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1
Esta monografía comienza con un breve comentario sobre la situación de
“El Bien Público” en 1932, punto donde intento describir su realidad interna como
órgano de comunicación inscripto a la coyuntura nacional de ese entonces.
2
A partir de la lectura crítica de las editoriales y de las anteriores
interrogantes es que constituí mis Comentarios finales. En ellos expreso las
ideas y percepciones que recojo del pensamiento editorializado y planteo mi
correspondiente interpretación.
3
2 CRITERIOS Y ASPECTOS TÉCNICOS DEL RELEVAMIENTO
1 Para este párrafo y sus técnicas se ha seguido directamente el modelo propuesto por
Dante Turcatti, en TURCATTI, Dante. Diplomacia pontificia y secularización en Uruguay.
Relación de correspondencia Santa Sede – Nunciatura Apostólica. 1905-1922.
Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UdelaR, 2013.
4
3 BREVE COMENTARIO SOBRE LA SITUACIÓN DE “EL BIEN
PÚBLICO”
5
con un aumento de la conflictividad social al afrontar el reconocido desafío
coyuntural.
4 JACOB, Raúl. El Uruguay de Terra 1931-1938. Montevideo: Banda Oriental, 1983, pp.
18-19.
5 Ibíd., p. 21.
6
capitalismo, y por ende desplegaba la alternativa comunista sobre el escenario
político local. La extensión de la actividad económica del Estado uruguayo fue
efectivamente puesta en práctica como solución apaleadora de la crisis. Según
Jacob, este estatismo se basó en el impedimento de “evasión de divisas por
repatriación de ganancias permitía la acumulación de capital.” Asimismo,
“tardíamente se fue adquiriendo la conciencia de que algunas empresas del tipo
de las que hoy por consenso se denominan transnacionales se habían adueñado
de resortes estratégicos en cualquier proceso desarrollista: combustibles,
exportaciones, construcción, comunicaciones.” (6) La creación de A.N.C.A.P en
1931 conllevó una gran “conmoción” ( 7 ) y habría permitido avanzar
sustancialmente en el mencionado campo. No obstante, también suscitó una
correspondiente discusión en torno a una serie conflictos gremiales y al papel
del Patrón-Estado, dado que para ese entonces existía un flanco legislativo falto
de aggiornamiento capaz de afrontar este tipo de problema.
El año 1932 resultó ser un tanto voluble para El Bien Público. Del análisis
de las fuentes que se detallan en el índice de este trabajo se deduce que tanto
la dirección como así también su saneamiento económico sufrieron y buscaron
cambios y giros notorios.
Durante este año el diario contó con tres alternancias en el cargo de
director. En los primeros días de enero se anunciaba la renuncia de Hugo Antuña
(8), para darle paso al brevísimo período que ocuparía Luis Torres Ginart (9)
6 Ibíd., p. 46.
7 Según los autores ello “enc[o]ntr[ó] su paralelo –por la conmoción que provocó en el
interior del Uruguay y en el mundo exterior del que dependía- en la del Banco de Seguros
veinte años atrás”. CAETANO, Gerardo, JACOB, Raúl. Op. cit. p. 10.
8 ANTUÑA (HUGO). Abogado, ex legislador y periodista. Cursó los estudios de bachillerato
en la Sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria de la Universidad y los superiores
en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Montevideo. Ha tenido una larga y
destacada actuación como miembro y dirigente de la Unión Cívica del Uruguay. (Partido
Católico). Por varios años fue Presidente del Comité de la actividad católica en el orden
cultural. Integró durante varios períodos la Cámara de Diputados, así como varias de sus
comisiones informantes. Fue miembro de la Convención Nacional Constituyente que
proyectó la reforma de la Carta Orgánica de la República que regía desde el 18 de julio
de 1930 y que, una vez ratificada en comicios públicos, entró en vigencia el 1º de marzo
de 1919.
Durante más de veinte años tuvo a su cargo la dirección del diario metropolitano “El Bien
Público”, fundado por el doctor Juan Zorrilla de San Martín el 1º de noviembre de 1885.
Desempeñó durante quince años consecutivos la presidencia de la Unión Social del
Uruguay entre 1913-1928.
9 No he podido recabar datos sobre su biografía para este estudio.
7
hasta la primera fecha de mayo. Desde entonces y hasta el final del período
consultado Juan Vicente Chiarino (10) y Horacio Terra Arocena (11) dirigirían de
forma conjunta a El Bien Público.
“La “Editorial Zorrilla de San Martín”, está constituida. El Comité General de Acción
Católica se pronunció frente a ella en el manifiesto sobre la gran campaña pro
prensa, en las siguientes palabras:
“El Comité General de Acción Católica expresa la complacencia entusiasta con
que ve el movimiento de reorganización de EL BIEN PÚBLICO realizado por un
distinguido grupo de compatriotas en la “Editorial Juan Zorrilla de San Martín” y
solicita de todos los católicos la más generosa colaboración moral y material
para la realización de la gran obra”.
Esa colaboración la deben ejercer los católicos, de dos maneras:
1° - Suscribiendo acciones.
2° - Buscando suscripciones.” (13)
8
Los mensajes relativos a esta empresa fueron publicitados de forma
sistemática desde la primera plana del diario católico. (14)
El 8 de mayo del mismo año los recuadros propagandísticos dejan de
aparecer al comienzo del ejemplar. Casi en paralelo a esto Víctor Escardo le
informa al arzobispo de Montevideo Juan F. Aragone el cierre de la Campaña.
En verdad, los avisos se mudaron por los siguientes meses a páginas posteriores
y salteadas. De hecho, al menos hasta junio de 1933 el Comité “Propaganda Pro
Prensa” seguiría operando pero obstaculizado por “factores diversos (situación
política del país, etc.)” y reconociendo que estaba “impedido de llegar donde
hubiese querido” (15).
Las ambiciones del proyecto y su efectiva puesta en práctica evidencian
un diagnóstico de las finanzas del diario no muy alentador, o al menos, cierto
grado de insuficiencia para poder sostener su actividad de forma ininterrumpida.
Asimismo, las líneas emitidas por dicho Comité demuestran una acción
en conjunto de la prensa católica nacional. La reunión sostenida por el Comité
de Acción Católica el 27 de agosto fue publicitada en la editorial de la misma
fecha donde se dejaba de manifiesto la intención de colaboración entre los
órganos de prensa católicos y la medida de “estudio concreto de las normas
pontificias para la obra de la Prensa católica”. (16) Sea por debilidad económica
y/o por una intención de uniformizar criterios en la comunicación del mensaje
religioso, esta unión dejaba en claro el reconocimiento, adopción y reproducción
de la doctrina vigente desde la Santa Sede a través de las páginas de El Bien
Público.
14 Entre algunas de las medidas se impulsó un “Concurso de affiches”, el cual tuvo que ser
postergado a pedido de los aspirantes. Finalmente se presentaron ocho propuestas.
15 Ver punto 7.4 de este trabajo.
16 Ver punto 7.2 de este trabajo, “La reunión de hoy”.
9
4 RELEVAMIENTO DE EDITORIALES
4.1 PRESENTACIÓN
10
4.3 EDITORIALES
SIN TITULO
“/…/
Toda la vida social y política del país, está, puede decirse, como
polarizada por el problema angustioso y capital de su economía en crisis y de
sus finanzas en quiebra.
Fenómeno, sin duda, universal, pero que entre nosotros se manifiesta con
caracteres que participa de nuestra naturaleza autóctona y asume la agudeza y
la gravedad que le dan la incapacidad o la negligencia de los hombres y las
deficiencias orgánicas o accidentales de las instituciones, para resolverlo. /…/
El cuadro de la actualidad económica se completa y aún pudiera decirse
que se agrava con la crisis de los valores sociales en bancarrota o en desorden.
/…/
La desocupación, fantasma pavoroso de la hora, y el avance de las
propagandas extremistas que de aquella se aprovechan para sus fines
subversivos, son los síntomas salientes de la gravedad del problema social que
en nuestro país, como en los demás países de la tierra, se confunden con el
problema económico y con el problema político.
El comunismo es hoy el gran espectro de la historia. Pero su configuración
es real y su estructura, humana. Amparado en ellas se viste a los ojos de los
pueblos con los terribles colores de su necesidad; se inflama con las palabras
rebeldes, que queman la boca de los hambrientos; levanta en una mano el
símbolo ficticio de una redención quimérica, mientras en la otra sostiene el puñal
11
[tiene un agujero] en la sociedad de [los] hombres cuya conquista o cuya muerte
busca; y, mezclándose a sus intereses y a sus disputas, va provocando, puesto
que nada crea, sobre el orden que se resquebraja bajo su planta, la destrucción
de todos los sistemas y el aniquilamiento de todos los valores, que han sido hasta
ahora el refugio de la civilización y el sostén y la gloria de la humanidad.
El comunismo es un problema universal, uno y múltiple a la vez, que lo
mismo penetra en la zona doméstica para aniquilar la familia, que en el sector
civil para abolir la propiedad y en el campo obrero para sembrar el germen de la
revolución; y que así como asalta la esfera del Estado para destruir el concepto
de gobierno, invade también el dominio de la escuela para proscribir a Dios de
la enseñanza y llega al santuario para derribar sus puertas y quemar sus aras y
erigir en su lugar el culto de las fuerzas ancestrales de la barbarie y del instinto.
Esta regresión de la materia, tiende a llevar al mundo a los días en que el imperio
romano se acostaba, para morir, en el lecho de todos los vicios, vencido y
claudicantes, mientras el hacha de los bárbaros iba talando sus templos y sus
monumentos y sus bosques, y bajo el casco de los caballos de Atila
desaparecían, como la hierba, las leyes y el derecho.
Las perspectivas se cierran sobre el crepúsculo del año que termina, como
un horizonte de tormenta. La nube oscura y densa llena los cuatro puntos
cardinales.
Entretanto, sobre el vaivén de las fuerzas materiales, se alza la fuerza
espiritual, silenciosa y firme, que va sometiendo a su mansa conquista el mundo.
El báculo de Pedro sigue siendo la brújula de la humanidad. Bajo la cúpula del
Vaticano, está el principio y el fin de todos los caminos: de los que salen de los
hombres para llegar a Dios, y de los que vienen de Dios para salvar a los
hombres. De allí parten y allí vuelven, convertidos en empresas humanas o
divinas, las grandes inspiraciones y los grandes pensamientos.
Y allí una vez más, ha resonado en esta hora, junto al dolor de los hombres
y entre el caos de los acontecimientos, la palabra serena que trae el consejo de
la economía para la crisis material y la economía de la paz para las crisis del
espíritu; que exige de la sociedad justicia para los desamparados y para los sin
trabajo al borde de la desesperación; que somete al juicio de Dios a los gobiernos
y pronuncia las fórmulas eternas y sagradas que tienen la clave de todas las
soluciones y la solución de todos los problemas. Palabra divinamente lógica, de
12
tal manera que, al decir del autor del “Ensayo sobre el catolicismo” si Dios no
llevara a su Iglesia por la mano, su lógica le bastara para caminar hasta los
últimos remates de la tierra.
Quede sonando en esta hora crepuscular esa palabra de fe, como un
signo de amor sobre el año que muere y como un augurio de esperanza frente
al año que nace.
L.T.G.”
13
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Hugo Antuña, LIV, Nº 16.125, 10 de enero
de 1932, Editorial.
14
enseñanza la ráfaga de renovación que los coloca en actitud de ser verdaderos
órganos de la cultura nacional.
No obstante, triste es confesarlo, lo hora nueva no ha sonado aún en lo
que respecta a los institutos de enseñanza media.
Ni la dedicación de las autoridades respectivas, ni la atención legislativa,
en lo que le compete, ni el estudiantado, al cual condiciones especiales lo inhiben
de realizar una gestión eficaz, han realizado un esfuerzo serio por recimentar el
viejo edificio, inadecuado ya para llenar la misión que nuestro estado social
reclama de él.
Si se excluyen algunas voces aisladas que surgen no muy a menudo entre
el profesorado, en especial de los elementos jóvenes que lentamente se
incorporan; tres o cuatro proyectos presentados al Consejo, que demuestran
algún interés y mucho desconocimiento del problema, y lo que muy de cuando
en cuando se habla en tribunas y periódicos en nombre unas veces de nuestra
politiquería criolla y otras de lo comunizante, nada se ha planeado, nada se ha
constituido, nada se ha dicho fuera de lo que de aplicable haya a este grado de
enseñanza en los conceptos que sobre la universidad en general se vertieron en
el Congreso Universitario Americano reunido hace un año.
Asistimos hoy al más rotundo fracaso de todo un régimen. Sin temor de
incurrir por ello en la demagogia barata de cuantos son reformistas por mera
“pose” intelectual, podemos afirmar que la Sección de Enseñanza Secundaria
reclama una renovación total.
No es posible alucinarse con lo poco de bueno que pueda encontrarse.
Ello no es consecuencia de la organización general. Proviene del esfuerzo
individual de quienes desde su clase o su liceo han sabido independizarse del
ambiente y la tradición y se han esforzado en realizar su propia experiencia. Pero
han carecido y carecen de los medios para encarar totalmente el problema que
no debe particularizarse en sus soluciones porque son generales sus caracteres.
No es nuestro intento atribuir la actual situación a una persona ni a un grupo más
o menos reducido, llámese aquélla Decano o éste Consejo. Por lo contrario, la
experiencia de las luchas reformistas en nuestro ambiente nos permite apreciar
acabadamente que la personalización en esta clase de problemas ha traído
como consecuencia inevitable el retardo y la dificultad en su estudio sereno y
definitivo. /…/”
15
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.140, 28 de
enero de 1932, Editorial.
LIBERTAD Y ESTATISMO
“Esa corriente emotiva nos lleva a pedir una plenitud de libertad. La idea
de freno se rechaza. La contención se toma por tiranía. Pero al mismo tiempo se
quiere caminar hacía el estatismo. Y bien, la vida completamente socializada,
reglamentada por el Estado ¿es la vida libre?
Todos los extremos son viciosos. El Estado no debe cruzarse de brazos
en presencia de la anarquía económica que resulta de la lucha desenfrenada de
los intereses en la que son aplastados los más débiles. La intervención del
Estado en la vida económica y social es laudable. Pero no se debe llegar a la
paralización de las fuerzas libres por una reglamentación abrumadora.
Hay reformas sociales que ocasionan aumentos y, por consiguiente, de
tributos. Todo está bien, sí con ello se consiguen la paz social y la justicia, sin
las cuales la producción no puede desarrollarse de una manera humana y
normal. Pero procúrese a la vez el fomento de la riqueza con obras reproductivas
y acábese con el ambiente de intranquilidad y de violencia que ahuyenta los
capitales y desalienta el espíritu de empresa produciendo empobrecimiento
general y carestía de la vida.
Lakhowky, en su libro “L’etatisme mort des nations”, dice que Francia,
antes de la guerra, era el país más libre del mundo. Los extranjeros huían de la
inquisición fiscal de sus propios países y se refugiaban en Francia al abrigo de
la libertad, de modo que todos los hombres de negocios del mercado
internacional depositaban en los bancos franceses que eran entonces el arca
mundial, una gran parte de su fortuna, de lo que resultaba para Francia una gran
prosperidad.
16
La cuestión capital está en si se tiende a la supresión o a la multiplicación
de la propiedad. Extender la propiedad, hacer propietarios a muchos que no lo
son, es cosa deseable. Pero eso es precisamente la doctrina católica.
Multiplicar la propiedad, suprimiendo la improducción, es multiplicar los
focos de iniciativa personal y el estímulo del propio interés que fecunda y
desarrolla la riqueza. Es, además, aumentar el número de los hombres
interesados en la conservación del orden.
Se debe realizar una sensata reforma agraria, inspirada en la realidad. Se
debe resolver el problema de los latifundios, dar al arrendatario de la tierra
garantías contra el despido arbitrario y contra la renta excesiva. Se puede y se
debe interesar al trabajador industrial en las empresas de producción por el
accionario de obrero, con lo que tendrá interés en producir más y mejor, ya que
su ganancia dependería del cuidado que ponga y del esfuerzo que desarrolle en
la producción.
El Estado no tiene como los individuos, el estímulo del interés personal y
su administración puede ser lenta, rutinaria y, además, costosa, porque
desarrolla la burocracia.
Sobre todo, querer convertir al Estado en una empresa colosal que provea
a todo, es un sueño imposible, y, de ser posible, no sería deseable.
La propiedad es la proyección del hombre sobre las cosas, es el baluarte de la
libertad frente al Estado. Si en todas las cosas encontráramos sus reglamentos,
sus empleados, sus trabas, sus rutinas; si nos convirtiéramos en ruedecillas de
una inmensa máquina, en autómatas del Gran Moloch sin alma, ¿qué encantos
y que sabor tendrá la existencia? Las actividades espontáneas, el gusto del
esfuerzo, el placer de la iniciativa, la satisfacción del trabajo, la ejecución de
profesión, la esperanza de mejorar, la emoción del éxito logrado con nuestras
propias fuerzas, los sentimientos de intimidad y afición a las cosas que la
propiedad engendra ¿qué se harían?
