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(UBA- LA
AISM) CRISIS
DE
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Artículos DE
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LA
VIDA.
  LOS
VARONES
  DE
40,
50 Y
60
AÑOS.
 
1. LA
EDAD
MEDIA
DE LA
VIDA
MASCULINA:
40-60
AÑOS

"La
más
perniciosa
La de
sexualidad todas
humana, las
aunque
mentiras
es
sexuales,
potencialmente es la
un bien creencia,
natural, casi
implica
hábitos,
universalmente
comportamientos, aceptada,
actitudes de
y, que la
significados efectividad
aprendidos, sexual
que
desaparece
tienen
que ver inevitablemente
con la a
historia medida
personal que el
de ser
cada humano
uno. La
sexualidad
envejece.
puede Tal
–y cosa
debe – simplemente,
ser no es
una verdad"
fuente
(William
de
placer. H.
Lamentablemente, Masters
cuando y
se Virginia
presentan E.
disfunciones, Johnson)
se
transforma
en
Como
origen subrayamos
de en
conflictos, otras
de partes
intensas
pesadumbres,
de la
de obra,
obstáculos ésta
en la suele
comunicación, ser la
de edad
profunda
de la
infelicidad.
Dr. experiencia
Kusnetzoff en el
hombre.
Dr. K Por lo
Dr.K
tanto
responde las
NOVEDADES funciones
Foro sexuales
deberán,
Glosario
por
Radio fuerza,
TV - ser
ZOOM
diferentes
CCV en
Enlaces cuanto
a
AISM Buenos aires
factores
Facultad de Medicina desencadenantes
UBA y
FLASSES características
Viagra ®:
personales.
Marca La
registrada
de Lab.
imaginación
Pfizer popular
suele
comparar
 
con la
química
los
sentimientos
de
atracción
sexual
y su
brusco
decrecimiento.
La
imagen
es la
de un
fuego
que
luego
de
alcanzar
su
máxima
incandescencia,
se va
aquietando
hasta
apagarse,
dejando,
en el
mejor
de los
casos,
brasas
humeantes
como
recuerdo
de lo
habido.
Y
sigue
diciendo
la
sabiduría
popular:
cuanto
más
intensa
y
fuerte
la
reacción,
más
rápidamente
ella
acaba.
La
analogía
popular
nos
sirve
de
introducción
a uno
de los
temas
de
este
capítulo:
los
problemas
del
matrimonio,
la
rutinización
de su
vida y
sus
consecuencias
específicas
en la
vida
sexual.
Entre
los
40/45
años
el
hombre
pasa
por
una
crisis,
llamada
"crisis
de la
edad
media
de la
vida".
Cerca
de los
55/60
años,
otras
"tormentas"
se
avecinan:
El
temor
a
envejecer
y los
diversos
tipos
de
personalidades,
que
colorean
en
forma
peculiar
todas
estas
manifestaciones.
Nos
extenderemos
algo
más
en un
fenómeno
común
a
cualquier
edad,
pero
más
frecuente
entre
los
40-60
años:
la
depresión.

2. La
llamada
"crisis
de la
edad
media
de la
vida"

2.1
Un
mito:
"La
menopausia"
(*)
masculina

Cuando
nos
referimos
a la
edad
media
de la
vida,
estamos
aludiendo
a un
término
medio
oscilante
entre
los 38
y los
50
años
de
edad
de un
hombre.
Por lo
mismo,
se la
conoce
como
la
"crisis
de los
40".
Algo
cambia
en un
hombre
cuando
llega
a esta
edad.
El
cambio
puede
variar
en
sus
manifestaciones,
pero
en
general,
hay
una
madurez
en el
estado
anímico,
dificultades
en el
área
laboral
y un
cambio
en su
aspecto
exterior.
Llegado
a esa
edad,
es
probable
que el
hombre
empiece
a
temer
a la
vejez
(algunos
ya se
sienten
viejos)
y a la
muerte,
vista
ahora
como
un
hecho
(antes,
era
una
suposición,
una
fantasía
infrecuente)
Alguien
puede
decirle
a este
hombre
que
en
realidad
está
padeciendo
de
"menopausia".
El
término
suena
un
poco
inadecuado;
se
usa
con
propiedad
para
la
declinación
de la
actividad
ovárica
femenina
y, por
lo
tanto,
de su
capacidad
reproductiva.
Definitivamente,
"no
corresponde
usar
este
término
para
el
hombre"
No
existe
la
declinación
marcada
de la
actividad
hormonal
como
en las
mujeres,
y si
existe
es
sumamente
gradual
y no
se
hace
sentir
para
nada,
en la
actividad
sexual.
El
diagnóstico
de
"menopausia"
a los
40-45
años,
suele
ser
usado
por
las
mujeres
(por
las
esposas,
claro)
a la
manera
de
broma
agresiva,
en el
intento
de
pensar
que la
afección
está
en el
marido
(y no
supuestamente
en
ella).
En
otras
oportunidades,
muchos
hombres
aceptan
gustosos
estar
"menopáusicos",
porque
asimilan
el
término
a una
enfermedad,
sacando
ventajoso
partido
de
esta
situación.
Sentirse
incapacitado
proporciona
una
excusa
válida
para
eludir
la
responsabilidad
de
enfrentarse
con
los
problemas
cotidianos
y
poder
hacer
lo que
su
"status
de
enfermo",
caprichosamente
requiera.

