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Analisis Novela El Mar y La Serpiente
Analisis Novela El Mar y La Serpiente
La narradora de la historia es la niña. Su voz, a medida que crece, va marcando los cambios en la
edad y en el pensamiento. A su vez, los cambios en la voz van de la mano con el cambio de
capítulo. Hay una referencia clara a la idea de crecimiento. Así la conciencia autorial construye en
el héroe una forma de conocerla desde su palabra y desde los cambios entre su palabra y el
conocimiento de su realidad. El camino hacia la verdad es un camino que rememora a su país, su
familia y a sí misma.
En la novela, el desaparecido es más amplio de lo que parece. El padre de la niña-héroe, como dije,
desaparece antes de que comience la dictadura. La única presencia del padre dentro de la diégesis
es en el inicio del primer capítulo llamado “la niña”. El padre sale a escena con las características
de un sujeto con un rol social fuera de la casa. Asimismo, es una persona afectuosa. Son las únicas
dos acciones. Llegar del trabajo y darle cariño a su hija. Entonces, como consecuencia de sentido,
la novela se ocupa más de representar la ausencia del padre que de mostrar cómo desapareció. El
énfasis está en los efectos que la desaparición produjo en la familia, particularmente en su hija.
La pregunta clave que organiza la investigación de la niña es la que repetidas veces se escribe bajo
la forma de ¿y papá? Esta pregunta puede leerse, mediante una operación de lectura, como parte
de una cadena de enunciados histórica en torno a la dictadura. El puntapié quizá sean las madres
que rodearon la Plaza de Mayo en 1977 y preguntaban por sus hijos desaparecidos. La pregunta va
transformándose también a lo largo de la novela y da cuenta del diálogo social que condensa.
Las respuestas a la pregunta de la niña van organizando el camino hacia la verdad (inconclusa) de
los hechos. Se fue en bici… no sé… papá no está… está trabajando… ya viene… se perdió… son las
respuestas iniciales que recibe. Respuestas teñidas de sospecha al ir acompañadas de un llanto o
una risa falsa. Este tipo de enunciados pueden ser leídos como la presencia clara de la doxa
(entendido como “sentido común” o sistema de creencias). No dar una contestación verdadera por
el solo hecho de ser niña pone en evidencia el proteccionismo.
Si pensamos a esta novela como género literario de la novela detectivesca, el juego indicial ya está
funcionando. La nouvelle comienza por una desaparición, un crimen y un misterio. El personaje
principal asume la figura de investigadora en el sentido de que es ella quien necesita saber la
verdad del enigma y es ella quien hace las preguntas. El juego indicial está a cargo de los
familiares del padre de la niña. Ya sea la esposa como los abuelos y tíos del hombre desaparecido.
Pero también se puede leer esta novela en clave psicológica: la ausencia del padre es un hueco en
el rol de la crianza de la niña. Rol económico y rol afectivo son los más visibles (luego se verá su rol
como militante). Dice la novela: “Papá no está y no me hace upa y no me levanta por el aire y no
me hace reír” (Bombara, 2005: 16). El desaparecido no es sólo una ausencia física sino también
emocional.
Otra característica muy importante es que la novela habla de desaparecido pero no deja dudas de
que el padre está muerto: “Yo le dije que papá murió y que quiero estar en el mar” (Bombara,
2005: 23). En la palabra de la niña ya se dio el paso que va desde el pedido de aparición con vida a
la aceptación de la muerte del padre. La conciencia autorial con esto revisa el eufemismo que
existe detrás de la palabra desaparecido. Aquí ingresa una cadena de enunciados muy importante.
Uno. Videla cuando habla del desaparecido como que no tiene entidad, es un eslabón substancial.
Dos. También el represor Ramón Genaro Díaz Bessone cuando, ante la cámara de la
documentalista Marie-Monique Robin, admite las desapariciones y su potencialidad estratégica
para proseguir la falsa guerra sucia sin ser censurados por el Papa, por ejemplo. Tres. Las múltiples
marchas que desde el 30 de abril de 1977 y hasta la fecha se sucedieron con proclamas en relación
a los desaparecidos. Cuatro. La semiosis está abierta constantemente a nuevos sentidos.