Si además el Estado, que carece de una orientación moral, monopolizase
la instrucción y la educación ¿qué sería de esta vida del espíritu, que es la vida
más nuestra, el fondo donde brotan la alegría y la esperanza, las ansías de ideal,
la investigación desinteresada de la verdad, las energías morales, la expansión
del carácter, la posesión de nosotros mismos, que es la raíz de todas las
independencias?”
17
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.142, 30 de
enero de 1932, Editorial.
LA ESCUELA OFICIAL
18
nuestras autoridades en la adquisición de libros, como se ha visto y de los
señores Cerutti Crosa y Grauert. El señor director de Enseñanza ha tenido que
salir a la prensa para intentar, aunque con muy poca fortuna a la verdad, una
justificación de la conducta dirigente en esta materia.
Otro de los puntos que ha sido objeto de una serie de iniciativas sin
fundamento racional, ha sido la titulada “enseñanza sexual” en las escuelas
primarias. Nosotros sabemos de inmejorable procedencia, las perturbaciones y
daños que ha producido en ellas no pocas lecciones sobre ese tema, propinadas
sin la noción de la gravedad del asunto, por propagandistas que han obtenido
carta franca de las autoridades escolares para esa supuesta enseñanza. Igual
cosa se ha de decir de los celebérrimos “test” pedagógicos en los Institutos
Normales cuya redacción y cuyos temas no han sido revisados previamente por
la autoridad debida.
Todo esto dicho, quizá por primera vez con la valentía que el caso requiere, es
más que suficiente para poner en guardia a los padres católicos sobre las
escuelas de las cuales nuestras ideas que son de ellos, están proscriptas cuando
no son en ellas abiertamente combatidas. El jefe de un hogar cristiano, tendría
derecho a la verdad a que sus hijos fuesen educados cristianamente con las
garantías suficientes otorgadas por el propio Estado. Pero, mientras esta
idealidad nuestra de la Repartición Proporcional escolar, tal como se halla
implantada en países tan adelantados con Bélgica, Alemania y Holanda, no
encarna en la legislación uruguaya, estamos en el perfecto derecho de aconsejar
a nuestros correligionarios que vigilen, por una parte de la Escuela oficial si es
que sus hijos no pueden ir a una escuela francamente católica como sería de
desear, y que no trepiden en denunciar a las autoridades y en la misma prensa
libre (que afortunadamente no falta en la República) a aquellos maestros y
maestras que no cumplan, precisamente, lo que imperativamente establece la
Ley de Educación Común, es decir, la total, efectiva neutralidad del Estado en
materia religiosa.
El socialismo colectivista y el comunismo marxista han hecho presa del
espíritu de muchos de nuestros maestros, y la Sociedad tiene el deber y el
derecho de contener su virus de prosélitos de doctrinas que cavan los cimientos
del Estado mismo.”
19
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.144, 2 de
febrero de 1932, Editorial
20
“El régimen detestable de la burguesía”, le garantiza todo. La libertad de
prensa, de conciencia, de reunión, las gozan como cualquier otra ciudadano
sensato, los insensatos demagogos de la frase hecha y de la necedad infinita.
El estado más atrasado de la burguesía siempre tiene un poco de libertad
para regalo de la demagogia. Pero hoy ya podemos enfrentar a los teóricos
amigos de la libertad, con la realidad del gobierno político. Gustavo Le Bon, nada
sospechoso de catolicismo, ya había prevenido a los intelectuales, que “el
método universal del socialismo triunfante, eran los robos y los asesinatos”.
Ahí están en España asombrando al mundo por su fiereza antidemocrática y
antiliberal.
Se acercaron a la libertad, la tentaron con promesas, y la traicionaron con
su mañosa cobardía.
Persiguen al comunismo porque grita; al sindicalismo porque se reúne y
reivindica; al catolicismo porque habla y escribe.
Protestan de la burguesía por censuras ocasionales, y una vez adueñados
del poder, la practican como sistema de contención política. Protestan por los
juramentos de fidelidad a las leyes y a los poderes constituidos y una vez en el
poder, establecen la obligatoriedad del juramento de fidelidad a la República
monárquica que se han creado. Protestan por los robos de la “burguesía” y una
vez en el poder, establecen la obligatoriedad del juramento de fidelidad a la
República monárquica que se han creado. Protestan por los robos de la
“burguesía” y una vez en el poder, demuestran ser los más audaces ladrones del
universo. Protestan por las prisiones burguesas, por el militarismo burgués y
encarcelan a sus adversarios y abusan de sus milicias. Proclaman el derecho de
huelga y protestan indignados por sus limitaciones, y una vez en el poder, la
consideran delito digno de ser reprimido por la fuerza armada de la Guardia Civil.
Protestan en el régimen burgués porque los tiranos condenan a muerte a sus
enemigos, llámense Mateotti o llámese Jaurés y adueñados del poder justifican
el crimen cuando se ejerce para represión de los rebeldes. El socialismo hizo
causa común, especialmente el de nuestro país, con el bárbaro régimen de
asesinatos políticos proclamado con saña feroz por Calles y Obregón, las dos
hienas de Chapultepec.
Por fortuna, para el progreso social, el pueblo reacciona contra sus
aduladores. Reaccionó el alemán contra el socialismo de post guerra; reaccionó
21
el pueblo húngaro en el mismo periodo; recientemente reaccionaron Inglaterra y
Australia. Es fácil presumir la reacción del pueblo español, cuando libre de la
preocupación de salvar la República, que hoy totaliza todas sus esperanzas,
pueda deslindar con claridad el campo de sus amigos y el de sus verdugos.”
22
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.148, 6 de
febrero de 1932, Editorial.
EL COMUNISMO EN MONTEVIDEO
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necesario realizar un avance sobre la ciudad desprevenida y confiada. Es curioso
que esos obreros extranjeros dispongan de numerosos camiones que los
conduzcan de paraje en paraje de la ciudad a fin de ir organizando con toda
habilidad en ellos el instinto del ataque y la táctica de las concentraciones
sucesivas…
Llamamos la atención de nuestras autoridades, repitámoslo para que
tomen nota de la persistente campaña que va socavando el alma de las gentes
sencillas y consigue esos desfiles nocturnos callejeros en camiones
embanderados de trapos sangrientos con la insignia del martillo y la guadaña
soviéticos mientras los niños y las jovencitas arrojan gritos inconscientes y
soeces contra los tranquilos paseantes de nuestras calles. La revolución social
está a las puertas, se va preparando con toda celeridad y sin perder minuto.
Estas maniobras obscuramente fraguadas y que van preparando estados
de ánimo en los sectores revolucionarios del país, deben estar, indudablemente,
en conexión con ese viaje desatinado emprendido por Eugenio Gómez, el
diputado comunista que acaba de ser expulsado del Ecuador y de Perú, y
probablemente, lo será de Chile.
El comunismo se va adueñando de todos los medios de combate
manejados por la burguesía militante y suele sobrepasar en su audacia el éxito
y las resonancias de sus campañas, porque éstas están condimentadas cuando
es necesario, con la violencia del insulto, el golpe despiadado, la mano criminal
alevosa, y cuando otro procedimiento es el más conveniente, también se le
emplea, incluso el halago, la forma aparentemente desinteresada y cultural, la
apelación a todas las fantasías del entendimiento en hervor de las juventudes
modernas.
Mientras escribamos los comentarios anteriores, la información
gubernativa de ayer nos da la razón. En efecto, el ministro del Interior, en
acuerdo con el Consejo Nacional de Administración, ha decidido la formulación
y cumplimiento de una serie de disposiciones de urgencia social inexcusable. La
salud del pueblo es la ley suprema y se hallan por encima de todas las leyes de
garantías individuales que nadie piensa aquí suspender ni violar, sino,
precisamente, en nombre de ellas actuar para defender a la República de sus
enemigos más acérrimos los ácratas incontinentes en sus desbordes de crudo
salvajismo antisocial. Sería la más risible de sus paradojas que por no hacer
24
respetar las libertades de todos, se permitiese que ellas fuesen viciadas por unos
pocos desenfrenados y “declasées” dispuestos a perturbar el orden público en
provecho de ideologías que tienen como finalidad primordial la negación de las
libertades de los demás.
Ha contribuido mucho a la confusión de conceptos reinante en nuestro
país, el poco cuidado con que en determinados círculos políticos se ha recibido
y acogido con irreflexivo entusiasmo a toda suerte de emigrados, sin distinguir
entre ellos a los que provienen de su tierra de origen por causas justas y nobles,
como sería la defensa de los ideales democráticos, de aquellos otros agitadores
peligrosos que envolviendo su personalidad en la túnica de una fementida
persecución política, no son sino pescadores en río revuelto, sujetos de
antecedentes poco recomendables y cuyas actividades no ofrecen la claridad de
miras y la austeridad de procederes propia de todo huésped en casa ajena…
Nos parece que la puesta en práctica de medidas severas de disciplina
social, no puede ser atacada por el más celoso defensor de los fue [ilegible] de
libertad y tolerancia. Hemos sido generosos en demanda de nuestro suelo, que
no es sólo nuestro sino patrimonio heredado de muchas generaciones
abnegadas y el cual debe ser legado por nosotros a nuestros hijos con las
mismas características de la limpia tradición republicana.”
25
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.151, 13 de
febrero de 1932, Editorial.
LA HUELGA
“Nada más ajeno a los intereses de la clase obrera, nada más lejano de
sus legítimas aspiraciones de mejoramiento, que esta absurda huelga política
decretada por los delegados y agentes del soviet ruso de nuestro país. Ya la
propia orientación del movimiento definía su carácter originariamente subversivo.
Se buscaba con él levantar una acción de protesta contra la autoridad de su
cometido legal, hizo de sus actos el cauce obligado de la ley que resguarda el
fundamento institucional y asegura la estabilidad del orden.
El trabajo, es decir, el instrumento necesario del bienestar común, tiene
en el régimen de la ley insustituible garantía. Y contra ese régimen ha sido
dirigido el movimiento comunista. No es posible una mayor subversión de lo que
realmente constituye el interés vital de las clases trabajador[a]s.
¿A qué agotar el razonamiento para demostrar una consecuencia que
fluye del orden natural y visible de los hechos?
Ningún principio de solidaridad gremial ha podido inspirar la agitación que
tendía a paralizar en el país las actividades del trabajo. Ni siguiera un móvil de
remota justicia social, desde que en los orígenes del movimiento sólo ha actuado
un fin de confusión y de desorden a cuyo amparo pudiese extender su
predominio el rojo imperialismo de Moscú, de imposible o exótica radicación en
un medio como el nuestro donde la libertad ejerce sin trabas su soberanía, con
plenitud jurisdiccional en todos los órdenes de la vida política, social y económica
del país.
El principio de la legitimidad de toda huelga inspirada y movida por un fin
justo, proporcionado y razonable desaparecía en este caso en que esos atributos
26
esenciales e indispensables de su licitud, aparecían sustituidos por sus
contrarios, esto es, por aquellos cuya solución práctica la dan el atentado y la
violencia, que son precisamente los elementos negativos de la razón, la armonía
y la justicia que deben mediar como únicos factores legitimadores de la
suspensión del trabajo.
Por otra parte, no cabe un razonamiento de orden social o de
mejoramiento obrero para juzgar de la legitimidad de una acción que se desplaza
de su esfera natural, cual sería la de reivindicación de un principio de conquista
económica, para ocupar abiertamente el terreno político, cuyo anacronismo se
revela con sólo denunciar ese carácter, agravado en la emergencia actual por
una ineluctable sustancia revolucionaria.
No es posible, por lo tanto, frente a tales consideraciones, construir el
juicio de este paro insólito conque el comunismo lanzó temerariamente su reto a
la sociedad, y a la autoridad del poder constituido, sin que en él se mezclen por
igual la razón que dictamina y el sentimiento que condena, como que junto a la
idea reflexiva que nos hace ver la improcedencia de un movimiento falto de toda
lógica social y de toda justificación económica, se levanta en nosotros el impulso
de una instintiva rebelión patriótica contra un hecho que originaría y
fundamentalmente importa un atentado contra las instituciones y la propia
dignidad y soberanía del país. Se justifica esta última apreciación, con la visión
clara de la realidad que nos muestra al soviet ruso, por el instrumento de sus
delegados y de sus agentes distribuidos estratégicamente en el país, ejerciendo
o pretendiendo ejercer una intromisión indebida e indisciplinaria en asuntos en
que están en juego la voluntad nacional y la jerarquía de los organismos
domésticos.
No es lógico que se revelen contra la ley quienes la han buscado para vivir
y prosperar a su amparo.
Pero no nos sorprendamos de esta nueva absurdidad de los actos
humanos. Sobre todo, cuando vemos que es la ley misma, contra la cual se
levanta el comunismo, la que reconoce a este beligerancia; más aún, la que le
da acceso y aún lo invita a penetrar en su propio laboratorio, donde los enemigos
de toda autoridad, de todo poder y de toda jerarquía, van a ensayar allí el gesto
irrespetuoso o la mal velada conspiración del grito rebelde contra ella.
27
¿Qué extraño, entonces, que con ese credencial que naturaliza, por
decirlo así, sus rebeldías y de alas a sus atentados, el comunismo invoque su
representación legislativa, para asumir la personería jurídica que aquélla le
acuerda dentro de la sociedad y del gobierno y sobre tales títulos apoyado, se
levante a discutir y afirmar derechos que su extravío y el de la propia
organización que lo sustenta, lleva a los más inexcusables extremos de la
aberración?
No es el amor que dignifica sino el odio que envilece, no es la paz sino la
guerra, la confusión y no el orden, lo que el comunismo, sistema de destrucción
y negaciones, predica y sostiene, donde quiera levante su tribuna de violencia y
despliegue su bandera de atentados. Y cuando en torno de aquella o a la sombra
de ésta, se congregue una multitud sedienta de ideal o hambrienta de justicia, la
voz que suene en los oídos y en el corazón de la muchedumbre, será el rugido
que sacuda el instinto y no la palabra que mueva la inteligencia y guíe la voluntad
por el único camino que lleva a las conquistas del mejoramiento que el obrero y
el proletario buscan: el camino por donde andan juntas la paz y la justicia.
Ni justicia ni paz hay en el movimiento que mantiene en esta hora, en
lucha contra todo y contra todos, el comunismo en el Uruguay.
Y los agitadores que llenan de gritos convulsivos nuestro ambiente
republicano e intentan envenenar las fuentes de nuestra vida libre y de nuestra
evolución democrática, no hablan en nombre de la necesidad de los hambrientos
ni del dolor de los humildes y los desamparados; sino de la roja pasión
demoledora, que inspira y arrastra a la bárbara dictadura de Moscú.”
28
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.153, 16 de
febrero de 1932, Editorial.
29
mediante una ley que respetando el ejercicio libre del pensamiento, permita el
uso de la libertad para convertirse en su propio enemigo.
Los caminos constitucionales son bien claros y accesibles a todos los
sufragios para conseguir mediante el mecanismo de la ley, todas las
transformaciones sociales que constituyen la aspiración de una mayoría en cada
momento dado de la historia.
Por lo mismo, sería insensato facilitar la transformación mediante la
violencia, manejada por los agitadores profesio[na]les, sin ningún arraigo en el
país y sin ninguna de las condiciones esenciales para ejercer la elevada función
de directores de un pueblo. Los que han agitado la bandera de la violencia, son
en su casi totalidad, como muy bien lo dijo el Presidente de la República, la
escoria de todas las sociedades humanas, tipos inadaptables e insatisfechos,
que hacen del crimen un medio habitual de su vida y que han llegado a esta tierra
de libertad con el ánimo de terminarla en beneficio de sus instintos más bajos.
No queremos por lo tanto una ley que restrinja la inmigración por razones
de simple ideología, sino que aspiramos a la reglamentación del ingreso al país
con un mínimum de condiciones útiles para la sociedad, sin que pueda
disfrazarse de crimen, en todas sus formas, bajo la máscara de una tendencia
nueva. El comunismo, es una escuela de violencia, de crimen, que desconoce
todos los fundamentos económicos y morales de la sociedad actual, rara
someterla a principios diametralmente distintos. Sus adeptos han transformado
el sentido del Código Penal y viven en una oposición abierta con todo lo que
existe.
Por otra parte, no es desconocida la etiología del comunismo. Ha sido
perfectamente señalada y determinada. De ahí que se haga necesario, además,
dirigir la lucha contra el mismo origen, contra. Permítasenos la comparación – al
bacilo mismo del mal. Para ello, es preciso que gobernantes y gobernados se
dediquen a aplicar los remedios adecuados.