2.2
¿Qué
es la
crisis?
El
término
crisis
(*), a
los
fines
del
tema
que
estamos
tratando,
puede
ser
tomado
como
sinónimo
de
cambio
con
características
intensas
y
bruscas.
Este
cambio
-
atención-
puede
ser
favorable
o
desfavorable.
Literalmente,
es un
momento
decisivo.
La
crisis
de la
edad
media
de la
vida
es
una
etapa
considerada
inexorable.
Todo
hombre
de
cualquier
condición
social
la
pasa.
En
algunos,
antes
de los
40,
otros
llegando
a los
50.
No
tiene
que
ver
con el
fracaso
laboral,
ni con
el
matrimonial.
En
realidad,
la
crisis
de la
edad
media
de la
vida,
es
una
modificación
en la
vida
de un
hombre,
se
comporta
como
si se
hubiese
percatado
de
haber
perdido
algo,
y lo
manifiesta
con
tristeza,
abatimiento
o
enojo
y mal
humor.
Obviamente,
nos
preguntamos:
¿Qué
se ha
perdido?.
Muchas
cosas
-la
mayoría-
no
concretas,
inasibles,
casi
inexplicables.
Diremos
algunas:
los
años
de la
juventud,
los
sueños
y
objetivos
juveniles,
las
energías
puestas
al
servicio
de
"conquistar
el
mundo",
la
mejor
mujer,
el
mejor
premio,
el
más
alto
sueldo,
el
más
codiciado
puesto.
Lo
cierto
es
que la
crisis,
de
una u
otra
manera,
es
inevitable.
Habitualmente,
todo
hombre
es
ambicioso,
se
pone
una o
varias
metas
a
alcanzar
en la
vida.
Estas
metas
pensadas,
soñadas
y
proyectadas
cuando
se
tenían
entre
20 y
30
años
se
confrontan
con lo
que
se
obtuvo
realmente
entre
los 40
y 50
años.
Aunque
suene
disparatado,
la
crisis
se
presenta
por
igual
en
aquel
hombre
que
consiguió
total
o
parcialmente
sus
objetivos
y en
aquel
que
no los
consiguió.
¿Cómo
se
explica
el
primer
caso?
Porque
el
estímulo
principal
del
hombre,
antes
de
alcanzar
su
anhelado
objetivo,
es el
esfuerzo
y la
espera
del
resultado.
Cuando
éste
llega,
se ha
perdido
el
esfuerzo.
Ya no
hay
para
qué
luchar.
A
esta
altura
de la
vida y
en
cualquier
circunstancia,
el
hombre
cae
en la
cuenta
de
que
es
mortal.

2.3
Crisis,
estrés
y
cambio

Recordemos
que el
cambio
mismo
es
una
fuente
de
estrés,
de
esfuerzo.
Este
estrés
produce
modificaciones
hormonales
importantes,
una
baja
en al
inmunidad
del
individuo
y, por
supuesto,
una
mayor
predisposición
a
enfermar.
Un
hombre
de 40-
45
años
que
cae
en la
cuenta
de
sus
limitaciones,
que
hace
un
balance
parcial
de lo
conseguido
hasta
ese
momento
y
tiende
a
enojarse
ya
deprimirse,
lucha
para
ocultarse
a sí
mismo
esta
realidad.
Lucha,
se
desgasta
y,
finalmente,
agotado,
puede
ver -
no
siempre-
esta
verdad
de
frente.
Esta
lucha
y este
desgaste,
no
son
simples
enunciaciones.
El
hombre
puede
ocultar
los
límites
a los
que
ha
llegado
a
través
del
alcohol,
descuidando
su
vestir,
o
saliendo
con
otras
mujeres.
Generalmente,
con
mujeres
mucho
más
jóvenes,
intentando
una
"transfusión"
de
juventud.
Puede
llegar
a
engordar
muchos
kilos,
o
fumar
en
exceso,
y es
la
época
en
que la
hipertensión,
el
colesterol,
la
Diabetes
y la
úlcera
gastroduodenal
aparecen
con
mayor
frecuencia.
El
miedo
a
envejecer,
la
sensación
de no
haber
alcanzado
las
metas
propuestas,
la
necesidad
de
aferrarse
a una
realidad
que
se
escapa,
hace
de la
crisis
de
estos
hombres
los
prolegómenos
de
una
turbulencia
depresiva
necesitada,
en
muchísimas
oportunidades,
de
ayuda
psicológica.
2.4 La
crisis
de la
edad
media
de la
vida y
el
matrimonio.

