Está en la página 1de 5

MI PEREGRINACIÓN A LEYRE

Iba a cumplir 60 en el 2020, así que, en lugar de querer hacer una fiesta, le pedí a mi
esposo que me llevara a pasar unos días en un monasterio benedictino.

Vi varios monasterios en España, pero el que más me gustó fue Leyre, enclavado en la
Sierra de Navarra, por ser famoso también por los cantos gregorianos. Iba a ir con mi
marido, amante del canto y de la música, así que con ellos podríamos estar a gusto los
dos.

Ya ubicando a Leyre en el mapa de España, me di cuenta que podría armar una


peregrinación interesante, conociendo, no solo el Monasterios, sino también otros sitios
religiosos que me hacían ilusión y que yo no había podido visitar anteriormente.

Les cuento cómo quedó mi viaje. Obvio no lo pudimos hacer en el 2020 porque el
COVID19 tenía cerradas las fronteras y prohibida la entrada a España. Tuve que cancelar
todo lo planeado y pasarlo al 2021, pero este año salió muy bien.

Salimos el día 15 de octubre en un vuelo de Iberia hacia Madrid. Llegamos cerca del medio
día del 16 y nos fuimos directamente, en el tren de cercanías, a la estación de Atocha,
para tomar a las 5:30 pm el tren hacia Zaragoza, para visitar a la Virgen del Pilar.

Rentamos un coche en la estación de tren para poder proseguir el resto del viaje por
carretera. Nos costó mucho trabajo pues todas las agencias de renta de autos en Zaragoza
cierran el sábado a las 13:00 y no vuelven a abrir hasta el lunes. Una sola agencia
encontramos abierta: SIXT, fue nuestra salvación.

Nos hospedamos en un hotel que queda justo en frente (atravesando la plaza) de la


Catedral del Pilar. El Hotel se llama Hotel Plaza, un hotelito tres estrellas, muy, muy, muy
hermoso por fuera y recién remodelado por dentro (muy sencillo pero bien), con una vista
espectacular de la plaza y la basílica. El desayuno súper rico, lo sirven dos señoras grandes
muy amables y puedes pedir de todo. Huevo, pan, café, fruta, carnes frías… muy bien
surtido y muy sabroso.

Por ser la semana de la fiesta del Pilar, estaba todavía la ofrenda flora que le hacen a la
Virgen, había mucha gente en la plaza, un ambiente muy alegre, con bailables y cantos,
muchas familias con niños pequeños y los jóvenes haciendo fiesta hasta la madrugada.

Tuvimos que estacionar el coche al otro lado del Río Ebro, pues muchas calles estaban
cerradas por la fiesta. Pero fue buenísimo, porque así pudimos ver unas vistas hermosas
de la Basílica con la luna y el río, que no hubiéramos visto de otro modo.

Cenamos en un restaurante pequeñito atrás del hotel, atendido por un señor Paco y su
esposa. ¡Muy rico! Cenamos bocadillos de chuleta de viejo, canelones, croquetas y tortilla
de patata.

El domingo temprano entramos a ver el Pilar de la Virgen (hay una entrada lateral, solo
para verlo sin entrar a la Iglesia) y luego de rezar un rato y pedir a la Pilarica por todas las
intenciones que llevábamos encargadas, entramos por el otro lado (la entrada principal)
para asistir a la misa.

Atravesamos al hotel a desayunar y luego ya solo salimos a comprar Pilaras (galletas


típicas) y una docena de “medidas de la Virgen” para traer de recuerdo a los amigos. Las
medidas de la Virgen son unos listones cortados del tamaño del manto de la Virgen y,
como no se puede traer un trozo del manto, se trae una medida del manto, como si fuera
“un pedacito de la Virgen”.

De Zaragoza teníamos la opción de llegar al monasterio de Leyre yendo por super


carretera hacia Pamplona y luego subiendo desde allá a la sierra. Pero leí una sugerencia
de irnos por otro camino y parar a comer en el pueblo que se llama Sos del Rey católico,
en donde nació Fernando de Aragón. Fue muy buena sugerencia, pues al carretera no está
nada mal, el pueblo es hermoso, un pueblecito medieval incrustado en la montaña y
pudimos ver el castillo en donde nació Fernando, subirnos a sus torres más altas y recorrer
las callejuelas retorcidas y preciosas. Comimos en un restaurante muy elegante que se
llama “El Parador” super delicioso. Se ve que mucha gente va ahí a comer el fin de
semana, pues estaba lleno. Un pan muy rico, carrito con variedad de aceites de oliva, vino
muy bueno. No me acuerdo qué comimos pero fue algo deli. El café y el postre nos los
tomamos en el pueblo (un helado de mandarina con yogurt y un helado frito)