Debemos defendernos de los comunistas, como de los demás
delincuentes que la ley contempla en otros capítulos.”
30
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.158, 21 de
febrero de 1932, Editorial.
VISPERAS ESCOLARES
DONDE EDUCAR A NUESTROS HIJOS
“/…/
El punto se reduce a optar entre los dos términos de un dilema: o se le
educa en la escuela de Dios, es decir, en la que ha de mantener y prolongar el
orden de las convicciones paternas, o se le arroja entre las negaciones ateístas
de una enseñanza que proclama falsamente la neutralidad como dogma del
Estado. Falsamente, decimos, porque está en la conciencia de todos que las
nuevas normas bolchevizantes han superado y dejado muy atrás los moldes del
viejo liberalismo que presidió hasta ayer como su numen tutelar, nuestro
sabemos si denominar ya caduca Ley de Educación Común. El aluvión
moscovita ha traído al terreno de la enseñanza ese caudal de ideas disolventes,
materias en descomposición, que forman hoy el humus de las directivas oficiales.
Ya no es un sistema en que la preceptiva se vestía, con más o menos pudor, de
cierta arreligiosidad, y en que el decoro patriótico mantenía la relativa dignidad
de ciertos tintes nacionalistas. Hoy las fórmulas y los métodos han rebasado
todas las normas y todos los moldes vergonzantes, para mostrarse en la plena
desnudez agresiva de las confesiones bolcheviques que van desde la negación
de Dios, principio capital de su programa, hasta el desconocimiento de todos los
fundamentos constitucionales del orden y de la sociedad.
¿Puede dudar un padre católico entre esas dos orientaciones, colocado
en la disyuntiva de optar por una de ellas, como molde educacional para su hijo?
Elegido el principio, su aplicabilidad tampoco puede hacer vacilar su espíritu.
Porque la ecuación de la realidad tampoco le ofrece en ese sentido ninguna
31
incógnita. No puede serlo el camino que le ha de llevar a la elección de escuela.
/…/”
32
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.166, 3 de
marzo de 1932, Editorial.
POLITICA SOCIAL
33
No es esta una afirmación aventurada, por cuanto la podemos abonar con
eminentes autoridades de la Iglesia Católica. La carta Colectiva del Episcopado
español de 1917 y la Carta Colectiva del Episcopado norteamericano contienen
críticas severas al régimen actual vaticinando su transformación.
La fuerza de contención del extremismo revolucionario, no se encuentran en las
tendencias que se afanan en las leyes inmutables y en la conservación
empecinada de todo lo existente, sino en aquellas de justicia y por necesidad
histórica, a una distribución más equitativa de los beneficios sociales y de los
bienes de este mundo.
La llamamos “Política Social” porque se ha tornado esta ciencia con su
objeto propio. La expresión Sociología Cristiana, es evidentemente inadecuada,
desde que sociología, en su sentido original comptíano, sirvió para designar la
ciencia de las sociedades. Hoy, la sociología se compone de tres partes: filosofía
social, ciencia social y arte social. /…/
Es, pues, evidente, que sólo por error se puede calificar sociología
cristiana, a un conjunto de estudios sobre el orden social, y los problemas que
se amparan en la denominación general de “Cuestión Social”.
Política Social, en cambio, es una ciencia cuyo objeto está constituido por
el estudio de las relaciones de las clases sociales, y entre éstas y el poder
público. El problema de relación de clases, más importante es el de la cuestión
social, considerada como cuestión moral y económica.
Un autor ha sindicado los tres sectores en los que tiene que actuar la
Política Social. Estos tres factores son: protección al trabajo; política de salarios;
protección a la personalidad. /…/
Es evidente que estas u otras concepciones deben abrirse camino en el
régimen actual. El capitalismo está en crisis. Esa es la verdad. Hay que cambiarle
las bases. La reacción contra el maquinismo iniciada especialmente en Italia y
en Bolivia, es un principio revolucionario. No se necesita para predicar esto, ser
súbdito de Moscú. Precisamente por ser enemigos de Moscú, es que se necesita
la transformación.
De ahí la importancia de esta ciencia, que estudia las relaciones sociales,
con el fin de alcanzar aquellos principios de justicia, indispensables para un más
amplio desarrollo de la personalidad humana, y para una vida más generosa y
buena para todos.
34
T.G.B.”
35
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.171, 8 de
marzo de 1932, Editorial.
“El Estado, como titular prominente del derecho, entra como en capo suyo
en todo el dominio de la actividad jurídica. Y al entrar en él lo destroza, porque
en vez de inspeccionarlo y regirlo, lo administra, y hasta quiere dar el derecho a
quien sin su concurso debe tenerlo. No hay más que lanzar una ojeada a todos
los códigos modernos para convencernos de ello.
Pero si eso ocurre con el ejercicio del Estado dentro de su propia actividad
jurídica, campo suyo, ¿qué no ocurrirá en el vastísimo de la actividad social, en
el que irrumpe con acometividad, como si fuera único dueño del mismo, cuando
en realidad no es ni siquiera condueño?
A la vista está que hoy ese Estado se apodera de todo: como suya quiere
la Beneficencia, como suya la Instrucción, como suya la actuación en todos los
campos de la sociedad; como suyo, en una palabra, el predominio absoluto de
toda la órbita de la vida social. En una palabra, tiende a fundar un verdadero
sistema de estatolatría social.
Y da lo mismo que al Estado poder, tal como se le ha querido considerar
hasta ahora, se le quiere considerar en adelante, al dictado de modernas teorías,
como Estado gestor únicamente, como administrador. “El fundamento del
derecho público, son palabras de Duguit, no es ya el derecho subjetivo de
mando, es la regla de organización y de gestión de los servicios públicos”. La
teoría mientras no desgra [ilegible] al Estado sino que lo aumente con toda suerte
de servicios públicos, y amplíe el sentido de estos mismos servicios, en
consonancia con un socialismo de Estado absorbente, es tan perjudicial al
36
Estado como las anteriores que consideraban primariamente al Estado desde el
punto de vista del Poder.
Es verdad que el mismo autor, apoyándose en la descentralización por
servicios, panacea para curar los males del presente régimen estatal, indica que,
“del aumento de servicios públicos no resulta forzosamente el aumento del poder
del Estado, precisamente porque el Estado no es un poder. Decir que un servicio
constituye o debe constituir un servicio público, quiere decir que este servicio
será organizado por los gobernantes, que funcionará bajo su intervención. Pero
no quiere decir que los agentes encargados de él y las riquezas que le afectan
han de estar colocados bajo la dependencia inmediata y directa de los
gobernantes”. Pero entonces la respuesta es obvia: si en cada servicio público
el Estado ha de delegar para quedar luego al margen resuelto, es perfectamente
inútil su intervención: no tiene por qué tomarse la molestia de un trabajo que
efectuará por sí misma la sociedad con perfectísimo derecho y más acabado
éxito.
El camino verdadero es totalmente contrario.
Dentro de una perfecta autonomía de todas las sociedades menores, infra
estatales, que pueden cumplir sus propios fines establecidos, el Estado debe
intervenir tan sólo para promover intereses de esas mismas sociedades, para
ayudarlas o incitarlas a que cumplan con sus fines, es decir, debe intervenir
cuando su intervención se traduce en refuerzo de los fines de las sociedades
menores, no por una mera debilitación o absorción absoluta de los mismos.
El Pontífice Pio XI lo indica bien claramente: “Queda en la filosofía social claro y
permanente aquel principio, que ni puede ser suprimido ni alterado; que así como
es lícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria
pueden realizar, para encomendarlo a una comunidad, así también es injusto y
al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación del resto orden social, evocar
a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar
comunidades menores e inferiores.”
Y no menos claramente se expresa el mismo Pontífice cuando trata de la
función del Estado con respecto a los fines de las sociedades infra estatales y
de las personas jurídicas en general, a saber: cuando enseña que sólo entonces
el Estado debe intervenir cuando puede de algún modo reforzar los derechos de
dichas sociedades. He aquí sus propias palabras: “Todo influjo social debe por
37
su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca
absorberlos y destruirlos. Conviene que la autoridad pública suprema deje a las
asociaciones inferiores tratar por sí mismas los ciudadanos y negocios de menor
importancia, que de otro modo le serían de grandísimo impedimento para cumplir
con mayor libertad, firmeza y eficacia lo que a ella sola corresponde, ya que sólo
ella puede realizarlo; a saber: dirigir, vigilar, urgir, castigar, según los casos y la
necesidad lo exijan.”
38
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.172, 9 de
marzo de 1932, Editorial.
PROBLEMAS VITALES
EL SALARIO MINIMO Y LA DESPOBLACIÓN DE NUESTROS CAMPOS
“/…/
Una ley de salario mínimo, sea del gremio que fuere, no puede dar buenos
resultados, si no está hecha en función de una reforma simultanea del sistema
impositivo, de la implantación de la conciliación y el arbitraje, de la cuestión de
la vivienda obrera rural, del seguro contra la desocupación, etc., etc.. /…/
Estamos en presencia de un hecho extraordinario: un país nuevo como el
Uruguay tiene una porción de leyes propias de países de industrialización
avanzada, sin que poseamos, en contrapartida, esa industrialización avanzada
y densa…
Disponemos de una serie de normas jurídicas nacionales propias de
tierras viejas y cansadas. Cuando debíamos aspirar a los salarios máximos,
legislamos sobre salarios mínimos; cuando debíamos poblar nuestros campos
de hombres y ganados, los despoblamos por el terror y la liquidación, y con
riesgo de quedarnos sin obreros, hacemos leyes para los obreros que
esperamos… inútilmente.
/…/”
39
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.176, 13 de
marzo de 1932, Editorial.
40
En todos esos países [la mayoría de los países de Europa Oriental] la
crítica imparcial ha visto algo que nosotros sin mucha pupila empezamos a
vislumbrar en el [ilegible] marcado aspecto político y como consecuencia de eso,
un pésimo resultado económico…
Nuestra democracia, para salir de su incompetencia, debe aislar el bacilo
de la fiebre electoralista, someterlo a altas temperaturas de técnica gubernativa
y luego poner en práctica lo que ya dijimos: dar preferencia al perito…”
41
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.189, 1 de
abril de 1932, Editorial.
“Los países cuyo crédito ha sido hasta ahora el más fuerte, como Holanda,
Suiza y Suecia, por no hablar de Inglaterra, se encuentran envueltos en esta red
inextricable de las grandes dificultades financieras y económicas, es decir, que
esta crisis que nos atosiga sin descanso, alcanza tanto a los Estados como a los
particulares que los habitan y pagan en ellos sus fuertes contribuciones. /…/
La retirada de créditos a corto plazo, no sólo obedece a la desconfianza,
factor psicológico insensible de la vida financiera contemporánea, como lo
hemos visto con el peso uruguayo, sino también el temor de tener que arrastrar
situaciones delicadas de carestía y empobrecimiento en propia país. Las manos
nerviosas del depositante se mueven inquietas en busca de su precioso metal;
quieren tenerlo cerca, “a la mano”, dentro de sí mismos si posible fuese. /…/
El mundo vive, a la verdad, en una situación sin lógica, ni concierto. La
economía mundial se encuentra en una situación de marasmo. /…/
Hay una evidente falta de organización en todas partes, hay un enorme
desbarajuste, y hay, además, o por mejor decir, por encima de todo esto, un
colosal egoísmo materialista que impide la mejor y más justa distribución de la
riqueza sobrante. Véase bien que decimos de la riqueza sobrante, porque
aunque parezca mentira, y esta es otra de las paradojas de la situación
42
económica mundial, la hartura de unos se toca con la escasez con la miseria de
otros muchos. /…/
El nivel de vida de los electores tiene, por fuerza, que descender, pero los
gobiernos políticos se resisten a hacerlo bajar demasiado por temor a perder su
clientela, y en esta amarga alternativa van los gobiernos haciendo marchar entre
tumbos la economía maltrecha de sus respectivos países.”
43
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.198, 12 de
abril de 1932, Editorial.
44
Claro está que para los hombres que gobiernan en país estas no son más
que frases efectistas, nacidas de peligros imaginarios. La medrosa fantasía
popular es la que creó el fantasma bolchevique. Entretanto, la prensa extranjera
acusa; las cancillerías extranjeras denuncian; y los documentos extranjeros
prueban.
Que se les dé libertad a los comunistas, pero mientras se porten como
hombres sensatos.
A los insensatos y conspiradores es necesario aplicarles una ley de
saneamiento. Que se les envíe a Rusia para que estudien y palen “el paraíso”.
Como para ellos son las cuestiones económicas, las que determinan la
conciencia social, cuando coman pan negro en vez del blanco que por aquí
comen, y cuando tengan que gastar azúcar a razón de un kilo por mes, y cuando
tengan que ganar los salarios miserables que allí se pagan, es muy posible que
los problemas del estómago les cambien la conciencia revolucionaria.
Entretanto, nuestros gobernantes deberían apurar un poco más la ley de
inmigración indeseable, para que los malos comunistas, - no tenemos por qué
dejar de conocer que puede haberlos buenos y sinceros – no hagan de nuestro
país el teatro de sus aparentes payasadas, y que en el fondo ocultan intenciones
funestas.
Nuestra experiencia es ya ruda y eficaz en este sentido y no cabe sino
aprovecharla, como medio de salvar la paz social y de poner el orden que
fundamenta nuestra soberanía y es garantía del bienestar común, y salvaguardia
de estos profesionales de la agitación y del delito que medran con la licencia y el
tumulto.
En manos de nuestro Parlamento, están en estos momentos los medios
legales de asegurar la estabilidad social y el fundamento de nuestras
instituciones.”
45
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.203, 17 de
abril de 1932, Editorial.
46
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.204, 19 de
abril de 1932, Editorial.
47
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.210, 27 de
abril de 1932, Editorial.
48
¿Podemos aceptar que se le niegue trascendencia a la prédica comunista
abierta y desembozada? Nos parece aventurado, conociendo sus modalidades
de acción, sobre todo después de la experiencia que vienen haciendo en Rusia.
Y es más aventurado si se observa el actual momento porque atraviesa el país,
como reflejo de la situación mundial.
No suponemos que los trabajadores sean todos extremistas, no, pero
admitimos que las dificultades presentes, los colazos de la desocupación, los
fermentos de reivindicaciones desmedidas no logradas y quizás también la
predisposición de ánimo enancarse en un movimiento social, sean hábilmente
aprovechados por los extremistas para salir del terreno de las amenazas y los
proyectos.
¿Puede, pues, creerse que no haya terreno de cultivo apto para una
siembre de virus destructor?
Por otra parte, ¿hay quien pueda sostener la conveniencia de que las
amenazas se cumplan, para darse el gusto de comprobar luego que hay fuerza
bastante para castigar y reprimir? ¿Quién no advierte lo terriblemente peligroso
de esta pendiente?
No creemos que se pueda defender esta tesis. Otra cosa es que, frente a
los hechos lamentables producidos, se vea obligado a tomar medidas, pero
permitir que se fomente y provoque el estallido para ahogarlo luego, sería bien
censurable. Es de aplicación aquí aquella regía de que más vale prevenir que
curar.
Nos queda, por último, por analizar el aspecto más delicado. El imperio de
la libertad que se entiende ampara también a ésta clase de manifestación de
ideas. Respetuosos como el que más de la libertad, preguntamos ¿es lícito darla
a quien pretende aniquilar [ilegible] licito que el hijo asesine al padre?
La libertad no puede ser; ni lo es, una fuerza ciega e irracional, que se
mueve a sus propios impulsos. Es fautora de grandes bienes, a condición de
que, como otras fuerzas, se mueva dentro de su órbita y mantenga el equilibrio
que es la ley suprema que rige las armonías de la naturaleza. Abandonada a sus
propios instintos, produciría el mismo efecto que suponer suspendidas por un
instante las leyes que gobiernan, por ejemplo, el movimiento parlamentario: el
choque inevitable y la destrucción.
49
Así ocurre en el organismo social. Bienvenida sea la libertad fautora de
progreso, pero sujétesela tan pronto rebase de sus naturales límites.
Reediten, pues, su responsabilidad los hombres que tienen en sus manos
el destino próximo. No se dejen alucinar por sugestiones, por espejismos, por
sofismas. No pretendan hacer experimentaciones que, realizadas ya por otros,
han dado dolorosos frutos. Tampoco se deje arrastrar por reacciones de otro
extremo: proceda con valentía, con altura, pero al mismo tiempo con saludable
energía.
¡La obra lo exige y lo reclama impostergablemente!”
50
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.215, 4 de mayo de 1932, Editorial.
LA POLÍTICA DE VIVIENDA
51
Ya ha empezado la iniciativa privada a suplir estas deficiencias y hoy día
se ha logrado bastante en orden a la modicidad y relativa comodidad de las
viviendas de la clase media de nuestra sociedad. Sin embargo, el deseo de
ahorrar materiales, la codicia de algunos propietarios y la escasez positiva de
terrenos en la ciudad nueva y aún a veces también en la ciudad novísima
(resultado de la imprevisión municipal), ha hecho que no pocas casas de
departamentos parezcan más bien palomares que habitaciones humanas.
