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ISTEEC
Los ambientes y sus problemáticas: las condiciones naturales del espacio geográfico a estudiar; componentes y
características; ambientes: su conceptualización. Recursos naturales: concepto y clasificación; formas de manejo de
los recursos. La apropiación desigual de los recursos y el deterioro ambiental. Estudios de casos a diferentes escalas
espaciales. Los fenómenos naturales, riesgo y vulnerabilidad social, económica y política. La hipótesis del desarrollo
sustentable para un mundo global.
Cuestionario guía:
1) Definir “ambiente”.
2) ¿Qué es la “educación ambiental”?
3) ¿Qué son los recursos naturales?
4) ¿Cómo se clasifican los Recursos Naturales? Dar ejemplos.
5) ¿Cuáles son y en qué consisten los tipos de manejo de los recursos naturales?
6) ¿Cuál es el origen de los problemas ambientales de Argentina?
7) Describir brevemente los diferentes problemas ambientales argentinos.
8) ¿Cuáles serían las posibles soluciones a los problemas de fondo?
9) Si el 71 % de la superficie terrestre está cubierta de agua, ¿por qué se dice que éste es un recurso cada vez
más escaso?
10 ¿Cómo nos afectan los residuos domiciliarios, cloacales, industriales y mineros? ¿De qué forma podemos
aminorar o revertir esta situación?
11) ¿Qué es la agricultura sustentable?
12) ¿En qué consiste el calentamiento global? ¿Se observa algún signo evidente?
13 ¿Qué son los protocolos ambientales? Dé ejemplos.
14) Explicar el “Protocolo de Kyoto”.
15) ¿Fue firmado por todos los países del Mundo? ¿Cuál fue el papel de China?
16) ¿Qué es la “Cumbre de la Tierra” y qué acuerdos se destacan?
17) ¿Cuáles son los objetivos de la “Cumbre de la Tierra”?
18) Establecer una relación entre “Cambio climático-Fenómenos naturales- Riesgo y Vulnerabilidad.
19) ¿Cuáles son algunas de las lecciones del informe “Enfrentar el riesgo”?
20) Justificar el siguiente término: “La ciudad de Santa Fe es un ejemplo de logros y reconocimientos en
materia de resiliencia urbana”.
21) ¿Qué condiciones hacen que la vulnerabilidad social aumente?
22) ¿Cuáles son las perspectivas para una recuperación inclusiva y sostenible de la crisis sanitaria generada
por el coronavirus?
23) ¿Cuán vulnerable es la provincia de Mendoza?
24) ¿Cómo se define el concepto de “desarrollo sustentable”?
25) ¿De qué manera se puede impulsar el desarrollo sustentable en la globalización?
26) ¿Por qué es importante el consenso político mundial para poder lograr un desarrollo sustentable?
APUNTES UNIDAD Nº 3
El ambiente
+El ambiente puede definirse, en pocas palabras, como “el entorno vital del hombre”. Se trata de un sistema
constituido por elementos físicos, biológicos, económicos, sociales, culturales y estéticos, que interactúan
entre sí, con el individuo y con la comunidad en que vive.
Ya desde mediados del siglo XX se está instalando un debate verdaderamente apasionante y crucial, que
actualmente involucra a toda la humanidad: la aparente dicotomía entre ambiente y desarrollo. Los severos
conflictos ambientales que acontecen desde el auge de la “revolución verde” y el enorme desarrollo
industrial y de las comunicaciones, durante el pasado siglo, han llevado a un profundo replanteo entre los
intereses del ambiente natural y cultural, y los del desarrollo económico de regiones y países.
Con la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (desarrollada en Estocolmo,
Suecia, del 5 al 16 de julio de 1972) comienzan a manifestarse las preocupaciones de la comunidad
internacional en torno a los problemas ecológicos y de desarrollo.
Años después, en 1987, se produce otro hecho importante, pues la Comisión Mundial de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo decide adoptar el documento denominado Nuestro futuro
común (también conocido como Informe Brundtland), que tuvo la virtud de poder sintetizar los grandes
desafíos globales ambientales, introduciendo por primera vez a nivel masivo el concepto de “desarrollo
sustentable”. A éste se lo define como “aquel capaz de satisfacer las necesidades de las generaciones
presentes sin comprometer los recursos necesarios para el desarrollo de las generaciones futuras”.
