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CÁTEDRA: GAGLIARDO.

SOCIOLOGÍA APLICADA AL DISEÑO

FICHA DE CÁTEDRA: SUJETO, COMPORTAMIENTO SOCIAL Y SOCIALIZACIÓN

El modelo de comportamiento

El modelo de comportamiento humano decimonónico basado en los principios


racionalista, voluntarista e individualista, que se sintetiza en el conocido “Pienso, luego
existo”, se vio superado por los hallazgos de los investigadores sociales de base
humanista de todas las disciplinas sociales. La idea de un sujeto humano
absolutamente dueño de sus pensamientos y actos —que manejaba su vida en forma
autónoma e independiente, guiado por la razón y por su voluntad, que a través de su
racionalidad accedía a la “Verdad”, que definía voluntariamente los fines más nobles y
seleccionaba los medios más adecuados para alcanzarlos, y por eso era superior y
dominaba a la naturaleza y a los otros sujetos inferiores— resultó ser sólo un
espejismo. El mentado “Homo Económicus” se evidenció tan científico como que el Sol
giraba alrededor de la Tierra.

El avance científico e intelectual de los Siglos XIX y XX contradijo fuertemente esos


criterios y paradigmas básicos que sostuvieron el desarrollo del sistema económico y
los intereses económico-políticos que se consolidaron como dominantes a partir de la
Revolución Industrial del siglo XVII. Como sucedió en el caso de las ciencias duras
con Galileo y su hallazgo científico acerca de la rotación de la Tierra, en el caso de las
ciencias blandas se difundieron los desarrollos científicos del psicoanálisis, la
lingüística, la semiología, la antropología cultural, la economía y la sociología. Estas
disciplinas, a partir de una visión estructural y estructuralista, aportaron en su
confluencia a potenciar y profundizar el análisis y comprensión del fenómeno humano
individual y social, conceptualizando al ser humano como sujeto social por su doble
sujeción al inconciente y a la ideología.

Vivencia, percepción y reservorio inconciente

La vida es una sucesión de vivencias. Todo lo que el sujeto humano vivencia es


percibido e integrado a su reservorio y pasa a formar parte de sí mismo. Esto incluye
las emociones, sensaciones voluntarias o involuntarias, originadas por sí mismo o por
obra de terceros, acontecimientos soñados, imaginados o reales; percibidos a través
de sus dispositivos concientes, preconcientes o inconcientes; sucesos que quedan en
su memoria presente o se guardan en su memoria permanente. Todo lo que el sujeto
percibe pasa a formar parte de su reservorio.

El conjunto total de dispositivos que forman el sistema perceptivo del animal humano
tiene una capacidad de captación inmensamente mayor que lo que es capaz de
registrar concientemente y procesar a través de su actividad racional. Esos
dispositivos mantienen en el plano de su conciencia ciertos elementos básicos y
necesarios, y el resto los conservan en ese reservorio que el psicoanálisis define como
inconciente.

Todos los contenidos que el sujeto humano internaliza se asocian, elaboran y


reelaboran al interior de ese reservorio, y se ponen en juego como sistema cuando el
sujeto encara la vivencia siguiente.

La unidad del sujeto y su capacidad perceptiva

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El sujeto humano es una unidad constituida por su estructura biológica y su estructura
psíquica. Estas estructuras se interrelacionan e influyen mutuamente, lo que quiere
decir que las actitudes y las conductas que el sujeto lleva a cabo son determinadas
por los contenidos que carga en su aparato psíquico y se materializan a través del
aparato biológico.

También sabemos que el aparato psíquico está conformado básicamente por un plano
conciente y un plano inconciente. El plano conciente abarca todo aquello a lo que
podemos acceder por medio de nuestra capacidad de razonamiento, lo que podemos
recordar, pensar, analizar y tomar en consideración en cada uno de esos procesos
mentales concientes.

