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Guía Breve de Terapia Breve
Guía Breve de Terapia Breve
Guía breve
de terapia breve
ediciones
PAIDOS
Barcelona-Buenos Aires-México
SUMARIO
Agradecimientos 11
Prefacio 13
Introducción 15
Epílogo 192
Bibliografía 195
Indice de nombres 204
Indice analítico 206
AGRADECIMIENTOS
sas etapas del ciclo vital de la familia. Como observa Lynn Hoffman,
este libro representa la culminación de la preocupación inicial de Haley
por el proceso. Dice esta autora: «Al escribir sobre la terapia estraté-
gica, Haley se atiene principalmente al lenguaje de los procesos. Tras
su decisión de unirse a Minuchin en Filadelfia... comenzó a restar impor-
tancia al empleo de las técnicas hipnóticas y las directivas paradójicas
(aunque sin dejar de atribuirles importancia), para concentrarse en un
modelo más organizacional de la terapia» (Hoffman, 1981, pág. 280).
El paso de Haley del interés en los procesos al interés en la forma resul-
ta muy claro en sus obras ulteriores, Problem Solving Therapy (1976) y
Leaving Home: The Therapy of Disturbed Young People (1980b).
En 1971, Mara Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin
y Giuliana Prata empezaron a trabajar juntos en Milán y en 1974 publi-
caron un artículo, The Treatment of Children Through the Brief Therapy
o Their Parents. Aunque algunos autores presentaban su enfoque como
breve/estratégico (Stanton, 1981), Hoffman ha observado que «los aso-
ciados de Milán, a u n q u e influidos por el grupo de Palo Alto, evolu-
cionaron en u n a dirección totalmente diferente, c r e a n d o u n a forma
singular y lo bastante distinta como para que se la p u e d a considerar
una escuela por derecho propio» (Hoffman, 1981, pág. 285). Estamos
de acuerdo con la observación de esta obra, y no incluimos a los aso-
ciados de Milán en el campo de los enfoques «breves/estratégicos», si
bien reconocemos la brillantez táctica de su trabajo y la influencia que
su m o d o de pensar, su preocupación por el contexto, el estilo de sus
intervenciones y su empleo de las intervenciones «paradójicas» sisté-
micas han ejercido sobre muchos terapeutas breves/estratégicos.
En 1974, miembros del proyecto de terapia breve del M R I publi-
caron dos obras i m p o r t a n t e s : el libro Change: Principles of Problem
Formation and Problem Resolution (Watzlawick y otros, 1974) y el ar-
tículo «Brief Therapy: Focused Problem Resolution» (Weakland y otros,
1974). Estos trabajos tuvieron un impacto inmediato y espectacular en
el campo de la terapia familiar, y contribuyeron de m o d o profundo a
la ulterior difusión rápida del interés por los enfoques breves/estraté-
gicos. Este grupo ha continuado perfilando sus ideas sobre la terapia
en trabajos posteriores, que se concentraron m u c h o menos en elabo-
r a r la teoría y más en la práctica de la terapia breve centrada en pro-
blemas (Fisch y otros, 1982).
Otra figura temprana importante es Richard Rabkin, quien demos-
tró su estilo singular en Strategic Psychotherapy: Brief and Symptomatic
22 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
Treatment (1977); allí utiliza como analogía el ajedrez, y divide las eta-
pas del tratamiento en apertura, medio juego y final.
DEFINICIONES
Se espera que los progenitores estén a cargo de sus hijos, y las coa-
liciones transgresionales, como la de un progenitor que toma partido por
un niño contra el otro progenitor, estén bloqueadas. Hay también una
preocupación cautelosa por el lugar del terapeuta..., de modo que él o
ella no forme coaliciones inadvertidas con los miembros que ocupan
posiciones inferiores en la jerarquía, contra los que están en niveles más
altos (Madanes, 1981b, pág. 22).
INTERVENCIÓN TERAPÉUTICA
Etapas de la vida
Los terapeutas a los que les interesa la forma consideran los sín-
tomas como indicación de que una familia no está pasando de u n a eta-
pa a la siguiente del ciclo vital familiar con éxito. Se supone que la tera-
pia ayuda a las familias a negociar esa transición y a reorganizarse ade-
cuadamente para la etapa siguiente. Pueden ser especialmente difíci-
les las etapas en las que alguien se suma al sistema o desaparece de él
—por ejemplo por nacimiento, divorcio, muerte, y cuando los hijos cre-
cen y empiezan a irse del hogar (Haley, 1973, 1980b).
Para los terapeutas a los que les interesa el proceso, esos puntos de
transición también son importantes. Fisch y otros comentan:
Un hombre pidió ayuda porque cada vez era más incapaz de man-
tener la erección. Esto le provocaba un considerable malestar y genera-
ba alguna tensión en sus relaciones con su novia. Hubo una entrevista
conjunta y el hombre dijo que necesitaba aprender a controlar mejor la
conducta de su pene. Como primer paso hacia el aprendizaje de este con-
trol, se le pidió a la joven que esa noche intentara todo lo que pudiera para
excitar al novio. A él se le indicó que tratara de impedir que su pene entra-
ra en erección o permaneciera erecto. Fracasó (Cade, 1979, pág. 92).
Directivas
ENTRENAMIENTO
CONCLUSIÓN
I.A O P E R A C I Ó N BÁSICA
L O S CONSTRUCTOS PERSONALES
El p s i c ó l o g o George Kelly p r o p u s o un m a r c o p a r a la c o m p r e n -
sión de la c o n d u c t a h u m a n a , b asado principalmente en el estableci-
miento de distinciones (Kelly, 1955). A nuestro juicio, este marco pare-
ce p o s t u l a r un proceso básico semejante a la «operación básica» de
Spencer-Brown, y también sigue el principio de economía de Guillermo
de Occam en c u a n t o a la formulación de hipótesis. Describiendo la
aportación de Kelly a las diversas teorías de la personalidad, Schultz
comenta:
Kelly ofrece varias definiciones del constructo. Por ejemplo, dice que
es «un modo en que se asemejan dos o más cosas y por lo tanto difieren
de una tercera cosa, o de otras».... En todas estas definiciones, Kelly con-
serva la noción especial de que los constructos son bipolares. Su argu-
mento es que nunca afirmamos nada sin negar simultáneamente algo...