Es en esta instancia en donde la educación ambiental se hace imprescindible, ante la necesidad de
“humanizar” y “naturalizar” el desarrollo. Esto implica la necesidad de modificar conductas de la población
en general (tanto de los tomadores de decisiones y de quienes conducen las instituciones como del común de
la población) en pos de lograr el anhelado objetivo de preservar y sostener los recursos y bienes naturales y
culturales para las generaciones venideras.
Es importante recalcar que la educación ambiental no es un fin en sí misma, sino que en realidad constituye
un proceso que intenta generar cambios de actitud, así como transformar el modo en que el ser humano se
relaciona con su entorno, tanto con los recursos naturales como culturales. Es por eso que, si bien es
necesario considerar las causas y las consecuencias de los problemas ambientales que nos afectan, no debe
dejar de apuntarse a los cambios de actitud y a la valoración adecuada de recursos, culturas y patrimonios,
de una manera coherente con el concepto del desarrollo sostenible.
La educación ambiental pretende proporcionar conocimientos, pero especialmente resaltar valores
ambientales y promover el desarrollo de actitudes que tiendan a una mejora en la calidad de vida en el marco
del desarrollo sostenible, en articulación con la educación formal y con la no formal.
-Educación Ambiental:
+Aunque es difícil encuadrar la educación ambiental dentro de una definición, dada la diversidad de
planteos y de prácticas concretas bajo tal etiqueta, podemos partir de la propuesta que se ofreció en el
Congreso Internacional de Educación y Formación sobre Medio Ambiente, desarrollado en Moscú en 1987:
“La educación ambiental es un proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren
conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la
determinación que los capacite para actuar, individual y colectivamente, en la resolución de los problemas
ambientales presentes y futuros”.
No se sabe con precisión cuándo se empleó por primera vez el término educación ambiental (EA). Ya a fines
de los años ‘60 se utilizaban diferentes términos (“educación para la gestión ambiental”, “educación para el
uso de los recursos” y “educación para la calidad ambiental”, entre otros) para describir la educación
enfocada a los humanos y el ambiente.
Para comprender qué es la EA será conveniente explicar lo que no es. La EA no es un campo de estudio,
como la biología, la química, la ecología o la física. Es un proceso. Para muchas personas éste es un
concepto difícil de comprender, ya que en este caso es posible enseñar conceptos de EA, pero no la EA en sí
misma.
En realidad, el término “educación para el desarrollo sostenible” sería más comprensible, ya que indica
claramente el propósito del esfuerzo educativo: educación sobre el desarrollo sostenible, que es en realidad
la meta de la EA. La educación para el desarrollo sostenible es el resultado de diversos acuerdos
internacionales y nace con el objetivo de responder a una llamada global de trabajar activamente por el
desarrollo sostenible. Originalmente planteada como una educación sobre la sostenibilidad, en la actualidad,
y por la influencia de la Agenda 21 y más recientemente por la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Sostenible, se le ha otorgado un papel que va más allá de la mera difusión de conocimientos. Se entiende
que el desarrollo sostenible es un proceso de gestión adaptativa y de sistemas de pensamiento que precisan
creatividad, flexibilidad y reflexión crítica. A través de grupos de trabajo (diálogo entre agentes implicados
y toma de decisiones) sobre distintas materias, los grupos sociales aprenden por medio de la interacción a
tener en cuenta las diversas opciones y las consecuencias que éstas tendrán en el futuro. Un factor
fundamental de la educación para el desarrollo sostenible es habilitar cauces para la participación pública en
la toma de decisiones (Unesco, 2002).
---RECURSOS NATURALES:
El concepto de recursos naturales ha sido objeto de múltiples intentos de definición, los que difieren según la
óptica de quienes lo juzgan. Las Naciones Unidas los han definido como “todo aquello que encuentra el
hombre en su ambiente natural y que puede en alguna forma utilizar en beneficio propio”. Esta definición,
un tanto amplia, sin embargo contiene tres elementos que son más o menos comunes a todas las definiciones
que se encuentran en diferentes textos:
.El hecho de que son parte o se obtienen a partir del sistema natural.
.Que satisfacen necesidades.
.Que se enfatiza el carácter pasivo de la disponibilidad de recursos naturales, ignorando el proceso activo de
apropiación y transformación de los recursos a través de la aplicación del conocimiento científico y
tecnológico.
Los recursos se definen entonces en función de la capacidad de la naturaleza para satisfacer necesidades
humanas, lo que puede lograrse por utilización directa de elementos que forman parte del sistema natural o
por transformación de algunos de esos elementos en materiales que pueden a su vez utilizarse directamente o
emplearse como materias primas para la producción de otros bienes.