También estos excesos han empezado a ser corregidos, pero todavía en
Montevideo abundan las casas incómodas y antiguas, cuando no inhabitables.
Nuestros antepasados eran mucho más previsores que nosotros. Hay aún en el
centro de nuestra capital muchas casas que disponen de pequeños jardines de
desahogo. Porque Montevideo no tiene aún porqué levantar tantos pisos en sus
viviendas /…/
Nosotros creemos decididamente que la errónea conducta municipal en
materia de construcciones no ha sabido orientar la política de la vivienda en el
sentido de dar a Montevideo una amplitud urbana suficiente sin perjuicio de la
valorización de la tierra, y sobre todo, sin pérdida de sus antiguas notas
características de ciudad dotada de jardines interiores para respiración y salud
de los habitantes de cada finca.”
52
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.216, 5 de mayo de 1932, Editorial.
Editorial rica en contenido teórico. Las palabras son dirigidas a los fieles
cristianos para practicar “una obra permanente constructiva que traiga la vida
cristiana al individuo, a las sociedades privadas y al Estado”.
53
prescindiendo de toda aspiración y propósito innoble e injusto; pero es verdad
que la clase popular en general quiere su regeneración social, reconocimiento
de su dignidad personal, más alta educación para bien propio y de su familia;
apetece además reorganizar corporativamente las profesiones y ocupar el lugar
que merece por el valor de sus actividades, por su contribución eficaz al
bienestar material del mundo con el aumento de las riquezas debidas en buena
parte a su trabajo en todos los continentes de la tierra. Por otra parte, los
empresarios y capitalistas están convencidos de que dentro de la anarquía y
desconcierto reinante no es posible la paz, ni la seguridad de la economía y de
las naciones.
Los católicos, si hemos de influir efectivamente en la reforma de la
sociedad, es menester, sobre todo, que nuestros criterios se ajusten a las ideas
cristianosociales; no hemos de condenar los anhelos razonables de las
muchedumbres a su perfeccionamiento y mejoras justificadas; no hemos de
juzgar intangible la distribución actual de los bienes económicos, y más cuando
sean injustamente adquiridos por medios ilícitos y usurarios o por sistemas de
ganancia disconformes con la justicia y la caridad cristiana. Los católicos nos
hemos de situar en el terreno del desenvolvimiento nuevo económico, con
perfecta inteligencia del mismo, dominando con el espíritu social cristiano y el
amor real al prójimo las concupiscencias egoístas. Los católicos, por un trabajo
común y reconstructivo en medio de las crisis profundas religiosas y sociales,
hemos de aprovecharnos de los nuevos pensamientos, voluntades y energías
latentes en el alma de los pueblos para reedificar el nuevo orden social.
Es menester que se transforme la sociedad actual, atómica, mecánica, en una
sociedad vital, orgánica, como la hizo el Creador, una comunidad de vida y de
amor, como corresponde a hijos de Dios y a hombres cristianos unidos entre sí
por los vínculos de la hermandad de Cristo, donde cada uno esté en su puesto,
según su vocación profesional, y cumpla el deber social de conciencia de servir,
no sólo a sus intereses individuales o familiares, sino también al bien común, que
es bien de todos y bien de cada uno, donde se subordinen los apetitos egoístas
a la justicia y caridad, donde las riquezas de este mundo sean consideradas en
su verdadero valor como medios dados por la Providencia para el sostenimiento
de todo el linaje humano y no como fin de la vida.
54
Explicada científicamente y en todo su alcance la doctrina y moral de la
Iglesia, y su influjo en la ciencia de la economía y en el ordenamiento social y
económico de las naciones, se desharán una vez más las calumnias, y censuras
contra la Iglesia, que propalan los socialistas, los comunistas, acusándola de
inercia, de conservadora del “statu quo”, de absolutista, de sostenedora del
capitalismo y de los ricos afortunados.”
55
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.217, 6 de mayo de 1932, Editorial.
56
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.218, 7 de mayo de 1932, Editorial.
““Germania”, diario berlinés, órgano oficial del partido del Centro, hacía
notar recientemente que en Alemania quedaban solamente en pie los partidos
que abarcaban en sus programas un contenido social. El Centro, síntesis de la
sociedad y conjunto de todas las clases unidas por un principio supraterreno. Los
comunistas y los socialistas, partidos de clase, más bien distintos en los matices
del odio a lo existente, que en los principios base de sus doctrinas. El racismo,
en fin, cercano a los socialistas en sus afirmaciones sobre el trabajo, la
producción y la propiedad, próximo a los comunistas en su sistema político, pero
alejado de unos y otros en lo que se refiere a la patria y a la raza. Todos estos
partidos se apoyan en la masa, en la clase media y en los pobres más que en
los ricos. Es evidente que en el fondo de los más extreminstas y, a pesar de los
excesos condenables, y de los principios erróneos, late un afán de justicia y el
deseo de un mundo mejor y más equitativo.
He aquí lo que nunca debieran olvidar los católicos. Mucho menos desde
la publicación de la encíclica “Quadragessimo Anno”. Hace poco leíamos un
texto de ese documento, escrito con grandes tipos y en un recuadro, en el centro
de la primera plana del diario socialista de Bruselas “Le Peuple”. Síntoma del
aprecio que las enseñanzas pontificales han merecido a los adversarios. Pero
no queremos mirar al campo de enfrente, aun cuando la sabiduría popular estima
57
esa consideración muy provechosa. Veamos lo que han hecho y lo que piensan
los católicos de otros países.
En sus congresos, en discursos de sus primates, en instrucciones
pastorales de los prelados se ha estudiado o comentado la enseñanza pontificia.
Entre los sentimientos expresados descuella la gratitud: “Decid al Santo Padre,
exclamaba el ministro de Trabajo belga Hymans en el Congreso de Obreros
Cristianos, dirigiéndose al Nuncio de Su Santidad, que todos nosotros no
tenemos más que un deseo: “hacer lo que nos manda. Decidle nuestro
reconocimiento de hijos por la doctrina social que nos ha expuesto tan
claramente en el momento en que los pueblos ven con angustia el porvenir.
Decidle cuán segura se siente esta multitud, enardecida para luchar; de que la
luz de Cristo no se ha de extinguir nunca.”
El diputado católico inglés Scurr, afiliado al partido laborista, desarrolla en
un artículo de “The Universe” ideas semejantes /…/ Y llama la atención de sus
amigos sobre un fenómeno parecido al que “Germania” señalaba en el pueblo
alemán: “No toda la juventud tiende a los deportes y a las diversiones. Va a otros
lugares y oye hablar de los problemas sociales, pero sin que se haga referencia
al punto de vista católico. Y así, poco a poco, queda a la deriva.
Ciertamente. Mas no sólo los jóvenes: el pueblo entero busca a quienes
hablan de sus problemas, a quienes estudian sus necesidades, a quienes se
preocupa de alimentar su cuerpo y su espíritu, de contentar su deseo de bienes
materiales y de apagar su sed de justicia. Esto, sobre todo. Podrá, muchas veces
equivocar el camino, llamará a puertas donde no debe acudir, donde le señalarán
una ruta equivocada, donde le arrastrarán hacia la venganza, engañándole con
las apariencias de la justicia. Pero la culpa no es del pueblo. /…/
No estamos en el terreno de las teorías. Más de la tercera parte del partido
católico belga está constituido por obreros, sin contar el campo, en cuyo caso la
proporción sería mucho mayor; un millón de votantes del Centro alemán sale de
las fábricas; los católicos holandeses tiene[n] un representante obrero en las
organizaciones de Ginebra.
Pero no tenemos necesidad de salir de nuestro país para encontrar ese
partido de contenido social, que afirma su acción, no en vetustas tradiciones de
odio, sino en claros programas de principios y de ideas, inspirados en doctrinas
de amor, de orden y de paz, con raíces que se extienden por los terrenos de la
58
realidad y cuyos problemas vitales y candentes encuentran en él soluciones de
derecho y de justicia. Ese partido es la Unión Cívica cuya característica consiste
en no considerar a las encíclicas como expresión sencilla de opiniones piadosas,
sino como programas de realidad vital que sabe cumplir y ofrecer como normas
indefectibles a sus afiliados.”
59
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.220, 10 de mayo de 1932, Editorial.
UN PELIGRO REAL
60
En lo que a nosotros concierne, no debemos olvidar el papel
preponderante que siempre se le asignó a nuestra capital, en el plan de
comunismo sudamericano.
Resulta lamentable que, por razones de pequeña política de grupo, no se
quiera alcanzar toda la proyección que adquiere este problema, cada vez más
intenso y cada vez más palpitante.
Y que se crea que, con juzgar irónica o festivamente la pintoresca
actuación de los representantes parlamentarios del comunismo criollo, se ha
hecho obra eficiente en pro de la firme estabilidad social.”
61
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.224, 14 de mayo de 1932, Editorial.
62
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.225, 15 de mayo de 1932, Editorial.
63
suficientes y holgados para un caso de enfermedad y desgracia de familia. Sentó
el principio fundamental de que le individuo es anterior al Estado, y que, por lo
mismo, tiene derechos inalienables, inherentes a la naturaleza humana, que son
anteriores al Estado, y que éste no puede atropellar ni desconocer. Se mantuvo
firme en que el Estado, en virtud de su misión tuitiva del bien común, debe
proteger al obrero, para que no se le impongan trabajos excesivos e impropios
de su salud, edad, sexo y otras condiciones.
Todo esto, a los liberales de escuela, les pareció un adefesio, porque la
libertad, según ellos, cura los males de la libertad; la libre concurrencia y la oferta
y la demanda habían equilibrado todo sin que el Estado se metiera en nada.
Precisamente esa apatía del Estado, frente a los más graves problemas, es lo
que mejor fustiga León XIII; y el tiempo le ha dado la razón. No hay liberal, hoy
día, ni Estado que, de tal se precie, que no se entremeta en todos los detalles
del contrato de trabajo.
Saltando por encima de la moderna intervención estatal preconizada por
León XIII, se han ido al extremo opuesto de molestar continuamente al capital y
al trabajo con pesadas reglamentaciones, muchas veces injustas y siempre
extremadamente detallistas. No se podía dar un mayor fracaso del dogma liberal
de la libertad de acción. Los mismos liberales le han traducido. Herida
profundamente por el bisturí leonino, ha muerto descuartizada por su cariñoso
amo y señor, el liberalismo.
Pio XI hace una sucinta, pero nutrida y completa historia, de la “Rerum
Novarum”; confirma y hace suyos, todos sus asertos; y añade algunos nuevos
puntos de vista; porque, como dice él mismo, los tiempos han cambiado, y las
circunstancias actuales no son exactamente las mismas. /…/
…afirma Pio XI que el socialismo ha sufrido una transformación no menos
profunda que el capitalismo, el cual se ha dividido en dos ramas: el comunismo
y el socialismo.
[expone las ideas acerca de los dos, a la vez que la incompatibilidad de
las mismas con el cristianismo]
Debemos, pues todos unirnos, para el bien común y “para que en todo y
sobre todo Cristo reine, Cristo impere, a Quien se debe el honor, la gloria y el
poder para siempre.”
64
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.229, 21 de mayo de 1932, Editorial.
UN GRAN DOCUMENTO
65
de la vida en todo si significado y en todas sus perspectivas. Prepara el ambiente
para los que llevan en alto la tea del incendio social, aprovechando todos los
resquicios que encuentran –y son tantas las injusticias del mundo!- en el propio
terreno económico.
Bien ha dicho Pio XI que de nada valdrán las conferencias, ni los tratados,
ni las reuniones – aunque las integren estadistas de buena voluntad – si
primeramente no triunfa en el campo económico la fe moral apoyada en Dios
sobre la conciencia.
Mientras en el mundo no prime la conciencia del deber, de la caridad y del
amor, poco, muy poco podrán los que quieren solucionar los intensos problemas
de la humanidad: a lo más, se les recordará, en el correr de los sucesos que
registra la historia, como a unos ilusos que creyeron modificar la estructura de la
sociedad actual y corregir las injusticias del ambiente, atendiendo tan solo la
exteriorización de los sentimientos, pero sin llegar con eficacia, a la verdadera
fuente de todos los males.
No para ahí la exactitud de observación de Su Santidad Pio XI.
Con toda sinceridad señala en el gran documento – cuya versión completa
no ha llegado todavía – el egoísmo desenfrenado e insaciable de donde nace el
desorden y el desequilibrio injusto, en el que se ve que las riquezas de las
naciones están acumuladas en manos de algunos pocos que manejan a su
capricho el mercado mundial, causando con esto grandes daños a las masas
populares.
La insistencia del Pontífice en marcar este grave mal de la sociedad
actual, resulta verdaderamente sugestiva. Gran importancia debe conceder a
ella, cuando no pierde ocasión en denunciarla ante el mundo, por medio de
encíclicas y alocuciones, que llegan a todos los confines.
La falta de conocimiento integral del documento pontificio, no nos permite
referirnos a todos sus interesantes conceptos.
Bastan, sin embargo, estos que hemos destacado, para que se vea la
importancia de la última encíclica, en estos momentos de incertidumbre creciente
en la sociedad universal.
La voz del Pontífice – es obvio recalcar su alta autoridad – ha formulado
una vez más un llamado a todos los hombres. Y esta vez lo ha hecho, en medio
de circunstancias inquietantes.
66
Desde la alta cumbre del Vaticano, ha bajado la exhortación paternal de
Pío XI, que llega afablemente a todos los corazones de los cristianos: es, a la
vez, advertencia y consejo.
Por ello, es que pedimos un minuto de interrupción en el ritmo de la vida
diaria de cada uno, una leve despreocupación de los problemas inmediatos, para
detenernos a meditar serenamente las palabras de quien se dirige a todos,
impulsado por la caridad.”
67
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.240, 4 de junio de 1932, Editorial.
68
He ahí uno de los motivos principales para que reclamen la acción que
impostergablemente se debe realizar. “Conocido el peligro, ha dicho “La Prensa”
es indispensable conjurarlo y Sud América, después de las revelaciones hechas
en los últimos tiempos, posee los elementos de juicio necesarios para emprender
la obra de saneamiento”. El gran diario argentino se equivoca totalmente, si se
refiere a nuestro país: aquí hay todavía quienes sostienen con una tranquilidad
que pasma, que la Cámara está perdiendo el tiempo al estudiar la
reglamentación de la inmigración; que todo es una maniobra de las clases
reaccionarias – calificativo tan insulso como acomodaticio; - y, aún no hace
cuatro días, que un diputado de las condiciones intelectuales del doctor Arena,
expresaba en Cámara los muchos puntos de contacto ideológico que tenía con
la tesis sostenida por los diputados comunistas, llegando a la defensa de lo que
pretenden avanzar con sus ideas, mediante la violencia y el crimen.
Hay otro aspecto muy interesante de este asunto, que no titubeamos en
clasificar de intenso problema que interesa vitalmente al país. Y creemos que no
magnificamos los hechos.
El citado diario argentino, se ha dedicado a señalar, en otro sesudo
artículo, la delictuosa propaganda que realiza en sinnúmero de publicaciones
redactadas en idioma extranjero – de extraordinaria diversidad – plagada de
agresividades [ilegible] leyes y las instituciones del país y para todo cuanto hay
de respetado y de respetable dentro de fronteras. Y todavía la ha quedado algo
por señalar al órgano porteño, y que fue expresamente contemplado en la
reunión de diplomáticos a que antes hicimos referencia.
Nos referimos a la propaganda por libros y folletos de índole comunista o
comunizante, de los que están materialmente atestados nuestras librerías. Ya
“El Debate” de Madrid escribía, no ha mucho, sobre la invasión de obras de
propaganda comunista: Bujarin, Trotsky, Zimoviev, la Kollontal y tantos otros
prominentes personajes soviéticos se ven traducidos al castellano y vendidos
con profusión, mediante una propaganda llamativa y usando títulos sabiamente
colocados. Y junto a ellos, añadía el gran diario madrileño, los “viajeros” de
Rusia, los que han ido a pasar una temporada allí, para salir luego como agentes
a referirnos los prodigios comunistas…
Entendemos que ha llegado el momento de obrar.
69
Sólo una despreocupación, que raya en lo criminal, si no es inconsciente,
puede seguir tolerando que el país tenga que sumar – a sus ya inquietantes
problemas de índole económica – este otro que puede desencadenar a breve
plazo la campaña de disolución y de odios que agita y prestigia el Soviet. El país
entero, en cuanto tiene de sensato y juicioso, ya se ha formado opinión sobre
este candente problema. Sólo falta, ahora, que los que dirigen los destinos
públicos, se pongan a tono con las necesidades nacionales.”