Cuando
un
hombre
siente
que
"el
piso
se le
mueve"
en
todos
los
órdenes,
es
inevitable
que la
angustia
afecte
la
relación
matrimonial.
Es
difícil
decir
de
cuales
factores
dependen
la
estabilidad
del
matrimonio
en
estas
circunstancias,
pero
la
capacidad
de
tolerancia
de
una
mujer
para
administrar
la
crisis
del
marido
es un
factor
decisivo.
Pero
el
problema
de
ninguna
manera
es
fácil.
Hemos
crecido
con el
pensamiento
de
que el
matrimonio
es un
vínculo
indisoluble
-y, a
fuerza
de ser
sinceros-
digamos
que
es
deseable
que
así
suceda.
Pero -
y es
de
cotidiana
comprobación-
no es
lo que
la
realidad
contemporánea
muestra.
Hemos
sido
educados
-
aunque
el
medio
que
nos
rodeara
mostrara
lo
contrario-
con
los
ideales
del
crecimiento
sin
problemas,
el
encuentro
con
un
amor
eterno
y sin
altibajos
y la
satisfacción
del
deber
cumplido.
Más o
menos
como
un
hermoso
cuento
de
hadas.
Es
obvio
que
no
hemos
sido
advertidos
y
muchos
menos
preparados
para
las
insatisfacciones,
decepciones
y
crisis
de
toda
índole
que
presionan
dentro
de la
vida
matrimonial.
En
realidad,
hay
dos
grandes
variantes
en
este
tema.
Una,
es la
crisis
del
matrimonio
en sí,
y otra,
la
crisis
de
uno
cualquiera
de los
cónyuges
que,
al
negarse
a
admitirla,
tiende
a
culpar
de
ella al
matrimonio
como
institución.
Ocurre
que el
hombre,
a esta
altura
de su
vida,
comienza
a
experimentar
sensaciones
y
necesidades
emocionales
que
antes,
si
tenía,
le
pasaban
totalmente
inadvertidas.
El
hombre
suele
sentir
-la
mujer
también,
dicho
sea
de
paso-
que el
matrimonio
y la
compañera
elegida,
después
de 10-
15
años
de
vida
en
común,
han
perdido
todo
halo
mágico.
El
problema
no es
nada
simple.
Esta
crisis
se
enmarca
en el
endiosamiento
de la
juventud,
proceso
fomentado
y
propagandeado
por
nuestra
sociedad
actual.
Por lo
tanto,
los
sueños,
metas
de
vida,
ilusiones
forjadas
veinte
años
atrás,
suelen
no
servir
ahora.
Descubrir
-a
veces
muy
súbitamente-
que
no
alcanzaron
los
objetivos
soñados,
puede
causar
horror
a
muchos
hombres.
El
sujeto
tiende
a
hacerse
más
gruñón
que
de
costumbre,
a
reducir
el
contacto
con
su
esposa
e
hijos,
a
pegarse
más
al
televisor,
oa
llegar
tarde
a
casa.
Si le
pudiéramos
preguntar,
este
hombre
respondería
que
se
siente
"insignificante,
impotente,
envejecido".
El
varón
enfrenta
muy
mal
este
período.
Decididamente,
la
mujer
suele
tener
mayor
ductilidad
y
capacidad
de
adaptación.
El
hombre
encuentra
ahora
que la
vida
se le
ha
rutinizado,
en
tanto
la
mujer,
libre
de las
ataduras
lógicas
impuestas
por la
maternidad,
crecidos
los
hijos
ya
adolescentes,
se
siente
mucho
más
libre y
emprende
una
segunda
parte
de la
vida
con
alegría
y
coraje.
Hay
una
mujer
diferente
en la
vida
de
este
marido
y
debe
enfrentarse,
inevitablemente,
con
esta
realidad.
Pude
sentirse
más
abandonado
aun si
su
mujer,
ya no
tan
dedicada
a él,
decide
trabajar,
o
continuar
sus
estudios,
o
simplemente
divertirse
con
sus
amigas.
Un
aspecto
interesante
por lo
frecuente
y la
incidencia
que
tiene
en la
estructura
del
matrimonio
en
esta
edad,
concierne
a los
hijos
ya en
franco
crecimiento
y
desprendimiento
acelerado.
Se
produce
un
encuentro-
desencuentro
entre
hombres
e
hijos,
de
cualquier
sexo,
realmente
conmovedor.
¡Justamente
cuando
el
padre
está
pasando
por
un
período
crítico
y
además
altamente
sensible,
necesitado
de
comprensión,
calidez
y
ternura,
los
hijos,
por
un
proceso
natural,
están
alejándose...!
El
hombre
suele
estar
muchos
años
"edificando
el
futuro":
trabajando
de sol
a sol,
ahorrando
dinero
o
invirtiendo
en
bienes,
soñando
con la
casita
propia,
o con
el
coche
nuevo,
o con
el
puesto
de
máxima
jerarquía
en el
trabajo.
Al
retornar
-
muchas
veces
con el
objetivo
logrado-
se
encuentra
con
sus
hijos
en
franca
rebeldía
adolescente.
No le
obedecen,
siguen
sus
propios
gustos,
y les
parece
sumamente
aburrido
estar
con
papá
y
mamá
muchas
horas
o
compartiendo
las
vacaciones.
La
crisis
de la
edad
media
de la
vida
sorprende
al
hombre
en
varios
frentes
simultáneos:
desea
encontrar
en la
esposa
a la
misma
mujer
del
pasado,
sin
advertir
que
ella
también
está
cambiando;
desea
encontrarse
con
sus
hijos
y
éstos
no
quieren
saber
nada
de él;
desea
encontrar
una
fuente
de
inspiración
en su
trabajo
o en
su
profesión
para
salir
de su
monotonía
y el
aburrimiento,
pero
siente
no
tener
ideas,
y no
se le
ocurre
nada
creativo.
Se
cree
viejo
y
piensa
que
esta
crisis
es
irreversible
y que
le
puede
durar
todo
el
resto
de la
vida.

3.
"Crisis
de la
edad
media
de la
vida"
y
sexualidad.