En el primer caso, el hombre usa recursos naturales que simplemente toma o colecta. Algunas de estas
formas de utilización se llevan a cabo inconscientemente: por ejemplo, el aire, que es un elemento esencial;
la energía solar y demás. Otra forma de utilización es consciente: se recogen frutas y alimentos para
satisfacer necesidades. Una situación de este tipo es claramente la de una sociedad primitiva en la cual la
utilización de la naturaleza se llevaba a cabo mediante su simple ocupación. Los procesos de transformación
aquí son mínimos y, por lo general, no conscientes. Otros elementos de la naturaleza (o combinaciones de
ellos) empiezan a ser utilizados cuando se descubren las formas de transformación para aprovechar algunas
de sus propiedades individuales o conjuntas.
El funcionamiento de la sociedad moderna se sustenta en la utilización masiva de los elementos naturales
existentes, en forma directa o a través de complejos procesos de transformación. Esto lleva a establecer una
distinción entre lo que puede considerarse como recursos intrínsecamente naturales y aquellos que,
siguiendo la terminología utilizada en el comercio internacional, se agrupan como productos básicos. Este
último grupo incluye elementos que son esencialmente materias primas, y aquellos otros que incorporan un
proceso de transformación más o menos complejo y que pueden clasificarse como materias procesadas.
Tanto las materias primas como las procesadas tienen como característica común (aparte del hecho de que se
obtienen de la naturaleza) dos aspectos:
. Su importancia radica más en su función de satisfacer ciertas necesidades que en su especificidad como
cosas o elementos.
. Son productos de la capacidad humana, pues en cierto sentido son creados por el hombre a partir de la
naturaleza.
cuidar el ecosistema
Mantener a los recursos tal como
están.
Toma conciencia de las leyes
naturales que gobiernan el
Conservacionismo:
funcionamiento de los
ecosistemas, considerando los
efectos negativos de la
explotación incontrolada.
Creación de Parques, Reservas,
etc.
Ecodesarrollismo: Combina la Economía con la
Ecología, en busca del equilibrio
Considera los tiempos naturales,
los tiempos sociales y propone el
uso de los recursos de forma
controlada para lograr satisfacer
las necesidades actuales sin
comprometer las necesidades
futuras, incorporándose en esta
explotación la dinámica propia de
cada ecosistema.
Es la base sobre la que se
construye el “Desarrollo
Sustentable o Sostenible”.
Bibliografía
Morello, J.; B. Marchetti; A. Rodríguez y A. Nussbaum. (1997) El ajuste estructural argentino y los cuatro
jinetes del apocalipsis ambiental. Centro de Estudios Avanzados, Oficina de Publicaciones del CBC,
Universidad de Buenos Aires.
Morello, J. (1984). Perfil ecológico de Sudamérica. Ediciones de Cultura Hispánica, Barcelona.
Morello, J. y O. T. Solbrig (Compiladores). (1997) Argentina granero del mundo: ¿hasta cuando?
Orientación Gráfica Editora S.R.L., Buenos Aires.
EL AGUA
El 71 por ciento de la superficie del planeta está cubierto por agua. Apenas el 2,5 por ciento es agua dulce,
pero no toda puede ser consumida porque más del 70 por ciento de esa agua dulce está congelada en los
polos. Es decir, que con menos del 1 por ciento del total del agua existente hoy se deben satisfacer las
necesidades de 7.000 millones de personas que habitan el planeta. Según cifras de las Naciones Unidas,
en la próxima década, unos 2.700 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua.
La diputada nacional y licenciada en economía Fernanda Reyes agrega que a la alarmante y continua
degradación del agua, hoy se le suma una distribución inequitativa: hay millones de personas sin acceso a
agua segura para sus necesidades elementales. «Se trata de un bien escaso y lamentablemente se lo usa sin
control», y cita el ejemplo de los millones de litros que utiliza la minería a cielo abierto en provincias como
Catamarca o San Juan.
«La expansión irracional y sin control de la frontera agrícola, junto con el efecto de la desertificación,
están provocando la pérdida o modificación del habitat de miles de personas por la degradación de la
biodiversidad con lo que se acentúan los efectos del cambio climático global», explica Reyes.
