa a fines de la década de 1880 y principios de la de tar a los miembros de la organización que pasaban por esa ciudad durante una huelga. Cuando
1900; la llegada al mercado laboral de un gran número de esclavos liberados después de la el dueño del restaurante quería preguntar si alguien «era de IWW», se dice que decía «All loo
Guerra de Secesión (1861-65); la oposición encarnizada entre el sindicalismo de oficio, cada
eye wobble wobble?». El principal interés de la IWW era la universalidad de su proyecto. Tra-
vez más conservador, y el sindicalismo de industria, y el debate sobre la política a adoptar fren- bajadores de todas las lenguas y razas del mundo (aunque de hecho sólo llegaron hasta México)
te a dichos sindicatos de oficios: introducirse en ellos para «socavarlos desde dentro» o crear un y trabajadores de todas las ramas debían unirse en «Un Gran Sindicato». (N. de los t.)
nuevo sindicato.
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tal, por otra parte, donde la movilización y el recurso a la tradición fue cuan- hábitat natural y el equilibrio del ecosistema es —al igual que la protección
do menos un aspecto tan importante de la política de la década de 1980 como de los monumentos industriales— cosa de ricos, privilegio de las economías
en Occidente, el nacionalismo cultural y el retorno de la religión parecen más avanzadas, o al menos relativamente avanzadas. El Año Europeo de la Con-
pertinentes que la reestructuración de la economía. servación («lo más cerca que el movimiento de protección de la naturaleza ha
En lo ideológico el patrimonio histórico también es un camaleón sujeto a estado nunca de abrazar todos los aspectos de la conservación») se celebró en
asombrosas transformaciones en el transcurso de períodos de tiempo relativa- 1970, en el momento culminante del auge económico de la posguerra, cuan-
mente cortos. Al igual que el conservacionismo, a cuyas causas está ligado do en los países de la CEE la palabrería acerca del «milagro económico»
como por un cordón umbilical, es incapaz de mantenerse en estado estaciona- daba paso al temor al «recalentamiento» y cuando en Gran Bretaña el gobier-
rio y anda siempre metamorfoseándose en algo distinto. De ahí que muchas no tenía que vérselas con los problemas generados por el «pleno» empleo.
veces, insistir en la «fabricación» o «invención» de la tradición —la única for- Los Amigos de la Tierra fueron fundados en los EE.UU. en 1969, la Conven-
ma que parece que tengan los antipatrimonialistas y deconstruccionistas de ción del Patrimonio Mundial —bajo cuyos auspicios se organizó el Año Euro-
lidiar con las artes conmemorativas— resulte inapropiado. Insistir en las «es- peo del Patrimonio Arquitectónico de 1975— se celebró en 1971, el año en
trategias» de élites presuntamente omnipotentes y omniprevisoras impide que se identificó por primera vez la tuberculosis en los tejones británicos y
siquiera empezar a abordar la enorme masa de sentimientos preexistentes que en que se fundó el Otter Trust. La Convención Internacional sobre Flora y
subyace a los cambios radicales en las actitudes públicas y a las revoluciones Fauna, ratificada por Gran Bretaña mediante la Ley de Especies Protegidas
en el gusto público. de 1976, se celebró al año siguiente.
La idea de que la nostalgia es una enfermedad específicamente británica El patrimonio histórico también está demostrando ser crucial para la
y que el auge de lo «patrimonial» a finales de la década de 1970 y comienzos construcción de las identidades poscoloniales; en efecto, la reivindicación de
de la de 1980 supuso un recrudecimiento del «aislacionismo» no saldría muy la devolución de los tesoros artísticos nacionales —saqueados durante dos o
bien parada de un análisis comparativo. El conservacionismo es un fenómeno tres siglos por las potencias de la metrópoli— ha sido una de las consecuen-
global, y hace ya unos treinta años que la noción del patrimonio histórico cias más importantes de la llegada a la mayoría de edad de los Estados recién
como entorno amenazado y como activo cultural susceptible de explotación, independizados. Vía la mediación del turismo cultural, el patrimonio histórico
constituye uno de los rasgos característicos de las economías capitalistas ha permitido e incluso estimulado el surgimiento de una nueva categoría de
avanzadas del mundo. Landmarks Conservancy lleva alrededor de veinticinco naciones históricas, por ejemplo Sicilia, que ahora se nos aparece como una
años clasificando inmuebles históricos de forma sistemática en Nueva York, rama exterior de la Hélade o una provincia desgajada de Bizancio, en vez de
y la Ley de Protección del Medio Ambiente de 1969 echó los cimientos de la como un lugar perdido y olvidado de la mano de Dios. Apoyándose en las
arqueología industrial estadounidense. La idea de la Exhibición de Jardines diferencias culturales —como sucede con la exaltación del arte de los nativos
es de origen alemán. Hace ya unos treinta años que la reutilización y conser- norteamericanos o de las naciones en el seno de la nación, que desde 1976 ha
vación adaptativa e historicista de los locales comerciales e industriales es la sido el punto culminante del calendario de exposiciones en el Smithsonian
punta de lanza de la recolonización mercantil de las áreas urbanas deprimi- Institute de Washington—, el patrimonio histórico contribuye a sustentar tanto
das, y resulta tan habitual en las orillas del lago de Zurich como lo es en una visión multiétnica del futuro como una versión más pluralista del pasado.
Southwark Bankside.6° Australia, que en estos momentos se rehace a sí misma por segunda o ter-
La protección de la naturaleza es un fenómeno aún más elocuentemente cera vez en lo que va de siglo y está en vísperas de convertirse en república y
transnacional, y en efecto, cuando en 1961 Peter Scott lanzó la iniciativa a la emanciparse del yugo del legado imperial británico, representa un ejemplo
que, más que ninguna otra, debemos la protección de nuestros bosques particularmente asombroso —por no decir fascinante— de lo dicho. En su caso,
ancestrales y de los humedales que se han conservado hasta nuestros días, la la creación de una sociedad poscolonial, en la que tanto los historiadores
bautizó con el nombre de Fundación de la Fauna y Flora Mundiales como como el patrimonio histórico han sido tan decisivos como elementos de toma
reconocimiento de este hecho. Como de forma tan dolorosa han demostrado de conciencia, ha ido de la mano de la reevaluación en bloque y del descubri-
los desastres ecológicos de Rusia y Europa Oriental, la preocupación por el miento del pasado precolonial. En lugar de ser terca nullius —el estatuto for-
mal de las antípodas preeuropeas antes de la sentencia conocida como «caso
Mabo», dictada en 1993—, ahora atesora una historia de «rutas soñadas» que
se remonta a veinte mil años atrás, para la que arqueólogos, geólogos, ecolo-
60 Dan Cruikshank señala el interesante paralelismo con las primeras urbanizaciones de la
costa inglesa, cuando, en tiempos de la Regencia, puertos pesqueros maltrechos como el de
gistas y militantes proaborígenes están creando toda una nueva narrativa.
Brightensholme fueron convertidos en balnearios de moda, cultivando «vistas» y «panoramas»
que dieran al mar en lugar de volverle la espalda.
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PARTE V

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS

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EL OJO DE LA HISTORIA

Todavía recuerdo la impresión que me produjo la primera fotografía deci-


monónica que vi. O al menos eso creo. Pero teniendo en cuenta que mi
memoria abarca dos ocasiones diferentes y dos series fotográficas muy dis-
tintas, quizá la memoria me esté jugando una mala pasada en uno de los dos
casos o en ambos. La primera ocasión (o quizá la segunda) tuvo lugar en
1965, en el transcurso de un seminario en el que nos habíamos reunido unos
cuantos para que en Oxford ondeara el estandarte de la «historia alternativa».
Alguien trajo a una de las sesiones unas fotos de los archivos de presos del
xIx que Keith Thomas había encontrado por casualidad en la Oficina de
Registros del Condado de Bedfordshire. Los rostros que nos contemplaban
eran asombrosamente modernos; aparte de los historiales, lo único que nos
recordaba que pertenecían al siglo xix y no al nuestro eran los pies que las
acompañaban. Los hombres no llevaban barba ni bigote y no se veía ni una
sola patilla; las mujeres (creo recordar que había dos) iban con la cabeza des-
cubierta. Aquellos rostros resultaban desconcertantemente «humanos» o,
mejor dicho, vulnerables. Era dificil representárselos como propios de proxe-
netas —el papel que se les otorgaba en Dickens— y más aún como representati-
vos de las «clases peligrosas», los parias indigentes o el lumpenproletariado
que tanto fascinó a los aprendices de historiadores sociales de la década de
1960, y que Louis Chevalier nos había enseñado a considerar como una de
las patologías de la ciudad decimonónica.1 En aquel entonces yo no sabía que
los inspectores de prisiones llevaban fotografiando sistemáticamente a los
presos desde la década de 1850, y que fichar a los detenidos formaba parte
de la labor científica de los forenses. Las fotos de Bedfordshire parecían más
bien restos del pasado que habían sobrevivido milagrosamente y que nos per-
mitían tener la rara fortuna de vislumbrar realidades que antaño fueron «hur-
tadas a la historia».
Mi segunda fotografía victoriana —o, tal como lo recuerdo ahora, la pri-
mera— se remonta al verano de 1965. Había recorrido las oficinas de registros

' A este respecto, Classes laborieuses et classes dangereuses á Paris pendant la premiére
moitié du xix siécle (París, 1958), de Louis Chevalier, fue el texto fundamental, aunque el auge
simultáneo de los estudios sobre «anomalías» en la costa oeste de los Estados Unidos, así como
la fascinación por el hampa victoriana británica durante la década de 1960, lleva a pensar que
«clases peligrosas», término que Chevalier extrajo de las décadas de 1820 y 1830, tenía espe-
cial resonancia y atractivo para los disidentes culturales.
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EL OJO DE LA HISTORIA 373

y las casas parroquiales del norte de Inglaterra siguiendo la pista de los cató-
las páginas de Cuentos de Boz— vendía algunos bastones de aspecto sólido
licos irlandeses de condición humilde, sumergiéndome en declaraciones por
que no habrían desentonado en una de las nuevas tiendas de pino decapado.
disturbios, libros de visita pastoral y libros sacramentales. En la biblioteca
Los personajes de Thomson presentaban un aspecto solemne, incluso melan-
Harris de Preston, donde pasaba yo las tardes cuando cerraba la oficina de
cólico, pero no generaban ninguna sensación de inquietud ni tampoco —a
registros, descubrí por casualidad unas reproducciones del Street Life in Lon-
excepción de «the Crawler»— de pobreza abyecta. Resultaba dificil ubicarlos
don (1877)2 de Thomson y Smith, que me llevaron a la fuente original: un
en el mismo universo que The Wilds of London (exploración melodramática
libro muy poco conocido en aquel entonces, pero reeditado con posterioridad,
de las «profundidades abisales del submundo» realizada por James Green-
que en la actualidad es una de las fuentes de esos grabados que adornan las
wood, que tanto fascinó a los lectores del Daily Telegraph de la década de 1870),
paredes de los pubs «de época». Los rostros resultaban, si acaso, todavía más
humanos que los de las fotografías policiales de Bedfordshire, y tan distintos Darkest England, del general Booth (libro en el que se sostenía que los
pobres de Londres vivían peor que los caballos de tiro) o Gente del abismo,
como cabría concebir de las figuras espectrales que poblaban London: A Pil-
grimage, de Gustave Doré y Blanchard Jerrold, libro que en aquel entonces de Jack London.
Mi emoción ante el nuevo descubrimiento estaba trufada de una sensa-
se estaba poniendo en boga entre los historiadores dedicados al siglo xix.3
Los personajes de Street Life in London no acechaban entre las sombras, sino ción de culpa y de vergüenza. Allí estaba yo, presunto conocedor del siglo
xix, dado que lo había estudiado durante tres años en la universidad y hasta
que destacaban vigorosamente en primer plano. En lugar de los malditos
había empezado a dar clases sobre él. Y no obstante, no había oído hablar
«palacios de ginebra» esbozados por el claroscuro de Doré, en él figuraban
siquiera de Fox Talbot y consideraba la fotografía —caso de que alguna vez
dos fotografías cautivadoras de los «parroquianos» de un pub de Whitechapel
—un grupo mixto de hombres, mujeres y niños que charlaban amigablemente pensara en ella siquiera— como un fenómeno del siglo xx. Peor aún (recuerdo
entre sí, sentados al sol en un banco del exterior—. Las fotografías habían sido haber pensado con remordimiento), ni siquiera se me había ocurrido pregun-
reveladas en color sepia y con los contornos levemente difuminados (lo que tarme por el aspecto que tendría la gente del siglo xix. Nada me había prepa-
ahora sé que tiene el nombre técnico de Woodburytype); en cambio, los fan- rado para encontrar en ellos la menor semejanza con mis contemporáneos.
tasmagóricos grabados de Doré fueron realizados en blanco y negro. Los per- En retrospectiva, me doy cuenta de que tanto mi emoción como mi des-
sonajes de Thomson estaban perfectamente individualizados, y no solían apa- asosiego eran previsibles. Al igual que el resto de historiadores sociales de mi
recer más de dos o tres en cada grabado. Sus artistas callejeros, tocados con generación, yo era completamente pre-televisivo y, es más, lo seguí siendo
bombín, llevaban consigo instrumentos musicales auténticos: un violín, un hasta hace siete años, cuando contraje matrimonio con una mujer moderna.
arpa, un violonchelo, un trombón; su «mago» de los helados, sacando bolas Me educaron en una familia libresca y religiosamente comunista, en la que
de la cubeta, parecía un pariente próximo de los vendedores de helados —pese a que mi madre se dedicaba a interpretar música en sus escasos ratos
«Para-Y-Cómprame-Uno» que recorrían las calles en enormes triciclos cuando libres— no había lugar alguno para los placeres visuales, de los que nuestro
yo era pequeño. El tipo que una imagen de la serie Seven Dial de Thomson hogar estaba completamente desprovisto; a juzgar por los parámetros de
muestra apoyado en el umbral, fotografiado con lo que parece ser un sombre- nuestro tiempo, debía de ser increíblemente lóbrego. En él había Van Goghs y
ro tirolés, tenía aspecto de haber salido de una película de George Raft. No Renoirs que yo le compraba a mi madre por Navidad o como regalos de cum-
menos desconcertantes resultaban las estampas que Thomson nos ofreció de pleaños; sobre la repisa del fuego de la cocina había un busto de J. V Stalin, y
Londres. Los vendedores callejeros, lejos de gesticular desaforadamente para otro de Beethoven en la habitación de mi madre. Por lo demás, no había
captar la atención de las masas, como hacían en los mercados decimonónicos nada: ni un solo adorno. Yo veneraba las bibliotecas; en los hogares comunis-
del sábado noche, en los que describían a voz en grito sus productos, atendían tas de mi infancia «la biblioteca» (aunque ésta sólo estuviera compuesta por
tranquilamente a clientes individuales, de una forma muy semejante a cómo dos estantes en una habitación amueblada) era un lugar sagrado. Con todo,
lo hacen los vendedores de los puestos callejeros del West End contemporá- sospecho que en tanto ateo inconmovible, habría considerado que complacer-
neo; el comerciante de muebles de segunda mano fotografiado en Monmouth se con tipo de imágenes alguno constituía una involución rumbo a la magia y
Street —ese emporio de distinción suprema venido a menos, inmortalizado en la superstición. (Se diría que mis mentores históricos fueron educados en una
escuela muy semejante, y sus libros acusan una llamativa ausencia de refe-
rencias a lo visual, aun cuando los grabados y los bocetos podrían haber ser-
2 John Thomson y Adolphe Smith, Street Life in London, Londres, 1877. Este volumen fue
vido de ilustraciones harto elocuentes de lo que tenían que decir.) Los docu-
reeditado en 1973 por E. P. Publishers, East Ardsley, Wakefield, Yorkshire. mentos que estudiaba a trozos en la universidad eran legales y constituciona-
3 Reeditado en 1970 por Dover Publishing Company, Nueva York, con una excelente intro-
les; el tema en el que había elegido especializarme —la Inglaterra de la década
ducción escrita por Millicent Rose.
de 1840— se apoyaba en gran medida en los debates sobre la derogación de
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KAYHAEL SAMUEL EL OJO DE LA HISTORIA 313

las leyes anticerealistas y los textos de los economistas políticos clásicos. qué), y acudía al Everyman de Hampstead para disfrutar del «realismo poéti-
Desde el punto de vista intelectual, el vade mecum de mis estudios universi- co» de Jacques Prévert, Marcel Carné y Marcel Pagnol; al Academy de Ox-
tarios fue Portrait of an Age, de G. M. Young, libro que nos cautivó incitán- ford Street para ver a los neorrealistas italianos (me impresionaron tanto que
donos a prestar oídos a los victorianos (mediante la lectura de sus escritos) aún hoy me resulta dificil no imaginarme ese país como un gigantesco plató).
hasta que les oyésemos hablar' (la idea de la palabra hablada en la vida real Para ver cine de Hollywood iba al Odeon, al Swiss Cottage y al Gaumont, en
—la historia oral— no estaba aún a la orden del día, aunque cuando apareció, Camden Town. Una lectura infantil de la revista fotoperiodística Picture Post
en 1968-69, algunos nos aferramos a ella con el mismo entusiasmo con que (en el sótano guardábamos un enorme depósito de ejemplares) sin duda me
nos aferramos a la fotografía, y en gran medida por el mismo motivo: porque preparó de forma inconsciente para asociar la fotografía con el realismo
creíamos que sin ella la historia estaba muerta). social y esperar que me ofreciera imágenes «positivas»; por otra parte, una
Mis nociones acerca de lo victoriano eran completamente literarias. De- visita a la exposición Family of Man en 19567 (todavía conservo el catálogo)
bían mucho a lecturas infantiles de Oliver Twist, David Copperfield y Grandes debió preparar subliminalmente el camino para asociar la fotografía con
esperanzas, lo que se vio reforzado en 1965, por el primer encuentro con el nociones más generales de lo «humano». Fue este estado de ánimo el que
Dickens «sombrío» de Nuestro común amigo y Dombey e hijo. Mi ignorancia explica que, cuando empezamos a redactar Universities and Left Review en
de la pintura victoriana era total, cosa que en nuestro grupo de autoayuda de 1957, uno de nuestros artículos estelares, obra de Lindsay Anderson, fuera
jóvenes historiadores de Oxford se intentaba remediar lidiando con los pre- una defensa de la exposición frente a sus detractores.' En aquel entonces éra-
rrafaelitas. No obstante, esta quiebra de los grilletes de lo literario no llegó al mos feroces partidarios del «Free Cinema» —la resurrección del documental
extremo de recibir con los brazos abiertos al arte popular (no creo que hubie- británico llevada a cabo por Lindsay Anderson y Karel Reisz— y también
ra oído mencionar siquiera a Cruikshank, aunque sin duda tenía que haber vis- echamos mano en abundancia de las fotografías de Notting Hill Street reali-
to sus ilustraciones para Cuentos de Boz). zadas por Roger Mayne.9
Por tanto, estaba muy poco preparado para una historia que incluyera En el transcurso de mis estudios de historia debí toparme por fuerza con
«modos de ver» y que tomase el mundo de las apariencias como punto de par- fotografías victorianas. La cara de Mr. Gladstone me era sin duda conocida, y
tida. A esto había que añadirle la dificultad que entrañaba reconciliar la cáma- sabía (gracias a The Transition to Democracy, de O. F. Christie, que leí
ra indiscreta y los retratos íntimos que comenzaba a ver tanto con las nociones durante el sexto curso) que hubo un tiempo en que los mineros de Northum-
melodramáticas acerca de las «clases peligrosas» o las marxianas relativas a berland acostumbraban a colocar postales con su retrato en la repisa de las
las «masas». Algunas otras fotografías que vi en aquella época no hicieron chimeneas de sus casas. En época más reciente, cuando andaba inmerso en
sino aumentar mi desasosiego: una imagen de los fusilados de la Comuna de London Labour and the London Poor de Mayhew (1851), había visto nume-
París, boca arriba y con los ojos abiertos, tendidos en sus ataúdes;5 una inquie- rosos daguerrotipos (yo los consideraba grabados decimonónicos que tenían
tante muestra de arte evangélico garabateado en caracteres negros en relieve un nombre muy raro). Debo mencionar, por último, que quizás a raíz de la
sobre la verja de un corral (fotografía vista en Hardy's Wessex)6 o los gitanos propaganda laborista de la época, desde mi primera infancia la noción de
acampados en las marismas de Hackney en el Living London de G. R. Sims. A suburbio ejercía sobre mí una fascinación morbosa, de modo que todo lo que
su manera, cada una de aquellas fotografiar constituía un vivo recordatorio de augurase la posibilidad de vislumbrar, cual voyeur, las profundidades abisa-
historias que inexplicablemente me habían pasado desapercibidas, y que no les, me seducía de forma inmediata. Por tanto, las sombrías fotografías de
eran fáciles de asimilar a la historia con «H» mayúscula. Thomson y Smith, por más desconcertantes que resultaran, también venían
Por otra parte, es imposible que yo fuera tan analfabeto en lo que se refie- muy a cuento.
re al mundo de las imágenes como ahora creo haber sido. De niño, y a partir
de los diez años de edad, fui un cinéfilo apasionado (no tengo ni idea de por
La exposición dio pie a que Roland Barthes redactara uno de los ensayos pioneros de la
deconstrucción; véase «The Great Family of Man», en su Mythologies, Londres, 1970, págs.
100-103 [ed. cast.: «La gran familia de los hombres», Mitologías, trad. Hector Schmucler, Méxi-
4 G. M. Young, Victorian England: Portrait of an Age,
Oxford, 1953; publicado por primera co, Siglo XXI, 1986, 6' ed.1.
vez como parte de una obra colectiva en dos volúmenes editada por G. M. Young en 1936. Lindsay Anderson, «Commitment in Cinema Criticism», Universities and Left Review,
Dicha fotografía apareció en Jean Bruhat et al., eds., La Commune de 1871, París, 1960, vol. 1, n° 1, primavera de 1957.
pág. 273.
" Las fotografías en cuestión comenzaron a aparecer en Universities and Left Review —unas
Herman Lea, Thomas Hardy 's Wessex: Illustrated ftom Photographs by the Author, de sus primeras plataformas públicas— a partir del n° 5. Hace poco fueron publicadas en The
Lon-
dres, 1913. Las fotografías, prácticamente coetáneas a la redacción de Jade y de Tess, son de un Street Photographs of Roger Mayne, Londres, 1993, colección basada en la exposición celebra-
interés excepcional.
da en el Museo Victoria & Albert en 1986.
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1,21 17.1131lJn11-5.
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Mi ignorancia no me impidió reaccionar de forma entusiasta ante aquel


descubrimiento ni comprar todo aquello a lo que pudiera echarle el guante. En conjunto, para la nueva ola de historia social, el descubrimiento de la
Al igual que otros, el Country Camera fotografía fue un acontecimiento sobredeterminado; no es de extrañar que
(1966) de Gordon Winter —quizá el
primer libro que cautivó la imaginación del público en materia de fotografía la adoptase de forma tan generalizada e inmediata. Estaba en sintonía con la
victoriana— me emocionó sobremanera, y sospecho que influyó de forma búsqueda de documentos «humanos», una de las contraseñas de la «historia
muy marcada en la orientación de la primera etapa del trabajo del History viva» tanto entonces como ahora. También respondía a nuestro insaciable
Workshop. Nuestro primer seminario informal, que tuvo lugar en 1966, se apetito por la «inmediatez», permitiendo que nos convirtiéramos, de forma
tituló «The English Countryside in the Nineteenth Century» [«La campiña no sólo literal sino también metafórica, en testigos oculares del aconteci-
inglesa durante el siglo xtx»]; nuestro tercer seminario-cursillo a escala miento histórico. Anunciaba, además, una nueva intimidad entre los historia-
nacional se celebró en 1968 con el mismo título, y nuestro primer libro, dores y su materia de estudio. Aunque sin llegar al extremo de permitirnos
publicado en 1975, se tituló Village Life and Labour. espiar el pasado pegando el oído a la pared (papel que no tardaría en asumir
A partir del momento el testimonio oral), al menos nos dejaba verlo, como se dice en el lenguaje de
en que descubrimos a Henry Taunt,i° el fotógrafo de Oxford a cuya obra
recurrimos para ilustrar nuestro panfleto del History Workshop de 1972, la calle, «tal como era». Otro de los objetivos que parecía poner a nuestro al-
Industrial Revolution and St. Giles Fair, The cance fue el de dar nombre y rostro a la multitud que hasta entonces había sido
obra de Sally Alexander, nos queda- anónima, a aquellas «masas» que la nueva ola de historia social se había
mos prendados de lo mucho que la fotografía podría contribuir a las publica-
ciones populares, y en la serie de libros del History Workshop se consagró propuesto rescatar del «olímpico desdén» de la posteridad. Dada la variedad
mucho tiempo y energía a las láminas. de sus escenarios y su predilección por la esfera privada en detrimento de la
pública, la fotografía también resultaba especialmente atractiva para aquellos
Uno de los elementos desconcertantes que me condujo a embarcarme en
de nosotros que queríamos salir del universo de los motines y disturbios —la
el presente ensayo fue el reconocimiento tardío de que, dada nuestra ignoran- imponente topografía de La formación de la clase obrera en Inglaterra, de
cia de los artificios de la fotografía victoriana, gran parte de lo que reproduji-
E P. Thompson— y dar mayor relevancia a lo que se denominaba (no sin una
mos con tanto amor y anotamos (así lo creíamos) de forma tan meticulosa era
leve nota de condescendencia) la gente «común» y la vida «cotidiana».
falso: pese a que su forma era documental, su origen e intención eran retratista- El annus mirabilis del revival fotográfico —el momento en que tanto en el
pictóricos. De ahí que (ahora que los veo) el grupo de segadores reproducido
(en color sepia) en la sobrecubierta de Village Life and Labour, aspecto institucional como en el estético, llegó a la mayoría de edad— fue
pintoresca- 1972, el mismo año en que el Arts Council nombró a su primer Jefe del
mente congregado en torno a unas gavillas del maíz, hubiera sido cuidadosa- Departamento Fotográfico y en que la Galería Nacional del Retrato designó
mente dispuesto para asemejarse a una pintura de género, o que la imagen de al primer conservador fotográfico del país. No obstante, en lo que concierne
un segador de Northumbria sea, a todas luces, un panegírico del trabajo. Ten- a las postales históricas y antiguas tarjetas de visita, parece que fue desarro-
go la impresión de que mi amigo Gareth Stedman Jones (o los asesores foto- llándose un mercado desde comienzos de la década de 1960, y para las foto-
gráficos de la editorial) fueron víctimas del mismo engaño. En la sobrecu- grafias de «interés ferroviario», incluso desde antes. Entre los historiadores
bierta de la edición en cartoné de su Outcast London
figura uno de los profesionales, el descubrimiento de las fotografías antiguas estuvo precedido
grabados de Doré; en la edición de Penguin, de 1978, aparece el inmensa- por una serie de pequeñas conmociones que colocaron la idea de lo visual en
mente popular «Poor Jo» de Rejlander, presunta fotografía de un golfillo primer plano. En Leicester, única universidad inglesa en tenderle la mano a la
callejero muerto de frío, en que hasta el último detalle era falso (Rejlander historia local, el profesor Hoskins había abogado vigorosamente a favor de
pagó a un muchacho de Wolverhampton cinco chelines por la sesión, lo vistió la «historia visual», aunque su punto de referencia fueran más bien la cultura
con harapos y le embadurnó la cara de hollín, como requería la ocasión)." material y el paisaje que la representación visual de éstos; entre 1963 y 1968,
uno de sus colegas, el profesor Jack Simmons, puso en marcha una colección
de libros titulada Visual History of England (de la que aparecieron ocho volú-
o
Al igual que Frank Sutcliffe, de Whitby, y otros fotógrafos locales de finales del siglo menes), obra de diversos autores.12 En un contexto muy distinto, la British
xix, en la actualidad a Henry Taunt se le reedita continuamente.
ed. Bryan Brown, Londres, 1973, The England of Henry Taunt,
y The Thames of Henry Taunt, ed. Susan Read, Londres,
1980, son atractivas selecciones de sus fotografias. VII, n° 2, invierno de 1982, págs. 205-207, figura otra más general. Rejlander, sueco, había
" Edgar Voxhall Jones, sido pintor antes de aficionarse a la fotografía, y sus fotografias estaban concebidas a modo de
Father of Art Photography, O. G. Rejlander, 1813-1875,
Abbot, 1973, pág. 27; Beaumont Newhall, Newton ejercicios de arte narrativo.
The History of Photography, Londres, 1969, págs.
246-247. En Stephanie Spencer, «O. G. Rejlander's Photographs of Street Urchins», 12 Dicha serie, «ideada para ofrecer una presentación iconográfica exhaustiva de la historia
Journal, Oxford Art
vol. VII, n° 2, 1984 aparece una excelente y detallada descripción de esta imagen, y en contemporánea británica», utilizaba de forma profusa litografías y grabados para sus ilustracio-
Roger Taylor, «The Victorian London Photograph: Realities Recorded?», nes. El volumen de W H. Chaloner y A. E. Musson Industry and Technology, publicado en
London Journal
1963, sólo recurre a las fotografias cuando se trata de mostrar el trabajo fabril del siglo xx.
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Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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RAPHAEL SAMUEL EL OJO DE LA HISTORIA 379

Printing Corporation, alentada por A. J. P. Taylor, primer catedrático de his-


Los colegios," sometidos a la influencia de pedagogías que exaltaban la
toria en defender la causa de la fotografía, estaba reuniendo en la misma épo-
ca una enorme selección de fotografías para su History of the Twentieth Gen- «representación icónica», se mostraron mucho más dispuestos a acoger a la
twy, editado en varios volúmenes. fotografía —y mucho más críticos y conscientes en el uso que le dieron— que
los historiadores académicos, que avalaban con su prestigio y autoridad los
El primer libro en el que las fotografías antiguas no se emplearon a modo
libros ilustrados de gran formato y los artículos en color de los suplementos
de ilustraciones ni de pretexto para los comentarios del autor, sino como tex-
dominicales, pero no dieron un solo paso en el sentido de incorporar las foto-
tos con enjundia por derecho propio, capaces de crear relatos con sustancia
propia, fue el Country Camera de Gordon Winter, publicado por grafías antiguas como material docente o fuentes principales.
Country Life Pero fue ante todo en las localidades donde en la década de 1970 arraigó
en 1966 y reeditado con posterioridad, primero por David & Charles y luego
el gusto por las fotografías históricas, lo que condujo tanto al descubrimiento
por Penguin. Dicho libro estaba en deuda, hasta cierto punto, con las román-
de la obra de fotógrafos locales olvidados como a la vivificación de los fon-
ticas circunstancias en las que el autor llevó a cabo sus descubrimientos
dos de las bibliotecas públicas, meticulosamente conservados pero hasta ese
—según relataba en el prólogo, había rescatado algunas de sus viejas placas de
momento sin utilizar. Ese fenómeno coincidió con un cambio radical en los
vidrio del huerto de lechugas donde un jardinero las estaba utilizando como
semilleros-13 y más aún con el nuevo apetito por lo visual que a partir de intereses de los investigadores, que dejaron de centrar su atención en los ini-
cios de la era moderna —núcleo originario del renacimiento que la historia
mediados de la década de 1960 se hizo sentir en todos los ámbitos de la vida
local inglesa experimentó durante la posguerra— y la pusieron en los siglos
nacional. El libro de Winter se publicó en un momento muy oportuno: coin-
'Kix y xx, y empezaron a indagar en las fuentes orales en lugar de en los
cidió con el nacimiento (o renacimiento) de lo que Ronald Blythe (cuya con-
manuscritos. El diluvio de libros «No nos olvidamos» procedentes de las
tribución a éste fue considerable) describió de forma mordaz como «el culto
nacional a la aldea» ,i 4 la consolidación de un nuevo bucolismo en relación imprentas locales y comunitarias, o en ocasiones de la biblioteca pública,
puso el contenido de los álbumes familiares a disposición del gran públi-
con el medio ambiente (lo que más tarde se denominaría ecología), y el auge
co, caso de los libros publicados por Manchester Studies,' 8 Centerprise (Hack-
de una nueva rusticidad en el diseño y la venta de mercancías. Aunque por
ney) y Queenspark (Brighton). La serie de Batsford dedicada a los victoria-
una de sus vertientes la contracultura promovió la ciudad abierta las veinti-
nos y eduardianos goza de mucha fama; empero, la serie publicada por la
cuatro horas del día, por otra se fue volviendo ecológica y abrió la puerta a la
Hendon Publishing Company —presagio del inmenso proyecto emprendido en
agricultura «biológica» y a los fanáticos de la alimentación integral. Laura
la actualidad por la casa Alan Sutton de Gloucestershire, que viaja sin des-
Ashley, que inauguró su primera tienda de moda en 1968, proyectó la imagen
canso de una ciudad a otra—, dirigida por una sola persona, y cuya sede social
de la lechera como una especie de indumentaria nacional alternativa, en tanto
se encontraba en un molino familiar abandonado, resultaba, en numerosos
la deslumbrante interpretación de Julie Christie en el papel de Bathsheba, en la
versión cinematográfica de Lejos del mundanal ruido (1967), puso de moda aspectos, mucho más interesante. Arrancó en los Peninos con un álbum dedi-
el bordado inglés. Quizá esa fuera la razón por la que el libro de Winter tuvo
numerosos epígonos (entre ellos dos volúmenes ulteriores escritos por el pro-
pio autor), mientras que sus predecesores (o primos mayores), el Victorian Pa- guía por una época... que ella recuerda de forma nítida», y el recurso a otras fuentes locales,
norama de Peter Quenell (1937)15 y el Grandfather's London logró llevar a cabo una asombrosa labor detectivesca en relación a cada una de las imágenes y
de O. J. Morris ofrecernos unas glosas excepcionalmente informativas. Grandfather 's Greenwich, ed. Alan
(1956)16 habían desaparecido de la circulación pública.
Glencross, Londres, 1972, es una selección posterior, realizada a partir de la misma serie de
negativos.
17 Acerca de la adopción de la fotografía por las escuelas, véase P. J. H. Gosden y David

13 Gordon Winter, A Country Camera, 1844-1914, Sylvester, History for the Average Child, 1968, págs. 62-63, donde se observa que la utilización
Harmondsworth, 1973, pág. 9. de las imágenes como medio de instruir a los alumnos resulta más frecuente en la educación
14 Ronald Blythe, Akenfield, Portrait of an English Village,
Londres, 1964, pág. 16. primaria que en la secundaria; P. J. Rogers, «The Power of Visual Presentation», en A. K. Dic-
'5 El libro de Quenell, que tenía por subtítulo «una visión de la vida y de la moda a partir
kinson et al., eds., Learning History, Londres, 1984; D. J. Steel y L. Taylor, Family History
de fotografías contemporáneas», arrancaba con un capítulo acerca de «Los comienzos de la
fotografía». in Schools, Chichester, 1973, págs. 85-96; R. Unwin, The Visual Dimension in the Study and
16 O. J. Morris, Grandlather 's London, Teaching of History, Historical Association, 1981.
1956. Se trata de un libro desconcertante. Las foto- 18 La exposición de Manchester Studies de 1982, «Family Albums», que detallaba el conteni-
grafías fueron tomadas, al parecer, en Greenwich durante la década de 1880 para proyectarse en
do, la fecha y la ocasión en la que fue tomada cada fotografía, y hacía uso abundante de las con-
una linterna mágica durante el transcurso de una conferencia acerca de las condiciones de vida
memoraciones festivas, fue el núcleo originario del ahora formidable «Documentary Photography
de los pobres. El pastor baptista que las encargó se las arregló para aparecer en algunas de ellas,
y tanto por la temática como por el estilo presentan una asombrosa semejanza con Archive», compilado principalmente a partir de los álbumes familiares del distrito de Manchester.
London, de Thomson y Smith (1877). 0. J. Morris, el compilador del volumen, eraStreet Life' in
historiador
El Archivo fue fundado en 1985 y en la actualidad ocupa el mismo espacio que la Oficina del
Registro de Manchester. Véase Audrey Linkman, «Today's Photographs, Tomorrow's History», en
del transporte. Gracias a la asistencia prestada por Annie M. Bell, de Norwood, «mi principal
Rewriting Photographic History, ed. Michael Hallett, Birmingham, 1989, págs. 33-35.
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Uno de los motivos por los que la exhibición de fotografías antiguas des-
cado a la villa natal del dueño, Colne, abarcando ecuménicamente todo el
pertó tal entusiasmo por parte de las escuelas primarias y estas la adoptaron
país, aunque principalmente del Támesis para arriba. Impresa en semioctavo,
como medio de iniciar a los niños más pequeños en la noción de historia, radi-
la serie dependía casi por completo de las ventas locales, recurría a fuentes
ca en la representación gráfica de la alteridad." A los compiladores de álbu-
de la misma índole y reclutó las energías tanto de los historiadores del lugar
mes y revistas ilustradas de historia local parece haberles guiado el mismo
como de los bibliotecarios de los pequeños municipios y de las ciudades. La
impulso. En ocasiones tal actitud adopta un carácter explícito, como cuando
colección se inició en 1971 con un solo título. Al año siguiente se publicaron
se publican fotografías antiguas en la prensa local contrastando dos imágenes
en ella trece títulos nuevos; las ventas llegaron a su apogeo en 1976, cuando
tituladas «entonces» y «ahora» para ejemplificar la oposición entre el pasado
se publicaron veinticuatro títulos y trece reediciones. Hacia 1981 las reedi-
y el presente. Aun sin llegar a tanto, se diría que a los redactores de pies de
ciones alcanzaron en un año la cifra de treinta y siete, aunque como para
foto les cueste resistirse a recalcar dicha oposición, a veces con el propósito
entonces las obras publicadas sumaban ya ciento cuarenta y siete, los títulos
nuevos iban menguando.19 de hacer recuento de bajas (como en el Victorian and Edwardian London de
John Betjeman)," y otras para dejar estupefacto al lector dejando constancia
Cuando los historiadores recurrieron por primera vez a las fotografías
de la magnitud de un cambio reciente. «Liskeard Cornualles, circa 1914» reza
antiguas, pretendían modernizar su disciplina, introducir lo que se había que-
uno de ellos, que acompaña a un relato familiar; «Una fotografía muy evocati-
dado al margen y tender un puente entre el pasado y el presente, o por lo
va de la época. Nótese la sombrerería y la ausencia de tráfico rodado»." «La
menos tratar de salvar de un salto el abismo que los separa. La fotografía pro-
era pre-bikinis», dice otro, pie de foto de unas imágenes «indiscretas» de pare-
metía transformar nuestra materia de estudio, por decirlo en sentido metafóri-
jas besuqueándose en las playas de Yarmouth, realizadas por Paul Martin.23 El
co, en sujetos contemporáneos, tan fisonómicamente reconocibles como si se
pie de una foto tomada durante la década de 1930, que muestra una pelea de
tratara de nuestros propios retratos, fuesen cuales fuesen los contrastes en lo
patio de recreo, pone de relieve otro conjunto de dualidades que, aunque
tocante a comportamiento y vestimenta. Era una forma de contemplar el
resulte harto iluminadora, parece estar no menos en deuda con el miedo a la
siglo xtx con los ojos del siglo xx o, en palabras de un historiador de la foto-
falta de seguridad propio de nuestros días que con la voluntad de reconstruir
grafía, de ver «que el entonces también puede ser el ahora». Las cosas cam-
el pasado. «Uno de los mayores contrastes con nuestra época», dice el pie,
biaron a raíz del giro historicista sufrido por la cultura británica y del cre-
«está en la relativa formalidad de la que hacen gala los asistentes a un comba-
ciente desencanto con las promesas de la modernidad, punto de inflexión que
te de lucha libre, así como en el grado de disciplina de los niños que forman
cabe fechar aproximadamente a finales de la década de 1960. Las imágenes
ordenadamente junto a un cuadrilátero para púgiles jóvenes (y enguantados),
acabaron por ser seleccionadas —empezando por los propios historiadores—
espectáculo que sería harto improbable en la actualidad».24
no como indicios del futuro que se avecinaba o como modos de apuntar a
Si tales fotografías hacen hincapié, como suele ser el caso, en la «norma-
esas unidades superiores que trascienden la mera división temporal, sino en
lidad» y la «cotidianidad», es porque, con el paso del tiempo y las transfor-
función de su aura «pretérita». A diferencia de los relatos históricos más con-
maciones que ha conllevado, se han convertido retrospectivamente en curio-
vencionales, con su sucesión de acontecimientos o sus leyes de desarrollo y
transformación, la historiografía que arropaba a las imágenes, tal y como sidades. La calle en la que no hay ni un solo coche a la vista, sino sólo alguna
bicicleta esporádica o niños jugando a los aros, es un feliz patio de recreo, un
aparecía en los proyectos escolares, las exposiciones museísticas, los suple-
mentos dominicales en color y los libros ilustrados de gran formato, giraba lugar apto para pasear tranquilamente o bien el original retorcido de lo que
en torno a una dialéctica del «ahora» y el «entonces», no del «antes» y el en la actualidad es una autopista de seis carriles. La tienda con el tosco cartel
en el escaparate y su dueño apoyado en el umbral se convierten en un emble-
«después». En lugar de constituirse en preludio del presente, el pasado era
una alternativa a éste, una imagen invertida de nuestro modo actual de vida, y ma de individualismo, y el negocio de chapas esmaltadas de Mazawette Tea
las fotografías «de época» se seleccionaban en consecuencia. constituye un monumento a las mercancías que ya no están entre nosotros.
Las vistas costeras recuerdan los tiempos en que la playa de Brighton estaba

19 Esta información me fue ofrecida por Henry Nelson, propietario de la empresa. Muchos
20 «Los maestros vienen empleando la foto-antítesis desde hace ya mucho tiempo para esta-
de estos folletos —por ejemplo, «Vintage Middlesborough», o «Darlington As It Was»— van ya
blecer contrastes marcados, por ejemplo, entre el pasado y el presente, entre el campo y la ciu-
por la quinta, sexta, séptima u octava reedición. El primer folleto —sobre Colne— lo preparó
dad y entre distintas clases sociales», Steel y Taylor, Family History in Schools, pág. 93.
Wilson Spencer, el bibliotecario de la ciudad, y bibliotecarios fueron también los compiladores
21 John Betjeman, Victorian and Edwardian London,from Old Photographs, Londres, 1969.
de muchos de los volúmenes sucesivos. Buena parte de los volúmenes de Alan Sutton proceden
22 Don Steel, Discovering Your Family History, Londres, 1980, pág. 125.
de idéntica fuente. También debe hacerse mención de la serie «Old and New», de E. P. de
" Nicholas Bentley, Victorian Scene, Londres, 1968, pág. 267.
Wakefield. En David Viner, «Is There Life and Tradition Yet?», Social History Curators Group
24 Muchachos boxeando. Referencia extraviada.
Journal, 18, 1990-91, se expone una perspectiva general acerca de estas reediciones.
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abarrotada de un embarcadero a otro y apenas podía verse un guijarro, cuando cuenta de sus chapuzas y sus imitaciones tanto por los Tories más tradiciona-
Torquay (el «Nápoles inglés») era el lugar de vacaciones por antonomasia, listas y aristocráticos como por los socialistas, resulta mucho más presentable
los «viajes organizados» no existían todavía y en lugar de Sony Walkmans, cuando lo vemos ataviado en traje de época (hasta las bocanadas de humo de
en la playa había pierrots. A los niños de hoy, acostumbrados a la televisión y los farmacéuticos millonarios, enriquecidos a fuerza de traficar con porque-
al technicolor desde la más tierna infancia, las fotografías antiguas, por rías y especular con el temor a la enfermedad, pueden inspirar un sentimiento
mucho que se las presenten en nombre de la «historia viva», tienen que anto- momentáneo de benevolencia cuando vemos sus castizos anuncios decorando
járseles inconcebiblemente remotas. El propio hecho de ser imágenes fijas la parte superior de un ómnibus tirado por caballos). También la figura del
las delata como criaturas de otra era, y su color, ya sean en blanco y negro o tendero ha sido rehabilitada de forma retrospectiva, o en todo caso de manera
sepia, las estigmatiza indeleblemente como «de época». Los rostros que figu- plástica. Encarnado por el carnicero de una avenida principal —una de las
ran en las fotografías de estudio —distantes, reticentes y contenidos, como los ilustraciones favoritas de los libros de estampas locales—, es un Napoleón del
de quienes no están acostumbrados al ojo de la cámara— quizá den la impre- comercio, flanqueado por un pequeño ejército de ayudantes y situado ante
sión de pertenecer a otra raza. Las excursiones en carro, con sus prietas filas montañas de existencias, con la tienda a rebosar de pavos navideños.
de domingueros apiñados para la fotografía en grupo, apenas podían ser más Asimismo, en la fotografía industrial —género adoptado con entusiasmo
anacrónicas en una época en que el August Bank Holiday se está convirtiendo por los patronos victorianos y que respondía perfectamente al evangelio del
en poco más que un recuerdo del pasado. trabajo— las tareas agotadoras y malsanas figuran en calidad de honradas
El efecto acumulativo de estos descubrimientos, al menos en la imagina- labores. Retratado, aunque no fuera más que por las dificultades de la ilumi-
ción popular y (si bien de forma subliminal) en la de los historiadores, engen- nación, en escenarios al aire libre y de exteriores, el trabajo de la época victo-
dró una iconografía del pasado nacional (del pasado reciente, en todo caso) riana, captado por el ojo de la cámara, diríase heroico en retrospectiva, y
en la que el estilo de vida, antes que la política o la economía, se convirtió en quienes tomaban parte en él, aunque sólo se deba a la colocación de la cámara
protagonista de los grandes relatos históricos. Las fotografías antiguas ofre- (los fotógrafos se encorvaban para realizar su labor), seres indómitos. En
cían también toda una galería nueva de personajes nacionales, encarnaciones lugar del sastre patizambo sentado ante su mesa], del afilador tuberculoso de
de fortunas familiares y arquetipos laborales. Los pescadores, que dadas las Sheffield tosiendo sin parar o de la costurera trabajando en la buhardilla
peculiaridades de la industria y de su modo de vida no figuran en absoluto en como si la vida le fuera en ello, vemos al robusto herrero, cual Vulcano ante
la historia social y económica al uso, ocupan el lugar de honor, con sus sues- su forja, a los mineros reunidos para una fotografía en grupo, exhibiendo su
tes, sus botas de marinero y sus suéteres de lana, siendo el grupo de trabaja- natural diligente, y a peones de anchas espaldas realizando milagros de labo-
dores más fotografiado (y más pintado) del siglo xix inglés, y los protagonis- riosidad o descansando momentáneamente de ellos. En lugar de barcos-
tas de uno de los textos fundacionales de la fotografía, las imágenes de ataúd, vemos una profusión de mástiles, grúas y muelles de carga, de viejos y
Newhaven tomadas por Hill y Adamson en 1843. Se otorga más espacio a los arrugados lobos de mar sentados en el malecón y de timoneles asomados al
empleados en la industria de fabricación de municiones de la Primera Guerra mar con gesto imperioso. Tal y como las retrataban los fotógrafos victoria-
Mundial que a las «mecanógrafas», mucho menos exóticas. De un lado, estas nos, las trabajadoras resultan, si acaso, aún más fornidas: operarias de la
fotografías hicieron mucho más visible el universo de la moda y la gente de industria minera con los brazos en jarras, retratadas con la dignidad de los
postín, a aquellos a los que los victorianos denominaban «los Diez Mil de estudios de Wigan," o pescadoras de arenques escocesas, posando orgullosas
Arriba» (por la fidelidad con la que los álbumes acatan las convenciones y la junto a sus cestos.
coreografía de los retratos de sociedad, podríamos acabar pensando que los La fotografía dotó de rostro humano a la sociedad victoriana, y es posible
ricos se pasaban la vida entera jugando al croquet). Del otro, por así decirlo, que de paso contribuyera a rehabilitar los «valores victorianos», si no en la
emanciparon a los pobres, concediendo el espacio que le correspondía a la conciencia del público, al menos sí en sus gustos, a asociarla con las excur-
servidumbre y a los empleados del hogar —la categoría de empleados más siones en carro y los picnics en vez de con los hospicios y las Leyes de
nutrida de mediados de la era victoriana— y, guiadas por la búsqueda de lo Pobres. Aunque la expresión «valores victorianos» resultase ignominiosa a
anticuado y pintoresco, retornaron a la figura del vendedor callejero de una partir de la década de 1890, y en el discurso del progresismo a lo Blooms-
forma casi tan obsesiva como Henry Mayhew. bury fuese sinónimo de claustrofóbico y reprimido, lo cierto es que, vistos a
En lo que concierne a la Gran Bretaña del siglo xix, dichas imágenes han través del ojo de la cámara, dichos valores aparecen bajo una luz mucho más
tenido un efecto profundamente revisionista, desafiando a la historia y a la
literatura en sus mismas guaridas, minando los estereotipos establecidos y
25 Acerca de la fotografía en Wigan, véase John Hannavy, Pictures of Wigan, Wigan, 1978,
reemplazándolos por otros. El comercialismo decimonónico, denunciado a así como Working in Wigan Milis, Wigan, 1987.

