Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hombre y Mundo A La Luz Del Creador Jose Luis Armendariz
Hombre y Mundo A La Luz Del Creador Jose Luis Armendariz
HOMBRE Y
A LA LUZ DEL CREADOR
Luie M,'
t)ertcne o li
«lcJcsús. (
tcolrigicos
dc liologf
(Auslri¡), r
tctuahrtcr
dc la Facul
de la U¡¡iv« LUIS MARÍA ARMEND ÁNIZ
cn la quc I
lra irn¡ralti
(.lristologf,
§u intcr(s
centiáh'o ¡
cnja (júbai
ha publica
artícülos er
rI
E:
k
\/ffiñ¡:,
^
U
r
I
CONTENIDO
Siglas y abreviaturas .9
Presentación lli
I: El Dios que da vida a los muertos y llama la nada a ser ..... 27
ISBN: 84-7057-456-6 XV: El hombre, encuentro del mundo con el Creador ....... 5.9 I
Depósito legal: M. 30.08 l -2001
Índice general 555
Printed in Spain
Impreso en Anzos, S. L. - l'uenlabrada (Madrid)
SIGLAS Y ABREVIATURAS
LlsRos BÍBLICos
inmediatamente en sí mismo, como ellas. Por otro lado, y 2. También la teología, aun sin quebrar esa urrirlarl rlr'
precisamente como su Creador, no yive a su margen, sino los tres nombres, fue desplazando en exceso su atcttcirirr
en lo que tienen de más profundo y prometedor. rle uno a otro. Durante siglos dominó la perspectiva teo-
céntrica. Ella continúa vigente incluso en aquellos auto-
res que hace poco más de un siglo terminaron de confi-
II. U¡¡a HISToRIA DE ENCUENTRoS Y DESENCUENTRoS grrai el trataáo de la creación7, como lo da a entender el
iít,rlo qrr" con más frecuencia le dieron («El Dios que
l.Nuestra historia occidental está marcada por la re- crea y eleva»)8.
lación entre esos tres nombres. En una primera fase míti- Por lo que respecta al mundo y al hombre, la teología
co-religiosa permanecieron no sólo unidos, sino incluso de la creación empezó primando la consideración de aquél
confundidos. El judeocristianismo, y la cultura derivada sobre la de éste. Sin duda porque el Génesis, del que ella
de é1, desmitifrcó esa unidad y estableció entre ellos dife- es en el fondo un comentario, procede también asíe' Pero
rencias insalvables, pero también vínculos insolubles. La además por la presunción' menos teológica que cultural,
época moderna aflojó esos lazos entre Dios y las creaturas de que el mundo es lo englobante y primordial, y el hom-
por un lado, y entre el mundo y el hombre por otro, cuan- bre iólo parte, aunque excelsa, de é1. Sin embargo, en este
do éste tomó distancias respecto a aquél y lo sometió a su punto se produjo una notable convulsión, y no sólo por
control. iuro.r"t culturales sino estrictamente teológicas:
¿No estaremos entrando en una nueva fase de esa his- a) Entre las primeras cabe señalar el cambio del cos-
toria? Dios continuaría difuminándose como horizonte mocentrismo medieval por el antropocentrismo moderno'
cultural, pero reaparecería al mismo tiempo en mil for- El «sujeto» suplantó a la «sustancia>> como categoría clave
mas de religiosidad. Perdería adeptos (quizá sólo cuanti- del pensamiento y el desarrollo técnico vino a legitimar y
tativamente) como realidad personal, pero los ganaría ufraizur la posición del hombre al frente del mundo con la
como dimensión divina de un universo en el que de nue- pretensión de dominarlo y humanizatlo.
vo se fusionan el mundo y el hombre, quizás como revan- b) Entre las segundas destaca el descubrimiento del
cha del distanciamiento creciente que entre ellos impone carácter saluífico áe los relatos bíblicos del origen del
la civilización científrco-técnica. mundo. Si «la creación es Iarazón externa del pacto y éste
La teología tle la creaciín qlue aquí ofrecemos se sitúa
al cabo de esa historia y en continuidad con ella, e intenta
vincular estrechamente esos tres nombres tal como figu- 7 Puecle verse esa historia en M. Flick-Z. Alszegh¡ Los comicnzos de ln saLaa-
ran en la primera página del Génesis y como se unieron clár, Sígueme (Salamanca 1965)' 13-17.
el lector
en Cristo lo divino y lo humano: <<sin confusión, pero sin " «D¿ Dei crea.nti;¿ et eLeaante». Un elenco cle tales títulos lo encontrará
enJ. Sagüés, Sunm¿a Theologica ll. De D¿o ct'¿ante ¿t eleaante, BAC (Madrid
separación>>6. tg64),446-7 .
, y es io que determina en gran parte la estructura que tanto Pedro Lombardo
en srs §enlencias, l.II,d.l,c.6, como Tomás de Aquino, S'Th' l,g'50 y 75
(introducción), dan a sus «tratados» de la creación.
6 DS 302.
PRESENTACIÓN I9
18 HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR
la razón interna de la creación>>ro, el hombre desplaza al Ir,:r, los flrandes hallazgos científicos, la amenaza atómica
y lir t,risis ecológicara.
cosmos del centro de la creaciónrr. El tratado sobre la
creación se desliza así hacia un tratado sobre el hombre, y l,)llo obliga a preguntarse si no habrá que superar tanto
no sólo porque es en éste y no tanto en el mundo donde lr,,r izontal como verticalmente esa estrechez antropocén-
se descifra ahora la creaturidadr2, sino porque empiezan a rrica del tratado, y no habrá que volver a elaborar una
aflorar, como alternativas, una serie de antropologías teol6- ,,tr:ología de la creación»r5, pero que no se limite sólo a la
gicas t3
.
rrirtrrraleza y no aloje al hombre en otro tratado de «Antro-
r, rlogía teológica fundamental»r6.
3. Ese legítimo antropocentrismo derivó sin embargo ¡
en un reduccionismo creatural. La concentración del len- Nos hallamos en el momento presente a la búsqueda
guaje en categorías personalistas de <<sentimiento de de- rlt: t¡na síntesis que ensamble de nuevo los nombres de
pendencia», de «encuentro»..., dejó desamparada y sin la I)ios, el mundo y el hombre, pero teniendo bien en cuenta
debida autonomía teológica a la naturaleza. Más aún, al l.r ¡rujanza y relativa autonomía que entre tanto han adqui-
saldarse los conflictos modernos entre ciencia y fe con un r irlo los dos últimos. Por eso no Puede tratarse de una
reparto pacífico de competencias, la teología de la crea- vrrclta (imposible) al teocentrismo (y cosmocentrismo) an-
ción cedió la naturaleza a los científicos y se refugió en el tcriores a la época moderna, sino de una superación de
hombre, respecto del cual se sentía mucho más elocuente. ósta, que arranque al hombre de su ensimismamiento y lo
Pero ello sucedía en tiempos en que la cultura yolvía sus ('ornprenda como relación no sólo a sí y a los otros, sino a
ojos al cosmos, por razones tan decisivas y contrapuestas 1,, t,l¡t¡ (el mundo) y al Otro (Dios).
alavez como el redescubrimiento de su condición simbó- {. Es en especial a Éste a quien la teología de la crea-
cir'rn tiene que reivindicar hoy. Es su nombre el que mu-
chos de nuestros contemporáneos se niegan a vincular a
r0 Así titula respectivamente K. Barth los apartados 2 y 3 del capítulo «Crea-
los del mundo y del hombre.
ción y Pacto» en la primera parte de su «Doctrina de la creación», Kirchliche
Dogmalih III/1, Evangelischer Verlag (Zürich 1957), pp.l03 y 258.
rr Así sucede en la gran dogmática católica posconciliar rlfl st¿rium Salutis. La
teología de la creación se convierte en doctrina sobre «El comienzo de la rf Precisamente esa crisis y el interés tcolígico por la naturaleza ha dado naci-
historia de la salvación» , er protología, que, a su vez, deriva en antropología.
miento a un significativo tratado de Ch. Link sobre la creación (Schi)pfung)
Cf. II/1, Cristiandad (Madrid 1969),45I-468.
r2 Un estudio más detallado de toda esta transformación del tratado, si bien entre los manuales de Tcología Siste¡nática editados por C. H. Ratschow en
G. Mohn (Gütersloh l99l), VII, I y 2.
reducido al área de t¡n solo centro teológico, puede verse en L. M. Armen- 15 Es lo que, entre otros, han intentado
J. L. Ruiz de la Peña, Teología ile la
dáriz, «Variaciones sobre el tema creación», Unitersitas, Theologia, Ecclesia
creaciín, Sal Terrae (Santander 1986) (véase el prólogo); A. Ganoczy, Doc-
(II), Mensajero (Bilbao l98l), 867 -933.
l' De una buena parte de ellas, con el comentario correspondiente, habla trina de La creación, Herder (Barcelona 1986);J. Morales' El misterio de la
creación, Eunsa (Pamplona 1995).
A. Matabosch, «Manuals d'antropologia teologica en la decada dels '80» de J. L. Ruiz
(l) «Revista Catalana cle Teologia» I6 (1991), 187-201, 405-419. Asinismo "' Qr:" ", lo que sucede en la, por tantos motivo§r benemérita obra
<Ie la Peña citada en la nota anterior' si bien el autor reconoce, yéndose al
L. F. Larlaria, Teología del pecad.o originaL 1 de La gracia, BAC (Madrid
otro extremo, que «la teología de la creación tiene su emplazamiento idóneo
I993), XXI-XXV. El Concilio Vaticano II, que abre las puertas de la lglesia
en el marco de la antroPología teológica» (p.13) y se asocia a quienes inser-
y de la teología a los dos inflqjos arriba dichos, patrocina en parte esa nueva
tan en ésta el tratado Dc Deo creante (p.ll).
orientación. Cf. GS 2,3,4-10,1 1,12...
20 HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR pREs¡NrecróN 2t
Y, sin embargo, si la teología quiere sobrevivir como tal ,rl.jrricio de esa palabra. En ese primer momento la teolo-
(por su bien y el de todos), ha de seguir hablando princi- qía n«r es mayéutica, sino escucha. De ahí el lugar preemi-
palmente de Dios y elaborando no sólo una teología de la rrcrrte que en ella ocupa la Biblia.
creación sino aun una «teología del Creador>>i7. A esto úl- 2) Sin embargo, si esa Palabra de Dios sobre el mundo
timo, a su tarea primordial de evocar el rostro del verda- y cl hombre no les es extrínseca, sino que, por creadora,
dero Dios al frente de la realidad,le remiten al teólogo las lcs hace ser lo que son, el carácter teológico del tratado
dos caras del momento cultural presente: el ateísmo-ag- incluye también un análisis radical de la realidad, si bien
nosticismo por un lado y el rebrote, tan pujante como guiado por la Palabra oída «de fuera». Por eso es por lo
inesperado y ambiguo, de la religión por otrol8. que el tratamiento teo-lígíco del mundo y del hombre no
se puede reducir a escuchar la Escritura y extraer de ella
rrna cosmología y antropología bíblicas; quiere además
III. El, CARÁCTER TEoLÓGICO DEI, LIBRO rlar cuenta y razdn de ellas y las pone por ello en diálogo
con las preguntas humanas y con las respuestas que les ha
Después de precisar de qué realidades trata, es menes- dado el hombre.
ter indicar el modo como las abordare. Lo señala ya en el 3) De ese encuentro con la cultura, alavez integrador
título la expresión «a la luz del Creadon>. Con ella declara y mutuamente crítico, nace la teología como ejercicio ecle-
su carácter estrictamente teológico. Dos palabras sobre él: sial de refleüón. Supuesto el pluralismo cultural,lo que en
l) La teología no pretende llegar al fondo de la reali- rr,alidad emerge es una pluralidad de teologías20. En oca-
dad encarándose inmediatamente con ella y desentrañán- si«rnes la Iglesia, que es el lugar donde la Palabra se escu-
dola. Eso sería remedar a la filosofía o a las ciencias. Ella cha y se verifica como vida, se ha visto obligada a reclamar
empieza, por el contrario, dejándose decir por Dios lo la unidad de ellas en lo esencial y a formular vinculante-
que El, el mundo y el hombre son. Y no para confirmar mente su visión de Dios, del mundo y del hombre, dando
con la fe ciertas persuasiones previas, sino sometiéndolas lugar a los dogma¡. Una teología que se sitúe al interior de
la Iglesia y se alimente de su fe deberá hacer suyos esos
hitos del pensamiento eclesial y consignar su valor perma-
17 Así, «como acto de Dios», antes que como «el mundo de las creaturas», fi-
nente.
gura en primer lugar la creación en W. Pannenb erg, Teología Sistemática ll,
UPCO (Madrid 1996), l-62;J. Moltmann, Dios cn la teación, Herder (Bar- Eso no significa pasar por alto los condicionamientos
celona 1987). I
históricos de esas definiciones de fe y, menos aún (cosa
l8 Es un reto que, como diceJ, B. Metz, requiere más que nunca una especie
que hasta hace poco se hizo y el Vaticano II desautoriz«i)
d,e coraje ciatl metafísico que será tachado por muchos de ingenuidad. Pero,
añade: «¿qué peso tiene ese reproche a la vista del peligro de una banalidad erigir esa <<doctrina eclesial» en el punto de partida <lcl
rampante? Y, para el cristianismo, más mortal que la sospecha de no estar teologar y mostrar luego cómo la Biblia la corrobora. ll¡r'
de moda, sería la de haber acabado por ser superfluo>>, Extracto lo que el
autor dice en «Gotteskrisse. Versuch zur geistigen Situation der Welh>, en
Diagnossen zur Zeit, Patmos (Düsseldorf 1994), 76-92.
Ie Lo que en teología escolástica se llamaban respectivamente «objeto mate- '0 Cf. C. Geffré,«Diversidad de teologías y unidad de fc», crr lnitittitiu ¡t ltt
rial» y «objeto formal>>. práctica de la Teología I, Cristiandad (Madrid 1984), I 23-147.
I
c)9 PRESENTACIÓN 23
HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR
Dios porque eso es conocer los efectos por su causa y no s,,l«r Espíritu» abre en la pluralidad coincidencias funda-
la causa por sus efectos»2a. rrrcntales y apunta (y aun la presupone) a una unidad bási-
.'l del mundo y de la historia.
Es necesario, por otra parte, que la teología de la crea-
V. UncnNcIA DE UNA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN ciírn contenga una pretensión de verdad y validez univer-
sales. De lo contrario no pasará de ser un ejercicio de ló-
Los creyentes piensan que, desarraigada de Dios, la ¡¡ica doméstica sólo útil a creyentes y en cuanto tales. En
realidad humana y cósmica, pierde consistencia y claridad tiempos en los que «extra muros)) del cristianismo la secu-
(GS 36). Creen además que Dios es patrimonio universal larización convive con los fundamentalismos y con el re-
de su creación y que es reclamado, quizás inadvertida- lrrote de la religiosidad, y en los que en el ámbito eclesial
mente, por todos, y en particular por los más pequeños y seducen el pastoralismo inmediato y el pentecostalismo
amenazados, como único garante definitivo de su valor, cntusiasta, resulta especialmente urgente una teología de
dignidad y futuro. Hablar de El es hablar mejor del hom- la creación que aborde las bases de la realidad, es decir,
bre y del mundo. de todo aquello que el creyente comparte con otros, y no
En nuestros días no sólo hay que rescatar el nombre de rehúya el logos, la apuesta por la verdad26.
Dios. Thmbién el hombre está siendo puesto en cuestión. De lo contrario la fe verá reducida su contribución al
También en él se creía antes de antemano, ya porque se diálogo tanto con la cultura como con las religiones. Éste
suponía la existencia de una <<naturaleza humana> (en un r¡rredaría muy mermado si la teología cediese a los exten-
planteamiento más estático), ya porque en la modernidad <lidos prejuicios de que en el fondo todas las religiones
el proyecto hombre, confiado a él mismo, marcaba el sen- son iguales y de que la religión es un asunto privado que
tido de la historia, concebida como un progreso induda- no tiene por qué entrar en el debate sobre la estructura y
ble en raz6n,libertad y justicia. Se ha visto, sin embargo, metas de lo real.
que ese gran programa moderno de emancipación huma- En razón de esa importancia que reviste el tema, y por
na ha fracasado en buena parte, y que hablar de la historia aquello de que «lo que tiene que ser hecho hay que hacer-
y delhombre, parece incorrecto y presuntuoso. Por eso la lo, aunque sea imperfectamente)) (Chesterton), el autor'se
posmodernidad instaura un pensar fragmentario. aventura a señalar cuál es la verdad última de esas realida-
La teología de la creación ha de tomar buena nota de des (mundo y hombre) por las que preguntan todos los
ese «desafío del fragmento»zs, pero no tiene por qué capi- saberes. Lo intenta a sabiendas de que el asunto le des-
tular ante él.La fe en «un solo Dios, un solo Señor y un borda. En primer lugar por lo que hace a la filosofía y a las
ciencias con las que deberá entrar en diálogo y en las <¡rrt,
I
él no se siente competente, en especial en las últimas. Pero
además porque resulta inabarcable cuanto en su mismo I'L DIOS QUE DA VIDA A LOS MUERTOS
campo teológico se ha escrito y se sigue escribiendo sobre
Y LLAMA LA NADA A SER
la creación y debería ser tenido en cuenta en esa síntesis
que él busca. Esta, aparte de mal vista por el pensar frag-
mentario del momento presente, parece condenada de an-
,;Cuándo empezó a figurar el Invisible (Dios) entre las
temano al fracaso y aun al ridículo por la creciente espe- rcalidades evidenres del mundo y del homb." ,, Nom_
cialización del mismo saber teológico. f
lrre junto a los otros dosP Dicen los historiadorás de
la re-
Sin embargo el autor entiende que algo así como una li¡iión que, bajo una u otra denominación (lo divino, lo
uisiín de conjunto es lo que más reclama la actual disper- santo, lo totalmente otro-, el misterio, el «sin nombr"r...),
sión cultural y teológica27. Y es esa perspectiva global, que ,'rt4bg ya de antemano allí haciendo del mundo ,rru ..uú_
ha ido naciendo en él a lo largo de muchos años de do- rlad a la vez patente y enigmática y despertando en el
cencia,la que fiunto a otros) piensa poder aportar28. ¿In- lrombre sentimientos peculiares de pasmo, veneración,
genuidad? ¿Deformación profesional? ¿Simple cuestión «fáscinación y estremecimiento» y preguntas subsiguien_
de talante? El lectorjuzgará. tes acerca del origen y sentido de todo.
No es posible ni necesario estudiar aquí el origen de la
rcligiónt. Bastará con que señalemos lo que, en diálogo y
tlebate con otras corrientes religiosas, opina al respecto la
.judeo-cris tiana en la que nos insertamos. Eso nos remite a
Ia Biblia, a la cual nos conduce también aquel primer mo-
rnento de escucha, inherente al
La frase de la Carta a los ue da título
a este capítulo primero, no sólo supone convtvencra y
¡nutua implicación de los tres nombres, slno que_gxple'§a
I r:l tipo de relación vi€s¿rtqestre-elles. Atribuye a Dios que
rnundo y hombre existan y sobrevivan, que pasen re§pec-
tivamente de la nada al ser y de la muerte a la vida. Rela-
( ron untca, fontal, que desde ahora,
y a la espera de lo que
rligan otros textos, podemos calificar de creaciín.
27 <<On risque un saaoir multiple, mais d,isseminá, aoir déséquilíbré, qui rempLi- I (lomo botón de muestra, cf.J. Martín Velasco,
«Religión, Religiones», en El
s¿ la téte sans construir I'esprit et libercr l'homn¿e», G. Lafont, Histoir¿ théo- I )ios cristiano,Secretariado Trinitario (Salamanca
|OSZ¡, nSl_Vn.'
logiquc ile t'Église catholiqar, Cerf (Paris I 994), p.1 I . " ver la Presentación. Así también («arrimándome a la Escritura divina»)
es
28 Eso hace que no pueda participar del todo de la modestia de J. M. Mardo- crrrno empiezaJuan de la Cruz su Ll,ama d,e amor tiaa,en
nes cuando habla de la «gran precariedad racional que se cierne sobre la
Vid,a I obras de san
f nan d'e la Cruz, BAC (Madrid 1960),978.
creencia>>, que «sólo posee atisbos y anhelos», §íztomas...,l98.
e.*Q ,,i
'::i:i:
r:,rt:
I
30 HOMI]ITE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR EL DrOS QUr DA VrDA A t,OS MUERTOS 3l
I
.t:l
32 IIoMBREVMUNDO ALALIaDELCREADoR i
EL DIOS QUE DA VIDA A LOS MUER'TOS JJ
ció más tarde los lfmites de una visión unilateralmente tcológico-lristórica, r3 P. Gisel, Iniciación a la
ln'áctica de la teologla lll, Cristiandad (Matlrid
cf. E. Schillebeeckx, Crü10...,860, nota 36, y lo que'rifs to.d. dir.rno.
.o" 1985),569.585.
bre los sabios de Isracl, w. Pannenberg, q,re'hacciuyas ras razones
dc la se- Cf.J.L. Ruiz de la Pcña, 7201og1a...,59"60.
gunrla tcorla, reconoce en la tcsis cle von Rad un nrrcleo permanentc 'u
t'
de ver. P. Gisel, /zieia ción..., 591 -597
dad,,fcologlaSíst¿»lútic¿Il,UPCo(Madridl996),l1. ro Gn 2,4;4,I 7ss;5,lsc;l0,Iss;l I,l0ss,
Los MUERTOS 35
LL DIOS QUE DA vlDA
1.ir'
: :':] .:
34 HOMBIIE Y MUNDO LA LUZ DI)T, CRI,ADOR ^
^
excluidos
bíblico a las cosmovisiones que nos rodean, pasamos a re. ,1'''i ( lrr'¡rtkrr y característica de sus obras' Quedan
:'"'#'fi :JiTt*l
. iri
l"-¿i"ersidad'-Flablar del
- Dios produce el mundo libre y soberanamente. El t,,,ril;i;;;¿i" ¿tui"t'"t'u¡' La. f1 e¡r la creación no se
mundo es sólo mundo, no parte ni emanación de Dios. i:,il* i;i tao iv fragmentariedad del ser'
No hay lugar para el panteísmo ni endiosamiento alguno. ffi;;;;;"" 'iiii*u
- Aunque sólo creatura, el mundo es bueno. Este jui-
cio positivo de Dios («y vio que era bueno»), reiterado tras
y señor de la creación
cada obra2o y superlativizado en el resumen final (3t), for- b) El hombre imagen de Dios
ma parte de la creaci6n. Pero este juicio sobre el coqjunto
es creatura' Pero' aurt-
de la realidad compete al Creador. El hombre no puede ver También el hombre (ad'am\
- o*á¡ y.vivificado por el mis-
Ia verdad última ni opinar sobre el todo. Fiándose a este .rue modelado de r'ii"á«)i
los vivienteszr' es
juicio de Dios queda liberado de sus últimas angustias y :- ;l#;;i"i""";;;';;i*;' ¿e tqá': Dios (1'26; 5''2)"Set ima-
puede alabar a Dios y gozarse con la creación aunque la creado a irnagen 2 i'*E"ii
sepa penúltimamente amenazada. Estejuicio de Dios no es gcn de Dios no tt iií"f" añadido a su condición huma-
'l y noble de ésta' El hombre
es un
ingenuo ni primerizo. A pesar de las catástrofes (diluvio) i,a, sino lo más ot'ünti"o
divina (Sal 8'6-9)' Más aún'
Dios mantiene su sí (Gn 8,21-9,17). El adjetivo hebreo refleio de la gloria"l*':"á"4
creados según su es-
«foá» significa bueno y bello. La belleza es voluntad del ;#i";;,io*. di los"animales son referencia' el hombre no
pecie y tienen #;;;;"" !:
re Para sortear la unilatcralidad me apoyo en sfntesis hechas por los ¡nismos
"
es Dios, pero §e a"i*
á"t¿e Dios' Es un trl de Dios' en
relación y aier'go ;o" É'l;;
ser teológic"' Ftl
. exegetas, en particular por C. Westermann, Theologic d-cs Altan Tc¡lam¿nts llqi'^d^*
patrimonro tnnato
in Crundzügm, Vandenhocck & Ruprecht (Gatdngen lg78),72-101. Para q;;;" nlipto sá reservaba al faraón' es
un análisis más ceñido dcl libro del Céncsis, cf. C. Westcrmann, «Kommcn-
tar...»; G. von Rad, Et libro dcl Céncsis, Sfguerne (§alamanca 1977), De
otros comentaristas y de su propio punto dc vista, más dctallado que el que
sar 'lerr1(santan<ler le88)'
aquí se ofrcce, da cuentaJ. L. Ruiz dc la Pcña, Teologla,..r37-49;.J. I. Gorr- 3e-
zález Faus, Pro2ecto ilc hcnnano, Sal Terrae (Santandcr 1987),33-43; A.
} á{:llilTfll'i" ,.0", Imascn deDios' tópico teológico;J' I' González
gira a ese gran
lbáñcz, Para comP rcnilt el Lib ro d.¿l Gárasir, Verbo Divino (Estella I gg g). 51. Todo el tibro "n-ioii"
I 1'
10 Vergos 419,12118,21125. . :.. Fzus, ProYaeto"', 85-88' 94-1
I
36 }IOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL
CREADOIT
EL DtoS QUE DA VIDA A LOS MUriR',fOS JI
de todo,homlre y el fundamento último
de lo que se lla_
marán derechos humanos, en particular Conclusiím Estos rasgos fundamentales del mundo y
el der'ech;;-ü
vida (Gn 9,6). rlcl lrombre han sido extraídos, como se dijo, de un en-
cuentro de la experiencia salvífica de Israel con las pre-
- EI hombre a solas no es completo. A su realidad
pertenecen la comunidad..humana guntas universales sobre el sentido de la vida y del mun-
(varón_mujer), el espa_
cio vital.(jardín), los.medios.a. uiju áo. Desbordan por tanto el marco de esa experiencia y del
trabajo (cultivar la tierra), el lenguajl.inuto, á.t,¿rb",i! mismo Israel. Así son simplemente el mundo y el hombre.
Todo esto forma
parte del ser del hombre. y .rr, .ii*Jnriorr.. Con ellos tendrá Dios una historia de salvación que abrirá
,ryu, ,;;;:
tán al lado de su relación a Dios, ese sustrato universal a nuevas e insospechadas dimensio-
sino bajo
"llu.,E;
;;j; nes23, pero sin dejarlo a la espalda. En medio de su rela-
4las tiene lugar su relación u Oio, V t, interpelación de
Este. De todas ellas el hombre
."rforrruble últimamente ción histórica con Dios el hombre y el mundo seguirán
ante Dios. ". siendo los del Génesis. Se trata de rasgos Protolígicos, no
* Por esa referencia consustancial a realidades sólo paradigmáticos
2a-
finitas
el hombre es un ser pequeño, limitado
en medio de su
grand.eza. Se le llamaiá.-¿s tarde
fi»' Thl limitación se echa de ver .riru'"ordición ;n¡nl
<<finit"* ,op*
1.2. El Dcutero-Isalas (entre la nada y el ser)
mortar.
tTlié: en Ia posibilidad cle error y J. Todos es-
tos límites confiou "r-,tpu. Me refiero en concreto a los cap. 40-5515. Su contexto
il,m"li, """ aquella srandeza cuasi es el exilio, con la duda de ser o no ser, con la tensión en-
* """j['r-#l]#l::
EI hombre es Iugarteniente de Dios tre nada y futuro. Un destierro cuyo final, por otra parte,
en la tierra.
Ia confía pr.u q,i, Ia domine se vislumbra ya y, con é1, un rayo de esperanza (45r1).
Pr:..r. fpueble (1,26_g). El En ese momento? y para fundar tal esperanza, el profe-
es.ast componenre básico de la vida
TaDaJo
¿rene catrdades teológicas
a.i ho*¡í". , ta evoca insistentemente, junto a las gestas históricas de
al ser puesto en relación y .on_
tinuidad con la acdv]dad Jahvé, su poder creador al que debe el mundo su existen-
"..uao., J. Oio, (Ex 20.gss).
En virrud de su misma referencia ;il";;i;;ñffJ;
a c.recely crear. Su di-er,riOn teologal
:9:*porencia
smo
no acorra
todas Ias otras dimensiones hrrianar. 'r Véase, por ejemplo, lo que sucedc con el tema «imagcn dc Di<¡s» en Sal 8,
Yclo l?r2-L2, Sab 2,23 y, con rnayor creatividad, ea el Nuevo tstamento,
Tres mandatos originario¡ delimiian corno se dirá.
Ia condición hu-
mana, según el Génesis: uno respecto '{ «Debemos comprender que en Gn I no se trata dc u¡ra semana anterior a to-
a la tierra y
"
I;;;i- das las se¡¡ranas... Esta semana no se sitúa respecto a las otras cn un orden
rorno a la comunió"
::.i"!r*Tlj^:,::^.,
qe ros nombres entre "r,ó;-;;;;
sl (c.4),, y el tercero acerca d" la re-
cronológico, sino en una relación paradigmática», P. Ricoeur en AA,VV.,
I'xlgc.ri's...,79. Cuando añado, corno más couecto, el tftulo de «protológi-
lación a Dios. En éste, nir"io áí ,f".i"""i, cos», ya que describen el «¡rroton», la prirnariedad radical, lo hago para evi-
hombre la vida: él no pued. ¿."iaiiio
(2,17);le;;; tar la idea de que a e¡e nivel puecla producirse un cambio de paradigna,
que es bueno v 25
J. L. Ruiz de [a Peña, Tcologla,.,r27-Slranaliza estos textos antcs que los
malo..Su autonomía no es absolrt^irrliüJ";
conjugar con la responsabilidad.
;.-il:l del Génesis y los vincula a la tradición profótica antcrior que puecle verse
ct L. Alonso-Schtikel-J. L. Sicre, Pt'oJctas
alll; I, Cristiandacl (Madrid
1980),263-340.
38 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR EL DIOS QUE DA VIDA A 1.OS MUER'I'O§
39
cia26. La amenaza acüual tuvo su anticipo en la de Egipto y , ir.rciónlitúrgica contribuye de manera singular a-quecon-
ambas en el caos original. Podrá por ello ser superada por ,'.:::;;il;
""'ii,r.r
*ído decisivo ia oración v el alma de Israel'
su
Jahvé, que liberó del faraón y domeñó al dragón primor- bien, al exteriorizar el pueblo o cada creyente
dial (51,9ss). ong.rrti^, su culpa y su e§perarr''a"') no sólo en'
La fe y esperanza de Israel cuentan con un nuevo y de- ",,;;;
I,,fru'nJuftuZ cuya cercanfa ha
experimentado en sus ges-
a su poder
finitivo respaldo: el nombre de Jahvé lleva el tÍtulo de ;;J"irr".r,,írro que apela "o"-ft"tt"ncia
,'r"rJ"t". Resuena una y-otra vez Ia exclamación: y la tie-
<<Nues-
Creador. Por detrás del amor a su pueblo alienta el poder
el cielo
sin límites con el que hizo el mundo. El amor es todopo- ,r" ,".ifi" es el nombre deJahvé que-hizo
pueblos y sus
deroso. Seremos salvados. No sólo nosotros sino todos ;;;;. i". eso el co§mo§ entero y todos los
inclusión mutua de
aquéllos a quienes el Creador-Salvador trajo a la existen- ,"f* t"" invitados a cantar aJahvé' La
cia. Nos espera «un nuevo cielo y una nueva tierra>»27. ';";;; f salvación t' *unifittta' En ocasiones aquélla
Las nadas históricas resultan asl ser modalidades de ;;;;; t".'"onsiderada como la primera de las actuaciones
una asechanza global contra la creación, cle una nada ma- salvíficas ( I 36, I -9)30'
"--ñi
yúscula y positiva. Y la acción creadora de Dios es la lu- i"ofOgica ni iiterariaqente serÍa correcto considerar
derivada
cha y victoria final contra ella. La fe en la creación no se .f .*to d dreador y a su obra como una manera
alimenta sólo de la memoria del origen. Se nutre también u *.rrrrduria,cle créer .n É1' Por el contrario,
dirigirse a
'gf, el propio ser y la historia toda es una de las fbr-
de la esperanza en el futuro y de toda novedad radical que
en la
lo anticipe. ffi;; o.igirru.iut, espontáneas,y densas a la fe
"L;irf" de
Están ya clara y firmemente ensambladas (sin que se ;;;;"ió". peilta se retroalimentan (y no sólo invers-a)
40 HOMBRE Y MUNDO ALA I,UZ DBL CRE,ADOR . iit:' EL DIos QUE DA VIDA A LOS MUE&TOS 41
::]:
(Egipto' lvfesopota-
ii;;;q"; ienía lugar en derredor
'rl:!
concluidas el dfa séptimo, en el que se replegaba en su des-
esa sabidurÍa de lsrael de
,,,'r, nij_.fr). Lo que'dif'erencia
]:::
cansos2, en los Salmos figura como Señor que interviene so-
beranamente (es su fbrma de transcendencia) en cuanto '':i
[,rs cle sus vectnos es
aquelli f: 9t fondo en Jahvé' en
acontece en el cosmos y en la vida de los hombres. Queda .'ii
: ,;;;;;", consiste el principio
del saber (Prqv.I'7; 9'10)'
así patente (y no sólo en sus actuaciones salvíficas) el hoy de
:ri
::,
i'ñ;;;i*undo, q"t ttt ti'ilti'oo de esos libros (Sabi-
repetidarnente
su incesante actuación creadora. Lo resalta el Salmo 10433. .il
,,,,rf"i , por influjo. h.léni"ot es llamado
,t:
,:,ffi1;!., ,i*il" objeto de exploración y conocimien-
con mavúscula que no
1.4. Los Sabios de Israel (elreto larazdny delmal)
;;;.;l;; reflejo de una-Sabiduríaque le sobrecoge con §u
d.e ,':
,.i :';;;; *u.J, del hombre, sino dejarse humanizar por
Bsta fase sapiencial de la fe de Israel se expresa en va- .tl ,,.,r1*¿o., Ie interpela e invita a
rios libros (Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico, Sa- : :,iü'¡ii;;'s,1-11).Vidu h"*una v co§mos' observables v
biduría) y se dilata desde antes del exilio hasta las puertas ll ,,r" i"tttrraRabies en sí rnismos' resultan últimamente
'üpu"outrs
(Job 2g) y envueltos en el misterio de Dios
del Nuevo Testamentoea.
Funclada por el mandato de dominar la tierra (Gn
::
;ffi;", un niisterio'q.re *in embargo inspira conñanza
1,28) y poner nombre a las otras creaturas (2120) y esti- (Eclo 42,15...).
:
'|
.i" i*pfo",ando su tienda en Israel (Eclo 24'8ss) y au.n
humanismo» y de una «epifanía de la creación>>36.
identificadaalaLey(v.23).Aldescribirlaadernáscomola
y
l
primera de todas las obras de Dios, como §u t'estlgo
'"."-*[ur"nte en la creación, como la que hace las delicias
.le Dios y de los hombres (Prov 8,22ss), la literatura
:
sa-
t7 Gn2,2; Ex 20,11;31,17. :
tr Cf. G. von Rad, Sal¡iiluúa ile Isracl, Cristiandad (Madrid 1985)¡ V. Morla,
17 Prov 25,2;.lob 26,14; 36,26;3-7'23'
Libros wPimcialcs 2 otros cseritos, Verbo Divino (Estelta lgg4). que la teo-
í\oá, Solri,l*to..',.saat V' Morla, Libros"''50'5li' niega
I
" C. von
'! G. von Rad,Sabidur{a...,379.
sa|utts»'
36 |btd.379,183. logía <le la c¡'cación sea una sierva dela <<l¿istoria
f
E
42 HoMBREyMUNDo ALALTJ-¿DELclttADon
nL Dros QUU DA VIDA A LO§ MUEtrrOS 43
piencial de Israel prepara contextos
e imágenes a la teolo-
gía neotestamentaiia y cristolOgi."
i" l. creaciónre. r (lu(: cxiste y vale por sí mismo y no está al servicio
Este trance sapiencial d. ',u(I r¡rr¡rrrlo y del hombre como explicación de los enigmas
modélico para ta
I:.;;i;"sulra por todo ello
,1,
la aceptación de ese Miste-
fb_:rt,yl;, 1, ,,.rr,,'rtio de los malesa{. Sólo
comprende r :l:::" iu.. u,ru fe que busca
(fides, quaerens intetteitím¡ya , r,, irrcontprensible, de ese Dios «ultraético»45 permitirá
sea «la estruc-
tura del mundo v Ias propiea.a., ,,,rr,,r:cr[e cómo es, y no sólo de oÍdas (4215), y confiar y
¿" el co_ í"s elementos,
,iJ*p, ñ"b ;
1i9nzo, fin y miíad ¿á .,,,,, vcrificar que ese mal, al que tanta beligerancia conce-
".,",o. (r;iíI;;;,
túd.i o s'i. ú rlc crr su creación, acabará siendo vencido.
; illffil: ilrf,":::
c
je
Jahvé. Este queda emplazado por esa fidelidad de los su-
Los lil¡ros sapienciales r acogen con frecuencia
¿No rugi"r"Tril;:.tt al padrinazgo de salomór¡.
diga
.o' X-Tá,
¡¡o
l¿ue
que salonrón»
tn
deberlan plantei
i",'l,t"iiiro'"JesrÍs "'iat"''"lti*i;;:!"J: l{ R. Egger-Wenzelrl/on t)¿r Ír¿ih¿it Gottcs, andcrs zu sein. Die z¿nlrah Rolle
ür Kapitel 9 and l0fiir das Hiobbach,Echter (Würeburg 1908).
o5
Cf. C. FL Duquoc, «El demonismo y lo inesperado de Dios», en «Conci-
,gp+******l;i*mm*:; ' lium» 19 (1983), 441-455. Véasc todo el nrimero 189, dcdicado a <<Job y el
silencio de Dios». 'Ibmbién Y. Morla, Libros..., 157-166 emplea ese mismo
lenguaje de la ultraeticidad, tan vinculado al de la gratuidad.
{8 O, más cxactamente, «no a partir de Io quc ya existe>» (ouk et, onton).
{3 O. Keel,
Dieu répondc dJob (Job a7 F.l «toltu-wabohu»
de Gn 1r2, el dragón tnarino de Is 51,9 y deJob 7,12, al
Sg-41),Cerf (paris 1993).
quc Dios sojuzgaba y con el que incluso.iugaba (cap. 22).
I
44 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ
DELCREADOR
DL DrOS QUE DA VIDA A LOS MUERTOS 45
yos y se revela como-un Dios
Creador, capaz de clevolver
la vida a quienes ra dan p"; rk:l acto creador. También Cristo. No sólo porque de él
principio del mundo, ,i1r-o
Eai;;;a
no es sóro ra del
r«.
:¡r. ;rlir¡nará que es la Palabra por la que todo fue creado,
plena, 1a
a Ia resurrección.(2
;";l;;paso
a ta creación
,rirr. porque el decir de Dios es sólo forma deficiente del
141"'r"rñ"'lzl.
Este conrexto martirial a. ,k:<:irse. Posibilidad y realidad de las que sólo sabremos
h f.'., L creación desvela un
nuevo componente ('n la encarnación.
reclama. No es oura {9
lógica,
,id;;;;
e.lla, a saber, el respaldo
d. El Antiguo Testamento conoce taml¡ién una creación
dición de ra ment.- "i,iqri;^;ói;;;"";ir#;#:
«;"r;ifi;;;;'iiiíu,rrr>>), rlc Dios por medio d.e su Sabidurla., de la que ya hemos
comporta una entrega de. todo.el sino que lrablado, y de su Espíritu que, presente desde «el princi-
ser («sacrificú;;;;.;;:
Antes de clausurar esta serie aletea sobre la creación (Gn 112) y alienta y mantie-
a" tJ*ro, creacionales del ¡rio>>,
Antiguo Testamento es preciso ,re la vida (Ez 36; Sal 104). De ambos mediadores de la
."fuh, áo, elementos que
se repiten en ellos. creación, reconocidos como personales y estrictamente
«livinos, volverá a hablar el Nueyo Testamento y nosotros
lo harernos detenidamente en el cap.IV.
a) La creación por la palabra
'¡ Mt 6,3-18.25-34; 10,29; Mc I0,6; 13,19; 14,36; Rom l,20ss;, 11,36; I Cor "* H§;tiü;'il;''
ii*-ils-ro; Hch l4,Iú; 17'24; FIeb 6'l'2"'
10,26; 2 Cor 4,6; I Tim 4,2-5; Heb I1,3...
I
.'+ri.
-..ri"
48 HOMBRE Y MUNDO A LA LIJZDEL CROADOIT '.::is EL D,IOS QUE DA VIDA A LO*q MUBRTOÍ; 49
: '::r::
. I 91, fl6..Un-problema pnntual en la vida de la Igle- r,,,.'l.,.L,do al reino del Hljo bien amado (13)'
sia, el de las viandassobrantis de los sacrificios los áo_ ,i; A óste, al que murió en la cruz y por cuya sangre Dios
los, vendidas en el mercado y que algunos cristianos " no se : ill
,,.,,,¡rcilió cuánto hay en tierra y cielo (20), el himno le
atrevfan a comer, da pie a un desarrollo teológico de pri-
r :¡rrta sucesivamente como cabeza (principio,
,1:i
primogéni-
mera magnitud. La negación de Ia existencia di los ldóros :,!
de la Iglesia y de los r-esucitados ¡ así,
r,r) del universo'
permite a Pablo afirmar a una la libertad, .rrr.r, for_ mismo Cristo quedan es-
,,,r,ro el primero en todo. En el
j]:
" I:.oj-, lectura me guío por las notas dela Ttad.uclion oecurnéniqzu d¿ la Bi- de Dios58.
U/r.,!::**: intégralc), Cert. (paris l9S7); Cf. a<lemás Heb 1,1-4.Esta carta, que como poco§ pasajes del Nue-
.T:stancnt -(Edition
(,. rcrzke, «trtrdto>>,
vo Testarnentor conjuga la transcendencia divina de Cristo
en H. Ilalz_G.Schneider, DENT I, Sigueme (Salamanca
lS96),2427-2433; l{. H: Esscr, «Creación», en
L. ioui.n, E.'8.;;;;!rr,
H. Bietenhard, DTNT I, Sfgucnre (Salarnanca l9g0),
J42_352;J. L. Ruiz cte
l .P"ñ1,
Teologta...,6i-87; N. M. Sa¡nt¡clson_C. éi.rnb"rg.i, *schtipfer- r¡ pa¡a un co¡nentario rnás ¡rormenoriza{o,cl, E, Schweitzer, Luca¡'lo¡tlos
Schopfung» III. Ncues Testamcnr, en 1.RE XXX,
2g3-296. Colosazsas, Síguemc (Salarnanca 1987)' 48-90.
I
'.iir:ii
.-.::rirl
50 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZDEL CREADOR
.:tii.; EL D]OS QUE DA VID^ A LOS t!:UiIr',t'OS 51
,ilij
te.,Mediador y Meta de Ia creación Cristo interviene ..i:,.:
: :lii
i
y liente a lo negativo encierra aquella actividad creadora
,.'1:,:
:l: I
,lc f)ios que refleja el <<bara>> blblico. FIay que redefinir
..ii .sr.¡s dos polos (nada y ser) entre los que sucede creaciórr
3. ¿QuÉ, srcNr[rcA LEER EL MUNDo coMo cREAcróN?
:tl
,.ti
y clue terminológicamente sólo parecen denotar carencia
'ii
total de realidad y mera existencia.
. trr: perspectiva bíblica habrá de ser el referenre prin_
cipal de todos los capíturos siguientes. sin
,,1:
,ii
La nada significa, ante todo, que nada hay dentro o
merma de Ia rica firera de Dios que le obligue a crear o le impida hacerlo ¡
variedad de sus matices, quiás quepa ya ahora
Ias que, a partir de ella, podrfan *nri¿á.urre
sintetizar ¡lor tanto, que todo cuanto existe proviene inmediata o
como líncas mediatamente de El. Pero, en un segundo momento y una
de fuerzaftrnd,amentales de la
teología de Ia creación: vez llamada a ser, la nada se reviste de limitación, dificul-
l\
El,úmbito d,¿ lo r¿allo configirrn un Dios transcen-
m«l o reiilGlciñósmico-histórica a que el ser se realice
dente, Hacedor soberano de todo]y un mundo
y hombre según el designio del Creador. Ahf tiene cabida la idea y
no divin.s, sino creados, toralmenie distintos
dá Éi t;;_ realidad del caos, del azar... con las que opera la ciencia
talmente referidos u É1. Lo creación establece
diferencia fundamen tal.
.rru p.ii.., actual cuando piensa en el origen e historia de los seres y
de las que hablaremos más adelante63.
2) La diná,mica interna de esa realidacl consiste, sin EI s¿r que la creación genera es, por su par¿e, no sim-
embargo, en la aproximación de los diferentes.
ción está_orientada, desde su origen, al libre
ú;.;: ple realidad, sino orden, liberación, desarrollo, sentido,
dcercamiento futuro, resurrección.
paterno del Creador al mundo y il hombre Así lo entendla el Antiguo Tes¿arnento y a eso apuntaba
y tiene .n Cris_
to su pauta y su meta. la continuidad del <<bara>>. El Nuevo Testarrrento, por su
5) Esta contextura sarurfica no anura ra creaturar. Er parte, ve concentrado ese antipoder de la nada en la cruz
Padre sigue siendo Dios, el Hijo encarnado le invoca de Cristo. En ésta parece naufragar el lfder de los creyentes
como Padre y como «Señor de cielo y (Heb 12,2) y la esperanza misma del mundo (1 Cor 15,i5-
tierra>r (Mt I lr25!
Se establece asf una fecunda y p.r*uí.rrte l9). Sobre ella gravita además la maldición de Dios corrtra
dialéctica entre
creación y .salvación, entre señorfo y ternura. el pecadooa. De esa nada, densa de todo fracaso, hace Dios
La definicifin clásica cle Ia crlación como brotar el ser, que no es mera existencia ni restauración del
. .4) <<procluc_
ción a partir cle la nada» (creatio ,* n;i;to¡,q;. mundo adámico, ni siquiera reviviscencia de la realidad
ñi;ili"
histórica de Jesús, sino el Cristo glorioso, primicia y me-
I
. jii.i:
":ri-l
54 I.IOMBRE Y IVILII{f)O A LA I.UZ DNL CREADOR l,'.:l
l:i:i
:,:::
dida de la nueva creación. por eso nuestro Creador es itj:
.:iir
no ::;:l II
sólo «el que llarna la nada a ser», sino también «el que
áa .li'¡ i
vida a los muertr¡s» (R-om 4rl7). Este texto, con el qu" ii::
it:l
.n_ jril CREO EN DIOS PADRE CREADOR
cabezamos este capítulo, tiene como horizonte una
t.r"a.u (DE LA EXPERIENCIA §ALVÍFICA
forma de nada, la impie-dad, un tercer rasgo del pocler
f iil
A LA CONFE§IÓN DE TE)
creador de Dios: la justificación gratuita del ilpioor:
. 5) Creacídn es, en rhltimo términor lo que sucecle entre
l:i;
I Se consideran tales aquellos obis¡ros y teólogos que durante los ocho prime-
65 ros siglos, es decir en la fase de ase¡¡tamiento y expansión de la fc, ejercieron
Cf. U. Wilckens, Carla a lo¡ Romanos ll,
349.
Síg.eme (Salarnanca lggg), iir_ una función singular como maesftos de elia, I'autores de unidad entre 1as
66 Iglesias y creadores del lenguqje teológico eclesial. Tod<¡ ello lrasta el punto
otro ¡es*mcn de los funaamentos bíblicos y de sus primerae
derivaciones de que pasan a ser, cuando concuerdan, garantía de la a¿¡tenticidad de la te.
sistcmáticas pueclc versc en D. sattler-Th. sibneider, ? Y. Congar, «Le thé¡nc <lc Dieu Créateur et les explications de l'Hexaméron
«Doctrina de Ia crea-
ción», en Th. Schneider (I)ir.), lllanual de Tcolog{a
Dognrútica,Herder dans la tradition chrótienne>: en L'hon¿ns devant Dieu, ifélanges ll. de Lul'uc
(Barcelona 19961, 17 6-222
I, Aubier (Paris 1963), 189-222.
ll
r:itl
54 FIOMBRE Y lvlUt{DO A L.4, l.UZ DnL CREADOR '' ;:,,'
::::,.
irl:
dida de la nueva creación. Por eso nuestro Creador es no rl:r
:i::
ll
sólo «el que llama la nada a ser», sino también «el que da
, :i:
:,i:
vida a los muertos» (Rom 4rl7). Este texto, con el que en- CREO EN DIOS PADRE CREADOR
cabezamos este capítulo, tiene como horizonte una tercera (DE LA EXPERIENCIA SALVÍFICA
t,,,
forma de nada, la impiedad, / un tercer rasgo del poder A LA CONFESIÓN DE FE)
creador de Dios: la justificación gratuita del impío65.
5) Crcacíín es, en último término, lo que sucede entre .';,:
la nada de la muerte de Cristo (condensación de toda la fi- Hemos asistido a la gestación y nacirniento de la f'e en
nitud y culpabilidad del mundo y de la historia) y su resu- la creación tanto en el pueblo de Israel co¡no en la primiti-
rrección participada, en Ia que el universo arriba al Padre i'
va [glesia, así como a su fijación por escrito en ambos Tes-
y Este pasa a ser todo en todo (l Cor 15120-28). hmentos. Como todo ser vivo, esa fe tiene una historia,
6) La rel,ación ile la fc cristiana con las otras crcencias estrechamente ligada a la del pueblo que la proclama: ella
religiosas en un Dios origen del mundo nace con la crea- l vive en él y él vive de ella.
ción misma. Lo mismo se diga di su presencia en los foros Por eso evocamos a continuación esa historia eclesial
en que se debate acerca del sentido y mzón últimos de ser. d,e lafe en la creaciín. En ella no bastará con iterar ese tes-
La fe en la creación vive de la tensión fecunda entre ¿d,en- timonio bíblico sino que será menester contrastarlo tanto
tid,ad, y diálogo. con las herejfas que surgen en el misrno seno de la Iglesia,
7) La creación es algo tendencialm ente Pcrsonal. Tan- y que apelan también a la Escritura, como con las cosmo-
to el ser supremamente personal del Creador como su in- visiones no creyentes que florecen en derredor.
tención de autocomunicarse y el mismo hecho de que En todo este proceso juegan un papel singular los teó-
cree por la palabra, hacen de la creación un suceso uerbal,, logos ¡ en primer lugar, los Santos Padres r. Como discur-
un acontecimiento dialógico que pre-tende últimamente so defersu testimonio será a la vez escucha del Logos divi-
sujetos. La encarnación no hará sino ratificar esta tenden- no, presente en los textos bíblicos2, y ejercicio acendrado
cia, este «principio antrópico» del que hablaremos al final de razón (logos) humana. Como discurso de te eclesial se
cle este libro. mantendrá en permanente referencia a Ia sensibilidad de los
Según esto serán los actos humanos, más que la natura- creyentes (sensus fidelium) y a los responsables de trans-
leza, el lugar privilegiado (no exclusivo) donde leer qué es mitir la fe en su integridad.
creación y creaturidadoo.
I Se consideran tales aquellos obispos y teólogos que durante los ocho prime-
ros siglos, es decir en la fase de asentamiento y expansión dc la fe, ejercieron
6' Cf. U. Wilckens, Carla a los Romar¿os II, Sígueme (Salarnanca 1989),333- una función singular como macstros de ella, l'autores de unidad entre las
349. Iglcsias y creadores del lenguqle teológico eclesial. Todo ello hasta el punto
66
Otro resumen dc los fundamentos bfblicos y de sus ¡lrirneras derivaciones de que pasan a ser, cuando concuerdan, garantía de la autenticidad de la fe.
sistcmáticas puedc verse en D. Sattler-Th. Schncider, «Doctrina de ta crea- 2 Y. Congar, «Lc thü¡ne de Dieu Créateur et les explications de l'llexaméron
ción», en Th. Schneider (Dir.), Manaal de Tcolog{a Dognrútíca, Herder dans ta tradition cl¡rétienne» en Lthon¿¡no davant Dieu, lfllangot Il. d,c Lubac
(Barcelona 1996), 176-222. l, Aubier (Paris 1 963), 189-222.
I
' :,.;.:::
, ::li:
Al igual que en el capltulo anterior, hemos de renunciar Siguiendo los hitos de ese camino cabe señalar que, en
las primeras fórmulas de fer la teferencia a la creación apun-
;::i
a un estudio detallado que dejamos a lo§ historiadores del
I
dogmas. Aquí sólo quedará constancia de algunos nom- ta tan sólo en la denominación de Dios como Pantocrator, -
bres que sobresalen y de las corrientes que se diseñan. . r,il un tltulo que en el Niceno (a.325) se consolidará (DS 125) ',
' En particular la «Historia del dogma de la crcaeión» de l..Scheffczyk,Crea- uo Tcstam¿nlo, Sígueme (Salamanca l98l); W. I(asper, El Dios dc
ci6n y Pxnklencia, BAC (Maclrid I974); sobre esta ob¡.a escribí una larga J clucris to r Sfgueme (Salamanca I 985), I 65- I 76. «El Antigtro'festamento e§
rtota en EE 4I(1966), 525-532iL, F. Ladaria, «La creación del cielo y de la muy rcservado en el uso rJe esta d.csignación dc Pailrc en relación a Jahvé»,
ticrra», en I]. Sesboüé lDir.\,Ilistoria ilc los tlogmas II, Secrctariado Trini- E. Jenni, en E.Jenni-C. Westertnann, D iccion«io lcolígi,co mant¿al d¿l Aali'
tario (Salarnanca 1996),29-115. Puede también verseJ. L. Rtriz de la peña, guo'kstamenlo l, Cristiandad (Madrid 1978)' 53.
Tcologla dc l« a.caci,ón, Sal Terrae (Santander 1g86),8g-ll3; p. Gisel, /zi-
I 1 Cor 8,6; Mt I1,15.
cíac!6n a h, ltrdctica d.c la Tcologfa III, Crisriandad (Madrid 1985), 600-664; r) Scgún algunos rcflejaba quizá tan sólo el monoteísmo populat de los prime'
D. Sattler y Th. Schncider, cn 'l'h. Schneider (Dir), Alanual tlc Tcologla ros si8los de nucstra cra, cf. A. Hallcux, «Dieu Is P¿re tout-puissant», e¡l
Dogrndtica, Herder (Barcclona I 996), 233-262. IITL 8 (I977), 4AI-422.
¿ Me refiero en
concreto al Sfmbolo Niceno, del año 32S (DS t 25), y al Cons- '' Cf. B. Sesboüé, «El Dios <le Ia salvación», en B. §esboüé (Dir.),Hisloria de
tantino¡rolitano, <lel año 381 (frs 150). los Dognas I, Secretariado Trinitario (Salamanca i 995), 57-83.
58 HoMTIREyMUNDo ALALUIDELcREADoR CREO EN DIOS PADRD CREADOR 59
:"1::
,:::::,,
dor de todo lo aísible 2 lo ina.i-sible¡r, al mismo tiempo I'l'. Apostílicosta en un contexto de alabanza, exhortación
que 'i:,1:j
ji;ri,i
esa creación del mundo.se diferencia tajantement.
a. f, g.- ,,',i
,..:
I
y a¡rlicaciones ético-religiosas, y con un predominio de re-
neración, reservada:l («engendraáo, no creado»)li :...:l
lcrencias al Antiguo Testamento, aunque no falten las
I,i" so6re
E.9, primeros símbolos,
.. todo io, oc"iderríal.s, r;:iii cristológicas. Pero el lenguaje delata ya la inmersión cul-
silencian por otra parte Ia intervención del rural en el helenismo, lo cual se traduce adcmás en la in-
Hil.o
ciónpara evitar tal vez que se le confund, el demiuago
";i;;;l r:.;:l
clusión de cuestiones cosmológicas acerca del orden del
de Platón. En el Niceno en cambio, superado "o.i
.rt" p.tigfi ,]:: ¡nundo y de su finalidadt5. En ellos figura por primera vez
se vuelve a confesar-a.Cristo.o*o'uq,rél upo,
quiin;;do :l: la fórmula <<creación de la nada» (creatia ex nihilo)t6 y em-
ha sido hecho,lo del cielo y Io de la tiárrrr. :.:l
a ser emblemática de la teología cristiana.
Fórmrrla que el 1>íeza
Constantinopolitano I repetirá condensada y hará - .:: 2. Con los APologetastT se empieza a reproducir, extra-
::i
va al Espíritu_(«Señor y dador de vida») y que "*i.nri_
el Constan- rnuros de la Iglesia pero esta vez a nivel de logos, el anti-
tinopolitano II (a. 553) afinará unificaídl ius pe.sona, ,.:
guo diálogo-debate del relato bíblico con los mitos. Ahora
.n
la divinidad y en el poder y diferenciándolas 1i
son refinados sistemas de pensamiento, en particular el
a Ia vez en su
actividad creadora:,((porque uno es el Dios y pad,re
d,e
,,:
¡rlatonismo, el estoicismo y la gnosis, los foro! culturales
quien todo,y uno d\t quien todo,y uno'el Espíritu t'
cn los que la fe en la creación da razón de s(, en los que
Santo.¿z quien todo>> (DS^iyf
421). y es de ,roru, qu. esos tres errcuentra resonancias y distonías y ante los que a la vez se
Concilios Ecuménicos tratan cle la creación en somete a sl misma al delicado test de la identidad y de la
el marco
más amplio de la teologfa trinitaria, que era t:
.: relevancia. De esta primera y paradigmática inculturaciónr8
el estrictamen_ .':
te debatido13.
saldrá enriquecida de nuevos conceptos, con el riesgo si-
Una vez cerrado ese episodio fundamental :'.
volvamos :
atrás para rehacer desde su origen Ia historia
de la fe en la
creación. U Así lla¡nados y valorados porguei por su
¡rroximidad temporal y doctrinal
a los Apóstoles hacen, a finalesdcl prirner siglo y comienzos del segundo,
de engarce entre los autores canónicos y la primera teología. Véase la edi-
2. Lt cRBACTóN EN Los SS.pp. (rruuona TNCULTURACTóN
ción de ellos por D. Ruiz Bueno, Ios P«tlres Áttostdldcos, BAC (Madrid
I950),971.
DE LA FE) ri «Aso¡nbro ante la creaciór»» cs el tftulo con el que L. F. Ladaria, <<La crea-
ción...»,32, acompar-ra el del ca¡>ftulo dedicado a los PP. Apostólicos.
. l. E-" un primer momento la fe en la creación apenas
desborda el ámbito eclesial. Dentro de él
r'; Asf ya en el Pastor de Hcnnas lrl
(«poiesas ck tou n¿e onto¡ ris to cinai la
apare". ;*l;; panta», ed. en nota 14, p. 971). Cf. P. Gisel, La Création, Lal¡or et Fidcs
(Genlve I987), cap.III: «Gcnése et constitution du dogme dela t¿atio cx
¡t Ds nihilo», I l3-144.
125' Bl constantinopolitano I (Ds 150) asociará
guran ya cn Col I,I6.
ambas fórmulas que fi- '' Cuyo ¡nismo no¡nbrc l¡ace referencia a que ya e¡¡ el mismo siglo tr la teologfzr
no puede contentarsc con transmitir la fe, sino quc tienc que defmd,et'la con
12
con ello se conficsa también imprfcitamente la ribertaa razones tomadas de cse nrismo medio helénico en que crccÍa el cristianismo.
.el creador al crcar
y su cliferencia esencial con cl munclo. En ellos, por tanto, empieza a verse si éste se helenizó o echó críticalnente
13
cf' L' F. Ladaria «La creación,,.» | 49-44. Ahf se scñara nlano del helenismo para decirse a sl mismo.
que en la creación
mis¡na sólo se centrarán rle rnomento sfnodos
..gionur""r'Tot.a" tDs isó: It P. Neuner, «Die Hellenisierung des Christentun¡s als Modeil von lnkuliura-
208), Braga (DS 457-464ll. tion», et SZ I20 (1995), 365-376.
iiri:
.:
t;tl
mültáneo de hipotecarse a ellos y, en general, al modo ra- uiubie (heterodoxa) d9l esplritu y de la materia, y d9 -lu
ctonal de plantear la creaciónle. rrnión entr" Éste fue uno de los trances más deli-
3. En ios siglos siguientes,al igual que en esos dos pri- "*bos2r. ha'
i::: t:aclos de la fe en la creación. No sólo Porque Ia gnosis
meros, los puntos de encuentro y fricción serán los capita- bía incorporado elementos cristianos, sino Porqye ofrecía
les de la teología de la creación: el concepto del Creador, una explicación radical del tremendo e irresoluble proble-
::;
':i
la función del Logos en la creacián y la comprensión del :i
ma deimal y de las dif'erencias entre esPíritu y materia,-a
mundo y del hombre y, en particular, de Ia materia y del .::
través de la concepción de un dualismo originario entre
la
t.:
espíritu. Sobre todo ello existían en el entorno teorías no- lrrz y las tinieblas. Tentaba además al alma con el señuelo
tablemente elaboradas: .,:
.le la autorredención y con cierta conciencia elitista'
a) La idea de un Dios personal que produce el mundo ::
mo, pero sf una dualidad entre Dios y el mundo ,,,rrrlición de signo que detenta. Le permite asimismo de-
basada en 'rr ii
Ia transcendencia y en la libertad dá Aquél, p".o ,,.1:j
lrr¡ir t:l r¡ral como negación de bien.
.orrru- ,,.::|
mada en su libre acercamiento a éste26. ['r¡r otro lado enriquece la idea de la creación con una
Que el dualismo y el platonismo siguieran tentando a , ,,rn¡rrensión trinitaria del Creadoril y con una Iectura
grandes espíritus creyentis Io mue.t.ai nombres i;i<lica del mundo, alrnque piense más en la TLinidad in-
tan sio- rr
nificativos de la teologfa cristiana en su ;;ú.;;;;i#. rr¡;rrrcnte que en la económica y atribuya la mediación
oriental y occidental iomo los de Orígcnes y , r,,adora más al Logos que a Cristo.
Agustfn2T, :::
Aquél sostuvo Ia creación de los espíritirs (uláarj ,::I
Agustín ejempliflrca, como pocos pensadores cristia-
pr.rir_
rnente a su inmersión en la materia y tu ae ,|,:,
r()§, esa tensión inherente a la teologfa entre el sentido
¿rt,
co de purificación de un pecado cometido "oin" -u.- ,,,,lvífico de la fe en la creación y el análisis racional de
po. utue-lü,
nacer28. Agustln, converrido del maniqu"fl*"
llrlt 1.
platonismo y a la fe, señala, en Ia teología de la creación
I -:
.ritr. Da lugar a que se plantee de nuevo la gran cuestión
,lr, si el marco conceptual que asume para dar razón de la
como en otras, una cumbre y una pauta. 1,. la desnaturaliza o le procura lo que ella misma reclamar
Lleva a cabo la .,
sfntesis. entre el pensamiento orienial y ,¡,¡iversalidad no sólo material sino cognitiva. Nunca cesa-
el occide"r"f,
tre motivos ético-religiosos y ontológicos,
..o",f. f-Áf._ ""- ¡;irr de cruzarse opiniones encontradas al respecto. La
culación racional. Es a la .*r", .o*.rr"tarisia
del G¿áeriiñ, .j rirrn dialéctica Jahvé-Elohim, Salvador-Creador, continúa
cuyo carác-ter figurativo^{ue e] primero en ,rl¡icrta y dando que pensar. La cuestión, como en el Gé-
descubrirro, y
testigo cualificado de la filosofia griega. rrt:sis, es quién de Ellos es el sujeto último32.
Si bien la <<creatio cx nihilo>> i" ultu Ia idea
de emana_ ¡'Ganó con Agustín la teología de la creación en racio-
ción, el neoplatonismo le permite concebir r¡llidad a costa de la impostación salvffica que riene en la
a Dios
«su,mnea cssentía>>,, <<ston num bonu,m>>
y entender la "o_o
crea_
,i
lliblia? ¿Pudo la metaflsica, y en concreto el concepto
ción como participación descendente y'escalonu¿,
a" biu- :.j rrr:«rplatónico de participación, con la libertad del Creaáor
nes, por la que todo sale de Dios y u.ráru"
a Ér en ¡nr. u i" =
.:
.rl crear y con su diferencia infinita respecto a la creatura?
i Volveremos a preguntarlo en el capítulo XII. pero más
I' ,¡,rr: al Obispo de Hipona, pendiente a diario de la Biblia
ll¡' Ci..l. L. Ruiz de la peña, 0.c.,94.
L_. Scheffczyk,Cr.cacidn.,..,4O-OZ; 1,. F. La«laria, «La creación...»
,'n su condición de predicador y pastor, habría que trasla-
Homilfas de orfgenes sobre er Génesis ,42_43. Las ,l¿rr esa cuestión a otros dos grandes neoplatónicos que
1sc iiij *.rr.n el comentario oa-
r r:t:«lrdamos a continuación.
"l.i::}ffi ilü::,ll:,LT;T,::.;3i;;:l*:,{r^'1,,i*;;: El Pseudo-Dionisio,, confundido durante siglos con el
se armas,
ras una estricta-reencarnación y la preexistencia
del alma ,Jr¡ra",o ,,yorlt€ de Pablo converrido en Atenas (Hch t7*34)y cuyo
L. Lies, «Oiigenes ,n¿ náirf.irr^,io-nr, .u
ZKT t2t 1ióóé],
* ;[Ht.Asf
G.
fl. feft11d, Cinq .étudcs il',úrgustin no. lc dél¡ut de la Genlse,Dcsclée
(Tournai 1972). En los lil¡ros XI-*III ar
ción lc.ab¡orbe a Agnstln
r,r* Col¡Jr;rz¿s el tenra .e la crea_ " «(Jn solo mundo, quc lo hace el Padrc por el Hijo en el Es¡>lritu Santo»,
¡ cn,particular, f" in',".p.ur."ien del Cérresis, 'lralados sobrc ¿l anngelio d,e san
Juan 20,9 (OSA XIII, l§55, 535). Volve-
-, punto dccisivo ¿n su debate con los marriqueos.
30 r<,¡rros sobre cste texto cn el capftulo IV.
Dcl Géncsi¡ d la lcba 5,5,12 (OSA XV,l9;iióz_SOSl.
" ( )1. P. Gisel, Iniciaci6n..,604-609.
,:it:i::
camino de vuelta a Dios concluye en divinización. La teo- ':: rrrian siendo las dos cosmovisiones de fondo entre las que
logfa mística de la creación (Eckhart,Juan de la Cruz, Ig- t:
ricne que seguir abriéndose paso, la teología medieval de
nacio de Loyola) tendrá en él un patrono. Lo tendrá tam- l.r creación hereda de los Padres esa otra problemática in-
bién curiosamente la teología ncgatiua, que se apoyará en l
.: r,orporod? ya al pensamiento cristiano ¡ antes aún, a la
su concepción de Dios como absolutamente transcenden- Srtbiduría bfblica: la tensión entre el relato de fe y el dis-
te, como el «sin Nombre». ¿Siguerr siendo el Ser y el Bien, , rrrso racional que lo piensa y explica, máxime cuando
en vez de (o más que) Jahvé y el Padr'e de Jesúso los nom- ,
rist€ s€ configura en sistemas rotundos de pensamiento
bres últimos de Dios o son sólo su (necesario) anonima- (,\ummae) que pretenden sintetizar material y gnoseológi-
to? Lo veremos más de cerca en el capftulo IV. (.rrnente toda la realidad. Por eso, aun a sabiendas de re-
Escoto Eriúgcna, que, como nadie después de Oríge- r ortarlá, nos permitimos agrupar esa teologfa medieval en
nes, intenta pensar religiosamente el mundo uniendo fe romo a las siguientes cuestiones:
bíblica y filosofía neoplatónica, aceRtuará por su parte el l. ¿Puede la creación ser conocida por la sola razónP -*
emanatismo, amenazando con diluir en el proceso cósmi- l,l respuesta, estrechamente unida al hecho de que se le
co el misterio inmanente de la tinidad y con sustituir la ,rtribuyan o no sentido y contenido salvíficos, es afirmativa
diferencia Creador-creatura por la dialéctica lo uno-lo ¡rr»r parte de Pedro Lombardo y Tomás de Aquino, mien-
mrlltiple. En él sobre todo eobra fuerza la sospecha de una tras Alberto Magno, Buenaventura y en parte Escoto, se
«helenización del cristianismo», la pregunta de si el siste- l,ronuncian en contra. Nótese que no se trata de la posibi-
ma filosófico de base es sólo el medio expresivo de la fe, li.lad de conocer a Dios, sino de conocerlo como Creador.
como proponfa Agustín33, o ésta ha sido suplantada por 2. Muy vinculada también a la anterior figura la pre-
una yisión del mundo3a. rr¡rrta de si la encarnación fue prevista y querida por Dios
,lc una manera incondicionada, aunque libre, o sólo en la
l,i¡rótesis del pecado de Adán. A fhvor de lo primero se
,l.r:antan (como ya lo hicieran lreneo y Máximo el Confe-
,,,,r'), Ruperto de Deutz, Alejandro de Hales, Buenaventu-
se «Primero es necesario probar, fundados en la autoridad de las Santas Escri- r,r, I,)scoto y Nicolás de Cusa. Por lo segundo, y en línea
turas, si cs ésta nucstra fe. Luego, si Dios quicre y nos socorre, tal vez hare-
,,rr hs respuestas a la cuestión anterior, Pedro Lombardo
mos un servicio a csos gárrulos raciocinadores.., ayudlndoles a encontrar r" li ¡rnáse5.
una verdad de la quc no puedan dudar» (retoco algo la traducción), Agus-
tfn, Sobrc la Trinidad I,2,4 (OSA V, r t 968, I 20).
r{ Acerca de esas tres lormas de neoplatonismo cristiano, cfi L. Scheffczyk,
Creaciín..., 57-66; L. F. Ladaria, <<La creación.,.», 46-53. " l,.rvr:rilicacióndeestasafirmacionesenL.Schelfczyk,Crcación,..r14-g4
t=-
66 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR CREO EN DIOS PADRE CREADOIT 67
3. Tc¡do ello tiene ulteriormente que ver con el tras- \ :;r s(: tiene en cuenta que en el Medievo los modelos do-
fondo trinitario de Cristo y con la cuestión de si las Perso- ,¡,r,lrrtcs de esa racionalización, aunque c¡§[11{9¡..por
nas divinas intervienen en la creación según sus rasgos es- .\ r,,r rst f rr y Tomás, siguen sier, do Platón y Aristdteles) es de
pecíficos o solapadas bajo la común esencia divina. Los ¡,,,,rrrnrir que el problema de toda inculturación, antes
frentes corren también en este caso paralelos a los seirala- ,,,,,r,,'ionado, continrfe vivo. Por un lado, la verdad de [a
dos en I y 2, si bien con matices por lo que hace a T<rmás, , ,, .r, itil'r reclama, quizás colno ninguna otra? su uniYersa-
como veremos cuando nos ocupemos expresamente del l,r,r, irirr y ontologización, que en este momento sólo el he-
tema en el capítulo fV. l, rrr:rrrro estaba en condiciones de ofrecer. Por otror es casi
4. Cabe incluso ir más lejos y hacer depencler lógica- ,,,,¡,,,sible que esa «helenización>> no se produzca con
mente esas tres cuestiones de una última, a saber, de si en ,,,( r¡ua «le la historicidad que caracteriza a la verdad de la
la concepción misma de la T?inidad prima la esencia co- , ,, ,,r'ión en las fuentes de la fe. Transcendencia e historia,
mún sobre la diferencia interpersonal (como sr¡ele suceder ,1, r,v;rdas en rfltimo término de la doble condición de
entre los PP. Latinos y sus herederos) o si por el contrario r ,rr'.rtlor y Salvador del Dios cristiano, buscan, quizás sin
se ve al Padre como «la fuente y origen» de la Tiinidad y, r, r,rirro, un acomodo conceptual que sólo podrá brindar-
derivadamente, de la creación (como acaece en la patrísti- 1,, rn;r teología que acierte a Pensar al Absoluto no como
ca griega y en la teología franciscana y con especial vigor ,¡¡:,r,rrrciá sino como persona, como intersubjetividad, no
en Buenaventura36). En el primer caso la Trinidad se ce- ,,,1, crr sí mismo, sino etr su relación con el muudo; un
rraría triangularmente sobre sí; en el segunclo se abrirfa li- \1,:r.1uto que, sin dejar de serlo, se adentre en la historia.
nealmente al mundo que resultaría de ese modo vinculado | , r'l reto permanente de la teología de la creación.
originaria, aunque libremente, a la procesión del Flijo y .s,' lra definido a la teología medieval, en concreto a la
del Espíritu. Asf la ven aquellos teólogos que, al comentar tlr.r l,)scolática, como <<el intento imponente de realizar
el Génesis,leen juntas en el <<dijo Dios» Ia generación del ,,,',r rÍntcsis entre el agustinismo y el aristotelismo, entre el
Hijo y la creación del mundo37, y los que refieren «el prin- ,,,rrr,rrrcrrtismo y transcendentalismo, como también entre la
cipio» al Logos o al Hijo38. t, r' r'[ .saber ¡ por cierto en el marco de un planteamiento
Todos estos motivos deciden sobre Ia orientación más , ,, ,,, iirlrnente metafísicor>a0. Es por ello obligado mencio-
o menos salvífica o racional de la teología de la creaciónee. ,,,,, ,r Aristóteles y su esquelna de las callsas] tan determi-
,r,rrr' cn la teologla de la creación. La teoría aristotélica,
,,t,tr.¡ \ t:o.th0lica>> quela de Platón, según Alberto Magnoar,
36 Cf. A. Villalrnontc, voz <<Buenaventura)), en X. Picaza-N. §ilanes (Ecl), El
Di0s.".,208-212.
37 <tUno igiho' eolcmque V¿rbo ,, ,,,,',1'la cscuela de Chartres quc apttnt¡ a u¡r idcalis¡no platonizante corl
dicit se ips,unr cl quaecu.mque fecil», Anselmo,
Monologíon 33, BAC (Madrid 1952), 278. Cfl. Rupcrto de l)eutz, Dt Triní- ,,,, r ,rrr.rrr:irirr mayor a la naturalcza. Sol¡re estas dos escuelas y sus principa'
tate ct o,pe.ribus er'zrs l,I0 (PL 167 ,207). r, ,
',1'r( scntantes véase L. Scheffceyk, C'reación...,68-75. Según é1, llugo
'ü Así, entre otros, Orígenes, Agustín, Alejandro de Hales, Tomár... .t, ti Vr(:ror sei¡alaría el rnomento cu¡¡¡bre de Ia teología de la creación entre
r§ Según L, F. Ladaria, «La creación...»,53, la primera \rr',¡ lrr, y [a alta escolástica (72),
escolástica se habrfa
escindiclo ya en dos corrientes: la escucla de los Victorinos que, en una vi- t ,, lr, lli'z)'k, Creae.ión-..r81.
sión histórico-salvffica, consideran la creación como el comienzo cle la sal- ,rI rir l,r:{lczyk, ibld,,85.
L _-_-
68 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL
CREADOR
CREO EN DIOS PADRT C'IEADOII 69
contrarresta la tendencia neoplatóniea
a vincular en exce_
so a Dios con el mundo, y clntribuye ,,,rr{) iuevitablesaT y sobre las que volveremos al final del
a que se valore la
realidad creada concreta, con el riesgo ,.r¡,Ítrrlo. Se ha escrito que <<el dinamisno característico
inverso de desa-
rraigar en exceso el mundo de Dios. ,lr,l ,lrrar de Dios en la Biblia se convierte en una actividad
Al grarr aristotélico c¡istiano y eminente , .,t,itir:a, cerrada en el circuito causa-efecto>>48. Pero no se
teólogo de Ia
creación, Toruás de Aquino, u.rírno, ¡,,,,1rh «llvidarr como reconocen quienes así piensan, que
remitiéndonos con 'li,rnis arranca de Ia fe, diversifica el modo filosófico y teo-
frecuencia. Él *rrperó Ia antinomia
monismo-dualismo
apoyándose en la analogía del ser42,,y l,,1,,ico de abordar la creación{'y no hace sino llevar hasta
compaginó además
-
-:
y aris to telis-mo. pens ó I t.", ¿to i""*;
lgiilili e¡emplar y final. pero
e¡rcrente,
;;;;; , I li¡ral las posibilidades de pensar que el Creador dio a su
Esa comprensión racional de la si ¡ros encontramos ante «un Dios arbitrario irracional o
¡
de la realidad según el cual a grandes épocas (el ,I rnisterio de la «encarnación>>, de la unidad en una perso-
Antiguo Testamenro tiempo del _clos
-la¡ paclri
el Nuevo Tesia_ ,,., «lc Io divino y lo humano, anulará esta ley prorológica.
Tentg tiempo del Hijo) sucedía una.tercera,.l ti"*po á"1 l,,rs dos naturalezas se mantendrán diversas, sin confusión.
Espíritu, tiempo de monjes, bienaventuranzas. l,l^ste necesario y decisivo correctivo al dualismo cátaro
Dobreza v
paz. En esta visión se corresponden la historia v .rl «triteísmo» deJoaqufn, esta brillante e irrefutable sal-
¿.f *""aá
y la «historia» de Dios, hast-_a el punto cle poner ,,,,y,,trardia de la unicidad de Dios, que las circunstancias
en peligro
la unidad esencial der Dios Thinitario y su diferencia ,,l,ligaban a destacar, no logra silenciar la cuestión de si el
con
el mundo. , ,,rrcilio se hizo eco de lo que de positivo alumbraba la in-
Xsta teorla, que ha seguido fascinando a no pocos rr¡ir:ión deJoaquín60, y ello porque no dio en sí cabida a lo
pen-
,19o.:r-ylolíticos hasta nuestros dlas57, enconró ,t¡¡(: la Escritura afirma sobre la condición histórico-salví-
la oposi_
ción del Concilio: <<por grande que s"á el pu.."ido lrr a y trinitaria de la creaciónor. Esto quedó silenciado. Se
árri..
Creador.y creatura, la defemejanru ,"J ri.áp.. ,,,,:rrciona, es verdad, la tinidad, se dice incluso que el
Esta fbrmula incide -uy*rrr.
,r,á de los problemas ;á ;;": ( lrt;ador es trino, pero no que actúe en cuanto tal, sino
e inagotables de.l"r,
pensamiento ¡.rrro ur «único principio» indiferenciado. La mención
T$:.,
dad delser). La pretensión genesíacu d. ,er
ila unidad o ptuiai_
como dioses ha ,1,' la Trinidad es corno un paréntesis que no interrumpe
intentado establecer la teorá de un ritmo universar '':k ,,r complica esa unidad. La misrna encarnación es consi-
divino-
humano que endiosa la historia humana mundanizancro ,lr:r'ad? bajo el prisma de la acción eliciente
Dios. Esre círculo queda roto por la afirmació
a ¡ en tal senti-
n d,el <<Deus rlo, cofilo obra de toda la tinidad62.
t:*!1T.maion>5s. El parecido entre EI y el munclo
., Áuio Iil Concilio II de Lyon (a. I27$ mantiene ese esque-
cte ta hbre aproximación del Diferente, lncluso aplica indiferenciadamente al mismo y único
y no reduce sino re- 'u:r.
fuerza la dilbrencia. I,a fórmula, fiel al áíqu.*. , r'.,ador, sin desglosarlos trinitariamente, el <<a quo omnia,
que estable-
ce Gé1esis, es ley fundamental de toda teologÍa
¡l de roda cristiana ¡rj tt (lr,Lo omnia, per quem omnia>> (DS 851).
y clave su comprensión de la realidad. Ni siquiera
'" l|. Iiortc ve con meiores ojos aJoaqufn y descuble en él «el modeio dc una
" fJ:
d...!e:, La postaidad cspiritual dc Joaquín dc Fior¿ I-lI, Encuentro ¡,crl'ecta circularidad l¡ermenéutica: va de la econo¡nía a la inrnanerrcia del
(Madrid 1988-198p). lvl istcrio, pare volver de la inrnar¡e¡¡cia de la vida divina a la historia y leer su
l-
74 I{OMI]RE Y MUNDO AL^LUZDEL
CREADO& CITtrO EN DIOS PADRE CIIOADO& 75
. Estg representa, por. lo que hace a nuestro tema, una ,l,,la ¿lel árnbito de la fe y situándola como un pórtico de
.inversión del planteamiento tradicional. Hasta .r,.'*o_
r,rzr'rn, previo a los capítulos sobre la revelación y [a f'e,
mento la razón era convocada por la fe para
que ésta pu_ ( {ruro Je hecho se encuentra en el concilio que recoge las
diera dar cuenta de sí mism, y a, Ia uñuer*aliclad
de'su rr ri¡uietudes del rnomento.
mensaje. Ahora se desgaja de esa matriz creyente
su propia universalidad critica y crescalifico
y descle I)el Concilio Vaticano I (a. 1S70) procede el segundo
.t ..tuio ilrln clocumenro eclesial sobre la creación. El ateísmo y el
salvífico y cristológico tiidendolo d, purti".,irriü, ".."*
::-iit
dom.rn-ante y divisor de la humanidad (guerras d" ..fiJ l,,rrrtcísrno, aparentemente antípodas,
fuerzan a la lglesia a
¡,r onunciarse
solemtremente sobre ella. Y e§ que de nuevo
Si,i1). I..a razón,no la fe, es lo abarcar,t.. ü. sintomático el la materia o ia idea, se absolutiza y no respe-
título de una obra de Kant: La reltgión d.entro ,,,,a realidadr
d.e lo.¡ ttmi_ r,r r:l hiato esencial entre el mundo y Dios. Sin embargo,
tes de la mera raz6n6s.
rro ^sc trütx ya de una simple repetición de esquemas me-
Esto^ emplazaba de nuevo a la feología
de Ia creación ,lr.vales. El Renacimiento y la Ilustración habían antropo-
ante el foro de Ia razón, pero esta vez se-trataba
,.1"
cle una ra- l,,11izado fuertemente el panteísmo' y las intuiciones de
:tln"ipada de rurelas teológicas y resenrida
ellas60. No es que faltaran, en partiJula,
á lngtut".ru, p;_
con | ,[c Fiore habían madurado, en el idealismo alemán, en
,,rr.r dialéctica que no es sólo método del pensar, sino su-
tria del deísmo, quienes combitieron la religiói.rrrr,rulil
, .'s.r del espíritu, que abarca la realidad y la lógica. Por
éste. con. sus propias armas y defendieron
con nuevos len- ,,rlr¡ lado la negatividad, antes enfrentada a la realidad,
grrajes el carácter absoluto áe la traclición
cristianaTo. de ella; lo particular y
Sucedió además que, tras el desencuentro l).rsa a ser un momerlto constitutivo
inicial, la r .ncreto no es lo radicalmente diferente de lo Absoluto,
Ilustración se abrió ná sóro a los valores éticos
crel cristia- ',r rr() su explicación.
nismo,,sino al s.ignificaclo universal de sus
particular del cristológjco trinitario, fase
.r;;;;;;';; tlcgel, consumador de este idealismo alemán, intenta
,
en Hegel. Por su parte la teología traclicionaino
que culminará ,,,,l,rii toda la realidad en ese sistema de la razón dialécti-
reaccionó , ,, ,rbsoluta, y reconciliar los opuestos' entre ellos el finito
salvando-y pensando.el re.latJy misterio
.1. l, r' .l lnfinito. La Idea absoluta, para llegar a sí lanza la na-
sino recalcando la racionalidacl áe ésta e "r.u"iJn,
incluso .I.;;qj;;: rrrr:rlcza colno su no-yo; el mundo es el destino de Dios.
'lLológicamente lo más impresionante de este intento
d8 Alianza
(M-acrricr rggl). cf. o. ca¡zárez<re cardeclar, La e¡¿rraña trer eris_ rrr;inico qr" no se produce al margen de la fe cristiana,
tianinno, Secretariado.lrinira.rio (Salamanca
lSOil, fOS-Zf Sl M.J. Abella, "t
,r¡r. como el propósito de pensarla. El Viernes Santo en
,:50n, Ia lilosofía ,,subjetiva"
{ de ia religión», ,n l.irr;lrrto fr Sui,tor:i'ü,
Metnoria Ac«tlé¡nica ggg-lggg 'Z}-izi 2
¡,.rrticular representa la última radicalidad de la llegada de
t
inaaaiia¡, l.V. {r"*o, to j*)*
-^
u'
Kant,Eunsa (pamplona lgg2). l)rr,.s Ír lo no-Él y, en ese sentido? la muerte de Dios- La
J. M. lsasi, RcJlcxiines sobre tieligidn
Deusto,-n.o 10, Universidad d" ñeusío
2 Modernidad,cra<.lernos de Teologfa li irriclad es la clave olvidada del ritmo universal.
..^
70 lniffrr. iéób¡.
Cf. M. Álrarer, voz «Defsmo>> en X, picaza_N. Silanás, l',sta suprema sublimación y universalización de la fe
El Dios...,335-3a0;
L. Scheffzcyk, Crmci ón..., I 1 4- 1 2g, .loncl" habla , , r:;tiana acaba en realidad enfeudándola a la filosofía: la
¿el i u*íuru.
flychug¡ de la idea de creación *n ul ¿ur.*o ¿"ll'tirororr, "O.lif ilri.i ,lr,rlrigica del amor queda englobada por Ia dialéctica del
de ra Ir¿rstra-
ción».
, ,,r¡,,<;imiento; lo individual perdido en [<¡ universal; ia li-
L
. ..i:.:'.
j i:!:'l
79
CRüO EN DIO§ PADRE CROADOR
78 HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR .:t,'
lrl:r:
:,ii:
',i;l Pero ésta no era la perspecttva
bertad y la historia recortadas; negada también en último i iii: l,l,rt, at:tividacl creadoraT5' fi-
término la libertad y la transcendencia de Dios. El mal
: ii..iL
admisión de Dios en el
dentro de ella, la libre encarnación de Dios en la historia, .::l i;;;]ilr'orp."t'ut" de que-la infantili-
e indicar que la tinidad no es sólo la fórmula inmanente :: c<traz6nd. lu ,eu[áal oc'b^ alienando lMa¡1)'
at hombre' Lo
de Dios, sino también la fórmula de su <<economía>>, de su ;,,;,1" (Freud) o esclavizando (Nietzsche)
al ?ailre omniPoten-
irrdicado sería o atreverse a reninciar
.:i
ilusiones ni promesas
lc y comportarse como adulto, sin
t:
que no existe de ante-
7t Cf. M. Alra.cz, voz «Hegelianismo», en X. Picaza-N, Silanes (Ed), EI ': ,,ararrtizadas' buscando un §entido
Dios...,597-6ll; H. tlrs v. Balthasar, GloñaY,524-540; H. Küng,¿l'rirta ::
',i,*^o',^Ti)lir;;;1';""te d'e Dios v vivir trágica v heroi-
Diar?, Cristiandad (Madrid 1989),I 89-265; B. Forte, Tcologla..,, 50-61, ::
donde recucrda eljuicio de K. Barth, a la vez crltico con Hegel y scducido
por él; E. Brito, Dicu ct l'étru il'afrrls Thomas tl'Atyuin ct Hegcl, PUF (Paris .,:
I solire el
«Fuerza y debilidad clc la^<loctrina dcl
Vaticano
l9el). '" 359-399'
7¡ No sólo ni quizás primariamente la hcgeliana, sino también
la dc Kant y "ill*rndáriz'
fin de la creación>», en EIi 45 (1970)' .
cf' Th'
Fichte. Por otro lado Schelling ofrece, más que los otros rep¡escntantes del
,,, A juzgar por Io que ¿ilJ Jirtltí"" telator de la Dcputatiofidci' II'
()ran<lerath' C*'n*uii ii loiiko'o;'"h'n l(azzib
(Friiburg 1903-06)'
:
idcalismo alemán, una teorfa de la creación que acabaría sierrdo el ccntro de et ¿letta'n'
De Deo toat¿t¿
468... Tampoco¡' S"g;ie" tn tul d"fit'i"iótt
su sistema y en el que somete, al revés que tlegel, la lógica al hecho y a la t. 'cf'
"t"t tt 1U"ala 1964)' 466' No hay que olvidar
historia y supedita la filosofí¡ a la fc tradicional en un Dios operante y Crea- lc,en Sactacfn*bg;i Sl*''' humana de co'
dor. En él harla crisis Ia int*pretación idealista del cristianismo. Cf. E. Bri- ;;;;;it;, ¿.n'iiií' "t'"' ¿" ü capaciclad ie la me*te
ptin"lpio y fin de üttus las cosas (Dii 3004) reconoce
to,La crlation selon Schelling: aniaerstnt,University Press (Leuven lg87). l nocer a Dios
j
"n*o
que para que eso p""at plo¿tjatse sin
erro¡ en la actual situación humana
'J L. Scheffzcyk,Creaci6n...,1.1i1.135; L. F. Ladaria, «La creación...»,68-69. (DS 3005)'
't DS 3001-3003; 3021-3025. ;;;.;;; l" avuá" «le la revelación
,:
t
' : tr-t
:
l,r()pia pobreza estarían siendo los «signos de los tiem-
l,os» para una teología de la creación más modesta pero
rr. neces&riamente muda, sino quizás más cles-carada.