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EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.24, 9 de junio de 1932, Editorial.
CRISIS DE AUTORIDAD
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Algo hay por tanto de equivocado en la actual educación ciudadana. Tal
vez en las prolongadas luchas políticas contra los abusos y las prepotencias de
los que ejercieron el poder, se ha olvidado salvar el amor indispensable a la
autoridad legítimamente ejercida. O tal vez son responsables los mismos abusos
de autoridad, de la ciega reacción que ha hecho carne contra todo lo que
representa autoridad o gobierno.
De todos modos, ni las leyes, no las constituciones, ni los ejércitos, ni las
policías, bastan ya para devolver a los pueblos el don precioso de la autoridad
respetada y defendida. No es con leyes, ni con derramamientos de sangre que
ese don se conquista, sino con una obra de educación popular. El problema
escapa totalmente de la esfera política, para constituir un hondo y serio problema
social.
La autoridad, en efecto, ha de ser amada, y el amor no lo imponen ni la
ley ni la violencia. La autoridad implica la disciplina y la disciplina es el
renunciamiento a pequeños o grandes beneficios individuales, en aras del bien
común. Amar este renunciamiento es una virtud y la virtud no la fabrican ni la
violencia ni la ley.
Quiere decir que en el fondo de toda sociedad, capaz de constituirse y de
progresar, ha de haber fuerzas vivas de carácter moral, sin las cuales es inútil
intentar ningún progreso ni social, ni político. La violencia no engendra más que
esclavos y tiranos, y los pueblos así constituidos son indignos de llamarse
sociedades humanas.
Por sobre todos los abusos de la autoridad y por sobre toda la pasión de
las reacciones contra esos abusos, hay pues una razón más decisiva de esta
crisis de disciplina; y esta razón es el olvido y el desprecio que la política moderna
ha pregonado de todos los valores morales y religiosos. Se ha pretendido hacer
de la política un mero dictar leyes e imponer sanciones en torno a la lucha
escueta de los intereses, y poco a poco el mismo orden político se resquebraja
sin un apoyo firme en las virtudes esenciales de la sociedad.”
72
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.248, 14 de junio de 1932, Editorial.
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trabajador[,] única fuerza que tienda a la ayuda del obrero frente a la prepotencia
abusiva de la burguesía imperante.
Entendemos que toda la sociedad está interesada en oponer valijas a
esas campañas del sindicalismo extremista, llevando el combate de ideas al
mismo terreno que actualmente envenena la prédica falsa pero estrepitosa del
comunismo militante y de los que, sin llegar a serlo, no saben cómo resistir la
invasión por falta de un contenido substancial y adoptan la actitud fácil de seguir
la corriente, para no perecer.
Pero, entre todos, a nosotros los católicos incumbe en principal termina
esa acción que podemos llamar salvadora.
Un país católico, no organizado socialmente – ha dicho M. Delfosse en
una reciente conferencia pronunciada en el Hogar Español, de Bruselas, y
refiriéndose a la madre patria – hállase inerme y sin defensa desde el momento
en que el manubrio político cae en manos de gobernantes hostiles de la Iglesia.
Y si a esto agregamos el peligro permanente que representa la organización
sindical del extremismo soviético, que cuenta con recursos necesarios como
para mantener en actividad muy diversas agrupaciones gremiales que le
responden en obsecuencia, enfocaremos el problema en toda su amplitud y en
toda su exigente realidad que impone obra realizadora y acción eficiente y
pronta.
La Iglesia insiste en esta hora de incertidumbre, en sus doctrinas sociales;
y en esa insistencia debemos ver el interés que Roma asigna al problema, Pío
XI no pierde ocasión en reiterar sus propósitos; son varios los documentos
pontificios que señalan las imperiosas necesidades del momento.
La experiencia de la organización obrera católica, en los países donde se
ha ensayado con éxito indiscutido y hasta inesperado por su extraordinaria
marcha ascendente, invita insistentemente a la obra. Y contrasta con el poco
éxito socialista, que es efímero y decepcionante, como lo comprueba la realidad
de cien ejemplos.
Así lo comprendieron los católicos belgas, que iniciaron su organización
obrera, en los precisos momentos del apogeo socialista, con su “Ligue des
Travalleurs Chretiens”, que no es otra cosa que una poderosa organización
sindical católica puramente obrera y netamente obrerista, que no vacila, llegado
74
el momento, en oponer infranqueable valla a las influencias injustamente
conservadoras, de cualquier matiz que fuesen.
A su lado actúa una red de instituciones económicas que benefician a los
trabajadores. Esta Liga, en el período de diez años, de 1921 a 1931, ha
aumentado el número de sus miembros de 27.000 a 335.000; aumento que
correspondía a una merma considerable, de muchas decenas de miles, en las
agrupaciones gremiales socialistas.
No es este el único ejemplo que recordamos. Son muchos los que podrían
citarse en apoyo de la tesis, lo que daría una extraordinaria extensión a nuestro
comentario. /…/
Sinceridad en la propia fe que se profesa; unión y coordinación entre los
que lucha[n] desde campos distintos por un mismo ideal; y lealtad en buscar y
defender al pueblo que no debe demorar – si en ello nos esforzamos – en salir
de su letargo y en rechazar la mentirosa concepción de que sólo encuentran
defensa en los extremismos.
Esos mismos extremismos que resultan tan fáciles porque son
destructores sin importárseles poco ni mucho la realización de la verdadera
sociedad; y que son artificiosos porque parten de supuestos falsos y acaso de
explotaciones repudiables.
Entonces, en lugar de odios de clases, veríamos triunfar la verdadera
confraternidad cristiana.”
75
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.257, 24 de junio de 1932, Editorial.
“En la próxima Semana Social que se realizará en Lille, en los últimos días
del mes de julio, el profesor Vialatoux, dictará una clase sobre un punto de gran
interés nacional e internacional: “El fundamento espiritual de la confianza”.
Nos parece que es este, uno de los problemas más vivos de la época
actual.
Lo mismo que en todas las crisis económicas, hay siempre un factor
psicológico con influencia preponderante, acaece igual cosa con las crisis
políticas nacionales o internacionales. El mundo está formado por hombres, y es
el factor hombre el que principalmente interesa en el complejo de leyes
económicas y sociales que mueven al mundo.
Vivimos bajo el régimen de la sospecha. Se recelan los hombres dentro y
fuera de fronteras.
En todas las Conferencias internacionales que se han reunido en los
últimos años, hemos visto siempre, el predominio del recelo. Los discursos
preparatorios, los discursos iniciales, abundan en palabras fraternas y de
concordia. Pero en el momento de las decisiones surgen las discrepancias, las
tesis opuestas, los puntos de vista distintos. Y en el fondo de esas discrepancias,
de esas tesis, de esos puntos de vista, está presente siempre el mal espíritu que
las preside: la desconfianza recíproca. Toda la historia de las Conferencias
internacionales es una entera comprobación de la presencia de este mal espíritu.
Y mientras no se transforme el alma de los hombres, serían inútiles las
Asambleas que se realizan hoy, y las que se realizarán mañana. Hemos oído
alguna vez, una frase de Waldo Frank. “El mundo consiste en hombres, y si el
76
mundo ha de transformarse, deben transformarse los hombres”. Vieja verdad
cristiana, expresada en el siglo primero de la historia, y repetida en todos siglos.
Ahí está el Cristianismo con los principios, con los medios, con la realización de
este retorno a un mundo espiritual mejor. Si el Maestro divino que lo iniciara,
estuviera presente, en los negocios, en las escuelas, en el alma de todos los
hombres, trascedentalizando (*) 18 su vida interior, el móvil de las acciones
humanas, no sería el interés egoísta que hoy ha malbaratado todo, y renacerá
esa confianza que está en bancarrota; confianza de hombre a hombre y de
pueblo a pueblo.
Soportamos hoy la supremacía absoluta de los intereses nacionales. El
poderío de la patria se ha convertido en un fin universal, al cual debe sacrificarse
todo. Se han universalizado los intereses nacionales.
Este nacionalismo exagerado, había sido expresamente condenado por
Pío IX en el “Syllabus” de 1864. Lo condenó Pío XI en la encíclica “Ubi Arcano
Dei”, expresando que era contrario a la moral social cristiana, “el amor
inmoderado de la nación”.
Est[e] amor inmoderado a la nación es lo que hemos visto en todas las
asambleas en la que los hombres se han reunido precisamente para limitarlo. El
egoísmo, nacido de una concepción materialista de la vida, es el mejor sostén
del nacionalismo. Y por ese nacionalismo es por lo que impera la desconfianza
que ama desmesuradamente el triunfo propio y recela del triunfo ajeno.
Es menester pacificar a los pueblos. Es menester pacificar antes a los
hombres. Hay que propiciar el advenimiento de una perfecta armonía entre las
patrias; armonía de las naciones y lo internacional; coordinando el interés
particular al interés del mundo.”
77
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.264, 2 de julio de 1932, Editorial.
CONTRA LA LEY
“/…/
Este hecho por sí solo encierra mayor gravedad que cualquier otro de los
denunciados hasta hoy: es minar por su base el carácter y la naturaleza que se
le quiso dar a esa institución nacional.
Es mostrar la intención al desnudo, el eliminar por completo, en el futuro,
todo el control de los propios productores, y frente a semejante atentado – que
con el espíritu y la letra de la ley podía impugnarse – los directores callan, y ante
una simple nota, consienten el manotón del Consejo, abandonando la causa,
bien defendible por cierto, de la industria madre del país. Digamos, con
sinceridad que ninguna actitud nos resulta tan inexplicable como la de los
delegados de las sociedades rurales. /…/”
78
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.268, 8 de julio de 1932, Editorial.
79
ellos aprendieron un respeto espiritualista por los dictados de la con-ciencia y un
amor firme por el orden cristiano de la vida, ¿han pensado un momento lo que
serían su moral y sus costumbres, sin el hondo fermento cristiano de la sociedad
en que vivieron, y cuyos ideales subyugantes y nobles envolvieron como la luz
del día los derroteros de su vida?
¿Alcanzarán a ver la noche en los caminos de los hombres que vienen?
Muchos ya sí. Ante esta fuga de la solidaridad de la confianza, del amor
recíproco, entre los hombres de una misma sociedad y entre los pueblos de
distintas fronteras; ante este desatarse de intereses materiales y egoístas en las
luchas menudas y en las frecuentes y graves alteraciones del orden público; ante
el discutirse de todos los principios y de todos los derechos y el arrollarse todas
las autoridades y de bandidos en las urbes civilizadas, y este reclamar gobiernos
fuertes, entre los pueblos que tuvieron el orgullo de sus instituciones, muchos ya
ven y palpan que va faltando un alma en las sociedades; que si ellas se
constituyeron sobre un conglomerado de principios amados por todos, al
quebrantarse la unidad de ese conglomerado sólo puede esperarse la dispersión
y la lucha; que si las sociedades se amasaron con el sacrificio de todos, al
perderse el concepto religioso de la dignidad del sacrificio, las sociedades no
pueden sino aguardar el imperio de la fuerza.
Los que poseemos el don precioso de la Fe somos en cambio y a pesar
de todo optimistas. Sabemos de una promesa que no se quebrante, según la
cual el fermento cristiano del mundo no se perderá.
Y cuando vemos que en medio de la confusión de la hora en que nos toca
vivir, suena más firme y más clara que nunca, si eso puede decirse, la voz de la
Iglesia, comprendemos que la levadura está dispuesta a actuar en la masa de
las nuevas sociedades.
No basta empero el optimismo más o menos inerte o egoísta. Y todos los
que temprano o tarde han comprendido la misión salvadora de los ideales
religiosos, están en el deber de cooperar en el trabajo nuevo; en el trabajo eterno,
cuyo símbolo se perfila en la silueta del Sembrador de la parábola, esparciendo
la semilla en la tierra propicia.
La tierra está ya pronta para esa siembra.”
80
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.278, 22 de julio de 1932, Editorial.
81
dirigente de la sociedad, constituida por hombres que viven al margen de la
economía normal de la sociedad misma, porque se han considerado impedidos
de constituir su hogar. /…/”
82
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.279, 23 de julio de 1932, Editorial.
83
Resulta de ahí una serie de inconvenientes tanto para las empresas, como
para los mismos trabajadores.
A las empresas [le] causan, pérdidas de jornal, de tiempo y hasta
perjuicios graves de trabajo mal realizado que debe ser reducido o subsanado.
A los obreros se les crea una situación de disgusto, por cuanto se creen
burlados ya por la empresa, ya por la Oficina de Trabajo; sobre todo, cuando
comprueban que, después de ser despedidos, han perdido su turno para nuevos
llamados.
Un ejemplo aclarará perfectamente estos hechos.
La empresa constructora de un edificio público necesita, por ejemplo,
cincuenta obreros para ejecutar los trabajos de cemento armado. Solicita, de
acuerdo con la ley, esos obreros a la Oficina de Trabajo.
Como ésta no tiene una clasificación precisa de obreros competentes en
trabajo de cemento armado, toma esos obreros por sorteo entre los que se han
inscripto como albañiles, y envía esos nuevos operarios.
Se incorporan estos a la labor, pero, al concluir la jornada, se comprueba
que de estos cincuenta operarios, apenas quince o veinte son aptos para el
trabajo que se les ha encomendado. La empresa se ve precisada a despedir a
los inhábiles y a formular un nuevo pedido, y mientras vienen los nuevos obreros
no puede tomar otras sin exponerse a multas y sanciones diversas.
Los obreros despedidos protestan, unas veces contra la empresa, otras
contra la oficina; se produce un verdadero malestar entre todos los obreros de la
obra, y así quedan planteadas esas situaciones que se repiten casi diariamente.
Si se tiene en cuenta que las empresas constructoras tienen sus plazos
fijados para la conclusión de los obras, fácil es concebir que graves pueden
crearse con la serie de tropiezos surgidos de estos hechos.
A parte de estos defectos, ya de suyo importantes, no deja de ser una
verdadera injusticia que se haya impuesto por la ley que la totalidad del elemento
obrero debe ser tomado por las empresas mediante la Oficina del Trabajo.
Debió considerarse que las empresas suelen tener un cierto número de
trabajadores vinculados a ellas desde varios años, meritorios e idóneos, sobre
todo, en relación con las maneras y modalidades con que cada empresa realiza
su labor.
84
A tal punto es injusta e inaplicable la legislación en ese aspecto, que la
Oficina de Trabajo se ve obligada en muchos casos a admitir ese personal, que
resulta prácticamente irremplazable.
Hay finalmente otro aspecto no previsto por la ley, y es el que se plantea
en los casos bien comunes y corrientes en que el contrato de licitación principal
comprende varios subcontratos, ya que determinados trabajos de construcción
no son directamente realizados por el contratista principal, como por ejemplo,
instalaciones eléctricas o sanitarias, trabajos de pintura, excavación, etc.
Los subcontratistas no aceptan de buen grado responsabilizarse de las
sanciones en que puedan incurrir por no tomar personales de la Oficina de
Trabajo; y en esas condiciones la concurrencia a las licitaciones va haciéndose
cada día más azarosa y difícil.
Se impone, pues, una modificación de la ley sobre la materia, siendo el
punto esencial de esa modificación, el de imponer la selección o agrupación de
obreros por una cuidadosa diferenciación de oficios y una justificación de
aptitudes.
Ello redundará en beneficio de todos y evitará los conflictos que, si hasta
ahora, no se han manifestado en forma grave, es porque hay una racional y
justificada tolerancia.”
85
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.280, 24 de julio de 1932, Editorial.
TECNICA Y POLITICA
86
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.282, 27 de julio de 1932, Editorial.
87
Los batllistas y nos referimos especialmente a un proyecto del doctor
Brum, han preconizado una fórmula, hasta, cierto punto, cristiana. Aunque esto
aparezca como cosa de juego periodístico, es la más pura verdad. Preconiza,
ellos en efecto, un régimen de enfiteusis, en el que los enfiteutas, hacen producir
a la propiedad, y se apropian de las mejoras que a ella hayan incorporado. /…/
Claro está, que este régimen parece suponer la nacionalización de la
tierra, en lo que el proyecto es menos cristiano, aun cuando dentro de la doctrina
social católica, se puede admitir un cierto grado de colectivismo y socialización
de la tierra. Pero como los batllistas, dejan asomar su primogenitura socialista, a
través de sus concepciones sociales, por ello, esa parte de su proyecto, decimos
que es menos cristiana.
En los primitivos tiempos de la economía, la Iglesia concedía a los
particulares, el dominio útil de las casa, campos, bosques, por un tiempo
determinado y generalmente a perpetuidad, mediante la indemnización de un
exiguo canon anual. De esta manera muchos trabajadores, se hicieron
propietarios e iniciaron su fortuna. /…/
Pero, ¿se puede hoy hablar de régimen enfitéutico a base de
nacionalización de la tierra; mejor dicho: a base de estatización de la propiedad?