No siempre, ni siquiera a menudo, especificamos el polo contrastante,
pero Kelly dice que extraemos sentido de nuestro mundo observando
simultáneamente las semejanzas y las diferencias. La utilidad del cons-
tructo reposa en el contraste» (1977, pág. 5).
...después de que los hechos han sido asignados a una categoría glo-
bal, las observaciones ulteriores sobre ellos tienden a ser tendenciosas...
tienden a ser asignados a conductas incluso sobre la base de poca infor-
mación... Después de haber aplicado rótulos globales, puede resultar difí-
cil refutarlos y descartarlos. Además, si una cultura comparte amplia-
mente y utiliza de modo habitual vastas categorías de rasgos, puede
llegar a verlos como descripciones intuitivamente adecuadas de con-
ductas a las que en realidad no se adecúan bien.
A menudo se ha encontrado que, después de que un individuo cate-
goriza o agrupa los estímulos, tiende a retener esa categoría incluso fren-
te a pruebas en sentido contrario, prestando menos atención a la nueva
información y concentrándose, en cambio, en la información que con-
firma su categoría (Mischel, 1968, pág. 58).
Schultz señala que los constructos van desde los que son permea-
bles y «susceptibles de revisarse y ampliarse a la luz de nuevas expe-
riencias», h a s t a los que parecen impermeables y «no susceptibles de
revisión o reemplazo, sean cuales fueren las nuevas experiencias acce-
sibles... Una p e r so n a puede tolerar algunas incongruencias subordi-
nadas sin descartar o modificar el constructo general» (Schultz, 1990,
págs. 390-391). De modo que la complejidad cognitiva (que puede defi-
nirse en función del mayor n ú m e r o de dimensiones independientes
accesibles para su uso en el trazado de distinciones en cualquier momen-
to) es defendiblemente equiparable a la flexibilidad, la responsabili-
dad, la tolerancia, la comprensión, la creatividad, etcétera. Presumible-
mente, h a b r á todo un complejo de factores personales, interpersona-
les, de p e r t e n e n c i a grupal (incluso la r a z a y el género), históricos y
sociopolíticos q u e afectarán, en cada u n o de nosotros, a la constan-
cia o inconstancia relativas de cualquier grupo particular de constructos
relacionados.
¿QUÉ ES LO QUE SUCEDE ENTRE OREJA Y OREJA?
45
de él, y sobre el lugar de los hijos, de cada uno de los sexos, en la rela-
ción matrimonial, así como los imperativos y estereotipos sociales al
respecto. Tratamos de reaccionar en concordancia con los motivos y
proyectos que atribuimos a esas acciones; por ejemplo, quizá atribu-
yamos móviles «sucios» a nuestro cónyuge, a nuestro hijo, o a ambos,
y a otras personas (Palazzoli y otros, 1989), además de tener nuestros
propios motivos y proyectos. Entra en juego el p o d e r del efecto
«Pigmalión», la profecía de autocumplimiento, que genera su propia
realización.
A su vez, los niños recogen constructos sobre ellos m i s m o s (tam-
bién tomados de la familia y de los valores y actitudes sociales), que
incluyen, en las familias con problemas crónicos, la posibilidad de
muchas ideas autodenigratorias. Entre esos constructos (que vemos
como «existentes» en u n a jerarquía compleja de temas entrelazados)
habrá ideas sobre los roles que deben adoptar en relación con padres
y hermanos, con la familia global y la sociedad: «salvador», «ángel»,
«aliado», «favorito», «villano», «perseguidor», «víctima», «éxito», «fra-
caso», etcétera. Cuanto más nos comportamos respecto de alguien como
si él fuera algo, m á s probable es que él se convierta en eso. Cuanto más
nos comportamos como si nosotros mismos fuéramos algo, más pro-
bable es que nos convirtamos en eso.
Basta con añadir a la mezcla más de la misma pauta repetidamen-
te actuada e identificada, continuamente influida p o r la aplicación
de más de los mismos modos de construir lo que sucede, lo que con-
duce a más de las mismas atribuciones relacionadas con las acciones
de los otros participantes en el juego, y así sucesivamente.
En la posición de Speed parece estar implícita la creencia en pau-
tas o estructuras concretas que existirían en la familia y en sus rela-
ciones internas y externas; Speed también parece creer en u n a estruc-
tura oculta pero explícita para el individuo, y en procesos inconscien-
tes compartidos, que escogen y agrupan en pautas las experiencias a
partir de las cuales los participantes responden y reaccionan entre sí.
Welwood dice:
ideas como si fueran cosas concretas que, por así decirlo, pudieran reco-
gerse y ubicarse en algún otro lugar. Whitehead dice que, en realidad,
ellas derivan siempre de casos reales de experiencia humana. Las expe-
riencias son lo real; las nociones son secundarias y derivadas. Es peli-
groso olvidarlo, y tomar esas cosas secundarias como más concretas y
reales que lo que son en realidad (1977, pág. 24).
FIGURA 1
LA REALIDAD DE LA «REALIDAD» 59
El primer paso era el que contaba. Una vez que has iniciado
algo, ello ejerce una autoridad terrible sobre ti.
JULES ROMAIN (1973)
Scheflen Rose
veces extensamente. Pero, aunque tal vez se vea a sí mismo como rela-
tivamente impotente, o bien con potencial para influir en el problema
o los problemas con sus propias acciones, no está aún claro que invite
directamente al terapeuta a ofrecer consejo o ayuda (quizá asuma la posi-
cion de que son los otros, y no él, quienes tienen que cambiar, en cuyo
caso es probable que convenga tratarlo inicialmente como a un visitan-
te, con empatia, pero sin sugerencias y tareas).
Un comprador tiene una queja, relacionada con él mismo o con otra
u otras personas; de esa queja puede obtenerse una descripción relati-
vamente clara, y el individuo desea sin duda alguna hacer algo al res-
pecto, para lo cual busca la ayuda del terapeuta.
A veces los clientes sacan a luz alguna parte del problema en el con-
sultorio. Esto ocurre casi siempre en las sesiones con matrimonios o
78 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
A una joven anoréxica le resultaba difícil definir una meta más espe-
cífica que «Me sentiré mejor». Finalmente, mediante el empleo de la «pre-
gunta del milagro», pudo identificar como metas iniciales ser capaz de
mirarse al espejo de cuerpo entero camino de la ducha, y elegir una pren-
da para ponerse sobre la base de lo que le gustaba, y no porque fuera lo
que ocultaba más. Se le aconsejó realizar el intento sólo cuando estu-
NEGOCIANDO EL PROBLEMA
81
¿Piensa usted, quizá, que los primeros signos de que las cosas mejo-
ran podrían ser que se mirara realmente al espejo en lugar de apartar
la mirada, o ponerse algo porque le quede bien y no porque la oculte
más? ¿O alguna otra cosa?