77
Sobre esos aurores cL H. Kting,¿/riste Dios?,261_5lg;Creio,Trotta(Ma- En efecto, ese repliegue de Dios, su pretendida super-
78
dricl 1992), t9-22. llrridad para explicar la existencia del mundo y el anhelo
Asíla clescribe en un exhaustivo estudio A. Arteaga,«Creatio
ex amorc. I{a- del hombre ¿invalidan la idea de Creador y crea-
cia una consideración teológica crel misterio
crc ia'c.cación en er concilio
'lirnitado
varicano II», pontificia universitrad catórica
¿. ct,il", enolus de la Facurra<l
de Teologfa.44 (I905). Allf puede verse el n.ig"n
y génesis cle los rextos ''' liu autor, como el de tantos otros nuevos e inspirados hilnnos litúrgicos del
conciliares' la articuración personal que de
elloilra.á ni y u"o rr.iiri-
ma bibliografía, "u,o, ¡r<rsconcilio, es J. L. Blanco Vega, según consta en Hi¡¡mos de Lu litztrgia tlc
h s ho'ras, Coeditoles Litúrgicos (Barcelona 1 988), 3 i 5-3 1 9.
82 HOMBRE Y MUNDO ALA L\IZ DIL CRIiAI)OR CREO EN DIOS PADRI CITEADOII 83
a esa verdad. En la presunción de que eso es así,la teolo- , ,,.¡ ('r'(:ación paterna (por el Hijo y en el Esplritu), couro
gía se lanzó a pensar esa fe y aun a elaborarla racional- ::,
1,, lr;rr:cn Ios Credos.
mente echando para ello mano de sistemas de pensamien- (i. lis elprimer artículo
de la fe. Bsa lectura imflicati-
to ajenos a ella. Algunos teólogos defendieron incluso que ,,,r ,lr: los artículos del Credo no tiene por qué alterar su
la nzón puede demostrar la verdad de Ia creación. La teo- ,'r(l('n situando el segundo (o el tercero) en primer lugar.
logfa de la creación ha avanzado así por el filo de esa aris- l',rlue de igual manera que los otros señalan el sentido y
ta en la que se tocan fe y razón, y ha avistado desde ella i: rrrr'(;r cle la creación, el primero fija las condiciones de po-
los dos mundos, el eclesial y el secular. .,'l,iliclad y de autenticidad de ellos. En tal sentido no es
4. La creación es, en todo caso, una verdad.frontcriza. .,, ¡1. cl primero; es además el soporte de los otros dos. Sin
El mismo dogrna que la sanciona se ha situado de algún ,1, si¡r la «mayor desemejanza>> entre Dios y el mundo
modo y por un tiempo en esa frontera. Aunque presidido .:: , r ('l(lo, la encarnación-redención y la santificación se des-
por la confesión trinitaria del Creador, se desarrollaba en lrr,,rrran y desnaturalizan. Por el contrario, ellas a su vez lo
un lenguaje metafísico-racional que atenuaba su condición r.rtilican. La encarnación no anula sino potencia la plena
de misterio al desarraigarlo de esa su hondura y razón de 1,, ¡r¡¿rnidad (creaturidad) de
r
Jesús.
ser. ¿Se compensaba ese empobrecimiento enla identiilail l'lsto resulta aún más evidente si, por vincular creación
con la rel¿aancia que le procuraba su presencia en el fbro ,:i
r 'li'inidad, como lo hace el Credo y lo consideraremos en
de la razónP Talvez no del todo. , I r,;r¡rítulo IV, respe:amos la jerarquía trinitaria y la consi-
::
5. El Vaticano II, con su vueha a las fuentes de la fe y ,,il
l,rricnte primariedad del Padre como Origen absoluto de
con su atención al mundo presente, inaugura una acentua- t,rrkr lo divino y mundano.
ción simultánea y conjunta de esas dos lógicas que la épo- Situado al principio encabeza todo encuentro del hom-
ca posconciliar, con su pluralismo cultural y religioso y l,r. con la realidad (no sólo el expresamente creyente) y
con la necesidad y conveniencia del diálogo, reclama con ,,',rlza por otro lado Ia alteridad abs<¡luta de Dios, previa a
más urgencia aún. ':
t,,,lt gratuidad salvífica y soporte de ella82.
Parece por ello neeesario que, al mismo tiempo que se 7. Tampoco se. podrla desactivar solapadamente la
resalta lo que este artículo de la fe tiene en común con las ¡,, irrrariedad de este artlculo del Credo a fuerza de resaltar
creencias de otras religiones y con todo pensamiento que t,
, rr úl solamente el amor y la bondad del Padre contrapo-
se atreve a cuestiones rlltimas de sentido y de verdad, re- r¡rt'rrdolas a la omnipotencia del Creador, aparentemente
cupere su plenitud de significado y no se vea reducido a ,ltl.;¡nentida por la historia y cuestionada hoy en la misma
unos mínimos consensuables.
Para ello, además de considerarlo no como un pórtico
de razón o una herenciajudía, sino como un arúculo defe a
"'(.)uicndeseeproseguireldesplieguedelosotrosartículosdelCreclo,apar-
cristiana, habrá que articularlo con los otros. Ello se lo- trr <lcl prirncro, ¡ruede verJ. Itatzinger, Introduceió¡t al c¡'islia'nis¡no, §ígue.
rrrt: (§alamanca 1970); H. de Lubac, Lafe ctistiana. Ensay sobra la ¿¡ltttc-
gra dando dentro de él pleno significado cristológico-tri- lunt tLcl Sí¡nl¡olo de los Apístoles, Secremriaclo Trinitario (Salarnanca I988);
nitario al tftulo de Padre que designa al Creador y si- I l. IJrs von Balthasar,.r]faditacionx sobrc el Crctlo Altdstoá'co, Síguerne (Sala-
B6 HOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR Lt,'! CREO EN DIOS PADRE CREADOR
Q';
.]:: :
..,:: ]
teologfa. Thl in-defensión de Dios, resultante de «pensarle rrrr.r ir¡rcs al acto creadoro sino su condiciónflndante que
después de Auschwitz» y de verle sólo como «Dios cruci- :'1:: l, ¡r¡,rrrt"icne libre de todo presupuesto o dependencia. La
ficado>> sería una manera sutil de sacrificar el artículo pri- 'i:i ,,,r,1;r» delata, por tanto, no sólo la inexistencia de mate-
::i
mero al §egundo. lll
r
,,., ¡'rr:via <<cx q'ub> y de toda posible pretensión o exigen-
El tema es tan delicado que habremos de volver a é1. , , ,r , lr, cxistir por parte del mundo («ex nihilo sui et subiec-
t::
Pero desde ahora cabe decir que si el Amor no es omni-
..Li
/r ), sirro también la ausencia de toda necesidad interna
potente corre el riesgo de hundirse con nosotros bajo el I', )r lltrte de Dios ¡nismo. Por eso va tan unida a la afirma-
peso del mal y la afacción de la nada, y gue, precisamente , r,n (lc una creación en omnímoda libertad y expresa,
porque lo es, da lugar y juego a la creatura y así se autoli- ¡rrrrt,rrrrent€ con ella, el señorío absoluto del Creador sobre
mita y se hace libremente vulnerabless. Ya en el capítulo I l,r , rcación, sobre el que volveremos expresamente en el
dejó Dios constancia de que su poder consiste no sólo en , .r¡,ítrtlo XI.
dar ser, sino en dar vida a los muertos, es decir <<contra resultado de ese acto creador no es por su parte algo
l',1
toda esperanza>> (y apariencia). .¡ril¡l)lcrnente existente, sino en referencia total y perma-
8. Este primer artículo de Ia fe está profundamente li- r,, nlc al Creador y en apertura radical a sus designios.
gado a la primera página de la Biblia, al primer manda- I 0. El hecho de que la verdad de la creación sea un ar-
miento, a Ia primera oración cristiana. En ellos se hace re- rr, rio tle fe significa por fin que, siendo aquello que afirma
lato, norma, plegaria. l,r nr/rs elemental y decisivo, está lejos de ser lo rnás evi-
También lo está a ciertos talantes y actuaciones asimis- ,l.ntc. Sólo las verdades banales son palmarias. Las pro-
mo «primeros», que de él derivan pero que pueden ser l,¡r¡<las se rodean de misterio. Mucho más si, como en
participados por otros, creyentes o no creyentes: adora- rrrrr:.stro caso, pertenecen al Misterio por antonomasia que
ción de un único Absoluto que libera de cualquier idola- , ; l)ios mismo. Participan de su invisibilidad y reclaman a
trÍa y capacita para la responsabilidad y el gozo de la crea- ,,r vczl para ser crefdas, lo más profundo y gratuito del
ción, mirada franca a la realidad como hechura original de lr¡'nr[)re, su libertad. La fe consiste no sólo en creer que
Dios, confianza adulta en la positividad del mundo, digni- l¡,rl' un Creador (credere Deum), sino en fiarse de El (cre'
dad del trabajo8a... ,1, t,' I)co) y en amarle y entregarse a El (credere in Deurn).
9. La historia de este artfculo de la fe ha dotado de l'.r,.r triple fe85, ese hornenaje al Creador con la mente, el
nuevos sentidos a la definición clásica, y ya no sólo teoló- ' ',r.rzón y la vida, deberá presidir y nutrir la teología de Ia
gica, sino dogmática, de creación:. <<proiluctio rei ex nihilo>>. , r,',rt:ión por muclro que ésta, como <<ciencia de la fe>>, no
Thnto el <<in principio>> bfblico, como el «ex nihilo>> blbli- l'r(:(la ahorrarse esfuerzo alguno pot mostrar (ya que no
co-dogmático no designan propiamente tiempos o vacÍos ,lcrrrostrar) que esa verdad de fb expresa Io más profundo
\' llr ornetedor del hombre y del mundo.
8' Cf. L. M. Arrncndáriz, <<Creo en Dios Padre todopodcroso. 'freg formas de
omnipotcncia divina», en «Sal Tcrrac» 87 (1998),363-374-
& Véase cómo describc la creaturidadJ. I. González Faus,Prolccto d¿ hcnna-
ao, Sal Terrae (Santandbr 1987),62-71. ' ,\r,Í firrmt¡lada por Agustín y converticla luego en patrin¡onio teológico.
Iil
toda visi6n euolutiva d. Iu...uiiá;;,;; presupone la inversa, en cada uno de sus momentos está tan patente
sin rendir por eso ('omo en el primero al in{Iujo creador (Heb 4,13) y vive de
necesariamenh culto a Ia ideologd;;i';."greso.
caso y con más raz6n.y En todo ól, ha llevado a la teologÍa, con el apoyo inmediato en una
garantfa-que el'hombre
puede el creyente sostene4 moclerno scrie de textos bíblicos que enseguida recordaremos, a
po. Io que antes se ha dicho,
que el ser cs, también,
scní.
'f K. Po¡rper, Eluniterso abiu'to,Tecnos (Madrid i984). Lo que esa aperrura!
2 «fndole y en particular el pcnsamiento de Popper, significa en asunros como los mo-
escatolóqica de Iar lglesia delos de universo, el dilema determinisn¡o-indeterminismo, azar e linalided,
r cs,2,jg,3g... peregrinanre», LG, títu.lo
<lel cap, VIL cosmoccntrismo o antropocentrismo, lo sciralaJ. L. Ruiz de Ia PeñarTcologla
de la o'euci6n r Sal'I'errae (Santander 1 986), 2 t 9-248.
EN:loDo 93
l'AltA QUI Dlos §trATODo
92 HOMIIRD Y lvfUNDO ALALIJZ DEL CREADOR
que «no está lejos de
,,,,,r,1,| )' irl hombre, proclama y
sostener que la creación no tuvo lugar sólo al comienzo Él ui'imot',no§ movemos
l , ,,r, rl(' trosotros-p"lt "rt el poder que
del mundo, sino que abarca toda Ia duración de éste, que
, ¡¡¡¡¡,,:,,,'7. Y, por fií,;iq;t-p"nd:tT9o «sostiene el Uni-
, ,, ,,,, lr,,.,cibiclo dti-i;¡¿' uri'*" «odo tiene en él su
es una <<creatio continua»» que 1o retiene esencial e ince- que
santernente referido al Creador. y qué
, ,, r .r*rr palabra ioJt*'u"t
áJl: afirmación del vati
I I Es lo que con un nombre que ho¡ por fixista, se nos
antoja poco feliz, y aun retrógrado, afirma la tesis clásica
r,,r,r,,t:iit))e. Dt t':;;;;;
,::,, ;"i:';;;. i"
lo que Dios creó lo protese v
cle la «conservación>> del mundo por Dios. Ese término da
,r,,, ,,,,,,, (Ds
"*r '*áo
3003)':;;;;it' t:ología que e[ creador
a entender en ef'ecto qre Él se contenta con mantener lo
,,:,:,,',,,,,',,:;"¿" iJ ""^ *á"ttt direcla e inmediata so-
que hizo al principio., con lo que verrdría a reforzar la per-
1,,, , I lrrt¡ttdolo'
decisivo qxe estos textos
es
suasión de que la creación quedó concluida entonces.
r,, ,., i.sistimos en que más
Pero afirma exactamente lo contrario: que Dios no se limi-
tó, como pensaron algunos deístas, a lanzat el mundo al
r oXto 1 *' ry,:i:i:,".¡* f ,m:*'ri:"'ii'lii
ser dotándolo de la capaeidad de mantenerse y desarro- a c'L,do, actuando en
sisue
llarse en adelante por sí só1o5.
,::i;i1,,[:t::Jffi"'i,. el pueblo,que vive de
cara a
, t1., lsrael es por d;Hñ"
Bsto último equivaldría a cerrarlo a nuevas interven-
,,,, l)i.s que no ;;l;;;;u''
Lo' Salmos son la expre-
ciones salvífico-creativas de Dios y confinarles a Él y su Si en ellos se canta la
,,,,,, ¡rrivilegi"¿u ¿""1'I;;;t;a:ta'
put' siempre la mente
, ,, .,.,ió. ,,. pu'udo ;;;;"t"
<<bara>>, en los inicios, cada vez más remotos, del universo.
fÚ1t
¿t fo qot su¡¡{ii'
r ,'l corazón tn "f *t"l*áo'
Vimos que no es así. Sin embargo este argumento, estre-
"nto""es §rn-
chamente implicado en la concepción del mundo como ges¡a-'-evidentemente
rrr, porQüe t" uqtl"tiu primera lo que
historia de salvaciónr 1l eue contaría con el respaldo masi-
fundante tI;;;J":' dio muestras ese Dios de
1,,rrlar / contl-
vo de la Biblia, no fue tan explotado teológicamente como en Ia historia' Por eso
¡'; cüDlz d" No
unos pocos textos: el del libro de la Sabiduría, que tras
,,,,,,'I"ii"*a,,"il; ilñ;1'.
'"gt"t'h'"i*¿" er «bara» creador'
primero
se
5 Asf suele re¡retirse, tal vez con cierta rutina, como alirma M, Álvarez, «dels-
mo», en X. Picaza-N. Silancs (eds.), El Dios a'isliano, Sccretariado Tlini- 1Hcltl7,27-28'
tario (Salarnanca 1992),335-340. §in enrbargo es conocida la implacable B Hcb 1,3'
sentencia de Pascal: «No puedo perdonar a Descartes; bien hubiera querido
en toda su lilosofía poder prcscindir de Dios; pelo no ha podido evitar el ha- " Col 1.17.
,"i-"i",i""","sutesisJ'l':lf
cerle dar un ¡rapirotazo para poner el mundo en movimiento; después de T;b1Í:'íiílíÍ'ffi:'íilÍ.i,l::"!i;{::;:
esto no le que<la sino hacer de Dios», Pmsamientos, ed. Brunschvicg, n.o 77.
ffl,'*ffi il.Lli" ¿;; n e u' "'" nu ia'lr.'
lY.i'l.j; ; ;;; co q u ur e nc
d Sab 9,1.2.9.
94 HOM¡}ItE Y MUNDO A T,A LUZ DEI, CREADOR t,^r(A QUE DIOS §EA TODO eNToDO 95
depender esencial y permanentemente de Dios sin cuyo ,.r , lr¡,,., l)c alnbas se hablará más largamente en el ca-
, ,,,,1,, l\ Siilo cntonces se dará una «teologfa cristiana
influjo retornaría a la nada original que es su sustra¿o y su
proclividad congénita. Y es que la vecindad de la creación i I rr, rrr¡',r., r¡ríIs completa, y a ella nos remitimos para no
a la nada no tiene lugar s6lo en el tiempo, sino en el ser. i,r, rr .rlr,rlr c.$te tema. Pero hay que hacef notar, ya aquí,
Por eso mientras el mundo exista sigue habiendo crea- ,.,, ,l tt,'tttltll no es una realidad distinta de las otras que
ción. 1,, llrrr.r ,'rr los mensores de él (astros, relojes...). Es, por
3. Este planteamiento metafísico, que emplaza a toda I ,,,,rrr,rri,, la dilatación interna de los seres, su modo
creatura en la inmediatez vertical de Dios, no ignora que ,, ',,1',,r,rl) clc ser, lo que necesitan Para llegar a ser ello§
es también producida y mantenida en el r.r por otra, ,.a- ,i,, ,,.,, l'r»r eso la referencia esencial y global del mundo
Iidades creadas. Pero junto a esta intervención mediadora, ,t I r, .rrl.r' cs ln referencia de su historicidad intrínseca 1
querida por Dios, y que es «tanto mayor cuanto la causa t.t ,1, , t¡tltt ttn,o d,e sus instanteJ que ella vehicula y ensambla.
creada es más alta», todo depende «primaria y principal- Lt t.lt t'n.idd.d por su Parte no ha de ser entendida como
mente de la causa primera>>rl. Y es que Dios ni hace ni r,¡,,,1'(, irrfinito sin principio ni fin. Es lo más opuesto a
puede hacer dejación de su poder estrictamente creador, , ,, ,l.rrr,,;rrniento infinito que indicaría un no llegar nunca
aquél que se ejerce sobre el ser mismo de la realidad. Esa , | \ r¡rr ritmo cero de crecimiento vital. La eternidad es
distinción entre causa. primcra (el Creador) y causas se- ,,rr,' rrrr)(lo esencialmente distinto de ser, el modo de ser
gundas (las creaturas) es fundamental en la teologfa de la ,1, l)r,s, el Etern<¡. No es la imagen de la línea sin fin ha-
creación y reaparecerá una y otra vez en estas páginas. ,,, .rrr:ir; y adelante la que mejor la visualiza, sino la del
4. La conseruaciín no implica sin embargo que Dios I',rrr(l irrfinitamente densol3 que, sin moverse ni crecer,
repita incesantemente su acto creador. Éste, poi divino,
¡,,,,,1r: coexistir con toda la duracióll, por dilatada que
queda más allá del tiempo y del espacio y puede afectar
'' ,r, (:n que se distiende el mundo.
por igual a cada uno de los instantes en los que el mundo
',. Por lo que adelantamos en el capítulo I acerca de la
(no Dios) se dilata. «La conservación de las cosas por ,,,r,,lit:iórr tendencialmerrte Perslnal dela creación es me-
Dios no sucede en virtud de una acción nueva, sino por la ,rr .,t('r'trasvasar esa ontología del ser a la del sujeto. ¿No es
continuidad de la acción por la que da el ser y .n iu qrre , ,, r'l hombre donde mejor se echa de ver que la creación
no hay movimiento ni tiempo>>r2. ,,r,rnticne una referencia viva y esencial al CreadorP El es,
- Esta ontologfa de la «conservación>> supone, en efecto,
la temporaliclad intrínseca del mundo y la eternidad esen-
, rr r:f'ecto, una pregunta incesante por Dios (ya sea expresa
r,,, rli.sf'razada en la cuestión del sentido), un diálogo abier-
r,, (:rrtre el mundo y Dios. Es lo que adelantaba, como vi-
t' ,rCur, cnim sunl multa¿ catuac ordtnatae, r¿cccssd est quod ,,,,,s,la definición del hombre como «imagen de Dios» y lo
ffichu clependc-
los siguientes capítulos.
'lu(: iremos preguntándonos en
at, t»'imo quitlcm ct ltrincipaliter', a ca*sa púma, secind,ar.ii o"ro al¡ omni-
bus caasis ¡¡tcdits..., ct tanto nagis t¡uanto causafua.ir arriot»rTom{s clc
Aqrrino, S. frt. I,q. I 04,a.2, in c.
t' «Con¡ctuatio ,.¿rwnt. a l)eo non ast r'
fe, altquom novart actionent, sdd, per. con. Como expre§a la conocida definición de Boecio; «A¿la'nittts e¡t int¿¡mina-
linaationcm aclio¡¿is quu tlat csse: qua¿ Etidtm actio est sin¿ notu ci tcmlto- t¡iLis oita¿ tota simul ct perfccta possesio», I)c consolalio¡¿¿ philasophiac, Y,6
ru». Ibld.a.l,o,tJ 4.
(ccl 94,loI).
tl\l(,\ QUD DtOS SEATODo Un* 1'ODO 97
96 HOMBRN Y lvfUNDO A LA LUZ DEL C&EADOR
Aesa misma escala humana se constata también que r rr ,,,.1r,.r t¡rrc tiene un calado metafísico. Según Pannen-
sin esa referencia a Dios como Ser, Futuro y Tii absolutos, ! r, ,l ,lrrr'<'l ¡nundo en su conjunto tenga un comienzo
de la que se hablará en el capftulo IV, la creatura, como , ,,,t",,.,1 ,,,|r:¡rcncle en definitiva de la cuestión de si el
dice el Vaticano II, «se obscurece y desvanece>>ra. Y no ,,,,t,, , ,, ,',, cotrjrnto es finito o infinito. Este es el verda-
sólo individualmente. ¿No se des-humaniza la historia hu- r, ¡,, rrr , r'r,, tlc [a cuestión>>I7.
mana si no vive de la atracción de un futuro absoluto y \,,1r ¡, rrrlo al clebate medieval, mentes preclaras (Alber- 6'
para todos, del «anhelo del totalmente otro>>?r5. , l\l r¡,rrr,, llr¡enaventura) pensaban que la creaturidad del
6. El concepto de «conservación» enriquece asl de re- ,,,,,,,,1,, "t' traducía necesariamente en duración limitada'
chazo el de creación. Crear es dar no sólo sero sino además , r¡r,r'r lr|nrilc[ores, no menos excelsos (Tomás), imagina- '
t. ,,, ¡,,,,',l,lt: un mundo que, sin merma de su creaturidad y
r
que, no ya unos textos bfblicos y conciliares, sino el pre- , l.,t r(;tr cn cuanto a t" tt"*oí"^""t"il''y que los moder'
tle consideración
supuesto fundamental que venimos manejando, a saber l' , r, r,:ititr "n tt ti"'npo'ljl"a"t'u *tig"o la iclea'de la creación clel universo
,,,,r r:trltiva<lore* a" tiuui'i"s t*t'
esti'i"'l
cieuúfica» y saludaba el
que el mundo es una historia d¿ saloaciín, obligue, como
, ,,,,,(, conrt)leta,ntntu to'^Ji'i;;;;;;'i;*""tt'ción
tn"tn' L creació¡r etl el tient¡>o' y ¡ror
veremos en la 2" parte, a cambiar de parecer. lr., lro cotl manifiesto t"tt"i"t"'t--fot ni exPlfcita ni
2. Hoy este tema ha recobrado actualidad. Teorías ,'¡,' rtlis,¡ro.,n C'"t¿oJ'o"tt"'of""'
f"" "t 'o"si lu bien
;,:'":il::::lJl"ua,,'.in""ñffi1ii::iTÍ"f illl ji;*: .,,, ,lrr r,,,,r'il¡n de fe. Aquí también vale aquello de que
r,,,, , , .,, rrl,c tlcrecho con renglones torcidos.
un orden y ,#'jJ;fiffffi';.]:i1.
tas cuestiones mera_fÍsicas
"."
,,,,a, i."s,
investigarro. Es-
t',,, y volviendo a la experiencia humana ge-
,,tr () lado,
son e, T,r,
vrr cr cárlpo abonado para ,,,, ,l r,,, ,,irl)e ignorar que en la evolución el ser aYanza
una pregunta por
l. t, r,, l,r vitla y que en el tiempo de los seres uiuos hay un
r. "..u"-iá.
¿strecha
" ,,rr,.¡ t' rrrr clespués no imaginados, sino alineados en es-
,t
;rr: ::" ;:::? ;, ;,l^.d t,e areuersibilid.ad..
",ñ;;; inn nitud
d er
r
¡rr, r.r r,rusnlidad. Más clara aún resulta la dirección del
¿va hacia una met, .,, qr"
de intentos y fracasosp
,. .o;r;;lt o es una serie ,,,,,r1,(,,'n la vida de los hombrcs, en la que unas decisio-
cieEa ,r , ,r.r'(jiln el rumbo de lo que la persona va siendo. Por
¿No se d."id'u
;:1 I#i: L'::::' u' I'i*," ffiffiT#il:'ffi:; , ,,, l,ri tcorías cosmológicas de un tiernpo sin dirección,
,,r, ,,, rrti«-lo, han de dar cuenta del hecho irreversible de ia
resonan-
',,1,, r, tl«: la libertad. Para los creyente§ ésta es la
¡sf ilr,::,{**t
m enro en ta
{r:rr:t}: i{l',,'ilil ffi rl::
reatiáa* il;r".:"J
,,, r', cl mundo de aquel acto de libertad por el que la
suae bonito-
23 <<Cu,itu (Dc.i) lanla csl crg«, oirtutis' scd' ln'opter al¡und'antiat¡t
onnus ho¡nincs bonikts, ut ¿ortn¡¿ ulil cs¡e *¿et"i- ;;;etur d'cfactunt suac
ta, qu«a nmt. ifisius dona>> DS 1548 (cf. 248). ¿is», S. ?'[. l, q'22, a'3' in c'
a
Los textos l¡íl¡licos y eclesiales (y I ,,, r.rrg¡ptos de creaciórr y salvación no son equiva-
mry en particular los ,, , l,l (lredo distingue y espacia ambas realidades y
del \áticano II) han mosrrado q,_,.
ár.u.iO, i _rfrr"i¿" .',,, ,rrrilruirlas a sujetos distintos (una al Padre, otra al
son dos campos de activiclacl clivina
y realidad mundano_ "" ir ¡,,) \' cs que la de{inición de una (recuérdese la de
humana simplemente yuxtapuestos
o sólo históricamente . ,, ,,,',) rro incluye la otra. Tampoco el lenguaje corrien-
concatenados, sino que se rilacionan
entre sí profuncla v , | , , ,¡rripara. En él salaacidn stele denotar liberación,
originarianrenre; que la salvación ..
il i.;;;";;ilffi.11 , , rrr', r.:trración, restablecimiento... Así entendida no
|1,:i:i:,ur,
pnnclpro.
ta que ta tanza ri;;;i;
embebe descle el
, ,,, ,lr r:oircidir en la realidad ni en el tiempo con la crea-
Este descubrimiento ha conmocionaclo ,,,rr 1, nroros aún precederla o englobarla. Al contrario,
ses el tratado De cr¿at^ione, sólo
descle sus ba_ , t,,,:;lurior a ella y casual respecto a ella (sólo será posi-
.^prr.¡rao, hasta hace t,l, 1 ¡,rccisa en el caso de que la creación fhlle).
poco, con el De eleaa.tione. Como
ya s. .lijo f" p."rr"_ \lrr¡r'a bien ¿es ésta la ideabíblica de salvación? No es
,o"i9na3. trataban.por separaclo dts ""
unió. EI planteamienro nueyo que
,ealiáa,l;,
se va imponii"d; i;;
il;;;; ,¡,,, l,r Iliblia dé definiciones de lo que entiende por tal,
l,uelve a considerar, conjuntum.rrtu. ¡,, r,r sí narra sucesos salvíficos en los que es posible com-
Es cierto que eso
comporta.el riesgo de que esa unificación ¡,( n([cr en qué consiste aquélla. Pues bien, cuando Israel
sea p*o *a. , ,t.r r:lutivo, amenazado, peca? la salvación resulta ser, en
que verbal o, por el contrario, simplifique
.t prolt.*ofrr-
ciendo que una de esas dor'r.aúduJ'.r, '¡r¡ l)rirner momento, liberación, protección, perdón. Pero
fu salvación en , rr t<rtlos los casos, aunque el hombre propende a ideali-
absorl¡a. Ia orra. Es preciso
1111iculaf obuiu. este doble ,.,r cl origen y a situar en él la plenitud (cfl cap. VI), nun-
nesgo, que acortaría el misterio del primer
artfculo de la , .r :i(r trata de una mera restauración de éste, sino de algo
los jo. capitulos anterio-
fe, tal como quedó esbozado en
',lt,,rior y mejor, sobrecargado con nuevas experiencias y
ri
.rr rruev?s promesas. El Exodo no termina a las puertas
Cf: B. Weissmahr, <<Fenóme¡ros¡aturales
y milagros», en ICSM IV, lgB4, ,l, ligipto, sino en la tierra «que mana leche y miel». Lo
v H' Fries' «Miragro¡'iá""', i'-ü. Fries (ctr.), cry ,risrrlo se diga de los anuncios salvíficos de los profetas.
liári?i:{;i'ilka tu,
l'rorneten ((un nuevo cielo y una nueva tierra» que har'árr
I 0B HorvttsRn y MUNDo A LA LUzl)[L
cftEAr)oR PARA QUE DIOS §EA'.t'ODO EN'I'ODO i09
olvidar los antiguo::r. y es que en último término t tt,t itlad, diferenciada
mete plena conrunión se pro- tttt
éio, / resurrec-
ción y vida eterna. "o, "orrrgrr"nte
Todo este cúmulo d.e actuactones
r l,,rl,, csto que venimos diciendo no convierte a la
realidad de Ia salvación en d
d,e Dios constituye
Ia | ¡, ,¡,, ,',r [a prolongación natural de la creación. Eso a
Á;; ¡,, , r,r:r sc abre es algo que, al mismo tiempo, Ia trans-
que no se micre,ór;
;;."i;
sino también Dor las ,,ueuas,
;ü;;fi:.,T:tf;il"il:?: , ,,,1, r or¡ro ácábr de verse; un modo cualitativamente
y i""'rfi,i*as, posibilidacles ,,, \,,,lr'.scr que el capítulo IV terminará por describir
ulreriores cle ñio* y .l.l ,rríá".
Ia inrención prima.ria d. h
f'.ür¿ ioid.ad.furura es rrr,r lr,,r tici¡ración en la vida trinitaria de Dios.
,;i;;.iórfEn virtud de ella y t'r,r .s() cs necesario que, en aras de la urridad, no se
en camino hacia ella se da, cuando
ción de los males. A*i .n1*aiü;t*
.. ..qui..., la libera_ ,,,,t,¡r¡,1;ur creación y salvación. Sólo clebiclamente dife-
de ser posrerior v , ,,, r,r(l.rs ¡.rreservarán la plenitud y pluriclimensionalidad
casral respecro a Ia. creació",
lu áuü..d; ;;;á;;il;l ,t, lr .rr.ión de Dios. En el capítulo V se abordará expre-
narla desde el comienzo ir.i,ruo
oi-i""*a..tu, ,,o .l ,rr*rc cse complejo sistema de relaciones bajo el aspec-
tiempo, pero sí como su razón " cle ser "n
como eri Ia natur ateza eti"ál-ür" ,,, ,1, l;r gratutdad.. Aquí se trataba de mostrar que la crea-
las partes que la constituyen,
..[iX,#l'].:::::T , r,,¡¡ 1'..i1l, desde el origen y desde el fondo de sí misma
'rññ* Ap 2r,r-5,
IIr LC 2,3,4,36.,,; AG l-4i
" Rom 5,14; I Cor I5,{5_{g. '"'Así loexpresa claramente el Vaticano GS
10,22,32,38...
110 TIOMI]RE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR
:i],{
.l'l PARA QUE Dlo§ sEA'l'oDc EN 'roDo III
i'il
','rjl
rli
cuanto sentido y meta. De tal manera está la segunda tran- t\'óstaeralaconsideraciónque'comoantesanun-
sida de la primera que el término apertura se antoja insu-
ii
.rl , ,,i,,,,,, 1,.,áiu on[g";; it revisión ie aquella posibilidad
p"'o creaturidad abstracta' de un
l11
ficiente ya que podría denotar (sobre todo cuando se apli- ,',',;',',',,', ir,,ru¿u
:ii "t''lu fin' Porque un
ca a realidades no vivas ni personales) la mera posibilidad .11 , ,,,,',.t:,'.;;;;áo ¡ u lu 'e', sin principio.ni
de que algo, circunscrito ya en sí mismo, admita entrar en il
,,,;:,,;,, 1,.csidiáá po' "'á
p'oi"'u' Ia de Cristo' orienta-
",',,,ituriirr..n^¿1
relación con otra realidad. En nuestro caso, en cambio, ,, y a consumars€ con el resucitado en
dilatarse ilimitadamente
apertura significa que la creación está grávida de la salva- ,', ,;, ,,,i.t'ucl cle Dios, no puede
tiempo ilimitado Parece
ción y que ésta es la consumación de aquélla. ,,',,, .,;,,,, , ,r, delante' En
'n no cabrla ni es-
2. Igualmente decisivo resulta en este momento el re- l:,:: ;,,:il J" ü.,i,i; interminablemente v
cordatorio de algo bien conocido, convertido ya en tópico ,1,, r,, tristoriciáacl ni sucesos
determinantes'
en la doctrina y teología recientes, a saber, que esa salva- ii
ciórr de la que venimos hablando no cs algo fbrmal, estáti-
co, dado de una vez por todas al comienzo de la creación, i .,(:ITIIACIÓN ABIERTA
A OTROS MUNDOS?
sino una hiúoria d,e saloación, una serie incesante y cre-
de las inmensas
ciente de intervenciones del Creador en su mundo. La rt;ciente e incesante clescubrimient'o
l',1
y el hallazgo de
creación está en concreto abierta a la elección de Abra- ,t,,,,(.rsiones de un;;;;"t en expansión
ham, y del pueblo de Israel, a la encarnación del Logos, al ,r,,,s ¡rlanetas fuera del siskma solar'
ha alertado sobre Ia
envfo del Espíritu. Abierta asimismo a la respuesta que la ,,,,',,1,i" existencia de vida, incluso inteli8ente'
tl:tt?.t
Esta cuestroll or-
humanidad dé a esas iniciativas de Dios y, por ello, a la 1,,,,,,,1r, distintos de éste que habitamos'
posibilidad, eue se hará realidad, de una historia de peca- y en medida creciente al público en
',,1,' ir los cientlficos, (dada la
do (cap. VIII) que, de rechazo, configurará la salvación en a. esa posibilidad
,: ,;,';,,i;;" escépticos respecto
forma de redención por la crvzs1. : .,,.,,tr; rarezaiel fenómeno vida
y de los requisitos que
ella' sino de
Por toda esa historia de salvación ha de avanz ar el <<pro- ;;":;(;;;;;'ilrc1'"-v'roio¿ncid'os no sólo de
foz» hasta que alcance su <<esjaton))) s1r meta, que no es ,,, l:rr:ticidad.
otra que el «Dios todo en todo». 'lhnrpoco en e§te Puntg puede Ia fe.cristiana' que afir-
de la creación
3. Esos sucesos y ese final mantienen Ia creaeión ,,,., ltaber d"rcifmdo'e' C'isto el sentido
abierta a algo que no sólo la transciende ontológicamente, , ¡¡l¡:t'(tresquivar preguntas como éstas: ¿ca-be enmarcar
, .,., ,osibilidad en .riu p.rp."tiva
sino que la tensa históricamente, que convierte a la crea- creatural?, ¿continua'
ción misma en historia. En efecto, por ser la salvación la :'.;',';;;;;*ilrJ" "i es^o' *""dos v sus liabitantes,ll
salvÍfica en nuestra
razón de ser de la creación, y ésta el soporte de aquélla,la , ,"'',i*ii¿""d áe Cristo y su irradiación
historicid¿d de la salvación exige, como su condición de l,r:;trtria?
posibilidad,la historicidad de la creación.
17 Cf. L. M, Armcndá¡ia, «La reclcnciónr síntesis " t, ,**, habla, al resPeclo, cle <tmilag¡o>>'
El u'niaet'so"'' 109-I7t;'l' L'
de libertad y pertenencia>r, cn
-245'
«Razón y Fe», n." 1062 (1987),355-370. It,,ir. tle Ia Peia, Teo\ogtu "', 241
112 HOII,'BRE Y MUNDo
A LA LUz DEL CREADoR
t,^uA QUD DIOS SEA TODO EN'I'ODO 113
A la primera nregunta responden
comúnmente Ios teó_ .,,rr r.ri¡rccto a [a unidad y al destino de ia creación
Iogos que ono r. u" por
qué ü fe cristiana deba
vero categórico a la existencia oponer un ,,\rr.rrlc, sin embargo que, si esa existencia de ex-
cle vida
, ,,, ,r(.r sc llegase a confirmar, «habría en todo caso
en o tros ispacios o tiempos
está, que de esa vida .
ñ
;"t11: ::1. ::i::ü:? , , ¡,nnr la tarea de determinar teológicamente la rela-
se un.*a .rr'"urácter
referen cia co ns ri tu tiva "ár,il
" creatural y su ,, ,lr r :;r)ri seres con el Logos encarnado enJesús de Na-
. D i;; ti* o rrr.
A Ia segunda pregunta, acerca ";;;de si «a ex[amuros , , r l, 1 , ¡ror tanto, también con el hombre>>al.
todo lo que) en la for¡na y manera que sea, configura r , r¡,r., ((l¡rro, participan de su misterio de muerte y
cua_
Iesquiera mundos que quepa imagüa.. y io ha , ,, r¡,rr (()S 22) y suscitar asimismo precursores de
ñ."no un
eJ lenguaje insuperable de [a entrelga de la
vida, con
dicalidad absoluta de un «amor'írasta .t ."ti"*or-fn
la ra_ ' 1,. , :;rrr saber de é1, apuntan a é1.
\
,lr¡rcr¡ todo esto le parezcan especulaciones des-
13,1), «hasta la muerte y una rnuerte de cruz>> (FIp .,t,, ,, ¡)r(:tcnsiones insostenibles,' piense si no se ins-
Z,gi.
Todo ello junto invita a concluir que no sólo este mun-
.
do, sino la creación entera, sea Ia qra ,aa, tiene en él
,, , rr l.r ruisma audacia de Israel cuando proclamó a
su ¡,,.,, f ,rlrvó Creador de todo, y en la de la Iglesia cuan-
centro y razón de ¿eueda en verdad algo de Dios ,,¡lr :,r, .r^f esús como el Logos encarnado.
1e¡. y
del mundo por decir?
Thmpoco el hombre es, como diremos en los capí_
.3.
tulos XV, t¡na más de las creaturas, sino la .upoii I ; I I,N:iIÓN ENTRE EL ORIGEN Y EL trUTURO
' -XIV .y
(llevada a cabo) de acoger del L;;;
{ud
"rn "r,"r.náción
de Dios. Es adernás, en su cuerpo, un resumen de los Jle_ I l',r sus cuatro costados la creación es una realidad
mentos del cosmos: Que su alma vincula, a una consioo ,,,r ,r'( ute abierta y, por ello, siempre actual. Lo es:
misma, al Creador. Es así una slntes,ís dL tod.o.
ia";;;
algo, en el universo o universos existentes, q,r. t.'.i l'.rr cuanto suceso creacional. Los sefs días del Gé-
no,.que no se encuentre ya, del modo que sea, en éll4._ . r . .rlruutan al sábado y, en é1, al descanso y alabanza
Ni
siquiera los-ángeles, aunque le fuesen supe.ior.s en inteli- I t,,,rrr\/()s. La creación culmina en el hombre, encargado
gencia, realizarían una conjunción tan estrecha a. toáo t, ¡,¡,,1.¡¡g¿rla y de llevarla en sí mismo a formas nuevas
cuanto existe, de «todo Io visible y lo invisible»a3. t, , , l,rr:i«irr con el Creador y de historia intramundana.
4. En este mundo.hay^personas (la mayoría de ellas) l'lrr cuanto suceso saluífico. El relato creacional (Gn
que, sin haber conocido a Cristo, han siclo creadas
po.r.í r I I ) rlc.semboca, con la vocación de Abrahán, en una his-
y hacia é1. ¿cambia esencialmente er status si ,e áilaía , ,,,r .r'cciente y prometedora de actuaciones de Dios que
a
habitantes de otros:nundosp En ellos, como en éste, ,,, r r ,,r lr rcco Ia creación en la Alianza.
po-
drfa el Espíritu de Dios suscitar hermanos de C.irto'qire, Itlrr cuanto suceso crtstológico. La creación espera al
, ,,l,rrlcro Adán, que fue prirnero promesa, luego realidad
l,r'¡r,ricÍr y ahora está en trance de someter a todos sus
{t El Laterane¡rse IV afirma que, tras haber creado de la nada , ,r, r¡¡igss e implantar el Reino de Dios y la resurrección
a amhos géneroc
de. creaturas, a saber, las.angélicas y las nrundanas, cre6 al hombre qu" ,,,,,t',tt'Sal.
«abraza, en ciertr¡ modo a las áos,
1DS S00). En su r;fe.en"ia ür;;;J; En cuanüo suceso tl,iaino. Dios no ha llenado aún la
w- Pannenberg no super? cierta arnbigücclui cuau<Io, rcfiriéncrosc " o rr'¿n"-
trina cristiana tmdicional, escribc: oparte cre ros cuarcs
rrr rr¡r enterñ de su gloria de Creador, no ha acabado con
no necesitan ninguna
clase de rcaención, ¡nientras <¡ue lás que se rebelaron
con*a Dios se han
r,,,Lr llanto y muertg, no es aún «Dios todo en todo» en
vuelto incapaccs de cualquier_re,cnción» (¡r. 8l).
Dcjan«l; ;p.;; i;;,;';i r¡rrr¡s (ou€vos cielos y uua nueya tierra>>.
fi.:.r. r9b,: los ángcles (cf. I I I - I l g), la frasc err sí iarecerfa sustraerlos al
ámbito de.cristo. ¿sucederra lo mismo si en vez de
¡edencidn hubiese cli- 2. No somos por tanto una creación cerrada, acaecida
cl¡o salvación?
r,, ,lcl todo, sino una creación abierta, que es una historia
tI6 HO¡V,I}RE Y MUNDO A LA LUZDEI. CRDADoR
l'^r(^ QUIi Dros sEA ToDo EN'toDO i17
de crecimiento. y no sólo de restitución
y de pecado. So- . ,,,', (lt.rn 8,38-9). Nise puede olvidar, como §e
mos una creación-temporal, con el tiempo l,
cámo climen_ rr, ¡,1¡, t,,r, r¡ue Dios, autor de la historia, no es Parte
sión int¿rn¿ cle ella. úna creación creada
hacia" ;;;'; . rt, ,,,, trirnscendente a ella y presente a tocla época.
desde el fuhrro, Asl como Ia creación
ción y existía desde ella, así Ia creación y dr;;;;iJ;;rl r i .., ,,,¡, lr,,r¡rbre es capaz, como se señalará más tarde,
creación s.alvi!3) apunran al «esjaton»
la salvaciónlia , r,,, ,.,,licales de libertad y arnor que, situados en el
y íir.. J.li;;;ri; ,.,t,,, ,1, r,lrr¡r«lan el tiempo.
grávidas de é1. La promesa no Á ,ro
aiaclido u h ;;;i;; t,,,, ll,,,'l futuro ha de plegarse a Cristo, y no al revés.
creadora sino un componente esencial
de ella. ñ;;;;;; r . ,. ,' r¡)rr rrt¡ está abierta a cualquier futuro, sino al que
Creador es un Dios con pocler cle futuroaa.
9. A este reconocimiánto teórico corresponden ! ,, ,. ,r, l.r r:ucarnación, muerte y resurrección de AquéI.
ciertos I .r,, ¡,r,, r;a¡nente permite a la esperanza ser taly no sólo
talantes característicos cle la creaturidad
, t'u ,rprronro-in ,t,,r r l t'x¡rcctativa. Y eso mismo le impide convertirse
que lo imposible es posible; la visión
del muncll ,;*;;;
utento; la sen sibilidad paralos lados ,, ,,1,,,1,,qía, en ilusión. Es una esperanza en trance de
inconclusos, irt,,r,,u_
nos, del oresente; la inquietud.por
un munclo *.¡r., f"r,
,,, r.rrr ¡rar:iente como apasionada''5.
ción que lo anticipe. I r, r :;ro rnodo, junto a Ia pre-visión, al pro-nóstico y al
4. Esta verdad no_debe, sin embargo, absolutizarse ¡,,, \ r i r()) <lueda reivinclicadala m,emori¿, gue recuerda,
ideologizarse, someticla a leyes natu.al3, ni ,,1, rr¡,r:; tlcl todavía-no, el ya-sí; junto a la línea profética,
o puramente so- l, r,¡,,,l,igica y anticipatoria. Es verdad que es una memo-
cio-psicológicas como podrian ,.", uJ..a.
cle las cultural_
mente.epocales, ya señaladas,las que, ,r r rrrr¡rrietnnte, <<subversiva>>, que no repite ni siquiera a
elevando ,t nornuáir-
mo del pueblo de Israel u.u,.g-oriu iermenéuti"a l, .rr,, /a que le reconoce y espera corno el Cristo, el ivle-
decisiva, ,r,', y firturo de todos y ya que abre el mismo suceso Cris'
viniesen a reclamarr,por ejemp"lo, qr"
lo nuevo se erija en r,, .rl srrceso del Espíritu que es quien en el Credo y en la
mesías, y el desarrollo o pro€ieso
en p.incipio ,brol.,io á.
comprensión; que se considáre ar hübre , ,,1,r ¡»reside y alienta la esperanza.
ior, i*- 1,. .;Hasta dónde ha de alargarse Ia memoria? ¿Dónde
yecto; que la cruz de Cristo exprese ""rn,
únlcamente crisis v , ,,,1r<./,6 a abrirse la creación? No sólo enJesús, ni siquie-
d esins talación v su resurrección'q,-r.a"
del futuro.
.rr-;;J;ü;;rl ,., ,;rilo en Abrahán o aún antes en Adán, sino «en el co-
,rr(:nzo)) del mundo. La escatología reenvía a la protolo-
. Nl.r-" puede olvidar que.Cristo es la piedra angular de
Ia realidad. En él han sucedido yu á.n,iiUuamenre i,,r,r. Los científicos reconocen hoy que el estado actual de
salva_ r srt: universo en expansión depende decisivamente de lo
ción y encarnación. p, .r. un «ya ,i» y
no *Olo un uroJuuiu ,¡,rc fueron sus primeros instantes. Con las salvedades que
no>>. Como dice pablo, ninguna
creatura, ni,iqri..u
t'u'rornos podrá separar del amor cre
Dios manifestacro en
ffi rrrtroduce la relativa «indeterminación» de los Procesos
lricrocósmicos y, sobre todor la de la libertadr la teología
r (:conoce a su vez que el presente y el futuro del mundo se
+r Cf. R. Faber,
«Zeirurnkellr. V¡rsuch ül¡er einen eschatologischen
fungsbcgriff», Schtip-
c¡r Thph 75 (2OOOl,lgO-¿0S.
" GS,37138,.39,45
I
EN'l'oDo I 19
118 TIOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DOL CREADOR l'^RA QUE Dlos sEA TODO
para
nutren del dinamismo que el Creador le inyectó cuando lo ,,r,, ¡r.vc([&d y continuidado imprescindibles
lanzó a ser. La visión escatológica ha de estar balanceada I , , rr ,rr iiin sea a la vez unay abierta'
por una referencia protológica. r , ,lr.rlrlt:tica, nada fácil de áxplicar, se
traduce cientí-
,,,,,,r, ('n la que se da entre indeterminación y
cons-
Sin ella no se tendrá en pie la convicción fundamental
, ,1, 1.,., teyes (entre al'ar y necesidad)' La
teología lee
de que el mundo no es producto del azar ni de la necesi-
su fide-
dad sino cle la libre benevolencia de Dios y, por ello, radi- tl , l.r ,¡rrc existe entre la hÉertad del Creaclory
el origen'
calmente bueno. Por otro lado, si Cristo no está en la rafz r,'l ,l ,1,:signio que preside la creación desde
io.mejor'
misma de la realidad, no podrá ser el sentido y plenitud l',rr t.odo e§to no es necesano, nt srquiera
de su gravttacron
de toda ella. , 1, tt,rlrlgía de la.creación, en razón
Finalmente, sin ese afianzamiento en el origen la crea- ,. , , , I lrrturo, emPrece por el tercer artlculo
del Credo'
ción, precisamente por su estructura abierta, quedaría ex- i,, posibilidad y utili-
, ,,., ,,,,r¿alidacl «asceniente>>o cle su
puesta a cualquier futuro, no precisamente al «Dios todo r,.l ,, lr¡blará al final clel siguiente capítulo' Pero parece
en todo». La garantla de que acabará así no bloquea, sin ,,, ¡, ,rr,,;irticory más co"for'ñe con ese
Credo y con la to-
embargo, aquella apertura. Basta con recordar la libertad ,,1,,1.,,1',lc la fe, estructuril la teología de
Ia creación a
crea por rnedio del Hijo y
que por principio Dios concede y reconoce a slr creatura, , ,, , ,r.i O.fg"n, a.t Padre que
y con ver lo que sucede a diario en la historia. La fe no | ,, , t t';s¡rírit"]n. to que hacámos a continuación'
cierra los ojos a los <<terribles y tortuosos caminos de la
salvación, el dolor de los inocentes, la culpa>>a6, pero, de-
jándole a Dios ser Dios,, tiene razones para creer que ter-
minará sucediendo con la historia entera lo que pasó con
Ia deJesús, a saber, que el fracaso y muerte en que parecie-
ron concluir acabaron de hecho en amor y resurrección.
Con ese contrapeso protológico la salvación se podrá
asentar en la grandezay soli.dez creaturales; la esperanza se
conjugará con la fe; la pujanza del slmbolo <<futuro» se nutri-
rá de la savia y calor del símbolo «origen»; la inquietud se
dará la mano con la screnidad, el anhelo con el gozorla acción
con la contcmplaciÚn. La creación es una realidad siempre
actual que vive de la tensión entre protol ogía y escatologla.
6, Junto a esa tensión diacrdntea entre origen y futuro,
que caracteriza a una creación abierta, se da otra, síncr6ni-
Dios manifestaría
Hijo er.r el Espíritu Sólo ésta sería la fórmula
Santo>>r. ¡ ,,,¡'1¡1rrio mi§mo de Dios' A1 crear
pero no su intimidad' reserva-
auténticamente cristiana acerca del origen de la realidad :i, ,,;,;l""lvolencia,
creada. La atribución sin más a Dios, e incluso a un Dios rt'vclación en Cristo'
. ,,r',',,,,, con-
Salvador, que nos hermana respectiva y felizmente con los *g"nda lectura trinitaria de la creación
las tres Per-
',,'
,¡,r.r ( n atribuir t"*J"tiua a cada una de
monoteísmos y con el judaísmo, no satisface a la fe. Sin y como
embargo, la afirmación de un origen trinitario del mundo ,',':,',,,;,,;; " fase de ella o' más en concreto'al Padre'
.,, , , ,r(licar a C"i', t" asignarla
únicamente
es interpretada por la teología de diversas maneras:
como uya frofrllla;!'
A) La más tradicional tiene en cuenta un axioma que r ,,, ,:,to equivaldrla u'to"itl"t'urla
estricto y a equl-
establece que en las acciones de Dios hacia fuera de la di- r lr ¡,rirnera Persona divina en sentido mundo y genera-
creación del
vinidad (ad extra), es decir <rcuando no entra en juego la , ,, ,,',:.,ttsiguientemente ver§ión'excesivanrente fuerte
relacidn de las Personas entre sl, todo les es común>>2. Se- ,,,', ,1,'l t-lijo. Esta
"'io "tu la teología §e ha apre§ura-
,, ,., , , .,o.i'ón trinitaria' Por eso
ría el caso de la creación. Con este presupuesto se puede
seguir afirmando que crean el Padre, el Hijo y el Espfritu t,, .r ,l.clarar q,r" tip'i*tt u'titoto J" lu fe no se habla
"" sentido probio'sino apro'
Santo, pero precisando al punto que no lo hacen en cuan- r, l , ,rt:tuación del Padie en un
["tis"¡ sin origen) es
al
to talcsrsino tan sólo en virtud de aquello en que son uno, ,,.,,tt.r)or analogí^ "*ililf1
, ,;,',',;,1'i. ilT;i"ttl;ái' u Lt"u"ión
sería en realidad obra
es decir de la una y única naturaleza divina. Por otras ins-
Personas' El axioma
tancias sabemos que el Creador es trino, pero en la crea- .,,,,,rirI e indiferen"i;d' dt las tres
ley'
ción no actuarfa como tal, sino como «un único principio ,,.,,,licho volvería a imponer su la
de todo» (DS 800). ptt'"nitt*ivugt'u'á^t. ulgo undarnental;É1 y
l',sc axioma
f
fsencial entte
Se trata, diríamos, de una lectura ürinitariamente débil ,,,,,. iclad radical dt Dt;;' i; ait¿t"""iu
de una creación que no
de la creación. Según ella el misterio del mundo no radica ,';';;,;;;;la fosibilidad absoluta v autodonación
r,¡r'tt 2[ mismo ti"*;;;;;;anifestación
r,,r,itaria de Dios,
v-"1 la reali-
;ff;;;i'ti-"o""tpi9
| «Untu nuntlus Jachu cst a Pah'c par Filium in Spirilu Sancto»,Tratailos so- de.suryola Trinidad en
,1,,.1 cle Ia creación-'"1Ji*plica
b* el eaangelio dc sanJuan,20,9 (OSA XIII,1955,535). Casi un siglo antes el axioma
r uirrlto tal. Todo esto
es 1o que nrantiená en pie
decfa Atanasio en Oriente: «El Padrc hacc todas las cosas por cl Vcrbo en el
de la crea-
Espfrittr», ld §crapionam I,28 (SC I 5,134). Rernontando aún más csa tradi- 1 [t, eüe parece i*;;J; l" tt hable ¿r¿ rigorque estabre-
ción la encontramos ya en Orlgencs: «De Dios Padrc proviene que las cosas
: ,::,,;;;
"p,.i. a" ñ;;-;; la diferenciación
Por
,,,rr las par¡ículas ti p", in)
sean, dcl Verbo que sean razonables, del Espfritu que sean santas»»rDe prin- que emplea AgustÍna'
cilriit 113,8 (GCS, Orígcnes V,61). Por o¡ro lado desde los albores de la tco-
logfa ésta empieza a interpretar el «Hagamos al hombrc» dcl Génesis co¡no
una invitación que el Padre dirige al lll¡'o y al Espfritu. Asf ya el Ps. Bernalré, A' Milano' «Prr¡trietl¡¡cles y a1>ro¡ri^-
5,5 lP.Afrost.,BAC (Madrid l985),780]; lreneo,Áih. Haer. lY, prólogo,4 ',ñ¿" ¡,ouint', §'f['l't¡'45'a'6' Cf' 'rtirri-
(SC 100,390); Tertuliano, Ada. Prax.,12,3 (CCL II,1l73). Acerca dc Hila- ciorres», en x.pikaza-N.sil,"i'Ai'rrl-, ri'o;or-rr;i¡r*t,secrotari''rclo
I79'
rio y los PP, Capa<locios, véasc L. l'. Ladaria en B. Sesl¡oüé (cd.), Histoúa de ,*.io (S"fur"n"a 1932)' I 143-1 precisanrcnte
t"'ú;;'it es aclucida 1:or Agustírr
Los Dogmas II, Secretariado Trinitario (§alamanca 1996),44-45. ' Iis tle lev reconocer ot'" Por algo t¡trc
sf Ittr
-n'f tlÚ:
2 El texto completo del Concilio l'lorcntino dicc asf:«H¿¿c trcs pa'sonac sunl uara evitar que la liase tf"J*tf-t "o t""l:,I:acer
ltrcsen dos k¡s actt¡¿t¡ttcs'
Paclre» (1" f eutie""tla ct'u"' si
unrs Dcus, ct non tns dii: t¡uia trium cst una substantia, una csscnlia, urra na- ,." l,oc". al
está ¡rrecedida y seguida
por sen<las afir'
tura.,., omniaqtc sunl unu.m, ubi non ohtiat rclationís opfositia» (D§ 1330). Por eso Ia fór¡nrrla qttt
"o'u""u'nos
"rl'*"
DIOS I25
Y EL MISTEITIO DIi
I ti I I{OMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL CITEADOR I I I I']I(;N'IA DEL MUNDO
lt
trino, no despliega trinitariamente la creación, como diji- ""lrropiuJü" e' núijos en el Hijo'
nos
mos. El Vaticano I, por su parte, omite incluso, al hablar , ,,,' iit al *it;;i;-;;ual
todo ello la
de ésta,la referencia al Dios tinidad. ¿Se plegarán la Es- L,,.r,, "Abba,;;IJ;lé§'ez¡".'ro' la relación mo-
critura y los Padres al riguroso control de la teología de , l' l'' t',raciu" t'""Jtufiu' "l "tu"o deindiferenciado e
,,1, r,rr rlio' toá'o.i"i"o
pti"tipio l
ha dicho y dado como es en sí mismo. En tal hipótesis pa- ¡,,'r sino imitar al Nuevo Testamentola'
1,, «lemás
«¿¿* credend'i>>'
rece posible y obligado concluir que no sólo es trino el ' , , ,,tt,l i>> cs, también en e§te ca§ot
que deÍrenden las
Dios que nos crea, sino que lo hace en cuanto tal; que , ¡,,, ¡.t()ri t"Otog;t escolásticos desbordan:
qle les
crea al darnos a su Hijo y a su Espíritu y dársenos en ellos | , ,,,r( :i ,',upl"u'i^ ueces fórmulas
,",, \' lir ttrisma Palabr" se dice iSí *it"'o y
dice
como Padre, abriéndonos así, para acogernos en ella, su
propia vida trinitaria. , ,,,rri, I'izo>>15. Tomás emplea un lenguaje semejante:
Palabra o Hiio se
En tal caso no somos creados sin más por un Dios que r ,,1,, :iC lc llama.ti potq"" con §u
Santo o
es Padre, Hüo y Bspíritu, ni siquiera por los tres, pero por , ,, ,,,,',,,,,, y dice l" "'"uit"u' Y en el Espíritu entre
, ,,',, i,,:,, '"áe de ellos el Padre y tl qlo
se aman
igual, sino por el Padre, por medio del Hijo y en el Esplri- qu€ «aunque el
en consecuencla
tu) como decla Agustln. ' ,,,''r,,lr)§»16. Arguye pertenece
Que esta fórmula sea no sólo teológica, sino también
r,, , r,,r(l(¡r'sea comán a las tres per§onas'les la
ilogmdtica (además de fundada en la Biblia, corno veremo§ ,', ,, ,,,, ,,.¿rr"t',^fq" «las divinas^l-".1:o"ut causan
enseguida), lo confirma el Constantinopolitano II que, ', r,', :,('t')litl la
razón de su procedencta» '
|' ,, , l.r'lo, ,i tu divinu no existe indiferenciada'
tras confesar Ia uniciclad de naturaleza y poder de las tres "'"ntiu
,,,,t, ,,,t;¡rrro'loio' h"bt¿ que
concluir 999 el Padr'e
Personas, ¡rroclama la diversidad de su actuación creado-
, ,,r,, ji. not.r..l",f'tui-"o*" ésta se da en Él' es decir
-i'ti"i*",,tt'
ra: «Porque uno es el Dios y Padre, de quien todo proce- espiritual-
el
de, y uno el Señor Jesucristo,, por quien todas las cosas ,,,,',',',',,,,;,,',,iliiiü; .Espíritu
han sido hechas, y uno el Esplritu Santo en quien todas al mlsmo
existen>> (DS 421). El Vaticano II, aunque sin dogmatizar- li,'irtliir interesante, y debería sorprender esa co-
qüe mantiene
la, adopta, como se violr, esa misma visión <<económico- ,,.,,,¡,,,, r:omprobar có*o la teología
.,.,,,,,,1,rr[ <[e acción ultt"á de la única esencia
trinitario> al hablar de la creación. ";;;áo;^ "t'
, '':;:,,','i;,;;iente e i"a"gu por toda Ia realidad cósmica v
Thmbién la liturgia eclesialrla eucarística en particular,
la sanciona. No sólo porque atribuye al Padre la creaciónr2,
3'14"' Cf' W Kasper' El Dios"''
sino porque, al hablar de Dios y a Dios,lo hace en general ¡ , .,r 1.4; 2 Cor I,3'20; Col 1'3; Ef l'3;
en forma trinitariamente diferenciada; se dirige al Padre ifisttm ct quaectrnque fecir»' Anselmo'
,l:,,,';,:;,-' eoilcnquc vubo tlieit se
por medio de su Hijo en la fuerza del Espíritur3. Y no ,,.',,,,t,i)¡.r33, BAb (Madrid 1952)' 27 8'
se cl cr¿aluram' E¿ Pater
et Filíus di'
cabe pensar que Io haga bajo la reserva de las apropiacio- t¡,, ttttr Paler di"n'V'l'lJ' oel Fitio' el se et nos»' S"Íh'
,,,,rur liligmtes sp¡¡'í"i''"')'''l'í
o*'oi'" ptoccdente'
nes. La oración es el lenguaje más inmediato y fecundo.
' 'r',,',',,;i'!;llnii, licet sit commttnis lribus personi.s'.ord'ine ttttttcn quoi'am eis
to, todo honor y toda glorin por los siglos de los siglos». ,,.. 1992).
MIS'TERIO DE I)IOS 129
128 HOIIII]RE Y I4UNDO A LALUZ DEL CREADOR I I r'NtGltlA DUL MUNDO Y EL
: :;::1,:,"Jil;"*l:1tq'T",'""'"'
,t
L
tvllSTERlO Dti DIOS 133
r32 HOMI]RE Y MUNDO A LA LUZ DEL CRE,ADOII liL ENIGNÍA DEL tvlUNDO Y [L
de aquella «salic!'a
La diferencia básica entre este amor paterno y el con ¡ ,,¡¡lrrr rr la creación es el resultado
, ,1, I l'.rrlr'«1, cle un éxtasis
de arnor esüric6mente Pa-
1,ugal o de amistad, igualmente autooblativos, reside crr l*'ifottncia de Creadorrll'
que en el primero no existe previamente aquél a quien se r ¡, ¡ trt(:t'itrrl6fl"''¿Jttr
haya reatidad' y el pasmÜ
ama, sino que la misma existencia del amado es fruto cL: ',,,':,, ,,rir,*¿i"f át q"t Iu que Leibniz y Hei'
esa autodonación. t",r,lit:ttte, q"" *gi "" tudi:ol,i:
'i las preguntas
No hacemos referencia a los rasgos maternos del amor r ¡,l,rtrtcan corno
, la"más
no remiten úrnicamente al
de Dios. No porque dudemos de que el amor de Dios s¿á¿ , , ,trr lr.ry §er y no ttada?)., Padre conlo
también a madreze, ni porque pensemos que Su materni- l:, ,,i,,i, qte'a"iuiu" la'presencia del (Mt
, ,,,,( ,,r(, de todo i;;;;;á;' Así lo Percibe Jesús
dad (e inicialmente toda maternidad humana) no cumple r
scnda de su Hijo Unigénito en cl mund¿3o. Ella revela por " "" ([VIt tl'25,'6)' r-r¡^cretc) en un munclo
^^.^f,*,,.a Ar1
ei1-coIICre
antonomasia al Creador como Padre. No nos da simple- t l'lsa realidacl se conf,tgura
de sugerencias' de pro-
mente el ser; nos da el Flijo y se nos da en é1. Ahora bien, ,1, r.litciones cósmicJ.-h"tíu"ut' en el ori-
, , r.s, d€ rostros o*igo'
y, mur tn p1*"lor y
ese Unigénito es el Prtmogéníto de toda la creación. Por
', ,, ,lc cacla uno, d" paterno§ y materito§:.1:::":;
eso Ia misma exístencia del mundo 2 del hombre, tal como 'Istrá' por sl
de hecho acontece, hermanada a la de aquéI, será deriva- , ,, ,'. ,r.t pur", de una realidad que pregutlta exenta
"t., J" é1' no
damente el vestigio primario y universal del Padre Crea- ,, il,l;,i, *ii;.ltl
e insegura-de
'""ti¿o y o*"'á'ucla Por la nada' La
r.,,,,rloco de figuras ;;i;;; y u'o:'-
a su tlavés llo es tan palmaria'
t§ De ello clejamos ya hacc algún ticmpo constancia en el artlculo «El Padre
,,',':
':;;;riJ?u¿ttd.r lugar a la pregunta v a la libertacr ¡
ii:,:i::iJ-;;;; la existencia
materno))r cn EE 58 (198.'r), 249-275; cf.J. Moltnrann, «El Padre maternal»)
en <rConcilium>> (I981),.r81-389. De entonces acd la bibliografla sc ha he- ¡r,r, oso rnismo,
L ¿:*Ei;ñilii"tá¿o
^
cho inabarcablc. Una buena selección <le ella se encuentra en S. del Cura,
<<Mtréstranos al Padre», en Dios Patl;re r)e jcsuurslo, Cuadernos de Teología rlc
, ,ru¡ñnualo crr ¡;ctteral' y no ¡rrccisatnetltc
Deusto, n.o 22, 1999,47-76, es¡rec. 50-51. t[c la natr¡taleza ltt¡lrlanti «curndo Dios <¡rtterc
K. Rol,net que
r0 Cf. R. Aguirre, <1f csús, parábola de Dios Padre», en Dios Pad¡v d.c Jesunisto *ucstra condición filial, p,;;;;ii;;r^.
(cf. nota 29),9-30. l;:;-ñ;Ñs" ol l"i'»t're'' cu'rso"''2$7 '
UL ENIGMADEL
NIUND()Y [,L -
il]S'l l"l(l\I I'r I'r
138 I.IOMI}RIIY MUNDO A]"ALUZ I)DL CRT:ADOR
fundamento que reclama toda realidacl y con la gratuidad , Sin esa f'e no podría sobrevivir ni ac-
,, , I :;r:ntido de ella.
que patentiza, el sensorio de l, pruserrcia y activiáad crea-
r,r rr ni, menos aún, comprometer en algo su vida. En ese
dora del Padre. Ahí es donde Iian vislumbrado a Dios la ,t,,l,l. sí en el que la realidad se da y el hombre la afirma
religión, la filosofla y Ia poesía (Hch L7,22-2g) y cloncle la
r, ,rrlr ia lugar anónimamente el diálogo entre el Padre y é1.
t-eología cristiana ha de situar al padre so pena de que t.)rrienes consideren demasiado teórico ese sí transcen-
Este sea m,enor que el Creador y Este menor que .l serr la
,1, rrt,rl del hombre al Padre han de saberr lo mismo que to-
verdad, el bien... Al contrario, éstos no son sino el pr.ro- ,1,,:i, t¡ue hay una manera más sencilla, aunque no menos
gio de su infinitud, su precursor; son los nombres secula_
f ¡.rrrlír, cle congeniar con el Padre y así de conocerle. Con-
res de Dios, su discreto anonirnato. Ahí está siempre pre- ',r',rc cn compartir sus sentimientos y su acción en favor
sente y actuante como Padre. No hay realidad que no lleve
,1, los hombres y, en particular, de ios más incligerrtes. A
su impronta.
,¡rrr:nes lo hagan les declararáJesús «benditos de mi Pa-
el hombre lo percibe. El órgano que capta esa infini-
.Y ,lr, n (Mt 25,34).
tud transcendente-inmanente es 1a propia tánscendencia
del espíritu humano, su capacidad d. ta..untar, más allá
de los objetos, lo que les desborda y enmarca: ia verdad
c) ¿Se manifiesta también como <<Creador»?
1|g !
qy. viven las verdades, el ser que funcla los seres y es
ilimitadame-nte mayor que cada ,rro de ellos y su su*á, .l
Aunque pudiera parecerlo, no estamos hablando sólo
futuro absoluto que anida en Ia realidad y es inte.mirrabie-
,lc la presencia del Padre en la creacióno sino de su condi-
mcnte mayor que ella. Mediante ese órgano el hombre
,'i/¡n de Creador. Y también esto se puede vislumbrar, so'
sjtuado, por su modo de ser y de poi vida, en el ám-
91tá lrre todo si leemos el hecho y el efecto de Ia creación en su
bito del Padre Creador, y en cada acto áe conocer, querer,
firrma más altar la humana, y repensamos aquella infinitud
valorar, percibir y dar sentido (que acontecen siemr¡re en
,livina como horizonte de ser, como futuro ilimitailo y
ese horizonte de ser), depende de Él vive de Ét. f,,
v tu como Tú absoluto. Veámoslo:
manera implícita de estar ante É1, la forma muda y cons_
1. Basta en efecto que la autocomunicación del Padre
tante de venerarle.
ocupe su zona, a saber el horizonte del ser y el poder de la
qué esa infinitud es paterna y no simplemente realidad, para que sea creado el homl¡re. En particular el
-. 9.
divina?-¿l9I{emos dicho ya que se trata cle ,n ho.ironie de ver_ .sobre-salto de la transcendencia, es decir la capacidad de
dad, de bien, de justicia, de belleza,
de senticlo, es decir cle desbordar todo objeto particular en el rnomento mismo
positividad ¡ en el fondo, de amor. Ésa.s la casa del hom_
cle conocerlo, y que es el primero y más característico de
bre, eso le es connatural. El mal,la negativicladr le cluelen en
los rasgos humanos, es el efecto inmediato de la autoco-
lo vivo. No son Io más suyo. Es un sf i-o que ante todo perci-
rnunicación de Dios. Con ella es creada simultáneamente
be. Por eso da también él un sf básico a la realidadss. Cree
la capacidad de pensar, querer, anhelar tfpicamente huma-
nos, es decir ilimitados; es creada su libertad, ya que nin-
35
guna realidad concreta podrá colmar ese horizonte infinito;
Cl. FL Kiing, ¿nrz.rle l)los?, Cristinnclad (Ma<lri<l lgTg),775-782.
es creada la actividad humana provocada por posibilida-
DO DIOS I43
Y EI' MISIERIO
tt' llr t,llrll, \' t\ltNI)(-) AL,ALUZ DI1LCREADOR I'I- f.]N1GMA PEL MUNDO
deseos' exi'
tal pu-ede tener
rlr :, rrr,r1lrt.rbles. De la positividad de ese horizonte nacen , ,,,'1,'.,r1)it a ella' Só1o como falsearla' sólo
, ,, r,r{)IIIesas y i;
ir sr¡ vcz la confianza y la esperanza... Si el pasmo porque rr
'd;tüiJtt'¿i¿u' de la exigencta
haya realidad crea al hombre como sujeto admirativo, ,,,,, r, r I r[ ¡ cuenta ¿-\^'iít"'llít¿onatid'ad Sólo como
contemplativo, extático,la infinitud que asoma en esa rea- ,. ' \ , s además "ufu'á" Provocar n'o:'-o""'
ii antes diiimos que
lidacl lo crea como ilimitación concreta. t ,,,,1,,t ,lc meal"f ri"ttft"i rorque
' i, .,',.,,,r.. ",todot li*pleme"te
*"t "X;:ti'.t :lt:
2. La configuración histórica, abierta, de la creación ,,
futuro l:
(cap. III) autoriza y obliga a emplazar también esa infini- , .',''; i;;.,,,u dt horizonte Y serlo cuando so-
tud en elfuturo, que asimismo nos transciende ilimitada- , ,, ,, , r rr realidad y nos en-
';;;^;;;i"l*o'.d"
,, ,, rrrrt'tl)claclos e ;;"J;;
salirde nosotros
mente, y ver al Padre como futuro absoluto (l Cor 15128), de-
,i.,.,,,¡(,,i del todo t?ñ;;;
á"n¿" provenimos' Es
como polo de amor qLre con su atracción hace emerger y
r ,,, ,).§ *cad'os
u' lo'uonie I futuro ili¡nitado
dinamiza interminablemente al mundo y al hombre y les r r¡
'
'*;;;;;
hace ser Io que son, van siendo y serán. De ese nuevo pa- ',,,'',;;!,,,!;,'!!K""T;;,:rf{q.""r,l::erarrícurodelare
radigrna, que hoy nos resulta habitual y al que no serfa di-
n'ü:T il;;;;^:i
ficil traducir punto por punto todo lo dicho en el más , , ,I¡,:chalrl',,"
,
rt,,,,., st: aprecia mejor cómo t"u"]l^i.ión lJ'itlTii i'l,ljlt
estático del ser, volveremos a hablar más tarde (cap. XIV de Su nom-
xv). l ,,l¡r' ttue§tro» y clama p9t lu santltrc:
v Reino-y el cump'limtt?* -1: l:
3. Pero aún queda algo fundamental. La condición in- r ,, , I .,,lvcni¡ni.^'"^¿" ií
concreta, inobjetiva de ese horizonte (y de ese futuro), le
expone a ser entendido como una prolongación del hom-
bre, como una infinitud de la rnisma creatura que haría rir'¡ ulanos su ser y-el del *"t: "^1.* no se dirige
,t,'1,:::1,',1'milü*i't"T"*lJiil'j}it:'T"1"'o'"
:;.1 sabe también ahora
que e.:a or
mal en proyectar torpemente fuera de sí, en Dios (Feuer-
bach). Por eso, para que ese ámbito pueda mediar válida- ,,, j,,,,,,,1,,,. to',,ijni 1,il*,*X !il:::i :',U.1
mente la acción creadora del Padre, ha de ser completado ,,,,, rrrvita a invoca rnundo'
,1, t.,'li'inidu¿ tr otigt" del
con una tercera forma de transcendencia, la que trasmite "' 'o'iüie"
la alteridad PersonaL Sólo el tú nos hace desbordar indu-
dablemente por encima de nosotros mismos. Sólo él nos veliculzrr un:;Xtff:'"Ti:[l]ii::t],.
c¡re sólo la fe en Dios Puetla
.. .lle
saca del todo de nosotros, nos hace responsables, es decir
r¡,,
qtre sólo Dios Pueclc d:: *li[ri']r'irrOir''";t"' S'f ''n'
, r', ,,'trirl. Se a͡rnra
Étic«5 ,'r'ligión'
no sólo libres d,c, sino además libres para. Sólo él nos , , ,'.. iJ¿r,"' Sánclicz' Y":':.',inct¡rr<lici.t¡¡l de lo etrco
,, .,,' l ee¡i' SoL¡re el requerimientoh
it..i"a"r i})'¿:;;;;;ñ, Knlül"n'-
hace capaces de entregarnos del todo y de realizar a nues- B' Weissnrahr' Pl¿ilosol
, ,,,,,,, lrtgar de Diot' cí'
tra vez gestos de gratuidad. scnticr.' inc'gente
crercnt.. v' en esc
Con este rasgo la transcendencia que nos sobrecoge se i: I l:i*::il3láLH;l"t""rla¡ncnto
convierte en Transcendente. Este cambio, que iniciaron las ,' ,i, *,
¿. ¿r, ""r t,J'ni"'""'i'ü¿".T^:."i,.1;*:r-J;iiliii;;ilri"i:i;li
M' l'letcteg
,'.,,, ,f. f i"q¡ot rri catttar ni danzar»'
religiones, lo consumó Israel y lo ratificó y ahondó Jesús , . N"rk. lPit'lli"g"n 1957)'
70' A<¡ui,o'
que ¡rtoducc el
texto tlc Tomás dc
cuando a la Infinitud misteriosa que anida en la realidad n,, ;;t u"'lttr Iu dt""p"iótt l<¡ ctral es'itrsto' la gctrcract.tr na-
la llamó Tú, y la invocó como Padre al tiempo que se r 'l lr.lll,<1'23 ^''' di!iltt'""['lni""au'
'1,
144 uol{r}Rtr y MUNDo A LA LUIDEL
CREADoR
r,.r. riN¡cMA DEL MUNDo y EL MIsrERro Du Dros 14S
d) ¿Qu¿ forma de humanidad manifiesta más al padrep
I lrrl,¡¡¡' y momento donde toda cLla sabe de sí y se
,
No cabe duda de que el mundo que ,lr dirá en los capítulos fin¿les, Es además, ¡
r, r r)nro se
refleja al Padre es aquel que
vercladeramente . , ,l, l lrombre, la prehistoria del Hijo y participa, como
Jesús ú.nO Reino ¡, i;;;, . , ,( ,lirá, de su condición filial. Por otra parte aquella
por cuya instauración-vivió y-murió,
afanan por implantar. Es asiáismo { que fo, .ryo. .J
.riá.r,,.
,,,,1r,r rcláción, cada dfa más detectada por la ciencia,
mundo que le manifestará del toclo
que el único r , r,l.r ,rrr<-r de los seres aluniaerso entero y a su origeny
será aquél que tendrá ,,,,,,r'', ,;rro podría ser el equivalente físico de la referen-
lugar al final, cuan.lo el paclre ,nir;;;;
«rodo en toclo». , , r¡ .rrrr;r'crrdental del hombre al Ser y a Dios y constituir,
Esro no quiere decir que nuestro
sar de muchos rassos q,r. l. ca.act..iran
*rrrdo il;i;ñ;_ ,r rr.rn(lár el modo prehumano de la invocación?
y que desfiguran
Paclre (y qi. paracldjicam.;
lot 9:l l; evocan por con_
traste), no posea otro, qr're IJ transparenirnrr.
r r ,¡r¡,,rt:róN poR EL Hrjo («Cnr,nrlo pER Ftttutt>>)
t lr r:o e nJesucristo, su Hijo, por quien todo fue hecho»
.) ¿Y la naruralezap r I litcortlatoriobíblico-eclesial
No-es posible trasvasar esos sentimientos
a Ia naturale_ I del Hijo en la creación se trató
)r. r:sta interveirción
Orehumana, incapaz de esa toma cle conciencia. pero
ll que excrulrla en
nay no ,1, r, ¡ri(lalnente en el capftulo I. Baste aquí con recordar
alguno de Ia creación paterna. ,¡,,, 1,, .¡ue el Antiguo Testamento anticipaba de una crea-
lqdo
etia p,";;;; d.l ,r,i.; p;;;;;
,.Tbién
X::,1"1:f"1i-yl
Lreador «de cielo y tierra», y provoca
. r,rrr )r)r la Palabra y por medio de la Sabidurfa,lo ratifi-
f
en el hornb." ,q;;i , y rcfunde el Nuevo Testamento al afirmar queJesús gg
pasmo humano-filial, sino pá.qr.
ella es además l, I , , rr11¡¡¡¡¿4ión de ellas, el Hijo de Dios por quien todo ha
ción de posibitidad y t, p.JniráJJa
t ";;;i_
y ésre,
"*¡re a su ',1,, lrccho,, la imagen de Dios por antonomasia, la pauta y
,l ¡,rirnogénito de toda la creación.
tural del Hijo a la nuestra, atloptiva,
considera ésta, lo crral cs más proble- l,,l capítulo II mostró a su vez cómo los Sfmbolos pri-
rn:itico, como rnero efecto y po, ,rr,," a to<la la Tiiniclacl, Ello ,,,, r().s de la Iglesia fueron integrando en sí esta verdad y
"...aü,l;
le tteva a dccir c¡uc, a diferencia
¿;;;;;;.'ü¡r,".a,:,,
a toda ella nos dirigimos cr¡ando
," toda la Trini.a, y ,,rrrrr¡ cl Vaticano II volvió a ella. El Creador se desdobla
clecimo, upr.l* nl,.rtro». Véase
du¡ece esa teorfa I. M. Daln¡au, «De có¡¡o en- ,,,r ('n Padre-Hiio. No se trata por eso de una acción nue-
giac Stnwna II, IIAC (Madri<l iooa¡,
Deo ,;;r;;;i;;r"r, en Saa.a¿ Theolo-
+i+.-inl'.I .un,.r.io, y. Congar.a ,., ,lt,l Hijo, distinta de la del Padre, sino de lo que ésta in-
crrenta de las razones l¡isróricas
tle ese modo cl. ;;rra y lo sr:brepasa,
l9f}3);;;-;0{ Taml¡ién L. F. Laclaria[l
, l,,yc del diálogo paterno-filial.
Eslt{,üu sazlo, }lcrcter (B.arcelona
reconoce quc «sóI. Dios paclrc
,igor el strieto d. ;;;;r;;;.ü
jiri.1l:, .l rbotogÍa ", "n,,.ü..;i;'':i;;;
dct pc.cado "crivo
:lÍ:
I999), 25i-260 (la cita gruci«,1!AC(Ma<tri<t "' Vtlase conro ejem¡rlo la obra en ct¡l¡¡l¡olación tle cierrtílicos y l'ilósolos, edita-
en 25S).
re Este ,l,r ¡rorJ. Cornwell, y'y'2átrre's Intttgitalion. TfuJronlitt.s of $cicntiJic Vision
as¡rect. ro iesarro,é en uua versi<irr rrn¡rriacra r,e cste
c¡tre lleva ¡ror rítrrlo: «Creo ',,ds capfrrrro y ({ )xford Unv. Press 1995), Frente ¡ r¡¡ra visií>¡r rerh¡ccir»nista l)rop¡.¡Sna r¡r¡n
e¡r Dio* p,,dr. ;;;;,i;;i,';,,
ctislo (cll nota 29), J I-46, espec. 43-46.
Dios patlre dc ./cri_ lrolístiqa, co¡uo seirala en srr conlentario C. Sánchez clel Itío err «Suber leer'
(rrrarzo <lc i996), 6-7.
¡
I f r; I IOMBRE Y MUNDO A
LA LUZDET. CREADOR
lll, IINIGM^ DEL Iv,UNDO Y Ét, MISTERIO DD DIOS 147
El encuen¿ro con
Jesús en Ia historia yerifica por su
Iado existencialmente
esta afirmaUirr. fr, él r t,,,, l',rr t¡ue sólo en virtud de su Logos es Creador el Pa-
de verdad pasados a. ru nos sentimos
Se rrata ahora de
-.I.i.ll."riar,
de ra nada ar ser. , ii.r creado por medio del Hljo quiere decir ad.emás
f1nsy.ro, ¿oioJjquiridos y vividos v
de articularlos con Io dicho , , r, ,rrl¡r a su imagen Eso confiere a todo una estructure
en .ió..rra" anterior.
,.i,,1 ,\l rgual que hizo con el símbolo Padre,Jesús expli-
¡ ¡',, riu vida en qué consiste ser hijo. Según él la filia-
4.2. Vcstigios del Hijo en la teacihn ,,,r¡ ,r ,r¡ ticLrla así: dependencia absoluta y absolutamente
,,lr,r,l.r ,lcl Creador al que inyoca como Padre, ¡ a partir
l.
Thmbién en este caso
Jesús es. r
r I l, ,l;ornbrosa libertad respecto a lo que no es Dios y
vesrisio creado á.r u¡o
hurnana hemos sabido
CJil;, :,r:J:lffi:,;f;iji ,,rrrrlr,rrrr:Ír preocupación arnorosa y comprometida con el
, , r, , ,1r. la creación.
á:;;;;;:;;r" en Dios, y en su ,
acrividad salvadora rn
favord i;;"*bres hemos vis- t l',sta manera de ser hijo impregnó toda su condición
lumbrado su mediación r,,¡,,,.rr.r y por eso es también la fbrmula cabal de la creatu-
.r"u¿o*. i"-'A. esta última
su condición v de , ,,1 ,,1 , t l cstilo jesuánico de ser hombre.
simultán.u a. lofo. y irl*"s;ffi;:,i; Quien vive como
creación en¿era. hemos I , , l¡,,rrrbre auténtico ¡ a la inversa, quien vive auténtica-
a.to misma ¿xist¿n_
:: lr 3y,dg_I d.r i;ñ;;"."on"l,?i.-qrrr.
.#l'",^n
,,,, rtr' ('orro hombre es hermano deJesús y le proclama
,on",uT|,ql Hi.¡o y su intervl""ün}.uao.u. at padre dela- , ',,,,,, r,l Log<ls de todo aunque no le conozca y piense ser
{ ,,,,,(,r¡ucrrte fiel a sí mismo, a los otros y al mundo. Pero
.., ryo ae agual Tnanera. Ar padre apuntan como Amor
orzgonariol al Hiiod;;: como elfrur, amor. En la exis_
t,', ililI)ortante es para este parecido conJesús el encuen-
tencia misma dejesús,
.. _í.riüir... ,,,, , ,,tf ó1.
il
Prq.;;;l'i,i.r,,.d hrmana .. ..;:l::ió-n
resp-ecto
',. l)e hecho esa forma humano-filial de existencia re-
cuando es ,ul, er'd"ci., L¡rr.r a¡rte todo que quede despejada de incertidumbres y
tamenre, produce en Io "rrnJ;;ui;;;*rff Jj::Xi.rT: Ll,('.rrrrientos aquella última cuestión de la que pende
divino , Aiil;;'que,
siendo total_
mente suyo, es «orro qu_e r,,, I' r irctuar humano: la pregunta por el sentido. Es lo que
É1, e., i.¿]"^i d;.ri;;;;;.
ella participa también táau
lo
;; 1,,, r .f t:sús cuando a Aquello que aparece en el trasfondo
to realidad distinta <te Dios, "r.u;ñ;,'0". ello, en cuan_ ,1, 1., rcalidad como presarciaro al menos como pregunta,
,i;;;; lil,,ro que referida
a El, en su dignidad, uulo.,';ú;;;;;*,r""mía , I l¡, r'cvelá como existente, como Creador y como Padre.
en su condición de (es clecir \l lr.rccrlo nos convierte en personas capaces de creer, es-
hombre, evoca al Hiio."reutu.aj^el;;;;;
p;;;í;ilir;ia especialmenre el t,, r,rl y amar) es decir en personas en el sentido pleno de
finita det padre v er hr.,to fecundictad in_
Ia misma ,pos;bíHdad d.
ilil;;ilfi;i"
de e[a. Es más,
L ¡,.rlabra. De este modoJesrls forma parte capital del su-
ñ;;;,r'.T'lirunao se debe at
,, l'il ¡rroceso de ese decirse eterno del a¡nor infinito c§, por tanto, la cc¡ndi-
{r , r,n transcendente de posibiliclad de la existencia de la creatr¡ra como dis-
Cf: W. panncnberg, Tcohgla t,rrta dc Dios, totalmente depencliente de él yjrrntamentc uni<la a él», B. For-
Sistc»¿dtic« lr, UPCO (Ma<lricl Igg6),
J lss. r,,'liología...,271,
/lli HOMDRE Y MUNDO A
LA LTJZDEI,. (IREADOR
I. I. I.:NIGI\,Í A DEL MUNDO Y EL MIS'IERIO DIi DIO§ I49
ceso creador activo
y pasivo. Somos Io
que somos cuando
,,r ,/( ()n(lición divina» y no sólo de protoho¡nbre. Es
:'i,:t\:':itrlÍ v '" a' J'"'i'"'"s con rocra r, ;;;;;- '
r',, l¡.rr,,r:r:rr hacer también otros texto§ del Nuevo Tes-
6. ¿y los que no Ie han conocidop ,,,,,r,,: «At1uél por quien Dios habla creado los murt-
teror indicamolytictas En el apartado
a es;;;;;-i;_r. Es precisamente
an_ i rr.r:, r r:alizar la purificación de los pecados, se ha sen-
r, , l.r ,lcrecha cle Dios en las alturas>>ar. Es la lectura
;:li?:'rfl""i:,'n"1'nurr enJesús ii:": «lurnina u todo ,,,, l,.rr.i rrri{s tarde ta lglesia en Nicea. Como en toclo lo
c,i,to, iffi;:: ;: TH:,?il;#'; .r q"., ., ll;;,"; ,,,, ,,r, ,',lc en Jesús, ese camino suyo hacia lo humano y
y
aq u er r a,
es.
o o o dí D i s
;
Ni hay que ignorar;;que
o l;
"'
;Jd' iLff"' .'".lH.:it: ! ,,, r', l,.r¡o de io humano arranca de más arriba que de su
.r ¡.,,¡r r[o hombre; arranca de la entraña misma de Dios.
cuando el padre nos
crea
:omo hijos no ,,o, Ilu*u Jl, . *.i r I l)r,rs <le Dios... engendrado, no creado..., Por quien
c r e a cr o r, n o s c o n fi
parte, como enseBuida
;;,.
g tr ra ;
veremo, ;;j ;
j
i. ] 1,. ilri rXffi
,
rr:l'r.J , ,,1,, lrr«' [rccho... bajó del cielo» (DS 125).