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favorable. Los victorianos eminentes no parecían tan ridículos cuando se les nicamente sus tareas cotidianas;" los personajes sonámbulos que pululan a
retrataba en la apacible dignidad del estudio, y mucho menos cuando los re- medianoche por las calles del París de Brassa):;" los vagabundos de Bill
tratos en cuestión se ejecutaban, como en la ahora ya célebre obra de Julia Brandt, el parado de la esquina que rehuye la mirada de los niños, con la
Margaret Cameron, en el mejor estilo del retratismo romántico." Los patriar- cabeza agachada y los hombros encogidos, arrastrando los pies mientras la
cas victorianos dejaban de resultar aterradores al ser retratados en uno de los niebla se acumula a su alrededor;" la recolectora errante de la serie «Madre
escenarios favoritos de la fotografia al aire libre, presidiendo un picnic fami- itinerante» de Dorothea Lange, con una criatura en cada hombro llorándole
liar o asomados al césped. En lugar de los niños empleados en las fábricas sobre el cuello, cuyo semblante exhibe un gesto de dignidad imponente, dig-
textiles jadeando en torno a las máquinas de hilar, las litografías reproducidas no de una pintura narrativa victoriana.3 '
sin cesar de las inspecciones de fábricas de la década de 1840, o las patéticas Al igual que todo el mundo, los historiadores esperamos que una fotogra-
fotografías de niños bajando a la mina, vemos una hilera tras otra de artesanos fia nos cuente una historia, y por tanto no estamos preparados para aquellas
con mandil, con la mirada fija en el objetivo y mostrando una dignidad incon- que en lugar de contarnos una historia nos cuentan dos o, peor aún (caso de
movible, salidos de las fotografías fabriles; a peones tomándose un respiro las fotos de familia no identificadas, que quizá por ese motivo brillen por su
durante la construcción del Palacio de Cristal; a costureras encorvadas sobre ausencia en el reciclaje de fotografias antiguas), ninguna. A la hora de selec-
sus tejidos, con la paciencia de una Griselda. Hasta los niños empleados en las cionar ilustraciones somos propensos a optar por iconos, por imágenes que
fábricas quedan transfigurados. En uno de estos libros de reproducciones, simbolizan una totalidad que las supera. La fotografía ideal debería ser trans-
figura una fotografia de una niña-obrera muy pequeña retratada junto a su parente, un correlato objetivo de la verdad. Tenemos poca paciencia con las
familia en 1861: «Pese a lo exiguo de sus ropas», nos informa el omnisciente fotografías que guardan secretos: el único sentido que tiene recurrir a las
pie de foto, «todo nos habla de una dignidad virtuosa y ganada a pulso»." imágenes es mostrar la historia «tal como fue». Las exégesis consisten por lo
En el caso de la década de 1930, los años de la Gran Depresión (otro común en realizar una lectura atenta a fin de extraer de ella hasta el último
locus classicus en el redescubrimiento y reciclado contemporáneo de las detalle, no en identificar relatos reprimidos. Lo ideal es que una fotografia, si
fotografias de época), las posturas se invierten. Aquí la historia es revisionis- se elige bien —al igual que el testimonio oral o, ya puestos, el documento de
ta, mientras que la fotografía encarna la opinión hegemónica. La primera archivo—, hable por sí sola.
cartografía los progresos de la modernización, el auge de las nuevas indus- Matthew Brady, el fotógrafo norteamericano que convenció al gobierno
trias, los adelantos en materia de salud pública, el desarrollo de la asistencia federal para que respaldase la obtención de un testimonio visual de la Guerra
y los servicios sociales, la consolidación de una «opinión media», la nueva de Secesión, describió la fotografia como «el ojo de la historia». Invocaba la
fe en la planificación y la difusión de una cultura del ocio en cuyo seno las historia en el sentido de Tucídides, como acto de conmemoración, de conser-
distinciones de clase quedaron relegadas a segundo plano. Desde el punto de vación de hazañas narradas que de lo contrario caerían en el olvido, de cons-
vista de la imaginación, nada de esto puede competir con una representación tatación destinada a la posteridad. Por lo común, el asunto se considera desde
plástica de Inglaterra que —por motivos que tienen más que ver con los fotó- ese punto de vista, ya sea en los debates contemporáneos acerca del «realis-
grafos que con sus modelos— se aferra obsesivamente a las señas de identi- mo» y la «representación», o en esos, mucho más viejos (tan antiguos como
dad clasistas, no sale de los barrios pobres y hace caso omiso de las fincas
rurales y de las zonas residenciales. La historiografía se muestra impotente
para desalojar de la conciencia nacional estos iconos originados en la foto-
20 Humphrcy Spender, Worlaown People: Photographs from Northern England, 1937-38,
grafía documental de la época, tanto en Gran Bretaña como en los Estados Bristol, 1982. Se trata de las fotografías tomadas como parte de la investigación emprendida
Unidos y Francia. Se han convertido en parte del repertorio internacional del por Mass Observation en relación con Bolton. Véase también la autobiografía de Spender,
arte, del modo en que la televisión y las revistas de gran tirada evocan plás- «Lensman», Photographs 1932-1952, Londres, 1987.
20 La serie «Photofile», de Thames & Hudson, dispone de una colección asequible, si bien
ticamente los años de la Gran Depresión: los rostros preocupados de los miniaturizada, de imágenes de Brassai.
Worktowners de Humphrey Spender, contemplando con ojos desesperan- 3" Las innovaciones fotográficas de Bill Brandt —sus agrupaciones orquestadas y sus esce-

zados las exiguas oportunidades que les ofrecía la vida y ejecutando mecá- nas coreografiadas, su empleo de la iluminación en clave alta y su predilección melodramática
por las escenas nocturnas (o crepusculares)— van haciéndose más patentes con cada exposición
retrospectiva. Acerca de la exposición más reciente y su valoración, véase Ian Jeffrey, Bill
Brandt: Photographer, 1928-1983, Londres, 1993. Por lo visto, la famosa serie de televisión
26 Véase el interesantísimo análisis de la obra de Julia Margaret Cameron realizado por Michael Upstairs, Downstairs [Arriba y Abajo] se basó en su obra de 1939, The English at Home, The
Bartram en The Pre-Raphaelite Camera: Aspects of Victorian Photography, Londres, 1985. Stoty of Popular Photography, ed. Colin Ford, Londres, 1989, pág. 26.
27 Alan Thomas, Time in a Frame: Photography and the Nineteenth Century Mind, Nueva S' 'Acerca de la serie «madre itinerante», véase Carl Fleischhauer et al., eds., Documenting
York, 1977. America, 1935-1983, Berkeley, 1988, págs. 8, 16-17, 20, 25-26, 34, 36, 41-44, 68-70.
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-I /

Las fotografías que servían como recuerdo de las vacaciones parecen haberse escorado ya en
fecha muy temprana hacia lo cómico, lo sentimental y lo grotesco. Los escenarios glamorosos o
de ensueño invitan a realizar un análisis semiótico (o psicoanalítico) desde la perspectiva de la
fantasía y el exceso: no menos cierto es que también podrían utilizarse como índice de las
modas visuales del momento histórico. El ejemplo de arriba, extraído de una inmensa colección
de álbumes familiares reunidos por Audrey Linkman, se encuentra disponible en la Oficina del
Registro de Manchester.

Esta fotografia, una de las veinte mil recientemente depositadas por la Compañía del Canal de
Navegación de Manchester, nos presenta a una categoría de trabajadores que hasta ahora había
escapado a la atención histórica: los peones infantiles. A diferencia de las abyectas criaturas
que pueblan los grabados fabriles, estos muchachos ofrecen un aspecto decididamente chules-
co. Con las manos cruzadas despreocupadamente o metidas en los bolsillos, quizá estén inter-
pretando el papel de adultos, y tienen más aspecto de ser aspirantes a aprendices del célebre
ingeniero Isambard Kingdom Brunei que de esclavos asalariados explotados.

Cabe sostener que el retrato de familia, aunque exija posar, es más «natural» que esas fotografías
tipo «cámara indiscreta» (que gozan de tanto predicamento como ilustraciones con valor docu-
mental) en las que el fotógrafo sorprende al fotografiado. Quizá la familia parezca acartonada,
El niño-mártir fue un personaje con gran poder emotivo en el movimiento de agitación fabril de
pero no posan para el espectador sino para ellos mismos; proyectan una imagen, por fantasiosa
las décadas de 1830 y 1840. Hace mucho tiempo que los grabados impresos por la Comisión
que ésta sea, de lo que creen ser. En la de arriba, el padre, apartando la mirada de la cámara,
Real sobre el empleo de niños en minas y molinos gozan de gran popularidad a la hora de ilus-
parece hallarse en comunión consigo mismo, y el muchacho situado a su diestra parece delei-
tarse en una discreta sonrisita. trar libros de texto escolares. El discurso narrativo transmitido por la fotografia industrial deci-
monónica —fomentada en gran parte por los patronos— era muy distinto.
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la propia fotografía) en torno a si la cámara tiene o no tiene la capacidad de mente, que aunaron sus fuerzas para convertir las calles de París en un carru-
mentir. Pero el descubrimiento de las fotografías antiguas y su explotación sel de diapositivas, y del music hall y el cabaret por otra— quizá ayudara a
generalizada para crear un efecto-actualidad, ya sea en ilustraciones popula- desentrañar algunas de nuestras imágenes fotográficas urbanas más impere-
res, fondos televisivos, exposiciones museísticas o como recursos docentes, cederas, como esas que se venden, en ediciones piratas, en los puestos de
plantea una cuestión completamente distinta: el significado retrospectivo que Covent Garden a altas horas de la noche, o esas que cuelgan de las paredes de
adquiere una imagen en el curso de su carrera ulterior, de tal forma que una los pubs como grabados de época.
fotografía tomada quizá con una intención de lo más trivial —un encuentro de Es curioso que los historiadores, por lo común tan puntillosos en lo que
ciclistas que tuvo lugar en julio de 1914, por ejemplo— se convierte en una hace a la utilización de los documentos como pruebas, tengan muchos menos
fuente de emoción estética (y de reflexión). El poder de evocación de estas reparos a la hora de fiarse de las fotografías, y consideren que reflejan los
imágenes reside en lo contrario de lo que a simple vista podría parecer. Quizá hechos de forma transparente. Quizá las acompañemos de pies para destacar
pensemos que acudimos a ellas para conocer el pasado, pero lo que las dota aquello que —de cara a nuestros objetivos— nos parecen detalles reveladores,'
de relevancia histórica y convierte unos residuos más o menos casuales del pero no nos sentimos obligados a cuestionar (ni, ya puestos, a corroborar) la
pasado en preciados iconos es el conocimiento que nosotros les aportamos. autenticidad de la imagen ni a indagar acerca de su procedencia, ni a especu-
Abandonado a sus propios recursos, el «ojo de la historia» se encuentra a lar en torno a por qué algunos personajes están presentes y otros, cuya pre-
merced de lo que ve, y a falta de un método crítico, por rudimentario que éste sencia cabría haber esperado, están ausentes. Ni siquiera seguimos las reglas
sea, es más que probable que una fotografía antigua se emplee como si fuera elementales de nuestro oficio, como averiguar el nombre del fotógrafo, las
una diapositiva, para mostrarnos, con todo detalle y verosimilitud, la historia circunstancias en las que se tomó la fotografía o la fecha de ésta. En conse-
«tal como fue». Si no queremos estar a merced de las imágenes, y queremos cuencia, no tenemos forma —en contraste con lo que haríamos en caso de
emplearlas para tejer nuevos relatos o abordar problemáticas distintas, hemos recurrir a un manuscrito o a una fuente impresa— de entrecomillar, en sentido
de ser capaces de distanciarnos críticamente de ellas. El análisis de géneros figurado, las fotografías antiguas, ni, aun cuando las usemos para apoyar un
también sería de ayuda, no sólo a la hora de identificar, o tratar de identificar, argumento, de ponerles notas al pie ni referencias. Lo único que aparece es
los complejos imaginativos que sostienen los relatos fotográficos, sino tam- un simple crédito —«Colección Mansell», «Biblioteca Fotográfica Mary Evans»,
bién para poner de relieve las imágenes arquetípicas subyacentes: la matanza «Museo de la Vida Rural Inglesa»— como si los depositarios tuvieran la mis-
de los inocentes, como en esas fotografías de mayo de 1945 en Bergen-Bel- ma autoridad que una fuente. Al cabo de treinta años, seguimos sin disponer
sen que, según constataron Susan Sontag" y Theodor Adorno entre otros, siquiera de un procedimiento académico consensuado que permita tratar las
transformaron la conciencia histórica de toda una generación; los horrores de fotografías con la misma solemne seriedad que se le dispensa a fuentes
la guerra, como el representado por la criatura de Biafra que mama de un mucho menos problemáticas. Como dijo mordazmente un conservador, a la
pecho marchito, o la mano que asoma en el campo lleno de cadáveres en mayoría de ellas se las trata como toallitas para los ojos."
Gettysburg; la libertad en las calles, como en las populares fotos tipo «cámara El uso que los museos hacen de las fotografías, por atenerse al argumento
indiscreta» que tomó Paul Martin de los niños londinenses, retozando tras la de Gabriel Porter, no es menos estrafalario. Así como los artefactos materia-
estela de los carros dedicados a la venta de agua o colgándose de las faro- les se clasifican con mucho mimo, respetando escrupulosamente los criterios
las." Prestar atención a la ideología tampoco estaría de más. El culto victo- de antigüedad, género y procedencia, en cambio las ampliaciones o los apo-
riano a la noción de genio, y hasta la frenología, quizá, ayudaría a explicar la yos fotográficos que dramatizan «la imagen del pasado» y recrean, quizás,
fuerza de los retratos realizados por Julia Margaret Cameron, dado que lo que algún lugar de trabajo o interior doméstico, se tratan como si no requiriesen
ella se propuso, desde su magnífico Tennyson en adelante, fue transmitir la explicaciones de ninguna clase. «En la colección de objetos [la cursiva es
esencia de la grandeza por medio de sus modelos. Asimismo, el romanticis- suya] cada artículo está identificado; la producción y el uso están documen-
mo aristocrático o byroniano podría ayudar a dar cuenta de su melenudo
Herschel o de los mechones sueltos de su Ellen Terry. En época más reciente,
lo que podríamos denominar «bucolismo urbano» —que desciende por una " Con frecuencia la práctica de ponerle leyendas a las fotografías es muy «omnisciente», y
parte de la colaboración entre Utrillo y Atget, pintor y fotógrafo, respectiva- da a entender que tenernos conocimientos de primera mano e información privilegiada acerca de
los sentimientos y pensamientos más recónditos de los protagonistas. Como señala Michael
Baxandall en un contexto distinto («Exhibiting Intention», en Ivan Kard y Steven D. Lavine,
eds., Exhibiting Cultures; The Poetics and Politics of Museitin Display, Washington, 1990, págs.
32 Susan Sontag, On Photography, Harmondsworth, 1979, pág. 19 [ed. cast.: Sobre la foto- 35-36) tales etiquetas no son descriptivas «en ninguna acepción normal de la palabra»; son
grafía, trad. Carlos Gardini, Madrid, Alfaguara, 2005]. actos de interpretación que se pretende hacer pasar por elementos verbales auxiliares.
33
Bill Jay, Victorian Candid Camera: Paul Martin, 1864-1944, Londres, 1973. 35 Roger Taylor, en el transcurso de una conversación con el autor, septiembre de 1992.
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RAPHAEL SAMUEL
EL OJO DE LA HISTORIA 391
tados; la adquisición por parte del museo se registra por medio de un documen-
to de traspaso; se buscan materiales contextuales... Las imágenes del archivo Más dificultades planteó el caso —relatado en The Photographic News del
fotográfico, sin embargo... hablan por sí solas». 9 de octubre de 1885— de un zapatero con ideas políticas:
36
Si hemos de utilizarlas como ilustraciones históricas o pruebas empíricas
en relación con el pasado, las fotografías requieren crítica histórica. El análi- Mi modelo... pasó por delante de la puerta de mi estudio, y al verle
con un aspecto tan desaliñado, se me vino a la cabeza que si conse-
sis formal, realizado desde los puntos de vista de la composición, la ilumina-
guía hacerle posar podría retratarle. Entablé conversación con él, y no
ción y el encuadre —la gramática de la fotografía—, nos dirá algo acerca de lo
tardé en descubrir que era zapatero de profesión y que su gran pasión
que pretende la cámara en, pongamos por caso, la fotografía de trabajadores era la política. Tras mucho insistir, conseguí hacerle entrar en el estu-
cuidadosamente coreografiada, la instantánea cómica de vacaciones, el retrato dio, pero en cuanto me atreví a sugerirle directamente que posara para
infantil estilizado. Las técnicas de enlace, que iluminan lo visible por medio una fotografía, se fue derecho hacia la puerta. Enseguida arreglé la
de aquello que no se ve, y que ponen el acento en aquello que el encuadre situación invitándole a una cerveza; hacerme con una caja de embala-
deja fuera, quizá nos ayuden a reconstruir los contextos originales, como se je vacía, un cajón viejo y un poco de cuerda y cartón fue cuestión de
ha procedido a hacer, siempre que ha sido posible, en el caso de la colección dos o tres minutos.
de álbumes familiares de Manchester. Los historiales delictivos o médicos Lo más dificil de todo fue dejarle más desaliñado aún de lo que
podrían sin duda trastocar por completo el significado de las fotografías poli- estaba, y cuando le pedí que se quitara el gabán se levantó de un salto
ciales decimonónicas. El análisis de géneros, como el que se aplicaría de for- y se negó diciendo: «No, así mis amigos no me reconocerían».
La expresión que buscaba la obtuve alterándole con los últimos
ma rutinaria a un texto literario, podría utilizarse para explicitar las opciones
discursos (políticos); en el último instante le pregunté si se había ente-
estéticas que el fotógrafo tuvo o no tuvo a su disposición, digamos en las rado de la derrota del gobierno y la disolución del parlamento, lo que
«panorámicas» de las avenidas principales (una de las imágenes predilectas le llevó a estirar el cuello y preguntar: «¿Que el gobierno ha sido
de las reediciones actuales) o (una de las grandes ausencias) las de la historia derrotado? ¿Dónde?» Entonces le retraté. El paso siguiente fue cons-
natural. Ante todo, para no encontrarnos a merced del inconsciente óptico, truir un taller de zapatería, cosa que hice en mi cuarto de revelado, y
semejante crítica tendría que abarcar también lo inmediato, e indagar las cau- luego revelé la fotografía utilizando esta imagen como fondo."
sas por las que determinada fotografía resulta atrayente desde el punto de vis-
ta contemporáneo.
Por mucha importancia que dieran a la espontaneidad y a los escenarios
Las fotografías del siglo xIx, o al menos las que se han reeditado en los informales o naturales, los realistas sociales —o documentalistas fotográficos—
últimos años, se fabricaban conscientemente con vistas a producir determina- de la década de 1930 estaban aherrojados por convenciones tan restrictivas e
dos efectos narrativos o visuales. En el caso de las fotografías de exteriores, a inflexibles como las de sus predecesores del siglo >0x. En las fotografías de
menudo hubo que sobornar o pagar por su colaboración a los modelos o pro- la serie «Worktown»* de Humphrey Spender —la contribución de éste al estu-
tagonistas, los cuales podían estar disfrazados para la ocasión —más o menos dio de Bolton realizado por Mass Observation** en 1937— lo habitual es que
del mismo modo en que Curtis disfrazó a sus indios americanos— para darles a los protagonistas se les vea de espaldas o de costado. Los retratados pare-
un aspecto más tradicional. Como lo expresó un camarógrafo de cen preocupados o retraídos. Los rostros, cuando se ven en primer plano,
1872:
están marcados por la inquietud. Abundan las imágenes de situaciones de
Hace unos días se me presentó la gran oportunidad de tomar unas hacinamiento, y en ningún otro lugar tanto como en el pub, donde los bebe-
fotos de la siega y recolección del heno, y no dudé un instante en dores se encuentran literalmente acorralados. Las gradas del canódromo
aprovecharla. Me tomé grandes molestias a la hora de instruir a los están abarrotadas de hombres con aspecto de galgos. Un plano largo de una
jornaleros y disponer los carros y los caballos —además de otros acce-
sorios— para que la composición quedara bien; después aguardé a que
llegara el momento del día en que estimé que concurrían los mejores
efectos de luz y sombra, y entonces fotografié la escena." 38 Ibíd., 9 de octubre de 1885, pág. 642. La fotografía en cuestión, «Strengthening the
Understanding», fue premiada en el transcurso de la exposición anual de la Sociedad Fotográfica
y reproducida en el número del 9 de octubre del Photographic News. Le estoy muy agradecido
a Audrey Linkman por ambas referencias.
* La «ciudad del trabajo». (N de los t.)
** Desde 1937 hasta los años cincuenta, trabajó en el Reino Unido una organización que,
36 Gaby Porter, «The Economy of Truth, Photography in Museums», con el nombre de Mass Observation, se dedicaba a la investigación social. Su propósito fue
1989, págs. 20-33. Ten/8, 34, otoño de
37 estudiar las condiciones de vida, especialmente las de la clase obrera, y su labor dio como
«Useful to Artists», por «Only a Photographer»,
Photographic News, 19 de julio de 1872. resultado una abundante documentación sobre cómo eran entonces los ciudadanos de aquel país.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación (N, de loslat.)reglamentación en materia de derechos de autor.
respetando
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t<AFHAEL SAMUEL EL OJO DE LA HISTORIA 393

mujer que blanquea el umbral de su casa nos presenta su rostro —y el del niño
una supuesta falta de coraje por parte del líder cartista, Feargus O'Connor,
que la observa— como una masa borrosa. Una vista aérea de la playa de
sino más bien a la escasa afluencia de manifestantes. La imagen también tie-
Blackpool muestra todos los rostros desenfocados, como si relajarse fuera un
lujo prohibido aun cuando la gente estuviera de vacaciones." ne algo que decir acerca de la cuestión (motivo en la actualidad de arduas
polémicas entre historiadores) de si el cartismo fue o no un movimiento
Walker Evans induce a su gente —los aparceros ataviados con mono, o los
social. Decora la tribuna, aludiendo tanto a la economía política cartista
blancos pobres de Alabama— a mirar a la cámara con gesto acusador, en ade-
como a la teoría del valor-trabajo (unos treinta años antes de que se tuviera
mán de muda protesta. Los alinea contra los tablones, empalados, por así
noticia de la versión marxista de ésta), una sola y llamativa consigna: «El tra-
decirlo, en los toscos muros de sus casas. Son figuras cancerosas, con la piel
bajo es la fuente de toda riqueza».43
estirada al máximo sobre los pómulos y sin un gramo de carne superflua. Al
La deconstrucción, al utilizar las fotografías en conjunción con el testi-
igual que los nativos americanos de Edmund Curtis, son primitivos moder-
monio oral y la documentación escrita, empalmar distintos tipos de pruebas o
nos, que viven en condiciones de frugalidad propias de la secta de los
kers. Sha- emplear unas para poner de manifiesto los silencios y las ausencias de otras,
Con una sola excepción, aparecen descalzos ante la cámara, andando
es uno de los métodos que los historiadores podrían aplicar para explicar e
por las toscas tablas del suelo, y posando para Walker Evans con harapos y
interpretar las fotografías antiguas. Los historiadores de la familia son, por
medio desnudos. Nadie mueve un solo músculo. Nadie trabaja. Nadie se ríe."
fuerza, maestros consumados en la materia. Cuando se enfrentan a antiguas
A menudo son los detalles accidentales (o secundarios) de una imagen,
tarjetas de visita o a retratos de gabinete de procedencia desconocida, tienen
que pasan desapercibidos para el fotógrafo y para los editores o expositores
que aprender a fechar las «reliquias fotográficas de familia» a tenor de la
posteriores, los que resultan de capital interés para el historiador: ese sería el
caso, por ejemplo, del letrero de un almiar en el que se lee moda adulta, la ropa infantil, el atrezzo y los telones de fondo de los fotógra-
Déjense de Fumer fos y, también, desde luego, según la calidad del papel y de las copias, así
(recordatorio, según nos cuenta Le Roy Ladurie en su comentario sobre el
como del revelador.44 A medida que la investigación se extiende de la genea-
autorretrato fotográfico de una aldea de Aveyron, del riesgo perenne de
logía y los árboles genealógicos a las fortunas familiares, asombra el número
incendios en la campiña occitana), la disposición de un hombre a caballo, o
la presencia de la bandera tricolor en un baile público.4 de caudales de conocimiento que pueden confluir en un conjunto de imáge-
' Permítanme ofrecer- nes a primera vista muy limitado:3
les un ejemplo británico de un descubrimiento sorprendente realizado en los
Sería una auténtica lástima que las fotografías antiguas se emplearan
archivos reales de Windsor: una fotografía de la manifestación de los cartis-
exclusivamente como mera fuente de información acerca de los pequeños
tas celebrada en Kennington Common el 10 de abril de 1848, una de las
fechas más célebres de la historia política del siglo xix. 42 detalles de la vida cotidiana. Como sugiere el ejemplo de la fotografía cartis-
En ella aparece una ta de 1848, pueden arrojar luz sobre cuestiones de alta política, e incluso
multitud exigua y dispersa, lo que prueba más allá de toda duda que el fiasco
sobre epistemología e historia de las ideas. Si las fotografías escolares se
del 10 de abril —que en la práctica supuso el final del cartismo— no se debió a
esclarecieran por medio del análisis comparativo, podrían resultar igualmente
útiles para la investigación de las lealtades corporativas y los ideales pedagó-
39 gicos. Cabe contrastar los ejercicios de gimnasia sueca (uno de los motivos
La entrevista con Humphrey Spender, que presagiaba la recopilación llevada a cabo en
1982 de sus fotografías de la serie «Worktown», vuelve una y otra vez sobre la sensación de
favoritos de las fotografías de internados de las décadas de 1880 y 1890) y
intromisión y vergüenza que le producía a «The Lensman» («El Cámara») su obra de 1937. las concentraciones masivas con los retratos perfectamente individualizados
4
° Dentro de la rica y espléndida gama de comentarios disponibles en la actualidad sobre la que en la actualidad pasan por ser fotografías escolares. De una forma más
obra de Walker Evans, cabría hacer referencia a J. A Ward,
James Agee, Walker Evans and Edward Hopper, American Silentes: The Realism of
1935-1945, Baton Rouge, 1985, y Documenting America
ed. Carl Fleischhauer et al., Berkeley, 1988. Resulta instructivo comparar las copias
por contacto reeditadas y las imágenes escogidas para el libro de James Agee y Walker Evans,
Let Us Now Praise Famous Men [ed. cast.: 43
Gareth Stedman Jones, «Rethinking Chartism», en Language of Class, Cambridge, 1983,
Elogiemos ahora a hombres famosos, trad. Pilar
Giralt, Barcelona, Círculo de Lectores, 1994]. Entre las primeras se cuentan algunas de Lucille propone una audaz reconceptualización del cartismo, alegando que sus raíces fueron más políti-
Burroughs, una jovencita con un sombrero de paja, recolectando algodón y —en una imagen cas que sociales, y que se inspiró más en el constitucionalismo popular que en la economía
muy llamativa— fotografiada en los campos con aspecto bucólico. En el libro es la protagonista política. Para algunas lecturas divergentes, véase Dorothy Thompson, «The Language of
de una de las imágenes más famosas de Walker Evans, en la que aparece apoyada contra los lis- Class», Bulletin of the Society fir the Study of Labour History, 52, 1987; Joan Scott, "On Lan-
tones de madera de la choza familiar. guage, Gender and Working-Class History", International Labour and Working-Class History,
4
' He extraído mis ejemplos de las observaciones de Le Roy Ladurie recogidas en Bernard 31, 1987; Ellen Meiksins Wood, The Retreat from Class: A New «Tate» Socialism, Londres, 1984,
Dufour, capítulo 7.
La pierre et le seigle, histoire des habitants de Villefranche-de-Rouergue racontée par...
les albums de famille, 1860-1950, París, 1977. 44 Robert Pols, Dating Old Photographs, Newbury, 1993; «Can You Date Heirloom Photo-
42
«Found — The World's First Crowd Photograph», graphs from Children's Clothes?», Family Tree Magazine, marzo de 1990.
Sunday Times, 5 de junio de 1977.
45 Steel y Taylor, Family History in Schools, págs. 93-94.
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594 RAPHAEL SAMUEL ,

indirecta, si nos fijamos en las exhibiciones escolares de la bandera nacional,


las fotografías antiguas pueden servir para evocar aquellas ocasiones patrióti-
cas anteriores a 1914 en las que, tanto en Gran Bretaña como en Francia y
Alemania, la participación en la Gran Guerra ya estaba en cierto modo presa-
giándose y fraguándose.46 EL DESCUBRIMIENTO DE LAS FOTOGRAFÍAS
Si recurriéramos a ella como una fuente de primer orden o como punto de
ANTIGUAS
referencia, la fotografía podría socavar esas compartimentaciones estancas de
la investigación que aíslan nuestras materias de estudio en esferas separadas.
La noción misma de una política del cuerpo, o lo que Tom Laqueur denomina
«teatro corporal» —área en expansión dentro de la edición y la investigación
Con anterioridad a los años setenta no existía nada parecido a un mercado
actuales—, resultaría mucho menos hermética si se la abordase no por medio
de fotografías antiguas, y las colecciones de éstas que había (por otra parte
de los tratados médicos o las nociones de vigilancia y control, sino por medio de
numerosas, como se acabó por constatar) llevaban más de cincuenta años
la maravillosa abundancia de imágenes en las que las nociones de masculini- amarilleando. Durante el repentino auge de las antigüedades habido en los
dad y feminidad, o de la belleza viril o femenina, se refractan conforme a las sesenta y el descubrimiento de nuevos tipos de cosas dignas de ser coleccio-
nociones de familia y comunidad, juventud y senectud, cultura y clase. nadas, las fotografías aparecieron tardíamente en escena si se las compara,
por ejemplo, con las estampas de época. En la obra de Violet Wood Victoria-
na: A Collector's Guide, publicada en 1960, ni se las menciona, mientras que
merecen un apartado propio las tarjetas de San Valentín («que ahora escasean
tanto como para que cause conmoción el que salga a la luz un álbum entero
durante la subasta de [...] una casa rural»), los programas teatrales, las invita-
ciones a bailes e ilustraciones de moda de la década de 1850 («sumamente
decorativas [...] a menudo llevan los nombres de casas de moda famosas»).'
En Portobello Road, la «incubadora» del auge inesperado de las antigüeda-
des, todavía se podían conseguir en esa época, «a cambio de una canción»
(según dice la leyenda), fotografías conservadas en archivadores, mientras
que las antiguas tarjetas de visita victorianas —miniaturas fotográficas de la
década de 1860— tan sólo se compraban a causa de sus marcos.' Algunos
años después, los comerciantes empezaron a interesarse por las fotos mismas,
al tiempo que algunos buscadores de chollos empezaron a echar mano de
ellas para usarlas en carteles y rótulos que querían hacer pasar por victoria-
nos. Aun así, hasta 1971, cuando la obra de Julia Margaret Cameron salió a
la venta en Sotheby's, los retratos fotográficos de la época victoriana no reci-
bieron el espaldarazo que suponía su reconocimiento por parte de los subas-
tadores de bellas artes.
Las fotografías de época también aparecieron tardíamente entre los ele-
mentos victorianos de los pubs, mientras que, hoy en día, ambas cosas son
inseparables. Una guía de pubs de Londres de 1965 tan sólo ofrece un ejem-
plo: una ampliación, recientemente instalada, de una foto del Londres victo-

' Violet Wood, Victoriana: A Collector's Guide, Londres, 1960, págs. 161, 163.
The London Borough of Hackney in Old Photographs, ed. David Mander, Gloucester, Jeremy Cooper, Complete Guide to London 's Antique Markets, Londres, 1974, págs. 103-
1989, pág. 149: Berger Road Girls's School celebrando el Día del Imperio en mayo de 1909. 104. En 1992 los marcos para fotografías de estilo Art Nouveau cotizaban a más de doscientas
Véase los interesantes comentarios de Le Roy Ladurie acerca de las manifestaciones patrióticas cincuenta libras esterlinas en las salas de subastas: Millar 's Collectables Price Guide, 1992-
anteriores a 1914 en Dufour, La pierre et le siegle. 1993, págs. 348-349.
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396 RAPHAEL SAMUEL EL DESCUBRIMIENTO DE LAS FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS 397

riano que servía de mural en The Coleherne, en Old Brompton Road, conoci- los más cortados y boas de plumas para los más atrevidos. Hacia mediados
do lugar de encuentro para homosexuales, tanto entonces como ahora.' La de los setenta, la exposición «El Hogar Ideal» del Daily Mail contaba incluso
edición de 1973 de esa misma guía tan sólo menciona otro: The Nashville, en con un salon.7
West Cromwell Road, en el que el propietario del local había instalado una Parece probable que el gusto por las fotografías antiguas no sólo lo culti-
vista panorámica de Westminster y del Parlamento tras la barra, algo más vasen los pioneros del retrochic, sino también algunos de los espíritus más
bien incongruente para un pub que estaba especializado en música country.4 avanzados entre los modernos de los sesenta: por ejemplo, los artífices de
Acaso las estampas pretendidamente victorianas —enmarcadas como los «The new English» en los colegios, que usaban una fotografía en la línea del
retratos «de gabinete» de la década de 1870, con la cabeza y los hombros dis- realismo social, sacada de los años treinta, para proporcionarles credibilidad
puestos sobre un fondo que se iba difuminando de manera gradual— sirvieran en la calle a sus publicaciones.' Pese a considerarse futuristas, los diseñado-
más que ninguna otra cosa para conseguir que el gusto popular aceptase la res gráficos de la «subcultura de terciopelo» [velvet underground] juguetea-
fotografía de época. En este sentido, una obra original fue «Victorian Pic- ban con imágenes de películas antiguas, sacando a Clara Bow en la portada
nic», realizada por Cecil Beaton en 1965, tableau vivant fotográfico en el del International Times (la primera, y más conocida, contribución de la cultu-
que aparecía la modelo prominente de la época, Jean Shrimpton,5 y que era ra de las drogas al periodismo británico) y usando las ilustraciones de moda
un ejercicio camp de altos vuelos que en ese momento pareció más una vuel- de los años veinte, o a las estrellas del cine mudo, para crear esas figuras
ta a la «bohemia de alto copete» de los años veinte que una prefiguración del misteriosas que rodeaban a los clientes en las tiendas de ropa alternativas
formato de lo que aún estaba por llegar. Twiggy, la modelo de diecisiete años como Granny Takes a Trip o Biba. En una vena más necrófila, y quizá más
que se convirtió en «Chica del Año» de la moda en 1966, también se vio atractiva para la melancolía de los adolescentes que para la nostalgia de la
fotografiada en un marco semejante, virada al sepia y vestida como una gente de mediana edad, encontramos el póster alternativo por antonomasia,
señorita victoriana, al estilo de las ilustraciones de Kate Greenaway: a esa reproducido en incontables chapas y camisetas, y un verdadero éxito de ventas
portada de Vogue se la recuerda también como póster publicitario.6 Como en las tiendas: la cabeza de Ernesto «Che» Guevara, retrato del mártir dibuja-
todo el mundo sabe, en la cubierta del disco Sergeant Pepper:s Lonely Hearts do a partir de la fotografía de su cadáver en 1967, y que, por lo que parece,
Club Band (1967) aparecen los Beatles vestidos con uniformes eduardianos; tiene como modelo la Muerte de Cristo, de Mantegna.' Este póster anticipó y
mientras que en la de la balada «Grandad» —monumentalmente sentimental, posiblemente fue uno de los iniciadores de esos curiosos cultos en boga
y superventas en 1969—, de Clive Dunn, el actor aparecía vestido como una durante los setenta —aunque todavía hoy en día siguen muy presentes en las
personalidad del final de la época victoriana. El ejemplo cundió y, en muy tiendas que venden tarjetas y en las galerías de pósters— que hallaban sus
pocos años, las cabinas fotográficas de ferias y playas ya ofrecían una amplia motivos de adoración en difuntas estrellas de la pantalla y que convirtieron
gama de disfraces de época: sombreros de mediados de la era victoriana para en iconos culturales a toda una serie de cantantes pop recientemente falleci-
dos: Jimi Hendrix, Buddy Holly, Janis Joplin, Jim Morrison...
El arte pop siempre estuvo interesado en las fotografías antiguas, esas
fotos «de segunda generación» que a fuerza de repetirse continuamente se
3 Sobre The Coleherne, Martin Green y Tony White, Guide to London Pubs, Londres,
1965, pág. 42, añaden la siguiente nota: «El actual patrón, antaño jugador de cricket de la
Yorkshire League, llegó en 1951: dos años después, el interior estaba completamente cambiado,
los tabiques habían sido eliminados y se había instalado nueva iluminación y mobiliario. Las
7 La fotografía de época simulada se ha convertido en uno de los entretenimientos rutina-
fotos y murales de cricket, así como los grabados de cricket de Watkins Taylor han sido ahora
reemplazados por "ampliaciones" del Londres victoriano, en armonía con el tranquilo bar- rios de los días de fiesta mayor británicos. En el Trocadcro, Piccadilly, «Old Times Portrait»,
salón, con su reloj del abuelo, espejos, butacas y (en invierno) fuego de chimenea. The Cole- abierta en 1992, ofrece a sus clientes la posibilidad de seleccionar la época en la que quieren
herne, que ahora incluye un bonito restaurante (abierto hasta medianoche), tiene bastante fotografiarse: «victoriana» («atuendo militar» o «sombrero de copa y frac» para los hombres;
afluencia incluso entre semana —la clientela que lo frecuenta es casi exclusivamente masculi- «miriñaque, de cuello alto o con escote palabra de honor» para las damas); «oeste» («militar» o
na--, pero sólo cobra vida como pub musical los domingos por la mañana, con la aparición de «vaquero» para los caballeros; «cancán» para las damas); o «1920» («Al Capone con metralle-
una animada banda caribeña». ta» para caballeros; «vestido de vampiresa» para las damas). Un emprendedor establecimiento
Martin Green y Tony White, Evening Standard Pub Guide, Londres, 1973, pág. 33. El de fotografía de Watford ha extendido la oferta a los más jóvenes: «Cadete», «Bandido»,
pub Lotus en Regent's Park Road, NW1 —entonces un pub «temático» consagrado a las carreras «Aprendiz de oficina», «Chico de los recados», «Niño de orfelinato», «Pequeño Lord Fauntle-
de motor— exhibía fotos de carreras en sus vitrinas. Ibíd., pág. 107. roy» («te dejaban incluso la peluca») es el listado del botín obtenido por un adolescente de
5 Cecil Beaton. Barbican Art Gallery, 16 de mayo-20 de julio de 1986. De Vague, julio de
catorce años tras una tarde de posados.
8 Simon Clemcnts, John Dixon, Leslie Stratta, Reflections, An English Course lar Students
1965, «Grupo de jóvenes a la moda para un picnic, incluyendo a las modelos Jean Shrimpton y
Celia Hammond». 14-18, Oxford, 1963, con fotografías de Roger Mayne, «cuya obra ha sido de especial ayuda
6 «Las paredes presumen de más Blakes y una fotografía teñida de sepia de Twiggy y él en
para instruirnos sobre las posibilidades de este tipo de fotografía».
9 John Berger, «The Legendary Ché Guevara is dead», New Society, 26 de octubre de 1967.
atuendo victoriano», «Return oí the Sixties Svengali», Evening Standard, 19 de agosto de 1992.
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habían convertido en clichés visuales. Recurría a ellas como a un banco de en la Rowton House de Camden Town: un albergue para trabajadores sin techo
imágenes para sus montajes, como fuente de chistes visuales que le servían que ya por entonces se encontraba en las últimas."
para burlarse de la Academia, como una invitación al goce visual y, no en El descubrimiento de las fotografías antiguas iba a la par con una concien-
menor medida, como una manera de llegar al gran público, una vez pasadas a cia cada vez mayor de lo visual que, a lo largo de los sesenta, fue invadiendo
portadas de discos o a pósters. Imágenes de películas antiguas, anuncios de todos los ámbitos de la vida británica: desde los medios de comunicación de
moda, imágenes «para chicas»... le sacaba partido a todo. Al tratar lo contem- masas, en que el eclipse de la radio por parte de la televisión hizo que Gran
poráneo como si fuera materia de coleccionismo o al caracterizar como arte Bretaña pasase, en apenas diez años, de ser una nación de oyentes a ser una
los efímeros productos comerciales, estaba bailando una danza de muerte nación de espectadores, hasta la política corporativa, en que las galerías, las
dirigida a las pretensiones de la alta cultura. La Marilyn Monroe de Andy puertas de cristal pulido y los locales diáfanos conseguían que pareciera que
Warhol, que jugaba con las imágenes en polyphoto —muy apreciadas en los se podía ver por medio de las oficinas y las tiendas. En cuanto a ropa y ves-
cincuenta—, puede considerarse lucero del alba de la necrofilia, mientras que tuario, nos podríamos extender sobre aquella elocuente revolución que indujo
Roy Lichtenstein parece haber sido de los primeros en haber redescubierto a desechar el uniforme escolar en favor de atuendos de adolescente, y la llega-
las delicias del Art Decó.i° da de novedades como las blusas transparentes y camisetas con eslóganes que
sirven para anunciar la personalidad del individuo. En educación se podría
Puede que la nueva ola de fotógrafos de moda de los sesenta, aunque apa-
hacer referencia al motín de colorido de los nuevos parques infantiles, peque-
rentemente no estuviera interesada ni en la tradición ni en cualquier otra cosa
ños oasis de libertad erigidos en el yermo urbano; o al despliegue de dibujos
que fuese más allá de los furores del momento, haya contribuido a despertar
infantiles en los pasillos y aulas de la escuela primaria; o al rol de lo visual en
el apetito por las fotografías de época, aun cuando lo hiciera sin darse cuenta.
la innovación en programas educativos, en los que, por influencia de educado-
Al cambiar Venecia o Saint Tropez por el East End o las márgenes del Táme-
res progresistas y liberales, la «educación visual» desafió la hegemonía de la
sis, al llevar a las chicas de Chelsea hasta Rotherhite y Wapping, al usar las
palabra escrita. El tirón de lo visual supuso también un factor de cambio en la
farolas, las paredes sucias y los descampados como decorados, crearon, o
alta política, en la que los líderes políticos fueron empaquetados para consu-
practicaron, una especie de «pintoresquismo metropolitano» (adaptando una
mo público, a la manera de personajes televisivos, y el éxito o fracaso en el
expresión de David Mellor)," un lenguaje visual que, con su adicción a lo
liderazgo de partido se midió en función de las ocasiones de salir en la foto y
antiguo, lo deteriorado y lo decrépito, supuso una especie de respuesta londi-
de la cuota de pantalla antes que del cómputo de decibelios de aplauso.
nense ante la especie de «Bucólica del Norte» propugnada por el realismo
El apetito por lo visual se hizo más aparente que en ningún otro ámbito
del cine de la «nueva ola». Como se puede apreciar en los reportajes de Man en el diseño industrial, en el que por influjo de la revolución del empaqueta-
About Town, los modelos masculinos también se vieron retratados en decora- do, y con la ayuda de la serigrafía, el aspecto y tacto de las cosas vino a con-
dos que no eran menos castizos: la barra atestada y llena de humo de un pub tar tanto como la calidad y el precio. En la industria musical las cubiertas de
dublinés, en una de las fotografías de Terence Donovan,'2 o la Roundhouse, los discos, hasta entonces superficies en blanco meramente al servicio de la
situada en Chalk Farm (que, por aquel entonces, era todavía una sala de finalidad práctica de proteger del polvo, fueron reemplazadas por llamativas
máquinas de los ferrocarriles), en una de las fotos de moda de Brian Duffy." portadas satinadas que representaban a las estrellas tocando o difuminaban su
Incluso un reportaje sobre trajes de noche, con el modelo equipado hasta imagen en medio de juegos de luces (la portada «increíblemente moderna»
arriba, parece haberse realizado en un callejón de Southwark. Así pues, era del primer LP de los Rolling Stones prescindía por completo de rotulación,
lógico que Antonioni, en Blow-Up, en la que trata al fotógrafo de moda cock-
ney como la encarnación del Swinging London, filmase la secuencia inicial

14 Entre los fotógrafos de modas de la nueva ola, David Bailey desarrolló una peculiar sen-

sibilidad por lo lóbrego, o lo que él define, en alusión a uno de sus paisajes urbanos del East
I° Roy Lichtenstein adoptó el Art Decó en 1966 como alternativa popular a lo que él consi- End londinense, como «tonalidad oscura, sombría» (Baileys Book qf Pin-Ups, Londres, 1965,
deraba elitismo de la arquitectura funcional. Janis Hendrickson, Roy Lichtenstein, Colonia, pág. 6). Particularmente impactante es su NW1 (Londres, 1982), libro sobre Camden Town reco-
1987, págs. 62-66. pilado a lo largo de veinte años de residencia en la zona, cuando ésta estaba siendo sometida a
" Davis Mellor, «Phantasms», en Mark Haworth-Booth (ed.), Bill Brandt Behind the un proceso de gentrificación sistemática. El libro —se ha dicho— «evoca el aire de decadencia
Camera: Photography 1938-1983, Oxford, 1985, págs. 78, 89. urbana que rezuma esta área de Londres, en buena parte originaria del siglo xix». Martin Harri-
12 Man About Town, vol. 3, n° 11, noviembre de 1962, pág. 78. Esta revista —después llama- son, David Bailey, Londres, 1984, pág. 61. De manera análoga, en la fotografía de Don McCul-
da Town y más tarde todavía fusionada con Queen— fue una de las empresas que ayudó a hacer lin (Man About Town, vol. 3, n° 7, julio de 1962, págs. 28 y ss.), la imagen del gentío de la Bolsa
fortuna al político conservador Michael Heseltine. sometido a iluminación de alta exposición resulta muy semejante a una escena de Bill Brandt o
13 Man About Town, vol. 3, n° 9, septiembre de 1962, pág. 70. Worktown.

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incluso del nombre del grupo, sustituyéndola por una fotografía de los cinco ros planos de sufrimiento y creando una nueva iconografía del desastre en la
bañados por una especie de media luz)." En la industria editorial, la revolu- cual el niño desnudo de barriga hinchada y piernas enclenques se convirtió
ción del libro de bolsillo de los sesenta no sólo multiplicó el número de en una figura tan familiar como la víctima del Holocausto en pijama de rayas
impresiones, sino que también trajo consigo la creación de ilustraciones o el hongo atómico sobre Hiroshima.
encargadas específicamente para las portadas: en el caso de los libros Si a comienzos de los sesenta la fotografía era encarnación de la moder-
Pelican, dibujos abstractos; en el de obras de sociología, fotografías antiguas nidad, a finales de la década, en armonía con el auge de la sensibilidad ecolo-
y grabados industriales. En el ámbito del diseño de tiendas, la propagación gista y el giro naturista de la contracultura, demostró ser no menos útil a la
de establecimientos de autoservicio, con sus alacenas abiertas y estanterías moda retro. Los publicistas la adoptaron para lo que Judith Williamson llama
de libre acceso, introdujo un lenguaje completamente innovador de exposi- «anuncios nostálgicos»,'6 subgénero cada vez más popular en el que viñetas
ción «frontal», que prescindía de los misterios de burós, cajas y cajones, y de tono sepia o imágenes de época, yuxtapuestas a la etiqueta del producto,
presentaba una batería de trucos para atraer la mirada, a fin de fomentar la daban idea de estándares de calidad a la antigua usanza. La evolución de las
compra compulsiva y derrumbar las reservas del comprador. Mercancía que portadas de los discos de los Beatles, así como el carácter cada vez más
anteriormente hubiera sido laboriosamente pesada en balanzas o atada con melancólico de sus letras, llevan la huella de este nuevo giro. La portada del
cordel en paquetes de papel marrón, ahora venía preempaquetada en envoltu- With The Beatles (1963), su segundo LP, con una fotografía en blanco y negro
ras de celofán (o, en el caso de la comida, película adhesiva), y se llevaba a del grupo tomada por el fotógrafo de moda Robert Freeman, era absoluta-
casa en bolsas de compra o papel de regalo de alegres colores. En las nuevas mente sencilla y discreta, mientras que A Hard Day's Night (1964), con retra-
boutiques —«Kleptomania» era el elocuente nombre de una de ellas—, gigan-
tos múltiples al estilo de Andy Warhol, era de tendencias todavía decidida-
tescos cristales de aumento y una serie de espejos múltiples invitaban a los mente modernas. La portada de Peter Blake para Sergeant Pepper (1967)
clientes a contemplar con aire narcisista proyecciones idealizadas de ellos pertenece a otro mundo, a una democracia del espectáculo en la cual artistas
mismos. En las tiendas de regalos, donde peluches y figuras de porcelana del pasado —en apretada formación— se alternan con un elenco de muertos
servían de mascotas y camisetas de souvenir, la experiencia de la compra
recientes. Clara Bow y Jean Harlow, las chicas de moda de los años veinte,
pasó de ser un ejercicio de saber escoger a una especie de ceremonia india de
compiten en llamar la atención con Marlene Dietrich y Diana Dors; Karl
reparto de regalos, con una amplia gama de baratijas de todos los colores del
Marx está codo con codo con Laurel y Hardy; Oscar Wilde con Marlon Bran-
arco iris en lugar de bienes de utilidad práctica.
do. Para hacer música, el bombo de metal de la banda, el clarinete y las cor-
La fotografía fue la punta de lanza de estos nuevos avances al dotar de
netas han tomado el lugar de los amplificadores eléctricos. Las propias estre-
glamour a los nuevos estilos de vida, hacer del consumo una actividad estéti-
llas aparecen vestidas de soldados de Ruritania, y su nombre, en lugar de
ca, arrebatar a la política su carácter burgués, a la sexualidad su aura sublime.
abanderar el escenario, aparece escrito al pie en letras florales. Con colores
Al igual que la música pop, servía de puente entre la alta cultura y la cultura
tomados del circo y la feria, y figuras troqueladas de Madame Tussaud's, la
popular al ofrecer un lenguaje que, en principio, era común a ambas. La nue-
cubierta se antoja más que nada un réquiem por los muertos.
va carnada de fotógrafos urbanos la usó para minar las pretensiones de la
haute couture, los artistas pop para hacer de la publicidad y el empaquetado Los años setenta vieron cómo la fotografía, tanto en Gran Bretaña como
en los Estados Unidos, alcanzaba nuevas cotas de estima pública," pero
una poética. En las escuelas, los profesores progresistas se aferraron a ella
mientras en este último país esto llevó aparejado un reconocimiento de la
como talismán de «importancia». En la prensa seria la fotografía invadió el
excelencia de la fotografía contemporánea, en Gran Bretaña parece más bien
espacio hasta entonces reservado al papel barato (o, en The Times, al consul-
haber desencadenado un reconocimiento tardío del valor histórico de la
torio) y al registro de nacimientos, matrimonios y defunciones. Otro ejemplo
cámara. La famosa disputa Hill/Adamson de 1971/72, debate nacional sobre
ilustrativo podrían ser las nuevas organizaciones benéficas, como Oxfam,
el destino de ciertas fotografías de pescadores de Newhaven tomadas en la
pariente pobre de la opulencia de los sesenta. Ayudadas en algunos casos por
década de 1840, indujo a la Galería Nacional del Retrato a nombrar a Colin
fotógrafos de prensa y de moda, y adoptando las estrategias mercadotécnicas
de las portadas de los discos, abandonaron el discreto encanto de la noblesse
oblige en favor del sensacionalismo visual, jugando con desgarradores prime-
'' Judith Williamson, Decoding Advertisements, Londres, 1986, págs. 162-166.
'7 Para un resumen útil, Gerry Badger et al., eds., Through the Looking Glass: Photogra-
phic Art in Britain, 1945-1989, Londres, 1989, págs, 22-34. La década trajo consigo tres des-
15 Sobre portadas de discos, Nigel Whiteley, Pop Design: Modernism to Mod,
Londres, lumbrantes reflexiones teóricas y estéticas sobre la materia que hoy continúan siendo punto de
1987, págs. 108, 165-166, 212-213; Simon Frith y Howard Horne, Art into Pop, Londres, 1987; partida natural de cualquier debate crítico: Ways of Seeing y About Looking, de John Berger;
John A. Walker, Cross-Overs: Art into Pop, Pop into Art, Londres, 1987.
On Photography, de Susan Sontag; y, la mejor de todas, Camera Lucida, de Barthes.

