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Podemos comenzar diciendo que la identificación es un proceso base para la formación del Yo: de
nuestro constructo imaginario con el que hacemos frente al mundo. Tiene que ver con la posición
en que fuimos puestos por el deseo de nuestros padres para incorporar una imagen unificada de
nuestro cuerpo y ser reconocidos dentro de sus deseos.
Por ende, abarca la forma inconsciente y espontánea en que incorporamos parcial o totalmente,
aspectos, rasgos y atributos de los demás como propios; sosteniendo un ideal de identidad -dado
en un inicio por nuestros cuidadores- por el cual buscamos regir las relaciones interpersonales y
también transformarnos.
En este sentido, es que se puede decir en referencia a Rimbaud-Lacan que “el Yo es un otro”, en
tanto que el Yo es una representación social del sujeto, es decir, “una persona” (o máscara) y, al
mismo tiempo es una condición alienada, porque es un constructo asumido a través de un modelo
a imitar.
Siguiendo la obra de Freud, podríamos destacar 3 modos de identificaciones, entre las cuales se
destacan:
Identificación Melancólica: El Yo se identifica con un objeto perdido (ya sea la pérdida de un ideal,
la muerte de un familiar, o una pareja). Ocurre en la persona una disminución del amor propio
(por la pérdida del objeto al que se identificó) para luego tomarse a sí mismo como un objeto
abandonado, dirigiendo todos sus impulsos hostiles -no tramitados al objeto- hacia sí mismo.
Identificación de la masa a un líder: Ocurre cuando varias personas de la masa depositan un Saber
-ya sea por fascinación amorosa, sumisión o dependencia-, a un líder, es decir, éste es puesto en el
lugar del ideal del Yo: al modelo que se intenta ser y ajustarse.
El “Cuerpo” es signado y construido por la relación libidinal con los primeros objetos de amor, en
especial la madre como tesoro de significantes. En este sentido, para Freud, la identificación tiene
una función decisiva en la prehistoria del complejo de Edipo.
De modo que, en la identificación hay un carácter narcisista, cuyos efectos se reflejan en: nuestro
carácter, en modos de gozar, en maneras de comportarnos, de ubicarnos frente al otro y de
repetir situaciones similares, que paso a paso delimitan nuestros senderos enigmáticos para
hacerle frente a la castración, es decir, al juego de la vida: Perder para ganar.
Así, el Yo tomará como propias no sólo las representaciones de unidad y síntesis de su imagen en
el espejo, sino de la relación con sus padres y los afectos que de ellos percibe para relacionarse
con diversos objetos: ya sea de una manera agresiva, o erótica. En un inicio, -siguiendo a Freud- el
infante manifiesta dos vínculos afectivos respecto a los padres, a saber:
con el padre, una identificación que lo toma por modelo (quiere serlo)
Por ello, la identificación en psicoanálisis está influida por la constelación Edípica, donde el niño
establecerá lazos afectivos (duraderos y oscilantes) entre cada uno de los padres. Pero es en la
incorporación de la imagen simbólica de ellos y los valores de la cultura donde adquiere el “ideal
del yo” en el declive del Edipo: “Así como el padre debes ser, así como el padre no te es lícito ser”
Ahora bien, si “el cuerpo” y la imagen que lo acompaña es una construcción acontecida por la
apropiación del Otro y se erige a partir de una identidad simbólica (es decir, una nominación):
¿Quiénes somos antes de ser nosotros?; ¿Quiénes somos más allá de los límites espaciales del
cuerpo que dan la fantasía de completud del Yo? ¿Quién soy antes de asumir cualquier identidad
sexual?
Partiendo del estadío del espejo, se puede entender que hay una humanización del órgano
biológico -y de la necesidad- en virtud del eje simbólico. Entonces ¿qué resulta fuera de la fantasía
de unidad del Yo? Se puede pensar que en la base de las identificaciones se halla el “agujero del
deseo” pues, en palabras de Szpilka, “el deseo es una nada revelada, la presencia de una
ausencia”; mientras que “la identidad es el ornamento de una nada”.
Se puede teorizar que, en el más acá de la máscara del Yo, se oculta lo Real como imposible,
aquello que angustia al sujeto. En otras palabras, la necesidad instintiva es sustituida por la
represión primaria, ya que la palabra marca una pérdida necesaria para que se erija el psiquismo
humano (en tanto pulsión y agujero del deseo) y como bien menciona Spilka: “el Sujeto nunca
sabrá a ciencia cierta qué es ser lo que el significante le requiera ser”.