¿Así que todavía no ha salido nunca con una mujer, y le gustaría ini-
ciar una relación?
INFLUENCIA Y PERICIA
LA NEUTRALIDAD
Si hay que convencer a una persona muy dogmática... hay que tener
presente que el receptor no necesariamente será persuadido por la lógi-
ca o las pruebas, ni por ideas nuevas. Más bien, sobre este tipo de per-
sonas se puede influir apelando a sus figuras de autoridad y a los valo-
res tradicionales, y teniendo presente que ella o él tiene un sistema de
creencias rígido que no tolera mucha incongruencia (Bettinghaus y Cody,
1987, pág. 48).
Una pareja recurrió al terapeuta para que les ayudara a impedir que
su hijo de 26 años se relacionara con una mujer divorciada. El marido
tenía fuertes creencias cristianas, y se sentía moralmente ultrajado por la
conducta del joven. El terapeuta se manifestó de acuerdo en que Dios les
había pedido que llevaran una carga pesada, y discutió con ellos la pará-
bola del hijo pródigo. Señaló cuánta fe había necesitado el padre de la
parábola para permitir que el hijo dilapidara su herencia y aprendiera de
sus errores, a pesar de lo cual le perdonó y acogió con calidez en su retor-
no. No se realizó ningún intento de vincular el significado de la parábo-
la con cualquier sugerencia de que el hombre cambiara de actitud. En
la sesión siguiente, el padre demostró que se había sentido profundamente
conmovido por el encuentro anterior; había vuelto a leer la parábola, y
llevado a la esposa a conocer a la pareja del hijo; los dos encontraron que,
básicamente, ella era «una buena mujer» (Cade, 1980b, pág. 97).
brindarle más ánimos y a elogiar lo que él hacía que pudiera merecer apro-
bación; además, en la medida de lo posible, trató de reaccionar poco a las
habituales conductas provocadoras del niño. Le sorprendió gratamente
percibir u n a rápida mejoría. No obstante, para su decepción, ese cam-
bio fue breve. Finalmente, la maestra consultó sobre el caso, y se le acon-
sejó que continuara con su política de reaccionar poco a las conductas
provocadoras, pero que fuera m u c h o m e n o s generosa con el ánimo
y el elogio. La conducta del niño mejoró y, esa vez, la mejoría se man-
tuvo.
Si se logra persuadir a u n a persona de que cumpla con pequeños
requerimientos o sugerencias, es m á s p r o b a b l e que esté de acuerdo
con requerimientos mayores. Puede que este fenómeno sea bien cono-
cido. Sin embargo, la investigación t a m b i é n ha demostrado que, en
m u c h o s casos, si a u n a persona se le pide que ejecute u n a acción lo
suficientemente importante o incluso absurda como para que con toda
seguridad la rechace, a m e n u d o a c e p t a r á de i n m e d i a t o un requeri-
miento más pequeño, que parezca más razonable. De no mediar la pri-
mera petición, normalmente la segunda habría sido rechazada. Quizá
sea más probable que un individuo realice concesiones a quienes pare-
cen, a su vez, hacerle concesiones a él. Por ejemplo, una mujer grave-
mente agorafóbica quedó petrificada c u a n d o el terapeuta le anunció
que, en esa sesión, los dos iban a pasear p o r el interior de unos gran-
des almacenes. Con alivio considerable, ella aceptó después la suge-
rencia alternativa de que tomaran j u n t o s un café en un bar cercano.
Ésa fue su primera salida de casa en varios meses.
Sugerir que no se realice una tarea o no se responda a un requeri-
miento claramente descrito puede impulsar a algunas personas a inten-
tar lo contrario, es decir, a tratar de cumplir. Por ejemplo:
¿Le gustaría dar una vuelta conmigo por los grandes almacenes y
describirme sus sentimientos, o preferiría empezar con una salida más
corta, a tomar un café?
A. El sermón no solicitado
C. Autosacrificio/autonegación
D. ¡Hazlo espontáneamente!
De modo que, sea lo que fuere lo que intenten, a menos que la enca-
denen, lo cual, desde luego, no haría más que posponer el problema, uste-
des no tienen ninguna garantía de que durante la semana próxima ella
no volverá a pasar alguna noche fuera de casa.
108 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
poco, cosas que en realidad Melissa tiene que arreglar p o r sí sola. Ella
es mucho más responsable ahora. Hemos dejado de preocuparnos tan-
to p o r ella, y de discutir p o r ella; a Ron y a mí nos va m u c h o mejor.
8. EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO
Los terapeutas breves parten del supuesto de que cada persona tie-
ne muchas zonas de competencia en las que es posible abrevarse para
superar las dificultades. Incluso en la zona definida como problema,
se supone que en ciertos momentos hay menos presión, y se puede
abordar con más eficacia el desorden en sí o alguna de sus diversas
manifestaciones. No obstante, estas diferencias en la aptitud para el
manejo tienden a olvidarse o descartarse por la sensación que tiene
el cliente o la familia de ser incapaz de resolver el problema o, a veces,
porque no cree que pueda resolverse, modificarse o, por lo menos,
hacerse más llevadera. En este capítulo consideraremos algunos de los
enfoques y técnicas que se han subsumido bajo los encabezamientos
112 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
EXCEPCIONES
Sí, sé que debe de haber sido algo pequeño, pero en realidad su hija
parece comportarse como para hacerle perder la paciencia a un santo.
A usted no le veo la aureola, así que, santo seguro que no es. Entonces,
¿cómo demonios se resistió anoche a retorcerle el cuello?
Pude seguir porque sabía que esta vez mi esposo estaba respaldán-
dome.
De Shazer ha comentado:
Esposo: Pero, para mí, éste es más un problema de sueño que tene-
mos ambos.
Terapeuta: Me pregunto si no es así. Quizá lo hemos estado abor-
dando de un m o d o erróneo.
118 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
¿Qué es lo distinto que usted hará o dirá, por lo cual los otros podrán
saber que está menos deprimido?