Se
supone
-mal,
naturalmente-
que la
vida
sexual
de
una
pareja
con
10-15
ó 20
años
de
vida
en
común,
desaparece
lánguidamente;
apenas
perdura
con
ritmo
rutinario,
sólo
como
para
conservar
el
vínculo
y
nada
más.
Esta
creencia
muy
común,
asienta
sobre
otra
fundamental:
a
medida
que el
hombre
va
creciendo
en
edad,
decrece
su
vida
sexual.
Si
bien
existen
notables
cambios
en la
vida
de la
pareja
-vida
corporal,
vida
en
común
con
los
hijos,
vida
laboral,
vida
de fin
de
semana,
vida
de
pasatiempos
y de
vacaciones-
y
también
la
declinación
lógica
del
paso
de los
años,
esto
de
ninguna
manera
implica
el
envejecimiento
sexual,
la
impotencia
o la
arterosclerosis
incipiente.
La
época
de la
juventud
-de
los 20
a los
35
años-
suponía
fogosidad,
rapidez,
frecuencia;
la
edad
de los
40-50,
supone
experiencia,
calidad,
desaceleración
de
todas
las
emociones
y
reacciones,
mayor
capacidad
de
autocontrol
y, muy
especialmente,
un
diferente
nivel
de
placer.
No
hay
dudas
de la
infinidad
de
factores
influyentes
en
desavenencias
conyugales,
a
veces
cotidianas.
Problemas
con
los
hijos,
o
directamente
el
reconocimiento
de un
error
compartido,
pueden
llevar
a una
pareja
a la
separación
transitoria
o al
divorcio
definitivo.
Pero
el
caso
más
común
no es
este.
Existe
una
enorme
cantidad
de
hombres
desilusionados
de su
elección
matrimonial,
lo que
repercute
directa
o
indirectamente
en su
vida
sexual.
Y
¿por
qué?.
Parece
ser
que la
responsabilidad
de
esta
desilusión
deber
ser
buscada
en las
expectativas
con
que
cada
hombre
abordó
al
matrimonio
y a su
compañera
cuando
era
joven.
Por
otra
parte,
el
hombre
llegado
a la
mayoría
de
edad,
ve
precipitarse
como
un
castillo
de
naipes
"el
mito
del
macho",
dentro
del
cual
fue
criado
y
moldeado.
¿En
qué
consiste?
Al
hombre,
es su
juventud,
le fue
inculcado
que
sólo
el
pene
erecto
es
sinónimo
de
potencia,
tanto
sexual
como
de
cualquier
otro
tipo.
Además,
debe
"durar"
mucho
tiempo
con el
pene
erguido
antes
de
eyacular.
Un
hombre
debe
ser de
pene,
cabeza
y
corazón
duro,
se le
ha
dicho
y
repetido
hasta
el
cansancio.
Por lo
tanto,
se
espera
de él
que
sea
agresivo
y
recio,
que
no
falle
nunca
en
nada
y
menos
en la
cama,
que
compita
en
todo,
aventajando
(sobre
todo
en los
relatos
de
café)
a
cualquier
otro
hombre.
Formado
en
este
tipo
de
pensamiento
durante
años,
a este
hombre
le
pareció
natural
probar
su
potencia
sexual
con
su
compañera
(y a
veces,
con
muchas
otras
mujeres)
cada
vez
que
salía
al
"campo
de la
lucha"
de la
cama.
A los
20-25
ó 30
años,
se
pueden
tener
relaciones
sexuales
sin
muchas
exigencias,
en
cualquier
lugar,
en
cualquier
posición,
con
cualquier
mujer,
en
cualquier
estado
físico
y bajo
cualquier
tipo
de
presión.
Según
este
pensamiento,
ser
hombre
es ser
joven
y
"ganar
trofeos".
La
hombría
es la
potencia
y la
potencia,
el
poder.
A
veces,
la
hombría
es la
potencia
y el
poder,
que
se
mantienen
gracias
a la
máscara
ocultadora
de los
sentimientos,
las
tensiones
y
aprensiones
existentes.
Cuanto
más
se
alardee
y se
haga
ostentación,
más
hombría
se
supone
tener.
Cuando
un
hombre
llega -
supuestamente-
a la
madurez
de los
40-50
años,
no
puede
pretender
tener
la
reactividad,
la
velocidad
y la
indiscriminación
en
sus
relaciones
que
tenía
10 ó
15
años
atrás.
Como
quedó
dicho,
el
"culto
del
macho"
hace
suponer
a un
hombre
que el
tiempo
no
pasa,
que la
juventud
es
eterna,
que
puede
quedar
sin
dormir
varias
noches
a los
25
años
como
a los
35
como
a los
45;
que
podrá
tener,
sin
cansancio
2ó3
relaciones
sexuales
por
día
también
a
cualquier
edad,
y que
su
pene
apenas
toque
la
cama
(no la
mujer)
tendrá
la
misma
capacidad
de
volverse
eréctil
a los
25
como
a los
45 ó
50
años.
En
esta
edad
media
de la
vida,
los
hombres
"descubren"
súbitamente
que
ese
mito
es
eso:
un
mito.
El
pene
no se
levanta
tan
rápidamente
como
antes
y, -¡oh,
horror!-
a
veces
sencillamente
no se
levanta.
El
"atleta"
ha
entrado
-
según
cree
el
supermacho-
en
declinación;
el
miedo
a la
vejez,
a
estar
"acabado",
esto
domina
el
panorama,
agravando
los
estados
anímicos
y las
relaciones
con la
esposa
o la
familia.
Si el
hombre
no
tenía
hasta
el
momento
ningún
problema,
es
seguro
que lo
tendrá
ahora.
Hay
un
detalle
agravante.
Los
hombres
están
cursando
en
esta
edad
media
de 40-
45
años,
una
época
en
que la
vida
también
ha
crecido
en
derredor.
No
sólo
los
hijos
sino
también
la
mujer
y los
parientes
cercanos.
No es
extraño
que
en
estos
años,
un
familiar
-
madre
o
padre-
enferme
o
muera;
o que
se
produzcan
cambios
importantes
en la
vida
laboral
o del
hogar,
como
ascensos
en el
trabajo,
cesantías
y
comienzo
de
trabajos
nuevos,
o
mudanzas
de
residencia,
etc.,
etc.
Todos
estos
factores,
a
veces,
actúan
de
desencadenantes
de
situaciones
de
estrés
que
desembocan
en la
crisis
de la
edad
media.
El
hombre
tenderá
a
atribuir
la
pérdida
de su
reactividad
o la
falla
ocasional
en la
erección
o
eyaculación
a
cualquiera
de
estos
factores.
Como
popularmente
se
cree
que
en
esta
época
comienza
la
"menopausia
masculina"
(*) no
es
extraño
que el
individuo
consulte
a un
especialista
para
que le
sean
administradas
hormonas
(testosterona).
Repetiremos
que el
decrecimiento
intenso
de la
actividad
testicular
en
esta
edad
es
muy
raro.
Y
además,
si se
detecta
una
baja
importante
en la
Testosterona,
debemos
saber
que
no se
trata
de un
acontecimiento
natural
sino
de
una
enfermedad
que
tiene
manifestaciones
hormonales
en
otras
partes
del
cuerpo
y
relativamente
accesibles
a
cualquier
especialista.
En
conclusión,
los
problemas
sexuales
de un
hombre
de 40-
45
años
una
vez
descartadas
las
grandes
causas
orgánicas
como
la
Diabetes,
los
problemas
vasculares
y
renales
o
alguna
afección
general,
son
de
origen
psicológico.
La
terapia
hormonal
servirá
de
muy
poco.
Y es
más.
Es
necesario,
antes
de
medicarlo
con
Testosterona,
efectuar
un
análisis
de
sangre
completo,
que
incluya
un
Antígeno
Prostático
Específico,
con la
finalidad
de
detectar
posibles
procesos
de
neoformación,
que la
administración
hormonal
pueda
-
peligrosamente-
activar.
Es
conveniente
explorar
las
fuentes
de la
angustia,
productora
directa
de
fallas
sexuales.
Es
probable
que
un
hombre
niegue
tener
angustia.
Recordemos
que la
angustia
es un
afecto
y,
como
tal,
está
sujeto
a la
política
general
sustentada
hasta
ese
momento
por
los
hombres:
reciedumbre,
"los
hombres
no
lloran",
"el
que
confiesa
un
afecto
o un
problema,
es un
marica"
etc.
Pero,
cuando
se los
interroga
con
tiempo
y
detenimiento,
estos
hombres
de 40-
45
años
pueden
develar
circunstancias
o
acontecimientos
productores
de
angustia
que
han
contribuido
en
forma
directa
a la
sumatoria
de la
crisis
de la
mitad
de la
vida y
pueden
provocar
fallas
sexuales.
Así,
estos
hombres
pueden
confesar
como
causas
cercanas
de
ansiedad:

·
Hostilidad
de la
esposa.
· Poca
demostración
de
cariño
de la
compañera
(no lo
acarician
eróticamente,
o lo
acarician
insuficientemente).
·
Clima
sexual
tenso:
los
chicos
rondan
el
cuarto,
no
hay
intimidad.