En efecto, un Sujeto se puede identificar con enunciados emitidos por alguien investido de
autoridad y asimilarlos en su ideal del Yo como una verdad en sí misma, es decir, como una
identidad coagulada que le permite responder a lo que el significante le requiera ser, como, por
ejemplo: a “cómo amar”, “cómo vivir la vida” o “cómo ser padre”. Pero precisamente allí, el sujeto
ha cedido en su deseo; por lo que recuerda Szpilka que: “cualquier intento de realización de una
identidad es la semilla de la patología”.
Para resumir, si bien “el cuerpo” y “la identidad sexual”, es una asimilación dada por la función del
lenguaje y del conjunto de identificaciones en la historia subjetiva, en su base, se encuentra una
primera pérdida mítica que desanuda al instinto de un objeto fijo (gracias a la represión primaria)
pues “Lo que la palabra representa no puede ser representado por la palabra”, como sugiere
Szpilka en relación con Wittgenstein.
Dado que el Ego es una construcción en función del Otro, el sujeto ($) queda representado por un
significante Amo (S1) que lo signa con una “identidad” aparente para intentar responder al deseo
del Otro: ¿Qué me quieres? ¿Qué quieres que yo sea para que me reconozcas? En este sentido
Spilka señala que: “el sujeto se puede identificar con quien señala la dirección de su deseo en su
imposible realización”
Así, “Yo y deseo”, tienen una relación no-excluyente, bien dice Lacan (2009): “si el deseo es la
metonimia de la carencia de ser, el Yo es la metonimia del deseo”. (P.609) pues el yo se cristaliza
en un deseo de identidad que se incorpora al final del complejo de Edipo por identificación al
padre y a la cultura, es decir, por el ideal del yo.
Siguiendo la premisa que “el deseo nunca se satisface”; se puede pensar que el cumplimiento del
deseo de identidad sigue la misma lógica. Para que el yo sea, es necesario que sea algo diferente a
lo que es; que se desplace a una nueva identidad representada por una imagen dada por lo
simbólico.
Lo anterior nos plantea una paradoja inevitable que habilita al deseo y a la pérdida. Por ello se
pregunta Szpilka: “¿por qué alguien tiene que ser otra cosa distinta de lo que es? ¿Por qué la
entidad no viene dada por el simple estatuto biológico u ontológico de un determinado sujeto?”
Las preguntas de Szpilka remiten a una reflexión psicoanálitica que nos aleja de la etología animal
y toca la sexualidad pulsional del sujeto: a la forma singular en cómo hemos sido habitados por el
Otro desde su demanda enunciativa.
Por otra parte, la identificación en psicoanálisis toca reflexiones sobre las bases que propician el
sostén de los sentimientos de identidad social en virtud de un mismo ideal del Yo. Un film que
ilustra dicho mecanismo es “Die Welle” (“la Ola”). Dirigida por Dennis Gansel en el año 2008; te
sumergirá en la aprehensión de la dinámica psicológica de masas.
El mecanismo tratado ocurre de manera progresiva dentro del grupo: a partir de un saber de amo
que se impone sobre los estudiantes como una identidad sostenida por el sentimiento de unidad e
igualdad (basados en ideales autocráticos y totalitarios) que generan la ligazón afectiva con los
jóvenes.
De esta forma, verás cómo se pierde parte de la individualidad en el grupo al anteponerse un ideal
colectivo sobre el ego de los alumnos (condensados en la figura del líder y habilitados por la
fascinación).
Además, podrás observar cómo de la idea de unidad autocrática se deriva el narcisismo de las
pequeñas diferencias, lo cual hace que la agresividad se dirija a miembros diferentes a la Ola
cuando hay otros alumnos que no se identifican con los mismos ideales, creándose la noción de
“enemigo” y la consecuente exclusión sin sentir culpabilidad.
Fuentes:
Evans, D. (1998). Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. (1ra. Ed.) 4ta reimpresión,
2007. Buenos Aires, Argentina: Paidos.
Freud. (2005). Obras completas Tomo III. Psicología de las masas y análisis del Yo. 1921. Argentina:
El ateneo editorial
Freud. (2005). Obras completas Tomo III. Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. Lección
XXXI. Disección de la personalidad psíquica. 1933. Argentina: El ateneo editorial