El proyecto aludido desconoce dos realidades de hoy: en primer lugar, el ejemplo
extranjero.
El ejemplo extranjero no valdría nada, o valdría poco, si no estuviera
rodeado de ciertas circunstancias favorables, que le pueden dar jerarquía de
ejemplo universal. Rusia por ejemplo, quiso estatizar la propiedad y la estatizó.
Había una dictadura que facilitaba el ensayo; era un país rico que disponía de
enorme materia de experiencia. Pues bien, Rusia, después del ensayo, ha
vuelto, o mejor expresado: “va volviendo” al modo capitalista. Desde estas
mismas columnas ya expresamos la “vuelta” dada por el régimen comunista. Lo
mismo acaeció en México, donde el gobierno comienza, según lo informamos
oportunamente, a dar nuevas interpretaciones a la ley de expropiación. No
queremos decir con esto que hayan abandonado totalmente el régimen, sino que
comienzan las limitaciones. /…/
Por otra parte, el régimen de la enfiteusis en sí, practicado por el Estado,
desconoce el instinto adquisitivo y su valoración social. Es posible que en otro
régimen de la enfiteusis en sí, con otro modo de producción, el sistema
88
enfitéutico tuviera aplicación; pero no se puede olvidar nunca, cuando se
conciben ideales generosos, que vivimos bajo el régimen capitalista, y que este
régimen capitalista tiene su lógica, lógica implacable si se quiere, pero suficiente
para frenar de hecho a toda teoría que se aparte de ella. /…/
Por estas y por otras razones que no caben en un artículo, no nos parece
bueno ni realizable esa enfiteusis socializadora. Que es menester dividir la
propiedad, casi nadie lo niega: que debe dársele función social a la propiedad,
tampoco se discute. Pero no se puede marginar en un impulso generoso pero
desacertado, que lo que al mundo desposeído le interesa por encima de todo,
es aquella función íntima del hombre con sus instrumentos de producción. [¡]Y
todo sistema que no aspire a realizar esa función, será sistema de puras
bondades teóricas, incapaz de concretar la realidad igualitaria que conmueve las
aspiraciones del mundo de los desposeídos! T.B.”
89
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.284, 29 de julio de 1932, Editorial.
90
crea que hay en esta exageración: son conocidos los diversos centros
estudiantiles netamente comunistas, y bajo nuestra vista tener más de un
periódico – que se dice, al menos, universitario – directamente inspirado por el
ideario que tiene su origen en el régimen que impera en Rusia.
¿De qué medios valemos para la defensa? ¿Acaso debemos persistir en
permanecer impasibles, como si poco o nada nos molestara o nos inquietara esa
propaganda cada vez más intensa?
Y, en especial, ¿qué hacemos los católicos para contrarrestar tamaño
desvarío?
Tenemos una doctrina social católico que posee principios
incontrovertibles, únicos que pueden servir de dique inconmovible a la tendencia
demoledora del ideario moscovita; pero, por desgracia, esa doctrina social
católica es tan poco conocida que, a veces, hay católicos que la ignoran, y hasta
se sorprenden cuanto ante ellos se desarrollan algunos de sus principios
básicos. Sin embargo, la bibliografía es profusa; apreciamos el caso de distintas
naciones donde el catolicismo es cada día una fuerza de mayor consistencia y
vigor, que nos impulsan con su ejemplo a andar rápidamente por esa senda que
nos llevaría a la orientación verdadera del pueblo en materia social: y, como
consecuencia a la creciente difusión en las masas de la doctrina del cristianismo.
Por sobre todo ello, oímos muy a menudo la voz del Pontífice que –siempre a
tono con las necesidades que reclama cada época- insiste en cuantas ocasiones
se le ofrecen a que se difunda en forma eficiente y amplia, la doctrina social que
la Iglesia sostiene, frente a la incomprensión de quienes siguen creyendo que
Ella constituye el súmmum de toda la ortodoxia conservadora a outrance y de
todo reaccionarismo atrabiliario.
Poco, muy poco, se realiza dentro de fronteras. Aunque son dignas de
notarse algunas iniciativas, bien plausibles por cierto, y de las que trataremos en
otro artículo.
Mientras tanto, meditemos en el peligro que representa nuestra inercia si
no nos preparamos contra ella. Porque –como decía no ha muchos años
Severino Aznar, el gran demócrata cristiano español- no luchar es inconsciencia;
entregarnos sin lucha, es cobardía; malaria con el deseo, es infantilidad cuando
no es miedo el esfuerzo.”
91
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.286, 31 de julio de 1932, Editorial.
EL ARMA DECISIVA
92
la traducción de las más importantes obras - ¡y las hay tan interesantes! – que
se han publicado en idiomas extranjeros.
Algo se ha andado, sin embargo, mediante la acción benemérita y
perseverante de una de nuestras instituciones centrales: la Unión Social, que se
ha especializado dentro de sus fuerzas, a esta clase de propaganda que es vital,
compenetrada de las necesidades que de ella tiene nuestra sociedad y de lo
impostergable que resulta obtener sus benéficos resultados.
Este año, por obra de dicha institución, se reiniciarán las Semanas
Sociales, que tanto brillo alcanzaran otrora en nuestra país y que con tanta
trascendencia se realizan habitualmente en muchos países donde el catolicismo
es día a día, una fuerza de mayor vigor y de mejor temple.
Pero entre todas las realizaciones de la Unión Social, séanos permitido
referirnos a una en especial, ya que de ella fue la iniciativa y porque estamos
persuadidos de su creciente interés y en su cada vez mayor prestigio: las
conferencias que por radio realiza semanalmente y que motivan sensatos
estudios de cuestiones sociales. Ellas resultan disertaciones de excepcional
importancia, porque llegan a los lugares más distantes y diversos y se ofrecen a
toda clase de oyentes. Oyentes que muchas veces comienzan por escuchar
aquellas disertaciones con poca atención y hasta con desgano y que luego se
interesan vivamente por ellas, al notal que no [só]lo los demagogos o los
teorizadores del anarquismo hablan de las necesidades del pueblo; y que,
mientras los primeros desquician la sociedad con teorías de destrucción y de
aniquilamiento, fomentando el odio y las persecuciones, hay aún quienes
anhelan una superación espiritual, una mejor concepción de los deberes
sociales, una mayor equidad en las relaciones que el mundo impone una sincera
fraternidad entre todos los hombres. Quienes, en suma, traen todavía una
palabra de amor y de paz para el alma atemorizada y una reflexión espiritual
para el que es víctima del impulso de sus pasiones. /…/”
93
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.294, 11 de agosto de 1932, Editorial.
94
Las energías y las potencias intelectuales soviéticas están nacionalmente
organizadas para esa gigantesca obra de transformación del pensamiento
humano, amoldado y conformado según los principios del marxismo integral.
Se cumple así el proceso que ha prevista claramente toda la doctrina
católica cuando, por boca de sus pontífices y prelados, de sus filósofos y
apologistas, señaló en todo tiempo las consecuencias fatales de las filosofías,
de las morales de las economías y de las pedagogías sin Dios.
El comunismo es la lógica consecuencia de principios de filosofía
positivista, es lógica derivación de conceptos materialistas, es lógica conclusión
a la vez de individualismos y comunismos en el orden económico.
El comunismo quiere modelar, según el canon exclusivo y uniforme de su
concepción materialista todo el pensamiento humano, y hoy se ampara en la
libertad para llegar mañana a la total negación de ella; hoy se escuda en la
tolerancia para reprimir mañana toda manifestación adversa a su ideología; hoy
se ampara cuando le conviene en las leyes actuales para preparar su total
conculcación, y asentar su construcción marxista, en la que se reduce a la nada
la libertad, se aniquila el individuo, y se hunde en abismos de sombres el espíritu.
Sin poder justiciar – como lo ha hecho siempre la doctrina católica – la posesión
de la verdad, el ideal soviético se yergue, audaz y prepotente, pretendiendo ser
la única verdad, el único camino.
Y para alcanzar sus finalidades de absoluto predominio labora
incansablemente y metódicamente, preparando el momento y el terreno en que
encenderá su hoguera devastadora.
¿Cabe mirar con indiferencia esta acción, tan persistente y continúa como
solapada, que se dispone ya a preparar las nuevas generaciones?
¿Cabe cruzarse de brazos frente a esa obra devastadora?
Si nuestras autoridades – tanto en la esfera escolar como en las de
gobierno – siguen mirando pasivamente esa labor tesonera de infiltración lenta,
ella, y sólo ellas, serán, en definitiva, las responsables de los amargos días que
a nuestro pueblo, han de deparar esas doctrinas de perturbación y de desorden.
/…/”
95
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]13 *, 2 de setiembre de 1932, Editorial.
19
96
Dejando aparte esta consideración, ¿es lícito culpar al intermediario del
encarecimiento de los precios?
No pretendemos defender a nadie. Estamos haciendo una simple
investigación desinteresada.
Aquí caben las conclusiones del interesantísimo trabajo de Garrigou-
Lagrange. Conviene, en primer lugar, entendernos en cuanto a términos de
definición. Se entiende por intermediarios, a aquéllos que con exclusión de los
industriales transformadores, se intercalan entre los productores de materias
primas y los consumidores.
Se ha comprobado, dice el autor, citando opiniones valiosas, que la
oposición no está tanto entre precios por mayor y precios de detalle, sino entre
precios por mayor de los artículos y precios por mayor de las materias
industriales. Esto, en cuanto a los artículos alimenticios.
En cuanto a los productos industriales, la oposición, no está tanto entre
precios por mayor y precios por detalle, sino entre precios por mayor de las
materias primas y precios por mayor de los productos fabricados.
Y en general, la oposición está menos entre precios por mayor y precios
por detalle, que entre diferentes categorías de precios por mayor.
Los intermediarios pues, de acuerdo con estas conclusiones,
desempeñarían en muchos casos, una función útil, dejando de lado los
intermediarios inútiles o extraprofesionales, que lucran y explotan sin
desempeñar una función apreciable.
Pero si los intermediarios pueden rendir útiles servicios – el caso se puede
olvidar que la multiplicación de los mismos, entraña abusos y hace inútiles a un
número considerable de ellos.
Y hay abusos, cuando en un tráfico débil, pueden ganar mucho; cuando
edifican fortunas con rapidez en el pequeño comercio; cuando hay desproporción
entre sus servicios y sus ganancias. Se falta entonces a la justicia conmutativa.
Y para reaccionar contra ellos, defendiendo al consumidor entonces perjudicado,
es que se han expuesto tres métodos: el de las Cooperativas, el del Estado, y el
de la profesión organizada.
No necesita explicación el método de las Cooperativas. En cambio tiene
un gran interés el del Estado.
97
No es que se preconice un intervencionismo intenso del Estado, sino una
intervención moderada.
Puede el Estado encontrarse frente a un monopolio de hecho por obra de
los intermediarios. En este caso se justifica el monopolio de derecho. Es la propia
Encíclica “Quadragesimo Anno” quien establece este principio. [Procede a citar
la parte] /…/
En estos casos, se puede y hasta se debe ir al monopolio. Pero fuera de
los casos semejantes, el Estado debe mantenerse al margen no en la actitud
pasiva del que va un mal y se despreocupa de que siga produciéndose, sino
vigilando sus funciones, sin perder de vista lo que como Estado le corresponde.
El otro modo es el de la profesión organizada. Los que recurren con tanto
insistencia al Estado, es porque no piensan en la profesión organizada.
Una organización corporativa, suprimiría los abusos, establecería la
verdadera justicia y la administración por medio de los órganos más capacitados.
Todo el proceso de la producción, estaría entonces organizado y
jerarquizado por medio de la profesión, y con el procedimiento colectivo en sus
convenciones.
Punto interesantísimo este, que no podemos abarcar por la limitación del
espacio.
Con lo dicho hemos querido establecer: I) Que los intermediarios
desempeñan una función útil en muchos casos, inútil en otros. Ya se ha visto la
pauta. II) Que la multiplicación de los intermediarios, apareja abusos. III) Que los
abusos deben ser combatidos; por el público con sus cooperativas, por el Estado,
con sus monopolios de hecho, en los casos indicados; por la profesión
organizada, con sus profesiones, que son la única garantía para un orden social
nuevo, estable y científico.”
98
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]19, 9 de setiembre de 1932, Editorial.
99
Claro está, que ahora la situación ha cambiado: el Estado es el patrón, y
no se puede justificar frente a él, la imposición atrevida de los obreros… /…/
Pero esto demuestra algo más: y es la necesidad de una legislación sobre
conflictos obreros y sobre personería de las entidades gremiales.
Día a día, tenemos conflictos de todo linaje en la vida del trabajo. Sin
embargo, aún no sabemos, por ministerio de la ley, diferenciar los casos en que
la huelga es lícita o ilícita. Tampoco poseemos los órganos indispensables para
conciliar a revolver, según los casos, estos conflictos. En todas las legislaciones
del mundo, hay Tribunales de Conciliación y Arbitraje. Sin embargo, la nuestra
“la más avanzada del mundo”, no cuenta con esos Tribunales encargados de
que no se entorpezca el ritmo del trabajo.
Con todos los conflictos que hemos tenido, con todos los que se están
produciendo, ya tenemos experiencia más que suficiente, para comprender la
necesidad de tales organismos.
Con esto hemos comprobado, pues, dos cosas; 1) que el Patrón-Estado
es tan patrón como los otros; 2) que nuestra legislación adolece de la falta de los
organismos indispensables, para que estos pleitos gremiales no repercutan
dolorosamente sobre la vida nacional.”
100
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]41, 6 de octubre de 1932, Editorial.
101
En 50 años, de país ganadero y agrícola, exportador de materias primas
(85%), Estados Unidos se ha convertido en país industrial, exportador de
productos manufacturados (75%).
El cambio es total: hoy la Unión se ve obligada a importar materias primas
para sus fábricas y asegurarse salidas para sus mercaderías: de esta situación
surgen las dos bases fundamentales de su política exterior.
a) Política relacionada con las materias primas.
El gobierno de Estados Unidos no puede desinteresarse de las materias
primas internacionales.
Todo producto bruto que se descubra provocará una preocupación
esencial en las altas esferas del gobierno y de las finanzas, y tratarán de no
dejarlos escapar, ni monopolizar por nadie, ni por sus propietarios, a menos que
surjan de esto muy graves complicaciones.
Sin descuidarse ni un sólo día, los “trusts” siguen el desarrollo de los
descubrimientos y de las legislaciones industriales en todo el mundo,
consiguiendo concesiones en todas partes.
Esto es una política intervencionista, y éste imperialismo no es de
conquista territorial, (como Cuba, Panamá, etc.), se manifiesta siempre por
medio de una presión financiera, y, a veces, diplomática. En primera línea no se
ven, sino industriales o financistas, pero detrás de ellos está siempre la Casa
Blanca, fenómeno que no sucede cuando se trata de europeos, que vienen sin
tener a su lado representantes de su gobierno.
b) Política de mercados:
Con el gran poder de que disponen los Estados Unidos, tienen a su
alcance infinidad de medios para aplicar represalias; de estos procedimientos se
sirven media docena de industrias poderosas, azuzando la susceptibilidad cada
día mayor, del Ministerio de Comercio de Washington.
Esta “penetración” industrial, va seguida de grandes inversiones de
capitales.
Respaldados por el gobierno, como no lo hace ningún otro país del
mundo, éstos financistas no son muy meticulosos en el estudio y cálculo de
probabilidades de sus colocaciones – y sólo así se explican ciertos empréstitos,
que rechazados por financistas europeos (en conciencia), eran tomados por sus
colegas yanqu[i]s, con la mayor facilidad.
102
Agréguese a estas dos “penetraciones”, la adquisición y el control de
empresas similares a las americanas en el extranjero y se tendrá el cuadro
completo del imperialismo yanqu[i], con mucha mayor consistencia que la que le
atribuye “La Prensa” de Buenos Aires. /…/
Temen, pues, ahora, con sobrada razón, que los pueblos reaccionen y
lleguen, silenciosamente, a hacer el vacío a su comercio, lo que plantearía el
problema fuera del alcance de las represalias, fáciles de tomar enfrente a
gobiernos o empresas, pero imposible ante la masa consumidora. /…/
¿Tendrán eficacia interna, esas declaraciones como para producir un
cambio de método en los gobiernos futuros y en los procederes de sus
negociantes? ¿Tendrán fuerza externa como para admitirlas sinceras y que asó
provoquen el renacimiento de la confianza y de la simpatía?
De ellos solos depende, siempre que admitan el sentido de la igualdad y
de la reciprocidad entre los pueblos, que se diría completamente perdido hasta
en sus dirigentes.”
103
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]43, 8 de octubre de 1932, Editorial.
UN TRABAJO INTERESANTISIMO
104
a través de esos treinta mil obreros que entregan su esfuerzo a la explotación de
los capitales extranjeros.