Después de pasear por el pueblito, nos enfilamos ya al Monasterio de Leyre, un edificio


precioso que se empezó a construir en el siglo XI y se terminó en el siglo XX, al cual
llegamos muy a tiempo para acomodarnos en nuestro cuarto y asistir a las vísperas con los
monjes (6:30 pm), luego cenar ahí en la hospedería (sirven una cena de tres tiempos, muy
abundante) y luego asistir a las completas (9:20 pm) y ya irnos a dormir.
Es una experiencia muy linda acompañar en sus oraciones y rezos a los monjes. Todo lo
hacen con canto gregoriano que ayuda a la elevación del espíritu. Yo lo disfruté en grande.
Algunas veces tuvimos la guía en latín y en español y eso nos ayudaba, pero los días que el
Internet no funcionó para ver el manual, igual disfruté, pues el latín es una lengua como
mágica para mí, que me encanta y me conecta con Dios de inmediato.

El primer día que amanecimos en Leyre, asistimos a los maitines con los monjes (7:30 am),
desayunamos y luego asistimos a la misa (9:30 am), todo cantado y casi todo en latín,
excepto las lecturas de la misa. ¡Padrísimo! Yo me sentía en el cielo.

Nos recomendaron visitar el Castillo de Javier que queda muy cerca del Monasterio (15
minutos en coche), pero nosotros quisimos visitarlo yendo a pie, como queriendo hacer
nuestra propia “Javierada”, que es una peregrinación-caminata tradicional que hacen
muchos jóvenes cada año en marzo desde Pamplona. Nosotros hicimos nuestra propia
Javierada desde Leyre (que queda en una montaña muy alta) hasta Javier (que queda en
otra montaña muy alta), pasando por el pantano de Llesa. Fue una caminata larga,
subiendo y bajando por valles y montañas, agotadora, pero bien bonita.

El Castillo de Javier está hermoso, lo han reconstruido y dentro tienen una exhibición de
toda la vida de San Francisco Xavier, como en maquetas (muy bien hechas), y hay cuadros,
armas, etc. y el Cristo sonriente con la danza de la muerte pintada en las paredes de la
capilla en donde rezaba el santo.
Junto al castillo está la capilla en donde bautizaron al santo y atrás del castillo un centro
de retiros de la Compañía de Jesús.

Ahí mismo hay un Hostal y un Hotel, cada uno con su restaurante. Nosotros comimos en el
restaurante del hostal, unas costillas de cordero a las brasas ¡muy bien! Y terminando de
comer, la caminata de regreso, parando solo en Llesa para tomar un café.

Regresamos al monasterio un poco pasadas las 6, así que llegamos muy a tiempo para
atender a los oficios de vísperas, la cena (de tres tiempos) y las completas.

Al día siguiente ya no quisimos emprender un viaje tan largo, así que decidimos quedarnos
a disfrutar de la tranquilidad y pasear solo en los alrededores del monasterio.

Visitamos primero la Fuente de las dos vírgenes (que está como a 50 m del monasterio).
Está muy deteriorada, se ve que nadie le hace caso. Leí que esa fuente está construida en
honor de las santas Nirilo y Melodia, cuyas reliquias están custodiadas en el Monasterio.
Hay una leyenda que dice que al tocar esa parte de la tierra con los cuerpos incorruptos
de las santas (que trajeron para darles santa sepultura), brotó agua de ahí y esa es la
fuente de las dos vírgenes. Pero… la verdad, para ser una fuente milagrosa, ¡la tienen
súper abandonada!

Después vimos el letrero que decía “Fuente de San Virila ->” e inocentemente creímos que
estaría tan cerca como las de las Vírgenes y emprendimos muy decididos el camino. Uf…
caminamos, caminamos, caminamos, sube y sube la montaña de la sierra de Leyre por
estrechas y empinadas veredas y solo de vez en cuando encontrábamos letreros que
decían que debíamos subir más para llegar a la fuente. Llegó un momento en el que mi
marido me dijo “cinco minutos más y si no llegamos a la fuente, ya nos regresamos” y a
los 4’59” apareció la fuente de San Virila. Igual de abandonada que la de las Vírgenes.
¡Pero llegamos! Y el paseo fue agradable.

De San Virila, la leyenda es aún más rara que la de las vírgenes. Cuentan que Virila era el
abad del monasterio y un día salió a pasear por los alrededores pensando en la eternidad,
lo larga y aburrida que sería. Virila caminó muchas horas y se encontró una fuente con un
ruiseñor que al cantar lo dejó embelesado y no se dio cuenta que ya anochecía. Cuando
reaccionó, ya estaba muy obscuro y no supo cómo regresar al monasterio, hasta muy
entrada la noche. Llega al monasterio a la madrugada y toca para quq ele abran, pero el
monje que le abre ya no le reconoce. Le dice que lo deja entrar porque los benedictinos
son buenos con los peregrinos (incluyendo con los locos que se creen abades) pero ellos
tienen otro abad. Total, que los monjes investigan y descubren que sí había existido el
abad Virila, ¡pero 300 años antes! Moraleja: Si puedes pasar 300 años embelesado con el
canto de un ruiseñor y se te pasa rapidísimo, la eternidad no será nada aburrida.
¡Ay! Ya sé que suena muy raro. No encontré nada más de San Virila. ¿Por qué lo hicieron
santo? ¿Por perderse? ¿Por quedarse dormido? ¡Ni idea! ¡Pero yo subí a su fuente, con mi
esposo lindo!