Por otro lado, el incremento de la duración de los períodos de sequía y lluvias es una de las consecuencias
más perniciosas de los cambios en el clima. Esto representa la mayor preocupación del especialista en
meteorología Osvaldo Canziani, quien preside uno de los grupos de trabajo del Panel de Expertos
sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés). Según menciona se está
gestando una especie de revolución por el recurso hídrico, habida cuenta de que se ha duplicado el consumo
de agua desde principios del siglo XX hasta 1940, y que se ha multiplicado dos veces más a fines del siglo.
Esto está indicando que todos debemos informarnos de qué manera podemos darle una solución posible.
«El agua es un elemento vital que probablemente generará en un futuro no muy lejano negocios de trillones
de dólares. Hoy una botella de agua es un elemento muy valioso para países con escasez, aunque
cualquiera de nosotros puede despreciarla al abrir la canilla y dejarla correr libremente», afirma Canziani,
quien recibió, junto con sus colegas, el Premio Nobel de la Paz 2007.
LOS RESIDUOS
El mal manejo de los desechos afecta a casi todas las ciudades de Argentina y de Latinoamérica. La mayoría
de los grandes ríos y lagos está contaminado por la basura domiciliaria, las cloacas y la actividad industrial o
minera. Por lo menos, en la Argentina, hay más de 2.000 basurales a cielo abierto sin ningún tipo de control.
La directora Ejecutiva de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), María Eugenia Di Paola,
explica que la basura —su tratamiento y disposición— será un problema a resolver en la década que viene.
Di Paola, quien es experta en derecho de los Recursos Naturales e hizo un máster en derecho Ambiental,
expresa que, en primer término, hace falta revertir el modelo de contaminación imperante por uno diferente,
que dé prioridad a la restauración y prevención. «Esto implica trabajar en la gestión integral de los
residuos que incluyen el reciclado, revalorización y reutilización de los elementos que consumimos».
Para la especialista será notable el impacto de las actividades productivas en el agua, el aire y el suelo.
«Producir la menor contaminación de estos recursos será fundamental para lograr el equilibrio de los
ecosistemas. La clave está en el trabajo que, tanto en el nivel público como privado y ciudadano, pueda
hacerse en las cuencas hídricas y atmosféricas. Hay que garantizar que el agua y la riqueza que encierra la
tierra puedan perdurar y mantener la calidad porque lo que estará en juego es la salud de la población».
EL AIRE Y EL SUELO
La superficie cultivada en América Latina se duplicó en los últimos 10 años. La agricultura intensiva y la
utilización de productos químicos degradó los suelos hasta dejarlos, en algunas zonas como La Pampa o
Santa Fe, inutilizados para cualquier tipo de producción.
Definitivamente, la deforestación indiscriminada cambió el paisaje y, en consecuencia, ha generado
variaciones en las condiciones climáticas y ha restado posibilidades para la oxigenación necesaria. Di Paola
propone cambiar el paradigma de las actividades productivas. «El sector privado debe adaptarse,
integrando en su planificación y forma de trabajo al ambiente y al desarrollo sostenible. En la región, un
ejemplo del desafío que se presenta es el de la agricultura sustentable —rotación de los suelos, evitar los
fertilizantes químicos, proteger y mejorar la calidad del suelo, el aire y el agua para satisfacer las
necesidades actuales y futuras del mundo— frente al avance de la frontera agrícola sin la debida
planificación».
ENERGÍAS CONTAMINANTES
La desaceleración en la utilización de energías contaminantes llevará varios años; los autos y la producción
todavía se sostienen con los combustibles fósiles.
Los equipos técnicos de FARN alertan sobre la inminente escasez del petróleo y sus derivados. Señalan
como alternativa las energías renovables y apuntan que hace falta una modificación de la matriz energética
mundial. «La dependencia de los combustibles deberá cambiar por dos razones: es un recurso no renovable
y uno de los principales productores de dióxido de carbono», dice Di Paola.
EL CALENTAMIENTO GLOBAL
Canziani señala que la temperatura global seguirá aumentando cada año y a consecuencia de esto, la
Argentina sufrirá cada vez más tormentas fuertes, granizadas y el aumento del nivel del mar. «América del
Sur contribuye al efecto invernadero del mundo con un cinco por ciento, y la mitad de ese porcentaje es a
causa de la deforestación», explica el científico.
Sergio Jellinek, director de Comunicación del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, dice que
«los países y ciudadanos de América Latina, en particular los que viven en condiciones de extrema pobreza,
son altamente vulnerables a los efectos del cambio climático», y cita las principales conclusiones del estudio
que e] organismo acaba de presentar sobre la materia.
