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Valora y prioriza las formas políticas, económicas, culturales y sociales de los que
se suponen “países civilizados”, o “países más desarrollados”, centrando su mirada
en los países más poderosos dentro del sistema capitalista occidental, a los que
considera como el modelo a seguir. De ellos intenta importar las características y
condiciones para estructurar “de afuera hacia adentro” una forma de organización
nacional “en espejo”, pero siempre subordinada y alineada a los países que “marcan el
rumbo del progreso civilizatorio occidental”, según la división internacional del trabajo,
que ubica a los países de la región como proveedores de productos primarios e
importadores de manufacturas y capitales.
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entre los referentes políticos, sociales y culturales consustanciados con este modelo y
las grandes mayorías de la población.
Esta perspectiva ideológico política asume una posición negativa en relación a las
posibilidades y potencialidades de desarrollo socioeconómico, cultural y político
autónomo e independiente del influjo y la sumisión a las pautas y condiciones
“civilizatorias” ya probadas e instaladas en los países “centrales”.
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intervención estatal democrática que pueda equilibrar las inequitativas relaciones
económicas “libres” entre las corporaciones y la población local.
Esta posición ideológico política asume una percepción positiva acerca de las
características, valores y potencialidades sociales y culturales de las distintas
poblaciones que conforman -en su diversidad- el conjunto del colectivo social
argentino, así como de la posibilidad y necesidad de su desarrollo económico y político
autónomo. Presume una valoración y una relación afectiva positiva de ida y vuelta
entre los referentes políticos –pensadores, ideólogos y gestores operativos- y los
distintos sectores que conforman las bases sociales territoriales que mayoritariamente
conforman la población local en cada lugar y momento histórico, conglomerado que
comúnmente se entiende y denomina como “Pueblo”.
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oportunidades y derechos sociales, políticos, económicos y culturales que el modelo
sostiene.
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intervención del Estado en las políticas de empleo y salarios, de la seguridad social, de
la inclusión y la ampliación de derechos de los sectores más vulnerables.
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d. Los medios masivos de información
En primer lugar es preciso definir los términos, y aclarar que mediatizar significa
nada más ni nada menos que “operar en medio de”, es decir, ocupar un lugar activo
entre un actor social y otro. En ese sentido los medios de difusión masivos, que
operan entre el gestor político y las respectivas audiencias, resignifican y le otorgan un
sentido particular al actor político, a sus acciones y a sus expresiones. Transmiten a
sus audiencias lo que interpretan de la realidad que enfocan y recortan. Las
audiencias se exponen cada vez más a datos e información “predigerida” y a
imágenes “intermediadas” -que los medios instalan y proyectan de los actores
políticos- y construyen con esos insumos su propia interpretación de hechos, procesos
y personas.
A su vez los actores políticos están también expuestos al grave riesgo de ver
afectada su propia percepción e interpretación de los hechos sociales, de la realidad
social, del resto de los actores políticos y hasta de las actitudes de la población, a
partir de la interpretación que de esas realidades instalan y proyectan los medios
masivos.
El lugar que ocupan y la función que cumplen los medios masivos de información
y difusión se consolida a partir de su configuración específica, que en su gran mayoría
se encuentran en manos privadas, estructurados como empresas con fines de lucro
dentro del negocio del entretenimiento y las “industrias culturales”, asociados a
intereses económicos, políticos e ideológicos sectoriales, y formando parte de
poderosos grupos económicos concentrados que presionan fuertemente para imponer
sus condiciones a los actores políticos.
Entre 1976 y 1982 la última dictadura cívico militar que asoló Argentina, como
parte del proceso que se desencadenó en toda la región, puso en práctica un
dispositivo de destrucción sistemática de las bases de sustentación del modelo de
organización y desarrollo nacional y popular.
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Por un lado eliminó físicamente miles de cuadros políticos, sociales, sindicales,
técnicos, intelectuales y estudiantiles; por otro lado instaló el terror, persiguió y
proscribió los ámbitos sociales y políticos en que se nucleaban las distintas
manifestaciones de la militancia, que funcionaban como semillero de cuadros sociales
y políticos, y eliminó las fuentes de financiamiento genuino de la política y de las
campañas políticas, clausurando las instituciones de la democracia y asfixiando la
economía capilar que en cada localidad sostenía las manifestaciones políticas
territoriales (pequeños y medianos comercios, pequeñas y medianas industrias y
empresas de capitales nacionales).
La ferocidad del proceso cívico militar no fue casual. Se debió en gran medida al
estado avanzado de desarrollo de la conciencia popular de repudio a un modelo
socioeconómico y político conservador liberal que concentra sistemáticamente la
riqueza nacional en poder de minorías selectas privilegiadas, excluyendo a las
mayorías populares y sumergiéndolas en la pobreza y la exclusión.
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Para cumplir eficientemente con esta función es que se ejecutó el proceso de
concentración de los medios de información masiva en manos de grupos vinculados a
los mismos intereses económicos que sostuvieron históricamente las dictaduras. A ese
fin se diseñaron y organizaron esos medios como estructuras comerciales con enorme
poder económico y capacidad de presión política sobre los candidatos y los gobiernos
electos. En ese sentido presionan mediática y políticamente sobre los gobiernos,
partidos y representantes políticos desde la llegada de la democracia, consiguiendo
con esa presión eliminar la normativa jurídica imperante, que impedía la concentración
mediática, en el marco del brutal proceso de desregulación que fue parte central del
plan neoliberal que se abatió sobre la región.
Bibliografía
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