I .r ,lr:s-humanizadora pretensión clivina de Adáll en-
<<o fre ce a ro
ct o s l.' po, i niiii'; i'
terio pascuar de cristo;i¿r. J r;l'unu J:::":::J, Ji:l ff: ,',,rr,r su respuesta en la humanización de Dios, en su
,1, r¡.rrrrir:lrto a 1o no Dios. El sí de la creatura al Creador, en
ascendente cabe nreguntar ü argumenhción
I , ¡,r, ,:orrsiste la creaturidad, lo pronuncia un hombre que
si existe d. h""ho humanismo
más cabat y más i,¡,ñir,,r"a";;;;.-;"ro. ,l llijo. Éste.esponde al Padre no sólo en lo íntimo de
que el estilo de vicla más atrayente,
deJesús.,É.I;;;,"ralquier I , li rrrirlad, sino desde ias profundidades de la historia del
que recordar que éste caso hav
considera á11., suyos .¡,,,,,(l(). EI Sí dicl¡o y respondido' que es la misma vida de
det Reino p.epa.ado y «herede.os
mundo» a los que,
p.;;;;r-;'i'i, to fundaci,n I r¡, r,r, sucede ahora también entre el cielo y la tierra.
d,el
run.rin --*^¡v' q/ como él a los
'r. Si esto es así ¿cabe que este suceso trinitario que
nec_esirados (lvIt
ZS,S4). ""r;;;.1;;;uclan r,' rl(' lrrgar en la historia sea casualP, ¿cabe que la historia
7. Además cle creaáos, somos ,1, I rrrrrndo englobe esa libre historia del abajamiento de
re-creados por é1, como
irr):i, () es precisamente al revés? Es ese gesto inaudito di
::;::,Íj;ru'"::,1.11te^ü;'ü;i:üi:,oou¡,nao,,"-o, r r¡rr, o1 que da sentido a la misma existencia del mundo y
porque en ese texto
evoca y.."on*,.,ru."1-t:-'".Iu,'tYral' se ,l'.rr(:i¡ toda la realidad de éste. Habrá que concluir, por
"dá;;;; ;;
h"*b¿.;.J, el modelo
r.urr(), que todo ha sido creado desde ese abajamiento y
"#:111']llÍ'd:l',
l*;l;;'*,H,[,H".-,':ll,1X,..::ii;^,,^n;,f:f
se. es hombre no
at firrr d;;;;;;;
;. auto"ncumb.a-
:,!:i ,,,r¡ vistas a é1, para acoger al Hljo cle Dios que con-des-
, ,, rrle y quiere glorificar al Padre también desde lo no di-
mrento, sino, por el contrario
dad con ros dásorovi,,o, ;" \ ur(), y para acompañarle en su glorificación. Asf es crea-
"t;;;
J" óiI; ñ¿:ll;?fiJ,liliT- ,1,,todo «por medio del Hijo».
bordamiento hacia 10. Al tiempo que el Hijo se hace mundo y hace suyos
conjugarse con ese f]"r"f*l? ?ir"ljl"oencia) ha cre
libre.anonadamiento 1,,, límites de la creaturidad, comunica a ésta la «gloria»
solidario.
.;;d;r1:
8. Esa historia
llffin,;*. JTÍ'"#H ,;:J:
cl
r"",u.u *1,
" llcb [,]-4. Cfl Gál 4,4-5;Jn 3,17
,t'
;r.
DIOS 15I
150 HOMBRE Y IIIUNDO ALALUZ DEL CREADOR I I l'Nl(;NlA DEL lYf UNDO Y IiL MIS'IURIO DE
que él ha recibido del Padre (Jn L7,22). Se puede asf afir- r , r \r r( )N IJN EL EsPfzuTU («cPüflo IN SPIRITU»\
vida»
mar que cl mundn 2 el hombre han sido cread,os para que en , ,.,, , ,; nspiriiu Sun'o, S'ñot y dador de
"l
el Hijo encarnad,o cl Patlre les frarticipe Su grandeza al
tiem.po que particilta dc la pequeñcz ile cllos. Esta sería la t li, , ,¡¡ tlttlorio bíblico'eclesial
última explicación de por qué hay ser y no nada.
Espíritu Creador' Lo
t 1. Sólo al final llegan, en una creación abierta, las co- I \.trr';tro Teshmento conocla al
I
sas a sí mismas. El destino írltimo del hombre y del mun- , I r r r t',tt» urrabat iát"' carisrnáticos de Israelaa y
';b; al pueblo todoa'
do no es otro que el de Cristo: vna resumecciín como la ,
;,', i : ;,,;;,
"igti
;
^l','-"f.,'",
P!
el Meslas y el siervo pa-
:":
szila (Rom 6,5). Ese <<esjaton>> revelará de modo incontes- ,
',r,; . .rrry en parttcula'r 'oL" en el capítu-
table y definitivo la verdad del <<proton,>, es decir que todo ; ;, ii,l,ri""áo la lógica q.ut {' conocimos
fue creádo en él y hacia é1. I r',, l',spíritu q"t^oi'"tOi' áe""i¿n y salvación de Is-
12. Estamos leyendo otra vez la creación en su fase , ,, I 1,,' r'ctrotrafd"''i'p;;tipio
dt toáo y considerado
,,,,, 1,, litcrzu .'"'aü'q'e esui
al origen del mundo y de
más densa, el hombre. Pero la creación por medio del Hijo
104'29-30)'
33'6;
alcanza a toda la realidad creada. ¿Cuál sería la formay'- ,r,r,r, (', él vive y riit'á-- tcn 1'2¡ sul
vital cle esa fuerza
lial, cristo-lógica, de la materia y de la vida prehumanasP ,, '',r(' ruoclo Ia *p;;;;"; cósmica y
,rrrl.lsa y p",,tt'l ioáo t' ""u'uclude
su arnbigüedad
Con los antiguos podrfamos recordar que ellas son pala- r,',
' ,, , ,,,1,t,,"i,Iu ut tr'pi'it" del Dios.3::i;;¿ill"l"1?i;*,,-
bras de la Palabra, <<uerba Yerbi», reflejo de la Sabidurfa, y
aludir a Ia condición «lógica>>, es decir ordenada, estruc- Nrtcvo Testarnento opera su lnnova
l',1
con Io que ha acon-
turada, inteligible, espléndida..., de que hacen gala. Con ,, ,,,,tr", a ese Espftitu án relación el Es-
la ciencia moderna podríamos señalar además que prepa- , , ,,t,, ,,^ Iesús. u"^tr.ir"ion compleja: por un lado
u lu-i'*rsa' proviene-de
ran y acompañan la existencia de Cristo y forman parte de l,
:'
,:.1,'iJ'i;;,;;;; fn"¡ "1'o, actuar como Mesías'
ella tal como hay que pensarla en un paradigma eyolutivo I i' i',iitpi.iü t" haáe^aJesús.nacer)
i"'-io"ttitrticlo en olenitud Hijo de
y lo haremos en el capítulo XV. Cristo depende histórica y ', ¡.( ititr. P"ro, r.'nu jtt'rs elque áa el Espíritu' De
evolutivamente de todo el proceso del cosmos y de la I r,,':; l)or Iu.".rrr,."iá",
"t püna v"rdid de Cristo revierte'
vida, del que él es por otra parte la razón última de ser. ,,,,( \,() la revelació"át rá
en el conocimiento de la
No sólo la diferencia clel mundo respecto a Dios, sino , ,,rrr() nntes
"^ri-i"l'pod.",
la admirable y creciente diversificación, en que se configu-
".r.t
y p"*iiuridad clet Esplritu de Dios'
sacán-
,,, ',.,,,riiáoa
ra aquéI, deriva en último término de aquella diferencia ,1,,1,, clc su anonlmato (Jn 14,I6)'
entre Padre e Hijo. Y habrfa que añadir que la estructura-
ción del cosmos en formas carlavez más autónomas y con- l l'17'
" l,r' il'l0; 6,34; l l,l!); l4'6; Nrn
sistentes de ser procede asimismo de la dignidad y liber- I lirrr 10,6; Ez 2,2; Miq 3'8'
tad que Padre e Hijo mutuamente se reconocen. ¿Será "' I SIn 16,13.
' l'.t. ilri,27 i37'14; Jl 3'l-2'
ilegítimo antropomorfismo atisbar además, en Ia sujeción
" r', I I ,2; 42,1 .
de la naturaleza a sus leyes, presagios de ia sumisión de " t.,, 1,35;4J.14; Mt l,l0;Ronr 1'4'
s,zoi r 6,7' 14;20'22; Gril 4'6
Cristo al Padre? i;; i5;-'ril, ¿, ia.zo;.t
,l
'L
Dt', Dtofi 153
Y EL MlsTERlo
't r' " | I rl't ' MuNDo
152 l{OI\,f BRE Y MUNDO i LA LUZ DEL, CREADOIT
deben
mundO y del hombre §e
,, r,, .rr:r¡rrir clel
Siendo «el otro» consolador, el EspÍritu no suplantu
sin embargo aJesús. Lejos de hacerlo olvidar viene a evc,. :::''''u d"""'"ia
con *
', ; : ;:: ] 3111il;"""Htl
e§ la razÓ¡t *'*"rti¿¿
carlo (Jn L4,,26;16,33), a sancionarlo y garantizarlo (l
,. ,r,'.rlrrr.¡r¡s nof Iesúsi
Cor 12,3). Al mismo tiempo que está por todo y en todo.s,
es el Espíritu de Cristo. Esta dialéctica excluye la doblc
' ' ' I rlr ' l
)ios y'"1
"iutdo Il "o"'tltl
il:;;íá""I lazo per-
. r, r, r r .,r i,,.or
d'j T:lot'"'
¡,r
tentación de retener a Jesús, resignándose a una fe parti-
cular, o sustituirle por algo más universal, pero expuesto a
:,,,i;;' r' rcrre
*:n:lHil:f:ii:! |if"f
confundirse con el espíritu de cada uno o el de la época. I : ::: :JJi:i:ü:ft
is*g*:ififtT,x,: . ""
Es el Espfritu d,e Cristo el que señorea y vivifica la reali- vr'¿ tll:tst t(
dad. Es la actuación del Padre en Cristo la que es implan-
tada por e[ Espíritu en el corazón de ella y la renueva.
,
,,, ,,,,,I r,r.,r'¡'r ,""i" ";::;;;¡i¡^'::}*T*JA::iT
,'l'¡
p:;tf,::"'l3ii:ilü1ájJjio, u.'";
r, Ei que lo'B'"P"i:
5.2.
: : i''.1],1':'i:'["";;; cristo'
xt*ru :iry:¡¡¡;i {.*
Yestigios del Esplrítu en la creaciín ;' ;,','
. l, .,':,j,:,'§ i:
bre. Posible, pero no necesarir, ya qtre el Amor que el Pa- l,',,,1'"tt' t"\"
dre es (I Jn 4,8) tiene ya en el Hijo y en el Espíritu su ex-
pansión absoluta.
2. Por eso el Esp.:ritu es a la vezla última condición de
posibilidad del rnundo y del hombre y su rlltirna raz6n de
ser.El don de Dios que la creación es, el amor que la fun-
da, son el eco del Don que el Padre e Hijo recíprocamente
se hacen,, del desbordamiento eterno de su mutuo amor.
lS4 HoMBREyMUNDo
ALALuzDELCREADoR
rir, ENIGMA DEL MUNDo y D.L Mls-r'ERio DE Dros I l, l,
fifÁírl.ffi*í.ffi,I'T**ü,tffim: , , l'r.lrtecostés.
;IffhÍ.?;:1";aá
. rvenir a.i.
"1,..a" """"'
Itl.En la eucaristía, fuente y culmen de esa vida eclc-
srrrección. "l*"r¿1, liffi::i:rÍl:I '
r.l Espíritu transforma el pan y el vino en elcuer¡r«r y
,1,
rrry¡'s da Cristo y a los creyentes mismos en su cuerlx)
El.E:píritu crea
-^_r: produc iend.o lil ,,,r.;rico., como suplica la doble invocación (epiclesis) <lcl
, Ahí tiene lugar sacramentalmente aquella cristili-
rrrr rn54.
,,t, tiír¿ del mundo y del hombre que el Espiritu lleva a
,?flüi¿H'il"',l*i,#süt*:,:ti,:^t'li{ifir
ctavlza últimamánt" aquello que es-
, .,1,o.
i---
iT;.."":THi-dgTtr*,$HiiÍg$ffi ll ,l. la vida y de nuevas y más complejas formas de ella y, en
1,,,'rrcral, el hecho global y admirable de la evolución aler-
esos sentimientos
tarían hoy sobre la presencia del Espíritu en el corazón de ., , , I ,¡rrc sigue: el hombre que fbmenta aun
vive'
Ia realidads5. Ahí se echarÍa de ver aquel Aliento del que
j , rr,l,,,,rr?escrito en los ttú*"tot anteriores
q"t Ctis,tg exhaló en la cruz (Jn
todo vive y crece (Gn 1,2; Sal 104,29-30), aquel impulso ',, ,.,l,r'tlo, del Afie"io Ia dinámica
la resurre;;i;; (20,22),y entrr.en
en particular que hace que las realidades se superen a sl 'r r(l) y cn o anó,ilna¡nente al Pa-
mismas en formas cualitativamente nuevas de ser, como di- r',. r,r)r Cristo .""i;;;"*ptttu del-Va.t¡
jimos en el capítulo III y volveremos a hacerlo en el XIV56. rr, ( lr¡rr rlzóR emP;la ionstitución Pastoral y la angustta
Ia tristeza
12. El mundo y el hombre surgen por tanto del gran ,,,,, , , l)or «el goz; y Ia esperanza'
los pobres y afligi-
Aliento efusivo divino. El nos incorpora vitalmente a Cris- ,r, 1,,', lrombres de h;;;;;t" todo de
to y con éste y en éste nos hace decir ¡Abba,Pad.ret En el ,1,,,. ((:s i). quedes-
Esltlrttu se da por tanto el primer contacto del Crcador con I i. lintre el Espíritu del origen y el Espíritu al
gloriflrcará fa'
¿l mundo. E[ que es el tercero en el ser de Dios (tinidad ,t, ,l r.rrrzón cle Ia .....i1" escltolégica al destino
inmanente) es el primero en la <<economía>> trinitaria. En ,t¡, r' itl Hrjo despuJs Je habetla incorporad<¡ historia
El la salvación y divinización, ontológicamente descen- ,1, 1".:rtt:, se dilata f" ftit'ti^ del mundo "o*o "nu
dentes, se hacen históricarnente ascendentessT. ,1, l'\ lliritus Creatorss'
Esto acaba de fundar y Iegitimar aquella teologfa trini-
taria que arranca de la creación misma, de la que habla-
r. ( iI ¡NSECUENCIAS PARA EL VIVIR Y EL TEOLOGAR
rnos antes. El estatuto de tal procedimiento asccnd.cnte se-
l.«Elmundohasidocreadopor.elPadrePormedio
ha revelado no
r¡' La identidad tle nonrbrc (csplritu) para designar el rlc Dios y el del hornbrc,
,t,l Iliio en el EspÍrii"'' Atto fóimula se
adecuada para de§cribir por
qué
asf como la scrnejanza de funcioncs atribuida a ambos (crear vida, noveclacl
,,,1o correcta' §ino fn *¿t
<le vidn, c¡lidatl de vida, pluraliclad cle vida...) cxigirá siern¡rrc a la lglesia y
t,,,r¡l)re y mundo y Pol qt'é ton 1o que§on'.El
a lu teología un tlisc¿tni¡nicnto de esptritus. §e puede l)resuponer por un
".i";; §er y su explicación
lado que la tí¡rica ar¡totranscentlencia de toda vida auténtic¡ cr un signo dc ,,,r,;tcrio clel mundo ;;; tú ra'ón'de
Se puede Por taxto' y
Ia prescncia <lel Espfritu de Dios en el mundo y en la hiStoria, allf en ¡rarti-
,i, rl,,iÑ" en el mist¿rio de Diosss'
cular donclc el hombre sc ve irnprrlsaclo a nuevas ¡netas (lc hnrnanis¡no l¡ara fuerte y audaz' no restnctt-
todos. Por otro lado este parccido ha de co¡¡trasta¡'se con Ia ley bá.sica de la .run se debe, hacer uira lectura
«mayor dcsenrejanza» entre el Espíritrr Creador y el creado y cr:n la rcfercn-
cia a Cristo corno signo inequívoco de la ¡»esencia dcl r¡ue es sur Espfritu.
¿6
W. Panncnl¡ergr'Ícologla... II, 82-t20, investiga esa actuación del Espfritrr (Einsicdcl. 1967)' Acerca
I l.irl Balthasar, spirittu Crzrrúor''Johannes-
en la dinámica del acor¡tcccr de la naturalcza vinculándolo a las categorfas W' Kaspe¡ E[' Dios"''233'248;
de espacio y de tiern¡ro (91-l l0) y a las tle firerza y campo (85-91). Este írl- ,l<,[ Bs¡:fritu suoto 1"tttltn1"i'" "'nüén tl¿ Tcolo'
lr I. Hilberath, «t'n"u'notoiog-t'"-'-'
fft' i"ft"ti¿"t lDit'¡"íon"al
tinro pun!o lra sid<¡ anulizado y criticado ¡ror II.-D. Mutscheler, «Schó¡r- ""
(¡^r"t r"irr'iss,á1,509'-6tfi;b' Gónzalez tle cardc-
ftrngstheologie rrrrd physikalischer Feldbegriffbei Wolfhart Pannerrberg», en uÍit Dottnár.i.ca,H"r¿", (saram:rnca 1ee7)'
ThPl¡ 70 (¡ 995), 543-558. 'i:;.Tí;;';:;;L';;;;;¡';t";;;", §'*'á;il¿"'Iii¡ritario
37 «El co¡u¡cirnicnto
<le Dios va dcl Es¡ríritu, qr¡e es rrr¡ot por el llijo, t¡rre es
cterni¡§ de las Perso¡ras s«¡n
la raz'ón y la causa tle tod¡¡-la
rrno, hasta el Parlre, (tue es [ü]oi ¡ cn scnti<lo inverse, Ia bondacl natural, la illl;1í;"r,ones ¿t¡lcnt¿tt ntnl ¡'a'lw
¡antidad tle rr¿rturaleza y la diguidacl regia se rlerramarr desde el Padrc, ¡ror ,r.trr¡cció¡¡ <le las creattrras» («prucassiones ltersonatttttt
tle Ac¡uino It I
Sctt't''
I;,.*;il't"''i*'¡'"i'' ))*"tu'lnnu*\'Turnás '
el Unigérrito, hasta el Espíritu», S. I3asilio, Joú rc cl Es!»íriht 9«nlo,XYlll,47
(SC, l7 bis, Cert, Paris, 1968,413). I 4,I,1.
,,
158 rroMBRE y rvruNDo A LALUZDEL cREADoR
r. l. l.lNlclvlA DEl, MUNDO Y BL MIS'IERIO DE DIOS 159
va, de esa fórmula sancionacla.
bíblica, dogmática y teoló- , ,, ,l ,rrtc y la naturaleza..., ino spn la «vibración de
gicamenre60. Cada creyenre,.y
la Igl"ria entera (con toda Ia , .,,1,, , rr la c¡ue se refleja el estallido inhnito de Amor y
humanidad y el cosmós, de'los
n"";;il"r son la conciencia
teológica), pueden sentirse inuoir"*á-os , lrr, l¡,r (lue es la tinidad?
en el flujo cle la l', r,, t:rrrrbién en la negatividad:lapena inconmensura-
vida rrinitariaor.
2. La ,¡rrr ,r Vcces entristece a la creación (cf. cap VII) ¿no
oraci6n-qriv1d3-f pública será
el primer ámbito ,,,,1r,.r ,¡,rc siendo ésta creada, y como tal flrnita, acoge en
en que eso se refleiará. AI dirigirse
"p".son"r, el creyeñte y la Igfesiu r l, ,.rr-l)&sión infinita del Padre por el dolor de sus hi-
a cada una de Io. I;;;;; I sabiendas de que
acceden realmente a ellas.y.d1Or., 1 ,l, riu rnundo63, y participa de la turbación y del grito
ul inrr"r. en particu_ l. I llr¡r:rnte Ia muerteoa, y de los «gemidos inenarrables
lrTlp.r.d.: ltesan .r,.,,..dád ,t dü;;;rti*" ¿" ña'o, J.
Ia tinidad y del mund.o. Sólo t, I l'..¡,íritu>> en el parto de la nueva creación?65.
por,árfn
un «triteísmo económico., qy; prerendiera "oro,
esta audacia I llrra creacil¡n trinitaria significa no sólo que la his-
Persona de las otras, o.lvidanho
,irl;;;;;;; ,,,, ,., r,ilrr'Ír con Dios sino que Este vibra con ella y se com-
qr. ,"rr *faciones subsis-
tentes, que cada una lleva a t,,',rr( t(r con ella «hasta el extremo>> (Jn 13rl). Por eso le
las tt.as en sl (periki¡;;;,
<<circumincesión»)02 y- que ' ,,.,rtiz¿r también un futuro estrictamente divino, el «Dios
,"ririJui creaclora de cada
lu r,,rlr¡ r:tr todo». Será un suceso eterno con dos caras: la
una no hace sino modular de
mún de Ia Ti.inidad.
modo pecrlia. ob.;;;;:
"l , ,, ,,, ir'rn glorificará al Padre y el Padre envolverá a la crea-
.
',
,
rner¡te la incorlloració,
?i-n,?,, .u c;;d., ;;
'x¡a-
;il:l:i: ; L;:i:
¡rrofu^cla. y pr.ecisa-
:11,il3 fli;,JiJ
,',ú;;; ; r¡ue clesenr¡reña ese pa¡rel axial tanto en el análisis clel acto creador co¡no de
la realiclad del n¡undo ueaclo, Teo logla Sistcruática II, 20-35, 64- 1 25. Véase
ff;i-,lijrlvra,
«pcritttóns,,,,
",
i. piü;'u:ñ:.;;;;,",,
Et Dios tistittno,
también el planteamiento de B. Forte, tanto en ilrinidad corto hi$oria,Sl-
gueme (Salamanca 1988), co¡no err la ya citada Tcologla da la historia;
J. Moltr»ann, Trinidad.l Reino da Dios, §fgueme (Salatnanca t 989), I l3- 144.
, f .
dr
160 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR
,I
.s.
160 HOMBRE Y IVf UNDO A LA LUZ DEL CREADOR
V
distintivo y decisorio de lo cristiano>>, [a emplazan al final,
no ya del tratado sobre la creación, sino de todo el con- DE 14 GREACIÓN:
junto de la teologla dogmática68. LA SIN'RAZÓN
LA GRATUIDAD
Nosotros, aun a riesgo de parecer en exceso <<descen-
dentes>> y ahistóricos, hemos optado por emplazarla casi
al principio de nuestras reflexiones sobre la creación, si vez qu-e I" pil"b:if ':J:Í:!lyt:"
bien abriendo el capftulo con el aiceso histórico y «desde t No es ra primera
e;tas.*ri:::,Iffilf .|:iuei:,,,,i*
,,i en
abajo» que representa Cristo. Esa situación no sólo refleja !:.i_
'i*u,u
: :,::fi',?T ilil"'T ffi
el orden del ser, el lugar donde mana realmente la crea-
^ 3o'1]11 if1 ff l:'::: J i;
il1"
ción, previo a aquel donde nosofios Ia conocemos, sino . I I :
r'".
I
que permite además señalar en cada uno de los capítulos
siguientes su raigambre trinitaria y llegar asf al fondo de il],jff *hlr:;"iT#
y ui"]'u¿o que
J"'ü:"Jffi ""'"'"'i"'
era supererrogatorra
éstu
ellos6e. Es lo que pretenderemos en lo sucesivo. rrros [)r€§üpuesto indebida y' en tal
, ( lit)ecto u tu t'"u"it' iü*it"u*"nte
""iffigratulta'
,rr.rrtido,
^r.^,{^ avrrresamente que Ia
crea-
""n'1"-:;fi
por Proven"
, rón misrna)
ll'inilfl.';'"l5,or,-l,aac'"u-
': i: ;;;;; kreatio ex nihilo)'
olgo q""
,fi'fi;;;Liob"r l'T:11::; .s en último tér-
,,, tu,'u i ¿ n sr acili
fff "::il:", ;lT :'.:1 enüesta
ruino y en su totahdoo:tl':::-;Jü1i.""i"0n
1 : ?:Íi :
redu-
ffi
}J df#fi,'*ffir,:lft'ii*'i*#
üj
g
il:*iim:n::t iT
,,i,"?,"lf;
i*ilxi:
ñ Asf J. Werbick, «ElDios trinitario como la plenitud de vida», en T. Schnci-
(Dir,),Manual dc Tcologla Dogrntílica, Herder (llarcelona 1996), 1l lg-
d,er
1217, es¡rec. 1121-I I24; A. Dumas en Iniciaciín a la ft'áctica ilc la tcolo-
l,:it.:;fll"*l$;:tr'"*tilix**i'in*r
gfa, Cristiandad (Madrid 1985), 665-715.
ffi «Delrc co¡lstar en todoslos tratados dc Ia dognrática que las rcalidades salv!
ficas dc la <¡uc tratan no ¡rueden entenderse si no sc l¡usca su relació¡¡ con
ffi¡['tq*'**ru*rH**f'¡ffi
cste rnisterio prinrordial del cristianismo», K, Rahner, en M§ II/1,370. En
su olrra ya citada, Der d¡¿i¿in¿ Gott,G. Greshakc pretendc «avisrar todo el
I
conjunto des<le la fe en el Dios trino» (<raorz Glauben an den ibzicin¿.n Gott 'tt't'ssi¡to libro de cabecera <le
l-
Vetba'qveera el
hcr tkts Ganza in dcn Blich zu nahmcn»,p.25).
162 HoMIJRnyMUNDo
At"ALuzDELcREADoR
l-¿ srN-R¡.2óN »r, l-l. cnneclóN: LA cRAT'urDAD i 63
En, el capÍtulo II
., r. quedó ápunrar
q,,.i,
:1:i el racionalis*o, o.a.i, r*:Í:;:ff:T,Jffi::li
!.u,uial¿ ,1, t rry<)s lances más intensos y aun dramáticos tuvo lugar
contra
los gérmen"r
.l,ur¡ii*irl) la competitiviclacl , ,,',,,liados de este sigloJ.
a. ,;1.,i1""::':::'"tmo, v l. Aunque no poco des-apasionado y dis-tendido, tan-
; r :iil rTmffi r(, l)()r el alto grado de unanimidad alcanzado como por-
_- -rs,pi=
i:* J, Hj m mayores contribuciones
:.;,;,;1
,¡,,.' [a teología acudió a nuevas llamadas, e incluso porque
tual. a Ia .rlrrl,,"1
2. Resulta eviclenre que , I tórmino mismo de gracia está de alguna manera en
drrce aquí aquello el
términ <<gratuito>> debate constituye, y no sólo por razones históri-
l,,,i.r'1, ese
que carece .1. uul,o no t,a-
(como sr".de , d: r.rs, un capítulo ineludible de la teología de la creación.
u."á'r'],"l;;:::,flol.o fundamenro
en el Ienguaje ordrnario), l,,lla tendrá que dar cuenta una y otra vez de la paradoja de
ramente lo sino exac-
"orrrrtjls t$c l0 mds gratuito es lo má; anhelado,2 lo más propio lo
J,' if ;i:;gil}
trinitaria. La menos í:l[.ii:""',il
que Ia participació;
i¿xl ry ;;d;.: 1: ,ntís ind,¿bid.o5. En versión antropológica eso viene a decir
,1,re el hombre anhela desde lo más profundo de su ser
i. De .rto p."l,ll"ia cle la ";i;;,d; ,rlgo que él mismo no puede alcanzar y ha de esperar como
gracia en el corazón ,rn regalo de Otro6. Y esto aun habiendo recibido ya del
supo muy pronto, de la
:::i",,ó,^.
Esta habró á. ,no;;;;:l:: "J*o ,". Ia teorogía.
( lreador como dote su propio ser humano con sus faculta-
:I:':,u"l.*o.s, rlcs y libertad correspondientes. Ésta queda remitida a una
gpf**r*il#**,*ffrffi
<<nat,raleza y grr"i' o ent¡e onrrr,rriy
' Debido a la cosificació¡¡ de ésta y a que evoca ur¡ Dios altanero y soLrerarto
que se cligna concerler fhvores a sus sírl¡ditos, De esta doble <lesfiguración
cluedr exento nuestro concepto de gracia cua¡¡<lo la ente¡rde¡nos como auto-
rna¡¡ifestación y trttocomnnicación de Dios mis¡¡lo.
rol¡renatural», uno t «Las ¡rerl'ecciones soblenatt¡rales realizan lrr paradoja de ¡rerleccionar, iutrÍn-
seca y vitalmente, la naturaleza y de pertcndcer sin¡ultáneanrerrte a r¡n orden
de 1897, rres meses sul;elior a ella»r.j. Alfaro, Zo taltu'al y lo soln'enaturaL Estudio htstórico des-
v rn€
'," ¿," ,,.'..."r,.i,I iii,1i:.:'":"s
«le la. ¡nrrerte rle
la tl¿ santo Tonuis hasltt Cayetuno (1274-1534), CSIC (Ma<lrid 1952), 7. Dc
rruerr Dios, r¡a venicro,
i::li'" ":,lu n""., "rHil#;f,'.]}i iX;:l; «,fat'atloja» habla tarnl¡ión con insistencia Fl. de Lubac en su libro §L¡nistc-
rio de lo sobrenutr.'raL, Elrcuentto (Madrid l99l).
rt Coltra lo t¡re poclría
l)arecer a sint¡lle vistir, esto representa para cl honrbrc urr
título de nol¡leza. Al n¡erros así lo entierrde Tonlás de At¡uino: «lis rnás noble
,g**iqs$¡¡flfis5ffiffi aquella uaturaleza c¡rc ¡>uetlc c<lnseguir cl bien perlecto, rrurrque ¡lara ello uece-
site tle rrna lyuda cxtcrna, <¡re ac¡rella otra (¡re rro ¡ruede conseguir cse bicn
perl'ecto y sí urto inrperfccto <¡btenido corr sus pro¡riau f'uerzar (sin nccesiclad de
aquella ayuda c:ttcrior)>>, §, L4. I-ll, <¡.5,a.5, a<[ 2. Y cita cn su lhvor a Aristótclcs.
1
cial^(a) para, a
(J) y ¡;iil;j;;
individual al so_ 2) Thmpoco cabe unificarlas entendiendo la gracia como
u n i fi n i,," "onrinurJiá;,
caci
h;#ir'; rnera ayuda rnedicinal de Dios (gratia sanans) para que la
óa r aT...l rl'_il;.|,H:' ?rj ¡raturaleza se restablezca y logre. Al tratarse de una asimi
bozar por fin desde" ésta :É_;' i:
un hümanismoofundr*.rrtal (6) v
;X: lación a Cristo y de una participación por él en la vida tri-
aun una visión del cosmos
(7)' Dos apénclices (8
-9);.i rritaria, la gracia incluye, como lo más caracterfstico y
rrarán el capítulo. y
t: principal, un componente estrictamente divino (gfatia
sanctificam); las otras modalidades de la gracia derivan
de é1. A ello se debe que la relación naturaleza-gracia se
1. EI NÚCLEo DEL PRoBI,DMA: presente a menudo como relaci ón natural-sobrenatural, Y
UNIR sIN CoNI¡UNDIR,
DTSTINGUIR SIN SEPARAR a ello también se debe en último término la gratuidad d,e
la gracia, Es radicalmente indebida porque es divina.
Esta presencia de la 3) Ni cabe unificarlas a costa de una de ellas, en parti-
gracia en el corazón cle
guarda relación eshechi la creación
ár."'ri", cular de la naturaleza. Vale de ésüa lo que la fe afirma de la
damentates de Ia fe: "1l;ü; j'r1"á.,r,..misterios fun_
"t
d" Di;;;
gracia no es sino Ia oarticipa"iá;eil;bre
y es que Ia voluntad humana de Cristo: <<al ser divinizada no quedó
suprimida sino más bien salvaguardada» (DS 556).
do) en ellos. En Io, t'... (y del mtrn_
casos el probl.*u teológico reside 4) No cabe diferenciarlas pensándolas consecu¿ivamen-
en Ia coqjugación de r. ,;;;;i^i;áiil.1"",r, córno nios i-
te, es decir, imaginando que Dios primero crea al hombrc
y luego lo eleva. En tal caso la filiación no podría afbctar
I tt(i iloi\,fllttf, y MUNDo A
L.,1, LUz DEL
cRE^DoR
de raíz lo humano
r.¡ .stN-R¿ZÓ¡.1 DE LA CREACIÓ¡¡' le cRnT Ul»,tD 1,67
ni consumarlo, contra
mos diciendoT. todo lo que veni_
i i r I rrr(AL[,ZA Y GRACIA: UNA «QUIX§TI0 DISPU'IAT,|>>
5) Thmpoc.
"*: dife¡enciarlas
po Ia gracia protológica,
d;;;;;ir';
separando en el dem_
portu.io. u.ria, *r, C.irto. Effi;:::Xt i:,:S:T \ ¡ I lay que empezar recordando lo dicho en el capítu-
1,, ll 1,, salvación veterotestamentaria no fue mera libera-
;f:il!1.l',':*:""ión ni ta"i*.t, sido hecho por,
-ljlái;;: , ,,,,, ( l(' ligipto, y la redención de C.risto no quedó en sim-
ffg;1{*****e*ririrow 0 Cf. W. Seibel, «El hombre, imagen sobre¡ratural de Dios. Su estado original»,
en Mlstariuru Salutis lll2, Cristiandad (Madrid 1970),907-908; L. l'. L,arla-
ria, «El lrombre creado a imagen de Dios>r, en B. Sesboüé (Ad.), Hislorh rlt
la
los dogtnu II,78-89.
I68 IIoMI}IIEYMUNDo
ALALUzDDLCRDADoR
r,¡ srN-RazóN DD I"A cREActóN: LA cRA'l'utDAD i 69
siderado todo él
como relación vivir
der duarismo v de a Dios,les sarvaba
D) Et proÉl
r, y;;-,;;;:,;;:.r,. tr',,, l)u(,lo haber creado al hombre sin tal vocación super-
,,,t,¡t.tllr.
:s pensada re,za
*1#.,#;:"üiH:::ff i:l.
il"-;;;'j:"^^"lt
misma, con su
11tura
es¿.ncia definida en sí
1,,:; csta posibilidad la que van a evocar algunos teólo-
! :;;il;il"t;,:1i"","::r? ;:TÍ: j;
enrendimienro
v ., q,;
t
rl,,r rrcomp?ñada de la afirrnación de la posibilidad de un
.#:ii ;';;;;,',I;Íi::fl:]?il:
t¡empo con la cre ";';;;;", ,.1 t¡re le va de suyo al hombre y hace que no anhele la vi-
nar que quiere
,iirin fácial de Dios. Es cierto q,re Ést", desde la creación
rrrisma, ha querido elevarle al orden sobrenatural y así, de
;i,;rT,,,*ff #*i1*':'lT,#t.fl'",:;'":I,fr1il lrccho, el hombre no tiene otro fin que la visión de Dios
(iara a cara, Pero para que ésta sea reconocida y vivida
,l*a.l de Aquino en particular como gratuita necesitará mentar aquella posibilidad y ba-
^, atrib
sarse en ella.
¡s;:il;:i:.""1ao"iJ,,;;;;;;::i;:i:::ttrJ,::;
*i ;l
Esta salvaguardia de Ia gratuidad de Ia gracia, que por
s ino es
"i,r.,,;
ta gratuidad
*.111 tL.:: :ifi:Í:"1 ;;. ;;
y suDern¡t,,;;:;'^-'Parece negar
;,
a esa meta
otro lado resulta de alguna manera imprescindible y ha
""ü.
E;;;;i,í#fi:?:'::1id"q
presamenre,,,",ll'Í.i;'.:f
q"' po. otro Iacro recono-
:Í;l#:#:;:,f,*q.r1-
I pasado a engrosar la.teología de lo sobrenatural, tiene un
alto coste que es fácil evaluar. Aparte de construir la vi-
sión del hombre sobre una abstracción ., esa <<natura pura>>t
que nunca ha existido, toma de hecho cuerpo, cobra vi-
gencia, se señalan su estatuto y alcance y termina constitu-
yendo dentro del hombre una zona claramente deslindada
,ffiii{w*#ffi:í#
jii::f:í:ffi
,,i#li:ii ,:;,!:;#,;,"",r!,48i«r,/.ne,s.a,t
t!' «La posibilidad <le l¿r n<¡-clevació¡r clel horr¡bre al fi¡r sol¡r.enaturai
rro se e¡r-
cuentra, l)or lo tanto, fbrrnal y ur¡iversal¡nente :rliruracta ert S, 'Ionrás; pero
dcbe ser consi<lerada c<¡lr¡o virtual¡nentc contenida en su couce¡lci(rn acerca
t
§
i
170 HOj\,{BIiE Y MUNDO A I,A LU7. DIIL CREADOR
I LA SIN.RAZÓN DE LA CRIiACIÓNI L¡I GRA-I'UIDAD 17 L
de la sohrenatural. Con ello el único hombre existenre se ,lad de la gracia al negar, como indigna del Creador, Ia ¡:o-
des-compone en realidad en dos («dos pisos») y la orienta-
sibilidad de una naturaleza no elevada2r. Frases como «to-
ci6n a la visión de Dios «cara a cara>> resulta ser en él me- rlas las obras de los infieles son pecados y las virtudes cle
nos radical que su fin natural y corre el peligro de ser en- los filósofos son vicios>> (DS 1925), delatan esa concePción
tendida como un sobreañadido a algo que sin ella tendría oxcesivamente pesitnista y simple de la historia, y legitiman
pleno sentidote. Se habría llegado así al límite en la primera
cl rechazo de esa tendencia y la defensa simuitánea que la
(a) de aquellas dos tendencias que se señalaron arriba.
Iglesia hace de la supernaturalidad de la gracia y de la dig-
G) Esta teoría repercute, en el tema del «pecado ori- nidad y consistencia de la naturaleza. Sirl embargo, una vez
ginal», en la idea anselmiana de que éste consiste en la más, el esquema en que esto se piensa parece no dar mar-
«privación de la gracia>> sin que la naturaleza del hombre gen a la unidad profunda del hombre en gracia y pecado.
quede básicamente alterada. En este punto el estallido lu- p Parece como si no se hubiese encontrado aún la conceptua-
terano va a cuestionar no sólo la relación pecado-gracia, lidad adecuada para expresar a una ambas realidades.
sino consecuentemente la relación naturaleza-gracia. Para
Lutero, como antes para Agustín, el pecado es ruina y
J) Cuando, como consecuencia de la llustración, el tema
naturaleza-gracia se formule como problema'razdrt:ft,, lu
perversión del hombre entero. Eso supone que éste no es Iglesia católica volverá en el Vaticano I a def'ender la fe fren-
un compuesto de zonas, sino una unidad radical en salva- rc a los racionalistas que la reducían a ruzón, y a defender
ción o condenación. Será la fórmula límite de la otra ren- ésta frente a los fidefstas que le privaban de su capacidad
dencia (b). más propia y noble,la de conocer a Dios. Pero esta defensa
FI) Cuando la Iglesia en tento, aun reaf,irmando con- a una de la razón y de la fe se formuló como la existencia de
tra pelagianos y algunos renacentistas el pecado original, dos modos diferentes de conocer) correspondientes a dos
se oponga a esa comprensión extremosa de éste y manten-
órdenes de verdades (naturales y reveladas) (DS 3015)'
ga que no extingue la libertad; aunque la alrera y debilita,
K) Es de nuevo el espíritu protestante el que en Barth
está salvando a una la creación de Dios, no anulada por el
pecado, y la gratuidad del orden sobrenatural, perá está
Ir sale apasionadamente en defensa de la unidad proclaman-
do que el único Dios existente, el de Abrahán, Isaac y Ja-
también dando pie a que el esquema dual se consolide y a coti, es el que se revela como gracia y misericordia. Con-
que los espíritus apasionados, unificados) se encuenrren dena como idolátrica y autojustificativa la pretensión de
incómodos en é1. un conocimiento natural de Dios y moteja a su vehículo
I) Así volverá a sucecler primero con Bayo y después conceptualr la <<analogía del ser>>, de invento del anticristo
con Jansenio20. Ambos arrancarán de la experiencii de y de única razón válida para no ser católico22. Presupone
ruina y clesquiciamienro que el pecado produce en el hom- que esa analogía del ser uniformizaría a Dios y a la creatu-
bre y cuestionarán directamente la estricta supernaturali- ra y nivelaría, al conjugarlos, el obrar de ambos.
25 tradó resistencia§ en otros teólogos, como' Por e.ienrplo, en K' Rahner (cl'
M' Blondel, Lhction (r8gJ)' Exisre traducción española, La
acción,rn*o- nota siguiente), volvió so}¡rc $u§ al¡teriores afirmaciO¡res eu un nuevo libro,
ducción, versión y notas dc J. }1. Isasi y C. Izquierdo,
BAC (Madrid'f OOOJ, Le oryltlrc du suntatur.el, Aubicr (Paris 1965) (la versión es¡raitola, citacla
cspec.477-521; del rnisnro M. Blondel, Carta sobru apoloiérica,Unir..rí-
,,á,u 5, incluye cn su segundir partc, revisada y autnenta¿a, la que bajo cl
dad de Deusto (Bilbao I99l), espec. 56-gg; Exigrncis "r,
fiiis¡Íic^ ¿¿ c¡.*_ título «Agustiniimo y Teologla moderrn» cra_la ¡rrimera de Su,nahn'cl). La
tianismo,Herder (Barcelona Ig66), lS0-1g9.
..^
)6 n.,"va ob-ru, aclnliral¡le ¡ror su innrcrrsa eruclición y por su pasión, no satis{i-
Suntatw.el. Étadcs historiquesoAu'bier (paris 1946);
«l,c mystére du surna- zo clel totlo a §us oponentes. cf,J. Alfaro, ctistolagta2 Ánlro.fologta,c)ds-
turel», en IiSR 9O (1949),80-121. 'ágil exposición de esus dilc-
tiancla<l (Marlrid lg73),227-343. una buena y
" I-. 9, v. Balthasar, §dlo cl attor cs iligto dcfc,Sfguemc(Salamanca lgg0), .encias enJ. L. Ruiz de la Peña, El tlon d'c Dios, Sal Terrae (Santandr:r
45-54; l.
J, Conzález Faus obscrva córno, iejos áe ha"c, del hombrc una I99l),27-36.
«pasión inritil», esa a,arentc paradoja o alicrráción ro «Sobre la relaciírn entre la natt¡raleza y la gracia» , en Esaitos tlc 'liologkt l,
configura ,.rll¿aiuri.n
humanas como cl amor, el saber, la acción, la libertal, 52000), 299-3¡9; «Naturaleza y gracia',
etl¡o.i.. Ci, n"irri, Bdiciones Cristiandad (Maclrid
I 4 j. existertcial», cn §M lll, 66-68'
de herzruno,Sal'Ierrae (Santancler I 9g 7), i j_ «Existenciario,
2 íbt¿, ÍV,1 964; 2 1 5-243i
174 HOMBRf, Y MUNDO A LA
LL]ZDIL CREADOR
I,^ $IN.RAZÓN DE LA CREACIÓN. U CRA"I'(IID,¡T» L75
turaleza se abrfa desde dentro
de ella misma a la gracia
acabaría con esa sospecha. se gratuidad, en un esquema simplemente persona-
F".;;;;;
Ia herencia medie_
,,r , ., l.r
val, arriba menciona^du, ut.ntO-,
,"a-r"ria de pensaclores r ,
rrrtcr.subjetivo, no sólo sucede en parte lo mismo,
católicos, y muy en particula., ,, ,, 'lr(:) arln en la hipótesis incorrecta de que ese anhelo
ü. Bi;del en el campo fi-
Iosófico,, y u É. deiubac
Ia naturaleza misma ¿.1
.;;i;;ri;;;"r_;;;i#il: r ,,,r,r,i. originariamente del hombre, éste desearía que su
¡. ,,,, fircra colmado por el otro en libertad, es decir en
rr"-¡*""lixta",uaa de un ansia
interna de Io sobrenarural , ,t,rr,l,t([2s.
a I, qr;i;;;acia co-responcle
inrrínsecamente olenifi*. pr;.ü;"rrá e ISin embargo la formulación conceptual estricta de
ello es Ia idea .1. qu. l^ ,,"*..j.íi1.".".1. cle todo , ., ,li;rléctica, según la cual lo más profundamente huma-
"rrolOgico
humana, no es
ese modo cerrado, conclusivo;;ffi;" ,,,, , ri l() rnás gratuito, sigue planteando algunos proble-
racteriza a otros niyeles de ser que le ca-
,,,.,,,. l'arecería que si ese anhelo de ver facialmente a Dios
evolutiva.,. negaría esto
1ur"q'r"
"", "on""p"iOn
mismo),;;;;"rrura
abierta, t ,,,rr;rituye al hombre éste no podría haber sido creado sin
esencial al r.,l ,,rt:xigencia» de verle. Es lo que Pío XII rechazó como
,'"'ffi :1 j':ilff','*"1:io''vJo'-'rllnheroda;i;;';,; rrr rrtttorio contra la gratuidad de esa visión (DS 2381).
2. Además cle ese impulso tomásico,la l,llr» contribuyó a que se afinase más la naturaleza de ese
vuelta
patrístico po, un lrd";;i;;lnari,mo al pensa- ,,.lrclo y del hombre mismo2e. Rahner introdujo en el de-
:]:i:"
por otro procura pautas pur. p.rr., moderno
lr.rtc su concepto de <<exístencial sobrenatural»'¡. El hom-
cómo lo _;, ;;á;il;
puede, al mismo tiempo, l,rr:, previzmente a su propia opción, está bajo el influjo
ser io más
do. ¿No sucede asf en momentos "Ji.n,"rn"nte anhela_ ,lt' la voluntad salvífica divina y eso se traduce en quedar
tan hondamente huma-
nos como el amor v el artep27. ,,rrtológicamente determinado por la autocomunicación
(y otros casos) Ia álternativa ¿nfo
,. qui.l.o asf en estos
ertr. .lc Dios a é1. Ese existencial no es por tanto natural sino
Iado e inmaneátismo.po-r
e*tiinsecismo por un
orro? Si en ei-moaeto teológico, gratuito, pero modifica todo el horizonte de comprensión,
ya analizado, el anhelo t
realidad por Dios mismo,
%
b;;;'r. proclucido en
"^rro a.*"*"io
r "., alguno atenta l ¿* «El espÍritu rro desea a Dios como el aninral desea su ¡lresa: lo desea c«:¡no
un don», lI. <le l,ubac, Jumalurel...,484.
:e FI. de Lubac, cuyo rechazo cle Ia hipótesis de la «natura pura» habfa encon-
25 M. Blondel, L'Action llgg,).
Exisre traclucción española, trado resis¡encias en otros teólogos, como, por qienrplo, en K. Rahner (cf.
ducción, versión y noiu, ac.¡. La acci6n, lntro_
i.;J, irr,"irj,
u.
cspec;477-S2t;á.l,nlrror,l.str;iit,-¿rii.';;::;fr;XÍ,',,Í"f.r.:I
nota sigrriente), volvió sobre sus ar)terioles afirmacio¡res en un nuevo libro,
". I.c mlstárc du strnatutzl, Aubier (Paris 1965) (la versión es¡raírola, citada
dad de Dcusto (Bitbao reer),
esp;;:;:á-s;:';;ül)cias en nota 5, incluye en su segundt partc, revi$ada y aurnentada, la que bajo el
litosyficas dct cris- título «Agustirrismo y Teología moderrta» cra la ¡>rimera ele Sulnatu'el\. Ll
,,';:trJ:;i:;:;; :iffi
,,
" :y':?,enItsR96(1949),80_r2r.
H,r,T i,;J: [fl ;;
\'--'-'v¡v¡/, r.c ys,] re u rn a.
« m <, s u
nueva obra, adnrirable por su inner¡s¡ erudición y por su 1>asión, no satisfi-
zo del to<lo a su6 opo¡rentes. Cf, J. Alfaro, Cristologla 2 lnlropología, (Jús-
tiandad (Madricl 1973),227-343. Una buena y lgii exposición rle estas dife-
i; i,, J;.'i"á TÍ:;f:j"r,:!.:":1 c1 di *; o fc, srsueme (saramanca sgg),
dc
r rencias enJ. L, R¡riz de la Peña, El tlon d,e Dlos, Sal Terrire (Santander
up..ior tirl ;:ffi:ii:üi,1, lJ'JlhfiliÍ::ffi:.1"1":# l99l),27-36.
*í
i u r,
humanas corno el amor. el rt' <.§olrrc la rslación entte la ¡ratt¡raleza y la gracia»ren Esailas dc'l'aologíaI,
,uú.., lu u,."üiilffi"i
el n¡orir. Ct.pro|ccto
tte hawrun o,Sat Terrae iSanu rj., r oslii ir._iir. " Ediciones Cristiandad (Madrid 52000), 299-3 l9; «Naturaleza y gracia»,
ib{d. LV,7964,215-243i «Existerrciario, existencial», en SM IlI, 66-68.
lZ6 HoMBRE y rúuNDo
A Lrr Luz DEL cREADoR
:: F.ñ;,:::l' :# *, I
,", i,*;#i :t 1ü i:üf
ra en er di na _
,,lción. La cruz de Cristo proclama esa dif'erencia (abando-
t tli l!;y: ::r ac te,ila;üil,'.l:n rr.r) en medio de la unidad. En esa cruz Dios se acerca no
.simplemente al hombre, imagen y <<semejanza>> suya, sino
:ll,,i *;;;íffi {ffii;iii,",LtTl.; lqo que no
.t al pecador, al «desemejante>>o al sin Dios (Balthasar).
rrrerear, y que es definir ar hom_
car que el hombre
sóro ,r;;il;;;;:J.0" Sólo manteniendo pqiantes, en mutua referencia dialéc-
tica, amÉas líneas de pensamiento no habr/¿ Navidad sin
"o:r'il,,;:,1:l:,:,":*i,1i"tí,[,::i{ti:T'[1;
de alcanzar'
Adviento ni Adviento sin Navidad; sólo asf seguirán enjue-
go los dos grandes ingredientes de la teología de la crea-
i"truyt;;::'P"
nurr'o,"o'
tural>>; es una
I ción: el parecido y la desemejanza; sólo así serán sólidas y
diferente's, dentrc¡ de la unidad, la naturalezay la gracia.
peranzas antes dichos, sino también la de los esfuerzos ,,,r1 clel mundo? ¿No'"" -as y explota-
y-J" de egoísmo
por conseguir esas metas y la de los logros en ese empeño. ,,,,1 historia de dolo-t 'uittn' mismas
, riirt. de intereses y
at'p"""ao? De este modo las
¿Qué relación guarda ¿s¿ naturaleza, esa historia de afanes gracia queda. e. [a
y éxitos (o fracasos) con la gracia? ¿Qué tiene que ver la :],ilffi;iui"l¿iu "ui"'ut"'a v deenIacualquier caso, cor-
implantación por el hombre de un mundo humano con la l:#á"fJ;;;;y ¡
"..comidas pues' aun-
versión evangélica' Necesitan'
venida gratuita del Reino de Dios? r,rs resPecto a su de la
contraste
Situada a este nivel, la relación naturaleza-gracia es hoy :;;" ññebidas p"' tri", el"aliento y el
(en todas sus dimensiones), y desde la consideración de á;Ji";;;;" ;"i;;r Para sí en,exclusiva
(aun para
del evangelio. f"'n q"t *ng,on valla universal
-ru
Dios como Creador transcendente, cuya acción no exclu-
b' ;; ;;:;;"t " 4 r' u'e n de n clar u .*!nin" :1]:
ye, sino incluye la acción de la crea¿ura, hay que afirmar
u
ll -"::
ehcaces exigirán compe't:1cta
:
'l
184 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DOL CREADOR
t LA SIN.RAZÓN ON I,¡, CRTIC¡ÓN; LA OITATUIDAD 185
5. To»o DS GRActA ir' nih.ilo>> en cuanto excluía, como dijimo§, tto sólo una
r,¡.rtcria previa <<ex qua>>,, sino toda perentoriedad interna
t,()r'parte de Dios (cap. I y II). Esa libertad fundante del
Aquella personalización y esta socialización e historiza-
ción de los conceptos de naturaleza y gracia contribuyen ( i¡cador convierte ya a la misma creación en gesto divino
sin duda a comprender y vivir de un rnodo más radical la , c,r producto creado de gratuid,ad.
unidad de ambas. Pero aun asf, esa duplicidad de nom- b) Dios creó y crea con el inaudito designio de desbor-
bres y el hecho subsiguiente de que Ia gracia se aloje sólo ,lar ilimitadamente ese mismo marco de la creación abrién-
en uno de ellos continuará atentando, al menos imaginati- .lolo a un proyecto de encarnación. Crea, como también
vamente, contra esa unidad. ¿No sería posible, sin alterar <lecíamos (cap. IV), para adentrarse por medio de su Hijo
ese marco de relaciones tan laboriosamente elaborado, cn la creación y adentrar a ésta en su vida trinitaria. P<¡r
unificar Ia no¡nenclatura y hablar también de la naturaleza T ¡nucho que este segundo hecho venga gestándose desde el
en términos de gracia? principio y coincida asl en el tiempo con el primero, y por
Esto nos lleva al riesgo, ya indicado, de sobrepasar los rnucho que se ahonde en éste, I'epresenta un grado abso-
límites de la unida d diferenciada del actuar de Dios y de lutamente nuevo y superior de gratuidad.
su obra. La calidad de la gracia sería el alto coste de esa Si eso es asf ¿por qué no resumir en este ú,ttico térmi'
extensión niveladora de la gratuidad. La duplicidad de no) y en su peculiar complejidad, lo que antes disgregaba
nombres tenía precisarnente por fin preservar la plurali- un doble nombre y concepto? Entendemos que así se lo-
dad de dimensiones de una realidad compleja. gra aún mejor aquella unidad hacia la que vimos avanzar
Pero cabe seguir preguntando si no unificar- todo el proceso de ideas recogido en 2. Se personaliza
"r-poribl.
los, sin caer en ese peligro. Es la propuesta que hacemos: también aún más el concepto de naturaler.a,y se corta de-
sustituir la relación naturaleza-gracia por la que traducen finitivamente e[ paso a la concepción de ella como algo de
d,os niueles de gratuidadsa, suyo cerrado y que cuesta abrir a la gracia. La gratuidad
Antes de proceder a esta sustitución es menester legiti- ?
de un don, por el contrario,lo mantiene abierto a aquél a
marla. Lo hacemos recurriendo a la categoría de la liber- quien se debe, a quien se agradece, y de quien cabe espe-
tad d,iaina presente en ambos niveles: rar, aunque no presuponer ni forzar, un nuevo y mayor re-
a) Dios creó y crea con absoluta libertad. En el capítu- galo. Por ambos lados, el del que da y el del que recibe,la
lo anterior hemos dado con la ruz6n más concluyente de primera gratuidad está abierta a la segunda, sin exigirla en
esto que decimos y que más tarde (cap. XI) trataremos «¿f; modo alguno.
professo», La plenitud de amor y mutua donación exis- En la creación Dios da a la creatura el ser, le hace el
tentes en su vida trinitaria exonera al Creador de toda ne- don que ella misma es. En é1 se anuncia como un milagro
cesidad de crear. Es 1o que afirrnaba ya Ia fórmula <<crea.tio ulterior, hondamente anhelado (d,esiilerium naturale) y a
la vez absolutamente indebido, el don del Dios gue se da a
'r'r Conlo se puecle ir vietrdo, cst¿r l)rol)uest¿¡ se diferencia cl:tranter¡te <le la t¡rre
sl mismo. Aunque de todo punto gratuito, este segundo
rle Lt¡l¡ac hacc co¡r el n¡isnrr¡ título, y no qtretla así expuesta a las insatislhc- don colma el primero (perficit naturam). Dios sabe por
ciorres c¡rre eflt proth$o. Cf.J. L. Iloiz <lc la Peña, El úon...,28-IJ, F
entero a Padre y el mundo a gracia.
186 tIOI\,f BRE Y MUNDO A LALUZ DEL CREADOR u. stN-nnzÓN oB u c¡rD¿c¡Ól't: LA cRATUIDAD lB7
Esta unificación bajo el signo de la gratuidad ni reduce Ir I.^ (]RATUIDAD COMO HUMANI§IúO TUNDAMINTAL
la pluridimensionalidad de la creación agraciada ni menos
y
aún rebaja la segunda gratuidad al nivel de la primera. Por l..r cxistencia entera, con su bifurcación en actividad
en efecto entender§e y vivirse como gra-
otra parte ésta, aunque desbordada por la segunda, no ¡,.,r,r'itlacl, puede
queda borrada o desfigurada. Ella confiere ser, autonomía, i ,,, l'lllo ,"up.ctivamente ciertas actitudes básicas:
"*ig. tá que se es y se tiene como don' Aguzar
,,¡ Co.cl¡it
libertad, creatividad, como se verá en los capltulos X-XN.
que rnás
Éste parece ser un momento adecuado para recuperar t,,,, .',¡rx pa.u perciüir los laáos de la existencia
,,,.,,,iii.rá, su condición grat'uita' aquéllos donde ella
es
esta gratuidad primerar la de la creación, y para hablar de
;, ;:;i;; ;;mo, clesbordaáiento: el amor,
el perdón' la
ella a boca llena. Algunos consiclerarán que es demasiado
tarde y que queda a Ia sombra de la segunda gratuidad (y ,,r,i,,i*iáo¿, el esplendor de la naturaleza, arte' 1ol 19-
el
así desdibujada). Preferirlan un planteamiento ascendente I ,,,.],,,,r, f.rtiror.., sin olvidar los lfmites y la pena
d-d
"iYi:
VII
que empezase por aquellos rasgos <<naturales>> del mundo ,l ,,1 de ios que trataremos en los capltulos
"o*uirir,
y del hombre que todos perciben, y mostrase cómo su v VllI.
propia dinámica los lleva más allá de sí mismos, hacia las b) Llegar a comprender incluso la propia actividad co-
regiones que atisba Ia fe. Y es como hemos procedido en ,,,.,-Ío., li. se nos iro"., una mayor pasividad' Aun
"o*o aún' tiuto de
ocasiones en las páginas que preceden. Pero, aparte el he- ,1,,. proit"to de nues[a voluntad es, más
cho de que tales rasgos no son purarnente naturales, el ill"oür, valores, que nosotro§ no srempre hemos produci-
,t,,, ,ino halladoirespuesta a algo quá s" nos ha
«revela-
planteamiento descendente tiene una doble ventaja:
.i,,, , ,rot ha atraído^y sobre-cogido' Por eso tiene el po-
- La primera, teórica: la gracia es lá razón de ser y la ,i;; á" «sacarnos de nosotros"' Él a*ot, §upremo deber y
meta de la naturaleza. Ésta ha sido diseñada y creada por
ucsto nuestro, ha de brotar como reacción
al amor que §e
Dios desde aquélla.
X". t i""iaá 1r ¡" 4,7)' Agustín alumbró aq,uella frase
- La segunda, exístenciah'sólo como ha sido vivida
por el Hijo la realidad cósmica y humana es indudable-
"
,,"" *.au.O en'el'debate antipelagiano (DS 243)yfue re-
del
mente gracia y sabe a tal. Dejada a sí misma, aun provo- ii;;il;;.r el rriclenti.,o' "b' tán grande la bondad de ellos lo
ieRo, lo, hombres que quiere sea mérito
cándonos a darle un sí, está demasiado contagiada de am-
"or,
bigüedad como para responder, sin pecar de ingenuos o oue es don suYo>> (DS I548)'
cínicos, diciendo que todo es gracia. Esto sólo se puede
"- Lf"gur también a comprender como don gratuito de
mantener a la luz de la vida, muerte y resurrección de Je-
"f pit. todo aquello que nosotros hacemoso incluso
n,r"r,r.
sús. Sólo ellas permiten celebrar el ser en <<eucaristía>>, en Io que tenemos q,r" üu""t, 'i togtu*ot que e§té.presidido
acción total de gracias. Es¿o hace que este capftulo remita áarr,o, y d9 lt ásí m'is alltí' de Io debido'
il;i d.t"" dejusto...
a Io que en el VII, VIII y IX se dirá respectivamente sobre i" p"""a", Io La vida entera puede ser un ejer-
el mal, el pecado y la gloria. Pero ya ahora se puede apun- cicio de gratuiáad, pero ésta se hace especialmente Patente
corresPon-
tar lo que sería una vida bajo la persuasión honda y unifi- cuando io, volr"*os a los que no nos pueden
cante de que todo es gracia. der: los «pequeñosrr, pob'es, enemigos"', (Lc-6'32-36)'
Esa gracia re iestra será, al mismo tiempo, clave
hermenéu-
CRATUIDAD 189
IBB l-lOIvfBRE Y MUNDO 1.LALUZ DEL CREADOR LA SIN.RAZÓN ON ¡,8 CRSACIÓN' LA
tica de la gracia d.eL Dios que nos ama siempre por encima ,,,,, ,1.:l hombre por Ia gracia conllevará-la
liberación de
de
de lo que somos y hacemos y que nos amó, en particular, r, ',.rtrrralezt de esa es"liitt''d y su entrada en la gloria
cuando éramos pecadores (Rom 5,8)". t,,, lrrjos de Dios (Rom 8'20)'
I A este protagonismo áel hombre en el destino salví-
su condición de
t,, ,, .lc todo el cosmos corre§Ponde' como
7. Lt cRATUTDAD, cL^vE DE coMpRENstóN DEL cosMos el hecho de que el hombre sea no sólo
parte'
,,,,,,'r,ltiJra,
sino su «alnra))'
l,r ,,i,luiera la más excelsi, del universo,
Hasta aquÍ la gratuidad de la creación era leída en el no sólo de pensarse a.sí
,,¡,,.'i fr"to del mundo capaz
hombre, es decir, en aquella parte o fase del mundo en la ,,,,,,,,,u ui.o de pensarlo todó y, en tal
sentido' de resurnir-
que éste sabe de sí, de Io que recibe, y es capaz de percibir leyes'.pre-
l, r'rr sí. Puede investigarlo todo, descubrir suspercibir.ese
ambas cosas como don. Pero o'no vive la creación entera, y también
;,;,;,;r; po; tu sentidJglobal' Puede
en concreto la naturaleza (entendida ahora como mundo habla de sí
nl,id.oqu.lu naturalezia transmite' Porque ella
'',,
no humano), de esa misma y doble gratuidadP Sin que le ,rrisrna, del hombre Y de Dios'
I'ues bien, a qrí., tiene «ojos para ver y
sea dado al hombre conjeturar cómo ésta es percibida por oídos para
Ia vida prehumana, algunas cosas parecen ciertas:
,,rr'», la natur;lez; le comunica gratuidad'
Las inconmen-
1. De la primera gratuidad,la de la existencia, partici- ,,,,.obl., dimensiones de un universo en expansignl lo
pa Ia naturaleza en igual medida que el hornbre. Ambos
('xuberancia de incontables formas de vida' Ia admirable
proceden de «la nada>> y del mismo guerer Iibre y gratuito arco iris de
¡,,-.,tilidad de muchas de ellas, el maravilloso
del Creador. Amboe constituyen una única creación y attn estalla y §e ex-
lrrces, sonido§' aromas, en que el mundo
un mismo proceso vital del que el hombre representa el y e§plendor' es decir gra-
rrande, d'no pregonan desmesura
último trance. persona-
l,,iJu¿!l ¿r,o ir-uir.n al hombre a nuevas formas
2. Mundo y hombre participan también a una del. mis- cómo Ia naturaleza vive la
mo proyecto de encarnación del Hijo de Dios. Son su
i;. ¡" áüal'u- No sabemos vive de
claro que
g.atuidad a la que se debe, pero parece
mundo y su historia y quedan en él incorporados a su
clla y la refleja.
vida divina, a la segunda agraciación.
f . n. que' a primera vista, [a gratuidad parec.e
3. Si el pecado del hombre arrastra la creación entera "ierto Áisma tan¡o del azar colno cle la necesi-
a la lejanía de Dios y a la consiguiente vanidad, la salva-
,..1, n.g"ción
Pero cabe' con
dad, que pasan Por ser los ejes del cosmo§'
no menor razhnrPreguntarui tto tt exactamente
la síntesis
Por su sin-
rx Comcntantlo la frase de'I'e¡esa <lc Lisietrx, citada en nota 1, afirma R. Lnu- J" dos y la'sup-eración de su antinomia'
rerrtin Il/r1.rlse tlc Lisieu.x. Mlthcs ct ró«lité,llc'urchcsnc (Parii 1972), 39] "if"t
,urOnrla gracia sería elápice del azar, entendido
como in-
qrrc ya Calder<in de la Barca la hal¡ía aclelantaclo cn su olrra La tl¿todln d¿
la atury aiia<le <¡uc A. Carnus, cn al prrilogo a su traclt¡cción franccsa, lrabfa
hccl¡o notar <¡uc, err la corrciencir rnotleLna, Calderórr respondía ¡>rov<lcati-
rt e¡rtre el holnl¡re y la tie-
vame¡lte con cl «todo es gracia», al «na(lir es.i\rsto» <¡ue añrman los increyen- Cf' L. M. Ar¡nc¡r{ária, «Utr ¡racto cle sttpcrvivertcia
tes. Sería lr¡ra manera clocucnte de ilustrar l<l que de novedatl y de reto ¡rer- y senti<lou, Cr¡atler"'¡s tlc Teología Deusto' tt'o l'
,*.1r,i".""",fr¡o de 'i<lo
mnncntc signilica haccr dc la grircia la ll¡rnrtrla l-¡ásica dcl l¡umarrisnro. Universi«lacl <le f)etrsto (Bilba«r 1995)'
28-42'
LA sIN-RAZÓN DE L^ cRE'ACIÓN' ut cRn-lul»nD 19 1
r90 HOMBRE Y I'{UNDO ALALUZ DEL CREADOR
dicio de una libertad absoluta que está al origen de todo y ¡ , )',rrr'¿r la posmoderniclad increyntc' Pero no sólo ella'
no necesita de cosa alguna. Pero de una libertad quer lejos t ,., r,rcntal'idad parece que se estuvieta infiltrando en el
de toda arbitrariedad, es también e[ origen de un proyecto ,,,,rrrlr) cle la fe y lt.vut dá a algunos cregcntes posmodernos
que, para realizarse, reclama ritmos, estructuras, <<leyes>>, , l,r(:guntars. ,íel primer a.tlculo del Credo, desprendido
que trasmitan y canalicen, sin anularlo, el azar. Hablare- ,l,i , iortos pre§upuestos racionales discutibles que arrastra
no
mos más de esto en el capftulo XI, pero ya aquf se puede ,1, ,,r,tigui, ,ro il"rn en la misma dirección, es decir
, ,,,,u,r"i al reconocimiento de que la porción de
vida que
constatar quei €n la foma más alta de mundo, la humana,
, I ( lreador nos da ofrece suficiente sentido en sí misma'
la identidad sólo se consigue en una libertad que crea su
.,,rrr sirr reclamar eterniclad e infinitud, y Por tanto
a que el
propia coherencia.
Eso
lr,,rrrl¡re se dé por satisfecho con la primera gratuidad'
I r,i:;rno haría que cuanclo participe luego de la resurrección
le sepa-n a
8. ApÉr.rolcs I: PostuopERNrDAD y GRAT UIDAD r' .lc la vida eterna (comunión con Dios) ellas
,.,,li"ol*ente gratuiias, precisamente Por no anheladas'
el deseo natural del hom-
Al final de nuestro recorrido histórico por la teologla ¡,rr rlo encujadu, err el sár y en la
II) nos salía al paso la posmodernidad.
de la creación (cap. 1,,.,. Quedalían así a salvo y mutuame-nte refrencladas
r,;rtrrralidacl de Ia naturaleza'y la gratuidad de la gracia:)7'
Como alll se apuntó, ella ponía por un lado en tela de jui-
cio el gran relato uniacrsal de sentido gue es la doctrina de Ñ;., q.r" la teología *eáieuol y moderna no hubieran
,.,.rr.ocidá a Ia naturileza consistencia y valor en y por
sí
la creación. Pero por otro resaltaba algo tan caracterÍstico
cre-
de la creaturidad como son los límites del mundo y de la rrrisma. Pero es cierto que., en una cultura masivamente
historia. Invitaba además a reconciliarse con ellos y vivir- 1,cnte, ese rango
y aun autonomía de Ia creatura se percibla
los a conciencia gozando de esos flragmentos de ser y de y a. ,rn^ *árr"tu rnuy distinta a como pue{e tener lu-
"iur" como Ia
dicha que Ia vida brinda, sin echar de menos la ilimitación rlar en una mayoutariamente secular y des-creída'
,,.t,-,u1. En ésta la «naturaleza>> focaliza toda
la atención'
ni añorarla.
No es, por otro lado, que la posmodernidad creyente)
¿No se podría vislumbrar en esa doble dinámica la
o que «cree que cree>>38, no viva de cara a Dios, Pero
se
emergencia de una nueva fase en las relaciones entre natu- o de un Dios «kenóti-
raleza y gracia, entre la primera y la segunda gratuidad?
t.uio ¿. Aquéi de Ia pura gratuidad
co», sólo accesible en.su abajamiento y pequeñez'
La posmodernidad vendría a decir que la modernidad
teológica, para evitar el extrinsecismo de [a graciao supedi- la
';;;;o botón cle rnucstra <[c este modo de pensar lo que' acerca-tle
tó en exceso el don relativo de la creaturidad al don abso- II' UPCO
.".rrri""iOn y de la vicla €terna' dico A' Tornos in w Escalología
luto de la divinización, y anegó los deseos cotidianos del (Madrid 1991), 172'I79,227 -231'
1996)' So'
hombre en el anhelo capital de ver cara a cara a Dios. " iludo al lil¡ro <le G. Vattimo, Creo qua sc c|c' Paidós (Barcelona
Levinas, I-labernras) que' frentc a-las
irr* ...'"t,ot y otros (Trfas, Derri<ia,
FIoy en cambio se pregona que se puede prescindir del haciéndolo' véase
,noa.. ¿. tu.íor ru"luln a pensar la religión o continúan
rapto divino, del <<dasideriun'¡naturale>> de Ia visión de Slnlomas un'reto'no' La rcligión cn el pensun'ienlo tt'c'
J. M. Mu.dorre s', tJe
Dios y encontrar, sin embargo, sentido al vivir. Es lo que a úzal, §al Tenae (§antander 1999)'
r92 }IOMBRD Y MUNDO A LA LUZ DBL CRE^DOR LA SIN.RAZÓN DE LA CREACIÓ}II LA CR¿IIUIDAD 193
cado? Estamos demasiado inmersos en el trance para po- l) En un lenguaje menos condicionado teológicamen-
der emitir un juicio firme sobre é1. Sólo cabe aventurar al- ,, , l,rbría qr. 't.t si históricamcnter la supresión de Dios
gunos prenotandos: , ,i ¡rositiva para el hombre y el cosmos o les priva de un
1) La novedad de ese capítulo dependerá en gran ma- ,,'s¡,aklo que necesitan para sobrevivir. d asimismo, si
nera de la novedad misma y de la consistencia, indudable , ,,r'^stiones-como la del sentido aciertan a dar plena raz6n
para algunos, discutida por otros, del momento cultural ,1.'sí. La fe cristiana no puede quedar a merced delo que
(posmodernidad) que la soporta. ,liy,a el entorno; puede también y debe hacer sugerencias
2) Aunque esa nueva mentalidad llegase a fraguar, y .f'crtas de un humanismo más pleno{o.
quedaría aún por ver si ella y sus presupuestos (la abdica-
ción o adelgazamiento de la transcendcncia) son asumi-
bles por la fe cristiana en un Dios Creador y Salvador.
II. APÉNDICP TI: V¡iVB¡IEÍ, EN LA PERCEPCIÓN DE LA GRACiA
¿Puede ésta desprenderse de la hipótesis de que el hom- Dé o no lugar a un nuevo capítulo en las relaciones en-
bre está remitido a El desde el fondo de su ser y convoca-
trc la prime.u"y lu segunda grat;idad' es un hecho descon-
do a participar de su vidaP Y en tal caso ino lo anhelará
ocrtante gue qulen ha sido definido como tú de Dios
por velada y misteriosamente que sea? El Concilio Vatica-
(imagen) y ttr*tao a la comunión cle vida con Él pate'ca
no I con su definición acerca de la capacidad humana de
rro vivenciarlo en modo alguno- Y, más aún, que e§o Pue-
conocer a Dios (DS 3004), es decir, de desbordar todo Ií-
tla pasarle a toda una época. Si asf fuera, el mensaje cris'
mite y todo fiagmento, parece oponer serias reservas a esa
tiano carecerla de toda plausibilidad y quedarfa en una in-
idea,lo mismo que el Lateranense V cuando def,ine la in-
[ormación externa sólá garantizada por argumentos de
mortalidad del alma (DS 1440). ¿Bastará la indiferencia
autoridad o de fuerza (milagros).
de hoy (puesta por otra parte en duda por el rebrote, tan
La extrañeza aumenta cuando, como haclan los israeli
actual como inesperaclo, de la religiosidad y sus formas, a
tas «en tierra extraña>>, se recuerdan los siglos en que el
veces torpes y aun depravadas, de anhelar a Dios) para
anhelo de Dios fue experiencia viva y enriquecedora, res-
borrar la pervivencia multisecular de ese anhelo?, ¿puede
paldacla incluso Por una antropología coherente basada
que se den, al respecto, oscilaciones epocales? Retomare-
.n las filosofías rnás insignes. ¿Llegará la secularización de
mos enseguida la cuestión, que tal vez nos revele un nue-
vo flanco de las relaciones naturaleza-gracia, pero añada-
mos antes una tercera consideración. r0 Es la olrjeción que formulamos a Torn(¡s en nuestra recensió¡r a sn Escalolo'
3) Cuesta admitir que, cuando tengan lugar, la resrr- gfa. Cf. «Una escatologfa co¡rtextuada en [a posmodernidad» en EE 7l
(1996), 457'462, esP. 461 -462.
rrección y la visión de Dios (o comunión de vida co., Él¡ r, §obre esta ten¡ática ¡>üede verse «Una ¡¡uev¡ pro¡redéutica para una nücva
constituyan para el hombre, a fuer de gratuitas, una pura evan¡;elización», en J-. L. Ruiz de la Peita, Crisis y apología ile la fc,SalTe'
sorpresa, en modo alguno esperada. ¿Podrlan en tal caso F rrac (Santandcr 1995), 271-309'
LA cRATUIDAD 195
194 HOMI}RD Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOR t-A slN-ttÁzÓN DE Li\ cllgAclÓN:
I STIGBRBNCIA§ Y PREGUN'T1TS
' J, L. Ruiz de la Peña, .81 tlon dc Dios, Sal Terrac (Santander l99l ), I 64- I 72;
L. F. Ladaria, TcoLogía dd lecado origínaL I tld kt g'acia, llAC (Maclrid
I993),43-53.
198 HoMoRoyMUNDo ALALUZDELcREADoR
CREADOS PARA LA TELICIDAD 199
con las matizaciones que acabamos de hacer en e[ capítulo r¡ r r jiir búsqueda desemboca de hecho en un rnar de in-
anterior, que el hombre no sólo posee o, mejor, es un <<de- ,,,rrrlrunbres: ¿qué es la felicidad: suerte, conquista o re-
seo natural de ver a Dios» y con ello un anhelo radical de ,, ,1,,i', ¿es sólo un §entimiento subjetivo o algo objetiva-
felicidad, sino que ésta cohal¡ita ya hoy con Dios en su co- ,,,, ,,lr: iundado?, ¿qué Ia produce: la satisfacción de los
raa6n, .Lhí, en el marco de una creacidn transida dt gracia, ,1.i(ros, un cúmulo de bienes materiales y culturales, el
emplázamos los deseos humanos de felicidad , ,,,,rplimiento del deber, o una realidad transcendente?,
5. No hace falta decir que, a continuación, no pretende- ,',.s asunto público o privado?, ¿es el
hombre un ser di-
mos sólo desplegar la lógica creyente de la felicidad pres- , {rr¡so o alguien fundamentalmence desgraciado 9": :^"
cindiendo de kr que el hombre piensa de ella ni, menos ,.rrrpeña, iÑhntil o alienado' en soñar con ser f'eliz?rr,
la felicidad?,
aún, obligarle a reconocer que posee algo que en modo algu- ,',,xisten sólo las pequeñas dichas o también
no percibe. Indagamos, por el contrarior las razones últimas ,i,1ué relación guarda ésta con la libertad y con el amor?,
de sz¿ anhelo de felicidacl. I{abremos de hacerlo por tanto ,;cabe la dicha sin
DiosP
en diálogo continuo con lo que él mismo siente al respecto. Estas y otras mil preguntas desasosiegan desde sien-r-
Por ello el método no podrá ser puramente deductivo pre el deseo humano de f'elicidad y diversifican las defini-
sino que seguirá la doble dirección que va de la experien- de ésta. La teología no puede igrrorarlasr'' Ha de
cia huurana a la fc y de ésta a aquélla. Fue la trayectoria vi- "io.r.t
hacerse, por el contrario, Presente a ese proceso y acom-
tal de Agustln. Empezó por perseguir ávida e infatigable- pairar al Lombre en su búsqueda de felicidad. Ha de de-
mente la felicidad por todos los caminos que pensaba jorse incluto interpelar por ella para que su mención de
conclucían a ella (el placer, el arnor, la amistad, el saber...). bio. no resulte postiza a otros ni al creyente rnismo. A la
Sólo tras ese largo y apasionado itinerario terminó por en- inversa, y desde su peculiar experiencia de fe, señalará Io
contrarla cuando encontró a Dios. En ese momento invir- que le parecen formas alicortas o torpes de felicidad. Pero
tió el orden y se remontó al origen: porque «nos has hecho 1o hará al tiempo que'brinda rluevas formas de ella hasta
hacia Ti, nuestro corazón no sosiega hasta que descanse t
en Ti»ll.
Aquel primer momento <<ascenclente» es ineludible en piensa el cr.istiarrisrno:J. L,llui,z de Ia Peña, «Fe cristian¿. Pcnsarnicntc» secu-
estos tiempos en los que Dios no forma ya parte del patri- lrrr y I'elicidad», cn «S:rl "I'erracr,77 (19t19)' i0t'209.
,,, Decfa hacc poco A. Cala cn u¡ra e nrisií¡n radiofírnica <¡ue la foliciclarl es un
monio cultural de muchos que buscan la felicidad a su «trastorno mental transitOrio» al <¡tte contlal)olría, co¡¡tO itleal sano, Ia sere-
margen, cuando no contra Éltr. P,r.s bien, clejacla a sí mis- rridacl.
t,t ^Iontás clc Aqrrino, haciérrclose ec<¡ rle AristótcleS, em¡rieza riu tratatlliento
teolírgico clo La f'clicidad ¡rreguntárrclose si c<.¡nsiste cu la ricFeza, el ltonor, la
tt Confesiones I,l (retoco la traducción, cf. nota g). Menos con<¡cido (lr¡e e.$ta farna, la gloria, el Potler' utr bien cor¡roral, el ¡rlaccr, algú» bien deles¡lÍritu,
fiase es el hecho de que Agustín la suborrline a la afirmacidn de que el horn- aigrin bien cleirtlo, S.Í,[..[/II,t1.2. Sólo luego abre la cucsti<in ctc si lo qtre la
l¡re cr¡cuentra sv tl¿leit¿ en alabar a Dios («al laadat¿ Te deLectei»). lJna vi- ¡r*..,rn no será algo increado, i.bhl, <1.3. Véase ttnll¡ión crr el artíctrlo de .f'
sión nrás com¡:leta del pensamicnto agustiniano acerca de la lelicidad se en- L. IIui, .tu la pcha citaclo en la ¡rota anterior la variada seric cle ide¿rs acerca
corrtrará en su rratado De la ztidaJeliz (OSA I, ?1950, 6i5-672). de l.r fbliciclarl ([¡e corlon |oy entre nosotros. M/rs recientelnente se lta oct¡-
, váase la cuiidruple ti¡rificación <le talanaes con qr¡e hoy se encararía el paclo cle clla rrn scnrinario filosólico dc la Acadcntia católica tlc Munich,
¡rro-
blema de la f'elici<lad en referencia a lo que sobre él
¡riensa o se crce q.e «W,. ist Gliick?», en «l-le r(lerkorrcs¡ronclcttz.»,50 (i996), 198-202,
CREADOS PARA LA FELICID¡"I) 243
202 l'lOMBltE Y li!UNDO ALALUT. DEL CREi\DOII
b) El terrícola (Adam), es tomado de la tierra árida ,l<.r' clarse a sí mismo la vida y no recibirla de Dios es morir
(adamah)que era su origen, morada y destino, y es intro- ,,i,, remedio. Incluso invitado a 1o divirro el hornbre sigue
ducido por Dios en un jardín que, aunque sólo en la tra- r;icndo radicalmente un ser cr€ado, abocado a la gracia.
ducción de los LXX se llama <<paradeisos>>, contiene todos e) El hombre desoye de hecho el mandato y es expul-
los elementos paradisíacos: abundancia de agua (2,10-14), ,,ulo del paraíso (3r23). Por eso vuelve, en el cloble senti-
f'ertilidad exhuberante en mil especies de árboles que se- ,lo del término, a la tisrra de la que fue tomado. No podrá
ducen lavista y el girsto (9), tierra sin espinas (3,i8), tra- ;rlargar ya Ia mano al árboi de la vida que le habría permi-
bajo sin fatiga (19), amor sin posesividad? parto sin dolor tido vivir para siempre (3,22.24). Pero esa vuelta a la nor-
(16), animales sornetidos (2,19-20)... E, medio y como nialidad no lo es ya. Ese nuevo «status») que serÍa el suyo,
resumen de todo, está el árbol de la vida (2,9) cuyos fru- Ie extraña y contraría profunclamente. La muerte, expre-
tos permiten al hombre sLrperar su natural caducidacl. sión natural de su fragilidad, se carga de preguntas y an-
c) Aunque sólo en Ez 28,,L3-17 es llamado expresa- gustia.
mente jardfn do Dios, ya en el Gn evoca aspectos divinos: f) Si bien los queruirines cierran ya el paso al árbol de
minerales preciosos (2,11-I2)'0, querubines que lo tute- la vida (3r24) el hombre lleva a su tierra de ¡:ena, de abro-
lan (3,24)2r. Es el lugar por clondeJahvé Dios se pasea a la jos y de muerte, el anuncio de una guerra entre su descen-
brisa de la tarde (3,8). dencia y el que le tentó a caer, así como la promesa de una
d) Todo ello no es suerte ni destino sino marco de una victoria sobre él (3,15). Se instala así en la iristoria una
historia entre dos libertades, la del Creador que invita a tensión entre ese estado de cosas y el futuro que se decan-
su jardín y la del hombre en cuyas manos deja su pernla- tará a favor de los hijos de Adán. La expulsión del paralso
nencia en é1. El acceso en particular al árl¡ol de la vida y a no es la última palabra.
sus frutos imperecederos va a depender de su actitud ante g) Por eso, si no con su nombre, el paraíso reaparece
otro árbo[, «el del conocimiento del bien y del mal» (2,9). como promesa en la qonquista de esa «tierra que mana le-
Le está vedado (2,I7) no por arbitrariedad o celos divi- ¡ che y mieb>23. Asimismo en los oráculos proféticos que au-
nos, sino porque alargar a él la mano significa pretender guran fecundidad, p^\ gozo sin sombras ni fin, victoria
decidir lo que es l:ueno y malo, es decir, querer ser como sobre Ia muerte, reunión de todos los pueblos, nuevos cie-
Dios, negando la propia creaturidad y no reconociendo los y nueva tierra, esponsales con Dios2a. En particular la
que todo el jardín y su centro, el árbol de la vida, son un comunión con Este acaba siendo el bien abarcatrte y to-
regalo. También la amenaza de muerte que acompaira ese tal25. Y es de notar que esa escatología de los prof'etas no
veto es <<un recordatorio del Ifmite connatural>>22: preten- es aún transcendentexo. Es en esta tierra, en el encuentro
arraigados (posesión, prestigio, santidad y la misma dicha c) Juan se remonta al origen de todo para poder anun-
que ;llas comportan) y los sobrepasa hacia formas más li- , r,rr a Cristo como la Palabra original por la que todo exis-
I
beradas y generosas de existencia, en las que el dar hace rr' (t,1ss). El «prlncipe cle este mundo», que engafió al pri-
más f'etiz que el recibir (Hch 20,35). ,,rcr hombre? será derrocado cuando Cristo, alzado sobre
c) Jesírs describe ese Reino como un festÍn de bodas al l,r ticrra, atraiga a todos hacia sÍ (12,31). Pero ya durante
que todos, y en especial los descalificados y sin esperanza, :;rr vida éste personalízay culmina todos los símbolos para-
son invitados (Mt 22) y que él anticipa en su§ comidas con ,lisíacos: agua, rnaná, luz, verdad, vida, resurrección...34.
los pecaclores y con sus amigos, en la multiplicación de los ljrr testamento es el <<shalom>> (14127), su promesa la ale-
panis. Actualiza ese Reino en sus milagros' que liberan al r1ría (15,11) que inundará a los suyos (17,13) y nadie les
hombre de la sumisión al dernonio, a la enfermedad y a la rlrritará (16,23).
muerte. tibulaciones y persecuciones no ahogan el gozo f) El Apocali¡tsis, cerrando el ciclo de [a historia, reto-
fundamental de saberse amados por Dios (Lc 12,32); son ,na los símbolos paradisíacos para describir el futuro esta-
incluso una forma de t¡ienaventuranza (6122-23). <lo de cosas, posterior a toda lágrima y muerte; un cielo y
d\ Pablo evoca aquel tiempo original cuando, para licrra enlos que todo es nuevo (2t) y brotanrya sin c'rn-
describir [a obra de Cristo, contrapone a éste con Adán tcnción, todas las fuentes de la vida: árbol,luz, Dios mis-
que es sólo su anticipo o a stl antitipo32. Sin embargo ese rno cara a cara...(22).
nuevo primer Hombre, Cristo, sólo alcanzará a su vez la g) Thmbién en el Nuevo Testamento habría que anali-
plenitud cttando cumpla la tarea de obediencia rechazada zar los vocablos paz, felicidad, alegrían5, para ver su omni-
por Adán, comparta la suerte de sus hermanos3s y, tras ha- ¡rresencia y su vinculación a la gracia. El gozo que abre la
ber aniquilado todo poder adverso, y en últirno término la a¡rarición del Salvador y posee a todos los personajes navi-
muerte) ponga todo y a sí mismo en manos del Padre' -02- cleños36, que estremece al mismoJesús (Nft 1i,25) y acom-
tonces toda la creación, que gime ahora en dolores de par- ¡raña el hallazgo de la oveja perdida y la vuelta del hijo a
to, quedará liberada de la esclavitud y alcanzará la gloria t casa (Lc 15), sólo se cerrará en la alegría final de las bodas
de los hifos de Dios (Rom B.19ss). del Cordero (Ap 19). Junto al término <<shalom>> aparecen
e n el Nuevo Testarnento otros como <<eu-angelion)>) <<eu.-cd.-
Pero 1a ahora el creyente e§ una «nueva creatura)),
<<está en Cristo»; por eso caen las barreras que separan li- ristia>> que indican esa positividad beatificante de Ia gracia.
bres y esclavos, judíos y griegos, varón y mujer (Gál3.,23' De este recorrido se podrían extraer las siguientes con-
4,7).Ya ahora ha recibiclo un Espíritu que Ie afilia a Dios, clusiones:
le inserta en Cristo, le une en un solo cuerpo a los otros, 1) El Nuevo Testamento continúa afirmando y llevan-
Ie sitúa en la órbita del amor y le libera de la le¡ del peca- clo al colmo (encarnación del Logos, inhabitación del Es-
do, cle la muerte y le llena de amor, paz, alegría (5,22'24)-
:ir
Jn 6,35;8,12.35.51; 11,26...