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AMU r,L, EL DESCU13KIMIEN1U JJ ✓ LAS FU1UU1(ArIAJ HIN 1 Il_TU.H.J ~rv J

Ford «comisario de fotografías», el primero del país. Una serie de exposicio7 cuarto de millón de negativos, «todos datados y clasificados con esfuerzo
nes retrospectivas, sobre todo del siglo XIX, que comenzó con la titulada «La ímprobo», que incluían vistas de casi toda ciudad y pueblo del Reino Unido,
pintura de hoy está muerta», consolidó la reivindicación de la fotografía de tomadas a lo largo de un período de cien años por el gran fotógrafo victoria-
ser objeto de retrospectivas en las galerías de arte. Los años setenta fueron no y sus sucesores. Tras recibir su denominación a raíz de una iniciativa de
testigos de una serie de monografías sobre grandes maestros victorianos; un Bill Jay y ser refundada a modo de firma «retro» en 1977, la colección sos-
interés renovado en los fotógrafos «naturalistas» de las décadas de 1880 y tiene hoy en día una vasta industria dedicada a la distribución de vistas victo-
1890, Frank Sutcliffe y P. H. Emerson, cuyo trabajo se había hecho popular rianas y eduardianas; ofrece imágenes «cuya fecha y título se han identifica-
en reproducciones impresas; y los trabajos iniciales sobre la desconocida his- do con toda precisión» de más de cuatro mil pueblos: fotografías con marco,
toria de la fotografia. The Camera and Dr. Barnado (1974), uno de los pri- murales («ampliaciones gigantes en tono sepia... para conseguir un impacto
meros frutos del nuevo interés del Arts Council en la fotografia, exhumaba espectacular») y manteles. Phillimore, editorial especializada en historia
los detalles de una falsificación en otro tiempo célebre.18 Del mismo modo, local, se ha basado en la fuerza de estas imágenes para lanzar cerca de cien
en las salas de subastas el trabajo de los grandes fotógrafos victorianos des- libros-álbum; hay una asociación de coleccionistas de Francis Frith; los clu-
encadenó una espiral inflacionaria de precios. `9 Quizá sea ilustrativo de este bes del libro se sirven de dichas imágenes para su política de «incentivos
giro historicista el hecho de que Bill Jay, representante de la «nueva ola» comerciales». Proporcionan también las pintorescas vistas que adornan cade-
fotográfica de finales de los sesenta y fundador-editor de Creative Camera, nas de comida rápida como Pizza Hut (la sucursal de Oxford Street ofrece
hubiese orientado su atención, a principios de los setenta, a desenterrar los una galería de escenas londinenses antiguas), o constituyen la imagen corpo-
capítulos semiolvidados del pasado de la fotografía." Victorian Cameraman rativa de bancos punteros como Barclays y Lloyds, y de compañías de segu-
(1973) fue escrito en el momento de la compra por parte de Rothman de ese ros como Canada Life y Sun Alliance.24
«registro único de la Inglaterra Victoriana», las «vistas» fotográficas de El hallazgo de fotografías antiguas fue labor de muchas manos diferentes:
Frith; mientras, Victorian Candid Camera exaltaba la obra de Paul Martin y entendidos y coleccionistas, especuladores y comerciantes, restauradores de
le ayudaba a ganarse un nuevo público en el Museo de Victoria y Alberto. museos y bibliotecarios locales, historiadores (especialmente historiadores
Los setenta trajeron también consigo el descubrimiento de buen número de locales) y archiveros, autoridades educativas y comités educativos comarca-
fotógrafos locales olvidados y la reproducción de la obra de estos en forma les, asociaciones artísticas de vecinos y delegaciones de la WEA. Superven-
de libro o álbum. El Whitby de Frank Meadow Sutcliffe,21 el Oxford de tas de los sesenta como El Mundo en Guerra, de la BBC, y la Historia del
Henry Taunt, el Dublín de Robert French," el Londres de Charles White" se Siglo xx, de la Asociación Británica de la Imprenta, obra por entregas publi-
hicieron tan familiares, al menos para los editores de fotografías, como la cada en un total de noventa y siete semanas, hubieran sido impensables sin la
obra de Fenton, Fox Talbot o Julia Margaret Cameron; mientras figuras mano invisible de los investigadores fotográficos, una nueva cepa de profe-
menores a ojos del aficionado —o del historiador local—, si bien grandes estre- sionales, por lo común autónomos, a menudo con formación como artistas o
llas en su localidad, como William Whiffen de Poplar, pasaron a ser nombres historiadores del arte, cuya aparición fue desencadenada por el crecimiento
sobre los que especular. explosivo que los medios de comunicación visuales experimentaron en los
Quizá el descubrimiento más destacable de la década, desde el punto de años sesenta." A menudo los hallazgos provenían de entusiastas que se gana-
vista del reciclaje de fotografías antiguas, fuera la colección Francis Frith: un ban la vida con otra profesión: por ejemplo, Kieran Hickey, cuyo hallazgo de
la obra del fotógrafo de Dublín Robert French, que yacía semiolvidada en los
archivos de la Biblioteca Nacional, generó un lujoso relato gráfico de la vida
Valerie Lloyd, The Camera and Dr. Barnado, Londres, 1974. irlandesa en el cambio de siglo, The Light of Other Days. En el Sunday Times
19 Al principio, los precios eran moderados. En 1971, la fotografía del científico Herschel, Magazine, el suplemento en color que, durante un período de veinte años,
de Julia Margaret Cameron, obtuvo £260; a principios de 1972, una fotografía de Tennyson, de
Lewis Carroll, se vendió por £220, Ronald Pearsall y Graham Webb, Inside the Antique Trade,
tanto contribuyó a popularizar los nuevos hallazgos, la mano invisible de
Shaldon, 1974, pág. 190. 1965 a 1975 fue la de David King, joven tipógrafo que se había formado en
20 Tras fundar Creative Camera Bill Jay se convirtió en el primer director de fotografía del

Instituto de Artes Contemporáneas. Negative/Positive: A Philosophy of Photography, Iowa,


1979, se basa en sus interesantes recuerdos.
24 «Francis Frith Collection», Amateur Photographer, 16 oct. 1982; Landmarks, boletín de
21
Michael Hilley, Frank Sutcliffe: Photographer of Whitby, Londres, 1974.
22
Kieran Hickey, ed., The Light of Other Days, Irish Life at the Turn of the Century in the la Asociación de Coleccionistas de Francis Frith, 3, 1992; «Special Services for Designers»,
Photographs of Robert French, Londres, 1973. 1992. Agradezco a John Buck, director gerente de la colección, esta información.
23 Benny Green, The Streets of London: Moments in Time from the Albums of Charles White 25 Estoy agradecido a Jennie Pozzi, que trabajó en el proyecto History of the Twentieth Cen-
and London Transport, seleccionado por Lawrence Edwards, Londres, 1983. tury, por su información acerca del desarrollo de la investigación especializada en fotografia.
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YVY KAPHAEL SAMUEL EL DESCUBRIMIENTO DE LAS FOTOGRAHAS AiN itTuAs TIJ ✓

la Escuela de Imprenta de Londres. Nombrado editor gráfico a los veintidós traron sus fotografías antiguas, entre ellas imágenes de la calle en tiempos
años de edad, hizo hincapié en imprimir fotografías del siglo xix cada vez eduardianos («Vino un tipo con un caballo y un carro y se corrió la voz de
que llegaban a sus manos porque «las fotografias de placa grande» eran que había un fotógrafo en la población»). Estas fotografías se revelaron útiles
«infinitamente mejores» que cualquier otra cosa que llegaba a la oficina, —de hecho, fueron decisivas— cuando se abrió un expediente administrativo
«excepción hecha de Don McCullin».26 Bruce Bernard, que siguió sus pasos, sobre el destino de las casas, amén de suponer un interesante estímulo en el
llevó a cabo su aprendizaje en investigación fotográfica empleado por la Bri- trabajo en_ las aulas. Por medio de la sección de archivos de la localidad de la
tish Printing Corporation en la publicación de sus volúmenes de historia por Sociedad de Historia Natural de Corby («fundada principalmente por ornitó-
entregas." logos»), se montó una sección dedicada a los archivos de la localidad que
Entre los entusiastas de lo local, un precoz proyecto de recuperación, hizo un llamamiento a todos los residentes de Corby: «Cédannos sus fotogra-
reseñado en uno de los primeros números de The Amateur Historian con el fias antiguas —y sus recuerdos— para que la historia de nuestro pueblo pueda
título «Historia del pueblo: un registro fotográfico», fue el de Edward Hey- ser preservada para generaciones futuras... Queremos recopilar el mayor
mer, londinense que, al retirarse a Hawkhurst (Kent) a principios de los cin- número posible de fotografías, souvenirs, pósters, libros, planos, mapas,
cuenta, halló «un tesoro de historia sin registrar que pedía a gritos ser desen- documentos legales y demás reliquias todavía existentes del Antiguo Corby
trañada». Circulando en bicicleta por el pueblo con su cámara, al estilo del con miras a una exposición pública». La respuesta fue «abrumadora», con
movimiento de Prospección y Registro de la década de 1890, comenzó a mayor interés incluso de parte de recién llegados letones y escoceses que de
fotografiar sistemáticamente el entorno construido; después hizo un llama- los habitantes nativos del pueblo, y la exposición reunió aproximadamente
miento para solicitar fotografías, dibujos e imágenes antiguas. Animado por tres mil personas en un Salón de Actos Municipal abarrotado. El ejemplo fue
la respuesta, y con la ayuda de un proyector y amplificación, mostró en el adoptado por la Comisión de Historia Local del Condado de Northampton-
pueblo el material recopilado, con la colaboración de la Comisión para las shire y la Oficina de Registro del Condado, que comenzaron a estimular la
Fiestas de la Coronación. «Esto atrajo suficiente gente como para recaudar recopilación sistemática de fotografías antiguas, y fue asimismo seguido de
cinco libras que fueron a los fondos de ayuda para nuestra iglesia bombar- conferencias y exposiciones «a menudo asociadas a otros actos locales» en
deada». La siguiente fase de su investigación le llevó a los mapas y cartas otras partes de Northamptonshire: «Cada conferencia ha sacado a la luz más
topográficas del Registro de la Propiedad del condado y del registro central fotos, propiedad de los asistentes». «Para los lectores no familiarizados con
de Londres, mientras los residentes en la localidad le enviaban, junto a fotogra- esta rica fuente de historia gráfica» —escribía Mr. Seaborne en Amateur His-
fias antiguas, documentos de propiedad y de la contribución, y copias de testa- tory en 1961— «puede resultar de ayuda indicar brevemente los temas usual-
mentos de la localidad. La divulgación del proyecto sacó a la luz «uno de los mente recogidos en las fotografías antiguas»:
hallazgos más sobresalientes jamás registrados en historia local»: «una colec- Primero, están las postales fotográficas, producidas comercialmente,
ción de antiguas fotografias, dibujos, etc. de cómo era nuestro pueblo hace que por lo general recogen escenas callejeras. Muy a menudo apare-
unos cien años». Este material fue mostrado públicamente en el transcurso de cen edificios que han sido ya demolidos, y de los que no existe nin-
una nueva sesión. «Llenamos el Salón de Actos y tuvimos que denegar la gún otro testimonio. He quedado asombrado de la cantidad de detalles
entrada a gente. Se hizo una colecta de objetos de plata y reportó cinco libras. que se revelan: con ayuda de una lupa es frecuentemente posible, por
Esto sólo podía significar una cosa: la proyección tendría que repetirse»." ejemplo, leer las placas de piedra con la fecha de inauguración y otras
Un caso más representativo, si bien todavía pionero, es el de Malcolm inscripciones presentes en las casas. Además de calles y casas, se pue-
den obtener fotografías de molinos de viento, herrerías, talleres de
Seaborne, joven e idealista director de colegio, «amante de los edificios anti-
ruedas y demás... Otro grupo de fotografías antiguas es más dificil de
guos», que trabajaba en Corby, ciudad de trabajadores del acero, que a la
clasificar, pero en cierto modo proporcionan las imágenes más intere-
sazón crecía a una velocidad enorme, cabe una aldea muy antigua. Seaborne se santes de la vida de hace medio siglo o más. Aparentemente, las
interesó por el destino de una calle con casas de piedra roja del siglo XVII, por empresas locales enviaban a fotógrafos a retratar a hombres y mujeres
entonces medio en ruinas y amenazadas de demolición. Los residentes le mos- en el curso de sus quehaceres cotidianos. El gran mérito y encanto de
estas fotografías estriba en su carácter informal; no hay poses, y el
sello de la autenticidad aflora en muchos detalles nimios pero impor-
26
tantes. Se puede encontrar, por ejemplo, una foto de una cuadrilla tra-
Agradezco a Dave King estos recuerdos de primera mano.
bajando en la cosecha del heno, que muestra aperos de labranza y
27 La selección recientemente expuesta en el Barbican de fotografías de Bernard proceden-
tes de la colección Hulton-Deutsch, «All Human Life», no hizo justicia a su audacia en la utili- carros ya en desuso; o se puede ver a un grupo de gente trabajando en
zación de la fotografía. un herrería de pueblo o cavando en una mina local. En la zona de
28 Amateur Historian, vol. 2, n° 2, págs. 42-43. Corby, a partir de esta fuente es posible rastrear la introducción gra-
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dual de maquinaria en la extracción a cielo abierto de mineral de hie- en fecha reciente ha sido puesto a disposición pública. Por tomar un ejemplo
rro, y George Freeston, de Blisworth, posee una soberbia colección de
extremo, el Museo Imperial de la Guerra posee unos cinco millones y medio
fotografias de todas las explotaciones de hierro de la zona.29
de negativos, aunque antes de los años sesenta el acceso a estos estaba básica-
Los museos de Gloucester, en 1965, hacían un llamamiento más específico mente restringido a parientes e historiadores militares. La colección Francis
para recuperar negativos o remesas de postales fotográficas: Frith, que proporciona a tantos pubs y restaurantes sus escenas de época, y a
tantas papelerías sus grabados históricos, tiene su origen exclusivamente en el
La práctica de enviar postales fotográficas alcanzó uno de sus mayo- trabajo dé su fundador y en la presencia de esa firma en el negocio de las pos-
res picos de popularidad hacia el final del siglo xix. A lo largo y tales durante más de un siglo. En muchos casos, los bibliotecarios municipales
ancho del país, los fotógrafos locales reproducían escenas de ciudades se han dedicado a recopilar de manera sistemática fotografias de sus localida-
y pueblos en gran cantidad. No sólo hacían tarjetas postales con moti- des desde los primeros días del movimiento en favor de las bibliotecas públi-
vos obvios como la calle principal, la iglesia y el pub, sino que tam- cas; el movimiento de Prospección y Registro, que a partir de la década de
bién asistían a actos locales para tomar imágenes de estos y vender las 1890 se comprometió en la tarea de guardar un registro fotográfico sistemáti-
correspondientes tarjetas postales a los participantes, pues aún no co del entorno construido, eligió las bibliotecas como principales depositarias
había llegado el día en que casi todo el mundo poseía una cámara de su labor." La Asociación de Bibliotecas puso en marcha, ya en 1961, un
barata. De este modo, se tomaban imágenes de acontecimientos como programa de rescate de fotografias antiguas, y parece justo que, en la actual
banquetes populares, procesiones, ceremonias e incluso funerales ce-
avalancha de reimpresiones, las tareas de recopilación, y a veces las de publi-
lebrados en la localidad. Una fotografia de un funeral en Brimscombe
cación, recaigan en manos de bibliotecarios municipales."
Fort recientemente entregada a un museo de Gloucester deja ver al
Siempre habían existido expertos y admiradores de la fotografia «artísti-
fondo una grúa de muelle, el tipo de objeto que los arqueólogos indus-
triales ansían registrar. El estudio de postales antiguas permite descu- ca» victoriana. En contra de lo que generalmente se cree, el primer aconteci-
brir muchos detalles azarosos de esta índole. miento de entidad en este campo no fue la exposición Hill/Adamson de 1972
Las escenas callejeras de ciudad a menudo muestran transportes en la Galería Nacional del Retrato, sino «Obras Maestras de la Fotografía»,
públicos primitivos, por ejemplo tranvías y autobuses tirados por caba- patrocinada en 1951 por el Museo de Victoria y Alberto. Antes, un restaura-
llos, y apenas hay aspecto alguno de la historia local en el que no se dor del Victoria & Albert había registrado las memorias de Paul Martin, que
pueda profundizar estudiando escenas de postales de la localidad. Bien fueron publicadas, junto con algunas placas, en A Victorian Snapshot (1939).
puede haber pequeñas tiendas en ciudades y pueblos de todo el condado El Victoria & Albert albergaba también una nutrida colección de Paul Mar-
que tengan remesas de postales antiguas almacenadas en aparadores: tins, aunque sólo comenzó a reimprimirla en los setenta. Muchas de las pasio-
¡hay quien dice que todavía es posible comprar postales con escenas
nes fotográficas de nuestros días aparecen prefiguradas en Victorian Panora-
anteriores a 1914 en el mostrador de la oficina de correos de un pueblo
del norte de Gloucestershire! Es incluso posible que todavía existan ma (1939), de Peter Quennell: «Una visión de la vida y la moda a partir de
ejemplares de los negativos tomados por los fotógrafos. Las fotos po-
fotografías contemporáneas». El libro se basaba en la colección de Charles
drían proporcionar mucha información sobre la vida en el pueblo y la Fry, segundo de a bordo en Batsford, y fue elaborado por iniciativa suya. La
ciudad hace sesenta o setenta años. Esa es la razón por la que los museos selección es espléndida, y rigurosamente canónica, como cabría esperar de tal
de Gloucester han hecho un llamamiento para la cesión de postales:3° autor. Abarca desde la actualidad teatral (Edward Southern como Lord Dun-
dreary) hasta lo ultradoméstico, e incluye algunas de las imágenes más apre-
Un aspecto
curioso del descubrimiento de fotografías antiguas es que, con ciadas hoy en día, como por ejemplo las fotografias de Thomson en Streetlife in
excepción de algunos hallazgos sensacionales —como, por ejemplo, los retratos London. Sin embargo, Victorian Panorama no tuvo sucesor.' History Today,
de mujeres trabajadoras de mediados de época victoriana que, con espíritu de el diario ilustrado del que Quennell fue editor-fundador en 1951, hacía muy
voyeur, realizó A. J. Munby—,3
' la mayor parte del material del que circulan
reproducciones hoy en día, estuvo albergado en alguna institución, aunque sólo
32 Para el movimiento de Prospección y Registro, iniciado por Sir Benjamin Stone en la
década de 1890 y secundado con entusiasmo por bibliotecarios durante unos veinte años, H. D.
M. V J. Seaborne, «Pictorial Records»; Gower, L. Stanley Jast y W. W. Topley, The Camera as Historian; A Handbook to Photographic
para una breve descripción, Amateur Historian, Record Work Fon.. Survey or Record Societies, Londres, 1916. Este trabajo abarca tanto las
vol. 5, n° 5, págs. 151-152. Para una más completa,
Record», Corby Leader, «The Corby Story: Group to Put it On prospecciones urbanas como las rurales, e incluye una fascinante y elaborada clasificación de
28 mar. 1958. Estoy agradecido a Mr. Seaborne por cartas, recortes de los objetivos que buscaba abarcar el movimiento de Prospección y Registro.
prensa y recuerdos relacionados con el proyecto.
" Amateur Historian, vol. 6, n° 8, verano de 1965, pág. 287. " Amateur Historian, vol. 5, n° 5, pág. 154.
3 ' Michael Hiley, 34 Tuve suerte de recabar los recuerdos de Peter Quennell acerca de este episodio poco
Victorian Working Women: Portraits from Life, Londres, 1979.
antes de que muriese.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
•-■
RAPHAEL SAMUEL

poco uso de las fotografías, y aquellas a las que recurrió —en su mayor parte
retratos de medio cuerpo o vistas topográficas modernas— fueron usadas de
forma muy conservadora.
Existe algo más de continuidad en el terreno de las postales históricas,
base esencial de la serie de reproducciones fotográficas «As It Was», que la
Hendon Publishing Co. comenzó a editar, ciudad por ciudad, en 1971. El PAISAJES ONÍRICOS
coleccionismo de postales es tan antiguo como las postales mismas, y tuvo
gran aceptación, según se dice, en el período eduardiano. Pero en opinión de
Anthony Byatt, uno de los historiadores del movimiento y tratante de primer
nivel, el coleccionismo de postales «estuvo a punto de extinguirse» en los Supone un interesante testimonio del atractivo estético de lo retro que en el
años veinte, y «durante los treinta años que siguieron los archivos de muchos preciso momento en que el álbum familiar amenaza con pasar al limbo de la
editores se perdieron o fueron destruidos»." Parece haber existido cierta afi- historia y la instantánea con ser reemplazada por los CD o el vídeo, aquel pro-
ción a las escenas deportivas, como por ejemplo viejos equipos de cricket y tagonice una nueva entrada en escena o disfrute, si se quiere, de una nueva
coches deportivos antiguos; y en Cecil Court, cerca de Charing Cross Road, identidad en el ámbito de las artes. En el campo de la fotografia en sí, la instan-
había casas bien conocidas especializadas en imágenes de representaciones tánea, con su naturalidad a pie de calle, encuadre sin artificio y acción espontá-
teatrales. En los años cincuenta, por influencia del movimiento de conserva- nea, está encontrando defensores y partidarios tardíos —e incluso cultivadores
ción del patrimonio histórico, las postales de «interés ferroviario» parecen deliberadamente vanguardistas— en su calidad de forma moderna de arte popu-
haber disfrutado de un momento dulce, y quizá sea un indicio de su vigente lar.' Asimismo, tras la publicación de La cámara lúcida de Roland Barthes,
pujanza en el mercado el hecho de que, en los catálogos de coleccionismo, dicho género comienza a ser objeto de comentarios críticos, si bien hasta la
los artículos relacionados con los transportes sean los más buscados. fecha no se han elaborado periodizaciones o cronologías, siquiera rudimenta-
No hay razón para suponer que el hallazgo de fotografías antiguas haya rias.' Los historiadores de la sociedad han comenzado a reconocer, aunque con
llegado a su fin: al contrario, al igual que la localización de asentamientos más retraso, el reto que plantea la fotografia como forma de documentación y
prehistóricos, es posible que apenas haya comenzado. Las veinte mil fotogra- representación de la realidad que puede adquirir significados completamente
fías del Canal Marítimo de Manchester depositadas recientemente en el nuevos si se la contempla desde la perspectiva de otras formas del conocimien-
Archivo de la Ciudad han sobrepasado de largo la capacidad de la institución to y el saber.' De hecho, parece interesante reseñar que el esfuerzo de mayor
para gestionarlas, y un inventario mínimo requerirá unos cinco años (las fotos calado hasta la fecha en el terreno de la recopilación de fotografías de familia
de mercantes —incluyendo los primeros petroleros— arrojan una luz nueva y realizado de forma organizada —siguiendo criterios de fecha, asunto y fotógra-
poco familiar sobre la industria del siglo xx, a la vez que proporcionan retra- fo— haya provenido del trabajo de un grupo de historiadores.'
tos individuales de miles de empleados de las distintas compañías). El millón En el cine, cabe aventurar que la idea de utilizar el álbum familiar como
trescientas mil fotos del archivo del Daily Herald recientemente depositadas recurso para situar y ambientar la acción se puede remontar a la secuencia
en el Museo Nacional de Fotografía en Bradford permanecen, en palabras del
encargado de su custodia, «bastante poco utilizadas, aunque hay quien viene
de vez en cuando a buscar una imagen de Gracie Fields». Las fotografías del ' Brian Coe y Paul Gates, The Snapshot Photograph: The Rise of Popular Photography,
campamento de vacaciones de Butlin —y de hecho las fotografías procedentes 1888-1930, Londres, 1977, pág. 14.
2 Peter Turner, A History of Photography, Londres, 1987, págs. 81-87; Graham King,
de la costa en general— están apenas comenzando a encontrar acomodo en los
Snapshots as Art, Londres, 1978; Say «Cheese»: The Snapshot as Art and Social History, Lon-
archivos (la Oficina del Archivo de Manchester posee una buena colección). dres, 1984; «Snapshot Chic», en Say «Cheese»; Jo Spence y Patricia Holland, eds., Family
La recopilación de metraje cinematográfico está en una fase muy preliminar: Snaps, The Meaning of Domestic Photography, Londres, 1991; Jonathan Green, ed., The Snap-
los filmes de fomento de la salud elaborados en Bermondsey en los años treinta shot, Nueva York, 1974; Julia Hirsch, Family Photographs: Content, Memory and Effect, Oxford,
que han sido exhibidos públicamente en el National Film Theatre proporcio- 1981.
3 Michael Ignatieff, The Russian Album, Londres, 1987, págs. 1-7: Georges Perec, W, ou le
nan indicios del interés y potencial historiográfico del metraje antiguo.36 souvenir d 'enfance, París, 1975 (estoy agradecido, a Lucy Morton por esta referencia); Estelle
Jussim, «From the Studio to the Snapshot: an Immigrant Photographer of the 1920s», History
of Photography, vol. 1, n° 3, julio de 1997, págs. 183-189.
4 Hago referencia al Archivo Fotográfico de Estudios sobre Manchester, sobre el cual se
n Anthony Byatt, Picture Postcards and Their Publishers, Malvern, 1978.
36 Elizabeth Lebas, «When there was a cinema in every street», History Workshop Journal puede consultar A. E. Linkman, «Today's Photographs, Tomorrow's History: The Work of the
n° 39, primavera de 1995. Documentary Photography Archive», en Michael Hallett, ed., Rewriting Photographic History,
Birmingham, 1989, págs. 33-35.
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410 RAPHAEL SAMUEL PAISAJES ONÍRICOS 411

de «Rosebud» en Ciudadano Kane (1941). Otra posible precursora es Cita turados» para proporcionar el tono apagado que el asunto y la época reque-
en San Luis (1944), en la cual se utilizaban tarjetas postales de la década de rían.'
1900 para dar marco a la acción y reafirmar la importancia de la Norteamé- La fotografía de familia ha sido desde hace tiempo utilizada como recur-
rica de las pequeñas urbes. Pero el uso de la instantánea llegó a su plenitud so narrativo en la autobiografía. En fecha más reciente, ha cobrado protago-
en los filmes de corte nostágico del Hollywood de los sesenta, con su nuevo nismo un uso más complejo de ésta como medio de distanciamiento, por par-
estilo de secuencias de crédito: fundidos de escenas correspondientes a la te del autor, de sus propios recuerdos de sí mismo. Ronald Fraser, en su In
acción posterior. Un ejemplo de gran calado fue Bonnie and Clyde (1967), Search of a Past, se sirve de ella en una sucesión de flashbacks para redescu-
que se abría (al ritmo de los clics de la cámara) con una sucesión de fotogra- brir un «yo» reprimido y enterrado;6 Roland Barthes, en La cámara lúcida,
fías enmarcadas, amarillentas y descoloridas, de los protagonistas armas en argumenta que la fotografía de familia es, precisamente en virtud de su artifi-
ristre (esta presentación estaba inspirada en hechos reales, puesto que Bon- ciosidad, más fiel a la realidad de lo que la propia realidad podría serio.'
nie tenía la costumbre de mofarse de la policía enviándole fotos de la ban- Mucho más abiertamente nostálgica resulta la utilización de álbumes
da). Otro ejemplo de calado, al que probablemente se deba la posterior aso- familiares en la historia oral, la cual se ha valido de ellos para reconstruccio-
ciación de la elegancia añeja con el tono sepia, fue Dos hombres y un nes genealógicas y labores de desbroce de los senderos del recuerdo. Muchas
destino (1969), otro filme de forajidos, aunque en esta ocasión ambientado publicaciones populares, como los cientos de libros y folletos de memorias
en el Salvaje Oeste de la década de 1880. Fiel a la época, concedía amplio que han sido editados por artesanos de la historia oral o museos y periódicos
espacio a los créditos, presentando a los personajes en retratos frontales de locales, adoptan el formato del álbum familiar. La autoedición y la litografía
cuerpo entero, de acuerdo con las convenciones de la fotografía victoriana, offset han hecho posible que imágenes y palabras entablen conversación entre
sí. La docena aproximada de folletos de «Autobiografía del Pueblo de Hack-
antes de fundir el propio nombre del director en el resplandor de tonos miel
de la pradera. ney» —con títulos como Tazas y tarros de mermelada conmemorativos de la
Con un modus operandi más moderno (o postmoderno) —en lugar de Coronación— son un ejemplo bien conocido, que resulta ilustrativo al respecto.
En fecha más reciente, la incipiente aparición de libros ilustrados sobre la his-
darle movimiento a la instantánea se prefiere deconstruirla, jugando con sus
toria de calles y barriadas se antoja un fenómeno más digno de mención. Es el
múltiples connotaciones (o se hacen ambas cosas)—, cineastas vanguardistas
caso del Scotswood Road de Jimmy Forsyth, producto secundario de una crea-
y experimentales han venido utilizando un recurso escenográfico similar,
ción de la cadena Tyne-Tees para televisión, o del Hulme de Shirley Baker.5
alzándose en armas contra los poderes de seducción de la instantánea, y La importancia de la fotografía antigua experimenta un crecimiento pau-
contrastando las imágenes tópicas de la vida familiar con su oculto lado latino en la cultura doméstica, y pocos hogares deben de quedar hoy en día
oscuro. Así, en Un ángel en mi mesa, de Jane Campion, una aparición fugaz
en los que ésta no haga sentir su presencia, aunque sea, por regla general, en
de madre e hija en los créditos, evocadora de una representación de la forma de reproducciones más que de originales. Como elementos decorati-
Madonna, proporciona un preludio ferozmente irónico a lo que resulta ser vos, pueden adornar servilletas y camisetas, platos y tazones, calendarios y
una crónica en tres partes del descenso a los abismos de la locura. En el anuarios. Las tarjetas de felicitación que aparecen en nuestro buzón o el
relato de Terence Davies Voces distantes, prolongado adiós a la juventud papel que envuelve los objetos de regalo reproducen a menudo imágenes
en Liverpool del director, imbuida de catolicismo, una fotografía de familia en antiguas de escenas pintorescas, personajes de cómic o estrellas de la gran
plano congelado precede a cada escena: los personajes permanecen con pantalla. Puede que éstas aparezcan también en los juguetes de los niños, o
la mirada fija en el objetivo, inmóviles y en silencio, mientras —rompiendo que cubran las paredes del dormitorio de un adolescente.
la cohesión entre imagen y sonido— se percibe una algarabía confusa proce- Otro fenómeno doméstico nuevo o relativamente novedoso es la fotogra-
dente de algún lugar fuera de campo. Las imágenes fijas no cobran movi- fía de familia «restaurada», antes semiolvidada en un cajón o embutida en un
miento hasta que la cámara comienza a acercarse paulatinamente a éstas. El
largo día acaba, última película de la trilogía, a pesar de adoptar como prin-
cipal metáfora visual la imagen en movimiento en lugar del álbum familiar, 5 John Caughie, «Halfivay to Paradise St.», Sight and Sound, vol. 2, n° 2, mayo de 1992,

págs. 11-12; Pat Kirkham y Mike O'Shaugnessy, «Designing Desire», Sight and Sound, vol. 2,
resulta en cualquier caso todavía más iconográfica, con poca acción o diálo-
n° 2, pág. 13.
go que puedan distraer la mirada del espectador. El director de fotografía de Ronald Fraser, In Search of a Post: The Manor House, Amnersfield 1933-1945, Londres,
la película se preparó para ésta zambulléndose en el lenguaje del trabajo con 1984.
Roland Barthes, Camera Lucida: Reflections on Photography, Londres, 1984.
cámara Kodak de los cincuenta. La imagen monocromática «de época» de la
Jimmy Forsyth, Scotswood Road, Newcastle-upon-Tyne, 1986; Shirley Baker, Street Pho-
película se obtuvo utilizando colores de los cincuenta, posteriormente «desa- tographs: Manchester and Salford, Newcastle-upon-Tyne, 1989.
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'1.1L RAPHAEL SAMUEL t'HIJAJt,J LPINTKILAJD

álbum, pero ahora colgada en la pared o encima de la chimenea tras haber Las fotografías históricas también desempeñan un papel en la cultura del
sido convenientemente ampliada y enmarcada. Tal fenómeno puede responder, regalo, aunque a duras penas puedan competir con las ampliaciones a tamaño
al menos parcialmente, a la moda actual de adquirir objetos decorativos en gigante de animales y mascotas. «Las láminas para regalo listas para enmarcar
grandes cantidades, en particular si son de época; pero parece lógico atribuir que reproducen fotografías auténticas» —así las denomina el fabricante de una
una influencia bastante mayor al vigente entusiasmo por la historia familiar, colección, establecido en Harrogate— constituyen, en categoría y precio, la
así como al ansia de reivindicar las raíces familiares, especialmente marcada gama más alta de ese mercado." El carácter de algunas de estas láminas se
entre quienes cambian de localidad a menudo y quienes se ven socialmente acerca bastante al de las estampas playeras con leyenda incorporada (verbi-
desubicados. Normalmente, las fotografías restauradas representan parientes gracia, «montando en asno por la arena»); el mérito de otras parece estribar
muertos largo tiempo ha, y sirven no tanto para perpetuar su memoria en su solera (es el caso, por ejemplo, del retrato en sepia de un equipo de fút-
—como sucedía en los días en que el funeral era el momento ideal para repar- bol de época eduardiana); otras, más atrevidas, recogen escenas de ambientes
tir recuerdos del difunto— cuanto para crear un espacio simbólico visual en urbanos e industriales inhóspitos, cuyo aire general de tristeza se atenúa
el que el propietario pueda sentirse dotado de identidad propia, al convertir mediante la introducción de un motivo romántico (como sucede en una ima-
en presencia viva y diaria a alguien que antes no era más que un nombre gen de Bert Hardy que representa a una pareja de amantes en un suburbio) o
lejano que salía de vez en cuando a colación. «El noventa por ciento son el añadido de un pie de foto sentimental.
ancianas abuelitas», comenta un restaurador del este de Londres, para añadir El póster fotográfico —esas ampliaciones a gran tamaño de fotografías en
a continuación que algunas de estas fotografías se remontan a la década de blanco y negro que tanto abundan en tiendas de la cadena Athena, papelerías
1890. Este profesional atribuye los orígenes del oficio al ingenio de los ven- especializadas y galerías fotográficas, así como (aunque en este caso en edi-
dedores ambulantes a domicilio, a quienes la restauración de fotografías ser- ciones piratas) en mercadillos callejeros (las hay a montones en Petticoat
vía de excusa para poner pie en la puerta de posibles clientes: «¿,no tendrá Lane los domingos por la mañana) y puestos nocturnos del West End— está
por ahí alguna fotografía antigua que quiera enmarcar?». La prosperidad del dirigido a un público en general más sofisticado: un público joven e interesa-
negocio en fecha más reciente ha sido estimulada por la manufactura y do en la cultura alternativa, fanático de la modernidad (a pesar de que
comercialización de marcos «de estilo victoriano», por la multiplicación de muchos de estos pósters son obra de los fotógrafos humanistas franceses de
establecimientos especializados en el ramo (en Romford High Street hay no los cuarenta y cincuenta), y entendido en tendencias artísticas futuristas (ex-
perimentalistas de Manhattan como Mapplethorpe figuran entre sus preferen-
menos de tres), y por los nuevos adelantos técnicos que facilitan el proceso
cias al lado de Doisneau, Izis y Brassai). Las imágenes en sí vienen a ser el
que los estudios de fotografía denominan «embellecimiento», consistente en
equivalente, para clientes de gran poder adquisitivo, de las fotografías de
la eliminación de irregularidades e imperfecciones de las fotografías anti-
estrellas de rock que decoran las paredes de los dormitorios de adolescentes.
guas. Resulta también muy relevante la gran demanda existente por el aspec-
Realistas en la forma y plebeyas en su selección de escenarios, su espíritu
to de época: «Hay gente que encarga las ampliaciones en sepia para hacerlas
parecer más antiguas todavía».9 Prima segunda de la fotografía «restaurada» evoca alternativamente a Blake y a Byron, y cabría pensar que tienen un
especial gancho para personalidades melancólicas. Se recrean con cariño en
que luce colgada en la pared es la fotografía de familia simulada. En Signs of
the Times —producción de corte esnob de la BBC2 (sólo la aristocracia salía las calles empavesadas de Montmartre, Belleville y Ménilmontant, los viejos
barrios revolucionarios de París; pegan la nariz a las ventanas de bares y
bien parada), en la que intimidades tanto de época como de tiempos moder-
nos eran objeto de disección—, la madre e hija presuntamente «victorianas» brasseries; y dan paseos a medianoche por el Sena. El mercado de estas imá-
genes es internacional, aunque parece que su producción y distribución es en
no poseían fotos de familia modernas, a excepción de una en la que apare-
buena medida competencia de Londres y París. En opinión de Michael Bow-
cían, ataviadas con atuendo de época, en la Ideal Home Exhibition del Daily
Mail. Sin embargo, sí poseían como media docena de fotografías de antiguas mer, del Art Group, uno de los distribuidores de estos productos, el gusto por
estos pósters va de la mano con «mobiliario negro ceniza» y sillas tubulares
tarjetas de visita de la década de 1860, expuestas como si de retratos de fami-
lia se tratase.1° de acero.'2 Pero, de hecho, la posibilidad de que los compradores sean hom-

" Las fotografías en cuestión, a juzgar por las muestras de un pequeño expositor de una
9 Información recabada de Clapton Colour Services, E5, y Harlequin Studios, Bethnal papelería de Bethnal Green, continuaban atrayendo tanto a deportistas como a pedófilos —una
Green Rd., E2, agosto de 1992. viril imagen de un equipo de fútbol de la década de 1900, contigua a unos desnudos infantiles
'° Signs of the Times, BBC2, 28 de agosto de 1992. El libro correspondiente a esta serie de de época eduardiana.
programas es Signs of the Times, Londres, 1992. '2 Información oral de Michael Bowmer, de Poster Art International, julio de 1992.
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bres o mujeres es prácticamente la misma. Según parece, el «superventas blecimiento, y en otras por su ubicación; pero a menudo —aparentemente— se
absoluto» entre todos ellos es desde siempre «Le Baiser á l'Hotel de Ville», basa en el capricho del arrendatario o del decorador. Así, The Edinburgh
de Doisneau, mientras que resulta poco probable que otros favoritos de los Castle, en Camden Town, pub que aparte del nombre carece de relación cono-
clientes como «Lost Dreams» o «Goodbye My Love» (una chica que vaga cida alguna con Escocia, luce espectaculares imágenes de principios del siglo
desconsolada por un parque envuelto en niebla) sean del agrado de ningún xx de las callejuelas típicas de Edimburgo, y exhibe románticas vistas de Prin-
tipo duro.13 ces Street y el monumento a Sir Walter Scott envueltos en espirales de niebla.
Las «vistas» fotográficas —principal fuente de tarjetas postales «históri- Los pubs del East End, por su parte, parecen convencidos de que lo más apro-
cas», y de hecho de reproducciones de todo tipo— no tienen nada en común piado en su caso es exponer antiguas escenas de los suburbios, aunque, en el caso
con las ampliaciones, y están dirigidas a un público mucho más tradicional e de The Owl and Pussycat, de Redchurch Street, hayan sido tomadas en el Sal-
increíblemente más heterogéneo. El interés de esta clase de fotografía es his- ford de época eduardiana o de los años veinte, y no en Shoreditch o Bethnal
tórico y topográfico, más que sentimental y romántico; su estilo es marcada- Green. The Woodin 's Shade, posada «vintage» en la esquina de Middlesex
mente documental, preocupado por concentrar la mayor cantidad posible de Street con Bishopsgate, exhibe un espeluznante panel: «La hora de "apagar la
información visual en el mínimo espacio posible. Cuando se muestra una luz" en los Barracones del Ejército de Salvación de Blackfrairs» (imagen de un
avenida —escena muy popular en el género— existe mayor preocupación por cuarto repleto de hombres acostados, con ataúdes por camas); «Trabajadoras
que resulten visibles los nombres de las tiendas que por captar el ambiente de la fábrica de bicicletas» (agachadas para su labor); «Obreros explotados en
general. Los niños forman disciplinadamente frente a la cámara, no se enca- un taller textil del East End» (reproducción probablemente procedente de la
raman —como en Doisneau— a las fuentes, ni hacen el pino en los canales de Exposición sobre Explotación Industrial, de 1906); «Esperando un trabajo en
desagüe. Y sin embargo su contenido refleja, con mayor intensidad incluso el East End»; «Esperando los paquetes de comida». El panel de la pared adya-
que el París del Frente Popular, un mundo que se ha perdido sin remedio: un cente es escasamente más alegre, con una imagen de un bloque de viviendas
mundo en el que carretas de transporte público compiten por el espacio urba- baratas y otra de los tristes vendedores ambulantes de Smith y Thomson.
no con los tranvías; en donde setos y pajares dan marco a la escena; en donde Las imágenes de avenidas de antaño que se pueden encontrar en la línea
porches y terrazas se suceden sin interrupción y pescadores de verdad circu- de cajas de los supermercados, nos hacen recordar una actividad prehistórica
lan vivitos y coleando por los muelles. que se desarrolló —quizás incluso en esa misma sede— antes de que se tuvie-
Las «vistas» históricas no sólo son populares entre el público en general; sen noticias del comercio moderno. En este sentido, parecen desempeñar la
también son muy útiles en los negocios, y en especial en la venta al por función de equivalente fotográfico de las placas conmemorativas que, en los
menor. Existe de hecho toda una industria que, con el apoyo de medios infor- edificios, hacen constar la fecha de inauguración. El mural que representa
máticos, suministra a pubs, restaurantes y hoteles fotografías antiguas de sus Club Row en el supermercado Tesco de Bethnal Green —ampliación de una
respectivas localidades, e incluso, en los mejores casos, del propio edificio escena callejera tomada en 1930— es una completa antítesis del comercio
que alberga al establecimiento (según parece, las mismas firmas suministran moderno: no se ven galerías comerciales ni carritos de la compra, sino tan
también en condiciones similares reproducciones facsímiles de mapas de sólo un mar de rostros. En lugar de tiendas, hay un mercado al aire libre, y
época victoriana). Los hosteleros se sirven de ellas para darle a su negocio un éste reúne todas las peculiaridades de una feria. Los compradores (si eso es
aire distintivo, del mismo modo que en el pasado hubieran colgado corna- lo que eran) son superados de largo en número por los curiosos, que se reú-
mentas de ciervo en el recibidor o cañas de pescar en las paredes. Los super- nen en cantidad casi incalculable en el cruce de caminos. La multitud está
mercados las emplean, de forma más esporádica, en forma de ampliaciones. compuesta casi exclusivamente de hombres, con generosa presencia de
En las áreas de servicio de las autopistas, los restaurantes de la cadena Little perros, tanto atados como sueltos (Club Row era por entonces el gran mercado
Chef, implacablemente cortados por el mismo patrón por lo que se refiere a de animales de compañía del este de Londres, así como punto de reunión de
menú, instalaciones y mobiliario, adornan sus paredes con escenas locales. un ejército de vendedores de artículos de segunda mano)."
En los pubs, la elección de fotografías históricas para decorar el local sigue Se podría apuntar que la relación entre las «vistas» fotográficas y el espí-
determinadas pautas: en ocasiones está condicionada por el nombre del esta- ritu de los lugares representados responde a la misma dialéctica negativa. Las

13 Sobre Doisneau, Un Certain Robert Doisneau, la trés véridique histoire d'un photo- 14 El hipermercado Tesco de Abingdon, Berks, exhibe «Stevens Boatyard» —escena fluvial
graphe racontée par lui-méme, París, 1986; existe un álbum de fotografias suyas de 1980, de la tomada en 1885—, una imagen de 1911 de una tienda de bicicletas, y otra de unas casas de
galería Gordon Fraser. Por desgracia, se ha descubierto que la pareja de «Le Baiser» son acto- madera de la década de 1880. El Tesco de High Wycombe exhibe escenas de antiguas avenidas
res (Obituario, Independent, 2 de abril de 1994). y una enorme ampliación de unos suburbios del año 1900.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
El uso indebido de este documento es responsabilidad del estudiante.
«vistas» parecen cobrar mayor valor no en virtud de su condición de conexio- la acera, la multitud del Lunes de Vigilia o la procesión de la capilla meto-
nes vivas con el presente, sino en calidad de monumentos conmemorativos dista.'
de lo que ya se ha ido. Tomemos el ejemplo de las postales con imágenes de Un tema implícito en muchos de estos álbumes es la pérdida de la socia-
lugares concretos (fotos «reales», como son denominadas en los círculos de bilidad, de esas «escenas de convivencia»18 que tanto se cotizan en círculos
coleccionistas): se pueden encontrar a la venta en rastros y mercados ambu- de coleccionistas de tarjetas postales y resultan tan llamativamente escasas en
lantes, son subastadas en ferias e intercambiadas en clubes de coleccionistas, una sociedad cada vez más centrada en el hogar y la vida privada. Las
y son manoseadas por la concurrencia en el mercado que los sábados se cele- «muchas postales deliciosas relacionadas con la vida rural» existentes —como
bra en el vestíbulo de la estación de Puente de Londres. En cualquier caso, su las llama - un coleccionista con afecto—, están a menudo conectadas con la
valor se determina en virtud de la intensidad de los cambios que ha sufrido la asistencia masiva del pueblo a los campos en el tiempo de la cosecha o de la
escena representada. «Si la línea férrea ha desaparecido, y la estación ha sido recogida del forraje. La fotografía de colegio, ese «recuerdo íntimamente
reconvertida para otro uso, esta circunstancia hará aumentar el valor de una personal», cobra valor de antigüedad en una era que en muchos lugares ha
imagen original de ésta».15 Las escenas callejeras se tasan conforme a crite- abolido las reuniones de colegiales, y ha sustituido el retrato colectivo, de
rios similares: cuanta mayor destrucción haya sufrido el entorno, mayor será grupo, por una fotografía individual, en color, de cada niño; tampoco se anto-
su cotización. Así, de acuerdo con lo expresado por un articulista en Picture jan menos alejadas del sistema educativo actual —cuyo ideal es tener al niño o
Postcard Monthly, iglesias, mansiones y edificios públicos son —salvo que la niña con la vista pegada al microscopio o sentado frente a un teclado— las
hayan resultado providencialmente destruidos— un lastre en el mercado, mien- imágenes de «filas de colegiales sentados en sus pupitres en actitud atenta y
tras que «cualquier cosa que ya no esté entre nosotros» es jauja, incluidos formal».'`' El espectáculo que se deriva de la congregación de multitudes en
edificios recientes «que hayan sido totalmente destruidos, o radicalmente mo- cantidades inimaginables según los criterios actuales constituye, precisamente,
dificados por el promotor».'6 uno de los impactos —y sin duda de los placeres— visuales de estos álbumes.
La elección de imágenes para álbumes locales sigue pautas similares, de Este tipo de fenómenos sociales, que fueron en su momento objeto de mofa
manera que los barrios residenciales de la periferia se nos muestran en los por considerarse manifestaciones del espíritu gregario humano, han llegado a
tiempos en que aún podían reivindicar su condición de pueblos. En el caso de ser con el paso del tiempo tan ajenos a nosotros como un ser del espacio
los pueblos, se muestran aquellos en los que la figura del residente de fin de exterior. Se podría citar como ejemplo —por tomar una fotografía de las más
semana procedente de la ciudad era todavía desconocida, y el paisanaje rural populares en álbumes de fotos y de recortes de prensa— el mar de rostros de
marcaba la pauta. Los recopiladores de álbumes urbanos —a menudo bibliote- la asamblea de estibadores de Tower Hill: más de cien mil hombres, con la
carios de municipio o distrito— parecen encontrar motivación en una especie vista puesta en el cielo y la cabeza descubierta mientras Ben Tillett invocaba
de nostalgia municipal que les induce a rememorar con afecto los días en que a Dios para que Lord Devonport (presidente de la patronal del puerto) cayese
«las autoridades locales tenían mayor poder del que tienen a finales del siglo «fulminado por un ataque»; o, escasamente menos hacinados, los veranean-
xx». La fotografía de una feria de la energía eléctrica y de una planta genera- tes del campamento de vacaciones Butlin's, sentados a cientos (según sugiere
dora sirve para recordar a los lectores que, hace no mucho, los distritos pro- una fotografía de 1946)20 para desayunar en sus mesas.
ducían su propia electricidad; el centro de deportes al aire libre rememora el Es bien sabido que la nostalgia, o la morriña, no tiene que ver con el
tiempo en que aquellos introdujeron el principio del divertimento en su polí- pasado de la persona, sino con la sensación de que, en el presente, se sufre
tica de salud pública. Se recrean con afecto en monumentos del orgullo cívico la ausencia o «carencia» de algo. La nostalgia puede buscar acomodo en el
como piscinas Art Nouveau y salas de lectura públicas; reproducen el mo- recuerdo melancólico de las colinas de la infancia y la adolescencia pero,
mento glorioso que suponía un acto de colocación de una primera piedra en como demuestra el ejemplo del medievalismo del siglo xix (o del helenismo
los días en que miles de personas asistían a éste; muestran la reunión de las de ese mismo siglo), puede también encontrar su hogar en una época histórica
cofradías para la Procesión de Pentecostés, o a los bomberos exhibiendo un increíblemente más remota. En el caso del interés por las fotografías anti-
camión o una bomba de reciente adquisición. Están igualmente alertas ante
cualquier detalle que, en virtud de su posterior desaparición, pueda catalogar-
se de «pintoresco»: las tiendas de frente abierto con mostradores que invaden ' 7 «The Picturesque Open Butcher 's Shop», David Mander y Jenny Goulder, The London
Borough of Hackney in Old Photographs, 1860-1960, Stroud, 1991.
18 Martin Willoughby, A History of Picture Postcards, Londres, 1992, pág. 83; Picture Post-
card Monthly, junio de 1980.
19 Colin y Tim Ward, Images of Childhood in Old Postcards, Gloucester, 1991, págs. 43-44.
15 Anthony Byatt, Collecting Picture Postcards, Malvern, 1979, pág. 9.
20 Reproducida en el Observer, 30 de agosto de 1992.
16 Picture Postcard Monthly, junio de 1980.

