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Para pensar la televisión: Una mirada desde la

Ecología de los Medios

Docente a cargo: Agustín Piaz

Hola, ¿Cómo están? Espero que muy bien. Nos encontramos una vez más para
avanzar con un nuevo “teórico a distancia”. En esta ocasión, de acuerdo con lo
anticipado, nos vamos a focalizar específicamente en estudio de la Televisión, partiendo
desde los aportes de la Ecología de los Medios y el trabajo de Neil Postman “Divertirse
hasta morir. El discurso público en la era del Show Business”.

En el encuentro pasado
revisamos algunos
lineamientos generales de
la Ecología de los Medios
(que propone el estudio
de los medios de
comunicación como
“entornos”, y en cómo
éstos impactan en los
asuntos humanos), a
partir de las ideas de uno
de sus pensadores más representativos, como Marshall McLuhan. Allí hicimos una sucinta
revisión de las eras de la comunicación identificadas por McLuhan y signadas por las
tecnologías de la oralidad, la escritura, la imprenta y, más recientemente, por la irrupción
de los medios eléctricos. Como les había anticipado, en este curso hemos decidido
focalizar nuestro recorrido analítico prestando especial atención a las tecnologías de la
televisión e internet. La opción por este recorrido analítico se explica en tanto se trata
de dos tecnologías de la comunicación que han adquirido notable relevancia en
los procesos de organización e intercambios sociales y culturales durante el

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siglo XX y lo que va del siglo XXI, y que pueden ser caracterizadas –siguiendo a
Postman- en términos de “metamedios”: es decir, instrumentos que dirigen “no sólo
nuestros conocimientos del mundo, sino también nuestra percepción de las maneras de
conocer”.

Precismante, es en el marco del rol preponderante que tenía la televisión para la


cultura estadounidense en la década del ochenta que Postman publica Divertirse hasta
morir, trabajo en el cual –tal como el subtítulo del libro explicita- identifica y analiza las
caracteristicas que presenta el discurso público en la denomiada “era del show business”.
A modo de resumen, podríamos señalar que Postman estudia cómo ha cambiado el
discurso público (es decir, “las formas de conversación política, religiosa, de información
y comercial”) en dos diferentes eras de la comunicación que ha atravesado los
Estados Unidos: la era de la imprenta (durante un período que podría se
caracterizado como fundacional) y una era más actual fuertmente marcada por la
televisión (tiempo presente cuando se publicara por pirmera vez su trabajo).

Antes de avanzar con los


comentarios particulares de
los capítulos de lectura
obligatoria, quisiera realizar
unos breves comentarios: i)
en primer lugar, que el
trabajo se inscribe –como
anticipamos- en una tradición
McLuhanista y parte de los
aportes de la Ecología de los medios; es decir, el análisis que hace Postman pone el
foco en los impactos que promovió (especialmente en el discurso púbico) la
irrupción de la televisión, y no en los “contenidos” de la televisión (contenidos en el
sentido de programas en particular, conformación de la grilla horaria, etc.); ii) en segundo
lugar, el prefacio da una “pista” clave para la lectura del libro, a partir de la cita de 1984
de George Orwell y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley (tengan en mente estos trabajos,
que retomaremos al final del teórico); y iii) en tercer lugar, puede resultar interesante leer

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a Postman para comprender un poco mejor a McLuhan: la forma de presentar las
ideas del autor que nos convoca resulta en general mucho más “amena”, explicativa,
académica y sistemática que la de McLuhan. En cuanto a la estructura del libro y los
capítulos que revisaremos, los dos primeros presentan los presupuestos teórico-
metodológicos en los que se apoya el trabajo para avanzar después hacia la
caracterización de las dos eras clave que estudia Postman: la era de imprenta, en el
capítulo 4, y la era de la televisión, en el capítulo 5 (y siguientes)1. Sin más preámbulos,
avancemos con algunos comentarios de texto propuesto para hoy.

¿Divertirse hasta morir?

La elección de los títulos en trabajos académicos no es azarosa ni responde a una


estrategia de marketing; por el contrario, recuperan aspectos centrales de la obra y sirven
como guía para su lectura. Divertirse hasta morir no es la excepción. ¿Por qué el autor
elige un título tan llamativo como pertinente? A comienzos de los años ochenta Postman
notó un rasgo de la cultura (y especialmente del discurso público) estadounidense que le
llamó la atención: “todo” se presentaba como divertido, o bien en un formato que
predisponía a la diversión. Incluso aquellas cosas que, a priori, uno supondría que
poco tiene que ver con la
diversión, como tomar un vuelo
comercial, escuchar una
reflexión sobre religión o asistir
a clases. Releyendo a Postman
a casi cuarenta años de
publicar su libro, es posible
notar que ese rasgo que
identificó hace ya unos cuantos
años en otra parte del mundo,
se podía percibir en cierto

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Mientras que el capítulo 3 da cuenta de la relevancia de “la cultura de la imprenta” en el período
fundacional de los Estados Unidos, desde el capítulo 5 en adelante Postman ofrece ejemplos de los
impactos en el discurso público impulsado por la televisión.

