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Cómo citar: Torres Vásquez, Aníbal. Acto jurídico. Volumen II, Jurista editores, 2018, pp.
1078-1094.
Sumario: 1. Clases de error, 1.1. Error en la voluntad o error vicio y error en la declaración
o error obstativo, 1.2. Error de hecho y error de Derecho, 1.3. Error propio e impropio, 1.4.
Error esencial y error indiferente, 1.5. Error excusable y error conocible.
1. Clases de error
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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP
Si en el error obstativo el sujeto declara una voluntad que no tiene o que es distinta a la
que tiene, y en el error vicio declara una voluntad mal formada por ignorancia o
representación equivocada de la realidad, es decir, en el error obstativo falta la voluntad y
en el error vicio ,hay una voluntad viciada, la consecuencia normativa debería ser que el
error obstativo es causa de nulidad y el error vicio causa de anulablidad del acto jurídico.
Sin embargo, el Código civil dispone que tanto el error obstativo como el error vicio son
causas de anulabilidad del acto jurídico. La solución adoptada por el Código es correcta
porque razones de exigencias prácticas aconsejan a no diferenciar entre error obstativo y
error vicio en cuanto a sus consecuencias que deben ser las mismas.
La teoría del error como causa de anulabilidad del acto jurídico ha evolucionado de
acuerdo con las teorías de la voluntad, de la declaración y de la tutela de la confianza
creada con la declaración. En épocas pasadas se distinguía entre el error totalmente
destructivo de la voluntad y como tal determinante de la nulidad o de la inexistencia del
acto, de los vicios que sin excluir la voluntad se limitan a viciarlo, exponiéndolo a que sea
impugnado por anulabilidad. La actual recomposición a una teoría unitaria del error como
simple causal de anulabilidad del acto jurídico, como señala Roppo[6], «refleja el
progresivo desgaste del dogma de la voluntad y el creciente espacio conquistado por las
exigencias de protección de la confianza»; emblema de esta tendencia es la vicisitud del
error obstativo, que da lugar a una declaración no conforme a la voluntad del agente, el
cual durante la vigencia del Código italiano de 1865 se lo consideraba radicalmente
destructivo de la voluntad y, por lo tanto, causa de nulidad; en cambio el código italiano
vigente de 1942 lo asimila al error vicio, fuente de simple anulabilidad[7].
La contraposición entre error obstativo y error vicio solamente puede subsistir y asumir
consistencia real si se admite que son diversas las repercusiones de una y otra figura en
la voluntad. Pero haciendo una valoración realista, ninguna diferencia sería es posible
reconocer entre una y otra hipótesis de error. Basta decir que el error obstativo induce al
agente a celebrar un acto que no ha querido (habiendo querido uno diverso o no habiendo
querido ninguno). Este es el mismo efecto al cual da lugar el error vicio, por el cual el
sujeto se decide a celebrar un acto, que de otro modo no lo habría celebrado (o lo habría
concluido de modo diverso). En una u otra hipótesis de error, la intención y el interés del
agente se ven igualmente afectados. La solución adoptada por el Código es coherente al
disponer un tratamiento igual para fenómenos que tienen consecuencias equivalentes[8].
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b) del objeto;
El error puede ser de hecho (error facti) o de Derecho (error iuris). El error de hecho es el
conocimiento equivocado o la ignorancia que se tiene sobre los elementos del acto
jurídico o sus circunstancias externas. El error de Derecho es el conocimiento equivocado
o la ignorancia que se tiene del Derecho objetivo o del derecho subjetivo. Tanto el error de
hecho como el de Derecho puede ser esencial o indiferente.
Los romanos consideraron que el que padece de error de Derecho incurre en grave
negligencia. Paulo (D. 22,6,9) proclamó como principio general que el error de Derecho
perjudica siempre al que incurre en él: iuris quidem ignorantiam cuique nocere, facti vero
ignorantiam non nocere (a cualquiera perjudica la ignorancia del Derecho, en cambio no lo
daña la ignorancia de hecho). Lo que significa que nadie se puede sustraer a las
consecuencias dañosas de sus propios actos aduciendo ignorancia de la ley. Con otras
palabras se expresaba nemo ius ignorare consetur (nadie puede ignorar el Derecho), o
neminem licet ignorare ius (a nadie es lícito ignorar el Derecho), por exigirlo así la
obligatoriedad de la ley y la imprescindible necesidad de certeza del Derecho. Por tanto,
nadie puede escudarse en su propia ignorancia para incumplir el mandato legal.