Cuando salga cara, me gustaría que usted haga por lo menos dos
cosas de su lista. Desde luego, puede hacer más, pero yo sólo le pido que
haga dos. Los días que salga cruz, no está obligada a nada. Esos días pue-
de hacer lo que quiera.
Si cero significa que cree que en lo esencial seguirá siendo así duran-
te el resto de su vida, y diez que hay probabilidades de que pueda con
este problema en algún momento del futuro, ¿dónde se ubicaría hoy en
esta escala? ¿Qué necesitaría para aumentar medio punto o un punto en
la escala?
sionar con tanto entusiasmo como lo había hecho antes), la joven fue
volviéndose m á s optimista.
ENFOCANDO AL FUTURO
Puesto que el futuro suele estar conectado con el pasado, las perso-
nas con un p a s a d o lleno de tensiones son proclives a tener una visión
desesperanzada de su futuro. A su vez, una visión negativa del futuro exa-
cerba los problemas presentes, al arrojar una s o m b r a pesimista sobre
pasado y presente.
Por fortuna, lo inverso también es cierto; una visión positiva del futu-
ro invita a la esperanza; la esperanza a su vez ayuda a superar las penu-
rias presentes, reconocer los signos de la posibilidad del cambio, ver el
pasado m á s bien como una prueba que como u n a desgracia, e inspira
soluciones (1992, pág. 91).
9. INTERVENCIONES DE ENMARCADO:
M O D I F I C A N D O L A VISIÓN D E L P R O B L E M A
ello. Pero creemos que, en las interacciones humanas, hay muchas «ver-
dades» potenciales; algunas parecen inhibir el cambio, y otras parecen
fomentarlo.
Coyne se ha referido a las investigaciones recientes sobre
Usted ha sido, obviamente, una buena madre para sus hijas, pero,
sin el respaldo de un esposo, le ha resultado difícil comprender plena-
mente a su hijo. Esto debe de haberla preocupado mucho. James tiene
ahora 15 años. Hay un momento de la adolescencia en que, de pronto,
todo jovencito abandona muchos de sus rasgos infantiles y empieza a
actuar más como un adulto. En algunos, este proceso se produce más
tarde que en otros. Pero por lo común ocurre más o menos a esta edad.
Estoy seguro de que usted le importa a James, y de que a James le
preocupa lo que ocurrirá cuando él finalmente se vaya de la casa, pero
no sabe cómo hacer que usted se sienta menos aislada. A él esto le resul-
tará fácil cuando empiece a dejar atrás la infancia y avance hacia la viri-
lidad. Los chicos que inhalan colas suelen estar nerviosos por el paso a
la virilidad y temen iniciar actividades más serias y maduras, como estu-
diar o cortejar chicas.
Estoy convencido de que usted no es el tipo de madre que quiere que
su hijo siga siendo un bebé prendido a su falda. Usted no tiene idea de
cuántas madres sin pareja tratan de convertir a sus hijos en esposos sus-
titutos.
Sugiero que durante las dos semanas que vienen observe atentamente
a James para ver cuánto queda aún de su niñez, pero también esté pre-
parada para reconocer los primeros signos, por leves que sean, de la
madurez que se avecina. Me parece importante insistir en que James no
haga trampa, tratando de actuar como un hombre antes de estar madu-
ro para ello, aunque, como he dicho, con la mayoría de los chicos esto
impieza a suceder más o menos a su edad. Cuando se convierta en hom-
bre, es importante que sea un hombre verdadero, y no el tipo de chicos que
se hacen los rudos o se vuelven delincuentes para encubrir su miedo.
Me resulta obvio que ésta es una familia unida que quiere seguir siendo
dolo. Siento con fuerza que Jane es una niña extremadamente sensible
y que sin ninguna duda a m a m u c h o a su m a d r e y su abuela (es tam-
bién obvio que éstas la a m a n a ella, por más que a veces se exasperan
entre sí). Pero, por razones que aún no comprendo p l e n a m e n t e , Jane
parece experimentar una sensación de lealtad dividida, a lo cual podría
deberse que actúe de un modo tan desdichado.
Se diría que ella se preocupa por todos, pero, por alguna razón, par-
ticularmente por la madre y la abuela, aunque a éstas les resulte difícil
creerlo, pues la conducta «preocupada» de un niño a m e n u d o aparece
como conducta «díscola».
Podría ser que Jane, en lo profundo de su mente ( au n q u e quizá no
se dé cuenta de esto y quizá lo negaría) se toma demasiado a pecho algu-
nas de las diferencias entre la madre y la abuela, y le preocupa que una
de ellas se enferme o d e p r i m a si la otra «gana» lo q u e la n i ñ a parece
ver como una batalla. (Es como si sintiera que hay una competencia en
torno a quién de las dos es la mejor madre.)
Me parece importante señalarle a la familia que era m u y obvio que
[la familia de la abuela] es una familia unida, aunque quizá les resulte
difícil a los ajenos acercarse a ella, y siento con fuerza que a todos los
miembros les preocupa seguir unidos, aunque a veces p a r e z c a n com-
portarse como si fuera al revés. De modo que no siempre le será fácil a
la familia reconocer, por debajo de las conductas superficiales, lo afec-
tuosa que es y lo preocupada que está Jane.
Debe recordarse que las pautas no son «cosas». Pero son lo mejor
después de ellas. Son abstracciones descriptivas. De algunas acciones
observadas, se pueden extraer pautas. Esto no supone teorizar o expli-
car la existencia de tales hechos, especulando sobre su función, ni otras
maneras de «psicologizar». Se parece más a la clasificación de los orga-
nismos en especies, o a la de los objetos en conjuntos (O'Hanlon, 1987,
pág. 52).
INTERVENCIÓN EN LA PAUTA
A. su lenguaje;
B. sus intereses y motivaciones;
C. sus creencias y marcos de referencia;
D. su conducta;
E. su síntoma o síntomas;
F. su resistencia. (O'Hanlon, 1987, pág. 24.)
SOBRE LA ANALOGÍA
ron otras familias; la gata estaba inconsolable, y pasaba hora tras hora
maullando, buscándolos por la casa. ¿Qué le aconsejaban? La hija con-
testó enseguida: «No la eche». La madre dijo: «Lo q u e ella quiere es
m u c h o a m o r y seguridad». Cuando se sugirió que el problema podría
tener algo que ver con el hecho de que la gata debió empeñarse más de
lo normal en que sus dos crías eran débiles, la m a d r e comentó: «Algunas
de nosotras, las madres, a veces no queremos soltar a nuestros hijos».