El plano inconciente abarca todo aquello que los dispositivos percibieron y grabaron
pero no pasaron por una elaboración racional. Esos contenidos pasan
automáticamente al reservorio inconciente, donde se relacionan, asocian, resignifican
y reprocesan según las cualidades y características que estudia y profundiza el
psicoanálisis.

Así, el sujeto humano es y actúa como una unidad estructurada por su dispositivo
biológico, su dispositivo racional y su dispositivo inconsciente. Las percepciones que
realiza y la interpretación que hace de ellas son producto de las capacidades
conjuntas de estos tres dispositivos.

El dispositivo biológico es importante pero secundario para el análisis social. Su


importancia radica en ser el soporte de la actividad psíquica y en definir las
posibilidades físicas que cada estadio vital prescribe al sujeto.

Es secundario para el análisis social por cuanto no influye en la cualidad de los


contenidos que se almacenan ni en su sentido y tendencias. La conformación biológica
acompaña la evolución del animal humano y se desarrolla bajo la influencia de los
fenómenos geográficos y sociales. La particular cualidad y calidad física/biológica del
sujeto y los grupos sociales van a ser fuertemente influidos por cuestiones derivadas
de la vida social del sujeto y grupos en cuestión.

Ningún valor, creencia o pauta social se puede transmitir o heredar a través de


procesos biológicos. La “clonación” biológica no puede incluir la clonación de valores,
creencias o emociones, que son fenómenos de índole absolutamente diferente.

La potencia de la percepción y elaboración de los dispositivos conciente e inconciente


es desigual. La potencia de carga y procesamiento inconciente es muy superior a la
conciente. Sus mecanismos de captura, procesamiento, elaboración y
almacenamiento también son distintos.

Para recurrir a una analogía muy simple, es como comparar la capacidad de carga y
almacenamiento de datos del disco rígido de una computadora con la cantidad de
datos que puede “mostrar” en la pantalla del monitor. También es buena la analogía
para entender que los datos que en definitiva aparecen en la pantalla resultan de una
cantidad infinitamente superior de datos y procesos que el sistema de la computadora
puso en movimiento para responder al requerimiento de los datos específicos
solicitados.

En el acontecer cotidiano del sujeto humano, el ilimitado reservorio inconsciente y sus


procesos específicos determinan qué minúscula parte es la que va a aparecer en
definitiva en el limitado plano consciente.

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La conformación de la experiencia

En cada una de las experiencias que vivimos los seres humanos se condensa una
gran cantidad y complejidad de “contenidos” racionales, psicológicos, éticos, estéticos,
culturales, económicos, políticos, sensoriales, emocionales, sociales, etc. Se
interrelacionan en general cuestiones vinculadas directa o indirectamente con todas
esas áreas, pero nosotros vivimos simplemente la experiencia.

No somos concientes, ni nos hace falta serlo, de todos los procesos que se ponen en
juego cuando rendimos un examen, subimos a un colectivo, vamos a una fiesta,
lavamos la ropa, perdemos un empleo, cobramos un salario o nos bañamos. Mucho
menos concientes somos de los procesos históricos que influyen para que hoy
hagamos las cosas de esa particular forma en que las hacemos, o que nos pasen las
cosas tal como nos pasan.

Sólo cuando lo que nos pasa nos genera un conflicto,, se nos hace difícil, costoso, o
angustiante, nos podemos poner a pensar con detenimiento por qué será que esto nos
pasa o les está pasando a personas que nos importan. Y en ese momento según los
datos que tengamos presentes y la interpretación que podamos darles sacaremos una
conclusión más o menos acertada de qué está pasando.

El fenómeno en sí y la percepción del sujeto

Los sujetos humanos en nuestro acontecer en el mundo nos relacionamos con


nosotros mismos, con otros sujetos y objetos que existen en el universo de que
formamos parte, y con las situaciones y acontecimientos que vivimos. En todos estos
casos se ponen en funcionamiento los sistemas biológico, racional e inconciente que
conforman nuestro aparato perceptivo. Pero ¿qué percibimos en definitiva?, ¿lo que es
en sí, lo objetivo, lo real, lo concreto, la verdad? En realidad, percibimos lo más y
mejor que podemos, dentro de los límites que nos impone nuestra condición de
sujetos sociales.