El Derecho romano clásico conoce excepciones a esta regla, referidas a las hipótesis en
las cuales el errante debe ser socorrido en presencia de errores de Derecho justificables.
Así, el error de Derecho era admisible si el que realiza el negocio no ha podido consultar a
un jurisconsulto para obtener una orientación o no ha podido procurarse por sí el
conocimiento necesario de las normas. El Derecho justinianeo introdujo la presunción de
conocimiento de la norma por el cual no es posible librarse de las consecuencias
negativas del error iuris ni aun cuando se prueba que el error no se debe a culpa del
sujeto.
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Decía Papiniano que la ignorancia de Derecho no aprovecha a los que quieren adquirir,
iuris ignorantia ñon prodest acquirere volentibus; pero no los perjudica para no perder,
suum veropetentibus non nocet (D.7,6). Se admitía el error de Derecho si se trataba de no
perder y se rechazaba cuando se quería ganar. Por ejemplo, no se podía invocar el error
iuris para usucapir.
en Roma había tal multitud de juristas para proteger a los incautos que, no obstante
el formalismo, las reglas podían aprenderse directamente o por medio de los
jurisconsultos. El jurista estaba en todas partes, en el forum, en medio del tumulto
de los negocios y la agitación de las audiencias, y hasta en las expediciones
militares.
De aquí que se presumiese el conocimiento de la ley, notorio e indiscutido —tibi notum est
— y que Paulo haya proclamado de una manera general que el error de Derecho perjudica
siempre al que incurre en él: error iuris nocet; error facti non nocet. En el estado actual de
la civilización y de la ciencia las cuestiones controvertidas son mucho más numerosas
que en la época romana[10], y más numerosas aún son las normas que integran el
Derecho positivo que ningún jurista puede afirmar que las conoce todas, por lo que
afirmar que las leyes deben reputarse conocida es afirmar como verdad una falsedad.
El Código chileno sigue las disposiciones del Derecho romano al establecer en su art.
1452 que «el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento». No se puede
invocar el error de Derecho para alegar la nulidad del contrato a que se ha consentido con
tal error. La ley promulgada tiene fuerza obligatoria, se entiende que es conocida por
todos y nadie puede ignorarla. Nadie puede excusarse de cumplir la ley so pretexto de
que no la conoce[11].
Domat[12], predecesor del Code Napoleon, fue el primero en sostener que la ignorancia o
el error de Derecho, para que anule el acto, debe ser su única causa determinante o
principal.
enfermo hace un legado al médico que le cuida, ignorando que el art. 909 (del Código
francés) prohíbe este género de liberalidades y luego se preguntan estos autores ¿qué
importa la naturaleza del error desde el momento en que vicia la manifestación de
voluntad?
La ignorancia de las leyes, o el error de derecho en ningún caso impedirá los efectos
legales de los actos lícitos, ni excusará la responsabilidad por los actos ilícitos.
El vigente Código civil y comercial argentino solamente habla del error de hecho: Art. 265.
Error de hecho.
El error de hecho esencial vicia I voluntad y causa la nulidad del acto jurídico. Si el
acto es bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el
destin ario para causar la nulidad.
Comentando el derogado Código argentino, Borda[16] dice que nadie puede ampararse
en el error de Derecho para eludir las responsabilidades legales o convencionales
emergentes de sus actos:
toda ordenación social exige, para su normal desenvolvimiento, que las normas
jurídicas impuestas por el Estado con carácter obligatorio, se apliquen en todos los
casos para los cuales han sido dictadas, sin que sea posible eludir su cumplimiento
invocando ignorancia o error. No juega en esta cuestión un problema de
conocimiento de la ley, sino de obligatoriedad de la misma; las leyes se deben
aplicar con entera independencia de que el interesado las conozca o no; en verdad,
es preferible que las conozca, pero si ello no ocurre lo mismo deben aplicarse. De
ahí que el error de derecho no valga como excusa.
Por su parte, Llambías[17] sostiene que lo dispuesto en el art. 923 (del Código argentino)
se explica debido a que:
(1) Quien al emitir una declaración de voluntad estaba incurso en un error respecto
de su contenido o no quería en absoluto realizar una declaración con ese contenido,
puede impugnarla si puede suponerse que, de haber conocido la realidad de los
hechos y apreciando razonablemente el caso, no la habría emitido.
