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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error.

d. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP

Acto jurídico. El error como vicio de la


voluntad. Clases de error. Bien
explicado por Aníbal Torres Vásquez
POR ANÍBAL TORRES VÁSQUEZ - 6 SEPTIEMBRE, 2021

Estimados lectores, compartimos un breve fragmento del libro Acto jurídico, del


reconocido civilista Aníbal Torres Vásquez, lectura imprescindible para todo estudiante
de derecho.

Cómo citar: Torres Vásquez, Aníbal. Acto jurídico. Volumen II, Jurista editores, 2018, pp.
1078-1094.

Sumario: 1. Clases de error, 1.1. Error en la voluntad o error vicio y error en la declaración
o error obstativo, 1.2. Error de hecho y error de Derecho, 1.3. Error propio e impropio, 1.4.
Error esencial y error indiferente, 1.5. Error excusable y error conocible.

1. Clases de error

1.1 Error en la voluntad o error vicio y error en la declaración o error obstativo

La voluntad puede ser considerada en su doble aspecto: sea en su proceso de formación


en la conciencia del individuo, caso en el que se habla de «determinación de la voluntad»
o de «voluntad de contenido», sea en su externa expresión, a la cual se refiere la locución
«manifestación de la voluntad» o «declaración de voluntad».

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El error en la voluntad o error vicio consiste en la ignorancia o en la representación falsa


de la realidad (de los acontecimientos, de los bienes, de las personas o del Derecho) que
determina la mal formación de la voluntad, «que de otra manera, o no se hubiese
formado, o habría tenido un contenido diverso»[1]. Hay un desacuerdo entre la voluntad
mal formada que se ha manifestado exactamente, y aquella voluntad que se habría tenido
si no hubiese existido el error, considerada como voluntad efectiva[2]. No hay un
desencuentro entre la voluntad y su declaración, sino entre la realidad y el conocimiento
que se tiene de ella. Si quiero una cosa y digo que la quiero, pero en tanto la quiero en
cuanto erróneamente estimo que es la que yo imagino o que está dotada de aquellas
cualidades, sin las que no la querría, hay desacuerdo no entre la voluntad y la
manifestación, sino entre la voluntad actual y la eventual, o sea la que habría tenido si no
hubiera habido error. Se dice lo que se quiere; pero se quiere con fundamento en la
ignorancia o falso conocimiento de la realidad de las cosas, esto es, con fundamento en
el error[3].

El error en la declaración (denominado también error obstativo u error obstáculo[4],


impediente o impropio) recae sobre la declaración (digo 100 cuando quiero decir mil; el
texto de un contrato es mal trascrito por la secretaria). No influye en la formación de la
voluntad viciándola, por eso se le denomina también error impropio. Hace nacer un
desacuerdo inconsciente entre la voluntad y la declaración «porque el declarante hace
manifiesta, no la voluntad efectiva, sino una voluntad diversa e inexistente»[5]. Por
ejemplo, cuando por distracción o por agotamiento o falta de concentración mental,
queriendo una cosa, por error digo que quiero otra; hablo de usufructo cuando quiero
decir arrendamiento; me dirijo a Juan, cuando en realidad quiero dirigirme a Pedro. En
casos como estos hay desacuerdo entre mi voluntad y la manifestación.

El error en la declaración puede consistir en una simple distracción, lapsus linguae o


lapsus calami en vez de decir vendo digo arriendo, digo que dono a Ticio cuando mi
voluntad es donar a Cayo, en vez de remitir el fax a Pedro lo remito a Juan, en vez de
llamar a un bien A lo llamo B, o en una reproducción infiel de la declaración por parte de
quien debe ponerla por escrito, he dictado vender y en el documento (carta, telex, fax,
telegrama, contrato, etc.) dice donar, o cuando el declarante se vale como medio para
transmitir la voluntad de un nuncius, quien cambia o altera la declaración o bien la dirige a
persona diversa de aquella a quien está dirigida.

El error obstativo (error en la declaración) se refiere a la formación exterior del negocio y


el error-vicio golpea a la raíz del propio querer del sujeto y se refleja; por tanto, en su
formación intrínseca. En el error vicio el autor de la declaración entiende correctamente
el significado, pero su voluntad se determina a concluir el acto como consecuencia de
una falsa apreciación de los hechos o del Derecho. Mientras en el error obstativo la
voluntad se forma bien pero se expresa mal. En el error vicio, la voluntad se ha formado
mal como causa de una falsa representación de la realidad; se declara bien una voluntad
mal formada como consecuencia de la ignorancia, o de la representación equivocada de
la realidad. En cambio, el error obstativo determina la falta de voluntad negocial o
voluntad de contenido; el sujeto declara algo que no corresponde a su voluntad. Este error
provoca en el sujeto, la falta de conciencia del significado objetivo de su declaración, a la
cual se le atribuye un significado diverso.