')r' Por ejenr¡.rlo" Ii, l3cyreuther, «alcgría», e¡r DTNT I, 74-8J.
i¡' I Cor I5,45; Rorn 5,12ss. 'r(' l,c 1,13-14.28.4I.45.59; ?,1Oss. A esta tcología luc¡na del gur.o habrÍa que
:r" Fl¡r !,7ss; Hetr 2,10ss. I surnarla dela carta a los Fili¡renses: 1,18.25;2,2.17.18.28.99ii],1;4,1.4.
210 l{oMntrc y MUND0 A LA LuzDEL cREADoR
CITEADOS PARA I.A FELICIDAI) 2lL
píritu) la comunión de vicla de Dios con
el hombre y, con_ es también bdsicam¿nte protolígica. Sólo así se ga-
1,,¡,,ir::r,
secuentemente,la vocación original
humana a. pf.íituJy r,rrrtiza que ese parafso-promesa no queda a merced de los
de felicidad.
,,u(.rios o del incierto futuro, sino que está indeleblemente
.f) -ryer que de un paraíso se rrara de una dimensión
radical de la-gracia..sigue, por ello, .,r,, lado en las rafces de la realidad y en los más profundos
La fe y la teología, que vinculan felicidad y Dios, han r,,¡.,r,.ur(:ia a desaparecer y se da cuenta de la violenta
con-
leído en la muerte y en la concupiscencia las consecuen- ¡r ,rrr rl,r([ a que la muerte somete no §ólo los deseos, sino
cias de Ia ruptura del hornbre con su Creador, es decir, del 1,, l)r,)rnesas incluidas en los Sestos más elementales y
pecado, dando con ello a entender que, sin éste, ni la ,,rrr r¡tir:os del hombre. Por esto la fe en la inmortalidad es
muerte ni las tensiones afectarlan al hombre. Parece, sin i,r,.r rl('las constantes de la reiigiosidad y del pensamiento
embargo, que se trata de dos rasgos connaturales a éste, l,rrrrr:rrr{)s, «un instinto del corazón» (GS I8).
derivados cle su condición corporal e histórica. Por todos
estos motiyos se impone un tratamiento más detenido de
ellos antes de pasar del símbolo (paraíso) a la realidad (fe- t I. I-a muerte del cre2ente
liciclad) y lrazar una teologfa de ésta.
I lii durante largo tiempo los israelitas contaron
,,.r¡,arición o el ensombrecimiento personal tras
con la de-
la rnuerte'
3. Ir,rruoRr¡LTDAD pARADTSIACA y MUBR"T'§, HrsróBrcA r ,,beclecieron y amaron a Di<¡s aun sin la esperanza de un
¡,rcmio en el más allá4or la lógica misma de esa comunión
La mu¿rte es un dato básico y universal que cuestiona , ,,n Jahvé fue descubriendo que Dios ((no es un Dios de
y corroe la vida entera y reclama incesantemente una ex- rrrtrertos, sino de vivos>> (Lc 20,38). La resurrección deJe-
plicación38. De hecho no hay vida o filosofÍa profundas o sús, sobre todo, reveló que Dios es aquél <<que da vida a
simplemente lúcidas que no hayan afrontado el tema. No los muertos y llama [a nada a §er» (Rorn 4rl7),
parece que exagere el Vaticano II cuando afirma que «ante El hombre, creado como interlocutor del Eterno, her-
la muerte el enigma de la condición humana resulta mayor rrranado a Crisüo, Verbo de la vida, animado Por el Espfri-
que nunca)) (GS 18). Para unos la muerte delata la vani- tu vivificador, e introducido en la comunión trinitaria de
dad y absurdo de la vida e invita.a un goce de ella resigna- vida que es Dios mismo, tiene una vocación innata de in-
do o desesperado (Sab 2). Otros piensan, por el contra- mortalidad. Por ello para el creyente [a muerte es más an-
rio, en el valor único y trágica dignidad de una vida t tinatural que para nadie. De ahf la resistencia a conside-
confrontada con la muerte. Ni faltan, y van en aumento, rarla como un mero dato de creación, y la tendencia a
quienes consideran el hecho de morir como lo más <<natu- vincularla a una ruptura con Dios.
ral» y dicen sentirse cómodamente instalados en ese lími-
te'ie. Pero habría que preguntarse si con ello se vence la re-
obra acoge en parle otros trabqios del autor, como fl houbre I nt muat'lc,
Al<lecoa (Burgu, l97l), Mucrtc 2 mor*isn¿o humanista, Sfgtrcnrc (Salaman'
¡§ «El paradigma mismo de todo desgarramiento y desavenerrcia..., la sustanti- ca 1978). Esu larga confroatación del autor con la mu¿rte bien mctcce el
vación de t¡n aritnia quc actúa corno trdgica cesura», Así Ia deline [. Trfas, eentido y ¡>rofunclo hornenajc gtre con motivo de la ¡nuerte clel propioJuan
La ruzdnJxmtei'iza, Destino (llarcelona 1999), 149. Luis le dedicóJ. l. González Faus, Fa ut Dios ! consl,ntcció¡t dc la historia,
Je Una buena pctspcctiva sobrc esas corrientes,
al mismo ticrnpo <¡uc una Trotta (Madrid 1998), 321-332'
«teologfit tle la muertc» mds completa quc la c¡ue aquf podernos ofrecer la /o El tat<lío naCir¡rient<¡ rle u¡ra cscatologla transcentlertte e¡r lstacl ptrede vcrsc
enc<r¡rtrará el lector en J. L. Ruiz de la Pcña, La P«sc'ua...,247-278. ts¡ en.]. L. Ruiz <\e la Peña, L« ltauczn.'., 38'87.
,l
ü
2t4 HOMBRE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR
CREADOS PARh LA I'0LlCiDÁD 2i5
3.2, La relación entre m.ucrte I pecailo ,,r¡,rrr'. Est€ a§Peclo antropológico rlos lleva al teológico. Si
,l vivir humano se apoya últimamente en razones para vi-
Si en Gn 3 Ia amenaza de morir, en caso de que peea-
\ r, y en concreto en el sentido de la existencia y éste a su
sen, no se cumple de inmediato, hay una relación clara en-
r, ¿ tiene no poco que ver con Dios, se puede decir en po-
y trasgresión. La expulsión del paraíso, castigo
tre. muerte ,,rtrvo (que es lo que en el fbndo afirma la Biblia)loimpor-
del pecado, cierra el acceso al árbol de la vida (5,22-Zaly
r,rrrtc que es Dios para la vida, y vislumbrar el sentido de la
devuelye al hombre a su condición de tierra (3,1g). Al
l,',, r¡rula negativa (sin ruptura con El no habría muerte).
crecimiento del pecado corresponde un decrecimienio de
Iiste doble fondo y esa diversa calidad los tiene tam-
edad (6,3) y el diluvio será un castigo del pecado que se-
l,irin Ia uidahumana. El hombre, al ser (y no sólo tener')
ñalará el f,rn (provisional) de la creaciOn (O"f-a).
,,,rrciencia y libertad, es siempre intérprete y actor de
Si reaparece de vez en cuando Ia idea de que la muerte
,,,¡uello mismo que es. Se hace su vida y se hace su muer-
es destino normal del que es polvo (g,lg), del que es sólo
r(:. Más qr. ,n,r"tt"s lo que hay son estilos de morirn3.
<<basa»> (pequeñez creatural), predomina'la que la vincula
a) Cüando un hombre del Antiguo Testamento excla-
al pecado y la considera como consecuencia de élrt. y la ló-
rna: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea» (Job
gica profunda de esa convicción parece clara: si la razón úl-
t,2l), personaliza su privación y la convierte en un ge§to
tima de Ia promesa de vida eterna es la comunión con Dios,
,le aceptación. Más que despojo es cl'eaturidad vivida en
la razón última de Ia muerte será la ruptura de esa
"o^..- trance de despojo. Es la afirmación, con todo el ser, de la
nión, el pecado. La fe eclesial ha recalcado esto: la muerte
gratuidad de ese ser.
es fruto del pecado y sin él no se habría producido{r.
Esa afirmación nos resulta hoy especialmente difícil de
b) Cuando el Hombre de la nueva y definitiva alianza
se halla en la soledad suprema de la muerterla oiue como
asimilar. ¿Modifica el pecado la esrructura biológica del
expresión de abandono total en las manos del Padre,
hombre? ¿Altera la condición evoluriva del mundá? pero
como forma de frdelidad hasta el final al mensaje del Rei-
esta misma pregunta obliga a tomar en consideración la
I no cle Dios en favor del hombre' colno señal definitiva del
peculiar condición antropológica 1 teolúgica de la muerte
amor de Dios al mundo (Jn 3'16). Mds que de muerte se
humana. Como todo lo humano,la muerie no es pura bio-
trata de amor hasta la muerteaa.
logía sino un dato que se eleva al punto a pregunta por sí
c) A todo cristiano y a todo hombre se le brinda esa
mismo y a versión de sf mismo. Eso es lo que permite di-
misma posibilidad de conmorir con Cristo. Esa entrega,
ferenciar unas muertes de otras, como haci la Biblia con
la de los patriarcas por un lado y la prematura y violenta
por otro, y como hace el pueblo cristiano que siempre ha i:r Lr ¡¡ruerre conro pr:sibili<la<l y o¡rción supfc¡))as dc Ia libertacl en cl írrnbito
visto en las tres cruces del Gólgota tres modos diversos de cle la fe es clestacatla ¡ror K. Rahner, Se'ntido tcolígico tle l«' tt'ua'le ,Het<ler
(llurcelona 1961). «§ólo un existente mortal que hal¡ita la li<¡ntera del mtuv
.lo puedc, cr¡ razón clc cste tcrril¡le peaje, constittrir§e ert ser librc», 0' Trías,
Lu.iwaín...r 153. Poco autes ¡abía ¿icho qrre sól<¡ ante la n¡ue¡'te «se al¡re al
{¡ existcnte fro¡rtsrizo la posibilidad de orie¡rtar §(¡ querer hacia la astt¡rcitin tle
Sab l,l 3-16 : 2,23-24¡Rom 5,1 2; Ef 2, 1 ; Sant 1,1 5...
4r DS 222.372.151l; srr condiciérr lrontcriza», 150.
CS 18. ''{
.ln 14,31; l5'13.
l,
7T
216 TIOMBRE Y MUNDO ALALVT, DEL CREADOR CREADOS PARA LA I'ELICIDAD 217
frdelidad y amor son también el sentido y la verdad últi- l,:r muerte «en gracia» (en Cristo) no es solamente otro
mos de la muerte humana (GS 22,38). No se afirma con ,,,,,rlrr de morir, sino, además, paso ala resurreccíín, auna
esto que esa integración del morir sea flícil. Por tratarse de , r,l;rplena y definitiva que desborda los límites de este
un gesto d,e total abandono lo exige todo. Ese robo abso- ,,r,rn(lo y cuyos nombres últimos son «Dios todo en todo»
luto es angustioso y la libertad se siente a menudo im- 1 ,rl)ios cara a cara)). El prelapsario <<no tener gue morio>
potente ante é1. Pero el primogénito de los mortales expe- ,l<' Adán queda muy corto ante esta perspectiva.
rimentó esa angustia y soledad y suplicó se le ahorrara el Y si mantenemos a Cristo como el Hombre original, el
trance. Por eso en ese inmenso misterio de soledad y do- .,rrhelo, también original, del hombre no es la mera inmor-
lor del Hombre cabe toda la pena,_ incomprensión y aun ralidad terrena, sino aquella resurrección. Por elloo una
vulgaridad de todas las muertes humanas. vcz más, no hay que volver los ojos al «paraíso terrenal>»
En ese sentido la gracia libera para morb y libera d,e I lrara percibir nuestra vocación original y la dinámica vivi-
morir (una muerte puramente biológica y una muerte defi- ficante de la gracia, sino al esjd.ton de la historia (si bien
nitiva). El pecado, a su vez, hace de esa muerte expresión arraigado en el Proton). AUf se verificará la absoluta irrc-
de ruptura con la Vida, Ia sobrecarga de fracaso y sin sen- conciabilidad de gracia y muerte. Entretanto aquélla pro-
tido y la aiae como versión y anticipo de una muerte total, cura al hombre tal manera de afrontar y aiair ésta que an-
una muerte eterna, ticipa su superación definitiva.
Asl se explica por qué la Biblia y la lglesia vinculan tan La muerte no es pues un obstáculo insalvable a la inna-
estrechamente pecado y muerte y se hace más verosímil la ta vocación de plenitud y de dicha humanas. Pero sí se ha-
afirmación de que sin pecado no habría muerte. No habría l\a en cl camino de esa dicha, es el crisol de ella. Sólo si su-
esta mtterte concreta nuestra que sabe a ambigüedad, so- pera esa muerte, sin eludirla, alcanza el hombre la felicidad
ledad, desesperación, que son la sobretasa del pecado't5. cabala6. Es¡e lado cruc;a,l de la dicha representa uno de los
Indagar qué serfa una muerte sin ese componente es rasgos indelebles de la versión cristiana de Ia felicidad.
perderse en elucubraciones inútiles. Todas las muertes
han sido experiencia de pecado y de la gracia que supera,
pasando por ella, esa muerte del pecador. El dato protoló- 4. I¡iTE,cn¡DAD PARADISÍACA Y DES.CONCIERTO DE LOS DE.
gico del morir está asf protológicamente afectado por el SDOS
pecado y por la gracia, por Adán y por Cristo; es conmo-
rir con uno y con otro. La existencia humana comporta la experiencia de una
disgregación profunda, que parece atentar contra la ten-
{5 Cf:.J, L. Ruiz <le la Pei¡a. El don...,165-I6{t; L. F, Ladaria, llcologío ddltec«- 't§ Cuanclo l¡ablo de muerte no mo refiero sólo a la del lirral <le la vida, sino que
t10.,,,44.47i l. Moiales, ,ll n¿isterío dc la creación,, Eunsa (Pantplorra I994),
incluyo todas sus anticipaciones, to<las las formas rle cruz que r¡os toca o
249. Resulta sin crnbarg» titil, tras l¡aber asunrido cstas ideas qrre sc van vrü-
elegirnos vivir y cn las que la libertad, la solidaridad, la esperanza abren a la
garizanclo y corren el pcligro de vincular sólo psicológicamentc ¡rccado y
vez hondas hericlas e inexplicables satisfacciones en e[ corazón que preter¡-
urrrcrte, Iccr las consideraci<¡nes (lue rcerca dc la rclación ontológica cntr.e unil
de asemcjarse al de Cristo. De esos trances «cruciales» de la bienaventuran-
y otr<r hace W. Pannenberg,TcologÍtt...11,289-300. Ya arltec abordl¡ el tenra
za traté en «L¿ cruz en el ca¡nino de la lelicidad», en «Sal Terrac», 77
en t1'n.txt.pologla cn 'ltotrpotlitru tcollgica,Sfgueme (Salanranca I 99:r), I 73- l 9l .
(t989),211-228.'todo el nú¡mero trata de la fslicidad.
.t'
,¡t,,'
-§
2r8 HOMBRE Y MUNDO A LA I"UZ DEL CTTI|ADO¡1
CRSADOS PARA LA TELICIDAD 2t9
dencia también profunda a la coherencia del yo consigo ,1.L. Debate teolígico'eclesial en torno al d'eseo
mismo y con el mundo. Se dan, en particula., r.r, ,.ri. fi.
I,
deseos que anteceden la decisión de la ribertacl y se resis- l. La BibLia conoce y diversifica la pluralidad de los
ten a ella. A estos deseos que obstaculizan la integración deseos. Los hay excelsos, como el deseo de Dios, de stt
del hombre y lo hacen extraño a sf mismo se les stLle de- rostror su luz, su reino, los bienes rnesiánicos' Y es legíti-
signar peyorativamente en teología con el nombre d.e con- ¡no desear toclo aquello que hace la vida llevadera y feliz'
cupiscencia. 'fodo eso llena los salmos y figuraba arnpliamente en el re-
Aunque ese término latino significa en general deseo, corrido bíblico que acabamos de hacer' Y ¿no es el «Pa-
es evidente que no pretende descalificar e., bloq.,e ese drenuestro>> un cúmulo de deseos?
vasto mundo ni mirarlo con desconfianza. Acabamos de Perg Ia Biblia conoce también otra §erie de deseos que
definir al hombre como «deseo cle Dios»a7. degradan al hombre y rompen la convivencia porque pa-
Thmpoco se trata, sin más, de los deseos sensibles. Dios ,uri pot alto al prójirno y sus derechos. Los dos últimos
es anhelado con todos los sentidosas, y su Reino se *unduto, del clecáiogo los prohíben expresamenteae' Pa*
simbo-
liza en bienes terrenos. La corporaliclacl esencial del hom- blo reconoce que la le¡ lejos de cohibirlos, los despierta
bre así lo demanrla (Rom 7 ,8) y que el hombre e§ un ser escindido enre de-
. Ni siquiera se condena la espontaneidad, del deseo y
cierta persistencia cle él frente a ia libertad. Esa misma
seos nobles qr',..ro realiza y viles que lleva a cabo (7r15),
es'- un ser alienado y abocado a [a rnuerte- El vocabulario neo-
tructrlra-corporal las impone y sobre ellas elabora el yo su testamentario diversifrca ambas clases de deseos50 y reser-
personalidad. va en general a los segundos el nombre de <<eftitlrytt'ía>>,
Sólo n¿ando en el conjunto de Ia persona y en el proce- aunque no sin notables excepcionessr.
so de su integración esos deseos se-inclependizan y se
al- Sabe además la Biblia de otro deseo más soterrado y
zan contra el proyecto filial y fraterno, cuando escinden que nutre los prohibidos y se encarna en ellos: el deseo de
al
hombre y tienden a degradarlo, esclavizarlo, despersorroli- ,", Oios (Gn 3), es áecir, de que nada, ni Él ni el pró-
zarlo..., es cuando tales deseos son denominaclos «epithl- "o*o
jimo, ponga trabas al propio deseo absolutizado' Bs el pe-
mla>> <<concupiscencia», y tachados de in_coh.r"ntr. cado capiál,,la <«Peraersa uoluntas>> de que habla Agustín.'
el proyecto original del Creador (dicho simbólicamente: "á., 2. Por la freiuencia con que en la Biblia la concupis-
_en
el paraíso no exístía la concupiscencia y sin pecado cencia clenomina las apetencias sensuales, y las sexuales
hoy tampoco la habría) en particular, así como por la polivalencia en ella del tér-
mino ocarne» (que denota tanto el cuerpo del hombre) cuya
a7 <<D¿sitl¿riu'¡n
narurar¿ uisíonis bcatiJica¿». Es de sob¡a
conocido el aclrnira-
blecomentario dc Agustltr cu¡nclo aplica a la liase deJesírs I
«Naclie pueJe 'rrl Bx 20,17; Dt 5,21. Cll a<lemás Gn 3,6.16;6,5;8,21; Itorn l,lB-li2; Cor
1.n1.
.,Tí
1i.el [d.re
que me ha enviado no Io atrac» g, O,aa¡ *l .li.lloj.i 10,6; Ef 2'3; 4,22-24;'lit 3,3; Sant l,l5'
poeta Virgilio (Egloga 2)r «a cada uno le arrastra su deleitc» (trahit nu r"' C[. «Deseon en D"lN"l' Ir2l-2$,
quc?ntpte aolulttas): T¡'atados sabt.a el aaangelio de san t" Es cl tér¡nin<¡ qtre designa cn boca deJcsús su tleseo ardiente de celebrar
fO,a_S l¿
rt 968,577-579). Juan, lOSa
xlIl,
18 pasc(¡a con ur.rs discí¡r,itos (l-c 22,I5) y el <¡ue Pal¡l<¡ usa ¡rara <lc'scri[:ir stt
Sal 37,8-10; 42,2;63.
ar¡sia tle ¡rasar a vivir con Cristo (t'lp 1,2:i).
't.i1i,,.
220 floMllltE Y MUr\DO A LA
9r1
L\jZ DUL CRITADOR CIIIADOS PAttA Li\ ]'liltClD¡\D
debilidad reconoce, como el individuo humano someticlo l, 1,, ,1,'r:aclencia ética de una tglesia ya no de mártires'
todo él al dominio del pecado), y finalmente por Ia in- ,,,, ,lr ,uts?s' oPuso el monje Pelagio las exigencias del
fluencia en Agustín del pensamiento dualista, no es de ex- ,r,r,,r¡ rlcl monte y la creencia en la bondad de la crea'
trañar que él localice la concupiscencia en el cuerpo y en , ,, \ ,, las posibiiidades de la libertad' La concupiscen-
los deseos sensibles y entienda consiguientementá la'«in- ¡ ¡ ,i, ( :i ¡ro., él un destino ontológico, ni.una
degradación
tegridad» como <<rectitu.d,o natara¿», como sumisión del ,,rr¡,rrr :rtrr [)or el pecado de Adán, Jino pujanza natural (ui-
cuerpo al espfritu y de éste a Dios. . , , ,,,,t,lrn.e) quá brinda a Ia libertad Ia posibilidad de de-
Concepción muy extendida luego y que acaba enten- .,,1r¡',r' ¡,o..I'^odelo evangélico o el-adámico' La gracia
diendo la integridad original co-o i,rse.,iia de excitacio- el querer y el hacer'
t,,'r 'in parte no nos tiene que dar
nes sensibles, ya por extinguidas de antemano, ya por re- ,,,,,,,, ,i ftréramos inte.namente incapaces de ellos' sino
frenadas gracias a una consolidación de Ia libártaa. Sin ,t,,r ('s o [a gracia misma de la libertad o la ayuda externa
negar que la corporeidad tiene sus exigencias de inmedia_ ,1, l.r lr:y y del evangelio.
tez, su anomía y su pertinacia, la alternativa a esa visión ,'t .,rtu creencia en Ia libertad y grandeza del hombre
agustiniana podrá ofrecerla una antropologla unita- ,,,,,,r,, Agusttn su teorla antes dichi y su expel'iencia. de
1,ólo
ria que la Biblia parrocina (cf. cap. XIV) y-qui Tomás ilc ,,',,., li.beítail esclaaizail,a y de una radical pecaminosidad'
Aquino desarrollará. Para él la sensibilidad no constituye :irrr la gracia, dice, no podemos nada, ella nos da el querer
un-mundo en sí, añadido al espfriru y conrrario a la libir- de un modelo o invitación ex-
1 , l 1,,rier, y no bajo la-forma
tad, sino la condición de posibilidad de ésta y en la que se
r.rrra, sino como a¿racción 'interior, como re§cate de la
li-
encuentra desde siempre extrovertida..En esta teoría la
I,,','tac[, como victoria de Dios sobre uno desde dentro
de
concupiscencia no es el desconcierto entre las dos partes La miseria del hombre se hace patente en la
,,',,, mismo.
del hombre, ni está situada en una de ellas (el cuerpo), ,,,ncupiscencia, esa per-versión 3u¡ ¡ufre la voluntad
sino la tensión de todo el hombre consigo mismo.
.,,o.Ji se vuelve (coi-aertit) a lo inferior y se.sepa.'u.(1-
. t. Yo, que tener presente además que la teoría agusti- ,':;Át)cle Dios. Tai torcedura provienedel pecardo original;
niana fb¡maba parte de un debate de iingular tranlcen- justificados no tiene
.,l; .rJ mismo pecado (sólo que en los
dencia.dogmática.y espiritual en el que se vio inmerso y al pecado p-ersonalsz'
f^ "o"ai"iOn á. "rrlpuj y proYoca
que rebrotará periódicamenre en la historia porque .n ál
En este debate u""r", de la presencia del pecado y de
se enfrentan dos verdades; la pujanza de la creación y Ia
tn gra.iu en el corazón mismo áe la libertad y, más
en el
necesidad de la gracia. Existencialmente el debate se ali, de Cristo para
fbrr'do, acerca de la interna perentoriedad
menta de la tensión entre la grandeza y la miseria del
hombre y cristalizó,en la polémica en tárno al «pecado
,2W.Panne¡rberglnatizaestacqtri¡raraciónagrrstinianaerttreel<<4rror.rtri»yla
original», que abordaremos en el capítulo VIII. D. ,no- pero- tanlbién
«c;vpiidita»> y áí.u q.ru ert. pi,"ilt consi<lerarse.como ¡recaclo'
mento nos reducimos a lo más imprescindible para el .lel p""t,lu, artt*¡ue etrtettclicla conro str nra.ifbstacií,r'
punto en que nos encontramos. "orr'ru "u,,aa"uancia
,,,;,;"ii, segrriría alejrni., de lo r¡re-dice Trenro..Cl. Ántt ltolagía...,1o7'
ll2;Teotogía',',ll,i5g'267' Pa'a un' comprensi«íl n¡írs cabal del pensa-
AI pesimismo gue creía detecrar en Agustín, y al que y la integridatl' cf' Rétt\ic« a
rni.ntu ,g,igtiuian<¡ acer¿a cle la concupisccrrcia
epocalmente se derivaba de la caída del Imperio ilo*uno (osA xxxvll, 1985, 3-976)'
JnLiano,L.4-5
CREADOS PARA LA FELICIDAD
223
.r99 FIOMI}R8 Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOR
el hombrer la Iglesia se decantó por Agustín en los Conci- r, r¡tr: tle elevación a la gracia) algo puramente natural'
pecado'
lios de Cartago y Orange,3, ambos particulares pero re- ,,;;;,,, ;;.;;ban los pelagianos, ni es en sl misma
del peca'
frendados por el Papa y por la sensibilidad (recepción) ,,,,,,., ufrr*aba Luteio, sino algo que «proviene
que la libertad (no anula-
eclesial. Esa condena del pelagianismo (más que de Pel¿- ,r,,,'i,*ii" pecado». Y es algá
"f,i debilitada por ól pecado original' pero re-
gio mismo) no implica de rechazo la canonización de to- ,i., ,,.,nou"
dos los rasgos de la antropología agustiniana ni de sus ;:,;',:,;i;;;; iu gt^"iu) p""tl" incluso convertir en material
inadmisibles recortes a la universalidad del designio salví- ,lr victoria (DS 1515)'
irf i¡"¿" del debaie es de nuevo la gracia y su
relació.n
fico de Dios (predestinación de algunos, infierno para los
niños que mueren sin bautismo...). Precisamente las correc- .,1 l;;*L;;t p."udo,. Si Pelagio reducía su impottancia
"t
: r;;;; í" iid".t"a y grancleza humanas?
Lutero la pon-
ciones de ese esquema agustiniano por parte de la teolo- ', Dios y el hombre fueran
gía posteriorsa,juntamente con el humanismo renacentista ,l.,''o a costa de eltas, Jomo si
él sólo reden-
que reaviva el optimismo pelagiano, harán que el debate ,;,;;J;á; antitéticás' La g1a9i-a es.Paradebida al decre-
anterior rebrote siglos más tarde. , if,ir, y por cierto extrÍnseca,-del hombre'
pecador
4. Frente a lo que consideraba suavizaciones que ba- ,,, Jir'i; de considerar just'o al que siguesesiendo
resiste a admi-
nalizaban el pecado, y desde su propia experiencia radical (.vimul iustus et peccatoi'¡' El catolicismo
)i. .i .*p""ataÁiento total del hombre' la destrucción
de
de pecador,Lutcro vuelye a leer a Pablo con los ojos y el
corazón de Agustfn. Afirma que el hombre se ve, <<cora.rn -,. fi¡"rrl¿. Con ello entona un himno al Creador y a la
a Lutero' en que la
Deo>>, radicalmente condenado por la ley y sólo salvado lrondacl de su obra. Y al insistir, frente
por el anuncio evangélico de un perdón gratuito por los ;;;;;;ttruye qt,. el pecaclo.y trasfo¡ma interiormente al
méritos de Cristo, El pecado original ha viciado radical- iro*b.., afirÁa tn el justificado vence realmente el
mente al hombre, haciéndolo girar egocéntricamente so- itii" .f p""rdo.. Cu,,t" asl iambién un himno al Salvador'
bre sí mismo (cor inaraatum\; Este pecado de fondo, ori- ||;;á "; *á, f.r"r," y más radical y está más adentrada
ginal, es Ia misma concupiscencia. --- Jl hombre que el Pecado'
"n á. frf¿. taráe, Bfuo y los Jansenisdas' impresio.nados
El Concilio de Trento, manteniendo en los cuatro pri-
meros cánones de su decreto sobre el pecado original (DS uri*ir*o por Ia misáia del hómbre', propenden a identifi-
a afirmar que
I510-1516) la condena del pelagianismo y estando en car de nueYo concupiscencia y pecado55'
a ne-
ellos de acuerdo con Lutero, se distancia decididamente ;;;";¿" del infrei y del pecador son pecado56'.y
de él en el canon 5o. En él afirma que el bautismo borra g.rl. t..Lazo la potiLitiaaá de una creación del hombre
total¡nente el pecado. Por lo cual éste no puede identifi- óor,
la inte-
carse en losjustificados con la concupiscencia, ya que ésta Con ello vienen a negar la gratuidad del don de
"on"rPiscencia5T'
y matr-
pervive en ellos. No es, por tanto (en el único orden exis- gridad y obligan de nuevo a la lglesia a mantener
zar su preternaturalidad. El mundo de los deseos, la ten- , ,,1.,,1 tlc unificar del todo el pluralismo individual, exa-
sión entre las diversas dimensiones del hombre,la dificul- ,,,l,,rrlo además por el pecado y sus tendencias disgrega-
tad de integrarlas del t<¡do es algo de sulo naturalo pero ile , l,,l ,t:ll'1).
hecho afectado en raíz por la gracia, que fomenta esa inte-
gración, y por el pecado, que acentúa Ia tensión en ruptu-
ra y ruina. Sólo bajo este doble influjo es como la experi-
| .'. La d,imensiín .social de la concupisc¿ncia
mentamos en la realidad: como material de pecado o de
Al igual que hicimos con la gracia (cap. V) y haremos
gracia. Resulta así verdad que esta concupiscencia no se
, ¡rrr clpecado (cap. VIII), gue rePresentan los dos campos
habría dado en un trance de pura gracia (dicho simbólica-
,1, lirerza que actúan sobre la concupiscencia, hay que des-
mente: en el paralso no existía), gue es <<innatural» y que
l,,,rrl¡rr el marco exclusivamente individual, en el que se ha
trasparenta un estado de des-gracia, de pecado58. .,,,lirlo situar, y tender puentes a su dimensión social.
6. Y éste es e[ dato protológico que, al igual que el de
Cuando Pablo afirma que a los que aprisionaron la ver-
la inmortalidad, hay que rcinterpretar; no se trata de una
integridad poseída del todo al principio y luego perdida.
,l.rl en la injusticia Dios «los entregó a las aPetencias de
.in corazón)) (Rom Lr24), no está haciendo un recuento de
Y tampoco esto lo dice en primer lugar una hermenéutica
,lr:.sórdenes individualesr sino trazando un negro iuadro
evolutiva que sitúa al hombre auténtico al final de su pro-
pia historia; es,, sobre todo, la concepciín oistolígica d,e la l,Lrbal del mundo que, al igual que el pecado y la carne, es
historía la que se resiste a situar la «integridad>> humana ¡,ara él un poder contrapuesto al de Dios, una esfera en
l.t que viven, pero a la que no han de pertenecer los cris'
en el paraíso. La plenitud de Ia gracia sólo se da en Cristo.
tianos60.
En él y en los que Ie siguen, el mundo inicial y complejo
de los deseos, turbado aún más por el pecado, empieza a Juan piensa también el mundo como una zona de in-
lltrencia que da origen a deseos que chocan frontalmente
organizarse definitivamente en torno al anhelo fundamen-
t'on los del Padre. Y rnenciona expresamente una «concu-
tal del Reino, y la dificultad del amor y de la libertad se
van transformando en material y expresión de un amor ¡riscencia del mundo» que desglosa en «concuPiscencia
r,le la carne, concupiscencia de los ojos y jactancia de las
mayor. Y es en el Cristo glorioso y en su victoria sobre
riquezas>> (1 Jn 2,16), es decir «los bajos instintos, los
todo enemigo donde se dará la integridad plena del hom-
ojos insaciables y la arrogancia del dinero»or.
bre con su integración en el Dios todo en todo. Hasta en-
Sin ignorar que ese concepto de mundo está fuertemen-
tonces la concupiscencia denota la situación agonal de la
te teñido de negatividad y pesimismo, no cabe duda de
fer la dificultad de ser plenamente hombre, dada la incapa-
5E
Ct L. Scheffczyk, «Concupiscencia» cn SM I, Her<ler (Barcelona 1972), un Pot eso, tampoco e¡l ettc ptlrito es cuestil¡¡¡ de especular acerca <[e cullcs
893-897; K.Rahncr, «Sobre el concepto teológico cle concupiscerrcia», en hal¡rlan sido los descos del honrbre antes de pccar y cónlo los habría gestio-
Escritos tlc Tcologla I, Ed. Cristiandad (Madrid 52000), 349-383;J. B. Metz, naclo una lil¡erud no sometida a «la lcy del ¡recado» (Rom 7) o la del Espíri-
«Concupiscencia», cn H. Fries (Dd), Concclttos Fu¡dan¿nlal¿s dc l« Teolo- tu (Rom 8).
gfa I, Thurus (Madrid 1966), 255-264; E. Schockcnholl', «Konkupiezena», ril' Cf. FL Balz., «hostros», en DENT l' 2380-2990.
cn LiThK Vl,t 1997, 27 1 -27 4, t'r Asl c¡t «clesco», DTNtll,23.
226 FIOMlllt0 Y I'IUNDO A LA LUZ DUL CItU¿\DOlt CfTEADOS PARA I,A ¡-[LICIDAD 227
que esa tríada de concupiscencias impregna fuertemente el ,. I.]sBozo DE UNA TEOLOGfA DE LA FELICIDAD
mundo que tenemos ante los ojos y en el que el creyente
ha de librar la batalla de su fe y vivir su unión a Cristo, y el ( lt¡anto venimos diciendo va relegando al pasado la
no creyente su proyecto de un humanismo auténtico.
¡,, r.strasión de que, para los creyentes,la felicidad auténti-
Pero es también verdad que así queda en penumbra, r .r r:ssólo la que nos espera más allá de la muerte y consis-
como sucedfa también con la ((carne)), lo que ambos tie- r(. cn la visión de Dios, y que eso les lleva a mirar con re-
nen de positividad creatural, de realidades cósmico-per- r r:kr, cüiodo no a descalificar,las otras formas de felicidad
sonales que Dios creó y ponderó, de proyecto de mundo rlr¡c procuran en este mundo los bienes terrenos63.
que fió a las manos y libertad del hombre. También eso Si sigue siendo verdad que, para el cristiano, Dios y el
significa en la Biblia el término <<mundo>>, y la teología de rrrás allá son las formas definitivas y últimamente definito-
la creación tiene el deber de resaltarlo. A eso obedecen las r ias de la f'elicidad (y .o sin razón, porque concibe al
matizaciones que el Concilio de Thento introdqjo en el con- lrombre como un tú de Dios, del Eterno), sin embargo, y
cepto de concupiscencia. como hemos visto, se anticipan ya en esta vida. Con lo
Si se asumen, habrá que considerar cómo en el empe- cual la propuesta cristiana de f'elicidad entra en contacto
ño por un mundo, tal como Dios lo quiere y el hombre lo
con otras no creyentes y ha de hacer valer ante ellas sus
anhela, se reproducen a nivel social todas las tensiones,
razones y ventajas.
contradicciones y pluralismos que afloraban en cada indi-
Es también cierto, del otro lado, que al autonomizarse
viduo, y que dificultan, complican, y con frecuencia arrui-
de Dios y aun del orden objetivo, Ia felicidad ha pasado
nan aquel intento. Vendrfan a ser la dimensión social de la
en muchos casos a ser entendida sólo como sensaciín d,e
concupiscencia. Aunque el pecado los exacerba y hace
felicidad, placer, mercancÍa. Pero no siempre fue asf. Du-
que cristalicen con frecuencia en aquella triple «ePith2-
rante largo tiempo la filosofiaoa, y en particular Aristóte-
mla>> que delataba Juan, no son pecado, sino el campo de
les, pensó que la felicidad no es un sentimiento sujetivo
batalla de la fe y de un humanismo riguroso. Son lo que
sino, por encima de las satisfacciones siempre frágiles y
tiene de ag6nica,, pero puede tener de renacida, Ia convi-
aleatorias que procuran los bienes de esta vida, la conse-
vencia62.
cución de un Bien supremo, independiente del hombre
En resumen: si la vocación de inmortalidad ha de pasar
y que vale y apetece por sí mismo. Junto a esa felicidad
la prueba de la muerte,la de integridad ha de aquilatarse
(eudaimonía) filosófico-contemplativa, que es un regalo
en el confuso, disperso y contradictorio mundo del deseo.
rj', G. Greshake picnsa irrcluso que al haber conccbido la salvaciór¡ co¡no ex-
6r K. Rahner aplica cse concepto dc concupiscer¡cia a la vivencia, a la vez con- clusiva¡¡re¡¡te teologal y transcerrderrte, y la <licha, por cl contrario, c«rtrro an-
flicriva, com¡rlcja y últimarnente confiada, dcl cristianismo en un mundo se- tropocéntrica e irunarrente, se aislaron fblicidad y salvación. CU «Felicidad
cularizado. Véasc la riltima de las seis tesis en quc condensa st¡s reflcxiones y salvaciórr», et Fe a'i¡tittnc¿ 2.sociedad notl¿rn« lX, SM (Matlrid 1082),
sobre el conccpto de sectrlarización, «Theologische Rcflexioncn zum Pro- t19.177.
ble¡n dcr Sdkr¡larisation» , cn Schri,flcn zuat' Thcologia,Y lII, Benziger (Einsie- t" Cf'. C. Dtaz, Lttdairnon'fa. La ftlitidu,¿l co¡t¿o ul.oltío nacr,s«t'ia, Eucucrrtro
deln 1967),697-666. (Madrid 1987).
228 IIOMBRE Y MUNDO ALALUZ DEI, CREADOR CRIIADOS PAITA LA T'ELICIDAD 229
gratuito de los dioses y el último fin del hombre, existe , ,, l)ios, que es sólo uredio para la felicidad,la erosión de
otra, imperfecta, que es producto de su praxis ética en el 1,, :¡,'rrt¡laridad?
marco delapolis. En ese momento <<eu.dairnonfa>> y <<bea- Itro no es ésta la única causante de que la salvación de
titudo>> designaban por igual felicidad y salvaciónnu y r. | )¡.s / la felicidad del hombre, y las ideas creyente
y secu-
comprende que tales teorlas paganas fuesen incorporadas l,,r rle felicidad, hayan corrido en direccione§ oPuestas o
parte en ese Proceso'
a la filosofia y teologla cristianas. l).rrrlelas. La teologfa tuvo también
A medida que olvicle ese norte del Bien supremo y gire ii,'i,rlemos dos momentos. La tensión evangélica entre las
sobre sf mismo, el hombre empezará a buscar en sí la feli- ,lrvcrsas y aun contrapue§tas formas de felicidad, unida a
cidad y ésta se irá subjetivizando. Se localizará en la vir- 1,, cxpecíación de ,ná inminente <<parusla»,
no facilita la
tud, el conocimiento, el dominio de las pasiones, el goce ,,,,,uir"."ia de los deseos de salvación divina y de felici-
sereno de Ia existencia... La subjetivización no será total ,llcl terrena. Agustín, por su parte,la tradujo en.oposición
ya que el bien y la razón seguirán siendo controles objeti- lr ontal cuanrlol sacánáola dei mundo de lo sensible,
vicia-
vos de una felicidad verdadera, como más adelante lo se- .lo Dor el pecado, situó la <<beatitudo>> verdadera en el in-
rán la justicia social y la protección de la naturaleza. r..ilr del ul*^ y en la consumación escatológicaso'
Sólo en una fase posterior, aunque con antecedentes en Tomás abre otro camino. Estima con Agustín que sólo
todas las épocaso la búsqueda de f'elicidad se desentenderá l)ios, como Bien perfecto, puede aquietar el deseo del
de esas garantías objetivas y se descarará como anhelo y lromúre67. Pero su sintonía con Aristóteles y su propia
gozo incontrolados de satisfacción inmediata, de placer teología de la creación le hacen reconocer la existencia ya
(en general del menos exigente), rehuyendo someter a .n .iu vida de una felicidad, aungue imperÍ'ecta, basa-
prueba el valor de lo que se desea y cerrándose así a otras da en la salud, los bienes externo§, la amistad6s, el pensar
posibilidades de felicidad. Sólo en ese momento, y nos especulativooe. Felicidad gue, al igual que el deleit".q¡r"
ronda también ho¡ acaba ella reduciéndose a propaganda p*dr". (ya que ono p,reáe darse felicidad sin el deleite
y mercancía y no encajando en la visión creyente. .t ,r.,u participación de la verdadera y
Aun antes de llegar a esa forma radical de hedonismo, "on.o*itu.rte;70),
perfectaTl.
pero tarada ya de subjetivisrno, dejó de ser reconocida Esa síntesis tomásica según la cual «la naturaleza desea
como criterio de verdad y como norma universal de vida. no sólo la felicidad perfecia, sino también cualquiera.se-
No puede ser el fin de la moralidad, que vale por sí mis- mejanza o participaiiót d" ella>>7z, quedó en parte des-
ma, aunque sí Io que ésta se merece (Kant). Dios sigue
aún al frente del proceso, pero no ya como la Felicidad (il Véange los cap. 27'43 de ese libr<¡ X de las Confasionas, q(re venrmo$ co'
miqma que sale al encuentro del hombre, sino como ga-
¡r¡cntrndt¡.
rante de que la moralidad tenga la felicidad por premio y 61 S.Th.llll,9,2,a.8-
el deseo humano de ésta no se frustre. ¿Cuánto resistirá 't' 1üírI.<¡.4,a.6-8.
"t' Ibíd-<¡,3 ra.6.
7t' /1,&J.t¡.4ra.1, in c.
7¡ /üfd.<¡.3,a.6, in c.
ris Cf. C.
Grcsl¡akc, «Felicitlatl...», 124-127, lt lh{d.<1.3,a.6,in 2.
230 I-IOMBRÉ Y MUNI)O ALAL,UZ DEL CREADOIT CRITADOS PAITA LA FE,I.,ICIDAÜ 23t
montada por sus sucesores, como vimos en el capftulo ante- ¡,rrt:den cumplir, están heridos de <<un no sé qué que que-
rior. Por salvar la sobrenaturalidad y gratuidad de la gracia ,l,rrr balbuciendo>>74. Nueva razón para que no se puedan
ésta fue alojada en lo transcendente, no experimentable, ,lr.scalificar en nombre cle la salvación ni reducir, como
mientras cobraba vigor la naturaleza pura con su dinamis- I'rz<r Agustín, a simples objetos de uso (uti),El Vaticano [I
mo y sus metas. Es llamativa la ausencia casi total del tér- ((:Sj 37) ha reconocido que pueden serlo también de frui-
mino felici dad en los diccionarios teológicos 73. ,ión (frui), algo que el obispo de Hipona reservaba a
Sólo una consideración conjunta de la creación y de la l)ios. Asevera así que el disfrute de ellos y de Dios pue-
gracia parece estar en condiciones de re-unir felicidad y ,lcn convivir.
salvación y proporcionar las bases de una teologla de lafe- 3. Pero no coincidir, porque están entreverados de lí-
lieidad. Baste aquí con esbozarla, sin olvidar los rasgos de rrrite y de mal, como diremos en los dos capítulos siguien-
ella que han ido apareciendo: rcs, y porque son sólo anticipos de la dicha plena, no su
l. Los bienes de este mundo, y el gozo que producen, ¡rlenitud. Sólo al final serán uno y del todo. Además Ia l'e-
provienen de un acto de creación; son en rÍltimo término licidad, por su emplazamiento en el mundo de los deseos
regalos del Creador a un mundo hecho para acogerlos y («f'eliz es aquél que tiene todo lo que quiere»75), depende
deleitarse en ellos, como Él *i.*o se goza 1Cn t,St¡. rle la calidad, y no sólo de la cantidad, de éstos. Por eso
Que sin merma de su valor y encanto esos bienes sean la- rñade el Concilio que «sólo en pobreza y libertad de espí-
ncs d.el Creador les añade una plusvalía imponderable. ritu>> se puecle vivir en el disfrute de las realidades munda-
Les libera de alguna manera de su caducidad al garanti- nas la fruición que acompaña a la posesión de Dios. La fe-
zarles el amor que está tras ellos. Este amor hace además licidad reclama una educación del deseo.
que en ellos se encienda la esperanza de otros nuevos y 4. Por provenir últimamente de Dios,la felicidad huma-
mayores y quizás del Don que es el mismo Dador. De na será tanto más honda cuanto más proceda, como la de
todo ello toma conciencia plena el hombre cuando esa di- AquéI, del amor y sea más compartida. «Hace más feliz dar
cha se traduce en gratitud y alabanza (Lc 17,17-I9). que recibir» (Hch 20,35). L.y del apostolado cristiano es
- 2. Pero la fe sabe además que esos dones, al igual que <<consolar a otros con el consuelo que se recibe de Dios» (2
la realidad entera) de hecho no son sólo producto de una Cor 1,4). La felicidad requiere también una educación en la
creación eficientersino además soporte y condición de po- jerarquía de los valores y una priorización del amor.
sibilidad, signos y anticipcls de una creación cuasi-farmal Sólo con ese doble aprendizaje se va capacitando el
en la que Dios se comunica'a Sf mismo y es el Don por hombre alavez para Dios y para la felicidadT6.
excelencia hecho a sus creaturas, con la ilimitada Felici-
dad que comporta. Por eso con tanta frecuencia los bienes
creados van más allá de sf mismos y prometen Io que no 7a Conro diceJuan de la Cruz en el Cdntico Espititual,canciór¡ 7. Es dejusti-
cia recordar quc en esa canción el ar¡tor se refiere a las creaturas racionalcs y
al testinronio c¡ue dan de la gracia. Cf. Vida y obras de san Jua'n cle la Cntz,
BAC (Madrid 1960), 856-859.
7s Es uno cle los puntos en que la terccra edici<in dcl LithK IV,1995,757-70 75 Dicen a una
I Agustfrr y Tornás, ,5. fá.Il/Il,q,5,a.8,ad 3.
rnarca distancias rcs¡)ecto a lil aoterior. 7d
Puede verseJ. A. Pagola, Es bueno cteu;San Pablo (Madrid 1996),9-36.
232 IIOMBRD Y I4UNDO A Lr\ LUZ DEL CfttrADOR CREADO§ PARA LA TELI(JII)AI) 233
5. No hace falta que Dios sea evocado expresamente. ,1,,s r¡romentos, que pareclan frustrar la felicidad, en tran-
Lo anuncia [a realidad misma con más o menos claridad. r |s cl1 que §e aquilata.
Ni cuando se Ie reconoce, es menester que aparezca como
Felicidad esencial. Muchas veces sólo figurará como Aquél
al que se debe ese gozo breve y limitado. Pero ya con eso ri. .;FELIcIDAD TAMBIÉN EN LA NATURALEZA?
éste queda abierto, como dijimos, a aquel otro definitivo e
inconmensurable que tendrá lugar cuando Dios sea todo lJería injusto por parte del hombre, y poco coherente
en todo (no un Dios aparte y a solas). ( on su reconocida trabazón con el cosmo§, no preguntar-
Entendido de este modo, y aun empedrado de mal y so l)or la dicha que, más allá de la suya, pueda embargar al
pecado, el vivir es un camino de felicidad y no sólo uno r,¡rrndo todo.
hacia la felicidad. No habrá dificultad alguna en admitir que el deleite del
6. Una mirada retrospectiva al método que hemos ve- (oraz,ón humano es causado en gran medida por el gazo y
nido siguiendo obliga a señalar que, aunque hemos pro- cl ¡lasmo que le asaltan cuando por sus sentidos se asoma
curado conjugar el «descendente» con el <<ascendente», .r las innumerables formas de ser y de esplendor del cos-
habrÍa sido posible practicar más el segundo, es decir, ha- rrr<rs (cf. cap. IX). Más aún,
ino es el hombre entero el que
ber partido más de Ia realidad tal como la experimenta- rlisfrutaP Y ¿no es el mundo entero el qtre se da cita en su
mos, con sus límites y lacras, para alzarnos lentamente ,:orporeidad? (cf. cap. XIV).
desde ella, en diálogo con la revelación, a la creencia en Pero esto no rebasarÍa el campo de la felicidad humana.
un mundo creado para la felicidad. De ese modo, habrían Se podría hablar, a lo sumo, de la felicidad de Ia naturalezá
extrañado menos las contrariedades de la existencia (en tal como es vivida por nosotros. Pero ¿se reduce todo a
particular de la muerte y del deseo) y habría costado me- cstoP, ¿no existe, por muy antropomór{ica que la idea pa-
nos recuperarlas para una visión creyente, a la vez que rezca, un gozo de y en el cosmos? En los Sal¡nos el hombre
realista. conjura a la creación entera a que glorifique al Creador.
Hemos primado una visión que parte del anhelo ilimi- .'Lo hará ella por puro mandato de fuera o por impulso in-
tado de dicha que alberga el corazón humano. Y no sólo terior? Pablo no duda en afirmar que la creación entera
porque está presente en él ilesde el rtrinciPio,, sino porque «espera ser liberada de la esclavitud de la corrupción para
asl se explica su existencia (deriva de la presencia radical participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios»
del mismo Dios en el espíritu) y queda en claro que no se (Rom 8,21). ¿Sólo en el más allá o ya ahora cuando esa li-
trata cle un puro anhelo, tal vez sin fundamento, o de un bertad de los hijos es más que una pura promesa?
cleseo inalcanzable. Si el poeta hal¡ló del «lla¡rto de las cosas» (sunt lacri-
A través de los dos caminos, y esto es lo decisivo, la mae rerurn), ¿sería un puro dislate traducir por ejemplo
gracia (la cercanfa de Dios y a Dios en el seguimiento de en términos de fblicidad, o de preludio cdsmico de ella,la
Cristo) se mani{iesta como una posibilidad de afrontar la mutua atracción que la fuerza de la gravedad, contrarres-
muerte en libertad y esperanzar / como un modo peculiar tando la dinámica expansiva que los separa, ejerce.sobre
de purilicar y armonizar los deseos, convirtiendo así esos los cuerposP
234 HOIIf BRE Y MUNDO )\ LA LUZ DEL CITtrADOR CRDADOS PAftA LA FEt,tCIDi\D 235
Mucho más induclable y parecida a la nuestra es la sa- lr.rllan Uno en Otro y en el mutuo Don que la colma, son
tisfacción que experimentan los vivientes. Hoy se pondera ,I ;ruténtico hontanar de la dicha del mundo.
continuamente la lucha implacable de la selección natural listo no es elucubración desbocada ni teología pura-
que acompaña a la vida y de la que ella en Parte emerge. rrrt:nte deductiva. Todo eso lo hemos vislumbrado en la
Pero el gozo de existir, florecer, crecer, alimentarse. apare- ,.:lación de Jesús con el Padre y en la de la Iglesia con el
aise, retozar, criar..., el triur¡fo rnismo de Ia vida sobre las l,,s¡ríritu. En la escena del bautismo, mientras el Espíritu
arnenazas que la acechan, y la interdependencia con el roposa sobreJesús, el Padre le ratifica no sólo como Me-
medio, que tiene lugar en aquella misma selección natu- sías entronizado (Sal 2) o Siervo fiel (Is 42,1), sino como
ralf¿no podrían ser considerados como presagio y avance ucl Hijo bien amado en quien me complazco» (Mt S,l7).
de la dicha humana? I,in.fesús se abre al mundo el ámbito infinito de la dicha
Si todo procede del mismo designio autocomunicativo r:sencial y compartida de Dios Padre. De ella quiere que
del único Dios, todo ha de participar, aunque a escala di- ¡rarticipen sus hijos menores.
versa, del gozo que comporta. La f'elicidad es,junto con el 2. Inversamente, el gozo y la alabanza de Jesús al pa-
ser, la belleza y la bondad (o, mejor, como reflejo de <lre por lo que ocurre en el cosmos (Mt 6,25ss), y su exul-
ellos), parte de la dote del Creador a su creación. Por eso tación por lo que sucede en la historia (Lc 10,21), no son
el creyente hará bien en captar esa felicidad del cosmos, rneras efusiones de una creatura arrebatada, sino rcvela-
gozarse de ella y con ella, y rastrear por todas parte§ el ción y expresión de las que) en reciprociclad total y a
gozo mismo del Creador con sus obras (Sal 104,31). Esto igualdad de nivel, tienen lugar entre el Hljo eterno y el Pa-
nos lleva al último punto. dre (Mt 1l,25ss). De ellas quiere el Primogénito hacer
partícipes a sus hermano§77. Igualmente «el gozo,la paz...,
la confianaa en los otros) la dulzura...», son frutos del Es-
7. Et TRASFoNDo TRINITARIo DE LA TTELICIDAD ¡ríritu, «que es nuestra vida» (Gál 5,22-Zb); §on sus (<ge-
midos inenarrables» (Rom 8r26) en nosorros.
3. Eso explica que la felicidad humana sea como es y,
1. No hemos enunciado aún el último vínculo entre la en particular,la ilimitación d,e su anhelo. En toda la crea-
feliciclad humana y Dios. No basta con decir que Éste es
ción se percibe aquella vibración infinita de fondo, que es
la fuente y meta última de aquélla. Para cornprender el an-
la tinidadTs,I s0 augura y barrunta una promesa di vida
helo y estremeci¡niento de felicidad que anida en el cora- sin límites.
zón humano hay que relacionarlo con el que tiene lugar
en el corazón mismo de Dios, es decir, con el suceso trini-
tario. Si éste es, como clijmos en el capítulo IV, el trasforr- 77;n 15,11; i7,ts.
do de la historia del mundo, habrá que concluir que la " Lo decla Tomá, d" Ac¡uiro cn el rexro que a<Irrjiruos cn el cap. IV y cn el
que dilataba rnundo el mismo sí y el nrisrno amor que tienc lugar en la
fruición infinita que el Paclre encuentra en la plenitud de a1
Trinidad: «Dicitut Patar d,ice.ns Verbo, a¿l FíLio, sc ¿t er¿aturan. llt lrater el
su propio ser y en sLr autocomunicación esencial y absolu- l\lius dicuntur tliligcntes Spiriht. §a.ncto, wl amore ltrocelentc, ct sc ct flos>t,
ta al Hijo, y la alegría asimismo infinita que Padre e Flijo S.Th.l,q.37,a.2,n c.
2s6 HOMBRIi Y MUNDO ALALUZ DEL CRT:ADOR CRUADO§ PARA LA IELICIDAI) 237
4. Felicidad sin límites pero en los límites y pena de la ,,lrrrrr. término la gloria del Hijo que amanece en toclo.
historia.'fambién esta paradoja, tan profundamente hu- \ rr,urccc tan sólo. Porque esa luz se atenuará en la peque-
mana, sólo se explica últimamente con la tinidad al fon- r¡r r rlc [a historia deJesús y se eclipsará en el Gólgota. Esa
do. El Padre no quiere (ni podría) divinizar la creación, t,l', r<lad no es aún cabal. Por eso este capítuloiemite a
süprimiendo sus límites, su historia y su libertad. Ellos 1,,:, lrcs siguientes. Sólo al final de ese paso por el mal de
hacen limitada y fragmentaria la felicidad y no tendrían de l, lristoria_y por el rechazo del pecado, se dará la gloria
suyo por qué resultar extraños e insoportables. Sólo si el ¡,l,.rra del Padre y la felicidad total ciel Hijo y de sus her-
Padre quiere que el mundo, y desde su origen y sus entra- ,r,rnos. Pero ahora ya, y el anhelo universal de felicidad lo
ñas, se estremezca de la gloria y el gozo del Hijo, una año- rr.:rtilica, irrumpe por todo como aurora incontenible.
ranza infinita grava la finitud y la hace especialmente clo-
liente. I
5. Esta pena sólo se evitaría si el Hijo se manifestase al
mundo en la plenitud de su esplendor y le cornunicase de
inmediato su gloria. Pero, lejos de esto, se ha despojado
de ella y ha querido compartir no sólo los límites de la
crcaturidad sino las secuelas del pecado. {iltrada por
ellos resulta escandalosamente pequeña e inaparente (Mt
I 1,6). Nosotros somos invitados a participar de esa <<héno'
sis», del abajamiento de aquella gloria a la que nos vefa-
mos encumbrados. De ahí resulta no sólo la finitud de la
felicidad humana sino aun cierta infinitud de la pena.
6. Pero, por libre y amorosa, esta <<hénosis» no extin-
gue la gloria del Abajado. En sus palabras, en sus mila-
gros, en su actitud, <<hemos visto su gloria, la que le co-
rresponde como unigénito del Padre,lleno de gracia y de
verdad» (Jn 1,14). Más aún, en su pequeñ,ez y en su cruz
es donde los ojos que entienden de amor y de verdad se
han sentido especialmente «atraídos» y han traducido ese
abajamiento en exaltació n (T2,32).
' Paralelamente, tampoco la creación deja de sentir y
percibir, aun en medio de la pequeñez, el peso y esplen-
dor de Ia gloria; tampoco las penas y los Ifmites logran ex-
tinguir la infinitud del anhelo, la invitación a la dicha sin
fin. Y es que la encarnación no se redujo a la cruz. La feli-
cidad humana, con su halo de infinitud, serla por tanto en
VII
e,ste c1'trillüo cn L' M' Artnentláriz' ? lls lo <¡rrc, <lesintcgraclo etinrológicirrnente (la.tran), alttrnl¡raría ontológica-
retltcción algo ruás arnplia.tlc
' tt.-" -- y tt nrtl?»' Crraclerrros cle "feología l)cttsto' n"'1f)' mc¡rte (scgÍrn Heitlcgger) cl térnlino Sern)itno G¿kt¡smh.ett (serenitlatl).
«¿-Puctten coexistir Oiti'
g98)'
Universidirtl dc Den§to (úillrrro
t
I
I4.) I.IO¡,,II3IT[, Y MUNDO A LA LUZ DljL CREAI]OIT ¿DE DóNDü pRovrENE EL MAL DE Le ctslcróNr 243
4) Más frecuente ha sido otra clasificación de los ma- l,,sa condensación de ma[, unida a veces a Ia dificultad
les: la qtre los distingue enfísicos, procedentes de la natu- ,l( :t(:i'ralar culpables (y más en la despersonalizada maraña
raleza, y ry_tr{rs, que tienelTlirigen en Ia libertad. En ,l, lls actuales estructuras sociales), es lo que hace que
senrido similar se habla de Q,¡gy.g93u§_g:!.kgrespecri- ,,,,¡,,lros sobrevuelen esas distinciones, y lo que se podría
vamente. Son distinciones que conviene retener porque, r ,u giu' a la cuenta del hombre, y apunten de inmediato
aunque parezcan gravitar de manera igualmente dolorosa , ,,¡r el dedo a Dios. Tal vez porque en todo caso cabe pre-
sobre el que los padece, constituyen realidades dif'erentes i,,r¡rrtar cómo ha hecho lil un mundo en el que pueden su-
que, en el segundo caso, se podrían evitar ¡ al menos, se ,,.,[or tales cosas y en el que a Ia libertad humana se Ie
pueden explicar señalando con el declo al culpable, ate- ,r,rgá semejante capacidad de oprimir, herir y aniquilar.
nuando así aquel agravante de extrañeza que empeoraba tln análisis teológico deberá ser más riguroso y volverá
el mal. Por otro lado tampoco revierten de inmediato en ,, rn¿rrcar di{'erencias dentro del complejo mundo del mal.
Dios, l,,rr concreto la ya señalada entre el rnal moral, cuya consi-
5) Entre esos males que provienen de la libertad hu- ,l.,ración remitimos al capítulo sigüiente;ytl mal físico,
mana es también corriente y necesario establecer diferen- ,lcl que nos ocupamos preferentemen¿e ahora sin oividar
cias entre los que recaen sobre el mismo que directa o in- rri ¡ror un momento que éste último puede y suele ser cau-
directamente Ios causa y aquellos otros cuyas víctimas son ,,¡<[o muchas veces por el mal moral de otros y que, en
inocentes. Lo que estos últimos males pudieran tener de , rralquier caso, al ser padecido humanamente, se reviste
explicación, y así de alivio (intelectual), Io pagan con el ,lc conciencia y libertad y desemboca en actitudes mora-
sentimiento de injusticia que los vuelve especialmente in- lr:s. Por eso, y para hacernos eco de esa complejidad ¡ so-
tolerables. Entre las víctimas inocentes descuellan los in- lrlc todo, de ese grito informe, de esa pena global del
defensos s nlnos aunque §e pudiera rnundo y del reto que plantea a quienes creemos que Dios
-1
pensar que s padecen meno§ que los adultos por falta r:stá al origen último de éste, es conveniente dejar desfilar
de conciencia,la de estos últimos bien puede acoger cn sí ;rnte los ojos la serie de nombres (¡y d. rostros!) que vie-
el dolor de aquéllos en virtud de ese alma universal de la rrcn al recuerdo cuando se habla del problema del mal:
que hablábamos y que? en bien y en rnal, caracteriza al rlolor, hambre, injusticia, explotación, violencia, guerrasr I
hombre. r:atástrofes naturales, fiustración, tristeza, angustia, ten-
<lencias destructivas y autodestructivas, deterioro, enfer- ,i
nredad, v ejez., muerte...
I Tanto el diírlogo c¡rtrc Iván y Alioscha Kar.amazr¡v en la nt,vela cle Dos- Para no hacer interminable la lista y no silenciar otras
toiewsky, corno el que se rla entrc el increyente Ricr¡x y el religioso penclor¡x
en La pcste tle Carnus, son citas obligadas en estc l)r.¡lrto. Pueclen yersc en el
fbrmas de mal no menos hirientesa, baste con señalar que
I
ca¡rítulo que r <<La fe en la creación y la ex¡rerierrcia del rnal» detlica.f. L. Rrriz se da lo que po3'illmó§llamfi"üñá*z¿-i4_.1!tjd"s.d, entre el
de la Peira eo s*'frologí«. tle kt. crcad.6n, Sal Tcrrae (Siurtander IgB6), 160.
N{is recientc es el estrrdio c¡tre a la l)rotesta dc lvii, Kararnazov
¡s,brr t.cl.,
a la del f)r. Itieux constgra G. Nerrharrs, «Lir teodicea. ¿Abandono o pulsc,
para la f'e?», cn J. B. Metz (bir.), El, ckunor. dc la lienu,Yerbo Divino (Estella '' D. Cuypers menciona cl dolor de «los sin...»: «sin"trabajo, sin-techo, sin-de-
1996),48-68. recho, sin-voz, sin-papeles», «Liactualité religieuse>>, n.'i 63 (1998), 22.
Lr.-
j
q t¿. IIOMI]RE Y MUNDO A LA I,UZ DEL CRIiADOR iD|r DÓNDn PRovlni{B trL MAL Dli L/. cREAcrÓN? 24\
ser y la historia; que el anhelo profundo de plenitud y di- , .,r,r ricvolverá contra el destino. Hacerle valerosamente
cha creafurales, filiales y fraternas, es un anhelo contraria' t¡, rrtr: será el aval de un humanismo trágico pero rroble'
do; qte Ia vocación real de gracia choca con una historia l,rr .rralquier caso para biólogos, psicólogos, sociólogos o I
real de des-gracia. Tal contrariedad básica se echa de ver l,l,,s<:,Íoi ateos o agltósticos el mal no tiene por qué revestir ,i
en las tres dimensiones que conliguran al hombre, en la , I r .rrhcter de enigma con que se presenta al creyente)'
triple relación a sí mismo, a los otros y al cosmos. El «se- ( )abe preguntarse sin embargo si, aun desvinculado de
ñor del mundo>> está con frecuencia sometido al capricho Lr irlea de Dios, el mal no sigue extrañando radicalmente
y amenaza de la naturaleza. El ,:!ty!fl Íg!::>> elabora una ,,1 lrt»mbre en fbrma de contradicciórr flagrante con lo que
técnica tan útil y.admirable como despersonalizadora y ,,rr:trte
/ espera ser6. Y no vale cle mucho invocar la razón
absorbente. El <<homo politicus>> arrastra en stt organiza- ,1. que ello se clebe a 1o desbocado y sin límite de la ima-
ción formas de injlisliciá, oliidsión y explotación increí- r,,rrración y del deseo. Porque cabe seguir preguntando por
bles que no sabe con frecuencia cómo desmontar, Ni la ,Inó son ambos así de ilimitados en Ia proyección del bien'
célula familiar Ie aísla de los conflictos sino qtre Ie expone licclucirlos a lo que «la vida da de sí» podría tal vez des-
a otros más dolorosos, y el mismo amor está amagado de rrrorltar la extrañeza) pero ¿es justo que el hornbre Pague
rechazo y clesencanto. Gravita además sobre el hombre Ia l)or ese des-encanto Ia renuncia a la infinitucl de su
anhelo
culpabilidad, la pena por las oportunidades perdidas y y cle sí mismo?
por el mal irreparable hecho a otros y la pre-ocupación La fe cristiana no transita por ese atajo. Es cierto que
por la muer¿e.
¡rrecisamente la idea de creación recuerda
y cultiva la
i:onciencia dé contingencia y finitud, c«rmo diimos y segui-
remos recordando. Pero manüene también que ese «barro»
2. El- MAL BN or, HoRlzoNTE DEL CRraoon cs alentado por el Espíritu de Dios, interpelado por su Pa-
labra, encarado con el Padre. Más aún, que ha sido integra-
Cuando tras esa serie de rostros se descorre el de Dios, clo, por medio del H!jo, en el'torrente de Ia vida trinitaria'
la pregunta por el mal, lejos de acallarse, se exacerba. La Aplicanclo al rnal en general lo que el Vaticano II dice clel
extrañeza, y con ella el dolor, se disparan sin llmite. ¡,Cómo mal moral, el creyente aErma que la revelaciórr <<da cuenta a
1 pueden coexistir juntos la pena de los hijos y la omnipo-
I
( tencia del Paclre?
<<Coram Deo», emplazado ante Dios, es como el mal re- 5 Véase la cornunicación <le l. sotelo en el XVIII For<¡ del hecho religioso, de-
sulta verdaderamente enigmático, inexplicable. Si no exis- clicado todo él t «El enigma del mal» y recogida en «lglesia Viva», n""'175-
176 (1995), I t3-1.37. Figura asimismo en M. Fraijó-J. M*ía, Crislianismo c
te Dios, queda reducido a una serie de contratiempos o I ht straei(m., UPCO {Madritl 1 S95), 2 1 5-239.
abusos más o menos dolorosos e inevitables. Son gajes de r' «Por Cristo y en Cristo se ilu¡nina el errigrna del dolor y de [a mtterte, <¡uc,
la condición humana y de su inserción en un mundo so- frrera de su evangelio, rtos aplasta», GS 22. «Si no hr¡triera Dios'.'el dolor se'
r,ía ¡nucho ¡nás riol.roso de lo que ya es. Sería una ¡>alabra última y al¡s.r<.la
metido a la férrea ley del azar y de la necesidad, c«rn el y el .hombre poclría considerar'se realmente desgra-
cle la existencia humaila,
caos como ingrediente. Esta «explicación» los hará rnen- ciaclo y r,íctirrra de un <lestino trágico e impers<;nal»,J. Morales, El mist¿rio
talmente soportables y desactivará la protesta. A lo más dc lu craci6n, Eunsa (Panrp'lona 1994),2ti3.
246 HOM§RE Y MUNDO A LA LI)ZDEL CRUADOR
iDE DÓNDn pROVftiNL: IiL tvr,rL DE LA CREACTóN? 247
inmortalidad que de é1 cleriva) la clistinción teórica y prác- ,,,.,1. /\lrí, en ese final, sin salidas de emergerrcia, se sitúa el
tica entre el bien y el rnal. Aquella sabiduría, como bien , rr..rnnismo. Lo que sucede es que esa última pregunta
mayor) supone la existencia del mal y tiende a su supera- ¡,,,, ,1c coricluir en la negación de Dios, y asÍ cerrarse como
ciónrr. , ,r, srión, como quer'ía Epicuro y repite el ateísmo, o seguir
A pesar de la seguridad de Lactancio no parece que su rl,r.r't?r dirigida a ese mismo Dios en quien se cree. En
argumentación haya desvirtuado la de Epicuro que va des- , lr r:to,la lógica conclusiva delarazdn puede ser interrum-
montando una tras otra todas las posibilidades de concer- ¡rrrl;r por el gríto del que cree en Dios a pesar del mal. No
tar la realiclad de Dios con la del rnal y prerende persuadir r:, r[re el cristiano deje de pensar, pero 10 hace a pardr de
a los humanos de que de un Dios (o dioses) así no tendría , :,. grito dirigido a Dios. Y eso, pensarlo desde Dios, es
tarnpoco el hombre por qué preocuparse en demasía. ¡,. ,rsarlo hasta el final, tanto a él como a Dios misrnora.
Llama "sin embargo la atención que, al cabo de rnuchos },s verdad que para que se abra esa encrucüada decisiva
siglos, algunos retomen una de esas fases del raciocinio , ,r cl problema del mal, es menester que esa fe no consista
que parecÍan inviables a Epicuro y sugieran la verosimili- ( rr r¡rla relación a Dios rutinaria o plrramente racional y vi-
tud de un Dios a quien en virtud de toda [a herencia^judeo- ,'.rrrcialmente nula o clébil. En tal caso ese problema se
cristiana siguen consiclerando como Amor, pero a quien el ¡rlanteará en términos de requisitoria de la razón a Dios. Si,
ingente dolor de la historia recienre obligaría, después de ¡r,r el contrario, Este está vital y positivamente afianzado
Auschwitz, a pensar como impotenter2. En esta impotencia , rr el alma,, la protesta se invertirá en apuesta por Dios con-
consistiría su hénosisrrnás o menos raclical y librer3. tra el mal. Dos actitudes tan difere¡rtes como pueden serlo,
Volveremos más tarde sobre esta idea, pero advirtamos ;run tratándose de hermanos, Iván y Alioscha Karamazov.
desde ahora que existe el peligro de que esa solución aca- Lo qtre en el fondo se dirime es cuál de las dos experien-
be con el problema clel mal acabando cc¡n la integridad de cias se somete a la otra: la de Dios al mal o viceversa.
Dios, como otras k: hacían con la del hornbre. Por eso es Para afrontar honestamente el rnal desde la fe en Dios
preferible reconocer al texto pagano su contundencia, ce- cs preciso acoger el eco dela increencia.Paru no poco§) en
garse con él esa escapatoria y seguirlo hasta el final donde cfecto, el <<coram Deo>> se ha traduciclo en <<contra Deurr¿>>.
queclan enfrentados sin remisión ni concesiones Dios y el El mal acaba siendo el gran argurnento contra Dios (GS
19)r la «roca del ateísnlo»r5. Conclusión que, por frecuen-
te) no deja de ser un tanto singular ya que al tiempo que
'r lin cl ¡>irlr. I5 ha llegatlo r <lecir r¡rrc «si rro hay nral alguno... quedarii sirr niega desde el mal a Dios indica gue se le daba por exis-
rnalclia la sabirluría» (to[Lctur onnis ¡n«t¡ia mltienti«c).
ft FI. Jorras, Dcr Gottesbqt iJl naeh lusthtuitz. Eine jiirlisch.c Jljzrrze, Srrhr- tente. Más que negarlo se le reprocha que no exista para
kanr¡l (Franklirrt l$lt7). sacar esa rnisr¡u conclusión, pero sí dudantlo
"§in
<lc c¡rre ¡rueda consiclera.'sc tcología la cltre hablc <le Dios sin cvocrr esa ca-
tástrol'e y considerii¡rdose a sí ¡nisrrro co¡uo l)erte¡reciente a u¡¡a generaciórr rr lls la iclea
dorninante del libro de A. Gesché cita<[o en la nota 7 y tle [a seric
«des1>ués de lo dc Arrschwitz»,J. B. Metz, «[J¡r hablar de l)ios, s¿nsible a ll que inaugura, cf. el prólogo.
teoclicea», e¡t Cluno¡'ic kt ti¿rra (cl'. rrota 3), 7-28. r5 lbr¡¡rula clc G. Iit¡cl¡ncr citada y comentada por.f . Moltmanln, Trinidatl
¡:r Conrcrrta y critica csa tesis
<tc.tonasJ. P.Jorsrra, <<..llc¡rcnsar a Dios dcsptrés
1 Reino dt Dios, $íguerne (§alanranca I983),63ss. Ver el anílisis cle C.
<lc Arrsclrrvitzi)», cn <<llazón y l¡e», 223 (l 996), 6f-73. Nerrhaus, «[,it teodicea...», 37-48.
250 I,IOMI]ItE Y I\4UNDO A LA L\JZ DIiL CRNADOR
¿DIi DÓNDr, PROVTENE EL MAL Dtt LA cR¡:ACtóN? 25 I
que pueda ayudarnos. Se ha dicho que se trata de una
,lrrcc d pensar en una tazón universal que regula y corl-
creencia deceltcionadar6 que en el fond,o niega no tanto a
r rt:r'tt €l mundo) en un Dios que ,u prov-iclencia re-
Dios, cuanto una idea que se tenía de Et. Se
loclrÍa inclu_ , ,,rr(luce a[ bien los lados negativos"o.,
del ser.
so argüir que se está presuponiendo aquello mismo que se
Iista apelación a la existencia y transparencia del bien
niega. Pero es mejor, en vez cle cebarsi en esta posible in-
l¡,r de acompañar, por ingenua y descomprometida que
coherencia, prestar oídos a ese ateísmo porque, aparte po_
sibles intereses err liberarse de Dios (qre .n principif y ¡,.rrezcá, toda reflexión sobre el ma[, so pena de que ésta
,rc convierta a su vez en ideología. Entre los teóricos del
como veremos en el capítulo siguiente no hay que excluir
l,icn destacan los diversos géneros de «optimistas» que
y tal vez figuraban en el «epicureísmo>> inicial), obeclece
.,firrnan, y no sólo ni necesariamente al amparo de coyun-
en buena medida a Ia toma de conciencia cle la intensiclacl
trrras psicológicas favorables, que el bien es originaria-
y universaliclad del dolor del mundo. y no hay ilógica, ni
rr¡cnte más fuerte que el mal o, en todo caso, lleva las de
siquiera lógica, que valga para clescalificar esa pena. Ese
1\lnar. Los más importantes e influyentes sistemas filosófi-
desengaño y alln ese ateísmo suponen por un lado una
r'()s serían de este parecer.
alta id,ea de Dioso a la que con pesar (o quizás con alivio)
Platdn,, fundador con Aristóteles de la metafísica occi-
se renuncia: /: por otro, una proxdmidad insobornable a|l
rlcntal, piensa que sólo el mundo perfecto e invariable de
r¡ue ltailece eI m.al, Es una buena situación para acercarse
las ideas, presidido e iluminado a su yez por la superidea
también intelectualmente al problema y es equiparable,
y superesencia del Bien, es el verdaderamente real. EI mal
menos en esa exclusión_de Dios, a la que adopta
rlueda así emparentado con lo transitorio y últimamente
te. EIla le obliga en todo caso a reconsiderai en"fqrré
"..y"^_
bios inconsistente. De é1, lo mismo que de la materia en que
cree.
torna cuerpo, podrá liberarse el alma para conseguir aque-
No es que la increencia sea la írnica salida filosófica al
problema. Porque tampoco la del mal es la única expe- lla pura contemplaci6n (theoria) de las esencias perfectas,
invariables.
riencia radical humana. Thnto o más lo es la del bienrT.
Po.r eso, y ya desde los presocráticos, se estima que
Aristóteles no participa clel clualismo residual de su
el bien maestro. También para él Ia materia es la raíz del mal,
existente, en particular el orden admirable clel cosmos, in-
pero no por sí misma, ya que es matriz de la forma y parti-
cipa de la bondad de ésta, sino por la prioaciín de otras
Itr A. Gesché,
Dios lsata formas de las que sería capaz y a las que tiende. Sólo así
l7 Aunque se enmarca ltensar...,20-23. es causa, aunque indirecta y accidental, del malr8.
en un planteamiento ¡ucnos ñlosófico que aqrrél en t¡ue
de ¡nonrento nos movento$! y en una cosrnología dif.erente , lo El estoicismo entiende asimismo que la unidad y el bien
alu lo, punr._
dores que.enseguida vanlos a eyocar, s.a perñüdo ac.lucir lo qra
....it .',,n resurnen el universo. Pero no es tanto la contemplación de
atttor moderuo; «Se hahla <le[ pro§lerna {el mal.
euiaás se rübería, por [o
urenos irl principio, habrar crel problema o misrerio der
bien. porque^es un las ideas cuanto el esfuerzo de la voluntad lo que realiza
milagro que err esta minúscula conce¡rtración de rrrateria, crerrtro
iel es¡:a-
cio,.haya surgido y se desarrolle tal plenitrrd <le vida, belleza,
es¡>frih,,
cimienro, fantasía y f¡.rerzas-creacloras, bonda<.l y amor»,J. ii. Hyg.n, "nr',o-
nDu, ¡§ Véase el análisis
Btise», en "fR[ Vtl I98l,l l. r¡ue tlc esas reorÍas (lc Irlatr'rn y Arisrótclcs hacc A. D. licrti-
llanges, l!'l /mü l¿n.«. tlc L n uil (h.is tori« ), ülr[,sÁ ( Math-i<l 1 96 I ), I I 7ss, I 28ss.
I
ir
esa síntesis. Es la virtucl la que trae consigo la serenidad r,r.r,rl,a la presunción filosófica de una bondad primigenia
(ataraxia) y la felicidad. Pero éstas sólo se logran cuando , .,lr',r rlc cualquier avatar histórico.
la mente humana, chispa de la razón rjue anima y ordena \ r..so se añade el dato complementario, pero altarnente
el mundo, se identifica con ésta. Hay un <<pater panton>> ,,,,¡rrlir;trtivo: de que en ese mismo relato genesíaco el mal
que con str providencia (pronoia) cuida de rodo, aunque
',, r ncrlerrtra lugar ni tiene estatuto propio; no forma par-
aquella alma universal, planificadora del mundo, está tam- ,, ,lt: las estructuras originales que resultan d,el <<bara>>
bién sometida al destino. , rr .rrlor. Aparecerá luego, pero como por sorpresa, sin
Heredero, entre otras, de esas dos grandes corrientes, ,t,¡{ ric Ie haya asignado origenra.
el neoplatonismo hace del Uno el principio de rodo. De
iO estará presente ya en
' L ,r,s (tohuwaboja) que configura la tierra naciente (Gn
El, o por caída del alma cósmica o por una serie de ema- t l)l'} Iise caos parece en todo caso ser propiedad de ésta,
naciones escalonadas, surge, como lo último en ser y lo ,,, , , [e Dios, ni menos aún designar otro pocler divino ene-
más alejaclo clel Uno, el mundo de lo transitorio. Con este rrrrl,r¡. f,¡1 ninguna de estas hipótesis planta cara a Dios,
pensar aflora la iclea, que tendrá gran futuro, de que el mal
t,.nc Ír prueba su poder o Ie marca límites. Bs un desaflo
es sólo carencia de bien y de serr0. Es una de las persuasio- ,
¡,r,, .,1 Creador se Ianza a sí mismo.
nes que el neoplatonismo trasvasará a la teología cristiana I,,l hecho de que Isaías25, algunos salmos exÍlicos20 y el
cuando, a través de pensadores de la talla de Orígenes20, lrl,r'r¡ de Job27 retomen el tema del dragón primordial'no
Agustfn2r y Gregorio de Nisa2', se incorpore a ella. lr('rre a contradecir el do¡ninio de Dios que refleja Grr l,
,,rrro a drarnatizarlo, en consonancia
con la misrna situa-
,'iirn agónica que vivía el pueblo o el individuo y de la que
4. L^ Blnu¡. Y [L oRIcBN DEL M^L l'.1 lcs va salvando. Es muy posible por orro lado que bsos
r irsgos mitológicos sean los restos de aquel proceso
por el
La entrada del neoplatonismo en la fe significa ante t¡rre Ia flrgura deJahvé acabó por integrar, puriñcándola, la
todo su encuentro con la idea bíblica de creación. Si ésta rlc otros dioses (El, Baal) y sus formas de crear (cap. I).
suponla una convulsión de las ideas helénicas de Dios y l'cro tampoco en esos pasajes quecla lugar para un poder
de su relación con el mundo, comportaba por otro lado la .1tre limite el deJahvé Creador. La fórmula <<ueatio ex nihi-
solernne y reiterada afirmación de que, a los ojos del Crea- la» representa la traducción en lenguaje filosófico, de la
dor, «todo es bueno y aírn muy bueno»23, con la que con- rregación bíblica de otros poderes creadores.
Es cierto que Ia protología bíblica no concluye en el
r!f Plotino, [,)né«l«s 8,1,2;3,?,5. r:apítulo I del Génesis. En los siguientes el rnal riene mu-
Una visi<in global del ¡rroblenut <lel rnal en la
filosolia gliega pue<le vcrse en.l. A. Iistta<ln, Lai.n.líosibla...,9l-t09. cho peso y lugar. Pero no es ya Dios sino el hombre el que
¿t¡
Dt Princi|i.is, II,$,2 (CCS,V,I66).
!l «Err tantt¡ tlrrc (las cosas) son, en t¿rnto sorr l¡trcrras, Luego, crrales<¡triera t¡rr'e
ellirs sean, sorl btrerras, y el nrrl, ctryo origen brrscaLa, rro es sustancizr, lx)r.(lue,
'
I Cl, A. Cesclré, Drias / (.ru [(nso...., 5 l -5:J
$i lirera sustancia, sería urr bien», Confesi.ow,r 7,1 2,l8 (OSA II, r I 955, 345).
rr Oxtti.o Cal.echel.ictt n«gna,{i-7 (PG 45,26-31)"
")'i'730,7;51,9-I0.
4,1 ?ss; 77, I 2.s.s; 89,6ss.
?r' Crr I,10.12.18.21.25..31.
" :t,8; 7 ,12; 40.2s -..
E-
pttovfl¿NE EL M^L DE t,A CRli^(it(1N,,
¿DÉ DóNDE 2!jf,
254 l-loltlgRr Y MUNDO A LA LUz DEL CREADoR
cnfermedad y la muerte) son corrsecuencia <lr:l pccaclo,
el.punto de poner en peligro
lo introduce y ProPaga hasta r:omo vimos en el capítulo anterior. Allí se señalaron algu-
caso el mal no
iI;;;;.Jrlio" 1'Jitu'io)' Á."' "n tal rros límites teológicos a esa explicación clel mal.
competencia' Al contrario' le
olantea a Dios problemas de Existe, es cierto, en la Escritura otra línea cle pensa-
muestra caPaz de re-crear' r¡riento que atribuye a Dios mismo la causa del ma[30 o el
minimizado'
Con esto el mal no qtt"ao en absoluto lrccho
9g q"" vengan, sobre el pecador como castigo:,r o
en ct¡enta la fiSura eniglnáti-
Mucho menos u'it' 'i '" ti'ene Génesis
sc¡bre el bueno como prueba y purificación32, catástrofes
ca de la serpiente q;;l;;; '"
aparición I' t lísicas o históricas. Aunque fundamentalmente centrada en
"1
al mal' Pero tam'
como ser enemigo de Dios e instigador «:l ámbito moral,la pregunta por el mal no cesa cle apuntar
y está condenada a ser
bién ella e§ creatura cle Dios (3'l'* riltimamente a Dios, aun sin tener en cuenta la que ya fbr-
cierto que eso anuncra
;;;;td;;"r el hombre (3,15)' Es entre dos' Y así ella
rnt¡lamos antes; ¿por qué creó Dios un mundo con ese
;i;;ñ;e por vida y a muerte y conlos este nombre (Sa-
rnargen de libertadP
reaparecerá n"l ítluercu'io''
"o*o a la vez la enorme poten-
i¿rri p"*o"alizará y condensará
cia del mal en Iu f i'iotio y
la oposición al Reino de Dios l¡. Fllosor'í¡, crusrrlN¿ y pRoBLEMA DIL MAL
Así timbién' y en clara corre.s-
[rr" unurr.ia y trae Iesús' clel Gén-esis, esa serpient"-
oonclencia Tt'- Esa doble herencia helénica y bíblica va a clar lugar
"on ",tt"posajerrnal cle la historia (Ap 12's) v a
ffid;;";;-;i-.:ñ ,,rra filosofía cristiana con la que grandes perrrudores=c.e-
3.¿ ¿".ii.i,ivamente vencida (20'2' I 0)' ycntes van a hacer frente durante siglos al problema clel
que sea equiparable al
Al mismo tiernpo que la fe'niega ,,rirl y a las tendencias duaiistas y f'atalistas, alimentadas
pocler áel mal' Sin embargo'
de Dios, reconoce tl át'ot*t ¡,or las religiones orientales. Tendencias que lastran aque-
en el de Satán' el mal
tanto en el caso del hombre "o*o nuevor no
llos mismos sistemas filosóficos «optimistas>>, antes rnen-
*U p básicamente emplazado en undeámbito la libertad crea-
, ionados, y que reaparecen en los mayores antagonistas
el marco
cosmológicn, 'i"o f*ruottul' ,lc la primera teoiogía cristiana: el gnosticis*o y él mani-
fundamentale§ que
da. Estaes otra ¿"i^* modiftcaciones <<coram
([ueísmo. EIlo la impulsa a ponderar el bien y a privar
de
,"fr" .f problema cuando se sitúa no simplemeilte r cspaldos ontológicos al mal.
el de la interpelación y la
Deo>>,sino ante "f Oi"t f'rúiico' Orígeruas, que contra los Marcionitas clefiende la bon-
que contradice la voluntad
Alianza. Para la Biblia el mal ,l.rrl del Creador, abre paso a la idea de que Éste no crea el
de Dios es! ante toJo, "l mal
moral' el pecado' De ahí tam-
el maligno2e'
bién la tendencia a su personalización'en que_pa11Í "'1s45,7;Lanr3,38;Am3,6;Provld,4...Véaseeltrabajocle.l.,lrebolle,«Lr
de la Biblia,
De ahí uri*i**o iuiropensión ()tra teodicea bíblica: Bl mal que procede de Dios»,
todos los males físi- en «El enignra clel rnal»
Iuego a lu t.ologá, ' á"*itlt'ur-que (cf. nota 5), 139-I49, quien descubre
¡ror toclo el Antiguo.l'e«amento tra-
g'to-té en el dolor' la pena' la
cos (condenr^dJ;;;G"
zas de.l rlebate, de algún n¡odo inacaba<lo, del monoteísinojuclío
con el ¡rro_
blcma ¡lel mal,
'' Ir6,9; I0,10;16,i0.