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cada vez son más quienes sostienen la opinión de que en el caso de error relevante
conforme al art. 119.1 en los negocios jurídicos inter vivos, quien yerra tiene que
admitir que valga el negocio jurídico tal como lo entiendo al emitir su declaración, si
la otra parte declara que el negocio debe mantenerse con el contenido que supuso
quien incurrió en error. Hay que estar de acuerdo con esta opinión. Cuando, al
perfeccionarse el negocio, la otra parte reconoce en qué sentido ha entendido su
declaración quien yerra, la declaración vale con el significado supuesto por quien
incurrió en error. Asimismo, cuando posteriormente se hace valer el error, quien
contrató el que erró también debería tener derecho a sujetarle al negocio en el
sentido que este pensó. Quien incurre en error sería culpable de un venire contra
factum proprium si, tras descubrir el error, no quisiera que su declaración valiera en
el sentido que él imaginó. En el Derecho suizo (OR art. 25.11) e italiano (art. 1432
Cod. Civile)[20] la Ley establece expresamente esta regulación. En Derecho
austríaco constituye la opinión dominante.
El Código italiano de 1942, en su art. 1429, prescribe: «El error es esencial (…) 4) cuando,
tratándose de un error de derecho, haya sido la razón única o principal del contrato». Esta
norma consagra la opinióndel francés Domat.
Un ejemplo que nos aclare: Ticio compra a Cayo un terreno para fabricar un horno de
fundición con su respetiva chimenea, sin conocer que en una localidad como aquella,
cerca a una zona importante para la defensa nacional, existe una servidumbre militar por
la cual se prohíbe toda construcción más alta de cinco metros. Ticio construye y luego la
autoridad militar lo obliga a demoler toda la construcción más alta del límite consentido;
Ticio no puede sustraerse a la obligación de derribar la chimenea con la excusa de que no
conocía la ley: él, en cambio, podrá invocar la anulación de la compraventa del terreno
porque, si hubiese conocido aquella prohibición, no la hubiese comprado. El error de
Derecho es causa de anulabilidad solamente cuando ha sido la razón única o al menos
principal que induce al sujeto a realizar aquel negocio jurídico (art. 1429.4). Algunos
negocios no son anulables por error sobre la existencia o sobre el significado de una
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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP
b) pero cuando se la invoca para valerse de las consecuencias que la ley misma
vincula al estado de error (art. 1429.4), entonces, si ha sido la causa única o
principal de la determinación volitiva, es excusable y relevante como el error de
hecho.
El Código peruano de 1852, inspirado en el Code Napoleon, en su art. 1236 disponía: «No
es válido el consentimiento que proviene de error, de dolo o de violencia». Con referencia
a este artículo, Ortiz de Zevallos[23] manifiesta que para algunos juristas es claro que se
trata del error de hecho y de Derecho (Lex non distinguit) y para otros es principio
inconcuso de Derecho que la ignorancia de la ley no excusa a nadie de su cumplimiento,
salvo que el error de Derecho haya sido el único fundamento del contrato. El autor opta
por el principio que dice que cuando la ley no distingue no hay el derecho de distinguir.
El Código de 1936, en los arts. 1079 y siguientes, reguló el error de hecho. Al error de
Derecho se refería por excepción en el art. 1280 que establecía: «El que por error de
hecho o de derecho entregase a otro alguna cosa o cantidad en pago, puede repetirla del
que la recibió». León Barandiarán[24] escribe que el art. 1079 se refiere solo al error de
hecho. El interés de la distinción entre error de hecho y Derecho, está en que según los
romanos, aquél es excusable y este no. Sin embargo, la regla de error iuris nocet, en el
propio Derecho romano tenía atenuantes.
En el estado actual de la ciencia jurídica la regla de nemo ius ignorare censetur ha perdido
su primitivo rigor. En Roma tenía su razón de ser, por el deber impuesto a todos de
conocer el Derecho; pero hoy este es tan complicado que no puede imponerse tal
exigencia. Agrega, citando a Dereaux, que no hay razón plausible para proclamar que
nadie es reputado de no ignorar la ley y establecer así una separación profunda entre el
error de Derecho y el error de hecho.
El Código vigente de 1984 regula en forma expresa el error de Derecho como vicio de la
voluntad (art. 202. 3).
– Error sobre las consecuencias del acto jurídico, es decir, sobre sus efectos. En
este caso el error no tiene importancia porque, por ejemplo, quien vende un bien no
puede sustraerse a las reglas sobre la garantía de saneamiento por vicios ocultos
solo porque no los conocía;
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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP
a) Muchas veces el objeto del acto jurídico está determinado por normas jurídicas.