El colmo, pues, de la insensatez, sería continuar la persecución
sistemática de esas industrias difícilmente sustituibles por el capital nacional y
muy peligrosas en manos del Estado, ya demasiado complejo con aquellos
servicios primarios que la ley ha ido poniendo a su carga y que no siempre los
administra con eficacia. /…/”
105
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]46, 12 de octubre de 1932, Editorial.
“Mil veces han partido de campo católico las críticas, por demás
justificadas, a nuestra actual legislación social. Una distinguida personalidad de
nuestra causa – el doctor Secco Illa – lo destacaba una vez más en el Parlamento
en nombre del sector político que representa. En medio de todos los himnos, de
los que comúnmente se entonan para convencer a las masas de que somos el
ejemplo de organización social, de que hemos ido muchísimo más lejos en el
camino de la justicia y la solidaridad que la mayoría de los países, tiene que
escucharse la voz de la serenidad y el buen criterio, que llame a la realidad y
demuestre cómo la obra que resta por hacer, la que necesidades urgentes
reclaman con imperio hasta ahora no atendido, constituyen un problema tan
vasto, tan intrincado, que empequeñecen todo lo ya cumplido.
Esa laguna existe preferentemente, en lo que respecta a la legislación del
trabajo, y en lo referente a la protección a la mujer y al niño. A pesar de que la
doctrina constituye diariamente fórmulas nuevas, conquista soluciones mejores,
más justas y racionales, nuestra legislación no se enriquece con ninguna de
ellas, permaneciendo en una indiferencia realmente inquietante.
Lo que a ella se ha incorporado, proclamado y defendido casi todo lo que
de bueno hay por las fuerzas católicas, mucho antes de que los partidos políticos
y los gobernantes se resolvieran a prestarle atención, ha entrado en la realidad
social de país, por la fuerza que viene de fuera, es decir, por el interés electorero
de ciertos hombres públicos, o por la exigencia reiterada de los que habrían de
ser directamente beneficiados.
106
Es lógico que sólo los hombres pudieran encerrar conveniencias para
gobernantes, sin otra preocupación que sus apetitos, así como es natural
reivindicación de sus derechos. Mientras la mayor energía de éstos lograba algo
para su mejoramiento, las mujeres y los niños, cien veces en boca de los
candidatos, pero ninguna en el espíritu de los estadistas, poco o nada han
conseguido mejorar.
Frente a esta inacción o despreocupación, muchas veces consientes,
resalta una vez más el ejemplo que viene del extranjero, donde las obras se
suman año tras año, en un incesante esfuerzo por corregir situaciones
desdorosas o dolorosas.
El último número del Boletín del Instituto Internacional Americano de
Protección a la Infancia, nos suministra interesantes datos, provenientes del
Brasil y de Costa Rica. (20) /…/
Se reglamentaría también el trabajo de los menores, estableciendo
horarios y jornadas especiales para éstos. Se prohíbe su asistencia a
espectáculos públicos de cualquier clase, hasta los 5 años, y se establecen
ciertas funciones especiales los jueves y domingos, para los menores de 16
años, cuyos programas deben ser aprobados previamente por una comisión
técnica.
Es también motivo de reglamentación especial y severamente prohibitiva,
la mendicidad infantil, por lo cual se establecen severas penas para los mayores
que la inciten o toleren, y se proponen duras sanciones para las personas que
vendan a los niños o jovencitos, publicaciones y objetos obscenos.
En síntesis, de uno y otro caso, quedan conjuntamente con numerosas
sugestiones prácticas, la afirmación indestructible de que no puede demorarse
un minuto más en adoptar rápidas resoluciones frente a los problemas en ellos
abordados, por cuanto comprometen hondamente la evolución social de un
país.”
107
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]49, 16 de octubre de 1932, Editorial.
LA SEMANA SOCIAL
108
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]52, 20 de octubre de 1932, Editorial.
PROBLEMAS DE LA COLONIZACIÓN
109
manera más efectiva, esa pequeña propiedad, que por lo menos le da al hombre
la seguridad mínima de su existencia.
No es nuestra intención simplificar los males económicos que padecemos,
reduciéndolos en una sola explicación causal; pero es evidente que la deserción
de la campaña, cuenta mucho en nuestros problemas económicos y sociales.
En una Semana Social, recientemente celebrada en Montreal, se
consideraba uno de los remedios de la desocupación, el retorno a la campaña,
también allí abandonada en virtud de ese fenómeno de absorción, que hace la
metrópoli, de las fuerzas más vivas del país.
Si bien es cierto que nuestra propiedad se va dividiendo, por un proceso
lógico, en que juegan un papel importante, las herencias, también es cierto que
ese proceso, pese a lo que “parece”, se hace de manera lenta.
Aún hoy, más de la mitad de la República, está ocupada por poco más de
3.000 propietarios.
Es menester descongestionar en algo a la ciudad, dando el placer por la
explotación de nuestros campos. Y ese placer nace, por grandes imperativos
psicológicos del régimen, con la seguridad que da la explotación propia, de lo
que nos pertenece, de lo que es nuestro.
La enfiteusis, supone hoy, para que sea posible, una educación especial
del pueblo, con alguna noción de buena solidaridad social. Eso todavía no lo
tenemos.
Por otra parte, la enfiteusis con un estado demasiado “estatista”, puede
tener sus inconvenientes.
Se han presentado en el Parlamento, proyectos a nuestro parecer más
necesarios y sabios. Nos referimos al que crea el Bien de Familia. No resuelve,
es verdad, todo el problema, pero nos da una de las soluciones en esa tendencia
favorecedora de la pequeña propiedad. Y fue precisamente el doctor Secco Illa,
quien en la pasada legislatura, reclamó ese principio que pondría al pequeño
propietario, al margen de las especulaciones, garantizándole un refugio seguro.
Sintetizando, creemos hoy más fácil, más practicable, alguna división de la tierra,
con el fin de fomentar la pequeña propiedad. Y recordamos precisamente, que
ese postulado lo reivindicaba Roosevelt en Norte América, como uno de los
medios de resolver ese otro problema tan grave de la desocupación.”
110
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]54, 22 de octubre de 1932, Editorial.
CASTAS PRIVILEGIADAS
111
Ahora bien; demuestran un egoísmo indisculpable e indiferente, los
empleados de entes industriales públicos, al aparecer indignados porque, en
esta situación económica por la que atraviesa el país, se les retacee un 50% de
su participación en las utilidades.
Por otra parte, hay un segundo grupo de privilegiados: el de los empleados
municipales, a los que no se les ha exigido en forma alguna su parte de sacrificio
en esta hora.
Con ellos no ha regido el impuesto a los sueldos. /…/
Mírese con un poco de justicia y de impersonalismo, estos problemas y
reconocerán los empleados públicos que, en la hora presente, no tienen derecho
a protestas por esas medidas perfectamente tolerables, que ni siquiera los llega
a colocar en igualdad de situación respecto a los empleados privados.”
112
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]61, 30 de octubre de 1932, Editorial.
MENDICIDAD INFANTIL
113
protección de sus mismos derechos, es el abuso de la mendicidad: esa
mendicidad que se basa en la simulación o en la mentira, y que explota el pedir
como un negocio cualquiera, o mejor dicho, como un negocio inmoral.
De todos estos abusos, ninguno más irritante que el que se vale de la
inocencia y de la debilidad de los niños, deformándolos antes moralmente en
una escuela de simulación y de engaño, antesala obligada del robo y del delito.
/…/
Por lo pronto al Estado es a quien corresponde investigar el carácter, la
magnitud y las condiciones del problema. Hágase esto pues antes que nada, y
de inmediato, pensemos todos en la obra urgente que es preciso realizar.”
114
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[3]69, 9 de noviembre de 1932, Editorial.
“Una hermosa iniciativa está en marcha: La Casa del Canillita; obra que
trata de construir un hogar para esa multitud de niños huérfanos de amparo, cuya
labor de vendedores de periódicos les obliga a sufrir muchas horas al día y de la
noche, las inclemencias del cielo abierto, que acaso son para muchos de ellos,
las condiciones previas a la elección de su penoso y mal remunerado oficio. En
efecto, el oficio es muchas veces el índice de las extremas necesidades
individuales o de familia; a la vez que las duras condiciones del mismo, son
índice de una insuficiencia dolorosa en la organización social, la cual será
necesario corregir. /…/”
115
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[5]94, 8 de diciembre de 1932, Editorial.
CATOLICISMO Y CAPITALISMO
“/…/
La fábula del catolicismo aliado sistemático y aprovechado de los
poderosos en las luchas económico-sociales, a fuerza de ser calumnia
intencionada de los que algo espera[n] salir ganando con su audacia, ha llegado
a ser, al fin, creencia ingenua de muchos, que por despreocupación o por
ignorancia invencible, no se han acercado a las fuentes auténticas de la doctrina
católica, para saber al respecto a qué atenerse.
Pasa en esto, algo muy semejante a aquello otro de “las grandes fortunas
de la Iglesia”, o de “la vida regalada de los clérigos…” /…/
En la cuestión económica de nuestros tiempos, la posición de la Iglesia es
muy clara: [n]i acompaña a los que pretenden suprimir la propiedad y la familia,
y sustituir a todos los capitalistas, por el grande y único capitalista que se llama
“Estado”; ni acepta el individualismo liberal, que lanza a los individuos a la lucha
injusta y bárbara, en que el fuerte y bien dotado se absorbe al débil y lo explota
a su antojo, como si fuera una vil mercancía. Entre éstos dos polos, cuyos
resultados últimos apenas difieren, es decir: explotación del débil por el fuerte
(régimen capitalista del industrialismo moderno), o explotación del débil, de las
minorías o de los vencidos, porque habla en nombre del “interés social”, se
encuentra precisamente la doctrina social católica.
La Iglesia quiere la tutela del Estado para los débiles, contra la explotación
de los fuertes; quiere la propiedad precisamente para que sea una realidad
accesible a todos, como fruto del trabajo y como estímulo del trabajo y de la
iniciativa, en provecho del bien común. Quiere el respeto a la dignidad humana
116
del trabajador, defendido por la ley Quiere es salario familiar, para que la
economía no conspire contra el hogar. Quiere la supresión de las grandes
concentraciones anónimas del capital, que alejan del trabajo a la propiedad y
que, además, se prestan por su mismo anonimato, a la dictadura cruel del
capitalismo… Quiere, por fin, que la propiedad no sea en manos del rico, un
instrumento egoísta, como si los derechos fueran privilegios absolutos que no
estuvieran limitados por la ley universal de la fraternidad humana; quiere el
imperio de éste ley, superior, por cierto, a las definiciones posibles de la justicia
positiva, por sutiles y perfectas que pueda suponérselas.
Pero la Iglesia no cree en el odio de clases, ni lo fomenta: en el odio del
rico al pobre y del pobre al rico; porque sabe que de la lucha egoísta del odio, no
sale otra cosa que el triunfo del fuerte y la opresión del débil, son que la
humanidad avance un paso en su camino.
Por eso el catolicismo no está con el odio que pregonan los que se dicen
defensores del oprimido; pero no ha estado, ni estará jamás, con los que faltan
a la doctrina y con los que se olvidan de la caridad. /…/”
117
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[5]96, 11 de diciembre de 1932, Editorial.
118
empresa económica; y de los seres humanos, mercancías o máquinas. Poco hay
sin duda de este régimen, que los católicos debamos “conservar”. Y sin embargo,
cuando se ataca al régimen capitalista de hoy se nos supone a menudo sus
aliados “natos”; ¡los conservadores” sistemáticos! ¡Como si todos los males
inmensos de este régimen, no fueran producto legítimo del materialismo liberal:
y la negación misma del concepto moral y cristiano de la vida!
Y nada significa por cierto, frente a esta comprobación rotunda que haya
individuos aislados, representantes o defensores del egoísmo materialista,
capaces de cobijarse bajo el rótulo católico y de invocar malamente en su
provecho los principios morales. El mismo Pio XI con palabra clara y firme los ha
denunciado, reprobando su conducta; pues la Iglesia, no sólo no ha sido jamás
insensible a las necesidades de los desheredados, o aliada o defensora de los
opresores injustos, sino que aún en el estadio actual de la lucha económica, la
palabra de los Pontífices y las enseñanzas de toda la Iglesia no han hecho sino
bregar por un orden más justo y más respetuoso de la dignidad humana, en las
relaciones de patrones y obreros, de ricos y pobres.
Para negarlo, habría que suprimir de la historia a León XIII, e ignorar lo
que escribe en sus encíclicas al mundo católico, el Papa Pio XI, si es que,
además, no habría que ignorar también toda la obra intelectual y todas las
realizaciones prácticas del catolicismo en el orden social-económico,
reconocidas ampliamente por los hombres tan imparciales como el socialista
Thomas, de destacada actuación en el obrerismo internacional.”
119
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[5]99, 15 de diciembre de 1932, Editorial.
LA LEY A RESTAURAR
“Una ley básica de la sociedad hay que restaurar. Después del siglo del
Renacimiento, esta ley suprema ha ido perdiendo terreno, ante el avance
creciente de un individualismo cada vez más disolvente de todos los vínculos
sociales.
Este individualismo hoy ya ha hecho crisis. Los hombres anhelan un
mayor predominio de los intereses sociales, de las necesidades sociales, de la
cohesión y la armonía de la sociedad. Es la reacción contra la obra individualista
dispersadora de energías que autorizó en los individuos el monopolio de su
inteligencia, de sus bienes materiales, de sus habilidades propias, y desató la
guerra, en que cada individuo sólo trataba de ensanchar sus fronteras
personales y marcarlas con límites recios entre él y sus semejantes.
Pero la reacción no ha encontrado todavía su método adecuado: y
procede con los métodos individualistas: la lucha, la guerra, la dominación, sean
legalistas o violentas. Cada individuo concibe a su manera una cohesión social,
y trata de armonizar la vida colectiva, encerrando en las fronteras de su propio
pensamiento, la acción, la libertad, el pensamiento mismo de los demás. Y estas
pretensiones pseudo-sociales, no son más que una manifestación individualista,
al fin, aunque desconforme con los resultados del individualismo. Su resultado
es a la vez el incremento de luchas, de distanciamientos, de enconos y de
rebeliones entre los individuos, y el debilitamiento de la cohesión social.
Bajo los más cálidos apostolados socializantes, no hay a menudo más
que una ambición individualista de dominación; de dominación intelectual si se
quiere, pero cuyo resultado es el choque disolvente.
120
Por eso, nunca se ha hablado más en nombre de la sociología, y nunca
se ha trabajado mejor y más abiertamente para pulverizar la sociedad: El odio
de clases, las dictaduras extremistas, las revoluciones y las guerras, la ruptura
del comercio, la disolución de los hogares, la crisis de toda autoridad, no son
más que síntomas del extremo delirio individualista.
No hay pues reacción real sino aparente. El mal avanza todavía.
La ley básica de la coordinación social es la Caridad, cuyo resultado
material y visible es la cooperación social. /.../”
121
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[6]07, 24 de diciembre de 1932, Editorial.
122
desprestigio de todas las funciones, en manos de los inadecuados; en definitiva,
la crisis cada vez más estrepitosa de toda autoridad.
Una sociedad no puede construirse sino sobre la diversificación de las
funciones. E[n]tre éstas las habrá más o menos intelectuales, más o menos
rústicas o sencillas, de mayor o menor responsabilidades: ello es inevitable. Pero
ni la función es algo que pertenezca en propiedad al individuo, algo indispensable
de su propia dignidad, ni para tener el máximo de la dignidad humana, se
requiere para nada el desempeño de una función más o menos alta. Sólo que,
para esto, es preciso basar la dignidad en lo único en que puede ciertamente
basarse: en lo moral, en el uso de la propia libertad. Y para esto también, hay
que restaurar en la vida y en las costumbres sociales la supremacía de los
valores del espíritu, sin los cuales la igualdad es una utopía, y el respeto al
vencido, o al que abraza de grado los trabajos humildes, no pasa de una mentira
vulgar muy repetida.
He aquí por qué la democracia real, la que satisface al hombre entero que
no es únicamente un ser “eco nómico”, no puede basarse en un concepto
materialista o naturalista de la vida. El “valor humano” no cabe en la democracia,
si por encima de todos los repartos equitativos, subsistiendo inevitablemente las
desigualdades en las funciones y en los cargos, falta el espíritu moralmente libre
como fundamento de una igualdad accesible a todos, sean cuales fueren las
funciones que deban ejercitar en la vida.”
123
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[6]12, 30 de diciembre de 1932, Editorial.
124
Lo que se ha echado abajo con el voto femenino, no es el despotismo del
hombre; es la tiranía incomprensiva de su interés.
Se impone ahora, una política familiar. ¿En qué sentido?
En sentido cristiano, en primer lugar. Nada se obtendrá con duración en
la economía, si no se reforman costumbres en lo moral.
