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conocimiento que tiende a hacer despreciar y a oscurecer las historias locales, a la vez autoriza
un sentido “universal” de las sociedades multiculturales y del mundo multicultural.
43 Entrevista agosto 2001, también citada en Walsh (2002c).
54 Catherine Walsh
44 Este proyecto no debería ser visto como limitado a los ámbitos social y político sino también
como parte necesaria, como veremos en el Capítulo 6, a todos los ámbitos públicos, incluyendo
el de la educación, desde la básica hasta la universitaria. En este sentido, la interculturalidad debe
ser entendida, a la vez, como proyecto intelectual y epistémico, proyecto que requiere poner en
cuestión y tensión la base supuestamente “universal” de la ciencia, el conocimiento y el saber
occidentales, haciendo ver su “localidad” y particularidad, como también la “localidad” y parti-
Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de)coloniales de nuestra época 55
SOCIEDAD E INTERCULTURALIDAD:
REFLEXIONES POR EL CAMINO
Como decía Agustín Cueva hace muchos años, Ecuador necesita cons-
truir una conciencia crítica y hacer una total transformación social. Hasta el
momento este reto no ha sido asumido por los ecuatorianos en su conjunto,
aunque la nueva Constitución ofrece alguna esperanza; más bien ha sido un
planteamiento, propuesta y proyecto de los sujetos colectivos que han vivido
la exclusión, la marginalización y la violencia de la colonialidad y su estruc-
turación social. Son ellos quienes se preocupan por el “problema nacional”,
por el modo logo-céntrico reductor (Sanjinés, 2007) con que “lo nacional” fue
y todavía es pensado.
Ciertamente, gran parte de este reto de transformación tiene que ver con
la idea, el discurso y los intentos que estuvieron presentes –obviamente den-
tro de su marco o matriz de poder– al hacer la “nación mestiza”. Además de
cularidad de las ciencias, los conocimientos y los saberes construidos en y desde el Sur –éstos
particularmente invisibilizados en la educación actual– que parten de las matrices civilizatorio-
culturales y las visiones “otras” de vida, como señala Yampara (2007).
45 Como he argumentado antes, la decolonialidad no es necesariamente distinta a la descoloniza-
ción; representa una estrategia que va más allá de la transformación –implica dejar de ser colo-
nizado– apuntando a la construcción y creación. Por la misma pervivencia de la matriz colonial,
la decolonialidad parte de un posicionamiento de exterioridad por las violencias raciales, socia-
les, epistémicas y existenciales vividas. Por eso, su proyecto no es la incorporación, inclusión o
superación –tampoco, simplemente, la resistencia– sino la reconstrucción o refundación de con-
diciones radicalmente diferentes de existencia, conocimiento y poder que podrían contribuir a la
edificación de sociedades distintas.