Por ejemplo, la venta de una herencia en una sucesión abierta (la venta de bienes de
sucesiones no abiertas, esto es, de sucesiones futuras está prohibida por el art.
1405) tiene por objeto la cuota que le corresponde al vendedor, y esta depende de
las normas sobre sucesiones. Puede suceder, v. gr., que una persona, por ignorancia
de las normas sobre sucesión legítima (arts. 723 y ss. del CC) esté convencida de
haber heredado solamente un tercio de la herencias, mientras que en realidad su
cuota es de la mitad; un contrato de venta de la herencia realizado bajo los efectos
de este erróneo convencimiento es anulable.
Como se aprecia de estos ejemplos la anulabilidad del acto jurídico por error de Derecho
en nada afecta a la observancia obligatoria de las normas imperativas; por el contrario,
con la anulación del acto, dicha observancia está garantizada.
vicios ocultos (art. 1503). El error sobre estas consecuencias no puede ser causa de
anulación del contrato, y la razón es evidente. Estas consecuencias acceden a un núcleo
fundamental deseado por las partes: la transferencia de la propiedad a cambio de un
precio; por eso tienen un carácter accesorio y secundario: el error sobre ellas no tiene un
carácter esencial y no puede ser admitido como causal de anulación del contrato, pues de
admitirse convertiría al contrato en excesivamente inseguro.
En ocasiones sucede que normas imperativas suprimen algunas cláusulas del acto
(nulidad parcial) o las sustituyen por otras, dando así al negocio un contenido diverso al
querido por las partes. La diversidad puede aun tocar elementos esenciales, por ejemplo,
el precio. Si el objeto de la ley es el de imponer una disciplina a la relación negocial, por
considerar que es más justa respecto a la establecida por las partes, no se puede admitir
que uno de los contratantes invoque la ignorancia de la ley para liberarse de los efectos
contractuales, porque ello significaría eludir la ley misma. Por ejemplo, si en un sector
bajo disciplina obligatoria de precios se estipula un contrato de venta por un precio
superior al máximo permitido por la ley, el contrato debe subsistir por un precio reducido
al límite legal: aquí no es admisible que el vendedor pueda solicitar la anulación del
contrato, aduciendo ignorancia de la disciplina legal de los precios porque, de lo contrario,
el objeto de esta disciplina resultaría frustrado.
El error impropio actúa destruyendo alguno de los requisitos esenciales del acto[27]. Por
ejemplo, A vende a B una nave que días antes ha perecido en un naufragio, sin que ellos
lo supieran: la compraventa es nula por falta de objeto. Sin duda los contratantes han
incurrido en error al creer que la nave existía en el momento de celebrar contrato, pero
este error no constituye un vicio de la voluntad. Para solicitar la declaración judicial de
nulidad del acto jurídico, no es necesario ni siquiera invocarlo. El error impropio
solamente influye indirectamente en la validez del acto.
El error propio produce la anulabilidad del acto jurídico directamente por virtud propia (es
el llamado error esencial o substancial). No ataca a uno de los requisitos de validez del
acto, sino que solamente obra sobre la voluntad viciándola.
La doctrina moderna ha abandonado esta clasificación del error establecida por Savigny;
sin embargo, la consideramos de vital importancia para establecer en cada caso concreto
si el acto es nulo o anulable. Si el error destruye uno de los requisitos de validez del acto
jurídico, este es nulo por falta de ese requisito, mas no por error; en cambio, si el error
solamente vicia la voluntad, el acto es anulable.
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preciso que el error sea esencial para invocar la anulabilidad, pues no se puede permitir
que cualquier error afecte la validez del acto, porque se afectaría la seguridad en el
tráfico.
Es indiferente el error que recae sobre elementos o cualidades no esenciales del objeto; o
sobre cualidades de la otra parte que no han sido tomadas en cuenta como relevantes
para el acto realizado; o sobre el Derecho que no ha sido determinante de la voluntad; el
error de cálculo; el error en el simple motivo; el error en el nombre del acto, del objeto, o
de la persona, cuando por el contexto o circunstancias del acto se puede identificar al
acto, al objeto o a la persona.
De estas clases de errores tratemos in extenso al ocuparnos del error en el Código civil
peruano.