Pero
lo
más
interesante,
son
las
causas
indirectas
o
lejanas
de
ansiedad.
Se
pueden
remontar
a3ó
4
años
atrás:

·
Angustias
laborales:
peligro
de
perder
el
puesto
o el
trabajo.
·
Angustias
económicas:
aprietos
financieros,
peligro
de
perder
la
casa.
·
Episodios
depresivos,
aún
los
que
hoy
ya
están
superados.
·
Fatiga
física,
descanso
insuficiente,
insomnio.
·
Consumo
excesivo
de
bebidas
alcohólicas.
·
Consumo
excesivo
de
tabaco
(más
de un
atado
de
cigarrillos
diario)
·
Tensiones
conyugales
durante
un
lapso
prolongado.

Cualquiera
de
estas
causas
puede
venir
acoplada
a
muchas
otras,
potenciando
su
capacidad
de
producción
de
angustias.
Además,
la
angustia
crónicamente
sostenida,
puede,
por sí
misma,
producir
cambios
hormonales,
siendo
a su
vez
éstos
responsables
circunstanciales
indirectos
de las
posibles
fallas
eréctiles
o
eyaculatorias.

3.1 El
hombre
de 40-
50
años:
un ser
ignorante
en
materia
sexual
y
altamente
sugestionable.

Los
padres
de la
sexología
contemporánea,
W.Masters
y
V.Johnson
afirman
textualmente:
"La
susceptibilidad
del
macho
humano
al
poder
de la
sugestión
con
respecto
a su
capacidad
sexual,
es
casi
increíble."
Esa
sensación
flotante
en el
aire
respirado
por
cualquier
hombre
de
esta
edad,
del
temor
a
perder
la
erección,
a no
durar
lo
suficiente,
a
perder
la
"virilidad",
a que
le
digan
"inservible",
es la
causa
principal
-no
existe
duda
alguna-
de las
fallas
sexuales
en
esta
edad
de la
crisis.
La
más
leve
alusión
a la
capacidad
de
tener
una
erección
y
sostenerla,
encuentra
al
hombre
de 40-
45
años
tan
sensible
y
susceptible,
que
puede
provocarle
una
brusca
inhibición
y
desencadenarle
una
pérdida
total
o
parcial
de la
erección.
Este
mismo
hombre
ignora
que
con el
tiempo
se le
ha
prolongado
francamente
el
período
refractario;
necesitará
minutos
y, a
veces
horas
de
juego
amoroso
previo
a una
erección.
Antes,
con
solo
mirar
a
alguien,
ya
sentía
una
sensación
característica.
El
hombre,
además
de
ignorar
todo
lo
referente
a su
sexualidad,
es
terco
y
orgulloso.
Eso
quiere
decir:
"a mí,
esto
no
puede
sucederme".
Entonces,
empeñará
sus
fuerzas
en la
lucha
sin
cuartel
contra

mismo;
cree -
ingenuamente
- que
cuanto
más
esfuerzo
de
voluntad,
mayor
atención
focalice
y
mayor
espacio
de su
mente
le
dedique,
solucionará
mejor
el
problema.
El
resultado
es la
depresión:
el
proceso
natural
e
involuntario
reside
en la
no
admisibilidad
de los
límites,
de los
afectos,
de las
nuevas
necesidades
de
placer
y
satisfacción.
La
mayor
parte
de los
hombres,
sin
duda,
no
comentará
sus
problemas
con
otros
hombres.
El
camino
del
"macho"
también
pasa
por
ahí. Y
si
comenta,
no
obtendrá
respuestas
honestas.
La
hipocresía,
la
fanfarronería
y la
omnipotencia
crean
el
clima
más
común
entre
los
"machos".
El
resultado
es
previsible:
el
hombre
se
siente
solo,
creyendo
que
es un
caso
único,
excepcional
y
además,
incurable.
No es
nada
extraño
que
para
calmar
la
ansiedad
y
probarse,
el
hombre
de 40-
45
tenga
aventuras
amorosas
con
mujeres
a
veces
mucho
más
jóvenes
que
él. O
incluso,
que
salga
en
repetidas
oportunidades
con
mujeres
ocasionales,
pagadas,
por
supuesto.
Como
es de
suponer,
este
"método
de
diagnóstico
y/o
terapia"
no
resulta;
a
veces
agrava
más
el
problema:
el
"macho"
encuentra
el
"documento"
de
que
está
"terminado",
que
ya "no
funciona"
y
supone
que
algo
grave
le
sucede.
También
existen
los
que
se
transforman
en
Don
Juanes
seductores
para
darse
mayor
tranquilidad
y
confianza,
los
que
asedian
a las
amigas
o
esposas
de
amigos.
En el
extremo,
están
los
que
frecuentan
"casas
de
masajes"
o
"saunas",
o
prostitutas,
donde
la
máquina
del
dinero
ha
sustituido
al
afecto,
el
tiempo
tranquilo,
las
caricias
con
amor
y,
sobre
todo,
la
presencia
del
otro
global,
como
una
totalidad
comprensiva.
Es
muy
reciente
la
lucha
contra
la
ignorancia.
El
material
interesante
y
valioso
escrito
por
colegas
serios
responsables,
se
mezcla
con
material
muy
ostentoso
y
burdo,
con
fines
claramente
comerciales.
La
represión
que
hemos
vivido
durante
décadas,
hace
que
muchas
veces
una
sala
de
masajes
sea la
única
"fuente
de
consulta"
de un
hombre
angustiado.
Sin
embargo,
cada
día
son
más
los
hombres
capaces
de
confesar
sus
problemas
a un
clínico
o a un
Urólogo,
de la
misma
manera
que
las
mujeres
hace
tiempo
ya se
los
confiesan
a su
Ginecólogo/a.