Al final de la sesión siguiente el terapeuta dijo que, para su sor-
presa, no había necesitado hacer nada. Los gatitos, entregados a fami-
lias vecinas, habían vuelto en momentos distintos a visitar a la madre.
Como si ya tuviera la seguridad de que la seguían a m a n d o , la gata se
había calmado; de hecho, si se quedaban demasiado tiempo los empu-
jaba a irse a sus propios hogares. El hijo observó: «De modo que ellos
encontraron su propia solución». Una fotografía de la gata sirvió para
que la familia prestara más atención a la historia que se les contaba.
El empleo de ésta y otras metáforas le permitió al terapeuta explo-
rar los temores de esta madre, el miedo a ser abandonada por sus hijos,
una cuestión que habría negado y habría r e h u s a d o discutir en un son-
deo m á s abierto.
La analogía utilizada sugirió rasgos más optimistas, que no hubie-
ra sido fácil introducir abiertamente. En este caso, el terapeuta nun-
ca estableció explícitamente una conexión entre la anécdota y las cir-
cunstancias de la propia mujer.
Una joven sola de 25 años, con tres hijos de tres padres distintos,
llamó p o r teléfono considerablemente angustiada, pidiendo una cita
urgente. Pero en la terapia, aunque aludió brevemente a haber pasado
una infancia m u y difícil y traumática, no presentó signos de malestar
ni indicación alguna de la razón por la que había solicitado una entre-
vista urgente. Cuanta más clarificación buscaba el terapeuta, más tran-
quila y sosegada parecía ella. Los tres niños j u g a b a n juntos en el sue-
lo, con toda tranquilidad.
De pronto, el terapeuta les preguntó si conocían el cuento de la pati-
ta fea. Lo h a b í a n oído en la escuela. El terapeuta se extendió en expli-
caciones sobre el m o d o en que la patita fea había r o d a d o de un lugar
a otro, p e n s a n d o que no existía ningún lugar p a r a ella, y finalmente
había d e s e a d o m o r i r . A medida que el t e r a p e u t a h a b l a b a , la mujer
comenzó a demostrar una zozobra creciente, y t e r m i n ó gritando entre
lágrimas: «...¡y me esforcé tanto para que esta última relación no fra-
casara!». La sesión continuó como si, en lugar de haberse hablado de
154 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
LA METAFORA M E D I A N T E LA ACCIÓN
TAREAS METAFÓRICAS
LA PARADOJA RECONSIDERADA:
EMPATÍA, NO TRAMPA
T R E S NIVELES DE RESPONSABILIDAD
EXPERIENCIAS FORMATIVAS
EL CONTINUUM RESPONSABILTOAD-IRRESPONSABILIDAD
«Humildes» «Exaltadas»
Tendían a: Tendían a:
— exceso de conformidad; empeño — la rebelión desafiante; intenciones
en agradar deliberadas de ser «chicas malas»;
— tratar de ser «perfectas»; justifi- cólera por el ambiente familiar
carse con un exceso de logros que las explotaba
— la responsabilidad culpable; una — faltar a clase; un rendimiento es-
sensación de fracaso colar pobre
— quedar sumergidas en los proble- — tomar drogas y alcohol; y promis-
mas de sus familias, que se con- cuidad sexual
vertían en los fracasos de ellas — reaccionar contra el control de los
— intentar el control de las variables otros, a veces de modo extremo
de su vida por medio de una adhe- — haber crecido sintiéndose odiadas
sión compulsiva, incluso paranoi- y llenas de odio
de, a reglas y normas estrictas (a — frecuentes confrontaciones físicas
veces de otros, pero a menudo violentas con los miembros de la
propias) familia y con los novios; múltiples
— sofocar sus propias necesidades y relaciones superficiales fuera de
derechos la familia
— el autosacrificio, poniéndose siem-
pre detrás de los otros
— el martirio
•
«Si sigo siendo paciente, afectuoso y leal, por peor que me traten,
entonces finalmente...»
«Lo que consigo es mi deber, lo menos que puedo hacer. No ten-
go ningún derecho a sentirme bien por ello.»
«Haré lo que sea necesario para que mis hijos no sufran como he
sufrido yo.»
«Soy un fracaso y una persona sin valía a menos que logre...»
«Lo único que me define es lo que hago por los otros, pero lo que
haga será siempre menos de lo que debo hacer.»
«De t o d o s m o d o s , lo que haga estará m a l o será insuficiente, de
m o d o que t a m b i é n podría...»
«Nunca p o d r é recompensarlos por lo que h a n hecho por mí, ni me
lo merezco. Debo sentir más gratitud.»
«Por lo que ellos me hicieron, tengo un bajo concepto de mis padres,
incluso desdén. Me enfurece no poder confiar en ellos. No obstante,
espero y exijo de ti u n a lealtad total y e sp o n t á n e a ( a u n q u e sospecho
que al final traicionarás la confianza que te tengo).»
«No se p u e d e confiar en nadie, de modo que, si no asumo yo la res-
ponsabilidad final, entonces...»
«Lo q u e me h a c e feliz es la felicidad de todos», o «Por m á s que
me cueste, en términos emocionales o físicos, la felicidad de todos es
m á s importante que la mía.»
tos personales del tipo de los que hemos examinado, las polarizacio-
nes pueden aparecer y enquistarse muy rápidamente.
Mientras la persona demasiado responsable trabaja cada vez con
más empeño, la otra, experimentando niveles crecientes de cólera, des-
calificación y culpa, es probable que se vuelva cada vez más incom-
petente o irresponsable, con lo cual la responsabilidad de la primera
se a c r e c i e n t a proporcionalmente, etcétera, etcétera. Cuando existe
un constructo que dificulta que la persona responsable abandone su
posición, se vuelve imposible r e s p o n d e r a sus exigencias de que los
otros sean m á s responsables. Ella siempre parece estar allí primero,
a g u a r d a n d o y juzgando, y siempre prevalece su definición de lo que
constituye un grado adecuado de responsabilidad. Incluso cuando está
de a c u e r d o en ceder por cierto lapso, envía un claro mensaje de que
sólo lo h a c e hasta que el otro esté a la altura de su definición de lo
que deben ser las cosas. La lucha por estar a la altura de las exigencias
rígidamente altas, a veces paranoides, de otro cuyas expectativas se
parecen al horizonte (que siempre se aleja, p o r más rápido que uno
corra), tiende a perpetuar los problemas, pues cuanto más imposible
es recompensar, más crece la sensación de obligación y, como la gra-
titud, se vuelve «odio enmascarado». No presupongo malas intencio-
nes en n i n g u n a de las partes; cada u n a hace, p o r lo general, lo que
parece estar a su alcance en ese m o m e n t o , en vista de sus constructos
personales y de la posición en que se encuentra. Las soluciones inten-
tadas de cada lado para los problemas que afrontan en la relación, per-
cibidos y experimentados de distinto m o d o p o r cada involucrado, se
h a n vuelto partes de un círculo vicioso. En mi opinión, entonces es
importante considerar no sólo las p a u t a s longitudinales, intergenera-
cionales, sino también los determinantes interaccionales, del «aquí y
ahora».