;cfll.b 1,6 " .sal 66,10;Jr 25,1t;26,I3..,
'" Mt 6,1.3;Jn 17,15 Y lt«ssim'
I
é
258 HOMl}RE Y MUNDO A I,A LUZ DEL. CREADOR
iD[' DóNDE pRovlr¿N[, EL tvrÁt. Dri L^ C]i[^c]óNi, 2Sg
providencia inician un giro significativo, aunque insatis- sirnplicidad divina,lleva consigo que Dios perrnita ra con-
factorio, como luego diremosa3. rlenación de unos, en quienes se manifiesti su pocler, y
la
Tomás d,e Aquino seguirá, con otros grandes escolás- salvación de otros, en quienes brilla su misericorclianu.
h,*_
ticos, la estela de Agustín enriqueciéndola con la ontolo- cesivo precio para una teoría. Esa metafisica de la bondad
gía aristotélica y aliviando con la ponderación de las <<cau- .[c l)ios no se ha empapado suficienternente de revelación
sar regundas» el peso de la responsabilidad divina sobre r;ristiana.
el malaa. Uno de sus argumentos, dirigido a no creyentest Este reproche puede hacerse extensiyo a otros no¡nb¡es
señalará un hito en la historia del problema que nos ocu- ilustres que hernos mencionado. Han crestacacro el carácter
pa. «Si hay mal es que existe Dios»- Es la inversión radical ¡rersonal del Creador, pero lo han .pensad,o preférentemen_
del razonamiento de Epicuro y desconcierta a todo ateís- te como Sumo Bien y Suma Verdacl. Esto,imprescinclible
mo que se afirma sobre la existencia del mal. Lo explica ontonces y siempre, obnubilaba Ia lil¡ertacl clel Creaclor .,,
así: «Pues no se darla el mal si no exiotiese un orden del su designi<) concreto sobre la creación, con lo
bien, en cuya privación consiste el mal. Y tal orden del Que tam'_
bién se oscurecía el carácter al¡ierto y en crevenir cre ésta.
bien no existiría a su vez si no existiese Dios>>a5. Aquí el []l marco de una metafísica y de una estética cle la crea-
<<contra Deur¿>> se convierte en <<pro Deo>>. Alguien dirá ción no se abren sulicientemente a una perspectiva salvífi-
que seguinlos en el neoplatonismo, que concibe el mal ca o a una «estética teológica»,
Que diría yon BalthasaraT.
como privación de bien, pero aquí se trata sobre todo del Por eso hemos hablado de unafllosofia cristianaa|.
contraste entre el mal y el bien. A través de él y de su es-
cánclalo, Dios mismo se hace presente en el fbndo del mal
y de su experiencia y dolor. Estamos aún lejos de referen- 6. EI MAL EN LA FILosoFf¿ poscR¡sT¡eNa
cias cristológicas y de Io que hoy nos dice esta expresión
(«Dios se hace presente en el mal»), pero en todo caso el Es difícil decir cuándo, en el Occidente, una filosofia
ya
bien, y Dios en é1, son el ámbito y la condición de posibi no es cristiana. Nos ref'erimos, en cualquier caso a aquéíla
lidad de la captación del mal y de su dolor.
Por otro lado ese neoplatonismo cristianizado delata t" S.Th.Ir<1.23,a.5 arl
J.
r7
en el mismo Tomás cle Aquino sus límites y aun su horror. Quien porre nrucho érrfasis e' la disti¡rció. ertrc .¡la «te.rogíir estética» y
una «estética teol<ígica»,
La visión armónica del mundo, en el que el mal cumple la ¡rortlue clla clecitle si es Ia estérica ger..ol, u lu
<1ue Dios ostc¡¡ra a[ revelarse, cl patrrírr
<le urra teología que "ii
función cle contraste y realce del bien y en el que, dada la la-categoríir <lc la qra a, in que él clcs¡;liego
se irticula bajo
,, ur,rur.,ure.tal <.¡l¡ra
multiplicidad inherente a la creaturidad, sólo una globali- Cloritt <1ue [)or eso'clleza, "u
lleva cr¡¡no st,bifuulo «t],in eitéticu teolígica». Cf. G/¿-
clacl (com'lttetto uniaersi) puede reflejar en lo creado la .. ria,l-Vll,liflcr¡cr¡rro (Madricl I gSI- I glig).
rs
§irr negar por ello e, nloclo argrr,o <¡rre í,. ,u,ur.. sean ta¡nbién
grari<res
teól<rgos, enli.¡rentes en cl r.e<Frisito tli,¡ent«, dcscle la |e (fülcs quarh^ ir_
t¿ll¿chr¡n) o descle rr¡ra ¡az<'¡n jh¡nrina<la
r') Y conro lamenta W. Pannenberg,'Ibologl« Sistet¡¿ática Il, UPCO (Madticl ¡rur cllr (ratio,l:itic iLhutrata),y c:za_
¡races dc hacer li'entc c<¡n éxito ar panteísnr. y <ir,ali"in,, n¡etafí.ricos. t)t.a
1996), lttl-182. Véase todo el cap. «Fe en la crcació¡r y teo<licea>>, i75-187' cr¡sa es si str ide¡r <le creacirirr está aclecr¡arla¡ne¡rte
r'' abicr¡a por <lcntro al ¡rro-
Cf.,S.¿.G. lII,77. yecto cristológico y escatol<igico <ltre señorea
45 <le lreclr<¡ la acción .r"n.luru
ll)td.,ll1'71. cle Dit¡s. Rc¡¡ritinros a Iu <lich<¡ cn cl cap.
Il.
260 llol\,t¡lltH Y NIUNDO A LA LUZ DEL CllEi\DOlr ¿.DE DONDE PROV1ENE lil luAL U[, LA CREACIÓN] 261
queT a diferencia de la anterior, se ha emancipaclo de la tu- 1 ,,, ¡rrmediatas a Dios del problenra del mal y sitúa éste en la
tela de Ia fe y retorna a un planteamiento del mal puramen- y hace de ésta el objeto de análisis.
i,r:,rrrlr realidacl creada
te filosóficor aunque con reminiscencias cristianas. Bs lo l,,rrlrc oosottos Torres Queiruga ha hecho §uya esta teoría y
que sucede con la llustración. Se abre así un nuevo capítu- 1,, lra llevado a cabo con infatigable insistencia. No cal¡e
lo muy a tener en cuenta. En la Escritura el mal no cuestio- t,( nsar que Dios pudiera haber hecho otro mundo
que éste
na a Dios ni el creyente tiene que justificar a Éste're. Bs ,1, I .1r. ior-u*o, parte. Pudo sí no haber creado. Ése es el
Dios quienjustif,rca al hombre. Cuando la fe se debilita tie- rrr,rrg€r de su libertad. Pero si crea no puede hacer un mun-
ne lugar un auténtico proceso contra Dios. Se le sienta en ,lo sin mal, como tampoco un círculo cuadradosl.
el banquillo) en concleto por el terrernoto de Lisboa, y al- No resulta fácilmente asimilable ni filosófica ni científi-
gunos se creen llamados a (ustificar a Dios>> (teodicea). ( .rrnente esta teoría que chirría tarnbién teológicamente,
Leibní2, autor del término, intenta esa justificación ex- .unl recollociendo que la omnipotencia de Dios no es abs-
plicando el mal a partir de la limitación ontológica de la lr acta y da en sí margen a la finitud de la creación (cap. Xi).
realidad creada. Emplazado cle nuevo en la zona más alta :; ha la
del mundo, es decir la humana, el argumento cobra verosi- rlrl nO €§ la característica de
rnilitud. En efecto, en el hombre la tendencia al bien cr¡nvi- la es la
ve con la in-estabilidad y de-cadencia morales. La finitud rnundos de hecho, habrá un mundo fir¡i-
pasa así a ser una tercera forma de mal, el «mal metafísico». Io no se clé el mal5r.Ngs--gg.
Dios queda de este moclo a salvo de toda acusación. Él rres stn ante esta
sólo puede hacer lo que no es en sí mismo contradictorio,
como sería una creación perfecta (clivina). Más aún, sólo ¿glie-
puede hacer lo mejor y de hecho este mundo sería el mejor da el cLa'¡nor a
en e§ta
de los p«rsibles. Con ello pone Leibniz coto por un laclo al para lo hay que
nominalismo! qrre desliganclo voluntad y conocimiento di- r que mu pudo realmerrte ser diferente en
vinos reconoce a Dios la capacidad de lo contradictorio, y cuanto que Dios pudo no vincularlo, aunque Io hizo, a un
por otro a una voluntacl divina abstracta, in-definida5o.
Pero además) y esto señala para algunos el gran paso
adelante, y la verdadera ilustración en este punto, desliga a ¡r «El nral inevitable», cn «lil enigrrta del mal» (cf'. nota 5),37-09. liu la nota 4
<lc esc trabajo ent¡nler'a cl cls¡rco de stts a¡rortaciottes anterit¡rcs al tcI¡ra'
'r'Cf: J. Mtrgrterza, «La profcsión dc f'e del ittcreyente. Un csb<;zo <lc (arrti)
teoclicea», err r<El enignta tlcl ¡¡¡al, (cf. rrota 5)r 21, quien <listingtre errtre la
'r" «Con)r> cl clara contradictoriecla<l lógica <lc t¡It ci.\s() y la improbabilidad láctica tlel
Job de la írltirna lrora, el crcyerrte cree y anla a l)ios sirr lrecesi<lad
tle explicarse las ciurs¿rs y el otigerr <lel rnal y rle sus clesgracias. !)l creyerrte otro.
lo e¡; «a ¡resar del rnal» y «a caurl-lio tle rratla»,.1.'l-rel»ollc (cf'. nota:J0), l4¡J. 5" E. Schillelrecckx, Cr'ülo los ct'isti<tttos, Cristialrdad (Madrid i9ll2),711'
l
Acerc'd (lcl «significaclo rolativa¡¡leute rnargilral» clc la teotlicea si se acc¡rtir la uitt.
fe cristiarra, segrir¡ afir¡rraría W. Panrrenberg, véasc el corrrent¿rric¡ al respecto i" Aclcnr¿ís de la cita tle rrota 50, ct. C¡ro cn Dios Putln (Sal'l'r:rrac l9{t0)' 145-
clc M. !'r'aiió, «EI errignra del nral» (cfi trota 5), Bl-Btl. 149; «El rnal inevit¿rble» (cl. nota 50), !-rf).ss; «Mal y ontni¡>oter¡cia: <lel {arttasnr¡
5' Cl: W Parrtrcrrbcrg,,'lTologíu... ll, 184-tli(i. al¡stlrcttt al cortr¡rtonti$o tlc ir:ttt¡r>r, clt «llazórr y Fe», 23(i (l 997),:r99"42 l.
I
262 I.tÓMBRE Y MUNDO AL^LUiL DEL CROADOR d.DE DÓNDI PROVTENE [r, MAL DE LA CREACTÓN? 263
proyecto de encarnación, lo cual lo altera hondamente en (lrré el mundo es como es,y no simplemente caótico, que
su ser y en la vivencia del bien y del mal. r:s lo que pasmaba a Einsteinso. ¿Et que porque llegáse-
Ora visión del mal como inherente no ya al'mundo rnos a descubrir la ley cósmica que lo regula todo (preten-
sino a Dios mismo o' §i se prefiere, a un mundo que es el sión no poco utópica, según los mismos científicos) sería
clestino cle Dios, es la de Hegel. De este moclo el rnal y la ,:lla capaz de producir el mundo, o no hace sitro explicar
misma muerte están en Dios. Por ellas ha de pasar el Ab- ol que existe?57.
soluto para) en lo radicalmente distinto de sí, llegar a sí Una vez más 1o que parecía una solución ncl hace sino
mismo. Se preguntan no poco§ con razón si, a pesar de su abrir una nueva y más compleja pregunta al Creaclor. A no
sustrato cristiano, esta divinización clel mal no es en reali- .eer, como en otros intentos, que se recorte Ia realidael de
clad su depotenciación total al quedar últimamente absor- íiste y se vea .r, Él rólo el nombre mayúsculo de la reali-
liido, nimbado, y no permanecer como alteridad resisten- rlad o quede sometido al destino que decían los antiguos
te y pregunta incesantess. o al segundo principio de la termodinámica al que aludeu
Ios modernos.
Sigue además vigente la cuestión de la dcsmesuru del
7. rnal y de la radical extrañeza que produce, ya menciona-
¿UNe ExPLIC^clÓN cIBNTÍFIcA?
clas, y que parecen romper ese marco de finitud que expli-
La contingencia, Ia finitud, adquieren en nuestros días caría el mal y de algún modo le vería sentido. ¿No se trata
connotaciones cientíñcas y se concretan en [a materiali- más bien de un «contrasentido>> como se ha definido el
clad y corporeidad de mundo y hombre, sujetos a la ley de
holocausto de AuschwitzP
la entropla, a la interdependencia con el resto del univer-
so, a la lucha por la superviviencia, al azar y a la necesi-
dad, al caos que, en forma de esructuras más o menos B. BN EL ATRIo DDL MTSTERIo
áe la fisica sobrevive la inquietud, últimamente metafísica, do... corno unnilag'o o co'r¿o tLt.' eterno misl¿rio. Pues bien, apriori se de-
bería es¡rerar un muntlo caótico <¡ue no puec[e cle ninguna ¡¡lanera ser cal)ta-
que sigue preguntando Por qué hay ser y no nada y por do por el pcnsamiento», L¿ltres u llaurice Solouine, Cauthicr Villars (Paris
I 956). La carta cs del 30-3- 1952.
'7 Cf. las ol¡servaciones filosófico-teológicas deJ. L, Ruiz <le la Peña a las teo-
5' Cf: A. D. Sertillrrnges, EL !r'oltle.mtt..., 5l l'i)44; J' A. Bstrada, La in'Posi' rías de P. Dtvies, It, l)awkins y S. W. Hawking en Cr'úr's 1 a! olrtgín t)e la lt,
bk...,224-239. Sal To¡rae (Santancler I995), I l5-154.
HOMBITI Y N'IUNDO A I,A DTL CIIEADOR ¿Dri DÓNDII PnoVrE,NE EL MAL D[, LA CREACTÓN'¡ 265
264 I,,U?,
real de la historia o no le prestan la atención suficiente' Si ,rv,r:acióo, vida y muerte (cap. IV)60.
cle verdad 1o hicieran tenderían a enmudecer como lc l,,sto, qne pone límites a la teorización, rro los pone al
acontece a quien se acerca a una pena abismal. Y es ver- , l,urror ni a la pregunta, como también se echa de ver en el
clacl que asunto del mal, ct¡anto más se aclentre Ia , ..i. de Jesús. Más adelante diremos (cap. IX) gué res-
"n "st"
teolo[ía en é1, más lugar y valor ha de conceder al silencio ¡,,,rrclió Agustín a quienes preguntaban por qué hizo Dios
en el que una y otra vez recaerán sus palabras' Pero no , I rrrr-rndo, pero ya cuando empezó a abordar esta cuestión
para instalarse allí. Aun «queclándose sin palabra» ha de , r¡nfie§& que 1o hacía mal porque «allí estaban tus oídos y
""¿/.iu
cabal cle un todo del que forma parte el que piensa; la de n() reCae SObre uien lo no ei blasfemo
i
A
l
intentar sobrevolar aquel abismo en el que está inmerso. tu a nt er. mlsIno I
266 }ION,I§T.E Y N'f UNDO A LA LUZ DE'.t, CREADOR dDN DÓNDE, PROVIUNE EL IVIAL DE LA CREACIÓN? 267
queclar enreclado en s?¿ iclea de Dios' Pero más decisivrt ,rurdo? ni un desplazamiento a zonas imperturbables de
se-diriia l,r c sólo accesibles a los creyentes. Menos aún da por su-
ulúr, poro una teología cristiana es que 11 pregunta
f
no uiDio, de Ia raán, ni siquiera purifrcada, sino al cle la ¡rrrcsta ia existencia del rnal o lo consagra como terreno
revelación. Ni basta para ello con que al «Dios de los filó- .,1,r¡nado de la salvación. Como ésta no es sólo ni
L..
I
H,'",*#1üTJ: i:il'it-yHll;*'
ü;'íi;;) En el hoÁbre' ápice
de
:1
Ia
es<¡ ¿rlaL¡al a I)ir¡s incltrso cuan<[o ¡»asan (en su transitortecl'dtl,in ilu'cttt.
Vergehen), ya qr¡e esó es ¡rro¡rio dc su linitud. [ltanto err cuanto la criatur:t
evangelio ln 'urá"e'l' el por qué del mal (cle alirnra la existencia finita quc le ha .ri<lo <liida, vivc riu scr no couro algo qtre
ii'" i; ;; ryr'::::iilL':'Jlrlli:::il:i:,x,i:i:,:lliliiiilii..1ill;
Di<';s»' w Pan.errber g'
?áoro'
I ;llxl,l,..i:fi'J':i iil;';;' ;;i;i;,;'i''lrc t'" Sin que esto cpriera tlccir'<¡rre totl;,s cstos clol<¡rcs los pirtlcciír é[. Es «¡rrirrro-
'gfa,,. lf.l87 ' (Ltrs 1>lrr'ólrtesis solr nríos)' libertacl y gúrrito dc cntre lr¡s muertos» (Col 1,IU) ¡ ¡ror lr: rrtislto, tt{r el único rrlttcrt().
ji,r..¡s vcrsc L' M' «La rótlc.ción: síntesis dc Pcr'te-
';: '\;;;tii'i;' "t' ll.clr 24,27 -32.4 4-6$.
,tor,"ior, ert «ltaeón y l'e»' 2 I 3
(l 987)' 355-370' r
(:DE DÓNDtr PROVIENE EL MAL DE LA CIIEACIÓN? 27 5
I{oMBRE Y MuNDo A Li\
LUZ DEL cRÉ¡\DoR t
27 4
QS'"ltt pl::9"cj3 com-pasiva de Dios en el mal de la
tanto do-
qué había en el mundo .,rea;!_óI;-¡ls iéii1éña*óoñ fü9iza e1 una páftc"dé la teólo-
acalla la pregunta: ¿por
el que tr lurtlá'i';; J; solidarizarse?' ¿por qué ¡1ia reiiengé'i, se vienén haciendo uná iéiie de lecturai ra-
lor con
con los^ que él tenía que
ser
hav tantos o,'o' ""'"ificaclos ,licalés que podrián, gni vez máq: saclificai la misma divi-
v "u sólo ellos con él? - ,ridad de Dios a Ia aclaración del problema del mal. Por
"lH;á;Jo,l'o*b'l"i;;i;ñ;;por la oue Dios hizo el
,r.so háy- güe mirar con lupl tanro la fóimula «Dios está Ci1
3. En "re Ias coordena-
mt'r'clo y t:l mal>> como la inversa «El mal está en Dios». Porque si
mundo se hizo Eila "'i'*a ""t'óL"
sí radical del Crea-
clas de la historia' n"lft*J
¿"
"'io 11 [)ios se abisma en el mál, y.no. es ál mismo tigmpg f]r.pe-
al infinito ya que es' aun-
dor a su creación se intensifica sí absoluio que el Padre ridr a él; §e,'áiiégará con ;osotros y rlo poclri sálvarnos,
oue en libre dilatactü";i;tt*o vibración de fondo,
Ir.iucho menos si el mal forma ya cle antémano paite del
áa eter.,amerr," ur njo'(;;;:lV).Es,la Pero ts ,,iir,rro DiosTr. Un mal divinizado se torna absoluto e irre-
a diario la creación'
la aurora clivina trr dut'oá'nece stt gloria' se
rnisil¡lemente negro e irreparable.
ese Hljo, en vez dt
il;"';;' i* in*"diatoella'de Ahí tiene lu- Por eso, si hay que mantener que «la pregurrta por el
y hace suvos ü'H;;;; v J I)ios que está con los que sufrelr es la pregunta acerca de
aba.ia 'nul,d'
e,,'.r';¡,.t"::li.:':#i:::l:r:i:.jf,:f
durora.Esto agrar ,, l,t;:lill
.iu*á.oros y do-
la compasión de Dios en el sentido estricto de la palabra,
cs decir, la pregunta por la identificación de Dios con el
,nurr,lo, los hace de alguna manera mar dolor y el morir del hombrerrTx, €s necesario resituar ese
tle di-
con Ia promesa ilirnitada clolor en la U!fq".!!p-fu.ntad. de Dios cle hacerse uulnerable a
lientes porque "onitut?n" embargo' aun '
el Deo>>'
<<cutn'
t i 082), 204.
ett
¿De, DóNDri pROVlt,Nt, lil. AL Dn LA CREACTóN? 277
276 l"tOMllRli Y MUNDO A L¡\ f,UZ DEL CIREADOII t!,f
no sólo en la unidad, entre el Padre y el Hijo y en la distin- :.c tncarga de íL 2 le hace Jiente. En eso consiste ante tod<r
ción sin separación entre las dos na¿uralezas de Cristo'3. i activi?lá?lre?¿;tórtsalfadora. Jesús no sólo anunció el
',
Con estas matizaciones se puede af'lrmar que cuando la Itcino, sino que hizo que llegase al mundo su Reino y se
creación «grita desde lo hondo a Dios>> (Sal 130) encuen- Iriciera efectivo en la superación del temor, el dolor, la so_
tra al Hijo de Dios gritando junto a ellaTa y que ambos cla- lc<lad,la alienación,la explotación,la muerte. Tocla la vicla
mores suben juntos hasta el Padre y le afectan también a rleJesús fue una lucha en noml¡re de Dios, una lucha del
Él uen lo hondo». Algo alocadamente se podría incluso rnismo Dios en su Hijo, en contra del nral. Cuando el
pensar que el Padre sufre porque en la cruz se queda sin lrornbre dirige a Dios la irragotable pregunta por el mal, lo
el I{ijo y sin los hijos, es decir en un trance corresponclien- rrrcuentra a-su lado combatiénd<¡lo. El <<c07.aÍn Deo>> con-
«;luye en un <<cum I)¿o contra maLurn>>rque es exactamente
te al cle éstos cuando el mal oscurecía a Dios, y el Hijo y
los hijos pensaban quedarse sin Padre. La misma contra- Io inverso del <<cutnrualo co,ntra, Deum>>.
ernbargaría a ambos. La el mal De esta consideración, una de las más recurrentes en el
,-'l1r "riedad radical
ta
'ñ ¡rensamiento teológico actual, deriva a las inmediatas la
ese
invitación al hombre, imagen de ese Dios, a acompañarle
momerrto ni cleberían abreviar precipitadamente ese cre- cn esa campaña. AI del mal se le hace frente ha-
p{uculo de la gloria. IVf ientras sigan alzándose cruces en la ciendo frente al es así se acabe con
historia algo «falta a la pasión de Cristo» (Col 1,24) que fna dón él má[sb-
«seguirá en agonía hasta el fin del mundo>>75. La resurrec- mientras el inviiñtá nclii- iiueüás más
ción del primogénito y la esperanza que suscita no pueden sofisticadas e
oue al oue se había solidarizado por amor con tqdo el ¡qal Ésta
"r
también la última respuesta r¡ue la rcología cris-
á;i*t,i¿. Dioé no ióio le dio la iazén sino que no le de.ió tiana puede ofrecer al problema del mal. A las grandes,
en poder de la rnueite, síntesis dél malo y lo adentró
en.su inacabables historias del mal, la f'e les hace frente contan-
también que todos clo y cantando la historia de la vida, muerte y resurrección
úopiu vicla y gloria eternas? ¿Creemos
nqu.tlot con quienes ét ie solidarizóo y que comparten su deJesús, creída, celebrada y prolongada por los suyos. Es
muerte, tendrin también parte en su dicha? En tal caso la respuesta que nos darán «al caer de la tarde», justo
estamoÁ empezanclo a escuchar en esa misma fe
en la resu- cuando, al tiempo que nos hablan y convencen del amor,
rrección Ia iesp*esta al ¡rroblema clel mal77. No de boca de nos examinarán de é178.
sí inaugural a su creación y ésta 1o respaldará desde la ex- !-li,;ó¡ I á:-¿s p e i án á á ó s e f" t" r ó, y's é g'u i r rf ii á, 9 9
de frente y de óercá el niál en el rostio del crucifió1do y de
perienáa de toda la historia: <<Grandes y maravillosas son
t.r, ob.as, Señor, Dios todopoderoso', ju§to§ y verdaderos todos [ós'crücificaclos de la tierra. En ese acercarniento
tus caminos... Todas las naciones vendrán y se postrarán
iá"-i.,i.i.ru¿á, aói-instátador, ai-óiroapunra ya la victoria
ante ti, porgue han quedado de manifiesto tus
justos de- del amor sobre la muerte.
signios» (AP 15'3-4)'
Así como la Iglesia, aun afianzada en la resurrección,
no deja de evocar cada año la pasiórr del Señor y de actua-
Dios miimo explicará por qué es grande y maravillosa
lizarla en cada eucaristía, así el creyente, junto a la espe-
su creación a pe§ar del mal' Acabará con las preguntas y
y no ranza de que todo mal será verrcido, vivirá de la rnemoria
acabará con el mal: «Enjugará toda lágrima de sus ojos
de la pasión del mundo. Deberá prolongar la lucha de
lrabrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas» (21''4\'
Dios contra el mal con todos los recursos del amor, cle la
La últirru palabra de Dios sobre el mal es su propia Pa-
inteligencia y de la naturaleza (que tonará así parte en la
labra eterna que, después cle amanecer en el mundo como
victoria sobre el mal). Pero no dejará de abrir también los
aurora y cle entenebricerse con todo el dolor de él y de Ia
ojos de par en par al bien que impregna Ia realidad en vir-
historiá y de asumirlt¡s en sí', se abandona con toda la
tud del riple sí clel Creador a su creación.
creación en las manos del Padre para que r,azca una nueva
aurora incief'ectible en la que «Dios sea todo en todo»'
EL ATENTADO CONTRA
LA CREACIÓN: nI PECADO
ñ-, t"*a l¡ebreo para desig ¡recado,.con su persistencia y str honrlura, sugiere es algo
significativos ¿. t" cle-26 téri¡'inos tlu":I]:"n en
"u'"u
cliversas facctas (error' pervtrsión' tlelito)' Cf' E"feuni-C' más.radical: una oposición cle l¡ase al Creaclo"r y u ru
nar el pecado y sus d"._
acl Á',,'Íestan¿nla l' Cristialrdad signio. «Desde el comienzo mismo cle la historia,
We{ircrmann, o;u;"n"'¡i-i"l}g-;)'")""""d el hom_
(Ma<lri<l 1978), 755-7;; ii-i?'ss, 316-322i^616't;23; I' González' f'atts'
'|'
tander 1 987 )' 224 -23 6'
ir,r, to rl, h,,'n o oo,Sal i'"r'ae (San
.l IR;" 8,46i Prov 20,9; Rom 3,10; I l'32"' * l\re llvorabrc. ra rcaccirin ar ,egr., ar¡.que csr)crarreat'r,
'i i.i,ai 5,iss; 59,1-16; Lam 4'6; os 4'2; Ez 16;20"' ¡¡cneralmc¡rte
sis qrre cle ¡]ue.'(ttro lrurrdo rrizo.|uarr par¡lo ü er¡
arriiri-
sr¡ crcíclica solrici.t.ruro tri
Ex 32,1; Dt 9,7"' so<:ktl,ís, Pucde ver$c rtucstro. cornentar.io, «Uu
s
Jr 17,9; Ez 36,26; §al
51'12"' l)royecto <ie honll¡rc lrar¡ un
dr Ilios, sal'['crrae (santander 1991),
D0-53 "1rlan rle elesarrollo,\>, en Solitla.ridul, ,rrrlo ,orrír* dc la
,, ct J. L. Ruiz cle r, r"n", íi¿r, rlc De¡.¡srr¡ (llilbao l9ti9), lg7-21j, ltaz,U¡¡ivcrsi,l¡rl
2rcidcnte"fatrrus (Madrid 1989)'
' ói.j' o.lr,r. au,Elrniedo en
284 I.ION{BITI Y MUNDO A I,,A LUZ DEL CIITiADOIT
EL A1'EN'rADO CON'|R¿T I"A CIT§ACIÓN, EL PNCADO 285
I
y como pecador. No menos lo es el hecho de que el «se- ,lir¡rbre de la historia humana, la proveniencia de cada
gundo» y más vercladero Adán, el I-Iijo e imagen cle Dios ,,'rr) de nosotros no sólo de sus paclies, sino cle tocla
por antonomasia, aparezca taml¡ién corrto redentor, y su la hu-
,,,¿rnidad y aun del cosmos.
salvación sea liberaciín y su gracia perdín (aunqtte esos
Volveremos sobre todo mas ur-
tre s rasgos no agoten su ser y su obra, corno dijimos cuan-
no es la t'rnica ver-
do describimos la salvación). Por su parte Ia oración cris-
tiana por excelencia, el Padrenuestro' incluye entre las De
§on .pecado
cuatro peticiones de la segunda parte tres claranrente alu-
I)orque, referido al que nace) enteiñéf§ó-'áñ
sivas al pecadoe. scntirlo andlop'o- ya qlre carece de aquel ingrediente pri-
Toclo ello l-rabla bien a las claras de que esa tercera ,,,o..iif Jliofr' culpa que es la libertad. EI de
condición del hombre tiene algo de primigenio, aunque, este no sólo lo tuvo en
por proceder de su libertad y ser sólo re§puestar nunca comlenzo§ los oríqenes
¡q.glj"c,q.l, .ca-
será tan originaria como aquello que el Creador Puso en
o «protológico»), corno se indi-
él: el ser y la gracia. Se trata en todo caso de un pecado có.ya. Aplicado a lo humano, lo original no clesigna por
l que por su doble radicalidad, personal e histórica, pode- tanto sólo a los primeros hombres , sino a lo que es prima-
I
I mos llamar original. riamente el hombre. Y de hecho sólo podemos clecir algo
I
eso
parte. y para cuenta cab¿l cle ese recha-
x¡:i*ibrá que remontarse también por la historia hasta sus
orígenes. Porque ambos pecaclos, el de dentro y el de fue-
ra, existen en mutua interdependencia, daclo que el hom_
bre es, como diremos y no haría falta decirlo, una interio-
ridad extrovertida (o una exrroversión interiorizacfa).
Presentación)'
prevalece en 1. El pDCADo oRrctNAL coMo pECADo RADTcAL
.¡Por cuál de ellos empezar? Normalmente
pecado oriqinal' la conside- (ur, erca»o euE suRGE DEL FoNDo DE cADA uNo)
,i.,l;;y';;;;;;;ihJiu' 't"t'i to' oríge'.tes v heredado al
ración del pecado to*"tido
nacer por .u¿^ f'oáf"t'-Ño
tn vano h; sido'objeto de in- Ya que hernos apelado a la experiencia como a una cle
de una definición ecle- las ventajas de este modo de proceder, parece lógico em-
\ cesalrtes disputas y^i* "ttttitaclo el procedimiento inver-
I sial. Pero no pocas razones avalan
i tí. rr-p.l*.Ii"suil i" Escritura eJ la prirntra instancia r0 «En Ia1>redicaciórr
y Ia enseñar¡za no h¿bría <¡ue partir i.mecriatamenre de
I
292 IIOMI}RE Y MUNDO A LA I,UZ DEL CRIIADOR EL A"TBNTADO CONTRA L¡\ CREACIÓN: |tL PECADO 2f):I
do¡7, carners, libertadre. Un «pecado del mundo» (Jn ,r,rrtido a otras realidades creadas (otros hombres, tie-
que es rechazo de la luz (1,10), cambio de padre (8,37 ,,., .) clue le agrandan y le limitan a la yez (cf. cap. I). lis
,,l.rrriis, en sí mismo, sólo barro, carne, <<bA.sar>>2t. En oca-
,,r,rr.ri eso misma debilidad se considera una excusa de
l.L. ¿Pecad,o o sólo finitud,? ,rr.; ¡recados2e. A esta luz, la contradicción humana no
,,,nsistiría propiamente en la negación de lo que es, sino
Lenguaje tan contundente, acusación tan descarnatl,,, , ,, lt dialéctica finitud-infinitud, dada con su ser.
¿no proviene de encarar al hombre a las inmediatas y ,1.' 2) Como otro Israel no admite otros dioses,
lleno con Dios, dejando de lado los mil lírnites y condicit, a veces aJ tanto como ál mal23 , Esta
namientos a que está sometida la libertad humana debirl,, que en hom-
a su estructura corpórea y social, a su propio carácter his" l,¡t: tle su pecado ¡ sobre todo, del mal del mundo, no es
tórico-evolutivo, a su condición paradójica, hecha de fini ,,vi<la, sin embargo., como arbitrariedad, sino como sobe-
tud e inñnitud, de libertad y necesidadzoP Dijimos que (:§ ,.,¡rfa absoluta deJahvé que sigue sienclo bueno y omni-
una libertad que además, y antes de hacer el mal, lo padc- ¡rotente, así como también es bueno el mundo que creó.
ce, en particular la pena de la insatisfacción incurable, clc l,,sa ambigüedad se irá despejando cuando la experiencia
la irremediable labilidad, de todas las conrrariedades qur: ,lt:lpacto y [a interpelación profética aporten la idea de un
configuran la creaturidad y que, sin ser pecado, represen- I)ios ético, del lado del bien, que deja a la creatura la op-
tan su caldo de cultivo y proyocan ese rechazo que ahora , ir'rn por Él o po. el mal y le echa éste en cara.
ponderamos y que no es tanto de Dios cuanto, muchas ve- 3) Ll realidad hi.q.t9¡1qa.-está presidida por la ,rtromcsa.
ces, de las arduas condiciones de la existencia. Esas con- t,.llo impiica [ffirmanente in-;iimijliiniénto, un incura-
diciones y esta tentación estructural ¿no hará más aconse- lrle todavía-no, tanto rnás doloroso cuanto más se barrun-
jable hablar de finitud que de culpabilidad? ta )¡ preBusta el futuro. El hombre es <<homo uiato»>, el de-
Es preciso reconocer que el testimonio clc la fe acerca sierto es un trance no sólo de castigo, sino de purificación
de ese pecado radical es complcjo y se descompone en va- y acceso al futuro absoluto, a Dios. La contradicción hu-
rias direcciones: nrana consistiría, desde este punto de vista, en la desazón
1) La Escritura reconoce los límites del hombre y los rle la fragmentariedad desde el anhelo del todo. Al dolor
considera como signos de creaturidad,. Par creación está de la finitud se añadirÍa el dolor mismo de la inhnitud (cf.
caps. III y IV).
t7
a)
La vida e s don y tare¿; de cultivar la tierra, de cre-
1n7,7;15,1s-1g; 17,9.14...;Rorrr 12,2; l Jrr D,lg. cer, de convivir. Todo ello comporta una autosuperación
ls Ronr 7,5.i4.18.25,., Véase el frect¡ente uso
¡reyorarivo qne del térnrino
«Jr¿rcs»,que tarnbié. derr<¡ta la corporeidad clel hombrc o srr clebilidad, hace continua que deja incesantemente atrás formas habituales
cl Nuevo Testil¡nento. Cf . E. Schweitzer, 'I'WNT VII, 98-15 I.
rr' E¡clavizada al pecatlo y a ia lcy y necesitada (le
urr nuevo seiror (/as.rirz er¡
Rorn y Gál). \t Cn2,7;§al .!9;90,3; 103,14; Bcl 3,1(l-20; Bclo 17,30ss.
--/ :" Cf: A.Tur.áo ?? Arn 7,2.5i Sal 19,13; §cl 7,20.
Qrreirrrga, Rrcrultexu. kt crcación,Sal'l'errae (Santand.r tf)p?),
2l t-221. t" ls 45,7;1 Re 0,9i 1 Srn i6,l4ss; l{1,10ss...
Job 2,10;
2,94 IIOMI]RE Y MUNDO A LA LUZ DEL CRE^DOR EL coNTRA r.¡, cREtclóN, Er., pECAr)o 295
^TENTADo
de ser y abre la propia vida a los otros. Eso convierte el vi- lr,l,rrl rro es por tanto una de sus propieclades o facetas,
vir en desasimientoo desgarro., partida. Thmpoco esta ru¡r rrrrr) su modo básico de ser. Y lo que en ella está en juego
tura es teológica ni éticamente mala; al contrario. , ., rr.rcla menos que su propio yo. En esto consiste el ser
5) Dios no es la explicación ni el cumplimienro inma- .r¡r;rgen de Dios».
nente del mundo, sino un misterio transcendente e incor¡r- l'ues bien, fe y teología afirman asimismo que, en ese
prensible de libertad y poder que libremente lo crea, qr¡(: rr.rrr('e primordial, el hombre o rehúye ese careo con Dios
concede una extraña beligerancia al mal (Job), y abandona ,r ¡r,rope con El. Es el reverso de la historia de salvación y
al Hijo en cruz. Un Dios ultraético,ante el que no cabe cl ¡ , cso co¡siste el pecado según los profetas (los clari-vi-
cálculo sino el abandono y Ia confianza a pesar de todo. Iil ,lr rrtes). Éstos afirman ademái qr", al prercindir o renegar
hombre, tú de ese Misterto, de ese Otro <<scmper ntaitr>>, ,1,' [)ios, abdica el hombre cle su propia condición huma-
estará de por vida en trance de salir de sí, en un dolientc y ,,,,. Lo confirma la historia de Israel.
radical ex-trañamientoi no pecaminoso, sino salvífico. Ii.sta profundidad del pecado aflora en aquella multi-
Este ingrediente de misrerio anida también en las orras
¡,lir:ación de pecados históricos que saca a la luz las hon-
instancias. Y esta múltiple lectura teológica de la contra- ,l,rs raíces que el pecado había echado en el corazón clel
dicción humana puede no sólo hacer más complejo cl l',,rnbre. Expansión y radicalidad de las que se trató yay
urensaje sobre el pecado, sino también incorporar algunas ,lrrr) permiten hablar no sólo de auténtico pecado, sino de
de aquellas explicaciones exrraeclesiales que hablaban «lt,
¡,.,c,ado original, y del hombre como reb¿ldc dcsde sus orí-
los límites de la libertad. ¡,r'»es (GS,l3). AsÍ retrata a Adán el relato [enésíaco de la
,i,,ídá.^En ?I figura como prototipo de toáo hombre. Y
t.<lo pecado tiene las pretensiones, la malicia, el estilo y
1.2, No sdlofinitud,, sino cul,pabilidad l.rs consecuencias del descrito en Gn 2-3.
4)
Cuanto mayor es la experiencia del amor recibid,r r l,rt. g€oe§íaco del pecado de Adán y lo reconocen Israel
r
de Dios, mayor es la conciencia de lo insuficiente de Ia 1,, lglesia en el acto cultual de la «confesión de peca-
',1,,1;'.,. Y ino es también esa la experiencia de todo hornbre
respuesta. Son los santos, como dijimosr los que más sicn-
ten n0 estar a la altura de Dios. , ,r,,rr(lo peca,) con tal de que se deje interpelar por Dios e
,¡r.rr'ümpá la cadena de exculpaciones que vierte sobre
l,l, Ios otros y los condicionamientos de su obrar?3r.
La ereaturidad 2 la gracia, más originales que el pe' l'or eso no es lícito escudarse en aquella pecaminosi-
cado ,1,'rl radical para no someterse a las exigencias del Sinaf cr
,l.l «sermón del monte». Si se nos convoca alll, es que po-
Esas que acabamos de mencionar no son propiamentc rlt:rnos cumplirlas, o iniciar al menos ese nuevo camino.
causas o razon€s del pecado, pero sÍ su cogdició_l_{qpqli- l,:r afirmación de «todos no de he-
() ext§tencra no
Ul!q+fi, |.a J.qtrjlld1d innata de la libertad que lo comete".
Porque pueden ser también las bases del asentamiento de- slno Po r IA Marfa, Je-
finitivo de ella si, de acuerdo con su condición de <<ima- :.i §e rá decir no
gen de Dios», no vive el hombre su inestabilidad congénita en él <<cosa ue odie» 1515
a solas consigo mismo, sino que desde ella se vuelve a Dios €s e el Adán ps el*A-d4n
(y a los otros)e0. De lo contrario esa «proclividad» acabará es
irremisiblemente en pecado. Un «corazón encorvado sobre ue vlye en 9-q&-bqnbre- el Hüo,
sí mismo>> es una de sus descripciones más penetrantes. ¿ cuya (.up. I). Y son «los sentr-
sido
Por eso la constatación de ncra gloria en recibirse clel Pa-
del ineaitablemen tlre y en darse a sus hermanos (Flp 2,5),lo que el Espfritu
alienta como soplo primigenio de toda la creación, y con
I
humana ea asl tan como la crea-
'i los que erradica de lo hondo del corazón humano la des-
turi dad caso ser
toda la revertirfa s r. o se trata mesura y cobardfa que germinaban en él Así es como la
era por ya En primer lu- cla al rbstablecienclo
gar, aquella tendencia innata no elimina la libertad. El el corazón
hombre se sabe «culpable» de eso mismo que le brota tan terno su corazon
de dentro y no cesa de cometer. Lo resalta claramente el
2!' Labilidad y no coinci<lencia ci¿l honibre consigo misnto, tan linan¡c¡tte ana-
(l\{atirid 1969), 2 i0-229. I Sobre esto qr¡e él llama «El gran juego de des¡rlazamiento)),véase Fl. Thic-
s') Se irn¡:one el recuerdo de la arcl¡icabi(la li¡r¡rrt¡lación agustiniana, ya co»ren" licke, Es mda.,,, 89-92.
tada en el cap. V1: «Nos has ltecho, Señor, ¡rara (hacia, atl)"fiy nr¡estro co- '2 llom 3,23. Hay otras [órmulas no menos radicales; Prov 20,0;.fob 4,)7;
raz¿)u est¿r inqLrieto lrasta <pre descanse en'li»,Confcsio'nr.s I, l. 14,4¡ Sal 143,2...
ÁLL LUZ DEL CREADOR Ht, A"l'riN'I'ADo coN'rRA L¡, cREecIóN; DL pEcADo 301
:i00 l"l0ivf BRE Y MUNDO
tar la vida como Con lro uerer Es el neca- ,I, IiL PECAD0 oRIGINAL CoMO PECADO DE LA I'ILIMANIDAD
Pero es cap1.z-.. de quebrar ese (r,:l recaoo qun ANrDA EN LA'TRAMA DE L^ IIISToRIA)
l¡naI"_a su vez
(DS 152 5). Esto nos obliga a reconsiderar dos f'órmulas La pecaminosidad universal no es sólo el resultado de
que hemos ernpleado antes. Decfamos en Primer lugar l,r st¡ma de los pecados de cada uno de los individuo. (ea.dl
que el hombre o es sólo eso ,qro es Adá-!). Tampoco la humanidad es simplemente la
ni siquiera lo e cle de- ,',¡nra de los humanos, sino el ámbito previo de conviven-
rse remodelar or creatura como , ia que les acoge y engloba. Pues bien, la experiencia hu-
recu perando ana a también esa dimen sfi n-i6G6divnñéi-
ra. revisar también la razón dábamos como
de el será re meno§ el tuI rezuma egols mo, rryustlcia, violencia... Experiencia
tos, s, s r el ,ltre la fe, además de corroborar, interpreta como {ccami.-
hombre. Eso a ente que el bien provrene a la existencia de cada
ñiosl'que el hombre únicamente engendra mal. No es , en el que
así. No es esa Ia lógica de la gracia: el don de Dios es tam- Lo que d ser solidaridad en la gracia es
bién obra del hombre (cap. V). El concilio tridentino aña- también solidaridad en la culpa. Como en el pecaclo per-
de, como diremos, que la gracia es transfbrmación interior sonal, y más aún que en é1, el hombre es víctima y no sólo
del hombre) no mero perdón. Dios triunfa en el hombre culpable. Y, en este caso, [o primero antes que 1o segundo.
haciendo que el hombre triunfe sobre sí misnro' que el co- De esta solidaridad, en virtud de la cual «el mal fbrma
razón fiiial y fraterno le resulten más conrraturales que §u parte de la conexión interhumana lo rnismo que el lengua-
corazón pecador. .je, Ios instrumentos, las instituciones»3a,, el cristianismo
Al abocarlo a Sí, Dios inestabiliza ilimitadamente al hace una lectura radical: esa situaci6n no es sólo
liombre, pero, si éste se vuelve u É1, le salva de sus riesgos cla ern slno e§-
y de sus caídas. Para que esa vuelta (con-versión) se pro- o v de tal mane ra
duzca, es menester que el hombre perciba la oferta de un a cada uno nacer
amor Írayor y absolutamente gratuito, nada coercitivo ni como ncta co-
celoso, que le saque de sí, y que él se deje ganar por ella. por en s Ia
Sólo esti actitud de gracia puede torcer ese ruml¡o -lejos
cle Dios y de los hombres- en que se engolfaba el cora-
zón hu¡nano. Esta of'erta, que tiene lugar en las raíces del «EI pecarlo se experimenta en la Dscr.itrrra también corno situación gcne ral y
'3 ')
s€r, se hace presente en mitad de la historia, tramada por como poder que todo hornbre carga sobrc sl pot razón de su solidari<latl
como ser y no sólo por solidaridad ética y práctica con todos los <lernás, ra-
Dios como una historia de salvación. Sirr embargo tam-
tificiindola luego nrediante su propia acción», W. Kasper,Jasrís cl Aisto,Sl- I
bién en ella le saie al paso al hombre no sólo Ia gracia sino gucme (Salamanca 1976), 250.
el pecaclo. e'r P. Ricoerrr, I'inítud
7 culpabilidadll. La sin¿bóltea dcl nt.al,Taurtrs (l\4atllitl
1969),579.
I
EL ATENTADo coNTRA l-¡' cftseclÓN' [L PECADo 303
302 HoMBRE y MUNDo AL¡'.L\Jz DEL CREADoR
Aunque indicamos, al mencionarla por primer vez' slt t r¡rno lo hemos escuchado a través de una
creacron.
acierto en resaltar la solidaridad humana, señalamos allf erido liberar a la fe cri§-
han
mismo el rechazo que entre nosotros sigue suscitando la
tiana ya e ese haciendo recaer so-
idea de la existencia de un pecado en quien no es capaz 35
Ir re
de cometerlo personalmente. Hay que decir al punto, para
su que nombre ),
aminorar el escándalo, que la tradición eclesial siempre ha no haber
recqnocido la diferencia entre ese pecado pasivamente he-
l rpdado y los rsonales (DS 1514). Por eso se habla de afi
1a
otra cosa que
vez, aun
arI
no qurere.re-
I
p ne incluso como diremos
a la herencia agustiniana. Es por eso inevitable
a esa momento está v podi-
examinar las {uentes bíblicas Y eclesiales que hayan
q;ffis ;;ñinga que siga.
de una do legitimar ese modo de entend er la inclusión de todos
nos a§rmrsmo
na- en esa relación viciada de la hurnanidad con Dios. Y en
lo prrmer lugar los textos de la Escritura en los que la doctri-
cer, encoge en
na del pecado original se ha solido apoyar,
costaría meno§ como entte
es que hoy §omo§ muy sensr-
bles al hecho del condicionamiento corpóreo de toda vin-
2.1. Teología bíblica del «pecado originaL»
culación personal y cultural. No cabe sin embargo ignorar
la preeminencia de estas últirnas en la conexión interhu-
mana. Todo ello sin con tar con que la de los orl-
a) Gn 2,L7-3r2437
<ie la"hümani¿aa nos es distinta
El rela¿o viene a señalar que esa situación de decaden-
nuestros
cia no se clebe, como en otrás mitos sobre el origen, ni al
A e§e que, aun con la§ ma tizaciones indicadas, sigue
siendo hoy un escándalo se suma otro tco-
-'-...-',<-'{#
.*') hombre nace en de la el del
cado de do .., Iil hecho de de
no
rrn a j ro§s
á ródéársé '
I. Von tl¿r Bibcl Üis AttgttslinzLs,
lra §u amor o Reinhat¿lt (Miinchon t960)' 375.
I' <,yo no he inu.rrtaclo el pec'arto origi»al tlue la fe católica confiesa desde'an-
tigtro», El nalriruortto 1 la cortcultisccn'ciu ll, 12,25 (OSA XXXV'
l9ft4'
mas
li+¡; aqrtica a fuliano Vl, 12, 39 (ilrÍd., 878)'
como mero de Thmbién Cl lI. Ii"n"k.r,r, Cteación, lta*úso 1'fecatlo otiginaL scgzln Géncsis l'll'
'? kt listri
§er Aliento del que Cua<larrama (Maclrid 1960)i A. M, Dtrbarle, El pecatlo original cn
I971); von Rad' El ltltro d¿l Cántsis,Slgueme (Salanrln"r'
todo vive- En suma; la doctrina del pecado grigirlal pTggg lzra (Madricl G.
"lá' lSS2i,88ss¡ C. West".,nann, «Genesi§», en Bibl'isthc'r Konnnrnl«r l/l (Nr:rr
al91i1,1 coñtrá ?-l*¡iiiriié r' áiticulii ild fe ; t¡ meno s. ial
t
304 Ho§rBRri y tvÍuNDo A L^ LUZ DEL cli-üADoR EL CONTRA LA CREACTóNi EL PECADO
^rEN"I'ADO 305
4!¡ fr b,_iS.q, esa. ¡alvagión universal de C$gto evoca <.1t, ,,,rrr,áI"énliá ilé§tino cólectivo de ruina e iniquidad.
rechazo la condenación, también universal, que pega so- l'ablo, sin embargo, al mismo tiempo que establece in-
nie toáá lá hümanid ad,. Tyd,91. pecaron (los paganós pc,, ',',tcrrtemente el paralelo Adán-Cristo, lo hace saltar con
se.o,ii y icto.ar a la creaturu'., ,n", ¿" ,l'Ciáaái; loslu, rrrr «cuá¡lto más>>, no menos insistente, a favor de Cristo
{íos por infidelidad a la ley y a Ia Alianza) (3,10). 1',.15.16.17), para concluir: «doncle abr¡nd9 el pecaclo,
Esa situación universal de pecado tiene por causa, ade- ,,,Ir¡¿¿§1¡¡1dó la gracia». Un pasaje que háblá, quizás con
más de esa doble transgresión, una realidad más honda: el rrr:is seriedad que ningún otro, del pecado, concluye en un
pecqdo mismo c-omo poder al que está v.eadldo cad4 uno r .rrrto d€ victoria sobre él y de esperanza.
(7,14), que socava su libertad, anida en el fondo de los pe- Se ha preguntado si la contraposición Adán-Cristo re-
-ieóhaio
c3d9-1 cg.rcrától (parapt6ma,ta) y se mañifiesta y , l,r ñáJáiñbiln"d e f Ia estriirá his tórici clacl d e
vgfa ón ellg s. s s la <<harngl!iq?:: . "oÜ., A(láii¡om; único paclie de L humañidad. 4, ..t. puntq
En este contexto cobra relieve la figura de Adán. Fue él l'al¡lo és sin duda deudoi de la éiegésis judía del Génesis
quien, como primer hombre y padre de la humanidad, dio y cle ius lfmites. l:¡g iiá. Ádáá qüien !1¡eie (volveremos
paso con su pecado, a esa <<hamartla>> que se propagó por el tema), sigue. en pie la doble afirmación paulina de
'obre
la gravedad y urdimbre del pecado y del peso incompara-
la historia trayendo sobre todos muerte y pecado. Así
puede figurar como la antítesis de Cristo. Ésa es su fun- lrlemente mayor de la gracia
ción principall resaltar, por contraste, la universalidad y No faltan en el Nuevo Testamento, aungue menos te-
radicalidad de la gracia. De ahí la repetida contraposición máticas, otras referencias a ese pecado. TambiénJuan adi-
-vina, por
dqtrás. d9 lgq pecadg¡, algo previo, un'tpCóado
(si por un hombre vino Ia muerte y la condenación, por
ciel mundo» (1,29), pero no hablá áiiéCiamenie de Adán,
otro lajustificción y la vida) (5,15-21).
sino de gna .oposición iádíóál."de"[zi§ tlriíéblá's á.-la"luz
(1,4), y dq un lprincipe á9 este mundo_>>, No es difícil en-
r{ Cf:J. L. Ruiz <le Peirn, EJ doz..., 86-t08; 1,. F. La<laria, Teologío,..,69-78; trever, en ese «h"gmigi{a 4ryd"9 .l pfinciplo» y «padre de
la mentira>> (8,44)ün"i ;[usión al tentador paradisíaco, con
J. l. Couzález Faus, Proycto.,., 329-333; P. Orelot, «Péché or.igincl rt ré-
dern¡>tion clans l'épitre aux Romains», en NRT 90 (i969), j37-962,449- ló-cliál ese «pecado» clelataría un origen tián§adámico c¡ue
478, 598-62 I . acentuaría-él óárácter enigmático, indescifrable, cle cst
{5 DENT I,194-204; DTNT Ill,3!4-327, espec.3Iu.322.
i<misterio de iniqüidad» (2 Tes 2,7) que envuelue lir histr-
308 HOMBRN Y MUI.{DO A LA LUZ DIIL CRI,ADOR EL ATRNTADo coN'r'RA La cltn,tcróN: E,L pDCADO 909
ria. Pero también ese prlncipe de este mundo será aniqui- )..2. La larga 2 tensa historia da un d,ogma
lado por el verdadero Seíror (2,S) y fue ya desbancaclo
cuandoJesús fue alzado a la cruz (Jn 12,31-2). Nos ceñimos, dadas las caracterlsticas de este libro, a
Hay que recordar por otro lado que ese concliciona- lo.más,esencial del proceso y) en particular, a la imagen de
I)ios (Creador y Padre) y del hombre (cfearura, hijo y pe-
I
nl en como eximente de la ,:aclor) que a{loran en é1a7.
i
i en uno
l
como en
a) Dos modos de entender la gracia y el «pecado ori-
ginal»
I
31C HOtu ¡iRE Y IVIUNDO ALALUZ Dr.L CREá,DOII l,r, ATIrN'rADo coN'uRA L¿. cRnectóN, EL pECADo 31 I
\lg-l-tg Agttrilt yiqq dio curso a la polómica. Comr¡ , ,riciar de nuevo y a solas Ia aventura humana. Cada uno
suele suceder, su teoría nació, maduró y se exacerbó por , , r\<lán. La gracia consiste o en el don de la libertad o en
contraste con otra visión del hombrer.dgl pec4dg, dp la rrrr,r ayud& externa para que aquélla cumpla másfácilmen-
i1e3"9!On 11 dé'lá §rácia. La ocasión la brindó una práctica /, 1,r que se le manda5l.
}. ,, püié§iái'¿á entonóés y de álioiá: éI baut{s'mo di to's ninos.
'*U; uL i¿;;l qüé ei áe los adultos, eñ'adminis tr:ado pála
Iq,f:yyj{_" 4g !o_l ferq!_gs, sqgún dice el Credo. FyeGiLo,
qyeFásumía sin discusión,lo que el pela[iáno Celeslio redención. El deba-
soméiió á crítica. No se debe aplicai con esa intención a
, I en particular en
los niños, decía, ya que nacen sin pecado, como Adán an- de un universal na-
tes de pecar. Thmpoco la muerte se la deben a é1, porque ( cr y pecar ek_4!4r.¿No hablaba ya en I Cor 15,22 de
es un hecho natural. Mucho menos el pecado, que requie- rrrr morir todos en Adán y resucitar en Cristo? Esa univer-
re libertad. El bautismo sólo perdona lo-q pecadqs per{o- salidad de pecado y salvación abarca, por tanto, incluso
, nales. En los ;iños iiéne úiii;ám¿nre li lirl"a J.
a los niños recién nacidos. Ea g-lióq p.1é¿isáméñfé; ¿áiéñ:
"or,rr-
grarlos a Cristo y abrirles el Reino de ios cielos (distinto tgs dá peóácló péisónal, y laq4aSdos sin emba¡go para le-
&il"a vida átdr:ná). *rpié.1_4^. pecados, se verl.a que perdurá el pácido ori-
&H jdg11, c.91 !a¡ gue p19^b1ble.4ente simpagil,arían gina[52.
I no pocos creyentes de ho¡ fueron rechazadas por Ia lgle-
t'r V. Grossi-l]. Sesbotié, «Pecado...», 126-128.
50 Ct. S. Lyonnet, Za historia de l¿ salaacián cn l.a carta a los Roma.nosrSíguc-
n «R-e-qlttl griginalc feccahon>>".Dc los níritos y lterdón de los ltceatlos L,26,39
rne (Salai:ranca 1 967), 55"90. (osA tx, r 952, 259).
312 IIOMI]RE Y iIUNDO A'LALUZ DNI., CITEADOR E[. ATENTADo coNl)aA le cRIiACróN, nL pucApo 3 13
no§ resulta ei «caso límite» rl. ,,rr..;, (l€ tal modo al Creador
los nrnos se convrerta en no sólo I'r ¡ rl a es el Salvador»sa
nl1§mo que hemos ve en otros capÍ-
, éste como r,rl,,s de este libro acerca de la relación entre creación y
I
antes ,.,1r,:rción, se resiste a admitir esa contraposici ón. E{islq
orifen én iá ',trc ellas por el contrario unaj
, no fácil, dialácti-
este es ya, como II. li crecer una con merma
que no han cometido ,,tr;r, lo hace encumbrándola. Lo contrario sólo te-
podría la que e la ,,, r' ltt cuando la salvación no creac
cra itá d¿'élévfói6n;" '.ilt() queda era ue \
ción, antes que el'hórnb;fé áe;é§istü'ellas. De lietho
así váiuii .;t t¡;l¡rGriü-¿ñ Olientds{-No e§ Que negasen lo I r( i¡ iuanc{o ia creacr ón aparece corno vlciáilá?e iaíz
,\,
que, por herenóia hábía en los niños de deuda y (' o s sólo
)
aun de corrupción, como tampoco suprimían los exorcis- rrrcde como r-
I
I
rnos en e[ bautismo. Pero ni llamaban a eso como ,1.9u r0. pa§ar con ve
hizo a nl re nr¿ttr-[1' y a que
Yno
'Iliá.
-qu! ó-lvidar ,lc tal manera que o hace uo
,rl
que los destacaban estos 1IP:!:O'I se apoya-
ban en esa teología. Aun a pesar de ese déficit ambos lados,la afirma-
( lon e§ correcta que v
sus
I
EL ATENTADO CONTRA LA CREACIÓN: EL PICADO 3I5
314 H,oyl,RI Y MUNDo
^t'iLUZ
DEL cREaDoR
..:/ I
a
it"'No serÍa honesto silenciar lo que lastra ambo§ aciertos
vés del a los de un gqqreje
11 re{i-9ci6n de Cristo a niiifo
Sg.rsiiriiá¡roi. Y3-apün¡amos ju ri¡iiláá, ii"á q"" ia
redentor. S,, grula ;¿ro;;
"'-,,iAhora bien, sólo en per- itcto
infecta el
óóné-óiida y eliva, como §e dijo'
manente apertura a Dios y su Reino y en un régimen de
gratuidacl,ia libertad es auténtica, sin replegarse fatalmen-
ola, a veces yen
í. ,obre sí misma' No fue fácil ver todo esto en el fragor
del clebate y en el momento en que éste tuvo lyS3r' Sólo el
r\dán
tiempo upottutá matices a ese delicado tema de la autono-
terrena es
mía de lo creado (Cf. caP. X).
ay que reconocer que en varros
No está por tanto tan a solas consigo la libertad, copg-
ntos de su teorla se debatió incesantemente consigo
o*nri¡, p.iugió. Viua y ciCce de la presencia dinámica de
'Dio,
I)u
lnlsmo, y no sólo con los pelagianos, y que al fin de su vida
.., ella. Y también de la vecindad de las otras liberta-
más
cles que la penetran y conclicionan actuando sobre aquella
m"sá¡iliaid que le caracteriza, y provocando aquella ten-
tación interioi a alzarse contra el Creador o a prescindir
de É1, de las que hablamos como primera forma de peca- e) Primeras decisiones eclesiales
do originai. Eso no lo reconocía Pelagio, sí Agustín, aun-
qre lol o¿ros hornbres apareciesen,aún demasiado con- Mucho más decisivo que estejuicio que acabo de emitir
á"nru,lo, en Adán, y su influjo interior quedase reducido (y qre habría que someter, y lo hago, al parecer de los es-
a herencia biológica. También en este punto habrá que pecialistas en teología patrística), es el hg.cho de que la
clar tiempo at tiJmpo para que se aclare esa dimensión Igle_sia se rgcgggqi{ a sí misma en Agtt1lln
histórica, pública, del pecado original'
) r.Lo en lelagió,
aun reconociendo, como se hace hoy, qüé'á1 debaie no
dejó percibir la parte de verdad que había en ésre último60.
En las primeras declaraciones eclesiales al re§pecto,
d) Presupuestos agustinianos más discutibles Con-
-tY
,l
l
año 4I8 no sólo asume
otros ctos que Agustín llevó sin duda dema-
siado os:
en una inclusión cIé tó- Dg.ltilllgtt!:4:lír1r1 de A<lán se origirrarr ¡nrrchos ¡recarlos,, Con¿enta.
rios a los sal,n¿os 132,10 (OSA XXii;'iglift,'475):-'
en !7 V. Grossi-B. Sesbotié, «El pecatlo...», 134-1.?,5.
t'" La Cit¿áad de Dios,l4,2S
(O§A XVII, rt905, 985).
r"' Dcl don dr kt
36 Lo que no le impedía reconoccr que «a su vez todo hombrq. e1 A.<!á¡r, Ya 9uc lx:r'xwxtnera, 2 1,55 (OSA Vl,r I g7 t, 57ft).
0o Cfl
G. Grcshake, Gnatl¿ alr honluvl¿ lrcih¿it, Eine {Jnt¿¡.st«:hruLgnLr (}rttt.
;;i;," prim".u rel¡eldÍa y ésta entraira,los ñliiCi tiiiiieiuiriilas. Al na-
d¿nLthn dw l\ktgitu, Matthias-GrÍincwal<l (Mainz I972).
rru. ya la mise.ia cle Aclán, pero añade algo a ella con su propia vida"'
".i,
3i6 IIO§IÜRE Y MUNDO LA I.\.)Z DAL qREADOR EL ATENTADO CONI'R¡\ I.¡ CRNICIÓN, DL PECADO 3L7
^
L-
320 HOt\.IIJRIi Y MUNDO ALALUZ DEL CREADOIT EL ATENTADo coNTRA La cRrncróN, EL pEcADo 321
y el Credo, es el centro del asunto: la superación de ese ¡rr: ¡,,' (f uiso clirimir diferencias entre las escuelas teológicas.
cado, y no por el hombre y sus méritos sino por Cristo. l,,r l ,r() resucita la cuestión del padrinazgo teológico de Agus-
salvación es gracia y consiste en revestirse de Cristo. ,. ('rr este concilio y en el tema que nos ocupa. Parece que
Todo esto era admitido por los protestantes rlo me¡r()r ,l turilogo africano no es ya la referencia suficiente para
que por los católicos. Sólo el canon 5.' aborda la difererr- ,,,rt:ionar esta doctrina. En ese sentido se inicia un <<más
cia profunda que estaba naciendo entre ellos, y constituyr: ¡ll,i» de Agustín. Pero éste no queda ni de lado ni atrás. Es
Io rnás caracterÍstico del Concilio en el tema que nos ocu- r r.r to
QUe el concilio, aunque no dio una definición estric-
oa. Empieza por donde saltó antaño la chispa: por el barr r,r rlc pecado original, se desplazó, al describirlo, hacia el
tismo de los niños. Pero no para repetir, como hace el ca- ¡,,rlo ans€lüliano. Pero la privación de la gracia no se da en
non 4, la antigua doctrina, sino para a{-rrmar, mirando a ,rna zorla suprahumana, inexperimentable. En consonancia
Lutero, que por esa gracia de Cristo, que el bautismo tras- ,,rrr ln lectura agustiniana del hombre, la ruptura con Dios
mite, se remite el pecado original y se borra, y no sólo rt,r ,,, traduce en perversión y desorientación de los deseos
se imputa, todo lo que tiene <<razón de pecado». Lo re- lrurnanos, en fractura de la persona, en concupiscencia ¡
frenda con textos de Pablo que hablan de esa verdadera ( n concreto, en ese debilitamiento de la libertad y en su
transformación. No queda en los justificados cosa quc
¡,roclividad al mal (DS 1521).
Dios odie. Así parece que se puede entender el tridentino si se
Es cierto que en ellos sigue viva la concupiscencia. k:cn juntos los dos decretos (el del pecado original y el cle
Pero la conclusión del Concilio es radicalmente diferente l;r.jurstificación)oo. En tal caso, esa síntesis significaría que
de la que extraía Lutero: aunque Pablo la llame a veces l;r iglesia siguió apoyándose en Agustíno aun sometiéndolo
pecado, no es porque lo sea estrictamente, sino porque ,r la prueba de otras antropologías y obviando los excesos
proviene de él e inclina a é1. Mas aún, si sobrevive, es para .le la suya; y, con ello, que Ia doctrina del pecado original
que luchemos contra ella con lo cual acaba siendo una rro es una afirmación teológica esotérica o irrelevante, sino
ocasión de victoria. En el decreto sobre la justificación, y
irlgo serio y antropológicamente verificable.
tratando de la debilidad y esclavitud del hombre deriva-
Fue el posconcilio el que des-articuló esa síntesis y em-
das de la prevaricación de Adán, añade algo importante:
¡rlazó el pecado original en el ámbito de lo sobrenatural,
la libertad no ha quedado extinguida, aunque sí atenuada
rregado a la experiencia, en estrecha correspondencia con
e inclinada (DS 1521,1555). Este doble triunfo de Dios y
la tendencia a srrperponer la gracia sobre una <<natttra
de Cristo sobre el pecado y la negatividad es la afirmación
pu,ra>> no alterada por aquélla ni, consiguientemente, por
clave e importarrte del Concilio, que rechaza a la vez el
su ausencia (pecado original). Lo que dijirnos en el capí-
optimismo pelagiano y el pesimismo luterano. Y por de-
tulo V repercute necesariamente aquí. Por eso si la unidacl
bajo resuena, como dijimos en el capÍtulo VI, un doble
himno al Creador y al Salvador.
Esto hace de la doctrina del Concilio de Trento una 61' l'¡rérclida de la in<¡cencia original", afirn¡¡tla
«Nos ve¡nos llevados a lee¡ la
verdad realmente «católic»> (en el sentido original, no dis- por el concilio, en la óptica <le la'(pérclida de Dios" tle la arttro¡>ologfir agrts-
criminante, del término). Lo es además porque el Concilio tiniana», V. Grossi-B. Sesbotié, «El pecado...», I95.
¡1,
.. "orrt
Cf. V. Grossi-lJ. Sesboiié, «Pecaclo...», 182-2A2; A. de Villalnro¡rte^ «El
Por el otro extremo B¿y-o. (DS 1942ss) y Jar¡senio (DS cado original. veinticinco años de co¡rtroversia: lg50"Ig75», en «Natur¿leza
¡rs-
2319) volverán, cle rechazo, al agustinismo maximalista y gracia», 24 (1977», 3 -65, I fi5-22 ¡, 385. 465i 2F ( 1 979), 3-
I 06;, A. Vanncs.
,qr. y, conocemos (cap. VI)' Iüantener esa dialéctica será te, «Le póché originel. Vingt-cinq ans <le conrrover.§es»r elr ETL,56 (1gg0),
136-145;J. L, Iluiz <le laPeña,El d0.n..., 158-l98;J. I. Conzilez Fais, prr-
por ianto una de las tareas principales de la teología del 2ceto..., 36 l -3B6; L. Il Ladaria, Ti:ologia..., I 06- I 3 l.
7r «Descle este
pecado originai. Pero quedan otras' prinrcr ¡recado, trna ve«latlera i¡¡vasión de ¡rccacro ir*rrrcra el
rnrrrrdo», cat¿üsruo de la lghsi« cuttíliea,40l. y mencic,na elr concrero el
f'ratricidio <le caín, la corru¡;ció* .,iversal, y la inficrelida<r cre Israer a la
Alianza.
7!
J. I. González Faus, Proyteto..., SZ5,
32.1 }ION,IBITI] Y MUNDO A LÁ LUZ DEL CRNADOR EL ATEN'IADO CONI'ITA LA CÍTEACIÓN: EI. PECADO 325
ecado del mundo» de que habla (1,29 ). Él y*h!!, rr.rrrscendencia del hombre, la humanidad no es sólo ni
mano. ismo de Adán se ha- una comunidad (aurique ámbiCn
I I
en de un que en e§te caso §e trata trasmitir (referen-
i
Es cierto que tores slgue recono- , ,,,s a Dios, inclinaciórr al bien y al mal) taurpoco son rea-
ciendo una significación especial, si no precisamente al l,,l;rrles biológicas. Incluso biológicamonte) todo indivi-
pecado de Adán, sl a uno hubiera tenido «en los ,l,r,r llumano es ((prematuro))) nace antes de tiempo para
,,,rrt.inuar naciendo personal y culturalmente en la rela-
Ílan- r r¡rrl t los demás. Lo e tenfa resabios de La
tlene que no es fatalidad, defecto de ¡,,t Inraleza natura.e como
construcción, sino producto de la libertad. Y éste sería el como una ade o. Pero
permanente sentido de la referencia a Adán. Su nombre ( st.o nO festa se
mantiene vivo el recuerdo de algo que pudo no ser75. lrraufleilt?.
GlEstrechanrente unido u-".á .riá el asunto de la Todo esto continúa desdibujando la concreta de
tidsrnisi,ín del pecado. En tento sólo se pensaba en el r\tlín Y ma
cñce géneracioñil, en la hipótesis? entoce¡ incliscuticla, de
de que toclos provengamos de una pareja. Pero esto es
algo que la ciencia pone en tela de juicio y que ni la lectu-- Yendo a lo más es asunto,
ra actual de la Biblia ni el ¡nismo análisis en profundidad v ya lo apuntamos) nos cuesta hacernos a Ia idea de
de los textos tridentinos obliga a admitir. Y es que el pre- pueda ser considerado por Dioi como quren
supuesto de que la generación sea el único medio de crear I r() ue (qiia diiíd cál:
humaniclad y de pertenecer a ella, se ha avalado inexacto. de la Barca). Por todo venrmo§ dicienclo, y la
Existen otros lazos más estrechos yo cauces más es- rraclición eclesial y teológica siempre ha reconocido, g¡-e_
pecíficamente personales de universalizar lo humano @! I,cg1fl9_ej-^puy distinto del personal, en el que solemos
; ienguaje, la cultura, las instituciones...). Si creemos en la ¡, e nsar*cugil;tr.á5mrió s de-paeado; Es tó §e éChá ?'éner
Í------- ,,. ñ";T;¿;iitciilii'4il péóádó' üiginal que rrazó Rahtgr
lrace ya tiempo y que ha pasado a ser considerada <<stan-
'" CI.,J.L.RuizdelaPeña, Eldon...,177-182.«Laincidenciaderoclalahisto-
«lard» por muchos teólogos : «una situación universal de
ria de ¡>ecado err la situación del hombre que viene al mnndo es algo comun"
I
'¡t
¡üente 26. a todo hombre antes cle la declsron
La-* I §u
I
cn cuenta co es
Vat §e I
corltta I
I
"'.f. L. Rtriz cle la Peíra, lmrtgrn tlcDio,r, sal T'errire (Stntand er'),261-267.
7" «Ex¡rresa, en lengua.ie leligioso cle[ nrito, y por tarrta dcl sínr[rolo, urr )7 K. Ralrner; Í,st:t'ilos
dc ttologkt I, Cristian<lacl (Madricl 52000)i 307. Bl origi.
acor¡lecimicnto de lil¡ertard togriginal", el paso <lel honrl¡re i nocente, ¡rero lh- ni¡l.alernán es (g§!8, pesjl s_l¡_y-9.?,--r-9J:-.jlJ§_"_.lll_ql.!lgulo.a_nrerior, «'l'hr:o.
lible, al honrbre ¡rccrrlor»,V. Grossi-ll. $esboii6, «Pecarlo...», 20 1. logisches zurn Monogenisrnr¡s)),en ZK'ni;fT (i'954), l-lSi'i7i-Itl4. Vtlrsc
326 HOlvlgRE Y MUNDO A LA LUZ DEt, CREADOR EL ATDN'ÍADO CONTRA I,A (JREACIÓN: [L PECADO '327
esto sólo
nos
en e§te acerca que
,,, I)ios como Creador y Salvador. No se trata evidente-
rrrr:rtte de srno mensa-
de Cristo de
l.r v el seniido
I
328 uür\lriltli y r.tuNDo At,ALuz. DEL cREADoR EL A'TE¡{'TADO CON'l'R.{ LA CIIIIACIÓN: IiL PIiCADO 329
originaria de la creación), al decir que consiste en aquel y dela hínosis del Hijo; si esa autocomunicación de
1,,1,,r'ia
«espíritu de vanidad y malicia» que transfbrma en instru- lrrt»s &l hombre, que es la gracia, tiene lugar en la misma
mento de pecado la misma actividad humana ordenada al r,.,,rscendentalidad de su espíritu, en una modificación
bien. Sólo la cruz y resurreción de Cristo, vivida por los rir,rluita pero fundamental («existencial sobrenatural») de
cristianos, devolverá el sentido a esa actividad y restable- r .;rr)..., no se podrá decir sfz más rlue alguien (todos) naz-
cerá una visión positiva del rnundo, un mundo del que el , .r privado de gracia (1,, en ese sentido, en pecado). A ese
hombre, al revés de [o que propugnaba Agustín, podrá no ,,,vcl transcendental nadie puede bloquear el designio ya
sólo. usar, sino tarnbiéil gozr de los bienes de la creación. ,, ;rlizado del Padre de autocomunicársenos por el Flijo en
Hay que notar por fin que, en las referencias de paso , l hl,spíritu. ¿Por qué nos resr¡lta hoy insoportable la sim-
que el Concilio hace al pecado original originado,.Lunca ¡,[c idea no sólc¡ del infierno de los niños sin batrtismo,
lo llama p9ca.g!o85, dato tanto más significativo cuanto qüe ,;ino la del limboP ¿Podrá quizás alguien separar a ese
iriel esqüemá rechazado aparecía 14 veces esa denomina- r¡iiro del amor del Padre? ¿Será salvado sólo por los méri-
ci¿n. ro.s de Cristo, o también porque Cristo vive en él?
" Si es verdad, como se clesprende de todo lo anterior, B) Ahora bien, si somos seres corpóreos, sociales, his-
que el Concilio no quiso desarrollar una teoría actual del triricos, que llegan a Dios y a sí mismos en el encuentro
pecado original, habrá que concluir que algo se estaba ,,on el mundo y con los otros, aquella invitación primige-
moviendo no sólo en la teología, sino en Ia misma doctri- nia e interna a ser y obrar como el Flijo, queda mediada
na eclesial y que permite nuevos intentos exploratorios. por la historta. En primer lugar por la de É1, por la vida,
rnuerte y resurrección de Jesús de Nazareth y por lo qLre
la anticipa y prolonga. La encarnación, prevista y puesta
3. El pECADo oRIcrN^L A LA soMBR^ DE LA GRAcTA oRI- en marcha desde la creación del mundo, es la mediación
GINAI. histórica universal de la gracia. Nadie riace por tanto en
un mundo sirr gracia. Pero ésta queda expuesta a la reac-
Recogiendo Io dicho, poniendo en relación esta condi- ción del hombre ante ella. En este sentido la gracia está,
ción pecadora del hombre con las otras dos de creatura e de alguna manera, a merced de la historia. Y lo mismo se
hijo, y manteniendo el carácter aún mós original de ístas, diga del niño que nace en ella.
parece posible y legítirno trazar el siguiente cuadro de re- C) Si la historia universal reprodqjese la del Hifo,la hu-
ferencias: manidad sería toda ella un ámbito de gracia, y cadá hombre
A) Si el Creador es el Padre de Cristo; si somos crea- nacería en el mundo que se corresponde con su condición
dos al ser convocados por el Padre e irnpulsados por el transcendental de hijo de Dios, t!g"g!T{?:.n gracia.
Espíritu a participar de los sentimientos de Cristo, de la D) Si la humanidad es (no sólo, pero también y en pro-
funda ambigüedad) encarnación de egoísmo, ambición,
rr- violencia, un «mundo)) que ya «no proviene del Paclre»
s5 Sirro ¿gda (lapstrs), LC porque está carcomido por la «concupiscencia de la car¡r<:
i 2i proclividad congénita al nral (/rtrljvls ad ¡nahtn
I tuhu), CS 25 nral paso o manchi (ktbes), lM 7; AA 7; LG 59. y de los ojos y por el orgullo del poseer» (1Jn 2,16), carla
JJ/, HOlvlIlRE Y MUNDO AI,ALUZ DflL CRE¡\fiOR IiL A TüN"DTI]O CONTRA L¿\ CREACIÓN: EI, PECADO 333
hombre que nace se halla históricamente des-asistido dc t ,) «Esta dura contienda..., que empezó con el mundo
aquello rnismo que reclama el fondo filial de su ser (f'e, es- ¡ ,r, t {isará hasta el último dla» (GS 37), no queda sin em-
peranza,. amor), y predispuesto y provocado a refrendar 1,,,,1,,, indecisa. Y es que no se trata de fuerzas iguales.
con sus actos ese <<mundo>r que ni trasparenta ni trasrnitc \,rr*¡rre el pecado original abarca y precede la libertad, es
-<'.-' t ,, vez precedido y englobado por la gracia, en cuanto
qracia; nac¿ sin gracia.
E) euindolT[Qu. la «plenitud de los tiempos>>, y ,,1, ta aúrn más radical de Dios al hombre que la que [a hu-
aparecer cntre los hombres, hecha carne, la «gracia y la ,,,,,,¡iclad pecadora le hace. Por eso el pecaclo es menos
verdad», tuvo lugar el rechazo histórico de ellas, que es el l,rrrrlante y protológico que la gracia y por eso ésta lo per-
pecado, éste reveló su hondura, su pretensión y su seño- 'r'itt' ¡rorque lo puede superar y resultar así una gracia ma-
r(o sobre el hombre. En este «rnundo>> que Cristo y su (felíx culpa). Lo vencerá del todo y ya le ha ganado la
',,t
cruz desenmascararon, envuelta en esa pecaminosidacl l,.rl.rl[¿r en la muerte-entrega de Cristo, en su resurrección,
universal, nace cada nueva libertad, bloqueada en su ser 1 r'rr l& vida de aquéllos que preceden y sigtren aJesírs
de gracia, tentada exterior e interiormente a reli'endar por
'rrno süs anticipos y sus testigos. El cristiano reconoce
su cuenta ese <<pecado del mundo». Y cuando con §u pe- ,,rrno nadi€ la seriedad del pecaclo, pero al reconocerse él
cado personal ratifica y agrava el egocentrismo de esa hu- ,,,isrno como pecador en la «confesión» y creer <<en el per-
manidad «encrlrvada sol¡re sí misma>>, y ambas concupis- ,l,in de los pecados», lo vive desde el distanciamie nto cle
cencias, la particular y la colectiva, en el lbndo tan ,.1 y clesde la victoria sobre é1. La actitud creyenre ante el
gemelas, tan cargadas de mutua cornplicidad, se hermanan r,ral no es ni la dcsilusión de quien lo cree invencible, ni el
contra la gracia, queda patente esa tercera dimensiórr pro- o¡rtimismo ingenuo del que, o no 1o ve, o conlía superarlo
, funda del hornbre: su de
sÍ»lo con medios humanos, siempre contagiaclos de é1.
F) Sin embargo, Jun toa la corriente de atra-
H) El l¡autismo perclona el pecado original al restituir
viesa la historia un flujo de gracia «desde el justo Abel plenamente al hombre a su ser originalo situándole en Lln
hasta el últirno elegido» (LG 2). Y es que el Padre, hori- ;irnbito, ya no ambiguo, de gracia (la Iglesia), donde el co-
zonte universal, lo ilunrina todo de positividad y amor? y existir humano está llamado a ser sacramento (sigrro real)
el Espíritu clel Padre y del Hijo irrumpe por todas Partes
rlel existir de Dios con nosotros (Cristo) y del existir de
creando adoradores de Dios y precursores del evangelio
Dios en nosotros (Espíritu), y donde en ella y con rodos
(16). El Hijo, por su parte, ha asumido ese mismo rechazo
Ios hombres de buena voluntad es invitaclo a crear espa-
y le ha hecho frente con una contraoferta de amor. «Don-
cios de fraternidad, a instaurar el Reino de Dios.
de abundó el pecado, sobreabundó la gracia». Ambas co-
rrientes se entreveran en la historia y no permiten afirmar
I) No siendo del «mundo>>, los creyentes siguen en él
\i que el que nace en ella lo haga, incluso a niael histórico, fln 1 7,I 4- t 5). En esta perspectíua, el pecado original no es
Ni la naturaleza deja de trasmitir pasmo) dejado del todo atrás con el bautismo. Continúa siendo un
l sin gracia alguna.
I belleza y gratuidad, ni en la historia deja uno de encontrar momento interno de la configuración social de cada uno.
bo¡rdad y desinterés. Todo ello le provoca a creer) esperar De ella, y contra ella, ha de emerger a diario su vivir en
y amar. gracia; es Ia opción aml¡iental anticristiana, prepersonal-
EL ATENTADO CON1'IIA LrI, CREACIÓN: III. PIiCADO 335
334 lloil'rllltr Y MUNDo A LA LUz DDL cRIiADoR
s6 pr¡e<leversequiénesyclóndeloclicen,enJ.L.RuizdclaPerla,EIrlor"''185'
E7 l. I. Co¡rzález r*aus,Ptoleclo"',237-298'
,, t.';"';;;;,.,^, St*i¿urro de¡ Bijsen, l,lt,lil, Schóningh (Paclerborn
1988), I777-i778'
* j. i. áLg".ao, «llvolución y culpa»,.en Teologíaaüiarln lI' Cristiandad (Ma-
i.ia is'Bil, ¡a5-486. Pr¡ecl'e verse el comentario dc.J' I' Conzález Faus' Pru-
7act0...,285-29 8.
IX
LA GLORIA DE DIOS
Y EL E,SPLENDOR DE LA CREACIÓN
l.
El Creador no tiene sólo la última palabra sobre Ia
creación. Profiere también incesantemente la primera,
aquélla que llama las cosas al ser y a la gracia y las sancio-
na como btrenas. Esa bondad original que tienen por pro-
venir del Padre, reflejar al Hijo y vivir del Aliento cle am-
bos, será siempre más radical que lo que su finitud y
culpabilidad puedan acumular de mal y de fracaso. Til
yez sea necesario hacer hincapié en ello después de haber
declarado en los dos capítulos anteriores las deficiencias y
amenazas de la creación y haber traspuesto el bien defini-
tivo de ésta al final de la historia.
Y si, como venimos repitiendo, Dios al crear no sólo
dice las creaturas, sino se dice en ellas, esa bondad origi-
nal no es únicamente producto y reflejo del poder y bene-
volencia del Creador, sino también de la plenitud de su
ser, de su bondad ontológica,. Todo ello nos reafirma en Ia
¡rresunción de que el bien de la creación es realidad y no
sólo promesa; de que es, ya ahora, mayor y más pujante
que el mal (físico y rnoral), Por eso es capaz de integrarlos
y superarlos.
2. ¿Bs la creación .sólo buena o también bella? Habría
que empezar preguntando si se pueden desmembrar am-
bos aspectos o si la belleza es sólo el esplendor del bien o
del orden, tal como ¡riensan los seguidores de Platónr, y la
I Dicc Agtrstírr tJue «natla hay orclenr<lo que no sea bcllo», l)c latt¿xlt¿lcxt.t.¿,
Ligi6n 41,77 (OSA lV, 1966, 164). No se olvide <1ue el ortlen es, es¡recialnrc,r"
re ¡rara el nrun<lo grecolatino, trnir dc las fbr¡las sul)r'c¡nas rle bicrr.'T'irnrbi,lrr
Tonríts alirnra <1ue lo bcllo consiste «i.ntlebiktfro.portiorrc>>,S.fh.l,<¡.5,1.,1 arl
338 HOllItsR§ Y I\{UNDO A T,A LUZ DIL CRIADOT LA cLoRrA DE Dtos y rL E.spLENDoR DD LA cREAcróN 3Sg
metafísica occidental cuando la considera como un «tratt,s- ,lr;rlesde sentido, promesa, creativiclacl, sereniclad y exalta_
cendental», es decir como algo no al lado del bien sirro,ll , r,in al mismo tiempo...; una dimensión clel munclo por la
igual que la verdad y la unidad, como otra configuraciórr ,¡rre éste parece a La vez concertado en sí y desbordante
total de él y del ser en general. ,,¡ls allá de sí mismo. Eso realimenta sin cesar la pregunta
Por otro lado, ¿no tiene también el mal (el poder sirr ,r(:crca de la relación entre belleza y creación.
trabas, [a violencia, la venganza, Io demorríaco...) un c§- 5. El interés de la teología porla belleza no parece ha-
plendor que ciega a muchosP, ¿requerirá la percepción cle []er estado al mismo.nivel que el que ha mostrido por
la
la belleza una educación de la sensibilidad, así como la dcl verdad y por la bondads. Se puede incluso preguntar
si la
bien reclamaba la de los deseos? Irclleza, por la fascinación que ejerce, no hi eslaclo siem-
3. Cornparada con Ia verdad y con el bien, la belleza 1,re bajo sospecha de paganism<¡ e idolatría (Sab 13,3),
se caracteriza en ef'ecto por un alto coeficiente de subjeti- .laramente contrarias a su creaturiclacl. pero q"ira áá,
vidad. Bello es para Tomás aquello que, <<al ser visto, agra- <1ue nada el escándalo permanente de la crr,z ". lo que ali-
da»z. El equilibrio que él aún nrantiene entre realidad y rnenta una desazón de fondo entre teología y belleza. pa_
percepción, queda descompensado por el subjetivismo recería que una teología de ia belleza sigue más las pautas
moderno y van haciendo su aparición dudas acerca de si r-le la metafísica helénica que las cre ra fe jucleocristiana.
la belleza es algo más que la mera experiencia de ella, o 6. Sin l*!u1g-o-r aunque no en el ..ri.o de Ia Biblia,la
pura apariencia, o tan sólo la que el hombre crea con su categoría de la belleza esrá presente en ella. Como diji-
arte.Lste, a su vez, es capaz de embellecer la fealdad y la mos, el epíteto <<tob>>,,con el que el Creador sanciorra en"el
maldad, y empeñarse etr desmontar brillantemente la pre- Génesis la bondad de su creación, significa también bello.
sunta armonía de lo existente. Desembocamos así en una Los LXX hacen a Dios decir (Gn tlt¡ que roclo es <<ex-
última cuestión: ¿qué es 1o que en la belleza hace su apari- tremadamente bello». El paraíso estaba úeno de árboles
ción, el ser o la nada? Pero puede también el arte reencon- <<seductores» (2,9)a. El'libro de la Sabiduría llama a Dios
trar el vínculo entre la imaginación del sujeto y el esplen- «autor de la belleza» (13,3) y reprencle a quienes rras el
dor que éste encuentra, unir lo factible a 1o achnirable. esplendor de la creación no [egan n, por ana-
4. Aparte el interés teórico de la teología de la creación logÍa, a su autor» (13,5). pero nada tan "ontr*plar,
convinc.ni.
por esa relación metafísica entre el ser, el bierr y la lrelleza, "o*o
no cabe en modo alguno olvidar el papel fundamental de la
última en la vida humana. Es una de sus fuentes primor- r «La verdad ha dominaclo la historia cristia¡ra hasla finales
trer Renacimienro;
luego ha prevalecido la Ilorrcracr, tanto en er aspccto <le la
rnoralidacr indivi-
dr¡al como en srs afirmaci¡:nes sociales cle la justicia y
cle la riberta<r... La llu-
1. Ds lo t¡ue hace cltre el n¡undo $€a ((cosnlos», ¡nitlttras caos y tnal vc¡rcltían lle¿a no ha encontrado tugar explíciro de refllxidn tlártro
de ra teorogía occi-
a ser dos ¡ro¡nl¡res cle lo rnis¡to. Pero tto se debcría <¡lvi<lnr que tarnbión en la dental, siendo rechaza<la como algo propio del paganismo y
Ilil¡lia Dios creit or<lenando el caos ¡rrirnorclial (Cn i). Acerca de lo qtre es la aj.rn u lu
revelación cristiana. Balthasar ha recupe.acio aon,,i otru
rnour,me"ntal, Gro-
belleza para Platón y Plotirro, cf. H. U. v. Baltltasar' GLorir¿. Unu estilica leo- li¿ est¡¡ dimensión y este tiempo perdido», O. González d,e Cardeclal,l.«
Lógiea tY, [trncr¡entro (Madricl lS86), 155-199, 255'282; W.Janke, «Schón- en-
r:q:., t ti ani stno,Sccrerariad o Tiini tario (Salama
heit I. Platonisch-ástctisclt», en TRI XXX, i999,335-339. ,' !rj.r':
Lafelicidad de que trató el cap.
nca I 9 g7), I 85.