En un escenario sin cambios, es decir sin una acción decidida por partí de los gobiernos, el sector privado
y sociedad civil, los impactos más críticos del cambio climático en América Latina y el Caribe serían lo
siguientes:
* En México, entre 30 por ciento y 85 por ciento de los establecimientos rurales podrían enfrentar la
pérdida total de su productividad económica en 2100.
* Los desastres naturales resultantes de fenómenos climáticos (tormentas, sequías e inundaciones) tendrán
un costo promedio de 0,6 por ciento del PBI en los países afectados.
* Varios glaciares andinos desaparecerán dentro de los próximos 20 años lo que afectará el suministro de
agua de 77 millones de personas en el año 2020.
* El riesgo de dengue, paludismo y otras enfermedades infecciosas aumentaría en algunas zonas.
«Hay que entender que los países industrializados cargan una responsabilidad histórica por las actuales
concentraciones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. Por lo tanto, un
compromiso concertado que involucre a América Latina debe estar basado en la idea de que una mejor
gestión ambiental debe ir de la mano con el crecimiento económico», expresa Jellinek.
Los desafíos que la humanidad tiene por delante en esta materia posiblemente sean los más grandes del
siglo. Para llegar a buen puerto hace falta un compromiso que involucre no sólo a los Estados, las empresas
y las organizaciones de la sociedad civil. Es la hora de la responsabilidad individual. Reconocerlo nos hará
bien.
Un día como hoy, pero de 2005, entró en vigor el Protocolo de Kioto, un convenio internacional que tenía como
objetivo reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que influyen en el calentamiento global.
A pesar de que el protocolo ha sido sustituido por la Cumbre de Marrakech y el Acuerdo de París, el acuerdo en Kioto
que se firmó en 1997, fue el primer tratado de amplio alcance a nivel mundial para reducir las emisiones de CO2 y
otros gases contaminantes responsables del cambio climático.
Hace 23 años, los principales países industrializados, miembros de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático (CMNUCC), se reunieron en la ciudad japonesa para buscar una solución conjunta al
calentamiento global.
De esta cumbre nació el Protocolo de Kioto, que se ratificó el 16 de febrero de 2005, y cuyo objetivo era reducir al
menos un 5 por ciento las emisiones contaminantes con respecto a los niveles de 1990.
Sin embargo, entre 1997 y 2009, al Protocolo de Kioto le tocaría recorrer un tortuoso camino que culminaría con su
colapso en 12 años.
Con la ratificación de Rusia, el Protocolo entró en vigor el 16 de febrero de 2005; pero, desde ese mismo momento
comenzaron los asegures, pues el principal escollo para su aplicación fue la resistencia de cuatro países a firmarlo.
Los países que no se adhirieron fueron Kazajistán, Croacia, Australia y Estados Unidos, no obstante que éste último es
el primer generador de CO2 del mundo y, por lo mismo el que más contribuye a la polución.
Sin embargo, a lo largo de los años, el proceso denotó poco interés y un débil compromiso de los países
industrializados, como Estados Unidos, Rusia, y Canadá, que finalmente decidieron no respaldar la prórroga. Lo que
había generado tantas esperanzas se fue desvaneciendo.
Pese a la nueva conciencia ambiental adquirida desde la firma del Protocolo de Kioto y la reconsideración del medio
ambiente como derecho, las perspectivas sobre el cambio climático no han mejorado, y las consecuencias del mismo
amenazan la supervivencia de naciones enteras.
El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, las Partes de la CMNUCC alcanzaron un acuerdo histórico para
combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible
con bajas emisiones de carbono.
El Acuerdo de París se basa en la Convención y, por primera vez, hace que todos los países tengan una causa común
para emprender esfuerzos ambiciosos para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos, con un mayor
apoyo para ayudar a los países en desarrollo a hacerlo. Como tal, traza un nuevo rumbo en el esfuerzo climático
mundial.
El Acuerdo comienza su vigencia después de cinco años donde no hubo mayores avances, pero al mismo tiempo
creció la presión y las expectativas de que los gobiernos se hagan cargo de la crisis.
La pasada cumbre de cambio climático (COP25), realizada en Madrid, luego que Chile no pudo efectuarla tras la crisis
política en ese país suramericano tuvo resultados muy pobres, a pesar de la evidencia científica sobre la urgencia para
tratar de frenar el alza de la temperatura promedio en el planeta.