En el error vicio la declaración corresponde a la intención del declarante aunque si su


voluntad no se ha formado en modo normal a causa de elementos que lo inducen al
sujeto a realizar un acto jurídico que de otro modo no lo habria realizado. En cambio, el
error en la declaración, caso tipico de divergencia entre voluntad y declaración, no se
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refiere al proceso de formación de la voluntad, sino que se verifica, cuando en el


momento de la declaración, el sujeto declara una cosa diversa respecto a aquello que
quiere realmente: Juan quiere adquirir una mercadería de una determinada marca, pero
por distracción, en la orden de adquisición escribe la sigla de una marca diversa; en esta
hipótesis la voluntad interna de Juan se ha formado correctamente, pero manifestación
de dicha vo luntad es errónea.

Si en el error obstativo el sujeto declara una voluntad que no tiene o que es distinta a la
que tiene, y en el error vicio declara una voluntad mal formada por ignorancia o
representación equivocada de la realidad, es decir, en el error obstativo falta la voluntad y
en el error vicio ,hay una voluntad viciada, la consecuencia normativa debería ser que el
error obstativo es causa de nulidad y el error vicio causa de anulablidad del acto jurídico.
Sin embargo, el Código civil dispone que tanto el error obstativo como el error vicio son
causas de anulabilidad del acto jurídico. La solución adoptada por el Código es correcta
porque razones de exigencias prácticas aconsejan a no diferenciar entre error obstativo y
error vicio en cuanto a sus consecuencias que deben ser las mismas.

La teoría del error como causa de anulabilidad del acto jurídico ha evolucionado de
acuerdo con las teorías de la voluntad, de la declaración y de la tutela de la confianza
creada con la declaración. En épocas pasadas se distinguía entre el error totalmente
destructivo de la voluntad y como tal determinante de la nulidad o de la inexistencia del
acto, de los vicios que sin excluir la voluntad se limitan a viciarlo, exponiéndolo a que sea
impugnado por anulabilidad. La actual recomposición a una teoría unitaria del error como
simple causal de anulabilidad del acto jurídico, como señala Roppo[6], «refleja el
progresivo desgaste del dogma de la voluntad y el creciente espacio conquistado por las
exigencias de protección de la confianza»; emblema de esta tendencia es la vicisitud del
error obstativo, que da lugar a una declaración no conforme a la voluntad del agente, el
cual durante la vigencia del Código italiano de 1865 se lo consideraba radicalmente
destructivo de la voluntad y, por lo tanto, causa de nulidad; en cambio el código italiano
vigente de 1942 lo asimila al error vicio, fuente de simple anulabilidad[7].

La contraposición entre error obstativo y error vicio solamente puede subsistir y asumir
consistencia real si se admite que son diversas las repercusiones de una y otra figura en
la voluntad. Pero haciendo una valoración realista, ninguna diferencia sería es posible
reconocer entre una y otra hipótesis de error. Basta decir que el error obstativo induce al
agente a celebrar un acto que no ha querido (habiendo querido uno diverso o no habiendo
querido ninguno). Este es el mismo efecto al cual da lugar el error vicio, por el cual el
sujeto se decide a celebrar un acto, que de otro modo no lo habría celebrado (o lo habría
concluido de modo diverso). En una u otra hipótesis de error, la intención y el interés del
agente se ven igualmente afectados. La solución adoptada por el Código es coherente al
disponer un tratamiento igual para fenómenos que tienen consecuencias equivalentes[8].

El error vicio es, a su vez, de varias clases según que recaiga:

a) en la identidad del objeto (no está regulado expresamente en el Código civil);

b) en la esencia del objeto;

c) en la cualidad del objeto;

d) en las cualidades personales;

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e) en la cuenta, que se subdivide en error de cálculo y error de cantidad;

f) en el motivo que determinó la voluntad del sujeto.

El error obstativo también es de varias clases según esté referido a la denominación:

a) de la naturaleza del acto;

b) del objeto;

c) de la persona. Así como el .error referido a la inexacta trasmisión de la


declaración.

1.2. Error de hecho y error de derecho

El error puede ser de hecho (error facti) o de Derecho (error iuris). El error de hecho es el
conocimiento equivocado o la ignorancia que se tiene sobre los elementos del acto
jurídico o sus circunstancias externas. El error de Derecho es el conocimiento equivocado
o la ignorancia que se tiene del Derecho objetivo o del derecho subjetivo. Tanto el error de
hecho como el de Derecho puede ser esencial o indiferente.

Se discute sobre si el error de Derecho vicia o no la voluntad, existiendo al respecto dos


aforismos: «La ignorancia de hecho exime la responsabilidad» (Ignorantia facti excusat) y
«la ignorancia no excusa de cumplir la ley» (Ignorantia non excusat legem). Ambos
aforismos han sido reconocidos o desconocidos a través de los tiempos y en la
actualidad van perdiendo vigencia.