En la tarde contratamos la visita guiada del monasterio. Valió la pena. La guía super
buena, nos llevó a la cripta (que realmente son los cimientos de la capilla que quiso donar
el Rey Sancho III que fue criado ahí, con los monjes); nos platicó la historia del Monasterio,
su inicio en el siglo XI, documentado en un escrito de San Eulogio y luego sus diversas
ampliaciones y diferentes usos cuando fue incautado por el gobierno y expulsados los
monjes del mismo. Nos enseñó la construcción de la capilla y pudimos ver los terribles
errores de cálculo que obligaron a poner un contrafuerte en el exterior.

Nos habló también de la imagen de la Virgen de Leyre. En su lugar debe haber estado una
imagen de Jesús, pues la capilla es del “Santo Salvador de Leyre”. Parece que luego que
sustituida por una imagen de l Virgen y el niño, pero debe haber sido una imagen de una
Virgen Trono y la de ahora es moderna, con una cara muy tierna y maternal. Dicen que la
renovaron por todas las niñas de la zona que se llaman Leyre.

Esa tarde- noche ya solo fuimos a los oficios de vísperas y completas y a cenar en la
hospedería.

En la mañana siguiente fuimos a los maitines, desayuno y misa y salimos hacia Pamplona,
lugar en el que nunca habíamos estado ni mi marido ni yo y queríamos conocerlo, no
tanto por los toros, sino por su hermosa catedral y por saber que en la defensa del castillo
de Pamplona fue donde fue herido san Ignacio (como teníamos planeado ir a Loyola,
Pamplona era parte de la historia).

Nos estacionamos en la Plaza de toros y caminamos hacia la Catedral, pasando por las
enormes murallas de la ciudadela. En la catedral nos dieron un tour súper completo
explicándonos el extraño estilo arquitectónico de la misma (con su fachada románica y su
interior gótico) y pasando al museo que han hecho y está espectacular, con mil detalles
que lo hacen “experimental”, viajas en el tiempo… ¡muy bien hecho!

Saliendo de la catedral intentamos encontrar un castillo como tal, hasta que ya


descubrimos que “el castillo de Pamplona” que defendió Iñigo de Loyola, realmente eran
las murallas de la ciudadela. Comimos en Pamplona en las callecitas coloridas, unos
pinchos fritos (croquetas, bolas de pimiento, gambas con gabardinas y patatas bravas) y
salimos hacia Loyola.
En Loyola nos alojamos en una casa rural (no sé por qué Booking.com me recomendó eso
en lugar del Hotel Loiola o el Hotel Arrupe). Pero no estuvo tan mal pues puedimos
caminar desde el cerro hasta el santuario de Loyole de ida y vuelta. El primer día solo
entramos al santuario (muy bonito) y ya no nos dio tiempo de más porque cerraban 6:30
pm.

Cenamos en el pueblo de Azpeitia (junto a Loiola) en una pequeña fonda donde veían
futbol los viejos del pueblo.

Dormimos en nuestra casa rural (la casera se llama Pili y habla más vasco que español) y a
la mañana siguiente ya salimos con maletas y todo a misa de 8:30 en la capilla de la
conversión (una misa muy linda, muy bien celebrada litúrgicamente y con una buena
homilía), luego a desayunar en Azpeitia (tostadas con tomate, croissants y café con leche)
y después regresar para visitar la casa de la familia Loyola. Muy bonita la visita. Muy
interesante la historia de la casa-torre y muy bien puestos los cuartos, cocina, etc y la
historia de Iñigo en maquetas (como la de Javier en Javier).

Saliendo de la visita, emprendimos el viaje a san Sebastián. Nos estacionamos debajo de la


catedral, la visitamos y luego caminamos hacia La Concha y luego a la parte vieja en donde
comimos una paella espectacular.

De ahí a regresar el coche y al aeropuerto para tomar el vuelo hacia Madrid, que sería un
lugar de reencuentros, con mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos (que nos alojaron en su
casa), con dos de mis hijos y mi nuera (con los que tuvimos una convivencia deliciosa,
caminando por las callejuelas viejas del centro y desayunando en el Lago de la Casa de
Campo), con viejos y grandes amigos (comiendo en el Urogallo y platicando sin cesar hasta
el anochecer) y con los primos de mi esposo (que nos organizaron una comida familiar
espectacular en Santo Domingo). Todos, personas muy queridas a quienes no veíamos
hace mucho, mucho, mucho tiempo. Fue un final muy bonito de mi viaje- peregrinación.

También podría gustarte