Fuente: teleSURtv.net 16 de febrero de 2020.
El protocolo de Gotemburgo
La iniciativa internacional llevada a cabo por el Protocolo de Gotemburgo (Alemania) en el año 1999, tenía como
objetivo la reducción de la acidificación y de la eutrofización, así como del ozono presente en la troposfera.
Entró en vigor en el año 2005, convirtiéndose en uno de los protocolos ambientales más destacados enfocado en el
control y la reducción de las emisiones de gases como el dióxido sulfúrico (SO2), óxidos de nitrógeno (NOx),
compuestos orgánicos volátiles (COV) y amoníaco (NH3); causadas por diferentes actividades antropogénicas, las
cuales conllevan peligrosos efectos nocivos sobre la salud, los ecosistemas naturales, y los cultivos.
Protocolo de Madrid - protección del medio ambiente en la Antártida
Dentro de los protocolos ambientales enfocados en la protección y conservación de una sola región concreta del
planeta, destaca el Protocolo de Madrid. Se trata de un protocolo complementario al previamente firmado Tratado
Antártico, que se centra en ampliar la protección del medio ambiente del continente de la Antártida, con especial
interés en los ecosistemas asociados al continente blanco.
El Protocolo de Madrid se firmó en la capital española en el año 1991, entrando en vigor en 1998 y estando pendiente
de revisión para el futuro 2048. Entre sus principales objetivos destacan la prohibición de toda explotación de los
recursos minerales de la Antártida (excepto para investigaciones científicas), así como la evaluación y seguimiento de
todas y cada una de las diferentes actividades que se lleven a cabo en el continente, entre ellas, el turismo.
Protocolo de Aarhus (Dinamarca, 1998) relativo a los metales pesados.
Protocolo de Helsinki (Finlandia, 1985) para la disminución de las emisiones de azufre.
Protocolo de Montreal (Canadá, 1989) relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono.
El reporte analiza los casos de Manizales (Colombia), La Paz (Bolivia), Cuenca (Ecuador), Cubatão (Brasil), Santa Fe
y Pilar (Argentina), y describe distintas problemáticas y enfoques de abordaje institucional en el manejo de la
resiliencia, para finalmente presentar nueve lecciones y recomendaciones para reducir la exposición a los desastres y
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Según el informe, las amenazas que en el pasado eran estacionales y bastante predecibles (como periodos de sequías y
lluvias) hoy se están volviendo cada vez más impredecibles. Por eso, de cara al futuro, las ciudades latinoamericanas
deberán analizar los patrones históricos de desastres, pero también estarán obligadas a aprender de las experiencias de
otras ciudades para desarrollar soluciones más creativas ante nuevas amenazas.
“Es necesario diseñar estrategias integrales y modelos de intervención que permitan abordar la gestión de riesgos
desde múltiples niveles de gobierno, con especial énfasis en el ámbito urbano. Entender en mayor profundidad cuál es
el rol de la gestión local e implementar medidas intersectoriales consecuentes, también son elementos fundamentales
para lograr ciudades más resilientes”, explica Julián Suárez Migliozzi, Vicepresidente de Desarrollo Sostenible de
CAF.
Aunque las lecciones que propone el informe no están concebidas como guías de adaptación para otras ciudades,
pueden convertirse en referencias para la formulación de políticas públicas de gestión de riesgos.
1. Aprovechar las nuevas tecnologías para la evaluación de riesgos: contar con estudios científicos puede
permitir establecer estándares de seguridad en zonas de riesgo.
3. Fortalecer redes de aprendizaje: las redes de intercambio de experiencias, buenas y malas, entre ciudades
ayudan a tomar decisiones acertadas.
4. Planificar para la incertidumbre: una estrategia de gestión del riesgo debe ser capaz de adaptarse,
acomodando sus requisitos y sus especificaciones a los diferentes casos, circunstancias y actores. La gestión
del riesgo requiere de cooperación y adaptación para asegurar la viabilidad de las estrategias y su
sostenibilidad a lo largo del tiempo.
5. Pensar con originalidad: dado el contexto cada vez más impredecible, las ciudades están recurriendo a
estrategias creativas y poco convencionales para la gestión del riesgo.
9. Se deben involucrar actores dentro y fuera del gobierno: el riesgo no puede ser manejado por una sola
agencia y no debe ser un enfoque basado únicamente en una respuesta sectorial. En cambio, la gestión del
riesgo debe estar integrada en todos los componentes de la administración urbana.