Los romanos consideraron que el que padece de error de Derecho incurre en grave
negligencia. Paulo (D. 22,6,9) proclamó como principio general que el error de Derecho
perjudica siempre al que incurre en él: iuris quidem ignorantiam cuique nocere, facti vero
ignorantiam non nocere (a cualquiera perjudica la ignorancia del Derecho, en cambio no lo
daña la ignorancia de hecho). Lo que significa que nadie se puede sustraer a las
consecuencias dañosas de sus propios actos aduciendo ignorancia de la ley. Con otras
palabras se expresaba nemo ius ignorare consetur (nadie puede ignorar el Derecho), o
neminem licet ignorare ius (a nadie es lícito ignorar el Derecho), por exigirlo así la
obligatoriedad de la ley y la imprescindible necesidad de certeza del Derecho. Por tanto,
nadie puede escudarse en su propia ignorancia para incumplir el mandato legal.

Por regla general, el error de Derecho es considerado inexcusable (imperdonable), debido


a que la ley debe ser aplicada, aunque el sujeto no la conozca, prevaleciendo el
presupuesto de la garantía de la certeza del Derecho.

El Derecho romano clásico conoce excepciones a esta regla, referidas a las hipótesis en
las cuales el errante debe ser socorrido en presencia de errores de Derecho justificables.
Así, el error de Derecho era admisible si el que realiza el negocio no ha podido consultar a
un jurisconsulto para obtener una orientación o no ha podido procurarse por sí el
conocimiento necesario de las normas. El Derecho justinianeo introdujo la presunción de
conocimiento de la norma por el cual no es posible librarse de las consecuencias
negativas del error iuris ni aun cuando se prueba que el error no se debe a culpa del
sujeto.

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El principio general de la inexcusabilidad del error de Derecho y la prohibición de ignorar


la ley es recogido en la constitución de los emperadores Valentino y Teodosio del año
391: Constitutiones principum nec ignorare quemquam nec dissimulare permittimus (C.
1,18,2). De otra parte, también en el Derecho postclásico-justinianeo existieron
excepciones a la inexcusabilidad del error iuris. Se trata de circunstancias personales de
excusa relativa a particulares categorías de sujetos, por ejemplo, las mujeres, los
menores, los campesinos, los militares.

Decía Papiniano que la ignorancia de Derecho no aprovecha a los que quieren adquirir,
iuris ignorantia ñon prodest acquirere volentibus; pero no los perjudica para no perder,
suum veropetentibus non nocet (D.7,6). Se admitía el error de Derecho si se trataba de no
perder y se rechazaba cuando se quería ganar. Por ejemplo, no se podía invocar el error
iuris para usucapir.

Sostienen De Gásperi y Morello[9] que:

en Roma había tal multitud de juristas para proteger a los incautos que, no obstante
el formalismo, las reglas podían aprenderse directamente o por medio de los
jurisconsultos. El jurista estaba en todas partes, en el forum, en medio del tumulto
de los negocios y la agitación de las audiencias, y hasta en las expediciones
militares.

De aquí que se presumiese el conocimiento de la ley, notorio e indiscutido —tibi notum est
— y que Paulo haya proclamado de una manera general que el error de Derecho perjudica
siempre al que incurre en él: error iuris nocet; error facti non nocet. En el estado actual de
la civilización y de la ciencia las cuestiones controvertidas son mucho más numerosas
que en la época romana[10], y más numerosas aún son las normas que integran el
Derecho positivo que ningún jurista puede afirmar que las conoce todas, por lo que
afirmar que las leyes deben reputarse conocida es afirmar como verdad una falsedad.

El Código chileno sigue las disposiciones del Derecho romano al establecer en su art.
1452 que «el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento». No se puede
invocar el error de Derecho para alegar la nulidad del contrato a que se ha consentido con
tal error. La ley promulgada tiene fuerza obligatoria, se entiende que es conocida por
todos y nadie puede ignorarla. Nadie puede excusarse de cumplir la ley so pretexto de
que no la conoce[11].

Domat[12], predecesor del Code Napoleon, fue el primero en sostener que la ignorancia o
el error de Derecho, para que anule el acto, debe ser su única causa determinante o
principal.

El Code Napoleon no hace mención expresa al error de Derecho. En su art. 1109


establece: «No hay consentimiento válido si el consentimiento ha sido dado solamente
por error». Es casi unánime la doctrina francesa que sostiene que los términos del art.
1109 excluyen toda distinción entre error de hecho y error de Derecho: todo error vicia los
contratos; el error de Derecho como el de hecho anula la convención cuando ha sido la
causa principal o su solo fundamento (Laurent, Toullier)[13]. Los Mazeaud[14] afirman
que la jurisprudencia francesa admite tanto el error de Derecho, como el de hecho, como
vicios del consentimiento, y que el error de Derecho posee el mismo ámbito y que está
sometido a los mismos requisitos del error de hecho. Colin y Capitant[15] opinan que no
hay por qué discriminar entre error de hecho y de Derecho; el error puede ser sobre una
circunstancia de hecho o sobre la existencia de una disposición de la ley. Por ejemplo, un
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enfermo hace un legado al médico que le cuida, ignorando que el art. 909 (del Código
francés) prohíbe este género de liberalidades y luego se preguntan estos autores ¿qué
importa la naturaleza del error desde el momento en que vicia la manifestación de
voluntad?