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guas, no parece entrar mucho en juego el deseo de regresar al pasado (un de Carter) acosan al pasajero al igual que hoy lo hacen las vallas publicitarias
pasado que, en todo caso, sería la idea que de él guardamos en nuestro en carreteras y pasos elevados; y los paneles publicitarios de los ómnibus a
recuerdo), y menos aún el afán de aferrarse a él mientras desaparece ante tracción animal exhiben con frecuencia nombres que nos son familiares,
nuestros ojos, idea apuntada por algunos recopiladores de álbumes locales; lo como en el caso de la marca de cereales «Quaker Oats», presente en algunas
que más bien se busca es crear un paraíso perdido. Así como en el terreno de fotografías muy populares de atascos de tráfico, de finales del siglo xix. Por
la historia familiar trotamundos y desarraigados descubren, al investigar sus otro lado, los logotipos de las distintas marcas y —cosa que resulta más cho-
«raíces», linajes cuyo glamour e interés supera hasta extremos inimaginables
cante todavía— los propios productos anunciados, por lo general no existen
el de sus antepasados inmediatos, las fotografías antiguas sirven en este caso ya. Los neologismos a la latina (o a la griega), entonces al uso en los labora-
no tanto para avivar recuerdos como para crear un espacio alegórico que pue- torios farmacéuticos, han cobrado, con el paso del tiempo, un aire surrealista;
da ser poblado con nuestros ideales imaginarios. Para algunos, su refugio
las vallas publicitarias altas como casas cubiertas de carteles llamativos, las
será la época en que la gente disfrutaba de un estilo de vida más «natural» y
placas esmaltadas de las paredes que anuncian extractos de carne y ungüen-
era autosuficiente a la hora de procurarse diversiones, aunque fuesen pocas; tos, de betún y brillantina, y sobre todo las escandalosas letras negras de los
en que los niños eran inocentes y el trabajo, si duro, digno. Para otros, que
carteles de las tiendas, que cubren —o eso parece— hasta el último centímetro
puedan gustar de contemplar imágenes de viajeros en coches de caballos o
del local, denotan una autopromoción exagerada y anárquica que hace pare-
deleitarse con fotografías de casas solariegas —vertiente no menos caracterís-
cer extremadamente comedidos, en comparación, los anuncios de hoy.
tica del actual revival que los álbumes de instantáneas de callejón—, será más
Para explicar la popularidad, al menos entre los jóvenes, de ciertas am-
bien ese tiempo de plenitud perdida en que las grandes familias tenían a su
pliaciones en blanco y negro, sería necesario recurrir no a la familiaridad
servicio todo un ejército de leales criados (a menudo las imágenes más
sino a la distancia, al gancho de lo misterioso y lo exótico, y sobre todo a la
impactantes de los libros del género son los retratos, individuales y colecti-
magia de París y Nueva York. El halo romántico que desprenden no es fruto
vos, del personal de servicio: The Servants' Hall está dedicado enteramente a
ellos),21 y en que comerciantes y empleados, en su afán por atender la menor del mero vitalismo, sino de su aire decadente: en algunos casos, entra en juego
el lenguaje de la Weltschmerz (hastío del mundo y melancolía); en otros, el
necesidad de sus clientes, aguardaban expectantes a la puerta de la tienda la
propio de las fantasías de omnipotencia masculina y éxtasis femenino. Si se
llegada de éstos. En una línea más dionisíaca, se ofrecen al espectador imá-
ambientan en el presente, estas fotografías transportan al espectador a los
genes de trabajadores en sus momentos de ocio, de celebraciones en las
locales más tórridos de Manhattan o a los inmensos espacios abiertos de
calles con motivo de la coronación o el armisticio, de fiestas de pueblo, de
Nevada, mostrándonos escenas de arrebato sexual a la sombra de los rasca-
comidas campestres y regatas de época victoriana; y, en el caso de la diáspo-
cielos, o una pareja de amantes que, a caballo de una Harley-Davidson, se
ra británica, escenas de lujo colonial.
alejan a toda velocidad envueltos en el torbellino de arena típico del desierto.
De acuerdo con su propia esencia de fotografías, estas imágenes no pue-
Si se sitúan en otro tiempo, nos transportan a un paisaje onírico que, aunque
den jamás renunciar a su reivindicación de representar —si es que no de ser-
encuadrado en los cincuenta, no sería posible concebir más distinto de una
ia realidad. Además, hay algo que las hace diferentes, muy a menudo derivado
metrópolis moderna. Las estaciones de ferrocarril fotografiadas aquí no son
de la presencia de indicios sobre la evolución futura de la realidad que refle-
un simple punto de destino de viajeros, sino más bien un punto de encuentro
jan. Las reproducciones de fotografías de época parecen en este sentido sujetas
para citas desesperadas y despedidas más desgarradoras si cabe.
—o eso parece— a una dualidad de interpretación, en virtud de la cual el pasa-
En el gusto del público —como bien saben los anunciantes, pues se han
do se antoja, a la vez, más y menos lejano. Así, existe un enorme interés por
aplicado en explotar implacablemente esta certeza—, las fotografías antiguas
el transporte público, pero una predilección no menos marcada por medios a
deben su atractivo, ante todo, a su condición de símbolos de una época. Una
tracción animal o propulsados a vapor, y por dinosaurios del calibre del tran-
imagen de Doisneau, impresa en sepia, que representa a un violonchelista en
vía. Los anuncios —cuya presencia es tan recurrente en escenas de época que
un café de trabajadores de París, está siendo actualmente utilizada para anun-
se hace dificil no sospechar que hayan llamado poderosamente la atención de
ciar un coñac;22 un anuncio de whisky Jack Daniels que se exhibe en el metro
los recopiladores, siquiera por vía subliminal— parecen ejemplificar a la per-
de Londres muestra una despensa de madera digna de la obra de Walker
fección esta dualidad. Por un lado, resultan modelos de modernidad: anun-
Evans: por supuesto, el anuncio ha sido impreso en gris de época; entretanto,
cios a la vera de las vías del tren (de Bovril, Virol o las Píldoras para el Hígado
la cervecera australiana Foster 's cubre sus vallas publicitarias con una gigan-

21 Merlin Waterson, ed., The Servatzts ' Hall, A Donzestie History ofErdriig,
Londres, 1980. " Evening Standard, 25 de agosto de 1992.
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1

tesca fotografía en blanco y negro representativa de los últimos días de domi-


nación británica en la India, con el aditivo, por si eso fuera poco, de un tren
tirado por una locomotora de vapor." A estos fines, no tiene relevancia alguna
lo que el historiador del arte Alois Riegl denominó «valor anticuario», como
no la tiene el precio que una fotografía antigua pueda alcanzar en calidad de
reliquia. Una copia es igual de buena que el original a la hora de transmitir
sensación de época; de hecho —los editores de suplementos en color parecen
haber sido a menudo del mismo parecer— se podría argüir que la copia es
incluso mejor, dada la posibilidad de hacer resaltar, por medio de procedi-
mientos de ampliación y selección, detalles semiocultos. Y este principio de
mercadotecnia no se circunscribe a un tipo de fotografías en concreto. A juz-
gar por las imágenes actualmente exhibidas en calidad de láminas de época
en los pubs, color y tono parecen tener mayor importancia que la temática.
Desde esta perspectiva —de ello parecen haberse dado cuenta los fabricantes
de tarjetas de felicitación, más astutos—, un grabado en tono sepia de un equi-
po de fútbol de 1906 (a la venta en papelerías por el regio precio de 2,50
libras esterlinas) hace el mismo servicio que dos imágenes eduardianas bien
conocidas, favoritas del público: la manifestación de mujeres que reclaman el
derecho al voto y los niños que juegan haciendo rodar un aro.
Las fotografías parecen reivindicar su idoneidad para ser objeto de repro-
ducción a tenor de esa capacidad suya de «reflejar atmósferas», que tiene A primera hora.
tanto de inefable, difuminando los contornos de los detalles en un aura añeja
más de conjunto. Ello implica que los signos delatorios del paso del tiempo
deben quedar bien a la vista. De ahí derive probablemente la fuerte predilec-
ción —en medio del actual entusiasmo por la reproduccción de fotografías de
«vistas»— por los paisajes habitados, y la exclusión sistemática de aquellos
que reflejan a la naturaleza en su primitivo estado salvaje. En una fotografía
de época no se quieren ver montañas, sino granjas y pueblos; no mares agita-
dos por la tormenta, sino el paseo marítimo, los pantalanes y los típicos paya-
sos. De ahí también derive probablemente la predilección por las escenas de
avenidas frente a las de calles o barrios residenciales: las primeras, a despe-
cho de su fecha concreta, por fuerza están repletas de todo tipo de signos
característicos de la época; las segundas —de no mediar la fortuita presencia
en segundo plano de un carrito de la compra o un camión de bomberos— pue-
den presentar un aspecto casi imposible de distinguir del que ese mismo
entorno presenta hoy en día.
En los primeros días del descubrimiento de la fotografía antigua, la eti-
queta de pintoresco solía asociarse con lo victoriano. Sin embargo, como
sucede en otros campos del movimiento contemporáneo de resurrección del
pasado, el pasado remoto ha sido desplazado por el pasado más reciente, y el
concepto de época se ha visto sometido a constantes revisiones. Ya desde los

23 Panel publicitario, julio-agosto de 1992. Orgullo de madre.


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anuncios de los setenta de panaderías Hovis, que reflejaban las peripecias de pretendidamente antiguos o elaborados a la antigua usanza. Con ayuda de
una ronda de reparto de los años veinte —aunque se simulaba que se trataba «filtros oníricos» (según parece, la aplicación de vaselina en el objetivo es
de Yorkshire, habían sido filmados en las calles empavesadas de Shaftes- capaz de suavizar los perfiles del más anguloso de los edificios), el aspecto
bury—, los años de entreguerras han resultado un escenario de época tan plau- «desgastado» también iba a dejar huella en el negocio de las tarjetas postales.
sible como la Inglaterra de las postrimerías del período victoriano. En fecha En ese campo, los colores brillantes y bien definidos y el acabado satinado
más reciente, al hilo de la entrada en boga de las fotografías publicadas, de suma calidad del producto convencional, sufrieron el desafio de una nueva
durante los Años de Austeridad, por la revista Picture Post, los años cuarenta hornada de productos «artísticos» —predominantes hoy día en muchos expo-
y cincuenta han ocupado sin dificultad este espacio simbólico. Jóvenes traba- sitores—, especializados en mañanas cubiertas de niebla, imágenes callejeras
jadoras con bufanda y obreros en bicicleta se han convertido en figuras tan nocturnas, vistas atemporales, e imágenes borrosas y desenfocadas capaces
familiares para el público como el pescador tocado con su sombrero caracte- de transformar en un paisaje onírico el material menos prometedor imagina-
rístico o los segadores y recolectores con los brazos repletos de gavillas. «El ble (como la zona nueva de Oxford). Cuando, en su película más reciente,
orgullo de su madre», reza el pie de foto asignado a una imagen de esta índo- Terence Davies comenzó a utilizar la técnica del bleach by pass* a fin de ate-
le, disponible a la venta como lámina «lista para enmarcar». Es una escena de nuar la intensidad del color, es posible que pretendiese recrear la imagen del
una calleja de Lancashire, típica del género. Podría haber sido tomada en Período de Austeridad: de hecho, entregó a su operador de cámara fotografías
cualquier época pero, como fotografía que es, se nos ofrece con todo lujo de sepia del Liverpool de los cincuenta para orientar su labor; en cualquier caso,
detalles: las madres de clase trabajadora, brazos en jarras y con el mandil tanto la técnica empleada como las pretensiones artísticas implícitas en su
puesto; las vallas de los patios; la cabeza levantada de ese niño de posguerra, uso pueden considerarse un producto de los felices sesenta" (Por supuesto,
en gesto pleno de entusiasmo y esperanza...24 esta preocupación exagerada por el empleo adecuado de la fotografía es tam-
El descubrimiento de la fotografia antigua coincidió con la llegada al bién muy propia de los sesenta).
negocio de la moda del aspecto «desgastado», y la entrada en boga de las Estos fenómenos guardan estrecha relación con el hecho de que los pri-
«ropas de la abuelita» y los vaqueros lavados a la piedra. La preferencia por meros maestros de la fotografía antigua que fueron redescubiertos, los prime-
adoptar lo antiguo y lo usado en detrimento de lo nuevo también tuvo su ros que encendieron la llama del entusiasmo de los historiadores profesiona-
reflejo, en los años sesenta, en la fiebre del mueble de pino natural y la elimi- les, y los primeros que se granjearon el favor del público en lo que al
nación, a golpe de sosa cáustica, de la más pequeña traza de barniz. También mercado de reproducciones se refiere, hayan sido los de la escuela naturalis-
se podría hacer mención de los primeros coletazos del gusto por la elegancia ta-impresionista de las décadas de 1880 y 1890, con su predilección por los
añeja que, en los sesenta, setenta y ochenta, iba a resultar de protocolo en efectos «atmosféricos»: Frank Meadow Sutcliffe26 y P. H. Emerson,27 los «pic-
interiores «de época» «restaurados» (es decir, de nueva creación). Esta ten- toricistas» de Whitby y Anglia Oriental. La escuela de la «imprecisión» —así
dencia encontró apoyo no sólo en la nueva especialidad de la arquitectura de fueron bautizados en tono burlón por sus rivales, más ortodoxos, del período
recuperación —que remonta sus orígenes a los últimos años de la década de victoriano tardío—, a base de difuminar el fondo de imagen, envolvía en nie-
los sesenta—, sino en una gran variedad de técnicas de «desgastado» y «enve- blas perpetuas a las personas u objetos representados, o al menos eso se
jecimiento» que permitieron a productos recién fabricados lucir las señas de decía. El propio Sutcliffe, según registra Michael Hiley en su excelente
identidad de lo venerable y lo decrépito. monografía, era de la creencia de que había que huir del buen tiempo como
Posiblemente, el aspecto «desgastado» fue propiciado por la querencia de de la peste, y de que el mejor momento para conseguir una buena foto era el
los fotógrafos de modas de la nueva ola por imágenes desenfocadas y som- crepúsculo o el anochecer, «cuando las sombras son alargadas»; o las primeras
bras profundas, su decisión de emplear residuos urbanos como atrezo esceno-
gráfico, y su afición por los entornos urbanos degradados. La publicidad
televisiva se hizo eco de esta nueva tendencia, utilizando interiores envueltos * Técnica de tratamiento del color en fotografía y cinematografía, en virtud de la cual se
en niebla en los anuncios de corte nostálgico («lo suficientemente vagos reduce la saturación y se aumenta el contraste entre colores. (N de los t.)
como para permitirnos encontrar acomodo en ese lugar tan inconcreto»), y 25 Kirkham y O'Shaughnessy, «Dangerous Desire».
recurriendo a imágenes borrosas o decoloradas para promocionar productos 26 Michael Hiley, Frank Sutcliffe, Photographer of Whitby,
Londres, 1974; Frank Meadow
Sutcliffe, Oxford, 1979.
27 Peter Turner, Emerson, Londres, 1974; Ellen Handy,
«Art and Science in P.H. Emerson
Naturalistic Vision», en Mike Weaver, ed., British Photography in the Nineteenth Century: The
24 La frase «The Premier Collection»,
Fine Art Tradition, Cambridge, 1989; M. Hiley, «The Photographer as Artist», Studio Internatio-
sobre su origen.
impresa en sepia en el envoltorio, es la única pista nal, julio-agosto de 1975. Para el manifiesto de Emerson sobre su modus operandi, P. H. Emer-
son, Naturalistic Photography for Students ofArt, Londres, 1989.
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iCAYiIAIIL SAMUEL

horas de la mañana, «antes de que el sol haya disipado la niebla»." También


creía que Inglaterra, y en especial las costas del este de Yorkshire, donde
había nacido, había sido bendecida con un clima particularmente benévolo
para con el fotógrafo. «Debemos a este tiempo inclemente nuestros efectos
más seductores. Si no hubiese mal tiempo, no habría nubes, ni galerna, ni llu-
ESCOPOFILIA
via, ni nieve. Si existe un momento en que el país sonríe más que otras veces,
es cuando llueve».

Toda fotografía, aspire o no a la categoría de arte, posee una estética


oculta. El acto del encuadre es por fuerza teatral y, como sucede en el escena-
rio, lo que queda fuera de éste por accidente o a propósito —ante todo, el fotó-
grafo; a veces, un interlocutor ausente; y, siempre, el empresario responsable
de la puesta en escena—, puede resultar más relevante para el progreso de la
acción que lo que se ofrece a la vista del espectador. Ciertos objetos, por elu-
sivos que parezcan, cuentan su propia historia, que a veces discrepa con fie-
reza de la esencia aparente del conjunto. Por este motivo, entre otros, los más
despiertos de entre los historiadores locales han comenzado a utilizar lupa
para examinar sus imágenes de avenidas. La iluminación, por su parte, amén
de dar realce a algunas figuras y dejar otras semiocultas en sombras, determi-
nará también la atmósfera general del conjunto. De ahí la predilección por
los crepúsculos —la hora ideal para pensamientos sublimes, de acuerdo con la
estética victoriana— en la fotografía de paisajes «atemporales»; por un sol
radiante, cuando se desea registrar reuniones al aire libre de la clase alta,
como en las imágenes de Eton y Ascot en los años treinta, o de Rotten Row
en la década de 1900; y por cielos cubiertos de nubes, cuando se representan
paisajes rurales o urbanos a los que se pretende dar un aire tétrico, como en
las imágenes de los páramos de Top Withens (supuesto referente real de
Cumbres borrascosas) o la rampa de acceso a una vieja fábrica del Norte.'
De manera análoga, cualquier fotografía de grupo, ya sea «espontánea» —como
las de estilo «cámara indiscreta»— o cuidadosamente preparada —como ese
tópico que el grupo de invitados a un picnic reunidos sobre el césped supone
para la fotografía de casa solariega del siglo xix—, es fiel a un estilo y una
coreografía acordes con el efecto que se pretende buscar. Se podría poner
como ejemplo a los niños que, en fotografías de aulas del siglo xix, atienden
a las explicaciones del profesor en actitud extática, o que han sido distribui-
dos artificiosamente por la escena para insuflar aire de animación a una «vis-
ta» de una ciudad; a viejos patriarcas con la vista perdida en el horizonte o
concentrados en aspirar el humo de sus pipas; o perfiles de mujeres tendien-
do la colada, blanqueando la escalera o cotilleando junto al pozo del patio.
" Hiley, Frank Suteliffe, págs. 54, 74. En 1890, el autor de una reseña sobre Sutcliffe en
The Amateur Photographer escribía: «Últimamente Mr. Sutcliffe ha considerado oportuno
"difuminar en niebla" la lejanía, hasta el punto de que, en algunas de las fotografías que expone,
Whitby está completamente envuelto en neblina, aunque una luz brillante ilumina a los hom- ' Todos estos ejemplos están tomados de Bill Brandt, Photographs, 1928-1983, Barb can
bres y mujeres que pasean por el dique», citado en Hiley, Frank Sutcliffe, pág. 125.
Art Gallery, 1983.
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También los pies de foto, incluidos los de las instantáneas de álbumes
familiares, tienen una intención, pues nos dicen qué debemos ver y cómo. A A este respecto, resulta especialmente instructivo comparar las imágenes
menudo intentan contar una historia, sirviéndose para ello de las convencio- de los Gorbals tomadas en 1948 por Bill Brandt con las tomadas en el mismo
nes de los cuadros de refranes populares o, en el caso de la fotografía del año por Bert Hardy. Decimos esto porque el Picture Post encargó la misma
siglo xix, de la pintura narrativa. A despecho de su brevedad, su función misión a ambos fotógrafos, y el hecho de que el editor decidiese dar prepon-
jamás resulta meramente informativa. Así, un topónimo, en apariencia pura- derancia al segundo en detrimento del primero tuvo cierta importancia para
mente descriptivo y destinado a situar una escena determinada, puede adoptar la posterior evolución de la fotografía británica. Brandt bañó sus Gorbals en la
un papel simbólico adicional, que confiera a la imagen la capacidad de resul- penumbra del Orco, seleccionó para sus imágenes largas filas de edificios y
tar representativa de un todo mayor, como en el caso del simple callejón de la representó las calles vacías de gente, pero envueltas en sombras siniestras a
fotografía que Bill Brandt decidió bautizar como «Limehouse», adjudicándo- lo De Chirico; tal era su costumbre a la hora de hacer fotografía de ambientes
le el nombre del barrio. Por otra parte, y como sucede con otros mensajes de clase obrera en exteriores. Por su parte, Bert Hardy, despachado a Glas-
verbales y visuales, las connotaciones de los pies de foto pueden cambiar con gow cuando el editor comenzó a preocuparse por el tenor de las imágenes de
el paso del tiempo. La etiqueta «Gorbals» puede haber causado escalofríos en Brandt, tomó una serie de retratos a pie de calle en los que las construcciones
1948 a los lectores del Picture Post quedaban relegadas a un segundo plano, mientras niños y personajes locales
o a cualquiera que se hubiese empapado
de las historias de la época sobre bandas de Glasgow armadas con cuchillas pasaban a dominar la escena.'
de afeitar; hoy, los compradores de «Gorbals 1948», de Bert Hardy —la foto- Para quienes se han criado en el culto a la autenticidad propio de los
grafía de dos niños desaliñados con aire despreocupado que encabeza en la sesenta o se han visto influidos por dicho fenómeno cultural, tan creativo
actualidad la lista de ventas en los expositores de W H. Smith y de Menzies—, como heterogéneo, en el marco del cual nació el interés por la fotografía anti-
acaso más bien crean estar contemplando un paraíso perdido. (Resulta muy gua y fueron llevados a término los primeros proyectos de recuperación en
de lamentar que, en los libros de reproducciones en boga, como la lujosa edi- este campo, el aire de «informalidad» es la vara de medida de la autenticidad,
ción de las fotografías de Whitby de Frank Sutcliffe, los pies de foto sean a y proporciona un principio tosco poro eficaz de selección de originales para
menudo retocados, reemplazados por otros o, peor todavía, relegados a la su futura reproducción. Cuanto más informal sea la pose, mayor confianza
condición de meras notas en un epílogo.) despierta. Pero una mirada crítica a las imágenes de época que hoy en día
La llamada fotografía documental, lejos de ser ajena a influencias estéti- están en boga —sea en forma de láminas colgadas en la pared para deleite de
cas, podría tomarse como ejemplo de cómo actúa la mano oculta de éstas. A la vista, o de material concebido para ser hojeado en páginas de libros y
pesar de su intención inicial de, en palabras de Moholy-Nagy, proporcionar revistas—, nos recuerda que nada hay más elaborado que lo natural, ni más
«un registro fidedigno de hechos objetivamente comprobados»,2 cuidadosamente preparado que la fotografía espontánea. Disponemos, de hecho,
este tipo de de numerosos testimonios de los propios fotógrafos documentalistas que nos
fotografía contiene sin embargo una narración implícita y conlleva un desti-
natario invisible. Una escena de calle, si rebosa de gente o de tráfico, o mues- recuerdan con cuánto esmero se había preparado el terreno de antemano. Bill
tra un bosque de letreros que compiten entre sí (como es el caso del Brandt debe haber necesitado recurrir a todo su tacto para persuadir a un
Vegas de Robert Venturi),3 Las minero de que se siente a la mesa con el rostro completamente negro de car-
refleja —esa impresión causa— «el ritmo frenético y
desenfrenado» de la vida moderna. Si por el contrario las calles aparecen bón; o para persuadir a una familia de que continúe cenando mientras, en
vacías, como las del París de Atget (el beau ideal segundo plano, una silla aparentemente herida de muerte yace en el suelo
grafos de vanguardia), 4 por excelencia de los fotó- apoyada en un costado, chocante imagen en un hogar de trabajadores.
éstas adquieren inevitablemente un aire de desolación
y cobran valor de símbolos de la ansiedad y la alienación. (Por esta misma Desde el punto de vista de la fidelidad histórica, aunque no del placer
razón, las imágenes de callejas de suburbio que, tomadas en las décadas de visual, se podría argüir que el posado fotográfico —a pesar de que podía
1880 y 1890, aparecen al dorso de los informes de la Oficina Médica de requerir, como era a menudo el caso en el siglo xix, sujetar con grillos el ros-
Sanidad, suelen causar una impresión de melancolía dificil de describir.) tro de quienes posaban y repartir, en el caso de fotografías de grupo, toda
suerte de objetos para que los protagonistas apoyasen las manos en ellos y la
imagen estuviera equilibrada— resultaba a la postre mucho más «natural» y ob-
L. Moholy-Nagy, prólogo a Mary Benedetta,
jetivo que las imágenes, en apariencia más espontáneas, de la escuela cinema-
1936, pág. vii. The Street Markets of London, Londres,
Robert Venturi, Learning from Las Vegas,
4 The Work of Atget, Cambridge, Massachusetts, 1986.
ed. John Szarkowski y Maria Morris Hambourg, vol. 4:
Londres, 1985. Modero Times, La historia es relatada en David Mellor, «Phantasms», en Mark Haworth-Booth, ed., Bill
Brandt, Behind the Camera, Photography 1928-1983, Londres, 1985, págs. 85 ss.
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RAPHAEL SAMUEL ESCOPUI'ILIA

vérité, en las que el fotógrafo busca captar el llamado «momento decisivo» y en gesto de desesperación mientras la madre, una figura sin rostro con la
coge desprevenidos a los protagonistas. A este respecto, se podrían comparar cabeza baja, baña al bebé en una tina de metal.' Una fotografía de Liverpool
las imágenes de grupos familiares de la fotografía de estudio victoriana y de la misma época muestra al padre con la cabeza cubierta con un paño, los
eduardiana con las preferidas por el documentalismo «de realismo social». hombros encogidos y los ojos bajos, abstraído en la contemplación de sus
En las primeras, la familia, ataviada con el traje de los domingos, es presen- pies.' Si alguien nos preguntase qué hacen esas familias, la única respuesta
tada con un decorado de estudio a sus espaldas —la maceta de una aspidistra, posible sería «ser infelices». La fotografía social documental eduardiana,
un aparador o una columna les sirven para apoyar las manos—, y la distribu- aunque mucho más melodramática y afín a las recreaciones escénicas de
ción del grupo está pensada para componer una imagen de dignidad: padre y ambientes degradados, es incluso más desoladora. Una imagen típica son los
madre detrás, presidiendo con aspecto severo a su descendencia; los hijos niños que se abrazan a sus padres en busca de protección, o se confortan
mayores en posición de firmes, al modo de jóvenes cadetes; los más peque- mutuamente como mejor pueden, cargando en brazos los mayores a los más
ños sentados en el suelo aquí y allá, en actitud respetuosa. A ojos modernos, pequeños. El padre, a veces representado con gesto amargo en el umbral de
pueden resultar envarados; pero no están posando para el espectador, sino la puerta, es la viva imagen de la derrota. «Familia del East End, 1912», reza
para ellos mismos, proyectando una imagen no importa cuán idealizada o el pie de una de esas fotografías. «A pesar del impactante despliegue de por-
fantasiosa de lo que creen ser. No es probable que el estudio del fotógrafo celana y cristal, estos niños no tienen nada que comer». Quizá eso es lo que
fuese el único lugar donde resultase obligado ofrecer esa apariencia. Proba- el fotógrafo quería que pensásemos. Hay, en efecto, un bebé, que llora hasta
blemente ésta fuese de protocolo cuando acudían a la iglesia o la capilla, y la desgañitarse en brazos de su madre; una hermana mayor, apoyada en la mesa,
ajustada a las convenciones sociales a la hora de sentarse a la mesa o salir en que parece deshacerse en lágrimas entre suspiros convulsivos: un hermano la
familia. Es muy posible que el paterfamilias adoptase la misma actitud al ser conforta mientras otro succiona el pulgar con hambre. Pero la habitación está
abordado por un desconocido, o en sus desplazamientos al trabajo, o cuando adornada con encajes, el bebé viste un faldón inmensamente largo de un
azotase a sus hijos con su cinturón o una vara. No cabe tampoco concebir que blanco inmaculado, el mantel es modelo del orden que debe reinar en una
la madre adoptase ese aspecto de madona tan sólo al posar para la cámara, ni casa, las estanterías albergan no sólo un bello juego de té y un generoso des-
que los niños descuidasen el respeto a los mayores en las demás facetas de su pliegue de cristalería, sino también jarrones ornamentales de todo tipo...9
vida cotidiana. En el siglo xix, la importancia de la pintura como fuente de inspiración
para este tipo de fotografía era reconocida sin rodeos. El retrato de estudio,
En la fotografía documental, por otra parte, las familias son presentadas
fuese en manos de fotógrafos «artísticos» como Julia Margaret Cameron o de
como ejemplo paradigmático de su posición social. Si son ricas, deben tener
fotógrafos comerciales especializados en vistas de avenidas, tomaba como
aspecto de reyes del mundo, sin la menor traza de preocupación o inseguri-
modelo a los viejos maestros. Esto resulta especialmente evidente en los
dad. Si son pobres, deben aparentar estar consumidos por la penuria. Si viven
retratos en primer plano a lo Rembrandt elaborados en gabinetes, en los cua-
en zonas residenciales, deben tener un aspecto convencional. En la fotografía
les se dejaba como fondo un borrón oscuro para que la fisonomía del prota-
de suburbio, en la cual la atención se centra habitualmente más en los seres
gonista, los ojos sobre todo, resaltara con viveza. La fotografía de «vistas»,
humanos que en los edificios, el ojo de la cámara, aunque compasivo, no
por su parte, buscó inspiración en la pintura del género y en el arte paisajísti-
puede permitir a los protagonistas hablar ni moverse: aun cuando son cogidos
co.t° Hill, por ejemplo, que hizo sus primeras armas artísticas elaborando
por sorpresa, éstos deben componer un tablean vivant de desesperación. Así,
grabados para una edición ilustrada de Sir Walter Scott, era admirador del pin-
en la fotografía del East End (tomada en 1922) que ilustra con atrevimiento
el Road to Wigan Pier de Orwell, de 1937,6 la familia, que mira de hito en
hito a la cámara con aire ausente, es el vivo retrato de la infelicidad, y requiere
Humphrey Spender, Worktown People: Photographs from Northern England, 1937-38,
un esfuerzo mental imaginar que después los niños puedan revolcarse por el Bristol, 1982.
suelo o salir a la calle a jugar, o que el padre y la madre hagan un comentario Robert Westall, Children of the Blitz, Londres, 1985, pág. 139.
divertido o se sienten a tomar una taza de té. ' Jenni Calder, The Victorians and Edwardians at Home fmm Old Photographs, Londres,
La única fotografía del interior de un hogar contenida en el «Worktown» 1979.
1 O Es bien sabido que las primeras fotografías estaban imbuidas de una honda preocupación
de Humphrey Spender, presenta al padre apretando el puño sobre las rodillas por copiar y emular a las bellas artes. Ello se tradujo, por un lado, en una búsqueda afanosa de
escenarios naturales que permitiesen exhibir el potencial artístico de aquellas; en el terreno de
los retratos, por otro, se buscó imitar los efectos de claroscuro de los antiguos maestros.
Michael Bartram, The Pre-Raphaelite Camera: Aspects of Victorian Photographs, Londres,
George Orwell, The Road to Wigan Pier, Londres, 1937. Hay una buena discusión sobre 1985, págs. 8, 73-74, 178, 186 et passim; Peter Galassi, Before Photography: Painting and the
este punto en John Taylor, «Imaginary Landscapes», Ten: 8, 12, 1983, pág. 17. Invention of Photography, Nueva York, 1981.
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KArtiAbL bAM U hL J5SCUYU1' 1LIA 431

tor Wilkie. Sus pescadores de Newhaven, con su distribución al azar en la


imagen y su puesta en escena espontánea supusieron, amén de un ensayo pio-

a en 1937 por Humphrey Spender. El padre es la viva imagen


nero de documentalismo social, un intento de conseguir que la vida imitase al
arte." No menos en deuda estaba Emerson con Millais,'2 y la recreación de
ambientes en sus escenas de vida cotidiana y trabajo en los Canales de Nor-
folk guarda obvias afinidades con la escuela artística del «paisaje desolado».'3
Una influencia o afinidad más gratificante, siquiera por haber sido objeto
de muchos menos comentarios, podría ser el cine. La fascinación de Bill
Brandt por Alfred Hitchcock y su deuda con él son bien conocidas, y contri-
buyen a explicar el aire inquietante de algunas fotografías de grupo en su
London by Night." El París de Atget presenta afinidades, sobre todo, con
L'Atalante, de Vigo, hasta el punto de que cabe preguntarse si el segundo no
se ha inspirado en el primero por lo que a ambientación y espíritu se refiere.
De manera análoga, los fotógrafos humanistas con base en París de los años
treinta y cuarenta —Doisneau, Izis y Kersetz— parecen frecuentar los mismos
ambientes que dan marco a los filmes del realismo poético de Marcel Carné
y Jean Renoir. Sus obras semejan, por así decirlo, versiones en clave de natu-
raleza muerta de Le Million o Le Jour se Leve. Las parejas románticas de
jóvenes amantes que circulan profusamente en reproducciones actuales de la
obra de estos fotógrafos parecen estar inspiradas —se podría pensar— en los
amores apasionados entre miembros de clase obrera que aparecen en el cine
del Frente Popular francés.
o Aparte de la influencia ejercida por referentes artísticos (ricamente docu-
mentada en trabajos recientes sobre los comienzos de la historia de la foto-
grafía), ciertas imágenes más arquetípicas y ciertos mitos —alojados ambos,
o por así decirlo, en el inconsciente visual— cobran vida también al requeri-
miento de la cámara. Éste es a menudo el caso en ciertas fotografías que, a
fuerza de ser constantemente reproducidas, se han convertido en los últimos
años en símbolos del género. Se podría citar la conocida fotografía de Paul
Martin, de corte rus in urbe, en la que unos nulos de callejón convierten una
farola en tío-vivo, como si fuese la pértiga de la Fiesta de Mayo del pueblo;15

" Sara Stevenson, David Octavius Hill and Robert Adamson, Edimburgo, 1981, págs. 13-
14; véase también An Earlv Victorian Albu=r, The Photographic Masterpieces (1843-1847) of
David Octavius Hill and Robert Adamson, ed. Colin Ford, Nueva York, 1976.
'2 John Szarkowski, Looking at Photographs, Nueva York, 1974, pág. 40; Peter Turner, His-
tozy of Photography, pág. 69.
13 Howard D. Rodee,
«The "Dreaty Landscape" as a Background fbr Scenes of Rural
Poverty in Victorian Paintings», Art Journal, vol. 36, n° 4, verano de 1974, págs. 307-313.
14 Bill Brandt, A Night in London: The Story of A London Night,
Londres, 1938; David
Mellor, «Phantasms», en Mark Howard-Booth, ed., Bill Brandt Behind the Camera: Photo-
graphy, 1928-1983, Oxford, 1985.
15 «Lamp-post swinging, 1892».
Se vende en cantidades industriales en el Victoria
& Albert. Incluida en Victorian Snapshots, Londres, 1939, reproducción pionera de parte de
la obra de Paul Martin. Véase Roy Flukinger et al., Paul Martin, Victorian Photographer, Lon-
dres, 1978.
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repercusión —quizá la fotografía más conocida de la Norteamérica de los
Años de la Depresión— es la «Madre emigrante en Nipomo, California», de
Dorothea Lange, «acampada al pie de un campo de guisantes tras perderse la
cosecha a causa de las heladas», cruce entre Mater Dolorosa y virgo lactans
tomado (o preparado) en el momento de desesperación en que (como nos
informan las notas de campo de Dorothea Lange) «acababan de vender los
neumáticos del coche para comprar comida». Mientras la mujer sopesa ape-
sadumbrada sus problemas, tiene un niño apoyado en cada uno de sus hom-
bros —uno de ellos solloza, con la cabeza oculta tras la nuca de su madre— y
un bebé dormido en su regazo; su fuerte rostro está marcado por las arrugas
de la preocupación y la fatiga; su brazo de trabajadora levantado en un amago
de gesto de desafio, aunque todo lo que este ademán podrá reportarle es un
apoyo momentáneo para su cabeza. Al igual que Henry Fonda al volante de
su cacharro destartalado en Las uvas de la ira, su mirada se pierde en una
carretera que no lleva a ninguna parte.r
Una idea generalizada entre la crítica contemporánea es la de que el sig-
nificado de una fotografía depende de la mirada de quien la contemple: que
una misma escena podrá transmitir distintos mensajes en función de cómo
sea encuadrada, y que la imagen subsiguiente, sujeta a interpretaciones per-
sonales tan variadas como divergentes, diferirá radicalmente del original.
Aun así, resulta asombroso comprobar algunas de las distorsiones generadas
por la divulgación —en calidad de souvenirs del pasado— de ciertas imágenes
registradas en su momento por resultar típicas o de actualidad; o por su reci-
o las imágenes de inocencia perdida contenidas en sus no menos conocidas claje a guisa de láminas de época. Las calles sórdidas y degradadas de los
fotograflas de niños de barrio que dan volteretas en los canales de desagüe o cuarenta, fotografiadas —a menudo en la fase terminal de una larga vida— en
se revuelcan por el suelo al paso del carro lavacalles. Estos niños ocupan un razón de su aire abandonado y melancólico, adquieren un carácter general
puesto en una larga tradición de pequeñuelos desarrapados que proviene qui- más alegre al ser reproducidas en tarjetas de felicitación o comercializadas
zá del arte sentimental de los tiempos victorianos, tiene su más famosa encar- como láminas «listas para enmarcar». Así, el «Elephant and Castle, 1949» de
nación en los niños de los anuncios de salsa inglesa Bisto, y halla digna Bert Hardy, a pesar de representar un incómodo sótano, sin alfombras ni cor-
representación —en reproducciones en blanco y negro actualmente a la venta tinas, sin cubiertos ni vajilla (excepción hecha de un abrelatas y unas tazas de
en papelerías y otros establecimientos especializados del ramo— en los mofle- té), parece deber su valor comercial a su condición de imagen paradigmática
tudos gamins del París de Robert Doisneau, en los niños que, ante un fondo del amor juvenil, con la luz filtrándose por las ventanas mientras marido y
de grafitis, ejecutan números de mimo callejero en el «Montmartre, 1949» de mujer se miran fijamente a los ojos con ternura, aunque con inquietud.
Izis, y en los personajes de sucios pantalones cortos y rodillas manchadas de «Salen temprano», reza el alegre pie de foto añadido a otra imagen del estilo
barro de los «Gorbals» de Bert Hardy, evocadores del Guillermo de Richmal que se vende, a razón de una libra esterlina la lámina, en mercadillos al aire
Cromptoni6 En un registro más sombrío, encontramos imágenes de sufri- libre: unas jóvenes trabajadoras de una fábrica, vistas por detrás camino del
miento inspiradas en la iconografía del Arte Cristiano. Un ejemplo de gran

17 «Dorothea Lange: Migrant Workers», en C. Fleischhaver y B. W Brannan, eds., Docu-


16
La serie de fotografías de golfillos callejeros de Rejlander, más conocida como nzenting America, 1935-1943, Berkeley, 1988, págs. 114-127; véase también Lawrence W. Levine,
Jo», incluía números de acrobacia ejecutados por arrapiezos más sonrientes. A diferencia «Poor
de los «The Historian and the Icon», ibíd., págs. 16-17, 25-16, 31-32, 36. «Resulta significativo»
modelos de Paul Martin, estos niños habían sido cuidadosamente aleccionados para desempe- —observa Levine, al comentar el carácter proteico, de doble sentido, de estos iconos— «que la
ñar su papel. Stephanie Spencer, revista Life aceptase, sin darle muchas vueltas al asunto, que la foto de una campesina emigrante,
«O.G. Rejlanders Photographs of Street Urchins», Oxford Art
Journal, vol. 7, n° 2, 1984, ofrece un excelente estudio sobre los precedentes de estas fotografías encanecida y empobrecida, reflejaba el rostro del pionero americano tradicional» (pág. 36).
en las bellas artes. Véase también Karin Becker Ohm, Dorothea Lange and the Documentaty Tradition, Baton
Rouge, 1980; Milton Meltzer, Dorothea Lange, A Photographer's Life, Nueva York, 1978.
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434 RAPHAEL SAMUEL ESCOPOPILIA

trabajo. El quiosco de la esquina, con su expositor de periódicos matutinos


enrollados cual banderas y su cartel de la revista Tit-Bits, se yergue a modo
de centinela del barrio, enmarcando el desplazamiento al trabajo. El ciclista a
un lado de la calzada y las bicicletas apoyadas en el bordillo del otro evocan
el recuerdo de las calles libres de coches de antaño, mientras a lo lejos la chi-
menea de la fábrica, lejos de escupir humo, parece más bien estar envuelta en
una corona de niebla. Y no se antoja fantasioso imaginar que las jóvenes, con
su paso decidido, marchan hacia un nuevo amanecer.
Resulta todavía más extraño que las famosas fotografías de los aparceros
de Alabama de Walker Evans, concebidas como ejemplo de penuria y priva-
ciones (así lo ha demostrado un reciente estudio de sus archivos de laborato-
rio), disfruten hoy día de una nueva vida: en efecto, las podemos encontrar a
la venta en tiendas «retro» como objeto típicamente americano, o montadas
en vitrinas en los estudios de fotografía de Manhattan; y han sido adoptadas
como iconos culturales por la gente in. Las prendas de tela vaquera de los
aparceros, que hace cincuenta años eran sinónimo de materiales «bastos» y
trabajo duro y mal pagado, gozan de una nueva imagen en una era en la que
los vaqueros lavados a la piedra son prenda universal de tiempo libre, e inclu-
so (como apunta la última campaña de Levi's) una invitación a desnudarse.
Los rostros que nos miran fijamente, con los ojos clavados en la cámara, han
adquirido asimismo un nuevo significado en la medida en que los tablones
desnudos que con tanta insistencia les dan marco, muy lejos de ser espejo de
preocupación y fatiga —como lo eran para Walker Evans, cuya fascinación
por ellos es evidente hasta el punto de dedicarles alguna de sus fotografías en
exclusiva—, son, bien al contrario, el colmo de lo chic en el lenguaje de lo
envejecido propio del diseño de interiores de hoy. Las granjas destartaladas,
cubiertas de madera, son tan distintas hoy de la ostentación pretenciosa de
Nueva York como lo eran cuando la Agencia de Protección de la Agricultura
envió allí a sus fotógrafos en 1935; pero a la luz de la actual boga del pino
viejo y del mobiliario sencillo al estilo Shaker,* sus austeros interiores irra-
dian encanto castizo. De forma análoga, los escaparates improvisados, con su
despliegue de carteles escritos a mano y anuncios garabateados, se antojan
antepasados de los rótulos a la antigua de los casinos de Las Vegas, alabados
por Robert Venturi y otros postmodernos. Por último, se podría hacer referen-
cia a las virtudes inherentes a la sencillez —en las que tanto insisten Walker
Evans y James Magee—, las cuales, con efectos retrospectivos, nos hacen ver Ayer, símbolos de pobreza; hoy, epítomes de lo neovernáculo. Walker Evans, Alabama 1936.
a los protagonistas de estas fotografías menos como víctimas y símbolos de
la opresión que como heroicos pioneros (precisamente el rasgo de carácter
que había traído a sus antepasados a la región). Trascendiendo, en suma, el
ámbito de la política y la economía para entrar en el de la historia, los aparce-
ros de Walker Evans cobran en cierto modo un nuevo valor como referentes
de un pasado idealizado de Norteamérica.

* Secta protestante norteamericana de ideología de corte puritano. (N de los t.)


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El concepto —acuñado por Freud— de «escopofilia», o deseo de ver, puede convertirnos en trasuntos, en el ámbito de lo visual, de los aficionados a
resultar útil a la hora de intentar explicar la actual boga de la reproducción y espiar conversaciones ajenas. Cuando se cubren grandes acontecimientos, se
exhibición de fotografías de época." Algunos teóricos del cine de vanguar- nos transporta entre bambalinas; quizá de ahí provenga el especial aprecio
dia, en su intento de lidiar con el atractivo universal de las películas de Holly- por las fotografías de la Guerra de Crimea de Roger Fenton, que muestran a
wood, han elaborado un comentario crítico que, basado en este concepto, oficiales y tropa en sus momentos de descanso, o a los heridos de guerra en
recurre a nociones freudianas de «identificación del ego» (y lacanianas de sus improvisadas parihuelas o sus camas. En el género de los retratos de
«la etapa del espejo») para explicar la perenne popularidad de géneros mayo- famosos, se da especial valor a las raras fotografías que captan al protagonista
res como el melodrama, el thriller y el western. Arguyen, en este sentido, que en sus ratos de ocio. En este sentido, es famoso el retrato de Robert Howlett
los placeres de la vista liberan deseos de la libido, y se corresponden con los que muestra a Isambard Kingdom Brunel en una pose campechana que ha
del narcisismo primario y de la identificación primaria, propios de la etapa reportado enorme popularidad a esta imagen, tanto entre historiadores profe-
de ensimismamiento infantil que genera anhelos imposibles (el deseo de sionales como entre el público en general: zapatos desgastados, abrigo desali-
regresar al vientre materno) y se alimenta de fantasías regresivas. Como teo- ñado, la mano enfundada en el bolsillo del chaleco en gesto enérgico, el
ría de los mecanismos del acto de mirar, este enfoque tiene el gran mérito —al toque mundano de un puro que cuelga de sus labios. En el ámbito de la foto-
igual que la teoría de la «recepción» en crítica literaria y el estudio de la ico- grafía documental, que busca en cierto modo reproducir la emoción primitiva
nografía en historia del arte— de centrarse en el consumo de imágenes, y no de la cámara «indiscreta» de bolsillo, se da especial valor a las imágenes que
en su producción. Nos obliga a reflexionar sobre la posición en la que el ojo han conseguido coger por sorpresa a sus protagonistas: así, tenemos a reco-
de la cámara sitúa al espectador. En manos de críticas feministas, se ha utili- lectores que hacen un alto en su tarea para tomar el té de las once o de las
zado para poner de relieve ciertos aspectos de la representación de la femini- cuatro, a parejas de novios entregadas a juegos amorosos sobre la hierba o la
dad, y para desentrañar los secretos de películas «de mujeres» como los arena, e incluso (por citar uno de los mayores éxitos del género) al soldado
melodramas de Douglas Sirk. No resulta menos relevante a la hora de expli- sorprendido en el momento de la muerte. Pero quizá revista incluso mayor
car el «realismo poético» del documental y el modo en que iluminación, importancia el entusiasmo actual por violentar sin miramientos el álbum de
composición de conjunto y tonalidad pueden convertir en objeto de deseo lo fotos de la familia, y convertir situaciones casuales e intimidades de la vida
empírico y lo real; cuestiones que, lo reconozcamos o no, ponen en entredi- familiar en una suerte de espectáculo público, práctica en la que han venido
cho todo tipo de proyectos con aspiraciones realistas, incluidos los de los his- destacando los más entregados historiadores y los más vanguardistas estetas,
toriadores. En términos más generales, al centrarse en la naturaleza compul- y que constituye, por así decirlo, lo último en voyeurismo. Espectaculares a
siva del acto de mirar, abre la puerta a una investigación profunda sobre la la vista una vez que la instantánea original ha sido convertida en una lámina
naturaleza de las sensaciones visuales. enmarcada, una ampliación a toda plana en un volumen en octavos o un des-
Los placeres de corte escopofílico que la fotografía antigua reporta no plegable a doble página en un suplemento a todo color, dichas fotografías se
resultan, en principio, menos susceptibles de ser objeto de este tipo de análi- exhiben en calidad de botín arrebatado a los protagonistas silenciosos de la
sis que los del cine. Así, el «voyeurismo» —por mencionar el más familiar y historia, de trofeos conmemorativos de lo que, de no ser por ellas, permane-
menos problemático de los mecanismos relacionados con él— desempeña un cería invisible. Los placeres del espectador son análogos, en estos casos, a los
papel evidente en el valor de «revelación» inherente al acto del descubri- que puede obtener un mirón.
miento: nos referimos, en concreto, a la capacidad de recuperar lo que había En una línea más especulativa, emparentada con una explicación del star-
permanecido oculto hasta entonces y de exponer a la luz pública mundos pri- system del cine vigente desde hace largo tiempo, se podría ver una manifesta-
vados. Precisamente, esta ansia de «revelación» ha supuesto un estímulo de ción de escopofilia, en su vertiente de «identificación narcisista del ego», en
primer orden para la recuperación de antiguas placas de vidrio. Más en con- la popularidad de algunas láminas actualmente en boga. Así, el éxito de «Le
creto, podría contribuir también a explicar la mágica importancia atribuida a Baiser á l'Hotel de Ville», de Doisneau —desde siempre la más popular de las
la «informalidad» y la «espontaneidad», cualidades ambas que constituyen ampliaciones en formato póster en circulación—, podría explicarse como una
un leitmotiv en el reciclaje y reimpresión de láminas antiguas: se nos invita a suerte de equivalente contemporáneo del entusiasmo que los cinéfilos de los
cuarenta mostraban por Rhett Butler y Escarlata O'Hara. Pero el principio
del placer, aunque podría encajar con este tipo de láminas, difícilmente
" G. Malanga, ed., Scopophilia: The Love of Looking,
podría explicar —aun definida con tanta generosidad y de forma tan dialéctica
Nueva York, 1985; Laura Mulvey, como en Freud— el poder que las fotografías antiguas poseen de cautivar al
«Visual Pleasure and Narrative Cinema», en Visual and Other Pleasures: Collected Writings,
Londres, 1989. espectador sin proponérselo. En este sentido, el mecanismo de la proyección
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podría resultar de mayor o igual utilidad que el de la identificación a la hora idea esencial --que distingue a la fotografía antigua de la gran variedad de
de intentar explicar, o al menos abordar, la sensación alucinatoria de integra- recuerdos, souvenirs y fetiches en la que se la engloba a menudo— es que el
ción en el pasado que las fotografías antiguas provocan a menudo, alimentan- objeto amado ya no existe, que el vínculo o relación original se han hecho
do la ilusión de que, como dice Salman Rushdie en un ensayo autobiográfi- añicos sin remedio. Bajo este prisma, la afición a las fotografías antiguas
co, nos sentimos más como en casa en el pasado que en el presente.' 9 Los podría ser vista como una especie de juego con el carácter irrecuperable del
«sentimientos oceánicos» de Freud —quien acuñó tal término para describir pasado, con la imposibilidad de traer de vuelta a esta vida a los muertos. La
los efectos del contacto con lo sobrenatural y lo indescriptible— podrían con- conservación de las fotografías supone, en este sentido, un intento de atrapar
tribuir también a explicar el carácter de revelaciones que ciertas imágenes lo inasible, un medio a posteriori de remediar lo irremediable.
poseen, o su capacidad para hacer brotar sentimientos profundos aparente- La necrofilia —si bien es considerada por regla general una inclinación
mente de la nada. Se podría recurrir, por otra parte, al concepto de «novela que excede los límites de lo tolerable y una manifestación de decadencia pro-
familiar» de Freud —en virtud del cual el niño rechaza a sus padres reales en pia de tiempos modernos— comparte con la historia (y con quienes exponen
favor de otros imaginarios, más glamurosos: una fantasía recurrente que fotografía de época) el objetivo de establecer una nueva intimidad con los
parece encajar bien con el entusiasmo actual por la historia familiar y el des- muertos. En sus manifestaciones más extremas, se ocupa de «la belleza del
cubrimiento de las «raíces» personales—, para explicar pautas de conducta horror»; en las más livianas, posiblemente entronque con el apetito morboso
contemporáneas como la exhibición de antiguas tarjetas de visita de la década por el agradable espectáculo de la degradación, la destrucción y la muerte.
de 1860 a guisa de retratos de antepasados. La fotografía ha sido desde hace tiempo vehículo natural de este tipo de
Esta línea de investigación podría contribuir, también, a explicar la capa- inclinaciones. Las escenas de desastres —no sólo naufragios, incendios o ex-
cidad que poseen tanto la fotografía como el cine para crear una fuerte identi- plosiones en minas, sino incluso tragedias lugareñas como la muerte a causa
ficación del espectador con un pasado que nunca existió, pero que se corres- de la caída de un caballo— atraían cual imán a los fotógrafos de «vistas» de la
ponde con lo que hubiéramos querido que fuera. Podría dar razón del tipo de década de 1900, y cotizan de largo a los precios más altos del mercado actual
identificaciones que establecemos, por así decirlo, de forma indirecta o vica- de la postal «histórica». Antes aún, en el siglo xix, era bastante habitual que
ria: no por ser producto de experiencias vividas, sino en virtud del poder de los álbumes familiares incluyesen fotografías de niños muertos: se los ponía
una representación visual. Si, por ejemplo, al contemplar la imagen de un en escena con los ojos abiertos, de manera que parecían estar todavía vivos.
espectáculo de payasos nos sentimos inmediatamente como en casa, no será La escopofilia, al centrarse en fenómenos materiales, deja poco espacio
porque hayamos pasado de niños unas vacaciones en los muelles de Brighton conceptual para algunos factores que resultan de crucial importancia en la
o las arenas de Margate, sino quizá porque el musical Oh What A Lovely War, aplicación de la teoría de la recepción estética a la fotografía y a las artes
de Joan Littlewood, convirtió el espectáculo de clowns en un símbolo del últi- visuales en general. Entre ellos, se podrían mencionar cambios en las prefe-
mo adiós a la Inglaterra anterior a 1914. rencias de selección de sedes de exposiciones, revoluciones o involuciones en
El ensayo «Duelo y melancolía», de Freud, se antoja particularmente per- el gusto del público, guerras de estilos, o modas revival: diferentes circuns-
tinente a la hora de explicar la fuerza dramática de las fotografías antiguas, tancias cuya presencia conjunta conforma, en suma, un determinado tipo de
aun cuando —o, más bien, sobre todo cuando— la escena representada o sus apetito visual. Y la identificación narcisista consigo mismo tampoco puede
protagonistas nos resulten completamente desconocidos. El susodicho ensayo explicar lo que Barthes denomina «punctum» de la fotografía:2° su capacidad
hace hincapié en las connotaciones de discurso de despedida que confieren a de asombrar, sorprender y desconcertar.
los álbumes de fotografías un cierto carácter de canto fúnebre. También se Hay motivos para considerar que la historia es una de las fuentes, si no de
ocupa del rol de arte conmemorativo que la fotografía adopta en ocasiones, los placeres visuales de la fotografía, sí ciertamente de sus atractivos visua-
cualidad que acerca sobremanera el espíritu de ésta a los proyectos de los his- les. La historia posee en efecto la capacidad de cargar de connotaciones pre-
toriadores. La argumentación de Freud al respecto resulta compleja, pero la monitorias, con efectos retrospectivos, a imágenes que, de no ser por esa cir-
cunstancia, no merecerían mención alguna. Tal es el caso —por citar un
ejemplo que me causa honda emoción— de una fotografía de un equipo de
19
cricket de Oxford, tomada en 1914. Al contemplarla se podría argüir, sin
Rushdie, mientras reflexiona sobre una fotografía de su infancia, comienza citando a L. P.
Hartley: «El pasado es un país extranjero, allí las cosas se hacen de otra manera», y comenta:
«Pero la fotografía me incita a darle la vuelta a esa idea; me recuerda que es mi presente el que
es extranjero y que el pasado es mi hogar, aunque un hogar en una ciudad perdida en las bru-
mas del tiempo», Salman Rushdie, Imagined Homelands, Essays and Criticism 1981-91, 20 Roland Barthes, Camera Lucida: Reflections on Photography,
Londres, 1984, págs. 26-
dres, 1991. Lon-
27, 42, 47, 51, 93.
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44(/ RAPHAEL SAMUEL

duda, que el extraordinario interés que lo eduardiano ha despertado en el


contexto del revival fotográfico de los últimos treinta años —fenómeno sin
parangón, en el campo de la arquitectura o de los objets d'art, con ninguna
otra moda estética—, puede explicarse en parte por la presencia implícita, en
un segundo plano, del terrible final que espera a los protagonistas: las riberas
del Somme y las llanuras enlodadas de Flandes. De manera análoga, la enor-
me atención que la crítica ha dedicado, sin escatimar esfuerzo alguno, a las
fotografías de carnet de August Sander —que, en el campo del documental
televisivo, proporcionan una suerte de taquigrafía visual útil para ilustrar el
trasfondo social del nazismo—, deriva por entero de la interpretación retros-
pectiva de la que han sido objeto, y del especial valor que cobra toda imagen
que pueda recibir la consideración de presagio o señal premonitoria. No
PARTE VI
menos relacionado con la historia podría estar, en origen, un auténtico leit-
motiv de la fotografía en su faceta de arte conmemorativo, nunca tan evidente
como en el revival actual del que es objeto: el gusto por las culturas moribun-
PELÍCULAS DE ÉPOCA
das y los mundos en extinción. En este terreno, sería necesario asociar los
placeres del espectador a sus condiciones sociales de existencia, y a minucias
históricas como la movilidad geográfica por causas laborales, modificaciones
en el entorno construido, cambios en la organización doméstica y revolucio-
nes en los gustos del público. Pero sería necesario asimismo entrar en el
terreno de la representación visual, y ocuparse así de cuestiones tan inasibles
como el «encanto de época» y el concepto de «fotogénico», término acuñado
por Fox Talbot en 1843 que ha experimentado asombrosas idas y venidas en
su posterior evolución. Y, ante todo, sería necesario enfrentarse a la condición
que el pasado tiene de irrecuperable, principal fuente de pesar tanto para
cualquier proyecto de recuperación de éste como para cualquier tipo de
investigación histórica que, a su vez —en virtud de una de esas misteriosas
transmutaciones mágicas nacidas del amor a algo, cuya explicación trascien-
de el alcance de la historia por más que nos contemos entre sus principales
beneficiarios—, transforme los objetos de estudio en objetos de deseo.