La segunda serie de respuestas ante las interrogaciones de la niña por la ausencia de su padre y su
ya consabida muerte siguen en el campo del ocultamiento de la verdad. Dice la novela: “papá se
murió en un accidente, se le paró el corazón y se murió” (Bombara, 2005:24). Esta instancia
guarda mucha relación con la etapa histórica de la dictadura. El ocultamiento de la verdad por
parte de las autoridades fue una política de Estado. En buena medida, la conciencia autorial desliza
aquí desde una perspectiva micro, una situación macro histórica. De nuevo, el diálogo social
ingresa al enunciado con sus resonancias. También esta parte del relato marca la presencia de la
doxa. El ocultamiento de la verdad fue una etapa histórica precisa pero, si se le suma que la verdad
se le oculta a una niña, la estrategia se sobredetermina porque se ve claramente la censura en
torno a qué contenidos son políticamente correctos para el sujeto de la infancia.
Estos ocultamientos vienen de la mano con cierta noción de infancia. Los límites que la
construcción social de la infancia pone devienen en reglas, miedos, proteccionismos que refuerzan
la construcción de infancia como espacio de reproducción del statu quo. Se cruzan dos miradas, el
niño como sujeto de protección con el niño como sujeto de derecho (3).
Para seguir con las aproximaciones al ideologema del desparecido, en este caso el desaparecido es
papá con las características ya mencionadas. Pero su caracterización no se queda ahí. En la novela,
aparece el papá de Malena, una amiga de la niña-héroe. El papá de Malena es soldado. Las
características de este hombre son opuestas a las del anterior hombre de la novela, el padre de la
niña. Dice: “Malena tiene un papá que es soldado y trabaja todo el día y cuando llega mira la tele.
El papá de Malena no habla… nunca hay que hacerlo enojar, porque grita, me dijo” (Bombara,
2005: 34). Está claro el juego de oposiciones: padre afectivo/soldado que no habla, se enoja y grita.
Sujeto amenazante. La conciencia autorial al hacer ingresar al soldado a la novela toma una
decisión importante en relación al horizonte ideológico: los militares están del lado negativo, los
militantes del lado positivo (esto de los militantes será ampliado en breves). La axiología está
explícita en los valores que componen a los desaparecidos, siempre positivos. Los que componen a
los militares, siempre negativos, enraizados en el campo semántico del miedo y de la muerte.
Segundo capítulo. La historia. El lenguaje de la niña hace un cambio radical. El registro infantil
marcado por la inocencia, las frases cortas y una cierta limitación en el uso de las palabras ahora
hace un vuelco enorme. Han pasado ocho años. La elipsis en la diégesis es de consideración. El
enigma motor de la búsqueda de la verdad sobre su padre vuelve a escena. La niña vuelve con la
pregunta. Ahora surgen las respuestas más francas: sabe que es hija de desaparecido. El
ideologema se vuelve a cargar de nuevos significados. La familia queda marcada por la ausencia.
Son familiares de desaparecido. Es ésa una marca, un estigma en la sociedad. Dentro de la novela,
la hija del desaparecido está caracterizada como un sujeto marcado susceptible de ser
discriminado por el resto. Así, es que la madre le pide que oculte tal condición en la escuela y con
sus amigas.
En esta parte de los resultados del análisis, quisiera traer un vínculo con la literatura que tematiza
el pasado dictatorial. La novela La casa de los conejos de Laura Alcoba establece una situación
similar a ésta. La relación de los niños con sus padres implicados como víctimas en el terrorismo de
Estado deviene en una forma de habitar el mundo particular: el ocultamiento de la cualidad de ser
hija de desaparecido o hija de alguien perseguido por la dictadura. Esta manera de habitar el
mundo funciona como una memoria del pasado en donde los modos de circulación del miedo
toman forma. Dice la novela: “Era realmente muy extraño hacerlo en el mismo cuaderno que me
habían comprado para ir al San Cayetano, donde debía ocultar y callar todo” (Alcoba, 2008:115).
Así, ingresa un modo de captar el mundo enraizado en la mirada de una niña. Lo que los niños
vivieron durante la dictadura ingresa a la novela como trabajo de la memoria artísticamente
organizado.
De vuelta en El mar y la serpiente. Sabemos que el padre de la niña desaparece antes de que
empiece la dictadura. Entonces, la novela se ocupa de dar cuenta de los verdugos. Como dije, la
pregunta que da el puntapié es ¿y papá? Al avanzar la novela y el crecimiento de la niña, las
preguntas se complejizan. Ahora es ¿Por qué secuestraron a papá? O ¿Por qué desapareció papá?
Dice la novela: (diálogo entre la niña y la madre)
-A tu padre lo secuestró la Triple A
-¿No fueron los militares? Me habías dicho que fueron militares.