Eso quiere decir que percibimos un árbol, una piedra, una gota de sangre, un átomo,
una persona o lo que sea, siempre según como pueden percibir los seres humanos, es
decir, a través de nuestro aparato perceptivo y de la influencia de nuestro proceso de
socialización.

La capacidad de comprensión del fenómeno en sí variará lógicamente según la


información, la experiencia acumulada y los recursos tecnológicos de que
dispongamos. Cuanto más importantes y rigurosos éstos sean y mayor experiencia
tengamos acumulada en relación con el fenómeno en cuestión, aumentará nuestra
capacidad de percepción. Pero siempre el producto final de nuestra percepción es una
resultante entre las características del fenómeno en sí y las características de nuestra
capacidad perceptiva biológica, conciente e inconciente.

No podemos desconectar los mecanismos inconcientes, emocionales o ideológicos, ni


nuestras capacidades simbólicas e imaginarias inherentes a nuestra cualidad humana
y nuestra formación social. Percibimos algo lo más cercano posible al fenómeno en sí,
pero siempre mediatizado por nuestra condición humana y social.

La selectividad de la percepción humana

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La percepción humana se verifica como selectiva. El sujeto no percibe la totalidad de
los elementos y contenidos estructurales, funcionales y contextuales que conforman la
integralidad de los hechos, acontecimientos o fenómenos tal cual se presentan en la
realidad fáctica. Percibe aquello que sus recursos –mecanismos y dispositivos- físicos,
psíquicos y culturales le permiten percibir.

El bagaje físico, en términos de la potencialidad, que asumen los mecanismos,


dispositivos y capacidades físicas aparecen vinculadas y predeterminadas en mayor
medida por la evolución de la especie humana, ajustadas a las particularidades que
experimente el proceso histórico de la formación social en cuestión.

El bagaje psíquico y cultural, en términos de la potencialidad, que asumen los


mecanismos, dispositivos y capacidades en esos planos, aparecen vinculadas en
mayor medida a las condiciones de existencia de la formación y de la estructura social
de las que el sujeto forma parte, del proceso de socialización que el sujeto transite
dentro de su grupo social de pertenencia y de las particularidades que experimente su
propia biografía.

Expuesto a hechos, fenómenos y acontecimientos sociales, el sujeto percibe un


recorte de la realidad, una parte de la misma, que se constituye en su realidad, en su
objeto de observación.

En el plano de la dinámica de las relaciones y de la interacción social, distintas


tradiciones históricas perciben como significativos diferentes aspectos de la realidad,
realizan un recorte selectivo de la misma y producen objetos de observación y
conocimiento a los que significan, delimitan y caracterizan de una manera específica,
en un proceso de producción de representaciones que configuran la dinámica de la
construcción social de (su) la realidad, la cual se asume y constituye como realidad
objetiva en el contexto de la formación social en cuestión.

En las formaciones sociales segmentadas en clases y/o grupos diferenciados y


competitivos, conviven con mayor o menor grado de tensión y conflicto, distintas
alternativas de percepción y caracterización de la realidad y sus consiguientes
representaciones, que se constituyen como realidad objetiva para los sujetos y
colectivos sociales que las producen y sostienen. En la práctica social concreta tiende
a instalarse una de ellas como hegemónica, en procesos que involucran un mayor o
menor grado de conflicto y violencia material o simbólica.

Subjetividad y objetividad científica

Mucho antes de acceder a información y formación científica las personas nos


convertimos en seres humanos, es decir, atravesamos procesos de humanización y
socialización que nos cargan de contenidos. Esa carga previa de contenidos nos dota
de una particular forma de percibir e interpretarnos a nosotros mismos y a la realidad
que forma parte del universo en que vivimos.