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sentido en nuestro contexto actual: la diversión es un rasgo presente también en nuestra
cultura. Una simple búsqueda de google nos muestra cómo se presentan múltiples
actividades como “divertidas” o bien “asociadas” al concepto de la diversión. Así, nos
podemos topar con afirmaciones que rezan que “comer bien es divertido”, nociones como
la de “ropa divertida” y otras tantas cuestiones que “son divertidas”. Bien se podría decir
que una comida es rica, nutritiva, saludable pero… ¿divertida? ¿una hamburguesa es más
“divertida” que una ensalada de brócoli? ¿y la ropa? Se podría esperar que la ropa sea
cómoda, abrigada, que vaya de la mano con nuestros gustos estéticos, culturales… pero
que la ropa sea “divertida” no parece una prioridad. Lo que resulta posible observar
es que el “rasgo de la diversión” se mantiene presente. Y Postman asocia
fuertemente la pregnancia de este rasgo en la cultura –y especialmente en el
discurso público- con el rol preponderante que ha ocupado (ya discutiremos,
especialmente en el próximo encuentro, si sigue ocupando y en qué medida) la
televisión. Esto se explica en tanto, según el autor, las tecnologías que utilizamos para
comunicarnos influyen “de manera decisiva en las ideas que podamos expresar
convenientemente”. En consecuencia, y en tanto uno de los argumentos centrales es que
la televisión nos presenta todo como entretenimiento y diversión, no debería
resultar extraño que -en una cultura en la que la televisión es el medio dominante- el
entretenimiento y la diversión tengan un rol destacado. Veamos cómo intentan vendernos,
por ejemplo, un yogur: (¡¡¡atención con ese precio cuidadísimo!!! ☺)

https://www.youtube.com/watch?v=I3V1mbAsyuU

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Este rasgo también lo identificó claramente Diego Capusotto, quien nos regaló esta
genialidad:

https://www.youtube.com/watch?v=VoElWIvJ3O8

La diversión se impregnó en la cultura, a tal punto que algunos autores nos hablan
de una “cultura de la diversión”. Ahora bien, no se trata de que Postman tenga algo en
contra de la diversión, sino que lo que le preocupa es que “todo” se presente como
diversión. Según el autor, su trabajo Divertirse hasta morir “es una investigación y
también un lamento sobre el hecho cultural estadounidense más significativo de la
segunda mitad del siglo XX: la decadencia de la
era tipográfica y el ascenso de la era de la
televisión”. Como consecuencia, señala que “a
medida que la influencia de la imprenta
disminuye, el contenido de la política, la
religión, la educación y todo aquello que
comprenda las cuestiones públicas debe

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cambiar y ser refundido en los términos más apropiados a la televisión”, donde
la palabra (fuertemente ligada al pensamiento racional) pierde su peso
específico para ceder ante el predominio de la imagen.

¿Por qué ocurre esto? Según Postman (y, en términos más generales para la
Ecología de los Medios) esto se explica en tanto las tecnologías que utilizamos para
comunicarnos influyen en las ideas que podemos expresar. Para ilustrar esta
noción, traigo en primer lugar el ejemplo que propone el autor (que a mi entender resulta
muy clarificador), en el que señala que no es posible hacer filosofía con señales de humo
porque la “forma excluye al contenido”. Es decir, las señales de humo son una tecnología
que posibilita la comunicación, pero predispone a la comunicación de ideas breves,
precisas, cuestiones muy puntuales, yendo en detrimento –por ejemplo- de extensos
desarrollos argumentales. Imagino que estamos de acuerdo en que no es posible hacer
filosofía con señales de humo.

Ahora bien, también podemos ver la existencia de la relación entre


forma/contenido en un medio de comunicación más actual como Twitter, donde suelen
primar las ideas breves, las comunicaciones “directas” y escasean (en términos generales)
los desarrollos argumentales extensos. Pensemos en relación con esta misma clase:

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mediante Twitter podríamos comunicar que “el teórico está disponible”, destacar alguna
idea, compartir alguna cuestión, pero no podríamos “dar el teórico” mediante esta
tecnología (así como no es posible hacer filosofía con señales de humo). ¿Qué
“contenidos”/formas/ tipos de discurso promueven las tecnologías de la imprenta y la
televisión según Postman? Revisaremos estas ideas en los siguientes apartados