El Código argentino, art. 923, dispone:

La ignorancia de las leyes, o el error de derecho en ningún caso impedirá los efectos
legales de los actos lícitos, ni excusará la responsabilidad por los actos ilícitos.

El vigente Código civil y comercial argentino solamente habla del error de hecho: Art. 265.
Error de hecho.

El error de hecho esencial vicia I voluntad y causa la nulidad del acto jurídico. Si el
acto es bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el
destin ario para causar la nulidad.

Comentando el derogado Código argentino, Borda[16] dice que nadie puede ampararse
en el error de Derecho para eludir las responsabilidades legales o convencionales
emergentes de sus actos:

toda ordenación social exige, para su normal desenvolvimiento, que las normas
jurídicas impuestas por el Estado con carácter obligatorio, se apliquen en todos los
casos para los cuales han sido dictadas, sin que sea posible eludir su cumplimiento
invocando ignorancia o error. No juega en esta cuestión un problema de
conocimiento de la ley, sino de obligatoriedad de la misma; las leyes se deben
aplicar con entera independencia de que el interesado las conozca o no; en verdad,
es preferible que las conozca, pero si ello no ocurre lo mismo deben aplicarse. De
ahí que el error de derecho no valga como excusa.

Por su parte, Llambías[17] sostiene que lo dispuesto en el art. 923 (del Código argentino)
se explica debido a que:

en el orden práctico la posibilidad de aducir el error de derecho significaría la


instauración del caos y de la inseguridad más completa, pues podría pretenderse
desvirtuar la fuerza de los derechos mejor establecidos alegando el
desconocimiento de su régimen.

El Código alemán dispone:

Art. 119- Impugnabilidad por error.

(1) Quien al emitir una declaración de voluntad estaba incurso en un error respecto
de su contenido o no quería en absoluto realizar una declaración con ese contenido,
puede impugnarla si puede suponerse que, de haber conocido la realidad de los
hechos y apreciando razonablemente el caso, no la habría emitido.

(2) Por error en él contenido de la declaración se entiende también el error en las


cualidades de la persona o del bien que se consideran relevantes en el tráfico.

Comentado esta norma, Flume[18] escribe:

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En el caso del error relevante, según la regulación del BGB, la declaración de


voluntad es inicialmente válida a pesar del error. Quien incurre en error solo tiene
derecho a impugnar su declaración de voluntad en los caos del error relevante (art.
119), con la consecuencia de que la declaración ha de considerarse nula desde el
principio (art. 142.1)[19]. En el art. 119 la Ley habla de declaración de voluntad; en el
art. 142, en cambio, de la anulación del negocio jurídico. Cuando un negocio jurídico
se apoya en varias declaraciones de voluntad (como el con¬trato), la impugnación
se refiere a la declaración de voluntad del que yerra pero afecta al negocio jurídico,
que pierde su validez por la anulación.

Agrega este autor:

cada vez son más quienes sostienen la opinión de que en el caso de error relevante
conforme al art. 119.1 en los negocios jurídicos inter vivos, quien yerra tiene que
admitir que valga el negocio jurídico tal como lo entiendo al emitir su declaración, si
la otra parte declara que el negocio debe mantenerse con el contenido que supuso
quien incurrió en error. Hay que estar de acuerdo con esta opinión. Cuando, al
perfeccionarse el negocio, la otra parte reconoce en qué sentido ha entendido su
declaración quien yerra, la declaración vale con el significado supuesto por quien
incurrió en error. Asimismo, cuando posteriormente se hace valer el error, quien
contrató el que erró también debería tener derecho a sujetarle al negocio en el
sentido que este pensó. Quien incurre en error sería culpable de un venire contra
factum proprium si, tras descubrir el error, no quisiera que su declaración valiera en
el sentido que él imaginó. En el Derecho suizo (OR art. 25.11) e italiano (art. 1432
Cod. Civile)[20] la Ley establece expresamente esta regulación. En Derecho
austríaco constituye la opinión dominante.

El Código italiano de 1942, en su art. 1429, prescribe: «El error es esencial (…) 4) cuando,
tratándose de un error de derecho, haya sido la razón única o principal del contrato». Esta
norma consagra la opinióndel francés Domat.

Comentando el Código italiano, Trabucchi[21] dice que el error de Derecho consiste en el


falso conocimiento o ignorancia de la norma que ha determinado la voluntad del sujeto.
El error de Derecho no puede invocarse para sustraerse al mandato de la ley;
contrariamente, con la fácil excusa de la ignorancia, el ordenamiento jurídico no tendría
aplicación. La ley tiene vigor en sí y por sí, independientemente del conocimiento que de
ella tengamos los ciudadanos; es fundamental para la vida jurídica el principio expresado
en la máxima: error inris non excusat. Pero el falso conocimiento de la ley, que
imperfectamente ha determinado la voluntad, es causal de anulación de los efectos
jurídicos del negocio.