«Pt¿lchxt tttin tliamtu,» qtLae aisa {lttctnt>>, S.Th.. l,q.5"a.4,ad 1.
vI
tiene sin duda rnucho qr,e.,er cn, Ia 1,,,
' lleza. Es algo quc aquí no podemos sino apuritar.
--
344 }iOJVf I}RD Y MUNI)O A I"A LUZ DEL CII}-ÁDOtI LA GLoRIA DE DIoS y EL ESPI,DNDoR
l)ri LA CREACIÓN .34 I
la existencia, número e importancia de los Salmos. Ell.,r ¡,,,r,Ia bondad y belleza de la creación. Más bien suele
en_
hacen de la fe en la creación un cántico a la gloria de Di,rs r(:.derse lo primero, ro cual procluce
cierto malestar nor-
en ella; recurren a la beileza del arte para cantar la <lcl {lrre.sugiere divino y alienación lr,,*rrr. A.i*_
-egoísmo
mundo y la de la historia (cap, I). t.ndicla, Ia gloria calece de esplendor, sienclo ,rf qr.
El Nuevo Testamentor por su parte, no duda en llar¡rar y realmente sucede lo contrario. po.
f1i"*f
a Cristo «resplandor de la gloria de Dios» (Heb 1,3) y r,,, ,lc cerca esa definición eclesial y
*ro hay que ;i;r;;;
analizar qué significan en
--
alirmar que «en él habita corporalmente toda la plenitu,l r.lla tanro el fin de Ia creación
cámo el ii.*ino gioilo.
de la divinidad» (Col 2,9). Y es que, por debajo y más alLi Respecto a lo primero^, es_.normal que
de la terminología de la belleza,la Biblia conoce y emplca
, se preguntara
lc
el uñgos» cle la
por Ia finalidacl cle la c.eación, ya que
con profusión otra nomenclatura: la de la gloria de Dios,y «todo el que actúa lo hace con vistas
a algo>>.5. Lo hizo
ella puede dar pie a una teología de la belleza no meno.s cu11.doasumió, para explicar la creación,
profunda, pero más compleja que la basada en la filosofía rotélico de las causas (;ficiente,
elisqr.*, orir_
*r,..iul, formal. final).
(helénica) de lo bello. ,iCuál sería la causafin'alcle la creaciJ"til;;;
7. ¿Q"é le sucede a ese complejo mtrndo cle lo bello no contesta que Dios ffií_
ylsmo, que es Ia causa eficiente, es
cuando se ve <(a la luz del Creador>>, cuando Dios aparecc también <<la causa.finol .le toáoru.
en el fbndo de la realidad y en los ojos de los que la perci- Es asunto delicado hablar c{e Dios
en términos cle fina-
ben? ¿Se atenúa o se ahonda y ensancha Ia experiencia es- lidad. porque. equivale a fijarle
metas tir.ru a. ,f ,i;;;;
tética? ¿Será ésta siempre, y hoy en particular, uno de los indigente y ambicioso <te algo que
«lugares teológicos», es decir, donde los tres nombres fl:11.:i.l:
ro cuar es rmpensable., Tomás lo sabe,
no ruviera,
pero mantien. qtl"
(Dios, el hombre y el mundo) se entrelazan y reclaman todo puede, sin*embargo,
mutuamente? A esta serie de cuestiones queremos dedicar :l.I:^rl.:.
munlcar [..t"na.r algo: co-
eso que ya posee. Es lo que hace
el C..a.I"o.. i,
el capítulo. creatura, por su parte, sí apunta u álgo
que Ie fálto, y s,
propia perfección. Sin embargo, uli-ro'.".
ésta otra "s
cosa
que una seme.ianza de Ia perfeición
divina, t oy qr.
1. L¿ GLoRTA trN LA'I'BoLocÍA DB LA cREACTóN cluir.que Dios, como_aq"et qrr r"Ju
o'i.,. *. busca, "on_
es el
fin último de todo. En ese *ir*o
,)" h i;;;;;",
Acabamos de insinuar que el corazón de la pregunta en el contexto de esa bondad qu.^rrá"'f"
qri.r.. partíciparse a
teológica por la belleza podría ser el tema bÍblico de Ia
gloria. Es precisamente en la teología de la creación, y i «Onm¿ age.ns agit
vinculado a la pregunta por la finalidazl de ella, donde ltroptet-firu»»»., "l.o¡niis cle Ac¡rino, S.Th.l,<1,44¡.4,irt
En orros mor¡¡enro.,i a¡ili.^."r. axirrnra c.
al .lr.
éste ha llegado a nosotros, enmarcado en una afirmación lelleúnt»>j, I Scnt. d.l ,q.2,r.1.
inteligcncia («lter in-
^;;;;;"
L,a extens,i'ó,r ¿. L ñr.fi,f.¿
a to<lo agente Ia
contundente: «Si alguno negase que el mundo ha sido explica diciendo, .ly: ,1. lo conrrario,
no s" s"gui.ía más trn efecro qlrc
sl r¡o es «por casualiclad». Esta, que otrr),
creado para gloria de Dios, sea anatema» (DS 3025). ran gran pzr"peljucga en explicacignes
¡c,
tuales clel rnundo, no entra, conro
se ,u, *n ln
Esta f'órmula no revela de inmediato si esa gloria señala creador, al ¡nenos como algo contral)ucsro "án,jrensión
romásica rrer actir
6._ a Ia finali<lad.
una obligación cle vasallaje o un er)tusiasmo agradecido lbíd.
HOM¡]ITE Y MUNDO A LA LUZ DEL CREADOI1
LA CLORIA DIi DIOS Y EL ISPLENDOR DIi LA C]RIi^CIÓN 343
342
No es por tanto sólo el hcmbre moderno, poco sensi- 'loclo lo contrario. Ti,atando <lel <<finis olterantis>>,
d,e la
ble al teocentrismo que la fórmula conciliar supone, el irrtención del Creador, afirma el Concilio con iguat ,ol"m-
que la pone en tela de juicio. Es también el creyente mo- rridad: «Este único Dios vercladero..., no para acrecentar
su
dr"n, il que, por influjo de la rnodernidad, pero también ,licha ni para conseguir su perfección, sino para
manifestar-
desde el nrrrrim fid'ei>>', hace cada vez más hincapié en l<r l;r por medio de los bienes que otorga a sus crearuras...,
que ya Tomás había señaiado, a saber, que) en virtud de r:reó de la nada la creatura espiritual y la corporal,
(DS
su absoluta plenitud, Dios no puede buscar algo. Hay que r1002). Por ranro Dios al p.eiende parr ri.
pensarle, por el contrario, totalmente desinteresado de Sí Sólo piensa en dar. No encabeza"reui.r,, ^igo
la áreación, noi, áonuo",
y ruelto ai mundo. Éste y el hombre se¡ían los únicos be- a ser, un Dios ambicioso, sino uno daclivoso, tm
Dios amor.
nefrciarios de su creaciónt1. Ideas ampliamente comparti- . 3. Es cierto que la fórmula conciliar parece enturbiar
das por los creyentes de nuestros días que hacen suya es- algo esa generosiclad divina al introducir ál verbo manffis_
porriárr"u y frecuenternente la fórmula de lreneo: «Dios lar como descriptivo de la intencionaricracl cre Dios."La
porr. *, gioria en que el hornbre tenga vida»r2' c'reación parecería una exhibición tenclente a deslumbrar
2. Aunque tal vez no del todo receptivo a esta nueva y buscar aplausos. De hecho un padre conciliar pidió se
sensibilidad que se abría paso, el Vaticano I no se conten- suprimiese el término y se dijerá en su lugar qire Dios
tó, de toclos moclos, con declarar solemnemente la fórmu- creó <<no para acrecentar su dicha... sino coriel fin cle cle-
la; además la aciaró y matizó. Siguiendo a la teologÍa, dis- rrarnar con liberal esplendidez, a través de Ios bienes otor-
tinguió entre el fin d¿l Cread.or (fínis operantis) y elfin de gados a las creaturas, Ias riquezas inefables de su inmensa
lal¿alidad, crertda (finis operis). Fines que, al igual que lo bondad»ra.
que sucede en la actividad del hombre, no tienen por qué . Sin embargo, el Concilio mantr¡vo Ia fórmula anterior e
coincidir'3. Con esa distinción la vertiente divina cle la rnteresa conocer por qué: pensar en el Dios Creador
sólo
creación queda claramerrte diferenciada de la antropológi- en términos de poder (causalidad eficiente) y cle bonclacl
EI canon a que nos estamos refiriendo I (causalidad impelente, final), es olvidar, ufi.-u solemne-
"o-.or*oiógica.
(DS 3025) hlbla únicamelrte de esta segunda, de la finali- mente. el Relator, que Dios es, al mismo tiempo, causa
áacl clel munclo. Por eso está fuera de lugar atribuir desde ejemplar, plenitud cle ser, paracligma ,.,p..*á de toc{a
ese canon a Dios la pretettsión de ser glorificado por su realidad posible o real. por eio no puecle me-
en lo "..i
".r"ido
nos de manifestarse, de reflejarse que hacers. Es ol-
creatura.
'a Árta et Dect'eta sae¡'os¿nti concilii vatieani (cL), vil, Herrler (Freiburg
It «Dios no busc¿r su glriria ¡rara sí, sino 1:ara tlos()tro§»' §-flr.II-llrq'139' 1892), 100. Tanto Mons. Ramaclié, cle <¡uien pruá.ain iu
¡r.npu"r,u,
a.1,ad l. Mons. Magnasco, que pref'ería asimismo el uerLo ,ouurnicir., se "o,n,
basaban en
t! <<Gloria Dti vi.ae'ns h.ono,>, Áilv.Htt'ct', 4,20,7 ' la bondad no sólo del Creador, sino tan¡bién del Redentor,
ia .¡r,e,,no y el
r;, H relojero (y emplco el ciernplo ¡)0r(lue se l¡a s<¡lido aplicar al crca<lor) mismo es el fin de la creación y de ra sarvació, y único er
pran criuino natí.ar
prre¿e ¡rreteircle, obton.r. ¡>restigi. o ¡1an,,cia con su trabqio; l¿t lirralicla<l y sobrenatrrral ' c|. soe¡onnn conciliotr¿n¿ tíot¡.¿ et amltrissiru
colr«tio
i.l ,clnj cs marcrr las ¡oras. Es claro q*e lo ¡:r'irnero sólo tendri l.gar si se (l\4ansi),51,109-1l1yl0t.No<lejadeserinreresarrteesieclat<rparalor¡rrt,
pro<trrce lo segrrn<lo. Irso i¡rclica t¡ue arilbos fines estín estrechatnentc inte- dire¡nos después.
15
rrclaci<¡ natlc¡s. CL I IO.
LA Gr_oRrA Dg Dros y EL [spLENDoR DE LA cR¿ecló¡.1 S4Z
346 HÓMI}I¿E Y NIUNDO ALA I,UZ D[,L CREADOR
tender la frase de Ireneo con el coutrabalanceo de sus dos 3. LIIT¿I,TIcIoNE§ DE LA DEFINICIÓN CoNCILIAR
Partes.
Es evidentei por otro lado, que la generosidad no es En medio de su grandeza y de su irrenunciable verdad,
igual por ambos lados. Dios no necesita de la creatura; esta definición eclesialpadece ciertas y no pequeñas limi-
ésta sí necesita de Dios; por ello los conceptos de fin o fi- taciones:
nalidad no se pueden aplicar en el mismo sentido a los a) Trata s6lo delfin último, de aquello para lo que en
dos, como se dijo. Vuelve el recuerdo de la «mayor dife- riltimo término es y existe e[ mundo, sin señilar las media-
rencia>> (Lat. IV). Lo cual no ol¡sta para que al hotnbre,
ciones de esa relación a Dios a través de las otras finali-
como irrragen excelsa de Dios, se le invite a parecerse a El dades intramundanas. No es que el Concilio las niegue o
y a dar sin esperar recibir (Lc 6,35-6). ignore. La teología había hablado de ellas y elaboradá fór-
5. Esta metafísica creyente de la gloria puede enrique- mulas bien elocuentes al respecto, por ejemplo la cle To-
cer decisivamente la teología cle la creación por lo que res- más: «el alma humana es el fin último pretendido por la
pecta a cada uno de sus tres sujetos: Dios, el mundo y el naturaleza inferior»2o. Pero en ese debatá el Conciliá se li-
irornbr.. En el caso del Creador Éste resulta ser no sólo po- mitó a la pregunta por el fin último y cle toda la creación a
der, libertad y amor, sino tarnbié n esplendor (sólo así puede
una. Este silencio acerca de los fines intermedios, intra-
ser esplendidez). El ¡nundo es respectivamente no mero mundanos, resulta especialmente llamativo y penoso cuan-
producto del poder y de la libertad, sino tambiért resplan' do el hombre moderno venía asignando metai humanas al
dor de ese Esplendor; no es sólo un conjunto de cosas y un progreso y declarándose el fin de su libre autorrealización.
campo de energías, sino taurbién una soberana obra de arte b) Emplea un lengu,aje racional, sin referencías a la r¿-
y un haz de símbolosre. El hombre está de los dos lados: aelaciín, siendo así que la Escritura abunda al respecto en
como cima de ese mundo, participa eminerrtemente de stt consideraciones sobre un misterioso designio divino re-
cientemente revelado en Cristo. A éste, en concreto) no se
gloria a la vez que está dotado para captarla y vislurnbrar de
dónde procede; como tú del Creador, es capaz no sólo del r le menciona al tratar de la intención del Creaclor y de Ia
pasmo elemental porque las cosas existan y sean.colno son) meta de la creación. Este silencio, en sí sorprendente
sino también de referirlas a El y devolvérselas, y a sÍ mismo (cap. I), se debe, en buena medida, a que el Concilio, en
con ellas, en un Besto personal, dialógico, de alabanza, de un lenguaie que hoy llamaríamos «ascendente>> sitúa, como
acción de gracias. El hombre se revela de rtuevo, y frente al capítulo dedicado a la creación antes de los que
se dij-o, el
antropocentrismo de la modernidad, corno un ser última- se refieren a la revelación y la f'e, es decir, más como un
mente extro-verüidr>, ex-céntrico, y no sólo en virtucl de su preámbulo o condición de posibilidad de la verdad reve-
lik,ertad (cap. XI), sino también de su propia onto-logía. lada que como momento de ésta; más como antesala y lu-
gar de encuentro y debate con el pensamiento filosófico,
t1' Tal vez set ulu sol>eranía la que acierte a cor¡iugar el rlol¡le sigrrificado cle
esplendor y scírorÍo c¡rte encierra el térnrino aler¡á'¡t «LttrLicáltcJfr> y <¡re ha
2(t <<tlní¡¡¿a rati.onalis
<lad<r títrrlo a la inrponetrte obra de H' U. v' Ilaltltasar, Glo¡'ia" U'no estiti«t ditittu' csst.firuis ultin¿t¿s it¿1,¿nlu¡ a r¿uft.r.rt irtftt.iori>», ht
i eoüigicn, 1-VIl, Enctrentro (Madrict t 9tl5- I 989).
? Jr'nl.d,I,<¡.2,a.3.
cRo¡\DoR
LA Gl,otuÁ DE DtoS Y nt, ESPLENDoR t)ti L¿\ ctrrnr:t(tN 351
350 ÉlolvrllR[ Y t'luNDC A l'A i'uz DEL
c) Euoca uno p)"|¡'*'tiua foca his.t|iica aPunla a un algo mayor que la v<¡luntad de Dios, siendo así que no
que
I\4ás que un proyecto histórico-salvíüco existe tal cosa. Reprímase pues la temeridad clel hombre y
final, sugier. ,t'u fixista de la realidad' configu-
'*t""tura de bienes' En no pregunte por lo que no existe, no sea que deje de ver lo
rada como escala destt"tl""te-ascetrdente que existe»2e.
ese esquema, por otro lado'
no parece haber lugar-para el
Esa libertad, inexplicable en sí misma y sólo asimilable
con claridad que
irIIIffi; t ,r.o.ut' Ni siquieradeluput""t
"Creador
si la bondad de
por un gesto correspondiente de libertad ), omor («Si al-
haya margen para i' fi¡ttLA f guno quiere conocer la voluntad de Dios hágase su ami-
indica el adagio: «üa-
Éste es d,e su2o comunicativa' como go», prosigue Agustín), explica dos datos decisivos y que
num est d.ffisittum sui>>zt,y como propende slmplrs- 1::':r*ll: no figuran en el Vaticano I. En primer lugar, que Dios no
ti.i¿" íeoplatónica del ser y una concepctÓn sólo pueda crear o no crear y crear este rnundo u otro,
"",
ta de la Paternidad de Dios' sino que haya cluerido este mundo creciente, im-perf'ecto,
v el más necesrta-
Este tercer punto es el más delicado cloliente. Y, en segundo lugar, que haya decidido partici-
moctelo teológico del Vati-
do cle complemer;;;ó* E; el par de str pequeñez, resultando asl <<semper minor»> el qr.re
cano I, el proyecto cle mundo
no [o encabeza tanto un
es y sigue siendo <<semper maior>>. Eran los dos rasgos que
siendo así.que'
Dios-Libertad cuanto un Dios-Plenitud' hacían del mundo una creación abierta (cap. III).
parece ser lo decisivo'
hablando A" ¡nt'ntii"' la libertad
ath't't'"'
I I,^ NUBVA PBRSPECTIVA NEI VETTC,ANO II
Esa libertacl, corno
lo ráltimo-de Di11' explica
oJ;i lr'ri :,f*Tf",T"T'#ii:il:ll Jll' i:: ;, ,\rrn sin pronunciarse expresamente sobre el fin de Ia
',,,ción, el Vaticano II se hace eco de las afirmaciones de
,
q"i*"'l1'l'lr I"
::T:1 lffil;; ![L"'i"it,Iu¿o''
¿tf r'o'ib* t""tdu
Éui'
libertad' en 10 cutrl s'r¡"'
'.u irntecesor2s. Sin esa referencia a Dios, afirma, Ia creatu-
,., rc desvanece; si olvida al Creador, se torna opaca (GS
Elorificaciót' I r t I,
i;;;;;"o ine-vitabrem ente <rc s
::H;;; ;;" Precisamente cl lrl'r'
it,¡. Sin embargo, su doble atención a las fuentes de la fe y
brado por ia g'"n;";;;;-nio''«hénosis>> t" *" 6¡¿¡¡r tirrt ,,1 rnundo cultural circundante, Ie hace contrapesar la in-
del concilio 23
v la doctrina LG 17,34,40; CS 12,13"14,17,19,24,4i,43; AC 22.
sitimarla, t"'l'.q";:;;'il;i;q"" 21 LC 2,3,4,7 ,16,1 7,36; AC 2-fi.
de nuestros dias' !, G§ 10,22,32,39,41i,48.
354 }IOMIJIIE Y MUNDO A LA L\J'I DEL CREADOI( LA GLORIA Dlt DIOS Y E,L ESPLENDOR DE LA C&EACIÓN 355
boración humana (cap. X). En modo alguno Irr('l','r ' "r' ',. I-A INTENCTóN coNCRETA DCI Dros AL cRIAR («Fntts
elio que elfin último del hornbre y del mundo s<';r l'r v,l" OrnnaNrts»)
ria de Dios; por el contrario, lo afirma, pero sctill'r /rrr"
íntermedios. El mundo es para el hombre, y [o tlrt'' ''ut' l.
Como se acaba de decir, la actirud teológica más per-
hace para humanizarlo, lejos de atentar contra cl lrr'"'l"t
( tinente acerca de la intención de Dios al crear es la que
es,rrimodo de glorificarle (GS 3a). Más aún, el lt.trtl'r" u l)rcsta oídos a la revelación de su libre voluntad. Cierto que
cleclarado meta de su propia actividad (35)' Y cs tlrt. l'r ,,1 Creador será siempre Dios y, como tal, sólo podrá ser
autonomía de la realidad irnpide referirla prema[urarrrcillr ,lrrdivoso, no ambicioso. Y cierto asimismo que el mundo
a Dios (es clecir, sirr explorar y desarrollar sus virtrr:rli,l,r sr:rá siempre don y reflejo suyo que, en el hombreo debería
des intrínsecas). Sólo es ilegítima y falsa esa autorl('trrl'r hr trilducirse en alabanza. Pero se trata de subsumir todo eso
prentende ser absoluta (última) y romPer amarrac ( .rr hajo la doble libertad del Creador y de la creatura.
bios. Pero eso sería un suicidio (36). La pregunta decisiva es, por tanto, qué ha pretendido y
4. Por todo ello el Vaticano II,, asumiendo esos fir¡''u pretencle el Creador con su creación, cuál ha sido y es su
intermeclios silenciados por su arltecesor y recuperantlt' ' I rnisterioso designio, oculto durante los siglos y revelado
cristocentrismo que éste calló, hace suya en dos tnor¡r('rr en los últimos tiempos26. Cuestión que, a lo largo de estas
tos significativos (LG 36; GS 37) la fórmula paulitr''' páginas, ha ido obteniendo ya varias respuestas. Resu-
«Todo-es vuestro) vosotros de Cristo y Cristo de Dios» (l miéndolas diríamos: el Padre (no stmplemente Dios) crea
Cor 3,22-3). Ella podría re{iejar la mentalidad del Corrt'i para manifestarse, decirse I dar.se por stt Ílijo y en el Esfií-
lio cle nuestros días en lo que respecta al {in de la crt"' ritu a su creaciín e incorporarla a la aida trinttaria. Esto
ción, y ser otra de sus aportaciones fundamentales' Cr¡ln corrobora por un lado, pero desborda ilimitadamente por
páresl con el canon de Vaticano I y se verá de nucv() otro, [a afirmación clel capítulo del Vaticano I (DS 3002),
manteniendo el teocentrismo rlltimo de éste, intcr que viene a ser sólo la condición de posibilidad de lo que
"ó*o,
cala un antropocentrismo y un cristocentrismo' La gloril I la §scritura afirma acerca del fin del Creador al crear.
de Dios po.ipo* el bien del hombre, por el triunfo.dc 2. La reformulación de este fin va estrechanrente uni-
Cristo, y asÍ termina en glorificación de Dios' El cuLto ittt' da al significado bíblico dei término «gloria de Dios». No
plica el cultiao y La cultur¿. Au!«rrrealización humana y basta con situarla primariamente en Dios, como hicimos.
iutotrascendencia se incluyen, no se excluyen. Podríamos seguir cautivos de la ontología griega. Es cierto
Podenos ya abordar, en los tres apartados siguientes, que Platón y Filón pensaron que el Bien divirro, por omni-
la nueva sistematización del tema' Manteniendo el orden potente y no envidiosot propende a comunicarse, y fue voz
clel Vaticarro I, tratarnos primero Ia finalidad del Creador común el adagio del Ps. Dionisio: «el bien se diftrnde»27.
(5) y luego la de Ia creación) desglosada en hombre (6) y
naturaleá (7). Todo ello acompañado de una relbrencia al
ccncepto bíblico de gloria. r0 Ronr 16,2.r>-26; t Cor 2,7-f); lif I,9-10;3.1)-10; Col 1,2$-27.
t' \<Bont¡n cst tliffusitumt stLi>>, Dc tliu.t¿o¡¡t..c,,1,2, Cf,'lir*riis tlc A<¡rrir,,,
ó. fI.I,q.5,a.4 y,lsass'i n.
CREADOR LA CLORIA DE DIOS Y EL E§PLENDOR DE I.A CREACIÓN 357
356 HON{BRE Y MUNDO A LA LUZ DEL
I
LA cr,oRrA Dri Dros y trL EspL[NDoR DE LA cRrecló¡v 363
3$2 llot llilili Y MuNDo A LA LUZ DEL cRE¡iDoR
,i.lu ,ro esté a la altuia de su alabanza deberá renunciar a La glorificación le corresponde primordialmente
é;;, q". no se mide últimamente por lo que el hg¡nlre que es capaz de percibir el esplendor de Dios y ponclerar-
al
h;;; d", Dios, sino por lo que Dios ha hecho por él5r' Por lo. Por eso define Agustín la gloria u.roiicia clara y
.to, Áet allá cte tocli actuación, o envolviéndola' ha de re- laudatoria», claro conocimiento que"o*o
hace prorrumpir en
;;; a la glorificación y acción de-gracias' Só1. en ellas alabanzas3. Sin embargo,la Biblia invita a toda la cráación
está a la aliura del misierio insondable que Ie
euv-uelve
hombre §upera infinita-
in"* 11,33-36). Só1o en ellas «el
lnente al hombre»52. ts «Clara tu¡t laude
nolilia>>, Réflica a Marin¿ino lI,li,Z (OSA XXXVIII,
1990,493). Revive e¡¡ es¿c punto la inagotabre y r'ecuncra cr¡estión ace."u rr,,
si el creyente, cn este caso Agustílr, crea (o recuire a) una definición filosóll-
,r Cl L, M, Ar¡nen{áriz, «TegLía y praxis a la lrrz tle tln canon trictentino>>' en
ca de la gloria, o se refiere en concreto a la notificación
Qtotitia) a los 1,r:rrti
[E 64 (1939),8i'1 i4' les del Dios Trinidad,que tuvo lugarporJesucristo. H ¿exto no
arlr¡rirc rltr
5: B. Pascal, P¿ nsa¡nientos (Ed' Ilrtrnschvicg)' 434'
LA cLoRrA DE Dros y EL EspL[.NDoR DE LA cREACTóN 365
tiol"'lBltft Y \'luNDo LA LUz DEI' cllüADoR
364 ^
l,ll mismo Padre Creaclor se gloría de toclo el mundo y cle
a alabar a Dios5a' EI mundo
lo hace simplemente existien- t:acla uno de sus componentes56.
como re-
lJ, la granclezaybelleza que ostenta El mundo es producto de la omnipotencia y de la sabi-
^"tt.r"clo p;;;;doal hoÁbre a llegar por ella
fleio clel Creador y por torPeza o
rluría de Dios ¡ por eso) consistente y admirable en sí
; ffi; ¡anurt"oí á reprochándole cuando mismo. Pero al mismo tiempo es reflejo de su belleza y
la gloria que le corresponcle
malicia no lo hace y 'o i"ti"ae plenitud y, por ello, huella estremecedora, insinuación
por §u es el encargado
Ail*3; *;m r¡. Ét hombre, Parle'
cle uhacerse lenguas>> de
gloriosa, pregón de Dios57.
:i;.;r;;t.ígou 'i' "*"ion'él' glorifique expresamente a
Por ello, y aun sin que pretenda ni puecla hacer suya
ella para que, por medio de a to-
tocla la gloria «objetiva» de la creación, el hombre es el
,"-ri*.¿á. (dclo 17,7ss)' Por e¡o puede conminar clestinatario de ella. El principio cristológico cle que ella
clas las creaturas u qttt
uiubtn a Dios al tiempo que lo
ha-
t existe en, por y hacia Cristo implica el principio antrdpi-
co de que existe para el hombre y de que ésre es el «aludi-
..,,_1,o,:*.T:i_(:ii,'lifí);, por su rimitación y su p:-
Nunca termlnar¿ clo» en toda ella. Tomás llama a las cosas <<aerba Verbi>>,,
caclo, de traducir
efalaban'a el esplendor de palabras de la Palabra que se dijo a los hornbres y se hizo
'oá*t"" en ésta que <<ni el'ojo hu-
la naturalez,' H"b;;;t""'o' hombre. Le están por tanto dirigidas al hombre con ella y
que s-in embargo han-sitlo' son
mano vic, ni el oído oyó» y en ella. De ahí la indisoluble conjunción entre mundo y
y proclam-an su
,"t"tu^ gloria nnb¡tiiuuí ilel Ct"udor hombre, entre la gloria de uno y otro. La filosofia y la
quedan asumidos en la alaban- ciencia modernas reconocen la imposibilidad de una obje-
il;i;;i;;;"J;;;"dos tt' la infinita que el Hijo tribu- tividad pura en un mundo en el que existe el hombre. No
za angélica X t" -'oao-tu'n'
obras y en la que-el Espíritu'
ta al Padre por El;;;;;t
sólo porque éste al observarlo lo modifica, sino porque al
la creación' rinde a Ambos' conocerlo y trasformarlo lo lrumaniza. La fe le permite
aliento y dinamismo tl"
'otlu además hacerse con todo él y elevarlo a lo divino.
I 3. Para quien lo ve como creación y reflejo de Dios, el
mundo es inagotablemente elocuente. Da pie a una «con-
*,:',:"lr:::::::I J:': "iT,::11 ilXil":lÍ;i:'l $i:i:;'í*n
kffi:l. templación para alcanzar amor» (Ignacio de Loyola), y ha
Cierto que ósta Precl§lon
lripótesis' la
<le las dos dado nacimiento a cánticos admirables como el de Fran-
ürfl:f#:'ürko l,gar prcguutar §i' en cualquiera
i. irrlrt.u"d y nitidez, o si incluyc esplendor' cisco de Asís a las creaturas, y a páginas cimeras de la
«craliclad» cs sir¡ónimo ,,1í, ¿ llo §er quc sc trate cle
Asi parece sttgerirlo tu tiolo"'o'qun.la
acornpaña' poesía humana, como el Cántico Espiritual de Juan de la
lo cuul no se avietie ni con el AgustÍn
algo exlrínsecant"u" tonl'Jto"i"' se roliere Cruz, entre otros.
Es verdad.que en este momento
neo¡rlatónico ¡li cnn el "'*i^"'' Bn ellas se produce alavez el descubrimiento de nue-
.*i'.",u,n.,,,"i,r':"1":r,:':,il:".*ü:::n;*)-;::JiJ];iüT:1""1: va belleza del mundo y de la Belleza misma del Creador,
Ia'liinidad. Pero a¡-tadc que Agus-
Cristo tle patentizar tt"'l'i';ii
tt' gforia cle Dios y a Dios' de los traducir lu
supuesto tocro eso,
tín har¡la con rrec.encia, ¿sería_aberrante, esplen-
fór'mula aqrtstiniatla tft ü gi"ti^
tli"ienclo que."s «tttra ntanifestaciórr eo Cn 1,3.10. 12.18.21.25.3i.
;H.^ ü:;;;;;'j 1"" r''"I pt'.rrtrntpir en alaLanza»? 57 Sal l9,l-17;65;89,6-14;93;97; 104; Prov 8,22.31; Ilclo 42,15-49,22;Job
sot rozizo'22; la8; 150i Dn
5'57-58"' 58-4 r.
"áá Sab 13,1-9; llonr 1,18'23'
I
LA cLoRrA DD Dros y trL ESpLtNDotr DE LA CREACTóN 362
366 ilol\{llRu Y MUNDo A LA LUz DEL ctlllADolt
I
LA CI,ORIA D[, I)IOS Y EL ESPLEI.IDOR DE I,A CITEACIÓN 37
370 l"lOIvlBRE Y MUNDO A i,A LUZ DIIL CI{0ADOIi T
60 cf' IJ' Philberth, D¿r Dreieine. Angang und sein. Die strtith* der schiip-
que.ellos
y Schlcierrnacher, Y eso ¡>orque el genio <le Salzburgo supo algo
'n<rrupi.rou o no liega.ori , exPre§i¡r con vigotl a saber' la bontlad glo' _ fung,Christiana (Stein arn Rhein {1976).
?o
'antó opinan al respecto Agustín, De la Santísima Tt.initlad Xll,5_7
¡retcibiremos al linal dc los
iotal qtte tiem¡>os'
l¡at dc la creacii>n, Ia=arn¡onía f^e1fo-11e
(OSA V,31968,
{ir Cf' }'. Moriones, Í)nchiritlio¡t thcoligin'tt S' Augtutini,l}AC 205 (Madrid -. splett, zal'¿n 530-5a1); Tomás,
?r
S. Tá.I,q.93,a.4 ad 2.
J. a[s liltt'sein. yom trinitariich Mcnsertriehen,Knecht (I'rarrk-
19úl),135 141.
furt I 990), 69.
"" Bt'eaiít qtintn llAC 6 (N{adritl 1 945),
2, 1 2, 2f14'
??
n LC 4;l.JR 2.
.§. fá,1,9.45,a.7; 9.93, a. l-9. ?5
ris A. Villalmonte, «lli¡enaventura,>, ert X' Pikaza'N' Silanes (eds'), Secretaria- «omnis auten¿ cr¿atura clonrut gettcratiotte¡n uct¿raatt¿», colaciottt:.t sor,rr rr
Exaemcron I I,1.9 {OSB III, BAC, n.l9 (Maclrid lg47), j84].
do Trinitario (§alarnanca 1992), 208-212' i
LA Gr,ontl r)t' DIos y
37 2 Holvf BRI Y l''luNDo A LA Luz DEL cRsADoR EL ü.spLriNDoR D[ LA ctüAClóN 37 s
I 10. L¿ coMpLEIA rusronrA
que todo 1o,{ug en el'mundo DEL EspLENDoR
nuevas sugerencias e indicar
Ia vida) rePro-
arly "i"fni, 1y a. este vaivén está hecha 1. Iniciábamos este capítulo preguntanclo
"r Padre-Hijo'.Y {ue [a gra-
duce creaturalmente ia relación ,e los déficits de Ia *eaciáo,.r .?.rei si, a Ia vista
las creaturas'
;;;;-;;i gozo de ese intercambio yentre lo que Él es en el que situarlo al final de Ia hisioria
c.*a.to, había a era
evocan y hacen pt"ut"it-ui Espíritu
o si tenía un poder inau_
gural que redundaba, ya ahora, en
corazón de la'Irinidad'
posirivicr..l,*;i;J'¿;;,
6. Si el Hijo se caracteriza por su autodiferenciación I lelleza). Hemos
|::jI precr§amente i,lo'"oáf.obando qr;;;;:;:
podrá inferir' en la rero porque Ia creación
clel Padre y de ias otras realid'á"u' '" abierra, ese sí iniciafup,*ro or;o;;;rl. "a
u,r, historia
de los seres' un
v autoidentidad de cada uno Entre esos clos
""."fr*i¿ici como víncu- y tensa la historia" de la creació.,.
síes se dilata
ñ"tigir ü;¡"' i ti el F'spíritu se.configura tol'o i 2. También la gloria y el esplendor de la creación,
lo el Paáre y el Hijó, y de ellos::".'olo'y emanantes de aquel sí primero,
"rr-tr.
p.r*-".rr" clesborclamiento y novedad, habrá
que Percl- son aún tr"-ñ;;;;;^;
los otros y apelan a un sí final. Está reviste
ser con
[ir, .n la fuerza que cohesiona cada que lo-abre al fu- .irgrlr. rmportancia teó-
rica y existencial p,ara.dar gloria
con el Padre C,tuao', f en el clinamismo
, D"i;;, pesar del mal cle
clel Espíritu' Bn elhom- y de su dolor incoi.mensurable,
;;;4. lleva clentro, ín 'ettigioreferencia a todo v al por-
:Tdo
nl por un momento, a aquéIlos qu-e-no
y para no olvidar,
;;;#;;"posesión'filial y eá debido a la dor de la creación, o .,o .n l, mu,lida
perciben .l erpl"ni
venir se clarlan *r, "n frado- eminente, rar un sentimiento dominante de
s,_itr"r..rr. para supe_
personal de s" ür y de sus.relaciones' negatividra yi.""r"Ir_
to (cap. vII). El sí fi^ar crará ra .uriil-oios
"""ái.i¿"
7. No otuiiu' q"t tá serie de reflejos trinitarios su primerjuicio sobre el munclo75.
y confirmará
"uU. fue el Hijo quien
qr"io-.*punudu po' "ip""u$o".y.9u3 3. Esos dos síes se reclaman mutuamente:
al Padre su Gioria y
en su vida y ,r,,t'i" "t ""' devolvió no podrá consumar Io que no hubiera
el segundo
al munclo *,, y futuro' Por eso el vestigio ffi- fundaclo .l;;;;:
"rpt"'itlot "' en genera-l de la gloria) t: ylu
dijiios
ro, ni el esplendor final ie Ia
crea.ción poa.a ... .rp".uan
;;;i" (ul ig..raiqt'e Más aún¡ la h'isto' ni anheladc¡ si ya ahora no se anticipu
realidad histórica, no"uOto estrictural'
-r¡-o presente. A la inversa, sólo u.ra
y
"chu
de ver en el
en cuanto
ÁX*o de Ia humanidad y d-el cosmos' Creador podrá colmar toda la i"n"it".i
potíb.a clefinitiva clel
de camino del Hijo y fi-
fundacla por el P"i;;;;;*pa11ia munclo y de la historia prometen.
qre Ia belleza clel
est Por antonoma-
*iir"¿, . int",ioti'ada en el Espíritu de la'l'rinidad y reflejo gerencia y fascinación cle la belleza
Es precisamente esa su-
sia, el vestigio' i*og"" y semejanza ,"tr^l
-- Ia que
de su EsPlendor'
en la realidad ambas palabras a.
Oio.. "i"";i,
ltegue ese finat, ta alabanza creyente
:)1. en esa
encrende no sóIo
"-^1:_Y::,1 se
esperanza, sino tamlrié., án .l
plendor actual de la naruril"ro y ".-
¿f i, fr;rr".ia y en el re_
7s
Ap 15,3-4; 1617;1g,2,
7., Ror» 3,23 y 8,20. i{ecorcia¡ lo dicho en el cap
Vlll'
cRuADoIt LA cLoRiA Dri Dros y [L [spLENDoR
37 4 HoMIjnf, Y MUNDo A LA LUZ DEL DD LA cnn¡,clóiv 3Zs
Estas cuestiones reflejan el impaclo producido yror l;r l.rrrt:rr Que Ia alternativa:
«o Dios o el hombre» no
secularizaciín: zonas antaño reservadas a Dios están ¡r;r ,l,,jo ni de repente ni en se pro-
todas parh; y sólo señala
sando a inanos del hombre, que no se contenta co¡r dorrri ,,,',,,r cle un proceso qu".*p.rá el tér_
nar el curso externo cle la naturalezao sino que se ha aclcn ,r,r,. sólo como trasfo.r.lo
*r"il;ir"J.ñü;-
1"o*o p"ririrA. i-pr;;;;;;
trado en la estructura del átomo, de la vida, de su pro¡ri., ¡r,rr. eue el pensamiento yla rno.rliJua
código genético y de las leyes que rigen su psiquisrno y r'l l.' rlinritación que les caracteriza h.,rr;;;;;;#;
y se le garantizase al hom_
entranrado social; incluso 1o ético y lo relativo al sentirl, 1,,r. la inmortalidacl
que.aquélla, íJ"*rr¡. Sólo
se iran desgajado de su nlatriz religiosa y se desarrollan ll I'r. rlejando que se desclibujase más tarde
y p.Ji... cle vistaa.
rnargerl de ellaz. ¿Sigue sienclo Creador ese Dios que [).r
rece replegarseP ¿Lo es ya sólo en ciertas zonas (religi,,
sas, límites)P ¿Puede por su parte el hombre creador sc *
I I,A §ECULAUZNC¡ÓN FORMA
PARTE DE LA EXPERIENCIA
guir siendo y sintiéndo se creatura? ¿En qué relaciórr y DB TE
sa¡ldo a Dios de opresor, alienante o adormecedor, y trl , ,,:,. técnico que, siendo un bien grancle y aclmirable,
tando de suplantarle. Esto provocó a su yez en &lgurrrrr ,,'1, ¡)roporciona los materiales cle lipromoción
lr.rmanu
,r,r{ l)or sf solo no alcanza- (35). Ademi,
creyentes el rechazo de esa modernidad secularizada, 1,, .r. progreso está
cual contribuyó desgraciadamente a sembrar en ésta 1., ,r, r¡rl)re amenazado por el egoísmo
individuil ylolectivo
idea de que había que optar entre el hombre y Dios. ,¡,r' tergiversan y pervierten.la_historia (pecado
original) y
1,, r.rlyi€rten en un campo
de batalla. pór eso aut¿rrti"á
l,r,),¿reso es una lucha incesante que reclama "t las mejores
3. E¡, PUNTO DE VISTA DIL VATICANo II , rr.r'gías-humanas y una autocrítici
permanente. Su [estor
,,,1, podrá serlo un.hombre nuevo, que
ha pasaclo fro. lu
A ciencia y conciencia de lo real y complejo de cst¡r .rrrrr¡'te y reslrrrección de Cristo y ha llegado
en ellas a la
historia de secularización, el Concilio de nuestros días lr¡r ¡,,,1r¡s2¿ y libertad de espíritu (37).
querido recuperar y actualizar aquella experiencia origi- :l) En medio de su actividad «creadora», el hombre ha
nal de la fe. A la fatídica y falsa alternativa, <¡ Dios o cl ,lc reconoc€r a Dios como Creador, ha cle
mantenerse en
,, 1:rci6n con Él y sentirse impulsadá po, Él
hombre, opone la verdaci creacional: Diosl, el hombre. l,<, .; ;r;;;;;
hace principalmente enla Gaudium et Spes 33-39s. ( construircl mundo (S+);ha cle darle gracias
rrrl)eño de
1) Ante el dato de que mucho de lo que antes el h<¡rrr- ¡r.r cuárto recibe de El (37), dejarle a Él la consuriació,
bre esperaba de Dios se lo procure hoy por sí mismo(33), ,L'finitiva de roda la historia (39) y desear que
el nombre
y arrte la sospecha de algunos de que con ello queda me- ,l. l)ios resulte ad¡nirable en roclaia tierra (á+).
noscabado el poder del Creador (34), el Concilio afirma 'rodo ello hace de la creatividacr
humana una reariclacr
que: por el contrarior los triunfos del hombre son una se- ,rqrrclamente d.ialáctíca^(cre-a y es creacla),
que ll.ga n .r",
ña[ de la grandeza de Dios, que ha querido que su gloria ,r¡rice cuando, para calificarla, se emplea
el tÉrminJcle ¿z_
coincida con el sometimiento de todo al hombre $bfd.). lor¿omía. Este merece que, aunque forma parte
de ese mis_
Más aún¡ a través de su Hijo ha asunrido y recapitulado en rrrr¡ contexto conciliar, Ie dediquemos especial atención.
sÍ esa actividad humana, y a través de su Espíritu alienta
esos esfuerzos (38) cuyos frutos pervivirán más allá de la
muerte (39). ,1. LA AUToNoMfA DE Lo
cRtrADo
2) Bse proceso creativo tiene una meta, que es el horn-
bre misrno, el desarrollo integral (aurorrealización) de La autonomla constituye el rasgo emblemático cle la
cada uno y de toda la hu¡naniclad, y está someddo a unas rnodernidad. Significa que el hombie, en su obrar,
es ley
pautas: el hornbre vale más por lo que es que por lo que ¡:ara sí mismo. Se contrapone a la heteronomía que indica
tiene; la justicia, la frater¡ridad, superan en valor al pro- que es otro el-que le dicta la ley. Ahora bien, si bios
es ¿l
Otro por excelencia, y su ley li pauta cle la vida humana,
!' parece que el creyente está condenado a la heteronomfa,
Iluetle verse rluestro largo cotnentario a estos ntinrelr¡s en «§crrticlo cristiano
sobre todo cuando se piensa a Dios ante todo como legis-
<le [o tcrnporal y clc la acciórr lurtrana», e¡ Estuli.os sobre la. Constitttció¡t
<<Gutdiu.m ú Sltits>>,Mensajerc (llilbao 1967), I l3-154. Iador, y a la Iglesia como Ia depositaria rle sus voltrnta<?cs.
384 IIOMI}R¿ Y IV'UNDO ALAL'LIZ DEL CRE,ADOII r r(t:jADOS y CRtADORE§.
CRDADOItss y CITEA?URAS
385
Toclo ello obliga al Concilio a tomar partido. Lo lt.t' ' ' " ,,¡ I',r cl contrario, descle ambas concecle autonomíaya
el n.'36 de la GS. ,,,, ,l,r r.l ser y fomenta su crecimiento.
En él mantiene que el Creador dotó a la realicla,l 'l'' "" l,¡ I,,sa rnisma condición cle Creador
,, hace que su voz.
lidez, verdad, estructuras, p,:sibilidades,.., e i¡rviti, ,,1 ¡ rr,rli,.se de Ia palabra creadora que Io llu*i u;;;;
hombre a que, al tiempo que las respeta con humilrl;rtl, l,¡u ,,,rr1,¡¡¡'¿ últimamente como .*, ,* l.
- Tampoco cuando, a través .;;;i;.-r,"-l :l
investigue con tenacidad y se adentre audazmerltt) ('tr rrrr ,,,,rr ,1r.
¿. f. .*.il;l;;, ,:
secreto. Quien así lo hace está siendo llevado, aun(lrr(' rtrr ¡,,, , lristóriea y enrra en
el mundo A"t no*¡;-(_;;U:
,,, ¡ r,t,)s) bienaventuranzas).:\unqr.
lo sepa, por la mano de Dios. No haber entendido esll ,rrr p.ouarga de fuera (o,
,,,, ¡,,¡.11s otro), esa
tonomía de la realidad y de la ciencia que, metódica¡¡t.trl' voz no limita ,i^uii"no al
, r, rl,r (ple le invita.a hombre. Es
la investiga, ha sido una actitttd errónea y lamentablt' .1," «sali¡ de.sí», pero en busca
, ,r t,,r.cs y aun inédiras cle sus
algunos cristianos, y casos como el de Galileo no debt:rÍ;,r, * posibiliclaclás. ;;;l;;*:
,,,il (fue produce el encuentro ¿No
repetirse. No existe oposicidn entre ciencia ) "fe. aorrJ*.'úu y ",
su evangeliop
Pero esa autonomía no es absoluf¿' No puede signil'rt;rr , ) Aunque el Concilio
t, .,ipt..,,f" ,."f"g?r'r"f.
que la realidad no dependa de Dios o que el hombre prrt' t,¡,r c)^o de otra categorÍa,en"oIa que
,,,,¡¡¡i¿ y autonomía)
ü, ooo, clos (hetero-
du.,sur de ella sin referirla al Creador- Para quienes crc(:rr quedan recágidas y desborda,ü;;
I t r,.tnn¿ía o autonomía
en Dios eso es un contrasentido. Sin el Creador la creatr¡ ,.onoro?i.Iitá ui.rr. a clecir que
rr,, sólo cabe concil'
ra se desvanece. Ella misma se encarga de proclamar rr dependencia cle Dios,
Dios, como han percibido bien los creyentes de cualquit:r ,rr*, arnbas
religión. Si el hombre olvidase a Dios, [a creatura se tor'- rl)
QU.
"..::lXj::l*t^ '
Esta afirmación conciliar cle
que sin Dios la reali_
,l,rrl pierde respaldo,.consisrencia
naría opacaro.
,rr,dependencia total de
yli*iaua, cle que una
De esta declaración conciliar se deduce lo siguiente: Dios ,.Jir-,irru autonomía in-
a) Lo propio del creyente rto es la heteronontía. Por' lrrndada, y de que a ra <<muerr.
d" D;;'seguirá la muerte
que aunque Aquél de quien hace depender su vida y srr ,lcl hombre, así como Ia conrraria;;;;.
.i descubre a Dios ._1,1: fordo.t el mundo crece
obrar es realmente el Otro por antonomasia, n«: está a su ; iJienao.. crear por.
rnismo nivel y así no le anula ni coarta. Por su condiciórr t,tl, la dirige el Conlllo
e, priie. I;;; los creyenres.
de Creador, Dios está, al mismo tiempo, por encima de lo son éstos quienes, antes de inur,cia.ra'a "
otros) han cle ha_
más alto del hombre y más adentro que lo más íntimo de cer suya y verificar en sÍ mismos
esa lógica
élrt. Anrbas fbrmas de presencia y de set (Tu autern eras) ¡rositivo y en negativo. ";;;;;;
excluyen que la dependencia de Él signifique heterono- Si: embargo, en la GS la Iglesia habla
,
do y le invi¿a a pensar comprobar
también al mun-
1, que Ias cosas son así.
t0 Iil contrapunto secular a esta autonomía no absoiuta podría brindarlo el * corrce¡rto que rir teor.gfa l¡a tonrado
aclagio que hoy corre entrc los nrismos cicntíficos, segÚrn el cual no todo lo .e la Ilustración y ar t¡rre rrio esrrcciar
tiue se puede (técnicarnente) hacer se puede hacer (6ticanente). rclicve p. Ti,ich, Teotoltu.sístundr;liñ;iliill:etona
it te72), r lq_l ls,
<<'f¡t aule¡¡¿ e¡.As ir¿teriot.inti¡no ¡¡teo ú sltpCtior :zr,tnmo ?¡¿¿o>>l Agustírr, doz@- rar' ta ;;;';;,,sarrerrae
sjoner lil,O,1 1 (OSA II,31955, I 65). lli;i|';,li,i- ffi"JQ"i'u sa' Rcculte
isu,,t.,'
386 HO§.IIJRÉ) Y MUNDO A LA LU:¿ DCL CREADOIT
cREADos y cREADoR['s. ciR[,ADoRES y cRf,ATuRAS SB7
Esto requiere que los creyentes, además de presentarla
(rsquema. ucrbal (Dios creó el mundo diciendo que fuera).
con fuerza, expliquen las razones de su creencia, el <<int¿L-
I-a creación es un conjunto de palabras prontl.rciudas por
lectus ftdei>>. Por todo ello este terna reclama una considc-
Dios en torno a Ia Palabra (cap. I) e invitadas ,..rponá"..
ración más detenida de esa lógica creyente.
Si el mundo es ese diálogo creciente con su Creador, Éste
rro queda fuera de una realidad independizada a su vez de
EI, sino en su centro, fundándola en su alteridad y en su
5. Ln sINERGIA DEL CREADoR Y DE LA CREATURA
condición dialógica y responsable. Algo semejanre ocurre
en la vida cuanclo ésta es una relacián cle am<¡r: el otro
Empezaremos reconduciendo aquí (1) lo que, acerca
está en lo rnás profundo de uno siendo el diferente de é1.
del modo global de entender la creación, dijimos en el ca-
Así pensaba Agustín a Dios, como acabamos de ver.
pítulo III y en otros posteriores. Nos centraremos luego * EI esquema de la proclu cciónformal (cuasi formal),
(2) en el hombre y en su actividad «creadora>>, como en
aplicado al acto creador, permite asimismo explicar que
buena medida ha hecho el Concilio, e intentaremos por
alguien pueda producir algo distinto de él ., .[*o-"nto
ñn (3) verificar con la lógica humana de la mente y del co-
mismo en que se le comunica y eleva a su propio nivel: algo
razón ese punto de vista de la fe.
así como,el espíritu del hombre hace humanó ,u
".,"rpo*ul
darse a él y expresarse en él; algo así como el Logos pro-
cluce a Cristo al darse a Jesús y hacer de él su p.ápio
5.1. El m.urzdo abierto ,y el Dios interior a él
presión13. ¿No podría concebirse e[ acto c..adoi,.o*o"x- ..
ha veniclo haciendo antes? como aquella libre autodona_
Tal vez la rnayor dificultad para pensar unidas y en
ción de Dios en Cristo, de la que .esulta el mundop Éste,
proporcionalidacl directa Ia actividad del Creador y la de
y sobre todo el hombre (ya que se trata de una autocoi
la creatura reside en:
municación personal), resultarían cuando Dios sale cle sí y
- Una comprensión esencialista y no histórica de la
realidad creada, como si fuera algo ya concluído.
se da.
N9 hay que concebir, por tanto, el mundo como algo
Una comprensión asimismo conclusiva del acto crea-
-
dor, como si se limitas e a hac¿r el mundo, y éste, una vez
concluidoo sino corno una realidad abierta, dindmica, evá-
r{ De csc l)ios ilrtcri<¡¡ al mu¡rclo hablan algunos ¡exro+ bíl¡lic<¡s: Hch I7,14
27; Iif'4,5-0; I Cor 15,28;2 Mac 7,22ss.
ctDADos y cREADoREs. cfr[ADon[s y cREAIuRAS Sgl
390 HOMBRU Y MUNDO Af,AI,IJZ DEl, CREADOR
r;
.breHabría gue pensar y comprobar si realmente el hom-
puede pasar toda su vida sin plantearse esa
Nr¡ cs tluc el lrur¡lbre cree c()rr su activirtad el senti<lo. liit el folttlt¡ es éste el cuestión
quc ia [uía,si l¡icn es cier'to t¡ue ese descubrinlic'rto <lel serrtitlo no e$ rttto' de una u otra manera) es decir .iniacers,
nunca pregun-
,i írti"u]riuu clrre rcclarna tle la libertad lrrrr¡rauil rtrr ltrccio, c¡t r»casi«rltes llt..
q09 HOfvf BRE Y IvIUNDO LLA L\)Z DEL CRIIADOR CREADOS Y CREADORES, CITEADORES Y CRE,ATLIRAS 393
tas sobre su propia supervivencia y la de los otros, sobrur crcyente no se lo permite todo; muchas veces reconoce y
el valor de una vida a la vez tan ilimitada y tan reclucida, rr:sp€ti ciertos valores que considera absolutos. Se afirma
sobre una justicia cabal y para todos, incluso para los rirricamente la dificultad e irnposibilidad de dar cuemta,
lnuertos... Una cosa es que la pregunta por el sentido sc r;in recul'rir a Dios, de esa absolutez que se reconoce a rea-
plantee de entrada y en sí misrna, como se hizo en la mo- Irdades que en sí mismas son finitas y relativasls. Y algo
ciernidad, y otra que, aparentemente desterrada, reaparez- semejante se puede decir cle la ilim.itacida de muchas pa-
ca en el futuro, y aun en el presente, como la única mane- labras humanas y) en concreto, de esas dos que acaparan
ra de que los fragmentos en que I¡a estallado la cultura la atención del mundo religioso y político de hoy (salva-
puedan dialogar entre sí y encontrarsel6. r:ión y liberación). ¿No contiene su signi{icado un progra-
Lo que l¡erlimos llamando sentido últirto suele tam- ¡na interminable que remite a lo absoluto y, por é1, a Dios?
bién denominarse, y con razón) absoluto. La cuestión se- EI realce que estamos clando a esa última pasividad no
ría, en tal caso, si cabe salvar sin Dios un sentido absoluto pretende eclipsar ni atenuar el hecho y la pujanza de la ac-
del mundo. Horkheimer opina que ese intento es vanorT. tividad humana. Ni la fe en un Dios Creador lo pretende .
Lo cual rro quiere decir, según é1, que ni ese senticlo ni Todo lo contrario, como antes largamente dijimos. Pero
Dios hayan de ser dadc¡s por supuestos. Pero sí que lo que era tal vez el momento de recordarlo, una vez superada la
el homl¡re más anhela no podrá darse sin Dios. porquá el problemática y explicada la direcra proporcionalidad
calificativo de absoluto se aplica a realidades ran el;nen- existente entre fe en el Creador y f'ecundidad humana, en-
tales como el valor de cada vida y los otros derechos fun- tre cr¿aturidad 2 crcatiuidadte. Dios quiere llevar ade lante
damentales en los que se basa la convivencia, así como la el mundo con la colaboración de sus creaturas, a las que
esperanza de que «el verdugo no acabe triunfando sobre concede la dignidad de ser causas (y no meros ef'ectos) cle
la víctima». Todo ello comporta «el anhelo del totalmente la creación20, En particular al hombre2r.
Otro». ¿Sólo el anhelo o también su presencia real err el
fondo de esas y otras realidades que presuponemos abso-
18
lutas? ¿Lo son si Dios no las respalda? Cl. C. Gónrez S¿ürche r, Étiro 2 relig.ión. Ihn relación pr-obl.etníLtica,Cua<ler-
nos !'e y Secularidatl, Sal Terrae (Santander I gg5).
Esto no es repetir con otras palabras aquello de que «si t!') Est<¡
_. es de singular impor.tancia ¡rara conr¡trend er el <<ort¿ tt kúora>» dc <pe
Dios no existe, todo esrá permitido» (Dostoiervski). nl no hal¡lamos cn el cap. IX y, err general, para entender. el porqué y el córno r.lc
Ia oración. cf'..J. Górnez caflhrena, «Arnar con Dios. La oraciórr cr.isriana
entre la áutononría y ln <le¡rerrdencia», e¡ I.a ent,t¿ña hut¡¿ant¿ l¿l tt.isrianis-
¡t' La cuestión de[ sentidr: es sin <luda no, Yerbo Divino (Estella I 987), 9 I -l 21.
nrás compleja de lo c¡ue ac¡trí a¡>arece. 2t' «lnfu'iora gztbernatlter
'tulteriora..., lttoprer aburul«nriat¡¿ st¿«c l¡ovtitatis, t¿l
Quedan ¡ror considerar las diversas y heterogéneas exp".i"ncias de contin- tligttitatctt c¡tusalilalis eliat¡¿ c¡'ot¿t,t'i! co¡t¿t¡¿*¡¿it:et>», 'Ibnrís cle Ar¡uino,
gencia en las que prende y que a su vcz se deben a la variedad <le conclicio-
ó'. I-lr.1.<¡.22,a.3, in c.
nes de vida. Thnrpoco hemos irrdicaclo aquí (lo hicimos en los capÍtrrlos IV 2r «Dios crea crea(lores». Asl
tjtr¡la A, Torres Qrreirrrga un ca¡rftul, de s. obra
y VII) cómo el ser¿ido integra las zonas de si¡rse¡rtido y cómo úliimanrenre
Racrpexu'kt ct¿acitín. Po¡'u.nt¿ religidn hu».tnizaloru,Sal'ferrae (Santan-
sólo el [i¡ruro dará [a res¡ruesta definitiva. Remito allÍ y a H. Dóring-F. X, der I 91) 7), I 09- 160; «El honrbrc creado crearlor>r, <licc por su
Kaulina*n, «Ex¡>eriencias ele.la contingencia y prcguntas l)arrc A. Ces-
¡>or el senrii.», en clré,, Dios lttrtt lnns«r I. El ¡¡¿[. il lton.brt, Sfgucnre (Salanranca lgg5),
Fe c¡.tsti¿uLa) soci.cda¿lmotlen¿a IX, SM (lvladri(l 1986), l1-BI.
t¡ IükL.,62. 233-26B. En e[ ¡r¡isnro sentirloJ. L. Iluiz <lc la Peña, hn«gen le Dior, Sal 'fe-
rrae (Santanrlel I 9BB), 213-247.
t
cREADos y CREADoRES. rjtr,:^Dotns y cREATUT{As 395
394 FIOMBRE Y MIJNI]O A LA I.UZ DT,¡" CREADOIT
gen y semejanza de Dios>>. Su dominio sobre la naturaleza llcga literalmenter y en el doble senticlo del término, a los
cleberá por tanto seguir las pautas y el estilo del de Éstc li¡nites de la realidad: la investigación der átomo y ia del
que) corno venimos viendo, Iejos de todo despotisnro, cui- genoma humano.
da de su creación,la promueve, vivifica e incorpora a sí.
La teología cristiana de la creación no patrocina ni uua
explotación salvaje y desconsiderada de los recursos de Ia 7. CREATIVIDAD DB LA NATURALEZA
rraturaleza (y merros cuando el enriquecirniento de unos
tiene lugar a costa del expolio de otros contemporáneos y Parecería que en este capítulo se consagra teológica-
de las generaciones venideras), ni un romanticismo inacti- rilente la creatividad del hombre a costa cle la"pasiviaaá
a.
vo gue no osa transformarla en bien clel hombre, ni urr la naturaleza, relegada al papel de materia pri.o.
Conclu-
panvitalisrno panteizante que nivela toda vida porque la .sión injustificada, dado q,e ya en el capíturo III la crea-
lee en mayúscula y la venera. La teologÍa cristiana mantie- ción entera aparecía abierta a nuevas pósibilidades de sí
ne a salvo, por el contrario, la diferencia «siempre mayor» misma y capaz, de llevarlas a cabo. Más aclelante se clirá
entre el mundo y su Creador, y la diferencia, menor pero que participa incluso en parte de la libertad que caracrer.i-
esencial, entre el hombre y el resto de la creación. El cre- za al h<¡mbre (cap. XI). Y lo que es rnás: el h,rmbre
mismo
yente habrá de buscar la dilicil conjugación cle su doble resulta ser <<producto>> de esa creatividacl cle ra naturareza,
condición de señor de la naturaleza y de parte y hermano como asegura la teoría de la evolución y consiclera.emos
de ella2a. en los dos últimos capítulos.
Por otro lado la condición simbólica de ésta, de la que Pero ya aquí hay que tratar del fecundo clinamismc¡ de
ya se habló, hará que el hombre, al mismo tiempo que la la naturaleza inflahumana y, en particular, de la capacidacl
trasforrnar la cuide y respete, y vislumbre en ella al Crea- de la materia inanimad a de da, origen a lja uitla. Thmbién
dor que la sanciona y dignifica al tiempo que se muestra este descubrimiento, relativamente reciente pareció un
,
en ella. atentado a la fe en la creación cle la vida po, parte de
Consideraciones parecidas podrían establecerse a Dios. No podemos abordar extensament. el i.mr. Ni qui_
cuenta de otros campos en los que la creatividad humana zá sea menester. Es posible que, a estas alturar, ,.,
.,rfi_
ciente con enunciar con claridad el problema y confion-
tarlo con las características clel crear divino que hemos
2r De entre la inabarcable literatura
¡>er'mítaseme elrres¡car la obra citada en la ido conociendo.
nota 22, que la recoge crr partc. A<temásJ. L. Rr¡iz <le Ia Peña, «La fe cn la
creación y la crisis ecoiírgica», en Teología de la n'eución..., 174-lg9; «lil
El Iibro de Ch. Darwin El orígen de las especies a tratés
<lesafio ecológico», en Critis y apología de la fc, Sal Terrae (S¡nrarr(ler de la seleción natural,provocó üa co.rvulsión simultánea
1995),238-268;J. Moltnrann, Dios cn la cruación, Síguenrc (§alarrranca tanto científica como religiosa.
1987); Clr. Llrú, Schii[fiury, Mohn (Gtite rslotr I99 t ), 455-493 . Los <los úl- euedaba cancelada la per_
suasión común de que las especils vivas existentes habían
timos autores l¡accn rle ia ecología, corno ya se indicó, horizonte y punto cle
particla dc una tcologfa <le la creación; J. Arellano, Ecologkt en perspecliva permanecido invariables-desde el principio del munclo,
y
salaífictt, Ct¡a<lcrnos de Teología Deusto, rr.o 23, Universiclad <le Deusto surgía la duda de si esa historia rácién áescubie.ta d" sí
(Bilbao 2000). transformación no alcanzaba también al rrombre cleval,án-
-
398 IIOMBRE Y IyIUNDO A LA LUZ DEL CREADOR
cREADos y cREADongs, cREADoRES y cREATURAS Sgg
dole ilirnitadamente al verle proceder no de Dios sino «k: estilo grande y altruísta de crear, inclucir en su mundo
srr
un animal. Dios mismo era suplantado, en írltimo término, ,'rr propio poder creativo, haciendo que sus creaturas ha-
por la naturaleza y sus leyes. EI relato genesíaco sobre <:[ qan? ¿No es eso lo que sucede salva al hombre y
origen resultaba falso y cedía el puesto al relaro científico. ,Iuiere que su gracia sea mérito de "rlr.ráo
éstep ¿No libera ,ru"rtm
Una especie de proceso <<ascendente», pero esta vez anti- lil¡ertad para que eea libre? ¿No crea al hombre haciéncrore
teológico (un «proceso» contra Dios). creador? F,sto que tiene lugar en la cima de la creación que
No es éste el lugar en que describir el sobresalto y tor- cs la vida humana, ¿no valdrá también en ,r, graclo pr.a
peza de muchos creyen¿es en ese momento2s. Sí en cam- toda vidaP, ¿n. será ésa una ley general del c.iar clivino?
bio el de recordar que aún quedaba por descubrir el so- Iivoquemos el concepto de «concurso» (cap. III). Fuera
porte biomolecular de esos cambios, que confirma la tlelhecho-de que exista el munclo (cosa qie se d.b" en ex_
teorÍa darwi¡riana y agrava el problema porque parecc r lusiva a El solo), Dios crea provocando Ia continua
i auto_
aportar la prueba irrefutable, de que la aparición de cier- creación de la creatura. Fuera de aquel cornienzo absoluto,
tas r¡racromoléculas (ADN, ARN) y proteínas y la capaci-
cuando crea algo no Io hace ya de la nadas6. Lo que .rrp"-
dad de autorreplicarse es suficiente para poner en marclra zó como negación del Creador (la emergencia cli la vicli a
el proceso de la vida.
partir de la naturaleza inanimada) conciuye en reconoci-
Bn un prirner momento la teología hizo flente al reto rniento de un Dios rnayor,
indicando que, dada la increíble novedad, complejidad e Estas consideraciones estrictamente teológicas no ex-
irnprobabilidad de lo que nacía, era rnenesrer que en ese que, anre la improbabilidad cle la apalición de la
proceso el Creaclor se reservase para sf solo un espacio de "fly:-"
vida27 y ante el hecho misrno de que emerja algo tan racli-
actividad de la que resultaría precisamente ese rebasa- calmente nuevo, muchos se pregunten siáentlo clel mr¡n-
miento de las anteriores condiciones de la naturaleza. do no existe Algo mayor que é1, que sería precisamente el
Pero hace ya algún tiempo la teología se viene pregun- que hace que la naturaleza dé de sí lo q,re por sí sola no
tando si ese presunto honor a Dios no acaba en desdoro puede. Tal pregunta ya no es científici, .ui.l.nt.menre.
de Este; si, al abrirse paso entre las causas intramundanas, Pero, ¿no_es profundamente hurnanap,
no se rebaja el Creador a ser una de ellas a costa de su ¿se puecle refre_
narP, ¿no lleva, incluso a no creyentes, a hubia, del mila_
condición transcendente; si no deja de ser horizonte e im-
pulso universal para convertirse en uno de los espacios y
fuerzas del cosmos. ¿No es mucho más digno de É1, y cle
'(' Fórn¡r¡la que habrla que matizar ar
¡rurrto si se recuercra, los otr,s so¡rticlos
dc la «cr.eación <le la nada» r¡rre $e lnenciorra¡on en el cap. l, y que sigrren
en
x' vigor".y que ese «antes y. des¡>ués» de c¡rrc acitbamu*.ü l,olln. tierie po.n
Lo he descrito y comentado en «l?origen de la vida. Perspectiva teológica»,
sentido e¡r Dios. Por eso la lliblia sigue em¡rleando el ver,bo «ánrz,
en A, Matabosch (etl.),nlt orígens, Cruilla (Barcelona lg0B),10S-129. Bas- a,,r,'¡ra.,
sucesos <¡rre tienen lrrgar sobr.e u¡ra rnatcria ya
te con seíralar que el <rmea cul¡ra» del creyente no tiene por qué llegar al ma- ¡».eexistente (cap. I), y ¡lor.
es. la corrservaciórr y el conclrrso n, son añadicros o [a ío ,,r.¡n,
*o<¡uisnro. La Iglesia no emitió un documento solernne y de alcance nniver-
sino componcrrtcs y moclos de clla. "r"uciáni.
sal contrario a la evolución, aul)que sean de lamentar, aparte los tanteos y
precipitaciones ini¡arentes a t¡n cambio de paradigma, una falta <le clarivi. " Quc la cotnparan a la de que un ¡1rono senta<lo a la rnír<1uina de escr.ibir te-
clease sin qrrerer cl Hanlet <la Shakes¡reare, cl. C. Mt¡¡iten¡t, para luu.
dencia e incluso de confianza en los ¡>ro¡:rios r.ecursós de la fc. lu.
e¡.cución ¿n la cvohu;iín, Verbo Divino (listc[a IgltS), SI.
cR[^DoR
CITBADOS Y CREADORES. CREADORES Y CRIATURAS 4OI
400 ltol\'fBRt: Y MUNDo Al'A1'Üz DliL
propio origen y raz6n de ser. Pero a esa pregunta seguiría ,rru de las afir_ I
XI
Creador desdivinizó el mundo y Io puso en manos del
hombre, cle su investigación y de su técnica' La fe dio así
lugar a la cienciaaT. Ésta, a la inversa, ha elaborado con- LA LIBERTAD E§ LA LEY
claves del lenguaje teológico, empezando por los DE LA CREACIÓN
"Jptot
cl. naturaleza..., y ha mantenido ante la teología
"ormor,
la exigencia de rigor y de algún tipo de ve¡ificación'
Oño tanto, y más, cabe decir del diálogo entre teología
I. LA LIBERTAD: RDALIDAD LiMIl.E
y filosofía. Los grandes teólogos han nacido de él y Io han 1. En este análisis teológico cle las estructuras
practicado de ptr vida. El ¡nismo e§tatuto epistemológico rnentales de la realidad, accJdemos
firncla_
cle la teología recaba el uso del «logos», para ser una fe a Ia más raclical y no-
ble: la libertad. No es que n:)s salga
que busca conocer (fides quaerens intellecturn)' Una san- al paso por primera
vez. La relación mutua entre Dios
ción s,rlemne y fündamentada de ese diáiogo entre fe y.ra- hasta aquí siempre como una histária
fr, *.,r,ao h, egrrráo
zór,ha tenido lugar en nuestros días en Ia Encíclica Fid¿s cle libertadr. La he_
mosvist<¡ en ejercicio ulj"1".l. pregunrarnos
et Ratio deJuan Pablo lla8. por su posibi-
lidad y su contextura.,Ha ilegado'el *orn.nro
cle hacerlo,
tanto.por la importancia del tÉma como
por su problemati_
cidad.
El dominio del hombre sobre la naturaleza,
su inter_
vención eftcaz en la historia,
¿culminan en ,e¡,á.ío sobre
sí mismo-P, ¿posee, adernás dIl clerecho
a queclar exento
de coacciones externas, la capacidu,l
*r"tro más sutil cle
autorrealizarse sin p...rrto.i.dacl interiorl,
sólo elegir enrre unos objetos y ¿pu"a. no
,i.o ¿..lli;. ,; p;;_
pia manera de ser horrib.e, áprr,"".-, autenticiclad e
inautenticidad, asumir ,r, propio. ""r..
lin ii., o rechazarlos,
afirma'r o negar las fuentes misÁas
de su ser?
Y.esa proveniencia de sí mismor
Que Ie convierte en su
propia causa y le¡
¿cómo ," .ori¡.,gl, ¿. arrr., .on
"u.o
{7 No propiamente <.lel papcl dc la [e, ¡>erQ sí del de la lglesia, trataJ. M. Riaz.a, t l.s*perablemente pl¡esta cle nlanifiesto
ta igteifu u l« h.itto¡'itt ,Ie La e iuteia,llAC (Madtid 1999)' e, el protocoro ¿re la Alianza entre
.,r Jahvé y el pue'lo: <<pongo por tcstfuus'corí;;;,-, al cielo
Tal izn, lrayasi<[otlel.¡irlanlc¡rtevaloraclaycoruentada^PuetlevcrseJ.M. y la
u, chenrin vers Diorr?», crt «lis¡>rit ct Vie», 109
'oy o muerte, bendición o maldición. a tie_
rrai te poflgo por delante vicla
Malclame, «L¡i scie¡rce est-elle vi.a para que vivas tú v rr¡ descen<l.r"ir; Ér"og. il
(1g99),337-343, seguido tle trlr debate cnn el 1>ro[esor <[e lisica'J' M' Levy- (D; ;;,;¡,i. t,u.. hirrcapié cn Ic,
diclroenel v. t5.«yo¡rongotldante.¿.iili"ri¿lr]'j'bi"r,
Lcbloi,cl, )44-354. E. el 1>rinrero <[e esos tlos tra6aj.s el lcctor er¡c{)rllrat'¿i si cscucl¡as"'»'
l,rntrerreyel rnal.
N. c¿rbe ünción solcrnne,lár r^.r
ideas parecidas a las exPuestirs en e$tas páginas, si l¡ie¡¡ las f'tottl.eras enlre
rnás y de la riberta<r
Pacto. <rcl
cie,rcia y lilosolia y enrrc filosofía y l'c <¡ucdirn irlgo rníts difirtuinarlirs,
I'IOIVIBRE Y MUNDO A LA
LUZ DEI'CROADOR
408
XI
y Io puso en manos del'
creador rlesdivinizó el mundo
de su técnica' La fe dio asf tA LIBBRTAD
hombre, de su investig;"i0"-y ES LA LEY
ffi;il;ienciao'. Éliu, uteológico'lá inversa' ha elaborado con- DE LA CREACIÓN
empezando po: lo.'
:-ffi;.;il;i t""s;;i"
ante la teolosía
;H#:;;;#"', Y r" "ü"t""ido
;;;;;;á de risor v aá
"ts'ñ"
tipg
1:.yoifrcación'
diálogo entre teología
1. Le LIBERTAD: RIALIDAD LÍMITE
Otro tanto, y *a'ltuft tiecit á"1
naciáo de él y lo han l.
y filosofía. l,o, g""it*.teólogos han En este análisis teológico cle las estructuras funda_
uitlu' El mismo estatuto epistemológico mentales de la realidad, accidemos a la más raclical
ir*tt;;;;"-pX' ser una te y no-
á. ü t"otogía recaba el uso del «logos>>' Para' Una san-
ble: la libertad. No es que nos salga al paso por p.í*.r,
oue busca conocer 6'a" quaerens iit,eL.le*um}
entre fev'ra'
vez. La relación mutua entre Dios
/r,
*und" lru figrrudo
:t:; ,lffi;- y r""¿l*""ádu de ese diálogo hasta aquf siempre como una histária de libertadr.i,
h;_
tr'id¿s
días en la Encíclica
zón. ha tenido f"g*' ;;;*e§tros mosvist<¡ en ejercicio antes-de preguntarnos por su
posibi-
et liatio deJuan Pablo llas' lidad y su contexrura..Hl llegido"el *o**rrio cle hacerlo,
tanto.por la importancia del tema como por su probtemati-
cidad.
El dominio del hombre sobre la naturaleza, su inter_
vención eficaz en la historia,
¿culminan en señárío sobre
sÍ mismo.?, dposee, adernás del derecho a queclar
exento
de coacc.iones externa§, la capacidad muchá más
sutil de
autorrealizarse sin.perentoriedacl interiorl,
sólo elegir entre unoi objetos y orros, sino ¿pr"J. no
decitir ru p*-
pia manera de ser hombre, opto, entre autenticiclad
e
inautenticidad, asumir *,r* propio, Iímites o
rechazarlos,
afirmalr o negar las fuentes
*irÁu* de su seri)
Y.esa proveniencia de sí mismo, que Ie convierte
en su
propia causa y ley, ¿cómo s" corrjúgu, caso cle
drrs.,
"o,
jc. trataJ' M' Riaz¿o I
;; *,,.*"*c.re ttel papet <le Ia [c, pero sr a1r
f
,tgl1ia.' lrtsuperablemenre prresta cre nranifiesto e, er prrrtocolo
cre la Arianza entre
(Mtdri<i i 990)' Jahvé y el pueblo: <<pongo hoy por tcstigos
La Íplesia en kt ltistot-ia l¿ k¿ e i¿ncia'llAC "oJau
uo*,.o, al y
cielo a la tie-
r* Talvlznohaya"i.lu.t.biirru",lrevi;luraday*co¡uentada'PrtetlevcrseJ'M'109 tra; te pongo por delante vida o m.e.te, bendición
o rnalclición. liscosc ra
Diorr?r>' orr «Es¡rfit et Vie»'
Maldame, «Lir ,"i"n"t "'i"tjju
ttn
"'rt*"ti" 'ott el prol'esor cle lhica 'l' M' Levy- :l1lf:.i :*,,:ru:,,0,
ru clescenrlencior
ln, rO,rsj. S;il;j,,;;; i; b
(19gg), .137-34s, ;ü ilb^t; con u I5, «yo ¡rongo dclante rle ti la vicla y el bien, la muerte y el mal.
'"g'itl; ";; el lec'tor encontrará ::"]lo ",
Leblc,rrcl, :144'354.e" ipli"l-t" ¿"
"ttt,ttt¡*'t*l1jos etrtrc
§r cscuchas...)). No cabe sanción rnás solc¡nne tlel pacto y de li}:erta<l
la <ltl
etl e$ta$ páginirs' si l¡ie¡¡ las li'o¡rteras Pacto.
itleirs ¡rarecitlns n lnu "*1"ie'tos nrírt tlilttruinatlirs'
y lt tlueda" irlgo
ciencia y lilosoli¿t y "ut'iiiiutoiio
4i0 HOMtsRF, Y MUNDO A LA LUZ DEL CRE¡\DOR LA LIBERTAD ES LA LEY D§ LA CREACIÓN 41t
;: o no,crear, de
g, il;, ü;
tante primero cte atuviese tob" toiá-;il;:
perdón que sea menester, habría que seguir distinguiendo .l.tllJ;]t
Ia
la praxis y la teoría6. Respecro a esta segunda, la ieología Aun sin tematizarla i¿J'p.1ofrr*r,nosotros
no tiene por qué situarse a la defensiva, sino brindar iin hemos des-
complejos y servicialmente aquella experiencia cristiana iTii:;:#[Tfffre ia
esa iiná,i,á
L,."udo" ar hubia.
de la libertad. ,u.o1*uf .i;ii:'ff 'lxÍiT,i#ffi ,l:.:il1;?,.#,:;i::
era Io decisivo, que er
mundo .-,rb;fr;dado
por uia Li-
t' cf. i,. lvl. Arrnenrláriz, «'['cor'ía y praxis a la luz tlc un ca,o!) critrentino», en , DS I333,3002,3025.
I.)E 64 (1989), 8l-1 14. " lial II5,S; I.35,6;l Macg, Ig; Mc I4,36;
{iil,l t...
LA LIIJERTAD I,l\ I,EY DE I,A CRAACIÓN
4t1 HOh4BRII Y MUNDO A I,A LUZ DEL CREADOR
DS
415
auto-limitación, Pero se trata de límites que ella ha queri objeto de un largo e intenso debate teológicolr. Y ello en
do imponerse, a diferencia de los que son inherentes a l¡r dos trances decisivos: cuando se encara con el designio
libertad creada. Se puede decir que Dios recorta su libe¡:- divino irrevocable de salvarla (a través de la «gracia efi-
tacl al decidir que haya realidad y que ésta tenga sus leycs, caz») y cuando al atentar contra Dios lo hace contra sl
su autonomía y últimarnente, su libertad. Recuérdese la misma. Gracia y pecado, es- decir proximidad radical de
distinción clásica ertre <<potentia Dei absoluta>> y <<foten,- Dios y distanciamiento de É1, parecían amenazar la liber-
tia Dei ordinaria>»to. tad humana y dar la razón a quienes afirman que perece al
e) Aun libremente vinculada y comprometida, sigut: contacto con el Absoluto.
siendo una libertad absoluta en el sentido de que no que- Aun en esos dos trances? la liber¿ad del hombre siguió
da en definitiva a merced de su interlocutor ni hipotecada siendo, como vimos (caps. V y VIII), el soporte de su rela-
por conhaprestación alguna. Como toda libertad, e infini- ción sublimada o desconcertada con el Creador: «la gracia
tamente más por ser divina, sigue siendo esencialmentc no destruye sino potencia la naturaleza» (la libertad en e§te
insondable, como se ve en la elección de lo pequeño, en cl caso); el pecado, aunque la debilita, no acal¡a con ella.
m<¡do «misterioso)) como lleva adelante su proyecto de Bs cierto que el hincapié paulino-agustiniano en la es-
amor, y en el abandono en que cleja a su Hijo. Sólo ala- clavitud de la libertad, en la perversión de [a voluntad, en
bándola «porque así le ha parecido bien» (Mt 11,26), y su incapacidad para hacer el bieno y en la consiguiente ne-
aceptándola («No se haga mi voluntad, sino la tuya», cesidad de la gracia, agravó aún más el ya «gravísimo inte-
26139) es como se sitúa uno adecuadamente ante ella y le rrogante de cómo hacer compatibles la libertad del hom'
deja ser lo que es. bre y la majestad soberana de Dios»r2. Si bien A6ustln
mantuvo que tan[o bajo la gracia como bajo el pecado
subsiste el libre albedrío, su distinción entre éste y Ia ver'
4. Dros cR¿A LTBERTAD dadera libertad (distinción muy importante por otra par'
te) suscitó dudas entre sus contemporáneosr3. Por otro
Thmbién de la libertad creada se ha ocupado Ia teolo- lado, su comprensi6n estrecha y selectiva de la predesti-
gfa, pero no tanto en el tratado de Ia creación cuanto en el
de la gracia. Es cierto que la libertad del Creador, al cerrar
rr «01 más largo clebate en el t¡ue sc ha visto involucttda la Iglesia; <lesde el
el paso a panleísmos y dualismos metafísicos, abría conse-
pelagianismo hrrsta el janscni$mo transcurrirán no tnenos <lc ¿loce siglos»,
cuentemente ámbitos creados de libertad, como se puede j. L. Rui, de la Peña, §l don.'.,Sal Terrae (Santander l99l)) 273' De csos
ver cuando el Lateranense IV atribuye a las creaturas espi- clebates er) tor¡lo a la altoración clue coneupiscencia, pecado y gracia ptodu-
rituales, creadas buenas por Dios, el que algunas de ellas cen en la libortad, quedó constarrcit en los caps. V y VIII' Puecle verse acle'
lo que en torlo a la ilisputa entre el D¿ lil¡¿ro aúitrio de §rasmo y el
rnaís
se hicieran a sí mismas malas (DS 800).
De serai ¿t'bttria de Lutero, escribe R. Mehl en «!'reiheit V. Ethisclr», TRE
Sin embargo es en el ámbito mismo de la fe, más que xl, l98lr, 5I l-533.
en diálogo con la lilosofía, donde la libertad humana fue t' J. L. Ruiz de la Pefia, fl,frl
13
bf. V. Grossi-B. §csbotié, «Gracia y,iustificación: clesde cl testimonio cle la
escritura hasta linales cle la Eclad Media», en Il. Sesboüd (dít,), Ilistorta dc
ro Toniás de Ac¡uino, lot rlogtturs ll, 92 1 -223,228-130'
S. Iá.I,c¡.23,a. i,a<l I
4iB IIOMBRIT Y tulUND0 ri LA LUZ DIL CRE¡\DOR
LA I-,IBERT.{D ES I,A LBY DE LA CREACIÓN
419
nación bíblica distorsionó el terna y acrecentó esas rlrr,r,rn
q'e el;ansenismo radicalizó en negacionest4. Asirrrisr¡r,, , «irnagen de Dios». F,sta yeta teológica no fue sin
I
embargo
debate entre bañecianos y molinistas en torno a cóu¡,, o, r,xplotacla en la medida que se y que la lglesia fie
conjugan la libertad divina y la humana, quedó c()nt,urr
^.-r*".
I'oy reivindica dada la importancia y probr.*uti"I¿oa ¿.i
nado-por la comprensión rnás bien fisicisia, pre¡r,:,,,r,,,,.,1 tema en el mundo actual.
de ellas^ g por Ia presunción de que eran ho*ogé,,,,,,, ,, El Vaticano II, con la metodología ascendente-descen-
ccmpetitivas, olvidando que una de ellas hace señ l¡r .rr,r dente que caracteriza a la GS, ve Jn ra ribertad «ra
única
y la hace precisamente Iibrels. No estaban a la altrlrl ,l, tllanera humana de orientarse al bien>>, «un valor
qua ,rrar_
a_quella gran intuición clel crytcr,Lrso que, clesde esa dis¡r,rr tros contemporáneos estiman en mucho y arclientemente
r
anhelan, y con razón>>; si «la dignidad dei hombre
dad divino-hurnana, permitía co,rcibi. que el acto rir, lr h
bertad del hombre fuese total¡nente suyo y totalmentt: rl,. ge)), es porque se trata de <<una señal eximia
de la imagen";;:
rle Dios en-él»; y es que «Dios ha querido
?i_ou,
y que fuese mériro de aquél lo que es don cle Ésr,,, y dejar al lrr;i;;
daban, por el contrario, ¡rábulo al fatidico eslogan cle r¡,r. err manos de su propia decisión pr.o qr-,. buJque
esr¡ontá-
hay que elegir entre Dios o el hombre. neamente a su Creador ¡ adhiriéndore a Él, ri"un".
Iibr"_
Remitiendo el resro de la problemática acerca de la r.. mente..su plenitud y felicidad» (GS l7). Es claro
que el
Iación entre gracia y libertad al tratado sobre la graciar,,, Concilio entiende que Ia libertad cle Dios no coarra
o sub-
queremos resituarnos en el marco de la creación e-n el <¡rr" frSu lu del hombre, más bien al contrario. Dos rasgos ca_
racterizan a los mieml¡ros del pueblo de Dios:
nos movemos y esbozar, dentro de élruna teología d¿ la l.i
2 [,a libertad.propias de su condición filial (LG g).
o -.'---
U d$ntd,ad
bertad creada. No es que no exista ya. Er sileicio acer(:ir
Es preciso desarrollar estas afirmaciones
de ella se del¡ía rnás bien , gr. .orrrtituye el presupuesto
cómo la libertad del Creador posibilita, tutela y
i *or,ru.
básico de una historia de salvación; el Dios deJesús, el d,, prouo"u
los Prof'etas, el de la Alianza y, ya anres, el clel realmente la libertad humana. io hac"áo, ,r,
iaraíso y cl do, paso§.
¡nismo de Gn l, convoca al hombre a la libertad al llaáa._ Empezamos de un mgd-o_<<descendenre», a*rpt"gor,áo-.;
lo a_una responsabilidad a la que puede negarse, como rlc teología de la libertad del hombr. u pu.ii, de
la clel Crea-
hecho lo hace . Por eso mismá ra libertad Jo ,recesita d.- dor, amiba esbozada, en paralelo c,in ella y apoyánclonos
mostrarse; se presupone y se vive al ejercitarla. Es ingre- en lo ya conocido.
diente elemental y fundamental de la n-aturaleza hr,*rria.
