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CONSECUENCIAS:
En el momento del accidente unas 25.000 personas residían en zonas a menos de ocho
kilómetros de la central. La cantidad de emisión de gases radioactivos hacia la atmósfera
varía entre 2,5 y 15 millones de curios según las fuentes escogidas. La industria pro nuclear
sostiene que "estudios realizados sobre la población demuestran que no hubo daños a las
personas, ni inmediatos ni a largo plazo". No obstante, Greenpeace apoyada en otros
estudios independientes sostiene que existió y existe un aumento claro en los casos de
cáncer y leucemia sobre la zona cercana a la central.
Blaum, Fleming y Singer (1982) mostraron que las personas que vivían cerca del reactor
nuclear de Three Mile Island exhibieron altos niveles de estrés después del accidente
nuclear que ocurrió allí. También mostraron evidencia de una elevación en los niveles de
presión sanguínea, un mayor número de infecciones de las vías respiratorias. Además, los
sistemas inmunológicos de estas personas no funcionaban tan bien como deberían.
Las consecuencias económicas y de relaciones públicas fueron muy importantes, y el
proceso de limpieza largo y costoso.
Limpiar el reactor después del accidente necesitó de un proyecto difícil que duró más de 10
años. Comenzó en agosto de 1979 y no terminó oficialmente hasta diciembre de 1993, con
un coste total de cerca de 975 millones de dólares. Entre 1985 y 1990 se eliminaron del
sitio casi 100 toneladas de combustible radiactivo. Se reinició TMI-1 en 1985.
Además, el accidente redujo notablemente la confianza de la población en las centrales
nucleares, y fue para muchos un presagio de los peores temores asociados a esta tecnología.
RUSIA:
CONSECUENCIAS:
Aquel día, durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, un
aumento súbito de potencia en el reactor 4 de esta central nuclear, produjo el
sobrecalentamiento del núcleo del reactor nuclear, lo que terminó provocando la explosión
del hidrógeno acumulado en su interior. La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro,
óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito expulsados,[3] materiales
radiactivos y/o tóxicos que se estimó fue unas 500 veces mayor que el liberado por la
bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945, causó directamente la muerte de 31
personas y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de 116 000 personas
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provocando una alarma internacional al detectarse radiactividad en, al menos, 13 países de
Europa central y oriental.
Después del accidente, se inició un proceso masivo de descontaminación, contención y
mitigación que desempeñaron aproximadamente 600 000 personas denominadas
liquidadores en las zonas circundantes al lugar del accidente y se aisló un área de 30 km de
radio alrededor de la central nuclear conocida como Zona de alienación, que sigue aún
vigente. Solo una pequeña parte de los liquidadores se vieron expuestos a altos índices de
radiactividad. Los trabajos de contención sobre el reactor afectado evitaron una segunda
explosión de consecuencias dramáticas que podría haber dejado inhabitable a toda Europa.
Dos personas, empleadas de la planta, murieron como consecuencia directa de la explosión
esa misma noche y 31 en los tres meses siguientes. Mil personas recibieron grandes dosis
de radiación durante el primer día después del accidente, 200.000 personas recibieron
alrededor de 100 mSv, 20.000 cerca de 250 mSv y algunos 500 mSv. En total, 600.000
personas recibieron dosis de radiación por los trabajos de descontaminación posteriores al
accidente. 5.000.000 de personas vivieron en áreas contaminadas y 400.000 en áreas
gravemente contaminadas, hasta hoy no existen trabajos concluyentes sobre la incidencia
real, y no teórica, de este accidente en la mortalidad poblacional.
Alrededor de 135.000 personas tuvieron que ser evacuadas de los 155.000 km² afectados,
permaneciendo extensas áreas deshabitadas durante muchos años al realizarse la
relocalización posteriormente de otras 215.000 personas. La radiación se extendió a la
mayor parte de Europa, permaneciendo los índices de radiactividad en las zonas cercanas
en niveles peligrosos durante varios días. La estimación de los radionucleidos que se
liberaron a la atmósfera se sitúa en torno al 3,5% del material procedente del combustible
gastado (aproximadamente 6 toneladas de combustible fragmentado) y el 100% de todos
los gases nobles contenidos en el reactor. De los radioisótopos más representativos, la
estimación del vertido es de 85 petabecquerelios de Cs y entre el 50 y el 60% del inventario
total de I, es decir, entre 1600 y 1920 petabecquerelios. Estos dos son los radioisótopos más
importantes desde el punto de vista radiológico, aunque el vertido incluía otros en
proporciones menores, como Sr o Pu.