Desde este punto de vista, a nuestro hogar le falta un alma.
Esposo, esposa e hijos, no tienen más unión que las que les da el
régimen: una unión casi inconsciente de la misión sagrada de la familia.
El hombre aporta el patrimonio; la mujer cumple sus quehaceres, y los
niños van a la escuela. Y nada más.
Uno advierte, que a ese hogar le falta un alma; un ideal; una misión.
Ese niño es un alma, que hay que moldear como espíritu, como vida en
plenitud de verdad y belleza; que esa mujer tiene una misión santificada, desde
el origen del Cristianismo, por el dolor del sacrificio y por la propia maternidad;
que ese hombre tiene una alta responsabilidad que no se elude acumulando el
mayor número de comodidades.
Cristo es la explicación de lo que falta. Él es el alma del hogar. Sin Él, la
familia es un pequeño núcleo, desprovisto de verdadera espiritualidad; es una
agregación de intereses, en el sentido inferior del término.”
125
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LV, Nº 16.[6]13, 31 de diciembre de 1932, Editorial.
126
Es necesario repetirlo: más del 60% del mundo obrero gana salarios
insuficientes para el mantenimiento de una familia.
Del punto de vista económico, el problema fundamental de la política
familiar, está en el aseguramiento de un patrimonio suficiente.
El matrimonio tiene un fin social, tal como la ha establecido León XIII en
la Encíclica “Arcanune”, al decir que, “considerando el fin de esta divina
institución, resulta evidente que Dios ha querido poner en él, la fuente más
fecunda del bienestar y de la salud públicas.”
Siendo así, no puede esta institución, que es la base más firme de la
sociedad, - en lo bueno de la forma actual y en la evolución hacia formas
mejores,- quedar abandonada al egoísmo comercial y financiero que la sacrifica
sin piedad.
El Estado debe intervenir, no hay duda. Hay proyectos útiles en nuestro
Parlamento. El “Bien de Familia” es uno de ellos. Ese proyecto tiende a la
consolidación del hogar; a crea[r] el patrimonio de la familia.
Pero no basta le ley. Bélgica, país ejemplarmente católico por su
movimiento social y político, realizó esta política familiar por medio de la iniciativa
privada.
Decía a este respecto el célebre Padre Butleu, demócrata cristiano:
“Nosotros no queremos que un trabajador consciente de sus deberes como de
sus derechos, espere únicamente del Estado lo que puede hacer él mismo; y no
admitimos un régimen, que so pretexto de previsión, de higiene y de solidaridad
social, llevaría a no constituir en el país más que dos categorías de ciudadanos:
aquellos que perciben pensiones, primas y subvenciones, y aquellos que deben
trabajar, para que el Estado puede distribuirlas. Esta política de la iniciativa
privada, nos es dictada por el afán de conservar al trabajador, y notoriamente al
obrero, todas estas grandes cosas que son: el respeto de su dignidad personal,
el amor del esfuerzo, la práctica del ahorro y el valor de sus responsabilidades.
Es la Liga Nacional de las Familias numerosas, las que han tomado en Bélgica,
la dirección incontestada de toda la política familiar”.
Desde una de las secciones de nuestro diario, se ha explicado el alcance
de algunas reformas sociales en beneficio de la familia, especialmente en lo
concerniente al salario familiar y a otras formas de superación económica del
hogar.
127
Es problema trascendental.
Nuestras mujeres, pueden hacer mucho en el sentido de las soluciones
económicas y morales.
La moralidad de la familia, es la base de la moralidad nacional, lo mismo
que su prosperidad económica, totalizada en el mayor número de hogares, es
también el fundamento más firme, de la prosperidad pública.
Bastaría una acción así, para eliminar de todos los textos, toda la
argumentación en contra del voto femenino.”
128
5 COMENTARIOS FINALES
129
en realidades locales distintas ambos mensajes identifican y reconocen lo
internacionalizado y lo internacionalizante de sus problemas y desafíos.
130
las desventajas y deficiencias propias, y estampando en ellas su propio
carácter.” (26)
131
A continuación comento en qué medida y de qué manera se vinculan estas
tres ideas con lo relevado.
132
Además se encuentran llamados de atención sobre los términos en que
se desenvuelven las políticas electorales: denuncias de actividad clientelística
(33) y permisividad en cuanto la difusión de propaganda comunista (34).
133
mantener el orden social y mantener los valores tradicionales frente a las
innovaciones y los cambios radicales. (39)
No obstante, las ideas y propuestas comunicadas por el diario uruguayo
pueden interpretarse como “progresistas” en cuanto pretende “reordenar” la
realidad nacional de acuerdo a la reciente palabra de la Quadragesimo Anno. La
reorganización del Estado en la sociedad conllevaría que este mismo “intervenga
para reforzar los fines de las sociedades menores[,] (…) tan sólo para promover
intereses de esas mismas sociedades, para ayudarlas o incitarlas a que cumplan
con sus fines, es decir debe intervenir cuando su intervención se traduce en
refuerzo de los fines de las sociedades menores, no por una mera debilitación o
absorción absoluta de l[a]s mism[a]s.” (40)
Como parte de estas “sociedades menores” El Bien Público evidencia la
prioridad de los gremios y sindicatos católico-obreros al ser pensadas como
agrupaciones necesarias y aún por fortalecer, incluso (o más que nunca) durante
la crisis económica nacional.
A mitad de 1932 este medio de prensa publica la editorial “Una
organización necesaria” donde se insiste en la idoneidad de las doctrinas
sociales para la resolución de los problemas contemporáneos frente a la
alternativa socialista comunista. Asimismo, allí se subraya la viabilidad de las
agrupaciones sindicales o gremios que se fundan o incorporan a la palabra del
Vaticano, señalando ejemplos fructíferos en Europa:
“La Iglesia insiste en esta hora de incertidumbre, en sus doctrinas sociales; y
en esa insistencia debemos ver el interés que Roma asigna al problema, Pío XI
no pierde ocasión en reiterar sus propósitos; son varios los documentos pontificios
que señalan las imperiosas necesidades del momento.
La experiencia de la organización obrera católica, en los países donde se ha
ensayado con éxito indiscutido y hasta inesperado por su extraordinaria marcha
ascendente, invita insistentemente a la obra. Y contrasta con el poco éxito
socialista, que es efímero y decepcionante, como lo comprueba la realidad de cien
ejemplos. […].
134
Entonces, en lugar de odios de clases, veríamos triunfar la verdadera
confraternidad cristiana.” (41)
135
No obstante, estimo que el reparo es considerablemente excepcional si se tiene
en cuenta la persistencia con que se describe y vincula a ambos por igual como
un “virus de prosélitos de doctrinas que cavan los cimientos del Estado mismo.”
(44)
136
6 LISTA DE REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
137
7 ANEXOS
Más que un agregado, esta sección de Anexos resulta ser inherente para
este trabajo monográfico. Tanto su extensión como su considerable
fragmentación son un resultado “inesperado” producido a raíz de lo dilatado y
complejo que resultó ser la tarea interpretativa de los repositorios
hemerográficos que he tratado aquí. Esto no pretende ser una vana referencia
autovenerativa sino una prueba de lo enmarañado que puede llegar a ser una
aparente actividad “mecánica” de transcripción, al menos como trabajo de grado.
Al igual que los Comentarios finales, estimo que estos anexos no son para nada
una lista acabada sino una sencilla invitación para identificar, profundizar y
ampliar una búsqueda que sea capaz de enriquecer el entendimiento de la
aplicación de la doctrina católica en el Uruguay.
La secuencia anual de editoriales como el buen estado de conservación y
accesibilidad de documentación referente al Bien Público (en custodia del
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo) me permitió abordar algunas
interrogantes que fueron suscitándose en paralelo al relevamiento. Varias de las
respuestas a esas preguntas han cobrado la forma de anexos.
138
7.1 SELECCIÓN DE EDITORIALES Y ARTÍCULOS DE “EL BIEN
PÚBLICO”
139
Jurisconsulto, penalista, escritor, parlamentarista y orador galano y
profundo, en todos los círculos que le ha tocado actuar, ha dejado la huella
profunda e imperecedera este espíritu selecto y sano.
Que su alejamiento sea momentáneo y vuelva al seno de[l] hogar
espiritual del periodismo donde se reclama el retorno del hijo predilecto son
nuestros deseos, para bien de su causa de la prensa y cultura nacional. –
Cicerón.”
140
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Luis Torres Ginart, LIV, Nº 16.214, 1 de
mayo de 1932, Editorial
MISIÓN CUMPLIDA
141
No me faltaron, sin embargo, excelentes abnegados colaboradores sin los
cuales no hubiera sido posible el éxito que, a pesar de todos fue logrado. Y a
ellos se dirigen, particularmente en esta hora, mi pensamiento y mi gratitud,
definitivamente conquistados por la inteligencia vigilante, el abnegado tesón y el
alegre afecto con que todos, compañeros de dentro ya amigos de fuera,
secundaron e hicieron amable y grato el cumplimiento de mi misión. /…/
Luis Torres Ginart”
142
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Hugo Antuña, LIV, Nº 16.223, 14 de mayo
de 1932, Editorial
143
Espíritu de excepcióndecimos, porque en todas las direcciones del talente
ha tenido su prueba y su triunfo. Abogado y jurista insigne, periodista de pluma
ágil, brillante y profunda, que sabe unir la nobleza firme del pensamiento con la
más bella y armoniosa corrección del estilo, orador espontáneo y elocuentísimo,
uno de los pocos que realmente saben improvisar y hablar bien sobre los más
variados temas, sin repetirse jamás y llevando siempre la hilación sutil de su tesis
hasta las imágenes más atrevidas y originales, sin perder el ritmo de cierta
elegancia natural y personalísima, - Hugo Antuña tiene desde los primeros años
de su juventud, una personalidad hecha y fuerte, ante la que se inclina
respetuosa la opinión unánime hasta la que lleva hoy, su homenaje de
reconocimiento y de adhesión absoluta, lo más selecto de la causa católica.
A ese homenaje entrega también, sin reservas su aporte espiritual esta casa, a
la que el nombre de Hugo Antuña está unido por un afecto cordial, y donde, como
maestro y amigo, sigue acompañándonos la fisonomía de su bello talento y la
cuidada selección de su espíritu.”
144
EL BIEN PÚBLICO, Montevideo, Juan Vicente Chiarino y Horacio Terra
Arocena, LIV, Nº 16.[3]08, 27 de agosto de 1932, Editorial.
LA REUNIÓN DE HOY
145
7.2 ÍNDICES
Los siguientes índices pretenden ser una ayuda o atajo para quien
consulte este material, a la vez que un acompañamiento a la hora de revisar las
fuentes que aquí he comentado.
.....
.....
146
9 de marzo N° 16.172 Problemas vitales. El salario
mínimo y la despoblación de
nuestros campos
13 de marzo N° 16.176 Las reformas agrarias en la
democracia incompetente
.....
.....
.....
147
4 de junio N° 16.240 Por la defensa social
9 de junio N° 16.244 Crisis de autoridad
14 de junio N° 16.248 Una organización necesaria
24 de junio N° 16.257 El fundamento espiritual de la
confianza
.....
.....
.....
148
.....
.....
.....
149
7.2.2 Índice de Comité de propaganda pro prensa
.....
150
1 de abril N° 16.189 DIME QUE DIARIO LEES
2 de abril N° 16.190 ES UN ERROR CREER QUE…
3 de abril N° 16. 191 NI UN SOLO HOGAR
5 de abril N° 16. 192 COMO UN FARO DE LUZ
6 de abril N° 16.193 LA REINA DEL MUNDO
7 de abril N° 16. 194 LAS IDEAS DEL PUEBLO
8 de abril N° 16. 195 EL HONOR DE ZORRILLA
9 de abril N° 16. 196 LA PRIMERA FUERZA DE
ACCIÓN
10 de abril N° 16. 197 DEBEMOS PROPAGA
12 de abril N° 16.198 DUPLICAR EL ESFUERZO
13 de abril N° 16.199 LA CARIDAD INTELECTUAL
14 de abril N° 16. 200 TODA NUESTRA ATENCIÓN
15 de abril N° 16. 201 EL GRAN CANTOR DE LAS
EPOPEYAS PATRIAS
16 de abril N° 16. 202 MOMENTO PRECISO
17 de abril N° 16. 203 NO ESTAMOS CONVENCIDOS
.....
151
1 de mayo N° 16. 214 CATOLICOS
4 de mayo N° 16. 215 UNA SOLA CONSIGNA
5 de mayo N° 16. 216 EL MEJOR HERALDO
6 de mayo N° 16. 217 No figura en la primera página
7 de mayo N° 16. 218 NO TIENE DERECHO
8 de mayo N° 16. 219 NO QUEDE NADIE
152
7.2.3 Índice de fechas en que “El Bien Público” no se edita
153
7.2.4 Índice onomástico
154
Scurr p. 58
Secco Illa, Joaquín pp. 106, 110
Terra, Gabriel p. 48
Terra Arocena, Horacio p. 136
Torres Ginart, Luis p. 137
Trotsky, León p. 69
Varela, José Pedro p. 18
White p. 68
Zimoviev, Grigori p. 69
Zorrilla de San Martín, Juan pp. 136, 140
155
7.2.6 Índice de países
156
7.2.7 Índice de instituciones
Locales
A.N.C.A.P. p. 99
Consejo Nacional de
Administración p. 24
El Comité General
de Acción Católica p. 140
La Unión Social pp. 93, 108, 138
Oficina de Trabajo pp. 84-85
Sección de Enseñanza
Secundaria p. 15
Unión Cívica pp. 59,138
Universidad de la República pp. 14-15
Liga Nacional de
las Familias Numerosas p. 127
Extranjeras
157
7.3 DOCUMENTACIÓN SELECCIONADA DE LA CARPETA “MEDIOS
DE COMUNICACIÓN SOCIAL. “EL BIEN PÚBLICO” (1879-1945)
158
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo /Montevideo /Carpeta 1
Medios de Comunicación Social “El Bien Público” 1879-1945 /Carpetín 1
/Correspondencia /Idioma Español. Original manuscrito/ Papel acartonado
blanco /Tinta azul, negra y roja/
E. C. Muy bueno.
TARJETA
Membrete: margen izquierdo supra. Tinta azul.
“Instituto Médico Fisioterápico del Dr. ESCARDÓ [.] URUGUAY 1233
Teléfono Uruguaya 3063, Cordón[,] MONTEVIDEO”
/Texto en tinta negra/
31 de julio 651
7 de agosto 683
8 de agosto 731 (48 en el día)
9 de agosto 754 (23 en el día)
10 de agosto 780 (26 en el día)
11 de agosto 810 (30 en el día)
159
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo /Montevideo /Carpeta 1
Medios de Comunicación Social “El Bien Público” 1879-1945 /Carpetín 1
/Correspondencia /Idioma Español. Original manuscrito/ Papel acartonado
blanco /Tinta azul, negra y roja/
E. C. Muy bueno.
TARJETA
Membrete: Margen izquierdo supra. Tinta Azul.
“Instituto Médico Fisioterápico del Dr. ESCARDÓ URUGUAY 1233
Teléfono Uruguaya 3063, Cordón, MONTEVIDEO” (49)
“18 de X 1932
Mi querido Monseñor:
Como aperitivo para poder digerir bien
El doblete de conferencias de la noche, tengo
El gusto de comunicarle que /siguiente texto en cursiva subrayado con
tinta roja/ a buena marcha hemos pasado hoy los
1200 suscriptores nuevos (50).
Nuestro ánimo, excelente. Nos parece que recién empezamos.
Un abrazo… respetuoso
Escardo (51)
160
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo /Montevideo /Carpeta 1
Medios de Comunicación Social “El Bien Público” 1879-1945 /Carpetín 1
/Correspondencia /Idioma Español. Original mecanografiado/ Papel fino
traslucido /Tinta negra/
E. C. Muy bueno.
52 Subrayado: Presente. Dirección: estas primeras tres líneas están alineadas a la derecha.
53 En letra más clara: Juan Francisco Aragone. Alineación derecha.
161
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo /Montevideo /Carpeta 1
Medios de Comunicación Social “El Bien Público” 1879-1945 /Carpetín 1
/Correspondencia /Idioma Español. Original mecanografiado/ Papel fino
traslucido /Tinta negra/
E. C. Muy bueno.
TARJETA
Membrete. Margen izquierdo supra. Tinta Azul.
162
Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo /Montevideo /Carpeta 1
Medios de Comunicación Social “El Bien Público” 1879-1945 /Carpetín 1
/Correspondencia /Idioma Español. Original mecanografiado/ Papel fino
traslucido/ Tinta negra/
E. C. Muy bueno.
59 Subrayado: Presente.
60 En tinta más clara.
61 Dirección: las últimas tres líneas centradas.
163
UDELAR, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Diciembre, 2015
164