4. Un
repaso
evolutivo:
el
ciclo
sexual
masculino.

Los
estudios
modernos,
incluídas
las
experiencias
clínicas,
demuestran
que el
varón
alcanza
su
máximo
desarrollo
sexual
biológico
aproximadamente,
entre
los 17
y 23
años.
¿Qué
significa
esto?
Significa
el
poder
responder
velozmente
y en
forma
repetida
a los
estímulos
eróticos.
Es
casi
un ser
infatigable.
En
muchísimos
casos,
el
joven
varón
de 18-
23
años,
es
capaz
de
alcanzar
la
erección
en
cuestión
de
segundos,
con
solo
imaginar
una
escena
erótica,
y
tener
más
de
una
eyaculación
sin
perder
totalmente
la
erección.
El
llamado
período
refractario
es
sumamente
breve,
tal
vez a
los 5
o 10
minutos
puede
ser
reestimulado
con
buena
respuesta
eréctil,
y por
lo
tanto,
es
capaz,
no
sólo
de
penetrar
varias
veces
en el
transcurso
de
horas
a su
compañera,
sino
de
tener
más
de un
orgasmo,
sin
retirar
el
pene
de la
vagina.
Nuestra
sociedad
nos
ha
educado
predominantement
en la
hipocresía
de la
doble
moralidad
y en
verdaderos
mensajes
paradojales:
"No
debes
hacerlo.
Pero
hazlo,
igual
lo
harás".
Habitualmente
los
jóvenes
buscan
satisfacer
su
sexualidad
a
través
de
prostitutas,
o
tomando
la
iniciativa
de
cortejar
a
jovencitas
de su
misma
edad
o un
poco
menores.
Algunos
llegan
a
tener
relaciones
sexuales
que,
como
están
cargados
de
ansiedad
y
culpa,
son
fuente
de
eyaculaciones
precoces
y
anorgásmias
(*)
femeninas.
El rol
de la
mujer,
habitualmente,
es el
de la
jovencita
seducida
contra
su
voluntad,
o de
la
inocente
víctima
de un
"hombre
agresivo".
Todo
este
panorama,
felizmente,
se
está
modificando
bastante
en los
últimos
años.
Probablemente
nuestros
hijos
no
tengan
ya
estas
preocupaciones
con
los
suyos
propios.
Entre
los
20-30,
se
producen
en los
varones
cambios
manifiestos
en las
costumbres
sexuales.
La
responsabilidad
por
ganar
el
sustento,
por
formar
un
hogar
va
moderando
y
seleccionando
progresivamente
el
ritmo
sexual.
Las
etapas
finales
de la
adolescencia,
van
cediendo
paso
a la
calma
social
y al
ejercicio
progresivo
de la
capacidad
de
crear
y
procrear.
Ya
después
de los
30-35
años,
han
quedado
atrás
las
cúspides
biológicas
de los
18.
Raramente
el
hombre
puede
gozar
de un
orgasmo
múltiple.
Se ha
ido
espaciando
cada
vez
más
el
llamado
período
refractario
y la
frecuencia
de
coito
no
excede
la de
3 por
semana
en
una
vida
matrimonial
regular.
En
forma
franca,
mejora
la
vida
sexual
en
cuanto
a
calidad,
y la
seguridad
interior
ha
aumentado
notablemente.
Sin
embargo,
pese
a
alcanzar
la
madurez
en
materia
sexual
, el
hombre
de
esta
edad
comienza
a ser
muy
sensible
a los
cambios
en el
medio
exterior.
Estos
cambios
pueden
hacerse
sentir
directa
o
indirectamente
en su
vida
sexual,
la
mayor
parte
de las
veces
en
forma
transitoria.
Comienzan
a
aparecer
variaciones
notables,
que
dependen
del
estilo
de
cada
hombre
y
cada
pareja.
La
enorme
cantidad
de
problemas
cotidianos
a que
se ve
sometida
una
pareja,
vuelve
inevitable
que el
hombre,
la
mujer,
o
ambos,
padezcan
algún
problema
en el
área
sexual.
La
ignorancia,
la
falta
de
comunicación
entre
ambos,
la
carencia
de
conocimientos
de las
personas
o
profesionales
a
quienes
se
consulta,
los
mitos,
siguen
cobrando
víctimas,
muchos
más,
por
supuesto,
que
los
posibles
problemas
orgánicos.
Nos
estamos
refiriendo
a las
edades
entre
30 y
40
años.
La
exigencia
mitológica
de
tener
el
pene
rígido
y
"durar"
mucho
tiempo,
pese
a
tener
problemas
por
no
poder
pagar
la luz
y el
gas a
fin de
mes,
o
haber
sido
despedido
del
trabajo,
sigue
haciendo
estragos
en los
hombres
de
esta
edad.
Muchos
hombres
sienten
la
falta
de
novedad
en la
relación
sexual,
sin
nada
que
descubrir,
con
todos
los
pasos
y las
escenas
marcadas
muy
de
antemano.
Una
de las
manifestaciones
más
comunes
entre
los
40y
los 50
años
se
refiere
al
hecho
de
cuál
de los
esposos
toma
la
iniciativa
de
tener
un
acto
sexual.
También,
o por
motivos
de
costumbres
"machistas"
e
"inferioridades"
mitológicas
femeninas
(una
mujer
debe
esperar
siempre;
nunca
debe
avanzar
primero),
los
primeros
años
de
matrimonio
transcurren
con el
hombre
proponiendo
o
"buscando"
a su
esposa.
Este
tipo
de
interacción
tiene
sus
excepciones,
por
supuesto,
pero
de un
modo
general,
es
aplicable
a casi
todos
los
matrimonios
de
nuestra
cultura.
El
hombre
acostumbrado
a esta
modalidad
puede
llegar
a
tener
problemas
cerca
de los
40-45
años.
¿Por
qué?
Porque
la
mujer,
aún
cuando
después
de 10
años
de
vida
en
común
esté
necesitada
de
relación
sexual,
o
interesada
en un
juego
amoroso
intenso,
no se
lo
solicitará
a su
esposo;
tenderá
a
inhibirse
ya
dejarle
paso
a él.
Como
de
costumbre.
Un
hombre,
tomado
por la
idea
de
una
declinación
sexual
por
estar
pasando
problemas
laborales
o
afectivos,
puede
llegar
a
sentir
a los
40
años
que
su
mujer
se
desinteresa
de él,
que lo
abandona
a su
suerte,
que
no lo
excita,
que
no se
preocupa
por
su
salud
o su
"envejecimiento
prematuro".
Para
colmo
de
males,
la
falta
de
iniciativa
y la
fuerte
inhibición
de
ella,
pueden
agravar
la
situación.
A
esta
edad,
como
quedó
dicho
anteriormente,
los
reflejos
eréctiles
no
son
los
mismos
que
aquellos
de 15
ó 20
años
atrás.
Se
tornan
necesarias
la
comunicación
afectiva,
la
estimulación
intensa
mutua,
la
paciencia
y la
tolerancia.
El
hombre
que
encuentre
en su
mujer
a una
compañera
con
iniciativa
proporcionadora
de
tranquilidad
y
confianza,
no
tendrá
ningún
problema.
La
iniciativa
sexual
suele
ser
transitoria
y,
como
cualquier
otra
crisis,
evoluciona
y
pasa.
Pero
un
altísimo
número
de
hombres
tienden
a
malinterpretar
estas
reacciones
ya
sobredimensionar
las
costumbres
"pasivas"
o
faltas
de
iniciativa
de
sus
compañeras.
Creen
que
su
vida
sexual
toca a
su fin.
A la
inhibición
habitual
de la
mujer
se
suma
ahora
la
angustia
del
marido.
El
resultado
es
fácilmente
imaginable:
un
espaciamiento
progresivo
de la
relación
sexual,
un
miedo
progresivo
a
probar
"a ver
qué
pasa
esta
noche",
una
necesidad
progresiva
de
consultar
con
alguien
y una
gran
vergüenza
de
hacerlo.