Después del desastre, un área de 4 kilómetros cuadrados de pinos en las cercanías del
reactor adquirieron un color marrón dorado y murieron, adquiriendo el nombre de "Bosque
Rojo". En un radio de unos 20 o 30 kilómetros alrededor del reactor se produjo un aumento
de la mortalidad de plantas y animales así como pérdidas en su capacidad reproductiva.
En los años posteriores al desastre, en la zona de exclusión abandonada por el ser humano
ha florecido la vida salvaje. Bielorrusia ya ha declarado una reserva natural, y en Ucrania
existe una propuesta similar. Varias especies de animales salvajes y aves que no se habían
visto en la zona antes del desastre, se encuentran ahora en abundancia, debido a la ausencia
de seres humanos en el área.[29]
JAPON
CONSECUENCIAS
Radiación
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El día 27 de marzo se detecta en el agua del interior de las instalaciones niveles de
radiación cien mil veces por encima de lo normal, se sospecha que proceda de una fuga del
reactor número 2. Estos niveles de radiación dificultan las labores de los operarios.
Asimismo los niveles de yodo radiactivo en el agua de mar en las inmediaciones de la
central son 1.850 mayores que los que marcan los límites legales. También se detecta
plutonio fuera de los reactores, procedente posiblemente del reactor número 3 que es el
único que trabaja con ese elemento.
El día 27 de Abril se detecta en España, y en otros países de Europa según el Consejo de
Seguridad Nuclear, un aumento de yodo y cesio en el aire europeo que proviene del
accidente nuclear de Fukushima en Japón. El Consejo de Seguridad Nuclear afirma que no
existen peligros para la salud..
Una grieta en la estructura del reactor empezó a liberar material radiactivo al mar, haciendo
que el contenido en yodo radiactivo fuese en algunos momentos en las aguas circundantes
de hasta 7,5 millones de veces superior al límite legal y que el cesio 1,1 millones de veces
por encima de esos límites. Los primeros intentos de sellar la grieta con cemento y otros
métodos fracasaron.
La compañía Tepco a primeros de abril empezó a verter al mar 11.500 toneladas de agua
contaminada radiactivamente para liberar espacio dentro de la central para albergar otras
aguas aún más contaminadas del interior de los reactores.
Jamás puede ser limpia una energía que contamina constantemente el medioambiente
emitiendo humos altamente tóxicos y lo hace a través de chimeneas gigantescas.
Una central nuclear es segura siempre que no pase nada, a saber: maremotos,
terremotos, accidentes, fallos humanos,... Por muy segura que llegue a ser una central, no
dejan de ser auténticas bombas nucleares a gran escala y que un mínimo fallo puede
causar cientos de muertes, malformaciones genéticas y daños irreparables para el
ecosistema.
Muy bien empecemos sabiendo que la contaminación radioactiva puede ser natural (radón)
o industrial (industria nuclear por ejemplo).
- Por la respiración: si las partículas de gas radón se desintegran mientras están en los
pulmones, se transforman en elementos pesados que se fijan fuertemente al pulmón, y
continúan su "vida radioactiva" y sus emisiones nocivas hasta el fin de su vida.
Y los efectos que pueden causar en el cuerpo son variados: algunos radioisótopos pueden
estar distribuidos uniformemente por todo el cuerpo y eliminados rápidamente, como es el
caso del agua con tritio. Algunos radioisótopos pueden atacar órganos específicos y tener
tasas de eliminación mucho más bajas. Por ejemplo, la glándula tiroides absorbe un gran
porcentaje de cualquier compuesto yodado que entre en el cuerpo. Si se inhalan o ingieren
grandes cantidades de compuestos yodados radioactivos, el tiroides puede ser inutilizado o
destruido, mientras que otros tejidos estarían afectados en menor grado.