Somos sujetos y no objetos. Nuestra percepción de los fenómenos va a ser siempre


necesariamente subjetiva. La generación y aplicación de los más refinados métodos
científico-tecnológicos según la más novedosa información de que se disponga al
momento de la investigación disminuye los aspectos subjetivos de nuestra percepción
individual. Pero no es posible eliminar la subjetividad en la percepción e interpretación
de un fenómeno por parte de un sujeto, para permitirnos llegar en forma absoluta al
fenómeno en sí.

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Los aparatos y métodos científicos, la percepción a través de ellos, la determinación
del fenómeno a estudiar y la interpretación que se haga de los datos registrados serán
siempre definidos y producidos por sujetos con una particular subjetividad adquirida a
través de su proceso de socialización.

Esto marca un límite a la percepción científica, a la vez que la humaniza. Reconoce


esa actividad como humana y por lo tanto perfectible. Los científicos deben entonces
hacer sumáximo esfuerzo para reducir a su mínima expresión la subjetividad en los
enfoques, procesos e interpretaciones de los fenómenos que nuestras ciencias
estudian.

Veamos algunos principios básicos que aportan las ciencias sociales al método
científico para avanzar hacia la mayor objetividad posible:

1. Reconocer nuestra propia subjetividad.


2. Analizar, tomar conciencia y asumir nuestra propia posición subjetiva.
3. Detectar los valores, creencias, paradigmas e intereses que ponemos en juego
al desarrollar nuestra actividad.
4. Investigar y analizar respetuosamente otras posiciones subjetivas posibles
frente al fenómeno en cuestión.
5. Trabajar interdisciplinariamente.
6. Asumirnos como sujetos humanos y sociales.

La producción social del Sujeto

La sociología, con el apoyo de las otras ciencias sociales, nos ayuda a entender la
forma en que cada sociedad “produce” a sus sujetos (“socios”), los carga de
determinados contenidos y los predispone positivamente en términos de los valores,
pautas, estilos, normas, formas de pensar, de evaluar, de ser y de hacer
predominantes en ella.

Todo conjunto social despliega, para su necesaria conservación y reproducción, un


dispositivo que garantiza la continuidad de la organización social, sin la cual sería
imposible la convivencia entre los “socios”. Ese dispositivo transmite a los sujetos la
información básica común que les permite interactuar en sociedad, las reglas básicas
que les permiten convivir y compartir el espacio social. Esto quiere decir que cada
sociedad diseña y “construye” los perfiles y “márgenes de libertad” que prescribe para
sus integrantes.

Todo ser humano llega al mundo en un momento y en un lugar determinado. Es


educado por sus padres, biológicos o adoptivos, que tienen ciertas características
personales, que tienen un tipo de relación entre ellos, que viven en un hábitat (casa,
departamento, quinta, chacra, casilla, choza, o la calle), en la ciudad, el campo, a
orillas del mar, en la montaña, el bosque o la estepa. Estos padres trabajan o no,
alguna vez trabajaron o no, estudian o no, estudiaron o no, tienen ciertas costumbres,
están en determinado momento de su vida y de su relación. Estas y muchas otras
características ya están “determinadas” cuando engendran al niño.

Por otra parte, en ese momento y lugar en que nace cada ser humano rige una forma
de gobierno determinada, se emplea una lengua en particular, se comen ciertos platos
y predominan ciertos sabores, se profesan ciertas religiones, rigen determinadas leyes
y normas que establecen qué se puede hacer y qué no; y qué penalidades se aplican
a los que no respetan esas reglas, rigen determinados derechos y obligaciones a los
que hay que adaptarse, entre otros tantos factores que están también determinados.