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EL GÓTICO MODERNO: EL HOMBRE ELEFANTE*

Dicen los críticos literarios que el gótico nos permite satisfacer nuestro
gusto por lo misterioso, jugar con nuestras fantasías, con nuestros deseos
imposibles, y explorar los extremos de la condición humana. Nos conduce a
los oscuros pasadizos que pueblan el inconsciente. Y alcanza las simas más
profundas. En la versión musical de Sweeney Todd (1979), concebida por
Stephen Sondheim conforme al género de la «ópera de baladas», el composi-
tor recurría a lo gótico para convertir el comercio en algo fantasmagórico,
evocando el más primario de los terrores, el miedo a ser devorado, y haciendo
del canibalismo una metáfora de los intercambios comerciales. En una puesta
al día, socialmente concienciada, de lo que en la década de 1840 aún era un
horror por explicar, el mismo barbero-demonio acaba siendo injustamente
encarcelado. El principio del mal puro está representado por la señorita
Lovett, repostera de los suburbios, y por el lujurioso juez, culpable en última
instancia de la caída de Sweeney.
El hombre elefante de David Lynch, estrenada un año más tarde, era un
ejemplo de gótico más conservador, que llamó mucho la atención y suscitó
grandes alabanzas. Se tendía a admirar su «buen gusto» y su «sensibilidad», y
se decía que la interpretación que hacía John Hurt del hombre elefante, Joseph
Merrick (en la película se le llama equivocadamente, «John» Merrick), resultaba
«conmovedora», «emocionante» y «valiente» a pesar de esa máscara atroz.
Cuando el National Film Theater proyectó el filme, lo describió en el programa
de mano como «una de las películas más perfectas y originales realizadas en
los últimos tiempos».
Salí del cine experimentando sentimientos contradictorios; un cierto
resentimiento por la forma en que se había adulterado la historia, unido a la
desasosegante certeza de que emanaba una gran fuerza de ella. Me vi pregun-
tándome cómo era posible que un oscuro episodio, sacado del Whitechapel
de la década de 1840 y poco conocido en su momento, se hubiera convertido
de repente en el tema de un éxito de Broadway, de dos ediciones en pastas

* Pueden leerse algunas críticas laudatorias de El hombre elefante en Sight and Sound,
invierno de 1980-1981; Cahiers du Cinéma, abril de 1981; .reune Cinéma, julio-agosto de 1981.
Una reconstrucción histórica del episodio en Michael Howell y Peter Ford, The Elephant Man,
Londres, 1980; en relación a Tom Horman, el empresario original de Bytes, véase The Era, 26
de octubre de 1901; y sobre sus actividades en Shoreditch, donde exhibió en 1895 a «la célebre
e inimitable giganta rusa», Bethnal Green News, 23 de marzo de 1895.
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blandas que fueron éxito de ventas y de una de las películas mejor considera-
das de los últimos tiempos que, desde luego, suscitaba un enorme impacto
emocional. Tras ver la película por segunda vez se me ocurrieron algunas
posibles respuestas que, de ser correctas (uno ha de mantenerse por fuerza en
el plano de lo especulativo), permitirían pensar que no siempre reconstrui-
mos el pasado histórico a la luz de las pruebas documentales, sino más bien
fijándonos en el espacio simbólico o en las categorías de la imaginación en
las que se encuadran las representaciones.
Una de las fuentes obvias de la fuerza que emana del Hombre elefante es
que satisface nuestras expectativas sobre cómo creemos que era visualmente
el pasado. Los escenarios son los que el cine británico nos ha acostumbrado a
calificar de «realistas» en lo tocante a la Inglaterra del siglo xix. El paisaje es
totalmente «dickensiano», con algunas callejuelas estrechas y mojadas y
otras empedradas, más anchas, e iluminadas por farolas de gas. Se evocan los
horrores de la industrialización (de forma algo incongruente en un distrito
como Whitechapel, donde imperaba el domestic system*) mostrando hu-
meantes chimeneas de fábrica acompañadas del sonido de las máquinas de
vapor. Los personajes (con una notable excepción que abordaremos luego)
hablan en ese tono forzado que a los guionistas les parece «de época». Ade-
más, El hombre elefante está basada en hechos reales y sigue de forma más o
menos fiel el relato autobiográfico de Sir Frederick Treves. La máscara de
John Hurt se hizo a partir de una fotografía realizada en 1884. La película se
rodó en el East London, y el realismo «de época» queda realzado mediante el
recurso al blanco y negro. Como señaló Mel Brooks, uno de sus productores
ejecutivos, «con el blanco y negro se gana en autenticidad».
Sin embargo, a pesar del realismo aparente de sus efectos, estamos ante
una película mitopoética, cuyo relato se estructura en torno a un tema típico
de los cuentos de hadas. Merrick, el héroe, acaba pasando milagrosamente de
lo más bajo a las más altas esferas. Deja de ser el más despreciado de los
marginados (un animal humano, que actúa a golpe de látigo del empresario
que le retiene para exhibirlo en ferias) para convertirse en una celebridad a
nivel nacional. El primero en darse cuenta de lo que vale es Trevers, el ciru-
jano que se hace amigo suyo. Después también lo aprecian Carr Gomm,
director del hospital de Londres y, finalmente, la mismísima reina Victoria.
La señorita Kendal, actriz de postín, descubre que en realidad es un príncipe
disfrazado. En una escena que hace inevitable la comparación con La bella
y la bestia, le visita en su alcoba y ambos repasan un pasaje de Romeo y
Julieta. El drama alcanza su cenit cuando (con un buen acompañamiento
lírico de orquesta) le da un beso en la mejilla. «Oh, señor Merrick», grita
con los ojos radiantes y voz derretida, «usted no es el hombre elefante, usted
es Romeo».

* Sistema en virtud del cual el empresario distribuía a domicilio las materias primas y
recogía después el producto elaborado. (N. de los t.)

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Desde otro punto de vista, El hombre elefante es un tratado religioso muy Uno de los motivos religiosos más trillados que aparecen en la película es
parecido (también en su capacidad para arrancar lágrimas) a esas historias el del niño perdido. La historia gira, al igual que en el caso de muchos otros
morales «edificantes» que se solían regalar a modo de premio en las escuelas libros infantiles del siglo xix (o, en lo que a esto hace, Oliver Twist), en torno
dominicales. A pesar de las tremendas circunstancias en las que su vida se al drama por el que atraviesa un huérfano sin amigos cuya vida transcurre en
desarrolla (es mudo, deforme y marginado), Merrick nunca pierde una suerte un mundo sin corazón. Podría decirse que lo que convierte a Merrick en una
de gracia interna. Su humanidad queda ratificada y el hospital se convierte en figura patética no es tanto su aspecto físico desfigurado como el hecho de ser
un santuario seguro para él cuando, para asombro de sus interlocutores, recita huérfano de madre. Se pasa toda la película reproduciendo los gestos de un
el Salmo veintitrés («El Señor es mi pastor...»). Expresa su creatividad cons- niño inocente y perseguido. O, dicho de otro modo, podría decirse que la
truyendo la maqueta de una catedral con música sacra de fondo. Y la escena película trata básicamente de la orfandad, universalizando un tema poco
ante el lecho de muerte con que acaba la película también está plagada de corriente. La primera secuencia de la película es la de un parto. Elefantes sal-
imaginería cristiana, con una voz en off (la de su madre) que le promete la vajes de estampida recorren de un lado a otro la pantalla; criaturas tropicales
vida eterna. Como paciente de hospital, Merrick es la encarnación de uno de se retuercen; de la orquesta salen notas y chirridos amenazantes que evocan
los motivos favoritos de la imaginación religiosa decimonónica: la del ser discordia. Lo único que transmite un mensaje de calma es la voz (en off) de
pobre y bondadoso que todo lo merece. En la desgracia, es un auténtico la madre. En la última escena de la película el hombre elefante se enfrenta a
monumento al sufrir paciente. En la alegría se muestra efusivamente agrade- la muerte. Contempla con melancolía un retrato enmarcado de su madre,
cido a sus benefactores y corresponde a sus pequeños regalos con arrebatos colocado en la mesita de noche, junto a la cama, y la película tei mina con su
de alegría casi infantil. Como escribiera Treves en las memorias en las que se voz suave y grave, que le invita a unirse a ella en las estrellas. El tema de la
basa el filme: «Los problemas le habían ennoblecido. Demostró ser una cria- madre se retorna en la mayoría de las escenas más tiernas de la película. «Era
tura gentil, afectuosa y digna de amor, tan amistosa como una mujer feliz, tan hermosa», comenta a sus aristocráticos visitantes, acariciando su retrato
libre de traza alguna de... resentimiento, sin quejas... sin pronunciar nunca (momento en que la película nos ofrece un flashback que confirma este
una palabra poco amable...». Si en la década de 1880 una persona religiosa extremo). «Tenía cara de ángel», le dice a la señora Treves haciéndola sollo-
de clase alta hubiera tenido una cámara de cine, hubiera rodado esta película. zar, al instante, de manera incontrolada.
(No es una idea tan fantasiosa como parece. El doctor Barnardo era una per- Se saca mucho partido al amor que experimenta Merrick hacia las mujeres
sona muy competente fotografiando huérfanos con el propósito de hacerlos «hermosas». De hecho la emoción le invade cuando se encuentra ante una de
parecer más dignos de lástima; los misioneros usaban linternas mágicas para ellas. Pero lo que está en juego en cada uno de esos encuentros es el parecido
mostrar las costumbres primitivas de los salvajes; los movimientos a favor de con la madre, y su entusiasmo es antes devoción que amor. No hay el más
la abstinencia recurrían a ellas para mostrar los horrores del alcoholismo.) mínimo indicio de deseo sexual, como si se tratara de un libro edificante para
Merrick no solo no resulta moralmente contaminado por las atroces cir- niños. Y, al revés, cuando la sexualidad femenina hace acto de presencia en la
cunstancias de su vida, sino que, como por un milagro, tampoco le afecta el película, se la tilda de repugnante. El peor de los horrores por el que atraviesa
carácter proletario o subproletario de sus compañeros. Tanto social como Merrick es ser besado a la fuerza por dos prostitutas. La madre de Merrick es
espiritualmente está marcado por una suerte de gracia interior. Aun siendo un la típica madre victoriana de clase alta que pasa sus ratos de ocio en el salón.
paria, ya en las primeras secuencias de la película su porte tiene un algo inde- Espiritualizada, distante e inmaculada, no sólo ajena al sexo y sus contamina-
finiblemente aristocrático. John Hurt hace que parezca alto e imponente ciones (en ningún momento de la película se habla del padre), sino a función
(cuando en la vida real no llegaba al metro sesenta y cinco). Lleva su sufri- corporal alguna, es la imagen idealizada de la femineidad, devotamente guar-
miento con dignidad, como un maltratado rey Lear, de rectos andares a pesar dada en un relicario; una virgen burguesa reinando en el espacio exterior.
de cojear, siempre con un elegante bastón colgando del brazo, sin importar También Merrick es un personaje bastante asexuado a pesar de que, en la vida
que sea un brazo paralizado. (En cambio Bytes, el empresario que le retiene, real (según consta en los informes médicos de Treves), sus genitales no se vie-
arrastra los pies por todo el escenario, y su chico, envuelto en harapos, se ran afectados por ningún tipo de deformidad y su gran pasión fuera leer histo-
pone en cuclillas y repta.) En el entorno amable del hospital florecen las rias de amor. En consecuencia la película, a la manera de los tratados morales,
habilidades sociales de Merrick. Se le afina la voz en cuanto puede ejercitarla. nos ofrece una vía de escape, una sublimación de la sexualidad, una vuelta a la
Cuando se sienta a tomar el té hace gala de unos modales excelentes. Lleva las inocencia perdida de la infancia en la que reina la madre amantísima.
levitas con aplomo. Resumiendo, es la versión inglesa del Noble Salvaje que También se podría identificar en la estructura profunda de El hombre ele-
tanto cautivara a generaciones de snobs: «un caballero por naturaleza». Al fante un elemento mitológico, sin duda inconsciente. Como ocurre con fre-
igual que en el caso de Oliver Twist, su buena cuna es imposible de erradicar. cuencia en las representaciones cinematográficas británicas del pasado, los
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pobres aparecen como una masa no-pensante, embrutecida por la pobreza de impulsado por la señora Kendal, se pone en pie para aplaudirle. «Mi vida es
su existencia. En una de las escenas un grupo de mujeres chillonas se pelean plena, ya sé que me quieren», dice Merrick mientras lo llevan, moribundo, a
como verduleras en la sala de espera del hospital; en otra, algunos extras que- esa apoteosis de cálida beneficencia.
jumbrosos se tambalean borrachos en un pub; aun hay otra en la que unos El uso del blanco y negro que se hace en la película magnifica estas dife-
golfillos andrajosos se convierten en matones. Los extras proletarios confi- rencias de clase. Visualmente, los pobres están envueltos en la oscuridad, per-
guran una galería de lo grotesco, y lo más cercano a una identidad propia que sonificando la suciedad y la miseria. Son habitantes infrahumanos de un
llegan a tener es la que se indica en los genéricos («primera mujer de la mundo infernal que sólo cobra vida por las noches. La secuencia del sueño
pelea», «segunda mujer de la pelea», «primera prostituta», «segunda prosti- que da inicio a la película está llena de imágenes de la jungla y, en la primera
tuta») al final de la película. Hay una terrible secuencia en la que los habitantes escena de carácter narrativo, se nos conduce al laberíntico interior de la caseta.
de los tugurios invaden el hospital violando la paz del hombre elefante. Piso- La estampa no se complementa, en este caso, con música de feria y luces chi-
tean su frágil catedral y tiran al suelo el retrato de su madre. Los hombres le llonas (el cliché fílmico alternativo), sino con una penumbra pesada e impe-
echan ginebra por la indefensa garganta; las mujeres (medio miedosas, medio netrable. El cubil del empresario, que aparece en una escena posterior, no
riéndose) le asaltan sexualmente. Finalmente, la turba le arrastra por la habi- resulta menos claustrofóbico. Se trata de una chabola decrépita situada al
tación, débil y medio desvanecido, en una danza macabra. Es una metáfora final de un callejón, de cuyas paredes chorrea, literalmente, suciedad. El por-
prolongada de la corrupción, y culmina en una violación simbólica, represen- tero de noche, personaje siniestro que aparece en las peores pesadillas del
tación ardientemente sincera de lo que hubiera sido la peor de las abomina- hombre elefante, tiene su guarida en el sótano del hospital del que sale a la
ciones para una persona religiosa de clase alta en tiempos de Merrick. hora de las brujas para recorrer los desiertos pasillos y arrojar sobre ellos una
En el otro extremo de la escala social prevalecen la riqueza y lo bello. Si sombra de miedo. Cuando la turba de Whitechapel invade el hospital se abre
los pobres son crueles y feos, los ricos son civilizados y refinados, y existe un paso por un páramo expresionista, bajo un cielo nocturno y amenazador, atra-
abismo entre ambas sensibilidades. La película se permite algún guiño superfi- vesado por un célere discurrir de nubes terroríficas. En las secuencias más
cial a una ambigüedad más moderna. Hay algún momento en el que los visi- deliberadamente simbólicas, misteriosos interludios que son una especie de
tantes de Merrick de clase alta se asemejan en su actitud a los asistentes contrapunto visual a la narración, la fábrica (filmada, evidentemente, de
al espectáculo de feria («no hacen más que mirarle una y otra vez»). En otro noche) es un infierno oscuro, y la destilería (alegoría del peligro), una maz-
Treves se plantea la existencia de ciertas similitudes entre su conducta y la de morra gótica llena de tuberías y transida por un ruido bárbaro.
Bytes, el empresario («Querías un monstruo... para hacerte un nombre»), pero En la otra cara de la moneda, todo es luz y espacio. Mientras que los
la comparación es puramente retórica y se ve totalmente superada por toda una pobres sólo aparecen en escena de noche, a los ricos se les fotografía a plena
marea de imágenes que restablecen el equilibrio al mostrar la benevolencia de luz del día. El hospital de Londres surge, cual ciudad celestial, de las sórdi-
la clase alta en acción. A pesar de sus ocasionales momentos de duda, Treves das calles, como una fuente de luz en un mar de oscuridad. Las nubes de-
nunca deja de ser un médico joven y atractivo (el actor que le da vida es saparecen cuando Treves, al salir, pisa el asfalto. La caldera subterránea deja
Anthony Hopkins), y Bytes, el empresario, no deja de ser un viejo borracho y de meter ruido en cuanto entra a trabajar la plantilla de día, capitaneada por
sórdido. Como todo caballero inglés decente, Treves mantiene un férreo con- la enfermera jefe. La junta se reúne en una espaciosa sala de reuniones. Carr
trol sobre sus sentimientos, pero sus ojos se llenan subrepticiamente de lágri- Gomm recibe a sus visitantes en una vasta suite para ejecutivos. La señora
mas la primera vez que ve las deformidades del hombre elefante, y, en escenas Kendal, la actriz de postín, siempre aparece como una presencia radiante. La
posteriores, se dirige a él con una suerte de amabilidad reverente. El autoritario señora Treves, la esposa del cirujano, resplandece, y el salón de su hogar
y reprimido Carr Gomm (Sir John Gielgud), personificación del paternalismo, de Wimpole Street, donde Merrick toma el té, desprende una luz serena. En
hace una excepción en el cumplimiento de las reglas del hospital para ofrecer a el teatro de Drury Lane (la única escena en la que los ricos aparecen de
Merrick un lugar seguro. La malhumorada enfermera jefe (Wendy Hiller), tras noche), relucen los candelabros situados sobre el auditorio, y la función navi-
superar la repulsión inicial, cuida de los intereses del paciente con gran sentido deña que se representa se ha filmado como si se tratara de un espectáculo de
del deber y ternura. La señora Kendal es una dama generosa, la princesa Ale- luz, con delicadas figuras flotando en el aire, en medio de una fantasía de llu-
xandra un hada madrina que aparece para rescatar a Merrick y sentarle a su via de estrellas.
lado en el palco real del teatro, cuando su permanencia en el hospital se ve Son el tipo de contrastes visuales que, desde el Londres de Gustave Doré
amenazada por una conspiración de comerciantes locales. Por último, en la (1872), nos hemos acostumbrado a aceptar como símbolos de los ricos y los
escena más importante de la película, todo el Londres de clase alta, representado pobres. En cambio, las escenas de la plebe furiosa guardan una relación evi-
simbólicamente por el público del Drury Lane, reconoce su auténtica valía e, dente con la antiquísima pesadilla de la clase gobernante en la que los pobres
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KAPHAEL SAMUEL
EL GÓTICO MODERNO: EL HOMBRE ELEFANTE 451

aparecen como una «multitud de bestias». Sin embargo, aparte de esta anti-
llevarnos a hacer una pausa para preguntarnos qué otro tipo de atrocidades se
gua mitología de clase, la película explora un nuevo mito: el que representa a
la clase trabajadora no ya como oprimida y marginada, sino más bien como habrán cometido en nombre de la autenticidad.
cínica, avara y materialista. El auténtico demonio de la película no es el El hombre elefante no es un esperpento, sino un pastiche de estilos diver-
sos, una película de terror con un toque de misticismo; una película que hace
empresario (uno de tantos personajes grotescos dickensianos), sino el portero
llorar pero que sin embargo pretende no ser emotiva, un cuento de hadas en
de noche del hospital, que siempre anda metido en pequeños chanchullos y
forma de documental. Sus símbolos proceden así de la imaginería cristiana
acaba siendo un torturador de poca monta. Interpretado por Michael Elphick,
actor especiaEzado en papeles de cockney como del realismo cinematográfico o de las novelas góticas. Ideológicamente
barriobajero, resulta un personaje es igual de promiscua: reproduce de forma más o menos acrítica los puntos
desconcertantemente moderno, una especie de encargado de la seguridad de
los comercios del inframundo. Al igual que los héroes cockney de vista tradicionales de la clase alta sobre cómo vive el resto de la humani-
de las pelícu- dad, pero atempera esta impresión con un toque de populismo (hay una esce-
las británicas de la Nueva Ola realizadas en los años sesenta (o que Bob Hos-
kins en El largo viernes santo, na en la que los monstruos compañeros de feria de Merrick le rescatan de
estrenada en 1979) siempre está sexualmente una jaula) y algún momento de duda liberal. Podríamos comparar esta pelícu-
alerta, tiene el porte de un hombre libre y es, sin duda, mordaz y cortante.
la, al modo de los Cahiers du Cinéma, con una película de culto que la prece-
Nunca deja de juguetear sensualmente con un cigarrillo entre los labios. Y su
dió, Eraserhead, contemplando la labor del director como un todo unificado
forma de hablar, al contrario de lo que sucede con el resto de los actores, es
y en evolución. Pero si lo que se quiere es explicar el tirón emotivo que tiene
evidentemente coloquial. Sus modales son amables, pero tiene mucho genio
la película entre el público actual, puede que resulte más provechoso echar un
y, cuando se siente engañado, adquiere el aspecto de un matón. «Deberías ser
vistazo a la función subliminal que siguen cumpliendo antiguos símbolos
más sociable, colega, conseguirás no gustar a nadie», dice al aterrorizado
como los que forman parte de los cuentos de hadas. Habría que tener en
hombre elefante mientras intenta obligarle a beber. «Estás monísimo, cari-
cuenta la excelente salud de la que goza esa tradición iconográfica, tan fuer-
ño», le dice mientras le hace bailar. En el pub se presenta a sí mismo al resto
temente arraigada en la cultura europea, que aúna oscuridad con bestialidad y
de los clientes como: «Su mismísimo hijo Sonny Jim». Y en el hospital,
luz con razón. E identificar todas y cada una de las figuras arquetípicas que
cuando su maldad se hace evidente, grita desafiante: «Sólo echábamos unas
Merrick encarna sucesivamente: el misterioso extranjero alto y moreno de la
risas». Elphick parece aunar en un único personaje toda una serie de demo-
novela gótica, el niño indefenso de la parábola cristiana, el huérfano de buena
nios populares contemporáneos de clase media: cabezas rapadas, hooligans
cuna cuya ascendencia se desconoce, el monstruo de Frankenstein en busca
de poca monta, piquetes móviles. Y no hay que olvidar que la película se
del amor.
estrenó poco después del «invierno de nuestro descontento», es decir, tras las Sin embargo, el éxito de la película probablemente se deba a la forma en
huelgas de los servicios públicos de enero de 1979. Cabría preguntarse si, que se refiere a las necesidades cotidianas y a nuestra condición actual. En el
inadvertidamente, no recordaba a los matones del sindicato.
Año del Discapacitado nos puede ayudar a medir los progresos realizados en
No creo que se pueda decir que la película está llena de prejuicios de clase, el campo de la ayuda humanitaria y a reconocer que tenemos muy buen gusto.
simplemente porque se haga uso en ella de estos estereotipos. (El director es En vez de reírnos ante el espectáculo de un monstruo, éste despierta nuestra
norteamericano y su forma de entender la realidad británica actual es tan compasión, hacemos nuestros sus triunfos y reconocemos la nobleza que
dudosa como la que tiene de ver el Whitechapel de la década de 1880. No oculta un ser sólo superficialmente desfigurado. La película nos reafirma por
parece que haya que achacarle ninguna intención consciente en este aspecto.) medio del contraste histórico, y nos ayuda a olvidarnos fácilmente de nues-
Estamos más bien ante toda una serie de categorías, extraídas del inconsciente tras propias versiones del espectáculo de la carne (striptease, pornografía en
oral y visual, que se deslizan en el filme de forma inadvertida. Hay escenas revistas y películas). Se nos invita a pensar que este tipo de exhibiciones de
manidas que pasan por ser realistas a fuerza de su incesante repetición. Hay barraca son un símbolo de la barbarie de antaño y a recordar que tenemos
clichés, ya casi fórmulas, que se utilizan recurrentemente en las películas his- suerte de haber dejado atrás ese mundo de multitudes ignorantes. Por tanto,
tóricas porque se ajustan a nociones esquemáticas, cinematográficamente la película nos halaga señalando nuestra superioridad moral frente al pasado,
establecidas, acerca de la historia. Tienen poco que ver con el registro docu- conmoviéndonos hasta las lágrimas al hacernos pensar en nuestra benevolen-
mental y, como ocurre en el caso del Whitechapel de 1880, es realmente difí- cia y permitiéndonos celebrar nuestra humanidad a un precio muy bajo.
cil separar lo que está realmente documentado de lo que es puro melodrama.
El hombre elefante está basada en una historia real, pero ni la plebe invasora
ni el portero del hospital forman parte de los registros originales de Treves, y
el hecho de que se los haya incorporado por mor del «realismo» bien puede
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AL RITMO DEL LAMBETH WALK*

Cuando Mass Observation, grupo de etnógrafos pioneros interesados por


«las creencias y conductas de los isleños británicos»,' publicó el libro Gran
Bretaña (en una edición especial de Penguin de enero de 1939), dedicó un
capítulo entero al fenómeno del Lambeth Walk. Se medía su impacto como
canción del momento (un cuarenta y uno por ciento de los encuestados decía
haberla oído por primera vez en la radio), y se seguía la evolución por la que
había llegado a convertirse en la locura de los bailes, recogiendo, de paso,
recuerdos y opiniones al respecto en Lambeth, el viejo barrio de Londres del
que supuestamente había salido el baile o walk. Fue el musical Me and My
Girl el que lanzó al walk al estrellato desde las primeras representaciones
celebradas en el Victoria Theater de Westminster, en las Navidades de 1937,
donde seguiría en cartelera cuatro años más. Poco tiempo después, en el
Locarno, Streatham, se proclamó que el baile era la «gran novedad» del
momento, y los profesores de baile lo popularizaron entre el gran público de
las salas de fiestas. Tom Harrison y Charles Madge, fundadores de Mass
Observation, socialistas por convicción aunque deseosos de actuar como
observadores imparciales, opinaban que las clases populares eran las que
habían hecho suyo el Lambeth Walk «con más entusiasmo que nadie». Afir-
maban (aunque probablemente la hipótesis se formulara en primer lugar a
causa de su deseo de confirmarla) que los antifascistas habían recurrido a
esta melodía en el East End de Londres para reventar las manifestaciones de
los partidarios de Mosley. Además, por medio de sus contactos privados
parecen haber urgido tanto al Partido Comunista como al Laborista a tomar
nota de su increíble éxito.' Pero no tuvieron más remedio que admitir que su
popularidad era un fenómeno interclasista: «Se baila... al ritmo del Lambeth
Walk en las salas de baile de Mayfair, en los locales para jóvenes de los
suburbios, en las fiestas cockney y en las ferias de los pueblos». El Lambeth
Walk tuvo tanto éxito que se convirtió en un fenómeno internacional. «El pri-
mer baile moderno de este país que ha conseguido poner al mundo en pie.»3
Tanto en Inglaterra como fuera de ella su popularidad trascendió las barreras
sociales y políticas. Los nazis, aparentemente aliviados al saber que la base

* Alison Light es coautora de este capítulo.


Mass Observation, First Year:s' Work, 1937-8, Londres, 1938, pág. 8.
Mass Observation, Britain, Harmondsworth, 1939, pág. 175.
3 Ibíd., pág. 84.

Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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aquel del que gozó la versión original.' Pero, al igual que ocurrió con el dila-
tado éxito de otro hit del West End, No Sex Please, We're British, parece
haber caído en gracia a los turistas y, en el momento en que escribo estas
líneas, no es menos popular que La ratonera de Agatha Christie entre los
organizadores de salidas turísticas. Uno de los números de Me and My Girl,
titulado «The Sun has Put His Hat On» (una nueva versión de una canción
muy popular de los años veinte que, en la producción actual, suena al levan-
tarse el telón en el segundo acto), ya está en las listas de éxitos. Si hay que
creer al Daily Mail, la buena acogida de la obra ha empezado a llamar la
atención de los moralistas. Toda obra capaz de hacer que el público lleve el
ritmo con los pies y dé palmas sentado en las rígidas butacas de un teatro del
West End, merece respeto. Además, al igual que muchas otras reposiciones y
revivals, ésta nos dice mucho tanto sobre el presente como sobre el pasado. Y
si nos fijamos en las modificaciones introducidas en el libreto original para
la nueva puesta en escena, hallaremos algunas pistas interesantes acerca de
las apropiaciones «conservadoras» de la tradición. También podemos apren-
der algo sobre las trampas que la memoria se tiende a sí misma.'
Casi toda la acción de Me and My Girl, a excepción de una escena situa-
da en Lambeth y otra en un pub de pueblo, transcurre en una mansión aristo-
crática, pero los escenarios son de cartón translúcido, los objetos del atrezo
dan a todo un aire jocoso (en la escena de la biblioteca, los bustos de los
antepasados cobran vida y acaban cantando y bailando), y el lujoso automó-
vil que aparece al principio de la representación (a nuestros ojos profanos,
probablemente un Rolls o un Daimler) tiene una carrocería plegable. En resu-
men, a pesar de la casa solariega hay poco de esa apacible dignidad que evo-
can a menudo los escenarios de Loamshire, y menos aun de la mistificación
de clase y alcurnia que se despliega en Retorno a Brideshead, tanto en la
novela original como en el registro si cabe más glamuroso del que se hace
alarde en la reciente serie televisiva. En el musical, los aristócratas son ricos
pero resultan ridículos. No son traficantes de influencias ni terratenientes,
sino ricos completamente ociosos (Sir John, el bebedor de whisky, un perso-
naje tipo coronel Chinstrap,* es un viejo retrógrado y sentimental; el joven
primo Gerald, un tonto vestido de franela). Todo el peso del humor y la fuer-
Lambeth Walk, incluida en la obra de Lupino Lane y Jack Edgar Mi chica y yo.
Letras de za dramática de la representación recaen sobre Bill y Sally, el gallito londi-
Arthur Rose y Douglas Furber. Con Lupino Lane, George Graves, Teddie St. Denis. Música de
Noel Gay.
nense y su compañera de Lambeth, que tienen su propio modo de vida y un
estilo de amar muy personal. Comparados con los estirados personajes de
clase alta, parecen a la vez vulnerables y abiertos, teatrales y seguros de sí
de la música no era negra y que el libreto del musical no era obra de un mismos; su forma de hablar y sus movimientos resultan tremendamente expre-
judío, permitieron su difusión por la radio alemana; mientras, en Italia, Mus-
solini aprendía a bailarlo. En Checoslovaquia fue igual de popular; el fenó-
meno alcanzó Praga en los días de la crisis de Múnich de septiembre de
4 Aún estaba en cartelera en el momento en que se imprimía este libro, en el verano de
1938, mientras se cernían sobre Europa nubes de guerra. 1989.
El éxito actual de Me and My Girl El guión original se encuentra entre los Lord Chancellor's Papers actualmente custodiados
—elegida «musical del año» en 1985 y
aún capaz de llenar el teatro Adelphi en el Strand— no se puede comparar con en el British Museum, BM, Add, Mss, 1937/43c.
* Alusión a un personaje de los seriales radiofónicos de los años treinta. (N de los t.)
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sivos. Cuando se encuentran solos por vez primera en el recargado vestíbulo
tura y siempre está cayendo en el exceso. Interrumpe y subvierte todo intento
de Hareford Hall, Sally quiere darle al lugar un toque más alegre para que
bienintencionado de enseñarle buenos modales porque no puede refrenarse
deje de parecerse al «maldito Odeón», mientras que Bill (improbable herede-
físicamente. Hace el payaso, da volteretas, utiliza juegos de palabras, hace
ro de un antiguo título) empieza a regalar los objetos que ahora posee en un
loco rapto de generosidad. pantomimas, es un transgresor. Es el exceso lo que le hace poderoso, convir-
tiendo en absurda la idea misma del aburguesamiento; lo que le da la fuerza
Me and My Girl es una especie de pantomima sobre las clases sociales en
suficiente para poder permitirse ser vulnerable e incluso, como demuestra su
la que, a fuerza de exagerar las diferencias que separan a unas de otras, se les
quita hierro. Los cockney no saben hablar el correcto inglés de clase alta y ni capacidad para hacer bromas sobre el escenario, lo que le otorga un grado de
libertad que le permite traspasar el límite de lo ridículo. Bebe whisky en
siquiera saben dónde dejar sus abrigos; no pueden estarse callados ni un
exceso con el borrachín de Sir John y hace volteretas ante sus posibles patro-
minuto; los aristócratas, aunque sean ricos, resultan ridículos.
nos riéndose de sus títulos.
A juzgar por el guión de los ensayos, lo más atractivo de la versión origi-
Sally, su compañera, se resiste aun más si cabe a los encantos de la aristo-
nal era su capacidad para crear una cierta sensación de «mundo al revés». En
cracia, excepto en un momento crucial sobre el que volveremos en unas pági-
ella se escenificaba (si bien en las tablas de un teatro y no en la plaza de mer-
nas. Cuando se entera de la inesperada fortuna de Bill, no acaba de hacerse a
cado o en las tierras comunales de un pueblo) la tradicional ceremonia de
la idea de que va a entrar en posesión de una gran herencia. Piensa en tener
coronación del Rey del Desgobierno. En las fiestas y festivales populares (que
«una pequeña tienda de modas» y en cambiar los asientos baratos del cine
en lugares como Garreth Town, en Wandsworth, suburbio londinense medio
local por butacas de postín. No desea participar de la pompa que da la rique-
gitano, sobrevivieron hasta la década de 1860) se vestía a los mendigos más
za y sólo se convierte en una dama por su hombre; no por ambición social
miserables con trajes regios y, por un día, se les trataba a cuerpo de rey. En la
sino como expresión de amor verdadero. En la versión original, la transfor-
obra la figura cómica, Bill Snibson, el estraperlista de Lambeth, hereda un
mación es rápida y, en cuanto tiene lugar, Lambeth reclama a Sally.
gran patrimonio histórico. La comedia nos ofrece una imagen invertida del
Bill y Sally representan a una parte importante de la clase trabajadora, la
orden social. En vez de ser las dependientas las que quieren ser debutantes
del mundo de los estraperlistas en el que el Lambeth Walk echó raíces. Puede
(las modelos de la época), son los personajes de clase alta los que, en la ver-
que la trama esté en manos de los aristócratas, pero la fuerza impulsora pro-
sión original, cobran nueva vida gracias a los de clase baja. Al final del primer
viene de los que no lo son. Si a gente como Bill y Sally les gusta exhibirse,
acto, cuando Lambeth invade en masa la casa solariega, con vendedores
no es por la necesidad de hacer gasto y ostentación que prende en las clases
ambulantes vestidos como reyes y Sally, la heroína de Lambeth, embutida en
adineradas, sino para que los placeres inherentes a la naturaleza humana sean
un flamante vestido de día de fiesta, se asiste a un derrumbe social sin paliati-
algo público y accesible. Es gente que, a pesar de sus orígenes humildes y su
vo. Camareros, mayordomos, doncellas e incluso los mismos aristócratas
baja extracción social, sabe pasarlo bien y ama de verdad. Que son capaces
sucumben a la «vitalidad cockney»: «todos se suman a la fiesta gritando "oi"
de desafiar todas las convenciones sociales y hacer bailar a esos ricos embu-
y la Duquesa se sienta a cenar con el sombrero de Bill puesto». (En la versión
original, el finale se repetía en la conclusión del segundo acto.) tidos en sus finos trajes. Su generosidad y firmeza de carácter resultan irre-
En Me and My Girl la inversión de papeles va más allá de la posición sistibles. Difícilmente podría considerarse que «haz lo que te dé la real
gana», uno de los versos que más gustan del Lambeth Walk, sea una consigna
social y afecta al carácter e incluso a la forma de andar. No son los ricos sino
revolucionaria, pero en el contexto de Me and My Girl, comparada con las
los pobres los que se comportan como aristócratas. Tanto en el terreno emo-
estiradas voces y retorcidas estratagemas de los personajes de clase alta,
cional como en el de la elegancia o las palabras, es la clase trabajadora de
resulta, desde luego, liberadora. Y, al igual que ese desafiante «oi» que lleva
Lambeth la que domina en escena, al menos en la versión original de 1937.
a su clímax la escena del baile al son de la famosa melodía, resulta totalmen-
Alardean, aparentan, imponen sus puntos de vista con imprudente altanería.
te transgresora. La canción y los pasos de baile que la acompañan son un
Se comportan sobre el escenario con total seguridad. Llenan la obra con sus
auténtico acto de comunicación social que pone al público en pie, uniéndolo
canciones, sus bailes, su sentido del humor, aportan un héroe y una heroína
en la solidaridad ficticia que se establece en una sala de teatro.
de fuerte personalidad. La sensualidad y el amor lleno de comprensión que se
Me and My Girl partía de personajes tanto de la vida real como de otras
aprecia en la historia de amor entre Bill y Sally ofrecen un fuerte contraste
obras teatrales. La estrella de la versión de 1937, Lupino Lane, «pequeño
(como en el dúo que da título al musical) con los asaltos mercenarios de la cockney muy despierto que siempre estaba saltando como si fuera un boxea-
cazafortunas, Jacqueline, y con su triste pelele, arquetipo de esa clase de
dor», ya había dado vida al personaje de Bill Snibson el año anterior en una
jóvenes imbéciles que creen que trabajar, aunque sea un solo día, sería una obra de Arthur Rose, Twenty to One, representada en el Coliseum. Fue enton-
desgracia para el buen nombre de la familia. Bill se niega a adquirir compos-
ces cuando inventó (o reinventó) el Lambeth Walk, que acabó convirtiéndose
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435 RAPHAEL SAMUEL AL KIIMO DEL LAMBETH WALK 49

en una pieza clásica del mundo del teatro y lo seguiría siendo por muchos En realidad, el Lambeth Walk era de tiempos mucho más antiguos y, en
años. Parece plausible suponer la existencia de un modelo anterior que, aun- 1938, aunque se bailara para animar las cogorzas que se pillaban en un día de
que negado por su padre putativo, resulta evidente a ojos de todo aquel que fiesta, resultaba casi arcaico. Como los nostálgicos de los viejos tiempos se
conozca la obra. Me refiero al más famoso de los cómicos nacidos en el encargaron de informar a Mass Observation, «las cosas ya no eran lo que
Lambeth: Charlie Chaplin. Ese «bombín gris tan chulo» de Lupino Lane solían». Algunos hablaban de los viejos tiempos de sus bisabuelos, cuando se
parece el primo segundo del aún más famoso sombrero de Chaplin, y su for- celebraban bailes públicos en los Jardines de Vauxhall (clausurados por con-
ma de balancearse al andar, «pavoneándose sin perder la cadencia», guarda siderarse indecentes en la década de 1850, mientras las primeras inmobilia-
obvias similitudes con los andares de cangrejo de Chaplin. (En una carta rias se dedicaban a construir en ellos). Otros hacían referencia a los tiempos
remitida al Mass Observation en 1938, el mismo Chaplin atribuye su forma en que se peleaba con las manos desnudas (una costumbre casi extinta ya en
de andar no al Lambeth, sino al hecho de «verse obligado a llevar zapatos la década de 1880, cuando el boxeo profesional pasó a ser un deporte le-
poco cómodos»).6 La canción Lambeth Walk era si cabe más antigua. Con gal).* También se hablaba de los encuentros «con armónica» en los pubs (tan
otra melodía, ya había gozado de gran éxito en 1903. (Mass Observation estupendamente descritos en Casa desolada de Dickens). La expresión «libre
sugiere que se basaba en el Cake Walk, «baile de negros» que se popularizó y ligero», el estribillo del Lambeth Walk, procede también de la época de los
en Inglaterra por medio de un espectáculo de música negra proveniente de pubs anterior al music hall, aunque siguió en boga en las postrimerías de la
los Estados Unidos.) época victoriana. Pero, pese al hecho sorprendente de que Mass Observation
Según la investigación increíblemente completa y documentada realizada lo mencione poco, conviene no olvidar la tradición de los bailes al aire libre,
por Mass Observation, también hay que contar con modelos de la vida real. fenómeno de masas de finales del siglo xix relacionado, por un lado, con
Lupino Lane, «un cockney por nacimiento y por crianza», decía que había ciertos juegos infantiles —especialmente de niñas— y, por otro, con la ubicua
copiado los andares de donde había surgido el Walk —agresivos, con gran presencia de los organillos. No tenemos razones para pensar que esta tradi-
movimiento de caderas y los brazos flexionados a ambos lados del cuerpo— a ción estuviera más arraigada en Lambeth que en otros barrios de Londres,
alguien a quien conocía de toda la vida: «no es más que una exageración del pero la descripción clásica con la que contamos procede precisamente de allí.
típico pavoneo de un cockney». Douglas Furber, el compositor de la canción, Se halla en la primera novela de Sommerset Maugham, Liza de Lambeth
había estudiado en Cambridge y decía haberse inspirado en las canciones que (1896), en que el autor refleja lo que vio cuando ejercía como joven médico
en el Guy:s Hospital añadiéndole una trama propia de literatura romántica.
cantaban las trabajadoras de las fábricas de Yorkshire donde transcurrió su
infancia. Según Mass Observation, el talento natural y espontáneo para la He aquí una descripción de la escena:
danza y el canto parecía connatural a Lambeth, y, aunque ya no se manifestara El organillero era un italiano de pelo negro y feroz mostacho. Llevó
en las calles, al menos sobrevivía en las fiestas privadas de los sábados: su organillo hasta un lugar adecuado, se detuvo, soltó las correas con
las que lo sujetaba a su hombro y, tras ladear su gorra sobre la cabeza,
En el caso de los hombres es una especie de pavoneo, con los brazos fle- empezó a girar la manivela. En menos de nada, toda una multitud
xionados a ambos lados del cuerpo, como un boxeador buscando su pos- había acudido a escucharle al reclamo de la alegre melodía. Había,
tura; en el caso de las mujeres es algo más parecido a un balanceo, con sobre todo, jóvenes mozos y doncellas... Hubo un momento de duda...
una suave cadencia de caderas. Empero, ambos movimientos se combi- luego una chica le dijo a otra:
nan cuando los hombres se visten de mujeres y se comportan como si lo «¡Vamos, Florrie, no seamos tímidas! ¡Vamos a empezar y a dar el
fueran... algo que forma parte de la tradición. Además los hombres bai- do de pecho!» Las dos chicas se pusieron a bailar, haciendo una de
lan con otros hombres muy libremente y las mujeres con otras mujeres. hombre y la otra de mujer. Inmediatamente se les unieron tres o cuatro
parejas de chicas más y empezaron a bailar al ritmo del vals.
Había y sigue habiendo un Lambeth Walk real, un mercadillo al aire libre
que está igual que en los días en que lo describiera Mayhew, si bien en 1938
lo rodeaban lo que entonces parecían «enormes bloques de edificios» de pro- * Se pretendía explicar así la agresividad de la postura de Lupino Lane. Otra posible deri-
vación que tal vez mereciera la pena explorar es la de «El Hooligan», ficción periodística crea-
tección oficial. Mass Observation no tuvo grandes dificultades para encon-
da en 1899 en torno a la figura de un habitante de Lambeth, un chico irlandés y cockney llama-
trar residentes de Lambeth que decían conocer tanto la canción original como do Patrick Hooligan.'
un baile que aún seguiría estando de moda por mucho tiempo. Véase The Nineteenth Century, mayo de 1899, en el que se incluye el artículo que acuñó
el término hooligan; y Geoff Pearson, Hooligan, Londres, 1983, sobre su etiología. Alexander
Patterson, Across the Bridges, Londres, 1912, ofrece un relato contenido sobre las bandas de
adolescentes de Lambeth; Clarence Rook, Hooligan Nights, es una versión más colorista, escri-
6 David Robinson, Charlie Chaplin: His Life and Art, Londres, 1985, págs. 152-153. ta en un tono más periodístico.
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AL RITMO DEL LAMBETH WALK
461
460 RAPHAEL SAMUEL