Santa Fe, Argentina: En este caso se muestra cómo capitalizar los logros y reconocimientos internacionales en
materia de resiliencia urbana. Santa Fe ha logrado avances significativos en la gestión del riesgo y la creación de una
ciudad más resiliente. En la última década, su exposición a las inundaciones ha disminuido y los indicadores
relacionados con la pobreza, la desigualdad y el desempleo muestran mejoras en las vulnerabilidades sociales. Estos
avances son el resultado de cambios fundamentales en el marco administrativo e institucional de la ciudad hacia la
reducción del riesgo de desastres. Si bien Santa Fe ha sido una muestra de cómo el desarrollo urbano desigual y no
planificado fomenta las vulnerabilidades y la exposición a los riesgos, con sus prácticas urbanas actuales demuestra
que las ciudades pueden ser las impulsoras de un cambio positivo y que deben desempeñar un papel fundamental para
los objetivos globales de mayor sostenibilidad y resiliencia. El enfoque transversal e integral de Santa Fe para la
gestión de riesgos ha recibido un reconocimiento amplio y positivo: además de la mención de la Oficina de las
Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR ) en 2010, en 2011 recibió el Premio Sasakawa
para la Salud.
Carrizosa, M., Cohen, M., Gutman, M., Leite, F., López, D., Nesprias, J., … Versace, I. (2019). Enfrentar el riesgo.
Nuevas prácticas de resiliencia urbana en América Latina. Caracas: CAF. Retrieved from
http://scioteca.caf.com/handle/123456789/1416
Los desastres naturales y los grupos vulnerables: perspectivas para una recuperación inclusiva y sostenible
de la COVID-19 (coronavirus)
LOUISE CORD
MARGARET ARNOLD
Desde la década de 1970, los científicos sociales han estado subrayando que los desastres naturales no tienen nada de
natural. En la obra básica de muchos eruditos y profesionales, como Phil O’Keefe (i) y Anders Wijkman (i), se explica
cómo los fenómenos naturales o peligros pueden desencadenar desastres cuando coinciden con la marginación social,
la pobreza y la fragilidad.
Como estamos observando ahora con el coronavirus (COVID-19), los desastres exponen las desigualdades sociales
existentes en todo el mundo. Los pueblos indígenas se encuentran entre los más perjudicados. En Brasil, por ejemplo,
la tasa de mortalidad de estas comunidades es el doble que el promedio nacional en medio de la falta de acceso a los
servicios básicos y los centros de salud. Y se enfrentan a muchas otras desventajas. En las últimas semanas, el Banco
Mundial ha realizado consultas virtuales con líderes indígenas, quienes han manifestado preocupación por la escasez
de ayuda para atender sus necesidades y la falta de acceso a agua potable, saneamiento y equipos de protección
personal, además de las detenciones arbitrarias y el hostigamiento relacionados con las cuarentenas y los toques de
queda.
Los peligros naturales y los eventos climáticos no se detienen durante una crisis sanitaria. La temporada de huracanes
ha comenzado en los países del Caribe. India acaba de ser golpeada por dos ciclones graves. Kenya enfrenta sequías y
plagas de langostas en algunas zonas, e inundaciones y deslizamientos de tierra en otras. Cuando los países de todo el
mundo se encuentran en diferentes etapas de respuesta a la emergencia de la COVID-19, ¿cómo deberían los
organismos de ayuda y los encargados de formular políticas abordar la recuperación y, al mismo tiempo, hacer frente
al cambio climático? Estas son algunas enseñanzas derivadas de experiencias en la gestión del riesgo de desastres:
Realizar múltiples tareas cuando se trata de abordar el riesgo: Muchos países y comunidades están tratando de
integrar elementos ecológicos en su proceso de recuperación de la COVID-19. Como parte de esto, deberían recibir
apoyo para crear capacidad de gestionar de manera integrada el riesgo de múltiples peligros sobre la base de las
investigaciones climáticas más recientes, para que las comunidades se preparen para el próximo posible desastre en
lugar de reaccionar frente al que acaban de experimentar. La COVID-19 puede ser un importante punto de partida para
hacer participar a las comunidades en los esfuerzos de preparación frente a otros cambios en los vectores de
enfermedades que quizás se deban al cambio climático, además de muchos otros posibles impactos.
