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Oportuno resulta enfatizar, desde ya, que este ejercicio expositivo de las razones
sustentatorias de cada una de las respuestas ensayadas para dar respuesta al
interrogante, tiene como genuino anhelo realzar la cardinal importancia que reviste
conocer el panorama teórico que puede ofrecerse sobre una determinada
temática, antes que asumir posturas radicales animadas por emociones del caso
particular, carentes de criterios razonables que atiendan con suficiencia la
dialéctica constante que constituye la tarea interpretativa de todo operador judicial,
llámese juzgador o litigante. Como adelante se verá, los razonamientos que sirven
de estribo a cada posición son producto de la reflexión sensata, y por contera,
aptos para dar soporte a la línea que se elija.
Más adelante señala que debe notificarse al albacea con tenencia de bienes, en la
sucesión testada. O debe solicitarse la declaratoria de herencia yacente y
nombramiento de un curador, para notificarle el título.
Siguiendo con la revisión del panorama general en la doctrina patria, están las
razones de los autores[6] Luis Augusto Cangrejo Cobos, Ricardo Zopó Méndez,
Alfonso Guarín Ariza y Carlos Fradique Méndez, arguyen:
Finalmente, el tratadista Juan Guillermo Velásquez, en repudio de demandar a los
herederos indeterminados arguye que en el evento que pudiese nombrarse un
curador ad litem, carecería de capacidad de pago puesto que no tiene la
administración de los bienes del causante como tampoco de proponer las
defensas pertinentes; apunta que “(…) en el proceso ejecutivo se parte de la certeza
de la obligación y lo que se pretende en su cobro, (…) de modo que únicamente el
heredero conocido o determinado que la haya aceptado puede ser sujeto pasivo de la
deuda. No se entendería como un heredero indeterminado pudiera pagar y en calidad de
qué.”[7].
Para concluir sus estimativos jurídicos resalta la defectuosa redacción del inciso
final, que da a entender la procedencia de la ejecución comentada, sin embargo
aduce que a dicho entendido se opone la certeza de la obligación y el deudor.
Al efecto se apoyó en que el artículo 1434 del Código Civil ordena notificar a
“herederos en términos generales” y que como la sucesión no había terminado, la
ejecución no se cumple contra “ (…) personas indeterminadas, sino a unas personas
indeterminadas pero que pueden tener la calidad de herederos de un causante
determinado, pues que se persiguen los bienes de éste y no de aquéllos. ”. Se invalidó la
actuación porque solamente se notificó a la heredera reconocida en el proceso de
sucesión por causa de muerte en curso, y se omitió tal diligencia con los
“herederos indeterminados”.
No admitir, dice el profesor, la demanda en tales términos impide la efectividad de
la acción judicial por los engorrosos trámites que se imponen y las nulidades que
se decretan. Se refiere al estudio del Instituto Colombia de Derecho Procesal,
donde los profesores Ulises Canosa Suárez y Edgardo Villamil Portilla, formularon
una ponencia a favor de esta tesis. Reconoce, el mismo López Blanco, que no
hubo consenso en el seno del Instituto.
Por su parte los profesores Canosa Suárez y Villamil Portilla[10] sostienen que (i)
no hay indeterminación en la parte demandada, porque no se trata de demandar a
“cualquier persona” sino a “los herederos indeterminados de un causante
determinado”, ello no equivale a decir “todos” o “nadie”, la orden de pagar o
excepcionar tiene unos sujetos determinados; se requiere a personas
desconocidas, pero que tiene la calidad de herederos de un causante determinado
para que realicen esos actos, y para ello señala el artículo 332, inciso 5º del
C.P.C.: “(…) En los procesos en que se emplace a personas indeterminadas para que
comparezcan como parte, la cosa juzgada surtirá efectos en relación con todas las
comprendidas en el emplazamiento (…)”. Destacan que hay un importante principio
de determinación en este punto, que brota de la calidad en que son citados los
herederos.
Aducen que (ii) toda sucesión tiene un causante, en últimas el ICBF, sin embargo
concluir que el acreedor ejecutante “(…) está obligado a conocer quiénes son esos
herederos, en qué orden se va a repartir la herencia, quiénes van a aceptar o repudiar,
etc., es obligar a lo imposible y dar la espalda a una palpitante realidad, que demanda
una solución práctica. (…)”. Respecto a la posibilidad legal de la declaratoria de
herencia yacente replican que “ la experiencia de muchos años ha demostrado”, que
se trata de una institución complicada que dilata los procedimientos y hace difícil la
efectividad de los derechos del acreedor.
Por último, expresan que (iv) no existe justificación para diferenciar entre procesos
de conocimiento y ejecutivos porque “ (…) en últimas lo que se presenta es una
pretensión de una persona, demandante en el ordinario o acreedor en el ejecutivo, contra
los herederos de un causante.”. Se preguntan: ¿Cómo consentir el trámite de un
proceso ordinario contra herederos indeterminados, para luego no permitir su
ejecución contra ellos mismos?
Alega el profesor Parra Q. que el artículo 1434 del Código Civil “ (…) lo único que
exige para que haya ese puente, por el cual el mérito ejecutivo pasa contra los herederos,
es noticiar la existencia de los títulos ejecutivos a ellos. ”[13], a lo que se suma que la
norma procesal (Artículo 81 C.P.C.) establece una especie de “ficción”
interpretando el silencio del heredero como aceptación, que solamente tiene
efectos de orden procesal “(…) sin afectar el derecho sustancial o material, por cuanto
el heredero puede no aceptar la herencia, de conformidad con el derecho de fondo.
(…)”[14]; agrega que en respaldo de lo dicho que bien puede el legislador procesal
entender una conducta procesal para atribuirle determinados efectos.
Ahora bien, en lo que atañe al artículo 1434 del C.C., de cuyo texto
derivan algunos autores la ejecutividad del título, resaltando que tan
solo exige notificar a los herederos para reclamarles coactivamente,
dejan de lado que la regla es insuficiente con la mera mención de
“herederos”, pues tratándose de obligaciones su hermenéutica es
restrictiva, por ende mal puede comprenderse que refiere también a
los herederos indeterminados, lo que debe atarse indefectiblemente
a la naturaleza ejecutiva de la acción que se deriva, que demanda
claridad y expresividad en sus extremos obligacionales.
En lo que toca con la equiparación de trato del proceso declarativo y
el ejecutivo, baste decir que vano es el esfuerzo puesto que es la
naturaleza de cada trámite procedimental el que nos conduce a la
imperativa conclusión de que son más las diferencias que las
similitudes.
BIBLIOGRAFÍA
1. 2.AZULA CAMACHO, Jaime. Manual de derecho procesal
civil, tomo II, 4ª edición, Bogotá, editorial Temis, 1994.
1. 13.VELÁSQUEZ GÓMEZ, Juan Guillermo. Los procesos
ejecutivos, Diké, Medellín, 1994, p.75.
[13] PARRA QUIJANO, Jairo. Derecho procesal civil, parte especial, ob. Cit.,
p.281.
[14] PARRA QUIJANO, Jairo. Derecho procesal civil, parte especial, ob. Cit.,
p.282.