Sobre la mente tipográfica

Como anticipamos, en el
capítulo 4 Postman presenta
algunos de los impactos
(podríamos decir “mensajes”
en términos McLuhanistas)
de la tecnología de la
imprenta en el discurso
público de los Estados
Unidos. La lógica expositiva
de este y los siguientes
capítulos es la siguiente:
para explicar qué ocurre en
la actualidad (o mejor dicho en los años ochenta), el autor retrocede en el tiempo con el
objetivo de describir y analizar el discurso público en la era de la imprenta y poder
compáralo así con el discurso público en la era de la televisión. La idea que juega de fondo
es que, en la en la vereda opuesta a las características que presenta en la “era
de la diversión”, el discurso público se caracterizaba a mediados del siglo XIX,
entre otras cuestiones, por ser “serio y racional”.

En el marco de este proceso, Postman ofrece a los lectores algunos ejemplos que
se apoyan principalmente en el análisis del discurso político y, más específicamente, en los
clásicos conocidos debates entre Abraham Lincoln y Stephen Douglas (se trata de debates
que suelen ser estudiados en las escuelas de los Estados Unidos como arquetipos del

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discurso político, y que han sido incluso incluidos en algún capítulo de Los Simpsons).
Según el autor, estos debaten tenían lugar en el marco de ambientes carnavalescos y
festivos y se extendían durante largas horas, posibilitando presentaciones extensas y
múltiples intercambios entre los candidatos que tenían la posibilidad de exponer sus ideas
y presentarlas de manera exhaustiva. Entre las características centrales de estos debates
se destacaba una cuestión que, por más que parezca obvio no resultaba nada trivial: se
trataba de discursos posibilitados y atravesados por la tecnología de imprenta,
donde “el peso” de la comunicación recaía sobre la palabra y promovía una
“discusión de ideas” con contenido significativo. Por contenido significativo no nos
estamos refiriendo en esta ocasión a si se trata de cuestiones que podemos considerar
triviales o de relevancia, sino que refiere más a una característica de debates en tanto
tenían un contenido profundo, “semántico, parafraseable y argumentativo”,
conformado a partir de la palabra impresa y que, a diferencia del discurso
televisivo “sencillo tanto oral como visualmente”, se apoyaba en estructuras
complejas.

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Poco importa desde esta perspectiva la orientación política de esas ideas: tanto
los discursos de conservadores como progresistas presentaban características
estructurales/formales similares. Apoyándose en estas características identificadas, al
período en el que el medio de comunicación dominante era la tecnología de la imprenta
Postman lo denominó en términos de la “Era de disertación”.

Entrado el siglo XX, y en el marco del auge de los medios eléctricos (y


especialmente de la televisión), la tecnología de la imprenta como medio de comunicación
dominante comenzó a perder terreno. El discurso público otrora forjado por la
imprenta comenzó a redefinirse en términos más apropiados para la televisión,
que relega a la palabra y da un lugar preponderante a la imagen. En términos de
Postman, las formas de conocer y comunicar comienzan a redefinirse, promoviendo un
cambio del “leer para creer” al “ver para creer”.

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Sobre el mundo de la diversión

Hacia mediados del siglo XIX irrumpieron los medios eléctricos de comunicación,
con el telégrafo a la vanguardia. Postman lo explica muy bien en su texto, por lo que no
es necesario que retome aquí con detenimiento las consecuencias de su irrupción. Sin
embargo, sí quisiera destacar cómo esta tecnología impacta fuertemente en el campo de
la comunicación y “las noticias”: no sólo “elimina las distancias” sino que también nos
presenta menos información relevante, de manera menos coherente y sobre la
que tenemos
menos posibilidad
de acción. Ante la
multiplicación de la
cantidad de noticias,
según explica
Postman, “no pasó
mucho tiempo hasta
que la fortuna de los
periódicos comenzó
a depender no de la
calidad o utilidad de
las noticias que
daban, sino de la
cantidad, las distancia y la velocidad”. En consecuencia, la información que
comenzaron a brindar -despojada de contexto- tenía cada vez menos que ver
con la utilidad y se encontraba más orientada hacia el consumo. ¿Les suena
conocido? ¿Cuántas veces, conectados a medios eléctricos más actuales nos encontramos
“consumiendo” contenidos? ¿Cuántas veces nos encontramos preguntándonos acerca de
la relevancia de leer/publicar tal o cual cosa, o terminamos en una página X leyendo
“información” de muy dudosa calidad sólo porque estaba a un click de distancia? Yo recibo
información al instante de los goles del fútbol del ascenso. Salvo cuando se trata de
Almirante Brown, me pregunto ¿Para qué?