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Sus padres (cualquiera sea la forma de organización familiar) estarán en un momento
particular de sus vidas y de su relación de pareja, y van a tener un cierto modo de
recibir a ese nuevo ser humano. Ellos determinarán el nombre y la religión de “su”
bebé. Y tratarán de “objetivar” (hacer reales) sus expectativas respecto de lo que
esperan de él. Que coma bien, que se ría, que duerma, que juegue, que mire, que los
mire, que camine, que controle los esfínteres, que se vista, que salude, que respete,
que haga tal o cual deporte, que sea de tal equipo, que estudie, que trabaje, que
colabore, que aprenda... Y muchas características más que también están
determinadas para el “animalito” que poco a poco se irá adaptando a las formas de
convivencia, primero con su familia, luego con los vecinos de su familia, y finalmente
con todos los grupos y sistemas vigentes en la sociedad en que sea recibido.

Este proceso que vive el ser humano a partir de su nacimiento, es lo que entendemos
por “hominización” (dejar de ser puro animal, aprender a dominar sus instintos y
hacerse humano) y “socialización” (incorporar las normas, costumbres, pautas de
acción y códigos de la particular sociedad en que nace y en que va a convivir).

Entonces: en principio no va a ser puro animal, va a ser humano, va a ser introducido y


guiado a dominar sus instintos y a adaptarse a la “cultura humana”. Por otra parte, va
a ser específicamente guiado a adaptarse a las normas e ideología predominantes en
la sociedad real y concreta en que hizo su aparición.

Hay pautas que ya están definidas antes de que cada ser humano nazca. Esas pautas
no van a poder ser “elegidas”, sino que con el paso del tiempo se impondrán al sujeto,
que las adoptará como “lógicas”, “normales”, “adecuadas”, y en muchos casos como la
única forma “correcta” de pensar y hacer las cosas.

Así, unos incorporamos que se come adecuadamente con cuchillo y tenedor, y otros
con dos palitos; unos incorporamos como normal entrar a nuestras casas con nuestro
calzado puesto, y otros que los zapatos se dejan fuera de la casa; unos aprenderán
que hay un solo y único Dios, y otros aprenderán que hay diversos dioses, o que lo
que se llama “dios” sólo existe dentro de cada uno, o que Dios no existe.

Todas esas características, que ya están determinadas antes de que lleguemos al


mundo, van a ser decisivas para definir de qué manera podremos ser, pensar y
comportarnos. A partir de incorporar y adaptarnos a ese contexto general podremos
elegir entre las opciones disponibles, que también están determinadas en la sociedad
en cuestión.

Estas realidades que vivimos los seres humanos señalan un cierto “determinismo”
social (siempre relativo a cada situación y circunstancia). Quiere decir que no
podemos hacer cualquier cosa. Podemos pensar y hacer ciertas cosas y otras no. Esta
característica se llama “márgenes de libertad” del sujeto humano. Y es lo que lo define
como sujeto, que está “sujetado” a las condiciones y características de la sociedad que
lo recibe como “socio”.

El proceso de socialización

Este proceso de aprendizaje que realizan todos los seres humanos se denomina
“proceso de socialización” y en él se diferencian dos etapas: la primaria y la
secundaria. Este concepto alude al modo en que se “formatea” la personalidad básica
y la ideología del sujeto humano a partir de su nacimiento.

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Proceso de socialización primaria

Es el que se desarrolla dentro del marco familiar, desde que el sujeto nace hasta que
empieza a relacionarse y a ser influido por otros sistemas de socialización, como el
jardín de infantes o la escuela, pero también por el barrio, el pueblo, la calle, los
institutos de reclusión o reeducación y otros según la realidad que el niño deba
enfrentar.

En general, el proceso de socialización primaria transcurre dentro de la familia. Los


familiares directos —madre, padre, hermanos, abuelos, tíos, según la conformación de
la familia real— son los que van introduciendo al niño en las particulares formas que
esa sociedad prescribe como positivas en términos de pensar, de sentir, de evaluar y
proceder. La madre —obviamente— va a tener el rol protagónico más significativo, ya
que en los primeros años de vida es la relación afectiva más fuerte y vital que
reconoce necesariamente el sujeto. La psicología define el primer año de vida del niño
como una etapa fundamental, así como define la consolidación de su estructura básica
de personalidad entre los tres y los cinco años.