Como tal la defendieron Ireneo y otros cuando la gno_
sis o-el neoplatonisrrro la ponían en tela de juicio. Vifron 5. Le DXpBRTENCTA DE r,A LrBIRTAD EN [r, ENCrr[NTRo coN
en ella incluso el rasgo preeminente de la conclición c.le Dlos
de sus referentes, posibilidades y metas terrenos,, al r¡1, No obstante) por tratarse de límites establecidos y res-
dar emplazada por Ia lil¡ertad infinita, y solicitacla ¡xrr r.ll,, ¡rc[ados por el Creador, puede la libertad humana vivirlos
a un diálogo abierto de amor y mutua donación. r,orrro il)oiltentos de encuentro con Éste, y así de iLimitad.a
§s invitada en concreto a irnitar la gratuidad 1:uur ,l,l ,lcnsidad. Al mismo tiempo, y de su parte, pueden ser la
Padre (Lc 6132-36), a seguir al Hrjo en su entre¡5a r.r,rl ..rncreción, lit¡remerrte asurnida, de su propia ilimitación
(Mc 8,34-38), a quebrar su inercia y dejarse impul.sa,.¡,,,, (in-definición).
el Espíritu a formas siempre nuevas, desmedidas, <<arrlirr,r 5) Precisamente por su vecindad a la libertacl Absolu-
turales», y en tal sentido profundamente libres, de gcrr,,,,, ra, el vértigo y el miedo de la libertad humana llegan al lí-
sidad y perdón. En resumen, a creer, e$perar y amai sin lr rnite. Pero además la fe constata en el hombre unafalta de
rnite. Li.bertad, incomparablemente mayor de lo que clesde sí mis-
2) En ese diálogo es donde Ia libertad humana se h;rr. , rno imaginaba. Y no tanto por sus límites que? como acaba
por fin consciente de su razón de ser y, muy en particrrl.rr, <le verse, pueden convertirse en trances de libertad, ni si-
de su ilimitación, pero rambién de su más tremenda ¡rosi quiera sólo por Ia cobardfa en asumir las tareas concretas
bilidad: la de negarse al mismo Dios que la suscira. del amor, sino, ante todo, porque ha cedido de hecho a la
3) Por ser uila libertad a inragen d,e la dtaina; tentación radical de des-vincularse de su fuente, cle Dios, y
a) Siendo de suyo indif'erente, no está llamada a la irr ha pretendido suplantarle dándose a sí misma el ser, la ili-
diferencia, sino a la decisión en favor del proyecto al <¡rr,. mitación y las pautas de su autorrealización (cap. VIII).
le invita el Creador. Esta voluntad per-vertida, des-orientada, trasforma
. b) Autoposeyéndose, no existe para quedarse consigt,,
sino para reconocer al totalmente Otro y volverse a É1. E.e
esos límites creados, y en particular la le¡ en provocación
a trasgredirlos, o quizás a asumirlos pero con el deseo se-
libertad en didlogo. creto de autojustificarse y autoconstruirse.
c) Sabiéndose absoluta, no quiere serlo (ab-soluta), N<r Este monólogo egocéntrico o este diálogo pretencioso
elige des-entenclerse, sino vincularse y autoimplicarse. Iis con el Creador son [o más opuesto al amor (amar deján-
libertad-¿J¿ en orden a ser libertad-para. Libertid en forrna dose amar) y por ello son el fracaso y ruina de la libertad
de responsabilidad, más aún, paradójicamente, en forrna clc creada. Es una libertad ¿selautzada a los deseos, a la Ie¡ a
servicio (Gál 5,I-15) ¡ últimamente, errjforma dc ün¿or. la angustia por su cumplimiento, a la muerte que cierra
4) Sin embargo, y a diferencia de Ia del Creador, la li- ese proceso.
bertad del hombre es, en medio de su ilimitación, radical- 6) Por eso la libertad del hombre necesita ser invitada
rnerrte lirnitada. Ante todo, porque no se ha dado a sÍ a la libertad (Gál 5,12), ser liberad,a para el diálogo y el
rnisma ei ser, )i porque la rnisma infinitud que la inhabita amor. No podrá hacerlo por sí misma. Es rnenester que el
la recibe continuamente de Otro. T[mpo.o e, clueña ab- Otro que la causa reabra e interpele de nuevo volviénclose
sr¡luta de su marco de actuación. No puede decidir qué es a ella.. Tiene que dejarse amar y regalar por É1, su propio
bueno o malo. No es libertad fundante, sino fundaáa. [s ser libre. La lib¿rtad d.el hombr¿ es gracia de Dios.
además limitada por los márgenes que le marca su propia La fe anuncia que esa gracia ha aparecidc¡ en mitad cle
estructura corpóre a, social, irn-perfbcta, frágil (sarcs). la historia de pecado, que el Padre ha vuelto a elegir al pe-
c)
HO¡I}tI[ Y MUNDO A LA LUZ D§L CRIADÜR LA T,¡BIR'TAD [$ LA LEY DE I.A CIiIIACIÓN 423
^c)
cador y le ha capacitado de nuevo para que éste le elija a por la mlrerte)). La muerte parece señalar a la libertacl,
El; que el Hijo ha liberado la libertad al no aferrarse a l<r como al hombre mismo, un límite infranqueable. Sucecle
suyo y entregarse a la muerte en favor de los que la muer- sirr embargo que, en un primer momento, la provoca a ser
te tenía esclavizados de por vida con su miedo (Heb rnás que nunca ella misma, ya sea en forma de creencia
2,15); que el Espfritu ha reanimado al hombre por den- audaz en la inmortalidad, ya en forma de protesta, cle cle-
tro, uniéndole al Padre y a Cristo, devolviéndole el gusto sesperación, de resignación o de aceptación, más o menos
del a¡nor e infundiéndole la libertad adulta de los hijás de ideologizada, de ese hecho de desaparecer.
Dios en el servicio concreto al Reino. En el capítulo VI se dijo que Ia fe empieza por ahondar
7) No basta con que el hombre sea libre al adherirse al en ln libertad del trance y le abre luego la posibilidad de
bien. Es menester, a la inversa, que esa adhesión Ie sepa a trasformarlo en un gesto de creaturidad y de fidelidad, en
libertad y no a mero cumplimienro del deber. La libeitad un conmorir con Cristo en el abandono,la esperanza y el
incluye un talante d,e libertad, al estilo del de Jesús. Éste, amor totales. De esre modo la fe y la gracia liberan al hom-
desde su inmediatea a la voluntad arnorosa y }iberadora de bre para morir.
Dios, se comportó ante la le¡ y ante los usos y tradiciones Ahora hay que añadir que es en la ¡nuerte donde esa li-
humanos y religiosos) con la libertad y la inventiva del bertad se consu?na. No sólo ni principalmente porque en-
amor, que los reabre incesantemente a nueyos quereres de cara esa última posibilidad de sí misma, sino porque que-
Dios y a las necesidades de los hombres. Fue radicalmen- da encarada con la alteridad y la libertad de Dios eá su
te libre desde la obediencia radical no a la ley sino al pa- forma más radical. Está, sin otro apoyo) a solas con Dios y
dre. Libertad de hijo que, por esa vinculación inmediata consigo misma. Pero Dios se [e muestra no sólo como el
al Dios del amor, queda más allá de la antíte sis heterono- radicalmente otro, sino corno misterio incomprensible.
mía-autonomía. Sólo queda reconocerlo y aceptarlo como tal o inc.rru.u.
En la irradiación de su propia libertadJesús liberó a los en la propia soledad, autoafirmándose absolrrtarnente en
hombres no sólo de los poderes cósmicos que los retienen el mismo momento en que se hace palmaria su no absolu-
_ en esclavitud, sino del afán desmedido de poseer, de la an- tez. Dejarse caer en las rnanos de Dios, como hizo
'' gustia por el mañana Jesús
y por el pasado, de la desesperación cuando se abandonó al Misterio que 1o abandonaba, o err
por la propia invalidez ante Dios y ante los hombres, así la propia nada absolutizada.
como de la sumisión absoluta a la ley. Los liberó para Dios Bsto no equivale a magnificar o desorbitar la libertad
y para el amor, para la atención al oro, en particular al me- humana. Mucho menos significa hacer de la muerte un
nos amable, al pobre y pequeño que? por no poder recom- gesto de positividad pura y espléndida. Esa gracia de mo-
pensar el amor que se le brinda (Lc 6,32),lo paga liberan- rir como Jesús tiene lugar en los Iímites y debilidad de la
do al donante de la tentación de girar sobre si mismo. Los «carne» y en la negatividad del pecado. y asoma en ella el
Iiberó para una libertad de hijos como la suya, más allá del abismo de la <<hánosis». Jesús no murió como Sócrates.
libertinismo y del legalismo. Con la dignidad de hijos les Todo terror, soledad, dolor pueden reconocerse en esa
devolvió el talanre correspondiente de la libertacl. muerte suya. Sin embargo, a su lador la muerte puede ser
8) Jesús enseñó también a la libertad humana a «pasar I
la consumación de ia libertad.
424 ÍIOMBR§ Y MUNDO A LA LUZ D[,L CRIiADOR
425
I,A LIBER'TAD IT§ LA L§,Y ¡E LA CRE¿CIÓN
espÍritu del hombre, crea la transcendencia de éste, srr r ,r cluye en Él como garante y aun como nombre del Bien irrli-
pacidad de desbordar toda realidad c{)ncreta, es dct:ir,. r,rr nito reclamado, tanto por la incondicionalidad clel requeri-
libertad? Añadíamos entonces que, como Tú absolrrrr, nriento ético como del logro de su ilimitada pretensión.
Dios liberaba a la libertad de su tentadora in-decisión y rrr Pero aun así, ¿alcanza la libertad humana a explicar esa
simismamiento. Continuamos preguntando: incondicionalidad de la Ilamada ética, si un Diás libre y
ino será §,, ,,,
terpelación Ia que anida en las otras que el hombre pcru:ilrr., personal no sólo corona el edificio ideal de lo humano,
y le da últimamente fuerzas para salir de síp Dios ñgulrrrt,, sino respalda de antemano las opciones concretas, en par-
así como Ia úhirna razón de ser de la transcendencia ticular las que miran no a Ia perfección ideal del sujeto,
f lil,,., sino al bien de quienes carecen cle humanidad? Se irata
taII'humanas, de la libertad-de y de la libertad-para.
2. En un marco menos metafisico y teocéntrico, un arui del grave y actualfsimo problema de la fundamentación cle
lisis transcendental del hombre llega a mostrar cómo, la moral. En él la religión no figura ya ni como alienante ni
¡rr.r.
viamente a toda reflexión sobre su libertad o no liberta,l como extraña. Por el contrario suministra razones que la
como dato particular de su psicología, el sujeto humanr» s" razón respeta y de alguna manera echa de menosre.
sabe encomenilaila a sí misnzo. Experiencia atemática,
¡rt:r,r,
3. El análisis del comportamiento humano puede tam-
que no queda anulada ni por la duda ni por Ia negación c,r bién no sólo corroborar la fe en la libertad, sino llevarla
tegoriales de esa libertad. Aun entonces sigue el hámbre sa <<cordm Deo>>. El hombre, precisamente en su enraiaamien-
biénrlose libre y responsable (al igual qüe persona y sujc- to corpóreo, es un animal peculiar; a pesar de poseer el
to)" Libertad en la que se pone en juegJ noesto o aquel'io, sistema neryioso central más clesarrollado, su vida ins-
sino el sujeto mismo. Pues bien, en esa encomienda a sl tintiva adolece de una inestabilidad y deficiencia notables.
misrno y en esa disponibiliclad de sí ¿no se sabe al rnism<r Las compensa con la creación de lenguaje, cultura y mun-
tf-elno dispuesto por otro,por un misterio inefable en el quc dos simbólicos con los que domina Ia multitud de impre-
últimamente se firnda y al que se halla referido?rs. siones que padece. Aunque situado en su media, no istá
Bse planteamiento reconduce teológicamente el énfasis vinculado a él como los otros animales, sino que está
antropocéntrico que introdujo Kant en el pensamiento oc- abierto al mundo, un rnundo de objetos que cliferencia, se-
cidental. De él derivaba ya un concepto dá autonomía quc Iecciona, valora... Al mismo tiempo, en esa apertura se
no es incompatible con Dios, sino sólo con una Iey moral muestra como un ser ex-céntrico, capaz, por eso mismo,
entendida como dictado ajeno, como arbitrariedad divina, de volver sobre sí y ver desde sí las cosai. Configura de
en vez de ser un reflejo de la misma conciencia, una ley que este modo aquellos mismos condicionamientos de los quc
el hombre se da a sí Lismo. Como se sabe, aunque alguno, arranca y que le determinan, lo re-crea todo culturalmente
de sus seguidores abjuran en este punto de Kani, esta auto- y se construye a sf mismo2o.
nomía, que parecía des-prenderse de entrada de Dios, con_
'o Cf. Cómez, Jitiea 2 rcligión. LI,na relaeiÍr¿ problanútita,Sal Terrae (San-
!.
tander 1995).
rt Asi lave y analiza K. Ilahner en el Cur.softntdarncn.t¿l
20 Cl'. W. Pannenberg,
lntroltologla cn pct'spectizn taaligiea, Sfgueme (Sala-
sol».e l,afe, llerder
(Barcelorra i9B{), 55ss. manca 1993),33-98.
s
428 IIO]Vti}iTE Y NIUNDO A LA I"UZ DEL CIIEAI)OI{ LA LTTJER'txD ES r.A Lry on le cRE¡.clóN 429
El anáiisis del comportamiento humano en el lnurrrl,,, privilegiado de dialogantes, e incluso para Ios muertos a
así corno el de sus condiciones de posibilidad, al)untiur <¡uienes habría que devolver raz1ny hacerjusticia? (¿pue-
por tanto en ia misma dirección que la experiencia clcl ,,r, c{eun hombre aquietarse del todo sin esta esperanza?).
cuentro con Dios: el hombre es ¡nayor que sÍ mismo (su Pues bien, ¿no reclarna todo ello la existencia de un lun-
pera in{initanlerrte al hornbre), es capaz de disponer <lrl damento transcendente?
mundo y de sí. En el hombre el mundo se erige sobrr: rt 5. Las ciencias humanas y la filosofía coinciden en la
rnisrno, se distirrgue de sí; y ello sucede en la medicl¿r r:r, convicción, que refrenda lo clicho y lo adentra en el terre-
que se ex-centra hacia lo diferente y mayor, que sorr ;rl no de la libertad, de que ésta tiene que ser afirmada por
mismo tiempo su mejor verdad. otra libertad, de que el suje to sólo es libre ante otro sujeto
Ante esa ilimitación de horizonte que caracteriza ,rl libre. Ahora bierr ¿quién mantiene viva, sobre todo cuan-
animal-hombre y que se traduce en sus irragotables in-sl do socialnrente no cuenta' esa libertad del otro, la digni-
tisfacciones, preguntas, anhelos, producciones..., y en l;r dad de su rostro, y el sobrecogirniento y desinstalación
misma conciencia de finitud (impensable sin una concit'rr que produce, y quién le libera de las tendencias clorni-
cia de infinitud), surge la pregunta capital; ¿es [so pro nadoras o arbitrarias de la libertad humana sino Alguien
yección suya o es lo que le proyecta y abre a él? No hay mayor que los dos, Alguien que es trasfbndo y garantía de
una evidencia al respecto ni razorles absolutamente cor¡. la liber¿ad del encuentro? Dada, por otra parte,la incapa-
cluyentes. La respuesta a esta pregunta decisiva acerca «Lt cid¿d de las dos libertades humanas de colmarse mutua-
aquello que le hace libre, de las razones últimas de su li- mente, ¿no reclama cada una, con su típica carga de ilimi-
berhd, queda curiosamente en manos de esta liberta<l, tación, un T{i absolutamente libre ante el que existir, a
con lo cual la confirma como existente y como lo último y quien tutear?, ¿puede vivir sin la «nostalgia del totalmente
más profundo del hombre. Pero creer que es Dios el quc Otro» y totalmente LibreP
la proyecta (y no al revés) no sólo no altera esa ilimita- 6. Lo mismo se puede preguntar desde el parentesco
ción, sino que es lo único que últinramente la explica. reconocido (no sólo por la teología) entre libertad y amor.
4" La soledacl del hombre ante el otro hombre (y la so- Porque esa autorrealización de que venimos hablarrdo tie-
ciedad), característica de un mundo posteísta, conduce o ne un lugar privilegiado en esa experiencia radical del
a un aislamiento aniquilador, y en el fbndo imposible, del Itombre que consiste en encontrarse a sí mismo en el otro.
individuo, dado clue sólo se es hombre entre hombres ¿Quién sino r¡n Amor absoluro libera la libertad para su
(cap. XIII), o a la búsqueda de una «praxis comunicativa» pretensión connatural de amar infinitamente, de entregar-
y a la inevitable fundamentación de ella. Bsa comunidacl se sin medida? ¿No desea el hombre creer, esperar y anar
No se trata de rebajar la libertad humana a una cle lan 2) Por ser el homlrre social y corpóreo (caps. XIII,
formas <le indeterminación del cosrnos, y menos a expli- KIV y XV), ese proceso no se instala sólo en el interior
carla del todo desde eilas. Por el conrrario éstas son fo.rra, rlel sujeto, sino que recorre todos los espacios (econó-
deficitarias suyas y? si son sus precursoras en el tiempo, «lc- rnicos, políticos...) en los que el suje to se realiza como
rivan de ella en el ser y en el sentido. El salto cualitativo dc hombre. Ellos no pueden anular la libertad interior, pero
unas a otta se debe precisamente al careo con Dios que, al sl condicionarla y mediarla. Por eso ella reclama con ra-
convocar al mundo a la lil¡ertad, hace que de aquélla$ zón las libertades cívicas27.
emerja el auténticamente libre, el que es <<imagen de Dios, 3) Por esa misma condición social del hombre, y por
y señor de la creacidn. la estructura clialógica de la libertad, ésta reclama la liber-
For tratarse de formas imperfectas de libertad, cabe tad del otro h<¡mbre. Y no sólo la interior, sino también
afirmar de ellas lo que hemos visto sucede con su herma- las otras concomitantes. Cuando éstas no se dan, y sobre
na mayor: que pueden coexistir con la libertad de Dios; todo cuando su déficit es llagrante y clepende del mal uso
que así como Este es capaz de señorear, sin coartarla, la li- anterior de la libertad, ésta comporta el deseo y el esfuer-
bertad del hombre, de igual manera, y con mayor raz6n, zo por obtenerlas. No se sentirá auténticamente libre has-
qu.ede dirigir el cosmos a través precisamente del azarts y ta que ello se consiga. Su fundamentación en el Dios bÍ-
del caos26. blico hace que la libertad vaya asociada, en su origen, a la
liberalidad y) en su historia, ala liberaci6n28.
4) También en la historia de la humanidad., y no sólo
B. L¡ LrBii,$t^D Er,J c¿Mt¡o HACIA sí MtsMA en cada individuo, hay que leer los logros y fracasos de la
l) libertad. En el capítulo VIII se habló del «pecado y concu-
Por ser el irombre un ser histórico en busca de sí
raisrno, y la libertad el modo de log*rarlo, ella es rambién piscencia del mundo» en los que cada libertad se encontra-
ba entretejida y maleada. La historia moderna, por su parte,
u.tza htstori¿z) un proceso de autoidentificación y aurorrea-
constata, junto a grandes logros en el marco de las liberta-
lización. Es don oliginal y tarea inacabable.
des,llamativas deficiencias y defonnaciones de los proyec-
tos sociales. En unos la libertad es reprimida en nombre de
15 [s lo que ¡r'etcricle mos¿rar el Iil¡io cie T. Alfhro ci¿arlo c¡i rr«rta 22 y tlue lle-
la justicia, en otros se desentiende de ésta en forrnas de
va ¡>or rtrttítulo: Dc ¿¡ír¿o Dios rige ¿i ¿os¡¡¿os t:on su,s da¿los. si li
¡»imer.a vida más o nrenos «liberales» o «libertarias>>. En todos ellos
pa¡'te es urra ágil y atraye¡¡¿e dcscripciólr <lc la visión cie*tífica actu¿rl
dcl
cosrnos' la segrn<la, aunrluc aiirnra que no pretcnde clernostrar cie¡rtificl. es necesaria una conversión a la verdadera libertadee.
¡,ente la fe católica, sino sólu rno$tr¿ir <¡trc niirla hay en ella rltre
¡ruetla
cx¡:licarse a la l*z de los co*ocir,ienios cienríficos del siglo xx-(p. ^o 2ti), de-
.jarri tal vcz incómo<ir,s hnto ir los terilogos como a lgs científicos. 2' M. ALrrrerrcliiliz., «Libcrtatl cvangélica y libert,tdes cÍvicas. Un ca¡>fttrlo tlc
1,.
¿ii A.
Ganocz¡', tras arraliza¡ ias ¿liversas tiorías nritológicas y cierrtílicas sobre teología tlc la creación»,tn L« Iglesi«,:;oextntanto i¿. liba'l¿¿tL,'l'cología-
el c;aos,ve cn ésfe u¡l reto a la lbcrr cl crca<lor. Al.rreisínrrevos canrPosá., Deusto, l, Universiclatl tle Deusto (llitbao 1972), 39-66.
tliiilogo fecr,rdo c,¿r.c cosr¡:ología, antr<;¡rología y te.logía (I97ss) con el 28 N<¡s asornarrros asÍ, rlesrlc la teología tlc la libertarl, a csc otro
¡ Srrn ter]a (lc
al)oyo cn t6ologos acltiales, ilescr¡brc n,cvas finales del siglo xx, la teología de la liberacirin.
¡rosibilicia¡les rle t¡niucir los
tó¡ricos <lc rrrra croacióu conr¡-:leja, co*tirrtra, verbar.... cr'. ch«o*zt$tr.t- tl) Acc¡ca <le los [i'acrsos tte la libertad en l<¡s acttrales
l)roj,ectos dc societlad y
S th iilfttnssgi,uttüa, Criirrewaki (Mairrz I 995). la ncccsa¡'ia rccr)n<lucción ética tle la !ibcrtrtl social,ptretle verse fuÍ. Virlrrl,
434 I.IOÜÍ I}IIE Y MUNDO ALALUT" DEL C1UTADOR
I «En el principio creó Dios el cielo y lir tierra» (Gu 1,1); «[n el prirrci¡rio
existía la Palal>ra» (Jn l,l).
2 I Cor 11i,24; Cf. Mt 25,31-46; Ap 2l-22...
3 En el ¡nismo cap. I del Cónesis se
¡rodría apreciar esa preeminencia del tiem-
po s<rbre el capacio. Cf, C. Westermrnn, Sthiififung (Stuttgart 1972)1 0t.
voa «liberta<l» en c- Floristá'-J. J. Tanray., canceltlos Como luego dirernoe, el concepto del tieu4ro conro historia es muy tleudor
fuu,danentale.r (ü!l
ct'istianismo,^frottrr (Madrid lggs), ? lO"7 25, de Israel.
'ir' Pr¡erle verse lo que ¿r¡ el lil¡ro citaclo en nota anteriol.opinu sobre la «libera" 'l «El hombre e$, crr la tierra, la úuica creatur¿ quc Dios l¡a crcado por s{ nris-
ción» I. Ellacur.ía,690-710, y sobre las «reologias de ln liber¿ció¡r».J,J. Th- ma», G§ 24. En esra o¡rción sigue vigerrte la que en la Presentación hicimoc
rnayo, I363-13?6. por una lectura tendor¡cialmente porsorral cle la realiclad.
434 I-lOIvlSllE Y NÍUNDO ALALUT. DtL CRUADOR
l «En el principio creó Dios el cielo y l,r tierra» (Gu 1,1); «[n el prirrcipío
existía la Palabra» (Jn I , I ).
? I Cor 15,24; Cf. Mt 25,S1-46; Ap 21-21...
3 En el ¡nismo cap.
I del cénesis se podría apreciar esa preeminencia <lel tien¡
po s<rbre el espac.io. Cf. C. Wesrermann,Schiiltfung(stuttgart lg72),61.
voa «liberta<l» cn C- Floristá¡r-J. J. Tanrayo, Conccltlos fundantcntalu¡ ¿<tl como luego dirernos, el concepto del tienr¡ro con,o rri.toria'es mt,y de.do.
etis tittnin n, ^frottar (Mad rid I 993), 7 i 0-725. de Israel.
Prrc(le verse lo que err el lil¡rt¡ cita<[o en nora anteriol.opina sobre la «lil¡era, 'l «El hombre es, cr¡ la tie rra, la única creatura que Dios lra crcado
"i' ¡ror sl nris-
ción» I. Ellacur'ía,690-710, y sobr.e las «reologias de l¡ liberació¡r».f .J. Ta" ma», GS 24. En esta o¡>ción sigue vigerrte la que en la presentaciá¡r hicimos
rnayo,1363-1376. por una lecrura tcnderrcialmcnae personal cle la realiclacl.
436 I{OMI}RJI V MUNDO A LA LUZ Düf, CÍtfiÁi}Oi{
[,L üspAcro y rJL r]Eivrpo Dli LA cRtAC.tóN 437
Para ello el hombre arcaico recurre a la diferencia quc Por medio de su memoria el hombre actualiza el vínculo
percibe entre el tiempo efímero cotidiano y aquel otro con el origen y puede, a través de la transitorieclad, conec_
puro, primordial, el de «el principio», que se actualiza y tar con las esencias permanentes y llegar a Ia eternidacl de
celebra en las fiestas. Éstas no sirven sólo para marcar los Ia «arjá» increada. Si bien el tiempo ej"lu i*rgen cambian_
meses y los años, sino para conectar con aquel tiempo ori- te de la eternidad, no es el mediádor cle ellalExisre enrre
ginalT. A diferencia del bíblico y del moderno, el hombre ambos un dualismo- insalvable, borrespondiente al que se
arcaico no celebra sucesos que formen parte del curso del d.a eryr-e cuerp_o y alma. EI tiempo, como el euclr-
tiempo histórico y lo aiteren. Por eso la figura que corres- viza. Hay que liberarse de é1. En el tiempo no "rrerpo,
sücede sal-
ponde a su idea del tiempo es el círculo (ciclo) y en ella vación.
apenas hay lugar para la otra representación, linealrcarac- Esta visión platónica del tiempo ha prendido con fuer_
terÍstica de la novedad de la historia y de la libertads. za en la historia del pensamiento y ha tentado al cristianis-
2. Cuando la filosofía (helénica) trasforma el rnito en mo, favoreciendo las antinomias entre tiempo y eternidacl
logos, esa identificación de tiempos y seres resulta menos y el desentendimiento y aun desprecio a. aq"el en com_
fhctible: el hombre, consciente de su libertad, no se resig- paración con ésta.
na a aquella visión «natural>> de su ser ¡ al distinguir den- A.ristíteles fija más la atención en el cosmos y en el
tro de sí mismo esplritu y naturaleza, emerge del curso de cambio de lugar de los cuerpos en el espacio. Ese movi-
ésta y reconoce en sí algo intemporal. Se establece así, al miento el alma lo detecta, cuenta y mide. En esto consiste
interior del hombre, la tensión entre tiempo y eternidad. el tiempo según la fhmosa delinición aristotélica: <rTiempo
Pero esta última nó es ya en primer lugar la de la iterancia es la medida del movimiento según un antes y ,rn d.u-
incesante de aquél, sino, según Platón, «la eternidad in- pués>>t0. El movimiento de los astios remite, por otra par-
móvil y una) del verdadero ser, de la que el tiempo es sólo te, en su invariabilidado a algo inmóvil que, estando fuera
una imagen eterna sometida a las leyes de los númerose. del mundor lo mantiene en movimiento. bse «motor inmó-
vil>> es Dios, «pensamiento que se piensa a sí mismo>>.
una virla eterna, tenía qr¡e crecr en una tlu¡ación inlinita del mundo mate- También esta visión del tiempo como magnitucl cons-
ríal»>, La irnagenfisiec tlel murulo,llAC (Madrid I974)) f 52.
7 Cf: M. Llia<le, El ¡¡úto tl¿l ¿t¿tno rúottto, Alianza (Madrid 1972),53-8tt. tante, igual, externa, ha influenciado profundamente el
$ Lo cual rro excitrye <1ue también e1 hornl¡re moderno y el bÍblico celel¡re¡r en pensamiento y ha llevado con frecuencia a la convicción
ocasiones en sus liesras algo gue no es sólo una moclific¿ción del tiempo, sino
la razón de ser de óste y, cn tal sentido, lo que por.lríamos llamar «tietnpo origi-
!,e un poder cósmico que todo lo esclaviza y engulle.
Tampoco la imagen aristotélica de Dios ha favorecido la
nal». Thmpoco queda cxclui<lo que aneguen a veces exisrcncialmente su liber-
tarl en el tiempo mítico dcl cos¡nos o en el o¡nniabarcrnre rle la ffsica moderni¡.
comprensión de la tinidad y de la encarnación.
- Plotino piensa, frente a Aristóteles, que en la definición
!r nLo qrre en realidad era cter¡ro... era la sustancia clel viviente
modelo, y era
imposible atlaptar enteramer¡te esta eternidad a rrn nrundo generado. Por de éste, Ia unidad de medida del movimiento es rambién
esta razón, su autor se ¡Íreoctrpó rle hacer una especie clc imitación móvil de
un movimiento) con lo cual se está presuponiendo el tiem-
la ete¡niclad ¡ mientras organizaba e[ cielo, hizo, a semejanz.a de la eternidad
i¡rnróvil y una, esta imagen eterna que progresa segr'rn las leyes tle los núnro-
ros, esto que nosotros llamamos el tiempo», Plat6r., Tirneo 37 d, Olttus com-
ttletu, Agtilar (Madritl 1909), I 198. lr' /rí¡r?¿¿ 2l^t) l¡.
trL EspAc¡o y EL TrEMpo »{, l.¿ cRrectóN 441
44fi i.IOMlllrE Y MUNDO LLALUT, DEL (RD¡\I)OR
de la historia a un comienzo mftico, Iibera al hombre clcl modo la temporalidad específicamente humana (en el alma
cosmos como magnitud englobante y reorienta la histori¡r se presencializan, unifican y dilatan a la vez el pasado, eI
universal desde y hacia la historia de Jesús que viene a st,t' presente y el futuro). El tiempo es esa dilatación del alma
el «cumplimiento de los tiempos»ro y [a medida de tc¡cl,r (distcntia animi\z}, B[ hombre no es un caso más clel fluir
tiempo. Historia concentrada, a su vez: ((en la hora»l', y del cosmos. Y esa temporalidad cualitativamente dif'erente
que termina, densa de toda realidad, en el «Dios todo cn se debe a que es tiempo personal en diálogo con Dios. En
todo>>18. {ste, en cambio, no hay tiempo y, por ello, tampoco existe
4. Algunos SS.PP., al querer evangelizar el pensamicn" tiempo antes de la creación. Si la memoria humana, en la
to helénico, hipotecaron en ocasiones esta novedad cuan- que el hoy retoma el pasado, y la <<expectatio>> con iu qr*
do describieron la redención como una vuelta del alma a anticipa el futuroo rompen con el Creador, el tiempo se
su origen (Clemente Alejandrino) o estimarori que el tiern- cr¡nvierte en «distentio» negativa, en un no pocler, .rl po-
po, al igual que el cuerpo, es producto de una caída dc §eer.
aquélla, y que la salvación consistirá por tanto en una re- Por otro lado, esta unidad que) como la cle un cántico
constitución universal («ap o catástasis», Orígenes). ya sabido2r, tiene el tiempo al pasar por el presente del
Hay que notar, sin embargor Que, también en el ámbito alma, se da también en el conjunto de [a vida Lurnana y en
de la fe la línea de la historia no es puramente lineal, ya el de la historia universal cuyo creador y gestor ., óio,
que en «el principio>>, especialmente en el cristológico, con su providencia22.
está de alguna manera contenido elfinal. Ello hace que los Bo¿cio es el autor de una definición de la eterniclad que
tiempos anteriores sean anticipo de los siguientes y éstos lrará época: <<intern¿inabilis aitae tota, .¡imul et perfecta
el cumplimiento de aquéllos ¡ así, que la línea de algún rtossessio>>23. Esta totalidad simultánea y pe.fecta .le una
modo se curvele. La creación, como dijimos en el capítu- vida sin fin diferencia cualitativamenre a ia eternidad del
lo III, no está abierta a cualquier futuro. tiempo y sugiere unanueva imagen de aquélla (la del punro
Agustín marca un hito importante en esta historia del frente a la línea interminable; la del centio, de
concepto del tiempo. Lo analiza larga y penetrantemente "quidistunte
todos_los puntos de la circunferencia, por amplia que ésta
(Canfes. XI), emplaza las reminiscencias de la filosofía sea). Pero, por otro lado, implica el riesgo cle que se olvide
griega en el ámbito de la creación y las somete a la rela- lo que, con una ontología menos elaborada, afiimaba la Bi-
ción experienciai de su alma con Dios. Descubre de este blia de esa eternidad: su señorío del tiempo y su entracla en
el.tiempo. ¿Se podrán pensar la encarnaJión y la pasión de
rn Mc
Dios sin esas dos posibilidades de la eterniclacll
l,l5; C/dl 4,4,
'7 .|n 2,4;13,1;16,4.21; Mc i4,35; Lc22,53; Rorn 13,11...
r§ 1 Cor 15r28. «Los tre$ puntos de referencia (el comimzo do Ia creación, el
apogeo tle [a encarnación, el tÍt'»tino tle la consr¡mación) «cnderezan» el )" Co r6ft sir»trs X I,26,r.3 ((}§A
I, 955, 5.q 5).
I
r
I
tiem¡ro, lo 1.,onen en línea, sustituycndo er¡ sus rel)reser¡taciones siml¡ólicas tt rhí¿. 28,38(599-6oo).
!2
el cÍrculo o la recta menguante por la recta crecientc>rrJ. L. Ruiz de [a Peña,
'feolrtgía tle la a'eación, Sal Te¡rae (Santaucler 1986), 144.
lt k venl«det.¡t rdigión XXV,46 (OSA IV, 1956, 12.?-l15)
Drios, V (OSA XVI, rl964, 247-j\Z).
i l.tt Cinlutl rtr
r$ Cf. lo avanzado eu nota 13. t't Dt co.n¡ol¿Lliont.lthi.losophfu,r: V,6 (pL 6.3,lt5g).
444 I.IOMgItE Y MUNDO .d LA I.UZ DEL CIIT]ADOR EL DSPACIO Y El, TlElvf PO Dt. LA CRnACTóN 445
5. En la época r¿od,erna el racionalismo mantiene, fren- temporal, y Io sitúa de lleno en el tiempor {ue pasa a ser la
te al empirismo y el materialismo, la idea de eternidad, verdadera eternidad en forrna de «eterno retorno» cle lo
pero la seculariza y estrecha en vigencia §upratemPoral de siempre idéntico. Sólo cabe, o la prerensiínfuerte de vivir
las verdades de razón, de los principios lógicos... Aunque el momento presente con tal intensidad que merezca ser
Dios siga siendo para algunos el principio de ese conoci- repetido incesantemente, o la d6bíl (posmoclerna) que li-
miento racional del mundo, se trata del Dios de la razón, beraría al tiempo de ese peso de eternidad y sólo se pare-
no del de la revelación cristiana' con lo cual la relación en' cería a ella en cuanto que la serie ilimitada de pequeños
tre tiempo y erernidad vuelve a entrar en crisis. Además el momentos es todo aque[o con lo que contamos,
hombre ernpieza a sustituir a la providencia en el protago- Kierhagaaril se enfrenta radicalmente, aunque por ra-
nismo de la historia. zones opuestas, a los dos autores anteriores. Reprocha a
Kant, aun aduritiendo que la representación de tiem- Hegel su confusión entre tiempo y eternidad y devuelve al
pos distintos está siempre presuponiendo la unidad del hombre, ser-para-la muerte? [o suyo, que es el tiempo.
tiernpo e incluso una «originaria representación tiempo Pero, a lavez, encara a ese hombre-tiempo con el Dios-
ili*itada>>2d, subjetiviza el concepto del tiempo al eternidad, con Io cual, lejos de todo atefsmc¡ y banalidad,
"o*J
considerarlo como una florma a priori de la sensibilidad' el tiempo se convierte en el momento irrepetible, y de va-
Pero queda por ver si con ello anula la idea de eternidacl o lor incalculable, de la decisión. Por esa rnisma subjetiviza-
si la subjetividad misma no queda constituida por la intui- ción radical clel tiempo. Kierkegaard, en la línea bíblica y
ción de [o infinito como condición de todos los conteni' de Agustín, se alzará siempre como un baluarte contra Ia
dos finitos de la conciencia, incluida la del propio yo25. universalización niveladora del tiempo, propia de una
HegeL vuelve a la idea de que es la providencia [a que concepción mftica o ffsico-matemática de é1.
rige el munilo, pero a través de Ia afirrmación de que lo Bergson (junto a otros filósofbs, antropóloSos y aun
eterno no es plenitud previa al tiempo, sino autodesplie- científicos de renombre) prolongará esa línea y istablece-
rá su célebre distinción entre el tiempo sucesivo, externo,
Sue ón el movimienm dialéctico de la historia:
eternidad
en el tiempo, n«r sobre el tiempo. «El tiempo es el destino mensurable (tiempo pensado) y el tiempo interno, pecu-
y la necesidad del Espíritu». Este restablecimiento del liar (tiernpo vivido).
diálogo eternidad-tiempo sucede, sin embargo, a costa del Heidegger, tras representar en su primera época un
señorlo de Dios sobre el tiempo y aun de la peculiaridad nuevo énfasis en ese «existencialismo» del tiempo, y re-
(libertad) del tiempo humano' calcar la intrínseca historicidad del hombre (su pre-ocu-
Nietzsche, tras declarar Ia <<rnuerte de Dios» y entroni- pado «ser-para-la-muerte»), esbozará un" comp.ensión
zar aL superhombre, rechaza, corno pecado original del originaria del tiempo corno horizonte de comprensión del
cristianismo, el desplazamiento de lo eterno más allá de lo ser" Concluirá que no hay tiempo, sino que s¿ d¿ el tiern-
po, dejando al aire la pregunta d,e quién Jo da (cuestión
tendencialmente teológica, legitimada por sus últimas
¡ra-
lt labras acerca de que sólo la llegada de un Dios puede ial-
C¡"lf.i.ea de k¿ ruzótt lnxt 4,32.
Li' Es iir <rl¿jeciórr r¡ue lc Íornurla'vV. Panneribergr'liologí«...,11, l{.}l'102' varnos).
--
6. Laftsica
mod,erna ha elaborado un concepto nucvrr
2. Fg¡¡o¡rarNolociA DEL Tr[Mpo vrvtDo
de tiempo (o cle continuo espacio-tiempo, ya que la simul- 1. Podría empezar con el recuento cle una serie de ex_
taneidad, esencial al concepto de espacio, introducc al presiones corrientes que denotail ya una experiencia y
tiempo en él). §se nuevo concepto es extraño a la expe- aun una inicial comprensión del tiempo. Frases .o*o, u.l
riencia cotidiana del tiempo y se distancia asimismo de [a tiempo es oro)), <<dar tiempor>, oconceder tiempo», <ldar
reflexión estrictamente filosófica sobre é1. No se pone err tiempo al tiempo>>: <<perder el tiempo>>, «todo tiene su
relación expresa con el concepto de eternidad, y en él tigmpo», <raún no es tiempo», n.rrero, tiempos».." Todas
apenas cab'e preguntarse por el papel singular del hombrc ellas delatan una manera de aiuir el tiempo,
(si no es corno observador) y, menos aún, por la centrali- 2. Esa condición humana del tiempá permite adernás
dad cósmica de Cristo. Sin embargo no deja de represen- hablar de tiempos vacíos y riempos cl..rsos, tiempos que
tar una nueva comprensión no sólo del tiempo sino de la se guardan y tiempos que se olvidan, de nromentos que
se
estructura global del universo, y de explicar muchos dc escapan y otros en los- que el tiempo parece cletenirse y
sus enigrnas26. eternizarse. La misma duración se aitera. No cluran lo misl
7. Concluyendo este recorrido histórico-conceptual, mo unos tiempos que otros cronológicamente iguales.
no parece exagerado afirmar que lo verdaderamente deci-
sivo, y lo que marca las auténticas diferencias en la com- .do,3.presente
Por lo que respecra a las rres fáses clel tieirpo (pasa_
y futuro) y a su orden, el tiempo humano las
prensión del tiempo, es la fe en un Dios personal que, reúne y distingue de un modo peculiar, y *, incluso
siendo Mayor que el tiempo, es capaz de crearlo y de en- de tra¡tocar ese orden y hacer que cada un, d. "rpa,
ellas presi-
trar en una relación tal con él que, sin anularlo, lo estre- da la experiencia del tiempo. Así, por ejemplo, cuundo
mece de eternidad. Sólo en esa visión el tiempo es tiem- h,ol d,e la decisión condensa el ayer y á"cide el mañana, "l
po, la eternidad eternidad, y pueden ambos entrar en un cuando el a2er de la palabra clada determina el hoy y ei
auténtico diálogo. Por su aproximación a este esquema mañana, cuando el mañana pre-tendido y pre-ocupante
tendrían mayor o rnenor verdad, desde el punto de vista configura el ayer y el hoy.
cristiano, cada uno de ios sistemas mencionados. Pero la Todo ello muestra que el hombre, si por un lado está
verdad del tiempo no la deciden sólo teorías, sino viven- dentro del tiempo del universo, que le precede, engloba y
cias. Por eso, tras la historia del concepto hay que intentar lleva consigo,por otro es capaz ai dispine..l" .so**is*á
una aproximación vital al tiempo. que dispone de dl; es y se siente duino del tiempo, rro
sólo para sí, sino tambiérr para darlo a oros.
Ya en todo viviente apunta ese ser tiempo y más que
tiempo, dado que el ser vivo es algo más quJ.r.ru ,r"..iór,
de instantes o estados iguales; es ,rn prirrcipio inmanente
lii Prte<le verse T. Alfaro, &l Señor ilel ízlrr', San Pablo (Madrid l9l)7), 134' y organizador que los unifica27. En el yo humano, consti-
l)cbatc (Madritt r|1997),
152;.f . Péree Mercatlcr,¿ Qrrl sal¡at¿os d¿lt.miuarra?,
8li-109; A. Ganocz¡ el W. lleinert \ecl.), Cl,auberutilt&iing¿, Schdrringlr (Pa- 2? Cf. R.
<lerborn I9li5), 469-471. I
Schulte, «Tienr¡ro...», l7l-17l.
¿--..-
448 I.IOM]]RE Y MU]VDO A LA LUZ D§L CRÉADOR EL ESI,ACIo Y EI".I]EMPO or La cRrIcIÓN 449
tt¡ido de conciencia y libertad, el tiempo todavfa se reducc }. TIOLOCÍN CRISTI¡.¡¡A DEL TIEMPO
menos a sucesión pura o a suma de estados de ánimo; cn
un trance de ese yo que les subyace y soporta. Las mutil- Tras esa doble aproximaciórr (conceptual y existencial)
ciones serán siempre cambios de ese yo, tiempos de ere podemos esbozar directamente una teología cristiana del
yo (yo fui, yo so¡ yo seré). Bn el hombre el tiempo en que tiempo. §e caracteriza ante todo porque emplaza las dife-
se tlilata el yo es una oportunidad de la conciencia y de la rencias clel tiempo (tiempo del mundo, tiempo del horn-
libertad, es la historicidad y la hietoria del yo. lrre, tiempo de la historia) en la ma2or d.iferencia (la que
4. Por estar el yo htrmano innatamente entramado corr se cla entre Dios y el tiempo), y porque ahonda la vivencia
otros yoes (caps. VIII y XIII), por constituir con ellos dc del tiempo en encuentro de éste con el Dios Creador y
antemano (y no sólo como resultado) una única humani- Salvador.
dad, un solo <<cuerpo>>, el hombre no es sólo parte del EI tiempo se convíerte así en plazo dado por Dios para
tiempo cósmico ni es sólo el tiempo de su propia historia, el despliegue y realización de un proyecto de acercamien-
sino también au¿or? y parte a la vez, d,e la historia huma- to del Eterno al mundo («Dios coil nosotros»). y así es, en
na,El tiempo de cada hombre vive de los ritmos, recuer- Írltima instancia, tiempo de creación, tiempo de filiación,
dos, épocas y proyectos cle su familia, nación y, cada vez tiempo de pecado-redención y tiempo llamado a ser asu-
más, de la hurnanidad entera. Lo que ésta hace y lo que le mido en la eternidad. Detallemos estos aspectos.
ocurre forman parte de la historia y tiempo de cada hom- l. Tiempo creatural. §l tiempo, como el ser, no tiene
bre que, con su interpretación de ella, su actitud ante ella otro origen que la libertad del Creador («Bn el principio
y su actuación sobre ella, hace sula esa misrna historia hizo Dios el cielo y la tierra»). El tiempo viene de Dios.
universal de la que es momento. No es que «se dé» el tiempo (Heidegger). Dios da el tiem-
5. §sa capacidad interpretativa, la difícil conjugación po y da tiempo. EI hombre es tiempo al que se da tiempo.
de los diversos ritmos que el hombre vive, Ia experiencia a) El tiempo del hombre, en su fugacidad y brevedid,
simultánea de un tiempo que no está a su disposición y en su depenclencia del cosmos y de los sucesos históricos,
del que al mismo tiempo dispone, han dado pie a una se- es un exponente de la creaturidad humana. El tiempo es /o
rie de cosmouision¿.' que definen respectivamente el nrun- nuestro; no sómos vida plena absolutamente poseída. Eso
do (la historia) camo eterno retorno, como expansidn ince- es lo de Dd¿s. De este modo nuestros dÍas contados y tran-
sante, como degrad,ación inconteruibl¿,, como antesala d,e sitorios nos permiten barruntar al Difere'núe. Al igual que
la eterntd,ad... nuestra finitud, también nuestra temporalidad, estigma de
Thles cosmovisiones engendran, a la vez que se nutren aquélla, ha de ser vivida creaturalmente: sin <<hlbris>>,
de ellos, una serie de talante.¡ que van de la desesperación pero también sirr resignación, con clarividencia y en la ala-
radical a la esperanza plena, pasando por el prometeÍsmo, banza al Otro.
la ilusión moderada, el desencanto, la impavidez, la indi- b) Por otro lado el tiempo, creatura y don de Dios, es
f'erencia, el disfrute... bueno, es una oportunidad de ser )/ crecer, de edificar la
tierra y humanizar el mundo. No es erernidad, pero lluye
de ella y guarda el cantar de la fuente. Los días llenos del
--
450 FIO}II}f{ü Y MUNDO ALALUZ DIiL CRE¡\DOR
fiL ESpAcro y tL'rraMpo DD la crD¡.cróN 451
hombre, los que valen toda una vida, son un indicit, ,1,. 1,,
el tiempo o pierde el tiempo o,se guarda el tiempo. 0 vive
Plerritud {Eternidacl) del Creador) se parecen a lr»r ,1,
sólo del pasado o sólo del presente o sólo del porvenir.
Dios. El tiempo no es simplemente lo opuesto a l¿r r:lr:rrl
La historia es tiempo de lágrimas y opresión, de amhi-
dad.'Iiene resabio,§ de ella.
ciones y guerras, de competitividad y consumismo, de su-
c) La relación del hombre a Dios, su condiciórr [r:,1,,
pervivencia de los más ft¡ertes, de resistencias al cambio.
-
gal, implica una refbrencia consustancial del tiern¡ro l 1,,
Cuando e[ tiempo recltaza su condición creatural, fi-
Etemidad. El tiempo y la historia humana son un c$l)¡rr r,
lial, espiritual, o no se atreve a ellas y se encorya sobre sí
abierto de diálogo con Dios, de espera de Dios. y ri<,rr,.rr
mismo, recae en la esclavitud del tiempo cíclico, en la an-
el valor, la_intensidad, la irrepetil¡ilidad de una hislorr,r
gustia del tiempo que se va, en el clesprecio del tiempo o
con Dios. Éste, por su parte, si bierr libremente, se ¿crrl,r,
en la adoración del tiempo.
raliza de algún nrodo cuando crea un tiempo personat r,,r,
Pero, por estar el tiempo inhabitado por el Señor de
el que eritra en diálogo.
los tiempos, por el Mayor que el tiempo, es posible salvar
2. Tiernpo filíal. Dios no sólo da tiempo, sino c¡rrt: rr el tiempo perdido, con-vertirlo a Dios y a sl mismo, reno-
da en el tiernpo, y se d,a al tiempo. Éste posee rsí una uuc
var la historia.
va calidad:
4. Tiempo que desemboca en eternidad. Conla resurrec-
a) Es un tiempo del Paclre: discurre entre creación ¡r;r
ción de Cristo, el riempo del mundo, condensado en é1,
terna y consumación del Dios todo en ¿odo.
empezó a adentrarse en la eternidad de Dios. No tiende a
b) Es un tiem,po d,el Hijo: abierto por el Padre y orior perpetuarse indefinidamente como tiempoo sino a fructifi-
tado hacia Cristo; cr¡ndensadt¡ en los años que tr-ascurrflr
car en eternidad. Ya ahora vive de la esperanzá de una jus-
entre iVIarÍa y Poncio Pilato ¡ ulteriormente, en la <<hr¡r¡¡,,
ticia definitiva, también para los muertos, y de un futuro
de pasar de este mundo al Padre.
absoluto que él mismo no puede darse. El tiempo anhela
c) Es un tiempo d,el Espíritu: entre resurrección y pa- no simplemente un futuro, sino un Adviento (Ad.atntus)
rusía; tiempo de lglesia, de contemporaneidad sacrurni,,,-
del Eterno, que lo asuma en su Bternidad2s.
tal y servicial con Cristo; tiempo de espera y de esperarr-
za,, d,e paciencia, de gozo y de <<hlno¡is». Tiempo dr:
fidelidad. Tiernpo en el que crece el cuerpo cle la nuev¡r 4. EL TIEMPo DEL MUNDO Y LA FIDELIDAD DE DIos
humanidad (GS 39).
d) Es historia de salaaciín en la que el Eterno no salvi¡ Si esa teoría cristiana del tiempo, si esa antropología
del tiempo, sino que salva al tiempo participando de su del hombre como tiempo, revierte en una teología, en una
pequeñez y promesas y participándole su gloria. 'Iiem¡r<r comprensión cristiana del Dios que, siendo eternidad,
grávido de Dios. Eternidad temporalizada. crea el tiempo y entra en diálogo con dl, resultará que el
3. Tiempo de pecado-red,encidn. El riempo se resisr«r Dios-Amor se conflrgura como Dios-Fidelidad.
con frecuencia a ser sélo tienrpo o a acoger la mecliación
kenótica de la plenitud de Dios. No quieie ser riempo dcr
2" C)tras cr¡usirleraciones crr H. Ivlaicr, «Clrristcnrur¡¡
paciencia, peregrinacién, muerte. El hombre se pieüe e,, r.¡¡rcl Zcit», cn'lhl,h 75
(9000), r6l-t79.
452 I.iOMBITE Y IvIUNDO A LA LUZ, DBL CITEADoR
JIL ESI,ACiO Y [I., TIEIVIPO D[ LA CREACIÓN 453
A¡nor y fidelidad caracrerizan en la Biblia a Dios2e. l,'i
su mundo, apesar de la infidelidad de éste. Lo más <<con-
delidad roqueña a su palabra, por la que hizo el nrunclt,, y
servador» pasa a ser Io más progresivo y prometedor.
a sus promesasro. Fidelidad cama eternídad dd arntr.,t.
Esta fidelidad es la que so-porta el tiempo y da tiem¡lo :rl
ti.emp9. El tiempo es plazo de esa fideliclad y de la p".i,,,,
5. EI ESPACIO Y LA CREACIÓN
cia salvadora de Dios (2 Pe 3,g).
Fidelidad que es absolura porque es f-rdeliclad de l)rirr Cacla una de las realiclades está dererminacla, deJimita-
a sí nlismo"; po.qrr. ha dado en Cristo el sí a toclas l;rs da' no sólo por el tiemlto que dura y.en el que sucedel
promesas (2 Cor 1,20); porque el Espírítu mismo es sr¡ sino por ! lugay que ocupa en el universo, un espacio
garantía (1,22;5,5). dentro del espacio, La inmensidad de éste último hi sido
Por ello la fidelidacl es también la definición del Horl puesta a su v€z en relación con la de Dios. El espacio
bre nuevo y cabalss. Y ha de ser asirnismo la característic;r vuelve a entrelazar los tres nombre§ (Dios, rnundo y hr*-
de los cristianos («los fieles»)ra. En el ¡nismo Cristo crr bre) que nos ocupan. Queremos analizar y precisar, si-
quien Dios nos dice su sí decimos nosotros nuestro Amérr quiera sea elementalrnente,lo que él dice de ellos (y ellos
a Dios (2 Cor 1,20). de él) y la relación que entre ellos se establece. Háy que
Fidelidad a Dios, a Cristo, al Espíritu, al mundo dc, notar que el estudio del espacio ha ocupado a Ia teótogia
Ellos. Fidelidad no arcaizante, sino evocativa de un pasa_ (y a la filosofía) rnucho menos que el del tiempor6.
d,o (mernoria Christi) que tiene por-venir. Bl pecado, eu Al igual que hizo con éste riltimo, el hombie toma con-
cambio, es en último término in-lidelidad35. ciencia de su situación en el espacio y la traduce en pregun-
Con todo esto no hacemos sino leer, en clave salvífica y ta teórica )¡ en e$tremecimiento exisrencial por la inminsldad
personal de fidelidad, el concepto escolástic o d,e mnserai_ de aquél y por la propia insignificancia. La Biblia cla fe de
ción, Así queda éste redimido del tono primordialmentc ese sentimiento (Sal 8) que embargó a grandes espfrituseT.
cosmológiio y fixista que le caracterizaba y Ie hacía poco Las ingentes dimerrsiones que actualm*rrte se le rüonocen
apto y atractiyo a la hora de expresar la referencia que (y qu" se miden en distancias de rniles de millones de años-
mantiene al Creador una creación abierta (cap. III), pe- n luz) mantienen viva la admiración en esa cloble vertienters.
la vez recupera sentido e irnportancia cuanjo ináica qut:
lo que soporta la creación no es sólo e[ primer ,i-n,,
un amor consolidado en fidelidad de Dios a sí "*o.,
)ri Así lo reconoce.J,
Moltnran,, al ernpezar.el ca¡;Ítulo t¡ue derlica al espacio
mismo y a en su obra Dios c,n la oeaciín,Síg*enre (Sirlarn^nca I-OSZ¡, tlS-tZt, y a.t
qee tomare¡rlos algunas relbrencias.
17 «E[
silenci<¡ eterno (le esos es¡;aci's inli¡rit.s fi)e !rterr&)), I]. pascal, pansrz-
'1' Ex 34,6; Sal 25,10; 100,5; I 17,2; I 10,90...
r"r Dt 32,4; Tbb ntiuttos, Ed' Ilrunsclrvicgr 206; «Dos cosas ilcnan er ínirno <re adniiraciti. y
14,4; sal g9..,
respeto, siem¡*e n,cvo.i y crecientes: el cielo est.ellarfo sol¡re mf y la ley
"r §irl [06,]; l07,l,il{i,l-4; 1J6,,.
moral en nrí», I. Kartt, Críti.t:a d¿ la r«z6n
"¿ ll,z 16,60; 20,1).14.22; -§al 89... fruit:tír:rt, Ateneo (Brrerros Air.".s
:'rr I95l),150.
,frr I9,30; lleb 2,17; A¡r l.r),11i 2 "l'iru 2,1.9. :rs «So¡¡ros
r't urr ¡rlaneta secu¡rrlario tlo r¡rr.r«:l srrl¡Lrrbial sittrarlo cn el cxtrarrarlio
H,f I ,1 ;.jn I 5,9ss.
de rrrra g:rlaxia irrclevute>>. Así resrme.f. L. Ruiz de Ia Peña, ,fcologíu....,
'5 Os i-.?; Er 16;23;2'l'irn 1,1.9.
242, las alilnracioncs tle algunos oierrtíficqs.
+5+ I"IÓMI}R[, Y MUNDO A LA LUZ DEL CRITADOR EL ISPACIO Y IiL TiEMPo og, Ie CRDA(IIÓN 455
§ó1o que en ocasiones esa contraposición acaba giratrrl', ,r sll condición de creador y señor de cuanto existe, han im-
su vez en un canto a la paradójica grandeza del hr¡r¡rlrr,', puesto serias reticencias a la idea de localizar esa presen-
capaz de hacerse cargo de aquella inmensidad y, así, ,1, cia y dedicarle un templo4l. El Nuevo l'estarnento irá más
abarcar, de algún modo, eso mismo que le abarca a é[]]". I,,, le.jos en ese reparo. Dios quiere una adoración no aquí o
<<cclnquista del espacio>> da nombre a una de las eml)l(rri,rrr allá, sino en esplritu y en verdada? y hace del cuerpo de
más excitantes de üuesiro tiernpo. Sensaciones,, todas cll,r:,, Cristo e[ templo por antonomasia43, el lugar donde habita
de suficiente entidad como para ser emplaztdas <<cl'r,t,t, corporalmente la plenitud de la divinidada{. Es así la crea-
Deo>> y poder vislumbrar en el espacio, sobre toclo t'rr ción entera, centrada en Cristo y vivificada por el Espíri-
aquel que el hombre intuye como previo a toda flragttrr,r, tu, el espacio de Dios, el ámbito de su presencia. La lógica
tación, la presencia del «Espíritu del Señor que llena ,'l de la creación y de la encarnación lo universalizan. Y po-
universo» (Sab 1,7). Más aún si tal presencia se potrer t'rr clrÍa decirse que lo secularizan y profanan si no fuera por-
relación con el concepco físico de «campo de fuerzas»'r". que no olvidan su referencia indeleble al Creador.
Pero hay que proceder por pasos y hacer un poco de hitr 3. La filosof'ía heléniea empezará traduciendo, en Ia
toria porque también en la comprensión del espacio lt;, imagen geométrica de esfera, la experiencia del espacio
habido grandes discrepancias. abarcante, creando así la sensación de un espacio perfecto
1. El hombre reLigioso se ha liberado de la soledacl y y centrado en un punto. Pero pronto harán su aparición
angustia a que le relegaba el espacio caótico en torno y tl c{os conceptos no poco divergentes de espacio, que se pro-
espacio señorial de Dios arriba, ac<¡tando espacios sagra longarán por toda la historia posterior. Paru Platdn, junto a
dos, distintos de los restantes y donde la presencia de l<r la realidad primera (irrnata e inmutable), y a la segunda
divino irrurnpía concediendo albergue y convirtiencl<r (engendrada y en continuo movimiento),, «existe siempre
aquel lugar en el centro del ¡nundo. un tercer género, el del lugari no puede morir y brinda trn
2, La religiosidad de lsrael ha pasado por ese trancc sitio a todos los objetos que nacen»45. Este concepto de es-
pero? tanto la presencia itinerante de Dios por los caminos pacio con rasgos divinos y maternales fomentará la idea-
cle la historia salvífica como su inmensidacl inabarcable y imagen de un receptáculo de los objetos, previo a ellos.
Aristíteles, en cambio, volverá a fijar en estos últirnos
su atención y concluirá que el espacio es propieclad de
rlr¡ AsÍ e¡r el Salmo B, ctr Pascal («críta
¡rensartte») y don<lcqttiera no sc lc¡ltlll'
cie, ¡rol nrotiv<¡s purametrte cuantitativ<ls, a vel en el lronrbre el celrtro clcl
universo. De cllo Iral¡laremos err ótro lugar. Cf'.J, L. Ruiz de la Peira, fÓíd.,
'rl I §m 7,5ss; I Re 8,27; ls 66,1-2.
241-247. ¿!
'r" Co¡rro trace W. Pannertllerg, 'fctlogía...r II, fis-l10..J. M{rltntann,p<)r srt par- .|n 4,2I-24.
te, lra clivulgatto y asunridt¡ la tloctrina.jutlír-iel Zi.nunn, tle trn cs¡racio prc- " .ln 2,21; 1,14; Ap 27,22 y la teología paulina ttel cuerpo dc Cristo como h¡-
gar <le Dios y de los de Dios con É,1 y cntre sí.
vio a la creaciótt, l)ero (llre no scría Dios tnistno, sino el <¡rre lil crea rctiráll'
'h Col 1,19;2,9; El'1,23;4,10.
dose ¡rara tlar ltrgirr a la creacií>n. Cfl Dio.r..., cap. V («lil cspacio tle la 'ti 'Iirteo 51 c/53 a. Oúra¡ eonpLetas 1149. «Existe cl ser absoluto, el lugar en
creación») 155-771 , espec. I 7(). O¡riliírn clc la rltre disictrte W. Parrrrenbe rg,
quc nace o es engen<lraclo el ser rclativo, y kr qtre nace, tres térrninos que
iüid., 95, rrota 229, <¡uierr lto arlnlite esc <<f,tt'li.ttt¡t qrlrl» entre la orntti¡rt'e-
existen err tr¿s ntanera¡i tlistintas y <¡ue han sido l¡echos antes ([ue el ciel0»,
§encia (lc Dios y cl es¡rirci{r cortcreto (le illterrelaciotros tJue sttt'ge cort la
ibí¿.
existoncia <lc las crcalttras.
-
456 ¡iOI,,llltE Y lviUNDC ALALUZ DAL CRÉADOR EL E\SPACIO Y &L TIEMPO nt l¡r CREACIÓN 457
ellosr la sürna de todos los lugares ocupados por los cucr- <<sensoriu.m D¿i». Mediante é1, la omnipresencia divina
pos. Esta mundanizacidn y finitización del espacio qued.r percibe inmediatamente todas las cosas.
de algún modo contrapesada por el concepto euclidiaru¡ Leibniz sospecha en todo ello, quizás errónearnente,
de espacio, matematizado ¡ en principio, infinito. una concepción panteÍsta del espacio, pero en todo caso
4. Agustín reduplica, liablando del espacio, 1o quc advierte de la divisibilidad de Dios que eso daría a enren-
dice del tiempo. A partir de la fe en un Creador y de un der. Abandona así Ia idea de espacio como receptáculo de
único mundo creado por Él (aquél en el que tiene lugar lt Ios objetos y vuelve a cc¡nsiclerarlo como el conjunto de
encarnación) rechaza la idea de un espacio infinito antc- relaciones entre éstos. Pero Clarhe insiste en que esa rela-
rior al mundo. «No hay lugar fuera del mundo»46. Valclnía ción entre los múltiples espacios parciales presupone el
también aquí 1o que dice a continuación sobre el tiempor concepto y realidad de un espacio infinito e indivisible,
el rnundo fue creado con el espacio, no ¿r¿ el espacio. Cu- que no es otro que la inmensidad de Dios.
ripsamente un platónico, al hacer suya la idea de creaci(rtr, Karut participa cle esa idea de que toda división y rela-
da en este punto la razón a Aristóteles. ción de espacios parciales presupone la intuición de un
5. En el Renacimiento la comprensión y vivencia clcl espacio como «masnitud infinita dada>>',.e. Pero, al igual
espacio sufren, corno tantas otras, una de sus mayorcs que en el caso del tiempo) se trata de realidades subjeti-
convulsiones. La idea de un espacio redondo y limitado, a vas, de «fbrmas a priori de la sensibilidacl», de intuiciones
la medida del hombre, queda arrumbada a una con el geo- puras, no surgidas de la experiencia, sino posibilitantes de
centrismo. La tierra se recluce a un punto en la órbita dcl todos los contenidos posibles de ella ¡ en tal sentido, ili-
sol y ésta a su vez a otro, en comparación con la que tra- mitadas. Retorna, sin embargo, la pregunta: ósas infinitu-
zan los astros en el firmamento. «Una esfera cuyo centro des subjetivas ino son, en últirna instancia, modos de la
se halla por cloquier, la circunferencia en ninguna parte... intuición del Infinito (en nuestro caso, de la inmensidad
de Dios) que se da en el espíritu humano como condición
¿Qué es un hombre en el infinito?>>47.
Descartes rechaza la idea de un espacio previo a los cle todo conocirniento de lo finitoP
cuerpos y lo considera como una propiedad de ellos, defi- 6. Dl d,escubrim.iento reciente de las galaxias acaba de-
nidos como <<res extensaa». Niega por lo mismo, aun admi- hnitivamente con el sueño del hombre de seguir siendo el
tiendo que no es posible delirnitarla, que tal extensión sea centro del universo. Son más de cien mil rnillones de ellas
estrictamente infinita y equiparable al único auténtico in- las que lo pueblan. La idea misma de centro, como ya
finito que es Dios. Henry .fuIoore, en cambio, habla de un avanzaba Pascal, pierde sentido, Pero más decisivo aírn,
en el carnbio de paradigma) es el descubrimiento de la ex-
«espacio absoluto>>, que sería la dimensión espacial del
ser divino. Newton divulgará Ia idea de ese espacio abso- pansión del universo y, por tanto de la creación incesante
luto, distinto del relativo de los objetos, y lo llamará el de nueyo espacio. ¿No quedará ya lugar alguno, en esta
explosión inmensa clel espacio cósmico, para un antropo-
centrismo, siquiera sea de nuevo cuñoP
¡6 La Ciutlad tlc Dios XI,5 (O§A XVl, eI9S4,59$)
'tr Crític« ¡k kt rueín
'¡? B. Pascrl, Pansa,niantos, Ed, Ilrtnschvicg, 72. {»ua ll 39
458 i:lON{BIi.tr Y N,IUNDO AL^ LL|Z I)Et, CRD¿\DOlt OL ESPACIO Y BL'I'IÍEMPO DE LA CREACIÓN 459
Por oira parte la física rlrodei'na, si por una [)ilr.lc ,,¡r xalvo. Ocupar la tierra ya no es sin más dominarla, sino
firlna con la teoría «stanclard», aunque no indisct¡til,lr., rl, I lr¿cerla habitable, convertirla en casa. Así se pued€ hablar
«big bang» el nacimiento del espacio a una con el (lt:l urrrrr rle un «concepto ecológico de espacio», contrapuesto al
do, por otra complica el concepto de espacio al coirrr¡,1r, ,,, lr«rmogéneo5o. Nuestra época «ha perdido..,¡tiempo para
lo co¡r el tie:npo y llega a pensar en un (o infinitos) (isl):r{ r, r:[ espaciol, para la casa, para el <<oihas>>,.. Tenemos que
tiempo eterno en el que, como fluctuaciones cuárrlrt,r¡. <levolvernos el espacio y la extensión>> 5r.
irían brotando universos al azar. Si, como hicimos con el tiempo, queremos ahora, tras
'Dejando
de lado déficits metafísicos acerca del arrrt:rrtr ese breve recorrido teórico-vivencial de la idea y realidad
co'sentido de términos como eternidad, infinitucl, rur,l,,, clel espacio, condensar de una marrera orgánica la reper-
con que operan algunos científicosao, huy que re cono( (.r, cusión de éste en nuestra comprensión de Dios, del hom-
como hicinlos hablando del tiempo, que ese continrro lr, bre y del mundo, podríamos establecer las siguientes [i-
pacio-ticrnpo establece una homogeneidacl radical clr: r,, neas de pensamiento teológico:
clos los espacios particulares. No deja enrrever difererr, i,,,,
entre el espacio de la materia muerta y el «medio vital»,1,,
los vivientes ); muy en particular, del hombre. 5.1. Elespacio g Dios
¿Es clrrc l.r
realidad de [a casa, la patria, las zonas cargadai de ñirr,,
ria, de sugerencias, de promesas...,l«>s «santos lugares» tl,. 1.
La inmensidad del espacio y su condición de englo-
cada uno o de cada grupo se pueden reducir a fisica? f )r. bante han sido y siguen siendo (al menos para quien cree
nuevo lo rnínimo en calidad de ser se erige torpernento cn en Dios) una imagen de El, aungue cribada por el cedazo
pauta de lo máximo. de la «mayor diferencia». La inmensidad de Dios, como
7. Esta reclamación de un espacio vital y humano .s.: decíamos de su eternidad, no es coextensiva al universo,
alaa no sólo frente a esa homogeneidad del espacio-tier¡r- sino <<presencia incorpdrea total en cada lugar»5?, capaci-
po Íísico, ni únicamente frente al sentimiento de pércliila dad de todo espacio. Por ello es necesario distinguir ia in-
de patria que slr inmensidad produce, sino también f..r,t. conmensurabilidad y aun ilimitación geométrica del espa-
a una excesíua preponderancia mental y vivencial concecli- cio, potencialmente infinita, de la infinitud estricta de
da al tiernpo por la modernidad y que se ha contagiado a Dios. Aquélla es sólo el «reflejo roto de la infinitud divina
la teología. Esa obsesión por el tiempo ha hecho ul hon,- en el espíritu del hombre>>53. El espacio no es por tanr,o
bre sentir el agoliio y la tensión de prisas, planes, proyec- algo infinito previo a Dios, o un eterno acompañante de
tos, y ha despertado en él la nosralgia de espacios d. .epo- lil. Menor aún puede englobarle. Por el es Dios
"ortraiio
so, de quietud, de sentido. La construcción del munclo va
acornpañada cada vez más de la exigencia de mantenerlo a 50
J. Moltmann, Dios,.,, 157.
sr A. GeschéoDiosparultensar Il, D¡¡os"¿l to§rtosr§íguur»e (§alamanca 1997),
296-2S7 , Es nruy sugerente todo el capirulito declicado al ospacio, 296.300.
§2 «lncot'pona pracsmlia ubiquc tota», Lgustírr, .l.a
Ciudatl de Dios XI,5 (OSA
.lcrrae
" Cf J. L. Ilui¿ <le la Pcira, ürisis 1 a,paüryía de kt.[t,snl (Sarrrarrtler
1995), lt5-154. ', il,:|;fi,t"1i3*,r*,, ., nu
46ü I{OMI]ITE Y MUI.]DO A I,A LUZ DUL CRUADOR
ÉL DSPACIO Y [L 1-lE,[,f PO DE L]r CREACIÓN 461
quien lo engloba todo sin ser englobado por na{la, r,,r,,,, Y esto nos lleva a añadir, en e[ mismo sen-
rnente infinito.
gustaba de decir Ia patrÍsticar*. Ése sería el punto .1., u, , allí, una ulterior consideración.
tido que
dad y el sentido teológico correcto de Ia idia cle cs¡,,r, r,, 4. La creación del espacio no se reduce, por parte de
como receptáculo preexistente a los osetos.
Dios, a «dar lugar>> al mundo ante §í. El Creador, presente
2. Pero no se trata de la posible cc¡-existenci¿t r:rrlr, a todcr espacio, ordena y orienta el espacio total hacia for-
Dios y el espacio (aunque no sea en régimen de parrlt.tl
mas de espacio habitable, en particular humanas y, entre
mo), sino de parz-enteísmo, que es lc, que tal vez afirrn,,l,,,,,
ellas, hacia aquella en que tendrá lugar la encarnación del
Newton y otros. Lo contrario daría a entender una sirrrrrl
Logos creador. Coincidiendo con la orientación del tiem-
taneiclad y cohabitación de realidades indepenclicrrrr.,r,
po hacia el tiempo de Cristo, tiene lugar una recentración
aunque de dil'ere¡rte rango. La fe, en cambio,liabla dc ,n¡,,
de ese espacio cósmico sin centro en aquel lugar sin fáma
relación de origen entre ellas y afirma que el espacio, 1,,
mismo.que el tiempo y la realidad de Ia que son rlotl<,r, y
fin 1,43) de este plane ta de un sol perctido entre miles de
millones de una de las innumerables galaxias. El espacio-
el homl¡re que los percibe, son creación de Dios. Crar,,l,, tiempo de Jesús es la ley del espacio-tiempo de la crea-
Dios crea surge la multiplicidad de los espacios a una (r(), ción.
Ia de los cuerpos, como adivinaba Ia otra iorriente de
¡rcrr
samiento
3. «Al crear, Dios da a las criaturas un espaci<l junt<, ,, 5.2. EI espacto 2 eL hombre
ante él»55. ¿Hace falta, para que la creación sea iuténti
é1,
ca reiación enrre Dios y el mundo y auténtica inhabitacirir¡ 1. Parte infinitesimal de ese e spacio inmenso e n ex-
de Dios en el mundo, entender ese espacio como el vacfo pansión, el hombre toma conciencia aguda de su insignifr-
que Dios crea al replegarse para clar lugar al munclo, y quc
es distinto tanto del espacio absoluto d. Dio, .o*o'á. io,
cancia ¡ a través de ella, de su creaturidad. Pero el pasmo
por su pequeñez se enmarca en el asombro, aún mayor,
lugares relativos de las creaturas! Es una idea de la cábal¿r que le asalta al saberse centro de la atención inmediata y
judÍa que ha popularizado J.Moltmannso. pero, de la intirnidad clel Creador que le introduce en su jardín.
¿no basta
cofr que ese espacio sea el que generan los cuerpos en sus Si como una más de las creaturas queda englobado por el
relacioneso sin que deje de estar abarcado por la omnipre_ espacio, como imagen de Dios participa de alguna manera
sencia de DiosP Como se ve, continúa vivo el clebate entre de la inmensidad englobante de Este. Al ser <<capaz de
el doble concepto de espacio, que se prolonga, como ya Dios» es también de algún modo capaz de todos los espa-
apuntamos, al interior mismo de la fisica mocle.na. cios posibles. Por eso los imagina, piensa, explora.
-
no se le pudiese señalar comienzo, el espacio, 2. Todo el vasto espacio de Ia creación es así el lugar
.Aunque
al igual que dijimos del tiempo, sería creado y no .ri.i"ra- del hombre, e[ que corresponde a la vastedad de su espíri-
tu. Pero su corporeidad reclama, al mismo tiempo, espa-
5r Il)íd.93,nota 223. cios concretos de vida y convivencia humanas, de cuiclado
sr lbíd.93.
y disfrute de la naturaleza, un hogar, una patria, un deter-
tti D ios et¿ l« eueión, I 70-
ct I7I
minado paisaje...
462 HOI\IBRE Y MUNDO A LA L\t'L Dlil CREADOR y Et,'nlii\,t?0 ul¿ l,r (:lturctóN
EL ISPACIO 463
3. También su encuenro con Dios tiene lugar no sólo En este punto, como en otros semejantes, teología y
e¡r la ilimitación del espacio que le abre a la inmensidad ciencia tienen que dialogar (cap. X), desde .l ,ecoñnci
del Creador. Su religiosidad acude adernás a lugares corr- miento de la diversidad de presupuestos y perspectivas
cretos, espacios singularmente teofánicos, donde esa pr0-
con que abordan las mismas cuestiones: en ál caso de la
sencia se transparente. Ya mencionamos la crisis ¿ que la ciencia, desde la observación empírica verificable (lo que
fe sometÍa esa sacralización de zonas del mundo. Sin em- no qrriere decir que no entren en juego también
bargo, ella sabe también de lugares sagrados. Pero sorr siones o modelos, pero siempre sometidos a revisión "or**i_y
aquéllos en los que se recuerda y celebra el suceso clavc comprobaeión); en el caso de Ia teologfa, clescle las res-
de todos los tiempos, aquéllos en los gue se hace presenrc puestas de la fe a preguntas de senticlo últi-o quc ponen
el espacio-tiempo por antonomasia, el de Cristo. Ése es el en juego no sólo los sertidos y la razón, sino toda iu p.r-
sentido del templo en una perspectiva cristiana, sona y' en particular, su libertad. Respuestas que, por
4. Antes incluso que en taies templos, la inmensida<l principio, son científicamente inverificables5e.
de Dios se limita a sí misma en los templos vivos que son Esto quiere decir que el universo, en particular su
los hombres, los hermanos de Cristo. Entre ellos, siente /
compleja y admirable esrrucrura espacio-temporalo no lle_
predilección por la estrechez de espacios de pobreza y de varán directa y decisivamenre a c.el. en ta inm.nsidacl de
soledad, y reclama, para todos los sin casa y sin arraigo, un Dios que [a crea e inhabita, cle un Dios que cla espacios
un lugar. y tiempos y se da en ellos. A lo más, provocará preguntas
por un posible origen divino de lo que la ciencia p.i"ibu y
5.3. Espacio-tiempo 2 creación descubre. Pero a quien, a partir cle Ia aclmira"iOn y eu"J_
tiones que el univer-so lanza y cle otras p.rcepciones as-
Nos hemos referido ya a la conmoción que el descubri- cendentes o descendentes de senrido último, Éa llegaclo
a
miento de la reiatividad y la física cuántica han operado esa f'e en un Dios Creador y paclre, ..u
en los antiguos hábitos de pensar y que se ha traducido e¡r pacio-temporal del mundo le habla de Dios "onág,.r.r.iá. "r-
yáe su obrar.
la incorporación del tiempo al espacio, con el consiguien- El mismo hecho de la ihterconexión del áspacio con el
te nacimiento de un nuevo concepto, el de espacio-tiem- tiempo y de ambos con la gravedad de los cuerpos, prego_
po.A pesar de los reparos que, por homogéneo y pura- na de modo nuevo e insospechaclo antes, ta p.of""ci, ,,Iri-
mente cuantitativo, pusimos a la prevalencia de ese nuevo dad de lo existente y la relación intrínsáca entre sus ere-
.concepto físico, no podemos ignorar que ha cambiado mento§. Todo ello no es ajeno a l¿ iclea de un único
nuestra comprensión del mundo y que la ciencia ha plan- Creaclor. Esa misma interdependencia entre espacio y
teado desde él cuestiones como el origen y fin del univer- tiempo acentúa el carácter reiativo, mensural¡le; i.
§o, su finitud o inlinitudr etc., a las que la teología no pue- uno de ellos. La relatividad física se clobla "n.la
*rioflriro.
de quedar indiferentesT. "n
5s Prre<le
ver'se L. l\'1, Arnre¡rd¡lr'iz, «L'origen cre ra vicra. perspectiva
57 Ct A. Ganocz¡ ter.rrógicn»,
«Moderne Physik un<l §chó¡rfungsglailber¡ en W Beinert en A-..M¿rtabosch (e<1.),,0fu or-ígtrns, Ciuilla (llarcclona
(e<1.\, Glaubonszugiingc I, Schóningh (Paderborn l9g5), 442-446.
Ió.gB), l0l-i2ó, es-
pec.104-108.
a-
464 l-lüir'f BRE Y MUNDO A LA I-UZ DiiL CRIiADOR
--{
464 TIÚi\{I}RE Y MUNDO A LA i.UZ »líL CRI.JAL\OR
rnento es lo que es en referencia y camino hacia el logrc, sino que ha sjdo Iibremente irrcorporada
a ella (cap. XI).
del único proyecto global divino. Relación, por tanto, cuulitntiramJrr*-ai.,ir.io
4. ¿Es la relación en todos estos casos sólo un heclro dentro del mtrndo, se da .nr.. iJI ñ;
ef.ecto, entre mente
que casualmente se repite o en esa constancia queda al des- e idea, "rulul
€nrre señor y ,;".ro1."f" ijar. ellas el primer
cubierto la trama ¡nistr¿a d.e la creación? Y esa relación clc miembro necesit, dei segundo pr;^-;;
él mismo. No su-
lo creado cntre_sí y con su Creador ¿no terrdrá que ver con cede así con Dioss.
la relación de Este al mundo e incluso con la relación que Esta in-dependencia rlel
Creador y la consiguiente Ii-
Dios es en sí mismoP Si asÍ fuera,la relación serÍa la urdim- bertad de su relació.n ol *urrdo,
bre fundamental de la creación en¿era (activa y pasiva). precisamente a oue Dios ¿s
,. l.¡., sin embargo,
..tr";j, ,^ í n¿ismo.La pleni-
5. Esta serie de consideraciones no nos recluye en el tud absoluta de Ia comunión
cle vicla intratrinitaria hace
árnbito de la fe. Nos remite también a las inquietudes más que Dios no rrecesite ckl mu.rcio
hondas y recurrentes de la sociedad y del pensamiento ac- Dios y para ser Amor. .r;; ñ.i hombre para ser
y ;;J,ri,n"u cesa de ser así,
tuales. Me refiero a Ia convivencia solidaria entre las per- lo seguirá siendo cuanclo ¿."iarlr.C..ador
§onas y al comportamiento del hombre con su entorno na- Iibremente una relació, y esrablezca
tural. En ambos casos está en juego el porvenir cle la """-;i;;;i].'Erru
pre fundada en Ia absoltrr" esrará siem_
,"-i"ai¿Jr.ia, en Ia total gra-
humanidad y de Ia naturaleza, y la clave del éxito resicle
en que la relación del hombre a sus semejantes y al cos- Con todo, aun purificada
cle raíz (negada, rransfigura_
mos se entienda y viva como algo no episódico sino esen- da y sólo así admitid,a).,:e
da;;;*á}iln
enrre Dios v el
cial. Todo ello nos invita a adentrarnos en el estudio de
esa relación y a señalar, como creyentes, lo que para noso-
:y:1:,
que resulra
3"í
onglna, soporta y alienta
l-.r," ;ú;;i;
;;;;;ñ;: dt;
el mundo. Aunqu* no esencial,
tros es su medida y su fundamento. pero sÍ realmente v nara.siemp..,nioü Cread,or,y
Sin embargo antes hay que solventar dos cuestiones, traduce una forrna esto
ie relació¡i;;á;;i; ,;, creación. Más
una teológica y otra antropológica.
aún: si, como se dijo (cap. IV),la 'lrinidad no sobrcvrrcl,r dre <<que está en los cielos». Sólo siendo mayor que el
el acto creador, sino que se implica como tal en él,la rcl,r mundo-¡ en este sentido, estando <<fuera de él», i,reile
ció¡r de Dios al ¡,nundo no es sino la libre efusión, «har,i¡r Dios salvar al mundo.
fuera>>, de la propia interrelación personal divina y tierrrle Concluyamos: todo esto permite incluir también al Crea-
a la incorporación gratuita del mundo a ella. dor, en cuanto tal, bajo- el concepto de relación o, mejor di_
La relación cle Dios al mundo, siendo infinita y cualitl" cho, incluirlo todo en la relación que Dios es en sí, en la
tivamente distinta de la que vincula entre sí a los otros st:, i
que quiere mantener respecto al mundo, y hacer cle-la cate_
res, e incluso a ellos con su Creador, es, al mismo tiem¡ro, gorÍa «relación» una de las claves funclamentales para enten-
instrperablemente más densa y estrecha que toda relaci{,rr der la creaciín en todos sus niaeles, también en el-d,tutno.
irrtramundana. A ia vez que la más gratuita, es la más crr
rañada. Por eso el hombre sabe que su oración, su pena y
su Sozo) todo lo que le brota «de [o hondo>r, Ilegan a l<r t)
¿No uecn cRrsIS LA RELACTóN EN t:L rNDrvIDUo Hu_
hondo de Dios, que el diálogo de amor es real y auténrico MANOP
por las dos partes.
Otra cosa es que sepa explicar cómo esto es posiblc,
.Precisamente por su referencia a Dios, y como fruto
cómo el Acto Puro, Absoluto, Eterno, que es el Creador, primero y excelso de la interperación crivina'que Ie trae a
puecle entrar en relacidn con el mundo, sin acabar siendo la vida, el viviente humano ie ahoncra en *na racricar e
una parte de éste y sin quedar apresado en su relatividad irrenunciable individualidad. por ser «imagen cre Dios» es
y temporali<iad. Haría falta ser eternidad y plenitud total reflejo y copia de su yoidad absoluta y con"ella negocia
su
de ser para entenderlos. Por eso el lenguaje de la relación, propia identidad, corno no poca§ vecás hemos recorcrado.
cuando se aplica a Dios, ha de pasar, aurrque sin rebaja, Thmbién Ia metafísica .áconoce que en Ia referencia
a
por el tamiz de la «mayor diferencia». Dios como Horizonte universal cle sl. y de valor y como
Pero esto no lo descarta como irnposible. Tampoco la Tú absolu¿o,, y causado por ella, ,, p.oár.. un clistancia_
eternidad es tiernpo, ni siquiera tiempo ilimitado, sino miento del hombre respecto al resto de la realiclad y
un,
algo radicalmente clistinto. Pero eso no se traduce en pura vuelta sobre sfa, que le convierte en sujetoo enr¿lactin
a sí
negación del tiempo ni en absoluta incompatibilidad con
I fitLs?no.
é1, sino en señorío sobre el tiempo en una posible relación
, La antropología filosófica y la psicología afirman uná_
con él (cap. XII). En la vida, muerte y resurrección de nrmemente, por su parte, que, en virtud de su conciencia
Cristo se aprecia cómo es de comprometida y señorial a la y de su libertad, el hombre es radical subjetividacl,
alguien
vez la <<inmersión» de Dios en su mundo. Aun entonces, cabe sí e ineludiblemente encomendado a sÍ mismo.
ese Dios adentrado en la historia (el Hijo) se remite al Pa- Es verdad que, al mismo tiempo, reconocen que
es uno
entre oftosl uno ton otros. Esta bipolaridacl clál horrbre
472 I.IOMI]RIi Y MUNI)O A LA LU;I DIL CRIIADOIT LA RELACIÓN Es LA TRAMA DE I,A CIIIIACIÓN +tJ
dad de cada almae. Lo dice frente a Pomponacio ,¡ttt, ,, "' Resulta así que la línea de lo social, que tantos motivos
guiendo a Aristóteles, pensaba que el alma inrlivirlrt.tl ' = tenÍa para argüir desde Di,rs, acaba en atea, como si el
mortal por estar vinculada a la rnateria, y sólo tttt .tlrtt,t ' " Creador hubiese pactado sólo con el individuo, y como si
lectiva sería capaz de captar Io universal. Lo cltttr l;r l¡'1, 'r' la religión apoyase relaciones alienadas y pactos con el
proclama, por tanto, es que cada hombre tierto §tr l,r,lrr+ ¡ioder. Y por otro lado, la teología cristiana, forzada en
Iristoria espiritual y su vocación de inmortalid¿ttl' l'lr¡l.r 'l', buena medida por ese ateísmo social, se sigue concentran-
ble, necesaria y fundamental afirmación, al llo qll(1(l,rr ' "rt rlo en la defensa del individuo y de su inmortaliclad, y no
[abalanceada por otra definición del otro latl«r rlc l.r r'' r ¡¡uarda suficientemente la memoria de su propio legado
dad, aflranza aún más el polo de la individualida,[. sr¡cial ni se hace debidamente presente en lós foros eá los
5) La problernática se traslada luego a la fil.,r;,,ll,r '¡r (lue se iba descubriendo y confrgurando la conciencia
so-
con Descartes alcanza su clfmax la autoposici<ltt r[r'l y,, 1a, .rial moderna. Es un hiriente contrasentido que Ia lglesia,
funda a sí mismo y funda el resto)10, la dimensi«irr rr.. r,tl. []regonera del amor, se encuentre cultural y políticamente
por su parteT va renunciando a referencias cósntit', t t lt p t, ,
llineada con el individualismo.
sasll. Surgen las teorías del corltrato $ocial) y¿l s(',r I,rl'r 6) Mienras intenta reequilibrar esa situación con su
freno a la voluntad de dañar, ya como recurso 1>lttit s;,lr',,r la rloctrina social, van apareciendo nuevas corrientes que le-
propiedad, o porque una libertad des-atada, itts,,li,l,lr,,, vantan acta de «la crisis del yolsmo moderno>> y hacen del
tiene que dejar paso a una moral burgr.resa segÚttr ll , rt,,l l,r «nosotros» una de «las palabras vivas de este tiempo»li. BI
sociedad no es el enemigo de la libertad indivichral, titr,, l" Ittrsonalismo dialúgico intenta sustituir la relación base su-
que la hace libre (Rousseau, Kant...). El otro c¡tt<:,1,r 1',' o icto-obje to por la relación yo-tit y por la categoría <<en-
salvo de la manipulación por el yo. Es fin en sí rt¡ist¡t,, t:uentro>>. Pensadores judíos y cristianos (Buber, Ebner,
Según Hegel el yo ha de pasar por el tú para llcglr ,r ',t Mit:A)juegan esta vez un papel irnportanre . El and,lisis
pero al rnismo tietnpo está amenazado por el deslllit:1irr. l, ,lt:l,lenguaje pone aún más áe manifiesto el <<medio>>, so-
cesario de Ia idea. Si Kierkegaard reacciona a la c(trrlr,r 'li' lialmente elaborado, en el que sucecle el encuentrc¡. BI
esto último y pasa a ser uno de los grandes pensa«l.rr'.r,,1,1 lr<rmbre está. en el lenguaje y éste revela una racionaliclad
yo, Feuerbach negará Ia inmortalidad individual y l\4',r" t <rmunicativa y uila responsabilidad solidaria. El eshtdto
trasladará al campo de la praxis esa visión totaliz;rrl,,r', r ,lel comportamtento indica a su vez que el yo llega a sf des-
plegará el yo a las relaciones de producción. El honrht,' r,, r ¿ ,le los otros? como reacción a la reacción de elloi a sus de-
considerado como un ser de especie, un <<Gattungsl0t:t(tt "t' ¡rranda§. Surge del trato y es una realidad social. por su
¡,arte,Ia hern¿¿néutica del sí mismo, más allá del «sujeto en-
It Corrcilic¡ Laterarte¡tse lV, DS 1440. *,rlzado» y del «sujeto humillaclo », d.el Cogito (Descartes) y
frf Prretl¿velseen P.Laí¡r [r tralgo,Tt:ot.ftt7 re«lila¡lde.lolro,Alianz:r (Mr,lrt,l
,lc[ anti-Cogello (Nietzsche), «sugiere, en principio, que'la
l9ti3), el capítrtlo <lcclicatlo ¿ Descartes y tltre lleva sig-ttilicittivarrrerrl,' ¡,',,
títrüo «El ¡rroblerrra <[el olro ctt e[ se¡r<¡ tle la raeón solitalia», ¡>¡>. l]2'b]
lr §qp6<[emosolvidatc¡trcl)iossigrreli¡¡urarrdo,I]erolloyacQtnot:l r¡tttlttt,
<la al yo y al otro, §i¡to cor¡ro el <lttc gnrarttiza ese des¡rliel¡trc <lcl y,,.
r! Cf: P. Laín Errtralgo,'l.1orítr..., 100-124.