-No. Fue unos meses antes de que subieran los militares. Un hombre, López Rega, formó grupos de
militares que se dedicaban a desaparecer gente mientras estuvo Isabel Perón en el poder.
-¿Y por qué a él?
-No fue sólo a él, hija. Fueron miles de iguales que él. Todos los que pensábamos distinto
estábamos en peligro (Bombara, 2005: 60).
Surgen varios elementos dentro del diálogo entre la madre y la hija. Se da en el ámbito íntimo y
privado de la relación familiar, éste es el espacio del decir que engloba todo y avanza sobre la
creación de la imagen del lenguaje. Aparece un elemento de la historia: la Triple A. Es importante
este elemento porque entran en juego las desapariciones anteriores al 24 de marzo de 1976. El
lapso de tiempo que se actualiza y rememora es más amplio, por consiguiente, más complejo
porque intervienen más personas decisivas. Dos nombres importantes: López Rega e Isabel Perón.
Se ven, se leen, los verdugos con más claridad porque tienen nombre. Y las víctimas- los
desaparecidos- son cantidad, son masa. Son miles.
La lógica es la misma en todas las desapariciones sugeridas: pensar distinto. Es en el plano
ideológico de las visiones de mundo en donde se chocan las personas: la militar y de la Triple A. La
lógica del desaparecido es pensar distinto y querer cambiar las cosas. La lógica de los verdugos es
la de hacer desaparecer, secuestrar y torturar. Las consecuencias de sentido se pueden ver en
distintos planos. Lo real: López Rega, Isabel Perón, la Triple A, miles de desaparecidos. El plano de
las representaciones: una mamá, una niña y un padre desaparecido. El plano del ideologema del
desaparecido: pensar diferente. Ser portador de una visión de mundo. Esta característica junto con
su rol de padre lo llena de sentido como sujeto social para rememorar. Es decir, el trabajo de la
memoria (que se da entre la madre y la hija) sucede a partir de la pérdida del padre y de la pérdida
de una persona portadora de un pensamiento, de una lógica opuesta a la del Estado y afín a la de
miles de personas desaparecidas. Lógica de los desaparecidos, del pensar diferente, que luego va a
ser signo identitario en la niña hija de desaparecido.
Como manera de rastrear el diálogo social en la novela, quisiera traer las palabras de Néstor
Kirchner en torno a la militancia política, (específicamente el discurso pronunciado el 24 de marzo
de 2004 en la ex ESMA). Cito: “(…)cuando cantaban el himno, veía los brazos de mis compañeros,
de la generación que creyó y que sigue creyendo en los que quedamos que este país se puede
cambiar. Fueron muchas ilusiones, sueños, creímos en serio que se podía construir una Patria
diferente (…)”. Es notable cómo estos dos enunciados dialogan reforzándose el uno con el otro. A
su vez, la novela agrega y especifica el grupo al que pertenecían los padres de la niña como
militantes. Los dos enunciados alejan al militante de la violencia política. No hay ninguna referencia
a que los padres de la niña hayan elegido tomar las armas (4). Ésta es una decisión de la
conciencia autorial muy importante. Puede leerse desde varias perspectivas. Una probable lectura
tiene que ver con la construcción del enunciatario y los límites de las representaciones dirigidas al
destinatario joven-niño. La resultante es un valor o enseñanza: luchar por cambiar las cosas, pero
sin violencia. Un valor en pugna que el ideologema del desaparecido va a resolver en esta novela
es la violencia política. Por eso es ideologema, porque dialoga con un horizonte ideológico en
donde hay valores irresueltos. Emerge entonces la representación del pasado tamizada por un
valor en boga: la no violencia (5) como lo políticamente correcto.
De nuevo en la novela, la investigación por la desaparición de su padre gira por un momento hacia
la desaparición de su madre. Los argumentos en este caso son más escasos y se vinculan
solamente con el “buchoneo”. Pero de otra forma, dentro del relato de los hechos que hace la
madre, se insertan las condiciones de existencia de los desaparecidos dentro de los centros
clandestinos de detención y exterminio (CCDyE). Los sucesos por los que la madre atraviesa en
cautiverio dan un pantallazo general de los centros que funcionaban en aquella época. Los ojos
tapados, el pozo y las torturas entran en escena. Aquí se pone el énfasis en el desaparecido que
luego es sobreviviente y cuenta la experiencia. Se pronuncia el vínculo explícito con la verdad del
horror. Y está en la palabra de una desaparecida-sobreviviente.
