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El columnista de este diario conversó con las y los soci@s de

Página/12

Julián Varsavsky: "Bajo la piel de un


robot en Japón late un espíritu
shintoísta"
En una conferencia sobre su experiencia con los robots japoneses,
el comunicólogo y cronista contextualizó el fenómeno tecnológico
en la cosmovisión confuciana y animista: hoteles atendidos por
androides, mascotas cibernéticas, funerales robóticos y el futuro
del trabajo.

Japón desarrolla robots para el cuidado de mayores, discapacitados


o personas en tratamientos prolongados.
Julián Varsavsky hizo una crónica oral de su experiencia robótica en
Japón en el marco del ciclo de charlas exclusivas para las y
los soci@s de Página/12. Analizó el fenómeno con una perspectiva
antropológica y sociológica para entender por qué en Japón se
naturaliza más rápido la convivencia con autómatas y estos pueden
incluso dar compañía y afectos, además de ser considerados buenos
compañeros de trabajo.

Acá te dejamos los pasajes más importantes:

Robots en la vida cotidiana


“Mi primer encuentro con un robot japonés fue en Akihabara, barrio
otaku de Tokio. No fue un Transformer, sino la réplica a escala natural
de Leonardo da Vinci con barba, sentado y hablándome en japonés con
un pollito en una mano y un elefante verde en la otra. El hiperrealismo
de esa “estatua de cera” mecanizada en los pasillos del subte me
descolocó un poco. El segundo lo vi en la Robocup -Campeonato
Mundial de Fútbol de Robots-, un bebé no muy realista que me
colocaron en brazos llamado Smibi. Es un affective robot diseñado para
brindar compañía. Creí estar abrazando una muñeca, pero al ver que
fijaba la mirada en mí, intuí que ese cilindro achatado con ojos y sin
nariz era la evolución del Tamagotchi. Le pellizqué un cachete y se
sonrojó, lo sacudí y berreó, lo recosté en mi hombro y me devolvió una
risita. Smibi está a la venta en Japón, no tanto como juguete sino con
fines terapéuticos para gente sola y ancianos. No es un fenómeno de
masas, pero se vende”.

El perrito Sony
“En una feria tecnológica acaricié a Aibo, el perrito robot de Sony que le
hace competencia a los de carne y hueso en un país donde los
departamentos son pequeños y mucha gente trabaja demasiado como
para pasearlos. Se han vendido unos 100.000 y un mecánico
especializado en repararlos recibe muchos por correo: se los envían sus
dueños cuando ya no tienen reparación para que utilice las piezas en
otros que se puedan “salvar”, un poco en la lógica de la donación de
órganos. Y se valora que antes de hacerlo, les realice un funeral budista
en un templo siglo XVI en la prefectura de Chiba. Algunos llegan con
cartas como esta: por favor ayuden a otros Aibos. Lágrimas cayeron por
mi rostro al decirle adiós ”.

Pepper: humanoide hogareño


“Pepper fue el primer humanoide lanzado al mercado hogareño. Es
blanco y me llega al pecho con su cabeza como una pelota de fútbol.
No tiene piernas sino ruedas y luce una tablet en el pecho, tan fuera de
lugar como una oreja en la frente. Se vendieron 10.000 para dar
información en lugares públicos. Pero su capacidad de comprensión es
limitada: es un busto parlante algo interactivo, un objeto decorativo
que no sirve más que para llamar la atención porque se mueve y habla.
A tres metros de Pepper, me hicieron sentar en un armazón metálico
con sensores para captar el movimiento de mi cuerpo y lentes VR 360°.
Al mirar hacia arriba, el robot levantaba la cabeza y yo veía el techo
(pero el que estaba encima de él). Yo veía a través de sus ojos. Vino una
niña con una pelota, extendí el brazo, la colocó en “mi mano” y la
agarré. Pero no sentí nada. Yo era como Scarlett Johansson en Ghost in
the Shell con el cerebro trasplantado en un robot: ella da la orden
mental y la carcasa robótica actúa. Si el enemigo le arranca un brazo,
ella no sufre (yo tampoco). Así serán los soldados del futuro: robots en
campos de batalla como avatares de humanos guarecidos en oficinas.
Hoy puedo meterme en la piel de un robot y tirar una pelota. Mañana
será una granada. Para avanzar accioné un pedal y Pepper arrancó a
rodar entre gente que me miraba. Y tuve una sensación real: "me miran
a los ojos". Pero yo ya no era yo. Algo así habrá de ser la inmortalidad
digital del capítulo San Junípero de Black Mirror, donde los cigarrillos de
esos personajes vivos para siempre en un paraíso digital, no saben a
nada”.