Liza, la heroína trágica de Maugham, se une a las bailarinas pero la danza War, había desbancado al Lambeth Walk como melodía y como número musi-
le resulta muy lenta y pide al «italiano» que toque algo más intenso: cal en los gustos del público. Me and My Girl exploraba un fenómeno que
desempeñaría un papel decisivo en la propaganda bélica, la confraternización
interclasista, resumida en la frase «todos juntos en el conflicto», y generaba
Se... balanceaba agarrándose la falda... luego, al cambiar la música,
alteró el estilo de su danza, sus pies se movían con mayor rapidez sin la agradable ilusión de que la «gente corriente» por fin había obtenido cierto
preocuparse por mantener el contacto con el suelo. Se excitaba al per- reconocimiento. También pareció prefigurar en cierto modo la victoria labo-
cibir la admiración en quienes la miraban y empezó a bailar de un rista de 1945. Por un lado, apelaba al orgullo democrático de ser inglés, a
modo más salvaje y atrevido. Se subió más las faldas, introdujo movi- cierta forma de patriotismo basada en el sueño de una sociedad sin clases;
mientos más y más difíciles... hacía maravillosos giros elevando las por otro, desprendía fuerza y pasión al mostrar la existencia de una comuni-
piernas, avanzando y retrocediendo, con orgullo de danzarina... Su dad específicamente obrera, y parecía sugerir que la auténtica espina dorsal
baile fue adquiriendo mayor alegría; sus pies apenas tocaban el suelo,
de la nación era la clase trabajadora.
giraba como loca... y no dejaba de hacer giros y requiebros, con la fal-
da flotando en torno a su cuerpo, saltando más y más alto para, por La versión de Me and My Girl representada en la década de 1980 en el tea-
tro Adelphi, aun pretendiendo reproducir fielmente el original, es una obra
último y en medio de un crescendo de gritos, dar una magnífica volte-
reta, caer de nuevo sobre sus pies y acabar en los brazos de un joven nostálgicamente centrada sobre sí misma, todo un pastiche de «efectos de épo-
que estaba en la parte interior del círculo. ca». Se ha incluido una nueva escena que tiene lugar en los sótanos ocupados
por el servicio doméstico y que obviamente debe más a Arriba y abajo que al
original, por mucho que sobre el escenario se coloque una nevera Electrolux
Así pues, el Lambeth de Me and My Girl descansaba sobre una tradición
venerable, y era ya en 1937 un guiño nostálgico a la época eduardiana e como muestra de autenticidad. Uno no consigue desprenderse del recuerdo de
incluso tardovictoriana. Pero, a pesar de todo su arcaísmo, evidentemente Me las antiguas pantallas de cine. Sally, interpretada originalmente en esta versión
and My Girl estaba en consonancia con sus tiempos. El Lambeth Walk era un por la actriz cockney Lorraine Chase (la de los anuncios de Campad, luego
número muy pegadizo y la canción acabó siendo el mayor éxito de 1938. Era famosa merced al concurso televisivo Blankety Blank), tiene un número entero
un baile idóneo para las fiestas, «lleno de ritmo y vitalidad», y un antídoto para ella sola. Sin embargo, su fuerza y su emotividad deben más a la Jenny de
universal contra la timidez, que evitaba que la gente joven tuviera que pasar Brecht/Weill que a forma alguna de alegre prototipo londinense.
Empero, lo que resulta más revelador es que todo el equilibrio social de
por el embarazoso momento de sacar al otro a bailar. En tanto que comedia o
la representación se ha escorado hacia el aburguesamiento. En la versión ori-
utopía social, el musical sumergía al espectador en un mundo de ficción lle-
no de benevolencia. Las diferencias de clase no eran un problema porque se ginal no cabía duda alguna de la hegemonía cockney. Bill no era el único que
derrumbaban cuando se les aplicaba el sentido común encarnado en las rei- hablaba un rítmico slang, también lo acababan haciendo los aristócratas, sub-
vindicaciones normales de todo ser humano. Puede que su popularidad se yugados por lo contagioso de esta forma de hablar. El Lambeth Walk no sólo
llevaba al clímax el primer acto, sino que abría el segundo y conducía la obra
debiera, en parte, a que brindaba cierta seguridad; la clase trabajadora, por
muy ruda que pareciera, era inofensiva. La aristocracia, por muy envarada entera a un final apoteósico.
En la primera escena del segundo acto de la versión original se ve a Bill
que aparentara ser, era benévola; los ingleses, una raza de adorables excéntri-
instruyendo a sus aristocráticos oyentes en el modo correcto de modular con
cos. Cuando en la obra se afirmaba que la clase trabajadora era la «clase
emergente», no se estaba pensando ni en su poder adquisitivo ni en su pode- la boca al ritmo de las notas del Lambeth Walk. En la nueva versión esta esce-
na se ha sustituido por una especie de fiesta que celebran los brillantes jóve-
río industrial, ni mucho menos en su influencia política. Simplemente, se
refería al hecho de que eran unas gentes amantes del placer; en palabras de nes de clase alta. Ya no suena el Lambeth Walk sino un número importado
Mass Observation, «la clase que sabía cómo pasar buenos ratos». desde otro musical, The Sun Has Got His Hat On, a cuyo ritmo se solazan los
huéspedes de la aristocracia, rivalizando en vitalidad con los de Lambeth.
Puede que Me and My Girl captara o anticipara en parte el estado de áni-
Los mismos personajes que la versión de antaño presentaba como tipos de lo
mo con el que la clase trabajadora inglesa entró en la Segunda Guerra Mun-
más estirado, ahora van a sus anchas, se visten con ropa informal, jugueteando
dial. Lo que definía a sus integrantes no era el puño alzado característico de
con raquetas de tenis y paletas de críquet, con sus americanas y sus encanta-
sus camaradas de la Europa ocupada, mucho más politizados, sino el demole-
dores vestidos. Si al público laborista que presencia el espectáculo se le caen
dor estoicismo consistente en «no dejar de sonreír». La partitura de Knees up
las lágrimas al escuchar el Lambeth Walk y recordar aquellos días en los que
Mother Brown, vieja y famosa melodía cockney, se publicó por primera vez
la gente corriente podía llegar a estar a la altura de un rey (al menos en el
Mass
en 1939 y, a las alturas de 1940, cuando Este Observation
documento produjo
es proporcionado Britain
al estudiante ateducativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
con fines
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mundo de la ficción), a los Tories trasnochados les debe pasar lo mismo Bailan juntos el Walk y cae el telón mientras salen al escenario todos los
recordando con cariño Salad Days.* actores. Parece que, a pesar de todos los pesares, la clase emergente ha llegado
La segunda parte de la versión actual parece una especie de revancha cla- para quedarse.
sista. Quienes resultan una y otra vez sobrepasados en ingenio no son los La versión actual es distinta. Desaparece el diálogo citado y Sally susti-
miembros de la aristocracia sino los de la clase trabajadora. Sir John convence tuye la dignidad y compasión que la caracterizaban al principio de la obra
a Sally de lo que exige su lealtad hacia Bill y se convierte en su Pigmalión. por la discreta elegancia de una modelo. Bill no deja de hablar cockney:
Ella se deja convertir en una auténtica dama para así poder ser una esposa «¿Dónde demonios t'habías metío?», pregunta. Pero Sally se toma muy en
adecuada para el nuevo conde. Es algo que sucede en ambas versiones pero, serio su transformación, utiliza para hablar el tono de una reina y los aristó-
en la de 1985, se trata de una transformación real. Y una segunda adenda al cratas presentes la aclaman, agitando sus sombreros grises de copa y los fal-
libreto musical da un nuevo giro a toda la temática. Bill canta Leaning On A dones de sus chaqués, anticipando ya una boda de postín. En este contexto,
Lamp Post de forma suave, sentimental y elegíaca, convirtiendo su duro, cor- el Lambeth Walk, cuyas notas vuelven a sonar, parece estar orquestando una
tante y agudo sentido del humor en una especie de vago lirismo, propio de los caída mortal.
años cincuenta. Además, el número va seguido por una escena onírica en la Me and My Girl se adapta a las convenciones tradicionales de lo bucólico,
que Bill y Sally se transforman en Fred Astaire y Ginger Rogers, deslizándose en las que la conducta «natural» del pueblo llano se comparaba con el brillo
por el escenario convenientemente cubierto de sedas y hielo seco. artificial de los salones. Ofrece una visión nada heroica del carácter nacional,
Estos cambios se complementan con una escena que se desarrolla en la según la cual todos los hombres, al margen de la clase social de la que proce-
biblioteca de Hareford, en la que el tipo de virilidad propia de Bill queda des- dan, son unos mujeriegos que sólo consiguen estar a la altura de las circuns-
truido y asimilado por obra y gracia de la apelación a la esencia de lo británico, tancias gracias a sus esposas. Pero en la versión moderna se ha dado a la his-
a un legado universal cuyo «glorioso linaje» no es ya el del aguerrido Conde en toria un giro conservador. Los trabajadores ya no son la clase emergente; los
el que Bill debería convertirse, sino el del «caballero inglés nacido libre». cockney ya no permanecen fieles a sí mismos. Es posible que la fuerza resida
Según Mass Observation, en la versión de 1937 lo que se parodiaba en esta en las masas, pero siempre las superará la astucia de sus superiores, y parece
escena era la Coronación de los monarcas ingleses; sin embargo, en la versión que aun cuando se trata de pasar un buen rato, las clases altas están en condi-
moderna, la comicidad se ve firmemente subordinada al compromiso con la ciones de enseñarles unas cuantas cosas.
tradición. Los antepasados de Bill, guerreros y hombres de Estado, abandonan Puede que lo que se haya perdido en los cuarenta años que han transcurrido
sus retratos en una especie de cabalgata, y la solemnidad de la música y el desde la primera puesta en escena de la obra no sea sólo un espacio en el que
esplendor del ritual dejan en segundo término lo absurdo de lo que se represen- la clase trabajadora pudiera generar una identidad colectiva y fijarse metas
ta. No cabe duda de que con ello se pretende entonar un emotivo llamamiento a comunes, sino también la esperanza depositada en la idea de que la ruptura
la esencia de lo británico, un himno a la superioridad de la noblesse oblige. de las barreras de clase podía ser un impulso cabal y valiente, políticamente
En la última escena se nos ofrece un contrapunto aristocratizante aún más productivo e, incluso, fuente de cierta felicidad.
evidente. En ella Bill se reúne con una Sally que ya no es una chica de Lambeth Los cambios a los que asistimos parecen sugerir que la posibilidad de un
porque, al menos aparentemente, se comporta como si fuera una duquesa. Se auténtico romance en el seno de la clase trabajadora es una contradicción en
trata de un momento mágico, crucial en ambas versiones pero que, tratado de
los términos; de darse, tiene que ser en otra parte. En cierto modo, la ver-
forma muy distinta, muestra divergencias reveladoras. En la versión original, es
sión moderna va aún más allá, pues utiliza la fuerza del romance heterose-
una transformación meramente superficial; en cuanto se juntan vestidos de
xual tradicional para sustituir y neutralizar los llamamientos a la solidaridad
dama y caballero, Bill y Sally vuelven a ser simpáticos cockneys y a bromear. de clase.
Bailar al ritmo del Lambeth Walk o, más bien, ver cómo se bailan sus
BILL: Oi Sal. ¡Ven pa acá prenda!
SALLY: ¿Qué hay Bill? compases en un teatro del West End, no es (como no lo es ningún viaje por
BILL: ¡Chsss! Que no nos oigan los antepasados. Creo que vamos a volver. las sendas de la memoria) un atajo para llegar a un paraíso sin mácula, en el
SALLY: Qué caramba, nunca olvidemos nuestro viejo Lambeth. que quepa encontrar la auténtica cultura de la clase trabajadora. Pero sí atesora
BILL: No, ni el Lambeth Walk. algo del sentimiento de pertenencia colectiva, irremediablemente compasivo,
que está en la base de toda solidaridad capaz de traspasar las barreras de las
diferencias sociales. Puede que Me and My Girl parezca una loa un tanto exi-
* Se refiere a un musical de ese nombre estrenado en 1954. La expresión significa «juven- gua, aun cuando uno se acuerde de gritar «oi» en los mejores momentos.
tud e inocencia» y procede de Shakespeare, Antonio y Cleopatra, acto I, escena V (N de los t.) Pero el final sigue resultando alentador si se piensa que hoy las apuestas se
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RAPHAEL SAMUEL
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inclinan en contra de forma alguna de compromiso colectivo. Cuando se per-


cibe que el aprecio hacia la cultura popular de la clase trabajadora está a pun-
to de desintegrarse (y tenemos un buen ejemplo de ello en la comunidad ima-
el reconocimiento del potencial
ginaria de la serie de televisión East Enders), más EL DICKENS DE LOS MUELLES
positivo que encierran ciertos arquetipos de clase social parece si acaso
no se despega de Lambeth: «Ojalá
urgente. La última frase de Me and My Girl
Lambeth siempre sea quien ría el último».
Dickens siempre tuvo muy presente en su obra la idea de representación.
Fue un actor aficionado toda su vida y es sabido que en sus últimos años dis-
frutaba mucho con las lecturas públicas. Sus primeros escritos estaban pensa-
dos para el escenario. De hecho, consideraba las novelas una parte del arte de
la interpretación en la que los personajes se convertían en actores. Como
afirmó en un conocido pasaje, «todo buen actor requiere de un buen autor y
todo escritor de ficción, aunque no cree obras dramáticas, escribe, de hecho,
para ser representado sobre un escenario». En sus primeras novelas las analo-
gías dramáticas son especialmente evidentes. Pickwick está basado en el
modelo de los monólogos cómicos de Charles Matthews, el comediante más
famoso de sus tiempos de juventud. El travieso Quilp, siempre haciendo
muecas (según algunos críticos, trasunto del ego anárquico del propio Dic-
kens), era un personaje de pantomima; Ralph Nickleby, el malvado tío, es el
la más sobria y compleja de
típico villano de melodrama. La pequeña Dorrit,
todas las novelas de Dickens, no es menos melodramática que las anteriores,
contiene el mismo grado de misterio, se estructura en torno al mismo senti-
miento de culpa y trata de parecida forma la relación dialéctica entre el bien
y el mal.'
Del carácter cinematográfico de la obra de Dickens se ha hablado menos,
aunque D. W. Griffith, el padre del cine norteamericano, se dio perfecta cuen-
ta de él y proclamó que Dickens era su maestro. Por otro lado, Sergei Eisens-
tein escribió un brillante ensayo sobre las similitudes estructurales entre la
prosa de Dickens y el cine de vanguardia.2 Ambos afirmaron que Dickens fue
un pionero en cuestiones de montaje, capaz de reflejar una visión animista
del universo que convertía al paisaje y los escenarios en parte protagonista y
muy viva del drama: «los escenarios son un reflejo del estado de ánimo de

The
El desarrollo de la idea desde un punto de vista biográfico en J.B. Van Amerongen,
Actor in Dickens. A Study of the Histrionic and Dramatic Elements in the Novelist's Life and
Work, Londres, 1926; más reciente es la obra de William F. Axton, Circle of Fire: Dickens'
Lexington, 1966; sobre el melodrama,
Vision and Style and the Popular Victorian Theater,
Peter Brooks, The Melodramatic Image, New Haven, 1976. Londres, 1951
Sergei Eisenstein, «Dickens, Griffith and the Film Today», en Film Forum,
técnica cinematográficas, trad. María
[cd. cast.: «Dickens, Griffith y el filme de hoy», Teoría y
Nueva York, 1977 es
de Quadras, Madrid, Rialp, 2002]; A. L. Zambrano, Dickens and the Film,
crucial en este aspecto, e incluye un estudio detallado de las adaptaciones de las obras de Dic-
kens, tanto al cine como al teatro.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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466 RAPHAEL SAMUEL EL DICKENS DE LOS MUELLES 467

los personajes». Cabe encontrar multitud de ejemplos en La pequeña Dorrit


(en la novela, aunque no, por desgracia, en la película), obra en la que Lon-
dres se convierte en metáfora del encierro: «No hay más que calles, calles,
calles. No se respira más que calles, calles, calles».
En Grandes esperanzas (1946) y Oliver Twist (1948) de David Lean se
hace especialmente evidente lo que Eisenstein denominó el carácter «óptico»
de Dickens. Se trata en ambos casos de traducciones visuales de la trama, en
las que por medio del uso expresionista del último plano de la imagen se con-
siguen efectos dramáticos asombrosos. Uno de los más memorables es el de
la desoladora escena de los pantanos con la que comienza Grandes esperan-
zas, que para algunos de los lectores de más edad sea tal vez la más aterrado-
ra de su infancia. La importancia de las películas de Lean no reside única-
mente en el hecho de que fueran hitos del cine negro británico, sino en que
además difundieron la idea de que la era victoriana fue una época en que im-
peraron el miedo y la opresión. Lo que en ellas se plasmaba no era sólo la
imaginación socialdemócrata, sino también la gótica, fruto de tres décadas de
rebelión en nombre de la modernidad. La señorita Havisham, personaje
muerto en vida, engalanada siempre con telas de araña, era una especie de
emblema brujesco de la claustrofobia decimonónica, mientras los escenarios
de Oliver Twist ligaron el epíteto «dickensiano» a toda descripción posterior
de casa miserable. La mayor parte de Oliver Twist transcurre en noche cerrada,
en tanto la niebla de los pantanos nunca abandona la pantalla en Grandes
esperanzas. En los dos casos, el terror de las imágenes es el reflejo de esta-
dos anímicos. En ambas películas se opta por el final más elemental del
melodrama: la persecución. Producidas en unos años en los que el cine atra-
vesaba por una de sus épocas doradas, estas películas contribuyeron en gran
medida a estigmatizar la era victoriana como una época de falta de libertad.
Tanto en lo que hace al plano de la imaginación como en lo tocante a sus
calidades cinematográficas, La pequeña Dorrit de Christine Edzard (estrena-
da con buenas críticas el 11 de diciembre de 1987) pertenece a otro mundo.
A un mundo en el que lo «victoriano», lejos de ser ese sinónimo de oprobio
que fuera durante los años cuarenta, se había asimilado ya a la noción de
«patrimonio histórico» y se utilizaba como significante de los objets d'art.
Mientras que David Lean, amante del gótico, quería perturbar y asombrar,
estructurando sus películas en torno a escenas impactantes y dando relieve a
efectos poco tranquilizadores, en La pequeña Dorrit se busca ante todo sose-
gar al espectador. La iluminación es plana y nada teatral, a diferencia de lo
que sucedía con los Dickens de David Lean; el encuadre busca el equilibrio;
la cámara se mantiene fija y filma siempre a nivel de los ojos, evitando
sobresalto alguno a la mirada del espectador. Y si David Lean creaba som-
bras siniestras con ayuda de la fotografía en blanco y negro para diseñar un
paisaje terrorífico, los personajes de La pequeña Dorrit reciben un baño de
color, los enfoques se difuminan aún más si cabe en las escenas románticas y
lo lúgubre adquiere un aspecto apacible. La banda sonora (compuesta por
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negras y estropeadas» han pasado por la manicura. El viejo y gastado vestido
selecciones orquestales de Verdi) magnifica estos efectos. No se pretende
de Amy Dorrit se ha convertido en un elegante vestido azul pálido. Maggie,
evocar con ella las fantasmagóricas presencias que recorren la trama de Dic-
la amiga boba, ya no va con harapos, lleva un traje que parece diseñado por
kens, ni crear una tensa expectación, sino realzar los momentos más líricos
Laura Ashley y su capota («negra» y «monstruosa» en el original de Dic-
de la película —algunas tardes soleadas en Twickenham, por ejemplo— o apor-
kens) ha adquirido alegres tonos primaverales. Los pobres de Bleeding Heart
tar una nota positiva.
Yard ya no son los Grandes Desaseados. La mayoría luce un aspecto inmejo-
En los años que median entre las películas de Lean y Edzard, el Londres
rable, se les ve bien alimentados, con rostros rubicundos, buena complexión
maloliente donde supuestamente debería desarrollarse La pequeña Dorrit se
y trajes de gran colorido. La única que tiene aspecto de pasar estrecheces es
ha convertido en un lugar limpio y primaveral. El Támesis ha dejado de ser
la señora Plornish, pero sus hijos tienen un color envidiable. Además, los gol-
un «sumidero venenoso» que recorre el corazón de la ciudad para adoptar la
fillos del lugar que hacen de vigilantes para el propietario parecen más
forma de un tranquilo retiro; no una autopista industrial sino un lugar idóneo
pequeños Lord Fauntleroys que pequeños vagabundos; ni un churretón en sus
para el descanso, lleno de barquitos de vela y gaviotas. El aire es ahora fres-
caras, ni un desgarrón o remiendo en sus ropas.
co; no queda en él ni rastro de su antigua polución. Los edificios han perdido
Y si a los pobres se les ha desinfectado lavándoles la cara a conciencia y
su «revestimiento penitencial de hollín». Milagrosamente, de ninguna de las
eliminando toda traza de deformidad física, a los ricos se les ha añadido gla-
«malditas y ennegrecidas chimeneas» que aparecen en la película (pintadas
mur. «Los Diez Mil de Arriba» ya no viven presos de su riqueza (como en las
sobre telones de fondo) sale humo. Las «humildes tiendas» de Borough High
obras de Dickens), sino en un mundo de alcurnia y elegancia. Se los imagina
Street, donde transcurre gran parte de la acción, tienen un aspecto bastante
habitando en palacios (literalmente en el caso de las escenas rodadas en Ita-
próspero. Las fachadas de ladrillo se han pulido y limpiado con arena a pre-
lia, metafóricamente en el caso de las londinenses). Los almacenes Merdle de
sión para que relumbren con un brillo dorado. Bleeding Heart Yard, el mise-
Harley Street son como una corte; la Circumlocation Office,* con sus vestí-
rable patio de Gray Inn's Lane, tiene el encanto de lo pintoresco, de una espe-
bulos de mármol, tiene reminiscencias renacentistas. Tite Barnacle ya no es
cie de rus in urbe con azulejos antiguos. A la industria también se le ha
un estúpido aristócrata (el charlatán de la boda de Meagles) sino un personaje
hecho un lifting. En el taller de Doyce y Clennam la maquinaria, literalmente,
realmente imponente y con autoridad, que irradia carisma patricio. Al parásito
brilla, sin que quepa encontrar una mancha de aceite o una sola viruta de hie- de Henry Gowan se le ha dotado de un aspecto atractivo y buena planta. Elea-
rro. Las ruedas de bronce están impolutas, los motores no vibran sin parar. nor Bron hace el papel de la señora Merdle, el corazón de la sátira de Dic-
La inscripción colgada sobre el dintel de la puerta se ha convertido en un kens, y la convierte en una deslumbrante dama de sociedad, objeto de envidia
artístico letrero que reza así: «DOYCE Y CLENNAM. MANÓMETROS». (El cartel de y admiración a la que resulta imposible desdeñar. Y es que, en esta película,
Chivery's, el estanco, resulta aun más pintoresco, con sus caracteres egipcios así como la vida de los bajos fondos brilla con luz propia, la alta sociedad
de forma gótica y un timbre que tintinea cuando lo pulsa el cliente.)
resplandece.
El tiempo también ha mejorado hasta el punto de hacerse irreconocible. También a la gente venida a menos que trata de guardar las apariencias se
La película no ofrece muestra alguna de esos fenómenos climatológicos que la ha elevado de categoría social, despojándoles de sus ropas raídas y restitu-
calificamos de dickensianos. La niebla se ha levantado, los cielos se han des- yéndoles una que estaba hecha jirones. En la prisión Marshalsea demuestran
pejado, apenas cae una gota de lluvia en las seis horas de metraje. En la que no andan escasos de dinero. La profesora de bordados, con su voz de
mayoría de las escenas brilla el sol (o la iluminación que hace sus veces en el Escuela de Arte Dramático y su vestido luminoso, es una dama de cuerpo
estudio). Los rayos solares penetran hasta lo más hondo de lo que en la nove- entero, a pesar de que, en puridad, no pasa de ser una costurera. El maestro
la son profundidades insondables. Las tormentas de verano no barren la de baile parece un figurín de una revista de modas. Tip, el hermano de la
metrópolis por las noches, no resbalan chorros de agua por las chimeneas pequeña Dorrit, viste como un dandi y tiene el aspecto de Dorian Gray.
ni la lluvia oscurece las paredes. Tampoco pasan nubes cargadas de agua por los William Dorrit, el Padre enviado al encierro en Marshalsea, es un personaje
cielos. Cuando la pequeña Dorrit y Maggie se ven obligadas a andar por digno más que patético. En la novela camina arrastrarído los pies, débil y
las calles, el cielo se oscurece hasta adquirir un profundo tono azul índigo medi- frustrado, «un viejo deudor desarrapado» de labios temblorosos y manos
terráneo. Tras cinco horas de película parece que va a haber un cambio en la vacilantes que no puede contener las lágrimas cuando se ignoran sus deman-
meteorología, pero tras unos truenos premonitorios, la tormenta se aleja.
A las dramatis personae de la película también se las ha acicalado. Todos
los actores van vestidos con exquisito gusto; los trajes son cosidos a mano; la
ropa blanca está cuidadosamente almidonada. Pancks, el recaudador lleva * En el universo dickensiano, organismo oficial donde el funcionamiento de la burocracia
impide toma de decisión alguna. (N. de los t.)
unos puños impecables y parece que sus «sucias y ajadas manos» de «uñas
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das. En la película es Alee Guinness el que da vida al personaje y resulta El componente gótico no se ha eliminado sólo de la fotografía sino tam-
mayestático, se mueve entre los decorados con una gracia majestuosa, llena bién de la narración. La historia ya no se inicia, como en Dickens, con una
de gestos regios, envuelto en sedas y satenes. Su forma de hablar, fragmenta- visión dantesca del infierno: una mazmorra en Marsella. Empieza en el
da y deslavazada en el original, repleta de circunloquios y paráfrasis, es ahora entorno mucho más tranquilizador de una cafetería de Ludgate Hill. Rigaud,
más serena que agitada, como si siempre tuviera claro a dónde quiere llegar. figura satánica que vaga por la novela (Phiz le representó en un grabado que
Trasplantado al mundo de la alta sociedad su dignidad no tiene parangón. pone los pelos de punta), ha sido eliminado de la trama. La misma suerte ha
Incluso en el momento en que se derrumba —en esa escena en la que pierde la corrido la «enigmática señorita Wade, posiblemente homosexual», personaje
cabeza y se dirige a los asistentes al banquete de postín como si fueran sus femenino francamente subversivo. Los restantes representantes del mal pier-
compañeros de prisión— parece estar festejando una especie de triunfo. En la den asimismo su lado terrorífico. La señora Clennam ya no es una furia ven-
novela se muestra confuso y su discurso es pura divagación, lleno de pausas, gativa; la interpretación de la actriz Joan Greenwood hace que tenga más de
hasta que acaba hundiéndose en la compasión que siente por sí mismo. En la reina que de bruja. Los pasajes más melodramáticos del relato han desapare-
película resulta grandilocuente.
cido. Merdle, el financiero millonario, se suicida, pero fuera de campo. Ape-
Visualmente, la película arrebata a la novela el terror que es capaz de nas se percibe algo del «terrible» final de Flintwich (muere sepultado bajo
generar. Los planos de las calles, siempre rodados a la luz del día (y nunca de los escombros de la casa que se derrumba); ni una fugaz visión de su cuerpo
noche), no crean sensación de amenaza o claustrofobia; simplemente, resultan mutilado, ni uno solo de sus gemidos de moribundo. Tampoco en el plano
pintorescas. No hay altos muros que parezcan aprisionar a los personajes, acústico la película pretende perturbar. Las pisadas en las escalones no pro-
como en las ilustraciones originales de la novela, obra de Phiz, sino falsos
ducen eco alguno, como ocurría en las versiones tipo cine negro de Dickens;
escaparates «de época», muy parecidos a los que hoy en día pueden verse en
las puertas no chirrían al girar sobre sus goznes, aunque quienes las abran
el Covent Garden. Los interiores de las casas, lejos de tener aspecto de prisio-
sean personajes siniestros; la banda sonora no procura ningún tipo de sobre-
nes, son emblemas de luz y dulzura; un crítico muy favorable a la película los
salto. El sonido más extraño que se percibe es algún que otro zumbido de
ha comparado con cuadros de Vermeer. En la novela, la prisión de Marshalsea
fondo ocasional.
es una «pila de barracones oblongos, con miserables casuchas adosadas unas a
Lo que explica todos estos cambios es el intento de ceñirse a una estética
otras por la parte trasera». En la película se ve un conjunto de casas rurales de
de lo corriente. Al parecer, los artífices de la película han querido que La
la época, una de ellas protegida por tablas contra el mal tiempo; las ventanas
son de vidrio emplomado y en los cristales no hay ni mota de polvo; en el pequeña Dorrit resulte más creíble a ojos del moderno espectador. Ahí donde
Dickens caricaturiza, la película crea personajes realistas, eliminando sus
patio —presencia sumamente inverosímil en una escena que supuestamente
aspectos más extravagantes y situándolos en el mundo de lo cotidiano. Por
transcurre en la década de 1820— luce una flamante farola victoriana.
ejemplo, el señor Merdle, el falso millonario, no padece ningún mal físico
También de la casa de la señora Clennam se ha eliminado todo lo «terro-
rífico y sombrío». En la novela se habla de una «vieja casa endeble... envuel- (en la novela sus manos y pies desaparecen continuamente), sino que se limi-
ta en un manto de hollín... apoyada pesadamente sobre sus muletas». Lo que ta a caminar con paso pesado. En el extremo opuesto de la escala social la
vemos en la película es una espléndida mansión georgiana. Las «feas y viejas señora Plornish, la fantasiosa habitante de Bleeding Heart Yard, con su Arca-
sillas sin asiento» han vuelto a tapizarse, la «alfombra raída y desvaída» ha dia ficticia, se convierte en una madre agobiada. Y se pone especial cuidado
sido reemplazada por alfombras persas; la «mesa desvencijada» se ha susti- en rebajar la alteridad de la pequeña Dorrit. Habla con un débil deje londi-
tuido por una pieza Chippendale; hasta los cacharros de bronce de la cocina nense, pensado para hacer ver que es como los demás. Incluso mientras
están bruñidos. La oscura y asfixiante habitación en la que se encierra la declara su amor sigue ocupándose de las rutinas domésticas. En cierto modo
señora Clennam, personaje que constituye una especie de prototipo de la se la ha desprovisto de alma, ya no es el centro de un drama de sufrimiento y
señorita Havisham y sus telarañas, se convierte en un agradable saloncito en redención. La relectura que de la obra original hace la película la convierte
el que los rayos de sol caen sobre el poyete de la ventana. Los techos, arteso- más bien en una mujer que acaba consiguiendo a su hombre. La «fuerte pasi-
nados, están impecables. De manera que uno no puede dejar de sorprenderse vidad» que Dickens consideraba epítome de la feminidad se ha esfumado, lo
cuando acontece, conforme al original de Dickens, uno de los momentos más mismo que el tema de la «hija-mártir» Allí donde la trama de Dickens se
dramáticos de la película, la escena en la que la casa se derrumba.'

en la segunda parte del filme, a través de los ojos de la pequeña Dorrit. Pero, de hecho, la casa
es igual de elegante en una primera parte, en la que el narrador supuestamente es Arthur Clen-
El motivo aducido por John Carey, el crítico literario de Oxford, en el programa de mano nam. En todo caso, a Carey le gusta dicha transformación: «Vemos que en realidad se trata de
de la película para justificar esta asombrosa transformación, era que se trataba de ver la casa,
una casa hermosa y señorial, con relucientes suelos de madera y techos artesonados».
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hace más densa, creando suspense, la de la película se simplifica adaptándo-


se exclusivamente a las simetrías del romance, para que la historia resulte
comprensible desde el punto de vista del presente. Los montadores de la pelí-
cula han decidido que La pequeña Dorrit es «una historia de amor».4
Empero, los artífices de La pequeña Dorrit han rodado el filme con reve-
rencia mimética. Su hilo conductor no ha sido la invención dramática sino la
fidelidad al original. Los diálogos de la novela se han respetado al pie de la
letra, recortándolos en ocasiones pero sin añadirles nunca ni una palabra. Los
episodios y los sucesos se han transcrito literalmente, poniéndolos en escena
como si fueran acotaciones de una obra de teatro. En los momentos más
importantes, el ritmo de la película se remansa, a fin de dotarlos del peso que
les corresponde. El filme semeja sobre todo una serie de camafeos, en los
que los capítulos del libro cobran vida en forma de imágenes. Tampoco se ha
prescindido de la imitación exacta de las formas de hablar, las peculiaridades
y los gestos de ciertos personajes, como en el caso de los «andares de can-
grejo» de Flintwich o los aspavientos de Flora Finching.
Lo antedicho está íntimamente relacionado con el empeño de mantener
cierta verosimilitud histórica, objetivo que no siempre se logra. La música de
Verdi, por ejemplo, fue elegida por motivos «históricos», por ser «un acom-
pañamiento obvio para la obra de Dickens» (según se nos dice en los progra-
mas de mano), dado que el compositor nació el mismo año que el escritor y
compartía (en opinión de los artífices de la película) su «vena romántica».
Los decorados atesoran la pátina debida, como en el caso de los revestimien-
tos de madera con acabados a mano que pueden verse en la mansión de los
Clennam, o de las sillas artesanales de diseño que hay en la del señor Merdle,
todo ello expuesto, junto al vestuario utilizado en la película, en el Museo de
Londres. El vestuario se ha cuidado hasta el menor detalle; el hecho de que
Olivier Stockman, coguionista y montador, diseñara personalmente los som-
breros, dice mucho acerca de las apuestas realizadas por los encargados de la
producción. Los trajes y los abrigos imitan el vestuario de la época hasta el

4 No se trata del romance de Arthur Clennam y la pequeña Dorrit, cuyos encuentros care-

cen de la tensión eléctrica que genera el deseo, sino del que mantiene Derek Jacobi, el actor que
hace el papel de Arthur, con la cámara. Jacobi actúa de una forma que resulta tremendamente
atractiva para las mujeres. Es él quien abre la película cual Criatura Desamparada, como un niño
sin madre ni hogar que se ha hecho adulto; a lo largo del filme, la cámara no pierde ocasión
para filmado en escenarios ideales. En una de las escenas se le ve sentado majestuosamente
ante su mesa, en otra aparentemente encarcelado en Marshalsea, con los cabellos romántica-
mente despeinados (mientras la pequeña Dorrit guarda las distancias a lo largo de toda la pelí-
cula bajo su bonete, Jacobi suele ir con la cabeza descubierta). No dice mucho, no hace gran
cosa: mira. La cámara resbala con lascivia sobre su rostro. (Quienes han resaltado la circuns-
tancia de que la película sea obra de una directora, han especulado con la posibilidad de que
haya tratado de realizar una lectura feminista de Amy Dorrit. Tendría mayor interés reflexionar
sobre el hecho de que el guión ha propiciado que Clennam dejara de ser un donnadie desde un
punto de vista narrativo y se convirtiera en un galán romántico, o en el modo en que la cámara
hace de él un objeto de deseo cinematográfico.)
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474 RAPHAEL SAMUEL EL DICKENS DE LOS MUELLES

último ojal; se cosieron a mano, uno a uno, para garantizar una autenticidad cio visceral hacia el pasado y su Historia de Inglaterra para los niños es muy
sin tacha, utilizando patrones de las décadas de 1830 y 1840. Se movilizó a irreverente: Jacobo I es «su Porcina Alteza»; Enrique VIII, el «Cerdo»; Jorge III,
una gran cantidad de talentos para realizar exitosamente esta tarea —unos «esa cabeza de gorrino ungida por el Señor». En la querella entre Antiguos y
veinticinco diseñadores y artesanos trabajaron en ella durante dos años—, y se Modernos, se situaba sin rubor del lado de los segundos. Según Humphry
les recompensó garantizándoles una exposición en el Museo de Londres. Una House, entre las cubiertas de libros falsas con las que decoraba su estudio de
vez allí, tanto los trajes como los objetos utilizados durante el rodaje fueron Gad's Hill había toda una serie que rezaba así: «La Sabiduría de nuestros
cuidadosamente etiquetados, como si de auténticas antigüedades se tratara, y Antepasados. i. Ignorancia, ii. Superstición, in. La piedra, iv.. La estaca, v. La
se encargó a Lord Snowden una serie de ilustraciones a todo color para que ruina, vi. Suciedad, vi'. Enfermedad».< Sólo se habla brevemente de la afi-
sirvieran de recordatorio. Los organizadores de la exposición, sin dejarse per- ción a las antigüedades en La pequeña Dorrit y es para convertirle en objeto
turbar por la sangre de las agujas o el recuerdo de The Song of the Shirt, ala- de escarnio: «raspaba los huesecillos más secos» (dice refiriéndose a la seño-
ban el arte de las costureras como si se tratara de una de las glorias de Ingla- ra General en Roma) «...y los guardaba con llave». Tampoco muestra mayor
terra: respeto hacia los pintorescos souvenirs del señor Meagle.
Dickens nunca fue un novelista de época en el mismo sentido en que lo
Los aproximadamente trescientos trajes necesarios para la película se fuera el Thackeray de Henry Esmond o La feria de las vanidades. Aun cuan-
cosieron a mano. Se confeccionaron tal y como se hubiera hecho en do el relato parece desarrollarse en un momento histórico concreto, los per-
aquel tiempo, prestando especial atención a los entallados y el corte de sonajes bien pueden proceder de otro. En La pequeña Dorrit, sin ir más lejos,
la época, sin descuidar ni el menor detalle. Durante más de dos años Dickens mezcla con alegría dos épocas completamente diferentes: el Mar-
unas veinticinco personas cortaron, arreglaron y cosieron abrigos y tra- shalsea de su infancia durante la década de 1820, donde su padre estuvo
jes, tejieron chalecos, fabricaron botones, trenzaron sombreros de paja, encarcelado por un breve periodo de tiempo, y los escándalos administrativos
bordaron enaguas, camisas y corsés, confeccionaron sombreros de
y estafas financieras de la década de 1850. Como en muchas de sus novelas,
caballero y chales, y hasta tallaron joyas en los talleres de Sands Films.
se dice que la historia tiene lugar «hace treinta años», pero organismos buro-
cráticos como la Circumlocation Office o personajes como Tite Barnacles,
La búsqueda de verosimilitud histórica y el fetichismo de los efectos de pertenecientes a ese mundo, eran blancos que estaban a la orden del día. Los
época resultan inevitables cuando se pretende que todo resulte «muy real». artífices de la película han superado estas dificultades eligiendo un vestuario
En palabras de los artífices de la película: «Se ha invertido mucho trabajo, que no corresponde exactamente ni a una época ni a otra: a juzgar por los
cariño y atención para lograr que cada escena... fuera lo más auténtica y cui- rótulos del Museo de Londres, en su mayor parte se ha sacado del Journal
dada que resultara posible».
des Demoiselles de 1839. Los efectos de época introducidos en la película no
Pero la obsesión por los efectos de época que se trasluce en la película no sólo son pedantes; en lo que respecta a La pequeña Dorrit, novela sin ubica-
tiene nada que ver con Dickens, que se mostraba abiertamente arrogante en ción cronológica concreta, están por fuerza fuera de lugar.
su tratamiento de cuanto tuviera que ver con la historia y despreciaba el con- Dickens nunca fue el realista que los cineastas han querido hacer de él.
cepto de legado histórico.' En sus novelas autobiográficas, David Copper- La Inglaterra victoriana del escritor sólo guarda un lejano parecido con la
field y Grandes esperanzas, el pasado, ese pasado que rememora recordando descrita por unos historiadores que, por lo demás, han considerado más pru-
su infancia, es una especie de cárcel, una época de crueldad y opresión. En dente ignorarle. La Alienación, el gran tema de sus novelas «oscuras», ape-
sus novelas históricas, Historia de dos ciudades y Barnaby Rudge, el pasado
nas tiene cabida en la Era del Equilibrio; tampoco la gente venida a menos
es un escenario en el que dar rienda suelta a sus fobias. En La pequeña que trata de guardar las apariencias, uno de sus puntos de referencia sociales
Dorrit es una suerte de pesadilla que pende sobre los vivos y de la que los
básicos y tema de fondo de La pequeña Dorrit, desempeña papel alguno en
protagonistas tratan desesperadamente de escapar. Dickens sentía un despre- la Era de la Mejora. El realismo de Dickens era un realismo grotesco; su
extraordinario talento para la caricatura le llevó a crear una fantasía a partir
de la Inglaterra victoriana y a poblarla con criaturas de su propia invención.
Un excelente estudio sobre Dickens y la historia, amén de uno de los primeros, en la Por tanto, intentar que sus personajes parezcan seres de la vida real, bien
introducción de G. K. Chesterton a la edición de Everymán de Una historia de Inglaterra para
niños (Londres, 1912). Los estudios posteriores parten del espléndido capítulo sobre «Historia»
rebajando el tono, bien, como en la visión que de Amy Dorrit ofrece la pelí-
en Humphry House, The Dickens World, Oxford, 1950. Sobre las novelas históricas, puede con-
sultarse un capítulo de Michael Hollington, Dickens and the Grotesque, Londres, 1984; Andrew
Sanders, The Victorian Historical Novel: 1840-1880, Londres, 1978, habla de los cambios habi-
dos en el género. 6 Humphry House, The Dickens World, pág. 35.
Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
Este documento no tiene costo alguno, por lo que queda prohibida su reproducción total o parcial.
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cula, eliminando directamente su carácter simbólico, es engañarse a sí mis-
mo. De hecho la película mejora mucho cuando se aparta del estricto marco en las películas de David Lean, resulta inseparable de la revuelta contra lo
realista y permite a los actores ser un poco histriónicos. Miriam Margolyes victoriano acontecida tanto en la política-como en las artes. Lo victoriano
hace una maravillosa interpretación, trasladando las salidas de tono de Flora pasó a asociarse sin remedio con la injusticia y la opresión; lo «dickensiano»,
al campo de la pantomima, mirando a hurtadillas a su antiguo amante, alisan- a entenderse como sinónimo de la Ley de Pobres y los arrabales. La pequeña
Dorrit de Edzard acaso tenga su razón de ser en ese afán, tan propio de los
do frenéticamente las arrugas de su sombrero, dando expresión a las palabras
más que (o además de) diciendo sus frases. Emelda Brown está igual de bri- últimos años, de rehabilitar los valores victorianos. Por una parte refleja el
llante en el papel de Fanny, la niña rica echada a perder, y borda los bruscos bucolismo urbano surgido tras la estela de la modernización y de los derribos
cambios emocionales que sufre el personaje, que en un momento pasa de de los arrabales; por otro, la concesión de valor estético a las ruinas del uni-
deshacerse en lágrimas a mostrarse irreprochablemente atenta. verso industrial. Pensemos, por ejemplo, en el hecho de que la película repre-
sente el arrabal como si fuera una Arcadia o destaque la belleza de la maqui-
La estética que requiere una película no es la misma que se precisa en las
tareas de conservación. La pequeña Dorrit ilustra algunas de las dificultades naria fabril. Ya no estamos ante las monstruosas máquinas de Tiempos
difíciles, sino más bien ante los monumentos históricos que se exponen en
que conlleva el intento de casar ambas. Los decorados, reconstruidos con tan-
los museos industriales. Por otro lado, en la película reverbera todo el entu-
to amor, cobran vida propia. Los trajes de época, con sus amplias sisas, con-
vierten a los actores y actrices en meras perchas. Los sombreros les restan siasmo de un conservacionismo que no considera el pasado un peso muerto
del que haya que desprenderse, sino un legado que preservar. Al fin y al
personalidad, especialmente en el caso de la pequeña Dorrit, en que el desas-
cabo, quizá no sea casual que Sands Films tenga precisamente su sede en el
tre alcanza cotas insospechadas por cuanto su enorme capota la vuelve invisi-
lugar exacto donde la película se rodó, en ese templo de la reurbanización
ble durante la mayor parte del tiempo. Los preciosos cacharros de cobre
conservacionista que son los muelles de Londres.'
logran que hasta la cocina de los Clennam resulte acogedora; la sencilla mesa
que adorna la buhardilla de los Dorrit, colocada ahí para transmitir la idea
de que se trata de una familia pobre, no deja de ofrecer el aspecto de una pieza
de anticuario.
Los detalles alambicadamente auténticos añadidos a la película minan la
fuerza del relato. El diálogo, aun siendo muy fiel al original, a menudo suena
artificial, con largos silencios que realzan la falta de naturalidad («Ha llega-
do el momento de las ostras», dice Flintwich a su amante de forma poco
plausible). La música «de época», aunque cronológicamente adecuada, no
tiene nada que ver con el oscuro mundo que describe Dickens. Y puestos a
elegir para la banda sonora la obra de un compositor de su mismo tiempo,
puede que Wagner resultara más adecuado que Verdi.
Es posible que el Marshalsea que retrata la película sea más fiel al origi-
nal histórico que la fantasmagoría surgida de la imaginación de Dickens y
Phiz. Sin embargo, el filme, lejos de presentarlo como un mundo cerrado, lo
retrata como un teatro en el que se entra y se sale de escena sin cesar. En
resumen, la estética de la película contradice una y otra vez las palabras del
relato. Difícilmente puede una casa hacer las veces de morgue simbólica
cuando parece sacada de una revista de decoración como World of Interiors,
ni una ciudad semejar una prisión (una de las metáforas fundamentales de la
novela de Dickens) cuando está repleta de atractivas tiendas.
El pasado no puede transcribirse; por eso hay que reinventarlo incesante-
mente. Tratándose de Dickens, parece que tal cosa obligue a una toma de
postura frente a los valores victorianos. El descubrimiento del Dickens
«oscuro» realizado en los años cuarenta tanto en el ámbito de la crítica litera-
ria, con el relieve que entonces empezó a darse a sus últimas novelas, como ' Un laudatorio relato sobre el «cómo se hizo» de la película «en medio de la yupificación
de la zona portuaria de Londres» en Films and Fdrning, diciembre de 1987.
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«¿QUIÉN LLAMA TAN FUERTE?»:
DICKENS EN EL TEATRO Y EN EL CINE

Leí La pequeña Dorrit por primera vez en mi luna de miel. Parecía un


buen momento para reparar una omisión tolerada durante demasiado tiempo.
Tanto Alison, mi compañera, como yo somos grandes amantes de Dickens y
la lectura de pasajes de Nuestro amigo mutuo desempeñó un papel importan-
te en los albores de nuestra relación. Me acuerdo muy especialmente de Silas
Wegg instruyendo al señor Boffin en los misterios de La decadencia y caída
del imperio romano. Pero ninguno de los dos había leído La pequeña Dorrit
y la luna de miel parecía brindarnos tiempo, además de para disfrutar el uno
del otro, para gozar de su lectura. En Shetland, donde nos alojábamos, hay
una reserva natural, promontorios rocosos por los que pasearse y riscos azo-
tados por el viento, pero no playas en las que tumbarse a tomar el sol, al
menos en nuestra isla. De manera que pasamos buena parte del tiempo dedi-
cados a nuestro nuevo Dickens.
Fue una experiencia tétrica. La pequeña Dorrit es una novela alienante en
la que se percibe una continua melancolía de fondo (pesimismo cristiano
según algunos) que hace muy perturbadora su lectura. El relato se despliega a
fuerza de circunloquios; la trama resulta laberíntica incluso por el rasero del
siglo xix. Los escenarios, con una excepción parcial, resultan opresivos; los
mensajes encriptados en la novela, severos. La avaricia de los pobres y los
ricos se refleja mutuamente. La sociedad es una estafa; el gobierno, un enga-
ño. No existe amor en los matrimonios; los de Flintwich y Henry Gowen son
meras conveniencias para generar varones. La familia es una prisión, no tanto
un refugio frente al mundo como un lugar en el que cabe anticipar sus cruel-
dades. Hasta los personajes más benévolos son malignos, cuando no de
intención, sí de obra. El «patriarcal señor Casby» es un viejo falsamente pia-
doso que vive de estafar a sus inquilinos. El amistoso Pancks sucumbe a la
manía especulativa. Y el bienintencionado señor Meagles, padre devoto y
patrono bondadoso, arruina la vida de su hijo, «Pet», convierte a su sirviente
Tattycoram en un ser infantil y se inclina servilmente a los pies de la aristo-
cracia. William Dorrit, personaje inspirado hasta cierto punto en el padre de
Dickens, ya no es el buenazo del señor Micawber, esperando a que pase algo,
sino un parásito egoísta que chantajea emocionalmente a su hija y explota la
estulticia de sus compañeros de prisión. Mrs. Clennam, que desempeña un
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480 RAPHAEL SAMUEL

papel equivalente, es aun más taimada, una de esas madres crueles de Dic-
kens que vive de alimentar sus odios y de erigir altares a sus miedos.
No puedo pretender haber entendido la novela, pero constaté que, como
me ocurre a menudo con Dickens, surgían imágenes en mi cabeza aun cuando
no alcanzaba a comprender lo más intrincado del texto. Veía calles de Lon-
dres en las que las hileras de casas «se observaban severamente unas a
otras». Veía el Torreón de Marsella, el escenario en el que se inicia la novela,
lugar de tormento que cabría imaginar sacado del Castillo d'If de Dumas,
otra prisión aterradora que había despertado mis miedos mientras escuchaba
seriales radiofónicos durante mi infancia. También veía la niebla, las sombras
y la oscuridad de Great St Bernards Pass, lugar en el que comienza la acción
del Libro ü, como Si los miasmas de Londres aún persiguieran a los presos
fugados de Marshalsea mientras viajan por Italia. Buscando algo menos som-
brío (y no es que haya mucho en el libro) nos encontramos identificando a
una de nuestras amigas con la siempre coqueta Flora. Más desasosegante fue en-
contrar similitudes entre la Arcadia de pega de la señora Plornish en Bleeding
Heart Yard y nuestro propio adosado de Spitalfields.
Ir a ver la versión cinematográfica de La pequeña Dorrit fue un regalo
que nos hicimos por Navidad, como muchos otros londinenses que abarrota-
ron el cine Curzon de Shaftesbury Avenue en diciembre de 1987. Sumido en
un estado de plácida expectación, esperaba ver en pantalla todas aquellas
escenas, para mí ya familiares, creyendo que quizá me aclararían algunas de
las partes más misteriosas de la novela. Nos enteramos de que la película se
había hecho con mucho amor, que se habían invertido cinco o seis años en su
preparación, y que las seis horas de metraje parecían necesarias para hacerle
justicia a un texto tan denso y dificil. Como acabábamos de leer el libro, mi
compañera y yo no apartamos ni un segundo la vista de la pantalla. Las
dudas empezaron a surgirnos en el camino de vuelta a casa. ¿Por qué todo
parecía tan limpio? ¿Por qué la luz era tan brillante si la mayor parte del rela-
to original transcurría entre penumbras? ¿La pequeña Dorrit no volvía a casa
por las calles de la metrópolis a media noche? ¿Por qué le habían puesto a la
película un final feliz, de hecho no uno, sino dos, ya que habían unificado los
finales de las dos partes del libro haciendo que los amantes se volvieran a
encontrar primero y se casaran después? ¿Cómo se podía terminar el relato
con una boda, con una felicísima procesión y música alegre de fondo sustitu-
yendo a la sombría escena final con la que Dickens cierra su libro, las ruido-
sas calles «en las que los alborotadores, los ambiciosos, los arrogantes, los
descarados y los vanidosos se apuraban, se exasperaban y hacían el estrépito
de siempre»?
Lo que más nos inquietaba y sorprendía es que la película ni nos había
hecho reír ni nos había conmovido hasta las lágrimas. Al igual que el resto de
los espectadores, la habíamos visto en silencio absoluto. Ni siquiera la muer-
te de William Dorrit (sin duda la escena en el lecho de muerte más larga de la
historia del cine británico) nos conmovió o nos resultó creíble. Más que im-
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plicarnos en un drama, parecía que nos habíamos limitado a asistir a un 691574
«realistas» habían sustituido a los «góticos», en algunos casos con resultados
espectáculo.
Una visita al Museo de Londres puede arrojar luz sobre una de las fuentes funestos, como en el de la residencia de los Clennam: en la obra de Dickens
de inspiración de la película: el realismo histórico. Coincidiendo con la pro- es una casa llena de pecaminosos secretos, «envuelta en un manto de hollín,
yección de La pequeña Dorrit en el West End, se expuso gran parte del ves- apoyada pesadamente sobre sus muletas», y que está, como comprobamos en
tuario, «increíblemente realista», utilizado en la película. Se informaba a los uno de los momentos cumbres de la novela, a punto de derrumbarse. En cam-
visitantes de que los trajes habían sido confeccionados a mano, como si la bio, en la película se convierte en una «casa hermosa y señorial, con maderas
labor de costurera en la época de Song of the Shirt hubiera sido una de las relucientes y artesonados de bello ornato». Todo lo que pudiera ser objeto de
grandes glorias de Inglaterra. Los trajes eran copia de ilustraciones de revistas sátira o fantasía se había rebajado hasta el nivel de cosas que pudieran ocupar
de moda de la época (la exposición nos muestra algunos de los originales). Al un lugar en la vida «cotidiana». La señora Plornish ya no es la fantasiosa
parecer veinticinco personas habían tenido que coser durante dos años para mujer de Bleeding Heart Yard que intenta construir una Arcadia a escala, sino
confeccionarlos. Junto al vestuario se exhibía parte del atrezo, incluida la un ama de casa pálida y agobiada. La señora Merdle ya no es el Corazón de
decoración con paneles del hogar de los Clennam. La exposición ponía de la sátira de Dickens, sino una brillante dama de sociedad.
manifiesto la estética dominante en la película, un «realismo» mucho más Como descubrí tras publicar un artículo crítico sobre La pequeña Dorrit
interesado en reproducir el estilo «del pasado» que en atenerse al original de en el Guardian, la adaptación cinematográfica de Dickens parece suscitar
Dickens. También daba pistas sobre la sensación general de excesiva limpie- pasiones. Una persona de la que era amigo desde hacía unos veinticinco años
za que producía la película: la ropa no tenía ni un desgarrón ni un parche y, escribió para decir que consideraba que mi artículo era «una afrenta» y, des-
abstracción hecha de la bata de trabajo del señor Plornish, ni siquiera una de entonces, se ha negado a tener ningún tipo de contacto conmigo Derek
sola mancha. Malcolm, el crítico de cine del periódico, escribió un artículo titulado «Duelo
Al ver la película por segunda vez entendimos mejor por qué nos había en Watershed» en el que afirmaba que esperaba que Olivier Stockman, codi-
dejado tan indiferentes. La factura del filme contradecía continuamente las rector del filme (junto a Christine Edzard), me atravesara con su espada en un
palabras, deleitando la vista aun cuando se suponía que uno estaba contem- debate público. David Lean, por el contrario, cuyas Grandes esperanzas
plando emblemas de pobreza. El tiempo era bueno casi todo el rato, algo (1946) y Oliver Twist (1948) había usado yo como puntos de comparación,
realmente sorprendente en el Londres de Dickens. De las chimeneas pintadas era un conservador a quien nadie de izquierdas quería tomarse la molestia de
en los telones de fondo, milagrosamente, nunca salía humo. En las tiendas, alabar. En el debate de Bristol (al igual que en uno posterior celebrado duran-
adornadas por vidrieras de lo más pintoresco (iguales a las que aparecían en te el Festival de Cine de Birmingham), se confirmaron, sin lugar a dudas, las
los títulos de crédito de la película), parecía que se vendían láminas y anti- intenciones radicales de los cineastas, y, de paso, se arrojó luz sobre la muy
güedades. La alta sociedad, objeto de sátira para Dickens, resplandecía. A la particular versión de realismo que habían elegido como fundamento de la
gente venida a menos que trata de guardar las apariencias se la había acicala- estética del filme. Una versión en la que se había confundido la fidelidad a la
do (Alec Guinness estaba majestuoso en el papel de William Dorrit). Se había imagen de una época con la fidelidad al texto.
desinfectado a los pobres. Hasta las moscas que volaban entre los tarros, Cuando escribía sobre La pequeña Dorrit, mi punto de referencia y de
bañadas en colores dignos de los Maestros Antiguos, parecían haber sido comparación implícito era la adaptación de Nicholas Nickleby que había
marinadas en brandy. montado la Royal Shakespeare Company, una producción de ocho horas de
Lo peor de la película es que era plana. A la hora de abordar el pasado y duración, dividida en dos partes, cuya versión filmada se estaba emitiendo,
el texto de Dickens, había optado por esa clase de realismo «cotidiano» que por capítulos, en Canal 4. La encontraba muy conmovedora, incluso diverti-
domina en la nueva historia social, dejando cruelmente al descubierto (en mi dísima a ratos. Y me maravillaba comprobar lo bien que se había recreado la
opinión, al menos) sus limitaciones, pero convirtiendo lo ordinario en un feti- atmósfera «dickensiana» sin recurrir al estudiado efectismo de La pequeña
che. El poderoso sentido del mal tan propio de Dickens se había eliminado Dorrit. En ella no se busca ningún tipo de realismo en sentido arqueológico.
sistemáticamente. La misma suerte habían corrido los incidentes «melodra- El atrezo y los decorados son muy simples, a menudo un telón de fondo o
máticos» y los personajes siniestros. Aunque los diálogos sí eran bastante fie- una pantalla sin más. El vestuario no llama la atención. Kate Nickleby nunca
les al original, se los declamaba en lugar de interpretarlos de manera cabal, lleva sombrero, lo que cuadra muy bien, si no con la época, al menos sí con
como si todo gesto en exceso histriónico hubiera podido minar su carácter un personaje al que humillan sus empleadores y atormentan sus pretendien-
«natural». Los trajes eran tan idénticos a los originales que, por ejemplo, la tes. La banda sonora pretende crear ambiente más que recrear una época, y
pequeña Dorrit desaparecía a menudo bajo su enorme capota. Los decorados consta tanto de villancicos y madrigales como de chirriantes disonancias
modernas. Para la escena de la ópera se recurre a Donizetti; para ambientar la
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acción que se desarrolla en Mullberry Hawk, el aristocrático infierno del juego Petherbridge). Lo más llamativo de todo es que Nicholas Nickleby despierta
de St. James, se echa mano de un saxo alto, que interpreta una pieza de la era en nosotros esos sentimientos de ternura y compasión que constituían uno de
del jazz. los grandes alicientes de Dickens para los lectores victorianos. En la adapta-
El Nicholas Nickleby de la RSC, al contrario que La pequeña Dorrit de ción, la desgraciada vida e irremediable muerte de Smike (pivote sobre el
Christine Edzard, se toma continuas libertades con el texto, cambiando la que giran las ocho horas del drama) ofrece un retrato en miniatura de ese
secuencia de los sucesos, introduciendo nuevas escenas, alterando la trama, «elegante patetismo» que exuda la larga lista de niños-mártires que tanto
dando mayor resonancia a los personajes. Peg Skilderskew, la grotesca don- contribuyeron a que Dickens se ganara el afecto de sus lectores, aunque no
cella, queda convertida en una arpía de Glasgow. Al usurero, Arthur Gride, le fueran bien comprendidos por los críticos de altos vuelos. La muerte de Smike
transforman en una especie de judío, al hacer que el personaje se frote conti- (una brillante invención de David Edgar) es un revulsivo para un siglo carac-
nuamente las manos a la manera de los hebreos. Más que reproducir los diá- terizado por un cinismo sin concesiones. Nos permite, o mejor dicho, nos
logos se los inventan, dando la impresión de que gran parte de ellos han obliga a llorar precisamente en ese momento (cuando se habla de la muerte
cobrado vida gracias a la adaptación, en el guión, de observaciones e ideas de Little Nell) sobre el que Oscar Wilde dijo que había que tener el corazón de
expresadas por el propio Dickens. En un comentario publicado recientemente, piedra para no reírse a carcajadas. Cuando, en la versión de Edgar, Kate
David Edgar (adaptador y guionista) cuenta que algunas de las frases que se une a su hermano para asistir al fin de Smike, la ejemplaridad de la muerte se
recita el personaje de Kate Nickleby proceden de las palabras del narrador. El transforma en un sentimiento de amor no correspondido. «¿Quién llama tan
resultado es un personaje diferente, una jovencita con mucho carácter en vez fuerte?», dice Smike pronunciando dolorosamente pero con cierta urgencia
de la doncella victoriana con tendencia a ruborizarse que aparecía en el origi- las palabras que recitaba en el Romeo y Julieta de Crummles, el único verso
nal de Dickens. De entre todas estas innovaciones, la más destacada es la que llegó a aprender. «¿Quién llama tan fuerte?», repite mientras se acerca el
reinvención del personaje de Smike, una de las claves del éxito de la produc- Ángel de la Muerte.
ción. Desde el principio decidieron que había que hacer de Smike una espe- El Nicholas Nickleby de la RSC es manifiestamente teatral. Al principio
cie de alter ego de Nicholas y le dieron un protagonismo del que carecía en la compañía se presenta a sí misma; son los propios actores y actrices los que
la trama original. En la nueva versión deja de ser un torturado joven de dieci- se hacen cargo de la voz del narrador. El atrezo y los decorados cambian ante
nueve años y se convierte en una especie de Titán tartamudo, en un lisiado nuestros propios ojos. A la manera del teatro alternativo (crisol en el que
que se retuerce de forma monstruosa con cada palabra que pronuncia, y David Edgar forjó su arte), es fruto del trabajo en grupo, en el que no hay
cuyas palabras resultan tanto más elocuentes cuanto más ha de luchar por estrellas, sino actores y actrices que interpretan más de un papel. De hecho,
pronunciarlas, siendo la más elocuente de todas la que nombra el objeto de su en algunos momentos el montaje parece obra de un grupo de cómicos de la
deseo imposible, la que rima con «deplorar», arrastrada y dicha en voz alta: legua, muy parecido a la compañía de Vincent Crummles de cuya suerte
«HOGAR».
depende la de Nicholas durante unas breves e hilarantes escenas. A pesar de
Sin embargo, a pesar de los múltiples añadidos, Nicholas Nickleby parece su duración (la obra original representada por la RSC duraba ocho horas y
extraordinariamente fiel al espíritu y las pasiones del original. A la manera media), la producción apenas le permite a uno tomarse un respiro. Las esce-
de Dickens, abunda en digresiones, concediendo amplio espacio a personajes nas se suceden a gran velocidad, tanta que, a veces, se superponen, para
relativamente secundarios como Keniwigs, sumando a una galería de perso- mejor respetar la simultaneidad que se da en el texto, haciéndonos pasar de la
najes de por sí atiborrada nuevos elementos (la hilarante representación de indignación o la euforia al patetismo.
Romeo y Julieta a cargo de la Vincent Crummles Company es una suerte de Los personajes de esta producción son más grandes que la vida misma.
venganza para los actores que se han tenido que pasar generaciones enteras Resultan más memorables que creíbles, y extraen su fuerza de modelos dra-
pavoneándose con espadas por los escenarios). Es fiel al humanismo cristia- máticos, literarios y reales. Ahí está la mímica desplegada por el señor Man-
no del original, que refleja el drama del pecado y la redención; por otro lado, talini, con su chaleco y sus pantalones turcos, el mujeriego que se casa gra-
intenta no traicionar la sexualidad de la novela, extremadamente ambigua. En cias al atractivo viril de su mostacho y mantiene las distancias con su esposa
vez de emparejar a Nicholas con su eventual prometida, le sitúa en el contexto esmerándose en los cumplidos que hace a su «joya». Squeers, el maestro de
de cuatro amantes y cuatro amores claramente diferenciados. El que tiene a escuela, es alternativamente un mimo y una figura granguiñolesca; su faz
su hermana Kate resulta especialmente impactante; los vínculos que le unen parece una máscara, y un pálido maquillaje consigue que las crueles líneas de
con un personaje masculino como Smike, con quien va siempre a todas par- su rostro literalmente reluzcan. El malvado tío Ralph es puro melodrama.
tes, y con Newman Noggs, el alcohólico desharrapado pero, no obstante, sen- El otro punto de comparación que utilicé en mi artículo sobre La pequeña
sible y distinguido que le protege de los poderosos (papel que borda Edward Dorrit era Grandes esperanzas (1947) y Oliver Twist (1948), de David Lean,
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‘te-50 RAPHAEL SAMUEL «¿QUIÉN LLAMA TAN FUERTE!»: DIUKENJ C1N r.1_, 1O!111,..,