Un ejemplo que nos aclare: Ticio compra a Cayo un terreno para fabricar un horno de
fundición con su respetiva chimenea, sin conocer que en una localidad como aquella,
cerca a una zona importante para la defensa nacional, existe una servidumbre militar por
la cual se prohíbe toda construcción más alta de cinco metros. Ticio construye y luego la
autoridad militar lo obliga a demoler toda la construcción más alta del límite consentido;
Ticio no puede sustraerse a la obligación de derribar la chimenea con la excusa de que no
conocía la ley: él, en cambio, podrá invocar la anulación de la compraventa del terreno
porque, si hubiese conocido aquella prohibición, no la hubiese comprado. El error de
Derecho es causa de anulabilidad solamente cuando ha sido la razón única o al menos
principal que induce al sujeto a realizar aquel negocio jurídico (art. 1429.4). Algunos
negocios no son anulables por error sobre la existencia o sobre el significado de una
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norma: el matrimonio (art. 122), la aceptación de la herencia (art. 483), la transacción


(art. 1969) y la confesión (art. 2732). Por su parte, Barbero[22] expresa: la ignorancia de
la ley no es siempre verdad que no excuse:

a) no excusa en cuanto quien la invoca quiere sustraerse a una norma imperativa;

b) pero cuando se la invoca para valerse de las consecuencias que la ley misma
vincula al estado de error (art. 1429.4), entonces, si ha sido la causa única o
principal de la determinación volitiva, es excusable y relevante como el error de
hecho.

El Código peruano de 1852, inspirado en el Code Napoleon, en su art. 1236 disponía: «No
es válido el consentimiento que proviene de error, de dolo o de violencia». Con referencia
a este artículo, Ortiz de Zevallos[23] manifiesta que para algunos juristas es claro que se
trata del error de hecho y de Derecho (Lex non distinguit) y para otros es principio
inconcuso de Derecho que la ignorancia de la ley no excusa a nadie de su cumplimiento,
salvo que el error de Derecho haya sido el único fundamento del contrato. El autor opta
por el principio que dice que cuando la ley no distingue no hay el derecho de distinguir.

El Código de 1936, en los arts. 1079 y siguientes, reguló el error de hecho. Al error de
Derecho se refería por excepción en el art. 1280 que establecía: «El que por error de
hecho o de derecho entregase a otro alguna cosa o cantidad en pago, puede repetirla del
que la recibió». León Barandiarán[24] escribe que el art. 1079 se refiere solo al error de
hecho. El interés de la distinción entre error de hecho y Derecho, está en que según los
romanos, aquél es excusable y este no. Sin embargo, la regla de error iuris nocet, en el
propio Derecho romano tenía atenuantes.

En el estado actual de la ciencia jurídica la regla de nemo ius ignorare censetur ha perdido
su primitivo rigor. En Roma tenía su razón de ser, por el deber impuesto a todos de
conocer el Derecho; pero hoy este es tan complicado que no puede imponerse tal
exigencia. Agrega, citando a Dereaux, que no hay razón plausible para proclamar que
nadie es reputado de no ignorar la ley y establecer así una separación profunda entre el
error de Derecho y el error de hecho.

El Código vigente de 1984 regula en forma expresa el error de Derecho como vicio de la
voluntad (art. 202. 3).

El error de Derecho objetivo consiste en la ignorancia o falso conocimiento de una norma


jurídica o conociendo su existencia se tiene una falsa representación de su contenido,
significado o aplicación, y el error en el derecho subjetivo consiste en el falso
conocimiento de un derecho subjetivo.

El error de Derecho puede clasificarse en:

– Error sobre las consecuencias del acto jurídico, es decir, sobre sus efectos. En
este caso el error no tiene importancia porque, por ejemplo, quien vende un bien no
puede sustraerse a las reglas sobre la garantía de saneamiento por vicios ocultos
solo porque no los conocía;

– Error en la valoración de una situación jurídica. En esta hipótesis el error se refiere


al tipo de acto jurídico que las partes han celebrado o sobre la situación jurídica que

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ha servido de base para la formación de la voluntad, este es el caso, por ejemplo, de


quien compra un terreno creyendo que en él puede edificar, desconociendo que por
ley está destinado solamente para fines agrícolas[25].

– El error de Derecho no puede invocarse para sustraerse al cumplimiento de las


normas imperativas, al orden público o a las buenas costumbres, dado que el interés
común tiene que prevalecer sobre el particular. Nadie puede excusarse del
cumplimiento de las normas imperativas alegando que no las conocía o que tenía
un concepto equivocado sobre su significado. Por razones de orden, seguridad y
certeza jurídica, la vigencia y eficacia de las normas imperativas opera
independientemente de su conocimiento por los asociados. Por tanto, conserva su
eficacia el principio romano: error iuris non excusat. Pero este principio no impide
que un acto jurídico pueda anularse por error de Derecho cuando este ha sido la
causa determinante de la voluntad. La anulación del acto por error de Derecho no
afecta el cumplimiento ineludible de las normas imperativas. Veamos esto con
algunos ejemplos, tomados en parte de Trimarchi[26]:

a) Muchas veces el objeto del acto jurídico está determinado por normas jurídicas.
Por ejemplo, la venta de una herencia en una sucesión abierta (la venta de bienes de
sucesiones no abiertas, esto es, de sucesiones futuras está prohibida por el art.
1405) tiene por objeto la cuota que le corresponde al vendedor, y esta depende de
las normas sobre sucesiones. Puede suceder, v. gr., que una persona, por ignorancia
de las normas sobre sucesión legítima (arts. 723 y ss. del CC) esté convencida de
haber heredado solamente un tercio de la herencias, mientras que en realidad su
cuota es de la mitad; un contrato de venta de la herencia realizado bajo los efectos
de este erróneo convencimiento es anulable.