Como dicen Fisch y otros, «si la formación y el mantenimiento de
los problemas se ven como partes de un círculo vicioso, en el que las
conductas-solución bienintencionadas en realidad mantienen el pro-
blema, la alteración de esas conductas debe interrumpir el ciclo e ini-
ciar la resolución» (1982, pág. 18). En otras palabras, «menos de lo mis-
mo» p u e d e llevar a «menos de lo m i s m o » , y así sucesivamente. Sin
embargo, he considerado que a b o r d a r sólo las componentes interac-
cionales de un problema, sin dedicar tiempo a los aspectos de «recom-
paginación» de la «biografía» intergeneracional, tiende a ser ineficaz
cuando los problemas se han convertido en parte integral de una pau-
EXCESO Y DEFECTO DE RESPONSABILIDAD
187
ninguna otra manera, trataría de explicar las razones que tuvo para
hacer lo que había hecho.
Al principio de la siguiente llamada telefónica, cuando la madre
empezó a aplicar la presión, la mujer intentó lo que yo le había suge-
rido. En el otro extremo de la línea hubo una breve pausa, y después
pareció que la madre había decidido ignorar esas palabras, pues con-
minó exigiéndole a la hija que se recobrara y saliera «de ese período
tonto». La cliente repitió su frase. En total tuvo que hacerlo unas quin-
ce veces, mucho menos de lo que había previsto. La madre se había
vuelto rápidamente menos difícil y, por primera vez, empezó a expre-
sar interés en cómo le iba, en lo que disfrutaba con su nuevo empleo,
etcétera. Al final de la llamada, en lugar de terminar con la exigencia
habitual de que la cliente recobrara la sensatez y recordara sus res-
ponsabilidades, su madre le deseó «lo mejor», le dijo que se cuidara y
puso fin a la conversación agregando «Dios te bendiga, querida». En
las conversaciones que siguieron, aunque la mujer tenía que utilizar
mi frase reiteradamente, muy pronto resultó inútil, pues la madre
demostraba una comprensión creciente, hasta que al fin le confió que
ella misma, en algunos momentos, había soñado con «alejarse de todo».
La mujer recordó entonces lo que yo le había dicho sobre lo difícil que
podría ser para su madre, que se había investido tanto, durante tanto
tiempo, del modelo de rol tradicional, admitir para sí misma que las
cosas podrían haber sido distintas. Lo que había hecho su hija quizá
le hubiera subrayado de modo incómodo las oportunidades que ella
misma había perdido para siempre.
Fue importante no haberse limitado a constituir con esta mujer una
coalición abierta o encubierta contra la madre; incluso aunque esta
técnica podría haber dado resultado a corto plazo, probablemente
habría generado más culpa con el transcurso del tiempo. Como obser-
van Boszormenyi-Nagy y Spark, «la separación... puede inducir senti-
mientos de culpa en quien la consuma, y la culpa es el mayor obstá-
culo para el éxito de la emancipación auténticamente autónoma» (1984,
pág. 32). Explorar la historia de su familia de un modo tal que la pau-
ta, y no el progenitor, aparezca como el problema, hace que la técni-
ca se convierta en un modo de limitar la influencia de esa historia, y
no de tratar con más eficacia a la madre.
La pareja a la que nos hemos referido en este artículo, que sentía
haberle fallado al hijo, a los padres del esposo, y haberse fallado el uno
al otro, estaba totalmente desmoralizada cuando vinieron a verme.
EXCESO Y DEFECTO DE RESPONSABILIDAD
189
El hijo menor, diagnosticado como «hiperactivo» a una edad tempra-
na, y que por entonces tenía 21 años, siempre había sido difícil. En el
transcurso del último año se había comportado de un modo cada vez
más extravagante; poco tiempo antes había tomado una sobredosis.
Estaba claro que durante veinte años ellos habían desatendido seria-
mente tanto su relación matrimonial como su propio desarrollo per-
sonal para cuidar de los hijos y, más recientemente, a la madre del
marido, la que (según el hombre admitía) había conservado «un poder
enfermizo sobre mí durante toda nuestra vida de casados». Los dos
hablaron con anhelo de las vacaciones que soñaron durante muchos
años: un viaje por Tasmania. Era algo que habían planeado hacer en
cuanto todos los hijos tuvieran su propia casa. Después de examinar
con este matrimonio el modo en que desantenderse a sí mismos for-
maba parte de una pauta que abarcaba por lo menos tres generacio-
nes, les sugerí que consideraran la posibilidad de tomarse unas vaca-
ciones en el curso de los próximos meses (el hombre era un conferen-
ciante universitario y tenía varias semanas de vacaciones pendientes);
después lo anunciarían sin discutirlo, sin pedir permiso a los hijos o
a la madre. Si iban a seguir mi consejo, era importante que no justifi-
caran su decisión ni la discutieran en el caso de que algún miembro de
la familia planteara objeciones. Tenían que limitarse a anunciar que
se iban porque habían decidido que querían (no que necesitaban) unas
vacaciones a solas. Se rieron cuando les ordené que sólo se tomaran
esas vacaciones si realmente las deseaban, y no que obedecieran a las
instrucciones de su terapeuta. Varios días después telefonearon para
posponer la entrevista siguiente, porque estarían en Tasmania. Para su
sorpresa, nadie objetó nada, y el hijo menor incluso había acordado
vivir con un amigo mientras ellos estuvieran fuera.