I', iruffi[:li::i]i§#l:H,l,H:1,flTiirh'#'3,7.36r,e'Ica'
:-:=
-
474 HOMBRE Y },1UNDO A LÁ LUZ DEL CROADOR LA RELACTóN ns LA TR^MA DE LA cntAcró N 475
i'pseid.ad del sí mismo implica la alteridad en un grado tirrr 9) ¿D,6nde nos encontrarnos hay? euizás en aquel mo-
íntimo que no se puede pensar en una sin la otra>>la. mento del proceso en el que el hlmbie yive a la vez una
7) Ni faltan quiene§r en la relación yo-tú antes diclrl, intensa socialización.(¿la.mayor que ha conociclo?), e in_
destacan no sólo Ia alteridad radical del tú (que impido arr cluso una planetización de los proyectos y de los áodos
absorción por la racionalidad totalizante del yo) sino su su de vida, y una nó menor priva¿idad y aun soledad a las
premacía. El encuentro es asimétrico; el otro me sobreco¡1c que le condena el «anonimato de la muclredumbre>>rs y a
y solicita, sobre todo en su desnudez y soledadts. El trasva- Ias que le empuja el miedo a la masilicación por un hdá
y
se de estos análisis a las relaciones entre los pueblos, y la el pluralismo de visiones del mundo por ot;o. No pa.e.á
correspondiente opción preferencial por los pobres, alinicn- exagerado decir que ni la socialicracl ni la individualidacl
tan las teologías políticas y de liberación y es la caracterfsti- están.debida y serenamente compensadas, ni cada una de
ca de la encíclica Sollicitud,o rei sacialis.La solidaridad aI- ellas firmemente asentada. peligra el sujeto, dudoso de
su
canza hoy rango de protopalabra humana y cristianal6. identidad metaflsica y huérfhno cle i, Tú divino con
8) ¿Es algo más que una palabra? El egoísmo de siern- quien, al carearse, pueda negociar su identidacl absoluta.
prer7, el desprestigio del marxismo y ciertas forrnas clc Derivadamente Ianguidece li relación profunda, autoco-
posmodernidad parecen regresar al individualismo y a la municativa y gratuita con los otros. '
insolidaridad. Todo ello coincidiendo paradójicamentc l0) Rastreando una lfigiea a través cle esta historia, no
con el liecho de que la reflexión reciente psico-socio-filo- parece injustificado detectar una línea que ayanza
clesde la
sófica, por no hablar clel desvelamiento de los mundos colectividad (instintiva, tribal, cosmocÉntrica) a Ia indivi_
duación que se produce la conciencia tlel yo y la li-
subconscientes y arquetípicos, está induciendo a dudar
de que el sujeto sea algo más que un haz de vicisitudes
bertad hacen de "ounjo
la especie el sujeto. pero ei píu".ro
:melqer
no concluye ahí. El yo no deja cletrás cle sÍ clefinitirimenr.
biológicas, culturales, económicas...
al grupo, sino que lo redescubre como específicamente
hu_
*1no-, configurado por nuevas formas de interrelación,
l{ P. Ricoeur, Sínisn¿o cotno oh'0, Siglo XXI (Madrid 1996), XIV, XXVlll- más altas y suriles y, p?I eso rnismo, más amenazadas
y frá-
XXXVII. grles porque esrán mediadas por la libertad y
rr cuestionaclas
E. Lévinas, '{otali¡latl e intinita" EnsrEo sobre kt. cxtcrio'rid.atL §ígueme (§a- egoísmo, p:::, .T todá caso, ,ro *.r,o, esenciales
Iamauca 1977). §l otro no e§, ¡rara Lévinas, otro 20, siro otro que y.Es de !]:,t! que aquéllas de las
clecrsrvas
y
notar córno P. Ricoeur, en el ca¡:ítulo dedicado a la «Alteridad del otro>>, que afloró la subjetivid"d. H
muestra sus reparos ante lo qne considera una hiperbolización del pensador hombre, en cuanto tal-(conciencia y libertad),
ás un ser so_
judlo, §f r*isrno..., 37 3-37 9. cial..También é1, indiaid,uaciin'suprema en el cosmos
rri Pr¡ede vcrse L. M. Armen<llriz, «Un proyecto de hombre para un
"plan de creado, es relación viviente a otros.
de$arrollo"», en VV. AA., Sol.iiluritlad, nu¿ao non¿f¡»¿ da la paz, Mcnsajoro
(Dilbao l9B9), lltT-219.
t7 Resr¡lta significativo que Kant tliga que crrrkpriera «al¡trsará rle su liberta<l si f§ Cf: D. Riesrnarr, Lu much«hunltrc solil.t¿¡,itt: ztn ¿.¡tt¿tl.io .¡rln.c l«. lrnsfot.uut.
no tiene sobre él a alguien c¡rre le coaccione tle acuerdo con las leyes», y <¡rre ctín del un'¿í.tte'r r¿orr¿¡¿¡t¿¿t'ica,no, paicl<is
(rlrren,s Aircs rg64). «riÍ se¡,ti-
a¡roye tal alirntación en la no me¡ros con¿ündcr)te de que «de tan torcida ma- rnielrt«r 1>rinrari,r tlel hon¡bre mr»rlcr¡¡o
rle str ¡r..¡ria situaci<,»,r es,
dsra como [a cle qua está hecho el hombre, no pucde sacarse nada total¡nen- l)(lcs, s. "u,,r"i",,,u
aul",lu,l. Y ésta ... ,t¡ cs sírr. rnctalísica, cs ianlrrié, s.cirr»,
te cl erecho», citado por W. Pannenberg, A.ntrapología., - n 2 I §. ",li",l
P. Laírr lintralgr¡'fcoría..., 28.
t'
476 HOIvIBRE'l MUNDO ALA[,UL DEL CIiIiADOR ur ruAClóN lis LA"TRAMA n¡: m cnsAcló N 427
no cabe olvidar que a e§a misma Palabra atril>try. l'' lt'l'l'- De esa v.erdad primera (el ser divino, absoluto, es un
,iri. en relación) deriva que la creación exista y ,"u io qr*
la creación del ¡nündo. Ésta es así el estableci¡rtiltrl"'l' ' ".
relación, el marco y la iniciación de ese diálog,, (r ,r¡, I ¡
r:s, QUe tanto el hombre co¡no el mundo, sean) en s[r esen_
4. En el Antiguo Tesüamento la Palabra fitrr,l,r ,l 1",''" , ia más profunda, relaciórr. Veárnoslo.
daC, le liliación y cl pecado, que le configuran c()ru() ,r' lr , El que tarnpoco la respectividad a otros (y no sólo a
viduo, licnen dimensiones colectivas. §l hornbrc ur (:rr r
Dios) atente contra la condición de sujeto, es algo que la
carne (áasar) con todos y comparte con ellos l,ir rrrnr,,,, fe garunti'ta no sólo con el ejemplo de Cristo, siño con el
historia de salvación y contienación (caps. V y Vl)'?'r. de muchos de sus seguidores.
El honbre es <{cuerpo» de Cristo, que es primogórrrt,, ¡ , 4. La antropología cristiana, además de afirmarlas, ha
cabeza de toda la humanidad. Es vivilicado por el nri,,,,,, de conjugar en t¿orla esas dos dimensiones. para ello pue-
Espíritu del que alientan todos. Es hijo de un <<Dios y l',, de recurrir, y así lo hacemos, a esquemas metafísicos ya
dre de todos, que está sobre todos, entre todos y crr t,, conocidos) y pensar que cuando Ia fe proclama: «Un Es[í
dos» (Ef 4,6). Es «imagen y semejanza» de un Dios 'li ¡r,r ritu, un Señor, un Dios y Padre...» (Ef 4,4-6) ,ro .rrn^.i,
dad. Es miembro de una comunidad de fe, de mesa, ,1, sólo verdades en las que todos han de creer a una, sino
bienes: de una <<comnln¿Llnto sanctorum>>25, Ilamada a ¡. ¿entros últimos de unificación en los que todos los hom-
producir la unión entre las personas divinas26. Es algrrirrr bres coinciden y son realmente uno. 'nodos y cada uno sotx
rernitido al otro por el mandato capital del amor e iuvir,r referencia a lo mismo. Es Uno y el mismo ei horizonte di-
do a una «aprojimación» creciente2T. El pecado (fi'iur,r,, vino de verdad, de bien y de valor, que les con-veca a ser
de hombre) es, como se dijo, cerrazón en sí misrno (r,r y les re-une. En virtud de ese ser cornún pueclen y cleben
incuraatu'm)z$, entral en comunicación y con-vivir.
3. La fb cristiana suministra además ruodelos divino-lr,r Ahora bien, en el fondo de ese h<¡rizonte anicla un Tú y
manos de libertad solidaria. Al mirarse en Aquél que corrli una Libertad. Por esoj al tiempo que los con-vocar los tr-
gura y emplaza su libertad, encuentra un Dios-con-lr.rs tea e individualiza. El mismo que les une les diferencia.
otros y a favor de ellos, y un Primogénito que se caracteriz¡r Asf.se-explica que esa tensión fundamental (enre su ser
a la vez por su referencia al Padre en su misma autodifbrcn- individual y social) esté inscrita en 1o más raclical de s,
ciación de El, y por conjugar su peculiaridad hurnana abs,, ser hombre,
luta con el «existir para los demás». Ese es <<el hourbre» ¡rol La teología podrfa además apelar al hecho de que por
<<antonomasia>>2e. su innata y esencial corporeiclad (caps. XIV y XV¡l .f
hombre configura su yoidad saliendo librernente ,l'"n-
r'r De cuentro de esa sociedad humana que le prececle, de la que
esa Coble dinrensión [:umana se ocul]a respoclivan]ente el Vaticanc» II crr
los cap. I y II de la CS.
nace y con cuyos miembros coexiste.
25 Cf. LG 4,7,8,9-I7,49. Esta doble dirección de su ser, a lo alro unificador y a
2rrJn i7,19.2I.22.
21 Lc 10,25-37; Mt 25.
lo ancho convivencial, hacen del hombre un incrivicruo
que se estructura y construye socialmente o, dicho a Ia in_
'" Cf.J.L. Ruiz de laPeñu, lmagen tle D'itts, Sal 'l'errae (Santander IgtlB),203- versa, una relación individualizada.
21?;J. I. Conzález Fanq Proleeto tle htnnano,§al Terrae (Santirn<ler 1987),
5§3-687; X. Zubiri, Sol¡re eL hornúre, Alianza (Madrid l9B6), 223-341;
P. Lair Entralgo Teot'ía...,30,1 73, distingue ciara¡nen!e al otro co¡¡cidela<l<r
co¡¡to «otto y<.rr, del inclrriclo en el «nosotros, tír y yo». particular, <le «los otros>r, l.s exlraños, erremigos.,. puede verse
Ú Esto c¡rre la GS 32 rccucr<ia, ha entrado tle lleno en la cristología actrml b:{cr n*estr. t,.,
bajo «Los mír¡i¡nos de la cristologír aotr¡al», .,*u Bg, OO ( 1085),
I tl l -l:J l , ,:s
el tér¡r¡i¡ro de «¡u'oexisturcia>>, tprc a¡;unta al existir en lhvor cle otros y) err pec.2llss.
482 I"loMgRE y MUND0 ALALUZDEL CRE.¡\DC)R
r.¿ nDmclóN ES LA I'RAMA or l¡. cntactóN 483
Pero tal vez Io más original y urgente que Ia tcol,gt+
puede hacer en este campo ."tom* el conce¡rtr, ,1, ¡i*, tern¿ constituye la realidad, en especial ia humana. En
sonil, y dar la versión cre2ente".de ella. por dos ,rr.,,,"u,'¡,,,, gste contexto, el término «hifdsta.ris>> denotaba precisa-
el señalado..prp*l que juega en la cultura actual y
¡,,,,,¡*,,,
rnente lo que en ella hay más allá de la aparienciu. Vu u" r.
corre el peligro de desequilibrar la balanza del 1,,1,, ,1,, lo por qué ambos térrninos están llamados a encontrarse.
individualidad. Sólo más tarde adquirirá el segundo de ellos el sentido cle
individualidad singular.
Aunque su etimología es discutida, el término <<perso_
5. El, coNcnpro DE pÉRsoNA na>> denotaba entre los latinos (en correspondencia al
<<próso,fion» griego) la máscara a través de la cual se mani-
§s-un<¡ de los que más unifica nuestra plural socir..l,r,l fesraba y resonaba (personabat) a la veu la voz de un per-
y de los que concita un corlsenso y adüsión rrrir/,1r.r sonaje en el teatro. Pero designaba también a un individuo
como ideal de presente y como motor de futuro. Es ,i,,,r;u diferente de otros de la misma especie (substantia), con lo
el rnás representativo de lo que a escala munclial .1l,,,,,, que el término se carga pronto de ref'erencias jurídicas
I¡re clesea y espera ser. La dignidad y los clerechos rlr. l.r que irán implicando auto-conciencia, libertad, Jesponsa-
persona son apelación obligada al decidir hoy sobrc Iru bilidad...
manidaci o inhumanidad de una situación. por eso algr,r,,,, No.c¿be aquí (ni es éste su lugar) el largo y complicado
antropologías teológicas lo sitúan en el centro cle su'.ri.rr,. recorrido que esos términos tuvieron q,-,. hi"., poru po-
¡na) como correlato yheredero secular del tópico teol<51ir der acabar expresando realidades tan ajenas uí *..rido
co «imagen de Dios»so. grecorromano como la radical individualidad del hombre
En efecto la cultura antigua puso al arcance der crisri^ situado ante un Dios personal y transcendente, el núcleo
nismo una serie de términos, tinto griegos (ftr6sopon.,lti ontológico divino de Crisro por debajo de su condición
p 6s t as i s) como larino s (p ers an a,,
sub iis t ei tiai qr",".n pr,. humana, y el triple modo de ser e., qr. se realiza el mismo
te a través del uso que d. ellos hizo tu t*otogiu, diJ.<,,, y único Dios3r.
Iugar a.ese concepto de persona, tan fundam.ñtaÍprru 1,, Pero no cabe silenciar lo que, cle rechazo, esa cristiani_
fe cristiana como pura .l humanismo moclerno. Ii.es.,ltu zación del término persona contribuyó a refundirlo, tanto
obligado recordar los hitos de ese proceso. en lo que hace al valor del individuo como a su apertura
a
Los griegos hablaban- de <<próiopon>) para clesignar Ia los otros. B[ mundo conceptual helénico prop.rdlu,
máscara,teatral (y con ello el rol), pero támbién eüost.o "orn,,,
del hornbre. A través del <<pr6soltioi rrvela y exrerioriza a T
la vez algo invisible situado ai inrerior. Apunta de estc " l"t'"l r_..1g-A: Cuggerrbergcr, <<persona>>, et Coneelttos filn¡lt¿r¡L¿tttultt tlt
la Teología III, cristiandarl (Madrir.t 1967),444-4s7i M. Miiiler-A. I Iarrr,,r,
modo a lo que de enigma de fondo y cle transparencia ex_ «<Per$orra», en Socranu¡¡¿ttt¡¡ t\lur«li V, Hcrcler
lllarcet.na lSl,t¡, l,t,l ,ttr,i.
J. Werbick, <<Personl», en p. []icl¡er (etl.)rDi«:io'nario de concrptt,;; t.tolrty.ito',
II, Herder (l.iarcel.^a lgg0),228-?i6; j. M, Itc,vi.a, op"..rn,,.'.,tiri,,,,,i,,,,,
r0 Por ejem¡rlo,J. L. Iluiz-,e per.a, El Dio¡ cristiano, Secretariado Tr,inirari<¡ (Salan,arrca l992), 1094
la Imag*n de D[o¡, Sal .l]rrae (Santarr<Ier I t0f),
ts88),1?5-2t2. L. F. Ladaria, tl Dios *itto y aetrla{erc,, Secretariatlo,l,ri,ritarl;) (S,rl;,,,,u,,,,,
1998), 26t -276; C. Cre.shtke, Iil.hK VIII, )l§9g,46-50.
.-5
-
484 t"lO[,tlJRE Y M UNDO L LA LUZ DIiL t] t( A I rr
1,, rr r
deterrninada por la relación misma de las Esta dialéctica no se mantuvo en pie. En el meclievo
I)cl ¡r,r¡,r¡¡
sí3s. <<Las personas divinas... son en CUantO So tt'l.rr lr,rr-r, p-revaleció, en la comprensión de la persona, el aspecto in-
La unidad divina no es la unidad del solitaricr, sirr, l,¡ ,1, i= áividual que parecía preconizar Boecio, hasta que Lutero
comunión perfecta»ao. restableció el equilibrio; <<La fe constituye a la persono>a'r.
Como se ve, Tomás no hace extensiva & la La descentración de sí y la conftanza en Dios es Io que le
l.rr.ry,,l,r 1,,,
mana esa condición de relación subsistentel pr{»lr,r rlt l+= devuelve a uno su yo. El hombre es verdaderamente per-
divi,as. Pero por otro lado af,rrma q.r" , uqu.ll, r,xt,,r, r sona cuando vive ante Dios (coram Deo) y cuando, curado
sión a todo, que caracteriza en gerreral a la irrtclilicr¡l,r,1. en raíz cle su egoísmo, se vuelve al prójimo necesitado con
acompaña una introversión (red,ítio completa) tlcl ru¡, r,, Ias obras que la fe ha hecho buenasas.
hacia síar, con Io que también en la pa.ronu h.,r,,u,,,,, ,, ,,, , Kant vive de ese fondo teológico, pero lo seculariza
medida, siguen coincidiendo r.r uno mismo y srlr.Lr,tr,, cuando ve en cada persona el representante de la especie
E¡ cierto que, como en toda su teología de la (:rr:,r, r,,rr humana, lo que hace que cada individuo no pueda ser
Tomás pone el acento err el valor y peculiaricla{l considerado como medio, sino como fin en sí mismo. Lo
¡rr,,¡,r,,,,
que posee lo creado como resultado de la creación, 1,, , ,,ul universalmente humano digrrifica de ese modo e impregna
parece relegar a un segundo momento su concliciórr r,.1,, al individuo y es vivido como una relación entre sujetos
cionala2. Escoto, en cambio, afirma, más a las inmcrli,rr,ru, éticos libres, autónomos, responsables. En eso consiste su
la relación del hombre a_ Dios que históricamente sc llr.r,r condición personala6.
1b-o o en apertu.a a Él o en autoafirmación pecarrrirr,, Dada la dependencia de los otros que la relación esta-
a
saa,, Su teoría cristológica, según Ia cual la errcu.,racil¡, r,,, blece ¿es sólo un índice de la finitud y no riene, por tanto)
depende del pecado de Adán, sino que es querida crr ll lugar en Dios (como piensa Fichte) o, en vez de atrofiar el
misma por Dios con anterioridad a todo y eomo su razri,r yo,lo consumaP Esto último piensa Hegel cuando afirma
de ser, le lleva a concretar esa relación * biou en rela<;i/,r¡ que en la dialéctica del amor se superan el límite y la alie-
también primaria, innata, a Cristo.
'-
- -Dos grandes maestros de la teología y filosofía meclic
I nación que comporta la relación al otro, y que eso sucede
de modo absoluto en Dios que es Amor en persona, en
valeso manteniendo en alto la cond-icián relacional tlcl tres personas. Ése sería precisamente el paraáigma cle lo
hombre, enfatizarían respectivamente la consistencia cr<:¡r personal: cada uno se realiza en Ia relación a los otrosd?.
tural del yo humano y su estructura referencial. Ambos as_
pectos son esenciales y crecen a una. aa «Fitles
fac,i I lt ersonam»», WA 39 rl)28r, I.
jf wA 7,33-38.
ro A, G. Wildfeucr, <<Person>>, en
liThK Vltl,:'l9gg, 42-46.
{7 .<La atirmación do qrre las
')' §. 77r.I,t1.29,a,4. ¡rersoras son relaciones es,¡* afir¡nacir, sr}¡rr:
L. F. L¿daria,lil Di.os..,,268.
'lr) Ia rinidatl de Dios, ¡rcro de ella se sigtrc algo <lecisivo sobre el hornlrrc
'tt S.Th.l,t1.l 4,a.2,atl 1. como irnagen y serncjanza de Dios. El homble rro es ni un.,ser e rr.sl,'atrríir
'rr Arrnrlrre tie.c bierr cla*r
r¡.e, lnís c¡l [, lr<>'<l', «lit craaciún elr la creatrr¡a quico (substancia) ni un "ser para si," autónorro, incliviclual (sujero), sirr,r rrn
no es sino r¡¡¡a rehció¡r al Creador crr cuar¡to ser que vicnc cle Dios y va a Cl, que viene de o¿ros ho¡nbres y va a cllos; r.l
¡>rirrcilli<l tle su ser», ó.Iá.1,
c¡.4.5,a.3rin c. hombre sólo vive lrumanarnente e¡¡ las relaciones rle yo-tr'r-rrosotrr¡s. li)l ;rrrrcr
'rl .l'l Jazf.l,a.23"a. I. aparece conro cl sentido de su scr)), W. Kasper, El Dj¿s..., j1)0.
488 l"roi\,ruRa y MUNDo sLA LuzDEL
CRuADoT{ IR RNI¿CIÓI'I US LAI'IIAMA DE LA CREACIÓN 489
Es ur¡a relación que el hombre no funda ni irri,,r,r,,,,,,,, primer momento todos los hombres. La palabra amor, carac-
Aquél que lo crea a su imagen. Esto no significa (ln(. , I
1,,,
ierística de esa relación, y cierta comprensión estrecha de Ia
pel de la persona humana sea puramentJ pasiv«,. Al ,,,,, relación yo-tú y de la categoría <<encuentro>> pueden lievar a
trario, el yo que surge de esa llamada cle llrio, rir.rrr r,¡, la conclusión de que la relación interhumana tiene por pau-
consistencia y pujanza que cualquier otra realidarl r.rr-,ll,r ta la que se da en el ámbito restringido de la amistad, de la
A sernejanza de Dios, su «¿Js¿ ad>> no se producc ¡r (,,ir,r intimiclad entre dos personas. Ahí la intersubjetividad,la
de su «¿ss¿ in>>. Por el contrario, crecen irna. pos..r.
¡,,,,
intercomunicación, alcanzarían su ápice y resultarían mo-
eso una autonomía (cap. X) que le permite incltrsr, ,,,.y,,, délicas. Ese ttí vendría a ser el otro por antonomasia.
su referencia a Dios y vivir «como si Éste no existirr,t.,, Está claro, sin embargo, que son la universalidad y la
pero no es ésa su verdad y su plenitud. Fracasar.á ..,rr¡,, gratuidad del amor de Dios y de Cristo a los hombres ¡
Irombre si su «sss¿ in>> no se realiza como <<esse ad,>>. en segundo lugar, la necesidad de éstos, lo que caracteri-
A Dios debe tarnbién elhombre la existencia cle cu.u¡t,, z,ar: la relación de Dios a la humanidad. Por eso a[ hom-
Ie rodea. Por eso Dios no es uno entre otros, sino la Alrr.r ¡
bre, imagen de Dios e incorporado a su relación de amor,
dad absoluta presente en todas ias demás. y por eso l;¡ ¡. se le invita a ese mismo tipo de amor universal y generoso.
lacií¡n del hombre a É,1 no es una relación erirre las,rr,,,,, E[ amor del que se nos preguntará <<al caer de la tarde>> es
sinr: Ia que mantiene con el fundamento, horizonte y I'rrru el que habremos tenido o no al que reclamó nuestra ayuda
ro írltimo de todo. Relación omnipresente que se actualiz,r (Mt 25,3lss). El próximo resulta ser aquél al que nos
dondequiera que el hombre llega a la verclal raclical cle sÍ y aproximamos en su necesidad y le hacemos prójimo (Lc
del mundo. Pero relación que, por eso mismo, puede clc, 10,29ss). Estcrsobre todo cuando o no puede o no quiere
vanecerse entre las otras, dada además la invisibiliclad rl. corresponder, es el otro por excelencia (Lc 6,32ss). Con
Dios en sí mismo. Por eso Ia relación a Él h, de reaviyarsr, esto la relación a[ otro se desprivatiza y se hace extensiya a
a diario en la invocación expresu a El, y en un amor «c()n todos aquéllos a quienes se dirige Dios en su relación de
rodo el corazón,, con toda el alrna y con todas las fuerzas» amor. La universalidad del corazón de Dios, heredada on-
(Lc I0,25-28). Sólo esa evocación de Éi impedirá además tológicamente por el hombre en la iiimitación de su esp!
que los otros sean ignorados, devaluados o manipulados. ritu, traza el primer círculo de la capacidad relacional hu-
2. Bn segundo lugar, el otro es Cristo. Como rostro mana.
Itumanado de ese Dios y como el hermano mayor cle to- 4. EI hombre, sin embargo, no inhabita sólo ese espa-
cio. Hay otros ámbitos más reducidos donde su limitación
fos,,a cuya imagen cada uno y todos han siclo creados, el
hombre está abierto desde lo honclo de su ser a Cristo. Lo le emplaza ante quienes, a su vez, §on la concreción de
anhela por todo,lo ama en todos sin saberlo si ha teni- aguel otro universal que nunca ha de perder de vista. Ahí
¡
do la dicha de encontrarlo, podrá mantener con él una re- los otros van teniendo nombre propio, rasgos peculiares,
lación indeciblernenre honda y peculiar (Gál 2,20) y que y la relación a ellos se va haciendo más estráchi, y reviste,,
se rarnifique a la vez por todo. junto a la forma privilegiada de necesidad atendida, otras
_ 3. Respaldados por Dios corno sus hijos, y presenta_
de con-vivencia en todo lo que conforma la vida hurnana.
dos por Cristo como sus hermanos, los otros son en un En el paradigma divino, la relaeión de Dios al hombrc, a
áaq HOMIIRE Y i\,lUNDO AL,AL\JZ DEL (iRr,\trori LA RDLACIÓN ES LA'tItAMA DE LA CREACIÓN 493
cada hombre, y más aún la relación entre las .!: Dor un lado, a la procreación ¡ por otro, al placer' Pero va
|){'lltil¡r,1..
vinas, es, a la rr'ez quó universal, ilimitadamen l(' lltlr r¡''.t 'oüri¿r¿ot* puro ,'rnu comprensián más vasta y personal de
Por otro lado el hombre no es pura Iiberalirll,l, , q qr. la considera como una energla de toda la perso-
biCn necesidad de ser afirmado y querido, <.lc s, , tr "ilu,como uIIa manera, masculina o fernenina, de estar en el
1,,, - na,
otros. Todo ello irá modulando formas varias tl<. r, 1,,,,,,,. *rrr.lo y relacionarse con é1. Por eso se ha podido decir
Entre ellas irá surgiend o una rel,acifin d.e amistutl rtt l^ llrt; Lxiste «el hombre))i porque la vida humana sólo
se rncorpora cre crentemente al otro a la propril v lr l,r ""* ""
u=our"." realizada como varón o mujer' La sexualidad
es,
coryugan mutuamente el dar y el recibir. Aun t:¡r .,r" oi.*á. de un dato, una meta, algo sujeto a un proce§o
la relación seguirá siendo una tarea pendientc, de individuación y socialización53'
¡,,,,,¡ It¡ r I f.rrornt
egoísmo lleva al corazón a encorvarse sobre sf y :t .lr¡r,ti
var al otro no reconociéndolo como tal.
5. por fin, querida por el Creaclor e irrrlrl,rrrr,r,ln 7. LI§TXUALTDAD EN CLAVE DE CREACIÓN
-Existe,
por él en la propia, estructura corpóreo_espiritrr,rl ,l,l
lrombre, otra forma de relación, la qü se da entrc t)tt,t)n
t La teología dt la creacidn descubre en la sexualidad y
rnujer a partir de la difbrencia sexual, y alcanza su
¡rl, rrr en la relación mutua que ella fomenta y encarna:
tud cuando «los dos son una sola cainer52. Es la íi,,,,,., * Una voluntad originaria del Creador, un dato proto-
nás incandescente de relación interhumana. llgico (Gn 1,,27),claro íñdice de su importancia y radicali-
De este tema) que llena las páginas de la virja y clcl
lr t, Jo'd y .trtt.hamente vinculado a la descripción misma.del
y pensamiento hu¡nanos, y del que se hace también
cr:r¡ l,r homlre como imagen de Dios. Originariedad que Cristo
teologÍa sacramental y moral, iroa oa,rpumos áhora
r;rrr sanciona,liberándóla así de Ia pura historicidad y de la ar-
r:1o,..n cua_nto que es un clato de cr¿atuidad.,unrasgo bitrariedad (Mc 10,6).
irr
deleble de la condición hurnana.
- Un clalo creatural.Esa atracción mtltua no es divi-
na (Eros), ni algo superior al hombre, ni algo demoníaco
Su tratarniento requiere anticipar de algún modo lo r¡rrc e
en el capítulo siguiente se dirá de la corporeidacr
humar¡,. irremisible**ni. *ulo, sino hechura de Dios, frrrma bue-
El cuerpo no es algo que el hombre tiene, sino algo que cl na de humanidad"
hornbre es) su modo,corpóreo de ser? que se eorlcreta
y
* graciarde presencia, regalo, abandono,
Una zona d,e
materializa en su modo sexuado de ser. óo*o todo
lo h,i- comunión mutuos. Y por ello una zona de peculiar tra'ns'
mano? ese dato omnipresente tiene que ser asumiclo
e intc- parencia del Tú divino y al Tú divino. Ello permite em-
grado en- la personalidacl y convertido en lenguaj.,
.r, .*_
presión de su oblatividad al otro, de su ser ir,tigril
con é1. 5r Puede ve¡se I'1. I)o¡¡rs, <<l]isextralidad y rtratritnonio», r:n MS IIl2, 79lt-ll'll
Perdura aún la tendencia, secularmente eriquistada, !'. Bóckle, «llelación cntre los sexo'r y capacidad ¡rarl el amor»' en Ir(iSM'
a
localizar y objetivar esa concrición sexuada y a'recruciría, SM (Mad;id 1985),Vl, 121-173; Il' Fuchs, «Una ética cristian¡r <le la
sexua
porvenir común y mayo\ unificador de esas clr»,.r y rl, r,, DEI, CO§MOS BN RELACIÓN At
9. L¿ INTERDBPENDENCIA
das las iibertades. También ese med,io del encue¡rt,., ,, , , I ,
HOMBRE Y A DIOS
que la relación interhumana vive de algo mayor r¡rrt. r ll., i
fin
presente en ella. ¿No estará teniendo ahí lugar l¿r r..l,r, r,,,, La naturaleza, al igual que el hombre, encuentra su
de Dios al mundoP ¿No estará presente DioJ no sr,ilr, , l , la relación de de-
I último, y por tanto su mejor verdad, en
rostro del tú (y del yo, que soy tú para el otro) sirr. rrtr, y glorificación a Dios (cap' IX)' Está además
los dos? ¿No será a una el .rr"ort.ido y el ámbit,, «l«.1 ,.¡, """á."áii
i.f.ri.lu ul úoábt", por quien logra su fin y hacia tl-g:t-
cuentro? (caps' XIV
Darece avanzar en su propia dinámica evolutiva
3. Por su condición corpórea el homl¡re anhel;r, ,.rr n,, í xVl. Ouecla po. u.t sl en sí misma (si es que se puede
relación al otro, encontrar un rostro humano en el r¡rr,. ,,, es y
áriubí"".-, taiantemente esta distinción) la naturaleza
produzca Ia encarnación del de Dios y que puerla irrrr,u existe en relación.
sin reservas ni límites. La fe afirma habárlá en^conrrarr,, ,.r, L. En persfiectiaa teolígica el mundo no es una suma
Cristo. En éste ha dado además con 1o gue el conrzri, de realiclad", in.nn"*os, sino un conjunto armónico
que
también p-ersigue; con el tú más en sí y más para los or r.:r, debe a Dios no sólo su existencia sirro su trabazón y §u es-
EL HOMBRE, ENCUENTRO
DEL CREADOR CON EL MUNDO
a-
504 I{OMI}RE Y MUNI)O A LA i,UZ DNi, CREADOR
EL uoNrBRE, ENCUENTRo DEL cRnADort coN EL MUNDo 505
quien todo subsiste, se recapitula, trasfigura, colnra y ,,, giosa, simbólica, proyectiva, que caracteñzan y distinguen
somete al Padre, Cristo aparece como el auténtico, t«rrrrl y
ál hombre'.
definitivo encuentro de Dios y el mundod.
2. Al mismo tiempo es igualmente palmario que esa
Pero esta versión no desbanca, sino confirma, la ¿tl¡t,,, está enraieada en la en la corporel-
pológica que hemos esbozado, ya que Cristo es Logo.s /rrr or con tódo resto hacen
manad.o y es el esa humanidad donde todo se incc,r¡,.,,,, una §ea,
al Logos y en Éste a Dios5. Por eilo, aun asumiendo cor¡r,,
primordial y definitivo el planteamienro crisrológic<;, (
1,, asignen diversas almas sensitiva, espi,litual). o
aplazamos metodológicamente al final de cada unJ dc 1,,:r éstas se há6Ié del hombre en
se
dos-capítuios y empezamos por el antropológico, en *,, de cuerpg, fslJé-soma, bg,|ar- ,
506 I'IOtvlllRE Y MUND0 h L^ LUZ, DsL CRE,ADOR EL HoMBRE, ENCUENTRo DIL cREADoR coN EL MUNDo 507
cgerpg una zona.dg tiniella; el verdadero /o o.r- r:l ,r1r,,,, y la no menos radical dependencia de mediagiongs corpó-
más que una parte del mundo el hombre es un di.s «.rr, ,,r
celado en é1.
ñil p;r paffé dé ¿óda aóiividád-«élpiriiual». An[es, y so-
blir dodo, tiéóhó obedCóe á qüe nüéstia otra matriz cul-
es,é
;' {iiemá¡ de m-gt-q-físico ese dualismo es) en o(:lsi,,rr, ,, tural, la judáo-cristiana, ha rebatido caiia una de aquellas
qo¡l¡, ft .r no sElo ontólé§iCamén-té iñftir.ior,, r,rrr,, 'fi9s.-presunciones afirmandti qtré el cuerpo
",r"rpo
éticameniii-defióiente y causa del náI. Col lo cqál cl ¡,,,, ,, 1o.ei mafo, ya
qüC es creatura de Dios, que el alma no preexiste a su
.ió ie¡"tU ser una'taiá clel Cüéipo, no un deterüro .1,,1 ,.,,
f
cuerpo.ni se reencarna en otio§f qué""no és divina, sino
$tritu. l-a uuiitl ád t ombre a zu verdadero foi-lá corr-v(., creadae. Pero además ha opuesto a diiuella áñtropologla
sión, será en consecuencia la liberación dil alma clc ,.r,, dualista otra profundamente unitaria.
materia que le oprime y marrcha, su retorno a la conclir.:ir,i¡r
de espíritu puro (en los dos sentidos). Esta teoría escorrrll
no raras veces la pretensión humana dc autosalvaciórr y L.2. La antropología bíblica
aütocliviriizaci6n. Así piensa más o menos la g¡tó,i;s ,J.e r,,
dos los tiempos. El hombre e§, para la Biblia, un ser unitario, w animal
0.) En nuestro ámbito occidental, no ajeno a tales in- y-igf_t: que alienta con el misñio sl;ipló dilino qt," iás
'.
flujós, y en especial al írfico, ha predominadó ia vórsiórr otros, pero que' a diferencia de ellos, es iruggen.d,.Q,,D.t_os y ¡
que, a través de Platón, Plotino, Agustín, Descartes... ha cagrz por eso de {_e3r*o^gi-nq¡ 1 l§..^oga¡ realidades (Gn
tiggado hasta nuéstros días y que concibe al hámliie como 2,19);séiibrearlas y transformailas. Tqdo..áI. es imagen de
i compuelto de un alma espiritual y de un cuerpo esencial- Dios y e§ en historia co donde Dios lo encuentra.
,T:n.t. distinto de ella, al que según algunos preeliste y aunque bíblico del Antiguo
del que, como cree la mayorÍa, en la muerte se separa para en una serie de términos la rica y
I
llevar Iuego una existencia aparte. plural realidad del hombre, cqde uno de ellos no designe
de éste, sino dimensiones de todo fl:
Gn2,7i I2,5 ;46,22;Ex 1,5; 13,8... hasta
754 primitivamente cuello, de ahí aliento,
de ahí vida. Pero no vida en general, y menos puramente
espiritñal, iino ligada al orgañiqm 9 (á «ry.efi¡13|.ryu-9qe, el
Wü_yq). Es sede de la vida sensitiva (tiene hambre, sed,
tlesCos) y de los sentimientos (amor, odio, alegría, triste-
y el de los sentidos. za). Se usa en todos estos caso§' y a veces expresamente,
Si este co unto de creencias no ha como sinónimo del yo. Se puede decir que la <<nefesk» es
ll"sada intacJp
el hombre entáro en cuanto vive, en cuanto és hacia algo.
rrmer
esa presunta alma
cuerpo vinculacidn entre ambos Arrti¡ronlias ya recogitlas err c[ ca¡r. II.
"
,2
Axnque será traducido tlene cotl¡t¡ i.(. \.r cuentro de arnbas culturas y la mutua interpenetración
r i
11lva,
es salvÍlicamente neutro, o, ñás'fléd¡üniámente, rlr.rry rr,r
al hombre bajo el influjo salvador del Espíritu, {lcl ,¡,r.. ,,
difícil distirrguirlo re.
vec.g.s¡'esulta T,3. Unproceso d,e inculturación
:_1 0, Esos térnrinos griegos mantienen, pues) r ( (,1
tracotriente la visión unitaria de la Biblia. Son denorrrir,,r S. ha podiclo apreciar lo delicado que resulra
ciones de todo el hornbre. Su contraposición ilo lnrrlrrr r.
i"l) el
erñpleo de unos términos, densos de una visión del mun-
la tensién entrc partes de éste sino la lucha de toclc¡ él r.«,rr do, para vehicular la propia, rro poco diferente. Sin em-
sigo rnisrno, entre su pertenencia al pecado o a I)i«rs,,, bargo, e-se proceso que arranca en Ia Biblia es inevitable
Adán o a Cristo. peLq,r. for.ma ,,part-e.{e!
, ,;.'-,
i"*lsio. evangélico. L1 táglogia
c-fi¡liana seguir por ese arriesgado camino de incultu-
-va_a
ración. Es llámativo óémo menléb- eduóádas en ál helenis-
los misrnos ,.r9ur" i Jef."d"i, r..riie iiol'gr;;d;-;"*nr.! a. i" n¡"-
softá l C! impondnté-"pié!ffid de Jtis.sistemas, Ia unidad
del mundo, esa del hombie y lá djgui{p{ de Io qorp,orái. Los .ecr.sos
ila otra para tal empresa son, además de esa fe en la creación, Ia
srco v que §epara es la te en l,r creencia en la encarnación del Logos y en la resurrecciórr
crea ción, como se dijo en el capítulo II. La diferencia de la carne.
"fr flg go quiere
abismal que ésta establece entre Dios y el mundo unifica ( decir que el resultado fuese siempre
de rechazo y reduce a secundarias e intramundanas todas feliz ni tampoco Que la divérsá sitüáiión de la fe no diese
las otras diferencias. EI hombre es una realidad plural, que,
pero anre rodo_ eg- u¡ra .il-iqry-t-reeail-C'óino-ra[y *ñqr;
"iü
flrá§ily'caüüó'a,-esf én tótiiiaiá, ¡ue¡ra. Sólo sá malicia-
-:
.*) y
5L2
te es
§
iioMrlltE y MUNDO LLAt.,rJZDliL ct[^r)()r{
ser que
¿tl 1,,, l'¡ trl ! ,!
cxt:,1,t \,,,.
.
I [l, HOIlII}ITE, [NCUEN']'RO DEL CRSADOR CON EL
visible y corporal 25. Dios estaba merece también peculiar atención Agustín, por el gran in-
en (ltiril,, , rr,r,*
do asn'raba del flujo que ejerció en todo Occidente. No se puede olviclar
a . Por eso la carr¡r. , ,, ,
«
I
ni su pasado maniqueo ni su creencia inicial en que el alma
s vación>>: y en cada sacramento cl ,¡lr,r,, , u
es parte sustancial de Dios; errores que corregirá al reco-
tecida, iluminada y zrlirrrr.rrr,rr l,r
cuando la carne Io es?6. L.j os de pensar que el h(.,¡r,l,r, , n nocer que es creada a imagen de la Trinidad. Pero man-
§u alma o que ésta preexiste al cuerpo o es superi<¡r ir r.l, tendrá que es más próxima a Dios que la materia y que su
Ireneo y Tertuliano mantienen que el hr¡mbre es Illl,t¡tt ¡¡ unión con el cuerpo es más funcional que sustancial. Se-
de Dios en cuanto cÁerbo-cerne guirá siendo éticamen¿e pesimista respecto al cuerpo y en
especial a la sexualidad. La unión armoniosa (aunque ac-
. Lol Alejandrinos-por su parte, influiclos por I,'il<.rrr ,¡rr,
leyó piatónicamente la Bil¡liá y por el ambiente hele¡rísr r, ,, cidental) que reinó al principio entre el cuerpo y ei alma,
de la diásporajudla, centran su atención en el Logos a/rr tle turbada por la concupiscencia2s. Su misma gran intui-
zo y resaltan e¡r el hombre, hecho a su imageniaqu,,ll,, ción clel tiempo como dilatación del alma ¿no aísla dema-
parte sulerior del alma, el <<nou,s)>, única que por iu i,, siado a ésta del tiempo cósmico e histórico de los que par-
mortaliclad puede ser imagen de lo divino. Stn así tesri¡1r,r ticipa por su corporeidad?
cualificados de la dimensió, transcenclente del hornlir.,,, 4. Todo ello hizo que el platonismo, a pesar de su
de su espiritualidad y libertacr. Descre eila podían conrr;r enorme y positivo influjo en el pensarniento cris¿iano2s en
decir la otra afirmación de la gnosis, el determinismo frata orden a la defensa de algo tan central en la antropologfa
lista. El alma estaba en el cuerpo porque había pecaclr,. cristiana como la espiritualidad del hombrey sa inmortil.i-
Pero, aunque no llegan a condenar LI .u.rpo, esa i.elación dad, es decir, la transcenclencia del espíritu irrrmano, resul-
que establecen entre pecado y corporeidud ,t..¡u esta tase inadecuado como soporte filosófico de su incarclina-
vi_
ción en la materia. Sólo otra gran filosofía de la Antigüedacl,
la rle Arístíteles, podía suministrar una conceptuaiizaciórr
2i
«lln ios riempos ¡rasados se clecía que el hombre estaba hecho más ajustada a la fe en ese punto. Su teoría hilemórfica
a imirgen de
Dios, pero esto no esti¡l¡a afin desvÁlado.., pcro cuanclo
er verbo cle üos se afirma, aplicada al hornbre,, que éste se compone cle alma
hizo carne,..ntostró realrr¡entc la imagen, haciéntlose nrismo
ól io que era su
inagen>», Áda. H aer S, I d,2.
(") EI Vaticano GS 22 nota 2 la casi intraducible fiase
euim li¡»us
'7 véase cl cletallc y los textos c.rrespon<lientes (le esas rlos cor.¡ie,tcs crr
ao 1,. F. Ladaria, «El hombre crea<lo a inragen de Dios», en
-¿l I B. Seshoiitl (t:rl.).
), Dc narhrorunn Vlr S Htstorict tle los dogmas II, Secr.etariado Tr.initario (Íialarrranca l ggf;), 29 ,l:r,
316".126,
,1!,;.ll yl!,rtls e.st tarr!o».,iüírl., Vlll, 28 (93 l, 6-7). ?s
..',
rti Cl: L. F. Laclaria, ilrfrl., 8g-g2;.|. L. ttuiz. cle la peiia, ltr«tgcn l)iot....
Ibld,,8,2 (2,9i1,6-7). A I.s puntales il. tr rrrropulogía uaitaria y car*al,
tla
99- r 00.
antes scriirlacllrs, sc añarle ahora el <le Ia teología sa¿.ra¡nental. eÚ
Baste citar a AgustÍn, l)uentvcntrrra y al urismo Tomds ¿le Aquinr.r.
514 li0]vf BBE Y ivlUNDO A LA LUZ DEL CREADC)R
,
herenciis, ü pláiZ;i¿a cristianada por Agustín, y la de
i¡ierr el alma no es sinc¡ la animación del cuer¡r(), rr,.r11,,,
Aristóteles qr;á le llega a través de los filósofos árabes' La
irtmortal. Con su fórmula («el alma es la forma «k,l , rr, ,
apertura a Dios, cle la que hablaba-aquél, pasa a ser lo es-
po») tinifica radicalnrente al hombre, pero en ur)l rlirr ¡
pecffico del alma; ésta es ((capaz de Dios, a cuya imagen
ción nrás bien materialista,t, con lo cual la unirl;rl ,l,l ,*i*ter". Pero esa misma alma, y no la animal, perecedera,
hombre se obtendría al precio de su transcenclerrcia. y, por cler-
como pensaba Aristóteles, es
Por eso va ser tan decisivo el uso que de la fiirrrrll,r to, de una que no-ad- I
6.
HOivÍBR[ Y I,lUi\DO A l,A l,Uz I)liL CItE;\t)(.I(
aquelia tnaieria espiritual. Piensa que de lo corrtralir, ,'l ,,1r,,,, embargo i n-o.199ryó !! él el mismo Magisterio eclesial
racional se materializaríay el cuerpo se espiritualiz,;l t,¡ "' cuando en él Concilió Laléianénse V áiil¿ié"T ia ¿ánni-
2. El Concilio de Vienne (1312) rechaza solcr¡,r,,,,,,, ,, ción lennense .Nolo I
' Cf.3. 1,. Iluiz de la Peña, lruagen <le Dios..., Ii4-I2B; Las nuout¿s antrololo-
ar También el C«te.úsruo ú kt. lgksia cot6Lim' la asume como parrtt, r¡."'ll(ill
gías, Sal'I'elrae (Santarrcler I986), 131-l§9; P. Laín Ettralgo, Cuetlo I
uLttLa...,199-259. 368.
5
Éqq }IOMI}TE Y MUNDO A LA LUZ DDL üREADOIT
'¡5
J. Mollnrirrrn,Dios en. l« crcación, §ígueme (§alarnanca l9lt7),2('l{ 1,l7ll.
'r" X. Zubiri, Sol¡r¿ ¿l lmntbn, Alianza (Maclrid 1986),41i-fjl'-r. I'lsr t:x¡rlir,r, r,,,,
''r Eldesarrollotleesursideas¡rrrecleverseen.J.L.Ruizclelapcira, !nugende go¿4. entro otras, (lc las sirn¡ratlas deJ, L. Ruiz cle Per-ra, l»rugrn lr l)t,,t
Dios...,l34-114; VV. AA., «Scelc», en'lRE XXX, i999, 7SS-775. l4fl- 149.
524 HoMBREyMUNDo ALALUT,DELcnEITDoR
I [,L r{oMBRtr, ENCUENTT?.o DEL cREADoR coN EL MUNDo bls
Thmbién esto lo.apuntab.a con fuerza, como alll rc rlr¡,,,
la salida del hombre al mundo y en er encue,tro con todo
el primer capítulo del Génesis según el.cual el h.rrnl,,..,'ui
Dios origina y abarca como Horízonre de ser (cap.
ser creado, queda encarad,o ,on Dios encargad,o tle l, uttit !9_gr:
I
do.En eso consiste precisamente su creaciói com(¡ «irrr¡r
tt lV). l-a capacidad_de_Dios incluye asÍ la capacida) á*
todo. Toda realidad cabe en el alma y .e e.rcuintra de ar-
gen de Dios». El Vaticano II, por su parte, lo afirmaba
ox grln modo en ella. «EI arma es de arguna manera todas Ias
presamente al mismo tiempo que avanzaba las r.az()nrñ
cosas» afirma también 1bmás, citando a Aristóteles50.
ontológicas de esa visión t.ólógica, el hombre es el mcrri,r
por el que los elementos del munclo material que rosur¡rr
4. Añade al Concilio, como ya se vio, que «el hombre
por su misma condición corporal resume en sí lc¡s elemen_
su cuerpo acaben en alabanza libre al Creador.
tos del mundo material>>. Dejando algunos aspectos de
Sólo queda prolongar y consoliclar esa línea de pensa-
. esto para la segunda parte, cabe ya aqtñ menciona.
rniento. Lo hacemos replanteanclo a esta nueya escala Lr que el
que acabamos de clecir del alma y del cuerpo ciel hombrt: cuerpo humano es en sf mismo .ir, ,oiaro"osmos que con_
y de su unidad. grega Ias diversas fbrmas de materia y de vida (y en toclo
caso eleme,r,s físico-qulmicos y foráas de vidá vincula-
2. El alma del hombre no es sólo la vitaliclad persorral
del cuer¡ro, sino además Ia capacidad de entrar'en rela- dos a todo cuanto existe), y asimismo que, a través cle
sus
ción con Dios. Bl vaticano II dice que «er hombre rebasa sentidos, er¡tra el hombre en contacto con io.lo o puecle
al
el universo». Una vee atribuye esta iaracterÍstica a su en- menos alcanzarlo con su_ciencia y su imaginación y es
in_
tendimiento «por el que participa en Ia luz de Ia mente cli- cluso capaz de organizarlo y ,ec.iarlo, t.aifbrmánáolo
en
vina», otra a su interioridad «en ia que le espera Dios>>a7. técnica y en arte.
EI alma ilo se agora «informanclo .f 5. Pero no es suficiente con dec:ir que en el hombre se
AI hacerlo encuenrran.Dios y el resto de la realiclid. Hay que añadir
sale al rnundo y en éste a Dios. Es lo "u.rpoi.
qui, precisamente
para explicar por.qué el hombre es más ur"*i¡1. hipostá- que es precisarnente el conocimiento cle Dios'el qrre
origi-
na y dirige el conocimienro hurnano clel
ticamente que toda otra creatura, afirmaba Tornás ci
anclo mundo. Lu .*tá_
decÍa que el alma es <<tapax Dei>>at. ñeza que esta afirrnación puede provocar desaparece
si sc
3. Si Dios no es una de las realidades, ni siquiera la ad¡niten dos presuplestor. El prirnero dice que la
iclea r"le
§up.rema, sino la que, más íntima a ellas que ellas *ir*ur, infinito, que el hornbre tiene, no se puede obien.r acurrnr_
hace que todas existan, vivan, y ,. *u.urn (Hch tl lando.ideas de objetos frnitos. El seguudo añacle qrr*,
rig¡', .l
esa salida a Dios y ese <<alcance» cle Diosas ti"ne conocimiento de una realidad finita colrno tal (que .* ,,,rrrn
lrrgár en
el hombre percibe todas las que ie rodean) siio prerl"
I.r_
,7 GS 15,14. grarse a partir de un previo o simultáneo conocirnicntr,
a$ véaser¡ota3.3.l{ablan<l.dela«¡raturarezirrrurrri¡¡r¿¡»reafirnraesaca¡racicra<lry
del infinito. Dios (a rravés de ese infinito y cle sus crivr:rs,s
la concLe¿a diciendo q.e erla actr¡ariza ra concrición tre
inragen a. óio. y.1ul nombres que hemos mencionaclo con frecuencia) estrrflr
se lleva a cabo en ros a¿:ro.r clc c,nocimiento y amor («siiniritudo
ir"irgi"i en el fondo de todo conocer (y arnar) humano, clcter.rrri_
atte¡ulilz¿r in r¿arur¿t lu¿»t«.n«, $cuntlum quod isr caltax Dei,
i¡^ttit at-
ttingerulo t ro!ña operuliortc ugnit.ionis ct'anori:», 'cirücr
i.Th. Ilt,q..t,a. t ,aci f ¡.
4'<<Paravcrsi
^^ aticnt:is1.Lt,scaüa,,ylehallal>an»,HchlT,2Z.[,] lectorcles¡n
Juan de la Crtrz sabrá valorar el se¡rticlo rle e.te ,,alcan"e». 3't «rl'nllaa
t.¡ I ¡lno d¿ntt rt o tlo orntri«»», S. I lt I,r1. 1 0,a.3,in c.
526 HOJVÍBRE Y },IUNDO A T.A LUZ DEL CIIEADOR
I
T
rL rioMr]RE, TiNCUENT.RO DEL cREAr)on coN EL ilruNDo b27
nándolo como tal. En EI realmente conocemosl iur,,,rr,, gundo. Por eso todo lo que hemos dicho tiene que pasar
crecemos y creamos. El conocimiento de Dios scrí;r l;r /,,r p0r esta nueva instancia.
ma ¡le todo conocimiento del mundo. 2. «En realidad el misterio del hombre no se aclara de
6. En tal caso la fórmula (animaformo. corpori.t),¡,. , r, verdad si no es en el misterio del Verbo encarnado>>51. Si
treabre en cada uno de sus términ<¡s. Por el alma srr rlrl,rt.r una vez más, y de acuerdo con toda la tradición creyente)
el hombre lrasta Dios y por el cuerpo) hasta los bor'<1,.,r ,1, reconducimos el enigma humano a Cristo, si tomamos a
la realidad. Y por la condición <<informante>> del alnru, lrr éste por pauta de toda realidad, y en especial de la huma-
ne lugar en el espíritu humano el encuentro vivo c in,,, na, habremos de preguntarnos si la última explicación de
sañte del Creador con el mundo, que es la fórnrrrl:, ¡,,,, que el hombre sea uno en cuerpo y alma, no será que está
cuya licitud nos preguntábamos al principio del ca¡rítrrl,, llamado a reproducir, no sólo con su conducta, sino antes
7. Tal vez poseam<¡s así un instrumento concc¡rtrr,rl en su propio ser, la encarnaciín d,eL Verbo. por eso sería
útil para pensar que, corno «imagen de Dios», el ho¡¡rl,r,' también él un espíritu encarnad,o. No sólo para poder rea-
señorea el mundo no sólo por delegación o encomir:r¡.1,, lizarse como hombre sino para acompañar al Hijo en su
del Creador, sino también porque Dios está señoreándol,, salida al mundo con el fin de integrarlo en su modo filial
en él y a través de é1, que es lo que al hablar de <<concr,, de ser. La condición espíritu-corporal del hombre no se-
so>> afirmamos ya en los capltulos III y X. ría en últirno término sino la estructura posibilitante de
B. Si bien es verdad que la Ilegada, en el hombre, rkr que se realice y prolongue el encuentro entre Dios y el
Dios ai mundo tiene lugar en toda esa actividacl humana, mundo que tiene lugar en la encarnación del Hijo.
hay que afirmar, sin embargo, que sólo alcanzasu pleniturl 2. Es verdad, y no conviene olvidarlo) que no se pue-
y sólo relleja la personalidad,libertad y amor del Creaclor dcn equiparar la encarnacidn del Verbo en Jesús y la del
a su creación cuando el hombre se sabe y acepta como re- alma del hombre en su cuerpo. La unidad resultante cle
presentante de Él a lavez que le alaba como Señor y Ha- ésta última es natural (una única naturaleza)r la de aquélla
cedor cle todo. De todo ello tratamos largamente en el ca- hipostática (una persona en dos naturalezas). En el caso
pítulo XII. La fórmula <<animaforrna corfioris» es realidad del hombre alma y cuerpo se necesitan mutuamente, en el
y es aún proyecto. Sólo al final de la historia o, mejor, caso del Verbo no. El alma del hombre no preexiste a la
«más allá» de ella, será creado en verdad un hombre ple- materia, Dios y el Verbo sí. Por eso no se pueda describir
no, un espíritu que se expresa radicalmente y sin contra- la encarnación, y menos aún la creación, en términos de
dicciones err la realidad de la materia. estricta causalidad/orr¿al,Y por eso mismo siempre que
nos referíamos a la aurocomunicación del Creicloi al
mundo y a la del Verbo a.|esús hablábamos de causalidad
3. Al LADo DEL PRrrrtocÉNtro ES EL r-toMBRE EsE EN- cuasiformaJ. Lo cual no quiere decir que sea menos racli-
CUINTRO cal y fecunda que la que tiene lugar por parte del alma res-
XV
EL HOMBRE, ENCUENTRO
DEL MUNDO CON EL CREADOR
Y CREA-
1. RTPIANTEAMINNTO ASCENDEN"TI,: EVOLUCIÓN
CIÓN
I
I
532 I'{OMBRE Y MUNDO A LÁ LUZ DEt, CRETTDOR 533
üL I.IOMBRII. DNCUENTRO DEI, MUNDO CON EI, CITSADOR
ino se establece así un peligroso reparto de compcte ncr,re bre, el organismo animal resultante de la evolución no es
dejando lo corporal a la natural eza y lo espirituai a I)i«r¡l', aún humano rnientras no sea) al men<ls germinal e incoa-
¿sería hu¡nano ese cuerpo producido por la eyoluci(¡rr u tivamente, expresión de un alma humana que lo inforrna.
sólo la «infusión» del alma lo haría talP... Y, a la inversa, que si se produce esa información, tal
9. Por ello es necesario afrontar directamente el rcrrr;r organismo, pese a su parecido con el prehumano) es
de-la evolucién y ver si ésta encaja en un esquema crear;i,, esencialmente distinto de é1, y está llamado a la resttrrec*
nal o lo hace saltars. ¿No serÍa incluso po;ible que pro- ción.
porcionase urra comprensión mejor y más plena il.e lu 2. El alma, por su parte, si es esencialmente forma, no
creación y, por tanto, de Dios, del hombre y del muncloi, se concebir como tente a ese organlsmo
Lo analizaremos en tres pasos, apoyánclonos respectiva- lue en c0rrtra riiil"iiñ-táñto' vrve y es
mente en aquella unidad del hombre verificada en la pri- ella mrsma en cuanto de ese organismo su propia ex-
mera parte (I), en la teoría general del crear divino desple- presién, su existencia corpórea. El cuerpo humano, cliji-
gada a lo largo de todo el libro (II) y, en particular, en el nros, es la corporalidad de esa alma y ésta el acceso ¿ Dios
concepto de concurso (III). Es de notar que ahora no se y a sí mismo de ese organismo que la evolución ha prepa-
trata) comr) antes) de hacer frente al dualismo y al descré_ rado y llevado hasta el umbral humano.
dito de la carne, sino de defender, frente al monismo de .3. La creación del alma no s tan la \
tipo rnaterialista, la bidimensionalidad del hombre y su ción de un ser de la
condición transcendente, es decir la existencio ., uu
poreidad de un <<alma espiritual e inmortal>>d. "o.- puro,
esas
2. ENc¿nc[ ANTRopoLótrco: LA uNTDAD ESENCTAL DEL conciencia que apuntan en lo animal.
HOMBRE
a. Ds3 g¡e_ _gg!o e_ re cup e.a la.-cglil.yidl$,99.,r{g gu-g r-
_s
1. El dogrna de la unidad del hombre exige afirmar p.g*.X3lp"l y-le resiábléce Ia -unic[ád deJ l¡o-mlrg que .se
que, por semejante que sea morfblógicamenre ai .l.l hom- echabá?é menos en lá'fóimula de la encíclica. Lo que
clesctá-lá ciencia y también desde Ia fe §e piefü"d eñ?t*-
r L' set¡.eiros, «ltaíces de Ia humanidad. ¡.Evolución o creación?», cr¡adernos to elilefEiilibié;nólü á-lma, és ciCri«ló por Dios o se re-
Fe y Secularidacl, §al Thrrae (Santandcr Igg2); p. Schoonenbcrg,
Dl rwmdo aun §l preser-
tle Dios en wollrcáón, Lohlé (llrrenos Aircs i966); L. lr¿. Armcii¿¡riz, «La va la un idad del hombre pera a co§Il*dq á[an31 la
creencia crisriana y la evolución», cn VV. t\h., L« a,oh«idn,liAC (Ma<lri¿
:t1974\,958-989; «Evolucirln y dil6rénbia'é"Cincill entre él y el animal. Esta pregunta ca-
creación>>, en FCSM, Stvl (ir4adrld,lOSa¡,
103-150;J. Moltmarrn, «La evolución el la creación» en Dio,t cn kt crurcifln',
,
piIál sig.,e en pie y la retomaremos enseguida.
Sígrrerne (Salarnanca 1087), Igg-2ZB; W. pan,enberg,Tto/ogta
{iistmtdtici 5. Pero ant€s es preciso ver si esa descripción ascen-
II, UPCO (Madrid I996), l25-l48; VV. AA., «Ev<¡ltición y i,*r,.r, «C<¡nci-
litrm>>, n." 284 (tebrcro de 2000).
dente del alma («espfi¡lU gllg§"gnte>>), que resulta de lt
(i
Que es,.iunta a otras, la .lórmula que sigue ern¡rrcarrcro la Igresia en er vatica- aplicación de un esquema evolutivo, no invalida la clcs-
no II, G$ 14. clrrdente cle la primera parte («espíritu encarnado») y i
)(,lt rr i I'
y EL l{oMBRE, ENCUDN',I'RO DEL uNDo coN IiL cttt:lAI
536 l"lOMtsRE Nf UNDO A LA LUZ DEI, Cltü¡\DOlt
t\',f
1' I¡tclttst¡ la
ternrin,logía ¡>a¡ral cs v¿ili<l¿ si ¡lor alnra .se e.ti,rrlc, <..rrr. rlr¡r
Irto§, lr,a qtre es crer<la clt ese nrofirelrto y
n P. Overha5e-K. Itahncr, El problema de la lton¿i,nfuacidz, Cristiancla<l (Ma" ¡;uarda Lrna relar:i<i. ts,.rr, i,rl r.r¡
esa li¡rma de materia de la <1ue pasa a ser fbr»ra.
drid i973). r" Cf:.J. L. Ruiz de Pefiit, l»ru.gan
ile Dios,ZSg.
rc_t.-
- 540 HOMBRE Y MUNDO A I,,A i.UZ DEL CRA,ADOR IiL HC)il,IBRE, ENCUENTITO DDt, lvlUNDO CON EL C&IIADOR 541
5. La afirmación de que en e$te momento cle la cvolrr En su único acto creaclor Dios no Pretende sólo crear,
ción tiene lugar una auténtica creación de Dios no i*¡rlir.,r sino darse a conocer y amar de manera más intensamentc
que ésta sdlo acaezca en el nacimiento absoluto de t«rrkr y personal a su creatura y atraerla hacia Sí' Por eso va ella
en el de cada hombre) o que el acto creador se reitc.,, ., imergiendo a niveles de mayor complejidad y conciencia'
proceda puntualmanente y a sahos. ya en el capítulo Ill Tambiétt de esto volveremos a hablar'
oíamos a Tomás decir que «la acción por Ia que Dios cla <;l 6. Nos aventuramos ahora a precisar más cómo ten-
ser es sin rnovimiento ni tiempo»rr. por eso-hablam's rl. dría lugar esa creación y cómo y por qué ese Plus de reali-
una <<creatio continua>>, La serie de novedacles más o rrrc- clad reclama a Dios. [chamos para ello mano de esquema§
nos radicales que constituye la historia del mundo, sólr, mentales que ya hemos empleado' Por eso bastará con
desde nuestro lado se espacia temporarmente. Del lado crc unas insinuaciones:
Dios no.constituye sino un único acto crearlor que mar¡_ a) El rasgo capital de la humanización es la llegada
tiene toda la realidad en religación transcendentaf a fl. nn perár,^l de Ia maietia y de la vida a Dios' De él derivarr,
óse sentido cada una de las realidades existentes, n<¡ sólo como dijimosr las otras proPiedades del hombre' Si eao c't
el alma humana, es creada por Dios. así resuita obvio que no puede lograrlo Ia materia por
sí
Por eso rlo satisface la solución de quienes emplazan a sola. Tiene que ser Dios mismo, con el don de su pro¡'i"
Dios sólo al comienzo, en una «creatii ex nihilo>i tempo- aproximación, con la gracia de.su autorrevelación, cl t¡"'
ralmente localizable, y piensan que entonces clotó al mun- o.igit * ese reconocimiento de El por la creatura'
"n¡
do recién salido de sus manos de un dinamismo capaz de S" dijo ya cómo la Palabra Producía | €§tructuralr:r
producir por sí solo las sucesivas fases de la evolución y verbalmentá .i muttdo. Se cornprenderá así que si Dios s'
que sólo de esta rnanera delegada sigue siendo Creador. dirige personalmente a ese animal, si Io llama e inter¡rt'l;r
No es asÍ. Cada realidad está broranáo de la naturaleza y por"su'nombre, 1o translbrme en in¿er-locutor, lo cttal srr
de Dios. Otra cosa es que e$a presencia se delate singular- pone q,re su animalidad se condensa en un yo re-sportsrr
mente en algunos momentoslr. La creación del homñre es Ll*, que emerge de su mundo instintivo a l:¡
uno de ellos. Thl vez el único en la historia del cosmosrÍ,. "o.t-."iente,
escucha de esa voz. En eso consistiría su creaciórl r:otn,,
Pero en él se hace paten¿e que toda la creación es emer_ hombre, de una manera análoga a la que tiene lugar antt'
gencia incesante de novedad en camino hacia el hombre. nuestros ojos cuando el niño, al ser interpelado por srrri
paclres y p-or la sociedad, despierta a la conciencia rlt: sí 1'
I| ,§. fá. I,q. 104,a. I , ad 4. u lu .atpot tabilidad, o cuando el con-verso, perdido
lrast;r
'' Asícomo los-nrilagros actr¡alizan tle-manera especiar y asfrracen rnrs
te.el gtarr rnilagro dc qrre exista realidad y seipositira y lilial, rd.urno
¡raten- entoncás en las cosas, se recupera para Dios y para si t'rr
dijo en el ca¡>. III.
ru
virtud de una llamada que percibe. Pero es necesari" ¡'rr
r'l rJormr¡lo así
¡>ara no exclt¡ir <lel t.<r«r el nacimient<l <re la vicla q,e, segúrn a! cisar más ese momento.
gt.¡Io§, e$ un inclicir¡ elarr¡ de <¡ue Dios itn<la
¡ror allf, co¡r6 tamlriéu j"gír¡ c) Aquella automanif'estación de Dios no cs l)r('.s()
otro§r er cl surgir,iento de catra eshucar¡ra nuura no explieatrle n purtii'..rc
sts ingro<lientes ni dc la strm¡t de ellos. por otro la{.lo, rf hulrlur..le'cusu,ris, iclentificárla con la revelación bíblica. Puede tctrcr Irr11;rr ;r
<fqio de lado la patencia de Dios <¡rre los creyenres clescul¡ren
e¡ ra histoda través de aquel descorrimiento del horizonte ilirtritl|rlt,,l,'l
cle la salvació¡r ¡ soLre todo, en Cristo. ser, que acontece en el encuentro con los sercs, y t¡rrr 'l'
] s42 i{OMBRli Y MUNDO A LA i"UZ D§L CITEAD()I( EL HOMIIRE, ENCUENTITO DEI' lvIUNDo CQN El' CREADOR ll4li
lugar al nacimiento del hombre porque s8 [r.a(lr¡r.c ...r , t do dan lugar a que el cigoto, el embrión, el feto concluyan
conocimiento de los objetos finitos, crr l,r , ,,r,,,, rr, ,,.téLtico yo humano, en alguien que reclama ser tra-
guiente in-diferencia frente a"r, "l.rantó
ellos yt con ello, en l.r ,,r,,, ,
"n
tado como 1o qúe es) como «imagen de Dios»' Aungue
no
gencia de la libertad y en la vuelta al yo. Bn eso lr;rr t,rr¡r,,o iu".u pouiUe áeterrninar con precisión absoluta cuándo
consistir, en el capÍtulo iV,la <<creatio a patre>>. ,*pitru Ia «animación del feto>>, su futuro, indrrdablemente
,Tií d) Ni hace falta tampoco separar esa interpela<:ií¡rr ,l,l hr*urro, obliga a considerar humano su comienzo y a res-
absoluto de la de los otros «tús» huma,ros. Nn,l l.r,l,, oetarlo como'ial. Por otro lado esa paternidad no concluye
de ellos, sino en su tratol en sus llamaclas, en la '.or, .l nacimiento. Cultural y moralmente el niño sigue na-
¡rr:rr.¡,
ción de-l otro y de su sobrecogedora alteridacl, va tcni,,r,,l,, cienclo de oros, de sus padres y de toda la humanidacl'
lugar el reeonocimierrto del Tú inerucribre, iÁsoborrr,,r,r., De ese nacer de otros hombres, de ese brotar de otras
siempre mayor, que nos crea al llamarnos ,ih¡o, y nos irr corporeiclades y libertades, se entreteje aquella corporati-
vita a llamarle «Padre». Ahí, en ese m¿d,io h"*u"o
f, rrrrry lriaa.l que es la trama cle la histc¡ria de la gracia-, del peca-
e, particular, en el encuentro con la alteridacr .adicáÍr,r,,,,' ¿" y ai la redención, y asimismo el soporte del manda-
te interpelante.deJesús respecto a nosotros y en su miento del am<¡r.
ilrvilrr
ción a inyocar como él a Dios como <,J.bba», percibíanr,r, g) Este modo de entender el nacimiento de lo humatrr¡
la <<creat,io per Filiunt>> (cap.IV). .r Ií pro.*so evolutivo del cosmos y de la historia confb'
quc
_ e) Por tanto en mitad de la naruraleza y cle la historia, riría nueva verdad al aclverbio «inmediatamente» con
hundiendo en ellas sus raíceso naciendo dá eilas, ., .oru., Pío XII matizaba la creación del alma por Dios' Si
lo quc
surge el yo humano irreductible a Ia materia y , l^ hirur_ constituye la creación e§ una autocomunicación de Dios'
ria, i,terlocutor del Absoluto y ansioso de infinitud y ésta no iiene lugrr mediatarnenteo a través de las
creattlras
eternidad. Así es como podríamos tal vez pensar qlue, er¡ como térmirro J. un proceso deductivo, del que Por otra
en
el proceso de la evolución, es creada el alÁa fr"**u pn. parte el recién nacido es incapaz, sino inmediatamente'
Dios. Y también su cuerpo, porque toda la animalidad an- .,runro que Dios §e da a y en mismo,
sí si bien de momen-
terior pasa simultáneamente a ser expresión, corp<lreidacl to sólo como el horizonie de ser, de verclad y de bien en
de ese nuevo centro; sólo entoncu, .r. cuerpo einpieza
a que se mueve y vive cuanto el nuevo hombre encuentra'
ser auténticamente humano. Así surge el hombreintero ói"rto qrr" .*u inmediatez sólo alcanzará su plenilud
euando ese horizonte vibre personalmente como Tú
sin ruptura con la historia animal anñrior, pero al mismo y
tiernpo con una diferencia esencial, cor, ,_rn *alto a i<l per_ convoque al diálogo al tü humano'
sonal, a la libertad, a la transcendencia... Noveclad
siien- h) Si remitimJs a la historia, y en concreto a sus albo-
ciosao pero que cada rnomento que pasa hará
más clara y ,"r, .ru descripción sintdtica de lo que es el nacitniento
consiste nte. del espíritu y el nacimiento de Dios en él,la teología 1su-
f') algo parecido se puede afirmar de la aparición de
.Y mi.á áe buen grado la complejidad, vaivenes y oscuricla-
cada individuo humano como resultado ,le .,na g.n.ro- que
des que las ciJncias detectán en los largos perfodos
ción paterno-rnaterna, de una embriogénesis por tJq,r" tu urig.ran a la aparición del hombre, así como su presunciórt
herencia genética y su implantación ü u., *ádio adecua- *iodotOgi"u d. q.r" Dios no se echará de ver en él'
I
544 HoMrlRE y ñruNDo A LA LUz D§,L cnuADoR
Er. HoMBRD, ENCUEN"TRo DEL MUND0 coN EL oiEADoR 545
i
548 I{OMI]RE Y MUNDO A LA LUE DEL CIT§,ADOR
I gL l'lOMtiRE' Er\CUI'NTRO DliL MUNDO CON IIL (lltl"Al)( 'l(
I' l' l
evekiórr, errel úItimó de sus logros, desvela por fin la [r'r sistir en que todo csto §e afirma sin recurrir exprc§¡ruc¡ttr
t*r*¡t*r+e*Iarc ¡ntH¡€iebaP En tal caso r',r a un esquema evolutivo.
merables tanteos en toclas direcciones, en ensayos y ¡rurr entero, pregonan a Éu Hacedor (cap. XII), pero secreta-
errores? pero que lleva al resultado pretendido, el horrrl,r r. lnente anhelan y reclaman aquella elevación de ser y de
8. El «principio antrópico>> no exige tampnco quc l.orLr tono que se da en eI hombre cuando éste toma en sus ma-
aquello gue no alcanza el nivel humano de conciencria, li nosr en su corazón y en sus labios ese cosmo§) gue ya con-
bertad y kanscendencia haya de ser tenido por provisi,r densa en su corporeidad, y le hace glorificar personal-
nal o insignificante. Sería un Creador de miras estrer;lran, mente al Creador.
angustiado por su proyecto de hombre, el que actuase clc Por otra parte el hombre no es el individuo a solas,
ese modo. Por el contrario lo lleva a cabo haciendo que, rl sino la humanidad, y ésta no es ella misma del todo hasta
mismo tiempo,la infinita riqueza de su ser divino se rellc- el final de su historia. De ¿sú¿ hombre, vinculado al resto
je de incontables maneras, dando a cada cosa su lugar err cle las creaturas y a ia vez preeminente sobre ellas, herma-
el mundo y ponderando por separado su bondad y belle- no de todos los hombres y en camino, con aquéllas y con
za's. El que tengan en el hombre su razón más plena dc éstos, a la plenitud escatológica, es del que vale el «princi-
ser no significa que no la tengan también en y por sí rnis- pio antrópico».
ma§2a y no merezcan y exijan de él que las considere y Pero con todas estas salvedades, o mejor, cornplemen-
ame como taies. Es el encargado de ponerles nombre (Gn ¿os, es teológicamente correcto concebir y describir al
2,19), es decir de darles un ser propio y diferenciado. hombre como el encuentro de los dos momerttos, descen'
De hecho el hombre las necesita para ser él mismo. y dente y ascendente por los que Dios llega personalme¡rt«'
no sólo como su suelo nutricio. También su espíritu y su a toda la realidad creada y es acogido, amado y alabaclo
relación a Dios se alimentan de ellas. Siendo Ia meta y re- personalmente por toda ella y es así el Dios «tc¡do en
sumen del cosmos (micr«rcosmos), es también y ha de sa- todo» que pretendía ser al crear.
berse una de las realidades con las que confbrma el con-
junto de <<cielo y tiema» que Dios crea (Gn I,l;2,1.4),
pondera como muy bueno (1,31), bendice y hace enrar 7. y
¿ENcunNTRo A uN NUEVo MÁs Arro NTvELP
en el descanso del séptimo día (2,1-3)15.
Precisamente como representante de lil ante ellas ha de I. ¿Ha alcanzado en el hombre la evolución sur meta!)
imitar esa actitud del Creador. Cada creatura, y el mundo ¿Ha llegado en él la creación al límite o cabe un ntrevo y
más alto nivel de autocomunicacién del Creador por Lrn
lado y plenitud de realidad finita por otroP La fe cristiana
2r Gn I,10.12.18.21.25.
asl lo creer es el que resulta de la encarnación del Logos;
'I'r Así se completa Ia fórmt¡la dc CS 39. en ella acontecer en mitad de la creación,la misma autodi-
2' Es 1o que legitinia, al menos en parte, la insistencia
deJ. Moltrnann en hacer
no del hornbr.e, sino clel sáb¿clo la nlerá y consumación cle la creación, Dios ferenciación absoluta del Padre y absoluta autorreferencia
a'n b creaciín...,287-307,sin dejar (le reconocer que «conro Ia últi¡na crea, al Padre que constituyen al Hijo eterno y que son [a paut.a
tura antes del sábarlo, el hombre erlcar¡ra en sí a toclas lfts restaflres crcatu-
de toda creatura. Por eso el cristianisnro en su lectura clcl
ras)) y que «representa ante Dios a toda.r las creatura.s re§tarrte§» (20J). tam^
bié¡l r¡osotros scguimos nranrcniendo que el fin úrltimo tle la creación, que universo va más allá del principio antrópico y afirrna r¡tre
.al¡arca tambiérr al horrrbrc, es Ia gloria de Dios, Cristo es el verdadero fin y meta de la creación, Todo ha
a
552 I.IOMBIIE Y UNDQ A LA Lü2. DfiL CRDADOR
IiL HOMBRI. ENCIJET*1'RO DEL N{UNDO CON EL CREADOIt 553
tvf
sido creado no sólo por él sino «hacia él» (cap. I). fil
crr rl más inestable. PodrÍa iniciar un movimiento regresivo, de-
verdadero Omega de la evolución, como dile ia
táolc,gí,r,n. generativo. Eso sucedería si en su diferenciación clel resto
2. Con ello parece quedar rambién desbordada la'lii,
mula que presidía estor do, últimos capítulos | "*, t, superioridad sobre él olvidase su condición de
y;;r, i" ,;;,. es decir, su dependencia del Creador y su solida-
pretendíamos concluir. este Iibro y nu.*tru vísión "..ut.r.u,
¡51i,i,,,1 ridacl fraterna con los hornbres y con la naturaleza' Es l<i
de la creación. No es el hombr., ,irro Cristo,
el autt)*i,,,,, que ha sucedido (cap. VIII)' Necesita por ello que al-
total2 definitiro encuenlro d,e Dios y el mund.o, Lo
aclcla¡r guien, el hombre por antonornasiar le reoriente y le enseñe
tarnos con esas mismas palabras al principio
del capftrr.
lo XIV, haciendo constar que es eso lo que la fe afi.ruu
á. ,r.,*uo a conjugar señorío y solidaridad. Sólo así recu-
perará su condición de meta de la evolución; sólo así to-
con insistencia y lo que constituye la .*"rr"i*
misma cle Ia mará ulteriormente parte en la eterna glorificación mutl¡a
encarnación y de la unión hipostática. En é1,
asumida po. del Padre y del Hijo'
é1, es como toda la creación liega a Dios
y su ud.nt., l, El homhre apunta por encima de sí a Cristo como r:c-
vida trinitaria. "i dentor y cot sr.mador de la humanidad' Pero al mismo
3.
, Sin embargo, y como allí misrno apuntamos y el
tiempo iecibe de él el refrendo de su condici6n de córotr;r
cristológico afirmao esa asunción dlel munclo á lo
{:q*u de li creación y lazo viviente de ella con el Creador'
divino.no deja a la espalda la realidad humana. por
el con- 5. Antes de concluir el capltulo y el libro quisiér;rrrr"''
trario la retiene y consolicla?7, y es en virtud cle
ella como retomar la pregunta que durante un tiempo se consitlt'r¡'
el Logos se hace mundo y hnc* cc¡n el mundo. S. p,r.a.
"e decisiva al tratir de la evolución: ¿encaja ésta en el es<1rr<'
por ello seguir mantenienclo
eye, aunque abierto ,i.*1p.. , ma creatural o lo hace saltarP A lo largo de estas págin;''
su consumación cristológica, el hombie es la
meta .l.l^"or- ha ido tomando cuerPo (asÍ lo esperamos) una terceril [)()
mos, su último logro y su quintaesencia. En
ese sentido la sibilidadr ¿no contribuye positivamente Ia evolución a trrr¡r
encarnación, al mismo tiempo que lo rebasa,
- "i comprensión más alta del grarrde y único suceso quc csl;'r
principio antrópico. Es su sanción definitivazd. "on*ug.o
tenienclo lugar, y es Ia creación?
4. Si.aigo Io cuestiona no es Cristo ni tampoco la evo-
.lución, Amplianáo esa pregunta a todo cuanto existe ¿rto t;;tl't
sino el hombre mismo. En é1, en efecto, uq"effu
canza su cota más alta, la de la libertad. pero
,i- ,fir*ai que, a la ltrz del Creador, tanto el hombre coru. ''l
tamlii¿n la mundo resultan reafirmadosraLavez que revelan Ltn ltrr('
vo grado cle ser y de valor? Dios' por su parte) (iI¡() (:r¡
x{r «La
crist'l.gía dent.o cre una c.rrcepción evoh¡tiva tror
nrrlo\ru maior>> al crear un mundo y un hombre tarl a«lrrri
Cwso lundan¿ett«l sabrc /a/o, Flereür (Ilarcelo¡r¿
muncro», K, Irarrncr,
rables y creativos' tan «a su imagen y semejanza»1)
.-
17 iot+¡, *t o-f+s.
D.5 ..102,577.
!8 «claro
<¡rre, a la lua de ra f'e en la e^carnrción, el hornbre
es cl fin de la crea"
cióu sólo porq\re en él *y mác exactarne nte en el lronrbre,fesfis
de Naan.
rot-*' sc rcalir¿ ra co,*rrión tle Ia creatur¿r co¡r
el creatior al'rrr,rnitbrtr,.s"
Flijo cte, I)ios cn figura hunrana..Sin ernbargo, "l
sigue er ¡ric c¡re, lrajo este
punto de vistr, toda Ia historia dcl.unirerso sc
con resllecto ir It lrpariciórr del hombre», W.
¡ícscnta c,nro
¡rrehistoria
paruienborg,nong.ir,.,,ii."-
ÍNprcn GENERAL
CoNrsNtDo 7
I
55b HOh{BRE Y i\,IUNDo ALAL.I¿.¿ DEI, CREADOR iNDIC[, C§NERAL 557
3.1. Corricnter teológiea*y cu¡¡ro pen&r dcbatcs ..., lr ', 4. Creación por cl Hijo («Creatio per Filiutn>»)' <<Creo en
2" L.e c¡reci¡h en- lo+ma¿ilicutndi*¡*cr .....-........,
3. lt) hecho»
Jerrrristo, su ÍIijo, per qaien todo fue b45
a. $rmi6n de I¿ fe y.Comili,o Y¿tie¡no I ....................,. /l' 4.1. Recordatorio bÍblico-eclcsial b45
5. ELCexi.üñ V¿ti#¡¡¡) U.y. s-* rri*nntredr¿ .*,............, /tl 4.2. Vectigioe del Hiio en la creaci6n Hri
6. Et§aeoruilio: cl reto &lr,1{rnÉdüi,Cs* ti I 5. Crc¡ción en el Espíritu l«Crcatitin Sftiritu»)' «Creo er¡
.! . L?.crcaeión, primer ¡rtículq &f,§¡edo. cristiano 8:l el §splritu Santo, Scñor y daelor de vida» .......'...'.'...'., I5I
5.1. Recordatorio bfblico-eclesial 151
Ca#rdsI¡t Pau quE Dros snnl,o»o EN Topo (uNA cRri^- 5.2. Vestigios clel Espíritu en la creación 152
C§N Ae¡§llFrr} ..,.............. I57
fl !) 6, Consecuenciao para el vivir y el teologar
l. Creación abierta a lo nuevo de sí misma 9l
l.l. Crtáción y consewaci6n: <<Crcafio continua» ,.,".,. 9l Capltulo V¡ Ln sIN-t¿zÓN DB LA CR§'ACIÓN: LA cItA'I'ulDAD .... 161
l.?. ¿Tuvo comienzo el mtmdo? üna <<quaestio
tala>> .,.....,.......,
d,i.spu.
l. El núcleo del problema: unir sin confundir, dfutinguir
9ó §ln separar I ii4
1.3, Creación abierta a la intervención de las crearuras: l(i/
2, Naturaleza y gracia: una <<r5uacstio disputata»
<<Crcutio ttovú,»> .,... -. l0l 3. Un nuevo enfoque con catesorías pefsonale$ t'/ 'l
1.4. Creaci6rr abierta y rnilagros 104 l'/
2. Creación abierta a lo otro de sí misma: a la salvacién ....
4. Dimensioues p(rblicas cle la gracia t\
106 I i'¡
2.1. La unidacl originaria cle creación y salvación ........
4.1. La gracia eu la historia
i07 4.2. La gracia en la vicla social .......... lril
2.2. Una unidad dif'erenciada 109 llil
3. 4.3. Construcción del rnunclo y gracia
¿Creaciórr abierta a otros mu¡rdos? .. tll 5. Todo es gracia t fi,l
4. En terrsiótr entrs el origen y el futuro 115 Iti/
6. La gratuidad como ht¡manisrno fundamental
7. La gratuidad, clave cle comprensión dcl cosmos ..........' I 8!i
Capítulo IV &, nNlcuA DIL MUNDo y EL MrsTn:nro DE D¡os ... ltI 8. Apéndice I: Pos¡nodernidady gratuidad l f)0
1. La Triniclacl es el rrasfonclo cle Ia creación (Una tesie, su 9. Apéndice Ilr Vaivenes en la percepción de la gracia .... I !)ll
problemática y su legitimiclacl) 121
2. De Ia creación a Ia Trini<lad: Ca¡nino de ida 128 Capítulo VI: CnsA.Dos P^RA L^ FELICIDAI) 1q',/
2.1. La experiencia deJesírs iTlli t29
1, Sugerencias y preguntas '...........'." l9'/
2.2. La experiencia de la Iglesia ........ t30
3. Creación del Padre («Creatia a Patrc>>), «Creo en Dios 2, Bl paralso terrenal, slmbolo de la felicidad .......'.---....,.. 2(t'-l
Padre, Creador de cielo j, tierra» 132 2.1. trl paraíso terrenal en Ia historia cle Israel 20:l
3.i. Recordatorio bíblico.dogmático . 132 2.2. El paraíso terrenal en el Nuevo 'lestamento ........- 2(l /
3.2. Vestigios clel Paclre en la creacién 3, Inmortalidad paradisíaca y muerte histórica ')t').
133
a) Los rasgos peculiares del Padre 133 3.1. La muerte del creyente 2 lli
b) ¿Dónde se vislumbra al Padre en la creación? . 136 3.2. La relación entre mtterte y pecado 2t,l
c) ¿Se manifiesta también co¡no «Creador»? ....... 141 4. Integridad paradisíaca y cles-concierto de los deseos .... ').1 /
d) ¿Q"é fbrma de humanidacl rnanifiesra más al 4.1. Debate teológico-eclesial en torno al deseo 2 I l)
PadreP 144 4.2. La dimensidn social de la concupiscencia ..,......'.. '.1'll'
e) ¿Y la natmaleza? ..... 144 5. Esbozo de urta teología de la {bliciclad ,','.).
i
r
558 I.IOIVIBRE Y MUNDO AI,^LUZ DEL CREADO¡( íNorcr 0ENERAL
Capítuio VII: ¿Dn DóNDE pRovr[NE [L MAL DD r,A cR[ACtóNr) .. :t r,l f) Repliegue y fragmentación de la lterenci' "¡'," '
trnrana ,. ll l(,
1. Diversas clases de mal ................ :l l0 g) Lutero revive a AgustÍn J lt{
2. El mal err el horizonte del Creaclor .......,......... ,.'..11
2.3. La definición del Concilio Trento
cle 3l f)
3. §ilosofia y mal. Contra Dios y a favor de Dios ?..ttt 2.4. Teología reciente del pecado original 323
4. La Biblia y el origen del mal ',1.!
2.5. f,l pecado original en el Vaticano II .........."""""' s27
5. Filosofia cristiana y problema del mal ').!t"
'',t.
),
,,t,
560 y MUNDo ALAttJz DEL CREADoR iNorcR cENIn,\r. ]
Horvf BRÉ
,,{)
Capltulo XI: L,r LTBf,RTAD Es LA LEy DE t,A CRIACIóN ............ .l(¡,1 1.2. La antropolosía bíblica ......
1.3, Un proceso de inculturacién cle la fe ',ll
l. La libertacl: realidad límite 'l(lil 1.4. La clogmatizacióu de una fórmula filooófica ....... t,l,
2. Dios crea €n libertad ,ltt 1.5. «El hombre es uno eu cuerpo y alma>> (GS 14) .. l,'ll
1. Breve hietori¿ de Ia idea de tiempo ..... 437 5. EI hombre, camino clel mundo a Dios li,lt,
2. Feno¡nen<¡logía del tiern¡ro vivido 447 6. ¿Principio anuópicoP J,,l .