4.1
Dos
factores
condicionantes
en la
vida
sexual
de la
mediana
edad:
los
niños
y el
trabajo

Examinaremos
dos
factores
externos,
incidentes
en
forma
diferente
en los
problemas
sexuales
habituales
de un
hombre
de 40-
45
años.
Los
niños
suelen
ser
muy
bullangueros,
e
interrumpir
o
impedir
el
acto
sexual
o los
momentos
íntimos
de los
padres.
Cuando
son
muy
pequeños,
las
exigencias
de los
llantos
o los
pedidos
intempestivos
son
fácilmente
controlables,
pero
el
cansancio
lógico
que
provocan,
es un
factor
negativo
para
un
placentero
relacionamiento
en la
intimidad.
Cuando
son
adolescentes,
es
frecuente
constatar
la
imposibilidad
de
encontrar
espacios
y
tiempo
para
quedar
a
solas.
Es
obvio
que
cuando
los
niños
o
adolescentes
están
más
conectados
con el
acontecer
en
derredor
de
ellos,
más
preocupados
estarán
los
padres
por el
miedo
a ser
descubiertos
durante
una
relación
sexual.
En
algunas
parejas
esta
preocupación
puede
llegar
a ser
patológica,
y
llevarlos
a
olvidar
por
completo
el
derecho
de
disfrutar
de su
capacidad
amatoria.
Esta
parejas
creen
que la
imagen
que
deben
dar a
sus
hijos
es la
de
padres
rígidos,
austeros
y sin
intimidad.
Después
de
tantos
miedos
y
prevenciones,
cuando
por
fin el
encuentro
puede
darse,
en el
silencio
de la
medianoche,
ambos
cónyuges
están
cansados
y
muchas
veces,
sin
motivación.
No es
extraño
que la
erección,
la
calidad
de las
caricias,
el
tiempo
dedicado
a
estimularse
y
darse
placer,
sean
exiguos;
el
resultado
es un
deterioro
progresivo
del
erotismo,
que
deja
paso
al
hastío
y/o la
hostilidad.
En
realidad
los
niños
desean
que
sus
padres
sean
cariñosos
incluso
entre
ellos.
Los
niños
necesitan
saber
que
sus
padres
tienen
entre
ellos
vida
íntima,
aunque
no
pueda
ser
publicitada,
exhibida
ni
comentada.
El
erotismo
sexual
es
una
experiencia
que
debe
ser
concebida
y
experimentada
en la
intimidad,
lo
cual
no
quiere
decir
sequedad,
cortedad,
inhibición,
silencio
absoluto.
Los
niños
necesitan
saber
que
los
padres
tienen
vida
sexual
entre
ellos,
aunque
no
frente
a
terceros.
Explicar
esto
con
palabras
y
ejemplos
adecuados,
suele
calmar
a los
niños.
Agregar
un
cerrojo
a la
puerta
del
dormitorio
es el
otro
paso
importante.
Todo
esto,
incluso,
forma
parte
de la
educación
sexual
saludable,
tendiente
a
guardar
recuerdos
benéficos
cuando
estos
niños
crezcan
sin
tabúes
(*) y
sin
hipocresías.
El
trabajo
es el
segundo
gran
tema
preocupante
en la
mente
de los
hombres
de
mediana
edad.
Cuando
hablamos
de
trabajo,
incluimos
también
actividades
extra-
hogar:
carrera,
profesión,
oficio,
tareas
en la
comunidad,
pasatiempos,
hobbies,
relación
con
amistades,
etc.
Es
deseable
que
un
hombre
a esta
altura
de la
vida
crezca,
se
empeñe
en
mejorar,
compita
y
disfrute
de
sus
triunfos,
aunque
aparentemente
sean
muy
pequeños.
Pero
nos
referimos
a la
exageración
de
estas
actividades,
en
detrimento
de la
relación
de
pareja.
El
argumento
habitual
de
estos
hombres,
es
que si
no lo
hacen
ahora,
¿cuándo?
Pero
el
problema
suele
ser el
proporcionar
bienes
o vida
material
a la
familia
o los
hijos,
pero
casi
nada
de
ellos
mismos.
La
esposa
y los
hijos
lo ven
cada
día
más
preocupado
con el
trabajo
o la
profesión
y
acaban
teniendo
poco
contacto
con
él. Y
se
supone
que a
esta
edad,
es
cuando
más
necesita
el
hombre
del
apoyo
emocional
de su
familia.