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Volviendo al siglo XIX, aparece por aquél entonces también la fotografía. Como
señala Postman, la fotografía promueve la comunicación (“una conversación”)
mediante imágenes, que reforzó el mundo de lo simbólico. En el mundo de las noticias
supo complementar muy bien al telégrafo y se volvió clave en la publicidad. Con el correr
de los años, devendría en una tecnología que jugó un estaca papel en el desplazamiento
del “leer para creer” al “ver para creer”, movimiento que se consolidaría hacia mediados
del siglo XX con la escalada de la televisión y la irrupción del mundo del espectáculo.
Según Postman, “la predisposición epistemológica de la telegrafía y la fotografía
obtuvieron su expresión más potente de la televisión, llevando la interacción de la imagen
y la inmediatez a una exquisita perfección, e introduciéndolas en el hogar”. Hacia finales
del siglo pasado, la televisión se había consolidado en los Estados Unidos y en gran parte
del mundo como el medio de comunicación dominante, o metamedio, en términos de
Postman. Y lo que el
autor destaca es que,
con el cambio de
medio –en este caso
de la imprenta a la
televisión- se han
producido múltiples
cambios, han
cambiado las formas
de comunicar, de
“hablar sobre el
mundo”, y éstas han
impactado en el
discurso público.

En Este sentido, si consideramos que la naturaleza del medio impactará en la


forma de su contenido, podemos convenir en que el discurso público presentará
diferencias con aquel signado por la cultura de la imprenta. Mientras la escritura
favorece a las construcciones más complejas y analíticas, la reflexión y el

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análisis profundo sin
que el tiempo se
presente como una
variable determinante,
la imagen y los medios
audiovisuales como la
televisión predisponen
al entretenimiento, la
inmediatez y la
simplificación del
discurso. Un ejemplo de
esto lo podemos ver en los noticieros televisivos, que han devenido en programas de
entretenimiento que –apoyados fuertemente en la imagen- apelan de manera constante al
plano emocional (pensemos en el rol de musicalización en estos programas, o los cambios
de tono que manejan los conductores, acompañados de miradas y gestos impuestos).

Asimismo, podemos observar también cambios en las formas en que se aborda el


discurso político en la esfera pública. Hoy en día, los debates televisados suelen estar
muy regulados, pre-acordados (se establecen agendas temáticas estrictas y rígidas) y
acotados en el tiempo. Es decir, se han adaptado al formato televisivo. En este
escenario la imagen adquiere destacada importancia (pensemos, por ejemplo, en todo lo
que se señala en relación con la imagen de los candidatos, que si están “muy naranjas”, si
se “vio nervioso, dubitativo”, etc.) y en, en ocasiones, el discurso político se vacía un poco
de contenido para dejar lugar a las frases hechas e incluso las chicanas. Ejemplos sobran.
Pero esto no es únicamente “culpa” de los candidatos ¿cuánto se podría profundizar sobre
los problemas económicos o de seguridad del país en dos minutos de tiempo? Los
distintos medios de comunicación que posibilitan los debates (imprenta //
televisión) impactan en el contenido de los mismos.

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Para finalizar quisiera retomar una de las idas centrales el texto de Postman, que
sostiene que cada medio influye en la estructura del discurso público y en la construcción
de una espistemología determinada en tanto “el concepto de verdad está íntimamente
ligado a los prejuicios de la formas de expresión”, desarrollando determinadas funciones
del intelecto y nociones como las de sabiduría o inteligencia; a su vez, propone que la
epistemología dominante en una cultura es la epistemología del medio
dominante en esa cultura. En la era de la televisión, del Show business, la
imagen se ha vuelto más relevante que nunca y es el entretenimiento el que
manda. Una vez más, el problema no es que la televisión entretenga, sino que presente
todo como entretenimiento y se convierta ésta en la forma de concebir la verdad y el
conocimiento. Así como la imprenta dejó su sello en la forma de hacer política, de
construir los discursos y debates públicos ahora es la televisión la que hace lo
propio. Y en este punto retomamos los trabajos de Huxley y Orwell que, cada cual con
su estilo y propuesta nos hablan de las tecnologías y las formas de control sobre la
población. Mientras que en un caso el control se impone, por otro se presenta mediante el
formato del placer. Para Postman, la televisión y la propuesta de Huxley van de la mano.

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Comparación completa en la presentación que acompaña a esta clase o en:
https://otpok.com/2014/01/03/amusing-ourselves-to-death/

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Referencias bibliográficas:

-Postman, N. (2001[1985]): Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del “show
business”, Barcelona, Ediciones de la Tempestad.

 Cap. 1 “El medio es la metáfora”


 Cap. 2 “Los medios como epistemología”
 Cap. 4 “La mente tipográfica”
 Cap. 5 “El mundo de la diversión”

NOTA: Las citas textuales no llevan número de página para no generar confusiones, ya
que la versión de mi texto es diferente a la que figura en los apuntes.

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