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Los residuos radiactivos de baja y media actividad procedentes de centrales nucleares y de
centros médicos y de investigación no son tan peligrosos a corto plazo como los residuos de
alta actividad. Pero también suponen una amenaza para la salud. En los primeros años de la
era nuclear se enterraban o se vertían al mar. Actualmente esta situación ha cambiado
gracias a la presión ejercida por la opinión pública y al mayor conocimiento de los peligros
que entrañan los residuos radiactivos. La industria nuclear ha comprendido finalmente que
debe tomar mayores precauciones para deshacerse de estos residuos, o que debe
confinarlos.
Se han propuesto muchos métodos para confinar los residuos radiactivos, pero todos
presentan riesgos. Su enterramiento en los helados casquetes polares supondría alejarlos de
la población, pero los residuos de alta actividad, de elevada temperatura, fundirían el hielo,
y el agua radiactiva pasaría la mar. Lanzar los residuos al espacio sería muy costoso, y,
además, si ocurriese una explosión en la plataforma de lanzamiento o un accidente, las
consecuencias serían muy graves. Una solución sería enterrarlos en fosas marinas muy
profundas, pues permitiría que, con el tiempo, los residuos llegasen al núcleo de la Tierra
como consecuencia de los movimientos naturales de la corteza terrestre. Pero esto
contamina al mar y actualmente está prohibido. El enterramiento subterráneo es, de
momento, la opción preferida. Sin embargo, si ocurren terremotos, erosión del suelo o
corrosión de los contenedores, existe el riesgo de que se produzcan fugas radiactivas.
Se debería prohibir el paso de barcos con material radiactivo por la vía interoceánica, ante
la posibilidad del tránsito esta semana de un buque con desechos nucleares, ya que Panamá
no esta preparado para manejar un accidente de esta naturaleza.
Hiroshima y Nagasaki
Los días 6 y 9 de agosto de 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzó desde
bombarderos B-29 sendas bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki. La primera era una bomba por disparo de uranio de unos 15 kt, llamada Little
Boy, y la segunda funcionaba por implosión de plutonio bajo el nombre Fat Man, con unos
25 kt de potencia. Esto equivale a la vigésima parte de la potencia de las armas nucleares
actuales, y una milésima de las más potentes desarrolladas durante la Guerra Fría. Ambas
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ciudades resultaron aniquiladas instantáneamente, con un saldo aproximado de entre
150.000 y 220.000 muertos, la gran mayoría civiles. Un número indeterminado de personas
fallecieron con posterioridad debido a sus heridas y a los efectos de la radiación. Se ha
producido un elevado número de mutaciones en bebés, durante varias generaciones. Estos
hechos, que constituyen el primer y hasta ahora único uso de armas nucleares en un
conflicto real, precipitaron la capitulación de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En el caso de una guerra nuclear de gran escala que abarcase a casi todas las regiones del
planeta, el más probable de los escenarios (véase estrategia de las armas nucleares) las
consecuencias ambientales podrían producir una extinción masiva del ser humano en el
planeta. En el hipotético escenario de menor destrucción masiva, se podría tener una
contaminación radiactiva y consecuencias climáticas de efectos globales, pero no de
aniquilación completa. La ubicación geográfica y la cantidad y potencia del armamento
nuclear usado, determinarán la intensidad y prolongación de los efectos globales de la
guerra nuclear regional; por lo cual cada posible escenario regional de conflicto es
mundialmente relevante.
En las primeras 48 horas, se produciría la lluvia radiactiva que acabaría con el 50% de los
adultos sanos. Hasta un 30% de las tierras del hemisferio norte recibirían más de 500 rems,
lo cual implica un alto nivel de envenenamiento radiactivo.
La radiación media de fondo en todo el planeta sería superior a 100 rems y en el hemisferio
norte mayor a 200 rems. De esta manera, difícilmente quedaría un ser humano vivo en el
hemisferio norte y en el hemisferio sur la vida de los pocos supervivientes no sería mucho
mejor.
Una guerra nuclear de gran escala no solo significaría el fin de la civilización, sino la
aniquilación de la mayoría de la humanidad. La cantidad de muertos por un ataque nuclear
masivo depende de la densidad poblacional en las zonas urbanas. Si se estima que la
mayoría de las grandes ciudades del hemisferio norte serían bombardeadas, se puede prever
por lo menos 1.100 millones de muertos en forma inmediata al ataque nuclear masivo.