4.2
Algunos
déficits
en la
edad
mediana,
provocadores
de
dificultades
sexuales.

4.3
Un
déficit
importante:
la
pérdida
de la
comunicación.

Es
una
de las
quejas
más
comunes.
Habitualmente
en
una
pareja
es la
mujer
quien
se
queja
de
este
problema;
el
hombre
considera
"poco
masculino"
estar
hablando
de
sus
necesidades
o
sentimientos.
Durante
los
primeros
años,
probablemente,
la
comunicación
en
cantidad
y
calidad
era
suficiente,
cuando
el
hombre
llega
a los
40-45
años,
se
modifica
el tipo
de
necesidad
y aún
la
calidad
de
relación
íntima.
También
los
temas
a
comunicarse
se
van
transformando
y, en
muchos
sentidos,
se
torna
necesaria
una
profundización
de los
mismos.
La
necesidad
de
ambos
cónyuges
es de
un
compromiso
mayor,
con el
énfasis
puesto
en el
tema
de la
relación
de
pareja,
los
gustos
de
ambos,
los
sentimientos
envueltos.
No se
trata
de
imposiciones
tales
como:
"Yo
quiero
o
querría
esto
si no,
no
hago
tal
cosa";
más
bien
sería:
"Yo
quiero
esto.
Tú,
¿qué
querrías?"
Es
lógico
que,
pese
a los
largos
años
juntos,
puedan
existir
aristas
de
hostilidad
y
desconfianza,
pero
la
experiencia
demuestra
una
fuerte
dosis
de
fantasía
en las
actividades
defensivas
de los
cónyuges,
por
sobre
las
razones
reales
concretas.
En
cuanto
al
relacionamiento
sexual,
es
importante
efectuarse
pedidos
específicos
de
estimulación.
Es
muy
común
la
pareja
que
tras
10-15
o más
años
de
buena
relación
íntima,
tenga
un
problema
sexual
después
de
algún
acontecimiento
estresante
o
alguna
pérdida
afectiva.
Ahora
la
erección
o la
eyaculación
falla
total
o
parcialmente,
y es
necesario
reiniciar
el
contacto
íntimo
como
si
acabaran
de
conocerse.
Entonces
aparecerán
la
inhibición,
la
vergüenza
y,
también,
el
descubrimiento:
el
hombre
tiene
perturbados
los
reflejos
muy
sensibles
de la
erección
y
necesita
que
su
mujer
sea
paciente
y le
proporcione
estímulos
delicados
durante
mucho
más
tiempo
que
antes.
Hace
10
años,
la
erección
se
producía
"sola".
Quiere
decir:
sin
necesidad
de
mucha
participación
de la
mujer.
Ahora,
después
de los
40
años
de
edad,
las
caricias
activas
de
ella
son
casi
imprescindibles.
El
marido
no
tiene
una
enfermedad
grave
ni
está
"acabado",
ni se
ha
vuelto
un
"degenerado".
Simplemente,
retornar
a un
entrenamiento
a esta
edad,
exige
un
poco
más
de
esfuerzo
y
paciencia.
Aquí,
la
comunicación
íntima
de las
necesidades,
de los
miedos,
de los
pensamientos
que
nunca
antes
pudieron
ser
mencionados,
se
vuelve
casi
imperiosa.
En
muchas
ocasiones
no se
tiene
ni
siquiera
el
vocabulario
para
referirse
al
pene
o a la
vagina,
o al
clítoris.
Hay
parejas
que
se
sienten
más
cómodas
hablando
en
lenguaje
culto,
otras
no.
Carece
de
importancia.
Lo
esencial
es
que
se
comuniquen.
Para
la
comunicación
íntima,
es
necesario
el
lenguaje
no
verbal.
El
hombre
debe
indicar
a su
mujer
dónde
y
cómo
desea
ser
acariciado.
La
comunicación
no
verbal
es
importantísima,
pero
es de
desear
que
no
reemplace
a la
comunicación
hablada
de los
sentimientos,
de las
necesidades
y de
los
temores
mutuos.

4.2.2
El
déficit
en la
experimentación:
el
fantasma
de la
rutina

Cualquier
interacción
humana,
pasado
algún
tiempo
de
desarrollo,
tiende
a ser
rutinaria.
Mucho
más
la
vida
en
común
de
una
pareja
matrimonial.
Los
pasos
a dar
ya se
conocen,
los
estilos
de
reacción
y los
sentimientos
relacionados
son
previsibles,
y se
acaba
perdiendo
el
interés
y el
encanto.
Las
relaciones
eróticas
sufren
también
de
este
"mal
de
rutina",
pese
a que
su
objetivo
central
es
proporcionar
goce
y
placer.
Hay
algunos
indicadores
sobre
los
cuales
se
instala
la
rutina:
el
horario,
el
lugar,
la
posición
erótica
adoptada,
quién
de los
dos
toma
la
iniciativa,
el día
de la
semana
elegido,
la
ropa
íntima
a
usar,
etc.
Por
otra
parte,
ninguno
de los
dos,
marido
ni
esposa,
se
permiten
sugerir
o
directamente
innovar,
provocar
algún
cambio.
La
rutina
va
apagando
poco
a
poco
la
capacidad
creativa
y va
durmiendo
lentamente
algunos
sentimientos.
A
veces,
tomando
uno o
dos
de los
indicadores
comentados,
los
maridos
consiguen
"milagros".
Las
esposas
suelen
ser
sensibles
a eso.
Podría
ser
cambiar
el
horario
de la
relación
íntima,
o el
lugar,
aun
dentro
de la
misma
habitación.
No es
necesario
un
viaje
al
mejor
hotel
de la
Bahamas.
En
resumen:
la
declinación
sexual
de la
edad
media
de la
vida,
es un
mito
(*),
como
muchos
otros.
Si se
lo
toma
en
cuenta
y
adquiere
características
de
obsesión,
es
muy
posible
que
se
produzca
realmente
la
declinación.
Pero,
sin
embargo,
la
crisis
inevitable
producida
alrededor
de los
40 a
los 50
años
oa
los 10
o 15
años
de
matrimonio,
tiene
muchas
posibilidades
de ser
aprovechada.
Se ha
ganado
experiencia,
se
han
cosechado
algunos
dolores,
pero
se
pueden
invertir
energías
en el
relacionamiento
cotidiano
con la
persona
que
hemos
elegido
hace
ya
tiempo.
En
caso
de no
poder,
se
producirá
un
cambio
diferente,
casi
siempre
más
doloroso.
El
hombre
tendrá
que
aprender,
aunque
sea
por
un
tiempo
breve,
a vivir
solo.

 
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