Frente a las graves consecuencias de la anulación del acto jurídico por error, y con el fin
de poner freno a las posibilidades de invalidez del acto y proteger adecuadamente tanto
los intereses del declarante que ha caído en error como los del destinatario que confía en
tal declaración, se han configurado dos sistemas: el de la excusabilidad del error y el de la
cognoscibilidad del error.
El error es excusable cuando el declarante ha tenido razón para errar, no cuando el error
proviene de su negligencia. Además se reputa inexcusable cuando proviene de una
negligencia grave.
En Roma tiene su origen la excusabilidad y es adoptada por muchos códi gos de antigua
data (ejemplo, el derogado Código argentino de 1869, el Código peruano derogado de
1936). El nuevo Código civil y comercial argentino, al igual que el Código civil peruano, no
exige que el error sea excuable, pero sí que sea conocible por el destinatario de la
declaración.
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[1] Pugliatti, S., Introducción al estudio del Derecho civil, 2.1 ed. Porrúa, México, D.F., 1943,
p. 270.
[3] Coviello, Nicolás, Doctrina general del derecho civil, trad. de Felipe de J. Tena, México,
1938, p. 412.
[4] La expresión error obstativo fue acogida en la doctrina italiana por la autoridad de
Giorgi y la expresión francesa erreurobstacle fue empleada por Larombiére (Coviello, ob.
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cit., p. 412). Giorgi, Teoría de las obligaciones en el derecho civil moderno, Madrid, 1905, T.
III, p. 265.
[5] Messinero, Franceso, Manual de derecho civil y comercial, trad. de Santiago Sentis
Melendo, Ejea, Buenos Aires, 1979, T. II, p. 438.
[7] El Código italiano de 1942 no menciona al error obstativo, como lo hacia el Código de
1865. pero, en el art. 1433, menciona al error en la declaración o en su transmisión,
evitando la vieja terminología reputada contradictoria respecto a esta disciplina.
[8] Scognamiglio, Renato, Contratti in generale, 3era. ed., Milano, 1980, p. 42.
[9] De Gáspery, Luis y Morello, Augusto M., Tratado de Derecho civil, Tea, Buenos Aires,
1964, T. I, p. 389.
[11] CLARO SOLAR, Explicaciones del Derecho civil chileno y comparado, cit., vol. V, p.
141.
[12] DOMAT, Leí bis civiles dans leurordre naturel, cit., sec. I, n.°s 13 y 14.
[13] CLARO SOLAR, Explicaciones del Derecho civil chileno y comparado, cit., vol. V, p. 145.
[14] MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, cit., T. I, Parte II, vol., I, p.
198.
[15] COLIN, A., y CAPITANT, H., Curso elemental de derecho civil, trad. de Demófilo de
Buen, Reus, Madrid, 1952, T. I, p. 182.
[17] LLAMBÍAS, Tratado de derecho civil. Parte general, cit., T. II, p. 490.
[18] FLUME, El negocio jurídico. Parte general del Derecho civil, cit., T. II, pp. 501-502.
[19] BGB: Art. 142. Eficacia de la impugnación, (l) Si es impugnado un negocio jurídico
impugnable, se considera que el nulo desde el inicio. (2) Quien conocía o debía conocer la
impugnabilidad es tratado, en el caso que prospere la impugnación, como si hubiese
conocido o hubiese debido conocer la nulidad del negocio jurídico.
[20] Código italiano: Art. 1432. Mantenimiento del contrato respectivo. La parte que
incurrió en error no podrá pedir la anulación del contrato si antes que a ella le pudiese
resultar un perjuicio, la otra ofreciere cumplirlo de modo conforme al contenido y a las
modalidades del contrato que aquélla quiso concluir.
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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP
[23] ORTIZ DE ZEVALLOS Y VIDAURRE, Tratado de Derecho civil peruano, cit., p. 36.
[27] Savigny fue el que distinguió entre error propio y error impropio. Se estaría en error
impropio cuando mediante él llega a faltar algún elemento esencial (el consentimiento, el
objeto o la causa), impidiendo la formación del contrato (SAVIGNY, Sistema de Derecho
romano actual, cit., T. II, p. 222).
[28] Para que el error anule el acto jurídico debe ser excusable, y de tal manera que
cualquier persona medianamente inteligente pueda caer en él. Un error burdo o un error
originado por manifiesta imprudencia no puede excusarse ni invalidar el negocio jurídico
(MUÑOZ SABATÉ, Luis, Comentarios al Código civil de España e Hispanoamérica,
Ediciones Jurídicas Herrero, México, D.F., 1953, p. 685).
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