Esta característica “familiar” define dos cuestiones básicas del proceso de


socialización primaria. Una es la fuerte relación afectiva que predomina en el entorno
familiar en relación con el bebé y el niño. La otra es su carácter informal y masivo.
Esto quiere decir que esa incorporación de formas de pensar y hacer no tiene un
programa estricto que determine qué se debe enseñar al bebé o al niño día a día o
semana a semana. Las “cosas” se van enseñando y aprendiendo, transmitiendo e
incorporando, en forma “natural”, o dicho técnicamente, en forma inconciente. Esto
quiere decir que los miembros de la familia no tienen plena conciencia de que con
cada una de sus actitudes y acciones le están transmitiendo al pequeño sujeto una
enorme cantidad de “información significativa” que él cargará también en forma
inconciente.

De los miles de valores, normas, estilos, actitudes, pautas, que el sujeto carga en esos
años, sólo unos pocos se le transmiten de manera voluntaria. Por ejemplo, las
habilidades primarias como controlar esfínteres, caminar sobre sus dos pies, comer
con utensilios, comunicarse con un código adquirido, saludar, etc.

Esto es de una enorme importancia, ya que a través de la familia se transmiten al


sujeto los valores básicos predominantes en la estructura social y los específicos del
estrato en que el niño nace, si se trata de una sociedad estratificada, es decir, con
grupos diferenciados por su poder, riqueza, status, etc.

Esta es la base del proceso de formación o formateo de la ideología del sujeto. Las
cualidades más importantes de ese proceso son:

a. El contexto afectivo que implica la relación madre/hijo, familia/sujeto.


b. La situación de indefensión del sujeto, que carga desde cero, es decir, no tiene
ninguna posibilidad de cuestionar o filtrar la “información significativa” y los
valores que carga. Y los carga como “naturales”, “obvios”, “absolutos”,
“paradigmáticos”. Justamente esos valores, pautas, estilos, van a constituir
inevitablemente un dispositivo original de pautas y paradigmas básicos con los
que él luego va a interpretar la realidad.
c. El carácter predominantemente “inconsciente” de este proceso en los padres,
familiares y otros vinculados al niño en esa etapa y obviamente en el niño en
cuestión. Esto explica por qué se reproducen en los niños y jóvenes valores y
prácticas con los cuales los adultos podemos estar o no “racionalmente” de

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acuerdo. Esto quiere decir que no controlamos racional y voluntariamente la
mayoría de los valores que transmitimos “de generación en generación”.
d. La fortaleza de este “dispositivo básico” que llamaremos “ideología”, que se va
a instalar e imponer al sujeto como “cristal” con el que va a percibir e interpretar
la realidad. Este dispositivo actuará como mediador o filtro entre la realidad
“fenoménica” y “objetiva” y la percepción y evaluación necesariamente
subjetiva que los sujetos humanos hacemos de esa realidad.

El proceso de socialización secundaria

La socialización secundaria comienza cuando el niño trasciende la frontera familiar 1 y


se inserta en actividades fuera de ese marco. Este proceso se da en dos planos: el
formal y el informal.

El formal se inicia cuando el niño ingresa en el jardín de infantes, el preescolar, o


directamente en la escuela. Se trata de un proceso educativo formador basado en un
sistema de aprendizajes específicos pautados para cada etapa, conducido por agentes
de socialización especializados (como maestras jardineras, maestros y profesores).

Esta instancia del proceso de socialización secundaria es ejecutada por agentes de


socialización en instituciones organizadas y sistematizadas “escolarmente” para
incorporar al sujeto los valores, conocimientos y habilidades previstos, a partir de una
planificación específica en los contenidos y métodos de socialización. La socialización
dejará de ser genérica, como lo era dentro del marco familiar, para convertirse en
específica y pautada para cada etapa vital y edad del sujeto.