CONCLUSIÓN
Una pauta polarizada y crónica de responsabilidad excesiva e insu-
ficiente en la familia está insertada verticalmente en una tradición his-
tórica, intergeneracional, y también, horizontalmente, en secuencias
repetitivas de conductas que reflejan sistemas de constructos perso-
nales limitantes. La terapia para los problemas que surgen en tales
familias debe tener en cuenta y abordar tanto los temas intergenera-
cionales que han conducido a los sentimientos de falta de valía, obli-
190 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
do cambios en ámbitos que no eran los que los habían llevado a bus-
car terapia.
A petición de Talmon, Mordecai Kaffman, director médico de la
Clínica de N i ñ o s y Familias de Kibbutz de Israel, realizó un estudio
similar. Su investigación llegó a resultados análogos.
En su libro, Talmon proporciona orientaciones amplias y claras
acerca de c ó m o realizar terapias eficaces de sesión única. Los casos
descritos demuestran que la gama de personas que pueden ser signifi-
cativamente ayudadas de este m o d o a b a r c a desde clientes con difi-
cultades relativamente directas, hasta aquellos que sufren depresión,
angustia, problemas de peso, secuelas del divorcio y violencia familiar.
El lector comprenderá por qué considero que esta investigación es
extremadamente ominosa. La mayoría de quienes nos dedicamos a la
práctica privada sobrevivimos razonablemente si nuestros clientes vie-
nen a vernos las cinco o seis sesiones que gran p a r t e de la investiga-
ción considera el número promedio de visitas que ellos tienden a hacer.
No obstante, si se difunde la idea de que se puede obtener mucha ayu-
da con u n a sola sesión, quizá tengamos que comprarnos taxis o dedi-
carnos a alguna otra ocupación de jo r n a d a parcial p a r a complemen-
tar nuestros ingresos.
Una advertencia final. Como terapeutas breves, hemos encontrado
que es común, particularmente en las sesiones del trabajo, que los cole-
gas nos h a g a n preguntas del tipo «Sí, pero ¿y qué si...?». Por ejemplo:
Un cliente fue rechazado por sus padres a la edad de dos anos; lo crió
entonces un grupo de gorilas que vivía en los barrios bajos de la zona
portuaria de San Francisco. Después de luchar por aprender inglés en
los fragmentos de periódicos abandonados en los cubos de basura del
puerto, se enfrentó al problema de una lealtad dividida en la guerra entre
las pandillas callejeras hispanas y el grupo de gorilas, sintiendo simul-
táneamente la sensación de dislocación de los hispanos y la opresión cul-
tural que experimentaban los gorilas. Después de hacerse a la idea de
que era una persona y no un primate inferior, se arrastró hasta una igle-
sia, donde fue objeto de abuso sexual sistemático por parte de una suce-
sión de personas, antes de volverse codependiente y adoptar como esti-
lo de vida la ayuda a los jóvenes monos sin hogar. En la terapia, lucha-
mos con sus pensamientos activos de colgarse de las rampas de la auto-
pista, y decidimos no informar a las autoridades de su activa y seria «idea-
ción de primate», pero le contamos nuestras propias experiencias de las
veces en que nos sentimos como si estuviéramos comiendo bananas.
Desde luego, somos incapaces de responder a preguntas como: «Sí, pero
¿y qué si hubiera sido criado por un grupo de jirafas?» (Michael Durrant,
1992, comunicación personal).
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Centro de Terapia Familiar Breve (Milwau- Directivas paradójicas, 21
kee), 112 Directivas, 31-32, 83, 122
Centro de Terapia Breve (Palo Alto, Califor- Disfunción jerárquica, 23-25
nia), 15, 72, 73-74, 97, 161 Distinciones, trazados de las, 38, 43
— bases para el modelo de la terapia breve, — jerarquías de distinciones, 38, 42, 70
25 — operación básica, 38-40
— e importancia de la conducta y la terapia
familiar, 64 «Efecto Pigmalión», 55
— impacto temprano en el campo de la tera- Emociones, 61-67
pia familiar, 21 — autoatribución de, 65
— Instituto de Investigación Mental, 20, 21 — como preparación para la acción, 64
Centro per lo Srudio della Famiglia (Milán), — diferentes enfoques terapéuticos de las, 63
161 — importancia de escuchar y realimentar,
Cerebro: 62-64
— niveles de explicación para comprender- — importancia de la conducta y las, 64
lo, 71 — interpretación de las, 64-67
Clínica de Niños y Familias de Kibbutz — su abordaje por el terapeuta, 61-62
(Israel), 193 — sus efectos sobre el recuerdo de experien-
ÍNDICE ANALÍTICO
207
cias pasadas, 64, 65
Imaginería, 151
Empatia, 80
Influencia y pericia, 83-85
Empleo de las aptitudes naturales del cuerpo,
— neutralidad, 85-87
154-55
Instituto de Investigación Mental (MRI), Véase
Enfoques anarquistas, 60
Centro de Terapia Breve
Enfoques en el futuro, 33, 75, 125-126
Instituto de la Familia (Cadiff, Gales), 165
Erickson, Milton:
Intervención en la pauta:
— técnicas de utilización, 142
— contextúa!; utilizando aspectos de las pro-
— y el uso de la seudoorientación en el tiem- pias conductas y creencias del cliente, 142-
po como técnica hipnótica, 19-20, 119 143
— y la teoría de la intervención, 27 — ejemplos, 143-148
Esquizofrenia, 20
— complejidad de la, 70 — enfoques individual e interpersonal, 139
— intervención en pautas de atracón, 140
— enfoques sistémicos de la intervención en 141, 145
la, 164-165
— modificando las acciones del problema,
Etapas de la vida, 29 139-148
Ética:
— principales modos de la, 142-143
— y uso de las intervenciones paradójicas, — y el rapport con el cliente, 148
166-167
— y «relación de compra», 148
Evaluación, proceso de, 69-82
Intervención terapéutica, 27-33
— clarificación y expresión de las metas, 79-
82 — comunicación por medio de la analogía,
32
— construcción de un problema resoluble, — directivas, 32-33