las versiones cinematográficas de Dickens ligadas a mi infancia. Tenía la epifanía. Un Pip aún joven vuelve a Satis House, donde ve con horror que
impresión de que la fuerza de las películas de Lean residía en su capacidad Estela se está hundiendo en la oscuridad. Es evidente que se está convirtiendo
de crear metáforas visuales para los momentos clave de los relatos de Dic- en el fantasma de la señorita Havisham. Pip le ruega que huya con él: «Aban-
kens. La desoladora escena de los pantanos al inicio de Grandes esperanzas dona esta casa... Es de la señorita Havisham. Es una casa muerta. No hay
es una de las más impactantes y memorables, así como el horror gótico de quien viva aquí». Estela insiste en que es su casa, la casa en la que la criaron:
Satis House, dominios de la brujesca señorita Havisham, que acaba muriendo «He vuelto, a mi hogar». «Entonces seré yo mismo quien acabe con ella»,
abrasada. Estas películas son fieles al espíritu de Dickens pero, además, sir- dice Pip desesperado, intentando exorcizar el fantasma de la señorita Havis-
vieron al propósito, tan en boga aproximadamente en el cambio de siglo, de ham. Para acabar con la maldición destroza los ventanales, arranca las corti-
estigmatizar la era victoriana, proceso que alcanzó su apogeo tras la victoria nas y arremete contra las paredes. «Mira, Estela, aquí no hay más que polvo
de los Laboristas en las elecciones de 1945. y decadencia. Sal a la luz del sol conmigo». A primera vista, se trata de un
Al ver por segunda vez Grandes esperanzas, volví a experimentar en par- final romántico y convencional, pero no parece descabellado vincularlo a un
te la excitación visual que me marcó de niño. Pero también me llevó a apre- proyecto acariciado por la socialdemocracia de 1945, a un ensueño de lumi-
ciar algunos de los defectos más obvios de estas películas, como la falta de nosidad y espacio.
humor o el hecho de que los personajes no fueran demasiado «dickensianos» Como señalara Orwell en un conocido ensayo, Dickens «es uno de esos
(la forma de enfocar al personaje del señor Wemmick y su castillo de Wal- autores cuyas ideas vale la pena robar». La sentencia vale para todos esos co-
worth es francamente decepcionante). Los cortes introducidos en las escenas mentaristas y críticos que han demostrado ser expertos en presentar a Dic-
de la infancia, sobre todo las que atañen a la relación entre Pip y Biddy, hace kens a su imagen y semejanza, bien como humorista, bien como moralista,
que no se aprecie adecuadamente ni el impacto de la traición posterior de Joe bien como crítico social. Bernard Shaw, uno de los grandes defensores de
Gargery ni la fuerza de la influencia que Joe ejercía sobre Pip. (El recurso a Dickens en un momento en el que su reputación como escritor parecía desva-
la voz en off del narrador no constituye un gran hallazgo.) Lo que la cámara había hecho de él un socialista;
necerse, afirmó que La pequeña Dorrit
muestra es la imagen que Pip tiene de sí mismo, la de un agradable hombre Eisenstein sostenía que todo cuanto sabía acerca del montaje lo había apren-
de ciudad, y no la de un hombre de mediana edad carente de ilusiones (el dido de Dickens. El Dickens «oscuro» de los años cuarenta fue una creación
narrador, que en la película aparece como voz en off). de críticos academicistas que aspiraban a rescatar algunas de sus novelas
John Mills, en el papel de Pip, parece un figurín de club de tenis, lo que (especialmente las de los últimos años) del gusto sentimentaloide de la plebe,
hace poco creíble el cambio de actitud que experimenta más tarde. Valerie para incluirlas en el canon de la modernidad. Desde este punto de vista, Dic-
Hobson y su resonante voz convierten a Estela en el tipo de chica que siem- kens era el primo hermano de Dostoievsky y el padre de Kafka y Joyce. Un
pre fue delegada de su curso (en cambio, Jean Simmons, que interpreta a la alma atormentada, «hostil en su fuero interno a la época que le aclamaba,
Estela adolescente, resulta misteriosamente erótica, tal y como exige la his- que buscaba alivio a los tormentos de su doble vida fantaseando sobre críme-
toria). nes y violencia». No cabe imaginar contraste más drástico con el Dickens
La película tuvo tanto éxito porque, tal y como pretendía el director, es cordial de G. K. Chesterton («el único eslabón vivo entre las viejas formas de
un cuento de hadas: por un lado, se trata de una puesta al día victoriana de la bonhomía y las nuevas»).
leyenda de Dick Whittington, un niño pobre que hace fortuna, y, por otro, Y lo que vale para la crítica literaria, vale más aún en lo que hace al
resulta una especie de versión masculina de la Cenicienta. Miss Havisham, entretenimiento popular. Las adaptaciones y dramatizaciones de Dickens —no
interpretada por Martita Hunt, es una bruja; Magwitch, un ogro o un gigante olvidemos el carácter teatral de su obra literaria, ya evidente en los Cuentos
que, al final, resulta tener un corazón de oro; Estela, al menos en las escenas de Boz— parecen guardar estrecha relación con los cambios en la sensibilidad
de Jean Simmons, una sirena. y en los gustos del público. El público que abarrotaba los teatros victorianos
Pero lo más sorprendente que descubrí al ver la película por segunda vez iba en busca de sensaciones fuertes y anhelaba ver satisfechas sus esperan-
fue que aquel final de Grandes esperanzas que, junto con la escena inicial, Nancy era el personaje principal, y
zas. En la versión teatral de Oliver Twist,
tan grabado se me había quedado en la memoria, era invención de Lean. En su asesinato a manos de Bill Sikes constituía el clímax de la obra (en London
principio, el final de la obra de Dickens tenía que haber sido melancólico, Labour and the London Poor, Henry Mayhew cuenta que el público del galli-
acorde con lo deprimido que el autor se sentía cuando lo escribió. Presionado nero de Vic gritaba improperios mientras Bill arrastraba a Nancy por todo el
por Bulwer Lytton, lo modificó, haciendo que un Pip de mediana edad pudie- escenario). El mayor y más duradero éxito teatral de una adaptación de Dic-
Historia de dos ciu-
ra reencontrarse con Estela, el objeto de sus deseos de infancia. Pero no se da kens vino después, con The Only Way, dramatización de
por sentado que acabarán juntos. En cambio, el final de la película es una dades, en la que Sir John Martin-Hervey encarnó a Sidney Carton «para toda
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RAPHAEL SAMUEL «¿QUIÉN LLAMA TAN FUERTE?»: DICKENS EN EL TEATRO Y EN EL CINE 459

una generación». En las lecturas públicas de sus obras el propio Dickens hizo carnación del mal, brutal con su perro y cruel con su amante. Pero el más
gala de su gran afición por lo mórbido, llevando a la audiencia a un frenesí siniestro resulta ser Oliver mismo, el pequeño perdido, esa figura recurrente
de compasión en escenas como la de la muerte de Paul Dombey.
en las pesadillas de Dickens, el niño huérfano de origen respetable abandonado
El Dickens de los años treinta, popularizado por medio de la correspon-
a los bajos fondos.
dencia de J. B. Priestley y George Orwell, de los espectáculos de variedades
El Nicholas Nickleby de la RSC fue un paso más en la rehabilitación de
de Bransby Williams, con sus admiradísimas imitaciones de «tipos» dicken- lo victoriano y, de hecho, llevó al redescubrimiento de un Dickens menos oscu-
sianos, y de la interpretación cinematográfica del papel de Mr. Micawber lle- ro, del que aún no han tomado nota en los departamentos de literatura de las
vada a cabo por W C. Fields, era esencialmente benévolo. Su jovialidad hacía universidades. Al igual que Edzard, la RSC había investigado el trasfondo de
que el público disfrutase de una galería de adorables excéntricos, como en la la época, descubriendo, en la vida real, historias de terror que nada tenían
versión de David Copperfield
hecha en Hollywood. Era un radical, aunque que envidiar a las que cuenta Dickens. Decidieron asimismo que el núcleo en
no un doctrinario, capaz de mezclar sentimientos humanitarios con cierta torno al que giraba la novela entera era el tema del dinero y el surgimiento de
irreverencia hacia la autoridad, lo que lo emparentaba con Charles Chaplin; un nuevo tipo de sociedad en la que la avaricia era el elemento dominante.
no en vano, la edición de sus Obras Completas más vendida de la década fuera Pero, al margen de las intenciones radicales o críticas de la compañía y del
la distribuida por Odham Press como parte de su campaña promocional para escritor, se trata de una producción alegre y, como señalara el primero de sus
el periódico laborista Daily Herald.
(Así fue como Dickens aterrizó en el adalides, lo que le ganó los mayores elogios, a pesar de la indiferencia e
hogar laborista de Raymond Williams durante su infancia.)
incluso la hostilidad inicial de la crítica, fue su capacidad de transmitir toda
Grandes esperanzas y Oliver Twist de Lean eran hijas de su época. Cabe
una serie de «cualidades humanas». Además, la calidad épica de una produc-
encontrar en ellas semejanzas obvias con otros melodramas rodados en esos ción que duraba ocho horas y media, en la que actores y actrices representa-
mismos años, como
Fanny by Gaslight, Al morir la noche y Hatter's Castle, ban más de un papel y hacían de narradores y tramoyistas (como en Our Own
así como con las películas «góticas» de los Estudios Gainsborough. Los
Country's Good de Timberlake Wertenbaker), era una loa al teatro mismo. A
ángulos expresionistas, la atmósfera oscura y el recurso a los efectos teatrales lo que hay que añadir que, al igual que ocurriera en el caso de ciertas produc-
propios de la iluminación de clave alta permitían considerarlas, a despecho ciones anteriores de teatro «callejero» auspiciadas por el Teatro Nacional
de su temática, la versión inglesa del cine negro hollywoodiense. Al eliminar
(por ejemplo el Lark Rise to Candleford de Bill Bryden) o en un montaje más
el humor de las obras de Dickens y magnificar las escenas siniestras, dichas
reciente del propio David Edgar, Entertaining Strangers, lo lóbrego del con-
películas contribuyeron en gran medida a la difusión popular de la imagen de tenido no impide que ante todo reine un espíritu exuberante y entusiasta. Por
la era victoriana como una época de miedo y oscuridad.
¡Oliver!, célebre musical de Lionel Bart llevado a la gran pantalla en último hay que decir que despliega tanta picaresca como Nicholas Nickleby,
mostrando «vidas y aventuras» que se suceden como vistas por medio de un
1968, pertenece a unos años en que las actitudes ante lo victoriano empezaban caleidoscopio, en rápida sucesión. Es un viaje mágico y misterioso que no
a ser mucho más ambiguas. El mero hecho de crear un musical basado en produce en absoluto claustrofobia, en el que los fugitivos escapan de sus per-
Oliver Twist
parece sugerir que nos movemos en otro mundo. Lionel Bart, el seguidores y los opresores reciben su merecido. El Nicholas Nickleby de la
libretista, procedente asimismo del East London,
ya había producido Fings RSC no busca excluir a nadie y, como el mismo Dickens, dota de humanidad
Ath't What They Used to Be,
réquiem por un mundo en trance de desaparición. e interés incluso a los peores personajes, permitiendo que hasta los más mal-
En ¡Oliver!
despliega el mismo tipo de imaginación para retratar a los tima- vados, como Ralph Nickleby, experimenten cambios interiores. Puede que
dores callejeros de antaño, dando a la vida en las calles un aire colorista e Squeers sea un monstruo pero, en cierto modo, su glotonería contribuye a
interesante, en vez de presentarla como algo vil y miserable. Algunos de sus mantenerle en el ámbito de la sociedad y compañía humanas. Asimismo, la
mejores números musicales están protagonizados por Fagin, el rey de los car- caracterización que se hace del usurero no deja en ningún momento de ser
teristas, un mal padre pero un padre al fin y al cabo, que susurra palabras cómica, y el canalla aristócrata no es sino un petimetre. No hay encarnacio-
cariñosas a su joven prole y la arropa a la hora de irse a dormir. Contando sus
nes del mal absoluto comparables a Bill Sikes.
monedas resulta más cómico que atemorizante. Sin embargo, incluso como Desde un punto de vista dramatúrgico, estos filmes —sobre todo La
musical, ¡Oliver!
conserva un halo de pesadilla. Las vendedoras de flores pequeña Dorrit— plantean una cuestión crucial: la relación entre las palabras
que convierten las voces de las calles del Londres antiguo en un conjunto y lo visual. En una película se puede mostrar una cosa y, aparentemente, estar
armónico, van convirtiéndose paulatinamente en siniestras mensajeras del diciendo algo distinto. Por ejemplo, las largas y siniestras sombras tan carac-
inframundo, que acechan en los suburbios de esta tierra. Bill Sikes, el único terísticas de las versiones que Lean hiciera de Dickens dicen mucho más de
protagonista no redimido por canción alguna, es, como en la novela, una en- su percepción de lo victoriano que lo que sucede en la superficie de la acción.
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T.71.7 RAPHAEL SAMUEL (qMUIEN LLAMA •IAN FU'ERTE:»: DICKENS EN EL TEAIKU Y EN EL CINE 4y1

A la inversa, las intenciones críticas y radicales de La pequeña Dorrit de cia que se da a Magwitch, un convicto con grilletes, está en consonancia con
Edzard se ven continuamente traicionadas por la belleza de las escenas. Si lo uno de los ideales del laborismo: la compasión. Joe Gargery, el noble salvaje,
antedicho es correcto, entonces no estamos ante un fracaso artístico, sino interpretado en este caso por Bernard Miles (un laborista progresista espe-
ante una revolución en la forma de imaginar el pasado victoriano, marcada cializado en papeles «rurales»), es el epítome de la decencia de esos varones
por el valor inusitado del que el conservacionismo ha dotado a los decorados trabajadores a los que el Laborismo de 1945 dirigía sus mensajes. La simpa-
«de época». Es dificil imaginar que alguien realizara una versión de Dickens tía que muestra ante la situación de Magwitch («no te dejaríamos morir de
al estilo de Lean hoy en día. La isla de Jacob donde tiene lugar la terrorífica hambre, pobre y miserable criatura»), al igual que la actitud de un Pip que le
persecución de Oliver Twist se convertiría en un puerto de yates; el antro de lleva a escondidas pasteles de carne, podría darnos una idea de la emotividad
Fagin, en una casa de campo «restaurada». No cabe duda de que los desola- subyacente a esa ideología laborista de 1945 sobre «dar a cada cual lo que en
dores pantanos en los que transcurre la primera escena de Grandes esperan- justicia le corresponde». (Y, si Gareth Stedman Jones tiene razón al señalar
zas serían una reserva natural repleta de letreros de muy buen gusto colocados que durante el gobierno laborista de 1945-51 se asistió a un «florecimiento
por el National Trust para impedir que los visitantes se perdieran. Los patíbu- tardío» de la filantropía victoriana, puede que hubiera que considerar a Dic-
los se habrían trasladado a un parque temático, y la forja de Joe Gargery sería kens —representado aquí como culmen del paternalismo benévolo— uno de
un museo al aire libre. A Pip se lo criticaría por ser un «descontrolado sin sus padres fundadores.) De lo que no cabe duda alguna es de que la visión de
remedio», pero esa señora Gargery tan aficionada a guardar los pasteles de pesadilla que David Lean da de la época victoriana está en consonancia con
carne con llave en la despensa acabaría haciendo lucrativos negocios, ven- el consenso habido al respecto entre la progresía de la época.
diendo tentempiés frescos y naturales a los conductores de paso. La misteriosa Puede que obtengamos incluso mejores resultados a la hora de medir la
residencia de la señorita Havisham, Satis House, sería, sin duda, una mansión distancia que puede generarse entre intención y efecto si nos fijamos en el
protegida probablemente clasificada como prioritaria en virtud de las gárgo- caso del Nicholas Nickleby de la RSC. El montaje era un producto de la con-
las. Y Pip no podría destruirla como hace en la escena final de la película de tracultura radical de la década de 1970 y estaba concebido en términos muy
David Lean. No costaría mucho imaginarse a Estela gritando, en el momento brechtianos. Los actores y las actrices se esforzaron mucho para situar ade-
en que Pip procede a arrancar las cortinas: «¡Cuidado con el friso, cariño... y cuadamente la obra en el ámbito de la realidad social y económica de la
con los revestimientos de madera!» década de 1830, y se entusiasmaron al descubrir una institución de la vida
En las versiones cinematográficas más recientes de Dickens se plantea real que no tenía que envidiar a los horrores del Dotheboys Hall que Dickens
asimismo el problema de la distancia entre la intención y el efecto. Es posible situara en Yorkshire. Convirtieron el dinero en el nexo clave de todo el relato
que Christine Edzard tuviera la vista clavada en la señora Thatcher cuando y decidieron jugar con ciertas afinidades entre Ralph Nickleby, el gran finan-
rodó su película, y quizá pretendiera que La pequeña Dorrit hiciera las veces ciero, y empresarios de poca monta como Squeers. Como buenos radicales,
de panfleto en nuestro tiempo. Pero los artefactos que ha reunido tan meticu- ellos también buscaban señales de protesta y, cuando no las encontraban en el
losamente hacen que el Londres que aparece en la película deje de ser una original, interpolaban algunas de su propia cosecha (en la novela, los alum-
penitenciaría —metáfora rectora en Dickens— y se convierta en un muestrario nos de Dotheboys Hall guardan silencio cuando Nicholas le da una paliza a
de deliciosas piezas de época. Por otro lado, puede que David Lean fuera un Squeers que le deja inconsciente; en la versión de la RSC se amotinan).
conservador, pero Grandes esperanzas y Oliver Twist fueron dos películas Empero, a pesar de todos sus esfuerzos, transmiten una moral victoriana, y
realizadas en la estela de dos generaciones que habían abominado de lo vic- de un tono que, además, resulta decididamente conservador. Puede que el di-
toriano en nombre de la modernidad. Oliver Twist, película que contiene una nero sea la raíz de todo mal pero, en las manos correctas, las de los Cheery-
impactante escena en la que se muestra a los huérfanos sin apartar ojo de lo bles, también da poder para hacer el bien. Puede que los padres sean malos
que ocurre en la fiesta del hombre rico, pertenece, sin lugar a dudas, a las padres, y suelen serlo en las obras de Dickens (todos los que aparecen en
películas de la época que reflejaban cierta «conciencia social», y transmitían Nicholas Nickleby son pavorosos, sin excepción), pero en la producción de la
ese sentimiento de paternalismo indignado pero benévolo que dio una victo- RSC Nicholas y Kate realmente consiguen conmover con su idea del deber
ria arrolladora al laborismo en 1945. filial, permaneciendo fieles a la charlatana de su madre aunque esté dispues-
Hoy podemos interpretar que Grandes esperanzas contiene ciertos ele- ta a venderlos como esclavos. En la versión de la RSC las familias permane-
mentos de fábula socialdemócrata. En la película se ofrece un gran contraste cen unidas como si les hubieran dado una capa de pegamento, no sólo la de
entre la dureza de corazón de la alta sociedad y la desinteresada generosidad los Keniwig y los Crummle (junto al fenómeno infantil que acaba siendo la
de los más humildes. Compensa el drama de la movilidad social recurriendo estrella de sus espectáculos), sino también la de los Nickleby y los Squeer; en
a la parábola de la dignificación del trabajo. Podría decirse que la importan- último término, el espíritu familiar acaba redimiendo hasta a Ralph, el mal-
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RAPHAEL SAMUEL

vado tío. Asimismo, se da respaldo al culto victoriano al hogar, merced al


ejemplo negativo de los huérfanos, excluidos del círculo mágico y obligados
a defenderse solos.
El Nickleby de la RSC juega con imaginería Tory
de altos vuelos. Al con-
vertir a Roger Rees en un protagonista romántico perfectamente plausible
—magnánimo cuando se indigna, tierno cuando es compasivo— rescata en
cierto modo la idea del gentleman, concepto que se utiliza mucho en el origi-
nal de Dickens pero que hoy en día resulta difícilmente creíble. También se
muestra una Arcadia Tory, el hogar de Devon en el que naciera Nicholas, al
que vuelve hacia el final de la obra: las «bondades» de la campiña contrastan
así con la brutalidad de Dotheboys Hall.
El Nickleby de la RSC no es una celebración de los valores victorianos en
el sentido que la Sra. Thatcher otorga a la expresión (es demasiado respetuoso
con Dickens como para eso), pero, en cierto modo, podría decirse que los POSTFACIO
pone en práctica. Puede que se utilizaran técnicas propias de la propaganda
política, de Brecht o del teatro «alternativo», pero los sentimientos que se
muestran en escena son de Dickens, y la forma dramática guarda cierto pare-
cido con las veladas musicales de las clases medias victorianas: grandes
emociones a pequeña escala. La muerte es elemento de reconciliación y des-
tructora suprema. La virtud triunfa sobre la avaricia. El trabajo honesto reci-
be su justa recompensa. El culto victoriano al hogar, que tanto obsesionara al
propio Dickens, se respalda mediante la presentación de ejemplos tanto posi-
tivos como negativos, entre los que destaca la penuria de los huérfanos, arro-
jados a un mundo sin humanidad.
La escena final de la obra —otra invención genial de Edgar, basada en el
original pero representada por medio de una coreografía moderna— pretendía
ser irónica. Los Nickleby, tras volver a su Arcadia de Devon, celebran la
Navidad en familia, mientras un nuevo Smike —símbolo de la marginación de
los pobres— acecha entre bastidores. Pero el antiguo brindis, «Dios reparta
felicidad, caballeros / que nada les perturbe», parece obligado. Se trata, a la
vez, de una celebración y un lamento, pues la melancolía de la música acaba
socavando la aparente alegría que expresan las palabras. Cabe pensar que el
momento incitó al propio dramaturgo a realizar un último gesto de reconci-
liación, al hacer que Kate abandone el círculo familiar para coger al pequeño
niño perdido de la mano.

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HÍBRIDOS

La idea de que el pasado es juguete del presente o —en términos de la teo-


ría postmoderna— una «metaficción», ha comenzado apenas a infiltrarse en la
conciencia de los historiadores profesionales y a perturbar su tranquilidad.
Pero hace ya unos veinte años o más que esta idea es un tópico de la episte-
mología crítica, y un acicate de primer orden para la producción de trabajos
experimentales en literatura y arte. Es también un Leitmotiv en la comerciali-
zación y diseño de artículos de consumo, campo en el que se consagran vas-
tos recursos creativos a conseguir que productos recién salidos de fábrica
ofrezcan un aspecto instantáneo de antigüedad. En novela, el «realismo mági-
co» —que hace entrecruzarse pasado y presente, yuxtapone realidad y fanta-
sía, y se sirve de datos históricos cuya autenticidad al mismo tiempo cuestiona—
ha convertido el viaje por el tiempo en un recurso de estilo internacional, en
una lengua franca tan familiar a las publicaciones y escritos clandestinos de
la samizdat de la Europa del Este (y ahora, según parece, del subcontinente
indio) como a las novelas de Márquez o Borges.
Estos relatos ficticios nos llegan aderezados de datos epigráficos y citas
eruditas. Zigzaguean entre el estatus de investigación histórica y de inven-
ción; a veces intercalan largos fragmentos que cualquier especialista podría
identificar como extractos de documentos originales, los cuales son citados a
pie de página o en un epílogo, como mandan los cánones. Pero el objetivo de
estos relatos no es establecer la realidad de los hechos, sino envolverla en un
aura fantasmagórica y dar a entender que el ejercicio de la historia es, al
igual que nuestro concepto de la realidad, una quimera. Habitualmente, estos
relatos de ficción ocupan una tierra de nadie donde tanto las leyes del espa-
cio y el tiempo como las de la narrativa han perdido su vigencia. Los narra-
dores adoptan el papel paralelo de un matusalén: retrotraen la acción, si es
necesario, hasta el mismísimo inicio de los tiempos, y prolongan su desarrollo
hasta una época indeterminada que puede ser calificada —así sucede en una
novela reciente— de «futuro próximo». Los protagonistas superan las cien pri-
maveras sin inmutarse ni pestañear, con lo que la vida de uno solo de ellos
puede servir de hilo conductor de toda una saga familiar. Apenas nos es facti-
ble formarnos una idea de la época que da marco a la acción, ésta es desbara-
tada por la intervención del autor o la invasión de una criatura del espacio
exterior. El orden cronológico está deliberadamente alterado: la acción se
desarrolla en un lugar imaginario donde los límites habituales del espacio y
el tiempo han sido temporalmente suprimidos.
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-11 1.11.C1-3-ál-,
1,
HIBKIllUb

La idea de jugar con el pasado —sea por medio de montajes con figuras punto de vista es inevitablemente contemporáneo. Los ecos de nuestro tiem-
animadas, vistiéndonos con ropa de época, o por medio de la recreación de po afloran incluso a la hora de reproducir al pie de la letra palabras o frases
episodios históricos— resulta profundamente ofensiva para el historiador; es enteras. Por más fielmente que documentemos una época y más profunda-
más: el intento de derogar las leyes de la cronología o suspender temporal- mente que nos sumerjamos en las fuentes, no nos es posible evitar la apari-
mente su vigencia parece poner en entredicho la mismísima esencia de su ción de ideas a posteriori. Por más celosamente que protejamos la integridad
oficio. El ejercicio de nuestra profesión parte de la base de la existencia de de nuestro objeto de estudio, no lo podemos aislar del contacto con nosotros
un corpus de conocimientos cuya veracidad puede ser objetivamente demos- mismos.
trada; además, uno de los principales legados de la revolución en la práctica La historia no sólo es un registro del pasado, sino también una considera-
de la investigación histórica que tuvo lugar en el siglo XIX, es la adopción de ción a propósito suyo, cuyos términos están sujetos a constantes cambios.
un realismo basado en el sentido común: se debe mostrar el pasado «tal como Éstos vienen condicionados, en ocasiones, por avances registrados en campos
fue». De acuerdo con las convenciones científicas, los historiadores deben contiguos del pensamiento y, en otras, por las condiciones políticas imperan-
mantener a raya su imaginación si desean ser fieles a su oficio. Si desean res- tes en el momento, como en el caso del cambio radical de actitudes que
petar los principios de la ética profesional, deben ser neutrales, evitar la for- siguió a la Primera Guerra Mundial.' En el terreno de la investigación histórica,
mulación de opiniones innecesarias, eludir juicios de valor y cultivar un aire a menudo en manos de quienes se autoproclaman revisionistas, los más anti-
de distanciamiento con respecto a su objeto de estudio. Lord Acton, al trazar guos y aceptados axiomas son continuamente puestos en tela de juicio.
el esbozo de su proyecto para la Historia Moderna de Cambridge, escribió: Explicaciones que en su momento recibieron la consideración de «bien fun-
«Nuestro proyecto de trabajo estipula que ningún indicio debe revelar la perte- dadas», se antojan ahora especulativas o fuera de lugar. La trama del relato se
nencia de ninguno de los autores a una religión, nación o facción determina- complica con la entrada en escena de nuevos personajes y de cuestiones que
da: la posibilidad de que afloren opiniones personales provocaría tal confusión no habían sido tratadas previamente. Se desentierran episodios olvidados.
que haría desaparecer por completo la unidad de conjunto del proyecto».' Viejas historias reciben un nuevo giro. Se presta atención a indicios que ha-
También en el terreno de la metodología se inculca a los historiadores la bían pasado desapercibidos hasta entonces. Hechos a los que antes se atribuía
conveniencia de evitar protagonismo alguno y de permitir, en la medida de lo importancia crucial se antojan ahora poco más que episodios secundarios y
posible, que los documentos hablen por sí solos. No somos amos de los datos efímeros. Por el contrario, acontecimientos en apariencia triviales son eleva-
históricos, sino sus criados. Nuestra primera obligación es ser objetivos y no dos a la categoría de precedentes de importantes acontecimientos futuros, y
hacer afirmación alguna que no pueda ser contrastada a partir de las fuentes; reciben en consecuencia el tratamiento reservado a los presagios y signos
y lo ideal sería acudir a fuentes libres de partidismo alguno. Se debe poner premonitorios.
asimismo cuidado en mantener una visión integral de la historia: los protago- La idea de que el conocimiento debe ser producto de una concepción sin
nistas deben ser estudiados en su contexto —«con un método histórico», por mácula —en aras de la cual se insiste en mantener la investigación dentro de los
utilizar los términos del Obispo Stubbs—,2 y no en atención a pautas que límites estrictos de la especialidad, y se evita consentir contacto alguno entre
pudieran estar inspiradas en el lenguaje y el pensamiento del presente. De realidad e imaginación— es imposible de mantener en la práctica. Para empezar,
hecho, a ojos de los más enconados defensores del retorno a los métodos de existen lagunas y silencios en las fuentes escritas que sólo pueden ser repara-
enseñanza «tradicionales» —es el caso de Sheila Lawlor, directora adjunta del dos recurriendo a la deducción; y se emiten afirmaciones aventuradas que cier-
Instituto de Políticas de Intervención Social—, el más leve roce con lo con- tamente son necesarias, como mínimo, para mantener la coherencia narrativa,
temporáneo genera contaminación. pero que no podrían ser probadas ni con la ayuda de mil ejemplos distintos.
A pesar de tales prevenciones, el hecho es que nuestra interpretación del Aun cuando nos encontramos inmersos en las minucias de la investigación
pasado varía constantemente a la luz del presente; de hecho —como les suce- empírica, tenemos que abandonar una y otra vez el árido terreno de los datos
de a los ecologistas y restauracionistas en otros campos— estamos continua- objetivos para adentramos en el más maleable mundo de la interpretación y la
mente reinventándolo. Por más remoto que resulte el tema estudiado, nuestro conjetura, que es descrito por Linda Hannas —en la fascinante crónica de su
intento de reconstrucción del submundo del arte popular del período victoriano
medio— como «un mundo poco satisfactorio infestado de cabos sueltos».4
1 Lord Acton, Letter to Contributors to the Cambridge Modern History, 12 de marzo de

1898, en William H. MacNeill, ed., Essays in the Liberal Interpretations of History, Chicago,
1967, págs. 397-399. Mi artículo «Continuous National History», en R. Samuel, ed., Patriotistn, Londres, 1989,
2 W. Stubbs, Two Lectures on the Present State and Prospects of Historical Study, Oxford, vol. 1, contiene una consideración al respecto.
1876. 4 Linda Hannas, The English Jigsaw Puzzle: 1760-1890,
Londres, 1972.
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499
498 RAPHAEL SAMUEL HÍBRIDOS

En culturas populares tradicionales —aquellas en las que el conocimiento cuenta y riesgo cuáles han sido los móviles que han instigado las acciones de
del pasado está basado en la transmisión de relatos orales—, es dificil trazar los protagonistas de su drama, ni en hacerles pronunciar discursos que en rea-
una división entre lo cotidiano y lo fantástico. Así, Edwin Muir, en referencia lidad ha compuesto él. F. M. Cornford, en Thucydides Mythistoricus (1907),9
a su infancia en las islas Orkney, afirma que, allí, «las vidas de la gente nor- argüía que Tucídides concedía a los discursos mayor importancia que Hero-
mal solían contagiarse de un cierto aire de leyenda»: doto por el Mero hecho de ser ateniense; y que éstos habían sido concebidos
por el autor —en la línea de las tragedias de Esquilo— con fines dramáticos,
Un conocido mío salió una vez en barca a buscar una sirena, y afirma- para ilustrar la personalidad e ideología de los personajes. El propio Tucídi-
ba después haber hablado con ella. Eran frecuentes los relatos alusivos des hablaba bastante a las claras de su estrategia retórica: «En cuanto a los
a proezas para las que se requería una fuerza sobrehumana. En las discursos en los que los distintos bandos daban cuenta de sus acciones, ya sea
noches bañadas por la luz de la luna era posible tropezarse con duen- cuando la guerra estaba en ciernes o cuando ya se había entablado, resultaría
des que bailaban en la arena de las playas; a menudo se aludía a ellos dificil reproducir literalmente las palabras pronunciadas en ellos, tanto en los
empleando una variante dialectal local.* Según se decía, eran criaturas casos en que las escuché personalmente como en los que recibí noticia de
pequeñas, de porte armonioso; del tamaño aproximado de un elfo,
ellas por medio de terceros. Los discursos en su presente forma reflejan lo
pero agraciados, no grotescos. No causaban mal alguno. Todas estas
que, en mi opinión, era más oportuno que los distintos oradores dijesen acer-
historias han desaparecido de Orkney en los últimos cincuenta años
bajo la presión de la educación obligatoria.' ca de los asuntos en cuestión... y me he ceñido lo más estrictamente posible
al sentido general de lo que se dijo».
Los primeros historiadores falseaban los hechos, o, por utilizar un térmi- Posiblemente quepa atribuir el verdadero mérito del diseño de las líneas
no menos peyorativo, los recreaban. Ponían palabras de su cosecha en boca maestras de la investigación histórica basada en fuentes escritas a la labor de
de sus protagonistas: así hizo César con Vercingetórix en el De Bello Gallico, los falsificadores que, en época medieval, dedicaban su habilidad con la plu-
y Tácito con la reina Boadicea. De hecho, la composición de discursos histó- ma y sus conocimientos de historia a la forja de pedigrís inmaculados que
ricos —como el de Pericles a los atenienses— era la primera de las artes de avalaban presentando los oportunos documentos, los cuales, en buena lógica,
Clío, musa del género. La historiografía, bajo este prisma, suponía un ejerci- deberían haber sido redactados con anterioridad, pero que sus clientes, quizá
cio de retórica. También era considerada una rama de la literatura, si bien —de por un exceso de confianza en las virtudes de la tradición oral, no poseían.
acuerdo con la Poética de Aristóteles— de rango inferior. Lo que distinguía al De lo que no cabe duda, desde luego, es de que estos falsificadores se cuen-
historiador del analista eran las pretensiones literarias. Mientras estos últi- tan entre los primeros profesionales que consiguieron conferir a las fuentes
mos, como los historiadores locales del Ática,' dedicaban sus esfuerzos a manuscritas la consideración de objetos con propiedades mágicas. En pala-
recopilar información genealógica o datos topográficos, el historiador cons- bras de Gurevich, «se hacía muy dificil distinguir la realidad de la impostu-
truía narraciones completas. La afición de Herodoto, «padre de la Historia», ra». «Se otorgaba fácilmente preponderancia a lo que parecía "obligado" u
a trufar su narración de relatos fantásticos y portentosos le ha valido desde "oportuno" en detrimento de la verdad».''
siempre a ojos de sus críticos, de Tucídides en adelante, la calificación de Instituciones tanto eclesiásticas como laicas recurrían a la falsificación
«padre de las mentiras».' Pero incluso Tucídides —el historiador de historia- cuando les era necesario dar fe de su antigüedad, cuando sus privilegios eran
dores, que esquiva lo fantástico y lo pintoresco y se ciñe a los hechos de los puestos en tela de juicio, o cuando sus derechos de propiedad debían ser
que afirma poder dar fe personalmente-8 no tiene reparos en decidir por su defendidos de posibles predadores. Los fraudes más sofisticados parecen
haber sido obra de monjes, aunque las universidades no les iban muy a la
zaga a la hora de reivindicar una antigüedad absolutamente inverosímil." En
Inglaterra —arguye M. T. Clanchy en su From Memory to Written Record—, el
* «Fairicks», en lugar del inglés estándar «fairies». (N. de los t.) aumento del número de documentos legales fue de la mano de un crecimien-
Edwin Muir, An Autobiography, Londres, 1954, pág. 14.
Lionel Pearson, The Local Historians ofAttica, American Philological Association, 1981.
G. A. Press, The Development of the Idea of History in Antiquity, Montreal, 1982, pág. 45.
M. I. Finley, «Myth, Memory and History», History and Theory, IV, 1964-65, págs. 281-
302; John Gould, Herodotus, Londres, 1989, es una excelente introducción al tema. Para la F. M. Cornford, Thucydides Mythistoricus, Oxford, 1907. Una consideración de menor
relación de Herodoto con los testimonios orales y los que fueron recabados de testigos presen- calado sobre este fenómeno se puede encontrar en Anthony Grafton, Forgers and Critics; Crea-
ciales, ver J. A. S. Evans, Herodotus, Explorer of the Past, Princeton, 1991, y Rosalind Thomas, tivity and Duplicity in Western Scholarship, Princeton, 1990, págs. 8-15.
Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1990. Para su relación con 10 A. Gurevich, Categories of Medieval Thought,
Londres, 1985, pág. 179.
la leyenda y la épica, ver «Herodotus and the Invention of History», Arethusa, vol. 20, n° 1 y " La Universidad de Oxford mantenía que su fundador era el rey Alfredo el Grande; la de
n° 2, 1987. Este documento es proporcionado al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigaciónCambridge
respetando larecurría al legendario
reglamentación en materia Rey Arturo.
de derechos
Ibid., págs. 177-178.
de autor.
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500 RAPHAEL SAMUEL
ción bien documentada— ha marcado la pauta. En referencia a las monedas
to exponencial del número de actas fundacionales ficticias. Los años poste- romanas falsas a las que recurrieron los especialistas en numismática del
riores a la conquista del país por parte de los normandos, durante los cuales Renacimiento a la hora de abordar el estudio de la Antigüedad clásica, Fran-
rinde homenaje a la «notable cali-
se puso en tela de juicio la autenticidad de cualquier título nobiliario antiguo, cis Haskell, en su History and Its Images,
fueron también la época dorada de las falsificaciones; y, por lo que a actas dad de muchas de estas falsificaciones». Están también los retratos de perso-
fundacionales de monasterios se refiere, todo apunta a que los documentos najes históricos del siglo xvii, que en ocasiones tomaban como punto de
auténticos hayan constituido más la excepción que la regla.12 La Ecclesiasti- referencia imágenes grabadas en medallones y monedas, pero muy a menudo
cal History of the English People, de Bede, permitía camuflar estas falsifica- eran producto, según parece, de la impresión que el artista pudiese hacerse de
ciones en un halo de antigüedad convincente. Antonia Grandsen expone al las descripciones que hubiesen sobrevivido del personaje. Haskell otorga
respecto: «No recurrían a ella en busca de precedentes de relevancia específi- también a estos retratos la consideración de fuente de conocimiento histórico
ca para el asunto en cuestión... De hecho, si hubiesen podido disponer de —sui generis, eso sí—, por más que, en sentido estricto, debieran ser cataloga-
ellos, podrían no haberse planteado la necesidad de elaborar una falsifica- dos como falsificaciones: «En los siglos xvi y XVII, muchos editores de
ción... Simplemente tomaban prestados giros que les permitían adecuar el colecciones de retratos, de aire grandioso y en apariencia poco fidedignas, se
estilo de sus documentos espurios al de la época en la que se suponía que deshacían en explicaciones sobre el meticuloso carácter de sus métodos de
habían sido redactados».'3 investigación, recalcando que, en su empeño por representar fielmente a sus
Una de las más ambiciosas de estas falsificaciones —y con certeza la de protagonistas, habían cotejado «sellos, monumentos, estatuas, pinturas y
mayor relevancia en nuestros días, puesto que, de no ser por ella, los Viajeros libros», y ello «no sin dedicar muchas horas de trabajo, ni sin hacer frente a
de la Nueva Era y los fanáticos de la ecología carecerían de su principal san- elevados gastos y a muchos problemas».' s
tuario— fue la perpetrada por los monjes de Glastonbury. Éstos, que no po- Hoy día, los historiadores no falsifican documentos deliberadamente;
seían una crónica detallada sobre la fundación del monasterio ni reliquias famo- pero la naturaleza de nuestra profesión nos obliga a crear continuamente con-
sas que pudiesen atraer visitantes, encargaron de la elaboración de su pedigrí a textos adecuados para ellos. Puede que no compongamos discursos imagina-
Guillermo de Malmesbury, el erudito más afamado del siglo mi. Éste, a fuerza rios como Tucídides; pero, por medio de una cuidadosa selección de citas
de investigaciones de corte cuasi-arqueológico, consiguió datar la fundación textuales, podemos conseguir que las palabras de nuestros protagonistas
de la abadía en el siglo vil, y aseguró que entre los primeros visitantes de ésta transmitan una imagen de su naturaleza íntima ajustada a la que nosotros cree-
se había contado San Patricio, patrono de Irlanda. No contentos con esto, los mos que tienen. Exageramos enormemente la importancia de los temas que
monjes se aplicaron a embellecer el relato, para lo cual recurrieron, primero, a tratamos, y forzamos la interpretación de las fuentes a fin de conseguir el
hacer de Glastonbury el lugar donde San Patricio había sido enterrado; des- máximo efectismo. Atribuimos propiedades mágicas a las notas a pie de
pués, en 1191, exhumaron los presuntos cuerpos del rey Arturo y la reina página, y las presentamos como pruebas irrefutables de afirmaciones de
valor general que no podrían ser demostradas ni siquiera recurriendo a mil
Ginebra con la pretensión de probar que Glastonbury había sido Camelot; por
ejemplos. A la hora de redactar, suprimimos la primera persona —delatora de
último —y esta ficción ha sido la que ha perdurado más largo tiempo— revela-
ron que la prehistoria de su monasterio se remontaba a la época del Nuevo la presencia del autor— para dar la impresión de que las evidencias hablan por
sí mismas. Introducimos mejoras en las fuentes, intercalando conjeturas que
Testamento, y que José de Arimatea lo había visitado en el año 63 d. C."
cubren lagunas narrativas y deficiencias documentales. Nuestra pintura de
En otro terreno, el de la representación plástica de hechos o personajes
cuadros históricos, en apariencia sin fisuras, es producto de un hábil y cuida-
históricos, también se podría decir que la labor de falsificación —o de crea-
doso proceso de composición y enmarcado que permite al punto de vista del
historiador imponer su ley. Puede que no seamos aficionados a la práctica de
la hagiografía, como nuestros predecesores medievales; pero no nos opone-
12 M. T. Clanchy, From Memory to Written Record: England, 1066-1307,
Londres, 1979, mos a retocar nuestros retratos de ciertos personajes, a otorgar un papel este-
págs. 248-249. lar a figuras que hasta entonces habían pasado desapercibidas, o a reconocer
13 A. Grandsen, «Bede's Reputation as an Historian in Medieval England», en
Legends,
capacidades extraordinarias a nuestros héroes y heroínas. Al igual que los mon-
Traditions and History in Medieval England, Londres, 1992, pág. 15.
14 A. Grandsen, «The Growth of the Glastonbury Traditions and Legends in the Twelfth