El plano informal de la socialización secundaria comprende los conocimientos,


habilidades y valores que el sujeto incorporará a lo largo de su vida por la relación con
los individuos y grupos sociales con los que va a interactuar. Esta parte del proceso se
extenderá durante toda su vida.

Se incluyen en esta instancia la información, conocimientos, habilidades y valores que


se incorporan a partir de las relaciones sociales extrafamiliares que el niño establece
con amigos, compañeros, conocidos, en el barrio, clubes y como ya expresamos antes
“el pueblo, la calle, los institutos de reclusión o reeducación y otros según la realidad
que el niño deba enfrentar”.

En el caso de los niños “de la calle”, que no acceden al sistema escolar, su proceso de
socialización (formación social) se dará por fuera de la protección y las pautas del
“deber ser” del Estado y de la orientación predominante en la sociedad. Esta es la
razón por la que “no nos explicamos” las actitudes y conductas que estas personas —
marginadas de las posibilidades de socializarse en una familia y una escolaridad
adecuadas— son capaces de desarrollar en la vida real, tan lejanas a nuestra forma
de entender, evaluar y decidir.

Tanto la instancia formal como la informal del proceso de socialización secundaria


comparten una progresiva disminución en la “intensidad afectiva” tanto del contexto en
que se da ese proceso como en quienes actúan como agentes de socialización.
Lógicamente, el vínculo afectivo con los padres no podrá ser igualado por docentes o
amigos.

1
El proceso de socialización secundaria comienza cuando el niño reconoce otros significantes
además de la familia. Eso da la pauta que puede ser socializado por otros agentes ajenos al
grupo familiar.

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En esta etapa se mantiene la incorporación voluntaria y racional de información,
conocimientos, habilidades y valores por un lado y por otro lado, la recepción y carga
de valores, pautas y estilos en forma involuntaria e irracional. La gran diferencia con el
proceso de socialización primaria en este sentido, es que al encarar el proceso de
socialización secundaria el sujeto ya cuenta con el “dispositivo” de su ideología básica,
que le permitirá filtrar en forma conciente y meditada o inconciente y automática los
contenidos de la información significativa que recibe.

Esa función de filtro de la percepción seguirá siendo principalmente automática e


inconciente. Sólo una mínima parte de las percepciones y evaluaciones permanentes
que el sujeto realiza pasan por la conciencia, que como ya sabemos tiene una
capacidad sumamente limitada en relación con la enorme capacidad del sistema
perceptivo total del sujeto.

La internalización de la realidad social

El proceso de socialización genera lo que denominamos “internalización” de la realidad


social. El sujeto carga en su interior —conjuntamente con las creencias y valores
predominantes en el grupo social en que nace— las condiciones del sistema social. Es
decir, las principales formas de organización que imperan en esa sociedad, y que son
aceptadas y consensuadas en mayor o menor medida por su grupo de pertenencia.

Como todo aquello que carga el sujeto, esa particular realidad social que impera
cuando él nace, va a ser incorporada como “la realidad” y el sujeto tenderá a
defenderla como la mejor, la más adecuada, la más racional, la más democrática, la
más libre. Le pondrá el calificativo más contundente según los valores y creencias que
predominen en la particular estructura social en el momento en que llegó al mundo.

Bibliografía

Berger, Peter y Luckmann, Thomas (1995), La construcción social de la realidad,


Buenos Aires, Ed. Amorrortu
Freud, Sigmund (1988) Esquema del Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós.
Lévi-Strauss, Claude (1977) Antropología Estructural, Buenos Aires, Eudeba
Mauss, Marcel (1972) Sociedad y Ciencias Sociales, Barcelona, Barral
Verón, Eliseo (1969) Conducta, estructura y comunicación, Bs. As., Ed. Jorge Alvarez.

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