El mundo shinto
“La antropóloga Jennifer Robertson plantea que hay una relación entre
el shintoísmo milenario japonés y el hecho de que miles de ancianos
japoneses convivan con una foquita robot. Desde la mirada occidental
etnocéntrica podrá parecer extravagante. Pero el fenómeno cierra
antropológicamente en sí mismo. En la cosmovisión shinto sincretizada
con el budismo y aun presente, el mundo se rige por hilos subrepticios
movidos desde lo invisible. En muchas casas hay un santuario donde
las personas se comunican con sus ancestros. En la espada de un
samurái habita el espíritu de un antiguo dueño y durante la Segunda
Guerra Mundial, un kamikaze de linaje guerrero tradicional se llevaba
esa reliquia familiar a su vuelo fatal. Un árbol de cerezo, el Monte Fuji y
hasta una silla, contienen un espíritu: son los kamis. Japón está lleno de
espíritus, algo entendible en el contexto de que durante milenios
predominó una religión animista adoradora de la naturaleza, que es
fuente de alimento pero también de tsunamis y terremotos. Si esas
fuerzas tan benévolas y destructoras a la vez están presentes en el
mundo japonés, ¿cómo no van a estar dotados de alma ciertos objetos
como los humanoides o focas ya casi imposibles de diferenciar de un
original?”.

El futuro del trabajo


“En Japón no se teme que los robots les vayan a quitar el trabajo a las
personas. Tienen tasa decreciente de natalidad: el problema es más
bien cómo cubrir los puestos de trabajo futuros en un país bastante
cerrado a la inmigración. Y una solución impulsada como política de
Estado son los robots gerontológicos de asistencia a las personas solas.
Un poco como nosotros, ellos también suelen ver un fantasma bajo un
robot, pero una sociedad animista no le teme: están acostumbrados a
esas “presencias” que a nosotros nos causan terror. Y se criaron con
superhéroes como Astroboy y Mazinger Z, mientras nosotros somos de
la “escuela” occidental de Frankestein, 2001 Odisea del espacio y
Terminator. Según el investigador Martin Ford, la verdadera amenaza
laboral viene por el lado de los brazos mecánicos de alta precisión, los
vehículos sin chofer, el software de inteligencia artificial y las
impresoras 3D con las que se podrá fabricar hasta una casa. A medida
que nuevas tecnologías como las impresoras 3D se masifiquen, es
posible que muchas fábricas alcancen la automatización completa. La
mayor destrucción será en el sector de servicios, donde están la
mayoría de los trabajadores”.
Un tecnocapitalismo neoconfuciano
“El hipercapitalismo japonés copia, mejora y miniaturiza: diseccionaron
el pasacassette y crearon el walkman; recibieron la locomotora y
devolvieron el tren bala; no inventaron la radio, el auto, la moto, el
videogame ni el reloj pero crearon a Sony, Panasonic, Hitachi, Honda,
Toyota, Kawasaki, Mitsubishi. Seiko, Casio, Nikon, Canon, Nintendo,
Nissan, Toshiba, Suzuki, Yamaha, Epson y Pioneer”.

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