De vuelta al padre de la niña: “No sabemos dónde está el cuerpo… no sabemos cómo murió”
(Bombara, 2005:71). La incertidumbre, la duda, el no saber qué pasó -los lugares más alejados del
valor que pone en circulación la novela: la verdad-marcan al padre desaparecido con sus
características más aterradoras. “Él pensaba diferente” (Bombara, 2005:73). El ideologema está
cargado por ser la víctima del autoritarismo militar. Semánticamente, es una evaluación social que
se representa tal como funciona en la discursividad social, por eso es autoritaria. Esta idea, como
viene apareciendo en el análisis, está muy reforzada en la novela.
A lo largo del capítulo, la investigación no sólo busca información en su madre sino que también se
vuelca a hurgar en la propia memoria de la niña: “Necesito que me cuentes todo…-Sí, todo lo que
no me acuerdo” (Bombara, 2005:87). Entonces, la referencia es bien directa a lo dicho sobre la
memoria como trabajo. Rememorar es actualizar e ir en contra del olvido.
La niña entrevista a su madre (rol que puede considerarse adulto de periodista-investigadora). Las
preguntas sobre la historia de sus padres son más precisas como así también las respuestas. La
militancia toma nombre de Juventud Peronista e Iglesia Tercermundista. Los jóvenes militantes
tenían 22 y 24 años cuando los hechos sucedieron. La verdad viene a completar el proceso por el
cual la niña busca su identidad. Su padre tenía buena voz y escribía bien por eso era un militante
visible.
Último capítulo. La decisión. A la joven le pide su maestra que escriba una composición para el 24
de marzo con el tema de los desaparecidos (6) (recordemos que su padre era un buen escritor de
discursos). La lectura de esa composición al frente de todos es el momento en que la niña se
arriesga a poner en evidencia ante la sociedad que ella es hija de desaparecido. En este
acontecimiento, se desliza la reivindicación de la memoria de su padre junto con la intención de
denuncia. El dialogo que se puede entablar aquí se da junto a la organización de H.I.J.O.S. de
detenidos desaparecidos. La ligadura es posible en la medida de que el rol social de H.I.J.O.S. es
similar al rol social que asumió la niña durante la novela: encontrar la verdad, denunciarla
públicamente y reivindicar a su padre. Cito de la página oficial de H.I.J.O.S.: “Todo el trabajo de
H.I.J.O.S. se basa en los siguientes lineamientos: Exigimos la reconstrucción histórica individual y
colectiva: para que cada uno pueda reconstruir su historia, saber quién es, quiénes fueron sus
padres, de dónde vienen. Porque la falta de nuestros padres es un agujero en la sociedad, los que
hoy no están serían los profesores, colectiveros, carpinteros, abogados, actores, obreros,
empleados, médicos que vivían entre nosotros(…)Reivindicamos el espíritu de lucha de nuestros
padres: porque ellos querían cambiar la sociedad, querían que las cosas fueran diferentes y por eso
se los llevaron. Luchaban para que pudiéramos tener un trabajo digno, para que todos podamos
estudiar, para que te atiendan bien en los hospitales, luchaban por una vida mejor” En
correspondencia y con una similitud visible con lo dicho por H.I.J.O.S., cito la composición final de la
novela: “Son 30000. 30000 personas con 30000 historias que no pueden contarnos. Tal vez una de
ellas sería hoy mi profesora de geografía o de música. O el chofer del colectivo que tomo a la
mañana. O quizás el señor de bigotes y ojeras que me cruzo en el subte cuando vuelvo a mi casa.
Tal vez. De esas 30000 personas extraño con todo mi corazón a una. Extraño a mi papá. Sí. A mi
papá lo hicieron desaparecer de una esquina. Se fue de mi vida como una hoja de árbol empujada
por el agua de las alcantarillas. Crecí pensando que me había dejado porque no era importante,
porque no valía lo suficiente. Pero me equivoqué. Ahora creo que lo entiendo. Después también nos
llevaron a mi mamá y a mí. Pero esa fue una tormenta que duró menos. Mi mamá siempre me dice
que todo lo que hicieron los 30000 que desaparecieron y los otros miles que aún están (golpeados
y miedosos, pero que están), todo fue para que nosotros viviéramos en un mundo mejor en donde
la palabra valga, las ideas valgan” (Bombara, 2005:106)
La construcción del sujeto/enunciatario tiene una característica preponderante. El registro del habla
y del pensamiento del personaje de la niña es el espacio en donde con más claridad se puede
observar al enunciatario construido por la arquitectónica novelesca -arquitectónica que se basa
principalmente en la idea de crecimiento. La elección por parte de la conciencia autorial del héroe
responde claramente a la construcción del enunciatario. Una niña muy pequeña, en edad
preescolar al principio hasta llegar al final de la novela a la escuela secundaria. Este proceso de
vida está marcado por, como ya dije, los cambios en el habla de la niña como también los cambios
que vive en la personalidad propia y en la relación con su entorno. Surgen tres ligaduras: el
personaje niña-joven, el lenguaje puesto en discurso y los cambios en la persona y en la relación
con su entorno consecuencia de esos cambios.