Century», en ibid., págs. 152-179. El tratado De Antiquitate Glastoniensis Ecclesiae, de Gui-


llermo de Malmesbury, aportaba, eso sí, importantes pruebas, producto de la prospección History and Its Images: Art and the Interpretation of the Past, Londres,
15 Francis Haskell,
visual, de que en el lugar se había construido una iglesia en el siglo vit; excavaciones del siglo La historia y sus imágenes: el arte y la interpreta-
1993, págs. 21, 31-35, 46, 53, 59 [ed. cast.:
xx han confirmado este extremo (ibid., pág. 160, donde se cita un artículo de Joan y Harold trad. José Luis López Muñoz, Madrid, Alianza, 1994].
Taylor, de 1963). Para una consideración moderna de corte astrológico al respecto, véase Glas- ción del pasado,
Este documento
tonbury: Ancient Avalon, New Jerusalem, ed. Anthony es proporcionado
Roberts, Londres, 1978.al estudiante con fines educativos, para la crítica y la investigación respetando la reglamentación en materia de derechos de autor.
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jes anglonormados, somos expertos en imitar el lenguaje y giros de los docu- Desde otra perspectiva, la «lectura» que el historiador hace de los datos
mentos originales para afectar un aire de antigüedad, aun cuando los patrones podría ser considerada un ejercicio de ficción, un medio de dar el aspecto de
de análisis y las categorías descriptivas sean exclusivamente de nuestra cose- un todo coherente a lo que no son más que piezas sueltas, algo parecido a un
cha: así, una disquisición retórica del siglo xvii sobre orden y rango puede conjunto de figuras animadas que compone un tableau vivant expuesto en un
ser útil para ilustrar el concepto de clases sociales en el siglo xx. museo. O podría ser vista como una puesta en práctica de las mañas del
Al menos en intención, la historia es un arte tan alegórico como mimético. cuentacuentos, con su recurso constante a la expectación del lector por cono-
Mientras otros, como etnógrafos y arqueólogos, recopilan hechos, nosotros cer el posterior desarrollo de los acontecimientos, y su despliegue de toda
—como hicieron nuestros predecesores— tenemos a gala disponerlos de mane- una batería de recursos para reforzar lo que Roland Barthes denomina «el
ra adecuada.16 Tenemos a gala poder presentar un gran despliegue de detalles
efecto de realidad».19 El arte de escribir historia es el de crear una narración
realistas, pero el motivo de su presencia es su estatus no tanto de pruebas magistral partiendo del caos. La labor de síntesis a la que concedemos tanta
documentales como de vara de medir del grado de veracidad de nuestro relato. importancia cuando estamos esbozando un marco general de trabajo, tiene
Ciertos acontecimientos reales desempeñan un rol paralelo de puntos de por objetivo cubrir la totalidad de las investigaciones en ese campo. Nuestras
inflexión, momentos simbólicos a partir de los cuales el mundo nace de nue-
clasificaciones y esquemas —que constituyen los cimientos de la historia de
vo. Al igual que los creadores de alegorías, los historiadores son expertos en
descubrir claves ocultas o semiocultas. Hallamos un sentido escondido en
verdades aparentemente simples, damos valor de revelaciones a aconteci-
(1916), consideraba que la guerra profetizaba una «crisis general» del capitalismo: el imperia-
mientos a primera vista triviales." Nos arrogamos el derecho de elevar cier- lismo no era tan sólo la etapa de mayor auge del capitalismo; también iba a ser la última.
tas reliquias a la categoría de símbolos, y determinadas ideas a la de patrones Durante la «relativa estabilización» de los años veinte, la Internacional Comunista se sentó a
de pensamiento. Nos servimos de los números en calidad de elementos mági- esperar el estallido de «la crisis final». El gran crash del veintinueve, el auge del fascismo y la
amenaza de una nueva guerra en ciernes parecieron confirmar estas predicciones apocalípticas.
cos que nos permiten configurar nuestros relatos-tipo, creando díadas que
El otoño de la Edad Media, de Huizinga —deslumbrante tratado sobre la decadencia del mundo
funcionan como románticas parejas de contrarios, y tríadas que conforman caballeresco, publicado con el recuerdo de la Gran Guerra todavía muy presente—, fue quizá la
un todo único. También —en un ejercicio de libertad propio del creador de primera obra de un historiador profesional que adoptó como asunto central de su exposición el
alegorías— tenemos por costumbre valernos simultánea e indiscriminadamen- tema de la crisis (la «decadencia de formas de civilización caducas»); en los años treinta, sus
acertadas intuiciones se vieron reforzadas por la reciente toma de conciencia, por parte de his-
te de cualquier tipo de material a nuestro alcance. La lectura que el historia- toriadores de la sociedad y la economía, de que en la crisis de población del siglo xiv habían
dor hace de los datos es por fuerza un proceso de interpretación, durante el intervenido elementos maltusianos; un poco después, K.B. MacFarlane en Inglaterra y Edouard
cual se recogen fragmentos dispersos de información que son realojados en Perroy en Francia relacionaron la Guerra de los Cien Años con una supuesta crisis de las rentas
de la nobleza. Para 1946, cuando se publicó la obra de Robert Boutruche Crise d'une société
un nuevo entorno. A menudo este proceso implica el cotejo de datos de muy
—estudio acerca de la región de Burdeos en el período altomedieval—, todas las piezas necesarias
distinto tipo antes de lanzar una hipótesis de trabajo: es el caso de las llama- para que los historiadores descubriesen la existencia de una «crisis feudal» estaban en su lugar.
das «crisis de subsistencia», a las que toda una generación de historiadores La palabra «crisis» fue implantada definitivamente en la jerga de los historiadores a raíz del tra-
nacidos en los años de la Gran Depresión señalaba como origen, o factor des- bajo de Ernest Labrousse sobre el colapso económico que, según se cree, precipitó el hundi-
miento del Antiguo Régimen. En los cincuenta, el término fue adoptado por la publicación
encadenante, de fenómenos tan diversos como las guerras de religión del
periódica Past and Present: Eric Hobsbawm, en el artículo que inauguró lo que terminaría por
siglo xvii, el estallido de la Revolución Francesa y el fiasco de la Gran Mar- revelarse una prolongada controversia, argüía que la Europa del siglo xvir había atravesado una
cha Cartista de 1848 en Kennington Common.'8 «crisis generalizada», desencadenada por un conjunto de contradicciones del sistema feudal tar-
dío comparables a las que —según creían los historiadores marxistas— estaban acelerando la
decadencia del capitalismo. Desde este único prisma, Hobsbawm proporcionó una explicación
conjunta para la Guerra Civil Inglesa de 1642 a 1649, los levantamientos de la Fronda en Fran-
16
Esta distinción y oposición fue establecida en 1891 por Thomas Hodgkin, en una comu- cia y la Guerra de los Treinta Años en Alemania, prácticamente contemporánea. Su tesis obtuvo
nicación a la sección de historia del Instituto de Arqueología. Véase Philippa Levine, The Ama- el apoyo de un enorme grupo de historiadores, aunque Hugh Trevor-Howard prefirió otorgar la
teur and the Prolessional: Historians and Archaeologists in Victorian England, 1838-1886, consideración de factor decisivo no tanto a la economía como al fanatismo religioso, mientras
Cambridge, 1986, pág. 91. que las aportaciones procedentes de la Europa del Este insistían en que, al este del Elba, la «cri-
" Sobre la mística de los números, véase Umberto Eco, Art and Beauty in the Middle Ages, sis» del siglo xvii había dado paso a un «fortalecimiento» del feudalismo. La obra monumental
New Haven, 1986, pág. 35 [ed. cast.: Arte y belleza en la estética medieval, trad. Helena Lozano
de Lawrence Stone La crisis de la aristocracia: 1540-1640 —una suerte de danza de la muerte
Miralles, Barcelona, Lumen, 1999]. sobre la tumba del Antiguo Régimen en Inglaterra— es quizá la obra inglesa, de entre las redac-
" El término «crisis», originario del ámbito de la medicina, fue utilizado por primera vez tadas en clave de crisis, que ha tenido una influencia más prolongada: posiblemente, el Outcast
en el ámbito de la historia para describir la situación política y social generada por las secuelas London de Gareth Stedman Jones (1973) —estudio de corte mucho más sofisticado sobre la
de la guerra del catorce. Winston Churchill, en su World Crisis —una amplia historia de la gue- «crisis» que afectó en 1889 a los trabajadores no cualificados— sea un reflejo tardío de ella.
rra— utilizaba el término para aludir metafóricamente al desmoronamiento de los viejos impe- Roland Barthes, «The Discourse of History», reimpreso y traducido en Comparative Cri-
rios y la aparición en el Este de una potencia ajena a ellos. Lenin, en su profético Imperialism ticism vol. 3, Cambridge, 1981; «L'effet de réel», Comnzunications, 2, 1968.
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KAt'llAEL SAMUEL 1-1115KIDUS

las ciencias sociales de los sesenta, así como de la historia de la economía investigaciones en los últimos veinte años, se ha convertido en una especie de
que la precedió— intentan abarcarlo todo. Nuestras categorizaciones convier- etapa púber o adolescente del ciclo vital de una nación."
ten a los individuos en personajes-tipo. Imponemos un orden cronológico, También nuestros sistemas de cómputo del tiempo, a pesar de haber sido
con un comienzo, una fase intermedia y un final, a acontecimientos que posi- aparentemente adoptados en aras de una mayor claridad en la exposición,
blemente incluso sus protagonistas han percibido como sumamente caóticos. cumplen una función simbólica a la vez que cronológica. Las fechas, al tiem-
El lenguaje de la historia, lejos de ser un mero medio de transmisión de po que proporcionan un recurso mnemotécnico al profesor, y puntos de refe-
datos objetivos, distorsiona el sentido de estos, confiriendo un carácter preciso rencia precisos a los maniáticos de la exactitud, son también un importante
y claro a aspectos que en los documentos son omitidos o resultan oscuros. Da instrumento de estructuración de la narración: permiten organizar los aconte-
vida a las descripciones, haciendo brotar sugestivos detalles de fuentes poco cimientos de acuerdo con patrones dramáticos e históricos; distinguir y orde-
prometedoras. Convierte en realidades materiales lo que no son más que figu- nar lo que en caso contrario resultaría caótico; y crean un marco adecuado
ras retóricas, y atribuye rasgos humanos a lo que tan sólo son criterios de cla- para aplicar con libertad la idea de que la historia avanza en línea recta.2'
sificación creados por el historiador. Se emplean etiquetas de época —cuyo uso Esta concepción lineal de la historia explica posiblemente los modelos de
en la actualidad tiene más que ver con el pasado de la decoración de interiores descripción de la evolución humana en tres o cuatro etapas que, desde tiem-
que con los reinados de los correspondientes monarcas— para asociar una era pos de los antiguos griegos, han constituido el marco simbólico de la narra-
con un determinado personaje. Abstracciones como «la nación» o «las muje- ción histórica: explica, en concreto," la división tripartita entre historia «anti-
res» reciben la falsa consideración de agentes históricos reales a los que se gua», «medieval» y «moderna» que, desde la primera aparición del término
atribuye mente y voluntad propias: un fenómeno análogo, en el campo de la medium aevum en la década de 1470, se ha mantenido aparentemente inalte-
historiografía, a la «falacia patética» descrita por John Ruskin en el arte del rada a lo largo de la evolución posterior de la disciplina" (Neologismos como
período victoriano medio. También los grupos generacionales adquieren, a «historia moderna temprana» —fórmula de nuevo cuño que viene siendo siste-
manos de los historiadores de la demografía, carácter de individuos: ora se máticamente aplicada en nuestros días a la totalidad de la franja cronológica
cobran, en términos maltusianos, venganza de sus encorsetadas condiciones que se extiende desde el Renacimiento hasta la Revolución Francesa— han
de vida retrasando la edad de casarse o limitando el tamaño de la familia; ora contribuido a mantenerla intacta). En otro terreno, en el que la historia se
se entregan repentinamente a un frenesí dionisíaco, como cuando se registró, escribe más bien en términos de milenios que de siglos y décadas, la historia
en la Europa del siglo xvin, ese espectacular aumento del número de bastar- geológica, con su relato de cómo el hombre se convirtió en un gigante, apoya
dos que tanto fascina a los estudiosos de la historia de la familia. ineludiblemente la concepción de la historia como una marcha hacia adelante.
Los historiadores de la economía, quizá para redimirse de la árida natura-
leza de sus preocupaciones, se revelan particularmente proclives a dar rasgos
humanos a sus objetos de estudio; para ello adoptan la división en «edades y " E.H. Phelps-Brown, «The Climacteric of the 1890s; A Study in the Expanding Eco-
etapas» propia de los ciclos biológicos, y describen la evolución de la econo- nomy», Oxford Economic Papers, N.S., vol. 4, n° 3, octubre de 1952; para un resumen, véase
mía en términos de transformaciones genéticas sucesivas que condicionan su L.A. Clarkson, Proto-Industrialisation, the First Stage of Industrialisation, Basingstoke, 1985;
Hans Medick, «The Proto-Industrial Family Economy», en J.A. Chartres, ed., Pre-Industrial
tránsito paulatino, desde un estado de inocencia propio de la infancia, hasta
Britain, Oxford, 1944; F. Mendels, «Proto-Industrialisation», en D.R.T. Jenkins, ed., The Textile
el hastío del mundo propio de la senectud. En un extremo de esta escala tem- Industries, Oxford, 1994.
poral figura la atención que ha merecido recientemente el «nacimiento» de la 21 G.J. Withrow, Time in History: Views of Time. from Prehistory to the Present Day,
Oxford,
sociedad de consumo (atribuido, según distintas teorías, a las décadas de 1990; G.J. Withrow, The Natural Philosophy of Time, Oxford, 1980; D.S. Landes, Revolution in
Time, Cambridge, Massachussets, 1983 [ed. cast.: Revolución en el tiempo, trad. María Pons,
1590, de 1730 o de 1880); en el otro, está la toma de conciencia morbosa de Barcelona, Crítica, 2007]; Norbert Elias, Time: An Essay, Oxford, 1993 [ed. cast.: Sobre el
los síntomas de su decadencia. También el término «climaterio» —eufemismo tiempo, trad. Guillermo Hirata, Madrid, FCE, 1989]; Stephen Hawking, A Brief History of
para hacer referencia a la menopausia femenina— ha sido incorporado al léxi- Time, Londres, 1989 [ed. cast.: Brevísima historia del tiempo, trad. David Jou i Mirabent, Bar-
celona, Crítica, 2005]; Martin Heidegger, A History of the Concept of Time, Indiana, 1985 [ed.
co académico, en que se le adjudica el valor metafórico que, en los manuales
cast.: Prolegómenos para una historia del concepto del tiempo, trad. Jaime Aspiunza, Madrid,
escolares de antaño, ocupaban los «puntos de inflexión» u otras imágenes Alianza, 2006]; R. Koselleck, Futures Past: On the Semantics of Historical Time, Cambridge,
análogas.* Por otra parte, la «proto-industrialización», objeto de abundantes Massachussets, 1985 [ed. cast.: Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos,
trad. Norberto Smilg, Barcelona, Paidós, 1993].
22 Ronald Meek, Social Science and the Ignoble Savage, Cambridge, 1976.
23 Un estudio espléndidamente detallado al respecto es proporcionado por G.S. Gordon,
* El original hace aquí mención del término watershed (barrera montañosa que marca la Medium Aevum and the Middle Ages, Society for Pure English, Tract 19, Londres, 1925; véase
frontera entre dos vertientes fluviales distintas). La metáfora es imposible de trasladar al caste- también Peter Burke, The Renaissance Sense of the Past; E. Breisach, Historiography; Ancient,
llano. (N de los t.) Medieval and Modern, Chicago, 1983.
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Es posible que los historiadores ya no suscriban, como hicieron sus antece- paganda protestante temprana, pero no parece descabellado pensar que el
sores protestantes y católicos, una doctrina de la Caída, pero cabría sospechar atractivo que esa faceta ejerce en la imaginación se mantiene intacto? De
que toda una serie de dualismos que oponen el pasado al presente —o el antes al hecho, se podrían ver indicios de que esto es así en nuestro afecto por todo
después— en términos que recuerdan la descripción de las condiciones de vida aquello que suponga un signo premonitorio del devenir futuro de los aconte-
anteriores al pecado original, estén asentados sobre una versión seglar de ésta. cimientos, por más que tal consideración sea producto de una interpretación
También disfrutan de una saludable vida después de la muerte las ideas de la retrospectiva de los hechos; en nuestra «idolatría de los orígenes»; y en nues-
doctrina teodicea: la existencia de un plan divino a gran escala y a largo plazo tra inclinación a descubrir, como Blake, la eternidad en un grano de arena.
del que dan testimonio ciertos acontecimientos particulares. En este sentido, Así —por citar ejemplos de acontecimientos a los que, en influyentes trabajos
nos estamos aferrando continuamente a presuntas manifestaciones de decaden- recientes, se les ha atribuido la falsa condición de precedentes—, una matanza
cia, o a supuestas manifestaciones precoces de lo que consideramos prefigura- de gatos en el París de la década de 1730 se convierte, en el exagerado trata-
ciones del futuro devenir de los acontecimientos.24 El actual entusiasmo por el miento que de ella hace Robert Darnton, en un ensayo general para la Revo-
estudio de comportamientos transgresores, y en particular de festejos de carác- lución Francesa;" el «momento maquiavélico» de la Florencia de Lucrecia
ter carnavalesco en los que los patrones de conducta son subvertidos por com- Borgia prefigura la ética del servicio público e incluso la llegada del estado
pleto, alienta la aparición de iniciativas orientadas a localizar momentos de la del bienestar;3° y la magia del siglo xvI es una manifestación precoz de la
historia en los que el orden social queda aparentemente disuelto y, como en la ciencia moderna.
utopía revolucionaria, el mundo debe comenzar de cero. La primera historia del pueblo inglés —la de Bede— era una historia ecle-
Algunos de los conceptos clave de las ciencias históricas son teológicos siástica, un relato más de misioneros y de santos que de monarcas, y su epi-
en origen. Según parece, la división del tiempo histórico en siglos fue inven- sodio decisivo no era una gran batalla, sino un sínodo de la Iglesia. Las insti-
ción o descubrimiento de unos pastores luteranos en la década de 1530.25 tuciones oficiales dedicadas a la disciplina de la historia han desgajado
Dejando ya aparte los misticismos numéricos —componente inevitable de los sistemáticamente de su línea principal de investigación la «Inglaterra roma-
patrones de clasificación en historia—, hacer un seguimiento de la influencia na», por considerarla materia que debe ser objeto de tratamiento indepen-
ininterrumpida de la idea cristiano-medieval de «la gran cadena del ser» diente; de hecho, el plan de estudios de historia de Oxford la suprime sin
podría servirnos de cura de humildad. Arthur Lovejoy ha demostrado la más. En esta política de actuación cabe detectar la influencia de la percep-
influencia de ésta sobre la «ciudad celestial» de los filósofos del siglo xvin;26 ción original de Bede: los ingleses sólo se hicieron ingleses cuando se con-
y su relevancia podría no resultar menor para nociones como las de «tenden- virtieron al cristianismo.31 En el terreno del protestantismo, cabe preguntarse
cias», «patrones» y «procesos», que los historiadores damos por sentadas. si el hecho de que —en todas las versiones oficiales del pasado de la nación—
La presencia en las teorías históricas de la noción de «destino», y de la la Inglaterra «moderna» comience en la época de la Reforma, no despide un
doctrina de la «inevitabilidad histórica» de ciertos acontecimientos, podría tufo a antiguas disputas religiosas. La religión ha dejado también su huella en
ser achacada a la persistencia de residuos fantasmagóricos de la teología
judeocristiana, en concreto de su percepción escatológica de que el mundo
avanza inexorablemente hacia su fin. Lo mismo se podría decir de nociones 28 El Foxe Book qf Martyrs, obra monumental de la historiografía académica isabelina e
tácitamente teleológicas como la idea de que existe un progreso en virtud del instrumento básico en la educación del pueblo hasta más de un siglo después de su publicación,
cual el mundo avanza de menos a más; o —desde una óptica más pesimista— la fue, de acuerdo con William Haller, la primera historia «Whig». En ella, Inglaterra era presenta-
concepción de que la humanidad se precipita al vacío en caída libre desde su da como una nación «elegida» que avanzaba hacia su destino predeterminado, y la concepción
medieval (y clásica) del constante fluir era sustituida por la de desarrollo progresivo, radical-
estadio de virtud originario. Puede que la historia ya no preste servicio a mente más moderna. En fecha reciente, se ha sugerido la existencia de una afinidad similar
fines expresamente proféticos, como sucedía en la Edad Media" o en la pro- entre la History qf the Reformation, de Knox, y los historiadores «filosóficos» escoceses del
siglo XVIII.
29 Robert Darnton, The Great Cat Massacre, Harmondsworth, 1983; para comentarios críti-

cos al respecto, véase Harold Mah, «Suppressing the Text», History Workshop Journal, 31, pri-
24 Raphael Samuel, «Reading the Signs: 2», History Workshop Journal, 33, primavera de mavera de 1991; Raphael Samuel, «Reading the Signs. 2», History Workshop Journal, 33,
1992.
primavera de 1992; y los artículos del Journal of Modern History, vol. 57, 1985, págs. 682-699;
25 Denys Hay, Annalists and Historian, Western Historiography from the VIIIth to the
vol. 58, 1986, págs. 218-234; vol. 60, 1988, págs. 95-112.
XVIII Century, Londres, 1977, pág. 123. 30 J.G.A. Pocock, The Machiavellian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic
26 Arthur Lovejoy, The Great Chain of Being, Cambridge, Massachussets, 1972 [ed. cast.:
Republican Tradition, Princeton, 1975 [ed. cast.: El momento maquiavélico: el pensamiento
La gran cadena del ser, trad. Antonio Desmons, Barcelona, Icaria, 1983]. político florentino y la tradición republicana atlántica, trad. Marta Vázquez y Eloy García,
27 R.W. Southern, «Aspects of the European Tradition of Historical Writing: 3. History as
Madrid, Tecnos, 2002]. Un número ingente de imitadores han sido inspirados por este trabajo.
Prophecy», Transactions of the Royal Historical Society, 5th series, 27, 1971, págs. 159 y 1" Quedo agradecido la profesora Janet Nelson por esta sugerencia. Para la visión que Bede
siguientes.
tiene de Inglaterra, véase Peter Hunter Blair, The World of Bede, Cambridge, 1991, págs. 11-40.
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HIBRIDOS DU9

la historia apócrifa: parece que una de las anécdotas más famosas de la histo-
Parece probable que nuestra idea de los viejos tiempos haya sido desde
ria de la nación —el rey Canuto y las olas— fue una parábola creada por mon-
siempre producto de la combinación de elementos heterogéneos: testimonios
jes para probar que los reyes estaban moldeados en la misma arcilla que el
escritos y restos materiales acaso divergentes entre sí; tradiciones locales y
resto de los mortales; similar origen tiene, según parece, la historia de Alfre-
familiares que dan una versión sui generis de los acontecimientos y —por lo que
do el Grande y los pasteles que se quemaron."
respecta a «la historia de nuestra isla»— una mezcla de sucesos reales y apócri-
La historia basada en fuentes escritas —con sus personajes famosos, sus
fos. En cuanto a nuestro proceso de formación intelectual, Samuel Bamford no
fechas, sus causas y efectos, y su progresión paso a paso— ha tenido siempre
puede haber sido el único en dar crédito a los folletos de historia que se ven-
que competir con narraciones rivales que intentan contar la historia del pasa-
dían a penique el ejemplar; ni el único en creer en «boggarts» (así llaman a los
do de diferente manera. Para empezar, tenemos el pasado atemporal de la tra-
fantasmas en Lancashire); ni el único en dar el mismo valor a los personajes de
dición oral: el «érase una vez»; el «qué tiempos aquellos» (o los «tiempos
leyenda que a aquellos cuya existencia está reconocida por la historia.34
difíciles») de la memoria popular. Después están las leyendas históricas, que
La Historia Sagrada, tal y como era impartida en las clases de catequesis del
son objeto de escenificación en las representaciones de teatro popular, e ins-
siglo xix, guardaba encames afinidades en términos pedagógicos con la historia
piran juegos de disfraces infantiles, recreaciones populares de acontecimien-
de la nación: se empleaban trucos mnemotécnicos para que los niños pudiesen
tos históricos, y ceremonias rituales públicas. Se sitúan en tierra de nadie,
aprender de memoria la lista de los reyes de Israel, exactamente igual que si
desde el punto de vista de la epistemología, ciertos relatos que sin duda apor-
fuesen los Tudor o los Plantagenet; se hacía constante referencia a mapas de Los
tan a la historia de nuestra isla muchos de sus momentos estelares, y cuya
Santos Lugares (geografía sagrada); e incluso —por influencia del romanticismo
autenticidad ha acabado por ser aceptada a fuerza de constante repetición. El
social del siglo xix— se tenía a gala ofrecer una pintura de escenas cotidianas sin
abanico de estos se extiende desde las leyendas sobre la posible ubicación del
parangón. Epígrafes como «Lugares», «Costumbres», «Artes», «Restos arqueo-
sepulcro de Boadicea, hasta la flotilla de embarcaciones de recreo que
lógicos», «Historia Natural» y «Poemas sobre temas históricos» ocupan un
—según se cuenta— acudió al rescate del ejército británico en Dunquerque. He
lugar contiguo a las Sagradas Escrituras en el tratado de Charles Baker Bible
aquí las historias que se habían grabado en el recuerdo de un sombrerero de
Class for Schools, Teachers and Families, de 1860. Éste incluía más de cien
Stockport de principios del siglo xx: grabados explicativos del texto, «principalmente alusivos a los usos y costum-
bres del Oriente Medio». El texto principal aparecía precedido de un índice cro-
JOHN BARRATT. Sé muy poco sobre las ocupaciones a las que se dedica-
ba el jovial John en Canal Street. Sé que estuvo aquí de mozo de alma- nológico, y seguido de un índice general de notas y poemas.35
cén con mi padre una corta temporada. Cuando se piensa en una perso- Joseph Barker, antiguo cartista y después pastor protestante en el West
na de esta o cualquier otra época, esté viva o muerta, nos la imaginamos Riding, nos ha legado un relato autobiográfico de la relación que tuvo, en su
siempre con un determinado aspecto y en una determinada situación: infancia, con estos diferentes tipos de relatos históricos:
Julio César se nos aparece cetro en mano y tocado con una corona de
laurel; o espada en ristre, en el preciso instante de desembarcar en nues- El primer libro que recuerdo haber leído es la Biblia. La leía más que
tras costas al frente de sus soldados romanos; Guillermo Tell sostiene el nada como si fuese un libro de historia, y muchos de sus relatos me
arco con firmeza mientras toma puntería para atravesar con su flecha la agradaban sobremanera. Sólo conservo vagos recuerdos de la repercu-
manzana que descansa sobre la cabeza de su hijo; o, si no, lo vemos sal- sión que esas lecturas tuvieron sobre mí a tan temprana edad, pero uno
tar de la barca en Altorf; al pensar en el hereje Huss y otros personajes de sus efectos fue inducirme a creer que los milagros no eran imposi-
similares, evocamos la desagradable escena de sus cuerpos abrasados bles, y otro fue que en mi cerebro quedó grabada la idea de la existen-
en la hoguera; Napoleón está en Santa Helena, de pie, en su típica pose cia de un único Dios —creador, sustento y señor de todas las cosas,
de la mano sobre el pecho; o bien cruza los Alpes a caballo al frente de regidor, juez y benefactor de la humanidad— y que en mi mente cobró
sus tropas; ¡y, por último, al John Barratt de la época de Canal Street fuerza el sentido de la justicia y el deber.
siempre lo recuerdo limpiando el suelo del almacén antiguo, cepillo en El siguiente libro que recuerdo haber leído fue El progreso del
mano, debajo del mismo reloj que está ahora colgado en el cuarto de J. peregrino, de Bunyan. Yo pensaba que ese libro era también un relato
Fox! ¡ Hace ya años que es nuestro jefe de ventas!33 histórico. No tenía ni idea de que fuese una parábola o una alegoría. Mi
idea era que todo lo que contaba era rigurosamente cierto: que, en

32 Véase la interesante consideración que ofrece sobre este punto Robert Birley, «The
Undergrowth of History», en History, 1961.
34 Samuel Bamford, Earlv Days, Londres, 1849.
n The Chronicles of Canal Street, Stockport, 1922, págs. 14-15. Para cotejar un ejemplo
" Charles Baker, The Bible Class Book for Schools, Teachers and Families, 2a edición,
del siglo xix, véase The Boyal Readers, Londres, 1872, vol. IV-V.
Londres, 1860.
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algún lugar del mundo, había una verdadera Ciudad de la Destrucción «corografías», dedicadas a la pintura y descripción de lugares. Quienes las
y una verdadera Nueva Jerusalén, y que en alguna parte había un sen- leían —comenta Helgerson— adquirían una base mucho más sólida que quienes
dero que las unía, un sendero con exactamente las mismas característi- fundaban su conocimiento en las crónicas históricas. La crónica era, «prácti-
cas que aquel por el que Bunyan hace caminar a su peregrino. Y, como
camente por definición», una historia de reyes. Los corografistas hablaban de
ya he dicho antes, a menudo me venía la idea de que ojalá pudiese
lugares concretos: «en ellas Inglaterra es Devonshire, Stafford y York; Strat-
encontrar yo ese camino hacia el cielo. Uno de los siguientes libros que
leí fue una Historia de José, una obra escrita al estilo del Mesías de ton Hundred, Cripplegate Wood y la Diócesis de Rochester... lealtad a Ingla-
Klopstock o del Paraíso perdido de Milton, en el sentido de que es en terra es aquí sinónimo de lealtad a la tierra, a sus condados, ciudades, pue-
parte verídica y en parte ficción. Pero yo la tomé también por una his- blos, villas, mansiones y distritos, incluso a sus accidentes geográficos no
toria real. En aquel momento, no tenía ni idea de que se pudiesen escri- habitados»." Aún quedaba otro campo: el de los libros de buhonero y las
bir y editar obras con la apariencia de un libro de historia, pero cuyo novelas «de artesanos» de Thomas Deloney," en las que se nos dan a conocer
contenido no fuese ciento por ciento real. Naturalmente, yo otorgaba cenicientas masculinas como Jack de Newbury, presunto intermediario en el
credibilidad absoluta a cualquier aseveración pronunciada en tono negocio de la lana, y Dick Whittington, aprendiz que llegó a Alcalde Mayor de
solemne o a cualquier frase impresa en las páginas de un libro... Londres; nacía así un nuevo tipo de héroe en sustitución de los gigantes y mata-
Algún tiempo después, comencé a aficionarme a otro tipo de gigantes del folclore primitivo: el niño pobre que llega lejos. Por último, se
libros. Leí con gran avidez todos los cuentos de hadas a los que pude
podría hacer mención del tratamiento de temas históricos en el teatro, tanto en
echar el guante, y novelas de todo tipo, disparatadas o estúpidas. Tam-
bién leí los cuentos del Barón de Munchausen, A Thousand Notable las crónicas escenificadas de Shakespeare y Marlowe como en el género de la
Things, The Oddest of ah Oddities y unas cuantas obras más del estilo. pantomima popular, que en opinión de algunos especialistas actuales nació
De hecho, leía todo lo que me salía al paso, y con gran avidez. Des- como vehículo de recreación de los temas de los folletos históricos de bolsillo.'"
pués me hice con Life and Adventures of Robin Hood, Blind Jack of En el siglo xix se podía elegir entre todo tipo de obras de temática histó-
Knaresborough, Eugene Aram, Mary Bateman y unas cuantas histo- rica, que se hacían la competencia entre sí. Estas abarcaban —tomando como
rias más de personajes notables o de ladrones y salteadores de caminos vara de medir la intensidad del enfoque bélico— desde historias de «tambor y
famosos. Un poco antes de esto, quizá, leí Robinson Crusoe. Pero tam- corneta», ultrabelicosas y enormemente populares, como Fifteen Decisive
bién lo tomé por una historia verídica. En la época en que leí Robinson Battles of the World, de Edward Creasy (libro que, según parece, se mantuvo
Crusoe, no tenía ni idea de que existiesen obras de ficción, como las continuamente en prensa desde su publicación en la década de 1850 hasta la
novelas, ni nada por el estilo. Me gustó mucho Robinson Crusoe hasta Primera Guerra Mundial), hasta textos escolares con títulos tan significativos
que llegué a la parte final, en la que me empecé a cansar.'
como la History of England with the Wars Left Out, de G. Pitt, que alcanzó su
tercera edición en 1893. El propio armazón de este tipo de manuales no era
En la Inglaterra isabelina, cuando la investigación basada en fuentes
en absoluto de una sola pieza, sino que podían estar escritos hasta en media
escritas daba sus primeros pasos, había como media docena de versiones
docena de tonos distintos, con capítulos sobre moral y buenas costumbres
alternativas del pasado a elegir. Estaban, para empezar, la historia legendaria como contrapeso de otros dedicados al desarrollo de las instituciones públi-
de Godofredo de Monmouth y las Crónicas de Brut, que —a pesar de las dañi-
cas o a historia de los linajes." De manera análoga, en las antologías y selec-
nas críticas de Polidoro Virgilio— se mantuvieron como versión oficial del
ciones de lecturas escolares figuraban, codo con codo, poemas de contenido
pasado de la nación hasta la década de 1590." Después estaban las historias
heroico como los compuestos por Lord Macaulay y la Sra. Hemans —que
eclesiásticas, en especial el Acts and Monuments, de Foxe —tan indispensable
suponían una invitación a adoptar una percepción épica del pasado— y des-
en el púlpito como el Book of the Common Prayer—, y la History of the
cripciones pictóricas de la vida rural de antaño.
Reformation, de Knox. Ambas obras fueron al tiempo textos clave de la pro-
La idea de que la historia es una «disciplina» autónoma, o una materia
paganda protestante y también, en cierto modo, modelo de las historias filo-
independiente, es relativamente reciente, y quizá quepa datar su origen no
sóficas de la Ilustración." En una parcela creativa bien distinta estaban las

39 Richard Helgerson, Forms of Nationhood Elizabethan Writing of England, Chicago, 1992.


36 The Life of Joseph Barker, Written by Himself, Londres, 1880. 4° Laura Caroline Stevenson, Praise and Paradox: Merchants and Craftsmen in Elizabethan
3' F.J. Levy, Tudor Historical Thought,
San Marino, 1967; Denys Hay, Polydore Vergil, Popular Literature, Cambridge, 1984.
Oxford, 1952; Annalists and Historian, Western Historiography from the VIIIth to the XVIIIth
41 Una obra reciente, que da cuenta detallada del tema, es Ronald Hutton, The Rise and Fall
Century, Londres, 1977, págs. 118-122.
of Merry England: The Ritual Year, 1400-1700, Oxford, 1994.
38
Mary Fearnly-Sander, «Philosophical History and the Scottish Reformation: William 42 J.C. Curtis, A School and College History of England, Londres, 1960; W Longman, Lec-
Robertson and the Knoxian Tradition», Historical Journal, vol. XXXIII, n° 2, 1990, págs. 323-338. tures on the History of England, Londres, 1860-61.
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antes del período de entreguerras, cuando la publicación de obras de conteni- una generación de historiadores profesionales, puristas recalcitrantes, hizo
do científico se convirtió en una actividad profesional. El desarrollo de estu- suya la interpretación de la historia propia de los «Whigs» —contraria a la
dios sobre historia local —término que parece haber entrado en uso sólo a par- aristocracia— y declaró la guerra a los amateurs de extracción noble. Por últi-
tir de los años veinte— estuvo, durante el siglo xix, en manos de especialistas mo, la intensidad de estos alcanzó nuevas cotas en la posguerra, cuando la
en historia de la Iglesia que estudiaban la base estructural de ésta, y de natu- econometría se impuso como nuevo enfoque metodológico: para los historia-
ralistas que hacían un seguimiento de la flora y fauna autóctonas. De manera dores de la economía de los cincuenta, prácticamente cualquier tipo de dato
análoga, la historia de los objetos de uso cotidiano —buque insignia de los que no fuese cuantificable era susceptible de recibir la peyorativa calificación
métodos de «enseñanza práctica» de la pedagogía progresista de los setenta— de «literario» y «subjetivo»." Y, sin embargo, lo «literario» continúa siendo
estaba, en sus inicios, bajo la jurisdicción de etnógrafos del estilo del Jona- un ingrediente esencial del atractivo de la historiografía y el oficio de histo-
than Oldbuck de Walter Scott. Cuando, por ejemplo, William Francis Collier, riador. No resulta dificil, por ejemplo, detectar influencias de la literatura
prolífico autor de textos de historia escolares del período victoriano medio, gótica moderna en el actual entusiasmo académico hacia el estudio de lo
quiso seguir el ejemplo del «Capítulo III» de Macaulay y ofrecer al lector sobrenatural; al mismo tiempo, la belleza del horror puede ser no el menor de
pasajes dedicados a «tradiciones», se basó en las investigaciones de «eminen- los motivos que justifique la aparición —en fecha reciente— de gran cantidad
tes etnógrafos como Thomas Wright».43 Esta idea fue plenamente desarrollada de publicaciones científicas sobre tanatología, el renovado interés que la bru-
en una continuación publicada en 1865, Tales of Old English Life, or Pictures jería despierta entre los eruditos (y entre las feministas),47 y la avalancha de
of the Period. En ella se combinaban personajes auténticos con relatos de fic- escritos sobre acontecimientos festivos de corte carnavalesco como las ejecu-
ción; se presentaban diálogos imaginarios, pero la narración se basaba en «los ciones públicas." En otro ámbito, el cultivo de la microhistoria y la actual
resultados más recientes de la investigación etnográfica»; y se tenía a gala la insistencia en el estudio de los pequeños detalles de la vida cotidiana, podría
minuciosidad en la pintura de detalles cotidianos." alinearse con el realismo minucioso preconizado por la nueva ola de fotogra-
En el siglo xix, según la opinión más extendida en la época, se considera- fía y literatura de los sesenta, o incluso con el atractivo derivado —en la línea
ba la historia como una rama de la literatura: inferior, sin duda, a la poesía, marcada por Auden— de la yuxtaposición de lo épico y lo cotidiano.
pero situada al mismo nivel que la oratoria; y desde luego superior a la nove- Cuando Jean Bodin comenzó, en 1566, la redacción de su Method for the
la o la comedia de costumbres, que no pasaban de ser un mero entretenimien- Easy Comprehension of History —cuya lectura todavía resulta de interés en la
to. Sir Walter Scott, el gran arquitecto del realismo histórico, basaba sus per- actualidad—, distinguía tres clases de narración histórica: la primera se ocupa-
sonajes y sus episodios principales —incluidos los más melodramáticos, como ba del hombre, la segunda de la naturaleza, la tercera de Dios.49 La historia
la noche de bodas en «La novia de Lammermoor»— en recuerdos recogidos natural había sido habitualmente englobada en lo que se vino a llamar «filo-
de primera mano y en la tradición familiar; y concedía gran importancia en sofía natural» o «teología natural», y cuando llegó a las aulas lo apropiado
sus prefacios y notas a resaltar cuán fielmente se correspondían sus argumen- era que lo hiciese bajo la etiqueta de «biología», a despecho de que una
tos con la tradición oral. No menos en deuda con la lengua viva estaban sus minoría de historiadores de condado, siguiendo el ejemplo de la Natural His-
diálogos, incluso por lo que a la utilización de arcaísmos se refiere. tory of Staffordshire, de Robert Plot, se dedicaron a estudiar la flora y la fau-
Los historiadores «literarios» —esos hombres de letras, fanáticos de la na de su zona. Los clubes de amantes del campo y sociedades de historia
erudición y sabios victorianos que gozan de tan buena prensa en las colum- natural del siglo xix —de ideología liberal, según parece, mientras que los
nas de las publicaciones periódicas— comenzaron a ser objeto de ataques en etnógrafos eran Tories— disfrutaron de gran predicamento a escala local; lo
la década de 1870, cuando las escuelas de historia comenzaron a encontrar mismo cabe decir del movimiento de fomento de los museos, que se ocupaba
acomodo en las universidades de mayor solera, y esta materia se vio envuelta
en un halo de prestigio en su calidad de instrumento de aprendizaje ideal para
el oficio de estadista." Los ataques se redoblaron en los años treinta, cuando 4' Jacques Le Goff, «The Marvelous», The Medieval Imagination, Chicago, 1988 [ed. cast.:
Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, trad. Alberto Luis Bixio, Barcelona,
Gedisa, 1986]. Ed. Joy Kenseth, The Age of the Marvelous, Chicago, 1992.
47
Lyndal Roper, Oedipus and the Devil, Witchcraft, Sexuality and Religion iri Early
43 William Francis Collier, The History of England with a Sketch of our Indian and Colo- Modern Europe, Londres, 1994.
nial Empire, Londres, 1864, pág. v. 48 Thomas W. Laqueur, «Crowds, Carnival and the State in English Executions, 1604-
44 William Francis Collier, Tales of Old English Life, or Pictures of the Periods,
Edinburgo, 1868», en A.L. Beier et al., eds., The First Modern Society, Cambridge, 1989. Peter Linebaugh,
1868; Thomas Wright y Richard M. Dorson, The British Folklorists: A History, Londres, 1968, The London Hanged: Crime and Civil Society in the Eighteenth Century, Londres, 1981; V.A.C.
págs. 61-66; C.R. Smith's Retrospections, Vol. I, Londres, 1883, págs. 76-84. Gattrell, The Hanging Tree: Execution and the English People,1770-1868, Oxford, 1994.
43 Rosemary Jann, The Art and Science of Victorian History,
Ohio, 1986, pág. 218.
44
Jean Bodin, Method for the Easy Comprehension of History, Nueva York, 1945.

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HÍBRIDOS

de organizar exposiciones de curiosidades naturales." Pero la historia con Es posible que toda obra historiográfica esté condicionada por la presen-
mayúsculas —incluso la historia social de J.R. Green y Lord Macaulay— tomó cia de un mito inmanente," o —más en concreto— por lo que F.M. Cornford
un rumbo bien distinto.
denominó «Mythistoricus»: una noción de la historia fraguada en un molde
Hoy día, la historia natural es un campo en expansión tanto en el ámbito de conceptual, «ya sea artístico o filosófico», que «mucho antes de considerar la
la investigación basada en fuentes escritas como en el de la arqueología, y es posibilidad de crear la obra» ya está «grabado en la propia estructura mental
posible imaginar que llegará un momento en el que se vuelva a abordar conjun- del autor». En este sentido, es habitual que la combinación de gran número
tamente el estudio histórico del hombre y de la naturaleza, como aparentemen- de datos nos sirva para ilustrar o ejemplificar verdades relativamente senci-
te sucedía en tiempos de Bodin. La obra de Keith Thomas Man and the Natural llas: un método típico del creador de alegorías. Todo nuestro esfuerzo va
World (1983) —libro que, desde la perspectiva de que la historia es una discipli-
encaminado a descubrir una lógica o patrón en las conexiones entre los ele-
na en manos de especialistas, surgió de la nada— consiguió hacer incluir este mentos analizados, que se antojan a priori más bien fortuitas; a dar sentido y
asunto en la agenda de la investigación científica.51 El auge de los sentimientos
extraer conclusiones de una sucesión de acontecimientos que en caso contra-
ecologistas, y la reciente toma de conciencia de que el medio ambiente es un rio podría parecer más bien producto del azar. Nuestras narraciones adoptan
entorno en peligro, podrían resultar todavía más relevantes en este sentido.
—por usar un término tomado de la morfología del folclore de Vladimir
Como sucede con toda innovación en investigación superior, el giro hacia
Propp— la forma de «cuentos-tipo».
—o retorno a— la historia natural respondió sin duda a múltiples razones. Fue
El siglo xix, que contempló el paulatino desarrollo de la idea de la histo-
en parte propiciado por la nueva arboricultura de los sesenta, y de hecho Oli-
ver Rackham, el autor más leído de la nueva hornada de historiadores con ria «científica»,57 fue también una prolífica fuente de nuevas leyendas histó-
ricas. Por poner un ejemplo, tenemos la recurrente presencia de teorías del
conciencia ecológica, ha jugado un papel destacado en las campañas en
desarrollo histórico en dos, tres, cuatro o —en el caso de Marx— cinco etapas,
defensa de la recuperación de superficies boscosas antiguas." Los defensores
que suponen una actualización moderna del mito medieval y premedieval de
de los derechos de los animales, por su parte, podrían arrogarse el mérito de
haber creado el clima de opinión adecuado para que asuntos tales como el Las Cuatro Edades del Hombre. O se podría mencionar la popularización de
estudio de la importancia social del caballo de tiro en la Inglaterra del siglo historias apócrifas, como la de Guillermo Tell, por medio de los típicos libros
xix," o de la explosión demográfica del conejo en el siglo xiv, sean conside- entregados a los niños como premio a su asistencia a la catequesis de los
rados materia legítimamente merecedora de recibir la atención de la investi- domingos. En Francia, merece posiblemente la pena prestar atención al
gación superior; de hecho, este tipo de estudios son hoy en día considerados mythe celtique, cuyo tratamiento en la obra de Eugéne Sue Histoire d'une
innovadores.54 Amigos de la Tierra y otras organizaciones de reciente funda- famille prolétaire á travers les ages resulta —a ojos de lectores de izquierdas—
ción, como la Asociación del Suelo, han insuflado nueva vida al estudio del memorable. En Gran Bretaña, el mito de «la Inglaterra feliz», que es descrita
paisaje, que los profesores Hoskins y Beresford consideraban, en los cuaren- en las páginas de Cobbett y Carlyle en los términos de un paraíso perdido, y
ta, germen del posterior desarrollo de la historia local. Y es posible —este representada en las artes gráficas como alternativa bucólica a las incomodi-
asunto es necesariamente materia de especulación— que los saboteadores de dades de una civilización basada en el comercio, está profusamente docu-
cacerías hayan sido indirectamente responsables de la fascinación, mezclada mentado en un amplio corpus todavía pendiente de la necesaria labor de
con horror, que en los historiadores del Imperio Británico vienen últimamente recopilación y organización. No es ése el caso de la documentación relativa
despertando las sangrientas aficiones al aire libre de los constructores del al culto al código caballeresco, que ha sido objeto de cuidadoso tratamiento
imperio en África y en la India Británica." en el Return to Camelot de Mark Girouard.
Guarda relación muy cercana con los asuntos recién comentados el des-
cubrimiento, en el siglo xix, de figuras de la mitología nacional como Boadi-
5" Philippa Lcvinc, The Amateur and the Prolessional;
una atractiva introducción a la mate- cea55 (que desapareció del registro histórico durante mil años y no obtuvo
ria la proporciona Lynn Barber, The Heyday of Natural History, 1820-1870, Londres, 1980.
51 Keith Thomas,
Man and the Natural World: Changing Attitudes in England, 1500-1800,
Hermondsworth, 1984.
52 Oliver Rackham, The History of the Countryside,
Londres, 1986; Trees and Woodland in
the British Landscape, Londres, 1990.
53 F.M.L. Thompson, Victorian England, the Horse-Drawn Society,
F.N. Cornford, Thucydides, pág. viii.
5"
Londres, 1971. Donald. R. Kelley, «Mythistory in the Age of Ranke», en George C. Iggers, ed., Leopold
54 Harry Thompson and Carolyn King,
The European Rabbit; History and Biology of a
Successlid Coloniser, Oxford, 1994. van Ranke, atribuye una influencia enorme a la «historia científica» de Ranke, cuya hegemonía
—apunta-- no ha sido puesta en cuestión hasta la llegada del postmodernismo contemporáneo.
u J.M. Mackenzie, Empire of Nature; Hunting, Conseryation and British Imperialism,
Manchester, 1990. 58 Raphael Samuel, ed., Patriotism: The Making and Unmaking of National Identity, vol.
National Fictions, Londres, 1989.
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mo interior. En su vertiente de arte consciente de su función, la historia
realmente pleno reconocimiento hasta la época victoriana) o Juana de Arco"
comienza con monumentos e inscripciones y, como apuntan los registros del
(una de las adiciones de Michelet al panteón de la democracia). Los cuader-
nos de vocabulario de las asociaciones de dialectología comarcal o las sec- entorno urbano, la influencia de los grafitos no es hoy en día un factor desde-
ciones de «curiosidades» de la prensa de provincias proporcionan la base ñable en la modificación de la percepción que los ciudadanos tienen de la
para otro tipo de investigaciones; nos movemos aquí en el terreno de las historia. La influencia de los videojuegos y la ciencia-ficción resulta no
leyendas surgidas en torno a topónimos, del auge del fenómeno del fantasma menos relevante para intentar explicar por qué conceptos como la inversión
al acecho en centros de trabajo (las minas de carbón victorianas parecen del orden cronológico o el viaje por el tiempo han pasado a ser un procedi-
haber estado infestadas de ellos), y de la difusión de tradiciones locales de miento habitual de torna de contacto con la idea del pasado.
nuevo cuño que surgieron al hilo del cambio social y medioambiental. En La historia debe mucho de su vitalidad a movimientos paralelos en el
este punto, podría resultar de interés la popularidad de The Ingoldsby ámbito de la política y la literatura. En la Francia del Renacimiento, al igual
Legends, superventas de época victoriana, con una sólida masa de devotos. que en la Inglaterra jacobina, su fortuna corrió íntimamente unida a la de la
Esta obra se basaba en folclore del condado de Kent para ofrecer una especie jurisprudencia, y de hecho -si secundamos las conclusiones de las investiga-
de versión, estilo Home Counties, del Minstrelsy of the Scottish Borders de ciones de Donald R. Kelley-, la consideración sobre los orígenes y naturale-
Sir Walter Scott y reivindicar, al tiempo, el uso del derecho a hacer reír que, za del feudalismo se remonta, aparentemente, a debates académicos entabla-
en las décadas de 1840 y 1850, parecía exclusivamente reservado para las dos entre juristas en el siglo xvi. En enseñanza, la historia ha sido a menudo
obras de contenido histórico elaboradas en clave de humor!'° asociada a lo que se denominó, en la Inglaterra eduardiana, «educación cívi-
ca». En los años veinte, cuando en el ámbito educativo existía un decidido
El mundo, en opinión de los más reconocidos geógrafos, se divide en empeño de fomentar la unidad de los pueblos del mundo, el aprendizaje de la
Europa, Asia, África, América y Romney Marsh. En esta quinta parte historia estaba fuertemente vinculado a los ideales de la Liga de las Naciones
del mundo, que hemos mencionado en último lugar, todavía es posible Unidas. Al mismo tiempo, el recién descubierto entusiasmo por la historia de
ver de vez en cuando, si el tiempo acompaña (o sea, cuando hay tor- lo cotidiano no estaba menos en deuda con el tipo de localismo que se podía
menta), a una bruja salvando Dungeness Point a bordo de una cáscara
de huevo, o sobrevolando a toda velocidad Dymchurch Wall montada encontrar en el valle del Támesis o en los Cotswolds.
en el palo de su escoba. Más allá de estos préstamos -o sincretismos- culturales, está el asunto de
la orientación política de la historia, el cual -en virtud de una especie de re-
La historia ha sido siempre una forma híbrida de conocimiento, que mez- torno de lo que se ha intentado reprimir- constituye ahora un tema ineludible
cla pasado y presente, recuerdo y mito, el registro escrito y el testimonio oral. en cualquier consideración sobre pedagogía o política investigadora. Dificil-
Su temática es heterogénea. En el recuerdo popular, si no en la investigación mente cabe poner en entredicho la influencia del feminismo, que en cuestión
de alto nivel, la gran inundación o la tormenta anómala pueden eclipsar gue- de veinte años ha generado una sociología propia, ha desestabilizado o des-
rras, batallas y subidas al poder o caídas de gobiernos. Como forma de montado la historia del movimiento obrero, y ha puesto en tela de juicio todos
comunicación que es, la historia encuentra vehículos de expresión no sólo en los esquemas sociales que dábamos por sentados, a pesar de lo cual todavía
crónicas y comentarios, sino también en baladas y canciones, leyendas y pro- parece posible que, en el campo de la historia política, se celebren reuniones
verbios, adivinanzas y rompecabezas. La liturgia eclesiástica nos ofrece una de especialistas integradas exclusivamente por hombres. En el momento de
versión de ella: la Historia Sagrada; los ritos populares, otra. Un inventario escribir estas líneas, resulta particularmente transgresora, y particularmente
puesto al día debería estar igualmente atento a la labor de recuperación del fructífera, la historia de la homosexualidad, que se atribuye capacidad de aná-
recuerdo histórico atribuible a los publicistas -por más que ésta sea involun- lisis sobre la totalidad de las facetas de la condición humana, y se nutre tanto
taria-, y a la influencia de la promoción del turismo, especialmente del turis- del estudio de los siglos oscuros del medievo como de los tiempos modernos.
Su intuitiva sensibilidad e interés hacia el mundo de las apariencias y su afán
por tomarse en serio los asuntos de los que se ocupa -así como su simpatía
innata hacia lo prohibido y lo transgresivo-, la convierten en una disciplina
" Para detalles sobre el descubrimiento de Juana de Arco por parte de Michelet, véase
Gabriel Monod, La vie et la pensée de Jales Michelet, París, 1923; y el delicioso ensayo de académica específicamente propia de nuestro tiempo.
Roland Barthes. En un momento en el que el número de matriculados en estudios superio-
60 Richard Harris Barham, The Ingoldsby Legends, Londres, 1961. Las leyendas fueron ori-
res va en aumento, en el que están apareciendo nuevos campos de investiga-
ginalmente publicadas por Dickens en la Bentley's Magazine. Ilustradas por Cruikshank, Leech
y Tenniel, fueron objeto de constantes reediciones en formato de libro. ción fuera del ámbito universitario, y en el que el conflicto entre la persona-
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lidad del individuo y su pertenencia a un colectivo pone a la historia en pri-
mera línea de la actividad docente, sería absurdo que los historiadores aban-
donasen el terreno de la consideración moral y política, quisiesen regresar al
cultivo de una historia con mayúsculas -es decir, a una narración magistral
unívoca- o intentasen recluirse en el retiro enclaustrado de un cubículo de ÍNDICE ANALÍTICO
biblioteca.

abadía de Medmenham 217 Alexandra, Princesa 448


Abadía de San Agustín 47 Alfredo el Grande 60, 449n, 508
abadía de Tintern 9, 205 Allan, Mea 42n, 297n
Abbey Mills 326 Allen, David Elliston 268n
Abbeydale 226 Allingham, Helen 278
Abercrombie, Sir Patrick 269, 356 almacenes, véase muelles
Aberdeen 208, 249n Altick, Richard 52n, 217
Abingdon 86, 415n amateurismo; historia; relación con
aborígenes 367 el patrimonio histórico 271,
aburguesamiento 461-463; véase tam- 293-299; resurrecciones 181,
bién clase social 197, 210, 211, 224, 229, 230;
accesorios 88-90 saber extraoficial 21, 22, 47-49,
acción directa, véase grupos y cam- 51; véase también historia fami-
pañas de presión liar; en el hogar 69-71, 75, 95-
Accrington Stanley 125, 127 97, 100, 101, 186, 187
Acton, John E. E. D., Lord 496 ámbito doméstico, énfasis en el 328,
actuación, véase recreación; teatro 411, 412; resurrecciones 194-
Adam, Robert y James 93, 241 197, 223-225, 230, 231, 235-238
Adamson, Robert 382, 431n ámbito privado, véase ámbito do-
Addyman, Peter 13, 203n, 214 méstico
Adler, Ruth 353n Ambrus, Victor 51n
adoquines 97, 99, 182, 185, 213, 293 American Retro 13, 110
Adorno, Theodor 388 Amigos de la Tierra 171, 249, 272,
afroamericanos 341 367, 514
Agee, James 392n, 434 Amigos del Lake District 356n
agentes inmobiliarios 94, 101, 151 Amos, Adrian 14, 290n
Agustín, San 9, 47 Ámsterdam 129, 313n
Aickman, Robert 222n, 362, 363n Anderson, Lindsay 317, 375
Ainsworth, Harrison 22 Anderton, James 139
Aitken, Jonathan 233n anfiteatro de Astley 25
Albeck, Pat 362 animales, véase reservas de flora y
Albert Docks (Liverpool) 214 fauna
Albert Hall 46, 148n, 157 Anson, Brian 292n
Aldermanbury 256n antepasados, véase historia familiar
Aldermaston 327, 354 anticuarios/anticuariado; isabelinos
Alderson, Stanley 186 510, 511n; véase también Aubrey;
Alemania 13, 114, 342, 394, 503n Scott; Percy; Stukeley; Thoms;
Alexander, Sally 15, 376 Wright
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