82
— etapas de la vida, 29
— creación de «una realidad», 70
— generación del cambio, 30
— definición del comprador, 73-74
— pautas como hábitos, 28-29
— definición del foco, 72
— definición del quejoso, 73 — principios de la, 27-28
— determinación del problema, 75-76 Intervenciones. Véanse Intervenciones enmar-
— enfoques diferentes de la, 70 cadoras; Intervenciones paradójicas;
— formación para la, 33-34 Intervención en la pauta; Soluciones
— intervención terapéutica, 27-33 Intervenciones de fórmula, 113
— peligros de la sesión única, 192-193 Intervenciones enmarcadoras, 127-137
— preguntas «¿y qué si...?», 193-194 — búsqueda del marco correcto, 137
— relación de compra, 72-75 — como proceso interaccional, 131
importantes aspectos de la, 73-74 — como un proceso de colaboración, 130-32
la relación terapéutica, 74-75 — definición, 127-28
Excepciones, 77, 114-118 desenmarcamiento, 129
reenmarcamiento, 128
Family Institute. Véase Instituto de la Familia — ejemplo de desenmarcamiento, 135-136
Figura/fondo: efecto de las tendencias del — jerarquías de constructos, 128
— potencial curativo del reenmarcamiento,
observador, 45-46, 51-55 131
Formación de los terapeutas, criterios para
— reenmarcamiento y desenmarcamiento,
la, 33-34 128-137
diferencia entre, 130
Haley, Jay:
— y congruencia suficiente, 133
— criterios para la selección y formación de
— y «verdades subjetivas», 130
los terapeutas, 33-34
Hipnosis: Intervenciones paradójicas, 159-169
— clases de escalada de la estrategia para-
— técnicas hipnóticas, 21 dójica, 163-164
— y empleo de las aptitudes naturales del redefinición, 163
cuerpo, 154-55
reorientación, 164
Homeostasis familiar, 19, 165
— clasificación de las paradojas, 162-163
— confusión con la confrontación o el desa-
208 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
fío, 160 P a r a d i g m a i n t e r a c c i o n a l , 17
— c o n t r a i n d i c a c i o n e s , 166 P a r a d i g m a s i s t é m i c o , 17
— definición de la p a r a d o j a , 159-160 P a u t a s c o m o h á b i t o s , 28-29
— definición de las técnicas paradójicas, 160- — c o m o c o n c e p t o unificador, 139
161 P a u t a s i n t e r g e n e r a c i o n a l e s , 174-175, 190
— e m p a t i a , no t r a m p a , 168-169 P e r s u a s i ó n , 87-95
— enfoque de e q u i p o , 165 — c o n g r u e n t e c o n los d e s e o s del cliente, 88-
— enfoque dialéctico para comprenderlas, 89
166 — efectos de la a u t o c o n f r o n t a c i ó n , 91
— enfoques sistémicos, 165 — e f e c t o s de la r e p e t i c i ó n de los mensajes
— éxitos c o n las, 160 p e r s u a s i v o s , 93-94
— historia de las, 161 — e m p l e o de a l t e r n a t i v a s ilusorias, 94
— niveles de c a m b i o : p r i m e r y s e g u n d o — e m pl e o de a r g u m e n t o s en contrario, 91-
o r d e n , 165-166 92
— p r e s c r i p c i ó n del s í n t o m a , 161 — e m p l e o de a r g u m e n t o s g e n e r a d o s por el
— p r e s c r i p c i o n e s b a s a d a s en el desafío, 162 p r o p i o sujeto, 90-91
— p r e s c r i p c i o n e s b a s a d a s en la obediencia, — j e r a r q u í a de c r e e n c i a s , 88
162 — v a l i d a c i ó n de los s e n t i m i e n t o s del cliente,
— teoría de B r e h m de la reactancia psicoló- 88-89
gica, 162 — y cliente d o g m á t i c o , 89-90
— y el «juego familiar», 164-165 P h i l a d e l p h i a C h i l d G u i d a n c e Clinic. Véase
— y e m p l e o de m e n s a j e s del observador, 165 Clínica de Orientación Infantil de Filadelfia
— y ética profesional, 166-167 «Potencial c o l o n i z a d o r » , 86
— y m a n i p u l a c i ó n , 166-167 « P r e g u n t a del m i l a g r o » , 77, 80, 114, 118-122
— y p r o c e s o de colonización, 169 P r e g u n t a s «¿y q u é sí...?», 193-194
P r e s c r i p c i ó n del s í n t o m a , 161-162, 165
J e r a r q u í a y o r g a n i z a c i ó n , 124 Principio de e c o n o m í a , de Guillermo de
J u e g o d e s u m a c e r o , 185 Occam, 17,40
Profecía d e a u t o c u m p l i m i e n t o , 5 1 , 5 9
Lenguajes, 40
Realidad, 49-60
Manipulación, 16, 84-85, 130-132, 166-167 — « c o m p a r t i d a » , 57
«Mapas m e n t a l e s » , 32 — c o s a s y h e c h o s , 4 9 , 50
M a r c o s , 127-28 — de la familia, 52-53, 54, 55, 57
M á s de lo m i s m o , 2 5 , 55, 97-98, 185 — d e b a t e s o b r e la n a t u r a l e z a de la, 49
Memoria: — e n f o q u e s a n a r q u i s t a s de las concepciones
— p r o c e s o s de la, 42 d e la, 59-60
Mental Research Institute (MRI). Véase Centro — influencia de las p a u t a s de asociación,
de Terapia Breve 52,53, 53-60
Metáfora, 149, 150, 156-157 — m a r c o p a r a p e n s a r l a , 59
— a través de la a c c i ó n , 156 — niveles de la r e a l i d a d definida, 49-50
— m e n s a j e s m e t a f ó r i c o s del t e r a p e u t a , 157- d i f e r e n c i a c i ó n e n t r e los, 59
158 g r a d o de « a d e c u a c i ó n » entre los, 59-60
— t a r e a s m e t a f ó r i c a s , 157 — p e r c e p c i o n e s de la, s e g ú n las tendencias,
Véanse también Analogía: Anécdotas, p a r á - 51-55
bolas y relatos — p r o b l e m a s de definición de la, 50
M e t a s , 79-82 — p r o c e s o de « e n d u r e c i m i e n t o de las cate-
Mitos c u l t u r a l e s , 5 3 , 176 gorías», 59
Motivación: — significado, 50
— tal c o m o la p e r c i b e el t e r a p e u t a , 21 — y el p o d e r de la p r o f e c í a de a u t o c u m p l i -
miento, 55, 59
Negociación del p r o b l e m a . Véase Evaluación, R e e n m a r c a m i e n t o y rerrotulación, 32
proceso de Véanse también I n t e r v e n c i o n e s de r e e n -
N e u t r a l i d a d en la t e r a p i a , 85-87 marcamiento
ÍNDICE ANALÍTICO
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