b) La posibilidad de utilización de un bien depende en ocasiones del régimen


jurídico que lo regula. Así, por ejemplo, una obra de arte es comerciable en el
mercado internacional si es que la ley permite su exportación. Puede suceder que la
ignorancia o la errada interpretación de la ley nos conduzcan a creer que una
determinada obra de arte es exportable cuando en realidad está prohibida su
comercialización. Un contrato concluido en estas condiciones es anulable por error
en el Derecho.

c) Si alguien toma los servicios de un ¿bogado extranjero, ignorando que el título


profesional que este ha optado en el extranjero no lo permite, según las leyes
peruanas, ejercer la defensa en el Perú, se tiene un error sobre una cualidad jurídica
del otro contratante, esencial a los fines contractuales. Por ello, el contrato puede
ser anulado por error en el Derecho.

Como se aprecia de estos ejemplos la anulabilidad del acto jurídico por error de Derecho
en nada afecta a la observancia obligatoria de las normas imperativas; por el contrario,
con la anulación del acto, dicha observancia está garantizada.

Recordemos que no es necesario que ciertos derechos u obligaciones contractuales


estén estipulados expresamente en el contrato, ya que se derivan directamente de la ley
que con normas dispositivas integra el contrato. Así, en un contrato de compraventa si no
hay acuerdo expreso de las partes, la ley determina que el bien debe ser entregado en el
lugar en el cual se encuentra al momento de celebrarse el contrato (art. 1553) y el precio
debe pagarse al contado en el momento y lugar de la entrega del bien (art. 1558), que el
vendedor está obligado al saneamiento por evicción (art. 1491) y al saneamiento por
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vicios ocultos (art. 1503). El error sobre estas consecuencias no puede ser causa de
anulación del contrato, y la razón es evidente. Estas consecuencias acceden a un núcleo
fundamental deseado por las partes: la transferencia de la propiedad a cambio de un
precio; por eso tienen un carácter accesorio y secundario: el error sobre ellas no tiene un
carácter esencial y no puede ser admitido como causal de anulación del contrato, pues de
admitirse convertiría al contrato en excesivamente inseguro.

En ocasiones sucede que normas imperativas suprimen algunas cláusulas del acto
(nulidad parcial) o las sustituyen por otras, dando así al negocio un contenido diverso al
querido por las partes. La diversidad puede aun tocar elementos esenciales, por ejemplo,
el precio. Si el objeto de la ley es el de imponer una disciplina a la relación negocial, por
considerar que es más justa respecto a la establecida por las partes, no se puede admitir
que uno de los contratantes invoque la ignorancia de la ley para liberarse de los efectos
contractuales, porque ello significaría eludir la ley misma. Por ejemplo, si en un sector
bajo disciplina obligatoria de precios se estipula un contrato de venta por un precio
superior al máximo permitido por la ley, el contrato debe subsistir por un precio reducido
al límite legal: aquí no es admisible que el vendedor pueda solicitar la anulación del
contrato, aduciendo ignorancia de la disciplina legal de los precios porque, de lo contrario,
el objeto de esta disciplina resultaría frustrado.

En conclusión, el error de Derecho es causa de anulabilidad del acto jurídico cuando es


esencial y conocible, y se refiere a la naturaleza del acto, o al objeto, o a la cualidad
jurídica del objeto o de la persona.

1.3 Error propio e impropio

El error impropio actúa destruyendo alguno de los requisitos esenciales del acto[27]. Por
ejemplo, A vende a B una nave que días antes ha perecido en un naufragio, sin que ellos
lo supieran: la compraventa es nula por falta de objeto. Sin duda los contratantes han
incurrido en error al creer que la nave existía en el momento de celebrar contrato, pero
este error no constituye un vicio de la voluntad. Para solicitar la declaración judicial de
nulidad del acto jurídico, no es necesario ni siquiera invocarlo. El error impropio
solamente influye indirectamente en la validez del acto.

El error propio produce la anulabilidad del acto jurídico directamente por virtud propia (es
el llamado error esencial o substancial). No ataca a uno de los requisitos de validez del
acto, sino que solamente obra sobre la voluntad viciándola.

La doctrina moderna ha abandonado esta clasificación del error establecida por Savigny;
sin embargo, la consideramos de vital importancia para establecer en cada caso concreto
si el acto es nulo o anulable. Si el error destruye uno de los requisitos de validez del acto
jurídico, este es nulo por falta de ese requisito, mas no por error; en cambio, si el error
solamente vicia la voluntad, el acto es anulable.