Tres momentos que dan cuenta de lo dicho: Primero, “Me voy a casa de abuela” (Bombara,
2005:11). Se nota la falta de la preposición “de” como modo de dar cuenta de la capacidad
lingüística de la niña. Segundo, “Son unas estúpidas estúpidas son unas estúpidas estúpidas son
unas estúpidas estúpidas estúpidas. ¿Qué me cantan? Chupamedias sí claro chupamedias. Bien
que cuando la maestra les dice (sic)” (Bombara, 2005:55). Se nota el cambio en las groserías que
dice. Las oraciones son más largas y se nombra a la maestra, como indicio de la etapa primaria en
la escuela. Tercero, “¿Qué les pasa a los profesores de este colegio? En la primaria nunca me
pidieron que escribiera sobre esto escribir sobre los desaparecidos ¡Y como primer trabajo del año!
(sic)” (Bombara, 2005: 99). Queda clara la transformación. La presencia de los profesores de la
secundaria y el cuestionamiento dejan a la vista el momento de la vida de la ahora adolescente. El
espacio que abre la narración dentro del párrafo marca el nudo de la problemática de la niña como
sujeto marcado socialmente por ser hija de desaparecido.
En relación intrínseca, un punto importante para entender la niñez como construcción social pasa
por pensar el paso de lo privado a lo público. Así es que El mar y la serpiente establece en el
tiempo de la historia el paso de la niña desde lo privado hacia lo público. Paso que está marcado
por el diálogo intergeneracional. En el espacio privado, la madre. En el espacio público, la maestra.
Este diálogo propone el mandato social de la memoria. La niña es depositaria de un mandato en el
orden público: hacer una composición (7) con tema los desaparecidos. En su casa, el trabajo de la
memoria se vuelve necesario para cubrir de sentido la identidad de la niña y la de sus padres. En la
escuela, el trabajo de la memoria es un acto ético que profundiza en lo ideológico. La niña pone en
circulación su verdad, su visión de mundo.
Dicho esto, es preciso ir a otro nivel de análisis y decir que es el género una forma de asimilación
verbal de la realidad. La novela detectivesca asimila una realidad muy compleja pero que deja ver
ciertas intenciones de la autora. A su vez, la novela psicológica emerge como género discursivo
matriz. La figura de la niña como un personaje inocente e íntegro que, en principal, busca
encontrar su identidad y la verdad sobre la muerte de su padre responde a la introducción de voces
de sectores de la sociedad que se hacen visibles con su problemática específica. Hablo de los hijos
y nietos de desaparecidos durante la dictadura (o fuera). Si las voces sociales son históricas, esta
voz de la niña que se introduce en la novela es un locus que cada día se hace más manifiesto en el
tejido social. Esta zona de la discursividad, de cualquier manera, no ha sido muy explorada aún.
La composición escolar como género discursivo es hacia el final de la novela el lugar en donde se
concentra la mayor toma de posición por parte del autor en relación a la desaparición de personas.
Es el núcleo semántico valorativo, síntesis de la vida de la niña hasta el momento y la del país en
relación a la dictadura. Es el agujero en la vida.
Si leemos el corpus considerando las nociones sobre la memoria, caemos en la cuenta de que la
autora en tanto agente social es una más de aquellas/os que trabajan sobre y con las memorias del
pasado. Es en ese trabajo en donde su posición ideológica y enunciativa juega un papel
preponderante.
El relato en El mar y la serpiente responde al trabajo de la memoria que Elizabeth Jelin teoriza. La
niña hace un trabajo dentro de su vida interior y privada. Trabajo de rememorar, de darle sentido a
su pasado. Trabajo que repercute en la sociedad al poder ella dar cuenta de su carácter de hija de
desaparecido. La fuerte intención de denuncia que se concentra en la composición que cierra la
novela da cuenta de la resultante de ese trabajo.