Asociarse con las comunidades de manera significativa. Existen innumerables historias de grupos comunitarios de
mujeres , comunidades indígenas y otros asociados locales que lideran el camino para abordar la seguridad alimentaria
relacionada con la COVID-19, distribuir equipos de protección personal y proporcionar apoyo financiero a otros
miembros de la comunidad. Sabemos, como consecuencia de décadas de apoyo a programas de desarrollo impulsado
por la comunidad, que las comunidades tienen una enorme cantidad de conocimiento basado en sus experiencias.
Cuentan con estrategias de gestión del riesgo de eficacia comprobada que pueden orientar enfoques innovadores. Al
abordar el cambio climático, los líderes comunitarios pueden participar no solo en el diseño de estrategias locales, sino
también en la formulación de políticas climáticas nacionales que reflejen los intereses de todos los miembros de la
sociedad.
Tomemos el caso de Kenya, donde el Banco Mundial trabaja con los Gobiernos nacionales y de los condados para
encauzar el financiamiento para iniciativas climáticas y la toma de decisiones hacia las personas a nivel local, de
modo que puedan ayudar a diseñar soluciones que atiendan sus necesidades específicas. Los Gobiernos de los
condados recibirán apoyo para colaborar con las comunidades a medida que evalúan los riesgos climáticos e
identifican soluciones socialmente inclusivas que se adapten a las prioridades locales.
Prestar atención especial al empoderamiento de los grupos más marginados. Por ejemplo, la violencia de género
suele aumentar después de un desastre. Según la ONU , muchos países ya están informando un aumento en los casos
de violencia doméstica y sexual, así como de violencia contra los niños. Las intervenciones de socorro y recuperación
deben abordar estos problemas y encargarse de reducir en vez de reforzar las desigualdades y los riesgos de violencia
existentes.
El empoderamiento de las mujeres es un elemento importante para aumentar la resiliencia. Las mujeres se
enfrentan a mayores niveles de vulnerabilidad ante los peligros naturales y el cambio climático, y con frecuencia son
las que generan resiliencia. Por eso es importante promover a las mujeres como líderes en la recuperación de la
comunidad. Esto significa crear espacios formales donde grupos de mujeres se puedan organizar para participar en los
esfuerzos de recuperación, así como asignar formalmente recursos y funciones a grupos de mujeres afectadas.
Esta crisis es un momento para centrarse en las causas fundamentales subyacentes de la
vulnerabilidad, especialmente la desigualdad y la exclusión social. La prevención de futuras pandemias requerirá
cambios en cómo diseñamos los edificios para permitir el distanciamiento físico, así como una mejor ventilación y
filtración del aire. Para ayudar a las comunidades a recuperar y fortalecer su resiliencia frente a las pandemias, los
peligros naturales y el cambio climático será necesario abordar los factores sociales, políticos y económicos
preexistentes que aumentan la vulnerabilidad de las personas pobres y marginadas desde el principio. Es crucial
invertir en medidas que ayuden a asegurar que estos grupos se alcanzaron, protegieron y empoderaron adecuadamente.
La vulnerabilidad social, la igualdad y la sensibilidad ante los conflictos se deben integrar sistemáticamente en las
políticas, los sistemas y los procedimientos de los Gobiernos y de las organizaciones en todos los niveles. Este es un
paso esencial para crear mejores comunidades y sociedades.
Mendoza: vulnerabilidad.
Mendoza es territorio vulnerable por sus condiciones naturales: aluviones, lluvias, viento, granizo, terremotos,
volcanes y riesgos antrópicos: destilería, diques, etc. El Desarrollo Humano de la Provincia debe minimizar riesgos,
para sus habitantes, sus bienes e inversiones. La planificación y gestión de riesgos está destinada a desarrollar en
Mendoza estrategias para disminuir la vulnerabilidad y promover acciones de conservación, mitigación y prevención
frente a desastres naturales y antrópicos.
El ICES mediante su participación en el Plan GEMAS (Gestión de Emergencias Mediante Análisis Satelital),
contribuye a la formulación de respuestas en la gestión de riesgo. También se desarrollan aportes para la formulación
de las políticas públicas a través de la realización de talleres y jornadas participativas, seminarios y cursos, que
conforman un ámbito plural e interdisciplinario, a fin de debatir e intercambiar experiencias en la gestión de riesgo de
desastres.
Además, se trabaja en conjunto con el Programa de Ordenamiento Territorial del Instituto de Ciencias Ambientales
(ICA).