1.4 Error esencial y error indiferente

Error esencial y error indiferente El error se clasifica en esencial y accidental o indiferente;


el primero se refiere al elemento del acto que se ha tenido en cuenta al tiempo de
celebrarlo, el segundo recae sobre circunstancias accesorias o intrascendentes que no
pueden determinar la invalidez del acto. Para que cause la anulabilidad del acto se
requiere que el error sea esencial, a fin de impedir que cualquier error sin entidad
perjudique la validez del acto, cuya conservación el ordenamiento jurídico procura. Es

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14/9/21 22:08 Acto jurídico. El error como vicio de la voluntad. Clases de error. Bien explicado por Aníbal Torres Vásquez | LP

preciso que el error sea esencial para invocar la anulabilidad, pues no se puede permitir
que cualquier error afecte la validez del acto, porque se afectaría la seguridad en el
tráfico.

Es esencial el error determinante de la voluntad que recae sobre:

a) la esencia del objeto de la prestación (art. 202.1);

b) las cualidades del objeto de la prestación (art. 202.1);

c) las cualidades personales de la otra parte (art.202.2);

d) el Derecho (art. 202.3);

e) la cantidad (art. 204);

f) el motivo manifestado como la razón determinante de la realización del acto y


siempre que haya sido aceptado por la otra parte (art. 205);

g) el nombre del acto, del objeto, o de la persona (art. 208):

El error indiferente no configura vicio de la voluntad; no es causa eficiente para la


anulabilidad del acto ni aun cuando haya tenido alguna influencia en la formación de la
voluntad.

Es indiferente el error que recae sobre elementos o cualidades no esenciales del objeto; o
sobre cualidades de la otra parte que no han sido tomadas en cuenta como relevantes
para el acto realizado; o sobre el Derecho que no ha sido determinante de la voluntad; el
error de cálculo; el error en el simple motivo; el error en el nombre del acto, del objeto, o
de la persona, cuando por el contexto o circunstancias del acto se puede identificar al
acto, al objeto o a la persona.

De estas clases de errores tratemos in extenso al ocuparnos del error en el Código civil
peruano.

1.5 Error excusable y error conocible

Frente a las graves consecuencias de la anulación del acto jurídico por error, y con el fin
de poner freno a las posibilidades de invalidez del acto y proteger adecuadamente tanto
los intereses del declarante que ha caído en error como los del destinatario que confía en
tal declaración, se han configurado dos sistemas: el de la excusabilidad del error y el de la
cognoscibilidad del error.

El error es excusable cuando el declarante ha tenido razón para errar, no cuando el error
proviene de su negligencia. Además se reputa inexcusable cuando proviene de una
negligencia grave.

En Roma tiene su origen la excusabilidad y es adoptada por muchos códi gos de antigua
data (ejemplo, el derogado Código argentino de 1869, el Código peruano derogado de
1936). El nuevo Código civil y comercial argentino, al igual que el Código civil peruano, no
exige que el error sea excuable, pero sí que sea conocible por el destinatario de la
declaración.
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La excusabilidad del error está referida a la posición del errante. Si el declarante,


observando una normal diligencia, no ha podido darse cuenta de que está en error,
entonces el error es excusable o perdonable. En otros términos, el error es perdonable
cuando el sujeto no obstante a haber actuado con una diligencia normal en el
conocimiento del contenido del acto jurídico no ha logrado superar el error de hecho o de
Derecho en que ha incurrido. Por el principio de la autorresponsabilidad, cuando se trata
de un error no excusable (error burdo que no puede admitirse que nadie incurra en él) o
un error leve que puede evitarse con prudencia, la víctima no puede quejarse, esto es, no
puede pretender anular el acto y por tanto deberá prevalecer la tutela del interés del
destinatario de la declaración[28]. La excusabilidad del error está dirigida exclusivamente
a proteger el interés del declarante que ha actuado observando la diligencia debida para
evitar caer en error. El agente negligente carece de protección jurídica; no se le puede
excusar del error en que ha caído, o sea, no puede impugnar el acto de anulabilidad por
error.

La doctrina y la legislación moderna han sustituido el requisito de la ex cusabilidad por el


de la conocibilidad del error. Esta doctrina fue consagrada en el art, 1428 del Código civil
italiano: «Art. 1428. Relevancia del error. El error será causa de anulación del contrato
cundo fuere esencial y conocible por el otro contratante». El vigente Código civil peruano
de 1984 se afilia a esta doctrina. Si la excusabilidad está referida al comportamiento de
quien incurre en error, la conocibilidad del error se sustenta en la necesidad de proteger a
la parte destina taria de la declaración errónea y en la seguridad del tráfico jurídico.

El error es conocible si el destinatario de la declaración actuando con normal diligencia


hubiera podido reconocer que el declarante está en error, o sea, estaba en condiciones de
no tener confianza en la declaración. Solamente el error conocible puede dar lugar a la
anulación del acto, en cualquier otra hipótesis el agente que cae en error debe soportar
sus consecuencias. El Derecho no protege al destinatario de la declaración que
observando una normal diligencia hubiese podido detectar el error y comunicarlo al
declarante.

