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TP Nº2 La infografía

Ana Luz Dominguez Diseño gráfico 3°

El patriarcado en las religiones

El patriarcado es un sistema de dominación estructural y permanente contra las mujeres, las


niñas, los niños y los sectores más vulnerables de la sociedad, basado en la masculinidad
hegemónica, que se considera el fundamento del poder de los varones, de la sumisión de las
mujeres, de la legitimación de la discriminación e incluso des. Utiliza la violencia de género.
Considera al varón como referente de lo humano y de los valores moraliza el concepto
“hombre” para referirse a los varones y a las mujeres y niega que dicho uso sea excluyente
porque se entiende que es genérico.

Se distingue dos tipos de patriarcado: el duro o de coerción y el blando o de consentimiento. El


primero parte de la idea o mejor de la ideología de que las mujeres son inferiores: las leyes
defienden la desigualdad de género y el proceso de socialización establece diferentes roles en
función del sexo. Este patriarcado está muy lejos de haber desaparecido. Sigue vivo y activo a
todos los niveles, laboral, institucional, familiar, educativo, político, económico, etcétera.

Las religiones son hoy uno de los últimos, más resistentes e influyentes bastiones en el
mantenimiento de un tercer tipo de patriarcado, que se define con el nombre de Extremoduro.
Se trata de un sistema de dominación múltiplemente discriminatorio de las mujeres, las niñas y
los niños, homófobo, basado en la masculinidad sagrada como fundamento de la inferioridad
de las mujeres y de su dominio por parte de los hombres. Y ello por voluntad divina y
conforme al orden natural. Como afirma le pensadora feminista Mary Daly: “Si Dios es varón,
el varón es Dios”. El patriarcado religioso legitima, refuerza y prolonga el patriarcado social,
político y económico.

Las religiones no suelen reconocer a las mujeres como sujetos religiosos, morales y teológicos,
las reducen a objetos, colonizan sus cuerpos y sus mentes, ejercen todo tipo de violencia
contra ellas: física, psicológica, religiosa, simbólica. Sin embargo, no pocas mujeres suelen ser
las más fieles seguidoras de los preceptos religiosos, las mejores educadoras en las diferentes
creencias religiosas y las que a veces mejor reproducen la estructura patriarcal de las
religiones.

Las religiones, como aliadas del pensamiento dominante (tenga éste el disfraz o el aspecto que
tenga), siempre han sido cómplices de todas las perversas prácticas que éste ha desplegado, y
a su vez, el pensamiento dominante siempre ha disfrutado de las diferentes iglesias como
fieles aliadas en la difusión de dicho pensamiento. Y de esta forma, y para el caso que nos
ocupa, desde la antigüedad religiosa, el papel de las mujeres ha sido defenestrado,
infravalorado e insultado.

Confucio, el gran pensador chino, que estableció gran parte de los moldes de las sociedades de
su época, dejó dicho que «La mujer es lo más corruptor y lo más corruptible que hay en el
mundo», y el fundador del budismo, Siddhartha Gautama, aproximadamente en la misma
época, expresó que «La mujer es mala.»

Y es que la cosmovisión religiosa que lo inunda todo, sobre todo en algunas culturas orientales,
es la causa que justifica social y políticamente las diferencias de género, la presencia de
poderes masculinos, la ausencia de lideresas religiosas (mujeres), etc.
Aún hoy día, entre la población africana, es común que en nombre de absurdos preceptos
religiosos, más de 100 millones de mujeres y niñas son víctimas de la mutilación genital
femenina, practicada como una «tradición» por parteras o ancianas experimentadas, al
compás de oraciones y cánticos, a partir del concepto, tradicionalmente machista, de que la
mujer no debe gozar sexualmente, privilegio que sólo le está consagrado al hombre en sus
culturas.

Y por su parte, los musulmanes en su libro sagrado (El Corán) tienen establecido «de serie» el
patriarcado, expresado por ejemplo en el verso 38 del capítulo «Las mujeres», que
textualmente dice: «Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por
medio de las cuales Alá ha elevado a éstos por encima de aquéllas, y porque los hombres
emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas:
conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Alá ha ordenado que
se conserve intacto. Reprenderéis a aquéllas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en
lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis
camorra»

La figura de la Santa Inquisición, durante toda la Edad Media, condenó a «las brujas» (en
femenino) por todas las supuestas aberraciones que practicaban, y gracias a todo este
pensamiento, fueron quemadas en la hoguera miles de mujeres, por su supuesta brujería. La
idea religiosa seguía siendo la base moral para estas prácticas, instauras por la «Reina
Católica», aquélla que se propuso que en todos sus reinos se impusiera la «fe verdadera». Y
así, la idea de «pecado decadente» ligado a las mujeres, no sólo en el catolicismo, sigue
estando presente en diversas cosmovisiones religiosas, todas de carácter heteropatriarcal.

Como vemos, mayoritariamente las religiones promulgan ideologías que presentan a la mujer
como un peligroso objeto para el hombre, y una causa para su perversión. Insta al hombre a
cuidarse de los perjuicios que la mujer le pueda traer, y a relegar para ella un papel
secundario. La mujer es concebida como incitación al pecado, a la decadencia. Su sola
presencia ya es sinónimo de malignidad.

Con todos estos antecedentes, no es de extrañar que el fenómeno machista, de hondas raíces
de toda índole, continúe presente en nuestras sociedades. Tantos siglos de influencia de un
pensamiento abyecto hacia la mujer no pueden ser borrados con una Ley, ni con mil leyes.
Necesitaremos grandes dosis de educación, desde la base, y de erradicación del pensamiento
dominante (sobre todo de carácter religioso) para poder eliminar este pensamiento.

Pero por suerte en todas las religiones se están desarrollando movimientos contestatarios,
muchos de ellos protagonizados por mujeres, contra las leyes, las prácticas, los discursos y los
ritos machistas y homófobos. De dichos movimientos está surgiendo un discurso igualitario, la
teología feminista, que aplica las categorías de la teoría de género y la hermenéutica de la
sospecha al discurso teológico y la convierte en aliada de los movimientos y discursos
feministas.

Si se quiere eliminar el machismo en el mundo, resulta de todo punto un imperativo ético de


nuestras sociedades plantear la ruptura con todos estos valores patriarcales y misóginos que
las religiones amparan.
Elección

La elección de este tema fue porque me pareció importante empezarnos a preguntarnos si las
religiones necesitan una actualización. Los tiempos que corren hoy en día tiene características
y contextos diferentes, que los tiempos en las que las religiones se acentuaron en la sociedad.
En aquellos tiempos la mujer se la veía como la contraparte humana mas débil y tenia un papel
sumamente secundario, las religiones basaron sus adeptos a esas reglas de aquellos tiempos,
no se la tenia en cuenta a las mujeres. Ya es hora que estas se actualicen y se adecuen a estos
tiempos donde ya no se permite que la mujer sea la secundaria ni la más débil, lo que se
quiere es igualdad.

Referencias

https://diariofemenino.com.ar/una-de-las-principales-causas-del-machismo-en-el-mundo-son-
las-religiones/

https://elpais.com/elpais/2019/04/09/opinion/1554827755_747922.html

https://www.publico.es/entrevistas/mujeres-igualdad-iglesia-catolica-mujeres-luchan-
igualdad-iglesia-llama-arreglar-flores-no-decisiones-importantes.html

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