Quisiera hacer referencia a una estrategia narrativa que la conciencia autorial utiliza para la
composición de la novela. Mamá, papá e hija son los únicos tres personajes que no tienen nombre
propio y son nombrados en cambio por sus roles sociales familiares. A su vez, son los tres
personajes que de un modo u otro son secuestrados. Una lectura interpretativa posible de esta
ausencia de nombres sea la posibilidad de hacer referencia al delito masivamente cometido por los
militares de quitarle el derecho a la identidad de las personas. A su vez, quitándole el nombre a los
personajes, la conciencia autorial da la posibilidad de pensar que esos acontecimientos de la
novela le pasaron a cualquiera. Esta estrategia es bastante usada en la literatura en general.
Estamos ante una duplicación del trabajo de la memoria. La conciencia autorial y la protagonista
trabajan de forma responsable para rememorar y actualizar el pasado e insertarlo en el presente.
El mandato social de los adultos sobre la memoria se deposita sobre los niños. La necesidad
escondida en la frase “son el futuro” conlleva los peligros de una memoria que no atiende a los
cambios generacionales ni al paso del tiempo ¿Es posible la “identificación” del lector con la niña?
Notas
(1) Graciela Montes escribió “El golpe y los chicos” nueve años después de la culminación de la
dictadura. (Volver)
(2) La autora, Paula Bombara, nació en 1972 en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. Además
de escribir y publicar libros para niños y jóvenes, se graduó como bioquímica en la Universidad de
Buenos Aires en 1997 y ejerció esta profesión hasta 2004. Hasta la fecha, Paula Bombara ha
publicado cinco novelas (El mar y la serpiente, Eleodoro, La cuarta pata, La rosa de los vientos y
Sólo tres segundos) y varios libros de divulgación científica dirigidos al público infantil y juvenil. Su
novela El mar y la serpiente ha sido destacada por ALIJA en 2006 y ha merecido una mención
especial en la selección White Ravens Notable Books 2006 (otorgada por la Internationale Jugend
bibliothek München de Alemania). Las novelas El mar y la serpiente y La cuarta pata se han
publicado en toda Latinoamérica. (Volver)
(3) Este concepto es bien amplio. En este caso lo utilizo pensando en el derecho del niño a
informarse, participar y ser oído tanto en el ámbito privado como en el público en todos los asuntos
que le competen. (Volver)
(4) De ninguna manera estoy afirmando una relación de determinación entre los desaparecidos y la
toma de armas. (Volver)
(6) Lo que a simple vista es un anacronismo. La inclusión del tema de la dictadura en la escuela
tuvo que esperar muchos años. La ley citada en este trabajo, recordemos, es del año 2002. La niña
en este pasaje de la diégesis se encuentra dentro del periodo alfonsinista. A su vez, el verosímil no
se pierde dado que muchos docentes y escuelas han llevado adelante trabajos de la memoria a
“conciencia” sin necesidad de una ley que los avale. (Volver)
(7) Este quehacer escolar aparece también como estrategia compositiva en el cuento del escritor
chileno Antonio Skármeta en su libro-álbum también llamado La Composición. Libro que trata de la
dictadura chilena y que es ícono de la LIJ mundial. Recibió en 2002 el Premio UNESCO de Literatura
Infantil y Juvenil en pro de la Tolerancia, entre otros premios. (Volver)
(8) Dato extraído de una conversación con la autora en el marco de las jornadas CEDILIJ Hacedores
de Literatura 2011. Esta información no está en el libro ni en ninguna nota en relación a El Mar y la
Serpiente. (Volver)
Bibliografía
Alcoba, Laura, 2008. La casa de los conejos. Buenos Aires: Edhasa.
Bajtín, Mijail, 1989. “La palabra en la novela”. Teoría y estética de la novela. Madrid. Taurus.
Bombara, Paula, 2005. El mar y la serpiente. Buenos Aires. Colección Zona Libre. Norma
Carli, Sandra, 2006. “Notas para pensar la infancia en la Argentina (1983-2001) Figuras de la
historia reciente”, en La cuestión de la infancia. Entre la escuela, la calle y el shopping. Buenos
Aires: Paidós.
Foucault, Michel, 2004. Discurso y verdad en la antigua Grecia. Buenos Aires: Paidós.
Nofal, Rossana, 2003. “Los domicilios de la memoria en la literatura infantil argentina” En Espéculo
nº 23. Universidad Complutense de Madrid.