[1] Pugliatti, S., Introducción al estudio del Derecho civil, 2.1 ed. Porrúa, México, D.F., 1943,
p. 270.

[2] Ruggiero dice que en el error vicio hay dos voluntades:

una formada bajo el influjo de la falsa representación y como tal manifestada; la


otra que no se ha formado siquiera y, por tanto, no ha sido declarada, pero que
puede considerarse como efectiva voluntad del agente, porque eliminado el error,
esta y no otra hubiera sido su voluntad. Hay pues una discordancia, no como en el
error obstativo entre voluntad interna y manifestación, sino entre dos quereres, uno
manifestado y falso, el otro interno, no desenvuelto, y que debe, sin embargo,
considerarse el único y verdadero (RUGGIERO, Instituciones de Derecho Civil, cit., p.
267).

[3] Coviello, Nicolás, Doctrina general del derecho civil, trad. de Felipe de J. Tena, México,
1938, p. 412.

[4] La expresión error obstativo fue acogida en la doctrina italiana por la autoridad de
Giorgi y la expresión francesa erreurobstacle fue empleada por Larombiére (Coviello, ob.

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cit., p. 412). Giorgi, Teoría de las obligaciones en el derecho civil moderno, Madrid, 1905, T.
III, p. 265.

[5] Messinero, Franceso, Manual de derecho civil y comercial, trad. de Santiago Sentis
Melendo, Ejea, Buenos Aires, 1979, T. II, p. 438.

[6] Ropppo, Vincenzo, ob. cit, p. 718.

[7] El Código italiano de 1942 no menciona al error obstativo, como lo hacia el Código de
1865. pero, en el art. 1433, menciona al error en la declaración o en su transmisión,
evitando la vieja terminología reputada contradictoria respecto a esta disciplina.

[8] Scognamiglio, Renato, Contratti in generale, 3era. ed., Milano, 1980, p. 42.

[9] De Gáspery, Luis y Morello, Augusto M., Tratado de Derecho civil, Tea, Buenos Aires,
1964, T. I, p. 389.

[10] Savigny, ob. cit., p. 395.

[11] CLARO SOLAR, Explicaciones del Derecho civil chileno y comparado, cit., vol. V, p.
141.

[12] DOMAT, Leí bis civiles dans leurordre naturel, cit., sec. I, n.°s 13 y 14.

[13] CLARO SOLAR, Explicaciones del Derecho civil chileno y comparado, cit., vol. V, p. 145.

[14] MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho civil, cit., T. I, Parte II, vol., I, p.
198.

[15] COLIN, A., y CAPITANT, H., Curso elemental de derecho civil, trad. de Demófilo de
Buen, Reus, Madrid, 1952, T. I, p. 182.

[16] BORDA, Manual de derecho civil. Parte general, cit., p. 509-

[17] LLAMBÍAS, Tratado de derecho civil. Parte general, cit., T. II, p. 490.

[18] FLUME, El negocio jurídico. Parte general del Derecho civil, cit., T. II, pp. 501-502.

[19] BGB: Art. 142. Eficacia de la impugnación, (l) Si es impugnado un negocio jurídico
impugnable, se considera que el nulo desde el inicio. (2) Quien conocía o debía conocer la
impugnabilidad es tratado, en el caso que prospere la impugnación, como si hubiese
conocido o hubiese debido conocer la nulidad del negocio jurídico.

[20] Código italiano: Art. 1432. Mantenimiento del contrato respectivo. La parte que
incurrió en error no podrá pedir la anulación del contrato si antes que a ella le pudiese
resultar un perjuicio, la otra ofreciere cumplirlo de modo conforme al contenido y a las
modalidades del contrato que aquélla quiso concluir.

[21] TRABUCCHI, Istituzioni di Diritto civile, cit., p. 135-

[22] BARBERO, Sistema del Derecho privado, cit., T. I, p. 520.

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[23] ORTIZ DE ZEVALLOS Y VIDAURRE, Tratado de Derecho civil peruano, cit., p. 36.

[24] LEÓN BARANDIARÁN, Acto jurídico, cit., pp. 106-107.

[25] FRANCESCHETTI, II contratto, cit., p. 375.

[26] TRIMARCHI, Istituzioni di diritto privato, cit., p. 207.

[27] Savigny fue el que distinguió entre error propio y error impropio. Se estaría en error
impropio cuando mediante él llega a faltar algún elemento esencial (el consentimiento, el
objeto o la causa), impidiendo la formación del contrato (SAVIGNY, Sistema de Derecho
romano actual, cit., T. II, p. 222).

[28] Para que el error anule el acto jurídico debe ser excusable, y de tal manera que
cualquier persona medianamente inteligente pueda caer en él. Un error burdo o un error
originado por manifiesta imprudencia no puede excusarse ni invalidar el negocio jurídico
(MUÑOZ SABATÉ, Luis, Comentarios al Código civil de España e Hispanoamérica,
Ediciones Jurídicas Herrero, México, D.F., 1953, p. 685).

Comentarios:

ANÍBAL TORRES VÁSQUEZ

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